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Este iro conforma un auténtico «ensayo por enttegas» dedicado ala Pee eee een ee Re Next, dedicado a la globalizacion, el autor afronta con inusual perspicacia eee ere tree eee) urguesa occidental, que, summida en una honda crisis de valores, se desintegra Pe Se ee coe ee ed eee eee ere eae Se eee eed ake ioc ee ee eee eee Cee Be ens CRU Nae ear Pree te eee sues barbaros), 6! autor se detiene en Google. un avance tecnolégico que, mas que ere a eres er oe ee ed et Renin ere ae ea ue aca busqueda de espectacularidad... En cambio, ol alma burguosa, tan bien representada por la obra de Ingres o Beethoven (pero tambien por las Pree ee sat te Cerin tao CP ee ee earn te cere Cee a er eat reece pee a oe ce este ee es Perr see ce en eg haber llegado desde ninguna lejana frontera, sino porque son una mutacion en fer terest Un ensayo que ne dejaré a nadie indiferente: nos obliga a cuestionarnos qué Pecan et teeter ete Pete ea eee Be ue pra er ee directamente a su pablico lector, sobresale en la dispositio, dispone de manera peer te on et ree ics ord Pee ee ee or Breet caret ot scrote Matted pee teers describiendo» (Mateo Belpolt, La Stampa). See ee ee eee ees Nee cee eco aes ee eee ee ewes Nee ere a ei ceed etd rou ee ener ec) Sere ee ese ay Pee oe te ae ee ee sostiene (le mutacion sociologica en acto en Occidente) es cierto de entrada, Poe ce es ice a ee eas Alessandro Baricco (Turin, 1958) es autor de las novelas Tienas de cristal, ‘Océano mar, Esta historia, Sin sangre, Seda y City, que se han publicado Perera ME et aca acme) Jn) ee ey SOADGADG SOT ODILIVE Alessandro Baricco Los barbaros Ensayo sobre la mutacion feces etc Thule el eicén origin ‘achat Fandango Libs Roa, £006 isi db oberon: ula View yEaio A Ica Nah eigen? ny Image lusracones des pgs 138 y 137 Inge, eae Big ([7R0-1857): Rete de Leia Bein ls Lunes © Faw Sel Flea, 1990 Ingres Jean guste Domingue (7801857): Reras de Manco Rie. Pass inne Ran Seal, Horeca, 1980 Primers iii: mare 2008 ‘Siena mye 2009 (© Dela auc, Xavier Gonztles Rove, 2008 © Alesano Bacco, 2006 (© PDITORIAL. ANAGRAMA, 5. 2008 Palid de Creu, 58 0808 Harcelona ISBN: 978.84 939.6273.7 Dpto Lega 8, 20559- Pringd in Spin Ligediples, $1. Ux. BY 2249, km 7. (08791 Sane Lacan Poligono Torteniondo EPIGRAFES 1 El segundo epigrafe de este libro viene de lejos. Siete de mayo de 1824. Beethoven presenta, en Viena, la Nove- na sinfonia. Lo que de verdad vcurrié ese dia es una hisco- ria que antes o después me gustaria relacar. No aqui, no es éste el lugar apropiado. Pero os digo que tarde o temprano lo haré, porque comprender ¢s algo importante, «Cudntas cosas nacen @ mucrel en un instante» es una frase de Ro- xana, en el Cyrano, pero que tambien resulta apropiad: ‘para Ta noche en que por primera vez escucharon los seres humanos el Hino a la alegréa (pocos seres humanos, por- que muchos, aburridos, a mitad de concierto salieron pi tando). Mendes momentos. Anes o después sera necesa- rio decidirse a relatarlo, la verdad, Pero no ahora, de todas formas. No ahora, pero hay algo que quisiera decir, porque creo que esti relacionada oon los barbaros, y se trata de que Beethoven esa noche fue al teatro vestido con an frae verde, no rena ninguno de un color mas decente, mis res- petable, de manera que cuvo que vestirse con aquel frac verde, y en cierto modo, mientras salfa de casa, éa era su mayor preocupacién, qué iban a decir de su frac trdgica- 19 mente verdes y entonces su secretario, que se Ilamaba Schindler, lo ttanquilizs, y le dijo que no tenia que preo- cuparse porque el teatro con toda seguridad estarfa en pe- numbra y por tanto era improbable que la gente se diera cuenta del color exacto de stt frac, que era, como queda dicho, verde. Asi fue como ocurrié, Y cuande Ilegue a la vigésima entrega de este libro, me resulraré mis facil explicaros lo importante que es esta anécdora: seri dentro de unos me- ses, pero entonces no tendréis dificultades para compren- det esta frase: se trataba también de una cuestion de cbmo iban vestidas. Lo prometo. En fin. Que