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Empezaremos comentando las apariciones en prensa, que son las que tienen cierta
densidad de entre las que conocemos, y que se publicaron después del libro, y -dato
fundamental- después del encierro global por el virus.
Pablo Und Destruktion titula su artículo "La Covid y el opio del pueblo",
imaginamos para ir haciendo amigos desde el principio. Es un texto breve y bien
escrito, aunque podría haberlo elaborado un poco más. Es básicamente una crítica a
la "nueva normalidad" que nos impuso la gobernanza global a costa de la pandemia
("estamos normalizando el estado de excepción"). El asturiano abomina de las
estrategias de manipulación y polarización de la sociedad, de la estigmatización de
los no vacunados como nuevos parias y el abandono de las luchas contra la
globalización, aquí representada en la sumisión de la izquierda a las Big Pharma.
Cita a pensadores de la talla de Guy Debord o Giorgio Agamben, y puede que lo
haga por postureo y tirando de wikipedia, pero si de verdad los ha leído ya tiene
más formación intelectual que el noventa por ciento de los opinadores habituales en
los grandes medios.
Matiza también algo que toca en el artículo, y que ahora ya es un poco lugar común
con las críticas a lo woke pero en su momento si tenía algo de primicia, y es que hay
un componente religioso en el nuevo capitalismo, en este caso, el trasfondo del
protestantismo anglicano. Por supuesto, el modelo alternativo, China, tampoco
parece entusiasmarle. Ante este cul de sac propone combatir reivindicando "la
soberanía nacional", para la que "es necesario la soberanía popular y, antes, la
soberanía personal".
Sin duda este buen paisano no comulga con los fulgores globalistas. Más bien
apuesta por reponer fuerzas en un lugar localista y mítico que llama el "ultramonte",
que es "lo que está más allá del monte y se considera silvestre o salvaje". También lo
podemos entender como la idea de lucha permanente, lo real, lo espiritual.
Son 238 páginas de grata lectura. En teoría es una historia delirante que no tenemos
que tomarnos en serio y el protagonista-narrador, como está como unas maracas,
sólo nos suelta sus alucinaciones. Pero ya somos todos mayorcitos para saber que el
autor pone los dedos en cruci, y asevera que es una sátira para poder decir cosas que
si dijera sin gesticulaciones de guasón serían unas impertinencias punibles legal y
socialmente.