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Estudios Culturales médicos maleantes maricas 7 Jorge Salessi médicos maleantes y maricas Higiene, criminologia y homosexualidad en la construccién de la nacién Argentina. (Buenos Aires: 1871-1914) Jorge Salessi Los seductores, “sodomita[s] més o menos inviciado, sirviéndole de complemento y de estimulo” a los invertidos, eran “sujetos, més numerosos” que los invertidos y servian “para determinar o fomentar” las desviaciones. Y una lectura del texto de Batiz entrecruzada con los estudios de Veyga sugiere, ademds, que en el discurso de estas ciencias dela sociedad y la conducta esos seductores también eran identificados como “lositalianos”, los modelos importadores de la pederastia romana y seductores de una juventud argentina de pederastas pasivos. No obstante ser frecuentemente los italianos una mayoria en la ciudad durante el periodo que nos interesa, en las historias clinicas publicadas por Veyga éste identificé a los invertidos como argentinos (Mujer honesta, 369), (Adquirida, 206), espafioles (Congénita, 44), (Adquirida, 202), (Profesional, 492) o paraguayos (Adquirida, 195) pero nunca italianos. Otra guerra de discursos Homosexuales militantes Italianos, modelos o seductores eran en este discurso un origen del mal degenerador y extranjero que llegaba, invadia, como una enferme- dad y como una fuerza politica que de no ser controlada en las instituciones regeneradoras argentinas podia transformarse en una patologia social y cultural. Recordemos la afirmacién de Ingenieros cuando propuso que los “pseudo-invertidos ... componen la gran masa de los homosexuales militantes, aunque todos pretenden hacer creer que son verdaderos invertidos congénitos (y algunos terminan por creerlo), comprendiendo que su perversién adquirida es mas disculpable con el disfraz de la anomalia congénita (Patologia Funciones, 23-24). La militancia representaba la posibilidad o latencia de la patologia que aparecia cuando los activistas homosexuales envueltos en la accién politica y simulando ser enfermos “terminalban] por creer” que eran “verdaderos invertidos congénitos” y se transformaban en los delirantes que veremos mas adelante, simuladores que se habfan creido su propia simulacién. El temor a una militancia homosexual extranjera demuestra que a Buenos Aires habian legado las ideas de los activistas homosexuales alemanes e ingleses como Havelock Ellis y Magnus Hirschfeld. Y efectivamente los documentos evidencian que las maricas de Buenos Aires para resistir al discurso de los hombres de ciencia utilizaron consistentemente el discurso de los activistas homosexuales alemanes 276 (como Magnus Hirschfeld) que —citando a Karl Ulrichs, un activista anterior— afirmaban que su condicién era innata y que por lo tanto no se lo podia acusar de ser un depravado moral. Karl H. Ulrichs, un abogado de Hannover abiertamente homo- sexual, en 1862 fue el primero en describir el uranismo basandose en la apologia del amor entre hombres que hizo Pausanias en el Simposio de Platén. Ulrichs rechazé la nocién de que los homosexuales eran depravados, afirmé que su sexualidad era una condicion natural y describié su experiencia como la de “un alma de mujer encerrada en el cuerpo de un hombre”, un anima muliebris virili corpore inclusa. Es cierto que a fines del siglo veinte la explicacién de Ulrichs resulté problematica. Como explicé Eve Sedgwick, entre otras cosas implicaba que era necesario ser mujer para amar o desear a un hombre (Tendencies, 56). Pero en el contexto cultural del Buenos Aires de principio del siglo veinte las explicaciones de Ulrichs utilizadas por activistas como Hirschfeld —que a su vez se apoyaba en el mismo discurso médico que sostenia que si habia una inversién congénita— sirvi6 a los invertidos, maricas, homosexuales, uranistas y seductores para resistir la persecucién médico legal y policial y las distintas formas de sancién social. Los escritos de Ulrichs dejaron una marca profunda tanto en el discurso de los defensores de los derechos de los homosexuales como en el de los sexélogos. Ademés de proponer la descripcién del uranismo, Ulrichs fue el primero en proponer la existencia de los “tipos sexuales intermedios” que fueron tan importantes en los estudios de Hirschfeld y su descripcién del tercer sexo. John Lauritsen y David Thorstad notaron que Hirschfeld trabajé especialmente con el aval de los grandes sexdlogos del periodo, de “los prominentes pilares de la biologia y la psiquiatria, Ernst Haeckel y Richard von Krafft-Eging [que] le dieron su acolada ‘cientffica” (Early movement, 64. Traduccién mia). La obra de Hirschfeld y del Comité Humanitario alcanz6 notorie- dad internacional a lo largo de toda la primera década del siglo veinte y los documentos demuestran que sus ecos llegaron a Buenos Aires. En 1903 Hirschfeld intenté las primeras encuestas estadisticas sobre comportamiento homosexual utilizando un cuestionario que mandé a tres mil estudiantes y cinco mil obreros. Al publicarse los resultados, un pastor entablé un juicio contra Hischfeld alegando que habia publicado y propagado material “indecente”. Y Lauritsen y Thorstad sefialaron que “el juicio recibié una gran cobertura favorable en los periédicos —incluyendo la prensa de Brasil y Argentina” (Early 277 Movement, 25). Recordemos, por ejemplo, la cobertura periodistica a la que se refirié Batiz al sefialar el peligro de “la casa que existe en Roma ... y de la que se ha hablado mucho en la prensa diaria”. Enesa pugna de discursos entre los invertidos de Buenos Aires que usando las explicaciones de los militantes europeos afirmaban que su condicién era natural y los médicos y criminélogos que proponian que la homosexualidad era una depravacién moral adquirida del medio ambiente, los cientificos argentinos se vieron obligados a disentir de sus respetados colegas y maestros europeos y lo hicieron alegando que éstos habian sido engafiados por las estratagemas de los activistas homosexuales. Ingenieros en su “Patologia de la funciones psicosexuales” insistié en que “la verdadera inversién primitiva del instinto sexual nos parece un hecho menos frecuente de lo que han cre{do Krafft-Ebing y otros autores después de 61” (25) y se vio obligado a repetir que “es muy rara la inversién primitiva {congénital de las tendencias sexuales, a pesar de Ja exageracién que en este sentido difundié Krafft-Ebing” (27). Richard von Krafft-Ebing, el neurélogo vienés fundador de la sexologia de fines del siglo diecinueve fue un amigo personal de Hirschfeld. Hasta su muerte Krafft-Ebing resené toda la literatura sobre la homosexualidad en el Anuario donde ademés publicé varios articulos suyos. Entre los “otros autores” a los que aludié Ingenieros habia figuras como Charcot y Lombroso, los neurélogos, psiquiatras y criminélogos més respetados por los hombres de ciencia argentinos. En 1908 Eusebio Gémez también noté el acuerdo entre el discurso de los sexélogos que sostenian que la homosexualidad era una condi- cién innata y el de los activistas homosexuales alemanes, al sefialar que “muchos son los autores que sostienen que, en todos los casos, la homosexualidad es congénita. Ulrichs, que defendié la legitimidad de las relaciones entre sujetos del mismo sexo y atin el derecho a contraer matrimonio entre ellos, nos habla de un alma ‘mulieris in corpore viri’ {sic]” (Mala Vida, 181). En la frase de Gémez, los mismos autores que cité Ingenieros, neurélogos, psiquiatras y criminélogos europeos, aparecian separados por un mero punto del militante homosexual que por primera vez se atrevié a sefialar que los homosexuales tenfan los mismos derechos que el resto de los seres humanos a tener relaciones emocionales, sexuales y afectivas fundamentales, basicas: crear, nutrir (y ser nutridos) por una familia Los documentos también demuestran que los invertidos de Buenos Aires conocian y usaban la explicacién de su experiencia que habia hecho Ulrichs. Gémez not6 sorprendido que “es curioso observar el 278 interés con que siguen la literatura cientifica que les concierne” (183- 184). Ese conocimiento aparecié de forma consistente en los estudios de Veyga sobre la inversion sexual. Veyga no mencion6 a Ulrichs 0 a Hirschfeld, pero si se vio obligado a confrontar el uso de su discurso que hacian los maricas, y escribié: “esa ‘alma de mujer’ que tantos de entre ellos pretenden poser y en cuya existencia han llegado a hacer creer a muchos observadores dignos de la mayor consideracién, no es sino una pura fantasia, o una ilusién delirante” (Inversién Adquirida, 194). Para no separarse totalmente de la opinién de sus cologas y maestros europeos, “observadores dignos de la mayor consideracién”, el discurso de estos médicos argentinos inventé un continuum que iba de la desviacién adquirida a la construccién de una “pura fantasia” y de la adopcién de la pose del alma de mujer en el cuerpo de un hombre a la patologia de creerse la propia fantasia, la “ilusién delirante”. Entonces lo que empezaba como militancia del pseudo-uranista podia transformarse en patologia del delirante. Noes casual que, como en el texto de Veyga que acabo de citar, en su “Patologia” Ingenieros también haya descrito ese continuum que iba del estado de fantasia al de delirio al referirse al uso del argumento de Ulrichs que hacian los activistas homosexuales: “las explicaciones dadas por los mismos uranistas (alma de mujer en el cuerpo de un hombre ...) son simplemente ridfculas cuando no delirantes” (24). Invertidos profesionales Después de definir una forma adquirida, que contradecia su defi- nicién primera de una desviacién congénita, Veyga describié otra forma de inversién adquirida mds especifica, la “profesional”. Los invertidos profesionales, como Aurora o Luis D., segin el médico eran hombres que invertian el rol, vestido y maneras correctas pero por razones absolutamente pragméticas, para obtener beneficios materiales o hacer dinero trabajando en la prostitucién. No fue casual que en su primer estudio sobre la inversion adquirida, la primera histora que Veyga utilizo haya sido la de un invertido profesional. Los médicos querian cimentar la asociacién de la inversién adquirida con la inversién de hombres que trabajaban en la industria del sexo, criminalizada, y asi criminalizar a la mayoria de los invertidos. Veyga us6 la definicién de la inversién profesional para criminalizar a todos los invertidos, entretejiéndolos e identificéndolos con el mundo lunfardo de mujeres y hombres, argentinos y extranjeros, inmigrantes, peones de campo, obreras y obreros periédicamente desempleados, pequerios ladrones y trabajadores de la prostitucién. Tampoco fue 279 casual que en esta nueva construccién de la homosexualidad, ahora criminalizada por los médicos, Veyga pusiera el discurso de los activistas europeos que proponfan que su condicién era natural. Estos eran los “pseudo-uranistas”, ahora ademas de militantes, invertidos profesionales criminalizados que ocultaban su perversién adquirida bajo el disfraz de la desviacién congénita con el solo fin de lucrar. En los escritos de Veyga sobre la inversién, las historias de Aurora y de Luis D. representaban los extremos de ese espectro que iba de la presunta militancia de invertidos que se dedicaban a “hacer creer” que su condicién era nata, al delirio de los que “se habian crefdo” la propia simulacién. Veamos primero cémo construyé el médico la imagen de Aurora. Aurora, escribié Veyga, “representa el invertido profesional que entra a la carrera por el solo interés del lucro y se mantiene en ella con ese solo propésito, pero adapténdose de tal manera al medio que parece haber nacido expresamente para vivir y prosperar en ella. Su fisonomia fisica y moral, sus habitos y hasta su estado mental son los de un invertido nato” (Inversién Adquirida, 196). Los profesionales, como tales, entraban a una “carrera [pero] por el solo interés de