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IX LOS CAMPESINOS Y¥ LA REVOLUCION 2El proceso de la modernizacién empieza con revolu- + clones campesinas que fracasan. Culmina durante el siglo xx con revoluciones campesinas que triunfan. Ya ‘no se puede tomar en serio la idea de que el campesi- nado es un «objeto de la Historia», una forma de vida social por la que pasan los cambios histéricos, pero =. que no contribuye nada al impetu de los mismos. Para E.quienes saborean las ironias de la Historia, resulta ‘ ciertamente curioso que el campesino, en la era mo- ‘derna, haya sido tan agente de la revolucién como la F niquna, que ‘haya triunfado como actor histérico # junto_a las conquistas de la maquina. Su contribucién ‘irevolucionaria, sin embargo, ha sido muy desigual: , decisiva en la China y en Rusia, bastante importante ‘en Francia, muy menor en el Japén, insignificante en la India hasta la fecha, fatil en Alemania y en Ingla- terra una vez sofocadas explosiones iniciales. En este _ capitulo conclusivo, nos proponemos relacionar to- = dos esos hechos unos con otros, con la esperanza de p descubrir qué estructuras sociales y situaciones hist6- ticas producen revoluciones campesinas 0, al contra- i tio, las inhiben. it 643 La empresa no es facil. Las explicaciones generales clasicas chocan con importantes excepciones dentro de la serie de materiales aqui examinados. Ninguna de las teorias que valorizan un solo factor parece ser satis- factoria. Como los hallazgos negativos también tienen su utilidad, empezaré con un breve sumario de las teo- rias que me he visto obligado a desechar. La primera que tiende a preferir el investigador moderno es una simple interpretacién econdémica en términos del deterioro ocasionado en la situacién de los campesinos por el impacto del comercio y Ia in- dustria; cuando ha habido un deterioro en gran escala, son de esperar explosiones revolucionarias. Una vez mis sirve de piedra de toque el caso de la India, sobre todo al confrontarlo con el de la China. No hay indi- cios de que el deterioro en la posicién econémica del campesinado indio durante los siglos x1x y xx haya sido peor que el del chino. Sin duda los datos son in- suficientes en ambos casos. También en la India han estallado alzamientos campesinos pero sélo locales e inefectivos. Sean cuales fueren las diferencias, es su- mamente improbable que basten explicar el contraste en la conducta politica de los campesinos chinos e in- dios desde hace siglo y medio. Como las mismas, en todo caso, vienen de muchos més siglos atrés, es obvio que una simple explicacién econdmica no basta. Quizd se me objete que tal forma de explicacién econémica es demasiado simple. Lo que crea una situa- cién revolucionaria, zno podria ser, més allé de la mera decadencia en la situacién material de los campesinos, una profunda amenaza a su entero modo de vivir, a los 644 fundamentos mismos de la existencia campesina —pro- piedad, familia y religién? Los testimonios también son claramente negativos. No fueron los campesinos ingle- ses puestos a la deriva por las enclosures quienes se alza- ron en una revuelta masiva, sino los franceses, para los que los cercamientos sélo eran una contingencia. En 1917 la sociedad rusa estaba casi intacta. Asimismo, en el siglo xvi, como tendremos ocasién de mostrar mas detalladamente en otro lugar de este capitulo, no fue- ron los campesinos del Este de Alemania aplastados por la reaccién feudal y la reintroduccién de la servi- dumbre quienes se amotinaron y vertieron sangre, sino los del Sur y el Oeste, que habfan conservado, y aun ex- tendido, su modo de vivir tradicional. De hecho, se acerca més a la verdad la tesis absolutamente opuesta, como veremos a su debido tiempo. Otra divulgada tesis procede de la tradicién ro- méntico-conservadora: cuando el aristécrata vive en el campo hay menos probabilidades de trastornos cam- pesinos agudos que cuando se ha vuelto un amante del lujo y vive en la capital. Parece responder a los con- trastes entre la suerte de la aristocracia francesa y la de la inglesa durante los siglos xvm y xtx. Con todo, el terrateniente ruso del siglo xrx solfa pasar gran parte de su vida en sus estados, lo cual no impidié que los campesinos incendiaran casas solariegas y terminaran expulsando al dvorianstvo de la escena histérica. La te- sis resulta dudosa aun para la misma Francia. La inves- tigacién moderna ha demostrado que no todos los no- bles eran cortesanos pardsitos. Muchos llevaban una vida ejemplar en el campo. 645 Est, probablemente, algo més cerga de la verdad la tesis dé que un gran proletariado rural de labriegos sin. tierra es una fuente potencial de insurreccién y revolu- cién. Podria parecer que la refutan el enorme volumen y la miseria atroz del proletariado rural indio. Pero mu- chos de los labriegos indios se hallan vinculados al or- den vigente por Ia posesién’ de una exigua parcela y el sistema de castas. Cuando tales vinculos estan rotos 0 nunca han Ilegado a existir, como en las economias de plantacién basadas en.una mano de obra muy barata de raza distinta o en esclavos, las posibilidades de que es- tallen insurrecciones son mucho mis crecidas. Si bien los duefios de esclavos del Sur de los Estados Unidos quiz las temieron en exceso, en otros casos el peligro ha sido: muy real: en la antigua Roma, en Haiti y otras partes del Caribe durante los siglos xviii y xix, en cier- tas partés de Espafia en tiempos modernos, y muy re- cientemente en las plantaciones de cafia de azticar cubanas. Es probable que la hipétesis resultase confir- mada por una investigaci6n més concienzuda. Asi y todo, nunca explicarfa los casos histéricamente signifi- cativos. Ningiin proletariado rural de tal suerte fue im- portante en las revoluciones rusas de 1905 a 1917.’ Aunqué él caso de la China esté peor documentado, y pese al papel que han tenido en ella bandas de campe- sinos errabundos alejados de sus lugares por diversidad de causas, es indudable que los alzamientos revolucio- narios de 1927 y 1949 no se debieron a un proletariado rural cultivador de latifundios. Tampoco los estallidos revolucionarios del siglo xix. Lisa y llanamente: como explicacién general, esa teoria no sirve. 646 Desengaiiado de las explicaciones materiales, uno podria sentirse atraido por hipétesis en torno al papel de la religién. A primera vista, parece un rumbo pro- metedor. {No explica el hinduismo en gran parte la pasividad del campesinado indio? Mas generalmente, una cosmologia orgdnica que legitime el papel de las clases altas, expresadas en alguna teoria de la armo- nia del universo que ensalce la resignacién y la acepta- cién del hado personal, parece que debe servir de poderoso freno a la insurreccién, rebelién si los cam- pesinos aceptan sus normas. Ahi esta, justamente, la dificultad. Esas religiones son el producto de clases ur- banas y de clases sacerdotales. El asenso que obtienen entre los campesinos es problemético. En gerieral, las sociedades campesinas se caracterizan por el vigor de una subcorriente de creencias distintas a las de los es- tratos cultos, a menudo directamente contrarias. Trans- mitidas de palabra de generacién en generacién, lo probable es que sdlo fragmentos de esa tradicién sub- terr4nea lleguen a entrar en el registro hist6rico, y aun de una manera muy deformada. En la propia India, tan empapada de religién, hay numerosos indicios de una hostilidad muy difundida al brahman. Posiblemente tanto los campesinos de la In- dia como los de otras partes creen en la eficacia de la magia y el ritual comio tales, pero a la vez abominan al agente humano que celebra los ritos y el precio que les exige por ello. Los movimientos para eliminar al sa- cerdote, para conseguir acceso directo a la deidad y a la fuente de la magia, han fluido latentes lo mismo en Europa que en Asia durante largos perfodos, y estalla- 647 4 do de cuando en cuando en movimientos heréticos y rebeldes. También aqui debiéramos saber qué circuns- tancias determinan que los campesinos sean receptivos a tales movimientos en unas épocas y no en otras, En todo caso, tampoco son un factor universal de las re- vueltas campesinas mas importantes. Hay escasos indi- cios de un componente religioso en los disturbios campesinos que precedieron y acompafiaron la Revo- lucién Francesa. En la Revolucién Rusa, es sumamen- te improbable que tuviesen la menor importancia no- ciones revolucionarias de las ciudades, religiosas o laicas. G. T. Robinson, en su estudio de la vida campe- sina rusa antes de 1917, sefiala que las corrientes inte- lectuales religiosas y de otros tipos que incidian en los campesinos desde el exterior eran de todo punto con- servadoras y desestima el papel de las ideas revolucio- narias urbanas.’ Cabe suponer que una investigacién mas profunda podria revelar el papel de tradiciones subterréneas genuinamente campesinas y expresadas en términos religiosos. Tal tesis, sin embargo, para ser significativa, lo mismo en el caso de Rusia que de cual- quier otra sociedad, requiere noticias sobre cémo es- tan relacionadas las ideas con las circunstancias socia- les concretas. Es obvio que, de por si, la religién no depara la clave. Todas esas hipétesis adolecen del mismo error: atender en exceso al campesinado. Al reflexionar sobre el curso de cualquier rebelién preindustrial, advertimos que no puede entenderse sin referirla a las actitudes de # las clases altas que, en gran parte, la provocaron. Otro rasgo notable de las rebeliones en sociedades agrarias 648 es su tendencia a adoptar el caracter de la sociedad que combaten. Esté hoy oscurecida porque las rebeliones modernas triunfantes han preludiado una transforma- cién violenta y radical de la sociedad entera. En las re- beliones campesinas de antafio, era mucho més obvia. Los insurgentes batallaban por la restauracién de la «ley antigua», como en la Bawernkrieg, por el «real Zar» o el «buen Zar» en los alzamientos rusos. En la China antigua, las rebeliones campesinas venfan a pa- rar a menudo en el reemplazo de una dinastfa deca- dente por otra nueva y vigorosa, es decir en una res- tauracién de a poco més o menos la misma estructura social, Antes de fijarse en el campesinado, es necesario fijarse en la sociedad entera. Con las anteriores consideraciones en la mente, podemos ahora preguntarnos si ciertos tipos de socie- dades agrarias y premodernas estén més sujetos que otros a la insurreccién y rebelién campesina y, de ser asi, qué rasgos estructurales pueden contribuir a expli- car las diferencias. El contraste entre la India y la Chi- na basta para demostrar que las diferencias no sélo existen, sino que tienen dilatados efectos. Asimismo, el hecho de que incluso en la India haya habido una ten- tativa consumada de revuelta campesina, la de Hyde- rabad en 1948, aun dejando de lado otros alzamientos * menores, indica firmemente que ninguna estructura social puede ser del todo inmune a las tendencias re- volucionarias surgidas en el curso de la moderniza- ; cién. No cabe duda, por otro lado, que algunas so- , ciedades son mucho més vulnerables que otras. De momento podemos prescindir de todos los problemas SPR ME APOE EM Se er ton TN ONES gS ESM NT eee . 649 que aparecen en el curso de la modeynizacién y.con- eretarnos a las diferencias estructurales en las socieda- des premodernas.? El contraste entre la India y la China sugiere una hipotesis mds sustentable quiz4 que las arriba expues- 4 tas. La, sociedad india, como han observado muchos estudiosos, se asemeja a un organismo invertebrado enormé, pero muy simple. Su subsistencia no exigi6 una autoridad coordinadora central, un monarca, 0, para continuar la analogia biolégica, una cabeza. Du- rante mucho de la historia india hasta los tiempos mo- dernos, no hubo ninguna autoridad central que im- pusiera su yoluntad al subcontinente en bloque. La sociedad india recuerda las estrellas de mar, que los pescadores acostumbraban hacer trizas con safia; cada fragmento se volvia después una nueva estrella de mar. Pero la analogia es inexacta. La sociedad india atin era més simple, y a la vez, no obstante, mas diferenciada. EI clitna, las practicas agricolas, los sistemas tributa- rios, las creencias religiosas, y otros muchos rasgos so- ciales y culturales, diferfan notablemente de una parte del pais a otra. La casta, en cambio, era comin a todas, y ofrecia la armazén sobre la que se organizaba por doquier la totalidad de la vida. Ello posibilitaba dichas diferencias en el seno dé una sociedad donde cualquier segmento territorial podia ser amputado del resto sin dafiarlo ni dafiarse a si mismo, cuando menos de un modo irreparable. Desde el punto de vista de nuestro problema inmediato, es mucho més importante el re- vés de ese hecho: cualquier tentativa de innovacién, toda variacién local, viene simplemente a poner la base 650 de otra casta. No tan s6lo las nuevas creéncias religio- sas. Como la distincién entre lo sagrado y lo profano es muy dudosa para la sociedad india, y puesto que los cédigos de las castas, impregnados de elementos reli- giosos, cubren précticamente toda la esfera de activi- dades humanas, cualquier innovacién o tentativa de innovacién en €poca premoderna tendia a fundamen- tar otra casta. Asi, la oposicién a la sociedad y el vivir a costa de la sociedad pasaron a ser parte de la sociedad en forma de castas de bandidos o castas en forma de sectas religiosas. También existieron bandidos heredi- tarios en la China.’ Con todo, dentro del contexto chi- no, su significado fue muy diferente, aparte que la au- senéia de castas facilité el reclutamiento. En la China el terrateniente necesit6 un gobierno central fuerte * comio una de las piezas del mecanismo para extraer el excedente de los campesinos. Hasta tiempos bastante ' prdximos, la casta hizo innecesario ese sistema en la India. La sociedad china requirid, pues, algo asi como una cabeza, una autoridad coordinadora relativamente compleja en el centro. Los bandidos eran en la China una‘amenaza, y podian degenerar en insurrecciones campesinas. La hipétesis general inferible de esta breve recapi- * tulacion, que cierro con uno de aquellos ceteris paribus , usados por los eruditos para evitar cuestiones espino- © sas, podria exponerse como sigue: una sociedad muy » segmentada que se apoye en sanciones ampliamente esparcidas para salvaguardar su coherencia y para ex- : twaer el excedente del campesinado es casi inmune a la rebelién campesina, toda vez que la oposicién tiende a 651 tomar la forma de un nuevo segmento. En cambio, una burocracia agraria, es decir una sociedad que con- fia en una autoridad central para extraer el excedente, es un tipo més vulnerable. Los sistemas feudales, don- de el poder real esta esparcido en varios centros bajo la autoridad nominal de un débil monarca, se halla entre lo uno y lo otro. Tal hipdtesis cuadra, cuando menos, con los hechos basicos considerados en este estudio. La rebelién campesina fue un serio problema en la China tradicional y la Rusia zarista; fue algo menos grave, pero estuvo a menudo latente, en la Europa me- dieval; fue bastante apreciable en el Japén desde el si- glo xv; y casi no aparece en las historias de la India. Volviendo al proceso de la modernizacién, debe- mos sefialar una vez més que el éxito 0 el fracaso de la clase alta en la adopcién de la agricultura comercial re- percute enormemente en los resultados polfticos. Alli donde la clase alta rural ha pasado a producir para el mercado, abriendo asf la vida rural a los influjos co- merciales, las revoluciones campesinas han tenido poca importancia. Esa transicién antirrevolucionaria ha podido efectuarse por vias muy distintas. En el Ja- pon, durante los primeros tiempos de los Meiji, una clase alta rural que estaba siendo renovada a paso de carga conservé mucho de la sociedad campesina tradi- cional como mecanismo para extraer un excedente. En otros casos notables, la sociedad campesina fue des- truida, ya rompiendo su vinculo con la tierra, como en Inglaterra, ya reforzdndolo, como hizo Prusia, al rein- troducir la servidumbre. Y, a la inversa, la Historia in- dica que un movimiento revolucionario halla muchas 652 més facilidades para avanzar y llegar a ser una seria amenaza alli donde la aristocracia rural no ha desarro- llado un impulso comercial poderoso dentro de sus propias filas, Puede entonces quedar bajo ella una so- ciedad campesina, aunque maltratada, intacta, con la que le unen pocos nexos. También es probable que, a la vez, la aristocracia trate de mantener su estilo de vida en un mundo cambiante sacando un excedente mayor del campesinado. Asf sucedié, a grandes lineas, en la Francia del siglo xvi y en Rusia y la China du- rante el siglo xx y parte del xx.