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MEDITACIONES PARA SENORITAS, EL ABATE M.** _ Obra traducida de la XII edicion. francesa, Fe POK LA SENORITA * ns ANTONITA COROMINAS Y CAMPILLO, con la censura del Dr. D. Buenaventura Ribas y Quintava, Pbro. CATEDKATICO DEL SuMINAMO. Prometedine hacer cada dia un cuarto de hora de oracion, y yo os prometo el cielo. (Sta. TERESA). SS CEARTA LMOION, as BARCELONA. cd LIBRERIA RELIGIOSA, orig ae CENSURA MUY ILUSTRE SEXOR. Ie leido con toda atencion, ef libro que es objeto de la pre- senle censura y el primero que cn su nueva época publica la LanreRia Reviciosa. El fin que movida su autor prueba una Vez mas que ningun trabajo ha de ser estéril, ningun sacrilicio exayerado, cuando se trata del bien moral de Ja mujer. Y¥ digo del bien moral de la mujer, porque precisamente la nacion cina ha sido la primera de todas las naciones de la vieja Euro- pa, que ha trabajado con ero mas eficaz, para corromper a Ja mujer, extragando su corazon y prostituyendo su inteligen— cia: desde Diderot que la ensehaba a ser hombre, a sustituir al Hiombre en la vida de familia y en el gobierno de la sociedad, hasta Michelet que se empena en hacerla cobrar repugnaneia y asco por Lodo cuanto tiene relacion con la verdad religiosa y sus practicas. La Iglesia que sabe cuanto le cuesta esa que el mun- do llama bella mitad del género humano, sabe tambien cuanto vale y los grandes destinos que en esta vida terrenal le depara aquel Dies, cuya asombrosa y exquisila providencia ha dotado al hombre de todos los poderosos recursos con que cuenta Ja inteligencia, y ha prodigado en el corazon de Ja mujer un tesoro inestimable de beilisimos y encantadores sentimientos, que asi aromatizan la vida de familia, como hacen vibrar en la vida publica ese que se Hama corazon de la sociedad. No es extraiio; es el hombre el que en la vida del hogar piensa, combina, tra- baja y acumula; es la mujer la que alienta al esposo, le recibe amorosa cuando faligado de las tared del dia, busca a su som- y esella la que con la da solicitud ‘de la hormiga Y con la amorosa paciencia del pelicano, recibe y distribuye entre los pimpollos que crecen asusombra y que ella estima, como la mujer sabe eslimar. Entre las graves Ccuestiones que agita la fllosofia practica de nuestra ¢pocaen sus estudics morales, ocupa un lugar preferen- te la de la mision de Ja mujer en la vida de la sociedad, pues que Ja discusion entre sus derechos y sus deberes, la demar- cacion del limite de unos y otros, leva atascados y des- acordes a sus respectivos defensores. Es esta otra de las so~ me TY ee luciones practicas que el Catolicismo ha ofrecide, porque nctanado lo que ha encontrado resuelto desde el pi de lus siglos, cuando ha dieho que porque la mujer 1 lia de Jos pids del hombre, no puede ser su esclava; que no puede ser su sefora, porque no fué ella la que did al hom- bre su origen primitivo, sino que porque salié de su costado, debe de ser su compaiera. Por esto la arrancé de la brutal es- clavitud en que la tenia degradada la civilizacion romana; por 0 en la vida de la familia eristiana la rodea de las considera- jones que exigen sus buenas eualidades y hasta sus mismos defvclos; ora esposa unida a un hombre, al padre de familia con viniculo indisoluble, ora madre de sus bijos y como ellos acom- panda do derechos que la ley sanciona y protege, sosleniéndola hasta en la misma debilidad de su caracter. Ninguna institu- cio, ni filosofia alguna como Ja catdlica ha conocido tana fon- do y con tanta certera exactitud to débil que es la mujer y, como a consecuencia de ello, lo acreedora que es a su maternal soli- crlud. Flor de un dia que aja el viento de la tarde; arbol plan- tado junto @ Ja corriente, que dara frutos segun las aguas que lo rieguen; céfiro blando que balancea las ramas cargadas, le- nas de flores, 6 huracan desencadenado que arranca cuanto se opone al paso de su furor; candor avecilla que Lrina en las euramadas y exhala su cuita en la soledad de los bosques, 6 as- tota que espia al distraido caminante, clava el dardo y mala; en Ja mujer no hay términos medios porque en ella hay, casi siempre dominanle Ja vida del corazon sobre la vida de cabeza. ¥ este perfecto conocimicnto que de ella tiene Ja Igle- sii, hace que multiplique sus cuidados para prevenirla contra Jos ingeniosos lazos que las pasiones tienden a sus piés ineau- los: ya la exagerada imporlancia que las costumbres moder- nus le conceden, envaneciéndola hasta infatuarla, le recuerda de continue por una parte lo falaz de cuanto la rodea en el mun- do de la materia, y Hevandola como por 1a mano hasta el secrete mas recondito de su corazon, le haée ver y tocar por ella misma esa porcion de defectos que anidan en su fondo: desde la vani- dad que Ja engafa de continuo con ese empeno Lenaz en gue le hace creer que en ella todo son perfeceiones, hasta ese temor que ha hecho decir al mismo Espiritu Santo «Brevis omnis ma- lilia super ma) » (Eccli, xxv, 23) Descansamos en la seguridad, M. J. Sr., de que ese libro ha de secundar efieazmente el celo de nuestra Madre en dara la mu- Jer los recursos todos que la sostengan en los espinosos seude- _— v= fos de la vida, haciéndola digna de Henar cumplidamente fa mision que ha de desempefar, para que como a hija de familia, cual arbol creciente, devuelva a sus padres la sombra y ¢l abri- £0 que en su infancia le prodigaron; madre de sus hijos vaya Preparando para la sociedad miembros que la sostengan y sean reflejos de sus virtudes, recuerdos de sus bellas ejemplos, y para que como a Ja mujer fuerte, odo le sonria en la hora de las ul- timas lagrimas cridebit in die novissimo.» (Prov. xxv, 51). Porque en su nitero son muchas y en su variedad amenas medilaciones que contiene este libro, creemos que como ram iete de flores, crecidas unas en costosos invernaculos, y arran- cadas otras de la espesura de la selva, han de servir muy mucho en los variados lauces a que la vida de la mujer esta sujeta: vida comparable a la géndola que ora oscila en la suavidad ador- mecida de las aguas, ora cruje arrebatada por el espumoso bra- mido de las olas. Y porque en nuestro pais no abundan todavia esa Clase de libros dedicados, escritos exprofeso para las perso- nas que los necesilan 6 porque su piedad los jusca afanosa, 6 porque su distraccion 6 indolencia necesitan una mano amiga que con ellas les brinda, esperamos que este Manual Henara un vacio sentido por unos y no conocido por otros todavia. Asi es que, respelando el venerable ¢ ilustrado parecer de V.S. creo que por los resultados que ha de reporlar nuestra javen- lud, si empapa su espirilu en estas medilacioncs, puede conce- derse el permiso para su impresion, Bareciona ¥ mayo 3 de 1872. Dr. BCENAVENTURA Ribas, Paro. En virlud de Ja anterior censura, puede imprimirse la obrade due hace mérito, Bareclona § de mayo de 1872. JUAN DE Panav y Souter, Vicario Capitular. INTRODUCCION. Para sostenerse entre los peligros:del mundo, nada hay tan importante, por no decir tan ne- cesario, como la reflexion. En efecto, si de vez en cuando, no se entra dentro de si mismo, si no se detienen los pensamientos en objetos sé- rios y sdlidos, se acabara pronto, en medio de las agitaciones humanas, por olvidarse de Dios y del alma; y el corazon abierto por todos lados a las impresiones malas, sin fuerza y sin defen- sa, sera invadido por el pecado, La experiencia lo prueba, y vemos realizada todos los dias esta palabra del Profeta: La lierra estd desierta porque no hay quien entre dentro de su corazon (1). Pero la juventud sobre todo es la que tiene necesidad de reflexiones sérias para precaverse del vicio y fortificarse en la virtud. En esa edad, todo es ilusion; laimaginacion, semejante a una amable hada, da a todos los objetos un color falso pero seductor; el cielo esta siempre sere- no, la rosa carece de espinas y aun el tiempo mismo parece haber suspendido su rapido vuelo a fin de poder entregarse uno tranquilamente ysin temor al goce de los placeres. Es bien cierto que todos los vaivenes de la sociedad y todo lo que pasa al rededor de nosotros deberia (1) Jerem. Sit; 12, — Vil— contribiir a desencantarnos, y que la juventud misma no puede librarse del todo de la influe cia de laatmostera triste y nublada en que vivi- mos; sin embargo, son muchas aun las ilusiones, y en cuanto el trueno ha cesado, se olvidan los primeros temores, sobre todo si se es joven, y ano se tranquiliza facilmente en cuanto el hori- zonte aparenta ac se. Unicamente las ideas religiosas, impresas profundamente en el alma, son las que pueden contener el corazon, siempre avido de placeres, siempre dispuesto a precipi- tarse en ellos. Mié aqui porque una meditacion hecha cada manana, en aquella hora en que las ideas estan mas libres, la imaginacion mas tranquila, el jmicio mas recto, y en que las impresiones del aulnia son mas profundas y mas dutaderas, es un medio muy a propdsito para precaver un co- razon joven contra el encanto de la frivolidad, que oscurece, como dice el Sabio, las mejores tn~ teligencias (1). Solo con Dios, recogido durante algunos minutos & los piés de un Crucifijo, el Espiritu Santo le habla a uno, le hace compren- der la vanidad de las cosas del mundo y le de- muestra que lo unico sdlido que existe son los hienes de la eternidad; alli conoce mas clara- mente Ja fealdad del pecado y Jos encantos de Ja virtud, aprende a temer los peligros que le rodean y i precaverse contra ellos, y este ejer- cicio repetido todos los dias le hace habituales Jos pensamientos sdlidos y cristianos y los sen- timientos mas puros de la Religion. Asi es que (1) Sab. av, 12, wm [X oe todos los maestros de la vida espiritual reco~ miendan del modo mas cficaz el ejercicio de la oracion, y las jovenes que se dedican a él sé mente hacen grandes progresos en el bien, Desgraciadamente un gran numero de ellas sse apartan de este ejercicio por suposiciones erroneas, Se figuran que es muy dificil hacer oracion, que este ejercicio conviene solo a las personas perfectas, y que seria inutil que ellas emprendiesen una tarea superior a sus fuerzas. Pero esto no es mas que una ilusion. Tan dificil es hacer oracion como rellexionar sériamente sobre cualquier otra cosa. Una joven, por ligera que sea, gu0 reflexiona, al menos durante algu- nos momentos, cuando se dedica a un estudio, cuando babla con sus padres de algo que le in- teresa? Pues bien, que ponga esta atencion en Jas cosas espirituales, y h¢ aqui la oracion. Medi- dar no es otra cosa que reflexionar sériamente, Dicen, es verdad, que rodeados sin cesar de objetos sensibles que nos distraen, es dificil re- coger nuestro espiritu y