You are on page 1of 20
RELACIONES INTERPARTIDARIAS Y GOBIERNO EN EL URUGUAY (1942 - 1973) GERARDO CAETANO - JOSE RILLA La conformacién del actual gobierno de coalicién, con todos sus rasgos inéditos y sus particularidades en el marco de Ia historia politica uruguaya, ha venido a replantear el tépico de la evolucién de las relaciones interpartidarias en el pais y su influencia en la trayectoria de los gobiernos. Demandada asi por el presente, la historia de nuestros partidos vuelve a ser objeto de postulaciones y andlisis no siempre acertados y bien fun- dados- muy exigidos por los requerimientos de los desafios politicos mas actuales. En mas de un sentido, este interés recuperado tiene que ver con el retorno y profundizacion de viejos “asuntos” de la politica uruguaya. El peso de las relaciones interpartidarias en la gestion de gobierno es precisamente uno de ellos y de los més relevantes. Proponemos aqui una contribucién a la apertura del pro- blema. |. La problematica y el tema La historiogratfa politica del Uruguay y en especial la de sus partidos politicos presenta todavia una multiplicidad de teméticas virge- nes ¢ inexploradas. La evidencia de algunas de ellas surge con claridad si se intenta con- frontar el proceso politico uruguayo contem- Poréneo con los avances que la politologia ha realizado en las tiltimas décadas, en especial desde la segunda posguerra. La notable sistematizacién de los conoci- mientos referidos a los partidos significa hoy una exigencia mayor para la tarea historiografica, impelida al abordaje de nue- vos temas y a la renovacién de los enfoques narrativos, tan pr6digos y iitiles para la his- toria del siglo XIX. Es cierto que ya es posible reconstruir con mayor 0 menor prolijidad la evolucién partidaria del siglo XX en el Uru- guay, pero una consideracién de dicha peri- pecia, si aspira a mostrarse densa y significa- tiva, deberia extraer algunas de sus preguntas més novedosas e incisivas de aquellos encua- dres mas globales!. Véanse, a titulo de ejemplo, algunas cues- mes que demandarian de los historiadores un esfuerzo de renovacin nada desdefiable. Estén, por ejemplo, los problemas derivados de Ia estructura de los partidos uruguayos (en el acotado sentido que diera a la expresion Maurice Duverger hace medio siglo), que” reclaman todavia estudios referidos al armado ya la articulacién de las distintas formaciones 1. Decimos algunas, ni siquiera las més importantes, La teoria y las desctipciones clisicas de los sis- temas de partidos tienen una base empfrica amplia pero todavia muy limitada a Europa Occidental y a Estados Unidos. Son obviamente mucho tiles para extraer repertorios de temas y proble- ‘mas que para hacer historia de partidos politicos. Debe aceptarse entonces el imperativo de cons- truir teoria “sobre la marcha”, a partir de las perplejidades a tas que nos arrojan los hechos. GERARDO CAETANO - JOSE RILLA y a la descripci6n paciente, monogrifica, de ios agregados de base, tales como el comité y Ia seccién. Poco es lo que sabemos acerca de Ia historia de la membresfa de los partidos, de los niveles de inclusién y de participacisn, de la demarcacién de las fronteras entre los roles que circundan el quehacer partidario tales como los de adherentes, militantes, votantes, etc. Tampoco es muy abundante el conoci miento acerca de la historia de las dirigencias partidarias, los procesos de su seleccién y legitimacién, la evolucién de sus funciones en el partido y en el conjunto de la vida social, El enfoque que aqui se intenta no tiene sin embargo como objet is estructural sino mas bien sistémico. Es complementa de nuestros anteriores acercamientos a la his- toria de los partidos uruguayos y tiene la pretensién de abrir ciertos temas que deman- darn un esfuerzo empirico de envergadura’. En la linea de interpretacién que pone el acento en la centralidad de los partidos, se trata de indagar en qué medida y de qué forma ellos han sido mds sujetos de cogobierno que de gobierno durante la mayor parte del siglo XX, especialmente desde la década de los 40. De ser asi, esta contribucién analitica servirfa también para profundizar acerca de la habili- tacién de nuestros partidos politicos para desplegar sus competencias en un régimen de gobierno que hoy se halla en proceso de revisién y que sufre de algunas restricciones. La indagatoria aspira asimismo a poner en discusi6n algunas aseveraciones de aspecto en general muy concluyente acerca de la natura- leza del sistema uruguayo, caracterizado usual- mente en términos hist6ricos como una forma- cidn bipartidista clasica. Se intentaré probar que, a la luz de la compleja evolucién politica 2 Cir. especialmente Gerardo Caetano y José Rifla, “BI sistema de partidos uruguayo: taices y per- manencias”; De la Tradicién a ta crisis, Monte- video, CLAEH/Banda Oriental, Coleccién Argu- mentos, 1985. Idem y Romeo Pérez, “La partidocracia urtiguaya; historia y teorfa de una centralidad; Partidas y Electores, CLAEH/Banda Oriental, Colecci6n Argumentos, 1992. “Cambios recientes en el sistema de partidos concebido como una partidocracia”. Los partidos uruguayos de cara al 90, ICP/FCU, 1989. ¢ institucional descrita entre 1942 y 1973, esta es més bien una historia de cogobiernos que de alternancia de }os partidos en la gestion piiblica. Asimismo, se destacard especialmen- te el que, més allé de la apariencia que tra- ducen los resultados electorales, los partidos uruguayos destinaron juntos en competencia y en cooperacién mucha energia y recursos a la consecucién del gobierno. Una hipétesis con estas pretensiones se orienta, en principio, en una direccién més bien diferente y hasta contraria a la de la literatura més cldsica referida a los sistemas de partidos. Si el uruguayo hubiera sido por mucho tiempo un sistema bipartidista clasico, ‘© un sistema de partido predominante (ambas cosas se han afirmado en los tiltimos afios)>, la experiencia comparada indica que las rela- ciones entre los partidos ante la gestién del gobierno no deberfan haber estado tan fuer- temente pautadas por practicas de cogobierno. En tales casos (de bipartidismo o de