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David Locke La ciencia como escritura Reeve CATEDRA. UNIVERSITAT DE VALENCIA. Titulo original de la obra: Science as Writing ‘Traduccién de Antonio Méndez Rubio Reservas tas los derechos. El contenklo de esta obra esti prteado ors Ley, que establece penas de prin /o muss, ademvis de as “orrespondientes indemnizaciones por das y pejucis, pars ‘quienes reprodujren,plagiaren,distibayeren o comunicaren ‘licamente, en todo oen pare, wna obra lierara, atistea © cicniica, o's trinsfermseion, interpretacion o ejecucin ‘tstiea jada en cualquier tipo de soporte o comunicada ‘aves de cualquier medio, sin a preceptiva sutrizaion, © 1992 by Yale University Ediciones Cétedra, S.A, 1997 Jan Ignacio Luca de Tena, 15. 28027 Madrid ‘Depésito legal: M. 5398-1997 TIS.B.N. 84-376-1510-0 Printed in Spain Inpreso en Grficas ROgar, S.A ‘Navalcarnero (Madrid) Indice Pratacto ce z 9 Castruto uno. Intioduccién:eienca y literatura... B Cariruto bos, La problemitica de la representacién 45 (Caviruto mies. Escritura sin expresin a7 Gaviruvo cuarno. La retrica de la cencia 123 Cariruto eanco, Bl arte de la prosa no atstica 157 Cariroxo ses. La pureza puativa dela ciencia 7 (Cuvtruto stere, Escrtura como realided 219 Carfruto oct. Leer la ciencia 257 Prefacio No hay ideas que no afecten a un universo de otras ideas, y esto es cierto, sin duda, para las ideas expresadas aqui, Asi, dentro de los estu dios literarios, en el siglo xx se han extendido y ampliado conti mente las fronteras del canon. Gran parte de su desazén la han de dicado obstinadamente a la preservacién de «estindares», los investi gadores literarios han desplazado su atencidn de las literaturas clasicas alas vernéculas, de las antiguas a las modernas y hasta a las postmo- demas. Las literatura del tercer mundo ha estado en boga durante ak gin tiempo, y una generacién de caiticas feministas han desafiado al monopolio patsiarcal del canon, Ahora son muchos los que ya no se sienten constzciidos a la hora de examinar incluso lo populer, lo ef mero. Tgualmente, desde la perspectiva de los estudios literatios, y tam bign dentro de las disciplinas mismas, diversos cuerpos de discurso profesional y funcional han venido cada vez més a ser examinados como lenguaje, no como meros portadores de ideas. Para la filosofia, ¢l lenguaje ha sido siempre un apropiado tema de estudio, y los fil sofos hace mucho tiempo que aprendieron a no eximir de sus andliss su propio discurso. Hoy han redoblado su atencién. La historia, ‘como es bien sabido, esti experimentando la propia reconsideracién convulsiva de sus métodos, incluyendo el problema de la escritura ‘Aqui es capital, claro est la preocupacién por el caricter de la narra tiva historia, pero el problema del estilo juega también su papel; uno piensa en seguida en Sole in History (1974) del historiador Peter Gay. Las ciencias humanas —para tomar prestado el té:mino europeo— ven sus discursos crecientemente bajo examen. En efecto, Rivtoric of 9 Captruto cuarro La retérica de la ciencia Volviendo a la teoria de la evocacién, que adscribe el valor de la obra literaria al efecto que ésta produce en el lector, debo abordar la idea de que la escritura cientifica per se se produce sin mediaci6n ret rica. Puesto que el argumento es inductivo, se puede suponer —s6lo en parte en broma— que un solo contraejemplo seri suficiente para ponerla en entredicho. El modelo ret6rico de Bl orgen de las especies nos proporciona dicho contraejemplo. Ei libro se dispone de acuerdo con el modelo clisico de argumen: tacién completa, con exordio, narracién, exposicibn, particién, confit: tmacién, refutacion, digresi6n y peroracién. Los patrafos de apertura de la introduccién funcionan como un exordio: recuerdan al lector gue el autor es el Darwin del Beagle (su narracién del viaje ha sido una especie de bestseller), y delimitan su tépico con una frase prestada ‘como «ese misterio de misterios» (aunque Darwin iba a referitse a ello en privado de un modo més prosaico, como la «uestién de las espe cies»). Intentaban provocar respeto por la labor de Darwin, «cinco ais de trabajo (antes de) permitirme a mi mismo especulary en lo to- cante a su deliberacién, «doy (estos detalles personales) para demos- * Véase, por ejemplo, la carta de Charles Darwin a L. Jenyns del 12 de octubre de 1845, en The Life and Lets of Charles Darin: Including en Antobicraphical Chapter, ‘ed, Fancis Darwin, 2 vols, Nueva York, Basic Books, 1959, 1, 392. 123 trar que no he sido impaciente a la hora de tomar una decisién»; y por lo que respecta a su conductaética en relacién con Alfred Russel Wa. llace, «Sir C. Lyell y el Dr. Hooker ...] me honraron pensando que era recomendable publicar, junto con las memorias excelentes del Sr. Wa: Ilace, algunos extractos breves de mis manuscritos». Y se dirigen hacia Ja simpatia del lector, «como mi salud dista mucho de ser fterte, me ha apremiado para publicar este resumen (de EZ orien)? Al mismo tiempo, puede decirse que éstos y os préximos pérrafos constituyen la narracidn, puesto que relatan cémo Darwin lleg6 al problema, trabajé en él ideé su solucidn, Después, en vatios patra: fos ids, llega la exposicién. Aqui, Darwin expone el problema, dec. rando que aunque sea sbastante razonable» que un naturalist, tras visar diversos cuerpos de hechos, pudiera concluir que las especies han evolucionado de hecho a partir de otras especies, sin embargo, di: cha conclusién seria «insatisfactoria» a menos que pudiera encontiar se algiin medio para dar cuenta de cSmo han ocurrido tales cambios (pigs. 7273). Luego, en la particién, una precisa presentacién del libro capitulo a capitulo, Darwin plantea su idea de que la selecci6n natural oftece ese medio (pigs. 7375). El cuerpo del libro esti dividido en tres grandes secciones, cada tuna de las cuales consiste en cuatro o cinco capitulos. En la primera de esta secciones, la confirmacién, Darwin presenta el funcionamien to detallado de su argumentacién en el sentido de que la seleccidn na tural acta sobre pequetias variantes individuales, por medio de la lu cha por la existencia», para producir en ihtima instancia nuevas espe cies (pags. 77320). Después, en los siguientes capitulos, la refutacion, responde a varias objeciones ala teorfa, en el sentilo de que no podria dar cuenta de la produccién de érganos de gran complejidad, como el ojo, eteéteta (pigs. 321-520). Finalmente, en una digresién (que Cice én permite pero més bien desaprucba)’, Darwin aporta un nuevo apoyo para su teoria demostrando lo eficazmente que ésta da cuenta de la distibucién de los seres en el tiempo (segin revelara la geologia) yen el espacio (como mostara la geografia), asi como de gran canti- ‘dad de hechos bioldgicos enigméticos, como la existencia de érganos vestigiales (pégs, 521-718). El argumento en la confirinacién es en gran 2 Charles Daw, Te Orig of Sees by Chars Dares A Veroram Texted. Mos se Pectham, Philadelphia, Univesity of Pennsylvania Pes, 1959, pig 71-72, Los nb ‘mero de gina Gtados de aqui en adelante en el texto remiten asa ein. 5 Gicero, De ieton, Loeb Casicl Library, Cicero 