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CAP 1 - El Poder de La Conversación
CAP 1 - El Poder de La Conversación
Capítulo I
1. INTRODUCCION
Gente hablando con gente
Cuando la gente habla entre sí y pone en circulación sus opiniones en el espacio social, contribuye a
la formación de un tejido social específico, intangible y a la vez aprehensible para casi todos que no está
institucionalizado, que es informal, espontáneo y deliberativo. Ese plano de la vida social constituido por
las opiniones que las personas emiten y circulan entre ellas es llamado opinión pública. A esto le podemos
sumar una definición elaborada por Habermas: la opinión pública se forma a partir de lo que la gente dice
cuando habla entre sí cotidianamente, y esa comunicación está restringida por lo social, las instituciones y
la cultura. (¡!!)
Las circunstancias históricas, culturales y políticas de una sociedad determinan los grados de
libertad dentro de los cuales las personas pueden formar opiniones (quienes tienen más influencia o poder
seguramente tendrán opiniones con mayores repercusiones). Se entienden a estas personas formadoras
de opinión como la persona común, el hombre de la calle. Aún así no es la idea caer en la falsa concepción
de que la opinión pública es un agregado de opiniones individuales.
Siempre existieron flujos de mensajes a través de los cuales se trasmite información y espacios
públicos acotados. Con la aparición del papel impreso los mensajes pudieron perdurar y el flujo de los
mismos entre los individuos constituyó un elemento decisivo en el fortalecimiento de la cohesión social y
en la producción del cambio social.
Según Allport los fenómenos que hay que estudiar bajo el nombre de opinión pública son
especialmente modos de comportamiento, siendo consciente de que otras personas están reaccionando
ante la misma situación de un modo semejante. La conversación cotidiana sobre temas públicos, es el más
característico de los fenómenos que generan la especificad de la opinión pública. Hoy en día hay que tener
en cuenta que la gente conversando es también a la vez un “público masivo”.
La irrupción de la prensa
Un aspecto decisivo que incide en las formas en que se desarrolla la opinión pública es el relativo a
los grados de libertad dentro de los cuales puede desenvolverse, además las tecnologías, las relaciones
sociales y las instituciones pueden ser colaboradoras a “destapar” o “taponar” la opinión pública.
En un contexto de relaciones sociales y de instituciones apropiadas, el libro, el diario, los cafés y los
salones, la televisión, Internet, son todos elementos que “destapan” la opinión pública, pues facilita la libre
circulación de opiniones. Restringir la difusión de estos recursos es un claro ejemplo de “taponarla”.
Durante muchos años el teatro ha sido un medio de comunicación crucial que tenía la capacidad de
entretener, emocionar y a la vez informar audiencias lo cual fue transportado al plano masivo con la
invención del cine y posteriormente, con la radio y la televisión. Pero para que el público se construya en
masivo y anónimo se requirió la invención de los medios de prensa masivos. El diario posibilitó la difusión
masiva de información sin necesidad de que exista contacto físico entre emisores y receptores (aún así es
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importante la comunicación persona a persona para la formación de la opinión publica), luego aparece la
televisión y más tarde internet, donde crece la diversidad de la oferta de información y crece el consumo
de la misma diversificando los públicos masivos.
Algunos autores, como Wolton, definen el espacio público político en términos de tres actores: los
políticos, los periodistas y la opinión pública (manifestada a través de encuestas), poniendo acento en la
importancia de la prensa masiva en el desarrollo de ésta última. En esta última relación queda establecida
una asimetría en la interacción entre emisores masivos y públicos masivos, y una simetría en la interacción
entre los individuos que forman el público.
Otro de los emergentes significativos en materia de prensa fue la publicidad comercial masiva que
retomó el antiguo elemento de la imagen visual, aplicada primero a la gráfica, y sumó luego la imagen
auditiva en la radio y después en la televisión. La publicidad sigue siendo hasta hoy un canal de formación
de opinión no menos decisivo que la prensa. Y por último el surgimiento de la encuesta que nos permite
conocer y determinar cuál es la opinión pública.
El orden social
Sobre la cuestión del orden social podemos citar a Hernández que plantea que la sociedad humana
se compone de individuos que interactúan entre sí dentro de un “sistema organizado de conceptos y
objetos que totalizan el ámbito existencial dentro del cual la vida se desenvuelve”. Podemos decir además
que el plano colectivo es un emergente del plano individual, es decir, las acciones individuales generan
efectos colectivos o se orientan ellas mismas a la formación de actores colectivos, constituyendo la
acción colectiva.
La sociología se mueve en dos visiones opuestas acerca de la naturaleza ontológica de los actores
sociales: la visión individualista y la visión colectivista, que postula una existencia autónoma de actores
colectivos, supra individuales. El campo de la opinión pública se encuentra en un área intermedia, no es un
fenómeno individual, es más bien, un producto de la sociedad. La opinión pública no es un fenómeno de
comportamiento colectivo sino un espacio donde innumerables decisiones individuales se agregan
conformando un estado colectivo.
