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CHARLES TILLY Las revoluciones europeas, 1492-1992 CRITICA. ‘Ser ite ones po de ce ei mn pecan ope ary eam nde ve bala up a ene rs pa le “incl ingle a at 838 mn 20m -ROMANYAWALLS, SA. Coie uo) Prefacio uxoPa se Bark cossrnvvENDo. Esta gran esperanza slo se réa~ lizard si se tiene en cuenta el pasado: una Europa sin historia Serta huérfana'y desdichada. Porque el hoy procede del ayer, e! ma~ ‘hema surge del hoy. La memoria del pasado no debe paralizar el pre- Sen, sino ayudarle @ que sea distinto en la fidelidad, y nuevo en ef ‘progresa, Buropa, entree Ailéntic, Asia y Africa, existe desde hace ‘mucho tlempa, dibujada por a geografia, modelada por la histori, desde que los griegos le pusieran ese nombre que ha perdurado hasta ‘hoy, El futuro debe basarse en esa herencia que, desde la Antigie~ dad, inchuso desde la prehistorla, ha convertido a Europa en un mun- do de riqueca excepcional, de extreordinara creatividad en Su un- ‘ded y bu diversidad. ‘La coleccian eLa construccin de Europa, surgda deta inciati- ‘ya de cinco editore de lenguas ) naclonalidades diferentes: Beck de ‘Munich, Basil Blackwell de Oxford, Critica de Barcelona, Laterea ‘de Roma y Bari y Le Seuil de Pars, pretende mostrar la evolucién de ‘Buropa con sus Indudables ventajas, sin aisimular por eto las df= ‘cultades heredadas. El camino hacia la unidad del continente ha esta~ {do jalonado de disputas, confctos,divsiones » contradicciones n= ternas, Esta coleccin no las piensa ocular. Para acometer la empresa ‘europea hay que conocer todo el pasada, con una perspectiva de fu- ura: De ahi el titulo «activo» dela coleceidn. No hemos ereido opor- uno eseribir una historia sinidtica de Europa. Los ensayos que pro- ‘ponemos son obra de los mejores historiadores actuales, sean 0 no ‘curopeos, sean 0 no reconocidos. Ellos abordarin los femas esencla~ {es dela historia europea en las dmbitas econdmica politica, social, religioso » cultural, basdndose tanto en la larga tradicién historiognd- fica que erranea de Herddota, como en los nuevas planteamientas ea- 8 Las revoluciones europeas, 1492-1992 orados en Europa, que han renovado profundamente la clencia his ‘ria del siglo xx, sobre todo en las tlmos decentos. Son ensayos ‘muy accesibles,insplrados en un deseo de claridad. "Y nuesira ambician es aportar elementos de respuesta a la gran pregunta de quienes consiruyen y construirin Europa, ) @ todos los ‘que se Interesan por ello en el naundo® «cQuiénes son ios europeos? GDe dénde vienen? zAdénde van?>. Jacaus Li Corr A Chris, Kit, Laura y Sarah, antes mis hijos y ahora mis amigos Prdlogo (Ci tenge ecg cor meta i eo at rovoluciones eufopess, acepté su propuesta con agrado. Acaba- ‘bade termina un libro sobre los estados europeos y un ensayo sobre Tn naturalezacambiante de as revoluciones europess. ,Qué pods ser, puss, mis sencilo y mas agradable que inspirarme en el primero y Emplar el segundo? Pensé que los importants estudios criticosy tra- ‘alos de sintesis sobre los estadiog relativos la revolucion, las rebe- lignes procesos conexos que habian publicado recientemente Rod ‘Aves lack Goldstone, Michael Kimmel y James Rule facilitarian mi {area Imaging, por tanto, ques trataria de un trabajo sn mayor com pilicacidn, algo asi como dar un euso a estudiantes universitarios: una {eorla general de la revotucion, un estado de la cucstia de as prine- pales revoluciones europeas, un breve resumen de los acontecimlen- fos, comparaciones sugestvas, conclusiones provsionales y sugeren- ‘Gas para profundizar en el estudio del tema, ‘Ei plan