You are on page 1of 38
SEGUNDA PARTE LAS PRERROGATIVAS DE LA CORONA CAPITULO PRIMERO Las fanciones del Seberano. Le autoridad ejecutiva suprema del Estado en todas fae materias civiles y militares, lo mismo quo la jurisdic- prensa dai 0i6n y la supremacia sobre todos los asun- ‘Soberano. tos y personas eclesifsticas del reino, per- tenece al Soberano (1) del Imperio briténico, en virtud de aus fanciones reales; porque es, en efecto, en el Ea- tado la fuente de toda autorided, dignidad y honor, asf como de toda jurisdiccién politica. Ademés, es el jefe de in legislature imperial y parte constituyente de cada le- gisistara local en los territorios sometidos & su domina- cibu. Para todo lo que toca & la vida exterior del Impe- rio, & sus relaciones con los demas paises 6 provincias, el Soberano es el representante visible del Estado. Hs su (1) ML. Tod emples ou esta obra Is palabra «Boberano» en su ‘sentido popular, os decir, como sindnimo de Rey. Sin embargo, ha- blando exactamente, no es ls Corona propiamente dicha Is quo ost. invostida do Is soberanis del Imperio briténico, sino la Corona, los eee ch mre clstora quo clige ls Cara dos Comanes.— (Sp. Walpole.) 106 GOBIERNO PARLAMENTARIO EN INGLATERRA prerrogative especial declarar la guerra y hacer la paz, y contraer alianzas con las naciones extranjoras. La preeminencia, la perfeccién y la perpetuidad son Jos atribntos reconocidos de la Corona de Inglaterra en . p10 que toca & su capacidad politics, La Co- Jas funsiones rea- rona es hereditaria; pero 4 los ojos de la co ley, «el Rey no muere jamés» (the Ling never dies). La defuncién de un monarea reinante es lls mada ordinariamente su traslado (demise); esto quiere decir que, en virtud de la disociacién que se ha produ- ido entre e] cuerpo natural del Rey y su cuerpo politi- co, el Reino es transferido 6 remitido 4 su sucesor; asi la dignidad real permanece perpetua. La sucesién 4 la Corona de Inglaterra he sido siem- pre hereditaria (1); pero este derecho esté sometido & rind ce restricciones y & In inspeccién del alto ‘Tribunal del Parlamento, En otro tiempo, ia Corona ven{a & parar al heredero directo; pero desde el Act of Settlement la herencia es condicional, limitads & los herederos de Ja rama de la princesa Sofia de Han- nover, miembros protestantes de la Iglesia de Inglaterrs y casados con protestantes. ‘Después de su advenimiento al trono, los Soberancs de Inglaterra son consagrados solemnemente en sus al- tas fanciones por Je coronacién real en. Coronssio=e shadia, de Westminster. El rito es cumpli- mentado por el Arzobispo de Canterbury, asistido de (1) M. Todd os demasindo afirmativo. No sucedis asf, en el se0- tido eatricto de Ia palabra, en tiempo de los ssjones. Se pasé PF cima del principio de herencia cuando el sdvenimiento de Exri- que VII, y més claramente afin después de Ia Revolucién do 1688- Guillermo IXT, después de Ia muerte de Maris, era Rey de Ingls- terra; pero era Bey en virtud de la elecoién del Parlamento, y ®* por derecho hereditario.—(Nota de Sp. Walpole.) 4. TODD. 101 _—_— otros Prelados de Ja Iglesia de Inglaterra y en presencia de la nobleza. No es indispensable una coronacién oficial In perfeccién del titulo del Rey al trono; mas por ‘go acto solemne, se da la sanci6n divina & 1a Monar- ~ quia inglesa, y todo el edificio de nuestro orden polftica social se encuentra reforzado y confirmado: por el ju- yamento prestado 4 su coronaci6n, los Soberanos del Beino Unido reconocen la supremacia del Parlamento, al mismo tiempo que su obligaciénde gobernar segin la ley y las costumbres del Reino. De este suprema dignidad y preeminencia de la Co- tons, s@ deriva la consecuencia natural de quo el Rey, personalmente no puede ser juzgado por pets ningén tribunal, sea el que fuere, porque todos los Tribunales del Reino se presu- me que tienen de 61 su autoridad, y que ninguno de ellos ha recibido poder de ejercer sobre él autoridad 6 juris- dicci6n. A m4s de esto, la persona real es, por la ley, sa- grada 6 inviolable; personalmente, ol Soberano es irres- ponsable por todos los actos del Gobierno. Pero siel poder del Soberano es supremo bajo el punto de vista dela jurisdiccién, no es ni absolute, ni gin Mimites; es, en efecto, una mAxima del common law, fe snjeciéa 6a 120 BE el Rey no esté sometido 4 nadie, ua. no por ello depende menos de Dios y de ja ley, porque es la ley la que hace al Rey. Y aunque el monarea, no sea personalmente responsable ante ningén tribunal humano del ejercicio de sus fanciones reales, esas funciones le pertenecen, sin embargo, en virtud de sucapacidad politica, estén reguladas por la ley 6 por los preceptos constitucionales, y deben ser ejercidas para el bien piiblico y no simplemente para la satisfac- cién de sus inclinaciones personales, El Rey esté, en ¢fecto, obligado 4 gobernar & su pueblo, no segén su an-" 102 GoBIEENO PARLAMENTARIO EN INGLATEERA tojo, sino segén Is ley. Hn realidad, la ley constituye la sola regia y la sola medida del poder de la Corona y de la obediencia del pueblo; y el Cuerpo politico reposa sobre esta base de que la ley esté por cima del Jefe del Estado, y no el Jefe del Hstado por cima. de la ley. La méxima de que eel Rey no puede hacer malp (the king can do no wrong), parece una paradoja; no es, en realidad, mas que la expresién del gran principio cons- titucional de que ninguna falta en el gobierno es impu- table personalmente al Soberano; por otra parte, es igualmente verdadero que no hay ningéin mal causado al pueblo pera el que la Constitucién no suministre un remedio, Esas anomalias aparentes son conciliadas gra- cias 4 la doctrina fundamental de que el Rey no puede realizar por si mismo ningain acto de gobierno, sino que todos los actos de la Corona se presume haber sido he- chos por algin Ministro responsable ante el Parlamen- to. Este principio, que hoy es tan bien comprendido, no ha sido reconocido enteramente, sin embargo, sino en ‘una época bastante reciente. Aunque fuese el corolario necesario de los principios de gobierno establecidos por la revolucién de 1688, lo vemos puesto en vigor por pri- mera vez, sin objeci6n ni restriccién, en el reinado de la Reina Ana (1). (1) El Conde de Rochester, on lo Cémara de los Lores, protests on 1711 contra la doctrina de ¢quels Reina debia responder de 4- das las cosasy, puesto que «sogin la Constitucién fandamentel del Beino, los Ministros son responsables por todo.» La misma declara- eign foo hecha por el Duque de Argyle en la Cémara de los Loree, on 1789, ¥ en un debate en Ia Cémara de los Comunos, at 13 de Fe- brero de 1741, Sir John Barnard so expresabe as(: «Hl Rey puede, es verdad, ejercer algunas de las prerrogativas de la Corona, si pedir proviamente el consejo do sus Ministros; pero si hace mal ‘uso de una de sus prerrogativas, sus Ministros responden de ollo, 6 continéan siendo Ministros.» A. TODD 108 Dorante la primera parte del reinado de Jorge IL, 1a doctrina de la responsabilidad ministerial permaneci6 pastante mal definida, Asi, en 1770, vemos al Dr. John- son, francamente adicto al partido tory, sostener que «an Principe hébil puede y debe ser el alma directriz y ol espfritu de su propia Administracién (en una palabra, su propio Ministro), y no simplemente el jefe de un par- tido; entonces, y solamente entonces, la dignidad real seria sinceramente respetada», Este pasaje parece recla- mar para el Rey el derecho de gobernar tanto como de reinar. En los Memorials of Fou, de Russell, con fecha de 1771, 80 dice que alrededor de esta époce, Lord Jor- ge Germaine sostuvo en la Camara de los Comunes que «ol Rey era su propio Ministro, declaraci6n que Carlos Fox recogié admirablemente deplorando que Su Majes- tad fuera eu propio Ministro no aconsejado (his own unadvised minister)». Pero, segtin ya lo hemos hecho notar, en aquel mo- mento, los whigs y los tories diferian radicalmente de ideas sobre ese panto, y ninguno‘de los dos partidos se apoyaba sobre lo que hoy es considerado como la sana doctrina. Los whigs se arrogaban el derecho de designar alsa concepeiin todos los Ministros del Rey, sin exceptuar de le rovisders al primer Ministro; en tanto que los to- ieeno. ries, yéndose al oto extremo, reclama- ban para el Rey, bajo su propia responsabilidad perso- nal, el derecho de escoger & todos los personajes