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Alexandra Chaverra Gallego


Kant- Popper. De la crítica de la razón, al racionalismo crítico. Una herencia superada en favor de la
epistemología evolutiva
Revista Colombiana de Filosofía de la Ciencia, vol. 3, núm. 7, 2002, pp. 85-111,
Universidad El Bosque
Colombia

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Revista Colombiana de Filosofía de la Ciencia,


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Colombia

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Revista Colombiana de Filosofía de la Ciencia
Vol. 3 • Nos. 6 y 7 • 2002 • Págs. 85-111

Kant- Popper. De la crítica


de la razón, al racionalismo crítico
una herencia superada en favor de la
epistemología evolutiva.

Alexandra Chaverra Gallego

Summary
Kant-popper. From the critique of the reason to the critical rationalism
an inheritance overcome for the evolutionary epistemology

The tendency that Kant began is a critique to the rationalism and the
dogmatic empiricism. These doctrines consider the reason or the perception
as the only sources of objective knowledge. Kant appraises the traditional
metaphysics and the theory based on the empiricist principle “to be is to be
perceived”. Thus, he criticizes all knowledge with objective pretensions and
to all assertions that declare themselves as a synthetic judge of experience.
The critique of the reason undertook by Kant, lays the foundations to rule
out the cognitive reductionism including the concept of transcendental
subject.

Popper presents the criticism to the objective knowledge as “the problem


of the demarcation”: the differentiation among empirical and non- empirical
statements, and also between science and pseudoscience, in order to reject
the latter from the critical-rational knowledge field. Moreover, his critical
rationalism includes those metaphysical theories that have tried to solve
problems and that have contributed to the development of science and the
whole knowledge. Then, we pass from the logical approach of empirical
testability to the critical discussion of reasonable theories; from the
falsification to the critical argument.

85
The Popper evolutionary epistemology has revolutionized the relationship
between the subject and the world -outlined by Kant as the relationship
between transcendental subject and empiric object- because it identifies
knowledge and life and it considers every organism being able to solve
problems.

Cuando uno admite la posibilidad de llegar a convencerse de que


es capaz de llegar a descubrir algo importante y que puede incluso
sorprender en error hasta a un señor Leibniz, procura hacer todos
los esfuerzos por convertir esa posibilidad en realidad. Y después
de haberse equivocado mil veces en un empeño, se prestará con
ello un servicio mucho mayor al conocimiento de la verdad que si
se hubiese marchado siempre por la calzada real.(...) (Kant. 1997: 45)

Combatir la equivocación, el error, significa por tanto buscar la


verdad objetiva y hacer todo lo posible por descubrir y eliminar
falsedades. Ésta es la tarea de la actividad científica. Así, podemos
decir que nuestro objetivo en cuanto científicos es la verdad
objetiva; más verdad, más verdad interesante, más verdad
inteligible. (Popper. 1994: 18)

El camino crítico de kant

Desde su primer escrito “Ideas sobre la verdadera apreciación de


las fuerzas vivas” fechado en 1746, Kant tenia claro cual iba a ser
su tarea en cuanto a la evaluación del método utilizado en la
ciencia y en la metafísica de su época. Este texto que constituye
una crítica al concepto de fuerza desarrollado por Leibniz y una
toma de partido por la mecánica newtoniana - la cual restringe el
ámbito de la ciencia empírica al estudio de los fenómenos -, va a
ser el germen precrítico que posteriormente dará pie a la crítica
racional que el autor desarrollara en la primera y segunda versión
de la “Crítica de la razón pura” (1781-1786) y en sus posteriores
escritos donde la crítica será la metodología empleada tanto en
cuestiones de estética como de ética.

De este modo, el camino critico emprendido por Kant en cuanto


vía adecuada para evaluar las posibilidades de las facultades

86
teórica, estética y practica del sujeto; constituirá mas que una crítica
directa a los sistemas filosóficos y científicos precedentes, una
crítica a las tres facultades antes mencionadas. Esta vía subjetivista
es la que Kant pretende vincular a la crítica del conocimiento
objetivo sumándose –aunque no sin reservas- a la tradición de las
teorías subjetivistas del conocimiento.

Sin embargo a diferencia de sus antecesores en estas cuestiones,


para nuestro autor lo más importante no es sólo la crítica a la
facultad de conocer misma, sino la crítica a la metodología, desde
la cual será posible abrir una nueva perspectiva en el
planteamiento de los problemas cosmológicos y sus respectivos
campos de tematización. Aunque la “Crítica de la razón pura”
puede entenderse en parte como una teoría del conocimiento y
una epistemología, su pretensión principal es ser un tratado del
método, y es en esta dirección en la que pretendo extraer los efectos
positivos e innovadores de la propuesta kantiana, al margen de
las consecuencias de su enfoque subjetivista en el campo de la
crítica al conocimiento objetivo y de la epistemología en sentido
estricto. Más adelante veremos cómo Popper se inclinará por esa
toma de decisión en cuanto al método crítico como marco general
para abordar problemas teóricos y prácticos; y hará una crítica a
los elementos -que él consiente negativos- del enfoque subjetivista
de la Epistemología kantiana.

La crítica a la metafísica racional

La labor rigurosa emprendida por Kant en la crítica a la metafísica


tradicional, abrirá las puertas a cuestiones referentes a la
determinación de lo que pueda considerarse ciencia pura en el
sentido de la Matemática y de la Geometría, y de lo que pueda
considerarse ciencia empírica en el caso de la Física y más
estrictamente, de la mecánica newtoniana. El autor sentará desde
el prólogo a la segunda edición de la KrV1 su parecer acerca de lo
que ha permitido a la Física encaminarse por la ruta de la ciencia,
para plantear de esta manera una cuestión a la posibilidad de la
metafísica como conocimiento científico. Así, la discusión girará
1
Utilizaré la abreviatura KrV para referirme a “ La crítica de la razón pura”.

87
en torno a la delimitación y caracterización de lo que es una ciencia
en sentido estricto y de las condiciones que tendría que cumplir
la metafísica si quiere poseer dicho titulo.

El problema acerca de la necesaria delimitación entre ciencia


empírica y metafísica respecto del conocimiento en sentido
objetivo experiencial, dará pié al problema popperiano de la
demarcación entre ciencia y pseudociencia. A partir de éste
desarrollará uno de los más severos ataques al método inductivo
y a los alcances mismos del saber científico; que se hace precisa a
la hora de establecer los principios que determinan la
cognoscibilidad objetiva del mundo conforme al método científico.

