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ECOLOGIA ACUSTICA Y EDUCACION.

BASES PARA EL DISEÑO DE UN NUEVO PROYECTO SONORO


Autor: Susana Espinosa (Argentina)

FICHA I:
¿Sonamos cada vez más o escuchamos cada vez menos?

¿Qué es? – me dijo


¿Qué es qué? – le pregunté
Eso, el ruido ese
Es el silencio........... “Luvina” Juan Rulfo

LA ECOLOGÍA ACUSTICA EN VOZ DE ALERTA

Luego de las dos Guerras Mundiales del siglo pasado, cuando el mundo tuvo que
reconstruir su rostro, entró frontalmente en una nueva era expresiva. Un quiebre coincidente con la
mitad del siglo se había producido; de los escombros no sólo había que reconstruir casas, generar
trabajo o producir pan para comer, sino que también había que reaprender a oir después de los
ruidos de metralla, cañones, bombas, aviones, llantos ahogados, gemidos, dolor; ruidos nocivos,
ruidos malignos, ruidos significativos de destrucción; ruidos que nacían del altoparlante del
dictador, que traían la nada, el silencio de muerte, la decepción, la fragilidad de la vida.
Otra Era Sónica se avecinaba. Había que construir un nuevo paisaje sonoro para la vida
después de la guerra.
Paralelamente, la revolución industrial y la invasión del espacio planetario lograda por el
hombre aviador, tecnológico y cosmopolita, también aportaron nuevas sonoridades.
Los avances de la ciencia, la física y los medios masivos de comunicación, incorporaron
realidades sonoras que, importadas desde las fábricas, los medios de locomoción, la televisión
satelital o la radio con antenas parabólicas, llegaron a nuestras casas, se introdujeron en nuestra vida
cotidiana y se mezclaron con nuestras conversaciones y el ruido de platos y cubiertos mientras
comíamos.
La era de los sonidos espaciales, de los amplificadores para la comunicación de masas, de
los shows musicales hiperamplificados, generó nuevas maneras de oir, que modificaron nuestros
gustos y hábitos sonoros. Una nueva estética sonora había nacido, y no precisamente al servicio de
la buena escucha.

Primer principio para un ideario : los espacios sonoros amplificados deben respetar el espacio
individual.

La escucha masiva anuló la audición consciente de ruidos molestos y se volvió una


“escucha anestesiada”, y así se auto-aniquiló la sensibilidad auditiva.
Estos entre otros, no son rasgos casuales en materia de medioambiente. A veces, y en
especial en los países no desarrollados, constituyen una forma de “dominio” cultural por parte de
los países del primer mundo, una involución hacia la “sordera” que no escucha - ¿y no ve?- otros
rasgos opresivos como la miseria, la dependencia colonial, la explotación.
Al poder no le interesa el conocimiento – y la solución – de las cosas que no sirvan
específicamente para dominar.
Segundo principio para un ideario: El mejoramiento de la calidad de vida incluye la custodia
del entorno sonoro

Frente a la incapacidad de absorber lo sonoro desconocido que comenzó a invadir nuestro