que debian gobernar al Estado. En estas ideas contradicto- rias y estas exigencias rivales (que hoy todos los parti- dos estén de acuerdo en considerar como igualmente in- sostenibles) no es extrafio que los verdaderos principios de gobierno hayan sido desconocidos con tanta frecuen- cia de une parte y otra. ‘No fue asi largo tiempo. Durante los memorables 104 GOBIEENO PARLAMENTARIO EN INGLATERRA debates de 1807, cuando el Rey relevé & sus Ministros porque se negaban 4 firmar una promesa que 6l no tenia ningéin derecho 4 imponerles, los hombres de Estado més autorizados de cada partido expresaron en el seno del Parlamento una opinién més sensata y més ilustra- da sobre la posicién respectiva del Rey y de sus Mi- nistros. En esta ocasién vemos claramente enunciadas como méximas indisputables: «Que el Rey no tiene el poder, por la Constitucién, de realizar ningén acto pi- dlico de gobierno de su competencia ejecutiva 6 legisla- tiva, sino por medio de un Ministro, que es tenido por responsable de ese acto; que los actos personales del Rey, no siendo actos de Gobierno, no caen bajo el cono- cimiento de 1a ley.» Tal es la doctrina universalmente aceptada hoy. Se ha reconocido siempre més 6 menos claramente, que todos los Ministros del Rey eran responsables de saa +0408 los actos de gobierno en que se po- ministerial plena- dia, de un modo cualquiera, encontrar mente reemocida Huella de su parecer 6 de su cooperacién. La censura parlamentaria, el impeachment, 6 el procedi- miento legal ordinario, han servido, desde los tiempos més remotos, para pedir cuenta 4 los Ministros indig- nos de su complicidad en los actos de mal gobierno. Pero este medio de reparacién era invariablemente do- doso 6 incierto, En el tiempo en que 1a. responsabilidad colectiva del Ministerio, por los actos de cada Ministro individualmente, no formaba parte de la teoria, guber- namental, no era facil saber sobre quién fijar la respon- sabilidad de cada falta particular. Por tanto tiempo como un Ministro de Hetado goxa- ‘ba del favor de su Soberano, era dificil, si no imposible, eonvencerlo de mala administracién 6 pedirle cuenta de actos defectuosos decididos en secreto, y que tal véz ha- 4. TODD 105 ——— pian sido mandados por el Rey mismo. La oposicién 4 un favorito sospechoso tomaba ordinariamente la forma de jntrigas tramadss con ls mira de arrancarlo del Poder, 6 daba origen & una resistencia abierta contra la Corona misma. Para garantir y asegurar el ejercicio legal de cada acto de la autoridad real, Ia Constitucién exige que los Ministros de Hstado, mientras duran sus funciones, sean responsables, ante el Parlamento y la ley del pats, de todos los actos ptiblicos de la Corona, Esta responsabi- Iidad no concierne s6lo & los negocios de Estado trata- dos por los Ministros en nombre y por ac iee Ministros Cuonta de la Corona, 6 por el Rey mismo, ee dea con el parecer de sus Ministros; se extien- de también & las medidas que se sabe que que emanan directamente del mismo Soberano. Si el Bey ordena, pues, un acto ilegal, la infraccién cometida por el instrumento no desaparece por ello; sin duds, el Rey no esté sometido personalmente al poder coercitivo de 1a ley; pero en muchos casos las érdenes del Rey es- tin bajo el poder directo de 1a ley, puesto que el acto mismo es caduco si esté manchado de ilegalidad, y ese acto hace puniblo al que 1o ha ejecutado. Aparte de esto, ai los derechos de un séibdito son violados por un acto legal, cometido por orden del Soberano, los Tribunales de justicia ordinarios pondrin remedio & ello, La orden personal del Rey no puede servir de excuss 4 ningén abuso del Poder. Lord Danby fue acusado & causa de una carta que contenia un post-seriptum del Rey mismo, declarando que habia sido eserita por su or- den.—Anngne el Rey sea la fuente de la justicia, un apri- - sionamiento ordenado por él ha sido tenido por nulo, porque no habfa Ministro responsable. Bajo el punto de vista constitucional es tan general ‘ 108 GOBIERNO PARLAMENTARIO EN INGLATEREA Ja observancia de esta regla, que no existe un momento en la vida del Rey, desde su advenimiento hasta su de- fancién, durante el cual no haya alguien responsable ante el Parlamento de su conducta piblica: el ejercicio de la autoridad de la Corona se hace imposible si no en- cuentra un Ministro dispuesto 4 asumir su responsabili- dad (1). Siendo el Rey un cuerpo politico, no puede dar érdenes, 4 no ser por via de memorandum. Por eso, cada. vez que la firma real es estampada sobre un acta, debe necesariamente ser refrendada por un Ministro respon- sable, 4 fin de darle la autoridad y la validez constitucio- nales (2). Cuando un Par del Reino, usando del privilegio uni- do & su cualidad, solicita una audiencia del Soberano, con objeto de presentar algunas observaciones sobre los . _ asuntos ptiblicos, debe necesariamente so- ‘Vlica debe ser soli- licitar esta entrevista por medio de un Of- citds, por sa i cial de la Casa Real 6 del Secretario de Estado del Interior. Por otra parte, el ejercicio de este privilegio de los Pares deberfa ser li- mitado por consideraciones de pradencia, entre las ous- les figuran la utilidad del fin que se persiga y el euidado de evitar todo lo que pudiera causar alguna molestia en las relaciones entre el Rey y sus Ministros. Ningan Par debe aprovecharse de una audiencia para presentar men- sajes 6 peticiones del pueblo. Estos.documentos no pueden ser sometidos & la Co- rona de un modo adecuado, sino por medio de un Secre- @) La resolacién de 1s Reina Victoria, de dar Is mano de 1s princess Luis 4 un sibdito briténico, ne fue tomada sin ol pe reoer do los Ministros responsables. (@) Ls firma de los Soberanos ea estampada primero, la del Se- ceretario del Estado viene después. A. TODD 107 tario de Estado 6 en una salida de audiencia piblica en tessa Presencia de los Ministros del Rey. Los nlosPoieres ex. Secretarios de Estado son los intermedia~ See sk» For rios constitucionales encurgados de trans- aitoe,’-—=~=smaitir Jes respuestas del Rey & ostos men- sajes. Todas las cartas, todos los informes sobre los asun- tos ptiblicos, destinados al Gobierno de la Gran Brotafia, deben ser dirigidos, no al Soberano personalmente, sino al Ministro del Rey, al Secretario de Estado del depar- tamento de que el asunto depende (1). (1) Bn 1810 una violacién de esta regis fue objeto de una infor- macién parlamentaria, Lord Chatham, entonces Consejero privado y Ministro del Gabinete, weepts ol puesto de Comandante de la ex- podicién al Esoalds, A su vaclta 4 Inglaterra presenté al Rey, en al curso de uns converssoién pertioular, un resumen de la marcha de ls expodioién en que seusabs & uno de sus colegas del Ministe- rio y dirigis scusaciones serias contra un Almirante empleado con- jantamente oon 61 en squella expedicién. Lo hizo sin saberlo los domés Ministros del Gabinete, y rogé al Rey que no comunicars aquellos informes & nadie, al menos durante cierto tiempo. Hacta ores de un mos quo los documentos estaban on manos del Rey, euando Lord Chatham le pidié que se los devolviese para hacer en ellos slgunss modificsciones. De nuevo on posesién de las piome, Lord Chatham horré un pérrafo y las devolvié después & Su Ma- jestad. Cuando el informe volvié é sus manos, el Rey lo dirigié al Seoretario de Estado para darle un cardoter oficial. Fue después sometido 4 ln Cémara do los Comunes; pero su historia transpir6. Ta Cémara lamé & Lord Chatham 4 su barra y le pregunté si, on algana circunstancis, habia hecho Is comunioaoién al Rey, pero él 10 nog6 & responder, y, oomo era Par, no pudo sor obligado & hacer- Jo, Entonoes, ol 23 de Febrero, & mocién de M. Whitbresd, Is Céma- 78 decidi6, después de csorutinio y & pesar do los Ministros, enviar ‘an mensaje al Rey, para rogarle que diese copia de todos los infor- mos ¥ documentos remitidos & 81 Majestad on onalquier Spoca, por Lord Chatham sobre la oxpodicién al Esoalds. En respuesta & oste ‘mensaje, ol Rey hixo conocer & Ia Cémars de los Comunes las cir- cunstancias on que habia recibido Is oomunicacién do Lord Cha- 108 GOBIERNO PARLAMENTARIO BN INGLATERRA Un Secretario de Estado es el intermediario consti- tucional para obtener acceso cerca de la persona del So- berano; por su medio es comunicada la voluntad del Rey os om en lo que toca 4 los actos del