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FICHA I:
¿Sonamos cada vez más o escuchamos cada vez menos?
Luego de las dos Guerras Mundiales del siglo pasado, cuando el mundo tuvo que
reconstruir su rostro, entró frontalmente en una nueva era expresiva. Un quiebre coincidente con la
mitad del siglo se había producido; de los escombros no sólo había que reconstruir casas, generar
trabajo o producir pan para comer, sino que también había que reaprender a oir después de los
ruidos de metralla, cañones, bombas, aviones, llantos ahogados, gemidos, dolor; ruidos nocivos,
ruidos malignos, ruidos significativos de destrucción; ruidos que nacían del altoparlante del
dictador, que traían la nada, el silencio de muerte, la decepción, la fragilidad de la vida.
Otra Era Sónica se avecinaba. Había que construir un nuevo paisaje sonoro para la vida
después de la guerra.
Paralelamente, la revolución industrial y la invasión del espacio planetario lograda por el
hombre aviador, tecnológico y cosmopolita, también aportaron nuevas sonoridades.
Los avances de la ciencia, la física y los medios masivos de comunicación, incorporaron
realidades sonoras que, importadas desde las fábricas, los medios de locomoción, la televisión
satelital o la radio con antenas parabólicas, llegaron a nuestras casas, se introdujeron en nuestra vida
cotidiana y se mezclaron con nuestras conversaciones y el ruido de platos y cubiertos mientras
comíamos.
La era de los sonidos espaciales, de los amplificadores para la comunicación de masas, de
los shows musicales hiperamplificados, generó nuevas maneras de oir, que modificaron nuestros
gustos y hábitos sonoros. Una nueva estética sonora había nacido, y no precisamente al servicio de
la buena escucha.
Primer principio para un ideario : los espacios sonoros amplificados deben respetar el espacio
individual.
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Fragmento de la conferencia “ El compositor y su entorno en Latinoamérica”. ENEAC/94. FEM
Sin embargo existen aún en nuestro habitat, culturas que conservan formas de vida más
naturales, con reservas sónicas de profunda envergadura y de significativa presencia que,
descubriéndolas, valorizándolas, llevan sin interferencia a una forma de encuentro con la identidad
personal, regional y nacional. Para preservarlas y reconocerlas, es necesario crear políticas que
permitan ampliar la oferta de servicios al usuario, construyendo centros de atracción del paisajismo
sonoro, los cuales, transformados en bienes de valor, tiendan al mejoramiento de la calidad de vida
del hombre común.
Construir “Reservas Sónicas Naturales” recuperando y preservando los sonidos del entorno,
puede ser uno de los objetivos esenciales de las políticas educativas nacionales de cualquier país del
mundo.
La Ecología Acústica es una ciencia que estudia la relación de los seres vivos con su
medioambiente sónico y se ocupa de la preservación y defensa de ello, por lo que postula un
concepto de validez ecológica : el sonido del entorno es un bien que sirve al sujeto que lo recibe.
Hoy en día el hombre, a la luz de sus enfermedades, está comenzando a comprender el
deterioro que sufre. El progreso en la mayoría de sus campos de acción, lo llevó de alguna manera a
un des-progreso. Olvidó sus emociones, su calidad espiritual, su integración armónica con los otros
seres de la naturaleza. Su medioambiente dejó de ser paulatinamente el sol, el aire y sus energías
positivas naturales fueron reemplazadas por elementos orgánicos ficticios que generaron su nuevo
“confort”.
La luz eléctrica, el aire acondicionado, los productos químicos con “sabor natural”,
dominaron el avance en el siglo XX. Se olvidó paulatinamente el olor, el gusto, el tacto, la visión, y
también el oído natural. Pero......como la naturaleza es sabia, ahora estamos buscando
desesperadamente en los recuerdos, en las prácticas obsesivas de gimnasia bioenergética, en los
paseos de week-end, en los tratamientos de salud bío-energética, en el descanso, esas sensaciones.
