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LA MUJER EN EL CRISTIANISMO Pese a que la igualdad de derechos de las mujeres haya alcanzado un reconocimiento —al menos te6rico— amplio en la esfera civil, sigue siendo un tema de es- pecial actualidad dentro del cristianismo, Mediante el recurso a la «tradicién», la iglesia catélica ha venido justificando que se perpetuara la posicién subordinada de las mujeres en la estructura eclesial, marginéndolas de los puestos de responsabilidad, los ministerios or- denados, y manteniendo una actitud rigurosamente negativa respecto de cuestiones como los métodos an- ticonceptivos, el aborto y el divorcio, lo que en la prac- tica redunda casi siempre en perjuicio de las mujeres. En esta obra, y desde el esquema de la sucesién de paradigmas ya expuesto en su anterior trabajo, El cris- tianismo, Hans Kiing indaga cémo se ha llegado a la situaci6n actual partiendo de unas estructuras comu- nitarias en origen tan diferentes, en las que las mujeres también eran sujetos de su propia historia, Paralela- mente a este andlisis, propone reformas concretas en- caminadas a revisar una serie de patrones de com- portamiento impuestos por la tradicién y dirigidas a promover el estudio de la teologfa por parte de las mu- jeres, a la reforma del lenguaje de la liturgia para que sea incluyente, 0 a la promocién de las Grdenes reli- giosas femeninas y el sacerdocio de las mujeres. La present oes sid eds con asp el ns dee Mer ro de Ty foun Sosa) COLECCION ESTRUCTURAS ¥ PROCESOS ‘Sere Region Talo ofp Die Fu im Chis Etat! Tote, S.A, 2002 Feeran, 55, 26008 Madea “aio: 97543 0061 Foe 91843 1498, mai rtaBinonal pat, (© Donal Remo, 2002 oN. a49154.585:7 Depts Legal M5 348.2002 Ingen Mer orem SU CONTENIDO Introduccion. Capitulo 1: LA MUJER EVEL CUSTANISO FRIMITIVO ‘itor también de mujeres. ‘esi amigo de la ajeres Mujeres en ef movimiento jadeo cristiano de Jens. [Nada de jerarguiapatciacal Estructaras provisionales svn : ‘Mujeres apostate y profes? wesunnnsnnene (Capialo 2: La MUJER EN LATGLESIA PRIMITVA Mujezes apéstolesy profetisas en Pablo. CConflicos sobre el gar de la mujer. : Ta gnosis una oportunidad para ls aneres [as perdedorss de la historia Las mujeres ‘Redescubrie alas mujeres marie, profes y doctors Korman de vi atereatia pra bo oe Alguna sombes {Emancipaién de To mer por mel [a teaicion como argumento hoy « CCaptulo 3: LA MUJER EN LATGLESA DE LA EDAD MEDIA San Agustin: e pecado original corrompe la sexuaidad Rigorsmo en moral sex wenn Un problema interrligioso. 13 as 16 18 20 20 21 23 2s 28 2» 3 35 7 39 2 45 a 2° 31 ‘conciliar despugs del concilio Vaticano Il (1962-1965), es de cculio ampliamente androcéntrico, masculino. De las eitedras de Teologia se sigue excluyendo a las mujeres en lo posible. Para todo ello, por parte de Roma se sigue acadiendo a sla tradicién. Y por eso en est libro queremos, justamente, ‘estudiar Ia historia bimilenaria de la mujer dentro del evistia= nism, en la medida en que nos lo permita su propio espa- cio. Ffectivamente, vamos a indagar eémo de unas estructu as comunitarias originariamente tan diferentes se lleg6 alos resultados que conocemos de mis tarde, Confieso gue yo empecé a plantearme el problema de la sitwacién de Ia mujer en la Iglesia en el concilio Vaticano I, en el que participé como tGologo. El movimiento del 68 también favorecis el movimiento dentro de la Iplesia en fa- vor de la mujer. En mi caso particular, la enciclica Humanae vitae (1968) del papa Pablo VI en contra de la anticoneep- cidn fue Ia ocasi6n directa para un scuestionamiento» am- plio con el titulo de élyfaible?» (1970), Mi cuestionamien- to no fue contestata por el Vaticano, sino castigado (sin atenerse a derecho) en un procedimiento inquisitorial que, el 18 de diciembre de 1979, te:miné reticindome la licentia ddocendi [aurorizaci6n para enschat] eclesiistica Mi nueva situscién de ensefante independiente en la Universidad de Tubinga, a parti de 1980, me ha proporci nado, de todos mocios, la gran oportunidad de poder culi- ‘yar ahora intensamente temss de estudio durante mucho tiempo acariciados: las religiones mundiaes, la paz mundial, la étca mundial, I literatura mundial y, no en diltimo lugar, cl dela mujer en el erstanismo. Ya en el semestre de verano dde 1981, en colaboracidn con mi entonces ayudante la doc- tora Anne Jensen, realicé un seminario sobre mujer y cristia- nismo, en el que intervinieron también las doctoras Elisabeth Moltmann-Wendel (Tubinga) y Bernadette Brooten thoy en Ja Brandeis University, Estados Unidos). A ellas debo tam bign el que me decidiera a hacsrme cargo, en la fundacién Volkswagenwerk, de un proyecto de investigacidn sobre mujer y erstianismos, dividido en dos partes, que entre los aios 1982 y 1987 se Hey6 a cabo —el primero de este tipo— oa. cen el seno del Institut fir Skumenische Forschung [Instituto de Investigacién ecuménica}, de mi diteccién, en la Univers dad de Tubinga. Caracteristica de dicho proyecto fue la polaridad erono- Logica: por un Indo los inivios del crstanismo y, por otro, especialmente el siglo Xx. ‘Como hasta el momento, dentro del proceso de trans misiGn de la historia, la historia femenina no hibia mere jon de la tradicion, en ambos proyectos parciales antes que nada, reconstruir con considerable esfuerzo la historia de mujeres a ser posible por obra de mujeres también. A pesar de dificultades no dsspreciables, €n las que siempre conté con la asistencia leal dela doctora, Elisabeth Moltmann-Wendel, ambos proyectos parciales pur dlieron Megar a feliz término gracias a las doxtoras Anne Jensen y Doris Kaufmann. Fl informe final del proyecto de investigacin «mujer y cristianismo>, de 1993, yel del Inst: tut fr Okumenische Forschung, de 1964-1996, recogieron numerosas conferencias, seminarios, cursos y jomadas sobre Ia problemética «mujer y eristianismo» y tambiia los taba jos del Gesprichskreis Feministiche Theologie (Circulo de teologta feminista) (ambos disponibles, inéditos en el Insti> tuto de Estudios Ecuménicos de la Universidad de Tubinga). En mi segundo volumen sobre [a wsituacion eeligiosa de nuestra épocar, dedicado a EI crstianismo. Esenia e historia (rota, 1996), hago yo mi propia investigacin sobre el papel de la mujer en el cristianismo, En concren, en el mar- co de las diferentes constelaciones globales o pazidigmas del . @Por que? iPorque expresan unas relaciones de poder que la comuni- dad cristiana no queria incorporar a su vida! En su lugar se scude a un término general diferente, un vocablo de la vida corriente, no eeligioso, y que suena a cosa de poco vale, incapaz de susciear ninguna clase de asocaci6n con autor dad, superior, poder o digaidad: el de diaconia, el de seri io, que originariamente se tefere a servie la mesa. Es evi- dente que ef mismo Jess, que sirvié a sus disciplos en la mesa, habia marcado