You are on page 1of 15

See discussions, stats, and author profiles for this publication at: https://www.researchgate.

net/publication/264746396

Tú puedes ser un cocodrilo: leer, imaginar, comprender.

Conference Paper · November 2010

CITATIONS READS

0 655

1 author:

Juan Mata
University of Granada
87 PUBLICATIONS   55 CITATIONS   

SEE PROFILE

Some of the authors of this publication are also working on these related projects:

Ecologies of learning in multiple contexts: Analysis of projects of expanded education and conformation of citizenship. A case study: the intervention of the Entrelibros
Association with literary and philosophical texts in different social spaces. View project

All content following this page was uploaded by Juan Mata on 26 October 2014.

The user has requested enhancement of the downloaded file.


TÚ PUEDES SER UN COCODRILO
(LEER, IMAGINAR, COMPRENDER)

Resumen. El presente artículo examina las diversas y complejas


relaciones entre texto e imágenes que caracterizan al álbum ilustrado
contemporáneo. Las ilustraciones ya no pueden considerarse un mero
acompañamiento o aclaración del texto, sino que contribuyen de modo
autónomo y determinante a la elaboración de significados por parte de
los lectores. La propia estructura de los álbumes demanda un tipo de
lectura muy exigente y muy activa. De ahí la importancia de promover y
atender las respuestas tempranas de los niños a la lectura de los álbumes.
Las diferentes respuestas a la literatura son un modo de afinar la
comprensión de una historia y repercuten en la pedagogía de la lectura y
en el conocimiento de la literatura y el arte.
Palabras clave: Álbum ilustrado, pedagogía de la lectura, respuesta a la
literatura, educación literaria y artística.

Abstract. This paper examines the various and complex relationships


between text and images that characterize the contemporary picturebook.
The illustrations are not considered a mere accompaniment or clarification
of the text any more. On the contrary, the illustrations contribute
autonomously and decisively to make meaning by readers. The structure of
the picturebook requires a kind of reading very demanding and very active.
Hence the importance to promote and pay attention to children's early
responses to the reading of the picturebooks. The different responses to
literature are a means to refine the understanding of a story and have
repercussions on the reading pedagogy and the knowledge of literature and
art.
Keywords: Picturebook, reading pedagogy, response to literature, literary
and artistic education.

Introducción

La escena tuvo lugar durante una lectura en voz alta en la sala educativa
del Hospital Materno Infantil de Granada. El menor de los asistentes ese
día a la sesión de lectura tenía 5 años y la mayor 12. Habitualmente, los

1
libros son leídos en voz alta por alguno de los miembros de la Asociación
Entrelibros, encargados de esa actividad de voluntariado cultural, pero a
veces, si el ambiente es propicio, los propios niños leen los libros a los
demás, una actividad que les satisface especialmente.
Al término de la lectura del álbum ¿Qué hace un cocodrilo por la
noche? (Figura 1), realizada por dos jóvenes pacientes, un niño mostró su
escepticismo ante el hecho de que un cocodrilo sintiera deseos de
columpiarse en un parque por la noche, que es lo que le gusta hacer al
protagonista de la historia. ‘No creo que a los cocodrilos les gusten los
columpios’, dijo. Y una de las jóvenes lectoras le replicó sorprendida: ‘Es
que no se trata de eso. Un cocodrilo puede ser una persona. El cocodrilo
del cuento puedes ser tú’.

Figura 1. Portada del álbum ¿Qué hace un cocodrilo


por la noche?, escrito por Kathrin Kiss e ilustrado por
Emilio Urberuaga.

La respuesta rotunda y elocuente de la lectora, que tenía doce años,


nos dejó fascinados. Ese intercambio de opiniones entre jóvenes lectores
poseía la virtud del diálogo entre iguales, de una conversación sobre el
valor de la literatura sin el peso de las normas escolares. En efecto, el
cocodrilo del cuento era la representación metafórica de una actitud
reconocible por los niños que conversaban y se trataba entonces de
aceptar sin reservas que ese animal podía ser cualquiera de ellos.
Reconocerse en los sentimientos de un animal dibujado en un álbum
significa que se ha asumido la idea de que podemos poner nuestra
experiencia en relación con la experiencia de un personaje de ficción,

2
confrontarla con las sombras imaginadas por una mente ajena. Ése es el
principio elemental de las convenciones artísticas.