El oído histórico de nuestros recuerdos, puede recuperar los sonidos que ennoblecen la vida
como el del diálogo a media voz, la risa clara, el canto del pájaro, el agua corriendo, la brisa, el
ladrido del perro, la palabra amable de un reencuentro. Podría también defenderse de la
contaminación creando paisajes sonoros saludables y evitando los ruidos inaudibles de las máquinas
en las fábricas, del motor de los autobuses, de los restaurants atiborrados de gente, de los formatos
comunicacionales a gritos de los medios de comunicación. Se trata en definitiva, de recordar
para identificar, caracterizar y reformar para recuperar los sonidos de pertenencia.
De esta fórmula puede nacer el concepto de identidad, tan añorado y poco alcanzado en
especial en países en vía de desarrollo.
El presente análisis, conlleva también objetivos interdisciplinarios, ya que se inserta en una
sociedad con hábitos múltiples y que debe resolver sus problemas con la participación, la mirada, la
óptica de muchos y con variados intereses y de distintos estratos y roles sociales.
Ya no alcanza con que el investigador en su laboratorio o el explorador interesado en la
problemática, provean información, descubran causas, propongan planes de acción. Es necesario y
fundamental, lograr la inclusión y el compromiso de la familia, los legisladores, la escuela, las
organizaciones no gubernamentales, los programas de turismo, los programas de salud, los
comunicadores. Es necesario crear políticas educativas discutidas y aprobadas por todos ellos, a
partir de las herramientas de acción que le compete a cada ámbito de los mencionados. Incluso, es
necesario “poner de moda” el tema, y hasta convertirlo en camino para la expresión de diferentes
campos artísticos y recreacionales.
Cuarto principio para un ideario: la sociedad del presente milenio necesita programar la
Ecología Acústica como proyecto gubernamental, para gubernamental y no gubernamental.
La Ecología Acústica desde su lugar científico, puede ayudar a recuperar la pureza del oído,
limpiarlo de interferencias y sensibilizarlo para que “la nueva orquesta sea el universo” tal como
define R. Murray Schafer.
El educador y compositor canadiense R. Murray Schafer desarrolló el New Soundscape
Proyect (Proyecto del nuevo paisaje sonoro) en la Simon Fraser University, en la década de los
sesenta del siglo pasado, constituyéndose en el primer estudio sistemático e interdisciplinario
referido a la educación sonora ambiental, que se nutrió de los aportes de la física, la acústica, la
comunicación, la ecología y la música.
Los sonidos del hábitat tienen un ciclo de vida inmutable: nacen con un ataque, se
prolongan durante un determinado tiempo y finalmente se extinguen. La Ecología Acústica es la
ciencia que se ocupa de evidenciar sus fuentes, cuantificarlas, observar sus balances y proporciones.
En este campo de análisis, también entra el silencio, fuente inmanente del sonido y razón de
ser del mismo. Cuando un sonido irrumpe el silencio, se produce algo así como cuando un trazo de
color se instala en el blanco de la tela del pintor. Cada timbre y calidad de sonido es percibido en
ese marco, como un color diferente porque se produce un efecto de perspectiva similar al del paisaje
visual. Un sonido muy fuerte se percibe como cercano, mientras que un sonido muy débil es casi
imperceptible y aparece como lejano, como fundiéndose en el horizonte.
Nuestro espacio sonoro cotidiano está invadido por máquinas de todo tipo por lo que muy
poco espacio queda para el silencio. Sin embargo en la antigüedad, se utilizaban instrumentos
musicales como los clavicordios que producían en las salas de concierto sonidos muy tenues, que
sin embargo podían ser escuchados porque las ejecuciones tenían lugar en un ámbito arquitectónico
adecuado, y porque no imperaba la moda del sonido fuerte.