habitat, construimos algo así como “anfetaminas sonoras” para calmar el dolor auditivo que causó
una creciente contaminación sonora de los espacios comunes, en especial los urbanos.
Aceptamos resignados el mal de la modernidad, “drogamos” a nuestros oídos y
encontramos el paliativo engañoso: escuchar más selectivamente que antes, cada vez a mayor
volumen, ayudados por los Walkman o los super-aparatos de amplificación que crean un espacio
acústico artificial, separado del entorno natural. A partir de entonces dos espacios acústicos
conviven hasta hoy: el natural y el artificial; ambos subsisten confrontados como oponentes, en
guerra y hasta el momento sin miras de un encuentro saludable.
Poco a poco fueron desapareciendo los rasgos sonoros diferenciales que – tal como en los
mapas – nos daban perfiles claros de las distintas regiones y lugares del Planeta.
El oído antiguo podía diferenciar claramente los silencios tan diferentes entre sí como los de
la noche en el Altiplano boliviano, en la del Puerto de Coquimbo en Chile, o en las calles de Río de
Janeiro. (noche estremecedora la primera, noche bullanguera la segunda, noche casi promiscua la
tercera).
Auditivamente pero también visual, olfativa, térmicamente, ¿es igual la noche del “Café
Tortoni” de la Avenida de Mayo en Buenos Aires, que la noche llena de desaforados bichos en la
montaña de espesa vegetación tropical de las Horquetas de Sarapiquí en Costa Rica?
En buena parte de Latinoamérica no hay posibilidad de “silencio total”, aunque el silencio
total sea una ilusión psico-acústica, un silencio relativo o virtual que se percibe como real.
Dice el compositor uruguayo Coriún Aharonian: “.....Cuando es violada mi relación con un
entorno producto de interacciones más o menos libres; cuando mi simple viaje en ómnibus o en taxi
constituye un ataque a mi libertad por la imposición vociferante de músicas que no quiero
escuchar; cuando mi estadía en un bar o un “restorán” o un supermercado me somete a una
violenta presencia auditiva de música de intención manipuladora que yo no pedí escuchar y que no
tengo posibilidad alguna de escoger; cuando mi opción de vida urbana me somete a un bombardeo
de contaminación sonora que altera mi salud mental; cuando mi lugar de trabajo me lleva casi
inexorablemente a un deterioro auditivo; cuando mi vecino tiene derecho a poner en su auto una
alarma antirrobo enloquecedora que me sacude con regularidad a las tres de la madrugada por un
error en su funcionamiento; cuando mi condición de peatón es sometida al también peligroso
decibelaje de una perforadora de hormigón – que de paso deja sordos y estériles a sus operadores -
; cuando mi libertad cotidiana es condicionada por la agresión visual y auditiva de los anuncios
televisivos; cuando el poder de la música es así banalizado segundo a segundo por el sistema
socio-económico del que somos prisioneros, entonces todo lo que podamos pensar acerca de la
relación entre compositor y hábitat se relativiza. Porque está enferma. ........”1

La sociedad actual enfrenta un fenómeno paradojal en cuanto al desarrollo de su


sensibilidad sonora.
A medida que avanza en la creación de sistemas sofisticados de amplificación por medios
electrónicos- que permiten una escucha selectiva y calificada de los fenómenos sonoros en todas sus
expresiones- genera también hábitos nocivos de audición al estimular el alto volumen para la
emisión. El tipo de vida en el que estamos inmersos es naturalmente ruidoso y ha puesto en desuso
el silencio como bien comunicacional.

Tercer principio para un ideario: el silencio es un bien comunicacional al que la comunidad


tiene derecho.

1
Fragmento de la conferencia “ El compositor y su entorno en Latinoamérica”. ENEAC/94. FEM
Sin embargo existen aún en nuestro habitat, culturas que conservan formas de vida más
naturales, con reservas sónicas de profunda envergadura y de significativa presencia que,
descubriéndolas, valorizándolas, llevan sin interferencia a una forma de encuentro con la identidad
personal, regional y nacional. Para preservarlas y reconocerlas, es necesario crear políticas que
permitan ampliar la oferta de servicios al usuario, construyendo centros de atracción del paisajismo
sonoro, los cuales, transformados en bienes de valor, tiendan al mejoramiento de la calidad de vida
del hombre común.
Construir “Reservas Sónicas Naturales” recuperando y preservando los sonidos del entorno,
puede ser uno de los objetivos esenciales de las políticas educativas nacionales de cualquier país del
mundo.
La Ecología Acústica es una ciencia que estudia la relación de los seres vivos con su
medioambiente sónico y se ocupa de la preservación y defensa de ello, por lo que postula un
concepto de validez ecológica : el sonido del entorno es un bien que sirve al sujeto que lo recibe.
Hoy en día el hombre, a la luz de sus enfermedades, está comenzando a comprender el
deterioro que sufre. El progreso en la mayoría de sus campos de acción, lo llevó de alguna manera a
un des-progreso. Olvidó sus emociones, su calidad espiritual, su integración armónica con los otros
seres de la naturaleza. Su medioambiente dejó de ser paulatinamente el sol, el aire y sus energías
positivas naturales fueron reemplazadas por elementos orgánicos ficticios que generaron su nuevo
“confort”.
La luz eléctrica, el aire acondicionado, los productos químicos con “sabor natural”,
dominaron el avance en el siglo XX. Se olvidó paulatinamente el olor, el gusto, el tacto, la visión, y
también el oído natural. Pero......como la naturaleza es sabia, ahora estamos buscando
desesperadamente en los recuerdos, en las prácticas obsesivas de gimnasia bioenergética, en los
paseos de week-end, en los tratamientos de salud bío-energética, en el descanso, esas sensaciones.
El oído histórico de nuestros recuerdos, puede recuperar los sonidos que ennoblecen la vida
como el del diálogo a media voz, la risa clara, el canto del pájaro, el agua corriendo, la brisa, el
ladrido del perro, la palabra amable de un reencuentro. Podría también defenderse de la
contaminación creando paisajes sonoros saludables y evitando los ruidos inaudibles de las máquinas
en las fábricas, del motor de los autobuses, de los restaurants atiborrados de gente, de los formatos
comunicacionales a gritos de los medios de comunicación. Se trata en definitiva, de recordar
para identificar, caracterizar y reformar para recuperar los sonidos de pertenencia.