Hay estructuras que condicionan los procesos de formación de opinión, por ejemplo las
estructuras sociales que condicionan interactuando con la voluntad, no sobre-determinándola. Hay dos
fuerzas estructurales que se generan en el seno de las sociedades: las que llevan a las personas al
conformismo, aceptar las presiones sociales que tienden a la uniformidad de pensamiento y de conductas,
y las que las llevan a la innovación, la búsqueda de cambios. Tanto una como la otra requieren de la
existencia de colectivos para poder ser definidos, nadie es conformista o innovador solo consigo mismo,
sino en sociedad.
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El fenómeno de la gente opinando
Una opinión es una proposición que una persona enuncia hablando con otros y que está referida a
hechos o circunstancias del mundo externo. John Zaller dice que cada opinión es un casamiento entre
información y predisposición, la opinión cuenta entonces con un componente que se encuentra
previamente en el individuo (la predisposición) y un componente externo que se agrega a aquel (la
información). De esta mezcla sale cada una de las opiniones que las personan emiten. Es claro que la
mayoría de opiniones que emitimos no son necesariamente juicio de conocimiento y cuando lo son no
siempre aspiran a alcanzar un valor de verdad alto.
La cantidad o calidad de información que sustenta una opinión no debería constituir una propiedad
importante para juzgar acerca de su consistencia, como tampoco deberíamos tomar en cuenta la
razonabilidad o aceptabilidad que nos merezca el propósito o los valores que persigue quien sustenta la
opinión. Frente a los asuntos públicos mucha gente piensa y opina con la misma falta de fundamento
aparente; simplemente reaccionan frente a la realidad y la elaboran, a partir de juicios mas básicos
almacenados en su mente y a partir de la información que reciben, la que desea tomar en cuenta o lo que
oyen de sus líderes, de sus iguales, de sus comunicadores y demás; y opinan transmitiendo sus
pensamientos o lo que suponen que en un momento dado es conveniente decir.
Las opiniones ocupan un lugar crítico en la secuencia de elementos que va desde los
pensamientos, las preferencias y los gustos, por un lado, a las decisiones y los comportamientos por
otro. Las opiniones están en un lugar intermedio entre los contenidos de la mente y los
comportamientos de los individuos.
El fenómeno de la opinión pública ha generado dos corrientes de pensamiento opuestas: la
pesimista/negativa que piensa que mucha gente opina sin fundamentos o con escasa información, que la
gente es influenciable y que genera cambios bruscos de opinión, se deja llevar por entusiasmos y odios, es
decir, es volátil. Hay una desconfianza en la capacidad de la opinión pública en sostener juicios
consistentes y estables en los asuntos públicos, por tal busca neutralizar esa opinión impredecible y
peligrosa. Por otro lado esta la corriente optimista/positiva que procura entender a la opinión pública y
cree posible facilitar acciones e interacciones con ella. La visión pesimista desconfía del orden espontáneo,
mientras que la visión optimista lo toma y acepta como un dato.
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De hecho, la opinión pública diferencia al público general de los líderes de opinión. Si bien la opinión
pública comprende a ambos, hay una diferencia entre relevar información y ser “formador de opinión”.
Supuestamente serlo supone una mayor autonomía al formar la propia opinión y mayor influencia.
La opinión pública
Podemos definir entonces a la opinión pública como el estado de las opiniones agregadas de los
miembros de una sociedad relativa a todo aquello que, en cada momento, la sociedad define como
público. En diferentes circunstancias, bajo distintos contextos culturales, en diferentes marcos
institucionales y en distintas estructuras sociales, la agregación de opiniones se organiza y estructura de
distintas maneras. Su formación depende de estas mismas circunstancias, particularmente de los grados
de libertad dentro de los cuales, por un lado, los individuos pueden generar opiniones en disenso con otros
individuos y, por otra parte, pueden comunicar esas opiniones a los demás.
El soporte simbólico de la opinión pública es en primer término la conversación entre la gente, lo
que la gente dice cuando habla, en segunda instancia los mensajes que circulan registrados en algún
soporte, es decir, la prensa como fuente de oferta de opiniones. Y por último la encuesta que ayuda a
cristalizar una perspectiva de la opinión pública en cada momento. Aún así la opinión pública como hecho
social es independiente de las herramientas que nos permiten estudiarla (como la encuesta) y de algunos
actores sociales que contribuyen a transformarla (como la prensa).
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estados mentales; no existen estados mentales que no sean contingentes de otros estados mentales a
través de un vínculo que respeta relaciones semánticas. No todo lo que ocurre en la mente es
razonamiento, pero no hay algo así como una determinación externa, de los pensamientos. De esta
manera, las opiniones que una persona emite sólo pueden gestarse y salir de su propia mente. Una vez
que una persona adopta una opinión, tiende a ser sostenida por razones.
