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by
An Abstract
May 2006
ABSTRACT
known as the sicaresca novel, a new genre that proliferated in Colombia in the 1990s.
These novels emerged from the violence of the drug wars, and are named after the
The main hypothesis claims that the sicaresca novel is a new literary genre that
opens with Our Lady of the Assassins by Fernando Vallejo, and is consolidated by Morir
con Papá by Óscar Collazos, Rosario Tijeras by Jorge Franco, and Sangre ajena by
Arturo Alape. This work builds on discourse analysis and theorizes some of the
characteristics of the sicaresca novel that create a distinctive narrative discourse, directly
The first chapter is devoted to the effect of drug-trafficking on the rise of a new
subculture where the sicario’s attitudes and beliefs are embedded, and relates the
sicaresca to other narratives about drug-trafficking. The second chapter studies specific
narrative forms in Our Lady of the Assassins that will be copied, altered or subverted by
the subsequent novels, such as the use of a street vernacular known as parlache, and
other devices borrowed from oral tradition. The third chapter studies fictional
novel and the picaresca novel. This section reveals how each archetype denaturalizes
presumed natural concepts about the sicario figure, validated by official discourses. The
fourth chapter examines the relation between the sicaresca novel and mass media. It
questions the role of the cultural critic in the reception of the sicaresca novel as a whole,
2
and analyzes how the dialogue between literary and cinematic discourse is established for
Our Lady of the Assassins and Rosario Tijeras and their adaptations to film.
trafficking and its young assassins. All the works studied represent a critique of the
social, economic and cultural changes that conditioned the sicario’s appearance during
_______________________________________________________
Title and Department
_______________________________________________________
Date
LA NOVELA SICARESCA: EXPLORACIONES
FICCIONALES DE LA CRIMINALIDAD JUVENIL
DEL NARCOTRÁFICO
by
May 2006
CERTIFICATE OF APPROVAL
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PH. D. THESIS
_____________
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Tom Lewis
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Claire Fox
_________________________________________
Oscar Hahn
A mis padres, mis hermanos y Joe
ii
Es tan distinto saberse habitante de un país donde se mata por amor o por despecho, por
deber o por pagar, por cobrar o por venganza, por diversión o por entrenamiento, por
sobrevivir o por impedir la misma muerte; es tan distinto saberse parte de una sociedad
que no se cansa de ir a entierros pero en donde no hay ningún empresario de pompas
fúnebres cargado de millones; es, en fin, tan difícil de entender de qué fibra estamos
hechos, cómo y por qué convivimos con la muerte y, sobre todo, por qué ella terminó
convertida en herramienta de vida, que los escritores colombianos, salvo contadísimas
excepciones, hemos preferido el silencio ante lo que nos asfixia, y no hemos sido capaces
de escribir la novela que cuente esta espiral de horrores y espantos, de muertos y vivos,
de absurdos y contradicciones.
iii
AGRADECIMIENTOS
Denison University, no sólo por haberme motivado a emprender estudios doctorales, sino
por el apoyo académico e institucional de los últimos seis meses, sin el cual me hubiera
Doy las gracias al Graduate College de The University of Iowa por su apoyo
Agradezco a los escritores Arturo Alape, Óscar Collazos y Jorge Franco su buena
Mónica Ayala, Manuel Martínez, Eduardo Jaramillo, María Mercedes Ortiz, Charlie
iv
TABLA DE CONTENIDOS
INTRODUCCIÓN………………………………………………………………………. 1
CAPÍTULO
CONCLUSIÓN.……………………………………………………………………….. 165
v
APÉNDICE
BIBLIOGRAFÍA……………………………….……….……………….……………. 203
vi
1
INTRODUCCIÓN
El término ‘sicaresca’ fue acuñado por el escritor colombiano Héctor Abad
últimas dos décadas del siglo XX. En la dinámica de dicha estética surgen narraciones en
Antioquia, región profundamente afectada por el tráfico de drogas ilegales, en las que se
Creo que ciertas figuras sociales creadas por el narcotráfico y cierto gusto
mafioso por el lenguaje han influenciado la literatura… Es testimonio la
fascinación por el sicario, que también empezó a sufrir la literatura. Hay
una nueva escuela literaria surgida en Medellín: yo la he denominado la
sicaresca antioqueña. Hemos pasado del sicariato a la sicaresca. Y [al
sicario] lo ha empleado la literatura como nuevo tipo en los relatos, a
veces buenos, a veces horribles, casi siempre truculentos. (iii)
En entrevista con Renato Ravelo en 1999, Abad reitera que el término es de su autoría e
incluye en la lista de autores a Alonso Salazar con su libro testimonial No nacimos pa’
testimonio novelado El pelaíto que no duró nada. Abad hace además otras precisiones
sobre este nuevo grupo de narraciones: primero, que la sicaresca antioqueña se asemeja a
la picaresca española por ser generalmente la narración de un joven que habla en primera
persona; segundo, que en ella, el sicario es visto con cierta compasión y tolerancia; por
último, que la obra de Vallejo es la más lograda. Entonces, estas generalidades hacen
pensar en la sicaresca como un grupo de textos diverso, que incluiría narraciones fílmicas
características comunes son el protagonismo del joven sicario al servicio del narcotráfico
2
y su violencia. Al mismo tiempo, la idea de que esta nueva tendencia ha pasado del
sicariato a la sicaresca implica no sólo el paso del fenómeno social al literario como lo
sugiere Abad en su momento, sino también una relación entre las narraciones
“narcorrealismo.” Para María Fernanda Lander, por ejemplo, hay un grupo de novelas
que exploran la violencia colombiana de las últimas décadas, conformado por La Virgen
de los sicarios de Fernando Vallejo, Rosario Tijeras de Jorge Franco Ramos, Hijos de la
nieve de José Libardo Porras, Sangre ajena de Arturo Alape y Comandante Paraíso de
incluye, además de las narraciones sobre sicarios, dos novelas sobre el tráfico de drogas
carácterística unificadora que la escritora propone para este grupo incluye de una u otra
forma todas las narraciones del narcotráfico, y no exclusivamente aquellas que plantan al
Medellín.
Partiendo de las observaciones hechas por Abad y por Lander, en este estudio
llamaremos novela sicaresca al corpus conformado por textos novelados sobre los
jóvenes asesinos al servicio del narcotráfico en la ciudad de Medellín. Hemos optado por
este término en lugar de novela del sicariato en razón a que éste último puede sugerir
erróneamente la presencia de textos literarios escritos por sicarios, los cuales son
3
obras incluir para proponer la aparición de la novela sicaresca como un género literario
nuevo. Optamos entonces por la metodología adoptada por Claudio Guillén para la
novela picaresca española que, según el crítico, comienza con El Lazarillo de Tormes y
El Guzmán de Alfarache, dos obras específicas, cada una con su propia tonalidad, técnica
número de obras que componen un género es indefinido y varía, dependiendo no sólo del
país o de la época, sino de los autores y de la dinámica social de donde surgen. Teniendo
en cuenta que el canon implícito al que obedece la selección de las obras analizadas en
Medellín en relatos largos de ficción, hemos optado de manera empírica por formular el
género de la novela sicaresca como el grupo conformado por La Virgen de los sicarios
(1994) de Fernando Vallejo, Morir con papá (1997) de Óscar Collazos, Rosario Tijeras
(1999) de Jorge Franco Ramos y Sangre ajena (2000) de Arturo Alape. No es nuestro
objetivo enfatizar la idea de que las cuatro novelas sean ya clásicas, sino que ellas
cada obra en su especificidad, al igual que ponerlas todas en relación, con el fin de
cual se inserten y cobren sentido. No se pretende llegar a una definición definitiva del
género, sino elaborar un análisis de un grupo de obras de ficción que toman diferentes
corpus potencial del que se disponía al principio del camino de lectura investigativa que
se recorrió para llegar a la delimitación de las obras que se proponen aquí como
han sido las ventas, si se tiene en cuenta que las editoriales sólo han posicionado y
promovido las obras de Vallejo y Franco Ramos. Sin embargo, el criterio comercial ha
Por otra parte, el orden en el análisis de las obras obedece a que La Virgen de los
sicarios, la primera publicada, sienta precedentes narrativos para las novelas posteriores.
Este trabajo se presenta también como resultado del interrogante planteado por
cambio de mentalidad crítica para empezar a reconocer que una realidad tan compleja y
caótica como la situación política, económica y social colombiana de las últimas dos
mayor, aún por explorar. Las novelas sicarescas no son estrictamente novelas de la
violencia, pues sus temas son existenciales: el amor, el desengaño, los viajes y la
5
separación, entre otros. Tampoco son novelas como las de la Violencia colombiana de
mitad de siglo que describen los asesinatos en relación con una causa. En la novela
sicaresca se revela el derrumbe de los valores tradicionales, la religión y las leyes, así
Debido a la naturaleza misma del tema, las narraciones sicarescas han suscitado
respuestas a favor y en contra. Por una parte, se celebra que haya aparecido este sector
social como personaje narrativo y, por otra, se piensa que carece de valor porque se
los sicarios. Por su parte, los escritores colombianos han tomado también dos posiciones
frente a las narraciones sobre sicarios: unos las aprueban y otros las rechazan. Dentro del
segundo grupo está el mismo Héctor Abad, quien se refiere al género delimitado por él
como una enfermedad que sufre la literatura y al sicariato como una peste de la ciudad
novelas porque, como anota el escritor y crítico Álvaro Pineda, en sectores del exterior
1 Sin embargo, con el correr de los años parece que Abad ha desarrollado una postura menos
radical hacia la sicaresca. En la página electrónica de la película Rosario Tijeras, estrenada en
2005, el escritor antioqueño alaba el ritmo y la buena técnica narrativa del filme de los cuales
deberían aprender los directores colombianos. Así mismo, Abad celebra la aparición de la
película por su alejamiento de lo macabro, del ‘chantaje de la pornomiseria’ y por el encanto que
la asemeja a las tragedias griegas.
6
sobre sicarios son quizás las únicas formas de conocimiento de esa realidad reciente. (“La
las narraciones sobre la violencia del narcotráfico. Comenzando en los años ochenta, se
explica la formación del sicariato como una subcultura del narcotráfico en la cual se
insertan las actitudes, creencias y prácticas de los jóvenes que más tarde serán
que dieron lugar a la aparición del sicario como figura dentro de narraciones de variados
estilos. Finalmente, se relaciona la novela sicaresca con otras narraciones acerca del
género. Se analiza el uso de la oralidad como herramienta narrativa, dentro del cual el
parlache, un idiolecto de los jóvenes de los barrios marginales, actúa como elemento
tradicional.
El tercer capítulo estudia las representaciones del arquetipo del sicario en Rosario
Tijeras, Morir con papá y Sangre ajena. Además de analizar la especificidad estructural
actitudes violentas del sicario, a través de la cual cada obra pretende lanzar una crítica a
los Sicarios y Rosario Tijeras con el fin de mostrar cómo se establece el diálogo entre las
CAPÍTULO 1
SURGIMIENTO DE LA NOVELA
SICARESCA EN EL CONTEXTO
COLOMBIANO (1985-2005)
cual se puede resumir como la historia de quienes practican la violencia como profesión
en Colombia, los sicarios –o asesinos que matan por encargo-, y cuyas variantes más
Fernando Vallejo, padre e hijo unidos por el crimen de Morir con papá (1997) de Óscar
Collazos, la joven y atractiva sicaria de Rosario Tijeras (1999) de Jorge Franco Ramos, y
los niños en el mundo de los gatilleros de Sangre ajena (2000) de Arturo Alape. 3
2 El término “problema narco”, fue sugerido agudamente por Saúl Franco en su libro El quinto:
no matar, en reemplazo del ya común “narcotráfico.” La razón que expone Franco es la siguiente:
“Como en general se habla del problema del narcotráfico, conviene empezar por aclarar que
considero más adecuada la categoría problema narco, dado que ésta incluye los momentos de
producción, procesamiento, tráfico y consumo de ciertas sustancias psicoactivas ilegales. Su
tráfico es sólo uno de los momentos del proceso, justo aquel que ha sido más estigmatizado y
sancionado”(31). Reconociendo la pertinencia del concepto establecido por Franco, en esta
disertación usaremos el término ‘narcotráfico’ de forma generalizada para todo el espectro del
problema al que alude el autor, con el único fin de mantener la uniformidad en el diálogo con los
textos analizados y con la crítica.
3 El perfil del sicario se puede describir como “jóvenes entre dieciséis y veinte años, de origen
popular, a veces desertores del sistema escolar, casi siempre de familias descuadernadas, amantes
de la música salsa, las rancheras y la carrilera, ocasionalmente rockeros, católicos declarados,
devotos de María Auxiliadora y portadores de símbolos religiosos.” (Salazar, “Violencias
juveniles”, 111)
9
Virgen de los Sicarios. No obstante, la primera novela, escrita por Mario Bahamón
Dussán, data de 1990, y su título, El sicario, remite sin reservas a la temática que
experiencia escolar, su viaje desde Cali hasta Medellín y las motivaciones que lo llevan a
haber tenido una edición bastante limitada, sino también por su escaso trabajo con el
lenguaje, su manejo poco original de la técnica del flashback, por ahorrarle trabajo al
lector al saturarlo de explicaciones, por los constantes juicios morales del narrador y el
tono amedrentador con que apela al narratario. Con respecto a este último, comenta
social del sicariato y el surgimiento de las novelas, ya que tuvieron que pasar 10 años
10
desde la aparición de la figura del sicario en la arena pública colombiana, antes que
empezaran a publicarse las obras que hoy se podrían consideran las principales
específicamente al hecho de que, a partir de mediados de los años ochenta, fueron los
medios de comunicación los que llamaron la atención sobre la juventud, en especial sobre
los adolescentes asesinos de Medellín, como nuevo actor social inmerso en un proceso de
novela sicaresca, unas más que otras, en particular La Virgen de los Sicarios y Rosario
Tijeras. La Virgen de los sicarios es la séptima novela de Vallejo, radicado desde hace
varios años en México, con la cual se dio a conocer al público internacional y que lo
transformó en un autor más popular a raíz de la adaptación cinematográfica del libro, con
guión del autor y dirección de Barbet Schroeder en 2000. La Virgen de los sicarios
ocho idiomas. 'Rosario Tijeras', la película, dirigida por el mexicano Emilio Maillé, llegó
11
novela narra la historia de una joven asesina que surgió en el bajo mundo de Medellín en
el apogeo de los carteles de la droga, presentando así la versión femenina del sicario.
Los estudios dedicados a La virgen de los sicarios han girado alrededor de los
desarraigo del ciudadano marginal, por citar algunos. Por su parte, Rosario Tijeras ha
acogida que han generado estas obras y sus versiones cinematográficas tanto a nivel
Este estudio plantea que las cuatro novelas mencionadas pueden considerarse los
que la novela sicaresca comparte con el testimonio y con otras narraciones sobre el
sicariato y el narcotráfico ciertos contenidos del relato, tales como los nexos entre
traficantes y sicarios, así como las prácticas culturales transferidas de los primeros a los
segundos. No obstante, se plantea aquí que la novela sicaresca retoma y subvierte varios
elementos narrativos de los géneros testimonial y documental, y que son tales elementos
los que le permiten configurarse como género literario. Como primer paso para plantear
sicaresca, nos acogemos a una definición de lo literario planteada por Antônio Cândido
dice que son obras aisladas, mientras que las segundas son
Hay que advertir que para el caso específico de la novela sicaresca no pretendemos
aplicar en toda su extensión el concepto de literatura que propone Cândido, ya que él está
útil para aclarar desde ya que el género que nos concierne no nace como resultado de una
literatura nacional, sino que emerge en una arena sociocultural donde convergen factores
algunos interrogantes generados por su relación con dichas narrativas, tales como el uso
sicario y un particular estilo vertiginoso en la narración de los eventos del relato, entre
otros. Entonces, se pretende explorar la novela sicaresca desde su trabajo con el lenguaje
como resultado de re-configuración del discurso en diálogo con otros registros escritos
En las secciones que siguen se da una breve historia del surgimiento de la figura
del sicario dentro del nuevo escenario social y cultural abonado por la subcultura del
forjó el interés en el problema narco como tema narrativo, el cual define un contexto para
poder. En las décadas de 1940 y 1950, la guerra civil originada por la lucha entre los dos
Violencia.4 En estos años emerge ‘el pájaro’, un personaje nacido en las zonas cafeteras
del Valle del Cauca y Caldas.5 Monseñor Germán Guzmán lo describe acertadamente
4 La palabra Violencia con mayúscula se usa en Colombia para referirse a los eventos políticos de
la década mencionada.
La Violencia impuesta por la mano asesina de los pájaros que, según el historiador
subcultura implica “que existen juicios de valor o todo un sistema de valores que, siendo
parte de otro sistema más amplio y central, ha cristalizado aparte” (120). Una precisión
asesinos: “No existen para ellos, hombres carnetizados por la Gobernación del Valle del Cauca y
de profesión sicarios, armados por el directorio conservador, tales nimios inconvenientes. Son los
dueños de las noches de Cali, maniobreros expertos con una asombrosa capacidad en sus ojos,
fáciles para el botín en dinero o en víctimas humanas” (23).
6 El sicariato nace y se alimenta especialmente en Medellín. Sin embargo, hoy en día es un
fenómeno que se ha extendido a otros centros urbanos y que culturalmente comparte valores con
individuos de otras localidades del país y de forma más amplia, con grupos de otros países como
los jóvenes de las ‘maras’ en El Salvador. Como sugieren Wolfang y Ferracutti para las
subculturas de la violencia, “se pueden compartir valores sin que exista necesariamente
interacción social. Por consiguiente, puede haber subculturas muy ampliamente distribuidas desde
el punto de vista espacial sin que los individuos que las componen mantengan contactos
interpersonales cada uno por separado o en grupo” (123).
15
necesaria en cuanto a las prácticas culturales de los sicarios es que, aunque estamos
hablando de una subcultura que considera que el asesinato es un oficio como cualquier
mucho más amplio, pero no necesariamente tiene una connotación peyorativa.7 Esa
cultura más amplia bien podría pensarse como la sociedad colombiana, un sistema en que
las interacciones entre sus ciudadanos se han visto dislocadas substancialmente por el
ascenso del narcotráfico de las últimas dos décadas. Por esto, es necesario ubicar el
movimiento decisivo para el surgimiento de una cultura de los jóvenes con su hedonismo
“Jóvenes” 34). Igualmente, a partir de 1958 los dadaístas, escritores iconoclastas como
pronunciaron en sus textos contra las imposiciones mojigatas del clero y a favor de la
partidos tradicionales ante estas novedades fue, por un lado, aferrarse al pasado y
rechazar toda expresión de cambio en la urbe que afectara sus intereses y, por otro,
7 A este respecto es significativo que ya desde la época de la Violencia, circulaba entre los
pájaros la idea de que asesinar a alguien era un trabajo: “al pájaro se le llama para hacer un
trabajito”… y se ajusta el precio y se conviene la partija.” (Guzmán, 165)
16
demarcar límites entre su territorio urbano y el habitado por los emigrantes, denominado
“comunas.” Esta condición, sumada a la indiferencia del Estado ante las necesidades de
Medellín 30).
Por otra parte, hacia finales de los setenta, los industriales y financistas de
Medellín se vieron afectados por las políticas de un gobierno que poco apoyaba el
narcotraficantes quienes resultaron más beneficiados con esta crisis, pudiendo llevar a
feliz término negocios importantes y ganar el apoyo de diversos sectores, incluyendo los
años setenta el narcotráfico entró a ser calificado como “negocio” en vez de “delito.”8
contrabandista y una tendencia del paisa (gentilicio para los habitantes del Departamento
social. Por otra parte, ciertas formas de consumo y estilos de vida propagados por el
narcotráfico tuvieron mayor peso social en Medellín y los jóvenes encontraron atractivos
servicio del negocio. Al mismo tiempo, gracias a una labor realizada no por la Iglesia
cultos a la Virgen y a varios santos, peregrinaciones y uso de amuletos. Por estas razones,
expertos en el tema, tales como el cineasta Víctor Gaviria y el sociólogo Alonso Salazar,
han considerado que el impacto del narcotráfico no sólo fue económico sino también
cultural:
Uno de los resultados de esta curiosa modernidad, agrega Salazar, es que la violencia se
volvió sinónimo de joven de barrio popular, señalado además como suicida y desechable.
La asimilación que algunos de los jóvenes de las clases pobres han hecho de las prácticas
década de los ochenta.9 Así mismo, los “pistolocos” organizaron las primeras bandas de
9 Rosso José Serrano, ex-jefe de la policía colombiana asegura que “hacia mediados de los
ochenta ya había por lo menos cien organizaciones de narcotráfico en esa región [Antioquia] con
ganancias millonarias. Como eran grupos muy grandes empezaron a necesitar estructuras
18
sicarios jóvenes en Medellín, cuya misión primordial era eliminar funcionarios estatales
Medellín y las escuelas y colegios se convirtieron en prisiones para miles de jóvenes. Por
otra parte, siguiendo el modelo del “asesino de la moto”, en el cual un joven manejaba
una motocicleta mientras otro disparaba contra el blanco, surgieron otras bandas
independientes que cometían diversos delitos.10 Estos grupos fueron también usados por
alteraciones del orden público” (Gómez 95). Aunque ya al interior de sus propias
comunidades los sicarios habían ganado notoriedad por la acelerada mejoría de sus
de abril de 1984, fecha en que dos menores de edad de las comunas de Medellín asesinan
narcotráfico y una cultura permisiva vuelve la mirada hacia la figura del sicario.11
Aunque no todas las bandas de jóvenes trabajaron para el narcotráfico, sí fue éste
que conformaron el entramado cultural del sicariato. Según Albert Cohen en Delinquent
the norms are shared only among those actors who stand somehow to
profit from them and who find in one another a sympathetic moral climate
within which these norms may come to fruition and persist. Once
established, such a subcultural system may persist, but not only by sheer
inertia. It may achieve a life which outlasts that of the individuals who
participated in its creation, but only so long as it continues to serve the
needs of those who succeed its creators. (65)
De acuerdo con esto, se verá que la cultura instaurada por el narcotráfico tiene réplicas,
en unos casos y, en otros, adquiere variados matices dentro de las prácticas del sicariato.
Dentro de esta subcultura, los aspectos más significativos han sido su particular relación
11 “Darío Guisado Álvarez, uno de los ejecutores materiales del atentado y a quien se sindicó de
haber disparado, era un ex-presidiario que había estado condenado en la cárcel de “La Ladera”,
acusado de robo y atraco a mano armada. En la persecución cayó sobre el pavimento y murió;
llevaba una estampa de la Virgen del Carmen y un escapulario en sus calzoncillos. El autor
material, Byron Velásquez, de 18 años de edad, vivía en el sector de Lovaina. Su madre, Amparo
Arenas, quien sobrevivía lavando ropa, declaró que su hijo era muy callado y no tenía trabajo
permanente. Los acusados pertenecían, según el DAS [Departamento Administrativo de
Seguridad], a la banda de los Priscos, la que había sido conformada tres años atrás.” (Jaramillo y
Salazar 70)
20
En el aspecto religioso, para los sicarios las prácticas externas cobran mayor
importancia que la idea católica del bien y del mal. Este testimonio de un sacerdote
Por ejemplo [los sicarios penitentes] me dicen: ‘Padre, yo debo ser muy
malo porque llevo más de diez muertos.’ La cantidad es lo que les
preocupa no el hecho de matar. Otra cosa que creen es que está mal matar
a una persona buena, pero que no es pecado matar a una mala. Algunos
sacerdotes han constatado que para el sicario matar por contrato difiere la
culpa, de tal manera que ellos, que son ejecutores del crimen, son
inocentes, mientras que el pecador es el que ordenó matar y pagó por
ello.” (Semana, 6 de marzo de 1990, p. 28)
protege, mas no como una forma de regulación moral. Ya los traficantes habían
diseminado esta idea al encomendar sus grandes embarques de droga a María Auxiliadora
o al Señor Caído. El éxito de estas empresas elevó el prestigio de las figuras religiosas en
los estratos populares. Este testimonio de un joven, tomado del artículo “La Virgen de los
Sicarios” publicado por Jorge Lesmes en la revista cultural Gatopardo (2000), atestigua la
sicarios:
Por otra parte, los escapularios, especialmente los de La Virgen del Carmen, San
Judas Tadeo y el Divino Niño, adquirieron la función de talismanes: uno en el cuello para
Uribe explica que ya desde la época de la violencia bipartidista, lo religioso fue un factor
fundamental para el oficio del asesino, pues “la mayoría de los cuadrilleros eran
Carmen, del Cristo milagroso de Buga, escapularios y varias medallas en el cuello y los
tobillos y, algunos de ellos, tatuajes en los brazos y en el pecho. Otros cargaban una
política de los años cincuenta son calentar las balas en un sartén mientras se le reza a la
Virgen y tomar café con pólvora para calmar los nervios. Como parte de otro grupo de
creencias, para el sicario no hay una vida después de la muerte; se vive el aquí y el ahora.
colombiana. En los funerales y los días de duelo las expresiones de luto se acercan más a
los rituales paganos que a los católicos, en los que, por ejemplo, se pone la música que
más le gustaba al difunto, se lo pasea por los que fueron sus sitios favoritos de la ciudad,
se le toman fotos con sus amigos cercanos, se bebe en exceso y se jura venganza o se
lleva a cabo.
Esta relación del sicario con lo religioso y sus creencias ha congregado en los
últimos años a expertos colombianos de diferentes áreas en torno a las prácticas de los
criminales para conformar una organización policial élite de inteligencia cuya base es la
psicología del delincuente. Dicho estudio ha encontrado, por ejemplo, que en el norte del
12 La ‘cuadrilla’ estaba conformada por campesinos cuya consigna era exterminio y muerte,
dedicada a cometer homicidios atroces. Fueron los creadores de las temidas “listas negras” que
determinaban la muerte de los opositores políticos. Independiente de los mandos altos y de los
guerrilleros, la cuadrilla estaba integrada especialmente por jóvenes, ya que podían escapar
rápidamente después de perpetrar el delito (Guzmán, 163).
