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EL JUEGO EN LOS NIÑOS

How Play Wires Kids' Brains For


Social and Academic Success

Deion Jefferson, 10, and Samuel Jefferson, 7, take turns climbing


and jumping off a stack of old tires at the Berkeley Adventure
Playground. (David Gilkey/NPR)
By Jon Hamilton

When it comes to brain development, time in the classroom may be


less important than time on the playground.

"The experience of play changes the connections of the neurons at


the front end of your brain," says Sergio Pellis, a researcher at the
University of Lethbridge in Alberta, Canada. "And without play
experience, those neurons aren't changed," he says.
It is those changes in the prefrontal cortex during childhood that
help wire up the brain's executive control center, which has a critical
role in regulating emotions, making plans and solving problems,
Pellis says. So play, he adds, is what prepares a young brain for life,
love and even schoolwork.

"The function of play is to build pro-social brains, social brains that


know how to interact with others in positive ways."
But to produce this sort of brain development, children need to
engage in plenty of so-called free play, Pellis says. No coaches, no
umpires, no rule books.
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"Whether it's rough-and-tumble play or two kids deciding to build a
sand castle together, the kids themselves have to negotiate, well,
what are we going to do in this game? What are the rules we are
going to follow?" Pellis says. The brain builds new circuits in the
prefrontal cortex to help it navigate these complex social
interactions, he says.

Learning From Animals

Much of what scientists know about this process comes from


research on animal species that engage in social play. This includes
cats, dogs and most other mammals. But Pellis says he has also seen
play in some birds, including young magpies that "grab one another
and start wrestling on the ground like they were puppies or dogs."

For a long time, researchers thought this sort of rough-and-tumble


play might be a way for young animals to develop skills like hunting
or fighting. But studies in the past decade or so suggest that's not the
case. Adult cats, for example, have no trouble killing a mouse even if
they are deprived of play as kittens.

So researchers like Jaak Panksepp at Washington State University


have come to believe play has a very different purpose: "The function
of play is to build pro-social brains, social brains that know how to
interact with others in positive ways," Panksepp says.
Panksepp has studied this process in rats, which love to play and
even produce a distinctive sound he has labeled "rat laughter." When
the rats are young, play appears to initiate lasting changes in areas of
the brain used for thinking and processing social interactions,
Panskepp says.

The changes involve switching certain genes on and off.


"We found that play activates the whole neocortex," he says. "And we
found that of the 1,200 genes that we measured, about one-third of
them were significantly changed simply by having a half-hour of
play."

Of course, this doesn't prove that play affects human brains the same
way. But there are good reasons to believe it does, Pellis says.

For one thing, he says, play behavior is remarkably similar across


species. Rats, monkeys and children all abide by similar rules that
require participants to take turns, play fair and not inflict pain. Play
also helps both people and animals become more adept socially,
Pellis says.

And in people, he says, an added bonus is that the skills associated


with play ultimately lead to better grades. In one study, researchers
found that the best predictor of academic performance in eighth
grade was a child's social skills in third grade.

Another hint that play matters, Pellis says, is that "countries where
they actually have more recess tend to have higher academic
performance than countries where recess is less."
El maravilloso legado de Jaak
Panksepp (1943 – 2017)

Existen muchos estados afectivos relacionados con los niveles profundos del cerebro, pero las semejanzas entre las
emociones humanas y las de los no humanos son verdaderamente remarcables.
Jaak Panksepp

Como la gran mayoría de las noticias demoledoras, estas ocurren


sorpresivamente. Uno de los más importantes neurocientíficos del mundo ha
partido a temprana edad, dejando un extenso legado no sólo entre quienes nos
sentimos sus seguidores, en la comunidad mundial de la neurociencia y
particularmente en el gran mundo que se ha comprometido con los animales no
humanos ante la brutal arremetida del antropocentrismo, ideología comprometida
seriamente con el triunfo del androceno.

