EI mensaje
Al principio, cuando la muchacha dijo que sentia angus
al muchacho se sorprendié tanto que enrojecié y cambi répi-
Sumente de asunto para disimular el aceleramiento del corazén
Pero hacia mucho tiempo ~desde que eta joven- que él habia
dgjado atrés audazmente el simplismo infantil de hablar de los
scontecimientos en términos de «coincidencia». O mejor dicho
“eolucionando mucho y no creyendo nunca més- consideraba
hr expresién «coincidencia> como un nuevo juego de palabras y
un renovado engaiio,
‘Asi, engullida emocionalmente la alegria involuntaria que la
verdaderamente asombrosa coincidencia de sentir también ella
angustia le habia provocado, él se vio hablando con ella de su
propia angustia, y justo con una muchacha, él que de corazén de
inujer s6lo habfa recibido el beso de su madre.
Se vio conversando con ella, escondiendo con sequedad la
admiracién de poder hablar al fin sobre cosas que realmente
importaban; y justo con una muchacha. Conversaban también
sobre libros, apenas podian esconder la urgencia que tenian de
poner al dia todo aquello que nunca habfan hablado antes. In-
cluso asi, ciertas palabras jamas eran pronunciadas entre ambos.
Esta vez no porque la expresién fuese més una trampa de la que
los otros disponen para engafiar a los muchachos. Sino por ver-
giienza. Porqué él no tendrfa el coraje de decirlo todo, aunque
ella, por sentir angustia, fuese persona de confianza. Ni de mi-
sién hablaria jamés, aun cuando esa expresiOn tan perfecta, que
167‘ decirlo, habia creado, le ardiese en la boca, ANSiOsa poy
i, por asi
set eae el hecho de que ella también suftierg habig
“ado Ja manera de tratar a una muchacha, Confiriéndole
simplificado la ai Elempez6 a tratarla como camarada
un cariter mit abién empezé a ostentar con aureolada modest
sc angus, como Un AVEO sexo. Hibridos an gah
1 rer ea un modo personal de caminar, y.sin‘geast md
Sigal defntv, cada dia copiando ls apuntes de go>
a ccait Ribose buseabany icieragt noo
coals que otra vez él todavia senta aquelaincredls
erases delijeoinadeaca: fen Grigtaal Babertemseaes
rare que hablaba su lengua. Toes a peso concordaron,
Basa qr el er como en una sefal -Psé aye umm
tarde>, y él sabja con austeridad que ella sufria como él sufria,
Hahicrieza, orl y audacia entreambos.
Hats que tain la plaraangutia fu secéndss, mop.
trando cémo el lenguajehablado mentia, (Elles querian eceche
spin ia) La palabra angustia comenzé a tomar aquel ton que
los oos saban, y comenz a ser un motivo de leve howls}
entre ambos. Cuando él sua, le parecfa una indserecion que
cl hablra de angus. «Yo ya super esta palabra», dl siemine
superaba todo antes que ella, s6lo después era cuando la mucha-
cha lo alcanzaba.
Y poco a poco ella se cansé de ser a los ojos de él la tinica mu-
jer angustiada. A pesar de conferitle es
clla también estaba alerta a esa clase de equivocos. Porque am-
bos querian, por encima de todo, ser anténticos Ella, por ejem-
Plo, no queria errores ni siquiera a su favor queria la verdad,
Poorer due fuese. Més atin, a veces tanto mejor si fuese . Sobre todo la muchacha ya habia comenzado a
‘0 un cardcter intelectual,pero, naturalment, estaba la confusisn, la fata de pos
dud de exliacin, y eso signficaba tiempo que iba eee
fcluso meSeS- .
