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Latinoamérica y el populismo
Pedro Malan, ministro de Economia de Brasil, se sent6 al otro lado
cde la mesa frente a mien una reunién de diciembre de 1999 en Berlin.
Era un ejemplo tipicn de los muchos politicos econémicos latinoame-
ricanos sumamente competentes que asistieron al primer encuentro del
Grupo de los Veinte, una organizacién de ministros de Economia y
banqueros centrales que se habia establecido tras varios aos tummultuo-
sos en las inanzas glohales. Aunque ya nos conociamos, lafundacién
del grupo se veia como un modo de ayudar a asegurarnos de que los
paises de mercado emergente se implicaban de leno en los debates sobre
os acontecimientos econémicos globales.*
Coma hanquero central en 1994, Malan, bajo el iderazgo del pre-
sidente brasileno Fernando Henrique Cardoso, fue uno de los arqui-
tecios del Play Real, que consiguis detener la inflacion galopante del
pais después de que ereciera mis de un 5.000 por cicnto durante los
dace meses transcurridas entre mediados de 1993 y 1994, Yo sentia
tuna gran admiracion por Pedro, pero no podia quitarme de la cabe-
‘a una pregunta acuciante sobre el pats: ;Cémo podia gestionarse tan
mal una econom{a para que nocesitasc una reform tan dréstica? Hasta
el propio Cardoso dice ahora: «Cuando me tocé en suerte el traba-
* Los ministros de Economia y banqueroe centrales del G20 incluian a las
avroridades monetarias de los paises del G7 (Canada Francia, Alemania, Italia,
Japéo, Reina Unido y Reradas Unido), dace paises me (Argentina, Australi,
Brasil, Ching, nis, Indonesia, México, Rusia, Arabia Saud, Suddfrica, Cores del
Sur y Turquia) y la Unién Europea.
—375
Come ASRADELATIROLENSA aE ssn 18
ijo, gquin en su sano juicio habria querido sex presi
nun plano mis amplio, c6mo salté Latinoamérica de una ers
econdmica a otra, y de un gobierno civil a otro militar y vuelta a em-
pezar, en los 70, os 80 y los 90? La respuesta sencilla es que, con con-
tadas excepciones, Latinoamérica no ha sido capar de desengancharse
del populismo econémico que ha desarmado en términos figurados a
todo un continente en su competencia con el resto del mundo. Me
cconsternaba en especial la evidencia de que, a pesar de los resultados
.
Motivo especial de irritacién para los latinoamcricanos ha sido un si-
glo de dominancia econémica y militar estadounidense y el uso de la
«,
Para los campesinos que aran campos ajcnos, la redistribucién dela
tierra es una meta reverenciada. Los lideres populistas nunca abordan
¢lpotencial lado malo, que puede ser devastador. Robert Mugabe, pre-
sidente de Zimbabue desde 1987, prometio y dio a sus seguidores la
‘tierra confiscada a los colonos blancos. Pero los nucvos propictarios no
‘estaban preparados para gestionarla. La produccién de alimentos se
hundis y precisé de una importaci6n a gran escala. La renta tributa~
ble cayé en picado, lo que obligé a Mugabe a recurri la impresién de
dineco para financiar su gobierno. La hiperinflacién, en el momento
de escribir estas lineas, esti deshaciendo el pacto social de Zimbabue.
‘Una de las economias histricamente mas prosperas de Africa estésiendo
destruida,
hugo Chavez, que legé ala presidencia de Venezuela en 1999, esté
siguiendo el ejemplo de Mugabe. Esté arrasando y politizando la an-
tafo orgullosa industria petrolitera venezolana, la segunda mas gran-
de del mundo hace medio siglo. E! nivel de mantenimiento esencial de
lus yavimientws peuliferos experiments un dréstico descenso cuan=
do sustituyé a le mayoria de técnicos no politicos dela petrolera estatal
por adicros a su régimen. Feo provocé una pérdida permanente de
varios centenares de miles de barriles al dia en capacidad productiva.