Gobierno. Asf, cada vez que el Soberano esté tem- poralmente ausente del lugar ordinario de su residencia, es necesario que un Secretario de Estado 4 otro Minis- tro responsable esté & su lado (1). El Secretario de Estado de Negocios Extranjeros tiene el deber de asistir & toda entrevista entre el Sobe- rano y el Ministro de una corte extranjera. Comunics- ciones particulares entre un Rey de Inglaterra y Minic- tros extranjeros, son contrarias al espiritu y 4 la préc- tica de la Constitucién briténica. Jorge III respets inve- riablemente esta regla, cuya observacién no fue tan extricta durante el reinado de ‘su sucesor; pero cuando ‘M.Canning fue Mamado & la cartera de Negocios Extran- jeroa, restablecié y mantuvo el uso constitucional. Es contrario 4 los usos que un Soberano extranjero tham, y afirmé que ningéin otro informe 6 doonmento concerniente 41a expedicién al Esoalds lo habia sido presentado por aquel gen- til-hombre. Hl 2 de Marzo, M. Whitbread propuso 41 Cémara una resolucién do censura contra Lord Chatham por su conducta in- ‘eonstitucional. Se planted por ol Gobierno la cuestién previa y fue rechasada, Una onmionds do M. Canning, modificando los términos de la consura, fue aceptada por M. Whitbread y adopteda por ls Cémara, Se propuso entonoes comunioar estas resolaciones al Bey; pero ls opinién general fue que el sentir de la Cémara sobre el asunto so énoontraba éufisientemente exprossdo por la transorip- ‘eidn de las resoluciones en el «Diario», y que seria puoo digno de Je Cémara ir més alld; 1s mocién fue, pues, retirads. (1) El servicio al lado del Soberano so hace ordinariamente por Jos Secretarios de Estado, por turno; pero durante estos dltimes aiios este deber ha sido cumplido alternativamente por todos los ‘Ministros que forman' parte del Gabinete. 4. TODD 109 —_-- vrwrorr em escriba diretamente al Rey do Inglaterra sobro asuntos politicos 6 sobre los negocios del Estado; porque, no pu- i Bey obra “iendo un Rey inglés reslizar personal- siempre por medio mente un acto de Gobierno y teniendo que dou Minish. Obrar por medio de los personajes que son. responsables de sus actos, no puede firmar directamente ningtin Tratado ni acceder personalmente & los términos dean Tratado. Bi negocia, concluye y firma por érgano do sus plenipotenciarios, & los que da el poder de hacer esos actos. Ratifica m&s tarde lo que han hecho, ai Jo aprueba; pero en esta ratificacién debe estamparse el gran sello. Ademés, no esté en uso que el Rey de Inglaterra re- cibs de los demés Soberanos (y sin que pasen por mano de sus Ministros) cartas relativas 4 los asuntos piblicos; ha sucedido 4& veces que tales cartas han sido devueltas porque no iban acompafiadas de una copia para el Mi- nistro, Es todavia menos habitual y oportuno que el Rey responda & la carta de otro Soberano ain haber tomado el parecer de su Ministro; y éste, ya aconseje 6 des- apruebe, es responsable del tenor de la carta desde que sabe que ha sido escrita (1). @) Napoledn, siondo primer Cénsnl de Francia, dirigié & Jor- ge IIT uns carta, conteniondo proposiciones de pax entre Francis ¢ Inglaterra; fue comanicads al Ministro de Negocios Extranjeros, y exte filtimo Ia contests. Véaso también ol oaso do la carta euté- grafa dirigids al Principe Regenta, en 1815, por los Hmperadores do Austria y de Rusia y el Rey de Prosia. En 1847, ol Rey de Pro- sia osaribié una carta personal é la Reins Victoria sobre un asunto politico enropeo, y enoargé & su Embajador que la entrogaso & Su Majestad durante una sudioncis partionlar. Esta irregularidad in- voluntaria fae corregida gracias & Is intervencién del Principe Alberto; la carta fue lefda en presencia del Ministro de Negocios Extranjeros, disoutida oon 61, y él aprobé ls respuesta. Todas las cartas recibidas por la Reins y ol Principe oonsorte, de los Sobera- 110 GOBIERNO PARLAMENTARIO EN INGLATEREA El Soberano, como fuente de justicia, de toda anto- ridad politica y de jurisdicei6n en el Reino, se supone que est, presente en persona en cada Tri- hawntuenaee bunel de justicia, y particularmente en el teningin set, s}to Tribunal del Parlamento; la justicia debe hacerse y las leyes aplicarse en nombre del Rey, conformandose estrictamente & las leyes, usos y costum- bres de la Constitucién, En virtud del Common law mis- mo, y més particularmente desde el reconocimiento for- mal de Ja doctrina de Ja responsabilidad ministerial, el Rey de Inglaterra no puede, constitucionalmente, ejer- cer pfblica ni personalmente ninguna funcién de la rea- lena, & menos que sea necesario expresar la aprobacién real para actos de gobierno aconsejados 6 consentidos por los Ministros constitucionales. Asi, aunque & los ojos de la ley se repute al Bey presente en todos sus Tribunales, no esté por cima dels ley ni puede personalmente avocar & si Ja resolucién de un procedimiento cualquiera, civil 6 criminal; debe ha- cerlo por medio de sus jueces. Cuande en virtud de una ley del Parlamento, un acto judicial es remitido al Rey, se sobreentiende que seré sometido 4 un Tribunal de justicis, conforme 4 la ley. Hasta la prerrogativa de perdén no puede hoy ser ejercida sin el asentimiento de los Ministros (1). El Soberano no puede tampoco, coms- nos oxtranjeros, y todas sas respuostas, eran sometidas al Secrets rio de Negocios Extranjeros 6 al primer Ministro. (1) En 1880, cierto M. Comyn, aousado de incendio, habia sido condenado & muerte en Irlands, Fue dirigids una poticién ex #0 favor al Rey Jorge IV. Este esoribié 61 mismo ol Lord Lugarte- niente pars significarle eu deseo de ver suavisada la sentencis. En- ‘tre tanto, con el parecer de los jurisoonsultos oficiales, el Lord La- garteniente habia decidido que la justicia siguicra su curso; él primer Ministro (el Duque de Wellington) y el Ministro del Inte 4. TODD it eee eee eee CREE eR titucionalmente, nombrar para un empleo, sin haberlo tratado primero con el primer Ministro y sin su consen- timiento. Igualmente el Soberano puede asistir 4 las sesiones de la Cémara de los Lores en cualquier momento, y du- yante Ins deliberaciones de esa Cimara, tomar asiento en sa trono: sin embargo, su presencia seria hoy consi- derada como una infraccién de los usos constituciona- Jes, que prohiben al Soberano intervenir 6 tomar parte en ningén debate del Parlamento, salvo el caso en que vaya solemnemente 4 ejercer sus prerrogativas reales. Hasta el reinedo de la Reina Ana, el Rey tenfa la costumbre de asistir 410s debates de la Camara de los Lores como espectador, y su presencia era en debida forma relatada en el Diario de la Oémara; pero desde al advenimiento de Jorge I, este uso censurable, que podia intimidar 4 la Asamblea é influir sobre sus debates, ha cesado cuerdamente, Igualmente 6] Rey es el jefe reco- nocido de las fuerzas militares del Reino; no obstante, ningfin monarca inglés ha ido en persons al campo de batalla desde el reinado de Jorge II. Un uso contrario dice un publicist inglés reciente—«no se armonizaria con los usos parlamentarios modernoss (1). rior (M. Peel), aprobaron esta determinacién. M. Poel, indignade de que el Rey hubiera querido usar de su prerrogativa de perdén sin tomar su parecer 6 ol de ouslquier otro Ministro responsable, dirigié una severe representacién & Su Majestad; finalmente, el primer Ministro intervino; el Rey retiré su orden, y la sontencia fue ejecateda, Q) Als muorte do Su Altosa Real el Duque de York, en Enero do 1827, Su Majested ol Rey Jorge IV express la intencién de tomar personslmente el mando del ejército. Pero el primer Minis- tro (Lord Liverpool) deolaré que semejante condnota era inconve- niente, y que por su parte no consentiria nuncs en ello. «Sir Ro- berto Peel habla de ello como de una cose increible» y «prefiada de 112 GonrmaNO PARLAMENTARIO EN INGLATERRA Si el ejercicio del Poder personal por el Soberano esté asi limitado y circunscrito, ges esto decir que la Monarquia de Inglaterra no exista més que de nombre y que Ia autorided del Rey sea una simple ficein legal, rae _.. cuando, en realidad, el Poder supremo se reales no son na encuentra en manos de ciertos funcions- foam, rios pfiblicos? Seria un error creerlo, Si los ‘usos de la Constitucién han impuesto 4 la Corona nume- rosas restricciones en la direccién de los asuntos del Es- tado, es para asegurar el buen gobierno y proteger la libertad del pueblo, y no para reducir & nada la autori- dad real. Antes de tratar de definir la naturaleza y trazar los. Mimites de la autoridad que, en derecho, pertenece al Actos personales Onarca reinante, bueno es mostrar por & Gobierno deede algunos ejemplos en qué medida los So- ma Ana, beranos ingleses, desde el advenimiento de Ja casa de Hannover, han pretendido intervenir y han intervenido realmente en los asuntos del Estado. Nues- tras explicaciones sobre un asunto tan delicado, y sobre el cual se poseen tan pocas noticias, serin necesariamen- te cortas. Ellas servirén, no obstante, para indicar los progresos de la opinién péblica en esta materia y pars mostrar cudnto, en estas cuestiones como en muchas otras, depende todo de la fuerza de carécter de cada in- dividuo. El dogma de Is impersonalidad del Soberano es ls obra de la revolucién de 1688; sin embargo, segfin ya lo hemos visto, este principio no estuvo en aclGeherane. favor & los ojos de Guillermo III, ni en teoria ni en prictica, Empez6 & afirmarse como princi inoosantes embarasos para el Gobierno.» En consecuencia, siguien- do el parecer de Lord Liverpool, fueron confisdas esas funciones #! ‘Duque de Wellington. 