una pauta irreversible. Sélo de esta ‘manera puede explcare la frecuencia de una frase que nos ha legado en sis varianes: «Si uno quiere ser el primero, sea el kim de todes y el seevdor (dela mesa) de todos". > Capitulo 2 LA MUJER EN LA IGLESIA PRIMITIVA guaso la curacin de enfermos) tan estimaados en las comuni- dades carismaticas actuales, sino también dones y servicios del todo ordinarios y digamos que «privados», como los de consuelo, consejo, cencia,sabiduria y dscernimiento de es- piritus. ¥ no se eizeunseriben a un determinado aimero de Personas, En Pablo no cabe hablae ni de clericalismo ni de estados entusisticos; al contrario: fodo servicio que de he- cho (de forma permanente 0 20, pivado o péblico) se presta para la construccidn de la comunidad es, segin Pablo, caris- Ima, servicio eclesial, y como servicio conereto merece reco- rnocimienta y obediencia; todo servicio, pues, oficial 0 n0, std investdo, a su manera, de autoridad siempre que, en beneficio de Ia comunidad, esté hasado en el amor Estamos en lo mismo: siya la Iglesia de) paradigma ju eo-eristiano (P 1) puede decitse democritica en el sentido mejor del término, como comunidad de libertad, igualdad y fraternidad, lo mismo cabe decir, acentuado, de las comuni ddades palinas que iniian et paradigma helenisico (P I). Es ninguna parte se ve esto eon mis claridad que en la frase que Pablo dirige a la comunidad de los gilitas: ”. De todos modos, paca comprender de alguna manera no sélo los testimonios de los Padres de la Iglesia «sobre« la ‘mujer, sino el mando de las mujeres de Ia paca y Ia idea que tas tenan de sf mismas, habrfa que rele toda la literatira spatritican, y a veces 2 contralinen: idificiltarea! Porque, fun cuando tno se limitara a los cinones y preceptos ecle- Sistcos mds tempranos, y alos tratados ascéticos y escitos hagiogrficos y narrativos de entonces,serfanecesario, en un cexfuerzo penoso y minucioso, un trabajo de rastreo que per- Imitiena reconstrsr la vida y la anopercepeion de las mires. En este tema, dentro del proyecto de investigacin «mujer y cristianismo», de Tubinga, la redloga e historiadara catsica ‘Ani Jensen ha realizado un trabajo pionero, en euyas con- clusiones principales puedo ahora basarme, Ella ha acerea- do al esforzarse en superar Ia forma tradicional de historio- graf de la Iglesia, en a que predomina el «punto de vista del vencedor» o, en ottas palabras, que hace suyas, con t3- lante nada critco, las fronteras que los sigs posteriores sazaron entre las Iglesia y los vherejes ‘Anne Jensen ha realizado el primer estudio comparativo de las cuatro historias de la Iglesia primitiva consideradas decisivas, las de Eusebio, Séerates, Sozomenos y Teodore 0% y Mega 2 una conclusién clara: en el relato de los tes primeros silos hecho por Eusebio, obispo de Cesare, hacia 1 325, tenemos muchas ms noticias sobre la partcipacién activa de mujeres en la vida dela Iglesia que en la obra de los fottos tes autores, que hacen historia de les siglos 1 y v3 en tos se da wna clara tendencia a la marginacion y el anoni- mato de las mujeres. Curiosamente, en estas historis de la Tplesia falean referencias a mujeres aeetas de cuya gran auto- rad espiritual nos dan noticias otros relatos; en cambio, en Eusebio y en los testimonios que él refiere no aparecen las diaconisas 0 sus predecesoras, la svindas+ al servicio de la ‘comunidad reconocidas denero de ls Iglesia. Peso tampoco a el hecho de que en los siglos posteriores enconttemos con ss frecuencia a estas mujeres ordenadas es muestra, en ma- neta alguna, de wna valoracién positiva del trabajo comuni- tario de la mujer. La comparacién critica de otras fuentes nos ensefia, mis bien, que la institucidn del diaconado ha de xerpretarse como una tendencia a medidas restrcrvas, aun cuando abriera a las mujeres ciertos espacios de actuacién dentro de la Iglesia. Lo mismo hay que decir de las comuni- dades de svirgeness, cada vez mis sometidas a a viilancia episcopal, que desplazan decididamente a las ascetas de vida auténome. Redescubrira las mujeres mértires, profetisas y doctoras ‘Teas este panorama general, consteuide con datos de las an- tiguas historias de la Iglesia, Anne Jensen ha estudiado tam- bign algunos grupos de mujeres especialmente importantes de los primeros tiempos del cristianismo, El andliss de los relatos sobre mujeres martires” lleva a conclu que, aunque también entre los mértres preponderan numéricamente los hombres, Ir mujeres, cuando aparecea, se presentan en un plano de total igualdad. Especial arencién merecen las acts Imartirales del proceso de Lyon, del afo 177, en las que la tsclava Blandina ocupa el lugar central, y las del proceso de Cartago (del 203) contra Perpetua y Felicidad, sobee el que la propia Perpetua tomé notas durante su prisin (uno de los ppocos autotestimonios de una mujer de aquella época). El anilissteoldgico de estos documentos puede demostrar que las confesoras, que atriesgaban su vida por dar testimionio de Cristo, eran consideradas testigos de la resurreecién fortale= Eidos por of Espiritu de la misma manera que los confesores varones, Por parte de muchos miembros de las comunidades, cen tiempos de las persecuciones, se les reconocié el derecho cde readmitir en la Iglesia a erssianos que se habian apartado de ella. De todos modos, hay que tener cuidado, en este tema, con las generalizaciones: la praxis de igualdad de de- 35 sentido literal del término: no se hallaban ya sometidas ala ‘manus («mano», con el significado de poder y proteccién) de lun marido, sino que eran compaferas libres y econémica- -mente independientes si disponian de bienes. Por eso, a las rujeres de las clases alas les era absoluamente posible au- toafiemarse incluso dentro del matrimonio, Y esto explica gue en ls fuentes no haya indicios de que, al entrar en el cristianismo, las mujeres esperaran una mejora de su condi- ci6n femenina ‘Mucha mujeres, de todos modes, todavia o de nuevo soltera, optaron por una vida opuesta ala de familia tradi cional. Por es0 en las comunidades tienen un papel impor tante ls viudas y, pronto, también las vingenes, es decir, muchachas j6venes que decidian no contraer matrimonio. Es verdad que la opcisn del celibato era un fenémeno general de la época, no especifico, pues, ni de las mujeres ni de los crstianos. Pero estas cristianas libremente célibes erearon dentro de la Iglesia organizaciones que en el mundo helénico de entonces son sinicas por su expansion. Fuera del erst rnismo se dieron casi siempre sélo individuos aislados que renunciaban al pagel tradicional de esposa o sposo. En el caso del cristianismo, en cambio, aparecen ahora como posi= bles, para un gran grupo de mujeres, formas de vida alterna tivas, no determinadas por lo biol6glco. Con la instituciona- lizacion de las mismas se garantizaba tanto la asistencia material como ua mayor reconocimiento socal. Y con ello, ademas, queda roto y trascendido el destino de la mujer para un papel social determinado. Sin duda fueron las erstianas ‘mismas las que pusieron los fundamentos de estas nuevas formas de vida femeninss, y hasta nuestros dias optan por la alternativa al matrimonio en conventos, comunidades y aso ciaciones de tipos diferentes muchas mis mujeres que hom bres. Esta nueva interpretacién dela feminidad, que libera a la mujer de lo exclusivamente biolégico, cepresenté una apor- taciOn esencial a la historia de la emancipacién. 