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Universidad

Católica Argentina

Concepciones Imperiales del Medioevo

Carrera: Licenciatura en Relaciones Internacionales

Asignatura: Historia de las Ideas Políticas II

Año: 1, Comisión: D

Profesora Titular: Dr. Mario Leonardo Miceli

Profesor Asistente: Dr. Mauro Saiz

Autor: Francisco Galván


Número de Registro: 321464
Correo electrónico: franciscogalvan@uca.edu.ar

Resumen
En este artículo se estudiarán y compararán la primera y segunda restauración del imperio romano
de occidente. Estos son los reinados de Carlomagno, y de los Otones. Se hará con el fin de indagar acerca de
la concepción medieval presente a través del medioevo, e identificar y analizar sus diferencias. Algunas
áreas a analizar serán la estructura de los gobiernos, su relación con la iglesia y el papa, las decisiones en
cuanto relaciones exteriores, y el legado y duración del poder de cada uno. Se investigará acerca de los
desafíos que se presentaron ante cada monarca, con el objetivo de abstraer, a partir de las respuestas que han
ofrecido cada uno durante su gobierno, modos de administración política generales, y describir las
convergencias y divergencias que se presenten. Las dos etapas fueron objeto de un renacimiento cultural, y
de tiempos de fuerte cambio del orden del momento. Sin embargo, la realidad de estos cambios se presentó
de maneras muy disímiles, en muchos sentidos. La razón de las divergencias, como se verá, irá desde
condiciones previas distintas hasta diferencias en las personalidades de los monarcas.

