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— |S | 6° ZZ Ts — 4. Hombres nuevos, héroes y martires Si queremos un modelo de hombre, un modelo de hombre que no pertenece a este tiempo, un modelo de hombre que pertenece a los tiempos futuros, de coraz6n digo que ese modelo, sin una sola mancha en su conducta, sin una sola manc en su actitud, sin una sola mancha en su actuacién.., ese modelo es el Che [...]. Che Iev6 a su mas alta expresi6n el estoicismo revolucionario, el espiritu de sacrificio revolucionario, la combatividad del revolucionario ® [...] sangre suya fue vertida en esta tierra cuando lo ® hirieron en diversos combates; sangre suya por la redencién de los explotados y los oprimidos, de los humildes y los pobres. FIDEL CASTRO RUZ, La Habana, 18 de octubre de 1967 Dentro del universo de referencias que intervino en la construcci6n identitaria del PRT-ERP sobresalié una figura que se erigié como modelo ideal y, en consecuencia, como fuente de valores, modelo de conducta y mandatos irrenunciables: el hombre nuevo. Fue esta una figura de fronteras: entre el tiempo presente y el porvenir, entre la vida y la muerte, entre el cuerpo individual y el colectivo, entre el guerrero y el asceta. Fue, también, figura de horizonte: guia, promesa y, finalmente, imposibilidad El hombre nuevo reconoce tradiciones ¢ inscripciones poli- tico-culturales diversas, hundiendo sus raices en el cristianismo, Hugo Vezzetti ha sefialado que: | ERP intings 109 e& angsny sae | | a | ® 184 Los coMBATIENTES Una semantica histérica de més larga duracién muestra los origenes cristianos, paulinos en particular, en el t6pi- co del reemplazo del hombre viejo (Adan, el de la Caida y la inclinacién al pecado) por el hombre nuevo, unido a Cristo por el bautismo: es el hombre regenerado, re- nacido en la fe. En primer lugar, el nuevo nacimiento se cumple en un acto definitive pero que encierra una po- tencialidad que se abre al futuro y la salvaci6n; en segun- do lugar, opera a la vez en un sentido individual y en la tico”, umificado dimensién de un cuerpo colectivo, “mis en Gristo, que anuncia una humanidad nueva” Por su parte, en la corriente cristiana representada por san Agus- tin, el hombre nuevo era aquel espiritualmente fortalecido para servir a Dios; un hombre mejorado en la medida de sw acerca. miento y semejanza al ser de Dios. Pero era también impotente, incapaz de cambiar el orden existente del mundo y de influir acti- vamente sobre el curso de los acontecimientos. Su transmutacién era individual ¢ interior. La modernidad representé un giro fundamental respecto de la versién cristiana del hombre nuevo. Dicho giro se sustenté en la certeza de que el hombre puede cambiar al hombre, no s6lo su ser individual, sino, mas importante atin, al hombre en tanto humanidad. Las revoluciones modernas -partiendo del gran pa- radigma que representé la Revolucién francesa han incluido -o mas bien han tenido como objetivo central- en sus programas, precisamente, la regeneracién humana radical, nacida no ya de la dimensién de la fe, sino de la politica. Alli radica el cardcter revo Iucionario del hombre nuevo moderno: en la secularizacién. En palabras de Hannah Arendt: “Es la secularizacin en si misma y no el contenido de la doctrina cristiana la que constituye el origen de la revolucién”2” En ese sentido, resulta evidente que los movimientos revolucio- narios participaron de un sistema de creencias que se inscribi6 en el cruce entre la expectativa de una regeneracién universal del hombre y del mundo, y la accién sobre él, una accién que asumia la forma de la movilizacién politica, En resumidas cuen- | eRPintinds 104 eS orvant 1148 | e a | ® HOMBRES NUEVOS, HEROES ¥ MARTIRES 185 tas, aunque impugnando desde distintas areas del pensamiento las tradiciones religiosas y hasta la fe misma, la modernidad se ha terizado, entre otras cosas, por la construccién de nuevos simbolos de contenido secular, y por la apropiacién y seculariza- cidn de imagenes y figuras provenientes del mundo de la fe. Cristo mismo, por ejemplo, el sentido de su vida y de su muerte fueron leidos por los hombres que aqui nos ocupan como an- tecedentes del revolucionario contemporaneo o, a la inversa, el revolucionario moderno fue concebido como la continuacién de aquella figura, En una carta dirigida a su hermano Julio (semina- rista), Mario Santucho afirmaba’ Estoy convencido, como te dijera ya personalmente, que los verdaderos imitadores, seguidores de Cristo, hoy en dia somos los revohucionarios, los que entregamos la vida por una sociedad justa, sin explotadores ni explotados, sin fetiches. Los que desenmascaramos diariamente la falsedad y la injusticia, los que estamos preparando una sociedad nueva?" Si los revolucionarios son los imitadores de Cristo, sin duda es el Ghe Guevara quien, en su imaginario, actualiza dicha figura. Asi, para la militancia del PRT-ERP, el hombre nuevo estuvo clara- mente identificado con el Che Guevara. EL CHE GUEVARA Y EL HOMBRE NUEVO EI siglo se obsesiona con la idea de cambiar al hom- bre, de crear un hombre nuevo [...]. Crear un hombre nuevo equivale siempre a exigir Ia destruccién del viejo [..] el proyecto es tan radical que en su realizacién no importa la singularidad de las vidas humanas; ellas son un mero material EL siglo ALAIN BADIOU, | eRPintings 105 eS orvant 1148 | e a | ® 186 LOS COMBATIENTES Antes de encarnar para los revolucionarios de los sesenta al hombre nuevo, el Che Guevara habia escrito sobre él en un tex- to célebre publicado en el semanario Marcha, de Montevideo, en marzo de 1965. El texto Ievaba el titulo de “El socialismo y el hombre nuevo en Cuba”, Varios autores han sefialado que la pluma de Guevara estuvo directamente influida por el huma- nismo marxista, que le habria llegado a través de los escritos de Anibal Ponce, publicados después de su muerte como Humanis- mo burgués y humanismo proletario.” Se trataba, en rigor, de un libro que reunia siete conferencias dictadas por Ponce en 1935 luego de un largo viaje por Europa, que incluyé una visita a la Unidn Soviética EI hilo que recorre su obra es el proletariado soviético reali- zando el programa incumplido del humanismo burgués. En ma- nos colectivas, la técnica y la cultura se convertian, en la “Nueva Rusia”, en poderosos instrumentos de emancipacién humana. Liberado ya de la enajenacién capitalista, el proletariado soviéti- co, amo y seftor de sus fuerzas, abria las puertas de un tiempo en el que el Hombre, en el despliegue de su potencialidad infinita, comenzaba a realizarse. La tiltima de las conferencias de Ponce Hevaba el significativo titulo de “Visita al hombre del futuro”, y alli quedaban delineados varios de los tépicos que Guevara plas- mara en su articulo. Un breve recorrido por las paginas de Ponce quizas resulte pertinente para abordar luego el texto de Guevara. De tiempos muy distintos son, sin duda, estos hombres y mujeres que en las fabricas y en las granjas, en los labo- ratorios y en las escuelas, s6lo piensan en construir, en crear, en superar lo existente, Construir: he ahi en efec« to el verbo de la Rusia Nueva; construir en las técnicas, construir en Ia cultura, construir en el alma. Para esta sociedad en que el trabajo ha dejado de ser un torme! to, han retrocedido los limites de lo imposible. En las es- tepas, en las montatias, en los desiertos, en los pantanos, en los torrentes, surgen como por ensalmo las maravillas del hombre [...]. El hombre, como factor consciente de a evoluci6n; el hombre, transformando a la naturaleza | eRPintinds 106 eS orvant 1148 | e a | ® | spends 197 HOMBRES NUEVOS, HEROES ¥ MARTIRES 187 y ala sociedad de acuerdo a un plan minuciosamente claborado, el hombre que ha dejado de ser el esclavo sumiso o desesperanzado para convertirse en el duefio completo de sus fuerzas: ese es el hombre soviético que introduce su voluntad en lo que parecia inaccesible, el hombre soviético que invierte el curso de los rios, renue- va el alma de las viejas tribus, transforma a su antojo la flora y la fauna [...]. La Nueva Rusia es una enorme usi- na en que todos colaboran porque acrecientan asi una riqneza que es comin. ¥ porque es comin, los hombres traba- jan més y mas ligero de lo que pueden trabajar los hombres [...]. [AI socializar los instrumentos de produccién] el prole- lariado por primera vez en el mundo comienza a trazar la historia del hombre con plena conciencia de lo que quiere y lo que hace. El desorden fantastico de la sociedad Irurguesa deja el puesto a la organizacién proletaria sometida a un plan [...]. Expresién del dominio de una clase, la “cul- tura’, la “moral”, la “sabiduria”, nunca han sido hasta hoy valores absolutos con alcance general [...]. Todos los Uamados “valores absolutos” se han resuelto siempre en el mis descarriado relativismo de clase [...] Para su gloria le ha tocado [a la clase proletaria] la mi- sin heroica de liberar al hombre, y de inaugurar de ver- dad el humanismo pleno. En extensién y en profundidad, ella es la tinica que puede invocar sin mentira a los valores absolutes porque ella es la tinica que tiene derecho a hablar “sub specie generis humani”. Cuando ella dice del hombre, es del Hombre en su totalidad a lo que alude [...]