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LA CIUDAD OCCIDENTAL culturas urbanas en europa y américa josé luis romero leciones y textos edtados por Jara mute hoient romero y bis alberto romero 3K] sigteveintiuno edtores >» siglo veintiuno editors ‘Tucumn 1621 7° (ciogo4nc), Buenos Aires, Argentina siglo veintuno editores, s.. de cv. ‘Cerro del agua 248, Delegacién Coyoacin (04310), D.E, México ‘Siglo Ventiune de eapana editores, sa, ‘/Menénder Pidal, 3 nts (28006) Madrid, Espaa ISBN 978-987-629-07. * 4, Sociologia de ta Cultura. 1. Titulo DD 306 (© 2009, Siglo Veiniuno Baitores SA. Disefio de interior: thotén kunst Disefo de cublera: Peter Tebbes BN 978-087-629-074.6 ‘Luis Alberto Romero) Indice Advertencia, por Luis Alberto Romero ‘José Luis Romero: el historiador ya ciudad, ‘por Adrién Goreik PRIMERA PARTE: El mundo urbano 1. La ciudad occidental La ciudad: una creacién La ciudad en el mundo occidental Estilos, continuidades, rupruras 2. Culturas urbanas, reinos y mundo industrial Las ciudades, los reinos y las cortes Las ciudades y el mundo industrial 3. Estudiar la ciudad occidental El camino de un historiador Un punto de vista La concentracién social La concentracién del poder La concentracién de la riqueza La concentracién cultural Hl experimento burgués 8 La crupap occipeNTAL ‘SEGUNDA PanTE: De la ciudad gética ala ciudad barroca 4. Giudades y culturas urbanas El plano y el pacto Giudades con estilos, ‘Vida urbana y vida rural La creacién urbana La ciudad simbélica La ciudad ideal La ciudad literaria 5. La ciudad gotica Una sociedad compacta y conflictiva Plazas y espacio paiblico La creacién de una mentalidad La revelacién de la profanidad La naturaleza experimental y sensible Dios y el mundo El encubrimiento El patriciado y las cortes 6.La ciudad barroca La corte yla ciudad Las ciudades mercantiles Una concepcién barroca de la sociedad La moral de la elite burguesa ‘TenceRA PARTE: Ciudades 71, Brujas: meditacién y despedida 8. Brujas: entre la frustracién y el recuerdo 9. Barcelona: las burguesias mediterrineas 10, Napoles: una burguesia fracasada 11, Praga: la burguesia escondida 12, Londres: una ciudad en cambio 13. Nueva York: la fascinacién del caos ‘Cuanra raxre: Giudades latinoamericanas 14. Vida rural y vida urbana, 1810-1880 ‘Campo y ciudad: un descubrimiento reciproco Lavida urbana Lavida rural Los suburbios 15. Ciudades en transformacién, 1880-1930 16. Metropolis y rancherios, 1930-1970 El despegue de las metrépolis Las multitudes solitarias EI nuevo paisaje urbano Las culturas urbanas 17, Bogotd en el siglo XIX De la fundaci6n a la independencia La capital de la Gran Colombia De los conservadores a los liberales La sociedad urbana 10 LA CIUDAD OCCIDENTAL, 1La capital de un pafs federal 295 Advertencia Crisis del federalismo y modernizacién 298 18. Buenos Aires: una historia 299 Luis Alberto Romero La ciudad indiana 299 La ciudad jacobina gor La ciudad criolla 303, La ciudad patricia 307 La ciudad burguesa git La ciudad de masas 34 La ciudad occidental rete diversas lecciones dictadas y textos escritos por José Luis Romero entre 1965 y 1978 aproxima- ‘damente, referidos al tema que en la Gltima etapa de su vida se habia convertido en el centro de sus preocupaciones intelectua- wes cate s burguesias. A fines de 1965, con 56 aiios de edad, José Luis Romero se re- tiré de la Universidad de Buenos Aires. Poco después publico La revolucién burguesa on el mundo feudal, un libro en el que venta tra- bajando desde 1950, y organiz6 su tarea para los veinte afios que, segiin estimaba, le quedaban de vida intelectual Gtil. Con ese de- signio, plane6 escribir varias obras alrededor de tres grandes te- mas: la cultura occidental, las ciudades y la vida hist6rica. ‘Asi, coneibié tres libros sobre el proceso historico de la cultura occidental, que darfan continuacién a La revolucién burguesa; de cellos, dej6 casi terminado el segundo: Criss y orden en el mundo few- doburgués. Ten‘alisto para escribir un libro en el que desarrollaba su teorfa de la vida hist6rica. El tema de las ciudades y las burgue- sias, ms complejo, se articulaba con los anteriores. Los aspectos te6ricos se volearfan en La estructura histrica del mundo urbang, los historicos, en La ciudad occidental, apenas esbozado en un Estudio de la mentalidad burguesay en Latinoamérica: las cudadesy las ideas, que concluyé y publicé en 1976, un afio antes de su muerte. Estoy convencido de que todos los libros estaban ya elaborados cen su mente. Tanto es asi, que su tinica preocupacién era reunir Ia informacion que le permitiera precisar y fundamentar sus ideas, que iba elaborando y desarrollando en algunos textos oca- sionales, y también en clases y conferencias, De su minuciosa pre- paracién dan testimonio los esquemas de cada uno de ellos, que 18 LA CIUDAD OCCIDENTAL, excedian ampliamente las necesidades del momento. Como se verd, cada texto y cada clase eran ocasiones para organizar y desa- rrollar algGn fragmento, con un lugar ya asignado en su plan. Algunos de los capitulos de este libro son versiones de esas cla- se 0 conferencias. Desde 1966 José Luis Romero fue un maestro sin alumnos; en parte por las condiciones de la universidad, la de 1966 y también la de 1973, pero sobre todo porque su modo de pensar, tan vigente hoy, resultaba anacrénico en el mundo intelec- tual de los afios sesenta y setenta. A partir de entonces, su docen- cia se limité a conferencias piblicas varios ciclos en la Biblioteca del Consejo de Mujeres-o a clases privadas para un grupo de 0s que apreciaba tanto su talento como su inagotable vena social y amical. El resultado de estas clases es el Estudio dela mentalidad durguesa, donde se resume uno de sus libros proyectados. En esos afios José Luis Romero viajé mucho, y muy intensa- mente, recorriendo las ciudades latinoamericanas y las europeas, interrogandolas .con vehemencia, exprimiéndolas e incorpo rando lo obtenido en su gran designio intelectual. En 1970, du- rante un largo viaje por Europa, publicé en la revista Hebraica una serie de notas breves sobre algunas de las ciudades visitadas, en Jas que condensé e integré la mirada del viajero y la del historia- dor, Sobre una de ellas, Brujas, habia escrito treinta afios antes, cuando probablemente comenzaba a esbozar su gran proyecto de historiador. ‘También escribi6 en esa época algunos textos ocasionales, ‘como los que preparé para la Gran historia de Latinoamérica ~una s juntos, hacia 1972- o para Polé Este libro retine todos los textos referidos a ciudades, y latinoamericanas, con excepcién de los incluidos en Situaciones¢ ‘ideologias en América Latina, asi como un conjunto de clases de las