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CAPITULO 3. Las elites en Ja Argentina moderna (1852-mediados de Ia década de 1910) 1. Las elites politicas, de la construccién del Estado Nacional ala ley Sdenz Pehia Caido Rosas en 1852 luego de la batalla de Caseros, el triunfador de Ja coalicién antirrosista, Justo José de Urquiza, se propuso la organizacion institucional del pais. La convocatotia de gobernadores provinciales que culminé en el Pacto de San Joté de Flores en mayo de 1852 marc6 el ini- cio de un conflicto que perdur6 casi una década:1n oposicién de Buenos ‘Aires al nuevo proyecto politico, en contra de la resolucién que determi- 1n6 una participaci6n igualitaria de todas las provincias en el Congreso Constituyente que debia redactar la Constitucién (a la que se sumaba, de ‘manera mis 0 menos implicia, la resistencia a la nacionalizacién de las rentas de la Aduana bonaerense).Fsa secesin, que se consolidé con Ia re- vvolucién del 11 de septiembre, dio lugar a la convivencia de dos unida- des politicas: la Confederacién Axgentina con capital en Parané y la pro- -vincia de Buenos Aires.Aqui,la defense de los intereses provinciales acencé a antiguos rivales (anitarios y federales rosistas) y promovié una nueva agrupacién, el Partido de la Libertad liderado por Bartolomé Mitre. Las, 101 relaciones entre Buenos Aires y la Confederaci6n, ritmadas pqr momentos de mayor y de menor tension (entre ét3s, 18 reforma de la Constitucién ‘Nacional en 1859 luego reconocida por la provincia bonaerehse) culmind con el enfientamiento en Pavén,en donde las fierzas de Mine derrotaron a Unquiza.A patti de alli, desaparecida la divisién hasta entoces existen- te,se encarrilé la construccién del Estado Nacional (ms bien|ng se inicié, pues ya durante la etapa de la Confederacin las provincias hibfan ido re- signando algunas de sus facultades auténomas). Entre 1862 y {880 surgie~ ron y se afirmaron las instituciones estatales el ejército,las revtat naciona- les la administracién y lajusticia federal cl sistema de educaciép. Semejante proceso, enmarcado por el conflicto bélico més importante de la historia argentina, la Guerra del Paraguay extendida entxe 1865 y 1870, estavo a si vex atravesado por un importante cambio politico: el declive {lel mitrismo yy la emergencia del Partido Autonomista Nacional. Constiouido durante la presidencia de Nicolés Avellaneds, legé al poder en 1880 con julio Argen- tino Roca (comandante en 1879 de otra operacién crucial paa la integra ign territorial del pafs, la Conquista del Desierto). Ese ao el proceso de construccién del Estado Nacional lleg6 a su punto culminante con la de- rota de la sublevaci6n provincial de Buenos Aires. De allt en|mis el PAN (en sentido ampli, pues estuvo atravesado por fuertes disensiches internas) contolé el poder hasta 1916. En ese entonces, bajo el imperio de la ley Séenz Pefa, que cambi6 las reglas electorales al sancionar en 1912 el voro secreto’y obligatorio y confeccionar un padrén permanente fobre la base del servicio militar, se produjo un cambio politico de magnitud {con el ciun- fo dela UCR (surgida en 1891) liderada por Hip6lito Yrigoyen \ | 1a. La conformacién de una elite politica nacional Cémo se constituyé una elite politica nacional en la Ary segunda mitad del siglo XIX? La pregunta es relevante por niendo en cuenta que el escenario reinante hasta ese entone, cel de provincias auténomas. Si bien Rosas, en especial durat do gobierno, impuso una unificacién politica a partir de 18 zacién institucional de esas provincias en una unidad politic duré irresuelta (como antecedentes, s6lo cabria menciondr los pactos suscriptos por algunas de ellas, por ejemplo el Pacto Federallde 1832). | 102 | En muy buena medida, la confermacién de una elite politica nacio- nal es inseparable de la constituci6n del Estado Nacional, por razones ob- vias: ésta fire una condicién de posibilidad para la existencia de la prime- ra,en tanto el Estado result6 un pilar fandamental para que la elite politica nacional alcanzara su condicién de tal. De alguna manera, este proceso re- edité en una escala mas amplia lo que habia sucedido en las provincias durante la primera mitad del XIX: como vimos en el capftulo 2, los es~ tados provinciales surgidos por entonces sirvieron. como base propia de poder para las elites a cargo de su conduccién. Conviene precisar algunas cosas antes de avanzar: la elite politica na~ cional no fre un elenco uniforme 0 inalterado, pues los grupos politicos que controlaron el Estado (mientras el mismo se edificaba) pertenecieron 1 diferentes agrupaciones politicas, Los circulos federales filo urquicistas que gobernaron la Confederacién Argentina en los afios 1850; el Partido Nacional de Bartolomé Mitre en los 1860; el Partido Autonomista Na~ cional desde mediados de Ia década de 1870, fueron los nucleamientos politicos que condujeron Ja lenta constitucién institucional del Estado Nacional. Por ello mismo, la estatura como elite politica nacional de cada tuno de esos grupos fue distinta, en tanto que el aleance territorial de su poder y los recursos institucionales disponibles variaron, en un sentido reciente, entre las décadas de 1850 y 1870. Aun asf, fueron parte de un mismo proceso. Las discontinuidades propiamente politicas (los cambios de signo en el gobierno) no ocultan los puntos comunes en las formas de edificar poder (su eficacia varié por el grado de solidez de las insticucio~ nes del Estado en formacién asi como por el éxito obtenido en los alinea- mientos con las elites provinciales). El andamiaje insticucional del Estado Nacional se originé a partir de la absorcién de facultades de las hasta entonces provincias aut6nomas. Esta fae una de las paradojas del caricter federal del Estado Argentino: el reco- nocimiento de las atribuciones de los estados provinciales se conjugé con una cencralizaci6n del poder 2 expensas de éstos. Los fondos que nutrie~ ron las rentas nacionales son quizés el caio emblemitico. Por el Acuerdo de San Nicolis se dispuso la eliminacién de las aduanas interiores, supo- niendo que asi (junto a otras medidas como la libre navegaci6n de los ros) se estimularia el comercio interior. Con todo, esta decisién privé alos es- tados provinciales de su principal fuente de recursos. Las alternativas en- 103 sayadas (impuestos directos; la puesta en enfiteusis —o incluso el lanza~ miento a le venta— de tierras fiscales) fracasaron, aun en provincias con ‘un