22
país los sicarios “se injertan en la piel de los brazos un Cristo de oro con la creencia de
que las balas no les van a entrar”, o que en la costa pacífica “es común que los criminales
tengan oraciones para ‘hacerse invisibles’ y que recen la ‘Amansa justicia’, unas frases
que se dicen mientras se les hacen cruces a las municiones con el fin de que a las
personas que tengan rezos les entren los proyectiles” (El Tiempo, Sección Justicia, 8 de
noviembre de 2003). De aquí se deduce que las prácticas del sicario han sobrepasado los
límites regionales.
inteligentemente dotada de sentido por el mercado, así como la cultura del consumo
vida de los jóvenes asesinos. Fue costumbre entre los traficantes celebrar la ‘coronación’
de las entregas de droga de manera excesiva, con fuegos artificiales, banquetes, música
Siguiendo la tradición de los narcos, después de culminar un ‘trabajo’, los sicarios gastan
todo su dinero celebrando, para volver, al día siguiente, a la pobreza absoluta de las
23
comunas. Además, dentro del consumismo del narcotráfico y sus bandas los objetos son
símbolos de estatus y su adquisición es la que mueve sus acciones. Los jóvenes aspiran a
“imaginarios de felicidad y plenitud” a los que los jóvenes aspiran (“Jóvenes” 32, énfasis
punto de vista del sicario, quien la considera desechable. Curiosamente, es éste el mismo
nombre con que bandas, narcotraficantes y paramilitares denominan a los jóvenes sicarios
No es sólo la proyección sobre las personas de la rápida obsolencia de que están hechos
hoy la mayoría de los objetos que produce el mercado (Martín-Barbero 24), sino también
Para algunos de los capos, “los caballos, la música ranchera, los santuarios, los
grifos de oro y otros elementos habituales de su cultura reflejaban una cultura oscilante
entre lo ancestral y lo consumista. La violencia era no sólo un medio de defensa sino una
apellidos que les permitieran entrar a los círculos sociales que manejaban el poder,
decidieron hacerlo por medio de la figuración constante en los medios, tanto por su
violencia como por sus extravagancias en los gustos. Esta ansia de riqueza instaurada por
24
falta de acceso a la educación u otros medios de ascenso social, hicieron que los espacios
punto diciendo:
Se puede decir que los narcotraficantes conformaron una subcultura basada en ciertas
prácticas de la violencia rural, pero también en el consumo. Por tanto, las prácticas de las
bandas de sicarios son una réplica de este mundo. Al mismo tiempo, a través de la
en un deseo de reivindicación social sino, más bien, una violencia en la que los jóvenes
En parte, es por esto que las bandas reemplazaron instituciones como la familia, la
cual insertarse y configurar su personalidad: son ellas las que dictan las normas que
siguen la mayoría de jóvenes de las comunas. Así, dentro de esta subcultura surgen los
prototipos morales y los héroes a imitar, especialmente los personajes de las películas de
Los códigos de las bandas, similares a los de los pájaros conservadores, pasaron a
los jóvenes a través de los narcos. Algunos de esos códigos ayudan a conformar el
cincuenta, del camaján y el guapo, dos tipos criminales de la época. Por esto es que la
“Violencias” 118). Por otra parte, la entrada fuerte del narcotráfico en la ciudad de
Medellín hizo que los ‘nuevos ricos’ detentaran un afán de lucro y un espíritu guerrero
que el joven sicario relacionó con la hombría y el machismo. Los jóvenes, que querían
romper con una tradición del trabajo duro con la cual poco se identificaban, se rindieron
ante las atracciones que ofrecía la vida del narco que, aunque estaba inserto en la
religiosidad. De esta forma, se puede sugerir que los jóvenes sicarios pasaron de una
estilos de vida que oscilan entre la cultura rural y la urbana, entre lo viejo y lo moderno.
Por esto no resulta extraño que los jefes narcos hayan entrado también a
reemplazar la figura del padre en los hogares monoparentales. Así mismo, las familias de
las comunas presentan en las últimas décadas un aumento del número de madres solteras
y de la mujer como cabeza del hogar, lo cual fortaleció su papel en la familia. En muchos
[la madre], la explicación que la inmensa mayoría de los jóvenes involucrados expone
Hay que anotar, sin embargo, que no todos los jóvenes de las comunas acogieron
Además, como reacción a la violencia instaurada por las bandas en los barrios populares
milicias es limpiar las calles de los barrios (un eufemismo para el asesinato de sicarios)
que han sido ensuciadas por la violencia generada a partir de los enfrentamientos y las
aséptico’ (Jáuregui y Suárez), las milicias han substituido la mano del gobierno, la cual
no ha logrado imponer la paz en esos lugares. Por medio de la fuerza armada, los
milicianos imponen normas que todo habitante debe cumplir: “se prohíbe matar, robar y
distribuir drogas dentro de los barrios populares” (Salazar, Mujeres de fuego 36).
Vale la pena señalar que, si bien las bandas tienen códigos de comportamiento
que las identifican, el uso del lenguaje juega un papel primordial como medio de
“camaján”, primer tipo de delincuente urbano, cuyo estilo cuajó en la zona de tolerancia
de Medellín, especialmente dentro del gremio conocido como los galofardos, (palabra
cocaína a Estados Unidos, “fueron artífices de un lenguaje nuevo, sonoro y seductor que
Violencia de mitad de siglo. Para el autor, los lenguajes que emergieron en el auge del
narcotráfico y la violencia juvenil tiene sus raíces en los camajanes y los malevos,
personajes urbanos que desde la década de los cincuenta incorporaron vocablos del
lunfardo –lenguaje de barriada que se difundió con el tango, un estilo de música que goza
sicarios han hecho acopio del lenguaje heredado del “camaján” y, en su idiolecto,
llamado parlache, cercano al video clip y a las tiras cómicas, han incorporado también
o “montar videos”, para referirse a una vida arriesgada y decir mentiras respectivamente.
Este lenguaje tiene como ejes axiológicos el consumo, el rezo y la guerra (Salazar,
Drogas y narcotráfico 78). Por su parte, Rossana Reguillo ha dicho que “la ciudad como
realizan en un intento por construir lazos objetivales que sirven para fijar y recordar
13 Dentro del lenguaje de la violencia de mitad de siglo que se conserva hoy en los muchachos
sicarios encontramos una gama de términos para la acción de matar, tales como “hacer un
trabajito”, “llegarle a alguien”, “pasar al papayo”, “hacer el mandado”, “plomear”, etc. (Guzmán
216)
28
quiénes son.” (En la calle otra vez 31) El parlache es reflejo de la incorporación de la
modernización y el consumo de lo visual. De esta forma, los jóvenes de las bandas han
delictivas, de manera tan vertiginosa como el sentido de lo obsoleto del mercado, con
de estos muchachos.
tráfico de drogas en las últimas dos décadas, pero “no murió el negocio del narcotráfico
2003). Los jóvenes sicarios que trabajaron para Escobar y sus carteles quedaron
desempleados y tuvieron que buscar a otros ‘empleadores’ para seguir con su oficio, en
particular a los grupos armados que se financian de la venta de drogas ilícitas, los cuales
también han adoptado los métodos de forzar convenios a través del terror y el asesinato.
encontró intacta la estructura que le sirvió a Pablo Escobar y le dió un nuevo contorno a
unas 600 bandas del Valle de Aburrá en Antioquia (El tiempo, Sección Medellín, 7 de
controlan su uso de la fuerza y lo han sometido a un control centralizado, con lo cual han
trabajar para el último gran cartel, el del Norte del Valle. Para la protección de este, se
formó un ejército privado denominado ‘Los Machos.’ Esta banda, liderada por el
29
extraditable Diego Montoya -quien se ha hecho llamar ‘El señor de la guerra’- cuenta con
cinco grupos de sicarios y “se conformó en el año 2002 a raíz de la guerra que se libra en
las entrañas de la mafia y que fue desatada por una serie de delaciones entre narcos” (El
sino de otras urbes han entrado a trabajar como escoltas en lo que se calcula como más de
Por último, la capital del país ha experimentado un ‘boom’ del mercado de sicarios,
donde se puede contratar un matón desde 50.000 hasta 5 millones de pesos. Según Juan
ochentas y noventas en torno a la mafia, los ajustes de cuentas de droga y los carteles. En
Bogotá, dejar de pagar una letra de un préstamo por 200 mil pesos puede ser causal de
sicóloga Liliana Vélez opina que “en Bogotá puede estar ocurriendo un incremento del
fenómeno debido a que los jóvenes lo tomaron como modelo social y a factores como la
y la ficción
narrativos e indagar en los espacios urbanos, en las nuevas clases y órdenes sociales, y
convocar al nuevo lector haciendo uso de todo tipo de discurso que pudiera nutrir el
30
literario. Es así como en la literatura colombiana de las últimas dos décadas han cobrado
Según la crítica Luz Mery Giraldo, en los noventas estas tres tendencias narrativas se
reproducen y abarcan tanto la preocupación testimonial que traen las nuevas ciencias
con la imagen de una sociedad impregnada de nuevas clases de violencia. Por un lado hay
un auge de libros que novelizan diversas vivencias en los conflictos. Este tipo de texto es
armada por la cual el M-19 proyectaba juzgar al entonces presidente Belisario Betancur
por haber traicionado el acuerdo de cese al fuego firmado por ambas partes en 1984.
También, en ¡Los muertos no se cuentan así! (1991) de Mary Daza Orozco, se representa
narraciones de Behar y Daza son novelas testimoniales que mezclan la anécdota personal
con la historia, reproducen voces femeninas que representan a las mujeres como
En estos años se destacan también las obras testimoniales del sociólogo Alfredo
Siguiendo el corte: relatos de guerras y de tierras (1989), Los años de tropel. Crónicas
colonos, incluyendo indígenas que huyen de la violencia de los sesenta y los problemas
que enfrentan, tales como el inicio y el desarrollo de la coca y la marihuana en las zonas
rurales colombianas.
desaparecidos, los muertos y los desplazados, que pocos conocen, se empieza a hacer
sicariato adquieren gran protagonismo, pasando “de las páginas de los diarios y de los
noticieros a la novela o a otras formas híbridas en las que impera la investigación que,
como testimonio con elaboración literaria, se presenta en los libros de Germán Castro
libros de crónica, entre los cuales se destacan Colombia amarga (1976), El hueco (1989)
Arturo Alape, autor de la novela de tema sicarial Sangre ajena, sobresalen también El
cadáver de los hombres invisibles (1979), El Bogotazo, memorias del olvido (1993) y
Ciudad Bolívar: la hoguera de las ilusiones (1995). Augusto Escobar resume los
Primero pasan por su pluma los campesinos de las llamadas zonas rojas o
repúblicas independientes en los años sesenta, las mismas que padecen
hoy los embates de la violencia en los extremos del país; después serán los
habitantes de la periferia de las grandes ciudades, llámese Ciudad Bolívar
en Bogotá, Siloé o el basurero en Cali, comunas en Medellín. La crónica
de Alape revela la existencia de esos otros paisitos siempre al borde de…
(75).
variantes particulares del testimonio, no sólo por su contenido, sino por sus herramientas
respecto:
Colombia”, Lucía Ortiz puntualiza que, aplicado a Colombia, no se puede alegar que el
testimonio haya surgido con la misión específica de aportar a las luchas revolucionarias,
como sí sucedió en Centroamérica. Pero afirma que, no obstante, “esta nueva propuesta
del intelectual colombiano [el testimonio] permite al lector enterarse de temas y asuntos a
los que de otra forma no tendría acceso” (347) y como medio de expresión ha hecho un
entender las múltiples violencias que se tejen en el país. Apoyándose en ella, tanto
alrededor de los temas del narcotráfico y el sicariato. Una primera vertiente de textos, con
libro La bruja: coca, política y demonio (1994) de Germán Castro Caycedo. Después de
su publicación, el escritor sufrió una feroz persecución judicial por supuesta violación de
la intimidad y del buen nombre, pues a través del relato de Amanda se revela todo el
Una segunda vertiente, de corte testimonial, está compuesta por narraciones que
relatan las experiencias personales de los sicarios. Según Jáuregui y Suárez (2002), la
Gaviria, marca el surgimiento de una escena cultural en la que hay un auge de ensayos y
libros de crítica sobre la vida en las comunas, o zonas marginales de Medellín. Dentro de
ellas se encuentra No nacimos pa’ semilla (1990) de Alonso Salazar, que profundiza en la
Salazar como “el primero que en este país se arriesga a investigar el mundo de las
pandillas juveniles urbanas desde la cultura” (“Jóvenes” 24, énfasis original). Este texto
resulta de especial interés por ser pionero en la inclusión del habla popular, el parlache,
Yo quisiera estar otra vez en las calles del barrio, ese es mi territorio. Por
allá camino a lo bien. Claro que siempre alerta, con los ojos abiertos y el
fierro en el bolsillo, porque tengo tantos amigos como enemigos, y nunca
se sabe de dónde va a salir un disparo. Tengo muchos enamorados
buscándome la caída. La ley también me la tiene pisada. Si me paro de
aquí voy a andar con mucha maña. (36)
Se encuentra en esta misma línea El pelaíto que no duró nada (1991) de Víctor
Gaviria, texto escrito inicialmente para cine, que pone en boca de Alexander Gallego la
glosario explicativo del parlache, lo cual, al parecer de críticos como Enrique Gómez,
plantea un problema al lector promedio, pues “se vale de un lenguaje coloquial que, por
la dificultad del significado de los términos, tiende innecesarias fronteras” (“Esto somos
en el fondo” 1).
Salazar, compuesto por seis relatos de mujeres que viven diferentes problemáticas
relacionadas con la violencia: dos milicianas, dos narcotraficantes, una jueza, una
huellas de la vida” son testimonios que describen dos caras de las secuelas del
narcotráfico. La más conocida, Cada respiro que tomas, formó parte del programa
grabado en prisión por un narrador anónimo. Chuy cuenta sus inicios en el negocio de las
drogas cuando aún era adolescente y las aventuras que lo llevaron a la cárcel. La segunda
afectadas por el tráfico de estupefacientes. En esta crónica, así como en las novelas de
Mendoza, el autor reproduce los registros lingüísticos del habla popular de los
Sí, empecé con esa madre. Fui aprendiendo el tejemaneje. Después me fui
con otros compas a Nogales. Hijo de su pa’ qué te cuento loco, en chinga,
en chinga; ahí sí andábamos movidos. Había mucho movimiento. Yo tenía
que estar a cargo de todos los pinches burreros, de la merca; bajar dos tres,
bajar dos tres… en chinga, en chinga. Todo bien machín. Tener la merca a
punto exacto; no se podían hacer pendejadas. (21)
libro que Aldrete escribió desde la Correccional de Oriente cuenta su relación con la
con fotografías publicadas en medios oficiales, notas rojas de su propio caso publicadas
15 Para otro ejemplo de narraciones sobre criminología y testimonio en México, ver El delito de
ser mujer: hombres y mujeres homicidas en la ciudad de México. Historias de vida., de Elena
Aznola Garrido. Centro de Investigaciones y Estudios en Antropología Social. Plaza y Valdés.
México DF, 1996.
36
fenómeno social del sicario, ya desde los ochenta habían comenzado a surgir novelas
antioqueñas que recrean el ambiente de las zonas marginales de Medellín y aquellas con
José Hoyos.16 Sus novelas son Tuyo es mi corazón (1984) y El cielo que perdimos
(1990), las dos sobre la ciudad de Medellín. La primera se inicia con un Medellín idílico
política, y concluye (tras la aparición de los Beatles, la minifalda, la moda del pelo largo
inseguridad, el dinero fácil y las peleas de las mafias. Aunque tuvo lectores y fue
adaptada como telenovela a finales de los 80, fue criticada sobre todo por una exagerada
a El cielo que perdimos, sigue siendo una obra conocida por pocos, pero de gran valor
literario. En ella se rastrean los orígenes del terror de la violencia iniciada en los 50 que
16 Juan José Hoyos (Medellín, 1953) es escritor y periodista. Ha sido corresponsal y enviado
especial del periódico El Tiempo, de Bogotá. Fue director y editor de la Revista Universidad de
Antioquia. Es autor de los libros de reportajes Sentir que es un soplo la vida (Editorial
Universidad de Antioquia, 1994) y El oro y la sangre (Planeta, 1994), con el cual ganó en 1994 el
Premio Nacional de Periodismo. En 1987 participó como escritor invitado en el International
Writing Program de la Universidad de Iowa.
37
clase media que, encargado de la página judicial, se ve rodeado por en una serie de
asesinatos anónimos que muestran la pérdida de Medellín como un lugar digno para vivir.
Ha sido novela tutelar para muchos escritores colombianos, entre ellos Jorge Franco,
quien comenta que “fue la primera en mencionar el problema del sicario y el tema del
Helí Ramírez contribuye también a delinear los cambios urbanos con su novela La
noche en su desvelo (1987). En ella, un narrador omnisciente narra la vida de don Zoilo,
un campesino criminal de la Violencia, una especie de sicario rural que emigra con su
familia a los barrios periféricos de la ciudad para comenzar una nueva vida:
Don Zoilo mató gente, ayudó a matar gente, señaló gente para matar; hizo
huir gente de sus pueblos. Dice Don Belarmino que Don Zoilo sí actuó en
la Violencia, pero nunca a nombre de un partido político; actuaba bajo las
órdenes y la paga de los ricos para eliminar enemigos personales o por
asuntos de dinero. (158)
En la ciudad Zoilo parece cambiar sus ideas acerca de la familia y el dinero, pues su hijo
mayor es asesinado por sus actividades ilegales y una de sus hijas entra en la prostitución.
Es gracias a la madre que la familia sobrevive y se adapta poco a poco a las nuevas
usada por los personajes y también por el narrador a lo largo de todo el relato. La muerte
hace ya parte del diario vivir de la familia de clase baja, no sólo con el asesinato
inevitable del joven criminal y la aceptación de la muerte en el seno familiar, sino por el
último crimen que comete don Zoilo, los cuales vaticinan la violencia que se avecina en
Medellín.
38
marihuana que dinamizó parte de la costa atlántica colombiana entre 1974 y 1980. Es ésta
seguida por El Divino (1986) de Gustavo Álvarez Gardeazábal, en la que se hace una
presentación cruel y a la vez jocosa de las actitudes de los nuevos ricos que aparecieron
sugestiva, El Divino cuestiona las actitudes sociales de los nuevos narcos, en especial el
Otra novela del narcotráfico, en los noventa, es Leopardo al sol (1993), de Laura
Restrepo, en la que se relata una guerra a muerte entre dos familias que pasan del
contrabando minoritario al mundo del dinero fácil resultante del tráfico de marihuana.
Como dato significativo, la página editorial del libro aclara que “esta es una novela de
la atención del público lector en los años ochenta y noventa en Colombia. Esto puede
deberse, por una parte, a que las novelas testimoniales de los ochentas se instalaron desde
un principio como textos testimoniales, mas que como obras de ficción. En Noches de
participantes directos de los eventos de violencia que incorpora, advierte que los sucesos
existencia es verificable (Ortiz, “Voces” 1). Por otra, los lectores habían empezado ya a
39
mostrar amplia preferencia por aquellos textos que dieran cuenta de realidades nacionales
inmediatas. Estos libros coyunturales, es decir, que responden a necesidades del momento
últimas décadas. Acerca de esta preferencia en los últimos años dice Ariel Rosales,
libros con tema del narcotráfico en el círculo de los best-sellers, cuya popularidad ha
los que se combinan tres narraciones, la primera formada por cartas enviadas al escritor
Gardeazábal desde una cárcel en Estados Unidos, la segunda por una voz en primera
persona que relata su biografía y la tercera por una voz colectiva de una vereda afectada
por el tráfico de drogas. Es la historia del narcotráfico en el norte del Valle del Cauca y
Tomando como punto de conexión el gusto por los best-sellers al que alude
contraparte mexicana, también a partir de los ochenta, la cual ha sido analizada por
Lancelot Cowie en su artículo “El imperio del narcotráfico en la novela mexicana de este
40
fin de siglo.” Cowie apunta que las ‘versiones noveladas’ en México indagan
información que contienen para comprender la industria del tráfico de drogas en sus
procesos de producción, sus vínculos con la política y la inoperancia del sistema legal.
Igualmente, afirma que los personajes centrales de dichas novelas “se acercan mucho a
brutales- en el caso de los capos.” (50) Los temas recurrentes en estas novelas mexicanas
ecléctico de los narcos, la corrupción de agentes del gobierno, las formas clandestinas de
transporte, la inserción del narco en las altas esferas sociales y un contenido moral de
condena del negocio. En cuanto al estilo, Cowie lo resume como poseedor de “una
novedosa. Para sustentar el relato sobre cierta verosimilitud histórica, los autores precisan
Janis Joplin (2001) de Élmer Mendoza. En la historia, la vida del protagonista está
marcada por dos sucesos fundamentales: una efímera relación furtiva con la cantante
historia aparecen grupos de jóvenes, unos atraídos por las riquezas del narcotráfico y
41
los 70, El amante de Janis Joplin es portadora de una prosa ágil, un gran despliegue de
humor negro y una narración gráfica de los sucesos, rasgos que remiten al creciente
De este modo, se puede apreciar que tanto las novelas colombianas como las
mexicanas sobre el tráfico de drogas abordan una amplia gama de temas. Las narraciones
del narcotráfico han trasegado por el auge de la marihuana en Colombia, las redes del
que lo acompañan. Aunque indirectamente las novelas describen el trabajo de las bandas
al servicio del negocio, es sólo hasta la aparición de la novela sicaresca en los noventa
novela, pero singular no sólo en los temas sino en sus técnicas de representación que
17 El término narco-novela se ha venido usando durante los últimos años para caracterizar
novelas producidas durante el boom del narcotráfico y que en forma detallada representan el
estilo de vida de los capos. En su artículo “Balas de salva: notas sobre el narco y la narrativa
mexicana”, Rafael Lemus hace un análisis panorámico de la presencia de lo narco en la literatura
mexicana reciente. En él, niega validez estética a este subgénero refiriéndose a ella como
detentadora de una estrategia ordinaria, que incluye un “costumbrismo minucioso, lenguaje
coloquial, tramas populistas. La prosa es, intenta ser, rumor de las calles. Todos se empeñan en
esa tarea, algunos entregados a un fin dudoso: recrear una prosa idéntica al lenguaje coloquial,
aún si ésta no es literariamente pertinente.” (1, énfasis mío) Con base en la opinión de Lemus, se
puede sugerir que este subgénero se aleja del corpus de la novela sicaresca en cuanto a que la
inclusión del parlache ayuda a la representación de los personajes sicarios, mas no con el fin de
incluir un registro lingüístico atractivo, popular o familiar para el lector.
42
alusión aquí son producciones sensacionalistas que ha creado polémica tanto en el campo
conflicto del tráfico de drogas, por ejemplo el best seller Mi hermano Pablo (1995) de
Roberto Escobar Gaviria, alias “el osito”, bajo la mano del reportero judicial Juan Carlos
desenmarañar la telaraña, olerla, saborearla, hacer de ella un pan recién sacado del horno
Otro ejemplar importante en esta línea es el best seller Jaque Mate: de cómo la
policía le ganó la partida a "El Ajedrecista" y a los carteles del narcotráfico (2000),
colombiano Santiago Gamboa, cuya portada lo anuncia como "un libro que está lleno de
alucinantes historias que bien podrían haber hallado sitio en una novela del escritor que
ha dado forma al relato del militar.” En este sentido, resulta significativo observar las
líneas iniciales del libro que guían la lectura tanto hacia lo informativo como hacia lo
-¿Qué ve?
Tanto el libro de Escobar como el de Serrano/Gamboa han tenido igual o mayor difusión
y público lector que los ensayos o las novelas del narcotráfico y del sicariato tanto en
Pero estos textos sensacionalistas alrededor del tema del tráfico de drogas no son
patrimonio exclusivo del mercado editorial colombiano, sino también del mexicano. Un
negro del negro Durazo (1983). Un éxito editorial en los ochentas, escrito por su
ciudad de México, Arturo Durazo Moreno, narrando en detalle sus estrategias de evasión
fiscal y acopio de armas, sus conexiones con el secuestro, y presentándolo como uno de
los narcotraficantes más corruptos de la época al beneficiarse del uso ilegal de los
recursos del Estado mexicano. En palabras de Sergio González Rodríguez, Lo negro del
según un código cuyos elementos más reconocibles son los encabezados impactantes, y
Siguiendo con el tema del sensacionalismo, hay que anotar que Pablo Escobar, el
Films, gracias a que la propia familia del difunto narcotraficante le cedió más de 600
Escobar. También se planea rodar la película Killing Pablo, protagonizada por el actor
español Javier Bardem. El filme está basado en un libro de corte periodístico escrito por
Mark Borden que se centra en la ‘caza’ de Escobar que emprendieron las autoridades
sobre el apogeo y la caída del capo, con un generoso presupuesto, dirigida por el polaco
Andrzej Sekula. Por su parte, el reconocido director colombiano Sergio Cabrera prepara
la mano de este documental aparecerá Pablo, ¿Eres tú?, trabajo del colombiano Ramón
testimonios de allegados del jefe del cartel de Medellín, sino que se dedica a revisar el
Escobar: el ‘Rey de la Coca’ (2002), de producción estadounidense. Por último, hay dos
45
Es importante mencionar también la obra de teatro Pablo, ¿Eres tú? (2004) del
periodista Ramón Jimeno, sobre las últimas horas de vida del traficante. Con respecto al
colombiano El Tiempo, Jimeno explica que “la imagen de Pablo escobar es tan atractiva
Colombia. Fue quien dimensionó la guerra y además, aunque a algunos no les gusta el
desapercibido para la crítica literaria. Como género literario, la novela sicaresca requiere
ser estudiada en relación con las producciones culturales acerca del narcotráfico y el
sicariato a las que se ha hecho referencia aquí. Como se verá en el siguiente capítulo, su
que la novela sicaresca haya sido leída principalmente dentro de un ambiente testimonial,
dejando de lado sus singularidades como objeto estético y, en conjunto, como género
CAPÍTULO DOS
NOVELA SICARESCA
Como se explicó en el capítulo anterior, a partir de los años noventa, una serie de
narraciones testimoniales sobre los jóvenes de las comunas de Medellín, liderada por No
nacimos pa’ semilla del sociólogo Alonso Salazar, dio a conocer el contexto temático de
las experiencias personales de los sicarios. Los hechos narrados en las obras testimoniales
como prácticas normales de la vida diaria. Ésta es fugaz y sus componentes permanentes
Ahora bien, si se da una mirada a los eventos de las obras de la novela sicaresca, se puede
afirmar que, en términos de la trama, dichas obras recurren, en gran parte, a los elementos
antes mencionados.
aparecieron antes de los estudios sociológicos del fenómeno, la subcultura del sicariato
ya había sido sacada a la luz por los testimonios publicados sobre el mundo de las
comunas de Medellín, casi un lustro antes del surgimiento de las versiones noveladas.18
Entonces, si bien ciertos eventos distintivos permiten agrupar una serie de novelas bajo el
tanto obras literarias. Más bien, hay que buscar dicha naturaleza en las herramientas de
representación de que hacen acopio las novelas que se han sugerido como representantes
del género y ver de qué manera da cuenta de las realidades a las que aluden.
colombiano Fernando Vallejo. Esta novela amerita una aproximación separada de las
demás obras del género, por ser la primera en alcanzar gran difusión y, en cierto sentido,
establecer ciertos parámetros a nivel narrativo que las obras posteriores tomarán como
tanto orales como escritos, y determinar lo que dichos discursos sugieren para el género
colombiano que cuenta con una amplia y controvertida producción artística. Nacido en
recurrente en su obra ha sido sin duda su país natal. En su obra cinematográfica cuenta
con dos cortometrajes: Un hombre y un pueblo (1968) y Una vía hacia el desarrollo
(1969). Sus dos primeras películas se centran en la llamada Violencia de los años 50. La
primera es Crónica roja (1977), un filme que recoge la vida del bandolero Efraín
González, admirado en las clases populares por compartir el producto de sus robos con
las gentes pobres, cuya historia acaparó la página roja de los periódicos por varios años.
consideró una loa a la violencia. Después vino En la tormenta (1979), que muestra la
48
de los años 50. Por último, está el film Barrio de campeones (1981), crítica a la miseria y
a las ilusas esperanzas de las clases marginales colombianas, con el boxeo como fondo de
la historia.
reino misterioso o Tomás y las abejas (1975), Premio Nacional de Teatro Infantil en
México. Le seguirán Logoi, una gramática del lenguaje literario (1982), la biografía
Barba Jacob: el mensajero (1984) y El mensajero. La novela del hombre que se suicidó
denominado por el autor como El río del tiempo: Los días azules (1985), El fuego secreto
(1986), Los caminos a Roma (1988), Años de indulgencia (1989) y Entre fantasmas
(1993). Después aparecerán La Virgen de los sicarios (1994), una biografía sobre el poeta
19 Con respecto a este artificio, Javier Murillo hace una llamativa descripción del proceso
escritural vallejiano al anotar que “la posibilidad de juego es infinita es en proceso en que el
49
Concordamos con José Cardona López cuando sugiere que el énfasis de la novela de
conservación del español ha sido uno de los valores de la sociedad tradicional y del poder
en Colombia, se plantea aquí que en La Virgen de los Sicarios la mutación del lenguaje
permite a la voz narrativa re-construir un texto “heterogéneo” (Cornejo Polar), que remite
personaje se alimenta de la persona como vampiro, y pone en problemas a los que piensan en la
literatura como intento deliberado de aislamiento del mundo, lo mismo que a aquellos que
pretenden hacer psicología con los personajes” (32).
