MIRADAS ENCONTRADAS:
EsruDIOs DESDE MEXICO Y VENEZUELA
SOBRE MANIFESTACIONES
SOCIO-CULTURALES DIFERENCIADAS.
JORGE MAGANA OCHOA
JUAN MANUEL TORRES DE LEON
COORDINADORES
2019Uvexsinsn AvroNon bE CHsRss
JUNACH Facurtap pp Ciencus Soeites
pe al a
2. La configuracién de Ia muerte en clave regional:
Una mirada desde Latinoamérica
372
Lats Ernesto Cru, Ocaita
Doctorado en Estudios Regionales
Acatlemia de Comumicaciin, Caltura e Historia
stas lineas son un intento de condensar algunos debates
bse la muerte como problema de investigacién socio-
cultural, Busco esclarecer una manera de enfocar la
muerte como una configuracién particular que responde
‘a contextos histéticos especificos, y no como una entidad
ada en si misma, Para ello adopto un posicionamiento
que, frente al carécter universalista de la produccién
“Oceidental”, se ubica en una situacién latinoamericana de
interpelacidn por otras formas de ver, experimentar y vivie
la realidad.
1
La muerte ha sido, desde el siglo pasado, una de las
preocupaciones que las ciencias han intentado dilucidas.
Peto es.a partir de los afios sesenta y setenta que las ciencias
sociales y humanas comienzan a visualizar la muerte como
tun hecho a la vez fisico -preocupacién de la medicina y
Ia demografia~ y simbélico ~preocupacién de reflexiones
metafisicas-: una manifestacin real a la que se adhieren,
consteucciones simbélicas que, al mismo tiempo, le dan
una forma concreta de manifestarse, de pensarse y de
sims senna 373
cexperimentarse. Con esto se convierte “el facto biolégico
en factus socio-cultural” (Mendoza Lujén, 2012.9).
No obstante, al hacer una revisién de trabajos
historiogsificos, sociolégicos y antropolégicos sobre las
formas de vivir la muecte se nota una sepatacién catre
sociedades “occidentales” y sociedades “tradicionales”,
‘premodernas”, “primitivas” -se puede agregar
“indigenas”-. Losanilisis centradosen las primeras delinean
Ja maneta en que se ha construido una sensibilidad ante la
muerte articulsda en una mentalidad inconsciente propia
de una colectividad homogénea y unificada (Rios Saloma,
2009); mientras los anélisis de las segundas son utilizados a
modo de contraste con aquéllas para mostrar la diferencia
entre percibir y vivir la muerte como algo prohibido, y
petcibirla y vivitla como elemento estructurador de uns
visiéa propia del mundo y resistente ante los cambios
(Ziegler, 1976).
En esta linea, Da Matta distinguid entre sociedades
“occidentales”, cuya preocupacién es Ja muerte, y “no
‘occidentales”, en donde el acento se coloca en los muertos.
‘Asi se delinean dos mentalidades o culturas contrapuestas
Estas afirmaciones nos Mevan a repensar Ja situacién de
los entornos latinoamericanos que conllevan tanto un
pasado-presente prehispénico, indigena u otiginario, una
experiencia colonial donde Ia historia civilizatoria de‘nsinan Auminicnca pe Citanss
INACH Factiran pe Crescias Soctstas
374
Occidente se cruzé con Ia propia, y una citcunstancia
poscolonial que implicé el intento propio de construit un
ptoyecto societal comin con referencia a sus contrapartes
colonizadoras, ademas de sus propias exelusiones geupales,
Siendo asi, toda indagacién socio-cultural, en este caso,
sobre la muerte requiete observar cémo se revelan
congruencias, difetencias y desigualdades no sdlo con
tespecto a las producciones y procesos occidentales, sino
también al interior de los proyectos estado-nacionales
latinoamericanos.