En cambio, el medioambiente sonoro actual es artificial. El micrófono aumenta y embellece
nuestra voz, al punto que se torna una atractiva tentación y se vuelve imprescindible para cualquier
conferenciante, así esté a pocos metros de su público. Porqué? Simplemente porque el sonido
pequeño, el natural, es despreciado por el gusto actual. Pareciera que lo único que interesa es el
sonido jerarquizado por un aparato amplificador. Sin embargo, el vuelo de una paloma, la brisa, la
voz de un niño o el pisotear en la hierba, también son sonidos merecedores de nuestra audición
atenta y valorativa
A partir de esta “desfiguración” de los sonidos del habitat (tanto naturales como concretos2)
por los medios de amplificación y por la costumbre de escuchar solo aquello que sobresale por
intensidad (volumen alto), el hombre conteporáneo – y a diferencia del de la antigüedad - ha ido
perdiendo sensibilidad auditiva, dado que su capacidad de audición no es solo fisiológica sino
también psicológica. Esto es, no mediando una “intención” de oir, no se oye, o se oye menos. Por
tanto, si la cultura donde el hombre se desarrolla no tiende hacia la sensibilidad auditiva, el rango
de audibilidad se achica, sectoriza y hasta deforma.
Esta tendencia al uso de sistemas de refuerzo electrónico, responde a pautas culturales que
definen nuestra relación con los sonidos.
Quinto principio para un ideario: la sociedad del siglo XXI debiera desarrollar y compartir
un sentido de alerta como estrategia auto-defensiva de los excesos sonoros.
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Entendemos por “sonidos concretos” aquellos que son producidos por el hombre o por los elementos que el
hombre fabrica
FICHA II:
Contaminación acústica
“La gran cloaca del sonido en el futuro será el cielo”
R. Murray Schafer
La contaminación acústica constituye hoy uno de los males del fin de siglo ya que soportar
el ruido constante de una gran ciudad, puede provocar irritabilidad en el carácter, jaqueca y hasta
problemas cardiovasculares, digestivos y neurológicos.
La contaminación es definida por el diccionario como “radiación peligrosa emitida por una
sustancia maculada por impurezas”.3
Los vocablos que conforman la definición resultan pertinentes para la contaminación
sonora; radiación, el sonido se propaga e irradia por el aire sin que podamos neutralizar su
percepción (en esto se diferencia de la percepción visual en la que contamos con la estrategia de
cerrar los ojos); peligrosa, la convivencia con la polución sonora es biológicamente dañina ;
emitida por una fuente maculada por impurezas, en sentido general puede considerarse que los
emisores de sonido que se han tornado habituales en nuestro habitat son francamente impuros.
Faltaría a la definición aludir a la penosa mixtura a la que el ser humano está expuesto ya que
algunos sonidos podrían no resultar polutos si se escucharan aislados.
Uno de los problemas de la actualidad es el valor agregado de la confluencia de fuentes
insalubres. Por ello las medidas restrictivas para la polución sonora deben trascender el análisis de
un emisor per se. Hace falta analizarlo como un factor que agregado a otros configura polución.
La exposición a ruidos intensos por tanto, causa pérdidas auditivas que son a veces
temporarias y a veces definitivas.
El ruido puede provocar también alteraciones durante el sueño, como despertar a quien ya
está dormido, impedir dormirse a quien lo desea o “penetrar” en el sueño con pesadillas.
Desde hace años se realizan experiencias con el ruido y el sueño, usando EECG
(electroencefalograma mapeado), TACM (tomografía axial computada y mejorada, inyección de
sustancias de contraste radiactivas y seguimiento por áreas, etc. En relación con el sistema nervioso.
Los trastornos del sueño por ruido comienzan a tener efectos más marcados a partir de los
35 dB (A). Ya 40 dB(A) un 5% de las personas expuestas se despiertan y a 70 dB(A) las
probabilidades aumentan hasta 30% aproximadamente. Las perturbaciones del sueño son en un 10%
con 40 dB(A) y del 60% con 70dB(A). Claro que no todas las personas son igualmente susceptibles
en su sueño respecto al ruido. Esto varía de acuerdo a la edad (los niños y los ancianos son más
sensibles), el sexo (las mujeres son menos tolerantes), la raza, la formación de hábitos, la cultura, el
estado fisiológico, el uso de medicamentos, el estado salud/enfermedad. La adaptación se produce
solamente cuando los estímulos sonoros son de baja intensidad. Sin embargo se ha verificado
adaptación a ruidos relativamente intensos en personas viviendo en las cercanías de viaductos
ferroviarios o autopista; si bien el nivel estaría situado en los 35 dB(A) hay quienes podrían tolerar
algo más.