que, azarosa y milagrosamente, quedaron casetes, de imperfecta calidad pero que transmiten fielmente su inmenso talento de ex: positor y su capacidad para condensar grandes ideas y para con- vertir a quien lo escuchaba en el coprotagonista de una aventura intelectual deslumbrante. Laura Muriel, su nieta mayor, realiz6 ADVERTENCIA 13 con mucho carifio y enorme solvencia el dificil trabajo de conver- bién, que estos fragmentos se hayan convertido en un libro. “La ciudad occidental” es una conferencia promunciada en la Pundacién Omega, Buenos Aires, hacia 1972, "Culturas urbanas, reinos y mundo industrial” es parte de un curso dictado para un grupo privado aproxima- damente en 1973. “La ciudad occidental como objeto de andliss” es ta ‘laseinicial del curso “La ciudad occidental”, dictado en 1965 en la Ecole Pratique d'Hautes Etudes, Paris, En la Segunda Parte, “Dela ciudad gé- fica a la ciudad barvoca”, se incluyen tes clases de un curso dictado en 1971 en la Biblioteca del Consejo de Mujeres."Brujas: meditacin y despe- dida” aparecié en Capitulo, t. J, n* 2, octubre de 1937, El resto de los tex. tos de la Tercera Parte apareceron en sucesivas entegas de la evista He- braica durante el aio 1970. Los textos de la Cuarta Parte sobre ciudades latinoamericanas fueron eserits para ta Gran historia de Latinoamé- rica, una publicaciin en fascfoulos dirigida por José Luis Romero y Luis Alberto Romero, editada por Abril Educativa y Cultural, Buenos Aires, 1972-1973. “Buenos Aire: una historia” apareci6 en Polémica. Histo- ria argentina integral, obra en fasciculos drigida por Haydée Goroste de Torres, editada por el Centro Editor de América Latina, Buenos Ai- el texto, dividido en partes, fue incluido en Buenos Aires, ‘cuatro sighos, dirigido por José Luis Romero y Luis Alberto Romero, Buenos Aires, Editorial Abril, 1982. José Luis Romero: el historiador y la ciudad Adridn Gorelik REVELACION DE LA CIUDAD “Debo confesar que este tipo de enfoque no me ha sido sugerido originariamente -ni, finalmente, me ha cautivado- por obra de Ia abundante bibliografia que, desde fines del siglo pa- sado, existe acerca de la vida urbana, tanto desde el punto de vista del antropogedgrafo como del soci6logo, del historiador 0 del urbanista. Mi interés apasionado por ese tema proviene del primer impacto que me provocaron las viejas ciudades europeas cuando las descubri, la primera vez que viajé a ese continente en 1985.” Asi relataba José Luis Romero el impacto del descubri- miento de la ciudad ~un impacto que vefa como clave de béveda de toda su carrera de historiador- en la clase introductoria de! ‘curso sobre “La ciudad occidental” que dict6 en 1965 en la Ecole Pratique d’Hautes Etudes de Paris, reproducida aqui como capi- tulo tercero —una clase hasta ahora inédita, como muchos de los ‘materiales que componen este libro-. A su vez, como capftulo séptimo se incluye el articulo sobre Brujas que quedé como prueba de aquel primer viaje, testimonio extraordinario en el que un Romero de veintiséis afios da cuenta directa de aquella fascinacién 0, mejor, de la extrafia mezcla de fascinaci6n e in- tulos constituyen, a . Porque lo qué Romero delinea entre ellos es el modo en que fue ‘construyendo un punto de vista bi creciente que fue tomando en él material que le interesase por sf mismo, como medio revelador déalgo muy caro a la propia forma en que concebfa la historia: la 16 LA CIUDAD occIDENTAL, condensacién de procesos de largo plazo de la vida social y cultu- zal, la sintesis del conjunto de las creaciones humanas represen tativas de una época. Podria decirse que, a lo largo de esas tres décadas, el interés de Romero por la historia de las burguesfas se fue localizando en los, procesos urbanos que tan bien las representan, de modo que es posible notar un desplazamiento hacia la ciudad en sus clases y cursos, que aparece delineado ya con claridad en su libro de 1967 La revolucin burguesa en el mundo feudal. Por supuesto, tal protagonismo de la ciudad no puede llamar Ia atencién en cierta tradicign de la historiografia medieval, algunos de cuyos autores de remrencls \ para Romero, en especial HEF Pirenne, Rabian ya colocade Ja “revolucién urbana” como uno de los. aspectos deci- sivos en la construccién del mundo europeo moderno a partir del siglo XI. Pero en la aproximacién de Romero la ciudad co- mienza a mostrar una pluralidad de rasgos que preludia el modo personal en que iba a seguir abordandola més alla del perfodo medieval. - — 2 ciidiad €5 ali tres cosas: un actoF colectivo del caifibio histé | fico, un producto material de ese mismo cambio y un ambiente - social ¢ intelectual que lo perpettia. Se trata de un complejé arte-| facto que refleja fielmente las condiciones en las que fue creado, | pero que tiene la capacidad de imponer efectos ~formas de vida ' ymentalidad- mucho més duraderos que esas mismas condicio- |_'nes.’De ahi fa iniportancia de la ndcién de “mundo urbano"y ‘Romero esta formulando en esos aiios, tal cual aparece en el pré- logo de La revolucién burguesa...: sien muchos aspectos la “revolu- ci6n urbana” puede considerarse agotada hacia el siglo XVI, espe- cialmente por la pérdida de autonomia de las ciudades burguesas en su incorporacién a un nuevo sistema de estados territoriales que dilapida en rituales cortesanos buena parte de su potencia transformadora, desde el siglo XIV, sin embargo, ella ya habia sido trasfundida en la creacién de un “mundo urbano” que gene- raliz6 formas de actividades econémicas, sistemas de normas y va- lores y una nueva visién del mundo y del hombre mareada por la racionalidad, que se habian elaborado en las ciudades durante los tres siglos anteriores, Asf, como un ejemplo més de esa astucia de \JOSE LUIS ROMERO: EI. HISTORIADOR Y LA CIUDAD 17 la historia que Romero siempre formula en sobrias paradojas, “justamente cuando declinaba la autonomia politica de muchas iudades, triunfaron los modos de vida urbanos".! Un “mundo ur ‘bano” que ya no haria sino expandirse, incorporando una serie de sucesivas periferias; de modo que vemos a Romero afirmar, en los aiios sesenta, su proyecto temprano de una historia general de Ja cultura occidental entre los sigios XI y XX, pero a través de la fi gura novedosa de “mundo urbano” ~de sus nuevas hipétesis “la ‘ms tentadora’, dice- que le proveerd el “mecanismo rector de to das las formas de vida histérica’.* Porque el “mundo urbano” Mega a ser para Romero el estrato profundo en que se apoya (y gana inteligibilidad) la unidad de lo que llamamos cultura occ dental: la ciudad forma la “estructura real” en que funciona la so- ciedad, pero como sus formas materiales objetivan el legado cul- ‘tral del que surge Ia conciencia histérica, también hace posible la “estructura ideolégica” que sostiene los modelos interpretativos y las ideaciones proyectuales.’ Asi, siguiendo esas oleadas expansivas del “mundo urbano”, Romero vaa ganar la insélita libertad de desplazarse con un con- {junto de hipétesis consistentes desde el estudio,de Ia historia eu- ‘ropa hacia la americana. A grandes rasgos, el ciclo completo queda definido en tres oleadas. La primera fue la de Europa so- bre su propia periferia interna: el mbltiple proceso de expansién demografica, mercantil, teenolégica y agricola que a partir del si- {glo XI incorporé las fronteras barbaras en un espacio unificado bajo las nuevas condiciones que rompfan progresivamente con €l nticleo cristiano-feudal en el cual se habian originado. La ciu- incroduccin que Romera habfa redactado para si proyectado libro con el mismo Weslo, que dejsincompleto al mori en 1877) 18 LA CIUDAD OccIDENTAL dad fue, mas que el instrymento, el sello de esa expansién, y nmuevamente en torno de ella se organizarala segunda oI&803 ex. pansiva a partir del siglo XVI, esta vez més allé del territorio eu- “2 ) ropeo, incorporando una segunda periferia en sobresale como el producto més nitido. Es decir qué Europa pudo colonizar América s6lo después de haberse colonizado a si misma y a través del mismo dispositivo, Ia ciudad. Aunque se trata ahora de una ciudad cuyo modelo no podia ser ya el de aquella ciudad medieval “originaria” -el arrabal que surgia ¢s- pontdneamente alrededor del burgo sefiorial y lo apresaba en una nueva red de sentido, la antigua ciudad episcopal que se re- poblaba y transformaba, la plaza mercantil que se consolidaba y arraigaba en el cruce de caminos 0 en Ja via fluvial los reyes y sefiores habian comenzado a utilizar como instru- mento de conquista territorial los poblados que amojonan las dades con que busca afirmarse la Castilla catélica en el sur mu- sulmén de la peninsula~. Asi Europa se proyecta sobre América, siempre usando las sucesivas periferias como territorio de expe- {tecnolégica, institucional, social y cultural). Pero el sentido de la experimentacién cambia, y en esa segunda expan- sin ba ciudad ya no estd inventando formas nuevas de calfura y sociedad, sino que busca preservar y reproducir las que-conoce en fierras extratias, De todos modos, el Fesultado no puede sino ser tompletamente original (porque nunca, para Romero, los Proyectos se implantan sin resquicio sobre Ia realidad): Ia inven- cién posiblemente mas radical de la modernidad occidental, un continente completo emplazado a través de una red de ciudades desterradas. ¥ Finalmente, la tercera oleada expansiva, la que se desenvuelve deSde la revolucién industrial én un proceso de mo- desnizacién.que:no-es sino de mundializacion de la experiencia ‘europea (burguesa). Lo cierto & que, como si s6lo se hubiera tratado de encontrar €l vehiculo adecuado, al tiempo que termina La revoluciém bur ‘guzsa.. Romero comienza una serie de ensayos sobre la ciudad la- tinoamericana que lo conducen en apenas una década a publicar {JOSE LUIS ROMERO: EI. HISTORIADOR YA CIUDAD 1g su libro para mi més original, y sin duda ‘inico en la literatura del continente, Latinoamérica: las cudadesy las ideas Quiere decir que aunque América Latina pudiera haber sido ya un problema para Romero, lleg6 a convertirse en un problema historiografico re- cién cuando encontré en Ia figura del “mundo urbano” la clave que le permiti6 comprender la experiencia del continente como capitulo de la més abarcativa de la cultura occidental en el largo periplo de una modernidad de diez siglos. Yes justamente el modo en que Romero emprende esa travesia de Europa a América y del medioevo a la civlizaci6n industrial lo que podemos reconstruir ahora gracias a la publicacién de sus cla- ses y escritos sobre Ia ciudad occidental, muchos de ellos hasta ahora inéditos. No es que su proyecto historiografico fuese desco- nocido, en absoluto: él mismo se encargé de disponer las huellas, en sus diferentes libros yen la extensa conversacin que mantuvo de Romero; y més recientemente Omar Acha lo volvi6 a proponer como centro de una interpretacién que apel6 a algunos de estos textos urbanos.' Sin embargo, a partir de este libro, esa posi 4 Los primeros trabajos sobre la ciudad latinoamericana son de 1966: “1a Gdad linoamereas historia vain’, arena gue publin Ealtorial del Inseuto, 1969). Noanalizaré en perspectva de Romero sobre la ciudad lixinoamericana, porque ya lo he hecho en dverss oportunidades: 3 20 LA GIUDAD OCCIDENTAL, dad se abre a m lecturas que podran completar los nexos ausentes de ese recorrido, el modo en que Romero fue constru- yendo su perspectiva sobre la ciudad occidental, Sin duda, la dis tancia del tiempo transcurrido vuelve cada vez més sorprendente tanto la ambicién extraordinaria del proyecto como su renovada actualidad -como demuestra toda la literatura de la tiltima dé jue ha recuperado la nocién de +mundo para el an- t6rico de diversas dimensiones culturales e instituciona- ro lo que aparece como mas notable al recorrer estos textos de Romero y, con su guia, volver a releer los ya publicados sobre temas urbanos en otras compilaciones, que desde el mismo momento en que comii ciudad, ‘UN PUNTO DE VISTA DESCENTRADO 9 4 Una de las claves de esa forma de aproximacién nos es ofrecida en esa clase inaugural del curso de Paris. Como ya mencionamos, Ro- 4) mero comienza explicando que tanto su primera dedicacién al me- § dioevo como su interés presente en Ia historia urbana europea y americana (el tema del curso) no habfan nacido de “Ia preferencia _Sientifica por un cierto tipo de tema’, sino de la “expetientta di- _Zecta de-enfreniamiento com la vieja ciudad europea". Ahora bien, lo primero que sorprende en esa afirmacién es que elija una colo. caci6n tan inusual en el mundo académico: para hablar en Paris de 3 ‘Romero: de la historia de Europa ala historia de América", Anales de Hisria Antigua y Medical 28, Buenos Aires, 1995, y Omar Acha, La José Luis Romer, Bueno Aires, El Luis Alberto Romero ha expuesto ‘con que ha prologado far Diss yonden ene undo Jrudobrgis, Buenos Ares, Siglo XXI Edtores, 2008, | necesario despejar un posible malentendida, porque en las tltimas décadas de auge de los estudios sobre cultura urbana nos hemos acostumbrado a asociar espontineamente lanecesaria desnatural- zacion de la ciudad con una especifia forma de mirada descen- JOSE LUIS ROMERO: EL HISTORIADOR Y LA CIUDAD 21 Ja ciudad europea, Romero no fundamenta su autoridad en su por entonces asentado prestigio de medievalista, sino en la renovada ac- tualidad de tna curiosidad de viajero: “Yo parto de una experiencia