® La gran guerra campesina alemana, la Bauernkrieg de 1524-1525, ilustra muy bien tales correlaciones, so- bre todo si se comparan las 4reas donde estallé violen- tamente con aquellas otras donde no fue més que un episodio menor. Siendo asf que constituye la mas im- portante revolucién campesina de Europa en los ini- cios de la edad moderna, parece obligado dedicarle un breve comentario. Como de costumbre, ayudar4 a es- clarecer su sentido el contraste con la forma como se produjeron los cambios en la sociedad inglesa. Un in- fluyente sector de las clases altas rurales de Inglaterra necesitaba, no hombres, sino tierra para la cria de ga- nado lanar. Los Junker alemanes, en cambio, necesita- ban hombres, més especfficamente hombres vincu- lados a la tierra, para la produccién del grano que exportaban. Muchas de las disparidades en la historia , ulterior de los dos pafses se remontan a esa sencilla di- ferencia. En Prusia, las exportaciones de granos trajeron consigo la inversién de anteriores tendencias semejan- . 653 tes a las de la Europa occidental donde iba a triunfar andando el tiempo la democracia parlamentaria. A mediados del siglo xty, Prusia se hallaba atin en un es- tado andlogo al de la Europa occidental, si bien lo ha- bia alcanzado por una senda distinta. Era entonces un pais de campesinos présperos y relativamente libres. Como en el resto de lo que mas tarde seria el Nordes- te de Alemania, la principal causa de esa libertad habia sido la necesidad de otorgar condiciones favorables a los colonos germanicos inmigrantes —junto con el de- sarrollo de una fuerte autoridad central a través de la Orden Teuténica, y de una vigorosa vida urbana. Los campesinos germAnicos tenfan derecho a vender y le- gar sus tierras, asi como a vender sus productos en las ciudades vecinas. Sus deberes para con el sefior, lo mismo ‘én prestaciones monetarias que personales, eran escasos. La autoridad del sefior en los asuntos Iu- garefios era sumamente limitada; concern{a sobre todo a la «usticia suprema», es decir a los crimenes més graves. En general, los campesinos administraban por si mismos sus asuntos.’ Por toda el 4rea colonizada actuaba el /ocator, a me- nudo al servicio de terratenientes nobles, quien capta- ba colonos, los traia de sus lugares de origen, les asig- naba tierras, evaluaba los campos de la aldea, y en pago pasaba a ser su «alcalde», cargo que transmitia a sus descendientes, y se quedaba con posesiones mayores que las.de los demds.° En cierto sentido, pues, las al- deas del Nordeste de Alemania eran comunidades arti- ficiales que recibian sus derechos desde arriba en forma de cartas de privilegios (Handfesten). Su situacién dife- 654 tia a ese respecto de la de las aldeas germanoparlantes meridionales, que ganaron sus derechos en el curso de una prolongada pugna con el sefior. Ello puede expli- car en parte que el Nordeste no se resintiera después a la subyugacién, aurique probablemente contaron més otros factores. Otra diferencia con respecto al Sur fue el cardcter mixto de la poblaci6n, toda vez que los ger- manos se establecian en territorios eslavos. No obs- tante, las aldeas se fundaban por lo comiin en parajes deshabitados, y los campesinos eslavos no tardaron en adquirir el mismo estatuto legal favorable que los ger- ménicos.’ ‘A fines del siglo xv1, empez6 a haber ciertos cam- bios que conducirian mis tarde a la servidumbre de los * camipesinos. Las ciudades comenzaron a decaer; la au- toridad central a debilitarse. Pero lo més importante fue que alboreé un mercado de exportacién para el grano. Todas esas fuerzas juntas alteraron —el equili- brio politico del campo. Otras partes de Alemania y Europa experimentaron también una alteracién de la moneda corriente en virtud del debilitamiento de la autoridad real y una crisis agraria que condujo a la re- presién de los campesinos por la nobleza, hechos que contribuyeron a producir la Guerra de los Campesi- nos."° Pero sélo en el Nordeste de Alemania aparecié unjimportante comercio de exportacién de granos. Las consecuencias para los campesinos fueron de- sastrosas. Los sefiores cesaron de estar interesados en las prestaciones monetarias y tendieron, en cambio, a cultivar y ensanchar el dominio solariego. Necesita- ban para ello el trabajo de los campesinos. Los servi- 6ss cios personales fueron aumentados; se les vinculé al suelo. Se abolieron sus derechos a vender y legar las tierras que poseian, y no se les permitié ya casarse con personas de otros dominios. La mayorfa de esos cam- bios tuvieron lugar durante el siglo xv1, periodo de fuerte alza en los precios del grano. Vale la pena ad- vertir que, en tal situacién, la escasez de mano de obra no beneficié a los campesinos, sino que condujo a una severa disciplina para evitar que huyesen, y permitié a una nobleza, bien que numerosa, bastante débil esta- blecer un sistema represivo de Ja mano de obra sin la ayuda de un gobierno central poderoso. En realidad, la supresién formal de la Orden Teuténica en 1525 fue uno de los hechos politicos mas propiciadores de los resultados que acabamos de comentar.* Durante el perfodo de colonizacién, las aldeas campesinas habfan estado a- menudo fisicamente sepa- radas del sefiorfo y también habian sido en gran parte organismos independientes. A mediados del siglo xv, tal situacién prescribid,”* pues los sefiores irrumpie- ron, en las aldeas, econémicamente apropidndose las posesiones campesinas, en particular las del «alcalde», y politicamente estableciendo un monopolio de justi- cia."? Sin esa captura de la comunidad aldeana y des- truccién de su autonomia, seria dificil entender c6mo pudo imponer su voluntad una muchedumbre de no- bles dispersos. A fines del siglo xvu, la mayoria de los nobles, no frenados por ninguna autoridad formal de abajo o arri- ba, se habfan vuelto pequefios déspotas en el ambito de sus dominios. La revolucién «capitalista» del Junker 656 en los siglos xvi y xvu fue casi por entero social y po- litica. No hay indicios de cambios técnicos importan- tes en la agricultura que acompafiaran la ascensién de los Junker a la supremacia. El barbecho con alternan- cia de tres campos siguié siendo la prdctica casi uni- versal hasta aproximadamente la Guerra de los Siete Ajios; por el siglo xvin, las pricticas agricolas estaban muy atrasadas respecto a las del Oeste de Alemania, sobre todo en los grandes dominios de los Junker.'* Los campesinos ofrecieron escasa resistencia. El iinico alzamiento de entidad estallé en las cercanias de Kénigsberg en 1525, poco después de la abolicién de Ja Orden Teuténica. Nada sorprende que buena parte del impetu procediese de la ciudad misma y de quienes tenjan mds que perder —los campesinos libres més prosperos. La rapidez con que fue sofocado se debié al escaso apoyo de las ciudades, donde la vida corporati- va era relativamente débil, en contraste con la zona de Bauernkrieg.’