Los antiguos no necesitaban recurrir a esta recuperación de la memoria auditiva para


reconocer sonidos característicos; ellos podían por medio de sus escuchas atentas, prever
catástrofes, salvar a un animal de su trampa, enviar mensajes a larga distancia con el solo uso de sus
cuerdas vocales; de la misma forma, una madre reconoce la dolencia de su bebé a través de las
formas de su llanto porque su oído afectivo le da referencias tal vez más precisas que el propio
médico.
¿A qué nos referimos, con el concepto de “sonidos de pertenencia”? A todo lo sonoro que
le dé carácter, perfil, personalidad e identificación a algo.
¿ Es lo mismo una lluvia torrencial en la selva, en el Central Park de Nueva York o en pleno
centro de una gran ciudad? ¿ Cuál es la diferencia sonora de un tucán o un papagayo si son dos aves
de la misma familia? ¿ Cuál es la diferencia sonora de un violín, un violoncello o un contrabajo, si
son instrumentos musicales de la misma familia?
Si bien el campo de la Educación es el medio ideal para plantear esta “voz de alerta”,
consideramos valioso y hasta desafiante plantear el problema en términos generales, ya que nos
referimos a aquello que afecta a los integrantes del Planeta y para que todos tomemos conciencia
que estamos dañando la calidad de nuestras vidas.
El placer y el entretenimiento tienden hoy a relacionarse – y afectan directamente – esta
calidad de vida tan ansiada por el hombre contemporáneo. Necesitamos volver a buscar lo valedero,
lo profundo, lo esencial, para imaginar una fórmula “INTRA” de nuestra relación con el sonido.
INTRA

INtroducir TRAducir TRANSformar

INTRODUCIR el placer, la información, el espacio acústico


TRADUCIR tomando de cada sonoridad lo necesario y bueno para cada uno
TRANFORMAR devolviendo a sí mismo y a los demás, lo propio, lo valioso, lo saludable.

De esta fórmula puede nacer el concepto de identidad, tan añorado y poco alcanzado en
especial en países en vía de desarrollo.
El presente análisis, conlleva también objetivos interdisciplinarios, ya que se inserta en una
sociedad con hábitos múltiples y que debe resolver sus problemas con la participación, la mirada, la
óptica de muchos y con variados intereses y de distintos estratos y roles sociales.
Ya no alcanza con que el investigador en su laboratorio o el explorador interesado en la
problemática, provean información, descubran causas, propongan planes de acción. Es necesario y
fundamental, lograr la inclusión y el compromiso de la familia, los legisladores, la escuela, las
organizaciones no gubernamentales, los programas de turismo, los programas de salud, los
comunicadores. Es necesario crear políticas educativas discutidas y aprobadas por todos ellos, a
partir de las herramientas de acción que le compete a cada ámbito de los mencionados. Incluso, es
necesario “poner de moda” el tema, y hasta convertirlo en camino para la expresión de diferentes
campos artísticos y recreacionales.

Cuarto principio para un ideario: la sociedad del presente milenio necesita programar la
Ecología Acústica como proyecto gubernamental, para gubernamental y no gubernamental.

