Estudios Culturales
médicos maleantes
maricas
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Jorge Salessimédicos maleantes y maricas
Higiene, criminologia y homosexualidad en la construccién
de la nacién Argentina. (Buenos Aires: 1871-1914)
Jorge SalessiLos seductores, “sodomita[s] més o menos inviciado, sirviéndole de
complemento y de estimulo” a los invertidos, eran “sujetos, més
numerosos” que los invertidos y servian “para determinar o fomentar”
las desviaciones. Y una lectura del texto de Batiz entrecruzada con los
estudios de Veyga sugiere, ademds, que en el discurso de estas ciencias
dela sociedad y la conducta esos seductores también eran identificados
como “lositalianos”, los modelos importadores de la pederastia romana
y seductores de una juventud argentina de pederastas pasivos. No
obstante ser frecuentemente los italianos una mayoria en la ciudad
durante el periodo que nos interesa, en las historias clinicas publicadas
por Veyga éste identificé a los invertidos como argentinos (Mujer
honesta, 369), (Adquirida, 206), espafioles (Congénita, 44), (Adquirida,
202), (Profesional, 492) o paraguayos (Adquirida, 195) pero nunca
italianos.
Otra guerra de discursos
Homosexuales militantes
Italianos, modelos o seductores eran en este discurso un origen del
mal degenerador y extranjero que llegaba, invadia, como una enferme-
dad y como una fuerza politica que de no ser controlada en las
instituciones regeneradoras argentinas podia transformarse en una
patologia social y cultural. Recordemos la afirmacién de Ingenieros
cuando propuso que los “pseudo-invertidos ... componen la gran masa
de los homosexuales militantes, aunque todos pretenden hacer creer
que son verdaderos invertidos congénitos (y algunos terminan por
creerlo), comprendiendo que su perversién adquirida es mas disculpable
con el disfraz de la anomalia congénita (Patologia Funciones, 23-24).
La militancia representaba la posibilidad o latencia de la patologia
que aparecia cuando los activistas homosexuales envueltos en la
accién politica y simulando ser enfermos “terminalban] por creer” que
eran “verdaderos invertidos congénitos” y se transformaban en los
delirantes que veremos mas adelante, simuladores que se habfan
creido su propia simulacién.
El temor a una militancia homosexual extranjera demuestra que a
Buenos Aires habian legado las ideas de los activistas homosexuales
alemanes e ingleses como Havelock Ellis y Magnus Hirschfeld. Y
efectivamente los documentos evidencian que las maricas de Buenos
Aires para resistir al discurso de los hombres de ciencia utilizaron
consistentemente el discurso de los activistas homosexuales alemanes
276(como Magnus Hirschfeld) que —citando a Karl Ulrichs, un activista
anterior— afirmaban que su condicién era innata y que por lo tanto no
se lo podia acusar de ser un depravado moral.
Karl H. Ulrichs, un abogado de Hannover abiertamente homo-
sexual, en 1862 fue el primero en describir el uranismo basandose en
la apologia del amor entre hombres que hizo Pausanias en el Simposio
de Platén. Ulrichs rechazé la nocién de que los homosexuales eran
depravados, afirmé que su sexualidad era una condicion natural y
describié su experiencia como la de “un alma de mujer encerrada en el
cuerpo de un hombre”, un anima muliebris virili corpore inclusa. Es
cierto que a fines del siglo veinte la explicacién de Ulrichs resulté
problematica. Como explicé Eve Sedgwick, entre otras cosas implicaba
que era necesario ser mujer para amar o desear a un hombre
(Tendencies, 56). Pero en el contexto cultural del Buenos Aires de
principio del siglo veinte las explicaciones de Ulrichs utilizadas por
activistas como Hirschfeld —que a su vez se apoyaba en el mismo
discurso médico que sostenia que si habia una inversién congénita—
sirvi6 a los invertidos, maricas, homosexuales, uranistas y seductores
para resistir la persecucién médico legal y policial y las distintas
formas de sancién social.
Los escritos de Ulrichs dejaron una marca profunda tanto en el
discurso de los defensores de los derechos de los homosexuales como en
el de los sexélogos. Ademés de proponer la descripcién del uranismo,
Ulrichs fue el primero en proponer la existencia de los “tipos sexuales
intermedios” que fueron tan importantes en los estudios de Hirschfeld
y su descripcién del tercer sexo. John Lauritsen y David Thorstad
notaron que Hirschfeld trabajé especialmente con el aval de los
grandes sexdlogos del periodo, de “los prominentes pilares de la
biologia y la psiquiatria, Ernst Haeckel y Richard von Krafft-Eging
[que] le dieron su acolada ‘cientffica” (Early movement, 64. Traduccién
mia).
La obra de Hirschfeld y del Comité Humanitario alcanz6 notorie-
dad internacional a lo largo de toda la primera década del siglo veinte
y los documentos demuestran que sus ecos llegaron a Buenos Aires. En
1903 Hirschfeld intenté las primeras encuestas estadisticas sobre
comportamiento homosexual utilizando un cuestionario que mandé a
tres mil estudiantes y cinco mil obreros. Al publicarse los resultados,
un pastor entablé un juicio contra Hischfeld alegando que habia
publicado y propagado material “indecente”. Y Lauritsen y Thorstad
sefialaron que “el juicio recibié una gran cobertura favorable en los
periédicos —incluyendo la prensa de Brasil y Argentina” (Early
277Movement, 25). Recordemos, por ejemplo, la cobertura periodistica a
la que se refirié Batiz al sefialar el peligro de “la casa que existe en
Roma ... y de la que se ha hablado mucho en la prensa diaria”.
Enesa pugna de discursos entre los invertidos de Buenos Aires que
usando las explicaciones de los militantes europeos afirmaban que su
condicién era natural y los médicos y criminélogos que proponian que
la homosexualidad era una depravacién moral adquirida del medio
ambiente, los cientificos argentinos se vieron obligados a disentir de
sus respetados colegas y maestros europeos y lo hicieron alegando que
éstos habian sido engafiados por las estratagemas de los activistas
homosexuales. Ingenieros en su “Patologia de la funciones
psicosexuales” insistié en que “la verdadera inversién primitiva del
instinto sexual nos parece un hecho menos frecuente de lo que han
cre{do Krafft-Ebing y otros autores después de 61” (25) y se vio obligado
a repetir que “es muy rara la inversién primitiva {congénital de las
tendencias sexuales, a pesar de Ja exageracién que en este sentido
difundié Krafft-Ebing” (27). Richard von Krafft-Ebing, el neurélogo
vienés fundador de la sexologia de fines del siglo diecinueve fue un
amigo personal de Hirschfeld. Hasta su muerte Krafft-Ebing resené
toda la literatura sobre la homosexualidad en el Anuario donde
ademés publicé varios articulos suyos. Entre los “otros autores” a los
que aludié Ingenieros habia figuras como Charcot y Lombroso, los
neurélogos, psiquiatras y criminélogos més respetados por los hombres
de ciencia argentinos.
En 1908 Eusebio Gémez también noté el acuerdo entre el discurso
de los sexélogos que sostenian que la homosexualidad era una condi-
cién innata y el de los activistas homosexuales alemanes, al sefialar
que “muchos son los autores que sostienen que, en todos los casos, la
homosexualidad es congénita. Ulrichs, que defendié la legitimidad de
las relaciones entre sujetos del mismo sexo y atin el derecho a contraer
matrimonio entre ellos, nos habla de un alma ‘mulieris in corpore viri’
{sic]” (Mala Vida, 181). En la frase de Gémez, los mismos autores que
cité Ingenieros, neurélogos, psiquiatras y criminélogos europeos,
aparecian separados por un mero punto del militante homosexual que
por primera vez se atrevié a sefialar que los homosexuales tenfan los
mismos derechos que el resto de los seres humanos a tener relaciones
emocionales, sexuales y afectivas fundamentales, basicas: crear, nutrir
(y ser nutridos) por una familia
Los documentos también demuestran que los invertidos de Buenos
Aires conocian y usaban la explicacién de su experiencia que habia
hecho Ulrichs. Gémez not6 sorprendido que “es curioso observar el
278interés con que siguen la literatura cientifica que les concierne” (183-
184). Ese conocimiento aparecié de forma consistente en los estudios
de Veyga sobre la inversion sexual. Veyga no mencion6 a Ulrichs 0 a
Hirschfeld, pero si se vio obligado a confrontar el uso de su discurso
que hacian los maricas, y escribié: “esa ‘alma de mujer’ que tantos de
entre ellos pretenden poser y en cuya existencia han llegado a hacer
creer a muchos observadores dignos de la mayor consideracién, no es
sino una pura fantasia, o una ilusién delirante” (Inversién Adquirida,
194). Para no separarse totalmente de la opinién de sus cologas y
maestros europeos, “observadores dignos de la mayor consideracién”,
el discurso de estos médicos argentinos inventé un continuum que iba
de la desviacién adquirida a la construccién de una “pura fantasia” y
de la adopcién de la pose del alma de mujer en el cuerpo de un hombre
a la patologia de creerse la propia fantasia, la “ilusién delirante”.
Entonces lo que empezaba como militancia del pseudo-uranista podia
transformarse en patologia del delirante. Noes casual que, como en el
texto de Veyga que acabo de citar, en su “Patologia” Ingenieros
también haya descrito ese continuum que iba del estado de fantasia al
de delirio al referirse al uso del argumento de Ulrichs que hacian los
activistas homosexuales: “las explicaciones dadas por los mismos
uranistas (alma de mujer en el cuerpo de un hombre ...) son simplemente
ridfculas cuando no delirantes” (24).
Invertidos profesionales
Después de definir una forma adquirida, que contradecia su defi-
nicién primera de una desviacién congénita, Veyga describié otra
forma de inversién adquirida mds especifica, la “profesional”. Los
invertidos profesionales, como Aurora o Luis D., segin el médico eran
hombres que invertian el rol, vestido y maneras correctas pero por
razones absolutamente pragméticas, para obtener beneficios
materiales o hacer dinero trabajando en la prostitucién. No fue casual
que en su primer estudio sobre la inversion adquirida, la primera
histora que Veyga utilizo haya sido la de un invertido profesional. Los
médicos querian cimentar la asociacién de la inversién adquirida con
la inversién de hombres que trabajaban en la industria del sexo,
criminalizada, y asi criminalizar a la mayoria de los invertidos.
Veyga us6 la definicién de la inversién profesional para criminalizar
a todos los invertidos, entretejiéndolos e identificéndolos con el mundo
lunfardo de mujeres y hombres, argentinos y extranjeros, inmigrantes,
peones de campo, obreras y obreros periédicamente desempleados,
pequerios ladrones y trabajadores de la prostitucién. Tampoco fue
279casual que en esta nueva construccién de la homosexualidad, ahora
criminalizada por los médicos, Veyga pusiera el discurso de los
activistas europeos que proponfan que su condicién era natural. Estos
eran los “pseudo-uranistas”, ahora ademas de militantes, invertidos
profesionales criminalizados que ocultaban su perversién adquirida
bajo el disfraz de la desviacién congénita con el solo fin de lucrar.
En los escritos de Veyga sobre la inversién, las historias de Aurora
y de Luis D. representaban los extremos de ese espectro que iba de la
presunta militancia de invertidos que se dedicaban a “hacer creer” que
su condicién era nata, al delirio de los que “se habian crefdo” la propia
simulacién. Veamos primero cémo construyé el médico la imagen de
Aurora. Aurora, escribié Veyga, “representa el invertido profesional
que entra a la carrera por el solo interés del lucro y se mantiene en ella
con ese solo propésito, pero adapténdose de tal manera al medio que
parece haber nacido expresamente para vivir y prosperar en ella. Su
fisonomia fisica y moral, sus habitos y hasta su estado mental son los
de un invertido nato” (Inversién Adquirida, 196). Los profesionales,
como tales, entraban a una “carrera [pero] por el solo interés de lucro”
porque eran “pseudo-uranistas”, especialmente temibles por lo bien
adaptados que estaban a ese ambiente confuso de nuevas y no bien
definidas clases sociales y profesiones, nacionalidades, géneros y
sexualidades entremezcladas y fluidas. En ese medio de simulaciones
faciles el cientifico debia estar atento a la simulacién de invertidos
profesionales que se hacfan pasar por natos.
