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HUASIPUNGO.

Es “Huasipungo” la obra indigenista por excelencia? Sin lugar a dudas el maestro literario
ecuatoriano Jorge Icaza Coronel nos presenta una novela exquisita en cuanto a realismo y
contexto social.

Obra escrita en 1934, entre la primera y segunda guerra mundial, toma como corriente
principal el denigrante trato por parte de la burguesía para con el pueblo indígena nativo de la
sierra ecuatoriana.

El ambiente en el que se presenta la novela deja entrever la indignación e impotencia por parte
de su autor, quién en diversos pasajes de la misma desata crudamente su repudio ante tal
maltrato y explotación por parte de la alta sociedad hacia las clases menos favorecidas, típico
escenario de un periodo feudal moralmente insultante y reprochable desde cualquier punto de
vista, sea este humanitario o económicamente técnico.

“Huasipungo” se desarrolla con Ándres Chiliquinga, indio trabajador, como principal


protagonista de la novela, quién tomará relevancia de principio a fin del relato.

Don Alfonso Pereira, hombre adinerado e influyente de la sociedad quiteña se encuentra en


dificultades debido a las deudas que le aquejan y sumado a ella su adolescente hija “Doña
Lolita” embarazada a la temprana edad de 17 años.

En una caminata por las calles de la cuidad, Don Alfonso es avistado por su tío, Julio Pereira,
quién en ese momento era su mayor acreedor. Tío Julio invita a don Alfonso a su despacho
para tratar “asuntos pendientes” y sintiéndose en aprietos Don Alfonso intenta hablar sobre su
deuda pero su tío tenía otros planes.

Tío Julio le propone a su sobrino un negocio que a su decir, los hará millonarios a todos.
Dicho negocio trataba en explotar las tierras de Cuchitambo, propiedad de Don Alfonso,
puesto que allí, su tío junto Mr. Chapy (un estadounidense gerente de la explotación maderera
en Ecuador) había descubierto que Cuchitambo contiene madera de gran calidad, que podría
ser utilizada en la industria ferroviaria e incluso para exportación. Alfonso Pereira es encargado
de construir una carretera, apropiarse de los bosques vecinos y acabar con los huasipungos
instalados a las orillas del río, luego de aquello, Mr. Chapy pondría a trabajar su costosa
maquinaria industrial para talar y poner en marcha el negocio.
Los llamados huasipungos eran el hogar de los indios, un pedazo de tierra que un terrateniente
les prestaba a cambio de su trabajo diario.

Cuando finalmente la Familia Pereira se marcha hacia Cuchitambo, en parte también por la
vergüenza ante la sociedad de que su hija haya quedado embarazada de un cholo, tenían la
certeza de que los indios que allí vivían no iban a ser suficientes para llevar a cabo sus tareas y
que debían atraer a los indios que habitaban en los bosques aledaños.

Policarpio, el mayordomo de la hacienda los esperaba con todo arreglado para la llegada de
sus patrones, quienes en el tortuoso camino habían utilizado a los indios inclusive como
animales de carga.

Todo esto sucedía mientras el indio Chiliquinga vivía en su huasipungo junto con su esposa
Cunshi y su hijo, quienes se mostraban temerosos por la llegada del patrón a la hacienda.

Don Alfonso Pereira entabla amistad con Jacinto Quintana, teniente político del pueblo y con
el sacerdote del lugar formando así una alianza entre sus poderes materiales y religiosos.

El hijo de doña Lolita había nacido ya, pero su madre incapaz de amamantarlo, decide dejar
esa tarea para las indias jóvenes, las cuales se peleaban por hacerse de esa responsabilidad
puesto que eso suponía salir por momentos de la miseria y los trabajos esclavizadores que a
diario desempañaban.

El indio Chiliquinga es elegido entre tantos indios más para desmontar las tierras de Guamaní,
siendo estos sometidos a todo tipo de maltrato físico y moral por “el tuerto Rodríguez”,
déspota capataz de la hacienda. A pesar de la gran distancia entre haciendas, Andrés
Chiliquinga se da modos para poder llegar a la noche junto con Cunshi, pero cierto día
habiéndose demorado en empezar la jornada, el indio es brutalmente golpeado por el capataz.

Cunshi había sido nombrada como la nueva nodriza del infante recién nacido, suponiéndole a
Chiliquinga gran rabia y enojo, producto de aquello cierto día sufre un accidente que lo deja
cojo para siempre y es asignado a una nueva tarea, debía cuidar de la cementera.

El pueblo indígena estaba sometido a las costumbres religiosas impuestas por el cura y por la
autoridad civil del teniente político que junto con Don Alfonso cegado por la codicia decide
forzar aún más el trabajo de los indios para poder cumplir con sus cometidos, sin importar la
vida de sus lacayos, muchos de los cuales perecieron en condiciones extremas de trabajo
forzoso y denigración humana.
Siendo por fin terminado el carretero, la prensa muestra como hombres de mérito a los tres
personajes nefastos antes mencionados, sin tomar en cuenta la labor cumplida por los indios y
su coraje para llevar a buen puerto las órdenes de sus verdugos, sin importar que aquello les
significa la vida a muchos de sus seres queridos.

