You are on page 1of 9
0 Fernando Ainsa Damsicz, Andrzej: “Espacio, memoria, identidad", en El espacio en América Latina el contrapunteo entre lo local y fo global, Vatsovia, CESLA, Universi= dad de Varsovia, 2000 (GuLLds, Ricardo: Espacio ynovele, Barcelona, Antoni Bosch Editor, 1980. Gutitaez Grragoor, Rafach “La transformacién de la literatura por la ciu- dad, La ville ela litérature, Marche Romane, Association des romanistes de Université de Liege, XLII 1993, pp. I+ — "Modernismo", Casa de las Américas, n° 205, La Habana, octubre-diciem- bre, 1996. Manis, Louis: Utopiques: Jeux d'espaces, Pars, Les Editions de Minuit, 1973. Moko Dusan, Rafael Humberto: Metropolitanas, Barcelona, Montesinos, 1986, ‘Nema, Hern: “La urbe como espacio infeliz", ensayo inédito faclitado por ol autor, profesor de la Universidad Austral ‘Ovanes, Flora; Roja, Margarita; SANTANDER, Carlos, y CaRsat4o, Marfa Elena: ‘Lr casa paterna, Escritura ynaci6n en Costa Rica, San José, Editorial dela Universidad de Costa Rica, 1993. Ports, Eduardo: “Educasio pela cidade”, Revista Tempo Brasler, n° 120 109/114, Ro, enero-marzo 1995, p. 110. Rama, Angel: La ciudad letrada, Hanover, Ediciones del Norte, 1984. Rost, José Luis: Latinoamérica: La ciudad y las ides, Buenos Aires, Siglo 10, 1976, SAsato, Ernesto: Sobre hires y tumbus, Buenos Aire, Fabril editor Sawctisz, Luis Alberto: Proceso y contenido de la novela hispat- edicin, Madrid, Gredos, 1968 ‘Santo, Beatriz: “Los ocupantes de la noche", Istanténeas, Buenos Aires, Ariel, 1996, ‘Soro, Luis Emilio: Historia del literature argentina ditigida por Rafael Alberto “Arrieta, tomo IV, Buenos Aires, Peuser, 1959, VV.AA. La plaza pica un espacio para to cultura, Culturas Vol. Vj n° 4, Pass, UNESCO, 1978. ‘Vira, Ida: ico de afnidades, México, Vuelta, 1994, 1964, nevicana, * i a 4 i aac a tac ESPACIO Y LITERATURA EN HISPANOAMERICA, ‘ALICIA LLARENA Universidad de Las Palms de Gran Conaria 1, DEL TELURISMO AL ESPACIO En Jos iltimos afios os trabajos sobre el espacio lterario, y en gener sobre la espacialidad, han ido ganando terreno en casi todos los amt tos, pero se anuncian especialmente interesantes en el caso de la liter tura hispanoamericana, donde a veces, como se sabe, tuvo un pap protagénico. Dentro de su proceso hist6rico, el paisaje fue uno de k ‘elementos més persistentes, y enire los términos que han definiclo s historia literaria, el “telurismo” se erigié por momentos en su piedi angular. Es obvio que a estas alturas nos desborda el americanism rilitante de los textos regionalistas, las grandes “novelas de la tierra atin a sabiendas -nadie lo duda— de su importancia trascendental e el proceso de emancipacién de la novela en busca de su “expresis americana”: en sus conocidas formulaciones te6ricas sobre esta “nov Ja primitiva’, Vargas Llosa valora al regionalismo por su representat vvidad de lo americano, y observa en lo teltirico un primer encuentr centre identidad y escritura: “Artisticamente siguen enajenados a fo ‘mas postizas, pero se advierte en ellos una originalidad temética; su libros han ganado una cierta representatividad (...) Seres, objetos paisajes desempetian en estas ficciones una funciGn parecida, cat indiferenciable: estén allf no por lo que son sino por lo que represen tan. c¥ qué representan? Los valores “autéctonos” o “teliricos” d América”. En otros términos: "Yo ereo que esta gente removié mut " Vargas Lose, 1991, p. 361 2 Alicia Usrent bien Ia tierra para que los que vinieron después pudiéramos sembrar ras fécilmente”,diria Garcia Marque?” Pero una vez, concluida la fiebre regionalista, y una vez.desplazado el paisaje en la Nueva Novela, el “telurismo” perdié fuerza’, aunque no ocurtié lo mismo con el espacio literario, que encontré sutiles for- ‘mas de permanecer en el centro del discurso: £1 tine! de Ernesto Sba- to; El pozo de Juan Carlos Onetti; los laberintos de Borges; los grandes espacios imaginarios de Rulfo y Garefa Marquez; las recreaciones “teldiricas” de la novela neo-indigenista (Asturias y Hombres de mnie; Arguedas y Los ries prfurdos); la tematizaci6n del espacio en Mujica Léinez. (La casa) y su apremio por mitificar la capital de Argentina (Misteriosa Buenos Aires); las reflexiones de Alejo Carpentier sobre el “contexto”, su teorfa de fo Real Maravilloso Americano, la “funcién adénica” que el cubano adjudica al escritor continental, 0 su derroche espacial en Los pasos penilidos, no son més que algunas expresiones de Ja intensa espacializacién de la novela en Hispanoamérica, maxime en _un periodo que se presentaba a si mismo como superador del regiona~ lismo, y sobre todo, de su obsesidn y tratamiento del espacio america- no. En este sentido, ya es clasica la afirmacién de Carlos Fuentes, donde explica la vasta tarea de Hispanoamérica después de la Inde- pendencia: no s6to la apropiacién del territorio, sino la apropiacién del espacio: “El conquistador lege en busca de los tesoros de la natu- raleza, no de la personalidad de los hombres, y liberarse, en la segun- dda década del siglo xx, del conquistador, significaba también conver- tirla naturaleza enajenada en naturaleza propia”® Pero en esa conversién el camino no era facil, porque acechaban conocidos escollos literarios, estilisticos e ideol6gicos, a los que el escritor hispanoamericano deberia buscar soluciones y respuestas. Sin dda, esa dindmica de aprehensién y reconocimiento de la naturaleza * Garela Ménquez, 191, p. 119. 