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Actividad 1 - La cultura inclusiva en las palabras

Lina Rocio Ayala Castro


Francisco Manuel Troncoso Argel
Nidia Paola Rodríguez Castañeda
Mónica María Monterroza Díaz
Leidy Johana Martínez Peña

Evaluación de la Cultura Inclusiva y las prácticas interculturales

Asesor:
Aura García

Corporación Universitaria Iberoamericana


Facultad de educación
Diciembre 01 de 2023
LOS RETOS DE LA CULTURA INCLUSIVA EN PERSPECTIVA DE
EDUCACIÓN

Este ensayo busca responder a la pregunta ¿Cuáles son los retos de la cultura
inclusiva en perspectiva de educación? Para tal efecto, el escrito se dividirá en
cuatro momentos. El primero buscará entender la cultura inclusiva, los alcances y
los retos. En segundo momento, se planteará la educación intercultural, las
implicaciones y los retos y en tercer momento, se propondrá la pedagogía con un
enfoque inclusivo, y por último se expondrá las conclusiones.

Cultura inclusiva.

Cuando hablamos de cultura en Colombia hablamos de diversidad. Nuestra tierra


cuenta con un territorio rico en especies, agua, personas, dialectos y costumbres.
Tal vez, por eso somos uno de los territorios que por su historia de colonización,
esclavitud y conflictos nos lleva a poder mostrar en cada región algo que los
identifica y a su vez, nos diferencia de las demás, esta multiplicidad nos hace
únicos en el planeta.

Sin embargo, cuanto estas riquezas culturales son atravesadas por la educación
que en principio es homogeneizadora, genera un conflicto que socialmente no se
aborda, porque la educación en sí misma se presume buena y confiable, pero es
necesario revisar como estos propósitos educativos no son inocentes en sí mismo,
por el contrario el acto educativo tiene una funciones política, social y cultural, que
en muchos de los casos desconoce los aportes culturales de un contexto
determinado, situación que se refleja en la sociedad Colombiana.

Por esta razón, la autora Lazzo (2015) en su artículo la Cultura inclusiva en la


escuela, nos propone que “La escuela será de calidad cuando dé respuesta a la
diversidad, haciendo las adaptaciones curriculares en la metodología, recursos,
evaluación” (p. 24). De tal manera, que la autora nos plantea una relación
intrínseca entre cultura y educación. Esto nos permite afirmar que todo proceso de
inclusión debe ser liderado por la escuela, por la sociedad y debe repercutir en la
cultura, esta a su vez fortalecerá la propuesta educativa que asuma el país.

Ahora bien, históricamente los procesos de inclusión fueron apartados de la


escuela, pues existían discursos sobre la normalización de los cuerpos, las
inteligencias y las personas. La exclusión es lo tradicional, por ello hoy en día
hablar de inclusión se vuelve un reto y atrae muchas miradas que buscan
entender el fenómeno de la inclusión que se había rezagado a espacios privados
que tenían por tarea normalizar a los sujetos para que lograrán cumplir con las
expectativas que la sociedad demandaba.

Toda esta historia que encierra muchas violencias hacia los cuerpos que se
marginaron, han llevado a diferentes entidades estatales a pensar la inclusión
desde muchos ángulos, uno de ellos es la escuela, la cual debe procurar la
inclusión de todos. De tal manera, que se define como “la cultura inclusiva como
aquella centrada en crear una comunidad segura, acogedora, colaboradora y
estimulante en la que cada uno es valorado, como el fundamento primordial para
que todo el alumnado tenga los mayores niveles de logro (Lasso, 2015, p, 24.), en
otra, palabras es la escuela la llamada a abordar en primera instancia la inclusión
porque de ella se proponen y construyen cambios culturales.

El objetito de la educación inclusiva deber ser “desarrollar valores inclusivos,


compartidos por todo el profesorado, el alumnado, los miembros del consejo
escolar y las familias, que se transmitan a todos los nuevos miembros del centro
educativo” (Booth & Ainscow , 2002, p.16). (Lasso, 2015, p, 24.), Esto con el
propósito de ir imprimiendo cambios que se extiendan a territorios en donde la
escuela no alcanza. Es importante mencionar que en muchos casos la educación
se enmarca en unos espacios determinados pero la cultura atraviesa espacio y
tiempo, no se limita sino que se extiende, pues esta nos atraviesa como sujetos
sociales.

