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PSICOLOGÍA MÉDICA

EBNsT KRETSCHME
Profesor de Psiquiatría y Neurología en Tubinga

un, tTlR ¡ARIATEGUI ¿


anuncian

PSICOLOGÍA MÉDICA
TBADUCCIÓN DE LA DÉCIMA EDICIÓN ALEMANA

IPOR I

JOSÉ BOLÉ SAGABBA


Director-Consultor del Instituto Pedro Mata, de Reus

Con 26 ilustraciones

EDITORIAL LABOB, s. A.
BARCELONA MADRID BUENOS AIBEs RIO DE JANEIRO
-
-
-
MÉXICO MONTEVIDEO .
-
1954
Prefacio del traductor.
Con la traducción del presente libro quedan «oficialmente»
vertidas al español todas las obras de E. KRETSCHMER, excepto
Der sensitive Bezz'ehungswahn. Decimos oficialmente, porque existe
una traducción ilegal, o sea, sin respetar derechos de autor ni editor
alemanes, de este mismo libro, fechada en Méjico en 1945. Nos-
, otros somos los menos indicados para comparar ambas traduc- '
ciones; pero quedaríamos poco satisfechos de nuestro trabajo si
esta edición española no fuese superior, en todos los sentidos, a la
Í mejicana, deficiente como traducción en sí misma, sobre todo,
porque corresponde a las primeras ediciones del libro (escritas
hace cinco lustros), y parece ser una versión de la correspon-
diente edición francesa. Si los italianos dicen que tmdmtore es igual, i
a traditore, una traducción de traducción es doblemente traidora
al original traducido ; mucho más, si no está bien lograda y es
anacrónica. Todo ello justifica. que hayamos emprendido la tra-
ducción directa de la última edición alemana de la importante
obra Psicología medica, de . KRETSCHMER, y no la presentemos
corno segunda edición española. .
No vamos a entrar en pormenores sobre la, significación cien-
tífica, en el campo de la literatura médica, del libro que hoy pre-
sentamos a1 público de lengua hispana. En el prólogo que hemos
escrito para la segunda edición española del trascendental libro
de E. KRETSCHMER Constitución y carácter —- obra que, junto con
Hombres geniales, del mismo autor y traductor, sale al mer-
cado simultáneamente con este libro (Editorial lgabor) ——, ex-
ponemos extensamente nuestra opinión y la de destacados e5pe-
cialistas del mundo hispano acerca del conjunto de la obra
kretschmeriana, en la cual su Psicología médica se ha hecho
clásica en el curso de los años. Reiteramos el agradecimiento a
nuestro fiel y competente colaborador, Dr. Rodrigo García, en
estas ímprobas lides de trasladar a un buen español el difícil
idioma germano; gratitud que hacemos extensible a Editorial La-
bor, por el esfuerzo realizado al lanzar a la vez, y con presentación
' exquisita, la trinca esencial de la vasta y genial produCción kret—
schmeriana, representada por los tres libros mencionados.

Dr. J. Solé Sagarra


Barcelona, enero de 1954.
Prólogo a' la edición española
Gustosamente accedo al deseo del traductor de este libro, mi
antiguo discípulo y buen amigo Dr. J. SOLÉ SAGARRA, para que
escriba un breve comentario a1 mismo. '
Desde un principio, ha sido mi intención que 1a obra Psicología
médica sea de los trabajos destinados a dar impulso a la Psiquia-
tría y a la Medicina en general, ya que pretende profundizar en la
descripción, delimitación y comprensión interna de. los enmara-
ñados procesos psíquicos que condicionan o contribuyen a confi—
gurar los cuadros patológicos manifestados, ora directamente como
enfermedad corporal, ora, menos visiblemente, como dolencia psíá
quica. p h _
' Por eso he experimentado tan gran alegría al comprobar que en
España y en todo el mundo de habla hispana ha despertado un
Vivo interés tal directriz investigadora. Es muy alentador para
mí que se demuestre en Ibero—América un entusiasmo tan cordial
hacia todas las facetas de nuestro campo de investigación.
Espero que la traducción de mis libros al español, además de
contribuir al progreso científico de nuestra especialidad, sea uno
de los puentes firmes para la comprensión e intercambio espiritua-
les entre los círculos culturales hispano y alemán. '
En talsentido deseo, ante todo, para. el presente libro un gran
. éxito. -
ik Prof. Ernst Kretschmer ‘
Tubinga, octubre de 1953.
Prólogo a la décima edición
Las apreciaciones perfiladas ya en la última edición y en las
precedentes acerca del desenvolvimiento científico de la Psicología
médica, que se recogen en la presente, han hecho necesaria una
refundición radical ‘de diversos capítulos. Ante todo, los traba-
jos experimentales de W. R. HEss sobre. fisiología del cerebro
proporcionan una importante base para investigar las funciones
del diencéfalo y sus inmediaciones, incluso en el aspecto psiColÓ—
gico ; una armazón empírica sólida, en la que es fácil introducir
e incorporar sistemáticamente también las adquisiciones consegui-
das entretanto en clinica humana. Asimismo se han aprovechado
algunas observaciones propias sobre las consecuencias de fracturas
de la base craneal en el cerebro intermedio y en el orbitario;
ellas han inspirado la nueva redacción del capítulo referente a los
síndromes del lóbulo frontal, donde se estudia, en particular, el
cerebro arbitrario, y se completan y corroboran, con investigaciones
del propio autor, los resultados obtenidos por KLEIST.
El capítulo sobre los impulsos se ha enriquecido igualmente
con los trabajos de W. R. HESS, los cuales han permitido contes-
tar con seguridad a algunas cuestiones pendientes, precisar conceptos
y acoger recientes frutos de la experiencia. Mediante correlaciones
funcionales somáticas confirmadas, se pasa gradualmente, en este
dominio, desde clasificaciones facultativas, a genuinas unidades fun-
cionales biológicas. La elaboración de grupos autónomos de im-
pulsos, ajustados a la fisiología del cerebro, tiene asimismo con-
siderable importancia en Psiquiatría, porque ayuda a superar
muchos conceptos y actitudes pansexualistas aún subsistentes,
y, con ello, toda una serie de equívocos psicoterápicos.
Quienes hayan seguido nuestra labor de investigación en estos
últimos años, encontrarán razonable que se hayan reÍOrmado a
fondo algunos pasajes del capítulo dedicado a psicoterapia, de
acuerdo con la evolución moderna. Esta aportación se resume a
grandes rasgos, ya que todo lo esencial constituye el tema priva-
tivo de mi obra Psychothempeutische Studien (1).

(1) Ha sido traducido recientemente al español, con el nombre Estudios psicoterá-


picos.—N. del T. A -
X Prólogo a la décima edición

Finalmente, el libro ha Sido objeto de otras revisiones y adicio—


nes, de suerte que en sus líneas fundamentales se propone ser, en
cierto modo, fiel reflejo del estado actual de nuestros conocimientos
en el campo de 1a exploración. ' '
Ernst 'Kretschmer
Tubínga, otoño de 1949.
Prólogo a la séptima edición
En los capítulos dedicados a fisiología del cerebro se han
tenido en cuenta esta vez los fenómenos bioeléczfm'cos de los campos
corticales, tal como los exponen BERGER y KORNMÜLLER. Se ha
creído conveniente incluir, además, un conciso capítulo sobre las
funciones psicofisicas del diencéfalo, conforme a los resultados de
las investigaciones más recientes. _ .
Ha sido posible introducir en el capítulo relativo a mecanis-
mos hiponoicos, reseñas clínicas documentadas sobre el fenómeno
de la sucesión de imágenes a modo de película.
En el orden ergopsicológico se han considerado de valor los
resultados experimentales de KÓHLER con el método de adición
progresiva, que ha permitido descubrir hondas diferencias de las
constituciones en la dinámica inherente al temperamento, incluso
con las más Sencillas producciones corrientes. y
,Dentro del campo de la" psicoterapia (cap. 16), llevábamos
largo tiempo atareados con el problema de 'diVidir la hipnosis en
sus elementos fisiológicos, a fin de convertirla en una serie bien
manifiesta de ejercicios activos : los << ejercicios fraccionados de la
hipnosis». Esto correspondería a las exigencias de una técnica
rigurosamente naturalista, con exclusión de todos los residuos
«mágicos» adherentes, y, al mismo tiempo, daría poco a poco reali-
dad a nuestro principio de una sana orientación médica humana,
según el cual no debe el enfermo esperar pasivamente la curación
como un regalo del médico, sino contribuir en lo posible a lograrla.

Ernst Kretschmer
Marburgo, febrero de 1943.
Prólogo a la quinta edición
Hemos aprovechado sucintamente en esta nueva edición el
fruto de las investigaciones de estos últimos años. En el terreno
de lateXploración del cerebro, 1a extensa obra de KLEIST sobre
Patología cerebral (Leipzig, Barth, 1934) ha proporcionado un
importante caudal de observaciones revisadas y de ideas heurís-
ticas productivas, tales como el desenvolvimiento de los síndromes
del lóbulo frontal, la trimería de las esferas sensoriales, y otras.
De nuestro própio material nos ha parecido provechoso incluir el
estudio detenido de las formas abortivas constitucionales prove—
nientes de síndromes cerebrales orgánicos, entre ellos el de la
rLervosidad corez'forme y sus efectos como variantes de la estruc-
tura del carácter. ‘
En el dominio de la doctrina de la constitución y el tempe-
ramento, a nuestro juicio se ha ampliado considerablemente la dis—
criminación de los temperamentos de los 'aílétz'cos (KRETSCHMER
y ENKE, Die Persó‘nlichkeit der Atletiker, Leipzig, Thieme,_1936) (1).
Hemos introducido el concepto de «formas radicales ». de 1a per—
sonalidad, para facilitar su comprensión y concretar sus límites,
así como la última atribución de las relaciones somatopsíquicas a
la personalidad vinculada a la herencia, según se deduce de nuestro
material de experimentación.
El estudio del desarrollo de 1a constitución en el tiempo nos
ha conducido en primer lugar a las inhibiciones parciales de la
maduración antesde la pubertad y en el curso de ésta, o sea, al
problema del retardo de la madurez, que se nos presenta cada vez
más como uno de los problemas biológicos centrales de la perso-
nalidad, cuyos efectos repercuten, no sólo en las investigaciones
sobre constitución, sino también, y ante todo, en la psicoterapia de
las neurosis. »
Por lo que se refiere a la psicoterapia, el «adiestramiento
autógeno » de J. H. SCHULTZ (Leipzig, G. Thieme) proporciona
un nuevo método e interesantes ideas sobre el problema de la

(1) Hay también. traducción española de este libro («La personalidad de los
atléticos »). —N. del T.
XIV Prólogo a la quinta edición

tonicidad, la reactividad de la tensión muscular y vegetativa, y sus


complicaciones con lo psíquico.
Nuestros propios trabajos psicoterápicos han situado en se-
gunda línea el análisis de las experiencias internas (vivencias)
como fuente de un material siempre valioso, pero a menudo
secundario,- y en el punto central, por el contrario, el análisis de
loz personalidad, como estudio y armonización terapéutica subsi—
guiente de las lineas estructurales de la personalidad integral
psicofísiCa. ' -
No requieren mención especial otras muchas mejoras y adicio—
nes que comprende la presente edición, en la que han dejado de
figurar algunas disquisiciones propias de fases pretéritas del des-
arrollo de la. psicoterapia.
Ernst Kretschmer
Marburgo, enero de 1939.
ÍNDICE DE MATERIAS-

Introducción . .' ................................................

PRIMERA PARTE

Principales funciones psíquicas y su substrato anatomoiisiológico

QI
I. Naturaleza del alma .....................................
A. El «yo» y elmundo exterior. Espiritu y materia ..................

CU!
H-
B. Concepción moderna de las relaciones entre cuerpo y alma .........
Dificultades de las localizaciones cerebrales, 12.

II. Las sensaciones y la estructura del perimundo perceptible . .


Las sensaciones afectivas y el tálamo óptico, 16.— Sensaciones confi—
gurativas, 19. -— Grado formativo figural y de corporeidad, 23.
III. La corteza cerebral y las manifestaciones mnemoasociativas .
Localizaciones corticales, 29.— Funciones formativas o de figuración,
32. -—.— Otras funciones cerebrales, 39. —— Síndromes especiales del cerebro
orbitario, 45. 4

IV. Estructura de la psicomotórica y centros subcorticales ...... 50


V. Funciones psíquicas centrales y sistema neuroendocrino 60
Funciones de la conciencia, 61. — Funciones impulsivas, 63. —— Afecti-
vidad, 68. -— Influencia de la psique sobre el sistema cardiovascular (se-
gún Weber), 70.
SEGUNDA PARTE

Los aparatos psíquicos y su formación evolutiva


VI. El psiquismo y su evolución ............................. 83
A. Evolución de los procesos configurativos- ..........................
Leyes de la aglutinación de imágenes, 86 ——- Leyes de la estilización,
89.— Leyes de la proyección de imágenes, 93. — Sensación, imagen y
objeto, 95
B. Evolución de la afectividad ...................................... 96
Catatimia, 96. —— Proyección afectiva, 97.— Ambivalencia, 99.
C. Evolución de los procesos de expresión ............................ 101
Formas motóricas vegetativas y ritmo, 101. -—Movimiento de tanteo.
Ley de abreviación de fórmulas. Reflejos, 103. —- Expresión volitiva y
expresión afectiva, 106. —- Instintos e impulsos, 109.
VII. Mecanismos hiponoicos ................................... 113'
Los sueños, 113. —- La esfera, 122. —- Hipnosis y estado crepuscular his-
térico, 126. ——- Procesos intelectuales esquizofrénicos y expresionismo,
132. -— Libre asociación, idea súbita y fuga de ideas. Pensamiento aper—
ceptivo y categorias lógicas, 137.
VIII. Mecanismos hipobúlicos .................................. 147
Movimientos rítmicos, 147. -—- Tempestad de movimientos. Pánico y ata-
que histérico, 148. —— Negativismo y sugestión, 150. —-— Circuitos psiqui-
cos, 155.
XVI Indice de materias

TERCERA PARTE
Instintos y temperamentos _Págs.
IX. Los instintos y sus variaciones ........................... .158
Instintos de nutrición (Impulsos y automatismos orales, anales y otros),
164. —— Instintos de conservación (Instinto y automatismo de agresión,
defensa y fuga), 166. —— Instintos sexuales y sus variedades, 168. —— Evo-
lución de los instintos sexuales, 177. — Grados e inhibiciones de los ins-
tintos sexuales, 181. —Transformaciones energéticas de los instintos
sexuales, 184.
X. Los temperamentos ...................................... 191

CUARTA PARTE

Personalidades y tipos de reacción


XI. Inteligencia y carácter ................................... 208
La inteligencia, 208. ——El carácter, 213. “Moral y ambiente, 218.

XII Experiencias internas (Vivencias) .......................... 2‘20


Complejos y exageración afectiva de las ideas, 221. —— Casualidad psí—
quica, 226. ——Formas de experiencias, 229. —-El resentimiento y la
lucha por el poder, 233.

XIII. Reacciones primitivas .................................... S38


Reacciones explosivas, 239. ——— Actos en corto circuito, 240. —— Reaccio-
. nes hipobúlicas e hiponoicas, 244. —— Simulación y represión, 244.

XIV. Reacciones de la personalidad ............................ 250


Desarrollos ,expansivos, 254. —— Desarrollos sensitivos, 256. — Realiza-
ción imaginaria o autistica del deseo, 262.

QUINTA PARTE
Psicología médica práctica
XV: ISI peritaje ..... '.........................i ............... .' “26:3
Y Psicología del testimonio, 265. __ Preguntas sugestivas, 267. —4 Examen
de inteligencia y métodos experimentales, 269. __, Esquema de pruebas de
Hamburg para niños bien dotados, 275.
Psicobiograma (Según Kretschmer) ................................... 2‘79
A. Herencia ....................................................... 281
B. Curva vital ........................................ . ............. 281
C. Escala general de los temperamentos .............................. 2833
D. Vida instintiva 285
E. Estructura caracterológica compleja y actitud vital ................. 286
F- Modos de conducta social ........................................ 288
G, Inteligencia ..................._ .................................. 289
H. Datos corporales ................................................ 290

XVI. Psicoterapia ............................................. 293


A. Los métodos sugestivos antiguos y la moderna protreptica .......... 39.7.)
Tratamiento sugestivo durante la vigilia en una sesión, 296. --— La su-
gestión larvada, 298. —La protréptica, 299. “La antigua hipnosis pri—
mitiva, ¿EOL—Indicaciones, 305.—Análisis, sugestión. y reeducación, 2308.
B. Metodos psicagógicos ............................................ 301—)
Persuasión y ejercicio, 309. —— Aislamiento y disciplina, 2-312. '— Trabajo
y reposo, 313.
C. Metodos psicoanaliticos .......................................... 316
D. Métodos de adiestramiento ..................................... 3‘36
Bibliografía ................................... .- . ............... 329
Terminología psiquiátrica y neurológica ......... ‘. ........... ...... 329
Indice alfabético .............................................. 2351
Introducción
Desde hace algunos años, es cada vez más notoria la ne—
cesidad de ”una preparación psicológica de los estudiantes de
Medicina; pero importa concretar cuál género de psicología inte—
resa, No se trata seguramente de la antigua Psicología filosófica
especulatz'va, que, para el médico, carece de utilidad práctica;
ni de la Psicología aplicada, que preferentemente se inclina a 1a
resolución de problemas pedagógicos y de orientación técnica pro—
"fesional, con los que el médico apenas tiene puntos de contacto.
Tampoco puede considerarse aludida, en este caso, la Psicología
fisiológica como materia integrante .de un plan de enseñanza para
médicos. Esta zona limitante psicofísica que, entre otras materias
y principalmente, abarca la fisiología (psicológica) elemental de los
órganos de los sentidos y la teoría de los centros cerebrales, de 1a
apraxia y de 1a afasia, es precisamente la- que los médicos han
cultivado con excelentes frutos, y su posible contribución a1 escla-
recimiento de cuestiones psicológicas está lejos de agotarse. Pero
a nadie se le ocurriría la idea de agregar a la enseñanza médica,
"ya de suyo muy recargada, una asignatura especial de « Psicología
fisiológica », puesto que los programas anatómicos, fisiológicos y de
neurología orgánica contienen ya los elementos de información
pertinentes y pueden orientarse más aún en tal sentido. Ofrecer
al médico la psicología fisiológica con el solo propósitode satiSfacer
su necesidad de formación psicológica sería tanto como inmovili-
zarlo ante la puerta que desea franquear, substraer a- su vista los
procesos psíquicos superiores, el problema de la personalidad, de
sus evoluciones y reacciones, de todo lo cual la. psicología fisio-
lógica no es más que un simple preliminar. Pero, precisamente
las investigaciones fisiológicas y patológicas de los últimos años
acerca de funciones sensoriales, estructura del cerebro, sistema
nervioso vegetativo y sistema endocrino, han proporcionado tan—
tos y tan valiosos conocimientos, órdenes de ideas y puntos
de vista asociativos, incluso en lo psíquico propiamente dicho,
que cabría dedicar a todo ello algunos capítulos.
Sin embargo,la laguna que los médicos algo más preparados
en el orden intelectual advierten en su formación profesional, se
1. KRETSCHMER: Psicología médica.
2 ' _ ' v ' Introducción

extiende en dos direcciones. Necesitan esencialmente una


psicolo-
gía nacida en la práctica médica y capaz de satisfacer las exigen
-
cias propias del ejercicio de su profesión; mas, por
otra parte,
experimentan a menudo un vago anhelo de traspasar los estrech
os
límites de su especialidad, para proyectar su mirada hacia
otras
ramas científicas más vastas, como la teoria del conocim
iento, el
estudio de los problemas éticos y estéticos, la evolución de la Vida
de los pueblos, etc, a fin de asociar así, orgánicamente, su
cultura.
mediconaturalista al amplio horizonte de las ciencias filosóficas.
Para llenar esta doble laguna hemos escrito esta Psicología.—
me’dica, y tanto los editores como el autor se han trazado
un
plan subordinado a la máxima concisión y brevedad. Por
eso,
trataremos principalmente de la psicologia para la práctica médica
,
sin dedicar, a problemas inmateriales más extensos de la Psicolo
gía,
otra atención que la indispensable en ciertos casos muy determi

nados. NOS limitamos entonces a señalar orientaciones,
pues no-
puede exigirse de un pequeño manual de Psicología médica
una
exposición completa de la teoria del conocimiento, de la estética
.
y de la psicología étnica.
La psicología médica debe ser absolutamente concre
ta y man-'-
tenerse en contacto con la Vida ; es decir, debe apoyar sus
puntos
de Vista esenciales en ejemplos prácticos. No por eso ha de
con.»
tentarse con una exposición superficial y desordenada de
reglas
y experiencias prácticas y útiles ; una psicología'médica
práctica,
en sentido estricto tiene que descansar sobre una base sistem
ática,
que ponga de manifiesto los escasos mecanismos biológi
cos funda-
mentales, constantemente reiterados, a que se reduce la'plen
itud
"desconcertante de la multiforme Vida real. Hemos tratad
o de diÍe—-
renciar aqui los mecanismos y tipos fundamentales
de la Vida
psíquica superior desde un punto de Vista evolutivo y tenien
do
en cuenta, hasta donde nos ha sido posible, criterios anatom
ofisio—-
lógicos aprovechables ya hoy dentro del campo de la
psicologia
superior.
Es evidente que una psicología médica debe inspirarse tanto.
en la psicologia normal, como en la psic0patologia; pues
en una
y otra encontramos los mismos mecanismos fundam
entales, en el.
sueño como en la fantasía del artista y en la psicologia
étnica, en
la esquizofrenia como en la neurosis, en el histerismo
y en la cata—-
tonía. Por consiguiente, según las exigencias, utiliza
mos, como
ejemplos para reforzar la exposición de conjunto,
experiencias de
psicología normal o de psicologia patológica, y profun
dizamos.
luego en cada mecanismo mediante grandes cortes transv
ersales
de la psicologia evolutiva, la psicologia normal y la psicop
atología-
Introducción 3

Reservamos, desde luego, el primer término a aquellas cues-


tiones que principalmente interesan al médico en el terrenode la
práctica: psicología de las neurosis, reacciones psicopáticas, histe-
rismo, estados liminares esquizofrénicos y paranoicos no graves;
porque la psicología de las neurosis rw es en rigor otra cosa sino
la psicología del alma humana, aunque bajo un aspecto paradig-
máticamente agrandado. Quien conozca bien el mecanismo de las
neurosis, es un psicólogo, y, con ello, se encuentra preparado tam-
. bién para hacer frente a las demás exigencias de este orden dentro
de la profesión médica. POr eso, en una psicología médica debe
reservarse el mayor espacio a1 plano afectivodimimz'co, y ocupará
el primer término la exposición de los sentimientos, de los impule
sos y de las manifestaciones volitivas, reduciendo a lugar secun-
dario y a términos sucintos el análisis de las funciones intelectuales
superiores, que es preocupación primordial, en cambio, de la psi—
cología pedagógica.
Esperamos que este ensayo de sistematización de cuanto hoy
se sabe respecto a psicología médica, pueda servir también a psi-U
quiatras y psicólogos especialistas, y que nuestro intento de redu-
cir lOs fenómenos psicológicos a un corto número de mecanismos
biológicos fundamentales haga más claro y comprensible al alum-
no el estudio de la psiquiatría clínica. En cambio, las partes
estrictamente prácticas (sobre todo la V) se han redactado pen-
sando, no en el especialista, sino en lo que necesita el principiante,
por lo cual se concede en ellas particular importancia a la' des-
cripción concreta de detalles, incluso de técnica elemental. Para
que esta obra rinda al estudiante su máxima utilidad, han de
completarse sus enseñanzas con demostraciones clínicas sobre las
principales actitudes psíquicas y los recursos médicos aplicables
en casos de neurosis, psicosis ligeras o formulación de dictámenes
médicolegales. La introducción de este curso de psicología médica
práctica y de psicoterapia, como desarrollo de la lección psiquiá—
trica, ha dado en Alemania excelentes resultados (clases de una
a dos horas) ; esto puede constituir aproximadamente la solución
buscada para la preparación psicológica del médico. Considerando
la necesidad de material demostrativo, la lección de psicología
médica no debe preceder pa 1a de psiquiatría clínica, sino que ha
de ser simultánea o posterior a ella. Por eso, hemos dado por su—
puesto en la presente obra el conocimiento de las nociones psi-
quiátricas generales y de los cuadros patológicos más comunes.
Los lectores desprovistos de cultura clínica hallarán al final del
libro una explicación de los principales términos técnicos emplea—
dos en él.
PRIMERA PARTE

Principales funciones psíquicas y su substrato


anatomoiisiológico

CAPÍTULO I *

Naturaleza del alma

A. El yo y el mundo exterior. Espíritu y materia 'l

Llamamos alma a la síntesis de la vida interior o de la expe-


riencia interna directa. Alma es todo lo que experimentamos, perci-
bimos, sentimos, imaginamos, queremos : es, por ejemplo, un árbol,
un sonido, el sol, en cuanto los conSideramos,-respectivamente, como
percepción, sensación o representación. Alma es el mundo en con-
cepto de experiencia interna, de fenómeno de la vida interior, de
'« vivencia »; el conjunto de todas las cosas, contemplado desde
un determinado punto de vista.
Dentro de este conjunto de nuestras experiencias internas o
vivencias directas advertimos una imperiosa tendencia a la pola-
rización hacia dos puntos opuestos: el yo y el mundo exterior.
Percibimos el yo como el foco más potente de la vida interior,
con la sensación simultánea de unidad indivisible, de singularidad
y de intima conexión entre todos sus elementos integrantes. La rea-
lidad inmediata de esta sensación del yo se nos aparece vaga y
llena de contradicciones internas; la conciencia del yo se extiende,
por un lado, a los fenómenos de la vida interior, cuya síntesis
llamamos alma, y, por otro, a una categoría de esos fenómenos
o experiencias, que denominamos << mi cuerpo»; pero esta con-
ciencia del yo propende, al mismo tiempo, a retirarse de sus partes
componentes, como si se concentrara en sí misma, cada vez que
pretendemos reconocerla en ellas. << Eso no soy yo, sino sólo mi
dedo», dirá alguno ; «eso no soy yo, sino un mal pensamiento
que me asalta», dirá otro. Y, continuando por este camino, del
yo no queda sino un punto imaginario detrás de todas las. ex—
6 Principales funciones psíquicas

periencias internas. Es decir, que el yor es, a la vez, lo más ima—


ginario y lo más inmediatamente cierto.
Pero esto no es todo. Para Completar la confusión, el alma
se proyecta también en el yo ; el alma, que en si misma no sería
más que la suma de todos los fenómenos de la Vida interior, se
percibe además, como una especie de objeto o de segunda perso—
nalidad interna alojada en la personalidad externa o en el cuerpo,
engastada allí. El alma es, pues, por un lado la síntesis de todas
las vivencias, y el yo, una parte de ella, la reSultante de sustraer
de tal síntesis lo que llamamos «mundo exterior», y por otro
lado, un componente del yo, aquel que permanece cuando hacemos
abstraccion del cuerpo.
Todas laas experiencias internas que percibimos desligadas del
yo, son, paranosotros, mundo exterior ; no sabemos si éste existe
en realidad fuera de nuestra vida interior, ni podremos saberlo
nunca. Para el filósofo naturalista es muy importante esclarecer
esta cuestión. Todo cuanto investigamos, dentro de las ciencias
naturales, es contenido de nuestras experiencias psíquicas, y no
las cosas mismas. Colores sonidos, calor, movimientos, igual que las
plantas, los animales y las rocas, no se nos ofrecen sino en im—
presiones reunidas por nuestros sentidos. La experiencia objetiva
sólo nos transmite sensaciones ópticas, acústicas y táctiles. _« El ojo
crea la luz, y el oido, los sonidos ; aquélla y éstos nada son‘ fuera
de nosotros, que les prestamos atención» (LICHTENBERG). Jamás
» podremos saber si fuera de nuestra vida interior, fuera de nuestras-
sensaciones, existe una «cosa en sí » (KANT), un mundo capaz de
seguir existiendo cuando nuestra alma dejare de crearlo.
' Por lo demás, esto no debe preocuparnos. Basta comprobar
que, dentro de nuestra vida interior, el mundo se divide para
nosotros en dos zonas: el yo y el mundo exterior. Si quisiéramos
expresar tal división con palabras, colocándonos en el punto de
Vista más extremo del yo (solipsismo), podríamos decir: El yo
desprende de sí mismo un no yo (FICHTE) ; toda la vida interior
se efectúa en el yo, pero éste proyecta hacia fuera algunas de sus
manifestaciones, como si se tratase de un mundo exteriOr aparte
Examinando la situación por el lado opuesto, a partir del mundo
exterior, diríamos: Un hombre que naciera ciego, sordo y sin
tacto, no podria desarrollar nunca en su interior una Vida psí—
quica, eso que llamamos un yo; luego el alma se reduce a una
función de los órganos de los sentidos y del cerebro, o, en términos
muy ingenuos, a una secreción de las células cerebrales (materia-
lismo) : el yo, en su conjunto, sería producto de sus impresiones
sensoriales. '
Naturaleza del alma 7

Íntimamente afín a la antinomia entre el yo y el mundo ex—


terior en su génesis psicológica es la oposición entre materia y espí—
ritu, que también encontrarnos en nuestro pensamiento; pero no
significan lo mismo, ya que consideramos nuestro cuerpo como
parte del yo, pero no de nuestro espíritu, Los polos de ambas
distinciones ——- yo y un mundo exterior, espíritu y materia —— están
formados, sin duda, por la contradicción entre la vivencia como
acto (yo o alma) y la vivencia como contenido (mundo exterior
o materia) ; pero entre estos dos polos fluctúa el complejo de
vivencias que llamarnos « nuestro cuerpo », pues podemos conside—
rarlo parte de la materia, como objeto de nuestra percepción sen-
.sorial, y también parte del yo, en calidad de sujeto activo y base
imprescindible del mismo.
Una ingenua concepción antigua había llegado igualmente a
representarse e1 alma como una substancia Vaporosa albergada en
el cuerpo. De aquí se derivó naturalmente lo que, en la enseñanza
filosófica, se llama dualismo, es decir, 1a idea de que alma y cuerpo.
constituyen dos entidades autónomas en cierto modo, íntimamente
unidas, pero no inseparables, y vinculadas por influencias recípro—
cas o por cierto paralelismo psicofísico. Estas concepciones dualis-
ticas se oponen a las monísticas, que pretenden resolver la materia
en el yo (momismo espiritualista, conocido en sus expresiones extre-
mas por solipsismo) o lo psíquico en la materia (monismo materia-
lista, materialismo). Estos tres tipos de sistemas filosóficos están
llenos de contradicciones, y ninguno de ellos resulta satisfactorio.
El solipsismo parece consecuente consigo mismo en el terreno de
la lógica formal, pero no lo es ; lo contradicen con energía ciertas
tendencias apremiantes de nuestro vivir psíquico, que nos impiden
aceptar, ni siquiera a título transitorio, la ficción de que el mundo
exterior, con todos nuestros semejantes, no es una realidad autó-
noma, sino una especie de espejismo de nuestra personalidad. Por
su parte, el materialismo olvida que nunca percibimos la materia
directamente, sino sólo en forma de sensaciones psíquicas, de
suerte que siempre es de este carácter la experiencia primaria e
inmediata; no puede satisfacer, por eso, más que a una mentalidad
muy poco cultivada, Finalmente, el dualismo, que es la concepción
más antigua, considerada antaño en general como la única admi-
sible, mantuvo todo su vigor y frescura mientras se. apoyaba en
el efecto de representaciones anticuadas del alma ; pero va siendo
cada vez más difícil que perdure, a medida que se perfeccionan
nuestras ideas gnosiológicas y psicológicas. Las corrientes vitalís—
ticas que hoy se agitan con fuerza, hasta cierto punto justificada—
mente, van convirtiéndose no tanto en un nuevo dualismo como
8 Principales funciones psíquicas

en una espiritualización incluso del mundo inorgánico, pues pronto-


se echa de ver que, sin los principios especulativos adecuados, tam- ,
p0co resultan aceptables. Generalmente no se aprecia bien hasta
qué punto han desmaterializado‘ la materia las propias ciencias
naturales.
En suma, nuestras ideas sobre el alma y su posición en nuestra
imagen moderna del mundo son todavia contradictorias e incier-
tas, se encuentran en una fase de transición, dentro de la cual
no bastan ya las antiguas, ni las nuevas han alcanzado aún su
forma definitiva. Esta imprecisión del aspecto que el mundo nos
ofrece, influye desfavorablemente sobre la investigación psicológica,
ya que, conscientes de la contradicción interna, nos vemos obli-
gados no pocas veces a servirnos de fragmentos de modos de ex-
presión dualisticos, ya anticuados, para enunciar concepciones m0—
nísticas modernas, fundadas en la unidad de la experiencia pura,
y que no ven en el alma y la materia más que dos modos de con-
siderar un mismo objeto; y también nos es imposible todavia,
a menos de caer en oscuridad y afectación, explicar, por ejemplo,
en términos de psicología práctica, las relaciones entre cerebro y
alma, sino apoyándonos en una «acción recíproca» entre dos entim
dades independientes.
De todos modos, es lícito reconocer que ciertas expresiones
del momsmo espiritualz'sta constituyen la concepción que indudable-
mente responde mejor a las exigencias del pensamiento culto mo-
derno; una ideologia que, haciendo resaltar la unidad última de
todas las cosas, reconoce la primacía gnosiológica de lo psíquico.
sobre lo material, y sabe que únicamente aquéllo nos es dado a
[conocer de manera directa, en tanto que la materia, según la
entendemos, sólo es un aspecto particular dentro de lo psíquico,
un modo de ver la misma realidad desde otro ángulo, y no algo
fundamentalmente opuesto. Mas, el espiritualismo que sirve de
base a esta concepción, nada tiene que ver con el solipsismo ex-r
tremo, o sea, con la tesis insostenible de que sólo existe el yo, el
sujeto consciente.
Pero volvamós a los hechos de la experiencia directa, es decir,
al alma. Comprobamos entonces que los dos grupos, el yo y el
mundo exterior, no están radicalmente separados, sino que pare—
cen flu'ctuar a lo largo de extensas zonas marginales e influirse
recíprocamente. El centro de la conciencia del yo es aquel punto
imaginario que, como ya hemos expuesto, se oculta en todas nues—
tras vivencias; alrededor de ese centro imaginario se agrupa el
propio cuerpo como única representación sensorial del yo. Las
diversas partes del cuerpo no poseen ya con certeza el carácter
Naturaleza del alma - 9

del yo .' sólo participan de él si las percibimos como un conjunto


indivisible. Pero la conciencia puede también aislarlas, darles
forma concreta y considerarlas no como. el propio yo, sino como
una especie de objeto perteneciente al ya. Decimos « mi mano »,
« mi dedo», del mismo modo que solemos decir: «mi sombrero »,
«mi reloj .» Aquellas partes del cuerpo que ya no tienen con él
Vínculos sensitivos o motores, como. las puntas de los cabellos, las
uñas y las secreciones, pierden cada vez más el carácter del yo,
que se hace progresivamente negativo cuando comienza a extin-
guirse su continuidad en el espacio, y forman en 1a conciencia 1a
zona de transición difusa hacia los objetos más próximos a1 cuerpo,
como los vestidos ; si bien generalmente tomamos éstos por ele-
mentos del mundo exterior, en determinadas circunstancias se pro—
yecta sobre ellos algo de la conciencia del yo, y así decimos : « me
ha tocado», cuando alguien nos roza simplemente la ropa.
Vemos, pues, que muchas cosas del propio cuerpo y de sus
inmediaciones, situadas en 1a zona fronteriza del yo y del mundo ex-
terior, se nos presentan confundidas con el yo o con el no yo según la i
actitud de nuestra conciencia. Este hecho es muy importante para
comprender numerosos estados psíquicos, sobre todo anormales.
Resumamos los conceptos principales:
1.° Llamamos alma a 1a síntesis de la Vida interior, de 1a ex-
periencia interna directa. .
2.° Esta experiencia se polariza hacia el yo y hacia el mundo .
exterior. Ambos complejos mentales se confunden a lo largo de
extensas zonas marginales fluctuantes.
3.° Todo lo psicológico o toda la Vida interior nace de 1a
acción recíproca entre el yo y el mundo exterior, a1 influir éste
sobre aquél mediante procesos de configuración, o el primero sobre
el segundo, en Virtud de procesos de expresión.
¿1.° A estos dos grupos de fenómenos psíquicos cabe agregar
un tercero : el de la afectividad, conjunto de matices sentimentales,
o sea, de grados de valoración para el yo, que adquieren aquellos
procesos en el curso de su evolución desde simples impresiones
sensoriales o imágenes, pasando por representaciones y reflexiones
abstractas, hasta decisiones e impulsos motores, y las iniciativas
resultantes. La afectividad comprende, por consiguiente, los sen-
timientos más simples, como el placer y el displacer, el entusiasmo
o 1a indiferencia, y también los movimientos más complejos del
ánimo: amor, cólera, angustia, odio, codicia y otros análogos;
en este tercer grupo se incluyen las funciones descritas en 1a ter-
cera parte de este libro con el título de «Tendencias y tempe—
ramentos ». h
lO Principales funciones psíquicas

B. Concepción moderna de las relaciones entre cuerpo y alma


En otro tiempo, a1 considerar las relaciones entre las funciones
psíquicas y su substrato corporal, se llegaba de un modo espon-
táneo a la fórmula «cerebro y alma», pues sólo se concebian ire-
presentados en el cerebro los procesos corporales correspondientes
a las manifestaciones psíquicas; y, limitando todavía más esta
fórmula, se decia a veces: «substancia gris del cerebro y alma».
Acababan de conocerse entonces y empezaban a estudiarse las co-
nexiones entre ciertas zonas de dicha substancia y los procesos su-V
periores de la percepción y del lenguaje, asi como entre el desmo—
ronamiento global de la corteza cerebral y la deficiencia mental
adquirida correspondiente.
. Hoy comienza a moverse el punto de gravedad de los proble—
mas psicofísicos en dos sentidos, e incluso a veces en dirección
totalmente opuesta. Por un lado, el interés que en fisiología cere-
bral se" concedía exclusivamente a la substancia gris, se ha tras—
ladado resueltamente al tronco encefoílz'co o bulboprotuberancial,
sobre todo a los grandes núcleos y a la función de la substancia
gris Central, lo cual ha tenido repercusiones Características sobre
la teoría de las correlaciones psíquicas. Los estudios y deducciones
de REICHARDT, L. R. MÜLLER, HEAD, O. VOGT, SPECHT, Bore»
HÓFFER, KÜPPERS y otros, así como las observaciones hechas en
el curso de la encefalitis epidémica, han llevado a conclusiones
que, en su forma mas aforistica, pueden formularse como sigue:
Ciertos factores de importancia primordial para la personalidad
y la vitalidad general, como las funciones de la conciencia, la vida
instintiva y la afectividad, tienen precisamente su representación,
en fisiología cerebral, no en los hemisferios cerebrales sobre todo,
sino en la base del cerebro. Se trata de las relaciones que, en virtud
de su posición dominante en el sistema nervioso vegetativo, exis-
ten entre la substancia gris central del tercer ventrículo y la afec—
tividad y las funciones de la vida consciente, entre el tálamo en
concepto de conmutador central de la sensibilidad y las sensacio—
nes generales, como las'de dolor y placer, y la vida instintiva;
se trata, en fin, de los importantes trastornos que sufren los im-
pulsos psíquicos, y de su inhibición por obra de lesiones del sis—
tema estriopalidal. Es decir, que, desde el punto de vista de la
fisiología del cerebro, parece corresponder al tallo encefálico el
núcleo central de la personalidad, en tanto que los hemisferios
cerebrales no pasan de ser instrumentos complicados, aparatos
destinados a realizar funciones diferenciadas y a registrar engra-
mas. Sin duda alguna, hay cierta utilidad heuristica en este cambio
Naturaleza del alma » I 11

de punto de vista, y más teniendo en cuenta que resulta no de


reflexiones teóricas, sino de nuevas e importantes observaciones
prácticas. Bastará recordar que esta sutil diferenciación de los
impulsos, de las reacciones afectivas y las conductas reflejas que
constituyen el patrimonio instintivo materializado en el tallo
bulboprotuberancial, depende justamente del desarrollo de la cor-
teza cerebral ; y que en esa diferenciación reside el elemento psico-
lógicamente esencial y distinto de lo que se llama personalidad
humana.
Por Otra parte, se ha demostrado que responde a una concep—
ción demasiado estrecha limitar las correlaciones psíquicas al
vencéfalo exclusivamente. El estudio de las glándulas endocrinas
enseña de manera terminante que algunas de ellas (tiroides, góna-
das, hipófisis, glándulas suprarrenales) ejercen una influencia muy
profunda sobre la vida psíquica, en particular sobre el « tempe-
ramento », sobre los aspectos afectivo e impulsivo de la personali-
dad, -ya directamente, ya por intermedio del sistema nervioso _
vegetativo. Dado que la estrecha interacción entre glándulas endo-
vcrinas y sistema nervioso está asegurada en buena parte por vía
hematoquímica, o sea, por medio de substancias estimulantes
(hormonas) que esas glándulas vierten en la sangre ydevuelven,
con ello, a los nervios, la concepción puramente celular ha de com-
pletarse también en cuanto concierne a las relaciones entre cuer—
po y alma, con la concepción humoml que, como es sabido, pre-
dominaba antiguamente de modo casi exclusivo.
Las importantes relaciones entre la estructura corporal y la
disposición psíquica (cap. 7) encajan exactamente en el ciclo fun—
cional glándulas endocrinas —- sistema nervioso vegetativo — en-
vcéfalo. El estudio de estas relaciones nos muestra que la psique
no está'ligada exclusivamente a las funciones de estos o aquellos
órganos, sino que tiene, hasta cierto punto, por substrato anatómico
y fisiológico el cuerpo en su integridad. Si pudiéramos abarcar
de una sola ojeada el conjunto de las relaciones recíprocas humo—
rales y neurovegetativas, con sus afectos sobre el sistema nervioso
central y la psique, por un lado, y por otro sobre la estructura
corporal y su modo de funcionar, llegaríamos a 1a conclusión de
que sólo es posible representarse una psique determinada para un
cuerpo asimismo determinado en conjunto (examinado por dentro
y por fuera, en sus funciones fisiológicas y en su anatomía).
Especialmente E. BLEULER (1), unido por vínculos bastante
estrechos a las corrientes neovitalísticas (DRIESCH, etc.),' se ha

(1) BLEULER, Die Psychoide. Springer, Berlin, 1925.


12 Principales funciones psíquicas

alzado, hace algún tiempo, contra la Separación harto ,esquemática


entre lo psíquico y lo no psíquico, es decir, entre alma y cuerpo.
A su juicio, nada podemos decir empiricamente en sentido posi—
tivo ni negativo acerca de si los procesos corporales de la vida
van acompañados de alguna función de conciencia, o, dicho de
otro modo, si hay que atribuir una conciencia cualquiera a cada
célula o agrupación Celular inferior. En cambio, todas las funcio-
nes Vitales tienen más o menos de común con la psique en sentido
estricto los Siguientes hechos. fundamentales: 1.o, las funciones
mnész'cas (SEMON), es decir, la facultad de almacenar, para apro-
vecharlas ulteriormente, las impresiones de estímulos anteriores;
2.o, la facultad de integración, o sea, de reunir las impresiones par—
ticulares en asociaciones activas, y 3.o, el principio ideológico-
u orientación finalista de tales asociaciones. E. BLEULER denomina
<1 psicoides » todas estas manifestaciones vitales comunes asimila"
bles a las psíquicas, y ve en la psique propiamente dicha‘un a psi—
coide » especial y diferenciado, esto es, substancia Viva « íntegra—
mente animada» en cierto sentido. En fórmulas modernas de este
tipo, según se ve, renacen simplemente, sobre una base biológica
más firme, viejas ideas de LEIBNIZ y SPINOZA. No es incumbencia,
nuestra discutir estas cuestiones en su aspecto puramente filosófico;
pero reconocemos que tales ideas son muy valiosas, como represen—
taciones heuristicas, para orientarnos ante los problemas concretos.
que plantea el estudio de la moderna fisiología cerebral y las ideas
que éste sugiere sobre las relaciones entre el cerebro y el alma.
La complejidad real de los mecanismos cerebrales, ensamblados de
_ manera gradual e indisoluble, parece ajustarse en el pensamiento,
mucho mejor que al criterio intransigente que sólo distingue entre
lo psíquico y lo no psíquico, cuando no se advierte línea divisoria
alguna entre ambos conceptos, a una diferenciación relativa entre-
lo «determinado psiquicamente >> y lo sometido a «procesos neu—-
rológicos puramente corporales», que señale bien sus rasgos comue
nes y sus grados intermedios de transición.

DIFICULTADES DE LAS LOCALIZACIONES CEREBRALES

La teoria de las funciones cerebrales se funda, ante todo, en


manifestaciones deficitarias consecutivas a lesiones de partes de-
terminadas y circunscritas del cerebro; por eso, poseemos hoy
amplios y valiosos conocimientos sobre la localización de síntomas.
de disfunción cerebral, si bien nuestra certidumbre sólo abarca el
factor negativo, mientras que los datos disponibles del lado posi-
tivo son, en gran parte, teóricos y, por ello, discutibles. Es decir,
Naturaleza del alma 13.

sabemos que una lesión en determianado lugar del cerebro ocasiona


síntomas bien conocidos, pero ignoramos cuál es la función posi-
tiva de esa misma región cerebral intacta. Hacen difícil averiguarlo
las particulares características de la estructura cerebral, la estra-'
tificación de numerosas capas cuyas relaciones jerárquicas desco-
nocemos, y la cooperación correlativa y Vicariante que existe entre
las diversas porciones cerebrales. La epilepsia cortical o jaksoniana,
por ejemplo, se interpretó, al principio, simplemente como síntoma
irritativo de lesión en la región cortical’ motora, y se tuvo la parte
correspondiente de ésta por « centro convulsivo >>. Pero luego surgió
una duda: ¿Es, en efecto, la convulsión un síntoma de irritación,
o lo es más bién de parálisis, de aislamiento de la corteza? ¿No
puede ocurrir que esa lesión de la substancia gris suprima la inhi-
bición que ésta ejerce normalmente sobre algún centro subcortical
subordinado más profundo, que, libre ya de trabas, provoca la
convulsión? En caso afirmativo, queda por precisar aún cuál de
ellos entra en juego. Basta este sencillo ejemplo para apreciar al
punto la enorme complejidad de todos los problemas relativos a _'
localizaciones cerebrales, que se repiten de idéntico modo en el
dominio psicológico, al estudiar las relaciones entre ciertos tras-
tornos psíquicos y determinadas regiones del cerebro. En esta breve
exposición nos vemos obligados a conceder preferencia a la cer-
tidumbre que proporcionan los datos negativos de la fisiología
cerebral; así, cuando hablamos de localizaciones, centros, etc., nos
referimos, sobre todo, a los «centros de perturbación».
Especialmente GOLDSTEIN ha llamado, no hace mucho, la aten—
ción asimismo sobre la sólida coordinación entre ciertas manifes-
taciones y algunos arcos reflejos aislados, y estima justamente toda
reacción biológica como réplica del organismo entero a un estímulo
dado, en la cual sólo destacan algunos efectos inmediatos yreac-
ciones de aparatos particularmente sensibles al mismo. Con esta
reserva de principio, la concepción del arco reflejo sigue siéndonos
indispensable para explicar un gran número de hechos psíquicos
y psicofísicos.
A este propósito, debe tenerse en cuenta que muchas acciones ,
psicofísicas son acciones circulares que revierten en anillo cerrado
sobre, sí mismas, de modo que, por ejemplo, en muchos estímulos
movilizados entre afectividad, glándulas endocrinas y centros ve—
getativos, se han de considerar las distintas etapas como causa y
efecto a la vez. Así se deduce muy claramente de nuestros experi—
mentos sobre constitución, y de manera análoga lo funda V. W'EIZ-
SÁCKER en sus estudios de fisiología del sistema nervioso. i
CAPÍTULO II

Las sensaciones y ¡a estructura del perímundo perceptible


Es tradicional dividir las sensaciones en que descansan, entre
otros, los procesos psíquicos de configuración, en sensitivas o inter—
nas y sensoriales o externas. Las sensitivas o del « sentido general. >>
son aquellas que, en cierto modo, se experimentan en todo el cuerpo:
se subdividen en superficiales o de contacto, profundas (que com—
prenden la- sensibilidad a la presión ylas sensaciones musculares, ar-
ticulares y orgánicas o cenestésicas), térmicas y álgicas. Las senso—
riales, por el contrario, son las suministradas por sentidos especia-
les que tienen como vehiculos órganos estrictamente localizados y
diferenciados; por una parte, las del gusto y el olfato, afines
entre si, y por otra, las que proporcionan los «sentidos superio-
res >>: vista y oído.
Todos estos sentidos tienen de un modo u otro por función
principal y fundamental orientar el organismo en si mismo y, ante
todo, con relación al mundo; conservar y mejorar su vitalidad,
facilitando la reacción motora apropiada frente a estímulos útiles
o nocivos. Por eso, no es posible describir la significación biológica
de las manifestaciones sensitivas y sensoriales más que en corre-
lación con la motilidad. Por ejemplo, una sensación olfativa no
tiene finalidad biológica propia, pero significa una especie de acer—
camiento motor del organismo hacia un objeto que aquélla pre-
senta como susceptible de procurar satisfacción alimenticia o
sexual, con los movimientos automáticos instintivos que sirven
para utilizarlo; una sensación de dolor o de calor no se concibe
sino como factor desencadenante de un movimiento de huida o de
defensa ante un estimulo vitalmente perjudicial. Las sensaciones
y Visuales y auditivas cumplen las mismas funciones de un modo
más perfecto, más complicado y de mayor alcance.
En este aspecto netamente biológico no importa ante todo,
por consiguiente, si una sensación cualquiera penetra o no en la
Conciencia, sino si provoca la reacción o la actitud motora que
vitalmente conviene, consciente o inconscientemente. En realidad,
observamos que la mayor parte de las reaccionesbiológicas motiva—
das por estímulos sensoriales son inconscientes o apenas conscientes.
Las sensaciones y la estructura del perimundo perceptible 15

E1 grado de conciencia de las impresiones sensoriales y de las acti—


tudes motoras que originan, no se regula principalmente por su
complejidad, sino por la novedad y falta de hábito de ellas o de las
situaciones en que se presentan. Las complicadisimas regulaciones
sensomotoras del equilibrio del cuerpo durante la marcha, por ejem-
plo, son casi ajenas a la conciencia, mientras que cualquier movi-
'miento nuevo sumamente sencillo en relación con aquélla, como el
de adelantar por primera vez la pierna a la voz del monitor de gim-
nasia, se efectúa de un modo consciente en absoluto. Lo mismo
se puede decir de las impresiones sensoriales: el registro óptico
complejo de calles tortuosas por las que pasamos a diario apenas
requiere la intervención de la conciencia, en tanto que retenemos
muy conscientemente y hasta en sus menores detalles materiales
un portal que encontramos en un lugar distinto del acostumbrado.
Por consiguiente, aun en el aspecto biológico, la conciencia que
acompaña a una impresión sensorial o un acto motor, no es sim-
plemente un « epifenómeno », sino que está ostensiblemente en
relación proporcional con las manifestaciones del organismo '
en una dirección nueva.
Es muy diverso el papel que desempeñan todas estas formas
de sensaciones en la construcción de 1a vida psíquica. Por un lado,
la sensibilidad está ligada estrechamente a la afectividad y a la
vida instintíva, y por otro, las funciones sensoriales se han de
considerar como base de prócesos superiores de figuración, de la
actividad representativa e intelectiva. Las distintas regiones sen-
soriales participan en ambos conceptos con desigual energía;
puede decirse que las cualidades sensoriales no diferenciadas tie-
nen relaciones directas con la afectividad, en tanto que los senti-
dos que ofrecen una gama complicada de sensaciones posibles,
intervienen más activamente en la edificación del mundo de las
representaciones, por ejemplo, de las del tiempo y el espacio. Pero
en esto no hay un limite bien definido. Con el primer grupo de las
sensaciones «afectivas» se relacionan ante todo los «sentimientos
generales», derivados de las sensaciones difusas internas y exter-
nas poco localizadas del organismo entero, así como las sensaciones
térmicas y álgicas, más circunscritas, y en segundo término, las
olfativas y gustativas. Al segundo grupo, que comprende las sen—
saciones de mayor «fuerza representativa», pertenecen las prove-
nientes de los dos sentidos «superiores», vista y oido, con las
cuales colaboran notablemente las más diferenciadas del tacto,
y también las musculares y articulares, por ejemplo, a1 formar
representaciones de espacio ; además, por sulcarácter directamente
sensible, en forma de luz, colores y sonidos, alimentan de conti—
nuo nuestra afectividad.
1 (j j Principales funciones psíquicas

LAS SENSACIONES AFECTIVAS' Y EL TÁLAMO ÓPTICO

Lo que en el terreno psicológico caracteriza las sensaciones


afectivas es que, en una sola e idéntica manifestación psíquica, son
a la vez «sensaciones» y « sentimientós ». Por eso, en el lenguaje
corriente se aplica el término «sentimiento» lo mismo a impre-
siones sensoriales que a movimientos del ánimo, es decir, a pro—
cesos afectivos ; en el lenguaje psicológico, por el contrario, se ha
convenido en designar por « sentimientos » únicamente los procesos
afectivos, y por «sensaciones», los productos de actividades sen-
soriales elementales. Esta distinción racional no cambia, por ello,
nada la afinidad real, a menudo indestructible, entre ambos grupos
de fenómenos psíquicos. Algo parecido quiere decir STUMPF al
hablar de «sensaciones afectivas».
El ejemplo más sencillo es la sensación de‘dolor. Usando un
artificio lógico, cabe decir: El dolor es una sensación particular a.
acompañada de un componente afectivo determinado, el senti—
miento de dolor b. Pero la realidad psíquica es muy otra: b no
acompaña a a; ambos factores son exactamente lo mismo enel
terreno de la experiencia interna. Desde el punto de vista << feno-
menológico », el dolor es tanto sensación como sentimiento, a la
vez y en un mismo acto, único e indivisible. Este criterio tiene
también fundamental importancia en nuestra fisiología del cerebro,
por ejemplo, respecto a las funciones del tálamo. Aunque la sepa—
ración radical entre sensación y sentimiento es una necesidad ló—
gica, en la escala animal inferior no pasa de ser una abstracción
reñida con la realidad biológica, y, en este caso, hasta con la reali—
dad fenomenológica. Sólo en los grados superiores de la actividad
perceptiva y representativa se establecen, entre contenido y carga
afectiva, relaciones más laxas y variables, que les confieren cierta
independencia y permiten considerarlas realmente separadas aun
en el sentido de la experiencia psíquica. La idea de «casa», por
ejemplo, o su contemplación no necesita ir acompañada de una
carga afectiva apreciable; y si lo fuera, ésta puede consistir en
sentimientos muy variados, según las circunstancias.
Asi como las sensaciones de dolor, también las térmicas, olfa—
tivas y gustativas llevan siempre un tono afectivo que, en la expe—
riencia psíquica, se confunde o identifica con ellas. Una sensación
de calor o frio es agradable o desagradable en todo caso, abstrac—
ción hecha de la reducida zona indiferente en la cual desaparece
incluso como tal sensación. .
Entendemos, finalmente, con WUNDT, por «sentido general»
o << cenestesia >> el «sentimiento total que traduce el bienestar o
Las sensaciones y la estructura del perimundo perceptible 17

malestar de nuestro organismo en conjunto»; esto se aproxima


mucho a lo que en el plano afectivo Se conoce por « humor » (bueno
o malo) o estado de ánimo. En su formación entran componentes
de todas las sensaciones afectivas : superficiales, difusas, de pre—
sión y posición, de origen cardíaco y visceral, olfativas, gustativas,
, y hasta las que producen sobre nosotros la luz, el color y los soni-
dos. Dela convergencia difusa de todas estas sensaciones, enparte
imperceptibles, resulta nuestro bienestar o malestar momentáneo,-
que, en 1a experiencia psíquica, aparece también como suma de
sensaciones y disposición. afectiva a la vez.
Esto se aplica especialmente a sentimientos generales comple—
jos o vitales, como el hambre, 1a sed y 1a excitación sexual, en los
que la unidad fenomenológica se puede considerar como complejo
de sensaciones, como disposición afectiva, y también como « ten-
dencia », en virtud del impulso motor en ellOs contenido. .
La teoria de JAMES—LANGE insiste muy sentenciosamente en.
esa afinidad entre sensaciones y sentimientos, y hasta la convierte
en identidad. Esto puede aceptarse, hasta cierto punto, en lo que '
se refiere a los grupos de « sentimientos vitales» que acabamos
de mencionar, tanto en el aspecto fenomenológico como en el
terreno de la fisiología cerebral, según veremos más adelante.
Además de las sensaciones térmicas y de dolor, olfativas y gusta--
tivas, de los sentimientos generales difusos, las sensaciones de
hambre y sed y las sexuales, podemos incluir en esos grupos buena
parte de los sentimientos elementales de miedo y angustia, que
igualmente son, a1 mismo tiempo, estados afectivos y sensaciones
corporales intensas con actitudes motoras inherentes ; pero tam-
poco puede precisarse en estos casos lo que como fenómeno o ex-
periencia psíquica quedaria del sentimiento específico después de
restarle los complejos de sensaciones corporales característicOs.
En cambio, según hemos visto, las relaciones se hacen más laxas
tratándose de contenidos psíquicos diferenciados, a los cuales no
puede aplicarse como único principio la referida teoría; es bien
notorio que algunos estados de ánimo, como el alegre y el triste,
están dotados de un substrato insignificante de sensaciones. '
Ahora bien : ¿Cuáles son en fisiología cerebral lOs “fundamentos
de todos estos sentimientos generales, sentimientos y sensaciones
vitales, y de las actitudes impulsivas que suscitan? Podemos admi-
tir, con numerosos investigadores, que todas las vias sensitivas
y sensoriales que se dirigen de la periferia al cerebro, irrumpen
primero en el tálamo óptico, que, anatómicamente, constituye una
gran central de distribución de tales vias. Desde el tálamo, cada
una de ellas se dirige hacia su respectivo campo de proyecCión
2. KRE'ISCHMER: Psicología médica.
18 _ p _ Principales‘funciones psíquicas

en la substancia gris del cerebro: campo visual del lóbulo occi—


pital, centro acústico del lóbulo temporal, esfera sensitiva de la.
circunvolución central posterior, etc. El tálamo se encuentra en la
inmediata proximidad, de los núcleos centrales motores (cuerpo
estriado, globo pálido), y, como región cerebral más antigua y
centro intermediario más directamente intercalado entre la peri—
feria y la corteza cerebral, ocupa en el sistema sensitivosensorial
una posición análoga en parte a la de tales núcleos en el sistema
motor. ' _ p ' *
l El estudio de las funciones psicológicas del tálamo está aún
en sus comienzos y se relaciona íntimamente con los problemas '
que suscita la investigación del tronco encefálico, del sistema ner—
vioso vegetativo y de la proporción de valores entre el mencionado
tronco y la substancia gris del cerebro. Sin embargo, disponemos
ya de teorías muy importantes sobre este particular, apoyadas en
un considerable material reunido especialmente por HEAD (1) y por
L. R. 'MÜLLER (2). La opinión de este último se puede resumir
así ¡ En el tálamo óptico convergen todas las vias .sensitivas y
sensoriales; por eso, puede ser considerado como el lugar del cere-
bro donde las sensaciones mas diversas adquieren sa coloración ¡y
tonalidad afectiva. En el tálamo se forma el dolor corporal y la sen—
sación de placer, mientras que la substancia gris. sólo es importante
para localizar y reconocer la sensación misma ; además, el tájlamo
es un punto de transición en el que las excitaciones de las neuronas
' sensitivas se comunican con las del sistema nervioso vegetativo.
Según. esta concepción, el tálamo, como estación principal de las
¡funciones sensitivosensoriales, seria, a la vez, el centro fisiológico
de la afectividad elemental (sentimientos generales y vitales), inse—
parable de aquéllas, y formaría también, con los centros vecinos
del sistema vegetativo situados en el diencéfalo y lOs psicomotores
subalternos del tronco encefálico, una especie de arco reflejo para
reacciones visceroafectivas e instintivas, o, en otro sentido, una
gran central de distribución para combinar las manifestaciones
sensomotoras instintivas y rutinarias de la vida de relación.
A conclusiones análogas habían conducido anteriormente los
detenidos estudios de HEAD (citado según KÜPPERS) (3) sobre la
sensibilidad. HEAD observó, con motivo de lesiones focales en el
tálamo, aparte el trastorno prOpiamente dicho de la sensibilidad,

(1) HEAD y HOLMES, Sensory d'isturbances from cerebral lesions. Brain, 1911.
(2) MÜLLER y GREVING, Ueber den‘Aufbau und‘ die Leistungen des s'schenhirns
.und‘ueber seine Erkrankungen, Med. Klin., 1925. MÜLLER, L. R., Die Lebensnerven. Spring
get, Berlin, 1924.
p (3) KÜPPERS, Der Grundplan des Nervensystems und die Lokalisation des Psychischen.
ZSchr. f. d. ges. Neurol. u. Ps., 75, 1922. , '
Las sensaciones y la estructura del perimundo perceptible 19

cierta tendencia a reaccionar con exceso a estímulos desagradables,


sin disminución del limen para los dolorosos, pues el mismo dolor
sehacía más intenso en el lado enfermo. En estos casos se producen
modificaciones unilaterales muy curiosas del tono afectivo o de
1a actitud afectiva ante estímulos sensitivos y sensoriales : (c Uno
de nuestros pacientes no podía ocupar su sitio en el templo, por—
que se le hacía insoportable el canto por el lado enfermo »_ ; el hijo-
aseguraba que su padre había estado frotándose continuamente la
mano dolorida mientras cantaban. Otro enfermo que asistía a un
acto conmemorativo de la muerte del rey Eduardo VII, tan pronto
como empezó a cantar el coro, «experimentó una sensación horri—
ble en el lado de la alteración, y la pierna le comenzó a temblar».
Otro paciente muy culto refería que, después del ataque causante
de la mayor sensibilidad del lado derecho de su cuerpo a estímulos
agradables y desagradables, este lado se había vuelto más delicado.
« Siento un deseo irresistible de acariciar con mi mano derecha 1a
piel suave de una mujer; esta mano derecha se halla siempre necesi‘-_
tada de consuelo, y me parece estar continuamente anhelando
simpatía por el lado derecho... Se diría que mi mano derecha es
más artística ». La mitad del cuerpo correspondiente a la lesión del
tálamo reacciona, pues, según HEAD, con mayor intensidad al
elemento afectivo tanto de estímulos exteriores como de estados
intrapsíquicos, es decir, que se muestra más receptivo frente a
estados de placer y de diSplacer. KÜPPERS expresa esto más gráfi—
camente diciendo : Quien padece una lesión talámica unilateral no
tiene la misma alma a la izquierda que a la derecha ; por un lado
del cuerpo, siente mayor deseo de ternura, experimenta más dolor,
es más sensible, más'artista, más ‘lánguido que por el otro. Sin pro-
nunciarnos sobre el valor de esta fórmula tan amplia, citaremos
solamente la sintética opinión de HEAD sobre las funciones del
tálamo : « Creemos, por tanto, que el tálamo, órgano de importancia
esencial, es el centro consciente de ciertos elementos de la sensae
ción ; reacciona a todos los estímulos capaces de provocar placer
o displacer o la conciencia de una alteración del estado general. El
tono afectivo de las sensaciones somáticas o viscerales es producto
de la actividad del tálamo ». ’ -

SENSACIONES CONFIGURATIVAS
Las cualidades sensoriales estudiadas en las páginas anterio-
res tienen de común que los elementos afectivos implícitos en
ellas incitan directamente el organismo a responder de modo posi—
tivo o negativo a los estímulos c0n actitudes adecuadas a fines
20 Principales funciones psíquicas

biológicos ; y aunque lo hacen. de un r’nodo relativamente elemen-


tal, es decir, valiéndose de fórmulas o clisés psicomotores de índole
refleja o instintiva, no proporcionan una imagen propiamente dicha
de la excitación recibida. Esto puede comprenderse mejor consi—
derando aquellas sensaciones que no podemos apreciar. mediante
la vista y el tacto. Una opresión cardiaca o un dolor de Vientre
poseen, como elemento propio, una fuerte cualidad afectiva, y deter- .
minan inmediatamente, por ello, ciertas actitudes psicomotoras y
neurovegetativas derivadas de los instintos ; pero no dan a sujetos
desprovistos de cultura médica la menor idea del estado del órgano
que sufre, y muchas veces ni siquiera le orientan hacia el mismo.
Otro tanto sucede con las sensaciones afectivas que llegan del
eXterior, de no poder completarlas con la vista y el tacto ; aun
cuando agotáramos toda la escala de sensaciones dolorosas origi—
nadas fuera del cuerpo, no serian bastante para proporcionamos
una idea de 1a naturaleza de los factores externos que las producen,
de los objetos situados fuera de nosotros, y menos aún de su orde-
nación en una imagen espacial. Y otro tanto ocurre con las sensa—
ciones olfativas y gustativas. Mediante el tacto y 1a vista, o con
uno solo de estos sentidos en algunos casos de necesidad, podemos
formamos una imagen muy precisa del objeto ‘« pera », aunque
nunca hayamos tenidos ocasión de cónocer su olor ni su sabor.
En cambio, una persona ciega y enferma de anestesia táctil no
podrá construirse jamás por estas propiedades una imagen con-
creta y consecuente de tal objeto, análoga a la imagen psicotáctil ;
sus sentidos del olfato y del gusto no le podrán dar nunca más
que algunas excitaciones sueltas, con tonalidad afectiva, pero sin
tendencia a la configuración ni posibilidad de realizarla.
Estos ejemplos pueden servir para explicarnos bien los dos
modos radicalmente distintos de funcionar nuestros aparatos sen—
soriales. Uno de ellos tiende hacia la actitud sentimental directa-
mente refleja o instintiva ; otro, a la elaboración de un panorama
del mundo exterior, de imágenes, objetos o representaciones. En
este último caso, la orientación inspirada por la finalidad biológica
hacia el mundo exterior se obtiene indirectamente y siguiendo un
camino tortuoso por medio de la imagen de aquél, a veces sin
participación esencial del elemento afectivo. Pero esto no significa
que cada sentido funcione exclusivamente de una u otra manera ;
es más probable que predominen en cada dirección determinados
grupos sensoriales, siempre asociados a los elementos de los demás.
Así, completan nuestra imagen del objeto «pera» sensaciones de
olor y sabor ; del objeto «estufa», la de calor ; y del objeto « cu—
' chillo », la eventual de dolor; pero estas sensaciones nunca van
Las sensaciones y la estructura del perimundo perceptible 21

implicadas enla constitución de la respectiva imagen. Inversa—


mente, el sentimiento cenestésico, la sensación de bienestar o de
malestar, además de los factores cardinales y decisivos de la suma
de sensaciones corporales difusas del momento lleva a veces tam-
bién las cualidades elementales de luz y color del ambiente, o los
elementos sonoros simultáneos, aunque estos últimos componentes
no le son indispensables. Un sentimiento vital, como el hambre
o la excitación sexual, puede provocar la imagen óptica de un
determinado alimento o de la persona deseada, sin alterarse mucho
por la falta de ese factor óptico correlativo. Ni siquiera para su
exteriorización motora necesita, por ejemplo, la sensación de ham-
bre una representación concreta plástica de las cosas externas;
en caso de necesidad, le basta ser guiada por sensaciones olfativas,
gustativas y otras sensaciones difusas.
Ya hemos visto cuáles son las sensaciones que principalmente
intervienen en los procesos de configuración. La coordinación de
grupos de sensaciones aisladas para formar imágenes, configurar
objetos y disponerlos en el espacio, esto es, para desarrollar repre-
sentaciones espaciales, requiere, ante todo, la dirección del sentido
visual, en estrecho concierto con sensaciones táctiles y de posición,
estas últimas (por ejemplo, en los ciegos) son capaces de iniciar,
si hace falta, sin el concurso de la vista, un pensamiento espacial
concreto y muy elaborado.
Nuestra representación del espacio proviene esencialmente de
la facultad propia del sentido de la vista y del táctil superficial
cutáneo de percibir de una vez en un solo acto numerosas impre—
siones aisladas; cada una de éstas parece diferenciarse por su
punto de origen respectivo, y esto nos permite, por ejemplo, dis—
tinguir entre dos sensaciones experimentadas en lugares muy pró-
ximos de la piel. Esta especie de distinción se considera cualitativa
y se conoce por signo local; recibe el nombre de limen espacial
la distancia mínima necesaria entre dos puntos de contacto para
apreciar como independientes los estímulos originados en ellos.
En ciertosórganos, como las puntas de los dedos y la retina, espe-
cialmente dispuestos para diferenciar con más precisión las impre—
siones sensoriales, ese limen es menor que en otros lugares del
cuerpo. Estos dos hechos, percepción simultánea de gran número
de excitaciones y diferencia cualitativa entre ellas, sirven de base
para ordenarla recíprocamente a modo de un verdadero campo
visual o ta'ctil, a fin de obtener la representación de un espacio
predominantemente bidimensional en un principio. Los experi-
mentos realizados con ayuda del estereoscopio han demostrado
que, para formar un espacio de tres dimensiones, han de intervenir
22 _ . Principales funciones psíquicas

otros factores, por ejemplo, el paralaje binocular (diferencia apa—


rente 'de posición entre las imágenes percibidas por ambos ojos) .
y las sensaciones musculares derivadas del movimiento de conver—
gencia de los globos oculares. Además, para representar espacios
de tres dimensiones, y en consecuencia « objetos », son importantes
las sensaciones motoras de músculos y articulaciones que provoca
la exploración táctil de aquéllos;
Las sensaciones Visuales, táctiles y cinéticas mencionadas no
bastan, por si solas, para producir representaciones de espacio o de
objetos, sino que han de fusionarse y cooperar íntimamente.
En cuanto a la antigua y discutida cuestión de si las representa- .
ciones del espacio y del tiempo se forman de la manera explicada
(teoría empírica) o se han originado como categorías fijas e irre—
ductibles (teoría nativista), puede resolverse, en el aspecto bioge-
nético, del siguiente modo : Fenómenos tan complicados como las
representaciones de tiempo y de espacio han tenido que desarro-
llarse a partir de otros más simples, y hoy podemos aislar aún
experimentalmente muchos de ellos. Esto no quiere decir que cada
individuo en particular esté obligado a rehacer, paso a paso, el
proceso que da por resultado tales representaciones, sino más bien
que las tendencias orientadas hacia ideas de espacio y tiempo se
forman gradualmente y con intensidad de antemano, y, por ello,
son, hasta cierto punto, innatas.
El sentido deZ oído está dotado de otras funciones asimismo
importantes para la configuración psíquica de los estímulos del
mundo exterior. Participa en la elaboración de la idea de tiempo,
favorecida por ex'citaciones acústicas ritmicas, de igual módo que
la marcha resulta favorecida por la sucesión rítmica de las sensa—
ciones corporales, según advierte acertadamente VVUNDT. Sin em—
bargo, para integrar la representación del tiempo parece más útil
la función mnésica del cerebro, que hace posible la existenCia de
engramas adyacentes de borrosidad escalonada junto a impresiones
recientes cada vez más intensas. Sobre este factor cuantitativo,
constituido por la gradación imprecisa de las imágenes internas
según su frescura psíquica, parece descansar, ante todo, la repre-
sentación del tiempo como sobre una serie de «signos locales»
mnésicos. El síndrome de Korsakow muestra que esta representa-
ción se halla estrechamente vinculada a la integridad de las fun—
ciones de la atención y la memoria, y que desaparece con ellas
cuando se perturban gravemente. Asimismo observamos que al
interrumpirse la gradación mnésica de la intensidad de los fenó—
menos psiquicos por intervenir factores afectivos exagerados (por
ejemplo, conmociones fuertes causadas por la tristeza o, el terror),
sufre también grandes trastornos la idea de tiempo.
Las sensaciones ¡y la estructura del perimundo perceptible 23

Pero la mayor importancia del-sentido del Oído para la vida


psíquica superior reside en su carácter de factor central del desarro-
llo del lenguaje. Éste hace posible el más amplio desenvolvimiento
de los principios que presiden la ordenación de las imágenes del
mundo exterior y constituyen el fin supremo de nuestro pensa—
miento : la abstracción, es decir, la formación de nociones superio-
res no susceptibles de representación concreta, como una especie
de agrupaciones de imágenes de este carácter, y 1a correlación
igualmente abstracta de las mismas en la forma de categorías
lógicas .' comparación, orden jerárquico, causalidad, finalidad. La
palabra es el único vehiculo de la representación abstracta, que,
sin ella, no podría fijarse ni transmitirse. En cuanto a las sólidas
1’ relaciones que enlazan la Gramática, el arte de construir frases,
y la Lógica, son harto conocidas para que nos detengamos a anali-
zarlas aquí. '

GRADO FORMATIVO FIGURAL .(*) Y DE CORPOREIDAD


Se entiende por grado formativo la manera con que nuestro
"sistema nervioso elabora y ordena los materiales proporcionados
por las excitaciones aisladas que llegan a nuestros órganos senso-
riales. Esta función fOrmativa o figurativa, y hasta la reunión
ordenada de las distintas impresiones sensoriales en imágenes y
objetos, no se efectúa ya en los citados órganos, sino que es fun—
ción de 1a corteza cerebral, como veremos más tarde. El Ojo no
percibe casas, árboles O nubes, sino que proporciona la materia
prima que servirá para su representación, las cualidades sensibles :
claro, oscuro, verde, amarillo, etc. Grado de figuración es, pues,
aquel en que nuestras impresiones sensoriales se nos aparecen en sus
cualidades fundamentales simples, como imágenes u objetos, dis—
puestos con cierto orden en el tiempo y en el espacio, en forma
abstracta y en conexión lógica más o menos precisa.
Los productos de nuestros procesos de figuración se clasifi-
can también según otro criterio: el de su grado de corporeidad,
con arreglo al cual una imagen que surge en nosotros, se consi-
"dera «simplemente pensada», como «representación», o « real-
"mente vista y Oída », como percepción. De este modo se asocian
dos criterios no del todo concordantes: la «localización» de la
imagen según que esté pensada << dentro » de nuestra mente O pro—
yectada en el espaCio, en el mundo exterior. Afín a estos conceptos
«subjetivo» y « Objetivo », aunque no idéntico, es el «juicio de
(*) Gestalturgsgrád debe traducirse por figura o forma, aunquese deja con frecuencia
sin traducir. Asi, Se dice Psicología de la Gestalt, en vez de la forma o figura. —— N. del T.
» 24 ' Principales funciones psíquicas

realidad», que determina en qué grado debemos tener por real la


imagen. Difieren entre sí los dos criterios expuestos, porque los
enfermos mentales, y en particular los esquizofrénicos, sienten a
veces una voz que califican de «interior» y a la cual atribuyen,
sin embargo, realidad positiva; en cambio, sobre todo los esqui—
zofrénicos incipientes, como han señalado en particular STORCH
y REISS, oyen voces como si vinieran del mundo exterior, aunque
dependen de su yo. El grado de corporeidad de las imágenes que
surgen en nosotros, deriva, al menos en buena parte, de factores
cuantitativos, en primer término del número y la nitidez de sus
detalles. La representación «casa» suele ser mucho menos sensorial,
es decir, más pobre en pormenores que 1a percepción «casa»; esto
se advierte, sobre todo, cuando se intenta dibujar alternativamente,
de memoria y ala vista, objetos más o menos complicados. Todas,
estas cuestiones de las relaciones entre el yo y el mundo exteriór,
de la proyección de imágenes, etc., interesa mucho en psicología
étnica y en psicopatología, y se expondrán más detenidamente al
tratar de esas dos ciencias. Lo que importa saber por ahora es que
la separación radical entre representación y percepción, preconi—
zada al principio por ciertos autores (IASPERS), es difícil de man—
tener ante los materiales reunidos por la experiencia psicológica,
y que, en opinión de la mayoría de lOs investigadores, debe admi—
tirse una escala continua de transición entre una y otra (JAENSCH,
S. FISCHER). .
Esto se deduce especialmente de las experiencias psíquicas de
esquizofrénicos ; hasta los más inteligentes son a menudo incapaces
de decir si han construído imágenes más o menos vivaces, o visto
y
y oído objetos reales.
En este sentido, además de la experiencia adquirida en los
dominios de la psicologia étnica y la psicopatología, tienen capital
importancia las grandes series de investigaciones experimentales
de E. R. JAENSCH (1) y sus colaboradores, que en el aspecto óptico
han permitido formular las siguientes conclusiones : Existe un tipo
, visual «ez'dézfz'co», frecuente sobre todo en la adolescencia y, quizá
también, en pueblos primitivos. Entre los colegiales examinados
por KROH, se observaron «imágenes concretas» netamente eidéti—
cas en el 40 % de los de menos de 15 años, y la proporción dismi-
nuía de pronto al pasar de esta edad. Por consiguiente, el tipo
visual eidético parece ser el más precoz, y se caracteriza por la
primitiva unidad no diferenciada de la experiencia sensorial, de

(') .JAENSCH, E. R., U aber den Aufbau der LVahrnehmungswelt. Barth, Leipzig, 1923;
Ueber dze subjektz'ven Ansehauungsbilder. Informe del VII Congreso de Psicologia experi-
mental, 1921. '
Las sensaciones y la estructura del perimundo perceptible 25

donde se desprenden -más tarde las percepciones, por un lado, y


las representaciones visuales, por otro. En opinión de JAE-NSCH,
son eidéticos los individuos capaces de elaborar imágenes ópticas
concretas ; y fenómenos análogos se observan en el terreno acústico.
y en el de las sensaciones cutáneas. Un eidético puede reproducir
una imagen o un objeto concreto cualquiera no sólo en forma de
representación, sino gráficamente con carácter de sensación, es
decir, representar una imagen después de contemplarla, y hasta
volverla a ver literalmente, proyectarla sobre una pantalla de
manera que sea posible medirla con el compás según sus indica—
ciones, y describirla en sus menores detalles. Disponiendo los ensa-
yos de manera adecuada, se pueden diferenciar estas imágenes
concretas tanto de las « postimágenes » dadas a conocer por la
fisiología de los órganos sensoriales, como de las representaciones
puras y simples ; mas, por otra parte, algunas de sus propiedades
indican relaciones de afinidad con las representaciones y las per-
cepciones (a éstas se aproximan, por ejemplo, por su tamaño apa-
rente y por la llamada desviación horoptérica). ' '
Las investigaciones de JAENSCH prometen aportar datos im-
portantes para el esclarecimiento de algunos puntos de interés
artistico (persistencia de la disposición eidética en no pocos poetas
y pintores, como fundamento de sus facultades de intuición e
imaginación), y, con ello, para el estudio de la aptitud en general,
según los tipos; también han de tenerse en cuenta con relación
.al problema, aún poco aclarado, de las alucinaciones y los «sueños
,lúcidos o de vigilia». En principio, a ellas se asociarán nuevos
aspectos de cuestiones propias de la fisiología de los órganos senso-
riales y, sobre todo, de la psicogenética, especialmente el problema
de la proyección de imágenes en el hombre primitivo, que estu-
diaremos másadelante. .
Los fundamentos fisiológicos del grado de corporeidad de nues-
tra experiencia sensorial no parecen ser enteramente . los mismos
del grado formativo. Éste se altera de modo típico y muy notorio
en ciertas lesiones focales de la corteza cerebral y sus Vías (afasias,
agnosias), y también parece responder a ciertos agentes químicos
(intoxicación con mescalina). En cambio, respecto al grado de
corporeidad de las alucinaciones, por ejemplo, las.investigaciones
circunscritas durante largo tiempo al cerebro no han dado hasta
ahora resultados suficientes. Según HENSCHEN, ESKUCHEN y otros,
ciertas alucinaciones Visuales unilaterales originadas por lesiones
del sistema óptico, y que, si concurre .hemianopsia, se proyectan
en el campo visual ciego, nacerían en la corteza occipital eXterna,
por fuera de la cisura calcarina. Estas concepciones, aún muy
26 _ ' Principales fun ciones psiquic as

discutidas, se fundan asimismo en "que las lesiones de la región


parietooccipital provocan igualmente en otros casos representa-
ciones patológicas del mundo exterior, a veces con incapacidad de
orientación, y, en particular, graves alteraciones de la facultad
de reconocer las formas: las lineas aparecen torcidas, las casas
pierden posición y figura, los objetos aparecen cambiados de lugar
o disminuidos, etc. (GORDON, HOLMES, GELB y GOLDSTEIN, P0P-
PELREUTER, BEST). Por lo demás, tienen viso de importancia
decisiva asimismo factores liemoqiiimicos, que, al parecer,'pueden
influir notablemente sobre el grado de corporeidad de nuestra ex—
periencia sensorial, tanto en materia de equivocación“ sensoriales,
como respecto a las facultades eidéticas normales. De las primeras
se sabe que aparecen del modo más perceptible, apreciable y
abundante en casos de intoxicación (con alcohol, cocaína, etc.),
y que intervienen no poco en los exodelirios por infección. Desde
luego, tal acción tóxica, como cualquiera otra correspondiente de
carácter endocrino, ha de tener su iniciación en algún punto del
sistema nervioso central, y contraer desde alli relaciones directas
o indirectas con los respectivos aparatos de los sentidos.)
También podrian ayudarnos a esclarecer los problemas'rela—
tivos a alucinaciones, los ensayos de autoobservación tras'intoxi—
cación experimental con mescalina (MAYER-GROSS y otros), bas-
tante afines por sus resultados con las vivencias de enfermos de
esquizofrenia aguda. Tales intoxicaciones producen: 1.o Cambios
de intensidad de la experiencia sensorial, con exaltación de la sen-
sibilidad liminar ; las impresiones corrientes parecen más intensas,
y las fuertes resultan chillonas o deslumbradoras; el medio se
vuelve luminoso, asoleado, resplandeciente, lleno de armonia, de
colores más vivos y mayor plasticidad, rebosante de eXpresión;
cada detalle adquiere gran importancia, y las caras presentan ras-
gos acentuados como los de los actores ; en cambio, la fase opuesta
hace, al sujeto poco impresionable, y, por eso, le parece encontrarse
en una atmósfera de frio, vacia y uniforme. Evidentemente se
trata aqui también de cambios de la tonalidad afectiva inmediata,
del color afectivo propio de las sensaciones, es decir, muy seme-
jante a los derivados de lesiones del tálamo. 2.o Graves alteracio—
nes de la percepción de móvimientos, como en la ceguera psíquica
consecutiva a lesiones del lóbulo occipital; el sujeto intoxicado
con mescalina ve los movimientos de sus semejantes solemnemente
pausados'o Vivos en exceso, o bien discierne sólo el cambio de lu—
, gar, pero no el movimiento mismo, ytodo ello ocasiona también
perturbaciones en los fenómenos internos de espacio y tiempo.
3.° Sinestesias muy extensas, esto es, participación de una zona
Las sensaciones y la estructura del perimundo perceptible 27

sensorial al ser excitada otra distinta; al oir ciertos sonidos, el


sujeto imagina ver determinados colores, y lo mismo le ocurre con
el contaCto y el dolor ; si ladra un perro, el enfermo se figura que
vacila la luz de su habitación, y unos golpes bastan para cambiar '
los matices del paisaje. Todos estos fenómenos suelen presentar
caracteres de alucinaciones genuinas. Se ve, pues, que tales accio—
nes tóxicas son capaces de provocar modificaciones profundas,
catastróficas, en las relaciones del individuo con su ambiente y
su idea general del mundo. Los experimentos de este género, en su
ulterior desarrollo, pueden servir de sólido apoyo a 1a teoría endo-
crinotóxica de las esquizofrenias agudas y a su análisis desde el
punto de vista de la fisiología cerebral. k
En lo que atañe a 1a predisposic ión eidética, W. JAENSCH (1)
ha intentado reducirla a determinado s tipos endocrinos, es decir,
explicarla conforme a la composició n químiCa de la sangre o de la
acción de las glándulas de secreción interna. Cree que esta pre-
disposición se, halla ligada principalmente a dos tipos de consti—
tución, que denomina tipo T (tetanoide) y B (basedowoide), o a '
la mezcla de ambos. En primer término, parecen interesar el cuerpo
tiroides y las glándulas paratiroideas. E1 tipo tetanoide se carac-
teriza por la exagerada reactividad mecánica y eléctrica. de los
nervios periféricos, y el basedowoide por los sintomas clínicos
oculares, esfígmicos (taquicardia) y tiroideos bien conocidos. Las
imágenes concretas del tipo T son rígidas, y sus colores sirven de
complemento a los del original; las del tipo B, en cambio, pre-
sentan la coloración de la imagen primitiva, y responden fácil—
mente ala influencia de agentes externos e internos ; aun en lo
general, las configuraciones del primer tipo se hallarian dominadas
por lo rígido (incluso por tendencias a procesos obsesivos), mien-
tras que las del segundo serian huidizas, movibles. Empleando
ciertos medicamentos (1-2 gr. de anhalonio), se ha logrado provocar
imágenes concretas en individuos no eidéticos, y transformar las
de los eidéticos en alucinaciones ; en cambio, administrando sales
cálcicas, desaparecen a menudo en individuos del tipo T (pero no
en los del tipo B) las imágenes concretas, y simultáneamente los
estados oniroides, los terrores nocturnos y otros fenómenos simi-
lares. Esta teoría de los tipos B y T se tiene aún por muy hipoté—
tica y discutible; en principio, al investigar correlaciones psico-
físicas habrian de tenerse en cuenta siempre no sólo el tiroides y las
glándulas paratiroideas, sino también, y ante todo, 1a hipófisis,
las gónadas y las glándulas Isuprarrenales. i

(1) JAENSCH, W., Ueber psychophysische Konstitutionstypen. M. m. W., 1921.


28 Principales funciones psíquicas

Mucho de lo que resta saber acerca del niundo de las percep-


ciones, y en particular del grado ”formativo, se explica mejor estu-
diando la fisiología y la patología de la corteza cerebral en rela—
ción con las manifestaciones mnemoasociativas, las funciones del
lenguaje y los procesos psicomotores, a los cuales está dedicado el
siguiente capitulo.
CAPÍTULO III

La corteza cerebral y las manifestaciones mnemoasocíativas

LOCALIZACIONES CORTICALES

Como es sabido, la corteza cerebral recibe vías sensitivas y


sensoriales (transmisoras de sensaciones), y emite vías motoras
(que transmiten movimientos). Alrededor de estas zonas corticales
sensoriales y motoras se encuentran otras que ya no sirven sim-
plemente para recibir sensaciones y emitir movimientos, pues en
caso de lesión dan origen a complicadas perturbaciones de la sín-
tesis psíquica (1) de unas y otros, particularmente en el dominio
del lenguaje (afasia sensorial y motora), de la lectura y la escri-
tura (alexia y agrafia), y del reconocimiento de objetos (agnosia
o ceguera psíquica); de localización menos clara, aunque más
fácil de precisar, son los trastornos apra’xicos, que impiden o hacen
dificil encOntrar fórmulas de los movimientos complejos.
Una ojeada al esquema superficial de la mitad izquierda del
cerebro (en estado normal, la más importante generalmente en el
aspecto funcional) nos enseña que el substrato de la localización
cerebral está. en las conocidas superficies motoras y sensoriales, a
saber: la circunvalación central anterior, asiento de la región mo-
tora cortical, con centros particulares para la pierna, el brazo, 1a
cabeza y los ojos, y la circunvalación central posterior y sus inme—
diaciones del lóbulo parietal, que constituyen la región cortical
sensitiva. Las dos funciones sensoriales superiores más importan—
tes tienen reservados extensos campos en la corteza'cerebral: el
oido, en el lóbulo temporal, y la vista, en el occipital, sobre todo en
1a región de la cisura calcarina.
Vemos, pues, que los mencionados centros de la síntesis del
lenguaje, del reconocimiento y de la acción, se agrupan estrecha-
mente junto a los centros 'sensoriales y motores propiamente di-
chos; así, el centro de Broca para la afasia motora se encuentra
al pie de la tercera circunvalación frontal, o sea, contiguo a los cen-
(1) Parece ser de importancia relativa que el proceso, como tal, se conciba aún como
psrquico o sólo como psicoide al modo de BLEULER; en todo caso, estas síntesis son
fundamentales para nuestra estructura psicológica integral. '
30 Principales funciones psiquic as

tros motores de la región cefálica. El dominio del lenguaje se dirige


desde alli, a través de la insula, hasta el lóbulo temporal, y, más
concretamente, hasta su primera circunvalación, donde se encuen-
tra el centro de Wernicke para la afasz'a sensorial; esta disfunción,
coordinada psicológicamente con la facultad de reconocer palabras
como sonidos, tiene, pues, su asiento en el lóbulo temporal, junto
a los centros acústicos generales. Más hacia atrás y arriba, en la

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I" , YO ' y_ , V C , .«3


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Cz'rcumzol. temporal superior C. occip/sup.

Circunvalación
Circ unuoí temporal mea
W
'ia
. occz'íl‘almedía
C' . '
,' ' 'n ferÍOl'
Circimvol. tempo’al l . {Wap/fa! z'nferioY

FIG. 1. Proyección lateral del hemisferio cerebral izquierdo (esquema superficial)

I 1. Lóbulo frontal
2. Zona de la circunvolución central
33. Lóbulo parietal
Cerebro '¡ 4. Lóbulo occipital
¡Í Lóbulos temporales
KÏGJU

p . Cerebelo
l . Tallo encefálico o bulboprotuberancial

circunvolución parietal inferoposterior (giro angular), se supone


situado el centro de la lectura (y de la alegria), estrechamente
vinculado a la función del lenguaje. p
V El estudio de los demás trastornos agnósz'cos se halla aún en
sus c'omienzos, aunque ha progresado notablemente en estos últi-
mos años (1). En el dominio óptico se conocen funciones gnósicas
parciales de significación psicológica distinta y cuyos trastornos

(1) Véanse especialmente los trabajos de GOLDSTEIN y POPPELREUTER.


La corteza cerebral y las manifestaciones mnemoasociativas 31

suelen ser consecutivos a lesiones predominantemente bilaterales


del lóbulo occipital, es decir, próximas al centro o esfera visual
de la corteza. También se conocen alteraciones gnósicas corres—
pondientes en los dominios del oído y del tacto. La vasta zona de la '
apmxia (LIEPMANN) es de localización muy complicada, y no se
conoce todavía bien en el aspecto de la fisiología cerebral _; es
posible que contribuyan a esta perturbación, además de las lesio-
nes del cerebro propiamente dicho, las de otras regiones del encé-
falo (por ejemplo, según KLEIST, las del sistema estriopalidal).
Una forma de apraxia bien conocida, en cuanto a localización, se r
produce, entre otras causas, por lesión del tercio anterior del cuerpo
calloso, o sea, de las largas fibras que conectan ambos hemisferios.
También se observan con frecuencia trastornos apráxicos a causa
de lesiones en foco de la circunvolución parietal inferoanterior
(giro supramarginal), es decir, cerca de la región sensitiva de la
corteza, conjuntamente con síntomas acinéticos en enfermos con
lesiones del lóbulo frontal. En todos estos casos se observan rela—
ciones muy estrechas entre las funciones gnósicas y las práXicas ‘:
los trastornos de la actividad ejercen inhibición sobre las gnosias,
y los del conocimiento perturban seriamente la actividad motora.
SCHILDER resume esta situación en breves palabras :, «A. cada
esfera del conocimiento corresponde una posibilidad de acción».
Del desarrollo consecuente de todas estas observaciones y razo-
namientos, ha deducido KLEIST (1) una teoria armónica sobre la
estructura y el plan funcional del cerebro. Según ella, la corteza
cerebral consta, en principio, de esferas sensóricas: óptica, la del
lóbulo ,occipital ; acústica, la del temporal ; háptica o táctil, la centro—
parietal, y gustativa, la del área subcentral (tal vez con la insula).
El lóbulo frontal constituye una esfera miestetolaberíntica, y la
zona orbitocingular, otra de sensaciones internas (producciones del
yo), en tanto que el lóbulo piriforme y el asta de Ammon forman
conjuntamente una esfera olfativa. Dentro de cada esfera sensórica
(y esta es la idea dominante en KLEIST) hay una zona sensorial
propiamente dicha, otra motora y una tercera psíquica, para las
manifestaciones respectivas de la vida interior. Por nuestra parte,
creemos adecuado denominar campos de elaboración estas zonas
psíquicas, dispuestas en torno a las irradiaciones sensoriales. Con
arreglo a la teoria de KLEIST, esta tripartición se encontraría no
sólo en la esfera táctil, donde se aprecia mejor, sino también en
las demás regiones sensoriales del cerebro. I y
Las producciones de la corteza cerebral se acompañan de
corrientes eléctricas de. acción, . distintas según cada una de tellas
(1) KLEIST, K., Gehimpatologie, pág. 1364. Barth, Leipzig, 1934.
32 Principales funciones psíquicas

y'según la posición de los campos corticales, las cuales pueden com-i


probarse electroencefalográficamente en el cráneo dela persona-
viva (BERGER, KORNMÜLLER (1), ROHRACHER (2) y otros). Las
ondas alfa, que se observan en el estado de reposo, se caracterizan
por fluctuaciones regulares de la tensión y frecuencias relativa—
mente bajas ; en el sueño profundo, las oscilaciones son más lentas
aún (ondas delta) ; las ondas beta, de mayor frecuencia y fluctua—
ciones de tensión muy irregulares, se presentan especialmente
cuando 1a actividad psíquica es mas intensa, y sus curvas electro—
encefalográficas muestran formas características para los distintos
campos de la corteza cerebral.
jj f

FUNCIONES FORMATIVAS o DE FIGURACION

Intentemos ahora reducir. a un simple denominador común


todas las funciones cerebrales que forman ese cuadro clinico tan
complicado y confuso, circunscrito por los grupos afász'co, aga/Lógico
y apm'xz'co. Ante todo, hemos de advertir que los trastornos afási—
cos (con los grupos afines de la agrafia, la aleXia, etc.) no son,
a su vez, más que casos especiales y evidentes de la agnosia y la
_ apraXia generales. El grado extremo de la afasia sensorial consiste,
como es sabido, en pérdida de las imágenes verbales ; el paciente
oye lo que le dicen, pero en los casos extremos lo percibe sólo
como ruido sin ilación, como una serie incoherente de sonidos,
igual que si hablaran en chino a quien no Conociera esta lengua ;
por consiguiente, es incapaz de formar, con series de notas pura—
mente acústicas, 1a agrupación significativa que llamamos imagen
verbal. La realización de esta imagen presupone forzosamente una
intima compenetración de diversos actos psíquicos y psicoides, que,
en el hombre normal, se produCen de manera casi simultánea, o al
menos aparecen así en 1a conciencia, no como consecutivos y sepa—
rados. Los principales son :
1.0 Desprender de la serie continua de sonidos verbales un
grupo parcial y darle carácter de unidad.
2.o La imagen verbal resultante de estas unidades agrupadas
no se produce de nuevo cada vez que oímos la misma serie de
sonidos, sino que reacciona íntimamente con su huella mnésica
(engrama), ya existente en la memoria Como fórmula previa, sin
que haya necesidad de reconstituirla penosamente a partir de sus
elementos sensoriales. Comprendemos, pues, una palabra pronun-

. (1) KORNMÜLLER, Die bioelektrischan E rscheinungen der Hirnrindenfelder. Thieme,


Leipzig, 1937.
(2) ROHRACHER, Die elektrischen Vargánge ¡im menschlichm Gehz'm. Barth, Leipzig,
1942, 2.3 edición.
La corteza cerebral y las manifestaciones mnemoa'sociativas 33

ciada cerca de nosotros, porque el engrama de la imagen verbal


respectiva (retenido como huella mnésica por el cerebro en Virtud
de su funcionamiento fisiológico) se proyecta sobre la nueva se-,
rie de sonidos, o, inversamente, porque la nueva serie acústica que
entra por el oído, se proyecta en el engrama mnésico ya dispuesto
en el cerebro ; en suma, se efectúa una identificación instantánea,
subjetivamente imperceptible, entre la nueva serie sonora y el
engrama. '
3.° Pero a la sistematización de la imagen verbal formularia
y unificada 'se asocia, de modo inseparable, la conciencia de su
significación, esto es, al aparecer la imagen verbal «perro», sur-
gen de pronto de la esfera de esta fórmula cierto número de rela—
ciones asociativas : la imagen óptica concreta del perro, su ladrido,
sus hábitos, su valor y sus conexiones con el hombre y el ambiente.
La resonancia global de estas asociaciones ya prevenidas se tra—
duce en conciencia de significación; entonces decimos que hemos
comprendido el «sentido» de una palabra. .
Es característico de la íntima compenetración antes insinuada
entre las manifestaciones gnósicas y práxicas el hecho de que la
afasia sensorial, además de la pérdida de la facultad de comprender
la palabra, tiene como efecto clínico inmediato ciertos trastornos
motores del lenguaje que se conocen por parafasia. Al. parecer, 1a
falta de dominio mediante las imágenes verbales origina dificul-
tades del lenguaje, que se manifiestan unas veces por cambios de
siiabas y letras; otras, «por perseverancia o reiteración de una pa-
labra anteriormente pronunciada, aunque se varíe el objeto que
la haya sugerido, y otras, en fin, por extravios « esféricas » 0' de
penumbra (*), en virtud de los cuales el sujeto no encuentra la
expresión adecuada y trata de sustituirla dentro del círculo de
sus afines (por ejemplo, << cuchillo » en vez de « cuChara »). Es decir,
que las actividades motoras que rigen nuestro lenguaje corriente,
sólo se desenvuelven con precisión cuando se gobiernan y regulan
¿sin cesar por las imágenes verbales correspondientes y las nociones
que en ellas descansan. De manera análoga, los niños que se quedan
sordos, pierden la facultad del lenguaje anteriormente adquirida
por el oído, y terminan cOnvirtiéndose en sordomudos. En todos
los estadios evolutivos del sistema nervioso central encontramos
estas asociaciones sensomotoras, hasta la ataxia (torpeza) que ori-
ginan los trastornos de la sensibilidad ”profunda.
La situación psicológica que caracteriza la agnosia en general
tiene analogía con la que acabamos de describir a propósito de
(*) Creemos que la mejor traducción de Spháre es penumbra, que indica lo ya borroso
"y marginal psíquicamente, en comparación con la periferia del campo visual.-—N. del T.

3. KRETSCHMER: Psicologia médica.


34 Principales funciones psíquicas

la afasia sensorial. Cuando un individuo normal ve un tintero, por


ejemplo, no lo distingue como una agrupación de las impresiones
sensoriales que lo componen psicológicamente, sino más bien como
un todo estereotipado que se destaca por si mismo ante una sola
ojeada, y cuyos detalles sensoriales : color negro, reflejo luminoso,
puntos de su configuración geométrica, dimensiones, posición en
el espacio, etc., no entran en la conciencia uno por uno, sino de
golpe y a la vez, a semejanza de los sonidos que componen la
imagen verbal de una lengua conocida, y que tampoco hace falta
deletrear. Por consiguiente, desde el punto de Vista psicológico,
el tintero es un «objeto» que percibimos íntegramente por medio
de un solo acto psíquico, y que entra de manera instantánea en'
la conciencia, con sus engramas mnésicos y la conciencia de su
significación. y
En los trastornos agnósicos desaparece esa percepción activa
de los objetos, integrada por funciones asociativas y mnésicas.
Esta desaparición puede ser total, Como en la ceguera psíquica,
en la que, a pesar de seguir recibiéndose las impresiones sensoriales,
los objetos del mundo exterior no son reconocidos por el sujeto,
ni ejercen sobre él ninguna acción psíquica ;‘ en otros casos es»
parcial, y los trastornos alteran ciertos elementos (color, forma,
etcétera) del objeto. ' .
Según PIERON (1), las percepciones de la luz, de los colores.
y de la forma no tienen localización particular, antes bien cons—
tituyen tres funciones cerebrales de complejidad creciente. El sen-
tido de la forma, que es el más complicado, se lesiona en los trau-
g matismos cerebrales más fácilmente que el de los colores; el de
la luz es el más elemental y el que resiste más tiempo. Mediante
análisis detenidos de las alteraciones del campo Visual con motivo
de heridas de la región occipital, POPPELREUTER (2) llega a dife-
renciar de un modo análogo sistemas superpuestos de la percep—»
ción óptica, desde la sensación luminosa amorfa hasta la aprecia--
ción de la figura. En el grado de degeneración más profunda falta
la percepción de los colores, de la forma, de las dimensiones, del.
movimiento y de la orientación, y sólo persiste la claridad pura
y simple. En un grado menor, se registran vagas impresiones de-
tamaño con determinaciones aproximadas de la dirección, pero sin
la facultad de distinguir entre impresiones simultáneas. A una
tercera fase corresponden percepciones imprecisas de los contor—-
nos, y a la cuarta, por último, la capacidad de discernir dimensiones

{1) PIERON, Visual recepiion. Psyche, 1925.


. ("3) POPPELREUTER, Zur Psychologie und Pathologáe der opiischen Wahmehmung..
Zschr. f. d. ges. Neurol. u. Ps, 1923.
La corteza Cerebral y las manifestaciones mnemoas‘ociativas 35-

aisladas y la cOnfiguración diferenciada. GOLDSTEIN y GELB (1)


han efectuado asimismo análisis importantes de casos de ceguera
psíquica, y demostrado, por ejemplo, que, con un lapso de pre-.
sentación más breve los sujetos perciben, en lugar de contornos
de cifras, letras y figuras, sólo manchas diversamente repartidas
que les dejan una impresión muy confusa. Viene a suceder lo
mismo en la agnosia táctil, donde pueden estar perturbadas tam-
bién por separado las tres funciones parciales mencionadas de la
percepción objetiva: las sensaciones particulares no se fusionan
en una fórmula indivisible del objeto; los engramas mnésicos han
desaparecido o no se encuentran ; o, finalmente, faltan las asocia-
ciones marginales o penumbrosas de naturaleza óptica, acústica,
etcétera, que proporcionan la conciencia de la significación.
CONRAD (2), recogiendo los experimentos de SANDER en gran-
des series de casos de lesiones cerebrales, ha demostrado que toda
la experiencia psíquica configurativa perturbada, aun en el as-
pecto fenomenológico, proporciona fases preliminares incompletas _
que él denomina << figuración previa», y que supone también con-
currentes in statnío nascendi en la experiencia interna configurativa
normal. '
Nos encontramos siempre, por tanto, con el mismo principio :
se trata de transrmar una serie incoordinada de pormenores fi-
siológicos en algo acabado y dotado de configuración («imagen
verbal», << objeto », «fórmula cinética »), 10 cual significa tanto una
síntesis de elementos mutuamente complementarios, como un des-_
linde de elementos heterogéneos. Esta reunión de actos cerebro—
' fisiológicos aislados en haces 0 agrupaciones ajustados a una fórmula
y con significación consciente, es lo que designanios con el nombre
de función formativa, 0 de figuracio'n. Tal función se subdivide en
gnosias y praxias, y sirve de base a- todas las demás producciones
psíquicas superiores, especialmente a las abstractivas e intelecti—
vas.’ La función formativa se halla estrechamente ligada al cere-
bro en el terreno psicológico, y con más frecuencia a zonas exac—
tamente localizadas, que se agrupan sobre todo alrededor de los
respectivos campos de proyección motores y sensoriales.
La . característica psicológica de estos procesos, ya señalada
por WUNDT, y que la psicología especulativa moderna ha desarro-
llado con más precisión, aunque de un modo algo unilateral, con—
siste en esto : la figura, el objeto, la imagen verbal, el acorde, la

(1) GOLDSTEIN y GELB, Psychologische Analysen himpathologischer Fálle. Leipzig,


1920.
(2) CONRAD, KLAUS, Ueber den Begr-¿ff der Vorgestalt und seine Bedeutung für die
Hirnpatlzologic. Nervenarzt, 18, pág. 289, 1947.
36 Principales funciones psíquicas

fórmula cinética, tal como penetra en la conciencia del hombre


normal, son algo más que la suma de los elementos de que se compoé
nen; representan en Psicología algo enteramente nuevo, unidades
sólidas irreductibles ya en la experiencia psíquica. Esta ley de
independización de sia/¿tesis superiores es fundamental en Neuro—
biología, rige lo mismo para los procesos reflejos más simples que
para la formación de elementos abstractos al discutir y al hablar ;
y también desempeña un papel predominante en la psicomotórica,
sobre todo en lo que Concierne a las manifestaciones de histerismo.
Un acorde de tres notas, mi, sol, si, se produce de modo apreciable
a1 ,emitirlas simultáneamente ; estos tres sonidos y su simultanei-
dad es todo lo que una persona normal necesita para percibir el
acorde. Sin embargo, la experiencia psíquica que éste supone, no
es la simple suma de las correspondientes a 1a percepción de cada
una de ellas ; en primer lugar, es frecuente no percibirlas en abso—
luto por separado, y hasta desaparece en ocasiones lo musical y
característico de la experiencia psíquica determinada por el acorde
cuando se trata de concentrar la atención sobre cada nota por
separado ; además, la experiencia que constituye el acorde es una
unidad psíquica superior a los sonidos componentes, algo que
éstos son incapaces de alcanzar. Y lo mismo sucede exactamente
al percibir un objeto, al concebir fórmulas cinéticas, etc.
De esta situación un tanto compleja surge en la psicologia
moderna cierta confusión, una especie de polémica entre las expre—
siones << psicologia asociacionista >> y <4 psicologia holista >>, poléé
mica enteramente superflua en el fondo y que obedece a una com—
, prensible ignorancia de que ambas modalidades se desenvuelven
en planos lógicos diferentes. El lector familiarizado con la critica
del conocimiento se explicará esto muy bien meditando sobre las
controversias suscitadas por la teoria de los colores: El color
«amarillo >> (o cualquiera otro) constituye una experiencia psíquica
última, irreducible desde el punto de Vista psicológico ; el hecho
de atribuirle una longitud de onda determinada no facilita lo más
minimo la comprensión de esa experiencia. Tan absurdo es decir :
« yo puedo, con ayuda de tal o cual longitud de onda, explicar la
experiencia psíquica de lo amm/¿llo >>, como formular el silogismo
siguiente: «en mi experiencia de lo amarillo no advierto nada
relativo a una longitud de onda; luego la teoria ondulatoria de
la luz es falsa». El primer soiisma es el de algunOs psicólogos
asociacionistas antiguos; al segundo se aproximan notablemente
no pocos exaltados entre los modernos psicólogos del acto y de
la vivencia. 4
La corteza cerebral y las manifestaciones mnemoaSoCiativas 37

Una teoría biológica consecuente de la vida psíquica no puede-


abstenerse de construirla a base de elementos simples sensoriales
y motores, con su fijación mnésica y sus vinculos asociativos. Los.
conceptos «elemento», « engrama » y « asociaCión », que hoy es
moda indolente menospreciar y desdeñar, siguen siendo las piedras
angulares 'de toda psicología que tenga en cuenta la fisiología
cerebral ; la necesidad absoluta de la noción de asociación se apre—
cia no sólo en la teoria de la agnosia y la apraxia, sino también
en el planteamiento y la resolución de muchos problemas de psico-
logia superior, como los que suscitan el pensamiento infantil, el
pensamiento distendido, la fuga de ideas. Es inconcebible una
teoría constructiva de la vida psicológica superior sin su base
asociativa.-
Pero la teoría de la asociación incurriría en error si preten-
diera explicar la situación psíquica resultante de la experiencia.
Como hemos visto anteriormente, al hablar de las teorías dela
afasia y la agnosia y de sus enseñanzas, una «imagen verbal ».
o un «objeto» no se conciben sino como efecto de la fusión de
simples elementos sensibles entre si y con los engramas mnésicos
respectivos. Estos elementos y su elaboración asociativa y mnésica
no suelen estar representados en absoluto en la experiencia obje-
tiva ; únicamente los percibimos a veces cuando nuestra conciencia
está obnubilada y descentrada, y entonces son ya funciOnes psi-
coides, no psíquicas (acompañadas de conciencia), del sistema
nervioso central. InverSamente, del hecho de no ver en la expe—
riencia psíquica asociaciones, engramas ni elementos particulares
sensoriales, la psicología holista no debe colegir que el acto de
reconocer un objeto no se derive, a pesar de‘ello, de todas estas
cosas. La teoría de la asociación no está superada por una psico—
logia holista abstracta, pero tampoco ha sido capaz de explicar
el acto propio de una experiencia psíquica. En principio, situando
claramente la cuestión, no puede existir nunca antagonismo entre
ambos sistemas especulativos.
En cuanto a la función formativa tal como se presenta en las
praxias, podemos ser más concisos, ya que se repiten en ella los
mismos principios. Como es sabido, la afasia motora se caracteriza
porque el paciente no acierta con las fórmulas cinéticas de las
palabras que quiere pronunciar; puede tener presente la noción
de lo que pretende decir, así como la imagen verbal respectiva;
pero tan pronto como trata de emitir la palabra adecuada a ellas,
le es imposible hacerlo, aunque los órganos del lenguaje, labios,
lengua, laringe, no estén paralizados y se muevan libremente.
Dicho de otro modo : puede realizar los actos motores particulares
38 Principales funciones psíquicas

de que se compone el movimiento necesario para prOnunciar una


palabra, pero no asociarlos para formar un conjunto ajustado a
una fórmula cinética unitaria; pues tampoco en nuestros movi-
mientos fásicos « deletreamos » una tras otra las inervaciones
musculares cuya sucesión compone la palabra, ni les transmitimos
impulsos voluntarios por separado, sino que emitimos de golpe la'
fórmula cinética ya dispuesta para la palabra entera, que surge
asi en nuestro aparato del lenguaje como proceso psíquico auto—
mático. '
Otro tanto sucede con la apraxia en general. No es posible
encontrar las fórmulas cinéticas de diversos actos : coger, saludar,
hacer señas, manejar la cuchara, encender una cerilla, etc. Aqui
también aparece la función formativa como sillar indispensable del
edificio psicomotor ; algo prefigurado, una fórmula susceptible de
uso inmediato sirve de impulso a todos los actos psicomotores más
o menos frecuentes. E14 acto » es para las praXias lo que el « ob—
jeto» para las gnosias. Cuando se trata de actosvno aprendidos
desde la infancia, podemos seguir en nuestra propia experiencia
psíquica el curso de la fusión paulatina de sus elementos psico-
motores simples hasta constituir una fórmula cinética indivisible
(por ejemplo, la de esquiar). El número de impulsos particulares
necesarios al principio para una acción total va disminuyendo poco
a poco, y requieren Cada vez menos energia. psicomotora ; las
fórmulas cinéticas se convierten en << fórmulas de abreviación »
(véanse éstas), se reducen gradualmente por «afinación» o puli—
mento a un proceso psíquico automático independiente en cierto
¡'modo junto a las intenciones utilitarias de la personalidad, y aun
en contra de ellas. Algunas funciones ejercitadas a menudo en
cierta sucesión, al repetirse ésta, se nos imponen sin que apenas
intervenga la conciencia (por ejemplo, el acto de apagar la luz
al salir de una habitación).
Hay situaciones, provocadas por enfermedades graves y difu—
sas del cerebro, en las cuales subsisten intactas las funciones vitales
del tronco encefálico, y, por ejemplo, la regulación del sueño y la
vigilia se mantiene casi normal, o sea, que no hay «inconsciencia»;
pero en ellas aparecen todas las funciones formativas como amor-
tiguadas, de suerte que no es posible el conocimiento objetivo, ni
la realización de actos, ni la configuración verbal. Tales pacientes
permanecen despiertos, sin cerrar los ojos, reaccionan a los estimu-
los del ambiente con escasos reflejos inferiores (como los de sorber
y coger), pero no pueden comprender, hablar, ni moverse de modo
conveniente. Como en tales estados, en contraste con la integridad
La corteza cerebral y las manifestaciones mnemoasociativas 39
\

de las funciones del tronco encefálico, están bastante alteradas las


del palio o manto cerebral, les damos el calificativo de agba'licos (1).