. El prole- tariado (...] no disimula con palabras enormes promesas absurdas que no puede cumplir, Sabe que el superhombre es innecesario porque el hombre todavia no se ha realizado, Ayu- darlo a nacer es su destino, y para cllo no ha recurrido jamés al verbo apocaliptico de ningiin Zaratustra con la serpiente y el aguila: le ha bastado entrecruzar el marti- lo ylahoz para que el dedo de la historia sefialara en ese simbolo, la humilde grandeza del Hombre.” orvant 1148 | e a | ® 188 Los CoMBATIENTES Casi weinta afios después de las conferencias de Ponce, Guevara escribia sobre “El socialismo y el hombre nuevo en Cuba”. El articulo, redactado “en viaje por Africa”, tenia la declarada inten- cin de responder a las acusaciones “de los voceros capitalistas”, que impugnaban al socialismo aseverando que ese sistema “se ca- racteriza por la abolicién del individuo en aras del Estado”. En tanto ~afirmaba Guevara-, ‘la tiltima y mas importante ambicién revolucionaria es ver al hombre liberado de su enajenacién”, el escrito en su conjunto se internaba en una red de relatos y re- flexiones orientados a dar cuenta de las formas en que, en Cuba, las condiciones enajenantes que las relaciones capitalistas impo- nen al hombre cedian paso a nuevas formas de emancipacién humana. Pero esas formas, en rigor, eran tan sélo el comienzo; marcaban en todo caso un camino, abrian las puertas de un futu- ro en el cual, educado bajo el comunismo, “el hombre del siglo XXI” alcanzaria por fin su libertad, su plenitud, su realizaci6n. De modo que hombre emancipado del futuro comunista. A diferencia de la Nueva Rusia de Ponce, en la que el traba- jo socializado habia “retrocedido los limites de lo imposible” y la mano laboriosa del hombre consciente modificaba “a su antojo Ia flora y la fauna”, el socialismo en Cuba estaba “en paiales”. En consecuencia, no se habfa producido todavia alli una educacién completa para el trabajo social “y la riqueza dista de estar al alean- ce de las masas mediante el simple proceso de apropiacién”.®" De ahi que Guevara destacara del individuo “su cualidad de no hecho, de producto no acabado. Las taras del pasado se asladan al presente en la conciencia individual y hay que hacer un trabajo continuo para erradicarlas”.*** Mientras que en la Unién Soviética que gustaba ver Ponce los hombres “s6lo piensan en construir, en crear, en superar Io existente”, la construccién del comunismo en Cuba debia realizarse, a la vez, en la base material yen Ia crea- cién del sujeto. Para ello debia recurrirse a estimulos morales que apuntalaran una nueva conciencia ‘J hombre nuevo era, en el escrito de Guevara, el Para construir el comunismo, simulténeamente con la base material, hay que hacer al hombre nuevo. De alli | eRPintings 108 eS orvant 1148 | e a | ® HOMBRES NUEVOS, HEROES ¥ MARTIRES 189 que sea tan importante elegir correctamente el instru- mento de movilizacién de las masas. Este instrumento debe ser de indole moral." La educaci6n global del individuo, implementada desde los resor- tes del estado, era un instrumento imprescindible. Le cabia a la vanguardia, es decir, el partido (y especialmente al lider maximo y su cireulo mas cercano), el rol dirigente, protagénico de ese proceso. Asi, sila escritura de Ponce ponia al proletariado en su conjunto en el centro de Ia escena, la de Guevara enconté en la vanguardia el motor acelerador de la ingenieria emancipatoria: En nuestra ambicién de revolucionarios, tratamos de ca- minar tan aprisa como sea posible, abriendo caminos, pero sabemos que tenemos que nutrirnos de la masa y que esta s6lo podra avanzar més rapido si la alentamos con nuestro ejemplo. [.] El grupo de vanguardia es ideolégicamente mas avan- zado que la masa; esta conoce los valores nuevos, pero insuficientemente. Mientras en los primeros se produce un cambio cualitative que les permite ir al sacrficio en su funcién de avanzada En este punto, conviene dejar de lado el problema de la construc Gién de un nuevo hombre a wavés de su educacién e integracién en el trabajo colectivo, para centrar el anélisis en el encadena- miento de sentidos que deja traslucir el texto de Guevara: aquel que anuda conciencia-moral con vanguardia, y a esta con ejemplo de sacrificio, Dicho encadenamiento permitira, en el imaginario re- volucionario, encontrar en el guerrillero heroico la encarnacién anticipada del hombre nuevo. Evocando los tiempos de la guerrilla en Sierra Maestra primeros momentos de la revolucién, Guevara advertia: “Fue la primera época heroica, en la cual se disputaban por lograr un cargo de mayor responsabilidad, de mayor peligro, sin otra sa- tisfaccin que el cumplimiento del deber. En nuestro trabajo de educaci6n revolucionaria, volvemos a menudo sobre este tema | eRPintinds 109 eS orvant 1148 | e a | ® 190 LOS COMBATIENTES, aleccionador. En la actitud de nuestros combatientes se vistumbra al hombre del futuro” **° Partiendo, entonces, de ese “tema alecciona- dor”, Guevara insistir4, a lo largo de su articulo, en el anudamien- to vanguardia-ejemplo-sacrificio-futuro: EI Partido es el cjemplo vivo; sus cuadros deben dictar citedras de laboriosidad y sacrificio [...]. Todos los dias hay que luchar porque ese amor a la humanidad viviente se uansforme en hechos concretos, en actos que sirvan de ejemplo, de movilizacién [...]. El revolucionario, mo- tor ideolégico de la revolucin dentro de su partido, se consume en esa actividad ininterrumpida que no tiene més fin que la muerte [...]. Todos y cada uno de nosotros paga puntualmente su cuota de sacrificio, conscientes de recibir el premio en la satisfaccién del deber cumplido, conscientes de avanzar con todos hacia el hombre nuevo que se vislumbra en el horizonte [...]. Nosotros, socialis- tas, somos mas libres porque somos mas plenos; somos mas plenos por ser mas libres. (...] Nuestra libertad y su sostén cotidiano tienen color de sangre y estin henchi- dos de sacrificio [ Quien abre el camino es el grupo de vanguardia, los me- jores entre los buenos, el Partido [...].° Dos afios después de publicado el articulo, Guevara se dirigié por tiltima vez “a los pueblos del mundo”, a través de un largo mensaje publicado por la Tricontinental. Alli exclamaba: "Qué importan los peligros o sacrificios de un hombre o de un pueblo cuando esta en juego el destino de la humanidad!”. Seis meses mas tarde, moria fusilado en Bolivia. Las fotografias tomadas a su cuerpo sin vida recorrieron el mundo, dando nacimiento no sélo a una extensa cadena de representaciones que lo enlazaban con el martirio de Cristo (como muchos autores han seiialado), sino, ademis, a un icono mitico, el guerrillero heroico, que impulsaré a miles de jvenes a exclamar: *{Seremos como el Che!” Desde entonces, sus palabras fueron leidas a partir del ejemplo que su propio recorrido personal ofrecia: de funcionario del nue- | eRPintinds 190 eS orvant 1148 | e a | ® HOMBRES NUEVOS, HEROES ¥ MARTIRES 191 vo poder en construccién (director del Departamento de Indus- wializacion del Instituto Nacional de Reforma Agraria, ministro de Industria y presidente del Banco Nacional) a la experiencia guerrillera en Africa primero y en Bolivia después (ambas fra- casadas, por cierto). En ese recorrido, sustentado siempre en la certeza de la capacidad concientizadora de las armas, el empefio constructor habia cedido terreno al arrojo sacrificial, Es la “leyen- da del guerrillero esencial”, advierte Hugo Vezzetti, que: “Encar- na y lleva al limite una tipologia moral, fijada y reconocible en la tradicién épica; el régimen del heroismo reclama el sacrificio de Ja propia vida y culmina en la muerte bella’.*” Resulta evidente que los discursos y relatos sobre el héroe caido contribuyeron, también, a reforzar un mito en el que el guerri- lero heroico se emparentaba con el hombre nuevo alli donde encarnaba un “modelo de hombre que pertenece a los tiempos futuros”, como aseveraba Fidel Castro en el discurso citado al co- mienzo de este capitulo. Por lo demas, ese modelo de hombre “sin una sola mancha en su conducta, sin una sola mancha en su actitud, sin una sola mancha en su actuacién”, generoso en sangre “por la redencién de los explotados y los oprimidos, de los hu- mildes y los pobres”, habia quedado también prefigurado en las propias palabras de Guevara: Ya habfamos identificado al guerrillero como un hom- bre que hace suya el ansia de liberacién del pueblo [..] Al comenzar la lucha lo hace ya con la intenci6n de des- wuir un orden injusto y, por lo tanto, mas o menos ve- ladamente con la intencién de colocar algo nuevo en lugar de lo viejo [...]. Pero el guerzillero, como elemen- to consciente de la vanguardia popular, debe tener una conducta moral que lo acredite como verdadero sacer- dote de la reforma que pretende. A la austeridad obliga- da por dificiles condiciones de la guerra debe sumar la austeridad nacida de un rigido autocontrol que impida un solo exceso, un solo desliz, en ocasién en que las cir- cunstancias pudieran permitirlo, El guerrillero debe ser un asceta.* | eRPinuings 161 eS orvant 1148 | e — |S | 6° ZZ Ts — 192 LOS COMBATIENTES, EL HOMBRE NUEVO PERRETISTA: MORAL, HEROICIDAD Y MARTIRIO. Yo digo: bueno, yo voy a luchar por un mundo mejor y el futuro esté en mis hijos. Ahi estoy diciendo de alguna manera que a mi me pueden matar. Es jugarse al todo o nada, al Cristo, Te imaginas que yo vengo ideol6- gicamente con una educacién cristiana, ¢¥ cual es la imagen cristiana del combatiente? Cristo, que muere caucificado. Después tengo la otra imagen, la del Che Guevara, Cristo, ojo, Cristo no era a nivel consciente, viste. Hoy yo lo veo que es a nivel inconsciente, cultural [...]. Es una cara que se superpone a la otra, Ia de Cristo y la del Che Guevara. MIGUEL, 12 de enero de 2000 (testimonio brindado ala autora) La rectificacién guevarista del pensamiento marxista en su ver- ® sién objetivista y evolucionista— confluyé en la matriz de un pen- ® samiento que exaltaba los alcances casi ilimitados de la voluntad revolucionaria, Si de la accién de los hombres dependia el ritmo de la consagracién histérica, la tarea primordial de la empresa revolucionaria era dotarlos de los valores, las cualidades y los atri- butos imprescindibles para llevar adelante la trascendental tarea. Ficles al legado guevariano, los militantes del PRT-ERP realizaron un enorme sacrificio para constrnir dia a dia, a partir de su propia praxis, a ese hombre nuevo que, si bien habitaria el futuro, pare- cia resultar claro para todos que podia identificarse basicamente por sus valores morales, Desde la direccién del partido se intentaba formar un miilitante que tuviera todas las virtudes del hombre nuevo. —2¥ cuales eran esas virtudes? Primero, que fuera humilde, revolucionario en toda su vida, con una moral y una ética. Fundamentalmente se hacia hincapié en ese tipo de cosas. [...] Intentaba ser un decilogo de lo que tenia que ser la conducta moral y | EmPintings 192 e& angsny sae | | a | ® HOMBRES NUEVOS, HEROES ¥ MARTIRES 193 ética del militante revolucionario [...], luchar contra los vicios pequetio-burgueses sin hacer una lista detallada de los mismos.