You are on page 1of 4

Carta de Plinio el Joven al emperador Trajano y rescripto del Emperador

(CAYO PLINIO CECILIO SECUNDO, Epístolas X, 96).

1. Carta.

C. PLINIUS TRAIANO IMPERATORI


(1) Sollemne est mihi, domine, omnia de quibus dubito ad te referre. Quis
enim potest melius uel cunctationem meam regere uel ignorantiam instruere?
Cognitionibus de Christianis inter uinumquam: ideo nescio quid et quatenus
aut puniri soleat aut quaeri.
(2)Nec mediocriter haesitaui, sit ne aliquod discrimen aetatum, an quamlibet
teneri nihil a robustioribus differant; detur paenitentiae uenia,an ei, qui
omnino Christianus fuit, desisse non prosit; nomen ipsum, si flagitiis careat,
an flagitia cohaerentia nomini puniantur. Interim, <in>iis qui ad me tamquam
Christiani deferebantur, hunc sum secutus modum.
(3) Interrogaui ipsos an essent Christiani. Confitentes iterum ac tertio
interrogaui supplicium minatus; perseuerantes duci iussi. Neque enim
dubitabam, qualecumque esset quod faterentur, pertinaciam certe et
inflexibilem obstinationem debere puniri.
(4) Fuerunt alii similis amentiae, quos, quia ciues Romani erant, adnotaui in
urbem remittendos. Mox ipso tractatu, ut fieri solet, diffundente se crimine
plures species inciderunt.
(5) Propositus est libellus sine auctore multorum nomina continens. Qui
negabant esse se Christianos aut fuisse, cum praeeunte me deos appellarent et
imagini tuae, quam propter hoc iusseram cum simulacris numinum afferri, ture
ac uino supplicarent, praeterea male dicerent Christo, quorum nihil cogi posse
dicuntur qui sunt re uera Christiani, dimittendos putaui.
(6) Alii ab indice nominati esse se Christianos dixerunt et mox negauerunt;
fuisse quidem seddesisse, quidam ante triennium, quidam ante plures annos,
non nemo etiam ante uiginti. <Hi>quoque omnes et imaginem tuam
deorumque simulacra uenerati sunt et Christo male dixerunt.
(7) Affirmabant autem hanc fuisse summam uel culpae suae uel erroris, quod
essent soliti stato die ante lucem conuenire, carmenque Christo quasi deo
dicere secum inuicem seque sacramento non in scelus aliquod obstringere, sed
ne furta ne latrocinia ne adulteria committerent, ne fidem fallerent, ne
depositum appellati abnegarent. Quibus peractis morem sibi discedendi fuisse
rursusque coeundi ad capiendum cibum, promiscuum tamen et innoxium;
quod ipsum facere desisse post edictum meum, quo secundum mandata tua
hetaerias esse uetueram.
(8) Quo magis necessarium credidi ex duabus ancillis, quae ministrae
dicebantur, quid esset ueri, et per tormenta quaerere. Nihil aliud inueni quam
superstitionem prauam et immodicam.
(9) Ideo dilata cognitione ad consulendum te decucurri. Visa est enim mihi res
digna consultatione, maxime propter periclitantium numerum. Multi enim
omnis aetatis, omnis ordinis, utriusque sexus etiam uocantur in periculum et
uocabuntur. Neque ciuitates tantum,sed uicos etiam atque agros superstitionis
istius contagio peruagata est; quae uidetur sisti etcorrigi posse.
(10) Certe satis constat prope iam desolata templa coepisse celebrari, et sacra
sollemnia diu intermissa repeti passimque uenire uictimas, cuius adhuc
rarissimus emptor inueniebatur. Ex quo facile est opinari, quae turba hominum
emendari possit, si sit paenitentiae locus.

Señor, es regla mía someter a tu arbitrio todas las cuestiones en las que tengo
alguna duda. ¿Quién mejor para encauzar mi inseguridad o para instruir mi
ignorancia? Nunca he llevado a cabo investigaciones sobre los cristianos: no
sé, por tanto, qué hechos ni en qué medida deban ser castigados o perseguidos.
Y harto confuso me he preguntado si no se debería hacer diferencias a causa la
edad, o si la tierna edad ha de ser tratada del mismo modo que la adulta; si se
debe perdonar a quien se arrepiente, o bien si a quien haya sido cristiano le
vale de algo el abjurar; si se ha de castigar por el mero nombre (de cristiano),
aun cuando no hayan hecho actos delictivos, o los delitos que van unidos a
dicho nombre.

