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Revoluciones Del 20 30 y 48
Revoluciones Del 20 30 y 48
Revolución de 1820
Revolución de 1820 o Ciclo prerrevolucionario de 1820 son los
nombres con que la historiografía ha designado al conjunto de procesos
revolucionarios que tuvieron lugar en Europa alrededor de 1820. Fue la primera
de las llamadas oleadas o ciclos revolucionarios que sacudieron Europa con
posterioridad a las guerras napoleónicas y que se repitieron sucesivamente en las
de 1830 y las de 1848.
Sus ejes ideológicos fueron el liberalismo y el nacionalismo. Dado que los
países más afectados fueron los del sur de Europa (los episodios de otras zonas,
como Alemania o Francia, fueron de mucha menor importancia),
con España como epicentro de un movimiento que se extendió
a Italia y Portugal,3 y por otro lado Grecia; se le ha llamado ciclo
mediterráneo por contraposición al ciclo atlántico que la había precedido en la
generación anterior (las primeras revoluciones liberales o revoluciones
burguesas, producidas a ambos lados del océano: la Independencia de Estados
Unidos -1776- y la Revolución francesa -1789-).4
Las revoluciones de 1820 surgieron como reacción a la Restauración que
se produjo como consecuencia de la derrota de la Francia revolucionaria, y que
suponía el restablecimiento del Antiguo Régimen y la aplicación de los
principios legitimistas del Congreso de Viena de 1815, confiados a la fuerza y
determinación intervencionista de la Santa Alianza. Esta alianza de
las monarquías absolutas finalmente consiguió evitar la posibilidad de una
generalización del contagio revolucionario y sofocó los focos revolucionarios.
Ante la desigualdad de fuerzas, como forma de organización de
los revolucionarios de 1820 predominó la conspirativa, a través de sociedades
secretas, similares a la masonería, como los carbonarios.
Aunque pueden detectarse alteraciones anteriores, el movimiento revolucionario
que suscitó el contagio y en varios casos la imitación explícita (incluso del texto
constitucional), fue el pronunciamiento de los militares liberales españoles que
inició el llamado trienio liberal. Las revoluciones
de Portugal e Italia (especialmente en el Piamonte y en Nápoles) fueron las
siguientes. Con mucha más lejanía en tiempo y espacio, también hubo
movimientos de muy distinta naturaleza en el Imperio ruso (Revuelta
Decembrista de 1825). El caso más peculiar fue Grecia, donde en 1821 se pueden
datar los inicios del movimiento por la independencia griega, proclamada en
1822; y que fue la única de las revoluciones de este ciclo en tener éxito, gracias
al apoyo de las potencias europeas contra el Imperio otomano.
Alemania
Inglaterra
El movimiento radical que pretendía la transformación democrática de la
monarquía parlamentaria británica tuvo su episodio más violento en la Masacre
de Peterloo del 16 de agosto de 1819.5
Trienio Liberal
Nápoles
El reino de Nápoles, llamado desde 1816 de las Dos Sicilias, era el reino
más extenso de la península italiana y el de gobierno más reaccionario, ejercido
por un monarca de la casa de Borbón.
También influida por la revolución española, en julio de 1820 estalló una
revuelta en la ciudad de Nápoles, que había sido preparada por la Carbonería, una
sociedad secreta nacionalista y liberal que soñaba con la unificación de la
península italiana, cuyos miembros son llamados carbonarios, liderados por un
oficial, Guglielmo Pepe.
Piamonte
El reino del Piamonte, denominado oficialmente reino de Cerdeña, era
regido por la Casa de Saboya. El rey Víctor Manuel I, que residía en la isla de
Cerdeña, volvió a Turín en 1814 tras la derrota de Napoleón y la reconstitución
de su territorio continental (Piamonte y Saboya).
En este reino estaba el principal foco del nacionalismo italiano y en Turín
se formaron sociedades carbonarias en favor de la unificación italiana. Ante las
noticias de la revolución en Nápoles y de la invasión austriaca, los carbonarios se
sublevaron en marzo de 1821.
Víctor Manuel I abdicó en favor de su hermano Carlos Félix, quien tuvo
que reconocer la Constitución elaborada por los revolucionarios liberales y
también inspirada en la española de 1812.
