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Reseñas 327

AZAUSTRE, Antonio y Juan CASAS: Manual de retórica española, Letras e Ideas


(Barcelona: Ariel, 1997), 188 pp.

Es bien sabido que a lo largo de veintitantos siglos la retórica ha sido una de las
disciplinas fundamentales en la organización de los saberes humanos: su presencia
como una de las siete artes liberales, es decir, como parle fundamental del sistema de
clasificación y transmisión de conocimiento en vigor a lo largo de la Antigñedad y la
Edad Media así lo demuestra. Corrobora su relevancia la nómina de los diversos au-
tores de todo tiempo y nación que han dedicado sus esfuerzos al tratamiento de los
saberes retóricos, de Aristóteles a Erasmo, de Cicerón a Nebrija, por no allegar la nó-
mina más allá. igualmente, a nadie se escapa que los últimos siglos de vida de la retó-
rica han sido un proceso languideciente de extinción, víctima del cambio de los es-
quemas de la argumentación en la era moderna (post-cartesiana), de su propio
anquilosamiento escolar y de la variación en los principios de la creación verbal pro-
pios de la época postelasicísta, especialmente del Romanticismo aca.
Sin embargo, en los últimos años, la retórica resurge de sus cenizas y goza de un
auténtico revivol (según la expresión de Booth 1). Así, la teoría literaria actual recono-
ce en ella, como vasto inventario de saberes. métodos y taxonomías, una fuente inelu-
dible de saberes humanísticos acerca del hecho literario capaz de proporcionar una
firme base al análisis dc lo literario desde perspectivas discursivo-textuales y que abre
un apasionante horizonte de investigación futura 2~ En este proceso de reactivación
retórica formulado desde el ámbito de la teoría literaria las voces más sensatas han
reclamado repetidamente la necesidad de recuperar de forma inteligente el enorme
catídal de la retórica clásica 3. Y dentro del cuadro general de los estudios y la investi-
gación literarios en nuestro país, no parecía que tal recuperación viniera verificándo-
se en los ámbitos más primordiales y básicos, lo que paradójica y —a mi juicio— per-
judicialmente extrañaba las enseñanzas y prácticas retóricas del ámbito de las aulas
universitarias —por no hablar de otros niveles inferiores y más menesterosos.
Con seguridad ayudará a reparar tal situación la obra que aquí se reseña. Los pro-
fesores Azaustre y Casas perfeccionan y amplían en ella un primer intento de manual
de divulgación retórica ~, fruto una y otro de los avanzados conocimientos en la ma-
tena que ambos profesores han acreditado en monografías de amplio aliento e inne-

Aludo al trabajo de Wayne C. Booth,«’The Revival of Rhetoric”, PMLÁ, 80.2 (1965),


8-12.
Vid para esto, entre otros, Luigi Heilmann.- “Retorica, neoretorica, linguistica’, en Lea
Ritter Santini y Ezio Raimondi (eds.): Retorica e critico letterario (Bolonia: II Mulino, 1978), Pp.
9-24; Paoío Valesio: Novontiqua. Rhctorícs os o Coníernporary Theory (Blooniington: Indiana
University Press, 1980); Antonio García Berrio: “Retórica como ciencia de la expresividad”,
ELLA. 2(1984). 7-59. y Teoría de la literatura (La construcción delsignificadopoéticq) (Madrid:
Cátedra, 1994), pp. 198-244; y José María Pozuelo Yvancos: Del formalismo a la neorretórico
(Madrid: Taurus. ¡988), pp. 181-211.
3 Vid. Gérard Genette: Figuras llI(Barcelona: Lumen, 1989), pp. 24-25; Garcia Berrio, art.

c’t., 24-26; op cii.. pp. 211-12.


4 1-lago referencia a Antonio Azaustre Galiana y Juan Casas Rigalí: Introducción al análisis

retórico: tropos, figuras y sintaxis del estilo (Santiago de Compostela: Universidad, 1994).

