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Oita Rantke _ rice Ghetto | _ EL FIN DEL ANALISIS EEL FIN DEL ANALISIS: 71 El syjeto supuesto al saber El inicfo de una cura pstcoanalitica implica una relacién muy parti- cular con el saber, una suerte de necesldad de hacer tabla rasa con lo que uno sabe, Si esto es valido para el que viene a demandar un ana~ lisis ~ porque é1no sabe y querria saber— , también es valido para ¢lana- lista ~ que no sabe nada de aquel que viene a verlo— , Freud hasta re- comendaba a los participantes poner a un lado cuanto sabian de psico- ‘Alcomienzo, se presenta ante nosotros alguten que sufre de sumen- $e Be gs ate ps on ul Abeer ea sultant, We que puede 86 ser nae ae ee ea de pect aduel 172 MICHEL SILVESTRE, ‘su corazén 0 sus pulmones. Cuando los sienten, es porque hay algo_ aparte que no marcha. Un sintoma es, pe algo auees ane ustedes suprimen la enfermedad, lesaparece, Lo que uste- ~ Ahora bien, en lo que atane a la patologia mental todo es muy dife- rente porque no hay fisiologia normal del psiquismo. Es evidente que se Je pueden encontrar normas, cosa muy distinta: se pueden hallar eri- terios estadisticos, pero mientras que existen muchos criterios estadis-- Uicos, sobre el nivel de inteligencia por ejemplo, no existen criterios se- mejantes para Ja afectividad. A todas luces, enamorarse es un fenéme- EL FIN DEL ANALISIS oN Desde hace quince afios vivelamar de bien. eQué puede ofrecerle el ana- lisis? gQue su mujer le hable? No. gOtra cosa? Si, y esa otra cosa lo in- quieta. puede circunscribir poco mas 0 menos Ven entonces que, aun si se elsintoma, no es en absoluto seguro que éste sea el fin a aleanar: la de- le saparicién de los sintomas no es forzosamente at uello apuntar. Por eso Freud daba de antemano a Jos psicoana! con- Seo pleno de buen sentido: para sostener un andlisis no hay que pre- | ocuparse ante todo por la curacion, que no debe ser el afan primero del |) psicoanalista. Evidentemente, semejante afirmacién es un tanto cho- ‘ante, parque entonces, cémo quieren prometerle lo que fuere a este se- for si él mismo sabe muy bien que, lo que cojea, él no quiere forzosa- mente que desaparezca. Y, sin embargo, él sabe también que el anali- sis lo ayudaria mucho. Hay pues aqui un enigma, que es la clave del fin del anlisis. Una vez mas, en lo que respecta al comienzo, basta con comenzar, eso es todo. , {Qué sucede en el moments en que un suleto decide amar sl telS” nby ‘a un analista? Podemos denominar a este acto con un tér- Luuino medio: le descompensacion de un estado deequilibsia- Es unmo- | mento: ipre enigmatico, azaroso. Pero, si toma el teléfono, es sin em- argo porque esta suponiendo una pregunta, yporlotanto unarespues- ta, que élsittia en el analista. aun si sabe que ella no esta ahi de inme- toy que el analista no se la va a dar inmediatamente. Sin embargo, élla supone, ahi, en el analista al que se ‘Supone efectivamente que sabe. Esto tiene una significacién harto sorprendente: el sintoma, en el Sentido analitico, implica al analista. En los dos sentidos del término ém- plicar: primero en el seniido de una implicacién légica — légicamente, hace falta el analista para telefonearle— ; por otra parte, en el sentido de que el analista esta incluido en la demanda —no bien levanta el tubo, elanalista esta implicado—. Hasta se decir que esta incluido en cl sintoma mismo, puesto que élencama Ia aes 4 eee N nos muy lejos del sintoma médico. Es perfectamente = €s constantemente comunicado y él no lo oye, aun- = (luce de palabras con el giro lettre en. V. que constate su efecto, que es su sufrimiento mismo. Este mensaje, que le viene del Otro y que él encarna en el analista, queda Interrumpido en~ su recorrido, Fs esta interrupci6n lo que hace que él sufra de