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Corrección de Las Primeras 20 Páginas
Corrección de Las Primeras 20 Páginas
MAGÍSTER EN LITERATURA
MEMORIA Y TESTIMONIO
EN TRES OBRAS DEL TEATRO CHILENO ACTUAL
Valparaíso, 2019
ÍNDICE
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FORMULACIÓN DEL PROYECTO
Una de las características predominantes del teatro chileno actual es la visita recurrente a la
memoria individual y colectiva que se representa a través del relato de sujetos y su
subjetividad. Esta dramaturgia continúa con la función de denuncia y de disidencia del
relato oficialista donde no hay cabida para los sujetos subjetivos que no son parte del
reconocimiento histórico, validado por el poder y por la misma tradición. Esta faceta del
teatro chileno viene a seguir con el rol que este cumplía durante la década del ochenta en
cuanto a la resistencia social y cultural que es producto de la imposición de políticas
represivas en un régimen dictatorial.
Con autores que pertenecen a una nueva generación literaria, cuya producción se
vincula con el pasado histórico reciente, el teatro chileno actual sigue tomando como
núcleo central, la problemática de la memoria y la lucha contra el olvido, mediante la
consigna del arte como representación de la sociedad y el vehículo para “decir” lo que la
historia y su relato no cuentan.
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PREGUNTAS DE INVESTIGACIÓN
c) ¿Es el teatro chileno actual el reflejo y testimonio de la memoria de Chile como una
representación del pasado histórico?
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OBJETIVOS
1. Objetivo general:
El objetivo del proyecto es realizar un análisis del discurso dramático de las obras La
amante fascista (2011) de Alejandro Moreno, Liceo de niñas (2015) de Nona Fernández e
Hilda Peña (2018) de Isidora Stevenson, a partir del concepto de memoria y testimonio y
su representación en la dramaturgia chilena actual, centrándose en el sujeto, el espacio y la
acción.
2. Objetivos específicos:
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METODOLOGÍA
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INTRODUCCIÓN
MEMORIA Y TESTIMONIO EN EL TEATRO CHILENO ACTUAL
Mircea Cărtărescu, escritor rumano, dijo en una entrevista en 2017: “La misión de los
artistas es recordar aquello que no recuerda nadie.” Esta breve aseveración hace hincapié en
la imperiosa necesidad de mantener la memoria a partir, en este caso, de la perspectiva del
artista, es decir, mostrando la realidad desde la ficción, el arte y la crítica.
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(1958) y el Teatro de la Universidad de Antofagasta (1962). En el primer número de la
serie Teatro del TEUCH se expresa de lleno del objetivo de la creación y masificación del
teatro en todos los sectores socioculturales del país:
1
Horacio Eloy publicó en 2014 el libro “Revistas y publicaciones literarias en dictadura (1973-1990)”
(Ediciones Piso Diez, 2014) en el cual demuestra que el apagón cultural durante la dictadura nunca existió. En
la Introducción señala: “A poco andar se escuchó hablar de un “apagón cultural” en que jamás se identifica a
los responsables. Es posible que quienes hablaban de ese apagón jamás estuvieran en contacto con la
“república del silencio” que se ejerció a través de revistas y publicaciones literarias independientes. Esas
publicaciones de vida efímera y exultante que circularon sin permiso de nadie, develan una luz que
desmienten tal apagón.” (5)
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Durante el año setentaitrés hubo poca difusión teatral: solo cinco obras de autoría
chilena fueron estrenadas.2 Sin embargo, señala María de la Luz Hurtado (2011) que la
recuperación de la crisis durante fines de la década del setenta es rápida, aumentando
considerablemente los estrenos de autores chilenos, a pesar de la censura y la persecución.
Durante el gobierno de la Unidad Popular existían grupos de gran éxito (ICTUS, El Aleph,
Compañía de los cuatro, El túnel) a los que siguieron otros formados durante los 17 años de
la dictadura (Teatro del Ángel Imagen, Taller de investigación teatral, La Feria, Teatro
Universitario Independiente) y otros nacidos hacia el término del régimen militar (Teatro
del silencio, Gran Circo Teatro, El Trolley, Teatro La Memoria).
Dadas las circunstancias en las que se desarrolla el arte entre 1973 y 1990, el teatro
es parte de una lucha social contra la dictadura que intenta hacer ruido desde la resistencia.
El arte es compromiso y su objetivo es sacar a la luz los relatos silenciados mediante
nuevas estéticas de representación, como señala Ramón Griffero:
2
En el texto “Dramaturgia chilena 1890-1990. Autorías, textualidades, historicidad”, de María de la Luz
Hurtado se pueden apreciar ampliamente las obras estrenadas durante el periodo en cuestión y su clasificación
a partir de sus características cualitativas y cuantitativas.
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Sólo en los últimos dos años, el teatro chileno ha tenido un panorama diverso y
fructífero. Se han reestrenado obras nacionales y clásicas como Tío Vania y La Gaviota de
Chejov, La Negra Ester (Pérez y Parra), La viuda de Apablaza (Luco Cruchaga), Ánimas
de día claro (Sieveking) y la adaptación al teatro de Coronación (José Pineda) de José
Donoso; también se han estrenado autores internacionales contemporáneos con obras como
Los arrepentidos de Marcus Lindeen, Relatividad de Mark St. Germain y El Presidente de
Thomas Bernhard; obras cuyo protagonistas son personajes de la cultura chilena como
Violeta Parra en Ayudándole a sentir (Infante y Peragallo) y Xuárez (Barrales e Infante); la
presencia de crítica social y política actual con Noche Mapuche (Leonart); la humanización
de sujetos marginales en Nanas de Leonardo González y Pompeya de Gerardo Oettinger; el
teatro documental y testimonial con Esto (no) es un testamento (Ictus) y la visita a la
comedia y el surrealismo con La Iguana de Alessandra de Ramón Griffero.
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sinusoidalmente con el testimonio, el archivo y la ficción. Una complementariedad que no
se puede apreciar desde la figura cerrada y objetiva del discurso oficialista.
El teatro y sus textos son parte del archivo nacional por su estética y aporte cultural,
pero también y, sobre todo, lo son por transformarse en un referente del pasado tan válido
como otros. El texto dramático es una especie de producto contestatario coludido con la
conciencia social y la verdad, no con un discurso rígido y política y socialmente connotado
con el engaño y la manipulación ideológica.
Bajo este contexto, el teatro chileno contemporáneo ha adoptado ciertos rasgos que
María de la Luz Hurtado describe como:
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Al parecer, resulta inevitable que una parte importante de artistas tome como suya la
cuestión política en el arte en la actualidad. En otras palabras, el arte también es político y,
por lo tanto, el teatro también lo es. Si tomamos la memoria como sustrato de construcción
de un imaginario actual que está ligado con el presente, también existirá la relación con el
pasado que sigue siendo igualmente interesante, como ocurre también con la narrativa
actual. En el último tiempo, el estreno de obras relacionadas con las temáticas históricas y
sociales responden también a una política cultural (no institucional en un ciento por ciento)
de reparación y reconocimiento, bajo una óptica cruda, directa, libre, mediante el rol de
reparador. En el aquí y el ahora, la única censura que puede existir es la de la ciudadanía.
Por tanto, el teatro chileno cumple con la obligación social e intelectual de promover la
memoria en distintos contextos socioculturales y bajo el alero de la exitosa recepción de la
que goza la dramaturgia chilena en la actualidad. A pesar de ello, la dramaturgia da cuenta
de esa necesidad de reelaborar el corrompido y cuestionado discurso oficial que se
mantiene aún vigente. Sigue siendo una ventaja que la crítica y la creación estén exentas de
censura, por lo que el arte dramático nacional ha sido rico en cuanto a la producción de
obras cuyo tema central es la (post)dictadura y sus implicancias, resonancias y
consecuencias.
Ahora bien, el discurso dramático actual es también parte del relato de cientos de
sujetos que no son parte de la oficialidad. Ese acto de “decir” retoma el tono amargo y
vejado de los sujetos de la dictadura, de los padres de la generación actual, aquellos que
vivieron en carne y mente propia los avatares de un estado represivo. Los hijos son los que
hablan, los huérfanos y los herederos de la tradición chilena que se han manifestado cada
vez más reacios a olvidar con prontitud. La contingencia nacional de estos días da cuenta de
esa necesidad del “decir” al ser crítica de la sociedad y de la política actuales, que
mantienen algunas directrices pseudo-represivas o camufladas que recuerdan ciertos
pasajes oscuros de décadas anteriores.
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con la ficción, sino que la hace verosímil. Existe aún el sentimiento de descomposición
social
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que atraviesa el periodo post dictadura que, a nuestro juicio, sigue siendo parte de la
llamada transición. ¿Qué hace entonces que la dramaturgia actual actúe como referente
crítico de la sociedad y la cultura? El hecho y el acto concreto de la memoria tanto
individual como colectiva se aprecian claramente en algunas obras, como en la
masificación de grupos teatrales que dan cuenta de una escritura concientizada con el
pasado inmediato y el presente.