de trabajo era sumamenteatracivo, pero no habia tenido ‘en cuenta mi sentido de la responsabilidad y mf curiosidad. Aunque durante ls tims treinta anos haba realizado trabajos sobre diver- {as revoluciones y ocaslonalmente habia abordado Ia conceptualiza- ‘dn de fos procesos revolucionarios, nunca habia intentado formular tina teoria general —o, [0 que es 1o mismo, una historia general— de las rovolulones. Deseubri que no podria escribir este libro sin refle- ‘ionar al menos sobre lo que suponen esas generalizaciones. La labor Consiguente fue atractivay formativa, pero no reslt6 en modo algu- no fil. Terming leno de excepticismo sobre los intentos de formular ‘modelos tinicos de revolucién. No pude tampoco eumplir el plazo fi- Jado, que la consolidacién de la Comunidad Europea en 1992y 1993 hacia mas urgente. 12 Las revoluciones europeas, 1492-1002 En mi condicion de historiador especalizado he trabajado princi- ppalmente en la historia de Francia desde el siglo xv hasta el presente ¥enla de Gran Bretafa, centrando mi atencionen el periodo 1750-1850 En cuanto a los demds pases, he recurida alas sintesis disponibles cn las bibliotecas que suelo fecuentar. En la bibliografia que se n- luye en el libro figuran las obras que he consultado, Aungue con un trad distinto de dificultad, puedo manejarme con el ingle, slemsn, iso, la mayor parte de las lenguas romanicas y otras lenguasestre- chamente relacionadas con estas ulimas, He consultado en mayor ni ‘mero las obras Inglesasy he jgnorado por completa las obras ecrtas ‘enturco, fnlandés, hingaro y rabe. Como consecuencia, los inicos sthechos» que en este libro sorprenderin a ls especalistasen las ferentes zonasy épocas queen él se incuyen sein, sin duda, mis ervores factuales. Con toda seguridad, al estudiar la historia de un continen- te durante un lapso de medio milenio, he ientificado errSneamente ‘ algunas personas, lugares y procesos, he interpretado desacertada- ‘mente algunas causes y he esableldo nexos incorrectos entre fos acon {ecimlentos. En aquellos perfodos que conozco bien, las nuevas inter- pretaciones que se ofresenen este Ibrotenen numerosos predecesoress Dresentan nuevas versiones de vejosargumentos. Con toda seguridad, 30 ocurrird también en los estudios que no conozco tan profunda ‘mente, como los que se refieen a los Baleanes. Me atrevo a pedir 8 los historiadores que no pasen por alto mis erores, pero que 20 BIC. ‘unten, antes de rechazar todo el andiss, i esos erroes Invalid las omparaciones generales que se realizan en et bro ‘Algunos fragmentos del libro adaptan materiales de publicacio- nes anteriores: «State and Counterrevolution in France», Social Re- search, 56 1988), pp. 71-97; «Changing Forms of Revolution», en E. E. Rice, ed., Revolution and Counter Revolution, Blackwell Publ. shers, Oxford, 1991, pp. 125; «Conclusions», en Leopold Hisimson y Giulio Sapeli, eds. Strikes, Social Conflict end the First World War ‘An International Perspective, Fetrinell, Milan, 1992, pp. 587-598. ‘Aunque pueda tratarse de viejas ideas, todo el texio gs nuevo. Varias secciones del libro han sido duramente riticadas en versio- nes anteriores y en presentaciones orales, por parte de Rod Aya, Ka ‘ren Barkey, Posty Chang, Randall Colin, Rafael Cruz, JelY Goodwin, Michael Hanagan, Robert Jervis, Nikki Keddie, Sadrul Khan, Roy Lickdider, Goria Martinez Dorado, Tony Pereira, Ariel Salzman, The Préloro 13 da Skocpol, Jack Snyder, Michele Stoddard, Sidney Tarrow, Wayne ‘TeBrake, Bridget Welsh, Harrison White y Viviana Zelize. (arrow y TeBrake me instaron a realizar cambios importantes en