OTRAS FUNCIONES CEREBRALES

Hasta ahora se conocen en el cerebro (corteza cerebral y sus


vías de asociación, excluidos los ganglios basales, que estudiarem‘os
más adelante) las funciones principales que siguen:
I. Funciones sensomotozas de los centros receptores de im-
presiones sensoriales y de los emisores de impulsos motores volun-
tarios. Estas funciones se hallan localizadas en campos determi-
nados de la corteza cerebral. , I
II. Funciones formativas (gnosias y praxias, con inclusión
de la configuración verbal). También se vinculan por sus trastor—
nos a diversos centros, que se localizan sObre todo en las proxi-
midades de los respectivos campos sensoriales y motores.
A estas funciones se agregan otras, en parte difusas, no locali—
zadas, y en parte no desarrolladas aún por completo en sus aspectos
psicológico y topográfico.
III. Funciones superiores de la memoria y del pensamiento.
va hemos visto, al hablar de las funciones formativas, que las
operaciones de la corteza cerebral, prescindiendo de los aparatos
de recepción y expresión (manifestaciones sensomotoras), se divi-
den en mne’sicas, que sirven para almacenar huellas de actividades
anteriores (engramas), y asociativas, mediante las cuales se conec—
tan, se coordinan los engramas entre sí y con los materiales nuevos.
La experiencia enseña que de la integridad de la corteza cerebral
y de sus vías, aun cuando sin localización especial evidente, de-
penden no sólo las funciones formativas. más o menos localizadas,
sino también las manifestaciones mnesicoasociativas superiores,
que se reflejan en la conciencia como funciones de la memoria y
del entendimiento. ' i ' ' .
- Sabemos que los procesos que ocasionan lesiones extensas en
la corteza cerebral, tales como la parálisis general progresiva, la
atrofia senil del cerebro y las arteriosclerosis difusas, tienen como
síntomas especialmente característicos, precoces y graves, la pér—
dida de memoria y el déficit intelectual. Comienza el cuadro con
una merma de la capacidad de notación o fijación de estímulos,
propensión al olvido e incapacidad de asimilar materiales o impre—
siones recientes ; luego, se va extendiendo el olvido a los recuerdos
anteriores (los de la infancia son los más persistentes), y, a la vez
(1) KRETSCHMER, E., Das apallische Syndrom. Zschr. f. d. ges. Neurol. u. Ps., 169,
1940.
40 Principales funciones psiqui cas

que la memoria, decaen la facultad de asociación y la de apercep—


ción: el enfermo pierde primero la capacidad de juicio y la de
orientarse ante situaciones nuevas o inusitadas, y acaba por no
poder ejercitar siquiera funciones. críticas realizadas durante largo
tiempo, dominadas «de memoria». .
Nos extenderemos acerca de la formación de los procesosinte-
lectuales en la parte de este libro dedicada a la psicología evo—
lutiva, y habremos de insistir sobre las manifestaciones de la
memoria al hablar de la psicologia del testimonio y las pruebas
prácticas de inteligencia. Aquí nos limitamos a exponer, respecto
a la memoria, algunos principios generales.
Las operaciones de la 'memoria no constituyen más que una
pequeña parte de la mneme (SEMON) en sentido lato. La mneme,
o facultad de retener las impresiones que dejan estímulos anterio—
res, para utilizarlos una vez mejor adaptados al mundo circundante,
constituye una de las principales propiedades « psicoides » de 1a
substancia viva en general. Un ejemplo de esta función mnésica
sin participación de la vida interior propiamente dicha es la inmu—
nización de un individuo que ha sufrido una enfermedad infecciosa
contra nuevos asaltos de la misma. Consideramos memoria sola-
mente las funciones mnésicas accesibles a la conciencia o que
penetran en ella, esto es, las que por sus manifestaciones diferen—
ciadas y racionalmente dispuestas se conciben como actividad
especial de la corteza del cerebro y de sus vias.
Distinguimos en la memoria tres funciones; notación, reten—
ción y evocación o ecforz'cz, o sea, asimilación de materias nuevas-
y su conservación y reincorporación a la conciencia. No hay para—
lelismo riguroso entre estos tres componentes ; en el envejecimiento
normal y en ciertos trastornos orgánicos del cerebro, la facultad
de notación se debilita antes y en mayor medida que la de repro—
ducir materiales antiguos. .
Por otra parte, no hay igualdad entre las huellas mnésicas
(engramas) simplemente retenidas y las susceptibles de evocación.
-Con frecuencia se observa que subsisten engramas cuando ya no
es posible restituirlos a la conciencia. Aun en estados crepusculares
epilépticos, caracterizados por la pérdida total y absoluta de la
memoria, SCHILDER ha logrado comprobar por medios indirectos.
la presencia de engramas, valiéndose de la prueba de Ebbinghaus.
Los engramas correspondientes a vivencias anteriores e imposibles
de recordar ejercen, por el mero hecho de su existencia, considera-
ble influjo sobre nuestros actos ulteriores y nuestra actitud general
ante la vida, a manera de directrices «inconscientes». NIETZSCHE
decia Con razón: « ¿No debería ser yo un tónel de memoria si
La corteza cerebral y las manifestaciones mnemoasociativas 41

hubiera de conservar todos mis argumentos? ¿Es que acaso datan


de ayer? Lejos de eso, hace ya tiempo que los he vivido». En estos
casos puede manifestarse ulteriormente el engrama mismo no
recordable o sólo la constelación psíquica que de él se origina ;'
uno y otra intervienen mucho en la génesis de neurosis y psicosis-
La prueba negativa, la demostración de que un engrama ya no-
existe, es difícil o prácticamente imposible de obtener, por las
razones apuntadas.
Entre los factores que influyen de un modo regular y cons-
tante sobre la memoria, destacaremos los tres principales : 1.°, la
repetición ,' 2.°, la constelación asociativa ,' 3.°, la constelación afectiva
(factores catatímicos). .
Todos los que hemos aprendido alguna Cosa, conocemos los
efectos de la repetición, que pueden estudiarse exactamente y repre-
sentarse mediante gráficas por la prueba de' memoria de Ebbing-
haus, Se hacen repetir al sujeto series de palabras y sílabas hasta
que aprenda a pronunciarlas sin equivocarse ; puede comprobarse
entonces que al día siguiente necesita repetirlas muchas menos ' '
veces, y sólo un corto número de ellas al cabo de una semana
o de un mes. Inversamente, lo asimilado tiene tendencia a la
repetición, que, en ausencia de otros componentes del proceso de
asociación (por ejemplo, en agnosias y afasias, en la catatonia,
en la demencia epiléptica), se‘ puede manifestar aislada. en forma
de perseveración. Todo lo que el sujeto ha dicho y pensado antes, i
permanece tenazmente aferrado a la conciencia e impide que se
formen nuevas asociaciones. ' . ' '
En segundo lugar, las operaciónes de la memoria dependen
muy diversamente de la constelación asociativa, es decir, de, agru—
paciones de contenidos psíquicos en que participen aquéllas. "En
efecto, existen vínculos muy estrechos entre las manifestaciones
de la memoria y las de asociación, ya que un acto mnésico no está.
jamás aislado, sino que aparece como eslabón de una, cadena de
asociaciones (combinaciones de ideas) en curso de desarrollo. Esto
se aprecia con especial nitidez al evocar recuerdos, pues es notorio
que una imagen trae siempre consigo otras asociadas a ella por
lazos mnésicos. La constelación asociativa influye asimismo de
modo considerable en la notación y en la asimilación de materiales
nuevos; por ejemplo, resulta dificil aprenderse un fragmento co—
rregido de un texto cualquiera después de haber aprendido el que
estaba equivocado, ya que el conjunto asociativo falso/1 .B impide
o dificulta la nueva combinación mnésica A b. A la inversa, el
aprendizaje de un conjunto se encuentra en ocaSiones inhibido
por su coincidencia con otros afines 'o iguales ya existentes (por
Ki ‘3 Principales fun ciones pSiquicas

ejemplo, le es dificil a un extranjero aprender una palabra caste—


llana cuando ya se conoce la voz latina de la cual se deriva).
También es más fácil notar y retener series de elementos racional—
mente ‘coordinados o a1 menos enlazados porgrupos o de manera
rítmica, que una relación silábica deshilvanada y sin sentido.
La técnica de los prodigios de memoria o de cálculo se basa igual—
mente en la facultad que posee de agrupar rápida y racionalmente
grandes series de elementos o materiales.
La influencia que los mecanismos afectivos ejercen sobre las
operaciones de la memoria es, por último, la más importante desde
el punto de vista de la psicologia médica ; ya tendremos ocasión
de insistir sobre ello en muy diversos aspectos. Veremos que no
se debe confiar mucho en la memoria, sobre todo en la de personas
nerviosas, veleidosas o muy jóvenes. Corrientes afectivas, deseos,
temores y aprehensiones ocasionan profundos cambios en la dis—
posición por grupos de nuestros materiales mnésicos; obra suya
es una selección rigurosa y parcial entre lo ya notado, retenido
y evocado, y lo que permanece sin notar o, después de asimilado,
se rechaza («reprime») haciéndolo más-xo menos inaccesible a la
conciencia. Por efecto de esta selección parcial de los materiales
contenidos en la memoria y de la fusión ulterior de los mismos
(catatímica igualmente) en grupos asociativos no muy coherentes
a veces, resultan en ciertas circunstancias recuerdos dislocados y
aun enteramente falsos. El grado de deformación catatimica de los
contenidos mnésicos suele ser proporcional a la intensidad de
los sentimientos que han influido en su asimilación y elaboración,
y también a la estabilidad o inestabilidad estructural de la per— '
sonalidad. En individuos muy jóvenes, la deformación catatimica
de la memoria es generalmente más ostensible que en los adultos,
y en las mujeres más que en los hombres ; se hace excesiVa, y a
veces enteramente forzada e involuntaria, en determinados tipos
psicopáticos próximos al ciclo histérico, como los embaucadores
natos y los mitómanos. '
Conviene recordar aún brevemente ciertas falsificacz'ones del
reconocimiento y del recuerdo, que responden a las expresiones del
<< ya visto» o «nunca visto» (déjci vu y fan/nazis vn), es decir, el -
sentimiento de conocer ya lo que se contempla por vez primera
y el de novedad ante situaciones ya vividas. 4 Se observan tales
trastornos del reconocimiento en los caSos más diversos de lesiones
del aparato psíquico, por ejemplo, en las esquizofrenias incipientes,
p en los epilépticos, y con ocasión de grandes fatigas o de consumo
excesivo de alcohol; pero no se han podido dilucidar aún sufi—
cientemente desde el punto de vista psicológico. Ante todo, habría
La corteza cerebral y las manifestaciones mnemoasociativas 43

que pensar en procesos catatímicos de aglutinación, transposició-


nes y condensaciones, que estudiaremos extensamente en otro
lugar; es decir, como supone con razón SCHILDER, en desechos
o subproductos marginales (borrosos) de la actividad intelectual;
IV. Síndromes del lóbulo frontal. Las funciones del lóbulo
frontal del cerebro (con excepción de Sus relaciones. con la afasia
motora, ya mencionadas) son difíciles de explorar, porque esta
región parece estar intercalada en correlaciones funcionales más
extensas (KLEIST y otros), que se completan y hasta se sustituyen
recíprocamente. Así, llegamos al hecho curioso de que algunas lesio-
nes focales del lóbulo frontal presenten a veces pocos síntomas y
reaccionen en otros casos muy pronto con trastornos j intensos. '
Es probable que estos focos no se manifiesten sintomáticamente
más que cuando se cumplen ciertas condiciones previas (tal vez
debilidad funcional de zonas cerebrales correspondientes del-lóbulo
frontal del hemisferio opuesto).
A veces, en el curso de lesiones de la región frontal se obser—
van cuadros semejantes a los de parálisis general progresiva, acomé
pañados de grandes alteraciones psíquicas generales, apatía eufó—
rica, déficit intelectual y del pensamiento.
Ciertos autores creen apreciar relaciones entre las lesiones del
lóbulo frontal y la ¿mmm ; y asimismo hemos de señalar la ataxia
frontal y sus posibles relaciones¿funcionales con el cerebelo (sistema
frontocerebeloso de Kleist). Pero las más importantes, demostra—
das por KLEIST, son las que enlazan el mencionado lóbulo con el
mecanismo psicomotor, especialmente con la función impulsioa o de
reacción a los estímulos (véase ésta). Personalmente hemos obser-
vado algunos casos muy sugestivos de este género, entre otros el
de un hombre que diez años antes, cuando cumplía su servicio
militar, había recibido en la frente una fuerte coz que le dejó una
profunda pérdida de substancia ósea casi como la palma de 1a
mano en el centro de la regiónafrontal derecha, Le visitábamos
de improviso en su domicilio, y siempre le encontrábamos en un
estado de profunda apatía (según su historia clínica, llevaba así
desde el accidente, salvo breves intervalos de excitación al prin-
cipio), comparable únicamente con el que se observa en antiguos
catatónicos o postencefalíticos graves : completamente impasible,
inmóvil, siempre en idéntica actitud día tras día en su sillón, cuyos
brazos le habían rozado las mangas por el antebrazo hasta aguje-
rearlas. No pronunciaba una palabra espontáneamente, ni respon-
día a nuestras preguntas, pero obedecía, sin la menor señal de
negativismo o de catalepsia, a algunas órdenes sencillas, como las
de levantarse, alzar los brazos, separar los dedos. Andaba envarado,
44 Principales funciones psíquicas

con las piernas abiertas y a pasos cortos ; era grande su desalifío,


y el cabello, muy crecido, le ocultaba gran parte de la cara; él
mismo se vestía y comía sin ajena ayuda, pero era incapaz de
emprender un trabajo cualquiera. No presentaba manifestaciones
afectivas serias. '
' FEUCHTWANGER (1) ha reunido una extensa e importante
estadística de 200 casos de lesiones del lóbulo frontal, con análisis
de los síntomas respectivos. Comparando los resultados de esa
estadística con los obtenidos de otros 2OO casos de lesiones en
otras regiones del cerebro, se ha comprobado que los trastornos
sensoriales, motores (salvo los del equilibrio) y de las facultades.
intelectuales propiamente dichas son menos frecuentes en los indi—
viduos con lesiones del lóbulo frontal ; en cambio, éstos presentan
en mayor número trastornos de la atención, modificaciones psíqui— ‘
cas de naturaleza eufórica o depresiva, movimientos retardados
y apatía, o, por el contrario, se muestran apresurados, burlo—
nes, y en el aspecto somático padecen alteraciones del equilibrio. La
referida estadística enseña, pues, claramente que los trastornos-
psicológicos propios de lesiones del lóbulo frontal repercuten tam-
bién, ante todo, sobre la afectividad y la z'mpulsím'dad. Es posible-
que muchos de los trastornos intelectuales aparentes que se obser-
van en el. curso de lesiones de este lóbulo sean secundarios y con—
secutivos a perturbaciones de la reactividad a los estímulos, y
especialmente de la aplicación, la atención y el interés. Sin embargo,
no parece que en el orden intelectual pueda decirse aún nada
definitivo sobre los problemas relacionados con el lóbulo frontal.
KLEIST (2) ha iniciado recientemente una diferenciación par—
ticular más rigurosa de los síndromes de este lóbulo, de confor-
midad con la cual separa la parte orbitaria de la corteza frontal
(es decir, la basal que descansa sobre la bóveda de la'órbita) del
resto de la misma, y pone aquélla en íntima relación funcional
con las partes mediales del cerebro. En consecuencia, distingire:
1.o El lóbulo frontal en sentido estricto, que comprende
únicamente la corteza convexa y marginal del lóbulo, como órgano-
de las manifestaciones motoras, psicomotoras y sus afines ; entre
las funciones psíquicas propiamente dichas debe citarse en primer
término la reactividad a los estímulos, tanto en sentido motor
como en el de «actividad intelectual».
2.0 El cerebro orbitario e interno, al que pertenecen la cor-
teza orbitaria y cel anillo que forman el cíngulo, el retrosplenio
y el hipocampo, como órgano del olfato, de las sensaciones inter—
(1) FEUCHTWANGER, 15)., Die Funktionen des Stimkims. Springer, Berlín, 1923.
(a) KLEIST, K Gehimpaflzologie, pág. 935 y otras. Barth, Leipzig, 1934.
La corteza cerebral y las manifestaciones mnemoasociativas 45

nas y de las funciones subjetivas; en esto se funda el que las sen—


saciones somáticas internas sean el Origen de la representación del
yo y del núcleo central de 1a personalidad.
' Sea de ello lo que fuere, creemos justificado considerar im—'
portante dar relieve especial al cerebro orbitario y a sus fun—
ciones psiquicas. También disponemos nosotros de observaciones
interesantes de lesiones con efectos proyectados desde el cráneo
facial hacia arriba, por ejemplo, fisuras de la bóveda orbitaria,
seguidas de cerca por alteraciones del carácter en lo que con-
cierne a la conducta afectiva y social de la personalidad.

SÍNDROMES ESPECIALES DEL CEREBRO ORBITARIO

Para formarse una idea clara de las manifestaciones positivas


del cerebro orbitario, hay que deducirlas indirectamente de las
disfunciones que se observan cuando está lesionado. La elabora—
ciónaislada de estos síndromes se consigue tal vez mejor exami—
nando lesiones o traumatismos cerrados con origen en la base,
como las producidas por astillamientos de la bóveda orbitaria,
o focos basales correspondientes de confusión en la corteza. Hemos
intentado reunir en el transcurso de los años cierto . número de
estos casos (1), resultantes sobre todo de traumatismos en la cara
media, los pómulos, el vértice de la nariz y las órbitas. Si apare-
cen síntomas, se observan trastornos acumulados de la persona-
lidad superior. Los rasgos del carácter se alteran en determinadas
direcciones : en primer término, destaca una y otra vez la pérdida,
de la delicadeza (tacto, tino), lo cual'se describe también con eufe-
mismos tales como desaliño, descuido, sosem’a, etc. Este defecto
llega, en casos más graves, hasta relajación de las trabas morales,
con tendencia a la deslealtad, a la mentira y al robo. Un segundo
grupo importante de síntomas consiste en trastornos dinámicos de .
las operaciones psíquicas, bien a modo de desenfreno general per—
manente, con garrulidad continuada o con perturbaciones episó—
dicas más bien pasajeras. En una de nuestras enfermas, el prurito
de hablar era intermitente, y se expresaba cada vez más aprisa,
subiendo de tono sin cesar, hasta que terminaba agotada por com-
pleto y con violentOs dolores de cabeza. (Esto puede ocurrir en
casos de estructura lógica aceptable, aun sin fuga de ideas). Anoma—
lías similares de la regulación psíquica se manifiestan a veces tam-
bién por soluciones mentales de continuidad, brusquedades explo-
sivas yduras, y fugaces cambios .de humor. En cambio, hasta
(l) KRETSCHMER, E., Die Orbitalhim- und Zwisehenhimsyndrome nach Scha'delbasis-
frakturen. Arch. Ps. Neur., 1949.
4.6 _ ”Principales funciones psíquicas

ahora no se han observado alteraciones significativas de los instin—


tos en el curso de lesiones del cerebro orbitario, mientras que son
impresionantes en las del diencéfalo. Común a ambas localizaciones
es la tendencia a movimientos de ánimo desenfrenados.
Si en el terreno de la patología del lóbulo frontal, y especial-
mente del cerebro orbitario, pretendemos librarnos de nociones
vagas, más bien profanas, como la tan conocida <4 moria » o afán
de bromear estúpidamente, hay que separar de los síntomas de
los mencionados casos de lesiones del cerebroorbitario lo que es
esencial y común en ellas, y ajustarlo a nociones precisas. Aquí
se encuentran siempre lastimadas dos direcciones funcionales, que
llamaremos « integración esférica » y <4 regulación dinámica ». Enten—
demos por esfera, como se explicará más adelante, la atmósfera
' de imágenes y sentimientos psicológicos que, al discurrir, hablar y
obrar, produce una sorda resonancia en la periferia de la conciencia.
Es decir, que, prácticamente, en el sujeto normal, todo boSquejo
intelectual o psicomotor, todo germen. de expresión verbal o de
acción pasará a la «esfera» de la conciencia antes de convertirse
en realidad, y, de ¡un modo vagamente presentido, entrará en
contacto con todos los pormenores y matices afectivos propios de
la situación de conjunto en que ha de integrarse.
Esta confrontación y fusión precónsciente y en auge de un
impulso intelectual o pSicomotor con todos los factores de la situa-
ción general, se encuentra perturbada en los casos que hemos
observado. Lo que, valiéndose de diversos matices del lenguaje
corriente, se califica, por ejemplo, de << indelicado », proviene total—
mente oen gran parte de esta desintegración «esférica», puesto
que la imagen esférica de la situación general no se incorpora ya
completa y fielmente en la palabra o la acción definitiva, no se
integra con ella como elemento moderador y confórmador para
constituir un acto rotundo y armónico indivisible. Modos de con-
ducirse tales como los que suelen designarse por <4 desaliño », « pue-
rilidad >> u otros términos análogos, tienen también aqui una parte
de sus raíces, y en ellos participa, como resonancia, la desintegra—
ción psicomotóra del mecanismo cinético o la disociación afectiva.
La pérdida de las regulaciones éticas que se hace notar en
los casos algo graves de nuestras observaciones y de las de KLEIST,
se puedederivar, a modo de intensificación gradual, de los mismos
trastornos, Las conexiones sociales en el ámbito de la palabra
«delicadeza» son las más superficiales, elásticas e inestables ; las
morales son, las másfirmes y rígidas, duraderas y bien grabadas.
En el individuo normal, las moderaciones y retoques de un esbozo
de acción tienen igualmente desarrollo esférico por medio de una
\

La corteza cerebral y las manifestaciones mnemoasociativas 47'

integración pre’s‘entida, y sólo en casos excepcionales de especial


gravedad intervienen la reflexión, la ponderación y. cotejo de
decisiones y de preceptos morales. En los casos graves de nuestro
material, la desintegración alcanzaría así hasta el acto consciente}
Tanto en la indelicadeza como en los defectos morales de este
género se trata, pues, de la supresión de trabas por obra de defec-
tos de integración, que desvirtúan o desvían de su finalidad actos
conjuntos y esbozos de expresión verbal o de acción. Por consi«
guiente, en la región orbitaria del cerebro, como en muchas otras
zonas de su corteza, tienen también su asiento, en definitiva, fun—
ciones formativas; no es difícil deducir su paralelismo con las
afasias y apraxias, puesto que se trata, en ambos casos, de desinte-
graciones, de anomalías en la elaboración de fórmulas enteras sobre
un plano inferior, con la diferencia de que aquí se extienden los
trastornos hasta las síntesis más eleVadas de la personalidad.
El segundo grupo de trastornos que interesa estudiar en este
apartado comprende los defectos de la regulación dinámica, que se
desprenden especialmente de anamnesias minuciosas. Se ve por '
ellas que pueden alcanzar sin excepción atodos los dominios psíqui—
cos : órdenes de ideas, sentimientos, sucesiones de dichos y hechos.
La regulación dinámica no se frustra aquí, como en el individuo
irritable o explosivo corriente, por la presencia de determinados
sentimientos o estados de ánimo intensos. Puede servirnos de mo—
delo en este caso la verborrea automática, que termina en agota-
miento del enfermo con fuertes cefalalgias. Este afán de hablar se
comprueba en casi todos los pacientes del grupo, y el trastorno
"de la regulación dinámica se hace especialmente apreciable en
las formas psicóticas intermitentes. Aquí tienen también su lugar las
interrupciones del raciocinio, los juicios desapacibles, las acciones
brutalmente explosivas.
En suma, los trastornos de la regulación dinámica constituyen
unas veces licencias continuadas de carácter general, y otras,
explosiones bruscas y fugaces de impulsos de pensamiento, pala-
bra, o acción. Esto conduce forzosamente a falta de solidez en el
objetivo del pensamiento y a pérdida de entereza psíquica.
Conviene mencionar, finalmente, las múltiples desviaciones de
los estados de ánimo y las disposiciones afectivas que se observan
en una serie de enfermos con lesiones del cerebro orbitario, en parte
como actitudes de entusiasmo (aunque sin llegar a la manía), en
parte como indolencia estúpida; y también otras disposiciones
afectivas consistentes en irritabilidad intermitente o duradera, con
tendencia a arrebatos sentimentales. Tanto la irritabilidad como
los accesos explosivos podrían ponerse fácilmente en correlación
4g Principales funciones psíquicas

con los trastornos especiales de la regulación dinámica; pero los


Síntomas de irritabilidad, que se destacan bien asimismo en los ca—
sos estudiados por KLEIST, no se diferencian aún con seguridad
de los sintomas correspondientes propios de los traumatismos ge-
nerales del cerebro. ' '
V. División de trabajo entre et cerebro y el tallo encefa'lz'co.
Antes de terminar este capítulo, intentaremos concretar cuáles
son las funciones encefálicas más o menos complicadas que no
exigen la intervención del cerebro mismo. Esta cuestión se ha
estudiado ya a fondo, por 10 menos en lo que atañe a los animales
superiores y a los seres humanos recién nacidos. Por ejemplo, el
perro descerebrado, de GOLTZ, conservaba diversas funciones de
importancia vital, algunas muy complicadas en su estructura sen—
somotora: podía dormir o permanecer despierto, comer, beber,
expresar ciertos sentimientos (encolerizarse al ser excitado), per—
cibir groseramente algunas impresiones sensoriales (luz deslumbra—
dora, toques de corneta) y reaccionar a ellas. Asimismo ejecutaba
movimientos de conjunto fijos y complejos, como los de incorpo-
rarse y correr, pero no otros aislados o tendentes a un fin concreto.
Es también de notar que un perro privado de la corteza cerebral
motora no puede servirse de la pata paralizada homolateral sola,
pero la utiliza en los movimientos coordinados con las otras extre—
midades ; y, si le pinchan con un alfiler esa pata, reacciona mo—
viendo las cuatro para huir. Podemos, pues, resumir lo expuesto
diciendo que en la distribución ¿te funciones dentro del ence'falo, parece
que corresponden con preferencia al tronco encefálico las síntesis
heredadas propias de ciertos complejos de reacciones instintz'vas vita—
?tes, y a la corteza cerebral, las manifestaciones aisladas, diferenciadas,
susceptibles de adaptarse a cambios de situación. ,
Sin embargo, como el rendimiento de las diversas zonas cere—
brales varía esencialmente en el curso de la evolución, no es
factible aplicar sin reservas a la especie humana los resultados de
experimentos en perros, ni al adulto los de observaciones en el
niño recién nacido. De todos modos, en recién nacidos desprovistos
de cerebro han podido apreciarse hechos muy semejantes a los
que GOLTZ publica respecto al perro. El sistema. nervioso central
de un niño de tres meses de edad examinado por GAMPER no es-
taba bien desarrollado más que hasta el mesencéfalo inclusive ;
faltaban todos los sistemas de fibras dependientes directamente
del telencéfalo y de los núcleos centrales de los hemisferios. A in-
tervalos, este niño se conducía casilo mismo que un lactante
normal, cuyas funciones cerebrales tampoco están aún desarrolla—
das por completo; alternaban en él sueño y vigilia, y algunas
La corteza cerebral y las manifestaciones mnemoasociativas 49

veces, movimientos vivos y expresiones mímicas de movimientos


afectivos rudimentarios. Reaccionaba a enérgicos estímulos tác-
tiles, ya con movimientos esquivos, ya con otros masivos y com-
plejos. Comparemos ahora esa observación con la de W. SCHOLZ,
en un niño que, normal y sano hasta la edad de 8 años, había
perdido, a causa de una esclerosis difusa del cerebro, sus funciones
cerebrales (con degeneración parcial del tálamo, pero con el cuerpo
estriado bien. conservado). En este caso, el cuadro era muCho más
pobre en manifestaciones positivas. Los movimientos estaban re—
ducidos al extremo, y dominaban las contracturas espasmódicas,
acompañadas sólo de algunos reflejos inferiores. Entre los movi-
mientos espontáneos subsistian los que acompañan el grito, algunos -
ritmicos pasajeros de masticación y succión, que también se pro-
vocaban tocando la región bucal, y ciertas funciones vegetativas,
como las de respiración, micción, etc. Entre las reacciones reflejas
no desaparecidas se cita la oclusión de los párpados por irrita—
ción dela córnea; movimientos de huida, acompañados de gritos y
de contracciones dolorosas de la cara, en respuesta a estímulos de
dolor, y, finalmente, otras de defensa de los miembros torácicos
en la dirección de tales estímulos.
Todo ello induce a suponer que también en el hombre, cuando
el cerebro no ha alcanzado su pleno desarrollo, las regiones del
tronco enCefálico pueden cumplir por sí solas importantes funcio—
nes, y que, en el curso ulterior de la vida, los centros inferiores
aislados se vuelven cada vez menos capaces de compensar las
asumidas por el cerebro al producirse nuevas deficiencias. Sin em-
bargo, esto se refiere sólo a la aptitud para rendimientos aislados ;
en el hombre sano, los reservados al trónco encefálico y a los
núcleos centrales de los hemisferios dentro del conjunto del encéfalo
intacto son, de seguro, mucho más importantes y complicados de
lo que se aprecia en casos anormales como los que acabamos
de citar.

4. KRETSCHMER: Psicología médica.


CAPÍTULO IV

Estructura de la psicomotórica y centros subcorticales


Para que se produzca una acción voluntaria (andar, sentarse,
coger, saludar, hablar, escribir, etc.) se necesitan, psicológicamente,
tres funciones principales: 1.o, la facultad de reaccionar a los es—
tímulos o impulsiva _; 2.o, la funcion formativa {praxias}, y 3.o, los
automatismos subordinados. Estos últimos se subdividen en apren—
didos (hábitos, fórmulas de abreviación‘ (1); funciones asiatico—
to'm'cas (estriopalidales, laberínticas, cerebelosas, comprendidos los
complicados reflejos de bipedestacóin y de posición descritos por
MAGNUS) (2), y reflejos (3) Los reflejos, cuya complejidad Va eri au—
mento desde los idiomusculares, pasando por los espinales, hasta
los del tronco encefálico, se convierten sin transición apreciable
en funciones esta'ticotónicas ; y tampoco existe una diferencia esen-
cial, sino sólo de grado, entre ellos y los hábitos aprendidos y
fórmulas automatizadas de abreviación. _ ‘
La facultad de reaccionar a los estímulos se estudiará en.
correlación con las funciones psíquicas «centrales», y especial—
mente con la afectividad. Respecto a las praXias, ya hemos dicho
lo necesario. Vimos que de actos repetidos con frecuencia se van
formando automatismos, habitos y formulas de abreviacio’u, que
llegan a adquirir una autonomia similar a la de los reflejos, de
modo que para, el acto voluntario y consciente no hace falta ya
mucho más que el impulso genérico ; las fases del acto intentado
se suceden entonces acopladas, con escasa o nula intervención de
la conciencia, es decir, con carácter más bien psicoide. La gran
mayoría de nuestrós actos voluntarios de cada dia están cargados
de automatismos, hábitos enraizados y fórmulas de abreviación;
sólo una fracción insignificante de la acción total parece ser cons—
ciente, psiquica en sentido estricto, lo cual no suele tenerse bien
en cuenta.
Parecidos a los «hábitos» y las «fórmulas de abreviación »
son los «reflejos condicionados», que estudiaron principalmente
(1) Este grupo de conceptos se incluye y analiza especialmente en nuestra obra
acerca del histerismo. Véanse también los correspondientes párrafos del presente
libro.
(3) MAGNUS, Kórperstellung. Springer, Berlín, 1924.
(3) Véase en particular MINKOWSKI, Z um gegenu‘cïrtigm Stand der
Lee/we wn dm
Reflexion. Orell y Fiissli, Zurich, 1925.
Estructura de la psicomotórica y centros subcorticales 51

PAWLOW (1) y 'BECHTEREW. Estos reflejos consisten en coordina—


ciones especiales entre estímulo y reacción; no siguen una tra-
yectoria firme y siempre igual, como los transmitidos en el curso
de la evolución de la especie, sino que se forman a lo largo de la
vida del individuo por la asociación frecuente de ciertos estímulos
en el tiempo y en el eSpacio. La secreción de saliva que sigue a
la introducción de alimentos en la cavidad bucal, es un genuino
reflejo hereditario incondicionado. Puede provocarse un reflejo
condicionado asociando con frecuencia a la introducción de ali—
mento una señal luminosa o un sonido de trompeta de altura tonal
determinada; al cabo de cierto tiempo se asocia la secreción de
saliva a esa señal, y se presenta como reflejo condicionado al verla
aparecer, aun sin introducir alimento. HEYER ha estudiado coor-
dinaciones análogas en el hombre, sugiriendo en estado de hipnosis
la representación de ciertas Viandas, y pudo comprobar que la
secreción de jugo gástrico correspondía cada vez al alimento suge—
rido. Estos hechos tienen especial importancia para el médico,
pues demuestran que factores puramente psíquicos son esenciales
para una buena digestión y, desde luego, también para otras fun—
ciones neurovegetativas automáticas del organismo.
Todo esto aumenta de valor si se consideran asimismo las
funciones estaticotónicas y los reflejos. Probablemente, los engra-
mas de los automatismos aprendidos que acabamos de citar, se
hallan aún localizados sobre todo en la región cortical, es decir,
que, fisiológicamente, corresponden a la corteza cerebral y a sus
fascículos nerviosos. Pero a la ejecución de estas acciones, cuya
fórmula se ha adquirido en el curso de la vida individual, c00pe—
ran, a título de entidades subordinadas 'según diversos grados
jerárquicos, ciertos aparatos transmitidos de una generación a otra
al evolucionar la eSpecie. -
La fase más primitiva en la escala genética está constituida
por los reflejos « aneurales », por las reacciones propias de la subs—
tancia viva a estímulos exteriores sin el concurso de ningún sis—
tema nervioso, como los « reflejos idiomusculares ». Sobre ellos se
forma luego, en el curso de la vida embrionaria o de la filogenia,
el arco reflejo medular, y, sucesivamente, los centros reflejos del
bulbo, del tronco encefálico, el gran centro antiguo de integración
del mesencéfalo y el más reciente .del diencéfalo, con sus fórmulas
instintivas ya prefijadas, hasta que, finalmente, lo cubren todo las
funciones de la corteza cerebral. Tenemos así un sistema completo
de «arcos o círculos de acción» superpuestos, de estructura cada
____.

(1) PAVVLCW, Psychische Erregung der Speicheldrüsen. Erg. d. Physiol., 3.


53 Principales funciones psíquicas

vez más complicada, como sus reacciones motoras a estímulos del


mundo exterior o del interior.
La complejidad creciente de las síntesis motoras de que son
capaces los diversos grupos del sistema nervioso central, se demues—
tra eSpecialmente por los resultados de los experimentos de MAGNUS
en animales superiores : una vez separado el encéfalo de la médula
eSpinal, el animal no puede tenerse en pie, sino que se de5ploma ;
pero si la médula cervical y el bulbo (es decir, la parte más poste—
rior del tronco encefálico) se dejan unidos a la médula raquidea,
subsiste la facultad de mantenerse en pie. El animal presenta,
además, la rigidez consecutiva a la ablación del cerebro, o sea, ten—
sión tónica de los músculos que se oponen a la fuerza de gravedad.
Cuando se efectúa el corte aún más arriba, dejando el mesencé—
falo unido a la médula raquídea, no se observa tal rigidez, y el
animal no sólo puede mantenerse pasivamente sobre sus patas,
sino también incorporarse desde cualquier posición a la normal,
con precisión refleja perfecta (reflejos de bipedestación y posición
de Magnus ; Véanse, además, las importantes investigaciones de
GOLDSTEIN sobre «modificaciones inducidas del tono muscular»,
que representan síntesis muy parecidas). La formación de los
centros nerviosos se halla sometida, en el curso de la evolución
a las siguientes importantes leyes:
]_.o Persistencia escalonada de los centros inferiores. Los cen—
tros inferiores o arcos de acción más antiguos bajo el aspecto
filogénico no se extinguen a medida que se constituyen los centros
superiores (más recientes), sino que continúan trabajando a sus
órdenes, como entidades subordinadas dentro del conjunto, pero
de manera que generalmente no es posible ya discernirlos en un
sistema nervioso normal.
2.0 Traslaeíón funcional hacia los centros superiores. Sin em-
bargo, los centros subordinados no conservan su tipo funcional
primitivo en la escala filogénica, sino que ceden partes esenciales
de sus funciones anteriores hacia arriba (en dirección oral) a los
nuevos centros que van superponiéndose a ellos (FÓRSTER, MIN
KOWSKI y otros). Por ejemplo, la rana espina]. o privada, mediante
Operación, de sus funciones cerebrales y reducida exclusivamente a
los centros medulares, puede aún ejecutar actos muy complicados
y bastante racionales, como el «reflejo de enjugamiento >>, lo que
ha inspirado la expresión «alma medular ». La coordinación de
tan compliCadas funciones correSponde ya en el hombre, general—
mente, al cerebro, y, en particular, a su corteza, y, una vez inte—
rrumpida la conducción, no puede ser realizada por la médula,
que, en el hombre, por estar aislada del sistema nervioso central,
Estructura de la psicomotórica y centros subcorticales 53

no funciona ya sino de un modo muy primitivo y fragmentario.


Incluso reflejos inferiores, como lós de la planta del pie y la pared
abdominal, suelen depender en el hombre de la corteza cerebral.
3.° Emancipación de los centros inferiores. Cuando un centro
superior se debilita o se separa (por conmoción, enfermedad o
traumatismo) de los centros subordinados, no sólo cesa totalmente
la función del aparato nervioso correSpondiente, sino que se eman-
cipa la entidad subordinada y pone de manifiesto los elementos
de su tipo funcional filogenético que todavía conserva. Según
hemos dicho, aun en el hombre con la médula separada se observan
tales fenómenos reflejos autónomos tonicoclónicos, de carácter pri—
mitivo ; y las mismas leyes se aplican a todos los centros nerviosos,
incluso a los más elevados arcos de acción corticales y subcorti—
cales, que no sabemos diferenciar aún en el aspecto anatómico.
Por eso, en el histerismo y la catatonía, sobre todo, con trastornos
de las funciones psíquicas'más elevadas de la voluntad finalista,
vemos aparecer en la superficie y ocupar el primer plano modali-
dades psicomotoras inferiores conocidas por «mecanismos hipobúá
licos >>, que forman el subsuelo de los procesos voluntarios supe—
riores y estudiamos más adelante. Ya en ocasión anterior, con refe—
rencia al histerismo, hemos formulado así esta ley neurobiológica
general : « Cuando en el seno de la esfera de expresión psicomotora
se debilita una entidad superior, se emancipa la que la sigue en
jerarquía, y comienza a funcionar según sus leyes propias pri—
mitivas ».
Interesa ahora precisar las operaciones concretas mediante las
cuales los centros subordinados contribuyen en el hombre-adulto
a la realización de un impulso voluntario, a la ejecución motora
de un acto de conjunto.
El arco reflejo medular proporciona ya importantes regulacio—
nes para mantener el equilibrio de las extremidades y, en defini—
tiva, de todo el cuerpo. Lo esencial del reflejo rotuliano consiste
en que un golpe brusco en ciertas partes estéticamente importan-
tes de la rodilla, etc., ocasiona una extensión súbita. del músculo,
en virtud de la cual el sujeto reacciona con una contracción del
mismo encaminada a impedir modificaciones repentinas del equi—
librio en la inervación de la masa muscular. De este modo se
incorporan Oportunamente mecanismos reflejos inferiores en el
conjunto cinético, lo cual concuerda, en cierto modo, con la ejecu-
ción voluntaria de un movimiento estando de pie o al andar.
En la misma clase de regulaciones de conjuntos motores, aun—
que a nivel mucho más elevado, se han de colocar las que hemos
designado estrictamente por manifestaciones estaticotónicas y se
54 ' Principales funciones psíquicas

representan mediante un sistema complicado de aparatos cerebra-


les subcorticales. Se trata de funciones que pueden cumplir, por
una parte, los núcleos centrales motores de los hemisferios o el
sistema estriopalidal, y, por otra, el cezebelo con los haces y nucleos
laberinticos (relacionados con el oído interno). Conocemos el subs—
trato anatómico de los sintomas del primer grupo merced, sobre
todo, a los notables trabajos de C. y O. VOGT (1). Todos estos
centros, tanto los núcleos centrales estriopalidales como el cere—
belo, ocupan, en filogenia, un lugar entre la médula raquídea y la
corteza cerebral, y se hallan asimismo diSpuestos en círculo alre—
dedor del tallo encefálicov del haz de conducción motora directa
(vía piramidal) que enlaza los campos motores de la citada corteza
con la médula espinal. En el aspecto anatómico, semejan bulbillos
emitidos lateralmente por el citado tallo, el cerebelo como forma—
ción independiente visible por todos lados, y los núcleos centrales
invisibles desde fuera y profundamente incrustados en la substancia
blanca del cerebro.
Sólo hacemos mención de las complicadas operaciones de estos
aparatos en cuanto interesan de modo directo o indirecto a la
Psicologia. Las funciones tónicas son las que regulan constanteé
mente la tensión muscular, y son tan indispensables para la realiza—
ción acertada de ciertos movimientos intencionales y de expresión
como para adoptar y mantener en conjunto la actitud y posi—
ción del cuerpo. Estrechamente ligadas a ellos están las funciones
estáticas, que, en complicada cooperación con las percepciones vi—
suales y táctiles y con las excitaciones del órgano del equilibrio
en el oido interno (laberinto), regulan involuntariamente el tono
¡muscular y garantizan así la buena orientación ¡y el equilibrio de
conjunto del cuerpo en el eSpacio, asi como la precisión de actitu-
des y movimientos de los miembros
Las lesiones anatómicas grandes de estos centros determinan
en el equilibrio y la actitud del cuerpo y en la tensión muscular,
. los trastornos neurológicos que la clinica habia señalado ya como
propios de afecciones del cereb'eloy del sistema estriopalidal. Entre
las del último grupo, merecen citarse en primer término los cuadros
clínicos designados por parkinsonismo, caracterizados por temblor
estático, tensión muscular exagerada, movimientos muy escasos y
débiles, y rigidez leñosa del cuerpo y la cara, sintomas todos de
importancia fisiognomicopsicológica ; en grado menor caracterizan
el sistema psicomotor‘ de la senectud provecta.
(1) VOGT, C. y 0., Allgerrmine Ergebn-isse unserer Himforschung. Journ. f. Psychol.
u. Neur., 1920 (fase. suplem.) ; Z m' Kennmis der pathologischen Veránderlungen der Stm'a.‘
ium..., Actas de la Academia de Ciencias de Heidelberg, 1919; Zur Le/wg ron den E r—
kmnkungen des stmopalluirïrm Systems, J. f. Psychol. u. Neur., 1920 (fasc. suplem., 3).
Estructura de la psicomotórica y centros subcorticales 55

Precisamente estos grados de transición entre los síntomas


clínicos muy manifiestos y los rasgos habituales de la expresión
motórica personal en individuos sanos tienen gran importancia en
Psicologia. Hace poco se ha llegado a hablar de « aptitudes extra-
piramidales » (empleando la palabra extrapiramidal para designar,
genéricamente, los centros situados fuera del haz piramidal, aunque
ligados a él), y se está en camino de establecer tipos de conducta
psicomotora en relación con la edad (HOMBURGER) o con los tipos
de constitución yy de temperamento que hemos diferenciado
nosotros (F. H. LEVY, JAKOB, ENKE, GUREWITSCH, JIsLIN, OSE-
RETZKY). Estas discrepancias típicas entre las aptitudes psicomo-
toras se traducen consensualmente en los movimientos intencio-
nales y en los de expresión mímica; se encuentran mediante la
observación y descripción sutil del conjunto de los movimientos,
tal como las verificamos HOMBURGER y nósotros, o por el análisis
y la elaboración experimental de la escritura [KLAGES, ENKE (1),
JISLIN], o bien valiéndose de pruebas psicotécnicas (OSERETZKY).
HOMBURGER (2) divide el desarrollo de la motilidad infantil
en tres fases: rigidez, torpeza y gracia. La primera fase, rigidez
de los lactantes, se distingue por la fuerte tensión de los músculos,
que recuerda el parkinsonismo; el niño que comienza a andar
muestra cierta torpeza, repartición imprecisa del tono, movimien-
tos relajados y poco enérgicos, así como participación inadecuada
de todo el cuerpo en cada uno de ellos ; en la fase siguiente, la de
gracia infantil, se observa cierto lujo de movimientos, que son ya
sueltos y flúidosg
Este tipo motórico cerrado sufre en la pubertad un hundi—
miento catastrófico, y desaparece para no volver. La disolución
y el aflojamiento de las combinaciones sistemáticas motoras ya
adquiridas va seguida de retornos parciales a fases motoras ante-
riores. En la pubertad, además de impulsos motores elementales
inmoderados, se observan movimientos concomitantes y trastornos
coreiformes de inervación, y el conjunto cinético se desajusta por
completo, hasta llegar por disritmia, disdinamia y dismetría a la
brutalidad de expresión y a 1a grosería motriz. La- motilidad
reedificada sobre este derrumbamiento se caracteriza, ante todo,
por la tendencia a economizar y racionalizar los movimientos.
Finalmente, la senectud muestra, además de rigidez y lentitud,
que puede recordar también el síndrome de Parkinson; sobre todo,
cierta disminución de la facultad de combinar movimientos, es

(1) ENKE, “7., Die Psychomotorik der Konstz'tutionstypen. Barth, Leipzig, 1930.
(2) HOMBURGER, Zur Gestaltung der 11-zenschlichen M otorik und ¿[ver Beurteilung.
Zschr. f.' d. ges. Neurol. u. Ps, 1923, 85.
58 Principales funciones psíquicas

decir, incapacidad de ejecutar, paralelamente y a lavez, varias


series de ellos (por ejemplo, mantenerse en pie a1 conversar).

Flo. 2. Corte transversal del encéfalo, casi perpendicular a los pedúnculos cerebrales.
r

Superficie del corte de 1a mitad posterior, vista por delante. [Según SPALTEHOLZ (1),;
Corteza cerebral
Palio o manto del cerebro { 19'
Substancia blanca
Cuerpo estriado
Núcleos centrales ........ { Ï
Globo pálido
Tálamo óptico
Diencéfalo .............. { 3'
Substancia gris del tercer ventrículo
l 7. Pedúnculo Cerebral
Tronco encefálico ........ 8. Protuberancia o istmo del encefalo
l 9. Bulbo raquideo
10. Cerebelo
, 11. Transición a la medula espinal

Althablar de los temperamentos, volveremos sobre las diferen—


cias p’sicomotoras individuales según la estructura corporal y el
tipo temperamental.

(1) SPALTEHOLZ, “7., Handatlas dar Arzlaiomie ¿las QlImsclmr.


Estructurade la psicomotórica y centros subcorticales 57

Hemos de advertir, en lo que concierne a las aptitudes psico—


motoras, que todavía no se sabe a qué partes de este conjunto
deben vincularse con predilección sus diversas variedades. Es
probable que comprendan factores tanto corticales como extrapi-I
ramidales, asi como de índole muscular periférica; al parecer, pre—
supone no sólo la integridad de cada uno de los sistemas funcio—
nales motores, sino, ante todo, también la cooperación franca entre
ellos, y especialmente entre la motilidad corticopiramidal y extra-
piramidal (HOMBURGER), y tal vez corresponde asimismo al sis-
tema estriopalidal una intervención no despreciable.
En los trastornos de este último sistema encontramos, pues,
los siguientes tipos principales de conducta psicomotora (según
ANTON, ECONOMO, BOHNHÓFFER, C. y O. VOGT, FÓRSTER, F. H-
LEVY, JACOB, BOSTRÓM y otros) :
1.° El síndrome parkinsomano, ya deScrito, de la parálisis
agitante, la arteriosclerosis y la encefalitis letárgica («gripe cere—
bral»), y que se considera, generalmente, como síndrome palidal
puro o como trastorno de centros subestriados (substancia nigra).
En el aspecto mimopsicológico (expresivo) se manifiesta sobre todo
por empobrecimiento y rigidez de los movimientos, de lo cual nos
ofrecen un bosquejo la motilidad normal de la vejez .y la dispo-
sición individual de ciertos grupos en los que la psicomotolidad es.
contenida, escasa y rígida.
2° Los síndromes coreoateto’sicos, que muchos relacionan más
Ibien con el cuerpo estriado propiamente dicho. En contraste con
el sindrome parkinsoniano, de predominio acinético, se caracterizan
éstos sobre todo por hipercinesia, es decir, por una profusión más
o menos indisciplinada de movimientos involuntarios mal coordi-
nados e impetuosos, que se cruzan con los dirigidos a un fin útil,
estorbándolos y deformándolos. Esto se refiere en particular al
síndrome coreico, que se distingue también por una fuerte exage—
ración de los movimientos reactivos y expresivos ; como es noto—
rio, en los niños enfermos de baile de San Vito ven muchos padres
y maestros un simple realce de las bufonadas, muecas e incon-
veniencias motoras de los niños normales. De aquí se deduce que
este caso presenta igualmente grados de transición entre lo pa-
tológico y la motilidad intencional y de expresión ; en particular,
la del recién nacido está penetrada de mecanismos coreiformes
y atetoides.
En la propia edad escolar se conoce un tipo de niños en con—
junto sanos, pero revoltosos, que no sólo muestran nervosidad
general, sino también un sistema psicomotor que sólo es una
variante normal inofensiva, una variante atenuada del síndrome
58 Principales funciones psiquic as

coreico. En la escuela, a pesar de las amonestaciones del maestro,


estos niños no pueden permanecer tranquilamente sentados más
que breves momentos, se mueven sin cesar, balancean las piernas,
gesticulan, y no saben qué hacer con las manos y los pies cuando
están ociosos. Desde el punto de Vista psíquico, son sumamente
excitables, emotivos, extremosos en sus manifestaciones de afecto,
y muy inestables; y, en el aspecto intelectual, muestran casi todos
ellos un profundo trastorno de la atención ; no pueden concentrarse
en clase, y el vuelo de una mosca basta paradistraerlos. Este sín-
drome puede muy bien designarse por newosidad corez’fozme, y
suele desaparecer en la pubertad.
3.0 Más adelante hablaremos de los trastornos de la función
impulsan, 'a los que contribuyen en gran parte las lesiones del
sistema estriopalidad. Estas anomalías son, a la vez, de índole mo-
tora y psicológica, atañen'al dinamismo y a 1a voluntad, y enca—
jan implícitamente en ciertos síndromes parkinsonianos y coreoate-
tósicos, aunque no siempre con la misma claridad. Se manifiestan,
de-un lado, por «falta de iniciativa» característica, y de otro,
sobre todo en los síndromes coreicos, por una excesiva reactividad
a 10s estímulos psicomotores y afectivos.
Las relaciones entre .las perturbaciones motoras esquizofreni-
cas de la catatonía y los síndromes locales descritos del sistema
estriopalidal u otros sistemas psicomotores no están bastante escla—
recidas todavía (BONHÓ'FFER, KLEIST, STEI‘NER, STERTZ y otros
autores). Es necesario analizar con seguridad, desde el punto de
Vista neurofisiológico, una serie de cuadros psicomotores de natu—
raleza acinética, hipercinética e hipocinética, perfectamente pre-
cisados ya por la clinica : rigidez catatónica, negativismo, flexibi—
lidad cérea, procesos rítmicos estereotipados, ecopraxias, butona—
das y muecas e irregularidades complicadas de la motilidad Verbal.
Desde luego, parece haber formas intermedias que enlazan estos
cuadros con síndromes bien conocidos en fisiología cerebral, cor—
ticales unos y estriopalidales otros; hemos observado, lo mismo
que otros autores, por ejemplo, casos de estupor catatónico que
por la actitud del cuerpo y la facies amímica (a veces, con rigidez
muscular), incluso con «cara de pomada» (seborrea facial) y sia—
lorrea, se aproximaban mucho a los de parkinsonismo palidal (-1).
(1) Hemos Visto, en cambio, recientemente en una joven, un caso de encefalitis epi-
démica que recorrió en su evolución las tres fases siguientes: 1.a, corea aguda furibunda,
con grave hiperestesia para estímulos externos ; 2.3-, subsiguiente estado de estupor cata-
toniforme, que duró varios meses, con reposo tranquilo y lúcido en el lecho, mutismo,
y negativismo y repulsión pasajera de alimentos (catalepsia apenas insinuada) ; alguna vez
que la enferma saltaba espontánea e inopinadamente del lecho, la motilidad parecia se-
guir intacta. ; este caso no se diferenciaba de la catatonia por sus Caracteres psicomotores,
sino por una disposición afectiva más desenvuelta, casi puerilmente traviesa, y por la
Estructura de la psicomotórica y centros subcor-ticales 59

Los síndromes Catatónicos tienen, además, de común con los estrio—


palidales el hecho de que en todos ellos se mezclan actitudes psico-
motoras conscientes con automatismos que la personalidad no
reconoce como suyos, si bien en los primeros predominan los meca-V
nismos propiamente psíquicos, y- en los segundos, los psicoides.
Respecto a las relaciones de ciertas anormalidades anatomo-
fisiológicas del cerebro con la esquizofrenia, tal vez aclare la situa—
ción la experiencia adquirida con la práctica de las leucotomías.
En este sentido, parecen interesar sobre todo las Vias frontotalámi—
cas [HASSLER (1) y otros].
falta de contenido de su Vida interior y de la tensión psíquica total consiguiente ; 3.3, des-
aparición del estupor, y transición, a través de una fase intermedia que permitía una
actividad ordenada ligeramente inhibida, a un parkinsonismo que se intensificó poco a
poco, con rigidez facial de máscara, actitud agarrotada, rigidez y merma de la reactivi-
dad psíquica. _ '
(1) HASSLER, ROLF, Ueber die ThalaJI-L-usst'irn¡11"1'11'1261'bindun-gen bcím Menschen.
Nervenartz, 19, pág. 9, 1948.
CAPÍTULO V

Funciones psíquicas centrales y sistema neuroendocríno


Damos el nombre de funciones psíquicas centrales a un grupo
de ellas que se caracterizan por estas tres palabras: conciencia,
impulsividad y afectividad. Ya hemos encontrado este grupo al
pasar revista a las modernas teorías neurofisiológicas, y en este
aspecto lo recogemos en primer lugar. Designamos así estas fun—
ciones, primero porque forman esencialmente el núcleo de la per—
sonalidad, lo que se conoce por conciencia del yo, personalidad,
temperamento, y, además, porque no sólo determinan Operaciones
sensoriales y motoras determinadas, aisladas o en combinación,
sino que condicionan, penetran y coloran la psique entera y cada
una de sus manifestaciones imaginables. Así como se necesita un
grado superior de conciencia para formar la representación del yo
como centro ficticio de la personalidad total, claramente opuesto al
mundo exterior, también los factores afectivos de la Vida psíquica
son los subjetivos en el sentido más estricto de la palabra, los que
comunican a cada una de las manifestaciones sensoriales o psico-
motoras un matiz que las hace significativas para el 3/0 y fijan su
. valor en cuanto a la personalidad.
Hasta en el dominio corporal y fisiológico apreciamos afini-
dades entre las funciones de la conciencia y las de la afectividad ;
ambas se relacionan estrechamente con el sistema nervioso vege—
tativo. Las oscilaciones de la conciencia, por ejemplo, entre el
estado de sueño y el de Vigilia, van acompañadas de mutaciones
profundas en esta porción del sistema nervioso (respiración, vaso-
motórica, metabolismo). En lo que atañe a la afectividad, las fluc-
tuaciones concomitantes del. aparato vegetativo, y especialmente
del pulso, de la vasomotilidad y de la respiración, se cuentan entre
las relaciones somáticas más destacadas, y sirven, ante todo, de
base para medir experimentalmente procesos afectivos.
Este íntimo paralelismo entre afectividad y conciencia destaca
asimismo especialmente en el terreno de la Psicopatología. Sabemos
que ciertos mOVimientos agudos del ánimo, tales como las expe-
riencias psíquicas de angustia, miedo y pánico, producen casi in.—
evitablemente fuertes alteraciones del estado de conciencia, las
Funciones psíquicas centrales y sistema neuroendocrino 61

cuales se observan ya en el mismo hombre sano y normal que ha


participado en acciones de guerra o en catástrofes. Pero, sobre
todo en sujetos histéricos, de sistema nervioso vegetativo inesta-
ble, así como consecutivamente a estados eróticos, de angustia y'
cólera, vemos aparecer muy claramente, en forma de reacciones
afectivas precisas, reducción patológica del campo de 1a conciencia,
ataques, estados crepusculares y cuadros confusionales traumáticos.
Incluso en los degenerados criminales, especialmente en los” epilep—
toides, la inestabilidad afectiva se halla íntimamente asociada a la
tendencia a presentar estados anómalos de conciencia. La emoción
que produce al epileptoide una violenta cólera, se transforma con
cierta regularidad en un estado crepuscular explosivo, en una
crisis convulsiva inconsciente o en una huida impulsiva (porio—
manía) que no deja en él recuerdo alguno. Y en el mismo hombre
sano, expresiones tales como «loco de alegría », «ebrio de amor»,
« extasiado », « ciego de rabia », « muerto de miedo », hacen resaltar
los vínculos que unen constantemente entre si estos dos conjuntos
funcionales. Cuando estamos agitados, se perturba el sueño; y“
cuando se concilia éste, reina un plácido ambiente vespertino.
Sin embargo, desde el punto de vista puramente psicológico,
existe una estrecha correspondencia entre afectividad e impulsivi-
dad, mientras que 1a conciencia, a pesar de estar tan ligada bioló-‘
gicamente a ambas, se refiere a vivencias psicológicas enteramente
distintas.
FUNCIONES DELA CONCIENCIA
La conciencia es el criterio más esencial, o, mejor, el único
esencial de que disponemos para distinguir entre las funciones
psíquicas y las psicoides. A1 hablar de funciones de la Conciencia,
tenemos en cuenta los diversos grados y fases en que es posible
dividirla, y que se funden unos con otros imperceptiblemente o con
mutaciones discontinuas ; por ejemplo, 1a vigilia y el sueño, con sus
estados intermedios más diferenciados, que estudiaremos al des-
cribir los aparatos hiponoicos, y, en el dominio psicopatológico, el
estado crepuscular, comprendidos los delirios, desde sus grados
más ligeros y joviales (estado de Ganser) hasta las modificaciones
profundas de la conciencia propias de la epilepsia, así como 1a
inconsciencia genuina, desde la ligera lipotimia de tipo vasomotor
hasta el coma profundo que pone en peligro la vida. El último de
estos dos grupos se distingue del primero en que la pérdida de la
conciencia no es compatible con experiencias psíquicas esenciales,
mientras que, en los estados crepusculares y los delirios, se desarrolla
a veces una vida interior muy variada e intensa, aunque a manera
62 Principales funciones psíquicas

de sueño y sin conexión con los hechos psíquicos de la vida» de


vigilia. ' . ‘
Por lo que toca, al aspecto cerebrofisiológico, ya sabemos, por
lo observado en perros privados de cerebro, que, a1 menos en las
especies animales superiores, la sucesión 'de vigilia y sueño, como
manifestación fundamental de la actividad normal de la conciena
cia, no depende del cerebro y debe estimarse por ello función del
tronco enceiálico. Las estrechas relaciones funcionales que tal suce—
sión presenta con la afectividad y el sistema'nervioso vegetativo
hacen probable que los centros que presiden las oscilaciones elemen—
tales de la conciencia estén situados, anatómicamente, del mismo
modo que los centros rectores neurovegetativos, en el diencéfalo
y cerca de los grupos celulares localizables con relación a la vaso—
motilidad, la secreción del sudor, la regulación térmica, la inerva—
ción de la vejiga, el metabolismo, etc. Son asimismo indicio de
localización del mecanismo regulador de la sucesión <1 vigilia y
sueño » en esa zona ciertas observaciones clinicas realizadas, por
ejemplo, en casos de tumores cerebrales que, al desarrollarse y
comprimirla, además de trastornos vegetativos, producen rápidas
y profundas alteraciones de la conciencia. Una de las más notables
anomalías de este género, con origen orgánico en el encéfalo, la in—
versión de los períodos de vigilia y sueño (153/75s inversas), es la
ocasionada por la encefalitis epidémica, que produce finas lesiones-
en el tronco encefálico, ya en el sistema estriopalidal, ya en los.
centros vegetativos, causantes éstas de las ya mencionadas sebo—
rrea facial y sialorrea. L. R. MÜLLER y GREVING, como anterior—
mente TRÓMMNER, creen que los trastornos del sueño se deben atri—
’ buir a lesiones de la Substancia gris "en la parte posterior de la
cavidad del tercer ventrículo y en el comienzo del acueducto:
un aumento repentino de la presión en este ventrículo que com—
prima sus paredes parece originar perturbaciones de la conciencia.
Experimentando en el gato, W. R. HEss ha concretado estas dis-
tintas localizaciones. No hay que olvidar a este propósito el im—
portante papel de las acciones químicas ejercidas por vía sanguí—
nea; substancias introducidas desde fuera (alcohol), otras de na—
turaleza infecciosa (delirios por infección), y también acaso factores
humorales endocrinos, influyen profundamente sobre las funciones
de la Conciencia. Insistiremos más adelante acerca de esta acción
combinada del quimismo de la sangre y los centros nerviosos vege—
tativos, al estudiar la afectividad.
Así como para explicar en el aspecto fisiológico los estados
inconscientes simples del sueño sin ensueños o del coma patológico,
por ejemplo, bastan los centros vegetativos del diencéfalo, cuando
Funciones psíquicas centrales y sistema neuroendocrino ' 63

se trata de los contenidos diferenciados del ensueño, del delirio


y del estado crepuscular, hemos de suponer la c00peración de la
corteza cerebral en una forma distinta de la que corresponde a su
acción sobre la conciencia despierta. Tal vez consiste esta modi— '
ficación en una simple hipofunción de la función cortical; pero
al tratar de los aparatos hiponoicos veremos que el sueño y
los estados crepusculares siguen leyes pr0pias que difieren esen-
cialmente de las del pensamiento en estado de Vigilia. No es posi-
ble, por tanto, explicar esos contenidos más que admitiendo una
repartición especial por capas en el interior de la corteza cerebral.
.De todo lo expuesto se desprende, en suma, que los diversos
grados de la conciencia corresponden probablemente a diferencias
de distribución en los sistemas encefálicos. Los estados más o
menos profundos de inconscienCia parece que dependen exclusiva—
mente del tronco encefálico, sin interrupción obligada de las ma-
nifestaciones vegetativas Vitales ni cooperación necesaria de la cor-
teza cerebral; mientras que los diversós grados de conciencia,
hasta llegar a1 pensamiento más Vigil, no podrían concebirse sino
como intervención más o menos perceptible de algunos o de todos
los sistemas corticales en el ciclo vegetativo. Gráficamente se _
pueden comparar estos grados de conciencia con los cambios de
marcha en un engranaje de tracción.

FUNCIONES IMPULSIVAS

En el aspecto puramente psicológico, la impulsiVidad o reac-


tividad a los estímulos podría incluirse en el grupo de las opera-
ciones afectivas; la estudiamos aparte, sin embargo, en atención
a ciertas peculiaridades de sus relaciones con la patología cerebral.
Entendemos por « impulsividad » aquella porción de la afectividad
total que afluye hacia las operaciones sensomotoras y asociadas
de los aparatos encefálicos y reaparece en las psicomotoras como
«energía » y << Vivacidad », en las sensoriales, como «atención», y
en las intelectuales, como «interés». Por consiguiente, las funciones
impulsivas son las dinámicas en su sentido más propio, las que
determinan el ritmo y la intensidad de todas las manifestaciones
psíquicas. Es probable que tampoco estén libres de factores anta—
gonistas, de suerte que‘una manifestación lenta puede ser efecto
de debilidad de un impulso positivo o de una mayor inhibición
del mismo. En este último sentido, la terminología psiquiátrica
distingue entre «inhibición» y «bloqueo», según. se trate de la
restricción simple y uniforme de operaciones motoras, sensoria—
les y asociativas (por ejemplo, en la depresión cíclica) o de las
64 ' Principales funciones psíquicas

represiones tensas que se producen especialmente en los estados


catatónicos y en las neurosis, caracterizadas por iniciarse y cesar
bruscamente tal o cual manifestación, a menudo condicionada en
forma parcial y compleja, por lo que su desarrollo se hace impre—
visible e irregular. Todos los trastornos de la impulsividad pueden
dividirse en anhormms, con debilidad y retardo de las manifesta—
ciones (en el terreno psicomotor se encuentran aspectos acinéticos
de la pobreza de movimientos) ; hiperhormias, con reacciones de-
masiado fuertes y aceleradas (hipercinesias psicomotoras), y dis-
]zormias, irregularidades de las funciones impulsivas, como las que
se observan en los estados catatónicos o en la timidez normal
exagerada. f
Las raíces fisiológicas de la impulsividad rebasan considera-
blemente los límites del encéialo, puesto que, en definitiva, obedece
a influencias humomles relacionadas con el quimismo sanguíneo.
Citaremos, en primer término, las hormonas o substancias estimu—
lantes que las glándulas de secreción interna (tiroides, gónadas,
hipófisis, cápsulas suprarrenales, etc.) vierten en los humores del
organismo, y que, en, intima interacción con el sistema nervioso
_ vegetativo y sus centros del tronco encefálico, obran decisivamente
sobre la energía productiva de los aparatos cerebrales. Por ser todo
el encéialo un órgano semilíquido, sumergido en un medio líquido
y en una corriente sanguínea, reacciona al punto en su actividad
a las modificaciones del quimismo humoral en todo el cuerpo, ya
sean efecto de las hormonas del propio organismo, ya de substan-
cias de origen oxógeno (alcohol, morfina). Además, la impulsividad
tiene con las glándulas endocrinas y el sistema nervioso vegetativo
los mismos vínculos que la afectividad en general.
Se conocen trastornos graves de la impulsividad, como los
provocados por alteraciones de las mencionadas glándulas, muy
manifiestos en casos de lesiones del tiroides y de las suprarrenales,
y menos aparatosos cuando provienen de anomalías en las glándu—
las genésicas o en la hipóiisis. La insuficiencia hormonal tiroidea
(en el mixedema o la caqueXia estrumipriva) o suprarrenal (adina—
mia somática y psíquica en la enfermedad de Addison) es causa
de una merma de impulsividad ; en cambio, la hipersecreción del
tiroides en la enfermedad de Basedow origina una de las formas
clásicas de hiperhormia psíquica (y somática) : hipersensibilidad
sensorial, irritabilidad exagerada, hipercinesia. En la patología del
cuerpo tiroides es tan conocida la debilidad impulsiva ligera, pero
insuperable (síntoma de la prisa), la indolencia de los eunucoides
y los precozmente castrados, como la hiperhormia normal, el entu-
siasmo propio de la pubertad, que coincide con un exceso de fun-
Funciones, psíquicas centrales y sistema neuroendocrino 65

ción de las glándulas seminales y con tendencia a dishormias (obs-


tinación, aturdimiento, timidez, incontinencia afectiva, accesos de
risa convulsiva).
Examinando, fuera ya del círculo endocrinovegetativo, las
funciones impulsivas en relación con los diversos sistemas ence—
fálicos, encontrarnos alteraciones clínicas, sobre todo, en las enfer—
medades del sistema estríopalidal y cuando se lesionan los lóbulos
frontales. Es probable que la impulsividad no tenga su origen en
estas regiones, sino que por ellas pase y se distribuya. La encefalitis
epidémica, con su sintomatología más bien estriopalidal, junto a
los síndromes propiamente motores antes expuestos (parkinsonismo,
corea) y en relación estrecha con ellos, presenta asimismo trastor-'
nos psíquicos de la impulsividad, con predominio unas veCes de
los síntomas motores, y otras de los psíquicos.
La falta de impulsividad se manifiesta en forma bastante
grave, especialmente en muchos enfermos de parkinsonismo post-
encefalítico, incluso en aquellos que no padecen rigidez muscular,
impedimento puramente motor. HAUPTMANN tiene razón al señalar
que la falta de impulsividad tampoco se limita, en este caso, a las
funciones psicomotoras, sino que se extiende regularmente a la
actividad intelectual, que «no marcha», que «está como aletar—
gada» ; existe un embotamiento general que alcanza incluso a las
producciones de la memoria y de la notación : «Todo me es igual,
por eso no retengo nada». También ha llamado "HAUPTMANN la
atención sobre el trastorno general de la afectividad que consti-
tuye el marco más amplio de estas anomalías impulsivas, y que
se extiende, ante todo, a las reacciones sensoriales más elementales
y a la Vida instintiva : posturas incómodas, dolor, calor, frío, sed,
hambre, representaciones sexuales, nada impresiona al sujeto, que
sólo se da cuenta de que hacefrío o calor cuando se ve los dedos
amoratados ola piel sudorosa. Por lo demás, también se aprecian,
en los catatóniCos, algunos de estos trastornos elementales de los
sistemas sensorial e instintivo.
En el dominio psicomotor, el parkinsonismo postencefalítico
muestra igualmente notables anomalías de la impulsividad. No sólo
disminuye el número de los impulsivos voluntarios, sino que per-
manecen inacabados los hábitos adquiridos y los automatismos
resultantes, que en el hombre normal se desenvuelVen casi espon-
táneamente. Por ejemplo, hay pacientes que se detienen al afei-
tarse, después de haberse enjabonado ligeramente la mitad de la
cara, hasta que, por un nuevo impulso, prosiguen su tarea, para ‘
interrumpirla de nuevo a los pocos instantes; o bien, se quedan
con la cuchara en el aire, a mitad de camino entre el plato y la
5. KRETSCHMER: Psicología médica.
66 Principales funciones psíquicas

boca; o no terminan de vestirse, etc. A menudo desaparece en


ellos hasta la necesidad de comunicar a sus actos un impulso vo—
luntario ; asi permanecen horas enteras echados, a veces en una
postura incómoda, sin moverse, sin el menor deseo de cambiar de
posición, sin aburrirse ni pensar en nada. Ciertas manifestaciones
de un-enfermode BONHÓFFER, por ejemplo, dan idea de la estrecha
compenetración entre los impulsos de actividad y el estado de la
motilidad : puesto que no podía, no queria. Aquí también se apre-
cian relaciones de analogía con el ciclo de las formas catatónicas.
No es fácil asegurar que el asiento de estos trastornos de la
impulsividad esté en el mismo sistema estriopalidal. HAUPTMANN,’
en atención a las perturbaciones elementales de orden sensorial
y afectivo, se inclina a situarlo más bien en el tálamo. En todo
caso, es muy natural tornar en consideración a este prOpósito el
diencéfalo, incluyendo el hipotalamo y la substancia gris del tercer
ventrículo, dadas sus estrechas relaciones biológicas con el sistema
nervioso vegetativo y la afectividad, sobre todo teniendo presente
que la encefalitis epidémica, además de las alteraciones propias
del cuerpo estriado, deja otras graves neurovegetativas (hipersecre—
ción de las glándulas salivales y sebáceas), y a veces manifestaciones
con aspecto disglandular (precocidad sexual, desarrollo prematuro
del sistema piloso’, adiposidades, etc), probablemente vinculadas
a lesiones del diencéfalo. No es posible decidir todavia sobre el
papel que desempeñan el tálamo óptico, el cuerpo estriado y los
otros centros del diencéfalo, estrechamente asociados bajo el as—
pecto anatómico ; en todo caso, la grave perturbación de la impul—
sividad en los enfermos de encefalitis epidémica y parainfecciosa
tiene cOneXiones tanto del lado afectivo como del de la motilidad
extrapiramidal ; tal vez nos hallamos en este dominio frente a un
complicado ciclo de acciones recíprocas. ‘
Sabemos que la encefalitis no influye sobre el encéfalo juvenil
del mismo modo que sobre el de los adultos. En niños y jóvenes
deja como secuela, por lo general, no una falta de impulsividad,
sino cierto desenfreno, una variedad de hiperhormia, de inquietud
psicomotora, una impulsividad, un afán incontenible con tendencia
a la mentira, al robo y al impudor sexual, a veces acompañada
de movimientos trepadores, felinos, o de accesos feroces de rabia,
durante los cuales el sujeto muerde, araña y golpea todo lo que
encuentra a sualcance ; la inteligencia se Conserva intacta. Al loca—
lizar el proceso cerebral que sirve de base a estos síntomas, habrá
que pensar también, ante todo, con BONHÓFFER y otros autores,
en el tronco encefa’lico como «asiento de los impulsos primitivos»,
ya que los otros síntomas de la encefalitis epidémica muestran
H

Funciones psíquicas centrales y sistema neuroendocrino 64

igualmente singular preferencia por esta región. Pero estos sínto—


mas tienen una gran importancia fundamental, porque muestran
que, si bien las anomalías del encéfalo pueden perturbar las opera—
ciones intelectuales, pueden producirse asimismo trastornos elec-
tivos de la‘moral sin que esten alteradas las funciones intelectuales.
Un niño que ha sufrido encefalitis puede llegar, por efecto de ella,
al nivel de la mal llamada imbecilidad o locura moral, que en
otros niños es malformación caracterológica congénita. [Natural-
mente, no sería lícito llegar por eso a la conclusión de que la moral
«reside» en el tronco encefálico ; la situación es más bien similar
a la que caracteriza las funciones de la conciencia.
Para la formación ontogénica de la moral, es decir, para poder
asimilar los principios éticos tradicionales, se necesita un núcleo
elemental de predisposiciones afectivas e instintivas elementales,
coordinadas de acuerdo con el antagonismo corriente en biología
entre el impulso y su inhibición gestas predisposiciones se encuen-
tran probablemente dentro del circulo de acción que existe entre
el tallo encefálico y el aparato endocrino, "y pueden ser perturba-
das a causa de estigmas genotípicos o de procesos encefalíticos
anteriores que hayan alterado en particular el primero, o bien
por obra de una insuficiencia natural o de afecciones precedentes
de los aparatos endocrinos, que, como es sabido, influyen sobre el
desenvolVimiento ético, especialmente en el sentido de la insocia—
bilidad pasiva (por ejemplo, eunucoides, ciertos cretinos), y sobre
los puntos cardinales de la estructura sexual. Y para establecisl
las sutiles distinciones y valoraciones de la moral humana, es ind a
pensable, además, la función cerebral conjunta, en particular Bel
integridad de la corteza cerebral; tales distinciones sólo es t,án-I
, alcance de una inteligencia superior.
Además del sistema estriopalidal, en las funciones impulsivas
tiene evidente intervención el lóbulo frontal. En determinados casos
de lesión de este lóbulo encontramos las formas más .sugestivas de
acinesia pura, que, en este caso, se caracteriza por no presentar las
tensiones musculares propias de la derivada de lesiones del cuerpo
estriado o de catatonía, ni las series morbosas de representaciones
correlativas que distinguen los entorpecimientos motóres de la
acinesia catatónica, sino el cuadro neto y sosegado de la simple
pobreza de movimientos (falta de impulso), hasta la- quietud casi
absoluta de las funciones voluntarias, de las reacciones afectivas y
y de la expresión mimica.
68 Principales funciones psíquic as

AFECTIVIDAD

Los fenómenos que se exponen en este apartado, se designan


genéricamente por «afectividad» o vida afectiva. Dentro de este
conjunto (sin posibilidad de limitación rigurosa entre sus concep—
tos), se denominan sentimientos principalmente los procesos par-
ticulares relativamente simples; emociones, los muy intensos, pero
breves y circunscritos; estados ¿te a'nimo, los que corresponden a
una disposición general difusa, uniforme y persistente del «humor»;
y temperamento, por último, la actitud afectiva general que carac—
teriza la individualidad, sus modos de reaccionar en este terreno,
preferentemente sujetos a oscilaciones, y en relación con su eSpe—
cificidad humóral y nerviosa.
Ateniéndose a los síntomas nerviosos vegetativos (pulso, res-
piración) que acompañan a los estados afectivos simples, WUNÏDT
divide estos últimos .en tres parejas de elementos antagonistas:
placer y displacer, sentimientos de tensión y de relajación, exci-
tantes y sedantes. Al estudiar los temperamentos, encontraremos,
tanto en la escala diatésica (entre alegria y tristeza) como en la
psicoestésica (entre hipersensibilidad y fría indiferencia), relaciones
análogas en conexión con la estructura corporal.
En todo proceso afectivo distinguimos dos aspectos principa-
les: la afectación propiamente dicha (o, hablando de temperamen—
tos, la afectabitidad) (1), y la impulsión o impulsividad. Por afec-
tación entendemos la naturaleza e intensidad de la modificación
interna que el estado afectivo o psíquico en general experimenta
, por obra de un estimulo externo: placer o displacer, alegria o
tristeza, excitación, irritación o tensión ; y por impulsión, el resul—
tado dinámico de tal alteración, que repercute en las manifestas
ciones sensoriales, asociativas y psicomotoras en cuanto a orienn
tación, o bien a vivacidad, expresividad y energía. Ya hemos des—
crito con detalle estos dos lados de la afectividad en correlaciones
fisiológicas, la impulsividad en el apartado precedente, y la afec—
tabilidad al hablar de las sensaciones afectivas y de la función
del talamo óptico ; conviene tener presente que el grado de afec—
tabilidad no depende sólo de la naturaleza de los aparatos recep—
tores y del talamo, sino también de los procesos de expresión,
hasta donde la fuerza o debilidad de las reacciones cinéticas pro-
vocadas en el sistema nervioso vegetativo y en el sistema psico—
motor repercutan en el grado de intensidad de la afectación, de
modo que, por ejemplo, hemos de suponer que a un sistema. ner—

(1) Aqui en sentido mas estricto que en KLALGES.


Funciones psíquicas centrales y sistema neuroendocrino 69

vioso vegetativo relativamente inestable corresponde, en general,


una gran reactividad afectiva
El aspecto psicológico de la afectividad se nos revela exte-
riormente, ante todo, en la psicomotilidad, a continuación en el
sistema nervioso vegetativo, y, finalmente, en la. función de las
glándulas de secreción interna, por lo que atañe en particular a
las correlaciones entre la estructura corporal y el temperamento.
Es posible concebir la afectividad o la personalidad total de
diversos modos, desde el punto de vista psicomotor. El análisis
de la eScritura por el método de KRAEPELIN (con 1a báscula grafo-
bárica) o por el de KLAGES (estudio directo) ha de proporcionar
aún resultados muy apreciables ; y ayudarán a clasificar los tipos
de escritura, sus relaciones con la estructura corporal y el tempe-
ramento, determinadas por los métodos de ENKE, HAARER y JISLIN.
Importa saber que incluso oscilaciones afectivas muy ligeras,
como las que acompañan al aumento o merma de la atención,
a la expectación más o menos tensa, justificada o no, a las pala—
bras matizadas de complejos afectivos internos, se traducen en
ligeras variaciones de la inervación del cuerpo, lo que las hace
accesibles al análisis experimental, aun cuando el observador no
las perciba en la conversación corriente ni las advierta el mismo
interesado. Estas variaciones de la inervación repercuten en el
pulso, en la presión arterial, en la respiración, en la resistencia
del cuerpo a la corriente eléctrica, y también se manifiestan por
movimientos mínimos de la cabeza y de las extremidades. Con
ayuda de aparatos y procedimientos especiales (VERAGUTH, SOM-
MER, LÓWENSTEIN) se ha conseguido aprovechar estas reacciones
afectivas para estudiar a fondo ciertos estados psicológicos y psico—
patológicos más o menos graves (histerismo, simulación, interpre-
tación de la enigmática «transmisión del pensamiento», compli—
cidad criminal). Fluctuaciones, trastornos y desviaciones parecidas
ocasionan igualmente ciertas representaciones afectivas en el dis—
curso asociativo de personas sanas o enfermas, según se demuestra
experimentalmente (pruebas de asociación de Jung).
Los fenómenos concomitantes de la vida afectiva que más se
han estudiado y mejor se conocen, son los del dominio del sistema
nervioso vegetativo, y, en particular, los del pulso, la presión arterial,
la distribución de la masa sanguínea, la respiración, el funciona—
miento del aparato gastrointestinal, las funciones sexuales en su
aspecto somático, asi como los que se extienden a todos los ór—
ganos y funciones que, de un modo u otro, reaccionan a influjós
nerviosos vegetativos (piel, metabolismo, etc).
Principales funciones psíquicas
RI
C.)

Las dos tablas adjuntas, que resumen los experimentos de


WEBER, muestran, a título de ejemplo, las modificacones de la
circulación sanguínea que correSponden a ciertosestados psíqui-
cos, sobre todo de índole afectiva.

INFLUENCIA DE LA PSIQUE SOBRE EL SISTEMA CARDIOVASCULAR


(SEGÚN WEBER)
a) llï'od'ifimción de la repleción sanguínea en el hombre
(+, aumento; ——, disminución)

- Miembros
Encéfalo
Partes Ór anos LV 3arte<
exteriores g ' 1 “
de la cabeza
abdominales exteriores
del tronco

Representaciones motoras,
. con movimiento o Sin él. . ¡1— ——— ——— . +
Trabajo intelectual ....... + ' —— —L m
‘ (activo)
Terror (susto) ............ + ——— ‘ —} k—
Sentimientos agradables . . + + p m +
Sentimientos desagradables — —— + ——
Sueño ................... + —— «:—
(pasivo) (pasivo)
b) Jl/Íodz'ficacz'ones del pulso

Sentimientos Sentimientos
Trabajo intelectual Terror ., de placer de displacery
y displacer Tensmn y pasiones pasiones des-
agradables agradables

Retardo seguido de acelera- Retardo Disminu— Retardo Acelera-


v.ción. ción y aumento ción y
aumento

'De manera análoga obran los afectos sobre la respiración-


VVUNDT expone que «el sentimiento de tensión provoca un entor-
pecimiento notorio de la respiración, que a veces llega a dete-
nerla por completo, hasta que se intensifica de pronto cuando la
tensión cesa. El placer hace la respiración más superficial y rá—
pida; el displacer, más profunda y lenta ».‘ Dada la complejidad
casi general de nuestros sentimientos, no siempre es fácil relacio-
narlos con determinadas anomalías funcionales de la esfera vege—
tativa. Según la constitución individual de esta porción del Sistema
nervioso (vagotónicos, basedowoides, etc), las reacciones de cada
persona a los mismos estímulos afectivos externos han de ser
distintas. Un mismo Susto provocará excitación temblorosa en este
sujeto y rigidez convulsiva en aquél, y el mismo enojo ocasion
a
en unos diarrea nerviosa, y en otros, estreñimiento
espasmódico.
Funciones psíquicas centrales y sistema neuroendocrino 71

De todos modos, la estrecha cooperación entre la afectividad


y el sistema nervioso vegetativo constituye uno de las aspectos
principales de las relaciones somatopsiquicas, especialmente para
el médico. En el histerismo, por ejemplo, son-numerosos los cam-
bios de afectos y las permutaciones afectivas que se manifiestan
por sintomas orgánicos mediante el sistema neurovegetativo ; y
muchas afecciones internas de tipo ginecológico, exclusivamente
somáticas al parecer, o muy alejadas del dominio psíquico, al
someterlas a un análisis psicopatológico profundo, han resultado '—
sensibles. a influencias psíquicas por intermedio del tal sistema
nervioso (PAWLOW, BERGMANN, HEYER y muchos otros), y hasta
de origen casi exclusivamente psiconeurótico en ciertos casos.
Baste recordar numerosas afecciones cardíacas, el asma bronquial,
la hiperclorhidria, la úlcera de estómago, la colitis mucosa, el estre—
ñimiento espasmódico, diversas dermatosis, así como no pocos
trastornos menstruales, la 'leucorrea, las perturbaciones del acto
sexual (W. LIEPMANN, WALTARD, A. MAYER, STRANSKY y otros
autores). 1' M
El sistema nervioso vegetativo consta anatómicamente de dos
partes: el sistema simpático y el parasimpático, vago o pélvico,
con relaciones en su mayor parte antagónicas. Investigadores com-
petentes (L. R. MÜLLER, REICHARDT) creen subordinadas sus fun—
ciones a un centro superior, que sitúan en el diencéfalo, especial—
mente en la substancia gris del tercer ventrículo.
El diencéfalo (en correlación anatómica y funcional con la hi-
pófisis) va adquiriendo cada vez más importancia, a medida que
progresa la labor investigadora, como centro de regulaciones-tanto
de índole afectivamente impulsiva, como constitucional en térmi—
nos generales [BERINGER, FÓRSTER, GAGEL, GAUPP, jr., HEss,
NONNENBRUCH, FEUCHTINGER, SPATz, STERTZ y otros (1)]. Los
resultados clínicos y experimentales obtenidos, en lo que concierne
a cuestiones psicofisicas, se agrupan en torno a los siguientes
puntos :
1.° Escala diatésica (alegria-tristeza). _ ,
2.° Combinación de adiposidad -delgadez con estos factores
afectivos. ‘
___.—

(1) Véase un resumen de GAGEL en BUMKE-FÓRSTER, Handbuch der Neurología,


asi como GAUPP, JR., s'schenhz'm zu Hypophyse, Fortschr. d. Neur., Psych., XIII, 1941;
VEIL y STURM, Die Pathologie des Stammhims..., Fischer, Jena, 1942. Monografias: BE-
RINGER, RHYTHM, Wechsel von Enthemmung und Gehemmtkeit als dienzephale Antrz'ebs-
cine-
stórung, Nervenarzt, 15, 1924; BUSTAMANTE, SPATZ y WEISSCHEDL, D. b. d. Tuber
reum..., Dtsch. med. 7Wschr., 1942 ; FEUCHTINGER, Die dienzephal-hypophysáre Fett- und
Magersucht, Arch. f. klin. Med., 189, 1942, y Dtsch. med. Wschr., 1942 ; KRETSCHMER,
Die Orbitalhim- und Zwischenhimsyndrome nach Schcïdelbasisfmkturen, Arch. Psych.
Neur., 1949.
Principales funciones psíquicas
NZ
Z‘D

3.0 Impulsos y sus inhibiciones (incluso motilidad).


4.o Existencia posible de un centro sexual específico en el
tuber cia/¿67mm.
5.o Regulación del sistema sueño-Vigilia.
Los estados de ánimo alegres, en analogía con las afecciones
maniacodepresivas, acarrean un notable desenfreno (verborrea,
frenesí cinético, fuga de ideas); los tristes‘producen más bien
inhibición (torpeza motriz, inhibición del penSamiento, indecisión
volitiva). Del buen humor se pasa fácilmente a la ira. Las obser-
vaciones sobre desinhibiciones maniformes por excitación del hipo—
tálamo en intervenciones quirúrgicas cerca del mismo proceden
especialmente de la Clinica de FÓRSTER ; tales-estados se provocan
como experimentalmente. El desenfreno alegre se atribuye más
bien a la parte anterior (oral) del hipotálamo, mientras que en el
curso de enfermedades del segmento posterior se observa predo—
minio de los estados de inhibición, con pérdida de interés y somno-
lencia. Las localizaciones topísticas dentro del diencéfalo parecen
ser, en estos casos, muy complicadas, y habrán de ser objeto de
minuciosas revisiones, ya que su diferenciación exacta por métodos
anatómicos y experimentales plantea problemas casi insolubles por
tratarse de un espacio, sumamente limitado, y la estructura polar,
integrada por fenómenos psíquicos y somáticos en contraste, según
se observa "una y otra" vez, hace sumamente difícil enjuiciar la
situación. Por otra parte, no debe olvidarse que también el propio
tálamo óptico tiene relaciones con la afectividad, si bien la exis—
tencia de conexiones entre el‘diencéfalo en general y los procesos
afectivos e impulsivos presenta ya considerable interés.
A los datos quirúrgicos y experimentales se asocian sin es—
fuerzo las observaciones consensuales efectuadas en el campo de
la, psiquiatría clínica con ocasión de formas de adiposis diencéfalo-
hipofisaria. En este último aspecto, es digna de señalarse especial—
mente la esmerada casuística de NONNENBRUCK y FEUCHTINGER,
en la que, con cambios periódicos de obesidad y enflaquecimiento,
alternan, a la vez, fases depresivas y eufóricas ; pero aqui es doble
el acoplamiento psicofísico, pues tanto la obesidad como la del-
gadez pueden coincidir con un estado de ánimo levantado o def
primido, aunque en cada caso persiste siempre la combinación
iniciada del humor del momento con una dirección determinada
del metabolismo. De cualquier modo, no debe perderse de vista
esta concordancia entre la aposición de grasa y el estado de ánimo,
en su paralelismo con los resultados de la investigación tipobio—
lógica dentro del círculo de las formas pícnico-ciclotírnicas.
Funciones psíquicas centrales y sistema neuroendocrino ‘73

Al lado de estos factores afectivos se destacan, en la encefalitis


infantil del tronco bulboprotuberancial, otros trastornos evidentes
de los impulsos y_ de las inhz’biciones instintz'ms, como las descritas
ya al hablar de las perturbaciones de la impulsividad. Estas anoma—
lías se refieren por una parte a los instintos sexuales propiamente
dichos, según su intensidad y dirección (por ejemplo, cambio hacia

C 60/050 Eq'uilz'brlo hídrico (sed)


Núcleo paramedlal
¡Organos sexuales (vejiga)
, E
, . _ -— * EN» . >-
. p . “ “"m-szg ¡gr/tlïrrcáélü ¡Metabolismo (hambre) 2°:
Masa Intermedia ._ 'v V k
_ . , asas 8
Comzsura anterior Gla’ndulas sudon’paras ’5
Núcleo parauentricular -Regulación de G
, _ _ sue ‘ ' ' '
Nucleo supraophco ' no y “811m
Nervio óptico

Hipófisis

Núcleos del tuber


N. mamilar inhnd.
Cuerpo mamilar
Hipofa’lamo (cuerpo de Luys) , .
‘ Verhgo 3
, . a

Angustza g
. . 2
Substancia gris central /Vomztos
Substancia reh'cular ..

Núcleo de Roller i 1k _
' _' ' \ ‘Estenoszs bronquial
Núcleo dorsal del vago . ‘ . ..
_-. ./—)Resp1raczon
Substancia reticular I c
‘\7 Reflejos cutáneas y tendinosos
.‘_. x

É;

FIC. 3. Corte sagital del tronco encefálico V del bulbo raquídeo, con indicación de los
.1

grupos vitales de células nerviosas


Ensayo de puntualización de‘sus acciones.
(De L. R. MÜLLER, Die Einleilung des Neruensystems nach semen Lei—stungen, pág. 40. Leipzig,
G. Thieme, 1933)

el lado exhibicionista o hacia el homosexual): son sus correlaciones


'somáticas; por otra, en sentido de desinhibición al grupo de los
«instintos agresivos», en sus formas atávicas, propias de anima—
les salvajes, en lo que se refiere tanto a las fórmulas motoras"
consistentes en arañar, morder y golpear, como a las correspon—
dientes manifestaciones afectivas de placer y de furia; y, final-
mente, por otra, a la impulsibilidad en sentido motor general, es
71 Principales funciones psíquicas

decir, en el caso de desinhibición, a la aparición de una inquietud


motora impulsiva persistente, que se descarga a modo de reflejo
agresivo en respuesta a un estimulo procedente del exterior.
El desencadenamiento dela desinhibición agresiva puede so—
brevenir con independencia, o, como en el caso que acertadamente
describe BERINGER‘, acompañado de cambio maniforme del estado
de ánimo, y alternar periódicamente con éste a la manera cíclica.

FIG. 4. Algunos centros impulsivos (instintivos) del dience’falo del gato, en corte sagital;
situación recíproca V con relación al mecanismo regulador de Vigilia
J
y sueño (proyectado,
a su vez, desde otro plano sagital).
De XV. R. HEss, Veveriative Funktionen und Zwíschenhirn (Helv. Physiol. Act). Basilea,
Schwabe, 1947.
Explicación de los signos: + Reacción afectiva de defensa; A, ansia de comer (pica) .; n, ”reactivi-
dad aumentada; m, impulso cinétíco. TLJ, impulso cinético con transición
a la huida. Punteado:
zona somnógena. Las abreviaturas corresponden a términos anatómicos:
For. .M, agujero de Monto;
No. 5., núcleo caudal, etc.

Según los cuidadosos datos experimentales de BUSTAMANTE,


SPATZ y otros autores, dentro del diencéfalo parece constituir un
centro sexual especifico el tubeï cínereum. En un niño de 3 años
y medio, con malformación hiperplasica circunscrita de esta zona,
se pudo comprobar una precocidad excesiva en cuanto
a dimen—
siones de los órganOs genitales, madurez del esque
leto y desarrollo
sexual, quecorrespondía a los de un muchacho de '15 a 16
años.
En contraste con esta madurez prematura, se
observó en un caso
H-

O
Funciones psíquicas centrales y sistema neuroendocrino l

de destrucción experimental circunscrita del tubev/ Gina/¿um por


electrocoagulación, realizada en animales no adultos, que, sin
menoscabo del crecimiento, quedaba retrasado el desarrollo de las
glándulas genésicas y de los caracteres primarios y secundarios '
del sexo, y también, del lado psíquico, que no se manifestaba el
impulso sexual. En este caso concurrian también, en. parte, alte-
raciones metabólicas en el sentido de obesidad y delgadez.
Desde hace algún tiempo se ha sabido y confirmado que 1a
hipófisis contigua, en particular la hormona prehipofisaria, ejerce
una influencia predominante sobre el desarrollo sexual. Volvemos,
pues, a encontrar aqui un reducido círculo de acción entre un
órgano glandular y un centro nervioso situado a poca distancia
.ven el hipotálamo. A medida que la investigación farmacológica
ha ido poniendo en claro que las actividades nerviosas, en último
análisis, son también acciones químicas ejercidas mediante subs-
tancias transmisoras o intermedias, se comprenden mejor estos
extremos, de importancia decisiva en lo tocante a los fundamentos
somáticos de los procesos psíquicos, es decir, al problema de las
relaciones entre el alma y el cuerpo en su conjunto.
Los minuciosos experimentos del fisiólogo W. R. HESS _(1),
mediante ensayos de excitación eléctrica en el diencéfalo del gato,
no sólo proporcionan valiosas comprobaciones y datos complemen-
tarios 'de los obtenidos mediante las investigaciones ya referidas
en el dominio de la clínica y de la fisiología del encéfalo, sino que
revisten fundamental importancia para esclarecer el problema so-
matopsiquico en general y el carácter de la coordinación entre
funciones afectivas, psicomotoras y vegetativas, asi como para
establecer una teoría exactamente cimentada a propósito de los
impulsos. HEss ha demostrado que, en determinados planos de
sección del diencéfalo, se puede dibujar exactamente, a manera
de lugares geográficos, una serie de puntos de excitación, unos muy
circunscritos y otros difusos y dispersos; pero al excitar estos
centros se producen esencialmente funciones particulares no aisla-
das, sino agrupadas en manifestaciones colectivas. Merecen especial
mención los datos relativos a la combinación de síntomas pura-
mente vegetativos con funciones del sistema motor subcortical en
operaciones complejas de índole utilitaria, dentro de las cuales
los actos impulsivos contienen, a la vez, los factores afectivos co—
rrespondientes o sus formas de expresión. g
Así, por ejemplo, produce el gato, desde un determinado punto
excitable del núcleo peritrigonal (nucleus perifornz'calis) no un sin—
(1) HESS, W. R., Vegetative Funktionen und Zwischenhim, Helvet. Physiol. Act.
Schwabe, Basilea, 1947. '
FIG. 5. Regulaciones instintivas y vegetativas, intercalables mediante excitación elec-
trica desde centros circunscritos del diencéfalo (de W. R. HESS, l. c.).
a, instinto agresivo ; b, instinto nutritivo ; c, regulación de sueño 'y vigilia ; d, regulación
tónica (integral)
Funciones psíquicas centrales y sistema neuro :ndocrino 77

toma vegetativo solitario, sino una actitud impulsiva de ataque


perfectamente integrada (instinto agresivo) ; se conduce como si lo
amenazara un perro : bufa, resopla y refunfuña a la vez, se le eri— .
zan los pelos del lomo, y el rabo se le hace hopo ; con las pupilas
dilatadas, las orejas replegadas o agitadas para infundir temor,
contrae todo el cuerpo, preparándose para saltar. Si persiste o se
intensifica la excitación eléctrica del diencéfalo, sobreviene el
ataque ; el gato se endereza en dirección a una persona próxima,
salta sobre ella e intenta clavarle las garras desnudas. Todos
estos síntomas exteriores son los que corresponden al concepto de
«furia» (shamémge). En su disposición agresiva, el gato busca un
adversario, a quien toma por objeto de su estallido emocional.
Asi como en la vida normal induce a la actitud agresiva una
<< figura » (por ejemplo, la aparición de un perro), en nuestro caso
ocurre lo mismo por obra de una exitación eléctrica en el hipo-
tálamo. Es también importante la observación de que aquí, como
en condiciones fisiológicas, el impulsor agresivo se puede trocar en
evasivo; hasta se ha observado a veces que ambos movimientos
de defensa interfieren y acaban en pugna compulsiva, al pasar
súbitamente de una a otra tendencia. Es muy notable, en todo
caso, la interrupción instantánea de todo el sindrome al cesar la
excitación eléctrica del diencéfalo; casi en el momento vuelve el
gato a su actitud normal.
De manera análoga a los impulsos agresivos pueden ponerse
en marcha los impulsos orales, desde un foco situado __más atrás.
La excitación eléctrica provoca en este caso un afán desmesurado
de comer y beber. Si el animal no ha tomado leche ni carne, ahora
bebe y engulle con avidez, y hasta puede ocurrir que trate de
masticar objetos no digeribles, por ejemplo, unas pinzas, una llave
o una varita. De esto se desprende que el afán de beber, por ejem—
plo, en la diabetes insípida, no es efecto secundario de un trastorno
precedente del metabolismo, sino consecuencia anómalaprimaria
e inmediata, integrada de antemano con la perturbación de la
economía hídrica.
Automáticamente se origina también un impulso cinética no
utilitario (afán de moverse), que se puede provocar desde puntos
de excitación situados algo más atrás aún.
Son de interés asimismo para el estudio de los impulsos ciertos
grupos de funciones ya totalizados, compuestos igualmente de fac—
tores vegetativos autónomos y psicomotores voluntarios, que se
fusionan con las correspondencias y sentimientos concomitantes
afectivovolitivos, y que tienen también sus puntos de excitación
en el diencéfalo. Entre ellos se cuentan los impulsos ¿males que
‘78 Principales funciones psíquicas

acompañan el acto de defecar, y síndromes tales como los de


hasmear, lamer, masticar, componentes, a su vez, de círculos supe—
riores de funciones impulsivas.
Respecto a la regulación del sueño y la vigilia, se ha dicho ya
lo más esencial a1 hablar de las funciones de la conciencia. También
han estudiado sus localizaciones en el diencéfalo HEss y otros
autores.
De aquí parten luego todos los grados intermedios que llevan
a las regulaciones diencefálicas de funciones reflejas más compli-
cadas, que no requieren intervención psíquica, pero que represen—
tan, de igual modo que los síndromes impuls'ivos, integraciones
completamente preformadas. Síndromes como el de la diabetes
insípida, regulada desde el diencéfalo, se pueden considerar como
trastornos de funciones metabólicas y, al mismo tiempo, en el
dominio psicológico, como perturbaciones de la esfera impulsiva ;
ambos aspectos constituyen, empíricamente, una unidad indivisible.
No puede dudarse de la posibilidad fundamental de transferir
los. experimentos de HEss en animales a la psicofisiología y la
patología humanas. Es impropio de este lugar el'estudio de las
variaciones particulares de la topografía encefálica en el curso de
la filogenia del diencéfalo y de las partes mas primitivas del cere—
bro a consecuencia de la reorganización morfológica y de la tras—
lación de funciones; pero cabe afirmar que, en principio y de
modo general, son iguales las condiciones en la especie humana,
pues en fracturas de la base del cráneo inmediatas al diencéfalo
y en las encefalitis, así como con ocasión de intervenciones neuro—
quirúrgicas en esa región, se encuentran síndromes clínicos iguales
a los observados por HESS en sus experimentos; además de alte—
raciones profundas de los impulsos sexuales, se destaca la desinhi—
bición de los impulsos motrices y agresivos, y de los grupos de
impulsos orales y anales, así como perturbaciones profundas de la
regalaeióii del sueño y la vigilia.
Tan estrechas como sus relaciones con el sistema nervioso son
las que unen la afectividad con el. sistema endocrino. Es significa-
tiva a este propósito la estrecha coordinación entre hipófisis y dien—
céfalo, con el que parece formar una unidad funcional anatomo—
fisiológica (región diencefalohipofisaria) ; y de manera análoga se
hallan acoplados, por ejemplo, el tiroides y las glándulas suprarre-
nales en anillos funcionales neurohormonales determinados por
influencias recíprocas. Según LANDAU, la glándula suprarrenal,
considerada en conjunto, constituye una fase de la evolución filo—
génica del sistema nervioso simpático, una espeCie de órgano para—
central del mismo; tan cierto es esto, que en algunas afecciones
Funciones psíquicas centrales y sistema neuroendocrino ’79

cuya acción nociva se extiende a la afectividad, como la enfer—


medad de Basedow o la distrofia adiposogenital, no es posible
decir en cada caso si ha de buscarse el sitio primario del trastorno
en el sistema endoCrino (cuerpo tiroides o hipófisis) o en las partes '
correspondientes del sistema nervioso (simpático o diencéfalo).
El tiroides ejerce una influencia muy perceptible sobre la afec—
tividad. Su hipersecreción provoca, al mismo tiempo que sintomas
de fuerte excitación en el simpático, una. irritabilidad pSíquica
exagerada, con extrema nervosidad, hipersensibilidad a los estímu-
los psíquicos exteriores y gran labilidad afectiva, hasta la eclosión
de psicosisPor el contrario, cuando disminuye la secreción tiroidea
por debajo del nivel normal (como en el mixedema, la caquexia
estrumipriva y, tal vez, el cretinismo), se embota notablemente la
vida afectiva y hay evidente torpeza psíquica.
Tampoco dejan de influir las enfermedades de la hipófisis en
la vida psíquica y, sobre todo, en la afectividad, aunque no tanto,
y, por ello, se ha estudiado mucho menos esta influencia. En la
acromegalia se observa con frecuencia una actitud plácida, algo—
torpe y pesada, mezclada a veces con rasgos de nervosidad y de
mal humor. Afines al temperamento de los acromegálicos son los
temperamentos viscosos normales de los atléticos, aunque con dife-
rencias de grado; a esto obedecen, a pesar de las desigualdades
cuantitativas, las semejanzas. cualitativas entre el hábito atlético
y el acromegálico, que siguen la misma dirección en cuanto a
estructura corporal y temperamento, si bien el primero constituye
1a variante constituCional estable y normal, y el segundo, la patoló—
gica llevada al extremo, aparte la alteración que, en el tempera;
mento .del acromegálico se produce al extinguirse la función sexual.
Igualmente se han descrito, con relación a otras afecciones de la
hipófisis, ciertas alteraciones psíquicas, entre ellas nervosidad con
incapacidad de concentración y caida simultánea de los pelos de
la región púbica y las axilas ; KUGLER afirma haber obtenido una
inmediata mejoría administrando pituglandol. En la distrofia adi— y
posogenital, la afectividad resulta igualmente alterada por inter-
medio de la función sexual. Según RIESE, los enfermos de obesidad
hipofisaria son de condición pasiva, desconfiados de sí mismos,
indecisos, algo autistas, sumamente sufridos y bondadosos (1)
Ya en los niños pequeños que padecen obesidad hipofisaria, ha
observado GLANZMANN (2) modificaciones sensibles del tempera-

(1) RIESE, Ueber Persónlíchkeitsmerkmale hypophyscïr F ettsüchtiger, Mschr. f. Psych.,


1925. ' ' .. .
(9) GLANZMANN, Habitus und innere Sekretion bei Kleinkindern., Jahrb. f. Kinder-
heilk., 110, 1925. '
80 Principales funciones psíquicas

mento, las cuales ceden al pituglandol ; por una parte, apatía fle-
‘mática, y por otra, nervosidad hiperestésica con movilidad voluble
y alegria burlonai
La función de las glándulas sufimwenales,’ dada su intensa
influencia reguladora sobre el simpático, tiene que ser muy im—
portante para la vida afectiva. En efecto, la disfunción de estas
glándulas en la enfermedad de Addison va acompañada, desde un
principio, de graves molestias psíquicas, que simulan una mani—
fiesta « neurastenia >>, con mal humor, depresión, laXitud, excitabi—
lidad, insomnio e incapacidad para el trabajo, aparte la adinamia
física. Los pormenores psicopatológicos de tales estados se conocen
aún tan escasamente como los de la acromegalia. Por otra parte,
en virtud de la estrecha correlación que une las glándulas supra—
rrenales a las seminales (se han observado tumores de las primeras
en el hirsutismo y el hermafroditismo), aquéllas pueden alterar
asimismo la vida afectiva por medio de la función sexual; Final—
mente, ciertos autores, y en particular H. FISCHER, han estudiado
y señalado relaciones de las glándulas suprarrenales con la epilep—
sia y las anomalías afectivas inherentes a ella.
Las glándulas seminules no son las únicas representantes de
las funciones sexuales, sino sólo un eslabón, aunque muy princi—
pal, de una cadena integrada por elementos endocrinos y nerviosos
que se influyen recíprocamente. La sexualidad psíquica es uno de
los componentes más esenciales de la afectividad total, y las góna—
das constituyen, de igual modo, un factor relevante en la orientación
del temperamento individual. En los animales superiores, como es
notorio, se efectúa la castración en gran escala con objeto de lograr
una moderación adecuada del temperamento ; toros y caballos cas—
trados a tiempo son más sosegados, mansos, flemáticos y regulares,
menos bravos. Aun en la especie humana, los castrados en edad
temprana y los eunucoides natos presentan discrepancias notables-
en su vida psíquica (1) H. FISCHER (2) describe el temperamento
de los eunucoides como sumido, callado, reservado, retraido, ti—
mido, huraño, a veces aprensivo e insociable, o bien apático, indi-
ferente, lerdo, sin iniciativa ni deseo de trabajar ; en tales indivi—
duos aquejados de insuficiencia funcional de las glándulas genésicas
se observa, pues, con frecuencia cierto autismo acompañado de
falta de impulsividad e interés. En el aspecto psicopatológico
muestran conexiones con los circulos de manifestaciones esquizo-
frénicas (o esquizoides) y epilépticas.
(1) KRETSCHMER, Ke'im¡,iriismfunkt17012. amd Scelmstórung, I). m. “7., 1921; Kór-
perbau amd Clima/atar, Springer, Berlín; (.Ïonstitmión y Carácter, Editorial Labor, Bar-
celona, 1953, 2.“ edición.
(2) Zschr. f. d. ges. Neurol. u. Ps, 1919 Y 19'20.
Funciones psíquicas centrales y sistema neuroendocrino 81

La intensidad con que la función de las gónadas y sus corre—


laciones endocrinas y nerviosas influyen sobre la vida afectiva, se
aprecia asimismo al considerar que el comienzo y la extinción de
la actividad de estas glándulas (pubertad y menopausia), son ala
vez, puntos críticos principales en la vida afectiva de los seres
humanos. En plena normalidad, estas épocas suelen coincidir con
evidentes anomalías psíquicas y, sobre todo, afectivas ; y, tratán-
dose de naturalezas inestables, es corriente observar graves crisis
de la vida sentimental, que unas veces se mantiene dentro del
marco de la psicopatología, y otras degeneran en psicosis, por lo
regular de índole catatónica y melancólica. Los juvenilismos que
subsisten después de inhibiciones del desarrollo en 1a pubertad,
constituyen en la edad adulta el fundamento biológico de gran
número de psiconeurosis y otros profundos desórdenes en el domi-
nio de los afectos. '
Relaciones tan evidentes como con la afectividad tienen las
glándulas endocrinas con el crecimiento del organismo, con el des—
arrollo de la estructura corporal (osteotrofia, lipopexia, sistema pi-
loso, constitución de la piel). Es notorio que ciertas anomalías fun-
cionales de las glándulas de secreción interna dan origen a graves
alteraciones del crecimiento : gigantismo, enanismo, desproporción
acromegálica o eunucoide, obesidad, cretinismo. Dada la doble
conexión de estas glándulas, no debe sorprender que se encuentren
también entre la estructura corporal y la afectividad ciertas corre-
laciones, y que algunas particularidades permanentes del tempera-
mento se asocien más bien con determinados tipos de estructura
orgánica. Desde luego, el atrofismo del cuerpo se halla sometido
a regulaciones no sólo endocrinas, sino también neurovegetativas,
por lo que hemos de atender asimismo, al hablar de la correlación
entre estructura corporal y temperamento, a los dobles vínculos
con ambos conjuntos estrechamente unidos (sistema endocrino y
aparato nervioso-vegetativo). Junto a 1a reactividad vasomotora
y psicomotora, la estructura corporal constituye uno de los prin—
cipales factores que permiten evaluar la afectividad de una per—
sona, tanto en el dominio de la medicina como en el de la psicología
práctica.