Este teatro realiza una repulsa al teatro dramático realista, aquel en el cual la
construcción de la ilusión teatral mediante la eficacia de los mecanismos de
“verdad” escénica (actuación, diseño escenográfico, textualidad causal y
verosímil en su concordancia psicológica-social-histórica) era la base de su
propuesta dramático-estética y del deseo de provocar empatía e identificación
emocional con el público. (Hurtado, 2008, p. 10)
Para intentar una aproximación a la visión que tenemos del teatro chileno actual,
escogimos una obra de reciente estreno, primero en el espacio cultural Matucana 100
(M100) y posteriormente en el Centro de las Artes, la Cultura y las Personas Gabriela
Mistral (GAM). En 2018, se estrenó la obra Representar, por la compañía Teatro Perro
Muerto (2014), que anteriormente tuvo éxito con Pinochet, la obra censurada en dictadura
(2015), cuya acción gira en torno a la crítica de la democracia actual, tan compleja y que a
la vez se percibe tan frágil y débil. Mediante la ironía y la crítica, la obra invita al
espectador/lector a hacerse diversas preguntas sobre el hecho de la representación, como
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¿quién o quiénes nos representa(n) en una democracia de papel? Esta anti apología de la
crisis cruza la línea de la
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univocidad del discurso dramático cuyo receptor no puede negar el contexto y la realidad
que ve y critica día a día, como un sujeto más que ha construido realidades y que está
inserto en el juego peligroso de la democracia.
Victoria: ¿Por qué hace un rato dijiste que era la segunda vez que estábamos en
la vanguardia?
Rodrigo: Por la vía chilena al socialismo…
Valeria: El límite de la democracia es la violencia.
Rodrigo: Pero hace un rato no podía decirlo claramente por lo del proselitismo.
Victoria: Y aun no aprendemos nada de la historia.
Camilo: Pero la historia da respuestas no preguntas, no es teatro.
Victoria: Por eso hay que aprender.
Rodrigo: ¿Aprender qué?
Victoria: Que no podemos repetir la historia.
Rodrigo: Opino igual
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Valeria: Entonces no es aprender de la historia.
Victoria: ¿Cómo?
Valeria: Es aprender lo que tú crees que la historia quiere decir.
Victoria: Tú crees que todo lo que ha pasado ha sido bueno.
Valeria: No.
Victoria: Entonces no podemos permitir más matanzas en la historia.
Valeria: No hay más matanzas en la historia.
Victoria: Pero pueden haber, a eso me refiero, pueden venir matanzas.
Valeria: Pero lo que viene no es historia.
Victoria: ¿Qué?
Camilo: Me perdí.
Victoria: Yo también.
Rodrigo: Yo te sigo.
Valeria: ¿Qué quieres decir tú?
Victoria: Yo creo que la historia dice “Nunca más”.
Valeria: Yo creo que tú quieres decir nunca más y eso me preocupa.
Camilo: Nunca más ¿qué?
Valeria: Eso que todos sabemos…
Rodrigo: Hasta yo sé que aquí lo que pasó fue tan terrible que no se puede
evitar, es como un hoyo negro, lo absorbe todo. Yo puedo estar hablando de
cualquier cosa, pero si digo pueblo, si digo milicos, si digo muerte, si digo
tortura, todos saben que estamos hablando de eso...
Camilo: Ah de la….
Valeria: Sí, exacto. Pero para probar mi punto vamos a imaginarnos un país
distinto, para poder ser objetivos. No estamos en este país, estamos hablando de
otro país.
Rodrigo: Ok.
Camilo: Ok.
Victoria: Ok.3
El texto, cuyo autor es la misma compañía, revela también el rol que como
agrupación artística teatral cumplen en el proceso de creación y representación, que está
enfocado en invitar a la crítica irreverente y punzante al espectador y al lector. El director
de Representar, Sebastián Squella, ha dicho:
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Iván Insunza (2018), habla de la democracia como uno de los temas que hacen
pensar el teatro chileno como un producto en movimiento político y de impacto ideológico
y social, que se basa en la colectividad como una “pequeña democracia propia”. Si lo
pensamos de esta manera, quizás nos podríamos aventurar en comprender al teatro como un
pequeño núcleo democrático, en el que quien se atreva a adoptar el papel de
lector/espectador decide solidarizar con el personaje y su entorno.
La historia es parte del discurso teatral actual, revisitada por sus autores, teniendo en
cuenta las perspectivas equívocas y marginales que buscan reivindicar la “historia” tanto
personal como colectiva, mediante la relación con el contexto y la multiplicidad de voces.
Varias obras toman a la historia como trasfondo, casi como un acompañamiento discursivo,
más que como el contexto de la enunciación de los personajes.
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del padre.
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El rol que este cumple en la literatura en general, es determinar no sólo el presente
sino reordenar y comprender el pasado y demarcar y definir el futuro. Por lo mismo, se
subentiende que la figura paterna adquiere una transversalidad algo atemorizante en la
literatura, la cultura, los hechos sociales, la memoria, los espacios, los recuerdos, los
productos, las descendencias y un largo etcétera. Sin embargo, el núcleo patriarcal de una
sociedad abiertamente sometida a él, se ve desplazado por la figura de los hijos, nuevas
voces que intentan saldar aquellas deudas que el padre mantiene con ellos y con el entorno
y que cumplen el rol de “cuestionadoras de los discursos tradicionales de control y
autoridad ejercidos y materializados por la familia y los aparatos institucionales […].”
(Jeftanovic, 2011, p. 29) Es más, la figura del padre (social, cultural, familiar) comienza un
proceso de desvanecimiento, motivado, en distintos casos por: la diáspora, la muerte, el
abandono, la desaparición, el alejamiento y/o la pérdida de una figura sólida. La orfandad
(entendida de acuerdo a lo que plantea Rodrigo Cánovas, 1997) es asumida como tal y
como una totalidad casi imposible de sortear o revertir.
[…] ponen vasos en las paredes para oír; que andan a tientas para no ser
escuchados pero escuchar más; que dan vueltas por los barrios y la ciudad,
observando de frente la luz del día dictatorial […]; que salen en sus bicicletas a
mirar por los lugares banales del crimen de la provincia; que juegan en los
rincones de la casa de infancia, dialogando en un lenguaje personal con esos
interlocutores implícitos y no reconocidos que son sus padres –mientras hablan
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los padres, ellos componen su obra, que leemos en este futuro no menos
fantasmal que es el hoy. (Bottinelli, s/f)
Paulina Urrutia, exministra del Consejo de la Cultura y las Artes (2006-2010) del
gobierno de Michelle Bachelet, ha sido la intérprete de La amante fascista en todas sus
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temporadas. Con este papel ganó el Premio Altazor a las Artes Escénicas como Mejor
actriz de teatro en el año 2011, bajo la dirección de Víctor Carrasco. Urrutia publica un
breve artículo sobre la obra en la Revista Apuntes de Teatro de la Universidad Católica en
la que expone su visión del autor y del dramaturgo, que encaja en la perspectiva que tiene
de la obra dramática Alejandro Moreno.
Hoy como nunca antes, el autor pone de manifiesto en su obra sus infinitas
identidades, complejas, múltiples, incluso contradictorias, develándose a sí
mismo, sin la tarea de ocultarse en distintos roles. Su propósito ahora es al
revés: pasamos del autor cuyo pensamiento, obra y a veces vida se escondía en
su creación, a aquel que hoy prioriza en su escritura su manifestación, su
exposición impúdica, donde no existe ética ni estética que limite su creatividad.
(2011, p. 104)
La aclamada obra La amante fascista es, por así decirlo, una poética del delirio y de
la adicción del poder. Iris Rojas está obsesionada con el poder cuyo círculo se completa con
la relación que tiene con un dictador, el señor Espina, y con su hijo homosexual. Iris no
tiene tapujos en desentrañar hasta sus más innobles pensamientos atrapados por los
tentáculos del fascismo. Su desplante nos muestra como el fascismo controla su mente y su
cuerpo, sometiéndola a diversas sesiones de tortura disfrazadas de sadomasoquismo. La
mujer se prepara para la llegada de su amante para mostrarnos un país enfermizo en cuerpo
y conciencia.
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desconocida (2016) además del volumen de cuentos El cielo (2000). En dramaturgia,
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destacan El taller (2012), obra basada en la vida oscura de Mariana Callejas y Liceo de
niñas (2015) que da cuenta de una toma estudiantil llevada a cabo por alumnas de un liceo
capitalino en dictadura.
Quizás son estas circunstancias las que la han llevado a tratar temáticas que cruzan
sus novelas relacionadas con la dictadura, los hijos y las relaciones familiares que se
podrían tildar de disfuncionales. Su implicación con la memoria se produce por esta
necesidad de luchar contra el olvido mediante le producción escritural que se manifiesta en
esta generación de los hijos. La retrospectiva al mundo infantil y juvenil a la que recurre
Fernández es, según la propia autora, la única forma de subyugar los traumas del pasado y
recuperar aquello que perdieron en algún momento de la infancia. Continúa Fernández:
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una constatación real de mi imaginario de infancia y adolescencia. Yo creo que
una parte de mi generación se quedó ahí, encerrada en esos tiempos de mierda,
vestidos de uniforme, cabros chicos todavía, y en cada una de las novelas que
escribo doy la pelea para tratar de hacer el rescate. (Guerrero, 2012)
Si bien Stevenson aún mantiene una breve, pero prometedora carrera en el teatro,
mediante sus obras ha podido representar diversos aspectos sociales en su dramaturgia.
“Para mí es muy importante que el teatro tenga asidero en la realidad que lo contiene”,
señaló en una entrevista. Según ella misma, la burguesía desde la que proviene le ha
permitido dar cuenta de una identidad nacional ligada con la familia, con la clase y su
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decadencia, como en
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Campo o con sujetos marginales y el abandono social como su personaje Hilda Peña y con
la distopía futurista ligada a la tecnología en Réplica. A través de la lectura de su obra y de
la representación teatral podemos observar que sus textos están fundidos con el rol de
preservar la memoria íntima como la de un país entero.