ello. Tani potesis de Freud es que eTanalisis vuelve a poner el mensaje en circul- Cuando el mensaje llega a Su destinatario, al sujeto, el sintoma, o mas precisamente el sufrimiento, desaparece. Aquello que permitira es- te nuevo arranque del circuito es, por lo tanto, una suerte de “alquimia” del verbo. El sintoma, en la medida en que designa un saber reprimido, es equivalente a la interpretacion, €S decir, al descilrado, fuecion del saber reprimido, en tanto va a Serle dicho explicitamente a sujeto. ero cata equivelencla enlre elintoma ya interpre Yia interpretacién habra de -wolserse contra 108 propios protagonist mtra los propios protagonistas. Pues no hay razén para que esta interpretacién sea la ul , mo siendo la interpretaci6n mas que una suerte de desplazamiento verbal, significante, del sintoma. De ahi lacuestién de saber si determinada interpretacion de un analista, en de- terminado momento, es en verdad ese mensaje que estaba interrump!- do o sino es mas que un equivalente, es iterpretacién for- ‘wulada par el analista como una respuesta no va.a ser oida por ana- lizante como una pregunta: "Ustedme dice eso, pero ,eso, qué quiere de- ir?” Del mismo modo, al ir al encuentro del analista, él le preguntaba: “Sulro de esto, gpero esto qué quiere decir?” El texto de Freud sobre los Recuerdos encubridores postula que detras de la pantalla est la cosa misma, es decir, el recuerdo, Sin embargo, detrés de la pantalla, qui- zAs haya otro recuerdo, Dicho de otra manera, si un andlisis se comien- za facilmente, a partir del momento en que el néurético se plantea la pre- peento andlisis comienza justamente para ne acabar, £Comio es que un andlisis produce alivio? Podriamos escribirlo asi: S, 9S, Elanalizante viene con ui con.un primer significan- te que llamaremos S,. Después espera del analista una respuesta a su pregunta, un segundo Significante que lamaremos S,. Cuando el ana- lista tiene und Tea de Ta respuesta, Ia envia al arfalizante. Pero todo el problema reside en que no es seguro que el analizante no la reciba.co- mo una nueva pregunta, no un. Esta al- cera aneraga Ge S. deS, consiituve la asnclaciéaribre: aust no habla, el analizante puede hallar respuestas él solo, y él Solo Transformarlas en nuevas preguntas. PES cla invita al analizante a hablar de su sufrimien- : lo invita, por consiguiente, a descargarse de su sufrimiento sobre. Gtro.De este minsto. es el aucliste el que se encatga caeain NAS sufrimiento, a medida que el paciente transforma ese sufrimiento en sa- ber — incluso supuesto—. El analizante se presenta como un sujeto di- vidido por su sufrimiento, ofrece al Otro su sufrimiento — efecto terapéu- ico que puede escribirse de la manera siguiente: S, s. 5 ee aa MICHEL SILVESTRE IN DEL ANALISIS 175 En Télévision, Lacan sefala que el efecto terapéutico de la palabra existe desde siempre. Pero, precisamente, no es a eso a lo que apunta el psicoanilisis. Por qué? Porque esto implicaria que el sufrimiento, el efecto de lo que esta réprimido — ya que todo descansa sobre la hipdte- sis de que hablar hace salir a la luz lo que esta reprimido— podria es- tar enteramente reducido a significante. Bs decir que no queda nada: Si gS: La reaccién terapéutica negativa Ahora bien, ocurre que no todo lo que no marcha es enteramente Te- duetible por el significante. Freud lo advirtié precisamente cuando se le planted el problema de detenerlas curas, es decir, desde 1910. Compro- bé dos hechos. O bien el sujeto se aferra al divan, zy qué mejor cosa para perpetuar elanilisis que decir que sigue sintiéndose mal? ¥ silo dice, no hay nin- guna razon para no creerle, Desde ese momento el analista ya no pue- de ni pensar en echarlo « la calle. “” Obien, déciles, los sintomas han desaparecido y entonces se conchi- ye el