20 En su libro Escribir en el aire, una de las categorías que Antonio Cornejo Polar considera
como parte de las literaturas heterogéneas es la tendencia discursiva occidental que apela a la
construcción del efecto de oralidad en el discurso literario. Según el autor, dicha construcción
delata la ubicación del discurso oral y el escrito en mundos opuestos en que existen también
zonas de alianzas, contactos y contaminaciones (17).
50
protagonista para recorrer una ciudad que poco o nada se parece a la de su juventud,
sicaresca -ya que a nivel de la historia da cuenta de las peripecias criminales de los
sicarios,- tributaria de una tradición oral, es decir, un texto que despliega diversos
historia contada ‘a viva voz’” (51). Taborda se refiere así a la semejanza entre la voz del
narrador de la novela y las primeras historias orales tradicionales en las cuales un grupo
oía con embeleso un relato sobre la experiencia humana. Habría que aclarar desde ahora
prácticas de la violencia, la atención del lector u ‘oyente’ hipotético del texto de Vallejo
el centro de la ficción.
las afueras de Medellín un pueblo silencioso y apacible que se llamaba Sabaneta” (7).
quien regresa a su país y encuentra que todo lo que lo ataba a su niñez, lo que le daba
escenario urbano.
de Medellín. Por lo general, cada visita es seguida por uno o varios asesinatos, los cuales
refrán “para morir nacimos” (44), difundido por algunas obras testimoniales e insertado
por las mismas como parte de la naturaleza y el habla del sicario, Alexis es asesinado por
vagar por la ciudad sin rumbo fijo. Lo que seguirá, será una repetición de la primera
parte, sólo que con un nuevo personaje. Después de la muerte de Alexis, Fernando
sucesión de asesinatos por cualquier motivo. La novela termina como el primer tramo,
con el asesinato de Wílmar y el deambular del narrador por las calles con los que él llama
una trama complicada, sino que cuenta dos veces la misma historia y que, a nivel general,
dicha estructura iterativa de las acciones se acerca más a una tradición oral del que cuenta
y repite para recordar o para que otro recuerde. Esta estrategia estructural pone de
y su conciencia y después de mí no sigue nada.” (24) Entonces, la visita a las casi 150
protagonista es sólo un pretexto narrativo para contar el repetitivo trasegar del sicario: su
ellos, podemos ‘oír’, como mensaje implícito, una diatriba contra el ruido, la pobreza, el
popular católica de visitar lugares santos para pedir gracias. Aunque la crítica literaria
actual considere un recurso manido apelar a la etimología de las palabras para sustentar
no resulta una tarea infructuosa. De modo que, haciendo acopio del origen del término, se
puede sugerir que la novela tiene como base estructural la peregrinación, tomando cuatro
a nivel del relato. En la primera, la cual inicia la historia y se extiende a lo largo de ésta,
siente como un forastero que anda por tierras extrañas. Dicha peregrinación comienza
de su deambular por las calles “visitar iglesias” (24), lo cierto es que es sólo una excusa
para tomarle el pulso a la ciudad. Así, a lo largo de una novela en que hay una clara
diatriba contra la Iglesia, sus jerarcas y sus preceptos, el lector no podrá considerar la
devoción religiosa como el móvil que impulsa los movimientos del narrador y, de ahí en
adelante, tenderá a poner en tela de juicio los enunciados de la voz narrativa a este
respecto.21
Las otras dos rutas a las que se refiere la peregrinación de Fernando y sus amantes
sicarios se asocian en la novela con el sentido figurado del término, pero son, en última
peregrinación en el sentido de estar sólo de paso por la vida como antesala de la muerte
es una creencia católica llevada al extremo desde el punto de vista del sicario, en relación
con su propia existencia y con la de los demás. En este sentido, con la perspectiva irónica
novela exterminan a su prójimo como una vía “express” para llegar a la patria celestial.
En la segunda ruta simbólica, los desplazamientos del narrador pueden considerarse una
Por otra parte, la construcción de los personajes se emparienta también con una
por las transformaciones que han sufrido diversas esferas sociales de Medellín y
Colombia, los personajes de La virgen de los sicarios son figuras repetitivas, planas, sin
fondo; otras excusas para recontar. Así por ejemplo, según el narrador, Alexis, su primer
amante en la nueva Medellín, es “la razón de esta historia.” (40) Pero lo cierto es que el
delineamiento de este personaje arroja pocos datos para que el lector pueda ir
reconstruyendo la imagen de una figura compleja a medida que avanza el relato. Sabemos
que es sicario y adolescente, que tiene mamá, que oye música, que ve televisión y que
vive el presente. De los otros personajes sabemos tan poco o casi nada. De Wílmar se
nos dice que es adolescente, sicario, que asesina a Alexis por venganza, que quiere tener
ropa de marca y comprarle una nevera a la mamá, que le gustan los equipos de sonido y
el televisor, que tiene los ojos verdes como Alexis y que lo matan por robarle los tenis.
aplica todo lo que dice Fernando sobre su anterior amante: “Alexis y yo diferíamos en
que yo tenía pasado y él no. Coincidíamos en nuestro mísero presente sin futuro: en ese
sucederse de las horas y los días vacíos de intención llenos de muertos” (88-89).
Pero escudada en una primera persona, la historia deja ocultos los sentimientos de
los jóvenes, sus pensamientos y su entrada al sicariato; esto es, su pasado. Con respecto a
55
dice Vallejo:
Debido a esta limitación cognoscitiva declarada por el narrador, las explicaciones sobre
el actuar de Alexis y Wílmar se hacen desde afuera de los personajes y se ubican más en
piensa de ellos, en lo que la sociología y los medios han delineado como el perfil del
joven asesino a sueldo de las comunas, o por lo que se puede inferir de sus actos. Por
esto, puede pensarse que el lector está en frente de personajes tipo, más que de figuras
narrativas complejas.
casi idéntico, es otro componente que añade a la circularidad que se anotó en referencia a
profundo de los mismos, ni una evolución de sus personalidades porque, para una historia
que se apropia de personajes cuyas vidas son efímeras y volátiles al extremo, no hay otra
vida por “relevos” y la cosificación de los sicarios, bienes mostrencos del mercado de la
violencia.
Con respecto a que la de Vallejo no es una novela que desarrolle una trama, ya
que “no aparece un sentido de la causalidad” que explique el origen del comportamiento
de los jóvenes asesinos (Cardona 396), hay que decir que es precisamente esa ausencia de
causalidad alrededor de la figura del sicario la que logra presentarlo como un ser
como eventos del día a día y sin causa aparente, los convierte en rasgos inherentes a la
naturaleza de los jóvenes que vienen de las comunas de Medellín. Igualmente, al omitir
las causas que han llevado a los sicarios a entrar en el asesinato como oficio revela, por
sujeto está inhabilitado para controlar su propio destino. Este hecho enfatiza el carácter
del sicario como objeto, como bien de consumo, como simple mercancía en una sociedad
muerte.
acomodada, elitista y tradicional, quien no tiene como profesión ser sicario sino
gramático, un estudioso del lenguaje. Como personaje, Fernando recorre la ciudad más
detenimiento, gracias a los discursos que la nutren. Dichos discursos son, sucintamente
hablando, el habla popular del Medellín de antaño, marcado por la vida rural, y el
57
contaminar a una figura letrada, haciendo que se convierta en una figura narrativa
escrito. De esta forma, La Virgen de los sicarios es, además, una novela sobre la escritura
en la que, como se verá, el narrador hace acopio de diversos artificios para revelarle al
lector el carácter meta narrativo del texto. Veremos cómo el contraste entre la
presentación de la figura del sicario como parte natural del escenario cotidiano y la
tradicional, dos de cuyos motivos de orgullo cultural eran, hasta hace unas décadas,
detentar el español más puro y ser país de gobernantes filólogos. En efecto, en los años
conformaron un dialecto que expresara sus nuevas realidades, conocido como parlache.
Luz Stella Castañeda y José Ignacio Henao, en su libro El parlache, lo definen como “un
dialecto social que surge y se desarrolla en los sectores populares de Medellín, como una
expresa las transformaciones socioculturales que se han llevado a cabo acerca de la vida,
la muerte, la violencia, lo religioso y las relaciones entre los individuos. Los autores
aclaran que:
del lunfardo que se habían mantenido vivas en la cultura popular gracias al tango y al
alrededor de este sociolecto evidencia que “una gran proporción de las palabras del
parlache están relacionadas con la violencia, la muerte, las armas y la vida efímera; hay
más palabras que indican agresividad que las que expresan amistad o elogio” (El
parlache 82). A pesar de que el parlache comenzó como una simple variedad lingüística,
difusión del parlache ha sido muy fuerte en los barrios populares de Medellín, hasta el
punto de que los jóvenes que no comparten los valores diseminados por la cultura del
59
narcotráfico han asumido el uso frecuente de este idiolecto con el fin de ser aceptados
por el contexto de agresión y violencia al que hace alusión un gran número de términos
Es interesante que, a pesar del rechazo social que genera en ciertos contextos, la
circulación del parlache no se haya limitado al ámbito de la calle, sino que se haya
programas de televisión. Entre los ejemplos sobresalientes del uso del parlache en los
(1998), del director Víctor Gaviria, así como el seriado televisivo de los noventas Cuando
quiero llorar no lloro, dirigido por Carlos Duplat, de gran audiencia en toda
Latinoamérica. Así mismo, el uso del parlache se ha extendido aún a la clase política
informalidad. Por ejemplo, “el senador Carlos Alberto Lucio afirmó, en una discusión en
el Congreso que ‘gato que cruza la calle, gato que pierde el año’ [gato que muere]; el ex
parcero mayor [jefe de grupo]… y hasta el hoy presidente Andrés Pastrana dice que el
gobierno de Samper ofreció paz y generó violencia a la lata [en gran cantidad].”
organización gramatical del español, pero varía en el vocabulario “en ciertas áreas, que
60
resultan esenciales para la subcultura que representa y que la separa de manera radical de
explica Halliday, un anti-lenguaje no solamente expresa una realidad subjetiva, sino que
el sentido de que con su uso se cuestionan ciertas estructuras y jerarquías sociales. Por el
lenguaje cifrado que garantizara el triunfo de sus negocios. De tal forma, muchas de las
venta y producción de estupefacientes, las bandas, los sicarios y las milicias populares,
entre otras, dieron origen a nuevos términos que expresan varios actos criminales, tipos
terreno del lenguaje de las leyes, cuyo resultado centralista hizo de Bogotá la ciudad
tradicionalmente se ha ejercido el control del Estado. En los últimos veinte años, el otrora
diseminado en las clases populares por la admiración de que han gozado los
político y social que pone al descubierto la ineficacia del poder central. Por otro lado,
adaptación cinematográfica.
pioneras en incluir el parlache en la trascripción de las historias narradas por los jóvenes
ejemplo, incluía ya un glosario de las palabras de mayor uso entre los miembros de las
religiosidad y las relaciones entre individuos, le sirve para mostrar la violencia como
explican por sí mismos gracias a la capacidad de evocación visual del parlache, así como
instrumentos para informar sobre algunas formas de pensar y la visión de mundo del
sicario.
considerar precursor en la presentación del habla de los jóvenes de las comunas, no han
sido las obras de la sicaresca las pioneras en el uso del parlache como herramienta
obra Ganzúa (1989), del narrador y poeta Luís Fernando Macías. Éste es un hermoso
relato, intercalado con fotos en negativo de localidades que recorre el personaje Ganzúa,
Hay que decir que la obra de Macías no es una novela sicaresca, sino que presenta el
evolución de las relaciones entre los jóvenes, que no pasaban de unos pocos
Leopardo al sol, descrita en el capítulo 1, el autor de Ganzúa aclara que “los personajes y
situaciones que aparecen en este libro, son producto de la imaginación. Mera ficción
literaria.” Esto puede obedecer, por un lado, a que el público lector ha interpretado el
carácter de autenticidad que detenta el testimonio. Pero también hay que reconocer que
los vínculos narrativos con el género testimonial son evidentes en Ganzúa, pues presenta
22 Este estilo de representación recuerda El vampiro de la Colonia Roma (1979) del mexicano
Luis Zapata, la cual está estructurada en “cintas” para simular la trascripción de un testimonio. A
nivel visual, se aparenta estar ante una narrativa oral en las pausas indicadas por puntos
suspensivos y en los títulos de cada cinta a manera de refranes.
63
comunas tanto como el tono cuestionador sobre la fidelidad del ‘transcriptor’ atan esta
nacional, sino al estado incipiente de una dinámica social de inmersión de los jóvenes en
la ilegalidad. Sin embargo, además de crear una atmósfera como lo hace en Ganzúa,
caracterización que le ha dado Alonso Salazar, de ser “un lenguaje construido desde la
Hay que reiterar que no es la simple presencia del parlache la que valida la
particular, gracias al papel que juega este idiolecto en la conformación de la voz narrativa
en sí, del discurso y del relato mismo, la novela subvierte intencionalmente la díada
letrado-sujeto subalterno del género testimonial, no sólo para lanzar una crítica de las
miradas institucionalizadas por los medios escritos, incluidos los testimonios e informes
narcotráfico, sino para articular una variedad narrativa acorde con el apabullante y
A pesar de que algunos estudios sugieren que las novelas sicarescas pueden servir
nuestro parecer ha sido más bien la novela sicaresca la que ha hecho uso de los géneros
estético.23 Es sabido que el testimonio escrito, por ejemplo textos de amplia difusión
como El pelaíto que no duró nada, de Víctor Gaviria y Mujeres de fuego y No nacimos
una voz marginal, para sugerir nuevamente la relación conflictiva entre oralidad y
escritura, entre voz marginal y texto escrito, que el discurso testimonial ha pretendido
señalar como armoniosa, si no resuelta.25 Es esta otra razón para analizar el particular
23 Ver, por ejemplo, “The Furious City: Imaginary Spaces and Liminality in the Novel of
sicariato,” de Maite Villoria.
24 “La creación y la difusión de nuevos términos que diferencian el parlache del lenguaje
estándar ayudan a sustentar la idea de que este es un dialecto social, con mayor razón cuando esta
variedad es usada en textos escritos que le dan carta de ciudadanía y le garantizan la
permanencia y la circulación en forma amplia, en especial cuando los textos tienen una demanda
tan extraordinaria como No nacimos pa’ semilla, de Alonso Salazar, obra que tuvo reediciones
permanentes y ya ha sido traducida a varios idiomas.” Luz Stella Castañeda y José Ignacio
Henao, El parlache 5.
25 Este es un punto álgido en la discusión sobre el testimonio latinoamericano. Elzbieta
Sklodowska argumenta que desde los inicios del testimonio en Latinoamérica, empezando con
Biografía de un cimarrón (1966), de Miguel Barnett, los editores de testimonios han tratado de
crear una ilusión de que los textos son un tejido sin costuras que (re)crea una realidad a dos
manos en una relación armoniosa del discurso oral y escrito. Los escritores de narrativas
testimoniales se han encargado de dirigir la atención del lector lejos de su propia persona
declarándose meros entrevistadores poco obstrusivos y editores que se auto-eliminan en el
proceso mismo de la escritura (“Spanish American Testimonial Novel” 131). En este mismo
sentido, Doris Sommer ha comentado que los resultados escritos de entrevistas a indígenas cuya
identidad se ha visto amenazada por la cultura occidental no necesitan presentarse bajo la forma
de un patrón armonioso (“No secrets: Rigoberta’s Guarded Truth” 51). Sommer argumenta que
en Me llamo Rigoberta Menchú, el conflicto entre lo oral y lo escrito se acentúa debido al
contraste entre la lengua materna de Rigoberta y el español que usa para contar su historia, por ser
ésta una lengua jerárquica con conceptos de género muy distintos a los del quiché.
65
texto de Vallejo.
medios, que surgió como resultado del ansia por obtener la ciudadanía global, aunque
en que fue la madre la que le puso el nombre a Alexis y que, tanto aquí como en el resto
por los eventos que relata, así como por el lenguaje que exhiben los personajes en el
discurso que enuncia: “pero no me crean mucho que sólo las conozco [las comunas] por
referencias, por las malas lenguas” (65). Pero lo cierto es que su inmersión en los sucesos
26 Los nombres extranjerizantes como locuciones que no identifican sino que despersonalizan
son referencias obligadas en la novela sicaresca, como en este otro ejemplo tomado de la novela
urbana Veinticinco centímetros (1994), de Rubén Vélez, del mismo año de publicación del libro
de Vallejo: “Si no procedes, contrataré a Byron de Jesús. O a Wilmar Humberto. O a Nodier
María. Aquí abajo sobran los profesionales de la limpieza” (68).
66
personaje por efectos del contexto de violencia al que remiten. Entonces, el estatus de
natal. A lo largo de la novela Fernando reflexiona sobre el lenguaje de la calle usado por
su amante Alexis y el significado del nuevo idiolecto. Además de informar al lector sobre
modo, dentro de la novela el parlache será una jerga del crimen. Si para el sicario el arma
que ejerce. Al mismo tiempo, el contexto violento del relato invade también el discurso
narrativo durante el recuento de los eventos: “Hoy en el centro –le conté a Alexis luego
hablando en jerga con mi manía políglota– dos bandas se estaban dando chumbimba. De
Por la paulatina intromisión del parlache, el cual empieza a usar Fernando con
cierta habilidad, nos encontramos ante un narrador que afirma “yo no me inventé esta
del lenguaje, y el sicario ejerce la suya: actúa y mata, mientras su lenguaje hace lo propio,
de Salazar del parlache como “lenguaje construido desde la acción y para narrar
existido en Latinoamérica entre texto escrito y poder, analizada por Ángel Rama en La
letrado del narrador de La Virgen de los sicarios y la actitud pasiva de Fernando frente a
La novela sugiere, de esta forma, que para la representación de la problemática social del
sicariato, sus crímenes y su impunidad, el lenguaje oficial per se, como sistema, no puede
echar por tierra este lenguaje por medio de la inclusión del parlache, el dialecto
Eso que dije yo es lo que debió decir la autoridad, pero como aquí no hay
autoridad sino para robar, para saquear a la res pública… Y así me
encuentro a Sabaneta, el pueblo sagrado de mi niñez, en el bochinche y la
68
Esta crítica a la autoridad, en algunos casos va dirigida a las voces oficiales que la
asesino. El ‘presunto’ asesino, como diría la prensa hablada y escrita, muy respetuosa ella
En este mismo orden de ideas, otras formas que son introducidas en el discurso
para establecer una crítica de un presente caótico, mezcladas con vocablos de parlache,
pertenecen a lo que tradicionalmente se ha considerado lenguaje culto: “Dos tiros tan sólo
le pegaron, por el su lado izquierdo: uno por el su cuello, otro por la su oreja” (71). Las
Calderón, Machado, así como otros usos lingüísticos ancestrales que representan las
culturas y el lenguaje oficiales cobran valor por su mixtura con el parlache. Este dialecto,
que ha sido difundido gracias a los medios masivos de comunicación, así como a la
más que el español estándar, para hablar del Medellín de las últimas décadas. Con esa
perspectiva se podría inferir que, gracias a esta mezcla de registros, en La Virgen de los
Sicarios se desacraliza el poder social que ha tenido en Colombia la palabra escrita y, por
ende, una sociedad representada habitualmente desde “lo letrado.” Igualmente, se puede
sugerir que esta textura de lenguajes heterogéneos rompe con la idea de modernización
contexto de lo religioso, otros registros orales se intercalan con el parlache, ya que éste
está más relacionado con lo urbano y lo moderno que con lo rural o ancestral, y más
cercano a lo pagano que a lo católico. Así por ejemplo, refiriéndose al asesinato a manos
narrador que “fue la tarde de un martes cuando el punkero marcó cruces. Un solo tiro
seco, ineluctable, rotundo, que mandó a la gonorrea esa con su ruido a la profundidad de
los infiernos” (30). Se encuentra también, de manera explícita en toda la novela, una
crítica a la distorsión que, según el punto de vista del narrador, han generado las ciencias
sociales y sus documentos escritos, aderezada con un lenguaje rural más tradicional que
empiezan a analizar los sociólogos, ay mi Dios, se jodió, como el que cae en manos del
psiquiatra” (75). En general, el religioso será uno de los contextos principales desde
donde se lanzarán las “prédicas” y las críticas a lo que los ‘transcriptores’ testimoniales y
por ende la sociedad lectora han dado por sentado con respecto a los jóvenes homicidas:
“¿Qué pedirán? ¿De qué se confesarán? ¡Cuánto daría por saberlo y sus exactas
palabras!” (60).
arengas no es en sí una estrategia original. En Logoi (1982), Vallejo mismo había notado
describiéndolo como: “el caso de la reciente novela latinoamericana, cuyo fenómeno más
70
argentina, cubana, mexicana, etcétera– a idioma escrito. Del idioma hablado, esto es de
rezagos de este registro oral en primera persona, dirigido a un narratario unas veces
singular y otras veces plural. Como se explicará luego, la mayor funcionalidad del
lenguaje coloquial radica en su articulación como eje del entramado narrativo para
usa lenguaje vernáculo con dichos y refranes, la mezcla de éste con el parlache marca la
diferencia en La Virgen de los Sicarios, pues el resultado es una amalgama que usa el
diferenciado del lenguaje del sujeto que relata oralmente su historia -a pesar del mayor o
menor grado de mediación que pueda ejercer el primero sobre el segundo por el paso de
Si, comúnmente, los idiolectos como el parlache “se utilizan para representar
formas de vida alternativa y sirven para cohesionar a los grupos excluidos” (Castañeda y
71
de los Sicarios remite a grupos, excluidos o no, que eliminan a un “Otro” ubicado por
fuera del grupo marginal, tanto como se eliminan entre sí. En este sentido, la presencia
voz enunciativa no cumplen la función narrativa testimonial de dar voz a los jóvenes de
pa’ semilla, proporcionándole al lector explicaciones de los términos “en contexto.” Por
ser un registro que atraviesa todos los estamentos de la sociedad colombiana actual, de lo
igualmente responsables del desorden y de la inequidad que han rebasado al país entero,
confirma el narrador al final del relato después del asesinato de su segundo amante
sicario:
narrador apela ocasionalmente al simulacro de una narrativa oral que recoge las
narrativa testimonial, con el fin de transmutarlo hacia una crítica de las bruscas
problemática social que los libera de responsabilidad ante lo narrado, las voces de los
puede sugerir, siguiendo a Vallejo en Logoi, que “el lenguaje coloquial, con su desorden
otras palabras, en su presencia como crítica al lenguaje estándar y como texto escrito, el
colombiana de fines del siglo XX, fiscalizada por los medios masivos y las clases
transformación del lenguaje, instalarse como pregunta sobre las causas, la violencia y la
narrativa de la novela habilita al narrador para usar el lenguaje callejero sin caer en un
falso artificio (56). Este logro narrativo, así como la ironía y la crudeza que atraviesan La
27 Por ejemplo, en el prólogo al relato “Las milicianas”, en Mujeres de fuego, Alonso Salazar
aclara que su preocupación “ha sido ordenar un conjunto de hechos, sensaciones, creencias y
opiniones, sin juzgarlas” (24).
73
Virgen de los sicarios, son los que le han dado un lugar principal, si no el de la novela
sicaresca por excelencia. En razón a esto, otras novelas sicarescas han tratado de
que el contenido irremediablemente gire en torno a los mismos eventos– como en el uso
del lenguaje de los sicarios. En las novelas posteriores hay una evidente disminución en
el uso del parlache como herramienta narrativa y una desaparición casi total de la
oralidad en el discurso del narrador, aunque seguirán siendo, entre otras, marcas
habido en Colombia una prevención frente al testimonio escrito, por ser un país en donde
constantemente que la suya es una visión limitada de los acontecimientos aunque a veces
delate sus fuentes, reconociendo haber llevado a cabo una labor investigativa: “¿Qué
cómo sé tanto de las comunas sin haber subido? Hombre, muy fácil, como saben los
teólogos de Dios sin haberlo visto... Además, sí subí, una tarde, en un taxi…” (100). Esta
actitud implica, además, uno de los juegos narrativos que el narrador plantea
hechos: “Ah, y transcribí mal las amadas palabras de mi niño. No dijo ‘yo te lo mato’,
dijo ‘yo te lo quiebro.’ Ellos no conjugan el verbo matar: practican sus sinónimos”
(28).29 Algunas veces las aclaraciones semánticas de algunos vocablos del parlache le
sirven al narrador de la Virgen de los sicarios para marcar las diferencias sociales y, por
consiguiente, la distancia entre aquel como letrado y los personajes sicarios. Este
mecanismo puede explicarse, en parte, por el hecho de que en su concepción como jerga
del crimen en la novela, el parlache aparece más como lenguaje de muerte que de vida.
