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This paper deals with the issue of epilepsy and pseudoseizures and their relevance to
the psychopathology and psychotherapy of epileptic patients. We report the case of an
epileptic woman presenting both genuine epileptic seizures and pseudoseizures as well.
Borderline personality disorder and sustained sexual abuse were also diagnosed.
Discussion focuses first around the multiple relationships between epilepsy and
personality, and especially how epileptic seizures could affect normal personality
development (particularly when early-onset seizures are present). The issue of
pseudoseizures is also critically reviewed: available data suggest that more than 60%
of patients with pseudoseizures have experienced some kind of sexual abuse during
childhood or even later. Similar figures are also available for borderline personality
disorder. Our discussion focuses on the heterogeneous determination of psychiatric
symptoms: Our patient has both pseudoseizures and genuine epileptic seizures as well.
The experience of trauma, the defenses used to cope with it and the experience of
epileptic seizures are all condensed in pseudoseizures. Thus, pseudoseizures are
strongly produced by both epilepsy and the experience of sustained sexual abuse.
Introducción
En nuestro medio, el tema de las pseudocrisis ha sido también estudiado por Dörr-
Zegers y Hormazábal (4), quienes distinguen dos tipos de pacientes con
"histeroepilepsia": por una parte, aquellos que presentan ya un cambio orgánico de la
personalidad y en los que las pseudocrisis constituirían más bien un epifenómeno,
provocado conjuntamente por alteraciones de la medicación y situaciones biográficas
conflictivas. El segundo grupo de pacientes sería más complejo y en ellos se
imbricarían indiscerniblemente personalidad y epilepsia, derivando los rasgos
"histéricos" de la profunda discordancia entre estar y ser enfermo, discrepancia
explicada desde el tipo de crisis predominante en estos pacientes: crisis nocturnas, de
las que no se percatan directamente.
Presentamos en este trabajo el caso de una paciente epiléptica, que muestra además
pseudocrisis, en el contexto de un trastorno limítrofe de personalidad. A la luz del
caso, discutiremos los problemas conceptuales previamente expuestos.
Anamnesis
Anamnesis próxima
Se trata de una paciente de 40 años, soltera, madre de un hijo de 21 años, con quien
vive. Tiene escolaridad media completa y cursos de primeros auxilios. Ha trabajado
esporádicamente como operaria textil. La paciente es derivada a Psiquiatría desde el
Servicio de Neurología del Hospital del Salvador, para estudio de su cuadro. Los
diagnósticos de interconsulta son: "Epilepsia" y "Crisis histéricas", ambos diagnósticos
con carácter de provisorios.
Desde que se inició el cuadro su evolución ha sido bastante tórpida, tanto desde el
punto de vista del control de las crisis como desde los trastornos de la conducta y la
relación interpersonal. La primera consulta psiquiátrica se produjo a los 16 años,
después de dos intentos suicidas con medicamentos antiepilépticos. Desde entonces se
ha mantenido en control psiquiátrico ambulatorio, debiendo hospitalizarse dos veces
por descompensaciones conductuales.
Tan fluctuante como su evolución han sido los diagnósticos planteados: Epilepsia Gran
Mal (1976), una Epilepsia y un Trastorno enequético del carácter (1985), Trastorno
Disociativo (1990), Histeroepilepsia (1995) y Pánico pseudo convulsivante (1996). A
pesar de estas dudas, siempre mantuvo tratamiento antiepiléptico. Los registros
electroencefalográficos han sido persistentemente normales, incluso los realizados
durante privación de sueño. Una tomografía axial computarizada de cerebro del año
1983 reveló una "leve alteración en la silla turca", que se connotó como no patológica.
Anamnesis remota
La relación con su hijo fue especialmente difícil: éste fue criado básicamente por la
abuela, "yo lo miraba como un hermano" y ella nunca pudo desechar totalmente la
idea que era producto de las relaciones incestuosas con su padre (a pesar de ser esto
imposible, por la cronología de los hechos). El período correspondiente a los primeros
años de su hijo lo refiere como "muy tormentoso" para ella y habría sido un período de
intensa promiscuidad sexual. Incluso relata que en diversas ocasiones llegó a participar
en actos sexuales colectivos, pues sentía de algún modo que "tenía que vengarme por
lo que me hicieron y hacerles pasar a otros lo que yo viví".
Durante el primer año de vida de su hijo realiza sus primeros intentos suicidas
mediante la ingestión de grandes cantidades de fármacos anticonvulsivantes. Junto
con esto, la frecuencia de las crisis conversivas se intensifica, tornándose además
impulsiva y agresiva, especialmente con su hijo, al que culpa de haberle quitado su
libertad. Aunque con interrupciones y períodos de relativa normalidad los gestos
suicidas se mantienen, comenzando a presentar además estados crepusculares
histéricos, los que solían iniciarse después que sus padres enfatizaban las normas a las
que debía ceñirse en la casa. A los 20 años, junto con una notable disminución de las
crisis epilépticas, empiezan a aparecer diversos síntomas y alteraciones conductuales:
crisis de angustia, cefalea frontal, insomnio, distimia, ideas suicidas, irritabilidad y un
marcado rechazo a asistir al colegio. En esta fecha presenta además algunas
alucinaciones catatímicas de contenido persecutorio.