El álbum ilustrado

El objeto que alentaba esa conversación era un álbum ilustrado, un objeto


artístico contemporáneo que, aun emparentado con otros tipos de libros
antiguos y modernos, posee características que lo hacen singular. La
especial relación entre lenguaje verbal y lenguaje plástico que ofrecen los
álbumes los dota de una originalidad incuestionable. Las posibilidades de
combinación entre texto e imágenes de los álbumes contemporáneos han
alcanzado tal diversidad que resulta un anacronismo considerar el álbum
simplemente como la unión inerte de dos lenguajes diferentes. Ni las
imágenes pueden ser consideradas como elementos subordinados y
aclaratorios del texto ni el texto puede ser entendido como el elemento
principal y dominante. Entre otras razones porque las ilustraciones de un
álbum son siempre el fruto de una mente autónoma y creativa, están
inmersas en tradiciones estéticas diversas, se ajustan a diseños y
formatos editoriales diversos. Wolfenbarger y Sipe (2007:274) afirman
que “in a picturebook, words and pictures never tell exactly the same
history” y que es precisamente esa disonancia lo que atrapa la atención
del lector. Ciertamente, la lectura de un álbum ilustrado exige prestar una
igual atención a ambos lenguajes y el sentido de una historia surge de las
informaciones aportadas por cada uno de ellos y de la manera en que el
lector las elabora. No se lee (o se escucha) y después se mira para
corroborar lo comprendido. Se mira y se lee, o se lee y se mira, como
actos inseparables y cooperadores, aunque uno pueda preceder unos
segundos al otro.
A propósito de las relaciones entre texto e imágenes presentes en
un álbum ilustrado, los investigadores han ido fijando diversos modelos
interpretativos. Doonan (1993) estableció en su día una taxonomía que
incluía las siguientes interacciones: dar detalles, amplificar, extender,
complementar, contradecir o desviar, contraponer. Agosto (1999) señaló
dos grandes categorías de interdependencia, caracterizadas a su vez por
subcategorías, que serían las siguientes: ampliación (texto e ilustraciones
incrementan, extienden o completan la historia que cada cual cuenta) y
contradicción (texto e imágenes ofrecen información discrepante,
movidos por la ironía, el humor o la revelación). Por su parte, Nikolajeva y
Scott (2001) señalan que entre los dos extremos posibles del mismo

3
objeto, el libro sin ilustraciones y el álbum sin palabras, pueden
encontrarse cinco tipos de vinculación entre texto e imágenes: simetría,
complementariedad, realce, contrapunto, contradicción. Van der Linden
(2006) habla a su vez de tres clases de relación: redundancia, colaboración
y disyunción.
En efecto, las relaciones entre texto e imágenes abarcan una gama
de posibilidades que pueden ir desde la máxima consonancia hasta la
divergencia más absoluta (véanse Figuras 2 y 3).

Figuras 2 y 3. A la izquierda: ilustración de Adivina cuanto te quiero, álbum escrito por Sam McBratney e
ilustrado por Anita Jeram. A la derecha: ilustración del álbum Mon chat le plus bête du monde, de Gilles
Bachelet.

Una narración puede sostenerse por las aportaciones superpuestas


o combinadas de ambos lenguajes, en el que cada uno de ellos reafirma al
otro o colma los vacíos mutuos, pero puede avanzar también siguiendo
texto e imágenes vías paralelas e incluso contradictorias. Las palabras y
las imágenes pueden enriquecer mutuamente sus significados justo
porque son diferentes lenguajes, de manera que la unión de ambos
otorga a la historia un sentido más complejo que los que aportan el
lenguaje verbal y el lenguaje plástico por separado (Nodelman, 1988).
Por lo demás, el significado no depende exclusivamente de la
relación entre palabras e imágenes sino que está asimismo vinculado a
aspectos de carácter icónico y compositivo: formato del libro, tipografía,
secuenciación del texto, concepción de las páginas, organización del
espacio, ritmo… Todos esos elementos superan la tradicional
consideración del álbum como una mera secuencia de palabras e
imágenes, por lo que los criterios y métodos de análisis requieren un