4. TODD us —_— pio constitucional, bajo el reinado de la Reina Ana, Esta princess, 6 diferencia de Isabel Ia Grande, no tenia ca- pacidades administrativas especiales, aunque manifesta- go por el ejercieio del Poder una extrema tenacidad. La debilidad y le inexperiencia de una Soberana, unidas 6 Js necesidad de gobernar con un Ministerio sostenido el Parlamento, dieron gran peso & los abogados de Ja impersonalidad. A pesar de sa predileccién por los tories, la Reina ‘Ana se vid obligada, durante una gran parte de gu rei- nado, & aceptar un Ministerio whig. Des- confiando de su propio juicio, se rodeé de Jos consejos de Is opinién dominante en aquella época y Jp admitié por su gufs. Como todos sus predecesores, gaard6, no obstante, en sus propias manos las riendas del Gobierno, recelosa, como lo son ordinariamente los caracteres débiles, de aquellos en quienes se hallaba obli- geda & poner su confianza. Obstinada en sn juicio, por lo mismo que conocfa su debilidad, tomaba parte activa en todos los asuntos, presidia fracuentemente los Con- sejos del Gabinete y hasta dabs & veces Srdenes sin con- sultarle. En el curso del impeachment dirigido por la CAmara de los Comunes por crimen de traicién contra Lord Ox- ford, este fltimo, en su defensa, pretendié haber obrado en aquella circunstancia segfin las 6rdenes formales de la Reina. Se expresé asi: aSefiores: Si Ministros de Es- tado, obrando en virtud de érdenes formales de su Sobe- rano, son hechos mfs tarde responsables de sus actos, este caso puede ser, un dia 4 otro, el de todos los miem- bros de esta augusta Asambles.» Mra un sistema de de- fensa semejante al que habia empleado Lord Somers cuando el Tratado de Repartimiento; indudablemente era irregalar 6 insuficiente. Ia Baina Ana, 114 GOBIERNO PARLAMERTARIO EN INGLATEREA En el reinado de los dos primeros Jo-ges, el princi- pio de la impersonalidad real tomé cuerpo poco & poco. ‘La incapacidad de que los dos monarcas Jorrety Jorge aieron prucba en los detalles de la admi- nistracién (y que provenfa de su educacién extranjers), y la fuerza de las circunstancias que les oblig6 4 confiar los jefes del partido whig, entonces predominante, la autoridad que se sentian incapaces de ejercer ellos mis- © mos, son las verdaderas causas de este resultado; seria aventurado atribuirlo al hecho de que la nacién 6 los publicistas de la 6poca estaban preparados para aceptar- Jo en teorfa. Un hecho que parecerfa apenas crefble, si no hubie- za sido sblidamente atestiguado, es que Jorge I, tan in- capaz de hablar inglés como su primer Mi- Joel. nistro, Sir Roberto Walpole, lo era de con- versar en francés con él, se vié obligado para comuni- nicarse con su Ministro & servirse de ls. lengua latina. Imposible para el Rey, en tales condiciones, adquirir mucha competencia en los asuntos interiores de Ingla- terra 6 familiarizarse con el carfcter del pueblo que ha- bia sido Hamado & gobernar. Sabemos que, en realidad, renuncid casi completamente 4 ocuparse en ello, y #¢ entreg6 4 sus Ministros para el cuidado de gobernar en- teramente el Reino; se contenté con usar de su gran nombre para asegurar los intereses de su Electorado de Hannover. Con pocas diferencias fue también este el caso de su hijo, que mAs familisrizado, sin embargo, con Ja lengua y las costumbres de la Gran Bretafia, y més celoso de su prerrogativa, conocia su incapacidad et materia de gobierno interior, y reservé casi toda st atencién 4 la politica de Alemania, Desoribiendo el cardcter y la conducta de los dos primeros Jorges, Hallam insintia que los dos obliga- A. nopp m5 _ ron é sus Ministros 4 adoptar una politica extranjera ‘contraria 6 los intereses de Inglaterra y dirigida miran- do el engrandecimiento del Hannover; pero que en ma- toris de politica interior se entregaron completamente sus Ministros; de suerte que durante sus reinados «la autoridad personal del Soberano parece haber descendi- go todo lo bajo posibler, Ba lo que concierne & Jorge II, esa conclusién es contradicha por escritores més recientes, Sin duda este monarca, como su predecesor, consideraba Jorge Tl. Jog intereses de su Reino briténico como inferiores 4 los de su Principado alemén; pero se intere- ssba, no obstante, en ejercer un poder arbitrario, y en- tendis poco de abandonar sus prerrogativas & sua Minis- tros. La publicacién de la Vida de Lord Hardwicke, que fae durante varios afios uno de los principales Conseje- ros de Jorge II, ha arrojado una luz nueva sobre Ia his- toria politica de aquel reinado, Durante ciertos cambios ministeriales provocados por los miembros directores del Gabinete con Ia mira de reforzar su posici6n en el Parlamento, hubo, segin se dice, une curiosa conversacién entre el Lord Canciller Hardwicke y el Rey. Su Majostad expres6 su aversién por los nuevos miembros introducidos en el Ministerio y asegur6 que no los habfa aceptado més que «compelidos y eorzado». El Canciller se alz6 contra el empleo de se- mejante lenguaje: «No se ha hecho uso—dijo—de nin- gin otro medio que el empleado en cualquier época, & saber: la humilde opinién de vuestros servidores, apoyada por las razones que les han convencido de la necesidad de esta medida para el servicio de Vuestra Majestad.» Después de algunas otras explicaciones, el Canciller ‘sfiadi6: «Vuestros Ministros, sefior, no son mfs que ‘vuestros instramentos de gobiernos; & lo que el Rey res- 116 = GOBIERNO PARLAMENTARIO EN INGLATEREA pondi6 sonriendo: «En este pats los Ministros son Reyes.» La fuerza de las circunstancias oblig6 al Rey & ceder en esta ocasién; pero los escritos de Hardwike suminie- tran frecuentes ejemplos de la activa y victoriosa inter- vencién del Rey en el gobierno del pats. «Hn amplia me- dida—dieo el biégrafo de Lord Hardwicke—no se limi- | 46 & escoger sus propios Ministros; dirigié también las més importantes medidas propuestas por ellos: para cada asunto politico parece haber entrado hasta en los més {nfimos detalles. Como politico, su gran falta, grave pars , un Rey, fue ser demasiado abiertamente hombre de par- tido. Era, en realidad, el Soberano y el jefe, no del pueblo inglés, sino del partido wigh.» Los Pares y Ja gentry hacendada gozaban en aquella época de una infiuencia politica enorme, y los esfuerz0s reunidos de las familias whigs directoras les daban una autori dad m&s considerable que la del Rey y la de los Comunes reunidos. De suerte que cuando Jorge II subié al trono, el Gobierno inglés presentaba préctica- mente la forma de una oligarquia exclusiva, en la que el Rey, & pesar de su titulo de Jefe supremo, estaba ente- ramente privado del Poder real. Ambicioso por naturaleza y confiado en sf mismo, et joven Soberano comenzé su reinado bien determinado & ejercer lo m4s ampliamente posible las funciones de le realeza. Nacido en el suelo inglés, preps Jorse 11 ado por una educacién esmerada & los de- beres de su elevada situacién, adquirié inmediatamente una gran popularidad en todo el pais; encontré 4 la na - cién pronta & sostenerlo en todo lo que pudiers hacer para agrandar sus funciones. En un capitulo precedente hemos tenido