predomi. nig), la expectativa mas firme de la oposicin es el alcance del gobierno. En otros términos, es que en los esquemas de bipartidismo mo- derado, 0 mejor aun, en los multipartidistas (muchas veces interpretados como de transi- cidn), donde el flujo de relaciones guberna- mentales cobra especial funcionalidad y sig- nificacién politica. Segiin ha estudiado Sartori: uno de los principales rasgos del pluralismo moderado tiene que ver precisamente con su proclividad ala formacion de gobiernos de coalicién. Ello depende de que los partidos importantes sean por lo menos tres y que ninguno de ellos alcance la mayoria absoluta. De todos modos, la estructura del pluralismo moderado sigue siendo bipolar: en lugar de dos partidos, ha- Hamos a menudo alineaciones bipolares de coaliciones alternativas. No hay mayor distan- cia ideolégica ni “partidos antisistema” im- portantes; todos se orientan hacia el gobierno 3 Un buen resumen y discusién de las diferentes interpretaciones, en especial la de Luis E. Gonzalez, puede hacerse en Pablo Mieres, “Acer- ca de fos cambios en el sistema de partidos turuguayo” en Cuadernos del CLAEH. n. 62. Montevideo, 1992. 16 REVISTA URUGUAYA DE CIENCIA POLITICA RELACIONES INTERPARTIDARIAS Y GOBIERNO EN EL URUGUAY (1942 - 1973) y estén disponibles para coaliciones guberna- mentales*. La interrogante més fuerte que preside este trabajo es la siguiente: ;cOmo interpretar el intenso juego interpartidario desplegado entre 1942 y 1973 si en teoria este no parecia tan estrictamente necesario? {Por qué razones un sistema de partidos, con un actor predomi- nante o dos, produjo importantes discusiones y decisiones més propias del cogobierno y de los esquemas pluralistas que son mucho mas recientes en el Uruguay? Finalmente, jsera entonces que una reconstruccién histérica de Ia experiencia uruguaya amerita la investiga- cién de categorfas intermedias entre los extre- mos clasicos del gobierno de partido y del gobierno de coalicién? Dedicaremos la primera parte del trabajo a justificar los limites temporales de nuestro anilisis, colocado entre los afios 1942 y 1973. La segunda seccién sera destinada a explorar en una teorfa de las relaciones interpartidarias cuya base empfrica deberia ser la misma his- toria politica de esas tres décadas. Por dltimo, en la tercera parte se presentarén algunos rasgos generales de esas relaciones interpartidarias y de sus efectos en la gesti6n de gobierno durante el perfodo estudiado. Il. Justi Los partidos como sistema y como gobierno aci6n cronoldégica Un rastreo de las principales etapas de la historia de los partidos de cara al gobierno ofrece en primer término la oportunidad de marcar los limites precisos de nuestro objeto. De paso, habilita también a especificar con mayor profundidad de qué hablamos cuando decimos “relaciones interpartidarias”. Un punto de arranque para una historia de los partidos uruguayos modernos bien podria ser el inicio de la precaria coparticipacién instaurada con la Paz de abril de 1872. Por 4 Cfr. Giovanni Sartori, Partidos y sistemas. de partidos. Parte 11, Alianza, Madrid, 1980. més rudimentario que pueda parecer aquel estatuto, su significado para la construccién de un sistema de partidos moderno en el pais fue relevante, pues con é1 comenzé a cerrarse el ciclo de la exclusién del adversario y, consecuentemente, empez6 a abrirse 1a habi- litacién para la admisin recfproca de los actores en tanto sujetos de gobierno. Aquel acuerdo, sobre cuya base siguié negociando por muchos afios la élite partida- ria, inicié como es sabido la historia de la coparticipacién, lo que en otros términos sig- nifica que el sistema politico uruguayo co- menzaba entonces a producir decisiones a partir de ese micleo, y a experimentar fuertes crisis cuando ese niicleo era puesto en entre- dicho como pauta de convivencia institucional Las guerras civiles del fin de siglo XIX y primeros afios del siglo XX, comtinmente interpretadas con cierto desdén como las til- timas reyertas del Uruguay tradicional y pastoril, podrian en cambio también ser estu- diadas como conflictos de “nuevo tipo”, como manifestaciones de una crisis del estatuto coparticipativo. EI periodo que se abrié con la Paz de Acegud en 1904 y que se cerré en 1931 con el pacto entre las fracciones reformistas de los dos grandes partidos (los Hamados “batllismo neto” y “nacionalismo independiente”) fue en verdad muy denso en relaciones interpar- tidarias. Ellas contribuyeron decisivamente en Ja articulacién de los partidos en un sistema complejo. Coexistfan e imteractuaban conti- nuamente, tenfan al Estado como referencia, se comunicaban con los actores politicos no partidarios de Ia sociedad y dotaban de mayor cohesion y legitimidad al conjunto de las relaciones. En la perspectiva que investiga- mos, el primer batllismo sélo conocié unos pocos afios de dominio incontestable; rapida- mente debié pactar dentro y fuera del Partido Colorado y la derrota de aquel proyecto ori- ginariamente exclusivista result6 a 1a postre bastante irreversible. Dejé a su paso un sis- tema de contrapesos y controles, de arreglos y pactos (uno de ellos, incluso, de cardcter constituyente) que dieron su perfil caracteris- tico a la consolidacién democratica y a la formacién del sistema de partidos. REVISTA URUGUAYA DE CIENCIA POLITICA 7 EEO ee —ee———— GERARDO CAETANO - JOSE RILLA La partidocracia experiment6 su madurez y sus limites durante las décadas siguientes (1931-1968), marcadas por sucesivas crisis, ajustes y restauraciones. La dictadura terrista y el impacto de los acontecimientos interna- cionales amenazaron con provocar alteracio- nes profundas en los alineamientos tradicio- nales y cambios en el espacio ocupado por las relaciones corporativas dentro del sistema politico. La bipolaridad del sistema se atenus pero no se quebré; los partidos, nunca undni- mes en su interior, muchas veces desde la iniciativa fraccional, pactaron sucesivos esta- tutos constitucionales (1934, 1942, 1951, 1966), tramitaron dos golpes de Estado (los de 1933 y 1942) y una transicién. Concluyeron asf el armado del Estado de partidos y de la