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PENITENCIA
PENITENCIA
Viene del verbo latino poenitere, tener pena, dolerse, arrepentirse. Es un termino que indica tanto una virtud como
un sacramento.
LA PENITENCIA, VIRTUD MORAL
Lo propio de esta virtud, es el dolor del alma que se entristece por sus pecados, y que tiene como motivo saber que son
ofensas a Dios.
LA PENITENCIA COMO SACRAMENTO
Montanistas (s. II) hay pecados que no pueden ser perdonados como idolatría, adulterio y homicidio, limitando el
poder de perdonar los pecados de la Iglesia
Novacianos (S. III) afirman que la Iglesia solo la forman los hombres puros y negaban la reconciliación a los que
cometieron pecado mortal, lo mismo afirman los donatistas
Abelardo (S. XII) afirma que Cristo confirió la autoridad de atar y desatar a los Apóstoles, pero no a sus sucesores
Las sectas espiritualistas rechazaron la jerarquía eclesiástica, y en consecuencia, defendían la tesis de que todos
los cristianos buenos y piadosos tienen sin distinción el poder de absolver los pecados.
Los reformadores protestantes negaron el poder de la Iglesia de perdonar los pecados.
Actualmente se da una desacralización del sacramento, siendo equiparada a técnicas puramente humanas o
psicológicas
DOCTRINA DEL MAGISTERIO
El signo sensible lo componen la absolución del sacerdote y los actos del penitente: la actuación del ministro que
imparte el perdón en nombre de Cristo se resume en las palabras de la absolución, que constituyen la forma del
sacramento; la actuación del penitente se concreta en las disposiciones con que se prepara para recibir la
absolución, y constituyen la materia del sacramento: esas disposiciones son la contrición o dolor de los pecados, la
confesión o manifestación de los mismos, y la satisfacción para compensarlos de algún modo.
LOS ACTOS DEL PENITENTE
El primer acto del penitente, la contrición, es el dolor del alma y detestación del pecado cometido, juntamente con
el propósito de no volver a pecar. Constituye la parte más importante del sacramento de la penitencia.
Etimológicamente viene del verbo contere, que significa destrozar, triturar, con el dolor y la detestación, el alma
busca destruir los pecados cometidos.
Lo propiamente específico de la contrición es el dolor del alma por el pecado cometido. Es un acto de la voluntad,
que no procede del sentimiento sino de la razón, iluminada por la gracia.
CARACTERÍSTICAS DE LA CONTRICIÓN
Interna: proviene de la inteligencia de la voluntad libre del penitente, y no tan sólo fingida
exteriormente. Se manifiesta al exterior, acusando los propios pecados.
Sobrenatural: Dios mueve al pecador al arrepentimiento, como por los motivos o razones que
la provocan: ofensa a Dios, contemplación del Crucificado, la pérdida del cielo, etc.
Universal: se extiende a todos los pecados graves cometidos. El arrepentimiento es de todos
los pecados, no es posible arrepentirnos de uno pero no de otro.
Máxima: el pecador aborrece el pecado como el mayor mal, y está dispuesto a sufrir cualquier
inconveniente antes de ofender de nuevo a Dios con una culpa grave.
EL PROPÓSITO
Hay dos clases de dolor y detestación de los pecados: contrición perfecta es aquella que es fruta del amor, dolor de
amor, y contrición imperfecta o atrición, que no da las gracias y no va acompañada de la recepción del
sacramento, pero basta como disposición para recibirlo.
Se llama imperfecta porque no proviene de un amor puro a Dios, sino del temor al infierno. Cuando el dolor de
atrición va acompañada por la absolución, el penitente de atrito se hace contrito, queda justificado por la virtud del
sacramento.
Estas dos clases de contrición difieren por razón de su motivo de sus efectos:
Por razón de su motivo, porque la perfecta es fruto de un ardiente caridad hacia Dios ofendido,
y la imperfecta viene determinada por un motivo distinto del amor.