Este hipotético actor individual existe, actúa, piensa y decide en interacción con otros. El tercer supuesto
es, entonces, que los individuos autónomos son seres sociales, “incompletos” a partir del hecho
fundamental de su necesidad de complementarse con otros. Al mismo tiempo, en su vida cotidiana, el
actor individual es un tomador de decisiones autónomo. Estamos hablando entonces de un homo
sociologicus, un ser social, a la vez autónomo en su capacidad de pensar, decidir y actuar.
A este actor individual lo caracterizo en términos de atributos capaces de configurar un tipo ideal de
homo sociologicus. Voy a definir a esta persona sociológica dotada de autonomía mediante 3 aspectos
primarios:
1. Su estructura de personalidad: identidad, racionalidad, afectividad.
2. Su estructura de pensamiento: sus mecanismos de formación de juicios y opiniones.
3. Su estructura de recepción: aceptación, rechazo, almacenamiento y emisión de mensajes.
Este actor individual responde a una naturaleza esencialmente social, la cual reconoce tres
fundamentos distintos: uno moral, que lo lleva a percibir a los demás y a identificarse o solidarizarse; uno
funcional, derivado del hecho de que no hay un optimo social definible desde una perspectiva ajena a los
propios individuos; uno sociológico, derivado de la necesidad de pertenencia e identidad colectiva que
lleva al individuo a establecer vínculos con los demás.
La identidad del individuo es social (somos nominados por otros, aprendemos a hablar con otros,
nuestra imagen pertenece a los otros); parte de la identidad de uno consiste en la pertenencia a grupos,
comunidades o colectividades. Podemos resumir nuestro tipo de actor individual como una persona:
a. Capaz de mantener su propia identidad a través del tiempo,
b. Dotada de capacidad de acción individual a través del tiempo,
c. Necesitada de integrarse a otros,
d. Capaz de orientar sus acciones a través de opciones racionales, y
e. Sujeta a emociones.
La noción de ‘racionalidad’
El postulado de la racionalidad del homo sociologicus que estoy adoptando es materia de controversias y
de equívocos conceptuales.
En este significado de la noción de racionalidad queda excluida cualquier consideración de los fines
mismos como más o menos racionales de acuerdo con algún criterio externo al individuo. La ‘racionalidad’
se refiere a la relación entre medios y fines perseguidos por cada individuo, no a los fines.
El modelo del actor racional requiere el supuesto de que el individuo persigue propósitos u objetivos y
selecciona medios para alcanzarlos.
La racionalidad que estamos predicando no se define por oposición a emocionalidad o impulsividad;
nuestro actor racional ante todo define preferencias, y estas bien pueden responder a gustos en cuyo
origen difícilmente se encuentre racionalidad o lógica alguna.
No constituyen aspectos de la racionalidad la estabilidad de las tendencias de la opinión pública en el
plano colectivo o agregado, no los cambios en esas tendencias que se correlacionan con eventos de la vida
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real. La noción de ‘actor racional’ se aplica a individuos dotados de autonomía. Excluyo entonces también
el atributo ‘racionalidad’ aplicado a actores colectivos.
Nuestro homo sociologicus, como maximizador de utilidades, busca ante todo maximizar su posición
social en dimensiones de riqueza, poder y prestigio. La racionalidad es un atributo de las decisiones, no de
las creencias; para el individuo que desea maximizar una determinada utilidad, es racional hacer lo que a
su juicio es conducente al objetivo. La creencia en que pasar por debajo de una escalera trae mala suerte
no es racional ni irracional; si creo eso, es racional que evite pasar por debajo de la escalera.
Podemos identificar tres enfoques básicos relativos al análisis del actor social: el colectivista, el
individualista no racional y el individualista racional. Mi punto de vista es que el campo de la opinión
pública no se nutre mayormente de la perspectiva colectivista y sí más bien de la perspectiva del
individualismo racional y de las tradiciones que definen al individuo como ser social.
Razón y emociones
La razón, ¿se opone a las emociones, es complementaria o es independiente de ella? Con frecuencia se
tiende a colocar a las emociones en un plano opuesto a la razón, y se suele creer que si hay emociones
éstas llevan a decisiones irracionales, y si hay razón esta se ve despojada de toda emoción.
Prefiero ver a la razón como un vector independiente de las emociones y no necesariamente opuesto a
ellas. Tengo sueño y deseo ir a dormir, sin embargo el placer de la lectura me retiene; tomo entonces una
decisión racional inducido por una emoción: resisto el sueño y permanezco despierto para gozar del libro.
En la vida colectiva una típica decisión racional que puede verse influida por emociones es el voto: muchas
personas votan por un candidato tan solo porque pertenece al partido al que se sienten leales o porque la
comunicación de campaña despertó en ellos inclinaciones favorables, o simplemente porque les gusta el
candidato.