lucro” porque eran “pseudo-uranistas”, especialmente temibles por lo bien adaptados que estaban a ese ambiente confuso de nuevas y no bien definidas clases sociales y profesiones, nacionalidades, géneros y sexualidades entremezcladas y fluidas. En ese medio de simulaciones faciles el cientifico debia estar atento a la simulacién de invertidos profesionales que se hacfan pasar por natos. El choque de discursos de médicos e invertidos emergié como dos posibilidades narrativas. Cuando el invertido profesional empezaba a hacer la simulacién del nato, la narrativa alerta del médico develaba al lector la estrategia del pseudo-uranista que oponfa una ficcién a la narrativa cientifica. Veyga escribié al principio de la historia de Aurora: “no le han faltado tentaciones de simularnos una novela sobre la iniciacién a su vida de marica y contarnos como cosa seria sus ‘inclinaciones femeniles’, sus ‘gustos artisticos’, su ‘sensibilidad exagerada’, su ‘alma de mujer’, que es el fuerte de todos ellos” (Inversion Adquirida, 196-197). No obstante la actitud defensiva del médico alerta frente al avance de un discurso militante homosexual, representado como la ficcién y la simulacién que competian con la narrativa “verdad” producida por estos presuntos hombres de ciencia, el discurso de los uranistas impregné, se introdujo, se abri6 paso y se alojé en la base del discurso cientifico, en su propia lengua. Como veremos al explorar el “delirio” de La bella Otero, ese discurso, esa ficcién, la invencién de los invertidos se apropié como de un escenario 280 del espacio del discurso cientifico y ocup4ndolo hizo una parodia de las fabulas, casos e historias “cientificas” de los médicos. En el uso que hizo Veyga del vocablo “marica” qued6é demostrado c6mo la lengua de la cultura homosexual fue entrando al discurso cientifico. Los uranistas, invertidos y homosexuales del Buenos Aires de principios de siglo usaban el muy castizo diminutivo de Maria para autodenominarse “maricas”. Desde fines del siglo diecinueve (me atrevo a decir que hasta fines del siglo veinte), en Buenos Aires, la forma “marica” era (y es) usada con frecuencia por homosexuales y gays para autoidentificarse. Asombrado por la confusién que hacfan | los maricas de las categorias fijas que él habia inventado, Veyga noté “Jos casos en que se acopla[ban] momenténeamente a un tiempo dos invertidos y las propensiones que tlenfan] algunos a hacer papel de hombres en medio de sus devaneos homosexuales. A estos tipos, jel azote de los invertidos, les ha dado el titulo sugestivo de maricas machos! (Amor Invertidos, 340-341). “Marica” no era una forma peyorativa o estigmatizante como la forma masculina “maricén” que fue la que adopté el discurso patriarcal para reorganizar, recuperar el género confuso de hombres/mujeres aplicdndoles el epiteto “masculino”. La forma “maricén” ya habia aparecido a principios del siglo diecinueve, usada por grupos federales para estigmatizar a los unitarios, pero no se popularizé hasta principios del siglo veinte y los encargados de propagarla fueron muchas veces los mismos médicos. E] uso estigmatizante de la forma “maricén” ya aparecia en un cielito de 1830 que cité R. Rodriguez Molas: “Cielito, cielo, cielito,/ Cielito de los maricones, / Un decreto debe darse, / Para que usen calzones. /En un momento hace un sastre/Un unitario decente, / Pues ellos se juzgan serlo / Con tener levita y lente”. (Historia Tortura, 56, n. 4). A principios del siglo anterior habfa una tradicién popular argentina que identificaba como maricones a hombres intelectuales, “inteligentes y estudiosos”, que usaban lentes, que hacian visible una ideologia en ia adopcién de la “levita”, el vestido. A fines del siglo diecinueve y principios del siglo veinte, en cambio, la lengua popular usaba la expresién “manflora” o“manfrodita” que era un derivativo de la forma “hermafrodita”. En Los invertidos, la obra de José Gonzélez Castillo representada por primera vez en 1914, Petrona, la mucama, le respondié a Julian que le hablaba de invertidos y hermafroditas “jAh! Un manflora ... bah! he conocido a tantos ... {¥ cémo dice que le Haman a los manfloras? / Julién: —Hermafroditas ... Invertidos. / Petrona: —Manfrodita ... Bah! ... Los médicos y procuradores siempre le han de inventar nombres raros a las cosas més sencillas. En mis 281 tiempos se les Ilamaba mariquitas, no més, o maricén, que es més claro” (10).%* Maria Moliner, en su Diccionario de uso del espafol, si bien no indicé que el uso de la forma femenina marica era mds comtin en las culturas homosexuales espafiolas y latinoamericanas, si sefialé una diferencia de grado entre las formas femenina, comin, y masculina, estigmatizante. Moliner sefialé que marica significaba en primer lugar: “1. diminutivo de Maria. {y} 2. (vulgar e inconveniente). Hombre afeminado 0 invertido”. Pocas lineas més abajo Moliner sefialé que maricén en cambio significaba “Marica [pero era un] (insulto, todavia més grosero)” (Diccionario Uso, 352). La transformacién de la categoria médica del pederasta pasivo 0 invertido en una forma popular masculina estigmatizante se hizo evidente en el modo en que Ingenieros fue reescribiendo “La psicologia de los simuladores” entre 1902 y 1917, es decir, durante el perfodo en el que, como estamos viendo, los médicos elaboraron e incorporaron al discurso y a la lengua vocablos, categorias y construcciones de la homosexualidad. En la versién de 1902, al prevenir al lector sobre el peligro de imitar males europeos que llegaban entretejidos en modelos especificamente literarios, Ingenieros sefialé que “D’Annunzio (italiano que ha sufrido contagios psicolégicos franceses) ha simulado ser partidario del amor sororal y del homosexualismo: es verosimil considerar simulados tales refinamientos del instinto sexual” (477). El modelo literario italiano simulaba una “homosexualidad” que significaba el vicio reprensible pero no necesariamente estigmatizante porque no indicaba una inversién de roles definidos como correctos para una Latinoamérica “viril”. Pero era un modelo peligroso, copiado, por ejemplo por “un joven literato [latinoamericano} decadente, sugestionado por los fumistas franceses [que] creyése obligado a simular los refinamientos y vicios fingidos por éstos conceptudndolos verdaderos. Simulaba ser pederasta pasivo” (Psicologia Simuladores, 1902, 483-484). Esta era la pederastia de los “modelos” italianos que se hacia “pederastia pasiva” en la nueva juventud argentina. En la versién de 1905, en cambio, Ingenieros acercé a D’Annunzio a una homosexualidad ahora separada del escritor y especificada en su ficcién. En esa nueva versién D’Annunzio se transformé en el italiano que “ha simulado, en sus primeros libros, ser partidario del amor **Ver también Gobello (Nuevo Diccionario, p. 164); Cammarota (Vocabulario Familiar, p. 132) y Escobar (Diccionario Hampa, 210). 282 sororal y del homosexualismo” (Psicologia Simuladores, 1905, 697. Enfasis mio). En la versién de 1917, en cambio, Ingenieros borré la homosexualidad de la figura del escritor italiano. El mismo texto decia entonces: “D’Annunzio ha simulado en sus primeros libros ser partidario del amor sororal, y pueden considerarse como simples ficciones sus refinamientos amorosos” (Psicologia Simuladores,1917, 118). Entonces la desviacion original de D’Annunzio de 1902, que en 1905 se transfiere su obra y que en 1917 es separada definitivamente de la figura del autor, se incorpora a la lengua en su forma vulgar para prevenir la desviacién del joven literato latinoamericano decadente que “simulaba ser maric6n” (Psicologia Simuladores, 1917, 126). En la escritura y reescritura de este texto es claro ese proceso que describié S. Molloy de seleccién (y no copia tout court) de modelos literarios usados para la constitucién de una literatura latinoamericana modernista continental.®* Pero en 1902, al creer definir él la cultura homosexual, Veyga preservé la forma femenina que usaban los maricas para definirse a si mismos. La voz de Aurora, abriéndose paso nuevamente dentro del discurso médico y siempre reafirmando la posicién ideolégica de los activistas homosexuales, repitié que sentfa “como si hubiera nacido marica’, [y el médico aclaré que lo] dlecia] 61 mismo, contando esta parte de su historia” (Inversién Adquirida, 198) Después de articular en la voz de Aurora esa “alma de mujer’, que era] el fuerte” del discurso de los activistas homosexuales, la estrategia retérica de Veyga traté de confundir toda la cultura homosexual de Buenos Aires con la cultura de la prostitucién homosexual. Para eso y bajo la cubierta de presunta evidencia positiva que demostraba cémo se realizaba la propagacién de la inversién adquirida en un medio ambiente en el que proliferaban los seductores, Veyga marcé como al frio pragmatismo inicial —un afén de lucro— de las experiencias homosexuales de Aurora se habia sumado luego el descubrimiento escandaloso de nuevas formas de deseo, que en la historia de La bella Otero iban a exacerbarse hasta el delirio. Seguin la narrativa de Veyga, a pocos dias de “llegar a Buenos Aires, mal ataviado y necesitado de fondos” (Inversion Adquirida, 197) Aurora se puso a conversar con un transetinte que le hizo “proposiciones amorosas de la més vulgar crudeza” (197). Es dificil saber si esta **Ver S. Molloy, “Too Wilde for Comfort”, pp. 191-194. nocién de vulgaridad era del médico 0 del joven peon de campo paraguayo al entrar en contacto con realidades comunes en la metrépolis moderna. También es dificil saber hasta qué punto Aurora buscé o no un primer contacto con el mundo homosexual de Buenos Aires, El lugar en el que éste se produjo era una zona importante de la deriva homosexual del perfodo. Veyga, buen conocedor de la cultura, lo sabia y por eso al sefialar que el encuentro se habia producido “yendo de retirada [Aurora] para su hotel, [cuando] sintié ‘que lo lamaban de atrds” agregé enseguida: “hay que decir, entre paréntesis, que su hotel quedaba on el Paseo de Julio y que se encontraba muy préximo a él; jcualquiera creeria que ha sido una predestinacién!” (Inversin Adquirida, 197). Como explicé Néstor Perlongher en los espacios de la deriva homosexual frecuentemente “los gays coexisten, codo a codo, con otros tipos marginals, sexuales o no” (Prostitucién Homosexual, 34), Este era sin duda el caso en los jardines del Paseo de Julio y la recova adyacente que describié Batiz: “el lugar de los extranjeros del bajo fondo, en su mayoria italianos y granujeria cosmopolita que Negaba al pais para lucrar a costa de cualquier bajeza” (Buenos Aires, 25-26). Un joven peon paraguayo recién llegado a Buenos Aires, en los jardines y la recova pudo haber encontrado 1a oportunidad de pasar de una posicién de marginalidad nacional, econémica y social, a una més especificamente sexual en la que encontré, ademas de gratificacién sexual, una forma de supervivencia econémica." “Uso la expresién “deriva homosexual” con el sentido que le dio Néstor Perlongher a partir de la diferencia entre “localizacién’” del espacio némade y “delimitacién’” del espacio sedentario que sugirieron Deleuze y Guattari en su Traité de Nomadologie. Perlongher propuso que el territorio de la deriva homosexual “es antes un punto de flujo y deambuleo que un lugar de residencia fija” (Prostitucién Homosexual, 34) y sefialé que “esta modalidad de circulacién podré favorecer la aparicién de ‘subgetos’ o de pequefias dreas de concentracién y encuentro de los adeptos a las practicas homosexuales en diferentes puntos de la ciudad” (Prostitucién Homosexual, 35). “EI temor al espacio del Paseo de Julio y la recova en algunos textos Ilegé a exageraciones significativas. En un articulo publicado en la revista P.B.T. titulado “El simbolo de las palmeras”, después de notar que “algunos arboles son extraordinariamente representativos; [porque] en su forma reside su simbolo” el autor sefialaba “el laurel, por