la estructa- rade la obra, que me fue jmposible introducr. Eso les dard derecho a decirme «ya te lo habiasnos dicho» s el lector no comprende In ar- sumentacin dl libro. Por fortuna, ambos autores estan cscribiendo ‘sendos trabajos sobre temas relacionados, en los que podrin corresir ‘mls erores.) Carol Stevens me prest) una gran aya con las fuentes ‘sas. Enel seminario erganizado por la New School sobre la forma- ‘ida del Estado y Ia accion colectiva y en el seminario especial orgi- nizado por Harrison Whitey el Cetro de Extudios Sociales dela Uni- versidad de Columbia se caminaron con rigor varias partes del ‘manuscrito. Laura Kalmanowieeki y Hong Xu me prestaron una ayt- Ga indispensable para el manejo de las fuentes y Braite Lee prepar tt original de forma impecable. Adele Rotman me presté un valloso fscioramiento sobre In forma de organizary terminar el bro. Nin fzuno de estos amigos de cuya ayuda me he beneficiado ha visto la ‘versin definitiva y, por tanto, ninguno de ellos puede ser responsa- bie de os ecores que yo haya podido cometer. Yo asumiré la respon sabilidad de esos erores, Nueva York CAPITULO UNO Conflicto, revuelta y revolucién El retorno de a revolucién [AIMISTORIA REFUDIA 14 aRROGANCIA. En 1989 una sere de {electuaes franceses y de fancéfiloe anunciaron el bicentenario ea gran evolucion francesa con réquiems por Iarevolucién, El pro- ‘vocadorhistoriador Francois Furet declaré que la revolucién france- S52 iniciada en 1789 habia concluide por fin, porque Is institu de ‘un presidente elegido por la poblacign y de un conse constitucional hhabianlimtado, fnalmente los poderes de Ia asemblen nacional, por- que Ia Iglesia eatslica estaba reconcillandore con los partidos poll 0s y —yen no poca medidal—~ porque el partido comunista, herede 10 de los jacobinos, estaba en trance de desaparicién como fuerza politica de primer orden. En todos los paises de Europa occidental yen América Latina, continuaba Furet, ol marxismo estaba desapa- Feciendo a medida que la gente descubria los «riexgos del maximalis. ‘mo revolucionarion (Puret, 1989, p. 28). “En el prélogo de un diccionario de la revolucién —gran éxito de ventas publicado ese mismo aflo, Furet y Mona Ozou meneion- ban una paradoja dela excena politica francesa: un coup d'état habia curado esa herida ablerta que habla sido la revolucién durante casi doscientos anos. La toma del poder por De Gaulle cuando los nacio- nalistas francests se rebelaron contra la descolonizacién puso fin al mito revolucionaro: «al parecer, De Gaulle dio con Ia lave para crear luna repiblica mondrquica que al eabo de doscientosafios ha recone liado a Ancient Repime con la Revolucién» (Fuset y Orou, 1989, xx), La revolucién habia terminado; Francia podia Finalmente oct- parse de os asuntos politicos que los lamentables acontecimientos de 1789 habian interrumpido con tanta brusquedad. La mayor parte de 18 Las revoluciones europeas, 1492-1992 Jos europeos, no slo los franceses,compartian la idea de que la era {ela revolucign babi terminado. Ea Furopa occidental, la poblaciéa patecla demasiado préepera y egoista para la revolucién y en Europa Driental, los gobicrnos pareclan demasiado represivosy los ciudada- ‘nos demasiado divididos. ‘En 1988 Jacques Denoyelle firme, refiriéndose a Occidente en ge- eral y @ Francia en particular, ue la experiencia del socilismo auto- taro y cl advenimiento del individualismo democrético «se unieron pata hacer de a rebelién volenta un recuerdo del pasado, una utopia ‘esprovista de su maquilaje» (Grambelle y Tebitsch, 1989, 1, p. 309). ‘Despues de todo, en una época