2, tad. H. Ma Hubbell, (Cambridge, Mass, Harvard Univesity Pes, 1949, pig 147, 124 medida un argumento a partir de causas eficentes; en la digresion, a partir de consecuencias. I ltimo capitulo se abre con una recapitulacién del argumento entero y luego pasa a una peroracion afectada donde Darwin conside- 1a algunas de las implicaciones de su teoria (pigs. 719-759). Esta cul mina en el pérrafo final que labora la célebre metifora darwiniana del senmarafiado ribazo», un simbolo de la interzelaciones complejas {que observa entre la comunidad de las criaturas vivas. La wltima frase, altamente recargada, que invoca tanto a Newton como al Creador, prodama la «grandeza de su visién de la vida. Es facil ver por qué Darwin habia utilizado este modelo para st obra, que él mismo describe como «una larga argumentacién» (pégi na 719). Y no es necesario documentar que Darwin, en su educacién tipica del siglo xtx, se habria visto expucstova abundantes ejemplos de autores clisicos que empleaban el modelo y que, en efecto, habria Tia lewssile wed oer bs fae poi grace taboraapeectert a Darvin simplemente hubiera acertado con la forma como un modo eficaz de presentar una argumentacién, no podria verse la argumenta: cién sino como de cardcter retérico. Como toda argumentacién, ésta pretende claramente persuadir, y no hace movimiento alguno qule no haya hecho la mente del lector. Tor supuesto, la cuestién no es que un solo ejemplo demuesire {que la ret6rica como tal juega un papel importante en todo discurso ientfco (especialmente cuando el ejemplo es dl siglo xx y no se tra tade un discurso cientifico tipico ni siquiera de su época), sino que las consideraciones retéricas no pueden quediar fuera del estudio del dis: curso cientifico simplemente porque ese discurso sea cientifico. Atin asi, ste juicio se ha enunciado tadicionalmente tanto desde la comu nidad literatia como desde la cientfica como si esas consideraciones distinguieran el lenguajeliteario del cientifico, Es digno de atencién aunque sélo sea de pasada que, a diferencia de las teorias critica previas que hemos examinado, a teoria de la evo: cacién tenga una especie de fuerza potente en el universo critico mo- demo. Bl debate puede dividitse entze aquellos que afirman que es el texto el que «construye» al lecior y aquellos que opinan que es el lec tor el que «construye» el texto, pero en cada caso el interés sigue cen: trindose en la interaccién entre texto y lector. De forma significativa para nuestro argumento, es poco probable que los citicos evocacio nistas contemporineos eximan alos textos cientificos de sus juicios en ¢l sentido de que todo texto lleva consigo su retérica inherente o de ue os lectores interpretan todo texto con el que se encuentran, 125 También dentro de la contratradicién cientifica prevalece esta vi- sin de la retrica cientifica. Cuando los paradigmas entran en con- ficto, dicen los defensores del paradigma relativista, as elecciones en- tte ellos no pueden hacerse en términos cientificos, de manera que de- ben hacerse en términos esencialmente retdricos. ¥, como afirman los constructivistas, cuando las comunidades cientificas se aferran a sus categorfas para alcanzar el consenso, para construir sus versiones acor dadas sobre la verdad, deben hacerlo también por medio de la retéri- ca’, (Un argumento filos6fico en este sentido lo presenta Walter Wei mer en «Ciencia como transaccién ret6rica, y la posicién socioldgi- ca | establece Michael Overington en «La comunidad cientifica como auditorio: hacia un andlisis ret6rico de la ciencia»)6. Sin aprobar totalmente las posiciones contratraicionals, sin embargo, sostengo ue las consideraciones retéricas son, y deberian ser, una parte impor tante de la mayor parte —sino de todo— del discurso cientifico. 2 ‘Aunque nunca ha triunfado demasiado, la esilistica de camisa de fuerza impuesta a los escritores cientifcos ala hora ¢e relatar su taba jo en los canales cientficos oficiales, como he dicho, se destina a res tringir sus gestos més expresivos. Este estilo de discurso cientifico, ue ha evolucionado 2 lo largo de varios siglos conforme la ciencia institucional ha buscado regular su empresa, puede también interpre tarse como una retérica oficial de la ciencia —una retérica, es ms, que se presenta a si misma no como retéica sino, de hecho, como st antitesis Las caractersticas mas evidentes de este estilo, de esta retérica, han sido sefialadas con frecuencia’, Para empezar, el lengusje es generalmen- telo que los profesores de inglés llaman xprosa sin agente>; esto es, no de la posicion constuctivista la hace Alan G. Gros, The Rho- vicof Scene, Camiidge, Mass, Harvard Univesity Press, 1990 . “een, See il neon Tova Nason tional Conception of Rhetoric, en Pop avd Rhetoric 10,1971, 123. " Michael A Oregon, the Siete Conmony Ane Toaa Re torical Analysis of Sciences, en Philosophy end Rhetoric 10, 1977, * Véase, por eemplo, Myrna Gopnik, Lines Stace in Sten Tes, The Ha sg, Mouton, 1922, Para una revisin reciente, vése Gyorgy Markus, «Why Is There [No Hermeneutics of Natural Science? Some Pieliminary Theses en Scene in Comert 11987, $51. + Una presentaci 126 hay ejecutantes de la acciones relatadas,y, ce hecho, la acciones mis mas a menudo desaparecen, Los vetbos estén en vo? pasiva —«20 ml de écido sulfirico fueron aiadidos ala solucidr»—,o se convierten en sustantivos —sla adicién de 20 ml de dcido sulfirico fate completadav, Comparable con esta nominalizacién de los verbos, el estilo cientifico también impone frecuentemente la cosificacién de la cualidad. De este modo, los cientfficos que tratan con liquidos espes0s y viscosos se inte. resan por una propiedad que llaman wvscosidac, Y, por citar sélo una caracterstica mds del estilo cientifico, los cienifcos tienen la costumbre de acumular modificadotes —el método de determinacién colorimé. trica de la impureza del hictro de Smith-Jones», Algunas de estas marcas estiliticas se justiican con fiecuencia por ser especialmente apropiadas para la empresa cientifica. En particular, la prosa sin agente se cita como reflejo de la objetividad y la imperso- nalidad de la ciencia. Como sefiala un texto técnico escrito: «Mucha escritura técnica se preocupa por la descripcién del trabajo tan objeti- vamente que al lector no le importa quién lo hizo. El lector est inte- resado sobre todo en el trabajo mismo y no en la mediacién o el agen- te implicados»®, La atencién se dirige menos veces hacia la cosifica cién de la cualidad, pero los modificadores acumulados reciben su porcién de atencién de los profesores de inglés, que invariablemente los deploran. Sin embargo, parecen ser ticitamente ignorados por los redactores técnicos, que a menudo no hacen hincapié ni en la puntua cién que haria més claras sus relaciones intemas: guiones entre los modificadores, comas entre adjetivos que modifican coordinadamen. te. Lo que se necesita, claro esti, es un anilisis ret6rico cuidadoso del estilo particular del lenguaje cientifico (un anslisis que la contratradi cin ha puesto ya en marcha). En tiltimo término, este andlsis revels tia de forma mis precisa los radios de accién del estilo cientifico y consideraria en detalle los diversos efectos que consigue. En un breve anilisis de este tipo, pueden sefialatse algunos pun- ‘os, Primero, el lenguaje de la ciencia es aprendido; no es simplemen- te un modo natural de’ expresién adoptado espontineamente por cada cientifico en activo. El aprendiz de cualquier ciencia, como el novato radidlogo pulmonar de Polanyi, aprende el enguaje de la cien- cia de un mentor junto con el aprendizaje de la materia. Luego, cuan do entra en la profesién, el joven cientifico se encuentra con el apara- ‘o editorial completo de la ciencia, que considera y aprucba o rechaza * Herman M. Weisman, Base Ticinical Writing, 42 ed, Columbus, Ohio, Charles E Meri, 1980, pig. 30. 