(...), entonces los investigadores de la naturaleza comprendieron


súbitamente algo. Entendieron que la razón sólo reconoce lo que
ella misma produce según su bosquejo, que la razón tiene que
anticiparse con los principios de sus juicios de acuerdo con leyes
constantes y que tiene que obligar la naturaleza a responder sus
preguntas, pero sin dejarse conducir con andaderas por así decirlo.
(...) Aunque debe hacerlo instruida por la naturaleza, no lo hará
en calidad de discípulo que escucha todo lo que el maestro quiere,
sino como juez designado que obliga a los testigos a responder
las preguntas que él les formula. De modo que incluso la Física
sólo debe tan provechosa revolución de su método a una idea, la
de buscar (no fingir) en la naturaleza lo que la misma razón pone
en ella, lo que debe aprender de ella, de lo cual no sabría nada por
sí sola. Únicamente de esta forma ha alcanzado la ciencia natural
el seguro camino de la ciencia, después de tantos años de no haber
sido mas que un mero andar a tientas. (Kant, 1998: 18)

El problema de la metafísica racional es que quiere hacerse pasar


por un conocimiento epistémico, tratando de hacer valer como
verdaderas objetivamente, ideas que a lo sumo poseen el grado
de la certeza y de la convicción subjetiva, y carecen de ese termino
que necesita el saber de la experiencia para denominarse objetivo,
esto es, un objeto, sobre el cual todos los sujetos puedan juzgar al
margen de sus opiniones particulares. Si bien es cierto que no
podemos exigirle a la metafísica probar sus teorías en la
experimentación empírica al modo de la física, sí es lícito pedirle

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cuentas de la seriedad de su método. ¿En qué principio se basa
para afirmar que desde la razón teórica puede tener conocimiento
verdadero e indubitable de ideas como la inmortalidad del alma?
¿Cuál es la calidad de las pruebas que realiza para demostrar y
afirmar dicho conocimiento? ¿En qué sustenta la metafísica
racional su posibilidad como ciencia?

Estas preguntas críticas son las que imponen a Kant la necesidad


de un énfasis en el estudio de la facultad de conocer teóricamente
y a restringir el uso puro de la razón especulativa que ha
caracterizado a la metafísica tradicional, a un uso empírico. Sólo
quedará esclarecida la pregunta por la posibilidad de la metafísica,
si indagamos los rendimientos y las limitaciones de la razón en el
campo del conocimiento experiencial. Así, resulta más viable
establecer la crítica a la metafísica racional erigiendo un sistema
filosófico propio, que suministre desde su edificio teórico los
argumentos que hagan caer a la metafísica tradicional por su
propio peso; y una doctrina del método que vuelva a redefinir el
concepto de ciencia objetiva.

Esta intención está descrita en textos como “Los paralogismos”,


“La refutación del idealismo”, “Fenómenos y noúmenos”, y en la
“Dialéctica trascendental”; secciones en las que Kant dirige su
crítica a conceptos y teorías no sólo de los racionalistas dogmáticos
sino de los empiristas escépticos.

Una vez argumentada en la primera parte de la KrV “La doctrina


trascendental de los elementos”, el modo en que está constituida
la subjetividad cognoscente o sujeto trascendental, se puede
emprender con principios claros, la cuestionabilidad a esas ideas
que de diversas maneras quieren reducir el conocimiento objetivo
a un mero estado mental de un sujeto que produce ideas o
imágenes acerca de cosas que él cree que existen fuera de él. Esta
visión subjetivista radical de la teoría del conocimiento es
desarrollada por Berkeley y Descartes en la forma de un idealismo,
en el cual se niega bien la existencia real del mundo externo, o
bien su demostrabilidad. En Berkeley por razones inmaterialistas,
y en Descartes por motivos racionalistas.

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Esto para decir, que la crítica de Kant adquiere mayor relevancia
desde su propia teoría del sujeto cognoscente, que permite por
un lado realizar una crítica a la reducción de las fuentes del
conocimiento a la autoridad de la receptividad sensorial de un
sujeto pasivo que recibe impresiones, o a la suficiencia del
pensamiento que convierte sus ideas especulativas y ontológicas
en conocimiento cierto, reduciendo éste a la mera actividad
independiente de un sujeto productor de ideas.

Para que la filosofía kantiana pueda desarrollarse como filosofía


crítica, necesita construirse como una teorización, que permita
probar porqué el conocimiento objetivo de la experiencia no se
reduce a la autoridad del sujeto, sino que necesita de un correlato
necesario, esto es, la realidad del mundo exterior.
De este modo la teoría del conocimiento de Kant no se reduce a
mero subjetivismo, aunque su concepción epistemológica lo
articule como elemento determinante para la crítica al
conocimiento precedente, cosa que Popper considera una
desventaja. Sin embargo, esta carencia va a tener, a mi modo de
ver, consecuencias positivas para la segunda parte de la KrV “la
doctrina trascendental del método”, en la cual se nos ilustran un
poco, las implicaciones de su crítica en una toma de decisión,
primero, en cuanto a la elección de un método científico y segundo,
en cuanto a la elección del tipo de método. Pues el propósito de
Kant es emprender una calzada distinta a aquella que han
recorrido sus predecesores en cuestiones de estudio del
conocimiento, instituyendo la siguiente propuesta:

El naturalista de la razón pura adopta el principio


siguiente: mediante la razón común, prescindiendo de la ciencia
(mediante lo que él llama la sana razón), se puede conseguir más,
en lo relativo a las más elevadas cuestiones de la metafísica, que
mediante la especulación. Sostiene, consiguientemente, que con
los ojos podemos determinar las dimensiones y distancia de la
luna mejor que con el rodeo de las matemáticas. Se trata de pura
misología convertida en principio y lo que es todavía más absurdo,
es elogiar como método propio el desprecio de todos los medios
artificiales para extender el conocimiento propio. En efecto, nada
se puede reprochar a los naturalistas en lo que se refiere a la falta

90
de más conocimiento por su parte. Ellos siguen la razón común
sin alardear de su ignorancia como de un método que contenga el
secreto de cómo extraer la verdad del hondo pozo de Demócrito.
Su lema es el texto de Persio: quod sapio est mihi; non ego curo,
esse quod Arcesilas aerumnosique Solones2 , lema que les permite
vivir a gusto y merecer aplausos sin preocuparse de la ciencia ni
desviarse con los asuntos de ésta”. (...) “Sólo queda el camino
crítico. Si el lector ha tenido la amabilidad y la paciencia de
recorrerlo conmigo, puede ahora juzgar si le gustaría aportar su
parte para contribuir a la conversión de este sendero en camino
real, para conseguir antes de que termine este siglo lo que muchos
siglos no han sido todavía capaces de obtener: dar plena
satisfacción a la razón humana en relación con los temas a los que
siempre ha dedicado su afán de saber, pero inútilmente hasta hoy.
(Kant, 1998: 661)