* ‘ La situacién que condujo a la Bauernkrieg era, en sus aspectos més importantes, casi la opuesta a la del Nordeste de Alemania, y hace pensar en algunos de los factores que producirian dos siglos més tarde la Revo- lucién Francesa. Como la Bauernkrieg y las numerosas convulsiones precedentes afectaron un drea muy ex- tensa, desde lo que hoy es la Austria occidental, pasan- do por casi toda Suiza y la Alemania sudoccidental, hasta gran parte del alto valle del Rin, hubo, claro est, considerable diversidad en las condiciones locales, cosa que ha dificultado determinar sus causas, objeto atin hoy de viva controversia.” . : 657 Con todo, la mayoria de los esyudiosos estan de “4 acuerdo en el siguiente esquema. Los landgraves del § fuertes, y no més débiles como en el Nordeste, y em- pezaban a tomar medidas para controlar a su nobleza e instaurar una administracién uniforme de tipo moder- no. Esa forma de absolutismo era, sin embargo, una variedad pequefia y fragmentada, pues el emperador | habia disipado las energfas germénicas en una vana | pugna con el papado. La vida urbana florecfa; la Baja Edad Media fue la edad de oro de los Biirger de aque- Ila parte de Alemania. En Ja misma, los campesinos pudieron a veces ha- llar apoyo en la plebe urbana. Pero generalizar sobre } los estratos sociales con que se aliaron 0 a que se opu-~ sieron es muy arriesgado. En diversos lugares y mo- mentos, estuvieron contra casi cada uno de los grupos | existentes y también con algunos: en la Renania con § los nobles contra las posesiones mondsticas,”” contra la nobleza en otros casos, con la nobleza en todavia otros, i veces asimismo contra la burguesfa y el land- grave."* Todo lo mas que uno puede decir confiado es que el conflicto empez6 principalmente con las exi- gencias moderadas de campesinos ricos, se hizo més radical a medida que fue desarrollandose, y derivé por Ultimo en las visiones apocalipticas de Thomas Miin- zer. Esa progresiva radicalizacién, de la que ya hubo anuncios desde el principio," se debid en parte al re- J chazo de las demandas moderadas iniciales,”° asi como a la tendencia de los campesinos a abrazar nuevas ideas religiosas emanantes de la Reforma para justifi- } 658 car sus motivos de queja econémicos, politicos y socia- E les." También contribuyé probablemente a ella la re- : laci6n con las ciudades. Puede atin que derivara del - malestar de los estratos inferiores del campesinado, el cual fue dividiéndose en ricos y pobres mas o menos como en Francia a fines del siglo xvi, aunque no he hallado ninguna constatacién explicita de esa corres- * pondencia. La nobleza estaba sufriendo entonces una doble : presion: los esfuerzos de los landgraves por imponer su autoridad, y los efectos, mds generales, del desarro- Ilo de una economia comercial. Necesitaba dinero, y procuraba obtenerlo de diversos modos, restablecien- = do si podia derechos del pasado o —les parecia a los | campesinos— tratando de establecer nuevas obliga- = ciones. Nétese que las’ primeras olas de descontento campesino revistieron la forma de esfuerzos por con- servar o recobrar das alte Recht, «la antigua ley».” Lo que no hicieron los nobles, salvo aca y allé en pequefia escala, fue ponerse a cultivar para el mercado. Ahi re- side la diferencia decisiva entre el area de la Bauern- ° hriegy la de los Junker. Por lo que respecta a los protagonistas de la Baztern- } hrieg, la posicién econémica y social de un amplio sec- : tor del campesinado habia ido mejorando en los tltimos tiempos. Como observé un estudioso hace més de vein- te afios, los indicios de prosperidad entre los campesi- nos y Biirger de aquella parte de Alemania a fines de la » Edad Media han llegado a ser tan abundantes, que ya no Fes posible ver la causa de la revuelta en un deterioro E econdmico general.’? Ese hecho dice bien con la tesis de 659 La Bauernkrieg fracas6, y fue sangrientamente re- primida. Con ello las manifestaciones del campesina- do, tanto las radicales como, las conservadoras, queda- ron sepultadas. En parte por la victoria aristocritica, que segiin hemos visto se dio también en el Nordeste por otras razones y contra escasa resistencia, las pro- babilidades para la emergencia de la democracia parla- mentaria en el pais serian nulas durante siglos. Sdlo en el siglo xx volvié Alemania a dar pasos en tal direc- cién, y aun vacilantes y, al cabo, imitiles. Las respectivas victorias del Jandlord inglés y el Junker alemén constituyen formas casi diametralmen- te opuestas de transicién a la agricultura comercial por una clase alta agraria. También modos diametralmen- te opuestos de destruir la base de accién politica det campesinado. Pese a su derrota, esa accién fue intensa en las dreas de Bauernkrieg, donde las clases altas no dieron un asalto econémico a la sociedad campesina, pero segiin parece trataron de aumentar la cantidad de dinero que sacaban de los campesinos. La anterior inmersi6n en un caso concreto bastard, confio, para indicar los principales modos como la res- puesta de las clases altas rurales al reto de la agricultu- ra comercial crea situaciones que son favorables o des- favorables a los alzamientos campesinos. Las grandes 4reas donde han tenido mayor importancia las revolu- ciones campesinas en los tiempos modernos, Rusia y la China, se asemejan en que sus clases altas rurales no efectuaron en general una transicién lograda al mundo del comercio y la industria, ni destruyeron la organiza- cién social imperante entre los campesinos. « 661 Ahora podemos ya dejar aparte Ja conducta de la aristocracia para emprender una discusién més analiti- ca de los factores en obra entre el campesinado mismo. ¢Qué significa en rigor la modernizaci6n para los cam- pesinos ademas del hecho simple y brutal que tarde o temprano son sus victimas? Por razones generales, pa- rece obvio que los diferentes tipos de organizacién so- cial reconocibles en diversas sociedades campesinas, junto con la tempestividad y el cardcter del proceso de modernizacién, han de influir considerablemente en que la respuesta de los campesinos sea revolucionaria o pasiva. ¢Pero qué relacién existe en rigor entre esas variables? Veamos primero qué cambios generales tie- nen lugar a lo largo del proceso, tan complejo. En el plano de la agricultura, la modernizacién econémica requiere la extensién de las relaciones co- merciales a un 4rea mucho més amplia que antes, y el progresivo reemplazo del cultivo para la subsistencia por la produccién para el mercado.” En el de la politi- ca, una modernizaci6n efectiva exige el establecimien- to de orden piblico en un 4rea amplia, la creacién de un gobierno central fuerte. No hay una conexién uni- versal entre los dos procesos: Roma y la China estable- cieron dilatados imperios y gobiernos poderosos para las respectivas épocas sin generar ningin impetu apre- ciable hacia una sociedad moderna. Pero su combina- cién ha engendrado la modernizaci6n en diversas par- tes del’ mundo desde el siglo xv. El desarrollo de la autoridad del Estado y la intrusién del comercio, que pueden. advenir en tiempos bastante distintos, afectan los vinculos del campesino con el superior, la divisién 662 SE Se del trabajo dentro de la aldea, su sistema de autoridad, | las agrupaciones de clase dentro del campesinado, los * derechos de arrendamiento y de propiedad. A veces el influjo de ambas fuerzas externas puede ocasionar * cambios en la tecnologia y el nivel de productividad de | laagricultura. Que yo sepa, no hay ningiin caso de re- / volucién técnica agricola mayor que haya surgido en- tre el campesinado, aunque, segtin hemos visto, hubo al parecer una de ese tipo medianamente importante = en-el Japon, hacia el fin de la era Tokugawa. Hasta aqui, los cambios tecnolégicos han sido mucho més importantes en Occidente; en las economfas arroceras ; de Asia, el