Mientras que en “Occidente” ~0 lo que se dice de él- Ia
muerte aparece como un tabi, algo de lo que no se habla y
se oculta intencionalmente, en contextos latinoamericanos
-entendidos a manera de mosaicos que transgreden la
separacién occidental-no occidental, moderno-tradicional—
cl tema de Ia muerte aparece constantemente, pero no
tanto la muerte como concepto en abstracto ~aunque si
como entidad fetichizada~, sino encarnada en la muerte de
alguien cercano, de la experiencia en torno a esa muerte. La
muerte es pensada y vivida desde la propia experiencia con
muertos propios que permanecen vivos mientras no
sean olvidados. De abi la complejidad de estos contextos
en donde confluyen imaginarios y pricticas a veces
contradictorias y no bien delimitadas en un todo cultur
cerrado.
‘Minapas excossreanas| 375
u
Nuestros entornos latinoamericanos estin marcados
de cabo a ribo por el mestizaje, esto es, “una forma
desesperadamente vaga, cambiante, fluctuante y siempre
en movimiento” (Gruzinski, 2000:90) que obliga a verlos
més alld de un simple proceso destructor donde se
cntifican las visiones de lo bueno y lo malo. Pero dicho
mestizaje no es una simple caractetistica adherida a la
situacién latinoamericana por motivo de su encuentro
histético con Europa ~garante méximo de la consteuccién
sacionalizadora del mundo-, sino que es un rasgo de las
relaciones humanas y de los intentos de darle orden a
dichas relaciones.
En este sentido, lo societal es comprendido, mas que
como un agregado de individuos, como un proyecto de
ordenamiento racional y, por ende, universalizador que
busca convertitse en hegeménico a partir de la delimitacién
de lo incluido en su interior y la diferenciacién con aquello
que tepruebay excluye. Exclusién que es titil para su propia
afirmacién (Moebius, 2012). Por su parte, lo cultural, en vez
de set visto como estructura de significados mas 0 menos
coherente, se refiere al proceso de significacién en donde
ese supuesto orden societal es disputado cotidianamente
por los agentes y sus grupos. El poder aetiia como eje
atticulados, puesto que, por un lado, el proyecto societalUsvensi
UNACH F:
b Avrénioay pe Canarss
‘rp be Cimnenas Soctates
376
busca imponerse a partis de la contundencia de sus
argumentos, ¥, por el otro, el proceso cultural vivido en su
interior manifiesta las relaciones de poder concretas entre
quienes forman parte de dicho proyecto que instaura un
espacio de posiciones diferenciadas (Gupta y Ferguson,
2008),
Esta articulacién de lo societal y lo cultural por mediacién
del poder remite a la necesidad de observar el proyecto
de sociedad y el proceso cultural en dos perspectivas
interrelacionadas: la temporal y Ja espacial. Es decir, el
proyecto de sociedad global y los procesos culturales
particulates tienen historicidad, pero, a la vez, se
acticulan en espacios coneretos. Hablar de Jo regional
implica una vuelta hacia el espacio desde una critica a la
universalizacién propia de los proyectos “occidentales”
0 “oceidentalizadores”; critica que implica espacializar o
tertitotializar los procesos para captat sus especificidades.
Lo regional aparece como espacio intersticial entre lo
local y lo global, pensados como entidades diferentes,
mntiapuestas y sin relaciones entze ellas. Se tefiere a las
‘mas cémo se regionalizan proyectos globales, ademas
de cémo se conforma diferencialmente el tejido social en
los tertitotios. Las regiones existen en tanto que existen
selaciones de poder que demarcan limites tetritotiales,
identitarios 0 de otro tipo entre lo propio y Io ajeno
‘Mnanas excoxmapss| 377
(Robertos, 2010). Este poder tiende a obvias las diferencias
al interior de las regiones dematcadas, pot lo que es mis
viable hablar de procesos culturales regionales o “cultura
regional” (Lomnitz, 1995) como modo de acercarse a las
formas concretas de apropiarse de los proyectos sociales
—como el proyecto civilizatorio occidental que implica una
forma especifica de ver, tratar y actuar sobre la muerte— y
de entrar en disputa para la formulacién de algo propio —
otras formas de concebir, de experimentar y de actuar en
torno a la muerte~ « partir de lo dado.
