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VI EVOLUCION DESDE ARRIBA Y FASCISMO a segunda ruta hacia el mundo de la industria mo- ma, la que hemos calificado de capitalista y reaccio- aria, est4 ante todo ejemplificada por Alemania y el apn. En ambos paises el capitalismo arraig6 bastan- de-firme asf en la agricultura como en la industria, y convirtié en paises industriales. Pero lo hizo sin f ‘o.caso se las desvié y aplasté. Entre otras causas, las eindiciones agrarias y los tipos especificos de transfor- idn capitalista que tuvieron lugar en el campo con- ‘ibuyeron en gran manera a tales desbaratos y al débil uilso hacia formas democraticas occidentales. “Hay ciertas formas de transformacién capitalista ‘campo que pueden cuajar econémicamente, en el lo de dar buenos provechos, pero que, por obvias mes, son desfavorables al desarrollo de institucio- es libres de la variedad occidental ochocentista. Aun- iié.a la larga se confunden, es facil distinguir dos tipos erales. La aristocracia rural puede mantener intac- como sucedié en el Japén, la sociedad agraria pree- » Bre | | | xistente, introduciendo sélo en ella los cambios nece- sarios para asegurar que los campesinos engendren un excedente lo bastante crecido que pueda apropiarse y vender con provecho. O puede arbitrar organizaciones sociales completamente nuevas en la linea del esclavis- mo de plantacién. El esclavismo puro, en los tiempos modernos, suele ser obra de colonizadores de 4reas tropicales. En algunas partes de la Europa oriental, sin embargo, las noblezas indigenas lograron reintroducir la servidumbre, que volvié a vincular a los campesinos al suelo, con resultados un tanto similares. Fue una forma intermedia entre las otras dos. Lo mismo el sistema de mantener la sociedad agra- ria intacta, pero sacando més del campesinado, que el de usar mano de obra servil o semiservil y explotar con ella grandes unidades de cultivo requieren eficaces métodos politicos para extraer el excedente, retener a la mano de obra en su sitio y, en general, hacer funcio- nar el sistema. No todos esos métodos son politicos en un sentido estricto, claro esté. En particular cuando se conserva la sociedad campesina, se efectiian toda suer- te de tentativas para usar las relaciones y actitudes tradicionales como base de la posicién del gran pro- pietario. Como semejantes métodos politicos tienen consecuencias de peso, conviene darles un nombre. Los economistas distinguen entre un tipo de agricul- tura intensiva de mano de obra y otro de capital, segin | que el sistema utilice grandes cantidades de mano de obra o de capital. Quizé sea titil asimismo hablar de «sis- temas represivos de mano de obra», de que el esclavis- mo no es sino un tipo extremo. La dificultad de tal con- 616 cepto est4 en que bien puede uno preguntarse qué tipo no se ha valido represivamente de la mano de obra. La distincién que estoy tratando de sugerir es la trazable entre el empleo de mecanismos polfticos (usando el término «politico» en un sentido lato, como se ha in- dicado arriba), por un lado, y la dependencia de un mercado de mano de obra, por el otro, al objeto de dis- poner de la mano de obra precisa para cultivar el sue- lo y de engendrar un excedente agricola para el consu- mo de otras clases. Los de abajo sufren intensamente en ambos casos. Para que el concepto de sistema agricola represivo de mano de obra resultara itil, convendria estipular qué cantidad de la poblacién se tiene trabajando de tal modo. Es también aconsejable recordar explicitamen- te que no incluye, por ejemplo, la granja familiar nor- teamericana de mediados del siglo xx. Puede que hu- biese en ella explotacidn laboral de los miembros de la familia, pero sin duda la.realizaba el cabeza de familia mismo, con minima ayuda de fuera. Asimismo, un sis- tema de obreros agricolas asalariados con bastante li- 5 bertad efectiva para rechazar faenas y marcharse, con- kf dicién raramente hallada en la realidad, no caeria bajo - tal ribrica. Por ultimo, los sistemas agrarios preco- merciales y preindustriales no son necesariamente re- presivos de mano de obra si hay cierto equilibrio entre la contribucién del sefior a la justicia y seguridad y la . del cultivador en forma de productos agricolas. Si cabe o no estabilizar ese equilibrio en cualquier sentido ob- jetivo es un punto discutible que consideraremos en el préximo capitulo, donde se nos planteard en conexién . 