no era de esto de lo que queria yo hablar. Estaba en el segundo epigrafe. Veamos, aparecié la No nade Beethoven y resulta curioso darse cuenta de edmo se la tomaron. La gente, los eriticos, todo el mundo. Era jus- xamente uno de esos momentos en que algunos de los se~ res humanos se descubren las branquias decrds de las ore- jas y empiezan a pensar con timidez que estarian mejor dentro del agua, Escaban a las puertas de una mutacién be- tal (luego la hemos llamado Romanticismo. Todavia no hemos salido de ella), Por tanto es muy importante ira ver qué dijeron y qué pensaron en ese momento, Y vea- mos lo que esctibié un critico londinense, al afo siguien- te, cuando por fin pudo leer y escuchar la Novena. Me in- teresa destacar que no era ningtin idiota, y que escribia para una revista prestigiosa que se llamaba The Quarterly Musical Magazine and Review. Y esto fue lo que escribis, y lo qu aqui pongo yo como segundo epigrafe: “legancia, pureza y medida, que eran los principios, de nuestro arte, se han ido rindiendo gradualmente al nuevo estilo, frivolo y afectado, que estos tiempos, de ta- lento superficial, han adoptado. Cerebros que, por educa- 20 cién y por costumbre, no consiguen pensar en otra cosa que no scan los trajes, la moda, e] chismorreo, la lectura de novelas y lx disipacién moral: a los que les cuesta un gran esfuerzo sentir los placeres, mas elaborados y menos febriles, de la ciencia y del arte. Beethoven escribe para esos cerebros, y parece que tiene cierto éxito si he de hacer «aso a los elogios que, por tadas partes, veo brotar respec- to a este dltimo trabajo suyom Voila. Lo que me hace gracia es que la Novena, en nuestros fas, es precisamente uno de los baluartes mes altos y s6- lidos de esa ciudadela que esti a punto de ser asalcada par los barbaros. Fsa mtisica se ha convertido en bande- ra, himno, fortificacién suprema. Es nuestra civilizacién. Bueno, pues tengo que daros una noticia. jHubo una ¢ ca.en que la Novena fue la bandera de Picasa Tos Tectores de novelas: jtodos birbaros! {Cuando Tos velan: ‘parecer por el horizonte, corrfan a esconder a sus hijas y sus joyas! Vaya sustos. (Dicho sea como inciso: ;como sc Teg6 a pensar que los que NO Teen novelas son Tos bar baros! “A propasio de la Woven, off esta otra: spor qué Tos CD tienen esa determinada cantidad de minutos de mii- sica? De hecho, cuando los inventaron, podian haberlos hecho un poco mis grandes © un poco més pequefos, {por qué tienen exactamente esa medida? Respuesta: en la Philips,* en 1982, cuando tuvieron que tomar una deci- sidn, pensaron esto: tiene que caber dentro completa la Novena sinfonia de Beethoven. En aquella época se re- queria un soporte de 12 centimetros para hacer algo pare cido. Asi nacié el CD. ‘Todavia hoy un disco de Madon: na, pongamos por caso, se mide segiin Ia duracién de esa sinfonia, 21 Es curioso, ;verdad? Pero jes cierto? No lo sé. Lo lei en una revista francesa que se llama L'Fcho des Savane, y en una de cada tres piginas ve encuenttas con mujeres des audas y cémics. Cuando uno va en tren, en media de toda la'gente, leerla supone un gran esfuerzo, sabre todo si ha crecido como catélico. En su campo, no abstante, ex una revista de prestigio, por mucho que se me escape, de hecho, cual es su campo. En cualquier caso, el asunto que me interesa es que la anécdora de la Philips, aunque no sea verdadera, dice algo perfeccamente verdadero, esto es, el cardeter totémico y absoluto de la Novena. ¥ lo dice con una capacidad de s{ntesis que no he encontrado nunca en decenas de libros sin mujeres desnudas. Esto me gusta, y siene que ver con este libro. En qué consiste esta niieva forma de verdad, probablemente imaginaria, pero tan exacta que convierte en imitil cualquier clase de compro- bacién? ;¥ por qué precisamente ah{, entre tetas y culos? Es algo sobre lo que, si lo consigo, volveré en el tercer ce pitulo de este libro, Me falta todavia comprender bien de qué van a hablar los dos primeros. Tranquilos, Estoy fingiendo, ‘Tengo un plan. Por ejemplo, sé que iré a escribir el tiltimo capitulo del libro