Por razón de sus efectos, porque la perfecta justifica al pecador antes de la confesión, con tal
de qué se tenga el deseo de hacer lo que Dios ha ordenado y, por tanto, también el deseo de
confesarse. La imperfecta, en cambio, basta por obtener el perdón de en el sacramento, pero no
fuera de él.
La acusación de los propios pecados constituye el segundo acto que debe realizar el penitente. Para poder emitir
un juicio acertado, perdonar o retener, el sacerdote debe conocer el estado del penitente, lo cual no es posible si
éste no declara sus pecados y sus disposiciones, a través de la confesión.
Es un requisito establecido por el mismo Dios la manifestación o confesión de los pecados por parte del penitente,
para que el ministro conozca la causa y pueda dictar sentencia.
No basta la contrición para obtener el perdón de los pecados, es necesario acusar ante el sacerdote todos los
pecados mortales.
Jesucristo confiere explícitamente a sus Apóstoles el poder de perdonar los pecados, como esa potestad no pueden
ejercitarla sus ministros de forma arbitraria, es evidente que necesiten conocer las causas sobre las que debe
emitirse el juicio – eso es la confesión- y esto no de modo general sino con detalle y precisión.
La acusación de los pecados debe reunir estas dos características: sincera e íntegra.
1) SINCERIDAD
La confesión es sincera cuando se manifiestan los pecados como la conciencia de los muestra sin
omitirlos, disminuirlos, aumentarlos o variarlos.
Omitir a sabiendas un pecado grave todavía no confesado, así invalida la confesión, no quedando
perdonado los pecados ahí confesados, y se comete, además, un grave sacrilegio. Esto mismo se
aplica el hecho de omitir voluntariamente circunstancias que mudan la especie del pecado.
Los pecados no confesados por olvido o por ignorancia invencible no invalidar la confesión, y
quedan implícitamente perdonados, pero han de ser acusados en la siguiente confesión si el
penitentes conciente de ellos posteriormente.
La acusación de los pecados debe ser:
Natural: conviene emplear pocas palabras, las justas, a fin de decir con humildad lo que
culpablemente hemos hecho y omitido
Sencilla: no divagar, ni perderse en generalidades y detalles superfluos, señalando donde radicó
nuestra voluntad de pecar.
Clara: sin manifestar circunstancias innecesarias, guardando la oportuna modestia en el modo de
hablar, pero permitiendo que el sacerdote entienda bien el pecado cometido
Completa: abarcando todos y cada uno de los pecados mortales cometidos desde la última
confesión bien hecha.
2) INTEGRIDAD
La absolución del sacerdote perdona la culpa y la pena eterna, y también parte de la pena temporal debida por los
pecados. Por ser difícil que las disposiciones sean tan perfectas que supriman todo el débito de pena temporal, el
confesor impone una penitencia que ayuda a la atenuación de esa pena.
Pertenece a las disposiciones el aceptar la satisfacción impuesta por el confesor para resarcir a la justicia divina;
esas obras satisfactorias adquieren valor sobrenatural porque se insertan en la eficacia del sacramento.
Es éste el tercero de los actos del penitente, y su efectivo cumplimiento, tiene eficacia reparadora en virtud del
sacramento mismo.
La satisfacción puede consistir en la oración, en ofrendas, en obras de misericordia, servicios al prójimo,
privaciones voluntarias, sacrificios y sobre todo, la aceptación paciente de la cruz que debemos llevar.
1) normalmente, el confesor deberá imponer la penitencia antes de la absolución. El objeto y la cuantía de la
penitencia deberán acomodarse a las circunstancias del penitente, de modo que repare el daño causado y se ha
curado con la medicina adecuada la enfermedad que padece. Se debe guardar cierta proporción en relación con
número y el tipo de pecados cometidos. La enfermedad corporal, la poca formación del penitente, su habitual
alejamiento de la vida cristiana o la intensa contrición de sus pecados, aconsejan que se disminuya la satisfacción.