fijarlo en objetos que no vemos. Pero ante todo, las distracciones no son faltas, si procuramos combatirlas; Dios no nos pedira cuenta de ellas; al contrario, recom- pensara nuestra buena voluntad. Ademas, per- severad, y poco 4 poco dominaréis la ligereza de vuestro espiritu, y 0s acostumbrarcéis, como os lo decia ahora mismo, areflexionar y acaba- réis por encontrar en este santo ejercicio mu- cha dulzura y muchos eneantos. Sin embargo, es menester confesar que la movilidad de la imaginacion y la influencia per- judicial de los objetos sensibles no es el tinieo obsticulo que retrae a Jas personas jovenes y les impide entregarse 4 Ja oracion. Proviene tambien de que carecen de libros que estén su alcance, y que facililen este importante ejer- cicio por la buena eleccion de las meditaciones y por la claridad y el método con que esténs presentadas. La experiencia de mi ministerio me demuestra todos los dias que éste es uno de los grandes obstaculos que retraen a las jovenes de Ja meditacion. Para llenar, pues, este vacio que existe en los libros de piedad, he emprendido el escribir es- tas Meditaciones para uso de la juventud. No pre- sento mas que puntos practicos y consideracio- nes sencillas, evitando con cuidado todo aquello que no fuera de facil comprension y que opri- miera el espiritu. He procurado tambien ser claro y melodico, a fin de que la inteligencia pueda comprender facilmente la verdad y pasar naturalmente y sin esfuerzo de un punto a otro. El plan que he seguido es enteramente sen- cillo y queda ya indicado naturalmente por las meditaciones que versan sobre las obligaciones de las personas jovenes. En la primera série trato 1.° de los deberes generales, 6 del vicio y de la virtud en general; 2.° de los deberes particula- res para con Dios, para con el préjimo y para con- sigo mismo, 6 del vicio y de la virtud en parti- cular, En la segunda série hablo de los medios que tiene la juventud para cumplir-sus deberes, 6 de la huida del vicio y la practica de la virtud. Ademas, para facilitar la preparacion proxima la oracion, he indicado al principio de ella cuales son los actos que deben hacerse inme- mt =e diatamente antes de entrar en el cuerpo de la meditacion. En fin, en una meditacion preliminar en que esta representada el alma que hace oracion, en- seiio cuales son las reflexiones, los afectos y Jos propdsitos que se deben tener y el orden en que han de hacerse, pues, si bien el espiritu no debe estar siempre sujeto 4 un método, so- bre todo cuando ya se ha adelantado en la pie- dad, como lo diré mas adelante, sin embargo, importa, al menos hablando en general, que las jovenes que empiezan sigan en la oracion el metodo generalmente admitido. A Vos, augusta Maria, dulce y poderosa ami- ga de la juventud, amable protectora de Ja par- ae que el Sefior me ha confiado, 4 Vos dedico esta pequeia obra. Concededla, os su- plico, vuestra maternal bendicion, 4 fin de que ueda ser de alguna ulilidad 4 una de las mas interesantes porciones del rebaiio de vuestro Ilijo y sobre Ja cual descansan en gran parte las esperanzas de la Religion. ACTOS PREPARATORIOS DE LA ORACION. ACTO DE FE EN LA PRESENCIA DE DIOS, ;Oh, Dios mio! sé que estoy delante de Vos, ue me rodeais por todas partes con vuestra in- finila presencia: Pues en Vos, dice el apéstol san Pablo, lene- mos el ser, el movimiento y la vida (1). La espon- (1) Actas de los Apdst., xvii, ai, — Ml Ja empapada en agua no esta mas penetrada de este elemento de lo que yo lo estoy de vuestra divinidad: me veis, we ois, leeis en Jo mas in- timo de mi alma, contais todos los latidos de mi corazon; no hay en mi ni un solo pensamiento, ni un solo afecto que os sea desconocido, Y no es Unicamente en este lugar donde estais pre- sente; en cualquier parte 4 donde vaya, os en- suentro siempre. Si subo al cielo, alli estais; si bajo é los abismos tambien estais alli. jOh, Dios mio! penetradme profundamente durante mi oracion, del pensamiento de vuestra divina presencia, ACTO DE ADORACION. Ahora, Seiior, permitid 4 vuestra pobre sier- va que deposile a vuestros piés sus homenajes y sus adoraciones. Si no afaden nada a vuestra felicidad y 4 vuestra gloria, no por esto os son menos debidos; pues por Yos soy lo que soy; mi alma con sus potencias, mi cuerpo con sis sentidos, mi vida, son otros tantos dones de vuestra liberalidad; no tengo nada de mi misma, todo me viene de Vos. Dignaos, pues, job su- prema Majestad! recibir mis homenaj mitidme que con vuestros angeles diga: ; Santo, Santo es el Schor Dios de los ejércitos, lle- nos estan los cielos y la tierra de su-qloria, hosan- na en lo mas alto de los cielos! * ACTO DE HUMILDAD Y DE CONTRICION, Pero gquién soy yo, joh Dios mio! para atre- yerme asi 4 bendeciros y a presentarme delante - x de Vos? jAy! yo no soy solamente una pobre eriatura cuya duracion es de un dia, un débil gusano que cualquiera puede aplastar, soy aun mucho menos que eso; soy una miserable pe- cadora. Aunque joven todavia, os he ofendido mil y mil veces, me he olvidado de vuestras hondades paternales, me he atrevido a deciros: Vo no obedecere! He violado vuestra ley sagra- da, he cometido el pecado, y quizas el pecado mortal! ;Oh, Dios mio! no os enojeis contra mi, yo me anonado delante de Vos, reconozco mi crimen y lo confieso del fondo de mi corazon. (Aqui se dice la Confesion general). ACTO DE UNION CON NUESTRO SENOR. Ya que soy tan miserable y nada puedo por fui Misma, Me uno a vosotros, santos y santas del cielo para bendecir a mi Dios. La-santidad de vuestros homenajes disimulara la indignidad de los mios. Sobre todo me uno a Vos, adora- ble Jesus, por quien es dada toda honra y toda gloria al Padre celestial y sin el cual ningun obsequio, ni ningun sacrificio le es agradable; revestida con Ja vestidura de vuestra santidad infinita, como en otro tiempo Jacob con la ves- tidura de Esai, podré como él obtener la ben- dicion de mi Padre. INVOCACION AL ESPIRITU SANTO. Y Vos, Espiritu Santo, que iluminais las in- teligencias, fuego devorador que consumis los corazones, disipad mis linieblas ¢ iluminad mi — xv — espiritu, con el vivo resplandor de la fe. Abra sad tambien mi alma con yuestras celestiales Hamas, y libradme durante esta oracion de pen: samicntos frivolos é inutiles. Aqui se dice el Veni Sancte Spiritus. Tales son poco mas 6 menos los actos prepa- ratorios para la oracion. Se pueden variar las palabras pero en el fondo han de quedar siem- pre los mismos. CUERPO DE LA ORACION, MODELO DE MEDITACION. Despues de la preparacion préxima,se entra en ¢l cuerpo de la oracion, del modo siguiente que yamos a aplicar a la primera de nuestras meditaciones: subre i necesidad de servir & Dios desde la juventud. Os adoro, jol, dulce Jess! ofreciendo a vuestro Padre los primeros dias de vuestra ju- ventud y consagrindolos & su gloria y a su amor. jOh, cuan hermosa fué esta ofrenda! ja- mas ni los hombres ni los angeles presentaron a la Majestad suprema una dadiva tan pura. Ji ventud amabilisima de mi Jestis, hendita seals, alabada y glorificada por todas las eriaturas; gracias os sean tambien dadas por el buen ejen!- plo que me proporcionais. jOh, Dios mio! mi juventud os pertenece; habeis dicho en vuestra sagrada Eserilura que las primicias pertenecen al Seior ; en la ley an- ligua queriais que se ofrecieran Jas primicias de todos los bienes, los primeros frutos de los Lig arboles, el prinogénite de los rebaiios, el pri- mogeénito de la familia; yo, pues. debo tambien ofreceros los preciosos ‘dias de mi juventad, tiempo el mas hermoso de mi vida. Ademas, gno sois Vos mi Criador y mi Padre? {no os debo yo, por consiguiente, todo lo que mas pue- de agradaros? Ya lo sé, Dios mio, nada puede seros mas agradable que esta primera juventud, en que los afectos son tan vehementes, los pensamientos tan suaves, los sentimientos tan tiernos; en que cl alma empieza a comprenderse a si misma, a reflexionar sobre todo lo que la rodea, y mas que todo a experimentar la necesidad de ele- varse hacia Aquel que la hacriado, Esta juventud interesante os agrada mil veces mas que el ramillete de flores primaverales de- positado sobre vuestros altares, dadiva graciosa de la mas hermosa de las estaciones; y lo que me demuestra en gran manera lo precioso que esta ofrenda es 4 vuestros ojos, es el empeio del demonio en apoderarse de ella. Pues este maligno espiritu tanenvidioso de vuestra gloria, se esluerza continuamente en arrebataros lo que puede. En efecto, qué es lo que sucede en el mundo? ea cuanto una joven hace su entrada en €l, el intierno todo Jo pone en movimiento para seducirla, Ella siente nacer en su corazon el amor a los placeres y 4 las diversiones munda- has; Una voz engafadora le dice que no deje marchitarse la flor de la estacion, y que se co- rone de rosas antes de que se marchiten. La vanidad la asedia por todos lados é infiltra en el fondo de su alma el deseo insensato de — WI — Jos vanos adornos. El respeto humano la inquie- ta y pone trabas 4 su valor; la pereza esparce en sus venas un veneno amortiguador cuando se trata de las cosas del ciclo y tinicamente le deja actividad para Jas de la tierra; en una pa- labra, el demonio no olvida nada para tener las primicias de la juventud. Lo conozco, lo expe~ rimento todos los dias. Pero joh mi buen Maes- tro! ya que estas primicias son tan preciosas, no sera vuestro enemigo quien las lenga; seréis Vos, joh Dios mio y Padre mio! No quiero es- perar para daros mi corazon a que esté marchito por el prolongado goce de Jos placeres del mundo, ni ofrecéroslo cuando ya easi sea inca- paz de amaros. San Agustin se reproché toda su vida el ha- heros arrebatado los hermosos dias de su ju- ventud, y exclamaba 4 menudo en Ja amargura de su dolor: ;Hermosura siempre antigua y stem pre nueva, cudn tarde te conoci! Mas feliz que Agustin, tengo la ventaja de conoceros; jojala no sea yo mas culpable que él! Alma mia, no es tinicamente la gloria de Dios la que pide mi juventud, nuestro propio interés nos obliga a darsela. Hsetichemos lo que dice el Sabio: Cuando et joven Ueque a la vejes, no se apartard de tos senderos por los que camino en su Juventud: pues las primeras impresiones de la virlud se fortifican en un corazon joven, aumen- tan con los afios y en una edad adelantada pro- ducen abundantes frutos. Asi sacedié en ta ley anti tla joven Rebeca, educada desde un principio en el temor del Sefior; a Judith, cuyas virtudes aumentando siempre desde su — Av lierna juventud, le alcanzaron la gloria de liber tar asa pucblo del yugo estranjero; 4 Esther, 4 quien las pompas y los festines del palacio de suero no desviaron del Dios que Mardoqueo Je habia enseiado 