andlisis. Sélo que Freud comprueba que poco tiempo después los sintomas reaparecen. Evidentemente, estos dos casos de figura no excluyen que ciertas neurosis sean complacientes con el significante y se dejen reducir, po- comaés omenos, a él: los €xitos terapéuticos indiscutibles no son tanra- Tos. Pero para estos dos casos de figura que no son tan felices Freud em- plea el término de “reaccién terapéutica negativa”, que describira en Anillisis terminable e interminable. Asi, pues, hay veces en que el analizante se niegaa curarse y no quie- re dejar a su analista. De ahi la cuestién planteada por el fin del ana- lisis: gcémo puede el analista retirarse del asunto? ¢E] andlisis, no es la construction de una boveda de la que el analista Seria la clave? Enton- ces, si ustedes retiran la clave, la boveda se derrumba. Stal analista le es facil meterse en el asunto, ya que esta en él de entrada, le es mas di- ficll retirarse, Esto plantea una cuestion referente al saber, y otra refe- renteala potcin del analista. Como hacer para sera clave dela béveda del anilisis? Segan una muy acertada formula de Jacques-Alain Miller, “un sin-' Jonni ee bp aegatsteee ce tn sin re aero a eae ce tealstuniicaniene ‘avoluntad por el significante. Freud veia muy’ que ciertas interpretaciones de cuya justeza estaba segu- ro no tenian el efecto que esperaba de ellas. Hay pues, aqui, una resis- tencia al saber. No es.una simple negativa a saber, pues siun analizan- 176 MICHEL SILVESTRE ate no quiere saber nada, ero la res a una negativa a saber que corre pareja con una negativa a irse, es decir Ege ele eto revo cdate is ere a . Deja er saber del analista, pero toma al analista, en cierto modo, sin saber. El'sa- ber Seria aqui equivalente al analista. Por otra parte, esta equivalencia que se produce en el andlists podria ser una definicién de la transferencia. Es una equivalencia absoluta- mente especial: el sujeto conserva al analista al precio de su sufrimien- toy al precio, justamente, de no saber. ‘Recordaran ustedes que en determinado momento Freud le dice al Hombre de los lobos que en un momento preciso el andlisis tendra que terminar. Y aade: “El paciente comprendié que yo no estaba bromean- do”. De este modo hizo ineficaz la equivalencia que mencionabamos: sa- biendo que en una fecha determinada perderia al analista, el Hombre de Jos lobos le dio, para complacerlo, un poco de saber hablandole de sufa- moso sueno. Sin embargo, el Hombre de los lobos no salié realmente de apuros, y Freud se dio cuenta de que ésa no era la buena técnica. Pe- ro él mismo habia enunciado aquella equivalencia, tornandola a Ja vez inoperante: habia explicado al Hombre de los lobos que ya podia muy bien decir lo que tuviera en mente puesto que, de todas maneras, ya no podia trocarlo por la persona de su analista., Esto nos mueve a preguntarnos de qué pa 2Cémo explicar que esa suerte de equivalencia pueda instalarse. y c6- mo resolver la. dificultad que ella presenta? Pues la idea del paciente de que su curacion implica una pérdida irreparable o insoportable es un viclamiento de la situacion analitica. Entonces, ,como dejar aparecer ‘un material significante sin que el analista se convierta en una baza en juego? © Este es uno de los reproches que Ferenczi dirigia a Freud, pensan- do por el contrario que era posible apoyarse en esa equivalencia para precisamente provocar el saber, sin esperar que se planteara la cuestién del fin del andlisis. Freud contesté a Ferenczi en forma categérica que, siun problema ea clanalista no puede inventarlo, que el analis- tano puede provocar la aparicion de un material. ¢En qué direccion pro- vocarla si mientras tanto unono ibe halts? Stel entbares, entrees ziplanteaba un auténtico interrogante, toda vez que el propio Freud con- cluy6 