La produccidu de crude venezolano pas6 de una media de 3,2 millo-
ines de barriles al dia en 2000 a2,4 millones de barriles diarios durante
Ia primavera de 7007.
—380—S| [ee
‘Aun asi la fortuna ha sonrefdo a Chévez. Sus politicas habrian lle
vado ala bancarrota a casi cualquier otra nacién. Pero, desde que le-
{80 apresidente, la demanda mundial de petroleo ha engendrado wna casi
cuadruplicaci6n de los precios del crudo y, al menos de momento, le
haa sacado las castafias del fucgo. Contando su erudo pesado, es muy
posible que Venezuela posea una de las mayores reservas de petréleo
del mundo. Pero el petroleo en el subsuelo no es més valioso que cuando
esper6 en letargo durante milenios, a menos que se pueda crear una
economia para extracrlo.*
Un significativo dilema agobia 2 Chiver en su postara politica. Dos
terceras partes de los ingresos petroleros de su pais proceden del cru-
do enviado a Estados Unidos. A Venezuela le resultarfa muy costoso
despojarse de su gran cliente, porque produce ante todo un crudo pe-
sado y dcido que requiere la capacidad de la refiners estadouniden-
ses, Desviar petréleo a Asia sera posible pero muy costoso. Unos pre-
cios mas altos, por supuesto, darfan margen 2 Chavez para absorber los
«costes adicionales, pero al aumentar su compra de influcncia cn el ex-
‘wanjero y apoyo politico en casa estéatando su fururo politico, deforma
gradual pero inexorable, al precio del petrdleo. Necesita unos precios
cada vez mis altos para salirse con la suya. Puede que la fortuna no le
El mundo debera centre alivado de que no todos ls populetas
‘carismaticos se comporten como Chavez y Mugabe cuando liegan al
poder. Luiz Indcio Lula da Silva, un populista brasilerio con muchos
ppartidarios, fue clegido presidente en 2002. Previendo su victoria, los
mercados de valores brasilezios se hundieron, erecieron las expectati-
vas de inflacin y se retré mucha de la inversi6n extranjera prevista.
Pero, para sorpresa de la mayoria, yo incluido, ha seguido a grandes
rasgos las sensatas politicas plasmadas en el Plano Real, que Cardoso,
‘su antecesor, habia introducido al sojuzgar la hiperinflacién de princi-
pos de los 90.
El populismo econémico hace grandes promesas sin plantearse
-énio financiarlas. Con demasiada frecuencia, su camplimiento provoca
‘una falta de ingresos scales y hace imposible tomar prestado del sec-
tor privada ade inversores extranjeras. Fso eas siempre conduice ana
dependencia desesperada del banco central para que actle de pagador.
* 0 sucedi6 en Venemuelaen 1914, ao en que Royal Dutch Shell evé la
tecnologia necesaria para desarallar ex riquerae.
—381—
~] | meaner = iExigir a un banco central que imprima dinero para aumentar el poder
adguisitivo del gobierno deszta invariablemente una tormenta hiperin=
flacionaria, El resultado, a lo largo de la historia, ha sido gobiernos
derrocados y graves amenazas para la estabilidad social. Ese patron
caracterizé el episodio inflacionario de Brasil en 1994, cl de Argen
tina en 1989, el de México 2 mediados de los 80 y el de Chile a me-
diados de los 70. Los efectos para sus sociedades fueron devastado-
tes. Como sentenciaron los prestigiosos economistas internacionales
Rudiger Dornbusch y Sebastian Edwards, -al final dc todo experimento
populist los salarios reales son mds bajos de lo que eran al princi-
pio». La hipennnflacién hace acto de presencia periédicamente en las
naciones en vias de desarrollo; de hecho, es una de sus rendencias
definitorias.