Según Castañeda y Henao, de los textos producidos por los jóvenes de las comunas se
puede inferir que “antes de eliminar a una persona se le destruye simbólicamente con el
los personajes carece de nombre, excepto el narrador (Fernando) y sus dos amantes
sicarios (Alexis y Wílmar). Los que se podrían llamar ‘allegados’ a los tres, siempre son
evocados con sus aliases: el Difunto, la Plaga, y, por supuesto, la señora Muerte. Los
29 Incluimos otro ejemplo de Veinticinco centímetros de Rubén Vélez que ilustra la relación entre
parlache y violencia: “- Qué man más teso. […] Él no dice hombre. Man dice el man. Palabra de
otro Medellín. ¿Con cuántos Medellines contamos? El mío, que es una nube amurallada donde no
se usa la palabra man, y los demás, terreno minado, país de las arenas movedizas, Letal Oeste”
(21).
75
ejecutado por el uso de motes despectivos provenientes del parlache revela los
carece de nombre, La Virgen de los sicarios llega aún más lejos: se destruye a la persona,
letrada o analfabeta, a través del lenguaje. Bien sea con un mote en parlache o un arma
homicida, la violencia los alcanza a todos por igual, como anota Fernando ante la ola de
asesinatos en la ciudad: “[la muerte] es como yo, su ahijado, que carezco de reparos
de la palabra hace que el texto genere un marco de impotencia generalizada ante los
hechos que representa, pues ningún personaje, excepto el sicario con su venganza,
Salí por entre los muertos vivos que seguían esperando. Al salir se me
vino a la memoria una frase del evangelio que con lo viejo que soy hasta
entonces no había entendido: “Que los muertos entierren a sus muertos.”
Y por entre los muertos vivos, caminando sin ir a ninguna parte, pensando
sin pensar tomé a lo largo de la autopista. Los muertos vivos pasaban a mi
lado hablando solos, desvariando. (141)
regresa a Medellín con el exclusivo propósito de morir. Parece ser que, a partir de la serie
hombre invisible.” Esta intervención del nivel de la narración en el del relato revela otra
el personaje mata por conmiseración a un perro callejero malherido, único ser vivo al que
sicarios, esta muerte será de las únicas dolorosas para el protagonista, cargándolo de un
sentimiento de culpabilidad que se revela a través del asesinato como obra de caridad,
nos revele su carácter como estrategia textual en la construcción del relato y así se exima
de responsabilidad de los eventos que narra, es decir, que se margine de los asesinatos
compara con las estrategias ‘inclusivas’ que despliega para culpabilizar del desorden, la
Fernando no implica que éste haya desarrollado un sentido de pertenencia a las comunas
injusticias sociales que consumen al país, subvirtiendo una vez más los roles de las
narrativas testimoniales en las que la voz que narra se ubica en el centro del relato.
Cabría preguntarse el por qué de esta des-materialización actancial. Por una parte,
se podría pensar en el hecho de, aunque Fernando no comete crímenes, nunca se opone a
los que presencia y, por tanto, aparece igualmente responsable de la violencia y el caos de
77
donde es testigo de dichos crímenes: su relación con los jóvenes sicarios. Ésta es una
consumo. Si bien Fernando lanza su diatriba de odio contra una sociedad que niega al
individuo la posibilidad de pertenencia a una comunidad nacional, entre otras razones por
sus prácticas homosexuales, hay una contradicción en el hecho de que la que establece
con los jóvenes asesinos sea una transacción sexual condicionada por un consumo de
colombiana desde sus comienzos en el siglo XIX. Para la región antioqueña, en la que se
han sido leídos por la crítica como representaciones de intentos fallidos del proyecto de
nación (Avelar 74). De manera similar, en La Virgen de los sicarios no hay una sola
de la inoperancia legal, “un país violento que ha comenzado incluso a imponer sus
las leyes” (López, “El gusto” 31). Lo significativo para nuestro caso de estudio es que,
por un lado, la novela de Vallejo mantiene el concepto del romance condicionado por el
dinero de la novela antioqueña pero, por otro, rompe con el sentido regionalista de las
novelas del siglo XIX, ya que señala, no sólo a Medellín o a Colombia, sino a toda una
comunidad internacional como responsable de la ola de muerte que pone término a los
en fantasma desde otro ángulo. La visión de Medellín y de patria con que regresa
con la pasada que había retenido su memoria infantil. Pero la figura del fantasma es
otra versión del trasegar baldío del protagonista, sugerido al principio en relación con el
armazón de la novela: Fernando como peregrino, aquel que vuelve pero que ya no
pertenece. Aquí, ha cambiado el lenguaje idílico de El río del tiempo que recupera la
En Los días azules el niño ve la ciudad desde arriba, donde ahora están las comunas. Pero
mirada hacia arriba de Fernando encuentra el vacío, el no futuro de las comunas, y hacia
abajo se tropieza con un grupo de muertos que caminan en un presente y un futuro sin
valores.
marginación del protagonista, se ve reforzada a nivel del discurso por la intrusión del
más allá en la crítica que lanza Vallejo es que, en la concesión de un espacio en una
desplazamiento de la figura del sicario del margen al centro es pura ilusión, mero artificio
tanto en lo escritural como en lo social. A pesar de que a través de una vía de expresión
escrita socialmente aceptada, las obras testimoniales y los documentos sociales sobre los
sicarios los insertan en el centro de la mira social, muchas veces bajo una primera
persona íntima que los humaniza hasta cierto punto, lo cierto es que el joven asesino
En este sentido, para Vallejo, a través del testimonio y de la escritura, la sociología y las
ciencias sociales han deformado la realidad de la esencia del sicario y sus consecuencias
cuestión. Entonces, la crudeza en el modus operandi del joven asesino, llevado al límite
que se despliega en la novela, obedecen más a una elección que podríamos llamar de un
realismo extremo pero que, en definitiva, le sirve por un lado para lanzar su crítica de la
violencia y de la escritura que la ha hecho pública y, por otro, le garantiza que el estatus
La Virgen de los sicarios es una de esas novelas cuyo principal motor es ‘asaltar’
constantemente al lector, hacerle sentir la inutilidad de las cosas tal y como las ha
que no van a saber.” (8) Éste es un lector que sólo conoce Medellín de oídas, por
que empieza su relato como si lo que el lector solitario se aprestara a enfrentar fuera una
el relato, el narrador irá recorriendo la nueva Medellín de la mano del lector y lo incluirá
poco a poco en un nosotros: “[…] mis disculpas por lo sabido y repetido y sigamos
subiendo” (33). Todavía en este punto, el narrador espera que el lector comparta con él
cierto grado de sorpresa ante los eventos, particularmente ante la aparición de las
comunas en Medellín en la montaña y las abismales diferencias entre ese arriba y el abajo
configura sus alocuciones como si se dirigieran a un oyente, más que a un lector. Según
Taborda, interpelaciones del estilo de “a mis lectores” implican que el narrador se está
refiriendo a su propio texto como una narración escrita. No obstante, hay que recordar
durante una época de ajuste en que el narrador aún tendía a percibir al narratario como si
fuera un oyente. Retomando esta herramienta, dirá Fernando: “Y mire, oiga, si lo está
que todo pasa, prescribe. Somos efímeros. Usted y yo, mi mamá y la suya. Todos
82
prescribimos.” (23) Igualmente, al estilo de una narrativa oral, con alguna frecuencia el
narrador pierde el hilo, como si estuviera contando una historia a una audiencia: “Ay, qué
concepto de auditorio que usa el narrador vuelve a involucrar en la historia al lector típico
comunidad más amplia que participa de lo que ‘oye’; esto es, atribuyéndole no
necesariamente autoría intelectual en los crímenes de los sicarios, pero sí por lo menos
popular, las cuales actúan como intertextos para ser oídos. La inclusión de dos
recuerdo de su niñez, y “La gota fría”, “que es el [vallenato] que les canté arriba” (84) y
que habla de muerte y de la supervivencia del más fuerte, marcan un contrapunteo entre
arraigado en la tradición popular colombiana de los años 50, quien puede relacionar el
sendero al que alude la canción con el camino que conduce a Sabaneta, ahora la ruta que
toman los sicarios para visitar a la Virgen y pedirle puntería y protección. La segunda
artistas de mercado. Los vallenatos y la música ‘punk’ aparecerán tras bambalinas como
ruido que recorre todo el relato: “Pues, para variar, llevaba el taxista el radio prendido
tocando vallenatos, que son una carraca con raspa y que no soporta mi delicado oído”
(55). Con esta perspectiva, la música es otra intromisión interesante de lo popular y de los
83
alta cultura. El vallenato y el punk han contaminado al país y, por tanto, perturban la
ruido” (Melo) que producen los gustos musicales de la juventud consumista de hoy.
foráneo: “le voy a explicar a usted porque es turista extranjero” (44); preguntará usted,
“mon cher amí” (68); “y lo digo por mis lectores japoneses y servo-cróatas” (126). El
Colombia. Sin embargo, si se tiene en cuenta el gran despliegue que los medios de
los años ochenta, esta actitud narrativa debe tomarse con reserva. Se puede pensar que, en
el sarcasmo de este tipo de enunciación está dirigido tanto a los nacionales que se relegan
de la crítica situación del país como a un espectro global de la problemática del sicariato:
a una sociedad que se entera pero que a la vez ignora y a una comunidad internacional a
amigos: “Hombre, muy fácil…” (100), o “Haga de cuenta usted” (51)30. En la segunda,
acentúa la forma de aproximación informal por medio del tuteo: “Jamás presumas de
estos su inocencia. Eso es candor.” (72) Pero la forma apelativa más interesante proviene
provenga del léxico del sicario, lo cierto es que su sentido se hace extensivo a todo el que
multitud se oculta y se complace con la desgracia del otro: “¡Corran, corran! ¡Vengan a
ver el muñeco! Por si usted no lo sabe, por si no los conoce, es el muerto” (31). Por esto,
al final de la novela el narrador se despide de este parcero con un dicho popular que se
usa en Colombia para desear suerte, y que revela el sarcasmo con que se ha estado
tren” (142). Esta despedida devela el verdadero carácter de ese ‘parcero’, poniendo al
que esta transformación del lector hipotético, que se desarrolla a la par de la del narrador,
que apunta. Más bien, le explica todo detalladamente, lo llama ‘bobito’ y toma la
posición del que juzga, pues, en últimas, él es la voz de la “autoría” en la ficción, la cual
trato cada vez más informal, el narrador logra acercarlo al nuevo contexto de Medellín y
carga con la culpa por el caos y la ausencia de justicia. En opinión de Ásbel López, a
escuchemos lo que no queremos ver” (33). De manera acertada, López explica que el
ataque del que es víctima el lector tiene como finalidad hacerlo sentir, a través de una
descarga verbal, las ondas de una realidad conflictiva que nos hemos acostumbrado a no
ver pero que es, a la vez, imposible de ignorar. Podemos proponer entonces, que el trato
momentos: en un principio lo hace sentir cómodo a través de un registro oral nativo que
lenguaje violento, desde la acción y para narrar acciones, el cual le enrostrará las
mutación de las relaciones sociales en Colombia en las últimas décadas. Con todo lo
corresponde con la intromisión del parlache, el cual contamina otros registros expresivos.
86
Este sociolecto aparece a lo largo de la novela como forma de expresión de grupos que
están fuera de su origen marginal para, de este modo, hacer extensivo su carácter violento
y criminal a diversos grupos sociales. Por otra parte, la ilusión de oralidad creada por el
narrador, esa intrusión del habla en lo escrito, no cumple la agenda de un proyecto social
sociedad no tiene remedio; tampoco cumple la función de dar voz a un otro que debe ser
sacado a la luz. Simplemente es una herramienta para construir un texto que acerca al
lector al aspecto más ineficiente de la sociedad colombiana, el judicial, pues, como dice
el narrador, “no hay mejor novela que un sumario [proceso judicial compendiado por
fugaz del sicario, a la vez que hacer una crítica de la cultura desde la cultura misma.
87
CAPÍTULO 3
SICARESCA
responsabilidad de las acciones de los jóvenes asesinos a la sociedad que la propicia. Uno
tregua de amor y de belleza para la soledad y la violencia que rodean al viejo gramático a
idealización de todos los rasgos del asesino a sueldo. Se refiere más a la representación
crimen y el asesinato como parte intrínseca del sujeto en el contexto sociocultural de los
herencia en Morir con Papá (1997) de Óscar Collazos, la mujer asesina en Rosario
Tijeras (1999) de Jorge Franco Ramos y los niños criminales en Sangre ajena (2000) de
conceptos que los discursos oficiales han alentado y validado a través de otros discursos,
aparición del joven asesino a sueldo en la arena social, económica y cultural de las
últimas dos décadas, que el pueblo colombiano e incluso la comunidad internacional han
es: ¿Los jóvenes colombianos de las zonas urbanas de miseria son por naturaleza
violentos y, por lo tanto, aptos para convertirse en sicarios? (Alape, Ciudad Bolívar 28)
89
establecidas. Por una parte, el carácter criminal de las actividades del joven sicario en un
ambiente sin alternativas sociales permitiría enlazar la novela sicaresca con el género de
Desde principios los años 70, durante los cuales el historiador, pintor, escritor y
muertes de Tirofijo (1972), su trabajo no ha cesado de dar voz a los colombianos que han
tenido que enfrentar la violencia, a través de “historias de vida que cabalgan entre la
la obra escrita de Alape han desfilado campesinos, desplazados y todo tipo de habitantes
obra testimonial Un día de septiembre: testimonio del paro cívico de 1977 (1977). Su
vivencia como testigo del 9 de abril de 1948, fecha oficial del inicio de la violencia
bipartidista desatada por los sicarios del partido conservador colombiano, ronda
persistentemente al escritor, hasta que en 1983 escribe El Bogotazo: memorias del olvido.
por Gustavo Álvarez Gardeazábal en 1971 en su novela Cóndores no entierran todos los
90
días. En Mirando al final del Alba (1998), Alape inserta como personajes a Juan de la
Cruz Varela y Quintín Lame, dos figuras legendarias de izquierda que lideraron luchas
mismo cataloga como ‘novela histórica con una estructura narrativa policíaca’ (El
la historia de un capitán que muere asesinado por la espalda porque no quiso mandar a
Molano Bravo en el diario El Espectador, “la historia que teje Alape a dos voces –la del
cronista Felipe Toledo y la de Tránsito, la esposa del capitán– es un largo grito de rabia
Por su parte, la obra cuentística de Alape incluye Las muertes de Tirofijo (1972) y
como marco para la violencia política, las migraciones campesinas y los conflictos entre
Tirofijo: los sueños y las montañas (1994), Río de inmensas voces… y otras voces (1997)
En 1995 Arturo Alape escribe Ciudad Bolívar: la hoguera de las ilusiones, una
de ver, las historias de vida de los jóvenes que habitan la zona periférica de Bogotá, a la
cual el autor llama “la otra ciudad”, retratan los conflictos de todo el país. El proceso de
creación de este libro es tan interesante como su temática. Alape invitó a varios jóvenes a
participar en el “Taller de la Memoria” de Ciudad Bolívar, una zona de la capital que hoy
“protagonistas de vida”, como los denomina Alape, compartieron sus historias, algunas
veces con todo el grupo y otras de manera individual con uno de sus miembros. Luego,
para construir el libro, se crearon personajes basados en los testimonios con la ayuda de
varios jóvenes del taller. El resultado es una escritura polifónica, una especie de
metodológica:
Esta sustentación puede situarse también como esencia de una poética de la escritura de
Arturo Alape. Colocando en la médula del texto uno de los testimonios de su libro
para contarnos su historia” (29), la de un sicario, Alape escribe su novela Sangre ajena,
publicada en 2000.
temprana juventud vividas en las calles de Bogotá y Medellín. Ramón, de ocho años, y su
pobreza que viven en el seno familiar. Los niños viajan a Medellín, donde conocen a Don
Luis, un hombre poderoso que los inicia en el mundo del sicariato. Ramón y Nelson
viven durante cinco años en la capital antioqueña como piezas de la violencia del
desempeñado por su madre se instauran como símbolo de vida y como reto al destino de
muerte temprana del sicario, instalando a este personaje como la única figura protagónica
conocido por medio de los recuerdos de el/la protagonista” (Dávila 14). No obstante, no
son sólo los recuerdos de Ramoncito los que ayudan a escribir la historia en Sangre
ajena. Fuera ya del mundo del sicariato, Ramón sostiene varias conversaciones con un
supuesto escritor, con quien se reúne durante varios meses. Las voces de uno y otro están
conforman el libro, las acotaciones del que llamaremos primer narrador, el escritor que
cursiva encerrada por comillas. El resto, lo que sería la trama sicaresca con Ramoncito
como personaje, aparece en tipo normal. Es este el primer recurso que llama la atención
sobre el alto grado de autoconciencia del proceso escritural, presente en gran parte de la
novela tanto a nivel del relato como de la narración. Es debido a dicha autoconciencia
tan importante como lo que narra. Aunque la memoria no es un elemento exclusivo del
memoria del protagonista la que expresa mejor su identidad (Dávila 15). Eso se ve en la
elección que hace Alape para delinear al personaje sicario. En uno de varios comentarios
El primer narrador asume el rol de escucha, tomando el lugar del lector hipotético y
cuyo vocero le montó una cacería “para persuadirlo de que hablara conmigo, me
permitiera escucharlo, y me autorizara para escribir sobre su vida” (14). Son la voz de
Ramón el que controla la dinámica testimonial de la novela, con un tono impositivo que
invierte los roles. Este proceso narrativo indica que no es el joven marginado quien
necesita ser liberado de su condición social por medio de la escritura, ya que de acuerdo
con Ramón no es la primera vez que cuenta su historia. Si lo hace una segunda vez es
para suplir una necesidad del letrado y posiblemente afianzar una identidad propia a
través del lenguaje. Por eso, en esta historia es el testigo mismo quien dispone de los
espacios, los silencios y los términos del intercambio, llegando incluso a dar órdenes
cariñosas al escritor para que “saque papel y escriba, y ojalá no le tiemblen la conciencia
y el entendimiento.” (15)
sicaresca hay una coherencia estética profunda entre la trama y la conformación del texto
escrito. Es decir, Sangre ajena se escribe a partir de un eje fundamental de la vida de los
jóvenes de las zonas marginales que han sido insertados desde edad temprana en el
mundo del crimen organizado: una madurez precoz y obligatoria como resultado de su
lucha por la supervivencia. En ese sentido, el ex-sicario narrador, con sus escasos años,
narrador formidable, parecido a los testigos del libro Ciudad Bolívar, de donde surge esta
historia, que “con una memoria excepcional, sin el uso de falsos dramatismos, cuentan lo
que les había sucedido en sus pocos pero intensos años de vida” (25). No en balde afirma
Alape que un muchacho de Ciudad Bolívar tiene más cúmulo vital que cualquier otro
joven de su edad.
cultural, sino también histórico, social, político y económico. Como explica Dávila para
crítico de su vida. Es decir, al analizar las situaciones particulares que llevan a diversos
participan; se recuerda para comprender mejor (114). De modo que Sangre ajena alega
funciona como contradiscurso frente a la del primer narrador, del escritor letrado, en el
Por ausencia, los discursos marginales recuerdan al discurso dominante y declaran falso
discursos alternativos que los representantes del discurso dominante dejan de lado
subvierte. Sangre ajena es, sin duda, una de las pocas obras dentro del género de la
novela sicaresca que dan voz a los jóvenes protagonistas de las zonas marginales de
forma directa en el discurso y la única que lo hace a nivel de la narración. Esto obedece
también a una petición del personaje narrador desde la ficción misma, que se convierte en
hombre, déjeme que viva en un rincón de sus páginas” (171). Aunque esto puede seguir
Bildungsroman. Lo que sí se quiere señalar es que constituye un texto híbrido que toma
marco narrativo de fantasía o de idealización que el lector esperaría de una mente infantil
32 Como asevera Randolph Shaffner: What it [the Bildungsroman] shares with any one of these
unrelated or kindred types –the novel of adventure, the picaresque, sentimental, or pedagogical
novel, the novel of development, autobiography, or the artist novel– is what frequently separates
it and its sole companion from all the others, with the result that its existence as a synthesis of all
these shared traits is what makes it unique” (14).
97
descarnado de la narración:
Hay que decir que aunque tenemos el proceso de desarrollo de un niño, estamos,
como en la picaresca, ante la figura del anti-héroe. Como sugiere Claudio Guillén, la
figura del joven pícaro no puede estudiarse en el vacío, sino que debe enfocarse a través
de una situación o una cadena de situaciones. (75) Pero la novela no cuenta sólo los
asesinatos y crímenes cometidos por los dos hermanos y la banda de niños sicarios bajo
la tutela de Don Luís, sino principalmente el proceso de crecimiento de Ramón con base
en lo que el narrador protagonista llama “tres miradas”, tres momentos de encuentro con
la realidad que marcan las etapas en su camino de niño a hombre: la mirada de muerte de
una focalización y construcción de una historia desde las miradas de Ramón se relaciona,
mente infantil: la mirada nefasta del papá, solitaria y muda y, en segundo lugar, con una
curiosidad temprana que permanece en movimiento, no por maldad, sino por diversión,
por una búsqueda constate tanto afectiva como cognoscitiva de Ramoncito narrador. El
mundo de la calle.
Al escaparse de la casa en Bogotá, luego de una paliza por haber perdido el año,
varias zonas del país y quien se compadece de la orfandad de los niños. Por iniciativa de
Nelson, los tres viajan a Medellín y ñero Palogrande se convierte en guía certero que les
de la calle, experimentados para resolver cualquier situación” (58). Puede decirse que el
ñero Palogrande le añade otro componente picaresco a la novela, siendo una especie de
vagabundo que ama la naturaleza y la vida libre, una especie de hermano de aventuras.
El hambre, el cansancio y algunos esporádicos juegos son las constantes del viaje de 400
kilómetros a pie entre Bogotá y Medellín. En ese éxodo Ramón encuentra la primera
mirada, el primer aprendizaje. En uno de los juegos, los hermanos son retados por
Palogrande a torear enormes arañas en la carretera: “El que no juegue es marica de por
vida. El ñero Palogrande buscó tres palos delgados y secos, me entregó el más largo.
Entonces soltó lo siguiente: usted chino Chatarra debe aprender a jugar con la muerte”
(43). Este juego, que conecta la valentía a lo masculino, determinará la posterior actitud
palo (nombre usado también para referirse a las armas de fuego), y Nelson lo hace con
firmeza. El juego con las tarántulas funciona entonces como rito iniciático y como
antecedente de la vida que espera a los niños en Medellín. En los ojos del animal Ramón
ve “los ojos de la muerte” (45), escapa y llora su cobardía, pero Nelson adormece al suyo
y se gana el apodo de Tarántula por el resto del viaje. De la misma forma, Nelson será
99
siempre el que dirige los cruces con Don Luís y Ramón será siempre su sombra hermana
y cómplice.
Si bien por cuestiones de edad o inocencia los niños aceptan de una u otra forma
estos retos tempranos con la muerte, otras pruebas a las que son sometidos durante el
recorrido con Palogrande cuestionarán a su vez la idea de que los niños de los barrios
periféricos urbanos tienen por naturaleza tendencias asesinas y suicidas, y que es más
bien un ambiente hostil, falto de necesidades básicas, de afecto y caridad, el que los va
conduciendo poco a poco al mundo del crimen. Como es natural, durante el viaje los
niños sólo piensan en saciar el hambre, pero nunca roban; se limitan a pedir. No obstante,
a pesar de su corta edad, del cansancio y la debilidad mucha gente les cierra las puertas,
y, como en el reto de las tarántulas, la reacción de los hermanos los diferencia otra vez.
Ante las negativas de la gente dice Ramoncito que “uno de niño se resiente de tanta
malparidez regada por el mundo”, mientras Nelson vocifera: “algún día los veré
comiendo pura mierda, camionados de mierda” (47). Es ‘muertos de hambre’ que los
encuentra otro personaje clave, Don Luís, luego de una pelea entre el hermano mayor y
uno de sus muchachos, cuyos gestos “eran comprados con mucha plata”, en un barrio
parecido a las colinas de Ciudad Bolívar: las comunas nororientales de Medellín. A pesar
cual lo favorece para conocer al patrón. Don Luís les ofrece comida y les da “de comer
exactamente con la motivación de los niños para entrar a laborar para Don Luís, quien
recién llegados, especialmente por qué viajaron a Medellín. Nelson responde con astucia
que Medellín brinda muchas oportunidades de trabajo, los muchachos “se vuelven como
héroes en la televisión… son muchachos de marca en la ropa, en el lujo que llevan” (64).
Don Luis es prácticamente el primer adulto que los trata con cariño, les ofrece trabajo en
su escuela de robo y sicariato, los vuelve muchachos de marca y les abre las puertas de su
casa para dejar en la basura las humillaciones y las tristezas de su niñez. La felicidad
suprema llega el día que Ramoncito cumple 9 años, con fiesta, regalos y abrazos.
Entonces el pequeño recuerda a su familia, “que sólo vivía para su hambre y su miseria.
