Braudel y nosotros
Reflexiones sobre la cultura histérica
de nuestro tiempoIL. “La Méditerranée”*
“CIVILTA E IMPERI DEL MEDITERRANEO NELLETA DI Fitipro IT”
dice el titulo de la edicién italiana, para traducir el titulo
francés: La Méditerranée et le monde méditerranéen &
l’époque de Philippe II. Y, en el fondo, los dos titulos no
ilustran suficientemente el contenido que, en efecto, a
menos que el lector no tome las palabras civilta, mondo,
imperi, Mediterraneo en el sentido ms lato posible, no
podré caer en la cuenta de la amplitud de los intereses
que han animado al autor.
Amplitud de intereses que requirié de Fernand Braudel
25 afios de trabajo, no siempre desarrollado en plena li-
bertad de movimiento: afios de ensefianza secundaria lo
retuvieron en el norte de Africa; otros afios fueron absor-
bidos por misiones en Brasil; finalmente, otros largos afios
se consumieron detrds del alambre de ptias de un campo
de prisin.1 Aunque precisamente estas condiciones han
* Publicado en Rivista storica italiana, LXVII, 1955, pp. 233-243; traducido
después al francés —con modificaciones y aftadiduras— en Cahiers Vilfredo
Pareto, xv, 1968, pp. 97-108. Esta nueva edicién ha sido sucesivamente pu-
blicada en Italia, en Romano, Tra storici, pp. 51-62.
1 Para estos aspectos, ¢f: 1a conmovedora nota de L, Febvre para dar el
anuncio de la celebrada “soutenance de these” por parte de Braudel, en
Annales, ESC, 1947.
6lcontribuido quizés a la formaci6n de sus principios y g.
sus ideas mas interesantes: asf, la larga estancia en el nop.
te de Africa permiti6 al autor (de origen esencialmente
“continental”, por haber nacido en una zona intermedia
entre Lorena y Champafia) hacerse un hombre del Medite.
rrdneo (“He amado apasionadamente el Mediterraneo”,
son las primeras palabras del prefacio). Y, p6ngase aten.
cién: no un hombre de un cierto Mediterréneo, como Jo
son casi todos los nativos de las costas de este mar, sing
hombre de todo el Mediterraneo: de tal manera que es
capaz de ver el “mar interno” desde el punto de vista ve-
neciano y desde el punto de vista raguseo; desde la pers-
pectiva genovesa y desde la 6ptica norafricana; desde el
mirador turco y desde el espafiol. El conocimiento de
América del Sur le ha producido la posibilidad de la com-
prensi6n exacta de los espacios vacfos, de los movimien-
tos de emigracién, del nacimiento de las ciudades, de la
puesta a cultivo o del abandono de cultivo de vastas zo-
nas. Finalmente, para querer encontrar lo dulce en cada
cosa, se podré decir que los cinco afios de prisién le per-
mitieron digerir el material acumulado durante las corre-
rfas archivisticas a través de todo el mundo mediterréneo
(cuyos registros en las salas de estudio de los distintos
archivos conservan la importante huella de su presencia).
Entretanto, en el corazén de una compleja masa de hom-
bres perfeccionaba su comprensién de los problemas hu-
manos, tanto desde el punto de vista del individuo como
del punto de vista del grupo.
Anotaciones externas, se dir4 al leer estas Ifneas. Con-
cedido; pero ellas —a mi entender— constituyen un ele-
mento necesario para valorar mejor algunos aspectos que
son parte esencial del trabajo de Braudel.
Un volumen; tres partes. La primera: “E] ambiente
62,
2(lz pp.); Ja segunda: “Destinos colectivos Y movimientos
de conjunto” (566 pp.); la tercera: “Los acontecimientos,
Ja politica y los hombres” (523 pp.). Las primeras 412 p4-
inas no dejaran de desagradar a quien, habituado a la
critica facil, establecida desde hace mucho tiempo, de un
seudodeterminismo geografico, hace de cada hierba un haz,
y no duda en condenar sin haber juzgado. Ahora bien, es
s6lo después de 400 paginas que Braudel llega a pronun-
ciar la palabra determinismo, y lo hace con mucha caute-
la, pero no tanta como para no dar a entender que, por
cuenta suya, cree en un determinismo cum grano salis.
Pero es un determinismo nuevo, tanto que se ve constrefii
do, en determinado momento, a acufiar un nuevo vocablo:
geohistoria, dice (no sin excitacién, debido a las “conso-
nancias barbaras”). Los espacios geogrdficos, observa el
autor, y el estudio que de éstos se puede realizar, consti-
tuyen un medio (como el tiempo y su estudio) para la
observaci6n de los hombres y de sus relaciones.