andamiaje institucional relativamente complejo, como Cérdoba o Co- srientes. En consecuencia, los subsidios del Estado Nacional se convirtie~ ron para ellas en una base de sostén indispensable. Esto no quiere decir, sin embargo, que las elites al frente del Estado procedieron de manera siempre coercitiva sobre las realidades provincia les 0 que su capacidad de presién sobre éstas fue eficaz en todo momen- toyy respondié a una voluntad cle sujeci6n que desperté resistencias en las elites locales, Por el contrario, el hecho de que el Estado mismo estuvie~ 1a en proceso de formacién limité la capacidad coercitiva o mejor dicho, Ia fuze acrecentando con el correr de los afios. Las fuerzas armadas refle- jan bien este punto, En un primer momento, durante la Confederacién, cl grueso de las fuerzas militares estuvo constituido por fuerzas perma- nentes destinadas a custodiar las fronteras con los indigenas y por las la~ ‘madas Guardias Nacionales, que en su mayorfa estaban conformadas por znilicias, ambas reclutadas o bajo el mando de los gobiernos provinciales. Fl Ejército regular recién comenz6 a adquirir entidad durante la presi- dencia de Mitre y, como es sabido, su constitucién y su consolidacién ins titacional se vio acelerada por la guerra del Paraguay. Aun ast, el Bjército, que no s6lo era fandamental por representar ¢] monopolio de la violen— cia legitima que debe detentar todo Estado moderno sino también por adquirir un gravitante peso politico en Ja Argentina de las décadas de 1860 ‘2 1880, no fue siempre décil y servicial alas elites que estuvieron al fren~ te del Estado Nacional. As‘ Jo sufrié el propio Mitre, cuando el Ejército apoyé la candidatura de Sarmiento en contra de los intereses del presi~ dente. Al mismo tiempo, fire un 4mbito de notable importancia para edi~ ficar una carrera politica auténoma, como ’sucedid, en especial, entre los aniembros de las elites del Interior, que alcanzaron proyeccién politica na~ ional gracias a los servicios prestados en las armas (el ejemplo de Julio “Argentino Roca es paradigmitico al respecto). En sintesis, que las insti~ tuciones estatales se consolidaran no implicé que las mismas se alinearan automiticamente con el gobierno de turno. De esta manera, la coercién se complementé con otros medios. No sélo por esas circunstancias, sino también por un aspecto més general: que no hay autoridad sin consenso. En verdad, las elites al frente del Estado Nacional buscaron, todas ellss, 104 cestablecer alianzas con sectores de las elites provinciales. Sobre ese tejido se fue constitayendo una elite politica de alcance y entidad nacionales, tanto porque sobre él se dio su reclutamiento, como porque fue clave para la sustentacién del poder politico de la elite a cargo del gobierno central. La importancia de las relaciones con y del apoyo de los grapos de po- der local fue tempranamente reconocida. Urquiza, por ejemplo, lo advir~ 186 poco después de Caseros, al encarar una politica de reconocimiento a Jas autoridades provinciales constituidas, més que una de alineamiento in- condicional. Es posible que esa manera de afrontar la situacién se deriva- a de las convicciones federales de Urquiza; de una Kicida percepcién de lo dificultoto que seria imponer por la fuerza la construccién del Estado central en un panorama en el que primaba una tradici6n de autonomias provinciales; de un estilo politico (basado en lealtades personales) acorde con el que hasta entonces habia imperado en el Rio de la Platajsin olvi~ dar los condicionamientos derivados de los escasos medios con que con~ 6 la Confederacién para concentrar poder en el incipiente Estado Nacio~ nal. No obstante, su adversario y sucesor, el mitrismo, embanderado con Ja tradici6n “unitaria” y més decididamente orientado a volear las situa ciones provinciales a su favor (a rafz de la débil adhesin inicial al libera- lismo portefio en el Interior) también apunt6 a establecer contactos con las elites provinciales (sin ir mas lejos, uno de sus principales bastiones fixe Ia familia Taboada de Santiago del Estero), Por otro lado, la historiografia reciente concentrada en estos temas ha subrayado que las alianzas entre elites nacionales y elites locales no sélo obedecieron ala voluntad o a la necesidad de expansi6n de las primeras. Por el contrario, distintos sectores de las elites provinciales buscaron acti~ ‘vamente respaldar Ia centralizacién politica a favor del Estado Nacional porgue ello favorecia su acceso al poder en el escenario local. En La Rioja de la década de 1860, por ejemplo (para el saber conven~ cional, caso paradigmatico de la resistencia federal, liderada por el Chs- cho Pefialoza, al avance del Estado desde Buenos Aires) hubo sectores de sus elites que adhirieron al proyecto “unitario” de Mitre. En lo formal, los unitarios riojanos planteaban que la pobreza fiscal del estado provincial le privaba a éste de contar con un aparato administrativo que pudiera afron~ tar sus responsabilidades. Debido a ello, era positive dilair las autonomifas provinciales y avanzar en una centralizacién politica, pues s6lo el Estado 105 Nacional, o en su defecto,el apoyo financiero del Estado Nacional, haxa posible costear un aparato administrativo eficaz. Mas En el plaho rea, esta posicién era la'del sector de la clite que no controlaba el dstado provin- cial y que, su vez, earecfa de una bate local de poder (lease capacidad de movilizacién de los sectores populares) para disputar ese chntrol por sus propicr medios. De exa manera, plegarte al proceso. om del Es, do Nacional sobre las astonomiss provinciales fue, para grijpos semejan- tes, una buena alternativa para acceder al poder local En Jujuy,a su tarno, también hubo apelaciones a la intervindi6n del Es- tado Noriona pra revolver coils interns Bn dale 1870, cl gobierno jujefo recurrié a la Corte Suprema para resolver} litigio so- bre propiedades de tierras en Cochinoca y Casabinds, que habia genera do una situacién de inestabilidad, con protestas campesinas|in¢luidas. Un notable local de nacionalidad boliviana, Fernando Campero, eclarmaba de- rechos de propiedad sobre esas tierras, Sus reclamos habiar| sido cucstio- nadosipor dos gobernadores mitristas (Pedro Portal yTe6filo Sinchez de Bustamante) pero respaldados por el gobernador svellanedia José Maria Alvatez Prado en 1874, Esto no era casual: Campero habia aboyado el de~ rrocamiento de Sincher de Bustamante que llevé a Alvaced Prado al po- der provincial (en el que también habia colaborado 4! Ejéstito nacional: fae notoria la intervencién de Napoleén Uriburu, comandante de la di- vision apostada en el Chaco salto jujefo, en exe episdaio), Finalmente, la Suprema Corte nacional dictaminé que ls tierras eran fiscal lo cual con- solidé 1a soberanfa de la provincia sobre esas franjas territorialés. A su tur- no, las protestas campesinas fteron sofocadas con el apoyo militar enviado porel presidente Avellaneda, En suma, este aso rellejalque Ii irtervencin del Estado Nacional fue activamente solicitada porla elite prpvincial y que xa intervenci6n result6 decisiva para resolver el equilibrio pplitico jujeio 2 favor de los grupos identificados con el gobierno asoo: Lalapelacién al Estado Nacional desde las elites locales ho|s6lo se dio {en estados provinciales relativamente pobres, como La Rioja o Jujuy:Tam- bign ocurrié en aquellos que habian sido los més s6lidos drknte Ia pri mera mitad del XIX, por ejemplo Corrientes. Luego de Caserds, esta pro- vincia (que habla formado parte de la coalicién de Urguiza fohtra Rosas) 1pas6 alestar gobernada por hombres cercanos al caudillb entrtriano, como Juan Pujol. Pujol era exponente de la elite con base én la chpital provin- 106 I] | cial, de orientacién mercantil-artesanal, que habfa gobernado los destinos correntinos desde la década de 1820. Para el gobierno provincial, la as0- Giacién al Estado Nacional era positiva porque s6lo a través de ella podsfan levarse adelante proyectos importantes para el desarrollo correntino, que el estado provincial por si mismo no podia solventar. Entre ellos, sobresa~ Ian las mejoras en infraestructura y en circulacién para profundizar la ex plotacién yerbatera de las Misiones y el control de la frontera indigena en el Chaco. Ambas apuestas, sin embargo, no se cumplieron: las milicias na~ cionales fiueron escasas para el segundo objetivo, mientras que la combi- nacién de la penuria fiscal de la Confederaci6n y la centralizacién del co- mercio exterior en pocos puertos (de los que fueron excluidos los correntinos, como Goya 0 Restauraci6n,a favor de los entrerrianos,como Concordia) aborts las expectativas voleadas al desarrollo comercial. Mis tarde, el cambio en el equilibrio nacional que se dio con Pav6n sirvié para deronar un desplazamiento, ya latente, en el equilibrio provincial. La eli- te ganadera del sur correntino, de creciente auge gracias al desarrollo de esa actividad desde las décadas del treinta y del cuarenta, éxpuls6 del po- der a la elite de base capitalina y orientacién comercial, con el apoyo del mitrismo. Desde entonces, la provincia, de antigua lealtad urquicista, se encolumné con el proyecto politico de Mitre, entendiendo —como lo hhabfan hecho sus antecesores y rivales— que el avance del Estado Nacio- nal favoreceria el desarrollo local. En este caso, las expectativas estuvieron depositadas en diversas obras piiblicas que facilitar‘an la produccién y co- mercializaci6n de ganado (el Ferrocarril Este, que unirfa el sur de la pro- vincia con el norte entrerriano, y allanaria asi el contacto con los merca- dos portefio y montevideano); la apertura de caminos en el territorio provincial, e incluso distintas vias de comunicaci6n con el Noroeste, que consolidarian el lugar de la provincia como intermediario entre aquella, regién y el Antico. Una vez més, estas apuestas no se cumplicron 0 tar- daron en realizarse (como el ferrocarrl, que se concreté recién en la dé- cada de 1870).Al mismo tiempo, el recambio y el contflieto entre las eli- tes provinciales socavaron la calidad institucional del estado provincial. De este modo, se volvié indispensable recurrir al sostén del Estado Nacional para el fancionamiento del estado provincial y también, para que la nue~ vva clite retaviera su lugar como tal En suma, como se advierte a través de estos ejemplos, las elites que 107 controlaron el Estado Nacional a menudo obtuvieron el apoyo de las eli- tes locales para ampliar sus bases de sustentacién politica y para que se consolidara el que fe su principal pilar, el mismo Estado Nacional. Ese apoyo fre obtenido por la fuerza (0 por la necesidad de sostén financie~ 10) pero en ocasiones también activamente otorgado por los grupos lo~ cales, que a menudo considerazon que Ja integraci6n al Estado Nacional tenditia mis beneficios que pexjuicios (para ellos mismos como grupos po- litieds, pero también incluso para las provincias que gobernaban), Esti claro que las felaciones personales fueron un plafon importante para gue se tefieran estas solidaridades y se diera Ia cooptacién de disi- gentes. Un buen ejemplo es el de Lucas Goneélez (integrante de la fami lia mendoéina a la que hemos aludido en el capitulo anterior). Por un lado, su trayectoria es emergente de tna estrategia familiar que concen- a6 en él Jos recursos para una exitosa carrera politica, al failitarle una s6- lida formacién universitaria (estudié derecho en Santiago de Chile y lue~ go siguié cursos en Turin y Madrid, por consejo de un asesor privilegiado: Joan Bautista Alberdi, amigo de su padre Benito Gonzilea). Junto a esto, sus relaciones personales jugaron un papel importante, en especial su ma- trimonio con Ros Delgado Ivarbals, hija del senador y nego ministro de la Suprema Corte de Justicia Francisco Delgado. Gracias a la conjuga ign de estos capitales sociales y culturales, Gonzalez leg6 a formar par te de los gabinetes nacionales de Mitre y Avellaneda. Sin embargo, ese ca- pital social también fue eficaz porque se sobzeimprimié con solidaridades y con vinculos mas especificamente politicos. En verdad, la creciente institucionalizacién que acompaié a la vida po- litica al compés de la edificacién del Estado hizo que las redes de relacio~ nes personales que comunicaban elites debieran conjugarse con nuevos aditamentos. En este sentido, ef ausus-honorum en la politice pudo reem- plazar a las relaciones personales como el puente para entablar vinculos cercanos con los primeros planos de Ia politica nacional (o dicho de ma- nera mis precisa, ser el punto inicial para edificarlos) asi como las solida- ridades politicas, mis que las redes o los contactos derivados de vinculos familiares, constituir en si mismas un capital social y politico fundamental. Jastamente, os rasgos que adquirieron la arquitectura institucional y el sistema electoral en la Argentina fteron otro elemento de peso para que la constraccién de una elite politica nacional encontrar importantes