La Santa Alianza reunida de nuevo en el Congreso de Laibach, ordenó al
ejército austriaco que estaba en Nápoles avanzar a Turín e intervenir en apoyo
del rey Carlos Félix, que recuperó su poder absoluto y persiguió a los
carbonarios.
Rusia
Fue el último país en ser alcanzado por la oleada revolucionaria de 1820.
El Imperio ruso era uno de los integrantes de la Santa Alianza, junto
a Prusia y Austria.
El zar Alejandro I, iniciador de la Santa Alianza, falleció el 1 de diciembre
de 1825. A su muerte, un grupo de oficiales pertenecientes a sociedades secretas
liberales y liderados por Muraviev y Pestel, conspiraron para evitar la coronación
del heredero, su hermano mayor Nicolás, de conocidas opiniones reaccionarias,
en beneficio de otro hermano, Constantino, del que se esperaba un gobierno más
liberal. Constantino, en todo caso, no deseaba la sucesión; se había casado en
secreto con una plebeya polaca y había pactado su apoyo a su hermano Nicolás,
renunciando a sus derechos en 1822.
Los rebeldes no aceptaron a Nicolás I y se rebelaron el 14 de diciembre
(26 en el calendario gregoriano). La improvisación y mala organización facilitó
que fueran reprimidos brutalmente. Desde el fracaso de los decembristas se
intensificó la autocracia zarista.
Grecia
Fue un caso aparte dentro de la oleada revolucionaria de
1820. Grecia estaba bajo el dominio del Imperio otomano desde hace varios
siglos.
En 1821, los griegos se levantaron contra los turcos. Hubo varios factores
para explicar el levantamiento griego: resistencia de bandoleros patriotas
llamados kleftes que vivían en las montañas del Peloponeso, llamado entonces
Morea; el desarrollo de una burguesía comercial y culta con su propia flota; la
presencia de una sociedad secreta nacionalista, la Filiki Eteria; y el papel jugado
por el patriarca griego de Constantinopla.
En el extranjero, el levantamiento griego fue visto con mucha simpatía:
nostalgia por la Antigüedad clásica entre la gente culta, simpatía por la religión
cristiana frente a los otomanos musulmanes entre los conservadores y simpatía
por la lucha por la libertad contra la opresión otomana entre los liberales y
románticos, y por el auge de la idea del nacionalismo de aspiración de los
pueblos con marcados rasgos identitarios a obtener un Estado propio.
En 1822, parecía que los griegos iban a triunfar pero divisiones internas y
la intervención del bajá de Egipto, Mehmet Alí, en apoyo del sultán otomano,
dieron un giro a la situación. Los otomanos con la ayuda de los egipcios fueron
derrotando a los rebeldes griegos poco a poco hasta 1827.
En 1827, las potencias europeas decidieron intervenir. El primer ministro
del Reino Unido, Canning, el zar Nicolás I y el rey de Francia Carlos X,
mediante el Tratado de Londres de 1827, enviaron escuadras a Navarino, donde
estaba la flota egipcia de Mehmet Ali. El 20 de octubre estalló la batalla y la flota
egipcia fue derrotada.
Al mismo tiempo, los ejércitos del zar invadieron los principados rumanos
de Valaquia y Moldavia, y un ejército francés desembarcó en el Peloponeso.
Entonces, los británicos decidieron establecer negociaciones de paz con el
Imperio Otomano para evitar la caída de Constantinopla en manos de los rusos.
Se firmó el Tratado de Adrianópolis en 1829, por el que el Imperio
Otomano reconocía la autonomía de Grecia, Serbia y los principados rumanos de
Valaquia y Moldavia. Grecia obtuvo la independencia al año siguiente.
Revolución de 1830
La Revolución de 1830, surgió en Francia, principalmente, como una
reacción contra las medidas antiliberales adoptadas por el rey Carlos X,
sucesor de Luis XVIII, soberano éste que había sido restituido después de
Waterloo, es decir, después del derrumbe napoleónico. Esta revolución inicia con
la denominada Revolución de Julio o las Tres Gloriosas (Trois Glorieuses),
jornadas revolucionarias de París que llevaron al trono a Luis Felipe I de Francia
y abrieron el periodo conocido como Monarquía de Julio. Dicho movimiento
repercutió en varios países de Europa tales como en Bélgica (Países Bajos) donde
se identifica con movimientos de tipo nacionalista unificador y Polonia donde se
identifica con movimientos de tipo nacionalista disgregador. Se considera como
una de las llamadas Revoluciones burguesas o Revoluciones liberales.