Como actriz también destacó su participación en obras como Niñas Araña (2008) de
Luis Barrales en la que el contexto sociocultural y el referente real se apropian de la historia
de tres adolescentes que fueron detenidas en 2005 y que fueron apodadas “niñas araña” por
la forma en la que cometían estos delitos (escalando edificios).
La premiada obra Hilda Peña nos cuenta la cruda versión de una madre que pierde
trágicamente al hijo que recogió de la calle y a quien crió bajo su abrazo protector. La
historia se sitúa en la Navidad de 1990 en la que Hilda Peña nos cuenta cómo pierde a este
hijo en el mediático tiroteo del Banco O’Higgins que se encontraba en el Faro de
Apoquindo en la comuna de Las Condes. Pero la muerte de este hijo, más por amor que por
adopción, sume a la protagonista en la fantasmagórica trampa de la locura y la
desesperación. Es la historia de una mujer y una madre que no soporta la pérdida del hijo y
su separación. Es la memoria de Hilda Peña.
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CAPÍTULO I
EL TEATRO CHILENO ACTUAL Y LA MEMORIA:
LICEO DE NIÑAS, LA AMANTE FASCISTA, HILDA PEÑA
[…]sólo a la humanidad
redimida se le ha vuelto citable su pasado en cada uno de sus
momentos.
Cada uno de sus instantes vividos se convierte en una
citation à l'ordre du jour, día este que es precisamente el día del juicio final.
(Walter Benjamin: Sobre el concepto de historia)
Sobre la memoria
En 2018, la socióloga e investigadora Elizabeth Jelin señala que “las memorias son
presente”. Esta reflexión nos permite contemplar cómo la memoria, sea cualquiera la
aproximación social y cultural del término, es un concepto que ha madurado, pero mantiene
la actualidad de la discusión. Además, utiliza el verbo ser como la forma actancial de la
representación de la realidad actual y su condición de representación colectiva. Al utilizar
este verbo, Jelin hace caso a la característica intrínseca de ser, es decir, forma parte del
objeto representado y no como algo accidental. Las memorias no son pasajeras, son propias
de ser. La misma Jelin menciona que en el trabajo de memoria se juntan “pasado, presente
y futuro en un mismo momento”, atendiendo a la coyuntura del aquí y el ahora, ser en el
presente.
La tradición histórica, que para este estudio abarca el contexto chileno desde 1973,
junto con las fracturas sociopolíticas provocadas por las dictaduras del Cono Sur, parece
haberse detenido en el tiempo y en el espacio. Si bien es cierto que las políticas públicas,
llevadas a cabo fundamentalmente por los últimos gobiernos socialistas desde 1990, han
encauzado el trazo del reconocimiento de la fractura histórica-político-social, todavía se
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evidencia en ellas una condición perenne de retrasar la validación de la memoria y la
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reparación. Pareciera ser que la memoria es una cosa esclavizada a la superposición de
relatos oficiales cuyas perspectivas siguen siendo las más adoptadas y adaptadas.
No es ajeno pensar que la memoria es un arma difícil de combatir contra los poderes
totalitarios. La Historia ha visto desaparecer y aparecer muchas veces los hechos ocurridos
a través del tiempo y en distintos lugares. Museos para la memoria, memoriales, homenajes,
protestas y marchas ciudadanas, de manera individual y colectiva, se esparcen por las
ciudades que años y décadas atrás vieron la realidad desde otra perspectiva. 4 Esto ha
redundado en la permanente publicación de textos y artículos referentes a los conceptos de
la memoria y el olvido, como los trabajos de Maurice Halbwachs, Elizabeth Jelin, Steve
Stern, Xabier Etxeberria y otros.
4
“El espacio proporciona una referencia a la memoria, y si a menudo la engaña es porque los recuerdos se
desvían, viajan y son en sí mismo infieles. El día en que el espacio acomete contra la memoria destruyendo
sus referencias para substituirlas por simulacros, ya no queda nada que pueda retener los recuerdos: su huida
se acelera, se alejan sin ninguna esperanza de regreso.” (Augé, 2001, p. 53)
5
“Los historiadores ven con alguna reserva los testimonios personales ya que llaman la atención de los
medios y del público más que sus propias investigaciones. Consideran su valor fáctico poco confiable o muy
raramente se prestan a la verificación. […] A su vez, los testigos desconfían de los historiadores puesto que
no se encontraban en el lugar de los acontecimientos, no sufrieron en carne propia las consecuencias, apenas
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se paseaban en pantalón corto, o ni siquiera habían nacido.” (Todorov, 2013, p. 26)
35
hechos, rescatados siempre desde una perspectiva de la objetividad. Pero el trabajo con la
realidad objetiva no asegura que no se produzca esta “disposición y jerarquización de los
datos establecidos”. (p. 21)
La cita anterior, de Gilda Waldman, sugiere una “emergencia” cuando habla del
concepto de memoria, en un amplio campo de análisis, que va desde la cultura a la política.
Según la autora, este resurgimiento del pasado se da con “la restauración de antiguos
centros urbanos, el culto al patrimonio, la re-invención de tradiciones, la transformación de
ciudades enteras en museos, el regreso a modas pasadas, la proliferación de exposiciones
históricas y fotográficas así como de documentales televisivos, la popularización de la
escritura de memorias y biografías, el resurgimiento de la novela histórica,[…]” (2006, p.
12), entre otras acciones culturales que se manifiestan como producto de la memoria de un
pueblo, de un lugar, de una nación. Como fenómeno más universalista, la memoria es algo
que es transversal a la historia de las sociedades, no tan sólo contemporáneas, sino que
desde mucho antes. Para Waldman, esta “seducción” al pasado se produce, principalmente,
por la desilusión generalizada del presente, provocada por una posmodernidad que amenaza
con romper los lazos entre la historia y el recuerdo.
36
[…]”. (p. 37) En este
37
aspecto, el enfoque comunicativo nos parece interesante porque, a pesar de la intención, la
memoria como construcción social no puede guardar silencio. Resultaría incongruente
ratificar, mediante el silencio y el olvido, la lucha permanente de la validación de la
memoria.
Es “la captura en relato o en argumento de esos hechos del pasado que no exceden
la duración de una vida”, señala Beatriz Sarlo (2003), ciñéndose a una definición estricta y
restringida. Su visión, sin embargo, está trabajada desde el “giro subjetivo” del historiador
que se enfrenta al sujeto desde su lógica para encontrar la verdad. Sarlo comprende el
pasado como manifestación del presente y su comprensión desde la perspectiva subjetiva,
contraria al discurso historicista de décadas anteriores.
Cuando Sarlo habla de derechos del recuerdo, vuelve, como otros autores, a invocar
la responsabilidad del presente frente a los hechos ocurridos. En su libro citado, la crítica se
remonta a la dictadura de Videla y la realidad actual de la República Argentina, que es una
explicación presente del pasado bajo dictadura, luego de los procesos de justicia y los actos
de reparación.
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conocemos y lo que creemos conocer, o lo experimentado y lo que creemos haber vivido.
“Si no recordamos nuestra primera infancia, es porque, efectivamente, nuestras impresiones
no podían basarse en nada mientras no éramos un ser social.” (Halbwachs, 1964, p. 38)
Esta construcción de hechos manifiesta, igualmente, el relato configurado por otros: la
figura del padre, de la madre, de los abuelos. Por lo tanto, contamos como verdad el relato
instaurado en esta memoria infantil que, aunque no tenga una exactitud física y objetiva es
lo más parecida al rasgo de verosimilitud que nos mantiene unidos con el pasado.
En cuanto a la memoria del adulto, creemos que existe un problema mayor que el
que se pueda presentar en la infancia (verosimilitud). En esta etapa, entramos en el
conflicto de la comparación y la verificación del relato. Habíamos comentado que la
construcción del relato se hace con la suma de hechos que un grupo de sujetos
concatena y le da sentido.
¿Hablamos, entonces, de una memoria colectiva? ¿Quién valida el relato individual? En
este caso, debe hacerlo otro sujeto. Sin embargo, la perspectiva de validación de un tema
tan sensible como la memoria no puede hacerse desde la objetividad histórica y unívoca. En
la infancia no tenemos una concepción consciente de la memoria, debido a que el discurso
no es el nuestro. Pero la vivencia en primera persona promueve la concepción de la realidad
de manera subjetiva. Por lo tanto, otro sujeto que valide la subjetividad, está también
haciendo eco de la vivencia y ayudando a construir un relato verídico. Todorov (2013)
señala que el sufrimiento puede ser individual y colectivo, ya que cada experiencia puede
ser peor a la anterior.
Si bien hay hechos que marcan tiempos concretos en la infancia (aprender a escribir
y a leer, el primer día de escuela, la pérdida del abuelo, la primera mascota, …), es el
espacio de lo íntimo que se refleja en el discurso familiar el que marca la diferencia entre el
discurso del niño que tendrá que enfrentar una realidad de adulto. Pensamos, en este caso,
en el rol de los hijos y, por lo tanto, nos permite hablar de una memoria heredada. Sin
embargo, se heredan con ella las fisuras, las heridas, las perspectivas y los matices de la
memoria.
