78 Batley verdad
objeto del conocimiento propio de la percepeién (emoTHihns
rioen tux ¢) 0 ustésric
§OXVII. EL filésofo hace su exposicién de acuerdo con lo que
piensa; por tanto, en dicha exposicién no se da ninguna regla
peculiar para ser observada, 0 muy pocas, No cuida los térmi-
‘nos, en la medida que son sonidos articulados y en la medida
que conciernen, en efecto, a las cosas percibidas (ato®nt). De
centre ellos, el que hace su exposicién sensiblemente se conside-
ra que tiene mayor raz6n; por ello la parte de la estética que
sicin es mss prolija que Ia de la Logica, Puesto
mn puede hacerse perfecta e imperfectamente,
la RETORICA GENERAL. enseiiaria esto ditimo, armo cencia acrea de
la exposicig imperfecta de las representaciones sensible en general, ka
POETICA GENERAL ensefiaria lo primero, como cienci acerca de la
exposicin perfecta de las ropresentaciones sensibles en general. La div-
sion, tanto de la primera en sagrada y profana, judicial, demos-
trativa, deliberativa, ete., como de la segunda en épica, dramati-
a, livica, con sus diversas especies andlogas, la dejavian los
fil6sofos de estas artes a los ret6ricos, quienes fijarfan en las
mentes su conocimiento hist6rico y experimental. Ellos se
cencargarian de las demostraciones generales y, sobre todo, de
ladefinici6n cuidadosa de los limites entre la poesia y la clo-
‘cuetica prosaic, que cirtamente s6lo differen en grado; pero
nuestra opini6n es que, para determinar el aleance de una 1
otra, necesitan un geémetra no inferior a aquel que se prop
sera fijar las fronteras entte frigios y misios.
Fin
Reflexiones sobre la imitacién del arte griego
en la pintura y la escultura
[Johann Joachim Winckelmann
Elbuen gusto, que se extiende mas y mas por el mundo, ¢o-
Bin formatte por vex primera ajo cl ciclo.griego, Todas
las invenciones de pueblos extranjeros no llegaron a Grecia
sino al modo de una temprana semilla para aciquirit una natu-
raleza y una forma diferentes en aquel pais, que, de entre to-
dos, segiin se dice, Minerva habia asignado a los griegos a titulo
de morada, a causa de la moderacién del clima que alli encon-
16, como la tierra que habia de producir cabeza inteligentes.
El gusto que esta nacién manifest6 en sus obras no ha dejado
de serle peculiar; rara ver se ha alejado de Grecia sin alguna pér-
ida, y slo tardiamente llegé a ser conocido bajo los cielos de
paises xemotos, Sin duda eta ajeno por completo al cielo nérai-
on los tiempos en que las dos artes, de las que los griegos fue-
ron maestros, apenas hallaban admiradores, cuando las mas
‘yenerables obras de Correggio servian para cubrir las ventanas
de los Reales Establos de Estocolmo, ante las cuales pendian.*
Y preciso es reconocer que no fire sino el reinado del gran
‘Augusto la época, en verdad afortunada, en que lasartes fueron
{ntraducidas en Sajonia coma tina colonia extranjera. Bajo su
sucesor, el Tito alemén, fueron adoptadas como propias por el
pias: yel buen gusto, graciasa ellos, se hizo general
sade napa decline Roto
‘ut de rags pox scorn 6 esto
themed)$0 Batley veda
Es un imperecedero monumento a la grandeza de este mo-
narca que los mas grandes tesoros de Italia, asf como las mis
perfectas de las creaciones de la pintura de otros paises, fueran
expustas para ki formacion del buen gusto a los ojos de todo el
‘mundo, Finalmente, su afin de perpetuar las artes no descanns6
hasta haber procurado a los artistas para su imitacién verdade-
ras y auténticas obras de los maestros griegos de primer orden,
‘Los mas puros manantiales del arte estin abiettos: dichoso
quien los encuentre y los deguste. Buscar estas fuentes significa
viajar a Atenas a partir de ahora. Dresde sera Atenas para los
artistas.