*” ~2Cudles eran los atributos del hombre nuevo? "F austero, ¢s- -Y, por ejemplo, ser solidario, ser callado, tar siempre dispuesto... preocuparse por el otro, zno? Era Jo opuesto al pequerio-burgués, digamos, que es charla- tn, en el sentido de que habla mucho y hace poco... es pedante, individualista... Eso era muy importante: com- batir el individualismo, :te das cuenta? Y habia mucho de eso también, ojo. Pero lo combatiamos, si, Porque lo que pasa en realidad es que el hombre nuevo era el del so- cialismo, el que venia con el socialismo... pero nosotros, ibamos por eso. El socialismo se hace, hay que luchar, no viene solo. El hombre nuevo, también... hay que hacerlo, todos los dias, hay que dar el ejemplo." Como era el hombre nuevo? -Mira, yo te voy a decir una cosa: en esa época parecia muy claro; hoy dia me parece absolutamente confuso [..] porque eran una serie de valores éticos sumamente difusos."" Al rastrear en los distintos escritos partidarios aquello que el co- lectivo perretista consideraba “virtudes” y al reunir los diversos testimonios recopilados, se vuelve evidente que existia una serie de caracteristicas que definian al hombre nuevo y, por tanto, al mi- litante ejemplar: “ser humilde”, “ser callado”, “ser solidario”, “ser disciplinado”, “estar siempre dispuesto”, “ser sacrificado”, “dar la vida" (en las expresiones de los entrevistados); “las verdaderas virtudes proletarias: solidaridad, humildad, sencillez, paciencia, espiritu de sacrificio, amplitud de criterios, decision, tenacidad, deseos de aprender, generosidad, amor al préjimo”, tal como apa- recia enunciado en los escritos partidarios.* Un primer elemen- to que sobresale de este conjunto de virtudes es la resonancia crise tiana de gran parte de ellas. Pablo Pozzi ha llamado Ia atencién | eRPintinds 190 eS orvant 1148 | e a | ® 194 LOS COMBATIENTES: respecto de los puntos de encuentro entre la cultura partidaria y el cristianismo, sefialando que fue principalmente el sector de la militancia del noroeste (proveniente del FRIP), comenzando por la propia familia Santucho, la que habria aportado al conjunto de la organizacién una serie de valores tradicionalmente vincula- dos con el ideario cristiano. Como complemente, y en funcién de la muestra aqui reumida, se advierte que una cantidad importante de jévenes porteiios y litoraleiios que ingresaron al PRT-ERP ha- bian recibido educaci6n religiosa o habian participado de diver sas actividades sociales impulsadas por instituciones eclesidsticas (Accién Catélica, Juventud Estudiantil Catélica, entre otras), De todas maneras, es preciso advertir que el documento partidario que resumfa las “verdaderas virtudes proletarias” (Moral y proleta- rizacién) fue escrito por Luis Ortolani, con el seudénimo de Julio Parra, uno de los militantes que, provenientes de Palabra Obrera, se habia encolumnado tras las filas santuchistas en la ruptura de 1968. De ahi que quizas valga la pena lamar la atencién sobre el hecho de que aquello que se postula como “virtua” es atribuido a la clase proletaria, y que algunas de esas virtudes (como la “ampli- tud de criterios” o los “deseos de aprender") pueden considerarse tributarias de la tradicién de las izquierdas. Interesa destacar en especial las formas gramaticales en que aquellas virtudes son expresadas y recordadas en los diversos testi- monios: “ser humilde”, “ser sacrificado”, “ser callado”, “ser...” La connotacién imperativa de la formula result6 fundamental en la dindmica de construccién de la identidad del militante en tanto participaba en la definicién de mandatos partidarios: no enuncia- ba simplemente un conjunto de virtudes a emular, definia como habia que ser para ser un verdadero revolucionario, En el imagi- nario perretista, el valor por excelencia que definia a ese revolu- cionario verdadero y ejemplar fue el espiritu de sacrificio, expre- sién crucial de la identidad perretista en construccién, Asi, desde las imagenes y representaciones contenidas en los distintos niveles y espacios de la discursividad partidaria, se fue imponiendo con relativo éxito y rapidez un modelo de militante cuyos atributos todos podian reconocer | eRPintings 108 eS orvant 1148 | e a | ® HOMBRES NUEVOS, HEROES ¥ MARTIRES 195, ‘mo era el militante ideal? -¥... los compatieros mas sacrificados, con un espiritu de participacién, de sacrificio. Qué sé yo... compaiieros que [...] salfan a las 6 de la tarde y seguian volanteando... A Jas 8 tenfan una accién, alas 12 estaban en su casa, alas 4 reunién de célula. O sea... se caracterizaban mas asi por el espiritu de sacrificio. Te digo que se daban muchos casos asi, eh... Se ha mencionado ya que las formas gramaticales en que la disc sividad partidaria expresaba las virtudes a emular contribuyeron a la definicién de mandatos colectivos. Del conjunto de estos man- datos, interesa destacar aqui, en tanto resultado tiltimo del “espi ritu de sacrificio”, el de “dar la vida”, puesto que, pudiendo ser un mandato relativamente polisémico (“dedicar la vida a...", “ocupar lavida en...”), resultaba ser, por las implicancias subjetivas que dis- paraba, definitivamente univoco: morir.™ Ana Longoni ha ana- lizado este modelo de militancia, sustentado sobre una ética del sacrificio, que “extendié como un mandato moral incuestionable el renunciamiento a la vida privada [...] y termin6 convirtiéndose, al entrar en una cruenta légica bélica, en una renuncia a la vida misma”. “Dar la vida" significaba ofrendarla, La muerte se convertia en fuente de legitimacién; como habia sentenciado el Che Guevara en su carta de despedida a Fidel Castro (y que la memoria mili- tante no cesaba de evocar): “En toda revolucién se triunfa o se muere cuando es verdadera’, Asi, la muerte venia a otorgar el sentido de verdad a una revolucién en marcha que, para triunfar, exige el sactificio de sus “mejores hijos”. Como esa muerte legiti- mante abonaba necesariamente el camino hacia una revolucién que inauguraria una nueva era (“Jorge Ratil Montouto ha muerto luchando por la vida, sabiendo que en cada accion podia cae pero sabiendo también que con cada accién se hacia mas cercano el dia de la victoria”), fue, a su vez, wna muerte redentora, cuya apelacién se reiteraba en la prensa partidaria: | eRPintings 195 eS orvant 1148 | e a | ® 196 10s Comparten TEs Militantes y cuadros, entre ellos miembros del Comité Central, han dado su vida con honor, cayendo algunos en combate, otros asesinados en Ia camara de tortura, otros ejecutados fria y premeditadamente por el ene- migo. Pero su sacrificio no ha sido vano, su ejemplo y su sangre se han convertido en formidable aliciente que galvaniza y une cada ver mas a los mejores ele- mentos revolucionarios de nuestro pueblo en torno al PRT. De este modo, la creencia en la fuerza convocante de la caida de cada combatiente alentaba el empefio revolucionario. No habia dudas de que quienes morian eran los mejores, porque esta for ma de muerte era consagratoria, Como afirma Vezzetti: “Lo mas importante en esta memoria mitica de la sangre y de la guerra es la afirmacién de que el valor supremo del combatiente es la ofrenda de la propia vida’. La prensa partidaria lo expresaba con claridad: Asi, paulatinamente, el compaiiero Marcelo se convir~ ti6 en un revolucionario total que, segiin nuestro Che Guevara, ¢s “el escaln mas alto de la especie humana”, significando con esto que la actitud de un hombre que entrega su vida en pos de los intereses de la mayoria del pueblo, poniendo este interés por encima de sus nece- sidades individuales, de sus deseos personales intimos, es la mas grande actitud que puede tomar un hombre ante la vida En la misma direcci6n, en una suerte de semblanza de Mario Emi- lio Delfino, militante del PRT-ERP asesinado en la masacre de Trelew, se lee: [1 y cuando las balas asesinas troncharon su vida, ha- bia Hegado también a su plena madurez moral y politica, habia alcanzado Ia estatura de los grandes cuadros re- volucionarios que nuestra revolucion necesita. Por eso | eRPintings 196 eS orvant 1148 | e HOMBRES NUEVOS, HEROES ¥ MARTIRES 197 ‘ocupaba uno de los primeros puestos en la lista. Por eso murié primero, porque era uno de los mejores.” Algunos testimonios permiten pensar en ciertos efectos de esta consagracién, tanto en Ja vida interna de la organizacién (“hay una instancia en la que no se puede discutir porque el compare 10 dio su vida"),"® como en el fuero intimo de quien se dirige al combate La sensacin que yo tenia era que me debia a mis com- parieros, me debia a los grupos en los que estaba [ ‘Muchos caian presos, a algunos otros los mataban... en- tonces... una cosa de cierto... pacto, digamos. Sia mi me pasaba lo que les pasaba a otros, claramente yo queria que... bueno, que mis compaiieros siguieran mi lucha, que algtin comando Ievara mi nombre.° En esa consagracién se erigié la figura del héroe, en el universo de referencias de la agrupaci6n guerrillera, La historia cultural de Occidente ofrece un complejo racimo de tradiciones en torno a la figura del héroe, cuya exploracin escapa a las posibilidades sentidos del presente escrito. Sobre la muerte heroica y la existen- cia trascendente de quienes mueren en combate por causas justas, podria mencionarse, tan s6lo a modo de ejemplo, a los Cruzados medievales, asi como al Islam. De todos modos, interesa destacar aqui la tradicién del héroe configurada a partir de las guerras de los estados nacionales libradas en el siglo XIX (en el caso de las guerras por la Independencia resuena la figura de “Cabral, solda- do heroico”), y mas atin tras la Primera Guerra Mundial, la “gran guerra”, Estas guerras constituyeron la cantera por excelencia de un héroe clave de la modernidad: el soldado caido, el muerto por Ia patria. En el universo perretista, la figura del héroe es tributaria de esta tradicién: la muerte en combate, y mas precisamente la “cai da en combate”, habilita lo heroico. “El topos es conocido en las narraciones épicas: la ‘muerte bella’ es la victoria final del héroe sobre sus enemigos moralmente inferiores, Morir combatiendo es | eRPintings 197 eS 6 Ezz In| orvant 1148 | e a | ® 198 10S commarteNTEs a culminacién de la moral del guerrero." Asi, el componente bélico resulta fundamental en la construccién de esta figura. Debe estar presente aunque més no sea en sus representaciones cole tivas objetivadas (imagenes, relatos, consignas, formas discursivas que establezcan una gloria) 0 contenidas en la subjetividad indivi- dual de cada militante. Una vex mas, si el hombre nuevo perretista, estaba signado por su espiritu de sacrificio, por su disposicién a dar Ia vida -y eso implicaba el combate-, hombre nuevo y héroe se fundian en la figura del guertillero: “El mas alto militante era el gueriillero. Ese que dejaba todo por enfrentarse a los militares L..]