¿Y qué pretende modificar con un cambio de método?, ¿Qué idea


germina en Kant esta necesidad? Nada más que la idea del
progreso del conocimiento humano, un progreso que como ya
nos decía en su primer texto, comienza con detectar errores,
erradicarlos, y conducirnos hacia la indagación de problemas
interesantes, que puedan ser tratados bien por los resultados
positivos de la ciencia empírica o bien por las restricciones que la
pregunta por la posibilidad de la metafísica nos impone, en el
ámbito de los alcances de la razón teórica y su aplicación empírica
en el conocimiento del mundo fenoménico. En suma, podemos
seguir en la propuesta teórica kantiana, dos vías del progreso del
conocimiento humano, una positiva y una negativa:

Se preguntará, sin embargo, ¿qué clase de tesoro es éste que


pensamos legar a la posteridad con semejante metafísica depurada
por la crítica, pero relegada por ello mismo a un estado de inercia?
Si se echa una ligera ojeada a esta obra se puede quizá entender
que su utilidad es sólo negativa: nos advierte que jamás nos
aventuremos a traspasar los límites de la experiencia con la razón
especulativa (Kant, 1998: 24). El hecho de que como mera
especulación sirva para evitar errores, más que para extender el
conocimiento, no disminuye su valor, sino que, al contrario, le da
2
“Aquello que sé es para mí. Yo no me preocupo por ser aquél afligido Solon de Atenas”.

91
dignidad y prestigio en virtud de la censura que ejerce, la cual
asegura el orden universal, la armonía e incluso el bienestar de la
comunidad científica, ya que la metafísica impide que los valerosos
y fértiles desarrollos surgidos de esa comunidad se alejen de su
fin principal, de la felicidad universal. (Kant, 1998: 658)

Es precisamente en las cuestiones prácticas donde la metafísica


propuesta por Kant verá su realización; a diferencia de los
metafísicos que le antecedieron y no supieron discriminar
adecuadamente que la transgresión a la que la razón humana se
ve impelida tiene su mayor satisfacción en el mundo inteligible
de lo moral.

El vínculo. la propuesta kantiana de la ilustración

A modo de uso público de la razón, Kant dos años antes de su


segunda edición de la KrV, manifiesta públicamente su actitud
crítica en un texto titulado “Respuesta a la pregunta ¿qué es la
Ilustración?” donde reivindica el movimiento ilustrado francés e
inglés y se consagra como el último defensor de éste y de la idea
de la emancipación por el conocimiento. Este texto más que un
escrito de carácter teórico, sienta la posición ética kantiana frente
a la importancia del conocimiento objetivo y las realizaciones
prácticas. Es un discurso que expresa, por decirlo así, la ética
científica y filosófica de Kant.

La Ilustración es la salida del hombre de su condición de menor


de edad de la cual él mismo es culpable. La minoría de edad es la
incapacidad de servirse de su propio entendimiento sin la
dirección de otro. Uno mismo es culpable de esta minoría de edad,
cuando la falta de ella no radica en una falta de entendimiento,
sino de la decisión y el valor para servirse de él con independencia,
sin la conducción de otro. ¡Sapere aude!3 ¡Ten valor de servirte de
tu propio entendimiento!, es pues la divisa de la Ilustración (Kant,
3/99) Pero para esa Ilustración sólo se exige libertad y, por cierto,
la más inofensiva de las que puedan llamarse libertad, a saber: la

3
“Atrévete a saber”.

92
libertad de hacer uso público de la propia razón en todo respecto.
(...) Entiendo por uso público de la propia razón, el que alguien
hace de ella en cuanto sabio ante la totalidad del público lector
(Kant, 3/99)

Lo anterior constituye una propuesta general a la humanidad para


que despierte del sueño de la coerción dogmática del pensamiento,
y para que se contribuya activamente a la elaboración del saber.
Se trata de exigir al hombre individual que asuma la
responsabilidad del propio pensar y que someta la especulación
privada a la crítica pública del conocimiento.

Pero para ello es necesario tener en cuenta, que hay que hacer un
uso público de la propia razón, esto es, formular lingüísticamente
los pensamientos que se poseen y convertirlos en productos
objetivos en bien de la humanidad. Si bien es cierto que no todo
hombre se preocupa por ser hombre de ciencia, aquél que si
pretende serlo, debe exponer su conocimiento a juicio público y
rebasar el valor de certeza subjetivo de sus juicios para buscar la
objetividad y la verdad que su convicción no le garantiza. De
esta manera la propuesta kantiana pone en entredicho la noción
de progreso dogmático del conocimiento, que no admite la
revolución de las ideas y opta por perpetuar los viejos errores.

Esta invitación que hace Kant al hombre individual, y que se


remonta a las naciones, es un modo de proceder que mueve los
cimientos del saber coartado por el poder de la autoridad.
Una época no se puede obligar ni juramentar para colocar a la
siguiente en una situación en la cual le sea imposible ampliar sus
conocimientos (sobre todo los más urgentes), purificarlos de
errores y, en general, avanzar en la Ilustración. Eso sería un cri-
men contra la naturaleza humana, cuya determinación originaria
justamente consiste en ese progresar. (Kant, 3/99)

Kant es escéptico en cuanto a que la toma de decisión que se


necesita para pensar por sí mismo sea un hecho. Sabe que la
ilustración del individuo y de la humanidad es un acto de libertad

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que muchos hombres no desean ejecutar, pues esta libertad
implica la autocrítica y la crítica responsable de los alcances del
pensar y del actuar humanos y sus consecuencias para la vida
misma; los efectos de una razón crítica que puede determinar de
alguna manera la voluntad y hacernos autónomos y libres.

La autoeducación crítica resulta una alternativa de solución al


problema de la contradicción de la razón consigo misma, pues
una vez aclarados los límites de ésta frente al mundo en el ámbito
teórico, se nos invita a asumir la responsabilidad de tener en
nuestras manos un entendimiento humano y una aspiración a lo
incondicionado, que en algunas cuestiones tiene que dejar paso a
la fe, a la falta de demostrabilidad experimental o matemática, de
aquellas ideas que inquietan el pensar humano para constituirlas
como supuestos regulativos de nuestro quehacer práctico.
Debemos hacernos responsables del uso de la razón y tener el
valor de asumir la creencia sin hacerla pasar por conocimiento
efectivo, pues estas cuestiones son más graves cuando lo que está
en juego es el progreso del conocimiento humano. Por ello, la
exigencia del uso del propio entendimiento regulado por la actitud
crítica es mucho más fuerte para el hombre de ciencia.

No es gratuito que Kant funde su filosofía en una decisión


metodológica con grandes implicaciones éticas: detectar el error,
someter los juicios a la crítica intersubjetiva y a la relación con la
experiencia externa, que no conocemos en sí misma, sino bajo
nuestra constitución formal subjetiva.