Y apesar de que la hostildad entre ambos se volvia grad
Bos no podlian impedir el buscarse. ¥es0 porque sien kann
gelosorros es resultaba una injura quelosIlamaran jévence oe
treambos «ser joven» era cl mutuo secreto, y la mismadesnron
iremediable. No podian dejar de buscarse porque, aunqec har
tes ~con el repudio que seres de sexo diferente tienen-cua ty
no se desean-, aunque hostiles, creian en la sinceridad que ead
uno tenfa, versus la gran mentira ajena. El corazén ofendido de
ambos no perdonaba la mentira ajena. Eran sinceros. Y. por na
set mezquinos, pasaban por alto el hecho de tener matha fa.
Gilidad para mentir, como si lo que realmente importase fuera
tan s6lo la sinceridad de la imaginacién. Ast continuaron bus.
cindose, Vagamente orgullosos de ser diferentes de los otvos, tan
diferentes hasta el punto de ni siquiera amarse. Aquellos otros
ue nada hacian sino vivir. Vagamente conscientes de que habia
algo de falso en sus relaciones. Como si fueran homosexuales de
sexo opuesto, ¢ imposibilitados de unir, en una sola, la desgracia
de cada uno. Tan sdlo concordaban en el tinico punto que los
unia: el error que habia en el mundo y la técita certeza de que
sillos no lo salvaran serfan traidores. En cuanto al amor, no se
amaban, era evidente, Ella hasta le habja hablado ya de una pa-
sin que habia tenido recientemente por un maestro. El llegé a
decitle -ya que ella era como tun hombre para él, Ileg6 incluso
a decirle, con una frialdad que inesperadamente se habia roto
en un horrible latir de corazén, que un muchacho esta obliga-
do a resolver «ciertos problemas» si quiere tener la cabeza libre
para pensar. El tenia diecistis afios, y ella, diecisiete. Que él, con
severidad, resolvia de vez en cuando ciertos problemas, ni su
padre lo sabia,
El hecho es que, habiéndose encontrado una ver. en la parte se-
creta de ellos mismos, habfan desembocado en la tentacién y en la
esperanza de llegar un dia a lo maximo. ¢Qué maximo?
{Qué ¢s, finalmente, lo que querfan? No lo sabfan, y se usa-
169quien se agarra de rocas menores hasta poder trepar
ia dificil y la imposible; se usaban para ejereiaes
se usaban impacientes, ensayando uno con e|
or Trmodo de agitar as alas para que finalmente ~cada ung
oslo y libre pudiera dar el gran vuelo soitario que tambien ig.
se rearfa el adi6s de uno al otro. za es0? Se necestaban tem
poralmente,inritados por ser el otro torpe, culpando uno al org
sor rener experiencia, Fracasaban en cada encuentro, como si
sn una cama se desilusionaran. Qué es Io que, al fin, querian?
Querfan aprender. Aprender qué? Eran unos torpes. Oh, no
podrian decir que eran desgraciados, sin tener vergtienza, por-
que sabian que existen los que pasan hambre; comfan con ham-
bre y vergilenza. gDesgraciados? ¢Como?, si en verdad tocaban,
sin ningin motivo, un extremo tal de felicidad, como si el mun-
do fuera sacudido y de ese érbol inmenso cayesen mil frutos.
{Desgraciados?, si eran cuerpos con sangre como una flor al sol
{Cémo?, si estaban para siempre sobre las propias piernas dé-
biles, perturbados, libres, milagrosamente de pie, las piernas de
ella depiladas, las de él indecisas pero terminadas en zapatos del
iimero 44. ¢Cémo podrian jamés ser desgraciados seres asi?
Eran muy desgraciados. Se buscaban cansados, expectantes,
forzando una continuacién de la comprensién inicial y casual
que nunca se habia repetido, y sin siquiera amarse. El ideal los
sofocaba, el tiempo pasaba intitil, a urgencia los llamaba; no sa~
bian hacia d6nde caminaban, y el camino los llamaba. Uno pedia
mucho del otro, pero es que ambos tenjan la misma carencia,
y jamés buscarfan un compafiero més viejo que les ensefiara,
Porque no eran locos como para entregarse sin més ni menos al
mundo hecho.
