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Cristian Alarcon Vidas de pibes chorr O70 Abi, Cian ALA Cuan ne aera quero qu me toquea cumbia ved. -Buenoe Aire: Gropo Eitri Norns, 2003 Bip, Nat om (Biogas y dovumenos) ‘sos 97. 545117-7 I Thule 1. Crdnin Pein 2703, Cina Alta (rt) De em ii: Gripe Editor Nor Sun Jue 51 (C1O7GAAQ) Buenas Ales Reps Ageia pees adhd a Glare Agena de Pubiaionee ise de sp Maga Cale Fotopafi de tape Aled Sear Pred a Argentina Prien line apt de 2008 Sepia empress goto de 2006 en.206 Prob reproduc otl 9 pari por cualquier msi in paiva cits de zac Tahodl dpa piers Wey 1170) Lio de edn pein Prdlogo Capitulo 1 Capitulo IL Capieulo IIL Capitulo 1V Capitulo V Capitulo VI Capitulo VIE Capitulo VIII Capitulo IX Epilogo Agradecimientos 15 aa 45 7 3 99 129 149 7s 195 215 219 Cuando llegué a la villa solo sabia que en ese punto del conurbano norte, a unas quince cuadras de la esta- ‘in de San Fernando, tras un crimen, n idolo pagano. Victor Manuel “El Frente” Vital, dieci- siete aos, un ladr6n acribillado por un cabo de la Bonaerense cuando gritaba refugiado bajo la mesa de un rancho que no tiraran, que se entregaba, se convir- 16 entre los sobrevivientes de su generacién en un particular tipo de santo: lo consideraban tan podero- so como para torcer el destino de las balas y salvar a los pibes chorros de la metralla. Entre los trece y los diecisiete afos el Frente robaba al tiempo que ganaba fama por su precocidad, por la generasidad con los botines conseguidos a punta de revélveres calibre 32, por preservar los viejos cédigos de la delincuencia sepultados por la traicibn, y por ir siempre al frente. La vida de Victor Vital, su muerte, y las de los sobre~ vivientes de las villas de esa porcién del tercer cordén suburbano -la San Francisco, la 25 de mayo y La Bs peranza-, son una incursi6n a un territorio al comien- 20 hostil, desconfiado como una criatura golpeadaa la Cristian ALARCON que se le acerca un desconocido, La invocacién de su nombre fue casi el nico pasaporte para acceder a los estrechos caminos, a los pequetos territorios inter- nos, a los seeretos y las verdades veladas, ala intensidad que se agita y bulle con ritmo de cumbia en esa zona que de lejos parece un barrio y de cerca es puro pasillo, Quizds hubiera sido mejor revelar la dentidad de tun asesino, la mecénica de un fusilamiento, un mensa- je de la mafia, la red de poder de un policia corrup- to, un crimen pasional cometido con una faca bien afilada, Detrds de cada uno de los personajes se po- dia cjercer la demuncia, seguir el rastro de la verdad juridica, lo que los abogados llaman “autor del deli- 10” y el periodismo “pruebas de los hechos”. Pero me vi un dia intentando torpemente respetar el ritmo bascular de los chicos ladrones de San Fernando, sen- tado durante horas en la misma esquina viendo como jugaban al futbol y sancionaban a las patadas al mal zaguero central. Me vi sumergido en otro tipo de len guaje y de tiempo, en otra manera de sobrevivir y de vivie hasta la propia muerte. Conoci la villa hasta Hegar a suftirla, ‘Con el tiempo y el progreso del asfalto y la urba- nizacién impuesta por el municipio, la villa San Fran- cisco, ¥ asus costados norte la 25, y sur La Esperanza, se fueron convirtiendo en xn bacrio. Sobre el natural aos de la edificacién no planificada se trazaron algu- nas calles y alguntos ranchos desaparecieron bajo las topadoras para dar lugar al cemento y al orden, Pero Ia traza colonial sélo logra dar la impresién de un ba- rrio con esas fachadas en las que a pesar de la pobre- za se ha puesto esmero. Es una delantera amable de ‘Cuando me muera quiero que me toquer cimbiz Ja villa: entre casa y casa, entre frente y frente, se abren Jos pasillos que Hevan a los caserios de los fondos. De- tras de cada zaguin se esconden las casillas