Ja ocasin de insistir sobre el carécter de Jorge HII, y de sefislar algunas ocasiones en que se apart6.de la linea de coB- A. TODD 17 ee gnota que debfa caracterizar 4 un Rey constitucional. Forzosamente, nuestras abservaciones complementarias gobre esto asunto serén breves. Examinada bajo el punto de vista de las relaciones que existen hoy entre el Soberano y sus Consejeros res- ponsables, Ja conducta de Jorge ITI atraerfa la censura sobre los esfuerzos sistemfticos que hizo para gobernar, ejerciendo su autoridad personal, y para absorber en sf mismo el poder y Is direccién del Estado. Tales précti- cas son incompatibles con el reconocimiento de un Go- bierno parlamentario, y no serfan ni toleradas, ni siquie- ra intontadas en nuostros dias. No obstante, antes de condenar & Jorge III por haber seguido una politica en contradicci6n con las ideas polfiticas corrientes, debe- mos acordarnos de que la teoria de la impersonalidad real no era entonces reconocida més que en parte. No s6lo esta teoria particular no era tenida todavia por un principio constitucional, sino que, mis afin, se miraba con desagrado la conducta de los predecesores inmediatos de Jorge IU, que, por razones diversas, se habian abstenido voluntariamente de toda inmixtién personal en los detalles del Gobierno. Hl pais estaba realmente disgustado del triunfo de los intrigantes de corte y del acaparamionto del Poder por ciertas «fami- lias de Ia Revolucién.» Asi el joven monarea, obedeciendo & la enfitica ex- hortacién de su madre: «jJorge, 86 Reyl», respondfa sim- plemente al voto popular. Y, sin embargo, la experien- cia del primer afio de su reinado hubiera debido bastar para convencerlo de su carfcter inestable 6 incierto. A despecho de su vida moral y ejemplar; & despecho de las simpatias que manifesté por las preocupaciones popula- res; & despecho de los verdaderos esfuerzos que hizo para gobernar, mirando al mayor bien de todas Ins clases de 8 = GOBIBRNO PARLAMENTABIO EM INGLATEREA su pueblo, su frecuente intervencién en los més peque. fios detalles de Ia Administracién, su desprecio de las obligaciones de un Gobierno responsable, le atrajeron, durante toda su existencia, los ataques violentos de los partidos politicos, y su memoria ha quedado cargada de calumnias y de falaos informes, de los que comienza s6lo & verse libre. : Teniendo en cuenta las dificultades de su posicién y de la seduccién ejercida por la idea exagerada de su au- toridad personal—idea natural en una época en que se permitia al Soberano gobernar tanto como reinar—de- ‘bemos absolverlo de haber querido violarla Constitucién; debemos, al mismo tiempo, admitir que la integridad de sus designios, la rigida observancia del deber (al menos tal como 61 lo comprendia), le valen ser considerado como aun Rey patriotan, Podemos, sin reserva, condenat sus actos inconstitucionales; pero debemos confesar tam- bién que, si su conducta era defectuosa, esto era cel ré- soltado natural de una posici6n complicada, todavia mal definida, y de las preocupaciones de un espiritn afin in- experimentado en el arte de gobernar, buscando, vaci- lante, su camino y sus amigos» (1). En el curso de un reinado extraordinariamente prolongado, Jorge III s¢ dedicé & cumplir los deberes de la realeza con el cuidado més constante y més escrupuloso, prestando una aten- cién diligente & todos los movimientos de 1 gran mé- quina politica. Jorge TV no tenfa la fuerza de cardcter de su padre> De una naturaleza indolente, fue llamado al trono de- Jani. masiado entrado en afios para familiari- zarse completamente con los deberes de @) Esta frase de elogio fue apliceda por M. Guizot & la condua- tade Luis Felipe después de su advenimiento al trono de Francis. A. TODD ns _ sa cargo 6 para embarazarse con el fardo de los deta- les del Gobierno. Era impopular en el pueblo; su oon- dnote de Principe lo habia enajenado el respeto y le puena voluntad de la nacién, Indiferente al ejercicio de su sutoridad politics, so volvia tan imperioso como su en cuanto se trataba de sus sentimientos 6 de sus propios intereses. Enérgicamente se opuso al reconoci- miento de la independencia de las provincias espafiolas gudamericanas y 4 la emancipacién de los catélicos ro- manos en la Gran Bretafia; fue compelido, sin embargo, después, taceptar In politica de su Gabinete en estas ouestiones. En otros asuntos diferia rara vez de opinion de sus Consejeros responsables, y por lo general les abandonaba con gusto el cuidado de administrar. «Debo decirse, sin embargo, que desde el principio de su regen- cia, en 1811, hasta el fin de su reinado, 1880, la influen- ia real estuvo limitada al estricto ejercicio de la pre- rrogativa. Jorge IV no tenia ninguna influencia perso- nal; no es su popularidad la que sostenfa al Ministerio; may al contrario, toda la dificultad para el Ministerio era soportar su impopularidad y conservar el respeto del pueblo & una Corona llevada por semojante Sobe- rano. Guillermo TV era un monarca amable, de un carfcter eal y honrado; pero le faltaba un poco Ja fuerza de vo- - luntad, Sus cartas & Lord Grey suminis- * tran numerosos ejemplos del trabajo con- cienrudo & que se entreg6 para asimilarse las cuestiones politiens del momento y ponerse en situacién de cumplir eficazmente su deber de Soberano. Subié al trono & uns edad avanzada y se hallé incapaz de resolver victoriosa- mente las cuestiones embarazosas que se suscitaron en el curso de un reinado corto, pero accidentado. Enemigo de las reformas parlamentarias, espantado de sus conse- 126 «= GOBIHENO PARLAMENTARIO EN INGLATERRA cuencias, di6, no obstante y & pesar suyo, su consenti- miento para el gran experimento. Pero inmediatamente su espiritu sufrié una reacci6n; retir6 su confianza & los hombres de Hstado que habfan realizado aquella refor- ma, y trat6 de formar un Gobierno tory. Por lo demés, sus esfuerzos fracasaron. Aprendi6, con gran desagrado suyo, que la prepon- derancia del Poder estaba entonces firmemente estable- cida on la Cémara de los Comunes, y que la sola prerro- gativa y la influencia de la Corona eran impotentes pare derribar un Ministerio, 4 menos que fuesen secundadas por la yor de aquella Asamblea 6 por la expresién in- equivoca de la opinién pfiblica. Después de Ja dimisi6n del corto Ministerio de sir R. Peel, el Rey, muy & pesar suyo, acept6 otro Ministe- rio whig, presidido por Lord Melbourne. Aurique el Bey no ocultara siempre'su aversién & este filtimo y se opa- siera & veces con fuerza 4& sus actos, al decir de los hom- bres de Estado, tanto tories como whigs, Su Majestad obré constantemente con una escrupulosa lealtad para con sus consejeros, cualesquiera que fuesen sus progra- mas politicos; en las dos Cémaras del Parlamento, des pués de Ia muerte del Rey, los jefes de los diversos par tidos se hallaban de acuerdo para rendir homenaje 4 su conducta ejemplar como Soberano constitucio- nal (1), Desde su advenimiento al trono, la Soberana actual no ha manifestado piblicamente sus proferencias perso- @) Los que han estudiado onidsdosamente Is oorrespondencis de Guillermo TV oon sus Ministros, no comparten las conclusiones de M, Todd. Las alabansas que fueron dadas péblicamente 6 Gai- Uermo TV después de su mnerte por Lord Melbourne y otros, oon trastan por modo extrafio con las opiniones sobre 1a conducts del Boy, exprosadas por ellos durante sn vide.