El poder esclavizador de la iglesia se muestra claramente cuando el cura decide celebrar una
misa en festejo de las obras cumplidas cuyos gastos serían costeados por los indios. En dicho
evento un campesino rogó al cura rebajar los costos de la celebración, entonces el cura
envuelto en enojo lanza maldiciones sobre el pueblo indio invocando la furia de Dios como su
arma letal frente a la ignorancia indígena. Dicho esto y como si se tratase de una intervención
divina, el cielo desata toda su furia en tormentas y lluvias que terminan por inundar los
huasipungos de los indios, sumiendo al pueblo en pobreza y desesperanza colectiva.

La hambruna y la miseria se habían apoderado del sitio, producto de lo cual se ven obligados a
desenterrar el cadáver de un buey que había muerto a causa del temporal. Andrés logra
conseguir carne del putrefacto cadáver y se lo lleva como trofeo a su familia para poder en algo
mitigar el hambre que hacía presa de sus estómagos. Sin importar el hedor de la carne
corrompida ellos lo comen complacidos, su hambre los hubiese hecho comer cualquier cosa
en esos momentos.

Al día siguiente, Cunshi muere como resultado de haber consumido la carne del buey muerto
y desenterrado. A pesar del inmenso dolor de haber perdido a su india, Chiliquinga ruega por
ayuda a Don Alfonso para poder sepultar a su mujer, pero esta fue negada y el adultero cura
mucho menos se la iba a dar. Sin dinero envuelto en desesperación, Andrés se ve obligada a
rogar una vaca y venderla para poder conseguir el dinero suficiente para sepultar a Cunshi.

Cuando el delito fue descubierto el castigo llegó pronto, Andrés fue brutalmente castigado al
contacto torturante del látigo, tal fue la golpiza que el castigo tomo un tono ejemplarizador para
los demás indios de la comarca.

Mr. Chapy había ordenado desalojar los huasipungos asentados en la loma de la montaña,
puesto que allí sería instalado el aserradero mayor, todo esto sucedió ante el estupor de los
indígenas que sufrían profundamente al ver como el pedazo de tierra que creían suyos estaba
siendo profanado sin misericordia, dejando a los suyos sumidos en la penuria absoluta.
Andrés organiza la resistencia indígena que ya de por sí estaba colmada de odio hacia los
blancos por haber traído la desdicha y el sufrimiento a sus tierras. Después del primer asalto el
resultado muestra 5 muertos, entre ellos el tuerto Rodríguez y Quintana.

Don Alfonso huye a Quito y pone sobre alerta al ejército sobre la rebelión que se había
producido. Las consecuencias fueron obvias, los soldados acribillaron sin piedad a los indios,
uno a uno los cuerpos sin vida del pueblo indígena cayeron sobre las tierras que los habían
visto nacer, la sangre tiño de horror el campamento y las memorias de los indios.

Los sobrevivientes se refugian en la choza de Chiliquinga, pero esta no duraría mucho en pie.
Los soldados le prendieron fuego y asfixiados por el humo, la resistencia indígena se vio
obligada a salir. Esa sería la última vez que percibirían la luz.

Análisis y comentario.

La sociedad como tal ha estado siempre regida por preceptos morales, dominios políticos y
económicos que han hecho de la injusticia un fenómeno palpable en cada rincón del planeta.

En la época en la que se desarrolla la obra, el feudo muestra su lado más oscuro y malicioso,
privilegiándose siempre a aquellos cuyo poder y posición social ha estado por sobre algo tan
básico y fundamental como lo es el respeto a los derechos humanos, el respeto a la vida
misma.

Estos rasgos de inclemencia moral persisten inclusive hasta la actualidad, donde si bien el
concepto esclavizador se ha visto maquillado por términos más moderados no cabe dudas que
la nueva forma de esclavitud es mantener a la gente necesitada e ignorante.

La lucha diaria de la clase trabajadora ecuatoriana y el irrespeto hacia sus derechos no reflejan
otra cosa más que la supremacía del capital frente al ser humano. La obra “Huasipungo” vista
desde un contexto social es una excelente forma de dar a conocer el atropello del que han
venido siendo víctimas principalmente los indígenas ecuatorianos. Un grito de rabia e
impotencia puede ser escuchado entre cada página de esta novela, rica en narrativa y realismo.

Muchos han sido los instrumentos utilizados para mantener la hegemonía de las élites sociales
y la religión no se escapa de ser salpicada de este mal. Es muy claro darse cuenta como a través
de los años, el poder eclesiástico se valió de la ignorancia general para imponer sus normas y
preceptos morales, que en muchos casos ha servido únicamente para infundir temor y
sometimiento.

Es indignante darse cuenta de la realidad del pueblo indígena que debido a la falta de
oportunidades y al olvido de las autoridades se ha visto rezagada del progreso social y
económico.

Bien lo dijo el filósofo alemán Friedrich Nietzsche: “Nuestro prójimo no es nuestro vecino,
sino el vecino de este – Así piensa el indolente”

Y así pensamos la mayoría de nosotros, cuando estamos frente a problemas de otros, cuando
en realidad la cooperación y el libre ejercicio y defensa de los derechos humanos nos
competen a todos.

Un cambio en la conciencia colectiva empieza desde nosotros, cuando logramos entender que
el respeto hacia la vida de los demás significa también el respeto hacia la nuestra.

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