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2003 La Enfermeria Franciscana en El Si
2003 La Enfermeria Franciscana en El Si
175Aniversariodel nacimiento
del Dr. FedericoRubioyGalí.
Fundador delaprimera
EscueladeEnfermeríaenEspaña
A lcaládeGuadaíra
http://www.portalhiades.com
Híades
Revista de Historia de la Enfermería
EDITA
Qalat Chábir, A. C.
Alcalá de Guadaíra
Híades
Revista de Historia de la Enfermería
2.ª ETAPA
Directores
Manuel Jesús García Martínez
Antonio Claret García Martínez
SECRETARÍA Y ADMINISTRACIÓN
María Isabel García Martínez
INFORMACIÓN Y PEDIDOS
Híades. Revista de Historia de la Enfermería
C/ Bailén, 88
41500 - Alcalá de Guadaíra (Sevilla).
Tlfno.: 627 886 199
E-Mail: hiades@arrakis.es
WEB: http://www.portalhiades.com
PROGRAMA ICONOGRÁFICO
PORTADA:
• Sello conmemorativo del 175 aniversario del nacimiento del Dr. D.Federico
Rubio y Galí, fundador de la primera Escuela de Enfermería de España.
• Escena de escritura del siglo XVII que representa la redacción de una carta
en un patio de vecinos (mural pintado en el Hotel Carlos V de Toledo).
PORTADILLAS:
• Durero.Estudios de perspectiva. 8 x 22 cm. Graphische Sammlung Albertina,
Viena.
• Durero: El astrónomo (1500). British Museum, Londres.
• Durero.S. Jerómimo (1492). 190 x 133 mm. Kupferstichkabinett, Öffentliche
Kunstsammlung, Basilea.
• Durero.La revelación de San Juan (1497-98). 398 x 289 mm. Staatliche Kunsthalle,
Karlsruhe.
• Durero.La Última Cena (1510). 39 x 28 cm. Graphische Sammlung Albertina, Viena.
• Durero.Revelación de Santa Birgitte (1500). British Museum, Londres.
• Durero.El baño de los hombres (c. 1497). British Museum, Londres.
• Durero.El Nacimiento de la Virgen María (1503). Staatliche Graphische Sammlung,
Munich.
• Durero:El maestro de escuela (1510). British Museum, Londres.
ÍNDICE
• Editorial . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .. . . . . . . . . . . 11
INFORME
“ENFERMERÍA Y ALIMENTACIÓN. PERSPECTIVA HISTÓRICA”
• El aceite y otros productos del olivo en la Grecia y Roma antiguas (parte I).
Usos en los cuidados y la higiene del cuerpo, Francisco Javier Barbancho
Cisneros et alii . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 219
• El aceite y otros productos del olivo en la Grecia y Roma antiguas (parte II).
Usos alimenticios, Francisco Javier Barbancho Cisneros et alii . . . . . . . . . . . . . . 233
• El aceite y otros productos del olivo en la Grecia y Roma antiguas (parte III).
Usos dietéticos y terapéuticos, Francisco Javier Barbancho Cisneros et alii . . . . . 251
• Historia de la alimentación. Algunas consideraciones desde la Historia
de la Enfermería, María Luz Fernández Fernández y José Luis Callejo Arenal . . 263
• Un paseo histórico por la lactancia materna, Rosario Gil Sacaluga . . . . . . . . . . . 293
MISCELÁNEA DE ESTUDIOS
• Los baños árabes y la salud pública en el Islam, Daniel Lerma García y
Marcelina Arrazola Saniger . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 307
• Cuidados hospitalarios en la ciudad de Burgos (1085-1645), María Soledad
Saiz Puente . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 327
• Enfermería vallisoletana. Siglo XVI, antes y después. Hospital “Río Hortega”.
Valladolid, Cecilio Eseverri Chaverri . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 345
• Una botica sevillana del primer tercio del siglo XVI, Silvia M.ª Pérez González . 353
• Cuidados enfermeros en el Badajoz del XVII, Miguel Pérez Luna y
Francisco Martínez Bruque . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 371
• Una contribución española a la Enfermería y Pedagogía en la América hispana
del siglo XVII: el canario Pedro de Betancur, María Garbayo Sandino y Manuel
Ferraz Lorenzo . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 379
• Análisis de la Enfermería en España desde finales del siglo XIX hasta su
integración en la Universidad, Josefa Parrilla Saldaña y Concepción García
González . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 407
• Evolución histórica de los cuidados desde el siglo XIX hasta nuestros días,
Diego J. Feria Lorenzo et alii. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 425
• E.U.E. Virgen del Rocío. Adaptación y cambio a las demandas sociales y de
formación: tres décadas de historia y una de proyectos, Amalia Pérez Morales . 453
• La Enfermería en la Filatelia, Salvador Luna Gálvez. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 465
• Sobre la definición de “Enfermería” en el Diccionario de la Real Academia
Española, Esperanza Cachón Rodríguez . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 501
HISTORIA ABIERTA
Libros llegados a la Redacción:
• Directorio de Enfermeros. Antonio C. García y Manuel J. García (2001). . . . . 515
• Juan de Dios el de Granada. Cecilio Eseverri (2001) . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 517
• Medicina y Cultura. E. Perdiguero y J. M.ª Comelles (eds.) (2000) . . . . . . . . . 519
• Actas del IV Congreso Nacional de Historia de la Enfermería.
Manuel J. García y Antonio C. García (coords.) (2001) . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 520
• Conmemoración de los XX años de la Enfermería Universitaria.
Francisco Herrera y Francisco J. Gala (coords.) (1998) . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 522
• El Hospital General de Madrid en el siglo XVIII. J. M. Núñez (1999) . . . . . . . 523
• Historia de una iniciativa humanitaria de la Cruz Roja
Española (1918-1997). Josep Carles Clemente (1999) . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 524
• Religión y Cultura. Salvador Rodríguez Becerra (coord.) (1999) . . . . . . . . . . . 526
• Textos sobre un cuidador. Alejandro Buendía et alii (2001) . . . . . . . . . . . . . . . 527
• Historia de la Enfermería Militar Española. Jerónimo González (2003) . . . . . 529
La Dirección
La Enfermería franciscana
en el siglo XVIII: Recetario Medicinal
Espagírico (1713), de Diego Bercebal
(estudio introductorio y edición de la obra)
ESTUDIO INTRODUCTORIO
para los enfermos, y aun de los enfermeros mismos, por la mayor satisfac-
ción de su obediencia y oficina»2.
El censor y escoliador del Recetario Medicinal, D. Atilano Thomás
Manente, recoge en sus Notas o Advertencias a la presente obra, que fray
Diego era «[ ...] Estudiante ingenioso, discreto, fuerte, valeroso y militar
con señalados créditos en Cataluña, en la Armada Real de España y en la
Hungría»3. Continúa diciendo que tras su ingreso en la Orden franciscana
como religioso lego, fray Diego comienza su formación en las materias quí-
mica y médica en la ciudad de Huesca, en la Casa de los señores Lastano-
sas, donde tuvo oportunidad de contactar con gente formada en esos temas.
Cuando regresa a Tarazona fue enviado por sus superiores al Real Conven-
to de San Francisco, donde ejercería hasta su muerte el empleo de Enfer-
mero Mayor.
Dos son las ediciones que conocemos del Recetario Medicinal Espagí-
rico4, ambas realizadas en Zaragoza, separadas por 21 años. La primera de
ellas data de 1713 y fue impresa por Diego de Larumbe en la calle zarago-
zana de San Pedro5; la segunda, de 1734, sale de los talleres del impresor de
la Universidad Luis de Cueto, sin ninguna modificación con respecto a la
anterior. El hecho de realizarse dos ediciones de la obra en un período de
tiempo relativamente corto hace pensar en la utilidad y uso de la misma,
tanto para los enfermeros religiosos, como para los seglares.
En la portada se resalta la circunstancia de tratarse de una obra póstuma
2. Ibídem.
3. Ibídem, “Notas, o Advertencias a la presente Obra, hechas con singular reflexión, por
el inteligentíssimo Maestro D. Atilano Thomas Manente, ciudadano de Tarazona”.
4. Hace alusión a la Espagírica o arte de depurar los metales; medicamentos preparados
con substancias minerales. El espagirismo fue una doctrina médica, muy en boga en el siglo
XVI, que trataba de explicar las alteraciones o cambios del cuerpo humano lo mismo que los
químicos explicaban los de los cuerpos inorgánicos. El vocablo “espagiria” se atribuye a
Paracelso. Enciclopedia Universal Sopena. Editorial Ramon Sopena, S. A. Barcelona, 1967,
p. 3.231.
5. Esta es la edición que reproducimos transcrita íntegramente en el presente trabajo.
Puede localizarse un ejemplar en la Biblioteca Nacional (Madrid), con la signatura R
3/48100, y otro en la Biblioteca del Archivo Municipal de Zaragoza, con la signatura A-596.
En el Catálogo Colectivo del Patrimonio Bibliográfico Español esta identificada con el
número de control CCPB 000401996. Con respecto a la edición de 1734, identificada con el
número de control CCPB 00023 0963, encontramos un ejemplar en la Biblioteca de la
Excma. Diputación Provincial de Zaragoza, con la signatura D-3126, y otro en la Biblioteca
de la Facultad de Medicina de la Universidad de Valencia, identificado con la signatura D-
268.
del autor y que fue sacada a la luz gracias a la intervención del síndico del
Real Convento de San Francisco, D. Miguel Pascual.
La obra está impresa en formato de octava y se estructura en diez capí-
tulos y éstos en diversas secciones, con un total de 178 páginas de texto,
antecedidos de una introducción, dedicatoria, aprobaciones, notas del cen-
sor e índice, que suman 85 páginas más (conformando la obra un total de
263 páginas impresas).
Comienza con la Dedicatoria «A los enfermos de este Convento de San
Francisco de Zaragoza», con una extensión de siete páginas. El autor, cons-
ciente de su cercana muerte, expone la necesidad de enfermerías y de medi-
cinas para la asistencia de los enfermos, animando a éstos a sobrellevar las
dolencias y enfermedades y a confiar en Dios, además de en los médicos y
enfermeros:
«[ ...] pero en la enfermedad obra Dios, con ella nos busca o enmen-
dados o perfectos y preponderan sus misericordias a los dolores en los
enfermos que se dexan hallar de la consolación y paz interior; ésta es un
bálsamo de los Cielos, especial y especioso para las llagas mas doloro-
sas de los justos»6. «[ ...] Tendremos fee en los Médicos y Enfermeros de
la Comunidad, y los tendremos gratos, porque se compone mal con lo
austero y lo pobre, lo delicado y lo melindroso»7.