. Se sabia que el compaiiero mas fuerte, mas decidido era el que iba al combate”.2%* De modo que, en el imaginario perretista, la ética sacrificial se articulaba con el mandato combatiente. La guerra revolucionaria no podia menos que implicar una red de dispositivos que mol. dearan la identidad, la sensibilidad y las practicas partidarias. En consecuencia, el culto al heroismo y la exaltacién de la muerte en combate ocupaban un lugar rector en aquella red. La documentacién partidaria se mostré abundante en semblan- zas heroificantes de militantes caidos en combate, en consignas que enarbolaban la ejemplaridad de cada muerte invitando a con- tinuar Ia epopeya del caido y en una retérica sustentada en la certeza inconmovible de que la sangre de cada combatiente abo- naba el cuerpo colectivo de la revoluci6n. Dicha certeza quedaba cristalizada en una expresién que acompatiaria cada muerte, cada sepelio, cada homenaje: “Ha muerto un revolucionario, ;Viva la revolucin!”. Tan sélo a modo de ejemplo, se citan aqui algunas formulas tempranas en que los componentes descriptos se plas maron en el discurso partidario. Marcelo Lezcano, José Alberto Polti y Juan del Valle Taborda fueron de los primeros militantes del PRT-ERP caidos en un com- bate callejero con la policia, en abril de 1971 en Cordoba. En su primer niimero posterior a los hechos, Estrella Roja citaba, al final de un pequetio relato de las circunstancias en que estos tres militantes habjan perdido la vida, unos versos del poeta cubano Nicolas Guillén: | eRPintinds 190 eS orvant 1148 | e a | ® HOMBRES NUEVOS, HEROES ¥ MARTIRES 199 Hay quien muere sobre su lecho doce meses agonizando otros hay que mueren cantando con doce balazos sobre el pecho.** Un mes mis tarde, Estrella Roja volvia a recordar a los caidos: EI 17 de abril las calles cordobesas se tifieron con la san- gre de tres de nuestros mas queridos compaiieros |...] Fue necesario que los mercenarios enemigos los enfren- taran de a diez por cada uno de ellos, Fue necesario que Jos tomaran sin municiones y encontréndolos indefen- sos, heridos en el suelo, los acribillaran alevosamente para poder apagar estas vidas al servicio de la revolucion Ellos sabian que en esta guerra del pueblo la muerte po- dia sorprenderlos |...]. No le temfan [...] porque confia- ban seguros en que su lugar de combate iba a ser lenado inmediatamente y su fusil caido multiplicado por mil.’ Si bien la apelacién al sactificio, el relato heroificante y la exalta- cién de la muerte en combate estan presentes en cualquier grupo de hombres que se dirija a la guerra, es indudable que la figura del Che Guevara, su ejemplo (sustentado tanto en su propio reco rrido personal, como en una postulada superioridad moral) y su retérica reforzaban, de manera singular, el demandado altruismo perretista, En la tapa de ese mismo ejemplar de Estrella Roja en que se homenajeaba a Lezcano, Polti y Taborda, se reproducia un fragmento —que seria mas tarde citado una y otra vez— del célebre mensaje del Che Guevara a través de la Tricontinental (1967) En cualquier lugar que nos sorprenda la muerte, bienve- nida sea, siempre que ese, nuestro grito de guerra, haya legado hasta un ofdo receptivo y otra mano se tienda para empuiiar nuestras armas, y otros hombres se apres- ten a entonar los cantos Iuctuosos con tableteo de ame- twalladoras y nuevos gritos de guerra y de victoria.” | eRPintinds 190 eS orvant 1148 | e a | ® | speeds 220 200 LOS COMBATIENTES De hecho, a dos arios de la muerte de Guevara en Bolivia, la tapa de El Combatiente reproducia una foto del Che riendo, con un epigrafe que sefialaba: “Volver y sera millones”. Mas atin, a lo largo de toda la vida activa de la organizacién, su prensa fue abun- dante en este tipo de apelaciones, donde la figura del militante caido se crigia como héroe glorificado que impulsaba a otros, con su muerte, a sumarse ala guerra revolucionaria, cuyo triunfo in- minente parecia no dejar lugar a dudas, Se equivoca de medio a medio el enemigo si conside- ra que la muerte de nuestros compaiieros queridos nos abate o desmoraliza, esa ofrenda vital y consciente de los camaradas nos estimula y nos lleva a proseguir la lucha con mayor entusiasmo y fortaleza.” Interesa destacar en estas reivindicaciones la insistencia en que Ia muerte del combatiente traeria consigo una multiplicacién de brazos dispuestos a empuiiar las armas: El arma dejada por Jorge Luis Montonto sera recogida por muchos brazos que se tienden prestos para empuiiar- la, brazos de obreros, de estudiantes, de hijos del pueblo que han comprendido que el tmico camino para la libera- cién de la clase obrera es el de empuiiar las armas." EI dia lunes 15, fuerzas policiales masacraron a sangre fia a cuatro combatientes de nuestro Ejército [...]. La sangre de los caidos nos marca el camino para nuestra verdadera liberacién [...]. Los nombres de los caidos Guillermo Rubén Perez, Maria Elena Da Silva Parreira de Antelo, Pedro Uriz y Eduardo Villaverde, permane- cern vivos en la memoria de nuestro pueblo; y el fusil que dejaron los compaieros sera levantado por cientos de obreros, de estudiantes, de campesinos y trabajadores que dia a dia se incorporaran a las filas de la revolucién para construir una patria nueva, una PATRIA SOCIA- orvant 1148 | e a | ® HOMBRES NUEVOS, HEROES ¥ MARTIRES 201 En estas apelaciones se erige la funcién movilizante y pedagégica del mito revolucionario. El héroe muestra un camino a seguir, dinamiza voluntades, enseiia con su ejemplo. Y esta figura, la del ejemplo, la de lo ejemplar, fue otro dispositivo clave en el proceso de construccién de la identidad perretista. No se trataba tinica- mente de emular virtudes morales. Esas virtudes podian estar -y en rigor estaban— encarnadas en revolucionarios reales que ha- bian dado la vida, En consecuencia, era posible alcanzar la mas extrema exigencia. Imitandolos no s6lo se estrechaban los lazos simbélicos entre los militantes, no slo se moldeaba la identidad del grupo, también se ponia de manifiesto alli una intencién disciplinatoria tan personal como colectiva. En palabras de una entrevistada: Se entendia que se construia la moral del conjunto del partido si se tenia héroes, figuras paradigmaticas y mo- delos de moral, modelos de heroicidad y modelos de en- trega y modelos de militancia y modelos de no sé qué cosa [...], con el ejemplo del Che, con el ejemplo de. [...] con la idea siempre de la cosa ejemplar.""* Esa potencialidad del ejemplo moral del revolucionario comba- tiente se proyectaba, también, hacia el afuera de la organizaci6n, hacia las masas que, “heridas en su imaginacién” por la fuerza del comportamiento heroico del guerrillero, se encolumnarian tras su causa: Ante las dificultades, comportarse heroicamente. Ir dis puesto a matar o morir. La moral revolucionaria, base de nuestro heroismo, es nuestra superioridad fundamental en el combate. El comportamiento heroico hiere la imagina- in de las masas despertando admiracién, solidaridad y senti ‘miento de emulacién.” En este sentido es interesante el significado que la expresion “moral de combate” asumia en la vor del colectivo partidario. “Mo- ral de combate” no remitia aun cuerpo codificado de conductas | _eRPintinss 201 eS orvant 1148 | e a | ® 202 LOS COMBATIENTES especificas, ni aun a Ja templanza que, en situaciones dificiles, debja evidenciar un combatiente. La expresin se traducia, sen cillamente, en el imperativo del combate. Por ejemplo, Roberto relata que, mientras aguardaban la orden para atacar una comi- saria, con una companera fueron sorprendidos por una vecina, que rapidamente avis6 a la policia. En pocos minutos se vieron rodeados por un mimero muy superior de efectivos. Su compa- fiera intent6 huir, la policia abrié fuego y enseguida logré atra- parla. Al constatar la superioridad del enemigo, Roberto se rin- di6. Ya en la carcel, el partido evalué su conducta y determiné aplicarle una sancién, pues le habia faltado “moral de combate”, Durante la entrevista, al ser consultado sobre qué opinaba él de aquella sancién, admitié que “tenian raz6n. Me habia faltado moral de combate. Yo tendria que haber tirado, aunque fueran mil y me reventaran, Pero me cagué... qué sé yo... Si, es cierto, Me falté moral de combate” .