El choque de discursos de médicos e invertidos emergié como dos
posibilidades narrativas. Cuando el invertido profesional empezaba a
hacer la simulacién del nato, la narrativa alerta del médico develaba
al lector la estrategia del pseudo-uranista que oponfa una ficcién a la
narrativa cientifica. Veyga escribié al principio de la historia de
Aurora: “no le han faltado tentaciones de simularnos una novela sobre
la iniciacién a su vida de marica y contarnos como cosa seria sus
‘inclinaciones femeniles’, sus ‘gustos artisticos’, su ‘sensibilidad
exagerada’, su ‘alma de mujer’, que es el fuerte de todos ellos” (Inversion
Adquirida, 196-197). No obstante la actitud defensiva del médico
alerta frente al avance de un discurso militante homosexual,
representado como la ficcién y la simulacién que competian con la
narrativa “verdad” producida por estos presuntos hombres de ciencia,
el discurso de los uranistas impregné, se introdujo, se abri6 paso y se
alojé en la base del discurso cientifico, en su propia lengua. Como
veremos al explorar el “delirio” de La bella Otero, ese discurso, esa
ficcién, la invencién de los invertidos se apropié como de un escenario
280del espacio del discurso cientifico y ocup4ndolo hizo una parodia de las
fabulas, casos e historias “cientificas” de los médicos.
En el uso que hizo Veyga del vocablo “marica” qued6é demostrado
c6mo la lengua de la cultura homosexual fue entrando al discurso
cientifico. Los uranistas, invertidos y homosexuales del Buenos Aires
de principios de siglo usaban el muy castizo diminutivo de Maria para
autodenominarse “maricas”. Desde fines del siglo diecinueve (me
atrevo a decir que hasta fines del siglo veinte), en Buenos Aires, la
forma “marica” era (y es) usada con frecuencia por homosexuales y
gays para autoidentificarse. Asombrado por la confusién que hacfan |
los maricas de las categorias fijas que él habia inventado, Veyga noté
“Jos casos en que se acopla[ban] momenténeamente a un tiempo dos
invertidos y las propensiones que tlenfan] algunos a hacer papel de
hombres en medio de sus devaneos homosexuales. A estos tipos, jel
azote de los invertidos, les ha dado el titulo sugestivo de maricas
machos! (Amor Invertidos, 340-341). “Marica” no era una forma
peyorativa o estigmatizante como la forma masculina “maricén” que
fue la que adopté el discurso patriarcal para reorganizar, recuperar el
género confuso de hombres/mujeres aplicdndoles el epiteto “masculino”.
La forma “maricén” ya habia aparecido a principios del siglo diecinueve,
usada por grupos federales para estigmatizar a los unitarios, pero no
se popularizé hasta principios del siglo veinte y los encargados de
propagarla fueron muchas veces los mismos médicos.
E] uso estigmatizante de la forma “maricén” ya aparecia en un
cielito de 1830 que cité R. Rodriguez Molas: “Cielito, cielo, cielito,/
Cielito de los maricones, / Un decreto debe darse, / Para que usen
calzones. /En un momento hace un sastre/Un unitario decente, / Pues
ellos se juzgan serlo / Con tener levita y lente”. (Historia Tortura, 56,
n. 4). A principios del siglo anterior habfa una tradicién popular
argentina que identificaba como maricones a hombres intelectuales,
“inteligentes y estudiosos”, que usaban lentes, que hacian visible una
ideologia en ia adopcién de la “levita”, el vestido. A fines del siglo
diecinueve y principios del siglo veinte, en cambio, la lengua popular
usaba la expresién “manflora” o“manfrodita” que era un derivativo de
la forma “hermafrodita”. En Los invertidos, la obra de José Gonzélez
Castillo representada por primera vez en 1914, Petrona, la mucama,
le respondié a Julian que le hablaba de invertidos y hermafroditas
“jAh! Un manflora ... bah! he conocido a tantos ... {¥ cémo dice que le
Haman a los manfloras? / Julién: —Hermafroditas ... Invertidos. /
Petrona: —Manfrodita ... Bah! ... Los médicos y procuradores siempre
le han de inventar nombres raros a las cosas més sencillas. En mis
281tiempos se les Ilamaba mariquitas, no més, o maricén, que es més
claro” (10).%*
Maria Moliner, en su Diccionario de uso del espafol, si bien no
indicé que el uso de la forma femenina marica era mds comtin en las
culturas homosexuales espafiolas y latinoamericanas, si sefialé una
diferencia de grado entre las formas femenina, comin, y masculina,
estigmatizante. Moliner sefialé que marica significaba en primer
lugar: “1. diminutivo de Maria. {y} 2. (vulgar e inconveniente). Hombre
afeminado 0 invertido”. Pocas lineas més abajo Moliner sefialé que
maricén en cambio significaba “Marica [pero era un] (insulto, todavia
més grosero)” (Diccionario Uso, 352).
La transformacién de la categoria médica del pederasta pasivo 0
invertido en una forma popular masculina estigmatizante se hizo
evidente en el modo en que Ingenieros fue reescribiendo “La psicologia
de los simuladores” entre 1902 y 1917, es decir, durante el perfodo en
el que, como estamos viendo, los médicos elaboraron e incorporaron al
discurso y a la lengua vocablos, categorias y construcciones de la
homosexualidad. En la versién de 1902, al prevenir al lector sobre el
peligro de imitar males europeos que llegaban entretejidos en modelos
especificamente literarios, Ingenieros sefialé que “D’Annunzio (italiano
que ha sufrido contagios psicolégicos franceses) ha simulado ser
partidario del amor sororal y del homosexualismo: es verosimil
considerar simulados tales refinamientos del instinto sexual” (477).
El modelo literario italiano simulaba una “homosexualidad” que
significaba el vicio reprensible pero no necesariamente estigmatizante
porque no indicaba una inversién de roles definidos como correctos
para una Latinoamérica “viril”. Pero era un modelo peligroso, copiado,
por ejemplo por “un joven literato [latinoamericano} decadente,
sugestionado por los fumistas franceses [que] creyése obligado a
simular los refinamientos y vicios fingidos por éstos conceptudndolos
verdaderos. Simulaba ser pederasta pasivo” (Psicologia Simuladores,
1902, 483-484). Esta era la pederastia de los “modelos” italianos que
se hacia “pederastia pasiva” en la nueva juventud argentina. En la
versién de 1905, en cambio, Ingenieros acercé a D’Annunzio a una
homosexualidad ahora separada del escritor y especificada en su
ficcién. En esa nueva versién D’Annunzio se transformé en el italiano
que “ha simulado, en sus primeros libros, ser partidario del amor
**Ver también Gobello (Nuevo Diccionario, p. 164); Cammarota (Vocabulario
Familiar, p. 132) y Escobar (Diccionario Hampa, 210).
282sororal y del homosexualismo” (Psicologia Simuladores, 1905, 697.
Enfasis mio). En la versién de 1917, en cambio, Ingenieros borré la
homosexualidad de la figura del escritor italiano. El mismo texto decia
entonces: “D’Annunzio ha simulado en sus primeros libros ser partidario
del amor sororal, y pueden considerarse como simples ficciones sus
refinamientos amorosos” (Psicologia Simuladores,1917, 118). Entonces
la desviacion original de D’Annunzio de 1902, que en 1905 se transfiere
su obra y que en 1917 es separada definitivamente de la figura del
autor, se incorpora a la lengua en su forma vulgar para prevenir la
desviacién del joven literato latinoamericano decadente que “simulaba
ser maric6n” (Psicologia Simuladores, 1917, 126). En la escritura y
reescritura de este texto es claro ese proceso que describié S. Molloy de
seleccién (y no copia tout court) de modelos literarios usados para la
constitucién de una literatura latinoamericana modernista
continental.®*
Pero en 1902, al creer definir él la cultura homosexual, Veyga
preservé la forma femenina que usaban los maricas para definirse a si
mismos. La voz de Aurora, abriéndose paso nuevamente dentro del
discurso médico y siempre reafirmando la posicién ideolégica de los
activistas homosexuales, repitié que sentfa “como si hubiera nacido
marica’, [y el médico aclaré que lo] dlecia] 61 mismo, contando esta
parte de su historia” (Inversién Adquirida, 198)
Después de articular en la voz de Aurora esa “alma de mujer’, que
era] el fuerte” del discurso de los activistas homosexuales, la estrategia
retérica de Veyga traté de confundir toda la cultura homosexual de
Buenos Aires con la cultura de la prostitucién homosexual. Para eso y
bajo la cubierta de presunta evidencia positiva que demostraba cémo
se realizaba la propagacién de la inversién adquirida en un medio
ambiente en el que proliferaban los seductores, Veyga marcé como al
frio pragmatismo inicial —un afén de lucro— de las experiencias
homosexuales de Aurora se habia sumado luego el descubrimiento
escandaloso de nuevas formas de deseo, que en la historia de La bella
Otero iban a exacerbarse hasta el delirio.
Seguin la narrativa de Veyga, a pocos dias de “llegar a Buenos Aires,
mal ataviado y necesitado de fondos” (Inversion Adquirida, 197)
Aurora se puso a conversar con un transetinte que le hizo “proposiciones
amorosas de la més vulgar crudeza” (197). Es dificil saber si esta
**Ver S. Molloy, “Too Wilde for Comfort”, pp. 191-194.nocién de vulgaridad era del médico 0 del joven peon de campo
paraguayo al entrar en contacto con realidades comunes en la metrépolis
moderna. También es dificil saber hasta qué punto Aurora buscé o no
un primer contacto con el mundo homosexual de Buenos Aires, El
lugar en el que éste se produjo era una zona importante de la deriva
homosexual del perfodo. Veyga, buen conocedor de la cultura, lo
sabia y por eso al sefialar que el encuentro se habia producido “yendo
de retirada [Aurora] para su hotel, [cuando] sintié ‘que lo lamaban de
atrds” agregé enseguida: “hay que decir, entre paréntesis, que su
hotel quedaba on el Paseo de Julio y que se encontraba muy préximo
a él; jcualquiera creeria que ha sido una predestinacién!” (Inversin
Adquirida, 197). Como explicé Néstor Perlongher en los espacios de la
deriva homosexual frecuentemente “los gays coexisten, codo a codo,
con otros tipos marginals, sexuales o no” (Prostitucién Homosexual,
34), Este era sin duda el caso en los jardines del Paseo de Julio y la
recova adyacente que describié Batiz: “el lugar de los extranjeros del
bajo fondo, en su mayoria italianos y granujeria cosmopolita que
Negaba al pais para lucrar a costa de cualquier bajeza” (Buenos Aires,
25-26). Un joven peon paraguayo recién llegado a Buenos Aires, en los
jardines y la recova pudo haber encontrado 1a oportunidad de pasar
de una posicién de marginalidad nacional, econémica y social, a una
més especificamente sexual en la que encontré, ademas de gratificacién
sexual, una forma de supervivencia econémica."
“Uso la expresién “deriva homosexual” con el sentido que le dio Néstor
Perlongher a partir de la diferencia entre “localizacién’” del espacio némade y
“delimitacién’” del espacio sedentario que sugirieron Deleuze y Guattari en su
Traité de Nomadologie. Perlongher propuso que el territorio de la deriva
homosexual “es antes un punto de flujo y deambuleo que un lugar de residencia
fija” (Prostitucién Homosexual, 34) y sefialé que “esta modalidad de circulacién
podré favorecer la aparicién de ‘subgetos’ o de pequefias dreas de concentracién
y encuentro de los adeptos a las practicas homosexuales en diferentes puntos
de la ciudad” (Prostitucién Homosexual, 35).