ancla- 108 jes en las relaciones con las elites locales. También permiten entender por ‘qué el Estado fie un plafén fondamental para que una elite politica, pro- vvincial 0 nacional segiin el caso, alcanzara y retuviera su lugar como tal Debemos recordar que en el Rio de la Plata hubo desde temprano una zadicién politica republicana anclada en una importante ampliacién so- cial del derecho a voto. En Ja Argentina, por ejemplo a diferencia de las experiencias europeas, no hubo tin paulatino camino hacia la extensién. del sufiagio,sino que desde 1821 existia un precedente juridico que otor~ gaba el derecho a voto a todos los ciudadanos adultos nativos varones, que Ja Constitucién de 1853 no alters (¢s verdad que esto supuso novedades importantes en algunas provincias, donde habia habido na legislaci6n nis restrictiva sobre el derecho a voto, y menores en otras, como en Bue~ nos Aires, provincia en la que se habfa sancionado la referida ley de 1821). Algo que tampoco cambid profundamente con relacién a periodos ante- iores fixe el espfrina faccioso. Los partidos representativos de intereses sec— toriales fueron escasos (por no decir inexistentes, dejando una huella de larga duracién, 0 poco exitosos). En cambio, predominaron articulacio- nes politicas organizadas a partir de fuertes figuras personales con una vo- cacién unanimista, es decir, de negacién del adversario (si bien sobre nue~ ‘vas bases: las identificaciones previas, que nominaban, de alguna manera, distintos proyectos politicos —unitarios y federales— fueron reemplaza— das por Ja nueva € indisputada base de legitimidad politica después de 1853:la nacién), Lo anterior, desde ya, 110 implica que las disputas poltti- cas hayan estado signadas por la clave de un enfrentamiento entre perso- nalidades, porque hubo momentos en que distintas facciones se identifi- caron con distintas medidas u orientaciones politicas (fue el caso del debate en toro al proteccionismo originado por la crisis de 1873,en donde —en Buenos Aires— el mitrismo se identificé con el librecambio, y el au- tonomismo, con el proteccionisme). Dado que el sistema electoral con- sagraba un sufragio ampliado entze la poblacién masculina pero no obli~ gatorio ni secreto, y en el cual los padrones se confeccionaban ad hoc para cada acto eleccionario, el éxito electoral dependia de la capacidad de mo- vilizacién politica de las distintas facciones en pugna. Esto explica un dato 1 primera vista curioso de la vida politica argentina del siglo XIX: la gen- te que votaba, en relacién con la que tenfa cl derecho a votar, era poca, pero entre quienes votaban, los sectores populares tuvieron una presencia 109 iporani La capes de movie dato de altel oe ‘vo en diferentes anclas: en relaciones de tipo clientelar y de pattonazgo edificades en cl mando del trabajo, por ejemplo, y en otras mis propia mente politicas.A tal efecto, el control del aparato estatal result fanda- mental y una garantia casi segura de éxito. Ante todo, porque cia clave para ln“produccién” del suffagio, pues permitia intervenir en todas ls fa- ses electorales: desde la confeecién de los padrones al escrutinig de votos (a través de las diversas —y tristemente célebres— prictidas fraidilentas: Tos votos dobles, el empadronamiento de muertos, ete) Por otfo lado, el Estado otorgaba una valiosa fuente de recursos para seducir, yeidnero, y premiar, luego, los “caudillos electorales” que consegufan votds (funda mentalmente, la designacién de cargos pablicos). Finalmente, cdntrolar el Estado implicaba téner actores adicionales de gran eficacia en la inovili- zacién electoral o en la decisién de los resultados. Por ejesnplo, da la cam pata de Buenos Aires, fueron muy importantes los jueces de pak (cya lealead estaba casi dsegurada al estar designados por el riismo fydberna- dor); los comandantes militares, de guardias nacionales o del eférbito de linea también fueron gravitantes, pues soliezon cumplir funcionds que ex- cedian la militar, como policiales o judiciales. Es materia de dischsi6n his— toriogrifica sila vida politica se ampli6 o se restringié luego dé 1852 en relacin con las décadas inmediatamente anteriores..De acuerdo cbn ciertas interpretaciones, el'disciplinamiento de los sectores poprlares hut: habie Ievado adelante el rosismo (y que permitié encauzar el importhnte pro- tagonismo que habian tenido en los afios de la revoluci6 y la guérra) se profandizé luego de Caséros, délinedindose asi una dindmica ena que las clits anmentiroa ri capicidad de contal y de regulacioh de hl bi3a po- litica. Otras perspectivas, mis complementarias que antegénicls bon les anteriores, han subjayado que en los afios siguientes a Caeros, fa forma- ién de una incipiente esfera pablica permitié una importante ¢ayiacidad Ge movilizacién electoral desde la sociedad civil (a través de la|prensa 0 Ge las relaciones anudadas en el mundo del asociacionismo), dofando ala vida politica de una competitividad que tuvo en la violeiicia uhialde sus expresiones mis notables. Con todo, esti claro, mis ali de estos Hemoles, ue el control del Estado, provincisl 0 nacional segéin el caso, fle Funda ‘mental para tener éxito electoral y para que una elite politica, por lo tan- to, pudiera aleanzar'o retener ese lugar, fuera en el plano nacionfi 6 en el 110 local. De manera sugestiva, la importancia decisiva que tuvo el control de las instituciones estatales en el éxito electoral se ha condensado en la expre- sin de que hubo “gobiernos electores” en la Argentina decimonénica. ‘A.su turno, la arguitectura institucional propicié que la elite politica nacional requiriera de sélidas bases en las elites provinciales para consoli~ darse. Luego de 1853 se establecié el sufragio directo para determinados ‘cargos (legisladores provinciales y diputados nacionales) y diversas moda lidades de suftagio indirecto para otros: los senadores nacionales y los go~ bernadores eran elegidos por las legislaturas provinciales; el presidente y el vicepresidente de la Naci6n, por Juntas de Electores (estas tiltimas ele- gidas por suftagio directo). Para acceder a la Presidencia de la Nacién era fandamental contar con el apoyo de los gobernadores, pues estos eran los que confeccionaban las listas de electores de presidente y quienes conta~ ban, por lo dicho en el parrafo anterior, con mayores recursos o posibili- dades para obtener el triunfo de sus candidatos (por entonces existia el sistema de lista completa, que le