La Ecología Acústica desde su lugar científico, puede ayudar a recuperar la pureza del oído,
limpiarlo de interferencias y sensibilizarlo para que “la nueva orquesta sea el universo” tal como
define R. Murray Schafer.
El educador y compositor canadiense R. Murray Schafer desarrolló el New Soundscape
Proyect (Proyecto del nuevo paisaje sonoro) en la Simon Fraser University, en la década de los
sesenta del siglo pasado, constituyéndose en el primer estudio sistemático e interdisciplinario
referido a la educación sonora ambiental, que se nutrió de los aportes de la física, la acústica, la
comunicación, la ecología y la música.
Los sonidos del hábitat tienen un ciclo de vida inmutable: nacen con un ataque, se
prolongan durante un determinado tiempo y finalmente se extinguen. La Ecología Acústica es la
ciencia que se ocupa de evidenciar sus fuentes, cuantificarlas, observar sus balances y proporciones.
En este campo de análisis, también entra el silencio, fuente inmanente del sonido y razón de
ser del mismo. Cuando un sonido irrumpe el silencio, se produce algo así como cuando un trazo de
color se instala en el blanco de la tela del pintor. Cada timbre y calidad de sonido es percibido en
ese marco, como un color diferente porque se produce un efecto de perspectiva similar al del paisaje
visual. Un sonido muy fuerte se percibe como cercano, mientras que un sonido muy débil es casi
imperceptible y aparece como lejano, como fundiéndose en el horizonte.
Nuestro espacio sonoro cotidiano está invadido por máquinas de todo tipo por lo que muy
poco espacio queda para el silencio. Sin embargo en la antigüedad, se utilizaban instrumentos
musicales como los clavicordios que producían en las salas de concierto sonidos muy tenues, que
sin embargo podían ser escuchados porque las ejecuciones tenían lugar en un ámbito arquitectónico
adecuado, y porque no imperaba la moda del sonido fuerte.
En cambio, el medioambiente sonoro actual es artificial. El micrófono aumenta y embellece
nuestra voz, al punto que se torna una atractiva tentación y se vuelve imprescindible para cualquier
conferenciante, así esté a pocos metros de su público. Porqué? Simplemente porque el sonido
pequeño, el natural, es despreciado por el gusto actual. Pareciera que lo único que interesa es el
sonido jerarquizado por un aparato amplificador. Sin embargo, el vuelo de una paloma, la brisa, la
voz de un niño o el pisotear en la hierba, también son sonidos merecedores de nuestra audición
atenta y valorativa
A partir de esta “desfiguración” de los sonidos del habitat (tanto naturales como concretos2)
por los medios de amplificación y por la costumbre de escuchar solo aquello que sobresale por
intensidad (volumen alto), el hombre conteporáneo – y a diferencia del de la antigüedad - ha ido
perdiendo sensibilidad auditiva, dado que su capacidad de audición no es solo fisiológica sino
también psicológica. Esto es, no mediando una “intención” de oir, no se oye, o se oye menos. Por
tanto, si la cultura donde el hombre se desarrolla no tiende hacia la sensibilidad auditiva, el rango
de audibilidad se achica, sectoriza y hasta deforma.
Esta tendencia al uso de sistemas de refuerzo electrónico, responde a pautas culturales que
definen nuestra relación con los sonidos.

Quinto principio para un ideario: la sociedad del siglo XXI debiera desarrollar y compartir
un sentido de alerta como estrategia auto-defensiva de los excesos sonoros.

El silencio es el espacio de la música:


Un espacio
Inextenso
No hay silencio
Salvo en la mente
El silencio es una idea
La idea fija de la música
La música no es una idea
Es un movimiento
Sonidos caminando sobre el silencio.......... Octavio Paz

2
Entendemos por “sonidos concretos” aquellos que son producidos por el hombre o por los elementos que el
hombre fabrica
FICHA II:
Contaminación acústica
“La gran cloaca del sonido en el futuro será el cielo”
R. Murray Schafer