NUESTRA EDICIÓN.
Zaragoza, 1713
ANTONIO CLARET GARCÍA MARTÍNEZ 665
Obra Pósthuma.
Año 1713
ce una salud / libre con los remordimientos, que es trabajo sobre toda enfer-
medad, y tanto mayor el no tenerlos como paz falsa de los prescitos. Pero
hablemos con Enfermos Religiosos y Religiosos nuestros, y veamos qué
cosa es su salud y su enfermedad brevemente.
La salud contraída a un Religioso nuestro sólo tiene de felicidad el ser
medio para seguir la vida común, componiéndose la diferencia de nuestras
Obediencias con la uniformidad de este Voto. Esta vida común es de todos
modos penal, puesto que sumamente pobre, y de la pobreza inseparable lo
incomodo; y, si alguno se distrae acia cuidar de sí, buscando en el mundo lo
que renunció, halla más sonrojos que regalos y le quedan más remordi-
mientos que gustos.
Pues, ¿qué tenemos con la salud sino los bienes y consuelos espirituales
que resultan de emplearla fielmente en servicio de Dios y de la Relión [sic],
en toda cosa austeros, en todo caso obedientes? Cierto que la salud assí /
arreglada, enfermedad es a lo temporal. La enfermedad en nosotros execu-
ta (aunque no queramos) la renunciación de gustos y elección de austerida-
des que hizimos; conque viene a sernos la enfermedad un indispensable
cumplimiento de nuestra obligación. Lo uno es penal si lo otro es penoso;
si aquí falta el gusto, allá falta el regalo, y si allá se obedece a Dios en el
Prelado, aquí se obedece inmediatamente a Dios.
A los sanos, permitiéndolo su Magestad, se les atarea muchas vezes
sobre sus fuerças, que al fin es govierno de hombres y no pueden mandar
ad pondus; pero en la enfermedad obra Dios, con ella nos busca o enmen-
dados o perfectos, y preponderan sus misericordias a los dolores en los
Enfermos que se dexan hallar de la consolación y paz interior; esta es un
bálsamo de los Cielos, especial y especioso para las llagas más dolorosas de
los Justos.
Finalmente, desde la Professión vivimos amortajados y deviéramos
vivir muertos, siendo / el mucho sentimiento de nuestros accidentes un
recuerdo importante de estar muy vivos. Si moderáremos este desorden, se
logrará la medicina en nosotros, no impedida de la turbación que causan las
desconfianças y los deseos; tendremos fee en los Médicos y Enfermeros de
la Comunidad y los tendremos gratos, porque se compone mal con lo aus-
tero y lo pobre, lo delicado y lo melindroso.
Tengo por felicíssima esta moderada assistencia de nuestras Enfermerí-
as, que parece corta a muchos, sin atender a que en todas partes, y de limos-
na, nos assisten los mejores Médicos y Cirujanos, hallamos unos Enferme-
ros deseosos y que un señor se consuela en sus dolencias de que le assista
alguno de ellos, y las Comunidades, si quiera, dan lo preciso para alimen-
tarnos y nos assisten conforme a lo que padecemos.
que fraternalmente te diré aora, para que tan fácilmente las sepas, como no
costarte el trabajo de adquirirlas con el afán de experimentarlas.
1. Primeramente. Quando llega un religioso (de qualquier grado que sea)
a buscar su remedio a la enfermería, deves considerar que para venir a la
Religión y professar en ella hizo una general renuncia de padre, madre, her-
manos y parientes y de todos los bienes de este mundo. Con esta reflexión
te harás cargo de que para assistirlo y consolarlo en sus dolencias y confli-
tos deves tú considerarte más que su hermano, pues has de hazer las vezes
de su padre y de su madre.
2. Al religioso que llegare sin fiebre, embestido de algún dolorcillo o
accidente menos grave, lo has de socorrer prontamente con algún remedio
casero o de aquellos que sin mucho estudio enseña la experiencia, sin lla-
mar al médico, porque en tanta variedad de genios y de complexiones halla-
rás a cada passo que no corresponde el lamento a la enfermedad.
3. Si viniere con fiebre declarada, tendrás obligación de examinarlo con
blandura y habilidad sobre algún excesso antecedente de comida, bebida o
otra cosa que pueda ser causa moviente. Sabrás fixamente el día y hora en
que se halló con la novedad y tú mismo has de hazer la relación /al médico,
porque ni el enfermo más advertido la hará quando al médico hablare con
la satisfacción y confianza que te la dirá a ti, si sabes interrogarlo.
4. Antes que el enfermo vaya a la enfermería y aya venido el médico, es
muy dable que aya tenido tres o quatro accessiones, y ellas con vómitos,
fríos, &c. y es muy importante saber las horas de la accessión, declinación
y demás accidentes, y todo esto ha de estar bien averiguado para informar
al médico tú mismo.
5. Por lo mucho que ayuda a la sanidad /la limpieza, deve ser muy gran-
de la que aya en las celdas de los enfermos, ropa, camas y vasos, cuydando
no aya mal olor, porque el ambiente infecto es otra enfermedad y contra él
ha de trabajar tu cuidado con sahumerios, ventilación y limpieza de todo,
&c.
6. Aunque la urbanidad, alago y blandura sean prendas precisas de un
enfermero, para con todos deves señalarte con ellas en el trato con médicos
y cirujanos a cuenta de nuestra pobreza y de su caridad. Para tenerlos más
gratos y para cumplir tú con tu conciencia, no has de aplicar nunca sin su
parecer ninguna medicina exquisita, ni alterar con otros ingredientes las
que ellos ordenaren. Especialmente te encargo que si hizieres alguna mani-
pulación de lo contenido en este Recetario, lo consultes con médico de tu
gran satisfacción y no te dexes engañar de tu amor proprio, porque tal vez
al médico para que piense otra cosa. Después de averla tomado, deves cui-
dar de que ni coma ni beba el enfermo hasta aver abrazado bien el estóma-
go la medicina.
13. Quando la bebida medicinal amenaza bómito, es bueno dar al enfer-
mo un sorbo de agua fresca o que ponga las manos en un barreño de agua o
aplicar vinagre a las narizes y otras cosas más que sabrás con informe de
los experimentados.
14. Tomando medicamento solutivo, como una minorativa, ha de man-
tenerse desvelado el enfermo. Si tomare purga en forma, podrá dormir
luego una hora. Y no pudiendo /evacuar passado algún tiempo, ha sucedido
dexarlo dormir un buen rato y después aver tenido un efecto maravilloso.
15. Si estos medicamentos obrassen demasiado y no estuviere pronto el
médico, es bueno dar al paciente un poco de theríaca o un vizcocho empa-
pado en generoso vino, con una templanza de agua rosada. Si passado tiem-
po no obrare, se aplicarán paños calientes y serviciales comunes o con gros-
sura salada, &c. Para que estas bebidas purgantes no buelvan a la boca y
proceda vómito, entre otras muchas cosas es muy singular el mazcar una o
dos almendras amargas inmediatamente después de la purga.
16. Para las quartanas, no suele ser remedio la sangría. Ni es bueno aver
sangrado al enfermo antes de tomar el antimonio. Antes de sangrar, tenga a
mano el enfermero con qué socorrer prontamente al paciente si se desma-
yare. Después de la sangría ha de passar su tiempo antes de dar la comida.
Las mismas desgracias sucedidas te harán advertido para reconocer con
frequencia los brazos /y pies recién sangrados.
17. En orden a la comida de los enfermos, has menester grande pacien-
cia y señalada caridad, porque no hallarás otra cosa que extremos. Unos
querrán comer mucho, otros poco o nada y tal vez andarán encontrados,
deviendo detener a unos y persuadir a otros, no teniendo contento a ningu-
no, por no seguir a su apetito o inapetencia. Aquí es menester gran cordura
y cumplir con lo más conveniente al enfermo, a costa de el sufrimiento y de
la flema. Pero siendo regla general que las palabras ásperas de el enfermo
no ofenden al assistente, no es necessaria en éste ni otros casos esta pre-
vención.
18. En las enfermedades graves, sólo el médico ha de disponer la hora y
la tal o qual sustancia del alimento; más no por esso a los enfermos no gra-
ves les has de dar quanto ellos quieran. Con el curso de la enfermedad y
fatigas de los accidentes, es lo común perder el enfermo enteramente el
apetito. En este caso te deves componer con el gusto de el enfermo, cui-
dando de que aquello que le /dieres sea bien sazonado y fácil de digestión.
19. Para no errar en la hora de dar el alimento, has de hazerte cargo de
las horas de las accessiones, de los fríos de tercianas y quartanas y de que
unas se adelantan y otras se retardan, y con este conocimiento has de anti-
cipar la comida como unas dos horas y que ella sea noderada. Después se
deve contar con la declinación bien segura de la fiebre para dar el alimen-
to, entreteniendo con cordura caritativa al enfermo impertinente, que con
ansias de beber dará prisa por el alimento, sin reparar en el daño que se le
sigue.
20. En el tiempo de dormir el enfermo, después de comer, ay también su
más y menos. En el tiempo del estío, ha de dormir menos que en el invier-
no. Los melancólicos en todo tiempo han de dormir quanto pudieren. La
vigilia de la noche y el día es cosa tan reparable como se dexa conocer y es
preciso consultar al médico. Tan malo es el dormir siempre y, para uno y
otro, deves estar advertido.
21. Aunque parecen remedios leves los /fomentos y las ayudas, has de
advertir que deves andar cautamente con ellos por no turbar ni encender
demasiado al enfermo, considerando que, al cuerpo agravado, qualquier
desorden o comoción lo fastidia. Quando el rigor de los dolores pide
muchas ayudas, has de cuidar que de una a otra passen (al menos) dos
horas, aunque he visto observar que passen quatro. A los que padecen fluxo
de sangre, se dan las ayudas muy tibias. En caso de no obrar, he experi-
mentado una ayuda con una libra de agua caliente con onza y media de sal
y, sobre no ser dañoso, prueba admirablemente.
22. Si la enfermedad se agravare y necessitasse de consulta con otro
médico, ha de ser con parecer y gusto del ordinario, y éste, y no el otro, ha
de llevar el govierno y curación del enfermo. Las consultas han de ser en
tiempo que aprovechen, según aquello: Principiis obsta, sero Medicina par
atur. Cun mala per longas invaluere moras. Para las consultas ha de aver
estudiado el buen enfermero todos los passages de la enfermedad, con la
novedad de los /accidentes y complexión del enfermo, y hazer relación muy
verdadera de todo en la primera consulta, por no dexarla enteramente al
médico ordinario.