Jaak Panksepp representa junto con Antonio Damasio y Joseph Le Doux, los
principales aportes al estudio de las emociones en animales, con la sutil diferencia
que los estudios del profesor Panksepp se orientaron a los mamíferos,
especialmente los no humanos.

Su trabajo en neurociencia no sólo debe ser considerado un extraordinario aporte


al estudio del afecto y las emociones, sino que literalmente es una revolución
cuyas consecuencias están cambiando brutalmente la visión que los animales
humanos tenían acerca de los animales no humanos, particularmente los
mamíferos.

Independiente de su extenso curriculum, expresado entre otros, en más de 450


publicaciones, docenas de libros, conferencias y la formación de una escuela de
pensamiento que ha trascendido a los principios de la neurociencia, su aporte más
destacado, a nuestro entender, es la creación del principio de la neuroafectividad.

En 1998 publicó el libro Affective Neuroscience, el cual marcó a las nuevas


generaciones de investigadores en diferentes áreas del estudio de los animales no
humanos, incluyendo sin duda a los biólogos, etólogos, filósofos morales,
psicólogos y otras disciplinas en este holístico mundo del conocimiento.

Esta enorme publicación, que marcó el


principio del fin del pensamiento behaviorista (conductista), demostraba sin lugar a
dudas que los animales, humanos y no humanos, compartimos un cerebro con
características extraordinariamente semejantes, al punto que la espantosa visión
antropocéntrica que el hombre (no el humano) es el centro del universo y que en
consecuencia todo aquello que sea distinto al hombre es una cosa a su
disposición, quedaba sin sustento académico.

A través de estudios realizados de resonancia magnética, Jaak Panksepp,


demostró que son idénticas zonas del cerebro (en animales humanos y no
humanos) las que se colorean cuando son incentivadas quedando
meridianamente claro que los animales no humanos, al igual que los humanos,
tienen intensos procesos afectivos, emocionales incluyendo aquellos que en los
humanos se pierden tempranamente como la empatía y el altruísmo.

En sus palabras, no existe dudas de la presencia de amplios sistemas


emocionales en la mente de los animales no humanos y su base está expresada
en lo que el denomina las seis emociones que compartimos humanos y no
humanos y que serán revisitadas en otros artículos, el miedo, la más básica de los
emociones la cual ha permitido la sobrevivencia de los individuos y las especies;
la ira, a su juicio la más tóxica de las emociones que compartimos; la búsqueda, la
emoción más evolucionaria cuyas raíces se encuentran en los estudios del triune
brain de McLean, casi con semejante intensidad que el cuidado maternal
(care), cuya expresión se expresa en el cariñoso cuidado maternal hacia el hijo,
emoción cuidadosamente estudiada especialmente en los estudios sobre el
apego, quizás la emoción más representativa que demuestra el “error de
Descartes”; el dolor moral (grief), que a juicio de las escuelas del instinto, sólo está
presente en humanos, que a juicio de Descartes sólo la ostentan quienes poseen
la glándula pineal y la maravillosa expresión del juego, que impresionó tan
positivamente a Darwin.

Sin duda, el gran aporte de Panksepp ha sido el de demostrar que no existen las
especies superiores, todos contamos con un cerebro que nos iguala, que nos une
por la presencia de emociones semejantes, muchas veces expresadas con mayor
intensidad en animales no humanos que en humanos.

Jaak Panksepp ha contribuido en forma notable al conocimiento acerca del


comportamiento de los animales no humanos. Su demostración que al contrario de
lo que afirman las viejas escuelas behavioristas y las olvidadas ideas de Watson y
Skinner, los animales no humanos son poseedores de consciousness y
emociones, que son expresadas a través del afecto, la empatía y el altruismo.

Consecuentemente abrió un amplio campo de estudio acerca de las capacidades


intelectuales de los “animales”, su cercanía a las características de los humanos,
su permanente evolución y el desarrollo de la inteligencia.

A partir de Panksepp nadie que estudie seriamente la relación interespecífica


podrá ignorar estos principios y con certeza cambiará definitivamente las
percepciones cartesianas, kantianas y religiosas de nuestros semejantes.

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