Un modo posil ae
man oc En veel oa So ttle que ellos nonea =
tant? Seria encontratse cuando, por eeinediogrer oe aetna
» Por coincidencia, cayese una
¢O tal vez, mientras tomaban
mpo la cara de una mujer que
ban como
s6lo la mayor,
en la iniciacion;
lluvia repentina sobre Ja ciudad?
tun tefresco, mirasen al mismo tie
Pasa por la calle? 20 incluso sejementos dominicales de los diarios. Poesfa e
Pie viejos. ¥ la desconfianza de ambos era
males, en 10s que el instintoavisa: que un dia seran cence
fllos ya habfan sido demasiado engaiiados como para pode,
ya exet. Y, Pata cazarlos, habria sido neces mene
Me eauels, mucho olfato y mucha labia, y un cariho ad oe
cquteloso un carifio que no los ofendiera~ Para, tomandolos
Sesprevenidos, poder capturarlos en la red. Y, con mnie eaute
Iain para no despertarlos, llevarlos astutamente al mundo da
igs envciados, al mundo ya creados pues és era el papel de los
adultos y de los espias. De tan largamente engaitados, vanidec
sos de la propia amargura, sentian repugnancia por las palabras
sobre todo cuando una palabra -como poesia~era tan hibil que
tasi la exptesaba, y ahi entonces es como justamente mosira
ba qué poco expresaba. Ambos tenian, en verdad, repugnancia
por la mayorfa de las palabras, lo que distaba de facilitates una
comunicacién, ya que ellos todavia no habjan inventado pala-
bras mejores: se desentendian constantemente, obstinados rivales.
Poesia? Oh, c6mo la detestaban! Como si fuese sexo. También
les parecta que /os otros querian cazatlos no para el sexo, sino
para la normalidad. Eran temerosos, cientificos, exhaustos de
experiencia. De la palabra experiencia, si, hablaban sin pudor y
sin explicarla: incluso la expresién iba variando siempre de sig-
nificado. Experiencia a veces también se confundfa con mensaje,
Usaban ambas palabras sin profundizar mucho en su sentido.
Por otra parte, no profundizaban nada, como si no hubie-
ra tiempo, como si existiesen demasiadas cosas sobre las cuales
intercambiar ideas. No advertfan que no intercambiaban ningu-
naidea.
Bueno, pero no era tan s6lo eso, y ni asi, con esa simplicidad.
No era tan sdlo eso: en ese interin el tiempo iba pasando, confu-
s0, vasto, entrecortado, y el corazén del tiempo era el sobresalto
y existfa aquel odio contra el mundo que nadie les diria que era
amor desesperado y era piedad, y habia en ellos la escéptica sabi-
duria de viejos chinos, sabiduria que de pronto podia romperse
denunciando dos rostros que se consternaban porque ellos no
sabfan cémo sentarse con naturalidad en una heladeria: todo se
ra la palabra de los
enorme, como de
widenunciando de repente a dos impostores, EL
tiempo iba pasando, no se Peano idea, y nung
nunca se comprendian con la pe mi ie Primera vez en
gue ella dijo que sentia angustia y, milagrosamente, él ambien
Haba dicho que a sent, y se habia concertado el pacto hors,
ble. ¥ nunca, nunca sucedia algo que rematara la ceguera con que
extendian las manos y que los Preparase para el destino que los
esperaba impaciente, y los hiciera al fin decir adiés para siempre,
Tal vez estuvieran tan preparados para soltarse uno del oto
como una gota de agua a punto de caer, ytan slo esperasen algo
que simbolizara la plenitud de la angustia para poderse separar,
Tal vez, maduros como una gota de agua, hubiesen provocado ¢]
acontecimiento del cual hablaré.