daba todos los cargos en disputa a la lis ta gnadora, aun cuando no hubiera alcanzado la mayoria de votos —no cexistia Ja representaci6n de las minorias—). De esta manera, un candida to presidencial aumentaba sus posibilidades de éxito cuanto mayor fuera el ndimero de gobernadores que lo apoyara (la provincia de Buenos Aires era un distrito clave por la gran cantidad de electores que le conferia stu poblacién, pero su peso podia atemperarse si se lograba el respaldo de la mayoxia de las provincias chicas y medianas).A su vez, para los goberna~ dores era fundamental tener el aval présidencial, dado que —como lo ex- ponen los ejemplos mencionados en las piginas precedentes— el Estado Nacional contaba con recursos (coercitivos o financieros) para sostener su posicién en momentos de dificultad o, por el contrario, para desestabili- zarla, Ademés de las institucionales, como la intervenci6n federal, no hay que alvidar la accién menos elegante pero igualmente eficaz del Ejército © de la adminiseracién nacional, que podian representar —o conseguiir— tun némero de votantes nada despreciable a favor 0 en contra. De esto emerge un punto que conviene subrayar: aun cuando el po- der econémico fue un pilar importante para el éxito politico, no necesa~ riamente resulté suficiente, pues éste dependié de una capacidad de mo- vilizacién que podia verse facilitada por lazos de dependencia econémica, pero que también podia conseguirse por otros canales. Concretamente, ant en distintos espacios provinciales, los sectores de las elites que controla~ ron el poder politico no fueron necesariamente los mas opulentos, sino aquellos que por mayor anclaje territorial en el plano local o por apoyo del gobierno nacional, tuvieron una eficacia mas propiamente politica. Fue el caso, por ejemplo, de los “civitistas” mendocinos que pasaron a con- molar la politica provincial en 1874, de patrimonios menos cuantiosos que sus antecesores y rivales, los Gonzilez. También puede mencionarse el caso riojano:alli,1os hacendados de Famatina, decididamente mis ricos que los ganaderos llanistas, tuvieron, en comparacién con éstos, una menor capa- cidad de movilizacién, justamente porque las brechas sociales fieron ma~ vores que las que distanciaron a los Ianistas de los sectores populares de su region, Como veremos paginas abajo, el caso ejemplar de la insuficien~ cia del poder econémico para construir por sf mismo poder politico es el de Is elite terraceniente pampeana. ‘A menudo,y a raiz de que Ja unidad politica y Ia construccién del Es- tado Nacional se aceleraron luego del triunfo militar de Buenos Aires so bre la Confederaci6n y a partir de la presidencia de Mitre en 1862, se ha concebido a ese proceso como dirigido o en todo caso puesto al servicio de los intereses de las elites (politicas y econ6micas) de Buenos Aires. Epi sodios como las tikimas montoneras “federales” de Vicente Pefialoza, Fe- lipe Varela o Ricardo Lépez Jordén junto a la orientacién liberal que pre: sidié Ia organizaci6n interna de la economia y el rumbo agroexportador en el frente externo, que encontré en la elite terrateniente pampeana ast principal beneficiaria, son argumentos convencionalmente aludidos para subrayar esta interpretaci6n. Las cosas —como suelen serlo— fueron mis complejas. Heros argumentado que el mitrismo, el exponente mis cabal del“por- tefiismo” en los afios de la construcci6n del Estado, no puede concebirse sélo en su clave porteia dado que tuvo partidarios y adherentes en dis~ tintos grupos provinciales. Es cierto que en su fracaso incidié la bisque~ da coercitiva de centralizacién politica (2 través de intervenciones milica~ res sobre situaciones provinciales no alineadas con el gobierno central) Pero también influyé el respaldo esquivo de ciertas instituciones depen- dientes del Estado Nacional necesarias para volcar a favor las situaciones politicas provinciales (el Bjército).A su vez, la decisién de encarar un pro- ceso de centralizacién estatal resguardando las prerrogativas de Buenos Ai- 112 res —sumada a Ja recurrencia de las intervenciones por Ja fuerza— ter= ‘min6 despertando la oposicién de distintos grupos del Interior. Su fraca~ so,justamente, da cuenta de que sin fuertes anclajes en las provincias y sin el apoyo de instituciones claves del naciente Estado central, ni siquiera la elite politica de la provincia mis poderosa (Buenos Aires) podia consoli- dar su poder a nivel nacional Por lo demés, suponer que la construccién def Estado estuvo dirigida por los intereses portefios implica desconocer el recambio que se produ~ {jo en las elites politicas en medio de ese proceso, a mediados de los aftos ‘etenta (ya anunciado de alguna manera con la presidencia de Sarmien- to). La presidencia de Nicolas Avellaneda coincidié con la aparicién del PAN. Este nuevo partido politico tavo éxito alli donde el mitrismo ha~ bia fillado: en conjugar de forma exitosa 2 un sector de la elite portefia (cl autonomismo de Adolfo Alsina, hasta entonces el mis férreo defensor de las prerrogativas bonaerenses —sin ir mis lejos, fue su oposicién la que posterg6 la federalizacién de la ciudad y la nacionalizacién de distintas, instituciones, como el Banco de la Provincia, 2 comienzos de los aiios se~ senta—) con los grupos del Interior nucleados en la Liga de Gobernado- res, EIPAN proyect6 a los primeros planos de la politica nacional a las eli~ tes del Interior, un proceso que se consolidé en 1880 con la eleccién presidencial de Julio Roca. Después de codo, el diltimo bastién de resis- tencia al Estado Nacional lo protagonizé la propia Buenos Aires, cuando se levanté en armas en ese afio de 1880 en contra de la federalizacién de su capital provincial (con la inversién de las posiciones de sus facciones: Jos autonomistas acompafiaron ahora al Estado, mientras que los simpati~ zantes mitristas se encolumnaron entre quienes defendieron Ia autonomia, provincial). Desde ya, hubo prominences nombres de la politica y de Ia sociedad portefia que formaron parte del PAN y que apoyaron la candi- datura de Roca en 1880. Ademés de los ejemplos mis obvios, come los politicos provenientes del autonomismo (Carlos Pellegrini, por e280) hay ‘que incluir importantes apellidos de la elite econémica como Cambace- res,Alvear 0 Unzué.A propésito de esto, es nitido que los principales gru~ ‘pos econémicos de la pampa himeda tuvieron con esa elite politica coin cidencias generales en lo relativo al rumbo econémico del pais. Sin