127 propuestas, solicitudes de becas y articulos presentados para ser publi cados, todos los cuales deben ajustarse a las expectativas de quienes los revisan fanto en términos de retérica como de protocolo, Lo que stiele decirse descriptivamente del lenguaje de Ja ciencia —gue es claro, inequivoco, objetivo impersonal— se concibe en realidad prescipt vvamente. Al joven cientiico —y, de hecho, al cientifico en activo en cualquier momento de su cartera, excepto quizé los premios Nobel— se le dice que el enguaje uilizado debe incorporar marcas de claridad, precisién, objetividad, impersonalidad, etcétera, si quiere ser aceptado como lenguaje cientifico. Los cientificas son responsables de la mayor parte de la naturaleza autocorrectora del lado experimental de su tra jo; no dicen nada —de hecho son bastante inconscientes— del caricter autoviglante de su ret6rica, (Lo desechado, por supuesto, Io es no por ser mala retérica sino por ser mala ciencia. El culpable aprende a corre gir su tet6rica hasta que la ciencia se ajuste a las expectativas.) Lo que seguramente estd involucrado aqui ¢s retérica. El cientifico que decide escribir «20 ml de dcido sulfirico fueron aftadidos a la so: lucidn», antes que «Afiadi 20 ml de fcido sulfirico a Ia solucién», esti tomando una decisién retérica. Se selata Ja misma accién en cada aso; la diferencia esta en el efecto que se causa en el lector. Opinar que el lenguaje de la ciencia es, 0 deberia ser, objetivo porque la cien: cia misma es objetiva es confundir causa y efecto, La objetividad ap rente es el resultado de la decisién tomada sobre el uso del Jenguaje, no la causa de éste. Pero, segin instruye a sus lectores el texto escrito técnico, no importan las diferencias entre quienes ejecutan la accién. Tal vez, Pero cuando yo era quimico tenia compatieros de laboratorio cuya técnica era tal que los demds nos habriamos salido de alli cuan do afadieran 20 ml de dcido sulfrico a cualquier cosa. En efecto, la tepetibilidad de los resultados cientificos, la comprobacién de resulta: dos en ot1os laboratorios, ni se realiza tan ficilmente ni es tan inequé voca como la retérica oficial sugerirfa. Pero no es ésta la cuestién. No es que los cientficos tergiversen las cosas cuando, mediante el uso de Ja vor pasiva, hagan la afirmacién implicita de que su trabajo es inf nitamente repetible, de que todo cientifico que intente duplicatlo ob- servard los mismos efectos; se trata de que esta opinign se enuncia me diante el uso de la retérica. Como ha dicho Wayne Booth en otto con- texto, «cl autor no puede elegir cudndo utilizar un realzamiento retérico. Su nica eleccién es del tipo de retérica que usaréo®, La cien ¥ Wayne C. Booth, Te Ror of Fon, Chicago, Univesy of Chicago Pres 1961, pig 116 128 cia tiene perfecto derecho a optar por una retérica oficial de la objet: vidads pero s6lo porque esa opcidn set6rica sea la habitual, de hecho casi seguramente inconsciente, no debe creerse que no se tate, o que nunca se haya tratado, de una cuestién de retérca, sino de la verdade rayor de la ciencia, un simple reflejo de cSmo funciona la ciencia, el registro desnudo de lo que es la ciencia y lo que hace. Nise debe pensar que las opciones ret6ricas que hace el cientfico sean tiviales, «mera» retrica, La mayor parte de lo que se piensa so: bre a ciencia —tanto por parte de los cientificos como de los no cien- tificos— viene determinado por esa retdrica, Cuando la ciencia es juz: gadi como objetiva e impersonal, como disponiendo de un acceso privilegiado a Ia verdad, en parte es porque la retérica de la ciencia propicia esta visidn. Un estudio preliminar esté ya revelando efectos significativos sobre los mecanismos de la ciencia por parte de las diver sas marcas del estilo cientifico™, Incluso en una cuestidn que parece tan trivial como la acumulacién de modificadores, puede ser funcio nal a la profesién (como muchos trucos del lenguaje especializado) como una especie de filtro, capaz de separar a quienes han dominado la jerga —y pueden entender las relaciones pretendidas entre modifi- cadores— de quienes no lo hacen, Otros indicadores cientificos, como la nominalizacién de acciones y cualidades, parecen ser de im- portancia central para los dispositivos apropiados de la ciencia, Parece bastante probable que este habito de pensamiento —esta concrecién, «sta cosificacién de lo que, por el contuatio, es transitorio y variable— sirve para encauzar el pensamiento segain formas cientificamente satis- factorias. Asi, hay buenas razones para suponer que la mecéinica de Ariaételes no consiguié desarrollarse como lo hiciera la de Galileo porque Aristételes pens6 en términos de cuerpos en movimiento, cam- biantes, mientras que Galileo pensd en el propio moaimiento como una abstraccién y, con mis exactitud, distinguié movimiento unifor ime (velocidad) de movimiento creciente (aceleracién)". Sin el peque- fio tuco de la nominalizaci6n, este paso no se podria haber dado. 1 Véase Markus, «Why I There No Hennencutis of Natural Sciences para un tno en esta linea Para un estudio contratudcionalampliado de la retéia de as Topuess,aniclos y divlgicionescientfcos, vase Greg Myers, Wri Bik: alin Sil Contin of Seif roses Madsen, Ue of Wisconsin res 1990 4 Para una discisign mds complet, véase Gerald Holton, Thematic Origins of Sen ‘Tage Kaple o Binsin, Cambridge, Mas, Harvard Univers Pes, 1973, pi as 41-482. 