El vago acontecimiento en torno de la casa vieja s6lo existié
porque ellos estaban preparados para eso. Se trataba tan sélo de
una casa vieja y vacia. Pero ellos tenfan una vida pobre y ansiosa,
como si nunca fueran a envejecer, como si nada jamis les fuese
a ocurrir, y entonces la casa se convirtié en un acontecimiento,
Habian regresado de la iiltima clase del periodo escolar. Habjan
tomado el autobiis, habfan bajado, ¢ iban caminando. Como
siempre, caminaban entre répidos y sueltos, y de repente, despa-
cio, sin acertar jams el paso, inquietos en cuanto a la presencia
del otro. Era un mal dia para ambos, vispera de vacaciones. La
tltima clase los dejaba sin futuro y sin amarras, cada uno despre-
ciando lo que en cada casa las familias de ambos les aseguraban
como futuro y amor e incomprensién, Sin un dia siguiente y sin
amarras, estaban peor que nunca, mudos, de ojos abiertos.
Esa tarde la muchacha estaba con los dientes apretados, mi-
rando todo con rencor o ardor, como si buscara en el viento, en
el polvo y en la propia extrema pobreza de alma una provoca-
cién més para la célera.
Y el muchacho, en aquella calle de la cual ni sabfan el nom-
bre, el muchacho Poco tenja del hombre de la Creacién. El dia
estaba palido, y el chico mas Pilido todavia, involuntariamen-
te muchacho, al viento, obligado a vivir. Estaba, sin embargo,
sterno ¢ indeciso, como si cualquier dolor sélo lo hiciera més
Joven todavia, al contrario de ella, que estaba agresiva. Infor-
rompia entonces,
172a
|
snes como eran, todo les era posible, incluso a veces per
pan ks cuslidades: ella se volvia como un homb gee
dulzura casi despreciable de mujer. Varias veces leasi sehr
despedido, pero, impreciso y vacio como estaba, no sibs
hacer cuando volviese a casa, como si el fin de las claves lan,
biera cortado el ultimo eslabdn. Continué, pues, mudo deta
de ella, siguiéndola con la docilidad del desamparo, Taa vel,
un séptimo sentido de minima atencién al mundo lo mante.
ria, igindolo en oscura promesa al dia siguiente, No, los dos
no eran propiamente neurdticos y ~a pesar de lo que pensaban
tno del otro vengativamente en fos momentos de mal content,
dahostilidad~ parece que el psicoansliss nolo resolveria totale
mente. O tal vez lo resolviese.
Era una de las calles que desembocan frente al cementerio de
San Juan Bautista, con polvo seco, piedras sueltas y negros para-
dos ala puerta de los bares.
Los dos caminaban por la acera llena de agujeros que de tan
estrecha apenas cabian. Ella hizo un movimiento él pens6 que
ellaibaaatravesar la calley dio un paso para seguirla- ellase vol-
vid sin saber de qué lado estaba él, él retrocedié buscandola. En
aquel minimo instante en que se buscaron inquietos, se dieron
vuelta al mismo tiempo de espaldas alos autobuses,y se queda-
ron de pie frente ala casa, teniendo atin la busqueda en el rostro.
Tal vez todo hubiese venido de que ellos estaban con la buis-
queda en el rostro. O tal vez del hecho de que la casa estuviera
disestamente apoyada en la acera'y.quedara tan ccercays Apends
tenfan espacio para mirarla, apretados como estaban en la acera
estrecha, entre el movimiento amenazador de los autobuses y
la inmovilidad absolutamente serena de la casa. No, no era por
bombardeo; pero era una casa destruida, como dirfa un chico.
Era grande, ancha y alta como las casas de dos plantas del Rio
antiguo. Una gran casa enraizada.
Con una indagacién mucho més grande que la pregunta que
tenfan en el rostro, se habjan vuelto incautelosamente’ al mismo
tiempo, y la casa estaba tan cerca como si, saliendo de la nada, les
> Neologismo de la autora en el original. (N. del 7.)