38 Algunas sombras Naturalmente, esta relativizacién de los antiguos papeles sexuales también tenia sus problemas. Porque slo gracias a una remuncia radical al sexo era posible zafarse de lo bologi- ‘camente determinado. Y la mujer no madre ni expos 560 lograria reconocimiento social dentco del eristianisino si $a renuncia sexual tenfa una base asctico-eligiosa, Justo en ‘este punto es donde se desencadenan los conflictos ‘Por que? Evidentemente, las motivaciones de las mujeres que tomaban una opeién en contra de la vida en familia rormal eran de naturaleza diferente, pues, para unas, la resuncia sexual significaba a la vez tenuncia a la vida del mundo, y entonces encontraban comprensin e incluso alabanzaen la Iglesia; para otras se trtaba de poder entregarse a ova ta- eas, una ve2 liberadas de las constrefiimientos biokigcos, y ‘esto fue interpretado por muchos como un ataque al papel smasculino» y las funciones anejas de direcei6n, Com» e480 ‘excepeional podia tolerase, pero como fenémeno de-asas la Iglesia lo considers cada vex mis una amenaza, Y, i, se dieron reacciones ambiguas: — La respuesta «positives fue la invencién teolégia de sunluna virgen easexuadolan; es dect, Ia teascendenciasbso- Ita del sexo, que en Ia teorfa levaria a una igualdad aolu- ta de hombres y mujeres y, en la practica, a un tratoentre ambos natural y como de hermanos. En este modelo 20 era imaginable una jerarquia de sexos. En fin, la pretend su- peracién de lo sexual no podia confundirse en este can, de entrada, con aversién al sexo, pero podia devenir en a = La respuesta enegativa> consistié en wna formapecu- liar de infravaloracién de la mujer, que pronto llepria a predominar en una parte del movimiento ascético, El sedo um instnto que es posible que resulte indomable hae sar- Bir la imagen de [a tentadora. ¥ esta tendencia comin a afianzarse cada ver mis en la Iglesia de la Antiglesd, y ddesemboca en el principio de la separacién entre sexes Se produce as! un cambio fatal: en la Iglesia del Irperio 4a mentalidad jerdrquica se impone cada ver més claraente 439 4 los esfuerzos crstianos de igualdad de los primeros mox tmentos y todo lo revste de ascetismo; siguiendo un camino invereo, el pesimismo sexual creciente se impone también fuera de los conventos, en la Iglesia y en la sociedad. Y al final acaban siendo excluidas casi por complero del estado clerical incluso lar mujeres solteras que quieren partcipae activamente en la vida de la Iglesia. En la definicion de las felaciones entre sexos termina venciendo, en definiiva, a rmentalidad jerdrquica, y habri que esperar hasta los movie ‘mientos en pro de una Iglesia libre de la Edad Moderna para ver de nuevo al ethos igualitario recuperanco terceno dentro del cristianismo. 2Es correcto, entonces, hablar de que en la Iglesia primitiva el cristianismo favoreci la emancipacién de 1a enujer? eEmancipacion de la mujer por medio del cristianismo? Segiin Anne Jensen son er:6neas dos tesis mantenidas con freevencia, que, en el fondo, no son mis que la variante apologétici-eminisia o la conservadora-antifeminista de una misma y flsa conclusién: 1) que las herejias han sido mis defensoras de la mujer que la Iglesia oficial; 2) dado que las mujeres eran mis dads a cozrientes herétcas, la Iglesia tuvo ‘que prohibir a las mujeres ensefiar Pero un estudio mis dderallado de las fuentes lleva ala sigoiente conclusin: tam poco en his Iglesias sherércase, contra las que se combaté, se mantuvo por mucho tiempo un ethos igualitario. O sea ‘que, en In Antigbedad tarda, ls live divsoria entre aversion la mer y defenca de la mayer no coincide ni con limites religiozos m con limites confesionales “Tambicn es importante lo siguiente: en la apologetics cristiana tradicional se easlad6 a Tos pagans la acusacion de aversion a la sexualidad, y ademés aludiendo ala herencia biblica. Pero tambien asf se acta a la igera. Porque el cris- tianismo primitiva no toms, simplemente, del helenismo la tendencia a alejarse del mando; su originara creencia en que 40 final del mundo y el juicio definitivo estan cerca acen= tus esa tendencis. La cosa se ve especialmente clara en el ‘deal de la abstinencia: mientras que en los medios no crstia- nos de la Antiguedad tardia Ia opeién de una vida ascética ppodia quedarse, en definitiva, en una cuestén de preferencia Individual, ow la doctrina de la Iglesia, com el tempo, ef celibato obtiene una primacta de cardctersalviico, Ello con duce a una inftavaloracién, dieectamente, de lo sexual, indirectamente, de la mujer, ala que, si no Hevaba una vida continente, se definia, con una visi exchusivamente biolo- sta, como un ser sexual Ciertamence, es indiscutible que el ideal de humanidad de la Antigiedad resaltaba la igual dignidad humana de ¢0- ddos los hombres, la igual dignidad de hombres y mujeres, esclavos y amos, pobres yticos. Era esperable, por tanto, una alianza entre os etbos de igualdad cristiano y de la Ancighe- dad. Y, sin embargo, Zpor que la evolucion histrica fue por otros dersoteros? Tuvieron que intervenir otras factores, Porque por la expansiGn de cristianismo solamente no pue- de explicarse Ia creciene discriminacién del sexo femenino cen la historia de la crstiandad occidental, Parece, por eso, pradente plantearse primero, con neu- traldad, 1a siguiente euestién:. 4Qué émpidié la’ verdadera femancipacion de la mujer en ta Iglesia primition? Ene los diferentes faetores que intervienen, tres parccen de especial importancia, que, ademés, desgraciadamente, fueron ganan= ‘do en importancia en la definicin del paradigma helenistico| de la Iglesia primitiva (P I) + La implantacién de estructioasjerdrguicas: taco en el Imperio romano como en la Iglesia se da un contlicto entre cl ethos igualiarioy lo intereses politicos de poder el pri cipio de igualdad se hace valer sobre todo en el imbito pri vado, mientras que, especialmente en el de lo saeramental se one el de androcraca. + La aversion a la sexualidad no nace del ctistianismo, sino que es un fenémeno general de Is Antigiedad ta aunque entre la erstiandad encuentra una traduccion espe cialmente marcada. 