617 con las'causas de las revoluciones campesinas. Aqui. slo necesitamos notar que el establecimiento de siste- mas agrarios represivos de mano de obra en el curso de la modérnizacién no necesariamente hace sufrir masa | los campesinos que otras formas. Los campesinos ja- =, poneses lo tuvieron por un tiempo mejor que los in- »; gleses. En todo caso, aqui nuestro problema es otro: cémo y por qué los sistemas agrarios represivos de mano de obra deparan.un suelo desfavorable al de- sarrollo de la democracia y una parte sefialada del com- plejo institucional conducente al fascismo. Al discutir los origenes rurales de la democracia parlamentaria, observamos que una de las condiciones favorables, aunque no universalmente cumplida, fue cierto grado de independencia respecto a la monar- quia. Si'bien un sistema agrario represivo de mano de obra puede implantarse’en oposicién con la autoridad. central, por lo comin se fusiona después con la mo- narquia en busca de apoyo politico. Es facil asimismo que conduzca al mantenimiento de una ética militar entre la nobleza de un modo desfavorable al desarrollo de instituciones democraticas. La evolucién del Esta- do prusiano constituye el ejemplo mas claro. Como ya nos hemos referido a tales procesos en varios puntos de esta obra, aqui nos limitaremos a esbozarlos muy-a grandes rasgos. En el Nordeste de Alemania, la reaccién feudal de los siglos xv y xvi, sobre la que tendremos que hablar més-en un contexto bastante distinto, quebré la ten- dencia hacia la liberacién del campesinado de las obli- gaciones feudales y el desarrollo de la vida urbana, 618 procesos estrechamente interrelacionados que en In- ‘ glaterra y Francia culminarian a la larga en la demo- cracia occidental. Una de sus causas fundamentales fue al auge de las exportaciones de granos. La nobleza prusiana ensanché sus heredades a costas del campesi- nado, préximo bajo la Orden Teuténica a la libertad, y lo redujo a servidumbre. Como parte del mismo pro- ceso, redujo también a dependencia a las ciudades po- niéndolas en corto circuito con sus exportaciones. Més tarde, los Hohenzollern lograron destruir la indepen- déncia de la nobleza y ciudadanos, con lo que despren- ; dieron el componente aristocratic de la tendencia ha- cia un gobierno parlamentario. El resultado, en los ..Siglos xvi y xvtu; fue la «Esparta del Norte», fusion militarizada de burocracia real y aristocracia rural. * ” Del lado de la aristocracia vinieron el tema de la su- © perioridad inherente a la clase rectora y-la sensibilidad alas cuestiones de rango, caracteristicas que iban ain a resaltar en pleno siglo xx. Alimentadas por nuevas fuentes, tales nociones pudieron al cabo vulgarizarse y hacerse atrayentes a; toda la poblacién alemana como doctrinas de superioridad racial. La burocracia.real in- ‘trodujo, con no poca resistencia aristocratica, el ideal de obediencia completa e irreflexiva a una institucién ‘situada por encima de las clases e individuos —seria anacrénico hablar de nacién antes del siglo xix. Disci- plina prusiana, obediencia y admiracién por el soldado proceden principalmente de los esfuerzos de los Ho- henzollern por crear una monarqufa centralizada.: Todo ello no significa, por supuesto, que algin hado inexorable empujara a Alemania hacia el fascis- 619 mo desde el siglo xvi en adelante, por un proceso irre# empezara a cobrar impetu hasta el siglo xix. Tendremos: que comentarlos en breve. Hay, por otra parte, signifix cativas variantes y sustituciones dentro del proceso pico que ha llevado al fascismo, subalternativas, podrial #4 de la alternativa mayor, modernizacién conservadora: 'y' por una revolucién desde arriba. En el Japon, el ideal elemento feudal de la ecuacién, més bien que del mo- narquico.’ En Italia, donde se inventé el fascismo, no: ; habria una monarquia feudal poderosa. Para el simbo~ lismo correspondiente, Mussolini tavo que remontar- -) se hasta la Roma antigua. En un estadio mds avanzado del curso de la mo-. dernizacién, suele aparecer otro factor decisivo: una coalicién mds 0 menos operativa entre sectores influ- yentes de las clases altas rurales y los intereses comer- ciales e industriales, en vias de desarrollo. En general,’ ! fue un fendémeno politico del siglo xix, aunque ha per- sistido hasta el xx. Marx y Engels, en su andlisis de la . abortada revolucién alemana de 1848, por mucho que errasen en otras caracteristicas mayores, supieron dis- cernir este ingrediente basico: una. clase comercial e industrial que es demasiado débil y dependiente para conquistar el poder por sus pufios y que, entonces, se echa en brazos de la aristocracia agraria y la burocracia real, canjeando el privilegio de gobernar por el de ha- cer dinero.’ Es preciso afiadir que, aunque relativa- 620 kimente débil, el elemento comercial e industrial debe ye ser lo bastante (o hacerse pronto lo bastante fuerte) [para resultar un aliado politico valioso. De lo contra- rio, puede atravesarse una revolucién campesina que conduzca al comunismo. Asi ocurrié tanto en Rusia # con dificultades por la competencia de otros sistemas ‘mds avanzados técnicamente. Una vez concluida la : fica las tendencias autoritarias y reaccionarias de las clases altas rurales; viendo que su base’econémica se | les hunde, recurren a palancas politicas para preservar su dominio. , Allf donde la coalicién logré afirmarse, siguié un :. prolongado periodo de gobierno conservador, ¢ inclu- so autoritario, muy lejos atin, con todo, del fascismo. ~ Los limites histéricos entre ambos sistemas estan a menudo algo borrosos. Bastante a bulto, podriamos estimar que pertenecen a la primera especie los perio- dos de la historia alemana y japonesa que van desde las reformas Stein-Hardenberg y la caida de los Tokuga- wa, respectivamente, hasta el término de la Primera Guerra Mundial. Tales gobiernos autoritarios adqui- rieron algunos rasgos democraticos: ante todo un par- serge ‘ 621 ego maser en gon onto lamento con poderes limitados. Cabe puntuar su his- toria con tentativas de extender la democracia, que ha- cia el final cuajaron en el establecimiento de inestables democracias (la Republica de Weimar, el Japén de los afios veinte, Italia bajo Giolitti). Esas, al cabo, abrie- ron la puerta a regimenes fascistas con su no acertar a resolver los graves problemas del dia y su falta de dis- posicién o impotencia para ejecutar cambios estructu- rales.* Uno de los factores de la anatomia social de aquellos gobiernos fue la retencién por la éite rural de una parte muy grande en el poder politico, al no haber consumado los campesinos en combinacién con estra- tos urbanos una ruptura revolucionaria. Algunos de los gobiernos semiparlamentarios que se construyeron sobre tal base realizaron més o menos pacificamente una revolucién econdémica y politica desde artiba que les hizo andar un trecho del camino hacia su conversién en paises industriales modernos. .: Alemania avanz6 mucho, el Japon algo menos, Italia” bastante menos, Espaiia muy poco. Ahora bien, en el curso de la modernizacién por una revdlucién desde arriba, los gobiernos que la promueven tienen que eje- cutar muchas de las tareas cumplidas en otros paises con la ayuda de una revolucién desde abajo. La idea de que una revolucién popular violenta, de un modo u otro, es necesaria para barrer los obstéculos «feuda- les» a la industrializacién no tiene ningin fundamen- to, como demuestra el curso de la historia alemana y japonesa. Por otro lado, las consecuencias politicas de desmontar el antiguo orden desde arriba son, induda-~ i blemente distintas. Puesto que proseguian la moderni- 622 zacién conservadora, dichos gobiernos semiparlamen- tarios trataron de preservar todo lo posible la estructu- ra-social primitiva, empotrando grandes fragmentos de ella en el nuevo edificio. Los resultados fueron algo asi como las casas victorianas con modernas cocinas eléctricas pero inadecuados cuartos de baiio y rezu- mantes tuberias decorosamente disimuladas por pare- des recién enlucidas. A la postre, los emplastos se vi- nieron a tierra. , Una serie muy importante de medidas tendié a la racionalizacién del orden politico. Ello supuso la su- presién de divisiones territoriales establecidas de anti- guo, como el han feudal del Japén o los Estados y prin- cipados independientes de Alemania e Italia. Salvo en - elJapén, no fue completa. Pero, con el tiempo, el go- bierno central establecié una autoridad firme y un sistema administrative uniforme, y aparecieron un ». cuerpo de leyes y un sistema de tribunales mds o me- nos uniformes. Asimismo, en grados diversos, el Esta- do logré crear una maquina militar lo bastante poten- te para hacer atendibles los anhelos de sus regidores en la arena de Ja politica internacional. Econémicamente, el establecimiento de un gobierno central fuerte y la ' eliminacién de las barreras internas al comercio traje- ron consigo que la unidad econémica efectiva aumen- tara de tamaiio. Sin ello, la divisién del trabajo necesa- < tia a una sociedad industrial no habria podido existir, a menos que todos los paises hubieran estado dispuestos a comerciar unos con otros pacificamente. Inglate- tra, primer pais en industrializarse, habia podido echar => mano de la mayor parte del mundo accesible para ma- BE 623 terias primas y mercados, situacién que fue deterio; i randosele poco a poco en el siglo xix a medida que otros paises se pusieron al dia y procuraron servirse d Estado para garantizar sus mercados y fuentes de. ministros. Otro aspecto atin de la racionalizacién del onde politico tiene que ver con la fabricacién de ciudadanog en un nuevo tipo de sociedad. Saber leer y escribir y; algunas destrezas técnicas rudimentarias son elemen-; tos necesarios a las masas. Es muy probable que el ins- taurar un sistema de educacién nacional acarree un: conflicto con jas autoridades religiosas. La lealtad a una nueva abstraccién, el Estado, debe asimismo reem: tes nacionales o pueden competir tan vigorosamente!; con cualquier otra como para destruir la paz interna, {3 E] Japén tuvo ahi menos problemas que Alemania, Itw- lia o Espafia. Sin embargo, como indica la revivifica- ci6n artificial del shinto, tropezé también con conside- rables dificultades. Para superarlas, puede resultar ° bastante itil la existencia de un enemigo extranjero. Entonces los llamamientos patridéticos y conservado res a las tradiciones militares de la. aristocracia rural pueden vencer las tendencias localistas de ese impor- tante grupo y ahogar los clamores demasiado insisten- tes de las capas bajas por una todavia incierta partici- pacién en los beneficios del nuevo orden.’ A fin de cuentas, racionalizando y extendiendo el poder politi- co, aquellos gobiernos del siglo xix realizaban una ta- rea que el absolutismo real habfa ya cumplido en otros 4 paises. 624 sla aparicién de una galaxia de distinguidos lideres po- sliticos: Cavour en Italia; en Alemania, Stein, Harden- Eberg y Bismarck, el mas famoso de todos; en el Japén, glos estadistas de la era Meiji. Aunque las razones del ifendmeno estén oscuras, parece improbable que la aparicién de dirigentes andlogos en circunstancias ndlogas pudiera ser simple coincidencia. Todos fue- ly pais, devotos de la monarquia, dispuestos y capaces para usarla como un instrumento de reforma, moder- nizacién y unificacién nacional. Aun siéndo todos aris- técratas, todos fueron algo asi como disidentes y des- : plazados respecto al antiguo orden. En tanto que su extraccién aristocratica les doté de habitos de mando y de instinto para la politica, cabria hablar quiz4 de una contribucién de los anciens régimes agrarios a la cons- truccién de una sociedad nueva. Pero hay también fuertes indicios de signo opuesto. En tanto que tales « hombres fueron extranjeros dentro de Ja aristocracia, cabria hablar lo mismo de la incapacidad de ese estra- to para arrostrar el desafio del mundo moderno con sus solos recursos intelectuales y politicos. Los regimenes conservadores més afortunados hi- * cieron mucho, no sélo para desmantelar el antiguo or- den sino también para establecer uno nuevo. El Esta- do contribuyé decisivamente a la construccién de la industria de varias maneras. Sirvié de motor de la acu- mulacién capitalista primaria, colectando recursos y dirigiéndolos hacia el levantamiento de plantas in- 4 625 dustriales. Tuvo asimismo un importante papel en la doma de la clase obrera, de ningin modo exclusiva- mente represivo. La produccién de armamento esti- mulé a fondo la industria. También la favorecieron los regimenes aduaneros proteccionistas. Todas esas me- didas, en algiin momento, implicaron un sacar recur- sos a gente de la agricultura. Hicieron, pues, zozobrar de cuando en cuando la coalicién entre sectores de las capas altas empresariales y agrarias, rasgo eminente del sistema politico en vigor. Sin la amenaza de peli- gros extranjeros, a veces reales, a veces quiz4s imagi- narios, a veces, como en el caso de Bismarck, fabri- cados a posta por motivos interiores, los intereses agrarios bien habrian podido repropiarse, hasta el punto de comprometer el proceso entero. La sola amenaza extranjera, sin embargo, no tiene por qué so-" portar toda la carga explicativa.* Las recompensas ma-~ teriales y de otros tipos —el payoff'en el lenguaje de los gansteres y la teorfa del juego— fueron bien sustan-' ciosas para ambos socios mientras lograron tener a raya a los campesinos y al peonaje industrial. Alli donde hubo considerable progreso econdmico, ‘los obreros industriales pudieron alcanzar mejoras significativas, como en Alemania, donde se inventdé la Sozialpolitik. - Se tendiéd mucho mis a la canibalizacién de la pobla- cién indigena en los paises que permanecieron més atrasados, en Italia hasta cierto punto, probablemente en mayor medida en Espafia. Para el éxito de la, modernizacién conservadora, fueron al parecer necesarias ciertas condiciones. En primer lugar, dirigentes muy habiles para arrastrar tras 626 sf a los elementos reaccionarios menos perspicaces, abundantes sobre todo entre las clases altas rurales, aunque no necesariamente circunscritos a ellas. Al principio, el Japén tuvo que sofocar una verdadera re- belion, la de Satsuma, para controlarlos. Los reaccio- narios pueden siempre alegar el plausible argumento de que los dirigentes modernizadores estan haciendo cambios y concesiones que no redundan sino en des- pertar los apetitos de las clases bajas y provocar una revolucién.’ Asimismo, los dirigentes deben tener autoridad y buena mano para construir un aparato bu- rocratico lo bastante poderoso, con sus agencias de re- presién, la militar y la policiaca (piénsese en el dicho alemén: Gegen Demokraten helfen nur Soldaten, «Con- tra los demécratas sélo valen los soldados»), a fin de quitarse de encima las dos presiones extremas de la so- ciedad, la reaccionaria y la popular o radical. El go- bierno ha de quedar aparte de la sociedad, cosa que - puede efectuarse bastante mds facilmente de lo que su- ponen versiones simplificadas del marxismo. : A la corta, un gobierno conservador fuerte tiene innegables ventajas. Puede fomentar y controlar el de- sarrollo econémico. Puede cuidar de que las clases bajas —que cargan siempre con los costes de la.mo- dernizacién, sea cual fuere su forma— no importunen demasiado. Pero Alemania y, més atin, el Japén pre- tendian resolver con él un problema que era de suyo insoluble: modernizarse sin cambiar sus estructuras sociales. La tinica salida posible de ese dilema fue el militarismo, que unificé a las clases altas. El militaris- mo intensificé un clima de conflicto internacional, que 627 asu vez hizo tanto mds imperativo el avance industrial} aunque en Alemania un Bismarck pudiera contener las’ aguas por algdn tiempo, en parte porque el militaris-: mo atin no se habia vuelto un fendmeno de masas, Eje~ cutar reformas estructurales plenarias, o sea hacer’ transicién a una agricultura comercial remuneradora® 3 sin reprimir a quienes cultivan el suelo y manejan las: maquinas, en una palabra, servirse racionalmente de la’ tecnologia moderna para el bienestar humano, excedia: la visién politica de aquellos gobiernos.* Al cabo, los: sistemas que representaban se desmoronaron en ten- tativas de expansién exterior, pero eso no sucedié sino después que hubieron intentado popularizar Ja reac- ; cién por medio del fascismo. Antes de discutir esa fase final, quiz4 resulte ins~ tructivo echar.un vistazo a las tendencias reaccionarias abortadas de otros paises. Como he sugerido arriba, ! el sindrome reaccionario aparece, en un momento u otro, en todos los casos que he examinado. Ver por qué ° se desvanecié en unos paises puede hacernos com- 3 prender mejor las razones por qué se agarré a otros. Rastrear las tendencias reaccionarias de paises tan su- mamente dispares como Inglaterra, Rusia y la India puede servir para sacar a luz importantes semejanzas ocultas bajo la diversidad de experiencias histéricas. Desde los tiltimos afios de la Revolucién Francesa: | hasta alrededor de 1822, la sociedad inglesa pasé por una fase reaccionaria que recuerda asi los casos recién: © discutidos como los problemas contempordneos de la democracia norteamericana. Durante la mayor parte’. . de aquel tiempo Inglaterra estuvo luchando contra un’ 628 i régimen, revolucionario y sus herederos, a veces, de- bia de creerse, por la supervivencia nacional misma. Como en nuestro propio tiempo, se identificaba a los abogados de la reforma interna con un enemigo ex- ;, tranjero representado como encarnacién de todo lo —. malo. También como en nuestro propio tiempo, la # violencia y las traiciones del movimiento revoluciona- rio en Francia repugnaron y desalentaron a sus parti- # darios ingleses, haciendo més facil y més plausible la labor de los reaccionarios, ansiosos por apagar las chispas que flotaban a través del Canal. El gran histo- ; tiador francés Elie Halévy, poco dado a las exageracio- i nes dramAticas, escribié en los afios veinte de nuestro siglo: «La nobleza y la clase media establecié por toda - Inglaterra un reinado del terror —un terror més for- midable, aunque mas sordo, que las manifestaciones | estrepitosas [de los radicales]».? Los acontecimientos * de las cuatro décadas y pico transcurridas desde que | Halévy escribié esas lineas han embotado nuestros , sentidos y aflojado nuestros criterios. Probablemente ningtin autor actual caracterizaria aquella fase como un reinado del terror. El ntimero de victimas directas i de la represién fue pequefio. En la massacre de Peter- i loo (1819) —irénica referencia a la mds famosa victo- & ria de Wellington en Waterloo—, slo murieron once personas. Con todo, se puso fuera de la ley el movi- ‘ miento por la reforma del Parlamento, que estaba « difundiéndose a ritmo acelerado, se amordaz6 a la |. prensa, se prohibieron las asociaciones que olfan a ra- » dicalismo, se desencadené una ola de procesos por | traicién, se dejaron sueltos entre el pueblo espias y a , : 629 agents provocatenrs, se suspendié el Habeas Corpus des pués que la guerra con Napoledén ya habia terminado. ‘La represién y el sufrimiento fueron realidades am pliamente difundidas, Sélo las mitigé, hasta cierto punto, w una oposicién que nunca dejé de expresarse: aris técratas como Charles ‘James Fox (muerto en 1806) que osé hablar claro en el Parlamento, aqui y alli juez oun jurado que se negaban a condenar por trai! cién u otros cargos similares."