129 Pero épodemos hablar con legitimidad de efectos ret6ricos cuan- do se considera cémo las formulaciones verbales de los cientificos afectan a su propio pensamiento? ZNo presupone un oyente (0 un lee- tot) toda forma de retérica? Seguro, Pero los cientificos, como toda petsona, deben reaccionar ante sus propias formulaciones verbales tanto como lo harfan ante las de otxos. Somos los oyentes, los lecto- res de nuestros propios pensamientos. Las palabras en que esos pensa- ‘ientos se expresan tienen efectos sobre nosotros como los tendrfan sobre cualquier otro. Somos, pues, lo queramos 0 no, las victimas de —o simplemente quienes reaccionan a— nuestra propia retérica. For 30 es apropiado hablar de cémo los habitos lingifsticos de los cient fico¥ afectanra su propio pensamiento. La retdrica oficial de la ciencia iio determina sélo cémo se piensa desde fuera sobre la empresa cien- tifica sino cémo los propios cientifics piensan sobre ésta, cémo, de hecho, piensan en ésta Sin embargo, la retérica oficial de la ciencia organizada no es la historia completa de la retérica cientifica. El simple hecho de que los cientficos tengan estlos individuales que ellos mismos establecen, se- sin diversos grados, contra el trasfondo general del discurso cientif- €o, implica que los cientificos emplean, en mayor 0 menor grado, sus propias ret6ricas personales. Sin duda, todos los cientificos desarro llan su propia estrategia estrategias ret6ricas, que emplean, tal vez in- conscientemente, cuando comunican sus resultados. Como las cir cunstancias cambian, estas ret6ricas personales se suplantan, se com: plementan, se sobreponen o quedan sumergidas en la retria oficial En un gran niimero de casos, puesto que el control sobre el uso cien Lifico es estrcto y las presiones grandes (hay ingresos que dependen de ello), el impacto de las rtéricas personales en todo el cuerpo del dis- curso cientifico es minimo. Con todo, su influencia no debe ser olvi- dada, y, en efecto, de cara a asegurar el progreso de la ciencia, como voy a subrayar, son esenciales. Hablando de estilos personales como set6ricas personales, debe apuntarse que los elementos expresivos identificados en el iltimo ca pitulo —particularmente las expresiones generalizadas de dominio y el esentimiento del organismo»— pueden, de la misma manera, inter pretarse corto retéricos, Articulando las teorias de la expresion y de la evocacién, se percibe que ambas no pueden separase, que la expre: sin se completa sélo cuando provoca una respuesta. En coherencia con este punto de vista, pues, los elementos expresives deben cumplir fines evocativos. De forma significativa, Keller observa los mismos ele mentos ret6ricos en su argumentacién sobre género y ciencia, Asi, 130 identifica una «retérica del control, la coercién y el dominio» como ret6rica dominante en la ciencia moderna'2, Junto con esta retérica, no obstante, Keller detecta otros elementos esencialmente ret6ticos que «perssten alo largo de la historia sélo sotto voce, como temas me- notes silenciados por una retérica dominante»!, Aunque puede ne- garse el equilibrio de ambos elementos en la argumentacidn de Keller, lo importante ¢s que los ha reconocido en el discurso de la ciencia y que los concibe en términos retéricos. En cualquier discusién sobre ret6rica se ticnde a ser intencionalis: ta, pensar en la retorica como pragmitica, como el lado del «cbmor de la evocacién, incluso cuando se sabe que la respuesta evocada pue de proceder del material expresado de forma inconsciente (la agresién, quizd). Pero sila retérica parece centrarse en el rétor (sobre todo el es. itor en el terreno del discurso cientifco), es el lector en donde se pone el énfasis en la versién més reciente de la teoria de la evocacién, en la recepcidn y en las tendencias de respuesta del lector", En ella, In experiencia del texto por pare del lector se convierte en el centro de interés, y hacia los lectotes cientificos y su experiencia vamos a ditigir nos ahora. 3 La ciencia rara vez.canoniza textos venerables de la forma que lo hace la literatura. La mayorfa de los «grandes libros» que ha dado la enciasiguen pudrigndose sin leerse en las estanterfas de las bibliote cas antiguas. Los que no, los que ain hoy tienen una audiencia —como La circulacén dela sangre dle Harvey— la tienen en patte, creo, y para decitlo en pocas palabras, porque pertenecen a una categoria es. pecial y porque han adquirido un estatus de clisicos en el mundo més allé de la ciencia: han entrado de hecho en el canon de documentos Byelyn Fox Keller, Reflections on Gender and Science, New Haven, Yale Universit Pres, 1985 fg 126. 43 Ibid, pig. 125. ° Manteamientos lave de pon en favor dela esquesta de etor pueden en contane on JneP.Tonpiny Retry Cla From Fama ae Sruculny,Bliore, Johns opis Uivesty Pes, 198, Panu evsen gee sleet, vse lrabeth Preand, The Ret of be Render Reade Repo Citi Nucra Yor Methuen, 197. l desl euopeoconspondente deer de cee en esi en ber Hoh, hein Th Ciel roa ‘Nueva York, Methuen, 1984, 7 ae oe 131 Jhumanos notables. Ni siquiera estos libros, sin embargo, son consul tados por los cientifcos de hoy para que les digan lo que necesitan sa ber sobre su ciencia, Se afirma algunas veces que lo vilido de la viejas obras se ha vis te aventado por la ciencia y ahora reside en la textura del conocimien to cientifico, que siempre se actualiza creciendo, cambiando, aiadien: doy corrigiendo, como requiere esta gran empresa. En ciencia, segin este argumento, no son centrales los documentos sino el conocimien: to, Lo que maneja el cientfico contemporineo es conocimiento cen tifico actual que se ha quitado de encima —como las picles de mol des anteriores— los documentos muertos del pasado. En literatura, donde, como todo colegial sabe (0 solia saber), los textos antiguos es tin siendo releidos y reexperimentados constantemente, el argumen: to prosigue con que es la respuesta de los lecores, continuamente re ccurrente, la que mantiene viva la experiencia de los viejs textos. Pero silas obras de ciencia desechan los viejos textos, mientras mantienen vivo sdlo algo de su mensaje en su propia tradicién en tanto «conoc: miento» cientifico, entonces pareceria del todo imposible situar la res puesta de los lectores en posicién centaal alguna en relaci6n con el funcionamiento del discutso cientifco. En efecto, se diria que el tex- to como experiencia se ha desvanecido de la escena junto con el texto como documento. Pero creo que este argumento no puede sostenerse. No hay ningin ‘cuerpo de conocimiento independiente del lenguaje que lo inscribe en documentos o lo transporta al intercambio verbal. Los cienificos reali- an intercambios informales con otros cientificos,asisten a conferen: cias donde escuchan la lectura de articulos formales, y se exponen a la actual literatura publicada en su campo. En estos casos diferentes, el lenguaje percibido evoca una reaccién. De hecho, cuando desempefian su propio trabajo, los cientificos responden al lenguaje en que su pen: samiento Jo concibe. No se puede, claro esti, hablar con exacttud de respuesta del keto en cada uno de estos casos, pero no hay ninguna di ferencia fundamental entre ellos —todos ellos implican una respuesta al lenguaje formulado. Ademis, el documento cientifico que no ha sido leido en cien aiios puede haber entrado en la textura del conoci: ‘iento cientificojustamente porque una ver. fue ledo y asf experimen: tado, y la experiencia de esa lectura se ha transmitido mediante otros incontables documentos, asu vez ledos y experimentados. Por ello, e conocimiento cientifico es una reexperiencia continua por parte de los cientficos de respuestas alo dicho en el lenguaje; de hecho, en la em presa cientifica s6lo participan respuestas de los cientifcos. 