“EI temor al espacio del Paseo de Julio y la recova en algunos textos Ilegé
a exageraciones significativas. En un articulo publicado en la revista P.B.T.
titulado “El simbolo de las palmeras”, después de notar que “algunos arboles
son extraordinariamente representativos; [porque] en su forma reside su
simbolo” el autor sefialaba “el laurel, por ejemplo, simboliza la gloria, por la
eternidad de su verdor”. Pero en cambio “la palmera es el arbol del calor, y el
calor no supone actividad sino lo opuesto ... parece una mujer indolente de
hamaca y abanico. Sus hojas se doblan con pereza, con voluptuoso gesto. Arbol
sensual, sdlo tiene enegias para curvarse en una actitud artistica”. La profusién
284En el medio fluido de la recova que entremezclaba toda una
economia de nacionalidades, sexos y géneros, Veyga describié una
entrega progresiva de Aurora: “fuera que encontrara cierta curiosidad
en los hechos, fuera que las insinuaciones de dinero le tentaran, el caso
es que poco a poco fue ablandandose hasta entrar en tratos y aceptar
la propuesta” (198) del transeiinte seductor. El sexdlogo preocupado
siempre por los roles sexuales no pudo dejar de notar que “el papel que
debia jugar nuestro héroe era el de pasivo y por mas que le fuera
doloroso el sacrificio lo desempefié como un hombre hecho ala materia”
(198). Notemos que hasta aqui Aurora seguia siendo representado
como un “hombre [aunque] hecho a la materia”. Para este médico, en
la historia de Aurora como en la historia de La bella Otero que hemos
visto, lo represensible no era tanto esa primera experiencia homo-
sexual, aunque ya implicara una inversién de roles definidos como
“correctos”, sino una recurrencia, la “reincidencia” que sumaba al
pragmatismo inicial un deseo perverso. Pragmatismo y deseo anal
inauguraban entonces el ingreso del inmigrante paraguayo a una
criminalidad argentina.
Seguin el médico Aurora primero “quedé repugnado de su accién y
jur6 no volver a reincidir jam4s en tamatfia bajeza, fuese preciso para
ello entregar la vida. jVanojuramento!” (198). Veyga creyé contener el
de palmeras que vimos en el interior del Presidio que visité Ana Lombroso era
unacaracteristica de época repetida en los interioresde la literatura modernista
como en los patios de muchos edificios publicos del perfodo. Ver por ejemplo la
exuberancia tropical de la fotografia del “Patio central en el interior del
Departamento de Policia” (Memoria, 573). Pero empez6 a ser connotada como
una planta decadente que no conseguia mantener su ereccién: “sus hojas
brotan hacia lo alto; pero antes de que lleguen a madurar esas bellas hojas se
inclinan indolentemente sin fuerza para crecer erguidas”. Enseguida el autor
identificé las palmeras que lo preocupaban tanto “en el Paseo de Colén
[donde] crecen las mejores palmeras de Buenos Aires”. Y a la sombra de esas.
palmeras indolentes “otros hombres” se tumban: “estos otros hombres no se
tumban por cansancio, sino por placer. Sus musculos estan fatigados
ciertamente, pero con una fatiga viciosa ... y asf se les ve tumbarse ahora de
un lado, luego de otro lado, ya boca arriba, ya de bruces”. Tanto vicio, tanto
relajamiento de posiciones multiples no era respetable, y el autor concluyé:
“creo que la palmera es un Arbol vicioso, pernicioso para el progreso y
decididamente inmoral. Tan inmoral como la hamaca, 0 como los cafés
ptblicos. En vista de tales observaciones, yo aconsejaria a la intendencia que
mandase arrasar todas las palmeras de Buenos Aires” (Simbolismo Palmeras,
s/n).
285melodrama titilante con la seriedad del discurso médico legal que
examinaba una forma de “reincidencia”. Uno de los grandes temas de
la criminologia fue la dificultad en la identificacién de criminales
reincidentes (0 habituales, distintos a los llamados ocasionales). No
era casual que la nocin de reincidencia emergiera en el primer texto
en el que Veyga definié la inversién adquirida. Asi la desviacion
sexual, ademas de ser representada como criminal desde su aparicién
en el discurso médico legal, también quedaba asociada con la primera
experiencia de! placer anal del pederasta pasivo.
Aurora “a los pocos dias no solamente olvidé [su juramento] sino
que se puso en actitud de ser solicitado, en esta ocasién, por otra parte,
ya no experiments disgusto en el acto sodomita: ‘mas bien cierto
placer” (198). Notemos el uso de las comillas que marcan las entradas
recurrentes de las voces de los maricas y del discurso de los militantes
homosexuales que describian su “cierto placer” “sus ‘inclinaciones
femeniles’, sus ‘gustos artisticos’, su ‘sensibilidad exagerada’, [y] su
‘alma de mujer”.
Una vez construida asi, Veyga traté de hacer pasar esa criminalidad
por toda la cultura homosexual del Buenos Aires de principios de siglo.
Y lo hizo confundiendo una presunta “cofradia” de la prostitucién con
la cofradia de maricas, homosexuales, uranistas, pederastas y seduc-
tores de todas las clases sociales. Seguin el médico, Aurora al descubrir
(junto con un nuevo deseo) las posibilidades econémicas de la prosti-
tucién homosexual, “estaba muy ajeno, por cierto, a suponer que en
Buenos Aires habfa toda una ‘cofradia’ que ejercitaba este comercio ...
Pero muy pronto supo que no era privilegio suyo el medio de vida que
habia encontrado y que por el contrario se las tenfa que haber con
competidores numerosos y avezados en la préctica del oficio” (198.
Enfasis mio). Pero esa cofradia numerosa y avezada no era la de un
grupo de hombres que trabajaban en la prostitucién solamente.
“Cofradia” era el término que utilizaban una mayoria de maricas,
homosexuales y uranistas para autoidentificarse como grupo.
Veyga utilizé su tono de exageraciones melodramaticas para dise-
minar el panico homosexual mediante la representacién de una ciudad
inmersa en una cultura de hombres vestidos de mujer y una prostitucion
de mujeres y de hombres de género dudoso. No obstante, los documentos
transparentan que la prostitucién homosexual era comin. Gémez se
quejé de que “la prostitucién reglamentada no ha producido, en el
hecho, los resultados que se tuvieron en vista al instituirla” y una de
las razones del fracaso eran “las relaciones homosexuales organizadas
en el régimen de la prostitucién heterosexual” (Mala Vida, 126), Pero
286no obstante lo extendida, Veyga, como Gémez, quiso extender esta
prostitucién homosexual a la cultura de un grupo mayor de
homosexuales que abarcara a todas las clases sociales.
Gémez mismo sefialé que “los homosexuales de Buenos Aires
(ofrecen] una particularidad digna de ser sefialada: es la tendencia a
asociarse formando una especie de secta, designada por ellos con el
pintoresco nombre de ‘cofradia” (Mala Vida, 192), Cofradia que, en sus
Propios términos, era una cofradia de “homosexuales de Buenos Aires”
y no de hombres que trabajaban solamente en la prostitucién. El
mismo G6mez publicé una carta en la que Mysotis, un homosexual “de
laclase que llamaremos aristécrata” (184), us6 el término para denotar
a un grupo que seguramente incluia a hombres que trabajaban en la
prostitucién, pero que, sin embargo, constituian una minoria dentro
de la cultura homosexual .
Los médicos y criminélogos preservaron las voces de muchos de
estos hombres gracias a la costumbre de sustentar sus argumentos
mediante la publicacién de cartas, poemas y fotografias. En la carta de
Mysotis se hacta evidente, ademés, cémo estos investigadores buscaban
activamente esos documentos. Por eso, en la primera frase de su texto
Mysotis le dijo al crimindlogo: “es ridicula su exigencia de que le
cuente, en la forma comprometedora de la carta, los detalles de mi
vida” (184-185). Pero las luces del escenario de la ciencia fueron una
tentacién demasiado fuerte para esta diva de la sociedad portefia, que
no obstante la negativa agregé enseguida “como soy atenta, y nunca
fui descortés con un hombre, alld van estas lineas, para que las guarde
y sea discreto. Noblesse oblige” (185). La posdata de la carta repetia:
“rompa esta carta después de leerla” (185). Pero el interés “cientifico”
era més importante que la discrecién, y entonces el criminélogo
publicé el texto de Mysotis sefialando: “respecto de ese afan de
indicarse es interesante, siéndolo también bajo otros aspectos, la
siguiente carta que nos dirige Mysotis” (184). Notemos la presencia
constante de este juego de seducciones discursivas, pugnas y tensiones
entre las voces de invertidos, homosexuales, pederastas, uranistas y
el discurso de médicos y criminélogos que trataban de contrarrestar
con su ciencia ese temido “afén de vindicarse” que significaba el
discurso de los homosexuales militantes que, organizados o
reafirmaban constantemente y siempre que podian que su condi
era natural.
Mysotis, como los militantes europeos y como los maricas relacio-
nados con Veyga, insistis que su condicidn era innata, y escribié con
seguridad: “Yo soy asi porque asi he nacido”. Enseguida, en una
287referencia a su renombre en las columnas sociales, Mysotis describis
un grupo de homosexuales que no se reducia a los que trabajaban en
la prostitucién, al agregar: “yo no hago nada de extraordinario: me
gustan los hombres y por eso tengo expansiones con ellos. Los tratocon
exquisito savoir faire, como dice una de las de la cofradia, que escribe
la cr6nica social de cierto diario” (185). Aquf, en la voz de un homosexual
de clase alta, se hacia evidente que la cofradia era un grupo de
hombres que incluia a profesionales de clase media, como podia serlo
el periodista que escribia la columna social del periédico; conocidos
personajes de la clase alta, como Mysotis o como Aida, “nacido[s] en
buena cuna y criado[s] en la holgura” (Mujer honesta, 370); “heredero[s]
de una cuantiosa fortuna” (Inversion Adquirida, 204) como el hombre
que “abandonando familia, intereses, ly] posicién social” (Inversién
Adquirida, 204) asumi6 publicamente una identidad sexual de marica;
empleados de servicio doméstico como Rosita y La bella Otero (Inversién
Adquirida, 202), (Inversién Profesional, 492) y peluqueros como Manon
(Inversién Congénita, 46).
Aurora y La bella Otero trabajaron intermitentemente en la pros-
titucién y como empleados de comercio o peluqueros (Inversién
Adquirida, 195), (Inversién Profesional, 493).
Implantacién perversa de los estereotipos del invertido
Tréficos de peluqueros entre espacios y clases sociales
Para tratar de controlar esta cultura que al incluir todas las clases
sociales las desordenaba desorganizando todo el sistema de clases
tradicional, en sus historias y articulos sobre la inversion Veyga
representé a homosexuales, invertidos y uranistas transitando pro-
miscua y libremente entre clases sociales y entre espacios publicos y
privados, peligrosos aliados de mujeres y siempre al acecho de jovenes
y nifios. En una asociacién con las mujeres que los hacia sospechosos
de traicién a su sexo, los invertidos fueron representados como
peluqueros. Manén “ejerclia] la profesién de peinador de seforas en
las principales peluquerias de la ciudad” (Inversion Congénita, 46) y
Aurora era “peinador de damas como oficio de repuesto” (Inversion
Adquirida, 195); “trabaja(ba] en una de las principales.casas de] ramo”
(198-199).
A partir de estos datos Veyga construyé el estereotipo del peinador
invertido, un personaje al que ademés de su relacién con las mujeres,
la labilidad de movimiento entre clases burguesas y clases marginales
288lo hacia doblemente sospechoso y temible. Veyga escribié: “el arte de
peinador de sefioras, dicho sea de paso, es frecuentemente ejercide por
invertidos; muchos de entre ellos, cuando no encuentran trabajo en las
casas del centro de la ciudad, sirven a domicilio en casas particulares,
de gente honesta ono” (Inversion Adquirida, 199. Enfasis mio). Ademas
de su labilidad sexual y genérica, se temia su gran circulacién “entre
“gente honesta o no”, del centro de la ciudad ala marginalidad, y entre
espacios publicos y espacios privados, desde el “domicilio en casas
particulares” a los burdeles.