2 Blesito def novela regionalista en su objetivo de represntacin dela realidad {de América produjo tambien una dentiicaciin excesiva dela iteratura continental ‘eon sus motives y prototpos més habituales. Aos mis tarde la decadencia del movi -micntoregionalistaimplicaia también el desceédito del ternino “telsisma”, en tanto pelabea soxpechoss de haspedar una mirada limita y eurocentrca sabre la produce (on trata de América Latina * Fuentes, 1991, pp. 7677 Espacio y eratur en Hispanoemésea propia a sido una de las mas interesantes en la literatura continent ¥ por lo mismo una lectura de sus espacos lterarios, eomo imagen ‘significantes de la cultura americana, de sus puntos de vista, de: pasado, y aun de su destino, resulta de un enorme interés’, No ¢ vvano, el problema de la representacién del espacio americano es ca siempre el directo responsable de las mas audaces e imaginativas sol ciones, tanto en el proceso de su escritura, como en el proceso de de nicién de la identidad continental’ Y precisamente, porque para co quistar de nuevo su naturaleza enajenada, América debia despojar primero de las falsas imagenes heredadas por una tradicion asimnism extraia, el espacio seré el eje sobre el que giren, incesantement ‘muchos de sus conflictos y aportaciones mas singulares. 2, LA VIBJA CARTOGRAFIA: PROBLEMAS RECURRENTES En Ja visita que el principito hace al sexto planeta en Ia fascinant novela de Saint-Exupéry, el viejo gedgrafo le explica con detalle | importancia radical de la cartografia, y las precauciones imprescindi bles en el oficio: Es muy bello vuestro planeta, ZTiene octane? -No puedo saberlo dijo el gedgrato, * Estas paginas partcipan de resto proyecto sobre una lectura espacial del sig sscen Hispanaméria,cuyas semillas tebricasy pariales se encuentran en trabajo anteriores (Laren, 1997), y que gut pretende expandirse y anundese "En su ya clsic libro Idenidad cultura de Theroumérinen si naratve, Fernand ‘Ansa subraya aspetos tan sintomaticos en laconstrceiony definicgn de éta com Ja enorme “signifcaccn novelesca del espacio americano”, lg "kandcion de n site 1a de lugares, Ia practi del “nacionaltsma geogrfica"o, en general, el papel cen tral de las imagenes espaciles como sustancas portadoras de los contenios, cnc tosy matices dea cultura yel ser americanos (Ansa, 1956), Preocupado también po la reac entre América y Europa las formas espacisles de esta relacin -l va clo el desaraigo-recuerda que “el encuentro de la ientidad cultural feeoarmt ‘ana puede resulse del “movimiento centrfugo” de America hacia Europa” (pp. 19 370), creunstancia queen su sino libro, Testes, nego la distancia, describ cl otra manera “Ser mas uno mismo en el afuera (aqui) queen su propio pats (al) (Aina, 200, p. 1 a Alii Llaena ~jAh! -El principito estaba decepcionado~ 2Y montaiias? No puedlo saberio dijo el gedgrato, “Pero eres gedgrafo! wis cierto ij el geégrafo-, pero no soy explorador.(.) El gedgrafo ‘es demasiado importante para ambular. No debe dear su despacho. Pero recibe ali alos exploradores. Les interroga y toma nota cle sus observacio- nes. Ys las observaciones de alguno le parecen interesantes, el gedgrafo hhace levantar wn encuestaaceren de a moralidad del explorador. ={Por qué? Porque un explorador que mintiera produciria catéstrofes en los Iibros de geogratta(.) ~Las geografias~dijo el gedgrafo~ son los libros mas valioss de todos os libros. Numer pasan de modo. Fs muy raco que wna montaia cambie de igor Es muy raro que un océano pierda su agua, Esribimos cosas eterna ‘Ast pues, porque el espacio es precisamente un punto de anclaje, y tuna imagen fundacional de la realidad, las geografias literarias serén también signos complejos, abarcadores y expresivos, con una enorme capacicad de resonancia en los mapas mentales y sociol6gicos de pue- blos y de individuos: nuestros habitos psicolégicos, perceptivos, cul- turales, dependen en gran medida de nuestra relacién con el espacio, de nuestra suma de afectos o desencuentros, de nuestro enraizamien- too nuestra distancia, de nuestra extrafieza o de nuestra pertenencia con respecto al mismo, de ah que no sean exageradas las precaucio- znes que el ge6grafo toma con respecto a sus informantes, hasta el punto de anotar con lipiz los testimonios de los exploradores (“Para anotatlos con tinta -subraya el Anciano-se espera a que el explorador haya suministrado pruebas", p. 67), pues nada resultarfa mas dafino gue una mentira, o que una moralidad interesada y sospechosa, en cuestién tan sagrada y eterna como la cartogratfa, la primera referen- ia verdadera del mundo. Qué sucederfa si con esta misma percepcién del gedgrafo inter- pretéramos la historia literaria de América? {Hubo “mentiras” en la zelacién sobre el espacio americano? ;Hubo problemas? Y solucio- nes? 2Qué imagenes espaciales se han ido fijando en el imaginario americano? 