132 Como corolario de lo anterior, los nuevos socidlogos declaran que enun sentido muy real el conocimiento cientifico no existe hasta que se transmite, que la informacién cientifica no tiene valor hasta que se intercambia, que los escritos cientificos no cumplen ninguna funcién hasta que son leidos. La experiencia de Ia lectura de documentos cientificos confiere a esos documentos su validez.cientifica; mientras no tiene lugar esa experiencia, el documento no tiene valor pata la ciencia, Se ha contado muchas veces la historia del envio, por parte de Al fed Russel Wallace, de su articulo donde prefiguraba la teoria de la cevolucidn por seleccidn natural a Charles Darwin, quien, bastante iré nicamente, habia estado trabajando en privado durante veinte afios desarrollando justamente la misma idea. También es bien conocido el resultado (que el propio Darwin describe en la apertura de £1 origen) ue el articulo de Wallace fuera leido por Darwin junto con otros ex tractos de material en un encuentro de la Linnaean Society, con la consiguiente publicacién codo a codo en el Journal de la sociedad. La teoria anunciada conjuntamente, sin embargo, es hoy conocida uni versalmente como la teorfa de Danvin. Este hecho desconcertante se explica comiinmente sobre la base de que la comunidad cientifica, por lo general, he aceptado la prueba de la prioridad de Darwin al a. ticular la teoria y le galardoné con la palma, (Un escritor reciente sos tiene que Darwin y sus amigos conspiraron contra el justo mérito de Wallace)®, Pero es significativo que Darwin, que disponia de vastas cantidades de material de investigacién, tardara un aio en escribir su obra maestra, El origen de las espcics, explicando la cuestién de la selec- cién natural en términos retéricamente apasionantes. Wallace, por ‘otro lado, no escribié su libro sobre la teorla de la evolucién hasta tucintaaiios mas tarde, después de la muerte de Darwin (y titul su li bro Darwinisme). Ast, la principal aportacién. sobre el caso es la de Darwin, y son las respuestas a EZ orign por parte de los lectores eolec- tivos, opinarian muchos, las que han hecho posible el Darwinismo y noel Darwin-Wallaceismo. Un ejemplo todavia mis claro lo offece el destino del articulo de Gregor Mendel relatando sus experimentos con plantas de guisantes y poniendo las bases de a fundacién de la genética. Una vez mis la his- tora es conocida: Mendel publied dos articulos a finales de 1860, uno de los cuales relataba los experimentos con guisantes, y parecen haber 's Amold C. Brackman, A Delicate Arrangement: The Strange Case of Charles Darwin ‘nd Aft Rasel Welle, Nova York, Tees Book, 1980. 133, sido ignorados casi por completo durante treintaafios, hasta que su re descubrimiento se anuncié casi simultineamente por tres cientificos {que estaban haciendo un trabajo similar. ¥ asi, segtin la tradicién fol Klorica de la ciencia, nacié la ciencia moderna de la genética’ Las explicaciones tradicionales de esta negligencia aparente son di vversas: que el articulo clave era dificil y matematico, que habia sido publicado en una revista oscura, que el propio Mendel era una ge ra desconocida que trabajaba al margen del establishment biol6gico”. ‘Sin embargo, ciertos historiadores revisionistas han dado cuenta de es tas explicaciones, més o menos dudosas, arguyendo que el trabajo de Mendel no era desconocido antes de su descubrimiento y apuntando tuna docena o més de citas de los afios intermedios!*. Otros han suge- tido que los redescubridores no habfan reconfirmado los descubri- mientos de Mendel —como ellos decian— de forma independiente antes de conocer su articulo sino que los conocfan con anterioridad y hhabjan sido influidos por esos descubrimientos en sus propios progra mas de investigacién®, Las dos posiciones, claro est, son incompati bles, puesto que si el articulo no hubiera sido olvidado por la comu- nidad de bidlogos dificilmente hubieran defendido los redescubrido res un desconocimiento inicial de éste. (Los responsables de la desmitificacién hist6rica han opinado también que los resultados de Mendel fueron, sencillamente, demasiado buenos para ser ciertos, y aque debia haberlos preparado tun poco mas para hacerlos ms fuertes, aunque esto se aleja de esta argumentacién}®, Tos contratradicionalistas més recientes han realizado una nueva interpretacién de la historia de Mendel. Para empezar, encuadran a ‘Mendel en las filas de los hibridacionistas tradicionales, sus predeceso res y sus contemporineos. Ast, Robert Olby argumenta que el mismo ‘Mendel, aun pensando en rasgos segregacionales, no pensé nunca en. re re cee ae arn ce i ereniaieg (eer eae Origin of Genetics, pgs. 162168, 134 factores responsables por pares y partculatizados (genes). El andlisis ‘més minucioso en el campo de la nueva sociologia es el de Augustine Brannigan, cuya postura defiende que el trabajo de Mendel, cuando fue realizado, era sencillamente ciencia kuhniana normal, llevado 2 cabo dentro del paradigma de los estudios tradicionales sobre hibrida- cin. La investigacién de Mendel, desde este punto de vista, no fue desconocida u olvidada sino conocida y aceptada, por parte de la co. munidad de biélogos, como él mismo pretendié: como una simple contribucién mds ala ciencia de la hibridacin, Lo que sucedié en 1900, segiin el andlisis de Brannigan, fue que una disputa sobre la prioridad en el redescubrimiento de las leyes de Ja segregacién, y sobre la importancia de esas leyes para la concepeién finisecular del mecanismo de la evolucién, propicié la canonizacién de Mendel como verdadero descubridory el establecimiento de sus le yes como el principal acontecimiento que fundamenté la ciencia re cién nacida de la genética, El trabajo de Mendel se convierte entonces en un descubrimiento mediado por acciones sociales particulares. En efecto, el argumento socioldgico general de Brannigan, expresado en The Social Basis of Scientific Discoveries, es que un descubtimiento es siempre un proceso post boc, un procedimiento social que resulta de la clasificacién colectiva de un suceso previo como descubrimiento®, Es tan dificil libramos de nuestra visién condlicionada de que el descubri- miento de Mendel, presumiblemente como todos los descubrimien- tos, tuviera lugar en la época en que el descubridor realizaba su taba jo, como atractivo es el argumento de Brannigan. La historia de Men- del parece ser una muestra clésica del paradigma que construye st propia historia, que rescata del pasado a su descubtidor ancestral con vistas a legitimar su empresa. Ain asi el lector de Brannigan puede no quedar muy convencido por su opinién en el sentido de que Mendel vio y entendié st traba- jo justamente en la medida en que era conocido y entendido por sus contempordneos. Claramente, el trabajo de Mendel no fue considera do importante por sus contemporineos. Las citas del rticulo de Men del que han visto la luz parecen muy pro forma, y parece razonable coneluir que os resultados cle Mendel no formaron parte del saber ac tivo de la mayoria de los bidlogos durante los treinta aftos que duré su olvido. Como ha concluido recientemente el historiador Michael 2 Robert Olby, sMendel No Mendelian, en Haar of Scene 17, (1979, 53°72 ® Brannigan, Soil Basis, pgs. 89-15, ® Ibid, pigs. 163176 135 MacRoberts, el articulo de Mendel sno era conocido a nivel informal [. Era simplemente “conocido” a nivel formals, Desde luego, éste no es un argumento convincente contra lacaracterizacion —por parte de Brannigan— del trabajo de Mendel como