4 ‘ori. Raa vex se ha constuido una estructura de poder con tanta velocidad y con una definicién tan clara sobre la base cdesun acto tan fimo como la tenuneia sexs Capitulo 3 LA MUJER EN LA IGLESIA DE LA EDAD MEDIA 44 tiempo y la cternidad, sobre la espiritualidad y la piedad, sobre la entrega a Dios y el alma humana. Pero tampoco hay dada de lo que sigue: Agustin, que, frente a la primacta del tentendimiento propia de los griegos, de forma tan impresio- nante defendi la primacia de la voluntad, del amor, que cul una frase tan atractiva como Dilige, et quod vis fac, “Ama, y haz lo que quieras", y que de forma tan grandioga supo escribie sobre la gracia de Dios, ese mismo Agustin es también responsable de tendencias altamente problematicas esarolladas en la Iglesia latina, y no s6lo en el Ambico de la tecologia de Ia gracia, de los stcramentos y de la Trinidad, sino también en el de Ia moral sexual EI hombre, segiin Agustin, quedé corrompido desde el inicio por el pecado de Adin, «Ex él todos pecamos» (Rom 5, 12), fn quo es lo que encuentra san Agustin en la traduc- cid latina de la Biblia de enonces, Y ese «en él» lo refiere a Adin. El texto griego, en cambio, dice sencillamence efbo, ‘que significa porque (o «por él), rodos pecamos. “Qué es, pues, lo que deduce Agustin de esta frase de la carta a los Romanos? iNo sédto un protopecado Ue Adin, sino un peea- do original! Un pecado que rodo hombre lleva consigo, here sha, cuando nace. Fsta es, para él, [a razén por la gue todo hombre, desde la infanca, esté emponzofad en su cuerpo y salma. Si no se bautizara, su destino serfa la muerte eterna, Pero ain peor: por su experiencia personal del poder de [a sexualidad y su pasado maniqueo, san Agustin — diferen: cia de Pablo, que nada escribe sobre ello— relaciona la trans mixin del pecado onginal com el acto sexual y con la con- cupiscencia, el deseo scarnals, egoista, que lo acompafa". Efectivamente, Agustin sitia Ia sexualidad en general en el centro de la naturaleza humana Y, asi, es él, principalmente, el responsable de la repre sin de la sexuaiidad dentro de la teologia y la Iglesia occi> dentales. Aunque hizo hincapié mas que otros tdlagos lti- nos (por ejemplo san JerGnimo) en la igualdad del hombre y Ja mujer al menos en et plano espirual (tefiriéndose a la imteligencia racional), porque ambos estin hechos a imagen 1 semejanaa de Dios, sin embargo defendié 2l mismo tiempo 48 de forma persistente la idea entonces generalizada de la infe- rioridad de la mujer (creada, sequin Genesis 2, del hombre y para el hombre) en el aspecto corpora. Problemtica sigue sieado en todo esto la eoria agustiniana de lo sexual y del pecado original ‘Agustin lo tenia claro: como ideal la relacin sexual solo deberia darse para la procreacién, El acto sexual por puro placer es pecaminoso y debe reprimirse; le cesultaba impen- sable que dicho placer pudiera enriquecer y hacer mis pro- fanda la relacin entee matido y mujer. iQué laste enorme supuso para los hombres y mujeres del Medievo, de la Refor- ma, y mas tarde, esta herencia agustiniana de la demoniza- cién dela libido! Aan en nuestros dias, un papa, rodo serio, ha hecho piblica la idea de que incluso dentro del matrimo- nio un hombre puede «fornicar» si mira ast mujer por puro placer Rigorismo en moral sexual En la consumacién del matrimonio, por el placer sexual se transmite el pecado original. «Fl efecto destructor de la ee- lacién agustiniana entre pecado original y placer sexual —afirma el moralista causlico Josef Georg Ziegler— es lo que hizo imposible durante siglos una consideracién neutral el acto matrimonial y, con él, del matrimonio mismo. Si- tuiendo al doctor de [Iglesia afticano, la primera teologia escolistica defendié la tesis de que el pecado original se transmitia por el placer sexual de la consumacién del matt No debe olvidarse, ademas, que ya en la época merovin- Bia, precisamente durante el periodo carolingio, ala vista de tuna clara depravacién moral, se abre paso en un amiplio frente un rigorismo en moral sesual, ea el que se hacen pre sentes numetosos tabies sexuales primitivos unidos a la ane gusta sexual’. Este rigorismo marea no tanto la docteina ‘oficial como la oficiosa y la prictica de la confesién de la Tplesia medieval: 49 En lo que se refiere al clero, al que ya desde la reforma cclesistica de Bonifacio se exigia continencia sexual con la Amenaza de graves penas, 30 signifcaba que quien hubiera de tocar lo sagrado debia tener manos «limpias», «sin man cha» (de ahi la uncién de las manos en la actual consagracién dj sacerdote). Lo sexual, aunque sea involuntario (eyacula ‘cin no procurada) © permitido (en el matrimonio}, excluye del rato con lo sagrado. = Por lo que respecta a los Iaicos, significa esto que ‘quedan excluidos de la preparacién y roce con las cosas santas (de abi que no se diera la comuni6a en las manos) y, por supuesto, que alas mujeres incluso se las mantiene ale das del entorno del alta. El semen masculino y la sangre menstrual o del parto ensucian morelmente e impiden reci- bir los sacramento. Es necesario imaginar la represion sexual que producian aquellos innumerables libros de penitencia y confesién con ss frecuentemente contradictotios catilogos de pecados y penitencias: todo en nombre de Dios y de la Iglesia. La scas- tidad», ideal de ciertas lites de Ia Antighedad tardia, se im ppone ahora como ideal en lo posible al conjunto de la po- blscion. Sega esta moral antibedonista, con una easutstica inmisericorde: — en los dias de la menstruacién las mujeres no deben. entrar en la iglesia ni recibir Ia comunisn, y después det parto han de someterse a una bendicion especial; ‘= Ia eyaculacién masculina hace impuros a los hombres, sobre todo si es querida;, — los matrimonios deben evita el acto sexual no sélo durante la menstruacién y antes y después del parto, sino tambiéa los domingos y los dias de fiesta, asf como en sus vigils y octavas, en ciertos dias de li semana (los viernes) y cen adviento y cuaresma. Es evidente que se busca con ello tuna rigurasa limitaciém del acto sexual ex el matrimonio ¥ due lo que ahi subyace es el desprecio per el placer incluso dentro del matrimonio. Porque, efecivamente, ls excitacién sexual en si misma, aungue sea involuntaria, es mala. Sélo en el transcurso del siglo x1 quedari superada al menos la idea en. de que todo sentimiento de placer es pecaminoso. Peto se- ‘uirén quedando bastantes restos de ese rigorista pesimismo sexual y matrimonial: el placer sexual sdlo se legitima por ‘otros motivos, especialmente por la procreacién’. Un problema interreligioso ‘También en este caso —quién lo iba a decir— se plantea un Problema de més de una religin, que no s6lo afecta al exis- fianismo, sino también al jadalsmo y a slam, y sobre ef que vamos a reflexionar brevemente. No en slim término en referencia a la moral sexual erstiana del Medieva se ha ha- blado —ora haciendo historia, ora polemizando— de un eris- tianismo judaizado. 