23. En las enfermedades de esta gravedad, deve aver dos o tres orinales
muy limpios, porque importaría mucho tener separada la orina de antes de
la accessión, la de la accessión y la de después de ella. En el invierno, se
passa la orina más aprisa que en el verano y, para mantenerla, se ha de
poner el orinal con la orina en agua tibia que no esté muy caliente.
IMPRIMATUR.
Casalete, Vic. Gnlis.
IMPRIMATUR.
Aperregui, Reg.
los enfermos, movidos los prelados por las quasi milagrosas curaciones que
avía hecho con sus remedios en varios peligros y aprietos de desauciados
con el dictamen de los médicos.
Remitióme este Recetario (como ya dixe) para que yo lo viesse y dixes-
se alguna cosa sobre él, una persona de muy grande autoridad, a quien yo
respeto con singular veneración y huve de dar por vencidas las escusas que
me dictava mi proprio conocimiento y suma desconfianza, y tomar la
pluma para escrivir lo que se verá. Lo cierto es que estimé /mucho al P. Fr.
Diego por sus grandes virtudes y ardiente caridad con los enfermos, fuera
de la particular amistad que professamos desde la niñez y, juntando esta
razón con las que llevo dichas, tendré mayor disculpa con los que notaren
el arrojo de meter la mano en obras agenas.
Dividió su Obra en diez Capítulos y los Capítulos en varias Secciones.
Para dezir lo que entiendo con claridad, seguiré el mismo orden, comen-
çando por el primer Capítulo, cuyas ocho Secciones tiran a una misma
medicina, dividida en un espíritu y en una tierra.
rra, que ésta es su primera materia, con apetencia a recibir, o espíritus nitro-
sos que volitan en el ayre, o sulfúreos, que vaguean en la tierra, y éstos
constituyen o sal común o nitro, aunque a estos mixtos alguna cosa no se
les allegue de entrambos espíritus, pues al nitro, por puro que /sea, se le
hallan espíritus de sal y a la sal espíritus de nitro y, por esta razón, crepita
al fuego. Dízelo Miguel Hetmulero in dissertatione I. Commentarii Ludo-
vici Danielis, que Origo decrepitationis est, quia sali communi adheret
parum salis nitrosi; unde que madmodum nitrum quodvis strepitum edere
solet, ita & propter ejusdem annexum illud phoenomenon in sale communi
reperitur.
También lo podrá ver el artífice que abstraiga estos dos espíritus de sal
común y de nitro, porque del nitro saldrá alguna porcioncilla de los espíri-
tus de la sal, y de la sal algunas del nitro, aunque no los percibirá sacándo-
los comúnmente, sino con otro método sublimioris ordinis, y que para que
no pueda aver duda en ellos, el uno dissolverá el oro y no la plata; dissol-
verá la plata y no el oro, el otro.
Vuilis, en el Cap. X. de Fermentatione, hablando de la distilación del
nitro, dize que: Extillatur liquor acetosus corrosivus, qui metalla pleraque,
etiam aurum dissolvit. No porque dexava de saber que al oro no lo podía
/dissolver la reacción, sino la homogeneidad y espíritu que dissuelve a los
otros metales, no puede al oro, sino que sabía que el espíritu del nitro tiene
en sí algunos de la sal común que constituyen Agua Regia, dissolviente pro-
prio suyo y no de los otros. Siendo como es tan notorio a todos que sin la
Agua Regia no puede dissolverse metal tan noble, y Agua Regia es la que
tiene aderencia con los espíritus de la sal común.
Entre los espíritus de los minerales, el más noble y mejor es el de la sal
común, porque éste, para constituir este mixto, encontró con una tierra
noble y pura, y la aderencia de los otros encontró con otras que no lo eran
tanto. Véase el azufre, que la encontró pingue y oleosa, y constituye azufre,
y en esta aderencia perdió alguna cosa de lo que era. Y, si encontró algún
mineral, constituyó vitriolo, y su espíritu no es tan perfecto, porque aliquid
adhaeret del metal. Y, si encontró alguna materia faxea, hizo alún, y tam-
bién fue lo mismo.
Es, pues, este espíritu el mejor de los /minerales, y sus virtudes son
muchas y buenas, pues él es diurético perfecto, extingue la sed, refresca
universalmente y se opone a todo calor estraño, incidiendo y atenuando lo
crasso de los humores; por fi se le deve dar la primacía a todos los espíritus
áccidos minerales por su naturaleza. Y aora se resta el saber su manipula-
ción, y para passar a su tierra a dezir de ella alguna cosa de lo que es, y no
del todo, aunque se ha escrito mucho por experiencias.
La materia es los caldos cansados que dizen los salitreros, que por inúti-
les los arrojan, y éstos, evaporados, como dize nuestro Fr. Diego, hasta
espisitud de miel se pondrá cabeça de vidrio, y con poco fuego irán subien-
do estos espíritus, hasta que aparezca en la cabeça de vidrio algo de color
rojo. Quita el recipiente y pon otro, y continúa el fuego quanto quieras con
más violencia y, quando no veas subir vapores rojos, aparta el recipiente y
cabeça y echa agua hirviendo a la materia; evapora y da fuego fuerte y, en
estando la materia bien calcinada, sácala de el /fuego, que después te diré
lo que deves hazer con ella.
Estos espíritus son dos y los has sacado de una misma materia. El pri-
mero es el noble, que tengo por espíritu de sal común, y el segundo por
espíritu de nitro. Guárdalos separados y haz prueba en el primero, echán-
dole dos o tres panecillos de oro y, si los dissuelve, es el espíritu que bus-
cas, sin mezcla del segundo, y úsalo en lo que tengo dicho. El segundo
también por espíritu de nitro, en las operaciones, tenlo como a tal, y vamos
al remanente.
Toma essa materia bien calcinada, muélela en el almirez o mortero y haz
polvos, y los echarás en barreños o cazuelas grandes y, sobre ellos, pon
mucha agua y rebuélvelos bien con la mano o cucharón; dexa aposar bien
la agua hasta que esté clara y sácala por decantación; buelve a echar otra,
haz lo mesmo y, en estando clara, viértela y repite esto hasta que el agua no
tenga gusto de sal; pon la materia a secar y, en estando seca, muélela y pás-
sala por cedazo de cerdas, y los polvos /ponlos en olla de tierra sin vidriar,
rodéala de carbón y, con mucho fuego, calcínala por seis o ocho horas, pues
quanto más se calcine, mucho mejor, advirtiendo que de poca calcinación
no harás medicina segura y, por mucho que sea, siempre gana para la segu-
ridad en su obra. Sácalos y lávalos otra vez sola, y ponlos a secar y, en
estando secos, muélelos y pássalos por cedazo de seda y guárdalos para el
uso.
Te advierto que dentro de una redoma se conservan mejor, por no estar
tan expuestos a recibir átomos que le buelvan a impregnar. En passando
como seis meses, puedes bolverlos a calcinar y lavar, y reducirlos a polvos,
para tenerlos con tod el seguro. Ya nuestro Fr. Diego da el modo y solo se
advierte que las calcinaciones sean grandes y de mucho tiempo, pues está la
perfección en ellas. Y también se advierte que la materia esté pura antes de
entrar a hazer los espíritus y las calcinaciones, y, con esto, te escusarás de
que aya arenas ni otra materia estraña, sino que saldrá la remanencia muy
limpia y se hará más pura la medicina.
/La dosis serán dos dragmas para los adultos y, según fuere el enfermo
en edad, quitarás a discreción, según más o menos años tuviere.
pues en los mixtos sólo el oro tiene /tan gran prerogativa, que el fuego lo
purifique, quitando lo que tiene de estraño de otros metales.
Cada qual puede a su modo llamarle como quiera, o Primer Materia, o
Álcali que aguarda la introducción del áccido para informarse, que yo sólo
digo que es una tierra despegada de los átomos que informavan a ella en
salitre o sal común y, por aquella apetencia, la llamo tierra virgen, y por la
misma se introducen los átomos del cuerpo humano, que son causa de
enfermedades pestilentes, como dize Orffman, que Omne venenum in cor-
pore humano arsenicalis naturae esse debet, experientia constat, y, intro-
ducidos en ella, dexan las partes sin el veneno que le ofendían.
caliente, por su sabor amargo, pues a él se le davan. Otros por frío, por fixar
los espíritus y por esta fixación dar el sueño, que con él matava, causa de su
frialdad, por ser efecto suyo de condensar y apretar. Los químicos lo atri-
buyen a unas partículas sulfúreas fétidas volátiles, y otros a la configura-
ción de los átomos que componen al mixto y veneno; y otros han trabajado
para hazerlo benigno y suave; los unos, exalando y fixando estos átomos
sulfúreos y fétidos, y los otros invirtiéndolos a otra configuración, y con
esta inversión hazer medicina de grande utilidad. Los unos se han valido de
la obra de la fermentación, considerando aver en ella y en su movimiento
bastante fuerza para levantarlos al ayre y desvanecerlos, sacando otros
benignos que estavan ligados en el mixto, que no podían lucir, como suce-
de en el vino, pues en su fermentación se levantan unos espíritus sulfúreos,
muy parecidos a estos que llaman Gas silvestre, y otros benignos y suaves,
que llaman espíritus de vino /aqua vitae otros. Éstos estavan en el mixto,
pero implicados de modo que no se percibían, y por medio de la fermenta-
ción, referando sus materias, se exaltaron y dexaron ver.
A este modo han tratado al opio para apartarle lo venenoso y sacarle lo
balsámico, que importa a tantas enfermedades.
Otros han pensado que con la adicción de estos espíritus podían corregir
esta volatilidad, pensando que en ella consistía su malicia, y hallaron los
espíritus áccidos que se oponen y los destruyen, aunque también a la mate-
ria balsámica y, por esso, los llama Ettmulero castración de virtud.
Otros, con adicción de medicinas, que se opongan al daño que hazen, y
a éstos les llama curar su mala operación; otros, abaxando la volatilidad,
presumiendo estava en ella su condición mala, y se valían de la digestión
con las sales fixas, como de tártaro; otros con materias oleosas para embo-
tar su narcosi.