6. KRETSCHMER: Psicología médica.


SEGUNDA PARTE

Los aparatos psíquicos y su formación


evolutiva

CAPÍTULO VI

El psiquismo y su evolución
El criterio evolucionista ha contribuido tanto al progreso y al
orden del pensamiento cientifico, que se hace indispensable tratar
de extenderlo desde los objetos de nuestra experencia interna a la
propia Vida interior, al alma. Dondequiera que los datos anatómi—
cos no nos sirven para agrupar y clasificar, tenemos en la evolu-
ción el mejor fundamento empírico para estudiar los componentes
efectivos de la psique. Con los mecanismos descritos en los capítu-
los que anteceden, Viene a enlazar exactamente, sirviéndoles de
complemento y continuación, el examen de su formación evolutiva,
para el Cual di5ponemos, en el dominio ontogénico, de la psicología
infantil, y en el filogénico, de la psicología étnica, sobre todo de
1a psicología del hombre primitivo y de 1a psicología animal,
El valor gnosiOlÓgico de estas diversas fuentes de información,
en lo que concierne va la evolución ”del alma, es muy desigual;
para el conocimiento de los procesos de reproducción, la psicología
étnica es la más pródiga y auténtica, mientras que la psique infan—
til, hasta en sus primeros años, no se desarrolla principalmente de
si misma, sino que recoge de su ambiente adulto, en forma de
complejos ya elaborados, los instrumentos que sobre todo facili-
tan la figuración, a saber: el lenguaje, y, en parte, también
los medios de representación gráfica; y, finalmente, respecto a los
animales superiores, por falta de medios de comunicación suficien—
tes, sólo por ligeros indicios podemos conjeturar cómo se representan
el mundo exterior. En cambio, nos es fácil estudiar en torno nues—
- tro los procesos de eXpresión psíquica, y sobretodo la psicomoti-
lidad propiamente dicha, observando a niños y animales, ya que
precisamente en ellos se manifiestan al exterior en sus fases primi—
El psiquismo y su evolución ' 83

tivas, las más importantes, por los movimientos del cuerpo, no


muy modificados aún por la educación o el adiestramiento ; y de
los procesos de expresión de los pueblos primitivos sólo tenemos
informes sumarios e imprecisos, proporcionados, en general, por
viajeros carentes de la necesaria eSpeciali‘zación.
Tendremos que comparar y completar, pues, unas con otras,
las distintas fuentes de información, tomando por'base de nuestra
exposición la psicología étnica, por ser la que más abundante
material nos ofrece.
Los procesos psíquicos figurativos encuentran su expresión sin-
tética en la imagen del mundo, esto es, en la idea de conjunto
que el hombre se hace del mundo exterior y de sus relaciones con
él. Por tanto, habremos de examinar la imagen del Mundo entre
los pueblos primitivos, y cómo se ha desarrollado a partir de ella
la que tenemos actualmente. Disponemos, al efecto, de numerosos
datos proporcionados por investigaciones entre bosquimanos, ne-
gros sudaneses y australianos, polinesios, remotas tribus indias
y siberianas, los cuales, independientes entre si al principio y reco-
gidos en los puntos más opuestos del globo, muestran notables
coincidencias en sus rasgos esenciales. ’
Asi como, respecto a la fase pretotérnica de la civilización,
hemos de atenernos principalmente a los resultados de 1a investi-
gación prehistórica y al estudio de las escasas poblaciones aborí-
genes que aún subsisten en lejanas selvas tropicales, la fase toté-
mica se encuentra representada por pueblos primitivos, como las
tribus de indios y negros que. solemos designar por salvajes, y
constituye, por tanto, el campo de exploración de máximo interés
dentro de la psicología étnica o etnográfica. Debe advertirse que
el término «salvaje » se presta a confusión, si por ello se entiende
algo especialmente simple ; en realidad, la forma misma de orga-
nización de las tribus que expresa la palabra « totem » tiene mucho
de complicado, igual que la red de preceptos y prohibiciones (tabú
' = sagrado o impuro) y el derecho matrimonial y familiar, franca—
mente desarrollado (exogamia con abstención de enlaces en el
seno de una misma tribu). Algo semejante señalan para la socio-
logía animal las modernas investigaciones, en particular las de
ALVERDES. Puede decirse, por tanto, que la genealogía tampoco
sigue, en este terreno, un sencillo esquema trazado de lo más sim-
ple a lo más complejo.
84 Los aparatos psíquicos v su formación evolutiva
J

A. Evolución de los procesos configurativos

Los procesos psíquicos de figuración que se desarrollan en


otras personas, nunca nos llegan directamente, sino sólo por inter—
medio de sus reacciones psicomotoras, principalmente del lenguaje
y las artes plásticas. No se conocen bien los orígenes del lenguaje
como documento más objetivo y completo de la vida psíquica
colectiva y de su modo de reflejar el mundo exterior. La observa—
ción empírica nos lo muestra en una de las primeras fases de su
evolución, representada por las lenguas radicales, de las que halla-
mos ejemplo entre los negros del Sudán. Estas lenguas constan
únicamente de palabras aisladas, monosilábicas, cada una de las
cuales tiene su propio significado, expresa una imagen, una repre—
sentación gráfica de objeto, de acción o de cualidad; «golpear»
y « golpe », por ejemplo, corresponden a una misma palabra. No hay
en ellas representaciones abstractas, ni una estructura gramatical
elaborada que determine el orden jerárquico de los. conceptos, el
uso de conjunciones y partículas, la función de casos, modos y
tiempos. La correlación entre las palabras figuradas se expresa de
un modo muy primitivo, por su orden de sucesión, en el tiempo
o por medio de otras igualmente simbólicas intercaladas.
El siguiente ejemplo muestra el gran número de imágenes que
se necesita para traducir a una de esas lenguas primitivas un
pensamiento que en nuestro modo de expresión nada tiene de abs-
tracta. «El bosquimano fué acogido amigablemente al principio
por el blanco para que guardara sus ovejas ; luego, el blanco mal—
trató al bosquimano ; cuando éste huyó, el blanco admitió a otro
bosquimano, que corrió igual suerte». Esto, en la lengua de los
bosquimanos, se diría aproximadamente así : << Bosquimano-allí-ir,
aquí-correr-hacia-blanco, blanco—dar-tabaco, bosquimano—ir-ffumar,
ir-llenar-tabaco-saco, blanco-dar—carne—bosquimano, bosquimano—
ir—comer-carne, levantar—ir-casa, ir—contento, ir—sentar, apacentar-
ovejas-blancor, blanco-ir-golpear-bosquimano, bosquimano-gritar—
mucho—dolor, bosquimano -'ir-correr — lejos - blanco, blanco — correr—
tras — bosquimano, bosquimano - allí - otro, éste — apacentar - ovejas,
bosquimano-todo—ido » (1). Aquí se advierte que son muchas las
imágenes aisladas comprimidas en una expresión de nuestra lengua
' como la de «acogió amigablemente ». En el pensamiento del primi—
tivo no están aún muy compendiadas y ordenadas por categorías
abstractas ; ante nosotros se suceden sin alteración, como largas
películas, las impresiones sensoriales mismas, conservadas directa-

(1) Reprod. de W’UNDT, Elemente der Vólkerpsychologie.


El psiquisrno y su evolución - y 85

mente como tales en la memoria ; domina absolutamente la escena


la imagen concreta aislada, y apenas se insinúa la relación entre
ellas. Los nexos lógicos son todavía tenues y flojos ; prescindiendo
con la. imaginación de ese embrión de sintaxis, tendremos una
lengua algo más primitiva, en la que los procesos intelectuales se
sucederían en series de imágenes enteramente desvinculadas.
Podemos ver, pues, teóricamente en la serie asintáctica de
imágenes, la fase inicial más primitiva de todos los procesos psí—
quicos de figuración, si bien deben considerarse de origen primario,
, nacidos del espíritu, tanto la tendencia a ordenar según categorias
lógicas como los principios que rigen el ritmo y la estilización.
De hecho, esta fase no se encuentra ya en parte alguna ente—
ramente pura, sino mezclada dondequiera con rudimentos de evo-
lución ascendente, los cuales tienen decisiva importancia para
poder comprender nuestra formación psíqúica. ¿Cómo se deriva
de los monosilabos simbólicos el lenguaje, y se desarrolla en ésta
el pensamiento humano? En opinión de WUNDT (1), el. lenguaje
no se desarrolla a base de crecimiento regular o a brotes, sino que}
evoluciona por aglomeración y aglutinación. Los filólogos se ima-
ginaban antes que del monosílabo simbólico (la « raíz >)), a seme-
janza de las ramas y los renuevos de una planta, han brotado
prefijos y desinencias que, modificando su significación, lo han
hecho flexible y apto para las declinaciones y la construcción gra-
matical ; pero WUNDT ha refutado esta teoría. Por ejemplo, cuando
un negro de Togo, en presencia de nuevos objetos, se ve obligado
a formar otros conceptos, procede como sigue : tiza == piedra-rayar-
algo ; cocina = sitio—cocer—algo ; clavo = hierro-cabeza—ancha; La
noción nueva resulta, pues, de la simple aglutinación de las pala-
bras simbólicas ya existentes. El genitivo, en «la casa del rey»,
por ejemplo, se expresa intercalando una palabra autónoma :
« casa—propia—rey ». Puede imaginarse fácilmente cómo estas pala-
bras intermedias, han ido perdiendo poco a poco su valor simbólico
inicial para convertirse en simples partículas que ya no representan
imágenes, sino sólo reacciones ; o cómo en las nuevas asociaciones
verbales, por el uso y los cambios fonéticos, los monosilabos
pierden su sentido figurado y quedan solamente fórmulas sonoras

(1) Exponemos aquí, con toda reserva, la teoría del lenguaje, de XVUNDT, que no
ha dejado de suscitar objeciones, si bien ha aclarado la evolución de la palabra hablada
en uno de sus numerosos aspectos. Al estudiar la del pensamiento y el lenguaje, hemos
de tener en cuenta, además de los elementos sensoriales figurados, las tendencias pri-
marias inherentes a nuestro aparato intelectual, que establecen relaciones no concretas
entre las imágenes, como veremos más tarde a propósito de las categorías lógicas.
Nuestra demostración'acerca de la aglutinación primitiva de las imágenes no se basa
en los comienzos del lenguaje, todavía poco estudiados, sino en el material empírico,
más seguro y abundante, que nos ofrece el arte plástico de los primitivos.
86 Los aparatos psíquicos y su formación evolutiva

vacías de varias sílabas, a titulo de nooiones abstractas o de desi—


nencias flexibles, como ocurre en las lenguas de los pueblos civi—
lizados. Así, el desgaste paulatino y la atenuación del sentido
figurado habría convertido, por ejemplo, la serie de imágenes << sol—
poner—lugar » en 1a fórmula correspondiente a la noción abstracta
« oeste ».
De todos modos, el pensamiento abstracto en que descansa
toda evolución cultural de orden superior, se puede considerar, en
parte, como una abreviación progresiva de las series de imágenes
en fórmulas. Las ideas y nociones abstractas, lejos de constituir
un dominio espiritual independiente, por encima o al lado del
mundo sensible, siguen conteniendo en su seno las imágenes
aisladas, muy comprimidas ; podemos aún percibir vagamente el
sentido figurado de palabras abstractas tales como «noción»,
«objeto», «asir», «oponerse», y, en condiciones adecuadas, el pen-
samiento abstracto se puede descomponer de nuevo en sus imáge-
nes ‘simples, como veremos que sucede en el sueño y en la esqui-
zofrenia. Las series de imágenes reaparecen entónces en sucesión
asintáctica, tal como fueron en las fases primeras de su evolución,
y siguiendo ésta sin detenernos hasta sus orígenes, veríamos tal
vez disgregarse la palabra abstracta en simples monosilabos sim—
bólicos. Pero estos procesos figurativos no agotan, ni mucho menos,
la función esencial del pensamiento abstracto, según veremos más
adelante.

LEYES DE LA AGLUTINACIÓN DE IMÁGENES


Para comprender bien las fases de la evolución psíquica, es
muy importante seguir las leyes de la aglutinación de imágenes
a través de vastas zonas del pensamiento primitivo,'sobre todo de
los principios de la mitologia y de las artes plásticas, que, tanto
en el antiguo Egipto v la India como en Grecia, y hasta bien entrada
la Edad Media, nos ofrece con gran profusión tales aglutinaciones
o imágenes conglomeradas de esfinges, centauros, faunos, ángeles
y grifos (figs. 6 a 9) Ciertos sectores de la ornamentación nórdica y
románica están totalmente dominados por una multitud de figuras
mixtas, de imágenes grotescas exuberantes, que hoy nos parecen
creaciones de sueños fantásticos. Formas humanas y animales,
leones, y aguilas, bestias y plantas, se entrelazan apretadas o se
confunden inseparablemente en el cuerpo de un ser fabuloso. Este
género de representación plástica es para nosotros francamente
arcaico; se remonta, en su origen, a las épocas más primitivas del
pensamiento humano, y, a medida que la civilización avanza, se
El psiquismo y su evolución , 87

atenúa y desaparcee, aun en el simbolismo religioso, con provecho


manifiesto de las abstracciones metafísicas de él derivadas. En el
pensamiento despierto y sano de los pueblos civilizadOs modernos
apenas se manifiesta ya de modo apreciable, salvo en ciertas in-
novaciones eSporádicas de carácter filosófico, religioso o artístico,
que sólo atraen a un circulo estrecho de adeptos, pero no al pueblo
en general ; y también subsiste en rudimentos petrificados o como
imitaciones caprichosas de formas arcaicas.

.————_

FIG. 6. Gigante en un vaso FIG. 7. Dioses egipciOs con


pintado del periodo arcaico. cabezas de serpiente y de
(Lucha entre Zeusy el gigante) rana, según LEPSIUS

FIG. 8. Animal mágico del alto FIG. 9. Formas hibridas indias de hombre
Mississipí, según SCHOOLCRAFT y animal, según SCHOOLCRAFT

Los resultados de la aglutinación se designan también con la


palabra condensación (1), que, en su aspecto más elemental, consiste
en interpretar figuras de animales y objetos, valiéndose de lineas-
y figuras geométricas sumamente sencillas. Esta facultad se ha
desarrollado mucho más en los pueblos primitivos que en las fases
posteriores de 1a civilización, y reaparece en la psicologia del niño,
cuando, por ejemplo,'cree ver caras y mascarones en el dibujo del
papel que cubre las paredes; para el indio de la región central
del Brasil, una serie de triángulos planos representa murciélagos,
y es una serpiente cualquier ornamento en zigzag (fig. 10).
' En fases no propiamente iniciales, aunque si muy primitivas,
se observa, por todas partes, la tendencia a reunir formas humanas
(1) ¿Los términos «condensación» y «traslación» proceden de FREUD.
88 Los aparatos psíquicos y su formación evolutiva

y animales en una figura única, y esto, no por capricho, sino deli—


beradamente, en la creenciade que por magia se acumulan las
propiedades de los elementos condensados, o de que los seres así
representados poseen facultades mágicas, sobrehumanas. Al prin-
cipio, la actitud frente a tales creaciones de la fantasía no era aún
religión, pero de esas progresivas condensaciones de imágenes fue—
ron derivándose ciertas figuras religiosas. ÑVUNDT opina que el
dios de las antiguas mitologías ha surgido, en último término, de
la condensación del héroe y de un demonio natural ; y en ella en-
traban, sin duda, representaciones
del padre, según lo prueba el vo—
cabulario de muchas religiones.
La aptitud para condensar es
en los pueblos primitivos tan eX—
.traordinaria, que algunos de sus
modos de representación nos resul—
tan incomprensibles: no consegui-
. mos explicarnos cómo "los indios
5)? ¿img?IÉZÏgúfimÏneÏEÏESDÉS huicholes de Méjico llegan a con-
lSTEWEN- fundir en una identidad, en vir—
2111331233???ÍÏÏSÏÏIÏÏeÏSÍ‘É‘ÏÏiJéJ-íï
tud de relaciones asóciativas suma—
Interpretación de imágenes mediante
mente vagas, objetos tan dispares
figuras geométricas Slmples
como el ciervo, una variedad de
cacto y la estrella matutina
(PREUSS). Los indigenas del nordeste de América representan grá—
ficamente el alma saliendo del cuerpo, en fórma de figura humana
sentada en una embarcación parecida a un ave, y con una ser-
piente que escapa de su boca. Los hombres civilizados vemos
símbolos en tales representaciones figuradas, pues tenemos ante
los ojos nuestra noción abstracta elaborada del alma y la proyec-
tamos retrospectivamente en las figuras, lo cual supone para nos—
otros una operación artificial, imaginativamente analítica de la
mente. Pero no debemos olvidar que, en la conciencia del salvaje,
no existe aún la abstracción «alma», tal como la entendemos;
que no podemos decir de su imagen: « significa el alma», sino
« es el alma ». En su conciencia no hay más que una condensación
de imágenes con un manifiesto tono afectivo, no como símbolo
del alma, sino como representación embrionaria de ella ; tal con—
densación ocupa en su pensamiento el mismo lugar que en el nues—
tro la noción abstracta «alma». Esta manera primitiva de pensar
se denomina también pensamiento compley'o (PREUss), porque en
ella se representan aún por conjuntos de imágenes mal. definidos
y conglomerados las nociones abstractas actuales, de contornos
El psiquismo y su evolución I ' 89

precisos ; así, cuando en las creaciones intelectuales de los pueblos


primitivos vernos símbolos, habremos de entenderlos no como re—
traducción gráfica de nuestras nociones, sino como fase preliminar
figurada de ellas; '
Un mecanismo muy afín al de condensación es el de ims-
lacz'o’n. Aquí no aparecen ya simultáneamente todas las imágenes
de un conjunto en el campo de la conciencia, sino una sola que
sustituye a todo un grupo asociativo. Por ejemplo, en la mitología
de algunas tribus indias primitivas aparece más tarde la estrella
matutina como imagen representativa de todo el firmamento noc—
turno ; de este modo se traslada naturalmente también el acento
afectivo del conjunto total hacia la imagen particular que la re-
presenta entonces en la conciencia, y, a veces, un detalle insigni-
ficante, un fragmento desprendido del conjunto de imágenes ad—
quiere un valor afectivo inexplicablemente grande, pero compren—
sible en cuanto se descubren las afinidades asociativas que tras
él se, ocultan. Con este modo de pensar se relaciona el hecho de
que, a los ojos de los salvajes, cualquier porción de un objeto o
de una persona puede representar el conjunto en su plenitud ; así
sucede con cabellos, uñas, la sombra y hasta la imagen especularia,
cuya posesión equivale, en ocasiones, a la del objeto o de la per-
sonalidad.
De este género de representación, muy extendido entre los
pueblos primitivos, ofrece PECHUÉL—LósCHE un ejemplo intere-
sante, observado entre los bafyots o bacongos de Loango: «Recibió
en homenaje un hermoso collar hecho de pelos muy largos de cola
de elefante, en cuya fina trama habían engarzado una garra de
1e0pardo, otra de águila, un diente de peScado marino y otro
de Cocodrilo; pelos y garras me protegerían en la caza, me darían
perspicacia, fuerza y agilidad en el bosque y la maleza ; y los dien-
tes servirían para preservarme de todos los peligros del agua».
Tales usos se fundan en una. traslación, por la que se toma una
pequeña parte de cualquier animal, un diente, por ejemplo, como
representante de todo él, y se cree que las cualidades de un animal
entero, o de muchos, pasan íntegras al poseedor de pequeñas partes
de su cuerpo reunidas en un objeto de adorno. El uso de amuletos,
tan extendido entre las capas inferiores de los pueblos civilizados,
es un residuo de este modo de representación.

LEYES DE LA ESTILIZACIÓN

Sería un grave error creer que las artes plásticas comenzaron


simplemente por la reproducción ingenua y fiel del mundo exte-
90 Los aparatos psíquicos y su formación evolutiva

rior. Cierto es que encontramos, por ejemplo, en los dibujos rupes-


tres de los bosquimanos y de los europeos de la Edad de Piedra
algunas representaciones más o menos realistas de animales y
de
escenas de lucha; pero ya en las imágenes de las fases más
pri—
mitivas se advierte una tendencia inconfundible, vigorosa
y muy
difundida, a la estilización.
Lo que se entiende por estilización se compone de diversas
tendencias psicológicas parciales, a saber:
1.0 Tendencia a destacar lo esencial;
2° Tendencia a simplificar formas; y
3.o Tendencia a repetir formas:
a) como simetría bilateral;
b) como mu'tiplicación ornamental de motivos.
Constituye, pues, en resumen, la propensión a transformar,
en virtud de ciertas tendencias propias del aparato psicológico
receptor, las imágenes procedentes del mundo exterior, de
modo
quela representación final sea una transacción entre la imagen
exterior real y las tendencias propias del sujeto.
Advertimos asimismo la tendencia a destacar lo esencial en
los dibujos relativamente realistas de los pueblos primitivos y
en los similares de los niños pequeños. ' Las diferencias de tamaño
que efectivamente existen entre las figuras, adquieren. proporciones
de caricatura; se exageran rasgos distintivos muy manifiestos,
y
se ponen expresamente de relieve algunos puntos llamativos, como
el corazón y el ombligo, aunque en el modelo no sean visibles.
Este relieve otorgado a lo esencial en el proceso de figuración
constituye una manifestación parcial de la catatimia, es
decir, de
la transformación que la influencia de la afectividad. hace sufrir
a los contenidos psíquicos. En efecto,.lo que llamarnos «esencial»
es siempre algo que, en una u otra forma, dice más a nuestros
sen—
timientos. Al evolucionar el arte, la estilización sigue manteniendo
su máximo influjo, pero, en lugar de atenerse a pormenores exte—
riormente notables, se pone cada vez más al servicio de la expre—
sión afectiva externa realzada, y en la obra plástica domina un
sentimiento principal homogéneo : severidad, nobleza, solemnidad,
como en el arte egipcio, en el griego primitivo y en el gótico
.
La simplificación de formas se subordina mucho en estas fases
algo avanzadas de la evolución a la expresión intens
ificada de los
afectos ; pero desde un principio se aplica como comp
onente autó—
nomo al proceso de configuración, y, por ello,
se reconoce como tal
desde los albores de las artes plásticas primitivas
. En las produ
c—
c1ones de entonces se aprecia una evide
nte predilección por las
El psiquismo y su evolución 91

formas más sencillas, y, sobre todo, por las figuras geométricas


regulares, y también cierta complacencia en simplificar formas
empíricas complicadas, ”por ejemplo, de personas o animales,
dándoles contornós rectili-

¿Z Y? Q 1
neos o regularmente redon—
deados, hasta aproximarse
en lo posible a las figuras
geométricas fundamentales :
triángulo, circunferencia,
rombo, o a ciertas combi-
naciones de las mismas.
Esta tendencia configura- FIG. 11. Motivos ornamentales de los bacairíes,
tiva no puede diferenciarse en una calabaza, según MAX SCHMIDT.
con precisión de la que in— a,lpájaro; b, hombre; c, pez

duce a ver formas de anima—


les en figuras geométricas
preexistentes.
Hemos de admitir que
tal inclinación a simplificar
formas constituye una ten-
dencia primaria inherente
al aparato psíquico. En el ‘

il?
mundo exterior macroscó-,

"HIM“
(Ill l lml l ¡(IIIIIIIÍÍIÍIÍIÍ l’43
pico, donde el hombre no
ha tenido aún gran interven-
ción, las formas de Contornos
irregulares y complicados en
organismos Vivos y paisajes
predominan sobre las de D E ' F
limites geométricos, como la FIG. 12. Dibujos rupestres prehistóricos
americanos
luna y el horizonte, hasta el
FIGS. 11 y 12. Estilización primitiva (1) ; sim-
extremo de hacer despropor— plificación geométrica de formas, simetría bila—
cionada la frecuencia y regu— teral, repetición de formas (C y D, fig. 9)

laridad de las últimas en el


arte primitivo ; y no podemos admitir que se impusiera desde el
exterior en la elaboración gráfica de hombres y animales, por
ejemplo, como resultado de procesos de condensación. "No poco, en
esta simplificación de formas, tiene un origen tecnomotor natural,
pues obligan a ella directamente ciertos procedimientos de re-
(1) Las figuras 6 a 12 se han tomado de VVUNDT, Vólkerpsychologie, tomo III :
Die Kunst. A. Króner, Leipzig.
972. Los aparatos psíquicos y su formación evolutiva

producción, como el trenzado y la talla, o la hace desear el ma—


nejo poco diestro de los útiles ; a lo cual se agrega la omisión de
pormenores, por no recordarlos bien. Sin embargo, estos factores no
bastan, ni mucho menos, para escla—
recer del todo las estilizaciones pri—
mitivas, y menos aún el placer
estético que, en ciertas condiciones,
inspira directamente al hombre civi—
lizado la forma geométrica pura, ni
siquiera el hecho de que el artista
dotado de una cultura profunda—
mente realista recaiga, en determi—
nadas condiciones anormales, en la
estilización geométrica rigurosa. Así,
. por fuerza hemos de considerar que
las tendencias a simplificar formas y
a repetirlas son muy afines a las
rítmicas del dominio psicomotor, y
también propias, muy antiguas y
primarias, del aparato psíquico.
La repetición de formas guarda
estrecha relación con las tendencias
rítmicas, sobre todo por intermedio
de la repetición tonal. El gusto por
las formas y los sonidos monótonos
reiterados es característico de la Vida
psíquica del niño pequeño y del
hombre primitivo, y en el curso de
la evolución ulterior experimenta
atenuaciones notables, para reapa-
recer . con fuerza en el adulto por
efecto de una simple fatiga. En el
dominio óptico lo manifiesta el arte
primitivo únicamente por la propen—
sión a la simetría bilateral en una
figura dada o por la multiplicación
FIC. 13. Severa estilización arcaica.
ornamental de un mismo motivo
(El Apolo de Tenea) geométrico o geométricamente sim—
plificado.
Con ayuda de estos‘vigorosos principios de estilización inicia-
les, en cooperación con otros numerosos factores, por ejemplo, con
la fijación psicomotora de formas que experimentan funciones de
frecuente ejercicio, el arte primitivo se ha convertido poco a poco
- El psiquismo y su evolución ‘ 93

en un medio útil de comunicación espiritual, y, a través de los


caracteres simbólicos, en la escritura, que hoy constituye uno de
los másimportantes instrumentos de expresión de la Vida psíquica _
superior. Esta evolución se puede seguir paso a- paso, a partir del
simple dibujo estilizado, que servía para indicar un camino o para
conmemorar un hecho. '

LEYES DE LA PROYECCIÓN DE IMÁGENES

Entendemos por proyección de imágenes la distribución de


éstas entre los dos grupos principales constituidos por el yo y el
mundo exterior, En el hombre civilizado, tal distribución es bas-
tante precisa; llamamos subjetivos los contenidos psíquicos que
forman parte del yo, y objetivos, los que pertenecen al mundo ex—
terior. A esta distinción se liga estrechamente la que existe entre
representación y percepción, entre las imágenes representadas
«dentro de la cabeza» (localizadas en el yo), y las percibidas,
compuestasde impresiones sensoriales y asociadas a la firme con—
Vicción de que nos Vienen «de fuera» (localizadas en el mundo
exterior) Las representaciones descansan en las imágenes mnésicas
que nos dejan las percepciones, o son ellas mismas tales imágenes,
más atenuadas y generales que estas últimas. Aun en el hombre
civilizado, la repartición de imágenes entre el yo y el mundo exte-
rior, y, por consiguiente, su clasificación, a medida que nacen, en
las dos categorías de «representaciones» y «percepciones», no es
siempre segura y precisa. Las imágenes de los sueños fluctúan
vagamente en el límite entre ambas: las falsas ilusiones y hasta
la operación habitual de sintetizar las impresiones sensoriales para
obtener un «objeto» completo, proyectan elementos de represen-_
tación en las percepciones; y, por último, en estados psíquicos
anormales podemos seguir gradualmente cómo una representación
se va haciendo cada vez más intensa y Vivaz, comienza a oscilar
en la divisoria entre representación y percepción, y, al ganar en
intensidad y vivacidad, acaba convirtiéndose en percepción (alu-
cinación), con lo que se proyecta para el enfermo en el mundo
exterior
Tal representación falsamente proyectada es real entonces a
sus ojos, pues tiene el carácter irrefutable de la perfecta realidad.
Vemos así que la función de juzgar la realidad se halla estrecha-
mente vinculada a la proyección de imágenes. Ante'las imágenes
«subjetivas» localizadas en el yo, «dentro de la cabeza», en el
ámbito de las representaciones, nos reservamos el juicio de realw
dad, no las consideramos reales sino deSpués de haberlas corregido
94 Los aparatos psíquicos y su formación evolutiva

y confirmado mediante comparación frecuente con a percepciones »,


es decir, con imágenes de las del grupo del mundo exterior. Por
el contrario, las imágenes objetivas, localizadas en el mundo exte-
rior, en el ámbito de las percepciones, van siempre acompañadas
de la convicción de su realidad, del juicio de realidad positivo.
Ya hemos hablado anteriormente de las excepciones a esta regla.
En los hombres primitivos vemos aún muy imperfectamente
desarrollados estos mecanismos de. la proyección de imágenes.
Funcionan de un modo inseguro ; los grupos del yo y del mundo
exterior, «representación» y «percepción», no están bien separa—
dos, sino que se confunden a lo largo de-anchas zonas marginales
fluctuantes. Y en el niño encontramos, de igual modo, esta sepa—
ración imprecisa entre «fantasia» y «realidad». Las representacio—
nes magicas de los pueblos primitivos, sus ideas sobre el hechizo,
obedecen, en buena parte, a este insuficiente desarrollo de su meca-
nismo proyector de imágenes. Para el salvaje, el pensamiento puede
equivaler al hecho; la palabra, al objeto; la imitación subjetiva,
al acontecimiento ; y cree que las palabras son capaces de evocar
y modificar el objeto, como lasideas subjetivas y las ceremonias
respecto al suceso exterior real, del mismo modo que una repre—
sentación nace de otra por la Vía asociativa. De aquí surge el grupo
deacciones y prohibiciones que, en forma de conjuros y analogías
mágicas, tanto influyen en la vida de los pueblos primitivos.
Cuando emito una palabra, se me presenta la imagen mnesica
correspondiente; cuando dejo Surgir en mi una representación,
evoca fácilmente por asociación en mi pensamiento otra análoga.
, Esto concuerda en absoluto con nuestra experiencia. Pero en el
primitivo, tan pronto como se halla bajo la influencia de presiones
catatímicas, se desvanecen las diferencias entre la imagen interior
y la exterior ; está convencido de que basta pronunciar el nombre
- de un muerto para que aparezca no sólo su imagen representativa,
sino también la imagen perceptiva, o sea, el mismo difunto; y a
veces lo cree ver realmente, porque el primitivo, como el niño,
en. virtud de la menor seguridad de sus mecanismos de proyección
y de la mayor plasticidad de sus representaciones, se alucina más
fácilmente que el adulto civilizado. Y cuando describe en incesante
canturia el desfile de las nubes o se las fabrica artificiales con co-
pos de lana, cree que han de surgir de veras, y, c‘on ellas, la ansiada
lluvia; la palabra, magica que murmura al disparar su flecha, tiene
por finalidad dirigirla hacia el blanco, y si el objetivo es el muñeco
de madera que representa a su enemigo, se imagina que es éste
quien sufrirá el daño, por alejado que se halle.
El psiquismo y su evolución ' 95

SENSACIÓN, IMAGEN v OBJETO

Hemos de volver todavía un momento sobre la formación de.


imágenes y su orden relativo. Lo que nuestros órganos sensoriales
nos proporcionan no» son imágenes, sino sensaciones, materiales
para formarlas : unalmezcolanza desordenada en la que se confun-
den nociones de amarillo, verde, azul, agudo, caliente, frío, etc.
Un pliego de escritura china nos parece a primera vista un caos
de blanco y negro; en cambio, para quienes saben el chino, se
ordena al punto ese caos en caracteres e imágenes verbales inteli-
gibles. Entendemos, pues, por imagen la, combinacion significativa
de impresiones sensoriales en grupos. La conciencia que tenemos
de su significado, viene del concierto instantáneo del recuerdo con
asociaciones regulares de los grupos, como cuando la imagen escrita
« árbol» evoca en el acto la imagen mnésica de un árbol, a la cual
está generalmente asociada. Esta síntesis de impresiones sensoria-
les traducida en imagen, que se produce con participación principal _
de huellas retenidas en el cerebro (engramas), se halla vinculada
a centros exactamente conocidos de la corteza cerebral; asi, por
ejemplo, la síntesis de las imágenes logofónicas se realiza en el
centro de VVernicke, situado en la primera circunvolución tempo—
ral. Si este centro se encuentra lesionado, las impresiones verbales
se perciben simplemente como un revoltijo de sensaciones acústi—
cas, pero no como imagen logofónica con significado propio. La aso-
ciación de impresiones sensoriales para formar una imagen puede.
considerarse, pues, como la síntesis psíquica más elemental, como
una fase inferior al plano de las aglutinaciones hiponoicas delas
imágenes.
Veamos ahora que es un objeto en comparación con una ima—
gen. Cuando soñamos, tenemos imágenes, pero no «objetos»; no
hay nada sólido ante nosotros, sino formas flotantes que se con—
funden. Por consiguiente, entendemos por objeto ima imagen de
contornos bien definidos, situada en el espacio y en el tiempo.
En todo caso, la impresión sensorial, la imagen y el objeto,
deben considerarse como tres fases consecutivas de organización
de las materias primas psíquicas. Vemos, en efecto, que en la
mente del salvaje,'como en la del niño, está aún muy poco des—
arrollada la representación del tiempo, la ideadel pasado y del
porvenir, y, con ello, la necesidad de medir y dividir el tiempo ;
el hombre primitivo y el niño se preocupan más bien del presente,
‘ lo cual guarda estrecha relación con su dependencia de mecanis—
mos catatimicos y su incapacidad de registrar con precisión largas
series continuadas de observaciones. Pero, sobre todo, las imágenes
96‘ ' Los aparatos psíquicos y su formación evolutiva

del hombre primitivo son más sensoriales. y menos objetivas que las ¿
nuestras; ya hemos visto que casi no contienen más que elementos '
sensoriales, y muy pocos abstractos. Precisamente por haberse vuelto
nuestro pensamiento más objetivo,-no nos sirven ya de mucho las
primitivas aglutinaciones de imágenes, posibles sólo cuando entre
éstas no hay línea clara de separación y aparecen intercambiables.
-Nos sería imposible reunir en una sola imagen representativa el
ciervo, el cacto y la estrella matutina, porque cada una. de estas
imágenes se nos presenta rigurosamente limitada y situada en el
espacio, como objeto aparte.
Otros puntos importantes de las leyes de los procesos primi—
tivos de figuración, en particular los mecanismos de la relación
entre imágenes, se comprenderán mejor estudiandolos con refe-
rencia a la afectividad primitiva.

B. Evolución de la afectividad

CATATIMIA
Ya hemos dicho antes que el aparato psíquiCo primitivo fun—
ciona todavía bastante al margen de 1a sintaxis, y que, ante todo,
se preocupa con preferencia de recoger las imágenes, descuidando
la conexión entre ellas. Esta relación'entre las cosas no se esta—
blece en la conciencia receptora sino cuando influyen sobre las
imágenes sentimientos enérgicos, cuando las necesidades de la vida
o el poder de los instintos provocan movimientos psíquicos violen—
tos. Los procesos sexuales, la guerra y el combate, la expectación
afanosa de lluvia o de botín de caza, y, sobre todo, la enfermedad,
el temor a la muerte y la muerte misma, son los puntos de partida
de los fenómenos psíquicos que designamos por pensamiento má-
gico ,' desde ellos se propaga luego lo que sugieren las cosas al
conjunto de los fenómenos. El pensamiento mágico es, pues, la
forma primera en que éstas se constituyen en una red, en que las
imágenes simples se asocian en una imagen sintáctica cerrada del
mundo ; asimismo se desarrollan a partir de este punto las firmes
« categorías >> ulteriores de finalidad y causalidad, la idea religiosa
de Dios y el concepto científico de fuerza. El pensamiento mágiCo
se deriva sólo en una pequeñaparte de la observación exacta de
la simultaneidad frecuente de dos fenómenos a la manera natu-
ralista; es, en, mayor proporción, consecuencia directa de la carga
afectiva, y, por eso, los resultados del pensamiento mágico llevan
siempre el sello de los temores y deseos que lo originan : son for—
maciones psíquicas catatímicas. Designamos, pues, por catatz‘mm (1)
(1) El término procede de H. W. MAIER.
El psiquismo y su evolución 97

la transformación que experimentan los contenidos psíquicos por


obra de factores afectivos. La imagen del mundo es, en el hombre
primitivo, catatímica en mucho mayor grado que en nosotros ;.
así como el pensamiento científico causal coordina las cosas según
el principio de la frecuencia, el pensamiento catatímico, mágico,
lo hace basándose en la comunidad afectiva. Se oye un trueno,
y poco más tarde cae un hombre fulminado ; ambos fenómenos se
ligan en el pensamiento catatímico por el terror que inspiran, y
llevan a la firme convicción de que el primero es un presagio activo
de la muerte. El pensamiento causal, en cambio, es estadístico ;
se pregunta, ante todo, con qué frecuencia coinciden el trueno y.
la muerte, y sólo después de establecer que esto ocurre contadas
veces y que a menudo se presentan otras causas de muerte (por
ejemplo, ataques de apoplejía), formula su juicio de realidad.
. Para comprender bien esta imagen mágica“ del mundo, debe-
mos considerar a continuación un segundo mecanismo.

PROYECCIÓN AFECTIVA

La palabra tabú, de origen polinésico, sirve, en psicología


étnica, para designar un complejo de hechos psíquicos muy exten-
dido entre los pueblos primitivos. Significa, a la vez, sagrado e
impuro, y también, algo inquietante, peligroso, prohibido ; ise re—
fiere a jefes y sacerdotes, a la guerra y la caza, a la menstruación,
al nacimiento y al recién nacido, a la enfermedad, la muerte y los
cadáveres, o sea, en suma, a las personas más poderosas, más
veneradas y temidas, a las acciones de importancia más vital y
acompañadas, generalmente, de temor o esperanza, y, por último,
a los estados y fases de la vida que acarrean modificaciones pro-
fundas y tienen por base el deseo, el temor 'o la repulsión; es
decir, que lo tabú sugiere, con máxima claridad y regularidad, las
cosas dotadas de preponderante acento afectivo. '
Aqui se manifiesta del modo mas sugestivo la diferencia fun—
cional entre nuestro aparato afectivo y el de los pueblos salvajes.
Nosotros diríamos: «Reyes y sacerdotes me inspiran temor sa-
grado; siento angustia y pavor a la vista de un cadáver»; el
hombre primitivo dice simplemente: «El sacerdote es tabú; lo
tabú tiene su asiento en el cadáver». Es decir, que nosotros loca-
Élizamos los sentimientos en el yo, y el hombre primitivo los pro-
yecta en el mundo exterior, fuera de sí mismo, como sus impre-
siones visuales y lauditivas, y los localiza en ellas y entre ellas.
Esta proyección afectiva es de importancia capital para compren-
"der la imagen que el hombre primitivo se hace del mundo.
7. KRETSCHMER: Psicología médica.
98 Los aparatos psíquicos y su formación evolutiva

7 Se han comparado las personas y cosas tabú con objetos car-


gados de energía eléctrica; son asiento de una fuerza terrible, la
cual se hace notar por contacto, por un contacto que puede acarrear
la desgracia o la muerte, y transmitir, en el caso de aquéllas, el
carácter de sagrado o impuro que les es propio.
Lo tabú es sólo un elemento especialmente importante de la
imagen mágica del mundo. En principio, la afectividad puede pro-
yectarse hacia todo objeto exterior que inspire un sentimiento más
o menos fuerte, un interés más o menos vivo, sin que intervengan
las especiales prohibiciones o ceremonias tabú. El hombreprimi-
tivo proyecta en máxima escala sus impulsos psíquicos en las cosas,
y cree que éstas han de obrar como dirigidas por un alma- En el
curso de la evolución ulterior llega, asi, a atribuir alma a cuanto
le rodea, a poblar todo el mundo exterior de, fuerzas o demonios ;
esto es lo que se ha denominado animz'smo, y representa la fase
preliminar primitiva del mundo religioso de las representaciones;
Animales y objetos inertes sienten y actúan como personas, obran
mal o bien, pueden 'ser irritados o aplacados; los útiles mismos
de que se sirve, hacha o martillo, se convierten, para el hombre
primitivo, en asientos animados de fuerzas psíquicas, y más tarde
en objetos de adoración divina. Aun las partes de su propio cuerpo
alojan diversos espíritus o almas. Entre los yorubas, cada indivi—
duo alberga tres espíritus: uno en la cabeza, otro en el estómago,
y un tercero en el dedo gordo del pie ; el primero se llama olori,
señor de la cabeza, y significa también aptitud, talento ; un poco
de sangre de los pollos 'que le son sacrificados, untada en la frente,
- confiere al hombre 1a felicidad. El espíritu que mora en el estó-
mago, produce, entre otros, el sentimiento de hambre ,y el alojado
en el dedo gordo del pie sólo recibe sacrificios cuando se proyecta
emprender un viaje, y entonces se. unta el dedo con una mezcla
de sangre de pollo y aceite de palma. Los karo-batak, de Sumatra,
atribuyen, a veces, siete almas a cada individuo, todas ellas espiri—
tus tutelares, aptitudes cardinales y rasgos de carácter.
En suma : el hombre primitivo no tiene idea de la existencia
de un alma única, circunscrita, de un yo que con la conciencia
asuma una significación activa frente al mundo exterior ; concibe
el yo como una substancia entre tantas otras igualmente animadas
en el aspecto antr0pomórfico, ni siquiera unitaria, sino subdivi-
dida en personificaciones parciales, juguete de estas potencias y
sin demarcación precisa entre el yo y el mundo exterior, entre per-
sona y objeto. .
No esnuestro propósito profundizar aqui en todas las raíces
de la representación moderna del alma. Sin duda, constituye un
El psiquismo y Su evolución - l 99

producto muy complejo de condensación, derivado, por una parte,


del hecho de la muerte, del cuerpo del propio difunto («alma
corporal»), de las alucinaciones oníricas y de imágenes mnésicas,
enlas que el difunto aparece con todos los signós y manifestaciones
de la vida; y por otra parte, de las personificaciones que acaba—
mos de describir de partes y funciones del cuerpo, en las que la abs—
tracción genérica <4 alma » engloba la sombra, la sangre y el aliento,
como representantes más visibles de la vida, y las actividades prin—
cipales, fuerZas y rasgos de carácter delindividuo. Así, ha termi-
nado concibiéndose el alma como una especie de persona dentro
de otra persona, del yo interno, al que el yo exterior sirve sólo de
instrumento y cobijo meramente transitorio. En este punto, nues—
tra representación dualística del alma es casi tan ingenua, perso—
vnifica tanto las funciones, como la de los indios coras, que sitúan
en la cabeza y el corazón «el pensamiento» (muatsim), conside-
rándOIO como un sujeto activo y real que inspira sus propias accio-
nes. En la concepción del alma se ha perpetuado más este criterio .
basado en la personificación, porque recibe una corriente afectiva
muy amplia del instinto de conservación, de la idea catatímica
de la supervivencia después de la muerte. Respecto al mundo
exterior, la ”de antropomórfica y personificante de los demonios
persiste algo borrosa, aunque bastante bien identificable aún, en
las nociones naturalistas que definen la sucesión de los fenómenos
manifestados en las cosas como efecto de fuerzas residentes en
ellas mismas. , ' 7
La. representación primitiva de la conexión entre las cosas
personifica, proyectando tendencias afectivas propias en ellas;
pero también substantzfica, puessu facultad de abstracción está
aún póco desarrollada y ”sólo. es capaz de representarse muchas
veces las relaciones entre imágenes como otras imágenes, según
hemos visto a propósito del lenguaje. Los individuos de algunas.
tribus indias del Brasil se introducen en el tabique nasal un pali—
llo, porque ven en la enfermedad un cuerpo sólido que penetra
recto como una flecha en el cuerpo por la nariz, y que, al tropezar
con el obstáculo, cae rechazado al suelo. La ceguera causada por '
la nieve se concibe bajo forma de pequeños insectos que entran en
los ojos.
AMBIVALENCIA

Lo tabú abarca, como hemos visto, dos tonos afectivos opues-


tos, inherentes a lo sagrado y a lo impuro. Designamos, con BLEULER,
por ambivalencia el hecho de que un objeto suscite en nosotros, a
la vez, sentimientos negativos y positivos. De igual modo que los,
100 Los aparatos psíquicos y su formación evolutiva

contenidos de sus representaciones, los sentimientos del hombre


primitiVo son francamente complejos y se confunden sin preci—
sión; son menos diferenciados y de contornos más borrosos que
los nuestros. Una sola palabra, como «tabú», provoca en aquél
un acorde afectivo único, que entre nosotros se ha escindido en
otros más simples: sagrado, venerable, sublime, misterioso, peli-
groso,- imponente, detestable, impuro. Se-comprende sin esfuerzo
que conjuntos afectivos tan vastos han de contener tonos afectivos
directamente opuestos, ambivalentes, en número mucho mayor
que el admitido en la psicología del ¿hombre civilizado.
Lo tabú representa el código moral más primitivo del hombre,
nacido, en principio, puramente de tonos afectivos oscuros, fuertes,
simplemente sentidos, sin necesidad de reflexión deliberada. El sena
timiento complejo del tabú ha dado origen con el tiempo, en algu—
nos pueblos salvajes, a una red de complicados preceptos y pro-
hibiciones, ceremonias 'y purificaciones, que penetran toda la vida
del hombre primitivo y le mantienen en un estado de constricción
afectiva insoslayable, envolviendo a personas prominentes y limi—
tando sus movimientos de tal modo, que, en algunas tribus, se tiene
por castigo insuperable el hecho de ser elevado a la dignidad de
sumo sacerdote, de la cual tratará el interesado de librarse por la
fuerza o por la fuga.
FREUD ha supuesto que siempre se encuentran sentimientos
ambivalentes en la base de esas interdicciones tabú tan primitin
vas, y de la moral humana de que, en último término, son origen.
Los preceptos morales estrictos surgen invariablemente cuando
existe oposición entre la repugnancia meditada o sentimental a
obrar de cierto modo y el afán de hacerlo a pesar de ello. En algu—
nos objetos tabú existe de seguro esta ambivalencia, como ocurre
en el caso de jefes y sacerdotes. Aun en la actualidad es, sin duda,
ambivalente la actitud de muchas personas frente a personas in.-
vestidas de poderes especiales, como el padre, el superior, el rey,
y se compone de una mezcla de veneración admirativa y de Oposi-
ción o resentimiento matizado de odio. La ambivalencia de los
sentimientos fundamentales se revela asimismo en los efectos del
ceremonial tabú cortesano, que honra y molesta, a la vez, al mo—
narca. Se comprende desde luego que tales tensiones afectivas en
conflicto dan origen a tonos sentimentales manifiestos, y, por ello,
pueden inducir muy fácilmente al hombre primitivo a la proyec-
ción de sus afectos y al establecimiento consiguiente de un código
moral fundado en ellos. En todo caso, es característico que la ética
de los pueblos civilizados se haya desenvuelto con especial predi—
lección en torno al impulso sexual, donde predominan justamente
El psiquismo y su evolución 101

los sentimientos de ambivalencia, el antagonismo entre el instinto


y la razón.
Por lo demás es posible que la ambivalencia de muchos sen—
timientos e inclinaciones constituya sólo un caso especial de la
inervación antagonista, que es un fenómeno neurofisiológico casi
general.

C. Evolución de los procesos de expresión

Ignoramos si los animales más inferiores tienen alma, es decir,‘


si sus movimientos accesibles a la observación directa van acom—
pañados de procesos de conciencia subjetivos. No es posible pro-
barlo ni refutarlo. La vida psíquica de nuestros mismos semejantes
y de los animales superiores no nos es tampoco accesible directa—
mente, sino por medio de juicios de analogía, relacionando sus
movimientos corporales con los procesos de concienCia que acom—
pañan a nuestros movimientos propios; sólo en nosotros mismos
podemos observar directamente tales procesos. Con razón dice
JENNINGS: Si la amiba fuese tan grande como una ballena y se '
acercase a nosotros con movimientos voraces, le atribuiríamos de
seguro procesos psíquicos, y estaríamos prácticamente en lo cierto.
También con las plantas se puede probar, mediante ensayos cine-_
matográficos, que basta acelerar el ritmo de sus movimientos para
que nos parezcan animadas Por consiguiente, nuestro juicio acerca
de la animación de procesos cinéticos ajenos es sumamente arbi—
trario y subjetivo, y debería hacerse mucho más prudente, sobre
todo hacia el lado negativo de la cuestión. Lo más indicado parece
ser prescindir, en lo posible, de la conciencia y no comparar entre
sí, en sus exteriorizaciones susCeptibles de observación objetiva,
más que las formas de movimiento, desde aquellas que expresan
del modo más primitivo la vida del protoplasma animal unicelular,
hasta los procesos psicomotores complicados que acompañan a las
manifestaciones afectivas y volitivas del hombre ; al final de la
serie, cuando se llega a los procesos de expresión de los mamíferos
superiores, del niño y del hombre primitivo, es cuando se hace
más probable la existencia de contenidos conscientes agregados.

FORMAS MOTÓRICAS VEGETATIVAS v RITMO

La forma de movimiento más elemental del protoplasma


animal consiste en una simple contracción y extensión local (mo—
vimiento amiboide). 'Ya en los protozoarios y metazoarios más
inferiores, en infusorios, gusanos, etc., vemos coordinarse movi-
mientos simples y uniformes en series continuas, regulares y repe-
102 Los a aratos P si uicos Y su formación evolutiva

tidas, de ondulaciones ciliares, flagelares o vermiformes, que pode-


mos designar en su conjunto por tipos de movimientos rítnncos.
En el organismo de los animales superiores y del hombre, estas
formas primitivas de movimientos suelen persistir en aquellas aso—
ciaciones celulares que funcionan con relativa independencia de
los impulsos psíquicos del órgano nervioso central, o que han sido
artificialmente separadas del 'mismo ; es decir, que dentro del cua—
dro de la organización total superior mantienen, en cierto modo,
una vida protometazoica relativamente autónoma. La facultad de
responder de un modo directo a un ¿estimulo (por ejemplo, producido
por la corriente eléctrica) con una contracción local persiste aún en
los músculos de los animales superiores. Los movimientos de los
glóbulos blancos se parecen a los de las amibas, y los del epitelio
vibrátil o los espermatozoides, a las manifestaciones vitales de
ciertos infusorios ; la peristalsis intestinal es de tipo vermiforme.
El sistema cardiovascular constituye igualmente una asociación
celular relativamente autónoma, sustraida a la influencia de los
procesos volitivos superiores, y la contracción cardíaca representa
el tipo más puro de movimiento rítmico. Finalmente, en lo que
atañe a los músculos estriados, podemos comparar con el grupo
.más primitivo aquellos de sus fenómenos motores que no dependen
de la voluntad, y ante todo los temblores y los movimientos cló—
nicos, que igualmente muestran un carácter rítmico muy puro.
Todos estos movimientos autónomos primarios, en general muy
antiguos en el orden filogénico, que se observan en los organismos
superiores, constituyen para nosotros el gmgbo de las formas anotó—
ricas vegetativas. '
Por lo demás, es interesante que pueda seguirse la tendencia
al movimiento rítmico, en el curso de la evolución, mucho más
allá de la esfera de los aparatos vegetativos, hasta en las formas
psíquicas de expresión de los mamíferos, de los niños y del hombre
primitivo; mientras que se atenúa' visiblemente, a medida que
avanza la civilización, en provecho de movimientos arritmicos
más compliCados, sin desaparecer por completo ni siquiera en la
fase más adelantada de desarrollo psíquico que corresponde a
nuestra época. Entre numerosos ejemplos, citaremos solamente los
movimientos circulares, como de relojería, de ciertas fieras enjau—
ladas, yw los ritmos similares de los idiotas ; la danza, tan impor-
tante aún hoy dia en la vida de los hombres primitivos, y, en el
niño, la propensión al balanceo rítmico prolongado (en particular
"antes de dormirse), a los movimientos estereotipados (saltos, tam—
borileo) y a la verbigeración, es decir, a la repetición monótona
de sonidos, sílabas y palabras sin sentido. '
El psiquismo y su evolución v 103

La evolución de la música, relacionada estrechamente desde


sus principios con el aparato psicomotor, permite seguir muy bien .
el desarrollo de los sentimientos e impulsos cinéticos rítmicos.
Los entendidos insisten sobre todo en la extraordinaria monotonía
de las inacabables repeticiones de estribillos y sonidos propios de
las canciones que acompañan la danza en los pueblos primiti—
vos. El ritmo más simple, aquel que por su monotonía resulta
insoportable para el hombre civilizado, satisface las necesidades .
acusticomotoras del primitivo. En cambio, el compás del vals. mo-
derno, que se compone de grupos impares de tres por cuatro,
disimula bajo una melodía el ritmo fundamental, cuya interrup—
ción asegura, además, por medio de frecuentes síncopas. Si compa-
ramos una muestra de música de los comienzos de este arte en
Occidente con otra moderna, vemos al punto que en unos cuantos
siglos se ha pasado de las formas rigurosamente rítmicas a compa—
ses muy complicados y quebrados, que, sin duda, habrían de pare-
cer arrítmicos a la sensibilidad de los primitivos.
Sin embargo, las tendencias rítmicas elementales, aunque re—
chazadas en general deliberadamente y veladas por sentimientos
más complejos, subsisten en las capas profundas de nuestra esfera
psicomotora, lo mismo que el bajo fundamental de tres por cuatro
sirve siempre de base a la melodía de un vals. El simple ritmo,
como la simetría óptica, despierta invariablemente en nosotros un
sentimiento primario de placer, arraigado en el fondo de nuestra
filogenia e irreductible. Los movimientos finalistas superiores (mar-
cha, manipulaciones de trabajo), arrítmicos ya, tienden a volverse
rítmicos a medida que se hacen automáticos y habituales. Cada
vez que nuestros aparatos psíquicos reguladores se debilitan por
influencias morbosas, reaparecen los movimientos rítmicos ele-
mentales.

MOVIMIENTO DE TANTEO. LEY DE ABREVIACIÓN DE FÓRMULAS.


‘ REFLEJos '

La tendencia al movimiento es inherente a todos los seres


vivientes, hombres y animales. Ya en los protozoos se observan
movimientos espontáneos vivos y persistentes, aun sin estímulo
especial de fuera. El grado de movimiento espontáneo se regula
por el estado de los procesos metabólicos que se desarrollan enel
interior del organismo, y sobre todo por el de fatiga o reposo,
saciedad o hambre. Podemos, pues, distinguir entre tales movi-
mientos y los de reacción, si bien no existen límites muy precisos.
De los movimientos reaccionales, de la acción recíproca entre el
104 Los aparatos psíquicos y su formación evolutiva

individuo y su ambiente, deriva en su mayor parte la psiComoti—


lidad más complicada, la psicología de losprocesos de expresión.
Un animal pequeño animado de vivos movimientos eSpontá-
neos, por ejemplo, un infusorio que nada en el agua, es atraído
por zonas favorables desde el punto de vista de la nutrición, de
la luz, del oxígeno (reacción positiva), y rechazado por otras des-
' favorables (reacción negativa o de huida). Muchos autores han
supuesto que tal orientación era efecto de leyes fisicoquimicas—
elementales, de excitaciones locales producidas por los mencionados
agentes sobre la parte más próxima del cuerpo del animal ; estas
excitaciones producirian cambios de estado del protoplasma, con-
tracciones, variaciones de forma, etc., que, a su vez, en animales
de simetría bilateral, por un mecanismo análogo al del cambio de
rumbo de una barca con auxilio del timón, tendrian por conse-
cuencia una desviación del movimiento del organismo en su con—
junto. Es decir, que se trataría de reflejos primarios, de una auto-
regulación por la cual a cierto estimulo sólo puede responder
regularmente un móvimiento determinado, el mismo siempre.
Esta teoría de los tropismos o de la excitación local no parece
estar muy de acuerdo con los hechos, al menos en la medida nece-
saria para servir de base a una comprensión general del desarrollo-
de los procesos superiores de reacción y, expresión. Cuidadosos eX—
perimentos sobre animales han demostrado más bien lo siguiente (1) :
Un animal pequeño que se aproxima a una zona desfavorable que
no conoce, reacciona primero con «movimientos de tanteo » ; el es—
tímulo inminente provoca en él una superproducción de movi—
mientos,, un tumulto desordenado de actos motores, y ensaya a
menudo rápidamente, uno tras otro, todos los modos y las orien-
taciones de movimientos de que dispone ; si entre ellos hay alguno-
que logra apartarlo de la zona peligrosa, cesan al punto los efectos
de la excitación, y, con ellos, los movimientos de tanteo, y el anima—
lito nada o corre automáticamente en la dirección iniciada. En al—
gunos protozoarios se ha estudiado muy a fondo este tipo de reac—
ción ; pero lo encontramos asimismo en especies animales bastante-
superiores, por ejemplo, en aves y ratones, cuando se los encierra
en una pieza y barruntan peligro.
Cuando una misma excitación actúa a menudo sobre un ani—
mal, éste cambia de conducta. Excitando, por ejemplo, el infu-
sorio fijo Stentor con granos de carmin introducidos en el agua,
al principio no reacciona, sino que sigue atrayendo tranquilamente
el agua con sus cilios (A) ; si la excitación persiste, se encorva

(1) Según 1m4 INGS, Das Verlzalten der niedarcn Organismo-n. Teubner, Leipzig,
El psiquismo y su evolución ' 105

huyendo de la nube de carmín (B) Cuando esta maniobra se


repite varias veces, la reacción B se transforma en la reacción C ,'
por la cual se invierte el movimiento de los cilios para rechazar
las particulas de .carmin peligrosamente próximas, y luego en la
reacción D, o contracción de todo el cuerpo dentro del cono pro-
tector. Insistiendo muchas veces en el experimento con carmín,
se comprueba que el animal ya no recorre toda la escala de su
aparato motor, sino que responde a cualquier contacto del colo—
rante cOn. una súbita contracción (D) ; la fórmula
A - B- C—D

se ha reducido a la abreviada
A - D,

si bien cabe imaginar que el animal sigue respondiendo al estímulo


considerado con toda la serie de estados psicológicos A— B— C- D,
pero a un ritmo tan acelerado, que las etapas intermedias escapan
a nuestra observación _ '
Esta ley de abr/aviación de fórmulas de actos repetidos con fre—
cuencia tiene fundamental importancia en Biología, y sus efectos
se manifiestan en todo el reino animal. Sobre ella descansan en el
hombre no sólo el aprendizaje de toda simple actividad, como la
marcha, la natación o cualquier destreza manual, sino también,
en principio, el perfeccionamiento de los medios de desarrollo
psíquico superior: escritura, lenguaje, gestos y ademanes; en
suma, todo cuanto sirve al hombre para comunicarse con sus.
semejantes consiste en tales fórmulas de abreviación, comprimidas
y estereotipadas hasta el límite. El ejemplo que puede seguirse
con más exactitud es el de la evolución de la escritura a partir
de series de signos figurados
No debemos olvidar, a este propósito, que los procesos vitales
han de concebirse siempre, no como puramente parciales y mecá—
nicos, sino como totales y deliberados, según ha demostrado fun-
damentalmente ALVERDES apoyándose en numerosos ejemplos
zoobiológicos.
Podemos, pues, resumir el desarrollo elemental de la actitud
motora frente a estímulos exteriores en los cuatro actos siguientes .
1.o Superproducción de movimientos.
2.0 Selección entre los movimientos suplementarios y pro-
longación de los que neutralizan el estímulo.
3.° Abreviación de la fórmula del proceso selectivo.
4.° Inmovilización de la fórmula abreviada, o sea, fijación
progresiva de la reacción elegida, mediante continuadas repeti—
ciones.
106 Los aparatos psíquicos y su formación evolutiva

Así, los movimientos seleccionados dan paulatinamente origen


a hábitos y, por último, a movimientos reflejos, o sea, a reacciones
completamente estereotipadas a un determinado estímulo. _
La conducta psicomotora de un ser viviente adulto se com-
pone de los tres grupos de movimientos reaccionales enumerados ;
pero la gran mayoría de los actos necesarios se nutren de reflejos
elaborados o de hábitos, es decir, de fórmulas de abreviación más
o menos fijadas, en tanto que las reacciones selectivas sólo se
aplican en presencia de situaciones nuevas especialmente complejas.
Un hecho muy importante en filogenia es que los seres supe—
riores trasladan cada vez más de fuera adentro las reacciones selec-
tivas. Éstas van disminuyendo en la motilidad periférica, y aumena
tando en el órgano central del sistema nervioso. Un estimulo nuevo
no suele dar ya origen a un tumulto de movimientos en número
excesivo, sino, por lo visto, a una sucesión de estados psicológicos
invisibles, por producirse en el interior del organismo, y que Sólo
se manifiestan por su resultado final, consistente en el movimiento
utilitario elaborado; El tanteo no sigue efectuándose a base de
movimientos, sino, en cierto modo, de gérmenes de los mismos.
Por lo menos enel hombre, estos actos psicológicos de selec-
ción localizados en el sistema. nervioso central van acompañados
deconciencia, y se llaman procesos oolz'tz'vos. Uno de estos proce—
sos, producto inicialmente compuesto de elementos figurados (re—
presentación finalista) y corrientes afectivas (sentimientos de placer
y displacer), adquiere carácter propio de formación psíquica, me-
recedora de descripción particular por representar un germen de
movimiento, o sea, por su tendencia directa o indirecta a manifes—
tarse por vías psicomotoras, a inervar los músculos, a alterar su
Vtonicidad, a provocar movimientos finalistas, escritura, lenguaje.
Y lo típico del acto voluntario acabado, no transformado aún en
hábito o en reflejo, es que constituye un proceso de selección o
elección, un ensayo sucesivo de gérmenes de intenciones psico-
motoras.

EXPRESIÓN VOLITIVA Y EXPRESIÓN AFECTIVA


Hasta ahora hemos seguido la evolución de los actos motores
mismos, sin preocuparnos de saber si van acompañados de procesos
de conciencia, ni de cuáles sean éstos. Ahora podemos ya volver
nuestra atención, dentro de los grados superiores del desarrollo,
a los procesos psíquicos relacionados con los movimientos. Inten—
taremos ver por dentro lo que hemos visto por fuera, conocer la
vida interior directa del individuo que se mueve.
El psiquismo y su evolución 107i

Los movimientos vegetativos espontáneos (latidos del cora-


zón) y los de reacción provocados por estímulos de origen simpático
o puramente espinal (reflejos pupilar y rotuliano) (1) no van acom—
pañados de conciencia, o bien no los percibe el sistema nervioso
sensitivo después de su ejecución motora, pOr lo que no llegan
a ser objeto de experiencia psíquica. No decimos : « Lato con mi
corazón», sino : << Mi corazón late, y yo lo percibo».
La situación psíquica es ¡muy similar cuando se trata de refle—
jos y hábitos con inervación cerebral, derivados por abreviación
de movimientos selectivos. Tan pronto como mi pie resbala, ex-
tiendo el brazo para apoyarme en el objeto sólido más cercano.
Para describir este movimiento reflejo nos sirve a veces la frase
empleada con referencia al corazón: << Mi brazo se extendió en
busca de apoyo»; sin embargo, suele decirse más vagamente:
« Extendí el brazo sin querer, buscando apoyo», lo. cual implica
cierta participación psíquica del yo, al mismo tiempo que la expre—
sión << sin querer» excluye cualquier acto psíquico claramente dife—
renciado. Existen, pues, infinitas fases intermedias desde los actos
motores carentes en absoluto de conciencia, pasando por los refle— :
jos y hábitos psíquicos relacionados incierta y vagamente con el
yo, hasta los actos voluntarios propiamente dichos, en los que
participa la psique de un modo francamente positivoy bien di—
ferenciado. ,
Asi Como lo esencial del proceso volitivo consiste objetiva-
mente en su carácter de reacción selectiva, subjetivamente repre—
senta la experiencia por la cual participan elementos psíquicos en .
la ejecución del acto cinético. De igual modo que, en los reflejos
inferiores este acto es provocado directamente por la percusión del
tendón, es decir, por un factor mecánico, no psíquico, en el pró—
ceso volitivo resulta de la «decisión», o sea, de un acto psíquico
que deja libre la vía a la inervación. Sobre la experiencia directa
de la reacción selectiva, sobre la conciencia de escoger entre dis-
tintas reacciones posibles, descansa la conciencia del libre albedrío
o determinación libre de la voluntad. Es evidente que este hecho
del libre albedrío, como experiencia subjetiva directa, constituye
una realidad fenomenológica tal, que puede servir sin esfuerzo para
examinar desde el punto de Vista de la causalidad objetiva las
leyes generales. Un móvil que en la experiencia subjetiva parece
ser el más razonable, dentro del marco de la. observación causal
naturalista resulta ser el estímulo biológico más fuerte o apre-
(1) Podemos considerar también estos movimientos reaccionales con centros infe-
riores de inervación como producto filogénico de selección y fijación. Estos mecanismos
no se comprueban empíricamente en el hombre sino por la automatización de actos voli—
tivos en su origen, o sea, dentro del marco de los reflejos superiores o psíquicos.
'108 Los aparatos psíquicos y su formación evolutiva

miante, y, por ello, el que necesariamente hace sentir sus


efectos.
La idea de fin que acompaña al acto voluntario, es, en el aspecto
objetivo, la causa de un movimiento determinado, del mismo»
modo que aparece como finalidad del mismo en la experie
ncia
subjetiva. y ,
Ahora bien: en la psicomotilidad superior encontramos, al
lado de reacciones volitivas, un grupo de formas cinéticas a las
que se ha dado el nombre de movimientos de expresión afectiva.
Algunos de ellos Se identifican sin dificultad ¡como reflejos, o sea,
como formulaciones de actos selectivos finalistas en su principio.
Cuando cerramos el puño en un acceso de cólera, se aprecia clara-
mente el significado finalista inicial del gesto, que fue, ante todo,
un movimiento hostil hacia un adversario amenazante. DARWIN (1),
después de minuciosas investigaciones en hombres y animales,
formuló su teoria filogénica de las expresiones afectivas, y en ellas
las presenta como rudimentos atávicos de movimientos racionales
en 511 origen; por ejemplo, el gesto malicioso de alzar el labio
superior habria servido primero para descubrir los caninos en son
de amenaza ; el llanto, para eliminar un cuerpo extraño molesto,
y la «carne de gallina »'que acompaña al miedo, una débil tenta—
tiva de erizar los pelos para intimidar al adversario y ponerlo en
fuga. Otras categorias de expresiones afectivas se pueden explicar,
de acuerdo con DARWIN, por el principio del contraste, según el
cual sentimientos opuestos tienden a provocar una inervación
igualmente opuesta, aproximadamente como el perro expresa hos—
tilidad por la tensión de los músculos y la marcha erecta, y zala-
meria mediante relajación muscular y actitudes rastreras, flexuo—
sas. Las manifestaciones del primer tipo serían de carácter finalista,
y las segundas, a juicio de DARWIN, tendrian el valor de simple
contraste ; pero creemos que esta explicación sólo es aplicable, a
lo sumo, a una parte de los hechos que nos interesan. Un tercer
grupo de expresiones afectivas, especialmente relacionadas con los
aparatos vegetativos (pulso, sistema vasomotor, peristalsis) parece
tener una génesis mucho más primitiva; de sentimientos fuertes
resulta una producción excesiva de energía nerviosa, que,‘sindirec-
ción específica, irradia hacia las asociaciones celulares más lejanas
del organismo, excitándolas o paralizándolas directamente.
Es impórtante el hecho de que en las fases evolutivas infe-
riores no existe ¿Min diferenciación entre las expresiones volitivas y
(1) Dejamos también a un lado la cuestión de si la teoría darwinista se aplica al
problema mimico en general o sólo a algunos aspectos del mismo. —-— CH. DARWIN,
Der
Ausaïruck der Genn’itsbewegungen bei) den iWeiischei/i und den Tieren. Schweizerbart, Stutt—
gart. —— KRAEPELIN, en su Tratado, se ha servido ya de la teoria de Darwin para
explicar
las formas histéricas de expresión a la luz de la filogenia.
El psiquismo y su evolución I 109

las afectivas, y lo mismo hemos comprobado en cuanto atañe a los


procesos de conciencia que sirven de base a unas y otras. Los actos
motivados, algo complejos, que tienen su origen en elecciones intra-'
psíquicas de orden superior, son poco importantes todavia en los
animales y en el niño pequeño. Los animales reaccionan general—
mente de un modo mucho más impulsivo o inmediato que el hom—
bre adulto a las impresiones sensoriales directas: se precipitan
sobre el alimento apenas lo ven, y al primer sonido o ruido de
alarma, atacan o huyen ; el estimulo sensorial provoca en el acto
"la explosión motora. Estas reacciones animales son mucho más
terminantes, es decir, positivas o negativas en absoluto : resisten-
cia ciega, miedo insuperable u obediencia sumisa, deseos inmode—
rados, fascinantes, si o no exentos de tonalidades intermedias, de
las inhibiciones y cOnducciones indirectas que las reflexiones mo-
tivadas de la vida psíquica superior imponen a la afectividad
elemental. Sus formas de expresión carecen asimismo de elemento
moderador; examinadas desde un nivel superior aparecen a me-
nudo como << desenfrenadas », excesivamente fuertes y persistentes.

INSTINTOS E IMPULSOS

Por lo regular, la afectividad del animal reacciona a estímulos


vitales inmediatos : necesidad de nutrición, impulso Sexual, defensa
propia. Alrededor de estos centros se distribuyen en grupos los
instintos. '
Cuando se produce un estimulo de uno de esos grupos, origina,
al parecer, un estado afectivo fuerte y difuso, que se resuelve, a
su vez, en reacciones motoras. Estas descargas motoras'correspon-
den, según hemos visto, a expresionesafectivas humanas de ale—
gría, deseo, miedo, odio, etc., y son, al mismo tiempo, racionales,
porque implican movimientOs de aproximación, intimidación, ata-
que o huida respecto al objeto causante del estado afectivo. Las
formas de reacción en que se asocian la expresión afectiva y la
expresión volitiva (es decir, una orientación tendenciosamente fina-
lista hacia un objeto) constituyen, a nuestro juicio, reacciones im-
pulsivas. Las explosiones afectivas de los niños pequeños son mucho
más tendenciosas que las del adulto; vemos con nítida claridad
lo que el niño pretende lograr mediante ellas. El adulto, como ya
se han diferenciado en él apreciablemente los mecanismos motores
de la expresión afectiva y de la volitiva, no encuentra fácil infundir
por vía motora tendencias volitivas en forma de expresión afecti—
va; ante una situación cualquiera, reacciona con movimientos
afectivos reflejos involuntarios, o bien trata deliberadamente de
110 Los aparatos psíquicos y su formación evolutiva

producir expresiones afectivas con un fin determinado, y éstas nos


parecen entonces «artificiales», «teatrales», pues advertimos la
incongruencia de ambos actos motores, que ya. no se Vacoplan
con precisión.
Los conceptos «impulso» e «instinto» se emplean a menudo
como equivalentes, y son inseparables. El primero designa más
bien el proceso afectivo mismo, y el segundo correspOnde mejor
a la fórmula especial propia del modo de manifestarse aquél.
Con ayuda de los conceptos que propone ALVERDES, se com-
prende mejor“lo que distingue una acción instintiva de Otra inte— '
ligente (intencional 'y meditada) : Las acciones de los hombres y
de los animales se componen de constantes (K) y variables Í V) ;
las primeras representan los elementos fijos de cada acción, la
parte formular transmitida por. herencia (no por la tradición), «el
patrimonio de conducta »V (BÜHLER), en tanto que los elementos
variables son aquellos que el ser viviente adquiere de un modo
u otro por efecto de su adaptación a las condiciones diversas del
medio. No hay Oposición absoluta entre K y V, que son simple-
mente los puntos terminales de toda una serie de transiciones.
Los rígidos mecanismos instintivos que intervienen en la construc—
ción de nidos de ave, por ejemplo, contienen también elementos
variables que se adaptan a la situación, como los relativos a la
elección de sitio y al empleo de materiales. Se denominan acciones
instintivas aquellas en que ¡bi/¿dominan constantes, e inteligentes o
deliberadas, las que comprenden variables en número superior.
En este aspecto salta en seguida a la vista que en el hombre
predominan mucho más que en los animales las acciones inteli-
gentes sobre las instintivas propiamente diChas. Desde que nace,
elvhombre tiene que aprender y practicar casi todo ; únicamente
domina, por instinto, algunas de las fórmulas de acción más vitales,
como la de succión el lactante, o la del acto sexual el adulto, sin
auxilio de la experiencia. Sin embargo, no debe olvidarse que
incluso las acciones humanas más variables en su particular modo
de ejecución tienen en su raíz un componente instintivo ; la ten-
dencia general de orientación es patrimonio heredado'sól‘ido, pero
la realización varía en cada caso, por intervenir la inteligencia.
Sólo muy relativamente es exacta la oposición entre «natura» y
«cultura» derivada de la filosofía racionalista, en particular de
ROUSSEAU, y que todavía se refleja, por ejemplo, en la teoria psico—
analitica. Instituciones complejas de la vida civilizada, como la
ética, el Estado, la religión, el matrimonio, los usos y costumbres,
tampoco son creaciones artificiales arbitrarias de legisladores,
sacerdotes o castas ; sus tendencias generales se repiten una y otra
El psiquismo y s'u evolución I 111

vez en la psicologia étnica, y tienen firmes raíces afectivas (no


racionales en primer término) en la conciencia del pueblo. Y esto
no se refiere sólo a las actitudes que en el hombre suelen calificarse
de impulsos, como la sexualidad, sino también a la aptitud nativa
para dominarlos, para adaptarse al medio social, de 1a que emanan
racionalmente las normas y directrices morales
No pocas veces se hace difícil separar en el hombre los modos
de conducirse, sólidamente fijados pOr tradzcio’n, de los instintos
propios, consolidados por herencia. Muchos de los ritos e institu-
ciones sociales de los pueblos primitivos, transmitidos por tradi-
ción (por ejemplo, los del matrimonio), apenas ceden en fijeza y
formulismo' a los instintos de los animales ; es muy probable que
en su raíz haya elementos instintivos constantes (en ciertas razas
animales se observa una aversión instintiva al incesto, como origen
de la exogamia), análogos a los instintos por sus efectos biológicos
y su finalidad relativa.
Tanto las acciones instintivas como las inteligentes persiguen-
fines biológicos ; pero la finalidad de aquéllas es sumaria, y la de
éstas acomodaticia, es decir, adaptada a la situación en cada caso.
La superioridad de la acción inteligente radica justamente en esta
mejor adaptabilidad al caso particular, pero presenta el inconve-
niente de su penoso aprendizaje y su difícil realización cuando llega
el momento. La acción instintiva tiene la ventaja de poderse eje—
cutar en el acto, con rapidez fulminante y puntualidad automá-
tica, y el serio reparo de su rigidez, que al cambiar la situación
puede conducir a un resultado radicahente opuesto al pretendido,
con grave daño para el individuo. Entre los animales se encuen-
tran grotescos ejemplos. de ello: la libélula, comouna máquina.
de devorar, se come su propio abdomen si se le aproxima“ a la
boca; la araña de Volkelt no puede apoderarse de su presa más
que cuando está en una situación ya habitual, o sea, en la red,
y cualquier cambio la expone a morir de hambre junto a 1a mosca
inaccesible entonces. En el hombre, los puntos favorables y des-
favorables de ambos modos de comportarse se advierten mejor
con la Ocasión de síndromes de terror o de pánico y de muchas
manifestaciones casi instintivas de histerismo.
CAPÍTULO VII

Mecanismos híponoicos
No sabemos si es posible descubrir. en la vida psíquica del
hombre actual, bajo la capa superficial. de su civilización, los ves—
tigios de fases eVolutívas anteriores, ni si esa vida muestra anillos
o estratos de crecimiento- El cerebro presenta una estructura
francamente evolutiva. Pero, al referirnos en los párrafos siguientes
a capas psíquicas (1), lo hacemos siempre en sentido figurado,
sin preocuparnos de si corresponden a aparatos cerebrales super-
puestos en el curso de la evolución o si esas «capas filogénicas »
significan sólo diversos modos de funciOnamiento o aplicación de
un mismo aparato; tanto es posible lo uno como lo otro. Sólo
interesa recordar que entendemos por aparatos psíquicos en gene-
ral las funciones psíquicas de un aparato corporal que nos es bien
conocido, que pone el yo en comunicación con el mundo exterior,
que recibe estímulos sensoriales, elabora, con ellos representaciones
y los restituye en forma de movimientos ; en una palabra, de un
aparato corporal que, partiendo de los órganos de los sentidos,
enlaza por las vias nerviosas periféricas con los centros sensitivos
del cerebro, y por los centros motores del encéfalo y los nervios
con la musculatura, para asegurar así la continuidad funcional
entre impresión y expresión. Los aparatos psíquicos son para nos—
otros el sistema funcional psíquico que refleja el trabajo de este
aparato sensomotor, o sea, los procesos de figuración y de expresión.
Entre‘los procesos de figuración psíquica del hombre civili-.
zado adulto, tras los mecanismos psicológicos hoy dominantes,
encontramos efectivamente otros tipos de funciones que se nos
presentan siempre con los mismos rasgos fundamentales en campos
de observación muy diversos, v sobre todo, en el sueño, en la hip—
nosis, en el estado crepuscular del histerismo y en los trastornos
mentales esquizofrénicos. Como quiera que estos tipos de funciones
ofrecen analogías muy notables con los correspondientes a fases
filogénicamente inferiores de la vida psíquica, podemos conside—

(1) A propósito de la teoría de las capas, véase también E. ROTHACKBR, Dic Schichtm
der Persónlichkeit Barth Leipzig, 1938
Mecanismos hiponoicos - 113

rarlos como probables residuos de estas últimas, y, en consecuen—


cia, los agrupamos en la denominación de «mecanismos hipo-
noicos ».
Los SUEÑOS
Designamos por sueños (1) los procesos psíquicos figurados
mientras dormimos, o sea, en un estado que se caracterizapor un
consumo de energía psicofísica mucho menor del corriente. La vida
psíquica se halla entonces relajada, como la musculatura. Durante
el sueño desaparece la concentración del curso de nuestros pensa—
mientos en torno a ciertas ideas rectoras, mantenidas a lo largo
del día como atención sostenida y consciente de su actividad.
Quien sueña, se siente pasivo frente a las imágenes que, sin fina-
lidad ni apremio, desfilan ante él laxas, desordenadas y aparente-
mente desprovistas de sentido. Con frecuencia no se puede con-
cretar si tales imágenes están localizadas en uno mismo o en el
mundo exterior, si el yo las percibe como representaciones subjetivas
o como sucesos objetivos. Dado caso que las vías de acceso a los sen-
tidos se encuentran casi cerradas mientras se duerme, los materiales
de que se componen las imágenes soñadas, son principalmente
engramas, huellas mnésicas de experiencias recientes, en particular
de la víspera, pero también mezcladas con recuerdos lejanos,
incluso de la primera infancia ; a veces se agregan algunas impre«
siones nuevas, imprecisas y fantásticamente elaboradas, sensaciones
corporales y fragmentos de impresiones auditivas.
Para examinar la estructura psicológica de los sueños, el medio
más seguro, el que la experiencia misma ha puesto en nuestras
manos, consiste en anotar exactamente, en el momento de deSper-
tarnos,primero el sueño, y luego las ideas e imágenes que se derivan
del mismo por asociaciones directas mientras pasamos al estado
.de semivigilia. Este segundo grupo es de capital importancia para
interpretar los sueños, pues en algunos casos nos proporcionan
casi por completo y a modo de vivencia directa y evidente i los
diversos vínculos que unen el pensamiento que actúa en sueños
con la operante en estado de vigilia. Pero algunos sueñós muestran
una correlación tan patente con los contenidos de la conciencia
despierta del que ha soñado, que podemos interpretarlos con gran
probabilidad, al menos en sus relaciones superficiales, sin ayuda
de los datos que se refieren al período de transición del semisueño.

(1) A pesar de ciertos prejuicios constructivos y e‘xageraciones, el libro de FREUD


sobre la interpretación de los sueños tiene una importancia decisiva y sirve de funda-
mento para comprender la fisiología onírica y otros mecanismos psíquicos análogos (con-
densación, traslación, simbolización, carácter optativo, etc).

8. KRETSCHMER: Psicología médiCa.


114 Los aparatos psíquicos y su formación evolutiva

Citaremos como ejemplo, en primer lugar, un sueño de Bis-


marck ¿(1) relatado en sus Pensamientos y recuerdos, y que forma
parte de una carta dirigida al emperador Guillermo:
<4 El mensaje de Vuestra Majestad me incita a contarle un sueño que
tuve en la primavera de 1863, en aquellos días de graves conflictos cuya
solución nadie podia entonces prever. Soñé, y asilo referi por la mañana
a mi mujer" y a otras personas, que cabalgaba por un estrecho sendero
montañoso, con el abismo a mi derecha y un muro de roca a la izquierda ;
el sendero se iba haciendo cada vez mas angosto, el caballo se resistía, y
era imposible retroceder o echar pie a tierra, por falta de espacio. Con mi
fusta en' la mano izquierda golpeé entonces la muralla lisa y rocosa, invo-
cando a Dios; la fusta se hizo infinitamente larga, la roca se desplomó
como un bastidor de tramoya, y vi ante mi un ancho camino que descru—
bria un paisaje de colinas y bosques, como los de Bohemia, tropas prusianas
con banderas, y dentro de mi, dormido aún, el pensamiento de comunicar
cuanto antes todo ello a Vuestra Majestad. Este sueño 'se cumplía, y yo
me desperté contento y vigorizado ».
El sueño relatado, muy sencillo y transparente, permite ya
deducir algunos puntos de interés. En primer lugar, en él no se
encuentra ninguna idea abstracta: todos sus pormenores consis—
ten en imágenes concretas, que se suceden unas a otras sin moti—
vación ni anudación lógica. Los objetos cambian de carácter, y no
se observan las condiciones empíricas fijas de tiempo y eSpacio.
Al principio, se trata de un paisaje montañoso, de un. sendero
b0rdeado de rocas; de pronto, éstas se truecan en una ligera
decoración'de teatro, fácil de derribar, y tras ella aparece una
región totalmente distinta, animada por movimientos de tropas.
Por consiguiente, tanto desde el punto de vista lógico como desde
y elobjetivo, estas series de imágenes son asi-ntáctz'cezs.
Hay además otra particularidad: La serie asintáctica de imá—
genes carece de sentido por si sola, pero se hace inteligible si la
examinamOs simbólicamente en correlación con las ideas que enton-
ces agitaban a Bismarck’ en sus horas de vigilia. Resumiendo la
situación psíquica de este personaje en medio de las luchas poli—
ticas de 1863, podría decirse: << Me siento solitario en un puesto
elevado y peligroso ; estoy expuesto a caer en cualquier momento,
y no puedo volver atrás, ni avanzar tampoco ante la dura resis-
tencia general. Sólo Dios puede obrar un milagro. Sólo una guerra
entre Prusia y Austria me sacaría de tan dificil situación». Esta
serie de ideas se desarrolla en el sueño punto por punto ; pero no
en forma de expresiones abstractas y proposiciones con ilación
lógica, sino en la de imágenes concretas y Vivas, que han recobrado
su sentido figurado original. El <4 estadista preeminente » se en-
(1) Lo utiliza también HANS SACK, Ein Tmum Bismarcks, Intern. Zschr. Psi-
choanal., 1913, _ .
P‘
Mecanismos hiponoicos . 11:)

cuentra sobre una verdadera cumbre, y un auténtico precipicio


espera la «caída del ministro». La «resistencia dura» es algo que
«se le opone», la muralla rocosa levantada ante él. El milagro
de Dios se opera visiblemente como en el teatro, y la «guerra
entre Prusia y Austria» aparece a manera de paisaje policromo,
animado por movimientos de tropas.
Así, pues, las series de imágenes representan símbolos, si bien
esta palabra se ha de tomar con orientación opuesta a la que tiene
en las formaciones correspondientes del hombre primitivo. Las
figuras concretas o símbolos de los primitivos siguen una dirección
prospectiva, son fases preliminares vagas de una noción abstracta
que aún no poseen. En el hombre civilizado, por el contrario, la
mayor parte de los símbolos son formas retrospectivas de evolu—
ción, traducciones de ideas abstractas ya elaboradas, aun lenguaje
figurado más ingenuo. Se puede-decir con FREUD, en este sentido,
que .el'simbolismo de los sueños constituye una «regresión», un
retorno de los procesos de representación desde una síntesis supe—
rior a otra más simple, de lo abstracto a lo. concreto, de la propoá
sición construida con lógica a una película desarrollada sin la
menor sintaxis.
Puesto que hemos elegido para ejemplo el sueño de Bismarck,
lo utilizaremos para estudiar otros mecanismos en relación con lOs
sueños. Pero, a falta de datos referentes a la fase de transición,
habremos de servimos de interpretaciones verosímiles que cono—
cemos como leyes comprobadas por los resultados del examen de
muchos otros sueños. La escena del fustazo contra la pared de
roca y del milagro divino inmediato recuerda notablemente un
relato del Antiguo Testamento, aquel en que Moisés, golpeando
una roca, proporciona agua a los hijos de Israel. Siendo Bismarck
un hombre profundamente. religioso y conocedor de la Biblia, es
posible que se le ocurriera a veces comparar su situación política
con la de Moisés en medio del pueblo ingrato que conducía a través
del desierto. El escenario especial del sueño, paisaje montañoso
y tierra de Bohemia, pudo serle sugerido, en parte, por los lugares
en que solía pasar sus vacaciones, ardientemente anheladas aquel
estío. Las comparaciones entre su actividad política y su situación
como jinete son, por lo demás, giros muy corrientes y notorios del
estilo de Bismarck. r
Así, es posible, sin esforzarse, asociar conlógica claridad, no
sólo el conjunto del sueño, sino también sus detalles, hasta los
mínimos pormenores de cada imagen, a contenidos psíquicos de
Bismarck que eran de dominio público, incluso a los más impor-
tantes, a los que por entonces habían de preocuparle e interesarle
116 Los aparatos" psíquicos y su formación evolutiva

en mayor grado. Se trata, pues, de aglutinaciones típicas de imá-


genes, de condensaciones en que se reúnen imágenes heterogéneas,
pero sometidas a una atmósfera afectiva común, para componer
una situación general homogénea en la mente del que sueña;
la imagen de su propia'persona y sus dificultades politicas, la reli—
giosa de Moisés y algunos escenarios propios de sus temporadas
de vacaciones, serían, en este caso, los elementos que entran en la
condensación. No pretendemos haber interpretado con acierto este
sueño en todos sus puntos; pero si creemos que en 1a vida psí-
quica, y, cOn ello, en el sueño, nada puede haber de contingente
o absurdo, que todo está determinadoy sujeto a leyes hasta en
sus más nimias particularidades.
Con ia asintaxis y ia materialidad plástica, la an/¿t'inacz'ón de
imágenes constituye una de las principales normas del pensamiento
onirico. En cuanto a las condensaciones, cualquiera encontrará
numerosos ejemplos al recordar sus propios sueños. Vemos a una
persona que es, a1 mismo tiempo A y B, con predominio de los
rasgos de uno u otro; a veces, tal persona es uno mismo, o aquel
con quien está hablando ; la escena ocurre en la sala de conferen—
cias en que uno habló ayer, pero representa al mismo tiempo un
paraje del pueblo natal. Y así, hasta el infinito, se sucede esta
fusión de imágenes heterogéneas y desemejantes, que nos recuerda
vivamente la ideología de los indios, para quienes son una misma
cosa ciervo, cacto y lucero de la mañana.
« He hecho una excursión al valle del Danubio, escalando duras y
abruptas rocas ; al regresar por la tarde, mi antipática patrona me obse-
quia con una reclamación abusiva de alquileres; por la noche sueño que
'me veo obligado a acarrear para ella piedras de las rocas del Danubio».
Las dos situaciones desgradables, de tonalidad afectiva común,
se funden aquí en una sola imagen, donde las piedras representan
el dinero reclamado o'se identificancon él.
Cierto médico sueña que ha de presentar en clase a un enfermo
de cáncer; mientras le está abriendo el cráneo, advierte que el
paciente se ha convertido en la esposa del doctor N., la cual tiene,
efectivamente, una antigua cicatriz arqueada en la frente. Esta
cicatriz constituye el eslabón que une entre si a dos personas dis—
tintas en todo lo demás.
Otro sujeto refiere que ha soñado cómo nadaba en una balsa
fangosa, una veces tal cual es, y otras con figura de anguila o de
rana. Cuando prevalecia su propia personalidad, experimentaba en
ocasiones repugnancia al nadar entre los peces, tan escurridizos ;
pero tal sensación desaparecia en cuanto predóminaba de nuevo
la figura de anguila.
Mecanismos hiponoicos .
I 117
En otro sueño, un individuo llega a fundir en una
sola imagen
un buen plato de ternera que había comido la víspera con
un eX-
celente artículo leído ese mismo día. '
Estos ejemplos demuestran que las aglutinaciones de imágenes
durante el sueño son sumamente cambiantes y fugaces, que
las
distintas imágenes se reúnen, se separan y vuelven a reunirse
con
gran facilidad ; de aquí que no sea posible trazar una línea divi-
soria clara entre condensación y traslación en el sueño. De tales
conglomerados de imágenes hay a veces varias simultáneamente
en la conciencia, y en otros momentos sólo una de ellas representa
todo un grupo. Y es que el sueño trabaja a menudo con figuras
superpuestas u opacas. Alguien Sueña que está sentado con varios
viejos amigos en un jardín, como en su época de estudiante. La
figura principal que pronuncia el brindis, es un estudiante A, que
no le era muy simpático. En sueños se da vagamente cuenta de
que eso no puede ser, de que hay algo mal ajustado ; y dormido.
aún, pero con ciertos atisbos de conciencia, se le ocurre de pronto, ‘
con neta precisión, que aquel no es A, que debe ser B, es decir,
uno de sus mejores amigos, parecido a A en algunos rasgos. Esta
es una traslación típica, con aglutinación de dos imágenes, de las
que en pleno sueño sólo una existe en la coneiencia, precisamente
aquella que hace absurda la escena de conjunto ; detrás de esta
imagen opaca, al iniciarse el-despertar de la conciencia, aparece la
auténtica, manifiestamente racional y ajustada a la situación.
Es curioso quetales traslaciones, tales deformaciones de esce-
nas por obra de figuras opacas, no se produzcan en un momento
cualquiera del sueño, sino precisamente en aquel en que se con-
centra el acento afectivo del cuadro. A veces, la deformación tiene
algo de tendencioso. Así como un chiquillo travieso arranca de un
anuncio mural un trozo que le desagrada, una imagen concebida
en sueños se nos hace borrosa a veces allí donde presenta tonali-
dades afectivas fuertes, en particular ambivalentes o penosas, que
ni siquiera en pleno dia encontramos del todo soportables.
Esto nos conduce a hablar del papel preponderante que des-
empeñan las corrientes afectivas en 1a formación de aglutinaciones
de imágenes soñadas. He aquí un ejemplo de sueño, que nos re-
firió hace mucho tiempo el médico que lo tuvo:
—_.—

En el curso de las últimas semanas había tenido que participar repe-


tidamente en unas sesiones dirigidas por cierto profesor N., con suficiencia
y amplitud agobiantes. A1 pedirle el narrador que se ciñera a lo esencial,
aquél dirigió una queja . escrita al jefe de la clínica. Entonces el médico
soñó que él mismo había dirigido a1 profesor una larga carta que terminaba
con algunas expresiones tajantes y de muy mal gusto, dando a entender
que, por tener que instruir a algunas parejas de novios en los deberes y de—'
118 Los aparatos psíquicos y su formación evolutiva

rechos inherentes al matrimonio, no disponía de un solo momento que


dedicar a las fastidiosas sesiones del profesor N. Esta carta le es devuelta
por el jefe de la clinica, con las frases inconvenientes'subrayadas de rojo.
Veía asimismo la figura del profesor, y medio dormido, algo consciente
ya, observó que esta figura se transformaba, en parte, en la del guardabos-
que M., delante del cual habia. dirigido la víspera unas palabras duras a
su mujer, por indiscreta; lo cual le traía preocupado. Durante el sueño
tenía la convicción singularmente clara de que se trataba, no del señor N.,
sino del señor M. ; ambos se parecian, incluso de cara, pero esta semejanza
llegaba en sueños al extremo de que las dos figuras se confundían en una.
Al iluminarse más la conciencia, evocaba en segundo término los trabajos
cientificos de un autor que, al lado de algunas ideas plausibles, había es—
crito muchos disparates.
Este sueño nos ofrece, sobre todo, dos imágenes mnésicas: una
de ellas, A, corresponde a la escena de la reunión con el profesor,
y a la subsiguiente carta de éste ; y la otra, B, al intercambio de
palabras con el guardabosque y su estúpida mujer. Los dos episo—
dios se habian desarrollado bajo la influencia de una acción afectiva
persistente de idéntico tipo: contrariedad justificada por haber
perdido tiempo a causa de habladurias inútiles, 'y que terminó
desahogándose con algunas expresiones fuertes,.pero que, en ambas
ocasiones, le habian dejado la impresión de haberse excedido un
tanto al final. Esta corriente afectiva común, persistente en su
sueño, influye sobre las dos imágenes A y B y las aglutina en
una condensación típica, facilitada, además, por'la semejanza entre
los dos personajes principales. El sueño de Bismarck se compone
exclusivamente de factores afectivos vigorosos, y en la condensa-
ción antes referida entre el aumento de alquiler y las rocas del
. Danubio se reconoce también el vehiculo de la afectiVidad común,
lo mismo que en la integrada por el excelente artículo y el plato
de carne. Ejemplos como estos se encuentran a docenas. El sueño
que tiene por objeto al profesor N, muestra, además, una bella
transposición en imágenes concretas ; el reproche abstracto moti-
vado por la conducta final del narrador aparece en el sueño en forma
de carta con 'las últimas frases subrayadas de rojo, y el motivo de
la misma se halla determinado por asociación con otra carta
efectivamente escrita, pero en sentido inverso.
Aparte estas condensaciones y traslaciones de origen afectivo,
es decir, caíaíimz'co, encontrarnos otras en las que la aglutinación
de imágenes parece condicionada solamente por leyes de asociación
formales, por semejanzas exteriores, por la coincidencia o la simul—
taneidad, etc, lo que no excluye absolutamente la posibilidad de
una acción afectiva más profunda, inaccesible ya a nuestro análisis.
* Si queremos formular un símil concreto del estado psíquico
propio del sueño, nos lo podemos imaginar como una masa de agua
Mecanismos. hiponoicojs ' 1 19

estancada, con esclusas, que no crece ni mengua, y en la cual flotan


libremente algunas imágenes .y fragmentos de imagen; por efecto
de corrientes afectivasprofundas y lentas, estos elementoss'e mue—
ven en todas direcciones, se aglomeran a veces y vuelven a sol-
tarse. Al deSpertar, las esclusas se abren, ’y todo se dirige preci-
pitadamente en linea recta hacia el objetivo, hacia la rueda del
molino. .
Para dar una idea clara del número y la complejidad de los
elementos figurados y córrientes afectivas que se compenetran en
los sueños, exponemos otro sueño de un colega nuestro, que nos
autorizó para publicarlo :
« En mi sueño, brevemente resumido, la esposa de un colega. daba
una conferencia, y se detuvo de pronto, declarando que no podia continuar
n'i podria hacerlo antes de una hera. _
Este sueño se basa en los siguientes aconteCimientos : Habia asistido
yo, unos dias antes, al entierro de un profesor de la Universidad, y en el
centro de la ciudad coincidió con el cortejo fúnebre la conferenciante antes
mencionada ; pensé entonces que estaría contrariada por tener que seguir.
su camino a la vista de todos sin agregarse al acompañamiento, y creo
que esta idea de lo desagradable de su situación. pudo asociarse al incidente
de su interrumpida disertación. . '
Pero es que, en realidad, fue a mi a quien ocurrió el percance. Soñando,
experimenté claramente la tortura de sentirme incapaz de' evocar ideas
nuevas, y recordaba muy bien un intento frustrado de improvisación del
que, por cierto, no habia sido protagonista yo mismo. El caso es que tuve
la sensación penosa de interrumpirme, aunque quien , lo expresaba con sus
acciones era la esposa del colega. Existía, pues, una notable disociación
de la personalidad.
La tarde anterior habiamos tenido invitado a un joven doctor que
acababa de aprobar sus exámenes definitivos. Expresó su alegría mani—
festando que iba a dedicarse a leer las obras de Ibsen y de otros autores,
lo que no habia podido hacer durante la carrera por falta de tiempo y por
exceso de preocupaciones ; yo pensé en las exigencias demi trabajo pro-
fesional, lamentando que me obligaran a descuidar tanto las bellezas de
la literatura, pero me respondí interiormente que con una inteligencia más
flexible no habria tal descuido, aun disponiendo de poco tiempo. Esta
falta de flexibilidad intelectual intervino también en el sueño como funda-
mento de la interrupción de la conferencia.
La esposa de mi colega, conferenciante en mi sueño, no carece de
flexibilidad intelectual, ni mucho menos ; es. una señora muy despierta,
activa e ingeniosa. No es ella quien se detendria en plena conferencia, ni
quien perdería la afición a la lectura, aunque la absorbiera el trabajo profe-
sional. De modo que, en el sueño, se habían trastrocado negación y posición.
Este análisis se hizo en sus líneas generales involuntariamente, estando
aún semidormido. Y me proporcionó una sensación muy agradable la faci-
lidad con que pude seguir las vias asociativas, mucho mayor que en análisis
anteriores efectuados en plena vigilia».
Estas son las anotaciones de mi colega, a las cuales apenas
necesitamos añadir nada, puesto que con el sueño mismo contienen
120 Los aparatos psíquicos y su formación evolutiva

los datos aclaratorios del período de transición. Sugerimos sola-


mente al "lector que compruebe por sí mismo el complicado juego
de relaciones asociativas y afectivas que enlazan en ambos senti-
dos elementos figurados heterogéneos y corrientes catatímicas en
este sueño. Todos los mecanismos oníricos intervienen aquí: am—
plias condensaciones, la figura superpuesta en la escena más penosa,
la simbolización de series de ideas abstractas con ayuda de imáge-
nes concretas, y fuertes corrientes afectivas actuales, impulsoras
de toda la maquinaria representativa. Analizando sueños de este
género nos hacemos una idea de 'cómo estas obras maestras de
nuestro pensamiento, en el sueño y fuera de él, se hallan integra-
das y minuciosamente intrincadas en sus capas más profundas,
con cada punto asociado no solamente a los contiguos de la trama,
sino a los más distantes en todas direcciones, de donde resulta que
todos los pormenores se‘ hallan determinados por múltiples leyes,
esto es, « superdeterminados », sirviéndonos del término de FREUD.
Obsérvese en este sueño algo más detenidamente cómo se
produce la asintaXis de la serie de imágenes. En el. pensamiento
que actúa en sueños, vemos desaparecer todo el aparato de rela-
ciones lógicas entre las imágenes, así como algunas categorías fun—
damentales que mantienen rigurosamente encauzado nuestro pen— _
samiento despierto; tal sucede con la relación lógica «sujeto-
o-by'eto ». En nuestro sueño, el sujeto escucha y habla, es, a la vez,
testigo y actor en la penosa escena de la conferencia interrumpida.
Con frecuencia se observa esta intervención activa y pasiva a la
vez, sin que el sujeto que sueña, advierta la contradicción. I
_ Con esto guarda intima relación el hecho de que los dos
principales complejos de nuestra experiencia psíquica, el yo y el
mundo exterior, se descompongan y resuelvan uno en otro hasta
el punto de hacérsenos indistintos. Lo que en un momento dado
es yo en el sueño, puede ser, a la vez o inmediatamente después,
«no yo >>. Por eso, nuestro informante habla de una «disociación
de la persowalidad », ya que mientras su yo experimenta el senti-
miento penoso de la interrupción, las palabras y los gestos inhe—
rentes al mismo son obra, de un «no yo >>, de la esposa del colega.
La personalidad se disocia, se divide, como en el indio que unge
el dedo gordo de su pie como ofrenda. Fragmentos de 1a propia
personalidad pueden ser proyectados a manera de personas actuan—
tes en el mundo exterior, igual que, en el sueño precedente, la mujer
del colega no es más que la encarnación de una parte de la perso—
nalidad del que sueña, y especialmente de la penosa impresión que
le causa su carencia de flexibilidad intelectual. I
Mecanismos hiponoicos 1‘91
N

Tales disociaciones de 1a personalidad se efectúan las más


de las veces bajo la forma de identificación, caso especial de la
condensación. Entendemos por identificación la fusión parcial o
total de la personalidad con personas u objetos del mundo exte—
rior. El que sueña, puede sentirse total o parcialmente identificado
con personas relacionadas con él o que se le parecen, y ante
todo con aquellas unidas a él por lazos afectivos, dotadas de rasgos
semejantes a los suyos y que le agradan o desagradan. Esto no
ocurre como cuando en estado de vigilia nos comparamos con
otros, teniendo plena conciencia de la desigualdad entre las dos
personas,ide la divisoria entre ellas y de la existencia de ambas ;
la identificación constituye la experiencia directa de 1a superposi-
ción de dos imágenes, de su unificación..Sobre estas asociaciones
fundadas en la semejanza, el contraste y la afectividad común
descansa, en el último sueño citado, la identificación parcial del
narrador con la mujer de su colega universitario ; y una corriente
afectiva común es también la que en el sueño de Bismarck identi-
fica, en parte, su propia personalidad con la de Moisés. I
Más dificiles aún de comprender para el pensamiento deSpierto
son las identificaciones, menos frecuentes, con objetos inanimados
o con animales, como las del sueño de la anguila y la rana. En
el aspecto psicológico, la identificación se puede concebir de modo
algo distinto en lo que atañe a la disolución del complejo cons-
tituído por el yo, según que se proyecten partes del yo en el mundo
exterior o fragmentos de éste en la propia personalidad. En los
procesos oníricos muy fluctuantes no suele ser posible distinguir
con precisión estas dos eventualidades; por el contrario, en la
esquizofrenia, etc., se experimentan con la máxima claridad.
Al lado de 1a disolución del complejo yo y de la relación sujeto-
objeto, interviene principalmente, en la asintaxis de las imágenes
oníricas, 1a desaparición de las categoría «tiempo» y «espacio »,_
que mantienen en orden riguroso las imágenes de nuestro pensa—
miento despierto. Durante el sueño, por el contrario, nuestras imá-
genes son instantáneas, desligadas del tiempo ; carecen de pasado
y de porvenir. Recuerdos de la primera infancia se unen sin difi-
cultad con los de vivencias de la víspera en un solo acto psicológico
homogéneo, y aparecen en el sueño tan del presente momentáneo
como los deseos relativos al porvenir, cuyo cumplimiento refleja en
sus imágenes por anticipado. Asimismo quedan suprimidas las barre-
ras del orden espacial, y en una misma escena ocurren personas y
objetos alejados entre sí.
Finalmente, también se omite casi por completo la categoría
intelectual de causalidad, y la asociación que ella rige cede su
122 Los aparatos psíquicos y su formación evolutiva

lugar a la catatz’mica pum. En el sueño profundo nunca pregunta-


mos: <4 ¿Es posible esto? ¿Ha sucedido alguna vez?» El sueño
permite asociar las imágenes más heterogéneas en el acto, con juicio
de realidad positivo, siempre que corresponda a un mismo estado
sentimental.
Se producen así asociaciones que concuerdan enteramente con
el pensamiento mágico del hombre primitivo. Golpeamos, como Bis-
marck, con la fusta encantada, y ello basta para que se derrumbe
la muralla rocosa y descubra la perspectiva de nuestros deseos
realizados. '
Hay que dominar perfectamente la psicología de los procesos
oníricos, pues asi tendremos una idea exacta de la función de
nuestros aparatos de figuración en sus aspectos más diversos. Por
una parte, nos revela la estructura atávica de nuestra vida psí-
quica actual, ya que casi todos los principios funcionales más im—
. lportantes de la psique primitiva reaparecen en los sueños del
hombre civilizado, ante todo las series asintácticas de imágenes,
las aglutinaciones y las asociaciones catatímicas. El pensamiento
despierto del hombre primitivo está mucho más próximo que el
del civilizado al pensamiento que actúa en los sueños; por eso,
los pueblos de 1a antigüedad se interesaban tanto por los suyos,
y les concedian igual valor, si no más, que a su pensamiento de
vigilia. En cambio, el profano de hoy se inclina a considerar los .
sueños como «espuma», como residuodespreciable de nuestra
facultad de pensar, porque no sabe realmente que hacer conellos.
Pero el médico instruido en Psicología ve en los sueños de sus
_pacientes un material indispensable, cuyo análisis le permite, a
veces, internarse en las íntimas correlaciones psíquicas de los tras—
tornos nerviosos y psicóticos, cuando el interrogatorio directo del
enfermo despierto no conduce a ningún resultado.