2Y a qué responden cada una de ellas? ;Cual es el nuevo 7 Saint Exupéry 1984, pp. 65-68, La cusiva es nuestra i Espacio yiteratra en Hispancomérica planisferio de Hispanoamérica? ;Qué signos espaciales estén ahora er construcci6n? ;Cuéles fueron las intenciones de los exploradores, qué designios morales respondieron sus acciones sobre el mapa 2Cual es, en fin, a estas altura, el resultado ce aquel proceso de reen ‘euentro con la naturaleza enajenada? “Macho se ha escrito sobre la responsabilidad de los eronistas ene planisterio original dl continente, sobre la fundacién y el trazado de imaginario cultural que inspiran los escrtores coloniales, y sobre lo aspectos problematicos que se inauguran desde entoneces en la defi cion de la identidad y en el ejercicio de la escritura’. Por una part, I intensa idealizacién de América que desprendieron aquellos textos (EB Dorado, el Paraiso), mas tarde perpetuadia y celebrada en la literatura roméntica, aunque con objtives bien distinto, y por otra, la demoni- zaci6n de ese mismo espacio como escenario natural de la barbare, al que respondié Clavijero con su Historia Antigua de Mésieo, no s6lo leg ron al sigio 1x una serie de conocidos dualismos ideoldgicos (region lismo/cosmopolitismo, unidad /diversidad, civilizacién/ baxbarie), sino otras empresas de largo alcance, operaciones que enfrentarin directamente al escritor con Ta eseritura, y de cuyas dificultades dio noticia Heman Cortés en sus Cartas de Relacién: "Porque para dar cuen- ta, muy poderoso senor, a vuestra real excelencia, dela grandeza, extra "Sin dua y como lo afieman ios ltimos tabajs sobre la espacial: Ia lucha por el espacio es agudamente politica” (Montaldo, 1995, p. 8) motive que justiflea la profunda alianza entetzritro,esrtura eidentad en ceetos momentos de a his tovia continental A fines del siglo xvi y pineipios del xix la evestion del territoria tuvo una cenralidad tal que rcodificéespacios y discursos acerca deo oto vari les Timites al ampliae ins escalas yer los nuevos relatos maestros que constituran as ‘nuevas poblaciones amercanas”,(Montaldo, 1995, p. 1). En este aspect, Sarmiento “insite en el propssito de Echevarria de hacer dey om el aise wn toma liteario que ‘pueda sefalar y denunciar el problems pico” (Area, 195, p. 52). Son aftos de Funda- {dn donde “el teritorio sev la representaciin semistica de lo propio. La pritca ‘pcritural presume dotar de una tradicién historic, ultra alas nuevas aaciones”, (Mosca, 195, p. 7). * "in el mosaico de novelas y cuentus que sigue apostande diaécticamente a zeactuallzacidn permanente de los dualismos dela identidad americana hecha de rnociones ambivalentes como indy diversidad, evasion yaraigotadici y eno ‘acin,ciilzacin y basbarie, Ariel Calibin y tants parejas antindmicas que han desflado por nuesraspginas también hemos descubierto "signos” ineguivocos dela “identi arvericana, (Airs, 1984, p. 510) 46 Alicia Lena fias, y maravillosas cosas de esta gran ciudad de Temixtitan (..) serfa _menester mucho tiempo y ser muchos relatores y muy expertos”, diendo ademds otro grave inconveniente: “Mas como pudiere diré algunas cosas de las que vi, que aunque mal dichas, bien sé que sera de tanta admiracién que no se podrin creer, porque los que acd con, nuestros propios ojos las vemos, no las pocemos con el entendimiento comprender”. Cortés ya reflejaba en estas ifteas un doble inconvenien- te, intuyendo también la doble necesidad del escritor americano: habi: lidad para sintetizar en la escritura la vasta realidad de América, y poder de convicci6n para hacerla cresble y verosimil” Muchos siglos mas tarde, a buisqueda de soluciones narrativas que pudieran responder al anhelo de representatividad de lo americano, cera atin una tarea pendiente. Y aunque el siglo xx abord este proyec- to con la célebre estrategia regionalista, también es verdad que esa misma novela vino a actualizar las viejas dificultadles, a costa de glo sarios y de descripciones abundantes. La pericia de estos narradores, convistiendo al espacio en el protagonista de sus obras resolvi6 una parte de la enajenacién y el desconocimiento de América, pero no se fibers de los conflictos atin dominantes en Ia escritura. La Nueva Novela, sin embargo, que convistié el repudio del paisaje en un “acto y"", encontré en el espacio, paradgjicamente, algunas de sus mejores solticiones literarias. El minucioso detallismo de Bernal Diaz. del Castillo, por ejemplo, que revivid en las paginas estéticamente subversive ® De edmo ls const van eslviendo de forma gradual la inci imposbiidad Linguistica de Cristbal Glen, hemes escrito en "Un asomo verbal para un desu ‘lento: le Criss de Inds (Coin, Cortés, Bernal Las Cass), (Lane, 1984), Las referencias» Cortés en ese mismo article, p19. Para enedet el paso de la novela replonalisa a la Nueva Novela sel proce mediante eleva “el personae desaloja ala nabraleza, hecho que observa también en | poosfa: “Si pensamosen la reverencia mds o menos sincera, ms o menos retéries {que ls poets inisecularesreservaron para el smbito nara, La parguedad con qve los poetas actuals aime el passe ee converte en in ato estcamente subversive, EI palaae textual de un Othén la pincelada tana de un Zoella de San Matin, ola im oy en dia mis lejanos qu Homero, Queda sn version sensual de an Heredia, pan legatai, sin embargo, y de notable alent: Pablo Neruda, (.) El paisa que ven los oe poetae estan ase igioeo a prion, que el extico deb ‘exprimir verdederamente su memoria para extraer de exos delgados Ui enclenque, alguna lanura meramente host, (enedet, 1972 . 