sociedad de partidos, esto es, la construcci6n de una Administracién compartida y fuerte- mente demandada por una sociedad mas com- pleja que prioritariamente accedia al Estado a través de los partidos y de sus nervaduras caudillescas. También tramitaron en conjunto, hacia un lado u otro y generalmente desde el conflicto dialéctico, nada menos que el encuadramiento internacional del pais. La crisis estructural hacia fines de los afios cincuenta encontré al sistema de partidos incapaz de articular respuestas efectivas, a pesar de algunas novedades y tensiones rupturistas que signaron el perfodo. La ciuda- danja comenzé a dar muestras de busqueda e insatisfacci6n, expresadas en los permanentes cambios y en las derrotas electorales del “oficialismo”, Desde los partidos se ensaya- ron algunas respuestas a la crisis (reo- rientaciones programéticas, realineamientos de fuerzas, renovacién de liderazgos, unificacién de los grupos de izquierda), las que de todas formas no alcanzaron a frenar el deterioro del sistema, fuertemente penetrado de influencias coxporativas. Fue tal vez aquel, el momento en que la fraccién partidaria parecié menos partidaria y mas auténoma del conjunto; junto a ello se dio paso a una paulatina pérdida de centralidad de los partidos en el sistema po- Iitico, a una merma de su incidencia en tanto actores de gobierno. A diferencia de las an- teriores, la dictadura instaurada en 1973 -que fue militar pero también alisté a muchos ci- viles- no conté a los partidos ni a fracciones enteras como sustento visible o encubierto. Puede afirmarse que la personeria partida- ria recién recobraria su peso desde la resisten- cia, la oposicién, la negociacién, que a partir de 1980 habilitaron a una salida institucional. En un marco otra vez restauracionista, frac- ciones y partidos, identidades simulténeas de alimentacién reciproca, volvieron a ser enton- ces “comunidad de gobierno”, sefial de iden- tificacién de la nacin y del Estado urugua- yos. La transicién democratica timoneada por el Dr. Sanguinetti (1985-1990), el siguiente gobierno del Dr. Luis Alberto Lacalle (1990- 1995), y lo que hoy insiniia e! nuevo mandato de Sanguinetti, han sido experiencias de in- tenso flujo interpartidario, cada vez més cer- canas al cogobierno —_(entonacién, gobernabilidad, coincidencia, coalicién - ade- més de la novedosa cohabitacién con la iz- guierda en Montevideo- han sido los términos de la aproximaci6n). Sin desmedro de Ia pro- ductividad (tampoco de la conflictividad a veces exhibida), las relaciones entre partidos impactaron progresivamente al gobierno, y ello fue asf cuanto mas multipartidista se volvia el sistema y cuanto menor distancia ideol6gica era dable observar entre Jos acto- res. Entre Amézaga y Bordaberry © del “golpe bueno” al “golpe malo” El tramo de la historia politica uruguaya que seleccionamos para la observaci6n de esta problematica esta ubicado entre 1942 y 1973. Para un andlisis de la “Entonacién Nacional” y de la “Coincidencia Nacional” de los gobiernos de Sanguinetti y Lacalle respectivamente, debe consultarse el trabajo de Maria Ester Mancebo, Acuerdo politico y marco decisorio: un encuentro necesario en el Uruguay democrético, ICP. apa- recido luego en la Revista Uruguaya de Ciencia Politica, n. 4, Montevideo, 1991, bajo el titulo de “Los problemas del presidencialismo en el Uru- guay"' El anilisis comparado de Mancebo mues- tra que las dos sucesivas alianzas de gobierno no fueron estrictamente coaliciones, pero representa ron iniciativas de una relacién cooperativa entre los partidos. la coalicién del segundo gobierno de ‘Sanguinetti es mas comprensible y justificable a Ta luz de estas experiencias. 18 REVISTA URUGUAYA DE CIENCIA POLITICA RELACIONES INTERPARTIDARIAS Y GOBIERNO EN EL URUGUAY (1942 - 1973) Seguida la rApida reconstruccién que antece- de, se verd que dicho lapso se sitiia entre el pleno desarrollo y la crisis de la partidocracia nacional. Si se observa Ja accién de gobierno en tanto produccién politica de los partidos, el periodo dista mucho de ser inocuo. Si bien debe investigarse con prolijidad la incidencia de los partidos en cada uno de los actos de gobierno, la agenda que tuvieron entre manos fue por demas nutrida y compartida. Adviértase, a modo de ejemplo, el tratamiento que merecieron tres asuntos en verdad polémicos, pero resueltos siempre dentro de los limites del sistema de partidos: (i) el pats se alines internacionalmente en la 6rbita norteamericana, pero el sistema aloj6 pacificamente oposiciones vigoro- sas, que inhibieron al mismo tiempo la manifestacién de las aristas mas violen- tas de aquella inscripcién planetaria (como pudieron haberlo sido las bases militares); (ii) el industrialismo de posguerra (que afioraba al mundo de la preguerra), pro- tegi6 un esfuerzo econémico exitoso en el corto plazo, aunque a menudo ineficiente y de precios caros, con un futuro especialmente comprometido ni bien cambiara 1a coyuntura internacio- nal. E] sistema de partidos dispuso a su vez, de recursos politicos suficientes como para ensayar més tarde la alternativa opuesta de la apertura econémica y la libertad cambiaria, que con el tiempo se demostrarian como bastante irreversibles; (iii) las reformas institucionales se orientaron primero al colegialismo més ortodoxo, reflejo de acuerdos més de fracciones que de partidos, pero veinte afios més tarde apostaron a un nuevo acuerdo cons- titucional de cufio presidencialista, que entré en vigencia luego de intensas ne- gociaciones procesadas también dentro del sistema de partidos. Mientras el sistema de partidos mantuvo centralidad, pudo procesar sus dilemas y di- ficultades con sus recursos propios. El desgas- te de un actor partidario era frenado por el relevo de otro actor partidario. Al final del periodo, la crisis radical de comienzos de la década del setenta fue la manifestacién de que el relevo ya no era posible dentro de los marcos del sistema; otros actores no partida- rios pasaron entonces a ocupar el centro del escenario politico. lll, Elementos para una teoria historica de las relaciones interpartidarias Es necesario