La contaminación acústica constituye hoy uno de los males del fin de siglo ya que soportar
el ruido constante de una gran ciudad, puede provocar irritabilidad en el carácter, jaqueca y hasta
problemas cardiovasculares, digestivos y neurológicos.
La contaminación es definida por el diccionario como “radiación peligrosa emitida por una
sustancia maculada por impurezas”.3
Los vocablos que conforman la definición resultan pertinentes para la contaminación
sonora; radiación, el sonido se propaga e irradia por el aire sin que podamos neutralizar su
percepción (en esto se diferencia de la percepción visual en la que contamos con la estrategia de
cerrar los ojos); peligrosa, la convivencia con la polución sonora es biológicamente dañina ;
emitida por una fuente maculada por impurezas, en sentido general puede considerarse que los
emisores de sonido que se han tornado habituales en nuestro habitat son francamente impuros.
Faltaría a la definición aludir a la penosa mixtura a la que el ser humano está expuesto ya que
algunos sonidos podrían no resultar polutos si se escucharan aislados.
Uno de los problemas de la actualidad es el valor agregado de la confluencia de fuentes
insalubres. Por ello las medidas restrictivas para la polución sonora deben trascender el análisis de
un emisor per se. Hace falta analizarlo como un factor que agregado a otros configura polución.
La exposición a ruidos intensos por tanto, causa pérdidas auditivas que son a veces
temporarias y a veces definitivas.
El ruido puede provocar también alteraciones durante el sueño, como despertar a quien ya
está dormido, impedir dormirse a quien lo desea o “penetrar” en el sueño con pesadillas.
Desde hace años se realizan experiencias con el ruido y el sueño, usando EECG
(electroencefalograma mapeado), TACM (tomografía axial computada y mejorada, inyección de
sustancias de contraste radiactivas y seguimiento por áreas, etc. En relación con el sistema nervioso.
Los trastornos del sueño por ruido comienzan a tener efectos más marcados a partir de los
35 dB (A). Ya 40 dB(A) un 5% de las personas expuestas se despiertan y a 70 dB(A) las
probabilidades aumentan hasta 30% aproximadamente. Las perturbaciones del sueño son en un 10%
con 40 dB(A) y del 60% con 70dB(A). Claro que no todas las personas son igualmente susceptibles
en su sueño respecto al ruido. Esto varía de acuerdo a la edad (los niños y los ancianos son más
sensibles), el sexo (las mujeres son menos tolerantes), la raza, la formación de hábitos, la cultura, el
estado fisiológico, el uso de medicamentos, el estado salud/enfermedad. La adaptación se produce
solamente cuando los estímulos sonoros son de baja intensidad. Sin embargo se ha verificado
adaptación a ruidos relativamente intensos en personas viviendo en las cercanías de viaductos
ferroviarios o autopista; si bien el nivel estaría situado en los 35 dB(A) hay quienes podrían tolerar
algo más.

En situación de stress
Bajo condiciones especiales de estímulos sonoros intensos, en el eje endocrino-nervioso del
hipotálamo (parte profunda del encéfalo) con la hipófisis y la glándula suprarrenal, se libera el
ACTH (hormona adrenocorticotrófica suprarrenal) y otras hormonas importantes como las
catecolaminas, también se liberan en la médula suprarrenal. Estas hormonas del stress son
importantes porque pueden medirse, ya sea en la sangre o en la orina.

3
Diccionario Enciclopédico Planeta
Se observa también que la exposición a más de 70 dB(A) afecta al sistema simpático del
sistema nervioso autónomo ocasionando esta liberación de adrenalina y otros mediadores químicos,
pudiendo registrarse midriasis (aumento del diámetro) de la pupila, taquicardia (disminución y
alteración de la capacidad conductiva eléctrica de la piel). También se observan por el stress,
impactos a nivel digestivo y hasta úlceras gastroduodenales.