de chapa ‘mejoradas con improvisadas paredes de bloques o la- drillos. Justo entre la 25 y La Esperanza ha quedado imracta una porci6n de la vieja villa de ranchos enci- ‘mados con cuatro pasillos internos. En uno de ellos, al que se entra por la calle General Pinto, a una cua- dra de su casa, fue asesinado el Frente Vital la maftana del 6 de febrero de 1999, Muy de a poco el campo de accién en el lugar se fue ampliando para mi, abriéndose hasta dejarme entrar a los expendios de droga, a las casas de los la- drones mas viejos y retirados, alos aguantaderos. Al principio s6lo podia circular por la cuadra del Frente, sélo ver emo, al llegar la hora de comer, las mujeres comenzaban a hacer una recoleccién sistematizada de préstamos entre los vecinos de siempre. Media ta- zade aceite de un rancho, un poco de arroz de otro, una cebolla, un precioso pedazo de carne mas alla. Las madrazas en busca del faltante para resolver el hambre se cruzaban de vereda a vereda rescatando porciones a reciclar con una pericia que evidenciaba el entrenamiento en la faena de llenar Ia olla del dia, la inmediata necesidad de saciar los estémagos de cada familia Al Frente lo enterraron en una tumba del sector més pobre del cementerio de San Fernando, donde conviven los mausoleos seftoriales de la entrada, y las pedestres sepulturas sobre la tierra. Adornados por flores de plistico, los muertos quedan como sembra- dos a lo largo de una planicie en Ia que resalta hoy la (Cristian ALancon Cuando me mucre quiero que me toquen cnmbis ttumba de Vietor Vital. Resplandece entre las demas por cl comienzo de una era en la que ya no habré las ofrendas. Grupos de chicos enfundados en sofistica- ibe chorro al que poder acudir cuando se busca dos equipos de gimnasia y zapatillas galécticas se retinen protectin ante el escarmiento del aparato policial, paca compartir con el Frente la marihuana y la cerveza, ‘0 de los traidores que asolan como el hambre la vida Las ofreeen para pedirle proteccién. ~ cotidiana de la villa | San Fernando es ese partido del conurbano bonae- | rense cuya estaciOn del ferrocarril Mitre es casi la tltima antes de llegar a Tigre, a poco del Rio de la Plata, entre Bécear y Carupé: es 12 zona del pais donde la brecha centre pobres y ricos es abismal. La fortuna ajena pa- rece al alcance de la mano: alli se da la maldita vecin- dad entre el hambre y la opulencia. A dos afios de mi llegada al barrio, los chicos de hh generacién que crecié sin el particular y cuestiona- ble orden que defendia el Frente Vital, les roban a las ancianas y los nifios del lugar. Buscan diez pesos pa- ra una préxima dosis de mentirosa altivez. Se con- forman ya no con la reivindicacién del propio ser al tomar por asalto el status prohibido de las marcas fa- ‘mosas sino con ua paraiso artificial que da una bolsa de Poxirin o intoxicados con las pastllas diseiiadas | para calmar la angustia del perfecto pequenio burgués diluidas en el peor vino ofertado por el almaccnero, al que tarde 0 temprano asaltarin, simplemente por que los tiempos han cambiado en contra nuestra y ya no hay ley, no hay iguales, no existe el milagro de la salvacién. ‘Comosi él y su poderio mistico incluyeran la con- dena y la salvaci6n, el mito del Frente Vital me abrié » Iapuertaa la obscena comprobacisn de que su muer- te incluye su santificacién y al mismo tiempo el final de una época. Esta historia intenta marcas, contar ese Capitulo T ‘Maria tenfa las manos metidas en el agua jabonosa de un fuentén cuando llegé la peor noticia de su vida. Loco! ;Vengan! ;Vamos a fijarnos! jEsté toda la ‘yutal ;Parece que lo agarraron al Frente! Maria retorefa un jean en el patio del rancho de su novio Chaias. Vivia ali hacia dos semanas, exilada por primera vez de la casa de sus familia, tras una dis- cusién con su padrastro, un