El nico camino que nos queda a nosotros para Megara ser
grandes, incluso inimitables si ello es posible, es el de la imita-
cin de los Antiguos; lo que alguien dijo de Homero, a saber,
que aprender a comprenderlo bien es aprender a admiratlo,
vale igualmente para las obras de arte de los Antiguos, en part
‘cular las de los griegos. Es preciso haber Hegado a conocerlos
‘como se conoce al amigo para encontrar al Laocoonte® tan i
‘mitable como a Homero, Desde tal estrecha familiaridad se ju
gard como Nicémaco la Helena de Zeuxis: «Toma mis ojos
“dijo a un ignorance que pretendia censurar Ia imagen y la
veris como una diosa».
‘Con esos ojos han contemplado Miguel Angel, Rafuel y Pour
sin las obras de los Antignos. Fllos saborearon el buien gusto en
su propia fuente, y Rafael en el pafs mismo donde aquél se
formé: se sabe que enviaba jovenes a Grecia con el fin de que
dibujasen para él las obras de la Antigtiedad que habian so:
brevivido.
Refesone nb init dlarte rego 81
‘Una estatua ejecutada por un antiguo romano ser siempre,
respecto a su modelo griego, lo que es la Dido de Virgilio
rodeadla de su cortejo, a la que compara con Diana entre sus
Oréades,® respecto a la Nausiaca de Homero que el poeta lati-
no ha tratado de imitar,
Laocoonte era para los artistas de la antigua Roma lo mismo
jjustamente que hoy es para nosotros: el canon de Policleto,
‘una regla perfeeta del arte”
No necesito indicar que en las mas célebres obras de los artis:
tas griegos se encuentran ciertas negligencias: el delfin que
‘acompatia ala Venus cle Médicis, asf como los niios que juegan;
el trabajo de Dioscérides, aparte de la figura principal, en su
Lalla del Diomecles con el Paladio, son ejemplos de ello. Se sabe
{que el trabajo del reverso de las mas hermosas monedas de los
reyes egipcios y sirios raramente alcanza el nivel de sus anver~
08, Los grandes artistas son sabios, incluso en sus negligencias:
tno pueden equivocarse sin instruira la vez. Susobras han de ser
_ contempladas como Luciano pretende haber contemplado el
iter de Fidias: es decir, el propio Jpiter y no el escabel bajo
‘sus pies.
Los conocedores ¢ imitadores del arte griego encuentran
1 s6lo la mis bella naturaleza en sus obras maestras, sino mas
incluso que naturaleza, esto es, ciertas bellezas idcales suyas
“que, como nos ensefia un antiguo exegeta de Plat6n. se pro-
“duicen a partir de imagenes trazadas por el solo entendi-
Fiat ny acre 1 tn doen
sce cso ge lag anes de Cru, glen expo en ey teria en ba
fea rns pnt wu) cs dea proporanos ese ltl ch
hime.El més bello cuerpo de entre los nuestros se asemejarfa al mis
hermoso cuerpo griego acaso tan poco como Hficles se pareci
Hercules, su hermano. El influjo de un cielo suave y puro se
hacia sentir en los griegos ya en los primeros momentos de st
formacién, pero eran los tempranos ejercicios corporales los,
que daban a ésta su forma noble. Témese un joven espartano,
traido al mundo por un hétoe y una herofna, que jamés en st
nifiez ha sido encorsetado en pafiales, que desde los siete afios,
ha estado durmiendo sobre el suelo y desde su més tierna
Infancia se ha ejercitado en Ia lucha y en la nataci6n, Ponedlo al
lado de un joven sibarita” de nuestra época y jiizguese entonces,
cual de los dos escogeria el artista como modelo para un Teseo,
para un Aquiles, o inchiso para un Baco. Un Teseo conformado
segiin el modelo moderno seria un Teseo educado entre rosas;
realizado segiin un modelo Antiguo, seria un Teseo educado,
entre miisculos, tal como un pintor griego sostuvo a propésito
de dos diferentes representaciones de aquel héroc.