ciencia normal en su mo- mento. Bl destino de la mayorla de las contribuciones a la ciencia nor ales volverse pricticamente no lefdas ni citadas; alzan sus tenues vo- ‘ces una vez y ya no se escuchan de nuevo. Y Brannigan est4 completamente en lo cierto cuando observa que clarticulo de Mendel no anuncia de forma abierta un gran descubri- miento. Como seiiala MacRoberts, Mendel no se embare6, por consi guiente, en una gran campafia para ganar conyersos. No estaba «en contacto cercano con nadie de la lite cientifica salvo con Nageliv. No completé sus publicaciones «imundando Ia literatura con textos rees ctitos como comtinmente hacen los cientificos». ¥ no «hizo campata cientifica por Europa». Brannigan interpreta el comportamiento de ‘Mendel como una sefal de que él vio su trabajo s6lo en el contexto de la investigacién contemporénea sobre hibridaci6n y no lo concibié como un gran avance, Pero, en su articulo, Mendel destaca varios de sus descubrimientos clave subrayindolos, y declara explicitamente que su aproximacién «parece ser la forma correcta de alcanzar, final mente, la solucién a una pregunta cuya significacién para la historia evolutiva de las formas organicas no puede desestimarses", Yo defen: derfa que lo que esti aqui en juego es, esencialmente, un fallo ret co, que Mendel comprende bastante bien la significacién de lo que ha hiecho (dado el contexto de la biologla de su época),lo afirma con mo destia y luego se retira del escenario. En suma, aplica la retorica de la ciencia normal para describir lo cientificamente revolucionario. Los cientficos se enfientan siempre con una especie de dilema a lahhora de comunicar sus resultados. Est, por un lado, la implicacién profunda, el orgullo del descubrimiento y la urgencia por encontrar adeptos a sus ideas. Como destaca Ziman, el cientifico es «un aficio- nado desesperado a perswadir a sus lectores o a su audiencia» (cursiva en el original). Debido al elemento de novedad, el cientifico asume la tarea de «cambiar una nocién preconcebids, demostrar una contradic: cién imprevista o anunciar una observacién inesperada», Al mismo tiempo, el estilo oficial provoca una enorme limitacién con su insis 2 MacRoberts, «Mence!’s Paper, pig. 3M, 2» tidy pigs. 313344 % Gregor Mende, «Experiments on Plant Hybrids, reimpreso en Stem y Sher wood, Orig of Gent, ig. 2 136 tencia en la pasiva implacable y su exigencia de modestia obsesiva, Hasta dentro de tales limitaciones, desde luego, el estilo oficial puede tener su propio poder ret6rico. «Por inversi6n psicolégica», observa Ziman, «se sirve mejor a esta motivacién retérica con un estilo muy llano y modesto”, Bajo circunstancias ordinarias, pues, cuando lo nuevo representa una desviaci6n relaivantente pequetia con respecto a lo previsto el estilo oficial funciona bien —como se pretende. El caso de Mendel, sin embargo, sugiere que cuando debe trans ittse una desviacidn significativa con respecto a lo previsto, cuando debe exponerse un cambio importante en el pensamiento, entonces se requiere una retérica notablemente diferente. No pueden obtener se grandes cambios de paradigma con la retérica ordinaria de la cien- cia, El personaje modesto que nos habla en el articulo de Mendel no ¢s la voz del revolucionario. Esa vor iba a llegar con los redescubrido- res. DeVies, por ejemplo, escribe, no uno, sino tres articulos anun- ep ea ge Pee rea Ee sf uno de los primeros defensores del mendelismo, mareé la verdade- 1a linea revolucionaria afirmando que, desde el momento del redescu- brimiento de las leyes de Mendel, »empezé una nueva era para todos los grandes problemas de la biologia» Puede ponderarse también el ejemplo de Barbara McClintock. El lenguaje altamente expresivo del discurso del Nobel es adecuado, se gin sostengo ahora, porque su pensamiento bioldgico revolucionario requeria una ret6rica revolucionaria, Pero esta retorica se sugeria con austeridad en sus primeros articulos, cuando McClintock era una vox damantis in deserto. Debe percibirse bien una relacién entre la falta temprana de reconocimiento y el grado de timide retérica Asi, a ciencia normal de ‘Thomas Kuhn, que procede con peque fos avances que van incrementéndose bajo un paradigma que hace de paraguas, patecetia ser el tentorio apropiado para la retdrica estindar de la ciencia. Y las revoluciones cientificas periédicas de Kubn, las chas fienéticas por encontrar cobijo bajo nuevos paradigmas 0 pars- ‘guas, cuando los viejos comienzan a gotear cada vez. més, justifican Una retérica revolucionaria més eficaz. La retérica estdndar capitaliza ‘ paradigma bajo el que opera, saca provecho de la devocién compar 2 John Ziman, Relic Knowle: An Explain of te Ground for Bef in Scene, (Cambridge, Cambridge University Pes, 1978, pig 12. 8 Machobens, Mendel’ Papeen, pig 343, ® Wiliam Bateson, Willam Bateson, FR. Sy Natori: His says and Address Tageher wit a Short Aton of His Lif 8, Beatie Bateson, Cambridge, Cambridge University Press, 1928, pl 222. 137 tida por la comunidad de lectores del paradigma ala hora de hacer sig. nificativo su discurso, Pero, para conseguir una revolucién cientifica, el escritorcientifico no debe sélo abandonar un paradigma y jurar su lealtad a uno nuevo sino también atraer a los lectores-cientificos con una larga fidelidad y décadas de actividad profesional invertidas en el viejo paradigma, Esta tarea es la que requiere una retérica de orden nuevo y diferente 4 Sin embargo, se puede, y quizé se deberia plantear el argumento ences ae ay heat eraeh aati necesita asumir que habria un espectro de posibilidades en los grados, de desviacién con respecto a las expectativas de cualquier avance cien: tifico dado: una gran cantidad de rutina, incrementos adicionales del conocimiento; ciertos descubrimientos menos frecuentes de nuevas relaciones que provocan diversos grados de sorpresa y exigen ajustes diversos de los puntos de vista generales; y, muy rara vez, esos cam bios realmente soprendentes —como el giro copernicano— provocan el replanteamiento de premisas importantes, Si éste es el caso, parece ria necesitarse una variedad correspondiente de retércas cientificas, 0 tuna retérica cientifica flexible, adaptable asituaciones que impliquen diferentes grados de desviacién con respecto a las normas cientificas esperadas, Ya hemos dado pruebas de este punto de vista a Es dificil imaginar algo mas rutinario en su ciencia 0 su ret6rica ientfia que el articulo de Bill Pelletier y mio sobre la atsina. Lo es- cribimos para nuestros colegas quimicos del alcaloide, nuestros resul tados eran justamente los esperados, y empleamos el tipo de taquigra fia verbal usada por nuestra comunidad para transmit tales resulta dos, En el articulo de Muller sobre el modelo lineal del material genético, la situacién es de alguna manera diferente. Aqui, uno de los partidarios de un paradigma viejo (el modelo lineal) se defiende de un ataque mediante la propuesta de un paradigma nuevo (el modelo tr: dimensional) su tono agudo, en cierto modo combativo, refleja se guramente este hecho (cesta declaracién esté muy en desacuerdo con las declaraciones aceptadas conjuntamente més