poco respetado dealer de azona, miembro del clan de los Chanos. ~iLoco! ;Parece que mataron al Frent ‘Los pibes de esa cuadra que desde afuera parece un barrio pero por dentro es puro pasillo, todos menos ella salieron corriendo tal como estaban. Maria se ‘quedé parada ali, sin volver la vista atrés, disimmulan- do por pudor a causa de ese noviazgo corto pero in- tenso que ya habia dejado de tener con el Frente. Prefirié decirse a si misma: “Yo me hago la estipida”. Especulé con que si algo verdaderamente malo ocu- ria, alguien legaria a avisar. Por exo hizo como que frotaba la ropa, soportando las ganas de llegar también ella, mis répido que ninguna, desesperadamente, a ver ‘Chusman ALaKcos la suerte que habia corrido el chico de quien a pesar de la separacién reciente, ain estaba enamorada. =Lo mataron al Frente ~dijo, después de unos diez minutos una mujer del otro lado de su cerco. Marfa lo escuchs sabiendo que algin dia podia su- cceder, pero jamés tan pronto: ella trece y él diecsiete, yy esas profusas cartas de amor que hablaban de un fu- turo que se le antojaba el nico aunque ahora estuvie- ra con otro, aunque su nuevo novio fuera uno de los igos de Victor, aunque el mundo se cayera. Salié se- -indose las manos en el pamtal6n, y anduvo una, dos, tres cuadras, cruz6 el descampado, y se metié en la vi- lla 25 de Mayo directo hacia el rancho de su madre, el mismo del que se habia eseapado para refugiarse en la casa de Chafas. Apenas entr6, searroj6 a los brazos de Ja mujer, como hacia mucho tiempo que no lo hacla: Ma, me parece que lo mataron al Frente, acompa- ame —Ie dijo llorando en su hombro. Laura estaba cubierta sélo por una sabana, acalo- rada por el peso de la humedad que alas diez y media de la manana antecedia a a tormenta; el cuerpo exhaus- to después de una noche de Tropitango con el Frente, las chicas y el resto de los amigos que quedaban en li- bertad. La desperté una bulla atjpica para una ma- fiana de sibado, una agitacién que de alguna manera preanunciaba la batalla que sobrevendria. Su madre no tardé en alertarla. Le dijo, sin siquiera saludarla, con una vor 4spera pero sin embargo piadosa: —Lau, me parece que lo mataron al Frente. Salid de la cama anestesiada, sin sentir el peso del cuerpo trasnochado, de los litros de alcohol que haba 2 (Cuando me maners quiero que me tien cumbia tomado mientras bailaban por undécima vez en el cen- de la pista con esos romances tortuosos entonados “por Leo Matiolli y su banda en el escenario, en vivo y en cto. Hizo la media cuadra de pasillo que la sepa- ‘raba del potrero desierto que dejaba ver el escustido frente de la villa: | ~;Parecia como si estuvieran buscando al Gordo Va- lor! jLa cantidad de policfas que habia! Los més cercanos a Vietor se fueron arrimando to- do lo que pudieron al rancho donde lo tenian encerrado. ‘Se habjan escuchado los tiros. Varios habian visto de reflén cémo Victor y tras él Luisito y Coqui, dos de los ‘ntegrantes de lo que la polieia propagandizé como La Banda de Los Bananita, pasaban corriendo por el co- raz6n de la 25 con las sirenas policiales de fondo, eruzaban por el baldio que da a la San Francisco y se perdian en uno de sus pasillos metiéndose en el ran- cho de dofia Inés Vera. Supieron por el veloz. correo de rumores de la villa que Coqui cayé rendido en la Iitad del camino, cuando al atravesar una manzana de monoblocks en lugar de seguir escapando intents es- conderse en una de las entradas. Desde el momento de Jos disparos no hubo ms sefiales sobre lo que habia pa- sado. Nadie sabia si Luis y el Frente estaban vivos. ‘Los policias se vieron rodeados apenas se internaron, ‘en a San Francisco; con cada vez mas refuerzos inten- taban disuadir a los vecinos de que se retiraran Mauro avanz6 por entre los ranchos y consiguié tteparse al techo de la casilla