360), tan excasamente pr pac y teraturs on Hixpanoamdvica 4 del perfodo regionalista, tendré también su continuidad en Alejo Car pentier, que justifica el derroche barroco de la escritura americana po la necesidad de nombrar y revelar la inédita realidad del continente. el ansia de verosimilitud de los cronistas, sin ir més lejos, se resolve también en la solucién espacial que Garcia Marquez dio a Cien arts d soledad, Como sefialamos al principio, la obsesién del espacio no con cluyé con la muerte del telurismo regionalista, es més, segufa enfren tada a los viejos problemas de! origen, y al mapa de los antiguos exploradores, pero la novela del colombiano, y antes Ia de Rulfo, vei rian a recordar, con la construccién de sus célebres pueblos imagi ios, la capacidad expresiva y sintetizadora de la dinamica espacial en elrelato. 3. UN PLANISERIO PARA LA IDENTIDAD Desde Jos albores de la Nueva Narrativa hasta uno de sus momentos climéticos se desarrolla una interesante linea de continuidad: la que ‘va desde Borges a Cien arfos de soledad, y donde el uso del espacio ima- sginario va desplazdndose de la literatura fantastica al Realismo Magi: co, implementando en ese proceso, paraddjicamente, el grado de rele- rencialidad de la novela hispanoamericana. La mera existencia de Comala y Macondo induce a la verosimilitud, sortea Ios escollos des- criptivos, y contribuye al desenlace de un problema: el de la insufi- ciencia literaria ante la representacién de América", cuyos espacios encarnan con los minimos recursos. Recordemos los lacénicos apuntes rulfianos, o las lineas que dedica Garcia Marquez a la descripcién de Macondo, para observar sus efectos de un modo geafico: las nolas sobre la aldea en Ciew arias de soledad no sobrepasan las tres paginas de tuna novela de mas de trescientas; y sin embargo, pronto se extendié la idea de que Macondo es una imagen mitica del Caribe, y de la historia nacional de Colombia, y por si fuera poco el reflejo y la sintesis de toda América Latina, Que la historia de Macondo es la historia de todo "Un problema may serio que nuestra realidad desmesurada planten la itera 1 (Ganea Marquez, 199, p. 128, ura, ee de onsets de as pal 8 Alicia Unrena Sucede que en la biisqueda de un nuevo lengua, los narradores hispanoamericanos intensificaron los recursos espaciales al mismo tiempo que se alejaron del paisaje, y en ese trénsito se enfatiza tam: bign un nuevo escenario: imantados por una realidad urbana que se habia transformado gracias a una intensa explosién demogratica, ope rando como el centro donde eonfluyen las importantes migraciones de aquellas fechas, la urbanizaci6n literaria no es s6lo la respuesta tematica ala modernizacién social, sino sobre todo una respuesta esté- tica, vinculada estrechamente a la renovacién de las formas artisticas yal anhelo de universalidad. La representacién literaria del espacio lurbano era includible, no s6lo porque las ciudades se habian converti- do en populosos centros de atraccién, sino porque éstas necesilaban constituirse en referencias de identidad, y como tales en signos y “entidades culturales”. La ciudad literaria no era nueva en Améri ya la habia inaugurado Arlt en los afios veinte (EI juguete rabioso, 1926), fue amplificada por autores como Mallea (La ciulad junto al ri inmdvil 1936), y se convertiréen las décadas siguientes en el espacio simbélico donde se edifican los mapas urbanos de la identidad americana: Leo- poldo Marechal (Adén Buenosayres, 1948), Ernesto Sabato (Sobre héroes 4 tuba), Juan Carlos Onetti (La vida breve, 1950), Carlos Fuentes (La regin mus transparent; 1958) o Julio Cortézar (Rayuela, 1963) se erigen cen ge6grafos del alma nacional, y elaboran espacios de significacién {que aspiran a ser miticos, esto es, universales y representantes de un nimo colectivo. El deseo de proponerse como sustento cultural y mitol6gico para la interpretacién de América es explicito en Mujica Laimez, quien escribe Misteriosa Buenos Aires con el objeto de dotar a la ciudad de un aura mftica en el imaginario universal; y en Carpentier, que resume la topografia de La Habana con ese misma propésito, revelar una esencia que no seré s6lo urbana, sino nacional (EI 2coso, 1936). En la historia literaria de Cuba, piecisamente, “los textos més trascendentales sobre la identidad nacional” ~sefiala Emma Alvarez- ‘Tabjo- “han aspirado a la encarnacién del texto en la ciudad”, aspec sta sl expesign que Lezamna ullz,precsamente, para difereniare pisje (ontidad natural) de Ia cudad (endo cultural), (Lezama, 199) Alvates-Tabfo, 200, p19. Este excelente ensayo fo dem por las distintas "invenciones de La Habana” en ls textos