explorar en nociones colin- dantes, que faciliten una reconstruccién com- pleta de la relacién de gobierno. La historia politica, al tiempo que muestra algunos limi- tes de la ciencia politica, aconseja no dar como obvia y natural la funcién del gobierno; vista “de cerca” y con el prisma de la historia factica, ella tiene mucho de contingente. Allf estan radicadas, precisamente, las condiciones y posibilidades para la produccién de una ciencia politica: madurard en tanto devolva- mos a los actores al pleno ejercicio de su capacidad y observeros al gobierno como proceso decisional que va tomando distancia de Ja indeterminacién. Si gobernar es “un correlato de admitir 0 querer ser gobernantes”®, las relaciones interpartidarias no se agregan simplemente a la funcién de gobierno, no la complementan, sino que son el gobierno, son su esencia. Para que el partido no sea un mero érgano de control social (como en los regimenes de partido nico) requiere de “las otras partes” y de su relaci6n con ellas, de reconocimiento, de legitimacién recfproca en la escena ptbli- ca, El arco de posibilidades es bien amplio. Si cabe, en principio, discriminar entre distintos niveles de relacionamiento, debe aclararse sin embargo que no todas las relaciones dentro del sistema de partidos son centripetas: el conflicto, ta competencia, la asimetria que de 6 La expresién es de Romeo Pérez. REVISTA URUGUAYA DE CIENCIA POLITICA 19 Ne GERARDO CAETANO - JOSE RILLA ellos deriva son siempre parte del conjunto. En esencia, Ia funcién partidaria se cumple generalmente en la consagracin de ese doble juego, solo que aqui nos ocuparemos del primero. En términos bien generales podrian citarse los siguientes niveles: 1, Relaciones “naturales”, basicas, propias del funcionamiento de cualquier sistema, No por obvias son ellas triviales 0 vacias; a menudo facilitan el caudal de relaciones pos- teriores y el intercambio de informacién; contribuyen asimismo al reconocimiento de los actores en un lenguaje comin. Son espe- cialmente observables en las coyunturas de reinstalacién democratica, posteriores a los regimenes dictatoriales 2, Luego, avanzando en precisién, pueden identificarse los compromisos globales, en general proyectados a la Constitucién, enten- dida ésta como pacto de ciudadanfa. Son generalmente poco explicitados pero profun- dos, sostienen una cultura politica. 3. Mas precisos aun, son los acuerdos y pactos de proyeccién gubernamental en cl corto y en el mediano plazo. Acuerdos de gobierno y para el gobierno, respuestas institucionalizadas desde cargos de gobierno a los asuntos reconocidos puiblicamente como susceptibles de gobierno. Estos pueden ser estables 0 sometidos a un enfoque mas casuistico y particularizado, pueden vincular- se con coaliciones © con gobiemos minorita- rios que negocian sus asuntos caso a caso. Este primer acercamiento debe, empero, ser complementado con una clasificacién mas encimada en el tramo de la historia politica que aqui nos ocupa. En tal sentido, parecen reconocibles dos tipos de acuerdos interpartidarios: primero, aquellos que son observables por el producto que generan, por el resultado visible y comunicable; segundo, aquellos que lo son por los recursos emplea- dos, por el tipo de actor partidario involucrado, por los escenarios en los que se desarrollan. Cualquier taxonomfa que se emprenda debe ser leida como operacién analitica, que separa lo que esta integrado y descompone elementos covariantes, Acuerdos segiin el producto Un modo de medir los productos de este tipo de relaciones politicas es el rastreo de los, diferentes impactos. Puede en primer lugar identificarse una serie de acuerdos interpartidarios cuyo impac- to predominante incidié en el Estado. Por ejemplo, el “Estado empresario” tuvo en el Uruguay un nacimiento muy ligado al Partido Colorado, gobernante hacia fines del siglo XIX, pero su reproduccién y ampliacién fue crecientemente negociada entre -por lo me- nos- colorados, blancos y hasta cons- titucionalistas. Mas adelante, el “Estado de Partidos”, fue en Uruguay una construcci6n politica donde se cruzaron legitimidades, se consinticron esferas de influencia y se fijaron los alcances de la “Administracién public: Ningdn partido puede reclamar como exclu- siva la extensi6n de las funciones estatales la definicién de las fronteras entre lo pablico y lo privado. Incluso en los momentos de crisis social y econémica (en los afios 30 0 a fines de los afios 50) en los que se aplicaron politicas compensatorias, todos los actores partidarios, a menudo por razones distintas, pudieron intervenir y decidir en el proceso. En segundo lugar, pueden registrarse acuer- dos interpartidarios cuyo mayor impacto se observa en el gobierno. Son relaciones que suelen ser confundidas bajo el apelativo de la gobernabilidad, entendida esta en un sentido restringido (y muy contemporaneo) como concesion de la oposicién al gobierno para el sostenimiento del régimen. Pero puede ser también interpretada en su sentido mas am- plio, como una modalidad de oposicién poli- tica que termina ensanchando el pluralismo del régimen politico y ampliando las bases del “proceso de produccién” de decisiones. E] Uruguay tiene una rica historia del fracaso del “gobierno de partido” (los prime- ros tiempos de la Reptiblica, entre la Guerra Grande y la Revoluci6n de las Lanzas, son un ejemplo de lo que costaron al pafs las preten- siones del gobierno “nacional” o el “exclusivismo” colorado). Luego de la Paz de Abril, donde precisamente se ahogaron las pretensiones més excluyentes, el recurso al 20 REVISTA URUGUAYA DE CIENCIA POLITICA RELACIONES INTERPARTIDARIAS Y GOBIERNO EN EL URUGUAY (1942 - 1973) acuerdo partidario (en beneficio de grupos, fracciones y aun candidatos) fue muy comin y caracterizé la politica uruguaya a fines del siglo XIX (a pesar de su Iuctuoso final).” La etapa posterior de la vida de los parti- dos, vinculados desde 1a primera década del siglo XX a un sistema, permite observar los alcances de un proceso de modernizacién no- tablemente acelerado (en términos de tematica, encuadramiento social, integraci6n ciudadana, relacién