cercada por un batallén de policfas en la que habsan intentado refugiarse Victor ‘y su compinche, Luisito. Mauro era uno de los mejores 2 ‘CusTiaN ALARCON amigos del Frente, un integrante fuerte de la generacién, anterior de ladrones que habia, después de pasar dema- siado tiempo preso y tras a muerte de su madre, deci- dido alejarse del oficio ilegal y buscarse un trabajo de doce horas para lo bisico, ya lejos de las pretensiones. ‘Mauro habia influido en Vieror con sus consejos sobre los vijos e6digos, ef “respeto” y la rica delincuencial en franca desaparicién. Mauro recuerda bien que dormia con Nadia, su mujer, cuando lo despertaron los tiros. “Le dije:‘Uy, los pibes’. Porque siempre que se escuchan tiros es porque hay algtin pibe que anda bardeando. Me Jevanté, me puse un shorty encaré para aque lad ‘Apenas salié de su rancho una nena que vive a la ‘vuelta y que lo sabia amigo inseparable de Victox a pesar de que para entonces él ya comenzaba a “dejar al choreo”, le dijo la frase tan reperida aquella manana Me parece que lo mataron al Frente. Corrié hasta la entrada de la San Prancisco. Un. policia lo frené: —No podés pasar. Mauro continué sin mirar atris. El policfa le chist6. El siguié acercindose a Victor. =A vos te digo, no podés pasar. ~Qué no voy a poder pasar -le dijo~. Yo voy para mi casa, c6mo no voy a poder pasar loco, sino hay una cinta ni nada. Durante unos minutos erey6, inchusa se lo dijo a Laura, que el Frente habia podido escapar. “Este hijo de puta se les escapé.” Igual se trep6 al techo, para cerciorarse. Desde lo alto podia ver la mitad del cuerpo de Luis saliendo de la puerta del rancho. Estaba inmévil, parecfa muerto pero sélo lo simulaba por el pénico al a Cuando me mere quiero que me toquen cubic jusilamiento. Mandé a pedir una cémara de fotos que o tardé nada en llegar. Disparé varias veces para re~ trar lo que sospechaba que la Policia Bonaerense tara, Temia que Victor estuviera herido y que, tal 10 estaba marcado por la Bonacrense, dejaran que desangrase al negaele la asistencia médica. Por e50 smenazaba con arrancar las chapas de la casilla sila po- iia no se decid a sacarlo de all. Hasta que Luis no pu- do evitar que contra su voluntad las piernas eomenzaran temblarle, Uno de los uniformados se dio cuenta: =Che, guarda porque éste esti vivo. Laura vio cuando lo retiraban del lugar en una cami- a con la ezbeza ensangrentada por el tiro que le r026 el neo. Chaias consiguié acercarse a él. Luis loraba. “El Frente, fijate en el Frente ~aleanz6 a decirle “antes de que lo metieran en la ambulancia. "Laura se preocupé cuando unos mimutos después la gunda ambulancia que habia llegado para los supuies- tos heridos se fue vacia. _ -Sefior, zy el otro chico? -pregunté 2 uno de los formados con miedo a la respuesta Esti ahi adentro, lo que pasa es que est bien —le =2Y por qué una de las ambulancias ya se fue? =jPorque esta bien, nena! -cerr6 el policia. Bntre los que peleaban su lugar cerea del rancho én esperaba Matilde, confidente privilegiada del rente, cémplice de hierro a la hora de dar refugio lespués de un robo, cartonera y madre de Javier, Ma~ ely Simén Miranda, sus mejores amigos, los chicos on los que a los trece habia comenzado en el camino 6 (Cristian ALARCON, del delito. Matilde habla conseguido escurrirse hasta la puerta misma del rancho y desde ahi hablaba con ‘Mauro amotinado en el techo. Estuvo casi segura de que al Frente lo habian matado cuando presencis las preguntas y las evasivas entre Mauro y-uno de los hom- bbres de delantal blanco que entré al rancho con un par de guamtes de latex en las manos. “Eh, ¢qué onda con el pibe? ¢Por qué no lo sacan? le pregunté Mauro. =No, ahora vamos a ver -intemté evadirse el en- fermero. ~Decime la verdad, decime siesta muerto, =No te puedo decir nada -lo cort6. ~Decile la