dominada por el Consurnismo y en Ja que los estados acumulaban tanto poder, poco podian hacer ls di- sidentes de los paises europeos salvo poner bombas, garabatear eraf- Fit, maldeir o abandonar. Reforma o represin, tal vez; revolucion, zhunca. gAcaso no haba ensehlado exo el triste remedo de programas revolucionarios que se formulara en 19687 ‘Sin embargo, en 1989 los habtantes de Europa oriental invalida- ron totalmente cualquier anilisis que contemplara el fin de la rebe- lign. Hicleron sus propias rovoluciones y, mis ain, el Estado domi- ‘ante Ia Unidn Soviédca, les ayudé de manera inconsciente. Eo los lis posteriores a 1 ascenso al poder en 1985, el lider de la Unién Sovittica, Mijafl Gorbachov afirmé rotundamente que, dado que pre- Tenia reduc los elevador gastos militares, no s6lo tratara de esta- blecer la paz con los Estados Unidos y la OTAN, sino también rei ira intcrvencion militar dela Union Sovitica en los asuntos internos Se otros estados. La costosa y desmoralizadoraintervencin de a Union Soviiies en Afganistan, que desemboed en una situacién sin sada, y fue el enfrentarlento mas directo con el poder militar norteameri- ano desde hacia muchos aos, habia socavado el prestigio militar de Jia Uaién Sovitica y habla semibrado algunas dudas sobre Ia polities {de equiparacién militar con los Estados Unidos. El programa de no Interferencia y de desmiltarizacion de Gorbachov se extendio a Ios ppalses satelites de la Unidn Sovitica de la Europa oriental ‘Cuando la Uni6n Sovitica redujo su presencia y sus gastos mili= tares, los cndadanos de otros estados de la Furopa criental comen- Zaron a comprender que sus obernantes tenlan menos probablids- Ges de obtener el apoyo militar sovitico para hacer frente a los problemas internos. Ea la Unién Sovitica, los habitantes de regiones Conflict, revuelta y revolucién 19 ‘no rusas comenzaron a legar a Ia misma conelusin y la relajaclon {ea epresin indujo a presentar publicameate una sere de reclama- ‘ones largo tiempo silenciadas ‘Los problemas surgicron ripidamente, aunque de forma divers, ‘ea Polonia, Hunaria, Checoslovaguia y Alemania oriental. Ea los res primeros paises, exstan desde hacia diez aos 0 mas diversas formas ‘de oposicién, que adquirié mucha mayor fuerza en los ais de rela- jacion a partir de 1985. En junio de 1989, os polacos eligleron 2 99 de los 100 candlidatos anticomunistas de Solidaridad que se presenta ron a una elecoién democritica para la Camara Alta, En la Cémara aja, Ia ley clectoral haba imitado la presencla de Solidaridad al 35 or 100 delos esafos, pero en agosto de 1989 el partido agrario aban fdoné la allanza que mantenia desde hacia cuarenta afios con los co- ‘munistas, para dar a Solidaridad la mayoria y al pais un primer Iinistro no comunista, Tadeusz Mazowiecki. Los sovidticos no reac ‘lonaron ante eos sucess, Bn Hlungria se estaba produciendo un pro- ‘eto similar, aunque mas limltado, de desalojo del partido comunis- {a. A finales de ese ano se haba disuelto el hasta entonces hegeménico Partido Socialista Hungaro de los Tabajadores y un referéndum na- cfonal habia raificado por abrumadora mayoria a dsolucién de las ‘Hlulas del partido en Ins fbrieas, el desmantalamlento de su milcia {yla revelacén a ln opinion publica de los bienes del disuelt partido. ‘En Checoslovagula, los lideres politicos continuaron utilizando la fuerza para reprimir las manifestaciones hasta el mes de noviembre. Sin embargo e flujo de exiliados procedentes de la Alemania orien- tal a condena de lainvasiSn de Checoslovaquia en 1968 por dos de los patses que habian partiipado en ella (Hungria