4 amar desde sus primeros ailos; 4 Sara, la companera del joven Tobias; y en el Nuevo Testamento @ una multitud de he- roinas entre las cuales brilla como el astro de la noche en medio de las estrellas, Maria, la Madre de Jestis y la mia, que pas6 en cl templo al abrigo de los altares del Sefor, los dias tan puros de su hermosa juventud y que desde la edad mas tierna se fué formando para su subli- me vocacion. Sin duda puede suceder que una joven des- pues de haber pasado sus primeros aiios en la Inocencia, por un concurso desgraciado de cir- cunslancias y por los esfuerzos multiplicados del inficrno se salga del sendero que cl Sefior le ha trazado; pero no quedara perdida la preci semilla depositada por la piedad en su corazon; mas adelante se acordara del Dios que alegraba su juventud: este recuerdo despertara el remor- dimiento, y el remordimiento la conducira al camino recio. Al contrario, la vuelta es mucho mas dificil para el alma que no ha amado en un principio asuCriador; tan dificil sera arranear las malas impresiones que lia recibido en su juven- tud, como la mala yerba que un labrador des- cuidado ha dejado crecer con el trigo, tan difi- cil como enderezar un arbol envejecido. Era menester levantarse temprano para recoger el mana, piles los rayos del sol lo derretian, Bus- SeNonitas, — wil — uemos, pues, alma mia, segun el consejo del sabio, busquemos desde la maiana la bendicion del Sehor; de lo contrario corremos el peligro de no encontrarla, El dice: «Estoy sentado desde ef alba de! dia a la puerta del que me busea, pero permanezco Iéjos de aquel que espera que la hora esté adelantada para buscarme.» CONCLUSION. Reso.veion.—jOh Dios mio, que yo os ane no durante pocos dias, no maihana, sino desde ahora! Bebo hacerlo para vuestra gloria y para mi sal- vacion; aqui a vuestros piés lo resuelvo firme- mente. Os consagro mi juyentud, es vuestr: yo os la doy. Pero, Seiior, Vos conoceis mi de- bilidad, yo no puedo nada sin el socorro de vues- tra gracia. Venid, pues, 4 ayudarme, dadme la fuerza de cumplir la resolucion que acabo de tomar. Y Vos, amable Maria, Vos cuya juven- tud fue tan hermosa y tan pura, Vos que sabeis qué felicidad es servir & Dios desde los prime- ros ailos, joi! venid en mi socorro, sed mi protectora y mi Madre, apartad de mi al demo- nio que quiere perderme, y conscrvad 4 mi javentud la pureza y la inocencia; va en ello la #loria de vuestro Hijo. Hlé aqui, mi oracion acabada; os doy gracias, joh Dios mio! por haberme sufrido en vuestra santa presencia; os doy gracias tambien por los buenos pensamientos que me habeis sugerido y por las resoluciones que habeis inspirado 4 mi = xi = corazon, Os pido de nuevo fuerza para ponerlas 'n practica y os suplico me deis vuestra ben- dicion, | Rainvere espiitvan. Procuraré recordar du- rante el dia estas palabras: Acordaos de vuestro Criador en los dias de vuestra juventud. Sera ella Para mi un manojito de flores, cuyo aroma, lleno de dulzura, conservara en mi el recuerdo del delicioso jardin de la oracion en el cual me ha introducido la bondad divina. Cuando uno pasa por un jardin esmallado de flores coge ullas Cuantas, cuyo Suave aroma sé complace en respirar: hé aqui porque se ha dado el nombre de Ra- millete espiritual & eslos pensamientos principales. Aqui se puede decir el Sub tuum presidium 6 el Acordaos. Tal es el curso ordinario que se ha de seguir en la oracion. Sin embargo (y hablo aqui a las personas que han hecho progresos en este santo ejercicio), no se ha de estar tan sujeto a este orden, que no pueda variarse algunas veces. San Francisco de Sales hace con este motivo re- flexiones de una grande sabiduria: «Sucedera que inmediatamente despues de tu preparacion tu afecto se encontrara conmovido para con Dios; entonces, Filotea, es menester soltar la brida sin querer seguir el método que te he dado, pues, si bien ordinariamente la consideracion debe preceder a los afectos y a las resoluciones, si el Espiritu Santo te da los afectos antes de la consideracion, no debes buscarlaconsideracion, puesto que ésta tinicamente sirve para mover el -_ Xi — afecto. Siempre que los afectos se presten, es menester hacerles lugar, vengan antes 6 des- pues de la consideracion..... y esto se ha de entender tambien respectoa laaccion degracias, al ofrecimiento y ala suplica, que Lampoco se han de contener, si bien despues para conclu~ sion de Ja meditacion es menester repetirlos, Pero en cuanto a las resoluciones, se han de formar despues de los afectos y al fin de toda la meditacion antes de la conclusion (1).» Atiado a esto que si uno solo de los motivos propuestos en la meditacion basta para ocupar el espiritu durante el tiempo de la oracion, no es necesario pasar 4 otro. Asi por ejemplo, en el motivo que acabo de presentar por modelo, si la primera razon para servir a Dios, sacada de su gloria, es suficiente, no es preciso pasar a la segunda, sacada de nuestro propio interés. Se debera dejar para el dia siguiente la meditacion sobre este segundo punto. En fin, afiadiré con san Francisco de Sales: Al salir de esta oracion intima, se ha de tener cuidado en que el corazon no reciba ninguna sacudida, pues derramarias el balsamo que has recibido en la oracion. Quiero decir, que, si es posible, se debe guardar un poco de silencio y conducir suavemente el corazon de la oracion a los negocios, conservando el mayor tiempo Bie sible los sentimientos y los afectos que se han concebido (2).» El recogimiento ts el mejor guardian del fruto de Ja oracion. (1) Introduccion a la vida devola, 2.* parte, cap. vu. (2) Idem, MEDITACIONES PARA SENORITAS, PRIMERA SERIE. DEBERES Y OBLIGACIONES. DEBERES EN GENERAL. I MEDITACION. Obligacion de servir & Dios desde fa juventud. Adora, Dositea, a nuestro Seiior Jesucristo ofreciendo 4 su Padre los primeros dias de su juventud y consagrandolos a su gloria y a su amor. ;Oh! jcuan bello fue este ofrecimiento! jamias ni los hombres ni los angeles ofrecierou a la Majestad suprema dadiva tan preciosa; ad- mira, alaba y bendice las incomparables gra- cias de esta amable juventud de Jestis consa- grada asi al Sefior, y da gracias del fondo de tu alma a ese buen Maestro por el saludable ejem- plo que te presenta. Debes consagrar a Dios, Dositea, las primi- cias de tu juventud; en efecto, la sagrada Es- aa 2D ce critura ¢no nos enseha que das primicias perle= necen al Senor (1)? Dios en cl Antiguo Testamento éN0 queria que se le ofreciesen las primicias de todos los bienes, los primeros frutos de los arboles, el primer nacido de los rebaitos, el pri- mogénito de la familia? Ademas, mi querida Dositea, consulta 4 tu razon, y ella te dira que siendo Dios tu Criador y tu Padre, debes darle lo mejor y lo que le sea mas agradable en ti. Nada puede serle mas agradable, nada mejor pucdes ofrecerle que esta primera juventud cn que los afectos son tan vehementes, los senti- niientos tan tiernos, los pensamientos tan sua- ves; en que el alma empieza 4 comprenderse a si misma, 4 reflexionar sobre cuanto la rodea y, sobre todo, experimenta la necesidad de dedi- carse 4 alguna cosa. Mira, en los dias de festivi- dad del Seiior, esas hermosas flores de prima- vera con que adornas sus altares; gpuede en- contrarse algo que sea mas agradable al Dios de Ja naturaleza que esas graciosas dadivas de la primera de las estaciones, alimentadas con Jos mas dulces rocios del aiio y vivificadas con los mas puros rayos del sol? Del mismo modo, mi querida Dositea, no pue- des presentar al Dios de tu alma ninguna ofren- da que valga tanto como la de los pensamientos y afectos de un corazon en la primavera de su vida. Comprenderds mucho mas aun esta impor- (1) Num., xxx1, 20, — 9 = tante verdad si examinas el cuidado que el de- monio tiene en arrebatar a Dios sus amadas pri- micias : pues este orgulloso espiritu , envidioso de la gloria de su Seior, procura ante todo arre- batarle aquello que puede procurarle mas glo- Tia y causarle mas placer. Considera a una per- sona joven en el momento en que entra en el mundo: todo conspira para seducirla; siente na- cer en si el amor a los placeres muadanos; una voz engaiadora le dice que no deje que se ajen las flores de la estacion, y que se coroné de rosas antes de que se marchilen (1), La variedad la ase- dia por todas partes é infiltra en su corazon el deseo de varios adornos. El respeto humano la inquieta y pone trabas a su valor con el temor de las burlas de las personas mundanas; la perc- za esparce en sus venas un veneno amortigua~ dor cuando se trata de las cosas del cielo, y solo le deja actividad para las de Ja tierra, En una palabra, el demonio no olvida nada para arreba- tar 4 Dios el corazon de Ja juventud; es una vic- lima que quiere inmolar en sus altares todo trance ; tal es el valor que tienen ante su vista los afectos de la juventud. jAh, Dositea! si tan preciosos son, no se los niegues 4 tu Criador. i Quiéres esperar a darle tu corazon cuando este marchitado por el prolongado goce de los falsos placeres del mundo, cuando sea casi incapaz de amarle? San Agustin se reproché toda su vida (Q) Sab. u, 8. =o = el haber negado a Dios sus mas hermosos dia yexclamaba & menudo en la amargura de alma: Hermosura siempre antigua y stempr nueva, jcudn tarde te conoei! Parate aqui alen nos momentos y mira si no quieres dar 4 t Padre celestial mas que el desecho de las pasio. nes y del mundol... Pero, querida Dositea, no es solamente la glo. ria de Dios la que pide que le consagres tu cora zon ; tu mismo interés te obliga a ello. Convien al hombre, dice el profeta Jeremias, llevar ¢, yugo del Senor desde su infancia (1): et joven ailadeelSabio, cuando Uegue & los dias de su vejez no se apartard del sendero en que haya marchad durante su primera edad. En efecto, Dositea, cuando la inteligencia empieza 4 comprende las cosas, las primeras impresiones de la vir- tud se fortifican en un corazon joven 4 medida que los alos aumentan, y en una edad avan- zada producer frutos abundantes y duraderos. Asi sucedié en la ley antigua a Ja joven Rebeea educada desde un principio en el temor del Se- fior; a Esther, a quien la pompa y los festines del palacio de Asuero, cuyo mas bello adorno labia Hegado a ser, no la desviaron del Dios que habia alegrado sus primeros aios; 4 Sara, Ja amable compaiiera del joven Tobias; y en el Nuevo Testamento, 4 una multitud de heroinas de todas clases, en medio de las cuales brilla. (1) Jerem., mw, 27. ap A ne emejante al astro de la noche entre Jas estre- Ilas, Maria, la Madre de Jestis y la tuya, que paso en el Templo, al abrigo de los altares del Scior, los dias tan puros de su infancia y se for- mo anticipadamente para sus