Significativamente estos personajes aparecian siempre en una
temida asociacién con mujeres que no se adaptaban al modelo de la
burguesa respetable y conformando y moviéndose con ellas en un
tejido social reticular, similar al que preocupaba a Bialet-Massé en las
mujeres politizadas, pero ahora rompiendo ademés las barreras
divisorias de clases sociales distintas. La circulacién subterranea,
peligrosa por no ser controlada y por lo presumiblemente contaminante,
aparecfa cuando al desbordar los espacios de los comercios 0 las casas
privadas del centro de la ciudad los peluqueros invertidos Hegaban a
los prostfbulos: “su gran clientela en estos casos son las mujeres
publicas, no siéndoles dificil recibir sus llamados, en vista de las
relaciones que mantienen con esta gente por mil motivos diversos”
(199). Esta forma de representacién del peluquero invertido servia, a
su vez, para controlar la relacién de todas las mujeres con estos
presuntos agentes de la prostitucién.
Junto con esta criminalizacién del estereotipo del peluquero
invertido, profesional y agente de la prostitucién, identificado con una
homosexualidad adquirida que diseminaba el discurso de sexualidades
distintas entre mujeres y hombres de distintas clases sociales, Veyga
entretejié en la historia de Aurora un prontuario criminal. Recorde-
mos que Veygaen 1902 trabajaba en y con la Policia Federal. Entonces,
después de alegar que Aurora “e[ra] un delincuente reincidente” (195)
y de repetir “hemos dicho que era un delincuente” (199), este otro
policfa de la sexualidad concluyé: “digamos también, al pasar, que este
caso no es una excepcién de su género. Muy al contrario, es frecuente,
la regla por mejor decir, que el invertido profesional sea un delincuen-
te en la forma que lo es Aurora, no estando exentos todos los dems
tipos de la especie de tachas de esta clase y otras peores” (199. Enfasis
mfo). Este tipo de generalizaciones escritas “al pasar” noera irrelevante
en la vida cotidiana de los habitantes del Buenos Aires del perfodo.
Ala luzde la historia de Aurora construida por Veyga se comprende
—quizd— mejor un episodio publicado en 1907 en un periddico de
289Buenos Aires. El protagonista del episodio fue un hombre que junto
con sus hijos sufrié las consecuencias del estereotipo diseminado por
los médicos y la sancién social que éstos promovian. Esta lectura
puede darnos una idea de cémo el discurso médico conseguia
implementar sus sanciones en la vida cotidiana de las personas. La
nota periodfstica aparecié bajo el titulo “Abusos de la justicia-La
odisea de un peluquero” en el diario La Prensa del 7 de marzo de
1907.
El autor de la nota periodistica empezaba haciendo una caracteri-
zacién ambivalente de “un peluquero, vecino de Banfield, hombre de
costumbres raras, algo excéntrico, [que] era considerado como
obsesionado, y a ese ambiente que la maledicencia le habia creado, ha
debido la via crucis mds extrafia que pueden registrar las crénicas
judiciales” (9). El “ambiente que la maledicencia le habia creado” sin
duda era un ambiente discursivo promovido por médicos y criminélogos.
Consciente o inconscientemente, el periodista reprodujo ese discurso
“cientifico” al presumir que el detalle secundario de la profesién de “un
peluquero”, desde el titulo de la nota identificaba una identidad de
caracteristicas y significados comprensibles para cualquier lector. La
misma forma de identificar al protagonista del episodio se repitié en
todo el texto de la nota y slo cambié cuando el peluquero se hizo
momentdneamente “el infeliz” (9).
No presumo que el vecino de Banfield fuera homosexual 0 invertido.
Lo que me interesa sefialar es cémo la cultura silo presumfa, gracias
a la “evidencia cientffica” de investigaciones como la de Veyga. En la
traduccién del discurso de los hombres de ciencia al de los medios
masivos de comunicacién, la homosexualidad aparecié codificada en
esa progresién de una forma de vida, “de costumbres raras” que se
hacia una personalidad primero, “excéntrico”, y una patologia des-
pués, “obsesionado”.”” Al explicar que el término obsesi6n es “usado
especificamente en psiquiatria”, Moliner dice que significa “deseo que
alguien no puede apartar de su mente” (Diccionario Uso, 543). De
acuerdo con el estereotipo difundido por el discurso de los hombres de
ciencia, el “deseo que no puede apartar de la mente” el invertido era
uno sexual: “es imposible concebirlos de otro modo. Mezcla alternante
de sétiroy de erotémano, se les ve furiosos, excitados, presa de una sed
“Los significados posibles de la nocién de obsesién en el discurso médico
legal y psiquidtrico argentino del perfodo se pueden revisar en un texto
titulado “Obsesiones e ideas fijas” publicado en 1904 por J. Ingenieros.
290inextinguible de placer, buscando sin cesar en que abrevar el deseo”
(Amor invertidos, 333).
Pero esa obsesién presumida en el peluquero de “costumbres
raras”, “excéntrico” y “obsesionado” resultaba especialmente inacep-
table en un hombre “viudo y con siete hijos, [que] tenia colocados
algunos en casas de respetables familias de Banfield” (9). Para rectificar
la irregularidad de una vida que no se conformaba al modelo cultural
hegeménico se puso en movimiento todo el sistema de control policial
y médico legal. Y la oportunidad se presenté cuando el padre viudo
interrumpié la rutina obligatoria del burgués respetable. Entonces los
agentes del sistema médico legal, jueces, médicos y policias inter-
vinieron para hacer un dictamen que no consiguié resolver lo que la
cultura sentia como una contradiccién sospechosa, padre de siete
hijos, pero “peluquero”, viudo, obsesionado y excéntrico.
La nota que tenfa un tono denunciatorio de los “abusos de la
justicia” también dejé claro que ya habia una mala disposici6n anterior
de la cultura hacia el hombre que no se conformaba a los modelos
burgueses hegeménicos, un hombre que no obstante ser distinto
ejercia s6lo su derecho de patria potestad sobre una familia numerosa.
Ademés de ser un excéntrico también representaba un peligro como
modelo de vida alternativo suceptible de ser emulado por sus hijos. El
incidente que sirvié para que los agentes del sistema médico legal
intervinieran para disputar precisamente el derecho de patria potestad
empezo cuando:
...6e le ocurre al peluquero tener una expansién; y, hombre despreocupado
excéntrico, se va a la capital, donde permanece tres dias. Su fiador por el
alquiler de la casa que ocupaba, retira la garantia, los muebles son sacados de
lacasa que ocupaba y confiados en depésito al mismo fiador. Eljuez de menores
interviene; saca y coloca a su parecer a los y a las menores reservandose la
mayor para el servicio de su familia. En tanto el peluquero era tomado por la
policia y remitido al hospital Melchor Romero, donde se le recluye. Examinado
por cuatro alienistas del establecimiento, es dado de alta, porque no tenia, en
manera alguna, alteradas sus facultades mentales. F4cil es explicarse la
consternacién del infeliz al regresar y contemplar la dispersién del hogar (9).
La primera evidencia de disrupcidn del “arreglo” burgués, lo que
precipité el episodio, fue un trdnsito, un flujo del marginal que se
mueve de una periferia a un centro (“excéntrico, se va a la capital”).
Perlongher describié un movimiento similar al proponer que el
“desplazamiento de la ‘casa’ al ‘centro’ha de implicar ‘micromigraciones’
de los involucrados en el circuito” (Prostitucién Homosexual, 35). Este
291era el tipo de tréfico o flujo no controlado, generador de micro—
movimientos reticulares con el que se podia confundir el viaje del
vecino de Banfield al centro de Buenos Aires.
‘Tomando como excusa lo irregular y sospechoso de ese movimiento
los sistemas de control burgueses habfan entrado a la casa del
excéntrico. La casa significaba también la familia, inclufa casi indis—
criminadamente objetos, muebles e hijos como propiedad. En la nota
todos aparecen “sacados”, después de ser “retirada” la garantia que
sosten{a el espacio real y simbélico de la casa/familia, y vueltos a
“colocar”, repartidos entre el fiador y el juez, los representantes
econémicos y legales del sistema burgués.
Alrededor de la vida de este hombre, y como repitié el autor de la
nota periodistica, ya habfa sido creado un ambiente cultural de recelo
de una forma de vida y un carécter, hasta una nocién de familia
distintos. De otra manera seria dificil explicar el notable nivel de
vigilancia que demuestra el episodio. En s6lo tres dias hubo una
coincidencia rapida de juicios y acciones del fiador y el juez de menores
que, aparentemente, se beneficiaban con el episodio, Sobre el
“obsesionado” podian dictaminar los médicos psiquiatras y por eso la
policia “toma”, saca de circulacién al sospechoso y “se le recluye” en el
hospicio Melchor Romero que era el espacio de la reclusién, carcel 0
penitenciaria en la que el rigor de la prisién habia sido reemplazado
por la ternura amorosa de los médicos. El Melchor Romero era un asilo
psiquidtrico donde los médicos criminélogos ensayaban formas de
reclusién institucionales mas abiertas como “el sistema de opendoor”
(Asilo-Colonia, 129). Notemos la eficiencia policial que, después 0
durante el reparto de la casa y los hijos, a las érdenes del sistema legal
representado por el juez tomé al vecino de Banfield y al carecer de
pruebas de contravenciones o delitos recurrié al sistema psiquidtrico
para que “los alienistas”, los psiquatras como Veyga que habfan
construido y diseminado el estereotipo del peluquero invertido y
criminal decidieran si éste debia ser recluido o no.
Cuando los médicos concluyeron que el hombre “no tenia, en
manera alguna, alteradas sus facultades mentales”, el peluquero
“consigue trabajo como oficial en una peluquerfa de la capital, y con el
certificado de su trabajo y provisto de su alta del Melchor Romero, y de
varias cartas de recomendacién, se presenté nuevamente en ejercicio
de su indiscutible derecho de patria potestad. El Juez se niega
nuevamente a entregarle la menor, a quien tiene en su casa dedicada
alas mas humildes faenas del servicio doméstico” (Abusos Autoridad,
9). El trabajo estable del buen burgués y el certificado de los médicos
292avalaban una respetabilidad burguesa en la que aparentemente el
Juez no creia. Y su juicio podia estar infomado por, entre otros, el
discurso médico legal de los Archivos. Recordemos la cita de Juan P.
Ramos en la que éste sefialé la difusién que tenia esa publicacién:
“jueces, profesores, médicos, estudiantes, personas ilustradas, mes a
mes, vefan llegar a sus mesas de trabajo el cuaderno que les trafa la
exposicién o la critica del pensamiento criminoldgico del mundo”
(Ingenieros Criminalista, 562).
El foco de los sirvientes dentro de las clases altas
Si el peinador invertido tenia acceso temporario a algunos espacios
privados de las clases burguesas, los sirvientes invertidos
representaban una clase baja conviviendo en los espacios de la
burguesfa. Entonces el estereotipo necesario para controlar no ya el
movimiento entre clases como de la periferia al centro sinola necesidad
burguesa de una clase periférica (con)viviendo dentro de una clase alta
se exacerbé, se hizo mds peligroso y se representé como el depravado
sexual corrompiendo a los nifios y adolescentes de las clases altas.
Para construir el estereotipo del sirviente homosexual, Veyga
utiliz6 la misma estrategia de presentar, como en el caso de Manén y
Aurora, dos historias “reales” que documenténdolo confirmaban el
estereotipo. En el mismo texto, el médico empez6 a esbozar en Rosita
el estereotipo del invertido “sirviente de profesién” (Inversién
Adquirida, 202). Rosita “es un buen sirviente y dentrodelacasaen que
est se conduce seriamente” (204). Pero en la siguiente historia de un
invertido en la que se confirmaba la predominancia y peligro de la
inversién adquirida, titulada mds especificamente “La inversién sexual
adquirida—Tipo profesional”, a Luis D. Veyga lo represent6 como el
prototipo més acabado del invertido profesional.