con el Estado, lenguajes) que hacia Jos afios 20 tuvo una expresién culminante con la electoralizacién. La frecuencia y crucialidad de las elecciones en Ia politica uruguaya abrie- ron un escenario de paridad -muchas veces ajustada- que habilité a un replanteo de las relaciones entre los diferentes partidos politi- cos. Entonces fueron habituales los pactos de gobierno, afanosamente buscados adentro del partido gobernante 0, cuando el esfuerzo no alcanzaba a concretar mayorfas operativas, con fracciones de los demds partidos. En suma: fracaso del gobierno de partido, conviccin generalizada de que la cercania electoral entre los grandes partidos no habilitaba al gobierno de una manera simple 0 automitica. En tercer lugar, pueden observarse acuer- dos cuyo mayor impacto se registra en el sistema de partidos. Son ellos los conformadores del pluralismo uruguayo y que no siempre involucraron a la vez a todas las colectividades. Debe mencionarse al respecto: i) el proceso de legislacién electoral conocido como la “ley de lemas” (que en el Uruguay ha operado como una verdadera legislacin de partidos, tantas veces reclamada desde dentro y fuera del sistema) y que contribuyé de manera decisiva a Ia delimitacién de los subsistemas de partidos (segiin la ya enveje- 7 Los acuerdos son en verdad miiltiples, de variadas materias. Los referidos a la materia politico elec- toral pueden seguirse en Juan E. Pivel Devoto. Historia de los partidos politicos en el Uruguay, Tomo II, Montevideo, Atlantida, 1943; Alfredo Castellanos, Romeo Pérez. El pluralismo, Examen de la experiencia uruguaya, 1830-1918, Tomo Il, Montevideo, 1981, CLAEH, Investigaciones 15; Alvaro Diez de Medina, El voto que el alma pronuncia, Montevideo, FCU, Fundacién Banco de Boston, 1994 cida divisién entre “tradicionales” y “de jeas”); ii) los acuerdos para el refuerzo de la identidad “tradicional” de blancos y colora- dos, enfrentados al desaffo de los frentismos que de modo recurrente -y también acordado- se manifestaron en la historia; iii) en concor- dancia, los acuerdos politico-electorales pre- vios a las elecciones, que devinieron coali nes como la del Frente Amplio, que ya cuenta con un cuarto de siglo de construccién como tercera fuerza. Por tiltimo, en cuarto lugar registremos los acuerdos interpartidarios cuyo impacto mas visible se observa en el régimen de gobierno. Para mencionar lo mas evidente, adviértase que no hubo reforma constitucional en la historia del Uruguay contemporéneo que no derivara de negociacién o de acuerdo entre fracciones de los partidos (mas las primeras que los segundos). La reforma de 1942 y de algtin modo la de 1951, fueron acuerdos de- trés de un objetivo no muy explicito de ex- clusi6n: al herrerismo y las herencias marxis- tas la primera; al luisismo en la segunda. Los acuerdos obtenidos en esas instancias permi- ten incluso observar a las fracciones en posi- ciones claramente diferentes a las sostenidas en primera instancia. El apoyo del herrerismo ala Carta del 51 es bien ilustrativo al respec- to: abandonaba por esa via su “tradicional” anticolegialismo y (en tanto preferia el control politico desde ei Poder Ejecutivo) el tenue parlamentarismo que habia caracterizado al sector. Las variaciones del presidencialismo uru- guayo, en especial las referidas a las sucesivas composiciones del Poder Ejecutivo, constitu- yeron un resultado interesante de las relacio- nes de acuerdo entre sectores de los partidos mayoritarios. Pueden reputarse como acuer- dos de régimen de gobierno cuando su fun- cionamiento resiste el relevo de los grupos o partidos que los pactaron y “aprovecharon” en su primer momento. Acuerdo segtin los actores, recursos y escenarios Colectivo y conflictivo, e! actor partidario es un actor complejo. La naturaleza de sus REVISTA URUGUAYA DE CIENCIA POLITICA 21 GERARDO CAETANO - JOSE RILLA relaciones en el sistema deriva muchas veces de la particularidad de sus portadores, nego- ciadores y voceros, de los escenarios de tra- bajo més cercanos o distantes de la politica 0 de la técnica, de la acumulacién de funciones entre responsabilidades partidarias y cargos piblicos, etc. sf por ejemplo, una mirada histrica que aspire a reconstruir la fancién del gobierno debe reparar en las modalidades del liderazgo y la jefatura partidarias. {Qué tipo de jefatura interna -deliberativa, autoritaria, consultiva, componedora, sintetizadora...~ ejercfan figu- ras tales como César Batlle, Tomas Berreta, Luis Batlle, Luis A. de Herrera, Benito Nardone, Daniel Fernandez Crespo, Alberto Heber, Pacheco Areco, Wilson Ferreira, etc.? {De qué manera incidfa, cuando la posefan, el tol de parlamentario de los lideres en las funciones de negociacién interpartidaria? El estudio de otros aspectos vinculados al escenario de las relaciones derivaré en una profundizacién del conocimiento del actor partidario como sujeto de gobierno. En tal sentido es posible discriminar entre relaciones que se producen en el Estado, entendido ahora como Administracién Pablica en la que se ejercen cargos de gobierno, o en el Parla- mento, o en las distintas corporaciones de la sociedad, o en los Ambitos de cardcter predo- minantemente técnico, de adscripci6n partida- ria pero extraparlamentaria Un acercamiento de esta naturaleza podria esclarecer la cuestién de la primacia del es- cenario parlamentario en el comando partida- rio. En el parlamento son posibles algunos acuerdos politicos que se vuelven dificultosos en otros Ambitos®; en él concluyen las funcio- 8 Volvamos al ejemplo de 1a Constitucién de 1951 Votaron a favor de ella solo el 17% de los inscriptos y en Montevideo fue claramente rechazada, Sin ‘embargo, los acuerdos partidarios en e! Parlamento la sostuvieron. Alberto Demichelli afirraba en tal sentido que “(...) los colegiados fueron posibles entre nosotros por la via de los pactos legislativos. De otro modo no hubieran alcanzado jamas el margen necesario de firmas y de votos*. Cit. en I Trochon, “Parlamentarismo en el Uruguay. Una vision histérica”, p. 57, en Heber Gatto/lvette Trochon, Parlamentarismo y presidencialismo en el Uruguay, Montevideo, 