centates de Vila Espacio ratura en Hispanoamésin 4 to que constata incluso entre sus més recientes escritores, cuyas obra: “disefian una ciudad ideal, localizada entre los extremos de la espe ranza y el fervor, entre una distante Utopia y un inminente Apocalip sis". Que el trazadio de La Habana en Carpentier adquirié caracter nacional es visible ademas en aquellas formulaciones suyas donde la ciudad se erige en signo de la identidad insular: su oélebre idea del “tercer estilo” (el estilo ecléctico y mesti2o, “ese estilo sin estilo”), pero también en “el arraigo popular de su construccién de “Ia ciudad de las columnas,, y en otro nivel, en la persistencia de la férmula que propo- ne en El acoso, en la que se trenzan la mtisica y Ia ciudad, hallazgo explotado por muchos autores que le sueedieron, como Severo Sarduy y en particular, Guillermo Cabrera Infante" Casi a finales del siglo xx, Wilde considers responsable a la pintura impresionista del rasgo sin duda mas conocido y singular de Londies ZA quién sino a fos impresionistas, debemos esas maravillosas nieblas parduscas que rastrean por nuestras calles de Londres, esfumand la luz de tos faroles y convirtiendo las casas en sombras monstruosas? (..) El ‘cambio extracrdinario que ha tenido lugar en el cima de Londtes durante verde, Casal Carpentier, Lezams, Pera, Caress Infante, Severo Sard y, inane te Renaldo Arenas ™ Alvarez-Tabio,p. 1, Su idea de que entre ls dtimos escritores La Habana sige endo un centro de fravitacdn importante puede constatarse no slo en el enero Ia joven poesia cabana, cuye dislogo con la cud y eon st més explictas en este momento historico.Asilo express eras deste Rusia "A veces voy 310 ta tradiin anc intent 1d Gara Monte en sgnifiativos verso tums slo por tomar aire, / HI stadium es un gran respiraero en la cudad podtida. En a cindad de las columaas sedidas, de los entos portals osctaos./ Ente el ean sincio de un hombre que no puede legar el lelarg de rs munclo que no quiere sal (2) Desde las casasel eel ex dlcemente azul. / Desde los barons una nabe prisosa ‘que se enreda ene aie. / Bajo esa ube somos demasiado felices Bajo esa ube pen ames: I Gudad.(.) veers voy alos etacium slo por tomar aire / En un sadn no se juga e destino del pas pero sf su nostalgia. / O ms bien la nostalgia de sta ‘usa podsida. / Remendada con bolero ycontristes anuncios que yan signifcan nada Por oto lade, la disporaexbana en ls itinas dads de igo intnsifcs, do esa conversin dela ciudad en “un punto de confluenca en medio de la dspersi ‘de a cultura cubane contempordne. Es precisamente el deseo de conservar el sitio en ue tan bien se est, del que hablabs Eliseo Dieg, el que impulsa la construceicn una ciudad textual que pueda ser habitada por un set virtual” (Alvarez Tabo,p. 18). Atwarer-Tabio, 208, p, 172, 0 Alia Lien los iltimos diez afos se debe por entero a una escuela artstica (..) Las ‘cosas son porque las vemos, y cémo lo vemos, depende de las artes que nos han influenciado (..) En ia actualidad, la gente ve nieblas no porque haya tales nieblas, sino porque los poetas y los pintores le han ensefiado la imisteriosa belleza de sus efectos” Al hilo de estas palabras, dada la densidad expresiva del espacio en la novela hispanoamericana del siglo xx, su enorme capacidad de sintesis de la naturaleza y la personalidad americanas, y su indudable participacisn en la fundacién imaginaria del continente, podrfamos preguntarnos, por ejemplo, si habia columnas en La Habana antes de Alejo Carpentier. 4, Umos rerrrroRios Las tiltimas generaciones de escritores también han situado al espacio en el centro de sus ficciones, aunque ya no pretendan la novela total, ni respondan a impulsos miticos 0 abarcadores. Ya sea por la nombra~ dda heterogencidad de esta narrativa, o porque ese “sistema de lugax res” que se ha ido configurando en la trayectoria literaria del conti- nente atin ests en construccién, y es imprescindible completar st _geogratfia, los sintomas espaciales de fin de siglo son variados, a veces contradictorios y, en todo caso, representativos de un tiempo hist6ri- co, Aunque recientes atin las nuevas cartogralias, y a pesar del dibujo a lapiz de los nuevos gedgrafos, sus exploraciones ya han dado prue- bas suficientes de algunas transformaciones a las que aludiré breve~ mente. ‘Algunas de ellas operan en el nivel del texto, of cestrategias de emancipacién y supervivencia: nos referimos al uso del espacio imaginario, que parecfa haberse diluido desde las miticas aldeas de Garcia Marquez o Juan Rulfo, y que encuentra en las tilti- ‘mas décadas del siglo argumentos sociales para volver al texto. Es el caso de Osvaldo Soriano, que inventa Colonia Vela para representar cn su escenario la encarnizada lucha entre las facciones opuestas del nas ni olvido, 1979), y la conocida represion peronismo (No kabri mus p Espacio yiteratra en Hispanoamérica politica que se vivi6 en Argentina (Cuarteles de invierno, 1981); 0 q inventa Bongwutsi, el pals afticano de A sus plantas rendido wrt le para cifrar en él una libre y parédica interpretacién de la reali nacional, de la realidad concreta ¢ inmediata, No