incremento de la productividad se ha verifi- cadé en general por la intensificacién del trabajo hu- ° mano. En dicho complejo de cambios interrelacionados, > tierien especial importancia politica tres aspectos: el carécter del vinculo entre la comunidad campesina y ‘su superior inmediato, la distribucién de la tierra y las divisiones de clase dentro del campesinado, y el grado . de solidaridad o cohesién de la comunidad campesina. Como estén intimamente interrelacionados, es impo- sible rastrear los esquemas caracteristicos de la moder- nizaci6n en cada uno de ellos sin trasladarlos e incurrir en repeticiones. Volviendo al punto de partida del proceso, halla- ~ mos que las comunidades campesinas 0 aldeas y sus la- os con el mundo exterior presentan ciertas semejan- zas muy marcadas en muchas civilizaciones agrarias. Empezaré por esbozar a grandes rasgos la contextura bésica general de tales comunidades, no sin advertir de : 663 oe ne tei s antemano que hay numerosas desviaciones politica- mente significativas. Nos ser4 més facil percibir qué significan si discernimos primero el modelo general. Limitaré el andlisis a las aldeas, entendidas como mi- cleos rurales compactos con campos a su alrededor. Aunque el sistema de caserias dispersas también se da bastante por doquier, no ha sido la forma predominan- te en ningiin pais, salvo quizds en algunas partes de los Estados Unidos en tiempos coloniales y de transicién. Y ese hecho es de suyo una de las razones para no de- nominar campesinos a los granjeros norteamericanos. Directa o indirectamente, el superior inmediato tuvo un papel decisivo en la vida de la aldea. En las so- ciedades feudales, fue el sefior; en la China burocrati- ca, el terrateniente vinculado a la burocracia imperial; en parte de la India, el zamindar, figura més 0 menos intermedia entre el oficial burocratico y el sefior feu- dal. La tarea general del superior seglar consistié en procurar seguridad contra los enemigos exteriores. A menudo, pero no universalmente, administré justiciay compuso las querellas entre los habitantes de la aldea. Al lado del superior seglar, hallamos con frecuencia al sacerdote. Su tarea consistié en contribuir a legitimar el orden social vigente y en explicar y vencer aquellos infortunios y desastres contra los que las rutinarias técnicas sociales y econémicas de los campesinos eran inadecuadas. A cambio del cumplimiento de esas fun- ciones, el superior y el sacerdote extrafan un exceden- te econémico de los campesinos en forma de trabajo, productos agricolas 0, incluso, dinero, si bien esa tilti- ma prestacién fue por lo comin menos importante 664, que las otras dos en la época precomercial. La manera como estaban distribuidas tales obligaciones entre los campesinos varié considerablemente. Su derecho a cultivar el suelo y a retener una parte de los productos dependia en general de que las cumplieran, Hay bastantes hechos favorables a la tesis de que, allf donde los vinculos derivados de dicha relacién en- tre la comunidad campesina y su superior son fuertes, la tendencia a la rebelién (y més tarde revolucién) campesina es débil. Tanto en Rusia como en la China, Jos vinculos fueron tenues y las convulsiones campesi- nas endémicas, pese a que apenas si cabria concebir comunidades campesinas de estructura més diversa. En el Japén, donde se pudo cerrar el paso a la revolu- cién campesina, la vinculacién fue muy efectiva. No deja de haber en los hechos algunos embrollos y con- tradicciones. En la India prebritdnica, el poder estric- tamente politico no alcanzaba a la aldea sino en ciertas areas. Pero habia una fuerte vinculacién a la autoridad a través de los sacerdotes. Para que los vinculos sean un agente efectivo de estabilidad social tienen probablemente que cumplirse dos condiciones. Una, que no exista demasiada com- petencia por la tierra u otros recursos entre los cam- pesinos y el superior. No se trata tan sdlo de cuanta tie- rra hay disponible. Las instituciones sociales influyen tanto como su cantidad en determinar que los campe- sinos estén o no hambrientos de ella. La otra condi- cién, entonces, dirfa yo, es una estrechamente relacio- nada con la anterior, a saber: la estabilidad politica requiere la inclusién del superior y/o el sacerdote en la ' 665 comunidad aldeana.como miembres que realizan ser- vicios necesarios para el ciclo agricola y la cohesién so- cial de la aldea, por lo que reciben premios materiales y privilegios bastante proporcionados. e Lo malo es determinar qué premios y privilegios son proporcionados a los servicios de la clase alta. En una sociedad feudal, :cudntas gallinas y huevos en pla- “4 del sefior serfan un pago «justo» por su proteccidn y § justicia?, 7 se trata de un punto completamente arbi- ! trario, sdlo dilucidable poniendo a prueba las respecti vas fuerzas? De un modo mis general, zno es el con- cepto de explotacién algo puramente subjetivo que no puede concretarse ni medirse, nada mas un epiteto po- lftico? Casi seguro que la mayor parte de los soci logos’ de hoy darian una respuesta afirmativa a esas’ preguntas. Si se adopta tal actitud, la proposicién que acabamos de sugerir resulta una huera tautologia. Sig- nifica: que los campesinos no se rebelan en tanto que aceptan como legitimos los privilegios de los arist cratas y sus obligaciones para con ellos. Por qué los Salo cabe atribuirlo a engaiio, porque una serie de re- compensas es ni mds ni menos arbitraria que cualquier | otra. Ahi, creo yo, toda la interpretacién subjetiva de la explotacin se viene abajo, queda por flagrantemente autocontradictoria. ¢Cémo pueden ser nueve décimas.:j partes de la cosecha del campesino una exaccién igual 4 arbitraria que un tercio? El punto de vista contrario, que la explotacién es en principio un concepto objetivo, tiene a mi entender: 666 més sentido generalmente y, cuando menos, depara la | posibilidad de una explicacién. El caballo de batalla es © si hay manera de evaluar de un modo objetivo las con- : tribuciones de actividades cualitativamente distintas, © como guerrear y cultivar el suelo, a Ja subsistencia de una sociedad especifica. (Los economistas acostum- braban decirnos que si, pero ahora, sospecho, no se « atreverfan a tanto.) Me parece que un observador «ob- jetivo» puede hacerlo plantedndose las cuestiones clé- sicas 2) ¢Es esa actividad necesaria a la sociedad?, :qué pensarfa si cesara o cambiara?, y J). cqué recursos son necesarios para que se pueda practicar eficazmente? Aunque las respuestas a tales preguntas presentan siempre un margen considerable de incertidumbre, tienen también un micleo objetivo racional. Dentro de limites lo bastante amplios para’que la sociedad funcione, el. cardcter objetivo de la explota- cién parece tan terriblemente obvio como para‘sospe- ! : « sina recibe de veras proteccién de su superior y cudn- , do éste es incapaz de rechazar a los enemigos 0 esté paz, que toma a los campesinos la mayor parte de sus alimentos, que les arrebata sus mujeres —como suce- i6 en vastas dreas de la China durante el siglo xix y primera mitad del xx— es de claro en claro explotati- "vo. Entre esa situacién y la «objetivamente» justa hay toda suerte de gradaciones en que la ratio entre los "servicios prestados y el excedente extraido de los cam- pesinos es disputable. Puede que tales disputas.intri- Kk guen a filésofos. No desgarrarén, probablemente, la sociedad. La tesis propuesta aqui sdlo afirma que las .; contribuciones de quienes combaten, gobiernan y re- zan han de ser obvias al campesino, y que los pagos compensatorios de éste no han de ser muy despropor- * cionados en relacién con los servicios recibidos. Para exponerla atin en otra forma, las nociones populares ; de justicia tienen una base racional y realista; y los sis- temas que se desvian de esa base necesitan por lo re- gular tanto més engajio y tanta més fuerza cuanto mas lo hacen. Ciertas formas de modernizacién son especial- mente proclives a trastornar cualquier forma de equi- librio establecido en Ja relacién entre la comunidad campesina y las clases altas rurales y a someter los me- canismos que las vinculan a nuevas presiones. El de- sarrollo del absolutismo real, cuando ha venido a acre- cer e intensificar las cargas del campesinado a fin de pagar el aumento de las fuerzas militares y burocracia administrativa, asi como una costosa politica de mag- nificencia cortesana, ha contribuido sobre manera a producir explosiones campesinas.