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La memoria se nutre de distintos factores que fluctúan entre el recuerdo y el olvido.
Existen formas de relación entre un hecho y un signo, que tendrán un sentido distinto
dependiendo del sujeto y del impacto en la realidad. Vivimos armando un discurso personal
crítico frente a ciertos temas históricos, culturales, sociales, incluso hasta los más banales.
Pero ¿tendrán los signos un impacto diferente desde distintos puntos de referencialidad?
Observamos imágenes del Holocausto siempre desde la perspectiva del signo doloroso.
Pero estas imágenes son muy distintas a lo que podemos ver mediante la tecnología y el
acceso actual a dispositivos en alta definición, con colores vivos e imágenes digitales.
Digamos, por ejemplo, que lo que vemos en el conflicto actual en el Medio Oriente es algo
que está ocurriendo. El impacto no será igual si tomamos como referencia la distancia
histórica, la distancia espacial o temporal. La historia tendrá un matiz regulador de los
hechos; el espacio nos alejará del conflicto en sí y, quizás, nos entregará la satisfacción de
seguridad; la distancia temporal hará cada vez más objetivo el hecho siempre que sea
abordado desde la perspectiva histórica. No tenemos sujetos agentes que puedan contarnos
en primera persona el sufrimiento in situ de una cámara de gas en un campo de exterminio
nazi. Menos lo hará para hacernos saber qué olor tenía el gas, cómo se escuchaban los
gritos de desesperación, cuáles fueron las últimas palabras de un hombre. Todo esto el
sujeto no lo puede contar, pero sí la Historia lo puede representar, desde su perspectiva
investigativa. Para nosotros, las generaciones posteriores, esto es Historia. Para un hijo es la
historia del padre; para el nieto, la historia del abuelo, respaldadas por el discurso objetivo.
Si a eso le sumamos que, en caso de poder visualizar las imágenes en un color vivo en alta
definición la perspectiva podría volverse más subjetiva. ¿Quién creería, por consecuencia, a
un sujeto que sobrevivió a una cámara de gas si no fuera por la reconstrucción del relato de
quien fue testigo cercano o lejano que valide su testimonio?
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subjetividad y construir un discurso propio, aunque sea subjetivo. El problema, como
dijimos, es la aceptación de este como verídico o, en última instancia, verosímil.
43
Para Etxeberria la memoria social (entendida como “memoria colectiva” por
Todorov, Jelin y Halbwachs) es la que se mueve en el espacio público de representación y
la define así:
1
Se trata de una memoria que se expresa como conjunto estructurado de
recuerdos socialmente compartidos y sostenidos suficientemente en el tiempo
por entidades colectivas con autoidentidad […] que son más que la suma de
recuerdos individuales, hasta el punto que podemos hablar de comunidades de
memoria donde son relevantes los recuerdos de los triunfos, logros y traumas.
En estos últimos encontramos a las víctimas.
2
En esta memoria social se incluyen recuerdos de los recuerdos de otros –en
nuestro caso, de las víctimas en última instancia–, recuerdos, pues, en un
segundo nivel presupone una acogida empático-solidaria de las víctimas que
hace efectiva la afirmación “tu memoria es la mía”. Para que esto sea posible se
precisa mediar la objetivación de las memorias subjetivas de lo vivido, pues
únicamente así pueden compartirse.” (2013, p. 14)
44
Un conjunto de garantías y prerrogativas de las que goza cada uno de los
miembros de un Estado liberal-democrático. La dimensión sustantiva de la
ciudadanía alude a las expectativas de que las condiciones de igualdad y
libertad de los ciudadanos no se queden solamente en la letra: deben ser
condiciones presentes también en la “práctica”. (p. 43)
Arlette Farge (1997) define la memoria como “un teatro personal y se fabrica
45
mediante reconstrucciones íntimas o míticas que pueden incomodar al historiador” (p. 92).
46
La perspectiva que tiene esta historiadora invita a cuestionar la relación de verdad que el
sujeto le quiere dar a su discurso, desde dos posiciones. En primer lugar, hace énfasis en el
carácter de teatralidad que el relato subjetivo puede tener. La reconstrucción es imposible,
por lo tanto, el sujeto recurre a una representación que se desarrolla bajo el rasgo de la
teatralidad. Este concepto podemos simplificarlo al conjunto de signos que conforman una
escena, a partir de un argumento básico, utilizando el lenguaje como herramienta de
construcción de mundo. Bajo esta premisa, el sujeto representa la relación tripartita
persona/personaje/director, creando la atmósfera adecuada para el proceso de enunciación.
Intentará dar cuenta de la manera más fidedigna posible de lo que le sucedió desde su
espacio más íntimo, revelando incluso aspectos que durante la experiencia traumática lo
rebajaron hasta los límites de la dignidad. El presente funciona como catalizador de esta
teatralización: ser fiel a la historia subjetiva significa ceñirse al libreto/discurso. El
escenario da cuenta de las cuestiones contextuales que, mediante una descripción
topográfica en primera persona, ayudan a acercar al espectador y ser parte de este cuadro.
Los códigos utilizados deben ser los precisos para dar cuenta de lo que es necesario contar.
Creemos que mientras más realista es la representación, más posibilidades tiene de hacer
atravesar al espectador por una catarsis, porque durante el proceso catártico es cuando éste
comprende que la realidad es mucho más extensa, compleja y realista de lo que parece y de
lo que cree.
47
El teatro chileno actual funciona como un catalizador de la memoria. Si bien es
cierto que las temáticas abordadas por los dramaturgos de los últimos años son variadas,
hay una cierta inclinación por dialogar (o continuar dialogando, mejor dicho) con la
experiencia totalitaria de las décadas precedentes. Como mencionamos antes, Chile es
significativamente más proclive a desestabilizar los procesos democráticos y culturales. Por
ello, no es descabellado pensar que el proceso de transición se ha extendido más de la
cuenta. A nuestro juicio, esto ha provocado que la inclinación por temas relacionados con la
historia reciente, llámese dictadura militar y proceso de transición a la democracia, sea una
característica transversal en muchas obras de reciente data.
Rodrigo Cánovas (1986) señala que “el teatro ha sido el actor social más dinámico
en la lucha cultural contra el régimen militar” (p, 92), pues el teatro independiente, por
ejemplo, “genera un discurso alternativo al modelo cultural autoritario. Su función crítica es
de innegable valor, ya que en esos años había aún espacios públicos donde se expresase la
oposición” (p. 96). Esta perspectiva de Cánovas mantiene esta vigencia en cuanto a la
necesidad del cambio social con acciones concretas desde el arte. Según Sebastián Pérez
(2016) “La dictadura marcó el fin de un proceso de desarrollo de más de dos décadas de
consolidación profesional y formación de un teatro nacional.” (www.revistahiedra.cl) Por
ello, no es ajeno pensar que este proceso de consolidación que comienza su vigencia con el
término de la dictadura siga siendo el punto de referencia de dramaturgos de la actualidad.
48
memoria de este periodo de transición. La distancia permite una mirada más crítica y más
objetiva, más respetada por ciertos grupos (no tendrían tanto éxito obras obsecuentes con
regímenes totalitarios, desapariciones y negacionismo). Además, la distancia entre el
referente y los autores permite reescribir la historia desde la perspectiva de los hijos y leer
la realidad a partir las memorias individuales y colectivas.
¿Ha cambiado el rol del artista? Puede ser que el rol se mantenga, pero cambie la
perspectiva. Los artistas de los ochenta son parte de una generación in situ, donde se
castigaba la crítica. La experiencia fue muy distinta a la que podría representar los
dramaturgos de esta generación. Sin embargo, el teatro sigue manteniendo el compromiso
con la incomodidad que los temas de este tipo provocan en una cultura caracterizada por la
pasividad de algunos y el empoderamiento de otros. La tensión entre las fuerzas opositoras
sigue mostrándose permanente mientras la memoria ocupe un lugar en la sala de espera.
6
Alumnas que además usan una “chapa”, un pseudónimo que permite cuidar la identidad frente al peligro de
la delación: Beatriz Maldonado (Gama Casiopea), Roberta Fuenzalida (Épsilon Sagitarius), Riquelme
49
(Andrómeda Beta) y el dirigente estudiantil “El joven envejecido” (Alfa Centauro).
50
calvario posmoderno. ¿Qué otra reacción hubiera tenido el profesor? Tres mujeres maduras
vestidas con el clásico jumper de la educación pública chilena salen del ducto de
ventilación sin saber que el tiempo de su presente se ha detenido. Estas mujeres, todas con
nombres en código espacial, traen consigo la historia y la memoria de un país cuyos
proyectos sociales han fracasado. La aparente calma en una realidad mercantilizada se
rompe con los mismos signos de la represión.
7
El primer acercamiento entre el PROFESOR y MALDONADO se produce a partir de la
duda y la desconfianza del espionaje. La extrañeza de la situación provoca en el profesor la
angustia de no encontrar una explicación lógica. A esto se suma su depresión y las crisis
que sufre y que casi no puede controlar y que busca disimilar por todos los medios posibles.
Su vida personal es igual de vertiginosa que el momento que está viviendo.
7
Es interesante saber que Maldonado, Riquelme y Fuenzalida son integrantes del grupo de teatro del liceo. Es
una excelente elección artística que da cuenta de el juego de la ficción que las alumnas han desarrollado
durante su proceso estudiantil y que se mantendrá durante 30 años. Por otro lado, también es extraño pensar
en cómo la realidad se mezcla con la ficción frente a sus narices sin percatarse de ello.