4
mayor afinamiento, una adaptación a las manifestaciones del álbum
contemporáneo (Colomer et al., 2002; Van der Linden, 2006; Duran,
2009). Las consecuencias de todo ello tanto en el campo educativo como
académico y cultural son muy relevantes, pues afecta a las prácticas de
lectura, a las investigaciones científicas, al lenguaje de la crítica literaria, a
los juicios sobre el valor estético de las ilustraciones, al significado de la
formación literaria y artística de la infancia… En fin, a la estimación
misma del álbum.
Desafortunadamente, sigue predominando la idea de que estos
objetos artísticos son adecuados sólo para los niños que no saben leer o
leen de modo titubeante, pues se continúa juzgando las ilustraciones
como simples aclaraciones del texto, como estímulos a la comprensión de
las palabras, de manera que una vez se ha aprendido a leer con seguridad
hay que ir abandonando la costumbre de apoyarse en las imágenes para
seguir el hilo de una historia. Ese prejuicio hace que el álbum siga siendo
considerado un objeto de menor valor literario y su uso quede relegado a
las edades más tempranas.
Sin embargo, ningún asunto de la experiencia humana es ajeno a
los álbumes. Las cuestiones más livianas –la primera visita al zoo o el
control de esfínteres- o las más graves -la muerte de personas amadas o
las violaciones de los derechos humanos- están presentes en los álbumes,
de manera que su lectura propicia todo tipo de reflexiones y todo tipo de
respuestas. Las imágenes y las historias de los álbumes contemporáneos
ofrecen tanta intensidad emocional y ética como cualquier obra literaria
escrita expresamente para adultos.

Modos de leer

Precisamente por esa variedad formal y temática, los álbumes ilustrados,


contrariamente a lo que pueda pensarse, influyen claramente en la
manera de leer. Requieren lecturas estimuladoras y sofisticadas, pues el
hecho de tener que atender simultáneamente al lenguaje verbal y al
lenguaje visual, ambos poseedores de sus propios códigos y ambos
imbricados de modos muy diversos, obliga al lector que lee y mira o mira
y escucha a un ejercicio intelectual de gran complejidad, pues implica
actividades intelectivas tales como discriminar, asociar, superponer,
inferir, complementar… El desafío de comprender y vincular ambos
lenguajes enriquece y singulariza la lectura de los álbumes. Y no es un
impedimento para el lector el hecho de que los modelos estéticos o

5
narrativos del texto y las imágenes sean a veces disparejos. Antes al
contrario, esa diversidad enriquece la lectura y ensancha el campo de las
interpretaciones y los significados.
Esa circunstancia contradice la usual pedagogía de la lectura, la
concepción del lector aprendiz y la capacidad de ‘comprensión’ que se
suele adjudicar a los niños. Es común pensar que las imágenes ofrecidas a
los niños deben ser lo más parecidas posible a las cosas reales a fin de ser
reconocidas sin problemas. Un ratón debe asemejarse a un ratón de
verdad, una niña debe ser similar a una niña real, un edificio debe ser
análogo a los edificios auténticos. Y así sucesivamente. El elemento
primordial en todos los casos sería la ‘semejanza’ con la realidad. La
figuración predominaría siempre sobre la abstracción.
Las imágenes de los álbumes contemporáneos contradicen sin
embargo ese prejuicio. Los artistas que los ilustran proponen miradas
nuevas sobre lo ya conocido y demandan del lector un compromiso nada
complaciente hacia sus propuestas. Reconocer no es entonces más
relevante que descubrir, sorprenderse e integrar serían actos cognitivos
tan importantes como examinar y confirmar. Numerosos autores
(McClay, 2000; Arizpe y Styles, 2003; Walsh, 2003) destacan la afinada
capacidad para analizar imágenes que demuestran los niños, tan
propensos hacia el arte del ilustrador como al del escritor. Los niños
lectores observan las ilustraciones con atrevimiento y sagacidad, y es
precisamente la confianza en la inteligencia de los niños, entendida como
una disposición permanente para aceptar e indagar lo desconocido, el
respaldo de las más atrevidas propuestas estéticas. Los ilustradores
contemporáneos no trabajan en realidad pensando exclusivamente en los
niños, sino que crean su obra a sabiendas de que será contemplada por
personas de muy diversos niveles de competencia artística y experiencia
vital. La receptividad de los niños, su carencia de prevenciones culturales
y artísticas, su deseo de conocer y aprender, hace sin embargo que las
audacias formales y pictóricas de los artistas no les resulten extrañas. Lo
inadmisible para los adultos es aceptado sin problemas por los niños, que
no se amedrentan ante lo incomprensible ni temen a la complejidad.
Las ilustraciones son las primeras ventanas que se abren al sentido
de una historia y son a la vez el punto de partida para que el lector
construya sus propios sentidos. Orientan al lector y le incitan a ir más
lejos, le marcan un horizonte a la par que le ofrecen múltiples
posibilidades de alcanzarlo. Las ilustraciones de los álbumes
contemporáneos no acotan los significados de los textos, sino que
tienden a abrirlos. Desafían y encaminan al mismo tiempo. La