El hombre que está constituido a priori cognoscitivamente, tanto


en el plano de lo intuitivo como en el plano de la posibilidad con-
ceptual, debe asumir que su constitución a priori es ya un modo
de ser que determinará su comprensión del mundo, y en esa
medida, tiene que hacerse responsable del sentido que construye
a partir de su interacción con el mundo físico, y de su actuar en el
mundo práctico. Tiene que tomar las riendas del preguntar y del
responder, es él quien necesita resolver problemas cosmológicos
en tanto se autodetermina prácticamente.

94
Tanto en el campo del conocimiento como en el de la moral, Kant
dio un nuevo significado a esa idea socrática de la autosuficiencia
que forma parte de nuestra herencia occidental. Y le ha agregado,
además, la idea de una comunidad de hombres libres, de todos
los hombres. Pues mostró que todo hombre es libre; no porque
haya nacido libre, sino porque ha nacido con la carga de la
responsabilidad de decisiones libres (Popper, 1994: 178)

Y como sólo nosotros nos preocupamos en construir un saber


consciente y objetivo, como sólo nosotros nos preocupamos por
lo que sea la verdad objetiva o lo correcto de nuestras acciones
morales, es nuestra obligación asumir una autoeducación basada
en el uso controlado de nuestra razón y libertad; tanto para lograr
el avance del conocimiento en sentido objetivo como para integrar
nuestra responsabilidad moral en la perspectiva del progreso del
conocimiento como un intento de mejoramiento de nuestras
condiciones de vida.

El camino crítico de popper: más allá de la lógica de la ciencia

Hasta aquí he intentado recorrer el camino de Kant para vincularlo


al racionalismo crítico de Popper, tanto en su propuesta de la teoría
del conocimiento como de la epistemología y de la ética. La actitud
crítica atraviesa la obra de Popper en todo respecto y tendrá unas
consecuencias más radicales en relación con la concepción del
conocimiento en el enfoque evolutivo y biológico.
En esta parte me encargaré de ilustrar cómo el método crítico,
hizo posible que Popper superara la estrechez de sus criterios
lógicos en la investigación científica, pasando a un plano mucho
más amplio, que le permitió considerar a la tradición del
conocimiento como un horizonte que implica, no sólo la tradición
del conocimiento científico, sino el tipo de conocimiento que guió
las investigaciones kantianas y que le sugirió la invención de un
nuevo método para el estudio del conocimiento objetivo, esto es,
el conocimiento denominado metafísica.

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Lo primero que impulsó a Kant a la investigación científica y
filosófica fue un problema cosmológico; la pregunta de sí el mundo
tiene un comienzo en el tiempo; una pregunta metafísica que no
ha podido ser resuelta en el plano de la experimentación empírica.
Tenía claro que a tales cuestiones y a este tipo de especulación, no
podía exigírsele una prueba fehaciente que arrojara una respuesta
concluyente, y por ello se encaminó en una indagación que le
permitió delimitar el campo de las ciencias puras y empíricas del
campo de la metafísica; sin considerar a ésta ultima como un sa-
ber estéril y vacío.

La razón humana no puede evitar la especulación metafísica, el


único problema es la pretensión de hacer pasar tales
especulaciones como conocimiento verdadero empíricamente. Y
si el hombre es un ser físico pero también metafísico, sin duda
habrá que preguntarse qué sentido tiene el que a él mismo se le
presenten estos modos de ser como problemáticos. De esta
manera, la metafísica debe entrar en la tradición del conocimiento
humano, para dar cuenta de los diversos modos del preguntar y
del desarrollo del conocimiento.

Popper denomina a esta tradición del saber como la tradición


racional, donde ya no es lícito conservar la disyunción entre
metafísica –como un saber meramente dogmático que nos
desorienta de la realidad perceptiva manifiesta- y ciencia –
conocimiento que basándose sólo en los datos de la experiencia
(su fuente) y sirviéndose del método inductivo, constituye la única
teorización cierta sobre el mundo -. Nuestro autor evaluará estas
dos posiciones tradicionales y sostendrá que ambas son erróneas.
El conocimiento humano no puede reducirse al cientificismo, pero
tampoco podemos restituir una metafísica racional que perpetúe
la superstición en cuanto a cuestiones trascendentes. Pues todo
nuestro saber en tanto meramente conjetural no puede
determinarse por la obtención de certezas indubitables ni verdades
absolutas. Para establecer un puente entre ciencia y metafísica y
configurar un horizonte más completo del conocimiento, lo más
adecuado es que se reconozca que sin la tradición de las ideas
metafísicas dogmáticas no hubiese surgido la tradición de las

96
conjeturas científicas. Una teoría metafísica puede funcionar como
un marco de referencia para teorías contrastables, pues las teorías
metafísicas plantean y tratan de resolver problemas y con ello se
inscriben dentro de la posibilidad de la discusión crítica, aunque
sólo puedan tratarse en el ámbito de la argumentación racional y
no en la contrastación con la experiencia.

El método crítico propuesto por Popper permitirá entonces


agregar, al criterio lógico de la falsabilidad, el criterio de la
discusión crítica argumentada de teorías no-empíricas y empíricas.
Así, las conjeturas empíricas que no soporten los más severos tests
experimentales serán eliminadas, al igual que aquellas hipótesis
metafísicas que no soporten la evaluación desde la discusión
racional.

Popper pasa de un criterio de demarcación que dejaba por fuera


la consideración racional de teorías metafísicas útiles, fuentes de
problemas para la ciencia, a la inclusión de la discusión crítica no
como un criterio de demarcación sino de evaluación de todo tipo
de teorías. Lo que evaluaremos es lo razonable que resulta una
teoría; cómo procede a la solución de un problema determinado
y si lo logra aproximativamente o no. En esa medida una buena
y razonable idea metafísica siempre impulsa y abre nuevos
problemas que pueden intentar resolverse mejor, con teorías
empíricas contrastables. Este cambio de método señala el tránsito
de “La lógica de la investigación científica” a “Conjeturas y
refutaciones” y obras posteriores.
Se trata pues, en el examen crítico de teorías metafísicas y
científicas de escoger la mejor, bien porque ha resistido severos
tests avalados por la argumentación crítica - en el caso de las teorías
falsables-, bien porque en la evaluación crítica se ha mejorado la
explicación de problemas que se salen del ámbito de la
contrastación empírica. Con la crítica se puede mejorar el
contenido explicativo de teorías empíricas y no empíricas.