—(Walpole.) A. TODD 1a _——— _ nales por ningén Ministerio en el Poder. Ya Reina Vicloris os) abdicar nada de la influencia legitima de la sutoridad de la Corons, cuantas veces pueden ser ejercidas constitucionalmente, Su Majestad ha concedi- do, escrupulosamente y sin reserva, su entera conflanza, & cada Ministerio que llamaba al Poder el interés piibli- 0 6 la proferencia del Parlamento. «Nadie ignora—es- | ribo un publicista reciente—que Sa Majestad ha tome- do constantemente un vivo interés por todos los asuntos en que un Soberano constitncional debe ocuparse on este pass; en muchas ocasiones, su opinién y su voluntad han jnflaido sobre nuestra politica.» Pero en ningtin caso el poder de la Corona se ha ejercido de modo que la expu- siera & un fracaso, & Ja censura, 6 & causarle un emba- yazo cualquiera, Se puede afirmar, sin exageracién, que ‘satercicodela ™2 sentimiento general do satisfaccién, de lealtad cordial, se ha élevado de afio en afio alrededor del trono de ls Reina Victoria. ‘Yo quisiera agregar & ese testimonio mi conviccién sincera de que esa adhesién 4 la persona y al trono de nuestra graciosa Soberana, no se limita 6 la madre pa- tria; existe, en igual grado, si no con mayor intensidad, hasta las fronteras més lejanas de su inmenso Imperio. Pocas personas, hasta en los paises que no dependen de su autoridad, rehusardn su tributo de respeto y de admi- raci6n & Victoria, ya se la considere como mujer, como madre 6 como Reina, _ En el curso del presente reinado, tres cuestiones, anteriormente indeterminadas y que afectan ‘ntime- mente 4 los derechos personales del Soberano, han sido disoutidas y resueltas. Ellas deben ahora detener nuestra atencién antes de comenzar 4 definir la posici6én consti- tucional de la Corona. Conciernen 4: 122 «GOBIERNO PARLAMENTARIO EN INGLATEREA Bi nombramiento de los Oficiales de la casa real; El derecho del Soberano & tener un Secretario par- ticular; La posici6n constitucional de un Principe consorte. 1° Por consecuencia de la introduccién progresiva de usos que, con el tiempo, se han incorporado al dere- cho no escrito de la Constitucién briténica, no es sino Nombramientos al fin del reinado de Jorge II cuando ae Singer Reis, establecié la costumbre de introducir, & ‘Ministros. Sade cambio de Ministerio, modificacio- nes en la composicién de 1a casa, real. Pero es un prin- cipio fundamental del Gobierno parlamentario que los servidores responsables de la Corona tienen el derecho de aconsejarla, cuantas veces la autoridad real deba ejercerse; nada tenderfa mas 4 debilitar 4 un Ministerio que el hecho de ver ciertos cargos importantes, revoca- bles ad nutwm, escaparse & su inspeceién. Por esta ra- z6n, & partir del advenimiento de Jorge IIT al trono, se establecié la costumbre de conceder & cada Administra- cién sucesiva el derecho de modificar la composicién de la casa real (1). (1) Ast, cuando Jorge III relevé al Ministerio North, on 1782, so vi6 obligado & retirar 4 Lord Hertford sus funciones de Lord Chambelin, que hab{s ocupado durante quince afios, y & hacer de Lord Effingham, al que no queria, Tesorero do sm oasa real. De igual modo, el anciano Lord Bateman, amigo personal del Rey, s¢ vié obligado & resignar sas faunciones de Msestre do Ia Monteris. Dificultades somojantes, rolativas & los nombramientos en la Cass ‘Besl, so susoitaron & In formacién del Ministerio Portland, ol sfio siguiente. Poro durante la sdministracién de M. Pitt, Jorge IZ (ogrin lo dijo més tarde & M. Rose) sinsistié para tener on sa case y 4sualrededor personas que le conviniosen porsonalmente.» Hs ‘un privilegio que ningéin Ministro, en ningén tiempo, habria pen- sado en deneger & su Soberano. Tgaslmente, on 1812, cuando se emprendieron Ins negociaciones 4. TODO 128 FERC ee Cuandola dimisién del Ministerio Melbourne, on 1889, y antes del conflicto entre Su Majestad y Sir Roberto Iasdamss do la Peel, & propésito de las damas de la C&é- Chars. mara, Lord Melbourne informs & la Rei- na de aque el uso, en estos fltimos tiempos era, cuando cambiaba la Administracién, cambiar también los gran- des Oficiales de la casa real y poner 4 disposici6n del personaje encargado de formar el nuevo Ministerio 4odos los puestos ocupados por miembros de una t otra Cémara del Parlamentor, Sir Roberto Peel insistié para que, estando ocupado el trono por una Soberana, fuese aplicado el mismo principio & los nombramientos para Jos empleos principales ocupados por las damas de la casa de la Reina, comprendidas las damas de la Cémara. La Reina present6 objeciones: queria reservarse la tota- lidad de estos nombramientos.y declaraba que su deseo era que no e introdujese ningfin cambio en las titulares actuales. En estas condiciones, Sir Roberto Peel renuncié & formar Ministerio, Escribi6-& Sa Majestad, explicndole que era esencial para el buen éxito de la misién de que habia sido encargado «que tnviese esa prueba ptblica pers ls reconstitueién del Ministerio, después del asesinsto de ‘M. Perceval, se agité Is cuestin de saber si ol nombramianto de Jos Oficiales do Ia oasa real formaris parte de los arreglos minis- terinlos pendiontes, 6 sorfa dejedo & Ia iniciativa del Soberano. Los Lores Grey y Grenville, invitados por ol Principe Regente é unir- ee 6a nueva Administracién, rehusaron hacerlo antes del previo relovo do los titnlares actuales de aquellos cargos. En explicacio- nes subsiguientes, dadas en el Parlamento, fue sdmitido que une Administracién nueva tenia el derecho do reclamar el cambio do los grandes Oficiales do la cass real, sunquo el ejercicio de ese derecho, en aquella ooasiGn y por razones especiales, parocioso in- ‘oportano 6 impolitico, 124 G@OBIBBNO PARLAMENTARIO EN INGLATEREA del entero apoyo y de la confianza de Su Majestad, y que esta prueba se la daria siclla Je permitfs hacer algunos cambios en aquella parte de su casa, que habia resuelto mantener sin modificaciones.» El Ministerio Melbourne volvié entonces al Poder, 6 inmediatamente expres6 su opini6n sobre el punto en litigio por una nota del Consejo concebida asi: «Con le mira de dar al Ministerio el caricter de fuerza y esta- bilidad y las proebas del apoyo constitucional de la Co- rons, que son indispensables para trabajar fitilmente por el bien pablico, es razonable que los grandes cargos de la corte y los puestos de la casa real ocupados por miembros del Parlamento, estén comprendidos en los arreglos politicos Nevados & cabo & cada cambio de Mi- nisterio; sin embargo, semejante principio no debe ser aplicado ni extendido & los cargos tenidos por damas en Ja casa de Su Majestad (1). ‘Dos afios més tarde, cuando la Reina juzg6 necess- rio encargar de nuevo & Sir Roberto Peel de la forma- cién de un Ministerio, no se suscité ninguna dificultad sobre la cuestién de las damas de la cAmara. Gracias & Ja intervencién del Principe Alberto, Su Majestad fue inducida & formarse, sobre esta cuestién, una opinién més exacta de su posicién frente & los Ministros nuevos; y & consecuencia de negociaciones con Sir Roberto Peel, este asunto fue arreglado & satisfaccién general, antes de la formacié6n del nuevo Ministerio. S6lo Ins damas de la casa parientes de los miembros del Gabinete saliente se retiraron; las demés pudieron continuar en sus fan- ciones. El principio que Sir Roberto Peel aplic6 & la cass (1) Después de en retirads do la vide piblica, Lord Melbourne declaré ostar pesaroso de Ia actitnd tomada en ests ocasién. A. TODO 15 _ real, ha sido considersdo desde entonces, por opinién “nénime, como constitueional. Tas funciones de Cama- rere, mayor del guarda-ropa y de dama de le cimara, cuando estén ocupadas por parientes de los Ministros sslientes, han sido comprendidas en los arreglos minis- teriales. Pero las damas de la cémara pertenecientes 6 familias cuyas conexiones politicas son menos acentua- das, han sido mantenidas sin objecién en la casa real en todos los cambios de Ministerio. Al advenimiento del Ministerio Derby, en 1866, las damas do la corte per- manecioron todas en sus puestos, porque no debian sus fonciones 4 ninguna influencia polftica. Lord Torrington onserv6 su cargo de lord in waiting & instancia perso- nal de Su Majestad (1). 9.0 Hasta el reinado de Jorge III, ninguno de los Soberanos ingleses tuvo Secretario particular; era una parte natural de le tarea de los principales Secretarios de Estado levar la correspondencia oficial del Soberano. seoretario part Jorge III profesaba tan alta opinién de eusrdel Bey. sug deberes, que s6lo cuando su vista le empoz6 6 faltar consintié en dejarse asistir en el des- pacho de los asuntos diarios de la Corona. En 1805, Su Majestad, & consecuencia de la pérdida de la vista, qued6 incapacitado de leer los informes de sus Ministros. Fastidiado de permanecer en Londres, donde su achaque estaba mds expuesto 4 ser notado por 1 pfiblico, el Bey traslad6 su residencia & Windsor. ‘Esta mudanza hizo absolutamente necesario el nombra- (1) De ordinatio, 1a eleccién heoha por el Soberano de los Lores dela ofmara, debe ser aprobada por el primer Ministro euando rece sobre los amigos del partido que estdé en el Poder. Uns vez, on 1881, ol Rey abandon6 eu derecho de nombramiento en provecho de una persons clogida por el primer Ministro. 