Claro que nunca le puse olvido a mi mamá, ella estaba en la cima de la montaña de mi
mirada” (68).
manejar armas y tienen el abrazo de un padre, contrario al real, “tan lejano en su voz,
perdido en la isla de su mudez tan malparida, que hizo crecer en mí el odio que cada
noche explotaba en mis sentimientos” (78). En este paraíso infantil llegará la segunda
mirada para Ramoncito. Como regalo de graduación el patrón les obsequia a cada uno de
los niños una noche con una jovencita y un viaje a Cartagena. Estas dos experiencias son
como dos nuevos bautismos, especialmente la mirada de los miles de ojos de la espuma
del mar. Este último actúa como detonador de una toma de conciencia para Ramón de
que el viaje a esa inmensidad, a ese gran útero acuoso, será el último juego de niños que
compartirá con su hermano Nelson. Ramón explica que a partir de ese viaje,
La mirada del mar es entonces la pérdida de la inocencia infantil tanto por la primera
experiencia sexual como por la entrada formal en el sicariato. A diferencia del joven de la
(Guillén 92) o de engaño, ni la elección de un papel que hay que representar socialmente,
Al servicio de Don Luís los niños aprenden además a fumar basuco, un derivado de la
cocaína, para soportar la cercanía constante con la muerte derivada de su oficio. Pero en
de los ojos de esa imagen escalofriante. Los dos hermanos descifran esa mirada en los
primeros trabajos con Don Luís, cada uno a su tiempo, primero Nelson y luego su
sombra: “Nelson había perdido el virgo ante la sangre ajena. Yo debía ahora, continuar el
desde abajo, una cámara al nivel del asfalto, bajo la lente de un niño de 9 años que
observa y admira. Esta focalización desde abajo cambiará con el primer asesinato
102
perpetrado por Ramón, cuando la mirada de su primera víctima, una mujer, se encuentra
con la suya, víctima y victimario frente a frente: “Le puse casi en sus ojos el pulso de mi
pistola y le desgajé todo el proveedor de una. No lo hice para cobrar venganza por su
mirada, tampoco lo hice para destrozar su linda cara. Lo hice para reafirmar la decisión
sicario para quien la muerte es el trabajo cumplido y la víctima un ser cuya mirada no
importa porque en sus ojos hay sólo “sangre ajena que corría sin que uno sintiera
alcantarillas de Medellín” (17). Se puede decir que en este momento Ramón ha perdido
la tercera mirada, la de lo fraterno, en contraste con las miradas vacías de otros muertos,
Es aquí que las miradas cobran sentido en relación con la memoria, pues ayudan a
girará hacia atrás para iniciar el viaje de regreso a Bogotá, “un viaje caminando de
muerte del hermano actúa como detonante en la mente del niño-hombre que recuerda a su
familia, su sangre, lo cual explicaría por qué la novela no presenta un niño estrictamente
hace una prueba final de lo aprendido y le recrimina querer terminar como su hermano.
comunidad luego de su viaje de autoconocimiento. Pero Ramón tiene aún un ciclo más
Medellín Ramón sufrirá el desengaño del amor por la traición, la cual siembra de
Cargo con un montón de dudas”, dijo. “No sé con certeza quién mandó
matar a Nelson. ¿Por qué la Paisa tendió la malparida celada para que
fumigaran mi vida? ¿Vive La Paisa después de la puñalada que le metí por
todos los costados? La incertidumbre, arena movediza, chupa todas mis
ansiedades así como yo de niño chupaba las tetas descolgadas de mi
mamá… (196)
104
El que las obras finalicen con los protagonistas siendo aún niños o jóvenes mantiene la
idea original del Bildungsroman donde el héroe culmina la trayectoria como un joven
listo para asumir la vida adulta. Además, el hecho de que este tipo de novela termine con
finales abiertos sugiere que los protagonistas tienen la oportunidad de mayor crecimiento
y por ende de cambio en sus vidas. Sin embargo, en Sangre ajena el ciclo parece cerrarse
al sellar la memoria, al liberarla de los recuerdos por medio de la narración. Si bien para
un proceso de liberación que mata los recuerdos, los exorciza y deja al descubierto a un
ser humano listo para enfrentar su futuro, el contexto posterior de las conversaciones
basura vivo, alimento a mi mujer y a mi hija. Quizá, en la basura un día alguien, por
casualidad, encuentre desechos mis putos huesos” (168). Entonces, aunque al final de la
particularmente la pérdida del hermano. Por la fuerza de la voz del marginado, es ésta y
Al igual que Fernando Vallejo, el autor de Rosario Tijeras, Jorge Franco Ramos,
tiene formación tanto en letras como en cinematografía. Empezó su carrera como escritor
colección de cuentos Maldito Amor. Su carrera como novelista se inicia con Mala Noche
(1997), con la cual ganó el Premio Nacional Ciudad de Pereira. Su última novela,
Paraíso Travel (2003), es la historia de una joven pareja que huye de Colombia para
ampararse en el sueño americano de Nueva York. Con Rosario Tijeras (1999) ganó la
Beca Nacional de Novela del Ministerio de Cultura en 1997 y recibió el premio Dashiell
Hammett en 2000.
Antonio, un muchacho de clase alta, cuenta la historia de Rosario, una joven de las
comunas de Medellín, quien se debate entre la vida y la muerte por un disparo recibido en
una de las calles de la ciudad. A nivel de la historia, la novela rescata para la literatura
una figura que hasta hace algunos años había pasado desapercibida para la sociedad
vida”, en Mujeres de fuego (1993), el cual había revelado ya este lado de la problemática
social en las principales ciudades colombianas. En él, las protagonistas, Sandra y Érica, al
34 Es de notar también que, según las autoridades colombianas, ha habido un auge significativo
de casos de sicarias entre 2003 y 2004, “donde las mujeres están pasando de simples
colaboradoras del hampa a ser protagonistas de delitos. La forma de matar de ellas es más
calculada. Matan con una sevicia única y son más difíciles de capturar, porque se caracterizan por
no dejar pistas” (Página judicial de El Tiempo, 17 de mayo de 2004).
106
pelaíto que no duró nada (1991) de Víctor Gaviria, por la semejanza entre Rosario y las
novias de los pistoleros que se retratan en el libro. Además de la obra de Gaviria, para
escribir esta novela Franco Ramos “devoró No nacimos pa’ semilla, La Virgen de los
enunciación va evocando sucesos pasados de los que fue testigo y actante fundamental,
mientras que como personaje interviene en las acciones de la historia. Su relato se basa en
las confidencias hechas por Rosario en ciertos momentos de debilidad y en eventos que
compartió con ella mientras hacía las veces de ‘celestina’ en su relación con Emilio, su
mejor amigo y novio de la joven. A través de una primera persona, Antonio cuenta una
caracterización de Rosario son simples retazos o que “parece una caricatura” (Quiroga
crítica, la cual no pasa de una que otra reseña y escasos artículos sobre el texto, ha
de los otros personajes, ya que “hace de éstos seres unidimensionales, dotados sólo de un
nombre, o cuando más, de una peregrina referencia a sus rasgos físicos” (Gómez, 120).
asesinos tiene como finalidad desplazar el foco narrativo hacia la marginalización del
narrador y, por extensión, de la cultura letrada que éste representa, en Rosario Tijeras se
107
sicaria, a la vez que actúa como coadyuvante en la construcción de una historia de amor
fracasado.
Es necesario agregar que este nivel superficial que críticos como Elkin Gómez
han considerado incapacidad narrativa y que podría ser decepcionante para un análisis
tomada en préstamo por Franco Ramos, para crear una tensión ideal y mantener el ritmo
de la narración, pues ya desde el principio el lector sabe que Rosario va a morir: “Como a
del amor con el de la muerte. Pero salió de dudas cuando vio la pistola” (9). Es decir,
aquí no hay caso que resolver, como en la novela policíaca, aunque algunos elementos
el narrador lanza continuamente y que nunca se resuelve. Es clara esta filiación con la
frase de la cita, que nos saca del mundo de las emociones y nos devuelve al de la
violencia física. Es así como funcionará toda la novela: una cosa es dicha sólo para ser
desvirtuada en la línea siguiente, recordándole de esta manera al lector que lo que lee
maleable, cambiante.
35 El otorgamiento del Premio de novela negra Dashiel Hammet y algunos artículos críticos así
lo sugieren. Ver por ejemplo “La novela negra en Colombia: un estudio de Rosario Tijeras y
Morir con Papá”, de Wilson Orozco.
108
intercambiables con las de la muchacha, quizás por este mismo motivo poco profusas
para el caso específico del personaje femenino: “Medellín también es madre seductora,
insulta se disculpa y el que la agrede las paga” (113). Igualmente, hay varias entidades
propicia el encuentro de las dos partes, en una confrontación urbana de “ellos contra
nosotros, cobrándonos ojo por ojo todos los años en que fuimos nosotros contra ellos”
(79), dos caras de la misma moneda que se conjugan en la sicaria rica. Con Rosario
metida en el bando de los poderosos y con los ricos en el de ella por el consumo de
imagino como una puta, de minifalda, tacones rojos y manga sisa. –Y con los ojos negros
–le dije yo. –Como parecida a mí, ¿no cierto?” (82). De ahí las dimensiones míticas que
misterio que rodea a la muchacha invita a creer que todas son posibles. En las comunas
de Medellín Rosario Tijeras se vuelve un ídolo. En las paredes de las comunas empiezan
a aparecer graffiti que dicen “‘Cápame a besos, Rosario T.’, ‘Rosario Tijeras, presidente,
Pablo Escobar, vicepresidente”’ (86). Rosario se vuelve mítica, tanto como los narcos
que la mantienen. El personaje adquiere así un doble matiz de realidad y ficción dentro de
propios de mujeres o que aluden a tipos femeninos o a alguna de sus características. Esta
109
es la razón por la cual los novelistas del género sentimental han dedicado especial
género han seguido sin mayores pretensiones vanguardistas (De Miguel 16). Sin
embargo, aunque a primera vista el título Rosario Tijeras plante a la sicaria como
las dificultades por las que pasa la muchacha para conseguir un objetivo amatorio, sino
en las angustias del narrador. A la vez, en la novela en cuestión el punto de vista de una
aparición de empleados del hospital, le permite al narrador pasar por alto información
elemental sobre el personaje femenino. Pero en esta novela es significativo tanto lo que
evocación desde el presente surge una doble dinámica en la que “parece natural que haya
Aquello que no se desarrolla o no se explica a nivel del relato, aparece como algo
socio-culturalmente natural, como parte de las cosas del día a día. Dentro de lo que la
no explicita el peso del nombre en el destino de la muchacha, las relaciones entre uno y
otro son evidentes. “Rosario” hace referencia a la práctica religiosa del rezo. El rosario
suele adornarse con medallas u otros objetos de devoción, tal como los jóvenes asesinos
de la novela se ponen tres escapularios para que “si ojos tienen que no me vean, / si
110
manos tienen que no me agarren, / si pies tienen que no me alcancen” (9). De la misma
instaura en la novela en relación con la sicaria como objeto por el que se pelean los
pobres (los jóvenes asesinos que ella aparentemente lidera), los narco-ricos (los que la
este sentido, Rosario, como objeto de todas las fuerzas en tensión funciona como alegoría
violenta pero ama, es dulce pero mata, es puente entre las comunas nororientales de
Por otro lado, su apodo “Tijeras”, el cual adquiere cuando cobra venganza de una
marginal de los habitantes de los barrios populares. Dentro de dicho anonimato, el dinero
Nos acostumbramos tanto a su nombre que nunca pudimos pensar que se llamara
de otra manera. En la oscuridad de los pasillos siento la angustiosa soledad de
Rosario, en este mundo, sin una identidad que la respalde, tan distinta a nosotros
con apellidos que producen muecas de aceptación y hasta perdón por nuestros
crímenes. (13)
cabeza. Rosario le dice a Antonio “debe ser rarísimo tener papá” (20). Doña Ruby, madre
años, borrando de tajo cualquier sentido de lo paterno que la niña hubiera conservado
hasta ese momento, e insertando la violencia como parte de su naturaleza: “-Desde niña
he sido muy envalentonada. Las profesoras me tenían miedo” (19), dice Rosario.36
rememorada como rito iniciático a una vida llena de amargura, invierte la relación entre
los jóvenes asesinos y la madre como una figura de adoración, aceptada como principio
tradicionales con el amor y la familia. Por otra parte, la ausencia de la figura paterna es
determinante en el camino que Rosario toma en la vida adulta, tanto como en su relación
36 A este respecto, como una de las conclusiones del proyecto 'Costos socioeconómicos de la
violencia intrafamiliar en Colombia', realizado por el Centro de Investigaciones Sobre Desarrollo
Económico de la Universidad de los Andes y el Banco Interamericano de Desarrollo (BID) a
principios de 2005, se incluye que hay una relación entre la pobreza y el maltrato a la mujer con
la delincuencia juvenil o la vinculación de adolescentes a grupos irregulares. En la novela en
cuestión no se afirma, pero esta idea estaría implícita.
37 Porque, desde la dinámica moral del sicario, es posible haber asesinado, pero se seguirá siendo
parte de la humanidad desde la óptica de lo afectivo, si todas esas maldades han sido hechas para
favorecer a la madre. No en vano en 1989 Alonso Salazar anota que “el día de la madre es el día
más violento en Medellín” (200).
112
con los hombres. En reemplazo del padre biológico, el jefe de los narcos, al que se alude
en la novela como “él” o “el duro de los duros”, actúa como una figura paterna ambigua
que, por una parte colma los caprichos financieros de Rosario, insertándola
momento de la narración: “Había que tener las ganas y las güevas de Rosario” (52).
Sugerimos aquí que lo masculino en Rosario proviene de lo que podría definirse como
sociedad antioqueña tradicional. Por un lado, a la usanza de los emigrantes rurales que se
con los hombres a través del homicidio, en su caso sincronizando ‘un beso con una bala.’
También es asesina a sueldo; un trabajo ‘de hombres.’ Pero, por otro lado, es una femme
fatal que atrae, en particular a los hombres ricos y poderosos, para luego desecharlos,
constituyendo en la novela una momentánea inversión del rol social de los muchachos de
las comunas como bienes de consumo de las clases alta y emergente, e instaurando el
feminización de Antonio como narrador y personaje, por ejemplo cuando la voz que
relata recuerda que “sus historias [las de Rosario] no eran fáciles. Las mías parecían
cuentos infantiles al lado de las suyas” (33). El efecto de tal feminización es instar al
lector a que se incline por el sufrimiento del personaje masculino producido por su amor
constantemente palabras ofensivas para referirse a Emilio y Antonio tales como “maricas,
maricones y güevones”. Estos términos han llegado a ser de uso común entre la juventud
colombiana de los últimos años, que los emplea en un contexto de confianza, algo así
estos vocablos despojan a los hombres de clase alta de su carácter masculino y cortan
toda posibilidad de entablar una relación sentimental tradicional con ella. Ésta es una
forma de control y alimento del deseo que la muchacha teje a su alrededor. Rosario dice:
39 Ya se había sugerido en el capítulo 2 la interpretación del arma del sicario como una extensión
de su cuerpo. En La Virgen de los sicarios y en Rosario Tijeras los narradores, ambos de clase
alta, ‘consumen’ el cuerpo del sicario. El protagonista de Sangre ajena reitera la relación entre el
asesinato y el sexo: “el metal del arma es como la piel que se acaricia para vivir, la frialdad del
metal se asemeja a piernas abiertas para soñar con la pasión escondida” (56).
114
de amor tejida a base de las confidencias de Rosario: “Vos si sos guevón, parcero. Por
comprende que la única manera de tenerla cerca es esconder su deseo físico y emocional
figura femenina.
explota constantemente ante su hermano Johnefe, Antonio, Emilio y los narcos su índole
femenina como método de supervivencia social y económica, más que como herramienta
sentimental: “si surgía alguna duda sobre ‘su verdad’, apelaba al llanto para sellar su
mentira con la compasión de las lágrimas” (21). Entonces, es significativo que quienes
figuran como actores del melodrama por amor sean los personajes masculinos: Ferney,
ni el falso amor de esas manos, de esos ojos y esa lengua. Si ya estaba perdido nada
José Luís Varela expone como una característica de la novela sentimental “el tono
quejumbroso y luctuoso que afecta la narración y los monólogos” (353), el cual nos
parece fundamental plantearlo no sólo como una característica que enlaza Rosario Tijeras
con la novela de amor, sino como otro de los elementos de feminización del narrador y la
115
Al mismo tiempo, desde su papel de narrador, Antonio confiesa en tono melancólico sus
con una realidad de afuera que tiene idealizada. Por una idealización producto del amor el
ayuda a descifrarla. Por eso también ignora la tensión urbana a su alrededor y se enferma
de amor, no de violencia.
de enamorarse, de las ansias o de los celos. Es una enfermedad rodeada de misterio, algo
así como trastornos emocionales pero que se somatiza con dolores corporales. Es un
elemento más que acentúa el dramatismo (De Miguel 18). De la misma manera, en
Rosario Tijeras, Antonio se enferma de amor. Las varias veces que regresa derrotado al
seno familiar, sus padres leen como efecto de la adicción a las drogas lo que en realidad
es una adicción a Rosario, “la maldita droga que los ingenuos llaman amor” (119). Así, el
amatoria del narrador. Rosario es presentada, además, como una enfermedad que le hace
desazón, el temblor en las manos, el vacío, las ganas de llorar, de vomitar y todos los
síntomas que atacan a traición a los enamorados” (180). Todos estos síntomas, que unen
116
figura amatoria en la novela: los besos de Rosario “saben a muerto” (187). Este efecto del
sicario como trabajador de la muerte por su labor de asesino a sueldo y como muerto en
vida por su desaparición temprana, presentando ésta última como parte de la esencia de
estos jóvenes. La lucha entre amantes de clases sociales opuestas funciona como
Nunca me imaginé que yo fuera a tener un rival de las comunas– decía Emilio. –Te van a
Hay que decir aquí que el narrador es conciente del proceso de feminización al
que ha sido sometido: “¡El amor aniquila, el amor acobarda, disminuye, arrastra,
que a través de la novela la voz narrativa no transgrede totalmente las barreras de clase,
de las expectativas amatorias del narrador. Como anota Von der Walde:
los deseos del protagonista. Cuando el lector se entera de que Rosario ha muerto, se
117
así con la espera de Antonio, su excusa para contar la historia. Pese a esto, un último
su única noche juntos: “Con mis dedos busqué su hombro y tiré un poco de la sábana
para encontrar algo de piel, pero ella se encogió bruscamente y sin mirarme me devolvió
a mi esquina. -Mejor durmámonos, Antonio –me dijo” (190). Es allí, en esa conjunción
pero donde pierde también de manera definitiva toda esperanza de amor correspondido.
Es ese también el momento en que, por el ataque a la hombría del narrador, Rosario es
devuelta a su lugar de origen -“Las tijeras son tu chimba, Rosario Tijeras” (191)-, por un
nivel de la fábula, pero que mantiene el control narrativo, lo cual, hasta cierto punto,
En la novela de Franco Ramos la unión entre los jóvenes sólo es posible a través
que separa las dos partes de la sociedad colombiana que representan. Entonces, la historia
sentimientos son peligrosamente antisociales. Por otro lado, como sugiere Cabañas, con
la relación entre Emilio, Rosario y Antonio “se alegoriza una relación de atracción y odio
orígenes, se logra mantener la división de dos grupos sociales distintos, uno tradicional y
otro intruso, aunque el dominante, en ciertos contextos, haya pasado a ser el dominado,
problema narco. Se podría plantear que en algunos momentos hay una inversión de roles,
transgresión de los roles tradicionales de género, pero que tal inversión es ilusoria y
momentánea, y no se realiza a nivel identitario para ninguno de los personajes. Por tanto,
geográfica ni urbana. Como apunta Maite Villoria: “It goes without saying that exclusion
presencia idéntica a las especificidades tradicionales del género, sino las subversiones
sí muere, pero no de amor, sino cuando uno de los suyos sincroniza en ella ‘un beso con
una bala.’ Aunque a nivel del relato es obvia la relación entre Antonio, Rosario y Emilio,
parejas, ni triángulos amorosos, sino una fila india donde uno quiere al que tiene delante
119
de sí, y este a su vez al que tiene delante de sí y así sucesivamente, pero siempre
Medellín, todos están “detrás de Rosario.”40 La respuesta a la pregunta sobre quién está
delante de ella es obvia: sin querer a nadie, ella va delante de todos, siempre tras la
muerte.
Morir con Papá, de Óscar Collazos, es una de las novelas sicarescas que ha
recibido menos atención por parte de la crítica literaria, a pesar de la larga e importante
libros.41 Sus novelas más recientes son La modelo asesinada (1999) y Batallas en el
top models. Con referencia al tema de estos dos textos, el autor anota que “a la moral de
cierta pos-modernidad que parece renunciar a las grandes utopías del siglo, ha venido a
40 En el habla popular colombiana “estar detrás” de alguien tiene dos significados importantes
para el contexto de Rosario Tijeras. Puede usarse en el sentido de asediar con intenciones
amorosas o de perseguir por deudas con la justicia.
41 Entre sus colecciones de ensayos figuran Literatura en la revolución y revolución en la
literatura (1970) con Julio Cortázar y Mario Vargas Llosa, Textos al margen (1978) y Para un
final de siglo (1991). En su obra cuentística se encuentran El verano también moja las espaldas
(1966) y Son de máquina (1967). Entra en el género novelístico con Crónica de tiempo muerto
(1975) y Todo o nada (1979), en las cuales los personajes viven tensiones personales ligadas a
conflictos sociales. El aprendizaje de la adolescencia es el tema de Jóvenes, pobres amantes
(1983) y Fugas (1988). En Las trampas del exilio (1992) se recrea la experiencia de emigrantes
suramericanos en Barcelona y en Adiós a la Virgen (1994), Collazos incursiona en el mundo del
erotismo femenino.
120
sumarse otra forma de sí mismo, la aceptación de que cualquier cosa puede ser
corrompida si hay una mediación del dinero, la gloria, la fama” (Entrevista con Margarita
ansia de notoriedad constituye la médula de su novela sicaresca Morir con papá (1997).
resulta herido. Luego, por un error cometido por Jairo al dejar en el lugar de los hechos
su propia motocicleta, padre e hijo son separados por sus compañeros y encerrados e
Jairo al dejar rastros en la escena del crimen, los jefes ordenan el ‘silenciamiento’ del
joven y su padre. De tal forma, el padre muere asesinado por un sicario tan joven como
político en un centro universitario, bajo promesa de que podrá reunirse con su padre una
vez concluido el trabajo. En la huída posterior al segundo magnicidio, bajo las órdenes de
figura paterna tanto en la vida del joven asesino como en el negocio del sicariato. Dicha
representada directamente en otras novelas, por ejemplo en Sangre ajena. Con respecto a
A primera vista, en la novela parece haber una relación tradicional de respeto entre padre
e hijo. Jairo y su padre se hablan con voz suave, con autoridad y obediencia de parte de
uno y otro, como si “respondieran a un pacto sellado desde siempre, acaso desde que
tuvieron la posibilidad de hablarse” (9). Pero aunque hay cordialidad, no existe una
relación profunda entre ellos. Más bien ésta fluctúa entre un afecto silencioso, el respeto
del muchacho hacia el padre y la manera con que éste impone su autoridad u ofrece sus
consejos. Aún para el padre resulta extraño saber que el hijo le profesa cierto apego. De
este modo, más que reforzar la idea de un vínculo familiar, se puede observar la presencia
cansancio y una apariencia física decadente. Ante las nuevas modas traídas por la
afán de mostrarse instituidos por los narcos y por los medios de comunicación. En vez de
incluyendo el ahorro y la renta: “El dinero –se decía—podía ser un espejismo” (20). Por
eso, mantiene otras usanzas, más suyas, de antaño, incluyendo el fervor por el tango, que
de víveres que abrió para llevar una vida decente. […] Amo de sí mismo, servidor de
nadie –en esta lógica parecía descansar el entusiasmo que puso en <<su>> negocio” (48).
Por esto, es comprensible la desazón que siente ahora al verse forzado a trabajar como
empleado y a estar al servicio del crimen.42 Además del gusto por el tango, la
personalidad callada y solitaria del padre de Jairo, evoca sin duda la de los malevos,
Pero para un joven de la edad de Jairo, estas actitudes del padre lo convierten en
una figura lejana y extraña, como parte de una generación de seres casi extintos de los
que dice el joven que “gozan con la tristeza”. Además, el padre posee un aplomo opuesto
al vértigo con que el joven vive la vida, incluso en su forma de hablar pausada, en la
manera lenta como el hombre construye cada frase y en el voseo permanente que incluye
en su habla. Si en Rosario Tijeras el voseo es una marca social que contrapone a los
42 El tango es una pasión compartida por todo el pueblo paisa y hay un culto obsesivo por Carlos
Gardel, fallecido en Medellín, el cual se ha plasmado particularmente en un luto anual colectivo
sin distinciones de clase, aunque mermado en las generaciones más jóvenes. La afición de los
sicarios adultos de la novela por la muerte le confiere un cariz celebratorio particular al día en que
falleció aquel que “canta mejor muerto que vivo” (47), una versión llamativa de la expresión
popular “canta cada día mejor” y que en la novela remite al ambiente de violencia en que actúan
los personajes.
123
idiolecto, en Morir con Papá el voseo es una marca generacional que acentúa la distancia
como en las zonas rurales circundantes. Otros personajes adultos de la novela se refieren
también a dichos cambios, pero de manera más directa. Así, por ejemplo, un anciano que
cuida la finca donde permanece el padre herido cuenta como “antes había sembrados y
ganado por estas tierras. Ahora ya no hay sino bestias de montar, caballos de paso fino y
unas gallinitas para los mayordomos.” (77) A lo largo de la novela nunca se nombra
directamente un espacio reconocible para el lector. Sólo encontramos alusiones, pero que
son suficientes para delimitar espacialmente los cambios a que se ha hecho referencia
familiar del joven. Jairo es el último hijo varón de una familia en la que sólo quedan él y
su madre. A pesar del abandono, ésta nunca le ha hablado con rencor de su padre,
a quien dejó de ver cuando el hijo era apenas un desvalido crío de cuatro o
cinco años. El muchacho tampoco ha preguntado mayor cosa sobre el
padre. Y cuando le ha dicho que ha vuelto a verlo, que trabajan juntos, la
mujer se ha limitado a preguntar si está bien, si, como dicen quienes lo
frecuentan, ha envejecido más de que puede envejecer un hombre todavía
joven. (26)
la vida dentro del sicariato. Si en los jóvenes su trabajo en el ‘negocio’ produce una
mayoría de edad y una muerte prematuras, en el adulto el desempeño como asesino por
reaparición del padre en la vida del hijo cobrará sentido en la historia en tanto se
relaciona con su trabajo como homicida a sueldo, más que como figura paterna como tal.
124
Hay que anotar desde ya que una de las características de la voz narrativa en la
novela de Collazos es no ser omnisciente, sugerir siempre un ‘tal vez’, un ‘acaso’ o usar
el modo condicional que muestra no saber con exactitud lo que pasa por la mente de los
personajes ni lo que siente Jairo, incluyendo los sentimientos hacia sus padres. El lector
sólo está al tanto de que también la madre está presente en la vida del hijo, pero ni
siquiera éste sabe si la ama o no. Más bien, dice el narrador, “un sentimiento escondido y
nunca expresado podría parecerse a la devoción, ese sustituto del amor” (63). La madre
sicarescas, quien además de interceder por la vida de su hijo por medio del rezo, entra de
manera sugestiva a mediar en las relaciones entre padre-hijo a través de consejos como
“<<Quiéralo y respételo –le dijo alguna vez--. En el fondo, es un buen hombre>>” (27).
de Jairo. Las únicas dos figuras femeninas de la novela son honradas y aceptan las
Pero al recibir dinero del joven no preguntan por su origen, aunque es obvio que lo
conocen. Más bien, oran para que le vaya bien y no le pase nada, ante lo cual el narrador
comenta en tono irónico que Jairo conoce ese tipo de oración. Entonces, las figuras
paterna y materna en Morir con papá no siguen los patrones descritos por los estudios
sociológicos sobre las familias de los sicarios para sugerir que más que unas familias
Es preciso decir también que la presencia del padre en la historia crea otras
los protagonistas. Tal vez una de las más significativas sea la aparición paralela de dos
125
figuras, el patrón y el padre. Las dos son incompatibles, debiendo combinarse en una
sola, el patrón-padre, de manera que una de las dos debe desaparecer: en este caso, el
padre biológico. Esto explica por qué el padre muere antes que Jairo, quien de cierta
estrella de cine admira, sustituyendo así la carencia del verdadero padre en la niñez y su
papá sugiera en principio que la entrada al mundo de los asesinos a sueldo se puede
una situación socio-económica sin posibilidades de progreso para los menos favorecidos,
en un trabajo que cada uno y por su cuenta decidió hacer en parecidas circunstancias de
desesperación o pobreza” (25). Por otro lado, estamos ante una sociedad que brinda pocas
posibilidades de educación formal para los muchachos de los estratos populares. Por esto,
podido ser, pero que por esa imposibilidad impuesta por la pobreza la envidia y la odia a
rasgos hubieran sido otros si hubiera tenido acceso a una formación académica.
sicario sobre su situación desventajosa. Jairo reconoce que vive en un contexto social
126
marcado por la falta de opciones y que por ese motivo está expuesto a convertirse en una
pieza manejada por otros. El conocido “no nacimos pa’ semilla”, que da nombre al libro
de Salazar, aparece de nuevo, gracias a una lucidez que pocas veces se le atribuye a este
Sin embargo, desde la perspectiva de los personajes adultos de la novela los jóvenes
alcanza para evitar una muerte segura. Según los más viejos, la entrada de los muchachos
vicioso de la pobreza, sino de una rapidez absorbente que no les permite conocer y
adoptar las viejas usanzas sintetizadas en el viejo adagio de que “el que a hierro mata a
hierro muere” (38). A pesar del grado de conciencia de Jairo ante su situación, a través de
la admiración que siente el muchacho por los personajes adultos, especialmente por el
patrón narcotraficante, la novela hace énfasis en que el muchacho es un objeto que poco o
Pero, por otra parte, la historia hace énfasis en el hecho de que la educación del
muchacho es eminentemente televisiva. Esto es claro en una escena entre Jairo y uno de
los sicarios adultos quien le pregunta --¿Vos dónde aprendiste eso? –En las películas de
Kun Fu. No me digás que no has visto cómo Kun Fu se concentra” (132). El narrador nos
dice además que a Jairo también le gustan las fotonovelas de amor, las cuales ha
coleccionado, pero que “si hubiera sabido leer correctamente, le habrían gustado también
127
las novelas del género [policíaco]” (17). La postura de la voz narrativa ante la
hacia ningún factor en particular como origen de la tendencia del joven hacia una
carácter adolescente inmerso en un mundo de amor y odio que por extensión cobijaría a
una generación y a una clase social pobre e inculta, pero también le atribuye un gusto
desde siempre por la acción y el crimen. No obstante, nos inclinamos hacia el factor de la
pobreza, la cual seguirá en su perfil como una impronta indeleble. Por su vida más larga y
hijo: “Aunque ahora ganés plata, seguirás siendo pobre –le ha dicho repetidas veces--.