Unos y otros, a mi parecer, han adelantado mucho esta corrección tan
importante, aunque he tenido por mejor aquella que ha /procurado apartar
aquel espíritu sulfúreo fétido, que contiene el mixto, y después ponerle
medicamentos, que sus álcalis sean fixos, y para esto me he valido de la
torrefacción, no como la han hecho otros, y Zuvelfero dize que sobre una
lámina de yerro, sino en horno de arena, y en ella una vasija de tierra y con
lento fuego que caliente bien la arena; ésta calienta con moderación la vasi-
ja donde está el opio cortado, y con tiempo a tan dócil fuego va exalando
aquel azufre volátil y fétido, y retiene el opio lo perfecto, de modo que la
residencia ha de quedar, para estar bien, con un olor perfecto a violas mos-
canas, lo que antes a su lleno era sobrado horrible, indicio cierto averse des-
pojado de mucha parte dañosa, y con él sacava su essencia, mezclando en
el menstruo alguna porción de sal de tártaro, reteniendo la materia algo de
En el IV. Cap. y primera Sección de él, pone nuestro Fray Diego los
febrífugos y, los primeros, los de la quina quinae y, con mucha razón, han
de ser preferidos a todos, que se esmeró la naturaleza contra este veneno de
las fiebres intermitentes, más en ella que en quantos mixtos hasta oy son
descubiertos y el arte ha podido trabajar. Ricardo Morton lo dize muy bien:
Verum sicut oriente Sole stellae minores disparent; ita caetera febrifuga e
tribu amarorum, aut alia quavis petita, huic unico locum cedere oportet.
Pone en la primera Sección recetas varias de la quina quinae que reco-
gió y con su /aliño las ornó con excelencia, y en la segunda trae algunos
experimentos muy buenos y de los que ha dado el arte lo mejor. Lo que dize
a fol. 78., en donde pone observación en quanto a los febrífugos de la quina
quinae, no me contenta, porque la adicción del láudano opiato no puede dar
eficacia ni corrección en donde no ay que enmendar, y se deve dexar al
escopo del médico prudente, que sabrá el fin de su adicción.
cinas benignas.
Los dos Capítulos IX. y X. últimos del Recetario de nuestro Fray Diego
pongo juntos por aver poco que notar en ellos, pues en el primero que pone
los Azeites essenciales son notorias sus manipulaciones a los medianos ver-
sados en el arte químico; sólo el advertir se haga a poca digestión su abs-
tracción, porque, si es larga, se sacarán pocos, por aver alguna fermenta-
ción, que con ella se reserán los azeites y passan a ser espíritus, porque
éstos son azeites reserados, que por medio de la fermentación se hazen:
véese en el espíritu del vino, que antes de ser vino fue mosto, y éste no tiene
espíritu sino azeite; y después de la fermentación que se hizo vino, se rese-
ra y se hizieron espíritus y, por /este motivo advierto sea poca su digestión
para lograr el sacar mucho, porque yo por la tarde pongo la materia y a la
mañana le doy fuego, y con esta práctica sale mucho y muy claro, mayor-
mente si la materia de que se sacan está recién cogida, sin desecación, que
de este modo se logran más diáfanos y trasparentes.
En las vayas del enebro, en las rosas y en todas las cosas que avemos de
menester espíritus, precede primero fermentación y, de esse modo, sacamos
espíritus y, si avemos de sacar azeites essenciales, leve digestión; ya nues-
tro autor lo advierte, sea luego la destilación, pero me ha parecido el poner
esto assí para que se sepa, salen los espíritus y los azeites con unos mismos
instrumentos y un mismo modo en la execución; sólo el aver diferencia en
el tiempo de la digestión o fermentación.
En la segunda Sección del Cap. IX. trae las sales y espíritus oleosos que
se hazen con estos azeites. Esta es medicina célebre y de mucha virtud, y
algunos han querido dezir ser la sal volátil de los vegetables, siendo, como
es, distinta, por no ser éstas otra cosa que una impregnación en la sal
ammoníaco y de tártaro, de la essencia de los vegetables, teniendo unión
con las dichas y en la sublimación, por su unión, subir todas essentificadas
con su virtud.
Es medicina apreciable, pero no es sal volátil de los vegetables, pues
ésta sólo Ludovico Daniel la hizo y prueba como éstos no tienen sal fixa,
sino que es nueva criatura que resulta de dos que tienen los /mixtos: es, a
saber, una álcali y otra áccida, entrambas volátiles y que mediante el fuego
per liquationem de entrambas resulta la sal fixa, nueva criatura.
En el Cap. X. y último, que dize de la utilidad y uso del tee, cafee y cho-
colate, no tengo nada que advertir, solo que lo común en estas bebidas
tomadas con orden y modo son muy buenas, pero con abuso pueden ser
dañosas, porque en nuestros alimentos lo vemos, que siendo como son tan
familiares nuestros, el abuso los haze malos y causan graves daños. ¿Qué
exemplares no tenemos de esta verdad y qué más de ordinario vemos en el
vino, pues siendo una bebida tan connatural y familiar nuestra, qué haze el
abuso?, ¿qué enfermedad no excita?, ¿cómo pone al que con excesso lo
toma? Es común a todos. Lo mismo digo de estas bebidas, que el abuso es
causa de muchos males, aunque ellas sean buenas. Gerónimo Pipuri Jatrias
trae el uso, el modo de hazer el chocolate y sus virtudes, con gran extensión
y son muchas, pero también pone los males que atrae el abuso dél, pues
dize que: nimia copia sumpta, multos male se habuisse. Pudiendo asegurar
que a algunas personas entregadas con abuso al chocolate, averles visto
algunos accidentes, que con la abrinencia de él y a poco remedio verse
libres, siendo tan beneficioso a nuestra naturaleza y tan proporcionado que
dize ser: sumum nutrimentum, & una medicamentum; non solum sumentes,
& qui huic potui nimis indulget, nutrit, & impinguart; sed a multismorbis
praeservat, & curat. Senibus, & decrepitis maxime proficu est; /quia vitam
prorogat, & omnes, qui hoc indico utuntur Nectare, firma fruutur valetudi-
ne, imo absque aliorum alimentorum ope, vitam incolumen prorogare pos-
sunt, ob maximum nutrimentum, quod corpori supedditat, ac exhaustas
vires reparat; que no se puede dezir más de mixto alguno en que más bene-
ficio halle nuestra naturaleza que en el chocolate.
Hasta aquí de Notas o Advertencias sobre el presente Recetario. No
dudo de maestros más inteligentes y peritos que dirían más y mejor. He
querido parecer obediente y caritativo, para que, con tan seguros Nortes,
pudiera encontrar con algún acierto. Podía dilatarme fácilmente en cada
una de las Secciones y amontonar doctrinas, prácticas y opiniones de auto-
res muy graves y de algunos pocos conocidos. Pero qué haríamos con tanta
vanidad, con la que ningún enfermo se socorre ni ninguna enfermedad se
1
/
Recetario medicinal
Introducción brevíssima.
Capítulo I
De un tesoro medicinal.
Sección I.
Sección II.
Sección II.
De la extracción de el espíritu.
Sección IV.
Sección V.
Sección VI.
Facultades de el espíritu.
Este espíritu es (como dexo dicho) áccido, y assí, como la tierra álcali,
es singular auxilio en las fiebres que traen coagulación de sangre por ácci-
dos nitrosos; ha de ser éste específico para las que resultan de algún vene-
no álcali, que dissolvió la sangre o induxo podredumbre en ella. Y no queda
esto en términos de discurso, porque lo he experimentado, añadiendo unas
gotas de él a los cordiales astringentes que se ordenen a tal malignidad con
cierto efecto, y aún adextra 17/ instilado en una sangre diluida y podrida de
tal especie, la concreta.
En estos términos es regular su operación, pero lo exquisito es que algu-
na vez obre con tanta eficacia, que (como me ha sucedido) passé a trasmu-
tar la raridad en densidad de humores, y, entonces, se muda de medio, ape-
lando a la medicina de la Sección passada, con la qual mueve el morbo por
abaxo y, al segundo día, queda el enfermo sin otra necessidad que la de con-
valecer.
Un afecto de cabeça exaltado y de especie habitual curó cierto médico
pidiéndome este medio y dándole pocas vezes en caldo, pero sé el efecto y
no el motivo. Y a otro gravíssimamente enfermo le socorrí de el mismo
modo un gran dolor de cabeça y le benefició en la enfermedad, trayéndole
a estado de poder curarle una recidiba violenta.
Finalmente, un médico de crédito, en unas fiebres epidémicas que le tra-
ían confusso, apeló a este medio y, mezclándole discretamente la flor de el
azufre y sal de ajenjos, dado en agua de chicorias, curó quantas se 18/ le
ofrecieron en adelante. He traído brevemente estos exemplares para que los
médicos en sus ahogos sepan que tienen a qué apelar, echándose a una
experiencia nada indiscreta con un enfermo que conocen se les ha de morir,
pero sin esperar a que no aya naturaleza en él.
Olvidávame de dezir (y no es para escusado) que los dolores de muelas
de causa ardiente o álcali se socorren in instanti, tocándolas con el estremo
de una pluma mojada en él, y, si tal vez no sucede assí, es indicante (por lo
más) de purga, con la qual se logra vencerlo, como siempre me ha sucedi-
do.
En los accidentes de refluxo epático se consigue gran beneficio aña-
diendo este específico al agua de epática o chicorias, aunque con el oro
disuelto en él, sin trasmudarle de él, se logra más, como diremos en la Sec-
ción siguiente.
Sección VII.
19
/ Espíritu universal se da en la Naturaleza, pero no se puede dar en el
arte, porque, aunque todo espíritu fue el universal, contraído en varias espe-
cies passa a ser particular en cada mixto y quien de estos u de cada uno le
extraiga, lo ha de llamar assí.
El que yo he manifestado es más indiferente porque no se extrae de
mixto, sino de elemento, y aún assí ha de saber a tierra. Dieronmele, como
he dicho, por universal, pero deduciendo este renombre de su virtud acía
dissolver muchas cosas, ya sólo, ya acompañado; yo no le tengo por tal. El
lector le llamará como quisiere, después de dezir yo las dissoluciones que
he hecho con él.
Dissuelve al oro, sin necessidad de cominuirlo, pero yo le acrisolo y tiro
a martillo para poder cortarlo con tixera, y, de este modo, le dissuelve fácil-
mente, con calor, tiñéndose ya el espíritu luego que se calienta el vaso; y,
en frío, también, hallándose ya tintura el siguiente día, pero esto último es
bueno para saber en crédito suyo que lo hize y no para gastar tiempo sin
necessidad. Ni la ay 20/ de hazerlo en vaso cerrado, porque lo que puede
vaporear en una digestión sólo llevará algún poco de flema, que no ay
inconveniente en que el licor la gaste y es enfado que la tenga el artífice sin
motivo.