embargo, cabe acotar que no fueron los finicos beneficiarios: importan- tes economfas regionales del Interior, como la vitivinicola de Mendoza 0 3. | sobre todo la azucarera de Tucumén, debieron mucha de du prosperidad al apoyo del Estado Nacional en materias tan diversas como pdllticas aran_- celarias u obras piblicas, por lo que no fue casual que horibles cercanos 4 esos interes formaran parte de la elite politica nacionall Finalmente; tener en claro que la formacién del Estado Ndcional faci- lieé la apaici6n de una elite politica con bases propias de poder (el pro- pio Estado) permite matizar Ia Gliaeién de la elite politica don un origen geogrifico o con un interés sectorial determinado (comd lo supone la afirmacion de un Estado Nacional dirigido por a elite porlefia.o bonse~ rense)| La misma composicién de las elites politicas és a sulmodo un in dlicador: como acabamos de sefalar, tanto el mitrismb como tl PAN tu. vieron a provincianos y a portefios en sus fils (antes, ambiés, importantes portefios habian servido para Urquiza). El hecho de gue ellexpacio de la politica haya dejado de ser la provincia para pasar a set la nabigin hizo que Ja circulacién de los politicos, asi como las solidaridadies y filiaciones, se ampliaran y que, en consecuencia, prestaran sus servicios } cumplieran funciones en lugares ajenos a los de su origen o nacimiento|(Id necesidad de supervivencia politica, ademés, hizo que el cambio de flitciones no fuer ina, Debido a que ellugar dela eter pleted ack uiers faese su Signo “partidario", se sostuvo en las insticuctones del Es tado Nacional, adquirieron otro espesor las lealtades locale! de sus inte igrantes (0 hizo que se ls apuntalara desde muevas instancial).De alguna ‘manera, el autonomismo portefo expresa esto: cuando su poder depen- id de la consolidacién del Estado Nacional, la defensa de Hs prerrogati-~ vas provincisles que habfa enarbolado hasta entonces ¢eateniuaron. Ast, la aparicién de una elite politica con bases propias de poder y|l hecho de que éstas deseansaran en el Estado Nacional torna incorrecto ver en sus distintos elencos sélo la representacién de determinados intbtctes regio nales. Esto desde ya no desapareci6: vimos que el fracato del injerismo en parte puede explicarse por la bisqueda de constrair uh Estallo Nacional manteniendo las prerrogativas bonaerenses; anticipamos quella prosperi- dad de ciertas economias regionales se debié a la presencia He|sus hom- bres ena elie politica nacional; subrayamos también qhie la eaisicién del mitrisnio al PAN supuso un importante reequilibrio pues fmplicé tna modifcaci6n en la importancia relativa de las elites del Interiby de Bue nos Aires en la conduecién del Estado Nacional. Pero Jobre dea disconti- 114 . nuidad se mantuvo una importante continuidad: para unos y otros, el con~ trol del Estado Nacional pas6 a ser la palanca fiandamental para proteger 0 impulsar sus bases locales de poder. Esto es importante para entender co- sas que pueden sonar parad6jicas a primera vista: que quienes en su mo= mento habjan impulsado el Estado Nacional de pronto se opusieran a él (como los sectores bonaerenses mitristas que, despojados del control de aquél, defendieron con celo Ja autonomia provincial en 1880) o que un nucleamiento que tenia importante proporcién de hombres del Interior haya protagonizado la consolidacién de un Estado Nacional fuertemen- te centralizado en Buenos Aires. Con relacién a la composici6n de estas elites politicas, vale sefialar que las renovaciones en sus elencos después de Caseros existicron, aunque fue~ zon matizadas, tanto en Buenos Aires como en el Interior. En general, fae~ zon recambios mas propiamente politicos que sociales. En Jujuy por ejem- plo, la politica provincial después de 1852 gir6 alrededor de Ia familia Sénchez de Bustamante, de filiacién antirrosista pero con origenes en las lites coloniales, En Buenos Aires el panorama fue similar. Quienes tenfan un pasado rosista en general no perduraron en sus cargos luego de Case— 10s, pero esos antecedentes tampoco fueron un ébsticulo insalvable, en buena medida porque la experiencia fue un capital importante para rete- ner un lugar en la administracién del Estado (ademis, claro esti, la ate~ nuacién de las divisiones precedentes cuando se impusieron en la escena politica portefia la defensa de los intereses provinciales aplacaron el sen~ tido controversial de las filiaciones rosistas). El recambio si fue nitido en términos generacionales: Bartolomé Mitre, lider del Partido Liberal, es un ejemplo (tenfa poco mis de treinta afios al aparecer-en la escena politica portefia). Hiubo otras mutaciones en el peril de las elites politicas: la participa~ cién en el asociacionismo (en el que hay que contar a un tipo de asociacién muy particular, la masonerfa) y Ia formacién universitaria fueron noveda- des importantes. Ambos ejes reflejan las nuevas maneras de acceder a, y de proyectarse en, a vida politica: el capital cultural y la participaci6n en una incipiente esfera pablica. Domingo Faustino Sarmiento muestra ambas cosas de manera ejemplar asi come otros rasgos ya sefialados: que la for~ tuna econémica no fue necesariamente un capital indispensable para la~ brar una notable carrera politica, y que la carencia de valiosas redes de re- 415 laciones familiares tampoco resulté un obsticulo insalvable para conse guirla, Por su misma excepcionalidad (recordemos que fue autodidacta, de modo que su capital cultural no estuvo refrendado por eredencialey Universitarias) expone de manera nitida Ia importancia de los nuevos ca- nales, como Is prensa (redactor de EI Zonda en su natal San Juan, de Bl ‘Nasional en Buenos Aires), cl asociacionismo (integré, entre otras entida- des,el Instituto Histérico Geogrifico y el Club del Progreso —creado en 1852—), y en este diltimo terreno, la relevancia de la masoneria (Sarmien~ to fund6 la primera logia portefia en 1856, la Unién del Plata, y llegé a Gran Maestre del Gran Oriente de la Repiiblica Argentina). El recambio mas importante entre 1862 y 1880 vino por algo ya co- ‘mentado:la proyeccién a los primeros planos de la politica nacional de las elites del Interior a través del PAN (lo cual, insistimos, no significa des- conocer antecedentes en esa direccién: mencionamos el ejemplo de Lu- cas Gonzélez, vinculado a una prominente familia mendocina, ministro de Mitre). Ahora bien, las renovaciones més estrictamente sociales fiveron mesu- radas, dado