directa de la ciudad europea vista desde la experiencia de una ciu- dad'americana [... que] me proporciona un punto de vista que se ! fia transformado poco a poco en una hipétesis de trabajo”. Es el entrado de un americanoen la ciudad medieval; ielve a repetir el mismo gesto ala hora de de- finirse frente a Ja ciudad latinoamericana, al sostener que Ia exa- mina como medievalista: en ese viaje de iday vuelta, Romero pre- serva siempre para sel enfoque del outside, convirtiendo, como ya sefial6 Tulio Halperin, su inicial -y obligada— marginalidad en la historiografia medieval en un método de conocimiento* La elecei6n de la excentricidad como “método” seguramente debe explicarse en zonas més vastas de la personalidad de Romero, pero lo cierto es que con ella logra captar algo muy especifico del tema urbano: el infranqueable obstaculo que la naturalizacién consustancial a la experiencia de la ciudad le pone a su explora- iGn critica. Eso ya lo sabfa un autor muy caro a Jectual de Romero, como Georg Simmel, que of nénica de la mirada extraijera en detalle por la certeza trigica de la imposibilidad de comunicar una totalidad. Por el contrario, Romero va a capitalizar su excentrici- dad en uh sentido muy diferente: para ganar distancia en la bis: ‘queda de la perspectiva adecuada a su voluntad de apresar la tota- Jidad, dando de ella limpidos panoramas generales que no guardan nada en su escritura de aquel extraiamiento originario. ria de América Latina como un explorador 22 LACIUDAD OCCIDENTAL Nose trata de un caso aislado, en verdad: podria decirse que esa ambivalencia es intrinseca a la propia obra de Simmel, como se ad- vierte en sus dos grandes legados en el pensamiento sobre la ciudad: €1 que prosperé en posiciones vanguardistas que buscaron capital- zar el shock del extrafiamiento en una ciudad moderna irremisible- ‘mente fracturada (una posici6n de la que Walter Benjamin es, como se sabe, la figura insignia), y el que lo hizo en Ia tradici6n sociolé- gica que fund6 la linea mas sida de estudios urbanos, la Escuela de Chicago (en Ja que la figura del extranjero iba también a tener un especial protagonismo), que dominard el debate teérico sobre la ciudad durante los treintaaiios en los que Romero maduré su des- j embarco en ella. En efecto, tanto en la Escuela de Chicago como en { Romero es posible distinguir entre un conjunto de temas simmelia | nosel confictorentre culturaobjetvay cultura subjetiva,elcarécter intelequal de-ta-vida metropolitana, la-aljenacion individually so- | cial y un modo de aproximacién que le debe a Sammel muy poco, \ en el que se busca arribar a cuadros explicativos de enteros procesos | civtizatorios, que, en el primer caso, permitiré arribar a formulas de / enorme suceso en la literatura especializada: la idea de ciudad como | “forma de vida”, el “continuo folk-urbano”, etc. | Enel caso de Romero, por su parte, la creenca en la totalidad qué tan bien empalmié com un proyecto historiogralico Como el ‘braudeliano- es muy temprana y proviene también mayormente del higtoricismo aleman, como sei os Altamirano comen- tando un texto de juventud: “En la estela de Ditthey, lo.que [RO- mero] llamaba comprensiGn eral esfuerzo por captar| ee tiplicidad de expresiones de una cultura (sea la de una socie¥ad, sea la de un grupo particular) la unidad que Ia engendraba, ‘Por del comprender, llega a reducir los fendinienoé de superfi- "signs dé las vivencias que les dan origen, yse descubre, ep- tonces, en la realidad espiritual, una estructira que conse miicleo de una cultura histérica: esa estructura se expresa como tuna concepci6n del mundo"? ee 17 Carlos Akamirano, “José Luis Romero y Ia idea de la Argentina aluvial, en Pramas. Revita de historia intdectuats# 5, Buenos Aires, Se vuelve mAs claro, asf, lo que encuentra en ¢! “mundo ur ano”: Romero parece arribar a una nocién muy clasica de la ciu- dad como obra de arte ~y hay que entender que en el tema ur- ano buena parte de las nociones que lamamos clisicas se forjaron en la recuperacion decimonénica del medioevo euro- peo-, que traduce a la perfeccin aquella voluntad de totalidad: si todo producto cultural singular expresa un contenido y una sus- tancia colectivas, y siel rol del historiador es restablecer las cone- xiones que le permitan interpretar desde las obras artisticas indi- Viduales el conjunto social que representan, entonces la ciud: Jimpone como una fuente privilegiada por su €Arécter de “crea- én colectiva ¢ histérica formidable”. La ciudad como obra de arte es el maximo ejemplo de la unidad cultural que subyace en. toda forma de vida hist6rica. Por eso la escisién de la ciudad en ‘mundos sociales y econGmicos contrapuestos -un fenémeno que ‘en buena medida pauta el relato historico-urbano de Romero- es mucho mas que un drama social o econémico, es una tragedia existencial. Y¥ esta concepeién organicista quizés pueda explicar, también, tanto las luces como las sombras de una historiade la ciudad como «la que realiza Romero. Porque es cierto que a veces puede produ- \ cir el efecto deceptivo de una renaturalizacién, consecuencia de la misma visién de la ciudad como obra de arte cuando su voluntad | de totalidad se traduce como correspondencia lena, proyectindose | en una escritura sin fisuras que sustrae la complejidad del proceso | de reconstruccién de los miltiples estratos de la ciudad, neutral \ zando la potencialidad de los desajustesy las resistencias que po- \drian cuestionar la homogeneizacién narrativa Pero también es indudable que esa misma concepeién permite algunos de los me- pane cee Ne Uren) Universidad Nacional de Quilmes, 2001, Altamirano analiza la {8 Véase el capitulo 1 de este libro 24 LA CIUDAD occapENTAt jores momentos narratives de Romero, cuando se produce la mix xima tensi6n entre el punto de vista descentrado desde el que les da forma a sus grandes problematicas,y el recentramiento que le permite comprenderlas, para ofrecer de ellas cuadros magistrales. Justamente, una de las principales virnades de este libro es que, en los capitulos en que se presentan sus clases, seguramente por su ca- ricter de works in progress, ese proceso aparece en acto, con Ro- mero organizando ante nosotros las diversas dimensiones que se entretejen en a ciudad, como cuando a partir de la idea de con- centracién ~un clisico de la sociologfa urbana~ desgrana sus diver- sas modalidades en casos hist6ricos: la concentracién social, del poder, de la riqueza, de la cultura; o cuando recorre las diferentes encarnaciones culturales de la “creacién urbana”, la ciudad simbé- lica, la ciudad ideal, la ciudad literaria, mostrando ese momento crucial de la cultura urbana en el que