ariba»; wel debate y > HJ Mller, «Are the Factors of Heredity Aranged in Line?» en Amerivon Ne uals Smart de 192, einpreso et Sd n Gt Th Sted Pps HJ. Mar, Bloomington, Indiana University Press, 1962, pig. 36 138 Jos datos presentados en los articulos originales aportan todo el mate- vial necesario para tomar una decisi6n sobre el problemas)". La expli cita y tan personal retdrica de a agresién de Woodward, también una desviacién del estindarcientifico, tiene que ver con la promocién de lo que se pensaba que debia constituir una nueva forma de hacer qui- ‘mica organica, Con Darwin y Elorgen se esti, claramente, en un area donde es apropiado hablar de revolucién cientifia, y es claro que la petspectiva global de Darwin en El origer no es otra cosa que retdrica cientifica rutinaria. Su personificacién continua de plantas y animales as{ como su disposicién del libro siguiendo el plan de una arguments ci6n elésica no sorprenden si el libro se concibe como un ejercicio persuasivo, pero ninguno de los dos elementos es propio del informe cientifico rutinario. Darwin sabia (padece por esto en sus cartas)"? que lo que estaba proponiendo era radicalmente nuevo para la ciencia y para el piblico, que subvertia muchas grandes nociones de la cien y la religién, y que era probable que provocara un torbellino de con: troversia piiblica. Apenas sorprende que necesitara cualesquiera pode- res retéricos de los que disponer para que su argumento resultaraefec: tivo, Ast pues, estos ejemplos, escogidos para otros propésitos, sven para ilustrar la tesis de que habria un espectro de retéricas cientificas, en una escala que va de lo rutinatio a lo revolucionario. Este pequefio cuerpo de obras cientificas que han adquitido el es- tatus de clisicas y son lefdas todavia mucho después de las circunstan- cias que las hicieron necesarias, querra sugerir ahora que son obras te- volucionarias que, a diferencia del articulo de Mendel, pero como Ef arigen de Darwin, dieron con la retérica que los hizo documentos ef «aces, que provocaron la respuesta del lector que su tiempo exigia y que el lector interesado de hoy puede dar todavia. Estas concepciones de una ret6rica eestindap» y una tetorica «revo: lucionaria» de la ciencia, 0 de un espectio de retdricas cientficas, dis tan muicho de la concepcién tradicional que tiene la ciencia de su pro pio lenguaje, y de la propia retérica oficial. Desde esta perspectiva es impropio y «acientifico» que los cientificos se conviertan en aboga- dos. Se espera que sean objetivos, desinteresados y no estén compro- metidos, y'se supone que su lenguaje debe teflejar esta actitud. Por fuerza, desde luego, los cientificos son subjetivos,interesados y estin comprometidos, y s6lo mediante el empleo de la ret6rica oficial pue- 2 Wid pi, 51. » Véase, por ejemplo, la tan citada cana a Asa Gray, en Lif Letters, 1, 437438, 139 de parecer que no lo son. El silencio estudiado de la ciencia sobre cl tema de sus ret6ricas alternativas no debe cegamos ante el hecho de que tales retéricas puedan servir a un propésito itil. Los contratradicionalistas han construido en gran parte Ja nocién de paradigmas en contflicto y su pugna por la lealtad de la comunidad cientifica. Bajo tales circunstancias, como sostienen Kuhn y Reyera- bend, los estindares cortientes de juicio cientifico no entran en julego: las decisiones no se pueden tomar sélo entre paradigmas en conflicto, porque son tan diferentes que se refieren a cuerpos diferentes de expe- riencia. Asi pues, dicen, los cientificos deben recurtir a.métodos ex traordinarios para ganar la confianza en su propio paradigma —en mis términos, deben recurtir ala rt6rica revolucionaria, Por ejemplo, gran parte de lo que Feyerabend (en su Conira ef método) considera an. Limeiddico (stodo vale») o andrquico en el Didlogo sobre los dos grandes sistemas del mundo de Galileo, yo lo amarla retérica. En términos de Feyerabend, Galileo esti violando el llamado método cientifico; para mi, estf haciendo uso de una ret6rica revolucionari. En cualquier caso, es apropiado —y de hecho esencial— que los cientificos intenten ganarse el asentimiento de sus lectores. Los cien- tificos trabajan en colectivos, como nos recuerda la contratradicién, y su posicién en el colectivo viene determinada por el grado de acep: tacién de su trabajo. Es natural que deban aspirar a convencer a sus colegas de la validez de sus ideas. La mayoria de las veces esto se con sigue efectiva y eficientemente mediante la retérica estandar de Ja ciencia, Pero la misma motivacién —que su trabajo deberia provo car una respuesta del colectivo, deberia entrar a formar parte del dis logo cientifico vigente— impulsa a los cientificos, de cuando en cuando, 2 utilizar otras retéricas més sorprendentes para ganar la aceptacién de puntos de vista que se desvien, cn alguna medida, de Ja norma aceptada, Es mas apropiado estudiar clando, dénde y cémo ocurre esto que pretender, como hacen los tradicionalistas, que nunca ocurre, 5 Un aspecto sorprendente de la retérica de Galileo en el Didlogo es lmodo en que Salviat, el portavoz de la wciencia nueva», emplea una combinacién de demostraciones, analogias y lo que hoy se designa «experimentos de pensamiento» para hacer sus diversas apreciaciones. Y lo mismo que Salviati, por estos medios, introduce a sus interlocu: 140 tores colegas, Sagredo y Simplicio, en la discusin como participan tes, as{ Galileo atrae al lector en su presentaci6n. ‘Algo destacable de estas demostraciones son las diferentes formas con que apela a la imaginacién del lector. Algunas de ellas se presen tan como experimentos literals llevados a cabo por los interlocutores. Para demostrar que la superficie de la luna podria no ser tan lisa como ‘un espejo, Salviati dispone en primer lugar de un espejo plano, y lue go de uno convexo, y los tres participantes comparan su imagen en cala uno con aquel que hay en la pared dspera cerca de ellos. Otras de mostraciones sdlo son descritas por Salviati pero no realizadas; en la conversacién, una pelota imaginaria se desliza por un plano inclinado (pigs. 2324), unos cafiones se disparan sin ser ofdos (pigs. 126-127), ‘unos péjaros vuelan desde Jos érboles sin ser vistos (pgs. 183-186), y unos jugadores verosimiles hacen gar unos aros (pags. 157-161). Se es pera que los lectores sepan por experiencia cbmo suceden estos he cchos, 0 estén preparados para aceptar que ocurren, cuando Salviati los describe. En un ejemplo célebre, sin embargo, Salviati (Galileo) no juega limpio, y Simplicio (y tambign los lectores, claro esti) es enga ado. La pelota que se desliza desde lo alto de un méstil de un barco en movimiento, como afirma Salviati al principio, no golpea la cu bierta a cierta distancia del pie del mastil (pags. 126, 141, 143-145). {Ad los lectores son llevados a asociar la teoria eincorrecta» con la ex periencia false, de manera que cuando aprendan la experiencia verda dera, acepten la teoria «correcta» junto con ella Desde una perspectiva literaria, los argumentos mAs interesantes de Salviati son las analog(as, que, en cierto modo, conducen la expe: riencia de los lectores a ver ilustrada una situacién que, de otro modo, considerarian increible. La mds conocida es el relato por parte de Sal: viati del camarote de un barco donde todo ocurre —el pez neda en un ‘cuenco, os utensilios caen al suelo, etcétera— de la misma manera si el barco se mueve (con una velocidad constante en linea recta) como si se esti quieto (pigs. 186-188). Desde luego, esto quiere demostrar, por analogla, que no puede decirse sia tierra esté en movimiento por los acontecimientos que tienen lugar sobre ella. Sin embargo, més interesantes desde el punto de vista cientfico ® Galileo Galilei, Dilagne Concerning the Teo Chief World Systems —Polonaic and Coprsican 2.