Ser pobre es como la marca que se le hace al ganado” (36) De acuerdo con la visión del
padre, basada en su propia experiencia como sicario, los muchachos de las comunas de
Medellín están destinados a ser pobres por siempre con todo lo que esto conlleva.
Es de notar que, tal como ocurre en Sangre ajena, en la obra de Collazos los lazos
sicarios y entre estos y otras personas al servicio de los jefes. En la obra en cuestión,
dicho diálogo revela indirectamente ciertos rasgos del problema narco, a la vez que
acentúa la presencia del sicario como peón del crimen organizado. Es así como ni Jairo ni
su padre saben quién ordena los asesinatos que consuman. Hay más bien una cadena
quién es el que paga. En esta cadena descubrimos que además del padre de Jairo, hay
otros sicarios adultos que están a cargo de las funciones de los adolescentes en el
“una pobre pieza sometida a la voluntad de ellos” (93). También se revela el hecho de
de las fuerzas armadas. Uno de los sicarios adultos se jacta frente a Jairo de los logros
alcanzados como sargento retirado del ejército, mientras que otro le explica que ha
trabajado para los grupos de autodefensas en las zonas rurales, ampliando enormemente
la cadena criminal de los asesinatos. El paramilitar le enseña a Jairo las dinámicas del
No hay trabajos buenos ni trabajos malos. Hay trabajos. Y uno trabaja por
el billete. ¿O no? Yo trabajé un tiempo para unos ganaderos. Me fui a
limpiarles la zona. Nos fuimos a recibir órdenes de un coronel del Ejército.
Templado el man. No se ponía con vainas. ¿Que había que bajarse a un
alcalde? Lo bajábamos. ¿Qué había un sospechoso metido por ahí entre la
gente? Plomo con el malparido ése. ¿Que tocaba <fumigar> una cantina
llena de gente? A fumigarla sin preguntar. (127)
De allí que en la novela no haya castigo por los delitos y ni siquiera se vislumbre una
persecución de los criminales, pues incluso las denominadas fuerzas del orden ponen su
grano de arena en la ola de violencia. En el contexto delictivo de Morir con papá reinan
el miedo y la impunidad. Al igual que en La Virgen de los sicarios, las gentes que
presencian los asesinatos no reaccionan. Los asesinos ‘trabajan’ a sus anchas como en
cualquier otra profesión, es decir, como si matar fuera una profesión como cualquier otra,
pues nadie emite una sola palabra de denuncia en una ciudad donde “esa era la ley y
magnifican el triunfo de criminales y diluyen los límites entre ficción y realidad que
maneja la mente joven y vertiginosa de Jairo, con “películas que él mira como si
129
parámetros que maneja el muchacho siempre lo hacen pensar ante todo en términos de los
personajes y la trama de las películas de acción que admira. Así, por ejemplo, al
contemplar la foto de un hombre que debe asesinar, siente hacia él cierta fascinación por
por una atractiva rubia de película” (10). A lo largo de la novela, Jairo describe siempre a
los recursos aprendidos en las series policíacas de la televisión, unas de las pocas cosas
en que, según el narrador, se podía concentrar por largos períodos de tiempo. Este gusto
confusión entre fantasía y realidad que maneja su hijo y que sabe que lo llevará a un mal
‘fin.’ La novela lanza de esta manera una crítica a la influencia de los medios masivos y
narcotraficante tiene que ver especialmente por el lujo con que éste vive, por una riqueza
y un estilo en ciertos movimientos que el joven puede comparar con los de personajes de
películas que ha visto: “Al cabo de un rato, el muchacho cree acertar al decirse que si el
tipo se parece a alguien tal vez sea a Michael Douglas. (109). Irónicamente, Jairo logra
apreciado por sus compañeros de trabajo y que tal vez sea el odio de éstos el único
La presencia de los medios en la novela también tiene que ver también con el
ansia de consumo de los jóvenes sicarios. Hay alusiones específicas a productos deseados
como ‘camionetas Trooper’ y ‘relojes Cartier’ que muestran los efectos del consumo en
la forma de pensar de Jairo. Por un lado, sus estrategias nemotécnicas son eminentemente
cinematográficas. Cuando escucha historias de asesinatos, no evoca las palabras del otro,
sino que recrea las escenas con él mismo como protagonista. Pero, por otro lado, los
eventos del día a día se asemejan a la fugacidad con que circulan los productos de la
remordimientos” (530), pues los recuerdos se reemplazan unos por otros, así como el
dinero se gasta a montones y los objetos se reemplazan al ritmo que impone la moda: el
joven mismo resume su filosofía de vida diciendo que “si uno se va a morir de un día
para otro, ¿para qué esconder la plata entonces?” (35) El círculo vicioso formado el
Los medios también aparecen en la novela como recurso narrativo. La voz hace
narración cinematográfica en situaciones en las que el discurso parece emanar del ojo de
una cámara y plasmarse en un guión de cine, gracias al uso de una enunciación siempre
en presente:
131
Este uso del punto de vista confirma que, como ya se había indicado, no estamos ante un
narrador omnisciente, sino frente a una voz que narra y piensa con el muchacho o a veces
como él. Hasta cierto punto, el narrador traduce las frases del joven: “Le ha dicho que no
tema. Que probablemente haya un alboroto –ha dicho un mierdero—” (122). Además,
posiblemente para mostrar que el sicario se cuestiona, rasgo singular dentro de las
novelas del género, el narrador no asevera sino que vacila, menciona probabilidades,
A diferencia de Rosario Tijeras, en Morir con papá hay una narración más
detallada de los sucesos violentos, pero en especial de las sensaciones que los
una víctima de la pobreza y del narcotráfico, pues la novela comienza y termina con el
asesinato de políticos importantes y en el centro están los sicarios que también caen
una identidad, sino como muestra de lo que el sistema narco y la sociedad de consumo
han hecho de estos jóvenes. Al final nadie investiga, nadie esclarece los asesinatos, nadie
narcotráfico en Colombia.
132
CAPÍTULO 4
Víctor Gaviria, el espectador se encuentra con una acotación sobre la muerte de varios de
filme:
Este colofón marca el cariz del proyecto fílmico de Gaviria, el cual se ha caracterizado
vendedora de Rosas (1998) y Sumas y restas (2005), consideradas una trilogía sobre la
la nueva cultura instaurada en Colombia por los capos de las drogas en los años ochenta y
noventa.
experiencia vital de su propia vida que guarda alguna similitud o cercanía socio-cultural
alimentado las producciones cinematográficas del mundo del sicariato, en particular las
(2000) del director iraní Barbet Schroeder y Rosario Tijeras (2005) del mexicano Emilio
motivaciones diferentes a las de Gaviria. En los filmes basados en las novelas sicarescas
actores naturales resulta en una impostura narrativa en las películas sobre sicarios de
Schroeder y Maillé.
las relaciones familiares son tensas, excepto por el amor incondicional del padre. Sólo la
música punk llena el vacío del muchacho, quien desea convertirse en baterista y formar
su propia banda musical, lo cual tampoco logra. Algunos de sus conocidos empiezan a
desaparecer en circunstancias extrañas y a morir por sus actividades ilegales. Al final del
filme, la ausencia de futuro lleva a Rodrigo al suicidio, dejándose caer del piso 20 de un
edificio en construcción. Al mismo tiempo, Ramón, otro joven del barrio, es asesinado
por sus amigos de parche para evitar que los delate ante las fuerzas de seguridad. En
Rodrigo D. los jóvenes delinquen para vivir, pero no hay todavía un lazo entre su
Rosario Tijeras.
últimas décadas, pero el proyecto de Gaviria va mucho más allá. Según el director,
anotan que ya desde los primeros documentales de Gaviria existe la herencia de Buñuel
en Los olvidados (1950), palpable en algunas técnicas como “la mirada émica o ‘interior’
sectores marginales” (370). Por su parte, Alejandro Brunzual inscribe el cine de Víctor
135
latinoamericano desde sus orígenes que se podrían ubicar en 1920 con los trabajos de “el
Negro” Ferreira y cuyas máximas exponentes son Los olvidados (1950) y Río, 40 grados
(1955), película brasilera de Pereira dos Santos (“El espectador asesinado” 64).
Sica –en la selección misma del título, en la pobreza y el aislamiento que viven los
los postulados del Neorrealismo. Luis Duno-Gottberg aclara que en Gaviria no hay ni una
subalterno articula su propio discurso (“La huella de lo real” 6). John Beverly secunda
esta perspectiva y agrega que tampoco es pertinente inscribir las películas de Víctor
Gaviria en lo que la crítica cubana de los 70 llamó “cine pobre”, ya que la “pobreza”
la manera original de usar dichos recursos, con base en lo cual se puede hablar de una
ética de la representación (“‘Los últimos serán los primeros’: Notas sobre el cine de
Gaviria” 17).44
Por otro lado, críticos como David Ranguelli han señalado que Rodrigo D. no
futuro se puede incluir también dentro de una serie de películas en las que hay una
los hechos sin hacer explícita una proposición política, la cual es, sin embargo, latente.45
protesta social. Más bien, acudiendo a las experiencias de vida de los protagonistas
pretende hacer ver, hacer evidente la presencia de estos jóvenes ‘desechables’ que la
sujetos de los barrios marginales, se usa el skaz (simulacro de una narrativa oral, en este
caso del parlache) como elemento del discurso fílmico y el guión es el resultado de una
Rigoberta Menchú como una función narrativa que implica el poder de representar la
reciente sobre la vida de los adolescentes de los barrios periféricos de Medellín, filmado
Martínez Escallón, ambos de la agencia de noticias AP. Este documental cuenta las
conocido como “La Sierra” del barrio Caicedo en la periferia de Medellín. Aunque la
historia se centra en las vidas de tres adolescentes del barrio -Edison y Jesús, miembros
fundamental entre este trabajo y las películas de Gaviria es que en La Sierra el guión lo
constituyen las vidas mismas de los tres protagonistas, quienes fueron filmados en su
rutina diaria al interior de su propia comunidad. Dalton y Martínez filmaron durante casi
un año, con permiso de “Doble Cero”, un jefe paramilitar, las actividades de los
adolescentes que controlan el barrio, los peligros a los que están expuestos y la constante
138
cuatro generaciones azotadas por la violencia: las madres y abuelas, desplazadas del
campo a mitad del siglo pasado; los padres de los jóvenes, quienes murieron en la
violencia del narcotráfico de los 80; los jóvenes protagonistas, como ‘Edison’, los nuevos
los propósitos y los efectos de la presencia de actores naturales en las películas de Gaviria
46 Resulta interesante pensar en que otra contraparte ficcional de La sierra podría ser el
largometraje Voces inocentes (2005), del mexicano Luis Mandoki. La historia contada en la
película es resultado de un trabajo colectivo, aunque diferente al de Gaviria. El guión fue
entregado al director por Óscar Torres, un actor salvadoreño de comerciales que creció durante la
guerra de El Salvador. Mandoki y Torres trabajaron conjuntamente para completarlo gracias a los
recuerdos y las vivencias de Torres y algunos de sus allegados. De allí sale la historia de Chavas,
el niño personaje de la película, a quien se le presenta el dilema de unirse a la guerrilla o al
Ejército a mediados de los ochenta. No tiene otra alternativa. Si bien el guión proviene de un
autor con conocimiento de causa, la película no cuenta con actores naturales. Mandoki contrató a
un asesor militar, un ex-general del ejército, para que entrenara a los niños, pues “había que
llevarlos a vivir esas realidades para que la pudieran sentir.” (“El cine y sus voces” Entrevista de
Javier Pérez a Luis Mandoki)
139
En primer lugar, hay que decir que los niños actores de las comunas traen consigo
parlache aparece sin mediaciones, sin traducción al español estándar, creando un efecto
nos hace sentir que allí hay una forma de alteridad a la cual el espectador no puede
acceder por completo: ante el discurso de los actores y el sonido directo que dificulta la
comprensión de los diálogos entre los muchachos de las comunas en las películas de
escena. El director no procede a la labor de hacer este lenguaje accesible con miras a
No estamos entonces ante una mediación del lenguaje gracias a un ciudadano letrado ni a
un intelectual comprometido que habla por otros. Ese lenguaje que en su incomprensión
47 Esta es una manera sutil pero efectiva de socavar las relaciones de poder que se manejan en
Medellín, pues como explica Gaviria “hay un poder enorme en la habilidad para comunicarse con
otros sin ser comprendidos por todos, como lo saben, entre otros, los abogados y los críticos
literarios” (“Violencia” 230).
140
lingüística y sonora de una narrativa que surge desde lo marginal y casi aún en contra de
“huella de lo real” que da significación adicional al contenido ficticio, otro signo que al
convirtiéndose en una herramienta que “es también una manera de conferir valor a quien
no lo tiene dentro de las reglas de juego dominantes” (Beverly, “Los últimos” 20).
sentir que en Colombia diariamente se vive en una realidad cercana a la ficción más
48 En este sentido, en su artículo “Los últimos serán los primeros: Notas sobre el cine de
Gaviria”, John Beverly dialoga con las ideas de Gayatri Spivak sobre las dificultades del
subalterno para expresarse como tal, sin pasar a constituirse en un sujeto hegemónico al tomar la
palabra. Para Beverly, el cine de Gaviria logra lo que otras películas sobre subalternidad como
Ciudad de Dios no han logrado: primero, crear un espacio donde el discurso del marginado no
parte de estéticas o causas ajenas a él y, segundo, rechazar cualquier posibilidad de salvación que
opacaría los aspectos más inquietantes de la realidad.
141
alucinada, “sin que nadie pueda repetir para aliviarse: ¡estoy en una película! ¡estoy en
una película! ¡estoy en una película!” (Del realismo mágico al realismo trágico 114).
notable entre las películas de Gaviria y otros trabajos fílmicos sobre la violencia en las
filme, Fernando, el personaje gramático, siempre señala el parlache como algo ajeno y
función del ya conocido glosario del testimonio escrito No nacimos pa’ semilla y
también cierra el filme-, la cual le recuerda la niñez idílica con su familia en la finca de
Sabaneta. Ante la insistencia de Alexis en escuchar todo el día punk y hard rock, coreada
por un joven vecino baterista que interrumpe diariamente el sueño del escritor, Fernando
insistentemente el ruido que produce la música vallenata en los taxis y en los centros
comerciales, por considerarla antítesis de los boleros que suenan en casa de su amigo
José Antonio, las arias de María Callas que escucha en su apartamento y los tangos y
pasodobles de las cantinas que han sobrevivido el paso del tiempo, las cuales visita con
sus amantes sicarios. La actividad de censor del nuevo ambiente cultural de la ciudad lo
lleva a reprobar también el zapping [constante cambio de canales] de Alexis por los
tierra natal.50
Plaga” y “El Muerto”, la película de Schroeder no presenta la alteridad desde ella misma,
como sí se podría sugerir para el proyecto fílmico de Gaviria, sino que ésta es siempre
señalada en comparación con el mundo del Medellín de antes, mostrándola más como
una intrusión, como la basura que ensucia la ciudad de infancia de Fernando y haciendo
49 La labor de Fernando como indicador permanente de los malestares culturales de los que
sufren los sicarios va en contravía del postulado fundamental de Rodrigo D.: “Don’t be told what
you want/Don’t be told what you need/There is no future/No future for you” (“God Save the
Queen” de los Sex Pistols). El título de la canción es también revelador, pues al inscribir la
canción en la película de Gaviria, se consolida su crítica a la nación. (Agradezco al Dr. Eduardo
Jaramillo por señalar esta última precisión.)
50 Según Beatriz Sarlo, al igual que otros discursos, el zapping tiene su propia sintaxis, la cual
“nos permite leer como si todas las imágenes-frases estuvieran unidas por ‘y’, por ‘o’, por ‘ni’, o
simplemente separadas por puntos… En el camino, se ha perdido el silencio, uno de los
elementos formales decisivos del arte moderno” (Escenas de la vida posmoderna 64-5).
143
alejamiento de miradas.
personaje ‘correcto’, pues las prácticas del sicario alteran la dinámica urbana; razón por
la cual deben ser traducidas, censuradas y desechadas. He aquí una diferencia radical con
el cine de Gaviria que ejemplifica cómo en éste se muestran las vidas “en la forma que
son y no como deben ser” (Beverly, “Los últimos” 20, énfasis original). Es evidente que
posibilitado por los actores naturales y por la experiencia vivencial que aportan en
que los actores no profesionales siguen siendo el simulacro de unos seres carentes de una
hegemónica del protagonista letrado y no desde lo Otro, convirtiéndose así en uno más de
lo referente al casting. Gaviria explica que “un actor natural no se está refiriendo a
siempre está improvisando, el profesional está actuando; uno siente que está haciendo un
‘mandado’” (“Violencia” 225). En La virgen de los sicarios, los actores naturales están
repitiendo el guión de Vallejo que ejerce una ventriloquia poco convincente a través de
Los roles de los amigos sicarios de Rosario son representados por actores no
película y el manejo que hacen del parlache no tienen como propósito una ética de
representación de la alteridad desde ella misma en la que el lenguaje funciona como “un
y margina al espectador haciéndole sentir la presencia del Otro, sino como parte de la
actores naturales son elementos pasivos que están en la película más como parte de la
paternalismo con el que se que trata a los habitantes de las comunas en la película de
Maillé. Habría que empezar mencionando un hecho que, aunque se sitúa fuera de lo
prensa comentó que “la proyección del filme aquí [en el Barrio el Granizal donde se rodó
la película] es un encuentro íntimo, un regalo para toda esta gente que se aguantó durante
11 semanas las incomodidades del rodaje” (Néstor López, “En las comunas de Medellín”
1). Está claro que los habitantes del barrio no participaron en el proceso de construcción
Luz Dary, una habitante del barrio, quien señala un rincón de su casa y dice “ellos me
filmaron desde acá. Yo estaba lavando y una señorita me decía que siguiera en lo mío,
145
la marginalidad en esta historia, por ejemplo las letras en minúscula del título que
amigos sicarios de Rosario. Pero hay otros elementos de mayor fuerza narrativa que
dramática incidental creada por Roque Baños, que opaca el ruido cotidiano de la ciudad,
y la anulación de Rosario como mito entre los sicarios y como alegoría de Medellín, con
consiguiente sentido universal que adquiere la historia. Otros elementos que sugieren la
términos del parlache mezclado con lenguaje coloquial por parte de todos los personajes
51 La nota remata con una separación tajante entre los actores profesionales y aquellos que no lo
son: “Si bien no le pagaron ni un peso, Luz Dary se siente orgullosa de haber estado cerca de
actores que ha visto en televisión, como Flora Martínez y Manolo Cardona.” (El Tiempo, 10 de
agosto de 2005).
146
español Unax Ugalde en el papel de Antonio, el mexicano Rodrigo Oviedo como John
Efe, hermano de Rosario, Flora Martínez en el papel de Rosario y Manolo Cardona como
Emilio. Sólo hay un actor de Medellín, Alonso Arias, que trabajó con Víctor Gaviria en
Sumas y restas (2005), quien hace el papel de Ferney, ex-amante y asesino de la sicaria
en el filme. A pesar del acierto en el uso generalizado del idiolecto de las comunas en la
película, el reparto protagónico resulta poco verosímil a nivel expresivo, por la evidente
las comunas– y por los frecuentes dejos del habla bogotana de Flora Martínez.
adaptación en que, hasta cierto punto, se traiciona la obra literaria de base.52 Para
52 La primera versión del guión la escribió el mismo Jorge Franco, y luego el escritor argentino
Marcelo Figueras lo redondeó y le dio la forma final. Jorge Franco Ramos participó en todo el
proceso de elaboración de la película: guión, selección de actores y varias sesiones de rodaje.
147
Con base en estos conceptos, será posible hablar de ‘transferencia’ para hacer referencia a
literario de base (Novel to Film 23). El modelo de McFarlane resulta útil para identificar
Rosario como mujer enamorada más que como asesina, lo cual ayuda a encaminar la
se encuentran elementos del plano del discurso del narrador que se convierten en parte de
la línea accional que hace avanzar el progreso de la historia. Un ejemplo importante aquí
novela, el cual no pasa de ser un dato más en algunos encuentros entre la joven y el
que se inflige la sicaria con una cuchilla de afeitar en su brazo izquierdo, el cual ha
formado una singular figura de espinas entrecruzadas, que evocan la corona de Jesucristo,
estas heridas, Rosario responde: “para dejar de ser mala.” Este pormenor al final de la
película activa el acercamiento amoroso –que se instala sólo como encuentro sexual en la
novela- entre el joven de clase alta y la muchacha de las comunas, gracias a un perfil más
filme. La reconocida actriz colombiana Alejandra Borrero interpreta a una madre que
frecuentemente pelea con su hija y que muestra una fuerza desafiante mayor que la que se
derrotada por una madre incomprensiva que la ha visto desde niña como su rival, lo cual
facilita al espectador seguir la trama ni identificar fácilmente a los personajes que rodean
hay un mayor seguimiento de la línea accional presentada en la novela. Son más las
muertes que ocurren.53 En cuanto a las adaptaciones que se relacionan directamente con
anotado Edwin Carvajal, es factible considerar ese parcero que escucha las
los sicarios, debido a la presencia de una escritura oral y de tradición popular, de “un
discurso que se mueve entre las jergas propias de los jóvenes de las comunas de Medellín
y la cultura de la escritura” (“La Virgen de los sicarios” 56). Esta apreciación puede ser
contaminando del idiolecto de los sicarios, el cual mezcla con su enunciación letrada.
Pero el hecho de que en el filme no haya respuesta por parte de los amantes sicarios en
este proceso comunicativo –silencio que, por demás, hace tediosos los reiterados
más la falta de conexión entre los mundos del emisor y el receptor de las imprecaciones
del gramático. Esta escisión señala en particular la ignorancia acerca de su propio entorno
y la falta de mundo en general que despliegan los jóvenes de los barrios populares,
cual habla por sí misma en las películas de Víctor Gaviria, es un intento fallido en las
punto de vista, entendido como otro de los elementos organizacionales del filme y que se
refiere a “la relación que se mantiene entre el lugar que ocupa el personaje y el que
cierto nivel de incomunicabilidad en el lenguaje que éstos usan, con los cuales se ratifica
ocasiones, hay un punto de vista que camina detrás del protagonista por las calles, las
colinas y las laderas, -margen y ciudad simultáneamente- pero con una insistencia en la
materializada en las escuelas, los sitios de trabajo y los vecindarios del centro de
Medellín que no ofrecen solución a la alienación que viven los jóvenes. Cabe resaltar la
fugaz pero altamente significativa escena en que Rodrigo camina debajo de una valla de
calzado Bossi, una marca símbolo de la industria antioqueña en los ochenta, en la cual el
ángulo de la cámara nos hace ver al muchacho como si estuviese siendo aplastado por el
zapato.
simultáneamente: en el día Rodrigo parece ser visto en su caída del piso 20 por una
aseadora, mientras Ramón es asesinado por sus compinches del barrio. Si en la caída de
muerte de Ramón el efecto ocurre gracias a una peculiar ocularización interna primaria
este caso porque el muchacho ha muerto, razón por la cual la conjunción de miradas de
éste es reemplazada por la del espectador. El efecto otrificador que se produce en esta
escena hace referencia también a la posibilidad de no ver esa realidad, en lo que Brunzual
cámara construye al narrador y sus amantes sicarios como flaneurs que se desplazan por
Carmona), es decir, una relación de equivalencia entre lo que muestra la cámara y lo que
cuanto al cambio de planos, se usa la cámara en picado dentro de las iglesias y la morgue,
para observar a los amantes en la cama y a un Simón Bolívar de piedra, inerme ante la
violencia generalizada del pueblo que libertó. La cámara se usa en contrapicado cuando
recién asesinados, aunque no desde los muertos mismos, incluso en la escena del perro
que Fernando sacrifica en una zanja para que no sufra; tal vez la única mirada que
comparte. A pesar de que el contrapicado puede sugerir inicialmente una mirada desde la
marginalidad, incluso desde la muerte misma cuando los que miran son los muertos,
152
inmediatamente después de este enfoque desde abajo Fernando siempre lanza uno de sus
del contrapicado en las ocasiones en que Rosario asesina. El punto de vista que acompaña
reloj sistemáticamente observado por el muchacho y que siempre marca las 3:30,
el autor responde:
viniendo de la sala de espera del hospital a sus recuerdos, y manteniendo así un punto de
vista de la clase media-alta a la cual pertenece. Pero una escena diferente en cuanto al
punto de vista, también digna de mención, es cuando Emilio mira desde abajo a las
mujeres de los narcos que se pasean por el segundo piso de la discoteca Aquarius, que
antes del auge del narcotráfico estaba vetada a personas de las clases populares. Desde
ocupan el centro del discurso la mayor parte del tiempo, en La Virgen funciona al revés:
los personajes transitan por la ciudad y las comunas aparecen como el lugar que se puede
visitar pero en el cual no se puede permanecer por sus ríos de sangre y su pobreza. En
Rosario Tijeras hay un desplazamiento constante entre los barrios periféricos y el centro,
drama constante. Con respecto a la presencia de Medellín como lugar de exclusión, hay
le permite comparar la vista del Valle de Aburrá con la que tiene impresa en sus
enfoque normal desde el cual se observa la ciudad, una ocularización cero (Carmona) en
le ha criticado a la película que, a pesar de que logra insinuar cierta atmósfera paisa, no
54 Dice la periodista María Jimena Duzán que “Medellín aquí es sólo un telón de fondo fortuito,
que bien podría ser Río o México D.F.” (“Una ‘Rosario’ de película” 1).