las representaciones y lare- alidad se producen mutuamente. LA CIUDAD EUROPEA! LA FORMA ¥ LA VIDA Se comprende entonces que, como el punto de vista que Romero reivindica para si es el punto de algungs de los momentos ma tren en la seccién “Ciudades”, que reine sus peculiares crénicas de viaje. Pese a la brevedad y a su indole ciertamente ocasional, el especial interés de estas crénicas radica en que el dominio de las ‘grandes caracterizaciones historicas busca alli un arraigo sensible: 1 historiadorviajero identifica los estilos urbanos especificos en ‘que la particularidad de una ciudad cobra vida, iluminando los rocesos a los que al mismo tiempo sirve de metifora. La seccién tiene dos partes muy diferentes: una, aquella primera crénica so- bre Brujas de 1936; la otra, una serie de notas realizadas en un viaje de 1970. La importancia de la primera crénica de Brujas ya fue mencio nada: nos muestra aquel impacto de la ciudad europea en el jo- ‘ven Romero, en su mom intensamente vitalista, Lejos de (JOSE LUIS ROMERO: EL HISTORIADOR YA CIUDAD 25 entregarse al encantamiento de la belleza subyugante de la vieja, ciudad, la erénica toma distancia de ella, como el ejercicio de quien debe sobreponerse a los efectos narcéticos de una droga peligrosa: Romero advierte que aquella belleza esté petrificada ‘como una forma vacia que amenaza la vida. La cifra teGrica de esa actitud vitalista fue dada por Romero en un texto de e505 afios ya mencionado, “La formacién histrica”: “Hay pues un conflicto permanente entre las formas ya constituidas de la cultura y el im- pulso creador, siempre renovado. La vida ha creado miltiples formas culturales que han cumplido en su hora principalisimo papel, y que han sido después el mas duro obstaculo para el des- envolvimiento de las nuevas € infinitas posibilidades del espi- rita"? Yalli da una explicaci6n aiin més especifica sobre su inter~ pretacion de Brujas, porque sila ciudad es una forma vacia que amenaza la vida, es porque el actor social que le dio sentido, la burguesia, también lo es: “[la quiebra del capitalismo] significa pues la quiebra de la moral burguesa que es hoy apenas un fan- tasma, sin contenido alguno [...] Yo no espero sino un nuevo sis- tema de relaciones dentro de un mismo nivel de aspiraciones y descos. Creo, eso si, en la posibilidad de que dentro de ese sis- tema el espirita logre levantarse, como dentro del sistema bur- gués es casi seguro que no podré ya hacerlo. Es, pues, evidente- mente necesario que se rompa aquel fantasma, aquella forma ‘caduca de que hablaba Simmel, y que es para nosotros la estruc- tura capitalista burguesa”.* En esta linea, Romero define a Brujas como ejemplo maximo del tipo de “pasado peligroso” (el “nubarrén de las formas cum- plidas, de las estructuras finiquitadas, de los valores caducos") que gravita pesadamente sobre el presente. El gran dilema es que es Romero y su lugar en la historiograffa argentina, op it, hizo un agudo andlsis de exe texto, meneiona que éste reine fragmentos cxritos con anterioridad al viaje a ropa Istria’, op. et, p BI 26 La ctupap occmpeNTAL Jjustamente ese pasado, que “contradice la vida historica y el des- ‘ino humano”, aquello que el viajero “ama con fervor”. ¥ por es0 tiene que imponerse a si mismo ponerle fuego a la ciudad de sus amores para, mas nietzcheana que simmelianamente, poder “pa- sar de largo” de su efecto embriagante ~"jAy de esta gran ciudad! ‘Yo quisiera ver la columna de fuego que la reducira a cenizas", pa- rece repetir el joven Romero con Zarathustra.” Pero hay un plus en el vitalismo de nuestro autor, que se puede advertir en la interpretacién que dio de ese viaje tem- prano en su clase de Parfs, tres décadas mas tarde: ese ame- ricano que recorre fascinado las ruinas europeas sabe que en- carna lo nuevo que podra vivificarlas. La frase final de la cr6nica de Brujas, un verdadero t6pico de la época "nos ha to- cado una hora de juventud”-, gana una resonancia diferente en Ja “confrontacién” de una “perspectiva americana” que paradé- | jicamente asumi6 las conclusiones europeas sobre la “decaden- cia de Occidente” pero invirtiendo sis congécuencias para las turgs del Nuevo Mundo- En efecto, esta lectura de Brujas se- ingéomprensible sin la contracara del “mesianismo de Amé- rica” con que Alberto Gerchunoff retrataba el clima de época de los intelectuales portefios a comienzos de la década de 1930. Es lo que Romero explicita cuando dice haber alum- brado su completo proyecto de una historia de la cultura occi dental,ante el espectaculo decadente de la ciudad europea: la ia -todavia treinta afios después- de que aquel “mesia- nismo de América” le habfa dado no solamente la clave de lec- tura, sino sobre todo la fuerza para enfrentarse en condiciones tan adversas con la belleza y la profundidad intimidantes de ese objeto primero de deseo, luego de conocimiento. 11 Friedrich Nieusche, Del pasar de largo", en Ast hail Zarathustra (188391), Barcelona, Planeta, 1992, p. 203. 12 Alberto Gerchunof pale” (1981), Argentina, pas de 2 JOSE LUIS ROMERO: EL HISTORIADOR ¥ IA CIUDAD 27 ATLAS URBANO DE LA HISTORIA BURGUESA Las restantes crénicas de viaje que se publican aqui, escritas en 1970, son un medio inmejorable para evaluar el modo en que lo ha logrado. Un Romero ya completamente seguro de si organiza ahora su recorrido como un atlas del desarrollo de la ciudad eu- ropea, esto es, de la burguesia como sujeto histbricamente identi- ficado con la ciudad. Pero tomar a ésta como centro del relato ~ciertas ciudades cuidadosamente seleccionadas: nuevamente Brujas, Barcelona, Napoles, Praga, Londres y Nueva York- le per- mite a Romero exponer su proyecto global con mucha mayor ni- tidez.que en sus trabajos propiamente histéricos."