Dli ti,vttí. tum,denmos de Fitología h’ispánicc~ a.’ 15, 325-338. Servicio de Publicacioaes, <ACM. Madrid. 19’)?.
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gable calidad ~. En sus restingidos límites (188 páginas), este Manual recorre y carac-
teriza las diversas facetas del arte retórica, ofreciendo una visión del ars esencial y
ajustada. Una introducción breve (pp. 9-12) ensaya una sucínta ubicación histórica
de la retórica, y mencionasus relaciones con gramática y poética, este último caso tan
determinante en su evolución como disciplina (y tan escasamente tratado aquí) <~ Se-
guidamente, el primer capítulo (Pp. 13-22) se encarga de abordar todo lo relacionado
con la elección del asunto del discurso, operación previa a su elaboración como tal.
Ahí se habla de los diversos géneros retóricos establecidos por la tradición clásica
(iudiciale, deliberativum, demonstrativum) y de la incorporación a ese esquema de las
artes desarrolladas en el período medieval: ars praedicandi, ars dictandi y urs poetriae,
así como de las diversas modalidades de quaestiones mediante las que puede estable-
cerse el discurso retórico y su tipologización en status
El segundo capítulo del libro (pp. 23-160) —verdadero núcleo del mismo— se
ocupa de las cinco fases elaborativas del arte retórica: inventio, dispositio, elocutio,
memoria y adía Por lo que respecta a la primera de ellas, la parle del león es para
una exposición del sistema de lugares retóricos, precedida de una oportuna llamada
de atención sobre la estrecha interconexión de las operaciones de inventio y dispositio
como niveles de decisión macrotextual de la producción del discurso. A la exposi-
cion de los diversos loci rheíorici de persona (pp. 26-32) y de cosa (pp. 32-39) sigue
su concreción en el uso retórico y literario en diversos tópicos tradicionales —esto es,
sancionados por la tradición (con los problemas que esto implica; viti p. 39)— sea de
persona (pp. 39-48), sea de cosa (pp. 48-69). Tanto en unos casos como en otros, la
breve descripción de cada uno de los conceptos aparece ejeínplificada con textos es-
pañoles de la Edad Media y de los Siglos de Oro, como sera constante a lo largo de
todo el libro, y como ya quedó advertido y justificado —sobre todo en lo tocante a su
reflejo en el titulo del volumen— en la mencionada introduecion. Es frecuente a lo
largo de esta parte de la obra tanto la indicación de las relaciones de algunos de estos
tópicos con las partes del texto definidas por la dispositio (pp. 39-40, 48-51 —tópica
del exordio— 56-57 —de la conclusio—) como la remisión a los diversos recursos de la
elocutio que sirven de vehículo predilecto a la expresión de estos loci y tópicos (pp.
26, 31, 36, 37, 6!): elocuente muestra de la interrelación y simultaneidad de las tres
operaciones retóricas de producción de texto.
La andadura del tomo prosigue con las páginas dedicadas a la dispositio (pp. 69-
80). Pocas, pero como subrayan oportunamente los autores, no por ‘<error de con-
cepción’> (p. 70) de este ManuaL sino en correspondencia al escaso desarrollo en este
campo logrado por la retórica tradicional, que, dada la estrecha vinculación entre las
dos fases retóricas macrotextuales, inventio y dispositio, vineuló esta segunda a la pri-
mera (como se nos recuerda aquí, p. 69). En este ámbito, los autores se ocupan del
número de las partes del discurso —bipartición, tripartición; expresividad de una y
otra—(pp. 7 1-75) y de su orden —naturolis, aruficialis— (Pp. 75-80). En las líneas que
se dedican al ardo artificialis hay un punto en que discrepo de Azaustre y Casas: se