Contexto histórico
Durante el siglo IV y V, se produjeron una serie de invasiones principalmente germánicas, que
culminaron con el hito que es hoy reconocido como “la caída del imperio romano de occidente”, en el año
476. Esta fue la invasión y saqueo de Roma de parte de los hédulos, comandados por Odoacro.
Evidentemente, después de la toma de Roma y del envío de las insignias imperiales a Oriente, las invasiones
no hicieron más que aumentar, llevando eventualmente a la consolidación de los reinos romano-germánicos.
Uno de ellos fue el reino de los francos, y estos tuvieron de rey, a partir de 482, a Clodoveo. Este logró la
unificación del reino franco, y estableció la primera dinastía de los francos, los merovingios (en honor al
abuelo de Clodoveo, el rey militar Meroveo), por medio de la ley sálica. La ley promulgaba que los
herederos se dictarían de forma hereditaria, priorizando al primogénito varón. No solo eso, sino que en 496,
este reino bárbaro se convirtió al catolicismo, proviniendo de un paganismo germánico, sin adoptar en el
medio al arrianismo, como sí habían hecho la mayoría de los otros reinos romano-germánicos.
Esta linea de sangre continuará, y conforme pasa el tiempo, irá perdiendo poder real mientras en
paralelo surge la institución del mayordomo del palacio. El mayordomo era una figura dentro de la corte
aristocrática que va adoptando, paulatinamente, distintas facultades que, en un principio, pertenecían al rey.
Esta transición del poder ocurre basicamente por la pereza de los reyes merovingios, quienes tenían el
sobrenombre de “reyes holgazanes”, de ejercer el poder. El monarca todavía mantenía poder simbólico, y era
considerado la cabeza del reino, pero cuando se trataba de las responsabilidades reales, estas recaían, en su
mayoría, sobre el mayordomo.
Uno de estos fue Pipino de Heristal, también conocido como Pipino el Joven. Él pudo concentrar el
poder de mayordomo de los tres reinos francos (Austrasia, Nuestria, y Borgoña) en su persona,
efectivamente reunificando el reino franco. Su hijo ilegítimo, Carlos Martel, logra expulsar a los musulmanes
que venían avanzando por la peninsula ibérica, ganandose el respeto y reconocimiento como el legítimo
heredero de Pipino el Joven. Él reina, todavía como mayordomo, y lo sucede su hijo, Pipino el Breve. Pipino
logra algo que sus predecesores no. Él forma una muy buena relación con el papado, y, con el apoyo del
clero y de los nobles, logra deponer finalmente al rey merovingio, quien para entonces virtualmente no tenía
nada de poder tangible, dando fin a la dinastía de Clodoveo. Se declara a sí mismo rey, y es ungido por el
papa, dando comienzo a los reyes carolingios. Él tiene dos hijos, Carloman y Carlomagno, y divide su
territorio entre ellos. Carloman muere rapidamente (por muy conveniente que haya sido su muerte, parece
que realmente murió por causas naturales), y Carlomagno consigue para sí el reino entero de Pipino el Breve.
El gobierno de este personaje será objeto de estudio de la siguiente monografía, y será comparada en
detalle con otro imperio que veremos más adelante.
Carlomagno decide, como sus antecesores, gobernar de la mano de la iglesia (se dice que los años en
los que Carlomagno estuvo en el poder fueron el apogeo del agustinismo político). Él toma la capital de los
Lombardos y anexa a sus dominios el reino lombardo. El 25 de diciembre del 800, el papa Leon III consagra
a Carlomagno imperator augustus, porque él lo socorrió en un momento en el que el papa estaba siendo
hostigado por diferentes grupos romanos. A esta fecha se la conoce como la “primera restauración imperial”.
En el año 814, muere Carlomagno, y con él la idea del imperio romano restaurado. Su hijo, Luis el Piadoso
(también conocido como Ludovico Pío), falla en reinstaurar el orden y poder que ejerció su padre, mientras
que la iglesia logra retener mejor el poder que consiguieron gracias a Carlomagno y León III. Entre sus hijos,
Lotario I, Luis II el Germánico, y Carlos II el Calvo, hay una disputa por el poder que se resuelve con la Paz
de Verdún (843), que termina dividiendo el imperio de Ludovico Pío en tres regiones: Carlos se queda con la
región del oeste, lo que sería el territorio francés del imperio, Luis con la parte oriental, es decir la región
alemana e italiana, y Lotario con el territorio localizado por el centro del imperio, compuesto por La Borgoña
y otras regiones. Las tierras que le tocaron a él serían conocidas como Lotaringia.
Conforme pasa el tiempo, los reyes van perdiendo poder y capacidad de administrar sus territorios,
por lo que la gente se termina inclinando hacia un sistema feudal, aprovechando la estructura de ducados y
marqueses que dejó Carlomagno. Por esto, se produce una atomización del poder, distribuyendose a través
de los distintos señores feudales.
En el año 919, Enrique I (o Enrique el Pajarero) asume como rey de los francos orientales (la porción
del imperio carolingio que quedó para Luis el Germánico) después de que Conrado I, su antiguo enemigo, lo
recomiende para el trono. Ya para su muerte en 936, todas las tribus germánicas habían sido unificados
dentro de la corona de Enrique. Lo sucede Otón I, su hijo mayor tenido por su segunda esposa, al ser elegido
por los duques alemanes. “Otón inició su gobierno con la deliberada intención de restaurar los grandes
tiempos de Carlomagno” (Asimov, I. 2005), y el grado en el que lo logró será de vital importancia para los
fines de esta monografía. En 962, marcha para Roma y se hace coronar emperador, reavivando los fuegos
imperiales. A esto se le conoce como la segunda restauración imperial.
El reinado de Otón I, y sus sucesores Otón II, y Otón III, será el objeto de la comparación con el
imperio carolingio al que se hizo referencia anteriormente. Este será el objetivo de la siguiente monografía.
La coronación de Otón I marca el comienzo del Sacro Imperio Romano Germánico, que sería la
continuación del imperio romano de occidente (justificandolo con el concepto de translatio imperii, según el
cual el poder y la legitimidad imperial proveniente del imperio romano, se trasladaban de un imperio a otro a
lo largo de la historia). El adjetivo “Sacro” se usó para remarcar una buena y estrecha relación con la iglesia.
Al momento de la muerte del emperador Otón I, su hijo, llamado Otón II, ya se había consolidado claramente
como el sucesor de su padre, y lo sucede con pocos problemas. Él gobierna hasta el 983, cuando muere de
malaria en Roma. Lo sucede su hijo, llamado Otón III (para sorpresa de nadie), a los tres años. Hasta que
Otón III alcanza la mayoría de edad, gobierna de manera regente un consejo compuesto de familiares y altos
funcionarios. Él gobierna hasta el año, y siempre apuntó a “restaurar” el imperio romano de la misma manera
que su padre y abuelo, pero él tenía una idea más literal de lo que esto significaba. Trasladó la capital de
vuelta a Roma, y trató de reinstaurar el consul y el senado romano, autoproclamándose consul (para dar una
idea de su concepción de “restauración imperial”). En el año 1001, es expulsado de Roma por un
levantamiento popular en el que estuvo tres días sitiado en su palacio. En enero del 1002, muere en el camino
de ir a recuperar Roma con su ejército. Enrique II, sobrino de Otón I, lo sucede como rey de Alemania, y más
tarde, como emperador.
Este es un breve y sobreresumido relato de lo que es la historia de Carlomagno, partiendo de
Clodoveo, y los Ottones, partiendo de Enrique el Pajarero. Servirán para poner en contexto al lector sobre la
situación que rodea a los dos imperios, por lo menos en un mínimo. Aquellos sucesos históricos que nos
interesen en mayor medida, serán explicados y analizados entonces en el detalle que requieran. a
continuación una comparación de la concepción imperial que demostrarón tanto Carlomagno, como Otón I,
II, y III, en base a la forma en la que cada uno ascendió al poder, y la relación que cada uno sostuvo con el
papado.