que la politica siguié controlada por familias criollas de raices coloniales (de Buenos Aires 0 del Interior). Es cierto que en 1890 llegé a la presidencia del pais Carlos Pellegrini, hijo de un ingeniero saboyano arribado a Buenos Aires en la década de 1820, Su caso, exponente nota ble de la movilidad ascendente durante la Argentina del siglo XIX, es sin embargo mis una excepcién que una regla, y fue posible, en muy buena medida, por un momento temprano de arribo y de insercién en la socie~ Gad local (esto es, cuando la institucionalizacién politica y el desarrollo econémico del pais estaban en sus fases iniciales). Ademis, vale subrayar que en estos momentos tempranos, una trayectoria ascendente de seme- Jante calibre no estuvo al alcance sélo de individuos de origenes farmilia~ res posteriores a 1810, sino también de aquellos que procedian de fami~ lias de rafces coloniales. El caso de Sarmiento, ya referido, es ilustrativo, y quizés incluso més impactante que el de Pellegrini, si pensamos que este Jiltimo provino de una familia que logré sumarse ripidamente 2 las altas esferas de la ciudad de Buenos Aires (es decir, de la regién de mayor peso politico y econémico del Rio dela Plata) mientras que aquél emergié de la periferia politica, econémica y geogrifica de la “Argentina criolla”. Por lo demis, la preponderancia de familias de raices coloniales en los 16 primeros planos de las elites politicas no implic6 que entre elas haya ha- ‘ido un status econémico y social similar, Por el contrario, y como lo ex- presaron distintos diagnésticos desencantados con Ia politica, se reitero que ésta fue un trampolin para advenedizos, individuos de modestas con- Giciones materiales o sin vinculos densos con quienes hasta entonces ha~ bbian protagonizado Ia vida politica rioplatense (una descalificacién diri~ gida contra personajes como Adolfo Alsina, por ejemplo —que no venfa de la crema de la sociedad portefia— y mis adelante contra los miembros de las elites del Interior —una modestia, sin embargo, que también pudo ser ensalzada desde otro angulo como prueba de virtud republicana—). 1.b. El régimen oligérquico 1880 fie un ao clave en hora pots agent La cont di bes Nacional dens un pts einai por enone on wdaainion den Goda de Buches Ais (oper poly en ese een) Adem de ase cncoro oars que ac rem sim sudo, come aque dus neni dena mone Sy ge ening fs mlieke provinces. Amina ets hasGeeuncion comin yd egitao cl) cone EE Sidon dt Baado Nacional al poer bajo tl fo caer in ducaciony ovens des pblactn) que sa aa tan queda ch mane de ot nations come I~ sR Seal ont smuenes nso mene ci del Exado con ws Saculntocones pees cane en su primers dicda ei Ron ms proiament poise, come ysdcnames 180 sup ene dl Paseo Auton Nocona per Plies con reacted Jao Roch pr Ge etonen Ysa 116, SERSE i egemonta Gece contin poi Comene peck SSEEU ban clperimens slong dl psec fer rit itera He goe eaten los cons suet Miguel utes Cala eta Cina habe daprendndemos gue foxoron necenienor stops dc mayer o menor duneion regia oe cn, ambien de di vimb kane etkor a “mernno”satsogeia de Rogie Séene Tes dele data de 1990;c Parade Auton de Cale Pellegrin 17 de comientos del siglo 22K; la Unién Nacional suspic por Joe Fi gucroa Alcorta (espacio politico desde el que fue propulata la candida, ‘ura presidencial de Roque Séenz Petia —también|tuvo lina filiacion or fonomista en su origen el que a principios del siglo ¥X\pas6 a see ol Partido Corservador de la provincia de Buenos Aizes lidessdo por Man, cclino Ugarte—). En otras palabras, la perduracién en dl poder de uma ‘misma constelacién politica no debe hacer pensar en unslelite sin Bourn Antes bien, sus coniflictos internos fueron una de sus no} en muy buena medida, causa clive de su ocaso final. | | {a singularidad del periodo extendido entre 1880 y 1916 fue que a lo largo de estos afios llegé a su punto culminante una dindntiea elitista de Is ida politica. En ello se sustenta su reato como un “tégimien oligisgui, co":debido a que un circulo delimitado perteneciente a tha mnioma cons. telaci6n politica pudo controlar la designacién y laeleccifnl de candids ‘0s, “invirtiendo!"larepresentacién,en tanto el votante consygi6 candidates ¥a definides por los elencos gobernantes, més que legir kepresentantes, Esto es importante para precisar el sentido y el alcance que de le da en la historiografia a esa expresién firmemente arraigada en el saber convencion nal,“oligarquta” La oligarqua describe las earactvisticas ddI ete polit «a derivadas de los mecanismos por los cuales accedib y cohtiolé el poder Politico, i bien ests claro que esa oligarquia estuvo integrida por indivi. duos provenientes de familias de destacada posicién|econdmiea o social, 1 wso no se amplia para definir al grupo social del que easdlite politica Provino, ni se confunnde o se disuelve a esta tiltima en aquél. | Volviendo a lo anterior, l mecanismo que le did a los |gdbiernos del PAN su catiz oligérquico no nacié en 1880: el“gobierno eléctor”, el con- trol electoral através de distntas formas de faude y de la phothacetén del suffagio desde el gobierno gracias a las ventajas derivadas delleontrel del aparato estatal,hundfa sus races en las décadas anterigres, ediio vimos en el apartado anterior. La clave del régimen del PAN feces a facia con que implementé este sistema, més que en el sistema en iisino, of cacia que en buena medida se debié = la consolidaci6h institutional de la principal base de poder de la elite politica, el Estado. || En este sentido, el periodo 1880-1916 tuvo dos rasgos hule merecen remarcarse. Por un lado, la politica oliginuica coexisuié cor, una come. Jacién politica dominante, remarcable diferencia con las décadhs anterio- distintivas, y 118 res,en las cuales, como vimos el sistema de gobiernos lectores convivi6 Con recurrentes (y problematicos)recambios en el partido de gobicrno. En segundo lugar cl control gubernamental de la sucesién se apicé con fxito en una sociedad y en tna vida politica bastante disinas alas de las décadas anteriores,en las que ese mecanismo haba surgido Tn verdad, la existencia de un regimen oligirqsico no dcbe haceznos penstr en una realidad politica donde no existé la competencia electo- Fall donde el triunfo estuvo gurantizado de antemano para el grupo que contol6 el Estado, No esti demas recordar que el PAN, ademas de sus es- tisiones, debi6 afontar el sungimiento de distintas fuerzasy manifesacio- nes opositoras (los Partidos Unidos