LA ESPERA (1)
La noción de coa/¿ciencia denota algo psíquicamente cuantita-
tivo, en particular la mayor o menor claridad de las experiencias
internas. Una experiencia « consciente en absoluto » es la muy clara
y precisa; «inconsciente» (mejor seria decir: hipoconsciente o poco
consciente) se llama la que es vaga, débil, difusa. Para expresar esta
situación nos servimos a menudo de una imagen óptica, cuando habla—
mos de cosas «clara» u << oscuramente >> conscientes. El grado de
conciencia psíquica se aprecia mejor tomando por pauta el campo

(1) Véase, a este propósito, SCHILDER, Ueber Gedankenentwicklzmg, Z. Neurol.,


59.
Mecanismos hiponoicos ' 123

visual del ojo i en el centro se halla el «punto visual» o «foco»


de la conciencia, pequeña zona de perfecta claridad .y presencia
manifiesta, y alrededor, el «campo Visual» de 1a conciencia, mucho
más amplio y constituido por zonas de claridad cada vez menor
(penumbra), hasta desvanecerse en la nada, en lo inconsciente o
extraconsciente. Esta periferia del «campo de 1a 'concienCia » es
lo que designamos por « esfera, » o penumbra (1), y entendemos
por «procesos psíquicos esféricos >> los desarrollados muy oscura
y difusamente en ella. _ y
Los sueños nos dejan entrever mucho delo que ocurre en 1a
esfera, en la zona marginal de nuestra conciencia, o sea, en esas
regiones nebulosas, ondulantes, de donde brota el pensamiento,
y, en particular, el pensamiento intuitivo, creador y artístico. Los
procesos oníricos nos revelan la fase del pensamiento aún sin elabo—
rar, que precede al pensamiento ya terminado, abstracto y con-
centrado sintácticamente en firmes categorías lógicas, y le sumi—
nistra aquellos elementos sin los cuales nunca podría llegar a
producirse. -
Los hombres creadores, geniales, sobre todo los artistas y
poetas, se han esforzado tanto en asimilar a los sueños la génesis
de sus propias creaciones, que debemos considerar como hecho
confirmado tal analogía. En efecto, la actividad creadora suele

í
desarrollarse en una penumbra psíquica, en estado de semiconcien—l
cia, velada la atención hacia el mundo exterior, « 'distraída », para
concentrarse intensamente, como hipnotizada, en un solo punto,
en una Vida psíquica completamente pasiva, que prescinde de espa-
cio y tiempo, de lógica y voluntad, y a menudo tiene carácter
material y concreto. En esta fase de producción artística análoga
al sueño surgen también, con elemental violencia, las primitivas
tendencias filogénicas al ritmo y a 1a estilización; a medida que
nacen, las imágenes se revisten de formas regulares, simétricas,
de la cadencia del verso 0 el ritmo de 1a música. El contenido
emocional de un poema no está en sus palabras ordenadas a modo
de proposiciones lógicas, pues unas y otras suelen ser las mismas
empleadas en prosa y que en otras circunstancias producen una
impresión << prosaica » ; está más bien en lo que no se expresa, en

un signifi-
(1) El término «esfera», introducido en Psicología por SCHILDER, con
», cuya
cado algo más restringido, se emplea aqui con preferencia al de «inconsciente
ambigüedad ha originado muchos equivocos y controversias, aunque, por lo general,
no llega
existe acuerdo respecto a los hechos empíricos que le sirven de base. Lo que
psí-
a la conciencia, es decir, que no es objeto de experiencia interna, no puede llamarse
en
quico, puesto que «psique» es sinónimo de Vida interior directa. Se incurre, pues,
contradicción al decir «vida psíquica inconsciente»; un proceso puede ser « semicons-
ciente », marginal, esférico, y entonces sigue siendo algo << animico », o « extraconsciente », y
en tal caso será, por ejemplo, cerebral, somático, pero apenas tendrá ya nada de psíquico.
124 Los aparatos psíquicos y su formación evolutiva

las flotantes imágenes y vibraciones que se esconden detm’s de las


palabras y que el poeta ha sentido oscura y vagamente antes de
expresarlas en forma verbal, o en lo que percibe a su vez quien
oye recitar un poema. Impresionan, emocionan los versos de am-
plia esfera, aquellos en que el- núcleo sólido de palabras se halla
sumergido en un circulo nebuloso lleno de imágenes aglutinadas
y sentimientos profundos ; cada palabra, como una sola tecla, ha
de originar en la esfera, o sea, en la periferia de la conciencia,
todo un acorde de armoniosasimágenes sonoras y sentimientos
indefinidos, semielaborados. Por eso suelen ser los giros imperfec-
tos, balbucientes, apenas comprensibles de una poesia, los de esfera
más vasta. En las viejas canciones populares podemOs comprobar,
a veces, cómo se quiebra la ilación, de suerte que su letra misma
se reduce a aglutinaciones de imágenes desprovistas en conjunt
o
de sentido lógico, por componerse, en parte, de fragmentos de muy
diverso origen ; a pesar de lo cual, o precisamente por eso mismo,
ejercen a menudo sobre la esfera de nuestra conciencia un efecto
emotivo y simbólico ineluctable. La canción popular antigua pre-
fiere, en general, el símbolo, la alusión indirecta a abstracCiones tales
como el amor, la muerte, etc., a causa de sus elementos figurados
esféricos, hasta el punto de que no pocos giros metafóricos, tales
como «fuego ardiente», « jardín de roSas >>, «lirios blancos», etc.,
se han convertido e11 expresiones simbólicas de uso corriente. Los
esquizofrénicos se sirven en ocasiones de tropos manidos muy
similares.
Las agudezas humorísticas, por apoyarse comúnmente en un
efecto de contraste, muestran con especial claridad lo esférico,
según puede apreciarse en la siguiente estrofa de Wilhelm Busch:
« Im Hochgebirg vor einer Hóhle
Sass de? Asket,
Nm' noch em Rest von Leib und Seele
[nfolge dusserster Diát ».
(Ante una cueva de la montaña estaba sentado
el asceta, ya simple resto de cuerpo y alma, por
obra de extremada dieta).

El significado superficial de las palabras de este texto es


coherente, ya que « extremada dieta », en términos médicos, corres—
ponde, en realidad, al género de Vida de un eremita ; pero
no lo
es lo que se calla, el fondo esférico oculto detrás de aquéllas
, que,
en las tres primeras líneas, tiene un carácter teológico medieval,
y en la cuarta adquiere, de pronto, un sentido médico modern
o.
Este explosivo contraste entre dos esferas verbales sucesivas nos
causa en el acto una sensación asimismo esférica en el tras—
Mecanismos hiponoicos . 125

fondo de la conciencia, generalmente sin que nos demos clara


cuenta de ello. y
Tampoco es fácil dilucidar la multitud de alusiones figuradas,
colores y elementos afectivos informes y agregados, que se entreé
mezclan de un modo vagamente simbólico en el comienzo de esta
canción de Eichendorff :
«Aus de? Heimat hinteï den Blitzen rat,
Da kommen die Walke'n her... »

(De la patria, tras los rojos relámpagos, vienen


esas nubes...).

Ausencia y viajes, pasión palpitante, infranqueable barrera,


bochorno, amenaza, lúgubres presagios, ansia de entrever a lo
lejos un paisaje radiante: todo eso y mucho más se encuentra
contenido, no en las palabras de'que se componen los anteriores
versos, sino detrás de ellas, en las imágenes y los sentimientos
a que aluden, y que desaparecen al expresarlas verbalmente. La
esfera de esta poesía se halla constituida por aglutinaciones muy
complejas de imágenes, asociadas mediante fusión catatímica, y
con carácter simbólico.
Tal es el caso de la estrofa siguiente :
«Am sohwavZen Kamin —— Da sifzet main Lieber,
Und geh ich vovüber, —' Die Bálge damn sausen,
Die Flammen aufbmusen — Und lodern um ¿hn ».
(Mi amado está sentado ante 1a negra chimenea, y,
cuando paso por delante, resopla el fuelle, se avivan
las llamas y ondulan- junto a él).

Fuerza oscura que arde bajo las cenizas y surge de pronto en


llamas ; pasión salvajemente erótica en el mozo de fragua, y en la
muchacha, transfiguración idealizada de 1a imagen del ser que-
rido. Estos dos grupos de figuras y sentimientos en contraste dan
a la canción su relevante fondo esférico y su emotividad tan
fascinadora. La superficie verbal, bañada por la claridad de la
. conciencia, no explica esa fascinación, ya que corresponde a la des-
cripción sencilla de un pequeño episodio trivial y cotidiano.
Lo que hemos demostrado con ayuda de unos pocos ejemplos,
se aplica igualmente, como es natural, a cualquier palabra o pen—
samiento que expresamos a diario. Lo esencial de sus efectos sobre
nosotros mismos y sobre los demás no radica, muchas veces, tanto
en su formulación verbal, lógicamente consciente, como en su
esfera, en ese círculo nebuloso de imágenes y sentimientos apenas
formados que rodea la periferia de la. conciencia y resuena vaga—
126 Los aparatos psíquicos y su formación evolutiva

mente a la vez. Palabras e ideas de insuficiente esfera se desploman


como muertas, por mucho que nos esforcemos en darles bella eX—
presión. Sólo es fecunda la aglutinación catatimica, el material
psíquico aún flúido, informe o modelado a medias ; en tanto que
el producto lógico, ya elaborado, es sólido y claro, pero ya no posee
igual animacióm. Por eso, una claridad psíquica excesiva, una con-
ciencia lógica demasiado vigorosa suele ser fatal para las creaciones
artísticas, que medran mejor en el claroscuro de la esfera. Todo
esto es de particular importancia para comprender las neurosis
y psicosis, como veremos más adelante.

HIPNOSIS v ESTADO CREPUSCULAR HISTÉRICO

Estos dos fenómenos psíquicos, como estados de excepción,


tienen de común con el sueño que representan fases circunscritas,
verdaderos islotes que interrumpen la corriente de la vida interior
habitual. No sin razón se designa la hipnosis con el nombre de
<5 semisueño » ; asi como en el sueño se encuentra la vida psíquica
aislada por completo del mundo exterior, en la hipnosis sólo está
muy amortiguada, y el sujeto mantiene abierta una pequeña ven—
tana orientada hacia el hipnotizador, único que por ella comunica
con la psique del hipnotizado, para darle órdenes y obtener sus
respuestas. V
Estudiaremos con más extensión los fenómenos de la sugestión
en hipnosis al tratar de los mecanismos hipobúlicos. Por ahora
nos interesan únicamente los procesos hipnóticos de formación y
sucesión de imágenes, que, en sus normas fundamentales, no difie—
ren en lo esencial de los que se desarrollan en los sueños. Si, por
ejemplo, dirigirnos la atención del hipnotizado, que mantiene ce—
rrados los ojos, hacia los fenómenos que se suceden en su campo
visual (1), esto es, en la esfera de su sentido óptico, percibe, a
medida que se intensifica la hipnosis, objetos informes coloreados '
o claroscuros, manchas, velos, líneas, semisombras, enrejados, ani-
llos, al modo de las conocidas postimágenes ópticas. Esta breve
fase, relativamente amorfa, va seguida por la del «pensamiento
visualizado», de la que ya tratamos detenidamente a propósito
de los sueños, y que consiste en la retraducción de la corriente de
pensamientos en orden abstracto, dispuesta en series de imágenes
concretas: el aparato psíquico funciona aquí también a base de
grupos de figuras materializadas, y ya no suministra síntesis abs—

(J) A partir de aqui recurrimos con frecuencia a conceptos y observaciones del


artículo de J. H. SCHULTZ, Ueber Schzchtenbzldzmg zm hypnotischen Selbstbeobachten,
Mschr. Psychiatr., 49, 1921.
Mecanismos hiponoicos - 127

tractas superiores. Lo que el sujeto suele pensar en estado normal,


se le aparece durante la hipnosis como figuras plásticas; episo—
dios de su pasado se hacen actuales en escenas ordenadas, inteli—
gibles, que se ajustan a los recuerdos, y sus experiencias psíquicas
desfilan ante él como una película. Igual que en los sueños, tales
experiencias son pasivas, y el hipnotizado se siente. simple espec—
tador. Las más de las veces se localizan las imágenes en el campo
visual, pero se perciben como producto del yo, de suerte que, tam-
bién en este caso, es incierta la proyección subjetiva hacia el mundo
exterior.‘
En algunos casos, las imágenes se forman por simple reunión
de fragmentos : « Aquí hay una cabeza, allí un trozo de mesa, más
lejos, un vidrio de ventana; todo ello repartido al azar en el espacio,
hasta que todo se agrupa en una imagen distinta y clara». Pero,
por lo regular, en esta segunda fase del pensamiento filmz'forme,
bastante ordenado aún, al proseguir la hipnosis y hacerse más
profunda, pierden ilación y se apelotonan en vivencias de formas
y colores, a menudo totalmente extrañas, fantásticas, desprovistas'
de carácter inteligible por vía lógica directa. Sin esfuerzo recono-
cemos no pocas veces en ellas las aglutinacíanes catatz’micas de
imágenes. de la psicología del hombre primitivo y delos sueños,
como en la siguiente descripción que haCe un sujeto hipnotizado :
«Estoy sumergido en el agua, pero puedo ver lo que pasa fuera...
Por encima de mí se extiende un cuerpo horrible, flaco... Sé donde
me encuentro, pero mi cuerpo ha girado 90 grados... tengo en el
pecho un hondo'agujero... del agujero sale un cuello largo, como
el'de un ganso, con una cabecita del tamaño de un puño... El
tronco gira con esta cabeza del agujero hasta salirse del cuerpo...
tengo miedo». Imágenes de este género se proyectan luego en el
mundo exterior a manera de alucinaciones, con carácter de << reali-
dad tangible».
Algunas personas de condición neuropática pueden fácilmente
hacer desfilar, como una película, esas imágenes visualizadas en
plena fase de pensamiento pasivo relajado. Sirva de ejemplo el
siguiente « desfile de imágenes », resumido de acuerdo con el relato
de un paciente :
<< El enfermo se acuesta y mira hacia la lámpara. El último objeto
que ha visto, se incorpora a la serie de imágenes: una especie de sillón
de escritorio sin patas, cuya parte superior gira lentamente alrededor de
un eje; capullos, cápsulas de adormidera, dos verdes y otra blanca con
estrías rojizas.‘ Todo ello se transforma en una linea ondulada, que tiende
a convertirse en una lazada larga, pero después adopta la forma de una
extraña cuchara de plata, algo abultada hacia abajo y colgante. Después
ve un platillo somero, que disminuye de tamaño ; parte de un candelabro
128 Los aparatos psíquicos y su formación evolutiva

sobre un eje, y encima, algo de bronce claro; a mayor altura, una especie
de sombrero de copa con pliegues Los detalles le pasan inadvertidos, pero
recuerda algún accesorio a modo de gancho, como una mano, y, algo más
tarde, unos ganchos delgados: todo muy dificil de apreciar.
Un objeto, un árbol que se interna sesgado en la habitación, y sobre
el árbol descansa, de espaldas y atravesado, un hombre ridículamente tieso ;
a continuación, algo parecido a una hoz, con el mango rojo, amarillo y
violado.
Con los ojos cerrados sólo percibe objetos de nombre conocido: Un
edificio grande, como un castillo, con largas hileras de ventanas y muy
elevado, por la fachada ; luego, delante del edificio, que se desvanece, una
hermosa tuya como las que se ven en algunos cementerios, y una especie
de farola, a modo de araña.
Sobre fondo negro, en un óvalo, un grupo apretado de edificios de-
estüo antiguo y tonos amarillentos y rojizos brillantes, con resplandores
de fuego
Una figura barriguda, como jarra sin asas.
Un águila majestuosa, negra como la pez, con alas muy extendidas,
y erguida sobre una bola de oro. _
Un monstruo, entre ave y dragón, de pico grande y arqueado, que
tira picotazos al paciente con los ojos redondos y muy abiertos.
Unas gafas de cristal violado oscuro y armadura amarilla.
Una especie de columna, y una mano que se agranda hasta convertirse
en gigantesca mano de laca. Luego ve pedalear, y, delante de él, un puente :
una especie de atril se le acerca sobre tres patas. Un enorme escarabajo
trepa por una superficie ; un bastidor de altos bordes, como armadura de
sofá, que se convierte en penacho de las; de repente, una silueta,
representación anatómica de una persona.
Delante del enfermo bailotea una muchacha, y ríe, jugueteando “con
el faldellín ; su peinado es liso por delante y alto por detrás.
Una hilera de casas de la calle de un pueblo.
Si se mueve una imagen de repente alrededor de un eje, o comienza
a balancearse de algún modo, produce al paciente una impresión desagra-
dable indefinida ; hay algo de hostil, de malicioso, en cualquier objeto que
se mueve, y ya no es posible observarlo en su serena belleza. Contempla
desde arriba una especie de cómoda, que gira sin su ayuda, aunque trata
de impedirlo; esto es desagradable Imagen: un platillo de vidrio, apro-
Ximadarnente octogonal, amarillento rojizo De repetente se hunde el suelo,
y por el hueco surge un brazo. Sin que el enfermo se fije mucho, la visión
le alivia bastante ; estas imágenes solían serle muy agradables otras veces
antes de dormirse. Cuando dirige la atención a una de ellas, sus espléndidos
colores le producen en ocasiones gran contento, pero no tan notoria rela—
jación, y podría pensar que tales visiones acaban fatigándole. Siempre
hay en ello algo de trabajoso, si ha de calificarlo de algún modo, y más,
si ante él desfilan y se transforman figuras en una serie interminable. Por
lo demás, tiene la impresión de que el clisé abstracto que aplica a lo con—
templado, ejerce una influencia formativa, como si lo hiciera parecerse a
algo ya pensado, lo que no ocurriría sin esta intervención de la mente.
Con, frecuencia, la primera imagen se enlaza cOn 1a impresión visual que in—
mediatamente le precede ».
Mecanismos hiponoicos - 1g9

No nos compete describir aquí todas las diversas manifesta-


ciones que se designan por estado crepuscular ¡usté/¿00. .Las princi-
pales entre ellas presentan en sus mecanismos de figuración muy
notables analogías con los fenómenos de los sueños y de la hipno—
sis, e incluso llegan a ser idénticas a éstos desde el punto de vista
psicológico ; constituyen igualmente fases insulares circunscritas en
las que la conciencia se halla atenuada, el sujeto percibe, sólo a me-
dias, nuevas impresiones sensoriales y apenas se relaciona con el
medio real, mientras que predomina en él la reproducción de engra-
mas de vivencias pretéritas. Un estado crepuscular histérico evolu-
ciona habitualmente—como sigue: Un individuo de sistema nervioso
inestable pasa por una situación que trastorna gravemente su equi—
librio afectivo: ruptura de compromiso matrimonial, infidelidad
sexual, violencia, escena borrascosa de familia, terror agudo, peli-
gro de muerte, etc. Inmediatamente. después. de uno de estos tran—
ces, o algo más tarde, el interesado cae en un estado crepuscular
que dura minutos, horas o días enteros, que comienza de pronto _
y cede asimismo el paso a la conciencia normal, para reproducirse
un número indefinido de veces. Lo que distingue el estado cre-
puscular histérico de los sueños de un hombre sano tiene dos
aspectos: primero, por ser consecuencia de emociones violentas
y agudas, el eStado crepuscular suele llevar una carga afectiva
mucho más considerable, y su deSarrollo es más impetuoso y dra—
mático, con angustia extremada, desesperación, cólera, rapto eró—
tico, todo ello manifestado en forma patética ; y en segundo lugar,
la psicomotilidad no está cerrada a estos sentimientos, como en
los sueños ordinarios, sino francamente abierta, a veCes demasiado
accesible. Los mecanismos de eXpresión desempeñan en el histe-
rismo un papel importante, hasta preponderante en ocasiones;
por eso, el estado crepuscular no parece a menudo más que un
cuadro viviente, una escena dramática, en donde las peripecias
se suceden una y otra vez como en una película, acompañadas de
una expresión afectiva exagerada hasta la caricatura.
Un soldado, en estado crepuscular histérico, se lleva teatralrnente el
fusil a La cara, lo encañona, dispara, señala un punto a lo lejos, ataca a la
bayoneta y asesta tajos con las dos manos ; en su rostro se reflejan las di-
versas emociones propias del caso; hacia el final, la pantomima se refuerza
con algunos gritos dispersos: «¡Eh, amiguito! Se escondió detrás del roble.
¡Sal de ahí! Ahora asoma la gaita. ¡Ya le dí! », etc. '
Una campesina, maltratada v abandonada por su marido ebrio, arro-
jada de casa por su querido hermano, ve en estado crepuscular que entra
por la ventana un hombre, la acomete y trata de estrangularla ; ella grita,
y está temblando de miedo. En el pasillo oye las rudas voces de su her-
mano y su cuñada : << ¡Sujetadla! » << ¡Que no entre más aqui! » « ¡Si intentas
venir, te cogerán en el bosque! ». Cuando el médico abre la puerta, ambos
9. KRETSCHMER: Psicología médica.
130 Los aparatos psíquicos y su formación evolutiva

asoman la cabeza, que ella ve realv materialmente; su hermano viste


un traje de color pardo, y su cuñada lleva chaqueta azul Oye que el mé—
dico les dice: «Ahora ya sabéis dónde duerme, podéis venir si queréis».
Ellos la quieren torturar brutalmente Con frecuencia ve ante si el rostro

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FIG. 14 FIG. 15
F1G.14. Explicación de la enferma: «El animal es gris, un macho cabrio, un animwal
un sátiro; representa la mentalidad del hombre de que forma parte. Tiene dos cabezas
una de cura y otra que no es de cura». (La paciente habia amado en su juventud a
dos personas, que, fusionadas y con el macho cabrio como prolongación del abdomen,
dan, por condensación, el simbolo de la virilidad ; la sierpe de la mano puede ser el sím-
, bolo fálico)
FIG. 15. Explicación de la enferma: «Un hombre que quiere domar al cerdo (el deseo
carnal), pero que es, a su vez, medio animal»

FIG. 16. Explicación de 1a enferma: «El diablo en forma de dragón volador. Se com-
pone de partes de siete animales diferentes: lengua de serpiente, ojos de caballo o asno,
cabeza de toro, orejas de macho cabrio, cuernos de carnero, cola de pez y cuerpo de
dragón »

airado del hermano, como si fuera de carne y hueso, igual que en su última
borrascosa entrevista. Debajo de la cama debe de haber alguien; no se
atreve a mirar, y sus zapatillas la espantan como si estuvieran vivas. Unas
veces se tapa la cabeza con la colcha, y otras se abalanza contra la gente.
Mecanismos hiponoicos . 131

Por lo demás, el contenido de los estados crepusculares no se


limita a situaciones de terror o angustia; puede haber otras en
que domine el deseo: escenas eróticas, satisfacción del ansia de
maternidad en una mujer estéril. La imagen motora de algunas
crisis histéricas se parece mucho, al menos exteriormente, a la que
caracteriza el acto sexual.
Los procesos de figuración en el estado crepuscular concuer—
dan por entero con los de tipo onirico e hipnótico. Recuerdos e.
ideas se traducen de nuevo en imágenes sensoriales, y aparecen
como actuales ante el sujeto. Estas imágenes se suceden ordena—
damente, como escenas de película, conservando sus relaciones
naturales de tiempo y espacio, o se disocian, al acentuarse la regre-
sión, en aglutinaciones catatimicas, y entonces aparecen, como en
los sueños, simbolizaciones, condensaciones, traslaciones y figuras
superpuestas. El ‘sujeto llega a ver así los mismos contenidos fan—
tásticos : figuras interpretadas en el papel que cubre las paredes,
gatos cazando pájaros ; un rostro sin torso por encima de un cofre ;
una mujer que lleva en la cabeza una falda encarnada al revés ;
el enamorado que entra por la puerta en figura de monstruo ve—
lludo y negro ; un mascarón espantoso en el aire, un rostro des—
encajado que se parece al sol y de cuyos rayos brotan tentáculos
descarnados con manezuelas en los extremos, etc. En una palabra,
"visiones idénticas a las que aparecen en los sueños profundos de
angustia, pero proyectadas con frecuencia mucho mayor en el
mundo exterior, percibidas como alucinaciones plenamente mate-
rializadas. Entre los sueños normales y los que espantan a los
nerviosos, con movimientos de defensa, gemidos y correrias- de
sonámbulo, se observan todos los grados de transición hasta el
ataque histérico circunscrito en pleno día, pasando por el estado
crepuscular derivado de un sueño, nocturno. Con frecuencia son
iguales en un mismo paciente las experiencias psíquicas en sueños
y en el estado crepuscular diurno
Por otra parte, son muchos los grandes intermedios entre el
tipo aquí descrito del estado crepuscular histérico y las produc-
ciones finalistas superficiales, casi simuladas, del síndrome de
Ganser, que evoluciona sin que apenas se altere la conciencia.
Las figuras 14 a 16 representan alucinaciones en el histerismo
degenerativo, dibujadas por la propia paciente en estado hipnoide :
condensación y formación de simbolos (1).

(‘) De'H. BERTSCHINGER, Illustriertc Hallnzinationen, Jb. f. psychoanal. Forsch._


Deuti'cke, Leipzig, 1912;
132 Los aparatos psíquicos y su formación evolutiva

PROCESOS INTELECTUALES ESQUIZOFRÉNICOS Y EXPRESIONISMO


El pensamiento esquizofrénico (1) presenta. en algunos casos
los procesos de figuración en una fase tan regresiva, que no sólo
pueden revivir ante nosotros mecanismos particulares, sino am—
plias correlaciones entre elementos de la imagen primitiva del
mundo, si bien quedan, a veces, intercalados e inmóviles vastos
complejos del pensamiento oculto, que dan origen a complicadas
interferencias con tales elementos sueltos o combinados. Apenas
hay ningún mecanismo figurativo o afectivo importante, tal como
quedan descritos con referencia al hombre primitivo, que no po—
damos encontrar con profusión en el esquizofrénico ;' antes bien,
muchos de los términos que entonces utilizabamos, como condensa—
ción, traslación, catatimia, ambivalencia, no tienen su origen en
la psicología étnica, sino en el estudio de la esquizofrenia y las neu-
rosis. En ciertos casos de esquizofrenia, el pensamiento se vuelve
también catatimico casi por completo, hasta que desaparece toda
adaptación a la realidad, todo nexo causal creado por la frecuencia
de las imágenes sucesivas; algún enfermo «autista» se aparta
entonces, como una isla, del tráfago de sus semejantes habituados
al pensamiento causal y adaptados a. la realidad, y sumido en si
mismo, como un soñador que contempla el edificio forjado por su
fantasía, ve lo que construyen con fragmentos de imágenes, sus de—
seos y temores, todas sus corrientes afectivas. El pensamiento causal
cede su puesto al pensamiento mágico ; como en un cuento de hadas,
al punto es posible y, se convierte en realidad todo lo que se ajusta
_ a sus sentimientos y deseos. El enfermo es Sócrates, profesor, prine
cipe, millonario, cualquier personaje que haya ambicionado ser en
el curso de su vida. Como en el primitivo, el yo, se disocia en frag-
mentos independientes; las zonas marginales entre el sujeto y el
mundo exterior se ensanchan y fluctúan, casi hasta desvanecer
ambos complejos, y se embarullan totalmente la proyección de
imágenes y el consiguiente juicio de realidad.
En las descripciones de esquizofrénicos inteligentes se aprecia
muy bien el carácter estratificado de su vida interior. No es,
como parece indicar la desacertada expresión «ideas delirantes»,
que los procesos hiponoicos entren a sustituir la realidad habitual,

(1) Sólo podemos esbozar aquí la psicología de los esquizofrenicos, mas detallada
en E. BLEULER, Dementm pmecox, y en su Tratado. —— JUNG, Ueber die Psychologie der
Dementm pmecox, Marhold, Halle, 1907. —-— SCHILDER, Walm und Ewkemzmis, Springer,
Berlín, 1918. — STORCH, Das archaisch-¡bri‘mit’iw E deben und Denken der Sc/mizophrenen,
Springer, Berlín, 19‘22; Der Entier’z‘cklungsgedanke in der Pswhopathologz‘e, Erg. d. inn.
Med, 26, 1924.—REISS, Zur Theorie der saizizofflirenm Dankstómmg, Zbl. Neur. u.
Psych, 25.
Mecanismos hiponoicos ' 133

sino que unos y otra se experimentan a la vez con diferente grado


de naturalidad, juicio de realidad cualitativamente distinto y co-
nexión afectiva asimismo desigual. Un esquizofrénico inteligente,
con visiones polimorfas agitadas designa la relación entre ambos
mundos asi: « Lo real y lo superreal ». Las visiones se perciben
como si << penetraran vagamente en el sistema (del mundo real) »,
es decir, con distinto grado de naturalidad: « claro—oscuro »; no
excluyen la realidad, pero, a pesar de ser nebulosas, «sobrepasan
la realidad», la « desvalorizan ». La imagen soñada «los prende
con más fuerza», tiene el «contenido profundo de una llamada
personal». Aqui se aprecia de un modo sobradamente claro el
' paralelismo con la vida interior religiosa.
El esquizofrénico se puede disociar en dos personalidades, y
entonces atribuye una parte de sus vivencias a la suya verdadera,
y otra parte, asu nueva personalidad, de distinto nombre y origen.
También se observan, a veces, personificaciones de algunas partes
del cuerpo, como en el hombre primitivo. Igual que en el sueño, .
pero con la Conciencia despierta en este caso, el enfermo proyecta
partes de su propia personalidad en el mundo exterior, y admite
otras del ambiente. A veces se advierten vagos indicios de pan—
psiquismo animista, y de esta tendencia, acompañada. de proyec-
ción afectiva, naCe esa concepción mágica del mundo, propia del
esquizofrénico ; éste se inclina también a substantificar las rela-
ciones entre imágenes, a concebir la influencia puramente espiritual,
sugestiva, de una persona como si se tratara de una corriente eléc—
trica, de una «implantación» de ideas, o bien de manipulaciones
mecánicas en su prOpio cuerpo. Especialmente se encuentran iden-
tificaciones y condensaciones entre distintas personalidades: La pa—
ciente ve al médico no sólo como tal médico, sino, a la vez, como
su antiguo enamorado y acaso también como una tercera persona,
que puede ser su padre o un amable señor de edad vecino suyo ;
se imagina participar en los actos de los demás, y experimenta
en si misma lo que otros hacen o sienten. Condensaciones, trasla—
ciones y simbolizaciones son muy frecuentes en el pensamiento
esquizofrénico, y asi se aprecia muy bien en algunos neologismos
que inventan estos pacientes, tales como << Dampfsegel» (« vela—
vapor »), concepto resultante de concentrar las palabras « Dampf—
schiff » (barco de vapor) y « Segelschiff » (barco de vela) o « clarte >>,
condensación de «claro» y «fuerte»; por lo demás, estos neolo—
gismos son creaciones corrientes en algunos sueños (—1). Durante la
guerra, en ausencia de su esposo, cierta enferma había tenido
(1) Estos ejemplos, como varios otros de esta sección, proceden de E. BLEULER, Lehr-
bueh der Psychiatm'e. ,
134, Los aparatos psíquicos y su formación evolutiva

relaciones ilícitas con otros hombres '; uno de ellos se llamaba Ger-
lach, y el otro, Gammertringer, amigo del anterior. En la actualidad
padece de psicosis esquizofrénica, y cree oir hablar al primero con
la voz del segundo. Hay traslación cuando una mujer deja, as—
queada, su empleo de ayudante («apoyo ») del ama de casa y ex—
perimenta luego una aversión irresistible por todo lo que sugiere
la idea de apoyo, de sostén, como un bastón ; o cuando la vista
de una sopa de pasta recortada en forma de cuernecillos suscita
otra invencible repugnancia y angustia al acordarse de un susto
que le dio un toro cuyas defensas y partes genitales la impresio—
naron profundamente. En este segundo caso podría decirse que
los cuernecillos de pasta son símbolos del toro. Pero de las simbo—
lizaciones de los esquizofrénicos cabe decir lo mismo que de las
del hombre primitivo : en la conciencia no existe el concepto abs—
tracto elaborado junto a su imagen alegórica, como ocurre en la
del hombre civilizado normal; éste ve en el cuerpo un simbolo
de virilidad, relacionando una idea concreta con su abstracción
correspondiente. Los símbolos esquizofrénicos, como los oníricos
y los del hombre primitivo, son simplemente productos del pen—
samiento inmaturo, fases preliminares figuradas de nociones que
ya nose forman como tales. Todas las síntesis de imágenes que el
pensamiento del hombre ciVilizado normal efectúa. en la esfera,
o sea, en la periferia oscura de la conciencia, fuera de la zona
de abstracción, ocupan en el pensamiento esquizofrénico el lugar de
lo abstracto en el centro luminoso del campo visual del espíritu.
Un esquizofrénico ve realmente fuego y experimenta material—
p mente una quemadura en las mismas circunstancias en que el
hombre sano diría: «Siento amor y tengo pensamientos de amor».
Ardor y fuego, como lo demuestra su papel de simbolo estereo-
típico del amor en las viejas canciones pOpulares; forman parte,
en el hombre sano, de la esfera de las representaciones del amor,
es decir, de los complejos de imágenes que resuenan vagamente
al pronunciar la palabra «amor». En el esquizofrénico, por el
contrario, no existe ya esta noción abstracta, y la reemplaza
el complejo figurado «fuego», que pasa de su lugar en la esfera
al punto central o foco de la conciencia; y como representa algo
real, o sea, el amor efectivamente sentido, lleva anejo un juicio
de realidad positivo y se experimenta de veras en la alucinación.
De todos modos, algunos esquizofrénicos se dan cuenta del signi—
ficado de sus símbolos, juntan en sus experiencias al conglomerado
catatímico de imágenes (1) la abstracción elaborada ; el estudio de
_ .( 1 ) REISS (l. c._) compara los complejos
- . , .
de los esquizofren .
rcos con los «Ciclos .
ins-
tintivos >> de los animales.
Mecanismos hiponoicos _ _ 135

los procesos mentales de estos pacientes es de gran utilidad para _


el análisis empírico acertado de los símbolos de esquizofrénicos
carentes de nociones abstractas, así como del modo de formarse
las representaciones en el hombre sano normal.
Uno de mis pacientes, joven esquizofrénico bien dotado, pasaba del
pensamiento normal escueto a paroxismos de exaltación eroticorreligiosa
y éxtasis mistico, en los cuales desaparecen todas las imágenes y queda
sólo sentimiento, estado que describe como «un gran flujo con desborda—
mientos seguidos de remisiones ». Entre los dos polos extremos atraviesa
fases intermedias graduales que, a veces, duran semanas, y que denomina
« desfiles de imágenes »; éstas «brotan» en considerable número de repre-
sentaciones abstractas, o las identifica en objetos reales, manteniéndose
siempre en actitud pasiva ; a menudo le parecen «ornamentos antiguos de
estilo nórdico o esculturas románicas », figuras grotescas o grupos de imá-
genes que se suceden a modo de pelicula, escenas de Caballeros y lansque-
netes en un viejo castillo auténtico que Se levanta ante su vista en el valle.
Las imágenes de mayor interés son las derivadas directamente de ideas
abStractas. Cuando lee, por ejemplo, una obra filosófica de Kant, lo abs-
tracto se materializa sin cesar ; las demostraciones relativas a la infinitud
del espacio le hacen ver «imágenes que se agolpan : torres, cirCulos suce-
sivos, y un cilindro introduciéndose oblicuamente en el conjunto. Todo se
mueve y crece ; el circulo adquiere profundidad y se convierte en cilindro ;
las torres se elevan cada vez más, a la manera de pinturas expresionistas,
visiones de ensueño, sin el menor esfuerzo por su parte».

Tales ejemplos nos permiten apreciar directamente cómo la


asociación de ideas « infinitud. del espacio » se descompone al nacer
ante los ojos del sujeto, por decirlo así, en sus elementos figurados
esféricos, es decir, en conglomerados asintácticos de imágenes que
se entrecruzan en dirección oblicua, y simbolizan, como en sueños,
lo infinito del espacio en profundidad y altura mediante la eleva-
ción de las torres, la extensión de los circulos sucesivos y su pro-
fundización hasta convertirse en cilindros. '
Basta un solo ejemplo de este género para explicarnos per—
fectamente la génesis del expresionismo (1). Si nos representamos
el « desfile de imágenes» en la mente de nuestro enfermo ‘ como
un cuadro suSpendido de un muro, y debajo, como título, la frase
«El espacio infinito», tendremos una noción exacta de cómo los
expresionistas manifiestan en sus telas sus sentimientos e ideas.
Nuestro paciente, antes mencionado, describe en los términos
que siguen cómo el esquizofrénico adquiere la conciencia inmediata
de esa tendencia a la estilización : «Suelo representarme todas las
formas concretas bajo el aspecto geométrico: triángulos, rectán- y
__.___

(1) SCHILDER, Wahn und Erkenntnis, y especialmente PRINZHORN, Bildnerei der


Geisteskranken, han expuesto las relaciones que existen entre esquizofrenia, expresio-
nismo y vida psíquica del hombre primitivo. —- Es muy importante consultar WINKLER,
,
WALTER, Psychologie der modemen Kunst, Alma Mater, Tubinga, 1949.
136 Los aparatos psíquicos y su formación evolutiva

gulos y círculos, y trato de reducirlo todo a un


esquema, despo—
jándolo de realidad tangible. Me es casi imposible percib
ir lo real
sin poner algo de mi parte ; al punto se agrega
un elemento sub—
jetivo ». ' .
Por lo demás, encontramos también esa tendencia
autónoma
a la estilización desnuda, es decir, a la esquematización
fría, apenas

FIG. 17. Katharine Scháffner: «Suspiros» (1).


Condensación de dos series de imágen
melancólicas: a, cortejo fúnebre de figuras es
con mantos negros, que descienden en largos
pliegues; b, estanque con juncos y
reflejos luminosos llenos de misterio,
oscuro bosque y bajo un cielo crepuscular. Las dos series delante de un
damente igual trazado. Simbolismo afectivo, condens de imágenes tienen aproxima-
Zización rítmica (repetición monótona de ación con fuertes tendencias a la esti—
formas, predilección por la linea recta y
, curva ondulada regular) por la

cubierta de formas reales, en la fase superior


del pensamiento de
los esquizofrénicos y de los filósofos esquizoide
s. Ese pensamiento
se resume asimismo en «conexiones pobres
en elementos reales»
(SCHILDER). La variedad del mundo real qued
a disimulada me—
diante construcciones intelectuales de línea
s" rectas, y resumen,
generalmente, el resultado de sus abstracciones, casi desp
rovistas
de imágenes reales, en un esquema escrito
o impreso, a veces con
las solas cualidades de la simetría óptica. I
(1) Del K unstwmt, Callwey, Munich.
Mecanismos hiponoicos 137

LIBRE ASOCIACIÓN, IDEA SÚBITA Y FUGA DE IDEAS.


PENSAMIENTO APERCEPTIVO Y CATEGORÍAS LÓGICAS

Podemos considerar como preliminar del pensamiento hipno—


tico el estado psíquico que se presenta en la fase de libre asocia-
ción durante la Vigilia. Para obtenerlo es necesario que la persona
examinada se mantenga psíquicamente pasiva en lo posible ; con
este objeto se la hace descansar cómodamente en una habitación
tranquila, invitándola a contemplar sin esfuerzo, finalidad ni aten-
ción activa de ningún género las imágenes que «se le ocurran».
Los médicos hacen continuo uso de este procedimiento psicológico.
Podemos observar en nosotros mismos este modo de pensar cuando
reposamos después de habernos fatigado, especialmente en los
periodos de semisueño, antes de dormimos. o hacia el momento
de despertar, y, con menos intensidad, en el curso de una conver—
sación poco interesante o en cualquier estado de relajación psíquica.
Si pedimos a un enfermo —que se halle. en la actitud psíquica —
descrita— que nos refiera las imágenes e ideas súbitas que se le
ocurran, obtenemos los siguientes datos, por ejemplo:

i En" mis sueños me veo generalmente volar —— en un concurso de


vuelo —- como si nadara ——— con las manos en el aire — obligado a apretar
con ellas hacia abajo. —— Una idea inquietante me asalta : debo resistirme
a1 tratamiento — nada se me o‘currirá, lo mismo que con el profesor N. —«
Hoy tropecé con impedimentos en minucias — en la biblioteca no pude
colocar los libros en su sitio. — Y el salón — impresión de conjunto del
edificio — y las calles agradablemente asoleadas _—— he ido paseando
hacia L. —— El campo tiene un aspecto que regocija ¿— el aire es estimu-
lante, casi igual que el de los Alpes —— Una carta que acabo de recibir
dice que mi primogénito se conduce de un modo muy singular —— se ha
comido dos huevos a escondidas... ».

Si comparamos esta manera de pensar con la sucesión armó-


nica de ideas en una conferencia o en un artículo científico, com—
probamos, ante todo, la amenaza de una representaczón dzrectmz
o idea fundamental, de una «tendencia determinante» que, a modo
de terna o de epígrafe, domine el conjunto, y a1 cual se refieran
todas sus partes. Si alguien pretendiese dar una conferencia sobre
«Enfermedades del hombre», coordinaría la serie de sus represen—
taciones, eSquemáticamente hablando, poco más o menos, del si-
guiente modo: Trataría de las enfermedades médicas, quirúrgicas,
ginecológicas, oftálmicas, etc.,' entre las primeras, explicaría las
infecciosas, las del corazón, las del estómago, y citaría como infec—
ciosas la escarlatina, el sarampión, la Viruela, etc. La serie de ideas
correspondería, pues, a este esquema:
138 Los aparatos psíquicos y su formación evolutiva

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hik 1mnop
(I)
Si invitáramos a este mismo conferenciante a recurrir a la libre
asociación, a decir lo primero que le pasara por la mente, tomando
siempre como punto de partida el tema «Enfermedades del hom-
bre », es posible que resultara la serie siguiente :
«Enfermedades del hombre —-— animales —— carne de ternera ——
pera ——— quinta —— Vivienda — ladrillo — eSpejo >> ; lo cual se ajus—
taría al esquema que sigue:
amb—c—d—e—Í.
(H) 7
Comparando los dos esquemas I y II, vemos que en el pri-
mero persiste siempre el dominio de la representación a (« Enfer—
medades del hombre >>) sobre todas las que le siguen, aunque no
se mantenga en el foco del campo Visual de la mente, que tal
vez haya ocupado un momento sólo al principio. Pero la repre-
sentación a, o, mejor dicho, sus elementos esféricos, siguen man-
teniéndose como «tendencia determinante» en el trasfondo oscuro
de 1a conciencia, desde donde actúan, a modo de constelación, sobre
¡las representaciones siguientes. Dicho de otro modo, el nebuloso
círculo esférico de la representación directriz a ocupa constante-
mente la periferia del campo de la Visión mental, ahoga en germen
la producción de imágenes ajenas al tema, y facilita, en cambio, el
acceso de las pertinentes al punto central de la conciencia. En estas
series de ideas rigurosamente ordenadas son «pertinentes» tan
sólo aquellas imágenes que constituyen parte de la representación
directriz, que están contenidas en ella en embrión. Una represen—
tación parcial de cierta importancia actúa, a su vez, como conste—
lación en beneficio de las imágenes que le pertenecen, y se con—
vierte para ellas en directriz ; con-lo que, en definitiva, el párrafo
se halla subordinado a la representación directriz de la sección _;
ésta, a la del capítulo, y éste, a la del título de la conferencia. Tam—
bién podria decirse: En una serie de ideas rigurosamente ordenadas
se desarrolla sólo la esfera de la representación directriz ; es decir,
del gran paquete de imágenes que abarca, en términos generales,
Mecanismos hiponoicos 139

la expresión «Enfermedades del hombre», se desprenden poco a


poco los conglomerados esféricos en forma de grupos ordenados,
que se dirigen a través del foco de la conciencia. Las palabras que
sirven para designar esos grandes haces de imágenes, constitu-
yen abstracctones, y denominamos pensamiento lógico 0 apercep—
tivo al que descompone las nociones abstractas en sus imágenes
concretas (análisis), o reúne éstas en haces abstractos (síntesis).
Al pensamiento aperceptivo acompaña la conciencia subjetiva de
la actividad, lo que no ocurre con ninguno de los modos inferiores
de pensar; se otorga preferencia a las imágenes relacionadas con
la esfera de la representación directriz, y el sujeto se da perfecta
cuenta de que no contempla pasivamente las imágenes que en él
surgen, como en los sueños y en la libre asociación, sino que es la
persona actuante que escoge unas representaciones del fondo de
la concienciao de las impresiones sensoriales procedentes del ex-
terior, y rechaza otras. Llamamos atención a esta preferencia otor-
gada a ciertos contenidos psíquicos y acompañada de conciencia
de la actividad. La atención ocupa exactamente, respecto a los
procesos de figuración, el mismo lugar que las decisiones finalistas
en el dominio de la expresión, y está vinculada estrechamente a
ellas en las experiencias directas de la Vida interior. _
El pensamiento apercepttvo es, pues, subjetivamente, el pensa-
miento activo, atento ,' y objetivamente, el pensamiento guiado por
una representación directriz.
Hay que tener bien presente que el pensamiento aperceptivo,
en el sentido más estricto, con su delimitación rigurosa de los
conceptos y su ordenación exacta, según una escala jerárquica,
sólo ha podido concebirse conforme al desarrollo del lenguaje; la
palabra abstracta es su vehiculo, y la proposición, su representante.
Si, partiendo de una imagen particular concreta, intentamos cons—
truir representaCiones directrices de orden cada vez más elevado,
podemos hacerlo de acuerdo con nuestra propia experiencia in—
terna. Evoco el recuerdo de un animal determinado, de mi perro,
por ejemplo, y su imagen óptica plástica aparece perfectamente
Visible en mi campo Visual interno ; puedo realizar ópticamente
en mi esta representación en cualquier momento, sin necesidad de
una designación verbal. Viene a ocurrir casi lo mismo con su re-
presentación general. más inmediata, «perro zorrero »; la que le
sigue en orden creciente de amplitud, «perro», es muy caracte- ,
rística para pasar del pensamiento concreto al abstracto, pues con
ella resulta ya mucho más difícil que surja en mi interior una
imagen concreta directa, una imagen real. He de valerme de
una traslación, mediante la cual aparece con nitidez concreta, como
140 Los aparatos psíquicos y su formación evolutiva

representante de la especie «perro», un determinado individuo de


ella, por ejemplo, mi « zorrero » ,pero si prescindo de esta posibi-
lidad, cada vez que intente representarme el «perro», sólo obten—
dré algo muy descolorido, apenas fijable en mi campo visual in-
terno, algo muy parecido a las imágenes de los sueños y que debe
considerarse como una condensación. Ante mi desfilan entonces
elementos Íigurados de todas las razas de perros imaginables, por
ejemplo, formas de patas y cabezas, en confuso pelotón, que a
cada momento cambia de aSpecto, igual que en los sueños; tan
pronto se destacan algo mejor líneas y colores de una raza como de
otra, para desvanecerse en seguida. Pero lo más patente de todo
este proceso de representación no es la imagen óptica real, sino
su simbolo, la palabra que pronunció o que hago resonar en mi
interior. Esta traslación del punto de gravedad hacia la palabra
es todavía más patente en la representación superior inmediata,
«animal» que apenas se manifiesta por una condensación muy
tenue. Y cuando, por último, decirnos «ser viviente» o, de un
modo más general, «ser», tenemos la conciencia muy clara de
que nuestro campo visual interno está virtualmente vacío
Este experimento nos enseña que las representaciones direc—
trices más generales son, al mismo tiempo, las abstracciones más
descoloridas La representación abstracta está efectivamente « abs—
traída», excluida o separada de la imagen real; tiene por cuerpo
únicamente la palabra, y, sin el firme sostén de la imagen logo—
fónica, la abstracción sería algo psíquicamente irrealizable, se
desvaneceria en el aire También se desprende de nuestro experi—
mento que la aglutinación de imágenes es una fase preliminar
lógica de la abstracción, del mismo modo que el desarrollo del len—
guaje se puede concebir acaso, en parte, como efecto de aglutinar
signos fonéticos entre si, y los complejos resultantes con las imá-
genes reales de las esferas visual, táctil y acústica En todo caso,
vemos que esta combinación cada vez más compleja de imágenes
ha llegado a formar el pensamiento abstracto, sustentado sólo por
la palabra, a manera de nueva capa superpuesta al pensamiento
basado en imágenes concretas y reales.
Sin embargo nos damos perfecta cuenta de que la aglutina—
ción de imágenes sólo constituye un aspecto del pensamiento abs-
tracto, una de sus fases evolutivas, cuyas manifestaciones feno-
menológicas escapan al pensamiento lógico despierto; mientras
que, fuera del dominio de la lógica, y particularmente en los sueños,
deja que las imágenes sensibles se desprendan de las abstracciones.
Éstas llegan a nosotros como productos elaborados de una larga
evoluciónó del lenguaje a través de los tiempos , no las forjamos
Mecanismos hiponoicos . 141

nosotros, sino que operamos con ellas de acuerdo con la ley de las
fórmulas de abreviación y sin que intervengan en nuestro pensa-
miento lógico, rápido y conciso, sus elementos figurados sensibles.
Por eso, carece realmente de carácter concreto buena parte de
nuestro pensamiento despierto, si se examina según las normas
de 1a fenomenologia. .
Incluso considerado desde el punto de Vista de la evolución,
el pensamiento abstracto no se nutre únicamente de las imágenes
concretas del mundo exterior. Ya hemos hablado varias veces de
las tendencias autónomas de nuestro organismo psíquico, que no
pueden atribuirse a impresiones sensoriales procedentes del mundo
exterior. Así lo Vimos claramente en los grados inferiores de las
tendencias rítmicas, y mejor aún, en las tendencias a la estilización
geométrica; y hemos de admitir también, como inherentes a las
operaciones lógicas superiores, ciertas tendencias autónomas psiqui-
cas ¡nada concretas, ciertas orientaciones generales de funciona—
miento. Evidentemente, el pensamiento primitivo no conoce cate-
gorías lógicas, según las definen ARISTÓTELES y KANT; pero, sin
duda, lleva en esbozo tendencias determinantes difusas que crista-
lizaron más tarde en aquéllas. Al hablar del pensamiento onirico,
nos hemos referido a esta cuestión. Se consideran categorias (1),
ante todo, las relaciones que el aparato psíquico establece entre las
imágenes, es decir, la sólida disposición espacial y temporal de las
cosas, la sintesis visual de varios aspectos parciales en un solo
objeto, siempre igual a sí mismo, y el acto intencional (BRENTANO,
HUSSERL) por el que nos relacionamos con tal síntesis ; la separa—
ción rigurosa entre el yo y el innndo exterior, entre sny’eto y objeto,
que hace aparecer las imágenes psíquicas internas como productos
directos del yo, y las otras, no menos inmediatamente, como no yo,
como elementos de un mundo exterior real. Sobre estas diferen—
ciaciones concretas se levantan luego las diferenciaciones lógicas su—
periores: la comparacion entre dos imágenes, sus relaciones jerárqui-
cas, el pensamiento cansat y el pensamiento teológico o finalista.
Éstas Son algunas de las principales categorías que sirven al pen-
samiento despierto para poner orden en el caos de los elementos
figurados esféricos,
Es interesante ver cómo ambos principios ordenadores, el de
aglutinación esférica y el de categorías lógicas, se separan con
frecuencia y destacan sin rebozo en el pensamiento esquizofre’nico
y en la disposición psíquica de los esquizotimicos sanos. Por eso,

(1) La palabra «categorías » suele emplearse también en sentido más restringido,


excluyendo las clasificaciones, según espacio y tiempo, como «formas intuitivas » ; pero
no hallamos razón de peso para mantener tal separación.
142 Los aparatos psíquicos y su formación evolutiva

en los últimos apreciamos dos modos'de concebir el mundo: uno


simbólico, misticamente irracional, y otro iriamente exacto, lógico
y sistemático, los cuales se combinan en las construcciones intelec—
tuales de estos sujetos (tanto del catatónico demente, como de los
grandes filósofos esquizotímicos) y ofrecen a menudo las interfe-
rencias mas enriosas. En cambio, el modo de pensar del cz’clotíanz'co,
desde el humorismo realista del individuo sano hasta el pensamiento
del hipomaniaco, constituye un tipo concretamente intuitivo, inter—
medio, tan exento de superestructuras simbólicas como de clasi—
ficaciones lógicas demasiado rígidas. En el pensamiento ciclotímico,
las imágenes son firmemente objetivas, y se ordenan con escasa
lógica, enlazándolas, sobre todo, por contigüidad concretamente
sensorial, a modo de relato que discurre en el tiempo o de descrip—
ción que la coordina en el espacio; mientras que en la fuga de
ideas, que caracteriza la manía,'predominan más bien siempre sus
caracteres fonétiCos sensoriales.
Comparemos ahora con el pensamiento aperceptivo el curso
de ideas expuesto en nuestro esquema II, donde ya vimos que falta
la representación directriz, es decir, que a («Enfermedades del
hombre») no actúa ya como constelación sobre la serie de ideas
sucesivas, en el sentido estricto de que sólo llegarían a la con-
ciencia las representaciones parciales de aquélla. Antes bien, se
escinde cada vez más la serie de nuevas direcciones, a partir del
tercer miembro, y llega a perder asi toda relación directa con la
representación inicial. Esto no quiere decir que 1a serie carezca
de conexión; lo que falta es el titulo, una clave que abarque el
conjunto, una idea común que de la serie entera haga una unidad.
Cada representación enlaza de algún modo con la anterior y la
siguiente, pero no con el complejo general; no hay orden jerár—
quico en los eslabones de esa cadena, que tienen igual valor y se
unen al que les sucede sin preocuparse del que va delante.
Esto es lo que llamamos libre asociación o pensamiento espon-
ta'neo. La palabra « asociación » designa aquí simplemente el enlace
entre contenidos psíquicos; este enlace puede efectuarse en razón de
la config/¿lidad en el tiempo o en el espacio (por ejemplo : pera —
quinta, o vivienda — ladrillo), o a la semejanza fonética, visual
o de contenido (por ejemplo : ladrillo —— bolsillo, hombre — animal).
Estos principios copulativos se denominan también leyes de asocia—
ción. Con arreglo a ellos, y tan desprovistas de valor como las
imágenes que surgen interiormente, las impresiones Sensoriales de
fuera pueden convertirse en puntos arbitrarios de partida para una
libre asociación. El pensamiento aperceptivo elimina de la zona
luminosa dela conciencia no sólo las representaciones, sino también
Mecanismos hiponoicos ' 143

las percepciones no vinculadas a la idea fundamental. Quien se


sumerge en sus reflexiones; «no advierte lo que ocurre a su alre-
dedor » ; tan pronto como la libre asociación interrumpe la cadena
de sus juicios, el pensamiento se deja distraer más fácilmente por
impresiones sensoriales que proceden del mundo exterior.
Sin embargo, sería erróneo suponer que nuestro pensamiento
sólo puede ser aperceptivo o espontáneo exclusivamente. Estos
dos modos de pensar constituyen los dos polos entre los cuales
oscila nuestro pensamiento despierto. Nos aproximamos al tipo
aperceptivo únicamente cuando la actividad intelectual está muy
concentrada, por ejemplo, al dar una conferencia o redactar un
articulo científico, y al tipo espontáneo o de libre asociación
en los estados descritos de relajamiento psíquico absoluto. Pero en
nuestras tareas y conversaciones habituales se desarrolla nuestro
pensamiento ligado a trechos por representaciones o ideas direc—
trices, y emancipado de ellas para entregarse a la libre asociación
por contigüidad o semejanza, o para caer de nuevo bajo el dominio.
de otra nueva idea fundamental. Según la disposición intelectual
y la concentración del momento, predomina unas veces en el pen-
samiento la cualidad aperceptiva, y otras, la de libre asociación.
Hemos de recordar siempre que el pensamiento superior o
aperceptivo no existe jamás solo, sino que es simplemente la super—
estructura, del modo de pensar habitual, natural y espontáneo,
que como un flujo continuo de ideas enlazadas circula por debajo ;
pero la representación directriz, suspendida por encima como un
imán, atrae los elementos afines a ella a la zona de claridad de
la conciencia, mientras que los demás se pierden, apenas nacidos,
en las oscuras profundidades de la esfera.
Hemos demostrado anteriormente que cuanto más amplias
sean las ideas directrices del pensamiento aperceptivo, más abs-
tracto tiene que hacerse éste en su armazón lógica, porque no es
posible materializar de golpe grandes conjuntos de imágenes. Por
el contrario, la libre asociación tiende a la plasticidad concreta en
razón directa de su pureza ; en un estado de relajación absoluta,
de reposo pasivo, se aproxima mucho al modo de pensar propio de
los sueños y de la hipnosis. La conexión sintáctica comienza a
romperse; la formulación verbal de las ideas deja ostensible—
mente su puesto a las imágenes reales, a la contemplación intui-
tiva directa de escenas y figuras animadas que surgen dentro del
sujeto. A la par que la conciencia de su total pasividad, éste
pierde en cierto modo la noción del tiempo, yen sus experiencias
psíquicas atribuye carácter actual a recuerdos y anhelos referentes
al porvenir ; se encuentra entonces aproximadamente en el limite
14,4 Los aparatos psíquicos y su formación evolutiva

¡extremo del pensamiento despierto. Conforme se acentúa la rela—


jación psíquica, la conciencia se vuelve‘más borrosa y crepuscular ;
después de perder la noción del tiempo, pierde tambiénla del
espacio, y entre los grupos de imágenes escénicamente ordenadas-
deja insinuarse elementos fantásticos en número cada vez mayor,
es decir, aglutinaciones asintácticas-catatimicas de imágenes. Así, se
llega al estado de ensueño profundo, que, como ya hemos visto,
se compone casi siempre de imágenes sensoriales, entre las cuales
flotan, a lo sumo, fragmentos dispersos del pensamiento abstracto.
Por consiguiente, podemos decir que el estado profundo de
ensueño o de hipnosis comienza al aparecer aglutinaciones asin—
tácticas. Rebasado este límite, encontramos el pensa-miento filmz!
forme, como hemos denominado el desfile pasivo de grupos de
imágenes que se suceden, cada una de ellas con carácter escéni-
camente ordenado, es decir, representativa de uniones de imágenes
propias de vivencias del sujeto o realmente posibles. En términos
psicológicos,'esta sucesión de ideas en el ensueño ligero o en la
hipnosis superficial se aproxima mucho al pensamiento, tal como
se manifiesta en la libre asociación dentro del estado de vigilia,
sensiblemente relajado. Incluso pueden considerarse ambos esta-
dos como idénticos y unidos sin zona de transición.
Importa saber, sin embargo, que'eXisten ciertos sujetos ner—
viosos psicóticos, generalmente del circulo esquizofrénico, en los
que basta una ligera laxitud, sin manifestaciones de sueño pro-
fundo, para provocar una disociación fantástica de ideas, que en-
tonces, lejos de reunirse en grupos escénicamente ordenados a modo
de pelicula, se descomponen en parte, al momento, en aglutinaciones
catatímicas. Se, dice de estos sujetos que sueñan despiertos ysi
se trata de individuos dotados artísticamente, esos sueños pueden
cristalizar en producciones valiosas de la fantasia, como en los
casos de E. A. Poe, de E. T. A. Hoffmann o de Mórike. Los sueños
del hombre ordinario despierto son igualmente de gran importancia
, para el médico, pues le permiten analizar sus corrientes psicológicas
profundas, del mismo modo que los productos del sueño verdadero.
Damos a continuación un breve ejemplo de pensamiento fil-
miforme ordenado, en el que la eXpresión verbal es para el médico
una simple traducción de las imágenes reales internas. El enfermo,
tranquilamente echado, deja que surjan en su interior las ideas sin
esfuerzo alguno, y las comunica en seguida al facultativo (1).
1. Mis padres, mi hermana y yo recorremos en coche Charlotten-
burgo. Estamos en Pascuas, y nos han regalado unos. conejos de Juguete

(1) Según SCHULTZ, Seel'ische ¡{mn/zenbehandln.


Mecanismos hiponoicos 145

bastante grandes; pero lo que más nos regocija, es la idea equivocada de


que los paseantes creen que llevamos encima unos animalitos vivos.
2. Estoy en Berlín, en casa de un tio mío, quien me hace echar en
su bolsillo monedas de diez céntimos, a cambio de pastillas de chocolate
que deja caer de una de sus mangas.
3. Durante las Navidades paso 1a difteria. Mi madre me levanta de
la cama para que impulse con el pie un balancín aerodinámico Encima
de la cama tengo una tiendecita, y vendo a la anciana enfermera pan hecho
con piedra.
4. Estoy dando clase con el difunto profesor Sch., que se dispone
a contarme una leyenda a propósito de 1a cruz del tejado de un monas-
terio, cuando le interrumpe el timbre de la puerta. .
5. En Berlin. Voy con mi padre a que Haby me corte los rizos; mi
madre, que no lo sabe, se enoja mucho a1 enterarse..., etc.

Este fragmento sólo muestra una diferencia de grado con el


informe reproducido al principio de este apartado, donde son más
los elementos y accidentes abstractos que se interponen como ideas
fundamentales, pero toda 1a serie de ideas comienza a hacerse ya
muy concreta y libremente aSociada. En este segundo ejemplo}
casi no encontramos más que imágenes, una sucesión plásticamente
intuitiva de antiguos recuerdos de infancia ligados unos a otros
por una asociación muy laxa. Las imágenes mismas no muestran
una disociación fantástica, antes bien reproducen otras tantas
pequeñas escenas bien ordenadas y correlativas. Salvo escasas
excepciones, el relato tienecarácter de actualidad.
Finalmente, forma parte de este grupo 1a fuga de ideas, que
caracteriza la Manía. Un enfermo maniaco contesta a 1a pregunta
«¿Cómo está usted? », por ejemplo, del siguiente modo (1) :
« Así, asi. ¿En qué regimiento ha servido usted? El coronel está en
”casa ¡En mi casa, en mi rincón! ¿Ha visto usted al doctor Picón? ¿Conoce
a Koch, conoce a Virchow? ¿’Iiene la peste o el cólera? IAh, qué bonita
cadena de reloj! ¿Qué hora es?. .».

En ninguna parte podemos encontrar ejemplos’de libre aso-


ciación tan clásicos y puros como en la manía. No hay 1a menor
traza de representación directriz; antes bien, cada idea se rela-V
ciona visiblemente con 1a inmediata según el principio de la sim-
ple asociación. En el ejemplo que, acabamos de citar, se advierte
claramente, asimismo, la facilidad con que cambia 1a atención por
obra de impresiones sensoriales externas (la cadena del reloj).
La fuga de ideas de la manía (2) no difiere más que en dos
puntos del tipo de pensamiento del hombre normal en estado de

(1) Según LIEPMANN, Ueber Ideen/lucht, Marhold, Halle, 1904. Es una excelente
monografía, que recomendamos consultar en materia de fuga de ideas.
(2) Esto se aplica también a la fuga de ideas provocada artificialmente en el su-
jeto sano mediante pruebas de asociación verbal en el Laboratorio de Psicologia.

10. KRETSCHMER: Psicologia médica.


146 Los aparatos psiqmcos y su formación evolutiva

relajación psíquica : en primer lugar, las imágenes que se hacen


pasar por el foco luminoso de la conciencia son mucho más nume-
rosas en el maniaco que en el hombre sano semidormido, donde
alternan invariablemente algunas más claras cOn otras muchas
borrosas («esféricas») apenas esbozadas ; por eso, en la mania parece
que se atropellan las imágenes, lo cual, dado, además, el estado de
excitación del aparato motor del lenguaje, conduce en el pensa-
miento del maníaco a una reducción considerable de las escenas—
internas concretas perfectamente elaboradas. Por otra parte, su
modo de pensar es notoriamente sensorial, pobre en abstraccio-
nes, pero la rapidez con que se expresa le hace servirse casi siem—
pre de los materiales más comunes y manidos, de imágenes logo-
Íónicas; y, asi, predominan en el pensamiento del maniaco las.
asociaciones fonéticas más puras (rincón —— Picón). Es evidente,
sin embargo, que entonces las palabras se presentan con signifi-
cado muy distinto al que revisten. en el pensamiento aperceptivo ;
"lejos de ser simbolos abstractos de contenidos concretos, apare-
cen en la asociación fonética como imágenes acústicas reales e
inmediatas.
CAPÍTULO VIII

Mecanismos hípobúlícos
En el dominio de los procesos de expresión reconocemos una
estratificación manifiesta; pero no podemos diferenciar todavía
los diversos estratos con tanta facilidad como en las síntesis de
imágenes. No obstante, la investigación anatómica está haciendo
grandes progresos en este terreno, y recientemente ha descubierto
en los complejos sintomáticos del cuerpo estriado ciertas formas
subordinadas de móvimiento que, tal vez, puedan proporcionamos
vías de acceso a los modos de expresión propios de la catatonía
y del histerismo
Considerando de nuevo el histerismo y la esquizofrenia entre
los síndromes que nos ofrecen agrupamientos atávicos de imágenes
(por ejemplo, aglutinaciones catatímicas) comprobamos, en efecto,
ciertos modos peculiares de funcionamiento de la psicomotilidad,
que pueden ponerse en parangón con grados de expresión más an-
tiguos en la escala filogénica.

MOVIMIENTOS RÍTMICOS

En el síndrome catato’nico de la esquizofrenia se observan


numerosas formas superficiales de movimientos rítmicos, como este—
reotipia, verbigeración, etc. Hora tras hora y a intervalos regula-
res, el catatónico es capaz de repetir la misma nota o la misma
frase, de saltar sobre un pie, de limpiar el polvo, raspar o andar
"en círculo, y de estregarse las manos hasta hacerlas sangrar con
tales automatismos. La situación psíquica subjetiva limita en estos
casos con la volición, la premeditación y la abstención psíquica,
manifestadas por 1a contemplación pasiva de movimientos que el
cuerpo efectúa sin cónocimiento del sujeto También hay indicios
de estereotipias y verbigcraciones sobresalientes (repeticiones iítmi—
cas de palabras) en algunos estados crepusculares histéricos y sín-
dromes agudos provocados por el terror. El pensamiento Vigil,
relajado por cansancio o tedio, ofrece en ocasiones típicas estereo-
tipias motoras : el enfermo se balancea en la silla, tambalea, hace
girar el dedo pulgar, dibuja en el papel secante figuras uniformes
].48 Los aparatos psíquicos y su formación evolutiva

repetidas, que revelanclaramente, además, las primitivas tenden—


cias a la estilización, a la disposición geométrica, a la simetría y a
la reiteración de formas. En estos casos domina también la actitud
psíquica de pasividad ; la mano describe << sin querer» esos movi—
mientos, a lo sumo con un leve indicio de volición activa. Asi, al
bailar suele decirse con el mismo acento de pasividad : « Me llevan
los pies».

TEMPESTAD DE MOVIMIENTOS. PÁNrco v ATAQUE HISTÉRICO


De igual modo que podemos considerar generalmente la mul—
tiplicación esporádica de movimientos rítmicos como síntoma de
una regresión del aparato psíquico en conjunto a fases evolutivas
inferiores, es lícito hacerlo en lo que atañe a algunas otras mani—
festaciones. Ya hemos visto que lo característico en las series de .
animales inferiores es una superproducción de movimientos ante
estímulos exteriores nuevos, y que sólo en escalónes más avanza—
dos de la evolución se traslada el << tanteo >> de fuera adentro, es
decir, pasa de la zona de movimientos a la de los gérmenes de
movimientos ; tras un movimiento psíquico selectivo invisible, se
hace patente en la superficie motora una rápida y' adecuada res—
puesta al estímulo. ' ,
Pero cuando el adulto civilizado sufre de pronto los efectos
de excitaciones demasiado intensas, su capa filogénica superior cae
también en una especie de parálisis y abatimiento, y la capa infe—
rior asume la dirección de todo el aparato psicomotor. A la refle—
xión reposada y serena sucede una verdadera tempestad de mo—
vimientos impulsivos superabundantes de tanteo. Así, aparecen,
ante todo, los síntomas agudos de terror y angustia que, acompa-
ñan el pánico y que la psicologia colectiva estudia con ocasión de
catástrofes súbitas, terremotos, guerras, explosiones. de minas e
incendios de teatros, etc. En esos grupos humanos presas de pánico,-
como en un enjambre de infusorios al calentar el agua que los
contiene, se observan verdaderas tempestades de movimientos sin
finalidad, carreras y atropellos desatinados, una baraúnda de gritos
salvajes, gemidos, empellones y protestas ; si entre esos movimien—
tos excesivos hay alguno que aparta al individuo del foco-de exci—
tación, por ejemplo, de las casas que se desploman, sigue la direc—
ción iniciada, mientras se va tranquilizando y recobrando poco a
poco su capacidad de reflexión consciente. Conviene agregar que
tales estados de terror agudo no sólo provocan movimientos enca—
'minados a alejarse, a huir del peligro, sino que despiertan asimismo
la actividad exagerada de todo el aparato de los reflejos y las fun-
Mecanismos hipobúlicos 149

ciones vegetativas, de cuanto es móvil en el organismo; esto se


traduce en movimientos rítmicos, como temblores, contracciones
clónicas, tics nerviosos, así como en signos violentos e irregulares
, de irritación en el sistema cardiovascular, en el aparato digestivo
y en todos los órganos de secreción.
La psicología colectiva nos ofrece también tempestades motoras
análogas a las del pánico y motivadas por otras conmociones afec—
tivas fuertes, como la cólera, el entusiasmo sujerido por Oradores
políticos que fanatizan a las multitudes, y el éxtasis religioso, las
cuales pueden originar incluso convulsiones, danzas coreiformes y
glosolalia. La historia nos enseña que tales manifestaciones eran
más fáciles de provocar y más frecuentes en los pueblos primi-
tivos que en nuestros días. Y también es cierto que los niños, las
mujeres y los alelados son más propensos a reacciones terroríficas
e histéricas que los hombres maduros.
Las formas de expresión histérzcas están ligadas íntima y am—
pliamente a las del pánico y del éxtasis. Los mismos fenómenos
psicomotores que en el hombre civilizado sano y robusto no se
producen más que a consecuencia de sacudidas afectivas suma—
mente fuertes, sóbrevienen a veces en virtud de estímulos mucho
más débiles en ciertos sujetos de sistema nervioso poco equilibrado,
de suerte que, en casos extremos de degeneración histérica, bastan
las menores emociones, un, ligero altercado con algún pariente,
una, pequeña ofensa, el deseo de impresionar a otras personas, etc,
para poner en juego los mecanismos hipobúlicos más intensos.
En tales individuos, la capa filogénica superior, que corresponde
a la voluntad finalista madura, es muy tenue, y una chispa afec-
tiva puede perforarla y paralizarla, con lo que entra en funciones
la capa hipobúlica subyacente, de vigoroso desarrollo.
El ejemplo más típico de tempestad motora atávica se observa
en el ataque histérico, que, al lado de abundantes elementos rítmi—
cos (temblores y contracciones), comprende una multitud de mo—
vimientos enérgicos de defensa o de éxtasis, con'fuerte participa-
ción de los aparatos que gobiernan la vida vegetativa y los reflejos.
El acceso convulsivo, como las demás producciones del histerismo,
se caracteriza por cierto contenido teleológico objetivo; de igual
modo que la tempestad motora del infusorio, constituye una reac—
ción instintiva de finalidad y defensa. El histérico se encuentra
en determinada situación desagradable, y sus deseos y temores le
impulsan a situarse en otra mejor.lPor ejemplo, una mujer es
desgraciada en su matrimonio, y se le hace insoportable la convi-
vencia con su marido. Si tiene un sistema nervioso bien equilibrado,
se dirá tranquilamente :i «Podemos separarnos, reconciliarnos o
150 Los aparatos psíquicos y su formación evolutiva

seguir viviendo juntos, indiferentes, sin más disgustos». De estas


tres soluciones escogerá la que le parezca más razonable en atención
a las circunstancias, y la pondrá en práctica conscientemente.
He aquí un ejemplo tipico de acto voluntario encaminado a un
fin, con reflexión y elección motivadas, y cuyo resultado final se
presenta en forma de una sola serie motora superficial de palabras
y actos que únicamente consume la fuerza y el movimiento nece—
sarios para conseguir el fin por el camino más recto.
Pero si la mujer del ejemplo tuviera un equilibrio nervioso
inestable e insuficiente madurez psíquica, no reflexionará con cal-
ma sobre su situación y el modo de salir de ella, sino que caerá
en un estado afectivo interno no diferenciado, aunque muy inten-
so, en un sentimiento generald
de algo insoportable, con el deseo
impulsivo de liberarse a cualquier precio. Y ese estado tenso se
convertirá directamente, sin reflexión motivada intermedia, en una
tormenta de descargas motoras, lo mismo que en el infusorio, el
ratón o el pájaro enjaulado. De igual modo que la gallina hosti—
gada y acorralada comienza a cacarear, agitar las alas. y resistirse,
hasta que tal superproducción de movimientos la lleva, finalmente,
a la brecha por donde puede escapar, las crisis de esta mujer tienen
por objeto asustar al marido, mantenerle a distancia, inspirarle
temor y compasión, de manera que termine conduciéndola ala
Clínica, que es para ella la brecha salvadora. Una vez allí, sus
deseos se han realizado ; está separada de su marido, rodeada de
cuidados y atenciones que tanto tiempo había echado de menos,
en compañia de otras personas tan desgraciadas como ella y con
las cuales se puede consolar; y para colmo, el marido es quien
tiene que pagar todos los gastos.
Aparte el ataque histérico, es corriente observar también, no
pocas veces, en la escala animal otros mecanismos de protección
y defensa del mismo género, como la claudvicación, la simulación
de la muerte (1), ete, como medidas instintivas. El estupor, la rigi—
dez motora con insensibilidad o sin ella, forma parte consecuente
de los estados catatónicos e histéricos. '

NEGATIVISMO Y SUGESTIÓN

Es significativo el hecho de que en las manifestaciones hipo-


búlicas de‘l histerismo y la catatonía se halla reducida la función
volitiva a los dos oponentes elementales que con frecuencia dis-
(1) LÓPEZ IBOR llama reacciones de sobresalto y de sobrecogimiento a la tem-
pestad de movimientos y al hacer el muerto; pero creemos que estas expresiones no
corresponden exactamente a la concepción kretschmeriana de tales reacciones motoras
primitivas. —— N del "I
Mecanismos hipobúlicos 151 i

tinguen la expresión de voluntad en el niño y en los animales


superiores. En lugar de discutir con calma, reflexionar y reducir
los motivos a un término medio, nos ofrecen explosiones abruptas,
inmoderadas, que oscilan brutalnente. entre dos alternativas ex-
tremas: un si servil o un no ciego. Estas descargas hipobúlicas
son, además, exageradamente intensas y tenaces en su expresión
motora ; no dominan en ellas razones claras, sino tendencias afec-
tivas generales fuertes y obtusas, y, por ello, escapan a la influencia
de la persuasión razonada en grado mucho mayor que a la de.
excitaciones fisiológicas más elementales, como las producidas por
el dolor, por un silbido, una orden, etc. Finalmente, según hemos
Visto ya en los grados filogénicos inferiores, en tales explosiones
no están aún diferenciadas las expresiones volitiva y afectiva;
entran inmediatamente en juego todos los aparatos de la vida
vegetativa y refleja, lo que notoriamente no ocurre ya con las
manifestaciones bien diferenciadas de la voluntad finalista. Por
eso, pueden producirse fácilmente las tempestades motoras que
dejamos descritas en individuos cuya voluntad oscila sin matices
intermedios entre dos polos opuestos, positivo y negativo.
La hipobulia alternativa, por su estructura misma, determina
dos géneros de actitud: la negativista o de oposición obcecada,
y la de sugestz'bz'lz'dad u obediencia ciega. Se llaman caprichosos
los sujetos (niños, histéricos o catatónicos) en quienes se producen
estas explosiones volitivas oscilantes entre el si y el no.
Todo el mundo sabe que los niños de cierta edad adoptan a
veces una actitud de intransigencia espasmódica por motivos in-
significantes, resistiéndose con todos sus músculos y protestando
tercamente a gritos ; y se mantienen en ella largo tiempo con gran
obstinación, aunque haya desaparecido la causa cierta o presunta.
Esto es lo que llamamos negativismo. Inútil es tratar de persua—
vdirlos con amables argumentos; la reacción se extingue por sí
misma con el tiempo, o se transforma de repente y sin transición
motivada en actitudes opuestas. Enseñamos al niño una golosina,
y al punto, deja de patalear y gritar ; en un momento lo olvida
todo y se acerca con cara de risa. Otras veces, basta un silbido es-
tridente o un cachete inesperado para hacerle callar en el acto. Esta
negativa a la persuasión, en contraste con la fácil respuesta a
sencillos y enérgicos estímulos sensoriales, es característica de las
reacciones hipobúlicas. Hasta el mismo profano juzga «infantil»
el negativismo del histérico, que efectivamente se parece mucho
al de los niños. En la catatonía aparece en ocasiones el negativismo
con tal pureza, que el enfermo hace siempre, con la seguridad de
un autómata, lo contrario de lo que se le pide, reaccionando con
violentas contracciones musculares a cualquier contacto.
153 Los aparatos psíquicos y su formación evolutiva

Desde el punto de vista práctico, más importantes aún que


lOs del negativismo son los fenómenos de la sngestz'o'n. Pero im—
porta no olvidar que ambos órdenes de manifestaciones provienen
de un tronco común, pertenecen a una misma capa psicológica
y se córresponden como un objeto y su imagen. No pocas veces
. sucede que un joven histérico, sumamente dócil a la sugestión
experimental terapéutica, es tachado por sus parientes de terco
caprichosov
y desobediente en su vida ordinaria. Y en el curso de
sesiones terapéuticas hemos comprobado que constantemente se
truecan uno en otro la sumisión automática y el negativismo
obcecado.
Entendemos 7501/3sngestzo’n la transmision de sensaciones, repre—
sentaczones yesyñeczaímeníe impulsos volztwos, no mediante ía per—
snasio'n razonada, sino valiéndose de estímulos directos. Asi como
el pensamiento libre o espontáneo es siempre un vigoroso compo-
nente oculto del pensamiento aperceptivo, en las influencias de
hombre a hombre la sugestión suele hallarse escondida tras los
argumentos persuasivos. A diario estamos viendo que personas
con un ecuánime sentido de la realidad y un razonamiento lógico
perfecto apenas consiguen nada, mientras que otros obtienen resul-
tados sorprendentes vcon ayuda de argumentos muy endebles;
esto ocurre a menudo en la práctica médica y en la politica, e
incluso puede decirse que no hay campo de actividad humana en
que 1a influencia no intervenga como factor psicológico eficaci-
simo.. En las grandes aglomeraciones humanas, los efectos de la
sugestión se acumulan de un modo extraordinario, y el individuo,
rodeado y oprimido por el aluvión de factores sugestivos, termina-
renunciando a su propio juicio critico para convertirse en una
gota más de la corriente afectiva o la orientación volitiva domi—
nante, producida a veces, de pronto, por una mirada furibunda,
unos gritos agudos o las frases efectistas de un orador; esto Se
conoce por sngestz’o’n colectiva. En los pueblos salvajes, las influen—
cias sugestivas sobre el individuo o la comunidad suelen ser más
intensas y difundidas, que en el hombre civilizado, que ya presenta
cierta diferenciación. Las epidemias de danzantes y flagelantes en
la Edad Media representan fenómenos de sugestión colectiva tan.
poderosos y amplios, que hoy nos parecen enfermedades psíquicas
de carácter étnico. En nuestros días persisten aún superviven-
cias, de" que son ejemplos la invención de leyendas absurdas, las
fundaciOnes de sectas y las atrocidades que se cometen en tiem—
pos de guerras o de revoluciones. .
Fuera de este aspecto general de la sugestión Como factor que
‘ actúa constantemente en nuestra vida psíquica normal, asociado
Mecanismos hipobúlicos l53

a la voluntad finalista, encontramos fenómenos volitivos de suges—


tión desligados por completo de esta última, una vez desconectada
como mecanismo autónomo dentro del conjunto. Asi ocurre en
los mismos «estados de excepción», en que dominan también exclu—
sivamente los demás mecanismos hipobúlicos e hiponoicos, o sea,
en la hipnosis y los estados históricos, de manera singular en los
cuadros catatónicos de la esquizofrenia. En el catatónico, la suges-
tibilidad se exagera hasta la caricatura en formas de catalepsia o
de obediencia automática. Se puede afirmar que la catalepsia cons—
7 tituye el escalón más inferior entre los fenómenos sugestivos ; el
catatónico conserva en ella la actitud que se infunde en su cuerpo,
y éste puede moldearse como 1a cera (flexibilidad cérea). Basta un
estímulo sensible elemental (la flexión de un brazo, por ejemplo)
para que el enfermo responda automáticamente, y sin la menor
reflexión, con una actitud muscular motora. Igual automatismo
encontramos, por lo demás, en las contratensiones musculares de
ciertos negativismos catatónicos. La obediencia automática a las .
órdenes constituye, por el contrario, una forma superior de suges—
tibilidad, pues si bien subsiste el automatismo, no hay ya reacción
negativa a estímulos somáticos elementales, sino positiva a com—
plejos psíquicos diferenciados, a palabras y exhortaciones o man-
datos. '
También encontramos estas dos formas de sugestibilidad en
la hipnosis profunda, con estados musculares catalépticos muy
curiosos ; pero se observan asimismo en ella efectos muy ostensi-
bles de la sugestión verbal : los sujetos ejecutan simples órdenes a
ciegas, sin la menor reflexión ni crítica, y asimilan de igual modo
representaciones concretas sencillas. Sabido es que se puede suge—
rir a un hipnotizado la idea de morder una patata, haciéndole
creer que es una manzana..Las sugestiones hechas durante la'hip—
nosis persisten, en parte, durante el estado de vigilia subsiguiente
(sugestión posthipnótica), delo cual nos aprovechamos corriente-
mente los médicos con fines terapéuticos.
Los fenómenos sugestivos en el histerismo no difieren esen-
cialmente de los observados en la hipnosis, y se estudian con el
mayor fruto en el curso de sesiones de tratamiento por sugestión
en estado de vigilia. Observamos entonces alternativas bruscas de
talesfenómenos y negativismos obstinados, en proporciones muy
variables. Así como el histerismo infantil leve, por ejemplo, suele
presentar una sugestibilidad blanda como la cera, en los enfermos
de neurosis de guerra o consecutiva a accidentes del trabajo tro—
pezamos con un negativismo violento, acompañado de tempesta-
des motoras hipobúlicas que ceden en parte a la sugestión, y en}
154 Los aparatos psíquicos y su formación evolutiva

parte, al empleo directo de la fuerza. Esto depende, tal vez, de la


edad y el sexo de los enfermos, pues en los hombres adultos son
menos frecuentes en promedio los estados histéricos, pero suelen
ser más dificiles de dominar que en mujeres o niños ; y también
influye que obedezcan a motivos finalistas serios o simplemente
a contrariedades pasajeras, más o menos caprichosas, provocadas
por un ambiente desfavorable. p
Resumiendo nuestras observaciones sobre negativismos y fenó-
menos sugestivos, podemos distinguir dos formas extremas de un
mismo estado, enlazadas entre sí por grados intermedios: una
i elemental, más primitiva, en la cual, como al amazstmr animales
superiores, simples estímulos sensoriales (dolor, asimiento, voz de
mando), prOvocan actitudes musculares sencillas positivas (cata—
lepsia) o ¡negativas (contratensión catatónica) ; y otra superior, en
la que se transmiten verbalmente representaciones y órdenes, y la
reacción negativista o de obediencia automática puede componerse
de actos más complicados. Pero aun estos impulsos de mayor
complejidad se aceptan y ejecutan ciegamente, sin la menor refle-
xión, critica o justificación razonada ; la acción sugestiva, al mar-
gen de la capa psíquica superior del pensamiento aperceptivo y
finalista, es obra de cualidades sensoriales muy elementales y po-
derosas, inherentes ala palabra hablada. Un tipico ejemplo de
ello es la voz de mando, que se halla en la divisoria entre una
intimidación verbal y un fuerte estimulo sensorial sencillo. En el
tratamiento por sugestión solemos emplear voces enérgicas, escue—
tas, precisas, elevando el tono y hasta gritando ; a veces las for-
zamos con ayuda de medios ópticos y táctiles, gestos pantomímie
cos, asimientos, sacudidas, aplicaciones dolorosas de corrientes
eléctricas. En otros casos, por el contrario, nos servimos de tonos
suaves, murmullos o cuchicheos, dentro de una habitación a media
luz, para poner al enfermo en una actitud pasiva y hacerle recep—
tivo sin que intervenga su voluntad, como si estuviera semidormido.
Además de las cualidades sensoriales elementales de la palabra
hablada, son sus correlaciones esférióas las de mayor importancia
sugestiva, como ya hemos señalado anteriormente.
Hasta en la vida ordinaria, la eficacia o ineficacia sugestiva
de la palabra hablada depende ante todo de su cualidad sensorial
y de su resonancia esférica. Por eso, para conseguir efectos suges—
tivos, en todas las profesiones es condición primordial saber dominar
la motilidad del propio cuerpo y el sonido de la voz, y, sobre todo
poseer un sentimiento instintivo de las resonancias esféricas de las
palabras utilizadas.
Mecanismos hipobúlicos - lao

CIRCUITOS PSÍQUICOS
Para tener una idea de la vida psíquica sana y morbosa es
necesario conocer bien lo circuitos psíquicos, que intervienen tanto
en los procesos de figuración como en los de expresión. Hemos
visto que ambos aspectos de nuestra vida psíquica presentan varias
capas filogénicas superpuestas, relacionadas entre sí en dos únicos
modos distintos.
En la vida psíquica corriente del adulto civilizado, tales capas
cooperan. íntima y conjuntamente, solidarizadas en grado tal, que
es casi imposible individualizarlas. Asi, observamos que el pen-
samiento aperceptivo se alimenta siempre de una corriente psí—
quica amplia, hecha de libres asociaciones, y que procesos de
.aglutinación análogos a los de los sueños forman, al parecer, en la
esfera de la conciencia un ancho círculo ivaporoso de donde el
pensamiento deSpierto y claro se traslada poco a poco al punto
visual psíquico. Hemos visto igualmente que a cada momento se
insinúan en la voluntad finalista motivada determinantes hipobúli-
cos de expresión, en particular de naturaleza sugestiva.
y Pero al lado de esta íntima cooperación de todos los aparatos
psíquicos encontramos un segundo tipo de función en forma de
circuitos cerrados. Entonces trabaja independientemente una sola
capa, con exclusión de las demás, o dos de ellas constituyen un
circuito para funcionar no juntas, sino aisladas, y en ocasiones,
antagónicamente. Podemos, pues, distinguir entre circuitos alternos
y cu derivación. En el momento del transito al sueño, la función
psíquica puede pasar del pensamiento aperceptivo al onírico;
, y en el estado. crepuscular histérico, la sucesión de imágenes adopta
a veces, de improviso, el carácter de « aglutinación catatimica »,
para volver con igual rapidez al tipo normal del pensamiento des-
pierto. De este modo se producen fases psíquicas claramente limi-
tadas, a manera de unidades orgánicas separadas unas de otras
CÓIIIO por una hendidura. Estos circuitos alternos se observan tanto
en el estado de salud como en el de enfermedad.
En cambio, los circuitos yuxtupucstos o eri derivación, en sus
formas típicas, constituyen siempre un síntoma patológico. Son fre-
cuentes, sobre todo, en la esquizofrenia y en ciertos estados afines
de individuos con equilibrio nervioso inestable, y sus grados extre—
mos presentan manifestaciones que se conocen por « doble cort—
cicricia »; personas y cosas del medio pueden aparecer simultá—
neamente en su aspecto real y en otro distinto, imaginario, como
en los sueños. El Viejo médico familiar es, al mismo tiempo, a los
ojos de un enfermo de este género, un misterioso jefe de cierta
156 Los aparatos psíquicos y su formación evolutiva

banda de nihilistas ladrones, que le’ inflige torturas inauditas;


y ambas ideas no pareCen incompatibles en su conciencia. Indicios
de estos circuitos duplicados se advierten, por lo demás, en ciertos
momentos del sueño en que éste fluctúa en profundidad.
Para nuestras tareas terapéuticas tienen eSpecial importancia
las conexiones del aparato de la expresión, sobre todo en el histe-
rismo. Las diversas capas se hallan a veces muy disociadas y
apartadas unas de otras; son muchos los enfermos que quieren
y no quieren al mismo tiempo, que aSpiran a Curarse obedeciendo
a su voluntad racional y motivada, mientras en el fondo alimentan
un negativismo hipobúlico recalcitrante y oponen una resistencia
impulsiva desatada tan pronto como advierten que nos acercamos
al momento de la curación A menudo comprobamos que una si—
mulación inicialmente deliberada, por ejemplo, una claudicación
o tremulación aprendida a fuerza de ensayos continuados, se hace
hábito y casi reflejo, se emancipa cada vez más en la voluntad
finalista del sujeto y acaba sucumbiendo al dominio de corrientes
impulsivas hipobúlrcas sordas y ciegas, pero muy poderosas. Tal
anomalía llega con el tiempo a hacerse inseparable de la hipobulia,
y entretanto se intensa asimismo la separación entre la capa hipo—
búlica y la voluntad finalista. Cuando por la persuasión racional
y el ejercicio nos esforzamos por librarle de su trastorno, y creemos
estar cerca de la meta, vemos que salta súbitamente del finalismo
ala hipobulia; en vez de una persona razonable, tenemos ante no-
sotros una bestezuela irritada que, bufando, nos enseña las garras:
la conciencia se reduce a un punto, la mirada se vuelve fija y au—
sente, y sobre nosotros se abate una granizada de ademanes hos—
tiles, negativismos feroces, contracciones, temblores, gritos, sudores
y jadeos. Estas resistencias hipobúlicas no ceden ya a la persuasión
ni a los ejercicios progresivos: hay que atacarlas por sugestión
y por estímulos sensoriales enérgicos, por el dolor y la orden im—
periosa, como si se tratara de amaestrar o domar a un animal.
Ya hemos visto que, en la fase hipobúlica, no existe aún dife-
renciación entre los impulsos volitivOs y los reflejos derivados de
estados afectivos, es decir, entre las expresiones propias. de la
voluntad y de la afectividad. Por eso, el histérico, mientras se halla
en circuito hipobúlico, dispone de ignorados y profundos meca—
nismos productores de reflejos para satisfacer sus tendencias ins—
tintivas a la fuga y la defensa, los cuales no sería capaz de poner
en actividad con impulsos finalistas directos en su estado nor-
mal; en plena hipobulia puede ser atacado de temblores o vómitos
y cambiar de color con una facilidad y en términos totalmente in—
accesibles para un hombre dotado de impulsividad específica guiada
por la reflexión.
Mecanismos hipob úlicos 1 57'

Fuera de estos circuitos hipobúlicos existen, además, otras vías


que conducen a los mecanismos receptores de los reflejos, cuyo
conocimiento es indispensable al médico. Por ejemplo, un terror
agudo puede dejar como consecuencia por algún tiempo cierta
propensión. a temblores de carácter reflejo. Mediante una tensión
muscular difusa y voluntaria y una acumulación afectiva inten—
cional, un simulador astuto puede mantener ese resto de reflejo
y reforzarlo hasta hacerlo casi automático en pocos dias. A medida
que esto se intensa y se va oscureciendo, al mismo tiempo, en la
conciencia critica del sujeto su participación activa, la simple
reacción inicial de terror va adquiriendo carácter histérico y pue—
de dar origen a disociaciones hipobúlicas secundarias. Damos el
nombre de reforzamiento voluntario de reflejos al proceso que acaba—
mos de describir, con sus consecuencias. '
TERCERA PARTE

Instintos y temperamentos

CAPÍTULO IX

Los instintos y sus variaciones


En el hombre de psique complicada, no es tan sencillo como
en la escala animal definir a titulo descriptivo un instinto genuino,
independiente; las clasificaciones teóricas no tienen en este caso
un gran valor gnosiológico. Por no ser, tan reducibles a fórmulas,
los procesos instintivos aparecen en el ser humano más sueltos
y variables, surcados en varias direcciones de impulsos e inhibi—
ciones racionales, y, por ello, menos fáciles de individualizar como
factores psicofisicos autónomos. Sin embargo, combinando y com-
parando datos recientes proporcionados por la fisiología del encéfalo
con observaciones filogénicas, es posible delimitar una serie de
instintos independientes, más o menos comunes al hombre y a. los
animales superiores. Ya se han esbozado a este propósito en el
capítulo V sus fundamentos eXperimentales y clinicos en correla-
ción con el diencéfalo, apoyándolos ‘en una extensa bibliografía.
Como instintos propiamente dichos podemos señalar, con segu-
ridad, aquellos modos de conducta psicofisicos del hombre que
pueden provocarse o extinguirse aisladamente como integraciones
elaboradas, por medio de experimentos con vertebrados superiores,
partiendo de puntos motores circunscritos situados en el diencéfalo
y que comprenden a la vez componentes vegetativos, psicomoto—
res y afectivos. Estos modos de conducta, según se ha comprobado,
además, en el ser humano, pueden ser objeto de excitación, inhi-
bición, liberación o modificaciones cualesquiera mediante focos o
intervenciones en la misma región enceiálica.
Como impulsos independientes, de función autónoma, cabe
considerar cOn seguridad, por lo menos, los siguientes :
Los instintos y sus variaciones . 159

1.o Los de nutrición (instintos y automatismos orales, anales


y otros). y
2.o Los de conservación (instintos y automatismos de agre-
sión, de defensa y de fuga). '
3.0 Los instintos sexuales.
4.° Los instintos motores. .
5.° Los instintos y automatismos vinculados a la regulación
sueño-vigilia.
Hay, además, instintos que pueden aislarse y estudiarse bien
desde el punto de Vista filogénico, pero que, por su naturaleza, no
se prestan mucho a ser demostrados mediante ensayos de excita—
ción y de abolición en el campo de la fisiología cerebral. En este '
grupo se incluyen los instintos gregarios, que en el hombre se ma-
nifiestan por las fórmulas reaccionales impulsivas, hipobúlicas e
hiponoicas de la psicología colectiva '
Alrededor de los instintos centrales se agrupan luego zonas
extensas de aSpiraciones o apetencias que designamos por actitudes
instintivas, las cuales apenas ceden en nada a los instintos propia?
mente dichos por lo que atañe a dinamismo, rigidez imperiosa de
orientación e intensidad neurosígena. Por ejemplo, el afán de po-
seer y acumular pertenece al amplio circulo que tiene'por centro
los instintos de nutrición; la apetencia de poder, a1 que rodea los
instintos de agresión, etc.
Las irradiaciones e interferencias entre los instintos primarios
dan origen a otras variantes, demostrables algunas de ellas en los
ensayos electroencefálicos y en la hipnosis. Esta última, conside-
rada como instrumento terapéutico, tiene, en principio, por base
las irradiaciones que del centro regulador del mecanismo sueño—
Vigilia se dirigen a los contiguos de las fórmulas instintivas y, en
general, de «persona profunda» ligada al sistema vegetativo—
endocrino. Tales irradiaciones, por ejemplo, entre los instintos de
agresión y los de procreación, tienen un ligero carácter fisiológico,
y en sus grados máximos de intensidad y persistencia degeneran
en perversiones sádicomasoquistas. Es posible que haya otras simi—
lares entre los instintos sexuales y los orales, entre los agresivos
y los motores o cinéticos (aniok o locura homicida), etc. La ade—
cuada observación de estos fenómenos de irradiación ha conducido,
en el psicoanálisis de Freud, a la errónea consecuencia de que
una gran parte de las estructuras instintivas pueden subordinarse,
como instintos parciales, al de procreación.
Un hecho biológico fundamental es el de la arquitectura ¡botar
de los instintos, pues, sin él, no es posible comprender muchas ma-
nifestaciones de la psicologia de las neurosis y del resto de la psi—
160 Instintos y temperamentos

copatólogía, en particular los fenómenos de ambivalencia. Del


mismo modo que el sistema nervioso vegetativo se encuentra regu—
lado por el antagonismo de dos factores, ergotropo (simpático-
tónico) y trofotropo (vagotónico), y los grandes círculos tempe-
ramentales muestran en el interior de cada tipo constitucional un
escalonamiento polar (proporción diatésica en los pícnicos,_ propor-
ción psicoestésica de los leptosómicos, enequetismo: explosividad
en los atléticos), también es polar la organización interna de los
instintos, íntimamente conjugados con sus faCtores opuestos res-
pectivos. Las mismas funciones generales de impulsión se hallan
contrapuestas en el diencéfalo dentro de un espacio mínimo, de
suerte que es posible desencadenar, desde puntos de excitación
sumamente próximos, ya una agitación maniaca, ya una inhibición
parecida al estupor o al coma (FÓRSTER, GAGEL y otros), no pocas
veces en ciclos periódicos (BERINGER,.FEUCHTWANGER, etc). Desde
focos circunscritos del encéfalo es posible destruir no solamente los
instintos positivos, sino también sus antagonistas; según HESS,
en la prueba electroencefálica pueden demostrarse superpuestos los
instintos de agresión y de fuga, partiendo del mismo lugar de
excitación. Aun en condiciones fisiológicas, el sentimiento de ver—
güenza,’ por ejemplo, muestra, mediante su estrecho acoplamiento
reflejo con el aparato vascular (rubor), la misma integración ins—
tintiva, tipica y genuina que la palidez causada por el terror; .
tan instinto-es el uno como la otra. En los problemas de la Medi-
cina, igual que en los de la Ética, es un funesto error, refutado'
enérgicamente en la actualidad a la luz de la investigación, suponer
que sólo son auténticos los instintos positivos, y simples conven-
Ciones sociales artificiosas, los factores que los contrarrestan.
Por consiguiente, llamamos instintos a los componentes genotipiá
cos de la afectividad general que se agrupan densmnente alrededor de.
ciertos'fines vitales y constituyen integmciones sólidas e indisolitbles
con las respectivas foi/mulas vegetatims y psicomotoms. En tal con-
cepto, desempeñan en la vida psíquica del hombre una doble fun-
ción peculiar : por un lado, son parte integrante inseparable del
temperamento en conjunto, corrientes inferiores amplias y pode—
rosas que sustentan en gran medida la afectividad superior y detera
minan su orientación general; y por otro, constituyen factores
psíquicos dotados de bastante autonomía, capaces de oponerse
abiertamente en ocasiones, aun aislados, a las tendencias de la
personalidad total. En ambos aspectos, el instinto sexual nos
ofrece un, excelente ejemplo del modo de funcionar la vida instintiva.
En cada individuo, los instintos principales se hallan deter—
minados por herencia en forma de constantes fijas, con núcleo re-
Los instintos y sus variaciones . 161

fractario, en general, a toda influencia. En cambio, los actos que


conducen a satisfacer tales instintos en el hombre, se ajustan, por
lo común, a fórmulas rígidas correspondientes, donde el número
de constantes es muy reducido. Estas fórmulas instintivas que no
requieren aprendizaje, estos procesos reflejos y semirreflejos, presi-
den en el hombre la realización del acto sexual propiamente dicho,
y se encuentran, además, como elementos aislados, en los detalles
de las relaciones amorosas. Tales fórmulas comprenden aSimismo
las manifestaciones propiamente motoras de la absorción de ali-
mentos, y ciertas actitudes de terror o de pánico que se observan
en casos de peligro mortal y se agrupan, sobre todo, alrededor del
reflejo de inmovilización o muerte simulada (radical hipnoide-
estuporoso) y de la tempestad de movimientos (accesos de temblor
y convulsiones, fuga y atropello impulsivos) (1).
Por lo demás, en el hombre no suelen ser rigidamente constanú
tes más que las principales orientaciones afectivas de los instintos,
mientras que se considera variable su forma particular de reali—
zación ; esto hace dificil fijar con precisión los límites de lo que
hemos de denominar aquí «instintos». Lo son de seguro las ten-
dencias afectivas que se agrupan en torno a los tres focos vitales
ya mencionados: nutrición, conservación y procreación. Los dos
primeros, reunidos con el nombre de instintos de autoconservación,
se han opuesto a los de conservación de la especie. En las condi-
ciones ordinarias de la vida civilizada, el instinto sexual es el de
mayor independencia relativa y el más ricamente diferenciado.
La cuestión de fijar los límites de la zona instintiva que rodea
cada uno de esos tres centros es puramente subjetiva ; en su peri—
feria se confunden los instintos con las corrientes variables y errá-
ticas del temperamento total o de los modos de conducirse que
inculca e impone la convivencia social
Se forma así, alrededor de las tendencias instintivas propia?
mente dichas, por ejemplo, del instinto de nutrición, del hambre
y la sed, un círculo más vasto de actitudes instintivas, relacionadas
con la adquisición de bienes y dinero como premisas indirectas de
la posible satisfacción de aquellas necesidades ; estas actitudes son
todas ellas muy variables, y pueden modificarse por la educación,
pero contienen dispersos algunos componentes casi instintivos,
como la avaricia, el afán de acumular, etc., que, por su fuerza afec-
tiva tenaz e irresistible, por su rigidez individual-y, amenudo, por
su carácter absurdo, es decir, difícilmente adaptable a las situacio—
nes particulares, difieren poco de los verdaderos instintos y se
aprecian, sobre todo, en la zona divisoria de la pSicopatología.
(1) Para más detalles, véase KRETSCHMER, Hysterz'a, Reflexuml .Instinkt, v6.3 edición.)

11. KRETSCHMER: Psicología médica.


162 Instintos y temperam entos

.Al instinto de nutrición puede asociarse sin esfuerzo un grupo


de . modos particulares de cOnducta que se relacionan con senti—
mientos vitales afines o con las actitudes instintivas que éstos
provocan. Cualidades afectivas tales como la tolerancia, y tipicas
maneras de reaccionar al dolor, al frio, al cansancio 'y a 1a fatiga,
esconden factores individuales constantes bien arraigados en el
fondo vital de la persona. r '
Una posición intermedia singular entre los instintos sexuales
y los de autoconservación ocupan los instintos de agresión o de
crueldad. Tanto en la escala animal como en el hombre se mani—
fiestan principalmente por la lucha, la defensa y el ataque, por la
competencia que suscita la conquista del alimento. En la forma de
sadismo y masoquismo (voluptuosidad que produce el torturar o ser
torturado) muestran, además, con la excitación sexual vinculos que
parecen tener cierta relación con agresividad erótica, el deseo de
dominación sexual y el de sufrir una u otra.
A los instintos de crueldad se agregan, como actitudes ins—
tintivas, los factores de la personalidad que han sido designados
genéricamente por « voluntad de poder » y estudiados especialmente
por NIETZSCHE en sus profundas ramifiCaciones y variaciones psi—
cológicas, y por ADLER en cuanto a su participación en las neuro-
sis. En sus diversas formas son fenómenos sociológicos muy varia-
bles y complicados, pero encierran siempre una nota instintiva
común, fija e invariable ; la de aproximarse mucho a los complejos
instintivos elementales de la escala animal a que acabamos de
referirnos: lucha, agresión, dominación, sumisión o decepción ante
el fracaso. Podrían reunirse todos estos grupos con el nombre de
«instintos de dominio » en sentido estricto y lato a la vez. En todo
caso, el «afán de poderío» sociológico aparece igualmente en la
psicologia de las neurosis como factor autónomo de primer orden,
dotado de fuerza afectiva irresistible y de rígida soberanía, que le
permite rivalizar incluso con los instintos sexuales ; no es menos
importante el papel que este afán de poder desempeña, además,
en el curso de la historia y de la psicología individual. '
Los factores afectivos en que descansala conviven cia de los
grupos organizados, suelen denominarse «instintos gregctrios»; y,
en efecto, rebaños y estados se rigen en el mundo animal por me—
canismos instintivos fijos e invariables. En el hombre, los modos
de conducta sociológicos son sumamente variables y diferenciados
según los individuos, de suerte que es imposible incluirlos conjun—
_ tamente enel grupo de los instintos. Sin embargo,es instintiva
la tendencia fundamental del hombre a vivir en sociedad ; nada
más erróneo quesver en el (e. hombre natural » una esPecie de bestia
Los instintos y sus variaciones
' "163
egoista que trataría de «vivir su
vida» lo mejor posible, sin con—
sideración para los demás, de no impe
dirselo la fuerza y las barre—
ras artificiales establecidas por la civilizació
n. Este hombre libre,
egoista, sometido exclusivamente a sus instin
tos, no responde en
modo alguno a lo que sabemos de la vida prim
itiva sana, no defor-
mada, ni existe sino en el deseo y la imag
inación del degenerado
superior que ha perdido sus instintos radicales.
La psicología étnica
y la psicologia animal nos enseñan algo muy
distinto ; lo mismo
en el hombre primitivo que en los animales agrup
ados en socie—
dades más o menos estrechas suele apreciarse una
reglamentación
asombrosamente severa, instintiva o casi instin
tiva, tanto de la
vida sexual como de la ¡convivencia social, a menu
do más rigurosa
e implacable que las vigentes en las sociedades
civilizadas. Por
consiguiente, no deben considerarse en sus funda
mentos afectivos
como productos artificiales de la civilización, sino como
asentadas
sobre una base instintiva, virtudes tales como
el altruísmo, la ab-
negación, la compasión, el orden y la disciplina.
En efecto, los
médicos comprobamos a diario que estas cualidades
no faltan en
los hombres más sanos, robustos, vigorosos, «naturales
», sino pre-
cisamente en personas degeneradas, neuróticas o aquej
ados de cier- _
tas secuelas psíquicas (después de encefalitis en la
adolescencia,
o de ciertas catástrofes esquizoides propias de la puber
tad).
Por lo demás, el instinto gregario no es un simple deriva
do
de los instintos sexuales, como el rebaño no es una
simple expan—
sión de los vinculos del sexo, ni el Estado, una fase
ulterior de des—
arrollo de la familia, lo cual no obsta para que los instintos
sexuales
desempeñen un papel importante en la organización de la socieda
d.
En la vida animal, el instinto gregario y el sexual son indepe
ndien-'
tes por completo uno de otro ; a menudo entran en
conflicto du-
rante la época del celo. Los miembros asexuados son justam
ente
los de instinto social más evidente en las agrupaciones de
insectos.
Además de la tendencia instintiva general a vivir‘en
sociedad,
el hombre presenta algunos rudimentos especiales del instint
o gre-
gario irracional, que se manifiesta, sobre todo, en los fenóme
nos de
<4 sugestión colectiva», en las corrientes afectivas típicas
, despro-
vistas de lógica, que se originan en las reuniones humanas espon-
táneamente o por obra de gestos sugestivos de jefes o
agitadores.
Demuestra asimismo la base biológica elemental de los sentimientos
sociales el hecho de su congruencia con los temperamentos inhe-
rentes a la. estructura corporal, pues la tendencia a la sociabilidad
es característiCa de los ciclotímicos, como el autismo,
la tendencia;
al aislamiento, parece ser uno de los signos distintivos más
nota-
bles de los esquiZotímicos. '
164 Instintos y temperamentos

s de
j Así, vemos que la mayor parte de las cualidades afectiva
Círculos
una persona, de sus « rasgos de carácter», se agrupan en
de amplitud creciente, constituidos por manifestaciones cada vez
más diferenciadas y variables alrededor de algunos focos vitales de
'
sus constantes instintivas.
Sin embargo, ya en el animal observamos que'el conjunto de
su energía vital no se agota en la satisfacción de necesidades ins—
el
tintivas, sino que un considerable remanente queda disponible,
los animal es jóvenes , en un
cual se prodiga, especialmente entre
«lujo de movimientos», eSpecialmente en 76250203 y juegos diverti—
tos
dos. GROSS ha analizado con gran precisión estos entretenimien
de los niños y los animale s ; al parece r, no persigu en ningun a fina—
lidad vital directa, pero tienen indirectamente una gran impor-
tancia biológica, ya en el terreno fisiológico para ejercitar la fuerza
y la destreza, ya en el psicológico para aprovechar una reserva
los facto—
de substancia madre que, en ocasiones, reaccionando con
de
res instintivos, da origen a nuevas producciones complicadas
con fina-
orden cultural, especialmente en el dominio del arte, unas
por
lidad propia, y otras encaminadas a mejorar decisivamente
los instintos
vía indirecta las condiciones vitales. Por lo demás,
en la
motores Se demuestran espontáneamente y sin trabas tanto
como en
prueba de excitación, dentro de la psicología cerebral,
patología clínica (por ejemplo, en la encefalitis infantil).
La psicología de los instintos y sus relaciones con la vida
de la
psíquica SUperior constituye uno de los puntos de apoyo
conflic tos que nacen de estas relacio nes
psicología médica. Los
ponen de relieve la mayor parte de las neuros is, de las psicosi s reacti-
cas,
vas y un crecido número de dolencias aparentemente somáti
no son más que conflic tos psíquic os larvado s.
que, enrealidad,
plástic a y
En contraste con la afectividad superior, mucho más
adaptable, los instintos se imponen como fuerzas ciegas de la natu—
, y,
raleza, traspasan todas las barreras por sus puntos débiles
d, desviaci o—
cuando se altera su curso, ocasionan, con suma facilida
nes psíquicas y trastornos de las funciones orgánicas.