6
comprensión literaria se afirma gracias a las ilustraciones, que tanto como
el texto contribuyen a incrementar y afinar los significados de la historia.
Las ilustraciones generan sentido o, más bien, sentidos, lo que hace de la
lectura de los álbumes una práctica cultural viva y exigente. Una eficiente
pedagogía de la lectura, incluyendo la orientada hacia los no lectores,
debería tener en cuenta esas capacidades de los niños a fin de estimular y
aprovechar sus respuestas y ensanchar sus conocimientos lingüísticos y
literarios. Lo complejo es a menudo más alentador que lo simple (Figura
4).

Figura 4. Lector en la Feria Internacional del Libro Infantil y Juvenil. León (España), 2006.

Al hablar de lectura no deberíamos referimos exclusivamente a la


lectura individual y silenciosa, sino que es necesario tomar en cuenta las
lecturas en voz alta que se realizan con niños. No tiene esa práctica, sin
embargo, tanto reconocimiento como la lectura realizada a solas, a pesar
de sus indudables beneficios. Considerada necesaria para quienes aún no
saben leer o son lectores incipientes, la lectura en voz alta se juzga
improcedente una vez que los lectores han adquirido seguridad y
competencia. En no pocos casos se considera una mera actividad
complementaria, de entretenimiento o recompensa. Esos prejuicios
lastran la concepción de la comprensión lectora y afectan al significado
mismo del conocimiento literario. La lectura en voz alta no debería
entenderse como un anticipo o una preparación para el aprendizaje de la
lectura y la escritura, aunque las consecuencias didácticas sean
indudables, sino como una actividad autónoma orientada a promover la
reflexión y a fomentar el interés de los niños por la literatura y el arte
(Martinez, Roser y Dooley, 2003; Sipe, 2008; Morrison y Wlodarczyk,
2009). Es una práctica que tiene sentido en sí misma, pues pone en
contacto tempranamente a los niños con el lenguaje poético y artístico, y

7
a través de los comentarios y las conversaciones que genera se van
configurando los juicios y los sentimientos infantiles.
La lectura en voz alta, tanto en las aulas como en las bibliotecas o
los hogares, propicia la conversación y la elaboración de significados,
pues siempre habrá al menos dos personas juntas. Crea, aunque mínima,
una comunidad lectora y favorece la manifestación de la palabra (Mata,
2006). La contribución del lector que lee a niños resulta además
fundamental para dar sentido a la historia. La voz adulta, con sus
inflexiones, sus ritmos o sus énfasis, aporta, como las ilustraciones, pistas
iniciales de significado, aunque los sentidos personales de cada historia
provendrán siempre de las interacciones libres de los niños con los
álbumes, bien mediante sus comentarios espontáneos, bien con sus
respuestas a preguntas específicas y sus conversaciones con otros
lectores u oyentes o bien a través de sus dibujos, textos o acciones
creativas posteriores a las lecturas.
Por lo demás, el conocimiento literario es inseparable del
conocimiento artístico. Las imágenes no sólo contribuyen a dar sentido a
los textos, sino que ayudan a formar el gusto artístico, a entender y
valorar el uso del color, el trazo, la forma, la composición o el formato, a
estimar el proceso de creación o la pluralidad de miradas. Observar las
‘representaciones’ que distintos autores hacen de un mismo personaje o
un mismo cuento -Los tres cerditos o Caperucita roja, por ejemplo- permite
ensanchar el juicio artístico y alienta la propia creatividad. Los autores de
álbumes ilustrados están inmersos además en las corrientes pictóricas
contemporáneas, por lo que la lectura de un álbum supone tomar
contacto pleno con el pensamiento estético más vivo. Las consecuencias
educativas que se derivan de esas experiencias son incuestionables.