El Imperio Carolingio

Carlos (o Carlomagno, como se lo conoce popularmente) heredó, junto a su hermano Carlomán, el


imperio, siguiendo “la antigua y absurda costumbre franca, que Pipino siguió fielmente, [por la cual] ambos
heredaron una parte del reino, de modo que éste quedó dividido una vez más.” (Asimov. I, 2005, p. 83) El
reparto de las tierras fue uno un tanto confuso, y poco claro, pero simplificadamente, a Carlomagno le
tocaron las regiones costeras, a lo largo del Atlántico y el Canal de La Mancha, y Carlomán heredó las
regiones localizadas al norte y al oeste de los Alpes. En cuanto a la explicación de porqué Pipino las
distribuyó de una manera tan extraña,

no debe excluirse (...) la posibilidad de que este reparto, bastante desconcertante haya tenido por
objeto obligar a los dos sucesores de Pipino a mantener entre ellos un contacto más íntimo y, por
consecuencia, frenar las fuerzas disociadoras que tan intensamente habían actuado en el reino franco,
desde el siglo VII hasta los días de Carlos Martel. También cabe pensar que la herencia que se
dejaba a Carlomagno tenía por propósito darle el dominio de las más importantes regiones,
colocando en realidad a su hermano en una posición de inferioridad y a su discreción: pero la
experiencia iba a demostrar que la colaboración con Carlomán era dificil. (Halpen. L, 1992, p. 26)