y Polonia) y as profundas transformaciones que se estaban repstrando en los pases x comunlstas vecinos Fueron otros tantos factores que tenovaron la presin sobre et régimen. A mediados de noviembre, las manifesta- ‘ones masivas que tuvieron lugar en Praga y en otros lugares coloce- ron al gobierno en una stuacién sn salida estimularoa la fermacion {e una oposiidn publica en el foro cvico eimpularon una serie de ‘ecisiones poiticas improvisadas que levaron a Alexander Duboek, ‘tliado durante tantos aos, ala presidencia del Parlamento y a Vi- Cla Havel, que recientemente habia sido encarcelado, a desempefar fl eargo de presidente de Ia repiblica. La ironla habta triunfado. ‘Los slemancs orientale, a diferencia de sus vecinos, apenas ha- 20 Las revoluciones europeas, 1492-1992 bian ofrecdo resistencia abierta al rigimen comunista. Sin embargo, en el otofo de 198, las autoridades checas, polacas y hingaras per- imitieron que millares de alemanes orienales (que te hallaban en sus paises supuestameate como turistas en vacaciones) entraran en Ale. ‘mania occidental. La no intervencién de as faereassovieicasylain- ‘apacidad del régimen de Alemania oriental para pone fn a cea sats sia indicaron de forma ain mas dramatica que los tiempos habian ‘cambiado, En el interior del pais, los alemanes ericatales comenza- ron a manifestarse exigendo la reforma democritica y protestando contra las malas condiciones de vida. Lego, la embajada sovietica en Praga recibi6 respetuosamente a una delegacion de disidentes del {oro civic, episodio del que tomaron buena nota todos los lideres de ‘oposicién de Buropa oriental. Muy poco después, en formas yen gra dos divers, las rebeliones populares que estallaron en Rumania, Bul- _griay Albania desaloaron también del poder alos eres comtinistas ‘Por si eo fuera poco, las exgencias de independencia o autonomia en “Aunque con anterioridad a 1800 floreceron en Europa muchos otros tines de Estado, todos ellos seementados en una w otra forms, Ip certo es que a partir del siglo xvi comenz6 a prevalover un ti po conereio de Estado, que podriamos denominar Estado consol ‘edo: amplio, diferenciado, que gobernaba directamente teritorios ‘beterogéneos y que aspirabs a imponer un sistema fiscal, monetario, judicial, legisativo, military cultural unitario a sus ciudadanos. La aparcion del Estado consolidado fue un acontecimiento histrico tras ‘audental; en comparacion con él, précticamente todos os tipos de ‘Estado anteriores parectan insignficante. Los imperios centraizadoe ‘ue sursieron intermitentemente en China fueron los predecesores mis fotables del Estado consolidado europeos ni siquiera ol Estado Japo- is, poderoso, pero segmentado, resstia la comparacién con sis ho- Imdiogor europeos, ‘Fueron muchos os que hablaron del Estado-nacion para referrse ‘aeste nuevo tipo de Estado. Yo me referia al Estado «nacional» hasta {que comprendi la confusiéa que dicho término eausaba. Fl téemino Entdo-nacion es equlvoco, pues expresa un programa y no wna reall. dad, y la expresion Estado nacional se presta casi ala misma conhi- Sén. Aunque muchos estados contolidados afirmaban contener un fuerpo homogéneo de ciudadanos procedente de un solo pueblo, en realidad en muy pocos de ellos ae daba es situacion: tal ver en Suc- sia Noruega después de su separacion en 1908 (ls gnoran los pue- ‘los de Laponia), Finlandia tas la finizacion de los decenios de 1920 +1930 (elvidando tambien a los pueblos de Laponia), Dinamarca tras “thundimiento de su imperio,Ilanda y los Paises Bajos sino se tiene en cuenta la escisién protestante-catSice, Hungria