‘Todos los j6venes griegos hallaron en los grandes Juegos un
poderoso estimulo para los ejercicios corporates; una prepara
ci6n de diez mesas prescribian las leyes para los Juegos Olimpi-
cos de Blis y ella en el lugar mismo donde se celebraban. Los
{que obtenfan los primeros premios no siempre eran hombres
sino con frecuencia jévenes, como lo muestran las Odas de Pin-
aro 10 Igualarse al diving Nidgoras era el suprema deseo de la
Juventud.
Contemplad al veloz indo persiguiendo a un ciervoala carre
‘Refinance oben iin delete gringo 83
+a: c6mo sc hacen Mluidos sus humores, qué agiles y flexibles sus
nervios y sus miisculos, qué ligero el entero edificio de su cuer-
po, Asics como Homero nos representa a sus héroes, y asi como
cearacteriza a Aquiles: principalmente por sus pies ligeros.
Los cuerpos adquirian mediante estos ejercicios el contorno
{grande y vil que los maestros griegos dieron a sus estatuas, sin
| hinchazén ni adiposidad superfluas. Cada diez dias, los j6venes
espartanos debfan mostrarse desnuddos ante los éforos, los cut
Jes imponian una més severa dieta a aquéllos que comenzaban
| @acumular grasa. Més atin, era una de las reglas de Pitagoras la
de guardarse de toda superflua adiposidad corporal. Es tal vez
por esta misma raz6n por la que a los jovenes griegos de la
€poca primitiva que se inscribian en un concurso de lucha no
se les permitia alimentarse durante el perfodo de los ejercicios
__preparatorios, sino de comidas a base de leche.
Toda deformacién del cuerpo era cuidadosamente evitada;
Asi, como quiera que Alcibiades se negase en su juventud a
_ aprender a tocar la flauta, pues ello hubiera deformado su r0s-
no, los j6venes atenienses siguieron su ejemplo.
Por otto lado, el entero vestido de los griegos estaba concebi-
do de tal manera que no impusiera la menor constriccién a la
‘acciGn formadora de la naturaleza. El desarrollo de Ia bella
forma no padecia bajo ninguna de las distintas clases y diferentes
piezas de nuestra actual indumentaria, ceriida y opresiva, espe
-clalmente en el cuello, en las caderas y en los muslos. Ni siquiera
‘el bello sexo conocéa entre los griegos ninguna angustiosa coer
‘edn en su tocado: las jOvenes espartanas vestian tan corta y lige-
_famente que se las lamaba wensefiadoras de caderas»
Se sabe también lo mucho que se cuidaban los griegos de
| _pocrear nitios hermosos. No menciona Quillet en su Cailipaetly sera
dia tantos medios como habitualmente empleaban en ello.
Llegaron incluso hasta intentar convertir en negros los ojos
azules. Con vistas igualmente a favorecer este propésito, se insti
tuyeron concursos de belleza. Se celebraban en Elis; el premio
consistia en unas armas que se colgaban en el templo de Miner
va. En estos juegos no podian faltar cualificados y competentes
_jucces, ya que, como refiere Aristoteles, silos griegos hacfan ins-
truir a sus nifios en el arte del dibujo, era sobre todo porque
crefan que ello los hacia mis diestros para examinar y enjui
Ia belleza de los cuerpos.
EL hermoso linaje de los habitantes de la mayor parte de las,
perjuicio de su mezcolanza con tan diversas
islas griegas, si
yazas extranjeras, asi como los excepcionales encantos del bello
sexo en tales islas, en especial la de Quios, dan igualmente base
para presumir la belleva de sus antepasados de ambos sexos, los
cuales se vanagloriaban de pertenecer a una raza primigenia,
mis antigua incluso que la Luna.