154
protagonistas en la época del Medellín de los 80, como las fiestas en las discotecas donde
toda la gente iba vestida de blanco, haciéndole un homenaje a la coca, pero el espectador
asistentes a la charla que en 2005 dieron Jorge Franco y Víctor Gaviria, “Rosario Tijeras:
una doble mirada al Medellín de los 80,” refirió que, en muchas ocasiones, algunos
visitantes del Cementerio San Pedro preguntan por el mausoleo de la sicaria de la que
nadie sabe el apellido (Andrés Vásquez. “Jorge Franco y Víctor Gaviria hablan de la
realidad de Medellín”), es decir que la gente ha asumido que la novela no es una obra de
fílmicas y las novelas en el cual, por añadidura, las ventas de las últimas se han
parcialmente.
155
globalización
crítica cultural que rodea dicha producción, altamente influenciada por los intereses de
prensa escrita.
industria de la cultura, mas no nos atañe aquí analizar si debe ser parte de la división de
Eagleton, en este aparte se propone que la crítica literaria sobre la novela sicaresca,
especie de reseñismo que se ha preocupado más por entregar un lenguaje fácil, familiar y
atractivo de poco contenido, más en la línea del mercadeo, relegando a un segundo plano
la confección de un análisis cuidadoso sobre la calidad de los textos que le sirva como
no.
156
novelas propuestas como obras tutelares del género. El cuantioso número de artículos
críticos sobre La Virgen de los sicarios es revelador del interés suscitado por el libro y la
Rosario Tijeras son contados los ensayos críticos, si se trata de analizar el sello distintivo
Sangre ajena y Morir con papá, no se ha publicado ningún artículo crítico, a excepción
del ensayo de Wilson Orozco sobre la novela de Collazos, en el cual sin embargo no se
la novela sicaresca y aunque es posible que las razones de este descuido de la crítica
arrojen conclusiones interesantes sobre las tendencias académicas de los últimos años, lo
que interesa por el momento es mirar hacia el tipo de texto que trata de suplir la carencia
de análisis literarios críticos sobre las novelas del sicariato en la esfera cultural.
cultural “autónomo” (Eagleton) en el que se hable sobre las cuatro novelas por igual,
una supremacía de lo superfluo en las reseñas. Sin ánimo de demonizar la reseña como
artefacto crítico, lo cierto es que en las publicadas acerca de las novelas de Vallejo y
Franco Ramos se evidencian fórmulas que se repiten y que no le aclaran nada al lector,
renombre y estrellas de la farándula, que de las de los críticos literarios. Nos interesa
hacer énfasis solamente en el caso de Rosario Tijeras, por cuanto consideramos que más
En el éxito editorial de Rosario Tijeras han tenido gran influencia las reseñas
publicadas desde la aparición del libro. El interés en la novela empezó con un comentario
cultural y política del periodista Enrique Santos y su familia, sino también a que Santos
sienta las bases del reseñismo posterior que acompañará a las varias ediciones de la
las primeras producciones literarias que tratan directa o indirectamente el tema del
nacional, este comentario borra de plano y relega al olvido las novelas de Gustavo
Álvarez Gardeazábal, Luís Fernando Macías, Juan José Hoyos y todas las obras incluidas
comercial, se aventuran desde finales de los años ochenta a la escritura de una narrativa
de ficción en este sentido.55 Ahora bien, incluir a Fernando Vallejo al nivel de Gabriel
García Márquez puede ser una respuesta a un sector conservador recalcitrante que ha
leído La Virgen de los sicarios como una diatriba contra los colombianos ‘de bien’ y una
Franco Ramos “un paso adelante” del Nóbel, instalándolo como la nueva promesa de la
literatura colombiana.
comentario obligado en otras reseñas, no sólo por lo que tienen en común Noticias de un
secuestro y Rosario Tijeras temáticamente hablando, sino por el realismo con que
era de García Márquez no ha terminado y que es un autor que todavía publica bien.
Según Franco, lo que si hay es “una nueva vos, una nueva forma de contar una nueva
literatura en Colombia. Pero no hay que verlo como una era que termina y una era que
comienza sino como que la literatura colombiana ha tratado de conservar un buen nombre
considerar otra réplica, escrita por Alberto Quiroga en la revista cultural Número:
Difícil hacer una novela sobre sicarios y menos aún cuando todavía no se
ha escrito nada que valga la pena sobre la mafia colombiana (en ficción, se
entiende). Sólo dos escritores se han atrevido a ello: Fernando Vallejo y
Jorge Franco. Ambos paisas, de Medellín, de Metrallo. (“Una ciudad”,
mayo de 2000, 83)
160
mismo, además de un tono obtusamente regionalista que, en este caso, insinúa que sólo
los antioqueños escriben sobre los sicarios de Medellín, ignorando que en 1997 había
Por su parte, Juan Forero publica en el New York Times del 6 de abril de 2003 un
Now, Mr. Franco and a slew of other Colombian authors… are casting
away the expectations that they should write in the same style [García
Márquez’] and are publishing straightforward, darkly realistic urban
novels.
Hay que agregar que Forero no sólo empieza su columna de la sección internacional del
periódico estadounidense con la idea de que el escritor favorito de Franco Ramos ha sido
el Nóbel colombiano sino que, al igual que Santos, afirma que los editores europeos están
referirse a la gran novela del narcotráfico. Como dato llamativo, el aparte del artículo de
57 En el momento de la aparición del artículo de Forero, Rosario Tijeras había vendido 80.000
sólo en Colombia, una cifra récord para la narrativa del país aparte de las obras de García
Márquez. El dato aparece en el artículo mencionado.
161
Tijeras para Estados Unidos, junto a un comentario de Mario Vargas Llosa, uno de los
de unos dispositivos gracias a los cuales se puede describir la novela alrededor de las
mismas ideas y, en general, en los mismos términos, sin que necesariamente el reseñista
haya tenido que leer concienzudamente la obra. Esos términos se pueden resumir en la
novedad en el tema (una mujer sicaria que besa a sus víctimas antes de ultimarlas), la
cine adelantados por Franco en Londres, etc. Algunas reseñas optan por proveer al lector
personaje se habla como si fuera real, de “esta hermosa mujer que cautivó al país entero”
(Quiroga 2).
literaria de Franco Ramos. No es otra cosa que “un lector profesional que, gracias a su
conocimiento del tema, tiene la posibilidad de hablar en un medio y, por ello, puede darle
al escritor una opinión con respecto a su obra, en nombre del enorme grupo de lectores
anónimos” (“Más allá de los reflectores” 63). La respuesta de García nos hace pensar que
el enfoque parcial de las reseñas sobre Rosario Tijeras, reducido al recuento de la trama o
a comentarios sobre las particularidades sociales del personaje, no son producto de una
general y de primacía de comentarios que van desde la juventud del autor y su origen
paisa, pasando por la catalogación de los medios como la novela del año y las ventas
162
nunca antes registradas por una obra colombiana de ficción sobre la violencia del
narcotráfico en las listas del público lector colombiano. De esta manera, los comentaristas
literarios anulan la posibilidad y, de paso, se libran del trabajo de entablar un diálogo con
la obra y con el escritor. Es curioso que en medio de los halagos, la mayoría de las
reseñas coincidan en señalar que Rosario Tijeras no es una gran novela. Vale la pena
citar dos comentarios al respecto que pueden considerarse réplicas uno del otro:
Ultimately, his female portrayal dissapoints. Still… the author’s fluid and
vibrant prose will surely capture readers of all backgrounds (Carmen
Ospina, Críticas, 33) o,
Franco shows talent, but readers may hope that his next gritty urban drama
has a bit more plot backing it up. (Carmen Ospina, Publishers Weekly, 54)
por qué debe leer éste o los otros libros que escriba Franco, si la novela en cuestión es un
personaje y teja una trama más elaborada. Por supuesto, las reseñas no lo aclaran y la
proceso de retroalimentación:58
58 Rosario Tijeras se estrenó el 9 de agosto en Medellín y fue la película más taquillera del 2005
en Colombia, por encima de todas las películas extranjeras, con 1’053.030 espectadores (cifras
oficiales de FOCINE). La película fue acompañada de una buena estrategia de promoción en
163
términos de que “a diferencia de lo que nos viene sucediendo con el cine de Gaviria –en
las últimas prácticamente nos toca llevar traductor-, en ésta [la película de Maillé] el
manejo del idioma permite que hasta el español Ugalde sea convincente en su papel de
‘niño bien’ paisa” (Lecturas Dominicales, El Tiempo, 13 de agosto de 2005). Sin negar
Maillé evidencia otra dinámica cultural en la que, en muchos casos, los suplementos
literarios de los diarios compran firmas en lugar de comprar artículos. En este sentido,
también se publican más las opiniones de los famosos del momento, sin ningún tipo de
acción y esta es una visión desgarradora sobre los personajes de un libro” (El Tiempo, 10
diferentes medios como herramienta para llegarle al público, y estimuló a su vez el interés en el
libro con el consiguiente aumento en las ventas.
164
vacíos es el que se viene incluyendo desde hace varios años en las secciones culturales de
tiene ahora un rostro que los lectores pueden evocar al leer nuevamente el libro,
invitación soterrada a la compra que muestra, una vez más, el lugar común de los
comentarios sobre la novela en los cuales se habla del personaje como si fuera real. Por
ejemplo, en varias reseñas encontramos juegos de palabras entre los nombres del
personaje de ficción y el de la actriz que lo encarna, como en el título del texto de Ignacio
Ramírez, “¿Rosario Martínez? ¿Flora Tijeras?”. Del mismo modo, en su breve reseña del
describe la belleza y el talento de Flora Martínez con una significativa mezcla entre
literatura y cine: “allí estaba el personaje femenino que podría al fin desbancar a María.
Tenía que ser una bandida para poder reemplazar a nuestra momia romántica” (“En un
Arbeláez el libro de Franco Ramos y la película de Maillé son uno, gracias a los
para el caso de Rosario Tijeras, las reseñas han reemplazado a los artículos críticos, tanto
académicos como de periodismo cultural. En cuanto a Morir con Papá y Sangre ajena, el
silencio continúa.
CONCLUSIÓN: ESTABLECIMIENTO DE
UN NUEVO GÉNERO LITERARIO
El anterior estudio permite ofrecer algunas conclusiones preliminares sobre el
por el narcotráfico a finales del siglo XX, sino como representación de una problemática
que inicialmente toma fuerza en la región de Antioquia y que emerge arraigada en ciertas
dinámicas globales conectadas al problema mundial de las drogas ilegales como son la
comunicación.
La novela sicaresca surge en un ambiente cultural donde toman fuerza tres tipos
países como Colombia y México: las narraciones testimoniales sobre las experiencias
novelas de la región antioqueña en los ochenta que esbozan ya el cambio cultural que ha
sufrido la ciudad y sus efectos en las clases medias y populares y las novelas colombianas
sobre el narcotráfico que tratan de delinear a los nuevos ricos y a sus seguidores; por
último, aunque de manera posterior, aparecen las novelas mexicanas del narcotráfico que
inoperancia del sistema legal, en las cuales se asoman ya jóvenes atraídos por el
marcados, como los sicarios de las comunas, por el ansia de riqueza y el consumo. Es
sólo hasta la aparición de la novela sicaresca en los noventa cuando el joven asesino entra
tributario de la novela del narcotráfico, pero singular no sólo en los temas sino en sus
técnicas de representación.
El sicario como figura social tiene una identidad híbrida con características
como el “pájaro” y el “camaján” que llegaron a la juventud a través del héroe-narco. Pero
mercado, la cual incluye el concepto mismo de la vida humana como bien de consumo.
Estas características adquieren formas y matices diversos en las novelas. Los contenidos
temáticos de la novela sicaresca incluyen los nexos entre los traficantes de droga y los
jóvenes asesinos, en los cuales el sicario aparece como objeto, y las prácticas culturales
idiolecto de las comunas. Por un lado, como antilenguaje se usa en la novela sicaresca
historia. La ilusión de oralidad creada por la presencia del parlache no cumple la agenda
función de dar voz a los marginados. En la novela sicaresca la oralidad, con su carácter
efímero, ayuda a representar eficazmente el presente fugaz del sicario y a hacer una
orales, así como la ironía y la crudeza que atraviesan La Virgen de los sicarios, son los
que le han dado el lugar de la novela sicaresca por excelencia. En razón a esto, las obras
posteriores a La Virgen de los sicarios hay una evidente disminución en el uso del
parlache como herramienta narrativa, pero se mantiene como parte de la expresión de los
personajes sicarios. Algunas novelas sicarescas le atribuyen importancia dentro del texto
personaje principal.
hay un narrador en primera persona, en Sangre ajena hay dos narradores en primera
persona y en Morir con papá hay una tercera persona limitada. Aunque existe un
narrador letrado en tres de las cuatro novelas, éste siempre está marginado: el de La
Virgen de los sicarios por la violencia, el de Rosario Tijeras por el desamor, el de Morir
con papá que no detenta poseer la verdad y el de Sangre ajena por la fuerza narrativa que
168
letrados de las novelas quienes pasan por un proceso de aprendizaje de la cultura del
sentidos: como la irrupción del sicario en la cultura escrita que representa la oficialidad y
en la crítica temprana del testimonio, no sólo para lanzar una crítica sobre las miradas
violentada por el narcotráfico, sino para articular una variedad narrativa acorde con el
complejo entorno que pretende representar. De esta manera se hace también una crítica al
hecho de que, a pesar de que las obras testimoniales y los documentos sociales sobre los
sicarios insertan a éstos en el centro de la mira social a través de una vía de expresión
escrita socialmente aceptada, muchas veces bajo una primera persona íntima que hasta
colombianas. En todas las novelas se sugiere que los medios narrativos tradicionales son
inútiles para contar la historia del sicario y que no es por medio de la vía escrita que el
ajena donde el tema es el paso de la niñez a la vida adulta por la labor como asesino a
desarrollar, simulando así la realidad del sicario que no alcanza la mayoría de edad. En
las novelas, la violencia y la muerte de los jóvenes se presentan como eventos del día a
surgimiento y caída de los capos, ni se ahonda en el proceso por medio del cual el sicario
algunos rasgos del narcotráfico pero sólo indirectamente, como el hecho del desempleo
droga a EE.UU. como la alusión del viaje de Rosario con los jefes a Miami, las escuelas
sicarios, donde la figura del padre es inexistente; en Sangre ajena el padre existe, pero
está claro que todo lo que hereda Ramón, aún su trabajo en el reciclaje, le viene del lado
materno; y en Morir con papá, padre e hijo comparten un oficio, pero el padre abandona
el hogar en la infancia de Jairo. Por otra parte, las figuras del patrón narco y el padre son
incompatibles en todas las novelas. De allí que los moquetes, los nombres extranjerizados
y la falta de apellido sean una constante por medio de la cual se refuerza la idea de
170
colombiana tradicional, validadas y alentadas por el discurso oficial diseminado por los
Alape acerca de si los jóvenes colombianos de las zonas urbanas de miseria son por
naturaleza violentos y, por lo tanto, aptos para convertirse en sicarios, diremos que, lo
novelas analizadas, es que han sido más bien un sistema de justicia inoperante, la
marginados, las razones que llevan a los jóvenes protagonistas a una situación extrema de
violencia y muerte y no una tendencia natural hacia el mal y la ilegalidad. La idea de que
estigmatización generalizada sobre la muerte temprana que sufren los muchachos de los
sicaresca, aunque con diferentes propósitos en cada caso. En La Virgen, las vueltas del
171
del Medellín presente; en Rosario Tijeras se utiliza para contar en retrospectiva una
historia de amor con la sicaria que está muriendo; en Morir con Papá enfatiza el carácter
capacidad de recordar y restaurar los discursos alternativos que se dejan de lado. Pero,
asesinos, hay una similitud entre el proceso creativo de Rodrigo D. No futuro y Sangre
ajena, pues ambos tienen origen en las historias de vida de los muchachos de los barrios
periféricos de los centros urbanos: las comunas de Medellín y Ciudad Bolívar en Bogotá.
en el proceso de formación de Ramoncito como asesino a sueldo las miradas son tan
dirección que las miradas cobran sentido en relación con la memoria, pues ayudan a
la memoria, al ser recordado, está ausente. Otra relación interesante que se puede
172
como sí ocurre en las películas del director Víctor Gaviria, pues los actores no
vuelve una impostura cuando debe repetir parlamentos escritos por otro, o cuando, en el
como basura que ensucia la ciudad oficial, generalmente por parte de un agente externo a
actores naturales representan papeles secundarios, más como parte del ambiente que de la
historia misma.
Vallejo y Franco, pero ha relegado al olvido las novelas de Alape y de Collazos. Por otra
sobre el sicariato que ha hecho énfasis sólo en La Virgen de los sicarios y Rosario
173
Tijeras, además de presentar descripciones superficiales de las obras que han formado
una especie de círculo vicioso en cuanto a los temas de las reseñas y las alabanzas, por lo
de Morir con papá y sus correspondientes autores, tan conocidos y respetados como
Vallejo mismo, es la carencia de una opinión crítica y profunda sobre el contenido social
Guatemala en Los muchachos de antes de Marco Antonio Flores (1996) y Que me maten
Óscar Osorio con La balada del sicario y otros infaustos (2002) y Efraím Medina con
relación entre la palabra poética libre de eufemismos y la figura del asesino a sueldo en
estos textos.
174
APÉNDICE A
obra en particular?
Colombia, se recibe un poco con desconfianza, con sospecha, porque primero hay un
momento, especialmente con la situación cubana y con Casa de las Américas. Había un
vacío histórico de percepción acerca de esas voces desde lo popular y, por lo tanto, Casa
impulsa una tendencia, entre la historiografía y la literatura. Es decir, algo que en ese
momento no estaba muy definido, aunque formalmente se planteaba que era como el
origen una expresión, incluso pudiéramos decir biográfica de un personaje, que pudiera
hablar desde sus entrañas mismas y hacer en lo posible quizás un monólogo con su
propia memoria. Pero desde el punto de vista formal, hubo una tendencia en el testimonio
de hacer aparecer como tal, como expresión de esa manifestación literaria, muchos textos
que eran simplemente tomar la voz del otro a través de un aparato y transcribir. No había
ninguna intervención como construcción literaria sobre ese texto y, por lo tanto, era un
América Latina hay ejemplos que son fundamentales, como es el caso de la Biografía de
un cimarrón de Miguel Barnett, que creo que es una novela. Es decir, se recibió como
una novela, a pesar de toda su advertencia se trabajó desde el punto de vista etnográfico
175
de una voz que ha recogido de una u otra manera. Pero también el testimonio en
Colombia, especialmente ese mundo académico del cual en cierta manera también
desconfío por muchas razones, veía con cierta lejanía el testimonio, también por su
origen político y social, porque finalmente no contaban las historias que supuestamente
son las que cuenta la literatura, que son los problemas de la interioridad, de la afectividad,
de los nexos, de los afectos, de la soledad, del desamor. Como si estas circunstancias
supuestamente cultos; como si los afectos fuesen como una flor que solamente nace y se
desarrolla en ciertos sectores sociales. Esto me parecía una trampa y eso es lo que hoy en
día pasa también con otro género, que más que el testimonio está siendo muy
que son las historias de vida, que también tienen, como el testimonio, la constitución de
una voz que pudiera construir como una especie de autobiografía. Entonces, en cierta
medida, en mi obra he tomado decisiones un poco como tildado de esas tendencias, pero
periodista yo ingado muchas posibilidades. Por ejemplo, en esta próxima novela que sale
[El cadáver insepulto] hay una relación muy directa entre esos límites entre la historia y
la ficción, los límites entre periodismo y literatura, ese momento en que empieza a
MJ: Me interesa preguntarle cómo fue ese paso del libro de La hoguera de las ilusiones a
Sangre ajena, dos textos diferentes en que, sin embargo, uno se nutrió del otro. Es decir,
cómo nace la idea de Ramoncito Chatarra, de hacer un libro con el personaje a partir de
AA: Yo pienso que la idea surge de ciertos procesos de acercamientos a la realidad que
los temas que más me afectan desde el punto de ser social como es la memoria, la
conversacional muy provocador con un grupo de muchachos con las cuales pude
provocadoras, que son no las preguntas sino las respuestas que una sociedad como la
nuestra, especialmente los medios de comunicación, han utilizado para nombrar al otro.
Eran unas preguntas que eran como una reflexión acerca de cómo los medios y esta
sociedad nuestra califica al Otro. En primera instancia, hay toda una preocupación y es
que históricamente el Otro no existe, socialmente desde el punto de vista histórico el Otro
señalar. Con la experiencia de Ciudad Bolívar resulta que durante cuatro o cinco años,
tanto la radio como la televisión y los medios escritos siempre denominaron a estos
muchachos como asesinos en potencia, como sicarios, y siempre se hicieron con ellos
bolsa de empleo, es una dimensión de vida, un proyecto de vida, que se puede vivir como
en una película. Muchachos como los de Ciudad Bolívar, por su condición social, por ser
personas muy excluidas de la propia ciudad, también estaban dentro de un proceso social
que se los hacía posibles aprendices de futuros sicarios. Es decir, que lo único que podían
tener en su vida era la posibilidad de subsistir matando a la gente. Las preguntas que yo
hacía en ese Taller de la Memoria, en muchas conversaciones, lo que logran ante todo es
crear un espacio vital para conversar y que esa conversación se convierta en un posible
relato; relato personal, relato de los otros, un relato colectivo: es hablar contando
historias. Las preguntas son provocadoras: ¿Ud socialmente está destinado a ser asesino,
a ser sicario? ¿Por qué a ustedes se les califica como sicarios? ¿Cuál es su relación con la
ciudad, con el alcalde, con la familia, con sus padres, con los jóvenes? ¿Cuál es su
relación con la historia del barrio? Es decir, tratar de construir con ellos, a través de su
propia confesión, pero una confesión muy analítica. Esto condujo a que en ese taller
hubiese muchas historias, como las que uno podía escuchar en el Pacífico o en la Costa
atlántica o como las de las abuelas. Mire los orígenes: Gabo habla del origen de muchas
de sus historias en sus abuelos, pero también en sus coterráneos. De modo que el material
que son tantas las historias que se escuchan que un día aparece un personaje que cuenta
en síntesis todos los abatares de la aventura que corre Ramón Chatarra y su hermano
Nelson. Pero cuando yo escucho esa primera historia, lo que me profundiza el alma,
pidiéramos decir, lo que me deja huella es la idea del viaje, el viaje como posibilidad de
crecimiento humano, el viaje como reflexión, es decir el viaje a hacerse hombres. Esto
tiene que ver mucho también con un elemento que es la autobiografía propia, es decir,
178
una experiencia que de niño yo la viví: la del viaje de la sobrevivencia. Eso me afectó
muchísimo y me di cuenta que esa historia no podía estar dentro de los moldes de lo de
Ciudad Bolívar por una razón: porque era una historia de mayor aliento, de mayores
2000, que supe que tenía que escribir la historia de Ramón Chatarra. Esa escritura tiene
muchos problemas complejos. A mí me interesa resolver que cada texto mío responda
una de estas líneas: la preocupación por la estructura narrativa, cómo voy a escribir, cómo
lo voy a hacer dentro de ese contexto humano social, general y particular. Es decir cómo
se van a construir los hechos narrativos, los ejes narrativos. ¿Se va a plantear desde un eje
narrativo omnispresente, en tercera persona? O en un caso, ¿Cómo poder utilizar esa vos
memoria? ¿Cómo se va a construir como novela? ¿Cómo partir de esa voz de una
MJ: En esto de las decisiones narrativas que usted toma, me llama la atención que, en
atención la habilidad verbal de Ramón. Es decir que hay una poética que él maneja y hay
un cierto lenguaje que pareciera que la memoria le hubiera sofisticado, que no es el típico
hecho una filigrana más fina, comparada con otros relatos donde se les da voz a los
sicarios.
179
AA: Bueno, ahí hay dos aspectos. Uno, la estructura narrativa parte del origen mismo del
texto, de la conversación, y parte de una imagen que siempre conservé del personaje. Son
dos imágenes: en una este personaje va a la casa y lleva a su hijo de un año y allí está mi
hijo. Y los cuatro comenzamos a hablar de su historia. Esas historias el personaje las
esa necesidad de conservar ese hecho poético que es la conversación y reconstruir esa
conversación. Es como un proceso mágico porque debe tener unas provocaciones, unos
años sin cuenta, la obra de teatro, surge de una historia narrada, pero ese narrador tiene
una doble complejidad porque narra su historia a la vez que narra la historia de los
demás. Entonces, ahí hay un elemento constitutivo: de un doble narrador y esa estructura,
que la pensé muchísimo, se resuelve de esas dos maneras, es decir, es conversar con un
personaje. El personaje que aparece como autor es el que va llevando los hilos de esa
conversación que dura ocho o diez años, pero que es como una conversación presente.
Chatarra asume su propia voz a partir de su propia experiencia, pero esa voz es la voz de
alguien que vivió esa experiencia, ocho años después. Indudablemente, alguien que
cuenta la historia desde el punto de vista vivido y como reflexión puede reconstruir su
memoria enriqueciéndola. Ahora, el otro aspecto, el del lenguaje, fue un proceso para mí
realmente muy inquietante porque en los otros textos sobre el tema de los sicarios, me dí
choca contra las paredes y que quizás tenga la idea de provocar unos choques muy
También el lenguaje hace parte de un proceso vivido como experiencia. Pero hay un
elemento también como experiencia personal que define mucho el lenguaje de Ramón
muchas amenazas y decidí optar por una experiencia muy traumática que fue no salir del
país, como antes lo había hecho cuando viví cuatro años en la Habana en el exilio, sino
que aproveché la invitación de un amigo que me dijo: - “hay una casa frente al mar entre
unas partes de Sangre ajena, y todas las tardes, al caer el sol, me iba a caminar por la
playa. De pronto una noche descubro que lo que estaba haciendo era hablar con el mar y
el mar es como una especie de memoria. Una de esas noches, un personaje que me
colaboraba con lo personal, me invitó a una fiesta y como a las once abandoné la fiesta y
dice: -¿Qué está haciendo? Y yo le digo: -Observando. Me dice que espere un momento
que las olas van a venir a hablar conmigo y unos de los capítulos de la novela parte de ese
momento que es muy hermoso y muy poético. Porque con él también aprendí a escuchar
unas historias tan violentas, tan duras, pero había como ese intermediario que era la voz
del mar. Entonces, es cómo la necesidad luego de que la novela construyera no solamente
su propia estructura narrativa, sino que la novela construyese también los lenguajes, tanto
Chatarra. Pero también hay otro elemento, que es un elemento muy social. Yo trabajé
aprendí muchísimo algo que está también en mis textos anteriores que es una poética:
toda una poética en la relación con la montaña, con el río, con la niebla. Algún día yo
escuchaba a un campesino que me decía que la niebla había empezado a levantar sus
muy cercanas con el habla de lo popular me han servido para buscar los ritmos profundos
poéticos que hay en esas voces. Pero eso hay que reconstruirlo. Entonces lo que hay es
una propuesta lingüística muy construida en relación con los otros textos.