2Es verdad? Gierto: no puede discutise que justamente el eristianis: ‘mo de los carolingios, en euya corte Carlomagno eta canta- do como el nuevo David, Moisés y Josué y los doctores Ievaban frecuentemente nombres biblcos, presenta rasgos veterorestamentarios. Tampoco hay duda de que el precepto de los diezmos, el descanso sabitico (0 dominical) y la nor- ma del pan dzimo se encuentran en la Biblia hebrea, pero no en el Nuevo Testamento, ni puede negarse que en la Biblia hebtea hay normas expresas sobre contamsinacign sexual impreza eultual. Pero es equivocado hablar, en este caso, simplemente de judaizacién. Porque tanto en la Biblia hebrea como en el Nuevo Testamento y en el Corin hay una doble linea de ideas y actus: —De por sf, tanto la Biblia hebrea como el Nuevo TTesta- mento y el Corén afieman la sexualidad y el amor humano como un don del Creador; hombre y mujer han sido cteados fl uno para el otro también en su corporeidad, y deben — Pero, por otra parte, no s6lo la Biblia hebrea sino también ef Nuevo Testamento y el Corin conocen ciertas limitaciones de la relacién sexual. El Cosén, por ejemplo, también la probibe durante la menstruacin de la mujer, ey durante las horas ditrnas del mes de Ramadén y durante kt peregrinacion a La Meca. Y, aunque es verdad que en ef Nuevo Testamento no se dan tales prohibiciones (algunas, sencilamente, se daban por supuestas a partir dl judaismo), sf aparece precisamente en él (a diferencia de lo que sucede en la Biblia hebtea yen el Corin) el eelibato como forma de vida, no preceptuado en parte alguna pero sf ensazado justa- ‘mente por Pablo. La ancropologia cultural de hoy puede explicar hasta qué punto los usos y manifestaciones sexuales son normas y ‘modelos culeuralmente acufados e impuestos; en qué medi- da ideas como que ls eyaculaciGn y la sangre menstrual son de por sf contaminantes no son especificamente judas, sino coneepciones arcacas y presticas ampliamente extendidas, deudoras también en parte de una medicina narwralistaanti= ceuada, que no son especificamente judias ni tampoco espe- cificamente eristianas o islimicas. Seguramente estamos de acuerdo en que, en nuestros dias, en relacion con las radicionesreligiosas, a las tes rel- siones nacidas en el Medio Oriente se les plantea wna misnea cuestion: la de sis vsign de In sexualicad debe seguir ba- sindose en coneeptos y actitudes nacidos de una idea areaica del hombre y de Dios, o en una medicina naturalista ya pasada que, por ejemplo, piensa que la sangre menstrual o ka el parto son flujos maléficos o que las relaciones sexuales durante el embarazo son perjudiciales para el fero. Durante demasiado tiempo se ha defendido, para cleigos y laicos, tuna pureza coltual-sexual. A diferencia de lo sucedido en el judaismo y el islam, en el crstianismo la infravaloracién de la sexvalidad y del mattimonio se ha estimulado con Iz su- pravaloracin del celibato de por motivos religiosos. Tam bign en este tema ha ido a la cabeza la Iglesia romana, Iglesia de hombres célibes y probibicion de casarse Anora bien, seria en el marco del paradigma latino del Me- dlievo en el que de hecho se configurarla progresivamente el perfil de la Iglesia romana, de forma que, una ver terminado, 2 este paradigma catélico se presentars como eatélico-romae no. Pero, de todos modos, qué largo el camino desde el papa Damaso, el contemporénco consciente de san Agustin, hasta cl papa Gregorio VII en el siglo x1, que, en una lucha a vida fo muerte con el Kaiser alemén, logr6 imponer la visi r0- ‘mana en la Iglesia catdicay en el Imperio alemn a pesar de sus dudas personales. En principio se echaron, as, los ci rmientos no slo tealdgicos (Agustin) sino también de politics eclesidtica pars un nuevo paradigma de Iglesia: el paradigma de una Iglesia catélica centrada en Roma, El sistema romano impone en la Iglesia catélica de Occi- dente centralismo (Iglesia absolutista del papa), juidicismo UUslesa del Derecho), poitizacin (Iglesia del poder), milta rizacién (Iglesia de la miliancia) y, sobre todo, clricaica ci6n nada usuales antes. Por influjo de los monjes y de Hilde- brando, ef que luego seria papa Gregorio VII, Roma, en una especie de epanmonacatos, exigé a todo el clero obediencia absoluca, renuncia al matrimonio y vida en comunidad. Las resoluciones del concilio Lateranense de 1059 sobre la pro- bibicion de casarse fos sacerdotes fueron seguidas en Francia, Ja palanca de la reforma, mas que en Italia. De todos modos, lor obispor de Lombardia no predicaron la prohibicign de casarse los sacerdotes, a excepcién del de Brescia, que easi llega a encontear la muerte a manos de sus sacerdotes. Pero Ja persistencia del cero en su legtimo deseo de casarse dio pic aun nuevo levantamiento de la patria (a «plebe+) con tra los sacerdotes alentada por el papa. En las easas de los clérigos se asstié a horrendas cazas de brujas en las personas de sus mujeres. La rebeli6n contra la prohibici6n de casase fue ain mae yor que en Ktlia en Alemania, donde s6lo tees obispos (los de Salzburgo, Wurrburgo y Passau) se atrevieron 2 publicar los decretos de Roma; y el slkimo de ellos, en Ia festa de Navidad, casi linchado por el elero, fue echado de su sede {Los mienabros del cleo bajo se sintieron especialmente afec tados por el proceso, y se unieron por miles (s6lo en la Aidcesis de Constanza, 3,600 en un sinodo) para protestar contra las nuevas notmas y la aeciones del pueblo contra sus 3 mente apartado del pueblo cristiano sobre todo por su celi- bato, formando un estado social propio, dominante, que esti sicamente por encima de los laicos y rotalmente subordi- nado al papa de Roma, el cual se presenta ahora, por prime- ra vea, apoydndose en una omnipresente cohorte de auxiia: res eélibes, de organizacién cenealista, duchos en la palabra yen el moverse: son las drdenes mendicantes, cuyo te6logo ‘mds importante es el dominico Tomas de Aquino. Tomas de Aquino: la mujer, algo defectuoso El genio de Aquino, que solo mucho mis ratde se convertiria cen el Doctor commis, en el «doctor universals de fa cris siandad catélica romana, llevs 2 eabo Ia sintesis teol6gica clisiea de la Edad Media. En comparacin con si gran pre- decesor san Agustin, Tons da valor ala razon frente a la fe, la naturaleea frente a la gracia, a la filosofia frente a la tcologia, a lo humano frente a lo propiamente cristiano. Todo ello, ponderado tantas y tantas veces, aqu! s6lo pode- smos dejarlo indicado. ‘Se ha dicho, en plan de dsculpa, que, con todo su saber universal, hay tres cosas de las que Tomis de Aquino no centendié nada ol art, los nis y las mujeres. Al menos en cleaso de las mujeres, puede comprenderse, dada su condi cidn de fail céibe. Pero, en cualquier caso, én0 dijo Toms cosas extraordinatiamente importantes y de consecuencias| histéricas sobee la mujer y su naturaleza? Aducen sus defen- sores que, alo lego de toda ss obra, él no trats de la mujer mas