Responder a la literatura

De acuerdo con Rosenblatt (1982, 2002) la lectura es una actividad


transaccional, un proceso de doble dirección, que implica a un lector y a
un texto en un tiempo particular y en unas particulares circunstancias. En
esa ‘transacción’, término que la autora prefiere al de ‘interacción’ por ser
indicativo de un mayor dinamismo, el lector evoca experiencias pasadas,
llora o ríe, recuerda textos ya leídos, escribe un texto o esboza un dibujo,
reflexiona sobre su vida, rememora una determinada canción, elabora
ideas, centra la atención en algunas palabras. Y es así como el texto va
adquiriendo sentido, un sentido siempre radicalmente individual. Leer no

8
es una simple actividad de recepción lingüística. Durante la lectura
ocurren muchas cosas en la mente y el cuerpo del lector y las respuestas
que genera dan cuenta del modo en que cada lector se relaciona con los
textos. Iser (1987a, 1987b) indicó por su parte que en la lectura literaria la
constitución de sentido en la conciencia del lector proviene de su
capacidad para ocupar con su imaginación lo no formulado en el texto,
una circunstancia gracias a la cual el lector puede formularse a sí mismo.
Es decir, el lector toma conciencia de su propio mundo en el proceso de
desciframiento del mundo propuesto por el autor.
Una respuesta a la literatura es, pues, una forma de afirmar la
comprensión, de dar sentido personal a una obra. Ninguna respuesta
puede ser por tanto idéntica a otra, pues ningún lector reacciona ante un
mismo texto de forma idéntica, lo cual, lejos de ser un inconveniente,
resulta un estímulo para imbricar los textos de ficción con las vidas de los
lectores, incluidos los más jóvenes, y una oportunidad excepcional para la
educación literaria.
Sin embargo, las respuestas que predominan en las aulas suelen ser
muy estereotipadas, escasamente significativas. Están encaminadas
sobre todo a detectar si realmente se ha leído el libro prescrito o a facilitar
una calificación numérica para las asignaturas correspondientes. Y se
centran sobre todo en los aspectos formales de los textos. La necesidad
de controlar y evaluar las respuestas dificulta a menudo las
interpretaciones basadas en el impacto emocional e ideológico
provocado por la lectura. Las respuestas individuales parecen
incompatibles con las prácticas escolares, parecen proscritas al ámbito
privado. Desde el resumen del texto al señalamiento de las figuras
retóricas, la pedagogía ha establecido un conjunto de respuestas a la
literatura que deja poco margen a la expresión personal y creativa de la
experiencia de leer. Esa necesidad de control ha hecho además que las
respuestas sean calificadas como correctas o incorrectas, siempre a juicio
del evaluador, lo que coarta las respuestas originales. Y cuanto más
elevado es el nivel escolar más académicas y rutinarias se hacen.
Y, sin embargo, la literatura adquiere su plenitud significativa
cuando las palabras agitan el mundo interior de los lectores, es decir,
cuando afectan a la memoria de sus experiencias y a la construcción de
sus deseos. Y esa conmoción se evidencia más claramente mediante la
declaración y la conversación. Conversar es un excepcional procedimiento
para la comprensión de un texto y el conocimiento literario. Permite
hablar para sí mismo, hablar a otros, hablar juntos, hablar de lo nuevo
(Chambers, 2007). Hablar públicamente a partir de un texto literario es un

9
acto individual pero es a la vez un acto colectivo, la manifestación de algo
íntimo que involucra sin embargo a otros. Conversar supone responder a
la literatura en compañía de otros, aprender a expresarse con la ayuda de
otros.
Los álbumes cumplen esa función estimuladora de la palabra desde
el principio. En el caso de niños pequeños las respuestas de carácter
lingüístico son más limitadas, pero su aún parcial dominio de la lengua no
son un obstáculo para la manifestación de sus emociones, evocaciones y
pensamientos. Que tengan dificultades no significa que sean incapaces de
experimentar los mismos procesos cognitivos de los lectores adultos. Por
eso es necesario prestar atención a todas las expresiones y actitudes
susceptibles de dar información de sus estados de ánimo y sus
reflexiones. Sus dibujos son a veces más elocuentes que sus palabras a la
hora de dar información sobre su mundo íntimo. Y como aconsejan
numerosos investigadores (Lewis, 2001; Arizpe y Styles, 2003; Pantaleo,
2005), es preciso prestarles una especial atención a fin de conocer el
sentido profundo de las respuestas que dan a la lectura en voz alta de un
álbum (Figura 5).