Hasta aquí se me dio la dissolución de el oro y la noticia de el espíritu,
lo uno y lo otro sólo en práctica. Assí ha socorrido el oro inflamaciones
internas a punto de supuración, felicíssimamente, juntando a unas gotas de
él unos granos de piedra bezoar. Assí socorre en los síntomas nefríticos, en
austos especiales y en afectos de hígado, dado sin la piedra. Y assí quieta el
síntoma hercúleo, tocando con una pluma mojada en él la lengua y dientes,
y del mismo modo restituye en los desmayos y fallecimientos; de todo lo
qual tengo experiencia, fuera de el romper inflamaciones internas, que no
he apelado en ellas a él, sino a otros medios. Verdad es que algunas de estas
curaciones las hará el espíritu sin el oro, y es bien que demos al César lo
que es del César.
Yo, para los casos en que no tienen cabimiento 21/ los áccidos, he passa-
do adelante la obra del oro, por el modo de Adriano Aminsicht, que le tras-
muda el menstruo. Házese evaporando el espíritu hasta consistencia de la
materia áurea, en color rojo y espesez de extracto, sobre la qual se instila a
gotas un poco de azeyte essencial de canela, el qual exalta la tintura, y la
purga de las últimas y más agrias impressiones de el espíritu; y con espíri-
tu de vino muy puro se dissuelve; pónese muy poco para que salga lleno y
añádase, si fuere menester. Lógrase con calor y sin él, y se filtra.
Sección VIII.
uno.
A mí me ha sucedido sacar de quatro granos de ámbar precioso aderezo
para más de media arroba de tabaco, y me salió más suave, más animado,
más constante, olor y gusto que quantos avía visto en muchos años, pero
nunca he tenido igual ámbar. Conviene hazerlo de este modo para el taba-
co, porque siendo tan pocos los espíritus que le dissuelven, no resaltan en
excesso, y sólo y sin impedimento, 30/ se percibe y goza el aroma.
La otra dissolución del ámbar, para tenerle en tintura líquida como
medicamento interior corroborante, se haze (como he dicho) con más can-
tidad de espíritus; se digiere y filtra, quedando pura y muy vivificante.
Compone la cabeça a los que la tienen fatigada por mucho estudio, como lo
haze también el tabaco, y socorre los fallecimientos, dada en vizcocho, cor-
dial o aguas especiales, en pocas gotas.
El bezoar dissuelto assí haze de mejor modo lo que el polvo; daráse de
diez gotas hasta veinte. Adriano trae uno de más fatiga y menos pureza, y
quiere que haga milagros, pero en mis manos no ay cosa que obre con mi
experiencia sobre lo que tengo dicho.
Tengo dedicadas todas mis tareas de enfermería a San Diego, mi espe-
cial patrono; me es de gran consuelo el esperar, que Dios se sirva de esta
obra ruda. Deseo concluir en día de este glorioso santo este especial Capí-
tulo, en que dexo manifestado lo más útil y secreto que tengo, y por lo qual
me he puesto 31/ a escrivir, aunque ya empeñado, me dilato a otras medici-
nas útiles.
Aunque sin experiencia, me ha parecido añadir a las noticias de este dis-
solviente, que hará lo que el espíritu de sal común y el de azufre en las gan-
grenas, y es estrecharlas y vencerlas, passando una pluma mojada en qual-
quiera de estos licores, por una sóla que ha de averse hecho con navaja alre-
dedor de ella, cortando sólo la piel.
Assí se va estrechando la malignidad al centro, y, en estando notable-
mente retirada de el primer círculo, ha de sajarse más a lo estrecho y bolver
a mojarse con la pluma, para estrechar más la gangrena, y, en estando muy
recogida, se cortará o se hará otra curación a juizio y discreción del artífi-
ce.
Concluyo diziendo que con los sobredichos tres modos de dissolver
puede hazer muchas pruebas el curioso, mayormente si fuere rico, con
advertencia de que no dissuelva la plata.
32
/Capítulo II
De purgantes.
Sección I.
Píldoras de ammoníaco.
Magisterio de escamonea.
se tienen para los niños al más robusto, poniendo esta cantidad en un viz-
cocho y disponiendo que le tomen con una xicara de chocolate no muy sus-
tantífico; assí me obra famosamente y es cosa grata.
También la doy en la misma cantidad, sin más obra que dissolverla en el
preciso espíritu de vino, y filtrar la dissolución, sin passar a la precipita-
ción, y me prueba igualmente. Estos dos modos líquidos de darla son secre-
to mío. La essencia de la escamonea sólo necessita de purificarse y no de
corregirse, siendo el purgante más suave de la medicina, aunque tantos la
han tenido por un veneno.
35
/ Purga que se discurrió en París para el Rey de Francia.
Tómese de xalapa, (z). iij.; de escamonea, (z). ij.; de anís, (z). iij.; de
canela, (z). ij.; mezcla en polvo, dissuelve en lib. ij. de espíritu de vino,
añadiendo de azúcar (z). viij.; cuela la dissolución estando aún caliente por
un paño delgado y espeso. Dosis, dos cucharadas.
Estoy cierto de esta noticia, pero no he hecho la obra, no teniendo afec-
to a la xalapa y comprehendiendo que es purga violenta.
sugeto. Es especial 37/ para en los reumatismos, vilis, pituita y para todos los
vapores, obstrucción de bazo y, finalmente, purga con toda perfección la
melancolía o, por mejor dezir, es purgante universal.
Toma de antimonio crudo lib. j.; de azeyte de tártaro por deliquio, (z).
iij.; digiere en vaso cerrado; después lo mezclarás en almirez con (z). vj. de
sal común, quatro de miga de pan y cinco de limadura de hierro. Todo bien
mezclado se pondrá en crisol inflamado y se dexará assí, sobre tanto fuego,
que lo conserve en horno de viento hasta que muevan unas ampollas como
que yerve, quando poco a poco se le irán poniendo (z). iij. B. de salitre.
Concluida ya la calcinación, se escudillará en almirez bien caliente untado
con un poco de azeyte y moviéndolo para que se asuele el régulo; después,
quitadas las escorias, buelve a fundirse por sí sólo para hazer pastillas, y, si
se quiere vaso, se añadirá una quarta parte 38/ de su peso de plata, para que
tenga bastante fortaleza.
Dosis, de el vino infuso en el vaso o pastilla, hasta (z). iiij., si sólo él se
diere, y algo menos si se le añadiera algún purgante.
No he hecho este Régulo pero satisface la virtud de fixar su azufre vomi-
tivo que tiene el azeyte de tártaro y algunos de los otros ingredientes, sin
castrarle la de precipitar y obrar por abaxo, acia lo qual no hallo impedi-
mento sino estímulo en el azeyte de tártaro que coadyuva a los purgantes,
ni en el Marte, que tiene facultad de abrir como de corroborar.
Arto sabidas son entre los aplicados las virtudes grandes de el antimonio
y sus régulos y vidrios, pero ésta es secreta y muy apreciable el tenerle sin
las violencias de el vómito, por lo qual la pongo aquí, aunque me lleva el
afecto la escamonea y no los antimoniados ni mercuriales.
39
/ Extracto de el eleboro negro.
modo siguiente.
R. Massae pilular. Ammoniaci Coercetani (e). ij.; extracti elebori nigri,
(e). j.; magisterii seamoneii, gr. vj.; misce & fiant pilulae ad magnitudinem
piperis, & exhibeantur septem pro dosi, repetendo eam aliquoties.
Cógense estas rayzes en el creciente de 40/ mayo o menguante de setiem-
bre, y mejor es lo último; es medicina insigne en toda hipocondría, pero
especial en la manía, melancolía y locura que resulten de los hipocondrios
y ayan hecho impressión en la cabeça.
He elegido esta preparación entre muchas y assí tengo su extracto por-
que el veneno de este mixto es de dos modos: el uno fixo, que se apoya en
el mucílago y opila notablemente, por lo qual se extrae lentamente la tintu-
ra con un agente tan suave como la agua y, sin hervir, para que no obre en
el centro de las raízes, y se filtra prolixamente, para que nada passe fecu-
lento, si algo huviere contraido la tintura.
El otro y especial veneno len tiene en el azufre más volátil que puede
herir la cabeça, aumentando el daño que se solicita sanar; por esso, buelve
a dissolverse el espisamento en espíritu de vino muy puro, porque (demás
de no admitir éste feculencias que no queden en el filtro) evaporando con
alguna eficacia esta segunda dissolución se lleva el espíritu de vino lo noci-
vo, por muy volátil de el 41/ eleboro, quedando en el extracto sólo la virtud
media de la planta, corregida de ambos extremos perniciosos, volátil y fixo.
Electuario Panchimagogo.
Sección II.
De purgantes galénicos.
44
/ Purga uterina suave y que no parece purgante.
Toma de polipodio corcino y regaliz, â. (z). B.; de anís, (z). j.; de agua
común, lib. j. B.; infunde por quatro horas en cenizas calientes; después
añade, de hojas de sena, (z). B.; de cristal mineral, (z). j.; de azúcar candí,
(z). j. o algo más; de hojas de rosas finas, un puñado; de corteza de limón,
(z). j., y repítase 45/ la infusión caliente por otras quatro horas. Cuela al fin
y exprime. Dosis, (z). vij..
Purga en pastillas.
Toma de azúcar, lib. j.; clarifícalo con una tintura de sena extraída con
un poco de antimonio diaforético, como quatro granos de él, y (z). B. de
sena, en lib. j. B. de agua. En estando a punto de alcorzas el azúcar, añadi-
rás de resina de escamonea (z). j.; de la de xalapa, (z). ij.; mezcla bien y
escudilla, &c. Dosis de dos a tres dragmas. Es eficaz y famoso purgante.
46
/ Sección III.
Gonorreas.
Apósito antigálico.
De antigálicos galénicos.
Polvos antigálicos.
Toma de sena, zarça y anís, â. (z). j.; pulveriza y passen por tamiz; diví-
delos en nueve porciones iguales para otras tantas mañanas continuas, pero
antes se prepare el enfermo, tomando cinco mañanas un poco de cocimien-
to de fumaria con azúcar para disponer este humor; después de tomar cada
53
/ dosis de los polvos, podrá beber un poco de caldo o vino blanco o los
polvos en él; reposará quatro horas y después podrá levantarse y passear, si
no se lo impidiere el accidente, hasta la hora de comer. Lleve buen orden y
beba sólo agua cocida con un poco de palo santo, hecho astillas pequeñas,
hasta (z). j. de él en cada cántaro, y hervores sean pocos.
Opiata.
Toma de miel de romero, lib. j.; cuezca a fuego lento con (z). iiij. hasta
la perfecta espumación; añade de sena y parrilla en polvos â. (z). ij.; de
polipodio, (z). j.; de epictimo, (z). vj.; de miel rosada alexandrina, (z). iiij.;
de ojimiel de azúcar, (z). ij. B.; mezcla para opiata. Dosis de una cuchara-
da o dos y se dará nueve veces, según el efecto. Es contra la lúe, apoplejía,
dolores articulares, gota, ciática, &c.