En Francia
Francia se hallaba regida por una monarquía constitucional, con Carlos X
como soberano. A mediados de 1830, dicho rey suprimió la libertad de prensa,
a la vez que modificó el sistema electoral al establecer que solamente podían
ser electores quienes pagaban una renta al Estado. Los días 27, 28 y 29 de
Julio de 1830, el pueblo de París se sublevó contra el Rey consiguiendo
finalmente triunfar. Se formó, entonces, un gobierno provisional que desconoció
a Carlos X y proclamó como rey de los franceses a Luis Felipe I (Duque de
Orléans). Quedaba, así, abolida la dinastía de los Borbones.
Países Bajos
Un mes después del movimiento francés, estalló una revolución
nacionalista en Bruselas, a la que se adhirió el resto de Bélgica. Los insurrectos
declararon su separación de Holanda y la constitución del reino independiente de
Bélgica.
Belgas y holandeses
El congreso de Viena había fusionado, en 1815, a Bélgica con Holanda,
formando el reino de los Países Bajos. Las diferencias entre belgas y holandeses
eran fundamentalmente confesionales: los primeros eran católicos y los últimos
eran calvinistas.
En Polonia
Polonia había desaparecido como Estado en los tres repartos realizados
por Austria, Prusia y Rusia en la segunda mitad del siglo XVIII. El congreso de
Viena los ratificó, y Rusia fue dueña de la mayor parte de aquella nación.
El gobierno despótico del zar Nicolás I soliviantó a los nacionalistas
polacos, quienes, entusiasmados por el movimiento francés, iniciaron una
revolución en la ciudad de Varsovia. Estos se sublevaron contra la denominación
extranjera y, luego, proclamaron su independencia, pero fueron pronto debelados
en forma sangrienta por el Zar y sometidos nuevamente a Rusia, perdiendo, así,
su condición de pueblo libre y soberano. Los principales dirigentes fueron
ejecutados, otros pudieron refugiarse en Francia y en Inglaterra. El idioma ruso
fue restablecido como único y obligatorio; Polonia quedó convertida en una
provincia Rusa.
En Italia
En Italia, espacio políticamente dividido en numerosos Estados, grupos
revolucionarios suscitaron con ayuda francesa el estallido de revueltas de carácter
liberal y nacionalista en Módena, Parma y los Estados Pontificios, que fueron
sofocadas por Metternich.
En Alemania
En el dividido espacio político del antiguo Sacro imperio Romano, que
estaba experimentando cambios económicos que exigían la conformación de
un mercado unificado de dimensiones nacionales (Zollverein), se produjeron
levantamientos, organizados por jóvenes estudiantes, que no consiguieron ir más
allá de actos reivindicativos y propagandísticos, al ser duramente reprimidos por
las potencias de la zona: el reino de Prusia y el Imperio austríaco.
En mayo de 1832 se celebró el Festival de Hambach, un acontecimiento
cultural en el castillo de Hambach (Palatinado) que se convirtió en un acto de
reivindicación política de libertad y unificación nacional alemana (como ya lo
había sido el Festival de Wartburg de 1817. En las manifestaciones que tuvieron
lugar en Hambach participaron entre 20 000 y 30 000 personas, entre las que
había una destacada presencia de franceses y de exiliados polacos (que habían
escapado de la represión rusa de su propia revolución). A imitación de las
banderas tricolores francesa e italiana, se diseñó para esta ocasión la bandera
tricolor alemana (negra, roja y amarilla). Se produjeron algunos disturbios y
algunas detenciones. Tres de los organizadores escaparon, y uno que decidió
permanecer en el país fue condenado a dos años de cárcel. El poeta Heinrich
Heine calificó estos hechos como una oportunidad perdida. Al año siguiente, el
ejército bávaro ocupó el lugar para evitar la conmemoración que estaba previsto
celebrar.
En Reino Unido
El Reino Unido, en plena Revolución Industrial, no desarrolló una
revolución política, sino un movimiento social con fuerte presencia del
naciente movimiento obrero: el tradeunionismo, expresado políticamente a partir
de 1838 en el cartismo; respondido desde las instituciones con sucesivas
reformas parlamentarias, a partir de la Reform Act de 1832, por la que se dobló el
número de ciudadanos con derecho al voto y a la representación política.