173dua los ojos como una sibita pared. Det,
fs a fete a esa no habia manera de ina
eS earocedieranserian alcanzados por los autoby,
aes ‘chocarian con la monstruosa casa. Habjan sidg =
fuese arroja S de ellos
tarads. ara alta y, de cerca no podian mirarla sn tener gue
Jmente la cabeza, lo que los hizo de pronto
formé la casa en mansién. Era como si jams
ra estado tan cerca de ellos. La casa debia habe.
Y cualquiera que fuese el color primitive
ari as éatas ran ahora tan s6lo vias y S6idas. Empeaye,
jiecidos, abrieron los ojos asombrados: la casa era angustiadg
La casa era angustia y calma. Como ninguna palabra lo habia
sido, Era una construcci6n que pesaba en el pecho de los dosj
sees Una casa de altos como quien lleva la mano ala gargant,
Quien, zquién la habia construido,levantando aquell feldad
‘ado vacto, entregadnos al Futuro, Ellos querian ser hjos, Pero
no de ese endurecido armaz6n fatal, no comprendian su pasa.
do: joht,libradnos del pasado, dejadnos eumplir nuestro duro
aber. Pues no era la Hbertad lo:que los dos quertan, més bien
guerian ser convencidos y subyugados y conducidos; pero ten-
deBique sea\porlalgoudd poderosyiqueteligrantpodesiquellts
lata enel pecho.
Ja-muchliehsidesvi6ssibisimente alicosrfo,cjeun feliz que
soy; tan infelinque firsiempres las clases terminaron, todo ter=
mnia6lsporquetemsivaviden eialiigriratcon:dina infancin‘queha-
bia sido probablemente alegre-Lia muchicha sibitamente desvi6
elrostfo con una especie de grutido.
Enicuanto alimuchacho; répidamiente se'sumergiaven lavie
guedad como sise fuera quedando sin-un pensamiento: Eso tam-
ign era resultado de la luz de la tarde: era una luz livida y sin
hora. El rostro del muchacho estaba verdoso y calmo, y ahora él
no tenia ninguna ayuda de ls palabras de los otros: exactamente
fomo con temeridad habia aspirado un dia a conseguirlo, Sélo
que no conté con la miseria que habia en no poder expresarlo,
Verdes y asqueados, ellos no sabrfan expresarlo. La casa sim-
bolizaba algo que jams podrian alcanzar, incluso con toda una
vida de biisqueda de una expresién. Buscar la expresi6n, aunque
fuese una vida entera, seria en si una diversiOn, amarga y perple-
ja, pero diversion, y seria una divergencia que poco a poco los
alejaria de la peligrosa verdad, y los salvaria. Justamente a ellos
Ge, en la deseoperada destreza para sobrevivi, ya habfan inven
1754 ellos mismos un futuro: ambos iban a ser escrtores,
“eterminaci6n tan obstinada como si expresar el ai”
fa suprimiera finalmente. Y si no i" soledad del ort odo de
aber solamente que se miente ¢ fa Tn Pio oraz,
Mientras que con la casa del pasado no podin gs. Aor
ss pequetos ue el, les pareia gus babi an sl ga
ser j6venes y dolorosos y a dar el mensaje. Ahora, asombrados,
al fin, tenfan lo que habian peligrosa ¢ imprudentemente pedidg,
ran dos jovenes realmente perdidos. Como dirfan las persona,
mis viejas: «Estaban teniendo lo que bien se merecfan>. Y gaa
tan culpables como chicos culpables, tan culpables como son ing.
centes los criminales. Ah, si todavia pudieran apaciguar el mund,
exacerbado por ellos, asegurindole: «jEstdbamos tan slo jugan,
dol, jsomos dos impostores!>. Pero era tarde. «Rindete sin cond
ciones y haz-de ti una parte de mi que soy el pasado», les devia
vida futura. Y, por Dios, zen nombre de qué podria alguien exigir
que tuviesen esperanza en que el futuro seria de ellos, zquien,
pero gquin se interesaba en esclarecerles el misterio, y sin men”
tir?, ghabfa acaso alguien trabajando en ese sentido? Esta ver em
mudecidos como estaban, ni se les ocurriria acusar a la sociedad,
La muchacha stibitamente habia vuelto el rostro con un gru-
ido, una especie de sollozo 0 tos.