elevados destinos, Sin duda, Dositea, puede acontecer que una joven, despues de haber pasado sus hermosos aios en la inocencia, por un concurso desgra- ciado de circunstancias y por los multiplicados esfuerzos del infierno, se aparte del camino rec- to que habia seguido hasta entonces; pero Ja preciosa semilla que fué depositada en su alma no quedara perdida; mas adelante se acordara del Dios que era su felicidad, y este recuerdo despertara en su corazon un saludable remordi- miento que le conducira al camino de salvacion. Mas de un ejemplo lo demuestra. Pero la vuelta es mucho mas dificil para un alma que no ha amado desde un principio 4 su Criador. gComo, dice el Sabio, podreis encontrar en la vejes lo que no habeis encontrado en ta juventud (iy? Sera tan dificil arrancar las perniciosas impresiones recibidas en la edad primera como las malas yer- bas que crecen con el trigo; gse puede acaso enderezar un arbol viejo? Era menester levan- tarse temprano para recoger cl mana; de lo con- trario los rayos del sol lo derretian (2): del mis- mo modo, mi querida Dositea, se ha de buscar (1) Eccli., xxv. (2) Sab., xvi, — 3 — la bendicion del Sefior desde la manana de la vida, sino corremos el peligro de no encontrarla mas. 0 estoy sentado desde el alba del dia é Ig puerta del que me busea, pero permanezco lejos de aguel que, para encontrarme, espera que la hora sea ya adelantada (1). jOh! jcuantas refle. xiones inspiran estas palabras! Meditalas alzu. nos instantes,.. Dositea, tu ves cudinto te importa servir al Senor desde tu juveutud; ves que su mayor elo- ria te obliga a ello indispensablemente. Pide, pues, ahora la gracia de poner en seguida mano a la obra, ya que tus propias fuerzas no basta- rian si el auxilio de Dios no vinicra en tu aya- da; y pidelo por la intercesion de Maria, que ha conocido tan bien la felicidad de una juventad pasada en el seno de la piedad, Ademas, despues de haber dado gracias a Dios por los buenos sentimientos que te ha ins- pirado durante esta pequeiia meditacion, re- suclve: Hucer un acto de consagracion do tu juyentud a Dias y conserva como Ramillete espiritual estas palabras : «Acuerdate de lu Criador en los dias de tu juventud.» (Eccies,, xu, 1.) (1) Sab., vi, 15. 1] MEDITACION. Pelicidad de que se disfruta en el servicio de Dios. Ofreee , Dositea, tus homenajes a nuestro buen Maestro, el cual para animarte @ que le sirvas desde tu juventud te asegura que su yugo es suave y su carga ligera (1). {Oh! agradécesclo del fondo de tu corazon, y ruégale que te haga comprender bien esta verdad durante esta me- ditacion. La verdadera felicidad, Dositea, se encuentra en el seno de Dios. Alli es donde reside la ple- nitud de la dicha, y desde alli se derrama sobre las criaturas como desde un manantial inagota- hle. Los escogidos son felices en el cielo solo con la felicidad de Dios, y los réprobos en el infierno son desgraciados tan solo porque en nada parti- cipan de esta felicidad suprema. Pues cuando un alma esta unida a Dios por el amor que le tiene, y por la observancia de sus divinos mandamien- los, gsera posible que no sea Ieliz? Descansa sobre el corazon de Jesus y gpodra no sentir nada de su dicha infinita? gno caeran en ella algunas sotas de ese rio de paz? |Felices, dice el Profeta, felices todos aquellos que temen al Srror y que 1) Matth., x1, 29, 30. andan por sus caminos (1)! ;Oh, Dios mio! dice tambien, he audado por un camino que se enstn- chaba delante de mi, porque he observado vuestros divinos mendanientos (2), y nucstro Seior Jesu- cristo que ha venido al mundo para demostrar- nos el camino de la felicidad, nos dice: Tomad mi Yugo, porque mt yugo es suave y mi carga ligera. Es verdad, Dositea, que la joven sierva del Senor no disfrutara de la loca alegria de los festines mundanos, no experimentara aquel em- bebecimiento del animo, no tendraaquella exal- tacion de imaginacion y de pensamientos que liene algunas veces la joven mundana; pero como su alegria esverdadera,esuna alegria tran- quila que no es disipada ni desordenada; es una alegria pura y deliciosa que se derrama suave- mente en el alma, que la recrea y la ilumina agradablemente. Y mientras que la alegria del mundo se disipa y desyanece como un suefo, en cuanto pasa el festin que la ocasion6, la suya, al contrario, per- nanece siempre en el fondo de su corazon aun en medio de las mas terribles pruebas de la vida. Si lo dudas, Dositea, dirige una mirada a santa Clara durante veinte afios extendida en una cama y llena de sufrimientos sin perder nunca la calma y la serenidad de su semblante; sobre santa Teresa siempre amable y alegre en f) Ps. cxxvur. (2) Ps. exvus.—(3) Ibid, —a— medio de los dolores mas agudos que pucden sentirse; sobre santa Rosa de Lima, esa simpa- tica flor de América, que esparcié su mas suave aroma cuando mas abatida estuvo por la tempes- tad: «Seior, decia ella alegremente en lo mas fuerte de las persecuciones y de las enfermeda- des, aumentad mis sufrimientos con tal que al mismo tiempo aumenteis vuestro amor en mi corazon.» Considera, ademas, a santa Isabel de flungria ; echada de su palacio despues de la muerte de su marido, se ve obligada a vivir en una habitacion mezquina; la encuentra un dia una vieja pordiosera, que maltratandola fuerte- mente la hace caer tan larga como era en un ria- chuelo infecto y Heno de lodo, y ahadiendo la burla a la barbarie, le dice: « Héte aqui pobre y revolcada en el lodo; no seré yo quien te levan- te.» Isabel, siempre dulce y paciente, se levan- ta lo mejor que puede y empieza a reirse de su caida diciendo: «Vaya ésto en cambio del oro y Jas pedrerias que Hevaba yo en otros tiempos.» Despues, Ilena de resignacion y de una perfecta alegria, se va 4 un cortijo cercano a lavar su yestido manchado. Hay, pues, muchas dulzuras ocultas en el servicio de Dios, puesto que pro- porciona tanta alegria aun 4 las almas mas pro- hadas por las penas de esta vida. Escucha ahora, Dositea, 4 ta amable Salvador que te dice: «Hija mia, hé aqui mi yugo; glo quieres tomar? ZQuiéres Hevarlo todos los dias = 3) = de tu vida? Puede ser que algunas veces te pa- rezca pesado; pero entonces Ilimame y Yo ven- dré ati y lo aligeraré, pues Yo mismo lo Hevaré contigo.» Contéstale: «Si, Dios mio, si; quiero llevar este agradable yugo; tal es el ardiente deseo de mi corazon: didmelo para que yo lo abrace; pero venid en mi auvilio, Sefior; ayu- dadme con vuestra gracia, pues sin Vos no pue- do hacer nada, RESOLUCION.— Examinar qué es lo que mas se opo- ne en lu corazon al reino de Dios y renunciar zenerosa- mente a ello. RAMILLETE ESPIRITUAL.—Tomad mi yugo, porque mi yugo es suave y mi carga ligera. Ill MEDITACION. Dulzuras de la devocion. Ll nito Jess, dice el santo Evangelio, erecia en edad y en gracia delante de Dios y de los hom- bres. Ofrece , mi querida Dositea, el homenaje mas profundo de tu corazon a ese Salvador leno de encantos, cuya juventud respiraba un suave aroma que hacia amar la virtud aquellos que se acereaban a él, y sentada tranquilamente a sus piés, medita atentamente las dulzuras de Ia piedad y los atractivos exteriores con que Dios ta ha adornado. Desgraciadamente esta muy esparcida en cl mundo la erronea creencia de que la piedad es cnemiga implacable de la jovialidad y alegria; — i = que, siempre triste y fastidiosa, se complace tini- camente en pensamientos sombrios, y que sola- mente sirve para los claustros y para el silen- cio de la soledad, Este error es muy perjudicial, pues desvia de la virtud 4 una multitud de jo- venes dotadas de felices disposiciones para el bien; y, con todo, nada hay tan mal fundado como este reproche que el mundo hace 4 la vir- tud. En efecto, Dositea, viste en tu ultima me- ditacion que el alma sinceramente virtuosa goza de una felicidad verdadera, que su corazon esta en paz y, sirviéndome de una expresion de la sagrada Eseritura, en un coniinuo festin. ~Co- mo quieres, pues, que un alma asi llena de la alegria de Dios no sea amable y alegre? Como es posible que la tristeza y el fastidio oscurezcan su frente mientras su corazon esta leno de la paz del cielo? gPodra ser enemiga de los placeres inocentes aquella alma cuyas facultades nadan en la alegria? La caridad es amable, dice el apdstol san Pablo; y aqué es la devocion sino la caridad 6 el amor de Dios? Y sila verdad es amable, la piedad tambien lo es; es condescen- diente con el projimo, se presta con complacen- cia 4 sus juegos y 4 sus diversiones inocentes, se complace en pronunciar palabras de dulzura y de paz, presta todos los favores que estin a su aleance. Sin duda alguna, Dositea, la j6ven pia- dosa huye de los placeres peligrosos en que la Virlud naufraga tantas yeces,, no se sonrie al oir | discursos que ofenden la modestia 6 hieren |i caridad, no permite familiaridades inconvenien. tes; pero la amabilidad no consiste en esto; puede uno ser alegre, dulce, lleno de compla- cencia para con los demis sin aplaudir el mal y sit exponerse a perder la inocencia del corazon, Pero tal vez me diras: ;Cuantas personas hay que se Haman devotas, que reciben & menudo los sacramentos, a quienes sc ve todos los dias al pie de los allares, y que, sin embargo, per- manecen en una tristeza mortal! nunca se asoma asus labios una dulee sonrisa; las devoran la amargura y el sentimiento. ;Oh Dosilea! eseti- chame: hay muchas personas que se llaman de- volas, que ellas mismas se liguran serlo verdade- ramente, y que, sin embargo, estan muy ]éjos de poseer la piedad segun el corazon de Dios. Muchas hacen consistir Ja devocion tan solo en las practicas exteriores de religion y no piensan en reformar su interior; asi es que nunca estan satisfechas; una turbacion continua las agita, porque no estan en paz con Dios ni consigo mis- mas. No es, pues, nada extraio que no sean ni alegres ni amables. Olras engaiadas por una triste ilusion del demonio, que es espiritu de temor, no comprenden que pueda unirse la ale- gria a las practicas de devocion; un chiste ino- cente, un juego, una diversion moderada, les parecen cosas enteramente incompatibles con la Religion. Creeriay ofender a Dios si se entrega- Aaa BS sccm sen 4 una recreacion honesta; son conciencias erroneas, corazones pequeiios, siempre tirantes con el Sefior, y estas almas, Dositea, no cono- cen la verdadera devocion. Otras tienen aun la idea de que no se puede ser devoto sino en un claustro, que es imposible amar verdaderamente 4 Dios en medio de las ocupaciones del mundo; se liguran que todas Jas practicas exteriores 4 que se creen obligadas son absolatamente nece- sarias para practicar Ja virtud; y esto las cansa, las fastidia, destierra toda alegria de su cora- zon y las hace