después dela ma farizacién posterior a 1866 y de su contraccion a rir de los acu dos que pusieron fina la primera guerra mundial, yno muchos otros (@stergard, 1992). Ciertamente, en Bélgica, Suiza, el Reino Unido, Es- pata, Francia y Prusia no han existido nunca poblaciones homosé eas desde el punto de vista cultural Sin embargo, esa pretensin re resentaba dos realidades fundamentals: en primes lugar un intento 58 Las revoluciones europeas, 1492-1992 sin precedentes por parte de los gobernantes de imponer una lengua, lun sistema educative, unas précticas cultuales y unas lealtades un formes; en segundo lugar, la leptimacidn del principio de ques exis. tia una poblacign coherente y homogénea tenia el derecho a adoptar ‘una posicién politica distinta, incluso a poser su propio Estado. Ames fe convirtieron en dos principios esenciales del nacionalismo. La modificacién de los conflictos _La prolongada transformaciéa que experimentaron las economias, ls ceulturas y los estados europeos afecté profundamente la naturaleza ‘de los conflicts y,naturalmente, de la evolueién. Consideremos los diferentes tipos de reivindicaciones de cardcter popular: expresion vi ble de peticiones, amenszas, sities, ataques y todo tipo de llams- rientos a la accidn o al reconocimiento. Podemos ceatrarnos en lat ‘eclamaciones que son confenciosas (es decir, suponen una amenaza para los intereses de otro), eolectvas (es deci, los indviduos concer {fan sus reclamaciones) y son presentadas por o en nombre de perso nas relativamente indefensas. En qué condiciones plantea esas rel ‘maciones la gente comin? Los estuios recientes sobre esta cuestion nos alejan dela consideracin, dominante en oo tempo, del wom Dortamiento colectivo» como un aspecto separado, en gran medida ‘politico, producido por la disolucién de los controle sociale conven- ‘lonales yearacterizado por aetuaciones que desafan la racionalidad ‘convencional (vanse por ejemplo Aja, 1990; McPhal, 1991; Rule, 1989). Aunque en todo andlisis actual dela cuestiOn de las elvindic cones predomina la controversia, en conjunto los estudtos recientes Se refieren a ella como tn proceso eminentemente politico basado en interesesartieulados y poblaclones relativamente organizadas ‘Segin la nueva interpretacién, la gente comiin plantea exigenciat colectivas cuando tiene inteeses comunes, una organizaciOn compar- fide, rooursos disponibles y una clerta seguridad frente ala represion, al tiempo que percbe una oportunidad o una amenaza para sus inte zeses comunes. Esas exigencias resultan més viables y ms acucian- tes, afrman la mayor parte de los analistas, cuando la poblacion eo ‘cuestién posee una identidad social destacada y una organizacin in tema que la refuerza, cuando a esa identidad se unen unos derechos ‘Las iransformaciones de Europa 59 ‘o privilelos slides y cuando fos individuos comparten una sere de {gravis contra unos enemigos o rvales bien dfinides. El hecho de plantear exigencias (lejos de ser la caracterstica habitual de indivi- {hoor desorganizados 0 grupos desarraigados) slo se produce cuan- do edste una organizacién social relativamente compacta. Ademés, plantar exigencias implica no s6io una accion de grupo, sino una in feracelén de grupo. Como minimo, vineulan a quienes plantean esas ‘aizeacias con el objeto de sus recamaciones. Mas frecuentement, Consticuyen tan sélo una parte de un proceso constante de tray aflo™ jetre multiples protagonistas. Por coasigulents, las teorias que pre tenden expliear Ia «protesta> haciendo referencia, tan slo ala com

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