INSTINTos DE NUTRICIÓN.
(IMPULsos v AUTOMATISMOS ORALES, ANALES Y OTROS)
se
En el experimento de excitación fisiológica del diencéfalo
demuestran separadamen te, por medio de las fórmula s vegeta tivas
,
y psicomotoras correspondientes, los instintos de sed y de hambre
de
así como el de defecación. La patología clínica pone, a veces,
en focos adecua dament e localiza dos del encéfalo, gra-
manifiesto,
Los instintos y sus variaciones 165

ves y grotescos excesos de los instintos orales : sed absurda y tras-


torno concorde del metabolismo (diabetes insípida) ; pérdida total
del apetito o hambre canina insaciable. No es muy corriente ob-
servar fenómenos de interferencia con los instintos anales y agre-
sivos, acompañados de pérdida total del sentimiento de asco:
urinodipsia y coprofagia, consumo de peces y batracios vivos, etc.
Dentro del marco de los síndromes diencefálicos se presenta el
instinto de defecación, no siempre satisfecho, en estados de apremio
circunscritos.
La participación de los mecanismos reguladores del metabo-
lismo y la secreción de hormonas (insulina, etc.) se aprecia con
eSpecial claridad en los instintos de nutrición.
En las condiciones actuales de vida civilizada, el. instinto de
nutrición que se manifiesta como hambre en sus formas más ele-
mentales no significa más que un episodio ; pero cuando el hambre
se Convierte en plaga, y, sobre todo, por los efectos acumulativos de la
sugestión de la plebe, puede provocar desastrosas descargas afectivas,
atroces asesinatos y violencias, y facilitar la explosión de reacciones
neuróticas primitivas (véase el capítulo VIII) y manifestaciones
hipobúlicas o hiponoicas. Una desnutrición prolongada, en condi—
ciones higiénicas desfavorables de alojamiento, abrigo, etc., puede
impulsar a grandes migraciones étnicas, asentamientos, guerras y
revoluciones sociales, es decir, a aquellos acontecimientos colec—
tivos que siguen siendo de importancia capital para el mejoramiento
de las razas, lOs cruzamientos genealógicos, la selección y resor—
ción de castas aristocráticas dirigentes. _
Por lo que atañe a la psicología médica, interesa todavia más
el instinto de nutrición cuando actúa en forma velada como afán
de ganar dinero, ya que éste, para la mayor parte de las personas, es
el medio de proporcionarSe satisfacciones materiales; ante todo,
se considera ideal adquirirlo con el menor esfuerzo posible. La ap—
titud. de un instinto para producir neurosis nos sirve para juzgar
de su intensidad e importancia psicológica normal; y, en realidad,
vemos que el grupo principal de neurosis tiene su origen en esta
modalidad del instinto de nutrición. La legislación sobre accidentes
de trabajo nos ha proporcionado un experimento colectivo: en
colaboración con muchos otros componentes, ha engendrado el
propósito de ganar dinero sin trabajar y ha extendido a amplias
capas de población el miedo a la penuria; la falta de voluntad
para desprenderse del pequeño beneficio de lapensión ha conver-
tido en el curso de los años a todo un ejército de gentes pobres
de eSpíritu en verdaderos inválidos psíquicos, haciendo de su Vida
interior una caricatura tendenciosa, sin dar tiempo a adoptar pre—
166 Instintos y temperamentos

canciones para evitarlo. Por lo demás, en muchas neurosis simples


de este género, la lucha por el dinero no es más que un pretexto de
peso, tras el cual se ocultan resortes instintivos‘ neuróticos más
profundos y personales, conflictos del valor personal, resentimientos
4 sociales, y a menudo también dificultades de orden familiar y otras
que entran en el dominio de la psicología sexual.

INSTINTOS DE CONSERVACIÓN
(INSTINTO Y AUTOMATISMO DE AGRESIÓN, DEFENSA Y FUGA)

Estos instintos y automatismos se manifiestan separados y


superpuestosen los experimentos fisiológicos de excitación a partir
de los mismos puntos sensibles del diencéfalo. En patología ciínica,
focos adecuadamente localizados (encefalitis letárgica infantil,
fracturas de la base del cráneo) originan graves transgresiones,
aisladas o asociadas a otras de los instintos motores generales y
a trastornos diversos de los instintos sexuales. En algunos casos
de encefalitis epidémica infantil se han observado actitudes de
fiera, con agresión fulminante a golpes, arañazos y mordiscos, ma—
licia y pérdida de toda traba moral o posibilidad de educación.
Del lado hormonal no se conocen-factores eSpecíficos que in—
fluyan sobre los instintos de agresión. En cambio, algunas hormo—
nas parecen estar relacionadas con los instintos sexuales, pues
durante el celo se hacen mucho más intensas las tendencias a la
agresión y a la lucha (ciervos, corzos, caballos, etc.) ; y son incon—
fundibles ciertas analogías en la eSpecie humana.
Ya hemos visto, al hablar de los mecanismos hipobúlicos, que
los inStintos de conservación se afirman con fuerza elemental. Elsen-
timiento más importante entre los de este grupo es el del miedo,
capaz Como ningún Otro de poner. en evidencia los sedimentos
atávicos más profundos del aparato psicofísico y de movilizar toda -
clase de mecanismos primordiales de protección y defensa. Las i
guerras nos han permitido estudiar corno en un experimento colec-
tivo las neurosis provocadas por el terror y la angustia (1). Así
como en las neurosis puras de los accidentes indemnizables, cróni—
cas por su desarrollo, la apetencia de ventajas materiales se ma—
nifiesta en el conjunto de la vida psíquica más bien por accesos
furtivos de malhumor, abulia atónica y molestias somáticas difusas,
las neurosis provocadas por el pavor y la angustia ocasionan que—
brantos más serios, Estos estados afectivos actúande un modo
particularmente violento y brutal sobre el sistema psicomotor y el

(1) No puras, sino asociadas con Otros factores.


Los instintos y sus variaciones ' 167

conjunto de la esfera expresiva, ocasionando fuerte excitación y


parálisis súbita, contracciones graves o relajación de los músculos,
excitaciones basedowoides del sistema cardiovascular, tempestades
motoras, temblores, estremecimientos, estupor y huidas pánicas,
a" todo lo cual se agregan trastornos de la conciencia y estados
Crepusculares. Efectos de este género se observan en vasta escala
con ocasión de terremotos, accidentes ferroviarios, etc.,. si bien
remiten en estos casos con sorprendente rapidez al cabo de unas
horas o de varios dias, dejando a veces, por algún tiempo, altera-
ciones dela afectividad general, indiferencia apática y otras anoma—
lías. Pero cuando, como en las guerras, persiste la amenaza de un
peligro lejano o la perspectiva de obtener una pensión sustenta
deseos de codicia material y un estado de ansiedad hipocondríaca,
tales mecanismos agudos de defensa se afirman hasta degenerar
en histerismo crónico por la acción prolongada de un reforzamiento
voluntario de los- reflejos o de una disociación hipobúlica.
De muy distinto modo que el terror agudo actúa sobre la.
psique la preocupación constante de conservar la vida y' la salud.
Estas angustias e inquietudes latentes dan origen al grupo de las
molestias y delirios de los hipocondríacas, componente esencial de
numerosas dolencias físicas, neurosis y psicosis, Las ideas hipocon-
dríacas se acumulan justamente en las épocas críticas de la vida :
en la pubertad, que, por intensificar demasiado el impulso vital,
hace al sujeto sumamente sensible a la, menór amenaza, especial—
mente dentro de la esfera sexual, que predomina entonces ; en la
involución y en la senectud incipiente, donde el sentimiento de
la vitalidad menguante se traduce también en ideas hipocondríacas
y cristaliza con facilidad en molestias objetivas. En la pubertad
son escrúpulos sexuales, sobre todo (onanismo, miedo al contagio
sifilitico), los que engendran las ideas hipocondríacas más atroces ;
en la involución y al iniciarse la vejez predominan, por el contra-
rio, la obsesión de la arteriosclerosis y el temor al cáncer.
En lo que concierne a los instintos de agresión, es patente
en ellos una marca atávica indeleble que, en el ámbito vital de
los pueblos civilizados modernos, ocasiona constantes crisis y tras-
tornos de adaptación, porque las fórmulas instintivas, adecuadas en
su'origen, conducen ya menos a conservar la vida que a ponerla
en riesgo y hundir en el abismo pueblos y civilizaciones enteras.
Las guerras y las revoluciones de la historia moderna no encuen—
tran suficiente explicación en motivos idealistas ni en factores
puramente económicos. Los viejos y poderosos instintos de agresión
tienen durante la paz válvulas de desahogo demasiado angostas,
por ejemplo, en los deportes; sin darnos cuenta, se van acumu—
168 Instintos y temperamentos

lando en proporciones gigantescas, y'cualquier incidente material


o ideal basta para que estallen, aproximadamente cada dos dece—
nios, en forma de contiendas generales o de subversiones políticas,
que, a veces, degeneran en eSpastosas orgias de sadismo colectivo.
Esto se refiere aproximadamente por igual a todos losppueblos,
y tiene fácil confirmación en la historia ; los excesos de la propia
nación o clase se olvidan o idealizan pronto a favor de corrientes
catatímicas, mientras que los del bando opuesto se conservan
cuidadosamente en la memoria. Una considerable parte de la psi-
cologia étnica se funda en estos movimientos pendulares instintivos,
uniformemente repetidos. »

INSTINTos SEXUALES Y sus VARIEDADES

En sus fundamentos fisiológicos, los instintos sexuales se hallan


ampliamente dominados por factores hormOnales, hematoquimicos,
y su intensidad y orientación dependen en alto grado de la función
de las glándulas genésicas y de la hipófisis, subordinada a ellas.
La estructura química de las hormonas sexuales se conoce en la
actualidad (BUTENANDT, MARRIAN, RUZICKA), y sus puntos prin-
cipales de ataque dentro del sistema nervioso central parecen estar
situados también en el diencéfalo (¿r/¿ber cima/sum, según SPATZ).
Hay que imaginarse la cooperación de las funciones glandular y
diencefálica a la manera de una influencia recíproca clínica, en
la que se intercalan las acciones que repercuten en el aparato
psíquico entero. Los caracteres y funciones instintivas de uno y
otro sexo se pueden intercambiar dentro de amplios límites, me-
diante factores hormonales, en animales de laboratorio. Por lo que
atañe al diencéfalo, tanto focos encefaliticos como fracturas de la
base del cráneo pueden debilitar, abolir o desatar el instinto sexual.
Además, en el apogeo de la vida se desarrollan a veces sobre esta
base perversiones del instinto (homosexualidad, pedofilia, exhibi—
cionismo), que se reconocen, con ayuda de una anamnesis cuida—
dosa, por sus síntomas encefalíticos o traumáticos, en ocasiones poco
manifiestos, y por radiografía del tercer ventrículo. En dictámenes
medicolegales suelen pasarse por alto. Para el estudio de las neuro-
sis o la psicoterapia deben tenerse también en cuenta que, en modo
alguno, pueden resolverse analiticamente en acciones psicógenas
completas todas las perversiones instintivas homosexuales o de
otro género, cuya génesis organocerebral se puede comprobar con
seguridad en numerosos casos [(1).
(1) Véase, entre otros, .KRETSCHMER, Die Orbitalh'im- und Zwischen/zimsyndrome
nach Schcïdelbaszsfmkturen, Arch. f. Psych. u. Neur., 1949.
Los instintos y sus variaciones '169

Pero el papel psicológico y psicopatológico más importante,


con gran diferencia, corresponde al instinto sexual o, mejor dicho,
al grupode instintos que se relacionan con la vida sexual, inclu-
yendo el matrimonio y la familia, las relaciOnes entre padres e
hijos, en cuanto es posible reducir todo ello a tendencias instintivas
elementales. El instinto sexual es un componente esencial e inse-
parable del temperamento integral de la persona, y participa muy
activamente en la elaboración de su personalidad total ; es un factor
dinámico de primer orden, pues proporciona la mayor parte de las
fuerzas que ponen en actividad el aparato psíquico, algunas veces
directa y conscientemente, y las más, por vía indirecta, a través
de enrevesadas conmutaciones, disfraces y metamorfosis, pero
siempre en una medida mucho mayor de lo que generalmente se
supone. . p .
El instinto sexual propiamente dicho no tiene nada de simple
e indivisible, Sino que implica un gran número de variedades y
perversiones de finalidad incierta, caprichosa, disimulada o singu-
larmente deformada por combinación con otros grupos afectivos.
La masturbación o autosatisfacción sexual no constituyen
intrínsecamente una perversión; cuando no llega a un grado exce—
sivo, es una simple manifestación transitoria y secundaria, fisio-
lógica e inofensiva, del impulso sexual sano, una especie de vál-
vula de seguridad del mismo que entra en acción siempre que la
satisfacción de la necesidad sexual tropieza con cualquiera de los-
obstáculos impuestos por exigencias de la vida social civilizada.
Pero llega a hacerse perversión sexual a1 convertirse en fin propio,
o sea, cuando prevalece sobre las relaciones sexuales normales y las
reemplaza, aunque no las estorbe ningún impedimento. De este
modo se desarrolla en individuos de constitución parcialmente re-
trasada, en los cuales persisten las exageradas inhibiciones y ambi-
valencias de la pubertad, dificultando el contacto con el sexo-
opuesto ; y también en personas de difícil acceso por lo general.
En este último caso se trata a menudo de gentes autistas, ante
todo psicópatas esquizoides, no sólo propensas a la autosatisfacción
sexual, sino, además, poco inclinadas por temperamento a relacio—
narse con otras personas, y habituadas a bastarse a si mismas.
Igual dirección sigue el concepto psicoanalitico del autoerotismo
o narcisismo, pero tal vez carga demasiado la atención sobre la
actitud sexual, y no sobre el temperamento en su integridad ; por
eso, debe preferirse el término autismo, propuesto por BLEULER,
reservando el de. narcisismo al enamoramiento de la propia per-
sona, y especialmente al coqueteo con su figura externa y su pre-‘
sentación efectista, cuando se convierte en finalidad absoluta.
.170 , Instintos v temperamentos
.1

En el aspecto de la psicología médica, la masturbación ad-


quiere máxima importancia, cuando se toma en consideración el
complejo de valores eticohigiénicos inherente a ella.
En épocas pretéritas, de una franca tonalidad ascética, la
limitación del instinto sexual no se consideraba como una necesi—
dad social relativa impuesta por la convivencia ordenada, sino
como un ideal ético absoluto; llevado al eXtremo, este criterio
veía en tal instinto un mal inevitable, tolerado a lo sumo para
asegurar la perpetuación de la familia y del Estado, y su'aboli-
ción total en aras de una vida religiosa meramente contemplativa,
el máximo grado de perfección personal. Esta actitud intransigente
ante el impulso sexual, que tiene su origen en la ambivalencia
primitiva y acaso también parcialmente en viejas ideas tabú, es
comprensible en cierto modo como fase de transición en pueblos-
civilizados jóvenes animados de firmes propósitos de superación.
En losdoctrinas religiosas de esos pueblos se identifica la sexuali— .
dad con el pecado, se hace de ella el núcleo maldito alrededor del
cual-se agrupa todo lo prohibido, la << carne » opuesta al << espíritu »,
el prototipo de lo impío y diabólico, de todos los impulsos infe-
riores atávicos que refrenan la aspiración a alcanzar un nivel social
y moral cada vez más elevado.
Las viejas concepciones médicas relativas a la sexualidad, y
eSpecialmente a la masturbación, se resienten mucho de este crite—
.rio de su época en materia de moral. Las enfermedades sexuales
y la neurastenia sexual constituían por lo común sólo un complejo,
de poco peso en el pensamiento medico de entonces, envuelto en
la atmósfera afectiva provocada por la moral popular, según la cual
toda actividad sexual no autorizada por ella acarreaba como una
eSpecie de castigo divino, los peores males corporales y psíquicos,
esclerosis de la'médula espinal, reblandecimiento cerebral y con—
sunción. Estas ideas en, materia de higiene sexual representan,
pues, una simple variante de las normas éticas de igual índole.
Derivaciones de tales puntos de vista eticohigiénicos se en—
cuentran aún bien arraigadas en la ideologia de vastos sectores de
población, influidas de una parte por el sentimiento religioso, y
de otro por una copiosa literatura que pretende ser instructiva y se
ha difundido entre los medios obreros industriales; de aqui han
surgido un gran número de neurosis. Las personas algo cultivadas
se plantean, en consecuencia, conflictos agudos entre su ideal
ético y sus necesidades sexuales; y su reiterada incapacidad de
resolverlos provoca en ellos estados de violenta tensión psíquica
que, a su vez, dan origen a formas reaccionales sensitivas, tales
como ideas de referencia e impulsos obsesivos. En naturalezas
' Los instintos y sus variaciones ’ 171

más simples, todo se reduce a menudo a aprehensiones y sensa-


ciones hipocOndríacas graves, cuya génesis sexual se refleja en las
facciones; otras veces, los conflictos sexuales, reprimidos, pasan
por complicadas metamorfosis psicofisicas y acaban en manifesta-
ciones hist’éricas de muy "distinto orden.
En resumen, son muchos los conflictos psíquicos que evolu-
cionan hacia la neurosis o hacia exteriorizaciones religiosas o artís-
ticas si el instinto sexual no concuerda con la personalidad total
o no puede desahogarse conforme a sus fines naturales ni mante—
nerse dentro de un determinado cauce por una personalidad firme
y dominante ; esto se refiere a todos los conflictos sexuales, aun
a los que implican perversión, tanto dentro como fuera del-matri-
monio. El instinto sexual representa, para el conjunto de la perso—
nalidad, una gran reserva de energía, cuyas .emanaciones soportan
y mantienen en los casos favorables buena'parte de la producción
eSpiritual entera; pero cuando tropieza con resistencias intrapsíe
quicas demasiado fuertes, o no encuentra vías de escape suficien— .
tes produce tensiones energéticas excesivas, toma caminos equi-
vocados, origina cortos circuitos y abre a la corriente derivaciones
que pueden engendr-ar, en las oscuras profundidades del alma, los
trastornos más desconcertantes y los efectos remotos más pa—
radójicos. '
Después de la masturbación, ocupan el segundo lugar, como
origen de conflictos psíquicos neuróticos, las condiciones desfavora-
bles de la vida conyugal; conflictos más bien latentes que mani—
fiestos, en los que, bajo una apariencia de corrección, hasta de
un exceso de ternura recíproca, se esconden disonancias psíquicas
insostenibles. Desde las más simples torpezas y desaciertos en las
relaciones sexuales, la abstinencia prolongada, el temor a la con-
cepción y a las cargas de la prole, hasta las disarmonias psíquicas
más sutiles y complicadas que pueden tener por causa de la sexua—
lidad, para el hombre aquejado de hipersensibilidad nerviosa hay
aquí una fuente inagotable de desarreglos dinámicos del aparato
psíquico. A ello se agrega, en las relaciones extmconyngales, escrú-
pulos de índole moral, miedo al embarazo y al contagio venéreo,
así como los efectos del celibato forzoso, el envejecimiento deseSpe—
rante de las solteras, en las que el amOr tardío, tácito y no corres-
pondido, ocasiona las COmplicaciones psíquicas más intensas. Estos
son sólo algunos de los factores más importantes. En su consulta,
el médico ha de tener bien en cuenta toda esta gama de posibles
conflictos, ya que, por lo general, la persona enferma no descubre
de primera intención sus dificultades sexuales, de las cuales tam-
poco tiene a veces una idea clara, sino que se lamenta de vértigos,
17‘?
N Instintos y temperamentos

dolores a nivel del sacro, trastornos intestinales, parálisis y mil


molestias más; compete al médico descubrir el complejo psíquico
a que obedecen tales anomalías
Otra fuente abundante de conflictos de este género se encuentra
en las perversiones sexuales, francamente congénitas, adquiridas
a causa de lesiones diencefálicas (focos encefaliticos, fracturas de
la base del cráneo), o esbozadas tan sólo, que es lo más común,
para transformarse por obra de influencias psíquicas exteriores
y fijarse por último en diversas zonas de perversidad.iEl perver—
tido. se ve amenazado desde fuera por el castigo legal, la repro—
bación pública y, sobre todo, el chantaje ; y desde dentro, sobre
todo cuando la perversiónrio es completa, por el desacuerdo consigo
mismo, por sus luchas morales estériles, por el sentimiento de su
culpabilidad, que en ocasiones le hace tediosa lavida y sumamente
difícil la vida conyugal, La perversión más importante es la ¡20m0—
sexuozlz‘dad, el amor por individuos del mismo sexo. En muchos
casos de homosexualidad congénita, el origen debe buscarse en una
anormalidad de la fórmula glandular o de los centros sexuales del
diencéfalo; esta última se comprueba a veces neurológicamente
con precisión en ciertas perversiones adquiridas por traumatismo
o encefalitis Una disposición glandular híbrida, entre masculina
y femenina, es la que mejor podria explicar, por la acción de las
hormonas endocrinas, el hecho de que en tales individuos coexistan
a veces una falsa actitud psíquica en cuanto a sexualidad y una
estructura física equivoca, con caracteres femeninos y masculinos
o simplemente eunucoides. La hipótesis, establecida por TH. LANG
y apoyada en estadísticas a base de series de hermanos homo-
sexuales, de que se trata de << hombrecillos en vías de transforma-
ción», de acuerdo con la teoría de la valencia de GOLDSCHMIDT,
no está aún plenamente confirmada (1) ; de tales series, que com—
prenden 4.200 homosexuales varones, deduce LANG una diferencia
en favor del sexo masculino frente a la distribución media de los
sexos, val mismo resultado llega JENSCH.
De estos hibridismos homosexuales más bien endógenos, com—
probados en la disposición constitucional o motivados por lesiones
del encéfalo, se pasa por multitud de grados intermedios a la per—
versión de predominio psicógeno, producto de lapacción del medio,
del mal ejemplo, de la falta de relaciones heterosexuales, y, sobre
todo, de la frecuente autosugestión hipocondriaca que hace a los

(‘) TH. LANG U aber die erblzche Bedingtkeit der Homosexualiidt Allg. Ztschr. Psy-
chiatr.,112, 1939. —— Resumen crítico de la bibliografía alemana modernao en F. KRET-
SCHMER, Psychiatrie, en Naturforschung und Medizin (Fiat Review), Dieterich, Wiesba-
den, 1948
7 Los instintos y sus variaciones 173

interesados creerse impotentes o poco hábiles en sus tratos con


personas del sexo opuesto. No es, pues, sencillo distinguir entre
perversiones endógenas o psicógenas, y menos afirmar dogmática-
‘ mente que todas ellas son de uno u otro género en absoluto ;' antes
bien, debe concretarse en cada caso lo que de la homosexualidad
particular obedece a factores constitucionales y lo que es efecto
de influencias psíquicas ejercidas sobre el sujeto en el curso de la
vida. Asi, se logra que algunas perversiones de componentes psicó—
genos cedan a veces a pruebas terapéuticas, al psicoanálisis, la hip-
nosis, la persuasión o la educación.
Más complicada que en la homosexualidad es la génesis bio—
lógica y psicológica en otras perversiones, especialmente en las del
grupo que componen la pedofilia (inclinación sexual por los niños),
la sodomia (inclinación sexual por los animales), exhibicionismo
(tendencia a exhibir las partes genitales sin llegar al coito), feti-
chismo (empleo supletorio de objetos inertes, como prendas de
ropa, cabellos, calzado, para provocar 1a excitación sexual). Desde
luego, sería absurdo pensar que la prOpensión a rendir culto a cintas '
del cabello pueda localizarse en el diencéfalo o atribuirse a la fórmula
glandular o a determinada composición química de la sangre de
una persona, como cabe hacerlo en parte cuando se trata de la
homosexualidad; antes bien, se recomienda en este caso'distinguir
entre un factor constitucional, cierta predisposición sexual no eSpe-
cifica, que no llega a la fase (de finalidad terminante, y otro factor
psicogénico exterior, que orienta el instinto sexual, incierto y va—
cilante, hacia un fin sexual anómalo determinado, donde termina
por fijarlo. Con frecuencia, el componente endógeno parece ser el
de la predisposición no especifica, y el exógeno, el de la fijación
especifica; y debe tenerse en cuenta que la pedofilia, el exhibi—
cionismo y la homosexualidad se han observado no pocas veces
tras encefalitis letárgicas en personas de conducta sexual regular
hasta el momento de contraer la dolencia. _
Podemos admitir con KRONFELD (1) que una parte de esas
perversiones tiene su raiz biológica en un infantilismo psicoseximl,
es decir, en un vicio de conformación inhibitorio que detiene en
parte el instinto sexual en la fase infantil de desarrollo. Dentro
de ella no suele existir todavía tal instinto, sino una especie de
matriz inespecífica del mismo, ciertas orientaciones afectivas esbo-
zadas, variables, polimorfas, entre las cuales se distinguen muy
bien el- instinto de mimi y mostrar, inclinación pueril a exhibir el
propio cuerpo desnudo, los órganos genitales y las excreciones, asi

(1) A. KRONFELD, Ueber psychosexualen infantilismus,.Bircher, Leipzig, 1921. ‘


174 , Instintos y temperamentos

como a mirar con curiosidad los de. otros niños, y la afirmación


a modo de juego de sus instintos presexuales, no encaminados aún
hacia el coito, sino hacia el placer que le proporcionan actos inci—
dentales muy diversos (1), de los cuales deriva, entre otros extras ‘
vios, el onanismo infantil. Hasta la época de la pubertad, en las
personas normales nace de la referida matriz presexual- ineSpecifica
el instinto heterosexual eSpecífico, al convergir los impulsos par—
ciales caprichosamente diSpersos hacia un fin determinado, el que
representan los individuos del sexo opuesto y el coito con ellos.
Cuando falta esta convergencia, se comprende fácilmente que
el instinto sexual, resentido en su evolución, puede ser origen de
ciertas perversiones en el adulto, pues mientras se hace más potente
en la pubertad, persiste la orientación pólimorfa no especifica de
la fase presexual infantil. Demuestra también la intervención
de tales alteraciones del desarrollo en estos casos la frecuencia con
que se observan, en individuos afectados de tales perversiones,
anomalías somáticas y psíquicas, tales como estigmas disgenitales
e hipoplásicos, debilidad mental, etc.
.Podernos, pues, concebir el exhibicionismo como derivación
del instinto presexual de mirar y mostrar, y' relacionar el feti—
chismo con la propensión infantil a entregarse como jugando a
actos supletorios de carácter sexual, así como la forma autistica
(narcisista) del onanismo en el adulto puede compararse con la
autosatisfacción del instinto en los niños sin conciencia de fina—
lidad sexual. Muchas veces parece agregarse, además, un factor
psíquico externo que imprime a los impulsos sexuales no dirigi—
dos la finalidad extraviada especial.
Por ejemplo, a veces comprobamos en el fetichismo que 1a predilec—
ción erótica por el terciopelo persiste fija por haberse experimentado la
primera impresión fuerte del instinto sexual incipiente estando el sujeto
sentado por azar en un "cojín de terciopelo. Un psicópata sintió por pri—
mera vez placer sexual con intensidad a la edad de cinco años (2), una
noche en que su madre, por no encontrar su camisón de dormir, le habia
_ puesto el de su hermana, adornado con puntillas ; este episodio de su in—

(1) No iucluímos en este grupo más que actos francamente afines a los sexuales
por su carácter; eliminamos, en cambio, hábitos como el de chupar en el lactante, pues
no está demostrado que tenga tal carácter, y oscurece, además, nuestra noción de lo sexual.
'lampoco creemos acertado identificar de manera tan esquemática con los impulsos se-
xuales propiamente dichos los presexuales de los niños, aun reconociendo su indudable
existencia empírica. Quienes lo hacen, borran todo limite entre la Sexualidad anormal—
mente precoz, con iniciativas y actos sexuales verdaderos y conscientes, que se observa
con frecuencia en niños nerviosos, y los impulsos juguetones, vagos e indecisos de la fase
presexual de los sujetos normales. En particular encontramos poco feliz designar por
«perversión polimorfa » la sexualidad infantil normal, pues con ello se da una impresión
caricaturesca de lo que ocurre en niños normales (no en algunos neuróticos).
(2) Comunicación de KIRSCHBAUM, Ueber zwei imgewóhnlliche Fdlle von Parase-
xual‘itát., Z. Neur., 64, 1921. i
Los instintos y sus variaciones 175

fancia no habia cesado de orientar su instinto sexual, hasta el punto de


que, desde el comienzo de su pubertad, sólo conseguía excitarse vistiéndose
de mujer a escondidas, y en cambio era incapaz de entregarse a relaciones
sexuales normales. '

De manera análoga, podemos imaginamos la posibilidad de


que el instinto tome una dirección especial, en algunos casos de pe—
dofilia y de ,sodomía (siempre a base de una disposición sexual
biológica inmatura), por efecto de fuertes impresiones que hayan
dejado Vivencias sexuales precoces (por ejemplo, la contemplación
de acoplamientos de animales o de los órganos genésicos de com—
pañeros de juego). En cambio, durante la pubertad se encauza
normalmente el instinto sexual, cubriendo y neutralizando por
completo tales reminiscencias. En muchos otros casos, estas orien—
taciones perversas no tienen, probablemente, un origen tan especi—
fico, sino que son más bien sustitutivas, al modo del onanismo
forzado, de la cópula normal preferida, pero inaccesible, bajo el
apremio de circunstancias desfavorables o en caso de faltar inhi—
biciones de orden superior, como ocurre en algunos débiles mentales
congénitos o en dementes diversos (senilidad, arteriosclerosis, pará—
lisis general progresiva)
La tendencia a la crueldad activa o a la pasivamente sopor-
tada forma algunas veces parte del instinto sexual. En los casos
más manifiestos, el placer queprocuran los malos tratos, los golpes,
la humillación servil, llegada sustituir a las relaciones sexuales;
se llama sadismo al placer de maltratar, y masoqnismo, al de ser
maltratado (crueldad activa o pasiva). Es discutible que una y otra
no sean componentes del instinto sexual propiamente dicho, sino
combinaciones íntimas de la sexualidad con otros factores impli—
cados en el temperamento ; es decir, que se trate de algo análogo
a las sinestesias entre diversos dominios sensoriales. El acto sexual
normal lleva inherente, sólidamente fijada en el curso de la evo-
lución filogénica, una tendencia afectiva al ataque enérgico (mas—
culina) o a 1a resignación pasiva (femenina), todavía sin ningún
matiz de crueldad; pero en temperamentos que llevan muy no-
torias inclinaciones de tal género, puede comprenderse bien que
éstas se insinúen con facilidad en la referida tendencia accesoria
del instinto sexual y, como en otras perversiones, por traslación,
fijación especial de vivencias, etc., lleguen a transformarse de
simples fenómenos concomitantes en verdadero sustituto del coito.
Todavia más importantes que las perversiones totales, desde"
el punto de vista psicológico, son los accidentes perversos reforzados,
del instinto normal del individuo sano, los cuales, por substraerse
no pocas veces: a la conciencia de éste,-pueden convertirse en
1'76 i Instintos y temperamentos

fuente oculta de extrañas complicaciónes internas y disonancias


afectivas. La orientación finalista sentimental se hace en ocasiones
cambiante, queda abolida o desviada' a intervalos por veleidades
homosexuales, sodomíticas o sádicas, que entonces falsean el curso
afectivo legitimo en mayor grado que las perversiones integrales.
En la raiz de algunas representaciones obsesivas se encuentran
con cierta frecuencia estas inclinaciones perversas parciales; por
ejemplo, la obsesión de estrangular o de haber estrangulado a
alguien tiene, en algunos casos, como punto de partida fantasías
sádicas juveniles reprimidas. '
Por lo demás, todo caso de perversión deberá examinarse
detenidamente no sólo en el aspecto psicoanalitico y el heredó—
biológico, sino también a la luz de la fisiología del encéfalo, de la
Psiquiatria y de la Neurología. -
En calidad de médico forense encontramos en 1941 cierta combinación
de homosexualidad aparentemente aislada, que se había iniciado pasada la
treintena y se exacerbaba en estados circunscritos de apremio, con amimia
facial variable, falta de balanceo de los brazos, al menos desde 1933, y
nistagmo, que requería asistencia facultativa. Se trataba de una persona
que desempeñaba un elevado puesto, y que padeció en 1917 una encefalitis
letargica no diagnosticada.
Otro caso es el de un hombre educado, de 48 años, ya castigado por
pedofilia, y que, por el mismo delito, tercamente repetido, ingresó de nuevo
en nuestra Clinica el año 1948. Una anamnesis minuciosa revelaba
que en 1918 enfermó gravemente de gripe, con sueño profundo de dos dias
y somnolencia subsiguiente por espacio de varias semanas; después des—
apareció el instinto sexual durante dos años. Más tarde se desarróllaron
con carácter crónico imperiosas inclinaciones pedófilas, exacerbadas en los
momentos de agitación o apuro, sobre todo después de gran cansancio y
tensión nerviosa. En los últimos años ha tenido algunos accesos de sialorrea
durante el dia; ademas, cuando pasea, suele adoptar, sin darse cuenta, un
pasito menudo, cada vez mas rápido, que le obliga a pararse y a empezar
de nuevo. Faltan los sintomas parkinsonianos usuales, y- la exploración
neurológica dio resultado negativo. '
El teniente A., joven universitario muy inteligente y bien educado,
hubo de someterse en plena guerra a nuestro dictamen medicolegal, por—
que constantemente intentaba abusar de sus ordenanzas. Averiguamos que
algunos años antes, durante una reyerta, había sufrido una fractura grave
del cráneo (golpe en la cabeza, sin signos especiales externos, pérdida pro—
longada del conocimiento), y pasó en el hospital semanas enteras. Al con-
cretar las preguntas, recordó que al principio habia tenido mucha sed y
eliminado gran cantidad de orina, sintomas que desaparecieron pronto,
y durante mucho tiempo después, trastornos del equilibrio con vértigos
giratorios, descritos con tipica afectación. Poco a poco, se le habia pre-
sentado entretanto una orientación instintiva homosexual que antes no
existía. Por otra parte, el joven razonable de antes se habíaivuelto licen—
cioso, arrojado y emprendedor, actitud que alternaba a menudo con un
despreocupado abandono en el servicio y en el trato ¡con sus superiores.
Este estado psíquico, quepodria calificarse de submaniaco, se manifestó
Los instintos y sus variaciones 177

también durante 'el reconocimiento forense en forma de verborrea un tanto


festiva e intrigante, con profusión de ideas y cierta divagación, pero sin
nóta alguna quisquillosa o agresiva.

En otro lugar hemos desarrollado con todo detalle los funda-


mentos cerebrofisiológicos de tales casos en correlación con la
patología del sistema diencefalohípofisario. '
Por lo común, a propósito de las causas de una perversión se
piensa sólo en una predisposición « psicopática » o en fijaciones
muy precoces de instintos por obra de complejos, en sentido psico—
analitiCoLEn cambio, no se tienen en cuenta otros muchos factores
posibles : traumatismos obstétricos, fracturas de la base del cráneo
en la primera infancia, y, sobre todo, focos encefalíticos concomi-
tantesen afecciones infantiles, o procesos circunscritos de encefa—
litis adhesiva en las proximidades de las cisternas basales,. con
hemorragias, inflamaciones y adherencias cicatrizales que, propa-
gándose al sistema diencefalohipofisario contiguo, pueden provocar
allí exactamente las mismas deformaciones y desviaciones de los
instintos que dejamos descritas. En estos casos hablamos de una
desviación prodisclím'ca de la orientación evolutiva constitucional.

EVOLUCIÓN DE Los INSTINTOS SEXUALES

Esto nos conduce a tratar de la evolución de los instintos


sexuales y de los impedimentos que encuentra desde la infancia
hasta la ”vejez. ReSpecto al instinto sexual de los niños, no se ha
llegado todavía a un verdadero acuerdo ; sin embargo, no puede
negarse que los profanos suelen poner en duda la importancia de
ciertas manifestaciones de carácter sexual (apasionamiento, curio-
sidad, exhibición) en los primeros añós de 1a infancia. Esto no
tendria ningún inconveniente si tales vivencias precoces no parti-
ciparan, a veces con notoria intensidad, en la producción de los
primeros sintomas neuróticos intolerables en personas nerviosas.
Escrúpulos fundados en viejas prácticas onanistas, deseos reprimi- y
dos de perversión, impresiones derivadas de haber presenciado ca—
sualmente relaciones sexuales entre adultos, espeCialmente entre
los padres, pueden dejar en la vida psíquica de los niños nerviosos
huellas ambivalente casi indelebles, en tanto que los niños sanos y
robustos superan sin dificultades la crisis psíquica que suscitan ta-
les episodios de la edad juvenil. .
En conjunto, sin embargo, la vida instintiva de los niños se
halla supeditada, más que a la sexualidad en sentido estricto, a las
relaciones entre padres e hijos. Antes de la pubertad, el nexo. afec-
tivo que une al niñocon sus padres es más biendeindole instin-
12. KRETSCHMER: Psicología médica.
178 Instintos y temperamentos

tiva, es decir, está comprobado en la actitud fundamental como


constante transmitida por herencia, y se desarrolla por si mismo
en condiciones normales ; constituye un grupo aparte de instintos,
con fines biológicos y carácter afectivo propios, que no puede
equipararse .en modo alguno a los indicios instintivos de niños
nerviosos precoces (el Psicoanálisis ha sido causa de gran confusión
en este terreno). Por otra parte, las relaciones entre padres e hijos
antes de la pubertad se diferencian claramente, por su carácter
instintivo, de los lazos afectivos entre el adulto y sus padres;
cuando la sumisión no se transforma en franca simpatía, existe
una inhibición biológica del desarrollo, que suele traducirse en
dificultades constitucionales de la maduración fisica. La afirmación
de los instintos eróticos)" la desaparición del nexo entre el niño
y- sus padres vienen a ser recíprocas en el proceso evolutivo de cada
individuo, si bien (por ejemplo, en las neurosis) suelen persistir
residuos no destruidos de fijación filial precisamente en el grado
que lo requiera la vida amorosa erótica, y, en particular, la seguri—
dad instintiva en materia de noviazgo y matrimonio, mermada a
veces por deficiencias, restricciones, incertidumbres y, sobre todo,
ambivalencias. Estos trastornos son causa y no consecuencia de la
neurosis; no obedecen, en primer término, a efectos patógenos de
episodios de la vida psíquica, sino que son de origen biotipológico,
según se desprende de los trastornos que paralelamente se observan
en el curso de la maduración somática. Estos impedimentos que
estorban el desarrollo físico pleno, estos retardos de la constitución
sexual, revisten una importancia cardinal para la génesis de las
neurosis y, en general, para el desarrollo de la personalidad, asi
como también intervienen considerablemente en la biotipología pro—
piamente dicha, y, con ello, en la producción de complejos psíquicos
de los esquizofrénicos. DeSpiertan, sobre todo, interés, no los infanti—
lismos crasos y completos, sino los retardos parciales, las inhibi—
ciones eSpeciales del desarrollo constitucional; sólo estos últimos
ocasionan las ambivalencias, los dilemas de actitud que dan origen
a las neurosis.
Las relaciones afectivas que unen a los niños con sus padres
dejan visibles huellas en la vida posterior de los que eXperimentan
dificultades de desarrollo El culto electivo que rinden a determi—
nadas personalidades imponentes puede ocultar aún en hombres
crecidos el ¿deal del padre, con el mismo tono afectiVo oscilante
entre el miedo, la rebeldia y el amor; la elección de esposa puede
in5pirarse inconscientemente en semejanzas con la imagen de la
madre, y la de oficio o profesión denota a veces tendencia a imitar
al padre o sentimiento de protesta contra él. Asi, nuestra vida
Los instintos y sus variaciones 1'79

afectiva tiene numerosas corrientes ocultas cuyo origen descono—


cemos, y que, a menudo, en lo que toca a decisionesde transcen-
dencia, a estados inexplicables de descontento, a simpatías y anti-
patias, e incluso a la orientación de toda nuestra vida, pesan mucho
más que las reflexiones lógicas momentáneas, claras y lógicas, con
que exteriormente tratamos de justificar todas esas manifestacio-
nes. Cuando buscamos el origen de esas poderosas corrientes afec-
tivas ocultas, lo encontrarnos no pocas veces en experiencias par-
ticulares que nos han causado honda impresión, o en vinculos
afectivos generales que se remontan a los años de la infancia y del
desarrollo; pero lo que conservamos en la conciencia son tan-
sólo sentimientos, ya que las representaciones y recuerdos a que
corresponden, han desaparecido. '
El desarrollo instintivo normal de la gente joven se puede ca-
racterizar aproximadamente así: Hasta la época de la pubertad,
la vida afectiva permanece dominada por los lazos de afecto con
el padre y la madre ;' al iniciarse la pubertad, se observa un nota:
ble cambio : el sujeto pasa por una fase de emancipación del ideal
representado ¡{>07 sus padres, la cual toma, a veces, la forma ruda
de protesta contra ellos, en particular contra el padre, de actitud
casi negativista frente a los deseos y propósitos de sus progenito—
res. Hacia el término de la pubertad, la liberación es completa,
y las relaciones entre hijos y padres entran en una fase de serena
neutralidad, más o menos cordial o fría, como frente al resto de
nuestros semejantes, según el grado de concordancia psíquica.
Coincidiendo con la fase de liberación y protesta contra los
padres, se afirma de modo vigoroso el instinto sexual propiamente
dicho, en relación biológica muy estrecha con aquélla, sin duda.
A menudo, ese instinto aparece al comienzo de la pubertad soste-
nido separadamente por una dispoSiez'o'n psíquica y otra soma'tz'ca ,'
por un lado se comprueba un entusiasmo ideal, casi exclusivamente"
psíquico, por personas del otro sexo, y por otro se anuncian las
primeras excitaciones locales de la zona genital somática. Ambos
órdenes de signos exteriores coexisten durante largo tiempo sin
conexión aparente, e incluso el sujeto rechaza con horror toda idea
de contacto entre ellos; pero, a medida que prosigue la evolu-
ción de la pubertad, va desvaneciéndose poco a poco esa barrera, y
la excitación sexual somática se une a la actitud psíquica general
hacia las personas amadas para formar un complejo indisoluble
fuertemente afectivo, que sirve de base a la vida amorosa psico-
fisica de la persona sana normal.
Una tercera propiedad de esta evolución del comienzo de la
pubertad reside en que el instinto sexual no suele estar aún firme—
180 Instintos y temperamentos

en personas
mente orientado hacia su meta, de suerte que, hasta
se advie rten en esa edad ligeras
completamente sanas más tarde,
en otras fases ulteriores de la vida se
inclinaciones parciales que
; esto atañe espec ialmen te a las tenden cias
tendrían por perversas
exaltada, apenas
. secundarias homosexuales. La atracción recíproca
jóvenes en
discernible de la pasión erótica, que experimentan las
; y entre
los internados es notoriamente un fenómeno psicológico
ante entonces
muchachosde igual edad, la amistad se hace .rebos
de la vida.
con más facilidad que en cualquier otra época
del ins—
Muchas veces, en la pubertad tropieza el desarrollo
nentes . Los encon—
tinto sexual con obstáculos transitorios o perma
en psicóp atas de temper a—
tramos en número muy considerable
ial frecuencia
mento esquizoide o histérico, y constituyen con eSpec
enfermos
el origen de conflictos psíquicos en individuos nerviosos y
n opone rse al desarr ollo del ins—
mentales. Tales obstáculos puede
las tres direcc iones indica das. En primer
tinto sexual en cada una de
en tales sujeto s persis ten duran te mucho
lugar, observamos que
o avanz ado de la puber tad y aun despué s
tiempo, hasta un period
an, colore an
de ella, ciertas actitudes infantiles que entonces deform
señalarse, ante
y retardan de modo singular tal desarrollo; debe
s veces al pa—
todo, una fijación afectivaexagerada ala madre (meno
s norma les han
dre), una ternura electiva exaltada, cuando los jóvene
familia res para
abandonadoya hace tiempo esos estrechos vínculos
un obstáculo a la
detenerse en otros ideales. Se trata, pues, de
el padre. Asi—
liberación del ideal personificado enla madre o en
es nervio sos no logran
mismo se comprueba a menudo que los jóven
de protes ta, que en este caso
franquear bien la fase siguiente, la
caracteriza'por un
adopta formas exacerbadas y fastidiosas; se
d de oposi—
fuerte resentimiento contra los padres, por una actitu
fanático, e incluso
ción sistemática, de aVersión caprichosa, de odio
con los pa—
por la comisión de brutalidades psíquicas y corporales
ible de acuerdo con la situac ión psicoló—
dres, todo lo cual, incomprens
explic arse por móvil es biológ icos. Si en una
gica exterior, sólo puede
pueden influirse
misma familia hay varios hijos así predispuestos,
psíquico que agrava
recíprocamente por una especie de contagio
inaccesible a las ense—
sus defectos y los une en un círculo cerrado
fianzas y exhortaciones de los padres.
tropieza
Muy distinto es lo que sucede cuando el desarrollo
de las dispos iciones
con el inconveniente de una fusión defectuosa
ción sexua l del cuerp o, si
sexuales psíquica y somática. La excita
satisfacerse, por ejemp lo,
existe, sigue su curso aparte y puede
io, el deseo psíqu ico de amor
mediante la masturbación. En cam-b
de la pubertad;
conserva una forma parecida a la del comienzo
Los instintos y Sus variaciones - 181

se agota en toda Suerte de ensueños, de construcciones imaginarias


y aun delirantes, en virtud de las cuales, por ejemplo, una persOna
entrevista de lejos se convierte en objeto de un culto p1atónic0
o en una esperanza de matrimonio acariciada en silencio durante
años enterossta insuficiente fusión somatopsíquica del impulso
sexual se manifiesta asimismo pOr el apartamiento anormalmente
prolongado de toda iniciación sexual, que hace obstinarse alsujeto
en una mojigata ignorancia o en'representaciones pueriles y del acto
de la procreación, y sustraerse por sistema a las observaciones
empíricas más palmarias en si mismo y en sus semejantes.
Por 'último, la incertidumbre del instinto sexual durante la
pubertad puede inducir a perversiones manifiestas en un ambiente
desfavorable ; otras veces, tal incertidumbre persiste en su forma
primitiva, con elementos secundarios homósexuales, sádicos, etc,
vagamente sentidos, que originan fácilmente confusiones en las
profundidades del aparato psíquico.
En los individuos cuyo instinto sexual no se llega a fundir del
todo conel temperamento general, suele producirse más tarde ¡un
abismo infranqueable en el seno de la personalidad total : de una
parte el yo, la propia personalidad ética ; de otra, el instinto sexual
como algo hostil, como un cuerpo extraño que no cesa de molestar.
La contienda moral enconada entre ambos elementOs irreconcilia-
bles puede durar entonces toda la vida. Mucho de lo que en el
dominio caracterológico designamos por imperativo categórico y
rigorismo moral, y en las reacciones sensitivas por gazmoñeria
y escrupulosidad, tiene su origen biológico, al menos en parte, en
las anomalías que acabamos de exponer.

GRADOS E INHIBICIONES DE LOS INSTINTOS SEXUALES

No todos los grados del instinto sexual tienen igual impor—


tancia psicológica. La simple debilidad. instintz'va' no suele dar
ocasión a cOnflictos psíquicos, e incluso preserva de ellos; en
cambio, va acompañada a menudo de deformaciones del tempe-
ramento en general, con inclinación al autismo, a 1a impasibilidad
afectiva y a la pindolencia. Las personas muy activas rara
vez presentan un instinto sexual simplemente débil, sino, por el
contrario, acompañado de anomalías y sublimaciones notables.
La frustración precoz del instinto sexual puede acarrear depresio—
nes, sentimientos de insuficiencia y toda clase de formaciones su-
pletorias ; especialmente en la vida conyugal se suscitan a menudo
dificultades cuando en una de las partes comienza a extinguirse
el instinto y continúa vivo en la otra ; de aquí derivan tendencias
182 ' Instintos v temperamentos
J

regulares al adulterio, "con todas las Complicaciones que son su


cortejo, celos violentos que llevan hasta el delirio y la neurosis,
y, en personas éticamente diferenciadas, graves conflictos intra-
psiquicos, con propensión a reacciones histéricas y, sobre todo, sen—
sitivas. El instinto sexual simplemente fuerte, armónicamente aco—
plado al temperamento en conjunto, tampoco debe ocasionar
complicaciones psicológicas. En las prostitutas profesionales se
encuentra con frecuencia un instinto sexual exagerado, pero mu—
chas veces también una debilidad evolutiva infantil, que por falta
de sensaciones naturales suficientemente fuertes les permite tratar
las relaciones sexuales con 1a misma indiferencia que un negocio
cualquiera. Una gran proporción de estas mujeres son débiles
mentales {1). Por el contrario, se comprueban numerosas difi—
cultades en aquellos casos en que funcionan con irregularidad los
mecanismos rectores de los instintos. El desenfreno brutal conduce
no pocas veces a actos criminales ; e inversamente, las inhibiciones
y barreras psíquicas pueden subsistir tan fuertes como en los
comienzos de la pubertad, y entonces el sujeto experimenta timi-
dez e incluso estupor. afectivo frente a personas del sexo opuesto,
hasta el extremo de serle imposible alcanzar el fin sexual, por
ejemplo, concluir un matrimonio razonable y deseado por ambas
partes. Aquí tenemos una fuente de contratensiones intrapsíquicas
graves, que pueden durar años, y de un desarrollo neurótico, in—
fortunado, de la personalidad. p
Las inhibiciones forman naturalmente parte de la, estructura
biológica normal del instinto sexual. Contra la opinión corriente,
puede afirmarse que el sentimiento del pudor y el hecho de elimi-’
nar representaciones «inconvenientes» de la conversación y de la
conciencia no se fundan sólo en una convención superficial de
nuestra moral colectiva. La enorme ambivalencia del instinto se—
xual, que induce a ver en las mismas cosas simultáneamente lo.
más codiciable y lo más repulsivo, tiene, sin duda, profundas raíces
biológicas. Como lo demuestra el rubor, el sentimiento de vergüenza
está sólidamente anclado en el aparato regulador de los reflejos.
Todo observador competente aprecia con qué elemental irreflexión
suele-sentirse atraída la imaginación por las cosas sexuales al
principio de la pubertad, a1 mismo tiempo que los sujetos reaccio—
nan a la cruda exteriorización de propósitos de este orden con un
sentimiento de angustia, de repulsión y hasta con un grave choque
afectivo. Por lo demás, durante la pubertad no evolucionan por
igual los aparatos de inhibición afectiva, sino, a veces, con gran
(1) Véase KURT SCHNEIDER, Studien über Persónlichkeit und Schicksal eingeschrie-
beney Prostituierter, Springer, Berlin, 1921. .
Los instintos y sus variaciones - 183

irregularidad, de modo que en la gente joven encontramos una


timidez extrema, interrumpida de pronto por verdaderas explosio-
nes licenciosas, groserías, accesos de risa, etc. El desarrollo de las
inhibiciones sexuales es una parte inseparable de esta evolucion
afectiva general de la pubertad.
La ambivalencia sexual se desenvuelve espontánea y regular-
mente 'en personas jóvenes de constitución normal, aunque el am-
biente no influya para nada, aunque los niños no hayan sido
iniciados en los asuntos sexuales ni intimidados a propósito de
ellos ; claro es que, si bien encontramos impudor sexual en personas
sanas y educadas con naturalidad, abunda mucho más en indivi—
duos degenerados y enfermos mentales. Precisamente en esta "ambi-
valencia, en esta ruda oposición dentro de su estructura afectiva
endógena, parece residir el prodigioso dinamismo del instinto se-
xual,' esto no quiere decir que el antagonismo entre el instinto
y su inhibición no pueda agravarse por obra de influencias desfa-
vorables del medio.
Con las inhibiciones sexuales y el sentimiento de pudor se
relaciona íntimamente la represión de complejos representativos de
este género. La represión, o sea, el proceso catatímico de pasar por
alto, olvidar, apartar hechos desagradablemente matizados o am—
bivalentes, constituye un procedimiento psicológico general de.
elaboración de vivencias, importante dentro y fuera del dominio
sexual, aunque en éste adquiere firmeza y regularidad especial.
Es un hecho comprobado que, durante los primeros años de la
pubertad, los niños están por término medio mucho menos alco-
rrienteen materia de procesos sexuales de- lo que pudieracreerse
a juzgar por su facultad de combinar, sin ser previamente aleccio— '
nados, multitud de observaciones casi simultáneas de otro orden ;
este hecho parece tener algo típico, prOfundamente biológico, im—
posible de explicar por la sola influencia del medio. Aunque en
menor grado, esa tendencia a la represión subsiste más tarde;
hombres maduros, libres de prejuicios y muy comprensivos, al oir
hablar sin rebozo de cuestiones sexuales, experimentan a menudo
intensas resistencias afectivas, que no suele experimentar quien
está libre por dentro frente a meras convenciones sociales.
Es decir, que el sentimiento de pudor, la timidez sexual y la
represión de componentes fisiológicos del instinto sexual nos pare-
cen factores que, suprimidos o desarrollados con exceso, acarrean
fácilmente dificultades sociales o intrapsíquicas.
Puede relacionarse además con los trastornos de regulación
del instinto sexual la alternativa franca de la actitud afectiva que
oscila constantemente entre el ardor más vivo y la irigidez más
184 Instintos y temperamentos

glacial, y hace ver en una misma mujer hoy una santa y mañana
una furia, que tan pronto trata al hombre Con exaltada ternura
como le dedica las peores indirectas, y pasa de la embriaguez de
la excitación Sexual al odio sanguinario. En la fase de frigidez,
las mujeres suelen responder entonces a los intentos de aproxima—
ción sexual con reacciones histéricas primitivas de defensa. .
Entre los trastornos de la regulación sexual, uno de los más
frecuentes es la impotencia, que puede provenir de simple debilidad
instintiva, de defectos glandulares o vicios'de conformación de los
órganos genitales, o de anomalías en las vías reflejas inferiores;
pero generalmente obedece a causas psíquicas solas o en colabo—
ración Con otras: después de un primer intento infructuoso, la
concentración angustiosa de la atención altera el automatismo de
los reflejos (sabido es que todas nuestras actividades reflejas, el
lenguaje, la marcha, etc., 'se efectúan con más facilidad cuando
menos atención consciente les dedicamos) ; o son vagos factores
de perversión los que ponen trabas a la excitación sexual inci- '
piente ;. o bien son, sobre todo, representaciones complejas, esféricas
y circuns'critas, antipatías latentes, recuerdos penosos o repelentes
los que, emergiendo de las profundidades de la conciencia, desna-
turalizan la afectividad erótica, de igual modo que un episodio de
la infancia puede dejar una aversión permanente por un plato de—'
terminado. Sin embargo, la impotencia es, muchas veces, la resul—
tante de diversos factores que colaboran en los dominios somático
y psíquico, como nos lo demuestra con eSpecial claridad toda la
compleja vida sexual, en la cual concurren la conformación de los
órganos genitales y factores glandulares, psíquicos y otros relacio—
nados con la motilidad refleja, en colaboración recíproca mediante
doble conexión por vía nerviosa y a través del sistema hormonal,

TRANSFORMACIONES ENERGÉTICAS DE. Los INSTINTOS SEXUALES

Las transformaciones del instinto sexual en otras formas de


expresión psicofisicas constituyen uno de los aSpectos más intere—
santes de la energética psíquica. Distinguimos dos tipos de trans-
formaciones, conversián y sublimacz’o’n (1), con numerosos grados
intermedios. Entendemos por sublimación el empleo del impulso
psíquico inicialmente sexual para producir obras diferenciadas so-
cialmente eficaces, sobre todo de orden artistico, ético y religioso ;

- (1) Estos dos terminos son de FREUD. Empleamos aquí 1a palabra «conversión»
en un sentido análogo, pero algo más amplio, que comprende no sólo la transformación
de la libido en mecanismos somáticos, sino también los cambios afectivos elementales
(que FREUD llama «transformaciones >>), a fin de evitar a los lectores el trabajo de retener
demasiados conceptos especiales. " \
Los instintos y sus variaciones Y 185-

y (por conversión, en Cambio, la transformación primitiva del im—


pulso, sin diferenciación superior enel sentido filogénico del con—
cepto, Los instintos se transforman principalmente cuando una
tendencia sexual poderosa tropieza con resistencias insuperables,‘
ya se trate de inhibiciones intrapsíquicas, ya de circunstancias.
adversas del medio ; esto ocurre con frecuencia, pero no siempre.
No sabemos decir en todos los casos por qué un sujeto sublima,
otro convierte y un tercero no transforma Claramente los instintos ;
en cambio, el médico dotado de cierta preparación psicológica
tiene a menudo ocasión de comunicar a las transformaciones el giro
más favorable, por ejemplo, de trocar'una conversión neurótica
perjudicial en una sublimación prácticamente beneficiosa.
Un ejemplo de conversión es la transfózmmcz'ón de la excitación
sexual en angustia. Como es natural, en muchos casos se relacio—
nan entre si el instinto sexual y la angustia por intermedio de
ciertas asociaciones representativas. Así, cuando un niño nervioso
se entrega .a la masturbación y piensa con temor irreprimible en
el castigo paterno, ambos estados afectivos, precozmente enlazados '
por una coyuntura exterior, conservan todavía más tarde la ten—
dencia a presentarse juntos o a reemplazarse, del mismo -modo
que, cuando se ven dos personas a la vez, un encuentro con cual—
quiera de ellas evoca siempre el recuerdo de la otra; En ciertos -
jóvenes psicópatas se producen accesos de angustia histérica, con
opresión precordial, por la vía indirecta de una expectación hipo-
condríaca de cardioplejía que suponen consecuencia de prácticas
onanistas. También encontramos casos en que tal asociación de
representaciones falta o es puramente exterior, y se producen graves
estados del angustia pór interrumpir bruscamente, cOn 1a precisión
de un experimento fisico, la masturbación largo tiempo practicada
o las relaciones sexuales normales. Estas son conversiones muy
elementales, que nos autorizan a admitir que entre la excitación
sexual y la angustia, o sea, entre esa excitación y el grupo'de los
instintos de conservación de la vida, existen anastomosis filogénicas
muy primitivas en la base biológica más profunda de nuestra
psique, accesibles sólo a nuestro conocimiento empírico, y no a
nuestra intuición comprensiva. Esta conversión del instinto se-
xual en angustia tiene como posible contrapartida las perversiones
sádicas y masoquistas, por las que se transforman en excitación
sexual estados afectivos vitales de agresión y de sufrimiento vo—
luntario.
Por lo demás, algunos pacientes observadores nos presentan
su sentimiento de. angustia, originado por conversión, no como
angustia propiamente dicha, sino como algo afín que designan con
186 ' Instintos y .temperameutos

este nombre a falta de término másapropiado. Son capaces tam—


bién de analizar el carácter fenomenológico de esta sedicente angus-
tia en sus .menores detalles, describiendola a modo de sensación
parecida a 1a sexual, pero de un intensidad que 1a hace dolorosa ;
y agregan que" una misma impresión les produce una sensación
sexual de placer cuando es ligera, que una sensación de angustia,
cuando es muy fuerte. ,
Además de angustia, la excitación sexual muy reprimida suele
producir trastornos del sistema nervioso vegetativo y malestar
somático difuso, No pocas veces acuden a nuestra consulta muje-
res que se quejan de una penosa inquietud interna, de insomnio,
de dolores intestinales, de desarreglos cardíacos y gástricos, sinto-
mas todos que las torturan de un modo peculiar, pero sin base
concreta aparente. Nos aseguran convencidas que son felices en
su matrimonio y que sus relaciones con el marido y los niños están
llenas de ternura ; pero cuando nos ganamos su confianza, nos
confiesan, y por ejemplo, que las relaciones conyugales llevan ya
largo tiempo interrumpidas, tal vez por el temor de aumentar la
prole o por una desavenencia recíproca latente. En algunos casos
basta revelar esta situación y esclarecerla para que el estado físico
experimente una repentina y sorprendente mejoría. Estas difusas
irradiaciones vegetativas dan a veces la impresión de no ser fruto
de asociaciones de ideas o representaCiones, sino, en parte, pro—
ductos energéticos elementales, es decir, conversiones en el sentido
más elemental de la palabra.
Algo distintos son los mecanismos histéricos circunscritos que
tienen su- origen en complejossexuales :' crisis, vómitos, parálisis,
tics, etc. También en estos casos existe inhibición en el curso
natural de la energia sexual o de su elaboraCión ulterior, y se pre—
senta en otro sector del aparato psicofísico bajo forma de desarre-
glo funcional. Pero esta transformación no tiene ya carácter elemen-
tal; las conversiones de este género siguen a menudo una ruta
sinuosa a través de cOnmutaciones psíquicas complicadas, de asocia-
ciones agrupadas en verdaderas constelaciones, ”cambios de posie
ción, formaciones simbólicas, disociaciones hipobúlicas, reforza—
mientos voluntarios de reflejos, etc. Puede sobrevenir el vómito
histérico siempre que la enferma ve un determinado alimento que
tal vez comiera el dia que se le hizo alguna alusión sexual repul-
siva a su juicio por cualquier motivo, y entonces se trata de una con—
versión por traslación aglutinante. Otra paciente adopta una marcha
singularmente precipitada, con todo el cuerpo inclinado hacia
delante, como obsesionada por el deseo de escapar, nacido de cier—
tas decepciones conyugales; y entonces nos hallamos ante una
. Los instintos y sus variaciones 187

conversión por medio de la formación simbólica. Una tercera en—


ferma, dotada de un sistema vasomotor muy sensible, se resiste
a sostener relaciones con su marido, cuya presencia le inspira
siempre un sentimiento penoso violento, que llega al extremo de'
vproducirle palpitaciones, temblores y vértigos, y cada vez levanta,
a expensas de esta onda afectiva refleja, una escena teatral seme—
jante a un ataque de histerismo ; en este caso, la energía se trans-
forma por obra de un reforzamiento voluntario de los reflejos.
Todos estos ejemplos bastan para demostrar cuán complicadas y
diversas son las vías que sigue la energía sexual, cómo en general
cualquier impulso afectivo puede ser objeto de transformaciones
psicofísicas. - '
Un grupo aparte forman los fenómenos psíquicos conocidos
por formaciones sexuales sustitutivas, entre las cuales se cuenta la
perversión anodina que hemos mencionado ”ya con el nombre de.
fetichismo, caracterizada porque el sujeto, en vez de fijar su incli-
nación amorosa en una persona, busca y colecciona, besa y adora
con pasión objetos imaginados, como zapatos, camisas, pañuelos, '
etcétera. Esta perversión conduce a traslaciones y simbolizaciones
sumamente peregrinas, que explican más de un acto criminal,
especialmente robo, cometido incomprensiblemente por personas
irreprochables hasta entonces Tal es el caso de Katharine G. (1),
soltera de 36 años, que una noche roba a los vecinos de su pueblo
un novillo de dos años y dos pantalónes viejos de uniforme, lo que
no se explica más que por las relaciones asociativas de esos objetos
con los grupos de representaciones sexuales. A este tipo de forma-
ciones se vinculan íntimamente ciertas rarezas y aficiones típicas
de solterones de uno y otro sexo : el canario, el gato y el perro
faldero son atributos de las incasables, tan conocidos como el
cultivo de claveles, la' biblioiilia y la numismática entre los tran-
quilos viejos célibes que pinta Spitzweg. Animalitos, plantas y
objetos inanimados son objeto de una ternura tan intensa como
la que se dedicaria al esposo o la esposa y a los niños, y, con fre-
cuencia, del mismo género.
Un viejo proverbio popular: «Joven pecadora, vieja reza-
dora», expresa en forma breve y concisa las relaciones energéticas
que en sus grados inferiores existe entre el instinto sexual y las
prácticas religiosas. No puede negarse, en efecto, que 1a santurro—
neria viene a ser una formación sexual sustitutiva inmediata;
y de esta variedad primitiva se asciende, por una serie de grados
intermedios, a la sublimacio'n, o sea, a la transformación del ins-

(1) KIELHOLZ, Symbolische Diebstáhle, Z. Neur., 55.


188 In'stintos y temperamentos

tinto primitivo en sus términos correlativos energéticos I de más


valor,.tanto religiosos como éticos y artísticos. j
Una de las fases intermedias entre la grosera sustitución y
la sublimación es la religiosidad de ciertas pequeñas comunidades
apartadas y sectas, de algunos conventículos que se forman alre—
dedor de hombres extravagantes, llenos de vida afectiva, de pro—
fetas y fundadores de religiones, generalmente paranoicos. En las
relaciones que se establecen entre el jefe de una secta y sus fieles,
mujeres en su mayor número, no hay límite psicológico que distinga
el culto rendido al profeta, enviado de Dios, y la exaltación eró-
tica por el hombre ; ambos sentimientos se confunden en uno solo.
Otro tanto puede, decirse del cortejo de adoradoras que en los
medios cultivados siguen con entusiasmo a un célebre predicador,
mistico o teólogo Nos sentiríamos inclinados a considerar como
- excentricidades aisladas las fundaciones de sectas por el estilo de
la conocida por « Beatos de Koenigsberg >>, con su mixtura de actos
sexuales .y ceremonias de consagración, si no encontráramos hoy,
en nuestra actividad forense, la misma combinación de sentimien-
tos, con un ceremonial casi idéntico, en ciertos conventiculos mo—
dernos de fuerte matiz paranoico. A menudo vemos manifestarse
en ellos el instinto sexual con su ambivalencia atávica más pa-
tente, como una especie de tabú, como lo más sagrado, y a la
vez más impuro, como una grande y misteriosa fuerza mágica,
lo mismo en las ceremonias del culto que en las representaciones
éticas de las sectas. .7
La esquizofrenia," que saca a la superficie. tantos mecanismos
de importancia filogénica, nos muestra muchas veces en ciertas
' fases extáticas iniciales, con la claridad del experimento, la subli-
mación del erotismo en una vida interior religiosa muy intensa.
El paciente nos cuenta cómo, por obra de una tensión y concen—
tración psíquica muy forzada, una excitación sexual violenta se
transforma en él de un modo gradual, en el transcurso de horas
o de dias, o bien de pronto, en el sentimiento típicamente mistico
de la unión gloriosa con la divinidad, la cual, casi exenta de repre—
sentación por sí misma, se halla penetrada de una vislumbre de
sensación erótica radiante
Lo que el esquizofrénico nos cuenta como experiencia indivi-
dual, es simplemente aquello que atraviesa como un hilo rojo toda
la evolución milenaria del mundo civilizado. Encontramos los pri—
meros indicios de fusión sublimante de la religión y el erotismo,
ingenua y sin disimulo aún, en los cultos orgiásticos de los primi-
tivos de Oriente y de la Antigüedad clásica, y luego, revestida cada
vez de más belleza espiritual, en la mística religiosa de la Edad
Los instintos y sus variaciones i 189

Media. También el fervor del éxtasis religioso suele estar matizado


de sentimiento erótico, tan evidente sobre todo en la poesía lírica,
que algunos de los cánticos marianos medievales apenas se diStiÏlT'
guen de las canciones de amor profanas más que por los nombres
de santos contenidos en aquéllos ; y asimismo caracteriza la forma
mística de 1a religiosidad el hecho de que toda una serie de cantos
de amor profanos, como el Cantar de los Cantares, se incluyeran
intactos en los libros sagrados con el carácter de himnos religiosos.
En los ejercicios espirituales de las órdenes monásticas se han
desarrollado sistemas elaborados hasta en sus menores detalles
con objeto de transformar gradualmente la sensualidad elemental,
por una combinación de mortificaciones corporales y un adiestra—
miento eSpiritual singularmente ingenioso, en puro amor a Dios,
contemplación de Dios y unión extática con Él. Se ha logrado
así, de un modo interesante desde el punto de vista psicológico,
reducir la sublimación a un sistema susceptible de aprendizaje y
enseñanza. Lutero define en forma muy característica esta varie-
dad de sublimación religiosa al decir que es «un medio de elevarse
hasta la majestad de Dios».
No es necesario describir con igual extensión las otras formas,
de sublimación, principalmente las de índole ética o artística.
Desde el punto de vista filogénico podemos decir que, en muchos
aspectos, ha sido la religión el origen más remoto de todos los
demás sentimientos y aspiraciones de orden superior: ética, arte
y ciencia constituyeron hasta muy entrada la Edad Media simples
subgrupos, medios auxiliares al servicio del sentimiento religioso
universal, y sólo a medida que éste se debilitaba, fueron conquis-
tando paulatinamente su autonomía reSpectiva.
Con su carácter afectivo aun intensamente sensual, el arte es,
después de la religión, lo que más se aproxima a las profundidades
instintivas de la vida psíquica. Para la poesía y las artes plásticas,
por ejemplo, la atmósfera afectiva erótica y sus diversas sublima—
uciones constituyen el elemento Vital más fuerte; cantidades de
energía erótica se transforman a menudo directamente en creaciones
artísticas de gran valor, y, por eso, cabe establecer una evidente
relación dinámica entre la afectividad exaltada de las heroínas de
Gottfried Keller y las arideces de la vida amorosa del poeta.
Por el contrario, cuando una muchacha que acaba de tener
un desengaño en sus perspectivas matrimoniales, se decide de pronto
a hacerse Hermana de la Caridad, en esta sublimación ética de-
muestra claramente su impulso afectivo general, pero el matiz
erótico específico no aparece ya tan claro en la nueva orientación
energética de su vida. Tal matiz llega a hacerse imperceptible en
190 Instintos y temperamentos

la sublimación científica, dOnde se . debilitan cada vez- más los


Vínculos con las simples orientaciones instintivas elementales, en
tanto que se afirman las disposiciones generales del temperamento
como fuerzas impulsoras de todo pensamiento o aspiración.
CAPÍTÚLO X

Los temperamentos
En el. aspecto psicológico, el concepto de temperamento se
agrupa estrechamente en torno a la afectividad. Llamamos tempe-
ramento al Conjunto de cualidades afectivas que caracteriza una
individualidad, basándonos principalmente en su sensibilidad y
reactividad a los afectos. La afectabilidad habitual se ajusta eSpe—
cialmente a dos escalas independientes y fundamentales para el
temperamento : psicoestész'ca, comprendida entre los polos « sensi—
ble» y << apático », y diatész'ca, entre los polos « alegre» y «triste ». .
Los temperamentos más bien diatésicos se muestran a veces neu-
trales en sentido psicoestésico, son poco «nerviosos»; los psico-
estésicos declarados, por su parte, apenas revelan cualidades
diatésicas, son en general «serios». La reactividad a los afectos
constituye en el temperamento de una persona su ritmo o tempo
psíquico, que se manifiesta en su percepción sensible, en sus pro-
ducciones intelectuales, y sobre todo en su psicomotilidad, en la
viveza o lentitud de sus movimientos, y en su cadencia especial.
Forman, pues, el núcleo del temperamento en psicología la dispo— .
sición psicoestésica y diatésica, por una parte, y el ritmo psíquico,
por la otra. a ‘ '
Pero desde muy antiguo se hace entrar en este concepto,
además dela afectividad, sus fundamentos nerviosos y humora-
les (1), de lo cual se deSprende la relación que existe entre el tem-
' peramento y la estructura corporal, o sea, entre la personalidad
somática y la psíquica. Por eso, para el investigador moderno la
palabra «temperamento» es un término heurístico cuyo alcance
desconocemos aún, tanto en el aspecto fisico como en el psicológico. y
Los procesos hematoquímicos y el ciclo de actividades que se esta-
blecen entre las glándulas endocrinas, el sistema nervioso vegeta-
tivo y el encéfalo, nos interesan en el terreno psicológico por su
influencia sobre la afectividad, pero también los hemos encontrado
en otros lugares, por ejemplo, a1 hablar de la disposición eidética ;
influyen intensamente sobre el sistema psicomotor, y recientes

(‘) Véase el capítulo V.


192 Instintos y temperamentos

investigaciones experimentales han demostrado que sus efectos se


manifiestan asimismo en los procesos intelectuales, en la facultad
de abstracción, en los tipos de intuición y representación. En rigor,
todos los factores esenciales de la vida psíquica están tan íntima«
mente compenetrados que sería vano pretender separarlos mediante
divisiones artificiales abstractas demasiado rigurosas.
Ya no consideramos los impulsos psíquicos afectivos agrupán—
dolos en torno a un corto número de puntos elementales de destino,
sino en toda la riqueza de su diferenciación cultural y de sus mati—
ces individuales. Mucho más decisivos que todas las diferencias de
estructura en los aparatos psíquicos son los temperamentos (1), en
lo que concierne a la personalidad o la individualidad, a la dife—
rencia entre una persona y las demás.
La correlación entre la estructura del cuerpo y el tempera—
mento se' establece ciertamente por via endocrinohumoral y en
estrecha correspondencia con el sistema nervioso vegetativo.
Después de la extirpación precoz de ciertas glándulas endocrinas
observamos siempre disfunciones en ambos dominios ; la falta del
cuerpo tiroides en los niños ocasiona apatía temperamental y re—
traso del desarrollo fisico en la forma característica de enanismo
cretino, y la extirpación precoz de las glándulas genésicas (castra—
ción) tiene por consecuencia un temperamento flemático, poco
impulsivo, a la vez que el cuerpo adquiere un aspecto eunucoide,
con alargamiento excesivo de las extremidades y retraso del sis-
tema piloso secundario. Por analogía con estos casos eSpeciales,
podemos concebir globalmente las relaciones entre la estructura
_ corporal y el temperamento como determinadas, en parte al menos,
por factores humorales, incluyendo entre ellos no sólo las glándulas
endocrinas propiamente dichas, sino también y principalmente las
viscerales grandes, y, en general, todos los tejidosque participan
de algún modo en el conjunto del quimismo orgánico.
Los grupos principales de psicosis constitucionales endógenas
pueden servirnos por ahora de guía a través del complicado domi—
nio de la psicotipologia individual. ”La psicosis maniacodepresiva
¡o circular nos ofrece la variedad morbosa del amplio cuadro psico'
lógico normal constituido por los temperamentos ciclotímicos, mien—
tras que las psicosis esquizofrénicas o demencia precoz representan
la ilustración caricaturesca de otro gran cuadro normal que inte—

(1) Los temperamentos se detallan en KRETSCHMER, Constitución y Carácter, 2.a


edición española, Editorial Labor, Barcelona, 1953. Esta obra contiene los datos justi—
ficantes, en particular cifras exactas de proporciones del cuerpo y modos de conducta
comprobados por psicologia experimental. Los estudios sobre individuos atleticos se ex—
ponen en Die Pers‘o‘nlichkeit der Athletiker, de KRETSCHMER y ENKE. Thieme, Leipzig, 1936.
(Existe una traducción española también de este libro. j—N. del T.
Los temperamentos - ¡193 i

gran los temperamentos esquizotz’micos. El tercer grupo principal


de afecciones psíquicas hereditarias, que comprende la epilepsia,
tiene en la disposición psíquica de sus pacientes algunas relaciones
con los temperamentos viscosos normales de los atléticos; I
A los coeficientes estadísticos de frecuencia entre‘los tempe—
ramentos normales y las enfermedades hereditarias se agregan otras
correlaciones de ambos conjuntos con los tipos de estructura cor—
poral. Aquí prescindimos de varios grupos pequeños especiales que
denominamos tipos « displásicos >>, formas que muestran retrasos
generales o parciales del desarrollo, como los infantilismos y las
hipoplasias, o bien ciertos efectos circunscritos de la actividad de
las glándulas endocrinas, como las figuras eunucoides, las formas
Pícní' Leptosomo: ,. . , . . .
cos _ AHCÍ‘ICOS Dlsplasttcos Afipxcos

E pile'ph'cos
(I 505 casos)
p .3 5 2€7 26,9 g. ¿9,5
Atléticos Displa's.

Esquizofre'n ¡cos
(5233 casos)
0
já." D is.
i Ill Leptosomo: Atle'. I Atipicos

¿arrasar? WWW 732 0:7 ¡z ¿341%


av
FIG. 18. Distribución de las afecciones hereditarias psíquicas entre los tipos
de constitución

endocrinas de obesidad, las manifestaciones mixedematosas y'ba—


sedowoides que tienen su origen en el cuerpo tiroides,-etc. Todas
estas variantes de la estructura corporal son de gran importancia
asimismo para el problema de las relaciones somatopsíquicas, para
interpretar la curva de desarrollo de la personalidad a lo largo de
la vida y los diversos factores que gobiernan la evolución. del tem—
peramento, y especialmente para abordar el problema del retardo
de la madurez psicofísica en las neurosis. Estas investigaciones se
hallan en plena fase de desenvolvimiento y deben dejarse de
momento a un lado. Nos limitamos, pues, a los tres grandes tipos
normales de constitución: leptoso'mz'co (astém'co en sus variedades
extremas), atlético y picnico. En los representantes de estos grupos
no encontramos distribuidos por igual los principales temperamen-
tos; antes bien, corresponden al primero sobre todo los esquizotí—
micos ; al atlético, los viscosos, y al pícnico, los ciclotímicos. Las
enfermedades hereditarias psíquicas se reparten de manera análoga:
predominan los leptosómiclos entre los grupos esquizocáreos centra—
13. KRETSCHMERZ Psicología médica.
l94 1 In'stintos y temperamentos

les de la esquizofrenia; los pícnicos, en las enfermedades afectivas


Cíclicas, y los atléticos, junto a ciertos grupos catatónicos dispersos.
de la esquizofrenia, entre los epilépticos. La frecuencia estadística
se distribuye del modo indicado en la figura 18, de acuerdo con
un copioso material de investigación de diferentes países. *
Las figuras que van adjuntas, 19 a 25, dan una idea bastante
exacta de los tres principales tipos de estructura. Los sujetos píc-
nicos de mediana edad presentan una figura rechoncha, de miema

Fm, 19. 'Hábito astenico (1)

bros cortos, cara redonda y llena, y tez más bien fresca ; su Sistema
óseo es delicado; la musculatura, blanda, yhay abundante grasa en
el rostro, el cuello y el tronco ; la cabeza, el cuello y el abdomen
dan un perímetro alto, en contraste con la estrechez de los hombros,
por lo que el tronco presenta el aspecto general aproximado de un
tonel. La cabeza, algo inclinada hacia delante, descansa sobre
un cuello corto y grueso; en los casos típicos, la frente es baja y
profunda, aplanado el Vértice, y redondeado el occipucio. La cara.
es blanda, ancha y redonda, de proporciones verticales moderadas
, y armoniosas, con facciones bien acusadas ; el perfil suave, ligera—-

(1) De KRETSCHMER, Constitución y carácter, Editorial Labor, Barcelona.


Los temperamentos ' . 195

mente arqueado, y la nariz carnosa ; el contorno general presenta


esquemáticamente la forma de un pentágono obtuso o de un
¡escudo ancho. Las manos son cortas, anchas y blandas, pero gra—
ciosas. Los pícnicos suelen tener los cabellos flexibles, finos, dóciles,
con tendencia a una intensa calvicie precoz, en tanto que la barba
y el sistema piloso del cuerpo son bastante abundantes.
Los hombres atléticos tienen lOs miembros más bien largos.
A primera vista, un cinturón escapular ancho y musculoso domina

FIG. 20, Hábito atlético (1)

sobre la mitad inferior del cuerpo, que pierde anchura progresiva—


mente, con la pelvis estrecha y las piernas delgadas, lo que da al
conjunto del tronco, mirado de frente, un aSpecto trapecial. El es-
queleto es recio, sobre todo por el cinturón escapular y las termi—
naciones de los miembros; los músculos, recubiertos de una piel
elástica poco grasa, son fuertes y bien desarrollados, con relieve
plástico. Un cuello alto y sólido sostiene la cabeza, firme y alar-
gada, con el rostro igualmente largo en su parte media y bien pro—
minentes el mentón y el relieve óseo ; el relieve frontal del rostro

(1) De KRETSCHMER, Constitución y carácter, Editorial Labor, Barcelona.


196 l InStintos y temperamentos

tiende a la forma oval pina. Un atlético típico tiene la tez muy


pálida y recia, y sus manos toman color azulado (acrocianosis).
_ Los leptosómicos varones (son asténicos los de figura muy des-
medrada) tienen el tronco cilíndrico, estrecha y alargada 1a caja
torácica, y asimismo estrechos los hombros. Las extremidades y el
cuello parecen también largos; huesos, músculos y piel son, en
general, gráciles, delgados, tenues. La cabeza 'es pequeña, alta o

,FIG, 21. Hábito pícnico (1)

redondeada ; la nariz, larga y puntiaguda, contrasta con el maxilar


inferior, más bien hipoplásico, y la barbilla, huidiza, lo cual com—
pone un perfil angular, de pájaro, que se encuentra asimismo en
otras formas somáticas de los esquizotímicos. El contorno frontal
de 1a cara se inclina, en los casos declarados, al óvalo corto. La
tez de los leptosómicos suele ser pálida, y abundante, el sistema
-
pilosovprimario (cuero cabelludo y cejas), sólidamente implantado
y persistente, mientras que en el resto del cuerpo se desarrolla
poco, por término medio.

(1) De KRETSCHMER, Constitución y carácter, Editorial Labor, Barcelona.


Los temperamentos 197

La tabla que va adjunta proporciona datos aproximados de


la frecuencia con que coinciden la constitución ,pícnica y el tem—
peramento ciclotímico, la estructura leptosómica y el tempera—
mento esquizotímico. '
En el estado actual de las investigaciones, podemos considerar
los grupos de esquizotímicos y ciclotímicos, por consiguiente, como
dos grandes biotipos complejos, de los cuales derivan en gran
número matices temperamentales que varían según las proporciones
de mezcla. Los temperamentos de los atléticos, fáciles de caracte-
rizar por. separado, constituyen el tercer grupo grande ; les damos
el nombre de viscosos enatención a su consistencia y pesadez.
La tabla siguiente muestra las principales características
psicológicas de los tres grupos de tipos.
AFINIDAD ENTRE ESTRUCTURA CORPORAL Y TEMPERANIENTO

Autodiagnósticos de pícnicos y leptosómicos sanos en proporción de tipos corporales,


según las cifras de cuestionarios de VAN DER HORsr, KIBLER y LÜTI—I: 233 sujetos,
de ellos 125 lectosómicos y 69 pícnicos (las cifras pertenecen a LÜTH). .

Ciclotímicos Mixtos e indefinidos Esquizotímicos


% % 0/0

oPícnicos ....... 94,4 (93,8) 2,8 “,8 ( 6,2)


Leptosómicos 12,2 ( 7,6) 17,1 70 7 (92,4)

TEMPERAMENTOS

Ciclotímicos Esquizotimicos Viscosos

Psicoestesia y Proporción Proporción Entre explosiva y


tonalidad psi- diatész'oa f psiooestésica .' flemática
quica entre animada entre hiperestesia
(alegre) y depresiva (sensibilidad) y
(triste) anestesia (frialdad)

Ritmo ' La cue/oa del tempe- La curva del tempe- Curva del ¿empera—
psíquico mmm/¿to oscila entre ramento salta entre mento sostenida
la movilidad y la dos modos alterna-
pesadez tivos de pensar y
sentir

Psicomotilidad Estimulable, cim- A menudo inerte, Estimulable, lenta,


" breña, natural, reservada, impasi- mesurada, torpe,
suave ble, inhibida, ri- pujante
gida, etc.

Tipo corporal Pícnico Lep tosómico Atlético


afín
198 Instintos y temperamentos

Los tipos de constitución estudiados hasta ahora se ajustan


a una importante ley fundamental : la bipolaridad de los tempem—
mentos ; a cada tipo de estructura corporal no corresponde un

FIG. 22. Hábito asténico (1). FIG. 23.1Hábíto atlético (1).


Perfil angular ' Cabeza alargada y Vrecia

FIG. 24. Hábito picnico (1). Cabeza FIG. 25. Faeies hipoplásica (1)
corta y aplanada

temperamento, sino un par de tonos temperamentales opuestos que


se contrarrestan.
La disposición afectiva dentro de los dos primeros tipos de
temperamentos se extiende así entre cada par de tonos antagoni-
eos, oscilando más bien entre alegre y triste en los eiclotímicos,
y entre sensible y fría o apática en los esquizotímicos; De aquí
(1) De KRETSCHMER, Constitución y carácter, Editorial Labor, Barcelona.
Los temperamentos 199

resulta otra subdivisión en seis grupos principales de temperamen-


tos, según que el ciclotímico se incline habitualmente más hacia
el polo alegre o el triste, y el esquizotímico más hacia el Sensible
o el apático, dejando entre ambos polos dos grados intermedios.
Sin embargo, no es corriente encontrar disposiciones afectivas pura—
mente alegres o tristes, sensibles o frías y apáticas, sino mixtas,
de alegría y tristeza, por un lado, y de sensibilidad y apatía, por
otro, superpuestas, imbricadas o fluctuantes en las proporciones
más variadas. Por eso, aun en el temperamento más alegre adver-
timos cierta inestabilidad con tendencia a depresión, y en el sujeto
más indolente y frío nunca faltan indicios de irritabilidad eSpeci—
fica excesiva. Llamamos proporción diatész'ca a la de elementos afec—
tivos alegres o tristes en un ciclotímico, y proporción psicoestésica
.a la de componentes sensibles y apáticos en un esquizotimico.
Aparte las proporciones de un temperamento individual, nos
interesan igualmente sus mezclas, es decir, los matices que impri—
men al tipo dominante otros elementos introducidos por herencia ;
por ejemplo, componentes ciclotimicos en un temperamento esqui-
zotimico, o a la inversa.
Las diferencias de ritmo psíquico contribuyen a acrecentar la
riqueza de matices temperamentales sobre la que proporcionan ya
las proporciones psicoestésica y diastésica y sus mezclas. En pri-
mer lugar distinguimos el ritmo psíquico general, o sea, el grado
medio de rapidez de los procesos psíquicos: concepción, elabora—
ción intrapsíquica y psicomotilidad, y el ritmo psíquico especial,
la regularidad o irregularidad de la sucesión temporal y dinámica
de los diversos actos de la vida interior. El temperamento de los
ciclotímicos muestra una sucesión más bien regular de estos actos,
rsin particularidades rítmicas, una reacción blanda, directamente
natural, a la alegría y al sufrimiento .; pero, en cambio, su ritmo
general ofrece diferencias manifiestas, desde una gran rapidez hasta
un curso francamente lento. El ritmo psíquico de los ciclotimicos
oscila asi entre la ligereza y la pesadez.
Por el contrario, el ritmo general de los esquizotímicos no
presenta apenas rasgos característicos, pero se inclina a menudo
notablemente a particularidades rítmicas; estos sujetos tienden
sobre todo a reaccionar con extremada hipersensibilidad a ciertos
¡conjuntos de representaciones fuertemente afectivas, a las que se
fijan con tenacidad y violencia hasta que otro estímulo los induce
a una desviación brusca, mientras que permanecen insensibles e
indiferentes a los demás. A esto se agregan muchas veces in—
congruencias entre Su receptividad a las impresiones y su facultad
> de expresión, trastornos de conducción que no les permiten elabo—
‘¿UU Instintos v temperamentos
J

rar en seguida incluso impresiOnes que los han afectado vivamente,


lo cual determina con facilidad estasis afectivos y complicadas.
derivaciones laterales, sorprendentes en el curso de sus sentimientos,
De aquí reSulta, prescindiendo de las personas atrasadas, simple—
mente obtusas, que su ritmo psíquico suele ser muy complicado.
e imprevisible, por lo que se mantienen obstinadamente fijos para.
reaccionar de pronto a nuevas excitaciones y caer de nuevo en una.
prolongada indolencia. El ritmo psíquico de los esquizotímicos os—
, cila, por consiguiente, entre la brusquedad y la tenacidad.
' En la mayor parte de los ciclotimicos encontramos correspon-
dencia entre la proporción diatésica y el ritmo psíquico, en el sentido.
¿1'
a, ' b C

FIG. 26. Tipos de contornos frontales, en esquemas algo exagerados. a, pentagona.


obtuso; b, escudo ancho; c, oval alargado o pino; d, oval corto o recogido

de que los temperamentos alegres suelen ser también los más lige-
ros, mientras que los intermedios y los que tienden a la depresión
se manifiestan más pesados. La experiencia clínica nos ha revelado.
hace tiempo que existe una estrecha asociación entre la excitación
alegre, la fuga de ideas y la gran facilidad psicomotora de los.
maníacos, así como entre la depresión, la lentitud intelectual y la
inhibición volitiva en los melancólicos. Hasta en los ciclotimicos:
sanos es corriente el concierto de un determinado tono afectivo-
con cierto ritmo psíquico, pues suelen emparejar la alegría y la
movilidad con el tipo hipomam’aco, y la tendencia depresiva y
la lentitud, con el flemoítz’co’. 4 - -
En los esquizotímicos, por el contrario, no se encuentran.
relaciones tan estrechas entre la psicoestesia y el ritmo psíquico
especial. Los hiperestésicos delicados sorprenden a menudo por su
pesadez afectiva y volitiva, y, en cambio, se encuentra una veleidad
caprichosa hasta en los indolentes muy fríos ; es decir, que, empí—-
.ricamente, se distinguen en los esquizotímicos las cuatro combinan
ciones: tenacidad sensible o apatica, sensibilidad extravagante e
indolencia tornadiza. I
Los temperamentos - 201

Si adoptamos como caracteres principales los síntomas de la


afectabilidad (psicoestesia y diatesia), podemos obtener un grupo
de seis temperamentos, tres ciclotímicos y tres esquizotimicos, de
los que en cada división hay dos polares y uno intermedio. y
f. Hipomaniaeos : móviles y alegres.

¿Olor-k
Ciclotimicos . . .i. Sintónicos .' realistas prácticos, humoristas sin agilidad.
Flemáticos.
f

. H ¿peieste’sieos nerviosos irritables, introversos deli-

vb
cados, idealistas.
. . Esquizotímieos intermedios : frios y enérgicos, lógicos
U!
Esquizotímicos . .‘ sistemáticos, aristocráticos serenos.
6. Aneste’sicos. apáticos, friamente nerviosos, solitarios
extravagantes, indolentes, impasibles, ociosos embru—
tecidos.

Hemos de limitarnos aquí a bosquejar las diferencias entre los


temperamentos esquizotimicos particulares, En términos empíricos,
las cualidades hiperestésicas se manifiestan principalmente en forma
de sensibilidad delicada, de gusto refinado, natural y artístico, de
un estilo perSon‘al exquisito y atinado, de ternura exaltada hacia
determinadas personas, de suma irritabilidad nerviosa frente a las
diarias fricciones de la vida, y, finalmente, en los tipos mas groseros,
sobre todo en los 'postpsicóticos y sus equivalentes, de irascibilidad
compleja. Las cualidades anestésicas de los esquizotímicos se exte—
riorizan por frialdad actiVa tajante o apatía pasiva, por un interés
concentrado en zonas autisticas circunscritas, por indiferencia o
despreocupación, o por impasibilidad inalterable. Su volnbilidad es,
_ unas veces, inestabilidad indolente, y otras, inconstancia activa;
y su tenacidad se manifiesta, en el aspecto caracterológico, por
numerosas variantes : acerada energía, obstinación indomable, es—
crupulosidad exagerada, fanatismo, lógica sistemática en pensa—
mientos y acciones.
Prescindiendo de las mezclas más o menos considerables '(liti-
gantes, camorristas, timoratos, hipocondriacos secos), las variaciones
de los temperamentos diate’sicos son mucho menos numerosas. El tipo
hipomaníaco muestra, al lado de la tonalidad alegre, cierta tenden-
cia a encolerizarse fácilmente; oscila entre el acaloramiento ins—
tantáneo, el espiritu de gran empresa, la multiplicidad de tareas
y la alegría radiante imperturbable
La psicomotilidad de los ciclotimicos se distingue (salvo en casos
de grave inhibición morbosa) por la mimica y los movimientos del
cuerpo, rápidos o lentos, pero siempre rotandos, naturales y adecua-
dos al impulso. La de los esquizotimicos, en cambio, presenta a
menudo ciertas singularidades, sobre todo una falta de correspon—
202 Instintos y temperamen tos

' denciadirecta y adecuada entre el estimulo psíquico y la reacción


motora : los movimientos revelan aristocrdtica reserva, gran mode—
ración, imybasibilidad, o bien son a veces refrenados, envarados
o timidos.
En cuanto a su actitud compleja arite la vida y sas reacciones
a las irlfliierlcias del medio, los ciclotímicos muestran, en general,
tendencia al contacto con el mundo exterior y con el presente;
son comunicativos, sociables, amables, generosos y espontáneos,
ya se entreguen a empresas audaces, ya se limiten a una Vida
más bien contemplativa, cómoda y sin esfuerzo. Entre ellos se
cuentan los ¡iombres de acción, los sibaritas y otros tipos análogos.
Del grupo de los mejor dotados destacan, en el terreno artístico,
los realistas que describen a grandes rasgosy los humoristas bona—
chones en cuestiones de estilo; en el cientifico, los empíricos super-
ficiales e intuitivos y los vulgarizadores hábiles ; y en la vida prác-
tica, los intermediarios discretos y biert intencionados, los organiza—
dores liberales y audaces, y los iniciadores expeditivos. Entre los
personajes conocidos de temperamento ciclotimico y constitu-
ción física más bien pícnica citaremos .a Lutero, Lieselotte von
der Pfalz, la madre de Goethe, Gottfried Keller, Jeremías Gotthelf,
Fritz Reuter, Hermann Kurz, Heinrich Seidel, sabios como Ale-
xander von Humboldt, y políticOs del tipo de Mirabeau.
Por el contrario, los temperamentos esqa-izotimicos tienden al
autismo, a la introversión, a encerrarse en una. zona individual-
rigurosa, en un mundo interior de sueños, ideas y principios ajenos.
* ala realidad ; plantean una oposición franca entre su yo y el marido
exterior, vuelVen, indiferentes o quisquillosos, la ”espalda a sus con—
temporáneos, o se mueven entre ellos Íríamente, sin interesarse ni
establecer relación interior con nadie. En este grupo encontrarnos
en primer lugar numerosos tipos deficientes de excéntricos descon—
tentadizos, egoístas, ociosos inestables y criminales. Son esquizo-
tímicos de gran valorsocial el soñador delicado, el idealista iluso,
el aristócrata de la forma, a la vez tierno y frío, etc. ; en el mundo
del arte y de la poesia, los estilistas paros y clasicistas, los romanti-
cos abstraidos y los idilicos sentimentales ; otros manejan el pate—
tismo trágico, o llegan al expresionismo brutal y al naturalismo
tendencioso, o se revelan por su ironia mordaz y sus sarcasmos.
En el campo de la Ciencia muestran predilección por el formalismo
escola’stico o la reflexión filosófica, por la metafísica y por la exac-
titud sistema’tica,’ y en la Vida activa, los esquizotimicos se dis-
tinguen por su energía tenaz, son infleXibles, intransigentes en sus
principios, consecuentes consigo mismos, dominadores, moralistas
heroicos, idealistas puros}, fandticOs fríos, déspotas, o calcaladores
Los temperamentos ' 203

serenos dotados de flexibilidad diplomática. Predomina el tempe—


ramento esquizotimico, con figura corporal apropiada, en Schiller,
Korner, Uhland, Tasso, Hólderlin, Novalis, Platen, S—trindberg,
numerosos filósofos, como Spinoza y Kant, y jefes del tipo de.
Calvino, RobeSpierre, Federico el Grande y otros. .
i Resumimos en la tabla siguiente todas esas disposiciones espe—
ciales que parecen ligadas biológicamente entre si, a juzgar por lo
investigado hasta ahora; pero sólo hemos tenido en cuenta las
variantes positivas de gran valor social, y, entre ellas, las más prin—
cipales, esto es, una selección de las que integran ambos grupos
temperamentales :
APTITUDES ESPECIALES

Ciclotímicos - Esquizotímicos

Poetas Realistas Patéticos


Humorístas Románticos
Artistas de la forma

Sabios Empiricos descriptores Lógicos precisos


- en términos concretos Sistemáticos
Metafísicos

Jefes Iniciadores expeditivos Idealistas puros


Organizadores audaces Déspotas y fanáticos
Intermediarios discretos Calculadores frios

El método psicológico experimental permite asimismo deducir


numerosas conclusiones respecto a los Vinculos que existen entre
1a constitución somática y la psíquica. ‘
Se ha demostrado que, en ciertas condiciones, podrian expo-
nerse técnicamente las correlaciones somatopsiquicas (indice de
constitución : cifra experimental) en términos puramente matemá-
ticos. Según los experimentos efectuados hasta ahora, hay un
paralelismo fundamental entre la estructura del cuerpo, la perso—
nalidad y la psicosis, en el sentido de que reaccionan en igual
dirección picnicos, ciclotimicos y cíclicos, por un lado, y leptosó—
micos, esquizotimicos y esquizofrénicos, por otro. Los leptosómicos
parecen constituir el tipo que encabeza el grupo esquizotimico;
los atléticos se caracterizan por si mismos en el terreno experi-
mental, y los grupos diSplásicos muestran notables discrepancias
tanto en el orden somático como en materia de psicologia experi«
mental. Por lo que se refiere a la psicología, sensorial y especulativa,
se aprecian diferencias de tipo principalmente en cuanto al sentido
‘204 Instintos y temperamentos

del color y la forma, de los fenómenos de desdoblamiento y per—


'severancia, y también algunas de índole distinta respecto a asocian
ción-y concepción. La sensibilidad al color es experimentalmente -
mayor en los pícnicos, y 'losleptosómicos reaccionan mejor ala
forma. La facultad de disociación, o sea, de formación de intenciones
parciales separadas dentro de un proceso de conciencia, es general—
mente mayor en los leptosómicos que en los picnicos ; aquéllos pro—
penden ¡más que éstos a la perseverancia, a mantenerse tenaz—
. mente en una dirección psíquica iniciada. Los leptosómicos mues—
tran a menudo asociaciones indirectas y volubles, más bien «secas»;
los picnicos las elaboran más afectivas, se detienen en pormenores,
predomina en ellos lo concreto y objetivo, frente a la subjetividad
que destaca en los leptosómicos (número de respuestas motoras).
Es decir, que, tanto en el orden experimental como en la vida,
muestran los leptosómicos vuna'disposición psíquica intensiva, abs-
tractiva, analítica, perseverante con esporádicas veleidades, sub—
tejiva y reservada en sus afectos; en cambio, los pícnicos son
más detallistas, concretos, sintéticos, accesibles y adaptables, obje—
tivos, ingenuamente sentimentales. , .
En la psicomotílz'dad se observan diferencias fundamentales,
importantes en el terreno de la práctica profesional; La delicadeza
y precisión de los movimientos de manos y dedos destaca sobre
todo en los leptosómicos, es menor en los picnicos,'y deja mucho
que desear en los atléticos. En cambio, con sus movimientos suaves,
rotundos, fluidos y sueltos, los picnicos superan con mucho a lep—
tosómicos y atléticos en la coordinación de la motilidad general.
La escritura manual, y sobre todo las curvas grafobáricas obteni—
das con la balanza, proporcionan indices matemáticamente exactos
de ciertos modos de conducirse los diversos tipos de estructura
y corporal en el terreno de la voluntad y de los afectos, y ponen de
manifiesto eSpecialmente la magnitud, fluctuación y continuidad
de la tensión intrapsíquica. La amplitud de las oscilaciones, o sea,
la diferencia entre las presiones máxima y mínima, alcanza su valor
más alto en los picnicos, pero, en ellos, es mucho menor que en lep-
tosómicos y atléticos el nivel de la presión permanente, y también
es muy superior la frecuencia de los descensos de presión hasta la
i linea del cero. La soltura y la capacidad de relajación de los tem—
peramentos ciclotímicos se hace en estos ensayos tan evidente
como la tensión sostenida interna y el esfuerzo perseverante en
los esquiZotimicos.
Los procesos puramente afectivos y sus repercusiones en el
Sistema nervioso vegetativo se exteriorizan bien en el experimento
psicogalvánico, que asimismo pone de relieve la nerviosa sensibi—
Los temperamentos ' 20-5

lidad interna de los leptosómicos tras una calma exterior sólo


aparente (1). _ . -
A las variedades temperamentales ya elaboradas hasta en sus,
menores detalles por los trabajos de investigación, se agregan los
ten/¿paramentos viscosos de los atléticos. _
En las contingencias de la vida corriente, los atléticos se
caracterizan por su" actitud tranquila y su escasa irritabilidad.
El sentimiento activo más frecuente en proporción es la cólera
explosiva ; pero no abundan en ellos tanto como en los otros tipos
estos factOres afectivos fuertes, sobre todo sus grados de amplitud
más sensibles y diferenciados, y tampoco muestran, de no ser por
excepción, la tirantez interior de los leptosómicos. Entre los atléti—
cos más sencillos ha}? muchos flemáticos declarados; pero aun en los
demás se advierte cierta actitud pasiva incluso en lo que se refiere
a la sociabilidad y al humorisrno, muchas veces caracteristica y
asociada a dificultad de adaptación y reorientación. La tonalidad
de esta actitud pasiva es en unos hoscamente paranoide, inclinada
al resentimiento, y en otros, más bien bonachona y amable g pre-
domina en el conjunto la lentitud, la calma, la seriedad y el aplomo.
El rasgo fundamental que todas estas observaciones descubren
en tales temperamentos es una gran tenacidad, que se manifiesta
en sentido favorable o desfavorable dentro del carácter total, según
los casos. El atlético se encuentra en situación desventajosa cuando
hace falta agilidad, viveza, rapidez de adaptación, y entonces se
muestra torpe y, mezquino ; en cambio, la gran estabilidad de su
temperamento es un factor importante de su fortaleza e impertur-
babilidad en situaciones agitadas, donde vacilan considerablemente
los temperamentos nerviosos y los inflamables. En soldados y de—
portistas atléticos, esta serenidad flemática, esta falta de suscep-
tibilidad, suele ser un factor importante de su rendimiento. Los
atléticos no son inconstantes, y los más capaces entre ellos se dis—
tinguen por su lealtad, equilibrio y fidelidad, y también por su
amistad duradera y el éxito de su vida matrimonial. I
A todo ello responde con gran exactitud la conducta afectiva
de los atléticos en el campo experimental, sobre todo en el ensayo
psicogalvánico. La prueba de RORSCHACH hace destacar asimismo
el predominio de la perseverancia. .
Por lo que toca a la psicomotilidad, el atlético se nos presenta,
generalmente, como tranquilo, lento v circunspecto, mesurado en
J

(1) Los trabajos experimentales de ENKE,‘ GUREVVITSCH, VAN


DER HORST, JISLIN,
KIBLER, KRETSCHMER, .MUNZ, OSERETZKY y otros, relativos a la
investigación de tipos,
se encuentran principalmente en Z. Neur.; los de discípulos de
KROH, en Z. Psychologie;
y los _de la escuela de JUST, en Ztschr. Konstit. Se resumen
en las últimas ediciones de
Constituczón y carácter, 1. c., y Persónlichkeít der Athletiker, l.
c.
206 Instintos y temperamentos

sus gestos y ademanes y en su modo de andar, si bien pesado y


tosco en los grados extremos. En las situaciones agitadas, su po—
breza reaccional le hace parecer imperturbable, y las graves o inten—
sas ponen de manifiesto su pujanza. De no existir una razón especial, '
es poco amigo de moverse, yen algunos casos se resiste a hacerlo.
Anda a veces a grandes zancadas, anadeando un poco y con los
brazos colgando ; por lo regular, es de pocas palabras, seco y llano,
nada retórico, y en algunos casos se atasca y corta las frases.
En el experimento de RORSCHACH se manifiesta esta cualidad al
escribir con un estilo telegráfico; raro es encontrar entre los atlé-
ticos un buen orador, si por tal se entiende a quien posee una pala—
bra flúida, ingeniosa, prácticamente viva.
Como actividad deportiva, predominan los ejercicios atléticos
pesados, de acuerdo con la constitución corporal. Profesionalmente
es también indudable la preferencia por lo que implique fortaleza
y pujanza ; por lo general, utiliza más bien toda la mano, y con
menos frecuencia, los dedos.
y La escritura da en la curva grafobárica escasa amplitud, y
pocas veces es total 1a relajación motora al escribir. A menudo
se observan Curvas estereotipicas, con irregularidades bruscas, casi
nunca onduladas como las de los pícnicos.
Considerada en conjunto, la motilidad atlética, grave, calmosa
y mesurada, se distingue muy'bien de los movimientos tensos,
angulosos y, a veces, inesperados de los leptosómicos, así como de
los rotundos y flúidos de los pícnicos.
Las producciones sensoriales y eSpeculativas de los atléticos
nos son conocidas, desde luego, por su actitud experimental. El
y análisis literario y biográfico es poco substancioso, por el contrario,
pues al atlético bien dotado no corresponde un tipo de producción
intelectual tan significativo y valioso como, por ejemplo, el del
síndrome hipománico en los pícnicos, con su plétora chÍSpeante
de ideas, o bien la delicadeza sublime y quisquillosa o la rígida
abstracción sistemática de los leptosómicos.
El cuadro imaginativo de los atléticos se ajusta, en la prueba
de RORSCHACH, más bien al tipo esquizotimico, con respuestas mo—
toras en número predominante. Es notable su indiferencia a los
colores ; en los atléticos más sencillos, es pequeña la amplitud, la
banda "de oscilación de la fantasia en todas direcciones, y el tipo
de imaginación es llano, poco Vivaz.
La atención es muy persistente en los atléticos, en concordan—
cia con la disminución de la distracción, lo cual responde al tem-
peramento esquizotimico. Por el contrario, la tendencia al esquema
parece ser una propiedad intelectiva eSpecial de los leptosómicos,
Los temperamentos - 907
N

que tienen de común con los atléticos el razonamiento analítico.


La tendencia a perseverar se aprecia, sobre todo, en los atléticos
de todos los tipos.
Si hemos de caracterizar, ante todo, en sentido negativo la
espiritualidad de la persona atlética, hay que señalar en particular
'1a falta de esprz't, de ligereza, fluidez o versatilidad» ideológica, de
delicadeza y sensibilidad. En conjunto, el atlético se inclina al
razonamiento llano, reposado y circunspecto, lo cual próduce la
impresión de solidez tranquila y garantía, por ejemplo, en las
tareas científicas. Casi todos los atléticos pasan por ásperos y
prosaicos ; pocas veces muestran amplitud de criterio o un vasto
circulo de intereses secundarios. No se distinguen por su gran
riqueza imaginativa, pero en algunos investigadores de este tipo
destacan, como rasgos fuertemente positivos, una gran actividad
y un concienzudo esmero. '
CUARTA PARTE

Personalidades y tipos de reacción

' CAPÍTULO XI

Inteligencia. y carácter
Damos ya por terminado el estudio de los diversos compo—
nentes funcionales y fuerzas impulsoras del aparato psíquico y de
su estructura biológica. En adelante nos proponemos reunir todo
este material, considerarlo como un conjunto, como personalidad
total y acabada, y colocarlo en su ambiente psíquico, también
complejo ; es decir, vamos a examinar la personalidad en sus rela—
ciones con el mundo exterior. *
Prescindiendo de ciertos problemas especializados, como médi-
. cos no nos interesan tanto en la personalidad total sus productos
intelectuales, el desarrollo de su entendimiento, de su memoria
' y de su facultad de juicio, como el manejo práctico de los métodos
más sencillos de probar la inteligencia. Lo más importante ¡para
nosotrosestá en los aSpectos afectivos de la personalidad, en su
, modo de sentir y actuar, en los efectos que le producen los estímu-
los del mundo exterior y en las reacciones con que responden a
ellos. Tales factores de su disposición y experiencia afectiva interna
originan, en la mayor parte de los casos, las complicaciones psico—
lógicas cuya repercusión somática o psíquica hace necesaria la in—
tervención facultativa.