Andlisis terminable e interminable con una nota, ya que no pesi- mista, al menos vacilante. A cota vaccinia ania ocd ce ufeaete cién”: el sujeto no acepta la castracion Respecto del hombre, Freud llama a esta repulsa “p Jetono quiere ceder ante su andlista, Respectod nisneid, envidia del pene: ella no quiere re cedér ante el hecho de que no esta provi id reduce estas dos formas'de repillsa de lacastracion a la(cuestion del padre: el sujetono quiere curarse porque EL FIN DEL ANALISIS: 177 4 enel fondo la curacion es unregalo ee Peleg eae ee aut Je deudor de su curacién, no quiere e: jeuda. e adh ee ee ello deja de estar en deuda. Eneste articulo Freud presen- id 6n de una deuda, afadiendo que Bs aes, Jcastracion como la aceplacossde una SSA C todo se juega en relacion con el padre edipico, que es quel que permi. te al sujeto situarse en relacién con esta deuda. El padre simbélico Esto permite un nuevo centrado del fin del andlisis, preguntandose quién es ese analista que entra en esta equivalencia. Para Freud la res- puesta es clara: el lugar del analista es el del padre, quien, en este sen- ido, se reduce aun significante. Ustedes saben que el padre tiene di- ferentes formas: el padre que uno se imagina, el padre imaginario, no tie- ne en absoluto la misma funcién efectiva que el padre freudiano, el pa- dre simbélico; en cuanto al padre real, es totalmente bizarroide — ade- mis, bizarroide rima con espermatozoide— . Por cierto, saben usteden que desde hace algtin tiempo los cientificos reemplazan a los padres por espermatozoides; existen bancos de esperma donde los espermatozoi- des pueden conservarse durante anos. Sdlo que esto crea dificultades con la ley: si una mujer que fue inseminada esta con un hombre que re- conoce al nino, después de este procedimiento de reconocimiento ese ni- fio tiene un padre; pero si no esta con un hombre, la ley entiende que se trata de un nifio nacido de padre desconocido, pues la identidad del donante debe permanecer secreta. La television traia recientemente el caso de una sefora cuyo marido, miuy enfermo, se hallaba moribundo. Como queria tener un hijo, hizo al- macenar su esperma; después de morir él nacié un nifio. En este caso, ese esperma vino de alguien concreto, del marido de esa seflora, que es el padre real. Pero, legalmente, el nino nacio de padre desconocido. La seflora recurri6 entonces al Consejo de Estado a fin de que el nifio fue- se reconocido como hijo de su padre real. El problema es que el padre de Ja ley, en el sentido banal, es el padre simbélico. La historia es sumamente problematica, porque después de todo la senora tiene raz6n al decir que el esperma no viene de cualquiera, pe- ro al mismo tiempo el padre esta muerto; no se trata del padre muerto del psicoandlisis, el padre murié realmente, de una enfermedad. Dema- _ nera tal que, sila senora ganara el pleito, esto seria muy preocupante para el porvenir: el padre simbélico seria designado por un decreto del Consejo de Estado; un proceso puramente significante dejaria legal- mente sentado al padre simbélico del nino. : ‘or su parte, Freud situaba al analista del lado del simbilico, yomrenorente el hecho de que S, > S, es un pequenio retomelo: si 178 MICHEL SILVESTRE, se pudiera hacer aparecer el significante del padre aqui, él pararia la ronda, y entonces el padre seria la respuesta de fin de cura, Al analizan: te que dice: “No quiero la castracién”, o: “Atin sufro de mi castracié: cl analista respondé:~“El padre”. Freud pensaba que, sl esta respuesta era aceptada, 1a cura tocaba a si Tin. i. . Por eso la cuestién del sintorna, del sufrimiento que se reduce a significante dejaba perplejo a Freud. pues él tomaba al padre como denominador universal. El padre sele pre- sentaba como resolucién del sufrimiento del