a Ie Gran Muralla china, Esid bien, Pasemos al cercer epigrafe. EP{GRAFES 2 Pequefio resumen: éste es un libro por entregas, un ensayo sobre la llegeda de los bérbaros. Por ahora, me en- cuentro todavia en Ia primera pagina, esto es, esa en la que se ponen los epigrafes. Ya he soltado un par. Ahora se tra- ta de ver el tercero. El tercero se lo debo a Walter Benja- min. ¥ ahora se impone hacer un paréntesis. Walter Benjamin, lo digo para aquellos que no lo co- nozean, era alemén (por lo que, por fayor, no se pronun- cia Bengiamin, como si bubiera vivido en Connecticut). Nacié en Berlin, en 1892, y murié cuatenta y ocho afios después, suicidéndose. De 1 se podria decir que fue el mis grande de los criticos literarios de la historia de la cr{- tica liceraria. Pero serfa reduccionista. En realidad, era al- guien que estudiaba el mundo. El modo de pensar del mundo. Para hacerlo, a menudo se servia de los libros que porque le parecian una privilegiada puerta de entrada a la mente del mundo. Pero en realidad sabia servirse, igualmence bien, de cualquier otra cosa: ya fuera la magia de la fotografia, los anuncios de sujetadores, la topografia de Paris, fo que la gente comia. Escribfa mucho, de forma casi obsesiva, pero en la 23 prictica nunca logré elaborar un libro, completo y termi« nado: lo que dejé tras de si es una enorme masa de anora- ciones, ensayos, aforismos, resefias, articulos e indices de libros nunca escritos, Algo como para volver loco a un edicor. Vivid entristecide por la constatacién de que en ninguna parte tenian un puesto de trabajo seguro y un sueldo pa versidades, periédicos, edirores, funda- ciones hacian de él grandes elogios, pero nunca lograron encontear cl sistema para trabajar con él. De manera que se resigné a vivir en una indigencia econémica perenne. El decia que por lo menos esta le daba un privilegio suti desper du mafiana, cuando le daba la gana, Pero también hay que decir que, en términos generales, no se lo tomé nada bien, Una cosa més: era judio y marxista. Si uno era juclio y marxisca, la Alemania nazi no era de nin- guna de las maneras el mejor lugar donde envejecer con serenidad Para el contexto de este libro, hay algo de él que se nos aparece como lo més importante. No resulta facil de exp car, por tanto sentaos, y si no podéis sentaros, dejad la lec- tura y volved a empezar cuando poddis utilizar todas las neuronas. Se trata de esto: él nunca intentaba entender qué era el mundo, sino, en todos los casos, saber en qué es- taba convirtiéndose et mundo. Quiero decir que lo que le fascinaba, en el presente, eran los indicios de las mutacio- nes que acabarian disolviendo ese presente. Eran las trans- formaciones lo que le interesaban: los momentos en. los que el mundo reposaba sobre si mismo no le importaban un pimiento. Desde Baudelaire a los anuncios publicica- rios, cualquier cosa sobre la cual se asomaba se transfor maba en la profecia de un mundo que estaba por venir y en el anuncio de una nueva civilizacién. Intencaré ser mis preciso: para el comprender no sig- nificaba situar el objeto de estudio en el mapa conocido de lo real, definiendo qué era, sino intuir de qué manera ese objeto modificarfa el mapa volviéndolo irreconocible. Le hacfa disfrurar el estudio del momento preciso en que una civilizacién encuentra el punto de apoyo para rotar sobre s{ misma y transformarse en un paisaje nuevo ¢ ini- maginable. Le entusiasmaba la descripcién de ese movi- miento titénico que para casi todo el mundo era invisible, y que para él, en cambio, era tan evidence. Forografiaba el devenir, y también por eso mismo sus fotos salieron, por decislo de alguna manera, siempre un poco movidas, y por tanto inservibles para instituciones que pagaban un sueldo, y objeivamente duras para quien las miraba, Era el genio absoluto de un arte muy particular, que antafio se Ilamaba profecia, y que seria més apropiado ahora definir como el arte de descifrar las mutaciones un momento an- tes de que acontezcan, :Podia alguien asf no aparccer encee los epigrafes de este libro? No. Y aqui ecnemos el cereer