que aqut y alléy siempre como de pasada. Pero la ver ddad es que, sobre la mujer, hay afirmaciones suyas bisicas en ddos puntos neurélgicos de su Summa theologiae: en el tratar do sobre la ereaciOn, toda una quaestio de cuatro artéculos sbedicada ala wfabricaci6n produetio) de la mujer (a partir de Adin)", yen el tratado de la gracia, un importante aticulo sobre el derecho de la mujer a hablar en la iglesia". Pues bien, hay que apresurarse a decie que para Tomis de Aquino ne hay duda de que 56 — Ia mujer fue creada a imagen de Dios, igual que et hombre; — por esa razsn, ella tiene bisicamente la misma digni- dad y el mismo destino eterno que el hombre; =a mujer fue hecha por Dios no solo para la reproduc- ign sino también para la vida en comin, Por eso no vale despachar simplemente a Tomas de Aqui- rho como un enemigo de la mujer de la tenebrosa Edad Me- dla, Pero hay, entonces, alguna raz6n para quitarimportan- ciaa las otras cosas que dice sobre la mujer? éNo es verdad ‘que, en cucstiones de «teclogia de lo femenino», Tomis de Aquino incluso acentud y precisé muchas de las cosas dichas por sam Agustin y, con ello, no es que no suavizata sino que ‘exagers la infravaloracion de la mujer? @No dice él, basin- dose en el relato bialico de la ereacién, que el hombre es principio y fin de la mujers, mientras que ésta es aliquid deficens et occasionatum (ocosa defectuosa y ocasionale)"? ia mujer, un mas occasionatus?, un var6n frustrado por la ™, En el marco de esta liberead no cabe la discriminacién de sexos, la infravaloracién de la mujer, ha- cer un tabi de la sexualdad, la emotividad y el cuerpo de la mujer, la subordinacién a una jerarquia masculina. En el marco de esa libertad, que tiene su encarnacién en Cristo, es verdad que sya no hay varén y hembra, pues todos vosotros Sos “una” en Cristo Jesias Es verdad: la crisis del papismo, del marianismo y del en el orden jutidico humano, ecle- sidstico o politico, Es verdad que las consecuencias para la _mujer eran las mismas (, en este sentido, Calvino no fue un paladin en favor de la ordenacién de las mujeres), pero re- presentaba una ventaja importante el que, al menos en prin- cipio, no podia ya defenderse con argumentos biolGgicos la inalterabilidad de dicho orden humano. Y de hecho, mis tarde, se acomods a tiempos nuevos. 87, Las diferencias del papel de la mujer dependiendo del pals, de la confesion religiosa y de Ia situacion historica se advierten en cuanto se hacen estudios con un cierto detalle. {Asi lo han hecho ver diferentes trabajos sobre el tema 10- men in protestant history (lanabaptistas, cadqueros, metodis- tat)", ¥ lo mismo ha demostrado también, referido a brgla- tera entre 1500 y 1700, la historiadora australiana Patricia Crnford en sus estudios sobre mujeres y religidn" Su in- vestigaciGn es instructiva, y no sélo porque trata de forma relacionada los casos ya antes estudiados de mujeres aisladas con un papel importante en la reforma inglesa: tal sucede con la segunda mujer de Enrique VIM, Aua Bolena, que, ‘como protectors, junto con otras damas, de los obispos con ideas evangélicas, del clero amante de la Reforma y de los autores protestantes, fue una figura clave entre los reforma- ddores del entorno del rey y posiblemente aconsejé a éste la supresion de los conventos; lo mismo pasa, por otro lado, con Margaret Roper, la hija casada de Tomés Moro, que, como mujer de gran formacién, tradujo obras religiosas del stiego y del latin”, publicando, entre otras obras, el comen- tario de Erasmo en latin al padrenuestro; es también el caso, finalmente, de la dscutiéa joven Elizabeth Barton, una mon- ja con dotes proférieas, a la que hay que ver en el contexto de Ia larga tradicién de mujeres visionarias™: al frente de la oposiciéa al segundo macrimonio de Enrique VII, fue ajusti- ciada sin proceso en 1534 y se convirtié asi en la primera mattir de la fe antigus. En general, tras la supresién de los conventos alas muje- res que habian estado en ellos les fue mucho pear que a los frailes, los cuales —por estar ordenados— pudieron entrar cn el clero diocesano, También con Eduardo VI hubo muje- res que euvieron un papel aada pequefio, como las duguesas protestantes de Suffolk y Richmond, por ne hablar de las dos reinas Maria la Catélica, que exigié la emancipacién de todas as mujeres de obispos y sacerdotes,¢ Isabel 1, que restableci6 Ja independencia de la Iglesia anglicana respecto de Roma, Pero también en este capitulo hay que contabilizar un debe. Incluso un exponente clisico de la teologla anglicana como Richard Hooker consideraba escasa la capacidad de jicio de Ia mujer en razén de su sexo, como era usual en la Epoca. Es mis, el viejo tépico de la especial propensiOn de la mujer a la herejfa se mantuvo por mucho tiempo en el angli- canismo. Mujeres que intentaron reivindicat para s{el poder de los hombres pudieron verse acusadas, en toda época, de atentar contra el orden divino y la moral. eEmancipacion en las «sectas»? Precisamente en el radicalismo religioso de la fase presbite- riano-republicana entre 1640 y 1660 las mujeres tuvieron un papel especial. ‘Naturalmente, no porque su capacidad de juicio estuvie- +a debilitada, sino, a contrario, porque deseaban con clarivi- dencia una Iglesia reformada y, al desapatecer los controles eclesiisticos, se les abricron mas oportunidades de actua~ cidn. Fn el continente europeo se habia presentado una opor- tunidad de este tipo un siglo antes, en la eguerta de los campesinos» y el movimiento de los baptistas"’. Entonces se vio y oy6 a mujeres ensefar, predicar, celebrar lieurgias y rmisionar, Muchas se habfan unido a las nuevas sociedades, como los eusqueros (la mds célebre, Margaret Fell, las «ma- dre del cuaquerismo-"). Y su papel fue diferente del de las imirtires protestantes y catélicas del siglo xv1: «Los eonffictos de las mujetes del siglo xvit fueron conflictos con las autori- dades locales, pastores,jueces de paz y jueces. Asumieron un papel piblico, pero no fueron mictires, a pesar de que mux chas de ellas sufrieron prisiGn, castigos corporales y violen cia por su fer (P. Crawford)". Pero tampoco esto puede Hlevarnos a exagerar el papel de la mujer en el protestantisio radical en Inglaterra: Serta anacrénico creer que en las sectas las mujeres encontraron “emancipacién”. No deberla soprendernos que la ideas co: rrientes sobre la naruraleza y el lugar de la mujer siguieran sicndo las mismas durante el periodo revolucionario de los afios 1640 y 1650s". No slo siguieron siendo limitadas sus a posibilidades econémicas; permanccicron inalteradas las {ideas sobre el papel de la mujer, de la sexualidad y del emba- azo. «Asi pues, las sectas no’ aportaron una visién de la ‘mujer may diferente de la que tenfa la Iglesia anglicana o la sociedad en general, Solo lentamente evolucionaron «las Iglesias en el sentido de