Luis D. o La bella Otero (que era como se llamaba él a si mismo) “ha
ejercido la profesién de mucamo durante varios afios, abandonandola
para entregarse al meretricio homosexual” (Inversion Profesional,
403). A partir de estos datos y como con el estereotipo anterior, Veyga
concluy6: “en las casa de familia los sirvientes invertidos, que son
numerosos, pues este oficio es uno de sus predilectos, inician sin
escrdpulo alguno a los nifios de la casa en las practicas mas infecciosas,
al mismo tiempo que mds degradantes” (Sentido Moral, 23). Notemos
el uso del discurso del higienista que describia la presencia del foco
infeccioso representado por la practica sexual dentro de la casa “de
familia” tradicional patriarcal, este era el nuevo “mal in corpore” que
realizaba la “invasién” de las nuevas clases burguesas.
293En el sirviente homosexual Veyga hizo confluir las oscuras fanta-
s{as sexuales familiares reprimidas. Leo Bersarnisefialé especialmente
“la pénica negacién de la sexualidad infantil, que en estos dias es
‘dignificada’ como una casi sic6tica ansiedad por el abuso sexual de los
nifios” (Rectum Grave, 215). Al construir una representacién del
sirviente homosexual que 61 sabia arbitraria, Veyga recurrié a una
“historia real” para lenar el vacfo de verosimilitud, y escribi6:
..un marica de éstos, que frecuenta el “24 de Noviembre” y que no tiene por
cierto nada de particular en su historia, nos decia explicando la razén por la
cual acababa de dejar la casa de un sefior X, persona altamente colocada en el
foro yen la sociedad: “Yo habia acostumbrado al nifio menor de esa casa a venir
de tiempo en tiempo a pasar la noche conmigo en mi cama; mientras el chico
era muchacho era condescendiente y tranquilo en todas sus cosas, hacia lo que
yo querfa de él, pero ahora, ya casi un hombre, (18 afios), se ha hecho de unas
exigencias enormes, imposibles de satisfacer” (Sentido Moral, 23).
Las voracidades de los invertides despertaban voracidades atin
mayores. Esa era la contra-educacién perversa (una inversién de la
educacién sexual que tradicional e implicitamente debia proveer la
mujer empleada como sirviente) representada como especialmente
peligrosa e infecciosa por ser impartida a los descendientes de las
clases hegeménicas. Socavando este poder desde dentro, amenazando
su futuro el sirviente invertido fue representado predando en el
eslabén més débil de la estructura familiar burguesa, el “nino menor”,
futuro ciudadano y miembro de la futura clase directora.
Veyga describié el entrenamiento en la perversién como un
“acostumbramiento” que se prolongaba a lo largo de los afios, desde
que “el chico era muchacho” hasta que era “ya casi un hombre” y
movilizaba fuerzas libidinales y deseos que una vez despiertos se
hacian incontenibles, “imposible(s] de satisfacer” hasta para un
invertido “satiro y ... erotémano”.
Los significados irracionales y arbitrarios entretejidos en estas
construcciones textuales son facilmente reconocibles a fines del siglo
veinte, pero en la primera década del siglo estas mismas formas de
representacién fueron recibidas como las ajustadas conclusiones
cientificas de toda una clase de respetados tecnécratas oficiales e
intelectuales progresistas. El examen hubiera demostrado, por ejemplo,
como el sdtiro cldsico entrecruzado con el erotémano finisecular en el
discurso de estos cient{ficos por momentos se hacia canibal.
Por ejemplo cuando Veyga describié la practica del fellatio sefialé
que “llena en ciertos sujetos la vida sexual por asi decir. La furia con
294que se libran al acto es ademés caracteristico [sic] de los invertidos,
constituyendo un peligro para las victimas que consiguen someter”
(Amor Invertidos, 338); el peligro era el de ser devorado. Estableciendo
una relacion ambivalente con este “peligro”, el médico no pudo evitar
la tradicional fascinacién de los hombres con el fetiche y emblema que
lena la vida sexual de unos y despierta temores de castraci6n en otros.
La mirada de Veyga se pos6 repetidamente en una oralidad con el pene
y la concibié como una practica sexual con mucho de idolatrico,
fandtico y/o pagano, otra “forma de fetiquismo muy particular” (338)
y similar al de las adoratrices uranistas. En las representaciones de
estos hombres de ciencia el romanticismo vaporoso y asexuado de las
uranistas femeninas era una antropofagia en los sdtiros idélatras y
erotémanos: “entre estos invertidos hay una clase particular que
llevan su aberracién al extremo de absorber las pérdidas que ocasionan.
Podriamos Mamarlos sin inconvenientes esperméfagos” (338. Enfasis
mio). Es cierto que hoy, con la aparicién del S.I.D.A., la practica no
protegida del fellatio significa la exposici6n al virus. Pero en el texto
que acabo de citar lo que me interesa sefialar es la forma de
representacién del homosexual como un antropéfago de la sexualidad.
Ahi también Veyga recurrié a la pequeia historia que presunta-
mente sustentaba la construccién del estereotipo. Veyga ocupé una
p4gina larga trazando toda una genealogia de “ciertos pederastas
antiguos, fellatores” (Amor Invertidos, 338) producida y reproducida
en “un caso, entre muchos que podria citar de invertidos fellatores, ly
quel ofrece especial interés por la forma que revestia y el teatro en que
se desenvuelve la escena” (338). Siempre reforzando la descripcién de
un medio corruptor decadente y dramatico, cargado de escenas
sugestivas, Veyga reemplazé al maestro seductor de Manén por el
celador fellator: “en un colegio particular de esta capital que gozaba de
gran reputacién ha quince afios, y donde han hecho su educacién
secundaria muchos amigos m{os, que son los que me han referido el
hecho” (338). Veyga se situaba siempre lo suficientemente cerca de los
hechos como para dar prueba fehaciente de ellos, pero también lo
suficientemente distanciado como para que su conocimiento de los
detalles no lo hiciera sospechoso de conocerlos por experiencia propia.
Al hacer la identificacién de “un colegio particular de esta capital que
gozabalbal de gran reputacién’” el discipulo predilecto de Ramos Mejia
defini6 su propia clase social, “muchos amigos mios”, en términos de
una educacién superior “de gran reputacién”. Pero la misma identifi-
cacin lo ubicaba a él afuera del “colegio particular”, que —como los
295internados del régimen conventual de Mercante— eran los espacios de
la educacién privada més dificiles de controlar, representados como
caldos de cultivo de patolégicos fanatismos paganos e idolatrias
canibales.
Solidifiqando siempre la nocién de la patologia adquirida, Gomez
—como Veyga y Mercante—, para hacer una critica de las clases altas
que educaban a sus hijos en colegios catélicos privados, utiliz6 la
visibilidad de los homosexuales de las clases burguesas, y escribié:
...en las clases més elevadas, especialmente entre los jévenes que a ella
pertenecen, encuéntranse miltiples ejemplos de homosexualidad. Todos los.
conocemos y los observamos ... Se trata, aqui, casi siempre, de una homosexua-
lidad adquirida en la comunidad de la vida de colegio, especialmente del
colegio religioso, tan propicia, con todas sus particularidades, al desarrollo de
esta aberracién (Mala Vida, 190).
Las “particularidades” eran la segregacién sexual de los colegios
religiosos catélicos, de monjas, en los que las maestras, estudiantes y
administradoras eran mujeres, y los colegios de sacerdotes en los que
estudiantes, maestros y administradores eran hombres. En los
internados, a diferencia de la educacién en las escuelas estatales, los
hombres o mujeres sexualmente segregados compartian no sélo las
horas de escuela sino también la vida cotidiana y las noches
especialmente propicias al fanatismo de mujeres y hombres amantes
de practicas idolétricas y paganas canibales.
Gémez recurrié a la literatura para sustanciar su construccién
textual de la educacién homosexual catélica y alegé que:
El caso de Sebastian Roch, que admirablemente pinta Mirabeau en la
novela que lleva el mismo titulo, se repite con extraordinaria frecuencia entre
nosotros, amparado por una tolerancia inconsciente de los padres que no
quieren ver todos los riegos de la educacién jesuitica. El nifio es corromopido
en el internado, por sus propios mentores (190).
Enestas representaciones las victimas eran siempre nifios inocentes
seducidos por mentores, maestros y celadores.
Alconstruir la representaci6n dela educacién privada homosexual,
Veyga usé la figura del celador fellator para demostrar que “es entre
los nifios que [los invertidos] generalmente hacen su presa, tomando-
los por la fuerza” (Amor Invertidos, 338). Y en el segundo articulo
sumario concluyé: “los atentados a menores son el comienzo de la vida
anormal del invertido ... la violencia y el dolo los hace caer en manos
del victimario” (Moral Invertidos, 23). En las estadisticas y estudios
296sobre violencia sexual, especialmente en los que siguieron al estudio
de Kinsey, quedé demostrada la gran desproporcién entre el elevado
mimero de hombres que abusan sexualmente de mujeres y nifias
contrastado con el notablemente més bajo numero de hombres que
abusan de nifios (Vested Interests, 129). Como explicaron Perlongher,
Shérer y Hocquenhem al examinar la construccién del estereotipo del
homosexual predador de menores,
-en ese rapto —que tiene algo de fuga— el muchacho, soterrado bajo las
redes familares y escolares, se realiza como sujeto, en una relacién diferente
ante el adulto, Las instituciones del “sistema de la infancia” procederian como
si defendiesen permanentemente al nifio, al adolescente, de la amenaza de un
rapto que siempre est por perpetrarse (Prostitucin Homosexual, 124-126).
Pero como hemos visto en los textos de la ciencia sexual argentina
de principios del siglo veinte “las instituciones del sistema de la
infancia”, “las redes familiares y escolares” lejos de ser las
representadas defendiendo al nifio y al adolescente eran precisamente
las que —por intermedio del sirviente en la casa y del maestro 0 el
celador de la escuela no estatal— lo exponian a la perversién. Esa
perversién requeria la presencia salvadora de estos médicos y
crimindlogos reformadores.
Los nifios y la lucha por la patria potestad
Esta diseminacién de pénico homosexual servia a los tecnécratas
estatales para promocionar nuevas “redes familiares y escolares” que,
separando a los hijos de los inmigrantes de los padres extranjeros, los
entrenara en ese orden moral subjetivo que describié Hugo Vezzetti
(Locura argentina, 178). Ese entrenamiento fue especialmente impor-
tante en el Buenos Aires de la primera década del siglo veinte, cuando
se sentian y temian grandes movimientos sociales que empezaban a
hacerse oir con fuerza en el concierto politico local. La clase que hasta
entonces habia detectado el poder casi hegeménicamente, sabia que
esos movimientos sélo podian ser controlados haciendo compromisos
econémicos, aumentando los salarios y reduciendo las horas diarias de
trabajo, ademas de compromisos politicos, abriendo a las nuevas
clases sociales el sistema electoral que, hasta ese momento, hab{a sido
controlado mediante la prdctica casi constante y sistematica del
fraude.
Pero abrir el sistema electoral a una participacién mds universal,
especialmente en las ciudades como Buenos Aires implicaba no sola-
mente dar voz y voto a otras clases sociales sino también a otros grupos
297nacionales o hijos de extranjeros que podian conformar una mayoria.
Esto a su vez despertaba el temor a las ambiciones expansionistas de
los paises vecinos 0, peor atin, a la invasion de las potencias europeas
una vez que éstas terminaran de repartirse las colonias de Asia y
rica. Esas potencias, como la Italia de Etiopia, muchas veces ya
tenian una poblacién “nacional” viviendo dentro de los bordes
“nacionales” argentinos.