** Los Borbones y los zares rusos, aunque de modos muy distintos, usaron % andlogamente tal combinacién de medios para aman- sar a sus respectivas noblezas a costa de no poco sufri- miento entre los campesinos. Estos reaccionaron con erupciones intermitentes, mucho més intensas en Ru- * sia que en Francia. Los Tudores y Estuardos de Ingla- terra afrontaron una situacién por entero distinta, y perdieron una cabeza real, en parte porque intentaron proteger a los campesinos contra la conducta «antiso- 668 E, cial» de una nobleza en vias de comercializarse. En el “ Japon, el sbégun Tokugawa volvié redondamente la es- i palda al mundo exterior, con lo que no tuvo que crear IY un costoso sistema militar y administrativo como los = monarcas absolutos de Europa. Los disturbios campe- sinos no adquirieron importancia hasta la iltima fase , de la era. De ordinario, la creaci6n de una monarquia cen- » tralizada entraiié que el superior inmediato de los campesinos traspasara sus funciones protectoras al Es- Bade ‘Tanto en Francia como en Rusia, ese cambio tavo lugar de tal modo, que dejé en gran parte intac- tos los derechos del sefior a una serie de obligaciones de los campesinos. La renovada potencia del Estado respald6 los derechos sefioriales porque la autoridad necesidad del sefior de estrujar mas a los campesinos. El escaso desarrollo de la agricultura comercial empe- oré la cosa, pues dificulté, si no imposibilit6, cualquier alternativa al despojo del campesinado. Segiin hemos visto, cuantas tendencias hubo hacia la agricultura co- del este de Europa, el pequefio sefior pasé a ser la fi- gura més reaccionaria, quiz4 porque estaban fuera de su alcance todas las alternativas: la corte, un buen ma- _ timonio, acometer una tentativa de agricultura comer- . 669 cial... Huelga explicitar la conexidn,entre tales proce- sos y el descontento campesino, ya puntualizada por. numerosos historiadores. del siglo xvi, donde el movimiento campesino que contribuyé a derrocar el ancien régime tuvo a la vezi marcados rasgos anticapitalistas y no menos marcados' rasgos antifeudales. En Rusia, el gesto zarista de extir-# par la servidumbre desde arriba no satisfizo a los cam-4 pesinos. Los pagos de redencién fueron demasiado} altos y las concesiones de tierra demasiado exiguas, como la subsiguiente acumulacién de atrasos vino} pronto a demostrar. Al no modernizarse el campo en! gran escala, los pagos de redencién vinieron a ser nue- régimen Kuomintang. Todo ie no implica que, en semejantes circuns-# térico que la mejora en la situacién econémica del campesinado puede ser preludio de revuelta.” Tal me« jora parece bastante estatuida para el campo inglés con 670 anterioridad a la sacudida de 1381, para las éreas de Bauernkrieg en la Alemania del siglo xvi, y para el cam- -pesinado francés previamente a 1789. En otros casos, los mas importantes Rusia y la China, las cargas sobre el campesinado, a buena cuenta, aumentaron. Sea como fuere, uno de los mayores peligros para un ancien régime durante las fases primitivas de la tran- E sicién al mundo del comercio y la industria es perder el apoyo de Ja corteza superior del campesinado. Una de las explicaciones més comunes es de tipo psicolégi- 2.0: la mejora limitada en la posicién econdmica de ese estrato ocasiona exigencias cada vez mayores y, a la lar- ga, un estallido revolucionario. Tal teorfa de una «re- volucién de esperanzas crecientes» puede tener algin yalor explicativo parcial. No vale, sin embargo, como explicacién general. Tanto para Rusia como para la (China, aun en el siglo xx, violenta los hechos hasta ha- §.cerlos irreconocibles. Los campesinos més ricos pue- @ den volverse contra el antiguo orden por distintas ra- “zones, segan circunstancias histéricas especfficas y su k impacto en distintas formas de sociedad campesina. La velocidad con que se producen los cambios en bel modo de vivir del campesinado, asi como el nimero de individuos simult4éneamente afectados, son de por i factores decisivos, Un deterioro econémico paulati- no puede ser aceptado con el tiempo por sus victimas Fee algo propio de la situaci6n normal. Sobre todo p “cuando no hay ninguna alternativa bien visible, la len- ta agravacién de la estrechez puede hallar gradual- }imente acogida en los criterios campesinos sobre lo justo y adecuado. Lo que enfurece a los campesinos & i on ai (y no tan sélo a los campesinos) es una ee | exigencia nueva y brusca que afecte a muchos de ellos: ala vez y que entrafie una ruptura con las reglas y cos?! tumbres admitidas. Los tradicionalmente déciles cam:" pesinos indios se resistieron en masa y suscitaron el es: pectro de una revuelta agraria en la mayor parte de Bengala cuando, en el decenio 1860-1870, las autori- 4 dades inglesas trataron de forzarles a cultivar indigo.a; precios de hambre para el mercado textil, en siibito4 boom.** Las medidas revolucionarias contra los sacer;’ dotes de la Vendée tuvieron efectos muy similares. No4 hace falta multiplicar los ejemplos. Lo significativo es : que, en dichas condiciones, los agravios individuales:: aparecen por ensalmo como colectivos. Si el impacto es de buena ley (repentino, bastante general, no tan se-. i rio como para que la resistencia campesina parezca de-'4 sesperada desde el principio), puede inflamar la solida- ridad rebelde o revolucionaria en cualquier tipo de} sociedad campesina. Ninguno es inmune,a mi enten- der. Sin embargo, hay variaciones en el potencial ex- plosivo que cabe relacionar con los diversos tipos de. sociedad campesina. A lo largo de este estudio hemos visto una notable gama de diferencias en el grado de cooperacién y de division asociada del trabajo dentro de las comunida- des campesinas. En un extremo podriamos poner a los campesinos de la Vendée con sus alquerias aisladas, bastante atipicas para los campesinos de sociedades ci- vilizadas. En el otro, la sumamente integrada aldea ja- ponesa, integracién que ha persistido hasta tiempos modernos. Por razones generales, parece obvio que el 672 grado de solidaridad alcanzado por los campesinos, + siendo como es una expresién de la entera red de ne- ?xos sociales dentro de la que los individuos viven toda su vida, ha de influir poderosamente en las tendencias politicas. Sin embargo, estando ese factor entretejido ; con otros muchos, el aprecio de su importancia pre- enta dificultades. Segiin interpreto yo los hechos, la usencia de solidaridad (0, més precisamente, un esta- lo de solidaridad débil, toda vez que alguna coope- racién siempre existe) obstaculiza en gran manera alquier accién politica. De ahi que tenga efectos con- servadores, aunque el tipo de shock arriba considerado puede anular tal tendencia conservadora y mover a los campesinos a la accién violenta. Por otra parte, cuan- lo la solidaridad es fuerte, cabe distinguir entre for- En la forma de solidaridad rebelde y revoluciona- tia, los engranajes institucionales son de tal naturaleza, que difunden los agravios por la comunidad campesina y la convierten en un grupo solidario hostil al superior. Hay s6lidos indicios de que ocurrié ast en las aldeas rusas a fines del siglo xrx y principios del xx. Una de Jas principales consecuencias de la periédica redistri- bucién de la propiedad en el mir, 0 comuna campesi- na, parece haber sido generalizar él hambre de tierra, alinear a los campesinos mds ricos con los més pobres. Esa fue, por cierto, la conclusién de Stolypin, quien revocé el anterior apoyo oficial al mir y traté de esta- blecer una versién rusa de la robusta yeomanry a fin de apuntalar el tambaleante trono de los Romanoff.