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La Republica entre lo antiguo y lo moderno ~ Liliana A. Demirdjian’ -~ Sabrina T. Gonzdlez™ “Ninguna civilizacion - artefacto hecho por el hombre para albergar a suce- sivas generaciones - hubiera sido posible sin un marco de estabilidad para fa- cilitar el fluir del cambio. Fundamentales entre los factores estabilizadores, mas resistentes que las costumbres, las maneras y las tradiciones, son los sis- temas legales que regulan nuestra vida en el mundo y nuestros asuntos coti- dianos con los demas” (Arendt, 1999: p. 86). layable en la tradicién del pensamiento de Ja filosofia politica. Un segun- do plano suele destinarse a la consideracién de las situaciones criticas, que por lo general son Ia antesala para Ja concepcién, madurez y puesta en mar- cha de proyectos politicos creados con el solo fin de atemperar los 4nimos impe- rantes. Es asi como, conforme lo sefiala Sheldon Wolin, todo filésofo politico se encuentra alguna vez interpelado por la siguiente pregunta: “;Qué tipo de cono- cimiento necesitan gobernantes y gobernados para que se mantenga la paz y la es- tabilidad? (Wolin, pp. 17-8). Una respuesta posible a tal interrogante es la opcidn por un sistema republi- cano de gobierno. Asi, la nocién de repiblica aparece entre los clasicos de Ja an- tigiiedad, el humanismo civico de la Italia renacentista, el radicalismo inglés y el constitucionalismo norteamericano (Gargarella, 1998: p.40) como alternativa an- te el dilema siempre acuciante que impone el dirimir una realidad caracterizada en términos de orden y conflicto }. I a preocupacién por la construccién de un orden estable es un dato insos- * Licenciada en Ciencia Politica y Sociologia de la Universidad de Buenos Aires. Docente ¢ investigadora en la Facultad de Ciencias Sociales de a mencionada institucién. * Licenciada en Ciencia Politica de la Universidad de Buenos Aires. Docente ¢ investigadora en la Facultad de Ciencias Sociales de la mencionada institucién. ~ 337 La filosofta politica moderna Nos interesa entonces hacer hincapié en la categoria de repiblica como sig- nificante con la cualidad de adoptar diversos significados segim el contexto en el que su férmula se despliegue. En particular, al menos dos aspectos dotan a esta categoria de un contenido propio que permite establecer un hilo conductor entre periodos histéricos tan distantes. En primer lugar, la replica es recuperada co- mo parte de una tradicién de pensamiento que encuentra en el caracter mixto del régimen un reaseguro.de estabilidad alternativo.a las formas simples de gobier- no, como por ejemplo la monérquica. En segundo término, esta reedicién no es mecanicista ni mucho menos lineal, sino que requiere de instituciones y condicio- -nes materiales que adapten y/o trasciendan su disefio primigenio. En otras pala- bras, se trata de una repiblica siempre renovada ante las exigencias de cada rea- Midad, segém las condiciones que est iiltima imponga, tales como una mayor ex- “4ensi6n territorial y un aumento demografico considerable que se torna imperio- so integrar dentro de un proyecto de pais. Justificar ambas afirmaciones nos impone cixcunscribir un recorrido, ante el peligro de disgregar la argumentacién al punto de tornarla incomprensible y por lo tanto absolutamente initil. Asimismo, sucede que es dificil escapar de la in- fluencia de los dos grandes hitos de la tradicién occidental: el modelo romano y el norteamericano. Para definir la historia de Ja antigua Roma de modo restringido, nos remiti- Temos a su transformacién de ciudad-estado en Imperio. Con la expulsién del w- timo rey romano, Tarquino el soberbio (509 a.C.), la repiblica es fundada a par- tir de la sustitucién del monarca por la instituci6n del Magisterio. Asi, la conduccién de los asuntos romanos no era ya una cuestién regia: el gobierno se transformé en “cosa del pueblo”, esto es, en res publica. En el primer apartado transitaremos los aportes de Polibio, Cicerén, Bodiny Maquiavelo en lo que de esencial nos permita trazar una ldgica argumental que _hos conecte con los afios fundacionales del constitcionalismo_norteamericano.__. En un segundo ac4pite daremos cuenta de la repiblica posible que plasma El Fe - deralista, considerado una de las fuentes de primer orden para una exégesis de la Constitucién norteamericana. Respecto del mismo, nos interesa trascender Ja im- pronta de sus mecanismos politico institucionales y fijar la mira en el tipo de civ- dadano que requiere la particular forma de organizacién econémico-politica ala que aspira una nacién con deseos de apropiarse de un futuro de grandeza. Final- mente, y s6lo con el objeto de ejemplificar la reconocida influencia de los meca- nismos e instrumentos institucionales legados por la constitucién norteamericana . el contexto latinoamericano —aiin cuando la circulacién y difusién de dichos debates no fue inmediata ni mucho menos masiva-, tomaremos