Quizá por la forma en la que Pipino distribuyó su territorio entre los hermanos, Carlomán nunca
confió en Carlos, ni cooperó con él. Por ejemplo, ante la muerte de Pipino, la gente de Aquitania (región que
tocó a Carlos) llevó a cabo una rebelión, que Carlos tuvo que manejar completamente solo. Mientras,
“Carlomán no movió un dedo en su ayuda.” (Asimov. I, 2005, p. 83)
La subida al trono de Carlomagno tiene dos momentos clave: La invasión de Carlomagno del
territorio del póstumo Carlomán junto con su posterior invasión del reino de los lombardos, y su
consagración como imperator augustus.
De manera súbita y casi fatídica (para algunos), en 771 muere Carlomán dejando a su esposa
lombarda y a sus dos hijos. Carlomagno no pierde tiempo y rapidamente hace suyo todo el reino de Pipino, y
a la vez, consigue de enemigo a Desiderio, rey lombardo y padre de la viuda de Carlomán. No solo eso, sino
que, ante la inconveniencia política, envió de vuelta a Pavía, la capital lombarda, a su esposa, también hija de
Desiderio.
El rey lombardo, consciente de la inevitable derrota en un confrontamiento directo con Carlomagno,
trató de conseguir el apoyo de algunos señores para hacerle frente al rey franco, apelando a la ilegalidad y la
injusticia de las acciones de Carlomagno inmediatamente después de la muerte de su hermano. Para esto
necesitaba que el papa reconozca y apruebe a sus nietos como los reyes legítimos de las tierras de Carlomán,
y pensó que podría ayudar al recientemente electo papa a tomar esta decisión invadiendo los Estados
Pontificios y poniendo un ejército alrededor de Roma. Esta decisión resultó fatal; Adriano I pidió ayuda a
Carlomagno inmediatamente, los señores francos se mostraron decididamente indispuestos a rebelarse contra
Carlos el Grande, y este no tuvo ningún reparo en cruzar los alpes con sus ejércitos y llevar a cabo la tercera
invasión franca de Italia. El reino lombardo llegó a su fin. Desiderio murió en un cautiverio en territorio
franco, y Carlos asumió el título de Rey de los Lombardos. (Asimov. I, 2005, p. 84-85)
El rey franco siempre mantuvo una relación muy estrecha con la iglesia. Él era un hombre
extremadamente piadoso, y practicante, pero esto se mostró un problema para la iglesia. Carlos, como
muchos reyes fuertes antes que él, en su piedad y en su deseo de ayudar a la iglesia y a la fé,
impacientemente actuaba como si fuera el mismo papa, dejando muy en claro sus deseos y el costo de que
estos no se cumplan. Sin embargo, la relación era, o por lo menos aparentaba ser, una de gran cordialidad y
estrecha conexión. En el 781, en Roma, Carlos hace que el papa corone a su hijo Pipino IV rey de los
lombardos y a su otro hijo Luis rey de Aquitania. De la mano de Adriano, este dejó de contar los años desde
la fecha en la que el emperador de Oriente llegó al poder, sino que empezó a contar los años de reinado de
Carlomagno. León III, cuando es elegido como papa después de la muerte de Adriano I en el año 795, se
apresura para formar la misma conexión que Carlos tenía con Adriano. Por ejemplo, el aviso de la elección
del nuevo papa se envió formalmente al reino franco, en vez de al imperio Bizantino, como se hacía antes, y
León también renovó el título de Patricio Romano que Carlomagno había recibido de Adriano.
En un momento León III fue objeto de conspiraciones de parte de los nobles y maltrato popular, y
pidió ayuda a Carlos. Este, fríamente, no se mueve de su territorio, sino que obliga al papa a atravesar los
alpes a suplicarle por socorro, en persona. Carlomagno lo recibe con los más altos honores, y acepta
acompañarlo con su ejercito a Roma. Una vez allí, los que habían conspirado contra León justificaron sus
acciones con unas presuntas faltas morales y graves transgresiones de las que, según ellos, el papa era
culpable. El rey franco aprovechó esta oportunidad para poner de manifiesto, en caso de que no sea lo
suficientemente evidente, la supremacía que él ejercía sobre León III. Preparó una suerte de ceremonia en la
que se llevaría al papa a juicio, con Carlomagno como juez. Esto se llevó a cabo el 23 de diciembre de 800, y
naturalmente, el papa no tuvo que hacer más que declarar bajo juicio su inocencia, pero el hecho de aparecer
como alguien que podría ser juzgado y condenado por un hombre, fue un golpe muy duro para la iglesia.
Esta incidencia muestra la verdadera relación que Carlomagno quería tener con el papa, y que logra
tener, hasta que León III hacé una jugada magistral. Como en el momento, en oriente había una emperatriz, y
no había un emperador varón ejerciendo, el papa aprovechó. Ordenó hacer una corona, y el 25 de diciembre
de 800, mientras estaban los dos rezando en aquel día santo, León agarró la corona, y la puso sobre la cabeza
de Carlos, proclamándolo emperador. Al nuevo emperador no le quedó otra opción más que aceptar el honor
y el título, aunque sabía que este le traería problemas y no aumentaría su poder real.
Así, el papa se volvió la figura de la que se derivaba el poder imperial (puramente simbólico, pero
eso no significa que sea insignificante, todo lo contrario), Carlomagno terminó abajo del papa, ya que en
cualquier momento este le podría quitar su título de imperator augustus. (Asimov. I, 2005, p. 92-95)

El Imperio de los Otones

En otoño de 935 se agravó el estado de salud del monarca Enrique I y quiso regular su sucesión pues
tenía hijos de sus dos esposas. La elección del monarca se hizo a favor de Otón, hijo de su segundo
matrimonio con Matilde, que después sería elevada a los altares. El rey chocó con algunos nobles
que eran partidarios del hermano menor de Otón llamado también Enrique. Cuando se produjo la
muerte del rey el 2 de julio de 936 la sucesión fue decidida como había manifestado el monarca antes
de morir, fue Otón el que tomó la corona. Fue elegido en Aquisgrán, donde había tenido la residencia
Carlomagno, por los nobles especialmente por los duques de Sajonia, Franconia, Baviera, Suabia y
Lorena que estaba entonces anexionada a Alemania. (Espinar Moreno. M, 2014. )