** : 673 Vale también la pena recordar que los comunistas chi nos, antes de tomar el poder, tuvieron que produ esa forma de solidaridad con materiales sociales re: fractarios. La forma opuesta de solidaridad, la conservadora; recibe'su cohesién de un incrustar en la estructura so cial vigente a quienes tienen motivos de queja poten: ciales y. actuales. Eso:se efectéia, como indican los da: tos japoneses ¢ indios, por medio de una division d trabajo que se respalda en fuertes sanciones, a la ved que ofrece un nicho, bien que humilde, reconocido los poseedores de pocos bienes. Muy posiblementé? como én el sistema ruso, puede representar un inten de establecer una distribucién equitativa de un recurso escaso, aqui la tierra; la solidaridad conservadora basa eb la divisién del trabajo. En general, parece m: factible lograr que los individuos cooperen pacifica- menté,en una tarea comin que no en el uso de recur: sos escasos.*> Para exponer el mismo punto en una forma algo distinta, las ordenaciones de los bienes difieren muchi en el modo de vincular a los campesinos a la sociedad: establecida y, por ende, en sus efectos politicos. Se conservadores de la red de obligaciones parentales religiosas— requeria un minimo de hacienda. El pro- ceso de modernizacién, segin parece, aumenté mi notablemente el nimero de campesinos por debajo del, minimo, deterioro que bien podia haberse dado asi: 674. -nismo de vez en cuando en los tiempos premodernos; de ahi el potencial radical. Las aldeas japonesas e in- iis, en cambio, han ofrecido a quienes tienen poca o “ninguna hacienda un estado, si humilde, legitimo, tan- to-en los tiempos premodernos como en los modernos. El tipo de solidaridad débil que inhibe toda suerte de accién politica es fundamentalmente un fenémeno “moderno. Tras establecerse un sistema legal capitalista 2y después que el comercio y la industria hayan tenido ‘efectos lo bastante profundos, la sociedad campesina ede dar en una nueva forma de estabilidad conserva- lora. Asi sucedié en buena parte de Francia, en ciertas _éreas.del Oeste de Alemania y en otras regiones-de la ope occidental durante la primera mitad del si- }iglo xix. Marx, al comparar las aldeas francesas integra- das por pequefias explotaciones campesinas con los sa~ : "cos de patatas, capté la esencia de la cosa.* El rasgo Flave es que no existe una red de relaciones cooperati- Opone la aldea moderna a la medieval. Un estudio sciente de una aldea de ese tipo ubicada en el Sur de (talia pone de manifiesto sus resultas: la competencia Fenire las unidades familiares que la integran inhibe fovalquier forma de accién politica efectiva. El «fami- arismo amoral» que reina en esa aldea —una carica- fisra del capitalismo— arranca de su historia especifi- ica, un desarrollo extremo que contrasta con el de otras artes de Italia donde las relaciones intraaldeanas son 4s cooperativas.*” Los factores més importantes y ge- inerales son probablemente la desaparicién de los dere- |chos comunes y de la realizacién en comvin de ciertas /tareas en el curso del ciclo agricola; la descomedida eee 675 zos de la familia; y las relaciones competitivas introdu® cidas por el capitalismo. En un estadio més avanzadi del desarrollo industrial, ese tipo de atomizada aldeas campesina puede pasar a ser el semillero del sentix: miento anticapitalista reaccionario en el campo, segiin’ hemos visto al tratar de Alemania. En suma, las causas més importantes de revolucio= cién comercial en dirigida por las clases altas: rurales y la concomitante supervivencia de las institu ciones sociales campesinas en la era moderna, en que’? que siga estrechamente vinculada a las clases rurales dominantes, como en el Japén. De ahi que otra im- portante concausa haya sido la debilidad de los vineu- los institucionales que atan la sociedad campesina a las clases altas, junto con el caracter explotador de esa re- lacién. También ha formado parte del sindrome gene- ral la pérdida para el régimen de una clase alta de cam- pesinos ricos por haber éstos empezado, a adoptar métodos de cultivo més capitalistas contra una aristo- cracia que procura mantener su posici6n intensificando las obligaciones tradicionales, como en la Francia del siglo xvurt. Allf donde esas condiciones 0 no han existi- do 0 no han sido corregidas, o no han estallado revo- 4 tuciones campesinas 0 han sido’sofocadas ficilmente, Las grandes burocracias agrarias anexas al absolu- . ; . woe . . 4 tismo real, la China incluida, han estado especialmen- | 676 expuestas a dicha combinacién de factores favora- - “bles a la revolucién campesina. Su misma fuerza les ermite inhibir el desarrollo de una clase comercial y anufacturera. A lo sumo, alientan a una fragmentada :y cosida a las faldas del monarca con miras a la magni- ficencia y la guerra, como en la Francia del siglo xvi, Domando a la burguesfa, la corona reduce el impetu cia una més plena modernizacién en forma de rup- ‘tura revolucionaria burguesa. Ese efecto fue muy no- i table en la propia Francia. Rusia y la China, al escapar ‘a una revolucién burguesa, serian més vulnerables a revoluciones campesinas. Ademds, una buroctacia \i/agraria, con sus’ onerosas exigencias contributivas, {corre el riesgo de empiujar a los campesinos a aliarse on las élites urbanas locales, hecho particularmente peligroso, pues separa la maquina administrativa real ide la masa de la poblacién.®* Por iiltimo, si se arroga 4 las funciones protectorias y judiciales del superior lo- cal, la monarquia absoluta debilita el vinculo mis deci- sivo entre los campesinos y las clases altas. Y, si sélo las asume parcial y ocasionalmente es probable que venga a competir con las élites locales en la extraccién de re- cursos de los campesinos. En semejantes circunstan- cias, los notables locales pueden tender a apartidarse con los campesinos. . Los diversos tipos de ajustes solidarios entre los 2 importan sobre todo en tanto que constituyan focos para el establecimiento de una sociedad campesina distinta en oposici6n on la clase dominante y funda- menten conceptos populares de lo justo e injusto que . 677 . i choquen con los gobernantes. Segiip sean las forn especificas de las instituciones que promueven la cd: a hesién: campesina, las consecuencias seran conserva doras 9 radicales. La’solidaridad entre los campesinos ora ha ayudado a las clases dominantes ora ha sido arma contra ellas, pasando a veces de lo uno a lo otrg En algunas sociedades premodernas podemos tam = bién hallar una divisién del trabajo que cree much# menos cohesién, como fue el caso al parecer de Ja CI na. Asi, pues, el potencial revolucionario existent producirse el impacto de la modernizacién varia poco dé una sociedad agraria a otra. Por otro lado, formas mds extremas.de sociedad atomizada que i ben en gran manera cualquier accién politica efectiy y que tienen profundos resultados conservadores pare cen surgir en una fase del capitalismo algo més tardis Tal cultura de pobreza egoista constituye quizé ta s6lo un estadio transicional propio de reas remota todavia-no alcanzadas por el industrialismo avanza ‘Todos esos factores explican, creo, cémo aparect un potencial revolucionario entre el campesinado Que el mismo llegue a ser efectivo polfticamente pende} de que los agravios campesinos vengan o noi fusionarse con los de otros estratos. Los campesin nunca han podido consumar una revolucién por si los. En ese punto los marxistas aciertan plenamente, si} bien van fuera de trastes en otros aspectos trascend tales. Lios campesinos han de tener lideres de otras cla