sucintamente la formula presentada por Juan Bautista Alberdi en las Bases y puntos de partida © para la organizacién politica de la Repiblica Aigentina como modelo que repro- duce la repiiblica restrictiva pautada en El Federalista, que encontrara en sus li- 338 La Repitblica entre lo antiguo y lo moderna neamientos fundamentales expresién instimeional en el proyecto constitucional de 1853. Segiin lo expuesto hasta aqui,.s6lo nos resta explicitar.que partimos del si-. guiente presupuesto basico: no existe proyécto institucional alguno que pueda ser considerado objetivo ni mucho menos inocuo; siempre est4 inscripto dentro de. una particular seleccién y distribucién de premios y proscripciones, a las que nos ‘Xzeferiremos brevemente en las conclusiones. Un derrotero posible a partir de la nocién de Republica En la antigiiedad el concepto de repiblica connotaba un signo de estabilidad ‘definido en virtud de su cardcter mixto. Elemento éste que implicaba la fusién de magistraturas, que tendrian como cualidad incorporar a los sectores sociales fun- damentales. A continuacién consideraremos algunos de los principales cambios a tener en cuenta para entender por qué esta forma de gobierno se torna pasible de ser retomada ante diferentes situaciones de crisis. Inicialmente cabe preguntarse por qué la repiblica inaugura su tradicién en Roma y no en Grecia. Ante tal interrogante, baste recordar que dentro del pensa- miento griego la aproximacién analitica es siempre totalizante y subsume la po- sibilidad de lo diverso en la unicidad como lugar de Ja suma perfeccién. Por ello, Grecia no es el Ambito donde podr4 concebirse una idea acabada de repiblica co- mo forma de organizacién de las magistraturas, Por el contratio, Roma facilitara la posibilidad de pensar lo disimil como lugar de la integracién en vistas a la con- formacién de un orden. La acepiacién de lo diverso imprime al disefio institucio- nal romano un modelo que expresa en cada uno de los tres espacios piiblico-ins- titucionales (el consulado, el senado y el tribunado de la plebe) la légica de lo he- terogéneo. Este entramado se amplifica y entra en crisis con el paso de la urbe al orbe. \ No obstante lo antedicho, resta explicar por qué Arisidteles merece ser men- cionado entre los clasicos de la antigiiedad. Al respecto, retomemos a Aristételes cuando incorpora en La Politica ala politeia o mejor régimen posible como la fu- sién de dos regimenes desviados: oligarquia y democracia. Si bien Arist6teles no resuelve la formula republicana en el mismo sentido que Roma, proyecta Ja plu- ralidad y el interés material dentro de la tensién entre lo publico y lo privado. En continuidad con aqueilo que anticipéramos en la introduccién, la estabili- dad de los regimenes es el horizonte de ia busqueda que-cl fundador del Liceo emprende en su estudio de las diversas constituciones griegas. La armonia de las polis griegas se lograria con el desarrollo de un amplio sector medio que disten- diera la tensi6n entre dos polos igualmente pemiciosos para la ciudad: la excesi- va posesién de bienes, y la extrema pobreza. Esta pugna entre ricos y pobres es 339 La filosofia politica moderna una distincién supiiesta como natural, a partir de la cual se comprende por qué la ighaldad es siempre un atributo del ciudadano, que’se resuelve por lo tanto en el 4mbito especffico de lo publico, pero que de ninguna manera implica o presupo- ne condiciones de igualdad material entre los habitantes de Ja polis. Ya insertos en la experiencia romana como momento fundacional respecto de la concepcién del término repiblica, es Polibio quien sienta escuela respecto de “Ja tradicién clasica, al explieitar que el ciclo de degeneracién de los regimenes es ~producto del carcter simple de los mismos. En tanto pensador de ja historia y:no mero compilador cronolégico, Polibio aporta como originalidad una mirada grie- -ga sobre la realidad romana *, S6lo desde tal perspectiva puede comprenderse una de sus afirmaciones mas fuertes, la teoria de los ciclos sempiternos 3, y la conse- ,suente necesidad de estructurar un régimen mixto que resuelva el dilema de la inestabilidad y genere estructuras de equilibrio. En concordancia con la tradicién griega, Polibio distingue tres formas bue- nas y tres formas desviadas de regimenes politicos. En el primer caso sitia entre los buenos regimenes a la monarquia, la aristocracia y la democracia segin go- biemen uno, los mejores, o el pueblo. Entre los segundos -segin gobiernen uno, los ricos, o el populacho- nombra.a la tirania, la oligarquia y la oclocracia *. En este sentido, podemos sefialar respecto-de la ubicacién de la democracia, que, en tanto para Aristételes aparece como el primero de los gobiernos no rectos y en este sentido es contraparte de su consiruccién republicana, para Polibio el gobierno del pueblo ya se instaura como una forma buena de mandato. “Estaba persuadido de que toda especie