busca el barniz mi co del espacio imaginario, sino que acomoda sit capacidad simb6lic proporciones més cotidianas, sus geografias denuncian y expresan verdad social arropadas en la metafora, siempre alusiva y elusiva, d espacio ficticio. Como mascara propicia de un tiempo histérico, como simbolo de una realidad nacional, resulta curioso que otro esc tor argentino, exiliado también como Soriano durante la dictadu publicara en 1982 un volumen de cuentos donde el relato central ubiea asimismo en un pais imaginario, eludiendo ademés cualqui referente hist6rico: “Niebla”, escrito en instantes violentos y repres vos de la dictadura argentina, no es sélo un pais cuya ciudad agoni: de destrucci6n fisica y moral, ¢s sobre todo Ia forma espacial con {que Blas Matamoro erigié también la memoria de aquel tiempo", Con respecto a la ciudad, es eviclente que los diltimos narradon también siguen confidncole un lugar prioritario en sus ficciones, y q el clima posmoderno ha contribuido a la exploracién de sus barrio calles, rincones, mérgenes y extrarradios, desde las narraciones de: “Onda” mexicana, la Lima de Jaime Baily, a vitalidad del género pol ciaco (donde la trama disfraza el objetivo prioritario: el contexto) hast ese género que ha ido convirtiéndose en la enunciacién urbana pe cexcelencia, Ia crénica periodistica, que algunos definen como “la met fora de los 80” porque “el gesto de contar(..) es un modo de sobreviv fen un paisaje urbano que se transmuta a toda velocidad”; as los nu ronistas operan en la memoria y en el presente colectivas, dotat " Muy a menu la nareativa argentina del aos 60 habit ss exenaris com expaciossimbulco,y sera interesante sn letra de ls mismnos con respecte al ‘onteimientos politicos de entonces. Desde esta perspectiva lee Nora Domingue Conersaciones lu, le Mata rab, onde inespacialidad simblica (ends Aine plaza de Mayo) “transforma fo nacionaly personal en representaciones pois hi Farias de lo american, Dea forma de [a ltinoamericano que se dio en st confines del sur” (Dominguez, 1991, p. 213) y Ride las consojas de Demitt pul Ande la fandacion de Santa Fe y Buenos Ales permit leer “el presente en Iie ta formacionesIiterarias del pasado, y el pasado, en las actualizaciones formales del Iteraeuea del presente” (p 217), * Rotker, 1993 pp. 22-123, 2 Alii lena do de cohesién con sus testimonios a un entorno demasiado efimero (Caracas)®, 0 multitudinario (Ciudad de México), reflejos en todo caso de la materia nacional, como explica Carlos Monsivais: “No seré redundante advertir que estos materiales —que en su mayoria se inicia- zon periodisticamente en las siguientes publicaciones (..)-tienden ala configuracién cronicada de un panorama ‘de costumbres’, ‘de moral social’ 0 de Figuras Sintomaticas y Fenémenos Significativos del Méxi- co del siglo xx" EI mexicano, euyas er6nicas gozan de una indiscuti- ble autoridad como conciencia y reflexién de lo nacional, es consciente de las profundas proyecciones del género, en tanto discurso que descu- bre y edifica la personalidad de una ciudad”. » “Si La urgencia pudiera constituiseen un género lterario seguramente lendla la forma dela erinicaperodtica en La Venezvela de losis 80" (P 121) pore “Uno de los rasgos de Caracas come espacio de represetacin y efeente esa mutacin, Ia falta de historicidad. Este rasg lo ha explicado sagazmente el dammaturg Joss Ignacio Cabs.) a afimar que creer ene pasado es en Caracas un acto def. Bs dece que iyo cuento que ental esquina sla pasar mis tardes infantile, mi interlocutor debe ‘ever en lo nico que queda deesaesqulna: mis palabras.) Pocos ejemplos tan vivi- dos cama éste sobre la copacidad del lenguje para “hacer presente’ experiencia y ‘significados, para objtva el ‘agus yol ahora’, para ascender lo eotiiano y reenco tran zonas de significado” (Kote, 193, p12) * Monsivais 1985, p. 347, Para ol mexicano el “dituvio poblacional” que ha con vertido a Cudad de Mévcoen el lugar de “la demasiada gente", no merma la fascina ‘6a que esta urbe eorce en sus habitants, “optimists eadicales” que sobreviven entre los sntomas apocalipticos del ozone y dela multitud, practicantes de ceremonias y situates que organizan el aos, y heredaros de la nueva “toologa de mttudes" "Una rediccdn: somos tants que yaninguracreenca, ni lam oscuray exraviada, podrd ar sola a un minuto siquiera”(Monsivals, 195, p.38). "Somos tantos que el pensa- mento més excénisico es compartco por millones” (Monsivis, 1995, p. 112). Sucede a veces que slo percibimos las calidadessecrtasoentraables de una ‘dad por el amor (necesriamente public) que algun, que algunos le profesan ole han profesado. Por medio de ese inteeés, de ese tat vigilante, nos alleges determi rados estos psicologioscertas compenscionesvisusles¢ sociales que, de pron- to, rvelantrasfondos o aparencas de la ciudad, fe aaclenlogros ole sealan disin- ruciones le ratfcan ole informan de 2anas sacra (.)1a vuelven ella Gudad como Iago personal devastadoro compensate, la preserva ola liquidan (.) dento del ‘splendor oa estrechez del mito. Como enc melodrama la chidad ese conecpto cada ‘vez mis arbitraio y ago, vivey se