Podemos concebir que hay razón y hay emoción y, entre ambas, principios. La pasión es una emoción
sensible o violenta, rara vez calma, no reflexiva. La razón lleva a opiniones fundadas, o a reconocer los
propios intereses. La razón también puede conducir a la búsqueda de emociones. La pasión lleva a
impulsos y también a lealtades. Los principios llevan a cumplir con las normas sociales, pueden llevar al
conformismo, a comportamientos morales, también a la inflexibilidad o rigidez.
Las opiniones que los individuos emitimos -ya sea que se presenten como juicios reflexivos, cognitivos, o
emocionales- contienen imágenes. La imagen es el significado atribuido a cualquier aspecto del mundo
real en función de su valor simbólico, su valor de uso o simplemente el lugar que ese elemento ocupa en el
campo perceptual del individuo, y es un componente central de la opinión.
El ser humano actúa movido por su razón, sus emociones, sus principios, su percepción de los demás,
teniendo en cuenta los costos involucrados en la acción. En el momento de decidir una acción, el individuo
define sus propios intereses, dispone de una cantidad dada de información y desarrolla expectativas
relativas al comportamiento de otros actores relevantes para él. Qué es racional para un actor depende de
su información acerca de las opciones futuras y acerca de las estrategias perseguidas por los otros. Como
toda acción involucra un costo, el individuo antes de actuar evalúa las consecuencias de su acción con
respecto a los objetivos perseguidos y los costos involucrados.
La cantidad de información a disposición de un individuo en cada circunstancia depende de una
diversidad de factores, entre los cuales la educación es posiblemente el más importante. Toda persona
puede elegir no informarse mas allá de cierto grado, ya que adquirir información involucra un costo.
También opinar involucra costos, por ejemplo cuando la opinión de uno diverge de la de otros (Este es el
fundamento de la teoría de la espiral del silencio, que postula que el temor al aislamiento social es un
factor importante en la decisión de emitir una opinión). En la perspectiva de este modelo, entonces, no
informarse puede ser racional, si esta decisión se basa en la evaluación del costo de informarse.
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La racionalidad puede verse limitada por la interferencia de factores de origen emocional o por factores
originados en el plano de la percepción. Los factores emocionales pueden llevar a un individuo a
desestimar información relevante a favor de otra menos relevante: un apersona compra reiteradamente
un producto de mala calidad y corta duración por el solo echo de que es mas barato, cuando a la larga
ahorraría dinero comprando el producto de mejor calidad y mas durable.
Las limitaciones originadas en la percepción son más conocidas. Por un lado, existen limitaciones o
distorsiones perceptivas a la información disponible; por ejemplo, los efectos psicológicos donde ciertas
formas u objetos se perciben distorsionadamente aún cuando se dispone de la información suficiente para
evitar la distorsión. También hay limitaciones que resultan de la sub o sobre estimación de las
probabilidades de eventos futuros, de la consideración de elementos que son irrelevantes para el
resultado, o de la intromisión de factores emocionales (un miedo, un antojo) en una decisión.
Existen, además, otros matices que califican el principio de la racionalidad individual cuando está
referida a objetivos colectivos que el individuo puede estar persiguiendo. El concepto de “simbolismo
autodestructivo” se refiere a aquellos casos donde una persona puede sostener opiniones que son
contradictorias con los fines que la persona dice buscar, o con los valores que dice priorizar. Por ejemplo,
alguien opina a favor de una política pública en nombre de un valor aún sabiendo que la implementación
de tal política sería en detrimento de ese valor: se defiende el empleo público en nombre del ideal de que
todo el mundo tenga trabajo, aún sabiendo que más empleo público se correlaciona con menos empleo
privado. En casos como estos el enunciado proporcionaría, por si mismo, una utilidad. Es una “utilidad
simbólica”. Estaríamos acá admitiendo entonces la existencia de un ámbito donde la racionalidad se
expresa mejor a través de símbolos que a través de líneas de acción instrumentales para alcanzar ese
valor.
Ahora bien, ¿responden las opiniones del actor individual a los mismos principios que dan cuenta de sus
motivos para la acción? Mi punto de partida es que cuando el individuo opina, lo hace motivado por los
mismos factores que pueden explicar sus comportamientos: persigue utilidades y expresa emociones. No
hay nada generalizable en cuanto a qué utilidades específicas persigue cada individuo en cada situación.
Sin embargo, la teoría sociológica ha desarrollado un cuerpo de proposiciones solidamente justificado,
cuyo núcleo es el principio de la maximización de status social en distintas dimensiones como principal
fuente de utilidad individual.
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3. busca maximizar utilidades, entre las cuales son importantes las posiciones en dimensiones de
status social.
4. define intereses en relación con objetos o situaciones.
5. desarrolla emociones y afectos.
6. normalmente evalúa el costo asociado a cada acción frente a los beneficios esperados.