Durante la primera década del siglo veinte las grandes huelgas y
movimientos sociales sirvieron para hacer la progresiva apertura del
congreso nacional a grupos politicos diversos, y fueron preparando el
ambiente para que en 1912 se promulgara la Ley Séenz Pefia que
garantizaba —a los hombres— el derecho al voto secreto mal llamado
universal. Como preparacién a esa apertura del proceso politico la
clase burguesa, empleadora de los tecnécratas y hombres de ciencia
positivistas, organizé, promovié y traté de expandir la red de
instituciones estatales de ensefianza, vigilancia y disciplina: policia,
escuelas primarias y secundarias, cuarteles del ejército, asilos de
reforma para menores, cérceles y prisiones.
En esos espacios, los criminélogos y hombres de ciencia argentinos
trabajando para el estado concibieron un sistema de instituciones
disciplinarias estatales necesario para separar de sus padres
extranjeros a las hijas e hijos de los inmigrantes y, una vez separados,
entrenarlos en un orden “nacional y moral argentino”. No es casual
que en 1902 se haya aprobado la ley Richieri de servicio militar
obligatorio, con la que se lanzé la gran reorganizacién del ejército
nacional. Tampoco es casual que J. M. Ramos Mejia, el ultimo gran
higienista, en 1908 fuera utilizado para lanzar una campafia nacional
de educacién nacionalista viclenta. Esas medidas, con otras més
evidentemente represivas, como la transformacién de la policfa en
cientifica y la aprobacién de las leyes de Residencia en 1902 y la ley de
Seguridad Social en 1910 fueron el preémbulo que permitié que en
1912 se aprobara la ley electoral.
Los médicos, criminélogos y socidlogos estatales utilizaron todas
las oportunidades que tuvieron para promover y ampliar su poder en
las instituciones disciplinarias de todo el sistema. En un comentario
publicado en los Archivos sobre la sentencia del juez E. French en una
causa legal por abuso de autoridad seguida contra un grupo de
sacerdotes que administraban un instituto de reforma de menores
varones, en 1902, los médicos criminélogos escribieron:
298«ula excepcional importancia del asunto a que se refiere esta sentencia no
escaparé a nuestros lectores. Confiada la direccién de la Carcel Correccional
de menores varones a una congregacién religiosa, produjéronse los tristes
sucesos a que la sentencia se refiere ... Los castigos corporales aplicados a los
menores estan plenamente probades en el sumario; la vista fiscal del Dr. J. M.
Reyna es aplastadora. El Juez, Dr. Eduardo French, con una rectitud que
altamente le honra, ha sabido sobreponerse a las influencias oficiosas del clero
bonaerense, fallando segiin conciencia y condenando al sacerdote Beltrana y
sus e6mplices ... Es justo esperar que, después de lo ocurrido, los institutos de
pena y de correccién no volverén a ser entregados a congregaciones religiosas
(Condena Sacerdote, 162, n. 1).
La “excepcional importancia del asunto a que se refiere esta
sentencia” para los criminélogos no residia en el uso de la violencia
contra los menores recluidos, sino en que la direccién de uno de los
espacios estatales, donde se disciplinaba a “menores varones” que
representaban los futuros ciudadanos con derecho al voto, hubiera
sido “confiada ... a una congregacién religiosa”, Ese era el temay para
ilustrarlo los hombres de ciencia usaron el caso especffico, juicio y
condena del sacerdote Bertrana, que aparecia en el centro del
texto.
La primera y la tltima frase del comentario giraban alrededor de
lamisma preocupacién. La criminalizacién y condena del “sacerdote ...
y sus cémplices”, sirvié para demostrar por qué se debia desalojar alos
clérigos catélicos de todo el sistema disciplinario, de escuelas e inter-
nados, “institutos de pena y de correccién [que] no volverén a ser
entregados a congregaciones religiosas”. En esta querella entre
clericales y anticlericales, los médicos y criminélogos trataban de
desprestigiar yreemplazar a las monjas y sacerdotes que administraban
o dirigian reformatorios, escuelas e internados de todo tipo y la iglesia
catélica ponfa en movimiento las bien conocidas y tradicionales
“influencias oficiosas del clero bonaerense” en la politica del pais.
En la sentencia redactada por el juez se notaba cémo el Estado, por
medio de su sistema legal, aprovechaba la condena de los sacerdotes
para revalidar y promover su autoridad sobre los menores definiéndola
en términos de patria potestad. Asi el espacio de la institucién
disciplinaria reemplazaba la casa y el Estado trataba de reemplazar
la autoridad del padre, que en la cultura masculina y miségina de
principios de siglo era la autoridad familiar maxima. El juez French
escribié en la sentencia:
299-los menores de la casa correccional no son solamente presos que se
custodian, porque el objeto de la reclusién es su educacién y correccién,
ejerciendo sobre ellos la Direccién del Establecimiento una autoridad que
participa de la patria potestad, a la cual se sustituye, y la de jefe de
establecimiento publico disciplinario. Admitida esa especie de patria potestad
o tutela ejercida por un empleado publico en virtud de su empleo y como parte
de sus funciones, estarfa subordinada en su ejercicio a las disposiciones legales
que deben observar los funcionarios publicos (Condena Sacerdote 162-163)
A la fallida patria potestad del sacerdote director, se sumé la
fallida autoridad de sacerdotes celadores: “Ignacio Pérez y Antonio
Ring, ejecutores de esos hechos, también estaban investidos de
autoridad, el primero como jefe de celadores, el segundo como celador”
(Condena Sacerdote, 163). Asfel discurso de los crimindlogos entretejia
sentencias, comentarios y articulos para construir la representacion
de las instituciones disciplinarias dirigidas por monjas y sacerdotes
como peligrosos semilleros de homosexualidad en los que eran comunes
los “abusos de autoridad” de administradores, maestros y celadores.
Al ser condenadas, las autoridades eclesidsticas eran reemplazadas
en la l6gica del discurso por los hombres de ciencia y sus instituciones
estatales en las que si era “admitida esa especie de patria potestad o
tutela ejercida por un empleado pablico”, “argentino”, que reemplazaba
a los padres inmigrantes extranjeros.
Nifos de clase alta pervertidos y nitios de clase baja
perversos
En la construccin de la homosexualidad, utilizada para expresar
las ansiedades de las clases burguesas obligadas a emplear otras
clases que convivian con ellas (como una clase de extranjeros
conviviendo con una clase de argentinos dentro de las fronteras
nacionales), el mal lo representaban maestros o celadores, sirvientes
o peluqueros que entraban a pervertir los espacios burgueses predando
en sus nifios. En cambio entre los nifios de las clases bajas,
especialmente los hijos de los inmigrantes italianos, estos hombres de
ciencia describieron la homosexualidad como una perversion que
aparecia “naturalmente”, como una prdctica significativamente
asociada a una vida en la libertad de la calle, es decir fuera del sistema
disciplinario de asilos, hospicios, cérceles, prisiones, escuelas 0
cuarteles administrados por el estado.
Una primera representacin dela homosexualidad infantil asociada
con los hijos de los inmigrantes italianos, en textos argentinos de fines
del siglo diecinueve, emergié en la Ultima novela de Eugenio
300Cambaceres, publicada en 1887. En la sangre, como toda la obra
narrativa de Cambaceres, es un texto contradictorio y rico en el que
simulténeamente hay una gran eritica del sistema patriarcal argentino
tradicional y de la inmigracién que, con los cambios que produjo, lo
cuestion6. El capitulo segundo de En la sangre narraba la educacién de
Genaro, el protagonista de la novela, el hijo del inmigrante que
representaba la primera generacién de argentinos nacidos en el
pais.
Desde pequefio, Genaro se unié a un grupo de nifios con los que
hacia una vida comin trabajando en la venta de contrasefias y cigarrillos
en las puertas de los teatros. En las noches y después de comer juntos,
entre los muros de una casa en construcci6n:
...a dormir, a jugar antes que acabara el suefio por rendirlos, tirabanse en
fin acd y all4, por los rincones. Jugaban a los hombres y las mujeres; hacian de
ellos los mas grandes, de ellas los m4s pequeiios, y, como en un manto de
vergiienza, envueltos entre tinieblas, contagiados por el veneno del vicio ...
revolcdndose se ensayaban en imitar el ejemplo de los padres ... con todos los
secretos refinamientos de una precoz y ya profunda corrupcién (Obras, 208.
Enfasis en el original).
La descripeién del narrador de Cambaceres —codificada en esos
juegos tipograficos caracteristicos en las cuatro novelas que, creo, son
fundacionales de toda una literatura y una lengua de la zona del Rio
de la Plata— trat6, como los médicos mas tarde, de recapturar las
sexualidades diseminadas de esos niiios representandolas como una
iniciacién en esa sexualidad masculina que, como explicé D. Halperin,
relegaba a las personas asociadas en el acto sexual a clases distintas,
marcadas por la edad: “hacian de ellos los mas grandes, de elas los
més pequefios”. Como sabemos, la ideologia patriarcal a mas edad
adjudicaba automatica y arbitrariamente més poder (Sexual Politics,
48). A las distintas edades correspondian entonces roles insertivos 0
receptivos concebidos arbitrariamente como pasivos y activos. Esos
roles, asu vez, eran asociados o connotados automaticamente, inscriptos
en los cuerpos como naturales o “correctos” para “los hombres y las
mujeres”.
Esa misma forma de representacién de una sexualidad de los hijos
de los inmigrantes, natural, esponténea y perversa, no controlada,
libre, exploratoria y diversificada —pero deserita como mécanica para
que entrara en las taxonomias cientificas— fue la misma que adopts
J. Ingenieros, en un articulo titulado “Los nifios vendedores de diarios
y la delincuencia precoz”. En ese texto publicado en los Archivos en
3011908 con el subtitulo “Notas sobre una encuesta efectuada en 1901”,
el criminélogo al investigar la sexualidad de nifios, que se asociaban
en grupos que trabajaban en la calle sin la supervisién directa de
ningtin adulto noté, como el novelista, los roles sexuales adoptados por
los nifios y los j6venes adolescentes y sefialé los cambios. Esos cambios
te6ricos en los roles sexuales sirvieron para que Ingenieros hiciera
otra de sus famosas clasificaciones taxonémicas, ahora un ordenamiento
de distintas clases de una proto-criminalidad profesional. Recordemos
que estos eran “nifios vendedores de diarios” en los que se observaba
una “delincuencia precoz”.
Ingenieros primero describié a los nifios “del grupo industrial [que]
son en su mayoria argentinos, hijos de padres italianos, muchos son
italianos de origen, inmigrados en la primera infancia. Su edad
fluctiia entre los 6 y los 18 aiios” (Nifios, 332. Einfasis mio). Esta frase
se Ienaba de significados escrita por el médico que fue él mismo un
nifio italiano en Buenos Aires. Como veremos este estereotipo del nifio
italiano o hijo de italianos, proto-criminal y homosexual, construido
por Ingenieros, rompia el esterotipo de los italianos como sodomitas
que adoptaban exclusivamente lo que Chauncey Ilamé “la posicién
masculina”.
Siempre prestando atencién especial a las practicas sexuales espe-
eificas, Ingenieros escribié: “casi todos son masturbadores: algunos
son pederastas” (332). Estos eran considerados “una pequeiia élite del
gremio. El ntimero total de vendedores de diarios pasa de 1.000” y “por
cada 100 menores vendedores que se mantienen en su oficio como
industriales, hay 1.000 que han atravesado el oficio para entrar en la
vaganciay el delito. Este proceso de evolucién, que luego analizaremos,
constituye una de las caracteristicas del oficio” (335). En esa élite
aparecia la pederastia pero todavia sin mayor especificacién,
representada como una sodomia o vicio reprensible que no recibia
sancién médica mayor.