ejemplo, simboliza la gloria, por la eternidad de su verdor”. Pero en cambio “la palmera es el arbol del calor, y el calor no supone actividad sino lo opuesto ... parece una mujer indolente de hamaca y abanico. Sus hojas se doblan con pereza, con voluptuoso gesto. Arbol sensual, sdlo tiene enegias para curvarse en una actitud artistica”. La profusién 284 En el medio fluido de la recova que entremezclaba toda una economia de nacionalidades, sexos y géneros, Veyga describié una entrega progresiva de Aurora: “fuera que encontrara cierta curiosidad en los hechos, fuera que las insinuaciones de dinero le tentaran, el caso es que poco a poco fue ablandandose hasta entrar en tratos y aceptar la propuesta” (198) del transeiinte seductor. El sexdlogo preocupado siempre por los roles sexuales no pudo dejar de notar que “el papel que debia jugar nuestro héroe era el de pasivo y por mas que le fuera doloroso el sacrificio lo desempefié como un hombre hecho ala materia” (198). Notemos que hasta aqui Aurora seguia siendo representado como un “hombre [aunque] hecho a la materia”. Para este médico, en la historia de Aurora como en la historia de La bella Otero que hemos visto, lo represensible no era tanto esa primera experiencia homo- sexual, aunque ya implicara una inversién de roles definidos como “correctos”, sino una recurrencia, la “reincidencia” que sumaba al pragmatismo inicial un deseo perverso. Pragmatismo y deseo anal inauguraban entonces el ingreso del inmigrante paraguayo a una criminalidad argentina. Seguin el médico Aurora primero “quedé repugnado de su accién y jur6 no volver a reincidir jam4s en tamatfia bajeza, fuese preciso para ello entregar la vida. jVanojuramento!” (198). Veyga creyé contener el de palmeras que vimos en el interior del Presidio que visité Ana Lombroso era unacaracteristica de época repetida en los interioresde la literatura modernista como en los patios de muchos edificios publicos del perfodo. Ver por ejemplo la exuberancia tropical de la fotografia del “Patio central en el interior del Departamento de Policia” (Memoria, 573). Pero empez6 a ser connotada como una planta decadente que no conseguia mantener su ereccién: “sus hojas brotan hacia lo alto; pero antes de que lleguen a madurar esas bellas hojas se inclinan indolentemente sin fuerza para crecer erguidas”. Enseguida el autor identificé las palmeras que lo preocupaban tanto “en el Paseo de Colén [donde] crecen las mejores palmeras de Buenos Aires”. Y a la sombra de esas. palmeras indolentes “otros hombres” se tumban: “estos otros hombres no se tumban por cansancio, sino por placer. Sus musculos estan fatigados ciertamente, pero con una fatiga viciosa ... y asf se les ve tumbarse ahora de un lado, luego de otro lado, ya boca arriba, ya de bruces”. Tanto vicio, tanto relajamiento de posiciones multiples no era respetable, y el autor concluyé: “creo que la palmera es un Arbol vicioso, pernicioso para el progreso y decididamente inmoral. Tan inmoral como la hamaca, 0 como los cafés ptblicos. En vista de tales observaciones, yo aconsejaria a la intendencia que mandase arrasar todas las palmeras de Buenos Aires” (Simbolismo Palmeras, s/n). 285 melodrama titilante con la seriedad del discurso médico legal que examinaba una forma de “reincidencia”. Uno de los grandes temas de la criminologia fue la dificultad en la identificacién de criminales reincidentes (0 habituales, distintos a los llamados ocasionales). No era casual que la nocin de reincidencia emergiera en el primer texto en el que Veyga definié la inversién adquirida. Asi la desviacion sexual, ademas de ser representada como criminal desde su aparicién en el discurso médico legal, también quedaba asociada con la primera experiencia de! placer anal del pederasta pasivo. Aurora “a los pocos dias no solamente olvidé [su juramento] sino que se puso en actitud de ser solicitado, en esta ocasién, por otra parte, ya no experiments disgusto en el acto sodomita: ‘mas bien cierto placer” (198). Notemos el uso de las comillas que marcan las entradas recurrentes de las voces de los maricas y del discurso de los militantes homosexuales que describian su “cierto placer” “sus ‘inclinaciones femeniles’, sus ‘gustos artisticos’, su ‘sensibilidad exagerada’, [y] su ‘alma de mujer”. Una vez construida asi, Veyga traté de hacer pasar esa criminalidad por toda la cultura homosexual del Buenos Aires de principios de siglo. Y lo hizo confundiendo una presunta “cofradia” de la prostitucién con la cofradia de maricas, homosexuales, uranistas, pederastas y seduc- tores de todas las clases sociales. Seguin el médico, Aurora al descubrir (junto con un nuevo deseo) las posibilidades econémicas de la prosti- tucién homosexual, “estaba muy ajeno, por cierto, a suponer que en Buenos Aires habfa toda una ‘cofradia’ que ejercitaba este comercio ... Pero muy pronto supo que no era privilegio suyo el medio de vida que habia encontrado y que por el contrario se las tenfa que haber con competidores numerosos y avezados en la préctica del oficio” (198. Enfasis mio). Pero esa cofradia numerosa y avezada no era la de un grupo de hombres que trabajaban en la prostitucién solamente. “Cofradia” era el término que utilizaban una mayoria de maricas, homosexuales y uranistas para autoidentificarse como grupo. Veyga utilizé su tono de exageraciones melodramaticas para dise- minar el panico homosexual mediante la representacién de una ciudad inmersa en una cultura de hombres vestidos de mujer y una prostitucion de mujeres y de hombres de género dudoso. No obstante, los documentos transparentan que la prostitucién homosexual era comin. Gémez se quejé de que “la prostitucién reglamentada no ha producido, en el hecho, los resultados que se tuvieron en vista al instituirla” y una de las razones del fracaso eran “las relaciones homosexuales organizadas en el régimen de la prostitucién heterosexual” (Mala Vida, 126), Pero 286 no obstante lo extendida, Veyga, como Gémez, quiso extender esta prostitucién homosexual a la cultura de un grupo mayor de homosexuales que abarcara a todas las clases sociales. Gémez mismo sefialé que “los homosexuales de Buenos Aires (ofrecen] una particularidad digna de ser sefialada: es la tendencia a asociarse formando una especie de secta, designada por ellos con el pintoresco nombre de ‘cofradia” (Mala Vida, 192), Cofradia que, en sus Propios términos, era una cofradia de “homosexuales de Buenos Aires” y no de hombres que trabajaban solamente en la prostitucién. El mismo G6mez publicé una carta en la que Mysotis, un homosexual “de laclase que llamaremos aristécrata” (184), us6 el término para denotar a un grupo que seguramente incluia a hombres que trabajaban en la prostitucién, pero que, sin embargo, constituian una minoria dentro de la cultura homosexual . Los médicos y criminélogos preservaron las voces de muchos de estos hombres gracias a la costumbre de sustentar sus argumentos mediante la publicacién de cartas, poemas y fotografias. En la carta de Mysotis se hacta evidente, ademés, cémo estos investigadores buscaban activamente esos documentos. Por eso, en la primera frase de su texto Mysotis le dijo al crimindlogo: “es ridicula su exigencia de que le cuente, en la forma comprometedora de la carta, los detalles de mi vida” (184-185). Pero las luces del escenario de la ciencia fueron una tentacién demasiado fuerte para esta diva de la sociedad portefia, que no obstante la negativa agregé enseguida “como soy atenta, y nunca fui descortés con un hombre, alld van estas lineas, para que las guarde y sea discreto. Noblesse oblige” (185). La posdata de la carta repetia: “rompa esta carta después de leerla” (185). Pero el interés “cientifico” era més importante que la discrecién, y entonces el criminélogo publicé el texto de Mysotis sefialando: “respecto de ese afan de indicarse es interesante, siéndolo también bajo otros aspectos, la siguiente carta que nos dirige Mysotis” (184). Notemos la presencia constante de este juego de seducciones discursivas, pugnas y tensiones entre las voces de invertidos, homosexuales, pederastas, uranistas y el discurso de médicos y criminélogos que trataban de contrarrestar con su ciencia ese temido “afén de vindicarse” que significaba el discurso de los homosexuales militantes que, organizados o reafirmaban constantemente y siempre que podian que su condi era natural. Mysotis, como los militantes europeos y como los maricas relacio- nados con Veyga, insistis que su condicidn era innata, y escribié con seguridad: “Yo soy asi porque asi he nacido”. Enseguida, en una 287 referencia a su renombre en las columnas sociales, Mysotis describis un grupo de homosexuales que no se reducia a los que trabajaban en la prostitucién, al agregar: “yo no hago nada de extraordinario: me gustan los hombres y por eso tengo expansiones con ellos. Los tratocon exquisito savoir faire, como dice una de las de la cofradia, que escribe la cr6nica social de cierto diario” (185). Aquf, en la voz de un homosexual de clase alta, se hacia evidente que la cofradia era un grupo de hombres que incluia a profesionales de clase media, como podia serlo el periodista que escribia la columna social del periédico; conocidos personajes de la clase alta, como Mysotis o como Aida, “nacido[s] en buena cuna y criado[s] en la holgura” (Mujer honesta, 370); “heredero[s] de una cuantiosa fortuna” (Inversion Adquirida, 204) como el hombre que “abandonando familia, intereses, ly] posicién social” (Inversién Adquirida, 204) asumi6 publicamente una identidad sexual de marica; empleados de servicio doméstico como Rosita y La bella Otero (Inversién Adquirida, 202), (Inversién Profesional, 492) y peluqueros como Manon (Inversién Congénita, 46). Aurora y La bella Otero trabajaron intermitentemente en la pros- titucién y como empleados de comercio o peluqueros (Inversién Adquirida, 195), (Inversién Profesional, 493). Implantacién perversa de los estereotipos del invertido Tréficos de peluqueros entre espacios y clases sociales Para tratar de controlar esta cultura que al incluir todas las clases sociales las desordenaba desorganizando todo el sistema de clases tradicional, en sus historias y articulos sobre la inversion Veyga representé a homosexuales, invertidos y uranistas transitando pro- miscua y libremente entre clases sociales y entre espacios publicos y privados, peligrosos aliados de mujeres y siempre al acecho de jovenes y nifios. En una asociacién con las mujeres que los hacia sospechosos de traicién a su sexo, los invertidos fueron representados como peluqueros. Manén “ejerclia] la profesién de peinador de seforas en las principales peluquerias de la ciudad” (Inversion Congénita, 46) y Aurora era “peinador de damas como oficio de repuesto” (Inversion Adquirida, 195); “trabaja(ba] en una de las principales.casas de] ramo” (198-199). A partir de estos datos Veyga construyé el estereotipo del peinador invertido, un personaje al que ademés de su relacién con las mujeres, la labilidad de movimiento entre clases burguesas y clases marginales 288 lo hacia doblemente sospechoso y temible. Veyga escribié: “el arte de peinador de sefioras, dicho sea de paso, es frecuentemente ejercide por invertidos; muchos de entre ellos, cuando no encuentran trabajo en las casas del centro de la ciudad, sirven a domicilio en casas particulares, de gente honesta ono” (Inversion Adquirida, 199. Enfasis mio). Ademas de su labilidad sexual y genérica, se temia su gran circulacién “entre “gente honesta o no”, del centro de la ciudad ala marginalidad, y entre espacios publicos y espacios privados, desde el “domicilio en casas particulares” a los burdeles. Significativamente estos personajes aparecian siempre en una temida asociacién con mujeres que no se adaptaban al modelo de la burguesa respetable y conformando y moviéndose con ellas en un tejido social reticular, similar al que preocupaba a Bialet-Massé en las mujeres politizadas, pero