1993, FCU. nes de representacién, presiGn ciudadana y corporativa, demandas de recursos y resonan- cia publica generalizada? E] investigador de estos t6picos tropezara una y otra vez con la dificultad de identificar con precisién el tipo de actor partidario que tiene entre manos. En miltiples ocasiones, como hemos anticipado y como se seffalard en las paginas que siguen, la fraccién tuvo mayor peso que el partido, negocié con otras frac- ciones de otros partidos y avivé con ello el celo del lema. Digase de todos modos que la fraccién no es el partido aunque actiie mu- chas veces como tal, rara vez orienta sus acciones en contra del partido y que casi siempre vuelve a él, como a su referencia matriz, ‘A este respecto ha sefialado Romeo Pérez: “(..) nuestros partidos politicos -quizd con més ¢lari- dad los tradicionales- estén estructurados en torno a sus parlamentarios, en torno a su repre- sentacién parlamentaria. Desde ella hay una serie de movimientos de ida y de regreso. Una serie de movimientos de fuelle hacia los drganos perma- nentes no parlamentarios de conduccién partida- ria, hacia los cuerpos de asesores de esos par- tides. (..) ¥ en esos movimientos de fuelle, algunas veces la conduccién parece escaparse de la ban- cada de parlamentarios del partido hacia el Presidente de la Repiblica cuando pertenece al partido, hacia un jefe muy caracterizado que no es un parlamentario y que sin embargo pesa, y a veces pesa mas que la bancada parlamentaria, en fin, hacia algiin ministro especialmente responsabilizado del partido en tareas de gobier- no, etc.. Sin embargo, si vamos a los largos plazos Veremos que estos movimientos son precisamente de fuelle, hay un retorno al equilibrio que pro- porciona la conduccién de un partido por los parlamentarios”. Romeo Pérez, en K. Bodemer/ M.E. Laurnaga (comp.), Estructura y funciona- miento de los partidos politicos: una reforma posible, pp. 37-8, Montevideo, FESUR, 1993. ce REVISTA URUGUAYA DE CIENCIA POLITICA RELACIONES INTERPARTIDARIAS Y GOBIERNO EN EL URUGUAY (1942 - 1973) IV. Relaciones interpartidarias y gobierno en el periodo 1942-1973 Como se ha sefialado, el proceso politico uruguayo entre 1942 y 1973 perfila una tra- yectoria especialmente propicia para el anéli- sis de distintas modalidades de relacionamiento interpartidario. Todas las formulas que se han resefiado pueden prdcticamente encontrarse en el marco de las alternativas politicas del periodo, que se caracteriz6 sin duda por una activa experimentacién de los partidos en la biisqueda de soportes mas sélidos para la accién de gobierno. Hasta mediados de los afios 50 esta biis- queda se orienté a profundizar las bases del pais reformista ¢ industrialista, pero luego debié focalizarse mas acuciosamente en la consecucién de respuestas y alternativas ante el avance de la crisis y el agotamiento del modelo de desarrollo tradicional. En uno y otro momento fas realidades del sistema de partidos, més alld de fuertes continuidades y permanencias, presentaron modificaciones de importancia, muchas de ellas precisamente vinculadas con las demandas de la cada vez mis dificil construccién del gobierno. Fue asi gue la progresiva declinacién de los afios 60 y 70 se dio en forma paralela con la crisis del sistema de partidos y con Ia creciente corporativizacion de la politica uruguaya, en el marco de un proceso general bien diferente por cierto al de las décadas anteriores. La solidez de las bases del cogobierno partidario quedaron asi asociadas directamente con la suerte del sistema democratico. El mapa electoral y su evolucién en el perfodo En una cultura politica tan electoralizada como la uruguaya, el itinerario de los gobier- nos no pudo sino estar fuertemente vinculado con la evolucién de! mapa electoral. Los re- sultados de los comicios verificados en el periodo tendieron de manera creciente a esti- mular y condicionar la perspectiva de los acuerdos interpartidarios. La evolucién de las internas partidarias, en el marco de una cre- ciente fraccionalizacién de todos los lemas, exigié una articulacién compleja y constante a diversos niveles. A este respecto, debe adelantarse que los acuerdos intralemas nunca resultaron faciles ni autométicos y que las disputas internas alcanzaron a menudo a jaquear la accién de los gobiernos. Si se observa el cuadro I, en el que se resefian los resultados electorales del perfodo de acuerdo al porcentaje de votos obtenidos por los grandes lemas, se puede advertir que en mas de una oportunidad uno de ellos al- canz6 la mayorfa absoluta. En efecto, en las elecciones de 1942, 1950 y 1954, el P. Co- lorado superé el registro del 50% del total de sufragios emitidos. A ello deberia sumarse gue en 1958 el P. Nacional “arafis” ese gua- rismo (al lograr en conjunto un 49,7% del total de votos) y que en 1966 otro tanto puede afirmarse respecto al caudal electoral obteni- do en la oportunidad por el P. Colorado (49.4%). REVISTA URUGUAYA DE CIENCIA POLITICA 23 OO) GERARDO CAETANO - JOSE RILLA CUADRO I. PORCENTAJES REGISTRADOS POR LOS PRINCIPALES “LEMAS” (1942-1971) 1942 | 1946 | 1950 | 1954] 1958 | 1962 1966 | 1971 P. COLORADO. 57,1 | 47,8 | 52,6 | 50,5 | 37,8 | 44,4 49,4 41,0 P. NACIONAL 22,8 | 32,0 | 30,9 | 35,2 | 49,7 | 46,6 40,4 40,2 P, NACIONAL INDEPENDIENTE — 11,6 Sei tej s7 | | _ _ P, COMUNISTA 24 50 | 23 | 22) 27) 36 | 57()] — P. SOCIALISTA 1,5 23] 21} 33 | 35 @] 09 - UNION CIVICA 42 54] 44} 50 | 3,7 )) @B)} — PARTIDO DEMOCRATA CRISTIANO. —-|-J- J- J- 3,0 3,0 - UNION POPULAR —-}-4- f- [- 23 (1) 0,2 = FRENTE AMPLIO SS Le - 18,3 (4) VARIOS 04 | — 0,04) 0,02] 2,53) 0,1 04 05 Notas: (1) A partir de 1962 e1 Partido Comunista vota dentro del lema Frente Izquierda de Liberacién (FIDEL). (2) En 1962 el Partido Socialista vot6 dentro det lema “Unién Popular” (3) A partir de 1962 el lema pasa a Ser “Partido Demécrata Cristiano” (4) En 1971 el Frente Amplio vota bajo et lema “Partido Demécrata Cristiano”. Si las observaciones se remiten a ese cuadro y resaltan las distancias entre los lemas que obtuvieron el primero y el segundo lugar, estariamos (como més de un analista ha sefia- lado) frente