7. normalmente responde a incentivos positivos o negativos generados por otros.
8. la cantidad de información de que dispone es limitada y, puesto que normalmente adquirir
información involucra un costo, no siempre busca maximizar la cantidad de información antes de
actuar.
9. su capacidad de percepción de la realidad externa esta limitada por su propia estructura psicológica
10. toma en cuenta las consecuencias de lo que hace, y de lo que opina, sobre sus vínculos sociales.
2. LA ESTRUCTURA DE LOS JUICIOS EN LA MENTE
Predisposiciones
Los motivos que llevan a un individuo a opinar son diversos.
Las predisposiciones son las propensiones que tienen las personas a actuar, o a opinar, antes de todo
consideración circunstancial. Pueden originarse en las ideas que la persona lleva en su mente o en otros
rasgos de su personalidad, o en los hábitos del grupo social al que pertenece, lo que llamamos
“costumbre”. Como no son observables, su existencia se infiere y es conceptualizada como la probabilidad
de que un individuo genere un cierto juicio en una situación dada.
Podemos distinguir 5 principales tipos de motivos en el origen de una opinión:
● Convicciones: razones que cada uno puede tener para justificar una opinión. Algunas están
arraigadas en valores de fondo, otras se sostienen en argumentos complejos, algunas se
presentan en forma deductiva, otras se aplican puntualmente a casos particulares. Las razones
pueden ser de variada naturaleza; la consonancia cognitiva es muchas veces uno de sus
fundamentos.
● Intereses: utilidades que el individuo asigna a determinadas situaciones, recursos o consecuencias
de sus decisiones.
● Conformidad a normas sociales: intereses específicos asociados a la pertenencia a un grupo social.
Son la fuente mas recurrente de las conductas cotidianas, que el individuo acepta ya sea por
decisión explicita o porque se han convertido en predisposiciones no necesariamente concientes.
● Benevolencia: sentimientos que llevan al individuo a la solidaridad con otros o a la caridad, o a
valorar el bienestar del grupo mas que el propio. En esos casos el motivo de la acción es la
búsqueda de una utilidad moral o deriva de un sentido subjetivo de responsabilidad social, el cual
generalmente se origina en el vínculo de pertenencia a un grupo social o una comunidad. Tales
acciones pueden ser puramente caritativas o pueden generarse en otra motivación adicional
asociada a ésta.
● Emociones (o pasiones): impulsos generados por sentimientos o deseos intensos. Hay un tipo
particular de sentimiento que genera vínculos muy perdurables y estables con otras personas u
objetos, a los que llamamos lealtades. Esos vínculos carecen de fundamento racional, pero para
quien los mantiene constituyen factores de motivación muy importantes.
Una decisión racional bien puede verse alimentada por cualquiera de esos factores, ya sea que discurra
por un cause exclusivamente lógico o no.
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Debemos establecer algunas propiedades en las que distintos juicios difieren. En la formación de la
opinión pública son particularmente importantes el grado de generalidad o particularidad de los juicios y
su grado de estabilidad.
La generalidad/particularidad se refiere al grado en que los juicios pueden ser aplicados a muchos
campos o dominios. Por ejemplo, los juicios éticos (el bien, el mal) son normas generales. Otros juicios son
particulares, opiniones que no se fundamentan en juicios generales.
La estabilidad/corta duración se refiere a la permanencia de los juicios en la mente. Algunos juicios, en
principio los mas generales, cambian poco, son poco sensibles a influencias ocasionales, e inclusiva a
influencias sostenidas; arraigan en la estructura del pensamiento del individuo y persisten allí resistiendo
mejor el cambio. Otros juicios pueden ser mantenidos efímeramente, carecen de estabilidad.
Los juicios más generales y más estables no ceden lugar fácilmente a nuevas opiniones; generalmente
constituyen “opiniones originales”. Muchos de ellos son adquiridos en la temprana infancia, en el hogar,
en la escuela, en los grupos primarios de pertenencia. Otros se forman a lo largo de la vida a través de la
experiencia, la educación, la formación intelectual y, posiblemente, procesos de ensayo y error de larga
duración.
Puesto que estos juicios muy generales y estables están latentes pero no son necesariamente activados
cada vez que el individuo opina, caben en la noción de predisposiciones o juicios generales que sirven
como premisas para la formulación de juicios particulares u opiniones.
Los juicios particulares también pueden contener distintos grados de elaboración. Podemos distinguir
entre opiniones que reposan sobre una fundamentación más elaborada y opiniones poca elaboradas,
sostenidas en escasa cantidad de información.
Podemos entonces formular una representación hipotética de la estructura de la mente del actor
individual en términos de su capacidad de producir juicios sobre el mundo externo bajo la forma de una
jerarquía de juicios desde los más generales hasta los más particulares. Ese continuo puede ser
fragmentado en tantas jerarquías como queramos.