ahora rompiendo ademés las barreras divisorias de clases sociales distintas. La circulacién subterranea, peligrosa por no ser controlada y por lo presumiblemente contaminante, aparecfa cuando al desbordar los espacios de los comercios 0 las casas privadas del centro de la ciudad los peluqueros invertidos Hegaban a los prostfbulos: “su gran clientela en estos casos son las mujeres publicas, no siéndoles dificil recibir sus llamados, en vista de las relaciones que mantienen con esta gente por mil motivos diversos” (199). Esta forma de representacién del peluquero invertido servia, a su vez, para controlar la relacién de todas las mujeres con estos presuntos agentes de la prostitucién. Junto con esta criminalizacién del estereotipo del peluquero invertido, profesional y agente de la prostitucién, identificado con una homosexualidad adquirida que diseminaba el discurso de sexualidades distintas entre mujeres y hombres de distintas clases sociales, Veyga entretejié en la historia de Aurora un prontuario criminal. Recorde- mos que Veygaen 1902 trabajaba en y con la Policia Federal. Entonces, después de alegar que Aurora “e[ra] un delincuente reincidente” (195) y de repetir “hemos dicho que era un delincuente” (199), este otro policfa de la sexualidad concluyé: “digamos también, al pasar, que este caso no es una excepcién de su género. Muy al contrario, es frecuente, la regla por mejor decir, que el invertido profesional sea un delincuen- te en la forma que lo es Aurora, no estando exentos todos los dems tipos de la especie de tachas de esta clase y otras peores” (199. Enfasis mfo). Este tipo de generalizaciones escritas “al pasar” noera irrelevante en la vida cotidiana de los habitantes del Buenos Aires del perfodo. Ala luzde la historia de Aurora construida por Veyga se comprende —quizd— mejor un episodio publicado en 1907 en un periddico de 289 Buenos Aires. El protagonista del episodio fue un hombre que junto con sus hijos sufrié las consecuencias del estereotipo diseminado por los médicos y la sancién social que éstos promovian. Esta lectura puede darnos una idea de cémo el discurso médico conseguia implementar sus sanciones en la vida cotidiana de las personas. La nota periodfstica aparecié bajo el titulo “Abusos de la justicia-La odisea de un peluquero” en el diario La Prensa del 7 de marzo de 1907. El autor de la nota periodistica empezaba haciendo una caracteri- zacién ambivalente de “un peluquero, vecino de Banfield, hombre de costumbres raras, algo excéntrico, [que] era considerado como obsesionado, y a ese ambiente que la maledicencia le habia creado, ha debido la via crucis mds extrafia que pueden registrar las crénicas judiciales” (9). El “ambiente que la maledicencia le habia creado” sin duda era un ambiente discursivo promovido por médicos y criminélogos. Consciente o inconscientemente, el periodista reprodujo ese discurso “cientifico” al presumir que el detalle secundario de la profesién de “un peluquero”, desde el titulo de la nota identificaba una identidad de caracteristicas y significados comprensibles para cualquier lector. La misma forma de identificar al protagonista del episodio se repitié en todo el texto de la nota y slo cambié cuando el peluquero se hizo momentdneamente “el infeliz” (9). No presumo que el vecino de Banfield fuera homosexual 0 invertido. Lo que me interesa sefialar es cémo la cultura silo presumfa, gracias a la “evidencia cientffica” de investigaciones como la de Veyga. En la traduccién del discurso de los hombres de ciencia al de los medios masivos de comunicacién, la homosexualidad aparecié codificada en esa progresién de una forma de vida, “de costumbres raras” que se hacia una personalidad primero, “excéntrico”, y una patologia des- pués, “obsesionado”.”” Al explicar que el término obsesi6n es “usado especificamente en psiquiatria”, Moliner dice que significa “deseo que alguien no puede apartar de su mente” (Diccionario Uso, 543). De acuerdo con el estereotipo difundido por el discurso de los hombres de ciencia, el “deseo que no puede apartar de la mente” el invertido era uno sexual: “es imposible concebirlos de otro modo. Mezcla alternante de sétiroy de erotémano, se les ve furiosos, excitados, presa de una sed “Los significados posibles de la nocién de obsesién en el discurso médico legal y psiquidtrico argentino del perfodo se pueden revisar en un texto titulado “Obsesiones e ideas fijas” publicado en 1904 por J. Ingenieros. 290 inextinguible de placer, buscando sin cesar en que abrevar el deseo” (Amor invertidos, 333). Pero esa obsesién presumida en el peluquero de “costumbres raras”, “excéntrico” y “obsesionado” resultaba especialmente inacep- table en un hombre “viudo y con siete hijos, [que] tenia colocados algunos en casas de respetables familias de Banfield” (9). Para rectificar la irregularidad de una vida que no se conformaba al modelo cultural hegeménico se puso en movimiento todo el sistema de control policial y médico legal. Y la oportunidad se presenté cuando el padre viudo interrumpié la rutina obligatoria del burgués respetable. Entonces los agentes del sistema médico legal, jueces, médicos y policias inter- vinieron para hacer un dictamen que no consiguié resolver lo que la cultura sentia como una contradiccién sospechosa, padre de siete hijos, pero “peluquero”, viudo, obsesionado y excéntrico. La nota que tenfa un tono denunciatorio de los “abusos de la justicia” también dejé claro que ya habia una mala disposici6n anterior de la cultura hacia el hombre que no se conformaba a los modelos burgueses hegeménicos, un hombre que no obstante ser distinto ejercia s6lo su derecho de patria potestad sobre una familia numerosa. Ademés de ser un excéntrico también representaba un peligro como modelo de vida alternativo suceptible de ser emulado por sus hijos. El incidente que sirvié para que los agentes del sistema médico legal intervinieran para disputar precisamente el derecho de patria potestad empezo cuando: ...6e le ocurre al peluquero tener una expansién; y, hombre despreocupado excéntrico, se va a la capital, donde permanece tres dias. Su fiador por el alquiler de la casa que ocupaba, retira la garantia, los muebles son sacados de lacasa que ocupaba y confiados en depésito al mismo fiador. Eljuez de menores interviene; saca y coloca a su parecer a los y a las menores reservandose la mayor para el servicio de su familia. En tanto el peluquero era tomado por la policia y remitido al hospital Melchor Romero, donde se le recluye. Examinado por cuatro alienistas del establecimiento, es dado de alta, porque no tenia, en manera alguna, alteradas sus facultades mentales. F4cil es explicarse la consternacién del infeliz al regresar y contemplar la dispersién del hogar (9). La primera evidencia de disrupcidn del “arreglo” burgués, lo que precipité el episodio, fue un trdnsito, un flujo del marginal que se mueve de una periferia a un centro (“excéntrico, se va a la capital”). Perlongher describié un movimiento similar al proponer que el “desplazamiento de la ‘casa’ al ‘centro’ha de implicar ‘micromigraciones’ de los involucrados en el circuito” (Prostitucién Homosexual, 35). Este 291 era el tipo de tréfico o flujo no controlado, generador de micro— movimientos reticulares con el que se podia confundir el viaje del vecino de Banfield al centro de Buenos Aires. ‘Tomando como excusa lo irregular y sospechoso de ese movimiento los sistemas de control burgueses habfan entrado a la casa del excéntrico. La casa significaba también la familia, inclufa casi indis— criminadamente objetos, muebles e hijos como propiedad. En la nota todos aparecen “sacados”, después de ser “retirada” la garantia que sosten{a el espacio real y simbélico de la casa/familia, y vueltos a “colocar”, repartidos entre el fiador y el juez, los representantes econémicos y legales del sistema burgués. Alrededor de la vida de este hombre, y como repitié el autor de la nota periodistica, ya habfa sido creado un ambiente cultural de recelo de una forma de vida y un carécter, hasta una nocién de familia distintos. De otra manera seria dificil explicar el notable nivel de vigilancia que demuestra el episodio. En s6lo tres dias hubo una coincidencia rapida de juicios y acciones del fiador y el juez de menores que, aparentemente, se beneficiaban con el episodio, Sobre el “obsesionado” podian dictaminar los médicos psiquiatras y por eso la policia “toma”, saca de circulacién al sospechoso y “se le recluye” en el hospicio Melchor Romero que era el espacio de la reclusién, carcel 0 penitenciaria en la que el rigor de la prisién habia sido reemplazado por la ternura amorosa de los médicos. El Melchor Romero era un asilo psiquidtrico donde los médicos criminélogos ensayaban formas de reclusién institucionales mas abiertas como “el sistema de opendoor” (Asilo-Colonia, 129). Notemos la eficiencia policial que, después 0 durante el reparto de la casa y los hijos, a las érdenes del sistema legal representado por el juez tomé al vecino de Banfield y al carecer de pruebas de contravenciones o delitos recurrié al sistema psiquidtrico para que “los alienistas”, los psiquatras como Veyga que habfan construido y diseminado el estereotipo del peluquero invertido y criminal decidieran si éste debia ser recluido o no. Cuando los médicos concluyeron que el hombre “no tenia, en manera alguna, alteradas sus facultades mentales”, el peluquero “consigue trabajo como oficial en una peluquerfa de la capital, y con el certificado de su trabajo y provisto de su alta del Melchor Romero, y de varias cartas de recomendacién, se presenté nuevamente en ejercicio de su indiscutible derecho de patria potestad. El Juez se niega nuevamente a entregarle la menor, a quien tiene en su casa dedicada alas mas humildes faenas del servicio doméstico” (Abusos Autoridad, 9). El trabajo estable del buen burgués y el certificado de los médicos 292 avalaban una respetabilidad burguesa en la que aparentemente el Juez no creia. Y su juicio podia estar infomado por, entre otros, el discurso médico legal de los Archivos. Recordemos la cita de Juan P. Ramos en la que éste sefialé la difusién que tenia esa publicacién: “jueces, profesores, médicos, estudiantes, personas ilustradas, mes a mes, vefan llegar a sus mesas de trabajo el cuaderno que les trafa la exposicién o la critica del pensamiento criminoldgico del mundo” (Ingenieros Criminalista, 562). El foco de los sirvientes dentro de las clases altas Si el peinador invertido tenia acceso temporario a algunos espacios privados de las clases burguesas, los sirvientes invertidos representaban una clase baja conviviendo en los espacios de la burguesfa. Entonces el estereotipo necesario para controlar no ya el movimiento entre clases como de la periferia al centro sinola necesidad burguesa de una clase periférica (con)viviendo dentro de una clase alta se exacerbé, se hizo mds peligroso y se representé como el depravado sexual corrompiendo a los nifios y adolescentes de las clases altas. Para construir el estereotipo del sirviente homosexual, Veyga utiliz6 la misma estrategia de presentar, como en el caso de Manén y Aurora, dos historias “reales” que documenténdolo confirmaban el estereotipo. En el mismo texto, el médico empez6 a esbozar en Rosita el estereotipo del invertido “sirviente de profesién” (Inversién Adquirida, 202). Rosita “es un buen sirviente y dentrodelacasaen que est se conduce seriamente” (204). Pero en la siguiente historia de un invertido en la que se confirmaba la predominancia y peligro de la inversién adquirida, titulada mds especificamente “La inversién sexual adquirida—Tipo profesional”, a Luis D. Veyga lo represent6 como el prototipo més acabado del invertido profesional. Luis D. o La bella Otero (que era como se llamaba él a si mismo) “ha ejercido la profesién de mucamo durante varios afios, abandonandola para entregarse al meretricio homosexual” (Inversion Profesional, 403). A partir de estos datos y como con el estereotipo anterior, Veyga concluy6: “en las casa de familia los sirvientes invertidos, que son numerosos, pues este oficio es uno de sus predilectos, inician sin escrdpulo alguno a los nifios de la casa en las practicas mas infecciosas, al mismo tiempo que mds degradantes” (Sentido Moral, 23). Notemos el uso del discurso del higienista que describia la presencia del foco infeccioso representado por la practica sexual dentro de la casa “de familia” tradicional patriarcal, este era el nuevo “mal in corpore” que realizaba la “invasién” de las nuevas clases burguesas. 