° : yorfas.. Una parte enjundiosa de la respuesta puede hallar; se en el hecho de que, un siglo atrds, ciertos ingleses, extremistas habian cortado la cabeza de su monarca: roto asf la magia del absolutismo real en Inglaterra, Aun nivel de causacién més profundo, toda la historia; previa de Inglaterra, su basarse en la armada antes que’ en el ejército, en jueces de paz no retribuidos antes} que en-funcionarios reales, habia determinado que e gobierno central dispusiera de un aparato represivo més débil que el poseido por las monarquias fuertes) del Cotitinente. Faltaban, pues, o escaseaban, los mazi teriales) necesarios para construir una Alemania. Dé 4 entoncés acé, sin embargo, hemos visto suficientes) grandes cambios sociales y politicos a partir de inicio nada prometedores para sospechar que se habrian pox 630 dido crear las instituciones si las circunstancias hubieran sido favorables. Pero, afortunadamente para las liber- des humanas, no lo eran. El impulso hacia el indus- ialismo habia empezado a obrar en Inglaterra mucho tes que en los demés paises, dé modo que la burgue- ja inglesa no necesitaba apoyarse demasiado en la co- tona y la aristocracia rural. Tampoco deseaba reprimir a los campesinos. Queria, ante todo, quitarlos de en me- iora fin de darse a Ja agricultura comercial; para pro- yeerse de la mano de obra precisa, debian de bastarle por lo general medidas econémicas. Rodandole asf bien las cosas, poca necesidad tenfa de recurrir a medi- tas politicas represivas para mantener su dominio. De resultas de todo ello, los intereses industriales y agra- ios compitieron por el favor popular durante el resto lel siglo xrx, extendiendo gradualmente el sufragio por un: lado, combatiendo con saiia y anulando por otro las medidas més egoistas del rival (Reform Bill de 1832, abolicién de las Corn Laws en 1846, apoyo de la gentry ala legislacién fabril, etc.). En la fase reaccionaria inglesa hubo asomos de po- sibilidades fascistas, particularmente en algunos de los alborotos antirradicales. Pero nada mds asomos. Era todavia demasiado temprano. Los sintomas fascistas pueden verse con mucha mayor claridad en otra parte del mundo cosa de un siglo mds tarde: durante una breve fase de extremismo en Rusia tras 1905. Fue ex- rema incluso para los niveles rusos de entonces; ca- ria sustentar con fuertes argumentos que los reaccio- narios rusos inventaron el fascismo. Tal fase de la historia rusa es especialmente iluminadora porque evi- 631 dencia que el sindrome fascista 2) puede aparecer en respuesta a las tensiones del industrialismo ascendente sin necesidad de un fondo social y cultural especifico; 4) puede tener muchas rafces en la vida rural; c) apare- ce en parte como reaccién a un débil impulso hacia la democracia parlamentaria; d) pero no puede desarro- llarse sin industrialismo o sobre un fondo muy predo- minante agrario —puntos, a decir verdad, sugeridos todos por las historias recientes de la China y el Japén; es instructivo, sin embargo, hallarlos confirmados en Ja historia rusa. Poco antes de la revolucién de 1905, la tenue clase comercial e industrial rusa habia mostrado algunos signos de descontento con la represiva autocracia za- rista y de complacencia por las ideas liberales constitu- cionales. Las huellas obreras, con todo, y las promesas contenidas en el Manifiesto Imperial del 17 de octubre de 1905 de satisfacer algunas de las reivindicaciones a que obedecfan, determinaron que los industrialistas se reintegraran en cuerpo y en alma al campo zarista.” Sobre ese fondo aparecié el movimiento de las Centu- rias Negras. Inspirandose en parte en la experiencia norteamericana, hicieron de /ynch una palabra rusa y clamaron por la aplicacién de zakon lyncha, ley de lin- chamiento. Practicaron la violencia a modo de grupos de accién para acabar con la «traicién» y la «sedi- cién». Si Rusia destruia a los kikes y extranjeros, aseve- raba su propaganda, se volveria a las costumbres «ver- daderamente rusas» y todo el mundo podria ser feliz. Ese nativo antisemita ejercié considerable atractivo sobre los elementos pequefioburgueses de las ciudades 632 '—precapitalistas, retrégradas— y la pequeia nobleza. Sin embargo, en la Rusia atin atrasada y rural de prin- cipios del siglo xx, tal forma de extremismo derechista no pudo aquistarse una base popular firme. Entre los campesinos, tuvo éxito principalmente en Areas de na- cionalidad mixta, donde la imputacién de todo lo malo a judios y extranjeros se ajustaba un tanto a la expe- riencia campesina.’* Como bien se sabe, de ser politi- camente activos, los campesinos rusos fueron revolu- cionarios, al cabo la mayor de las fuerzas que volaron el antiguo régimen. En la India, que sigue estando hoy tan atrasada como Rusia entonces, si no m4s, movimientos simila- res tampoco han Ilegado a difundirse entre las masas. Subhas Chandra Bose, muerto en 1945; expresé senti- nientos dictatoriales, trabajé para el Eje y tuvo, cier- tamente, amplio apoyo popular. Aun asi, y a pesar de que sus inclinaciones fascistas estuvieron en conso- nancia con otros aspectos de su actividad publica y no parecen fruto de un entusiasmo u oportunismo mo- menténeo, Subhas Chandra Bose ha quedado en la tradicién india como un patriota. antibritdnico extre- mista, quizd mal aconsejado.”