En todo caso, el confesor puede cumplir el mismo la parte de la penitencia que debería imponer al penitente.
2) el penitente receptar la penitencia que razonablemente le impone el confesor, y después cumplirlo. Si considera
que es difícil de cumplir, debe manifestarlo antes de recibir la absolución, para que el confesor si lo juzga
prudente, la cambio. El cumplimiento de la satisfacción impuesta obliga gravemente el penitente. Hay que
cumplirla para que no se olvide.
LA FORMA
Forma del sacramento de la penitencia son las palabras de la absolución, que el sacerdote pronuncia luego de la
confesión de los pecados y de haber impuesto en la penitencia. Las palabras son: yo te absuelvo de tus pecados en
el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
EL RITO SACRAMENTAL
En caso de necesidad grave se puede recurrir a la celebración comunitaria de la reconciliación con confesión
general y absolución general. Hay necesidad grave cuando hay un peligro inminente de muerte sin que sacerdote o
los sacerdotes tengan tiempo suficiente para ir la confesión de cada penitente. La necesidad grave también puede
existir cuando, teniendo en cuenta el número de penitentes, no hay bastantes confesores para oír debidamente las
convenciones individuales en un tiempo razonable, de manera que los penitentes, sin culpa suya, se verían
privados durante largo tiempo de la gracia sacramental o de la sagrada comunión.
Es ilícita cuando se realiza sin permiso de ir del obispo pero que hay imposibilidad física o moral. Es inválida
cuando no hay circunstancias de imposibilidad y grave necesidad.
Al desaparecer la imposibilidad física o moral para confesarse de modo auricular y secreto, los pecados
perdonados de este modo han de ser confesados individualmente. Por eso la iglesia siempre insiste en que la
acusación o confesión personal, y la absolución individual es, por ley divina el único modo ordinario.
A través de la lícita solución general, el penitente obtiene el perdón de los pecados que no ha confesado
personalmente al sacerdote, sólo si:
Tiene arrepentimiento y propósito de no pecar, de reparar los daños y el escándalo causados, y está dispuesto
hacer la confesión individual de los pecados así absueltos a su debido tiempo, es decir, en la primera confesión
que haga
EFECTOS DEL SACRAMENTO DE LA PENITENCIA
Es muy triste la condición del alma después del pecado mortal: poseía la gracia
sobrenatural y la amistad de Dios; se encaminaba al cielo y tenía el tesoro de los méritos
obtenidos por sus obras buenas: todo lo ha perdido por el pecado mortal. Sin embargo,
mediante la virtud y el sacramento de la penitencia, el alma consigue la absolución de sus
pecados, y todo lo que había perdido le es restituido.
Infusión de la gracia santificante
La penitencia infunde en el alma la gracia santificante que se había perdido con el
pecado. En efecto, el sacramento de la penitencia produce una verdadera
resurrección espiritual, una restitución de la dignidad y de los bienes de la vida de
los hijos de Dios, el más precioso de los cuales es la amistad de Dios.
Produce una verdadera reconciliación con Dios, que es la justificación. El hombre
deja de ser injusto y enemigo, y es hecho justo y amigo de Dios.
Perdona los pecados, la pena eterna y la temporal, en todo o en parte
Al infundirse la gracia desaparece el pecado mortal, pues no es posible el consorcio de ambas realidades. Se
perdonan, asimismo, los pecados veniales confesados.
La culpa es la mancha que queda en el alma después del pecado
La pena, es el castigo que se merece al haber pecado.
A través de la confesión se perdona la culpa, borrándose eficazmente todo pecado, mortal o venial, pero no sucede
lo mismo con la pena:
La pena que es eterna a causa del pecado mortal, se cambia a pena temporal
La pena, que es temporal por el castigo del pecado venial, se perdona sólo en parte, a la medida del dolor del penitente, es
decir, de sus disposiciones personales
Restituye las virtudes y los méritos
Le son restituidas por este sacramento las virtudes infusas perdidas teologales y morales, y los méritos de las
buenas obras hechas antes de cometer el pecado mortal; o bien se le aumentan, si no habían cometido pecado
mortal, sino solamente pecados veniales.