*"* Conviene destacar aqui otro rasgo ~de origen cristiano- del héroe perretista: el martirio, Cuando de un guerrillero muerto se trata, las figuras del héroe y del martir se entrelazan, se fun den y confunden en el imaginario colectivo de la organizacién. Ciertamente, podria objetarse que, a diferencia de los militantes revolucionarios, el martir cristiano acepta pasivamente el martirio (0 se entrega a él). No se intenta aqui opacar esa diferencia ni desconocer las multiples formas de resistencia que los militantes opusieron a la muerte y a la tortura, real o potencial. Tan sélo se seiiala que cierta dimensién del martir (la vinculada a una muerte violenta, perpetrada a raiz de una creencia a la cual no se renun- cia) constituy6 uno de Ios elementos simbélicos que confluyeron en la figura del héroe perretista. También Hugo Vezzetti se ha referido al entrecruzamiento de las figuras del héroe y del martir en el imaginario de la guerra: La muerte es consustancial a esa imaginacién revolucio- naria en Ja exacta medida en que la politica quedaba [...] capturada por el imaginario cristiano que conden- saba en el martirio la ofrenda maxima y la entrada en la inmortalidad, | eRPintings ace eS orvant 1148 | e HOMBRES NUEVOS, HEROES ¥ MARTIRES 203 [Y, mas adelante:] EI motivo de la muerte en combate no es el tinico que asegura una inmortalidad en el seno de una comunidad sostenida en un corpus de creencias comunes, Con el martirio, el cristianismo ha edificado owa figura del sacrificio que depende menos de las vir- tudes personales y de la biisqueda de la gloria futura del héroe, en la medida en que es uma forma suprema del testimonio de una verdad y una fe que se imponen sobre el destino mortal." La mayoria de las personas entrevistadas utiliza indistintamente los términos “héroe” y “martir” para referirse, por ejemplo, a los militantes fugados del penal de Rawson el 19 de agosto de 1972 y fusilados en Trelew el 22. En la documentacién partidaria, los dieciséis militantes fuasilados se convirtieron en héroes de Trelew, y fue el dia 22 de agosto (y no el 19) el que se decreté Dia del Combatiente Heroico. La heroicidad provenia menos de la ac cién de la fuga en si misma que de una muerte perpetrada desde la alevosia, Al mismo tiempo, algunos otros volantes y carteles se referian a “héroes y mértires de Trelew”. Entonces, para el PRT-ERP, héroe era el guerrillero que caia en combate, quien moria asesinado a sangre fria, o bien aquel que mo- ria tego de conocer las formas mas extremas del sufrimiento fisi- co, la tortura, Sin alguno de estos componentes, no habia héroes. Dentro de los cénones del partido, :quiénes eran hé- roes? —Héroe era el que lo mataban, ese era el héroe... los hé roes de Trelew. O el Che Guevara. Esos eran los héroes, Mas héroes que los que triunfaban [...]. Bueno, una tor- tura donde el tipo muere sin cantar a nadie, porque lo revientan, también es otro héroe [...]. Pero una persona que no canta a nadie y se salva... no es un héroe [...]. Eso es lo esperable de un compafiero."* Si de templar la moral del guerzillero se trataba, Ia aceptacién o la disposicién al sufrimiento fisico tendran también, en consecuen- | eRPintings 220 eS 6 Ezz In| orvant 1148 | e a | 6° ZZ Ts — 204 LOS COMBATIENTES cia, su lugar en Ia retérica de emulacién partidaria. A un aiio de su fusilamiento en Trelew, la prensa partidaria destacaba, respec to de Clarisa, que: En ota oportunidad, cuando militaba en su Tucuman de origen, durante una prdctica militar realizaron una marcha por el monte. Sélo al finalizar la marcha los com- paiieros descubrieron que Clarisa tenia completamente rotas las zapatillas y que habia hecho buena parte de la marcha practicamente descalza, destrozando sus propios pies. En estas anécdotas, Clarisa queda vivamente retra- tada.”” La fuerza simbélica del encadenamiento hombre nuevo-guerille- ro-héroe-martir, entrelazada al imperativo omnipresente del dis- curso partidario (“ser...”), no podia menos que alentar la decision iiltima y el tragico gesto de “jugarse al Cristo”. e MANDATOS PARTIDARIOS: ALCANCES ¥ LIMITES Si te digo que era inconsciente no estoy seguro [...] pero no tenia miedo, por ejemplo, miedo, no. No tenia miedo. CARLOS, 7 de febrero de 2000 (testimonio brindado ala autora) Mucho temor. Yo cada vez que ibaa una accién arma- da, sentia el temor. Ylo veia en los compatieros tam- bién eso, eh, ojo [...]. Temor de... de perder la vida. MIGUEL, 20 de enero de 2000 (id.) Julio Santucho sefiala que aquello que definia al revolucionario era la percepcién del deber moral de rebelarse contra esa especie de fatalidad histérica que habia mantenido a los pueblos latino: mericanos sumidos en la miseria y la explotacién.*"* El deber. La | eRPintings 208 e& angsny sae | | a | ® HOMBRES NUEVOS, HEROES ¥ MARTIRES 205, entera practica partidaria se sustenté sobre la idea del deber y de la palabra perretista emané un nutrido conjunto de impera- tivos que se postularon como irrenunciables para los verdaderos revolucionarios, Sin embargo, entre la dimensién de las ideas, las creencias, las proyecciones y la dimensién de los sujetos reales hay, cuando menos, una zona oscura, poco compacta y habitada por un sinmtimero de matices y tensiones. A pesar de los esfuerzos partidarios para moldear un militan- te a partir del modelo de un revolucionario ideal, los mandatos de sacrificio, heroicidad y coraje fueron apropiados ¢ internali- zados por los militantes del PRT-ERP con distintos niveles de so- lemnidad, exigencia y dramatismo. Del mismo modo, existieron distintos tipos y grados de conflictividad cuando los modelos de conducta y emocién impuestos desde la normativa colectiva se en- frentaban al mundo de la experiencia material del militante Ante la extendida imagen del guerrillero heroico y temerario, la duda y el temor se alzaron algunas veces, aunque se escondieron muchas mas. Ante el pretendido militante disciplinado se elev6, también, la vor del disidente. El miedo y el valor, la pesadumbre y la alegria, la irreverencia y la solemnidad, las contradicciones y los conflictos fueron componentes inseparables de la experiencia pe- rretista en su conjunto, No obstante, todos estos componentes no son destacados en igual medida por cierta memoria mas 0 menos extendida, tanto en los relatos testimoniales ms piiblicos como en la bibliografia dedicada al PRT-ERP. Mas bien es frecuente la alusion a la eficacia del PRT-ERP en la construccién de militantes “duros”, al tiempo que la imagen que se ha popularizado en gran medida es la de militantes de una enorme solidez moral. No se pretende impugnar aqui dicha solidez; si, en cambio, echar algo de luz sobre una zona poco explorada: la de las fisuras abiertas por la dimensién de la experiencia individual. Angel recuerda, con cierta irreverencia y sin otorgarle mayor importancia, un discurso pronunciado en una escuela de cua- dros en la provincia de Buenos Aires. Comvia el afio 1975 y se le habia encomendado asistir en calidad de instructor de impresin (Angel conformaba el frente de propaganda de su regional). To- das las maiianas, en Ia escuela de cuadros, se realizaba un acto | eRPintings 205 eS orvant 1148 | e 206 LOS COMBATIENTES donde, entre otros rituales, se izaba la bandera del ERP y a con- tinuacién se pronunciaban algunas palabras “en homenaje a. Angel refiere que esa maiiana: [..] me dijeron: propaganda en Tucumdn. -2Y por qué era el héroe? Porque habia logrado desarrollar un trabajo o un esti- lo de propaganda ¢ impresién muy loable. |...] Bussi lo logré levantar y qued6 como ejemplo. “:Y yo qué puedo decir?” “No sé, deci lo que se te ocurra.” Y bueno, dije algo asi només, que se me ocwrié en el momento y listo. “habla de fulano”, que era el héroe de la [Risas] Se hacia ese tipo de formalisms, a veces, pero para mi no guardaba relacién con lo que me tocaba vi vir, Por ahi, para la gente que hacia instrucci6n militar, guardaba mucha mis relacién ese tipo de actos donde se sublimaba el valor, el coraje..."" La mencién de “lo que me tocaba vivir” resulta interesante en tanto el mundo de la experiencia fue determinando el marco a partir del cual se apropiaron y significaron los mandatos partida- ios. Uno de estos mandatos, de importancia definitoria para la subjetividad individual y colectiva (y va de suyo que para la vida material de la organizacién), se vinculaba con el miedo, o mejor dicho, con la temeridad. Helios Prieto cuenta, por ejemplo, que muy tempranamente, en los debates que culminarian en el VCon- greso partidario y que giraban en torno al lanzamiento inmediato de la lucha armada: Todo se habia reducido a un debate testicular segiin el cual exclusivamente se trataba de saber quiénes tenian hh. y quienes no. Yen la Argentina, en el medio en el que al menos yo naci y vivi, no conoci a ningim hombre capaz de soportar el peso de semejante duda.” Por su parte, diversos testimonios evocan los relatos, transmitidos de boca en boca, centrados en anécdotas en las que se festejaba la | eRPintings 208 eS orvant 1148 | e a | ® HOMBRES NUEVOS, HEROES ¥ MARTIRES 207 bravura y la temeridad de algiin militante: que a Fulano lo apoda- ron “Dedo” porque desarmé a un policia fingiendo apuntarlo por la espalda con un arma cuando en realidad estaba desarmado y lo habia apuntado con un dedo; que tal o cual, en vez de retroce- der, embistié contra un cerco policial el camién expropiado que conducia cuando s6lo contaba con un arma de dudosa eficacia, etcétera. Ana Longoni elabora también una serie de reflexiones en tor- no a lo que define como “moral de Ia violencia”, uno de cuyos t6picos principales es “la ausencia del miedo a la muerte”. Es necesario referirse a ese t6pico por dos motivos: en primer Iu gar porque se confirma, desde la documentacién partidaria, el imperativo de no temer, no al menos por la vida propia, y, en segundo lugar, porque este imperativo, al contrastarse con los testimonios de los entrevistados, evidencia distintos niveles de apropiaci6n. Una de las formas en que se intent consolidar Ia ausencia del miedo fue, sencillamente, su impugnacién moral: el miedo era, desde esta perspectiva, uno de los tantos sintomas de debilidad ideolégica, de individualismo pequefio-burgués. En las paginas de Moral y proletarizacién, bajo el titulo de organizaciones revolucionarias”, habia un apartado titulado temor por si mismo”, donde se afirmaba: | individualismo en las 1 La prolongacién frecuente [...] del individualismo es el temor por la propia persona [...], El temor de perder Ja vida [...] lo corroe consciente o inconscientemente. Al encontrarse en momentos dificiles [...] cuando de su propia decision depende avanzar o retroceder bajo el fuego enemigo, cuando de la propia decision depende delatar 0 callar bajo la tortura, [...] el individualista ten- dera a ser débil. Lo que en la practica cotidiana aparecia como defectos menores de compaiieros aparentemente excelentes, se revelaré en esos momentos en toda su magnitud, como el verdadero cancer de cualquier orga- nizaci6n, la lacra que puede llevar al desastre.! | eRPintings 207 eS orvant 1148 | e a | ® 208 LOS COMBATIENTES Es dificil precisar cudn exitosa puede haber resultado esta conde- na del miedo en las emociones intimas de los militantes. Es pro- bable que las caracteristicas personales y las particularidades de cada una de las experiencias (que conjugaban tareas partidarias disimiles y situaciones de violencia