Puede Latinoamérica dar la espalda al populismo econémico? En
las iltimas dos décadas, a pesar de los repetidos fracasos de politica
‘macroeconémica, 0 quizé gracias a ellos, los principales paises de la
regién han engendrado un circulo de técnicos econémicos que sin duda
poseen credenciales suficientes para conducir a Latinoamérica en una
neva direccidn. La lista esté tachonada de personas de excepcional
talento, con la mayoria de las cuales he tenido el privilegio de trabajar
cen algunos momentos muy dificiles de las décadas recientes: Pedro
Aspe, Guillermo Ortiz, José Angel Gurrfa y Franci
México; Pedro Malan y Arminio Fraga Neto en Brasil; Domingo Ca~
vallo en Argentina; y otros. La mayorfa tienen titulaciones avanzadas
‘en Economia de prestigiosas universidades estadounidenses. Algunos
Iegaron incluso ajefes de Estado: Ernesto Zedillo en México y Fernan-
do Henrique Cardoso en Brasil. La mayoria instituyeron reformas y
politicas productivas liberalizadoras del mercado pese a una profunda
populas, politcas que mejoraron sus economias. Latinoamé=
ica esteria mucho peor sin e:0¢ capaces profesionales, en mi opinién.
ero la profunda brecha entre la visién del mundo de la mayoria de esos
politicos y la de las sociedades a las que sirven, que siguen siendo pro-
peusas al populisiny econdmico, ¢s obstinadamente persistente,
Eltenue control dela estabilidad econdmica de Latinoamérica calt6
‘una ver més ala palestra en 2006 con bas eleeriones generales de México,
pais que tiene la segunda economia mas grande de la regién. A pesar de
lus muchos éxitus obtenidos desde que la crisis del tipo de cambio de
finales de 1994 llevara a México al borde de la bancarrota, un agitador
populista Andrés Manuel T per Obraclar—estuvo a punto de sa-
—392—oat
lir clegido presidente. Si une ver, asumido cl cargo hubicra tenido mis
de Lula que de Chavez, no lo sé
¢Puede cambiar rapidamente una sociedad con profundas raices
populistas econémicas? Los individuos pueden y lo han hecho. Pero,
epuede la estructura de mercado de una economia desarrollada —sus
eyes, précticas y culturs— imponerse a una sociedad criada en anta-
gonismos antiguos? El Plano Keal brasilefio sugiere las posibilidades.
Desde la esabilizaciOn de 1994, la inflacign de Brasil ha estado con-
tcnida, salvo por una transitoria alza de precios durante su devaluacién
del tipo de cambio del 49 por ciento a finales de 2002, Su economia ha
funcionado bien y los niveles de vida han subido. Desde luego, el que
la devaluacién no desencadenara més que una erupcién a corto plazo
de inflacién puede tener mas que ver con las fuerzas desinflacionarias
slobales que con Is politica nacional, pero Ia economia brasileia parece
«star trabajando para el pueblo brasilefio.
La experiencia de Argentina, en cambio, invita menos al optimis-
‘mo. Su economia se hundié en 2002, cuando se interrumpié la paridad
del peso argentino con el délar estadounidense, con enormes consecuen-
cias negativas para el empleo y los niveles de vida. La historia del de-
sastre resulta ilustrativa de hasta dénde pueden llegar unos politicos re-
formistas sin el apoyo implicito de la poblacidn para las politicas
fundamentales necesarias. El impulso de una sociedad para satisfacer
sus necesidades del momento, por ejemplo, no puede frustrarse median-
te la imposicién de una camisa de fuerza financiera. La sociedad debe
‘experimentar avances y confiar en sus lideres antes de estar dispuesta
a invertir para ol largo plazo. Este cambio de cultura por lo general
requiere mucho tiempo.
‘Argentina era, en muchos aspectos, una cultura europea antes dela
Primera Guerra Mundial. Una sucesién de programas econéimicos fa-
Ilidos y periodos de inflacién asoladora cred inestabilidad econémica.