Por ejemplo, Antonio Azaustre Galiana: Paraleiismo y sintaxis del estilo en la prosa de
Quevedo (Santiago de Compostela: Universidad, 1996), y Juan Casas Rigalí: Agudeza y retórica
en la poesía amorosa de cancionero (Santiago de Compostela: Universidad, 1995).
6 (f para este asunto Vasile Florescu: La retorico nel sao sviluppo storico (Bolonia: II Muli-

no, 1974); Antonio García Berrío. art. cii., 36-37, y op. CÍí., pp. 30-32.
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trata de la ejemplificación del comienzo in medias res como modo de ordo art ificialis
con el comienzo del Poema de Mio Cid (Pp. 77-78). Aunque la idea sea tentadora
(‘<un azar textual ha forjado una hermosa ilustración de la técnica ahora analizada», p.
78), no parece muy afortunado ejemplificar una técnica retórica, siempre muestra de
activación voluntaria de un determinado recurso de expresividad textual, a través de
una situación textual causada —como los autores oportunamente consignan (pp. 77-
78)— por accidente (pérdida de un folio), al margen de la voluntad autorial (con los
problemas que esta instancia plantea en el caso de la épica; género, por otra parte,
poco proclive a recursos de este tipo, dada su tendencia a la linealidad en la organi-
zación de la trama narrativa). Hubiera sido preferible aducir otro ejemplo de inicio in
medias res.
A todo lo referente a la dispositio sigue la materia correspondiente a la elocutio, la
parte más extensa del volumen (Pp. 80-156), en fiel correspondencia con el desarro-
llo privilegiado que esta parte de la Retórica alcanzó a lo largo del desarrollo históri-
co de la disciplina. Tras de la enumeración de las cualidades requeridas por la elocu-
tio —puntas, perspicuitos, ornatus— y una breve exposición de los genera elocutionis
(pp. 80-82), se desarrolla la parte cualitativa y cuantitativamente más importante de
este Manual —no debe extrañar esta prt)porción entre las partes, dado que la obra re-
señada es esencialmente un manual de retórica literaria— la dedicada a tropos y tigu-
ras (pp. 82-141).
Estas últimas aparecen ordenadas conforme a la distinción clásica entre figuras
de dicción (pp. 91-110) y figuras de pensamiento (pp. (¡0-141); subdivididas a su
vez las primeras en figuras de metaplasmo, de repetición, de omisión y de posición, y
las segundas en figuras de amplificación, de acumulación, lógicas, de definición y
descripción, oblicuas, de diálogo y argumentación y figuras de ficción. Quizá lo que
añade un interés especial a este libro son los textos que acompañan, ejemplificándo-
las, las definciones de cada uno de los tropos y figuras, y que resultan de una gran efi-
cacia didáctica. Esto es de agradecer, dado que en muchas ocasiones la definición de
la figura es sumamente escueta: considérese que en las pp. 91-141 —cincuenta pági-
nas— se describen y ejemplifican más de ochenta figuras retóricas. Tal vez el saluda-
ble propósito de lograr un manual breve, manejable, haya sido causa de una conden-
sacion excesiva en lo referente al tratamiento de tropos y figuras, que peca de un
esquematismo a veces desconsolador. En este aspecto que comento, resulta intinita-
mente más satisfactoria otra obra de carácter no exhaustivo o no enciclopédico —ad-
jetivos que, vinculados al estudio de la retórica, traen de inmediato a la mente el
nombre de Heinrich Lausberg— dedicada al estudio de las figuras retóricas, como es
la muy meritoria de José Antonio Mayoral ~. Dos palabras referidas a los ejemplos.
Como digo, son de una graridisima utilidad, y siempre muy adecuadamente seleccio-
nados. Dejan translucir en bastantes ocasiones los intereses preferentes de los dos au-
tores en sus trabajos de investigación —Quevedo y la poesía cancioneril— cosa que,
además de perfectamente normal, es absolutamente legítima. Tal vez hubiera aporta-
do un grado más de variedad (en absoluto imprescindible: el <‘Indice de autores y tex-
tos literarios>’ en que se relacionan las obras de las que se han tomado los ejemplos
ocupa las pp. 177-82, y comprende más de 75 autores) recurrir a otros autores fuer-
temente comprt>metidos con la expresividad retórica en su quehacer literario, como

José Antonio Mayoral: Figuras retóricas(Madrid: Sínlesis, 1994).