también disimiles frente a las fuerzas represivas) hayan determinado la existencia ¢ intensidad del miedo en cada caso. En algunos, como en el ejemplo de Car- los ya citado, podemos suponer que el miedo no existié, Otros casos, como el de Miguel, nos permiten entrever niveles de fraca- so importantes en la pretensién partidaria de anular el temor. De cualquier manera, algo resulta innegable: la temeridad perretista era formalmente aceptada y apropiada desde ese claro limite en tre lo que puede ser dicho en pitblico y lo que debe ser silenciado. ‘Otros testimonios ratifican esta sospecha: Esto que contés del miedo, lo hablabas con otros com- paiieros? -Mird, vos sabés que, por lo general, no hablaba ningu- no eso. Yo no recuerdo haberle dicho nunca a un com- paiiero: “Mira, tengo miedo”. Aunque mis de una vez lo tuve, ¥ tampoco un compajiero me dijo: "Mira, tengo miedo”, viste ~2Por qué que no lo hablaban? -No sé por qué... por ahi [...] tener miedo era una cosa medio... medio como de vergiienza. [...] Lo que si veia mos era que todos teniamos miedo, nadie lo decia, nada més, pero... En esta apropiacién de la temeridad no participa ‘micamente aquello que esta permitido declarar. Otro rasgo caracteristico de Ia militancia revolucionaria y de no pocas implicancias en las for mas de sentir y pensar el ejercicio de la violencia fue la alegria; una alegria unida al amparo reparatorio de la identidad colecti- va, al tiempo excepcional de la fiesta revolucionaria, a la certeza inconmovible del destino triunfal de la revolucién, al sentido de una épica: | eRPintinds 200 eS orvant 1148 | e a | ® HOMBRES NUEVOS, HEROES ¥ MARTIRES 209 Ibas a copar un camién de garrafas para hacer un repar- (o, a levantar un auto para hacer una accién [...] y vos salias de tu casa y salias con miedo [...]. Pero te juntabas con los compaiieros y ya el miedo... ya se te iba, ya venia Ja alegria, la seguridad, la confianza de que no te iba a pasar nada, de que todo salfa bien [...]. Ibas en un auto y vos sabias que el auto era choreado y que si te paraban te enfrentabas, pero ibamos haciendo jodas, contando cuentos. Laalegria fue, también, una alegria sacrificial, porque encontraba su fundamentacién no s6lo en la certeza del triunfo final de la re- volucién, sino también en una concatenacién de sentidos que se extendié por las formas del decir y del sentir militantes, en la que el presente de accién abria las puertas de un futuro himinoso (“El presente es de lucha, el futuro es nuestro”, rezaba la consigna) la muerte de hoy era un aporte a la vida colectiva del mafiana. De hecho, la idea de que se huchaba por Ia vida aparece en forma més © menos recurrente en el discurso de los entrevistados: Vos podias perder la vida. -Estaba muy unido a la vida, Quizas la vida no tuviera mucho valor. Pero esa falta de valor no era porque no tuviera un precio estimado y bueno. Sino porque Ia vida vos la estabas entregando por otro. Era una entrega. [..] Entonces vos entregabas tu vida pero por vida, no por la muerte. Por su parte, Silvia, en una suerte de comparaci6n entre la actitud de Montoneros y la de “nosotros” ante la represin, asegura que a lla siempre le habia parecido “una barbaridad” la distribucién de “|gG6mo vas a hacer ¢s0?! pastillas de cianuro entre los militantes: jgCémo vas a entregar pastillas de cianuro para que se maten?! iNo! Nosotros luchabamos por la vida, no por la muerte”. Se ha mencionado anteriormente que existieron distintos tipos de conflictividad cuando los modelos de conducta impuestos desde Ja normativa partidaria se enfrentaban al mundo de la experien- | eRPintinds 220 eS orvant 1148 | e 210 LOS COMBATIENTES cia material del militante, En este sentido, hubo una situacién que resulta importante destacar: aquella en la que el militante, por la exposicién del cuerpo propio en una situacién de violencia extrema, invocaba imitilmente el universo de referencias que el partido ofrecia. Ese mundo de referencias se le revelaba, de golpe y justo cuando mis lo necesitaba, insuficiente. Ahi, Ia instancia colectiva retrocedia, poniendo en evidencia la soledad y desnu- dez iiltima del sujeto. El desconcierto, la frustracién, las dudas y las culpas no constituyeron elementos ajenos a este tipo de expe riencia. Silvia, por ejemplo, estaba embarazada al momento de su detencién, Pronto comenzé el interrogatorio: ‘Me di cuenta que cuando uno pone el cuerpo, el cuerpo que pone es el de uno, no el de los compaiieres [...] Nada mas que ahi en el cuerpo propio estaba el cuerpo de un hijo. Entonces es otra cosa [...]. Mas all de que la norma fuera alta [...] sobre los hijos no habia nada dicho, lo cual me dio una desolacién que no te puedo decir... porque, de golpe, ese paradigima, tan perfecto, estaba leno de agujeros [...]. Porque, claro, quién iba a hablar de eso? ¢Quién iba a poner en letra escrita: “Bue no, querida, si vos tenés un hijo con vos tenés que resistir aunque lo torturen yo maten delante tuyo? [...] La revo- Incién vale los nitios, aunque los maten”. ¢Quién lo ibaa poner en letra? En todo caso yo no lo habia visto escrito nunca [...]. Las mujeres tenfamos una enorme conflic- tividad con esto [...]. “La revolucién para los nitios” “Bueno, para el mio también, zy si el mio se muere?”™* De hecho, el conjunto de tematicas asociado al embarazo y los hijos constituyé un foco de tensién en el que los mandatos y la moral partidarios encontraron sus mayores resistencias y fisuras. Silvia no fute Ia tinica en seiialar que “las mujeres tenfamos una enorme conflictividad con eso”, Ota entrevistada, Veronica, ad- virtié que la primera vez -y tinica~ que sintié dudas (y que pro- vocaron un enfrentamiento con su pareja) fue tras la reunién del Comité Central del PRI-ERP en una quinta de Moreno, a fines de | eRPintings 210 eS orvant 1148 | e a | ® HOMBRES NUEVOS, HEROES ¥ MARTIRES 211 marzo de 1976, El evento se vio interrumpido por el ataque de las fuerzas policiales y del ejército. Tras un intenso tiroteo, ella y su pareja lograron escapar y salvar la vida de su pequeiio hijo, de un aio y medio, que se encontraba en el lugar, al igual que muchos otros nitios, hijos de otros militantes. Fue a partir de ese evento que ella dijo “basta [...] ya no se puede vivir asi”, 0, en rigor, lo intent6, puesto que su pareja se opuso, sosteniendo que el nifio se quedaba con él. Por su parte, la mayoria de los entrevistados varones seiialé que eran sobre todo las mujeres las que planteaban eriticas, y algu- no que otro manifest que en mas de wna oportunidad las discu- siones derivadas alcanzaban como punto culminante la tematica asociada a los nitios y su crianza. Es poco sorpresivo que los hijos constituyeran el punto débil de los militantes. Lo destacable es, en todo caso, el intento partidario de erradicar esa debilidad. Un revolucionario debia estar dispuesto a renunciar a todo, aun a sus hijos, y el ejemplo del Che volvia a aparecer para recordarlo, Los dirigentes de la Revolucién tienen hijos que, en sus primeros balbuceos, no aprenden a nombrar al padre; mujeres que deben ser parte del sacrificio general de su vida para levar la Revolucién a su destino; el marco de los amigos responde estrictamente al marco de los com- parieros de Revolucién. No hay vida fuera de ella.” El apartado “La crianza de los hijos” de Moral y proletarizacién era bastante enfatico en torno al problema de los hijos, y contenia una clara letra escrita que hubiera resuelto tragicamente el dile- ma que Silvia plantea en su testimonio: Es cierto que se pueden citar casos de compaiieros que, por temor por sus hijos, han dado muestras de debili- dad frente al enemigo [...] pero esto no quiere decir que Jos hijos sean las causas de estas actitudes individualistas, sino que constituyen, por el contrario, un efecto, una manifestacién mas del individualismo burgués y peque- jio- burgués."* | eRPsntngs 201 eS orvant 1148 | e a | ® 212 LOS COMBATIENTES En una Argentina en la que la tortura a prisioneros politicos es- taba practicamente institucionalizada, cualquier organizacién in- surgente de estructura celular y clandestina no podia menos que incluir en su némina de mandatos la conducta a seguir en situa. ciones de tortura. La tradicién revolucionaria ofrecia una cante- ra inagotable de iconos heroicos, de hombres, mujeres ¢ incluso nifios que soportaron estoicamente los mas terribles e inimagina- bles sufrimientos, sellando sus gritos de dolor con el silencio her mético sobre el partido. El PRT-ERP se inscribié en esa tradicién, ylo hizo sin fisuras ni concesiones: Es muy necesario dejar perfectamente claro que un mi- litante 0 combatiente de nuestro Partido y de nuestra fuerza militar nunca canta, nunca da datos a la policia L..]. Siempre es posible que un detenido se entregue al enemigo. Pero el que lo hiciere sera considerado un waidor y juzgado como tal.’ Es cierto que, tanto en la revolucién como en la guerra, la dela- cién en manos enemigas pone en riesgo la causa entera y, en con secuencia, es castigada severamente, la mayoria de las veces con Ja pena muerte. Lo que en este caso parece necesario advertir es que, a diferencia de otras organizaciones guerrilleras, el PRT-ERP no elaboré una estrategia codificada para acotar el sufrimiento de la tortura y, al mismo tiempo, salvaguardar la seguridad de la organizacion, El Frente de Liberacién Nacional de Argelia, por ejemplo, esti- pulaba un lapso de veinticuatro horas durante el cual el prisione- ro debia guardar silencio, de ese modo daba tiempo a la organiza. cin de poner a resguardo a las personas y la infraestructura que el prisionero pudiera conocer. Pasado ese tiempo, si la tortura persistia, el militante tenia expreso permiso de dar informacién a sus captores. Siguiendo el ejemplo argelino, hasta diciembre de 1975 Montoneros defini6 en su Codigo de Justicia Revolucionaria elmismo procedimiento, y a partir de 1976 adopts la célebre pas- tilla de cianuro, que permitia al militante que la portaba optar por el suicidio ante su inminente secuestro a fin de no enfrentar la | eRPintings ave eS orvant 1148 | e HOMBRES NUEVOS, HEROES ¥ MARTIRES 213 tortura. En cambio, en el caso del PRT-ERP, su casi tinico reflejo frente a la extensién de la tortura fue el imperativo de resistir sin delatar. Mas atin, consideraba un error la estrategia asumida por el Frente de Liberacién Nacional de Argelia: Nuestro Partido no ha definido atin con precisién cual debe ser la actitud de un militante y de un combatiente en el supuesto de caer en manos del enemigo, Peor atin, Ia Gnica vez que se discutié esta cuestién, en el Comité Ejecutivo anterior, en enero de 1969, primé la concep- cién de que ante las torturas nadie aguanta, Es asimis- mo muy conocido en el Partido -nunca ha sido rebatido criticamente- el erréneo sistema argelino de permitir la confesién 24 horas después de la detencién. [...] Por todo lo antedicho el Comité Gentral resuelve: 1) Un militante del Partido y un combatiente del Ejér- cito NUNCA PROPORCIONAN AL ENEMIGO DATOS PERJUDICIALES A LA ORGANIZACION, El que lo hace sera considerado TRAIDOR y juzgado como tal. 2°) La norma antedicha no debe disminuir la aplica- cién permanente de las mas estrictas medidas de segu- ridad y la utilizacin permanente de sélidos métodos conspirativos. Debe seitalarse, a su vez, que el mandato de resistir la tortura sin delatar se complementaba con la confianza en que la solidez ideo- logica, politica y moral del cuadyo revolucionario garantizaba su silencio en la tortura. Asimismo, esa confianza, devenida muchas veces en certeza, parece haber sido compartida por todo el co- lectivo partidario. El testimonio de E. M., detenido en la “causa Sallustro’, ilustra bien esa concepeidn: Una vez que entramos a la circel -entramos a Devoto- a Jas horas se acerca wn compaiiero.., Habia habido dos caidas: una primera y una segunda. Nosotros éramos de la segunda, Los primeros también estaban vinculados ala casa que lo cuidaba a Sallustro, Entonces, nos encontra- | eRPintings 210 eS orvant 1148 | e 214 LOS COMBATIENTES mos todos en un pabellén de Devoto [...] y se acerca un compaiero lorando y nos dice “yo los canté”. ¥ enton- ces, la verdad, es que fue el segundo shock importante LJ y nos conté todo y Horaba y nos pedia perdén, Bue- no... “qué hacemos con este?”. Entonces salié un com- pafiero y dice: “justicia revolucionaria, hay que matarlo” [..] y entonces nos reunimos y discutimos. “;Cémo lo vamos a matar? Es una locwra... Pobre tipo... Ta bien, nos canté, pero pobre tipo!”; “No, hay que agarrar un cu- chillo y matarlo” [...]. Bueno, no s6lo que entre los que estébamos ahi se impuso el “no lo vamos a matar”, sino que también “vamos a sentaros con él a conversar. Esto es consecuencia del proceso de una debilidad politica ¢ ideol6gica’.*" Muchos otros entrevistados aun aquellos que, como E. M., suftie~ ron la tortura en carne propia~ han manifestado su propio shock © su perplejidad al enterarse de que, tras la caida de algim militan- te, este habia cantado, La expresién que se reitera en los testimo- nios es “no lo podia creer”, y debe ser considerada con seriedad. La representacién que se habia construido de los compaiieros y a premisa de que la solidez ideol6gica conjuraba la delacién di- ficultaban poder creer que un compaiiero pudiera “cantar”, en especial si se trataba de un cuadro. Por ejemplo, si se evoca la experiencia de Monte Chingolo, no puede dejar de sefalarse que, ademas del sobreaviso de la infiltracién, con anterioridad se re- gist una serie de “caidas” de cuadros que tenian informacion decisiva sobre el operative (entre ellos, por ejemplo, Juan Eliseo Ledesma, jefe del estado mayor del ERP, responsable de las plani« ficaciones del ataque), pero eso no alteré sensiblemente los pla- nes de la organizacin. Quienes estuvieron cerca de la direccién partidaria en aquellos momentos cuentan que el propio Santucho insistia en que un cuadro de la “solidez moral e ideolégica” de Ledesma nunca “cantaria” Esa certeza no deja de resultar algo sorprendente si se atiende a la propia historia de la organizaci6n, que dentro de sus estruc turas habia constituido mucho antes de 1975- organismos espe | eRPintings 214 eS orvant 1148 | e a | ® HOMBRES NUEVOS, HEROES ¥ MARTIRES 215, cialmente ocupados, entre otras cosas, de visitar a los prisioneros legalizados a fin de verificar su conducta durante la tortura, Una ver legados al penal, los militantes “daban un informe” con su nombre, nimero de documento, la composicién de su familia, sus posibles sospechas acerca de quién 0 quiénes pudieron ha- berlos delatado, el tipo de informacién que habian dado a sus captores en caso de haberlo hecho-, etcétera. Se mencionaba anteriormente que en un ejército la delacién suele castigarse con severidad, y la mayorfa de las veces con la pena de muerte. Las organizaciones guervilleras no representa~ ron una excepcidn en este terreno. De hecho, en la Argentina son bien conocidos los casos de ajusticiamientos internos o sentencias de muerte a los quebrados, desertores 0 traidores.°** Yaqui debe recalcarse que, a pesar de la advertencia partidaria (“sera consi derado un traidor y juzgado como tal”), y aunque los testimonios ratifican que Ja aplicacién de la “justicia revolucionaria” consti- ty6, mas de una vez, una de las sanciones posibles, lo cierto es que, al menos en la presente investigacién, no se han encontrado en la historia del PRT-ERP casos de ajusticiamientos internos por delacién.*® Esto no significa que los militantes que “cantaron” en la tortura no hayan sido sancionados; lo fueron, y esas sanciones tuvieron lugar, por lo general, en las carceles, cuando, al ser le- galizado, el militante daba su informe al colectivo partidario. Las penas mas comunes en esas circunstancias fueron la despromo- Gién o la prohibicién de participar de las actividades comunes del partido por un tiempo determinado. En relacién con los miedos, excepto un entrevistado (cuyo te- mor principal era la muerte), los demas manifestaron que la tor tura era aquello que se erigia como el miedo mayor, como la es cena aterradora, Esto puede resultar evidente, pero es necesario insistir en que ese miedo no se anclaba tanto en las fantasias de lo que podia significar el martirio en el propio cuerpo, sino que se desplazaba al terreno del cuerpo colectivo del grupo: era el miedo a “no aguantar y cantar”. Bueno, que te mataran, a nadie le gusta que te maten, qué sé yo. Tenias miedo que te mataran, pero era una | eRPintings 215 eS orvant 1148 | e — |S | 6° ZZ Ts — 216 Los COMBATIENTES cosa muy asumida, completamente asumida [...]. En al- gunos momentos por ahi te asustabas mas que en otros, pero eran circunstanciales. Y la preocupacién, sobre todo después del golpe, la preocupacién més grande no era que te mataran. [...] La preocupaci6n era que si te agarraban vivo, te torturaran una semana, dos un mes, dos meses... si bas a poder ser... cumplir con el silencio... como correspondia a un militante revolucio- nario. Era mucho mas tremendo para nuestra concien- cia ser un... cantor, ni siquiera traidor, un cantor, a que te mataran. Con la sangre en el combate o el silencio en la tortura, el cuerpo del militante fue, en definitiva, un cuerpo destinado a la revolu- cién, Un cuerpo cuya unidad ontolégica ya no era el propio sujeto sino la Historia. Un cuerpo desubjetivado, y los propios militantes se entrenaron, de alguna manera, en esa desubjetivacion. ® Es separar tu cuerpo de lo que es el dolor (...]. En Sierra ® Chica [...] entran a darnos como en bolsa [...]. Cuando te entran a golpear ya directamente decidis no contestar, ya directamente decidis cerrar y que no pase nada. Enton- ces comenzis a tomar distancia... tt mente respecto de tu cuerpo. [...] Eso lo aprendi en la militancia [.... Es el dia de hoy que tno tiene esa enfermedad: la dicotomia.* Por su parte, relatando la situacién de tortura que sultié, Miguel recuerda: En determinado momento yo... se ve que me agarré de ahi: el cuerpo no es el mio, el cuerpo no es el mio... Tra- (é de agarrarme de esa idea aver si podia lograrlo, viste. El cuerpo no es el mio [...], me parece que digo, me voy diciendo.* Como se ha indicado, a pesar de los esfuerzos partidarios, la éti- ca del sacrificio tenia sus fisuras, La heroicidad propuesta impo- | EP ntias a6 e& angsny sae | | a | ® HOMBRES NUEVOS, HEROES ¥ MARTIRES 217 nia un modelo “imposible de alcanzar”,*” y las conflictividades y disidencias, dudas y temores avanzaban en las subjetividades mili- tantes a la par de la confrontacién entre imperativos partidarios y experiencia individual. Sin embargo, no habia negociacion posible, y el héroe tenia su opuesto indispensable: el traidor, el quebrado. Desde las tramas discursivas partidarias, y desde las practicas que estas imponjan ~y en las que otras nociones ligadas a Ia jerarquia y la disciplina jugaron un rol determinante- sélo habia espacio para la oposicién héroe-traidor/héroe-cobarde/ héroe-quebrado. -Refiriéndote al primer interrogatorio, vos decias que de la literatura partidaria s6lo podias reconocer las fi guas del héroe y la del quebrado. Entre el héroe y el quebrado, qué habia? -Sanciones."* -En tu entrevista pasada oponias el héroe al cobarde Entre uno y otto, gqué hay? -No, no habia espacio. Habia que ser el militante. Habia que ser el revolucionario, el que da todo. [...] Al que habia que imitar era al Che Guevara. Ante la constatacién de estas tensiones y conflictividades, en un contexto de sensible recrudecimiento de la represién, resulta casi imposible no preguntarse por qué persistieron, Sin embargo, di- cho interrogante no admite una respuesta tinica, sino que existe, més bien, un encadenamiento de motivos que deben ser conce- bidos en estrecha imbricacién. Como menciona Ana Longoni, el sentido de la ética propia de este modelo de militancia “no per mite regresar tras los propios pasos [...] sin ser considerado un traidor”."” Asi, los testimonios verifican que, aun denunciando lo absurdo de Ia opcién binaria planteada, esta no dejaba de calar profundo en los sentimientos que impulsaban la tenaz persisten- cia del militante. Para Miguel, “irse” podia significar en su fuero intimo “entrar am lugar oscuro, desconocido, de la traicion. [...] Ser un Judas”. Verénica, por su parte, recuerda que, tras el tiro- | eRPintings 217 eS orvant 1148 | e a | ® 218 LOS COMBATIENTES teo en la quinta de Moreno, nego de que ella le dijera a su pareja que ya no podia “vivir asi”: ‘Me senti una traidora... pero de las peores [...] y no es que me fui. No, no; me quedé. Pero me senti muy mal, ya te digo, waidora por haber pronunciado esas terribles palabras de querer irme [...]