293 En el sirviente homosexual Veyga hizo confluir las oscuras fanta- s{as sexuales familiares reprimidas. Leo Bersarnisefialé especialmente “la pénica negacién de la sexualidad infantil, que en estos dias es ‘dignificada’ como una casi sic6tica ansiedad por el abuso sexual de los nifios” (Rectum Grave, 215). Al construir una representacién del sirviente homosexual que 61 sabia arbitraria, Veyga recurrié a una “historia real” para lenar el vacfo de verosimilitud, y escribi6: ..un marica de éstos, que frecuenta el “24 de Noviembre” y que no tiene por cierto nada de particular en su historia, nos decia explicando la razén por la cual acababa de dejar la casa de un sefior X, persona altamente colocada en el foro yen la sociedad: “Yo habia acostumbrado al nifio menor de esa casa a venir de tiempo en tiempo a pasar la noche conmigo en mi cama; mientras el chico era muchacho era condescendiente y tranquilo en todas sus cosas, hacia lo que yo querfa de él, pero ahora, ya casi un hombre, (18 afios), se ha hecho de unas exigencias enormes, imposibles de satisfacer” (Sentido Moral, 23). Las voracidades de los invertides despertaban voracidades atin mayores. Esa era la contra-educacién perversa (una inversién de la educacién sexual que tradicional e implicitamente debia proveer la mujer empleada como sirviente) representada como especialmente peligrosa e infecciosa por ser impartida a los descendientes de las clases hegeménicas. Socavando este poder desde dentro, amenazando su futuro el sirviente invertido fue representado predando en el eslabén més débil de la estructura familiar burguesa, el “nino menor”, futuro ciudadano y miembro de la futura clase directora. Veyga describié el entrenamiento en la perversién como un “acostumbramiento” que se prolongaba a lo largo de los afios, desde que “el chico era muchacho” hasta que era “ya casi un hombre” y movilizaba fuerzas libidinales y deseos que una vez despiertos se hacian incontenibles, “imposible(s] de satisfacer” hasta para un invertido “satiro y ... erotémano”. Los significados irracionales y arbitrarios entretejidos en estas construcciones textuales son facilmente reconocibles a fines del siglo veinte, pero en la primera década del siglo estas mismas formas de representacién fueron recibidas como las ajustadas conclusiones cientificas de toda una clase de respetados tecnécratas oficiales e intelectuales progresistas. El examen hubiera demostrado, por ejemplo, como el sdtiro cldsico entrecruzado con el erotémano finisecular en el discurso de estos cient{ficos por momentos se hacia canibal. Por ejemplo cuando Veyga describié la practica del fellatio sefialé que “llena en ciertos sujetos la vida sexual por asi decir. La furia con 294 que se libran al acto es ademés caracteristico [sic] de los invertidos, constituyendo un peligro para las victimas que consiguen someter” (Amor Invertidos, 338); el peligro era el de ser devorado. Estableciendo una relacion ambivalente con este “peligro”, el médico no pudo evitar la tradicional fascinacién de los hombres con el fetiche y emblema que lena la vida sexual de unos y despierta temores de castraci6n en otros. La mirada de Veyga se pos6 repetidamente en una oralidad con el pene y la concibié como una practica sexual con mucho de idolatrico, fandtico y/o pagano, otra “forma de fetiquismo muy particular” (338) y similar al de las adoratrices uranistas. En las representaciones de estos hombres de ciencia el romanticismo vaporoso y asexuado de las uranistas femeninas era una antropofagia en los sdtiros idélatras y erotémanos: “entre estos invertidos hay una clase particular que llevan su aberracién al extremo de absorber las pérdidas que ocasionan. Podriamos Mamarlos sin inconvenientes esperméfagos” (338. Enfasis mio). Es cierto que hoy, con la aparicién del S.I.D.A., la practica no protegida del fellatio significa la exposici6n al virus. Pero en el texto que acabo de citar lo que me interesa sefialar es la forma de representacién del homosexual como un antropéfago de la sexualidad. Ahi también Veyga recurrié a la pequeia historia que presunta- mente sustentaba la construccién del estereotipo. Veyga ocupé una p4gina larga trazando toda una genealogia de “ciertos pederastas antiguos, fellatores” (Amor Invertidos, 338) producida y reproducida en “un caso, entre muchos que podria citar de invertidos fellatores, ly quel ofrece especial interés por la forma que revestia y el teatro en que se desenvuelve la escena” (338). Siempre reforzando la descripcién de un medio corruptor decadente y dramatico, cargado de escenas sugestivas, Veyga reemplazé al maestro seductor de Manén por el celador fellator: “en un colegio particular de esta capital que gozaba de gran reputacién ha quince afios, y donde han hecho su educacién secundaria muchos amigos m{os, que son los que me han referido el hecho” (338). Veyga se situaba siempre lo suficientemente cerca de los hechos como para dar prueba fehaciente de ellos, pero también lo suficientemente distanciado como para que su conocimiento de los detalles no lo hiciera sospechoso de conocerlos por experiencia propia. Al hacer la identificacién de “un colegio particular de esta capital que gozabalbal de gran reputacién’” el discipulo predilecto de Ramos Mejia defini6 su propia clase social, “muchos amigos mios”, en términos de una educacién superior “de gran reputacién”. Pero la misma identifi- cacin lo ubicaba a él afuera del “colegio particular”, que —como los 295 internados del régimen conventual de Mercante— eran los espacios de la educacién privada més dificiles de controlar, representados como caldos de cultivo de patolégicos fanatismos paganos e idolatrias canibales. Solidifiqando siempre la nocién de la patologia adquirida, Gomez —como Veyga y Mercante—, para hacer una critica de las clases altas que educaban a sus hijos en colegios catélicos privados, utiliz6 la visibilidad de los homosexuales de las clases burguesas, y escribié: ...en las clases més elevadas, especialmente entre los jévenes que a ella pertenecen, encuéntranse miltiples ejemplos de homosexualidad. Todos los. conocemos y los observamos ... Se trata, aqui, casi siempre, de una homosexua- lidad adquirida en la comunidad de la vida de colegio, especialmente del colegio religioso, tan propicia, con todas sus particularidades, al desarrollo de esta aberracién (Mala Vida, 190). Las “particularidades” eran la segregacién sexual de los colegios religiosos catélicos, de monjas, en los que las maestras, estudiantes y administradoras eran mujeres, y los colegios de sacerdotes en los que estudiantes, maestros y administradores eran hombres. En los internados, a diferencia de la educacién en las escuelas estatales, los hombres o mujeres sexualmente segregados compartian no sélo las horas de escuela sino también la vida cotidiana y las noches especialmente propicias al fanatismo de mujeres y hombres amantes de practicas idolétricas y paganas canibales. Gémez recurrié a la literatura para sustanciar su construccién textual de la educacién homosexual catélica y alegé que: El caso de Sebastian Roch, que admirablemente pinta Mirabeau en la novela que lleva el mismo titulo, se repite con extraordinaria frecuencia entre nosotros, amparado por una tolerancia inconsciente de los padres que no quieren ver todos los riegos de la educacién jesuitica. El nifio es corromopido en el internado, por sus propios mentores (190). Enestas representaciones las victimas eran siempre nifios inocentes seducidos por mentores, maestros y celadores. Alconstruir la representaci6n dela educacién privada homosexual, Veyga usé la figura del celador fellator para demostrar que “es entre los nifios que [los invertidos] generalmente hacen su presa, tomando- los por la fuerza” (Amor Invertidos, 338). Y en el segundo articulo sumario concluyé: “los atentados a menores son el comienzo de la vida anormal del invertido ... la violencia y el dolo los hace caer en manos del victimario” (Moral Invertidos, 23). En las estadisticas y estudios 296 sobre violencia sexual, especialmente en los que siguieron al estudio de Kinsey, quedé demostrada la gran desproporcién entre el elevado mimero de hombres que abusan sexualmente de mujeres y nifias contrastado con el notablemente més bajo numero de hombres que abusan de nifios (Vested Interests, 129). Como explicaron Perlongher, Shérer y Hocquenhem al examinar la construccién del estereotipo del homosexual predador de menores, -en ese rapto —que tiene algo de fuga— el muchacho, soterrado bajo las redes familares y escolares, se realiza como sujeto, en una relacién diferente ante el adulto, Las instituciones del “sistema de la infancia” procederian como si defendiesen permanentemente al nifio, al adolescente, de la amenaza de un rapto que siempre est por perpetrarse (Prostitucin Homosexual, 124-126). Pero como hemos visto en los textos de la ciencia sexual argentina de principios del siglo veinte “las instituciones del sistema de la infancia”, “las redes familiares y escolares” lejos de ser las representadas defendiendo al nifio y al adolescente eran precisamente las que —por intermedio del sirviente en la casa y del maestro 0 el celador de la escuela no estatal— lo exponian a la perversién. Esa perversién requeria la presencia salvadora de estos médicos y crimindlogos reformadores. Los nifios y la lucha por la patria potestad Esta diseminacién de pénico homosexual servia a los tecnécratas estatales para promocionar nuevas “redes familiares y escolares” que, separando a los hijos de los inmigrantes de los padres extranjeros, los entrenara en ese orden moral subjetivo que describié Hugo Vezzetti (Locura argentina, 178). Ese entrenamiento fue especialmente impor- tante en el Buenos Aires de la primera década del siglo veinte, cuando se sentian y temian grandes movimientos sociales que empezaban a hacerse oir con fuerza en el concierto politico local. La clase que hasta entonces habia detectado el poder casi hegeménicamente, sabia que esos movimientos sélo podian ser controlados haciendo compromisos econémicos, aumentando los salarios y reduciendo las horas diarias de trabajo, ademas de compromisos politicos, abriendo a las nuevas clases sociales el sistema electoral que, hasta ese momento, hab{a sido controlado mediante la prdctica casi constante y sistematica del fraude. Pero abrir el sistema electoral a una participacién mds universal, especialmente en las ciudades como Buenos Aires implicaba no sola- mente dar voz y voto a otras clases sociales sino también a otros grupos 297 nacionales o hijos de extranjeros que podian conformar una mayoria. Esto a su vez despertaba el temor a las ambiciones expansionistas de los paises vecinos 0, peor atin, a la invasion de las potencias europeas una vez que éstas terminaran de repartirse las colonias de Asia y rica. Esas potencias, como la Italia de Etiopia, muchas veces ya tenian una poblacién “nacional” viviendo dentro de los bordes “nacionales” argentinos. Durante la primera década del siglo veinte las grandes huelgas y movimientos sociales sirvieron para hacer la progresiva apertura del congreso nacional a grupos politicos diversos, y fueron preparando el ambiente para que en 1912 se promulgara la Ley Séenz Pefia que garantizaba —a los hombres— el derecho al voto secreto mal llamado