aceptar a las mujeres como igualess y fue ereciendo «la disposicign a permitirles hablar en los tem pilos, cosa que, en los éilkimos decenios, concluyé con la pro ‘gresiva acepracién de la ordenacién de las mujeres». De todos modos, en un punto salié Inglaterra mejor pa- radaz aunque también als exist hasta finales del siglo xv Ia creencia en las brujas, en comparacién con el continente ‘europeo (¥ con Fscocia) en Inglaterra sufricrom persecucién menos personas, La cuestién no carece de importancia para al andlisis de los paradigmas: écmo se explica aquella es ‘pantosa mania con las brujas? Las mujeres como brujas Hoy por hoy no acaba de estar claro cémo hay que entender Ja mania de las bruja. Tanto espacial como temporalmente apareci6 a oleadas; cosa interesante, no se dio ni en el sur de Italia ni en Espafa; el fenémeno fue escaso en Inglaterra, Trlanda, Escandinavia, en la lanura alemana, en Baviera y también en la Europa oriental; y fue muy extendido sobre odo en Francia, el norte de Italia, las cegiones alpinas, el resto de Alemania, los paises del Benelux y Escocia". éCémo puede explicarse este fen6meno de masas que afect6 al fchenta o al noventa por ciento de las mujeres? Es verdad que en la cristiandad desde siempre hubo una cierta cosa contra las hechiceras; y la frase de la Biblia hebrea «no de rés con vida a la hechicera» (Ex 22, 17) ha llevado a la muerte a muchas brujas. Pero «bruja» significa sin duda algo iis que hechicera o maga, y el proceso por bruja, mas que tn proceso por maleficvan. En la alta Edad Media todavia se habia combatido, como una aberracién pagana, la idea de que habia personas que por la noche volaban por los ares. 90 La cuestion es, pues, c6mo explicar que, a partir del siglo xv sobre todo en la época de la Reforma y de la Contrarre~ forma, una parte mis que considerable de la cristiandad ere~ yera no ya en la existencia de brujas aisladas, sino, por una ‘combinacién de motivos, en una conjura demoniaca, en una nueva secta y un sumamente peligroso movimiento herético de brujas, de mujeres malas, sensuales, con poderes sobre la naturaleza, diabolicas. Segiin el modelo que suele seguir a fe en Ja bruerta, toda tuna masa de mujeres debi6 entregarse —al pacto com el demonio: una casi alianza matrimonial con el diablo acompafada de la abjuracién de Dios; —al comercio sexual con el demonio: yacer con el demo- rio (la mayorfa de las veces en mis de una ocasién) venia a sellar el pacto; — alla magia maléfica: con efectos fatales sobre ls cose- chas o de otto tipo, como la muerte de animales o de per- —al aquelare: las orgias nocturnas con otras brujas. El exégeta Herbert Haag, de considerables méritos en la lucha contra la ereencia en el demonio extendida hasta hoy, dice que sla Iglesia, con su demonologia, puso las bases teo- logicase para acabar con las supuestas brujas: «Si el demonio no hubiera alcanzado las dimensiones que tom6, si no se hhubiera puesto en marcha el aparato de destruccién que se puso, la oleada de depuracién desencadenada no habia en contrado el eco que enconteé en un pueblo castigado por el miedo al demonio. Y asi, la hogueta se convirtié en el medio sencillo y ala vez més efieaz para superar la crsiso®, En la historia eclesistica (por no hablar de la Dogma ca) la manta de las brujas s6lo se toca marginalmence y de forma poco completa, si no, sencillamente, se ignora. Con +3z6n el movimiento feminista de los afos 1970 hizo de ella centro de sus estudios, porque la eaza de brujas tuvo fatales consecuencias para las mujeres en general: la destruccién de tuna cultura y una solidaridad femeninas conscientes, el fin de la transmisién de un conocimiento especificamente feme- nino del propio cuerpo y el total sometimiento al dominio ” patriarcal. Pero, una vez més: thay una explicaci6n conclu vente de todo eso? Los responsables de a mania de las brajas Como explicaciém de la manta de las brujas no parece que sea suficiente acudir a las drogas (estade de alucinacién), cuyo consumo masivo no esth demostrado; nia una enfer medad psfquica, que tampoco explicarfa un fendmeno de masas; nia un culto a Diana subyacente (ritos de fecundi dad), que, si acaso, s6lo puede documentarse en émbitos locales o regionales. Por ova parte, es indiscutible que sin supersticiones populares, paganas, sin desconfianca hacia la mujer, sin Inguisicién y sin torturas no habrta habido proce sos contra bruja. Ahora bien, supersticiones, desconfianza hacia la mujer, Inquisicién y coreuras hubo ya antes de los procesos conta brujas, y por tanto la pregunta es: (Qué clemento nuevo se suma ahora? éDe quién fue la responsabi- lidad? Un recorrido por los estudios sobre el fensmeno nos viene a decir o siguiente: no es posible explcar por una sola «eausa estos procesos masivos contra brujs,y la responsabil dad, en la medida en que es posible averiguarla, es de los te6logos y las Grdenes mendicantes, dl papa y la cura, del cemperador y del poder politico yy inalmente, también del pueblo de la Iglesia, Veamos estas responsabilidades brever 1) Los tedlogos excaldsticos, y especialmente Tomis de Aquino, ala vista de los grandes movimisntos heréticos del siglo xi, desarrollaon wma demonologia minuciosa en la ae sigsiendo a san Agustin se acu Inia del pact con cl demonio para fundamentar una teoria de la syperticién®. [Lo que antes se habia combatide como supersticion pagana queda ahora include en el sistema toldgico. ¥ fueron, otra vex, dos tedlogos dominicas, los ingusidores de Ia Alta Ale- mania y de la Renania, Heinrich Insitorisy (al menos dio st nombre al efecto} Jakob Sprenger, quienes primero se impur sieron a eiereas retcencias ampliamente extendidas entre el 2 pucblo y el lero para creer en las brujas y promover proce- 08 contra ella. Y lo hicieron con su funesto manual Malleus ‘maleficaruo (Martillo de brsias?