epigrafe. (Ahora ya podeis le- vantaros y relajaros.) A menudo he pensado qué til, qué terriblemente titil habria sido alguien como ¢l, después de le guerra, cuando todo estallé y empezamos & convert nes en lo que ahora somes. Es atroz el hecho de que él no pudicra conocer la tclevisién, a Elvis, la Unién Sovietica, la grabadora, el fast food, « JFK, Hiroshima, el microon- das, el aborto legal, a John Patrick McEnroe, las ameri nas de Armani, a Spiderman, al papa Juan, y un montéa de casas mis, :Os imagindis qué habria podido hacer con tun material como ése? Seguro que seria capaz. de expli noslo todo (siempre de manera un poco botrosa, eso es verdad) con afios de anticipacién, Pl era alguien que en 1963, pongamos, habria podido profetizar, sin mucho es- 25 fuerzo, el reality show. Pero no fueron ast las cosas. Benja- min se quité de en medio en un agujero de una pequefia ciudad en la froncera entre Francia y Espafia. Era sep- tiembre de 1940. Se habia convencido, al final, de que debia huir del delirio bélico nazi y lo que habia planeado era llegar a Portugal y luego, aunque fuera sin ganas, mar- charse a Estados Unidos. Tuvo algiin problema con los visados. Lo pararon alli, en Ja frontera, y lo dejaron a la espera de una respuesta. Por la noche, pensé que aquello no iba con él. ¥ acabé con todo mediante una dosis mor- tal de morfina. Al dia siguiente llegé su visado, con tim- bre y todo lo demés. Se habria salvado. Final shake- speariano. De ver en cuando (y vuelvo a caer) mi hijo me pre- gunta: entre un fuerte y un inteligente, zquién gana? Es una buena pregunta. Entre Rita Levi Montalcini y John Cena,* jquién gana? Generalmente suelo contestar que Rita Levi Montalcini, porque es la respuesta politicamente correcta y yo soy, como se desprende de las revistas de opinién, un buenista veltroniano.* Pero me interesa su brayar que aquella vez no fue asi. En esa historia de Benja- min gané el més fuerte. El era el mas inteligente que exis- tia, Y perdié, No hay vuelta de hoja. No me he olvidado del epigrafe, ya estoy Ilegando. ‘Cuando pienso en lo que perdimos con la muerte de Ben- jamin, lo pienso porque sé que dl, a pesar de ser un in- menso erudito, no le habria hecho ascos a hablar de Spi- derman, 0 de McDonald’s. Quiero decir que él fue uno de los primeros en pensar que el ADN de una civilizacién se construye no sélo con las curvas més altas de su pensar, sino también, cuando no especialmente, con sus movi- micntos en apariencia més insignificantes. Ante la cultura no era un mojigato: era un laico integral. En esto repre- 26 senta, sin duda alguna, un modelo: en esta capacidad suya de deducir la fuerza del mundo tanto de Baudelaire como de un manual de jardinerfa (lo hizo de verdad), hay una cleccién de campo que se nos presenta como una leccién definitiva. Para mi est sintetizada en una imagen, casi una forofija, una ojeada que es como un rckimpago, que me tocé vivir, a traicién, en una libreria de San Francisco. Para ser precisos, era exactamente la librerfa de Ferlinghetti" Ja mftica City Lights. Estaba yo alli, hojeando libros, por el puro placer de hojearlos, y en un momento dado me topo con la edi- cién americana de los escritos de Benjamin. Es algo inmen- so, la verdad, y ahi estaban precisamente dos volime- nes, por casualidad, Abro y hojeo. Los americanos (como cambién los italianos) solucionaron el inmenso caos de sus papeles decidiendo publicar una seleccién en orden cro- noldgico. El afto que yo tenia ante mi era 1931. Fui a buscar el indice, porque la secuencia de los titulos de sus escritos es ya, en si misma, una leccién, Critica de la nueva objetividad Hofimannsthal y Aleeo Dossena Karl Kraus La critica como disciplina fundamental de la historia li- teraria Letras alemanas Critica teolbgica Saco mi biblioseca de las eajas Franz Kafka Breve historia de la forografta Paul Valery Leia y disfrutaba bastante. La lista de la compra de un genio. Luego decia: = 27 Fl terremoto de Lisboa Flcardcter destructivo Reflexiones sobre la vain Fijate ti, la radio, estaba pensando, cuando llegué al tfrulo