En otras palabras, toda teoría racional, sea científica o filosófica,


es racional en la medida que trata de resolver ciertos problemas.
Una teoría es comprensible y razonable sólo en relación con un

97
conjunto de problemas dados y sólo puede ser discutida
racionalmente mediante la discusión de esta relación. Pero si
consideramos una teoría como solución propuesta por un conjunto
de problemas, entonces la teoría se presta inmediatamente a
discusión crítica, aunque no sea empírica o refutable. Pues en tal
caso podemos plantear cuestiones tales como: ¿resuelve el
problema?, ¿Lo resuelve mejor que otras teorías?, ¿Ha desplazado,
simplemente, el problema?, ¿Es simple la solución?, ¿Es fecunda? ;
¿contradice a otras teorías filosóficas que son necesarias para re-
solver otros problemas? (Popper, 1983: 245-246)

La discusión crítica no nos sirve para justificar o dar validez a


hipótesis empíricas o no empíricas; con ella sólo podemos
argumentar porqué escogemos una teoría en lugar de su rival.
Optamos por una teoría que es mejor en tanto posee un alto nivel
explicativo – explica más fenómenos pero también prohíbe más,
abre nuevos problemas e intenta resolver provisionalmente los
que su oponente no resuelve. Estos constituyen argumentos
suficientes para decir, que es una hipótesis más audaz, más
interesante y verosímil que su rival.

Las teorías metafísicas que Popper considera mejores, reciben el


nombre de programas metafísicos de investigación, entre los
cuales figuran la teoría filosófica del realismo y la teoría evolutiva
de Darwin4 , la cual impulsará la investigación popperiana del
conocimiento y desembocará en su epistemología evolutiva. En
el caso de la propuesta de Darwin el método de ensayo y elimina-
ción del error se comprende como un método crítico, que funciona
en el plano del conocimiento precientífico y científico, con una
importante variación en cuanto a la eliminación del error por
medio del lenguaje y su función argumentativa y crítica.

Estos programas de investigación le han permitido a Popper


valerse de argumentos importantes para su concepción del
conocimiento conjetural y de la realidad. Ellos plantean problemas
4
Ésta es la posición que Popper asume en la autobiografía, aunque a propósito de la teoría
de Darwin sostenga en su texto: “La selección natural y el surgimiento de la mente”. Que
no es un programa metafísico -pues de hecho es refutable-, aunque continúe siendo un
programa de investigación.

98
cosmológicos interesantes y suelen servir de antesala para el
desarrollo de la ciencia y el aumento del conocimiento.

En la medida en que se proyecte luz sobre nuevos e interesantes


problemas, la ciencia no se estancará en el análisis y perfecciona-
miento de un único método (como sucede en el caso de la ciencia
que sólo admite el método inductivo, y rechaza todo conocimiento
metafísico), sino que intentará resolverlos, con su método de la
discusión crítica de teorías. La ciencia tomada en este sentido pue-
de plantearse un progreso, que más que basarse en la acumulación
del conocimiento precedente, se basa en la revolución, dejando
en entredicho cualquier solución provisional de un problema como
la solución definitiva; pues tanto los problemas como la ciencia –
en sentido conjetural- deben cambiar constantemente mediante
la discusión. Sin embargo, no podemos esperar que ésta nos
asegure un progreso efectivo y constante.

La importante y nueva actitud que hace de la ciencia lo que es, es


en todo caso la actitud crítica, y ésta se logra, sobre todo, por medio
de la formulación lingüística objetiva, pública, de sus teorías. Esto
conduce después usualmente a la toma de partido y, con ello, a la
discusión crítica. A menudo permanece la discusión en empate a
lo largo de muchos años, como la famosa discusión entre Albert
Einstein y Niels Bohr. En cualquier caso, no tenemos ninguna
garantía de que toda discusión científica pueda decidirse. No hay
ninguna garantía para el progreso científico (Popper, 1995: 26-27).

Por ello se hace más factible hablar de progreso en términos de


revolución que en términos de acumulación de conocimiento.

No sobra agregar que el método crítico que nos permite incluir


buenas teorías metafísicas en el horizonte del conocimiento objeti-
vo, también está pensado para excluir de la tradición crítica aque-
llas teorías que no siendo científicas, ni metafísicas en sentido
positivo, constituyen hipótesis pseudocientíficas, esto es, hipótesis
que quieren hacerse pasar por científicas, empleando el método
inductivo y la observación. Tales teorías se autoinmunizan inten-
cionalmente ante toda posible contrastación empírica, no hay
enunciado observacional que pueda falsarlas. Las pseudociencias,

99
nos dice Popper (1974a: 55-56), son “capaces de interpretar cual-
quier evento concebible como una verificación de sus teorías” Son
teorías que no prohiben ningún evento y hacen a todos consecuen-
cias suyas, poseen sólo los enunciados que puedan verificarlas, una
clase infinita que no incluye enunciados prohibitivos.

Tales teorías rehuyen el criterio de demarcación, y por ello con


base en una decisión metodológica, Popper implementa a su
criterio de falsabilidad, el de la discusión crítica intersubjetiva de
teorías, para oponerse a aquellos que, defendiendo el método
inductivo y el verificacionismo, introducen elementos que
protegen a sus teorías de los intentos de refutación.

Ante todo, me di cuenta enseguida de que el problema de la de-


marcación y mi solución, tal como la he enunciado más arriba,
eran un tanto formales y poco realistas: siempre se pueden evitar las
refutaciones empíricas; siempre se puede “inmunizar” una teoría con-
tra la crítica (...). Así fue como llegué a la idea de las reglas metodoló-
gicas y de la importancia fundamental del punto de vista crítico;
es decir, de un punto de vista que impida la política de inmunizar
nuestras teorías contra la refutación (Popper, 1974b: 40).

El método crítico excluye cualquier tipo de autojustificación de una


teoría, y es por ello que la supervivencia de la misma se mide en
términos de competencia, de enfrentamiento de hipótesis que
intentan resolver un problema determinado. Una teoría que no
pueda comprometerse con esta metodología, será pseudocientífica
y no merece incluirse dentro de la tradición del conocimiento crítico.

Kant: ¿filósofo de la creencia?. La objeción de popper

Al defender un tercer mundo objetivo deseo provocar a aquellos


que yo llamo “filósofos de la creencia”: los que, como Descartes,
Locke, Berkeley, Kant o Russell, se interesan por nuestras creencias
y su fundamento y origen. Frente a ellos subrayo que el problema
consiste en encontrar teorías mejores y más audaces y que lo
importante no son las creencias, sino la preferencia crítica (Popper,
1974b: 107).