insoportables 4 los demas y a ellas mismas. Hay, en fin, otras 4 quicnes Dios prueba; timidas con exceso, temen donde no hay que temer; e! demonio presenta sin cesar a su turbada imaginacion fantasmas horribles. Pero si son verdaderamente devotas, este estado de angustia no durara siempre, porque tendran una obediencia ciega al director de su concien- cia, y la obediencia les devolvera Ja tranquilidad y la paz. Ya lo ves, Dosilea, si hay almas tristes y dis- plicentes, la culpa no es de la devocion, lo es de las personas que pasan por devotas y en realidad no lo son. Continua tu oracion y te convenceris cada vez mas de ello. Bien léjos de entristecer, la devocion, al contrario, suaviza y dulcifica los * caractéres mas asperos y desagradables. Habras vido hablar de san Francisco de Sales, y al hablarte de él no habran omitido el elogio de su 3 SeNonitas —34—- dulzura, de esa virlud que esta esparcida como una suave aroma en loda su vida y que se respira en todos sus eserilos. Tal vez crees, Dositea, que este Santo tan amable y tan dulce habia nacido con estas felices disposiciones. ‘Te equivocas; estaba dotado de un cardcter excesivamente fuerte; pero la devocion vencié 4 la naturaleza y domé aquel corazon fogoso. En el siglo pasado, la hija de un rey de Fran- cia, Mme. Luisa, no demostré entre las vir- zenes del Carmelo el poder que ejerce la devo- cion sobre los corazones mas intratables? jno se vid trocarse en una dulzura y en una amenidad encantadora aquella acritud y aquel orgullo que habia angustiado tantas veces a las sefioras de la corte encargadas de su educacion? jOh ama- ble devocion, cudn poderosa eres, y qué prodi- gios obras en los corazones en que reinas! No se diga, pues, que eres triste y desagradable; los que esto piensan no te conocen, no estan inicia- dos en tus amables secretos. Ahora, Dositea, no te queda mas que hacer que pedirsela 4 Aquel de cuyo seno emana, y pedirsela por la intercesion de la amable Maria, que alcanza para nosotros todo lo que quiere. PROPOSITO.—Dedicarse a hacer que su yirtud sea agradable, RAMILLETE ESPIRITUAL. —La caridad no piensa el mal. (1A Los Conintios, x11, 5.) lV MEDITACION. Excelencia de la devocion. El apéstol san Pablo en otro tiempo exhorta- baasu querido Timoteo a practicar la devocion. Aplicate ti, Dositea, las palabras del Apdstol a su discipulo; considera que el Espiritu Santo te da hoy los mismos consejos, y despues de ha- herle demostrado tu gratitud por ellos, reflexio- na sobre la excelencia de la devocion. La devo- cion, mi querida Dositea, no es mas que el amor de Dios y el amor de Dios delicado, ingenioso, solicito en todo lo que puede agradar al objeto amado. Esta sencilla nocion de la devocion te demuestra toda su excelencia. Y sino dime, Do- sitea, jcudn bella no te parece Ja conducta de una joven que no vive mas que para su madre Y que no busca en todo sino complacerla! Micn- tras que otras j6venes ocupadas en sus diversio- nes van a buscar fuera de sus casas placeres y festines, la mayor felicidad que ella experimen- ta es la de permanecer cerca de su madre, ha- blar con ella y darle todas las pruebas de la mas lierna amistad. En vano la invitan 4 las diver- siones mundanas, en vano le hablan del placer que proporcionan. «En cuanto a mi, contesta ella 4 las instancias y 4 las solicitaciones que se — 36 — le hacen, en cuanto a mi yo no encuentro ma- yor gove que el de permanecer al lado de mi buena madre; sus palabras son para mi mas sua- ves que los mas melodiosos eanticos, su vista me recrea mil veces mas que las reuniones mas bri- Ilantes, que los espectaculos mas hermosos.» Sin duda, mi querida Dositea, al leer en la sa- grada Escritura la conmovedora historia de Ruth que sigue 4 su suegra Noemi a un pais en el que no descansan las cenizas de sus antepasados, ha- bras admirado la generosidad de aquella joven que renuncia al querido suelo natal para dedi- carse 4 una extranjera que no era mas que la madre de su esposo. Toda la hermosura que en- cnentras en el amor filial se encuentra asimismo en la devocion, pues Dios es nuestro padre. {No se lo decimos todos los dias en la oracion domini- cal? Por lo tanto, si ladevocion es elamor de Dios, es porconsiguiente elamor de un hijoparacon su padre, es un afecto enteramente filial, es cuanto el corazon contiene de amable, delicado y des- prendido. Una joven verdaderamente devota ama 4 Dios come ama 4 su padre y 4 su madre; le ama aun mil veces mas; esta dispuesta a sa- crificar por él sus placeres, su descanso, su mis- ma vida. Los momentos mas deliciosos del dia son aquellos que pasa en su presencia. Si puede hacer por él algun pequeiio sacrificio sienle una alegria indescriptible; si oye pronunciar su nom- bre, su corazon palpita de goz0; su vida es ese — si — Dios, ese padre que esta en los cielos, hacia el cual suspira sin cesar. ~Hay, por ventura, algo mas hermoso, algo que merezca mas nuestra es- limacion? Si todo el mundo clogia 4 una joven que se dedica enteramente 4 sus padres, si to- dos pronuncian su nombre, si todas las madres envidian la dicha de aquella que la llevé en su seno, jqué elogios no merece la piedad filial para con Dios! ; Cuan hermosa no seria tu alma, mi querida Dositea, qué espectaculo tan encan- tador no ofreceria a los angeles del cielo, si fue- ra verdaderamente devota! Dial fin de esta ora- cion: «Seior Jestis, derramad en mi corazon el dulce rocio de la devocion, derretid el] hielo de este corazon con el agradable calor de vuestro amor; si, Dios mio, haced que yo os ame. No os pido una juventud libre de sufrimientos, no os pido tampoco riquezas y placeres del mundo; lo que os pido es la devocion, es el que os profese todo el afecto que una hija debe tener al mejor y mas carifoso de los padres.» PROPOSITO.—Elogiar siempre la devocion. RAMILLETE ESPIRITUAL.—Practicar la devocion. (I A Tiworeo, tv, 7). — 38 — V MEDITACION. La muerte en el seno de Ia devocion. Dositea, si hay algun espectaculo digno de atraer tus miradas y capaz de animarte 4 la practica de la devocion, es ciertamente el de una joven que muere en el amor de Dios des- pues de una vida pasada en su servicio. Hoy te invito a que medites al lado de su lecho de muerte; alli reflexiona sobre la alegria que ex- perimentaras en tu ultima hora si has vivido fiel 4 la devocion. Pero antes haz al Espiritu Santo, que va a hablar fuertemente a tu corazon, los acostumbrados actos de adoracion, alabanza y accion de gracias y amor. 2 Ves, Dositea, a esa joven moribundaserena y tranquila en medio de Jos horrores de la muerte? EI fuego de la espe- ranza brilla en sus apagados ojos, una dulce son- risa asoma a sus labios lividos y moribundos, palabras de paz salen de su boca; parece que invita suavemente al angel de la muerte a que desate los nudos que tienen unida aun su alma 4 esta carcel de barro. {Por qué esta tan tran- quila, siendo asi que el corazon suele agitarse y atormentarse ¢] mismo al acercarse el momento supremo? jAh, Dositea! es porque ha pasado los hermosos dias desu juventud en el amor de su Dios; es porque ha sido verdaderamente de- — 3) ~ vola. Que la joven mundana que no ha vivido mas que para las diversiones de la tierra, que no ha amado mas que sus falsos goces, que ha hecho de su cuerpo su Dios y su idolo, tiemble y sc agile cuando ha de dar un adios eterno 4 estas diversiones y estos festines y ha de en- tregar ese cuerpo, que tanto amaba, 4 la podre- dumbre y 4 los gusanos del sepulcro; que lance un grito de espanto al ver aparecer al justo Juez a pedirle cuenta de una vida pasada en la inu- tilidad, en el descuido de sus deberes, en el olvido de su Dios, y en gran parte quizas en cl pecado; nada de extraiio tiene esto, y asi debia suceder. Pero gqué ha de temer lajéven que no ha buscado la alegria de su alma en las cosas fragiles de este mundo, que ha despreciado el adornar su cabeza con esas flores pasajeras que un solo soplo marchita, que no ha cifrado su felicidad en vanos adornos, y que no ha mirado su cuerpo sino como un peso fatigoso y una cadena pesada que aprisionaban su alma? No ha tenido mas que un pensamiento, el de ese her- moso cielo donde los placeres son tan puros, tan tranquilos y no se acaban nunca, y donde los lirios y las rosas que forman la corona de los escogidos resaltan con una frescura siempre nueva... El horror natural a Ja muerte, pues la muerte es un castigo, puede causar por un mo- mento alguna impresion en su corazon; pero este horror involuntario se disipa pronto al pen- aw AQ as sar que el cuerpo no baja a la tumba para siem- pre, que llegara un dia en que resucitando a la voz de Dios, saldra de los brazos de la muerte adornado de una juventud eterna, mas resplan- deciente que el sol cuando por la mafiana disipa con sus rayos de ptirpura las sombras de la no- che, y un dia, en fin, en que se reunira al alma para gozar eternamente con ella de la felici- dad del cielo. Pero las lagrimas y los gemidos de su madre, la consternacion profunda de su padre, el dolor de sus hermanos y de sus ami- gos, 2n0 turbaran su alma y no le amargaran esta muerte que la arrebata tan pronto de sus brazos? ;Ab! sin duga, Dositea; es imposible que ella no se conmueva; pues la devocion no vuelve a uno insensible, sino que al contrario hace nuestras afecciones mas vivas y mas pro- fundas; pero ella sabe tambien que se separa de estos seres queridos solo por poco tiempo, que un dia los volvera a ver en el seno de Dios, que ian solo se anticipa 4 ellos en la patria dichosa por breves instanles; y este pensamiento la con- puela y fortifica. {Oh padre mio! decia una jo- ven moribunda estrechando la mano de su padre que 4 la cabecera de su cama lloraha amarga- mente, nos volverémos a ver en el cielo. Yo no sabia que el morir fuese tan dulce!» Pero la ve- nida del Dios grande que juzga hasta las mismas justicias no la hace temblar? Es verdad, ha pecado, pues cl hombre es débil; quiza tambien m- i ha pecado mucho, pero ha lorado sus fallas, las ha confesado en el tribunal de la penitencia, 4 los piés de Jesucristo. Ha oido estas consolado- ras palabras: «Vete en paz, hija mia, tus peca~ dos estan perdonados.» Ademas, 6 dulce y ama- ble Jestis; gno sabe ella, por ventura, que Vos, arbitro supremo de su suerte sois el buen Pas- tor que ha venido 4 la tierra para buscar la oveja perdida, que habeis derramado hasta la ultima gola de vuestra sangre para salvarla, y que nunca habeis tenido para el pecador arrepentido sino palabras de misericordia y de amor? {Cémo, pues, lo puede temer? ,Como puede temer el parecer delante de ese Jestis cuyo nombre pronunciabacon tanto gusto aldespertarse porla mafiana y el cual invocaba tambien