siguiente. Y el titulo siguiente era uno que quiz es- taba esperando desde hacfa afios, que sin duda alguna du- rante afios habia sofiada encontrar en los indices benjami- nianos, sin encontrarlo nunca, la verdad, pero también sin perder del todo la esperanza. Y, ahora, ahf estaba. Mickey Mouse No sé, a estas alturas a mi me emociona ver hasta Las crbnicas de Narnia, pero, en fin, que alli, en la libreria de Ferlinghetsi, me emocioné, El ratén Mickey. Existe un fragmento de Benjamin titulado Mickey Mouse. Me ex- plico: ese hombre habia traducido a Proust,” habla enten- dido a Baudelaire més de lo que nunca antes se lo habia encendido, habia escrico un libro fundamental sobre el drama barroco alemén (casi, casi, slo él sabfa lo que era). pasaba cl tiempo dandole la vuelta a Goethe, como si fue- ra un calcetin, recitaba de memoria a Marx, adoraba a Herddoco, regalaba sus ideas a Adorno,” y en el momento apropiado pensé que para comprender cl mundo —pa- ra comprender el mundo, no para ser un erudite inti habria sido oportuno comprender za quién? A Mickey Mouse. Y aqui tenemos el tercer epigrafe. “Mickey Mouse» (W, Benjamin) ‘Asi de clarita como sv me aparecié aquel dia en San Francisco. «Mickey Mouse» (W, Benjamin). Sirva esto como un compromiso. Fste va a ser un libro ‘que no le va a hacer ascus a nada, (¥ thora, si no os moris de ganas de saber qué escribié 28 Benjamin sobre Mickey Mouse, es que estdis francamente mal. Con cierto placer, puedo deciros que, si no me equi vyoco, esa pigina no se encuentra en la edicién italiana, Por tanto, si queréis leerla tendzéis que esperar a la si- guiente entrega. Alli la pondré, como una especie de bonus track, Je, je.) 29 EPIGRAFES 3 Como quedé prometido, me toca ahora brindaros, para que la ledis, la pagina de Walter Benjamin dedicada a Mickey Mouse. No esperéis gran cosa, De entrada se trata de una pigina de su diario, por tanto son anotaciones que comaba para si mismo, lo justo para no olvidarse de nada. Y ademis, para un cerebro como el de Benjamin, Disney tenia que ser mucho més dificil de comprender que, pon- gamos, un Goethe. Se me viene a la cabeza lo que Glenn Gould decfa para justificar el hecho de que no le gustara el rock: «No consigo entender las cosas demasiado simples.» Eran cerebros hechos asi En todo caso, nos queda el hecho de que Benjamin habria podido perfectamente ahorrarse una reflexién sobre Mickey Mouse, y sin embargo la hizo, y ésta es, como de- fa, una leccién: y lo que eseribié, una especie de hallazgo fetichista. Lo reproduzco aqui integramente: De una conversacion con Gustav Gliick y Kurt Weill.* Relaciones de propiedad en los dibujos animados de Mickey Mouse: abi, por primera vez, nos damos cuenta de que es po- sible ser privados de nuestro propio braza o hasta de nuestro propio cuerpo. 30 El recorrido de Mickey Mouse es mds parecido al de un expediente administrativo que al de un corredor de maratén. En estas peliculas, la especie humana se prepara para so- brevivir a la civilizacién. Mickey Mouse demuestra que una criatura todavia pue- de sobrevivir aunque esté privada del aspecto humana, Des- rue la jerarquia completa de las criaturas que, se supone, culmina en la humanidad. Esras peliculas refutan el valor de la experiencia de la manera mds radical que se haya hecho nunca. En ese mundo, no vale la pena adguirir experiencia. Analogta con las fbulas. No, ya que los elementos mas vitales en las fibulas son evocados de forma menos simbolica 1 sugestiva, Hay un inconmensurable abismo entre ellas y ‘Maeterlinck o Mary Wigman. Todas las peltculas de Mickey Mouse se basan en el tema del irse de casa para descubrir qué evel miedo. Por tanto, la explicacin del enorme éxito de estas pelfcu- las no se debe a la téeniea, a la forma; tampoco se trata de un equivoco, Se da simplemente por el hecho de que el priblico reconoce abi su propia vida. De acuerdo, no sc enticnde gran cosa. Pero hay dos frases por lo menos que me gustan mucho. La primera y la tiltima, La primera es valiosa porque explica de qué habla- ban dos cerebros como Benjamin y Kurt Weill