Il
Estas reflexiones permiten pensar que las cosas no son
simplemente como son to que implica su constituciéa y
apaticién fisico-material-, sino quelleganaserlo,apercibirse
y a experimentarse como tales a partir de dispositivos que
Jos nombran trabajo de los elementos simbélicos que
le dan sentido-. Dispositivos hetezogéneos que incluyen
“discursos, instituciones, dispositivos arquitecténicos,
reglamentos, leyes, medidas administrativas, enuncindos
cientificos, proposiciones filoséficas, la moralidad, la
filantropia...” (Foucault en Pérez Cortés, 2012:514). En esta
perspectiva, la muerte no es una entidad dada en si misma,
sino que ¢s un “objeto” cambiante y, por ello, remite a las
relaciones sociales y de poder.aRSInAD AUTONOMA DE CHARS
ACH Facurtap ne Cresciss Sociates
Elser humano no sélo muere como el resto de organismos,
sino que sabe que va a morit, pero el reconocimiento de su
propia muerte no Ie es dado como certeza inmediata, La
selacién con nuestra muerte esté mediada por la relacién
von la muerte de otros, la forma en que la muerte nos
afecta se vincula con las repercusiones devenidas del
conocimiento de la muerte de otros, y su impacto sobre
Ja duracién de nuestro tiempo es asimilado a partir de la
influencia en la duraci6n del tiempo de otros que viven con
nosotros (Lévinas, 2005),
Le muerte influye en lo socio-cultural y sélo ahi cobra
significado, Se humaniza a través del lenguaje como
entidad eminentemente intersubjetiva que conecta el
mundo “externy
con el mundo humano. El tiempo
propio -mismo que parece ser detenido abruptamente
vor Ja experiencia (imposible) de la muette (propia) es
vivido y narrado con y pata otros (Ovalle, 2013). Incluso
‘rasciende la propia vida, puesto que la telacién humana
0 patece tetminar entre quien se ha ido y quienes han
juedado con vida,
Hablar de la muerte no es refetitse simplemente al
echo conereto del motir, sino que el referente “muerte”
se construye como un significante sobre el cual se
construyen significados a veces complementatios 0 a veces
contrapuestos, a partir de las relaciones de los agentes
‘Minapas exoosmaas| 379
sociales con los dispositivos de poder. Es aqui donde las
dimensiones historica, social y cultural de la vida humana
cobran importancia en la definicién de la muerte; ya que
dichas dimensiones nos zemiten no al significante o al
significado pot si mismos, sino al complejo y conflictivo
proceso de significacién.
De ahi la importancia de acercarse a las formas especificas
de configuracién ~entendida no como sistema certado
y determinante (De la Garza, 2012) de la muerte en
un espacio y tiempo especificos, sin dejar de lado que
tesponden a procesos que los preceden. La nocién de
configuracién nos remite a una compleja atticulacién
entre las formas en que se coneibe, los modos en que se
experimenta, y las maneras de actuar} én este caso, en tomo
ala muerte, Para esto es preciso acercatse a ella como idea,
como proceso y como relacién a partir de la configuracién
que tealizan los agentes en la narracién (Ricoeur, 2006);
nartacién que remite a la muerte de otros, no a la propia,
Peto es en esa nartacidn, en el relato de muerte, el relato que
tematiza la ausencia del otto y que dinamiza la reflexividad
propia, donde se axticulan y en donde es posible analizar
la configuracién socio-cultural de la muerte; puesto que
esta aparece, antes que como mero problema existencial
individual o detencién de las funciones vitales, como la
ruptura problemitica de las telaciones espacio-temporales
con los otros.REFERENCIAS
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