Voy a proponer 6 niveles: ideología, valores, actitudes, juicios, opiniones e intenciones.
1. Nivel 1: Ideologías: consiste de juicios valorativos muy generales, organizados de tal manera que
pueden ser aplicados a un amplio conjunto de dominios distintos. Son normalmente muy estables,
cambian poco a lo largo de la vida de una persona.
2. Nivel 2: Valores: son juicios también muy generales y estables pero relativos a dominios mas
específicos.
Tanto las ideologías como los valores son juicios de alcance muy general. A veces, en ciertas
situaciones, son expresados por los individuos en forma de opiniones, pero comúnmente actúan
latentemente como predisposiciones para la formación de opiniones particulares. Muchos de esos
juicios se forman tempranamente en la vida de cada uno y pueden llegar a asociarse fuertemente con
la identidad individual. Operan como predisposiciones que sirven de premisas a razonamientos que
conducen a la formación de opiniones. Esas predisposiciones representan fuertes vínculos del
individuo con su cultura o sus grupos de pertenencia.
Cuando los juicios en estos niveles están profundamente arraigados en la mente del individuo, tienden
a actuar como filtro impidiendo que mensajes particulares que circulan en el espacio social puedan
generar opiniones inconsistentes con ellos.
Los valores se encuentran en la mente pero rara vez son expresados como tales; generalmente se
reflejan en opiniones sobre asuntos más específicos. Muchas veces los mismos valores pueden dar
lugar, en diferentes circunstancias, a diferentes opiniones.
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3. Nivel 3: Actitudes: son juicios referidos a dominios mas específicos, pero todavía de alta
generalidad. Podemos concebirlos como “haces de ideas” referidos a temas específicos. No son
activados permanentemente y funcionan como premisas de opiniones más particulares. Entran en
esta categoría la mayoría de nuestras predisposiciones hacia temas habituales de la esfera publica,
así como nuestras preferencias políticas mas generales
4. Nivel 4: Juicios: son opiniones cuyo alcance es especifico, pero que reposan en fundamentos
consistentes en la mente del individuo. Son las opiniones que sostenemos cada día con convicción
ante los asuntos del gobierno, la política pública o el orden internacional, o ante cualquier evento
que cobra interés público. Por lo tanto, son mas estables que las opiniones ocasionales, aunque no
necesariamente mas generales.
5. Nivel 5: Opiniones: son juicios que el individuo emite en respuesta a cualquier estimulo, siempre
puntuales. Pueden o no ser estables, y cristalizar o no en juicios del tipo anterior. Se mueven en
una capa externa de la estructura mental, mas expuesta en forma directa a los estímulos cotidianos
y a los mensajes que circulan en el espacio social. Las capas mas profundas, los niveles anteriores,
informan en mayor o menor medida el contenido de las opiniones.
6. Nivel 6: Intenciones: son juicios relativos a lo que el individuo piensa que hará en términos de
decisiones puntuales, de voto, de compra, de participación.
Este continuo puede ser claramente cortado en dos niveles principales: el de los juicios abstractos o
generales (ideologías, valores y actitudes) y el de los juicios particulares (juicios y opiniones propiamente
dicho). El comportamiento manifiesto, observable externamente, solo consiste de opiniones e intenciones.
La existencia de los demás niveles es una conjetura, una hipótesis, ya que no podemos tener evidencia de
las ideologías, valores o actitudes de una persona; solo nos aproximamos a ellos cuando los expresa en
forma de opiniones. Lo que el individuo piensa no es observable, solamente cuando habla podemos
acceder, indirectamente, a lo que hay dentro de su mente.
Esta es la crucial distinción entre lo latente y lo manifiesto en el campo de la opinión, establecida
originalmente por Thurstone. Los juicios generales (ideologías, valores, actitudes) son más estables; las
opiniones son más situacionales y especificas. La teoría postula una relación entre ambos planos: las
opiniones están fuertemente condicionadas por éstas pero influidas también por la información que se
presenta como estimulo externo. La relación postulada entre el nivel latente y el nivel manifiesto es
probabilística; esto es, el proceso de selección de una respuesta a un estimulo recibido genera una cierta
variabilidad estadística. No siempre el mismo estimulo genera la misma respuesta.
Page y Shapiro lo expresan en términos de una tendencia central del individuo a seleccionar una opinión.
Cada opinión emitida contiene cierto pequeño grado intrínseco de inestabilidad. La hipótesis es que, cada
vez que el individuo emite una opinión, alrededor de esa tendencia central no hay gran variación.
De todo esto se desprenden algunas implicaciones sobre los procesos de comunicación estratégica.