de gobierno simple y constituida so- bre una sola autoridad era peligrosa, (...) porque fomenta en si mismo la can- sa de su destraccién; del mismo modo cada especie de gobierno alimenta dentro de si un cierto vicio que es la causa de su ruina. Por ejemplo, la mo- narquia se pierde por el reino, la aristocracia por la oligarquia, la democracia por el poder desenfrenado y violento” (Polibio, 1965: p.348). Para Polibio, entonces, el gobierno de la repiblica romana descansaria en tres cuerpos, en los cuales los derechos estan balanceados y distribuidos de tal modo, que de ninguno puede darse certidumbre respecto de si se est4 frente a un gobier- no aristocratico, democratico o monarquico *. El pasaje entre las distintas formas de gobierno que propone Polibio responde a la siguiente secuencia: monarquia, tiranfa, aristocracia, oligarquia, democracia y oclocracia. Esta ultima forma, la - oclocracia, es concebida no como el poder del pueblo en el sentido positivo de la prdctica participativa, sino en tanto expresién del desprecio por Ia ley y la violen- ta movilizacién de las masas. Llegado este punto en Ja trama de nuestro desarrollo, un segundo momento de reflexién exige recurrir a la innovacién que aporta el pensamiento ciceroniano. 340 La Repiblica entre lo antiguo y lo moderno En Sobre la Repiblica Cicer6n enaltece la vida practica y nos presenta una teflexién pragmatica respecto de‘las practicas del pueblo romano, pero conjuga- da con una alta concepcién de la vida politica. El hombre cicéroniano existe pa-... * 1a servir a los demés y perfeccionarse en Ja-virtud. Y, en este sentido, no hay vir- tud més excelsa que la que se expresa en la practica de quien se esfuerza por ejer- ferel gobierno de la republica. : Es por boca de Escipién que Cicerén afirma: &. “Asi, pues, la cosa piiblica (republica) es lo que pertenece al pueblo; pero <* pueblo no es todo conjunto de hombres reunido de cualquier manera, sino el “+ conjunto de una multitud asociada por un mismo derecho, que sirve a todos por igual” (Cicerén,1995: § 25,39). La repiblica es entonces la gestién piblica del gobierno del pueblo, enten- dido éste como aquel agregado humano que posee el derecho comin al servicio de todos, a partir de un acto voluntario - racional asociativo. _ Segin el pensar ciceroniano, cada uno de los regimenes clasicos tiene desven- tajas. En la monarquia los restantes ciudadanos quedan apartados en demasia de las actividades en el derecho y-el gobierno. Si dominan los mejores se dificulta el ac- ceso de las mayorias, cuya posibilidad de participacién se ve cercenada por no po- seer potestad para la toma de decisiones. En el caso de que quien detente el poder sea el pueblo, dado su cardcter igualitario se torna inexistente la distincién de gra- dos de dignidad. Aim cuando no exista perfeccién en ninguna de las formas tradi~ cionales rectas, sin embargo aconseja la tolerancia en virtud de cierta estabilidad. “Cualquiera de estas tres formas:sirve para mantener aquel vinculo que em- pezé a unir en sociedad pablica a los hombres, no es perfecta ciertamente, ni ninguna de ellas, en mi opinién, es la mejor, pero si es tolerable, y cada una puede tener. ventajas. sobre las otras. En efecto, un rey justo y sabio, o los principales ciudadanos selectos, incluso el mismo pueblo, aunque esto sea lo menos deseable, puede ofrecer cierta estabilidad, siempre que no interfieran injusticias y codicias” (Cicer6n,1995: § 26,42). Ahora bien, Cicerén se posiciona finalmente a favor de la forma mixta de go- Dbierno cuando detaila que es ésta la que conjuga la fortaleza de la monarquia con el respeto por la libertad de los mejores propio de ja aristocracia y la atencién de Jos intereses de todo el pueblo presente en la democracia. “Siendo esto asi; es con mucho la mejor forma de gobierno de aquellas tres primeras-a mi juicio, la de los reyes, pero mejor que ésta sera aquella forma combinada y moderada que-se compone de los tres:primeros tipos de repi- blicas. En efecto, conviene que haya en la repiblica algo superior y regio, al- go impartido y atribuido a Ja autoridad de los jefes, y otras cosas reservadas al arbitrio y voluntad de la muchedumbre” (Cicer6n,1995: § 45,69). 