sobrevive en sus amantes. Ast ene caso de Ia capital de a Republica Mexicana, la relacién profunda con los escitores que fueron también er este siglo sus Cronistas oficiales: Las Gonzdler Obregn, Artemio de Valle [Arizpe y Salvador Nove" (Monsivis, 1985.25). spacioy erature Hispencaméres En a eseritura de las altimas décadas también es posible asisti Jos momentos criticos de esa clara “devaluacién del concepto de cit dad sin precedentes en la cultura occidental” y que propicia, en alge 195 casos, el desvanecimiento del mito eivilizador en favor de w regreso a lo natural: es fo que proyectan las experiencias teliicas de desierto mexicano en “Coyote” de Juan Villoro, o Luis Septlveda e El viejo que lei novelas de amor", Aunque este regreso a lo natural, 0 paisaje interior de América, no s6lo es la respuesta a la decadenc ‘urbana, sino también una afirmacién de identidad frente a los fend ‘menos centralizadores. Si en las primeras décadas del siglo los vast cespacios naturales se ofrecieron como signos del alma nacional, como territorios erigidos frente ala mirada eurocéntrica, en estos titi ‘mos afios las provincias mexicanas, por ejemplo, toman la eseena lite raria fundan de nuevo sus origenes a través de paisaje, y se postular como textos desveladores de la nueva geografia nacional ‘Yo queria escribir. Pero habia un pequefo probleme: queria escribir sob ni tecra, sobre mi pueblo, sobre la gente que habitaba las extensas regione de Zacatecas (.)Y es0 no estaba bien visto en ls aos setenta, No estaba de ® ‘Avanee-Tbio, 2000, p16. * efecto este relato “pone en contrast el devaluado mundo urbane contempo neo con a dimension mutica y heroica que.) aleanza el protagonist” en su partic lac aventura natural por el desiert mesieano (Castro Morales, 1997, p. 305). "Estos sbrevivientes de la sociedad pestindustil”-afade~senten lal ver ms que nunca, [a limitacin de su estas ‘cilizado’y las estechas metas que ha ido lmponiendo la ‘modemnidad”, motivo pore que a imagen salvae de México -uns construc cul tal-haenraizado profundamente como auetipo de a altridad en el imaginario con temporineo. La figura del salvaje ha eruzada la escrtura hlspanoamericana lepa hrasta nuestro siglo (.) An hoy nos sigue Hamando como una vox sumergida qe Iterroga a esta razr. Y nes hoeoriza tanto como ns ateag” (p07). Bl encuentio entre el “buen elvaj” y la cludad es el tema sobre el que Sylvia Iparraguirse fandamentaen La Tierra dl fuego esta decadencia del ideal cvilizador: ‘Londres me mostraba una miseria que yono conta. Eni pas eran tal ver més bt baros y pobre, pero me arevia a pensar que mis flies. En Londres yo recordaba as tormentas que limpiaban la pampa ys levaban lejos pobveza y pests. En aquellos barrios, la enfermedad y a seria se habian estaneado sobre os adoquines (ipa {gure 198, p. 121), “Atos después comprobs que fo que el docorcito lame la "tet- sn de Bution al estado salvaje” fue la més perfects de las respuestas posbles a su ‘experiencia con la lizacion. La mejor posible le inien”(p. 123) 4 Alicia arena ‘moda la provincia en Ia Narrativa Mexicana, O en la narrativa que product an los j6venes (.-)La llamada “novela de ciudad” estaba en su punto de rmadurez y prodigando sus frutos mas jugosos (..) En sume, la provincia ‘estaba ent lv y en el descreédito. Pero las cudades de provincia seguian cereciendo, (..)Afortunadamente, al regresara México, dos aos después as nuevas voces de la provincia, de la nueva provincia, comenzaban a esc charse otra vez, desde diferentes puntos de nuestro paisy desde finales de fos setentay principios de los ochenta, Jess Gardea en el norte y su mitico Placeres, Gerardo Comejo en los desiertos del noroeste, Luis Arturo Ramos en sutnatal Veracruz, Hemén Lara Zavala y su Zitichén en el Sureste, Daniel Sada en la frontera del Norte y Mexicali Y muchos otto més. Todos ellos revisitando la provincia, la nueva provincia, encontrindola cambiada, re- Vindicandola. Una provincia que ya no se parece ala de Yatiez 0 ala de Ralfo, Una provincia que habia despertado a la modemidad”™ Finalmente, en la construecién literaria de la geografla americana, también estas titimas décadas han sico escenario de algunos despla- zamientos importantes: por un lado, los flujos migeatorios y el trasie~ go entre fronteras de miles de hispanoamericanos han ido diluyendo la nacionalidad geografica en una suerte de nacionalidad cultural; por otro, la representacién de esa nueva espacialidad ha encontrado no s6lo metéforas en el nivel literario, sino también respuesta en el plano te6rico, como reflejo de una ficcién que reproduce la temperatura social y cultural de fin de siglo. Asf Mateo Palmer reivindica una inter- pretacién integral del Caribe que sea capaz de explicar su totalidad, y de abarcar sus muevos y cambiantes espacios geograficos: “Ninguna historia literaria (sobre el Caribe hispénico,francéfono, et.) serd real- mente vlica sin una proyeccion integral hacia el érea caribefia en su conjunto, es decir, hacia la comunidad interliteraria principal ala que pertenece”®. Y porque los estudios del Caribe se han atomizado en © Salazar, 1993, pp. M3345. En