Argentina perdi terreno en las comparaciones econéimicas internacio-
nales, sobre todo durante el régimen autocritico de Juan Perén. Su
cultura estaba cambiando, gradual pero significativamemte. Ni siquiera
cl régimen posperonista del bienintencionado Raiil Alfonsin logré atajar
Ib inflacién explosiva y ol estancamienta de la profusamente regulada
desesperada que el pre-
sidente recién elegido, Carlos Menem, que irénicamente enarbolaba la
bandera de Perén, recurrié a su capar ministra de Fcanomfa, Domin-
383 —{go Cavallo, cn busca de ayuda. Con cl respaldo del presidente Mencm,
Cavallo vinculé el peso argentino en paridad de uno a uno con el d6-
lar estadounidense. sa estrategia extremadamente arriesgada podria
haber saltado en pedazos horas después de su implantacidn. Sin embarpo,
Ja osadia de la jugada y a aparente ercdiilidad del compromiso espo-
Jearona los mercados financieros mundiales. Los tipos de interés argen-
tunos cayeron en picado, a inflacin bajé del 20.000 por ciento en marzo
cde 1990 a una tasa anual de un solo digito para finales de 1991. Yo re-
bosaba asombro y esperanza.
‘A resultas de ello, el gobierno argentino estuvo en condiciones de
reunir grandes sumas de délares en los mercados internacionales a unos
tipos de interés s6lo moderadamente superiores a los exigidos por el
‘Tesoro estadounidense. Las opiniones reformistas de Cavallo me so-
aban mucho més sensatas que la retérica desinformada que ala 26
surgia de muchos legisladores y gobernadores provinciales argentinos.
‘Sus puntos de vista recordaban demasiado a la irresponsabilidad fiscal
de décadas anteriores. Recuerdo que miré a Cavallo desde el otro lado
dde la mesa en otra reunién del G20 y me pregunts si era consciente de
que el sostén que suponia para el peso esa capacidad de préstamo se~
guiria siendo una fuente de apoyo sélo sino se usaba en exceso. El man-
tenimiento de ese abultado colchén de délares probablemente habria
permitido que ellazo de la moneda duraseindefinidamente. Sin embar-
{gp elsistema politcn de Argentina no pudo resisirse a emplear laabun-
dancia de dolares en apariencia gratuitos en intentos de satisfacer las
cexigentias de sus elevtores.
"De manera gradual pero inexorable, el colchén del capaci de
‘tomar délares prestados fue menguando. A menudo se tomahan pres-
tados dolares para venderlos por pesos en un ful esfuerzo por respaldar
la paridad peso-dblas. Se wes el fondo del basil a finales de 2001. Para
proteger sus reservas de délares restantes, el banco central retiré su
‘oferta de un délar por un peso en los mercadlos internacionales. A re-
sultas de ello, el / de enero de 2002, el peso se hundi6. Para mediados
de 2002, haefan falta nnés de ues pesos para comprar un dias.
‘Un impago masivo de la deuda argentina indujo un periodo inicial
de inflacién y tipos de interés disparados pero, para gran sorpresa mia,
la calma financiera se restableci6 con relaiva rapidez. El brusco des-
ccenso del peso espoled las ventas de exportaciones y la actividad eco-
némica. La inflacién suponia un problema mucho menor de lo que
cepisodios parecidos anteriores habian sugerido. Dentro de una década,
384
| emeeremeranaauce sam 088sospecho, los historiadores econémicos coneluiran que fucron las fucr-
22s desinflacionarias dela globalizaci6n las que facilitaon el sjuste
‘Lo que me parecié inusual del episodio no fue que en 2001 los li=
deres argentinos fueran incapaces de reunir la contencién fiscal nece-
saria para mantener el lazo entre peso y délas, sino que hubieran sido
‘capaces durante una temporada de convencer a su poblacién de que
observara el grado de contencién que precisaba un peso vinculado. Era
4 todas huces una politica destinada a inducir un desplazamiento fun-
damental de los valores culturales que devolveria a Argentina la talla
intornacional de la que habfa disfrutado en los afios inmediatamente
anteriores ala Primera Guerra Mundial. Pero la mnercia cultural se de-
‘mostr6, como habia sucedido muchas veces antes, un obsticulo dema-
siado formidable.