* ed, vad, Stillman Drak, Berkley, Univesity of California Press, 1967, pigs. 7279. Los nimeras de pigina ctidos de aqui en adelante en el texto remiten @ esta edicion, 11 son los experimentos de pensamiento, experimentos que el lector pue- de imaginar bien y predecir con confianza su resultado, incluso aun: que los experimentos no pudieran realizarse nunca de hecho. Asi, al viati pide a sus amigos que dibujen la linea que dibujatia en el espacio tun hombre que estuviera sentado, escribiendo una cart, en un cama rote de un barco en movimiento. Para el observador, la linea dibujada seria vitualmente una linea recta trazada por el movimiento del bar- co, con los movimientos de la mano del hombre creando desviacio- nes minimas en ella, Pero lo tinico que el hombre puede percibir son los movimientos de su mano y no el movimiento del barco, la escritura sobre la pégina y no la linea dibujada en el espacio (pigi- nas 171-173), La cuestidn, de nuevo, es que al vivir en la tiera se per ciben como movimiento sélo los desplazamientos comparativos de los objetos, mientras que el movimiento de toda la tierra resulta ina- preciable. En las presuntas demostraciones en vivo, cuando los espejos son colocados en realidad sucesivamente, los hechos equivalen a la ex periencia real; parecen suceder tal y como se lee. Pero incluso las de- mostraciones hipotéticas, las analogias y los experimentos de pensa- miento coinciden en este efecto de ilusién porque son discutidos —declarados, concebidios, entendidos— por los interlocutores, que parecen estar realmente presentes. Atin asi, la visién aceptada de la escritura cientifica le niega a ésta cualquier cualidad ilusionista (re servando este efecto para el lengua literario) El discurso cientifico, segtin esta perspectiva, describe; no imita (cuenta més que muestra). Pero, evidentemente, ésta no es la cuestién. En el Dilgo, los inter locutores experimentan conjuntamente y el escritor comparte esa experiencia, 0, més exactamente, el lector experimenta lo que los in- tetlocutores parecen experimentar. Dando sélo este ejemplo, que tiene tres siglos y medio, no es necesario suponer que los articulos cientificos contemporineos producirian efectos ilusionistas pareci- dos, Pero hasta este ejemplo, bastante antiguo, demuestra que no puede afirmarse dogmaticamente que la escritura cientifica, por su propia naturaleza, nunca pueda estar exenta de tales efectos, 0 que, para ser en verdad cientifica, nunca deberia producirlos. No es nece: sario mantener que la reaccién del lector, la experiencia de Lectura del lector, es en todo caso la simulacién de una experiencia real; con todo, se es libre para insistr, como hago aqui, que la experiencia del lector es el verdadero est del texto. A pesar de haber sido experi mentado, el texto se convierte en experiencia sélo cuando es exper* ' mentado. 142 6 Un ejemplo més reciente de retérica revolucionaria —unos tres- cientos afios posterior—, y que no se entrega al recurso de los interlo ccutores, se encuentra en los aticulos més importantes de Albert Eins tein, Pata apreciar la ret6rica de estos articulos, es necesario saber algo sobre as cizcunstancias en que aparecieron. Se ha dicho con frecuen: cia que el afio de 1905 fue el annus mirabilis de Einstein (como el aio 1665 para Newton, cuando inventé el calculo, descubrié la ley de la sgravedad y determing que la luz blanca estaba compuesta de las diver sas luces de color del espectro). Por aquel entonces un joven de vein: ticinco atios, recién graduado por la Universidad de Zutich, ¢ incapaz de encontrar un puesto académico adecuado, Einstein estaba trabajan- do como supervisor de patentes en Berna. Con todo, en ese afio pt- blicé cinco atticulos en revistas de fisca, tres de ellos de gran impor tancia —un articulo describiendo la teoria especial de la relatividad, un atticulo sobre el movimiento browniano y uno estableciendo la teoria del fotdn de luz, Al principio los articulos produjeron ciert comprensidn, en parte porque no estaban escritos en la ret6rica oficial de la ciencia, pero no fue asi por mucho tiempo, Los hechos biogrdf- ‘cos nos cuentan toda la historia: cuatro afios més tarde, Einstein era profesor en Zurich y, cuatro afios después, casi increfblemente, era di- rector del Instituto Kaiser Wilhelm en Berlin, por aquel entonces el centro que estaba ala cabeza de la fisica mundial. Ocho atios después recibié el Premio Nobel, sobre todo por el trabajo recogido en sus pri- meros articulos. Qué resultaba enigmatico en los articulos de Einstein? Leopold Infeld habla del aticulo sobre la relatividad, «Sobre la electrodindimi- cade los cuerpos en movimiento»: «El titulo parece modesto pero, en cuanto lo leemos, nos damos cuenta casi inmediatamente de que es diferente a otros aticulos. No hay referencias; no se cita autoridad al- ‘una y las escasas notas a pie de pagina son de caricterexplicativo, El estilo es sencillo, y gran parte de este articulo puede seguitse sin tener tun conocimiento técnico avanzado, Pero su comprensién requiere ‘una madurez mental y un gusto que es més raro y precioso que el co- nocimiento pedantes". Aunque estas observaciones puedan no set Leopold Infeld, Albert Binsin: His Werk and Ite Influence on Our Tins, Nueva ‘York, Chatles Scribner's Sons, 1950, pag. 23 143 inre coneiliables—, sin embargo, se mantiene un suspense considerable: no se le da al lector ninguna nocién de cémo la reconciliacién debe alcanzarse o cémo los dos «bastan para la obtencién de (la) teo ple y consistentes ‘A pesar del hecho de que Einstein diga que el informe del profi no, Relatividad, presenta sus ideas ven la secuencia y conexin con que se originaron en realidad», Holton encuentra wla secuencia dada all (.) cn desacuerdo con la secuencia de pasos del articulo de 1905» (pag na 167), Sin embargo, al tener en cuenta la necesidad de presentar el ® Albert Einstein, «On the Electrodynamics of Moving Bodies», en Amal der Physi 17, 1905, reimpreso en The Principle of Relativity: A Coleton of Original Memoirs on th Special and General Theo of Rea, wad W. Perret y G. B. Jeffrey, 1923; Nue- ‘a Yok Doves, 1952, ps7. Los nimeros de ign aos de agen adelante en etexto remiten a eta ediién, 3 Albert Binstin, Relat: Te Special and the General Tory: A Popular Exposition, tad. Robert W. Lawson, Nueva York, Crown, 1961, pig v. Los nimeros de pfgina ci tador de aqui en adelante en el texto remiten a esta ediién, 145

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