341 La filosofia politica moderna Para finalizar este apartado nos ‘parece imprescindiblé mencionar un contra- punto entre dos autores que comparten la misma época del _viejo continente, ya que en ellos podemos ver dirimida la polémica entre la opcién ‘monarquia’o ‘re- ‘publica’desde posturas divergentes: Jean Bodin y Nicolés Maquiavelo. En primer lugar, Bodin es terminante y no acepta Ja posibilidad de existencia de una forma politica mixta. La raz6n de tal negacién es interesante porque remé te al concepto de soberania. En otras-palabras, Bodin dice.que el témmino ‘repi-~ _blica’ implica una contradiccién respecto del principio de indivisibilidad inma- “nente a la l6gica soberana. _ “El principal atributo de la repiblica -el derecho'de soberania-, s6lo se da y » conserva en Ja monarquia. En una repiblica sélo uno puede ser soberano; si son dos, tres o muchos, ninguno es soberano, ya que nadie por si solo puede dar ni recibir ley de su igual” (Bodin, 1997: p. 289). En este sentido, Bodin sostiene que s6lo las tres formas simples de regime- nes pueden sustentar este principio esencial para la materializacién de estados so- beranos. Entre ellas opta claramente por la potestad regia, y retoma una visién anrquica y desventajosa respecto de ios gobiemos populares ’. Asi, Bodin se pre- guata: . “{Cémo puede un pueblo, es decir, un animal de muchas cabezas, sin enten- dimiento ni raz6n, aconsejar nada bueno? Pedir consejo al pueblo, como se hacia antiguamente en las repiblicas populares, significa tanto como pedir cordura al loco” (Bodin, 1997: p. 282). En contrapunto con Bodin, Maquiavelo observa en los Discursos sobre la primeras década de Tito Livio el caracter ciclico en el que giran ios regimenes po- liticos, y afirma: “Un pais podria dar vueltas por tiempo indefinido en la meda de las formas de gobierne” (Maquiavelo, 1997: p. 35). _ALigual que Rolibio, Maquiavelo establece el ritmo_y_las_causas porlas cua- ._ les ningun régimen simple logra mantenerse a través del tiempo. La secuencia del pasaje va de la monarquia a la tiranfa, de ésta a la aristocracia, de aqui a la oli- garquia, que deviene en democracia, y finalmente ésta resulta en un gobierno se- mejante a la anarquia, especialmente una vez extinguida Ja generacién que la ha- bia organizado. A partir de la comparacién entre las experiencias de Atenas y Esparta, Ma- quiavelo afirma que la constitucién de formas de gobierno simpie produce ines- tabilidad. El disefio institucional que Solén concibié para la primera ciudad y Li- curgo definié para la segunda, condicioné el breve destino de Ja una y el largo ca- maino recorrido por Ia otra. “Entre los que merecieron mas alabanzas por haber dado constituciones de este tipo mixto se encuentra Licurgo, que ordené sus leyes de Esparta de ma- 342 44 Kepublica entre to antiguo y to moaerno nera que, dando su parte de poder al rey, a los nobles y al pueblo, dur6é mas de ochocientos afios, con suma gloria para él y quietud para su ciudad. Suce- de Jo contrario con Soién, el que dio leyes a Atenas, pues organizéndolo to- do segin gobiemo exclusivamente-popular, lo construyé de vida tan breve que antes de morir vio cémo nacia la tirania de Pisistrato (...); asi que, sélo por no haber incorporado a su gobierno el poder del principado y el de la no- ~\ Dleza, vivié Atenas muy breve tiempo en comparacién con Esparta” (Ma- quiavelo, 1997: pp. 35-6). Maquiavelo rescata la experiencia republicana segin la lectura que Tito Li- "vio hace de Ia historia romana. Nuestro autor hace hincapié en la incorporacién “del consulado, el senado y el tribunado de ja plebe como instrumentos que ope- ‘gan a Ja manera de un resorte que proporciona estabilidad al régimen. En este sentido, sostenemos que Maquiaveio hace una opcién clara en favor de la repiblica. Si bien no desconocemos la disyuntiva existente en referencia a si hay continuidad o ruptura en Ja forma de interpretacién de la relacién entre El Principe y los Discursos sobre la primera década de Tito Livio Discorsi*, al res- pecto compartimos con Antonio Negri la perspectiva que él asume entre las dos tradiciones: la italiana y la anglosajona. : “Anosotros, en contra de lo que ambas escuelas interpretativas sostienen, nos parece que la estrechisima interdependencia de El Principe y los Discursos sobre la primera década de Tito Livio, \ejos de determinar la renuncia, com- porta por el contrario la exaltacién del principio republicano. La absolutez de lo politico, inventada en Ei Principe, es hecha vivir en la republica: slo la repiblica, sélo la democracia es gobierno absoluto”.(Negri, 1994: pp.90-1). Para introducir el préximo apartado, baste mencionar que Ja revoluci6n nor- teamericana rompe con el mito de ja repiiblica del pequefio estado donde funcio- na la democracia directa. La extensién territorial y la expansién demogrdfica re- dimensionan en diversos sentidos a las modernas repiblicas. La repiblica como férmula operativa de gobierno El resurgimiento de la nocién de repiblica -en las comunas de la Italia rena- centista, entre los constitucionalistas ingleses del siglo XVI e incluso entre los opositores al absolutismo francés- exalté valores opuestos a los que se conside- aban causantes de la cormupcién y los males sociales en que devinieron las for- mas monarquicas. Como sefiala Roberto Gargarella: “Ante todo, en su rechazo de la dominacién y la-tirania, el republicanismo Teivindicé una idea robusta de libertad. Dicha libertad precisaba, para su sos- tenimiento, de la virtud de los ciudadanos; y dicha virtud, a su vez, requeria de ciertas precondiciones politicas y econémicas. Un buen gobiemo, asi, de- 343 La filosofia politica