* Porque la per- ‘manencia inconmovible de la “ciudad fisica” ~y el propio género de la crénica urbana~ parece volver inevitable lo que en otro con- texto podria convertirse en un gesto anacrénico: evaluar los diez siglos del ciclo histérico moderno de la ciudad burguesa a la luz de su presente. ‘Asi, Romero va a seleccionar con perspicacia los casos, de modo que cada ciudad ejemplifique un momento en la historia de la mentalidad burguesa, en una secuencia que pide leerse de co- ia dominante del gético en Brujas, convertida en ciudad-museo, le sirve para detenerse en el momento de apogeo de una burguesia que llegé a ser revolucionaria entre los siglos XII y XV; la lograda articulacién de la ciudad gética y la ciudad moder- nista en Barcelona le permite detenerse entre los siglos XVI y XVID, el paréntesis obligado de una burguesia poderosa antes y después, contenida entonces por el dominio de una monarquia centalizadora que nunca logré de todos modos someterla; la tre- menda escisién entre “las dos ciudades” en Napoles lo lleva a mos- trar el caso inverso, el de una burgues conciencia y la fuerza para desalojar a las viejas clases sefioriales de la direccién de la vida rural y urbana, y que en el siglo XVIII cris 1 Debe seialarse que, con una orientacén diferente, Omar Acha ‘también le ha dado tun lugar decisvo en su Ubro al andlss de esta serie de crbnieas,incorporando una de Roma; véase La toma Profunda. op ct 28 LA CIUDAD occIDENTAL *taliza la divisi6n tradicional entre la ciudad rica y la pobre; el con- traste igualmente fuerte pero tan diferente entre el castillo la ciu- dad baja en Praga le hace comprender una cultura burguesa tan las formas de vida y mentalidad que formé en la ciudad XV lograron perdurar a lo largo de los siguientes si- alos a pesar de haber sido sometida por el poder imperial desde el siglo XVII y por una revolucién social en el XX; los cambios radi- cales de estructura social y mental que experimenta Londres, por su parte, le srven para analizar el caso més exitoso de una menta- Jidad burguesa que logré ajustar cada ver la ciudad a su presente ms progresivo en los siglos XVIII y XIX, y que si a partir de la se- gunda posguerra debié aceptar el completo desmoronamiento de su sistema, fue para dejar paso a una flamante experimentacion de nuevos modos de vida; finalmente, Nueva York, donde la discre- pancia abismal entre la ciudad y la ciudad en movimiento entre el estilo y la elegancia de la ciudad fisica, que encontré su forma en el siglo Xa través del modernismo, y la agitacién con- fusa ¢ inhumana de la vida social lo guia a Romero en el retrato, ya.en puro presente, de la dureza aterradora de la metrépoli con- tempordnea, el caos social y la alienacién que produce la cultura de masas en la civilizacién tecnol6gica plenamente desarrollada. Por supuesto, es posible reconocer los temas de este atlas ur- bano en los panoramas mas generales que Romero nos brinda so- bre la ciudad occidental en las clases y cursos que componen los primeros capitulos de este libro. En particular, su division fanda- mental del ciclo moderno en tres tipos de ciudad ~gética, barroca ¢ industrial-, asociados estrechamente a los tres momentos de ex- pansién europea. La categoria de “ciudad gética” es la que en- marca el néicleo duro del experimento burgués en su forma mas que le responden acabadamente (orginica- 10s decir con la antropogeografia que esta en la base de muchas de esas hipétesis) y le permiten desarrollarse en nuevas modalidades de vida, de arte y de mentalidad. La “ciudad barroca” muestra, en cambio, el inicio de la decadencia de ese ex- perimento a partir del siglo XVI. {JOS LUIS ROMERO: EL HISTORIADOR ¥ LA CIUDAD 29) ‘Yjustamente porque “barroco” tiene una connotacién tan mar- cada, es importante sefialar que el proceso que le in ‘una integraci6n forzada a los nuevos sistemas de domi estado centralizado: el paso de la “ciudad libre” ~‘con su cultura .ente difundida y sus modos de asociaci6n relativamente ticos"—a la “ciudad absoluta” —“unos cuantos centros que crecian desmedidamente, dejando que las demés ciudades acepta- ran el estancamiento 0 se embrutecieran con gestos imttiles de imitaci6n servil’=, en términos de Lewis Mumford, un autor im- portante para Romero, que en este tema utiliza una estructura ar- orfa que se carga de la impugnacién moral tipica del moder | nismo estético contra la ausencia de autenticidad-. Romero no se muestra, en cambio, interesado en la transforma- cién que supuso la nueva concepcién geométrico-espacial de los siglos “barrocos" en el ordenamiento a gran escala de la ciudad y el territorio, un tema tradicional de la historia urbana que conti- néia Mumford y con el cual ~aunque con instrumentos conceptua les completamente diversos- Foucault daria su visién hoy cané- nica de una “edad clisica” que produjo un giro decisivo dentro de Ja moderniad,visign con especial impacto en los abordajes de la ia geografia urbanas. “Barroco” resume para Romero, ijimos, la nueva instancia de dominio territorial-estatalna- ional que se despliega en Europa, compite con las ciudades, les quita su autonomia y vuelve a colocar el centro de la vida econé- mica en la produccién que se realiza fuera de ellas. Es, as modo, una refeudalizacién de la cultira europea, aunque no pueda pen- 14 Vease Lens Mumford, La cudad os a hiseria (1950), Buenos Aces, ‘exe Iibro no legan a media docena). 30 LA CIUDAD OCCIDENTAL, sarse de ningtin modo como un simple retroceso, ya que para Ro- ‘mero la historia avanza en esos entrelazamientos curiosos que in- evitablemente producen situaciones siempre cambiantes. Yrespecto de las ciudades propiamente dichas, con el término “barroco” Romero designa una cadena asociativa que se concen- tra en la figura clave de escisidn: se escinden las ciudades entre las favorecidas por el poder real (especialmente las ciudadescortes) y las que no lo estén; se escinden las sociedades entre una nueva aristocracia (formada por una mezcla de tradiciones seftoriales y gas que las abren a barrios flamantes y jardines espectaculares, y Jos viejos centros historicos que se tugurizan. Es el triunfo de una sociedad y una ciudad dual, en la que queda excluida ~por de- rota o defeccién- la “capa social fluida y cambiante que origina el desarrollo de una burguesia vigorosa”, como dice Romero des- cribiendo el caso de Napoles. Justamente, la comparacién entre las cr6nicas de Napoles y Bar- celona permite notar que entre la “ciudad gética”y la “barroca” se juega para Romero un entero sistema de valores. Por una parte, el panorama degradado de violentos contrastes sociales y urbanos de Napoles, con su burguesia frustrada y escapista que condena a Jas clases populares, idealizadas en un folclore melancélico, a mantenerse dentro de los esquemas serviles del mundo feudal (y la ejemplificacién de las “dos ciudades” napolitanas nuestra hasta qué punto el modelo de “ciudad barroca” de Romero va a sobre- volar toda su historia latinoamericana como un término de refe- rencia ineludible). Frente a ella, Barcelona no aparece como una ciudad escindida, sino productivamente conflictiva (s6lo “aparen- temente heterogénea”), una ciudad que articula arménicamente sus “antinomias” gracias a la pujanza de una burguesia que des. ppleg6 todas sus posibilidades en los afios heroicos del desarrollo mercantil, y que por ni ante el poder real de los siglos. barrocos, tuvo su segunda oportunidad de despegue con la revo- lucién industrial. Barcelona terminé favorecida por el desdén real que la privé del barroco, y por eso su segundo apogeo como cit dad industrial pudo manifestarse