Así comenzó el reinado de Otón I el Grande. Algunos de sus objetivos fueron la evangelización de
los enemigos, el desarrollo de la cultura cristiana y solucionar el problema de los ducados, que eran
demasiado autónomos, y minaban el poder central y la autoridad del monarca. Pudo recuperar y cristianizar
las tierras ocupadas tanto por los magiares y los wendos. Conquistó Italia (en el año 961 ocupó exitósamente
Pavía, siguiendo la tradición carolingia), y apuntaba a la reconstrucción del imperio romano cristiano de
Carlomagno.
Para esto, evidentemente había que llevar a cabo la segunda restauración imperial. “Arriving in
Rome on Feb. 2, 962, Otto was crowned emperor, and 11 days later a treaty, known as the Privilegium
Ottonianum, was concluded, to regulate relations between emperor and pope.” (Reindel. K, 2023) La
coronación se dio en parte por acudir en su ayuda cuando la presión ejercida sobre el papa por Berengario II,
el gobernante más poderoso de Italia en el momento, se volvió insostenible.

Similitudes, Diferencias

Si son vistas desde una distancia, la historia de Carlomagno y los carolingios, y Otón I y los otónidas
pueden parecer muy similares. La concepción popular de la edad media como una edad oscura en la que no
pasaba mucho y no había innovación o cambio, contribuiría a este fenómeno.
Efectivamente, los dos imperios tuvieron muchas similitudes, y algunas similitudes fundamentales
para lo que era la concepción imperial de cada uno, pero son los detalles, sutiles y no tan sutiles, que los
diferencian mutuamente, los que hacen brillar cada reinado como algo único y de gran importancia para el
estudio de la historia política medieval.
Se comenzará con dos similitudes, y se procederá con cinco diferencias. De todas formas, no se
dejen engañar por la disparidad numérica, ya que el hecho de que las similitudes puedan ser explicadas y
catalogadas como dos y que las diferencias puedan ser resumidas como cinco no significa necesariamente
que haya más contenido en las cinco diferencias que en las dos convergencias.
La primera característica que comparten los dos imperios es el hecho mismo de que sean imperios,
de que su consagración lleve el nombre de primera y segunda restauración imperial. El objetivo primordial
de Carlomagno y de los Otones (particularmente Otón III) era el mismo. Volver a aquella gloria que poseyó
el imperio romano en su momento de mayor esplendor, de la mano con la iglesia. Al ser este el gran proyecto
de los dos, desembocará en similitudes básicas y fundamentales, como el hecho básico de que consideremos
el tipo de gobierno de los dos un imperio. No solo eso, sino que esta idea que ocupaba la mente de los dos
linajes y orientaba sus acciones, los llevó a tomar un particular interés por la región italiana, y un deseo por
poseer las antiguas tierras en la que vivieron Octavio y Julio Cesar.
La segunda similitud, mucho más específica, y realmente una derivación de la primer similitud, es el
hecho de que los dos imperios invadieron la tierra de los lombardos, e insistieron en llamarse a sí mismos
Rey de los Lombardos. Dicho esto, la única razón, o la razón determinante, por la que Otón fue a conquistar
Pavía, y consagrarse como Rey de los Lombardos, fue para asociar su figura a la de Carlomagno, dado que
en ese entonces Carlomagno era el gran emperador de esos tiempos y llegar a ser comparable a él no era
ningún hito menor. Los otones lograron esto con creces.
En cuanto a las diferencias, veremos cinco. La primera consiste en la manera en la que cada uno
(Carlomagno y Otón I), hicieron para ascender al poder. Por un lado, todas las maniobras políticas y
militares necesarias para adquirir el poder sobre todo su territorio, en el caso de Carlomagno, fue hecho por
su propia cuenta, en su totalidad. Toda la movida para adquirir las tierras de Carlomán y defenderse de los
lombardos fue llevada a cabo enteramente por Carlomagno. Por el otro lado, Oton I obtuvo la ayuda de su
padre, quien se tomó el trabajo para consolidar a su hijo como el heredero seguro, y eliminar las chances de
que alguna otra figura pueda ser elegida como sucesor suyo. Esto no significa que Otón I no haya tenido
dificultades para consolidar su poder. Sí significa que la tuvo más fácil que Carlos al momento de adquirir el
poder.
Además, y siguiendo con la línea de la adquisición de poder, es cierto que una vez en el poder, fue
Otón I quien la tuvo más difícil. Esto porque él tuvo que enfrentar una mayor oposición de parte de los
señores por causa de la atomización del poder que produjo la expansión del feudalismo, provocada por la
inhabilidad de los sucesores de carlomagno para retener y centralizar el poder en su persona efectivamente.
En tiempos carolingios, había una mayor distancia rey-señor, que lo ayudo a distinguirse y separarse
rápidamente, de todos aquellos que podrían batallar por el poder, dentro del propio reino.
Para crédito de los ótones, estos lograron preservar todo el territorio de su imperio en una pieza y
bajo el gobierno de un emperador. Cosa que la dinastía carolingia no fue capaz de realizar efectivamente ya
que el imperio de Carlomagno se mantuvo unificado solamente la generación posterior a él con Luis el
Piadoso. Se podría argumentar que Luis pudo retener el poder por la estela que había dejado Carlos, y que,
realmente, el imperio carolingio solamente existió durante la vida de Carlomagno. Mientras tanto, los otones
siempre mantuvieron la integridad de su territorio en una persona individual, incluso después de la muerte de
Otón III.
En cuanto a su relación con el papado, los dos imperios siempre mantuvieron la apariencia de una
relación cordial y una estrecha conexión con el papa. No obstante, tanto los otones, como Carlos antes de ser
ungido como emperador, fueron claramente superiores en poder, en relación al papado. Después de la
consagración sorpresa que le hizo León III a Carlomagno, no superó realmente al rey franco, pero sí se
posicionó como dador de gracia y como poseedor de poder para quitar la gracia y para quitar u otorgar un
título de una importancia simbólica gigantesca como lo era el de imperatos augustus.
Finalmente, y siguiendo con el hilo de emperadores y papas, Carlomagno nunca le ordena ni le pide
a Luis III que lo consagre como emperador del imperio Romano, sino que eso fue una táctica de parte del
papa para ganar territorio en la lucha por el poder contra carlomagno (lucha que el papa estaba perdiendo
estrepitosamente). En cambio, Otón I sí le ordena al papa Juan XII que lo consagre emperador, después de
ayudarlo de manera similar en la que Carlos ayuda a Adriano I y a Luis III.