que enfrentaron la candidatura de Jus rez Celman en 1886; el Partido Socialists; el Partido Republican de comienzos del siglo XX, de fliacién mitrists) entre las cuales sin dudas ‘obressleron por su virulencia la Revolucién de 1890 (protagonizada por Ja Unién Civica, que coaligé mitrists, catélicos y ex republicanos) y as revoluciones radicales de 1895 (la UCR nacié en 1891, del desmembra- niento de la Unién Civica).A pesar de que no lograzon desmonear el &- flimen del PAN, si sapuseron tna fsertey tempranaimpugnacin 2 sa Iegitimidad, debilitaron al oficialismo en los primeros afios noventa,y for- zaron la renuncia de un presidente (Miguel Juérez Celman en 1890), "A su turno, los cambios en la sociedad y en Ia misma politica contri~ buyeron a que la vida politica adquiriera ribetes de los que habia careci- do hasta entonces, Por un lado, la prosperidad econémica los avances en tecueacién y el mismo crecimiento demogrifico modificaron ls caracte— ffsteas del electorado:si los sectores populares predominaron en las con- tiendas electorales de las Gécadas de 1850 a 1870, en ls de 1880 en ade~ Iante hubo wn electorado mis diversifiado, que incluyé —y no siempre si necesariamente en forma minoritaria— miembros de sectores que Po- diian asociare alos grupos mediosy altos de la poblaci6n, por ocupacion socio-profesionly alfbetiaciGn. Al mismo temposibien el erecimien- to demogrifico estuvo fundamentalmente motorizado por una poblacié inmigrtoria que por su condicin extranjera no tuvo derechos politicos, poco a poco lor hijos de inmigrantes pasar a formar parte de un elec torado, en consecuencia, mis mumeroso (algo que explica que entre los caudillos mis buscados por las elites polities e contaran a partir de en- tonces algunos de apellidos inmigratorios —ademis, en el nivel munici- 9 pallet inmiganes no even necesriamente excluidos del derecho 1 oto) a ena ene poblcia toa habiliads para vor, te que gitaa pn vor y finlmente la que efectivamente lo ha ia, sig send importante Au taro, la mayor partcipacién elecro- ‘Alp debe, mis qoe aa apercifin den electorado mas inteesado tn parr ansaid eds taicionales de reclutamienco de sovans como she mowrado parla provincia de Buenos Ats,en don- Used armen de pocpucibn se do porn ocurida en distitos chi os donde a capi derecotamieno era mis exitos). En términos focal en comezncace, el cio no extave dado tanto por un au~ trenton elacaniad de voranes en téminos elativos com la po~ thin no ens cabo soci, econéncosy clmmales de los mis tonal menos en eeiador toe como Is Capital Federal “helo ay que pelos cambios en la misma via politica Se pro- ajo one ranscién de i grupaciones personals de Tos aioe sesenta stent patos con una extra mis permanente y en fa val I in “enc d les idergos ee, no deapre6, ps6 a estar de alga a maner semper porinsancas de elecién de candidatos mis co- degatis y decenalids, Ads deckones unilateales de los lideres fueron ssid or convencions paride, provincales y nacionales Porai pre cab que sung pals jornadhsclocoralesy se disolvia taeg de is piodelos aos stents ysetenta dio lugar a locales par- Sieisque baron constr wn vneulo y um zeae com fa socio dd permanente Ta eorupcon de eos cambios soci ypotcos hizo que las elec~ ions viens es deaths pecodentsGusansusnsidas por jornadas Slctnls mis paces (ongee no por ello, aro ext, mene venale) Tenbia ntegis ce movida y.derechiamienta de votantes mi iron con lina Spo atecors en rxpuet lor cambios en el elec teeta Cone xb ho thntativaments del coacciém ve ps6 alas Ghedn dl vont: palo cul sabre sobre toda compra de vote) Finan, sdgieton un acter mds competi, en especial a partic de ln dcads de 189, en dterminads dsitos, como la Capital Fede- ‘LA en ks cecines en is que prticips mis de un partido politico, Testis no fueron spe el ofan, ninguna de les erzas que tr input lo hceron por on amplio magen:slvo en una oportani= 120 dad —las elecciones presidenciales de 1898—los partidos vencedores nun- cca llegaron al 60% de los votos y a veces, apenas superaton el 50%. “Teniendo en cuenta estas coordenadas,lo interesante del periodo, como deciamos lineas arriba, es que la elite politica nucleada alrededor del PAN pudo retener el poder con mecanismos que habfan surgido en una socie~ dad radicalmente diferente a la de Ia Argentina del pasaje del siglo XIX al XX. Por eso mismo, la eficacia de esos mecanismos no pudo perdurar indefinidamente, al mismo tiempo que se fueron definiendo nuevas for~ sas de consteuir poder politico. Ta constatacién de que la politica iba desacompasada ‘de los cambios sociales fue uno de los motives detris de Ia ley Séenz Pefia. El reformis- ‘mo que inspiré distintas politicas sociales (en vivienda, salud, educacién) cen los primeros afios del siglo XX ya habia sido un reconocimiento de Jos sectores mis esclarecidos del oficialismo de la necesidad de implemen- tar medidas inclusivas y no sélo represivas para mantener el orden y la go- bernabilidad fiente a la metamorfosis de la sociedad. La reforma electo- ral, en sintonia con estos lineamientos, dificilmente puede adjudicarse 2 tuna presién “externa” exitosa o significativa, como la que representé la Unién Civica Radical (en tanto hasta Gltimo momento consideré otras, alternativas para acceder al poder, como Ia sublevaci6n armada) 0 una po- blacién en aumento que demandé derechos politicos (debido a la baja proporcién de extranjeros que se nacionalizaron). Por el contrario, como recién deciamos, fire mis bien el resultado del triunfo dentro de las filas oficialistas de las tendencias reformistas, que ademés consideraron que los cambios en el sistema politico no atentarian contra la conservacién del poder sino que reforzarian la legitimidad de la elite gobernante. Més aiin, entre sus detonantes, antes que las presiones externas, jugaron un papel fandamental las disputas internas al arco conservador, como. se constata en el hecho de que'se la concibié también como un medio para debili- tar a las maquinas electorales roquistas (lo cual no quiere decir que de to~ dos modos la reforma haya sido una consigna compartida por las fuerzas politica que confluyeron detris de Roque Saenz Peiia —una manifesta cién reveladora al respecto es que su sancién parlamentaria Ginalmente tuvo mucho de azaroso—). Pue la UCR la agrupaci6n politica que demostr6 estar mis en sinto- nia con las nuevas coordenadas politicas y sociales que estaban emergien- 121

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