126 GOBIERNO PARLAMENTARIO EN INGLATERRA miento de un Secretario particular. En consecuencia, y por recomendacién de M. Pitt, fue llamado & esas fun- ciones el Coronel Heriberto Taylor, con sueldo anual Coronel Heriber. de 2.000 libras, pagadas de los fondos Sone puestos & disposicién de la Corona, y que escaparon 4 la fiscalizacién del Parlamento. El Coronel Taylor lené estas fanciones delicadas y confidenciales hasta el comienzo de la regencia, con una integrided, uns prudencia y una reserva, que no suscitaron ni aun la sombra de una critica. No obstante, el cargo mismo era mal visto por ciertos miembros influyentes del Par- Jamento; si se abstuvieron de preguntar sobre este asun- to, fue fnicamente por motivos de delicadeza para con el desgraciado monarca, Quando el Principe de Gales fue Iamado 4 la Re- gencia (en Diciembre de 1810), tomé 4 su amigo el Co- Gomes 3. Mz ronel M’ Mahon, entonces miembro de Ia C&mara de los Comunes, como Secretario particular 6 Intendente de su caja particular, con el mismo sueldo concedido & su antecesor; sin embargo, hab{a la diferencia importante de que era pagado por la Tesoreria, y el Coronel M’ Mahon venfa & ser un fun- cionario ptiblico. Este acontecimiento suscité debates muy animados en la Cfémara de los Comunes, A Ia aparicién de la Ga- ceta Oficial, en que se anunciaba el nombramiento, se di- rigieron preguntas & los Ministros, el 28 de Marzo de 1812, sobre Jas circunstancias del asunto; y el 14 de Abril siguiente, M. C. W. Vynn hizo wus mocién pars tener copia del nombramiento, esperando obtener dee pués une resolucién de censura, 6 una declaravién con- signando la inutilidad del cargo. M. Vynn declar6é que agnel nombramiento no tenfa precedente, que el caso del Coronel Taylor era una situacién por completo par- 4. TODD 27 _ ticular, creada por Ia dolencia del Rey; «que era un pro- coder absolutamente inconstitucional dejar pasar los se- eretos del Consejo por tercera persona, porque se some- tian asf las opiniones dadas por los Ministrosdel Gabinete 4 a Soberano, 4 le revisiGn do eu Secretario particular.» Los Ministros se opusieron & esta mocién; sostuvie- ron que él Principe Regente, menos habituado que su padre 4 los asuntos pablicos, tenia necesidad de los ser- ‘yieios de un Secretario particular para asistirle en su eorrespondencia privada y descargarlo, en parte, del pe- sado trabajo material que daba & la Corona le enorme cantidad de asuntos piblicos que solicitaban su aten- cién, Ademés, aquel puesto no acarreaba ninguna res- ponsabilided ni usurpaba el terreno ni la responsabilidad de ningfin Ministro, continuando los Ministros de 1a Co- rona aiendo los érganos .legales y constitucionales por jos cuales habfan de tratarse todos los asuntos. En el escrutinio, la proposicién de M. Vynn fue rechazada por ‘ana mayoria de 76 votos. Laoposici6n, no obstante, resolvié renovar 61 ataque, colochndose en el terreno especial de que el cargo actual, 4 diferencia del del Coronel Taylor, habia sido transfor- mado en cargo pfiblico. Pero, el 15 de Junio, Lord Castlereagh informé & la Camara de la intencién del Principe Regente de pagar elsueldo del coronel M’ Mahon de mu caja particular, La oposicién resolvié entonces abandonar el asunto, y el coronel M’ Mahon continué en sus funciones hasta sa muerte, en 1817. Sir B. Bloom- fied le sucedié. Fue reemplazado en 1822 por Sir William Knighton, que permanecié en funciones hasta la muer- te del Rey, on 1880 (1). (1) El Coronel M’ Mahon fue nombrado Consejero privado en 1812 y Sir B, Bloomfield en 1817, Mas tardo so comprendié que 128 —- GOBIRRNO PARLAMENTARIO EN INGLATERRA Sir Heriberto Taylor, el fiel Secretario de Jorge TIT, foe vuelto 4 nombrar para esas funciones por Guiller- mo IV, y sucedié & Sir W. Knigton, Lord Aberdeen, en- is Hesherio tonces primer Ministro, afirma que no se Taylor. hizo ninguna objecién & ese nombramien- to, y, sin embargo, «esos personajes conocen necesaria- mente las opiniones dadas, y pueden ellos mismos dar consejos 6 revelar muchas cosas, si lo juzgan oportuno, aunque ninguno de ellos sea Consejero privado.» En una ocasién, Guillermo IV us6 de un modo muy irregular de sa Secretario particular, para expresar sus deseos 4 ciertos Pares sobre su actitud, en una cuestién de inte- rés ptiblico (1); esta comunicacién se hizo, sin embargo, sabiéndolo y consintiéndolo el primer Ministro, era uns falta, «porque, en realidad, eto le daba antorided 6 impor- tancis; y, si dobia existir en 41 ls oonfianzs més completa, no debts tener ni autoridad, ni importancia.» En consocuencis, cuando en 1828 Jorge IV express ol deseo do admitir 4 Bir W. Knighton ensu Consejo privado, Lord Liverpool (primer Ministro) se opuso fello como «discutible en principio y en precedentes.» Sn Sefioria cité In opinién de Jorge IIT, «quo comprendia esas cosas mejor qu® cualquiera, de que el Seoretario particular debia estar colocade exactamente en la misma condioién que un Subsecretario de Ests- do.» Ahora, este funcionario «no os nanos Consejero privado, aun- que necesariamente conoxcs los secretes del Gobierno més que cual- quiera do los Ministros del Gabinete, & exsopsién delos Seoretarios do Estado y del primer Ministro.» Estos argumentos prevalecieron y seabandoné cl asunto, Mas tardo} provalecié uns prdotics con- traria: Sir Enrique Ponsonby, que llena las funciones de Sooret=- rio particular oorea do Is Reina, es miembro del Consejo privado- Pero debe sfsdirse, de acuerdo oon Is opinién de Jorge IIT, qo hoy los Subsecretarios de Estado son & veces nombrados Conseje- 108 privados. — (Walpole). ie (1) Su Majestad, por el érganode Sir Heriberto Taylor, pidié & los Paros de Is oposicién que dejasen de oponerse al bill der forms. ‘Aladvenimiento al trono de Ja Reina Victoria, se de- eidié que.no se le nombraria Secretario particular, por miedo de que Ja influencia de tal funcionario sobre una. Reina joven é inexperimentada causara perjuicio al Hs- tado. Pero Lord Melbourne, entonces pri- neae'se im mer Ministro, resolvi6 servir do peal jestad. rio particular 4 Su Majestad. Esta con- ducta fue calificada por Lord Aberdeen de proceder «in- constitacional» destinado 4 falsear el libre ejercicio del juicio real, so pretexto de ayudar 4& le Soberana en el ejercicio de sus graves funciones. Se puede afirmar, con toda sinceridad, que no era tal la intencién de Lord Melbourne, y que su tinico deseo era hacer que se apro- jechase la juventad y la inexperiencia de su Soberana de mprofando conocimiento de la préctica del gobierno (1). Después de su matrimonio con el Principe Alberto, este filtimo, con el consentimiento de los Ministros de Principe ar 18 Corona, desempefié Ins funciones de Derto exe. sie Secretario particular de la Reina; aunque lardelaBeins. en consideracién de su situacién y de su rango, hubiese sido nombrado Consejero privado. Liené las funciones que Je eran confiadas con admiracién de todos los partidos. Después de la gran pérdida que tuvo Su Majestad con la muerte prematura de su llorado esposo, varios Gentileshombres fueron nombrados sucesivamente para el puesto de Secretario particular (2). En estos filtimos afios, ninguna objecién constitucional se ha suscitado sobre el mantenimiento de este cargo. Es claro que los (1) La opinién formal de Lord Melbonrne, era quela Reina no dchia tener Seorotario partionlar. @) A saber: Bir T.M. Biddulph y el Toniente general 6! ho- norable Carlos Grey. A la muerte del General Grey, en Abril de 1870, el Coronel Ponsonby fue elevado & esas fanciones. ® 180 GOBTHRNO PABLAMENTARIO EN INGLATRRRA grandes deberes que pesan cada vez més sobre un Sobe- rano inglés, al mismo tiempo que los cambios que se han Derecho del So- producido en Ja posicién de la Corona tecrdateee, frente & los Ministros, desdo Ja institu. tHoular. ci6n del Gobierno Parlamentario, legiti- man y aun exigen el mantenimiento de estas funciones, 8° Lasituacién propia dé una Reina consorte ha sido regulada por las-leyes y las costumbres del Reino. La Reina consorte tiene sus privilegios propios y sus de- rechos. Colocada & la eabeza de la corte, tiene impor- tantes deberes que cumplir para mante- ner en ella la dignidad y la respetabili- dad; con su ejemplo y su autoridad es susceptible de ejercer una influencia directa sobre las maneras de la sociedad, y en particular de la