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Fray Pedro Fernández Fecha —magistralmente estudiado por Lapesa o, y tal vez
~—

especialmente, Alonso de Cartagena, autor ahora mucho más accesible que antes
merced a la meritoria labor investigadora de Maria Morrás ~, y cuyos discursos —al-
guno, como el leído en el Concilio de Basilea acerca de la precedencia debida al mo-
narea castellano sobre el inglés, autotraducido de latín en castellano por el propio
Cartagena— o su respuesta a la famosa Quesíjón sobre el acto de la caballería de Iñi-
go López de Mendoza son muestra de un concienzudo trabajo retórico; no se olvide
que el interés de Cartagena por la retórica le llevó a traducir el De Inventione cicero-
niano II~ Pero todo esto no es una crítica, sino un mero comentario marginal.
Volvamos al contenido de nuestro volumen. Unas páginas dedicadas a la compo-
sitio (Pp. 141-56) cierran lo referido a la elocutio; el cuerpo central del volumen se
cierra con lo poco que se dice acerca de las operaciones relacionadas con la perfor-
mance retórica: memoria y actio (Pp. 156-6<)). Lo complementan unos prácticos cua-
dros sinópticos del sistema de la retórica clásica, las quaestiones y status, los lugares
oratorios, la tópica tradicional y el sistema retórico de tropos y figuras (Pp. 163-166),
de gran utilidad didáctica. Cierran el volumen una bien seleccionada y correctamente
estructurada bibliografía básica <pp. 167-75), el antes mencionado “Indice de autores
y textos literarios” y un <‘Índice de voces técnicas>’ (pp. 183-86), que en buena medida
cumple unciones de índice de materias. Así se cierra un tomo que representa un es-
fuerzo de síntesis clara y precisa de la doctrina retórica tradicional ejemplificada me-
diante textos españoles de la Edad Media y los Siglos de Oro, trabajo meritorio al
que tal vez sólo pueda achacarse en algunas partes un exceso de laconismo. Pero in-
dudablemente esa brevitas, sumada al rigor y a la densidad, ha de ser uno de los argu-
mentos que con seguridad permitan al trabajo de Azaustre y Casas alcanzar en breve
condición de vulgata del arte retórica en las aulas universitarias españolas.

Juan CARLoS CoNor

Vid Rafael Lapesa: “Un ejemplo de prosa retórica atines del siglo xlv: los Soliloquios de
Fray Pedro Fernández Peeha”, Studies in Honor of Lloyd A. Kasten (Madison: HSMS, 1975),
pp. 117-28.
Cf Maria Morrás: Alfonso de Cartagena: edición y estudio de Sus troduccionts de Cicerón
(Bellaterra: Publicacions de la Universital Autónoma de Barcelona, 1993 ¡tesis doctoral en mi-
crofichal); y edición de Alfonso de Cartagena: Libros de Tulio: De Sen etutc. De los Oficios (Alca-
lá de Henares: Universidad IPoetria Nova, 21, 1996).
Vid Morrás: Aljónso de Cartagena: edición y estudio op. cit., pp. 1119-1122. sobre el fe-
nómeno de la autotraducción en aquellos tiempos. vid Pedro M. Cátedra: “Un aspecto de La di-
fusión dcl escrito en la Edad Media: la autotraducción al romance, Atalaya, 2 (1991), 67-84.
¡Cf el texto en la edición de Rosalba Mascagna, Alfonso de Cartageíía: La Retliorica de .14.
Tullio Cicerón (Nápoles: Liguori, 1969). Vid también María MorrAs: Alfonso de Cartagena: edi-
cían y estudio op. cit.. pp. 1112-1113, y Libros de Talio: De Senetute op. cit., pp. 19-2<); para
el interés de Cartagena en la retórica, vid esta última obra, pp.SO-SS. Esperamos con in,pa-
ciencia la aparición de un trabajo de Maria Morrás de prometedor título, “Los vocablos y el
concepto. Acerca de la terminologia retórica en textos cuatrocentisi.as”, CI.)IM, en prensa.

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