100
Popper considera que la preocupación kantiana por la validez a
priori del conocimiento es un error dentro de la consideración episte-
mológica; pues la epistemología que nos compete es una epistemo-
logía sin sujeto cognoscente. En otras palabras, una epistemología
en la cual las teorías o hipótesis científicas formuladas lingüística-
mente pueden ser sometidas a crítica racional al margen del origen
subjetivo de las mismas. Pues nuestro conocimiento objetivo
formulado se separa de nosotros, para ser un mundo autónomo
(mundo 3), que puede ser considerado en sí mismo.

Sin embargo para Kant, era de gran importancia introducir la


certeza subjetiva y validez a priori del conocimiento, para justificar
el correcto funcionamiento del mismo frente a la diversidad y
contingencia fenoménica. Si bien el mundo empírico que cono-
cemos es diverso, transitorio; nuestra estructura cognoscitiva y
mucho más su parte conceptual tiene que tener una validez a priori
antes de toda experiencia, para enmarcar en estructuras fijas lo
mudable de la realidad. Kant no pregunta por el origen de las
estructuras a priori, si no que parte de la aceptación de que existen
y procede a realizar un inventario de las mismas. Popper afirmará
que tales estructuras son resultado del proceso evolutivo-adapta-
tivo. En esa medida el trabajo de este autor trata el aspecto genético
y con ello se separa de la investigación trascendental que realiza
el filósofo de Köninsberg.

Popper comparte la preexistencia de una estructura disposicional


a priori5 para que la experiencia tenga sentido, pero considera que
atribuir la categoría lógica de la validez, al origen subjetivo del
conocimiento es un error de procedimiento; esto por diversas
razones:

1. Porque si bien la mayor parte de nuestro conocimiento es a


priori, esto no significa que sea seguro, es decir, el que el origen
del conocimiento sea subjetivo no determina la validez del
mismo, al contrario, lo hace más falible, conjetural e incierto.
2. Muchas de nuestras disposiciones innatas son inconscientes
–no susceptibles de crítica -. Sólo las hipótesis formuladas

5
No sobra anotar que Popper utiliza la expresión a priori en un sentido muy laxo, para
hablar del conocimiento anterior a la experiencia perceptiva. No utiliza el término en la

101
pueden someterse a discusión en relación con el problema de
la verdad objetiva e intersubjetiva.
3. Nuestras expectativas innatas osan predecir acontecimientos,
pero no es seguro que estos ocurran tal cual se predicen, no
estamos ciertos de la realidad.

Estas son algunas razones para argumentar porqué la epistemo-


logía no debe enredarse en cuestiones, como la pregunta por la
suficiencia de la fuente del conocimiento para atribuir validez al
mismo.

Dentro de la epistemología contemplada por Popper, no tiene


ningún sentido que la certeza subjetiva pueda determinar la
verosimilitud de una teoría. Si fuese preciso, el autor hubiera no
hubiera optado por la falsación de teorías empíricas sino por su
verificación; puesto que si la certeza subjetiva pudiera determinar
en algo el producto objetivo que es una hipótesis científica, se
tendría a lo sumo la mitad de la verdad de la teoría, restando
solamente la parte que concierne a la experiencia objetiva.

Pero ni la convicción ni la certeza tienen importancia en la discu-


sión crítica de hipótesis científicas, en la que tenemos en mira, el
acercamiento a la verdad comprendida como correspondencia con
los hechos. La cuestión funciona de un modo distinto, ya que
nuestro conocimiento a priori es falible y mutable y nuestras
expectativas, predicciones o convicciones pueden verse refutadas
por la experiencia. No podemos atribuir por lo tanto ni siquiera
la certeza en sentido lógico, apodíctico (necesario, universal) a las
disposiciones cognoscitivas innatas que poseemos, en tanto no
constituyen productos objetivos – formulados lingüísticamente -
que puedan ser evaluados críticamente o sometidos a la contras-
tación. Nuestras disposiciones no son resultado de la ciencia, sino
que a partir de ellas y atravesando por su uso precientífico, el
sujeto humano intenta construir conocimiento objetivo y científico.

El valor lógico de la verdad, sólo puede atribuirse al conocimiento


independiente de las posibilidades del que conoce. Además,
muchas de las fuentes de donde procede la invención de teorías

102
tienen un carácter irracional e inconsciente que no permite
desentrañar claramente los móviles que inciden en la formulación
de hipótesis científicas o de problemas.

De este modo, al racionalismo crítico de Popper no le importa


preguntar por sí nuestro conocimiento está fundamentado en
suelo seguro, pues no cree que lo esté. Otra es la opinión de Kant,
quien construye toda su “deducción trascendental” como una
argumentación de la justificación y validez a priori de los con-
ceptos puros del entendimiento, aunque estos sean categorías
dirigidas estrictamente a la aplicación empírica. Mucho más grave
es la cuestión -a la luz de la epistemología popperiana- cuando
Kant en la sección “La opinión, el saber y la creencia”, vincula a la
pretensión del tener algo por verdadero móviles subjetivos.

El tener algo por verdadero es un suceso de nuestro entendimiento,


y puede hacerse en fundamentos objetivos, pero requiere también
causas subjetivas en el psiquismo del que formula el juicio.
Cuando éste es válido para todo ser que posea razón, su funda-
mento es objetivamente suficiente y, en este caso, el tener por
verdadero se llama convicción. Si sólo se basa en la índole especial
del sujeto, se llama persuasión (...) (Kant, 1998: 639).

La persuasión es una mera apariencia, ya que el fundamento del


juicio, fundamento que únicamente se halla en el sujeto, es tomado
por objetivo. Semejante juicio tampoco posee, pues, más que una
validez privada y el tener por verdadero es incomunicable. Pero
la verdad descansa en la concordancia con el objeto y, consiguien-
temente, los juicios formulados por cualquier entendimiento y
relativos a dicho objeto tienen que coincidir (consentientia uni-
tertio, consentium inter se). El criterio para saber si el tener por
verdadero es convicción o mera persuasión es, por tanto, externo,
y consiste en la posibilidad de comunicarlo y en comprobar su
validez para toda razón humana. En este último caso parece al
menos que la causa de la concordancia de todos los juicios residirá,
a pesar de la diversidad de los sujetos entre sí, en la comunidad
de fundamento, es decir, en el objeto, al concordar todos con él,
queda demostrada la verdad del juicio (Kant, 1998: 639-640).

103
A lo sumo, podemos aceptar que la noción de verdad utilizada
por Kant es correcta y que la sugerencia de comunicabilidad del
juicio también lo es; pero el problema es que todas estas
afirmaciones están impregnadas de la influencia subjetiva para
determinar la verdad. Además, se nos propone verificar
intersubejtivamente la validez de los juicios, una vía contraria a
la de Popper. El objeto, sirve para decir que el juicio es verdadero;
en la epistemología falsacionista de Popper para determinar que
un enunciado empírico es falso. Tenemos una de las claves para
comprender porqué la noción del conocimiento de Popper y su
epistemología se diferencian de la propuesta kantiana. En Kant
la experiencia tiene el papel de confirmar, en Popper de refutar o
contrastar.