Figura 5. Dibujo de Concha, de tres años y medio, realizado tras la


lectura en voz alta del álbum De verdad que no podía, de Grabriela
Keselman y Noemí Villamuza.

Palabras, dibujos, gestos, movimientos, silencios… Son muy


variadas las maneras de responder a un álbum. Todas son valiosas y todas
merecen atención. De las contribuciones que en los últimos años se han
hecho a la tipología de respuestas de los niños a los textos literarios en
general y a los álbumes ilustrados en particular destacaremos la de
Lawrence Sipe (2000, 2008), quien establece cinco clases de respuestas a
la lectura en voz alta de un álbum: analítica (los niños utilizan la
información proporcionada por el texto y las imágenes para comentar
aspectos relacionados con la trama, los personajes, las ilustraciones,

10
etcétera), intertextual (los niños vinculan el texto escuchado con otros
textos o productos culturales, como películas, vídeos, series de televisión,
pinturas...), personal (los niños enlazan las historias con su propia
experiencia o las experiencias de las personas de su entorno),
transparente (los niños alcanzan tal grado de identificación con la
narración que resulta casi imposible separar el mundo del lector y el
mundo del texto) y performativa (los niños se hacen cargo del texto y lo
manipulan de acuerdo con sus propósitos). Estas diferentes respuestas no
son jerárquicas ni excluyentes, ni unas son mejores que otras, ni aparecen
de modo aislado. Todas muestran, en cambio, el grado de implicación en
la historia que pueden alcanzar los niños (Figura 6, Figura 7).

Figura 6. Texto escrito por un alumno de nueve años tras la


lectura del álbum Si yo fuera mayor, escrito por Éva Janikovszky
e ilustrado por Lázsló Reber.

Figura 7. Los niños besan espontáneamente a la lectora tras la


lectura del álbum La reina de los besos, de Kristien Aertsen.

Las respuestas de los niños, tanto verbales como artísticas o


corporales, son profundamente demostrativas del grado de comprensión
de un álbum. Nunca son triviales. Por lo general, los niños nunca se
sienten ajenos a una historia, de manera que lo que dicen o hacen posee
el valor de una revelación. Tanto sus palabras como sus gestos o sus

11
dibujos expresan sus formas de participar en la historia, su grado de
implicación intelectiva y emocional.

Conclusión

Pensamos, sentimos y comprendemos tanto con las palabras como con


las imágenes, de manera que los lectores, no únicamente los que aún no
saben leer o lo hacen de modo titubeante, dan sentido a una historia
gracias a ambos lenguajes, de lo que se derivan importantes
consecuencias pedagógicas.
Es preciso señalar que los niños deberían participar en actividades
de transacción con los álbumes en edades muy tempranas. Es un estímulo
para el conocimiento literario y el aprecio de la lectura. Eso significa que
la lectura en voz alta de álbumes no puede entenderse como un mero
pasatiempo o una práctica limitada en el tiempo, sino como una
invitación permanente a pensar y expresarse con libertad e intensidad.
Las respuestas personales de los niños a las historias leídas o escuchadas,
así como la conversación pública sobre las mismas, manifiestan su grado
de implicación en las historias y afirman su interés por la literatura. La
comprensión lectora no puede ser entendida como una forma inerte de
recepción y almacenamiento de información. Comprender es, por el
contrario, un proceso intelectual activo y los esfuerzos por dar forma a lo
pensado y sentido facilitan ese proceso. Es necesario, pues, alentar y
atender las reacciones de los niños, pues no sólo conciernen a su
rendimiento académico sino a sus experiencias cotidianas. Aprender a dar
sentido a una historia de ficción es aprender a pensar sobre la propia vida.
Los álbumes ilustrados pueden ser instrumentos poderosos para la
educación artística, pues no sólo son depositarios de historias sino
repertorios inagotables de imágenes. Imágenes que no pueden ser
juzgadas como simples coadyuvantes a la comprensión de las historias,
sino como elementos autónomos, cuyo análisis y comprensión dan la
oportunidad de fijar e incrementar el significado de una lectura. Ofrecen
además vías independientes para entender las palabras, de la misma
manera que el texto ilumina el significado de las imágenes, y son
expresión tanto de la creatividad personal como de las corrientes
estéticas de una época. Poner de manifiesto esas circunstancias ayuda a
desarrollar el interés y el conocimiento artístico.
La formación pedagógica de los profesores debe capacitar para
ocuparse de todos estos aspectos. Los profesores deben ser conscientes