*, que, proviso de una apro- bacién fala de la faculad de teologia de Colonia, entre 1487 y 1669, con teinta ediciones, se extendié enormemen- te y se convirtiéen el libro de coasulta ordinario de teélo- 0s, jurists y médicos, de tribunales religiosos y civiles. En Ja primera parte de esta obra, mediante una serie de citas (en parte falas) de la Biblia y de autores clisios, se ejemplifica el concepto de bruja con casos de mujeres; en la segunda parte se detallan crimenes de todo tipo de bruias; y en la tercera se expone una gula para sa penalizacién por la justia 2) El papado y la curia: fueron los papas quienes a part el siglo xan institucionaizaron e imtensificaron la caza de bruja y admiieron una relacién entre hereifa y magia, am- boas obras del diablo. Pero fue mas tarde el papa del Renaci- rmiento Inocencio VII quien ya en 1484, a peticién de los dominicos antes mencionados, publicé la bul conta ls bre- js ttalada Sums desiderantes(ique no aparece en el Den- zinger/Hanermann'*) y dio con ello la bendicion papal ala nueva doctrina sobre la brujeria. Amenazando con la exco- rmunién, se daban instrucciones para que no se molestara a los «amados hijos- en ss inguisicién. Pronto esta desdichada Dula se sefal6 como legitimadora del Martillo de brujas de 1487. E! papa, pues, y la curia intervinieron de forma deci vvaen el origen, lalegitimacién y la prosecucion de los proce- 06 masives contra las brujas en Europa. La Inguisicién pu- pl, ahora menos ocupada en la caza de herejes, publicé el Instrumentarium, que en adelante se aplié a las mujeres algin tipo de denuncias en lugar de una acusacién publica ppor parte de una persona privada, una investigacin secreta (Gnguisto) llevada a cabo por las autoridades;finalmente, a tortura par conseguir procs y por tio la muerte ens 3) El emperador y las antoridades civles: con el nuevo c6digo provesal (romano) de Carlos V (Carolina) en 1532 se crean las condiciones jurdicas para emprender masivamente procesos contra ls brujas. EI proceso de ingulscion co 93 ahora, por completo, a cargo del Estado. Los indicios para proceder conte las brujas eran tan vagos y tan variados que, cn la prictca, casi cualquier persona podia verse metida en la imparable rueda de la maguinaria inquisitorial. A veces bastaba un rumor. Y como se trataba de un edelito except do» (crimen except), estaba permitido emplea la tortura, y adems sin los limites normalmente previstos por los juris tas. Consecuencia: entre rormentos indescriptibles se arran- caban nombres de supuestas cOmplices (conoeidas, desde Iue- 0, en los aquelarres), y se iniciaba asf una slueva,espral procedimental. También eran corrientes crudelisimas prue- bas de brujas, como la del agua o la de la aguja. El confesar de plano desembocaba la mayoria de las veces en una senten: cia de muerte; la retractacién, en nuevas torturas (8 veces, Fepetidas por docenas). En ellas se ensayaban formas de tor. rmentos indescriptbles. La pena capital fae durante mucho tiempo fa quema, y a partir de 1600 sobre todo la decapita- locucién y, conforme fue aumentando la necesidad de mano de obra, se convirtieron dentro del proceso productivo en Ccompetidoras més baratas y en muchos casos més eficaces ‘que los hombres. Peto, con ello, cayeron en una nueva situa- ign de dependencia y, frecuentemente, de crasa necesidad, ‘mientras se desmoronaba la familia como comunidad de vida y de trabajo, Por otto lado, al mismo tiempo comenzs la Iucha por la ‘gualdad de la mujer con el hombre. Pero, en cualquier caso, 10s 10 facron las Iglesias las que se adlantaon en es, sino los Iiveralesy sobre todo los socialstas, os cuales hicieron wna reflexin profunda sobre la stuacin de la mje en Iss com diciones productivas dela sociedad industil la anaizaron agudamentey a acompafaron de una erteaapasionada ala Sociedad burgues. 'No es por eso easulidad que ya en el Manifesto com- vista de 1848 aparezca un apartado dediado a a sitsacion de la mujer. Al reproche dela sociedad burguesa de que los somunistas quetran incroduci la scolectiviacion de ls mnujeress, Mars y Engels responden tajatemtente en si do- camento: «EI burgués ve en su mujer un simple instramento Productive. ¥ cuando aye que los insteumentor de produc: Gin deben ser explotados colectivamente, no puede, lgica- ment, imaginarse sino que exa suere de la colectvinacion afecarstambicn alas mujeres. No cae en a cuenta de que de lo que se tata precsamente es de acabar con [a situacion dela mujer como mero irstrumento de produccin. Por lo denis, nada mis ridculo que [a indignacion, ivestida de aa moral, de nuestros burgueses sobre la supuesta colectvi zaciin oficial dels mujeres por pace de Tos comunists. Los comunists no necestanimplantar he eolectivieaion de las mujeres porgue ésta ha existido ea siempre. A nuestros burgueses, no contencos con tener a sa dsposicin a las es posi ¢ is de sus proletaris, por vo hablar de a prosteu- Gin ofc es gusta sobremanera quitarse ls exposas os 2 owes. El matrimonio burpues es en realdad [a coleciviea~ ‘idm de las mujeres cssadas. Si acaso,cabiareprochae a los comunistas pretender susttir l actaleolectivsmo hipde tamente escondicio por otro oficial y franco, En todo e230, es evidente que con la desapaicin de las actiales condiciones de produccin desaparecera tambien la coletvizacin de la Iujer que de ells tae su eausa, dec, a prosiucién, tanto fa oficial como la no oficial Bara Marx, pes, y Engels que hizo suyas algunas ideas de LH, Morgan y de Bachoieny que defer a posibilidad del divorcio sin necesidad de proceso de sepaaci6n se trata ba precisamente de eso: de cambiar idicalmente la staei 106 de Ia mujer como «mero instrumento de produccidn» y lo- ‘grat que, en ls condiciones de una sociedad industrial carac- terizada por la divisin del trabajo, se le reconocieran iguales derechos ¢ igual dignidad que al hombre! 1a idea central en la interpretacin socialsta de la eman- cipacign de la mujer es, en est sentido, que la liberacin del proletariade por medio de la revolucién coalleva, como cos natural, [a liberacién también de la mujer. Asi se podia leet en [a obra de August Bebel (1840-1913) La mujer el socia- lismo (1883), que con sus docenas de ediciones marcatia la posicién de socialists y comunistas sobre Ia cuestin femeni- nna, Mas ati, en el seno del socialismo, incluida también la socialdemocracia, pasaria mucho tiempo antes de que des- aparecieran las ilusiones sobre la sincronia de la revolu- ‘ion social y la de los sevoe. Porque, efectivamente, los nis: mos vjefese socialstas (hasta el movimiento estudiantil del 68) han estado prestos a fustiga Ia explotacién social pero sin hacer problema al mismo tiempo de la explotaci6n en el seno de la propia familia © del propio grupo. Naturalmente, también del lado no socialista se dieron pasos en pro de Ia emmancipacion de la mujer. Y asi ya en el fio 1848 tuvo lugar en Estados Unidos wn congreso de mu- jeres que exigis que se reconaciera alas mujeres como ciuds danas con ighales derechos. En Gran Brera el movimiento politico emancipatorio comenzé después de 1860. Fue el filésofo Jobin Stuart Mill quien en 1867 planted en el parla- mento briténico [a primera proposicidn de reconocimiento del derecho de sufragio activo alas mujeres. En Alemania se funds en 1865 la Allgemeine Deutsche Frauenverein (Aso- ciacién General de Mujeres de Alemania), que se dedies sobre todo a los temas relacionados con el trabajo y la educa- cis de la mujer. Es tambien el momento en que las hijas de |i burguesia ee encuentran muchas veces presionadas para twabajar por cuenta ajena y acuden en masa a los eentros de formacion superiores, Pero, para nuestro planteamiento, aqui nos interesa mas preguntacnos por el crstianismo: é€dmo reaccionaton la Iglesia y la teologia ante la nueva situacién de la mujer en siglo xix? 107

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