Cuando un emisor persigue objetivos de comunicación para influir en un receptor, ¿hacia qué nivel
apunta? En el marketing y en las campañas electorales se apunta a la intención de una conducta (la
compra, el voto) y por tanto a los planos de la mente del receptor que el emisor del mensaje supone que
son movilizadores de la intención. En el marketing gubernamental se apunta a las opiniones y también a
las actitudes. En la comunicación institucional se apunta tanto a los planos más generales como a los más
particulares: las grandes empresas buscan que los ciudadanos sostengan actitudes favorables al capital
privado o que mantengan una buena imagen corporativa de ella, pero también esperan que se las apoye
en circunstancias específicas, cuando un asunto particular está en juego.
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3. EL INDIVIDUO QUE OPINA
La caja negra
El estudioso de la opinión publica toma la mente humana como una “caja negra” y se limita a estudiar
los imputs y los outputs que la caja negra procesa. Esto es hasta cierto punto correcto, pero nos deja sin
respuesta al interrogante ¿Por qué hay estabilidad y consistencia en la opinión publica? Para avanzar en
esa dirección es necesario disponer de alguna representación de la mente humana. Voy a suponer que
existe un mecanismo simple para la recepción, el almacenamiento y la producción de juicios, que opera
como la “caja negra”.
Podemos concebir una estructura conteniendo los siguientes componentes:
a. Una maquina central de la cual depende la memoria, esto es, la capacidad de recuperar juicios
almacenados en la mente, que sostiene la identidad de la persona.
b. Una interfase que conecta la mente con el mundo externo y con el propio cuerpo, y que
proporciona un mecanismo de entrada de información y otro de salida.
c.Una estructura de registro interno.
El individuo tiene almacenado en su mente un stock de proposiciones; para todo observador externo,
son latentes, ya que no es posible observarlas sin la mediación de un estimulo externo y una respuesta
manifiesta que se produce en forma de una opinión emitida. Este stock de proposiciones las denomino
“opiniones originales”. Son estables, solo cambian ante estímulos externos.
Podemos conjeturar una estructura cognitiva matricial que provee de significado a cada pieza de
información y permite conectarla con otras informaciones. Cada pieza de información que entra es
ubicada en un casillero de la matriz, con lo que el significado de cada información queda definido y
acotado. Lo mismo ocurre con cada pieza de información que sale: cuando el individuo opina, presupone
el significado que tiene para el receptor lo que está diciendo, esto es, moviliza una compleja red de
conexiones entre la opinión emitida y otros juicios almacenados en su matriz.
Podemos concebir que la estructura cognitiva matricial es modular; algunos módulos son centrales, en
tanto otros son periféricos y tienden a ser movilizados solamente en presencia de estímulos particulares.
La conjetura es que la mayor parte de los mensajes que cada individuo recibe cotidianamente en sus
interacciones con otros y en su exposición a los medios de prensa, a la publicidad comercial y a
espectáculos o entretenimientos, circulan inicialmente por el camino periférico y solo a veces permean las
barreras del camino central.
Las opiniones originales operan como predisposiciones, generan en el individuo una propensión a emitir
algunas opiniones manifiestas en lugar de otras. Cuando se presenta un estimulo externo, el individuo
responde. En igualdad de otras condiciones, la respuesta tenderá a ser siempre la misma, dentro de una
amplitud de variación aleatoria. Desde el punto de vista del observador externo, hay una distribución de
respuestas alrededor de una tendencia central que refleja el valor latente del individuo en el dominio de
opinión considerado.
El frente de encuentro entre los estímulos externos y las opiniones emitidas por el individuo es un
encuentro entre dos distribuciones: una de estímulos, una de respuestas. La respuesta, en nuestro caso la
opinión, es una función de la predisposición del individuo condicional a la situación del estimulo.
La respuesta a un estimulo externo por parte de cada individuo incorpora un elemento adicional a su
propia predisposición: su registro de las opiniones de los demás. Si Juan recibe un mensaje a solas frente a
su TV, no necesariamente procesa la respuesta final en ese instante; más bien, luego comiendo con su
familia, al día siguiente en la calle o en su trabajo, elabora el mensaje recibido y genera una respuesta. La
nueva opinión, incorporada al stock de sus predisposiciones previas, ha sido filtrada y procesada a través
de la interacción con otros.
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En resumen, la opinión de un individuo en un momento dado resulta de su opinión original más los
efectos de los mensajes que le llegan desde afuera: comunicaciones masivas u opiniones de otros. El
individuo que recibe información debe primero registrarla, luego aceptarla, y finalmente procesarla para
decodificar su significado y evaluar su consistencia; deba darle un lugar en su estructura matricial. A partir
de ahí puede no hacer suya dicha opinión. La nueva opinión se activa en presencia de un estimulo externo.