En situación de stress
Bajo condiciones especiales de estímulos sonoros intensos, en el eje endocrino-nervioso del
hipotálamo (parte profunda del encéfalo) con la hipófisis y la glándula suprarrenal, se libera el
ACTH (hormona adrenocorticotrófica suprarrenal) y otras hormonas importantes como las
catecolaminas, también se liberan en la médula suprarrenal. Estas hormonas del stress son
importantes porque pueden medirse, ya sea en la sangre o en la orina.
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Diccionario Enciclopédico Planeta
Se observa también que la exposición a más de 70 dB(A) afecta al sistema simpático del
sistema nervioso autónomo ocasionando esta liberación de adrenalina y otros mediadores químicos,
pudiendo registrarse midriasis (aumento del diámetro) de la pupila, taquicardia (disminución y
alteración de la capacidad conductiva eléctrica de la piel). También se observan por el stress,
impactos a nivel digestivo y hasta úlceras gastroduodenales.
Efectos audiológicos
Existen incrementos temporarios (pérdida reversible) e incrementos permanentes (pérdida
irreversible ) del umbral de audibilidad. El incremento temporario está relacionado con el nivel de
presión acústica del ruido (a mayor nivel en dB, mayor incremento del umbral ), con la frecuencia
y el espectro del mismo ( cuanto mayor sea la frecuencia, hasta 6.000 hz, mayor será el incremento)
y con el patrón temporal del ruido ( los ruidos intermitentes producen menos pérdidas temporarias
que los continuos.
Observamos que la sensibilidad auditiva se recupera totalmente recién 48 hs. después de la
supresión de la fuente de ruido. Si una persona reactiva dicha fuente a las 8 hs. de haberla apagado,
su umbral será 10 dB mayor que el normal, obligándolo a aumentar 10 dB la potencia de la fuente
acústica: su oído verá multiplicada por diez la energía recibida. Este proceso se realimenta varias
veces hasta alcanzar niveles capaces de provocar daños no reversibles.
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Basso. Fragmento de Conferencia de ENEAC/94
El conocimiento que poseemos del incremento permanente del umbral de audibilidad, se
basa en estudios realizados en industrias y en experimentos con animales. De ellos se desprende que
existe una relación aproximadamente lineal entre las pérdidas de sensibilidad y el nivel sonoro de la
exposición por encima de los 80 dB (A).
Efectos fisiológicos
Además de los efectos sobre el sentido de la audición, el ruido produce trastornos
fisiológicos que se manifiestan como cambios en el control de los músculos voluntarios, en la
transmisión nerviosa a los músculos autónomos y en el comportamiento del sistema simpático que,
a través de las catecolaminas ( especialmente la adrenalina ) regula gran cantidad de funciones
fisiológicas.
Los efectos de corta duración se manifiestan en la forma de vasoconstricción, aumento del
ritmo cardíaco, aumento del ritmo respiratorio, etc. Los efectos de larga duración provocan
respuestas nerviosas y hormonales que pueden configurar un cuadro de stress generalizado. Esta
situación provoca, en determinados individuos, cuadros de gastritis, úlceras, cefaleas, asma,
hipertensión arterial, etc.
Si bien no se puede decir que el stress urbano esté causado únicamente por la
contaminación acústica, se la debe considerar como una de las causas del mismo y, según la
susceptibilidad de cada persona, como una de las causas más importantes. Es especialmente
relevante el deterioro de las condiciones del descanso nocturno en las grandes ciudades.
A modo de ejemplo se puede citar un estudio realizado en Francia en 1988, en el que se
muestra que trabajadores textiles sometidos durante cinco años a un nivel de presión sonora de 95
dB (A), desarrollaron un porcentaje mucho mayor de hipertensión arterial y de patologías cardíacas
que los operarios de la misma fábrica con ocupación en áreas tranquilas.