En España
Es conocido el fallido Pronunciamiento de Torrijos en España, el periodo
final del reinado de Fernando VII estuvo protagonizado por el alineamiento de
las fuerzas políticas y sociales en dos bandos identificados con el absolutismo y
el liberalismo. En 1831 se frustró el pronunciamiento de Torrijos a lo que le
seguiría el fusilamiento de José y sus 48 compañeros sin juicio previo en dos
grupos en la playa de San Andrés de Málaga.
Independencias hispanoamericanas
Al otro lado del océano, ya se había completado el ciclo principal de
la independencia hispanoamericana (batalla de Ayacucho, 1824), así como
la independencia de Brasil, en procesos que se habían iniciado anteriormente; y
para 1830 las nuevas repúblicas están comenzando su historia independiente en
medio de serios conflictos internos.
Revolución de 1848
Revolución o revoluciones de 1848, Primavera de los Pueblos o Año de
las Revoluciones son denominaciones historiográficas de la oleada
revolucionaria que acabó con la Europa de la Restauración (el predominio
del absolutismo en el continente europeo desde el Congreso de Viena de 1814-
1815).
Fue la tercera oleada del más amplio ciclo revolucionario de la primera
mitad del siglo XIX, que se había iniciado con las denominadas «revolución de
1820» y «revolución de 1830». Además de su condición de revoluciones
liberales, las revoluciones de 1848 se caracterizaron por la importancia de las
manifestaciones de carácter nacionalista y por el inicio de las primeras muestras
organizadas del movimiento obrero.
Iniciadas en Francia se difundieron en rápida expansión por prácticamente
toda Europa central (Alemania, Austria, Hungría) y por Italia en el primer
semestre del año 1848. Fue determinante para ello el nivel de desarrollo que
habían adquirido las comunicaciones(telégrafo, ferrocarril) en el contexto de
la Revolución Industrial.
Aunque su éxito inicial fue poco duradero, y todas ellas fueron reprimidas
o reconducidas a situaciones políticas de tipo conservador (la espontaneidad de
los movimientos y su mala organización lo facilitó), su trascendencia histórica
fue decisiva. Quedó clara la imposibilidad de mantener sin cambios el Antiguo
Régimen, como hasta entonces habían intentado las
fuerzas contrarrevolucionarias de la Restauración.
Fueron movimientos de carácter político, social y nacionalista:
1. Político, destinados a reformar en sentido democrático la constitución
del Estado, por la mayor participación del pueblo en el gobierno.
2. Sociales, en procura de un mejoramiento de la clase proletaria, sumida
en la miseria por la brusca implantación del maquinismo en la industria, lo que
trajo la desocupación de miles de obreros, reducción de los salarios y un mayor
rigor en las condiciones de trabajo.
3. Nacionales, tendientes a conseguir la unión (surgieron las
unificaciones) y la independencia.
Veamos la Revolución de 1848 en los siguientes países:
Entre 1845 y 1849 la plaga de la patata echó a perder las cosechas, lo que fue
especialmente grave en Irlanda (Gran Hambruna irlandesa). Este suceso
coincidió con la carestía general en Francia de 1847 que, al igual que en otros
países de Europa, originó graves conflictos internos y una fuerte oleada
migratoria.
En el otoño de 1847 estalló una crisis del comercio y la industria en
Inglaterra, con la quiebra de los grandes comerciantes de productos
coloniales. La crisis afectó también a los bancos agrarios ingleses y en los
distritos industriales se produjeron cierres de fábricas.
En París la crisis industrial estuvo acompañada además por una consecuencia
particular: los fabricantes y comerciantes al por mayor que, en las
circunstancias que entonces se estaban dando, no podían exportar sus
productos, abrieron grandes establecimientos cuya competencia arruinó a los
pequeños comerciantes, por lo que éstos se involucraron en la revolución.
En Francia
El rey Luis Felipe I, impuesto por la revolución de 1830, no gobernó en
forma constitucional ni satisfizo los anhelos de pueblo francés. Se mostró por el
contrario, enemigo de toda reforma, pues suprimió las libertades ciudadanas y,
sobre todo, se negó a conceder el sufragio universal. Entonces, el pueblo de París
se levanto en armas los días 23 y 24 de febrero de 1848, y luego obligó a abdicar
a Luis Felipe I.