por la noche antes de que el sueiio cerrara sus parpados, de este Jesus 4 quien tan presurosa iba 4 buscar en el templo yal cual recibia con tanta felicidad en la mesa sagrada? ;Oh! nd, no teme el pare- cer delante de él; sabe que es el Dios de bondad y de misericordia, y que nunca rechaza a los que verdaderamente han querido amarle; paré- cele que le esté oyendo decir: «Hija mia, no temas, soy yo, yo tu padre, yo tu Salvador que vengo a buscarte para introducirte en el hermo- so reino que te tengo preparado desde el prin- cipio de los siglos; ven conmigo, deja esta tierra de destierro y de lagrimas, donde el corazon nunca esta seguro, donde 4 cada momento se — 42 — corre el peligro de perderme para siempre. Ven a recibir la corona que los angeles han tejido para ti. Yen, la verdadera dicha esta en el cielo.» Despues el ministro de la paz le leva el cuerpo y la sangre de ese amable Salvador, para que le sirvan de Vidtico en este ultimo trance; derrama sobre sus sentidos el aceite de la forta- leza para que sea invulnerable 4 los golpes del infierno; el Angel desu guarda la cubre con sus alas y encadena a sus piés al espiritu de las tinieblas que quiere redoblar sus esfuerzos para perderla; un rayo de la aurora eterna brilla so- bre sus ojos moribundos, las puertas de la Jeru- salen celestial se abren, lanza un suspiro tran- quilo, su alma inocente ha volado ya cerca del trono de Maria en medio de esos millares de virgenes que cantan sin cesar en un melodioso cantico las alabanzas del Cordero inmaculado y de su dulce Madre. {Oh Dios mio! que mi muerte sea semejante ala suya! que pueda yo como ella exhalar mi Ultimo suspiro en el seno de vuestro amor! PROPOSTO.—1.° Si se ha tenido la desgracia de des- cuidar las practicas de piedad, volverlas @ emprender con celo; 2.° si se ha amado siempre 4 Dios fortalecerse en Ja voluntad de servirle aun con mas fervor. RAMILLETE ESPIRITUAL. —i Dichosos los que mue- ren en el Sefor! (Apoc. xtv, 13). = 49 —~ VI MEDITACION. El cielo, recompensa de Ia devacion. Abre tu corazon, Dositea, 4 los mas dulces y mas vivos sentimientos de esperanza; vuela con el pensamiento 4 la hermosa mansion de la glo- ria, y 4 la claridad de la luz eterna contempla esta alma feliz cuyos ultimos momentos sobre la tierra te proporcionaron ayer un motivo tan con- movedor de meditacion. Pero antes de empezar tu oracion, prostérnate con los angeles y con los escogidos delante del trono de la adorable Tri- nidad; humillate, anonadate en su presencia; dale gracias porque se digna admitirte ante su divino acatamiento, y repite el hermoso, el en- cantador cantico del cielo: Ganto, Santo, Santo es el Sefior Dios de los ejércitos. jCuan feliz es, Dositea, esta alma que, des- pues de una juventud pasada en Ja devocion, se ve de repente transportada al seno de la recom- pensa eterna! ; qué espectaculo tan nuevo y tan encantador se Je presenta! Sobre la tierra no ha visto 4 Dios sino en figura y como en un espe- jo (4); no lo ha conocido sino en sus criaturas, muy imperfectas. Pero en el cielo lo ve frente 4 frente, lo contempla en su misma esencia; él (1) 1a los Gor., xt, 12. ws Ah = se muestra a ella con su hermosura infinita, la reviste con los torrentes de su luz, la penetra por todas partes con los rayos de su gloria. Cuando despues de una noche larga y oscura el sol apa- rece de repente con todo el resplandor con que lo pinta el Profeta-rey, al empezar su curso lu- minoso, toda vista se deslumbra y todo corazon late de alegria. Pero gqué es esto en compara- cion del éxtasis del alma al aparecer el hermoso sol de la eternidad? Cuando con esta luz descu- bre la explicacion de todos los misterios que hasta entonces para ella habian permanecido ocultos, cuando le son revelados los secretos de la naturaleza, cuando ve esos millones de séres escogidos mas numerosos que las estrellas del cielo y las arenas del mar, cuando ve a Mariasu buena y tierna madre, sentada en un trono cuya blancura sobrepuja 4 la de la nieve, y cuyo res- plandor eclipsa log diamantes y las piedras pre- ciusas de las esposas y de las hijas de los reyes, cuando ve la humanidad santa de Jesucristo, aquella frente de una majestad divina donde bri- Jla una paz profanda, inalterable, infinita; aque- Jlos ojos de una dulzura inexplicable; aquella mano que se extiende para darle la corona; aque- lla boca que se abre para bendecirla... jah! a esta vista ella se precipita con todo el peso de su ser en el seno de Dios, se pierde en este abismo de claridad y de gloria, goza superabundante- mente de toda la felicidad que puede desear, am AB En efecto, mi querida Dositea, la verdadera dicha consiste en amar aun ser que corresponda a todo nuestro amor, que satisfaga ese deseo insaciable de amar y ser amado. Pues el que no ama permanece en la muerte (1), como dice el apéstol san Juan. Hasta entonces esta alma jéven no habia encontrado nada que pudiese llenar el vacio de su corazon. La devocion, es cierto, le habia hecho gustar gran dulzura en el servicio de Dios, Jestis habitaba en su corazon por la gra- cia; de vez en cuando habia tenido la inapre- ciable ventaja de recibirlo realmente en la sanla Comunion. Pero aun entonces ella no lo veia. Sin embar- go, como la esposa de los Cantares, deseaba ar- dientemente contemplarsurostro, pueslehabian dicho que ese rostro es hermoso, y este deseo le hacia suspirar sin cesar. Pero ahora ella lo posee, lo ve, lo oye, descansa sobre su corazon, tiene la intima conviccion de que su amado es para ella y ella para él, que nada en adelante lo podra arrebatar @ su amor; ella le dice sin cesar que le ama, y oye tambien sin cesar de la boca de Jestis esta palabra dulce y arrebatadora: Yo fam- bien te amo y te amo con un amor infinilo, y a medida que esa respuesta se deja oir, los torren- tes de la felicidad se lanzan con mayor impetuo- sidad en el alma bienaventurada, la penetran por todos lados y queda como sumergida en ellos. (1) Ep, de S, Juan, wi, 14. ace Qs ; Ob recompensa de la devocion en el cielo, cudn hermosa eres! {Oh Dios mio! jcuan viles son todos los placeres y todas las alegrias de la tierra en comparacion de los placeres y de las ale- srias de la verdadera patria! ; Ah! Paréceme que todas las cosas de este mundo desaparecen de mi vista; yo no veo delante de mi mas que regiones inmensas de luz y como un Océano de delicias inagotables. Adios, 6 tierra donde se vierten tan- tas lagrimas, Adios, te dejo sin sentimiento alguno. Y tu, hermosa patria mia, yo te saludo, por fin, yo te poseo. ;Oh Dios mio, amor mio, mi tnico amor! todos vuestros tesoros, toda vuestra gloria, todas vuestras alegrias son mias; Vos mismo me perteneceis; si, Vos tan hermo- so, fan amable, tan rico, tan feliz; Vos mi Rey, mi Seiior, mi Padre, Vos sois mio y yo soy vues- tra, y Vuestra para siempre, pues nada podra arrebatarme a vuestros paternales abrazos, ni la muerte que ya no tiene imperio sobre mi, ni el infierno que ya he vencido, ni Jas criaturas que son 4 mi vista como si ya no fueran. ;Oh! ;qué felicidad! jqué indecible felicidad ser siempre de Dios! siempre verlo, siempre conocerlo, siem- pre bendecirlo, siempre amarlo, siempre ser amado de él!... Dulce devocion; algunas veces en el mundo ofrecias dificullades que vencer; algunas veces el camino que me hacias seguir me parecia peno- so; al oir las quejas contra ti de los que no te io: A es conocian, a veces me afligia; pero ahora sé lo que tt vales, puesto que me has ganado cl cielo, puesto que me haces feliz para siempre en el seno de mi Dios!... PROPOSITO. — Si uno se ha alejado de la piedad, to- mar de nueyo la resolucion de enferyorizarse. RAMILLETE ESPIRITUAL.—j Cuan gratos son a mi corazon vuestros tabernaculos, oh Dios de las virludes, mi Sehor y mi Rey! (PS. LXXXII). VIL MEDITACION. Del pecado mortal. Mi querida Dositea, en tus meditaciones ante- riores has reflexionado sobre las delicias de la devocion y sobre la felicidad que proporciona en la vidapresente y en la futura. Yo quisiera ahora que tu alma se penetrase de horror hacia el peca- do mortal, cruel enemigo de la devocion, cuyo soplo la marchita como el huracan marchita la rosa recien abierta. Adora al principio de tu oracion al Espiritu Santo que por medio del Sabio te dirige estas importantes palabras: Hija mia, huye del pecado como huirias de una serpiente (1); guarda este (1) Eeel. xx1, 2. ony Aone precioso consejo y consideraatentamente por qué te lo da el Seior. Debes buir del pecado mortal, querida Dosi- tea, porque es una rebelion declarada contra Dios; una separacion violenta de él. {Qué suce- de, en efecto, cuando un alma se hace culpable de un pecado mortal? Rehusa absolutamente obedecer a Dios; pretiere romper los lazos que la unian 4 aquel buen Padre, en vez de oponerse a las malas inclinaciones de su propio corazon. Dios te dice: Yo te impongo tal obligacion, yo exijo de ti tal sacrificio ; no quiero que escuchesal espiritu deb mal que quiere perderte. Y el alma insensata le responde: Vo puedo hacer lo que Vos deseais ; elmandamiento que me imponeis es dema- siado dificil; me es imposible observarlo; no, yo no os serviré. {No es esta, Dositea, una horrible rebelion contra Dios? Si una hija en presencia tuya relusase obstinadamente obedecer a su madre y se rebelase contra las érdenes que ésla le impone, no te indignarias? {Podrias sopor- tar semejante conducta? jCuanto, pues, debe sublevar el pecado mortal tu corazon! El peca- do mortal, que es la rebelion de un gusano de ticrra, de un poco de polvo contra la majestad infinita de su Dios! ;Al, Dositea! seria menes- ter conocer Jo que son el Criador y la crialura; seria menester poder medir el intérvalo inmenso que los separa paracomprender todo lo horrorosa que es esta rehelion, En verdad, cuando algunos aw HD ee subditos se sublevan contra su rey y tomati las armas para arrojarlo de su trono, hay en ello un gran crimen; pero este crimen no es nada comparado con aquel de que te estoy hablando. Cuando Dios se mostré nuestros primeros pa- dres despues de su desobediencia para hacerles ver todo lo enorme que era su rebelion, ellos mismos parece que no comprendieron quién habia podido conducirlos 4 una accion seme- jante. 2Por qué, pregunta él 4 Eva, por qué has hecho esta (1)?... Si quieres, Dositea, conocer aun mas claramente en Ja grandeza de esta rebelion, considera lo que ha sido menester para repa- rarla. {Qué cadaver es aquel palido y ensangren- lado que esta clavado en una cruz sobre aquella montana? jes Dios! él ha muerto; su cabeza esta inclinada sobre su pecho; sus ojos estan apagados, sus labios descoloridos guardan el si- lencio de Ja muerte!... Pero jcudnto ha debido sufrir antes de que ella haya puesto fin 4 sus dolores! | Qué tor- mentos tan terribles cuando esacabeza coronada de espinas no encontraba lugar en qué descan- sar; cuando el cuerpo entero pesaba sobre sus piés sostenidos por clavos y hacian éstos horro- rosas rasgaduras en lasmanos clavadas tambien; cuando una calentura ardiente como el fuego de un horno encendido corria por sus venas! ;Oh! si, ha sufrido y mil veces mas de lo que podemos (1) Gen. m, 13. 