Finalmente, cuando el tener por verdad es suficiente tanto


subjetiva como objetivamente, recibe el nombre de saber. La
suficiencia subjetiva se denomina convicción (para mí mismo); la
objetiva, certeza (para todos). No me detendré ahora en la
explicación de conceptos tan claros (Kant, 1998: 640).

Decir que la certeza es intersubjetiva o para todos, es tanto como


afirmar que todos los sujetos estamos convencidos, sabemos con
seguridad, que un juicio es verdadero. Esto para Popper sería
una posición acrítica en tanto estamos dando un valor
determinante de la verdad objetiva a la convicción6 -cosa que no
asegura la verdad absoluta de mi juicio- de muchos sujetos.

Popper lo plantearía en el ámbito de la discusión crítica como


una cuestión de preferencia entre teorías mejores, pero esta
preferencia no está determinada por nuestra convicción, sino que
el peso lo tienen las contrastaciones empíricas, los tests, y las
discusiones sobre la razonabilidad de las mismas. No sabríamos
que un juicio es verdadero con certeza sino que es verosímil, es
decir, que se acerca a la verdad; conjeturaríamos que una hipótesis
es mejor que su rival para explicar determinados problemas.

6
Sin embargo en la teoría kantiana, tal convicción se da gracias al objeto, con lo que el
elemento subjetivo no se basta a sí mismo. Así, la epistemología kantiana no cae en
psicologismo. No hay que olvidar que para Kant lo más importante es la convergencia en
el fundamento –objeto- y no en la mera creencia subjetiva.

104
Yo como sujeto del conocimiento no puedo afirmar que porque
estoy dotado para conocer tengo, la creencia firme y segura de
que mis conocimientos son ciertos; basándome en que mis
estructuras a priori les dotan de ese carácter de universalidad y
necesidad que requiere para ser conocimiento objetivo, y que la
experiencia empírica no puede darles. En caso de que la observa-
ción arroje resultados opuestos a los que se esperaban con respecto
al objeto, si sostengo arbitrariamente la certeza apodíctica de mi
sujeto trascendental (fija, inmutable) estaría inmunizando mis
hipótesis de la contrastación empírica; de la posibilidad del choque
con la realidad. Y aunque podemos aceptar que somos nosotros
los que determinamos al objeto y hacemos ciencia, tal conoci-
miento no es absoluto ni suficientemente cierto; en cualquier
momento nuestras expectativas acerca del mundo pueden verse
defraudadas.

En el caso de Popper no se trata de tener por verdadero, sino de


tener por falso, en cuanto nuestro conocimiento -al igual que
nuestras disposiciones cognoscitivas- es falible y conjetural. Lo
subjetivo no es tampoco un elemento decisivo a la hora de
determinar si una teoría es falsa o un buen intento de explicar un
problema en comparación con su rival.

En consecuencia, las categorías lógicas deben sólo aplicarse a los


sistemas científicos construidos y no a las disposiciones mentales
que pueden haberlos originado, pues a éstas subyace un
ingrediente de irracionalidad imposible de analizar lógicamente.

Dejando de lado el problema de la certeza, Popper teoriza el


llamado mundo dos -el mundo de las disposiciones mentales y
biológicas que constituyen a todo organismo resolutor de
problemas-, dentro de una teoría evolutiva del conocimiento que
identifica a éste con el origen y la evolución de la vida. Es preciso
distinguir en Popper entre una lógica de la investigación científica
que sólo se interesa por determinar los criterios lógicos de
enunciados observacionales falsables, de una epistemología que
como teoría del conocimiento científico incluye el método crítico
del ensayo y la eliminación del error por medio de la discusión
crítica de enunciados empíricos contrastables e hipótesis

105
metafísicas razonables, y por último, de su teoría evolutiva del
conocimiento que considera al agente que conoce y su relación
con el entorno y con ello a los productos objetivos que de esto
resultan.

De esta manera quedará más claro porqué la tendencia subjetiva


de Kant, -que sostiene cuestiones de validez a priori-, no entra en
ninguna de las tres propuestas de Popper, y porqué su propuesta
del origen a priori trascendental y la experimentación a posteriori,
es la piedra de toque de la teoría evolutiva del conocimiento que
desarrolla el filósofo austriaco.

La separación desde el enfoque biológico y evolutivo

Así nacemos con expectativas, con un “conocimiento” que, aunque


no es válido a priori, es psicológica o genéticamente a priori, es
decir, anterior a toda experiencia observacional. Una de las más
importantes de estas expectativas es la de hallar una regularidad.
Está vinculada a una propensión innata a buscar regularidades o
a una necesidad de hallar regularidades, como podemos verlo en
el placer del niño que satisface esta necesidad (Popper, 1983: 73-
74).

Tenemos genéticamente una actitud dogmática que no nos


diferencia de otros organismos vivos. Desde nuestra constitución
biológica presuponemos la existencia de un mundo real, que se
sigue por ciertas regularidades, esto nos permite habitarlo.
Funcionamos como organismos resolutores de problemas, pero
nos encontramos en una situación de ventaja frente a tal resolución
cuando nos remontamos a la esfera epistemológica y del saber
científico: la dificultad en la resolución de determinado problema
no nos elimina, gracias a nuestra actitud crítica derivada del
lenguaje argumentativo y explicativo, la cual posibilita eliminar
el error de nuestras conjeturas sin perecer con ellas.

Esto diferencia al ser humano que teniendo una actitud dogmática


puede modificarla críticamente, de otros organismos vivos que

106
perecen con sus intentos de resolución de problemas, en la medida
en que su estructura disposicional cognitivo-adaptativa, es
vulnerable y eliminada con la mutación.

De este modo la teoría evolutiva de Popper abre una perspectiva


en la consideración del conocimiento como vida, y se distancia
de modo más radical del corte subjetivista de las teorías del
conocimiento del sentido común. El conocimiento no entra por
los sentidos para inscribirse en una mente vacía, sino que el
organismo activo ya está dispuesto a priori a resolver los proble-
mas que le plantea el entorno, tiene una estructura innata tejida
por expectativas, predicciones e hipótesis para enfrentarse al
mundo.

Así, no sólo nosotros los humanos nos adelantamos a la experien-


cia sino que el organismo más primario está constituido bioquími-
camente a priori, para ensayar a resolver problemas de adaptación.
Con ello, la teoría evolutiva del conocimiento no se reduce a episte-
mología evolutiva sino que incluye a todo ser vivo en el siguiente
esquema: problemas-intentos de solución-eliminación. Sin embargo,
hay una diferencia muy importante entre el camino biológico que
sigue el organismo no humano, del que seguimos los humanos
en la última etapa cuando nos ocupamos del conocimiento
objetivo:

Un ser vivo presupone regularidades en su nicho ecológico.