Una junta de gobierno, presidida por Lamartine, proclamó la República
(la segunda república). La asamblea nacional, de reciente elección, sancionó el
sistema republicano de gobierno, estableciendo el sufragio universal (derecho
que todo ciudadano posee de emitir su voto en las elecciones políticas, es decir,
de elegir a sus gobernantes).
En las elecciones para Presidente de la República, resultó triunfante Luis
Napoleón Bonaparte, sobrino del Gran Corzo.
En Austria
Austria, la patria de Metternich, debió soportar una serie de insurrecciones
en su propio territorio, en Viena, en Bohemia y en Hungría.
En Viena, los insurrectos obligaron a renunciar a Metternich (marzo de
1848), quien salvo a duras penas su vida. Debió huir, disfrazado de lavandera, en
un carro. Refugiado en Inglaterra, murió algún tiempo después. El emperador
Fernando I, que había prohibido mencionar siquiera en su presencia la palabra
constitución, debió otorgar una, que estableció el sufragio universal, el régimen
parlamentario, la libertad de prensa y la libertad de reunión.
En Italia
La acción de Mazzini y de su sociedad. La joven Italia suscitaron
insurrecciones liberales en la península, que comenzaron por establecer el
régimen de gobierno constitucional en la mayoría de los estados: Sicilia,
Cerdeña, Toscana y Estados de la iglesia. Pero la caída de Metternich dio además
a la revolución un carácter nacionalista y anti-austriaco. Todo el norte de Italia se
levantó contra sus opresores. Venecia expulso a sus imperiales, y el director de la
sublevación, el joven abogado Manin, proclamó la República de san marcos. El
pueblo de Milán también arrojo a los extranjeros. El entusiasmo fue general. En
todas partes ondeada la bandera verde, blanca y roja, emblema de la nueva Italia.
El rey de Cerdeña, Carlos Alberto, declaró entonces la guerra a Austria.
De toda la península llegaban tropas destinadas a reforzar sus efectivos. Pero casi
en seguida se rompió la incipiente unidad nacional. El papa Pío IX manifestó que
no podía participar en una guerra contra la católica Austria. El rey de Nápoles
ordeno el regreso de sus tropas, y mientras tanto, más de 120,000 austriacos
atacaron y vencieron a los piamonteses, que solicitaron un armisticio (agosto de
1848) después de la derrota de Custozza. El rey abdicó en favor de su hijo Víctor
Manuel II, quien firmó la paz con Austria (marzo de 1849).
Meses después Luis Napoleón restableció al papa Pío IX en su poder
absoluto, y acabo con la República Romana, que Mazzini había fundado. En
definitiva, la revolución fracasó, pues en Italia se restableció la dominación
austriaca y el régimen absolutista.
En Alemania
Los liberales alemanes reclamaron constitución, parlamentos, libertad de
prensa y el respeto por los derechos de los ciudadanos. El principal resultado del
movimiento alemán de 1848 fue la elección, por sufragio universal, de un
parlamento, imitación de la constituyente francesa, que sesiono en Francfort. El
parlamento de Francfort trató de unificar a Alemania. Algunos diputados eran
partidarios de que Austria siguiera formando parte del nuevo Estado a crearse, de
la Gran Alemania, como la llamaban, mientras otros pugnaban por su
eliminación, y por la constitución de la pequeña Alemania, presidida por Prusia.
Triunfaron estos últimos, y el rey de Prusia, Federico Guillermo IV, fue elegido
emperador hereditario de Alemania (1849). Inesperadamente, el nuevo
gobernante rehusó el cargo, porque «era una corona de la calle, a lo Luis Felipe,
amasada con barro y madera». Poco después, sus soldados dispersaron el
parlamento de Francfort. Desaparecía así la posibilidad de la unidad alemana por
medios pacíficos y democráticos.
Retroceso de Olmutz
Federico Guillermo intentó, por su cuenta, realizar la unidad alemana,
excluyendo a Austria. Invitó, para ello, a los principales Estados. Pero Francisco
José I le amenazó con la guerra si persistía en tales tentativas, y le hizo firmar la
convención de Olmutz (1850), por la que renuncio a sus pretensiones unitarias.
La confederación Germánica fue reinstalada en Francfort, como antes de
1848, y la Dieta declaró abolidas todas las constituciones que habían concedido
los distintos Estados alemanas. Como en Italia, la política reaccionaria y
absolutista volvió a prevalecer.