4 SeXonitas, pi ex: expresar y comprender! Dositea, ha sufrido para expiar el pecado mortal, para reparar el mal de su rebelion. Pues el cuerpo que ves, hija mia, es aquel que fué concebido en el seno virginal de Maria por obra del Espiritu Santo para ser inmolado un dia sobre la montaiia del Calvario en expiacion de los pecados del mundo. Es el cuerpo de Jestis Hijo de Dios y al mismo tiempo Hijo del hombre cuya conmovedora historia y herdico sacrificio te han referido tantas veces. A la vista de Jestis muerto por expiar el pecado mortal, juzga la enormidad de una falta que pa- ra ser suficientemente reparada ha necesitado nada menos que la sangre de un Dios. Lo que lace el pecado mortal aun mas mons- truoso, es que tiene en si un caracter parti- cular de ingratitud. Tu sabes, Dositea, la his- toria del rebelde Absalon. Su padre David le amaba con ternura y le habia colmado de mil favores como padre y como rey. Despues de des- terrarlo por un crimen que alligié cruelmente su corazon, le habia vuelto @ llamar a su corte perdonandoselo todo. Pero léjos de ser agradecido 4 la bondad de su padre, este hijo ingrato no se avergonzo de rebe- larse contra él y se atrevié 4 emprender el arro- jarlo de su trono. Le forzé 4 salir de su corte; se apoderd de su palacio y cometid en él excesos horribles. Sin duda dices: joh monstruosidad! joh espantosa ingratitud! jAy! jay! Dositea, a Bl oe éNO somos Nosotros este ingrato, este rebelde? ¥ Ges acaso la rebelion de Absalon mas afren- tosa que la nuestra? Dios ha pensado en ti aun antes de que existieses; te ha escogido entre un numero incalculable de criaturas que pudieran existir, pero a las cuales privé de la vida por dartela a ti, En tu nacimiento ha rodeado tu cuna de una solicitud maternal, ha protegido tu infancia contra una multitud de peligros, te ha conducido como por Ja mano. Y en el 6rden de la gracia, jcudn notables beneficios! ¢Por qué razon el agua santa del bautismo, rehusada a tantos, ha sido derramada sobre tu frente? épor qué has sido escogida para ser hija de Dios y heredera del cielo? g por qué fuiste colocada en el seno de esta Iglesia fuera de la cual no hay salvacion? ¢Y ese tribunal de la penitencia que devuelve al alma toda su hermosura cuando ha empezado a marchitarse? ay ese sacramento de amor en que el hombre se alimenta de la carne de un Dios y siente latir en su corazon el cora- zon vivificador de un Dios? Y gqué hemos hecho, Dositea, para correspon- der 4 tan grande amor? Lo hemos despreciado; hemos preferido el yugo vergonzoso del demo- nio, su enemigo, a la dulce libertad de su ley: nos hemos rebelado contra sus mandamientos; nos hemos separado de ¢l!... iOh, Dios mio, Dios mio! jy aun me sufris, y vuestra justicia aun no aniquila a este miserable — = vusano de la tierra que se atreve a levantar su cabeza rebelde contra Vos! ; Ali! sois demasiado bueno para que yo os ofenda mas; me rindo, Seiior, rompo los lazos que me tienen alejada de Vos; Vos seréis en adelante mi Seiior y mi Rey. PROPOSITO.— Confesarse lo mas pronto posible si se tiene la desgracia de estar en pecado mortal. RKAMILLETE ESPIRITUAL. — Huid del pecado como huiriais de una serpieute. VII MEDITACION. Ofensa que el pecado mortal hace 4 Dios. Todavia hoy, mi querida Dositea, has de me- ditar sobre la injuria que el pecado mortal ha- ce a Dios, pues nunca llegaras 4 penetrarte de- masiado de la idea de que no hay nada tan hor- rible y espantoso como el pecado mortal. Como en la meditacion anterior, rinde tus homenajes de respeto, de amor y agradeci- miento al Espiritu Santo, y considera con aten- cion qué injuria hace el pecado mortal 4 toda Ja santisima Trinidad. Primeramente, hija mia, el pecado mortal des- truye en el alma culpable Ja imagen del Padre celestial. Sabes que el hombre fue eriado « imd- gen y semejansa de Dios, El Criador, como dice — 33 — el Profeta-rey , sellé sobre su frente le lunbre de su rostro(1), y lo hermoseé con sus rasgos div nos. Todos sus hijos al venir al mundo debian traer consigo esta semejanza celestial. Pero jay! el mismo pecado que la borré de nuestro primer padre el dia fatal en que desobedecié las ordenes de Dios, nos la arrebato al mismo tiempo a nos- otros. Sin embargo, Dositea, la sangre de Jesu- cristo te la ha devuelto en el baiio sagrado del hautismo y al salir del lugar santo, la imagen del Padre se reflejaba en tu corazon como las facciones del semblante al través de un espejo. Los angeles no eran mas hermosos que ti, y Ilenos de admiracion se decian unos a otros: «{Quién es esta criatura nueva que brilla adorna- da como nosotros con todas las gracias del cielo?» Estas gracias y estos encantos, Dositea, los tienes aun si vives en el amor de Dios; pero si el peca- do mortal ha penetrado en tu corazon, si seme- jantea un reptil inmundoderrama aquel todavia en él su veneno, jay! enténces la hermosa ima- gen de Dios queda destruida en ti, y las gracias de Ja inocencia se convierten en una fealdad espantosa. Y {qué injuria no haces a tu Padre que esta en los cielos tratando su imagen de esta manera? Dime, Dositea, si alguna persona en presencia tuya cogiese el retrato de tu padre 6 de tu madre, y lo echase al suelo, lo pisotease y lo cubriese de barro, ,podrias ver sin horror es- ()) Psaln, iy, 7. —}4— te especlaculo, y no se apoderaria de tu cora- zon una indignacion profunda? Pues, ;oh Dios mio! Zacaso hacemos otra cosa cuando comete- mos el pecado mortal? ~No cubrimos de barro vuestra imagen celestial? ¢No borramos vues~ tro retrato? gNo destruimos en nosotros vues- tras facciones adorables? A esta injuria hecha al Padre, unamos la que el pecado mortal hace al Hijo. Por el bau- tismo, Dositea, hemos llegado a ser, segun la sublime doctrina de san Pablo, miembros de Jesucristo (1), Por consiguiente, participamos de su vida divina del mismo modo que los miem- bros del cuerpo humano participan de la vida del corazon que los anima. Pero cuando el pecado mortal entra en el alma, cuando este vencno fatal se infiltra en ella, la vida de Jesucristo queda destruida al momento. Esta alma queda conyertida en un miembro paralizado al cual la sangre ya no vivilica ; muere, y de una muerte mil veces mas horrorosa que la del cuerpo. Des- truir en si de un modo tan espantoso la vida de Jesucristo, separar de su cuerpo mistico un miembro que le es tan caro, gno es hacerle una injuria mortal? Te ofenderia, sin duda, cruel- mente la persona que violentamente separase un pié 6 una mano del resto de tu cuerpo, y gdeja- rias ti de ofender a Jesucristo arrancandole de ese modo uno de sus miembros por el pecado (1) A los Ephes., v, 80. ——:Nbim mortal? Tal vez este pensamiento, Dositea, no se te habia ocurrido nunca ; detente en el algu- nos instantes. Por ultimo, el pecado mortal ofende al Espi- ritu Santo profanando su santuario. Vo sabeis, decia el Apéstol san Pablo, que sois los emplos del Espiritu Santo (1)? Si, Dositea, Ja uncion santa que hemos recibido en el bautismo, nos ha con- sagrado como & santuarios del Dios de amor. Ent6onces este divino Espiritu ha bajado 4 nues- tro corazon para hacer de ¢l su mansion de de- licias, El fuego sagrado de la caridad que arde sobre este altar interior, los deseos santos , los afectos piadosos que le adornan como otras tan- tas piedras preciosas, le convierten para él en una morada Ilena de encantos. Pero en cuanto penetra en él el pecado mortal, todo cambia re- pentinamente ; el fuego sagrado se apaga y no despide sino un humo negro y espeso, el brillo del oro y de los diamantes se oscurece, cl altar del Sefior queda derribado, y el Espiritu Santo se aleja consternado pues no puede haber sociedad entre Jesucristo y Belial (2); y cuando la inigui- dad penetra en su abna, dice la Sabiduria, ed Espiritu de pureza y de inocencia no puede perma- necer mas en ella (3). {Qué triste y doloroso espee- taculo, Dositea! jcuan a proposito para arrancar (1) Talos Cor., vi, 19. (2) Talos Cor, vt, 15. (3) Sab. 14. — hb — lagrimas! Leemos en la sagrada Escritura que al volver los israclitas del desticrro, a vista del tem. plo de la desgraciada Jerusalen, en otro tiempo ian magnifico y tan hermoso y ahora convertidg en un monton de ruinas, 4 vista de sus muros derribados, de sus puertas destruidas, del pavi- mento de su santuario lleno de zarzas y espinas hicieron resonar ec] espacio con sus gemidos, se cubrieron la cabeza de ceniza y Noraron amar. gamente. Pero este espectaculo, Dositea, fue aun menos desolador para los tristes hijos de Juda de lo que lo es para e] Espiritu Santo la vista de su santuario profanado por el pecado mortal y de su gloria eclipsada. jOh! jquién dara & nuestros ojos lagrimas abundantes para ilorar un mal tan grande, un mal que destruye ja imagen del Padre, mata los miembros del Ilijo y profana los templos del Espiritu Santo! j Ab! el mundo trastornado, los elementos confundi- dos, todas las criaturas aniquiladas, no seria un mal comparable al del pecado, esto seria tan solo el mal de la criatura, y el pecado es el mal de Dios! {Oh! jsi lo comprendieras! PROPOSITO.—flacer un acto de contricion, y confe- sarse lo mas pronto posible cuando se esta en pecado mortal. RAMILLETE ESPIRITUAL.