La cultura del ruido


El Ingeniero e investigador argentino Gustavo Basso, posee una prolífica producción
escrita sobre la problemática del ruido y su incidencia en la salud auditiva. Al respecto dice:
“.........El ruido ha sido definido como sonido no deseado. También podemos pensar en él
como aquel sonido que nos causa transtornos de alguna clase. Y es aquí donde nos enfrentamos a
una nueva situación: en la actualidad existen ruidos que, aún poseyendo efectos patológicos, son
deseados.
En los recitales de música popular y en una gran variedad de situaciones sociales, esta
clase de ruido constituye un valor apreciado, imprescindible para el éxito del evento en muchos
casos. Se puede decir, llegado este punto que nos movemos en una “cultura del ruido”.
¿Qué sentido tiene entonces, promover leyes que impongan límites a los niveles acústicos y
construir barrios tranquilos, cuando vamos a buscar el ruido, o lo transportamos con nosotros, a
toda hora y en todo lugar? Pero, además ¿cuáles son las situaciones que pretenden mejorar estas
normas? Creemos que solo una clara caracterización de los distintos efectos del ruido y de las
diferentes situaciones ambientales y sociales atinentes permitiría modificar a largo plazo, mediante
una enérgica acción educativa, esta cultura del ruido......”
“.......El sentido de la audición es complejo y delicado. Además de permitir la
comunicación oral, aporta información vital sobre un entorno de 360 grados alrededor de la
persona, y no se desactiva al dormir. Se lo ha definido, por ello, como el sentido del alerta. Quizás
nuestras capacidades musicales, que exceden en mucho las necesarias para la comprensión del
lenguaje hablado, tengan que ver con esta función del oído como canal de entrada general de
información ambiental. Pero, para que una persona pueda desarrollar plenamente sus
potencialidades auditivas, debe poseer – y conservar – un oído sano y educado.
La exposición al ruido puede dañar el mecanismo de la audición y la magnitud del
deterioro depende de la energía acústica recibida y, en cierto sentido, el efecto es acumulativo.
Pero no todos los transtornos provocados por el ruido menoscaban nuestra sensibilidad auditiva:
algunos afectan la salud general, el rendimiento en el trabajo, o degradan la calidad de vida.......”4
Basso clasifica los efectos generados por el ruido, en tres grandes grupos: audiológicos,
fisiológicos y psicológicos.
Comentaremos sus ideas sobresalientes del tema:

Efectos audiológicos
Existen incrementos temporarios (pérdida reversible) e incrementos permanentes (pérdida
irreversible ) del umbral de audibilidad. El incremento temporario está relacionado con el nivel de
presión acústica del ruido (a mayor nivel en dB, mayor incremento del umbral ), con la frecuencia
y el espectro del mismo ( cuanto mayor sea la frecuencia, hasta 6.000 hz, mayor será el incremento)
y con el patrón temporal del ruido ( los ruidos intermitentes producen menos pérdidas temporarias
que los continuos.
Observamos que la sensibilidad auditiva se recupera totalmente recién 48 hs. después de la
supresión de la fuente de ruido. Si una persona reactiva dicha fuente a las 8 hs. de haberla apagado,
su umbral será 10 dB mayor que el normal, obligándolo a aumentar 10 dB la potencia de la fuente
acústica: su oído verá multiplicada por diez la energía recibida. Este proceso se realimenta varias
veces hasta alcanzar niveles capaces de provocar daños no reversibles.

4
Basso. Fragmento de Conferencia de ENEAC/94
El conocimiento que poseemos del incremento permanente del umbral de audibilidad, se
basa en estudios realizados en industrias y en experimentos con animales. De ellos se desprende que
existe una relación aproximadamente lineal entre las pérdidas de sensibilidad y el nivel sonoro de la
exposición por encima de los 80 dB (A).

Efectos fisiológicos
Además de los efectos sobre el sentido de la audición, el ruido produce trastornos
fisiológicos que se manifiestan como cambios en el control de los músculos voluntarios, en la
transmisión nerviosa a los músculos autónomos y en el comportamiento del sistema simpático que,
a través de las catecolaminas ( especialmente la adrenalina ) regula gran cantidad de funciones
fisiológicas.
Los efectos de corta duración se manifiestan en la forma de vasoconstricción, aumento del
ritmo cardíaco, aumento del ritmo respiratorio, etc. Los efectos de larga duración provocan
respuestas nerviosas y hormonales que pueden configurar un cuadro de stress generalizado. Esta
situación provoca, en determinados individuos, cuadros de gastritis, úlceras, cefaleas, asma,
hipertensión arterial, etc.
Si bien no se puede decir que el stress urbano esté causado únicamente por la
contaminación acústica, se la debe considerar como una de las causas del mismo y, según la
susceptibilidad de cada persona, como una de las causas más importantes. Es especialmente
relevante el deterioro de las condiciones del descanso nocturno en las grandes ciudades.
A modo de ejemplo se puede citar un estudio realizado en Francia en 1988, en el que se
muestra que trabajadores textiles sometidos durante cinco años a un nivel de presión sonora de 95
dB (A), desarrollaron un porcentaje mucho mayor de hipertensión arterial y de patologías cardíacas
que los operarios de la misma fábrica con ocupación en áreas tranquilas.