LA INTELIGENCIA

La « inteligencia >> no es una facultad psíquica autónoma, sino


simplemente un signo verbal con el que se resumen ciertas fun—
.ciones y aptitudes de la personalidad total. En sentido estricto,
designa en particular manifestaciones propias de los procesos supe-
riores de figuracrón, o sea, la capacidad de adquirir y manejar las
Inteligencia y carácter ' 209'

representaciones. La inteligencia reproductiva comprende, ante todo,


la facultad de aprender y retener (memoria) ; la inteligencia ¡bro-
dnetiva abarca especialmente las manifestaciones aperceptivas, la
formación de juicios y conclusiones, y, en sentido más amplio,
toda clase de producciones psíquicas nuevas. En esta última acep-
ción, «inteligencia» suele emplearse como sinónima de «dotes»
o «aptitudes», y entonces se aplica no sólo a los conocimientos
y las facultades lógicas, sino también al sentimiento y a la imagi-
nación artistica, a la energia vital práctica, etc. Pero, en general,
cuando Se distingue entre «inteligencia» y «carácter» de la per—
sonalidad total, se piensa, en el primer caso, más bien en lo que
produce dentro del dominio de las representaciones, y en el sea
gundo, se tienen más en cuenta los factores afectivos y volitivos.
De lo dicho se desprende que «inteligencia» y « aptitudes >>_x.
son, en primer lugar, conceptos cuantitativos que tienen por finali-
dad la apreciación compleja de manifestaciones sociales de orden
práctico. Uno de estos factores intelectuales cuantitativos es, por.
ejemplo, la abundancia 0 escasez de representaciones. Así, el léxico
de un gran poeta puede constar de más de diez mil palabras,
mientras que el vocabulario corriente de un hombre medianamente
dotado se compone de doscientas a quinientas voces. Se supone
que el número y grado de diferenciación de las células y Vías del
encéfalo son factores hereditarios que influyen en el nivel cuanti-
tativo de esaaptitud particular ;' pero debe tenerse en cuenta que
la cantidad y persistencia de los conocimientos adquiridos y de
los conjuntos de representaciones dependen del interés, la atención,
la movilidad y la energía, esto es, de factores temperamentales
afectivos, tanto por lo menos como de la posible diferenciación de
los aparatos encefálicos. El temperamento constituye, pues, un
factor biológico central no sólo del carácter, sino también de la
inteligencia de una persona. _
También son componentes cuantitativos mensurables de la in—
teligencia su fatigabilidad, su facultad de recuperación, habita/¿ación
y adiestramiento, que interesan sobre todo para la aptitud escolar,
para la adquisición de conocimientos, y también para cualquier
género de producción intelectual más o menos permanente, y
abarca el curso de esta productividad durante lapsos bastante lar-
gos. KRAEPELIN ha prestado grandes servicios a la psicología expe-
rimental tratando de registrar con exactitud todos los elementos
mencionados. .
La inteligencia de una persona suele valorarse no sólo por el
número absoluto de sus representaciones, sino, sobre todo, por
el de las «acertadas», simples o compuestas, en relación con las
14. KRETSCI—IMER: Psicología médica.
210 Personalidades y tipos de reacción

«erróneas ». Este criterio tiene cierta solidez'cuando Se trata de


nociones y juicios sencillos, confirmados‘por via tradicional, como
los de la enseñanza primaria o el cálculo corriente ; pero, a medida
que nos acercarnos a las producciones de cerebros privilegiados,
se va haciendo más relativo nuestro juicio sobre la veracidad e
importancia de sus ideas o la belleza de sus creaciones artísticas,
y la apreciación individual ya no nos sirve. 'Las ideas de Hegel,
por ejemplo, constituyen, a juicio de una época, la’ clave'del edificio;
del conocimiento, y al de otra, tan sólo un lamentable extravío.
Para valorar cuantitativamente el nivel intelectual de los grandes.
hombres sólo disponemos de una norma sociológica .' la amplitud
y persistencia. de sus efectos en el espíritu de sus semejantes.
Entendemos por genio la facultad de crear ideas y formas de
expresión personales y propias, jamás pensadas o experimentadas
en iguales términos, y de iniciar nuevas épocas históricas.
Se ha pretendido, además, determinar las diversas clases de
aptitudes a partir de los respectivos dominios sensomotores, dis-
tinguiendo entre ópticas, acústicas y motoras, según que.predomi—.
nen en número las representaciones correSpondientes en los recuer—
dos, y, con ello, en el modo particular de representar y exponer los
resultados de las propias vivencias. Desde el punto de vista de la
terminología psicológica, es a veces ventajosa esta clasificación;
pero la distinción en que se apoya, resulta demasiado esquemática
y elemental, pues, por ejemplo, no coinciden en absoluto el pen-‘
samiento guiado principalmente por sensaciónes acústicas y el que
se rige por representaciones verbales (de base más bien acústica
igualmente). El pensamiento fundado sobre todo en asociaciones
tonales, en la fuga de ideas del maníaco, es .muy distinto del pen-
samiento de un filósofo esquizotimico, fundado en palabras abs—
tractas. , ' '
Creemos que la teoria de los temperam entos puede servirnos
de punto de partida para una clasificación mejor, que distingue
tres tipos de pensamiento : concreto intuitivo, soñador romántico,
abstraCto sistemático ; de ellos, el primero caracteriza sobre todo
a los ciclotimicos, y los otros dos, a los esquizotimicos. Podria
imaginarse Con facilidad que, según la constitución del sistema en-
docrino, se halla habitualmente conectada por via hematoquímica
una determinada capa del aparato psíquico en ciertas personas,
y una capa distinta en otras, de modo que el pensamiento abstracto
sistemático (esquizotimico) se expresa sobre todo en conjuntos de
representaciones aperceptivas, y el pensamiento concreto intuitivo
(ciclotimico), por el contrario, se acerca más al tipo de la libre
asociación, en tanto que el pensamiento romántico encierra abun—
Inteligencia y carácter ‘ 211
dantes aglutinacíones de'im'ágenes pr0pias de la tercera capa. De este
modo se produciria'n los tipos de aptitudes del‘ narrador realista
ciclotimico, del recopilador prolijo y del mundano. práctiCo (grupo
intuitivo concreto) ;' del artiSta esquizotimico enamorado de la
forma, del dramaturgo, el lógico y el dogmático' (grupo sistemático
formal), y, finalmente, del poeta esquizotímiCo lleno de imagina-
ción, y de los teólogos y filósofos inclinados al simbolismo meta—
fíSico (grupo romántico). .
Otro elemento importante de las aptitudes intelectuales es el
ritmo. psíquico, la movilidad de la Mente, unido al temperamento
por vinculOs empíricos'muy estrechos. VemosÉque los ciclotímicos
se dividen principalmente en rápidos y lentos, y los esquizotimicos,
en volubles y tenaces, lo que explica, entre otros extremos, las
aptitudes variadas- y móviles, pero superficiales, del hipomaniaco ;
la exactitud minuciosa, limitada, pero intensa, del esquizotímico
perSeverante, y el ingenio aforístico refinado y estrambótico del
esquizotimico voluble, tornadizo. También los temperamentos vis—
cosos de los atléticos tienen su ritmo característico, que halla en
el término « viscoso » su mejor calificativo ; en los experimentos
muestran una imaginación de oscilaciones poco amplias, y no—
table tendencia a perseverar («adhesión»), lo que se traduce en
un tipo llano, circunspecto, lacónico, que razona con calma y
sobriedad y demuestra a menudo una gran tenacidad en las tareas
intelectuales. , _ _
Aparte el nivel general de la inteligencia, hay que distinguir
diversas aptitudes especiales más o menos circunscritas, cuyosfun—
damentos biológicos no conocemos aún, como el talento musical
y el matemático. i I - '
En principio, tales aptitudes especiales, limitadas en aparien—
cia, se componen, a su vez, de unaserie de elementos particulares,
a_ menudo heterogéneos, que pueden heredarse por separado o en
combinación, como en algunas familias de músicos. Para hacer un
buen músico han de coincidir, entre otros factores, cualidades
rítmicas, melódicas, armónicas, psicomotoras y otras generales de
índole temperamental (cf. HACKER). Un trabajo estadístico de RI—
CHARD MILLER (1), a base de Series de alumnos de escuelas nor-V
males, proporciona los siguientes datos: Cas-i siempre concurren
aptitudes generales y un don musical notable ; los menos dotados
no suelen ser buenos músicos. Dentro de la aptitud para la música,
hay una correlación más estrecha entre sus ramas constructivas,
armonia, órgano y piano, por un lado, y entre el canto y el violín,
(1) R. MILLER, Ueber musikalische Begabung und'ihre Beziehung zu sonstz’gen An-
Zagen, Z. Psychol., sec. I, 97, 1925. _ .
212 Personalidades y tipos de reacción

por otro. También es evidente la correlación entre la disposición


para la música y para las matemáticas; pero es más frecuente
encontrar músicos duchos en matemáticas que lo contrario. Los
matemáticos por naturaleza descuellan notablemente en las ramas '
musicales constructivas (armonia, órgano). Es más débil la relación
entre dotes musicales y aptitud para el dibujo, que parece esta—
blecerse .más bien a través de las aptitudes generales.
y No sabemos mucho acerca de las demáscondiciones del talento
matemático. Entre el don de la obServación intuitiva (especial—
mente necesario al médico) y la aptitud para las matemáticas
parece existir una fuerte correlación negativa. Es característico,
a este propósito, el intimo número de elementos matemáticos que
contiene el gran edificio de la medicina clínica, incluidas la anato—
mía y la investigación microscópica ; como algunas de sus ramas
se prestan evidentemente a un tratamiento matemático, cabe atri-
buir tal incompatibilidad a la falta de dotes en el investigador.
Por. consiguiente, no hay una disposición general para las « ciencias
naturales», sino aptitudes muy separadas e independientes.
En lo que atañe a la selección de individuos según sus aptitu—
des, convendría seguir verificando los resultados estadísticos de
PUPPE y BOGEN (1), según los cuales, existe una notable incompa—
tibilidad entre las dotes manuales (psicomotoras) y las intelectuales.
Según estos autores, en las pruebas realizadas cOn ayuda de tests
se muestran inferiores para trabajos manuales (ensartar cuentas,
etcétera) los escolares bien dotados intelectualmente, y en los
normales hay cierta correlación positiva entre el grado de aptitud
y la habilidad manual. ' -
' El nivel intelectual de un individuo está determinado en pri—
mer lugar por sus disposiciones hereditarias, y, además, por la in-
fluencia de la educación y del ambiente. Las aptitudes son heredi—
tarias. PETERS ha reunido los certifiCados escolares de más de mil
niños, y los ha comparado con los de sus padres y abuelos; los
primeros diferian del promedio regularmente en la misma dirección
que los de sus padres, de manera que los niños de padres super—
dotados lo eran también por término medio, así como los de padres
imenos dotados revelan aptitudes inferiores a la media ; la desvia-
ción media se aproximaba, en todos los casos, a un tercio de la de
los padres, y a algo menos de un tercio de la de los abuelos.
Las aptitudes superiores derivan pocas veces de la coinciden—
cia casual de disposiciones hereditarias por enlaces efectuados al
azar con personas de inferior condición. Generalmente, se transmi-
(1) PUPPE y BOGEN’, U ¿ber ¿lie Bcziehung zwischen einer Arbeitsleistung der Hand
und gerstzgen Arbeztslezstung, Z. Psychol., 275, 1925.
Inteligencia v carácter
J ' 213

ten por selección dentro de un pequeño círculo de familias afines


por casta o ambiente, a través de matrimonios contraídos más
bien entre individuos de su seno, especialmente nobles, universi-
tarios, funcionarios, patricios y artesanos, que con extraños. El es—
tudio en serie de las genealogias de hombres ilustres proporciona
datos concluyentes a este respecto. WOODS ha investigado el pa—
rentesco de 3500 norteamericanos conocidos ; así como las proba-
bilidades de consanguinidad de. un ciudadano americano cualquiera
con ellos no pasaba de 1 : 500, las de cada una de esas personas
eminentes con las demás del grupo se elevan a 1 : 5, es decir,'se
centuplican. A su vez, GALTON ha examinado las genealogías de
1000 ingleses, elegidos entre los de más renombre, y ha encontrado
que 100 de ellos han tenido 17 abuelos, 31' padres, 41 hijos y 14
nietos distinguidos. Análoga' proporción dan las clases cultivadas
de Alemania. En casos favorables se forman así grandes familias
de talento, transmitido de generación en generación, como las de
Bach, Couperin, Tiziano, Feuerbach y otras igualmente célebres.
En los pequeños Estados sOberanos y ciudades repúblicas se ob-
serva también con frecuencia una gran estabilidad media de las
dotes intelectuales en las Viejas familias de sabios, funcionarios
y nobles, a lo largo de muchos siglos.
En contraste con las aptitudes estables y circunscritas, cada
vez mejor consolidadas pOr la herencia en Viejas familias de ta—
lento, con ayuda de una rigurosa selección, el genio propiamente
dicho constituye casi siempre un fenómeno aislado, que se produce
una sola vez y no puede transmitirse por herencia. Es córriente
que sea producto de una hibridación de familias de talento ante-
riormente refractarias a ella (1), por ejemplo, de entronque entre
dos personas de naciones o grupos étnicos selectos, pero algo
desemejantes (Beethoven), o entre talentos pertenecientes a clases
V sociales distintas, por ejemplo, a una Vieja familia de sabios y a
otra de la nobleza (Bismarck), o entre un temperamento esquizo-
timico y otro ciclotímico, ambos bien declarados (Goethe).

EL CARÁCTER
Más adelante, en la página 280, exponemos en esquema la
estructura de la personalidad, sobre todo los rasgos de carácter,
en forma de psicobiograma completo preparado cOn fines prácticos
de investigación. Las dos primeras partes representan el corte
(1) Véase, entre otros, REIBMAYR, Die Entwicklungsgeschíchte des Talents und
Genies, Lehmann, Munich. Los pormenores, aun respecto a los complicados problemas
de la degeneración en familias bien dotadas, se encontrarán en KRETSCHMER, Hombres
geniales, 1.a edición española, Editorial Labor, Barcelona, 1953.
214 Personalidades y tipos de'reacción

longitudinal de la personalidad.' herencia y antecedentes persona—


les (curVa vital). Estos últimos comprenden, además de los datos
aislados de algún relieve, ciertos fenómenos biológicos de capital
importancia, como periodicidad ondulatoria, modificaciones discon-
tinuas (especialmente en la pubertad y la involución), estabilidad
o inestabilidad general de la personalidad, elevación o descenso
de su nivel, vicisitudes (aparición alternativa de diversos factores
hereditarios en el curso de la vida)..Todo ello interesa no sólo cuando
se trata de personalidades anormales, sino también, aunque las ma—.
nifestaciones sean de intensidad mínima, en el sujeto sano. Por
ejemplo, se observan ligeras oscilaciones periódicas en ciclotimicos
sanos, y alteraciones discontinuas persistentes casi imperceptibles
en esquizotímicos normales; y cuando se saben interpretar, pueden
explicarnos más de un modo de conducirse que sin estos datos
resultaría enigmático
Las partes tercera y Cuarta del psicobiograma, que córres-
ponden al corte transversal de la personalidad, agrupan los rasgos
de carácter que se relacionan con su disposición temperamental
e instintiva, que le sirven de base. A este propósito, deben tenerse
en cuenta tanto los temperamentos‘ principales hipomaníaco, sin-
tónico, flemático, hiperestésico, esquizotimico intermedio y anes—
tésico (además del viscoso) como los tipos especiales degenerativos '
que se conocen en clinica (epileptoide, histérico, paranoide, etc.).
Por lo que toca a estos últimos, aún nose puede decir en términos
generales si constan de los mismos elementos biológicos que los
temperamentos principales, y en qué medida, o si representan
grupos más pequeños, relativamente autónomos, con intervención
más o menos esencial sólo en los casos anormales, y que existen.
al lado de aquellos temperamentos, poco más o menos lo miSmo
que a los tipos. principales de estructura corporal, se agrega toda
una serie de formas patológicas de constitución menos frecuentes,
por ejemplo, de naturaleza disglandular, observadas por igual en
individuos sanos y enfermos. ' -
De las reacciones entre las diversas disposiciones instintivas
y temperamentales, y entre éstas y los factores del mundo exterior,
resultan luego (partes 5 y 6 del psicobiograma) la compleja estruc—
tura del carácter y los diversos modos de conducta sociológicos.
En la primera entra, ante todo, la relación entre la base instintiva
y la superestructura racional finalista de la personalidad, y, en
segundo lugar, los diversos tipos fundamentales de actitud frente
a la vida descritos en el capítulo XIV, donde se estudian las reac—
ciones- de la persónalidad. Por último, la conducta individual'en
los campos "religioso, ético, estético, cientifico y social es un pro-
Inteligencia y carácter ' 215

ducto del complicado enredijo de factores externos e internos muy


diversos, que va convirtiéndose poco a poco en tendencias del
carácter a reaccionar con predilección de un modo tipico, siem-
pre igual.
Unos ejemplos bastarán para demostrar la diferencia entre
una simple cualidad del temperamento y un complicado rasgo de
carácter. Al decir «alegre», «irritable», «móvil», << rígido », « ca—
prichoso », nos referimos al temperamento, pues estos adjetivos
expresan cualidades elementales del matiz afectivo, de la reacti—
vidad psiquica del sistema nervioso (psicoestesia) y del ritmo de
sus intervenciones, así como del curso de sus movimientos, todas
ellas ligadas con bastante solidez a los substratos ’anatomofisio—
lógicos de 1a constitución individual, ya descritos. Hemós dado el
nombre de « formas radicales» de la personalidad no solamente a
los factores psíquicos o tendencias reaccionales irreducibles con la
sola ayuda de nuestros métodos psicológicos actuales, sino también
a los que admiten correlación estadística con cualidades corpora—
les, eSpecialmente con tipos de constitución, es decir, que tienen»
con ellos relaciones notorias de frecuencia. Las formas radicales
son, por consiguiente, factores psicofisicos elementales, y, después
de Su elaboración plena a base de investigación, constituyen el
compendio de cuanto en la personalidad tiene por base el biotipo
y la transmisión por herencia. El estudio, todavía en curso, de
las formas radicales ha sido iniciado principalmente con los traba-
jos mancomunados de KRETSCHMER y ENKE. Mediante investiga-
ciones seriadas en sujetos sanos, y comparaciones con fenómenos
típicos de la psicopatología, ha podido demostrarse, conforme a la
psicología experimental, que los diversos tipos de estructura cor-
poral. se diferencian fundamentalmente una y otra vez en deter-.
minados modos de conducirse, por ejemplo, en la facultad de
desdoblamiento. (respecto a la disociación o bifurCación de impre-
siones y acciones), en la de perseverancia (inercia), en- la sensibi-
lidad a coloresy v,formas en la capacidad de tensión y relajación
(tonicidad psicomotora y vegetativa), etc. ; entran aquí en consi—
deración igualmente los. grados y normas de desarrollo de la sensi-
bilidad interna afectiva y los matices más elementales del humor
o estado de ánimo. Además, a estas cualidades del temperamento
se fij an con vínculos empíricos muy firmes algunos de los modos
de conducirse en la vida social, sobre todo la inclinación sistemá-
tica a adoptar ante la vida una actitud «extrovertida» (JUNG)
o « autistica » (BLEULER), y las cualidades que tienen por base tal
inclinación, de las cuales [hemos hablado ya al finalizar el estudio
de los temperamentos.
216 Personalidades y tipos de reacción

Si, por el. contrario, tomamos calificaciones de «rasgos de


carácter », por ejemplo «fiel >>, « burlón », « correcto », <4 intrigante »,
«indeciso», « desconsiderado », vemos inmediatamente que tales
cualidades no derivan nunCa de simples peculiaridades biológicas
fundamentales, sino que son productos mixtos de varias de ellas
o de sus reacciones con la huella que dejan un ambiente especial
y experiencias psíquicas también determinadas. La « fidelidad »,
por ejemplo, presupone como factores temperamentales congénitos
un ritmo psíquico que no sea demasiado rápido, y un humor rela—
tivamente equilibrado; la combinación de ambos da la « conse—
cuencia», que no contiene por su parte todos los elementos ence—
rrados en la palabra «fidelidad ». Ésta define una consecuencia
referida a situaciones sociológicas bien definidas, a relaciones de
simpatía con ciertas personas o grupos humanos (y, por extensión,
a ideas o ideales determinados). Aquí intervienen, pues, otro factor
temperamental, la profundidad y el grado de extroversión del sen—
timiento ;- y también, sobretodo, una situación del ambiente, una
atmósfera que hace posibles y más fáciles las demostraciones con-
seCuentes de simpatía, así como una educación que las idealice
con sentido tradicional. En otros casos, esta misma disposición
del temperamento, hecha de calma, afecto profundo y ecuanimi- r
dad, puede traducirse en rasgos de caráCter o actitudes sociológicas
diferentes por completo: odio latente, sed rabiosa de venganza.
En la séptima parte de este libro estudiaremos los rasgos
fundamentales de la inteligencia, que, pese a sus correlaciones con
el carácter, ocupa un'lugar aparte, incluso en lo que toca a sus
substratos anatomofisiológicos. Para fines especiales pedagógicos
. o psicotécnicos, esa descripción deberá completarse con esquemas
apropiados.
En cuanto a1 diagnóstico de las personalidad, los resultados del
examen somático, con el que termina nuestro psicobiograma, se
relacionan con los siguientes puntos, que figuran en su introduc-
' ción 3, 1.o, temperamento general ; 2.0, disposiciones sexuales espe-
ciales ; 3.o, signos de degeneración. A estos factores, quese mani—
fiestan, ante todo, en la estmctura del cuerpo, se agregarán otros
dos : 4.o, la prueba funcional del sistema nervioso central y vege-
tativo, que nos proporciona asimismo datos interesantes sobre la
estabilidad o inestabilidad de la Vida afectiva; y 5.°, el recono—
cimiento somático, que nos da puntos de referencia respecto a
ciertas influencias nocivas para la personalidad (alcohol, sífilis,
arteriosclerosis, etc.). .
El carácter comprende la personalidad total, Vista por el lado
afectivo y volitivo. En las personas se desarrolla a partir de la
Inteligencia y carácter - 2,17

primera infancia, por el constante intercambio de acciones entre


la constitución y las condiciones del medio, o sea, entre las dispo—
siciones hereditarias y el mundo exterior, del cual resulta un con- -
junto de tendencias reaccionales cada vez más consolidadas. La base
constitucional del carácter está formada por los factores mencio-
nados al estudiar los instintos y temperamentos _' estos son sus
componentes principales, pero no los únicos. Ciertas solicitudes e
impedimentos exteriores, que influyen sobre el cuerpo desde su
fase fetal intrauterina, pueden seguir modificando la evolución del
carácter durante toda la vida. Las lesiones de cráneo, por ejemplo,
ocasionan con frecuencia cambios persistentes del temperamento,
en sentido de embotamiento o exaltación de la sensibilidad, o de
una mezcla de ambos efectos. El alcoholismo crónico deforma, a
veces, el cuadro de la personalidad hacia la euforia indolente, la
irritabilidad brutal, la depravación moral, y sobre esta nueva base
contrahecha pueden desarrollarse nuevos modos de reacción psi-
cológica, como los celos de los alcohólicos, cuya génesis psíquica
es, en parte, bastante complicada.
Pero en el desarrollo del carácter intervienen, sobre todo, los
factores psíquicos externos: en primer lugar, la atmósfera intelec-
tual permanente del medio, y además, en ocasiones, ciertas viven-
cias hondamente afectivas, que pueden imprimir a la personalidad
una falsa dirección ; por ejemplo, 1a decepción que causa la pérdida
de un pleito,--los traumatismos sexuales con graves resonancias
psíquicas, o la muerte de seres queridos. Sin embargo, no son mu—
chOs los casos en que una sola experiencia basta para-desviar defi-
nitivamente la personalidad, ni las influencias crónicas del ambiente
son capaces de transformarla si no existe predisposición; pero si
pueden actuar sobre algunos de sus componentes, 'reforzarlos o
reprimirlos, o provocar por vía morbosa fuertes reacciOnes circuns-
critas, como observamos en las neurosis y psicosis con reclusión.
frenocomial prolongada. De todos modos, las cualidades fundamen-
tales innatas del temperamento, una disposición hipersensible,
hipomaniaca o flemática, pueden modificar ampliamente estas in-
fluencias del medio, aunque no trasformarlas en grado apreciable.
En cambio, el‘medio exterior y la educación atacan con intensidad
la superestructura psíquica, "más complicada, sobre todo en su
¡bai/te ética; cierto es que, en este aspecto, se observan asimismo
variantes anormales del temperamento, sobre todo en los esquizo—
timicos del grupo anestésico, que apenas ofrecen a las influencias
éticas del medio un punto débil, y, por eso, se califican de imbéciles
morales. No pocas veces observamos que individuos de este género
han poseído, al principio, esbozos de sentimientos sociales, destrui—
218 Personalidades y tipos de reacción

dos desde "dentro por factores biológicos hacia la época de la "pu——


ibertad, con visibles anomalías simultáneas en el desarrollo del
instinto seXual y de la estructura del cuerpo ;, es decir, 'que 'un
trastorno en la, fórmula de constitución endocrina ha aniquilado
en ellos los instintos altruistas. Destrucciones similares de los fun-
damentos afectivos de 1a moral se encuentran asimismo en la ence—'
falitis epidémica infantil. La Observación de tales experimentos
sobre la naturaleza viva es lo que mejor nos enseña a soslayar
una valoración moral de numerosos delincuentes habituales y a
abstenernos 'de idealizar demasiado 1a educación.

MORAL Y AMBIENTE

PreScindiendo de esos casos anormales y de unas pocas perso-


nalidades intelectualmente superióres, puede decirse, no obstante,
que, en el carácter de la mayor parte de las personas, nada. es tan
exterior en su origen ni tan ajeno a la conStitución como sus concep-
ciones morales. Las normas éticas son precisamente las que estamos
asimilando desde la adolescencia como sugestiones provenientes del
exterior, del mismo modo que el aire de la respiración ; 'y termi-
nan fijándoSe con tal fuerza que, aun en 1a edad adulta, son pocos
los hombres capaces de emanciparse por completo de los conceptós
morales que los envuelven, cuando éstos han actuado. constante-
mente en un mismo sentido. Esto se refiere, en primer lugar, a las
normas mismas, pero también debe tenerse en cuenta que la dis-
posición temperamental influye notablemente en la aptitud de
confOrmarSe va ellas. Tal desacuerdo entre las máximas morales,
" de origen más bien exógeno, y la capacidad de obrar prácticamente,
sometidas "a las 3 influencias endógenas del temperamento y de los
instintos, origina innumerables situacionespsíquicas dificiles, que
son causa de una buena proporción de neurosis y de psicosis reac—
cionales. Están, pues, particularmente expuestos a tales Conflictos
los individuos que han sufrido durante largo tiempo los efectos de
influencias éticas vigorosas y parciales, es decir, gentes que perte—
necen a medios intensamente religiosos, ortodoxos o beatos, o bien
a profesiones de patente espíritu de clase, como algunas castas
de funcionarios y militares, o aquellas que se han educado con
cierta estrechez de criterio, apartadas de otros circulos,“ y no han
podido luego recobrar la necesaria libertad y elasticidad moral.
Con esos factores generales del ambiente cooperan a menudo,
por otra parte, ciertas situacionesde índole especial. Es indudable
"que ciertas profesiones de organización rígida y. peculiar, como la
militar y la eclesiástica, imprimen a la personalidad total de sus
Inteligencia y carácter 219

miembros un sello que rebasa con mucho los límites de su diSpo4


sición inicial. Hay profesiones y modos de Vivir que alimentan en
los interesados ciertas formas neuróticas de reacción. Siempre se.
ha hablado, por ejemplo, de psicosis de las institutriceS; Estas
personas se sienten a menudo humilladas y adoptan una actitud
defensiva que provoca una Violenta tensión de su amor propio,
y en esta atmósfera, cuando existe predisposición, sobrevienen con—
"tratensiones intrapsiquicas casi intolerables, que, al menor choque,
dan origen a una explosión neurótica. En las institutrices algo en-
tradas en años suele desarrollarse una especie de nervosidad amarga
y vidriosa; si a ello se agrega una fuerte contrariedad o un conflicto
ético penoso, 'semej ante estado de ánimo inestable, explosivo, da
Origen a ideas delirantes de perjuicio, referencia o persecución,
mantenidas con psicológica consecuencia. Cuando en una profe—
sión, como la del maestro de escuela, las aspiraciones ideales enér-'
gicas. contrastan lastimosamente con el mezquino aprecio que de-
ella hace la sociedad, las predisposiciones paranoicas encuentran p
terreno propicio para desenvolverse ; en esa profesión vemos, más
que en cualquiera otra, sujetos en constante y tensa alarma frente
al mundo exterior, a sus superiores y a las Autoridades, Siempre
a punto de sentirse postergados, humillados, burlados. Es evidente
que sobre el terreno de esta diatesis provocada por el medio se des—
arrollan, con facilidad mucho, mayor, nervosidades crónicas graves,
explosiones afectivas anormales, desarrollos paranoicos. .De' ma-
nera análoga matizan los resentimientos de la lucha de clases en
los obreros industriales sus pretensiones de indemnización por acci—
dentes y las neurosis derivadas de ellas. _
En el círculo Vital de la vieya solterona se combinan factores
biológicos particularmente intensos y otros psicológicos exógenos
de transformación. El celibato, la exclusión más o menos involun-
taria de. las funciones sexuales y procreadoras normales, suele
tratarse en la literatura popular seudoeducativa como algo presu-
puesto, de importancia Secundaria para el desarrollo físico y psi—
quico de una persona. Esto es incontestablemente erróneo; en
todo caso, los individuos predispuestos experimentan por obra del
celibato serios cambios, deformidades y trastornos psíquicos, sobre
todo las mujeres, en quienes la vida sexual ocupa una posición
psíquica más central que en el hombre, y el matrimonio es, al mismo
tiempo, vocación. En otros tiempos en que las mujeres no se habían
incorporado aún extensamente a las actividades profesionales, la
solterona se veía eliminada, a la vez, de un trabajo provechoso,
y condenada en los peores casos a llevar una vida mísera, indi-
gente, poco menos que vacía, entre las cuatro paredes de un cuar-
N20 Personalidades y tipos de reacción

tucho de cualquier modesta ciudad ‘provinciana ; y ya conocemos


[de sobra los caracterescomineros, agrios, gazmoños, beatos, que
engendra semejante situación. Hemos hablado también de los
sustitutivos seXuales, caprichos y extravagancias propias de este
género de personas ; las de buenos sentimientos traducen sus deseos
eróticos normales en una inclinación a concertar matrimonios en
el círculo de sus parientes y amistades, y las menos resignadas
tratan de desquitarse husmeando maliciosamente vidas ajenas y
pOniendo en tela de juicio la reputación de otras gentes en el
aspecto sexual.
Por efecto de estímulos especiales se desarrollan, además, en
las solteronas, con gran facilidad, conversiones histéricas, lloriqueos
agresivos, pertinaces, a cuenta de supuestas peticiones en matri—
monio, ideas neuróticas obsesivas o paranoicas sensitivas basadas
en escrúpulos morales o en conflictos con el instinto sexual no
extinguido todavía; o bien, formas catatímicas de delirio amoroso,
curiosamente tranquilas, como la constante y confiada espera de
un. hombre a quien la interesada amó en su juventud, o de que
solicite su mano alguien de quien se prendó más” tarde y que es
para ella objeto de timida adoración a distancia.
Por consiguiente, todo cuanto forma ¡bai/te del carácter se funda
en disposiciones temfiemmentales y en influencias del medio : se
desarrolla y traduce en una constante acción recíproca entre el
carácter y, sus experiencias psíquicas. Examinamos a continuación
algunos tipOs fundamentales de elaboración de estas experiencias,
y más adelante estudiaremos sus relaciones con las particularidades
individuales que ofrece la estructura de la personalidad.
.CAPÍTULO XII

Experiencias internas (Vivencias)

COMPLEJOS Y EXAGERACIÓN AFECTIVA DE LAS IDEAS

Entendemos por vivencia o experiencia interna la penetración


espontánea de un grupo psíquico con tonalidad afectiva en el seno
de la conciencia. En efecto, de la corriente regular de funciones
psíquicas se desprenden a veces, bajo forma de islotes con acento
afectivo más intenso, series de representaciones y percepciones que
por un espacio adquieren influencia decisiva sobre el curso psí—
quico ulterior. Únicamente a estos grupos destacados y sueltos
aplicamos el nombre de experiencias internas. Para que una im—
presión llegue a hacerse vivencia, no basta que sean potentes los
factores exteriores que la integran; ha de intervenir también la
constelación intrapsiquica del sujeto. Una insignificante inclinación
de' cabeza puede convertirse para el enamorado en una experiencia
interna que domine durante largo tiempo sus pensamientos y ac—
ciones; y, a la inversa, la vista del mar embravecido, que para
un hombre de tierra adentro puede constituir una vivencia intensa
y profunda, apenas deja huella particular en el alma de un pescador
marítimo.
Las experiencias internas muy afectiVas, sobre todo si son
desagradables y existe en el sujeto predisposición especial, tienden
a convertirse en cuerpos extraños incorpóreos, a salirse de la co—
rriente progresiva de los sucesos psíquicos y aislarse, de modo que
no es ya posible eliminarlos, aunque intervenga 1a voluntad ; es
inútil pretender absorberlos, olvidarlos ni aprovecharlos para la
vida psíquica actual: forman centros energéticos secundarios inde-
pendientes, los quales acarrean serias perturbaciones en el caudal
de los hechos psíquicos, que, entretanto, sigue su curso. Tales cen-
tros energéticos secundarios reciben el nombre de complejos (1), y
desempeñan un papel considerable en la producción de trastornos
neurótiCos y psicosis reactivas. Cada tipo de temperamento predis—
pone, en muy distinto grado, a la formación de complejos: los ciclo-
(1) E1 término «complejo» procede de BLEULER y JUNG, y se aplica también con
frecuencia en un sentido más amplio, para designar cualquier grupo de representaciones
con tonalidad afectiva.
222 Personalidades y tipos de reacción

tímicos elaboran generalmente sus vivencias agradables o desagra-


dables a medida que se presentan; el hipomaníaco, alegre y móvil
como el azogue, sin inhibiciones internas, se abandona ingenuamente
'y sin reservas a cada nueva impresión, y nada sabe de complejos
ni de sus repercusiones; el flemático suele elaborar ideas exagera—
das, pero no complejos, y sus aprehensiones depresivas siguen la
corriente de sus hechos psíquicos, lejos de desprenderse y actuar
en contra suya En cambio, los esquizotímz'cos son muy propensos
a los complejos, sobre todo los hiperestésicós nerviosos; estas di—
gresiones y remansos del curso de sus sentimientos obedecen segu-
ramente a los mismos trastornos de conducción del conjunto de
su aparato nervioso, que hacen tan desigual, angulosa y torpe su
psicomotilidad en muchos casos. Pero hasta los esquizotimicos más
bien anestésicos, de superficie francamente fría, y los viejos esqui—
zofrénicos, indolentes en extremo, pensionistas habituales de nuesé
tros frenocomios, suelen llevar bien escondidos algunos complejos
I especificos de hipersensibilidad.
La actitud de los complejos frente a la conciencia depende
de las disposiciones del carácter. En algunas personas quedan
retenidos en la esfera, sin penetrar en el fondo visual de la con—
ciencia para ser percibidos con claridad; pero desde la periferia,
desde 1a zona oscura de aquélla, son causa constante de trastornos
eirritación. Estos complejos esféricos provienen, generalmente, de
una represión catatimica; en cambio, se denominan ideas fijas
o prevalentes los complejos que persisten con torturante nitidez
en el centro de la conciencia Las represiones forman una base
_ principal de las reacciones histéricas, mientras que las ideas fijas
determinan la mayor parte de las reacciOnes sensitivas (neuróti—
cas y paranoides sensitivas).
De los complejosvconviene distinguir otro género de experien—
Cias internas fuertemente afectivas, que constituyen las ideas sobre-
valomdas. Alguien que ha perdido un litigio, y cree haber sido
víctima de una injusticia, hace de este percance el centro de todas
sus preocupaciones psíquicas día tras día, durante años enteros;
apela a las instancias superiores, y permanece ciego y sordo para todo
cuanto no se relacione con su importante asunto. Esta es una idea.
Sobrevalorada o afectivamente exagerada ; no constituye un centro
energético secundario, sino el único y principal, no disociado, sino
amalgamado Con la personalidad, que se acomoda a la exageración
y le suministra de buen grado toda la energía psíquica de que
dispone, se disuelve en ella y la convierte en su núcleo y remate
Una persona que elabora en forma de complejo esta misma expe-
riencia del pleito perdido, procuraría, precisamente al contrario,
Experiencias internas (Vivencias) ' 2‘23

librarse de la penosa impresión causada por el fallo adverso, olvi-


dar, pensar en sus ocupaciones habituales, en cosas más halagüeñas,
comer, beber y trabajar tranquilamente; pero a esa corriente ener- .
gética habitual de su vida psíquica opondrá constantemente el'
complejo de otras contrarias que la perturben. ' ' _
Las ideas sobrevaloradas constituyen uno de lOs principales
resortes de la actividad. humana; concentran «la máxima. fuerza
en un punto minimo », _y, por eso, se prestan especialmente a la
profundización del pensamiento, a ciertas tareas de investigación
e invención, y, en general, a la consecución de resultados que exi—
gen una acumulación intensa de esfuerzos. "En el amor y en la
lucha partidista es donde se observa la mayor exageración afectiva
de las ideas, donde éstas se imponen tiránicamente al conjunto del
pensamiento y lo anulan para todo cuanto no tiene relación con
ellas. Dentro del dominio de la Psicopatología volveremos a encon-
trar ideas sobrevaloradas en los desarrollos paranoicos expansivos
y, bajo otra forma menos productiva, en las depresiones reactivas
Veamos ahora cómo actúan las ideas sobrevaloradas y los
complejos sobre el mecanismo psíquico en conjunto, y especial-
mente sobre la función asociativa y la memoria. Las primeras
hacen lo mismo que el polo de un imán con las limaduras de hie-
rro: todo se dispOne a su alrededor, orientado en su dirección ';
atraen toda la energia, los pensamientos se refieren exclusivamente
' a ellas, lo cual limita considerablemente el horizonte. Estas ideas
escogen, entre los materiales que se les ofrecen, únicamente las
observaciones y recuerdos que se ajustan a ellas o que pueden
doblegar en su beneficio, y todo cuanto no encuentran provechóso
o se les opone queda eliminado de la conciencia, sin producir la
menor resonancia; alteran, pues, intensamente la memoria y el
poder de observación, y, en mentalidades poco resistentes, por
obra suya pueden transformarse pronto los recuerdos. de sus con;
trarios. En resumen, la exageración afectiVa de las ideas reduce el
campo visual psíquico por selección catatimica del material dispoa
nible, e inclina a ideas de referencia, lo que, en personas psicopáti—
cas, puede engendrar delirios paranoicos sistematizados.
La acción de los complejos no se comprende tan fácilmente.
Hacemos, por ejemplo, un ensayo de asociación, intercalando en
una serie de palabras indiferentes algunas que suponemos capa—
ces de provocar en el sujeto una reacción afectiva propia de un
complejo, y solicitamos de él que a cada estímulo verbal responda
en seguida con la primera palabra que se le ocurra. Una serie de
estímulos verbales neutros da origen casi siempre a una reacción
rápida, a intervalos breves y aproximadamente iguales ;_ pero si la
224 Personalidades y tipos de reacción

serie comprende una palabra "que «roce» uncomplejo, en general,


un grupo afectivo, es frecuente observar que aumenta el intervalo
que separa el estímulo verbal dela reacción verbal, y que ésta
ha sufrido también la influencia del complejo. Y lo mismo com-
probamos a diario: los complejos perturban el curso regular de
los pensamientos ; quien tiene un complejo está distraído, su aten—
ción es desigual y no se entera de algunas cosas, Efectos muy pare-
cidos producen sobre la psicomotilidad ; el sujeto se equivoca más
fácilmente, procede con torpeza, deja caer de las manos un objeto,
etcétera. La memoria se vuelve también caprichosa y desconcer—
tante bajo la acción de los complejos, sobre todo en lo que se re—
fiere a" la reproducción de recuerdos; no nos acordamos de un
nombre habitualmente familiar, o de un número bien conocido,
y al. recitar una poesía por enésima vez, nos quedamos parados en
un pasaje perfectamente recordado en anteriores ocasiones, o bien
i nos equivocamos inexplicablemente al facilitar un dato que creía—
mos acertado.
' Tales reacciones frustradas (1) tienen, a veces, un gran valor
psicológico para facilitar el diagnóstico a un hábil eSpecialista.
Pueden servirnos para descubrir complejos que los interesados se
niegan a revelar al principio, o que, por estar localizados en la es—
fera, no son de fácil acceso ni para ellos mismos. Por lo demás,
ocasionan no sólo complejos en el estrecho sentido que damos aqui
a esta palabra, sino también representaciones afectivas en general.
He aquí un ejemplo interesante, que tomamos de JUNG (2) :
Un señor quiere recitar el conocido poema de Heine : Solitario se alza
' un pino... Al llegar al verso que comienza: «Se adormece», se interrumpe
y no acierta con» la continuación «en la blanca sábana». Invitado a-entre—
garse a la libre asociación, tomando como punto de partida estas últimas
palabras, formuló la serie siguiente : «Una sábana blanca hace pensar en
un sudario —— lienzo blanco con el que se cubre a los muertos —— (pausa)
—— ahora me acuerdo de un íntimo amigo ——— su hermano falleció hace poco
repentinamente — dicen que de un sincope —— la verdad es que era muy
corpulento _ también lo es mi amigo, y he pensado que puede sucederle
lo mismo ——— hace una vida muy sedentaria —- cuando me enteré de la
i'nuerte de su hermano tuve de pronto miedo de que me ocurriere a, mi
y" también, pues en mi familia somos propensos a la obesidad, y mi abuelo
murió igualmente de un colapso cardíaco ; me encuentro demasiado grueso,
y he comenzado hace poco una cura de adelgazamiento.

En la base del trastorno de la memoria existe, en este caso,


un complejo hipocondriaco fuertemente afectivo. Del mismo modo,
en experimentos de asociación sistemática, podemos hacer que el
(1) FREUD, Zur Psychopathologie des Alltagslebens.
(2) C. G. JUNG, Ueber die Psychologie der .Dementia praecox, 1907.
,Experiencias internas (Vivencias) . 225

sujeto asocie libremente a partir de las palabras de reacción retar—


dada, con objeto de poner el complejo al descubierto. También
podemos averiguar de este modo algunas veces los complejos pató-
genos en casos de histerismo o de neurosis obsesiva, cuando la
exploración directa resulte infructuosa. Damos el nombre de actos
fallidos a ciertas reacciones frustradas determinadas por complejos,
y, en particular a los actos que parecen casuales, impensados,
como el de arrugar un papel, dejar caer un anillo de esponsales,
volcar un vaso, etc., los cuales pueden ocultar a veces, sin embargo,
cierta tendencia afectiva, por ejemplo, una antipatia inconfesada
por la persona que regaló el anillo, o algo similar; aunque sería
excesivo buscar un complejo importante detrás de cualquier tor—
peza o descuido ligero. Desde luego, todo está determinado en la
vida psíquica, hasta el menor detalle..., pero no siempre por un
complejo. '
.Examinemos ahoracómo se resuelven los complejos y las ideas
afectivamente exageradas. Se da el nombre de abreaccio’n (cana/sis)
al proceso de descarga de tales grupos fuertemente afectiVos, mu—i
chos de los cuales, el mayor número en psicología normal, se resuel—
ven paulatinamente por sí solos, se descomponen y pierden su valor
afectivo. Otros se descargan de pronto, en un acceso inesperado
de cólera o un arrebata afectivo, dejando un franco sentimiento de
alivio. Así, en ciertas personas especialmente predispuestas pueden
subsistir complejos, recuerdos de situaciones penosas, tensiones
personales latentes motivadas por añejas contrariedades, todo ello
escondido a la manera de minas subterráneas, hasta que alguien
toca impensadamente la mecha y provoca una violenta explosión.
Esto puede ocurrir en los casos más imprevistos : cuando un viejo
catatónico que lleva semanas enteras tendido, rígido e inerte salta
bruscamente de su cama, abofetea a su nuevo vecino, y vuelve a
caer en seguida en un estado de estupor ; es posible que las faccio-
nes de su víctima le hayan recordado vagamente a alguien que
le estuvo molestando mucho tiempo antes. Incidentes análogos se
presentan en psicología normal ,' vagas afinidades del mismo género
con antiguos complejos latentes son causa probable de simpatías
o antipatías inexplicables hacia determinadas personas.
También se provoca la descarga de complejos por vía psico-
motom ,' todos estos recursos pueden disminuir o agotar la tortu—
rante estasis afectiva. Por ejemplo, a veces surte efecto favorable
una simple explicación a fondo con el médico o con una persona
de confianza, lo que se llama una «confesión»; o, tratándose de
complejos reprimidos, de los que el sujeto ya no tiene conciencia
clara, conviene sacarlos de nuevo a la Superficie y reflexionar obje-j
15. KRETSCHMER: Psicología médica.
220 Personalidades y tipos de reacción

tivamenie sobre ellos, anudarlos e incorporarlos al conjunto de


representaciónes de la personalidad, es decir, terminar con su
separación, con su aislamiento en forma de complejos. Se asemeja,
en estas ocasiones, el hombre a1 caballo que se eSpanta al divisar
objetos oscuros, los cuales le causan una vaga inquietud desde 1a.
periferia de su campo visual, y, en cambio, avanza con seguridad.
y brío después de haberle obligado a centrar bien en ese campo
aquello que le infundia temor. Sin embargo, tales situaciones
requieren mucho tacto por parte del médico. Hay también viven-
cias que es preferible no resucitar, que se desvanecen poco a poco..-
al desgastarse la memoria, y‘ cuya evocación no serviría más que
para atormentar de nuevo a1 sujeto ; en el curso de la conversación
con éste podrá apreciarse si conviene o no sacar a relucir complejos
aparentemente olvidados. ,
Ya hemos mencionado la sublimacz'ón, que es la forma más.-
útil de abreacción o catarsis de tendencias fuertemente instintivas,
incluso organizadas en complejos, dentro del marco social. Hemos.
de encauzar lo mejor posible los caudales de energía contenidos en
complejos y en ideas afectivamente exageradas, y dar a su des-
carga psicomotora la forma de una actividad intencional productiva,
Nuestro éxito guardará proporción con el grado en que consiga--
mos disponer en forma sublimada la Orientación activa elegida de-
las tendencias instintivas contenidas en unos y. otras. Por eso, la
actividad, el trabajo, constituye el núcleo y el norte de la psico»
terapia y el ancho canal de derivación que recoge todas las ener—
gias psíquicas, mantiene su cohesión y evita toda separación. Hay
que « elaborar >> (reducir) los complejos a trabajo intelectual enér-
gico, a insistente autoanálisis o, todavia mejor, a actos dirigidos
hacia fuera ; la energia psíquica no elaborada es ante todo 'la‘que;
por vias laterales torcidas, ocasiona neurosis y psicosis reaccionales.

CAUSALIDAD PSÍQUICA

El hallazgo de un complejo en la base de una neurosis, o de


una experiencia interna en el origen de un acto, no debe cónside-
rarse como término de nuestra exploración. Con mucha frecuencia
se oye formular preguntas como ésta: « ¿Eligió ese hombre afor—
tunado su carrera guiado por ambición personal, por afán de lucro
o por servir al bien común? ». Y la premisa es falsa, pues lo que
. dicta a un hombre sus acciones no suele ser este o aquel motivo,
sino el conjunto de móviles que cabe imaginar en la situación dada,
los cuales sólo difieren en el grado de intensidad. La falsa inte—
rrogación que precede sugiere regularmente esta conclusión popu—
Experiencias internas (Vivencias) ' 2‘27!
lar : Tengo pruebas de que ese hombre es ambicioso, iuego no puede
haberse inspirado en el amor al bien común. '
En realidad, para que un acto se efectúe, hace falta que pre;
viamente se forme un ¡mz de móviles, o, dicho en términos
más
generales, un haz de causas psíquicas, que toman sus elementos
energéticos de las fuentes más variadas y se pueden reunir en un
punto común de convergencia. Esto da al“ acto resultante una
potencia homogénea de choque, correspondiente a la suma de los
elementos energéticos que intervienen en el mismo. Si quitamos al
ambicioso la posibilidad de enriquecerse, en muchos casos seguirá
trabajando honradamente por el bien del país, pero el impulso,
afectivo con que lo hace habrá disminuido no poco.
.
De todos los móviles que componen uno de esos grupos, el
que más destaca por su valor moral es el que mejor percibe la con—._
ciencia, mientras que los triviales, egoístas o bajos, aunque su,
participación energética puede ser más considerable, no logran en
ella tanta intensidad, y, generalmente, se localizan en la esfera.
Los móviles impulsivos elementales, sobre todo, suelen quedar rele—*
gados en provecho de otros moralmente superiores ; pero esto no
autoriza para ver hipocresía en una acción, para suponer que el mó-V
Vil ético no ha intervenido en ella y sólo sirve de embozo a lo que
contiene de egoísta o impulsivo, sino simplemente que tal acción
ha sido determinada por una serie de móviles de diversa fuerza,
de los cuales dominan siempre en la conciencia los de valor ético.
superior, y son más dinámicos los de carácter preponderantemente
impulsivo. Un psicólogo práctico inteligente, si ha de confiar en
la persistencia y eficacia de un acto moral o de una o'rientacióni
en la Vida, preferirá que entre en su composición una buena dosis
de impulsividad y de egoísmo sano, pues la fuerza dinámica del
idealismo ético puro suele ser muy insuficiente en la mayor parte
de los seres humanos.
A esto se agrega otro hecho análogo a lo que se observa en
las relaciones recíprocas entre la voluntad y el reflejo. Si con
plena conciencia tratamos de reforzar, por medios volitivos,
un ÏÉ',
flejo en Vías de ejecución, Violentarlo y acelerarlo, generalmente
no lo conseguimos ; en cambio, el impulso volitivo y el reflejo se
funden tan pronto como aquél se aplica de un modo incidental
y difuso, y así se obtiene una risa, una tos o un estremecimiento
francos y naturales. Lo mismo ocurre con los móviles : si todo el
que se esfuerza, se diese cuenta constantemente de que lo hace
por ambición, por afán de lucro y por patriotismo, estos tres móvi-
les difícilmente se fusionarían en una fuerza impulsora homOgénea
de sus actividades. Es decir, que los impulsos heterogéneos se
328 _ Personalidades y tipos de reacción

conciencia, y,
solidarizan con gran dificultad a la clara luz de la
o tanto más fácilm ente cuanto más disten
en cambio, pueden hacerl
; de modo que la fusión de impulsos es, ante
del foco de 1a misma
todo, una funció n esféric a.
Resumimos a continuación estas reglas sencillas, pero olvida—
s:
das con frecuencia, que presiden la formación de móvile
no a an
1.O La mayo-r parte de las reacczÏOnes psíquicas obedecen
de lo que ge-
solo móvil, sino a an haz de ellos, en número mayor
neralmente creemos.
tienden
2.o En an haz de móviles, los de valor moral superior
os nza's elemen tales son
a dominar en la conciencia, y los impuls
también los mois dinamicas.
a; la
3.o La fusión de impulsos es más bien función esféric
en razón invers a de sa distan cia
de ”impulsos heterogéneos se facilita
al foco de la conciencia. ' '
se
Las neurosis nos proporcionan numerosos ejemplos que
ajustan a las anteriores reglas.
ento porque
Un joven campesino de quince años se pone en tratami
, cuando está medio dormid o, se despier ta sobresaltado
todas las noches
los dientes , y, saltand o de la cama,
por la Visión de un perro que le enseña
dormito rio de sus padres, aporrea la puerta lamentá ndose, y se en-
corre al
ante ella, sin dejar
furece porque no le abren ; se pasa horas enteras sentado
tiempo el joven,
dormir a nadie. La anamnesis revela: 1.° Que hace algún
en 1a ciudad, fue mordid o de improv iso por un perro que
encontrándose
2.o Que durante varias semanas, le
salió de detrás de la estufa de la posada.
estado curando su futura madras tra, que entonce s residía en casa
había
ó por ella hasta
del padre, como prometida suya; el muchacho se apasion
seis años,
el extremo de proponerle que renunciara a la boda y esperase
s con él. 3.0 Al rechaza r la mujer tener con el mozo
para casarse entonce
llamand ole criatura boba y simple,
relaciones sexuales, y burlarse de él,
ó éste a mostrar se insolen te y rebelde , y a acusarla de apro-
comenz
la muerte de su
vechar la situación preponderante que ocupaba desde
herencia, por lo
madre, para ir desalojándole y reduciendo su parte de
reproche s a su padre. Todo esto no impide que el matri-
que hace VÍVOS
neurosis.
monio se efectúe pocas semanas después de haber estallado la
erto.
4.0 El joven había cometido un robo, y temía ser descubi

En el probable dinamismo causal de esta neurosis encontra-


miedo,
mos, pues, cuatro móviles o complejos heterogéneos : dos de
con distinta coloración y origen, que son el temor a los perros,
robo ;
consecuencia de 1a mordedura, y el de que se descubra su
y otros dos de protesta, deSiguales por su índole, pero ambos diri—
lucha
gidos contra la madrastra, a saber, celos sexuales furiOsos y
por el poder doméstico y el dinero. En sus nocturn os estados cre-
pusculares neurótícos, los componentes energéticos procedentes de
Experiencias internas (Vivencias) 2'29

todas esas fuentes afectivas tan diversas ocluyen en una sola resul—
tante, en un solo acto afectivo neurótico, cuyo sentimiento susten—
tador es una mezcla homogénea de angustia y cólera, por la que
el sujetotrata en una forma muy curiosa de conseguir ambos
fines : descargar su miedo y privar al mismo tiempo a la madrastra
de su felicidad conyugal nocturna. En los actos sucesivos se com-
prueba directamente la influencia de dos o tres complejos: el
miedo a los perros en la alucinación, y el furor contra los padres
en el tozudo albOroto ante su puerta ; del temor a que se descubriera
el robo sólo sabemos que lo sentia por entonces y contribuía, por
ello al desequilibrio afectivo.
Este es un tipico ejemplo de cómo nuestros móviles y actos
(tanto normales como neuróticos) confluyen en las oscuras pro-
fundidades esféricas de la conciencia, aunque provengan de com-
plejos originarios muy dispersos y dispares.

FORMAS DE EXPERIENCIAS

Interesa ahora saber cuáles son los grupos de Vivencias cuya


acción se manifiesta con más fuerza en el dinamismo psíquico,
o, lo que es igual, aquellos que con más facilidad dan origen a
neurosis y psicosis reactivas. La experiencia clínica nos lo dice en
términos categóricos : las‘vioencias más potentes son siempre aque—
llas en que intervienen los instintos elementales. Así lo indican igual-
mente los cuadros histéricos, paranoicos y neuróticos obsesivos,
que son los tres grupos más importantes de trastornos psicógenos.
Entre las neurosis de los adultos, de no estar directamente ligadas
a necesidades Vitales (hambre, etc), el instinto sexual ocupa, con
gran ventaja, el primer lugar como factor patógeno. Puede decirse
que, abstracción hecha de las neurosis de guerra, de las provo-
cadas por accidentes y de las infantiles, la mayor parte de los tras—
tornos psíquicos reaccionales tienen por base exclusiva o parcial
complejos sexuales, desde representaciones fuertemente afectivas
relacionadas con el propio acto sexual (masturbación, impotencia,
perversión, abstinencia, coito reservado, miedo al embarazo y al
contagio, pasando por todas las variedades de escrúpulos Sexuales
basados en la moral, amor desgraciado, adulterio y discordancias
conyugales, celos y envidias suscitadas por desposorios), hasta las
disarmonias psíquicas más complicadas, que tienen aún raices pro—
fundas en el instinto sexual. -
Como los niños nerviosos muestran por lo común una sexua—
lidad desviada y a veces precoz, en las neurosis infantiles participan
ya asimismo complejos sexuales, y, en particular, algunas neurosis
{230 Personalidades y tipos de reaccion

de adultos pueden derivar de remotas experiencias sexuales de la


infancia. En cambio, otros muchos casos de histerismo infantil
tienen una estructura psicológica sencilla ; no representan más que
reacciones fugaces frente a situaciones domésticas o escolares des—
favorables : “solicitud maternal exagerada, miedo al padre, al maes—
tro, a dormir en la oscuridad, o simple imitación de ciertos hábitos
histéricos de la—madre, de los hermanos o de camaradas de escuela.
Las amm/¿ams que afectan los instintos de conservación des—
encadenan vivencias de calidad patogénica en los cuadros de terror
agudo propios de neurosis originadas por la guerra o por accidentes
catastróficos. En segundo lugar, el temor de perder la vida o la
salud hace desarrollarse insidiosamente un verdadero ejército de
cow/¿playas tocondríacos que, durante años enteros, oprimen como
una pesadilla la personalidad total y pueden paralizar la capacidad
de trabajo y la alegría de vivir. Frente a estos taimados parásitos
psíquicos, el médico asume una gran reSponsabilidad, pues basta
a menudo una palabra suya para anularlos o para. movilizarlos.
De todos modos, tanto las reaCciones de terror como las de hipo—
condría suelen estar « sobredeter'minadas » ; en su haz causal, tras
el miedo ala muerte, se esconden complejos sexuales, contrarie—
dades profesionales, ansias de dinero, etc. Hay quien-se vuelve
hipocondriaco por el deseo de conseguir una indemnización'o una
pensión, o por no haber sido ascendido como esperaba, o, sobre
todo, porque siente escrúpulos sexuales motivados por onanismo
o por una enfermedad venérea.
Con las Maomoms de terror sucede algo muy curioso Una pe—
queñez la vista de un ratón que atraviesa velozmente la pieza,
basta para impresionar muy hondamente a algunas personas que,
por el contrario, permanecen poco menos que insensibles ante un
trance que pone en grave peligro su vida.
, Una dama (1) que se encontraba en San Petersburgo hace años, en
tiempos de la revolución, circulaba impávida por las calles mientras silba-
ban las balas Una noche regresaba de. casa de unos amigos, acompañada
de otras personas, cuando un coche que venia detrás a gran velocidad, la
asustó de tal modo, que perdió la cabeza y echó a correr delante de los
caballos, hasta caer agotada, presa de una reacción histérica persistente
que hizo necesario llevarla de nuevo a la casa de donde acababa de salir.

El análisis revela: 1.o, que, siendo niña, se habia asustado


mucho a1 presenciar cómo se precipitaba al rio un coche de caba—
llos, y 2.°, que sentía un amor oculto por el anfitrión de aquella
noche, quien acababa de hacerle una declaración apasionada. Tene-

(1) Relato de IUNG, en Die Psychologie der unbezemssten P7056588, Racher, Zurich,
1918.
Experiencias internas (Vivencias) 231

mos, pues, en este caso también un haz de causas o complejos de


origen totalmente heterogéneo : recuerdo de un episodio terrible,
ya antiguo, y sentimiento amoroso actual; ambos se hallan pre—
venidos en la esfera de la conciencia ; la nueva experiencia que
la aterroriza viene a caer, por decirlo así, en una solución saturada,
que el más minimo choque puede convertir en cristal. Tales
situaciones psíquicas preexistentes reciben el nombre de constela-
ciones. Y precisamente son las reacciones de terror y angustia
las que, _ ensu iniciación e intensidad, dependen con frecuencia, en
alto grado, de constelaciones esféricas. Hasta complejos muy hete-
rogéneos, que nada tienen de común con el terror, pueden servir
de constelación, como en el anterior ejemplo, ya que los impulsos
se fusionan en la región de la esfera. Hace poco observamos un
caso similar de terror absurdo provocado por caballos. Una joven
algo madura, cuya hermana menor acababa de prometerse en ma-
trimonio, y que siempre había sido la Cenicienta en su casa, expe—
rimentó un gran susto al ver pasar un coche, y. quedó imposibili—
tada para mantenerse en pie o andar ; desde entonces se convirtió
en el centro de los cuidados y atenciones de toda la familia. En este
caso, el terror ha tenido por constelación la envidia, el deseo de amor
y de mejor suerte. De manera análoga, tras absurdas representa-
.cz'ones angustiosas y fobias, temores obsesivos de muerte de seres
queridos, de asesinato de los propios hijos, o tras accesos ridículos
de temor a la vista de ratas, ratones, orugas, pájaros que agitan
las alas, culebras, etc., se ocultan, muchas veces, factores heterogé-
neos, odio reprimido, antiguos complejos sexuales u otros análogos,
Creemos inútil insistir sobre el hecho de que el instinto del
bienestar material, o, dicho de otro modo, la preocupación por la
necesidad material, constituye uno de los motivos principales en
gran número de neurosis menos graves, como sabe todo médico
que haya tenido que dictaminar sobre indemnizaciones por acci-
dentes del trabajo. Así como los instintos materiales de la genera—
lidad tienen más bien una tonalidad afectiva de penuria y envidia
(resentimiento), que domina también en las neurosis motivadas
por el deseo de pensión, tratándose de jefes de empresa, los matiza
el afán de lucha por el poder. Por eso, en estas personas encon—
tramos neurosis muy diferentes, ante todo la neurastenia genuina,
el agotamiento nervioso por exceso de trabajo, unido a una fuerte
tensión de la voluntad y a un sentimiento de responsabilidad
abrumador, y también crisis nerviosas agudas, así como, en los
ciclotímicos, verdaderas depresiones contenidas, por efecto del mal
estado de los negocios, de la competencia, de huelgas o de fracasos
materiales.
‘73"7 Personalidades y tipos de reacción

Si bien los tres grupos principales de instintos sexuales, de


conservación y de nutrición (o adquisición de medios) constituyen
por su fuerza y frecuencia, la mayor parte de los factores determi-
nantes de vivencias, y, con ello, de neurosis, no debemos pasar por
alto otros grupos pequeños de experiencias internas importantes
que no tienen su origen en los propios instintos, sino en constela—
ciones ¿le índole social y en sentimientos morales.
La experiencia del aislamiento, la soledad psíquica, produce en
muy diversas formas impresiones profundas. El curioso grupo de
reacciones nostalgicas de las jóvenes (cap. XIII) puede ocasionar
típiCos actos en corto circuito, como los de incendio intencionado-
y de infanticidio, aunque a menudo se resuelven en. una contra-
riedad psíquica transitoria, que se manifiesta pór depresiones reac—
tivas o molestias nerviosas de orden general. Las reacciones cai/ce—
laiias, que se observan en casos de detención preventiva, aislamiento
celular o prisión correccional prolongada, revisten la forma de ex-
plosiones afectivas agudas, manifestaciones esquizofrénicas reac—
tivas o formaciones delirantes catatimicas («delirio de indulto»),
que se traducen en ideas de contradicción o de persecución. Son
peculiares las transformaciones que en la personalidad origina la,
ceguera adquirida, las cuales se exteriorizan, unas veces, como
desinhibición instintiva compensada (erotismo manifiesto, alegría
ruidosa), y otras, como callado regocijo catatimico, pero, sobre todo,
como una sensibilidad recelosa generalmente aumentada, que, en
ocasiones, sirve de fondo a trastornos psíquicos paranoides. La sor—-
¿leia da origen a fenómenos crónicos ambientales más notórios to—
davía, pues el aislamiento del sujeto y la imposibilidad de comuni-
car fácilmente con los que le rodean, engendran un estado psíquico
caracterizado por irritabilidad y desconfianza, y que puede dege-
nerar en delirio angustioso de persecución. ‘Psicológicamente afin
es el traslado a un medio extranjero, de lengua desconocida, que,
en hombres más o menos primitivos, provoca a veces reacciones
delirantes agudas de angustia, como ocurrió entre soldados de la
Europa oriental durante la guerra (1). . -
La innei/te ele 86768 queridos es la experiencia que más se apro—
Xima a las de aislamiento, y que suele ocasionar en ciclotímico-s
depresiones reactivas; menos frecuentemente, cuadros de mania. En
psicópatas esquizoides y esquizofrénicos latentes produce efectos sin—
gulares durante la pubertad y después, si aún subsisten fuertes fija—
ciones infantiles a la madre. La muerte de ésta es, a veces, la señal
de una catástrofe esquizofrénica aguda, o bien el sentimiento de:
(1) R. ALLERs, Ueber psychogene Storm/¿gen in spi'ackjremder Umgeband, Zschi
f. d. ges. Neurol. u. Ps, 1920, 60.
Experiencias internas (Vivencias) 233

súbito desamparo levanta una llamarada de delirio sensitivo de re—


ferencia. Otras veces, la madre o la hermana formaría el último te—
nue lazo entre el solitario y quienes le rodean, y, al desaparecer
una u otra, el sujeto empieza a demostrar, como por contraste, un
incomprensible odio frio hacia los otros parientes. Algunos encuen—
tran un sustitutivo en la persona de una mujer madura, que les
inspira un amor filial y sexual a la vez, con curiosos cambiantes
afectivos.
La experiencia psíquica resultante de ofensas al derecho o al
honor desempeñan un papel tipico en la génesis de manifestaciones
y reacciones expansivas, eSpecialmente del delirio de reivindica—
ción. En muchas neurosis motivadas por pleitos de indemnización,
además de los efectos del terror que experimenta el sujeto, el
afán de lucro, el temor a la miseria y la ansiedad hipocondriaca,
interviene el sentimiento de haber sido víctima de. una injusticia ;
y de estos diversos componentes pueden nacer en tales neuróticos
actitudes afectivas mixtas singularmente irisadas. A 1a experiencia»
de una injusticia real o supuesta por parte de los tribunales o de
las autoridades se asemejan ciertos conflictos propios de la cam/em
administrativa. Asi como la falta de vocación puede colocar a la
personalidad en una actitud equivoca persistente, hay otros inci-
dentes, como la postergación o la jubilación prematura, muy capa-
ces de provocar graves reacciones afectivas, estados nerviosos,
depresiones y, sobre todo, actitudes paranoicas que a. veces llegan
hasta el delirio persecutorio. Los constantes rozamientos con supe—
riores o con subordinados rebeldes tienen también muchas veces
, una gran importancia psicológica en este sentido.

EL RESENTIMIENTO Y LA LUCHA POR EL PODER

Entendemos por resentimiento (1) la actitud afectiva com-


pleja del hombre que, con razón o sin ella, se considera mal situado
en la vida, y que examina la vida inspirado en la envidia o la
necesidad, o mirando desde abajo. Es un sentimiento de rebeldia
interna y escondida, que roe sin cesar, y corresponde a las acti-
tudes típicas del débil contra el fuerte, del pobre contra la riqueza,
del feo contra la belleza, del enfermo, degenerado o marchito,
contra la salud y la juventud; le acompaña una tendencia a la
revalorización catatímica del débil y el pobre. El resentimiento es
el origen de los impulsos éticos más ideales y de los más abyectos,
según el punto .de mira adoptado; pero aqui nos limitamos a
(1) Ïermino' introducido en la psicologia alemana por NIETZSCHE (Genealogia der
Moml).
2:54 Personalidades y tipos de reacción

.examinarlo simplemente como fenómeno psíquico. La rebelión del


gran número de débiles contra el pequeño bando de sus p<< opreso—
res »,-contra la << desalmada explotación» de los que poseen for-
tuna, poder y superioridad intelectual a costa de los vencidos en
la lucha por la vida, ha ido formando, en buena parte, la moral
de los pueblos civilizados. Hombres bien dotados, que han sufrido,
padecieron pobreza o enfermedad/o poseían una excesiva sensi—
bilidad psiquica, han expresado su piedad por sus hermanos de
miseria en términos capaces de inaugurar épocas nuevas ; esto se
puede adVertir en la moral religiosa, y, de manera elocuente, en la
personalidad de Rousseau. En ciertas fases de la evolución histó-
rica, el resentimiento y la compasión han conducido a una revisión
de la escala normal de valores morales, a una predilección ética
tendenciosa, rayana en perversa, por los pobres de espíritu, los
hambrientos e indefensos, los mendigos y enfermos, la suciedad,
los harapos y los olores pestilentes, y, con ella, el menosprecio del
sano y vigoroso trabajo, estimulando asi al parasitismo social hasta
el punto de ocasionar las peores calamidades, como ocurrió en las
postrimerías de la Edad Media. Este antagonismo entre la moral
de los señores y de los esclavos o siervos, entre el individualismo
y el socialismo, se infiltra hoy todavía profundamente en los pro-
blemas medicosociales, en la práctica forense, en la protección
de menores y en el trato de los alienados.
Tenemos el reverso de la piedad y de la moral altruista en
la envidia y el odio más o menos ‘descarados del pequeño contra
el grande, en la tendencia a oscurecer lo que brilla y de hundir
en el polvo lo sublime, o cuando menos, al empleo de indirectas
y represalias para preservar de daño la propia cortedad. Estos
pequeños recursos dejan ya translucir la voluntad de poder, la
tendencia a elevarse, que, en naturalezas fuertes, se convierte en
abierta lucha por el poder, en la cual el sujeto, confiado en su
propia fuerza, prescinde de toda consideración social. En el curso
de la evolución histórica, que notoriamente procede por antítesis,
la lucha por el poder, la moral individualista de los de arriba se
ha proclamado repetidas veces como protesta contra los abusos
de la moral altruista (NIETZSCHE).
La psicologia de la neurosis ofrece en algunas de sus partes
un interesante reflejo de esa lucha por el poder entre vencedores
y vencidos (1). Muchas de las manifestaciones histéricas no son
precisamente otra cosa sino neurosis finalistas o de defensa, peque-
ños medios, a menudo eficaces, con que individuos nerviosos mal
(1) Véase ADLER, U aber den nervósen Chamkier, Bergmann, XViesbaden, 1912 ;
en 1a misma obra se encuentran los términos «precaución », «directriz aparente » y otros.
Experiencias internas (Vivencias) 235

pertrechados acometen la desigual pelea, tratando de elevarse y de


triunfar contra la sagacidad y el poder de los hombres sanos y
fuertes. Una demostración colectiva nos brindan las neurosis pro- -
vocadas por accidentes catastróficos y guerras, mediante los cuales
son muchísimos los individuos psiquicamente inferiores que han
conseguido, recurriendo a ciertos síntomas histéricos impresionan—
tes, pero de escasa profundidad, engañar a los inteligentes, atraerse
miramientos y' compasión, y asegurarse considerables ventajas sobre
las personas fuertes y sanas. Antes hemos citado el ejemplo de
una solterona que, ayudándose de una reacción histérica de terror,
había logrado mejorar y aun cambiar por completo la situación
que venía ocupando en la familia; fea y sin talento, desdeñada
y convertida en Cenicienta de su hermana menor, a quien la di—
cha y el amor sonríen, se trueca así en objeto central de las aten-
ciones y cuidados afectuosos de todos los de la casa.
En esas condiciones neuróticas familiares se encuentra a veces
una especie de justicia niveladora, e incluso la ironía más amarga.
El resentimiento y la lucha por el poder se manifiestan claramente
en las terribles convulsiones u rabietas con que el niño histérico
tiraniza a sus padres, y en las crisis y desvanecimientos con que
la esposa, fría y sensual, hace de su marido sano un esclavo. La
neurosis histérica no es muchas veces sino la prosecución de la
lucha por el poder, con otras armas. A menudo no podemos por
menos de apreciar en ella un cálculo frío ; pero, tal vez, con más
frecuencia, 1a afectividad propia del resentimiento tiene un carácter
esférico, difuso, está oculta en el fondo psíquico, y las reacciones
neuróticas que provoca, son instintivas o semiinstintivas, como las
de protección o defensa de animalillos perseguidos. Sólo la sigm—
fz'cativa sonrisa, que ilumina sin querer el rostro de tantos histéricos
durante sus exhibiciones, denuncia la satisfacción secreta que pro-
porciona al débil su. triunfo sobre el fuerte.
También en la evolución del carácter pueden desempeñar un
importante papel el resentimiento y la lucha por el poder. Los
primitivos trazos de una personalidad pueden hacerse patentes,
intensarse o desvanecerse; cuando la fuerza que preside su des—
arrollo no es suficiente, sobrevienen múltiples imperfecciones, simu-
laciones y embozos que pasan por componentes de la personalidad
y no son sino subterfugios, posiciones ficticias o débiles avan-
zadas para engañar o asustar al adversario. Así suele producirse
lo que se conoce por supercompensación (ADLER), consistente en
subrayar con exceso cualidades que han de disimular una debilidad
íntimamente sentida. Se observa no pocas veces que los jorobados
y otras personas poco lagraciadas fisicamente son muy vanidosos
236 Personalidades y tipos de reacción

y cuidan con esmero de su ropa y su peinado. Una solterona vieja,


muy fea y de menguada talla, solia sonreír con cómica dulzura
en su psicosis esquizofrénica para preguntar a todo el mundo:
¿No hay algo encantador en mi cara? Tras los alardes del adoles—
cente que fuma, carraspea, presume y hace gala de sus músculos,
se oculta el sentimiento inconfesado de su incompleta madurez,
y las jactancias ridículas del advenedizo son testimonio de su falta
de seguridad interior en el trato con personas distinguidas. La
ausencia y el ¿msm de valor ¡bi/opio (1) determinan muchos de los
rasgos bastardos, equivocos, exagerados y caricaturescos que inte—
gran el carácter de algunos histéricos degenerados y psicópatas
esquizoides y anestésicos: afán de presentar una fachada impo-
nente cuando faltan sillares en el interior; esfuerzo convulsivo,
ridículo a veces, o bien trágico en apariencia, por mostrarse dis—
tintos de lo que son en realidad, por hacerse creer ingenios refina-
dos teniendo vacio el corazón, y por ostentar unrcálido sentimiento
de humanidad cuando toda resonancia interna se ha extinguido.
En forma mucho más delicada revelan supercompensación al—
gunos rasgos de carácter de los sensitivos. La escrupulosidad moral
del neurótico obsesivo es a menudo producto de una lucha contra
impulsos sexuales muy perversos o irregulares ; y la megalomanía
exaltada de ciertos sabios y artistas exquisitos nace de eStar cons-
tantemente su débil sistema nervioso semiquebrantado por los
duros embates de la vida.
' De este modo se levanta en el curso de 1a existencia, sobre
los cimientos que constituyen los instintos y el temperamento,
todo un edificio de compensaciones: subterfugios, inhibiciones y
disimulos. Como normas <4 ficticias >> surge una eSpecie de <4 yo
ideal», una imagen desiderativa de la personalidad tal como quie
siera uno aparecer a los propios ojos y a 1a vista de los demás.
Estas normas ficticias resultan de un intento de adaptación al
ambiente, y, bajo la oportuna presión de ciertas experiencias psi—
quicas, pueden torcerse y desviar notablemente la evolución del
carácter en diversas direcciones; de suerte que el <4 yo ideal» re—
percute en alto grado sobre las primitivas reacciones posibles de
la personalidad. Asi, por ejemplo, un sujeto nervioso, por efecto
de distintas corrientes de su época, de ciertos ideales, de factores
educativos, puede adoptar unas veces la norma falsa del domina—
dor; otras, la del mártir gozoso o del estoico inalterable, y otras,
en fin, la del estético refinado, y ajustarse a las respectivas fórmu—
las reaccionales. sin cambiar por ello de temperamento. Los histe-
(1) A. STORCH, Zur Psychologie und, Patlmlogz'e des Selbstwerterlebens, Arch. Í. ges.
Psychol., 1918, 37.
Experiencias internas (Vivencias) y 237

ricos degenerado’s cambian a menudo de yo ideal a su capricho,


como si se tratara de un personaje teatral. En otros, estos papeles
cambian a saltos,_ de modo incomprensible en apariencia, pero
significativo por dentro, como en el caso de algunas conversiones, ‘
entre ellas la de Tolstoi. Sin embargo, un ojo experimentado dis-
cierne generalmente bien, a través del yo ideal ficticio, los funda-
mentos instintivos y temperamentales ; pues hay papeles que sólo
son compatibles con determinados temperamentos, y cada uno de
éstos imprime al mismo personaje una tonalidad distinta, carac-
terística. ‘
CAPÍTULO XIII

Reacciones primitivas
Al analizar los diversos modos de reaccionar a las experiencias
internas, en sus relaciones con el carácter individual, se comprueba,
ante todo, que corresponden a dos grupos no bien delimitados:
reacciones primitivas y reacciones de 1a personalidad (1).
Calificamos de primitivas las reacciones en que el estímulo
producido por una experiencia interna no pasa por todas las fases
intermedias de una personalidad total desarrollada, sino que se
manifiesta directamente por actos impulsivos instantáneos o por
procesos psíquicos profundos (por ejemplo, de naturaleza hipo-
búlica o hiponoica). Tanto los actos impulsivos como las reacciones
de la capa hipobúlica e hiponoica se observan con preferencia ya
formadas en el hombre primitivo, en niños y animales, y, por eso,
reciben el nombre genérico de reacciones primitivas. En el adulto
civilizado se producen estas reacciones de dos maneras: 1.o Una
impresión excesivamente fuerte hiere y paraliza la personalidad
superior, con lo que se excitan por separado las capas filogénicas
más profundas de la psique, y suben a la superficie en calidad de
supletorias ; ya hemos hablado de esta transposición de mecanis-
mos profundos elementales al referirnos a las reacciones de pánico
y de terror, y asimismo pueden provocar a veces síndromes histe-
ricos las conmocionesdemasiado fuertes en adultos civilizados r0«
bustos y sanos. 2.o También encontramos reacciones primitivas en
sujetos de evolución psíquica retardada, personalidades infantiles,
débiles mentales, psicópatas e hipobúlicos y casos de traumatismo
craneal, abuso de alcohol o esquizofrenia latente, sin que la irn—
presión recibida sea muy honda entodas estas ocasiones; bastan
los estímulos corrientespara provocar a menudo reacciones primi-
tivas en individuos de tal categoría, hasta el punto de que la ten—
dencia a explosiones afectivas, actos en corto circuito y descarg
as
histéricas puede convertirse en un verdadero estigma caractero—
lógico. Entonces hablamos de histerismo degenerativo, de << epilep—
sia ¡afectiva », de psicosis impulsiva, de psicopatía inestable, etc.,
’ (1) Respecto ala «persona primitiva», véase
también L. V. HOLZSCHUHER, Prak-
izsche Psychologw, Seebruck, Heering,
1949.
Reacciones primitivas ' - 2.39

términos clínicos generales que cubren los más diversos orígenes


biológicos de tales personalidades : hereditario, intrauterino, post-
natal, traumático, infeccioso o tóxico. .
Nos proponemos destacar aquí solamentelos mecanismos psi-
cológicos comunes a todos estos cuadros tan variados, y reducirlos
a algunos tipos simples. Para describir los tipos de reacción nos
serviremos en adelante del material. suministrado no por la psico—
logía normal, sino por 1a psicopatología, ya que permite apreciar
el mecanismo psicológico con exageración caricaturesca, y, por ello,
con claridad mucho mayor.

REACCIONES EXPLOSIVAS

La reacción explosiva se produce siempre que los estados


afectivos intensos se descargan de un modo elemental, sin ser re—
frenados por la reflexión. La tensión psíquica rebasa la medida
y estalla como una tempestad en forma de crisis aguda, para bien
o para mal. Como ejemplo típico de este género, citaremos el «es-i
tallado del preso », que prorrumpe, furibundo, en injurias contra sus
guardianes y destroza cuanto encuentra a su alcance, bien por
algún motivo concreto, bien impulsado por la necesidad de dar
salida a1 enojo, largo tiempo acumulado. Explosiones similares se
observaron en el curso dela guerra, antes de entrar en línea,
cuando a la grave tensión interna venía a agregarse una simple
reconvención de cualquier superior. Algunas personas adquieren
esta diatesis sólo en estado de alcoholismo o embriaguez patológica,
y entonces incurren, de pronto, en los peores actos de Violencia:
insultos, golpes, heridas, destrozos; después no se acuerdan de
ellos, y hasta les parecen inexplicables, sobre todo cuando están
en directa oposición con su personalidad normal. Tales estados
crepusculmes afectivos, sean o no provocados por el alcohol, cons—
tituyen ya estados excepcionales circunscritos, con perturbación
de la conciencia y formación ulterior de islotes amnésicos, lo que
revela su afinidad con los del grupo hipobúlico e hiponoico. En ge—
neral, es característico de numerosos mecanismos psíquicos pro—
fundos manifestarse regularmente cuando está eliminada o dismi—
nuida la conciencia, es decir, la función de la personalidad superior
(sueños, hipnosis, estados crepusculares).
Existe una gran semejanza biológica entre estas crisis afec—
tivas bruscas y ciertas formas de accesos convulsivos motores, en
los que predomina unas veces la «epilepsia afectiva» y, otras, el
histerismo; ambos son mecanismos valvulares, abreacciones rápi—
das y absolutas contra el exceso de presión intrapsíquica. En cada
‘240 Personalidades y tipos de reacción

caso particular, las dos formas de descarga motora se confunden


insensiblemente : la furia y los golpes van convirtiéndose gradual—
mente en convulsiones, y los movimientos convulsivos toman tam—
bién a menudo un carácter de expresión afectiva. Por lo común,
tales convulsiones pueden considerarse como identificación motora
de procesos iguales en capas más profundas.
Con frecuencia, la huida viene a sustituir, en concepto de
descarga motora, una de esas escenas de convulsiones o injurias.
El sujeto sabe que se ha encolerizado, pero no recuerda entera—
mente lo ocurrido, y se asombra de encontrarse luego en un lugar
que no le agrada lo más minimo.
Como ya se ha dicho, en presencia de reacciones explosivas,
no siempre hay que darse por satisiecho con la comprobación de
un suceso que directamente las haya determinado, pues muchas
veces son más bien descargas de complejos y constelaciones intra—
psíquicas nada recientes. La hipertensión psíquica data de largo
tiempo, y el episodio que acaba de provocar'la descarga, es sólo
la última gota que hace rebosar el vaso
La angustia provoca explosiones análogas a las que siguen a
la cólera y al enojo; se ha descrito, por ejemplo, en enfermos
mentales, con el nombre de arrebato melancólico : la angustia y la '
desesperación, llevadas al extremo, pueden dar ocasión no sólo al
suicidio, sino también a actos graves de violencia, sobre todo a
la muerte de la propia familia, en concepto de Suicidio ampliado.

ACTos EN CORTO CIRCUITO

Damos el nombre de actos en corto cirCuito a las reacciones


por las cuales se transforman impulsos afectivos directamente en
acciones, sin intervención de la personalidad total. Aquí falta tam-
bien la interpolación, pero el corto circuito no se traduce en des-
carga motora elemental, como en las reacciones explosivas, sino
en actos más complicados.
Una joven del campo, enclenque, apacible y timida, viene a la ciudad
para colocarse como sirvienta por primera vez. Las primeras semanas
parece enferma y fatigada, pero no se queja; de repente, una mañana
arde la casa y se encuentran asesinados a los hijos de los señores. En el
juicio se revela que la joven, presa de terrible nostalgia, se sentia agotada
indiferente para todo, sin saber qué hacer ni atreverse a confiar en nadie
Pensó que acabando con la casa y los niños podria regresar a su casa:
no se sabe si ha recapacitado o no sobre esta idea. La domina un solo deseo
oscuro, instintivo, irresistible: irse. Una mañana se levanta confusa y
mareada, no sabe lo que le pasa ; al oir crepitar las'llamas bajo la escalera,
se tranquiliia y comienza a comprender. También es posible que come—
Reacciones primitivas 241

tiera el crimen con cruel lucidez. y naturalidad, aunque más tarde no acierte
a explicárselo. -

A este propósito oímos explicaciones como la. siguiente (1):


<< La noStalgia, que comenzó el mismo dia de su entrada en la casa
como sirvienta, habia alcanzado tres días más tarde tal intensidad, que
en su desconsuelo se le ocurrió de pronto prender fuego, y concibió en
seguida cómo hacerlo, sin pensar en nada más. Dominada por la añoranza,
no veía otro remedio para su situación ; la idea no se le iba de la cabeza,
y a las tres horas. la puso en ejecución. Al arrojar carbones encendidos en
un montón de paja, se dijo, poco más o menos, que aquello arder'ía o no,
y en este último caso no tendría importancia».

Es decir, que tales actos en corto circuito se pueden presentar


más bien en forma de estados de excepción, circunscrito, insular,
¡con tendencia a perturbación de la conciencia, o bien al modo de
un acto normal meditado y ejecutado con precaución, habilidad
y clara conciencia. En ambos casos, sin embargo, el acto en corto
circuito se caracteriza por la frase subrayada en el relato prece—
dente: «sin pensar en nada más»; con el impulso afectivo que
lo provoca, forma un todo racional bien ordenado, aunque diso—
ciado del resto de la personalidad, como un fragmento autónomo
de ella. Una reacción corriente de nostalgia podria desarrollarse en
:su fase inicial como la descrita. Cualquier doméstica semejante,
en igual situación, podría fácilmente pensar: « No aguanto más,
tengo que volver a casa a toda costa ; si un día ardiese esta casa
y muriesen los niños, podria irme». Hasta aquí, la energia afec-
tiva de la experiencia sigue la misma ruta en ambos casos ; pero
«en una muchacha corriente habria de recorrer todavía un largo
y sinuoso camino, habria de pasar por todas las interpolaciones
constituidas por los sentimientos y representaciones de la perso—
nalidad total : compasión hacia los señores y los niños, considera—
ción por sus propios padres, miedo de su inevitable detención
y castigo, principios religiosos y morales inculcados en la escuela,
etcétera. Y, después de todo ello, el impulso incendiario e in-
:fanticida engendrado por la nostalgia se veria contrarrestadov y
desviado por una multitud de impulsos opuestos y resistencias,
y la reacción motora final, en vez del crimen, habría sido algo
.anodino : hartarse de llorar, confesarse a los señores, o, en el peor
ide los casos, despedirse o escaparse. Pero lo característico en
nuestra muchacha criminal es que el impulso provocado por la
nostalgia, no pasa por el filtro de la'personalidad total,ysino que
llega directamente al sistema psicomotor y determina asi 'el acto

(1) Citado por JASPERS, Heimweh und Verbrechen, Vogel, Leipzig, 1909. i
16. KRETSCHMER: Psicología medica.
242 Personalidades y tipos de reacción

más inmediato a su sentimiento nostálgico y menos enarmonia


con su personalidad total ; esto es lo que llamamos corto circuito.
La reacción de nostalgia manifestada por incendio e infanticidio
es un sindrome típico en sirvientas de 14 a 17 añós ; generalmente
se trata de seres débiles, infantiles, retrasados en su pubertad, en
_ los cuales tal reacción se intensifica, sin duda, por no haber des-
aparecido del todo la fijación psíquica a los padres, Según expu-
simos al hablar de las inhibiciones del desarrollo del-instinto se—
xual ; esas muchachas, mansas, timidas, autistas, presentan a me—
nudo rasgos esquizoides patentes. l '
Por lo demás, recientemente hemos observado un acto análogo en
corto circuito de un joven comerciante homosexual, a quien su padre cerró
la puerta después de un altercado por esa causa. Enfurecido, prendió fuego
al desván de la casa paterna, y, entonando arias de ópera con voz femenina
> de falsete, se instaló en el tejado para poner fin a sus días en tan romántica
actitud entre las llamas. ‘ » .

En otros muchos casos encontramos igualmente el ins—'


tinto sexual como base de actos en corto circuito. El amor y la
muerte, el doble suicidio de amantes desdichados, no es Solamente
un móvil tipico en poesía, sino también en la vida real. Nos extraña
la facilidad con que un amor intenso, ante una situación deseSpe-
rada, provoca el suicidio, incluso en sujetos vulgares que nada
tienen de heroicos. El amor apasionado se asocia con singular
regularidad a la idea de la muerte en las personas más disímiles ;
esta idea suroe en forma de miedo o de impulso, a menudo sin
correlación racional, y se observa casi invariablemente en las
viejas canciones populares. Es probable que se trate de una anas-
tomosis afectiva tan antigua en la escala filogénica como la que
enlaza el amor y la angustia.
El período de la pubertad, con sus desequilibrios psíquicos, sus.
estados afectivos extremos, hipertensos, predispone mucho a actuar
en corto circuito, y, sobre todo, al Suicidio. Numerosos ejemplos
de ello nos ofrecen las criadas jóvenes y los colegialas. Entre las
causas principales ocupa el primer lugar el amor desgraciado, y a
continuación siguen la nostalgia, el miedo al maestro y al examen
de final de curso, o el presentimiento de una esquizofren'iainmi-
nente. En las sirvientas jóvenes, la primera idea es la de arrojarse
al aguao beber ácido clorhídrico. Algunas veces no hay tras estos
actos más que una abstinación pum/il, una protesta: después de
una escena violenta con la señora, la muchacha, furiosa aún, se
traga el veneno": « Se fastidiará cuando se entere».
El infanticzdio de madres solteras es muchas veces un acto
tipico en corto circuito. En la guerra fueron del mismo género
numerosos casos de deserción.
Reacciones primitivas 1 . ‘ 243

Un recluta algo torpe es constantemente mortificado por su sargento.


Al volver de un permiso hacia su guarnición, se baja del tren en una esta—
ción cualquiera y, sin quitarse el uniforme, entra al servicio de un cam
pesino para las faenas de la cosecha; ya no se acuerda en absoluto del
cuartel, ni toma la menor precaución. Hasta pasados unos meses no le
descubren

Constittuyen un segundo grupo ciertos actos en corto circuito


más difíciles de comprender, por no ir acompañados de una fuerte
presión afectiva. Guiado por un impulso momentáneo, indiferente
en apariencia, el sujeto realiza un acto que no se explica por su
personalidad ni por el apremio de una situación forzada.
Un estudiante acomodado se repliega con el batallón de voluntarios-
de que forma parte a una zona en que ha estallado la revolución, y pasa
alli algunos dias alojado en una casa donde le reciben amablemente. Antes
de volver. a la Universidad, hojea allí unos libros que le interesan de mo—
mento; los pone en su maleta, sin decir nada, y se los lleva No los lee
durante el camino, y, al llegar a su casa, los rompe y entierr’a, convencido
de haber perpetrado una acción reprobable. ,

En este. caso no existe ningún impulso afectivo fuerte; por


unos marcos podria haber comprado los libros en la tienda más
próxima. Aqui no se observa más que irresistencia- ante un impulso
instantáneo fugaz, o bien una grave disociación que sustrae este
acto de todo contacto con las tendencias de la personalidad tOtal.
Cuanto más encontramos estos actos en corto circuito sin móviles
serios,.más nos acercamos a1 marco esquizofrén—ico; muchos de
ellos no Son sino sintomas iniciales de una esquizofrenia ulterior, .
o, en todo caso, indicios de una constitución esquizoide 'mani-
fiesta. Los individuos de esta categóría son capaces de cometer
brutales crueldades o asesinatos por obra "de un impulso momen—
táneo ; otras veces, tras ellos se Oculta incipiente parálisis general
progresiva'o demencia senil. De cualquier modo, los actos en corto
circuito con afeCtiviaÏaaÏ escasa hara’n sospechar siempre un grave
proceso de desintegración o disociación de la personalidad.
Sin embargo, hay también grandes grupos de actos en corto
circuito que, tras una debilidad aparente de móviles, ocultan po—
derosos impulsos afectivos ; éstos provienen entonces de fuertes
componentes perversos irrefrenables de la personalidad, o de anti—
guos complejos. Pertenecen a esta clase numerosos casos de capri—
chos y apetencias de carácter obsesivo, inexplicables al parecer,
como la clegbtomania (robo impulsivo) y ciertos asesinatos o delitos
que revelan gran crueldad. Algunos hurtos de articulos de tiendas
realizados pordarnas acomodadas resultan ser simples manifesta-
ciones de perversión sexual", porque el terciopelo o la seda, por
ejemplo, tienen para, ellas esta tonalidad, y la' sustracción sigilosa
244 Personalidades y tipos de reacción

de. artículos de ese género les produce la máxima excitación en y


tal sentido. Ya hemos citado antes un ejemplo de robo simbólico.
Y no. pocos asesinatos incomprensibles, sobre todo repugnantes,
son actos de sadismo; la Historia abunda en casos célebres de
degolladores de niños y envenenadoras. Hasta el impulso incen—
diario puede relacionarse Con la excitación sexual. No obstante,
son todavía muchos los actos impulsivos cuyo mecanismo psico—
lógico desconocemos, ya que en gran proporción no provienen
de constelaciones psicológicas exteriorizadas, sino, por ejemplo, de
distimias endógenas periódicas.

EACCIONES HIPOBÚLICAS E HIPGNOICAS

Hemos detallado antes los mecanismos hiponoicos e hipobúli—


cos con extensión suficiente, y, por ello, basta mencionarlos ahora.
Como tipos de reacción, los encontramos no solamente en niños
y animales, o en síndromes agudos de terror, pánico o éxtasis,
sino-también y sobre todo en los síndromes histéricos, de suerte
que, en el aspecto psicológico, constituyen buena parte de los que
se conoce por histerismo. Observamos reacciones hiponoicas oni—
roides principalmente en estados crepusculares histéricos, e hipo—
búlicas en ellos y en los ataques histéricos, y, como tras fondo
psicológico, en todo género de cuadros pitiásicos. En presencia de
un tic psicógeno, de un punto doloroso de igual índole, y aun
de un ligero trastorno locomotor, tropezamos pronto, en el curso de
la sesión terapéutica, con violentas reacciones hipobúlicas, tem-
pestades motoras y negativismos elementales, que alternan súbi-
tamente con fenómenos sugestivos; a la vez, se advierte con fre—
cuencia propensión a perturbaciones dela conciencia y a estados
crepusculares "hiponoicos. Este experimento, muy tipico, enseña
que aun los síntomas sensitivos y motores más simples del histe-
rismo tienen a menudo su raíz psíquica no en la personalidad supe—
rior, sino en la capa intermedia hipobúlica e hiponoica.

SIMULACIÓN Y REPRESIÓN

En conjunto, es privilegio de los animales, de los niños y de


las personas psíquicamente inmaduras conseguir sus propósitos,
evadirse de situaciones penosas y alcanzar las que persiguen, des—
figurando el conjunto de su estado somático y psíquico, sobre
todo simulando una lesión, fingiéndose enfermos, infantiles, locos
o muertos. Muchas de estas simulaciones y dicciones llevan por
eso anejo algo instintivo o semiinstintivo, pero otras se efectúan
Reacciones primitivas 045

con plena intención, si bien corresponden asimismo en su mayor nú-


, mero a sujetos atrasados, infantiles, psicópatas, imbéciles o deficien—
tes morales. Esto se refiere a circunstancias ordinarias, pues, bajo
una presión afectiva fuerte, reaccionan a veces con todo género
de manifestaciones primitivas y tendencias a la simulación incluso
hombres fuertes y de desarrollo normal. Observadores expertos (1)
han comprobado durante la guerra en soldados vigorosos y valien—
tes, a consecuencia del espanto experimentado al ver caer muertos
a sus . Compañeros más próximos, ciertos estados crepusculares
breves en los cuales reaccionaban con una esPecie de seudodemencia
o un sindrome de Ganser, con ademanes teatrales y despropósitos
pueriles ; luego reaparecía de pronto íntegramente su antigua perú
sonalidad, sin rastro de simulación ni de intenciones de escapar
del frente. _
Podemos considerar la represión como un mecanismo psíquico
que se aproxima mucho a los fenómenos de simulación. La repre—
sión es una simulación del sujeto ¿mie sí mismo. Por eso, en la prác-
tica médica encontramos con frecuencia represión hacia dentro
y simulación hacia fuera, en íntima combinación funcional, que
caracteriza, sobre todo, los cuadros histéricos. Entendemos por re—
presión el hecho de trasladar situaciones poco gratas o ambiva—
lentes del foco de la conciencia a la esfera, es decir, la politica del
avestruz aplicada a la vida psíquica. De vivencias reprimidas se»
forman luego con predilección complejos esféricos, centros energé-
ticos secundarios que pueden alimentar mecanismos hipobúlicos
e hiponoicos, asi como tendencias a la simulación que forman
parte de los mismos, de suerte que represión y simulación se soli-
darizan continuamente en su quehacer. Lo que vulgarmente se
conoce por histerismo, constituye muchas veces una complicada
trama de represión, simulación y mecanismos hipobúlicos e hipo—
noicos. Sin embargo, conviene señalar a este propósito que no
todos los histéricos reprimen sus complejos ; en muchos son cons—
cientes o se hacen conscientes con facilidad. La conversión de un
complejo en sintomas histéricos manifiestos puede ocurrir no sólo
en la esfera, sino en el centro de la conciencia, sin que, por ello,
difieran esencialmente entre si los cuadros resultantes. Por eso,
el histerismo brinda todas las combinaciones posibles de manifes-
taciones de complejos esféricos y conscientes.
En la seudodemencia, como en el síndrome de Ganser, las
estereotipias grotescas y otras producciones semejantes, que se
encuentran en particular, acumuladas, en reclusos degenerados

(1) Véase WETZEL, Ueber Schockpsychosen, Zschr. f. d. ges. Neurol. u. Ps, 1921.
246 Personalidades y tipos de reacción

que intentan sustraerse a una sanción penal, se presenta la tendencia


a simular como formación psicológica autónoma, con una variedad
de matices que va desde la simulación astuta hasta el acto instin-
tivo que se intercala, por decirlo así, automáticamente en el estado
crepuscular. Entónces se producen cuadros 'pareCidOS a lo que el
profano entiende por estupidez pueril, chifladurao locura furiosa,
los cuales pueden combinarse de cualquier modo con otros meca-
nismos primitivos. ' _ - _
Con más frecuencia que de este modo independiente obser—
vamos la tendencia a simular encubierta y velada como factor
dinamico parcial que "actúa desde un segundo término, reforzando
y destacando síndromes de carácter objetivo, por ejemplo, reac-
ciones genuinamente primitivas, imágenes reflejadas o afecciones
corporales leves. El concepto moderno del histerismo tiende a con-
siderar histéricos solamente aquellos síndromes en los que se trans—
parenta este Componente tendencioso, esta finalidad, ya en forma
de deseo activo, ya. en la de autoevasión pasiva, «voluntad de
enfermar» o «refugio en la enfermedad». :Antiguamente, en la
definición del histerismo se daba primordial importancia a la com-
probación de los mecanismos hipobúlicos e, hiponoicos, con lo que,
por'ejemplo, solían denominarse también histerismo las reacciónes
agudas de terror sin tendencia a la simulación. .
‘ A veces, una gran multitud de personas experimentan simul-
táneamente una catástrofe, por ejemplo, un terremoto (1). Un con-
siderable número de. las que sobreviven, preSentan huellas del
reciente choque afectivo, en forma de mecanismos hipobúlicos e
hiponoicos (como estados crepusculares, pesadillas, estupor casi
catatónico, síntomas de pánico) y signos de excitación del aparato
reflejo (temblores, tics, convulsiones, trastornos del sistema cardio-
vascular). Como es sabido, todo estado afectivo agudo o crónico
repercute directamente, por la vía refleja, en el funcionamiento de
los órganos somáticos, y con especial intensidad, en los sistemas
cardiovascular y digestivo, asi como en las funciones secretoras,
y acaso también en las tróficas. Al cabo de unas horas o de varios
días, las personas que presentan esta reacción uniforme de terror
reciente, se separan en dos grupos: las que no están aseguradas,
se hallan completamente tranquilas y repuestas, pero las que
eSperan una indemnización por incapacidad permanente, siguen con
sus temblores y tics durante semanas, meses o años. Sólo puede
hablarse de histerismo a partir del instante en que ese compo—
nente teleológico reforzador y conservador comienza a insinuarse
(1) Véase E.STIERL1N, U eber die medizinischen Foigezustcïmie der K atastrophe von
Courriéres, Karger, Berlin, 1909.
Reacciones primitivas ' 047
A;

en el curso, puramente automático al principio, de los procesos


psicofísicos; entonces es cuando se hace histérica la reacción de
pánico recien experimentada. . _
De este modo, puede volverse histém'co (« histerizarse ») cual-
quier proceso espontáneo corporal o psíquico. Cuando una persona
padece un ligero reumatismo, una laringitis o cualquier malestar
psíquico justificado, a1 entrar estos trastornos en 1a fase. de cura-
ción 'espontánea, puede intervenir un estímulo capaz de hacerle
desear en su interior que continúen, y entonces la curación se
retarda .ol no llega a iniciarse siquiera. Sin aparente posibilidad
de explicación, se mantienen o incluso se refuerzan la tos, el dolor
o la cojera. Tales móviles desiderativos, finalistas o defensivos
pueden ser muy diversos: obtener una pensión, zafarse de un
matrimonio desgraciado, inspirar miramientos, amor o compasión,
hacerse admirar representando un papel de importancia, expresar
una protesta o un motivo de enojo, etc. ; desde los más simples
y momentáneos hasta los más complejos, Isinuosos e inveterados.
Pero no son necesarios choques afectivos agudos o enferme—
dades para que se manifiesten tales tendencias a la simulación,
si bien las más de las veces se utilizan para ello motivos episó-
dicos. Cualquier individuo con inferioridad innata o predisposición
refleja anormal puede reforzar y elaborar tendenciosamente sus
estados afectivos para conseguir determinados fines, siempre que se
encuentre dominado por un deseo primitivo o inclinado a defen—
derse de algo. En un sujeto nervioso, con sistema vasomotor cere—
bral inestable congénito o con ligera tremulación habitual, estas
leves disposiciones, llegado el caso, se pueden reforzar hasta cón-
vertirse en ¿desvanecimiento histérico o en violentos temblores
agitantes, por la intervención de un agente dinámico de naturaleza
finalista. y
Respecto al modo de producirse esta misteriosa transmutación
psicológica, por la cual el deseo de obtener una indemnización se
convierte en una parálisis fláccida cianótica, o la aversión al marido
da origen a "un tic, pueden distinguirse las cuatro posibilidades
siguientes, que a menudo se combinan entre si:
1.° Simulación intencional.
° Habituacz'o'n kistérica.
99099

0
Refuerzo voluntario de reflejos.
O
Disocz'acz'o’n hipobúlico-hiponoica.
Por lo que, se refiere a la primera de estas posibilidades, con-
viene advertir que algunos psicópatas, en virtud de ciertas pre-
disposiciones reflejas anormales, son capaces de manifestaciones
248 Personalidades y tipos de reacción

que en personas normales ser sustraen al dominio directo de la


voluntad ; asi como hayquien vomita, tiembla o se desmaya con
extraordinaria facilidad. Por consiguiente, hay que pensarlo bien
antes de asegurar que un determinado síndrome no puede, en modo
alguno, originarse voluntariamente.
La habztuaczón haste’mca obedece a leyes fundamentales psico-
físicas que rigen la vida normalv
y que solemos olvidar con dema-
siada frecuencia. Son raros los actos que se ejecutan desde el
principio al fin con voluntad consciente; la voluntad se halla
prevenida más bien para un fin determinado, como un «aparato de
circunstancias » (BLEULER) o una conexión que, llegado el caso,
comienza a funcionar automátiCamente. Si antes de acostarnos,
resolvemos firmemente deSpertarnos a las cinco de la mañana, este
aparato nos deSpertará de un modo automático a la hora prevista,
sin que nuestra voluntad necesite estar pendiente de ello toda la
noche. Cuando se lleva algún tiempo utilizando este dispositivo
ocasional, comienza a funcionar, por efecto de la repetición, ajus—
tandose a una fórmula abreviada, del mismo modo que, al aprender
a leer, lo hacemos primero sílaba por sílaba, y más tarde abarcamos
de una ojeada palabras enteras. DeSpués, el ejercicio lo va ajustando,
lo hace cada vez más seguro y regular, hasta que, finalmente, queda
emancipado de la voluntad, se mueve a la manera de un reflejo,
y acaba funcionando incluso en contra de la voluntad; por eso,
a veces, en pleno dia, damos vuelta al conmutador de la luz sin
darnos cuenta ni habérnoslo propuesto. Es decir, que psíquica-
mente procedemos la mayor parte de las veces por impulsos no
diferenciados, intencionales, sino con sujeción a fórmulas de abre—
viación estereotipadas, emancipadas, semiautomáticas.
Asi es como se engendran innumerables cuadros histéricos muy
elementales, que denominamos «hábitos histéricos‘». Un sujeto
aquejado de ligera ciática adopta una determinada actitud de
defensa contra el dolor, que, con el tiempo, se convierte en fórmula
estereotipada. El deseo normal de curación desconeCta este aparato
de circunstancias tan pronto como deja de ser útil; pero si este
deseo falta, y la personalidad cae en una actitud tendenciosa, no
se preocupa por la curación, o incluso pone interés en que ésta
no llegue, el aparato ocasional (por ejemplo, la claudicación con la
pierna encogida) sigue ajustándose yemancipándose automática—
mente hasta el infinito, porque nadie se cuida de desarmarlo, y
entonces suelen producirse con el tiempo disociaciones hipobúlicas.
El refuerzo volantamo de 7’6fl6]08 sólo es posible con ayuda de
medios determinados. Si la voluntad interviene en el curso del
reflejo con finalidad, motora independientev precisa, lo perturba
J
Reacciones primitivas 249

e incluso llega a abolirlo; pero puede reforzarlo dejando llegar


al mismo energia más bien difusa desde la región de la esfera.
Por ejemplo, podemos reforzar voluntariamente un temblor reflejo-
no imitándolo, sino aumentando difusamente sólo los músculos que
tiemblan. Otra forma de refuerzo voluntario de reflejos es la
que llamamos acumulación afectiva técnica; mediante ella, el histé-
rico enriquece día a día su afectividad, busca y aprovecha hasta
la menor oportunidad de excitación, para alimentar y mantener
con esos estímulos afectivos sus mecanismos reflejos, su temblor,
sus tics, sus palpitaciones, su espasmofilia. Son numerosos estos
modos de conservar en actividad mecanismos automáticos de
naturaleza psíquica, sensitiva y motora ; una atención concentrada
sin cesar en un dolor, logra destacarlo, impide que remita, y acaba
reduciéndolo a una fórmula estereotipada. Hasta los estados de
mal humor o de excitación se pueden exacerbar artificialmente
por intervención de la motilidad (paseos precipitados, reniegos,
respiración forzada), hasta llegar al acaloramiento extremo y a -
reacciones genuinamente explosivas, convulsiones y estados cre-
pusculares de un modo deliberado. Esto se conoce por « saturación
afectiva », y se observa muy a menudo en reclusos y otros sujetos
de sistema nervioso deficiente en sentido moral, aunque no se
recurra al alcohol. '
Las dísocz’aciones hipobúlícas e hiponoicas han sido ya objeto
de nuestro estudio. En ciertos histéricos degenerados y psicópatas
esquizoides, los aparatos psíquicos profundos se disocian con suma
facilidad de las capas superiores mediante ligeros estímulos ocasio-
nales. Y tan pronto como se forma en el aparato psíquico un
circuito hipobúlico, se hacen accesibles a la voluntad impulsiva nu?
merosos mecanismos vegetativos y reflejos, asi como formas de eX-
presión afectiva, sin que intervenga la volición consciente, pues,
como hemos visto, en las fases inferiores de la evolución psíquica
no se han diferenciado aún la expresión volitiva y la afectiva. De
este modo, fácilmente adquieren condición de reflejos las tenden-
cias instintivas de la personalidad.
Pertenece igualmente a este apartado el caso, ya referido, en
que intervienen formaciones simbólicas hiponoicas en la psico-
motilidad ; como cuando aquella mujer desgraciada en su matri-
monio expresa el deseo de escapar que la domina por un trastorno
histérico de la marcha, que se convierte en carrera con el cuerpo
inclinado hacia delante.
Así, pues, en el ámbito del histerismo reviste formas muy
diversas la simulación tendenciosa, desde la simple y evidente,
pasando por todos los grados de transición y combinación, hasta
la simbolización hiponoica instintivamente catatímica.
CAPÍTULO XIV

Reacciones de la personalidad
Las reacciones primitivas escapan a la censura plena de la
personalidad total ; se originan cuando ésta no se ha cerrado sobre
si misma y desarrollado por completo, o cuando no tienen su plena
aquiescencia o incluso la contrarian y se separan a modo de islote,
en desacuerdo con la conducta habitual de la persona. EStas reac—
ciones son, por consiguiente, inespecífiCas hasta cierto ' punto, y
posibles en cualquier personalidad, con tal que las experiencias
psíquicas sean bastante intensas; pero muestran sensible prefe--
rencia justamente por los tipos primitivos- En oposición a ellas,
denominamos reacciones de la personalidad a las que se producen
con la cooperación intensa y consciente de la personalidad total ;
representan, pues, la expresión más pum y significativa de la indi-
vidualidad entera ,' son, por ello, específicas, se limitan a determina—
das disposiciones de carácter y estímulos psíquicos, y únicamente
se registran cuando una experiencia interna definida y adecuada
influye sobre una determinada individualidad. A
Las experiencias especialmente aprOpiadas para provocar en
una personalidad definida las reacciones que la caracterizan, reci—
ben el nombre de (i experiencias clave ». Entre ellas y el carácter
existe igual relación que entre la llave y la cerradura, entre el
complemento y el amboceptor, sobre todo cuando se agregan ciertas
condiciones favorables del medio. La impresión que deja un pe-
queño descalabro'eticosexual, excitará específicamente un carácter
sensitivo, pero, tal vez, no deje huellas en un individuo quisquilloso
y agresivo. Un pleito civil perdido puede representar, en cambio,
para una persona sensitiva una trivialidad que se olvida pronto,
mientras que, en otra de tipo expansivo, pone todas las reservas
personales en pie de guerra total. Por otra parte, el mismo acon—
tecimiento exterior, que puede ser un amor desgraciado, reviste en
distintos caracteres formas muy diversas como experiencia interna,
las cuales se expresan por reacciones no muy numerosas, con orien—
tación típicamente distinta. Una joven expansiva ve en la infide—
lidad del hombre amado una humillación insultante. para ella y
una deshonra para él, mientras que una muchacha sensitiva no
" Reacciones de la personalidad 251

piensa más que en su propia derrota y vergüenza ; una criatura


histérica infantil, dando pronto de lado a la situación desagradable,
no conservará de ella más que un sordo y penoso descontento,-
y un deseo impulsivo que se descarga más tarde, por ejemplo, en
algunas crisis histéricas. '
Como toda 1a vida afectiva oscila entre dos polos, el yo y el
mundo exterior, la situación subjetiva inmediata de nuestra expe—
riencia interna adopta asimismo una disposición bipolar. Nuestra
actitud psíquica frente al mundo exterior se reduCe a un juego
de fuerzas, dentro del cual experimentamos unas veces sentimien—
tos de superioridad, de esfuerzo alegre, de dominación y actividad,
y' otras, de inferioridad, desaliento doloroso, derrota y vergüenza.
Calificamos de estém'ca la primera actitud, y de astémïca, la segunda.
Según el temperamento, el medio y la educación, la actitud com—
pleja de cada cual ante la Vida se acercará más al polo esténico o al
asténico, de suerte que, por el tipo medio de las reacciones de la per—
sonalidad, distinguimos entre caracteres con predominio de una u
otra disposición. Ya en las reacciones primitivasise advertía esta
orientación preponderante hacia el ataque o 1a huida; por ejemplo,
en las personas de tipo esténico, los actos explosivos y en corto
circuito se manifiestan, por término medio, en forma de accesos de
rabia agresiva y de violencia, y en las de tipo asténico engendran
estados de angustia y desesperación, o bien provoCan una huida
ciega. La simulación histérica impulsa a las primeras a. poner en
práctica sus instintos tiránicos de poder, y mueve a las segundas
a « refugiarse en la enfermedad » con el'fin de sustraerse a los pro-
blemas que la Vida les plantea. 7 .
La 'orientaciónesténica o asténica de las reacciones de cada
sujeto :depende sin duda principalmente de la disposición tempera—
mental. El hipomaníaco se inclina a la actitud esténica, al placer
y la cólera, a la confianza ingenua en si propio y al optimismo
inquebrantable, y está tan seguro de su valor y capacidad que, a ve-
ces, resulta divertido oirle eXpresar esta convicción. El ciclotirnico
flemático, por el contrario, propende al desaliento, a la modestia
tímida, 'a la falta de iniciativa y de confianza en si mismo; trata
de humillarse, de inculparse, y cae fácilmente en reacciones depre—
sivas. También entre los temperamentos.esquizotímicos presenta,
diferencias características la actitud compleja ante la vida, aunque
no es tan sencillo definirlas. En general, muchos hiperestésicos deli-
cados no soportan la intensidad media de los incidentes dela Vida
ordinaria, y basta una ligera chanza o una contrariedad insignifi—
cante para herirlos en el alma, de modo que se sienten lastimados
y ofendidos en todo momento; por eso, se inclinan a 1a actitud
25:2 Personalidades y tipos de reacción

asténica, a los sentimientos más radicales de insuficiencia y a la


formación de complejos penosos, y tratan de evadirse' de la vida
real para refugiarse en el tranquilo reino de la naturaleza inani-
mada o de los ideales y aficiones ajenos a1 mundo, o bien dan co—-
bijo a un sentimiento deSproporcionado de amor propio inestable,
que, a cada instante, amenaza con trócarse en lamentable hun—
dimiento. ‘ ' ,
Los efectos de un estrechamiento autistico son muy distintos
en la psicoestesia. Cuando la resonancia alopsiquica, la Capaci—
dad de sintonizar con las vivencias de los demás, está casi extingui-
da, pero subsiste muy viva la resonancia autopsíquica o sensibilidad
para los pensamientos y sentimientos propios y los ajenos simila—
res, se alcanzan con frecuencia formas realmente grotescas de pre—
sunción y endiosamiento, de deSprecio e' indiferencia hacia los
demás, de sensaciones y acciones esténicas extravagantes y des—
consideradas, que no provienen, como en la actitud esténic'adel
hipomaniaco, de una ingenuidad alegre y bonachona, sino que
sorprenden por su rudeza, su fanatismo, su brutalidad o su dis-
plicencia ; del mismo modo que la actitud asténica del hiperestésico
esquizotimico incurre con. facilidad en un resentimiento nervioso,
lleno de amargura y desconfianza, en oposición a la modestia dulce
y benévola y a la pusilanimidad del ciclotímico calmoso.
En la estructura de la personalidad de caracteres notoria—
mente esténicos encontramos las mezclas más variadas de ele-
mentos prOpios de hipomaníacos ciclotímicos y fanáticos esquizo—
tímicos. En la psiquiatría clínica se conocen bien las relaciones de
losparanoicos expansivos y litigantes con la manía crónica, por
un lado, y con ciertos grupos paranoides (parafrénicos) de la esqui—
zofrenia ; y entre los sensitivos predominantemente asténicos que
forman parte del grupo de los neuróticos obsesivos y de referencia,
observamos a veces afinidades constitucionales dobles del mismo
género, relacionadas de una parte con los hiperestésicos esquizoides
delicados, y de otra, con los depresivos ciclotímicos.
Además de las actitudes esténica y asténica frente a la vida,
el problema de las relaciones entre el yo y el mundo exterior admite
una tercera solución, que no equivale a una victoria ni a una de—
' rrota, sino a un simple repliegue sobre sí mismo: es la actitud
puramente autistica de un corazón que no quiere compartir con
nadie su gozo ni su pena. La. psique se esconde y encastilla para
preservarse de las inclemencias del ambiente, y se entrega en plena
vigilia a sueñOs agradables y perspectivas encantadoras o gran—
diosas que colmarán sus deseos, sin la menor lucha con el mundo
exterior ni la oposición de éste ; o bien la atormentan fantásticas
., Reacciones de la personalidad i 253
quimeras de su propia invención. Esta solución puramente
autis-
tica es privilegio de los esquizoides más bien indolentes
y poco
impulsivos, siempre a base de un temperamento integrado,
al-
menos en parte, por las cualidades ya enumeradas.
No hace falta decir que las soluciones esténica, asténic
a y
puramente autistica adoptadas por una personalidad en sus reac—
ciones frente a estímulos del medio pueden combinarse entre sí
o derivarse psicológicamente unas de otras. Es sabido que los
penosos escrúpulos de conciencia, al cabo de cierto tiempo, y
cuando la tensión afectiva alcanza cierta altura, pueden descar—
garse en violentos actos ofensivos, y que un hiperestésico delicado
termina a veces sustrayéndose a su continua actitud de ofendid
o
en el retiro de una resignación autistica pura.
También observamos a menudo que las reacciones primitivas
se compenetran con las de la personalidad. A través de ésta, una
impresión puede recorrer un trayecto largo y complicado, para
formar de pronto una eSpecie de corto circuito, desaparecer de la
superficie psíquica y volver a presentarse en forma de conversión
histérica, de tic o de trastorno locomotor, en un sitio completa

, mente ineSperado. Otras veces, después de evolucionar así dentro
de la personalidad, el estímulo psíquico puede acabar, por abreac-
ción, en una crisis afectiva repentina, activa y violenta.
Las naturalezas fuertemente esténicas, por influencia de una
impresión muy intensa, terminan a veces la elaboración
interna
de una experiencia por medio de una de esas crisis afectivas.
Una joven campesina, rica, orgullosa y zahareña (1), después
de haber
tenido relaciones con un prisionero ruso, mató al hijo recién nacido
y fue
detenida. A los pocos dias de esta situación, insoportable para
su natura-
leza robusta y arrogante, reacciona entregandose a la oración,
hasta ago-
tarse entre sudor'es y ver abrirse para ella el cielo en
sus alucinaciones
nocturnas ; después recuperó la salud, el buen humor y
la entereza.
Designamos las reacciones de este género con el nombre de
crisis estém'cas agudas. No son nada frecuentes, pues han
de con-
currir influencias exteriores verdaderamente extremas para
que
naturalezas robustas caigan en esos estados excepcionales
.
Se observan reacciones astém'cas sobre todo en personas cal-
mosas, blandas y a la vez hiperestésicas. Cualquier sacudida
psí—
quica algo seria las sume en estados de depresión
nerviosa, y en—
tonces se sienten causadas, agraviadas, indefensas,
sin pensar en
nada. Forman parte del mismo grupo, como es natural,
las depre-
(1) Véase VILLINGER, Gibt es psychogene,
nicht hysterische Psychosen...?, Zschr.
f. d. ges. Neurol. u. -Ps., 57.
254 Personalidades y tipos de reacción

siones reactivas simples, tan frecuentes, de los ciclotimicos flema—,


or
ticos, así como las correspondientes crisis nerviosas de malhum
y de desesperación de los esquizoides. '

DESARROLLOS EXPANSIVOS

Mucho más que las simples reacciones ,esténicas y asténicas


interesan, desde el punto de vista psicológico, los desarrollos psi—
quicos de caracteres ricos en contrastes, es decir, de aquellas perso—
nas en las que una disposición esténica sufre la influencia excitante
de un intenso polo asténico opuesto, o al contrario.
Encontramos los mejores ejemplos de desarrollos, expansivos
en el dominio de la paranoia, en los Zitz'gantes o querulantes, y en
ciertos casos de celotz’gbm y de delirio de persecución. Estos seres
expansivos presentan en primer término una sensibilidad manifies—
tamente esténica : , son naturalezas 'combativas de fanátiCa tena—
cidad, coléricas y agresivas sin contemplaciones, con un amor propio
excesivo e insultante. Pero,- profundizando en el análisisde la vida
interior de tales personas, solemos encontrar allá en el fondo un
punto vulnerable, una hipersensibilidad nerviosa, un foco escon—
dido de sentimientos de insuficiencia ya antiguos. Precisamente
cuando el amor propio se muestra muy tirante y la’ofensiva contra
los demás reviste la forma más aguda y enconada, interesa buscar
más que nunca complejos asténicos profundos: una herida moral
no cicatrizada que ha dejado un sentimiento penoso de impotencia
en
y vergüenza ; un resentimiento, un defecto oculto, una derrota
la lucha por la vida o un temor al vencimiento. Las naturalezas
puramente esténicas se mantienen tranquilas y seguras de si mis—
mas; y no se descomponen ni aun en medio de las luChas ¡más
ásperas ; en presencia de una ofensiva desorbitada contra el mundo
exterior, hemos de SOSpechar, generalmente, que existe una. hip-er-
compensación, una espina asténica clavada en la sensibilidad
esténica. '
de exce—
El profesor Wagner (1), que exteriormente parece un hombre
los demás,
sivo amor propio, brutalmente despreciativo y desdeñoso hacia
de venganza
fragua durante largos años planes cruelmente meditados
por creer
contra el municipio de Mühlhausen, donde antes habia ejercido,
io le habia desacred itado cOn sus calumnia s. En 1913 se
que el vecindar
población, la prende
introduce una noche, bien armado, en la desprevenida
destruye
fuego por los cuadro 'costados, dispara en todas direcciones y
a su paso. Como en sus invenciones dramáticas, se siente
cuanto encuentra
castigo
una especie de Mesías, de superhombre perseguido, ejecutor del

(1) GAUPP, Zur Psychologie des M assenmonís, Springer,_ Berlin, 1914.