Los juicios almacenados establemente en la mente son, en buena parte, aquellos que mantienen al
individuo vinculado a su medio, a sus grupos de pertenencia y a su cultura; por lo tanto, frecuentemente
las opiniones emitidas permiten al individuo reforzar sus vínculos con el medio. Nuestros juicios mas
básicos y estables los adquirimos a través de las primeras etapas de nuestra socialización, nuestras
actitudes las formamos a lo largo de la vida a través de la experiencia, nuestras opiniones se moldean día a
día en la interacción con los demás. Recibimos continuamente estímulos de otras personas con quienes
hablamos, de los medios de difusión a los que nos vemos expuestos y de los líderes que nos proponen sus
propias opiniones. Ninguna de esas fuentes es totalmente determinante de nuestras opiniones; todas, en
alguna medida, contribuyen a formarlas en interacción con lo que ya pensábamos antes.
La estructura de procesamiento de información puede trabajar en dos modos: ya sea con alto grado de
elaboración, ya con bajo grado de elaboración. La información puede ser procesada a través de una ruta
central o de una ruta periférica. Por la ruta central el proceso es más elaborado, por la ruta periférica
transita con baja elaboración. La ruta central conduce más directamente a las napas donde residen los
juicios más profundos; la ruta periférica contiene más juicios particulares. Ambas rutas conducen a la
formación de una opinión; esta puede terminar siendo una opinión muy elaborada o poco elaborada. El
camino periférico evita someter a una tensión a la matriz básica cada vez que entra en circulación un
nuevo mensaje; permite filtrarlo, rechazarlo o aún aceptarlo, sin ponen en juego todo el reservorio de
juicios almacenados en la mente.
Cada nueva información que entra al sistema y es aceptada genera un proceso de decodificación,
atribución de significado, evaluación de consistencia, evaluación de aspectos complementarios de la
información y, finalmente, adopción de la nueva información, con o sin modificación de opiniones
preexistentes. El individuo esta expuesto permanentemente a estímulos que desafían la estabilidad de sus
opiniones preexistentes.
Mensajes con alta densidad informativa, poderosos en su capacidad de despertar asociaciones (por Ej.
Un aviso publicitario), mensajes persistentemente sostenidos a través del tiempo (una campaña electoral),
mensajes con fuerte contenido afectivo, posiblemente son proclives a ser procesados por la ruta
periférica. Por el contrario, mensajes que desafían valores establecidos, con mayor contenido intelectual o
con menos densidad informativa, son proclives a ser procesados por la ruta central.
Si el mensaje es efectivamente aceptado por el receptor, entonces posiblemente ocurrirá en su mente
un cambio de opinión (a menos q el nuevo mensaje coincida enteramente con una ya almacenado en su
dispositivo mental). Existen muchas teóricas acerca de los factores que influyen en el cambio de opiniones
preexistentes. Entre ellas se encuentra la teoría de la disonancia cognitiva, desarrollada por Festinger. La
disonancia cognitiva postula que en una triada de elementos interrelacionados el individuo busca el
equilibrio: no puedo ser amigo del amigo de mi enemigo. Extendiendo estos conceptos al plano de las
proposiciones se postula que las personas difícilmente pueden convivir con proposiciones imbalanceadas
dentro de su mente. El principio es útil para desarrollar hipótesis acerca de la probabilidad de que un
mensaje dado sea aceptado o rechazado por un individuo dado.
Una vez que el actor ha formulado una opinión en su mente, puede comunicarla a otros.
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2. la información nueva que el individuo recibe, a través de canales mediáticos o a través de
comunicación interpersonal, mas
3. la información complementaria que es utilizada para decidir la aceptación o rechazo de la nueva
información (por ejemplo, su fuente, sus soportes), mas
4. la evaluación de consistencia con las opiniones preexistentes, y
5. la selección de respuesta.
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Las opiniones que la gente mantiene no se generan en un vacío ni adquieren un significado enteramente
autocontenido. El significado relevante depende de a quien lo estoy diciendo, quien esta interesado en
conocer mi opinión, en qué contexto formulo mi juicio. Los fundamentos son relevantes en función de
esos mismos aspectos contextuales.
Zaller edifica su teoría sobre la hipótesis de que los individuos nos movemos siempre bajo el influjo de
dos fuerzas internas al individuo: predisposiciones ya tercio. Sciarini y Kriesi añaden otra variable: la
cristalización de las opiniones. Para que un estimulo externo produzco algún impacto en un individuo, éste
debe estar atento al estimulo; la atención es condición de que un mensaje sea recepcionado y aceptado.
Las predisposiciones se activan con el estimulo e interactúan con la atención, facilitándola u
obstaculizándola. La cristalización es determinante del grado de resistencia al cambio. De tal manera, si los
juicios previos están muy cristalizados, un efecto previsible es que algunos emisores se adecuen al estado
de opinión existente en mayor medida de la que lo modifican.
Las influencias externas tampoco actúan linealmente. Para que un estimulo produzca un efecto, primero
es preciso que el individuo se exponga a él. Sin duda, independientemente de la voluntad de cada uno de
exponerse a los medios de prensa y a las influencias de los otros, casi todo el mundo está expuesto a tales
fuentes de influencia.
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