51
departamento, la Coordinación docente) mientras que lo abstracto y la valoración del ser
pasan a un segundo o tercer plano (un hijo, la felicidad). Es más, el profesor se sentía a
salvo en la comodidad de un estatus, aunque “esa seguridad no era real” (p. 90) Sin
embargo, el profesor va en caída libre dentro de esta “modernidad líquida” como la explica
Zygmunt Bauman (2003), ya que el ser humano ha perdido la noción de pertenencia a un
grupo y pasa a ser parte de sí mismo en una individualidad casi irrisoria. Esta modernidad
lo lleva de la mano para abandonar todo aquello que le supone interés de, incluso, la más
subjetiva y potente relación humana: la materna. La cita siguiente corresponde a uno de los
momentos de mayor lucidez del PROFESOR, incluso dentro de este juego ficcional entre el
escondite, la gloriosa toma, el tiempo relativo, la duda y la crisis.
Carvajal es nombrado como un traidor. Sin embargo, sigue siendo un sapo. “De los
pacos, de la CNI, del fascista de Carvajal”, traidor de baja categoría, por detrás de los
agentes del poder, solo un sapo. Es el autor del llamado que propició la llegada de la primer
micro de pacos y el que cortó los candados con un diablo para el ingreso de las fuerzas del
orden. “MALDONADO: adivine quién les había llamado. P ROFESOR: Carvajal.” (p. 60) Quizás
colaborador en montajes, como el que le imputaron a Omega 21 y que denuncia RIQUELME:
RIQUELME: dijeron que estaba haciendo una bomba, que encontraron 10 kilos de
amongelatina entre los restos, ¡pero eso no es cierto! ¿Usted sabe cuánto son 10
kilos de amongelatina? (p. 49)
53
Al igual que la figura de la Señora Directora, Carvajal no tiene rostro. Las fuerzas
antagónicas -Carvajal, la Señora Directora, la policía- mantienen esta distancia física, pero
no así el poder y el conocimiento absoluto. La ignorancia sobre el presente de las alumnas y
la agónica situación del profesor están imaginariamente atadas a esta visión del poder,
sometidos al miedo y a los seres representativos del mal. Es más, el profesor es el canal
donde se manifiesta este poder del “cerdo, asqueroso, traidor de Carvajal”.
Como se puede apreciar, existe la verdad absoluta en las esferas del poder y la
dificultad por intentar transparentar la verdad aumenta la tensión del miedo, en otras
palabras, mantiene viva la disputa con una muerte más que segura. Víctor Bravo dice que
“si el miedo se encuentra en la raíz de la condición humana lo es porque el primer
reconocimiento de toda conciencia es el desamparo; y la fatalidad abismal de la muerte.”
(p. 13) ¿Dónde están los padres? ¿Se han transformado en una nueva generación incógnita
de huérfanos? Este desamparo aparece en todos los niveles posibles: los padres, la libertad,
la justicia.
MALDONADO al regreso a sus casas. La libertad ha sido coartada y no es más que una simple
palabra escrita en un papel. El encierro en el ducto, una especie de insilio, actúa como
catalizador del tiempo que se ha vuelto pasivo y que ha alargado más de la cuenta el miedo
y la esperanza sin prometer, sin embargo, una salida concreta a los ideales que motivaron la
toma del 10 de julio de 1985.
FUENZALIDA: Por la muerte de ese carabinero, aquí en el liceo, y por otras cosas,
Alfa terminó en la Cárcel Pública.
MALDONADO: (Molesta) Como nosotras aquí.
FUENZALIDA: No es lo mismo.
RIQUELME: ¡Es lo mismo! (p. 103)
MALDONADO: Está todo igual, esta cuestión no ha avanzado nada en este tiempo
que llevamos allá adentro. Había una tremenda pelotera, se llevaron detenidos a
dos compañeros del Aplicación y a cinco compañeras del Liceo 7. Los pacos
los subieron a la micro a punta de patadas y culetazos. Guanacos, zorrillos,
lacrimógenas. ¡Miren cómo me dejaron estos desgraciados! (p. 53)
PEGASO 51 fue quien incentivó a ALFA CENTAURO a unirse a las milicias. Junto “con
su hermano y cuatro compañeros más, se les ocurrió asaltar la panadería de la 5 de Abril
con Las Rejas.” (p. 38) En el enfrentamiento PEGASO 51 y su hermano son abatidos por los
pacos en un supuesto “enfrentamiento”.
55
JOVEN ENVEJECIDO: […] Según los pacos, lo que vino fue un enfrentamiento.
Todos dispararon a matar. (Hace el gesto de un disparo) Puj… Puj… Un
carabinero recibe un balazo en el pecho y cae al suelo. […] Un carabinero
recibe una bala en la espalda y también cae al suelo. Pero es de una pistola
Taurus, de las que usan sus colegas. Puj… Puj… Pegaso recibe una bala en la
espalda y también cae al suelo. Puj… Puj… el hermano de Pegaso recibe otro
disparo, pero este es más serio, es en el corazón. “Chuta”, piensa Pegaso. “Esta
no era la idea, en la casa me van a sacar la cresta”. Pegaso se arrastra, quiere
abrazar a su hermano, saber si todavía respira, pero un carabinero se lo impide
con un golpe de fusil en la cara. (p. 39)
ÉPSION SAGITARIUS escribe la obra de teatro escolar que junto a sus compañeras
preparaban, pero que nunca llegó a estrenarse. “La Familia Normal” 8, por Roberta
Fuenzalida, da cuenta de cuál fue el desenlace, el final de ALFA CENTAURO. Refugiado en la
misma trampa, el joven se mantiene oculto bajo el alero de una familia normal: un padre
normal, una madre normal, una niña normal y un niño normal. Es una normalidad
aterradora, siniestra, sometida por el miedo. La figura del padre sustituto mantiene la
disputa entre la libertad y la justicia. Los prejuicios sobre la verdadera identidad de ALFA
CENTAURO son más fuertes que los ideales y, por lo mismo, la salida más valiosa es la que
le permite al padre normal mantener una imagen al margen.
8
Obra que Fuenzalida dedicada a Alfa Centauro.
56
PADRE NORMAL: Sabías que era él, ¿no es cierto?
MADRE NORMAL: Sabía que era alguien que necesitabaayuda, con eso siempre
nos ha bastado. ¿O no? Además es un niño…
PADRE NORMAL: Un niño que ha matado gente. (p. 116)
La traición del PADRE NORMAL tiene el mismo sabor amargo que la traición de
Carvajal. Es como si este último estuviera presente en todas partes. Nuevamente esa
omnipresencia que trabaja con la traición alcanza al personaje. La muerte de ALFA
¿Qué pasa con los sueños futuros? Liceo de niñas es también la memoria de una
juventud trizada que ve cómo esos sueños se desmoronan. Se ha construido socialmente la
memoria de una generación que ha perdido miles de oportunidades. La realidad a la que
arriban es la misma de la que han huido; muy pocas cosas han cambiado y no se puede ir
contra el paso del tiempo. La fragilidad del ser humano se ve representada en el quiebre de
los anhelos de una generación que vio cumplirse el sueño de muchos “Yuri Gagarín”, el
primer hombre en el espacio, joven y aventurero, el símbolo de una generación de niños y
jóvenes, demostró que todo es posible.
El juego de rol de ALFA CENTAURO como el famoso astronauta resuena en los versos
de Nicanor Parra: “Ahora sí que la sacamos bien:/ ¡Un comunista ruso/ Dando de volteretas
en el cielo!/ Las estrellas están muertas de rabia/ Entretanto Yuri Gagarin/ Amo y señor del
sistema solar/ Se entretiene tirándoles la cola.” Forma parte de ese imaginario estelar donde
todo puede ocurrir. La obra de Roberta Fuenzalida está dedicada a este y todos los “Yuri
Gagarín” que siguen viajando por el tiempo y el espacio. Sin saberlo, RIQUELME y
MALDONADO ensayaban para el acto de graduación, bajo el “argumento de la obra de teatro
que escribió SAGITARIUS” (p. 107)
La fantasía espacial es también respuesta temporal. Las constelaciones que han sido
una forma de dirección, localización y comunicación desde tiempos ancestrales son
57
también
58
la prueba de la relatividad del tiempo. “Un pizarrón grande y negro. En el centro del
pizarrón se ve escrito con letras blancas de tiza la fórmula de la teoría de la relatividad
2
E=MC .” (p.
25) El momento decisivo para enfrentar la realidad tiene una metodología y una ruta
pedagógica. La casual noticia de una constelación descubierta (p. 76) es el pie de salida a la
explicación racional.
(p. 80)
59
Luego de la negación, la aceptación. Los signos que FUENZALIDA intenta esconder
van a develar cómo los sueños de juventud, de estudiantes idealistas y revolucionarios, se
han desvanecido. El PROFESOR, el ahora adulto responsable, adopta la figura del padre que
“PROFESOR: […] soy el único ‘adulto responsable’ aquí, y voy a hacerme cargo de ellas
porque ese es mi trabajo. No las voy a dejar botadas.” (p. 109) El profesor recoge el polvo
estelar, los sueños que ahora son basura espacial.