Por lo demés, todavia hoy existen pueblos enteros entre los
que la belleza no es ni siquiera un mérito, pues todo es hermo-
50 entre ellos. A propésito de los georgianos, los relatos de via
1 se dice de los eabar=
_jesson en este punto uniinimes, ylo
dianos, nacién de la Tartaria de Crimea.
Giertas enfermedades que destruyen tantas bellezas y desfi-
sguran los més nobles euerpos eran todavia desconocidas en la
antigua Grecia, En los escritos de los médicos griegos no se
encuentra la menor huella de Ia viruela, y en ninguna de las
descripciones de cuerpos griegos, que Homero traza con fre-
10a composi pega ca in de Cade Quiles, Cain (168, vata nce das
neta pea de ies bros
Refleconerrcrelaimiacén delanepege 89
‘cuencia hasta en los menores detalles, se menciona un signo
{an caracteristico como lo son las marcas de dicha enfermedad.
‘Tampoco las enfermedades venéreas, ni su hijo el mal in-
és, se ensaiiaban con la natural belleza de los griegos.
En suma, todo aquello que fuc inspirado y aprendido a través
de la naturaleza y el arte con vistas a la ecincacién del cuerpo,
para conservar, realzar y embellecer si formacién desde el naci-
iento hasta su pleno desarrollo, fue provechosamente apliea
doy Hlevado a la prictica por los antiguos griegos, lo cual perm
te afirmat, con la mayor verosimilitud, la superioridad de la
bbelleza de sus cuerpos sobre la de los nuestros.
En un pais donde la accion de la naturaleza era en muchos
‘casos obstacuilizada por leyes severas, como en Egipto, pretendi-
«la patria de las cienciasylasartes, las mas perfectas criaturas dle
| lanaturaleza no debieron haber sido sino parcial y deficiente-
‘mente conocidas por los artistas. En Grecia, sin embargo, don-
de desde la juventud se consagraban al placer y a la alegria,
donde nunca un cierto bienestar burgués dio lugar, como en
‘nuestros dias, a la libertad de costumbres, ali la bella naturale-
‘a se mostraba sin velos para el mayor provecho de los artistas.
__Litescueta de los artistas se hallaba en los gimnasios donde
Jos venes,a cubierto del pablico pudor, practicaban sus ejerci-
ios corporales. Alli acudian el sabio y el artista: Sécrates para
instruira Girmides, a Aut6lico, « Lisics Fidias para entiquecer
sttarte con esas bellas criaturas. Alli mismo se aprendian los
inovimientos de los miisculos, las posturas del cuerpo: se este
- diaban los contornos de los cuerpos o la silueta de la impronta
_ quielosjovenes luchadores dejaban en la arena.
Diag tert nt queen deporte Wickdmnn das aqian, No del
hater86 Bete vet
La mis bella desnuder de los cuerpos se mostraba aqui en
actitudes y posiciones tan variadas, tan naturales y tan nobles,
como no las pueden adoptar los modelos contratados que se
ofrecen en nuestras academias.
Es el entimiento interior el que confiere a la obra su earacter
de verdad; el dibujante que pretenda conferir tal cardcter a sus
ejercicios acactémicos no obtendré ni la sombra de ella si no
compensa él mismo, por su parte, lo que el alma del modelo,
insensible e indiferente, no siente ni es tampoco capaz de ex-
presar mediante la accién propia de un determinado senti-
‘iento 0 pasién.
La introduceién de numerosos Didlogos de Plat6n, que éste
haefa comentar en los gimnasios de Atenas, nos ofrece una ima
sgen de la nobleza de las almas de los j6venesy nos permite dedi
cir la semejanza de actos y actitudes en estos lugares y en sus
ejercicios corporales.
Los mas bellos adolescentes danzaban desvestdos en el teatro;
Séfocles, el gran Séfocles, fue en su juventud el primero en ofre-
cer este especticulo a sus concindadanos.\# Friné se baiiaba en
Jos Juegos de Eleusis ante los ojos de torlos los griegos y propor-