. Yo habia estado ahi, con 1, con mi hijo, con los compaiieros, en medio del qui- lombo, del tiroteo. |...] Yyo no te puedo explicar la sen- sacién... [...], el miedo, el vértigo [...] y... nosotros... por- que en medio de todo eso, te das la mano, te das aliento, te exponés por tus compaieros y ellos se exponen por Vos... te miras a los ojos... no sé... Bueno, todo eso que pasa en una guerra...“ Entre “todo eso que pasa en una guerra” se configura, qué duda cabe, la hermandad entre los combatientes. Sefiala Remo Bodei*® que en la experiencia de la guerra —que agudiza el sentido de precariedad de todas las cosas- la tinica garantia de supervivencia y sostén emotivo son los propios compaiieros de armas, confiables porque han afrontado juntos los mismos riesgos. Supervivencia, sostén, hermandad (lazo de sangre): compromiso de sangre. Di- cho compromiso se materializ6, muchas veces, en las practicas ajusticiadoras de una venganza colectiva que intentaba normativi- zar el enfrentamiento bélico, Pero en aquello que evoca Verénica, en esa mirada del momento fatal, en esa mano, en ese aliento, el compromiso asumia el peso de una deuda, No se trataba, por cierto, s6lo de una deuda simbéliea, ni una deuda general con la causa o con la revolucién: se trataba de uma deuda de todos y cada uno con el compaiiero caido, individualizado en su historia per sonal, con nombre y apellido, en las semblanzas partidarias. Los compaiieros se deben los unos a los otros; deuda que es deber y, a la ver, promesa: E129 de julio pasado [...] un grupo de compaiieros de nuestra Regional Cérdoba se encontraba realizando pin- tadas [...]. El combatiente Eduardo Giménez, que estaba | eRPintings 210 eS orvant 1148 | e a | ® HOMBRES NUEVOS, HEROES ¥ MARTIRES 219 un tanto separado del resto, fue sorprendido por un pa- uullero policial y obligado a subir en él. Poco después, el compaiiero aparecié en Colén al 500 [...] con una bala en la frente [...]. Su muerte, como expresaron los ora- dores que intervinieron en su yelorio, no sera en vano. Todos nosotros tomaremos tu fusil, Eduardo." “Los compaiieros no huyen” fue la respuesta que obtuvo Verénica de un miembro de la direccién partidaria cuando, was la desa- paricién de su esposo, ella quedé sola con su chiquito y fue a decirle “que no podia mas, que ya no tenia dénde estar... que ya no podia’.*® A pesar del “dolor, del horror que sentia’, Verénica, como tantos otros, siguié, Entonces, vuelve la insistente pregunta: ante el miedo a la muerte, ante el miedo a la tortura, ante la cer- teza intima de no poder o no querer llevar aquella promesa hasta las iiltimas consecuencias, zpor qué persistieron? Las respuestas ofrecidas por los propios entrevistados a esta pre- gunta permiten afirmar que, desde el punto de vista subjetivo, abandonar la identidad colectiva conllevaba, necesariamente, una soledad nueva, asimilable a la pérdida de sentido que esa identi- dad ofrecié: “Tal vez, haya sido... eso... quedarme solo. Preso y solo”. El partido parece ser, ademas, en varios testimonios, el inico espacio concebible para estos jovenes que necesitaban ser parte de ese colectivo, so pena de quedar afuera de una historia anunciada que, a sus ojos, avanzaba veloz hacia la victoria revolu- cionaria: “Ysi yo me iba... ;a dénde iba?”.” Desde un punto de vista mis objetivo, vinculado con ese “a dénde iba”, debe pensarse el problema que enfrentaban los mi- litantes que tenian pedido de captura o estaban fichados por su participacién en operatives puntuales. El caso de Angel, men- cionado en el capitulo anterior, resulta ilustrativo: tras el asalto al Banco Nacional de Desarrollo en febrero de 1972, en tanto él era el empleado de guardia que facilité la accién tuvo que pasar ala clandestinidad ya partir de entonces fue “un tipo del aparato” Ou» ejemplo ilustrativo es el caso de Eduardo Favario, el artista y militante del PRT-ERP cuyo final motivé el articulo de Ana Longoni: el diario Glarin del 4 de octubre de 1974 anunciaba | eRPintings 210 eS orvant 1148 | e a | ® 220 LOS COMBATIENTES que Favario habia sido identificado en la investigaci6n policial como el responsable directo del asesinato del capitin Miguel Angel Paiva, ocurrido unos dias antes. Asimismo, indicaba que también una mujer presumiblemente su pareja tenia pedido de captura, puesto que el automévil identificado en el episodio se encontraba registrado a su nombre. Entonces, suponiendo que algunos militantes en situaciones como las descriptas tuvieran el deseo de ise: za dénde irfan? Re- sulta bastante obvio que, en esos casos, el aparato partidario se vishumbraba como un espacio mas seguro que el afuera; aunque el propio despliegue de la linea partidaria sellara, de alguna ma- nera, el destino final de muchos militantes en las situaciones men- cionadas: “Inchiso no era casual, tampoco, que los compaiieros, por ahf, cuando ya estaban muy quemados, muy perseguidos. terminaban en el monte, viste. Se iban a Tucumén, Ahi tenfamos zona liberada”.*** Volviendo sobre el asalto al cuartel de Monte Chingolo, resulta interesante recordar el balance que la prensa partidaria ofrecié: [..] el ejemplo de moral que recibimos y el apoyo ma- sivo de la poblacién hizo que nuestva confianza en el triunfo de la revoluci6n y la decision de seguir adelante fueran mas fuertes que nunca, Compaiieros: esta no fue una derrota, los Héroes de Monte Chingolo vencieron y venceran porque junto a todos los caidos son el alma de la Revolucién. ; HEROES DE MONTE CHINGOLO: HASTA LA VICTORIA SIEMPRE!** Mas alla de la obvia voluntad de justificar uma accién que se co bré la vida de casi cien militantes, qué hacia que esta direccién partidaria s6lo pudiera ver, en la realidad que la rodeaba, la in- minencia mas 0 menos prolongada, mas 0 menos costosa, de una victoria segura? Las nociones bélicas que poblaron la forma de pensar y concebir la politica, la fuerza religiosa de los mandatos ¢ imperativos resultantes de una iconografia signada por la heroic dad, el sacrificio y el martirio no pueden, sin lugar a dudas, estar ausentes de la respuesta, Tampoco la forma en que determinados | eRPintings 220 eS orvant 1148 | e HOMBRES NUEVOS, HEROES ¥ MARTIRES 221 acontecimientos y procesos (como Ia caida de Salvador Allende en Chile; la persistencia de la protesta social y el fracaso del Pacto Social 0 el triunfo de Vietnam) fueron inscriptos por el colectivo partidario en un conjunto de certezas previamente establecido que, con el devenir de aquellos acontecimientos, no hacia mas que ratificarse a si mismo. En este sentido, es interesante cons- tatar que ninguna de las personas entrevistadas recuerda haber dudado del triunfo mas o menos inminente de la revolucién, no por lo menos hasta la caida de la direccién partidaria en julio de 1976. Mas atin, manifiestan haber estado convencidas de que ga- narian aquella guerra revolucionaria, El propio Santucho, cuatro meses antes de st muerte, escribia. [...] el golpe militar reaccionario impone al pueblo ar- gentino la histérica responsabilidad de rebelarse masi- vamente, tomar en sus manos los destinos de la Patria, afrontar con heroismo los sacrificios necesarios y librar con nuestra poderosa clase obrera como columna vertebral, la victoriosa guerra revolucionaria de nuestra Segunda y definitiva Independencia. Es una tarea grandiosa que nos honraré y purificaré, que despertard y activara las me- jores virtudes, que hard surgir de nuestro pueblo miles y miles de héroes. Mientras tanto, en las prisiones, la continuidad de la vida partida- ria signific6, para muchos, la tmtica forma de resistencia frente al poder, el iltimo refugio. En las calles asediadas por el cerco repre sivo, los militantes, sin mayores opciones, intentaban sobrevivir: Uno no tenia tiempo para pensar, vos terminabas con- fiando [...] al menos en el caso mio habia una confianza bastante ciega en la direcci6n [...]. Yo no lograba reac- cionar [...] “Bueno, hay que resistir, reorganizarse. [..] Pensar en el futuro de forma cada vez més limitada [.-Ly estaba eso de que el que no queria militar mas era un quebrado.*! | eRPintinss 221 eS 6 Ezz In| orvant 1148 | e 222 LOS COMBATIENTES aPor qué persistieron? Persistieron porque fueron en camino del hombre nuevo. Y, como sefialan las palabras de Alain Badiou al comienzo de este capitulo, el proyecto es tan radical que no importa la singulari- dad de las vidas humanas, ellas son un mero material, *|Qué im- porta el sacrificio de un hombre o de un pueblo cuando esta en juego el destino de la humanidad!”, exclamaba Guevara antes de morir, Persistieron porque el hombre nuevo queds tenido, en el imaginario perretista, por el sactificio de hoy en pos de la eman- cipacién y la vida de mafiana. Signando esa conjuncién —hombre nuevo-sactificio— se erigi6 el deber moral El deber de todo revolucionario es hacer la revolucién”, y en. toda revolucién “se triunfa o se muere cuando es verdadera’. “Santucho dijo que aunque estuviéramos seguros de que nos ma- tarian a todos teniamos que iniciar la lucha armada porque al- guien tenia que dar wna leccién de dignidad en la Argentina’, afirma Helios Prieto.* Persistieron porque confiaron en que esa leccién de dignidad alentaria a otros. seguir su ejemplo, a sumar- se a esa “marcha de gigantes” que “ya no se detendria”. Persistic- ron porque habian jurado persistir, tomar el fusil de los muchos otros que habfan caido. Persistieron, finalmente, porque el compromiso, el deber mo- ral y el ser perretista se valieron, también, del disciplinamiento de los cuerpos y la colonizacién amparatoria de las almas. Enton- ces, sobre las modalidades y los sentidos de ese disciplinamiento y sobre sus tensiones y alcances en las subjetividades y formas del sentir militante nos detendremos en las paginas que siguen, | eRPintings 222 eS orvant 1148 | e

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