Efectos psicológicos
Es en el campo psicológico donde las variaciones de sensibilidad individual frente al ruido
se muestran mayores.
En la literatura especializada se considera incómodo un ruido cuando un grupo de personas
expuestas trata de reducirlo o de abandonar el área afectada. En general, el ruido incrementa la
excitación general del sistema nervioso y tiene varias consecuencias como:
-estimular la concentración sobre ciertas fuentes de información o tareas primarias en detrimento de
otras secundarias.
-mejorar la memoria intencional pero empeorar la incidental.
-ser positivo para la ejecución de tareas monótonas, en tanto sea usado a niveles moderados.
-ser nocivo cuando es intenso pues aumenta la intolerancia y la agresividad social.
Basso propone también imaginar dos escenarios acústicos contrapuestos:
Entre los hábitos más comunes entre los jóvenes de la actualidad se encuentra el uso de los
walkman; estos aparatos de difusión musical comparten el primer puesto para la investigación en
materia de sordera como mal emergente ya que son de uso masivo y continuo, a veces durante la
mayor parte del día como “fondo musical” para estudiar, recrearse, viajar, etc.
El nivel sonoro de un walkman puede alcanzar los 115 decibeles, siendo solo 80 el máximo
nivel aconsejable para la audición. Sin embargo, el daño que causa la superación de la media en
decibeles, no tiene solo que ver con la cantidad sino con la duración o permanencia de los mismos.
Esto es, no solo daña un nivel alto de volumen de audición, sino también la cantidad de tiempo
ininterrumpido que se consuma. Superar los 80 decibeles por más de una hora seguida asegura la
sordera parcial. Se produce una especie de “anestesia” por lo cual lo audible deja de serlo.
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Basso. Fragmento de Conferencia en el ENEAC/94
La exposición continua a ruidos o sonidos no deseados, provoca también distorsiones en loa
hábitos estético-sonoros, porque si aceptamos con naturalidad que durante un día de calor el ruido
del aire acondicionado, por ejemplo, nos acompañe por muchas horas, el paisaje sonoro se irá
contaminando y modificando imperceptiblemente, al punto que dejaremos de oírlo de manera
conciente.
El “basurero del ruido” acumulará sonidos descartables y arrumbados en el inconsciente
provocando, sin duda, la pérdida de sensibilidad para degustar microsonidos, tanto naturales, como
concretos o musicales. No importará la calidad del sonido que suene, sino que simplemente no se
tendrá capacidad para identificar tanto un “sonido bueno” como un “sonido malo”. Nos hemos
olvidado tanto de las fuerzas comparativas entre las distintas fuentes que en la sala de una casa por
ejemplo, se oyen con igual sonoridad las grabaciones de una guitarra y de una orquesta sinfónica
completa. Para superar el ruido de fondo de las ciudades comprimimos la intensidad hacia niveles
cada vez más altos en las casas generando una suerte de autismo acústico que nos aísla del entorno
y de los otros. El ruido polariza la atención hacia una tarea en detrimento de las demás, potenciando
el aislamiento característico de la sociedad posindustrial.
Como conclusión podríamos decir que el paso hacia la prevención de los efectos nocivos
del ruido en una población dada, es el establecimiento de límites de exposición seguros y
aceptables. Por cierto no es tarea fácil porque la cuantificación de un fenómeno tan complejo dentro
de una única escala, debe promediar gran cantidad de situaciones distintas, incorporando la
dispersión de las respuestas de los individuos frente al mismo estímulo. No basta con aplicar
normas restrictivas.
Otra formar aconsejable de prevención es la de detectar la susceptibilidad sonora de un
individuo a través de la examinación audiométrica. Este examen – cuya toma se aconseja anual -
es posible realizarlo en la mayoría de los hospitales públicos en forma gratuita.
El daño para la audición es generalmente un proceso lento, insidioso, inaparente e indoloro.
Por eso mismo debemos prevenir antes que curar.
La reseña precedente fundamenta la elección del
Sexto principio para un ideario: la sociedad actual necesita darse cuenta de los efectos dañinos
del ruido y generar programas de salud diseñados para tratar este mal.