moderna bfa contribuit a mantener y desarrollar estas precondiciones, y apoyar la pre- sencia de ciudadanos virtuosos, polfticamente activos” (Gargarella, 1999: p.42). Si bien, tal como proponia Artistételes, el ciudadano encuentra s6lo en la vi- da pablica el espacio donde dirimir aquello que le atafie como parte de la comu- nidad, dicha realidad, como Jano, presenta dos caras. Al rechazo de los regime- -mes opresivos y la defensa de un orden politico més abierto a la ciudadania, ‘se “contrapone una multiplicidad de estrategias de exclusién para el acceso al titulo “de ciudadano. Asi, los no-propietarios, los negros y las mujeres tienen denegado “el derecho a deliberar sobre el bien comin de aquella comunidad de la cual tam- ‘bién forman parte. .. Cabe preguntarse entonces: zqué organizacién politica y econémica requiere la repdblica buscada? Tomaremos para responder el ejemplo norteamericano a partir de los articu- los compilados bajo el titulo de Ei Federalista, publicados en ocasién del debate previo a la aceptacién de la Constitucién realizada en la Convencién Constituyen- te de Filadelfia de 1787. La repiiblica plasmada en El Federalista se aleja del modelo clasico en dos sentidos. Por un Jado, dada la situacién demografica y. territorial cuantitativa y cualitativamente disimil, que toma a la temdtica de la unificacién y la resolucién de las tensiones internas un tema de primer orden. Por otra parte, desde la imple- mentaci6n de la separacién de las magistraturas, que desde un aspecto formal re- presenta a la totalidad de la ciudadania, organizando dentro de diferentes esferas administrativas un orden politico centralizado. Este nuevo marco institucional, lejos de ser ocioso, se desarrolla con miras a consolidar un estado nacional con expectativas hegem6nicas. Ea relacién al primer tema, la unién, al proyectar una nacién més extensa, aporta-las cualidades necesarias ‘para evitar la sedicién‘y convertirse al mismo tiempo en una nacién competitiva dentro del concierto internacional. De este mo- do, Ja nueva versién de la repiblica permite la expresién de un potencial creci- miento, en el marco del cual se concebja el glorioso futuro de ios Estado Unidos de la-América del Norte en un contexto diferente del vivenciado por las tipicas democracias directas de la antigiiedad clasica. _ "Una firme Unién serd inestimable para la paz y la libertad de los Estados co- mo barrera contra jos bandos domésticos y las insurrecciones. Es imposible leer Ja historia de las pequefias republicas griegas o italianas sin sentirse as- queado y horrorizado ante las pexturbaciones que las agitaban de continuo, y ante la répida sucesién de revoluciones que las mantenian en un estado de perpetua oscilacién entre los extremos de la tirania y la anarquia” (Hamilton, Madison y Jay, 1998: p.32). . 344 La Repiblica entre lo antiguo y lo moderno Con un tinte claramente hobbesiano, es aceptada como fuerza innata la pro- pensién de la humanidad a caer en animadversiones mutuas. En este sentido, el mas comin de los conflictos se suscita cuando deben dirimirse ‘cuestiones respec- to de ia propiedad. Una vez mas.la recurrente preocupacién de los antiguos por evitar las distancias pronunciadas entre ricos y pobres se inmiscuye entre los mo- demos como principal fuente de perturbacién al interior de un estado. La defensa de Ja organizacién de la unién en detrimento de las posibilidades fortaleza o autonomfa de los estados, constmuiré los cimientos para la argumen- ,tacién sobre los beneficios de aquelias repiblicas grandes, y nunca de las peque- jias. Las primeras permiten que el nimero de representantes con facultades de go- bierno sea un grupo de ciudadanos reducido -en proporcidn a la totalidad de elec- _ tores-, pero ademés aiinan un mayor nimero de ciudadanos y una extensién teri- torial mucho més amplia. En otras palabras, a diferencia de Platén y Aristételes, quienes se preocupaban por conseguir un marco de estabilidad y autosuficiencia dado por ciudades que no fueran ni excesivamente grandes ni desmedidamente pequefias, los constituyentes americanos asociaban Ja magnitud a Ja posibilidad de dispersién de-los intereses encontrados y al potencial de desarrollo econémi- co. Asi, la sociedad norteamericana se construye bajo Ja égida de los colonos pro- pietarios: “Bl espacio es el horizonte constitutivo de Ja libertad americana, de la liber- «: tad de los propietarios. (...) La repiblica expansiva serd por tanto aquella que sepa trasladar los conflictos hacia Ja frontera, una frontera de. apropiacién siempre abierta” (Negri, 1994: p.184). No es ocioso sefialar que, atin cuando se reconoce como origen.de la legiti- midad del poder al pueblo, éste es definido como un universal restringido -en los témminos que explicéramos al. inicio de este apartado- y es convocado tan pronto como descartado como fuente de este poder constituyente. “Como el pueblo constituye la imica fuente