RIQUELME: Yo iba a estudiar Derecho, ¿te das cuenta? Yo iba a ser una diputada
de la República cuando llegara la democracia. (p. 57)
En la clase de ciencias el profesor les habló de las estrellas. (p. 71 y ss.) Se mantiene
la función pedagógica de la verdad, teniendo en cuenta que la función de la educación en el
caso de Liceo de niñas va en otra dirección: anula el conocimiento y la palabra. El universo
muestra estrellas del pasado; son las constelaciones una alegoría de la memoria. La
relatividad, que aparece como un indicio einsteiniano, queda reflejada en los rostros de
estas mujeres maduras vestidas con jumper y que no reconocen tampoco su propia
identidad.
RIQUELME: (Extrañada) ¿Quiénes son… esas mujeres que... nos están mirando
del otro lado del vidrio?
MALDONADO: ¿Es mi mami? (p. 91)
¿Siguen siendo las jóvenes idealistas que lucharon en la gloriosa toma? Sin duda, el
destino se habría escrito de otra manera si la comodidad del espectador de la realidad social
se hubiera mantenido. Ello reduce las posibilidades de mantener la memoria que, como el
tiempo y la justicia, es relativa: E=MC2. Es más, en la parte final del texto, este juego con la
astronomía, la realidad y la fantasía nos hace dudar de la veracidad dentro de la ficción
60
cuando aplica la relatividad del todo. Suponemos también que las alucinaciones del
profesor
61
han alcanzado un nivel máximo debido a que dejó de tomar sus medicamentos. “ PROFESOR:
Carvajal (…) Sí, estoy aquí todavía. (…) Sí, la directora habló conmigo. (…)
(Desconcertado) ¿Qué? ¿Una ambulancia? ¿Con enfermeros? […] ¿Qué el loco soy yo?”
(p.
108) La tercera idea intenta comprender esto dice relación con los entes pasados que se
materializan en el olvido de los padres, de los amigos, de los compañeros, de la nación
¿Quién recuerda a tres y muchas más alumnas encerradas hace 30 años? ¿Qué tan gloriosa
fue la toma? ¿Qué tan validada está la memoria de estos sujetos hoy? ¿Son también
inmateriales los padres que siguen paradigmas de familias perfectas? La duda, tan
característica de la fantasía y la ilusión escapa por el ducto de ventilación, imagen de la
fractura histórica que se agarra de algunos tornillos.
Navidad. Años 90’ Un gran asalto al Banco O’higgins del faro de Apoquindo
termina con ocho muertos. Uno de ellos es el hijo de Hilda Peña. De ahí en
adelante todo es pena. La obra se presenta como el relato delirante, el recuerdo
desesperado de una mujer que no soporta la idea de separarse de su hijo muerto.
(p. 10)
62
comprar el regalo de Navidad para su hijo y su nuera; Hilda desquiciada, quien realiza
felaciones a trabajadores del cementerio para poder ver a su hijo muerto.
La misma autora ha señalado que la obra habla de muerte y es, sin quizás quererlo,
uno de los personajes principales. Hilda Peña dialoga constantemente con ella, con la
muerte, incluso, en ella misma. Configura su presencia constante al verbalizarla desde el
inicio hasta el fin, como una convidada de piedra. Por otro lado, existe la inevitabilidad de
la muerte. “Algunas veces en la noche no puedo dejar de pensar en que no le gustaba la
camisa. Que ya no se la puedo cambiar. Es que la va a tener puesta para siempre.” (p. 27)
Posiblemente, el tópico de la muerte, o el de la fugacidad de la vida, es uno de los pocos
que no han cambiado sustancialmente o en nada, teniendo en cuenta que la muerte es lo
más inevitable que existe. “Pegamento. Ojos. Hay cosas que no debieran decirse juntas.” (p.
27)
63
Siempre desde la voz femenina nos enteramos de los detalles que HILDA PEÑA quiere
contarle a ese receptor simbólico y solidario con su dolor. Su hijo ha aparecido muerto en el
mal famoso tiroteo en el cual las fuerzas de Carabineros acribillaron una micro en la
intersección de Apoquindo con Manquehue en 1993. La irrisoria condena de los efectivos
redundó en la catalogación de caso de violación de derechos humanos, debido a que en esa
micro no solo iban lautaristas que habían realizado una acción antisubversiva en el Banco
O’higgins, sino también personas inocentes.
64
El cementerio se va transformando en un lugar -como lo entiende Augé- para Hilda
Peña y su hijo. Esta irreal relación que tiene su punto de encuentro en el cementerio se
difumina con los sueños que persiguen a Hilda Peña.
Estoy en un lago.
Estoy en un lago verde. Es tan verde que no parece de agua.
(Pausa)
Está lloviendo, pero sin nubes ni frío.
No sé dónde sale la lluvia, pero no pienso en eso en el sueño.
Yo sé que estoy en el sur. No conozco el sur, pero en el sueño sé que es el sur. (p. 10)
65
da cuenta de que su hijo no está incorrupto.
66
Una vez vi en la tele un programa de los santos.
Hay santos muy antiguos.
Algunos de esos santos no se pudren.
Es como si fueran de plástico. O de loza.
No sé.
[…]
Mi niño no era santo.
No sé cómo son los santos.
Pero si mi niño fuera santo yo creo que yo sabría.
Si fuera santo no estaría así como está.
No se hubiera puesto de ese color. (p. 33)
El ingreso de Hilda Peña a los brazos de la locura atenta contra la memoria que
sigue siendo débil y quebradiza. Utiliza el tono testimonial para dejar enunciado el dolor de
una madre porque Hilda Peña no tiene casi historia, no tiene presente y no tiene futuro. Es a
la vez muchas Hilda Peña y es también la nada. “¿Qué hacía mi niño como vaso?” (p. 24)
se pregunta, sintiendo el vacío de la nada. Hace una analogía entre el cuerpo muerto y un
vaso. El cuerpo, lo único que queda y que le permite recordar de manera permanente; y el
cuerpo como vaso, que le recuera que en ese cajón no hay nada. “Fresco-hinchado-
putrefacto-seco” (p. 31) el cuerpo del hijo de Hilda Peña sigue su curso natural aunque la
madre haya caído en la total negación y aunque intente revertir a la muerte con creencias
raras y la seducción de respuestas simples al estilo “lo que usted quiere escuchar”.
67
Trate de ver si despierta.
Trate de ver si sale ahora.
Trate por favor de ver si mi niño se le quita ese frío.
Ese color.
[…]
No ve que después se va a podrir. (p. 33)
El cuerpo de este hijo sin nombre alude también a esa marginalidad de los
personajes, fragmentos y trizaduras de una sociedad en plena transición. Como el cuerpo
fresco- hinchado-putrefacto-seco, que no es más que residuo. ¿Habría sido diferente el
destino si el niño vaso no fuera un sujeto del margen? Si queremos pensar que fue uno de
los Lutaristas, pues era una de las opciones para terminar con su vida. Si lo vemos desde la
perspectiva de Hilda Peña, solo es un cuerpo que se vació, que no responde a las
conversaciones de la madre, que no come huevitos de chocolate y el que tendrá que seguir
con la camisa puesta, aunque no le guste.
La amante fascista representa la memoria del victimario. Incluso, la visión que tiene
de sí mismo es el símil del lugar que ocupa de la víctima. Por supuesto que esta
victimización proviene de los ideales de soberanía y orden social que el “pronunciamiento
militar” desea devolver a la nación y, por lo tanto, la pronta rescritura de la memoria del
país. Para ello, ocupa, en todo su delirio, la ironía frente al arte popular y revolucionario, a
las relaciones maritales, a la ideología y la vida. Lo que hace la protagonista es construir la
memoria colectiva del Chile de los setenta y ochenta, ese Chile sitiado por su bien y en el
que se ensalzan las acciones para combatir a los boicoteadores.
68
Un gran golpe para el arte y la música fue el suicidio de Violeta Parra y uno muy
grande para la libertad de expresión fue el asesinato de Víctor Jara. El relato de vida misma
en Te recuerdo Amanda (1969) y la idealización de la naturaleza, una versión
latinoamericana de la égloga, en La jardinera (1954), simbolizan las raíces de los
movimientos de izquierda y la figura del pueblo unido. El arte es una de las tantas formas
de expresión humana y se arraiga en las costumbres y la identidad nacional. Bajo la lupa
militar, cual cóndor en el escudo, las referencias a los caballos aparecen como la
representación de la fuerza y el poder.
Como muchos, Iris Rojas sabía mentir y lo hacía por conveniencia personal: era la
mantenida del Sr. Espina a quien satisfacía en el plano sexual y colaboraba con la
entretención de ciertos militares que practicaban sesiones de tortura y las hacían pasar por
un juego, “La Oficina”, donde los personajes tenían un papel diferente para cada militar,
sometidos a la voluntad del Sr. Espina: “Soy el sargento Rodrigo García y hago las veces
de la srta. Gertru que tiene aproximadamente 50 años. Me tengo que poner un vestido verde
[…]” (p. 85). Este juego de travestidos representa la docilidad y la facilidad con la que el
poder puede quebrar la dignidad humana y actuar bajo sometimiento. Es más, Iris Rojas se
presenta bajo una dualidad mental y sobre todo corpórea, bajo un personaje llamado Cintia
Ortega (“El Gobierno Militar me dio un rol con nombre y apellido” (p. 62)). Esta extensión
de un papel teatral utiliza el mismo cuerpo de quien lo interpreta y es la mujer real la que
tiene que fingir que todo es un juego, en el que todos los involucrados confabulan para
satisfacer necesidades animales o ensayar con distintos elementos los límites del cuerpo y
la razón.