en una convivencia enriquece- {JOSE LUIS ROMERO: EL HISTORIADOR Y LA CIUDAD 51 dora entre la vieja ciudad medieval el novisimo Ensanche, armo- nia expresada paradigmaticamente, para Romero, en la obra de Gaudi, cuya originalidad reside en que logra adensar el moder nismo alimenténdolo sin mediaciones en su raiz gética. ‘Hemos llegado con Barcelona la tercera etapa de la ciudad en la modernidad segtin Romero, la “industrial”, Pero antes de abor- darla, conviene detenerse en una expresién recurrente en estas, cr6nicas urbanas, muy significativa del modo en que Romero con- cibe el ciclo de desarrollo de la mentalidad burguesa: frustracin, Es una expresién que usa abundantemente en las primeras cuatro crénicas: en el caso de Barcelona, se trata de una frustracion pasa- Jjera (y que, como vimos, pagaré a futuro buenos dividendos); en los de Brujas y Praga, de una frustracién mayor, aunque impuesta desde afuera por la naturaleza o el dominio imperial-; yen el de ‘Napoles, de una frustracién permanente autoimpuesta por defec- cién. Pero en todos los casos muestra la firme creencia de Ro- mero en un deber histori de la burguesfa, no tanto como clase econémica-a la manera marxista-, sino como mentalidad y estilo de vida. Porque se frustra—completa o pasajeramente-lo que esté destinado a desplegarse. Yla sociedad moderna en su conjunto esta a tal punto comprometida en ese despliegue, que de su mayor 0 menor realizaci6n también depende la suerte de los sectores sub- alternos (porque siguiendo las crénicas de Romero se advierte que el surgimiento de un movimiento obrero poderoso y cons- ciente en la Barcelona industrial esta en directa proporcién con el vigor de su burguesia, mientras en Népoles se padece la propor ci6n inversa). Pero sino es novedoso en Romero este papel hist6- rico asignado a la burgues papel que se desenvuelve entre crisisy revoluciones desde el siglo XI hasta la €poca de su crisis de- finitiva, en la primera posguerra mundial), vale la pena sefialar al- gunos detalles llamativos. En primer lugar, la cuesti6n del legado de esta mentalidad. En Praga, por ejemplo: una ciudad en Ia que la cultura burguesa atra- vves6 toda una serie de ricas vicisitudes que le otorgaron una com- pleja combinacién de refinamiento y frustracién ~percibida de ‘modo ejemplar en Kafka-, y que en el momento en que creyé que habia logrado emanciparse, después de la Primera Guerra Mun- 32 LA CIUDAD OCCIDENTAL dial, cayé victima de una revolucién social que la desalojé de su lugar rector y buscé disolverla. Aqui Romero parece distante de sus escritos tempranos sobre la crisis de la mentalidad burguesa “que no era otra cosa que la de Occidente mismo-. Porque la “tragedia de la cultura” implicita en aquellas interpretaciones de la crisis significaba reconocer -en oposicién a las convicciones evolucionistas- que esa mentalidad ya no tenia un legado vitl para Jos nuevas tiempos. En cambio, en su cronica sobre Praga, por ejemplo, Romero propone la “herencia” de las formas de vida y mentalidad burguesas como modelo vigente para “las clases en as- ‘censo dela nueva sociedad”. ¥i esta conclusion podria vincularse ala poca fe que Romero albergaba en que de aquella revolucion surgieran aut6nomas las formas de vida y mentalidad superadoras de las burguesas, es indudable que ella revierte ahora sobre su propio diagnéstico del futuro mismo de la ciudad moderna. LAS DOS CARASDE LA CIUDAD CONTEMPORANEA Pero quizds podamos tener una aproximacién més clara a ese Giagnéstico a través de las dos crénicas en las que se abordan mas francamente los tiempos contemporaneos, las de Londres y Nueva York, dos ciudades con casi nada en comin para Romero, [pero que coinciden en ser las ‘inicas a las que no encuentra apro- piado aplicarles en ninguna de sus etapas hist6ricas el término “frustrad6n”. Las dos aparecen, en efecto, como ciudades realiza- on.esa afortunada sincronia sx logr6 ser la capital indiscu- ran Ticendio-de 1666 que destruyé casi toda la ia ciudad en el Jo que dejaron las dos revoluciones inglesas= s€ mostr6 complétamente adecuado para representar la exp! ideales burgueses que significé la ex Pero-luego de esa aparente consumacién, Londres consiguié un esplendor ain mayor en la época victoriana, gracias a que se apli- caron a ultranza las transformaciones de la revolucién industrial {JOSE LUIS ROMERO: FI. HISTORIADOR ¥ LA CIUDAD 33 que lo convirtieron-en la~‘capital del progreso”. ¥ si con Barce- Jona habjamos legado a la etapa de la “ciudad industrial”, es evi- dente que Londres representa su version més perfeécta._ Se tata de unit etapa que, en el relato dé Romero, supone dos ‘grandes triunfos para la ciudad: su conversi6n, por primera vez en. la historia, en centro de produccién, y la recuperacién de su auto- nomia, con el surgimiento de culturas urbanas que tacar su personalidad sobre los contornos nacionales. siasmo con que se habia mostrado la Megada de Barcelona a su etapa industrial (“el viejo esplendor de la ciudad se reavivé"), ‘ejemplo para Romero de una recuperacién generalizada de las ciudades y las burguesfas del Mediterraneo Occidental, se poten- cia en el caso de Londres, donde el progreso técnico no sélo ha permitido “la canalizaci6n de los conflictos sociales”, sino que im- plicé una experimentacién exitosa de todas las nuevas necesida- des de una metrépoli, configurando asi un “modelo del mundo moderno” Es una Londres portentosa en su avance moderniza dor, no oscurecida, més alla de una mencién casi ritual al Oliver ‘Twist, por ninguna sombra dickensiana menos que menos, en- gelsiana- Como interpretar este tono celebratori dustrial que encuentra su apoteosis en Londres? Por una p: fen textos como El ciclo dela revolucion contempordnea Romero habia colocado Ia revolucién industrial mas que como punto maximo del ascenso triunfal del capitalismo, como impulso de la concien- cia revolucionaria frente a una cultura burguesa que se volvia in- evitablemente reaccionaria (los males de la revotucién industrial, aque en ese caso eran puntualmente inventariados, quedaban en todo caso relevados por sus efectos revulsivos en los sectores con- testatarios). Ahora no se apela a aquella dialéctica entre la con- ciencia burguesa y la revolucionaria, Jos avances industriales queda en dor cena. Ysi tomamos en cuenta que se trata de una crénica urbana, 15 Vease Et ciclo de a vevolucn contomporna, op. ct, especialmente el capitulo I, “Dos enemigos frente a frente” 34 LA CIUDAD occIDENTAL ‘sa visién parece mas significativa, ya que todos los motivos te6ri- ‘cos que formaron el interés de Romero en la ciudad -en los am- plios recortidos que levan del pensamiento social clisico a la Es- cuela