Confección.
Cocimiento.
Toma de zarza, (z). ij.; leño visco corcino, (z). j. B.; limadura de cuerno
de ciervo y marfil, â. (z). B.; de antimonio crudo y piedra pomes, todo en
polvo, â. iij.; de agua común, lib. vj.; infunde según arte por 24 horas; des-
pués hierva hasta consumirse la tercera parte, añadiendo a lo último de
canela molida (z). ij. Dosis, lib. B. por la mañana y por la tarde con azúcar.
55
/ Curación.
Xaraves.
Purga.
R. De sena, (z). ij.; de anís y cristal tártaro, â. (z). j.; de epictimo, (z). ij.;
infunde, cuela y, en tres onzas de él, pondrás de diacatolicón y amec, â. (z).
iij.; de xarave rosado solutivo, (z). iiij.; misce.
Específico.
Toma de zarza, (z). ij.; de palo santo y raíz de china, â. (z). j.; infunde
por 24 horas en lib. xij. de agua común; cueze después hasta la mitad, pista
y vuelve a cozer un rato; 56/ añade de sena, (z). ij.; de cremor de tártaro, epi-
timo, polipodio y semilla de cártamo, â. (z). ij.; hojas de endibia, chicoria y
acedera, â. p. j.; passas, (z). B. y otras tantas ciruelas passas y se concluirá
el cocimiento según arte. Tómese de éste lib. ij. y con azúcar se haga xara-
ve largo, al qual se añadirá de ruibarbo electo infundido con sándalos citri-
nos, (z). ij., y de rosado solutivo (z). ij.; misce. Dosis, (z). v.; es eficacíssi-
mo y no espante por muy lleno, que yo he visto obrar con gran seguridad.
57
/ Capítulo III
De astringentes, corroborantes y resolutivos.
Sección I.
Tomarás de vitriolo blanco (z). iij.; de alún crudo, (z). j. B., todo en
polvo; de agua común, lib. j. B.; agita en frío en vaso vidriado con espátu-
la de madera por una hora; filtra por dos papeles de estraza juntos y añade
al licor filtrado ocho gotas de espíritu vitriolo. Si la necesidad es interior,
pueden darse tres onzas en bebida a solas. Si exterior, se aplica en hilas y
paños con ligadura a la parte que fluye; si de narices, atáquense de las hilas
mojadas; si de meses, aplíquese una cala delgada a la parte, y si fuere
mucha, en este último caso, a más de la cala, se dará por la boca.
Xarave de canela.
Astringente de vómitos.
Toma de zumo de limas (z). ij.; de sal de ajenjos, (e). ij.; mezcla en frío
y, en cessando de hervir, estará hecho. Dosis, una cucharada antes de comer
y seguramente siste el vómito, continuando algunas veces.
Rosoli corroborante.
Dissuelve en agua común, lib. ij., una libra de azúcar, añadiendo una
camuesa contusa y quarteada; despuma y clarifica con el blanco de un
huevo y cuela por servilleta. Dissuelve también en lib. B. de espíritu de
vino, de canela (z). ij., de nuez moscada (z). j. y de clavillos (z). B., y sea
en vaso cerrado; filtra por papel, junta las dos disoluciones y añade en frío
un poco de la esencia de ámbar gris. Su uso es gastarlo con templanza y
necesidad de corroboración.
60
/ Cordial astringente.
Pro coronide.
Sección II.
De opiados.
63
/ Zubelfero precipita al opio assí, y ésta no es su esencia.
67
/ Esencia anodina de Zubelfero.
69
/ Xarave opiado para destilación y licuación de la cabeza.
Capítulo IV
De febrífugos.
Sección I.
71
/ R. De xarave de adormideras blancas, (z).j.; de quina quinae, (e). ij.;
de sal de ajenjos y sal ammoníaco, â. gr. x.; de agua láctea de canela, (z). j.;
de agua de hinojo, (z). iij.; misce para una dosis.
R. De quina quinae en polvo, (z). j. B.; de antimonio diaforético y dia-
forético marcial, â. (e). j.; de sales de ajenjos y de centaura menor, â. (e). j.;
de xarave de ababol, (z). j.; de confección de jacintos, (e). j.; de cocimien-
to de pentasilón, (z). vj. Dosis toda la cantidad en la perfecta declinación;
los días intermedios por la mañana y a la otra declinación o a la hora de el
primer síntoma, si no repitiere la cuartana hasta ella, y ha de repetirse hasta
ocho veces, de cualquier modo que se diere la quina, para asegurar la cura-
ción, aunque falten las accesiones.
R. De quina en polvo, (z). j.; sales de ajenjos y de centaura, â. (e). B.;
espíritus de tártaro y de sal ammoníaco, â. gut. viij.; misce y con mucílago
de tragacanto se formen píldoras para cada dosis.
R. De quina, gr. xv.; de antimonio diaforético, 72/ gr. vij.; de coral prepa-
rado, gr.vij.; de láudano opiato, gr. j.; fórmense pídoras para cada dosis y
tómense diez días continuos. Este es febrífugo para los últimos residuos de
fiebre en las enfermedades.
R. De hojas de sen, (z). iij.; de centaura menor, (z). ij.; de sal de ajenjos
y cristal tártaro, â. (e). ij.; de anís y canela, â. (z). B.; hágase cocimiento que
quede en (z). iiij. B. y añádese de xarave mercurial (z). iij. B.; misce y des-
pués se tomará la siguiente quina o qualquiera que al médico pareciere,
según el caso.
R. De quina, (z). j.; de sal de ajenjos o tártaro, (z). ij.; de vino blanco,
(z). vj.; infunde por una noche y guarda juntos el licor y el polvo. Toma
para cada vez de este vino y polvos, removiendo la redoma, (z). j.; de xara-
ve de cinco raízes, (z). j., y de agua de hinojo, (z). ij.; daráse esta cantidad
como hemos dicho para los demás preparados; sólo los días libres 73/ se ha
de dar, de más a más por la tarde, tardando tres horas a cenar.
La siguiente es muy semejante y segura, pero la huve de un artífice fran-
cés y gasta mucho vino.
R. De quina, (z). vj.; de sales de ajenjos y de centaura, (z). ij.; de sal
ammoníaco, (z). B.; infunde por 24 horas en cinco libras de vino blanco a
fuego suave. Dosis, (z). de el vino y polvo mezclados.
Tintura antifebril.
R. De espíritu de tártaro, lib. j.; de triaca magna, (z). ij.; de grana, quina
quinae, canela, nuez moscada, clavillos, centaura menor, jenciana, cardo
santo y vayas de enebro, â. (z). j. B.; extrae la tintura según arte; filtra y
guarda para darla hasta (z). ij., y, en las pídoras y pócimas dichas para exal-
tarlas según el caso con algunas gotas, es cosa singular.
75
/ Sección II.
Arcano duplicado.
Sal antifebril.
Otro.
Sal diurético.
Házese de las testas de las ostras limpias y calcinadas hasta suma blan-
cura, dissolviéndolas después y sacando su sal. Dosis (z). j.. antes de el
paroxismo.
78
/ El de Estuczel.
R. De nitro fixo mineral, lib. j.; de jengibre y canela, â. (z). ij.; mezcla y
haz polvos. Dosis de (z). B. hasta (z). j. en vino o agua simple. Es prodi-
gioso en la cuartana, caquexia e hidropesía.
Arcano pasivo.
Antiécticos.
Capítulo V
De anodinos.
Sección I.
De antinefríticos.
85
/ Sección II.
Remedios de muelas.
R. De espíritu de vino, (z). j.; de opio crudo, (z). ij.; de espíritu de vitrio-
lo y de el azufre, â. (z). Iij.; de azafrán gut., xv.; misce y saca tintura y, con
el estremo de una pluma mojada en ella, tocarás la muela que te doliere,
alguna vez.
Si es decausa caliente, el dolor se socorre con eficacia tocando de el
mismo modo la muela con nuestro dissolviente de oro y, si es de causa fría,
con el elixir astringente de el Capítulo tercero.
De cualquier causa socorre al dolor de muelas un parche hecho de pez
negra e incienso macho, quatro partes de ella y una de éste, aplicado al
pulso de la parte de el dolor que late junto a la oreja. Y, si estas cosas no
bastaren, bastará un purgante, porque señala copia de humor que por mucho
ni puede absorverse ni resolverse, o sacarse la 86/ muela, que estará muy
perdida.
R. Rasuras de palo santo, (z). iiij.; almástiga, (z). j.; leño aloes resinoso,
(z). j.; flor de claveles exsicada, (z). B.; misce y, con espíritu de vino q. s.,
sacarás tintura; filtra y guarda. Unas gotas de ella llevadas por la boca
curan el dolor de muelas, el hedor de el aliento, siste el fluxo de cabeza,
libra de catarros, quita la podredumbre de la boca y muelas y purifica el
aliento. Después de la salivación que induce esta tintura, ha de enjuagarse
la boca con cocimiento de anís y, si es tenaz la fluxión, convendrá aplicar
al pulso o pulsos nuestro pegado de pez e incienso.
Sección III.
De antipleuríticos.
Sección IV.
Antidopágricos y ciáticos.
Purga.
Sección V.
De colirios.
De otros anodinos.
R. De vinagre tinto muy fuerte, lib. vj.; de huevos frescos (nu) xij.; estén
tres 92/ días enteros y en frío en el vinagre, en puchero cubierto; después se
saquen, se abran y por un paño delgado se cuelen sobre el mismo vinagre
sin romper las yemas ni exprimir. Hecho esto se añadan al vinagre (z). iiij.
de azufre en polvo, dentro de una muñeca floxa con una piedrecita en ella,
para que colgada de la asa se mantenga en medio de el licor, y estarás otros
tres días, también en frío, y volverá a colarse. Su uso es poner paños moja-
dos en él, tibia, sobre la parte, por media hora, volviendo a mojarlos antes
que acaben de enjugarse, y después enjugar la parte y hazer untura con
ungüento rosado sandalado, también caliente, y passada otra media hora
limpiar la untura todo antes de comer y cenar, mientras no se socorriere el
paciente, bien que obra presto. Sobre la untura de el sándalo no se ponga
cosa fresca, sino papel de estraza caliente.
Otro.
Otro.
Assí mismo lo son los emplastro de el vino, compuesto con agraz, sal de
ajenjos y flor de azufre, que se hallará entre los febrífugos.
R. Un pañito, poco mayor que la parte, mojado en agua rosada fina; pul-
verízalo con iguales partes de cenizas de paño de grana, quemado con una
vela hasta negrura, y cuerno de ciervo molido, y aplica este paño y polvos
a la parte.