? Han existido también diversidad de organizaciones politicas nativas hindies, algunas de ellas con la disciplina autocratica del parti- do totalitario europeo. Aleanzaron el colmo de su in- fluencia en medio del caos y los disturbios que acom- pafiaron la Particién, periodo en que contribuyeron a promover tumultos antimusulmanes y sirvieron de 6r- ganos de defensa a las comunidades hindies contra los ataques musulmanes, dirigidos, presumiblemente, por : 633 organizaciones similares del otro ladg. Sus programas * carecen de contenido econdmico, y parecen constituir - sobre todo una forma de hinduismo xenéfobo y mili- tante, idéneo para refutar el clisé de que los hindties divididos como estén en castas son pacificos y débiles. Hasta la fecha su fortuna electoral ha sido muy escasa."* Puede que la debilidad de la variante hindi del fas- cismo se explique en parte por la fragmentacién del mundo hindi en multiples castas, clases y etnias. Si un llamamiento caracteristicamente fascista dirigido a un sector concreto ha de despertar el antagonismo de otros, un Jlamamiento mds general, al tefiirse de cierto { panhumanismo universal, empieza ipso facto a perder sus cualidades fascistas. Vale la pena notar a ese res- pecto que casi todos los grupos extremistas hindies °: han desaprobado la intocabilidad y otros impedimen- tos sociales de casta."* La raz6n fundamental, sin em- bargo, debe de ser otra: simplemente que Gandhi ha- bia ya encauzado los sentimientos antiextranjeros y anticapitalistas de enormes masas de la poblacién, los campesinos y los artesanos domésticos. En las condi- ciones creadas por la ocupacion briténica, pudo vincu- | lar tales sentimientos a los intereses de un gran sector de la clase empresarial. La élite del campo, por otra -3 parte, se mantuvo a distancia. Asi, pues, en la India las # tendencias reaccionarias han sido fuertes y han contri-. # buido a diferir el progreso econdémico tras la indepen- * dencia. Pero, como fenémenos de masas, los movimien- tos mas amplios pertenecen a una especie histérica distinta del fascismo. j Aunque una consideracién paralela de los fracasos ; 634 democrdticos que precedieron al fascismo en Alema- nia, el Japén ¢ Italia podria resultar igualmente prove- chosa, basta aqui para nuestros propésitos advertir que el fascismo es inconcebible sin democracia o lo que se llama a veces, de un modo mas plastic, entrada de las masas en la escena histérica. El fascismo fue una ten- tativa de hacer popular y plebeyo el conservadurismo, con lo que ése, por supuesto, perdié la notable cone- xién que tenia con la libertad, algunos de cuyos aspec- tos vimos en el capitulo precedente. ; Bajo el fascismo, el concepto de ley objetiva se des- * vanecié. Uno de sus rasgos més importantes fue el vio- lento rechazo de los ideales humanitarios, en particu- lar de toda nocidn de igualdad humana potencial. La doctrina fascista no sélo hizo hincapié en la inevitabi- = lidad de la jerarquia, disciplina y obediencia, sino dog- matiz6 que eran valores por derecho propio. Las no- Et ciones roménticas de camaraderia apenas la matizan; f, se trata de camaraderia en la sumision. Otro de sus ras- gos fue el exaltamiento de la violencia. Ese exalta- fmiento va mucho més all4 de cualquier apreciacién Fen la politica; constituye un verdadero culto mistico de # la «fuerza» por s{ misma. La sangre y la muerte adquie- a : Fen tintas de atracciOn erética. En sus momentos me- “nos inflamados, con todo, el fascismo fue completa- L mente «sano» y «normal», una promesa de retorno al , acogedor seno burgués, ¢ incluso rural preburgués.“® Asi, pues, el anticapitalismo plebeyo se nos mues- b tra como el rasgo que més distingue al fascismo de sus antecedentes los regimenes conservadores y semipar- 635 lamentarios del siglo xrx. Es el producto, por un lado, de la intrusién del capitalismo en la economia rural, por el otro, de las tensiones que surgieron en la fase poscompetitiva de la industria capitalista. De ahi que el fascismo se desarrollara al m4ximo en Alemania; donde el crecimiento industrial capitalista dentro del marco de una revolucién conservadora desde arriba habfa sido mayor que en el resto de paises compara= bles. Existié tan sdlo a guisa de débil tendencia secun- *: daria en dreas tan atrasadas como Rusia, la China y la India. Arraigé poco, antes de la Segunda Guerra Mun- dial, en Inglaterra y los Estados Unidos, donde el ca- pitalismo