parte femenina. La Cons- titucién, por el contrario, no ha asignado puesto defini- do al marido de la Reina reinante, En la historia ingle- sa moderna, el solo precedente de esta posicién deli- cada y particular era, hasta el advenimiento de la Reina Victoria, el del Principe Jorge de Dinamarea, esposo de la Reina Ana; pero ese Principe estaba. desprovisto de aquella habilidad y fuerza de car&cter que hubieran de- bido hacer de 61 el apoyo activo y efectivo de su esposs y de su Soberana. Hstaba reservado al Principe Alber- to, en quien la Naturaleza habia reunido esas cualida- + om, 488, crearse uns. posicién de ‘til preemi- ducta del Principe nencia, sin traspasar en lo mas pequeio imntaiagl Jos limites que su cualidad de esposo de le Soberana le asignaba necesariamente. Sa matrimonio con la Reina Victoria se efectué el 10 de Febrero de 1840, El § de Marzo, la Reiua le confirié puesto y pre- cedencia inmediatamente después de ella, y el 11 de Setiembre siguiente, siete meses después de su matri- monio y algunos dias después de cumplir sus veinticince ‘Principe consorte, A. TODD 131 __—_ afios, Su Majestad lo hizo entrar en el Consejo privado. Este puesto no lo dejé ya. §n Alteza Real no era miembro de la Cémara de los pares; no habia, por consiguiente, para él ningdin pues- to oficial desde donde pudiera expresar péblicamente aus opiniones personales sobre los asuntos politicos. Bajo este aspecto, su posicién era anéloga 4 la de la Reina misma. Como consorte de su Soberana, era, de hecho, su alter ego; on este calidad, y no s6lo como siembro del Consejo privado, tenia constitucionalmente ‘al derecho de asistir & todas las conferencias de la Reina y aus Miniatros. As{lo hacia generalmente, y en estas ‘Gireunstancias, tomaba on las discusiones una parte lena de tacto, de inteligencia y de discrecién. Hasta el 2 de Jalio de 1857 no le fueron otorgados, por letras paten- tes reales, el titulo y la dignidad de Principe consor- to (1). Debemos ahora definir, de una manera precisa, la posici6n constitucional de un Soberano inglés, ‘Hemos visto ya que, en un sistema de Gobierno par- Iamentario, tal como es practioado en Inglaterra, la vo- innted personal del monarca no puede hacerse conocer pablicamente més que por intermediarios oficiales 6 por Posielén conse 208 ptblicos aconsejados 6 aprobados tacional del Sobo- por Ministros responsables; ademiis, esos ane servidores responsables de la Corona tie- nen el derecho de aconsejar al Soberano en cada cir- ‘cunstancia en que la autoridad real deba ojercerse. En otros términos; la autoridad piblica de la Corona en In- (1) Yeon 1841 habia exprosado Ia Reina el desoo de que # tonfriese al Principe et titulo de Bey consorte; pero después do ‘haber consultado & sus Ministros, sbandon6 esta ides. 182 GOBIEBNO PARLAMENTARIO EN INGLATEREA glaterra se ejerce s6lo por actos de representaci6n 6 por medio de Ministros responsables ante el Parlamento, tanto de cada uno de los actos piblicos de su Soberano, como de la politica general del Gobierno que han sido lamados 6 dirigir. Esta es la teoria Namada de la im- personalidad real, Pero la impersonalidad de la Corona no se extiende més que 4 los actos directos del Gobierno, El Soberano conserva pleno poder discrecional en lo que concierne & Ja deliberacién y la decisién sobre cada medida reco- mendada 4 la sancién real por los Ministros de la Coro- na; y como cada acto importante de la Administracién debe ser sometido 4 la aprobacién de la Corona, el So- berano puede asf ejercer sa influencia y su inspeccién sobre el gobierno del pas. Eri Ia transformacién gra- dual, pero casi completa, que ha sufrido el cargo real desde la sustitucién del Gobierno parlamentario al Go- ‘bierno personal, las funciones de la realeza han perma- necido tan vivas, si no tan visibles, como antes. Hoy se cumplen principalmente por el ejercieio de una influen- cia directa y personal sobre la obra entera del Go- bierno. En el cumplimiento de las funciones de la realeza, las capacidades y el cardoter personal del monarea rei- nante representan un gran papel. Hl Soberano deberia ser, si fuera posible, en el Imperio, la persona mejor in- formada del progreso de los acontecimientos politicos ¥ del movimiento de la opinién piblica, tanto en el inte rior como en el exterior. Los Ministros cambisn, J, dejar el Poder, pierden los medios de informacién 4¢ que disponfan antes; el Soberano queda, y para él fuente de informacién subsiste. El Ministro més patrio- ta debe pensar en su partido; por eso su juicio es oof frecuencia ligeramente obscurecido por consideraciones A. TODD 138 personales. El Soberano constitucional, al contrario, no ‘esté expuesto & semejantes dificultades, Jefe permanen- te de la nacién, no tiene que considerar més que lo que Je parezca, ser el bien del pafs y su honor; los conoci- mientos que acumula, la experiencia, la calma, ol jui- cio equilibrado que posee, pesan siempre con un gran peso en los consejos que da al Ministerio del dia, sin distincién do partidos, ‘Mos para lenar bien esas funciones, es indispensa- dle que el Soberano esté dispuesto 4 trabajar sin cesar y con celo; de otro modo, serfa incapaz de hacer frente pevue dom 4 105 méltiples y abrumadores detalles del ‘Soberano, Gobierno 6 de ejercer sobre los asuntos del Estado ese poder de inspeccién que pertenece en propiedad 4 Ja Corona. Por otra parte, un Soberano que, por una causa % otra, no se interesa en el ejercicio de sus funciones reales, puede descuidar la parte adminis- trative de sus deberes. Si es servido por Ministros hébi- Jes, el bien p&blico no sufriré dafio inmediato. En tal caso, sin embargo, la influencia legftima del elemento monérquico en la Constitucién se disminuye y expone & una decadencia definitiva. ‘Bs apenas necesario decir que un cardeter personal elevedo y una inteligencia cultivada son de la mayor im- portaneia para hacer al Soberano apto para sostener dig- namente su puesto en los Consejos interiores del Esta- do, El Rey debe ser considerado, de hecho, como el Pre- sidento de su Consejo de Ministros. Si, por desgracia, se produjera una crisis, un monarca prodente y sabio— ‘aunque incapaz de imponer sus miras personales 4 sus Ministros 6 de formular una politica directriz—podrie hacer mucho para suavizar el choque de los partidos, re- primir el egoismo y las miras interesadas, y alentar ol patriotismo, haciendo sentir, cerca de sus Ministros, 184 GOBIERNO PARLAMENTARIO EN INGLATEREA una sana influencia moral, semejante 4 la que procede de una opinién pablica ilustrada. En el campo més vasto de los intereses nacionales y no politicos, donde la individualidad del Soberano no puede ya intervenir directamente, la influencia moral de Ja Corona es de un gran peso y de un incalculable valor para la realizacién del bien general. Es el papel propio de los Soberanos constitucionales de Inglaterra usar de esa poderosa influencia para el desarrollo de la morali- dad péblica y privada, el adelanto de la ciencia y Ja di- fusién de la civilizacién entre el pueblo (1). El favor del monarea es siempre el objeto de uns honresa ambicién: cuando es conferido dignamente fortifica el brazo y alien- ta Ia inteligencia para acciones que merezcan el recono- cimiento de la nacién y derramen su esplendor sobre ol Imperio entero. Bn presencia de las ventajas que se derivan del Go- bierno monfrquico, seria insensato creer que, s6lo por- qne el espiritu de Ia Constitucién aparte la interven- cién directa de la Corona on los actos del Gobierno, la realeza no es me que un fantasma sin consistencia 6 un espectdculo costoso. Despojada, por el desarrollo de nues- admporiania do tras instituciones, del poder politico di- les recto, la Corona conserva todavia, sin em- argo, una influencia personal y social inmensa pa" el bien y para el mal. @) Ast, & conseouencis de uns terrible catéstrofe oourrids & ‘una mujer sordbata en unos ejercicios sobre Is ouerda tirante, Aston Park, cerca de Birmingham, Sic C. B. Phipps, por orden de Is eins, escribié al Aloalde de Birmingham ol 25 de Julio de 1868; Ie exprosaba el desce de Su Majestad de verle usar de su infiuencis para prevenir en lo futuro eos espectéculos deamoralizadores ¢® ‘un lugar consagrado & los ejercicios higiénioos y al recreo rasons le del pucblo. Esta

You might also like