cuando se reunian: hablaban de Walt Disney (bueno, a lo mejor no siempre, pero al menos una vez si). La tiltima, en su ingenuidad, me emociona, porque veo en ella toda la gran maquinaria de la reflexién marxis- linandose heroicamente sobre la iiltima chorrada jcana, en el sublime incento de tratar de entender st Giito, algo parecido a un elefante que tratara de colarse por el agujero del lavabo. Veo a Benjamin que relee, se ai quita las gafas y, apagando la luz, piensa: vale, ésta es un poco retorcida, :no? Fin del paréntesis Benjamin. El cuarto y ultimo epigrafe de este libro se lo robo a owe gran maestro, Cormuc McCarthy.” Pasa el tiempo, pero el viejo Faulkner de nuestro tiempo, desde su refi- gio de El Paso, sigue aircando sus obras maestras. Su iilti- ‘mo libro publicado en Ttalia se tivula No Country for Old Men (No es pais para vigjas). El maestro debe de haber pensado que ya no era tiempo de poesia ni de visiones, por lo que estrujé a conciencia una historia muy conci say cuando llegé al meollo del asunto nos la artojé. Pata el lector, [a impresién es la siguiente: faiste a verlo para preguntarle qué pensaba del mundo y dl, sin asomarse ti- midamente siquiera por detris de la cesva, va y te recibe con un disparo de rifle. Ti ce das ke vuelta y te marchas de ali. Un disparo de tifle espléndido, de (odes modos. La historia es la de una cacesfa: un viejo sheriff persigue a un asesino despiadado. Por lo que se tefieve a ese sheriff. para mi pertenece a la galerfa de los grandes personajes de no- vela. En cuanto al asesino, es despiadado de una forma tan radical e inmoral y demonfaca, que lo que el vio sheriff consigue decir es tinicamente: «Crela que nunca conoceria a una persona asf y eso me hizo pensar si el chico no seria una nueva clase de ser humano.» ¥ ya éste podria ser un buen epigeafe para un libro que trata de comprendler a los barbaros que estan llegando. Pero lo cierto cs que la cita que he elegido es ora. Porque es mas dura todavia. Es un disparo, afira de trato fécil. Me llamaba sheriff’ Pero yo no sax bia qué decirle. :Queé le dices a un hombre que teconoce 32 no tener alma? ;Qué sentido tiene decirle nada? Pensé mucho en ello. Pero él no era nada comparado con lo que estaba por yeni Bang, De manera que los cuatro epigrafes ya estin elegidos. No es por Henar espacio sin esfuerzo, pero me gustaria volver a citarlos ahora, uno después del oxo, porque en cierto modo son una tinica y larga fiase, y son el cercado en cuyo interior pastaré este libro. ‘Tendrian que leerse en una tinica y larga respizacién de la mente. «El miedo a ser derrotados y destruides por hordas birbaras es tan viejo como [a historia de la civilizacién Imagenes de desertizacién, de jardines saqueados por né- madas y de edificios en ruinas en los que pastan los rel fios son recurrentes en le literatura de la decadencia, des hv antigiiedad hasta nvestros dias» (W. Schivelbusch). «Flegancia, pureza y medida, que eran los principios de nuestro arte, se han ido rindiendo yeadualmente al nuevo estilo, frivolo y afectado, que estos tiempos, de ta- lento superficial, han adoptado. Cerebros que, por educa cién ¥ por costumbre, no consiguen pensar en otra cosa que no sean los trajes, la moda, el chismorreo, la lecrura de novelas y la disipacién moral; a los que les gran esfiverzo sentir los placeres, mis elaborados y menos febriles, de la ciencia y del arte. Beethoven esctibe para esos cerebras, y parece que tiene cierto éxita si he de hacer caso a los elagios que, por codas partes, veo brorar respec- to.a este tltimo trabajo suyo» (Zhe Quarterly Musical Mae gasine and Review, 1825). «Mickey Mouse» (W. Benjamin). Bra de trato facil. Me llamaba sheriff Pero yo no sa bia qué decitle. ;Qué le dices a un hombre que reconoce lesa un 33 no tener alma? ;Qué sentido tiene decirle nada? Pensé mucho en ello. Pero él no era nada comparado con lo que estaba por venir» (C. McCarthy). Ya esti hecho. Ahora el libro ya puede comenzar de verdad. El primer capftulo se ticulard Saqueos. Saqueos 34

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