legitima del poder y de él proce- de la carta constitucional de que derivan las facultades de las distintas ramas del gobierno, parece estrictamente conforme a la teoria republicana volver a la misma autoridad originaria (...) Como toda apelacién al pueblo Ilevaria implicita la existencia en el gobierno de algiin defecto, la frecuencia de es- tos llamados privaria al gobierno, en parte, de esta veneracién que el tiempo presta’a todas las cosas y sin la cual es posible que ni los gobiernos mas sa- bios y libres poseerian nunca la estabilidad necesaria” (Hamilton, Madison y Jay, 1998: pp. 214-5). Los mecanismos institucionales planteados a fin de evitar los mandatos vita- licios y limitar la discrecionalidad de quienes detentan la autoridad para la toma de decisiones, parecen delinear un sistema de mayor imbricacién y control entre el ciudadano y sus representantes. Sin embargo, la impronta de Montesquieu no 345 La filosofia politica moderna se deja ver solamente respecto de la cuestién de la divisién de poderes - y los de- bates,en tomo a ella generados, o la virtud republicana (Gargarella, 1999), sino que también es identificable en su posicionamiento favorable respecto de una re- publica restringida. “Hay siempre en los Estados personas distinguidas por su nacimiento, su ri- queza o sus honores que si estuvieran confundidas como el pueblo y no tu- vieran mds que un-voto ‘como’las demas, Ja libertad :comim seria esclavitud para ellas y no tendrian ningin interés en defenderla, ya que la mayor parte de las resoluciones irjan en contra suya. La parte que tomen en la legislacién debe ser, pues, proporcionada a las demas ventajas que poseen en el Estado, lo cual ocurrir si forman un cuerpo que tenga derecho a oponerse a las ten- .. tativas del pueblo, de igual forma que el pueblo tiene derecho a oponerse a Jas suyas. (...) De este modo, el poder legislativo se confiaré al cuerpo de no- bles y al cuerpo que se escoja para representar al pueblo; cada uno de ellos se reunir4 en asambleas y deliberara con independencia del otro y ambos ten- drén miras ¢ intereses separados” (Montesquieu, 1998: p.110). A fin de recapitular, Negri nos permite volver al tratamiento clasico de la re- publica desarrollado en el apartado anterior, para consignar que la relacién exis- tente entre la constitucién y el espacio en Ja revolucién norteamericana marca un corte respecto del esquema polibiano de sucesién histérica temporal. Un orden constitucional que debe concebirse en términos de espacio -no ya de tiempo- mo- difica incluso la concepcién sobre el pueblo. Desde una perspectiva clasica, un pueblo considerado como una masa indiferenciada permite, tal como lo registra Polibio, una relacién univoca entre la segmentacién social y las formas de gobier- no. Cuando el pueblo es concebido como el ciudadano que avanza sobre un terri- torio, se define la ruptura con la clasica polis y la participacién directa en la vida politica (Negri, 1994). Coincidimos con Hannah Arendt cuando afirma que la preocupacién por una __ republica libre-e igualitaria pero ante todo duradera que cristalizara en institucio- nes perdurables, se encontraba presente en posturas.enfrentadas como las de Jefferson y Hamilton. Asi, respecto de los debates constituyentes norteamerica- nos Arendt afirma: “De este modo toda Ja discusién en torno a la distribucién y equilibrio de po- der, el tema central de los debates constitucionales, giré parcialmente en tor- no a la vieja idea de una forma mixta de gobiemo que, por combinar los ele- maentos monérquico, aristocratico y democratico en el mismo cuerpo politi- co, fuera capaz de detener el ciclo de cambio sempitemno, el nacimiento y cai- da de los imperios, y de establecer una ciudad inmortal” (Arendt, 1992: p. 239). 346 La Repiblica entre lo antiguo y lo moderno El caso argentino Un breve comentario acerea de los origenes institucionales.que conformaron el estado nacional argentino nos permite disentir con aquel lugar comin que da por sentada la gravitacién inmediata y consecuente importacién de la Constitu- cién norteamericana al resto de Latinoamérica. En principio, se tiene constancia, . dado que la traduccién de estos debates no fue inminente, de que sélo algunos intelectuales latinoamericanos de la época tuvieron acceso a la misma. Entre ellos, en el caso argentino, Juan Bautista Alberdi es desde entonces uno de los »fundados profetas de Ja repiblica posible, resumida por Julio Argentino Roca du- -rante su presidencia (1880-86) como ideal de una generacién bajo el lema ‘paz y administraci6n’, Estas dos palabras implicaron en su contexto imponer definitivamente el ré- gimen de respeto a la Constituci6n y a las leyes como corolario superador de afios de disputas entre peninsulares y criollos, unitarios y federales, portefios y provin- cianos. Supusieron ademas promover el desarrollo econémico y la organizacion de un Estado fuerte y con designios de