Cuando se habla de cultura inclusiva en la escuela se pretende modificar


prejuicios, estereotipos o modelos mentales que han educado a muchas
generaciones de humanos, que reproducen algunas prácticas fallidas para la
formación integral de las juventudes, por tal razón, la tarea es “empoderar
nuestros pensamientos, hechos y palabras para que sean la clave para construir
un clima escolar favorable en donde los maestros y docentes sean fiel reflejo de la
práctica de valores como el respeto, la colaboración, la justicia, la identidad, etc.
(Lasso, 2015, p, 24).

Es el maestro el primer foco de esperanza axiológica que debe mostrar y


demostrar que el principio de la inclusión es la empatía, la responsabilidad y sobre
todo el respeto que todo humano merece simplemente por el hecho de ser
humano, cuando el profesorado haya incluido en sus prácticas discursos de
respeto, tolerancia y fraternidad con el otro la escuela “cumplirá con la función
socializadora cuando favorezca el manejo de conflictos de manera pacífica, y
permita la toma de decisiones y la autorregulación de las emociones, las cuales se
ven reflejadas en una convivencia armónica. (Lasso, 2015, p, 24.). Por eso es
necesario enunciar que la escuela tradicional no está,

“caminando hacia una cultura inclusiva en la escuela cuando sacamos de


las evaluaciones a los estudiantes por no haber cancelado las
mensualidades, cuando negamos la matrícula o el cupo por su
comportamiento, cuando no recibimos la tarea porque no viene impresa
sino escrita a mano, cuando no les permitimos que se formen en la fila
antes de iniciar la clase por llegar atrasados o llevar un corte de cabello
diferente o el uniforme incompleto, cuando les gritamos ridiculizándolos
porque no copian rápido la tarea o porque se equivocan en los resultados
de las operaciones matemáticas, entre otros. Situaciones que quedan en la
memoria de muchos niños… (Lasso, 2015, p, 24).

Es por esto que la cultura inclusiva debe procurar que las “aulas estén
dispuestas a romper barreras del silencio, del miedo a lo desconocido; a
reflexionar sobre nuestra práctica docente” (Lasso, 2015, p, 25.) la cual debe estar
en brusquedad de la verdad, la justicia y la integración de todos y de todas.
Educación intercultural.

En Colombia hablar de educación intercultural es algo nuevo, pues la escuela lo


que ha hecho por siglos es repetir modelos externos al territorio y a la cultura
desconociendo los saberes que existen en la diversidad poblacional. De tal
manera, que el reto del siglo XXI es tal vez,

“asistir a la lectura de la diversidad cultural y las desigualdades sociales.


Lecturas que entrecruzan la diversidad cultural con la educación, así como
con los múltiples y complejos procesos sociales, políticos, culturales,
económicos y hasta con los imaginarios y representaciones de los
individuos y grupos, pues se reconoce el valor, el significado y la
importancia que esta tiene en la modelación y construcción de la sociedad
colombiana. (Castro. 2009, p, 359)

Al mismo tiempo, en Colombia no es posible hablar solo de educación, hoy se


reconoce que la educación debe atender las particularidades de la población, de
los territorios y de las culturas. Por tal razón, se plantea que existen diferentes
enfoques tales como la etnoeducación como:

“un sistema que constituye un proceso a través del cual los miembros de un
pueblo internalizan y construyen conocimientos y valores, y desarrollan
habilidades y destrezas de acuerdo con sus características, necesidades,
aspiraciones e intereses culturales, que les permiten desempeñarse
adecuadamente en su medio y proyectarse con identidad hacia otros
grupos humanos.” (Castro, 2009, p, 361).

La apuesta de la etnoeducación es una apuesta por rescatar los saberes de los


territorios, buscando educar para continuar con los arraigos culturales y sin
embargo, todo esto debe estar enlazado con la educación que reciben los
maestros, con una infraestructura social, política y económica que permita que los
sujeto se desarrollen en sus territorio, de lo contrario la promesa educativa de la
inclusión seguirá siendo excluyente.
En consecuencia, la etnoeducación, la catedra afrocolombiana y la
interculturalidad requieren ser sentidas y vivenciadas como un proyecto a largo
plazo, que tiene una intencionalidad y deben contar con la voluntad política que
debe ir en búsqueda de la equidad social. Esto quiere decir darle a cada sujeto lo
que necesita para desarrollarse de una manera plena, segura y equitativa.

Hacía una Pedagogía inclusiva.