Chile, Rivera Leteler desempolva también en La Reina label contbsracheras, los espacios el interior chilena,el desert del note y sus olvidadas salteras (una incompletarelacion ce mas de doscentos nombres de ‘50r fantasmales excombros diseminados através del desist”, 200, p. 17). En la con- tuaportada dela novela, Luis Septlveda celebra el hallazgo de este paisae: “Estoy impresonado (. por sus historias ligedas a la pampa y poe todo el valor emocionale histrico que esata el escritr del desierto mas dee del mundo, pero més rio en his- tora soca * Mateo Palmer, 199, p 10 Espacio y Meratar en Hispancarérca ae con espacios geograficos (islas, paises) 0 a comunidades li isticas (el Caribe hispanico es el ms sistematizado hasta el mome to) ain noha podidoestablecerse “el grado de intensidad de foc tactos interliterarios de la regién", menos atin la posibilidad « abordar las extensiones de la literatura caribefa fuera de su habi natural (la amplia comunidad puertorriqueita de Nueva York). En este mismo sentido, la literatura fronteriza de México ha suscit do no pocas discusiones, y la escritura chicana en Norteamérica des. fia con su naturaleza hibrida las antiguas definiciones identitaria Mientras se van configurando las nuevas cartografias, Fuentes arunc en La frontera de cristal el nacimiento de sujetos portadores de esa nue espacialidad: “Yo no soy mexicano. Yo no soy gringo. Yo soy chican No soy gringo en USA y mexicano en México. Soy chicano en tod: partes. No tengo que asimilarme a nada. ‘fengo mi propia historia” Las interrogaciones no se han hecho esperar, tampoco las discusion¢ sobre la pertenencia de esos textos: una pertenencia politica o una pe tenencia cultural? ;Textos para la historia de Hispanoamérica o textc para la historia estadounidense? Espacio geogrético 0 espacio ideo {gico? Desafios, en fin, que nos obligan a contemplar con atencién ‘mapa literario del continente, para abordar la verdad de su geograf porque “Ia btisqueda de las venas profundas de nuestras literaturas n sun caprichofilologico, sino una necesidad creciente de la época: arribo a una madure2 esclarecedora en los estudios literarios, no s6 del Caribe, sino de toda Latinoamérica en su conjunto”®. BreuiocRaria ‘Amssa, Femando: dentded cultural de Ieroumérica en su rata, Madrid Gress, 1986 = Teves, juegos al distancia, Malag, Litora, 2000. ‘Avvanez‘Taso, Ena vend de La Habana Bareclona, Casiopea, 2000. ‘AeA, Lela: “El Fcundo de Sarmiento o las poliieas del paisje, Estudios n 51995, pp. 47-47 % Fuentes 1995p. 294 » Mateo Palmer, 195, p.15. 56 icin Linens BeNeDernl, Mario: “Temas y problemas”, en C. Fernandez, Moreno (coon), ‘América latina en su literature, Mexico, Siglo x, 1972, pp. 354-971, ‘Casto MORALES, Belén: “EI México salvaje y la alteridad en 3 cuentos con: temporaneos (Carlos Fuentes, julio Cortézas, Juan Villoro)’, Anaes de ite- atura Hispanamericona (261), 1997, pp. 293-307. Douitycurz, Nora: “Un mapa hecho de éspacios y mujeres”, en R, Spiller (ed), La novela argentina de los aros 80, Vervuert Verlag, Frankfutt, 1991, pp.211- GaKcta MAnquez, Gabriel: “Dislogos: la novela en América Latina”, en N. Kihan y W. H. Corral (comps.), Los novelists como critics, vol. 2, Mexico, FCE, 1991, pp. 117-122 — "Fantasia y eweacidn artstica en América Latina y el Caribe”, en N. Kihan y W. HL Corral (comps.), Los noveistas como crticos, vol. 2, México, FCE, 1991, pp. 122-128. Furnes, Carlos: "La nueva novela hispanoamericana”, en N. Kihan y W. H. Corral (comps sts como erticos, vol. 2, México, FCE, 1991, pp. 5-9, ~ La frontera de cristal, Una no IWareacuinat, Sylvia: La Tiere del Lezaaa Lima Jose: La expres TLLAREA, Alicia: Realism Maio y litud, Gaithersburgh, Hispameética, 1997, “Un asombro verbal para un descubrimiente: los Cronistas de Indias (Col6n, Cortés, Bernal, Las Casas)", en J. Ortega y J. Amor y Vazquez (eds), Conguista y Contraconquist, La escritura del Nueoo Mundo, El Colegio de México/ Brown University, 194, pp. 117-125 Matto Pater, Margarita: Naralia earibefa flxio +a, Editorial Pueblo y Educacin, 199, ‘Monsivats, Carlos: Las rules del caos, México, Era, 1995, — Amor perdido, México, Era, 1985. ‘MoxtA:00, Graciel Mosca, Stefania: “Fun pp. 69-78 RIVERA Levee, Hernan: Lat Reina Isabel co ‘2000. Rorkex, Susana: “Crénica y cultura urbana: Caracas la cltima década", Est digs, n° 1, 1998, pp. 121-130. AzAa, Severino: “Bl lugar de origen, una cosmovision”, en LE. De encuenttas y desencuentros, México, en mucce cuentas, Madd, Alfaguara, 19 ego, Buenos Aires, Alfaguaca, 1998 ‘cana, Madrid, Alara, 1969. » Real Maraviliso: wna cuestgn de versio yprondstces, La Habe 5, 1995, pp. 5 Estudio, n°. 5, 195, Heras, Santiago, Planeta, unio y L. Cizares (eds.), America-Euro UAM, 1993, pp. 349-35, SatwrExuréae, Antoine de: £1 Principio, Madeid, Alianza Editorial, 1984 Espacio y lterturs en Hispanoamscica YVaRcAS LLosA, Mario: “Novela primitiva y novela de creacién en Améric Latina”, en N. Klhan y W. H. Corval (comps), Los novelists com crit vol. 2, México, FCE, 1991, pp. 359-371 Witoe, Oscar: “La decadencia de la mentira”, en Intenciones, 1972, Madrid, Tauru

You might also like