verdad loco, no va a pasar nada. Esti muerto, zn0? El enfermero ya no volvié a abrir la boca pero cuando volvié a pasar, bajando los pérpados lenta- mente, lo confirmé. Pato, el hermano mayor de Victor estaba en su tuo dedoce horas en un supermercado donde ahora es super- visor. Su hermana Graciana ya se habia casado y se habia ido a vivira Pacheco. Si no aparecia un familar la policfa seguirfareteniéndolo en el rancho de dovta Inés Vera. ~Vayan a buscar ala madre que esta trabajando en el supermercado San Cayetano de Carupé -propuso un chico. ‘Alli partieron Laura y Chaias en wn remise, Pero Sabina estaba en la sucursal de Virreyes. Volvieron al barrio. La gente seguia acumulindose alrededor del rancho. A Virreyes corrieron a buscarla otros vecinos. =Venf Sabina porque hay un problema con la policia, Cuando me mora quiero que me toquen cumbia Dero dejalo que se lo lleven a ese guacho por atre- ‘vido. Yo no voy a ninguna parte ~se negé Sabina, como vempre en lucha contra la ladrona de su hijo yenor, dispuesta a que lo metieran preso con la espe~ de que el encierro en un instituto lo reformara y lo vonvirtiera en un adolescente estudioso y ejemplar. Venite que esté adentro de una casa. ;Venite! La convencieron, Sabina pensé: "Este tom6 como rehén a alguien y esta esperando que yo llegue para sntregarse, pero antes lo voy a trompear tanto...” ig6.& imaginar la muerte de su hijo hasta que el auco se som al barrio doblando por la calle Quirno Cos- y pudo distinguir desde el otro lado del campito un ‘movil de Crénica Tv y un helicéptero sobrevolando la muchedumbre. “Cuando vi el mosquerio de gente y de policias me temblaron las piernas.” Bajé del remise ‘y escuché que gritaban: © =iViene la mamal Viene la mamé! ~atraves6 de- ssperada y los pibes y las mujeres iban abriendo pa- alo largo de todo ese pasillo. Fue en ese momen- en que se le uni como una guardaespaldas incon- icional Matilde, experta en reclamar por sus chicos pelearse con la policfa cada vez que cafan presos. mntas Hegaron ala valla humana de policias que stodiaba el acceso al rancho. Sabina dijo, con los ios apretados: “Soy la madre—y entré ‘Marfa a ex novia del Frente en ese mismo momen- caminaba sostenida por su madre hacia el campito 1e daa la vereda de la San Francisco por un lado y la 25 por el otro. Lo primero que vio fue la flaca silueta ” (Cristian ALARcon de su novio Chafas que saltaba en el medio del campo y gritaba. “Todos gritaban, me mareé de repente, no vefa nada, no entendia nada, me habia puesto muy ner~ viosa, temblaba, tena miedo y no sabia bien de qué. Hasta que legué a la puerta del rancho, porque me iban dejando pasar, y lavia Sabina.” Ella, Sabina So- tello, intentando conservar la calma, queriendo creer a pesar de todo que el sabandija habia tomado rehe- nes, preguaté intentando parecer tranquila: ~Dénde esté mi hijo? Una mujer policia de pelo corto, subcomisaria a cargo del operativo, la miré y no quiso contestarle. ~Yo soy la mamé -le dio, dindole todos los motives del mundo en uno para que le contestara. Sabina miré hacia los costados buscando el rostro de Victor. Pero no alcanz6 a distinguirlo. “Yo creia que me lo iba a encontrar ahi parado, que sé yo, y esta mujer no me decfa qué habia pasado, asi que me sa- qué.” La agarré del cuello del uniforme y la levanté contra un ropero pequefio que habia en aquel cuarto de dos por dos. ~¢Dénde ests mi hijo? Calmate, ealmate, Dine esté mi Paré, pari, calmate. Sabina no dudaba en estrangularla si no hablaba, no se la quitarfan de las manos si no le aclaraban qué habia pasado con Victor. ¥ entonces escuché el tecleo de una méquina de escribir sobre una pequefla mesa. “Y cuando escuchs eso ya te imaging, zviste2, cuando estin escribiendo...” (Cuando roe mera quiero que me toquen cumbia El hombre que escribia a maquina desarrollaba