MJ: De acuerdo. La lectura de Sangre ajena hizo que cambiara mi perspectiva de lo que
es la memoria. Por un lado el texto trae la memoria y la hace presente, pero a la vez
conserva esa voz y esas miradas del niño que hacen al lector volver al pasado y hacer
todo el camino recorrido hasta llegar al presente. Es decir que es una memoria que no es
división de la novela por secciones a partir de las miradas, la del padre, la del mar, la de
Nelson.
AA. Sí, es el mar, son las olas, esa metáfora. Hay una representación de la memoria a
través de la mirada que es otra forma del habla, de la construcción del lenguaje. En todo
ese mundo del silencio, de la muerte, la mirada es determinante. Esa mirada muda del
padre es la que conduce a los niños a buscar con quién hablar. Eso aparece más adelante
también con el jefe en Medellín. Ahí también está esa otra metáfora: la búsqueda del
MJ: Esa imagen del viaje se podría relacionar también con el personaje del pícaro de la
vuelta a la sociedad que es contraria a la visión en otras novelas con el tema de sicarios
en las cuales por lo general el sicario muere. Sangre ajena es la única novela que tiene
una esperanza de vida o una perspectiva de futuro porque el personaje sobrevive. Pero a
la vez se siente que no hay realmente una reintegración de Ramón a la sociedad como si
pasaría en la picaresca.
AA: Un aspecto que me interesa mucho es el viaje. Le confieso que hay ciertos nexos
autobiográficos. Yo a los doce años salí de Cali, dejé de estudiar la primaria y duré
recorriendo el Cauca y Nariño todos los días en un bus con treinta o cuarenta vendedores
ambulantes en vez de ir a la escuela. Y algo que aprendí en ese tramo de la vida fue la
capacidad de sobrevivir. En ciertos momentos yo puedo recuperar los rostros y las voces
de ciertos momentos de esos treinta y pico de personajes con los cuales salíamos a la una
o dos de la mañana a todos los pueblos a vender muchos objetos, desde cortes de tela,
remedios, las pomadas del culebrero, los hilos. Yo vendía suéteres de lana. Entonces, hay
en mi vida ese elemento doble del viaje y la sobrevivencia. Cuando descubrí en la historia
de Ramón la posibilidad de ese viaje a pie, pues ese viaje es definitivo en la construcción
vista amoroso hay momentos en que un viaje de tres o cuatro días deja huellas
novela que se va a publicar yo recordaba por qué mi visión de Bogotá de los años
cincuenta y de dónde viene esa visión que la novela retoma ahora. Recupero entonces un
183
viaje que hice a los quince años de Cali a Bogotá de dieciocho horas por carretera,
tratando de organizar la vida y construir otro mundo como hace Ramón con su hermano a
había con qué pagar. También, la última noche que estábamos en un café porque no
teníamos dónde dormir mi socio y yo, llega el ejército, hace una requisa y un teniente nos
van, par de hijueputas.” Ese día yo sentí lo que voy a sentir posteriormente que es lo que
va a sentir Chatarra, una cosa personal que es las imposibilidades del viaje. Entonces hay
ese nexo. Luego, Chatarra y su hermano construyen la vida posible que les ofrece este
punto de vista de la plata y de cierto caché especialmente en una ciudad que como
Medellín vive del narcotráfico. Ahora, hay una imagen que siempre vuelve. Yo hice
muchas lecturas sobre relatos de sicarios y me llamó la atención y es una frase de ellos
que dice que su vida era como una película y lo terrible es cómo determinan que su vida
va a terminar a los 16 ó 17 años. Pero me parece que en Chatarra había un elemento más
profundo que es vivir con la muerte del otro y descubrir que se puede vivir del oficio de
matar a los otros hasta el momento en que se descubre que el muerto puede ser alguien de
su propia sangre. Es decir que la sangre ajena se revierte a una sangre propia, a una
sangre hermana. Ese regreso a Bogotá de Medellín me parecía muy profundo porque hace
parte de la historia de este país, pues cada quien vive con sus propios muertos. Desde
hace más de cincuenta años estamos viviendo a partir de la imagen de los muertos que
sociedad lo reciben. Es como en el otro sentido. Por ejemplo, de Medellín trajeron unos
desmovilizados para reubicarlos y después los echaron. Entonces, ese recibimiento social
es tan violento como la muerte misma. Ramón regresa al ser que siempre fue: se siente
Entonces, ya no es la muerte escenificada como la muerte del otro, sino que es la vida
recuperada entre la basura. Por eso el regreso es tan dramático. Pero pienso que es
también una reflexión muy profunda del regreso. Ese devenir del viaje en carretera, se
vuelve una constante en la vida del personaje y lo cierto es que hay que preguntarse qué
tipo de posibilidades ofrece una sociedad como ésta a un personaje de esa naturaleza. Es
decir, la primera opción es su muerte y ojalá sea o con mucha injusticia en la prensa o
hacer es mentir. Se lee en la prensa sobre la felicidad de los niños y los jóvenes pero este
es un país en que se han triturado las posibilidades sociales. Yo pienso que ese personaje
mío va a estar ahí muy permanente que transporta su propia experiencia que es la sangre
del otro, pero también es ese caminar por la carrera décima en la madrugada recogiendo
basura como un afán de recuperar su propia historia para saber por fin en qué lugar está
parado en esta sociedad. Eso es terrible, cuando uno descubre ese punto negro en la
memoria.
MJ: Entonces, ¿piensa ud. que esa memoria de Ramón podría interpretarse como una
crítica a la ausencia de memoria de un país que olvida a este tipo de persona que ha
tenido que pasar por este aprendizaje para volver al sitio de partida?
185
nuestras que es la necesidad del olvido. Es decir, hay dos tipos de olvido en una sociedad
como la nuestra: uno es el olvido ideológico, histórico impuesto, hay que olvidar como
una orden. Por ejemplo en los años cincuenta los periódicos deciden firmar lo que
llamaron “acuerdo de olvido histórico”, de no volver a decir nada de lo que pasó en esos
años y eso fue una actitud conciente. Desde el punto de vista ideológico, el Frente
Nacional es exactamente una exaltación y una imposición del olvido histórico. Creo que
para el ser humano es muy importante y esa es la reflexión del mismo Chatarra, recuperar
Desde el punto de vista psicológico se habla del duelo, alguien es capaz de hablar de las
circunstancias de esa experiencia vivida y, quizás, de tanto hablar podría producirse una
pequeña reflexión. Pero lo que hace Chatarra es mucho más profundo: recuperar lo que
15 de julio de 2005
186
APÉNDICE B
OC: Introduje la figura del padre porque una de las intenciones de la novela es la de
evitar la simplificación del personaje como encarnación del “mal”, visión muy frecuente
cuando se recrea la vida del sicario “desalmado.” Al humanizar esta relación mediante la
carga afectiva que vincula a padre e hijo, quise poner de presente valores familiares, el
respeto por las jerarquías, un principio de autoridad que sigue vigente en esas relaciones.
El amor es otro de los referentes, además de la evocación que Jairo hace a veces de su
entorno familiar.
MJ: El título Morir con papá sugiere un evento de orden genético o, por lo menos, un
comportamiento natural que se hereda o que viene de familia. ¿Por qué incluir un lazo
OC: No se trata del vínculo genético sino del destino o de la suerte que corren padre e
propia.
187
MJ: Aunque dentro de la historia Jairo tiene voz como personaje, el muchacho no posee
una identidad propia, sino aquella que ha tomado del consumo y los medios. ¿Hay una
Clint Westwood es Harry el Sucio y es lógico que lo evoque cuando trata de hacer el
MJ: Uno de los logros de la novela es la narración vertiginosa que va a la par con la
mente de Jairo. ¿Viene esto de su labor como periodista o de un culto suyo al cine?
OC: Diría que la novela fue concebida con el vértigo de un guión cinematográfico. Al
escribirla sentía que, como narrador objetivo, tenía más o menos las funciones de una
cámara que narra y sigue los movimientos de los personajes. No sé si se habrá dado
cuenta de que el narrador sólo penetra en el personaje por medio de hipótesis y fórmulas
lingüísticas como “podría”, “debería de…”, etc. Es una manera de evitar al repelente
el realismo.
OC: El tema partió del recuerdo de una conversación con un joven ex-sicario de una de
las comunas de Medellín. Surgió de repente, cuatro años después, y primero como un
cuento de final abierto: “Instrucciones para morir con papá.” No hay mejor investigación
insidiosa con que aparecía en mi memoria, la voluntad de escribir un relato largo sin
moralismos. Tenga en cuenta que Morir con papá es contemporánea a La virgen de los
MJ: ¿A qué atribuye que las novelas sobre el sicariato en Colombia hayan empezado a
OC: Ello se debe a la necesidad de tomar distancia de los hechos pero también, en mi
edificar una industria paralela a la industria del narcotráfico, con participación de la alta
que se hace a los novelistas que elegimos como tema el “sicariato”; la sociedad
como instrumento político, los magnicidios como frenos extremos al cambio social y
MJ: En su opinión, ¿es Morir con papá una novela negra, una novela sicaresca de
OC: Es una novela que recurre a procedimientos narrativos de la novela negra: suspenso,
MJ: ¿Podríamos hablar de Morir con papá como la novela que completa una trilogía
sobre la corrupción y los efectos del narcotráfico en Colombia iniciada con La modelo
OC: En efecto. Y lo curioso es que, en principio, Morir con papá y La modelo asesinada
fueron concebidas como posibles guiones cinematográficos. Sólo ahora entiendo que
OC: Son eslabones en una cadena que se inicia con una novela prácticamente
desconocida en América Latina, publicada en España (Plaza y Janés) en 1986: Tal como
el fuego fatuo, cuando los primeros narcos que “coronaban” en EE.UU., regresaban a
Colombia. El personaje de esa novela es una especie de Gatsby que aún no ha caído en el
crimen, que usa el inmenso poder del dinero como un instrumento de ascenso en la escala
social.
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MJ: ¿A qué atribuye la poca atención que la crítica literaria le ha prestado a Morir con
los medios, se escriben reseñas superficiales y luego los libros pasan al olvido. Morir con
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APÉNDICE C
obviamente, su novela está como una de las precursoras. Me interesa preguntarle unas
opinión en la novela se muestra a los jóvenes de las comunas como delincuentes y esto
genera la idea en el lector de que estos muchachos son por naturaleza violentos. ¿Cuales
serían los beneficios o los riesgos de asumir este tipo de perspectiva al escribir la novela?
JFR: Yo creo que el riesgo mayor sería la generalización, que se creyera que todos los
jóvenes que nacen en las comunas son necesariamente violentos. Lo que sí es muy cierto
violencia que no necesariamente es una violencia de armas, aunque sí existe, sino que es
una violencia familiar. Las condiciones de vida son muy pobres en cuanto a servicios,
educación, recreación, vivienda, cultura. Todo eso esta muy limitado y yo creo que eso es
una forma de violencia cuando la gente no tiene las mínimas condiciones para
desarrollarse y eso lo están viviendo ellos desde niños. Entonces en ese sentido el entorno
MJ: ¿Es por eso también que los personajes sicarios están tan silenciados en la novela?
JFR: Yo creo que eso tiene que ver con la estructura que yo decidí que la novela tuviera.
Yo cuando comienzo a escribir ensayo muchas voces, a ver quién va a contar la historia.
En un momento dado incluso pensé que Rosario era la que tenía que contar la historia.
192
ese mundo; digamos que si hay una voz que es la más similar a la del autor era la voz de
comunas. Entonces prefería contar la historia desde ese punto del otro Medellín que
ignoró por muchos años a ese Medellín marginal y por esa razón hubo un gran
desconocimiento de unos con los otros. Entonces por eso la voz de Antonio es la que
cuenta, y esa voz desconoce mucho del mundo de Rosario, del mundo de las comunas. Lo
que sabemos de ese mundo es lo poco que él logra averiguar, lo poco que ella le logra
contar. Entonces creo que tiene que ver más con la estructura de respetar el
MJ: ¿Esa sería la razón para optar por la memoria del narrador como mecanismo
narrativo?
JFR: Sí, definitivamente creo que esa fue. Yo creo que nosotros construimos los
personajes que están alrededor de él desde su punto de vista. Y hay unos que él conoce
más, como es su amigo Emilio, del que él habla con mucha claridad. Pero de Rosario,
aunque hay algo que él ha ido descubriendo, también hay muchos misterios. Y esos
misterios tienen que ver con la parte personal de ella y con el entorno social de ella, que
MJ: Cuando leí la novela sentí que estaba obviamente emparentada con la novela
sentimental. ¿Que intención tiene este tipo de selección de la novela sentimental cuando
JFR: De pronto tiene que ver con una decisión que yo tomé muy al principio que fue que
yo no iba a escribir una novela sobre sicariato. Yo iba a hacer una novela de una época
que me dolió a mí mucho, que fue cuando era joven, en la que Medellín estaba alucinado,
seducido y aletargado por todo el esplendor falso que mostraba el narcotráfico. Entonces
era más una deuda con una época, que con un tema en especial. El tema por supuesto era
la violencia que era producto del narcotráfico y el narco terrorismo y en esos estaban
involucrados los sicarios. Quería contar el Medellín de esos años locos y violentos de una
esas novelas sino en muchas, que es el amor, que es un tema que me gusta mucho para
escribir y para leer y el que me servía sobre todo. A través de una relación amorosa, de lo
sentimental, yo podía mostrar cómo fue la unión caótica que hubo entre esas dos culturas
en un mismo Medellín o esas dos ciudades que existían en una misma ciudad. Un
Medellín marginal y un Medellín que se mostraba con mucho orgullo, porque era un
ese Medellín marginal y a Antonio y Emilio como representantes del otro Medellín, del
que se enorgullecía y los junto como una especie de triángulo amoroso, pero que sí me
sirve para juntar esas dos culturas que se juntaron en Medellín efectivamente a partir de
MJ: ¿Cómo explica el que las novelas que tienen personajes sicarios hayan tardado en
aparecer, más o menos diez años después de que el sicariato como fenómeno ya había
JFR: Yo lo que siento es que se necesita tomar distancia en el tiempo e incluso muchas
veces en el espacio. Yo escribí Rosario Tijeras seis años después de que salí de Medellín
y me vine a vivir a Bogotá y yo creo que en el tiempo necesitábamos tomar distancia para
tratar de entender qué era lo que sucedía. Yo recuerdo la confusión del momento, del
momento en que surge el narcotráfico cuando llegan a aparecer personajes que eran
desconocidos para nosotros. Incluso, por ejemplo, la palabra sicario era desconocida en
Medellín hasta la aparición del narcotráfico y los asesinos a sueldo. Pero antes se hablaba
de pandilleros o gamines, otro tipo de palabras. Pero en sí comenzó a surgir una nueva
terminología, incluso una nueva clase social, que era el narco, y con el narco surgen una
Nosotros pues, por primera vez en los años setenta oíamos que había mariachis en los
entierros, que disparaban tiros en los entierros, vimos carros que nunca habíamos visto.
Medellín era pues una ciudad mediana, en la que, aunque había dinero, era distinto el
manejo que se le daba a ese dinero. Era más recatado el uso del dinero. Comenzaron a
aparecer las discotecas y los grandes centros comerciales. Todo ese deslumbramiento que
a todos nos encegueció, porque en algún momento todos quedamos seducidos con ese
esplendor. Yo creo que se necesita un tiempo. Y si no estoy mal es en una novela que se
llama El cielo que perdimos, de Juan José Hoyos, no recuerdo de cuándo es, pero me
parece recordar que fue la primera en mencionar el tema del sicario y el tema del
vinieron los trabajos de Víctor Gaviria en cine con Rodrigo D. que fue una cosa bastante
fuerte y contundente que nos mostró ya las entrañas de lo que había ahí. Y después La
MJ: Si. Yo encontré una novela desconocida también por su escaso valor literario, del
año ochenta y nueve; se llama El Sicario, de Mario Bahamón Dussán. Pero no tuvo
ninguna resonancia ni dentro de la crítica ni dentro de los lectores. Tuvo una edición muy
reducida.
dónde se dio este giro. Yo comencé a leer lo último de Manuel Mejía Vallejo por ejemplo
en que ya era el pandillero y quería saber en dónde se daba ese salto al arma de fuego.
MJ: En la novela “Ganzúa” de Luís Fernando Macías el ambiente está preparado pero no
JFR: Macías, por ser un admirador de Mejía Vallejo seguía todavía es ese pandillero de
MJ: Volviendo a Rosario Tijeras, cuando usted estaba escribiendo la novela, ¿ya estaba
pensando en el guión de la película o fue algo que surgió después? Porque obviamente
guionista una adaptación. Cuando uno escribe en primera persona y dice “yo siento,” “yo
196
creo,” “yo recuerdo,” esas cosas en primera persona son muy difíciles para adaptar al cine
porque son muy íntimas. Entonces traducir eso a escenas es bastante difícil. De todas
maneras tiene que haber una influencia alta del cine en mi escritura, por mi formación
cinematográfica y porque soy muy visual. También creo que pertenezco a una generación
donde somos altamente influenciados por los medios audiovisuales. Pues desde niño yo
ya tenía televisor en el cuarto, en mi colegio nos daban cine todos los viernes, además iba
mucho al cine y la música y ni hablar de lo que vino después: el video clip, el Internet.
Entonces todas esas cosas nos hicieron una generación formada a punta de imágenes. Eso
imposibilidad de traducir los términos del parlache que para mí son fundamentales para
entender las relaciones entre los personajes. Por ejemplo, estoy hablando específicamente
cierto punto a esas divisiones sociales que en la versión en español están demarcadas por
Mi pregunta es si le preocupa que ese trabajo con el lenguaje, que es notorio y muy bien
JFR: Ese es el gran riesgo que se corre con las traducciones, no sólo con las mías sino
con todas. A veces leo algo traducido del inglés al español y sé que ahí hubo una mala
traducción por la forma en que ponen las palabras en español, que uno ve que no agarran
ningún sentido. Y con Rosario no leí la traducción, leí el primer capitulo. La verdad casi
197
nunca me leo después de ser publicado, es algo que me genera cierta molestia, entonces
prefiero no leerme. Pero cuando fui a presentarla a Nueva York, me pidieron leer unos
fragmentos y efectivamente en unas charlas con el traductor hicieron esta misma pregunta
y la respuesta del señor Rabassa, un señor mayor, fue que incluso para él era una aventura
permanencia del término en el libro, que si hubiera utilizado otra terminología podría ser
más precisa pero que podía ser terminología más efímera. Entonces en unos años no iba a
tener esa vigencia. Ese fue su argumento. El publicó un libro que se llama If This be
Treason, es un libro interesante sobre la traducción. Y él habla de todos los autores que él
ha traducido. Comienza con Cortázar y termina con Rosario Tijeras y luego habla de otro
exactamente por qué recurre a esa terminología y no a otra un poco más precisa. Pero
tiene que ver con la frase famosa “traductor traidor” y es eso: la traición al texto original
porque necesariamente he notado y me lo han dicho en casi todos los idiomas en que ha
precisamente porque la fuerza parece ser, en el texto en español, que mucha de ella está
es en el lenguaje.
JFR: Es inevitable pero la única manera en que uno puede acceder a otros textos.
MJ: Hablando un poco de cómo encaja Rosario dentro de su obra, ¿cómo ha incidido
su carrera como escritor joven? ¿Cuáles han sido los pros y los contras en su obra o
JFR: Hablando de los puntos a favor yo diría que es una novela con la que estoy súper
que se habían vendido relativamente bien, dentro del promedio de libros colombianos.
Mil, mil quinientos ejemplares, llegando a los dos mil de Mala noche. Pero cuando salió
Rosario Tijeras hubo un giro editorial en donde ya me hago conocer y el libro se dispara
barrio, todo lo que yo viví hasta que me vine a Bogotá, porque no logro encontrar a
Bogotá como ciudad para contarla, aunque en Mala noche hay una ciudad que no tiene
nombre y dicen que es Bogotá. Pero, tal vez por eso no tiene esa fuerza que tiene Rosario
porque no hay esa conexión con el pasado y con la historia propia que es Medellín y me
siento más cómodo escribiendo con el voseo nuestro y describiendo ese entorno. Desde
eso es que no me atrevo a abandonar a Medellín en mis historias. Tal vez en puntos en
contra, pero es un reto que tengo, a partir de Rosario Tijeras, soy el autor de Rosario
Tijeras, todo lo demás desaparece o queda en un segundo plano. Pero ese es un reto que
tengo que consolidar y mostrar, pues sé que no lo voy hacer con el segundo libro ni con
el otro: que el nombre del autor esté por encima del de las obras. Pero es algo que la
que tiene mucho cuerpo y prefiero que los libros sean famosos y no yo.
JFR: Le tengo mucho cariño a ese libro. Le tengo mucho cariño a los cuentos y es algo
por lo que siento nostalgia, pues los he dejado a lado porque no tengo tiempo y las
novelas me quitan mucho tiempo, pero me gustaría volver al cuento. Hay un cuento que
me tradujeron hace poco al inglés que salió en la revista Common knowledge del otoño
del 2005. Es reciente y allí esta el cuento. Un cuento largo muy lindo sobre el Quijote. En
este cuento la traducción quedó muy linda, muy bien hecha. Lo que pasa es que la fuerza
traductor. Se llama “Donde se cuenta cómo me encontré con Don Quijote de la Mancha
edición pequeña que sacó Planeta en español. Dimos los derechos para unas minas
antipersonales.
MJ: ¿Cómo puede un escritor joven y trabajador como usted mantener una postura
estética y creativa ante las exigencias del mercado literario? Porque hay una presión muy
grande, hay muchas publicaciones y hay cierto tipo de cosas que la gente lee más que
otras. Entonces, ¿cómo mantiene su postura creativa, individual y personal ante esas
exigencias?
JFR: Yo la verdad casi hago caso omiso a las exigencias. Yo siento que lo que tengo que
porque digamos que sí pienso en los lectores y pienso que uno escribe para que lo lean,
definitivamente. También he sentido que en la medida en que uno tiene más lectores
quiero que me lean. Pero el primer lector soy yo, de mí mismo, entonces como primer
lector soy el primero que tengo que quedar satisfecho con eso que escribo, yo soy el
primer lector a complacer y pensando en eso si yo quedo contento, yo espero que ese
placer que yo recibí coincida con mucha gente más. Pero es como tratar de no comerse el
cuento del éxito. Cada libro es un reto nuevo. Yo no puedo creer que porque a Rosario
Tijeras le fue bien, al siguiente le va a ir igual o mejor, no. Además, hay que tratar de
momento dado decidieron decir que yo era un autor del narcotráfico, en el siguiente libro
no menciono el narcotráfico y de pronto me dicen que estoy vinculado con los temas
sociales, pues digo ahora la novela que estoy haciendo no toca temas sociales. Así estoy
huyéndole a los encasillamientos. Suena como capricho pero es un temor que para uno
como escritor puede ser tremendamente perjudicial. Aunque conservo algunas cosas en
todos los libros pero es porque me producen mucho placer, por ejemplo todo lo que tiene
que ver con el mundo femenino, todo eso me gusta muchísimo, el amor me encanta y
seguiré tratándolo en otras novelas y no descarto que siga tratando el tema del
MJ: En una reseña de Rosario Tijeras que publicó la Gaceta Iberoamericana, Jorge
Consuegra afirma que usted comanda una nueva generación de escritores con una obra
que, cito, “rompió en mil pedazos el realismo mágico que se había posesionado desde
todavía publica bien. Si mucha gente dice que sus textos no tienen la fuerza que tenían
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los textos de antes yo creo que son textos muy buenos. Como decía Juan Manuel Rocca,
esas novelas que dicen tener menos fuerza son mucho mejores que las novelas de mucha
gente que está escribiendo ahora. Sí creo que hay una nueva voz, una nueva forma de
contar una nueva literatura en Colombia, pero no habría que verlo como una era que
termina y una era que comienza, si no que hay que verlo como que la literatura
lo que estamos haciendo nosotros es tratar de mantener ese nombre, aunque no sabemos
lo que va a pasar, eso sólo lo dirá el tiempo, pero se trata de consolidar ese nombre. Antes
hay que agradecerle a García Márquez, que por él ese nombre se mantuvo por muchos
años. Entonces, ahora hay que ver que ese buen nombre siga. Va a ser muy difícil porque
es un nombre muy grande. Yo lo admiro. Yo lo leía cuando ni siquiera sabía que quería
ser escritor, era un clásico. Me acuerdo que yo leía a Balzac, Dostoievski, García
JFR: Me vi escribiendo sin darme mucha cuenta. En parte por una necesidad. Me fui a
estudiar cine a Inglaterra y yo lo que quería era contar historias a través del cine y de
pronto lo que veo allá es que tengo que escribir, tengo que pasar las ideas, los
argumentos, todo por escrito, finalmente hacer el guión por escrito. Había que escribir y
así fue como le perdí el miedo a la escritura, aunque todavía lo tengo. Yo me imaginé que
iba a terminar en una rama del arte pero nunca me imaginé que en la escritura porque me
parecía muy complicado. Pero allá eso me acercó a la escritura y me di cuenta que
además del cine también podía contar historias a través de la palabra escrita y comencé a
202
guardar algunos textos, unas ideas que tenía para guión que de pronto por cuestiones
técnicas era difícil realizarlas, entonces comencé a tratarlas como cuentos. Muchos eran
cuentos muy malos que no he publicado, pero que me soltaron. Regreso a Colombia y
realizo un taller de escritura con Manuel Mejía Vallejo, ya comienzo a buscar más, pero
siempre con el miedo de llamarme escritor. Yo creo que fue de las decisiones más
usted qué es, decir escritor, eso es muy difícil. Lo que pasa es que tuve suerte, porque
cuando tome la decisión tenía una agencia de publicidad con mis amigos y decidí
cuentos Maldito amor. Entonces, con un libro bajo el brazo ya era más fácil decir que soy
escritor. Lo primero que la gente va a preguntar es, qué ha escrito? Y si uno no tiene
nada… Aunque es una postura equivocada, porque escritor es el que escribe y le dedica
26 de octubre de 2005
203
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