Que algo esté determinado por el ambiente, asf como que
algo esté determinado por el tiempo, ,quién podr4 negar-
lo? El error, en que Braudel no ha cafdo, es el querer fijar
las funciones cuantitativas y cualitativas de estos dos ele-
mentos. La atraccién de las preferencias, de las preponde-
rancias, de las preeminencias, no han hecho caer en enga-
fio al autor, que ha sabido conservar un perfecto equilibrio.
Y luego, quisiéramos agregar, poco importarfa la postura
de Braudel; podrfa también estar plena y profundamente
Convencido de la importancia bdsica del determinismo
8eogréfico, pero habria realizado igualmente obra ttil:
Pues, en efecto, desde hace mucho tiempo los historiado-
Tes se han alejado, en la practica, de la geograffa. Ahora
bien, el volumen de Braudel, cuya parte de la “geohistoria’
se ha realizado asf, ejercer4 ciertamente una influencia
63benéfica. En ciertos momentos del desarrollo de la culty.
ra, algunos retornos (aunque se consideran “pasos de can.
grejo”) son titiles, seguramente utiles.
La segunda parte se nos presenta como una agotadora
monograffa sobre la vida econémica en la segunda mitad
del siglo xvi. El resultado: la demostracién (téngase en
cuenta, la demostraci6n, no la aseveracién o la Suposicién)
de la vitalidad del Mediterraneo, incluso en esta segunda
mitad del siglo “maldito”. Maldito, porque toda una tradi.
cién historiogrfica, deslumbrada por el descubrimiento
de América y de la ruta del Cabo de Buena Esperanza,
nos habfa acostumbrado a las definiciones féciles: “aban-
dono de las vias mediterraneas”, “decadencia de las ciu-
dades italianas”, “desintegracién moral y material de los
pueblos mediterraneos”. Braudel nos muestra, en cambio,
Ja persistencia de este mar y de sus habitantes.2
Finalmente, la tercera parte, m4s cercana a lo que sole-
mos llamar la historia diplomética, la historia militar, la
historia de las relaciones politicas. También aquf hay una
indudable maestria; pero Braudel nos habfa habituado
demasiado bien en las dos primeras partes de su obra,
como para que aqui no se advierta una separaci6n, una di-
ferencia. {Acaso el autor, hablando de estas paginas suyas,
no ha dicho haberse “fastidiado” un poco al escribirlas?3
He aqui, in nuce, el volumen. Querer exponerlo de ma-
nera diferente, en otras cuantas palabras, no serfa dificil:
? El reconocimiento del extremo valor de la obra de Braudel respecto de este
punto ha sido unénime. La tnica voz discordante es la de Garrett Mattingly,
quien, con absoluto orgullo, afirma, en The American Historical Review, LV,
nam. 2, p. 350: “The chief one offered, as if it were revolutionary, that the
Mediterranean was not a dead sea devoid of commerce and economic life after
the Portuguese reached India, hardly seems worth so much insistence.
Nobody today would disagree. Did anybody, ever?”.
® Braudel, La Méditerranée, p. 1501,
64.del mismo Braudel se podria decir que se propuso estudiar,
en un tiempo determinado, la dinémica de los elementos
constitutivos de un mundo espectffico que se mueven, algu-
nos con velocidad micrométrica (la primera parte), otros a
paso sostenido (la segunda parte), y finalmente otros en un
perenne remolino (la ultima parte).
Muchas otras f6rmulas podrfan servir para presentar en
pocas Ifneas estas 1500 p4ginas, pues su riqueza es in-
agotable.
Una gran obra, pues, con multiplicidad, amplitud y pro-
fundidad de intereses. Y es ésta la raz6n que impulsa a
abandonar la exposicién de este volumen —la cual, una
vez terminada, se manifestarfa siempre insuficiente— y a
ver, aunque sea r4pidamente, cémo ha penetrado en la
conciencia hist6rica de nuestro tiempo.
En estos seis afios transcurridos desde la publicacién
(1949) del libro en la edici6n original francesa, las rese-
fias se han sucedido: queriendo tomar en consideracién
s6lo aquellas que se presentan con caracteres de interés
bien definidos y las que, aunque débiles en su estructura,
muestran algunos aspectos notables, he colocado medio
centenar de textos delante de mf, los cuales constituyen
més de 300 pdginas.4
Digdmoslo de inmediato: resefias que se hayan enfrenta-
do decididamente contra la obra, existen pocas. Se incli-
narfa uno a creer en una especie de temor por parte de los
autores de las notas erfticas, quienes se lanzaron a la biis-
queda del detalle erudito fallido, de la fecha equivocada, de
la mala transcripcién del nombre. {Signos de los tiempos,
de estos duros tiempos nuestros de hiperespecializacién?
Uno estarfa tentado a creerlo.
Nota de 1995. Quisiera subrayar que, para los afios cincuenta, se trataba
de un gran éxito, de un verdadero récord.
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