a un “sistema de partido dominan- te” al menos durante un buen tramo de este periodo, Sin embargo, el andlisis detallado de los itinerarios politicos y de las articulaciones casi “barrocas” que fueron necesarias para la obtencién de mayorias operativas nos proyec- tan un panorama bien distinto. De manera particular, se impone una lectura complemen- taria de los resultados electorales del perfodo con la desagregacién de los votos obtenidos al menos por los sublemas con candidatura presidencial propia. En el cuadro II se registra esa evolucién y de alli surge ciertamente una perspectiva distinta. S6lo en una oportunidad (1942, elec- ciGn del Presidente Amézaga) la f6rmula ven- cedora obtuvo en el periodo un porcentaje de votos directo superior al 40%. Incluso, las circunstancias especiales que rodearon a esa eleccién (coyuntura transicional, abstencién del batllismo en presentar un candidato pro- pio, etc.) la hacen un caso muy excepcional. Baste sefialar a este respecto que en todos los dems casos de eleccién del P. Ejecutivo (Presidente o Consejo Nacional de Gobiemo), las fSrmulas triunfadoras no superaron nunca el 30% del total de votos. Al mismo tiempo, en los lemas no vence- dores s6lo en una ocasién se dio una fraccién cuya candidatura principal superara el 30% del total de votos: es el caso de la formula presidencial Herrera-Echegoyen en los coimicios de 1950, con un 30,71%. 24 REVISTA URUGUAYA DE CIENCIA POLITICA RELACIONES INTERPARTIDARIAS Y GOBIERNO EN EL URUGUAY (1942 - 1973) ued y “outargor ap peuoisen ofasto; ye se og fe stynuigy st 0 syelouapysaid Sejmasgy sy SoWOn ap (el [9 a1gos sopeWOD uytsa safeIuaDIOd SOT “VON, st] 9p sau Knjoxa ag, wee'el IPI BEOT B6S'PI ORT 1L61 agai VUAaWad VON SaYOTd zanovedoa ivtaavs OGNOWYANDY TLVNAGTY V¥ITIYAd —- SOTTHONOISVA—ZANVAI STILVE Awuagvayod wB8'L weet wes'81 weg OSL BLCIT 9961 aOvUOLs sovivaaz ZO VZNVT OYUN SLVOVT = OOg a ODaHOVd agg ‘WNITIV9 NIAODSHOT INIISHOIN, = ZANVEI STILE oaiisa9 worel EOE Bes9 Esra] BLOT T96L VNEQOUY OdSTYD ZAGNVNYSA INITAHOIN. oaus39 sauvad aTLLVE _ BEIT EET B90'PT G) BP8'0, ‘BzE'ST BLPIT 8561 — — ONVsnd = vuas Wawa NaAQDaHOa ZAGNYNYAS © ODAHOVA ATUL VaYNOD ZANDIUGOT wise wer wsetl 6781 ‘ws0'L wor 0e 49687 861 HOISSI] NVYVZVLLSV OdSa¥D ZaNVNYSA yuguuaH ANOTUVHO VZNVT sauygd aTILVE BITE BIL Oe 90'R wees BLS'61 S61 NvaT0u NAAOD3HOI ONNUANWID — ODdHOVd ITLLVE wos oavo7aa, VUIWYTH OGAATOY OONVIS —ZHUNALLAD OAV VESALL ZANLLAVN 3696 wso'er B6v9 Bev 6S'82 9P61 awuinov NAAODIHIa YAINANOS-OISSAW SONVTIBLSVO STwNad ATTLVS SAIVYON VIDWVD vera aINOCTva ONISAVIHOS viauuaE 99°11 wor7e Bore p00'E wecor cr! HOISsnT OWE —-VNVIA A OLANO Ol OLIVIA, INvno ZANLLAVW ‘O NLLWVIN vagus WTHNUVDYT OGAANaDY OONVTE vovZaNv “dNI TVNOIOWN ‘d IWNOIDWN ‘d. OdvUuOTO “d (IL61-Zp61) OALLQOALA AAGOd TV SOLVGIGNVD Ad SVINWAOd NOD OONVTA A OGVAOTOD SOGILUVd SOT dd SVWATANS SATVdIONTAd SOT V ALNAIGNOdSAAAOD SOLOA AG ALVINDDAOd 14d TVHOLOATA NOIDNTOAT ‘lH owdvad 25 REVISTA URUGUAYA DE CIENCIA POLITICA GERARDO CAETANO - JOSE RILLA La dinmica impuesta por la aplicacién de Ja llamada “ley de lemas”, asi como el propio juego politico vinculado con las pugnas de liderazgo o el surgimiento de nuevas corrien- tes, cimentaron un proceso de fraccionalizacion y fragmentacién crecientes en el sistema de partidos, lo que repercuti de manera signifi- cativa en los procesos de formacién de gobier- no. Estos terminaron a meriudo convertidos en emprendimientos laberinticos y de equilibrios tan dificiles como inestables. A estas tenden- cias debe sumarse el crecimiento de la izquier- da hacia el final del perfodo, que entre otras consecuencias provocé una, aun mayor complejizacién en la consecucién de gobier- nos de mayorfa parlamentaria, Si tratamos de leer estos cuadros de resul- tados electorales en el periodo segin afinidad ideoldgica 0 programitica nos volvemos a encontrar con complejidades acrecentadas. En primer lugar, més all4 de las diferencias in- temas o de Jas proximidades interlemas, el anélisis del proceso politico del perfodo indi- ca con claridad que Ja integracién dentro de un mismo lema pesé mucho a la hora de formar gobierno. Las fracciones legaron a operar en el periodo casi en términos de partidos auténomos y sus acuerdos de gobicr- no se configuraron a menudo con exigencias y caracteristicas cercanas a las de una coali- cién. Incluso, una fraccién partidaria, como en definitiva lo fue el Nacionalismo Indepen- diente, Heg6 a operar por un cuarto de siglo como un partido separado en lo que refiere a la comparecencia electoral En todos Jos casos, sin embargo, Ia comin pertenencia al lema tradicional se constituys en un factor insoslayable a la hora de confor- mar gobierno. Mas alld de las siempre invo- cadas proximidades ideolégicas y pro- graméticas entre grupos de distintos lemas, la primera biisqueda de acuerdos se orient6 siem- pre al marco del lema tradicional al que per- tenecia el Presidente electo, de lo que por cierto podrian deducirse muchas implicaciones de cardcter interpretativo. Por lo propio, la supuesta vacuidad de los alineamientos tradi- cionales © la invocacién de su exclusiva vi- gencia para los comicios constituyen percep- ciones que los fenémenos del perfodo parecen desmentir con fuerza. Por otra parte, de manera particular en los momentos intermedios de la escena interelectoral, muchas veces los acuerdos interpartidarios (algunos de ellos incluso con proyecciones de gobierno) respondieron mas a légicas politico-estratégicas que a afinida- des ideolégicas 0 programéticas, 1o que por cierto configura otro rasgo general del funcio- namiento del sistema de partidos. La llamada “Coincidencia Patriética” de 1948 entre Herrera y Luis Batlle, de la que hablaremos més adelante, constituye un ejemplo quizés paradigmético a ese respecto. Si de todos modos se proyectan estos resultados y sus tendencias més significativas hacia el plano de la representacién parlamen- taria, teniendo en cuenta ademis las prerroga- tivas de auténtico ambito de gobierno que las distintas Constituciones del periodo reserva- ron para el P. Legislativo, la necesidad de acuerdos