universal. Como preparacién a esa apertura del proceso politico la clase burguesa, empleadora de los tecnécratas y hombres de ciencia positivistas, organizé, promovié y traté de expandir la red de instituciones estatales de ensefianza, vigilancia y disciplina: policia, escuelas primarias y secundarias, cuarteles del ejército, asilos de reforma para menores, cérceles y prisiones. En esos espacios, los criminélogos y hombres de ciencia argentinos trabajando para el estado concibieron un sistema de instituciones disciplinarias estatales necesario para separar de sus padres extranjeros a las hijas e hijos de los inmigrantes y, una vez separados, entrenarlos en un orden “nacional y moral argentino”. No es casual que en 1902 se haya aprobado la ley Richieri de servicio militar obligatorio, con la que se lanzé la gran reorganizacién del ejército nacional. Tampoco es casual que J. M. Ramos Mejia, el ultimo gran higienista, en 1908 fuera utilizado para lanzar una campafia nacional de educacién nacionalista viclenta. Esas medidas, con otras més evidentemente represivas, como la transformacién de la policfa en cientifica y la aprobacién de las leyes de Residencia en 1902 y la ley de Seguridad Social en 1910 fueron el preémbulo que permitié que en 1912 se aprobara la ley electoral. Los médicos, criminélogos y socidlogos estatales utilizaron todas las oportunidades que tuvieron para promover y ampliar su poder en las instituciones disciplinarias de todo el sistema. En un comentario publicado en los Archivos sobre la sentencia del juez E. French en una causa legal por abuso de autoridad seguida contra un grupo de sacerdotes que administraban un instituto de reforma de menores varones, en 1902, los médicos criminélogos escribieron: 298 «ula excepcional importancia del asunto a que se refiere esta sentencia no escaparé a nuestros lectores. Confiada la direccién de la Carcel Correccional de menores varones a una congregacién religiosa, produjéronse los tristes sucesos a que la sentencia se refiere ... Los castigos corporales aplicados a los menores estan plenamente probades en el sumario; la vista fiscal del Dr. J. M. Reyna es aplastadora. El Juez, Dr. Eduardo French, con una rectitud que altamente le honra, ha sabido sobreponerse a las influencias oficiosas del clero bonaerense, fallando segiin conciencia y condenando al sacerdote Beltrana y sus e6mplices ... Es justo esperar que, después de lo ocurrido, los institutos de pena y de correccién no volverén a ser entregados a congregaciones religiosas (Condena Sacerdote, 162, n. 1). La “excepcional importancia del asunto a que se refiere esta sentencia” para los criminélogos no residia en el uso de la violencia contra los menores recluidos, sino en que la direccién de uno de los espacios estatales, donde se disciplinaba a “menores varones” que representaban los futuros ciudadanos con derecho al voto, hubiera sido “confiada ... a una congregacién religiosa”, Ese era el temay para ilustrarlo los hombres de ciencia usaron el caso especffico, juicio y condena del sacerdote Bertrana, que aparecia en el centro del texto. La primera y la tltima frase del comentario giraban alrededor de lamisma preocupacién. La criminalizacién y condena del “sacerdote ... y sus cémplices”, sirvié para demostrar por qué se debia desalojar alos clérigos catélicos de todo el sistema disciplinario, de escuelas e inter- nados, “institutos de pena y de correccién [que] no volverén a ser entregados a congregaciones religiosas”. En esta querella entre clericales y anticlericales, los médicos y criminélogos trataban de desprestigiar yreemplazar a las monjas y sacerdotes que administraban o dirigian reformatorios, escuelas e internados de todo tipo y la iglesia catélica ponfa en movimiento las bien conocidas y tradicionales “influencias oficiosas del clero bonaerense” en la politica del pais. En la sentencia redactada por el juez se notaba cémo el Estado, por medio de su sistema legal, aprovechaba la condena de los sacerdotes para revalidar y promover su autoridad sobre los menores definiéndola en términos de patria potestad. Asi el espacio de la institucién disciplinaria reemplazaba la casa y el Estado trataba de reemplazar la autoridad del padre, que en la cultura masculina y miségina de principios de siglo era la autoridad familiar maxima. El juez French escribié en la sentencia: 299 -los menores de la casa correccional no son solamente presos que se custodian, porque el objeto de la reclusién es su educacién y correccién, ejerciendo sobre ellos la Direccién del Establecimiento una autoridad que participa de la patria potestad, a la cual se sustituye, y la de jefe de establecimiento publico disciplinario. Admitida esa especie de patria potestad o tutela ejercida por un empleado publico en virtud de su empleo y como parte de sus funciones, estarfa subordinada en su ejercicio a las disposiciones legales que deben observar los funcionarios publicos (Condena Sacerdote 162-163) A la fallida patria potestad del sacerdote director, se sumé la fallida autoridad de sacerdotes celadores: “Ignacio Pérez y Antonio Ring, ejecutores de esos hechos, también estaban investidos de autoridad, el primero como jefe de celadores, el segundo como celador” (Condena Sacerdote, 163). Asfel discurso de los crimindlogos entretejia sentencias, comentarios y articulos para construir la representacion de las instituciones disciplinarias dirigidas por monjas y sacerdotes como peligrosos semilleros de homosexualidad en los que eran comunes los “abusos de autoridad” de administradores, maestros y celadores. Al ser condenadas, las autoridades eclesidsticas eran reemplazadas en la l6gica del discurso por los hombres de ciencia y sus instituciones estatales en las que si era “admitida esa especie de patria potestad o tutela ejercida por un empleado pablico”, “argentino”, que reemplazaba a los padres inmigrantes extranjeros. Nifos de clase alta pervertidos y nitios de clase baja perversos En la construccin de la homosexualidad, utilizada para expresar las ansiedades de las clases burguesas obligadas a emplear otras clases que convivian con ellas (como una clase de extranjeros conviviendo con una clase de argentinos dentro de las fronteras nacionales), el mal lo representaban maestros o celadores, sirvientes o peluqueros que entraban a pervertir los espacios burgueses predando en sus nifios. En cambio entre los nifios de las clases bajas, especialmente los hijos de los inmigrantes italianos, estos hombres de ciencia describieron la homosexualidad como una perversion que aparecia “naturalmente”, como una prdctica significativamente asociada a una vida en la libertad de la calle, es decir fuera del sistema disciplinario de asilos, hospicios, cérceles, prisiones, escuelas 0 cuarteles administrados por el estado. Una primera representacin dela homosexualidad infantil asociada con los hijos de los inmigrantes italianos, en textos argentinos de fines del siglo diecinueve, emergié en la Ultima novela de Eugenio 300 Cambaceres, publicada en 1887. En la sangre, como toda la obra narrativa de Cambaceres, es un texto contradictorio y rico en el que simulténeamente hay una gran eritica del sistema patriarcal argentino tradicional y de la inmigracién que, con los cambios que produjo, lo cuestion6. El capitulo segundo de En la sangre narraba la educacién de Genaro, el protagonista de la novela, el hijo del inmigrante que representaba la primera generacién de argentinos nacidos en el pais. Desde pequefio, Genaro se unié a un grupo de nifios con los que hacia una vida comin trabajando en la venta de contrasefias y cigarrillos en las puertas de los teatros. En las noches y después de comer juntos, entre los muros de una casa en construcci6n: ...a dormir, a jugar antes que acabara el suefio por rendirlos, tirabanse en fin acd y all4, por los rincones. Jugaban a los hombres y las mujeres; hacian de ellos los mas grandes, de ellas los m4s pequeiios, y, como en un manto de vergiienza, envueltos entre tinieblas, contagiados por el veneno del vicio ... revolcdndose se ensayaban en imitar el ejemplo de los padres ... con todos los secretos refinamientos de una precoz y ya profunda corrupcién (Obras, 208. Enfasis en el original). La descripeién del narrador de Cambaceres —codificada en esos juegos tipograficos caracteristicos en las cuatro novelas que, creo, son fundacionales de toda una literatura y una lengua de la zona del Rio de la Plata— trat6, como los médicos mas tarde, de recapturar las sexualidades diseminadas de esos niiios representandolas como una iniciacién en esa sexualidad masculina que, como explicé D. Halperin, relegaba a las personas asociadas en el acto sexual a clases distintas, marcadas por la edad: “hacian de ellos los mas grandes, de elas los més pequefios”. Como sabemos, la ideologia patriarcal a mas edad adjudicaba automatica y arbitrariamente més poder (Sexual Politics, 48). A las distintas edades correspondian entonces roles insertivos 0 receptivos concebidos arbitrariamente como pasivos y activos. Esos roles, asu vez, eran asociados o connotados automaticamente, inscriptos en los cuerpos como naturales o “correctos” para “los hombres y las mujeres”. Esa misma forma de representacién de una sexualidad de los hijos de los inmigrantes, natural, esponténea y perversa, no controlada, libre, exploratoria y diversificada —pero deserita como mécanica para que entrara en las taxonomias cientificas— fue la misma que adopts J. Ingenieros, en un articulo titulado “Los nifios vendedores de diarios y la delincuencia precoz”. En ese texto publicado en los Archivos en 301 1908 con el subtitulo “Notas sobre una encuesta efectuada en 1901”, el criminélogo al investigar la sexualidad de nifios, que se asociaban en grupos que trabajaban en la calle sin la supervisién directa de ningtin adulto noté, como el novelista, los roles sexuales adoptados por los nifios y los j6venes adolescentes y sefialé los cambios. Esos cambios te6ricos en los roles sexuales sirvieron para que Ingenieros hiciera otra de sus famosas clasificaciones taxonémicas, ahora un ordenamiento de distintas clases de una proto-criminalidad profesional. Recordemos que estos eran “nifios vendedores de diarios” en los que se observaba una “delincuencia precoz”. Ingenieros primero describié a los nifios “del grupo industrial [que] son en su mayoria argentinos, hijos de padres italianos, muchos son italianos de origen, inmigrados en la primera infancia. Su edad fluctiia entre los 6 y los 18 aiios” (Nifios, 332. Einfasis mio). Esta frase se Ienaba de significados escrita por el médico que fue él mismo un nifio italiano en Buenos Aires. Como veremos este estereotipo del nifio italiano o hijo de italianos, proto-criminal y homosexual, construido por Ingenieros, rompia el esterotipo de los italianos como sodomitas que adoptaban exclusivamente lo que Chauncey Ilamé “la posicién masculina”. Siempre prestando atencién especial a las practicas sexuales espe- eificas, Ingenieros escribié: “casi todos son masturbadores: algunos son pederastas” (332). Estos eran considerados “una pequeiia élite del gremio. El ntimero total de vendedores de diarios pasa de 1.000” y “por cada 100 menores vendedores que se mantienen en su oficio como industriales, hay 1.000 que han atravesado el oficio para entrar en la vaganciay el delito. Este proceso de evolucién, que luego analizaremos, constituye una de las caracteristicas del oficio” (335). En esa élite aparecia la pederastia pero todavia sin mayor especificacién, representada como una sodomia o vicio reprensible que no recibia sancién médica mayor. En este texto de Ingenieros emergié el mismo racismo que sefialé Vifias, pero ahora presentado como una aceptable y por todos conocida teorfa cientifica, cuando este padre de la criminologia argentina sefialé que entre los nifios del grupo industrial .