Entre tanto, así es como he actuado con quienes me han sido denunciados
como cristianos. Les preguntaba a ellos mismos si eran cristianos. A los que
respondían afirmativamente, les repetía dos o tres veces la pregunta,
amenazando con suplicio; a quienes perseveraban, les hacia matar. Nunca he
dudado, de hecho, fuera lo que fuese lo que confesaban, que tal contumacia y
obstinación inflexible merece castigo al menos. A otros, convictos de la
misma locura, he hecho trámites para enviarlos a Roma, puesto que eran
ciudadanos romanos. Y muy pronto, como siempre sucede en estos casos,
propagándose el crimen al igual que la indagación, se presentaron numerosos
casos distintos. Me fue enviada una denuncia anónima que contenía el nombre
de muchas personas. Quienes negaban ser haber sido cristianos, si invocaban a
los dioses conforme a la fórmula que les impuse, y si hacían sacrificios con
incienso y vino a tu imagen, que a tal efecto hice instalar, y maldecían además
de Cristo –cosas todas ellas que, según me dicen, es imposible conseguir de
quienes son verdaderamente cristianos– consideré que debían ser puestos en
libertad. Otros, cuyo nombre me había sido denunciado, dijeron ser cristianos
pero poco después lo negaron; lo habían sido, pero después habían dejado de
serlo, algunos al pasar tres años, otros más, otros incluso tras veinte años.
También todos estos han adorado tu imagen y las estatuas de nuestros dioses y
han maldecido a Cristo. Por otro lado, ellos afirmaban que toda su culpa o
error había consistido en la costumbre de reunirse un día fijo antes de salir el
sol y cantar a coros sucesivos un himno a Cristo como a un dios, y en
comprometerse bajo juramento no ya a perpetuar cualquier delito, sino a no
cometer hurtos, fechorías o adulterios, a no faltar a nada prometido, ni a
negarse, a hacer un préstamo del depósito. Terminados esos ritos, tienen por
costumbre separarse y volverse a reunir para tomar alimento, por lo demás
común e inocente. E incluso de estas prácticas habían desistido a causa de mi
decreto por el que prohibí las asociaciones, siguiendo tus órdenes. He
considerado necesario arrancar la verdad, incluso con torturas, a dos esclavas
que se llamaban servidoras. Pero no conseguí descubrir más que una
superstición irracional y desmesurada.

Por eso, tras suspender las indagaciones, acudo a ti en busca de consejo. El


asunto me ha parecido digno de consultar, sobre todo por el número de
denunciados: Son, muchos, de hecho de toda edad, de toda clase social, de
ambos sexos, los que están o estarán en peligro. Y no es sólo en las ciudades,
también en las aldeas y en los campos donde se ha difundido el contagio de
esta superstición. Por eso me parece necesario contenerla y hacerla acallar. Me
consta, de hecho, que los templos, que habían quedado casi desiertos,
comienzan de nuevo a ser frecuentados, y que las ceremonias rituales que hace
tiempo habían sido interrumpidas, se retoman, y que se vende en todas partes
la carne de las victimas que hasta la fecha tenían escasos compradores. De
donde puede deducir qué gran cantidad de hombres podría enmendarse si se
aceptase su arrepentimiento.

2. Rescripto.

TRAIANUS PLINIO
(1) Actum quem debuisti, mi Secunde, in excutiendis causis eorum, qui
Christiani ad te delati fuerant, secutus es. Neque enim in uniuersum aliquid,
quod quasi certam formam habeat,constitui potest.
(2) Conquirendi non sunt; si deferantur et arguantur, puniendi sunt, ita tamen
ut, qui negauerit se Christianum esse idque re ipsa manifestum fecerit, id est
supplicando dis nostris, quamuis suspectus in praeteritum, ueniam ex
paenitentia impetret. Sine auctore uero propositi libelli<in> nullo crimine
locum habere debent. Nam et pessimi exempli nec nostri saeculi est.
Trajano a Plinio.
Has seguido, Segundo mío, el procedimiento que debiste en el despacho de las
causas de los cristianos que te han sido delatados. Efectivamente, no puede
establecerse una norma general, que haya de tener como una forma fija. No se
los debe buscar. Si son delatados, y quedan convictos, deben ser castigados;
de modo, sin embargo, que quien negare ser cristiano y lo ponga de manifiesto
por obra, es decir, rindiendo culto a nuestros dioses, por más que ofrezca
sospechas por lo pasado, debe alcanzar perdón en gracia a su arrepentimiento.
Los memoriales, en cambio, que se presenten sin firma, no deben admitirse en
ningún género de acusación, pues es cosa de pésimo ejemplo e impropia de
nuestro tiempo.

You might also like