En este texto de Ingenieros emergié el mismo racismo que sefialé
Vifias, pero ahora presentado como una aceptable y por todos conocida
teorfa cientifica, cuando este padre de la criminologia argentina
sefialé que entre los nifios del grupo industrial
.-hay un hecho digno de notarse: e! numero de negros, tuertos, cojos,
mancos, tartamudos, etc., es muy reducido. Se explica: esos caracteres
determinantes de una inferioridad orgdnica, con relacién a los demés del
gremio, les hace imposible ganarse la vida, por su inferioridad misma, por las
bromas pesadas de que se les harfa objeto y por la imposibilidad de sostener
302una competencia que, en ultimo caso, suele dirimirse a golpes de pufio o de
titeo (333).
Notemos la concepcién del “titeo” entendido y utilizado como una
dindmica social que sirve para sefalar y expulsar a los excluidos. La
raza del “negro” en este discurso “cientifico” representaba una “infe-
rioridad orgdnica” concebida como similar a la de “tuertos, cojos,
mancos [0] tartamudos”.
En esta taxonomfa que ordenaba, reduciéndolas, distintas etapas
de las sexualidades de miles de nifios distintos, Ingenieros asimil6 a
la progresién que precipitaba la caida en el crimen el aumento en las
précticas sexuales homosexuales. Ingenieros deacribié este segundo
estadio, que significaba agravacién y aumento de una delincuencia
precoz, en un segundo grupo de nifios: “del grupo adventicio, [quel
tienen de 9 a 15 afios de edad; es mayor el nimero de analfabetos pero
también el namero de los que han cursado 2 y 3 grados escolares: éstos
han entrado al gremio més tarde que los industriales; masturbacién y
pederastia mAs generalizada, frecuente el onanismo reciprocoy atin el
coito bucal reciproco” (336). De esta forma se comprobaba que “en estos
nifios los caracteres degenerativos son més pronunciados que en los
precedentes. La salud fisica es mejor en ellos que en los anteriores,
pues los enfermizos no pueden adaptarse al género de vida némada
propia de este grupo” (336). La mayor degeneracion era esa
diversificacién de las précticas sexuales homosexuales y no una salud
fisica que paradéjicamente parecia aumentar junto con la inteligen-
cia, pues estos nifios “psicolégicamente son atin mas astutos que los
anteriores” y al evidenciar “menor sugestibilidad” (336) eran més
resistentes a lo que para estos higienistas sociales era el gran mal de
la 6poca, la sugestionabilidad del histérico.
Noes sorpresivo que junto con las prdcticas sexuales homosexuales,
en los nifios, Ingenieros sefialara una ideologia politica y una
sensibilidad estética que conformaban una (a)moralidad peligrosa: “si
los del grupo industrial son poco morales o amorales, estos ya son
inmorales ... Sus ideas sobre politica son casi siempre opositoras al
gobierno; irreligiosos; faltos de ideas estéticas; igual gusto por los
dramas criollos, cuyos protagonistas son el ideal de hombre que
muchos aspiran realizar” (336-337). Del primero al segundo grupo se
iba profundizando la representacién de las desviaciones sexuales
ahora asociadas con sentimientos de oposicién al gobierno y a una
sensibilidad estética popular, que preferia los “dramas criollos”.
303Ya en el grupo anterior Ingenieros habia notado que “muchos
gustan del teatro; pero el 90% de ellos no conoce més que el del drama
criollo, Carecen de ideas sobre la justicia; por lo general la consideran
mala y la encarnan en la persona del vigilante” (334). En el primer
grupo Ingenieros habia empezado a esbozar ese modelo popular
encarnado en los personajes de los dramas criollos que sumaban
ambivalencias legales, politicas y genéricas. Central entre los prota-
gonistas de esos dramas que “eran el ideal de hombre que muchos
Inifios vendedores de diarios] aspiran realizar” era sin duda Juan
Moreira. Aqui recordemos que como sefialé Josefina Ludmer “Juan.
Moreira funda la institucién del teatro nacional popular” con su “héroe
dela violencia, un verdadero escéndalo cultural” (Escéndalos Moreira,
103). Ese héroe, explicé Ludmer, rompia cén las binaridades, “tiene
una identidad doble, legal, politica y genérica” (108). Esa era la
identidad doble, “ideal”, de los nifios delincuentes precoces.
Segiin Ingenieros, en el tercero y ultimo grupo “los pederastas
activos son mds numerosos que en el grupo adventicio, pero en cambio
escasean los pederastas pasivos” (338). Junto con la presunta
estabilizacién definitiva dela criminalidad quedaba fijado el estereotipo
del italiano pederasta en estos nifios argentinos, “hijos de padre
italianos” o “italianos de origen, inmigrados en la primera infancia” y
por lo tanto con “tendencias antisociales debidas en gran parte a la
herencia degenerativa” (338). Estos nifios en ese medio ambiente en el
que “el empleo de la nifiez como medio de difusién de periédicos
acarrea tal vez una seleccién invertida” (343) crecian y se transforma-
ban en una poblacién de seductores 0 sodomitas que iba a ser el origen
etiolégico de la patologia de los invertidos.
“Ludmer, al notar la posicién genérica doble de Moreira, escribio: “y ahora
quisiera ver su doble identidad en el género, en la vida privada que no deja de
representarse en ese momento. Moreira no s6lo tenia una relacién entrafiable,
corporal, con sus patrones politicos enemigos, sino también con sus amigos ...
El amigo Julidn es todo amor y fidelidad hasta el fin ... Y con él, con el amigo
fiel que est4 més abajo, del cual es ‘patrén’, representa Moreira el afecto
masculino. Cuando se encuentran: ‘se besaron en la boca como dos amantes,
sellando con aquel beso apasionado la amistad leal y sincera que se habfan
profesado desde pequefios’ que se convierte en el epigrafe del poema ‘Moreira’
de Perlongher, otro escandalo literario y politico. (106-107)
304Una cultura de maricas resistentes
Delirios cientificos y discursos maricas
A pesar de la estigmatizaci6n social de los invertidos, uranistas y
homosexuales promovida por los médicos y criminélogos, no obstante
la persecucién de la policia que a las érdenes de los policias “cientifi-
cos” no se detenia frente a la falta de pruebas y las inventaba para
arrestarlos, encarcelarlos y someterlos a situaciones y procedimientos
humillantes y violentos, la resistencia de los maricas que sobrevivieron
un organizado sistema de control social, médico legal y policial fue
admirable, inspiradora. En los escritos de Veyga sobre la inversion esa
resistencia emergié como una lucha de discursos, doblemente llamativa
si tenemos en cuenta la diferencia entre el poder y los medios de estos
burécratas estatales y el de una minorfa sexual de hombres hostigados,
que carecian del apoyo emocional o afectivo de una familia tradicional
y un circulo de amistades y relaciones comunes a la mayoria de los
seres humanos.
El discurso de los homosexuales, las voces e historias, fabulas,
leyendas y delirios, a los que tanto tem{a Veyga, se abrieron paso en
los textos de los médicos y desde ahi, desde adentro, infiltrados,
socavaron el discurso “cientifico”. Ese juego de erosién interior lleg6 a
desplazar la voz del hombre de ciencia en un texto que, utilizando la
forma de la autobiografia, parodié estas historias clinicas o “casos”. La
voz de La bella Otero se apropié del espacio de la escritura y, al mismo
tiempo que hacia una parodia del discurso de los hombres de ciencia,
utilizé ese mismo espacio para dejar los rastros y artefactos de su
cultura.
En la “Autobiografia” de La bella Otero, como en pagina tras
pagina de los mismos Archivos, los maricas, invertidos, homosexuales,
pederastas y uranistas preservaron y difundieron su cultura y su
lengua y dejaron documentadas las estrategias de resistencia que
adoptaron en su lucha contra este sistema médico legal policial.
Desde sus primeros textos sobre la inversion Veyga demostré una
inquietud notoria tratando de contener, refrenar o desviar discursos
resistentes como el de los militantes que se diseminaron répida y
eficientemene entre los espacios mas represores o més prestigiosos del
sistema médico legal. Para contener esos discursos una de las estra-
tegias de Veyga fue la clasificacién y especificacién de un discurso
como delirio y de los invertidos como delirantes que, como los militan-
tes alemanes, decfan ser una mujer encerrada en el cuerpo de un
hombre. No es coincidencia que el principio de la construccién y
305definicién del delirio de los invertidos delirantes, estuviera en la
introduccién ala historia de Aurora. En esa historia publicada en abril
de 1903 Veyga empezé a elaborar la definicién “La inversién sexual
adquirida” represen‘ada como una inversién “profesional” y criminal
de hombres, peluqueros y sirvientes traficantes, que trabajaban en la
prostitucién, muy cerca de los lunfardos y de los llamados “auxiliares
del vicio y el delito”.
Veyga completé la definicién de esa forma de desviacién adquirida
en otro ensayo titulado més especificamente “La inversién sexual
adquirida—Tipo profesional”, publicado en agosto de 1903. Fue en ese
texto que Veyga publicé la “Autobiografia” de La bella Otero, el texto
del antiguo sirviente, invertido profesional, dedicado a la prostitucién
homosexual, criminal y “delirante”. La progresién de la historia de
Aurora a la historia y la autobiografia de La bella Otero, en un
desarrollo de las desviaciones adquiridas que incluian las historias de
Rosita, “invertido por sugestién” (201) y del rico burgués “invertido por
decadencia” (205) trataba de ilustrar en textos publicados entre abril
y agosto del mismo afio una evolucién de la inversién fomentada por
el medio ambiente, representada como profesional, que ademés de ser
criminal podia transformarse en una patologia. La progresion alertaba
a la audiencia sobre los peligros de la simulacién de la inversién
congénita que hacian los homosexuales militantes, simulaci6n que se
transformaba en una patologia cuando, al creerse el simulador su
propia simulacién, entraba en estado de delirio.
Recordemos que vimos el choque entre narrativas, cientificas 0
militantes, en esa confrontacién entre definiciones de desviaciones
congénitas o adquiridas que aparecié al principio de la historia de
Aurora, cuando Veyga escribié: “no le han faltado tentaciones de
simularnos una novela sobre ... su vida de marica ... sus ‘inclinaciones
femeniles’, sus ‘gustos artisticos’, su ‘sensibilidad exagerada’, su ‘alma
de mujer”, (196-197). En ese mismo principio de la historia Veyga
empezé a connotar a las explicaciones, voces y narrativas de
homosexuales y militantes como simulaciones que, no obstante haber
conseguido engafiar a muchos cientificos prestigiosos, eran ficciones
que podian ser patoldgicas: “esa ‘alma de mujer’ que tantos de entre
ellos pretenden poseer y en cuya existencia han legado a hacer creer
a muchos observadores dignos de la mayor consideracién, no es sino
una pura fantasia, o una ilusién delirante en la verdadera acepcion de
la palabra” (194). Esta era la progresién de “una pura fantasia” a la
“jlusién delirante” que Veyga examiné enseguida en textos sobre la
inversién publicados entre abril y agosto de 1903.
306En el primer texto Veyga todavia imaginé al discurso de los
maricas como una proliferacién de ideas que se diseminaban
subrepticiamente, como un discurso todavia no bien organizado pero
no por eso menos peligroso o sugestivo. Rosita, el “invertido por
sugestion”: “ha apagado todas las tendencias normales que tenia para
dedicar por entero su mente al servicio de las ideas que se han
infiltrado en su cerebro” (Inversion Adquirida, 203-204). Las formas
de sugestién mas temidas y consideradas peligrosas por los médicos
todavia eran “ideas”, que representaban un discurso fragmentario, no
bien organizado, que flotaban en la cultura hasta encontrar terreno
fértil en las mentes de los invertidos. Esa era la desviacién “resultado
de la contaminacién del medio ambiente, obrando éste sobre un
cerebro débil, falto de ponderacién y de ideas directrices” (204). Las
ideas “directrices”, reguladas, controladas, que contuvieran las
opuestas, y peligrosas ideas “infiltradas”, eran las que debfan proveer
desde sus intituciones los reformadores nacionalistas de las multitudes
de guarangos invertidos.“
En la historia de Aurora las ideas alternativas distintas alas de los
discursos hegemé6nicos aparecian sugeridas por un grupo social homo-
sexual bien establecido, de hombres que se solidarizaban y ayudaban
a otros hombres que (re)creaban sus identidades genéricas. Seguin el
médico Aurora “se habia forjado, ademas, la idea de la feminidad, que
es el fuerte de estos sujetos; [y] no pensaba otra cosa que en
revestirse del aparato exterior de la mujer; se ensayaba en la toilette,
se pintaba, imitaba la voz aguda y los modales de la mujer; en una
palabra, procuraba, por todos los medios a su alcance y valiéndose en
Jo posible de los consejos de los compafieros” (198). Esta creacién de un
“aparato exterior” a partir de una toilette, maquillaje, vocalizacién y
modales era la construccién del género que, como sefalé Judith
“En Las multitudes argentinas “el maestro” ya habia diagnosticado el mal
de la multitud “dominada por una idea o por un grupo de ideas que imprimen
a su existencia una orientacién especial, no entiende lo que se le dice cuando
las palabras pronunciadas no tienen relacién alguna con su idea fija” (286.