-hay un hecho digno de notarse: e! numero de negros, tuertos, cojos, mancos, tartamudos, etc., es muy reducido. Se explica: esos caracteres determinantes de una inferioridad orgdnica, con relacién a los demés del gremio, les hace imposible ganarse la vida, por su inferioridad misma, por las bromas pesadas de que se les harfa objeto y por la imposibilidad de sostener 302 una competencia que, en ultimo caso, suele dirimirse a golpes de pufio o de titeo (333). Notemos la concepcién del “titeo” entendido y utilizado como una dindmica social que sirve para sefalar y expulsar a los excluidos. La raza del “negro” en este discurso “cientifico” representaba una “infe- rioridad orgdnica” concebida como similar a la de “tuertos, cojos, mancos [0] tartamudos”. En esta taxonomfa que ordenaba, reduciéndolas, distintas etapas de las sexualidades de miles de nifios distintos, Ingenieros asimil6 a la progresién que precipitaba la caida en el crimen el aumento en las précticas sexuales homosexuales. Ingenieros deacribié este segundo estadio, que significaba agravacién y aumento de una delincuencia precoz, en un segundo grupo de nifios: “del grupo adventicio, [quel tienen de 9 a 15 afios de edad; es mayor el nimero de analfabetos pero también el namero de los que han cursado 2 y 3 grados escolares: éstos han entrado al gremio més tarde que los industriales; masturbacién y pederastia mAs generalizada, frecuente el onanismo reciprocoy atin el coito bucal reciproco” (336). De esta forma se comprobaba que “en estos nifios los caracteres degenerativos son més pronunciados que en los precedentes. La salud fisica es mejor en ellos que en los anteriores, pues los enfermizos no pueden adaptarse al género de vida némada propia de este grupo” (336). La mayor degeneracion era esa diversificacién de las précticas sexuales homosexuales y no una salud fisica que paradéjicamente parecia aumentar junto con la inteligen- cia, pues estos nifios “psicolégicamente son atin mas astutos que los anteriores” y al evidenciar “menor sugestibilidad” (336) eran més resistentes a lo que para estos higienistas sociales era el gran mal de la 6poca, la sugestionabilidad del histérico. Noes sorpresivo que junto con las prdcticas sexuales homosexuales, en los nifios, Ingenieros sefialara una ideologia politica y una sensibilidad estética que conformaban una (a)moralidad peligrosa: “si los del grupo industrial son poco morales o amorales, estos ya son inmorales ... Sus ideas sobre politica son casi siempre opositoras al gobierno; irreligiosos; faltos de ideas estéticas; igual gusto por los dramas criollos, cuyos protagonistas son el ideal de hombre que muchos aspiran realizar” (336-337). Del primero al segundo grupo se iba profundizando la representacién de las desviaciones sexuales ahora asociadas con sentimientos de oposicién al gobierno y a una sensibilidad estética popular, que preferia los “dramas criollos”. 303 Ya en el grupo anterior Ingenieros habia notado que “muchos gustan del teatro; pero el 90% de ellos no conoce més que el del drama criollo, Carecen de ideas sobre la justicia; por lo general la consideran mala y la encarnan en la persona del vigilante” (334). En el primer grupo Ingenieros habia empezado a esbozar ese modelo popular encarnado en los personajes de los dramas criollos que sumaban ambivalencias legales, politicas y genéricas. Central entre los prota- gonistas de esos dramas que “eran el ideal de hombre que muchos Inifios vendedores de diarios] aspiran realizar” era sin duda Juan Moreira. Aqui recordemos que como sefialé Josefina Ludmer “Juan. Moreira funda la institucién del teatro nacional popular” con su “héroe dela violencia, un verdadero escéndalo cultural” (Escéndalos Moreira, 103). Ese héroe, explicé Ludmer, rompia cén las binaridades, “tiene una identidad doble, legal, politica y genérica” (108). Esa era la identidad doble, “ideal”, de los nifios delincuentes precoces. Segiin Ingenieros, en el tercero y ultimo grupo “los pederastas activos son mds numerosos que en el grupo adventicio, pero en cambio escasean los pederastas pasivos” (338). Junto con la presunta estabilizacién definitiva dela criminalidad quedaba fijado el estereotipo del italiano pederasta en estos nifios argentinos, “hijos de padre italianos” o “italianos de origen, inmigrados en la primera infancia” y por lo tanto con “tendencias antisociales debidas en gran parte a la herencia degenerativa” (338). Estos nifios en ese medio ambiente en el que “el empleo de la nifiez como medio de difusién de periédicos acarrea tal vez una seleccién invertida” (343) crecian y se transforma- ban en una poblacién de seductores 0 sodomitas que iba a ser el origen etiolégico de la patologia de los invertidos. “Ludmer, al notar la posicién genérica doble de Moreira, escribio: “y ahora quisiera ver su doble identidad en el género, en la vida privada que no deja de representarse en ese momento. Moreira no s6lo tenia una relacién entrafiable, corporal, con sus patrones politicos enemigos, sino también con sus amigos ... El amigo Julidn es todo amor y fidelidad hasta el fin ... Y con él, con el amigo fiel que est4 més abajo, del cual es ‘patrén’, representa Moreira el afecto masculino. Cuando se encuentran: ‘se besaron en la boca como dos amantes, sellando con aquel beso apasionado la amistad leal y sincera que se habfan profesado desde pequefios’ que se convierte en el epigrafe del poema ‘Moreira’ de Perlongher, otro escandalo literario y politico. (106-107) 304 Una cultura de maricas resistentes Delirios cientificos y discursos maricas A pesar de la estigmatizaci6n social de los invertidos, uranistas y homosexuales promovida por los médicos y criminélogos, no obstante la persecucién de la policia que a las érdenes de los policias “cientifi- cos” no se detenia frente a la falta de pruebas y las inventaba para arrestarlos, encarcelarlos y someterlos a situaciones y procedimientos humillantes y violentos, la resistencia de los maricas que sobrevivieron un organizado sistema de control social, médico legal y policial fue admirable, inspiradora. En los escritos de Veyga sobre la inversion esa resistencia emergié como una lucha de discursos, doblemente llamativa si tenemos en cuenta la diferencia entre el poder y los medios de estos burécratas estatales y el de una minorfa sexual de hombres hostigados, que carecian del apoyo emocional o afectivo de una familia tradicional y un circulo de amistades y relaciones comunes a la mayoria de los seres humanos. El discurso de los homosexuales, las voces e historias, fabulas, leyendas y delirios, a los que tanto tem{a Veyga, se abrieron paso en los textos de los médicos y desde ahi, desde adentro, infiltrados, socavaron el discurso “cientifico”. Ese juego de erosién interior lleg6 a desplazar la voz del hombre de ciencia en un texto que, utilizando la forma de la autobiografia, parodié estas historias clinicas o “casos”. La voz de La bella Otero se apropié del espacio de la escritura y, al mismo tiempo que hacia una parodia del discurso de los hombres de ciencia, utilizé ese mismo espacio para dejar los rastros y artefactos de su cultura. En la “Autobiografia” de La bella Otero, como en pagina tras pagina de los mismos Archivos, los maricas, invertidos, homosexuales, pederastas y uranistas preservaron y difundieron su cultura y su lengua y dejaron documentadas las estrategias de resistencia que adoptaron en su lucha contra este sistema médico legal policial. Desde sus primeros textos sobre la inversion Veyga demostré una inquietud notoria tratando de contener, refrenar o desviar discursos resistentes como el de los militantes que se diseminaron répida y eficientemene entre los espacios mas represores o més prestigiosos del sistema médico legal. Para contener esos discursos una de las estra- tegias de Veyga fue la clasificacién y especificacién de un discurso como delirio y de los invertidos como delirantes que, como los militan- tes alemanes, decfan ser una mujer encerrada en el cuerpo de un hombre. No es coincidencia que el principio de la construccién y 305 definicién del delirio de los invertidos delirantes, estuviera en la introduccién ala historia de Aurora. En esa historia publicada en abril de 1903 Veyga empezé a elaborar la definicién “La inversién sexual adquirida” represen‘ada como una inversién “profesional” y criminal de hombres, peluqueros y sirvientes traficantes, que trabajaban en la prostitucién, muy cerca de los lunfardos y de los llamados “auxiliares del vicio y el delito”. Veyga completé la definicién de esa forma de desviacién adquirida en otro ensayo titulado més especificamente “La inversién sexual adquirida—Tipo profesional”, publicado en agosto de 1903. Fue en ese texto que Veyga publicé la “Autobiografia” de La bella Otero, el texto del antiguo sirviente, invertido profesional, dedicado a la prostitucién homosexual, criminal y “delirante”. La progresién de la historia de Aurora a la historia y la autobiografia de La bella Otero, en un desarrollo de las desviaciones adquiridas que incluian las historias de Rosita, “invertido por sugestién” (201) y del rico burgués “invertido por decadencia” (205) trataba de ilustrar en textos publicados entre abril y agosto del mismo afio una evolucién de la inversién fomentada por el medio ambiente, representada como profesional, que ademés de ser criminal podia transformarse en una patologia. La progresion alertaba a la audiencia sobre los peligros de la simulacién de la inversién congénita que hacian los homosexuales militantes, simulaci6n que se transformaba en una patologia cuando, al creerse el simulador su propia simulacién, entraba en estado de delirio. Recordemos que vimos el choque entre narrativas, cientificas 0 militantes, en esa confrontacién entre definiciones de desviaciones congénitas o adquiridas que aparecié al principio de la historia de Aurora, cuando Veyga escribié: “no le han faltado tentaciones de simularnos una novela sobre ... su vida de marica ... sus ‘inclinaciones femeniles’, sus ‘gustos artisticos’, su ‘sensibilidad exagerada’, su ‘alma de mujer”, (196-197). En ese mismo principio de la historia Veyga empezé a connotar a las explicaciones, voces y narrativas de homosexuales y militantes como simulaciones que, no obstante haber conseguido engafiar a muchos cientificos prestigiosos, eran ficciones que podian ser patoldgicas: “esa ‘alma de mujer’ que tantos de entre ellos pretenden poseer y en cuya existencia han legado a hacer creer a muchos observadores dignos de la mayor consideracién, no es sino una pura fantasia, o una ilusién delirante en la verdadera acepcion de la palabra” (194). Esta era la progresién de “una pura fantasia” a la “jlusién delirante” que Veyga examiné enseguida en textos sobre la inversién publicados entre abril y agosto de 1903. 306 En el primer texto Veyga todavia imaginé al discurso de los maricas como una proliferacién de ideas que se diseminaban subrepticiamente, como un discurso todavia no bien organizado pero no por eso menos peligroso o sugestivo. Rosita, el “invertido por sugestion”: “ha apagado todas las tendencias normales que tenia para dedicar por entero su mente al servicio de las ideas que se han infiltrado en su cerebro” (Inversion Adquirida, 203-204). Las formas de sugestién mas temidas y consideradas peligrosas por los médicos todavia eran “ideas”, que representaban un discurso fragmentario, no bien organizado, que flotaban en la cultura hasta encontrar terreno fértil en las mentes de los invertidos. Esa era la desviacién “resultado de la contaminacién del medio ambiente, obrando éste sobre un cerebro débil, falto de ponderacién y de ideas directrices” (204). Las ideas “directrices”, reguladas, controladas, que contuvieran las opuestas, y peligrosas ideas “infiltradas”, eran las que debfan proveer desde sus intituciones los reformadores nacionalistas de las multitudes de guarangos invertidos.