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ISBN: 978-84-16435-02-9
Depósito legal: M-33545-2015
IBIC: FX/YB
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6 IntroducCIÓN
convirtió en el personaje más genial de la tira cómica más célebre de la historia Menuda historia. Es Peanuts en su mayor expresión: dulce, sombrío y muy, muy
mundial. Sí, Snoopy llegaría a ser el protagonista de facto de Peanuts en los años divertido. Y se despliega a lo largo de veintidós tiras cómicas diarias. Echad cuentas.
sucesivos, pero Charlie Brown siempre fue el corazón de la tira: se esforzaba, Sparky cuenta este relato épico en un total de ochenta y ocho viñetas. El hombre
fracasaba y perseveraba. Lo que suponía ser Snoopy podía imaginármelo, pero SABÍA era un genio.
cómo era ser Charlie Brown. ¿Y quién no? Millones de lectores como yo vivían y El tiempo discurre por sus cauces. Ahora soy más mayor que Sparky cuando dibujó
morían con cada strike out, con cada desastroso día de San Valentín, con cada balón aquella historia. Los niños que visito en los colegios ni siquiera habían nacido cuando
de fútbol desviado en el último instante. Mi estima por Charlie Brown era tal que a él se jubiló. Pues no importa. En cuanto pongo una diapositiva de Charlie Brown o de
veces acababa llorando. ¿Por qué me preguntaba tenía que perder siempre? ¿Por Snoopy, cientos de rostros se iluminan, y cientos de voces comienzan a vitorearlos.
qué el pobre Charlie Brown no podía ganar al menos una vez? Años después leí una Sé cómo se sienten. El entusiasmo de esos alumnos me transporta a mi propia
entrevista en la que Sparky daba la respuesta: porque perder es más divertido que infancia, cuando mis sueños de convertirme en dibujante de cómics los espoleaba la
ganar. Tenía razón. Peanuts no siempre era una lectura ligera podía ser filosófica, habilidad de un hombre: Charles Schulz. Tengo buen gusto para los héroes. Sparky
descorazonadora, irónica e incluso espiritual, pero era, principalmente y por encima ha sido mi inspiración, y sus personajes mis compañeros, durante casi toda mi vida.
de todo, una tira cómica. Y era desternillante. Me sigue encantando Peanuts. Siempre me encantará Peanuts. Nada de lo que haya
leído después ha significado tanto para mí.
Mi argumento favorito de Peanuts apareció en el verano de 1973. Charlie Brown
padece un extraño sarpullido que hace que su careto parezca una pelota de béisbol, L— incoln Peirce
así que comienza a llevar una bolsa de papel encima para ocultar dicha afección.
Su pediatra lo envía de campamentos para que se recupere. Allí, para asombro de
Charlie Brown, lo eligen delegado. La cosa comienza como una burla, un cachondeo
urdido por un par de críos para mofarse del chico que lleva una bolsa de papel en
la cabeza, pero sucede algo inesperado: el trabajo le va que ni pintado. Se gana
el respeto de todos y comienza a ser bien considerado. Los veteranos empiezan
a referirse a él afectuosamente como «Bolsa» y le atribuyen las mejoras de las
condiciones del campamento; los más pequeños recurren a él para pedirle consejo
y aprobación. Por primera vez en su vida disfruta del éxito. Envía a sus padres una
carta eufórica. «La vida aquí en el campamento es maravillosa», escribe. Se trata de
un ejemplo de narración magistral: Sparky convierte el bochorno infantil de Charlie
Brown el sarpullido y la bolsa subsiguiente en una oportunidad para acceder al
triunfo. Y también es una historieta genial: los dibujos de Charlie Brown con la bolsa
puesta en la cabeza todavía hoy, más de cuatro décadas después, me hacen partirme
de risa. Pero como sucede siempre en Peanuts, una inevitable tristeza subyace bajo
la superficie. Charlie Brown solo obtiene la amistad y la estima ansiadas cuando su
identidad permanece oculta. Comprende que jamás habría alcanzado tales logros
con su yo habitual, pero termina llegando apesadumbrado a la conclusión de que no
puede llevar puesta una máscara eternamente. Es consciente de que, al final, tendrá
que ser Charlie Brown de nuevo. Y eso hace.
Lincoln Peirce 7