ses. Pero el liderazgo solo no basta. Los alzamieni campésinos de la Edad Media y de fines de la Ed Media, dirigidos por aristécratas 0 ciudadanios, fueroi 678 ‘con todo aplastados. Ese hecho podria servir de salu- Edable advertencia a aquellos deterministas modernos, [no por cierto todos marxistas, que se figuran que, una ‘vez agitados los campesinos, estén necesariamente al er grandes cambios. En realidad, los alzamientos tampesinos han sido sofocados mucho més a menudo ‘que no han triunfado. Para que triunfen, se requiere ima combinacién de circunstancias bastante insélitas e no se ha dado sino en los tiempos modernos. El gmismo éxito, por otra parte, ha sido siempre de ca- icter absolutamente negativo. Los campesinos han ‘proporcionado la dinamita para volar el edificio viejo. Jas obras de reconstruccién subsiguientes, no han portado nada; de hecho han sido sus primeras victi- as incluso en Francia. Ademés, para que una rup- -evolucionaria resulte factible, las clases altas han que siempre ha habido importantes excepciones iduales. Por supuesto, el movimiento campesino no hallara aliados entre la élite. Puede, sin embargo, arrastrar ‘mn sector de la misma, especialmente, en la era mo- iones, ha atraido mucha més atencién de la que rresponderia a su importancia politica, en parte por- ie aquéllas dejan tras si testimonios escritos y tam- 679 bién porque quienes escriben la Historia son asimismo.! intelectuales. Negar que una revolucién dimana del malestar campesino porque sus lideres se acierten a ser. intelectuales o personas de profesiones liberales es una supercher‘a particularmente engaiiosa. Qué aliado pueda hallar el descontento campesino, depende de la fase porque atraviese el desarrollo eco- némico del pais y de circunstancias histéricas més es- pecfficas; esos factores también determinan el punto ‘3 en que los aliados se vuelven contra el movimiento = campesino para moderarlo o suprimirlo. En la Bavern- krieg, los campesinos alemanes recibieron alguna ayu- da de las ciudades y de aristécratas rurales disidentes, pero no lograron nada; la fuerza colectiva que la élite rural, pese a las disidencias, pudo desarrollar fue aplas- tante. En Francia, el movimiento campesino se fusio- 2% né con las reivindicaciones burguesas, sobre todo por. que la reaccién feudal precedente habia soliviantado a los campesinos ricos. Me parece, sin embargo, que tal conexién fue precaria y que bien habria podido torcer- se hacia la oposicién, pues muchos burgueses posefan. fincas en el campo y abominaban los desérdenes cam- pesinos. Otro aliado de cuenta fue el vulgo de Paris, aunque el término aliado no ha de entenderse aqui en el sentido de que sus tacticas estuvieran coordinadas 0 que uno u otro de los dos estratos tuvieran una tictica coherente respecto a su alianza. Los sans-culottes fue- ron en su mayor parte pequefios artesanos y oficiales, que han tenido en general un papel revolucionario mucho més importante de lo que nos Ilevaria a creer la teorfa marxista. 680 En la Rusia de 1917, las clases comerciales e indus- triales no podfan ser un buen aliado para los campesi- que por algun tiempo se hubiese entretenido barajan- do ideas constitucionales inspiradas en las de Occi- dente, estaba vinculada por muchos hilos al gobierno zarista, que habia fomentado cierto desarrollo capita- lista de invernéculo —en gran parte por razones mili- tares. Cosa quizds atin mas importante, ningiin sector del campesinado ruso tenfa interés en asegurar los de- rechos de propiedad contra los residuos del feudalis- mo, como habia sucedido en Francia. Las exigencias del campesino ruso eran brutalmente simples: desem- barazarse del propietario, repartir el suelo, y claro esta, parar la guerra. Los Demécratas Constituciona- , siderado la posibilidad de aceptar las exigencias cam- pesinas. Pero, cuando la cuesti6n tuvo que ser afrontada directamente, el ataque frontal de los campesinos a la propiedad fue demasiado para su estémago. A los ; obreros industriales, en cambio, el afén por repartir la tierra no podia causarles ninguna inquietud, al menos de momento. Los campesinos querfan la paz porque eran las principales victimas de la matanza y tenfan es- caso interés en defender a un gobierno que se negaba ahacerles concesiones. Los bolcheviques no disponian | entre ellos de una masa de seguidores. Pero, como i ‘nico partido sin vinculos con el orden existente, pu- . 681 dieron permitirse aceptar provisionalmente sus exi- gencias'a fin de conquistar el poder. Lo hicieron en esa’ etapa y yolvieron a hacerlo tras el caos de la Guerra’ Civil. Luego, como bien se sabe, hallaron necesa volverse:contra aquellos que les habfan Ilevado al po: der, forzar a los campesinos a encuadrarse en granjas colectivas para que fuesen la base principal, y las prin- cipales;victimas, de la versién socialista de la acumula~, cién capitalista primaria. En la China, tenemos ain otra combinacién dei circunstancias, menos conocida, en parte porque los, hechos son allf todavia demasiado recientes para haberi sido objeto de amplia investigacién histérica. Es dificil) sefialara un estrato bien definido como aliado de los’ campesinos, sobre cuyas espaldas los comunist terminaron alcanzando la victoria, aunque, 0 quiz en’ parte porque, el descontento contra el Kuomintang se habia difundido por todas las clases. Segiin ha expues: to convincentemente un estudioso contempordnéo; los Corfunistas apenas avanzaron mientras se atuvi urbanos, no obstante, es improbable que los campesi: nos solos hubiesen podido organizar el Ejército Rojo j: promover la guetta partisana que distinguié a esa re volucidn de las precedentes y ha establecido un mode: antagonistas han sido curiosos; un aspecto del entu: siasmo occidental por, aprender las «lecciones» de 682 guerra de guerrillas recuerda las ideas japonesas del si- glo x1x en torno a la democracia: la creencia que es una simple técnica cuya apropiacién, perfectamente posi- | ble, traera consigo todas las dems ventajas de que dis- E fruta el adversario. : ‘Tanto en Rusia como en Ja China, las posibilidades de parar el proceso de decadencia en algin punto an- terior a la revolucién campesina fueron muy escasas, I< debido sobre todo a la falta de una base firme en las fi clases comerciales e industriales para el desarrollo del * capitalismo, liberal o reaccionario. Si va a suceder lo mismo en la India es cuestién a la que sélo el futuro dard respuesta segura. Sentar conclusiones sobre la In- dia a partir de la China es absurdo, toda vez que as- ‘pectos mayores de sus respectivas estructuras sociales grarias se oponen de medio a medio. Si el programa grario del actual gobierno no resuelve el problema alimenticio de la India, y hay buenos motivos para un célculo pesimista, es sumamente probable que sobre- venga un cataclismo politico. Pero no va a tomar de Ee gida. Dada la estructura social de la India, parece mu- fy cho mds probable ya un tumbo hacia la derecha ya una agmentacién segtin lineas de fractura regionales, o guna combinacién de ambos fenémenos. El caso de («la India mueve a uno a preguntarse si la gran ola de re- zyoluciones campesinas, hasta aqui uno de los caracte- # res mds distintivos del siglo xx, no habré gastado ya su @ifuerza. Cualquier intento de considerar a fondo esa Ecuestion requerirfa un estudio detallado de Latinoa- [imérica y Africa, tarea ingente que debo dejar para Fe 683 otros. Con todo, quizd valga la pena hacer un sugeri- miento. Durante el proceso de modernizacién, las cir-: j cunstancias de la vida aldeana rara vez han aliado a los campesinos con el capitalismo democritico, forma- cidn histérica cuyo cenit, en todo caso, ya pas6. Sila | ola revolucionaria sigue propagdndose por el mundo atrasado en los afios venideros, dificilmente tenderé a: § configurarse en tal sentido. 684

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