Efectos psicológicos
Es en el campo psicológico donde las variaciones de sensibilidad individual frente al ruido
se muestran mayores.
En la literatura especializada se considera incómodo un ruido cuando un grupo de personas
expuestas trata de reducirlo o de abandonar el área afectada. En general, el ruido incrementa la
excitación general del sistema nervioso y tiene varias consecuencias como:
-estimular la concentración sobre ciertas fuentes de información o tareas primarias en detrimento de
otras secundarias.
-mejorar la memoria intencional pero empeorar la incidental.
-ser positivo para la ejecución de tareas monótonas, en tanto sea usado a niveles moderados.
-ser nocivo cuando es intenso pues aumenta la intolerancia y la agresividad social.
Basso propone también imaginar dos escenarios acústicos contrapuestos:

1.- El espacio acústico privado y el aislamiento:


“.....Este primer modelo descansa sobre el perfeccionamiento de las técnicas de
aislamiento acústica y de control de ruido, y en la mejora en el diseño de los espacios urbanos, lo
cual permite imaginar una sociedad fundada en el aumento de la independencia entre los
ambientes acústicos de cada grupo de personas y aún de cada individuo”.
“Todo esto sin perturbar o ser perturbado por los vecinos o los ruidos corrientes de una
ciudad. Sin embargo, este aislamiento acústico, y por lo tanto comunicacional, no llegaría más allá
de la puerta de cada vivienda si no se implementasen mecanismos para su extensión a los espacios
públicos. Muchos de ellos ya están funcionando: los altos niveles de ruido enmascaran casi todo
intento de acercamiento oral en lugares para baile, terminales de transporte automotor,
aeropuertos y shoppings, así como en reuniones de todo tipo. Aún en las situaciones en las que la
comunicación es todavía posible, ésta es bloqueada por medio del “ruido portátil” que proveen los
walkman: donde no es posible construir muros de mampostería, se emplean muros acústicos que
mantienen el aislamiento individual....”.
“Una situación como ésta ha sido descripta por el antropólogo francés Mark Augé
empleando el concepto de “no lugar (Augé, 1993). En los “no lugares” la gente no está, transita, y
el ruido impersonal, desalienta los contactos con el otro. No crea identidad singular ni relación,
sino soledad y similitud. La gente circula silenciosamente (incomunicada y dialoga con las
máquinas o con empleados tan silenciosos e incomunicados como ellos.
El comportamiento acústico de esta hipotética sociedad se corresponde con la tendencia,
observada en la sociedad posindustrial, a disminuir los contactos comunitarios. La televisión, la
computadora, las casas cada vez más confortables, el abastecimiento a domicilio, contribuyen hoy
en día a disminuir la relación directa entre las personas.
Una situación que lleve al límite la exigencia de espacios acústicos privados es, en cierto sentido,
anti-utópica: existe y no postula ninguna sociedad orgánica. En este caso hay una sola variante
posible que requiere, junto con la tecnología apropiada, una estructura legal y de control eficaz. La
educación, más allá de la imprescindible para asegurar la constricción a las normas, no es
necesaria”.

2.- El espacio acústico público y la comunicación.