Otro.
Ardor.
R. Manteca de puerco sin sal, unge la parte en frío y pon sobre ella un
paño trepado mojado en aguardiente. Sirve en el hígado y riñones como los
de atrás y en cualesquiera inflamaciones por ardientas que sean. Para el
ardor de orina será la aplicación en las ingles.
95
/ Quemaduras.
Otro.
Otro.
96
/ Otro.
Callos.
Otro.
Quemaduras.
R. De agua de cal, (z). j.; de azeyte rosado, (z). B.; de azúcar de Satur-
no, (z). j.; misce para linimento.
97
/ Bolbulo.
R. De agua de las mil flores destilada en el mes de mayo, (z). iiij.; (la
materia es boñiga de bacas) y darásla con azúcar.
R. De espíritu de vino, (z). ij. B.; de canfora, (z). B.; de opio (e). ij.; de
azmilcle, gr. iiij.; misce, disuelve y decanta. Aplícanse a las sienes y nari-
ces algunas gotas.
Emicranea.
R. De acíbar hepático, (z). j.; de sena, (z). B.; de maste, mirra y canela,
â. (z). j.; de resina de escamonea, (z). B.; misce en polvos y con agua de
hinojo haz píldoras. Dosis, (z). B. por la mañana en ayunas.
Ciática.
de drago, 98/ encienso macho, pez negra, cal viva sin mezclar los polvos,
sino poniendo los unos y después los otros por el orden dicho y, sobre
todos, una estopada de aguardiente caliente.
Capítulo VI
De sudoríficos, aperitivos y diuréticos.
Sección I.
De los marciales.
Nicolás Lemery trae algunos muy seguros, sin ser pesadamente artifi-
ciosos; azafranes, extractos, tinturas, vitriolos que podrán buscarse en él, de
quien sólo pondremos aquí dos obras especiales.
Tintura.
Diaforético.
Aperitivo de Adriano.
Vino azerado.
Pectorales y écticos.
dio acia las barbas, capólala mucho y cuécela en iguales partes de miel y
agua q. s. para cocerle bien y ha de quedar hecha conserva. Dosis una
cucharada.
Otro.
Otro.
Cafee.
Antiéctico especial.
Aperientes varios.
Bólbulo y cólica.
107
/ Pleurítico grande.
R. De xabón blanco raspado, (z). vj.; azeyte de licosa, (z) ij.; dos cebo-
llas asadas, harina de licosa, (z) j.; dos yemas duras, miel común, (z) iij.;
espíritu de sal ammoníaco, lib. B.; pístense las cebollas con las yemas,
yendo añadiendo los demás ingredientes y la harina, y, al fin, el espíritu,
dexándolo todo mezclado para cataplasma, que ha de aplicarse a la parte
fría. Dissuelve la inflamación y se va arrojando en esputo sangriento.
Ciático especial.
118
/ [108]/ Arcano diaforético.
Supurativo.
Otro.
Lombrizes.
Úntense los ojos y cara de los que tienen viruelas, quando ya estén en el
estado, con un poco de derretido caliente, el qual en sartén ha de averso
tenido al fuego hasta bolverse negro.
Febrífugos de muchachos.
Gota.
111
/ Sabañones.
(z). ij.; cuece en agua común suficiente, que lo será una ollita de las peque-
ñas y, quando ya estuviere láctea, o poco menos, añadirás de flor de violas
p. ij. Dosis (z). vj. con (z). j. B. de xarave de adormideras.
El de la China se haze de goma laca (z). j. B.; de sarcocola, (z) ij.; azey-
te de trementina de abeto, (z). iij.; de espíritu de vino, lib. j.; mezcla y
disuelve.
112
/ Otro.
Otro.
Piedras de Águila.
113
/ Para úlceras de la vida y vejiga.
R. De agua rosada alexandrina, (z). iiij.; de sal de Saturno, (z). B.; misce
para jeringación. Y, por la boca, tomarás (z). iiij. de caldo con gr. vj. de
vitriolo blanco.
Berrugas e higos.
R. Zumo de berdolagas y lavarlas con él, y pon después la yerba picada
de que sacaste el zumo y verás que las cura sin dolor.
Sauco.
114
/ Gran Supurativo.
Tiña.
R. De ungüento rosado, (z). j.; de polvos de Juanes, (z). j., misce y aplí-
calo a la cabeza.
Herpes.
Ungüento blanco, (z). j.; precipitado blanco, (z). j.si de el rubro, (z). b.;
misce y unge para matar el herpes.
Otro.
115
/ Otro.
Quemarás un poco de lana sucia hasta quedar bien quemada toda, pero
negra; hazla polvo y, con agua rosada fina, haz linimento frío. Es famoso.
Otro.
Sarna.
116
/ Otro.
R. De azufre y sal común en polvo, â. (z). j.; de solimán, (z). B.; misce.
Su uso es poner en la palma de la mano como tres polvos de tabaco de ello,
humedecerlos con unas gotas de azeite y friegar la una palma con la otra un
rato, estando ya en la cama y quedarse con las manos juntas y abrigadas.
Otro.
Ciática.
Quebrados.
Cáncer.
Carbunclos.
Otro.
Otro.
El mejor.
Contusiones.
De vino, partes iij.; hierva; añade a proporción unas rosas finas secas y
buelva a dar o prosiga dando dos hervores; añade de aguardiente parte j. y
dé otro hervor y, con salvado tostado, haz cataplasma y la aplicarás calien-
te. Es famoso corroborante también para en las úlceras, puesto sobre la
cura, y es anodino.
123
/ Humectante externo.
Eleboro.
Elyxir vitae.
De nuez moscada, macis, canela, â. (z). j.; clavillos, (z). B.; corteza de
naranjas y limas o luquetes muy delgados de ellas, 124/ â. (z). iij.; azafrán,
(z). ij.; pyroeni, lib. iij.; digiere, filtra según arte. A este Elyxir he deseado
conocerle el dissolviente pyroeni, porque parece misterio que su autor le
traiga tan desconocido. Véase en ello el curioso, que a mí me parece será
espíritu de peras, siendo el término pyroeni latino y no distante de el de
pirus, con circunstancias de ser toda latina la receta. Pudiera hazerse esta
obra con espíritu de vino, pero el de este fruto sería más suave y conve-
niente en un elyxir corroborante, por estíptico no caliente en el grado que el
de vino.
Berrugas gálicas.
Elyxir de azufre.
Essencia de hipocrás.
127
/ Capítulo VIII
De bálsamos, emplastro y ungüentos.
Sección I.
De bálsamos.
una a otra y eligiendo para ello el tiempo más libre de el enfermo, si pudie-
re ser. Assí mueve y expele lentamente la plenitud y malignidad. No pre-
vengo que han de aver precedido los remedios universales, especialmente
130
/ sangrías, por aver dicho que ya este remedio se ejecute muy a lo último.
Bálsamo de heridas.
131
/ Bálsamo de herbolarios para heridas, úlceras y afectos de útero.
R. Medio real de vino blanco, otra tanta cantidad de tinto, tres libras de
azeyte de olivas verdes, una docena de nuezes de aciprés macho, que es el
que sube recogido, de hojas de lentisco y frutos de yedra, â. lib. B.; de con-
sueldas mayor y menor, â. (z). iij.; júntese todo macerados los ingredientes
de solidez y se digiera por ocho días en fuego suave; después se expriman
estas cosas sobre el licor y se prensen fuertemente; buelva a colarse todo y
se evapore el licor hasta consumirse toda la humedad, quando quedará la
virtud en el azeite. A éste, los herbolarios dan punto de bálsamo, con cera y
alguna especie barata de las que diremos; pero para la receta entera y eficaz
se ha de poner en este estado lo siguiente.
R. De galvano, lib. B.; de mirra y incienso macho, â. (z). iiij.; de opopó-
naco, (z). iij.; de goma de enebro, lib. j.; píquese lo que se puede picar 132/ y
depúrese con vinagre fuerte lo que no; y con lib. iij. de colofonia picada y
dos de cera virgen se le dará punto de bálsamo, que es trabarle a modo de
liga. La última eficacia de esta medicina está en que se le añadan, estando
tibia, de los aceites esenciales de romero, salvia y espliego, â. (z). ij., remo-
viéndoles bien en la materia para que se mezclen. Aplícase a las heridas
recientes, sin calentarlo, aviéndolas lavado antes con vino blanco tibio.
Cura maravillosamente las úlceras de intemperie fría, pútrida, débil, &c. Es
bálsamo uterino que, aplicado al ombligo, llama los meses y siste los vapo-
res que llaman mal de madre. Todo esto tengo experimentado y más puede
buscarse.
Sección II.
De emplastro.
Primera operación.
Segunda operación.
Tercera operación.
No se use de este emplastro hasta que ayan passado por lo menos seis
meses; durará su virtud cincuenta años; se aplica 137/ sobre tafetán o vanadi-
lla suave y delgada; no se ponga hilas, ni clavo, si no fuere en úlcera pro-
funda; para hazer los parches, se mojarán los dedos en vinagre o saliva; han
de limpiarse con cuidado; sirven dos para ocho días, poniendo el uno a la
una curación y el otro a la otra y refrescándolos y macerándolos alguna vez
con los dedos mojados en vinagre.
Sus virtudes.
De azeite común, lib. B.; de cerusa, litarge de oro, pez griega, mirra, â.
(z). ij.; de cera nueva, lib. B.; hierva el azeyte un poco para desflemarlo;
pon después la cerusa en polvo, resolviendo hasta color de ámbar obscuro,
que a fuego lento durará una hora; añade el litarge, resolviendo siempre
como un quarto de hora. Echa la pez en pedazos pequeños, resolviendo
como un credo 140/ a menor fuego, y después la cera raspada hasta traerle a
consistencia de emplastro. Aparta el cazo de el fuego, resolviendo siempre
hasta estar templado un poco el calor, para concluir la obra con la mirra,
observando que baste para dissolverla sin que passe a resolverla y háganse
magdaleones.
De azeite, lib. ij.; hierva en cazo de cobre a fuego manso; ponle enton-
ces lib. B. de jabón blanco raspado y, quando estuviere disuelto en el azei-
te, se añada lib. j. de minio en polvo sutil, y se resolverá siempre hasta con-
sistencia de emplastro; no toma punto hasta después de ponerse negro y
tarda mucho; hágase al fin la prueba. En este estado se escudillará la mitad
y se hará magdaleones. Y en la otra mitad, se pondrá (z). B. de alún que-
mado en polvo sutil, moviéndolo un rato antes de escudillarlo.