69
Iris Rojas, dentro de su delirio, se sume en la negación. No hacerlo puede resultar en
la pérdida de todo lo que ha conseguido y el cumplimiento de todos los miedos que el
cáncer puede provocar. El deseo era directamente proporcional: mientras más convencida
de su vida al lado del dictador, más sádicos eran los juegos en La Oficina. “Era un juego de
lo que nosotros jugábamos. Y, sí, algunas veces usábamos ratones de verdad, aunque
estaban entrenados para el juego. La ratona era una regalona y se llamaba Juana.” (p. 99) El
relato es crudo, pero tan fácil de maquillar como los preparativos de la inauguración. Para
matizar, la referencia inequívoca de este juego de milicos tiene ecos en el programa de
humor, símbolo de la entretención de la tarde durante la dictadura, como lo siguen siendo
algunos rostros televisivos. La antítesis del dolor/humor que el mismo gobierno da a sus
ciudadanos.
70
9
Respeto las cursivas del texto original, como también el uso de minúsculas y puntuación tal como se leen en
la edición utilizada.
71
facetas que Iris Rojas critica son igual de bajas como las acciones que ella realiza, por algún
“caso de extrema necesidad”, como el uso de su cuerpo.
Pero esta curiosa benevolencia es una máscara que oculta su real animadversión
hacia esas “viejas de mierda de las que estoy a cargo en los centros de madres” (p. 27),
residuos para ella de la sociedad a la que solo los privilegiados pertenecen y las mismas que
provocan el asco social en el sr. Espina. El sarcasmo con el cual hace referencia a estas
mujeres y los contextos de la vulnerabilidad (“[los hijos de esas viejas de mierda] aprendan
a leer y escribir su nombre sin falta de ortografía cuando tengan que firmar alguna orden de
detención por robo y violación”), se potencian aún más con los prejuicios de la clase obrera
y de los movimientos sociales, el denominado cáncer, cuyas referencias son bastantes como
para destacar de donde provienen los males del país. Sin tapujos, Iris Rojas, redime
cualquier intento de abajismo en contra del Gobierno: “Viva Chile, mierda: y que viva la
mierda que no nos comemos gracias al sr. Espina, porque mierda tendría que robar del
supermercado si no existiera este Gobierno Militar”. (p. 59)
Para Iris Rojas, su relación con Ricardo Garay, alias el Capitán Cornudo tiene la
misma importancia que entregar su cuerpo a los milicos. Su relación funcional Chile-
Panamá le permite saciar su voracidad sexual, la de amante, la de bataclana con uniforme.
La visión desvergonzada de su relación con el sr. Espina que oculta a Ricardo se opone
totalmente con la visión de las víctimas de la dictadura, cuyos maridos desaparecieron por
el espejismo del libertinaje. La visión de Iris sobre sí misma:
Es muy tarde cuando se arrepiente de haber lanzado esa plancha contra el suelo
para destrozarla y así poder llamar al cabo de guardia de la villa militar para
72
pedirle que la arregle [la cama] con la única excusa de poder tirárselo sobre esa
cama tuerta (p. 24)
Que además de liberar a este país del comunismo liberó a mi cuerpo, y yo pude
flamear como lo van a hacer todas esas banderas perfectamente cosidas
mañana, en el desfile (p. 25)
Con unos ojos de niñita católica que se calienta con la idea de un Dios corpóreo
y que sabe perfectamente su destino: el casino, la ruleta, el póker o el dominó
(p. 26)
Los maridos de las mujeres comunistas se aburrieron de verlas sin peinar, sin
echarse algo de brillo en la boca, y las abandonaron. Se manaron cambiar
porque se aburrieron. Antes de que llegara el sr. Espina aprovecharon todo el
movimiento que había para dejarlas, por eso un muerto no es lo mismo que un
marido desaparecido.
73
El pago, la retribución, es mostrar la cara de la fidelidad al precio que regulan aquellos que
tienen la posibilidad de ocupar lugares privilegiados, como Iris Rojas o Cintia Ortega.
74
Capítulo II
Cuántas veces expresamos, con una convicción que parece totalmente personal,
reflexiones extraídas de un periódico, de un libro o de una conversación.
Responden tan bien a nuestros puntos de vista que nos extrañaría descubrir
quién es su autor, y que no seamos nosotros. “Ya lo habíamos pensado”, pero
no nos damos cuenta de que no somos más que un eco. Probablemente, todo el
arte del orador consiste en hacer creer a quienes lo oyen que las convicciones y
sentimientos que despierta en ellos no les han venido de fuera, sino que
proceden de ellos mismos, y que simplemente ha adivinado lo que se elaboraba
en el secreto de su conciencia limitándose a prestarles su voz. (Halbwachs,
1964, p. 47)
75
complementa y co-valida con otros, podemos decir que la subjetividad va adquiriendo un
matiz más considerado por el relato oficial. La vía que los sujetos tienen para alcanzar una
posible reparación, sea del nivel que sea, necesita de una concretización en distintos niveles
sociales y no un posible cuestionamiento.
Sarlo (2003) señala que el testimonio puede ser la única fuente de referencia, sea
porque no hay otra o porque tenga un carácter más confiable. “No se trata simplemente de
una cuestión de la forma del discurso, sino de su producción y de las condiciones culturales
y políticas que lo vuelven creíble” (p. 23) Pensemos en los hechos mencionados
anteriormente: la primera fuente es el testimonio de los que volvieron o fueron testigos que,
mediante un proceso de validación han permito que otros conozcan las perspectivas
subjetivas o en primera persona sobre un acontecimiento. Jorge Montealegre (2013)
reconoce dos tipos de testimonio (p. 170, 171): de “escritura directa”, cuya enunciación
corre por parte del autor-testigo y “mediatizados”, que responden a una construcción
intervenida por otro, representante del sujeto, y que actuaría como significante del acto de
testimoniar.
Sin embargo, Morales (2001) destaca que el testimonio posee también una polaridad
política e ideológica, que se manifiesta desde el “polo de la subordinación”. (p. 19) Bajo
esta perspectiva, quien testimonia está lidiando con un problema de juego de relaciones de
poder donde solo una de las partes tiene la ventaja. El testimonio permite que los sin voz
tengan la posibilidad de complementar desde la primera persona los acontecimientos que se
escriben con la pluma del poder, mediante una perspectiva de la ejemplaridad, que Morales
define como
una voz de “resistencia” (frente al poder hegemónico), que habla desde y por
una clase social o una etnia sojuzgadas, y que contiene los elementos que
permiten deconstruir una historia “oficial” y construir otra, instalando así una
verdad hasta entonces oculta o reprimida. (2003, p. 20)
76
tanto individual como colectiva, al permitir atestar en favor de la verdad. Toda la
información que
77
otorga veracidad a los relatos va a permitir que la Historia tenga esa complementariedad
necesaria, abordando las perspectivas subjetivas y objetivas, que permitan construir una
memoria histórica. A pesar de que el testimonio es un producto transhistórico, como señala
Morales (p. 24-25), ya que es válido en su contexto, resulta entonces fundamental para que
la misma Historia haga eco de la veracidad y permita el reencuentro entre sujeto y hecho.
“La historia oral y el testimonio han devuelto la confianza a esa primera persona que narra
su vida (privada, publica, afectiva, política), para conservar el recuerdo o para reparar una
identidad lastimada.” (Sarlo, 2003, p. 21)
Quizás, acercarse al ámbito del testimonio como género literario puede llevar al
lector a una confusión de realidades, tanto ficcionales como concretas. El carácter de
denuncia y de reivindicación estaría condicionado por el horizonte de expectativas que el
lector de ficción espera encontrar, por lo tanto, no sería extraño que la subjetividad y los
hechos desde la mirada de la víctima sean cuestionados. Por ello,
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tenaz al momento de defender su derecho a la enunciación: “el sobreviviente es el testigo y
no el
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suplente de nadie, y testimoniar es una labor que excede lo legal: es un trabajo de
figuración y un acto de resistencia”. (p. 9) Bajo el lente de Strejilevich, podríamos concluir
que el testimonio presenta variables que definen su carácter: a) la primera persona, puesto
que el haber vivido/estado en el lugar de los hechos permite un acercamiento cada vez
mayor del referente; b) e{l testimonio permitirá utilizar un lenguaje que se manifieste más
cercano a la experiencia; c) si no es parte de la versión oficial de los hechos, se estaría
negando el derecho a la memoria de los sujetos; d) es la parte subjetiva que complementa la
Historia contada por la versión de los vencedores.
Para Carolina Pizarro (2016) lo que se busca con la difusión del testimonio es el
reconocimiento “que puede entenderse como la validación por parte de una comunidad de
la posición que en ella detenta un sujeto”. (p. 36) Con esto, el testimonio adquiere un
carácter de verosimilitud, sobre todo, cuando el contexto necesita de la validación histórica,
política y social. Recordemos que en contexto el testimonio es válido, pero siempre
luchando con las fuertes y complejas relaciones de poder. Existen, por tanto, focos que
posibilitan la aparición del testimonio y su vigencia en un periodo histórico.