“ En la historia de Aurora las ideas alternativas distintas alas de los discursos hegemé6nicos aparecian sugeridas por un grupo social homo- sexual bien establecido, de hombres que se solidarizaban y ayudaban a otros hombres que (re)creaban sus identidades genéricas. Seguin el médico Aurora “se habia forjado, ademas, la idea de la feminidad, que es el fuerte de estos sujetos; [y] no pensaba otra cosa que en revestirse del aparato exterior de la mujer; se ensayaba en la toilette, se pintaba, imitaba la voz aguda y los modales de la mujer; en una palabra, procuraba, por todos los medios a su alcance y valiéndose en Jo posible de los consejos de los compafieros” (198). Esta creacién de un “aparato exterior” a partir de una toilette, maquillaje, vocalizacién y modales era la construccién del género que, como sefalé Judith “En Las multitudes argentinas “el maestro” ya habia diagnosticado el mal de la multitud “dominada por una idea o por un grupo de ideas que imprimen a su existencia una orientacién especial, no entiende lo que se le dice cuando las palabras pronunciadas no tienen relacién alguna con su idea fija” (286. Enfasis en el original). Esa era una proliferacién demécratica de ideas representada como caracteristica de una sociedad no receptiva de los modelos propuestos como nacionales. Enel andlisis de Ramos Mejia las ideas directrices del texto de Veyga eran “la orientacin que da la pasién del itinerario moral propio y no sugerido, que fija una idea fuerza cuando la congrega” (305. Enfasis en el original). Notemos cémo esa idea parte y producto del discurso oficial hegeménico, aparecia representada como “moral” y “no sugerida”. 307 Butler, es una articulacién de actos, palabras, gestos, inflexiones de la voz e inscripciones en la superficie de los cuerpos que crean la ilusion de un interior genérico esencial (Gender Trouble, 136). En estas creaciones y recreaciones que cuestionaban nociones cientificas de un. género “natural”, el médico noté muy especificamente lo importante que eran el apoyo, la proteccién, solidaridad y ayuda de “compafieros” cuyas ideas, que se empezaban a organizar como “consejos”, alentaban posibilidades y formas de imaginarse a sf mismos distintas a las del modelo binario. La salida En su primer texto sobre la inversion adquirida, junto con la historia de Aurora y de Rosita, Veyga publicé la historia del rico burgués que asumié publicamente una identidad sexual homosexual. Veyga describié ese proceso de pasaje de una identidad genérica a otra como un proceso de degradacién, que era simulténeamente psicolgica y social, un deterioro mental que, al mismo tiempo que acercaba al presunto enfermo al estado de delirio, implicaba un descenso de clase, un abandono de la burguesia y un acceso o acercamiento a los mundos de la prostitucién y el crimen. La construccién de la inversién como una identidad y una forma de vida anti-burguesa, “desarreglada”, fue una constante en los estudios de Veyga sobre la homosexualidad. Antes de la recreacion de su identidad sexual, el rico burgués era un “hombre casado, como en el caso precedente [la historia de Rosital, que ha Ievado una vida arreglada en todo sentido” (204). La inversion significaba una rebelién contra ese “arreglo”. Manon, enfermo de tuberculosis, segin el médico no murié porque, como sabemos, en 1902 no habia una cura médica para la tuberculosis, sino porque “su vida desarreglada hizo fracasar el régimen curativo” (Congénita, 44). En cuanto a Rosita, era “un débil de espiritu que ha pasado su juventud de una manera arreglada ... pero que careciendo de ideas, se ha dejado Ilevar por las tentaciones que el medio le ofrecia” (Inversién Adquirida, 202). En base a esos datos Veyga lego a otra de sus famosas conclusiones, y escribié: ...ante todo, hay que decir que no hay un solo invertido que pueda declarar que observa una vida ordenada ... un factor de origen diferente, aunque ligado directamente con la psicopatia, viene a determinar la forma de conducta del individuo impulsdndolo al desarreglo y aun a la delincuencia. Este factor noes otro que la pérdida del sentimiento del pudor, pérdida que se produce concomitantemente con la sistematizacién del delirio (Sentido moral, 26) 308 Ese momento clave, en el que la pérdida del sentimiento de pudor que, segan Veyga, aparecia al mismo tiempo que los invertidos entraban permanentemente al estado de delirio, era lo que hoy llamamos el destape, sacarse la mascara, asumir publicamente una identidad homosexual y empezar a defender el derecho a hacerlo utilizando los argumentos, ideas, explicaciones y discursos de los militantes. Siel psiquiatra en la cita que acabamos de ver homologé la actitud de asumir ptblicamente una identidad homosexual con una “sistematizacion del delirio”, con la estabilizacién de la patologia; Gémez, el crimindlogo, lo hizo homologéndola con la insercién final al mundo de la prostitucién y el crimen, y escribié: ...cuando un invertido ha “tirado la chancleta”, frase que en la jerga quiere significar que se han perdido los miramientos y que no hay escrépulo alguno en practicar el vicio profesionalmente, ingresa a la cofradia; entonces viste de mujer, se pinta, adopta un nombre femenino, comienza a “girar” es decir, a recorrer las calles en busea de clientes y frecuenta los bailes que, periédicamente se organizan para estrechar los vinculos de solidaridad” (Mala Vida, 191-192. Enfasis mio). “Girar” es una palabra que hasta hoy los homosexuales de Buenos Aires utilizamos con el significado de movernos en los espacios y las zonas conocidas de la deriva homosexual."* José Gobello en su Nuevo Diccionario Lunfardo sefialé que “yirar. lunf. [significa primero] callejear, andar vagando de calle en calle” ... y en segundo lugar “callejear la buscona (o el buscén] en procura de clientes” (263). En los estudios de Veyga estas migraciones y movimientos, flujos connotados como un trafico de intenciones amorales o criminales, Ilevaban a entradas o puntos de contacto con toda una cultura homosexual de vida social intensa. La deriva Veyga describié el acercamiento progresivo del burgués al mundo, lacultura y la vida social, ideas, consejos, delirios, discursos e historias de los maricas, como un proceso que empezaba con una forma de nomadismo: “inquieto al punto de que nadie entre los suyos consiga lamarlo a la vida habitual, vaga inciertamente de un lado a otro, “Carlos Jéuregui me sugirié que el vocablo usado con el significado de moverse un gay en los flujos y reflujos de la deriva homosexual, en su opinién hoy se escribirfa “yirar” y estaria asociado al titulo del tango “Yira, yira”. Comunicacién personal, 30/6/95. 309 ausenténdose de su casa, hasta por temporadas de més de una semana” (Inversién Adquirida, 206). Estas ausencias, similares a la del vecino de Banfield que hemos visto, eran concebidas como fugas de los movimientos conocidos y controlados, escapatorias de la rutina burguesa aceptada y aceptable, pero también evasiones del sistema de clases. Cuando el rico burgués desaparecia “en qué emplea su tiempo durante esas ausencias, nadie lo sabe. Lo seguro es que en esas escapadas no va a ninguna casa de su relacién ni vive entre gente de su rango” (206). En lo que el médico consideraba recesos momenténeos de ese proceso social y mental aparecian aparentes reinserciones del némade en la sociedad burguesa “se le ve adoptar una conducta regular, se acomoda a un horario correcto y se hace relativamente sociable” (206). Pero esta sociabilidad burguesa era la reemplazada por una vida social distinta, no burguesa, en la que proliferaban creativamente las ideas, sugestiones y discursos solidarios de apoyo, proteccién e inspiracién mutuos. Otra vida social En los textos de médicos y crimindlogos era evidente la preocupa- cién por la proliferacién, visibilidad y acceso aparentemente facil ala vida social de la comunidad homosexual, sus reuniones, fiestas y bailes que, en palabras de Gémez, “periédicamente se organiza(ban] para estrechar los vinculos de solidaridad” entre maricas, homosexuales, maricas machos, pederastas pasivos y activos, seductores, uranistas, admiradores y amigos. La abundancia y va- riedad de esa vida social se notaba en todos los estudios sobre la inversién publicados durante el periodo que examino en este libro. En el fragmento de la historia de Rosita que he citado antes recordemos la proliferacién exuberante de “fiestas de aparato escénico” y “fiestas de la escena semi-mundana”. Esas reuniones eran consideradas como medios ideales para la inspiracién y aliento de nuevas identidades: “es alli, en esas fiestas, recibiendo el interesado elogio a sus dotes fisicas, y rozdndose con uranistas de toda especie, que (Rosita, por ejemplo] empez6 a recibir las primeras sugestiones en el sentido de su cambio” (Inversién Adquirida, 203). Ademds de contribuir al “cambio inicial” que implicaba el acto de asumir publicamente identidades sexuales distintas a las de los modelos binarios que trataban desesperadamen- te de seguir siendo hegeménicos, esas mismas reuniones servian para consolidar nuevas identidades genéricas y sexuales ya establecidas. Manon “da rienda suelta a sus sentimientos de invertido, asistiendoa tertulias y bailes de invertidos, en que junto con otros congéneres 310 desempeia el rol de gran dama” (Inversién Congénita, 46). “Desem- pefiar el rol”, adoptar la pose de “gran dama” marcaba esa “impostura significante” que describié Molloy: “la pose dice que se es algo, pero decir que se es ese algo es posar, es decir, no serlo” (Politica Pose,134), copiar o parodiar los modelos genéricos y sexuales tradicionales. Reuniones, bailes, fiestas y celebraciones incluian ceremonias que hacian visible el placer y los efectos parédicos, deconstruccionistas 0 asimilacionistas, de jugar con la idea del matrimonio, la institucién que Marjorie Garber en este contexto llamé6 el pilar de las instituciones normativas heterosexuales (Vested Interests, 141). Enese ambivalente juego parédico, Aida, la “mujer honesta” que sostenia que “su seductor tiene que convertirlo en ‘esposa’ para poseerlo” adopté una estrategia o una pose asimilacionista y “le exigié {al seductor] que se uniera en ‘matrimonio” (Mujer honesta, 371). Entonces “el acto se realizé con el aparato convencional de una boda real: ella, vestida de blanco, adornada la cabeza de azahares; él de fracy guante blanco como si fuera a recibir la santa uncién del sacerdote” (371-372). Esa ceremonia no era excepcional. Veyga noté que “el ‘casamiento’ de invertidos sexuales no es un hecho raro, por cierto, pero esta ceremonia no se realiza ordina- riamente sino como acto de ostentacién escandalosa” (371). La ceremonia aparentemente asimilacionista era escandalosa porque cuestionaba la “naturalidad” del “aparato [heterosexual] de una boda” y hacia publica esa construccién contingente y dramatica de significa- dos que Judith Butler llamé “el género como un estilo corpéreo, un acto que es al mismo tiempo intencional y performativo” (Gender Trouble, 139). Encuentro de una comunidad Veyga hizo pasar el movimiento que iba a Ievar al rico burgués hasta una de las tantas reuniones de la cultura homosexual, por un presunto umbral de la prostitucién en una construccién del nomadismo dela cultura homosexual que servia para reforzar la representacién de esa cultura asociada al submundo del crimen, Asi primero “encontramos a nuestro sujeto convertido en un cliente habitual de los prostibulos de su barrio y rodeado de una cohorte de gente de la més baja condicién moral” (Inversién Adquirida, 206). El texto del médico sugeria que los contactos y entradas posibles al mundo y la cultura de homosexuales, maricas, invertidos y uranistas no estaban restringidos a una zona de la ciudad econémica o socialmente periférica sino diseminados en toda la urbe metropolitana, incluyendo barrios de las clases mas altas como el de un burgués respetable, de gran fortuna y posicién social. 311

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