El que lleva alún es especial para en todo género de úlceras, gobernan-
do bien y con limpieza su curación. El otro sirve en tiempo de peste aplica-
do a la barriga. Es también para los niños que tienen dolor de tripas, apli-
cado de el mismo modo; para en todo dolor cólico, llevado algunos días;
para los pechos 142/ de las mugeres quando quieren apostemarse y se endu-
Emplasto anodino.
De azeite de olivas reciente, li. j.; de minio en polvo, (z). ij.; crezcan
hasta la mitad de la consistencia de emplastro; añade entonces de cera ama-
rilla lib. j.; de semilla de hyosciamo en polvo sutil, colofonia, trementina
blanca, â. (z). iiij.; misce y cuezca para emplastro, resolviendo siempre. Es
anodino y, por esso, aviéndose atendido a la causa antecedente, es utilíssi-
ma en los artetipodágricos y otros dolores, porque los aplaca y seda con
admiración.
Otro.
Haz untura en las escrófulas, algunas veces, con una dissolución, hecha
en el Marte, con el espíritu de el nitro.
Sección III.
De ungüentos.
Ungüento pusilo.
144
/ Para las escoriaciones de pechos.
Otro famoso.
Haz ungüento con azeite de balsamina y cera para los pechos escoriados
y toda inflamación ulcerada y no ulcerada, aunque esté en las partes vené-
reas y sea de tal especie. Obra dulcificando.
Para la tiña.
Capítulo IX
Sección I
Estos dos aceites son muy semejantes en la virtud, como sus mixtos. Su
uso conserva la vida de el hombre como medio opuesto a toda suerte de
corrupción y muy de el genio de nuestro calor natural, librándole de enfer-
medades contagiosas y peregrinas impresiones. Cura con virtud manifiesta
las enfermedades de especie fría y fortifica a la naturaleza en las que resul-
tan de calor para que pueda vencerlas.
Es capital grande y preserva especialmente de apoplejía, emicranea y
perlesía, y, si la necesidad fuere mucha, se tomarán unas gotas y se ungirán
las sienes o espinazos, según el efecto.
152
/ Detenido en la boca él sólo, quita las vexigas y el dolor de muelas,
fortificando los sientes y quixadas; haze expedita la lengua, habilita a los
tartamudos y quita la enfermedad de el gallillo, transcolando alguna gota.
Aviva la memoria retentiva y perceptiva, tomado antes de ponerse a
decorar. Antes de predicar tomado, abre el pecho, aclara la voz y da notable
esfuerzo. Haze desflemar y quita el hedor de el aliento; conserva el cabello
untando la cabeza, y lo haze nacer y crecer quando se ha caido por pituita
salada u otra enfermedad.
Es probadíssimo para la tiña, lubinillos y pupas de la cabeza, para que
no crezcan y se sequen, y las heridas de ella; aunque esté rompido el caso,
las suelda admirablemente de primera intención, limpiando la sangre y apli-
cándolo sólo en hilas o pañitos delgados y servidos.
Dos gotas de él con leche de muger o agua especial, instiladas en la
oreja, quitan todo ruido, cubriendo con un algodón flojo. Mezclado con
agua de guindas o hinojos sana las 153/ cataratas de los ojos, rectifica la vista
de los que la perdieron por enfermedad, quita la neguilla o sombra que
turba la vista de algunos quando leen o escriben, disipa las lagañas y lo
encarnizado de los ojos, mundificándolos enteramente, y fortifica el cora-
zón, quitando todo pasmo de él, tomado por adentro y ungiendo en la parte.
Desopila el bazo tomándole en azúcar y bebiendo quatro onzas de agua
de apio o perejil en ayunas, y haziendo luego ejercicio, especialmente las
mugeres; y obsérvese que, como no se mezcla sino que sobrenada en los
licores no espirituosos, es la mejor práctica tomarle en azúcar siempre y
beber inmediatamente el licor en que se ordena tomarlo.
Entiéndase que quiero decir esto quando diere que se tome en tal o tal
licor. También se mezclará en las aguas si primero se incorporare en azúcar
y después éste se agitare con ellas. Pero prosigamos sus virtudes.
Es antídoto de el dolor de estómago y de todo afecto de esta entraña,
perficionando las 154/ cocciones; expele toda ventosidad discutiendo las más
gruesas; alarga la cámara precipitando los excrementos y asistiendo los
Sirve en los casos que el de anís, con menos eficacia y gratitud, y, demás
a más socorre la vista, como específico en colirios o 158/ aguas propias;
corrobora la memoria; aumenta la leche a las mugeres; asume las humeda-
des superfluas y resiste a los venenos.
Azeite de clavillos.
Es gran remedio para mover los meses, para deobstruir el hígado y riño-
nes, para 159/ evacuar los sábulos y arenas de ellos y de la vejiga, para mover
la orina; para en la peste. Aplicado exteriormente, fortifica los nervios y
resuelve las durezas. La dosis puede ser mayor porque es más suave y grato
que los otros; ya queda dicha la obra de el extracto que resulta de su resi-
duo, y se usa de él en los casos internos, que de su azeite, de una dragma
hasta tres.
Sección II.
Esta obra es una disolución de las partes esenciales de los aromas, hecha
por los espíritus de sal ammoníaco y de vino. Toma canela, macías corteza
amarilla de naranja amarga y de cidra a media onza; mézclalo todo junto y
échalo en una redoma de vidrio; añádele quatro onzas de sal de tártaro,
rebuélvelo todo en la redoma y pon quatro onzas de flor de naranja y otras
quatro de el espíritu de vino acuido con la sal ammoníaco de la obra ante-
cedente, si le tuvieres, y, si no, de otro; cierra la redoma exactamente y dexa
la mixtión en digestión, sin fuego, por quinze días, removiendo muchas
veces la materia. Vacíala después en alambique de vidrio, poniéndole pron-
tamente la cabeza y 164/ recipiente, uniéndolos con vejiga, y en arena desti-
le a fuego lento todo el licor hasta que no ascienda más. Guárdese en redo-
ma capaz y muy cerrada, porque es un espíritu muy penetrante y resoluble:
tiene las virtudes de la sal oleosa dicha. Dosis de seis hasta veinte gotas, en
licor apropiado.
Pónense en esta obra las primeras cortezas o lo más exterior de las de la
naranja y cidra, como parte más olorosa y espirituosa; no se ha de mezclar
luego la sal de tártaro porque no se resuelvan las sales volátiles antes que la
mixtión se eche en la redoma; la digestión ha de hazerse en frío, porque en
calor traspassaría la sal la cerradura más firme, y se remueve la materia
para que las partes esenciales de los ingredientes se dissuelvan mejor en el
licor. Agitados.
La fermentación insensible que sucede en la desunión de la sal volátil
ammoníaco quando se le pone la sal de tártaro, contribuye mucho a esta
disolución. El espíritu de vino se pone aquí para disolver los aceites, como
menstruo sulfúreo. Este licor se conserva 165/ mejor que la sal volátil, por-
que las partes volátiles son detenidas por la flema de la flor de la naranja.
Assí, los espíritus, como las sales dichas, han de darse en licores fríos y
no en caldo, porque antes de poder tomarle el enfermo se resolvería mucho
lo volátil. Y se pueden poner otros aromáticos en vez de los dichos quando
se buscan espíritus volátiles oleosos de tales o tales virtudes.
Capítulo X y último
De la utilidad y uso de el thee, cafre y chocolate.
Sección I.
De el thee.
De estas tres bebidas, he visto algo (aunque de chocolate muy poco que
me contente) en Tenque y en un Comentario de Aminsicht, pero tengo noti-
cia segura de un Libro en quarto que trata sólo de ellas, donde el deseoso
podrá ver arto más que yo dezirle. Su título es Mappi, De potu calido Thee,
Caffee & Chocolata.
El thee y cafre son más dichosos por estrangeros, logrando que en sus
países se grite y ostente su virtud; pero el chocolate padece en nuestra des-
idia tener tan ignorada su utilidad como sabido su regalo. Y no es su mayor
desgracia que tantos como en España pudieran escribir de él con excelen-
cia, callen de ingratos, sino que mi ignorancia aya de decir algo de gratitud
por serme medicina peculiar. Pero bolvamos al thee de esta Sección.
Sección II.
De el cafee.
Muchas veces no obra a satisfacción por adulterarla con pan seco, habas,
lupinos tostados y pulverizados, cuyo engaño se conoce con dificultad.
Pero vamos a su manipulación.
Tenque toma de cafre tostado una cucharada, la pone en 3. x. de agua
hirviendo y la mantiene en hervor suave, resolviendo siempre hasta tintura,
y la da muy caliente con poco azúcar tres veces a la semana.
El modo que yo antes de pensar en medicina tuve y huve y he usado es
hazer hervir algo más que una xicara de agua, apartarla a un rescoldo en
puchero proporcionado, ponerle de una a dos dragmas de cafre tostado en
polvo con mucho tiento, esparcido en la superficie de la agua, sin que ya
hierva; cubrirlo y, sin entonces, ni nunca removerlo, tener assí la infusión
por ocho horas siempre caliente. Al fin se halla la tintura hecha, que ha de
apartarse de los polvos asolados, sin que passen ellos, y se tomará toda la
cantidad 173/ muy caliente, y sin azúcar, si se busca mucha medicina, porque
la destruye.
El comentador dicho pone un puchero a hervir con una libra de agua,
quedando algo vacío; quando empieza a hervir, le pone tres dragmas de
cafre en polvo, conserva el hervor suave, cuida de que no se derrame entu-
meciéndose en la ebullición, apartándole de el fuego y bolviéndole a él
hasta tintura congrua; pero, si se derramare algo, lo haze inútil. Después
pone el puchero en cenizas calientes y le conserva en este calor hasta que
se asuelen los polvos y quede el cocimiento e infusión limpia y subflava y
el polvo exhausto, que ha de cuidarse de que quede en el puchero; y quiere
también que se beba muy caliente y a sordos y, aunque es cosa amarga, sin
azúcar o con poca.
Sección III.
De el chocolate.
Con variedad han determinado las Escuelas Químicas los principios quí-
micos, 174/ porque desentrañando artificiosos, más y más los entes, unas tie-
nen motivos prácticos, para señalar unos, y otras les tienen para señalar
otros.
Entre todos los principados de tantas Escuelas, está bien admitido el
azufre, segunda sustancia de una de ellas y correctivo de los estremos mer-
curial y fixo de la misma, que conoce tres: mercurio, azufre y sal, y reco-
noce entre ellos al segundo por más homogéneo, como más templado, sin el
qual son nimiamente activos. Esto supuesto, entraremos en el asunto de
FIN.
FIN.
Ambrosía
Eudora Coronis
Polías Disne
Feo
HíadeS Fesila