. Reacciones de la personalidad ' 255
que el mundo merece por su ’ruindad. El análisis psicológico reveló que,
en 1901, había cometido_secretamente en Mühlhausen un acto de sodomia,
al que siguió un delirio de referencia acompañado de vivos remordimien-
tos: se imaginaba que todo el mundo estaba enterado de su falta, que
murmuraban de él y la comentaban con disimuladas pullas ; adonde quiera
que fuere, creía advertir las mismas alusiones a su pasado, y llegó ala conclu-
sión de que los vecinos de Mühlhausen habían propalado el rumor hasta allí.

Este caso es algo típico ; de la raíz más honda de un complejo


de fracaso y un sentimiento. doloroso de culpabilidad se va des—
arrollando al cabo de decenios, dentro de la personalidad, un
frondoso sistema de ideas de grandeza, de odio y de venganza
agresiva, una exacerbación desmesurada del amor propio y de la
actitud eSténica feroz frente a la vida, en franco desequilibrio.
Algunos delirios de celos, brutales y temibles, de los alcohólicos
descansan igualmente en un sentimiento latente de su culpabilidad
hacia la mujer y de su impotencia sexual ; y lo mismo sucede con
la agresividad moral intolerante y fanática de algunos fundadores
de sectas y apóstoles naturistas, derivada de escrúpulos esténica—
mente hipercompensados a causa de un « pecado de juventud»
(onanismo, etc).
Sin embargo, en muchos casos basta la experiencia de un
simple atr0pello del propio derecho, sin sentimiento de culpabili-
dad personal, para dar comienzo a desarrollos expansivos. No hay
ejemplo tan magnífico y conmovedor de esta lucha por el derecho
como la larga y. sangrienta pelea sostenida por el tratante berlinés
Hans KÓhlhase '(el Michael Kohlhaas de la novela de Kleist) entre
1532 y 1540. l —
Al dirigirse, en octubre de 1532, a 1a feria de Leipzig, Kohlhase tuvo
un altercado con agentes del junker sajón von Zeschwitz, quienes le retu-
vieron dos caballos, exigiéndole para su devolución la entrega de cinco
« groschen » (medio marco) en concepto de piensos, a lo que se negó el
requerido. La intervención del gran elector de Brandenburgo, a quien
Kohlhase había recurrido como soberano suyo, no dio resultado. . Entre—
tanto, los caballos murieron, y Kohlhase perdió toda su fortuna en el pro-
ceso. Se decidió entonces, según, los usos de la época, a enviar un cartel
de desafio a von Zeschwitz, y otro al gran elector de Sajonia, por inmus-
cuirse, y desde 1535 pasó cuatro años devastando e incendiando todo el
país. El mismo Lutero trató en vano de aplacar a Kohlhase, pero éste
persistió hasta que fue Vencido y apresado por el gran elector Joaquin,
quien le hizo ejecutar en la rueda. ‘

La negativa apagar cinco « groschen » de piensos da origen


a una guerra con los dos príncipes más poderosos del Sacro Impe—
rio : tal es el curso típico de graves gestacionnes expansivas. Una
piedrecita cae en el agua y produce una serie de circulos concén-
tricos cada vez mayores, hasta el infinito, con una regularidad »
256 Personalidades y tipos de. reacción

casi mecánica. Un paranoico expanSiv'o, iniciada la reacción, no


descansa ya ni en condiciones adversas; se ve forzado a póner en
movimiento circulos Cada vez más amplios a su alrededor, hasta
quedar deStruído o aniquilar todo lo que esté a su alcance.
En tales casos interviene a veces el resentimiento propio de
las clases inferiores, como se observa en algunos desarrollos con
carácter de delirio litigante,<propios de neuróticos por accidente
indemnizable, que, apelando de instancia en instancia, convier—
.
ten su presunto derecho a pensión en verdadero y único'motivo
de su existencia, descuidando en absoluto cualquier otro punto de
vista. Jefes de partido, sufragistas, adalides de pueblos o clases
que sufren opresión, defensores de sus propios méritos y descubri—
mientos sin recompensa, pueden entregarse a desarrollos psíquicos
expansivos bajo el imperio de su idea sobrevalorada, hasta consa—
grar su vida, ciegos y sordos, a cualquier otro interés, a una lucha
sin cuartel contra el mundo que los rodea. En algunos de estos
tipos se aprecian claramente resentimientos y complejos ocultos
de insuficiencia; pero en otros no se advierte exteriormente más
que la devoción a la causa defendida, lo cual no excusa de pensar
en que el fondo psíquico puede albergar huellas de experiencias
' más íntimas que proporcionan parte de su energia alas aspira—
la in—
ciones generales y, a veces, tienen importancia capital para
tensidad del esfuerzo afectivo. 1
En casos más benign os, las reaccio nes expans ivas a estímulos
que
psíquicos son pasajeras, como ocurre en las neurosis de guerra,
desaparecen al encontrarse el sujeto en un medio favora ble.

DESARROLLOS SENSITIVOS
los de
Los tipos de reacción sensitiva son el contrapolo' de
gener al de la actitu d frente
desarrollo expansivo. La orientación
fuerte oposic ión del polo esté—
a la vida es asténica, pero con una
tan por un
nico. Las personas inclinadas a tales reacciones presen
ra afectiva, debilidad (de carácter
lado una extraordinaria blandu
por otro, ciertos ribetes de ambición y
y gran vulnerabilidad, y
ada, y es—
tenacidad conscientes. Su vida afectiva es muy reserv
sus sentim ientos , siemp re en tensió n cons-
conde en lo profundo
una intIOS pecció n y autoc rítica depura das, una
tante, asi como
personas serias,
moral escrupulosa y un verdadero altruismo ; son
en'cuanto a
¡de aspecto tímido y modesto. Su nota fundamental
delica do, a me—
constitución es la del hiperestésico esquizotímico
mica y bene-
nudo con una mezcla de blandura flemática cicloti
os esquiz otímicos,
volencia altruista. Como todos los hiperestésic
Reacciones de la personalidad ' 257

son propensos a trastornos de conduccion, por estar en desacuerdo


su extremada sensibilidad a las impresiones procedentes del exte—
rior con una expresividad muy deficiente e irregular, por lo que
se observan en ellos fácilmente estasis afectivas que suelen tradu—
cirse en retenciones afectivas o ideas fijas, es decir, en formación
consciente de complejos ; asi guardan durante meses y años una
impresión penosa, que no pueden olvidar ni expresar, y que per-
sistesiempre en situarse con torturante nitidez en el punto visual
de la conciencia. El vivo contraste entre los polos esténico y aste—
nico determina el modo subjetivo eSpecial de adquirir estos com—
plejos la condición de experiencias. Cualidades esténicas tales como
el orgullo y la ambición impiden que el Sujeto se deje arrastrar a
una resignación depresiva, y, a pesar de sus sentimientos de insu—
ficiencia, le espolean constantemente a luchar contra la impresión
que le tortura; pero en estos individuos asténicos delicados, el
vértice del estado afectivo engendrado por esa impresión se dirige,
siempre hacia dentro, contra ellos mismos. La respuesta tipica de
los sensitivos al estimulo psíquico consiste en atormentarse, en
dirigirse reproches, en idear escrúpulos morales, mientras que las
naturalezas expansivas reaccionan habitualmente atacando hacia
fuera, censurando a quienes los rodean.
La experiencia clave para el tipo de reacción sensitiva es la
de insuficiencia vergonzoso, de fracaso moral. Si el estimulo psí-
quico es muy fuerte o la constitución muy débil o inestable, no
se limita a la simple tortura moral que se inflige el propio sujeto,
sino que la energia afectiva del complejo retenido se da a conocer
luego por manifestaciones secundarias que suelen insinuarse ya
en la psicologia normal, yen la psicopatologia aparecen bajo dos
formas principales : delirio sensitivo de referencia y neurosis obsesiva.
Cuando la presión psíquica interna que ejerce la experiencia
retenida alcanza un determinado nivel, conduce regularmente a
la proyección afectiva. El sensitivo no ve entonces el “mundo exte—
rior sino a través de la misma tonalidad emocional con que, en
realidad, se atormenta él solo ; acaba persuadiéndose de que su
vergüenza es de dominio público, de que todo el mundo está
enterado de su lastimosa experiencia, y se imagina que le miran
de manera extraña, que se vuelven a su paso, sonriéndose y ha-
ciéndose Señas. En las conversaciones más triviales, incluso en el
periódico, encuentra por todas partes alusiones encubiertas a su
personaQ Este sentimiento de referencia, fundado en complejos
internos de insuficiencia (y, aunque en menor grado, al exaltarse
el amor propio), cuando leve, es fisiológico como actitud psíquica
general; pero si se agrava, crece a manera de desarrollo para-
17. KRETSCHMER: Psicología médica.
7258 Personalidades y tipos de reacción

noico (1) hasta convertirse en grave delirio de referencia, a veces


con formación de un sistema de amplias ramificaciones, ingeniosa—
mente combinatorio. Entre ambos extremos se hallan las neurosis
leves y pasajeras de referencia, que se observan a menudo en el
ejercicio de la profesión médica. ,
Las reacciones sensitivas tienen puntos de partida tipicos,
especialmente apropiados para engendrar una impresión de insu-
ficiencia vergonzosa. En primer término figuran aquí también.
complejos sexuales, y, ante todo, la razastzrrbac-ión practicada en
secreto y combatida en vano a pesar de un gran consumo de ener-
gía moral, fuente constante del sentimiento de derrota moral
inconfesable. Esto da origen a una combinación singular de hipo—-
condría, ideas sensitivas de referencia, depresión y nervosidadr
generales; la hipocondria, como hemos visto antes, suele ser a.
menudo una forma larvada de escrupulosidad moral. Asi, acuden
a nosotrós algunos jóvenes que comienzan por quejarse de moless
tias nerviosas generales u orgánicas, mientras que su rostro revela.
angustia y grave tensión interna. Al interrogarles a fondo, con--
fiesan que se masturban, y que les obsesiona, además, el temor de:
estar enfermos de la médula raq‘uidea, alegando, ala vez, que tienen
ojeras y todo el mundo lo nota al pasar.‘ De estos sentimientos
hipocondríacos de referencia, ligeros, 'muy difundidos y escasa—r
mente especificos de los masturbadores, a través de numerosas
formas de transición, se llega a las graves enfermedades paranoicas.
con delirio de referencia ya sistematizado.
Un maquinista soltero, que se masturbaba mucho y habia formulado
a su cuñada una declaración de amor, enérgicamente rechazada, empezó
a figurarse cada vez con más insistencia que sus compañeros le espiaban.
de nóc‘he a través de 1a ventana; según decía, encontró sospechosas hue—
llas de herramientas en la cerradura de su baúl, que sus compañeros ha—
brían registrado probablemente en busca de manchas de esperma en su
ropa y de libros pornográficos. Creia escuchar a todas horas observaciones.
de su hermano alusivas a su fracasada proposición amorosa, y cínicas in—
directas de sus camaradas a propósito de su masturbación; asi terminó
disgustándose con las personas que le rodeaban, sintióse traicionado y recha-
zado por todo el mundo, y, después de una gestación progresiva de su deli-
rio a lo largo de un año entero, un intento de suicidio sirvió para desear—v4
garle de su tensión afectiva y decidirle a informar francamente al médico.
Otro punto de partida tipico es el amor taz/dio de las solteronas,
que, en las cercanías de la menopausia, suele abatirse sobre estas.
mujeres en forma de sobreexcitación erótica involuntaria, indu—-
j (1) Por descansar sobre una base constitucional hiperestésica esquizoide en parte
las reacciones sensitivas y los factores genéticos se encuentran a menudo también impli-
cados en la trama psicológica de procesos esquizofréniCos incipientes, que degeneran más.
tarde en estados de demencia.
Reacciones de la personalidad 7 259

ciéndolas a prendarse de hombres mucho mas jóvenes que ellas,


o de casados. Se trata de arrebatos que no pueden‘reprimir, ni
tampoco encuentran lícito darles libre curso ; consumiendo todas
sus energías morales, sólo consiguen fracasar una y otra vez, y así
se producen desarrollos sensitivos, neurosis y formas paranoicas de
delirios de referencia muy semejantes 'a las descritas.
Es menos frecuente que originen manifestaciones sensitivas los
conflictos de conciencia o los sentimientos de insuficiencia no
sexuales, la postergación jerárquica, los disgustos de índole profe-
sional Y sus análogos. .
Más complicadas y dificiles de comprender que el delirio de
referencia son las gestaciones psicológicas de la neurosis obsesiva.
Esto obedece a que, en tales casos, cooperan con las elaboraciones
perceptibles de la personalidad ciertos mecanismos psíquicos pro-
fundos, que entran en actividad por obra de análogas retenciones
y complejos como el de la insuficiencia moral humillante ; y, en
más de un sentido, son también tipos parecidos de personalidad
sensitiva los propensos a este género de neurosis. _
Lo mismo que en las neurosis de referencia, y casi con mas
claridad, podemos apreciar aqui algunas veces que esta compleja
estructura del carácter se desarrolla. genéticamente a partir de
disposiciones biológicas elementales. Cierta predisposición a un sen—
timiento moral refinado puede ir ya asociado, como tal, a los com—
ponentes del temperamento esquizotimico liiperestésico o delcicloe
timiCo flemático, y, sobre todo, a la Combinación de unos y otros,
en cuanto una capacidad mas o menos grande de resistencia al
dolor constituyela premisa de toda simpatía altruista profunda
o del dominio minucioso que cada cual puede ejercer sobre sus
propios movimientos psíquicos.
Pero a esto se agrega, en muchos sensitivos, un elemento espe—
cial y muy señalado de la constitución, que consiste en una anomalía
cualitativa o cuantitativa dei instinto sexual, muy opuesta a esa
tendencia a la evolución moral del caracter en conjunto. Es sor-
prendente el. gran número de enfermos de neurosis de referencia
u obsesiva que nos dan cuenta de un instinto sexual muy intenso
y tan precoz, que ya en sus primeros añosde escuela los impulsaba
a masturbarse en exceso y a emprender pueriles aventuras amo—
rosas, asi como a pensar en obscenidades sexuales y a presenciarlas
con curiosidad ; otras veces encontramos en ellos evidentes impul-
sos perversos secundarios, especialmente de caracter sadicomaso—
quista y homosexual (1). Tales elementos impulsivos secundarios
(1) A veces constituyen claramente el punto de partida de ciertos mecanismos
obsesivos, y otras parecen ser meros accidentes anamnésicos, por ejemplo; « La paciente
260 Personalidades y tipos de reacción

inmorales del genotipo obran como un aguijón sobre los frenos


morales de los impulsos, y determinan su hipertrofia; En la per—
sonalidad total se Jforman sobrecompensaciones, éticas enormes,
que sirven de sólido tOpe contra los impulsos sexuales exacerbados
o perversos ; esto se traduce en una curiosa exactitud, escrupulo—
sidad y mojigateria, que, en los casos favorables, da origen a una
verdadera hipertrofia moral y hace con frecuencia de estos sujetos
verdaderos personajes de gran valor social, respetables y altruistas.
Sin embargo, es más corriente que este tipo de'moral exagerada
sirva, ante todo, para dar libre curso a tendencias torturadoras
contra el mismo individuo y contra otras personas, con escaso
efecto útil.
Se ha c0mprobado que algunas neurosis obsesivas evolucionan
como sigue: Un fuerte impulso nacido de la disposición sexual
anómala, con tendencia a la masturbación, a pensar y. hablar de
obscenidades o de escenas crueles y voluptuosas imaginarias, por
ejemplo, se impone repetidamente a la conciencia de la personali—
dad total, en virtud de sus vínculos constitucionales, y es rechazado
una vez y otra con adecuada energía. La ambivalencia normal
de las representaciones sexuales alcanza intensidades extraordi—
narias por otra de esta oposición violenta entre los dos polos de
la personalidad. De esta ambivalencz’a extremada se'derivan, como
en el pensamiento del hombre primitivo, formaciones tabú, un
intenso temOr a todo contacto corporal o psíquico, una red cada
vez más intrincada de preceptos, prohibiciones, ceremonias, nor-
mas de purificación y de penitencia. Una palabra o imagen obs—
cena se abre paso en la imaginación del neurótico obsesivo; para
rechazar el impulso culpable se crean palabras sustitutivas, accio—
nes antagónicas, movimientos simbólicos de defensa, castigos vo—
luntarios, y de éstos se pasa poco a poco a ceremonias constante—
mente renovadas y al final nada afines a los elementos iniciales ;
así se observa en el impulso a las abluciones, en el ceremonial
que observan ciertos neuróticos obsesivos para actos tan sencillos
como los de acostarse o vestirse, y, finalmente, en la idea, fluc—
tuante entre el deseo y el miedo, que hace rodear sus actos de un
ritual casi religioso e impenetrable, como a1 jefe venerado y temido
de una tribu salvaje. La contradicción constante que existe entre
los impulsos reprobados y los preceptos morales de la religión ori-
gina también sólidas asociaciones por contraste entre representa—
ciones obscenas v sagradas, por lo que el neurótico, con gran
se ha interesado mucho por la matanza de puercos desde los seis años; primero le ins-
piraba pavor, y luego, un vivo deseo de ser sacrificada ella misma; le producía un sen—
timiento agradable ver cómo los animales se echaban con calma de costado para desan-
grarse hasta morir» (componentes masoquistas).
Reacciones de la personalidad 2.61

, desesperación [por su parte, se siente a veces irresistiblemente


empujado a las blasfemias más atroces en medio de los actos más
solemnes de la iglesia. Por consiguiente, en las representaciones
obsesivas existe una eSpecie de transacción por la que el impulso
se rechaza y, a la vez, se pone en curso en una forma atenuada.
No sabemos si todas las neurosis obsesivas siguen esta evolución,
pero lo cierto es que algunos pacientes nos descubren de este
modo el desarrollo de todo el proceso.
Paralelamente a las ceremonias tabú de los primitivos, la
neurosis obsesiva utiliza en abundancia mecanismos hiponoicos,
como los de traslación y simbolizaez'óm, enteramente análogos alas
formaciones correspondientes de la esquizofrenia. Asi, el impulso
a las abluciones, tan difundido,-puede ser efecto de una traslación
de sentimientos de contaminación (por onanismo, etc.) a otros de
contacto inofensivo. En todos los casos de este género, la presión
psíquica interna se hace patente a través de los puntos de menor
resistencia.
, Una joven piadosa ama en silencio y apasionadamente a un montero.
Este, que no advierte nada, cambia de residencia un día sin haber hablado
con ella. La excitación sexual de la muchacha se hace entonces tan intensa,
que no excluye siquiera a su padre ni a su hermano, y acaba sintiéndose
dispuestaa «caer en los brazos de cualquier jornalero ». Recurr‘e a toda su
religiosidad para rechazar esas malas ideas, pero en vano; quiere renunciar
a los placeres mundanos para Consagrarse a una vida devota. Por la época
en que tomó esta decisión, habló con una amiga que habria querido ser
hermana de la Caridad, pero temía no poder renunciar al amor sexual;
esta amiga se refirió al pecado original y a la tentación de la serpiente en
el Paraíso, y expuso su opinión de que la frase bíblica del « conocimiento.
del bien y del mal » no era más que una velada alusión a que Adán y Eva
habian tenido relaciones sexuales antes de que Dios se lo permitiera. Poco
después de este encuentro, nuestra enferma amanece un día, tras una
noche sin dormir, con un acceso de tos convulsiva y vómitos, y desde en-
tonces comenzó a atormentarle la obsesión de que tenía en el cuerpo una
serpiente la sentia a veces con claridad alucinante hacia la nuca, por lo
que no cejaba en sus intentos de expulsarla por la boca.

Este es un caso bien palpable de simbolización propia de la


neurosis obsesiva. La conversación con la amiga proporcionó el
pretexto en virtud del cual la tentación sexual que minaba por
dentro a la enferma, se trueca en un símbolo mitológico de tiem—
pos remotos. Los esfuerzos violentos con que trata inútilmente de
desembarazarse de la serpiente, son trasunto de su vano forcejeo
con la propia sexualidad, simbolizada en el reptil. Así es como-
la gestación, inicialmente pura, de una vivencia dentro de la per-
sonalidad, al aumentar la tensión afectiva, puede saltar súbita-
mente al estrato hiponoico y poner allí en marcha mecanismos
26'? Per Onalidades j; tipos de reacción

autónomos, no accesibles ya a las elaboraciones de la personali-


dad total.
A pesar de lo expuesto, no debemos olvidar que los complejos
y los efectos de las experiencias internas no explican todos los
fenómenos de la neurosis obsesiva,' que es inevitable suponer la
existencia de un aparato de asociaciones anormales y congénito,
capaz de orientar los efectos de las experiencias psíquicas en las
direcciones especiales que dejamos descritas.

REALIZACIÓN IMAGINARIA o AUTÍSTICA DEL DESEO

_ Con frecuencia encontramos ya, en algunas reacciones primi—


tivas, ciertos mecanismos catatímicos por los que el sujeto, en un
estado análogo al de ensueño o delirio, ve realizados sus deseos
y temores. Asi ocurre, por ejemplo, en las «fantasías delirantes
de los degeneraoios >> y los reclusos (1) y en los estados crepusculares
histém’cos, en los que, a veces, contempla el enfermo, a modo de
película, escenas de la situación apetecida. Una mujer, desdichada
en su matrimonio y sin hijos, amaba realmente al hermano de su
marido. Esta situación llegó a sumirla en un eStado crepuscular
histérico intermitente ; en una de sus crisis se veia salvando de
una casa en llamas a un niño recién nacido, a quien acaricia y
estrecha en sus brazos ' en otra, se hallaba en un cementerio, donde
iban a enterrar a alguien, acaso a un pariente lejano, pero inexpli—
cablemente faltaba su marido, y ella estaba sentada junto al cu—
ñado, bebiendo cerveza con él. Es decir, que en uno de sus estados
crepusculares satisface su vehemente deseo de tener un hijo, y en
otro ve convertirse en realidad otro de sus anhelos, al faltar el
marido y encontrarse ella misma al lado de su cuñado. (Aquí se
nos ofrece, además, un magnífico ejemplo del mecanismo onírico
de figura superpuesta : en el féretro, donde se concentra el acento
afectivo de toda la situación y donde, lógicamente, deberia haber
imaginado a su marido, no ve sino una figura aparentemente
secundaria que le sustituye, con lo que se atenúa lo que hay de
inmoral en su sueño, transparente en cuanto al resto).
La realización autistica del deseo sólo nos interesa en este
lugar en cuanto se piresente en forma de desarrollo patológico.
En la psicología de la paranoia crónica encontramos, al lado de
los desarrollos expansivos y sensitivos, tales realizaciones imagina—
rias deSiderativas en concepto de tercer componente principal,
muy interesante, sobre todo, a manera de delirio amoroso 670,742.00.

(l) K. BIRNBAUM Psmhosen ami lValmbildung zmd :¿aizmzafrïa Luzbzldzumm bei Dagr-
nantzven, Mailmld, Halle, 1908
Reacciones de la personalidad ‘ ' i303

Una joven apacible, laboriosa, siempre contenta en su interior, y que


nunca se preocupaba de Vidas ajenas, encuentra en la fábrica donde tra—
baja a un capataz que le agrada; no tarda en interpretar cada mirada
suya como una seña de amoi, y, al ausentarse él definitivamente, queda
la muchacha persuadida en absoluto de que se casará algún dia con ella.
Con esta idea vive en adelante feliz como una. prometida, sin el menor
recelo, y ninguna objeción es capaz de disuadirla.

Este es un mecanismo muy sencillo, rectilineo, que sólo cuan—


titativamente difiere de la actitud psíquica de los enamorados
normales. En otros casos de delirio amoroso, al lado de esta satis— *
facción autistica de los propios deseos se encuentra en naturalezas
apacibles y reservadas como una repercusión de graves reveses y
desilusiones, o un vivo resentimiento de solteronas desairadas, que
puede exaltarse hasta perseguir fanática e implacablemente a los
hombres amados sin correspondencia cón importunidades, propo-
siciones y amenazas de suicidio, e incluso con maliciosas calumnias
de índole sexual y reivindicaciones legales. Esto es también lo que
convierte a tantas mujeres neuróticas en coa/madres. intrigantes, o las
impulsa a escribir cartas anónimas, a buscar la satisfacción de su
deseo sexual y de su resentimiento al mismo tiempo en la invención
y propagación de calumnias. deshonrosas sobre la vida sexual de
los demás, y sobre todo de las personas más apreciadas y felices ;
estas maquinaciones llegan a convertirse en razón de vivir y núcleo
de su personalidad.
Pero la realización imaginaria del deseo puede desenvolverse
también por vias psicológicas laterales y sustituciones nada coi—
rrientes. '
Conocimos a un viejo campesino, trabajador y competente, que seguia
persuadido de que 1a jovencita, ya madre de familia, a quien amó de joven
sin ser correspondido, acabaría casándose con él. Cuando veia a los hijos
de su amada corriendo por la calle, decía: «¿De quién son estos niños?
De ella no, Sino de parientes suyos». Y era imposible convencerle de lo
contrario. Este hombre se enamoró más tarde de otra muchacha, sirvienta
suya, que después marchó a Stuttgart a trabajar en un bar automático;
durante meses estuvo haciendo viajes de muchas horas en ferrocarril para
pasearse a diario un rato por delante del establecimiento, sin verla, pues
ella le detestaba y rechazaba sin miramientos; pero cuando regresaba en
el tren, aquel hombre se sentía aliviado. Un dia, la mujer de quien primero
estuvo enamorado le escribió, por consejo de su madre, una carta para
disuadirle de sus absurdos viajes, enterarle de que se habia casado hacia
mucho tiempo y aconsejarle que se resignara a lo irremediable. Esta carta
de su primer amor bastó para que renunciase para siempre a las visitas
que venía haciendo a la mujer que amaba sólo en sustitución de aquélla.

Aquí tenemos una bella demostración psicológica de cómo


sentimientos internos fuertes pueden trasladarse de su objeto
264 Personalidades _v tipos de reacción

propio A a otro B que lo sustituye, sin. variar en el fondo, y siem—


pre sujetos a la influencia de A en cualquier sentido. A cambio
de una felicidad que le fue negada por el amor de su juventud,
busca otras: primero, la ilusión de poderse casar algún día con
la mujer amada, y ello le hace dichoso, hastael extremo de llenar
su vida; en segundo lugar se forja una felicidad sustitutiva en el
amor imaginario por la segunda joven, y, al verse rechazado, aún
encuentra una tercera en sus paseos por delante del bar automático.
Este caso psicopatológico es un ejemplo fiel de la evolución
psicológica normal de las tendencias desiderativas crónicas, de su
gestación dentro de la personalidad. Un funcionario ambicioso, al
ver cerrado su acceso a categorías superiores, puede convertirse
en un querulante expansivo o en un sensitivo cavilador que se
atormenta a si mismo, o se imagina una felicidad sustitutiva me—
diante la persuasión de que la vida reposada del campo es muy
preferible a una poltrona de ministro. Estas son las tres direcciones
principales de la gestación reactiva a través de 1a personalidad.
Hemos conocido incluso a médicos que padecían tuberculosis pul-
monar grave y, aun en la fase final de su dolencia, poco antes de —
morir, forjaban proyectos matrimoniales: hasta ese punto se do—
blegan los pensamientos y obras de una persona a una tendencia
optativa tiránica como la del instinto de autoconservación, esfu-
mando a veces todos nuestros conocimientos y todo nuestra expe—
riencia. Tal felicidad sustitutiva, tales artificios catatímicos cóns-
tituyen para muchos sujetos un apoyo precioso e insustituible
para soportar su suerte, para disimular y aliviar hábilmente la
brutalidad de la vida real; cabe considerarlas, por ello, como una
ingeniosa regulación biológica. Nadie puede perturbar estas regu—
laciones tan cruel e inútilmente como el médico, al revelar sin
rodeo sus conjeturas y diagnósticos en situaciones de vida o muerte
para el enfermo.
En la psicologia religiosa de los pueblos más diversos han
cristalizado las realizaciones autisticas de deseos en sistemas com—
pactos de mitos y dogmas. Asi, la creencia en la inmortalidad
puede interpretarse como una superación catatímica de la certeza.
real de la muerte; el paraiso, 'la felicidad que sustituye todos
los deseos no satisfechos durante la vida, la idea del infierno,
responderian al resentimiento y a la necesidad de justicia del hombre
primitivo. La mitologia de cada pueblo pinta el paraíso con los
colores locales que justamente caracterizan sus deseos y aspira—
ciones particulares.
QUINTA PARTE
Psicología médica práctica

CAPÍTULO XV

El peritaje

PSICOLOGÍA DEL TESTIMONIO

Las imágenes de nuestros recuerdos no están en nuestro


cerebro ya reveladas, como placas fotográficas, para ser reprodue
cidas estereotípicamente cuando las necesitamos. Lo que en la
memoria queda algún tiempo después de una escena vivida, suele
consistir en algunos vestigios de impresiones ópticas, acústicas y
táctiles, que, ya al nacer, se confunde con elementOs de otras re-
presentaciones elaboradas ; cuando se invita a un sujeto a relatar
lo que ha sucedido, agrega siempre algo de su propia cosecha,
a menudo más que algo, sin darse cuenta de que no se limita a
evocar recuerdos irrefutables, aseverables por juramento. A1 soli-
citar, por ejemplo, de los próximos parientes de un enfermo que
nos describan fielmente cómo se desarrolló el último acceso de
epilepsia, con frecuencia agregan a pormenores exactos otros falsos:
que rechinaba los dientes o echaba espuma por la boca, y esto
sólo porque es corriente asociar estos sintomas al cuadro de la
crisis epiléptica. La escena del ataque, imperfectarnente conser—
vada en su memoria, se completa con elementos tomados del
depósito general de sus representaciones, precisamente con aque—
llos que lo redondean, de acuerdo con la probabilidad subjetiva.
Este proceso inconsciente de desfiguración de los recuerdos
adquiere un relieve muy notorio cuando en él intervienen co-
rrientes catatírnicas, o sea, en primera línea, si el narrador tiene
un interés subjetivo por determinada versión'de los hechos. Esto
se observa, por ejemplo, cuando media el deseo de obtener una
pensión, o el temor de una sanción penal, o alguna razón de diplo-
5366 Psicologia médica práctica

macia doméstica o profesional ; entonces, el sujeto está interesado


en atribuirse una enfermedad o en sugerir un determinado origen
de la que realmente padece. Los pormenores que, en el conjunto de
la situación, carecen de acento afectivo y no encuadran en ella, se
,oscurecen, se eliminan, mientras que sobresalen Vivamente los car—
gados de afectividad. La pretensión de ser indemnizado, por ejem—
plo, puede trasladar con asombroso relieve a la conciencia, sin que
el interesado advierta su exageración, algunas molestias reales,
pero insignificantes, que antes del accidente habían existido durante
años enteros sin despertar la atención. Precisamente en los candi—
datos a pensión suele hallarse sujeta la memoria a un continuo
proceso de deformación catatímica, en Virtud del cual las molestias
exageradas y los trastornos simulados de un modo semiconsciente
se «objetivan» sin notarlo, es decir, adquieren, para la conciencia
del sujeto, valor de síntomas patológicos verdaderos, y por otra
parte, a fuerza de repetir lo ocurrido, el sujeto llega a modificar
en su favor las relaciones de tiempo entre el accidente y la apari—
ción de la enfermedad, hasta convertirlas en una idea fija. Muy
parecidas son las deformaciones catatímicas de los recuerdos en
sujetos amenazados de procedimiento judicial o que sufren prisión
preventiva.
Además del interés subjetivo, intervienen especialmente en la
deformación de la memoria ciertos factores afectivos enérgicos,
tales como el entusiasmo idealista (optimismo), la adhesión personal
de índole erótica o religiosa, a favor de la cual el jefe de una secta,
por ejemplo, transmite a sus jóvenes discípulos complejos enteros
de representaciones, y las creencias supersticiosas ; o sea, todolo
sensacional, horripilante u'oscuro, capaz de excitar fuertemente la
imaginación. I i
No podemos evitar las deformaciones mnemónicas de la reali—
dad ; pero podemos reducir las probabilidades de error recogiendo
vai/ios testimonios de personas con actitudes distintas frente a la
situación que se trata de aclarar. En los expedientes psiquiátricos
nos valemos de tres fuentes de información : 1.0, los datos facili—
tados por el mismo enfermo; 2.0, los que proporcionan quienes
le rodean, y 3.o, los informes oficiales de las Autoridades (rectorias,
_ oficinas municipales, maestros, superiores, etc). Estos últimos
sirven más bien para corroborar una sólida armadura de hechos
principales, mientras que los datos del paciente y de sus allegados
sirven, sobre todo, para analizar las correlaciones y móviles psíqui—
cos más íntimos. Pero, desde el punto de Vista metodológico, es
fundamental en toda reconstrucción importante de hechos, tanto
si se trata de simples anamnesis quirúrgicas o médicas como de
El peritaje 2-6 7

los sutiles analisis del psiquiatra o del juez de instrucción, no dejar


que hablen varios testigos a la vez, sino oz'r a cada ano de los prin-
cipales y recoger sus. declaraczones por separado mientras depone
un testigo, los demás deben eSperar en la antesala.
También los peritajes escritos deben sujetarse a este sano y
concienzudo procedimiento. Por eso, dividimos los peritajes de algu-
na importancia en cuatro o cinco partes de distinto título : 1.o Prueba
documental (extracto brevede los documentos oficiales proporcio-
nados por el tribunal o el juzgado, las compañías de seguros u
otros centros oficiales). 2.o Declaraciones de parientes y conocidos
del enfermo, prestadas además ante nosotros, con el nombre de
cada testigo. 3.° Informes a’e la persona. a que se refiere el peritaje.
4.o Resultados de reconocimientos, que comprenden todos los datos
de interés objetivo para el médico, tanto en» la primera entrevista
como en el curso de la observación ulterior del enfermo ; y 5.° Peri—
zfay'e, o dictamen definitivo del médico, fundado en todos los datos
conocidos, y que se formulará aparte, nunca con el sumario o rela- .
ción de los hechos Estos cinco puntos pueden resumirse mejor en
tres: antecedentes (titulos 1 y 2, por separado), resaltado del reco—
nocimiento y la observación (títulos 3 y 4, por separado), y peritaje
(título 5). Los certificados médicos breves se formulan sin recurrir
a esta división, pero manteniendo siempre cierta separación que
permita distinguir entre observaciones objetivas y juicios subjeti—
vos del médico, o si se trata de un dato anamnésico facilitado por
tal o cual persona.

PREGUNTAS SUGESTIVAS

Si bien una de las principales fuentes de error en la recons- '


trucción de los hechos radica en datos deliberadamente falsos o en
deformaciones inconscientes de los. recuerdos del sujeto, otra no
menos fundamental se deriva de la técnica viciosa del médico al
interrogar. Según la fuerza sugestiva inherente a cada pregunta,
distinguimos cuatro variedades de éstas, por ejemplo:
1.o ¿Ouiere usted decirme lo que le trae aquí?
2.° ¿Siente usted dolores, o no tiene ninguno?
3.o ¿Le duele algo?
4.o Tiene usted dolores, ¿verdad?
La primera pregunta no tiene nada de sngest'iva ; la segunda
es alternativa ; la tercera, sngeszï'z'va pasiva, y la cuarta, sngestz'va
activa. A
La pregunta no sugestiva tiene la ventaja de engendrar en la
persona interrogada un estado psíquico exento de prejuicios, pero
‘NGS Psicologia médica práctica

hace perder mucho tiempo, pues muchos pacientes, aprovechando


la libertad que se les concede, se pierden en detalles sin importancia,
y, a veces, olvidan lo principal. En cambio, la pregunta alternativa
deslinda inmediatamente el tema de la conversación, ahorrando
tiempo, y nos permite llevar al paciente a los puntos de mayor
interés para el diagnóstico; además, no incurrimos con ella en
sugestión perceptible, con tal de aplicar igual entonación a sus
dos partes, sin acentuar una de ellas inclinándole a responder en
determinado sentido. Es preferible muchas veces valerse de pre-
guntas alternativas compuestas de varios miembros, por ejemplo :
«¿Tiene usted dolores sordos, urentes o lancinantes? ». Sin em—
bargo, en toda pregunta alternativa se esconde cierto factor de
sugestión, en cuanto con ella atraemos la atención del‘enfermo
hacia un punto determinado ; un simulador astuto puede caer asi
en la'cuenta de que los dolores son algo esencial en el cuadro
morboso discutido, y contestar afirmativamente. Por otra parte,
en comparación con preguntas de la variedad primera, la alterna—
tiva presenta el inconveniente de impedir que el enfermo siga el
curso espontáneo de sus ideas, de interrumpir una y otra vez su
ilación con desconcertante imperio. La pregunta tercera adolece
- de dos grandes inconvenientes : contiene un fuerte factor sugestivo
y otro de comodidad, que favorece la inercia mental del interro—
gado, quien, si es persona torpe o un niño, deduce fácilmente de
tal'pregunta que los dolores son propios de la afección en debate,
y que, por complacer al médico, debe contestar en este sentido,
aunque no sienta dolores o éstos sean insignificantes ; además, por
. pereza mental o inadvertencia se inclina a responder simplemente
«Si >> a la pregunta «¿Siente usted dolores? », y « No » a la de
« ¿No siente usted dolores? >>, o bien a afirmar o negar, de acuerdo
con sus respuestas, a las preguntas precedentes, mientras que la pre—
gunta alternativa, sobre todo cuando se formula con la entonación
deseada, obliga al enfermo a fijarse antes de responder. La variedad
cuarta, que es la pregunta activamente sugestiva, posee las carac-
, terísticas psicológicas de la tercera en mayor grado; ante la acti—
tud resueltamente positiva del que interroga, el interpelado nece—
sita oponer cierta resistencia para no responder con un simple
« Si >>.
En consecuencia, empleamos los diversos tipos de preguntas
del siguiente modo: El primero, cuando tenemos ante nosotros
a pacientes que saben describir de manera expresiva y concreta, e
. interesa mucho una relación objetiva, amplia y espontánea que
sirva, ante todo, de orientación inicial. Al llegar a los pormenores,
acudimos, para abreviar, a preguntas alternativas, y, según el tiempo
El peritaje i “769
disponible, dejamos hablar libremente al enfermo en los interva
los.
La pregunta sugestiva pasiva (variedad tercera) no se
utiliza, a ser
posible, pues tiene mas inconvenientes que ventajas. Y la sugesti
va
activa nunca se emplea por sistema, sino de intento
y en casos
bien determinados ; por ejemplo, para comprobar la exactitud de
algún dato, como cuando se sugiere al enfermo que
debería tener
dolores en un sitio opuesto a aquel en que los siente de verdad
.
Si se trata de falsos dolores ciáticos, preguntamos al enfermo :
<< ¿No es cierto que le duele a1 doblar tanto la pierna? », y agrega—
rnos luego : « Teniéndola asi, alta y extendida sin forzarla, ya
no
duele». Cuando el paciente sufre en realidad vivos dolores, éstos
prevalecen frente a la pregunta sugestiva, pero no sucede siempre
asi cuando se trata de ligeros indicios.
El médico capaz de recoger una buena anamnesis proporciona
a su juicio una base cuyo valor objetivo es, a menudo, mucho mayor
que el de los resultados equivocos de un reconocimiento. Un inte—
rrogatorio mal llevado es tan perjudicial como una técnica defec—
tuosa de exploración.
Quedan por decir unas palabras sobre la forma de anotar por
escrito la anamnesis. Debe hacerse textualmente, conservando
in—
cluso las expresiones dialectales, y, a menos que el tiempo apremie,
no ha de contener términos técnicos. Al escribir, por ejempl
o:
«El paciente se queja de dolores lancinantes y trastorno atáXico
de la marcha», puede creerse más tarde que sentamos entonces
el diagnóstico de tabes ; pero transcribiendo algunas de las frases
con que el enfermo describe su enfermedad, en caso de duda ulte—
rior queda siempre el recurso de revisar todas las posibilidades
diagnósticas del caso y preparar asi una relación objetiva para
los extraños. y las Autoridades, una base firme en que apoyar el
dictamen. ‘

EXAMEN DE INTELIGENCIA y MÉTODOS EXPER


IMENTALES
En el vocabulario de la medicina práctica se entiende por
inteligencia la facultad de adquirir y manejar represe
ntaciones.
Distinguimos entre inteligencia reproductiva, que compr
ende la
recepción y transmisión de conocimientos tomados del
exterior,
e inteligencia productiva, encargada del manejo
autónomo de las
representaciones, o sea, ante todo, de las funciones
aperceptivas,
del análisis y la síntesis de representaciones,
de la formación de
juicios y conclusiones.
Entre las funciones de la inteligencia reproductiva, para el
examen médico interesan principalmente la capacidad de notació
n
¡3,70 Psicologia médica práctica

y la memoria. Entendemos por capacidad de notación, aprehensión


o fijación, la facultad de asimilar más o menos rápidamente nuevas
impresiones, y por memoria, en sentido estricto, bien la de alma—
cenar en el cerebro las huellas mnési’cas (engramas) así obtenidas,
bien la de restituir a la conciencia los engramas acumulados (ecfo-
ria). No (lescribiremos aquí sino los métodos de examen más sen—
cillos aplicables a la práctica diaria.
Se prueba la capacidad de notación haciendo repetir al sujeto
series de cifras enunciadas previamente en,su presencia. Todas las
cifras enunciadas se anotan cada vez, entre paréntesis, en una hoja
de papel, y a continuación se escribe la respuesta del examinado,
señalando su ritmo y las pausas mediante puntos, así como, con .
la maxima fidelidad posible, los defectos de enunciación : retardos,
interrupciones, repeticiones, insistencias en consonantes, etc. El mé-
dico debe pronunciar cada número con monótona regularidad, pues
la disposición rítmica de la serie, la reunión de los números en
grupos, facilitan su repetición por parte del sujeto. Procediendo de
este modo se obtiene, por ejemplo, "la siguiente relación :
(428635) 4286. ..5
(39415) 39415
(286359) 28.. 63.. .zz.. ..9
y asi sucesivamente. .
Los adultos de inteligencia normal pueden retener y repetir
fácilmente series de hasta seis cifras; cuando los errores son fre—
cuentes con series de cinco o seis digitos, existe una debilidad inte-
, lectual propiamente dicha o una seudodemencia simulada o his—
térica; esta última se descubre a menudo con facilidad haciendo
repetir series cortas de cifras. El seudodemente, para poner
de manifiesto su estupidez, se vale de colores muy chillones o de
medios inadecuados. Huraño y agitado, da vueltas por toda la
habitación, interrumpiendo a cada momento con un « ¿qué? » o un
«¿cómo? », afirmando que el cielo es verde y que 2 y 2 son 5,
y contando con tonillo infantil que unos hombres negros. le quieren
cortar la cabeza, etc. Utiliza medios inadecuados, porque, con fre-
cuencia, para expresar su debilidad mental, aplica los habituales
en sordos, sordomudos o disfémicos, lee por el movimiento de los
labios, se pone la mano ahuecada junto a la oreja, retarda la emi-
sión de sílabas, tartamudea, interrumpe las frases como si no
encontrara las palabras apropiadas. Todo ello se revela muy cla—
ramente a menudo en la repetición de series de números ; el simu—
lador repite, por ejemplo, sólo dos o! tres cifras, lo que únicamente
se concibe en la imbecilidad muy grave acompañada de síntomas
El peritaje ' 13571
somáticos orgánicos ; o bien omite sistemáticamente siempre
deter—
minadas cifras, por ejemplo, la penúltima en series de
seis, o se
detiene antes de enunciar una de ellas, siempre la misma, o
hace
una pausa larga, como esforzándose por recordar, antes de cada
repetición, mientras que losindividuos que realmente poseen escasa
capacidad de fijación, repiten lo antes posible para no olvidar lo
que han oido; o cuenta con los dedos (esto caracteriza también
a los seudodementes cuando han de resolver problemas de cálculo
mental), o titubea antes de enunciar un número, aunque, por las
primeras letras que se le escapan, se aprecia que lo tiene en la
cabeza, etc. Si al repetir series de digitos o resolver problemas de
cálculo dan respuestas pamfa'sz'cas deliberadas, muchas veces se
comprueba sin esfuerzo, por las afinidades asociativas de la reacción
verbal falsa, que el simulador conoce bien la palabra adecuada.
A la pregunta «¿cuántos son 6 por 8? », responde, por ejemplo
,
« 84 >> (inversión del orden), << 68 » (los digitos de la pregunta),
« 24 >>
(la mitad del producto), o « 49 » (el número inmediató). Estas
sencillas pruebas de cálculo, cuidadosamente registradas, permite
n
con frecuencia al médico práctico descubrir en pocos minutos
simulaciones intencionales, o, por lo-menos, obtener datos que
le
autoricen a dudar de la sinceridad del sujeto.
La capacidad‘de notación suele examinarse también con ayuda
de algunas preguntas concretas de verificación del pasado
inme-
diato : « ¿Qué ha comido usted hoy al mediodia? >>, << ¿A qué hora
ha salido su tren? », u otras análogas.
Se examina la memoria o retentiva (nivel de instrucción) por
medio de preguntas sobre temas escolares, historia, geografia, etc,
y sobre asuntos politicos o informaciones periodísticas. Una con-
versación familiar, ajustada al nivel de instrucción del pacien
te,
acerca de politica, economía, literatura, ciencia, basta para formars
e
una idea muy aproximada no sólo de sus conocimientos mecánic
a—
mente asimilados, sino también de su interés psíquico activo.
Gentes del pueblo que, después de abandonar la escuela, han con—
tinuado leyendo por'su cuenta libros e int‘eresandosepor problem
as
abstractos, suelen dejar atrás al promedio de su clase social en
cuanto a inteligencia y ambición. -
Todo examen más o menos sencillo de la inteligencia ha
de
comprender algunos problemas de cálculo mental. El esfuerz
o nece—
sario para resolverlos se encuentra en el límite que separa la inte-
ligencia productiva de la reproductiva, pues mientras unas person
as
calculan de un modo más bien mecánico, de memoria,
otras recu-
rren con preferencia al analisis. Lo mejor es plantear proble
mas
de suma y de resta con números de dos cifras, cuya resoluc
ión
2,72 Psicologia médica práctica

más o menos rápida, sin tener muy en cuenta ligeros errores, está
al alcance de cualquier adulto normalmente dotado. Pero una inca—
pacidad evidente, como la de repetir series de números de cinco
cifras, es indicio bastante cierto de debilidad mental o de seudo—
demencia. .
Mejor que por cualquier a de los métodos esquemáticos, el
médico experimentado podrá examinar la inteligencia productiva
de una persona en el curso de una conversación amistosa sobre
asuntos profesionales prácticos y problemas abstractos, sin dárselo.
a entender. Las pruebas esquemáticas sólo están indicadas en casos
de grave inferioridad intelectual o cuando la inteligencia se haya
detenido en las fases infantiles. Se elegirán :D'Veg’I/M’LÉÓLS sobre dife—
rencias (¿En que se distingue una escalera fija de una escalera
de mano? ¿Un lago de un arroyOP, etc.), porque permiten apreciar
bien la impotencia o la habilidad para captar lo esencial y, expre-
sarlo verbalmente con precisión. Para examinar la comprensión
intuitiva sirven libros ilustrados con escenas algo complicadas, que
requieran una explicación de las relaciones que existen entre los
personajes. Si se quiere, puede agregarse, además, el método de
combinación, de EBBINGHAUS, que consiste en omitir, al leer en
alta voz un relato infantil o una noticia de periódico, algunas
palabras sueltas en frases escogidas de antemano, o en borrarlas
con tinta, e invitar luego al paciente a que repita la lectura com—
pletando el texto con las palabras omitidas o borradas. Puede servir
el formulario siguiente:

EL FERROCARRIL

«Cuando se quiere salir de viaje, va uno a la. , compra primero un. . .


en la... Luego va al andén. El tre . . . ya dispuesto, con una larga
de coches; la pita. ¡El empleado grita: al tren! Se sube aprisa,
y se . . . un buen ..., a ser posible a la ventanilla. Las portezuelas
se . . . Las . .. comienzan a girar lentamente, y el tren Los que se
quedan .. . con sus pañuelos.
Tiempo :
Observaciones.

Además de este trabajo de combinación impuesta, se puede


examinar la facultad de combinacian «libre » por el método de las
tres palabras, de MASSELON. Consiste en proponer tres palabras
(por ejemplo, «espejo», «asesino», «salvamento »), invitando al
sujeto a que construya con ellas el mayor número posible de frases
» dintintas. _
El médico escolar o de niños que haya de dictaminar con fre—
cuencia acerca del grado de desarrollo intelectual de niños de
El peritaje 273

diferentes edades, obtendrá buenos resultados empleando el método


de examen ¿le la inteligencia, elaborado por BINET y SIMON. Estos
psicólogos demostraron, mediante estadísticas que comprenden
¿grandes series de niños, cuáles son los conocimientos y aptitudes
intelectuales que, por término medio, deben suponerse para cada
edad, y sobre esta base han preparado pruebas concretas que
permiten determinar la «edad intelectual» de cualquier niño. Uno
de 10 años, retrasado, puede tener la inteligencia propia de los 7,
es decir, los conocimientos y aptitudes que corresponden al grado
de desarrollo de un niño de esta edad. Todos esos métodos adole—
cen de cierto esquematismo, y no se debe confiar exclusivamente
en ellos; pero, de todos modos, una información de tal género,
exactamente formulada, es para padres y maestros más útil que
juicios estimativos imprecisos, tales como «debilidad mental mo-
derada » o «grave», cuando se trata de resolver sobre problemas
¡escolares y de orientación profesional. '
Las pruebas que, según BINET y SIMON, deben aplicarse como
promedio a un niño de 3 años, por ejemplo, son las siguientes :'
1.o, señalarse la boca, la nariz y una oreja ; 2.o, decir su apellido ;
3.o, repetir una frase de seis sílabas ; 4.o, repetir dos números de
dos cifras; 5.o, enumerar los pormenores de una imagen muy
sencilla. De este modo, han preparado para cada edad, desde tres
años en adelante, series de, pruebas aplicables hasta el final del
período escolar, y que sólo requieren un corto número de imáge-
nes, textos y objetos sencillos, con una guía para apreciar bien los
resultados, todo ello reunido en un reducido y cómodo estuche.
En la tabla adjunta se han resumido las pruebas de acuerdo
con la modificación de BOBERTAG. Con W. STERN, se ha dado
preferencia al método de establecer una relación entre la edad
intelectual y la real, bajo forma de cociente intelectual, que es el
resultado de dividir la primera por la segunda.
Para la selección de niños bien dotados, es decir, para la
promoción de alumnos de escuelas elementales a cursos superiores
(o a escuelas de superdotados), se han propuesto recientemente
algunos esquemas que coordinan ingeniosamente una serie de prue-
bas diversas de inteligencia, y que, por ello, pueden prestar también
buenos servicios en exámenes psicológicos de interés médico. Repro-
ducimos aquí el esquema abreviado de Hamburg, que apenas con-
tiene pruebas del nivel de conocimientos adquiridos, de retentiva
o memoria, por dar preferencia a las de facultades y disposiciones
intelectuales, que tienden a abarcar los aspectos más variados de
la inteligencia, tales como la aptitud. para el pensamiento causal,
para el pensamiento abstracto, para captar lo esencial, para com—
18. KRETSCHMER: Psicología médica.
Éomwm H mw «Uhmfiáfi o
938288 m3 85350 om o m om mw 26838 chau 586689 85.550
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274
El peritaje ' 275

binar, para la crítica lógica, la memoria racional y la imaginación


creadora.

ESQUEMA DE PRUEBAS DE HAMBURG PARA NIÑOS BIEN DOTADOS

1. Disponer, por orden de causa y efecto, conceptos dados


sin ordenar (por ejemplo: médico, fútbol, curación, ven-
daje, fractura ósea, mejoría, caída).
Definir (explicar) conceptos.
[O

Rellenar lagunas de textos (métódo de EBBINGHAUS).


CAD

Demostrar la aptitud para combinar por el método de las


HI3

tres palabras.
Deducir la moraleja de una fábula presentada.
C ‘l

6. Encontrar absurdos en un texto que los contenga (prueba


de la facultad de critica).
. En presencia de dos imagenes, hallar una historia y un
«1

título apropiados.
8‘ Demostrar aptitud para retener el sentido de oraciones algo
largas y de construcción complicada.
A esto se añade un pliego de observaciones sobre diversos
extremos : 1.0, facultad de adaptación ; 2°, atención; 3.°, propen-
sión al cansancio ; 5.°, percepción y don de observación ; 5.°, me—
moria ; 6.°, imaginación ; 7 .-°, pensamiento ; 8.°, expresión verbal ;
O, modo de trabajar ; 10.°, vida afectiva y volitiva ; 11.°, intereses
y'aptitudes particulares. -
Para examinar la fatigabzlzdad y, al mismo tiempo, el tipo de
atención (fluctuante o fija), es apropiado el método de las tacha-
duras, de BOURDON. Se da al sujeto un texto para que tache la
letra << n » (u otra distinta) dondequiera que la encuentre; cada I
minuto se le avisa para que señale el punto a que ha llegado en
la lectura El número de las líneas leídas, y la relación entre las
tachaduras correctas y las incorrectas u olvidadas, indican el re—
sultado que se busca.
Un registro eXperimental más exacto,- sobre todo de la fatzga-
bzlidad psíquzca y la Izabilzdad :bm'ctzca, es el método de la adzcz'o'n
continua de números dígitos, de KRAEPELIN, susceptible de múlti-
ples modificaciones y aplicaciones. Se entrega al sujeto un formu—
lario con columnas de dígitos (1); a. una señal, comienza a sumar
por centenas, volviendo al principio de la serie cuando ésta ter-
mina. Cada cinco minutos suena una señal, y entonces el examinan-
do traza una raya transversal; al cabo de una hora se cuentan las
(1) Suministra cuadernos de cálculo para este objeto la imprenta y Editorial Karl
Gerber, Munich.
276 Psicologia médica práctica

Cifras sumadas cada cinco minutos, y el resultado se puede expre—


sar gráficamente por las curvas de trabajo, de KRAEPELIN. Al prin«
cipio, la destreza aumenta con el ejercicio, pero acaba cediendo
a la fatiga; en el individuo normal, este descenso de la curva
suele iniciarse pasados 30 a 40 minutos.
Las curvas de trabajo, de KRAEPELIN, sirven también, adecua-
damente modificadas, para diferenciar los temperamentos, y pueden
indicar igualmente en qué grado dependen de la dinámica afectiva
interna del ser humano producciones que se consideran puramente
intelectuales. En gráficas de trabajo y tiempo registradas en
nuestra clínica por KÓHLER (1) se aprecia, por ejemplo, que el
picnico realiza su tarea tranquilo, sin impacientarse, y su produc—
ción oscila muy poco en la unidad de tiempo, mientras que el
atlético, mucho más inquieto en su dinamismo, y notoriamente
inclinado al temperamento viscoso y a la descarga brusca de ten—
siones afectivas acumuladas, da una curva mucho más desigual;
es interesante la regularidad con que se produce la oscilación explo—
siva’ siempre al cabo del mismo tiempo, dando a la parte media
de la gráfica un aspecto de chimenea vertical.
De manera análoga se puede medir con el ergógrafo o el dina-
mómetro la capacidad de trabajo físico, para expresarla después,
mediante una curva, con la energía, ”la fuerza de voluntad y la
fatigabilidad que supone.
Estos y otros muchos experimentos permiten, a menudo, dife-
renciar de un modo elegante y exacto, las curvas de trabajo del
hombre sano por su curso regular de las que reflejan la propensión
exagerada a la fatiga, igualmente regular, que caracteriza los
estados genuinos de agotamiento de los neurasténicos (descenso
rápido y prematuro de la curva de producción), .y, de un modo
especial, los rendimientos pésimos o caprichosamente irregulares
de los histéricos y simuladores. Esto puede ser muy útil en peri—
tajes que ofrezcan dificultades (2).
Para la prueba experimental de la afectividad se emplean mé-
todos de expresión, con los que se miden los fenómenos somáticos
que acompañan a las oscilaciones afectivas, y que podemos y debe—
mos, aplicar siempre en las formas más sencillas de examen fun—
cional del sistema nervioso vegetativo, sobre todo de la reactividad
psíquica del pulso, la respiración, el aparato vasomotor, y de los

(1) K'ÓHLER, Leistungsdinamik und A ffekt bei den Konstitutionsformen. Zschr. f.


mensch. Vererbgs.— und Konstitutionslehre, 1943. ‘ l
(2) y Se encuentra una descripción bastante gráfica de los principales métodos medicos
psicológicos de examen en W. VVEIGANDT, Erkennung der Geistesstórungen, Lehmann,
Munich, 1920. La obra de PAULI,‘ Psy‘chologisches Praktikum, Fischer, Jena, 1913, es más
detallada y precisa.
El peritaje 277

temblores (véase también el psicobiograma). Para ello se han


ideado diversos y delicados métodos de laboratorio, basados en el
registro de diversos datos y su anotación en curvas: a) pulso y
respiración, mediante transmisión neumática de estos movimientos
con ayuda del tambor de Marey, montado sobre una palanca ins-
criptora, o de aparatos especiales construidos con igual fin ; b) mo— .
vimientos involuntarios mínimos, a menudo imperceptibles, que,
en respuesta a estímulos afectivos, se producen en la cabeza, las
manos o el cuerpo entero, asi como los movimientos trémulos;
c) las leves variaciones de origen afectivo provocadas en la resis-
tencia del cuerpo a ¿atom/¿ente eléctrica, reactivo sumamente sen—
sible a las más insignificantes oscilaciones afectivas, como las
producidas, por ejemplo, al oir palabras con tonalidad afectiva (fe—
nómeno reflejo psicogalvánico, o de Veraguth). ENKE ha obtenido,
con el método psicogalvánico, excelentes resultados en lo que atañe
a la sensibilidad psíquica de los tipos de constitución, sobre todo
respecto a duración ya forma de la curva del aquietamiento-
inicial que sigue al comienzo del ensayo («curva de reposo») (1).
T0dos estos métodos de examen de la afectividad se pueden
aplicar con fruto : 1.o, para determinar la afectabilidad habitual
de una persona, su reactividad afectiva media en general ; 2.0, para
concretar su actitud o conducta afectiva frente a ciertas activida—
des, por ejemplo, deportivas; 3.o, para el diagnóstico médico de
situaciones reales, por ejemplo, para el estudio de factores inten-
cionales no confesados en casos de simulación o de procesos histé—
ricos, y, sobre todo, para el análisis psicomotor minucioso de los
últimos. Ofrecemos un ejemplo muy elemental: Cuchicheando al
oido de un histérico o un solicitante de pensión que alegue sordera
total la palabra «simulador», se produce como reacción afectiva
una enorme descarga psicogalvánica que revela con certeza la
falsedad o exageración del trastorno pretextado.
Para examinar la compleja estructura de la personalidad, y en
particular para precisar su tipo afectivo e imaginativo, se ha
acreditado mucho últimamente la prueba de interpretación de formas,
de RORSCHACH (2), aplicada con cuidado. Se emplean para este
experimento manchas de tinta que, aplastadas entre las mitades
de una hoja de papel doblada, se extienden formando figuras fan—
tásticas simétricamente dispuestas, en uno o en varios colores, y se
invita al sujeto a describir todo lo que ve en ellas (por ejemplo,
flores, caras grotescas, cabezas de animales, grupos, paisajes),

(1) Véase, entre otros, KRETSCHMER y ENRE, Die Persónlichkeit der Athleiiker,
Thieme, Leipzig, 1936, con bibliografía. _
(2) RORSCHACH, H., Psychodiagnostzk, Berna, Huber.
278 Psicología médica práctica

dándole aSí oportunidad de desplegar libremente su imaginación.


Los datos obtenidos se Clasifican con arreglo a una clave determi-
nada, atendiendo al número de las principales descripciones de
colores o de movimiento, a la uniformidad o riqueza de las repre-
sentaciones, y a otros muchos datos. El método no es muy exacto,
ocupa un lugar intermedio entre la experimentación y la observa—
ción, pero permite deducir conclusiones muy notables con fines
caracterológicos, por ejemplo, para distinguir entre temperamentos
esquizotímicos y ciclotímicos (MUNz, ENKE).
La prueba de WARTEGG, frecuentemente verificada ahora (1),
es en principio muy similar a la de RORSCHACH ; Consiste en dar
al examinando pequeños esbozos a pluma, para que complete las
figuras a su capricho.
V La prueba de SZONDI (2) constituye un notable intento de
estimular directamente las capas instintivas' del sujeto confines
psicodiagnósticos. Para ello, se le entregan series de fotografías no
señaladas de personas con anomalías instintivas y psicosis muy
ostensibles y expresión facial más o menos característica de su
grupo. El examinando tiene que designar, guiado‘por su sentimiento
estético, las caras que prefiere y las que rechaza. Se” exhiben así,
por ejemplo, retratos de asesinos, homosexuales, esquizofrenicos.
maniacos, con idea de que las capas instintivas más desarrolladas
en las diversas personalidades de la Vida corriente muestren asi-
mismo una resonancia específica frente a las serie de imágenes
patológicas respectivas. El método se halla aún en curso de per—
feccionamiento critico, pero contiene elementos heurísticos valiosos.
Para el examen de las cualidades afectivas y volitivas de la
personalidad se recurre, finalmente, a los métodos grafológiCOS, cada
vez más perfeccionados y útiles, tanto si se trata del análisis de
la escritura misma (KLAGES), como si se emplea la balanza grafo-
barica (KRAEPELIN).
En este último procedimiento, las oscilaciones de la escritura
se transmiten, mediante un soporte elástico, a una palanca inscrip—
tora, y, con ello, a un tambor giratorio, cubierto de negro de humo.
Así se obtiene una curva grafológica que permite analizar exacta-
mente ciertas particularidades de la escritura, como elemento muy
accesible y diferenciado de la motilidad expresiva, y, con 6110, de
la afectividad y de la Vida volitiva de la persona examinada.
Así, pOr ejemplo, HAARER ha examinado diferencias psicomotoras
de los temperamentos entre pícnicos y leptosómicos normales 1 los

» »(1) WARTEGG: EHRIG Gestaltung und Chamkter, Supl. Si a Zschr f. angeW PSY'
chologie, Leipzig, 1939.
(2) SZONDI, L, Experimentelle Triebdmgnóstik, Huber, Berna, 1947. ‘ l
El peritaje , 279

primeros dan una curva de ondulaciones suaves, rica e irregular,


mientras que los leptosómicos proporcionan tres tipos de curva, de
los cuales merecen mención especial la plana, con oscilaciones muy
ligeras, y la estereotípica, que se distingue por la reiteración regular
de las mismas oscilaciones de presión. ENKE ha perfeccionado co'n
gran esmero la diferenciación de los tipos constitucionales con la
balanza grafobárica; hasta en los caracteres escritos señala dife-
rencias entre los temperamentos, las cuales coinciden, en parte, con
las indicadas por KLAGES entre signos « tensos » y « laxos » de la
escritura. JIsLIN ha obtenido resultados análogos examinando a
individuos rusos (caracteres homogéneos en los picnicos, y hetero—
géneos, en los leptosómicos).
Como los temperamentosse proyectan sobre otras zonas psi—
quicas, es posible examinarlos también por otros métodos experi-
mentales, entre ellos los . de abstracción y reacción, que hacen
resaltar la mayor facultad de abstracción de los esquizotímicos
y la apreciable amplitud perceptiva de los ciclotímicos (VAN DER
HORST, KIBLER, ENKE).
Por último, con el nombre de pruebas de reacción se reúne
un grupo espeCial de experimentos psicológicos basados. en el
principio de que a un determinado estímulo sensorial (por ejem—
plo, una lámpara de señales que se enciende) debe responder inme—
diatamente el probando cori una reacción motora también deter—
minada (como la de oprimir una tecla). Si las curvas de trabajo
expresan, además de los factores fisiológicos de cansancio y de
ejercitación, entre otros, la duración e intensidad de la energia
volitiva, estas pruebas de reacción permitirán apreciar, por ejem-
plo, la rapidez de decisión operante,‘ de gran importancia para elegir
profesión (conductor de camiones). Estas pruebas admiten nume-
rosas modificaciones y complicaciones : se puede obligar al sujeto
a elegir entre varios estímulos (reaccionar sólo ante una lámpara '
roja, de una serie de diversos colores), con lo que se analiza, al
mismo tiempo, su facultad de abstracción.

PSICOBIOGRAMA
(SEGÚN KRETSCHMER)

para determinar el tipo criminológico, y para el


diagnóstico diferencial psicológico y psiquiátrico

Nombre : Diagnóstico :
Edad: _ a) Tipo somático :
Profesión : , b) Temperamento :
Fecha del examen : c) Tipo sociológico :
280 Psicología médica práctica

Modo de utilizar el esquema (1): No se llenan sino las partes que interesan en
cada individuo. Las cualidades pertinentes se subrayarán con lápiz rojo (linea fina,
gruesa o doble, según el grado), y se añadirán por escrito titulos y suplementos breves-
Las descripciones extensas, los resultados especiales detallados y las apreciaciones fun-
dadas en la psicologia experimental se harán constar en pliegos anexos.
Para fines criminológicos, el esquema se incluirá en una carpeta especial, como la
utilizada para una historia clinica, encabezada con los datos criminológicos particulares-
del sujeto, y las fechas; las demás caras se reservarán para descripciones y observacio-
nes detalladas Desde el punto de vista criminológico, MEZGER recomienda contestar,
sobre todo, a las siguientes preguntas:
1. Conducta y criminalidad del sujeto.
2. ¿Responden la conducta y la criminalidad del 'sujeto' principalmente .a disposi—
ciones innatas de temperamento y constitución? ¿A que tipo se puede asimilar? ¿Se con-
sidera este tipo normal, patológico o gravemente degenerado? ¿Qué correlaciones espe—
ciales existen entre su tipo biológico y su conducta social?
3. De acuerdo con tales correlaciones, ¿qué conducta cabe esperar del sujeto en el
futuro, tanto mientras extingue condena como despues de ponerle en libertad?
4. ¿Hasta que punto se deja llevar por influencias exteriores? ¿Qué medios de
educación serían los más eficaces, dado el tipo biológico de su personalidad? ¿Que influen—
cias del medio le son especialmente provechosas o perjudiciales?
5. Pronóstico definitivo y tratamiento criminológicos: ¿Es susceptible de mejoría?
¿Incorregible? ¿Debe estar permanentemente vigilado? '
Para interpretar bien el psicobiograma, es indispensable estar familiarizado con los
conceptos de la psicología médica y la biologia. constitucional, así como con algunos mé-
todos—importantes de psicología aplicada (examen de la inteligencia, etc.). Lo más esencial
en este terreno se encontrará en KRETSCHMER, Constitución y Carácter, Editorial Labor,
Barcelona, y en 1a presente obra. Se recomienda consultar, además: PERITZ, Innere
Sekretion, Karger, Berlín; E. STERN, Angewandte Psychologie, Teubner, Leipzig , HOP-
FMANN,V61’67’buMgZ und Seelenleben, Springer, Berlín. Por otra parte, nos servimos, eneste
esquema, de algunos elementos tomados de trabajos y conceptos de ADLER, BLEULER,
FREUD, JUNG, JASPERS, JAE,NSCH KLAGES, K. SCHNEIDER y SELZ. Para juzgar de los
rasgos de carácter, aparte los datos facilitados por el mismo sujeto (sin hacerle preguntas
sugestivas), es imprescindible verificar y completar estos datos por la observación per-
sonal, las pruebas documentales y los informes de terceras personas. Las medidas prin—
cipales del cuerpo coinciden en su mayoría con las que usan los antropólogos, o son
fácilmente comparables con ellas; pueden obtenerse con ayuda del compás y la cinta
métrica Para fines bíométricos completos sirve el estuche antropométrico, de Martin,
con su hoja de instrucciones. (Introducción en R. MARTIN, Anthropometrie, Springer,
Berlín,1925).
Para pruebas especiales de inteligencia y productividad se requiere un esquema dis-
tinto, pOr ejemplo, la hoja psicológica personal de SCHULTE, que expende S. Zimmermann,
Berlin, Charitéstr. 9
Los siguientes puntos de referencia permiten utilizar los datos del reconocimiento
corporal para la valoración psíquica: 1.° Temperamento. El ciclotímico predomina entre
los pícnicos; el esquizotimico, entre los leptosómicos; el enequético y epiléptico, en-
tre los atleticos pesados y pastosos y los displásicos; las formas histéricas son propensas
a ligeras detenciones) disgenitales del desarrollo, de origen fisico y psíquico, y a muchos
estigmas nerviosos. 2 °Signos de degeneración. Las displasias se acumulan generalmente
con más frecuencia que entre individuos sanos en los casos de degeneración psíquica
grave (imbecilidad moral e intelectual, esquizofrenias y epilepsias manifiestas). 3.° Cons—
titución sexual. Correlaciones parciales entre estigmas disgenitales somáticos y disposi-
ción sexual psíquica. 4.° Síntomas neurovegetativos. Son importantes para apreciar la
afectividad. Suele haber paralelismo entre la inestabilidad neurovegetativa y la afec-
tiva; por ejemplo, la tendencia a tensiones intrapsiquicas va acompañada de sinto-
mas vagotónicos, como en la irritabilidad explosiva se observan congestiones cefálicas
rápidas, etc. 4
Anexos. Dos fotografías del sujeto (busto de frente y de perfil), y relación personal,
escrita por el mismo.

(1) La Lauppsche Bu’chdruckerei, Tubinga, imprime y suministra directamente


el esquema. ‘
El peritaje 931

A. HERENCIA
(Se prefiere “un pequeño esquema de. árbol genealógico o de
parentela, con las abreviaturas siguientes :_
(3‘, varón; 9, mujer; rojo, ciclotimico; azul, esquizotimico; O, psicosis (incl. epi-
lepsia genuina) ; a), psicopatía y nerviosidad; ——, debilidad mental; Ü, criminal. (Para
tipos especiales, se emplearán las primeras letras, por ejemplo: 6121;, epileptoide; hi,
histérico, etc).

B. CURVA VITAL

. Consecuente. 2. Inestable reactiva.


. Periódicamente endógena: ciclotimic‘a, epileptoide, dipsómana.
. Variaciones persistentes por brotes en las fases vitales: pubertad, invo—
lución. —— Cambio de aspecto.
. Evolución ascendente, estacionaria, descendente del nivel de la perso-
nalidad.
Infancia :
Pubertad: Prematura, oportuna, tardía.
Tempestuosa, normal, irregular.
lnvolución: Prematura, oportuna, tardía.
Molestias menopáusicas: Indicios de depresión, hipocondría, neurastenia,
histerismo, paranoia. ,

Psicosis 0 neurosis pasadas o presentes:


(Incluye reacciones carcelarias, estados afectivos, estuporosos o cre-
pusculares patológicos).
Otros datos vitales característicos:
Cambios de profesión (¿repetidos?), antecedentes penales, conflictos
familiares, divorcio, dificultades y descarríos sexuales, afición a la be-
bida (y otras análogas), viajes, aventuras, etc.

Resumen :
282 Psicología médica práctica

C. ESCALA GENERAL DE LOS TEMPERAMENTOS .

[Estade 'de annno Ritmo’y ’Een- Psicomotílídad Actitud-Social


y psmoestesna 81011 paulcos . ¿ . - '

"Alegre, aniá Impetuoso, Muy Viva‘zf Fa Ingenua— ‘ gï


mado. ágil. 'VMuy Locuaz É ' 'mente ¿2
Colérico atareado. y ruidosa É}: presuntuosa. 8
'33 Rico en ideas Z; Emprende— H Cc
'rp': (o con fuga e Pg dora de 1545
g de 1deas) És altos vuelos ¿g 7.9.
Radiante. 5,3; Activo, Vivaz a; Síbarita g É
Satisfecho ,8 Excitable ' g És) g
¿aá ' :2 - - e _
Cíclo- Humorismo Energía ”í Comprensiva . g g
tímico tranquilo y ,8 flexible g Conciljadora. g ¿'33
placentero g é Práctica a": ¿J
H .H a
Blando ¿:3 Poco ágil Poco Vivaz El: 8%
y apamble
' U Tranquila. 3
H _ É(-3 _CÚg)
Melancólico. Pesado. Pesada. rd Modesta. 33 o“
Pusilánime Inhibido Inhibida. cg Irresoluta ¡g
_ * ' (Reposadzy ¿3 b
Oscila entre blanda) 4 ¿41
los polos ale- . ,
gre y triste

Mimoso, Incoherente Voluble. Idealista ‘


tierno Precipitada.
Inquieta
-
_ _ . , . . Reformadora S
Deheedo. Veleldoso Tmnda o4 Revolucio- 5
Senmble g . É 'naria g

Irritable, g Energía sis- Reprímida. las; Sistemática. ca


Exaltado. '51 temática y Aristocrática U Organizadora xo:
Nervioso Í; consecuente Inflexible "c3 5
Indiferente ó g Voluntariosa. gg
Esqui- 'g S Testaruda. c6 4::
zotí— Riguroso. m Tenaz Torpe 53 Descontenta g E
Brusco S .11 En)
mico
, >21 Reservada. cs 8
Fno Recelosa É Ej
Apático. Pedante. Rígida. Solitaría. i
Indolente Fanático Impasible. Hur‘aña 5'
Lacónica V
Oscila entre Í,
los polos Hermetismo Hermetismol Misantrópica ‘55
extático, pa- — El
tético y mal- <1
hnmorado— Brutal.
nervioso Antisocial
El peritaje 283

Estado. de animo. Ktm“), t,“— Psicomotilidad Actitud social


y ps1coestes¡a snonpauicos .

EXplosivo Tranquilo. Puj ante. ‘ Actos. impulsivos


Dificil , Lenta. episódicos
Vis- de variar Mesurada. , .circunscritos
coso A _ Parca .
Flemático Difícil Pesada Poco afable.
de distraer Juiciosa.
Leal

Diagnóstico de los tempammentos principales

‘f 1. Hípomaníaco
1 Alegre Vivaz
l 2. Síntónico
Cíclotímico 4' Realista práctico
Humorísta bonachón
. Melancólíco
CO

Bondadoso y condescendiente
fif.

4. Hiperestésico
Introvertido delicado, irritable, nervioso, idealista
o. Esquízotímíco intermedio
Indiferente, enérgico, sistemático, consecuente, tran-
Esquizotímico . . 4
quilo ; aristocrático
G. Anestésico - '
Frio, impasible, extravagante, solitario, indolente,
L apático, holgazán embotado
. f 7'. Explosivo
Viscoso ....... l 8 Flemático

.¿ Se manifiesta el temperamento en forma normal o psicopática?


Forma mixta :

Tipos degeneratz'vos especiales


. Psicopatias cicloídes 1 f T
wwe

. , . . K W e'ase anteriormente)
. Psmopatias esquizmdesj
Características pepileptoídes (1) :
a) Enequéticas: Pegajoso, toscamente confidencial, melifluo, beato, pro-
lijo, pedante, egocéntrico.
b) Explosívas : Grosero, brutal, distimia tensa, cólera explosiva, tenden-
cia a graves crisis afectivas, a la bebida, intolerancia alcohólica,
estados estuporosos patológicos, accesos convulsivos epileptiformes,
estados crepusculares profundos, huidas reaccionales.
Características histérícas:
Labilidad afectiva superficial y rápida, intercalación fácil de meca-
nismos hiponoicos, reflejos y neurovegetativos (espasmos y crisis afec-
(1) MAUZ, Die Veranlagung zu Krampfanfállen, Thieme, Leipzig, 1937.
284 Psicología médica práctica

tivas, lipotirm'as, estados crepuSculares y oniroides, temblores, sintomas


vasomotor‘es, etc); sugestibilidad exac‘erbadxa, terquedad caprichosa,
escasa fidelidad de recuerdos, tendencia a 1a ficción, a lo teatral, a la
coquetería. ——— Falacz'a congénita, mentiras, proyectos y cábalas, fanfa—
rronadas, fantasias; intrigas.
0'11

Características paranoides .
a) Tendencia a descOnfiar, sentimientos de perjuicio y de celos.
b) Tendencia a querellarse, y a ideas sensitivas de referencia.
o) Tendencia a ideas de invención reforma, fundación de sectas o pro-
iecias
d) Síndromes carcelarios paranoides especiales:
6. Características hipocondríacas y neuróticas obsesivas:
Simple nervosidad y psicopatía:
El peritaje , 285

D. VIDA INSTINTIVA
1. Instinto sexual:
Fuerte, mediano, débil.
Prematuro, oportuno, tardiamente desarrollado.
Prematuro, oportuno, tardíamente extinguido.
Inhibiciones sexuales fuertes, medianas, débiles. Pudibundez, cinismo.
Propensión a impotencia, eyaculación pr‘eco_,z frigidez y otras anomalías
del coito
Tendencia a la represión, a la sublimación, a actos sexuales suStitutivos.
Tendencia a la masturbación intensa y preferente. Tendencia a la pros—
titución.
Inhibiciones del desarrollo: Fijación persistente en exceso a los pro-
genitores, prolongación anormal de la fase de rebeldia contra ellos, _
frialdad, odio a los progenitores, escasa fijeza del instinto sexual. en
el objeto, platonismo extremado con inclinación al amor a distancia
y a ensueños desiderativos.
Amor maternal :
Tipo de vinculación a la familia:
Perversiones.'
Homosexualidad: total —-— como componente accesorio reforzado — ac-
tiva —— pasiva.
Infantilismos psicosexuales: Exhibicionismo, pedofilia, sodomia, feti—
chismo.
Componentes narcisistas (autoenamoramiento) : Vanidad de matiz eróé
tico, atildamiento excesivo. v
Metatropismos : Feminismos (en el hombre), masculinismos (en la mujer),
mujer hombruna, varón .afeminado. Transvestismo.
Otras variantes instintivas.
2. Instintos de crueldad:
a) Sadismo y masoquismo
b) Crueldad simple, brutalidad, afan de dominio corporal y psíquico;
sumisión rastrera, placer de tolerar y sufrir.
Maltrato de animales, delitos bárbaros, asesinato sádico, etc‘.
Actitudes afines al instinto: Voluntad de poder, ambición, arrivismo,
resentimiento, actitud Vital activa, pasiva.
3. Instintos de preservación:
Agresivo, audaz irreflexivo, animoso, sereno, tranquilo, reflexivo, pusi-
lánime asustadizo cobarde.
Astuto, alevoso, confiado, precavido;

4. Instinto de nutrición y sentimientos Vitales afines:


Materialista, idealista. Alimentación abundante, moderada, escasa;
gusto de regalarse, sibaritismo, glotoneria, intemperancia, lujo.
Frugalidad, indiferencia por adornos y comodidades materiales;
tolerancia para el hambre, la sed, el cansancio y las privaciones:
grande, mediana, escasa.
Actitudes afines al instinto: Afán de lucro, dilapidador, liberal, eco-
nómico, tacaño, codicioso. 4
Resumen :
6 Psicologia médica práctica

E. ESTRUCTURA CARACTEROLÓGICA COMPLEJA Y A TITUD VITAL


I. RELACIÓN ENTRE LO INSTINTIVO Y LO RACIONAL'DENTRO DEL CONJUNTO
Predominio de lo instintivo: Índole impulsiva, expresión afectiva inge—
¡.4

nua, espontánea. Tendencia a reacciones primitivas, a la irritabilidad


incontenible, a crisis afectivas explosiVas y tempestades cinéticas (cólera,
angustia), a oscilaciones de la conciencia (estados crepusculares, estu-
pores, amnesia), a pensamientos y recuerdos con matiz afectivo, a repre-
siones, traslaciones, actos en corto circuito, desenfrenos instintivos
(prodigalidades, toxicomanías, excesos, actos de violencia, venganzas
impulsivas, delitos sexuales) ; afectabilidad rápida: personalidad ingenua
o primitivamente instintiva.
Predominío de lo caracterológico:
go

Inclinación a lo consciente, deliberado, ponderado, premeditado, al


autodominio, a lo metódico y planeado, a lO utilitario ; a retenciones
y complejos del mismo carácter; afectabilidad lenta: Personalidad
consciente (finalista racional).
3. Forma intermedia: a) mixta; b) contrastada.

II. ACTITUD, VITAL (RELACIÓN ENTRE EL. yo Y EL MUNDO EXTERIOR)


Véase Temperamentos: Extravertido, autistico, mixto,
contrastado; realista, idealista, mixto, contrastado
a) Simple: esténica, intermedia, asténica.
En la actitud vital esténica : Predomina el sentimiento de supe—
rioridad sobre el mundo exterior, de fuerza, de dominio y de acción.
Tendencia a la sobreestimación, la presunción, la indelicadeza, la
agresividad, la actividad
En la actitud vital asténica.' Predomina el sentimiento de sumi—
sión, de tolerancia, de debilidad e incapacidad, de inferioridad y
abatimiento. Tendencia a la infraestirnación, la modestia, la condes—
cendencia, la cobardía ante la vida, la pusilanimidad, la falta de
desenvoltura, la pasividad.
b) COntrastada: Expansiva, sensitiva.
Expansiva: Más bien esténica, con polo contrario asténico (sen-
timientos latentes de in511ficiencia, nervios excitables). Tendencia a
reacciones complejas de tonalidad esténica, a retenciones afectivas,
a la supercompensación, a la presunción exacerbada, a sentirse Ofen-
dido, a prevalecer, a escandalizarse brusca e inesperadamente, a las
salidas mordaces y a graves reclamaciones paranoicas persistentes.
Moral egocéntrica . resentimiento.
Sensitiva: Más bien asténica, con polo contrario esténico' (ambi—
ción, tesón, amor propio vidrioso); Tendencia a‘re‘acciones cOmplejas de
tOnalidad asténica, a retenciones, a' sentimientos vivos y repentinos
de insuficiencia, a la inseguridad vital, a atormentarse, a abrigar
escrúpulos exagerados de conciencia por pequeños motivos, a la
vergüenza moral con ideas anejas de referencia. Moralmente delicado
y reflexivo.
El peritaje _ ‘28?

a) Actitud vital conciliador-3:. Oficioso práctico dúctil asimilable al


medio; no siente el contraste entre el yo y el mundo exterior (Véase-
ciclotímicos sintónic‘os).
d) Actitud vital evasiva: Tendencia a la falsedad, a ficciones; ilusiones,
desfiguraciones, 'a representar papeles, a lo teatral, a «refugiarse en
la enfermedad» (Véase en « histérico »). In'clinación a la ironía y
a la intriga. « , ' ‘
Resumen :
288 Psicología médica práctica

F. MODos DE CONDUCTA SOCIAL


l. Predisposición ética: i
Egoísta, altruista, mixta, contrastada.
Compasivo, inhumano, envidioso. Tendenc1a a la calumnia, al chismo-
rreo, a la malignidad. Diligente, capaz, solicito, intermedio, comodón,
indiferente, perezoso, pasivamente'asocial, antisocial. Independiente, sin
iniciativa. Decidido, enérgico, vacilante, blando, influible, débil de V0-
luntad.
Adaptable, comprensivo, no influible, voluntarioso, terco.
Capaz o incapaz de clasificarse (espíritu de cuerpo) y subordinarse (dis—
ciplina); Estimado, no estimado ; sugestivo, «conductor» nato.
Sentido familiar. . »
Tipos con defectos sociológicos especiales:
Debilidad moral, Oreneral o especial.
a) Seudólogo, defraudador, « estraperlista », ladrón habitual.
b) Holgazán, vagabundo.
c) Encubridor, chantajista.
d) Prostituido, ruiián, provocador de abortos.
e.) Delincuentes sexuales (de constitución sexual normal, perverso).
f) Delincuente por afecto : Pendenciero, lesiones corporales, homicidio,
resistencia, amenazas. '
g) Otros actos impulsivos por instinto : Pirómano, cleptómano, etc.
h) Delincuente con Violencia premeditada : Ladrón con fractura, ladrón
asesino, etc.
Delitos ocasionales: Efecto del ambiente, de seducción, de [situación
psíquica especial, de convicción.
2. Modos de'conducta religiosa:
. Modos de conducta política:
. Intereses estéticos y científicos:
¿ Repr‘oductivo? ¿ Ejecutante?
Preferencia por la música (¿de qué clase?) : 4
Preferencia por los cuadros, la decoración, la instalación, la buena ropa.
Preferencia por el dibujo, 1a pintura, la construcción, los oficios artísticos.
Preferencia por la leCtura: Cientifica (¿ de qué clase?) :
Literaria (¿de qué clase?) :
Predilección por componer textos literarios, artículos de periódico, poe—
sias, recitaeiones, brindis o dedicatorias.
Predilecc‘ión por el arte teatral, talento oratorio.
Ocupación preferida en los ratos de ocio :

Resumen :
El peritaje 289

G. INTELIGENCIA

Superdotado, aventajado, normal, débil, imbécil, idiota.


Certificados escolares :
Dotes profesionales hasta la fecha :
Memoria, capacidad de notación :
Tipo de atención:
Capacidad de critica y de juicio :
Edad intelectual, según BINET-SIMON (sólo para débiles mentales) :
Resultados de otras pruebas de inteligencia (pruebas de las lagunas de
Ebbinghaus, de las tachaduras de Bourdon, de las tres palabras, es-
quema de HAMBURG, para niños bien dotados) :
Sujeto intelectual, afectivo, volitivo. '
¿Tipo óptico, acústico motor? ¿Eidético?
En los aventajados : ¿Pensamiento intuitivo concreto (ciclotimico), siste—
mático abstracto (esquizotimico), romántico soñador (esquizotímico)?
(Eventualmente experimentado con la prueba de interpretación de la forma
de RORSCHACH, la prueba de abstracción y la de reacción con distrac—
ción o sin ella)
Propenso al cansancio, perseverante, adiestrable por la práctica (en su caso,
curva de trabajo, según KRAEPELIN)
Imaginativo, prosaico Cabeza despejada, confusa.
Unilateral, polifacético. Subjetivo, objetivo. Pragmático
Original, vulgar Ágil, ingenioso ocur‘rente, practico, pesado, torpe, poco
práctico, teórico.
Aptitudes especiales: Lenguas, filosofia, matemáticas, disciplinas intuitivo—
descriptivas.
Dotes artísticas (¿cuáles?) :
Cualidades psicomotoras : Habilidad manual, fuerza ; dotes técnicas.
Talento organizador.
Otras observaciones sobre aptitud :

Característica conjunta de la personalidad total:

19. KRETSCHMER: Psicología médica.


290 7 Psicología médica práctica

H. DATOS CORPORALES

I. Medidas

Cráneo : Perimetro horizontal (1): Talla : ‘Peso' (7) :


Diámetro sagital (1) : Perimetro: Tórax (a) ¿
Diámetro frontal (2 : Abdomen (9);
Diámetro. vertical (3) : Caderas (10) 2
Longitud facial (4) : Antebrazo izq. (11) ¿
Anchura facial (5) : Mano izq. (12) ¿
Longitud y anchura de PantOrrilla izq. (13):
la nanz (6) : Longitud: Piernas (14) :
Brazos, envergadura :.
Anchura: Hombros (15) :
Pelvis {16) :

Índices : Longitud-anchura del Pectoroacromial (19) :


' cráneo (17) :
De PIGNET (18) : Diferencia entre perimetr’os torán
cico y de caderas (2°) :
Diferencia entre doble longitud de-
piernas _v talla (2°) :

II. Rostro y cráneo:

Forma de la cabeza: Alargada, picnica plana, pequeña y redonda,.


en. torre, vesicular, no característica.
Perfil: y Angular, de nariz larga, hipoplásico, picnico,
no característico.
Contorno facial de frente: Escudo ancho,vpentagonal obtuso, ovalado largo-
o pino, ovalado corto, ovalado infantil, hepta—-
gonal, no característico.
Descripción particular: a) Frente:
b) Parte media del rostro:
c) Nariz : -
d) Barbilla:
e) Orejas:
(l) Glabela-protuberancia occipital (y relieve más saliente del occipucio). ('3) El“
máxima)..
máximo, más arriba de las orejas. (3) Ángulo de la mandíbula (altura craneal
(4) Proyección: a, raiz nasal (nasión o ángulo ciliar), hendidura bucal; b, hendidura
bucal- punto óseo más bajo de la barbilla. (5) a, altura cigomática bilateral; b, ángu-
los de la mandíbula. (6) a, raiz nasal (nasión o ángulo ciliar, bien precisado), punta de
la nariz (punto más bajo) ; b, alas de la nariz. (7) Sin ropa. (8) Por encima de las.
tetillas (de las mamas, en mujeres) : a, en reposo ; b, en inspiración y espiración máximas
(9) A nivel de los vacíos. (1°) Ala altura del trocánter. (11) Máxima. (13) Por en—
cima de las raices de los dedos, sin el pulgar. (¡3) Máxima. (14) Desde el borde supe-
rior de la sínfisis púbica. , (15) Acromion de ambos lados. (16) a, cresta ilíaca de am-
bos lados; b, trocánter de ambos lados. (17) Cien veces máxima anchura por longitud»
máxima. (18) Índice de corpulencia = estatura, menos perímetro torácico y pesa.
(19) Cien veces la anchura de hombros, dividida por perímetro torácico (diagnóstico di-
ferencial entre picnico y asténico—atletico). (2°) Índices de la constitución sexual.
Una orientación métrica exacta se encuentra en MARTIN, Anthropometrie, Springer
Berlin. Faltan alli algunas medidas tipobiológicas importantes, y otras que contiene,.
no son necesarias para nuestros fines o pueden ser objeto de simplificación métrica.
El peritaje I 291

lll. Estructura corporal:


Huesos : Abdomen :
Relieve muscular; y ' ' Pelvis:
Panículo adiposo: Miembros (esp. longitudinal):
Cuello: Manos y pies:
Cinturón escapular : - Descripción :
Caja torácica :
lV. Sistema piloso: .
"Cabello : Genitales : Brazos :
Cejas : Axilas : Piernas :
Barba : Tronco : Descripción :

V: Datos endocrinos, neurovegetativos, etc.

(Véase también III y IV)


a) Glándulas: ’
Tiroides: . Ïesticulos (u ovarios) :
Mamas : Organos genitales :
Ganglio linfáticos : Anomalias' sexuales :
b) Síntomas oculares: _
(GRÁFE, ASCHNER, pupilas, hendidura palpebral, etc).
c) Síntomas cardiovasculares:
(Pulso estable o lábil, color facial, acrocianosis, síntomas .Vagotónicos,
basedowianos, etc).
d) Reflejos, temblores:
e) Complexión y pigmentación:
f) Síntomas secretoríos:
(Sudor, seborrea, etc).
g) Consistencia cutánea:
(Turgencia, lisura, grosor, etc.)
h) Otros datos (inclusive Vicios de conformación, defectos de los o: ”¿nos
sensoriales y sus análogos)

Vl. Datos cronológicos:


Aparición del trastorno mental (o de la criminalidad) :
Comienzo de la pubertad (1):
Ritmo y período de crecimiento en la pubertad (rápido o muy retrasado) :
Comienzo de la involución:
Cómi'enzo de la adiposis:
Comienzo del adelgazamiento:
Aparición de determinadas enfermedades corporales:

Vil. Factores nocivos exógenos y de otra índole

(Síntomas de alcoholismo y toxicomanías, afecciones luéticas V metaluéti- J

cas, arteriosclerosis, debilidad cerebral traumática, senilidad, etc.)

(1) Véase menstruación, poluciones, instinto sexual, crecimiento del cuerpo, brote
de la barba, cambio de 'voz.
292 Psicología médica práctica

VIII. Diagnóstico .
Pícnico . _
Leptosómi c o fií robnsio, delgado Atlético _ ¿Í esbelto, musculoso
L astenlco _ L basto, pastoso
Forma mixta :

Displásico: Gigantismo eunucoide, otras formas de gigantismo, obesidad


eunucoide, intersexualidad, (masculinismos, femeninismos), distrofia
adiposogenital, formas acromegaloide, infantil, hipoplásica, cretínica
y otras desmedradas y enanas; displasias y signos de degeneración
raquiticos, dispersos o acumulados.
Síndromes neuropá‘tícos: Vagotónico, basedowoide, epileptoide, histeric‘o,
neuropatía simple.
Estígmas aislados de importancia:

Resumen :
CAPÍTULO XVI

Psicoterapia
La psicoterapia es una de las principales actividades no sólo
del neuropsiquiatra, sino del médico en general, especialista o no.
En muchos casos se acude al médico, más que en busca de un tra-
tamiento fisico necesario o posible, para que ayude al enfermo
y a su familia a luchar contra la afectividad negativa que acom-
paña a la enfermedad: angustia, hipocondría, preocupación, incer-
tidumbre, desaliento. La mayor parte de las prescripciones y regí-
menes se solicitan para conseguir'un sentimiento de combatividad
contra el destino y desprenderse del de impotencia que paraliza,
para adquirir una pequeña probabilidad de ganar en un juego inse-
guro, para procurarse, aun por medios deseSperados, por modos de
tratamiento que se renuevan constantemente, la ilusión de que
existe posibilidad de luchar y vencer ; en suma, se acude al médico
aun a impulso de corrientes Catatimicas muy comprensibles.
Vemos que no depende del arbitrio del médico servirse “o no
de la psicoterapia, que se encuentra ante el apremio catatimico de
quienes la reclaman y e5peran. Éste es psicoterapeuta a pesar
suyo,'porque así lo quiere su clientela, y, en todo caso, ejerce so—r
bre ella una intensa acción psíquica; ésta puede ser saludable o
no, según el modo de ejercerla.
Hay que tener presentes dos puntos principales. En primer
lugar, con palabras irreflexivas se pueden perturbar las regulacio-
nes catatímicas de los pacientes, en particular si están graves;
sólo en casos de fuerza mayor es lícito destruir sus pequeñas espe-
ranzas, pues ellas, mejor que la morfina, les permiten soportar sus
sufrimientos. La «verdad desnuda», expuesta sin miramientos, es
mal soportada en general, y, sobre todo, por personas enfermas ;-
un pronóstico más bien adverso, formulado con precauciones, dejar
un pequeño resquicio de esperanza, con lo que su utilidad práctica
se aproxima mucho a la de otro francamente desfavorable, ex,—
puesto con crudeza, y no perjudica tanto. -
Más importante aún es el segundo principio: Con palabras
imprudentes se provocan enfermedades. Hay algunas que el mé—
dico debe guardarse de pronunciar como si fueran venenos muy
294 Psicologia médica práctica

activos: «cáncer», «tuberculosis», « reblandecimiento cerebral»,


en ciertas
y, sobre todo, «médula eSpinal »; esto último produce
personas nerviosas tal impresión, que inmediatamente presentan
trastornos histéricos locomotores. Muchas precauciones requiere
también el empleo de la palabra « arteriosclerosis »; la idea de
padecer esta dolencia puede suscitar un complejo grave en sujetos
de
de edad habituados al trabajo, y hasta hacerse crónica y servir
ndríaco s depres ivos, que
punto de partida para estados hipoco
vida,
dejan a esas personas" incapaces de trabajar y gozar de la
síntom as objetiv os. Tampo co
aunque a veces son insignificantes los
sífilis ante individ uos nervios os
se debe formular el diagnóstico de
muy seguro s y de que así lo exijan
y sensibles, a menos de estar
io.
la necesidad de tratamiento y el posible peligro de contag
de imágen es patoló gicas impres ionant es,
Únicamente haremos uso
os,
sin paliativos, cuando interese abrir los ojos a hombres robust
salud ; en los
pero poco razonables, e incitarlos a que cuiden de su
tener
demás casos hay que velarlas algo. Pero el médico debe
a y sin rodeos
siempre en cuenta que, tanto si se expresa con energí
responsa—
como si lo hace midiendo las palabras, asume una gran
tes, pues lo
bilidad al intervenir en la vida psíquica de sus pacien
fisico.
psíquico repercute de muy diversos modos en el estado
Sería necesario inculcar en todos un concepto razonable acerca
quien,
de las posibilidades y los límites del poder del médico. Pero
invariablemente
persuadido de su humana insuficiencia, se muestra
que todos
escéptico y renuncia aptoda terapéutica, acaba viendo
a, pues no llaman al médico
sus enfermos le vuelven la espald
de homb ros. Por eso, no debe
simplemente para verle encogerse
cuya inefica cia se conozc a de ante—
prescribirse ningún remedio
poco, aun en los casos desfav orable s, se
mano ; molestándose un
que propo rcione alivio y sea suficie nte
encontrará siempre “algo
cto con la finalid ad princi pal, que consis te
como punto de conta
de quienes
en cuidar de las regulaciones catatímicas del enfermo y
del « ut ali—
le rodean. Esta es la mejor y más honrada aplicación
.
qm'd fiat ».
psíqu icas con
Por lo demás, son muy distintas las actitudes
de ellos preten-
que los enfermos acuden a1 médico. Sólo algunos
física, o encontrar
den lisa y llanamente ser curados de una dolencia
as en las
calma y consuelo para sus preocupaciones hipocondríac
médic o; no todos lo
enérgicas y tranquilizadoras palabras del
tiene importancia,
quieren así, y si les dijéramos que su mal no
hablar, por
jamás nos lo perdonarían. Hay mujeres que no saben
os biliare s, y traen el tema a
ejemplo, más que de «sus» cálcul
tanta proliji dad como si hablaran
colación en todo momento, con
Psicoterapia 095

de sus hijos ; van de un médico a otro para oir una vez más que
nunca se ha visto un caso tan grave como el suyo, o para poder
contar, finalmente, que el célebre profesor X les ha dicho que él
también encontraba su caso muy singular. Aquí sirven los cálculos
biliares como medio para hacerse valer, para aureolar de un modo
inocente e ingenuo la prOpia personalidad con algo que los demás
no tienen; ellos dan cierto relieve a su vulgaridad y estrechez,
y son para estas enfermas lo que para otras representa la inteli-
gencia, la riqueza o una noble cuna.
Prescindimos en absoluto de los casos en que la enfermedad,
real o imaginaria, no tiene por único objeto exaltar la propia
personalidad, sino que se utiliza abierta o disimuladamente para
servir a ciertos fines egoístas en el trato exterior del enfermo con
su mujer, sus jefes o su. compañía de seguros. Estos elementos
teleológicos‘ no sólo pueden engendrar por sí mismos simulaciones
y neurosis en el dominio psíquico, sino también, y esto es mucho
más importante, insinuarse en cualquier enfermedad física, prolon—'
gándola, agravándola, cOnVirtiéndola en centro de atención del
paciente, intensificando-los dolores y estorbando los movimientos,
del mismo modo que un trastorno funcional real y objetivo en el
corazón o el estómago puede experimentar un empeoramiento
psicogénico por intermedio del sistema nervioso vegetativo. La ac.-
titud psíquica, por consiguiente, no es sólo algo que se agrega
desde fuera a una dolencia física como factor secundario ; antes
bien, suele formar implícitamente parte del cuadro patológico en
concepto de elemento energético. Sabido es que, aun sin tendencia,
por puro reflejo, casi todos los órganos del cuerpo reaccionan con
intensidad a influencias afectivas, y, en particular, lo hacen el
sistema cardiovascular, el aparato digestivo y cualquier mecanismo
de función secretoria. Por eso, el lenguaje corriente ha hecho
del corazón el asiento de la vida emocional. '

A. Los métodos sugestivosantiguos y la moderna protréptica,


Los antiguos tratamientos sugestivos comprendían dos moda-
lidades principales : la sugestión en estado de vigilia y la hipnosis.
Todo método sugestivo requiere, aunque no de un modo absoluto,
un marco exterior que impresione, y experimentar con series de
enfermos. A ser posible, el tratamiento por sugestión no debe
efectuarse en el mismo consultorio, sino en una habitación especial
tranquila y a media luz; así, se eliminan estímulos sensoriales
que puedan desviar la atención, y los enfermos se encuentran en
el nuevo ambiente interesados, curiosos y en tensión psíquica,
2-96 ' Psicología médica práctica

El trabajo en serie, y, sobre todo, la reunión de pacientes más o


menos curados con otros que aún no han sido objeto del trata-
miento, facilita la tarea, pues suelen estimularse entre si y adoptar .
una actitud favorable a la sugestión. En institutos médicos y reli-
giosos aureolados de un renombre intensamente sugestivo, algunos
enfermos se han sentido aliviados con sólo iranquear sus umbrales.