«Lloriquear en esta hora es muy de mujer», pensé él desde
el fondo de su perdicidn, sin saber lo que queria decir con cesta
hora». Pero ésta fue la primera solidez que encontré para s{mis.
mo. Aferréndose a esa primera tabla, pudo volver tambaleante
ala superficie, y como siempre antes que la muchacha. Volvié
antes que ella, y vio una casa de pie con un cartel de «Se alquila,
Oyé el autobiis a sus espaldas, vio una casa vacia, y asu ldo
muchacha con un rostro enfermizo, tratando de esconderlo del
hombre ya despierto: ella trataba por algtin motivo de oculta
cara,
Todavia vacilante, él esperé con delicadeza que ella se recom-
pusiera. Esperé vacilante, si, pero hombre. Delgado e irreme-
diablemente joven, si, pero hombre. Un cuerpo de hombre era
'a solidez. que lo recuperaba siempre. Con frecuencia, cuando
necesitaba mucho, se volvia un hombre. Entonces, con mano in-
tado par
con una
176
2 ast-
segura, encendié sin naturalidad un cigarrillo, como si él fuese
Jos otros, socorriéndose con los gestos que la masonerfa de los
hombres le daba como apoyo y camino. ¢¥ ella?
Pero la muchacha salié de todo eso pintada con lépiz de la-
bios, con el colorete medio manchado, y adornada con un collar
azul, Plumas que un momento antes habian sido parte de una si
fuaci6n y de un futuro; pero ahora era como si ella no se hubiera
Javado el rostro antes de dormir y despertara con las marcas im-
piicas de una orgia anterior. Porque ella, frecuentemente, era
una mujer.
Con un cinismo reconfortante, el muchacho la miré con cu-
riosidad. Y vio que ella no pasaba de ser una muchacha,
Me quedo por aqui -le dijo entonces despidiéndose con al-
tivez, 6l que ni siquiera tenia hora fija para volver a casa y sentfa
enel bolsillo lallave de la puerta.
Se despidieron, y ellos, que nunca se apretaban las manos
porque serfa convencional, se apretaron las manos; porque ella,
con la torpeza de en tan mala hora tener senos y un collar, ella
habia extendido infelizmente la suya. El contacto de las dos ma-
nos hamedas palpandose sin amor turbé al muchacho como una
operacién vergonzosa: enrojeci6. ¥ ella, con lépiz de labios y
colorete, traté de disimular la propia desnudez adornada. Ella
no era nada, y se alejé como si mil ojos la siguieran, esquiva en
su humildad de tener una condicién.
Viéndola alejarse, él la examiné incrédulo, con un interés di-
vertido: «Sera posible que la mujer pueda realmente saber qué
es angustia?». Y la duda hizo que se sintiera muy fuerte. «No,
para lo que la mujer en realidad servia era para otra cosa, eso
no se podia negar.» Y era un amigo lo que él necesitaba. Si, un
amigo leal. Se sintié entonces limpio y franco, sin nada que ¢s-
conder, leal como un hombre. De cualquier temblor de tierra,
4 salia con un movimiento libre hacia adelante, con la misma
orgullosa inconsecuencia que hace al caballo relinchar. Mien-
tras que ella salié bordeando la pared como una intrusa, ya casi
madre de los hijos que un dia tendria, el cuerpo presintiendo la
sumisién, cuerpo sagrado ¢ impuro que cargar. El muchacho
la mird, sorprendido de haber sido engafiado por la muchacha
177cra hombre, el muchacho necesitaba de pronto incl
tela nada, hacia aquella muchacha. Y ni ont inctnarse hai
a1 a igual, nial menos inclinarse para co iui incinare de
igi gas reino de hombre, necestaba de ella. zPara que? oPar
jeordarse de una cldusula?, ¢para que ella u oe a qué?