‘No es que los paises desarrollados, como Estados Unidos, no ha-
yan tenido escarceos con el populismo econémico. Sin embargo, en mi
‘opinién, es improbable que unos Iideres populistas pudieran cambiar
la Constitucién o la cultura estadounidenses 0 sembrar la destruccién
de un Perén oun Mugabe. William Jennings Bryan, con su conmove-
dos diseurso de la «Cruz de Orom en el congreso demacrata de 1896 fue,
‘ami entender, la voz ms efiaz del populismo econdmico en la historia
de Estados Unidos. («No cers ala frente de los trabajadores esta
corona de espinas —declaré—. No erucificarésa la humanidad en una
cerur de oro.») Aun asf, dudo que el pais hubiese cambiado mucho si
Inubiera Ilegado a presidente.
Lo mismo disia de Huey Long de Louisiana, cuya retGrica del
compartir la riqueza» en la década de 1930 le vali6 cl eargo de gober
zmador y un escafin en el Senadio de Fstadas Unidas. Tena a vista puesta
cen la Casa Blanca cuando lo asesinaron en 1935, Esta claro que el po-
pulismo, sin embargo, no se lleva en los genes. Su hijo Russell, al que
conoef bien como presidente durante mucho tiempo del Comité de
wn7as del Senado, era un defensor a ultranza del eapitalisma y las
deducciones fiscales a as empresas.
Han existido, por supuesto, numerosos episudios de politica po-
pulista, pero no gobicenos, a lo largo dela historia estadounidense, desde
el movimiento de la plata gratis de finales del xix hasta buena parte de
la legislacion del New Deal. El mis reciente fue la malhadada conge-
lacin de precios y salarios de Richard Nixon en agosto de 1971. Pero
los episodios de politcas populistas del presidente Nixon y otros an
teriores fueron aberraciones en el progreso econémico de Estados
385 —
IUnidos. Las politicas y los gobicenos populistas de Latinoamérica han
sido endémicos y por tanto han tenida muchas més consecuencias.
Se presume que el populismo economico es una extension de la
democracia ala economia. No lo es. Los demécratas (en general, no
s6lo los del Partido Deméecrata) apoyan una forma de gobiceno cn que
la mayorla decide a propésito de todos los asuntos pablicos, pero mun-
caen contravenci6n de los derechos basicos de los individuos. En esas
sociedades, los derechos de las minorfas estén protegidos de la mayo-
fa, Hemos cscogido otorgar a la mayoria el derecho a decidir todos
los asuntos de politica publica que no valneren los derechos indivi-
duales.”
La democracia es un proceso embrollado, y desde nego no siem-
preconstituye la forma mis fieaz de gobiceno. Aun a, estoy de acer
do con Is agudeza de Winston Churchill: «La democracia es la peor
forma de gobierno a excepcién de todas las demas que se han proba-
do de vez en cuando.» Para bien 0 para mal, no tenemos ms remedio
que presuponer qu¢ las personas que actian con libertad en iltima
instancia tomardn las decisiones adecuadas sobre cémo gobernarse. Si
a mayoria toma las decisiones equivocadas, habré consecuencias ad-
‘versas; incluso, al final, un caos civil.
El populismo atado a los derechos individuales es lo que la mayoria,
denomina democracia liberal. El -populismo econémicos, ene sentido
que le dan la mayoria de economists, sin embargo, se refiere implici-
tamente a una democracia en la que el calificador «derechos individua-
lese esti en buena medida desaparecide. La democracia sin matices, en
la que el 51 por ciento de las personas puede desentenderse legalmen-
tede los derechos del estante 49 por ciento, conduce a la tirania."* El
término, pues, se vuelve peyorativo cuando se aplicaa personajes como
Pern, quien para la mayoria de historiadotes es el principal respon
sable del prolongado declive econémico de Argentina tras la Segunda
Guerra Mundial. Argentina sigue trabajando baja ese legado.
La batalla en pro del capitalismo nunca se gana. Latinoamérica lo
* Podemos exigir supermayortan para aplica cer eyes. Por gjempl en
Estados Unidos, slo una supermayoria puede anular un veto presencia: pero
focron las mayorias en las asambleas de los trececstados originales las que ratifi-
caron fa Consutuci6a y optaron por gobernarse de este modo.
* Muchoe de mestroe Padres Pundadores temian que el gobierno eetadouni-