grandeza, especialmente para los grupos dominantes. . “Este doble propésito de asegurar la juridicidad y el progreso correspondia bastante exactamente al sistema de principios liberales y positivistas que pre- dominaba en el ambiente intelectual de la época. Se perfeccionaba con el de- - signio inequivoco de extender el orden liberal hacia otros campos, como por ejemplo, el de la conciencia individual, imponiendo el Jaicismo en la educa- cién, e imponiendo la jurisdiccién del Estado en ciertos dominios donde an- tes imperaba la Iglesia” (Romero, 1987: p.36). Para cumplir con este objetivo, la generacién dei “80 al menos tenia tres pro- blemas claves para resolver: la integridad territorial, la identidad, y la organiza- cién de un régimen politico. En este sentido, la férmula constituyente argentina sera en lo fundamental alberdiana en su cardcter prescriptivo y luego operara creando un sistema de legitimidad vinculado con las expectativas, valores e inte- reses de los sectores dominantes. Es interesante entonces: “Observar un régimen politico como un orden de dominacién donde algunos ~y no todos — tienen el privilegio de fijar metas, elegir medios y altemnativas, adjudicar, en fin recompensas y sanciones” (Botana, 1986: p.42). En Bases y puntos de partida para la organizacién politica de la Regntblica Argentina, Alberdi conjuga las libertades civiles con un estricto control del acce- so a las funciones gubernamentales. Tomando como ejemplo la forma norteame- ricana de gobierno, y al parecer ignorando las diferencias estructurales entre am- bos paises, sefiala: “De las tres formas esenciales de gobierno que reconoce la ciencia, el mondr- 347 La filosofia politica moderna quico, el aristocratico y el republicano, este ultimo ha sido proclamado por la revolucién americana como-el gobierno de estos paises. No hay, pues, lugar * acuestién sobre forma de gobierno” (Alberdi, 1991: p. 134). Ahora bien, Alberdi retoma a los antiguos para definir restrictivamente quié- nes poseen facultades y aptitudes para decidir en las cuestiones de gobiemo. “Todo el éxito del sistema republicano (...).depende.del sistema clectoral. No... . hay pueblo, por limitado que sea, al-que no pueda aplicarse la Republica, si. %. se sabe adaptar a su capacidad.el sistema de eleccién.o de sus.leyes. A no ser. “por eso, jamés habria existido la Repiblica en Grecia y en Roma, donde el 2 pueblo sufragante s6io constaba de los capaces, es decir, de una minoria re- ducidisima en comparacién del pueblo inactivo (Alberdi, 1991: pp. 160-1). De esta manera, la f6rmula alberdiana availa una distinci6n entre ‘habitante” y ‘ciudadano’ que le permite propiciar un trasvase cultural. Su proyecto de pais Tequeria de determinados contingentes inmigratorios y del ingreso de elementos industriales y técnicos. En todo momento, para preservar la estabilidad del orden conseguido, se dan por sentado el resguardo de la propiedad y la toma de decisio- nes en manos de unos pocos. Reflexiones finales Nuestro recorrido retomé la nocién de repiiblica, dando cuenta sucintamen- te de su raigambre en la antigiiedad clasica y de su reedicién en Jos origenes ins- titucionales angloamericanos. Forma parte de una discusién posterior el planteo de sus conexiones en términos de semejanzas y diferencias con tradiciones con- servadoras, liberales y comiunitaristas, desarrollo que excede Jas intenciones de este articulo. ____...._Nos interesa simplemente remarcar que. es. cuando menos apresurado_unificar___. Jas nociones de ‘repiblica’y ‘democracia’, habida cuenta que la primera, en sus diferentes versiones, no cesé de remarcar un estricto respeto por la autoridad, y en este sentido no fue anti-jerarquica ni mucho menos horizontal, al menos en sus comienzos. Ciertamente, si nos quedamos con la mirada de Tocqueville, Estados Unidos conté en sus origenes constitucionales con ventajas inapreciables: la ausencia de vecinos, la inexistencia de una capital fuerte que pretendiera imponerse, la efica- cia de pequeiios colonos propietarios y un pais vacio, avidez por apoderarse de las soledades del Nuevo Mundo (Tocqueville, 1996). No podemos calificar ni siquiera de ingenua a aquella mirada que pase por alto el sesgo de tales aportes de la providencia. Ni el territorio estaba vacio, ni la repiiblica construida fue la tnica opcién posible. Y esto es igualmente valido pa- 348 La Repiiblica entre lo antiguo y lo moderna za el caso argentino, donde los Jatifundistas no avanzaron sobre tierras desiertas ni el fraude electoral se impuso dentro de un sistema que en las letras prescribia ol sufragio universal sin integrar a gran parte de sus habitantes Gentro de la cate- goria de ciudadanos. Entre lineas puede leerse el terror qué los protagonistas de la época sentian frente a la participacién de las mayorias. Un Montesquieu precavido sefialaba en El espiritu de las leyes: “La gran ventaja de los representantes es que tienen capacidad para discutir