“.....El segundo de los escenarios límite posibles, contrapuesto por completo al anterior, es
aquél en el cual el espacio acústico es público y no privado. Cada persona interactúa y se
comunica con los otros en cada uno de los momentos de su vida. Todo ruido producido en la
cercanía es percibido y, a la vez, todo ruido generado afecta al entorno. El nivel de aislamiento
acústica en los hogares es mínimo y los espacios comunes adquieren un real valor colectivo. El
universo de sonidos de un lugar es también, en el sentido antropológico, constitutivo de la
identidad del individuo y responde a la ley de lo “propio” (Mauss, 1966). Estos lugares poseen en
común un espacio acústico público y compartido.
Ahora bien, ¿cómo sería la vida en una comunidad con ésta? Muchas situaciones son posibles.
Podría muy bien suponerse la dislocación de la red de intercambio por una puja en el intento de
prevalecer sobre el otro convertido en rival. Se tendría así una especie de anarquía donde un
territorio acústico se impone sobre otro de acuerdo a complejos factores de poder.
Pero podemos también imaginar que el espacio acústico común se decida por consenso entre los
ciudadanos, regulándose sus características de acuerdo a las distintas necesidades. En este caso,
junto a una legislación clara y bien articulada, es necesaria una cultura que tienda a la
convivencia y a la aceptación del otro. El respeto por el ambiente acústico es propio del modelo,
que coloca a la educación en una posición central.
Existe hoy en Latinoamérica una enorme cantidad de lugares como los descriptos más arriba. Aún
en nuestras grandes ciudades abundan los espacios de encuentro donde el ambiente sonoro
constituye gran parte de lo característico y propio de cada comunidad.”5

Entre los hábitos más comunes entre los jóvenes de la actualidad se encuentra el uso de los
walkman; estos aparatos de difusión musical comparten el primer puesto para la investigación en
materia de sordera como mal emergente ya que son de uso masivo y continuo, a veces durante la
mayor parte del día como “fondo musical” para estudiar, recrearse, viajar, etc.
El nivel sonoro de un walkman puede alcanzar los 115 decibeles, siendo solo 80 el máximo
nivel aconsejable para la audición. Sin embargo, el daño que causa la superación de la media en
decibeles, no tiene solo que ver con la cantidad sino con la duración o permanencia de los mismos.
Esto es, no solo daña un nivel alto de volumen de audición, sino también la cantidad de tiempo
ininterrumpido que se consuma. Superar los 80 decibeles por más de una hora seguida asegura la
sordera parcial. Se produce una especie de “anestesia” por lo cual lo audible deja de serlo.

5
Basso. Fragmento de Conferencia en el ENEAC/94
La exposición continua a ruidos o sonidos no deseados, provoca también distorsiones en loa
hábitos estético-sonoros, porque si aceptamos con naturalidad que durante un día de calor el ruido
del aire acondicionado, por ejemplo, nos acompañe por muchas horas, el paisaje sonoro se irá
contaminando y modificando imperceptiblemente, al punto que dejaremos de oírlo de manera
conciente.
El “basurero del ruido” acumulará sonidos descartables y arrumbados en el inconsciente
provocando, sin duda, la pérdida de sensibilidad para degustar microsonidos, tanto naturales, como
concretos o musicales. No importará la calidad del sonido que suene, sino que simplemente no se
tendrá capacidad para identificar tanto un “sonido bueno” como un “sonido malo”. Nos hemos
olvidado tanto de las fuerzas comparativas entre las distintas fuentes que en la sala de una casa por
ejemplo, se oyen con igual sonoridad las grabaciones de una guitarra y de una orquesta sinfónica
completa. Para superar el ruido de fondo de las ciudades comprimimos la intensidad hacia niveles
cada vez más altos en las casas generando una suerte de autismo acústico que nos aísla del entorno
y de los otros. El ruido polariza la atención hacia una tarea en detrimento de las demás, potenciando
el aislamiento característico de la sociedad posindustrial.

Como conclusión podríamos decir que el paso hacia la prevención de los efectos nocivos
del ruido en una población dada, es el establecimiento de límites de exposición seguros y
aceptables. Por cierto no es tarea fácil porque la cuantificación de un fenómeno tan complejo dentro
de una única escala, debe promediar gran cantidad de situaciones distintas, incorporando la
dispersión de las respuestas de los individuos frente al mismo estímulo. No basta con aplicar
normas restrictivas.
Otra formar aconsejable de prevención es la de detectar la susceptibilidad sonora de un
individuo a través de la examinación audiométrica. Este examen – cuya toma se aconseja anual -
es posible realizarlo en la mayoría de los hospitales públicos en forma gratuita.
El daño para la audición es generalmente un proceso lento, insidioso, inaparente e indoloro.
Por eso mismo debemos prevenir antes que curar.
La reseña precedente fundamenta la elección del

Sexto principio para un ideario: la sociedad actual necesita darse cuenta de los efectos dañinos
del ruido y generar programas de salud diseñados para tratar este mal.

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