interpartidarios se profundiza adn més. El seguimiento de las principales instan- cias parlamentarias del perfodo indica en este sentido que el mapa de los alineamientos politicos result6 particularmente cambiante a este nivel. Por indisciplina frecuente, por dinamismo en la conformacién de nuevas corrientes y liderazgos, lo cierto fue que los mapas emergentes de cada eleccién tuvieron luego cambios significativos durante el perio- do interelectoral, lo que también pesd de manera indiscutible en las articulaciones interpartidarias y en los itinerarios de los sucesivos gobiernos. Los cimientos consociativos del sistema de partidos Con el marco general de esta evolucién electoral, como ya indicéramos, las modalida des de articulacién interpartidaria en el perio- do fueron numerosas y de muy diversa indole. Tomemos en principio como punto de partida el sefialamiento de una fuerte actividad consociativa de todos los partidos, incluso de aquellos que asumieron generalmente posi- ciones de claro perfil opositor frente a los gobiernos (por ejemplo, los partidos de iz- quierda en general). En efecto, en puridad hasta los afios 60 no hubo grupos “antisistema” 26 REVISTA URUGUAYA DE CIENCIA POLITICA RELACIONES INTERPARTIDARIAS Y GOBIERNO EN EL URUGUAY (1942 - 1973) en el pais!, predominando en cambio esa “cooperacién de adversarios” que resulta in- dispensable al mantenimiento de un régimen y ala subsistencia de las propias bases de la competicién y la pugna reglada. Este primer nivel de lo que también po- drfamos denominar lealtad institucional, se profundiz6 con la reforma constitucional de 1951, que implanté el llamado “colegiado integral” con prescriptiva integracién coparticipativa entre los dos grandes lemas tradicionales. Esta colegialidad pluripartidaria se vinculaba con la accién de una institucin como el Consejo Nacional de Gobierno que en su propio funcionamiento suponia (mas all de enfrentamientos y oposiciones rispidos y prolongados) un mfnimo de colaboracién entre los sectores en que estaban divididos sus componentes. Como surge de! anélisis de los 10 A partir del viraje ideol6gico y estratégico de la Internacional Comunista en 1935, el P. Comunista uruguayo. modifié radicalmente sus perfiles “antisistema” del periodo anterior, simbolizados por la recurrente invocacién (presente incluso en Jas listas electorales del partido) al lema “clase conta clase” o por el comportamiento rupturista de los legisladores comunistas en el Parlamento (recuérdese por ejemplo los desempefios de Eugenio Gémez y José Lazarraga, su especial encono contra Frugoni, etc.). Desde los afos 40, con Ia consolidacidn de una creciente hegemonia comunista en los sindicatos, la inscripcién del P. Comunista en el juego del sistema politico se profundi26 en la defensa de una cultura de nego- ciacién a nivel sindical (desplegada por ejemplo en Ia experiencia de los Consejos de Salarios) y en el establecimiento de relaciones més fluidas con los otros partidos. A este respecto, puede indicarse que esta bisqueda de profundizar la inscripcién (por cierto con aristas de combate y ‘oposicién también) en el sistema politico y en el sistema de partidos constituy6 posteriormente uno de los rasgos definidores del liderazgo de Rodney Arismendi. Por cierto que en los-afios 60 si se da en Ia izquierda la emergencia de organizaciones revolucionarias con nitidos perfiles antisistema (con el MLN a la cabeza), aunque ni siquiera en Jos momentos de mayor confrontacién puede decirse que esa orientacién predomind en el es- pacio global de la izquierda uruguaya. El Frente Amplio de los origenes, por ejemplo, asumis piblicamente -aun en el marco de tensiones y contradicciones- una praxis de legalidad y de clara inscripcién en el juego interpartidario. cuatro gobiernos colegiados de periodo, este nivel de colaboracién institucional pudo darse también entre adversarios (gobierno y oposi- ci6n) sin implicar en modo alguno una nece- saria coincidencia de tipo gubernamental. La solidez de estas formas de-cooperacién interpartidarias basicas no fue por cierto la misma.a lo largo de todo el periodo conside- rado. El deterioro de esta pauta fue muy visible desde fines de los 50 y se profundiz6 cada vez mas en los afios siguientes, revelan- do asi la crisis de un hasta entonces exitoso sistema de partidos, que encontré su epilogo con el golpe de Estado de 1973. Precisamente tuno de los factores que contribuye a explicar la crisis progresiva del sistema politico uru- guayo en esa coyuntura tiene que ver con la acumulacién de deslealtades institucionales por parte de distintos actores (no sélo parti- darios) de derecha y de izquierda, que en su conjugacién dialéctica tendieron a minar las bases mismas de sustentabilidad y legitimidad del régimen democratico en su conjunto.!! Del mismo modo, también resulta bastante evidente que esa modalidad consociativa no involucré ni integré de la misma manera a todos los partidos. En este sentido resulta visible que la cooperacién blanquicolorada fue siempre privilegiada, aun cuando no seria correcto inferir de ello que los otros partidos quedaron por eso ajenos a ese juego de leal- tades institucionales basicas. Como ya hemos sefialado, con modalidades e intensidades diferentes y variadas, también los “terceros” IL En esta direccidn, surgen de inmediato los ejem- plos del MLN y de las Fuerzas Armadas, pero también podrian incluirse otras experiencias di- rectamente desafiantes a la partidocracia. A ese respecto podria citarse el ejemplo del movimiento ruralista liderado por Benito Nardone, que de algiin modo amenazé las convocatorias partida- rias y que durante algunos pocos afios actué fuera de las reglas que los partidos observan en sus relaciones. No resulta casual entonces que desde sus filas haya surgido una figura como Juan Maria, Bordaberry, que luego acompafiaria -los protago- nistas ya eran los militares- el golpe:de Estado de 1973 y afios més tarde propondria en sus famosos ‘memorandas una propuesta de reforma institucional de clato signo antiliberal y antipardista REVISTA URUGUAYA DE CIENCIA POLITICA =e nace

You might also like