los asuntos. El pueblo en cambio no esta preparado pata esto, lo que consti- 3: tuye uno de los grandes inconvenientes de la democracia”(Montesquieu, + 1994: p. 109). Existe en la construcci6n de estos modelos republicanos una violencia cons- titutiva, de la cual usnalmente no dan cuenta las visiones juridicistas. Este origen, que surge bajo la forma de conquista, expropiacién y avasallamiento del otro, es desatendido por lecturas que acentian los aspectos formales de Ja institucionali- zacién de un orden. De esta manera, y para finalizar, compartimos la advertencia de Antonio Ne- gri cuando afirma: . “Olvidar esta dimensién salvaje de la libertad americana, (...).tiene como efecto Ja conclusién formalista (y potencialmente pesimista) de Tocqueville © peor atin la empalagosa utopia expansiva de Hannah Arendt; olvidan (...) que la expansi6n, cuando el espacio salvaje termina, se traduce en expansio- nismo é imperialismo” (Negri, 1994: p.183). 349 La filosofia politica moderna Bibliografia Alberdi, Juan Bautista 1991 (s/d) Bases y puntos de partida para la organiza - cién politica de la Repitblica Argentina (Buenos Aires: Editorial Plus Ultra). Arendt, Hannah 1999 (1969) Crisis de la Repiblica (Madrid: Taurus). Arendt, Hannah 1992 (1963) Sobre la Revolucién (Buenos Aires: Alianza). <= Bodin, Jean 1997 (1576) Los seis libros de la Repiiblica Madrid: Tecnos). Boron, Atilio A. 1996 “Entrevista a Noam Chomsky” en Doxa. Revista de Ciencias Sociales (Buenos Aires) Afio 7 . Botana, Natalio R. 1986 (1977) El Orden Conservador (Buenos Aires: Hys- +s. pamérica Ediciones Argentina). Botana, Natalio R. 1997 (1984) La tradicién republicana (Buenos Aires: Hyspamérica Ediciones Argentina). Ciceron, Tulio M. 1995 (s/d) Sobre la Repiiblica (Buenos Aires: Planeta De Agostini). Diamond, Martin 1996 (1963) “El Federalista” en Strauss, Leo y Cropsey, Joseph (comp.) Historia de la Filosofia Politica (México: Fondo de Cultura Econémica). Gargarella, Roberto 1999 “El republicanisme y Ja filosofia politica contem- poranea” en Boron, Atilio A. (comp.) Teoria y Filosofia Politica. 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Continuidad y Cam - bio en el Pensamiento Politico Occidental (Buenos Aires: Amarrortu). 350 La Repiblica entre lo antiguo y lo moderno Notas 1. El hecho que las mencionadas versiones encuadradas dentro de la tradicién del republicanismo presenten diferencias entre sf, no irivalida aquello que de. comin poseen en los términos del presente estudio tematico, es decir, su ca- racter mixto como alternativas a formas simples de gobierno. 2. Polibio de Megalépolis, historiador griego deportado a Roma después de la conquista de Grecia, escribié la primera historia apologética de Roma an- terior a la de Tito Livio. 3. Sobre el caracter natural a partir del cual Polibio caracteriza los cambios ciclicos de los regimenes al estilo antiguo ver Arendt, H., 1992: pp. 22-3. 4, Etimologfa del término oclocracia: Okhlos (multitad, masa, chusma, plebe). 5. Como fundamento para sostener esta posicién, Polibio recurre a la historia de Esparta: “Atento a esto, Licurgo formé su repiblica, no simple ni uniforme, sino compuesta de io bueno y peculiar que hailé en los mejores gobiernos, pa- Ta que ninguna potestad saliese de su esfera y degenerase en el vicio connatu- tal. En su repiblica estaban contrapesadas entre si las autoridades para que la una no hiciese-ceder ni declinat demasiado a la otra, sino que estuviesen equilibrio y balance” (Polibio, 1965: p. 348). Retomaremos esta cuestién al fi- nal del presente apartado a partir de la lectura que del mismo hecho realiza Ni- colés Maquiavelo en los Discursos sobre la primera década de Tito Livio. 6. En el Suefio de Escipién se consuma esta combinacién entre praxis y exce- lencia en el ejercicio de la politica, estrechamente relacionada con una critica mirada sobre la moral romana a la que Cicerén describe, desde la trascenden- cia de las cuestiones terrenales, como abiertamente decadente. Finalmente otorga la gloria en los cielos no ya al eximio filésofo, sino al gobernante vir- tuoso que ha logrado conjugar su hacer politico con una moral superior. 7. Cabe aciarar que s6lo las formas rectas clasicas de gobierno son reconoci- das por este autor, en tanto que aquéllas que conocemos como desviadas o coruptas carecen de status propio. 8. Antonio Negri sefiala dos tradiciones contrapuestas. Por un lado la vertien- te italiana, que insiste sobre la sintesis de las dos obras dentro de una sola li- nea de pensamiento, y tiende a fijar la primacia en El Principe y a exaltar el concepto de autonomia de Ja politica. En el otro extremo, la corriente inter- pretativa anglosajona plantea la sustancial divergencia de las obras y tiende a privilegiar los Discursos sobre la primera década de Tito Livio por su tono republicano y por la idea de gobierno mixto que lo recorre. 351

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