Otro reto que debe enfrentar la cultura inclusiva en perspectiva educativa tiene
que ver con la formación que recibe los docentes en las facultades, en donde se
privilegia los saberes occidentalizados y se descuida el saber y los aprendizajes
propios de cada región. Por esta razón, en el texto, Hacia una cultura pedagógica
inclusiva: Experiencias desde la práctica universitaria de los autores Fernández et
al. (2016) Enuncian que “La universidad en el siglo XXI reclama las exigencias de
una sólida formación cultural, como fundamento de la comprensión global de la
época en que se vive.” (p, 2). Buscando dar solución a esta problemática
heredada por la academia occidental, las facultades deben ser reestructuradas en
varios aspectos; esto traerá como consecuencia que los maestros que inicien sus
prácticas laborales en la educación inicial, básica y media modifiquen su ejercicio
de enseñanza. Por tal razón, es menester enunciar que “los referidos a la
preparación metodológica del personal docente para la dirección del proceso de
educar a las personas con discapacidad y el de la capacitación teórica en los
contenidos” (Fernández et al, 2016, p, 3) es fallida o nula en algunos casos, de
esta manera el profesional docente se ve desbordado por la inclusión sin haber
recibido preparación metodológica, psicológica, humanista o pedagógica para
abordar estas situaciones.

Las facultades deben preparar a los profesionales en temas étnicos, afros, de


desplazamiento, de migración y de conflicto, temas que deben ser abordarlos
desde un paradigma humanista, permitiéndoles a los profesionales sensibilizarse
frente al otro. De tal manera que, “La empatía se convierte en su principal
instrumento para accionar favorablemente en la realización personal” (Fernández
et al, 2016, p, 8 )

En ese mismo orden de ideas, la tarea no solo es de la escuela, sino de la


educación que los maestros reciben a nivel universitario. De tal manera, que
cuando se inician labores en el aula los profesionales tienden a repetir patrones
educacionales. Por esta razón, los estudiantes no logran sentirse incluidos en un
sistema que siempre los quiere excluir. De igual forma, la formación de los
maestros debe ser integral, propender por la concientización los diferentes retos
que se encuentran en el aula; tales como estudiantes con discapacidad, sujetos
que pertenecen a grupos étnicos, afros y migrantes. De tal manera, se debe
empezar por la sensibilización de las carencias que posee el sistema y rescatar la
riqueza de las culturas que confluyen en el territorio Colombiano, esto debe pasar
por unas reflexiones de varios niveles del estado en donde se logre entender que
lo más importante de la educación es entender el territorio, las costumbres y las
necesidades de una población, esto con la intención de proyectar a gran escala
las potencialidades de las poblaciones, ayudando en la construcción de sus
identidades y fortaleciendo el arraigo de su cultura.

Por el contrario hoy los lineamientos ministerial siguen homogenizando la


educación, y lo hacen a través de varios instrumentos, uno de ellos es las pruebas
que deben presentar todo estudiante de grado once, que miden competencias
básicas, esto hace que el acto educativo este condicionado a querer superar esos
estándares que mide a los estudiantes desde unos criterios universales que
desconoce los procesos puntuales que cada región tiene.

En relación a la temática expuesta, se puede afirmar que la educación sigue


estando descontextualizada, por tal razón, es importante que como maestros nos
preguntemos cuál es la función real de los contenidos que se enseñan, los
métodos de enseñanza son iguales para todos, y por último todas las escuelas
que son evaluadas bajos los mismos estándares tienen las mismas condiciones.
Si buscamos responder estar preguntas podríamos concluir que los contenidos
siguen una línea colonizadora, estos son pensados por expertos que desde su
escritorio creen que es lo mejor para los estudiantes. Esto nos lleva a pensar en
los mecanismos de control que una sociedad utiliza para limitar el acto educativo
de sus profesores, en donde existe toda una organización jerárquica que vigila
cada paso y contenido, esta situación se agudiza en la educación privada en la
que no solo se encuentra toda la organización burocrática sino que además
existen tecnologías dispuestas para vigilar de cerca el accionar de los maestros.

Para finalizar, los nivel y métodos de enseñanza de cada maestro se encuentra


ligado a los lineamientos ministeriales, la organización burocrática entro otras; es
por eso que se complejiza querer implementar cambios desde lo individual, sin
embargo, y como la educación es un acto de resistencia que se puede utilizar
siempre de muchas maneras, la invitación es a organizar y lograr derrumbar las
barreras que impiden que los estudiantes logren desarrollar y fortalecer todas las
habilidades que poseen como sujetos críticos, culturales, sociales diversos y
libres.
Referencias.

Fernández, L; Véliz, V; Ruiz, A. (2016). Hacia una cultura pedagógica inclusiva:


Experiencias desde la práctica universitaria. Revista Electrónica Educare, vol. 20,
núm. 3, septiembre-diciembre. pp. 1-15. Universidad Nacional Heredia, Costa
Rica.

Lasso, M. (2015). Cultura inclusiva en la escuela

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