Cuando este entorno sufre un cambio radical, el organismo tiene
que probar una solución tentativa para adaptarse al nuevo entor-
no; tiene que sufrir una mutación que muchas veces afecta de
manera fatal su disposición innata dogmática, y le conduce a
perecer en el intento por subsistir. Su constitución biológica a
priori no soportó la mutación –crítica- y eliminó el organismo con
el error.

Pero como los seres humanos no nos ocupamos sólo de nuestro


ser biológico, sino que además nos vemos en la necesidad de
superar nuestra actitud precientífica y producir un mundo
autónomo de conocimiento consciente como tentativa de

107
explicación a problemas cosmológicos; necesitamos valernos de
una actitud para someter a juicio los problemas que hemos
formulado lingüísticamente. Una actitud que nos viene a través
del lenguaje y que cumple la función de la discusión, argumen-
tación y explicación crítica de las soluciones tentativas a nuestros
problemas, eliminando los errores de los mismos y produciendo
una mutación –revolución- favorable al entorno del conocimiento
objetivo y un estímulo para continuar en el camino de la búsqueda
de la verdad.

Puede decirse que la crítica continúa la obra de la selección natural


a un nivel no genético (exosomático): presupone la existencia de
conocimiento objetivo, bajo la forma de teorías formuladas. Así,
sólo a través del lenguaje es posible la crítica consciente. Esta es,
conjeturo yo, la principal razón de la importancia del lenguaje;
(...) (Popper, 1974a: 200-201).

Y la posibilidad misma de la experiencia, pues nos damos cuenta


de que no constituimos un tablero en blanco que ha de llenarse
de los datos que la experiencia perceptiva inscribe en él; más bien,
siempre nos adelantamos a los hechos observables, nuestra
experiencia del mundo es teórica-especulativa –anticipatoria-
aunque no siempre científica.

La experiencia está impregnada de las interpretaciones anticipa-


doras de lo que pueda ser la realidad, lo que no exige que nuestras
hipótesis sobre la misma se vean confirmadas por ésta, pues en
tanto no tenemos un dominio total sobre la realidad y el acaecer
de los fenómenos nos chocamos con la imprevisibilidad de los
mismos. Es necesario presuponer, partir de ideas, mitos, conjeturas
basadas en las expectativas que tenemos frente al mundo, pero
tal necesidad entraña la consecuencia de que nos demos cuenta
en la colisión con la realidad que nuestras expectativas pueden
ser refutadas o falsadas, que son inciertas; esto implica la
reformulación de nuestras teorías acerca del mundo y su constante
cambio gracias a la crítica.

Si siempre partimos de los hechos observables creyendo en su


inextricable regularidad -lo que los hace fidedignos-, nos topare-

108
mos con que esas rigurosas regularidades que suponíamos pueden
romperse con un evento que se sale de esa necesidad que imputá-
bamos al acaecer de los fenómenos. Estaríamos desconcertados
al darnos cuenta de que no tenemos un conocimiento absoluta-
mente cierto. Por eso es mejor creer que conjeturamos frente a lo
que pueda o no ocurrir y aceptar que estar equivocados no es una
pérdida sino una consecuencia de nuestra condición falible, la que
permite que se generen nuevos problemas y nuevas aproximacio-
nes a la realidad. En este sentido la experiencia es un proyecto.

Así la experiencia es el resultado de nuestra búsqueda activa de


interpretaciones perceptivas, la mayoría de las cuales son falsas y
son rechazadas por nosotros mismos debido a un choque contra
la realidad. Por este choque estamos constantemente convencidos
de que la realidad existe (...) (Popper, 1987). Así el análisis lógico
muestra que la experiencia no consiste en la acumulación mecánica
de observaciones. La experiencia es creadora. Es resultado de
interpretaciones libres, audaces y creadoras controladas por la
crítica severa y por tests severos (Popper, 1983: 239).

El conocimiento y la vida son actividad, por ello no podemos


quedarnos con la idea de un sujeto pasivo o de una realidad
inmutable. El sentido de la experiencia como proyecto nos permite
ver que la imprevisibilidad de lo que puede suceder no es un
impedimento, sino un móvil para formular conscientemente –en
el caso del conocimiento científico- una pluralidad de hipótesis
dispuestas a intentar resolver problemas. Estamos siempre en
interacción con el entorno, ya sea el de las hipótesis científicas, o
nuestro entorno ecológico. Incorporamos información sobre estos,
a la vez que los modificamos en nuestros intentos de adaptación
y solución de problemas. Pero nuestro conocimiento objetivo está
sujeto a limitaciones, que Kant había subrayado. No somos sujetos
omniscientes, ni podemos tener un conocimiento teórico de lo que
sea el mundo independientemente de nuestro modo de referirnos
e interactuar con él.

Mi nueva interpretación optimista subraya (como hace Bergson)


la actividad de todos los seres vivos. Todos los organismos están
plenamente ocupados en la resolución de problemas. Su primer

109
problema es la supervivencia. Pero hay innumerables problemas
concretos que surgen en las situaciones más diversas. Y uno de
los problemas más importantes es la búsqueda de mejores
condiciones de vida: de mayor libertad; de un mundo mejor
(Popper, 1994: 72).

Popper amplía la relación tradicional sujeto-objeto, en la que el


sujeto era siempre sujeto humano que conocía un mundo, para
proponer su concepción evolutiva del conocimiento en la cual
tenemos un organismo activo que posee un 99.9% de conoci-
miento a priori conjetural que le permite dar sentido al conoci-
miento a posteriori a corto plazo. De este modo evoluciona en el
juego de la experiencia, del intento de solución de problemas de
adaptación y problemas de conocimiento objetivo. “La teoría
evolutiva vincula el conocimiento, con él a nosotros mismos, con
el cosmos; y de este modo el problema del conocimiento pasa a
ser un problema de cosmología” (Popper, 1992: 72).

Podemos concluir, que este leve trazo de la tradición que vincula


a dos filósofos interesados en la búsqueda del conocimiento
objetivo y de la verdad, encontramos la posibilidad de engrosar
las alternativas gnoseológicas y epistemológicas que contribuyen
a configurar un horizonte más complejo y sintético, de las
consideraciones pertinentes a la tematización del desarrollo del
conocimiento en general; actualizando e integrando aspectos que
antes del modo de preguntar de esta tradición crítica y racional,
no se habían destacado.

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BIBLIOGRAFÍA
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consiguieron los linces su visión aguda?”. Traducido del Italiano por Jorge Antonio Mejía.
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