funcionaba relativamente bien y donde los esfuerzos por corregir sus deficiencias pudieron verifi- : carse dentro del marco democratico —y cuajar, con la | ayuda de un prolongado boom bélico. La mayor parte de la oposicién al gran capital tuvo que ser abandona- da en la practica, aunque no se deberia incurrir en el error opuesto de considerar a los lideres fascistas como meros agentes del gran capital. La atraccién que ejer- cié el fascismo sobre la baja clase media de las ciuda- des, amenazada por el capitalismo, es bien conocida; aqui podemos limitarnos a una breve revista de los da- tos concernientes a sus diversos nexos con el campes nado en varios paises. En Alemania, el intento de esta- blecer en el campo una base conservadora masiva es muy anterior a los nazis. Segtin observa el profesor Alexander Gerschenkron, los elementos fundamenta- les de la doctrina nazi aparecen ya bastantes definidos en los esfuerzos generalmente eficaces de los Funker, a través de la Liga Agraria constituida en 1894, por con- 636 seguir el apoyo de los campesinos en 4reas «no jun- ikers» de granjas mds pequefias. La idea de un Estado ‘orporativo, el culto al Fiibrer, el militarismo, el anti- “semitismo, en una variedad estrechamente relacionada ‘con la distincién nazi entre capital «depredador> y «productivo», tales fueron los recursos que utilizaron :para explotar los sentimientos anticapitalistas del cam- pesinado."” Hay considerables indicios de que en los afios ulteriores, hasta la Depresién, los campesinos ha- cendados y présperos fueron perdiendo poco a poco fventaja ante los pequefios. La Depresion constituyé na crisis general y profunda, a la que el campo res- jondié sobre todo con el nacionalsocialismo. En las elecciones del 31 de julio de 1932, las ultimas relativa- “mente libres, el respaldo electoral del campo a los na- zis ascendié a un promedio del 37,4 por ciento, casi igual al del pais en conjunto." Si uno mira un mapa de Alemania que muestre la ‘distribucién del voto nazi en las 4reas rurales y lo com- ara con otros que muestren la de los precios del te- “rreno, de los tipos de cultivo’? o de las 4reas de unida- des de cultivo pequefias, medianas y grandes,” piensa feven seguida que el curso del nazismo en el campo no in embargo, al estudiar los mapas més a fondo, dis- | cierne acusados indicios de que los nazis tuvieron ma- -yor éxito en sus llamamientos al campesino cuya ex- plotacién era relativamente pequefia e improductiva para el drea particular en que estaba situada.”" Especial- mente para el pequefio campesino, atormentado por el avance del capitalismo con sus problemas de precios-e . 637 hipotecas que parecian depender de_hostiles interme-‘ diarios y banqueros de las ciudades, la propaganda nazi proyecto la imagen romantica de un campesino idealizado, Ital defender la causa de los campesinos, o que era prima riamente un «fendmeno rural». Pretensiones dispara tadas. Entre 1921 y 1931, el mimero de explotadores propietarios disminuyé en cosa de 500.000 personas; el de los arrendatarios en dinero —y en frutos—:s elev6é en unas 400.000: Esencialmente, el fascisni protegié la gran agricultura y la gran industria a.ex 640 pensas del obrero agricola, el pequefio campesino y el consumidor.”* Del examen del fascismo y sus antecedentes, dedu- . ®cimos que la:glorificacién del campesinado aparece a ;modo de sintoma reaccionario asi en la civilizacién oc- nes de las clases altas a los campesinos no responde a la iverdad. Pueden alcanzar amplia aceptacién —tanto [mas amplia, parece, cuanto mis industrializado y mo- iderno es el pais— justamente porque hallan eco en la s experiencia campesina. Contra el aprecio de que la glorificacién del cam- Pifan quiz4 algunos el ensalzamiento del pequejio &granjero por Jefferson y la defensa de la agricultura : campesina por John Stuart Mill. Ambos pensadores, sin embargo, miraban no tanto por los campesinos como por los pequefios hacendados independientes, E F tendencia caracteristica del primitivo capitalismo libe- ral, Su pensamiento no parece contener ningiin anun- cio del chauvinismo militante y la apoteosis de la jerarquia y sumisién que hallamos en versiones ulte- triores; s6lo arménicos ocasionales de una actitud ro- Antica respecto a la vida rural. Asi y todo, su actitud Eirespecto a los problemas agrarios y la sociedad rural indica los limites que los. pensadores liberales habian By fe a E , 641 ideas iayan venido a servir en nuestro siglo a propési tos reaccionarios, han debido tomar un nuevo tono aparecér en un nuevo contexto; la defensa del trabajo. duro y-de la pequefia propiedad en el siglo xx tiene un; sentido politico absolutamente diverso del que tenia a’ mediados del siglo xix 0 a fines del xvim1. 642

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