Conclusión

Un análisis de la historia, y de la ideas que motivaron las decisiones y acciones que integran la
historia de estos dos fenómenos particulares, nos permite entender que el imperio carolingio y el imperio
otónida tuvieron la crucial semejanza de proyecto. Esta similitud no puede ser exagerada en cuanto al grado
en el que esta condiciona las decisiones que tomarían Carlomagno, y los otones. Todo lo que ellos hicieron,
en los dos imperios, puede ser interpretado como el intento de cada uno, a su propia manera, de alcanzar un
poderío tal como para pretender llevar el pesado título de “imperio romano”. Algunos dirán que Carlomagno
no tenía este objetivo, porque en realidad él nunca quiso ostentar el título de emperador, y eso último es
cierto, pero es cierto por motivos puramente pragmáticos que estratégico. Él sabía que ese título, puramente
honorable y simbólico, lo subordinaba al papa, en un sentido. Él sabía que el título le causaría problemas con
Bizancio, y ya tenía suficientes reinos vecinos de los que preocuparse (Asimov. I, 2005, p. 94). Sin embargo,
sus acciones evidencian un proyecto de formación de un imperio, que podría ser un proyecto puramente
egoísta de acumular tanto poder como sea posible, pero sigue siendo un proyecto imperial, asociable al de los
romanos y el de los otones.
Dentro de esta vital similitud, entonces, las diferencias se presentan en los detalles, y en las
diferencias de circunstancias históricas, principalmente. También cabe recalcar que cada figura, como se
evidencia previamente, a raíz de su caracter, tenía diferentes ideas de lo que significaba restaurar el imperio.
El proyecto de Otón III era muy diferente del de Otón I y II, y el de los otones tiene sus diferencias con el
proyecto carolingio, como esperamos que se haya mostrado, de manera clara, en esta monografía.

Bibliografía

● Asimov, I. (2005). La Alta Edad Media: Las Edades Oscuras (Trad. Nestor A. Míguez). Madrid:
Alianza Editorial
● Espinar Moreno, M. (2014). El imperio de Otón I de Alemania y el viaje de Juan de Gorze a
Córdoba. Granada: Libros EPCCM
● Halpen, L. (1992). Carlomagno Y El Imperio Carolingio (Trad. María E. J. Margallo). Madrid: Akal
● Reindel, K. (22 de septiembre 2023). Otto I. Encyclopedia Britannica.
https://www.britannica.com/biography/Otto-I

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