En las ciencias sociales son frecuentes los discursos que destacan y privilegian
aquellos relatos de testimonios de vida, de experiencias de dolor, de
representaciones de lo cotidiano, que colocan al lector en la inmersión de una
intimidad para reconstruir sentidos sociales. La literatura propicia la
exploración a través de diferentes variantes y actitudes de una voz y de una
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perspectiva del relato que conmina a un diálogo de confesión identitaria. Es
otra literatura que
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trabaja con el ejercicio de la lengua crispada en los límites entre lo dicho y lo no
dicho (p. 56)
Elizabeth Jelin había dicho que dos de las aristas del testimonio son su subjetividad
y el rol de las instituciones. Como aparecen en el campo las figuras de la víctima y el
victimario, es necesario definir el rol que cumple cada uno y el respaldo social que sus
discursos puedan tener. En el caso del victimario el respaldo que tiene proviene de las capas
institucionales, cuyos mecanismos de control también abarcan las fuentes del conocimiento
como el discurso histórico. Por otro lado, la víctima solo cuenta con su subjetividad. Es el
momento de testimoniar, porque es la forma en la que el receptor puede compartir su
vivencia y su verdad.
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Una las formas, sino la única, de validar un discurso subjetivo es relacionar la
experiencia individual con una experiencia colectiva. No existe el relato individual en un
contexto que avanza hacia un futuro diferente y proclive al olvido y el desecho, porque lo
más seguro es que se desvanezca y caiga en la trampa de la verosimilitud o el ocultamiento
que la posmodernidad ha respaldado a través de los mecanismos de la globalización y las
políticas de mercado.
De acuerdo a las definiciones que hemos tomado para comprender a esta categoría
textual, hemos podido observar la presencia constante del carácter subjetivo (vinculado con
la experiencia personal y la validez) y de resistencia del testimonio (teniendo en cuenta la
postura presentada por Morales que reconoce un sujeto sin ventaja frente al poder,
subalterno). Por eso, debemos volver al concepto de ciudadanía enunciado en el capítulo
anterior. La validez parece ser la gran catalizadora de la recepción del discurso testimonial.
Dentro de los derechos de todo ciudadano, desde los más básicos y humanos, hasta
lo más restringidos y normativos, se encuentra el de ser personas, reconocidas como tal.
Ileana Rodríguez (2008) reconoce en la colectividad a los ciudadanos de menor rango, que
llama “ciudadanías abyectas”. Socialmente, las personas han sido catalogadas dentro de
ránkings o niveles, mediante metodologías censarias, para definir su condición de
ciudadano. Además, el rol que desempeña cada persona dentro de una sociedad también
incide en alguna u otra catalogación. Sin embargo, dentro de cualquier forma de relación,
aparecen estos ciudadanos abyectos que parecen ser definidos como tales, mediante la
relegación o incluso la negación del carácter mencionado. Ciudadanías abyectas,
“pospuestas, postergadas, subyugadas” (p. 17), en palabras de Rodríguez, son aquellas
personas cuya memoria dependen de la posición social a la que pertenezcan. “La memoria
utiliza la ciudadanía como punto de origen. La narrativa personal nace del compromiso con
el país y con la lucha colectiva, y no al revés” (p. 20). Es muy interesante observar cómo,
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dependiendo de las circunstancias contextuales,
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la memoria tiene mayor o menor rango en el espectro social. La memoria histórica, que
nombrábamos más atrás y se configura con la relación MEMORIA INDIVIDUALN + HISTORIA,
necesita de una ciudadanía solidaria y comprometida. Las causas de derechos humanos, por
ejemplo, no se fomentan como rupturistas, sino como conciliadoras y motores de justicia.
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aristas del significado sujeto “de manera que las desigualdades económicas no se traduzcan
en desigualdades políticas”. (2008, p. 43)
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completamente tal experiencia, de que ningún interlocutor consigue capturar su dimensión
real, ni siquiera escuchar el relato con suficiente atención”. (Avelar, 2010, p. 257)
Y se funda una zona, no toda, pero sí una zona común en la que los personajes
deben recurrir a la expresión verosímil y dudosa de la primera enunciación. MALDONADO
CENTAURO.
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Debido al mutismo de SAGITARIUS, son MALDONADO y RIQUELME las que deben validar lo
que FUENZALIDA solo pudo manifestar a través de la escritura, de la misma forma que
utilizó el lenguaje para dar cuenta de la muerte de ALFA CENTAURO en La Familia Normal.
El segundo testimonio que nos permite comprender los efectos de la represión y del
control, en el contexto actual, es el del profesor consumido. Resulta interesante la decisión
de Valdebenito cuando se muestra seguro e inquebrantable antes de ingresar al ducto de
ventilación. Mantendrá en él su visión pedagógica de la realidad y tendrá la dura tarea de
explicar qué ha sucedido durante todo este tiempo en la superficie. No solo fue difícil con
las tres mujeres maduras “disfrazadas” de secundarias con jumper. “Vamos a partir
hablando de las estrellas. De su luz que llega desde el pasado. vamos a hablar del espacio,
de las distancias de los hoyos negros y […] de la relatividad del tiempo” (p. 110).
El gran paso del PROFESOR no radica, sin embargo, en la tarea autoadoptada por un
“adulto responsable” en la revelación de cómo la relatividad del tiempo ha dejado huellas.
Más bien, el contacto con los seres del ducto le permiten comprender cómo se ha visto
atrapado en una vida que no es la suya esencialmente. Este encuentro es el que marca el
cambio de pensamiento en el profesor a partir del re-conocimiento de sí mismo y la muerte
de la madre.
PROFESOR: Señoritas, yo hasta tres eses tomaba pastillas. Eran varias, todas para
cosas diferentes, pero el resultado que se buscaba era que yo me sintiera mejor,
porque con el tiempo me sentía cada vez más desgraciado. Las tomé durante
muchos años y la verdad es que anduve mejor. Nada de lo que antes me daba
rabia o pena, me importaba. Ya no me angustiaban mis doce horas de trabajo, ni
las noticias, ni los problemas de plata ni los dramas míos ni con el resto. Dejó
de importarme mi mamá, que estaba con cáncer en un asilo. Dejó de
importarme que Nancy no quisiera tener hijos. Con el tiempo ya no me importó
nada de nada y al parecer así era feliz. Un día me llamaron por teléfono para
decirme que mi madre había fallecido. Colgué y seguí corrigiendo pruebas
porque tenía que entregar un informe de notas esa tarde. En la noche, cuando
llegamos al departamento con Nancy, nos comimos un par de platos
descongelados, yo me tomé mis pastillas para dormir y nos fuimos a acostar.
No se lo conté.
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Sencillamente se me olvidó. Fue ahí cuando tanta felicidad me dio miedo y
después del entierro de mi madre, vacié los frascos en el wáter y no volví a
tomar nada. Ando pésimo, ustedes me han visto, no voy a mentirles, pero no
tenía alternativas. Tanta comodidad me estaba haciendo peor. Estaba a salvo,
pero esa seguridad no era real. En un rato más, capaz que pierda el trabajo, y
con eso mi vida se desarme, pero por lo menos ahora me importa.
Difícilmente el PROFESOR pueda volver atrás. Las estrellas que vemos en el presente
solo nos muestran un pasado lejano, por más relativo que sea el tiempo, como queda
demostrado en la analogía espacial que no hace más que solidarizar con lo que soñamos,
pero que no fuimos.
EL JOVEN ENVEJECIDO: Alfa Centauro, o sea yo, cayó detenido por haber matado
a un carabinero en la toma de un liceo. Lo hizo con un “matagatos”, un arma
rasca, que usaba para defenderse y para defender a sus compañeros. A Alfa
Centauro, o sea yo, lo encerraron en una pieza oscura, aislado del mundo,
completamente incomunicado. Un cuartucho de dos por dos donde se veía
poco, donde no se escuchaba nada, y donde no supo ni de su mamá ni de sus
amigos. Cada tanto rato se abría la puerta y lo sacaban para llevarlo a otra pieza
donde lo sentaban en una silla y le hacían preguntas. Le preguntaban por sus
compañeros de milicia, por sus compañeros secundarios, por su familia. Le
preguntaban y le aforraban. Y le volvían a preguntar y le volvían a aforrar. Y le
seguían preguntando y le seguían aforrando. Pero Alfa Centauro, o sea yo,
nunca, escúchenme bien, “nunca”, se transformó en un cerdo, traidor,
asqueroso. Alfa Centauro, o sea yo, nunca entregó a nadie. (p. 95)
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relatividad se materializa en la fundación de su verdad. Cómo no creer el testimonio de un
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muerto a quien la bala en la frente ha marcado como un cuerpo subversivo, pero que lo
despoja de toda hipocresía con el traje de Yuri Gagarín.
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[…]
No se me aplicó corriente eléctrica. Nunca desperté tirada sobre paja. Nunca
tuve náuseas, jamás me ha salido sangre por la boca.
[…]
Nunca me llenaron la boca con caca de animal […] no me han hecho
quemaduras en el ano, que en mi vida solo he ocupado para ir al baño, como
todo el mundo. (p. 102)
Como ha sido el tono del texto, Iris Rojas mantiene esta absurda relación con el
poder y sigue siendo seducida por su estética. Sin embargo, no deja de ser en parte víctima
de su propio deseo, como lo es de sus ataduras de señora de clase media alta baja media
alta, y recurre a la posibilidad de testimoniar la subjetividad de la otra cara de la moneda.
La subjetividad del sexo y de la dominación del cuerpo demuestran que al rascarse las
marcas van a quedar para toda la vida. Hablamos de un testimonio tan válido como el del
oprimido común; hablamos de sensatez hasta las últimas consecuencias.
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BIBLIOGRAFÍA
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