de Chicago y de la antropogeografia a Mumford- han nacido, como se sabe, de la critica a la ciudad industrial, texto de casi todas las proposiciones sociol6gicas relatvas a I des xganizaéi6n, la alienacién y el aislamiento mental” en términos de Robert Nisbet, y emblema de la contradicti6n insalvable entre la racionalidad instrumental del capitalismo y las necesidades de racionalizacién del ambiente humano para favorecer el desarrollo social." Es cierto que ya en el joven Romero aparecia, por inter- medio de Franz Werfet, una mirada bastante confiada sobre la “tecnificaci6n’, a través de la que se lograrfa la amy cio, “madre del espiritu’, posicién que acompaiiaré siempre con un optimismo ciertamente progresista respecto de los alcances materiales de la exp: no es en su cardcter industrial donde Romero apoya las descon- fianzas en la ciudad contempordnea, sino en su cardcter masifi cado. Por supuesto que éste ya habia nacido como problema social y sociolégico con la “ciudad industrial’, pero en este punto Romero ejemplifica muy ie 6 tante sector del progresismo a medida que avanzaba el siglo XX, desde la critica de la ciudad industrial a la critica de la ciudad de masas, Un desplazamiento, mas que un cambio, porque se acom- paiio basicamente del mismo corpus de ideas sobre la “crisis de Occidente” que se habia formulado en el perfodo de entregue- ras. En efecto, Romero actualiza la nocién de alienacién con la figura de la “muchedumbre solitaria”, como una encarnacién més ajustada a la nueva condicién metropolitana de la segunda pos guerra, pero apegado a i ‘miento social clésico, mientras que no hay rastros de otros tipos Formac del pensamientosociligic (968), Buenos ‘JOSE LUIS ROMERO: EL HISTORIADOR Y LA CIUDAD 35, dle enfoques sobre la ciudad de masas, como podria ser por ejem- plo la critica de la industria cultural ala manera de la Escuela de kfurt, por nombrar s6lo alguna de ls nuevas aproximaciones jes hacia tiempo. Es un desplazamiento que mantiene la edad modernista del progresismo frente a la ciudad, dis, tancidndose del humor abiertamente antiurbano que ya en la se. sgunda mitad de la década de 1960 se desenvolvia en tres andaive Tes ideologicos, el de la tradicional critica reaccionaria ala ciudad, | el de las flamantes pricticas contraculturales y el de la nueva iz-, quierda tercermundista. ie Es Nueva York, finalmente, descripta como un verdadero ii fierno (0 al menos como una tipica realizacion faustica: “nadie puede escapar a cierta sensacién de pavor frente a esta creacion ddesmesurada y casi diabélica de la eivilzaci6n industrial), la ciu- dad elegida por Romero para exponer su vision de la ciudad de rmasas. Como en la primera crénica de Brujas, 2 fala que “el orden que reside en el aparato fisico di se correspande con ¢ ¥ fc la vida", pero las razones para que esto ocurra son exactamerite las opuestas: Nueva York ha logrado rea- lizar una forma nueva, adecuada a su condicién de metrépoli in- dustrial, pero su contenido todavia es caético. Y no puede dejar de lamar Ja atencién el contraste que traza Romero en Nueva York entre la “ciudad fisica’, ordenada y con estilo (la forma mas bella y creativa que ha logrado la civilizacién industrial), y el caos agresivo de la vida social. Porque justamente la estructura fisica de esa ciudad, a través de su producto emblematico, el rascacielos, ha sido interpretada numerosas veces como el resultado mas directo italista: la anarquia completa en la tercera dimension disentir con Romero en que Nueva York haya logrado un estilo, gracias a ese caos, o a pesar de él-. Pero el caos que le interesa a Romero es tan otro, que la competencia dualista entre los rascacielos le parece un remanso de orden. Fs el ico, de los servicios que no dan abasto, de una yuxta- jaly racial amenazante que no parece que vaya a cua- “Quizis no haya ciudad més dura’, subraya. Yes que la masifi- ‘cacién no deja resquicio: si las clases medias son sus victimas predilectas, las elites no pueden tampoco escaparse de ella (por- caos del 36 LA civpap occrpentaL que, en definitiva, convirtiéndose en una cdrcel para todos por igual, la metr6poli realiza el aspecto més anémico del pronéstico orteguiano sobre la era de masas)." Confusién inhumana, obstruccién de las funciones mfnimas para la buena marcha social, congestién ¢ insahuibridad: Romero ‘parece compartir punto a punto el diagnéstico catastrofista sobre las grandes metrépolis que venia divulgando el urbanismo moder- nista de entreguerras. Pero los arquitectos y urbanistas aplicaban ese diagnéstico por igual a todas las grandes metr6polis; qué es To que lleva al historiador social de la ciudad que es Romero a tra- zar semblanzas tan contrastantes entre Londres y Nueva York? Porque no cabe duda de que su crénica de Londres es franca- mente simpética con “los ritmos de la nueva vida” que legaron para renovarla, aunque todos ellos también sean producto de la cultura popular y masiva: rock'n roll Beatles, hippies, Asimismo, se- rfa imaginable una mirada tan critica como la que Romero le des- tina a Nueva York sobre los modos en que la Londres masificada recibja contingentés de las ex colonias, sobre la alienacién cultu- ral o el ritmo frenético de su movimiento incesante, que se agrava por un trazado urbano bastante menos adecuado que el de Nueva ‘York para las necesidades del trafico. Sin embargo, mientras que ¢l presente londinense abre un amplio margen al optimismo de Romero (una ciudad “destinada” a elaborar nuevos modos de vida), la apuesta por el futuro de Nueva York ("ser un caos erea- dor") parece perdida de antemano. Es que si Londres parece estar superando exitosamente la crisis del sistema burgués, Nueva York es el producto més directo de ella. ‘de Romero sobre la crisis de las relaciones entre elites cepirtuales y multitudes urbanas, {JOSE LUIS ROMERO: EL HISTORIADOR ¥ 14 CIUDAD 97 La raz6n surge cristalina en estas cr6nicas: mientras que Londres ha amasado con los siglos una cultura burguesa cohesionada y cohe- rente, Nueva York carece de raices. Y aunque Romero no roza si- quiera el desprecio por el neoyorquino tipico de cierta tradicion cul- tural argentina (la vision del americano mistico que habfan dado un Cané o un Groussac), es claro que su disgusto por la forma especifica que asume la masificacién en esa ciudad se asienta en un diagnéstico similar sobre la escasa densidad cultural de sus clases dirigentes (so- bre Ja escasa posibilidad de que all incluso surja una cultura). En de- finitiva, como ya notamos en la crénica sobre Praga, es el méximo desarrollo de la cultura burguesa lo tinico que permite albergar

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