Confiere la gracia sacramental especifica
La confesión produce la gracia santificante y borra los pecados.
La gracia sacramental es esa fortaleza que recibe el cristiano para la lucha interior, a fin
de evitar los pecados en lo sucesivo, especialmente aquellos de los que se acusa, ya que
con la recepción frecuente de este sacramento se robustece toda la vida espiritual.
La gracia fortalece la voluntad, haciéndola más firme y decidida en su lucha contra las
tentaciones.
Reconcilia con la Iglesia
El pecado, siendo esencialmente personal, daña también a la Iglesia, por lo que el pecador tiene una
responsabilidad ante ella: el pecado menoscaba o rompe la comunión fraterna. El sacramento la repara o la
restaura. Reintegra a la comunión y tiene un efecto vivificante sobre la vida de la Iglesia que ha sufrido por el
pecado de uno de sus miembros.
NECESIDAD DE LA CONFESIÓN
Para los que han caído en pecado mortal después del bautismo, el sacramento de la penitencia es tan necesaria
como lo es el bautismo para los no regenerados.
Tienen especial necesidad de este sacramento todos los que hubieren caído en pecado mortal después de recibido
el bautismo.
La Iglesia establece la ley que obliga a confesarse al menos una vez al año a partir de la edad en que se comienza
a tener uso de razón.
EL MINISTRO DEL SACRAMENTO
La potestad de perdonar los pecados fue entregada por Cristo a los Apóstoles y a sus legítimos sucesores en el
sacerdocio.
Para absolver válidamente se requiere además de la potestad de orden, se tenga facultad de ejercerla sobre los
fieles a quiénes da la absolución.
La facultad para administrar este sacramento, se da ipso iure, en virtud del oficio y por concesión de la autoridad
competente.
En peligro de muerte todo sacerdote puede absorber válida y lícitamente a cualquier penitente de cualquier
pecado y censura.
Lugar propio para administrar el sacramento de la penitencia en la iglesia oratorio, es
recomendable que se cuente con una rejilla para salvaguardar la discreción necesaria.
Obligaciones del confesor
Ciencia: el compresor debe tener la ciencia suficiente para resolver los casos más corrientes, y para dar
prudentemente de los casos más difíciles y complicados.
Prudencia: se manifiesta en el modo de interrogar, de emitir juicios, de sugerir remedios, aconsejar o imponer la
necesaria satisfacción.
Santidad: como el sacerdote es juez y médico, se recomienda tener una profunda vida interior, celo apostólico,
paciencia, fortaleza y guarda del corazón.
El sacerdote debe mostrarse disponible a celebrar este sacramento cada vez que los cristianos lo pidan razonable
mente. En los confesión los sacerdotes han de enseñar, amonestar, y curar. En ocasiones tendrán que denegar la
solución a quienes no tengan las debidas disposiciones, no son capaces.
El sigilo sacramental
Todo sacerdote que hoy hay confesiones está obligado a guardar un secreto
absoluto sobre los pecados que sus penitentes le han confesado, bajo penas muy
severas.
SUJETO DEL SACRAMENTO
El sujeto de este sacramento es todo bautizado que haya cometido algún pecado mortal o venial
Los pasos para una buena confesión:
Examen de conciencia (cumplimiento de los mandamientos divinos y de la iglesia, obligaciones del propio estado)
Dolor de los pecados y propósito de enmienda
Acusarse de los pecados y cumplir la penitencia
CONFESIÓN FRECUENTE
La confesión de devoción, no sólo es el instrumento directo para destruir el pecado, sino ejercicio precioso de
virtud, expiación por el pecado, labor profunda de regeneración de las almas.
BENEFICIOS DE LA CONFESIÓN FRECUENTE