TRATAMIENTO SUGESTIVO DURANTE LA VIGILIA EN UNA SESIÓN

Para facilitar la terapéutica por sugestión en estado de vigilia,


el medio auxiliar preferido es la corriente faradica, que impresiona
al enfermo, ¡como estímulo inusitado, despertando los músculos
y la sensibilidad, y, con ello, la psique. Cuando se refuerza hasta
hacerla dolorosa, influye sobre la voluntad del paciente en sentido.
de intensa concentración, exaltación y disciplina, si es preciso.
Cuando se trata de enfermos sensibles, tímidos e inquietos, prefe—
rimos a este enérgico medio de tratamiento otros procedimientos
calmantes: imposición de la mano, paSes, movimientos pasivos
suaves, hablando, al mismo tiempo, a media voz. y con ritmo monó—
tono, como en la hipnosis. Sin embargo, al aplicar la sugestión
l
en estado de vigilia, damos al enfermo, ademas, una base materia
firme en que apoyar las frases sugestivas. En los tratamientos algo
dificiles, acostamos al enfermo sobre una cama de operaciones,
y trabajamos, en general, como lo haría un cirujano, ayudados de
otro médico o de una enfermera a quien encomendamos, en lo
posible, el trabajo secundario: manejo del aparato, ayuda en los
ejercicios de movimiento, etc., para poder concentrar nuestra aten-
ción sobre lo que más importa. » i
Lo principal en la sugestión es la palabra hablada, que acom—
paña sin cesar a nuestras propias manipulaciones y a las mani—
festaciones y esfuerzos del paciente, excitando, corrigiendo, ani—
mando, ordenando y calmando. La palabra sugestiva reviste la
forma de demostración insistente o de mandato enérgico, por
ejemplo, en el caso de un miembro histéricamente paralizado:
« ¿Ve usted? Ya se mueve un poco, la'piel comienza a enrojecerse,
y parece que se contrae el músculo; ahora se moverá del todo,
Ííjese bien. ¡Vamos, ayude un poco! ¡Firme, sin quejarse! ¡Uno,
dos, uno, dos! >> ; y entretanto, con ayuda de la corriente eléctrica
o de movimientos pasivos, aprovechamos los restos perceptibles
de motilidad del miembro paralizado para estimular al enfermo
y lograr su colaboración activa. Luego, tan pronto como él ayude
un poco, mediante órdenes regulares procuramos mantener y fijar
el movimiento esbozado, haciéndoselo repetir cada vez mejor.
Psicoterapia 297

Según las necesidades, empleamos, a veces, el tono de hipnosis, el


susurro calmante, o el tranquilo ordinario, o bien el de impaciencia
excitada, o el de mando brusco; y cuando nos encontramos ante
enfermos nada cómplacientes, reacios, lo vamos subiendo hasta
llegar al apóstrofe duro. A1 mismo tiempo que hablamos al enfermo,
le cogemos con viveza, le ayudamos a realizar el movimiento dificil,
demostrándole, con ademanes enérgicos, el modo de realizarlos. En
los casos complicados, acudimos a toda la escala de argrt mentos su-
gestivos, desde la actitud tranquila y reflexiva hasta las exhortacio—
nes apasionadas y los sacudimientos bruscos, en sucesión progresiva
o alternativa. De manera análoga se eliminan trastornos de la
sensibilidad atacándolos con fuertes excitaciones farádicas, o, en
casos sencillos, frotando simplemente con la mano la región insen—
sible o dolorida. No solicitamos del enfermo que crea pasivamente
en la palabra. del médico, sino que domine. con activa energía los
dolores con su resuelta colaboración cinética. En los casos de
vómitos histéricos, después de irrigar o faradizar la región epigás-
trica, solemos prescribir al enfermo una ligera minuta, que varia
poco a poco desde los alimentos más indiferentes hasta los causan—
tes del trastorno, y se 1a hacernos tomar durante la sesión a nuestra
vista y bajo una sugestión verbal intensa y constante. Para cada
trastorno debe idearse un plan que permita demostrar al paciente
en forma palpable cómo se cura o alivia en la misma sesión.
Hace años, cuando teniamos numerosas ocasiones de aplicar
con éxito el tratamiento por sugestión en estado de vigilia, aun
tropezando con las resistencias más desesperadas, nos dio exce—
lentes resultados en casos algo graves el siguiente esquema metó-
dico, que puede modificarse como convenga: A) Preparación su—
gestiva la víspera, poniendo al enfermo en contacto con otros ya
curados, haciéndole oir relatos casuales del personal subalterno
acerca de las excelencias del tratamiento que iba a seguir, y asegu-
rándole personalmente, de una vez por todas, que se curaria.
B) Tratamiento sugestivo en la sala de operaciones ; antes de la
llegada del médico está todo preparado, y el paciente yace desnudo
o con las partes enfermas descubiertas sobre la mesa de opera-
ciones; se le dirigen unas palabras de aliento, y se comienza en
seguida, con deliberada y rápida objetividad, por este orden :
1.°, electrizacio'n (irrigación, irradiación, pases, etc.) con corriente
farádica débil o algo intensa, según el estado psíquico del paciente,
durante uno o dos minutos; 2.o, ejercicios por espacio de dos
a cinco minutos, ordenados con voz enérgica; 3.°, pausa, de dos a
cinco minutos. Todo ello se repite hasta obtener un éxito completo.
A menudo, es muy práctico dividir la sesión en varios tiempos;
298 ‘ Psicologia médica práctica

para ello, el médico abandona la sala por un rato, dejando al


en—
fermo en manos del ayudante, y vuelve luego para empezar de
nuevo, o, si todo va bien, se presenta sólo de cuando en cuando
,
para echar un vistazo y dirigir a aquél unas palabras alentadoras.
Como el esfuerzo es fatigoso, esto le alivia, impide que se paralice
en repeticiones monótonas, y refuerza el efecto sugestivo,
en vir-
tud del cambio de operador (1). i ,
En los tratamientos por sugestión durante la vigilia nos deja-
mos guiar por el importante principio de conseguir la curación
o, por lo menos, una mejoría notable en una, sola sesión, y de
fijar inmediatamente una u-otra por medio de ejercicios, de modo
que, en los siguientes días, baste ya consolidarla con más ejercicios
y movimientos de reeducación, corrección y, sobre todo, ergo—
terapia. Hemos adoptado tal principio, porque, cuando este género
de sugestión no da resultado el primer día, su eficacia disminuye
mucho en las sesiones sucesivas ; por eso, puede constituir, en casos
rebeldes, un enorme esfuerzo de voluntad del médico y del paciente,
prolongado durante horas enteras, casi hasta el agotamiento
de
ambos en tanto llega un principio de éxito.
En presencia de trastornos psicogénicos ligeros, sin graves
resistencias de la voluntad ni mecanismos anormales con
raíces
profundas, el tratamiento es mucho más breve y sencillo
. Esto
ocurre, por ejemplo, con muchos casos de histerismo infantil, en
los cuales, después de una afirmación enérgica, basta a veces rozar
al enfermo con el electrodo para lograr que desaparezca un tras-
torno de la marcha o un tic.

LA SUGESTIÓN LARVADA
Designamos, finalmente, por psugestz'o'n ¿cn/vacia un procedimiento
terapéutico mediante el cual, sin provocar una escena sugestiva
especial, se prescribe al enfermo, como si se tratara de cualquier
otro remedio, un ligero paliativo (gotas de valeriana, por ejemplo),
y se le recomienda efectuar pequeños movimientos regulares u
observar cierto régimen, pero refiriéndose, al mismo tiempo, como
de pasada, a la eficacia que el remedio ha mostrado en otro pa-
ciente, o provocando una actitud psíquica favorable con la des-

(1) El esquema de tratamiento aquí descrito es, principalmente, obra de KAUFFMANN


y de KEHRER. El metodo llamado de KAUFFMANN utilizaba
corrientes farádicas inten«
sas y muy dolorosas para producir cierta acción elemental
de choque, destinada a operar
una inversión psicofísica total del paciente. Según nuestra experiencia
, no es indispensa—
ble recurrir a una medida tan rigurosa, y, sobre todo, en tiempo de
paz se puede pres-
cindir, casi por completo, de corrientes fuertes. La electrizaci
ón intensa sólo es admisible
con corriente farádica propiamente dicha, no con la sinusoidal
del multóstato ni con
otras, que exponen a complicaciones funestas.
Psicoterapia ‘ 399

cripción minuciosa y exacta de sus propiedades o simplemente con


un comentario sobre el acierto de la elección. El médico inteligente
y honrado evitará en tales casos recurrir a tretas pueriles, como
la de inyectar agua, y preferirá valerse, como cebo para la suges-
tión, de un medicamento dotado de valor propio. Tratándose de
enfermos mal educados, infantiles o rebeldes, a la sugestión lar-
vada pueden asociarse ciertos medios coactivos, a fin de darle una
forma algo desagradable. En nuestro servicio de neurosis de guerra,
durante el ataque histérico se aplicaba a cada enfermo una inyec—
ción. de éter (muy dolorosa) y una envoltura fria; pero es indis-
» pensable encubrir el carácter disciplinario de ambos procedimien-
tos, y destacar, en cambio, su eficacia Curativa.

LA PROTRÉPTICA

Si hoy nos hemos apartado de los métodos sugestivos tradi—


cionales, no es ciertamente porque no fueran eficaces. Las cura-
ciones logradas por MESMER en el siglo XVIII, y por neurólogos
destacados, como CHARCOT, BERNHEIM, FOREL y otros, en el
siglo XIX, por procedimientos puramente sugestivos, son, en reali-
dad, impresionantes, y otro tanto cabe decir de los médicos del
romanticismo alemán. Nunca se ha reunido una estadistica amplia
que permita comprobar si 1a relación entre“ el esfuerzo realizado
y el éxito conseguido en el promedio de las series empleando
los métodos analíticos, es esencialmente superior al resultado de los
métodos antiguos.
Los excelentes frutos que proporcionaban los antiguosproce—
dimientos de sugestión, se explican mejor comparando la neurosis
con un carro, que, tirado por un caballo a lo largo de un camino
rural, acaba atascándose en el fango. En particular, la terapéutica
sugestiva en plena vigilia y en un solo tiempo, altamente drástica,
se parece mucho a la escena en que el carro, con una rueda hun—
dida hasta el cubo, sale del atasco por el esfuerzo sumamente
concentrado, físico y psíquico, del hombre y del caballo, conse—
guido lo cual, la sufrida bestia continúa tirando tranquilamente
del vehiculo como si nada hubiese ocurrido. No se trata, pues,
aquí de la eliminación por retroceso de las causas que han condu-
cido a la situación catastrófica, sino más bien de la psicología del
«punto muerto». Si ayudamos a1 organismo psicofisico a salvar
este punto a que le ha llevado su neurosis, en casos favorables
bastan sus propias facultades de recuperación para dejarlo atrás
y seguir por un camino llano, con lo que vence por sí solo sus
dificultades externas e internas y vuelve a tomar contacto con
300 Psicologia ‘médica práctica

la 'vida. Empíricamente sucede asi no' pocas'veCes, como se des—


prende de la historia de los métodos sugestivos.
¿Por qué, pues, nos distanciamos a pesar de ello de esos anti—
guos métodos? En primer lugar, aclaremos bien la situación desde
el punto de vista médico. Aunque a menudo se puede prescindir
de los análisis largamente retrOSpectivos al modo de FREUD, en
todos los casos nos interesa, en principio, analizar y suprimir la
i situación actual de conflicto que origina la neurosis. De este modo
mejoran mucho las probabilidades de curación permanente sobre
lo que puede esperarse de los tratamientos exclusivamente suges—
tivos. .
Otra cuestión es la del estilo. La aureola del médico que cura
por arte de magia no es compatible con la actitud del versado en
ciencias naturales. Hace ya años intentamos despojar los métodos
sugestivos de su atmósfera mágica, para extraer los factores psico-
lógicos y neurofisioló'gicos en que descansan ; y de tales intentos
resulta que puede dejarse a un lado todo lo accesorio y trabajar
sólo con señales ópticas, acústicas y táctiles, aplicadas en sucesión
bien meditada, con gran energía y concentrando el esfuerzo. Hay
estímulos que, sorteando todos los trámites racionales,-se hacen
actuar sobre la hipobulia y proporcionan infaliblemente el éxito
apetecido. Esta forma de trabajar conil seres humanos. se parece
mucho a lo que, hablando de animales, se llama « amaestmr » (en
sentido puramente técnico, sin el menor matiz de valoración).
No se emplean muchas palabras ni se dirigen a la razón; no se
convence, sino que se recurre a trucos, « se ayuda », en términos
de picadero. Lo esencial aquí es siempre el estímulo elemental,
que no obra tanto por el contenido de las palabras como por la
impresión sensorial, por el contacto directo de las manos al coger,
sacudir y aplicar pases con gesto tranquilizador a1 paciente, por .
el tono de la voz, sobrio e imperativo, o bien sordo y calmante,
que crece o mengua, y por la finalidad inexorable en forma de
impulsos francamente opuestos que alternan en sucesión rápida y
enérgica, pidiendo respuesta a las profundas capas hipobúlicas,
irracionales, de los aparatos volitivos humanos y siempre dispuestos
a la rebeldia y asimismo a la obediencia ciega.
Calificamos de ¡brotrégbtz’co este método, derivado de la antigua
terapéutica'sugestiva en un tiempo y en plena vigilia, por elimina—
ción de los últimos restos de tramoya mágica, que deja sólo un
procedimiento claro, rigurosamente cientifico. Su técnica se deduce «
con facilidad de la descripción que hemos hecho de la referida
terapéutica. i l .
Psicoterapia ’ 301'

La protréptica, como la antigua hipnosis primitiva, se presta


todavía hoy muy bien al tratamiento de aquellas personas que, en
' materia de inteligencia y caracter, están por debajo de cierto limite
inferior. Ambas, asociadas a una activación ulterior inmediata
(gimnasia, ergoterapia), suelen ser, en estos casos, los métodos de
elección. . _ '
Reservamos con preferencia el término « sugestivo »‘ para de-
signar las acciones difusas inmediatas que acompañan indisoluble-
mente a cualquier intervención médica, y, en particular, a toda
psicoterapia especial, incluyendo elpsicoanálisis.

LA ANTIGUA HIPNOSIS PRIMITIVA

Nos referimos, en primer lugar, exclusivamente a la forma his-


tórica tradicional de la hipnosis, que calificamos de primitiva."
La hipnosis activa fraccionada, por el contrario, es un método
moderno de adiestramiento, y trataremos de ella en este mismo
apartado.
El tratamiento por hipnosis (1), en su forma tradicional,
difiere de la sugestión en estado de vigilia en que el enfermo recibe
las sugestiones y ejecuta. los eventuales ejercicios encontrándose
parcialmente dormido. En tal estado, que supone cierta alteración
de la conciencia, las profundas capas hipobúlicas e hiponoicas nos
son, a veces, más accesibles que en estado de vigilia. Provocamos
al principio de la sesión terapéutica el sueño parcial hipnótico por
la sugestión verbal, combinada con pequeños artificios de orden
físico, de los cuales los más acreditados consisten en ordenar al
enfermo que fije su mirada en un objeto cualquiera y en ejecutar
ligeros pases sobre su cara y su cuerpo. La inmovilidad de la
mirada, como puede comprobarlo cualquiera en si mismo, provoca
fácilmente un estado de ausencia o relajación mental, casi de
ensueño (como, a la inversa, reconocemos por su mirada fija a las
personas ausentes en espíritu). Generalmente, ordenamos al en—
fermo que fije su atención, por ejemplo, en el reloj que le enseña—
mos, o que nos mire de hito en hito. Luego le ponemos la mano so-
vbre'la frente, y ejecutamos lentamente ligeros pases sobre su cara
y su cuerpo, como suele hacerse para calmar y dormir a los niños.
Le hablamos a media voz, sin acento, con voz monótona, lo cual
refuerza la acción hipnótica. Entretanto, el paciente se halla acos-
tado cómodamente, con los músculos sueltos, sobre un sofá, en una
habitación silenciosa y semioscura, para evitar cualquier pertur-

(1) A partir de aquí, utilizamos también con frecuencia las minuciosas explicacio-
nes de FLATAU, HIRSCHLAFF y otros a propósito de 1a hipnosis.
302 Psicologia médica práctica

bación o distracción. Para iniciar la hipnosis primitiva, hablaria-


mos y obrariamos, pues, aproximadamente como sigue:
<< Figúrese usted que quiere dormir, y no piense más que en el des—
canso y en el sueño. Tiene que relajar bien los músculos...; así, instálese
cómodamente, v respire tranquilo, con regularidad, sin esforzarse. Míreme
.J

bien a los ojos, sin apartar los suyos. Ahora le pongo 1a mano en la frente ;
usted siente que eso le calma, que empieza a sentirse fatigado, que le van
pesando los párpados, que se le cierran los ojos (al mismo tiempo, deslizando
los dedos desde la. frente, se le cierran en efecto, o se invita al paciente
a hacerlo, si no se cerraran por si solos) ; ya se ley están cerrando. Cuando
le rozo 1a frente así (pasando suavemente la mano por la frente), siente
usted que su cansancio aumenta, que el cuerpo se fatiga y se vuelve pe-
sado (pases sobre el cuerpo, y especialmente sobre las manos). Ahora nota
usted en las manos una ligera sensación de entorpecimiento, de tirantez,
como si se le durmiesen, y pesadez en los brazos; cuando se los levanto,
vuelven a caer inertes... >>, etc. ' i

Hay que continuar así, de una manera siempre monótona,


ordenando una y otra vez al enfermo que respire tranquilamente,
etcétera, hasta que se duerma con absoluto sosiego. Del estado
hipnótico se le despierta asimismo por medio de la sugestión, so—
plándole la cara o abanicándole, y diciendo de cuando en cuando
que ahora sentirá como se despabila y acabará despertando, y
abrirá los ojos al contar tres ; y se cuenta despacio hasta tres, le—
vantando poco a poco la voz. Antes de que despierte, se le sugerirá
siempre una sensación de bienestar. Si experimenta dificultad para
abrir los ojos, se le puede ayudar mecánicamente, entre afirmacio—
nes que le tranquilicen y estimulen.” No debe sustraérsele brusca—
mente a la hipnosis, sino que se le dejara descansar un rato, como
después de un sueño profundo. .
Por este procedimiento obtenemos tres grados sde hipnosis:
ligera, mediana y profunda. En los gmcios más ligeros, los pacientes
apenas experimentan la sensación de sueño, y se creen. simple—
mente en reposo : pueden permanecer sin dificultad largo tiempo
echados e inmóviles, sin abrir los ojos; ante todo, tal estado de
pasividad tranquila los hace muy senSibles a las palabras del
médico. En la hipnosis moderada se agrega, ademas, una'notable
relajación muscular, de modo que el brazo, pasivamente levantado,
vuelva a caer inerte al dejarlo ; a duras penas puede el enfermo
abrir los ojos y se siente soñoliento sin que se lo sugieran. En tal
estado se logra ya que realice algunos movimientos sencillos.
La hipnosis" profunda se asemeja exteriormente al sueño nocturno
tOtal y tranquilo, con respiración amplia, eventual enrojecimiento
del rostro y Completa relajación muscular, aunque a veces obser—
vamos una expresión facial tirante como la de una careta. El des—
Psicoterapia - I 303
pertar de esta hipnosis, acompañado de aturdimiento, frotam
iento
de ojos, bostezos, etc, se parece también al del sueño profund
o,
e igualmente existe amnesia durante el periodo hipnótico. En esta
fase de hipnosis profunda se realizan los conOcidos experimentos
de sugestión de sensaciones falsas (hacer que el sujeto muerda una
patata creyendo que es una manzana, etc.).i
Cuando la hipnosis es bastante profunda, podemos sugerir al
enfermo algunos movimientos o ejercicios, o que se levante de la
cama con los ojos abiertos y vaya de un lado a otro según se le
ordene, sin que se despierte. Con el paciente hipnotizado, es posi—
ble hacerle realizar ejercicios motores, por ejemplo, a fin de supri—
mir una parálisis histérica ; pero también admite sencillas suges—
tiones verbales en el sentido de que sus molestias, sus dolores de
cabeza, su angustia, van a desaparecer, que cuando despierte se
encontrara mucho mas fuerte, despejado y como regenerado, que
ese efecto durará y que podrá hablar o caminar en adelante sin
dificultad, Como antes de caer enfermo. En este caso, son igual-v
mente más eficaces las sugestiones verbales enérgicas que las vagas
y generales, acompañadas de ejercicios y actos calmantes (impo-
sición de la mano, pases) destinados a hacer que el enfermo expe—
rimente poco a poco, durante la hipnosis, las diversas fases de la
curación. Como en la sugestión en plena vigilia, la sesión debe
organizarse con método y por grados, valiéndose de sugestiones
muy breves, formuladas expresivamente y siguiendo una trayec-
toria lógica, para no incurrir en vacilaciones o contradicciones por
no meditarlas bien. y
Las sugestz'ones cuyos efectos persisten después de la hipnosis
o no se realizan hasta pasado algún tiempo, reciben el califi-
cativo. de posthigbnóticas, y en esta cualidad radica su eficacia
terapéutica. Con fines puramente experimentales se ha hecho, por
ejemplo, el siguiente ensayo. Se dijo al sujeto hipnotizado : « Dentro
de tres dias, a las 7 y media de la noche, vendrá usted a mi casa,
me pondrá la mano izquierda en el hombro, se inclinará luego,
y recitará los tres primeros versos de La Campana, de Schiller >>.
Y el requerido lo ejecutó en estado de vigilia con escrupulosa pun—
tualidad. Se ha temido que, de este modo, pudieran sugerirse, me-
diante hipnosis, actos criminales aun a personas bien intencionadas,
que tal vez llegaren a cometerlos en estado de vigilia por persistir
el efecto de aquélla ; pero, en general, no es posible llegar a vencer
por sugestión toda la estructura moral de una persona, dado caso
que, ante la resuelta resistencia de algunos histé‘ricos, nos es im-
posible a menudo sacar fruto de nuestras sugestiones curativas
durante la hipnosis. Esas inducciones al crimen sólo encuentran
304 Psicologia médica práctica

eco más bien en presencia de un poderoso instinto latente hacia el


acto sugerido por el hipnotizador, como ocurre, por ejemplo, con
los casos de seducción. > '
Aun prescindiendo de este temor, se ha exagerado mucho la
posibilidad de que se aproveche la hipnosis para la comisión de
delitos ; su único inconveniente es cierta adhesión psíquica del pa—
ciente al médico después de un tratamiento prolongado por este
método, hasta el punto de que no hay manera de hacerle salir
del consultorio, pues no acierta ya a desenvolverse en la vida por
su cuenta, y cree necesitar" el consejo y la ayuda del médico ante
cualquier dificultad nimia; pero este peligro es anejo a cualquier
psicoterapia intensiva y prolongada, y, muy especialmente, por
ejemplo, al psicoanalista, aparte que puede evitarse si el médico
adopta a tiempo enérgicas medidas de reeducación de la voluntad.
Cuando se trata de personas de erotismo dudoso, embusteras
o muy sensibles a la autosugestión, lo mejor es producir siempre
la hipnosis en presencia de un testigo, pues son muchos los médicos
perjudicados en su reputación por aseveraciones calumniosas de
algunas mujeres deficientes que les acusan de haber abusado
de ellas mientras se encóntraban en ese estado.
Por último, puede provoCar complicaciones indeseables la
transformación de una hipnosis en un estado crepuscular, eventual—
mente con fuertes cargas afectivas, lo cual amenaza, en ocasiones,
con emancipar a1 enfermo de nuestra dirección ; y también ocurre
a veces lo mismo en casos de sugestión en plena vigilia. En general,
basta una orden brusca, imperiosa, una excitación faradica dolo—
' rosa, una aspersión fria, etc., para cortar en el acto el estado cre—
puscular. Si un médico poco experimentado no llegara a conse-
guirlo, tampoco es muy grande el mal, pues no suele exponerse,
con ello, al enfermo a ningún perjuicio serio; se limitará a dejarle
en una habitación aislada y vacía, tranquila, hasta que cese el
estado crepuscular. Pero, de todos modos, como cuando éstos se
prolongan más de la cuenta, constituyen una complicación algo
enojosa, será mejor no hipnotizar a enfermos propensos a caer en
tales estados, muy especialmente a los débiles mentales atacados
de histerismo. .
No todas las personas se dejan hipnotizar, por lo menos en
cualesquiera circunstancias y por cualquier médico. El adiestra-
miento activo fraccionado por hipnosis es superior a la antigua
hipnosis primitiva por lo que atañe a seguridad metódica y garan-
tía. FLATAU, fundándose en su experiencia personal, estima que
la hipnosis profunda no se puede obtener más que en el 15 C3/0 de
los casos. La hipnosis ligera es realizable en la mayor parte de los
Psicoterapia 305

hombres, mientras no se resistan a ella de un modo abierto o


latente. El fracaso de una primera tentativa no debe considerarse
como prueba de que es imposible lograrla en un determinado pa-
" ciente. En la primera sesión es frecuente conseguir poco; a veces,
nada. Ante pacientes sobreexcitados, ansiosos o desconfiados, se
debe comenzar por calmarlos, darles explicaciones. y habituarles
a una actitud adecuada. En casos dificiles conviene hipnotizar al
sujeto, por ejemplo, al llegar la noche, cuando esté algo fatigado
o tenga sueño, pues es mejor que por la mañana o despues de la
siesta. También se han utilizado, para provocar un estado psi-
quico pasivo con tendencia al sueño, ciertos narcóticos ligeros y
numerosos trucos sugestivos que no podemos enumerar aquí.
Una sesión hipnótica no debe durar, en general, menos de me—
dia hora. A diferencia del tratamiento por sugestión en estado de
vigilia, en el que interesa obtener resultados en una sola sesión y
consolidarlos después, la hipnosis constituye, sobre todo, un tra—
tamiento suave y prolongado, y exige incluso docenas de sesiones
consecutivas durante semanas o meses, sin interrumpirlas al final
de repente; antes bien, prolongando cada'vez más las pausas. Quien
no disponga de tiempo suficiente, no deberá dedicarse al tratamiento
hipnótico, pues las sesiones aisladas esporádicas no suelen dar el
menor resultado positivo. '

INDICACIONES

El método ¡brotréptico perfeccionado que hoy aplicamos en


sustitución de los antiguos tratamientos de .sugestión en estado de
vigilia está indicado especialmente en todos los histerismos de al—
guna importancia con síntomas fisicos apreciables, sobre todo
trastornos de la marcha y la actitud, parálisis y contracturas, asi
como perturbaciones de la sensibilidad (anestesias, seudociáticas,
seudorreumatismo), temblores sucusivos y tics, vómitos y sordera
de origen psíquico, y da asimismo excelentes resultados en casos de
mutismo y de afonía psicógena, muy frecuente. Cuando haya
de aplicarse a enfermos medrosos y sensibles, deberá manejarse
con gran cuidado, seguridad y elegancia. En las neurosis delicadas,
de estructura psíquica constituida por vivencias algo complejas, no
se aplicara sino después de analizar y eliminar las dificultades
psíquicas, con el finde suprimir rápidamente un síntoma aislado
manifiesto, aunque en este caso suelen desaparecer ya los síntomas
por efecto del análisis. En muchos histerismos infantiles debe
dársele preferencia. Las ventajas del método residen en su sencillez
y en la sensacional rapidez de su acción, si bien resulta un tanto
20. KRETSCHMER: Psicología médica.
306 ' Psicología médica práctica

drástico; por eso, exige del médico tenacidad, autoridad y tempe-


ramento, y por parte del paciente, en general, una estructura
psíquica algo sencilla y recia. No es aplicable a aquellos trastornos
que resisten a todo alivio en la primera sesión, tales como trastor-
nos del sueño, cefalalgias y molestias psíquicas directas. Las neu-
rosis de guerra, con sus síndromes psicomotores desarrollados, cons-
tituían un clásico campo de indicaciones para los antiguos métodos
de sugestión en plena vigilia, porque en ellas (cuando la causa
psíquica es evidente y masiva) se requerían pocos análisis del
fenómeno interno, pero enérgicos medios para quebrar las resis-
tencias y reducir las contracciones hipobúlicas. Las indicaciones
no son tan amplias, ni mucho menos, en tiempo de paz ; sin em-
bargo, solemos seguir empleando el método con buenos resultados
en las psicosis carcelarias, los estados análogos al síndrome de
Ganser, los estupores psicógenos y las producciones motoras con—
siderables de personas débiles y mentalmente primitivas, las cuales
constituyen, en general, el objetivo predilecto de la protréptica o de
la antigua hipnosis. Por debajo de un determinado nivel de la
personalidad se separan los métodos analíticos complicados y los
de adiestramiento. '
.La sugestz'ón lam/ada es una parte integrante y latente de mu—
chas de nuestras medicaciones generales, y, como es natural, puede
ser también eficaz en todos los trastornos neuróticos propiamente
dichos. No obstante, sería equivocado forjarse demasiadas ilusiones
sobre la amplitud de sus posibilidades de éxito; viene a ser la
« política de los pequeños medios», que regularmente fracasa
frente a neurosis algo rebeldes y complicadas. Por eso, prescin—
diendo de casos realmente sencillos y leves, el médico hará bien
no comprometiendo su autoridad más de lo justo con estos recursos
de menor cuantía. '
La antigua hipnosis primitiva ha visto reducirse considerable“
mente la esfera de sus indicaciones a partir del desarrollo de los
sistemas psicoanalíticos y, en particular, de los modernos métodos.
de adiestramiento. Sus indicaciones son las mismas de la sugestión
en estado de vigilia, pero su acción es algo más moderada, lo que
permite manejarla con gran energía. Además, suele exigir menos.
esfuerzo al médico, pues no está atenida a los resultados de una
sola sesión, sino que puede repartirse en varias. Frente a la suges—-
tión en plena vigilia, tiene el inconveniente de que ciertos círculos
de población le atribuyen peligros y la tienen por misteriosa, de-
que (sobre todo cuando el médico no posee suficiente experiencia)
algunos enfermos no llegan a quedar hipnotizados, y de que los.
de mala voluntad pueden oponer al médico enojosas dificultades
Psicoterapia _ 307

y trabas en la fase inicial. Por consiguiente, en muchos casos es


simple cuestión de gusto y pericia elegir el procedimiento de suges—
tión en plena vigilia y en un solo tiempo o la hipnosis.
Por otra parte, las posibilidades del hipnotismo superan con
mucho las que ofrece la terapéutica sugestiva en plena vigilia.
En virtud de los efectos diferidos, posthipnóticos, de la sugestión,
se puede emplear también en casos de ataques de histerismo, asma
nervioso, enuresis, trastornos del sueño, impotencia y otras per-
turbaciones sexuales de índole nerviosa, tartamudez (que, cuando
es de origen histerico agudo, responde también a la sugestión en
estado de vigilia), así como de malestar general nervioso o psí-
quico, fobias ligeras, ansiedad expectante (agorafobia, etc.) y cier-
tos fenómenos obsesivos. En estos últimos grupos, para reajustar
ciertas regulaciones vegetativas y experiencias psíquicas algo suti—
les, tratándose de personalidades no demasiado primitivas se sus—-
tituye la antigua hipnosis por el adiestramiento .hipnótico activo
fraCcionado o por el adiestramiento autógeno de J. H. SCHULTZ,
que garantizan, en tales casos, una acción mucho más metódica,
penetrante y susceptible de regulación exacta.
Finalmente, la hipnosis es un factor auxiliar no sólo del tra-
tamiento sugestivo, sino también del analítico. Por la termnesís
(ampliación del recuerdo) que lleva implícita, algunas veces pueden
evocarse en la hipnosis complejos psíquicos patógenos, reminiscen-
cias de la niñez, etc., poco o nada accesibles a la exploración en
estado de vigilia. Una vez sumergido el enfermo en la hipnosis,
le hacemos relatar, a manera de escenas de película, las imágenes
y los recuerdos que se le vayan ocurriendo, orientándole con pre—
guntas cuando sea necesario en el curso de sus pensamientos.
Las Vivencias patógenas con fuerte carga afectiva pueden volverse
a vivir entonces, conforme Surgen, con pujanza enorme, explosiva, ,
y vivacidad dramática, como si fueran actuales ; semejante abreac—
ción de complejos en la hipnosis puede acarrear alivio y mejoría
persistentes, sin que pueda decirse exactamente en cada caso si
son más bien obra de la descarga afectiva catártica o de la acción
sugestiva inherente a la sesión de hipnosis.
Aparte su acción sugestiva y catártica, la hipnosis se emplea
también con éxito, por sus virtudes Simplemente calmantes, como
sueño curativo repetido con frecuencia, en casos de agotamiento
nervioso y de. sobreexcitación psíquica, y con fines psicagógicos,
para hacer más profundos en sus efectos la influencia ética y el
ejercicio metódico.
".308 - Psicologia médica práctica

ANÁLISIS, SUGESTIÓN Y REEDUCACIÓN

La psicoterapia no debe tener, generalmente, por base única


la sugestio’n. El tratamiento sugestivo sirve para ayudar al enfermo
,a salvar psiquicamente el punto muerto, para arrancarlo con una
fuerte sacudida de sus falsas actitudes internas, de sus descarriadas
“orientaciones sensitivas y motoras ; no puede exigir-se más de él.
Es incapaz de suprimir por si sola las causaspSíquicas, los com—
plejos y las influencias del medio determinantes de la neurosis,
y tampoco proporciona en todos los casos al paciente la energia y
la autodisciplina que necesita para dejar su «refugio en la enfer—
medad » y restituirse definitivamente al trabajo y a sus ocupacio-
nes profesionales. Por consiguiente, el plan curativo completo de
los trastornos nerviosos y psíquicos es como sigue: a) análisis;
b) tratamiento sugestivo ; c) reeducación. Antes de iniciar la tera—
péutica sugestiva, hay que aclarar, en general, la situación psíquica
del paciente por medio de una detenida exploración, y suprimir
en lo posible la causa del mal. Un buen psiquiatra debe cuidar
por si mismo de desenredar cuanto antes el hilo de la vida del
paciente, de alejar al niño histérico de un ambiente doméstico
y escolar desfavorable, de ponerse en- contacto con los padres o
allegados y con los superiores, de aplacar los disgustos conyugales,
de eliminar los conflictos profesionales ; o, si las dificultades radi—
can en elpaciente mismo, de inculcarle una actitud apropiada
para superarlas. Una vez todo encauzado, o, al menos, aclarado
provisionalmente, se instituirá el tratamiento por sugestión, que
de una vez y pronto acaba con los síntomas manifiestos. Pero
nuestra tarea no termina con la. curación de éstos, sino que em-
pieza entonces. Sobre todo los hipocondriacos timoratos y los
.histéricos con dudosa Voluntad de sanar (por ejemplo, el histérico
que solicita pensión) no suelen tardar en recaer en la antigua,
'cómóda y útil rutina de su enfermedad, si los abandonamos a sus
escasas fuerzas propias. No debemos considerar curado al paciente
sino cuando se encuentre de nuevo en un círculo cerrado y sólido
sde deberes cívicos o familiares. En los centros neuropsiquiátricos
se adOptó el ejemplar sistema de someter al enfermo nervioso, no
:sólo a un plan enérgico de ejercicios, disciplina y reeducación, sino
también, y desde un principio, a un trabajo activo bien dirigido,
por el que pasaba gradualmente de lo fácil a-lo difícil y de una
jornada corta a otra más larga. Este esquema de reeducación 0
readaptación inmediata, paciente y enérgica del enfermo a sus
deberes y tareas debe formar parte asimismo, mamas mutandis,
Psicoterapia 309

de los tratamientos protrépticos e hipnóticos primitivos en la


práctica habitual, sin distinción entre ricos o pobres, ni entre tra—
bajadores manuales o intelectuales. '

B. Métodos psicagógícos
Entendemos por métodos psicagógicos todo lo que se refiere
de algún modo al médico en concepto de educador, esto es, a la"
reeducación, al ejercicio simple y directo, a la ergoterapia.

PERSUASIÓN Y EJERCICIO
Se entiende por persuasión el empleo de métodos de educa—
ción psíquica fundados esencialmente en la dialéctica, en el con-
vencimiento insistente y en la demostración lógica ; en una pala—
bra, es el método socrático antiguo, que especialmente DUBOIS ha
revalorizado hace unos decenios con gran entusiasmo, por su utili—
dad terapéutica.
Una señora se presenta a DUBOIS, quejándose de violentas crisis de
angustia cardíaca que le sobrevienen todas las noches. Después de recono-
cerla atentamente, aquél Viene a decirle : << Es usted joven, sana y fuerte,
de constitución irreprochable. Sus palpitaciones son puramente nerviosas,
y no tiene la más mínima lesión cardíaca ; por muy rápido que vaya el
pulso, no supone peligro alguno para usted. Únicamente e1 miedo la ha
puesto en semejante estado. Créarne, si pudiese. usted vencerlo, desapare-
cerian en el acto todos sus trastornos morbosos. No olvide nunca que nada
ocasiona palpitaciones tanto como la emoción del miedo. Aunque la, des—.
pierten en realidad, tal vez obedezca esto a un sueño angustioso del que
se haya olvidado al despertar, o bien a haber tomado café o té. Como ello
1a asusta y la hace pensar en la inminencia de una catástrofe, cae usted
en un estado de excitación emotiva, y sube entonces el número de sus
pulsaciones de 100 a. 120, pues toda excitación emotiva acelera el corazón.
Este aumento del número de pulsaciones hace aún mayores su angustia y
su emoción, y, en consecuencia, sube el pulso a 140. Por el contrario, irá
bajando poco a poco si usted desecha sus temores, convencida de que no
padece ninguna enfermedad orgánica. -

Como se ve, quien intente curar por persuasión no debe ser


parco en palabras. No basta con refunfuñ r algo acerca de « resul—
tado negatiVo », de «temores absurdos» y «males imaginarios»;
el médico debe analizar la situación objetiva y la actitud psíquica
objetiva del paciente con detallada elocuencia, iluminarlas en
todos sus aspectos, descomponerlas en sus correlaciones y meca—.
nismos psicofísicos. Esto, como es natural, sólo es posible después
de estudiar afondo, y con ojos de experto, los resultados del examen.
psíquico, y suponiendo que el mismo médico comprenda bien tales
310 Psicología médica práctica

correlaciones. Por lo demás, la simple «persuasión», aun siendo


irreprochable, no basta para lograr el éxito sino cuando emana
de una personalidad superior, capaz de imponerSe, y rodeada de
una atmósfera fuertemente sugestiva. _.
Es inútil decir que la « persuas ión » no tiene en la psicoterapia
moderna categoria de método autónom o ; la demostra ción lógica
y la explicación sólo tienen sentido a base de un análisis previo.
Todo médico que quiera actuar por persuasió n, debe Conocer lo
mejor posible las relaciones propias de las vivencias que han dado
origen a una enfermedad psíquica. No debemos limitarnos adecir a
un enfermo, por ejemplo, que su angustia cardiaca no obedece
a una dolencia orgánica (esto puede ser suficiente sólo en casos
muy sencillos), sino informarle, desde luego, de un modo positivo,
del origen último de tal angustia, concretándolo en conflictos
psíquicos, complejos sexuales, etc.; así le mostramos el'mejor
camino para vencer sus molestias. Es decir, que, en lo posible,
debe preceder el análisis a la persuasión, pero también conviene
que ésta vaya a menudo acompañada o seguida de ejercicios
curativos.
. No es nuestro propósito, desde luego, menospreciar el arte de
.la persuasión, cuando lo ponen en practica personalidades médicas
indiscutibles. Pero, también para ellos, tiene validez la regla que
manda esclarecer_y depurar los conflictos en que el paciente se
encuentra envuelto consigo mismo y con su espacio vital, para
persuadir en segundo término ; y la persuasión significaría enton-
ces, escuetamente, el convencimiento derivado del diálogo con el
enfermo a propósito de las normas que han de regir en el futuro
1a configuración de su personalidad y su plan de vida exterior.
La persuasión así producida conviene especialmente a hom—
bres maduros, comprensivos, y a las neurosis algo complicadas.
Sobre todo en forma de manifestaciones periódicas y repetidas del
médico, bien documentadas, sus efectos son favorables en muchos
casos de neurosis sensitivas, de delirios paranoicos incipientes mal
fijados aún, y de delirio sensitivo de referencia, así como en los
de molestias hipocondríacas, por ejemplo, en las depresiones pro—
vocadas por arteriosclerosis o sifilofobia, en los onanistas, etc. Pero
no debe perderse el tiempo tratando de persuadir a individuos
mal educados, testarudos o cerrados de inteligencia ; mejores resul—
tados que este método, delicado y contemporizador, dan, con ellos,
otros más breves y radicales de sugestión y disciplina. i
i Los ejercicios metódicos (cinesiterapia) tienen un amplio campo
de aplicaciones en las más diversas molestias psicógenas, somáticas
y psíquicas. Constituyen parte esencial de muchos métodos suges—
Psicoterapia l 311

tivos y persuasivos, cuyos resultados refuerza o consolida a veces,


y hasta puede utilizarse como recurso único en casos no muy
graves. Nunca hemos de dar patente de enfermedad a las innu-
merables habituaciones histéricas leves, ni a' las agravaciones y
simulaciones parciales que tanto abundan, dedicándoles una sesión
de tratamiento sugestivo o una seudoterapéutica larvada, sino que
las atacaremos directamente, sin embozos ni rodeos. Cuando no
se trate de simulación manifiesta, nos abstendremos de hacer
reproches, de emplear términos como ¡el de «imaginario», pero
si diremos al sujeto que sus molestias tienen igual origen que
¡cualquier hábito fisiológico, y deben desaparecer por el mismo
camino. La cinesiterapia es útil asimismo en la multitud de formas
que designamos por << resabios histéricos >>, nacidos, sin motivos
analíticos muy complicados, de situaciones. perfectamente claras ;
y en las de simples fijaciones de parálisis quirúrgicas o reumáticas,
impedimentos articulares o posiciones antálgicas. Se basa en el
estudio minucioso de los mecanismos neurofisiológicos de tales
molestias (1), y sigue aproximadamente el esquema de una rígida
preparación deportiva; en pacientes de estructura compacta re—
viste este carácter casi por entero, y en otros menos fuertes puede
modificarse como mejor convenga. Lo esencial consiste en hacer
practicar dos veces al día, siempre a las mismas horas, ejercicios
breves (de 10 a 20 minutos), pero muy enérgicos y ateniéndose
a la voz de mando ; el médico debe ejecutar ante el paciente los
mismos movimientos, y cuidará de Convencerle con palabras amis-
tosas y prudentes, apelando a su inteligencia y buena voluntad.
Pero durante los ejercicios no se permitirá la menor queja, imper—
fección o resistencia latente, que deberá sofocarse en germen con
gran firmeza ; entretanto, hay que apaciguar, calmar y devolver
su equilibrio al enfermo, para reanudar luego las órdenes y los
gritos, a un paso tal que apenas tenga tiempo de respirar y ejecute
cada movimiento sin darse cuenta, incluso a pesar 'suyo. En los
intervalos no se le dejará andar ocioso ; se le tendrá. rigurosamente
aislado en su cama o haciendo ejercicio, y conviene señalarle algu-
nos movimientos para que los ejecute por si mismo entre horas ;
por ejemplo, ejercicios de marcha al aire libre, dosificados, cada
vez más dificiles y con finalidad determinada. En algunos casos,
como los de parálisis histéricamente superpuestas de la mano,
conviene servirse de algunos aparatos sencillos que exijan un
esfuerzo fácilmente graduable, por el estilo de los empleados en
mecanoterapia ; pero tales aparatos no suelen ser necesarios en los
(1), Véanse pormenores sobre el particular en KRETSCHMER, Hysterz'e, Reflex und
Instinkt, 5.a ed., Thieme, Stuttgart, 1948.
312 Psicología médica práctica

trastornos locomotores. Cuando se tiene en tratamiento a varios


enfermos a la vez, contribuyen mucho a educar la voluntad algunos
ejercicios gimnásticos sencillos y breves, pero enér’gicos, de pértiga
y de barra fija.
AISLAMIENTO v DISCIPLINA

La modalidad más sencilla de esta categoria es el tratamiento


en cuarto oscuro. Sustraemos al enfermo de su ambiente familiar
y le trasladamos, vigilado por personal competente, a una pieza
retirada y lisa, silenciosa y semioscura, de modo que pueda ver,
pero no leer ni mirar por la ventana ; allí ha de guardar completo
reposo en cama. Aparte las dos breves visitas diarias del vrnédico
y del personal indÍSpensable, nadie entra en la habitación, y tam—
bién está prohibida toda correspondencia; las visitas se aprove-
chan para dirigir al enfermo algunas palabras sugestivas, pero sin
gran insistencia. Este tratamiento se prolonga durante dias o se—
manas ; pocas veces pasarán de cuatro las necesarias para la cura—
ciónfEste método ejerce una acción triple : calmante intensa, para
excluir todo estímulo psíquico general o daño resultante del con—
tacto con personas o situaciones patógenas; sugestiva, por la
impresión que produce un ambiente distinto del habitual, y educa—
tiva sobre todo, de enérgica disciplina, por el tedio y la bienhechora
carencia psíquica que todo ello supone. Este método es tanto mas
seguro cuanto más amable e inteligible se haga al enfermo, dentro
de una consecuencia rigurosa. Da buenos resultados en casos de
ataques de histerismo, temblores sucusivos, tics e hipercinesias
psicógenas en general, así como para tranquilizar y reeducar
a enfermos con hiperexcitación histérica leve, con tendencia a
«escenas» y manifestaciones explosivas. Igualmente se puede
emplear como tratamiento principal o complementario en los
trastornos histéricos de la marcha y otros análogos, aprovechando
el médico sus visitas para inducir al enfermo a la practica de algu-
nos ejercicios breves y vigorosos. Ofrece la ventaja de su acción
suave y enérgica y de la economía de tiempo y esfuerzo que supone
para el médico, en comparación con otros recursos psicoterápicos
absorbentes y fatigosos por regla general, y, además, es sencillo,.
pues sólo requiere habilidad pedagógica, exenta de toda técnica
especial. Como es natural, se puede emplear el aislamiento sin
oscuridad, o bien modificar de otro modo la carencia psíquica.
No es aplicable el método, desde luego, a neurosis no histéricas
en pacientes de personalidad y vida psíquica complicada.
Contra las reacciones primitivas más o menos artificiales de
pacientes degenerados con moralidad deficiente o criminales, las
Psicoterapia Y 313

cuales consisten en violentos accesos de rabia e injurias, con ten-


dencia a la agresión y destructomania, el mejor medio terapéutico
auxiliar consiste 'en encerrar al enfermo en una celda desnuda
bien cerrada, que no contenga objeto alguno susceptible de des—
trozo ; así se corta de golpe un ataque inminente, y no se pone al
sujeto en libertad hasta que recobre la calma y el buen sentido-
En muchos casos, la perspectiva cierta de semejante tratamiento
sirve ya para prevenir nuevas crisis. '
Por lo demás, el aislamiento del enfermo en un hospital o
una casa de salud, sustrayéndole a un ambiente familiar o pro—
fesional desfavorable, es condición necesaria de numerosas medidas
psicoterápicas, y basta, a veces, para asegurar la curación. En
cuanto a la disciplina, constituye un componente encubierto de
muchos métodos terapéuticos, en particular sugestivos, del histe-
rismo, del mismo modo que en el tratamiento por sugestión en
plena vigilia y sesión única pueden ser muy útiles la orden impe—
riosa y el estímulo doloroso provocado por la corriente farádica.

TRABAJO Y REPOSO
Todavía hoy, son muchos los médicos que, a la Vista de un
enfermo psíquico y nervioso, no tienen más que un pensamiento :
(k reposo ». Sin embargo, 1a primera idea no debería ser, en la
mayoría de los casos, proporcionar vacaciones al paciente, sino
hacerle trabajar. El reposo y la actividad tienen sus respectivas
y especiales indicaciones en estos enfermos.
Necesitan reposo, en primer lugar, los convalecz'entes de una
enfermedadaguda, y, en segundo término, los agotados por exceso de
trabajo o por excesos afectivos; pero, ante todo, ha de comprobarse
que existe efectivamente tal extenuación. El exceso de trabajo es
siempre lo primero que en sentido etiológico señala el público,
y casi siempre también lo primero que certifica el médico, aunque
en el mayor número de enfermos a quienes se prescribe reposo,
las molestias provienen de causas distintas. Es un abuso llamar
agotado, a falta de mejor término, a un hOmbre antes capaz, que
ha cumplido sus deberes profesionales sin rebasar de modo mani-
fiesto el límite de su capacidad de esfuerzo.
Cierto es que algunas profesiones y predisposiciones exigen
imperiosamente, por motivos de salud, un período anual de. reposo
psíquico más o menos prolongado y regular ; esto se refiere a todas
las ocupaciones que implican unitrabajo intelectual intenso, a per—
sonas constantemente sujetas a gran responsabilidad y tensión
afectiva, o que, por necesidad, viven en condiciones higiénicas
314 Psicología médica practica

desfavorables, que se alimentan mal, consumen mucho alcohol y


tienen un horario irregular, o que, teniendo una inteligencia des—I
pierta, se hallan condenados a una labor monótona, vulgar, uni-
lateral. En general, cualquiera que sea la clase de trabajo, gana
en volumen y calidad tras el reposo diario, semanal o anual, dentro
de límites razonables. En este terreno, el médico debe hacer valer
su voto contra el exceso opuesto, contra los que opinan, respecto
a sí mismos y especialmente a sus subordinados, que pasarse el
año entero trabajando insípidamente a toda prisa y sin cesar,
domingos inclusive, es el ideal del cumplimiento del deber y del
rendimiento máximo en calidad y cantidad. Tienen asimismo y
sobre todo necesidad de descanso regular, con relajación absoluta
y cambio de ambiente, los individuos que presentan hiperestesia
psíquica y sensorial, que, por ello, hacen en su vida cotidiana un
gran consumo afectivo y no logran librarse de sus complejos;
y otro tanto sucede con los amenazados de arteriosclerosis.
En cambio, están rigurosamente contraindicados los períodos
irregulares de reposo, especialmente para el grupo de los histé-
ricos, que tratan de «refugiarse en la enfermedad», y para el de
la mayor parte de los nerviosos y psicópatas constitucionales, si se
persigue, con ello, mejorar su estado habitual permanente y no
reducir anomalías especiales 'pasajeras de cierta importancia.
La estancia corriente en un balneario, con algunos baños y sesio-
nes de electroterapia, una jornada distribuida entre la buena mesa,
los galanteos, la conversación y la ociosidad pesada, constituía an—
'_ tes una forma de tratamiento capaz de transformar en poco tiempo
en un holgazán hipocondríaco incurable a cualquier persona sana.
y normal, sin hablar de aquellas que no tienen intacta su voluntad
de trabajo y salud, o cuya energía vital es deficiente por naturaleza.
Tales temporadas en casas de reposo, estaciones termales o sana—
torios, de no estar penetradas del eSpíritu enérgico de la psicote—
rapia moderna, sólo convienen a dos categorías de pacientes psi-
conerviosos: a los realmente fatigados y resentidos en su vida
afectiva, que pueden reponerse muy bien y pronto en esos lugares,
y a los definitivamente inadaptados a la vida, degenerados graves
o esquizofrénicos residuales diversos, para los cuales, por ejemplo,
una hOSpitalización permanente viene a ser el mejor sustitutivo
del claustro u otro lugar análogo de refugio psíquico. Todavía no
son numerosos los establecimientos y sanatorios en los que se
atiende con energia, amplitud e inteligencia a la tarea. de rescatar '
a histéricos y psicópatas para la vida en general. y para las profe—
siones en particular, si bien crece por fortuna cada dia el número
de los interesados en estos problemas.
Psicoterapia 3 l5

Damos el nombre de laborterapia al tratamiento que, por


medio de ejercicios exactamente dosificados y metódicos, cada vez
más difíciles, trata de engendrar o de renovar en el enfermo el hábito
del trabajo físico o intelectual, c'on el fin de devolverle a una pro—
fesión adecuada e independiente o de proporcionarle, al menos, una
ocupación útil. Se obtienen con ella los mejores resultados, como
con la terapéutica sugestiva, en grandes establecimientos o asocia«
ciones en los que el spirit/as locz’ y la disciplina general constituyen
un faCtor auxiliar poderoso. Recomendamos la- jardineria, el cultivo
de la tierra o el trabajo de taller para trabajadores manuales, asi
como a manera de transición saludable para los intelectuales, y de
finalidad permanente para quienes padecen de insuficiencia psí—
quica. En establecimientos bien dirigidos pueden apreciarse los
excelentes frutos de una intervención médica oportuna y enérgica,
incluso en personas esquizofre’nicas gravemente demenciadas; así
no sólo se obtiene una mano de obra útil, sino que se combaten,
a la vez, el autismo y la apatía psíquica. Más de un 7 5 O/O de los
esquizofrenicos recluidos de este modo logran adaptarse en casos
favorables a determinadas tareas, e incluso pueden volver al tra—
bajo libre, especialmente como braceros del campo. Por eso, el
objeto del tratamiento moderno de la esquizofrenia es disminuir
en lo posible el período necesario de reclusión de tales enfermos.
No menos brillantes han sido los resultados obtenidos en el tra-
tamiento de los histe’ricos mediante la colocación inmediata de los
pacientes, una vez suprimidos los Síntomas groseros, en fabricas
sometidas a vigilancia médica, donde muchos recuperan en pocas
semanas su plena capacidad de producción, en vez de pasarse
años enteros o‘toda la vida pendientes de una mísera pensión
y condenados a la invalidez. p
En la práctica civil general debe aprovecharse plenamente
esta valiosa experiencia para transformar a fondo nuestro modo
de pensar y actuar en psicoterapia, sustituyendo el [principio del
seudorreposo y del éxito sugestivo aparente por el de la reeduca-
ción seria, metódica, por y para el trabajo. _ .
La readaptación al trabajo intelectual puede efectuarse asi-
mismo con sujeción a método. En pacientes cultivados interesa
obtener, ante todo, una disciplina psíquica general y un orden do-
méstico riguroso. El médico pone a disposición de sus enfermos
delicados, Oprimidos y exhaustos interiormente toda su paciencia
y los medios a su alcance, pero les hace observar las horas seña—
ladas para consulta o visita, y no permite que ellos o sus parientes
se le presenten a cualquier hora del día para trastornar su trabajo
con nimiedades, ni que durante la visita dejen lo esencial para
318 _ Psicologia médica práctica

caer en conversaciones hueras, habladurias y lamentaciones sin fin.


El paciente debe saber que el tiempo es oro, que el médico no es
un charlatán ni un juguete, sino un trabajador. El psicoterapeuta
ideal no es aquel que se presta a charlar con sus enfermos en todo
momento, sino el que sabe cuando debe dejarse abordar y cuándo
no. Esto es aplicable de igual modo a todos los clientes en la prác—
tica médica general. .
La ergoterapia especial para pacientes cultivados consiste, ante
todo, en instituir un plan exacto y minucioso pam todos las ¡107618
de la jornada, no excesivamente riguroso, sino de acuerdo con el
enfermo, atendiendo a sus inclinaciones y aptitudes. Lo esencial
es atenerse estricta y detalladamente al plan, una vez establecido
éste ; el enfermo ha de levantarse, trabajar, comer, pasear y dormir
a las horas fijadas, cOn la máxima puntualidad. Un plan que re—
gule de este modo las actividades al minuto, es sumamente‘bene—
ficioso para personas de voluntad débil, deprimidas, presas de aba-
timiento hipocondríaco, complacidas en la enfermedad o sujetas
a frecuentes cambios de humor, y las sostiene la fuerza de voluntad
como un corsé quirúrgico sirve de apoyo a la Columna vertebral.
Quien sabe con exactitud automática lo que ha de hacer a deter-
minada hora, no necesita decidirse a realizar cada uno de sus actos,
y pronto se somete a la ley del hábito.
En los casos algo graves comenzamos con miramientos, apar—
tando nuestros enfermos de la lectura de novelas sin substancia
y recomendándoles la de obras sencillas de divulgación científica
. sobre materias que se relacionen con sus intereses privados o con
su profesión. Al principio, la lectura no debe durar más de diez
minutos por la mañana; luego se aumentarán poco a poco 108
minutos o las páginas leidas: quince, veinte minutos, o seis, siete
páginas. Seguidamente'se prescribe otra sesión por la tarde, y 5€
agregan a continuación trabajos escritos: extractar, escribir car—
tas, etc. Lo mejor es escoger un trabajo que corresponda en 10
posible a las ocupaciones habituales del enfermo y permita una
transición progresiva y sin brusquedades a la vida normal. ‘

C. Métodos” psicoanalíticos
Llamamos así a las formas de tratamiento que tienden a con—
seguir la curación del enfermo analizando la composición psico—
lógica de un padecimiento suyo. Como ya hemos tenido ocasión
de tratar, en capitulos precedentes, de las correlaciones patogénicas
en la psique en cuanto a contenido, nos limitamos aquí a consignar
algunos pormenores metodológicos. Para el psicoanálisis dispone—
Psicoterapia - _ 3lT

mos de los siguientes métodos, susceptibles de combinación según


lasnecesidades de cada caso: i
1.O La exploración verbal. .
2.° El experimento de asociación (método de asociación de
ideas, de BLEULER—JUNG).
, 3.° El análisis fundado en la libre asociación de ideas y tam- ’
bién. en los sueños y los actos fallidos (psicoanálisis de FREUD).
4.° El análisis en hipnosis ligera (psicocatarsis).
5.° El ensayo de interpretación de formas, de RORSCHACH.
Por lo general, comenzamos con la exploración verbal o dialo—
gada, que es el procedimiento más sencillo, y, a veces, el más
"rápido, y vemos hasta dónde nos conduce. Seria erróneo creer que
los conjuntos vivenciales sutiles sólo pueden resolverse por métodos
especiales y mediante la interpretación. De todos modos, la simple
exploración suele requerir varias sesiones ininterrumpidas de algu-
nas horas. No hay que contentarse con descubrir un factor pató«
geno significativo, sino continuar pacientemente la exploración,'
hasta poner en evidencia los componentes principales del «haz
causal» ; porque, a menudo, aparecen primero las experiencias in.—
ternas triviales, y únicamentea fuerza de constancia y tacto llega
a confiarse el enfermo hasta el punto de revelarnos las raíces más
profundas y vigorosas de su dolencia. Entonces quedan rotas las
barreras, y a la reserva anterior sucede una gran prolijidad de
pormenores y un insistente deseo de que prosiga el interrogatorio.
El experimento de ideoasociación se utiliza con distintos fines.
Uno de ellos es el de orientarnos de momento, tanteando rápida—
mente, en la psique del enfermo, un gran número de teclas; otro, .
el de continuar la exploración cuando, después de llegar por medio
de preguntas sencillas al punto muerto, necesitamos nuevos luga—
res de ataque; y otro, el más importante, se dirige al análisis de es-
quizofrenicos, en los cuales no basta muchas veces la simple explo—
ración, pues nos oponen resistencias demasiado fuertes y súbitas
«rupturas de pensamientos», provocadas por complejos.
Nos preparamos un cuadro de estímulos verbales escogiendo
primero alrededor de una docena de palabras cualesquiera, que
suponemos exentas de valor afectivo para el paciente, a fin de
habituarle a que conteste rápida y llanamente, sin titubear. Luego
intercalamos de cuando en cuando, sin regularidad, entre unas pa—
labras indiferentes, otra que creemos relacionada con un complejo
o con un grupo de representaciones afectivamente exageradas, es
decir, asociada a- ideas y recuerdos de fuerte tonalidad afectiva
y que han dejado en el ánimo del paciente profunda huella.
318 ' Psicologia médica práctica

o arespon-
Una vez formado el cuadro, invitamos al enferm
le ocurra,
der a cada palabra nuestra con'otra, la primera que se
, anotando
y comenzamos a'leer sucesivamente todas las del cuadro
el tiempo
al lado de cada estímulo verbal la respuesta del paciente,
su tono de voz
'que ha invertido y las alteraciones observadas en
nciam os todas las palabras
y sus gestos. Como es natural, pronu
intenc ionada s de las indiferentes.
con monotonía, sin distinguir las
cronómetro
Los tiempos de reacción se miden con ayuda de un
iOnes grandes
que marque quintos de segundo, aunque las oscilac
que las
se aprecian bien sin reloj. No pocas veces observamos
con compl ejos requie ren un lapso de reac—
palabras relacionadas
que el dedica do a las indifer entes, más bien
ción bastante mayor
ante al obser—
breve y regular. Se produce aqui un fenómeno semej
ncia una
vado en una reunión de Sociedad cuando alguien pronu
ostens ible,
palabra molesta o inoportuna: una pausa breve, pero
ntra el‘med io
interrumpe de pronto la conversación, y nadie encue
mismo modo tarda
de reanudarla hasta pasados unos instantes. Del
l asociado
el paciente algo más en contestar a un estimulo verba
a complejos en el experimento de asociación.
las observa-
En cuanto a mimica, a veces son muy variadas
deja”
ciones: el sujeto se ruboriza o palidece, enlaza los dedos,
importancia ;
caer un objeto o ejecuta otros actos automáticos sin
ión de su cara, titube a al hablar y,
en ocasiones, cambia la expres
Pero no siem- _
sobre todo, deja apreciar una «risa de complejo».
.
pre sucede así.
verbales nos
Por último, el contenido mismo de las reacciones
o responde a
puede proporcionar indicios importantes. El enferm
suponen apre-
menudo con palabras chocantes, peregrinas, o que
se observa
ciación o referencia a su propia personalidad; esto
, « sed —— repug-
especialmente en histéricos : <4 frio —— no me gusta»
en susti—
nante >>, «bailar ——— estupendo », « fragante ——— mi cabello >>,
otras. sacadas
tución de palabras «objetivas»; o bien emplea
como «matr imonio »,
directamente de la esfera de los complejos,
«niño >>, «pecado», etc. ,
del lapso
No está demostrado que las prolongaciones notOrias
a repres entaci ones Con tonali dad
de reacción respondan siempre
secun darias despro vistas de interé s
afectiva, y no a constelaciones
r los resultados con gran cuidad o.
médico ; por eso hay que valora
radas como
Lo mejor es servirse de las reacciones verbales ineSpe
una explo ración o una libre asocia ción, a
punto de partida para
sospechas están
fin de obtener datos seguros sobre si nuestras
o no fundadas. ‘
Psicoterapia 319

Cuando no se disponga de puntos determinados de referencia


para presuntos complejos, se puede utilizar con fines de orienta—
ción previa un esquema impreso con cien palabras, por el estilo
del que exponemos a continuación:

Nombre : Enfermedad :
Profesión : Fecha :
1. Cabeza 26. Azul 51. Rana 76. Lavar
2. Verde 27. Lámpara 5‘2. Cortar '77. Vaca
3. Agua' 28. Pecar 53. Hambre 78. Extraño
4. Cantar “2-9. Pan .54. Blanco 79. Suerte
5. Muerte 30. Rico 55. Niño 80. Mentir
6. Largo 31; Arbol 56. Atender 81. Decencia
7. Barco 32. Picar 57. Lápiz 82. Estrecho
8. Contar 33. Piedad 58. Triste 83. Hermano
9. Ventana 34. Amarillo 59. Ciruela ' 84. Temer
10. Amable 35. Monte 60. Casarse 85. Cigüeña
11. Mesa 36'. Morir 61. Casa 86. Falso
12. Preguntar 37. Sal 62. Querido 87. Angustia
13. Pueblo 38. Nuevo 63. Vidrio 88. Besar
14. Frío 39. Costumbre 64. Disputar 89. Novia
15. Tallo 40. Orar 65. Piel 90. Limpio
16. Bailar 41. Dinero 66. Grande ‘ 91. Puerta
17. Mar 42. Tinto 67. Nabo 92. Escoger
18. Enfermo 43. Cuaderno 68. Pintar 93. Heno
19. Orgullo 44. Despreciar 69. Parte 94. Contento
20. Cocinar 45. Dedo 70. Viejo 95. Burla
21. Tinta '46. Caro 71. Flor 96. Dormir
22. Malo 47. Ave 72. Golpear 97. Mes
23. Aguja 48. Caer .73. Cajón 98. Bonito
24. Nadari 49. Libro 74. Salvaje 99. Mujer
25. Viaje 50. Injusto 75. Familia 100. Injuriar

Terminado el experimento, señalamos con lápiz rojo en nues—


tra lista las reacciones muy retardadas o sospechosas por cual—
quier motivo, y tratamos de comprobar si las representaciones
que expresan, pueden reunirse en uno o varios grupos lógicamente
homogéneos.
Desde luego, análisis de este género nunca permiten por si
Solos formular cOnclusiones definitivas, sino únicamente presun-
ciones diagnósticas que han de verificarse por medio de la explo-
ración. Ayuda a interpretar los datos que proporciona el método
de asociación el hecho de que las vivencias patológicas posibles
en realidad, según vimos antes, se reducen a un número muy limi—
tado de constelaciones típicas, que, a su vez, pueden concentrarse
en algunas posibilidades fundamentales, de acuerdo con la edad
del enfermo y sus condiciones de vida. Por eso, el analista experi—

r ¡training ”game! de Sákld m i


mmm Delgado.oHidevo W
BIBUOTECA
3-20 Psicología médica práctica

mentado tiene a menudo bastante con la simple exploración, sin


recurrir a la prueba de asociación, para encontrar en seguida
las posibilidades psíquicas dominantes entre el corto número de las
que entran en juego en cada caso particular
Una variedad interesante del experimento de asociación es el
reflejo pszcogalvámco, de VERAGUTH. Mientras se pronuncian los
estímulos verbales, el enfermo se encuentra intercalado en un
circuito eléctrico, con las manos apoyadas sobre placas metálicas ;
un galvanómetro indica las menores oscilaciones de corriente que
ocasionan las variaciones afectivas del sujeto (por ejemplo, al
proponerle incluso palabras indiferentes), dado caso que lOs estímu-
1os psíquicos parecen provocar, por intermedio del sistema nervioso
vegetativo, ciertas alteraciones en las resistencias que el cuerpo
' humano ofrece a la conductividad eléctrica. Las palabras que evo-
can complejos, amplían y prolongan considerablemente la oscilación
de 1a aguja. Se ha tratado de transferir tales experimentos de la
práctica terapéutica a la reconstrucción jurídica de los hechos,
examinando la reacción afectiva de los acusados a estímulos ver-
bales en relación con aquéllos; pero este método proporciona sólo
presunciones valiosas, no pruebas, y éstas son las que únicamente
interesan a los juristas. De todos modos, este ensavo permite con-
firmar, en forma fehaciente el conoczmzento de algunos puntos, y
presta excelente ayuda para poner al desnudo agravaciones fin—
gidas y simulaciones, en particular de trastornos del oido.
Algo difiere de los métodos que acabamos de describir la
técnica de la escuela psicoanalítica ortodoxa. Los partidarios del
. método freudiano prefieren conducir el análisis psicológico con arre—
glo a los materiales suministrados por ideas súbztas, sueños y actos
fallidos. Asi, como se expuso en el capítulo VII, podemos invitar
al enfermo, después de ponerle en estado de reposo pasivo, a que
deje surgir en el libremente sus ideas, sensatas o absurdas, y nos
informe de ellas sin reserva alguna. L0 mejor es tomar como
punto de partida los últimos sueños del paciente, escena por escena,
para la libre asociación. De estos sueños, que ha de concretar *
por escrito a diario apenas despierte, extraemos por orden los
pormenores más notables, las imágenes más salientes, y se pre-
gunta al enfermo: « ¿Qué se le ocurre al ver esto? », dejándole
abandOnado siempre, en lo posible, al libre y espontáneo juego de
sus ideas. Así se obtienen series cinematográficas producidas por
libre asociación, y en largas y repetidas sesiones surgen a veces
las vivencias patógenas o bien ideas súbitas, relacionadas con los
i complejos y susceptibles de interpretar como las reacciónes obte—
nidas por asociación verbal. Además, el paciente debe facilitar
Psicoterapia 321

con regularidad apuntes inmediatos de sus sueños, y dar cuenta


de los actos fallidos, olvidos, etc., que recuerde haber cometido
desde entonces. Reuniendo todos estos informes, se obtiene con
frecuencia un cuadro rico y variado de la vida psíquica del sujeto,
el cual, examinado con prudente criterio, puede servir también
para deducir indirectamente, poco a poco, factores patogénicos de
difícil acceso. El empleo de estos recursos es independiente del
sistema psicoanalítico en conjunto, cuyo examen crítico detenido
nos llevaría demasiado lejos.
Acerca del método catd'I/tzco, que consiste en efectuar el análisis
psíquico en plena hipnosis, ya hemos hablado brevemente a pro—
pósito de esta última. Como el pensamiento hipnótico, aun en lo
tocante a la hipermnesia, suele ser muy semejante al que actúa
en los sueños, y el empleo de ideas súbitas en libre asociación
puede considerarse intermedio entre el pensamiento en plena vigilia
y el pensamiento en hipnosis o en sueños, entre ambos métodos
apenas existe diferencia alguna fundamental. y -
El método de Rorschach (interpretación de formas obtenidas
de caprichosas manchas de tinta) ofrece a menudo al investigador
experto valiosos puntos de referencia para el análisis de la perso-
nalidad, por ejemplo, de actitudes de sujetos esquizoides, histeri-
cos, ciclotímicos y viscosos, y a veces también para hallar indicios
reSpecto al contenido, a complejos fuertemente relevantes. Algunos
pacientes, por ejemplo, encuentran sentido sexual en un número
exagerado de láminas; otros creen ver a menudo sangre, carne
cruda, pellejo desprendido, animales mutilados (componentes sádi—
cos), y otros descubren su «complejo», y ciertas dificultades de
amor propio matizadas por él, en muchas de sus interpretaciones
afectadamente eruditas (por ejemplo, anatómicas).
Se ha discutido mucho sobre la naturaleza y el modo de ac-
ción de los ”métodos analíticos, destacando ante todo la cami/sis,
o sea la ¿lb-reacción provocada de factores patogénicos de vivencias
que se devuelven a la conciencia y se hacen revivir como actuales
en toda su intensidad; con ello, quedaría libre la afectividad « apri-
sionada », y suprimido el trastorno que origina su inmobilización.
Hay mucho de cierto en este modo de ver, como nos enseña la
experiencia haciéndonos tropezar a diario con individuos que «se
consumen de rabia» y experimentan un gran alivio después de
un estallido de cólera ,‘ y en algunos pacientes vemos recrudecerse
la pasión al evocar experiencias patógenas, y calmarse luego, con
alivio de su estado
Pero, además de este mecanismo dinámicamente afectivo de
la catarsis, el análisis dispone de otros recursos terapéuticos. El
21. KRETSCHMER: Psicología médica.

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322 ' Psicología médica práctica

solo hecho de realizar un inventan/¿0 Completo de la situación psi-


quica general puede ya producir un efecto favorable y calmante.
De concierto con el enfermo, el analista reproduce toda su situa—
ción psíquica real, señala el encadenamiento racional y lógico
' de sus episodios y le habitúa a contemplarlos con serenidad y obje—
tividad. Sin embargo, procedemos como si estuviéramos ante un
caballo medroso, vivamente inquieto al divisar un objeto oscuro
y borroso que irrita desde la periferia su campo visual, ytranquilo,
en cambio, cuando pasa por delante de ese mismo objeto si lo ve.
con claridad. En muchas situaciones psíquicas, aclarar y ordenar
bien los conjuntos de experiencias quiere decir, pues, tanto como
tranquilizar y aun como curar, a condición de reforzar psicagógi—
mente el análisis hacia el final. Las influencias sugeszfi'zïvas secun-
darias intervendrán tanto más cuanto mejor nos apartemos de
la conversación pura y simple para dar al análisis, por ejemplo, la
forma externa más refinada de la libre asociación. Pero, tal vez,
en la mayor parte de los casos, reside la principal virtud curativa
del análisis en la recolección de un material muy extenso y demos—
trativo, de numerosas Vivencias que, como piedras miliarias, indi—
can al paciente la ruta seguida por su evolución anterior, que
hacen resaltar claramente las lineas fundamentales del edificio de
su personalidad, de todo lo cual se deduce luego, sin esfuerzo apre—
ciable, el modo de corregir sus actitudes falseadas, o sea, la orto—
pedia ,de la personalidad total bajo la vigilancia del médico.
Los efectos de un tratamiento analítico psicagógico no depen-
den del hecho de la represión. Hasta en presencia de retenciones,
de complejos conscientes, por ejemplo, la exposición detallada y el
encadenamiento lógico, de estos elementos por parte del médico
pueden resultar beneficiosos, porque es sabido que el concepto de
represión, muy importante sin duda, 'ha sido, en parte, objeto
de exageración hasta el punto de atribuirle un predominio teórico
injustificado. La represión de vivencias con fuerte carga afectiva
no es siempre un mal, ni unbien su restitución invariable a la
conciencia ; represión y olvido suponen a veces procesos psíquicos
bienhechores y necesarios de cicatrización, que no deben estorbarse
por sistema.
Con frecuencia se ha formulado la pregunta de si el terapeuta
debe permanecer activo o pasivo en el tratamiento analítico. Creemos
que su conducta ha de ser más bien pasiva en la primera mitad,
y activa en la segunda. Aquella sirve, sobre todo, para'extraer del
paciente datos psíquicos sin prejuicio ni influencia alguna, en lo
posible ; pero, tan pronto como se descubran en cierto modo los
fundamentos de la neurosis o de la psicosis, conviene ir agregando
Psicoterapia 323

insensiblemente al análisis elementos psicagógicos activos, que se


reforzarán poco a poco desviando al enfermo de sus presunciones
individuales, conpalabras llanas y de uso común, hacia las con-‘
clusiones y los nuevos objetivos vitales que mejor le cuadren,
Nunca trataremos de inculcarle tal o cual teoria psicoanalitica o
psiquiátrica general ya elaborada, ni tampoco de ofrecerle concep—
tos tradicionales o'máximas de cosecha propia, a modo de talismán,
contra futuras dificultades de la vida. Por el contrario, le estimuá
laremos a pensar con nosotros hasta hacerle comprender la lógica
de su, propia predisposición, con todas las posibles soluciones y
adaptaciones que de ella se deriven, y las máximas individual-
mente concebidas. Así, nuestro método de tratamiento desemboca
hacia su término en lo psicagógico puro. En caso necesario, sole—
mos redactar, en unión de los pacientes, una especie de informe
definitivo, que algunos de ánimo poco firme se llevan para utilizarlo
a modo de asidero.
Se ve que en las neurosis complicadas no es posible un análisis ’
sin psicagogía, ni tampoco ésta sin aquél. Nunca hemos podido
comprender como hay médicos que siguen creyendo innecesario
el análisis, y afirman que curan a sus enfermos por sugestión y
psicagogía. Sin tener una idea de dónde reside el conflicto indi—
vidual del paciente, no se le puede guiar, ni bastan argumentos
generalesbien intencionados y torpes intentos de imponer disci-
plinaf Las neurosis complicadas son, además, siempre indicios su-
perficiales de una inclinación viciosa del edificio de la personalidad
total. N0 debe curarse una neurosis sin enderezar de nuevo al
mismo tiempo la personalidad, y para ello necesita el paciente,
ante todo, un conocimiento pleno de sí mismo, esdecir, un aná-
lisis; aquí no nos ayuda la fórmula estereotipada: «Cada día
estoy mejor en todos sentidos». El « conócete a ti mismo» es lo
mejor y más importante de toda psicagogia (1). _
¿Qué teoría debe tomarse como base de un análisis terapéu-
tico? Hay que atenerse siempre exclusivamente al caso individual,
y no a una teoria unilateral. Un terapeuta que quiera abarcar
todas las situaciones psicológicas concretas, no puede circunscri-
birse a las opiniones dogmáticas de esta o aquella escuela. Existe
hoy un gran caudal de conocimientos yatropsicológicos aprove—
chables en terapéutica, al que han contribuido toda una serie
de investigadores afamados, y cada parte del mismo se habrá de
ajustar armónicamente al conjunto de la psicología médica ; este
(1) Una terapéutica sugestiva, conducida asimismo en lo posible según normas
psicagógicas, tiene siempre un extenso campo de indicaciones entre las neurosis simples
de etiología franca que padecen personas no diferenciadas mentalmente
, y, sobre todo,
entre las neurOsis sociales.
324 Psicologia médica práctica

proceso se halla en pleno desarrollo entre la última generación de


psiquiatras. Cierto es que habrán de corregirse no pocas exagera—
ciones, ambigüedades y errores que tienen su origen en la cerrada
parcialidad de las diferentes escuelas.
.En términos objetivos cabe decir que, en una psicoterapia
biien, entendida, deben tenerse en cuenta todos los factores predis—
ponentes de carácter biotipológico con igual interés que los tipos
de estructura de las vivencias. Aún se puede ir más lejos ; la expe—
riencia derivada de la labor psicoterápica nos ha hecho relegar
muchas veces a segundo término los factores patógenos de episo—
dios internos. Con pacientes de cierto nivel intelectual, analizamos
menos estos últimos que los distintos componentes principales de
la estructura constitucional de la personalidad condicionada por la
herencia, si bien abordamos estos componentes a través de una
amplia serie de fenómenos psíquicos concretos que el paciente nos
ha de proporcionar poco a poco y se refieren a todo el curso de
su vida anterior. Entonces no nos interesamos por las Vivencias
patógenas, sino por los rasgos fundamentales de la personalidad,
por las desviaciones que en ellos causa un empleo Qdefectuoso, por
el modo de edificar sobre la situación presente un cuadro armó—
nico de esa personalidad y de hacerla así lo más útil posible al
bien común.
Tipos distintos de personalidad tienen líneas de ataque psico—
terápico muy diferentes asimismo, reacciones típicas posibles que
se estudian en los anteriores capítulos (1). 'No sólo hay que cono—
cer los tipos de personalidad para aplicarles la adecuada terapéutica,
sino también su curva vital endógena, los tipos constitucionales
de los infantilismos psicofisicos, las fijaciones recalcitrantes, las
inhibiciones y crisis de la pubertad, las fluctuaciones climatéricas,
etcétera. Únicamente asi podremos advertir la más leve oscilación
psíquica de nuestros pacientes y << ‘ajustarlos » terapéuticamente a
lo que debe ser su nueva vida, evitando la confusión, frecuente
en materia de psicoanálisis, de considerar como «traumatismo
psíquico» infantil lo que, en realidad, no es más que un síntoma
precoz del modo de reaccionar según la constitución. Justamente,
este error impone al psicoanalista del escolar un detenido examen,
sumamente engorroso y, por ello, muchas veces funesto para la
dinámica afectiva, incluso de los factores no directamente patóge—
nos de los episodios de la primera infancia y de las construcciones
teóricas relacionadas con ellos, a menudo muy problemáticas.

(1) Der sensitive Bezz'ehnngswahu, 3.a ed., Springer, Berlin. Constitución y Carácter,
2.a ed. española, Editorial Labor, Barcelona.
Psicoterapia , 325

Hay toda una serie de complicados problemas psicoterápicos


que reclaman ante todo, no un análisis de vivencias, sino una orto-
pedia de la personalidad. Asi, por ejemplo, la neurosis de algunos
pacientes no es efecto primordial de determinados y distintos
ensueños psíquicos, sino más bien del sentimiento general, confir-
mado una y otra vez por los más diversos incidentes cotidianos,
de no estar de acuerdo con ciertas actitudes fundamentales, con-
génitas y típicas, de la propia clase, o de no encajar como perso-
nalidad total en la realidad. El tratamiento no es aquí, en primera
linea, un análisis de vivencias, sino un análisis de la personalidad.
El estudio detenido de las vivencias sirve en este caso únicamente
para ilustrar en todos sentidos al enfermo, con ejemplos constan-
temente renovados, acerca de las direcciones típicas en que reac-
ciona su personalidad. Si, al comenzar la consulta, nos encontramos
ante un esquizoide muy sensible y concentrado, que, con gran
esfuerzo, va dejando escapar algunas alusiones molestas a su vida
interior, tenemos la costumbre de esbozar algunos vínculos y rasgos-
sutiles de su pasada evolución interna, sobre los cuales no ha
hablado nunca con nadie, de manera que pueda contemplarlo
como en un libro abierto ; en el momento oportuno, este recurso
produce alivio y da origen a una copiosa relación ; elimina el sen—
timiento neurótico de singularidad y soledad, y abre el camino
a posibilidades específicas de adaptación, diferentes para cada
tipo de personalidad. ‘
Cuando ocupan el primer término elaboraciones de experien—
cias psíquicas, los dos acordes fundamentales más importantes son,
de un lado, los problemas de sexualidad y simpatía, y de otro, los
problemas del propio valor. No debe intentarse, como ha hecho
FREUD con el concepto del «complejo de castración», incorporar
a la fuerza los problemas del propio valor en una retorcida termi-
nología sexopsicológica; y tampoco, siguiendo a los discípulos de
ADLER, deslizar por detrás de tales problemas un grupo de factores
biológicos tan central como el de la sexualidad, y descuidar, sobre
todo, elrfactor hereditario (gen) en provecho de la teoría de 1a
adaptación al medio. En muchas de estas cuestiones, JUNG ha
hecho gala de un criterio mucho más amplio.
Nuestro propio trabajo psicoterápico se distingue, pues, esen—
, cialmente de los métodos que siguen las antiguas escuelas eSpe-
ciales. En principio, sitúa la personalidad ligada a la herencia y a
la constitución en el punto central, y su finalidad primera es
destacar y armonizar sus lineas constructivas. El análisis de los
efectos de experiencias internas y del mundo exterior asume igual—
mente su justo papel. Preconizamos estudiar con detenimiento
326 Psicologia médica práctica

todos los aspectos propios de la neurOsis, del análisis de la per—


sonalidad y las vivencias, y los problemas de la simpatía y del
propio valor. En cuanto a técnica, nuestro método se caracteriza
por la aplicación completamente elástica, rápidamente alternada
según los casos de todos los recursos metódz'cos disponibles (explo-
ración profunda, análisis de los sueños por libre asociación, hipnosis
catártica, narcoanálisis, experimento de RORSCHACH), y, final-
mente, preferimos 1a orientación pslicagógíca activa, consciente en la
segunda mitad del tratamiento.
Este método ofrece las siguientes ventajas : su propiedad de
adaptarse mucho mejor a cada individuo, la energética concentra-
. ción e intensificación del avance rápido, la exclusión de «puntos
muertos », la notable abreviación del tiempo de tratamiento (a lo
sumo, de uno a dos meses con sesiones diarias), la consiguiente
mejora de la dinámica afectiva, la orientación más tenaz e induc-
tiva del informe, y la reducción de las dificultades que, para pro-
mover las confidencias, ofrecen inevitablemente los tratamientos
de varios meses que instituyen los psicoanalistas.
Reservamos los tratamientos prolongados para algunos casos
muy difíciles, sobre todo de neurosis obsesiva inveterada. Por lo
demás, sus inconvenientes no tardanen sobreponerse a sus venta—
jas; lo que se gana en datos (de indudable valor cientifico), se
pierde con creces por el lado de la dinámica afectiva en; virtud de
la ineludible relajación y de las dificultades de transmisión. Ade?
más, un tratamiento que, por durar años, sólo es asequible a
personas adineradas, no puede entrar de un modo general en la
consideración de los médicos. En consecuencia, en todos los
aspectos, 1a enérgica abreviación de los periodos curativos, tal
como la realizamos nosotros, constituye uno de los problemas
vitales más importantes para el futuro de la terapéutica analítica.
En tales cuestiones de terapéutica práctica no deciden las especu-
laciones teóricas, sino sólo el éxito del tratamiento.

D. Métodos de adiestramiento

Al grupo de los métodos de adiestramiento se dedica en nues-


tra obra Psychotempeutische Studien.(*) un amplio espacio, tanto
por lo que atañe a sus fundamentos teóricos como en lo relativo
a su técnica; por eso, nos limitamos aquí a bosquejarlos breve—
mente. Tales métodos son los más antiguos por su tradición y los
más modernos por su desarrollo occidental moderno. Comprenden
(*) Traducida al español con el nombre de Estudios psicoterape’uticos, Barcelona,
1951. ——— N. del T.
Psicoterapia 327

principalmente los métodos de yoga (incluido el zenbudismo del Asia


oriental), el adiestramiento o entrenamiento autógeno, según J. H.
SCHULTZ, y nuestra hipnosis activa fraccionada.
Entendemos por adiestramiento en sentido psicoterápico, no
la simple práctica de ejercicios fisicos en cuanto está al alcance
de una persona si se la enseña bien, sino más bien procedimientos
meto'dicos clave bien determinados, por los cuales conseguimos que
el paciente domine aquellos aparatos internos de su organismo,
somáticos y psíquicos, no accesibles intrínsecamente a su volun—
tad. Estos medios sistematizados permiten en definitiva abordar
todas las funciones de la «personalidad profunda», y regular asi-
mismo las subordinadas al sistema nervioso vegetativo y al aparato
endocrino, resumidas en sus integraciones superiores en el sistema
hipofisodiencefálico, como son los grados de tensión muscular, los
movimientos y producciones de los órganos internos, del sistema '
cardiovascular, del metabolismo, y, del lado psíquico, las situacio-
nes afectivas, los instintos, los grados de cónciencia, los circuitos
impulsivos y otros. Los sistemas orgánicos y las localizaciones
cerebrales de que dependen estos factores, decisivos justamente
en la terapéutica de las neurosis, nos son conocidos ya por la
patología de la encefalitis letárgica, por la experiencia quirúrgica
de FÓRSTER y GAGEL, etc., y, sobre todo, por los sutiles experi—
mentos de W. R. HESS. Este último autor ha señalado también
las regulaciones localizadas, de estructura antagónica, que gobier-
nan la actitud y el tono muscular, tanto en la zona mimica y
cefálica como en la relación eSpacial del tronco y los miembros
dentro de sus integraciones superiores, desde el 'diencéfalo y sus
3' proximidades. En el aspecto biotipológico, también hemos demos—
trado experimentalmente y formulado a manera de ley que «las
regulaciones biotipicas del tono de los músculos voluntarios, del
sistema nervioso vegetativo y del curso psíquico de los afectos se
hallan, muchas veces, en correlación». Esta interdependencia ha
sido demostrada prácticamente en clinica por J. H. SCHULTZ y por
nosotros, y ambos resultados coinciden por completo.
Para el método de influir por via psicoterápica sobre estas .
funciones, hemos introducido la expresión «regulación inductiva del
tono », y procedemos, en principio, de fuera a dentro, es decir,
y
gradualmente desde la musculatura voluntaria hasta los fenómenos
vegetativos de tensión interna. Los métodos de yoga parten, por
ejemplo, de determinadas actitudes del cuerpo y, sobre todo, de
ejercicios reSpiratorios. (La respiración tiene componentes volun—
tarios e involuntarios, y, por eso, se presta muy bien para la tran—
sición al adiestramiento interno). J. H. SCHULTZ ha expuesto con
328 Psicología médica práctica

gran acierto el paso de la relajación ¡muscular (ejercicio de peso


corporal)a la relajación vascular (ejercicio de calor corporal),y
de ésta, a los órganos internos, y ha desarrollado un método muy
valioso, de variadas aplicaciones e interesante asimismo en teoría.
Para la hipnosis activa fraccionada, nos servimos delos dos prime-
ros ejercicios de SCHULTZ, como fundamentales en psicoterapia,
pero luego nos apartamos de su método y, pasando por los mo—
vimientos conjugados de orientación de la mirada, aproximados en
fisiología encefálica, siempre .con un adiestramiento activo, a la
regulación del sistema sueño-vigilia, de donde, a través de todos.
los grados de lo hipnoide, llegamos inductivamente a los centros
contiguos de las regulaciones vegetativas e instintivas que así
quedan sujetas a nuestra influencia.
La actztuaï, que asimismo depende de las regulaciones del tono
muscular, es "también un fenómeno motor por fuera y psíquico-
por dentro, y constituye, en consecuencia, uno de los principales
problemas de conjunto de la personalidad, incluso en el aspecto
ético. La actitud exterior ejerce inducción sobre la interior, y a
la inversa. Fácilmente se aprecian las vías psicoterápicas de acceso
que tienen su punto de partida en el lado psicomotor; pero la
regulación inductiva del tono influye también, dentro del dominio
constitucional, sobre la capacidad de tensión y relajación muscular
en todos los aspectos de la vida corriente. Los grados constitucio—
nales de la tensiOn se manifiestan en la musculatura exterior y en
la actitud corporal y los ademanes que provocan, lo mismo que
en las vísceras, el corazón y los vasos sanguíneos, y no en grado
muy inferior en los afectos, en los movimientos del ánimo, en sus
oscilaciones tranquilas o sus violentas contracciones. Es fácil
apreciar que los estímulos psíquicos del exterior, los «complejos»,
han de producir efectos muy distintos según que el organismo
receptor funcione libremente y con soltura o propenda a esfuerzos
convulsivos de tensión. Los complejos, en sentido psicoanalitico,
no son magnitudes absolutas; que produzcan o no neurosis de—
pende de las regulaciones internas de la afectividad y del tono
muscular en igual grado que de sus cualidades psíquicas externas.
Por eso, frente a los métodos analíticos, constituyen los de adies—
tramiento la otra mitad importante de la psicoteropia.
BIBLIOGRAFÍA
Los pormenores pertinentes a los diversos campos de investigación del
autor estudiados en la presente obra se encuentran, entre otros, en los
siguientes libros :
KRETSCHMER,E.,D61{ sensitive Beziehungswahn, 3.3L ed., Springer, Berlin 1950.
— Hysterie, Reflex und Instinkt, 5.a ed., Thieme, Stuttgart, 1948 (*).
— Hombres geniales, 1.a ed. española, Editorial Labor, Barcelona, 1953.
—— Constitución y Carácter, 2.a ed. española, Editorial Labor, Barcelona, 1953.
—— y ENKE, Die Pevsónlz'chkez't dew Athletiker, Thieme, Leipzig, 193 (*).
— Psychotkempeutische Studien, Thieme, Stuttgart, 1949 (*).

Terminología psiquiátrica y neurológica


Enfermedad de Basedow. Afección del tiroides consistente en hiper—
secreción de sus hormonas en la sangre, con enflaquecimiento, exoftalrnia,
grave aceleración cardiaca e irritabilidad psiconerviosa. Los indicios del
sindrome se denominan basedowoides.
Estado de Ganser. 'éase histerismo.
Histen'smo. Es la forma más frecuente de reacción psicógena anormal
(provocada por vivencias o experiencias internas). Se manifiesta en el
dominio psíquico por estados crepusculares, confusión transitoria, pérdida
del conocimiento, mal humor, aversión al trabajo ; y en el. somático, por
crisis convulsivas, temblores, parálisis, trastornos nerviosos del corazón y
del estómago, etc. El estado crepuscular‘ de Ganser y la seudodemencia
son formas especiales de histerismo, que se observan especialmente en su-
jetos degenerados y criminales ; a la vez, se aprecia una aparente demen—
cia pueril, que recuerda la simulación voluntaria.
Catatonz’a. Véase esquizofrenia.
Sindrome de Korsakow. Se encuentra en afecciones orgánicas graves,
traumatismos, intoxicaciones encefalicas. Los enfermos han perdido la
capacidad de notación, no pueden retener nada, están, por ello, desorien—
tados en cuanto a tiempo y espacio, y rellenan con invenciones caprichosas
(confabulaciones) las lagunas de sus recuerdos.
Manz’a. Véase psicosis cíclica o maniacodepresiva.
Paranoia. Se da este nombre a ideas delirantes crónicas ajustadas a
una lógica sistemática, sin desintegración de la personalidad; por ejemplo,
en forma de delirio de celos, amoroso, de profecías, de invención y de per—
secuc1on.
Esquizofrenia (demencia precoz). Enfermedad mental que suele pre-
sentarse durante la pubertad, y, en los casos graves, degenera en locura
(*) Traducidos al español._ -—- N. del T.
330 ' Terminología psiquiátrica y neurológica _

permanente incurable. Se denomina catato'm’a una forma especial de esqui-


zofrenia caracterizada por síntomas graves, que entorpecen la voluntad y
la psicomotilidad. y _
Psicosis cíclica (maniacodepresíva). Aparición periódica de fases de
buen humor, con aceleración psíquica general (manía), y de tristeza, con .
retardo del curso psíquico ( depresión, melancolía) . Se califica de hípomaníaco
el“ grado del- temperamento Vivaz alegre comprendido aún dentro de los
límites caracterológicos.
Neurosz’s obsesiva. Afección neuropsíquica que se manifiesta en pensa-
mientos eimpulsos apremiantes, de cuya índole absurda e ilícita tiene clara
conciencia el enfermo. - i

Los términos especiales relativos a partes y funciones del encéfaló,


y que sean desconocidos al profano, se explican en el texto y en las figu—
ras de la sección anatomofisiológica.
ÍNDICE ALFABÉTico

Abreacción, 532;” . Carácter, 216.


—— provocada, 321. ' —— evolución del, 235.
Abreviación, fórmulas de, 50. Cartas anónimas, 263.
Abstracción, 23. Catarsis, 225.
Accesos convulsivos motores, 5239. Catatimia, 96.
Acciones circulares, 1.3. Catatonia, 58.
Actitud, 328. Categorias lógicas, 2,3.
——— puramente autistica, 252. Causalidad, 1231.
Actos en corto circuito, 243. Ceguera, 232.
-—— "repetidos, 105. Celibato, 171.
Acumulación afectiva, 249. Celotipia, “254.
Adición continua de números d'i— Centro de W’ernicke, 30.
gitos, 275. Centros inferiores,- 52..
Adiestramiento, 326. — subcorticales, 50.
Afasia motora, 29. —— superiores, 52.
— sensorial, 29, 30. Cerebelo, 54.-
Afectabilidad diatésica, 191 . Cerebro y tallo encefálico, 48. _
—— psicoestética, 191. Ciclotimico,mododepensardel,142.
Afectividad, 9, 44. Ciclotirnicos, psicomotilidad de los,
—— evolución de la, 9C». 201. .
'— prueba de la, 276. Cinesiterapia, 310.
Agnosia, 33. Circuitos psíquicos, 155,.
Agrafia, 29.- Clase, espiritu de, 218.
Aislamiento, 312. ‘Claudicación, 150.
——— experiencia del, 232 Cleptomania, 243.
Alexia, 29. Cociente intelectual, 273.
Alma medular, 52. Comadres intrigantes, 263.
——- naturaleza del, 5. Complejos hipocondriacos, 230.
Amaestrar animales, 154. Conciencia, funciones de la, 61.
Ambivalencia, 98. —— grado de, 15.
—— extremada, 260. —« de significación, 33.
Amenazas, 230. Conducción, trastornos de, 257.
Amok, 159. Configuración, procesos de, 9.
Amor y muerte, 242.. Conservación, 161.
—— tardío de las solteronas, 258. Constelación, 138.
Angustia y excitación sexual, 185. — afectiva, 41.
Anhormias, 64. H asociativa, 4-1.
Animisrno, 98. Constelaciones, 231.
Aparato de circunstancias, 248. ‘ Conversión, 184..
Apraxia, 31. Corporeidad, grado de, 23.
Aptitud, herencia de la, 212. Corrientes de acción, 31.
Arcos reflejos, 13.- Crisis esténicas agudas, 253.
Arrebato, 240. Criterio, estrechez de, 218.
——— afectivo, 225. Cuerpo calloso, 31.
Ataque histérico, 148.
Atención, tipo de, 2.75. Decisión, rapidez de, 279.
Automatismos subordinados, 50. Delirio amoroso crónico, 262
——- de persecución, 254.
Cálculo mental, “2.71. —— sensitivo de referencia, 257.
Campo táctil, 211, Derecho, lucha por el, 255.
___ Visual, 21. lDeseo, realización autistica del,
Campos de elaboración, 31. 2.62.
Capacidad de notación, 270. —— — imaginaria ganga?
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Índice alfabético I

Deserción de la milicia “24:2. Fuga de ideas, 145.


Desviación prodisclinica,177. Función de figuración, 35.
Disciplina, .312. ——— impulsiva, 43.
——— psíquica general, 315. »— de reacción. a los estímulos, 43.
Dishormias 64. Funciones estaticotónicas, 50
Disociaciones hipobúlicas e hipos — impulsivas, 63.
noicas, 249 —— sensomotoras, 39.
Displacer, 19.
Disposición temperamental, 251. Glándulas seminales, 80.
Disposiciones afectivas, 47. —— suprarrenales, 80.
Doble conciencia, 155.
Dolor corporal, 18 Hábito asténico, 194.
H
Dualismo, ¡. —- atlético, 195.
Hábitos, 106.
coria, 40. Habituación histérica, 247, 248.
Empiricos superficiales, 202. Hiperhormias, 64. '
Entrenamiento autógeno, 327 Iipermnesis, 307.
E uivocaciones sensoriales 26. Hipnosis, 126.
>Escritura, 93 —— activa, 327.
ESpacio de dos dimensiones, 21. —— —— fraccionada, 328.
—— de tres dimensiones, 21. — moderada, 302.
Espiritu y materia, 5 — primitiva, 301.
Esquizotinicos, psicomotilidad de profunda, 302
los, 201 Hipobulia, 244
Estado de ánimo, 47, 68. Hipófisis, 79.
—— crepuscular histerico, 126. Histeria, 247.
Estados crepusculares afectivos, Histerisrno degenerativo, 131.
239. Hombres de acción, 202.
Estasis afectivas, 257 Homosexualidad, 172.
Estilistas puros, 202. Huida, 240.
Estilización, 89. Humorístas, 202.
Estructura corporal, 1], 81.
Excepción, estados de, 126.. Idea súbita, 1'37
Exhibicionismo, 1‘73. Ideas, asociación de, 317.
Exodeiirios, 26. —— fijas, 222.
Experiencia interna, 221. -— fuga de, 137.
Experiencias clave, 250. —— de referencia, 223
Expresión afectiva, 106. — sobrevaloradas, 222
——— motórica personal, 55. Ideoasociación, 317.
-— procesos de, 9, 101. Imagen, 96.
—— volitiva, 106. , e“ y objeto, 95.
VExpresionismo, 1'32, 202. Imágenes, 21.
—-— aglutinación de, 86, 116, 211.
Factores predisponentes, 324. —- aglutinaciones catatimicas de,
Fatigabilidad, 275. ' 127
— psíquica, 2.5. —— ópticas, 25.
Felicidad sustitutiva, 264. -— serie asintáctica de, 85.-
Fetichismo, 173. Irnbéciles morales, 217
Figuración, funciones de, 32. Impotencia, 184. ” -
Fisiología cerebral, 17. Impresiones sensoriales, 93.
Formaciones sexuales sustitutivas, Impulsividad, 44
187. Impulso cinético, 77.
—« simbólicas hiponoicas, 249. ,_ instantáneo fugaz, 243.
— tabú, .260. Impulsos, 109.
Formalismo escolástico, 202. — anales, 77.
Formas, interpretación de, 317. — sexuales, 78.
á- motóricas vegetativas, 101. Infanticidio, 242.
—— repetición de, 92. Infantilismo psicosexual, 173.
«e simplificación de, 90. ,Iniciadores expeditivos, 202.
Fórmulas, abreviación de, 103. Iniciativas, 9.
Índice alfabético 033

Instinto de agresión, 162. l Movimientos reflejos, 106.


Ñ de conservación, 166. — ritmicos,147 .
—— de dominio, 162. —— —— tipos de, 102
— de mirar y mostrar, 173. Muerte, simulación de 121,150
—— de nutrición, 164.
—— sexual, 168, 229.
Narcisismo, 169.
—— — evolución del, 177.
Necesidad material, preocupación
—— —— fuerte, 182. por la, 231.
— — grados del, 181. Negativismo, 151.
—— H inhibición del, 181.
Nervosidad coreiforme, 58.
Instintos, 109, 159.
Neurosis de defensa, 234.
——— finalistas, 234.
—— arquitectura polar de los, 159.
'——- de guerra, 256.
—— de conservación, 230.
_,_ infantiles, 229.
—— gregarios,159.
——— obsesiva, 257, 259.
— mecanismos rectores de los, 182.
Nostalgia, reacción de, 24-2.
»—— motores, 159
—— sexuales, 159.
Nucleus perifornicalis, 75.
Institutrices, psicosis de las, 219:
Nutrición, 16].
Insuficiencia vergonzosa, 257. Objeto, 95.
Integración, 12 Obreros industriales, 219.
— esférica, 46. Obstinación pueril, 242.
Inteligencia adiestramiento de la, Oído, sentido del, 22
209 Orientación psicagógica, 326.
—— examen de, 269.
—— fatiga de la, 209. Padre, ideal del, 178.
—— habituación de la, 209. Pánico histerico, 148.
—— productiva, 209, 272 Parafasia, 33.
—— recuperac1ón de la, 209. Parálisis general progresiva, 43.
—— reproductiva, 209 Pedofilia, 173. '
Intermediarios discretos, 202 Pensamiento aperceptivo, 137.
Interpretación de formas, prueba —— esquizofrénico, 141.
de la, 277 — filmiforme,127,144.
—— funciones del, 39.
Laborterapia, 315 — lógico, 139.
Lenguaje, desarrollo del, 23. — mágico, 96, 122.
Lenguas radicales, 84 Percepción, 93.
Ley de independización de sínte— Peritaje, 265.
sis, 36 Personalidad, análisis de la, 325
Libre asociación, 137. — disociación de la, 120
Limen espacial 2.1 —— ortopedia de la, 325.
, Lóbulo frontal, síndromes del, 43- ——- reacciones de la, 250
Persuasión, 309.
Madre, imagen de la, 178. Perversiones sexuales, 172.
Mania, 145. Poder, lucha por el, .234.
Masoquismo, 175. —— voluntad de, 162.
Masturbación, 258. Posición ,de Magnus, 52.
Mecanismos afectivos, 42. Praxias, 37.
Memoria, 271. Preguntas sugestivas, 267.
-—— funcionesde la, 39. Preso, estallido del, 239.
Mente, movilidad de la, 211. Principio teleológico, 12.
Mescalina, 26‘. Procesos de figuración, 208.
Método catártico, 321. ——intelectualesesquizofrénicos, 132
——— de las tres palabras, 272. — volutivos, 106.
Métodos grafológicos, 278. Procreación, 161.
— de yoga, 3‘27. Proporción diatésica, 199.
Miedo, 166. -— psicoestésica, 199.
Mneme, 40. . Prostitutas, 182.
Monismo espiritualista, 7. Protréptica, 295, 299
—- materialista 7. Proyección afectiva, 9., 527
Movimiento de tanteo, 103. Pruebas de Hamburg, 275.
334 Índice alfabético al

Psicagogia, 307. Simulación .' intenciónal,’ 247.


Psicoanálisis de Freud, . Sindrome catatónico, 147.

ha
UD
Psicobiograma, 279. —— parkinsoniano, 57.
Psicocatarsis, 317. Síndromes“ ”coreoatetósicos, 5 '7.
Psicologia especulativa, 203. Sistema endocrino, 78.
—— sensorial, 203. ——— estriopalidal, 65.
Psicornotilidad, 204. 7— neuroendocrino, 60.
Psicomotórica, estructura dela, 50. Sodomía, 173.
Psicópatas constitucionales, 314. Solipsismo, 6.
Psicoterapia, 293. Solterona, 219.‘
Psiquismo, 82. Soñar despierto, 144.
Pubertad, período de la, 242. Sordera, 232.
Sublimación, 184, 187, 226.
Reacción, pruebas de, 279. »— Cientifica, 190. '
Reacciones carcelarias, 232. Sueño y Vigilia, regulación del, '78.
—« explosivas, 239. Sueños, 113.
—— hipobúlicas, 244. Sugestión, 308.
_ hiponoicas, 244. —— colectiva, 15:2.
—— impulsivas, 109. — fenómenos de la, 152.
— nostálgicas, 232. m— larvada, 298.
Realidad, juicio de, 93. Supercompensación, 235.
Realistas, 202.
Tabú, 97.
Reconocimiento, falsificaciones del,
Tálamo óptico, 17.
'42.
Talento, familias de, 213.
Recuerdo, ampliación del, 307.
Temor, reacciones de, 230.
Reeducación, 308.
Reflejo psicogalvánico, 3‘20. Temperamento, 68.
——- viscoso, 205.
Reflejos, 50, 103.
——— condicionados, 50.
Temperamentos, 158.
——4 ciclotimicos, 192.
—— reforzamiento voluntario, 157.
—— diatésicos, 201.
»— refuerzo voluntario de, 247, 248.
Regulación dinámica, 48.
—— esquizotímicos, 202.
Tenacidad, 201. '
Relaciones extracon‘yugales, 171.
Testimonio, psicología del, 265. '
Reposo, 313. '
Tiempo, ideas de, 22.
Representación, 93..
Representaciones eSpaciales, 21. ——— psíquico, 191.
. Represión, 244. y Tipo flemático, 200.
Resentimiento, 233.
— hipomaniaco, 200.
——— Visual << eidético », 2.4.
Respuestas parafasicas, 2’71.
Ritmo, 101. '
Tipos endocrinos, 27.
Tiroides, 79. ' '
—-— psíquico, 191, 211.
Tonalidad afectiva, 18.
Robo impulsivo, 242.
Románticos, 202.
Tono, regulación inductiva del, 327.
Trabajo, 313.
Rorschach, método de, 321.
—— curvas de, 276.
—— intelectual, 315.
Sensación de placer, 18, .
Tradición, 111.
Sensaciones afectivas, 16.
Trónco encefálico, lO.
—— configurativas, 19.
—— de posición, 21. Tropismos, teoría de los, 104.
Tuber .cinereuni, 72.
—— sens’itivas, 14.
—— sensoriales, 14. Vida conyugal, 1'71,
_._ táctiles, 21.“ —— instintiva, 15.
Sentimientos Vitales, 17. Vigilia y sueño. 62.
Sexualidad, problemas de, 325. Vista, 29.
Sham—raga, 77. Vivencia, 5.
Sibaritas, ' 202. Vivencias, 221.
¡Signo local, 21. Volubilidad, 201.
Simpatias, problemas de, 3‘25.
Simulación, 244—. Yo y el mundo exterior, 5.
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el Dr. M. USANDIZAGA, Catedrático de Obstetricia y Ginecología de la Facultad
de Medicina de Barcelona. XVI—361 páginas, 31 figuras y 133 láminas.

El ojo clínico, por el Prof. Dr. ERWIN RISAK, de Viena. 239 páginas.

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