en Tenguaje judicial los hechos que habfan llevado a la nuerte de Victor Manuel Vital esa mafiana de febrero. historia tiene domicilio: cl mimero 57 de la calle ral Pinto, esquina French. Allien la puerta de su ‘Victor le dejé en custodia a Gastén, el hermano ot de Chaias, las cadenas, las pulseras, los anillos (10, los fetiches de status que siempre Hevaba 0s. March, preparado para “trabajar” a encon- rarse con otros dos adolescentes con quienes solia partir los golpes: Coqui y Luisito, dos ladrones n de diecisiete, y de otca villa con nombre cat6- Santa Rita, Ellos dos y dos hermanos hijos de un drén conocido como “El Banana”, se harfan famo- g0s tiempo después de Ja muerte de Victor en una de primeras tomas de rehenes televisadas. Habfan uetido robar a una familia y en lugar de eseapar 1 se habian entusiasmado con la cantidad de obje- suntuosos que habia en el chalet de Villa Adelina. go parecido a lo que les ocurrié ese 6 de febrero do tardaron en robar una carpinteria a slo ocho dras de French y Pintos. Gast6n intenté persuadirlo: que no fuera, que se juedara esta ver. porque el lugar tenfa un “mulo”, que sla jorga significa vigilador privado; que otros ya ha- n “perdido” intentando lo mismo. Victor no quiso Je, En menos de diex minutos estaba encafion: yal duetio de la fabrica de muebles. En quince salian endo del lugar muy cerca de la mala suerte. Los ppatrulleros que rondaban la zona recibieron un 1a radial sobre el asalto. “Tres NN masculino, de i igen con direccién a (Chastian Atari Ia villa 25", escucharon. En el mévil 12179 iban el sar- gento Héctor Euscbio Sosa, alias “El Paraguayo", y los cabos Gabriel Arroyo y Juan Gémez. Y en el 12129 el cabo Ricardo Rodriguez y Jorgelina Massoni, famosa por sus modos, como “La Rambito”, Las sirenas poli- ciales se escuchaban cada vez més cerca. Victor eorria en primer higar, acostumbrado como ninguno a escabuil se:en el ultimo tiempo ya no podia pararse en ningu- nna esquina, Su sola presencia significaba motive suli- ciente para una detencién. A sus espaldas pretendian volar Coqui y Luisito, =iNo puedo més! ;No puedo mis! ~escucharon quejarse a Coqui, que qued6 relegado en el fondo por culpa de sus pulmones comidos por la inhalacién de pegamento. Rigndose del rezagado, el Frente y Luis entraron por el primer pasillo de la San Francisco. Alicia del Casti- llo, una veeina de generosas proporciones, caminaba por el sendero con su hija de dos afios de un lado y la bolsa del pan en el otro. El Frente la agarré de los hombres con las dos manos para correrla: ya no llevaba elarma encima. En seguida “colaron rancho”, como le dicen los chicos a refugiarse en la primer casila amiga. La mujer que les dio paso para que se salvaran, doria Inés Vera, se paré en la puerta como esperando que pasara el tiempo y los chicos se metieron debajo de la ‘mesa como si jugaran a las escondiclas. Los policias habian visto el movimiento. Ni siquie- ra le hablaron, la zamarrearon de los pelos y a los empujones liberaron la entrada. Los chicos espera- ban sin pistolas: Luisito me conts que se las dieron, a dofia Inés, quien las tird atrés de un ropero. Las Camda me mone qaievo que me toguen cumbia descartaron para negociar sin el cargo de “tenencia” en o de enteegarse. Lo mismo que e! dinero: lo guar= 6 ella debajo de un colchén y lo encontré la policia aunque nada de eso conste en las actas judiciales. ~ En cuclillas bajo la mesa, el Frente se lev6 el fadive os labios: “Shh... callate que 2afamos..", murmur6 ¥ con una mujer poliefa y dos hombres entrar al ran= ho apuntando con sus reglamentarias. El sargento léctor Euscbio Sosa, “El Paraguayo”, iba adelante con su pistola 9 milimetos. Pace6 la mesa con la pun tide fierro de su bota oficial; la dejé paras arriba en un

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