Enfasis en el original). Esa era una proliferacién demécratica de ideas
representada como caracteristica de una sociedad no receptiva de los modelos
propuestos como nacionales. Enel andlisis de Ramos Mejia las ideas directrices
del texto de Veyga eran “la orientacin que da la pasién del itinerario moral
propio y no sugerido, que fija una idea fuerza cuando la congrega” (305. Enfasis
en el original). Notemos cémo esa idea parte y producto del discurso oficial
hegeménico, aparecia representada como “moral” y “no sugerida”.
307Butler, es una articulacién de actos, palabras, gestos, inflexiones de la
voz e inscripciones en la superficie de los cuerpos que crean la ilusion
de un interior genérico esencial (Gender Trouble, 136). En estas
creaciones y recreaciones que cuestionaban nociones cientificas de un.
género “natural”, el médico noté muy especificamente lo importante
que eran el apoyo, la proteccién, solidaridad y ayuda de “compafieros”
cuyas ideas, que se empezaban a organizar como “consejos”, alentaban
posibilidades y formas de imaginarse a sf mismos distintas a las del
modelo binario.
La salida
En su primer texto sobre la inversion adquirida, junto con la
historia de Aurora y de Rosita, Veyga publicé la historia del rico
burgués que asumié publicamente una identidad sexual homosexual.
Veyga describié ese proceso de pasaje de una identidad genérica a otra
como un proceso de degradacién, que era simulténeamente psicolgica
y social, un deterioro mental que, al mismo tiempo que acercaba al
presunto enfermo al estado de delirio, implicaba un descenso de clase,
un abandono de la burguesia y un acceso o acercamiento a los mundos
de la prostitucién y el crimen.
La construccién de la inversién como una identidad y una forma de
vida anti-burguesa, “desarreglada”, fue una constante en los estudios
de Veyga sobre la homosexualidad. Antes de la recreacion de su
identidad sexual, el rico burgués era un “hombre casado, como en el
caso precedente [la historia de Rosital, que ha Ievado una vida
arreglada en todo sentido” (204). La inversion significaba una rebelién
contra ese “arreglo”. Manon, enfermo de tuberculosis, segin el médico
no murié porque, como sabemos, en 1902 no habia una cura médica
para la tuberculosis, sino porque “su vida desarreglada hizo fracasar
el régimen curativo” (Congénita, 44). En cuanto a Rosita, era “un débil
de espiritu que ha pasado su juventud de una manera arreglada ...
pero que careciendo de ideas, se ha dejado Ilevar por las tentaciones
que el medio le ofrecia” (Inversién Adquirida, 202). En base a esos
datos Veyga lego a otra de sus famosas conclusiones, y escribié:
...ante todo, hay que decir que no hay un solo invertido que pueda declarar
que observa una vida ordenada ... un factor de origen diferente, aunque ligado
directamente con la psicopatia, viene a determinar la forma de conducta del
individuo impulsdndolo al desarreglo y aun a la delincuencia. Este factor noes
otro que la pérdida del sentimiento del pudor, pérdida que se produce
concomitantemente con la sistematizacién del delirio (Sentido moral, 26)
308Ese momento clave, en el que la pérdida del sentimiento de pudor
que, segan Veyga, aparecia al mismo tiempo que los invertidos entraban
permanentemente al estado de delirio, era lo que hoy llamamos el
destape, sacarse la mascara, asumir publicamente una identidad
homosexual y empezar a defender el derecho a hacerlo utilizando los
argumentos, ideas, explicaciones y discursos de los militantes.
Siel psiquiatra en la cita que acabamos de ver homologé la actitud
de asumir ptblicamente una identidad homosexual con una
“sistematizacion del delirio”, con la estabilizacién de la patologia;
Gémez, el crimindlogo, lo hizo homologéndola con la insercién final al
mundo de la prostitucién y el crimen, y escribié:
...cuando un invertido ha “tirado la chancleta”, frase que en la jerga quiere
significar que se han perdido los miramientos y que no hay escrépulo alguno
en practicar el vicio profesionalmente, ingresa a la cofradia; entonces viste de
mujer, se pinta, adopta un nombre femenino, comienza a “girar” es decir, a
recorrer las calles en busea de clientes y frecuenta los bailes que, periédicamente
se organizan para estrechar los vinculos de solidaridad” (Mala Vida, 191-192.
Enfasis mio).
“Girar” es una palabra que hasta hoy los homosexuales de Buenos
Aires utilizamos con el significado de movernos en los espacios y las
zonas conocidas de la deriva homosexual."* José Gobello en su Nuevo
Diccionario Lunfardo sefialé que “yirar. lunf. [significa primero]
callejear, andar vagando de calle en calle” ... y en segundo lugar
“callejear la buscona (o el buscén] en procura de clientes” (263). En los
estudios de Veyga estas migraciones y movimientos, flujos connotados
como un trafico de intenciones amorales o criminales, Ilevaban a
entradas o puntos de contacto con toda una cultura homosexual de
vida social intensa.
La deriva
Veyga describié el acercamiento progresivo del burgués al mundo,
lacultura y la vida social, ideas, consejos, delirios, discursos e historias
de los maricas, como un proceso que empezaba con una forma de
nomadismo: “inquieto al punto de que nadie entre los suyos consiga
lamarlo a la vida habitual, vaga inciertamente de un lado a otro,
“Carlos Jéuregui me sugirié que el vocablo usado con el significado de
moverse un gay en los flujos y reflujos de la deriva homosexual, en su opinién
hoy se escribirfa “yirar” y estaria asociado al titulo del tango “Yira, yira”.
Comunicacién personal, 30/6/95.
309ausenténdose de su casa, hasta por temporadas de més de una
semana” (Inversién Adquirida, 206). Estas ausencias, similares a la
del vecino de Banfield que hemos visto, eran concebidas como fugas de
los movimientos conocidos y controlados, escapatorias de la rutina
burguesa aceptada y aceptable, pero también evasiones del sistema de
clases. Cuando el rico burgués desaparecia “en qué emplea su tiempo
durante esas ausencias, nadie lo sabe. Lo seguro es que en esas
escapadas no va a ninguna casa de su relacién ni vive entre gente de
su rango” (206). En lo que el médico consideraba recesos momenténeos
de ese proceso social y mental aparecian aparentes reinserciones del
némade en la sociedad burguesa “se le ve adoptar una conducta
regular, se acomoda a un horario correcto y se hace relativamente
sociable” (206). Pero esta sociabilidad burguesa era la reemplazada
por una vida social distinta, no burguesa, en la que proliferaban
creativamente las ideas, sugestiones y discursos solidarios de apoyo,
proteccién e inspiracién mutuos.
Otra vida social
En los textos de médicos y crimindlogos era evidente la preocupa-
cién por la proliferacién, visibilidad y acceso aparentemente facil ala
vida social de la comunidad homosexual, sus reuniones, fiestas y
bailes que, en palabras de Gémez, “periédicamente se organiza(ban]
para estrechar los vinculos de solidaridad” entre maricas,
homosexuales, maricas machos, pederastas pasivos y activos,
seductores, uranistas, admiradores y amigos. La abundancia y va-
riedad de esa vida social se notaba en todos los estudios sobre la
inversién publicados durante el periodo que examino en este libro. En
el fragmento de la historia de Rosita que he citado antes recordemos
la proliferacién exuberante de “fiestas de aparato escénico” y “fiestas
de la escena semi-mundana”. Esas reuniones eran consideradas como
medios ideales para la inspiracién y aliento de nuevas identidades: “es
alli, en esas fiestas, recibiendo el interesado elogio a sus dotes fisicas,
y rozdndose con uranistas de toda especie, que (Rosita, por ejemplo]
empez6 a recibir las primeras sugestiones en el sentido de su cambio”
(Inversién Adquirida, 203). Ademds de contribuir al “cambio inicial”
que implicaba el acto de asumir publicamente identidades sexuales
distintas a las de los modelos binarios que trataban desesperadamen-
te de seguir siendo hegeménicos, esas mismas reuniones servian para
consolidar nuevas identidades genéricas y sexuales ya establecidas.
Manon “da rienda suelta a sus sentimientos de invertido, asistiendoa
tertulias y bailes de invertidos, en que junto con otros congéneres
310desempeia el rol de gran dama” (Inversién Congénita, 46). “Desem-
pefiar el rol”, adoptar la pose de “gran dama” marcaba esa “impostura
significante” que describié Molloy: “la pose dice que se es algo, pero
decir que se es ese algo es posar, es decir, no serlo” (Politica Pose,134),
copiar o parodiar los modelos genéricos y sexuales tradicionales.
Reuniones, bailes, fiestas y celebraciones incluian ceremonias que
hacian visible el placer y los efectos parédicos, deconstruccionistas 0
asimilacionistas, de jugar con la idea del matrimonio, la institucién
que Marjorie Garber en este contexto llamé6 el pilar de las instituciones
normativas heterosexuales (Vested Interests, 141). Enese ambivalente
juego parédico, Aida, la “mujer honesta” que sostenia que “su seductor
tiene que convertirlo en ‘esposa’ para poseerlo” adopté una estrategia
o una pose asimilacionista y “le exigié {al seductor] que se uniera en
‘matrimonio” (Mujer honesta, 371). Entonces “el acto se realizé con el
aparato convencional de una boda real: ella, vestida de blanco, adornada
la cabeza de azahares; él de fracy guante blanco como si fuera a recibir
la santa uncién del sacerdote” (371-372). Esa ceremonia no era
excepcional. Veyga noté que “el ‘casamiento’ de invertidos sexuales no
es un hecho raro, por cierto, pero esta ceremonia no se realiza ordina-
riamente sino como acto de ostentacién escandalosa” (371). La
ceremonia aparentemente asimilacionista era escandalosa porque
cuestionaba la “naturalidad” del “aparato [heterosexual] de una boda”
y hacia publica esa construccién contingente y dramatica de significa-
dos que Judith Butler llamé “el género como un estilo corpéreo, un acto
que es al mismo tiempo intencional y performativo” (Gender Trouble,
139).
Encuentro de una comunidad
Veyga hizo pasar el movimiento que iba a Ievar al rico burgués
hasta una de las tantas reuniones de la cultura homosexual, por un
presunto umbral de la prostitucién en una construccién del nomadismo
dela cultura homosexual que servia para reforzar la representacién de
esa cultura asociada al submundo del crimen, Asi primero “encontramos
a nuestro sujeto convertido en un cliente habitual de los prostibulos de
su barrio y rodeado de una cohorte de gente de la més baja condicién
moral” (Inversién Adquirida, 206). El texto del médico sugeria que los
contactos y entradas posibles al mundo y la cultura de homosexuales,
maricas, invertidos y uranistas no estaban restringidos a una zona de
la ciudad econémica o socialmente periférica sino diseminados en toda
la urbe metropolitana, incluyendo barrios de las clases mas altas como
el de un burgués respetable, de gran fortuna y posicién social.
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