neurético, lo que ademas le indujo a considerar que, cuando no es asi, es que hay en efecto una repulsa de la castracion. Puede superarse el escollo constituido por ese saber que el analizan- te no quiere? Como detener la ronda entre S, y S,? A esta pregunta Freud responde: por el padre. Hay otra manera de detenerla: el amor de transferencia . Se detiene todo salvo, evidentemente, el andlisis: se de- tiene el saber. La pasién, en el andlisis, es una suerte de respuesta: el ‘sujeto mantiene el andlisis, mantiene el sufrimiento — sufrimiento que es necesario al analisis— , y aqui reconocemos Jo que Freud ponia detras de la “reaccién terapéutica negativa”, a saber, el masoquismo. Asi el =tste €s el reverso de Ta — Te permite al sujeto sacar provecho de su sintoma gracias a su analista. El sujeto sufre de su sin- toma en el analisis, pero forzosamente en otra parte. Esto es lo que ha- ce que el saber se mantenga en suspenso —sélo se lo supone—. Si to- das las personas que tienen dinero en el banco pidieran al mismo tlem- po la liquidacién de sus cuentas, las reservas de capital no bastarian. Es un poco lo que sucede con la reacci6n terapéutica negativa: el suje- to supuesto al saber hace funcionar la puesta en juego del saber, el in- tercambio del saber, pero al mismo tiempo este comercio del saber implica que exista, siempre en suspenso, un saber tiltimo. Cuando La- can inaugura’ el retoma a Frend Jo hace, entre otras razonts- para eS, para Te- tomar esta Cuesti6n: gqué es lo que no sé reduce al saber? ¢ Qué cosa exi- ge fe deje Slemipre en Suspenso ese saber supuesto? Pa- a ello hace falta que piense que lograra hacer esa division sin resto, que, ST ya OMY Saber Supuesto. hay due tomar en cuenta el resto. to que no, (e por) -. ¥ lo que no se reduce por el sal lo que ican llamé ol El objeto (a) De este modo, al lado de lo que es reductible por el proceso mismo de Ja interpretacién que desplaza al sintoma, hay no obstante un pero que justifica al sujeto en su repulsa de saber — de la castracién, por ejem- lo= ; Pamscesarto balls oa ieoe Pare Hace lat eae arena cy a, de Jo contrario el andllisis no se acaba. renden f por qué EL FIN DEL ANALISIS 179, elfin del anillisis! cantane.casi no gira en torne ala cuestion dela cas- tracion, salvo en la medida en que la castracién est ca Tigada aese resto queno ese significante sino del objeto. La respuesta de Lacan a la dl- “ara anralitica es eT objeto (a) minuscula, que es su invencién propia (siendo §, el saber sobre la castracién, lo que Freud de- _signa como el fin del andlisis): S, S. ein a S ~ Sufrimtento Pero este objeto que es resto, gcomo va a intervenir en la cura? 2C6- mo manejarlo? Este objeto introduce inmediatamente una contradic- cién, que podria ser redhtbitoria: siendo la cura un proceso de palabra, -y definiéndose el objeto como resto dela operacién de division por el sig- mo hacerlo entrar en un proceso te? Como ha- que no se representa’ no es aqui un término muy sofisticado: es una peque- fa historia que uno se cuenta para dormirse tl mismo tiempo npo da lu- 180 MICHEL SILVESTRE supuesto, de que este silencio no esté enmascarado por la palabra del analizante, que a veces habla, habla, y olvida a su analista. Pero en un momento dado, cuando para de hablar portal ocual raz6n , de golpe sur- ge masivamente el analista como presencia: cl analizante se percata _ rusc es ‘hace que el autoandlisis no sea posible. No cabe du- da de que el autoandlisis puede hacer surgir interpretaciones, ¢ inclu- ‘so enteramente pertinentes; ademas, Freud analizaba sus suenos y aconsejaba hacerlo durante toda la vida. Uno puede, diriamos, tarse solo, en el sentido corriente del término, buscando significacion de un suefio. Pero a

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