— Huye del pecado, como huirias de una serpiente. -— bi IX MEDITACION. Mal que cl pecado mortal causa a la criatura. Bendilo y alabado sea, 6 Dositea, el Espiritu Santo que por boca del profeta Jeremias te diri- ge este saludable aviso: Sabed y ved cudn dura y anarya cosa es haber abandonado al Senor nues- tro Dios (1). Tan caritativo consejo merece todo tu agradecimiento; expresa al Espiritu Santo los sentimientos que experimenta tu corazon, y reflexiona atentamente sobre las palabras que acabas de oir. Podrias reflexionar, Dositea, sobre la hermo- sura de] alma marchitada por el peeado mortal, sobre sus gracias destruidas, su corona profa- nada; pero ya has visto algo de esto en la medi- tacion anterior. Limitate hoy a considerar la turbacion que aquel derrama en el corazon. La primera pena del pecado mortal es el remor- dimiento. El remordimiento es un gusano roe- dor que nace con el pecado y se une tenazmente ala conciencia culpable. Puede quedar adorme- cido durante algun tiempo; las diversiones, las fiestas, las ocupaciones pueden distraer el cora- zon manchado por el pecado mortal: pero de vez en cuando el gusano rocdor se despierta, y (1) Jerem., 1, 19 " — isk — entonces sus mordeduras son crueles como }; afilada punta de un puiial. Porque sots justo, jo} Dios mio! exclama san Agustin, y querets qu, todo corazon culpable se sirva ¢l mismo de supl;. cio (1). Todo lo que ve y oye una joven que esi; enpecado mortal, danuevaactividad asusremoy, dimientos. Si entra en el templo santo, ¢ podra dirigir su vista al santuario sin oir la voz de Je. sucristo que sale del sagrario reprochandole ¢| haberle abandonado? La pila sagrada del bau. lismo, el tribunal de la penitencia, la catedra de la verdad, la sagrada mesa, todo, hasta las pare. des del templo, ,no se alzan contra su ingrati- tud? , No le recuerda todo esto el vestido de la inocenciamarchitado,lassolemnes promesas Vio- ladas, Ja palabra divina despreciada, la sangre de Jesucristo pisoteada? Si encuentra una amiga virtuosa, la conducta de esta amiga es paraella un reproche amargo. La tranquilidad de su alma descrita en su frente serena, forma a los ojos de aquella un contraste muy doloroso con sus inquietudes. «;Ay! exclama algunas veces, no hace aun mucho tiempo que yo era feliz como ella; como ella amaba al Dios de mi corazon, como ella yo gozaba de la paz de la inocencia, ninguna nube sombria oscurecia mi alma; pero ahora todo ha cambiado para mi, la paz me ha abandonado, ya no tengo sino penas y tristezas.» Quiere orar, pero la oracion no puede salir de (1) Confesiones, — 59 — sus labios: siente un no sé qué que la rechaza, como sucedié 4 Maria Egipciaca cuando man- chada de crimenes queria adorar el lefio santo dela cruz. |Ah, Dositea! ; qué estado tan triste! Si hasta ahora no has experimentado el remor- dimiento del pecado mortal , no quieras hacer jamas experiencia de ello. Al remordimiento se une el temor del porve- nir. San Agustin en el libro de sus Confesio- nes (1) dice que una de sus mayores penas en medio de sus extravios era el pensamiento de la muerte y del juicio terrible de Dios. Ya podia procurar distraerse con el ruido de los festines y cl encanto de los placeres, ocuparse con la apli- cacion al estudio, tranquilizarse con los sofismas de la incredulidad ; & pesar de todo, el temor a la muerte permanecia en el fondo de su alma y de vez en cuando el sonido formidable de la trompeta le hacia extremecerse a pesar suyo. Y en efecto, Dositea, zqué puede esperar de la muerte un alma culpable si no quiere conver- lirse? | Ah! nada menos que la condenacion eter- na, pues por el pecado mortal ha perdido todos sus derechos al cielo ; no puede aspirar sino 4 aquella morada espantosa donde el fuego que arde, nunca se apaqa; y el gusano que roe, nunca muere (2). @Qué pena tan cruel levantar los ojos alcielo y no poder decirse: { Esos hermosos luga- (1) Conf. lib. yi, cap. xv1, 1. (2) Mare., iv, 43. = 6) = res son para mi! {Qué espectacion lan horrity Ja del fuego del infierno y la privacion eterna; Dios! iOh! Dositea, si por desgracia estuviesese pec ado mortal, preguntate a ti misma y di ene silencio de esta meditacion: «% Desde que pequ mortalmente he gozado un solo momento de te paz verdadera? {late mi corazon con tranquil: dad? Zuo siento dentro de mi algo que me roe 4 no oigo una voz interior que me dice: ¢ Por qe has abandonado 4 tu Dios? Si ahoramurieses (qu seria de ti? ate presentarias sin temor en el tr bunal del justo Juez?» Dime, gno son amarga estas reflexiones, y podrias hacerlas muchotiem po sin tomar la resolucion generosa de salir. eueste lo que costare , de este funesto estade + de ir como el hijo prédigo 4 echarte a los pie de tu Padre celestial, diciéndole con toda la sin- ceridad de tu alma: Padre mio, he pecado contra el cielo y contra Vos? PROPOSITO.—1.° Salir lo mas pronto posible del pe- cado mortal ; 2.° si se esta en estado de gracia, rezar Ww Ave Maria para aleanzar de la santisima Virgen el per- manecer siempre en el. RAMILLETE ESPIRITUAL.— Sabed y ved cuan dure ¥ atvargo es el haber abandonado al Sehor nuestro Dios. ce Oy et X MEDITACION. Be la muerte en peeado mortal, Triste es, Dositea, vivir en pecado mortal, pero aun es mucho mas triste morir en él. La meditacion de hoy sera sobre esta deplorable muerte. Adora la Justicia divina que, terrible y ame- nazadora, no se aparta del lecho de muerte de Ja joven que esta en pecado mortal, a la cual hace ya sentir las angustias y los terrores del intierno, A la luz de la fe considera lo que pasa en esa desgraciada joven; en esta considera- cion hallaras una leccion saludable. Ante todo lo que llena de tristeza y de angus- lias la muerte de la joven que esta en pecado mortal, es la separacion de todo aquello que hia amado sobre la tierra: pues no ha amado mas que al mundo con sus vanidades. La muerte la arrebata violentamente a todos estosobjetos que- ridos para transportarla 4 regiones desconocidas donde nada tiene semejanza con Jo que se ve y se posee en este mundo, {Comprendes, Dositea, Jo desgarradora que ha de ser esta separacion para el alma criminal? ;Como! su cuerpo, ese idolo adorado en cuyo halago ocupaba ella tede «= 69 a sit pensamiento y al cual adornaba como si fuera un templo; su cuerpo del cual era ella esclava, es menester que lo abandone! Durante algun tiempo ha podido forjarse ilusiones, pero la verdad terrible ha acabado por hacerse paso al través de las sombras con que se la queria ocultar; la enfermedad que hace rapidos pro- gresos, sus fuerzas que desfallecen, la livida palidez esparcida por todos sus miembros, el frio mortal que los hiela; su pecho comprimido del cual no sale sino una respiracion ardiente, Ja consternacion pintada en la frente de su pa- dre, las lagrimas que su madre procura en vano ocultar, la actitud intranquila de las personas que la rodean, todo le dice que ya no hay espe- ranza, que va 4abandonar ese cuerpo al que daba vida; y lo mas horroroso para ella es que este cuerpo al cabo de unas cuantas horas de estar separada de él se convertira en un objeto repugnante que se apresuraran a apartar de la vista de los vivos para abandonarlo a la podre- dumbre y 4 los gusanos que haran de él su pas- tol... {Qué terrible pensamiento para una joven mundana tan engreida de su hermosura! Afjade a esto que es tambien preciso abando- nar las fiestas y diversiones del mundo, sin las cuales la vida le parecia triste ¢ insoportable, y decir un adios eterno & las locas amigas que participaban de sus alegrias y placeres, Cuando el navio con sus velas ligeras te transporta sobre ms. Ghee Jos mares, vas viendo desaparecer rapidamente todos los objetos de la ribera, que pronto se convierten en confusos vapores que flotan en el horizonte para desaparecer completamente. Del mismo modo se escapan a la joven mundana, llevados por el veloz navio de la muerte sus seductores espectaculos, sus bailes tan llenos de encantos, sus alegres compaieras. En vano tien- de los brazos para detenerlas, no abraza mas que fantasmas; las llama, pero ellas apresuran cada vez mas su marcha, Adios, adios, dice ella, bri- antes festines de los que tan amenudo fui la reina; mis piés, helados ya, no me conduciran mas a vuestros placeres, mis ojos ya no volye- ran a ver vuestras coronas de flores y Vuestros deslumbrantes adornos, mis oidos ya no oiran mas vuestros encantadores concierlos. Adios, amables compaiieras de mi infancia y de mi ju- ventud, vosotras tan graciosas y lindas, ya no os veré mas, ya no participaré de vuestras di- versiones, y cuando ya no este yo entre vosotras, pronto os olvidaréis de vuestra amiga; y si du- rante algun tiempo aun os acordais de ella, si vais 4 lorar sobre su tumba, ella ya no os oira, sera insensible a vuestro dolor y a vuestras la - grimas. ;Muerte cruel, deestemodonossejuaras (1)! En segundo lugar, Dositea, lo que sobre todo hace espantosa la muerte de la joven que esta enemistada con Dios, es que no tiene la espe- (1) Los Reyes, xv, 34. —.6,— ranza en los bienes cternos que venga a conso- larla de lo que pierde sobre la tierra. Esta espe- ranza, en efecto, dulcifica en Ja ultima hora la natural amargura de la separacion, y muchas veces la cambiaen felicidad. Pero esta esperanza no existe para el alma que no ama 4 Dios, para elalma 4 quien Dios no ama y que esta ape- gada enteramente al pecado ; porque no puede presentar 4 Dios nada que la haga acreedora 4 los tesoros celestiales. Su vida no ha sido mas que una cadena de inutilidades y de men- tiras, no ha recogido nada para el cielo; todo lo que ha hecho, al contrario, ha sido para el infier- no, y lo unico que le pertenece con sus iniqui- dades. ;Oh cuan desagradables le son aliora sus pecados! Cuando gozaba de una salud perfecta ellos eran dulces y deliciosos para su corazon, y si alguna vez la voz saludable del remordi- miento queria hacerle conocer su fealdad, ella se apresuraba a ahogarla en el bullicio del mun- do. Pero ahora se presentan 4 ella con toda su enormidad, rodean su lecho finebre semejantes 4 un grupo espantoso de horrorosos espectros. En vano procura apartarlos, permanecen in- moviles; tan pronto forman una masa confusa en lacual no distingue nada, pero todo Jaasusta; tan pronto los ve 4 cada uno en particular con claridad y distincion y con toda la fealdad que les es propia... ;Oh, quién apartara de su vista esta horrible vision! j quién alejara de ella estas he ligubres fantasmas! Pero, jno! Je gritan ellas, no podemos separarnos de ti; te perlenecemos, estamos unidas a tu ser, te seguirémos & todas partes!,.. Y, en efecto, por un misterio horrible, aunque ella las rechaza, al mismo tiempo las quiere, esta unida @ ellas en el fondo de su co- razon... El ministro de la Religion le hace pro- nunciar algunos actos de arrepentimiento, pero solo los pronuncia con los labios. Hé aqui, Dosi- tea, el cortejo con que esta alma desgraciada va a presentarse delante de Dios; hé aqui las tnicas obras que la acompafiaran. ;Comprendes ahora la espantosa perspectiva que se le presenta, y el horreroso abismo que se abre delante de ella? Consternada, horrorizada, quisiera ella huir, pero una fuerza irresistible la empuja siempre y sin descanso hacia adelante. Llega, en fin, al borde del abismo; la muerte con su helada mano la empuja por ullima vez, y su alma culpable cae al pié del tribunal de Jesucristo. Dositea, gquerrias morir tii de esta manera? PROPOSITO.—1.° Pedir a menudo a Dios un profundo horror al pecado mortal; 2.° medilar algunas veces so- bre la muerte en pecado mortal. RAMILLETE ESPIRITUAL.—La muerte del pecador es muy mala, (SALMO XXXII) b SuAoniras, Se

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