12
de la importancia educativa de esas prácticas y, en consecuencia, deben
adquirir las habilidades necesarias para promover y encauzar las
respuestas de sus alumnos. Sus propios conocimientos literarios y
artísticos garantizarán el estímulo de las capacidades de interpretación y
elaboración de significados por parte de los niños. La pedagogía de la
lectura, y de la lectura literaria en particular, debe ser por lo tanto
revisada. Las prácticas de las aulas necesitan nutrirse de las
investigaciones que atañen al modo de pensar de los niños y a sus
relaciones con la ficción, de igual modo que los investigadores deben
prestar una mayor atención a las ricas experiencias de las aulas.

Referencias bibliográficas

Agosto, D. E. (1999). “One and Inseparable: Interdependent Storytelling


in Picture Storybooks”. Children's Literature in Education, Vol. 30, n.
4, pp. 267-280.
Arizpe, E. y Styles, M. (2003). Children reading pictures: Interpreting visual
texts. London: RoutledgeFalmer.
Chambers, A. (2007). Dime. México D. F.: Fondo de Cultura Económica.
Colomer T. et al. (2002). Siete llaves para valorar las historias infantiles.
Madrid: Fundación Germán Sánchez Ruipérez.
Doonan, J. (1993). Looking at pictures in picture books. Stroud, Glos.:
Thimble Press.
Duran, T. (2009). Álbumes y otras lecturas. Análisis de los libros infantiles.
Barcelona: Octaedro.
Iser, W. (1987a). El acto de leer. Madrid: Taurus.
Iser, W. (1987b). El proceso de lectura: Enfoque fenomenológico. En J. A.
Mayoral (comp.), Estética de la recepción (pp. 215-243). Madrid:
Arco/Libros.
Lewis, D. (2001). Reading contemporary picturebooks: Picturing text.
London: RoutledgeFalmer.
Martinez, M., Roser, N. y Dooley, C. (2003). “Young children’s literary
meaning making”, en N. Hall, J. Larson y J. Marsh (eds.), Handbook
of early childhood literacy (pp. 222-234). Thousand Oaks, CA: Sage.
Mata, J. (2006). “Tirar de la lengua”. Primeras noticias. Revista de
Literatura, n. 226, pp. 29-36.
McClay, J. K. (2000). “«Wait a second... »: Negotiating complex narratives
in Black and White”. Children's Literature in Education, Vol. 31, n. 2,
pp. 91-106.

13
Morrison, V. y Wlodarczyk, L. (2009). “Revisiting Read-Aloud:
Instructional Strategies That Encourage Students' Engagement
With Texts”. The Reading Teacher, Vol. 63, n. 2, pp. 110-118.
Nikolajeva, M. y Scott, C. (2001). How picturebooks work. New York:
Garland.
Nodelman, P. (1988). Words about Pictures: The Narrative Art of Children’s
Picturebooks. Athens: University of Georgia Press.
Pantaleo, S: ’Reading’ Young Children’s Visual Texts. [en línea] Primavera
de 2005. [Consulta 15 de julio de 2010]. Disponible en
<http://ecrp.uiuc.edu/v7n1/pantaleo.html>
Rosenblatt, L. M. (1982): “The Literary Transaction: Evocation and
Response”. Theory into Practice, Vol. 21, n. 4, pp. 268-277.
Rosenblatt, L. M. (2002). La literatura como exploración. México D. F.:
Fondo de Cultura Económica.
Sipe, L. R. (2000). “The construction of literary understanding by first and
second graders in oral response to picture storybook read-alouds”.
Reading Research Quarterly, Vol. 35, n. 2, pp. 252-275.
Sipe, L. R. (2008). Storytime: Young Children’s Literary Understanding in
the Classroom. New York: Columbia University.
Van der Linden, S. (2006). Lire l’album. Le-Puy-en-Velay: L’atelier du
poisson soluble.
Walsh, M. (2003). “’Reading’ pictures: What do they reveal? Young
children’s reading of visual texts”. Reading, Vol. 37, n. 3, pp. 123-130.
Wolfenbarger, C. D. y Sipe, L. R. (2007). “A Unique Visual and Literary Art
Form: Recent Research on Picturebooks”. Language Arts, Vol. 84, n.
3, pp. 273-280.

14

View publication stats

You might also like