La paciente atribuye gran parte de sus cambios a los abusos sexuales por parte del
padre: "después de lo de mi padre me prostituí y me metí en el alcohol. Andaba con
uno y otro. Me gustaba que me desearan. Era como que yo era el hombre y todos los
demás las mujeres. Me da vergüenza mi vida, es sucia y asquerosa". En 1985,
teniendo la paciente 25 años, el padre cae gravemente enfermo debido a un cáncer
gástrico que lo llevará a la muerte unos meses después. La paciente toma a su cargo
el cuidado del padre durante toda la enfermedad. Junto a ello, se reanudan las crisis
descritas previamente, algunas de ellas con pérdida de conciencia. Se diagnostica en
esa época un Trastorno disociativo y somatomorfo (cefalea fronto-occipital y
epigastralgia). Después de la muerte del padre comienza a padecer sensaciones de
adormecimiento en manos y piernas y a tener sueños recurrentes en los que el padre
intenta matarla.
Su vida laboral ha sido muy irregular y le ha sido difícil conservar un empleo estable,
en parte debido a la frecuencia de sus crisis y en parte debido a problemas de
personalidad. En la anamnesis es difícil discernir cuál de estos factores ha dificultado
más su desempeño laboral. Esta dificultad tiñe en general todo su relato y
especialmente el relato de las crisis, resultando difícil dirimir cuáles son
auténticamente epilépticas y cuáles corresponden a pseudocrisis. En otras palabras,
cuánto se debe a la personalidad y cuánto a la epilepsia.
Examen mental
Al examen mental se observa una paciente endomesomorfa, que aparenta mayor edad
a la cronológica y de aspecto algo masculino. Su modo de relacionarse tiene algo de
brusco e imperativo, aunque detrás de esta presentación se aprecia una fuerte
demanda afectiva de protección y cuidado, la que se hizo especialmente notoria
durante el período de estudio con nosotros. Su funcionamiento defensivo está basado
principalmente en mecanismos inmaduros como la escisión e identificación proyectiva.
Su juicio y función de realidad, aunque frágiles, son básicamente estables y sólo
transitoriamente presenta quiebres micropsicóticos de ellos.
Particularmente notable en ella resulta una actitud competitiva con sus médicos
tratantes, como si buscase derrotarlos mediante el expediente de su escasa respuesta
a los tratamientos instaurados. Un ejemplo ilustrará mejor este punto: de vuelta de
control neurológico, señala en un tono entre desafiante y orgulloso "el Dr. X. parece
que no se la puede con mi caso, fue demasiado para él (...) una vez me dijo no me la
va a ganar (la enfermedad), pero parece que no pudo". Del mismo modo, frente a
nuestro interés en completar su estudio, señala: "parece que a todos los médicos les
interesa mi historia, pero ninguno ha podido mejorarla, la medicina no se la puede
conmigo". En este caso, la refractariedad al tratamiento parece estar al servicio del
trastorno de personalidad y, más específicamente, al servicio del conflicto. Su relato es
bastante impreciso y vago, sólo cuando es requerida entrega mayores detalles de las
circunstancias relatadas. A la luz de sus descripciones es difícil formarse una imagen
estable de ella y es notoria en ese sentido una difusión de identidad.
Estudio de personalidad
Resumen diagnóstico
Eje IV: Problemas del grupo primario de apoyo (muerte del padre, abuso sexual)
Eje V: AEG 55 (al ingreso)
Psicoterapia
Discusión
Se trata en este caso de una paciente que inicia una epilepsia en la infancia y muy
posiblemente un Trastorno del desarrollo de la personalidad, que se establece en la
vida adulta como un Trastorno límite de personalidad. Su infancia y adolescencia están
marcadas aparte de la epilepsia por el incesto con el padre, que se inicia con una
violación y se continúa sostenidamente durante años, ya como relaciones incestuosas,
sin violencia explícita por parte del padre. Es plausible hipotetizar que en esta
paciente, epilepsia y biografía crisis y abuso se concatenan de un modo específico para
culminar en el síntoma que motiva esta presentación: pseudocrisis epilépticas de claro
contenido sexual. De qué modo específico pudo establecerse esta relación es algo que
desarrollaremos en lo que sigue.
A pesar del amplio espectro que ha tenido la investigación empírica en esta área, se ha
desarrollado bastante más una "psicopatología de la epilepsia" que una "psicología" de
ella (7). Nos referimos con esto a una comprensión de los modos en que la epilepsia
afecta la personalidad, así como de los mecanismos adaptativos que usa el sujeto para
enfrentarla, aun cuando ello no se traduzca finalmente en un trastorno psicopatológico
definido. Es decir, los modos en que habitualmente el sujeto epiléptico elabora la
trama de su enfermedad la integra en su biografía y se apropia de ella. Desde ese
punto de vista, podríamos pensar que no resulta neutral para el desarrollo de una
biografía el que un sujeto desarrolle una epilepsia. Naturalmente que lo mismo puede
afirmarse de cualquier enfermedad crónica, como la hipertensión, la diabetes mellitus,
etc. Resta preguntarse, sin embargo, en qué sentido más específico podría actuar la
perturbación introducida por el hecho de ser epiléptico. En otras palabras, qué podría
ser lo más específico de la epilepsia y qué la distingue de otras enfermedades crónicas.
Esta pregunta nos lleva irremisiblemente al tema de la crisis epiléptica, pues en este
signo coinciden las apreciaciones del médico y su paciente (8). Aún más, para el
paciente, la crisis es la enfermedad (y no sólo para el paciente: la mayoría de las
clasificaciones de la epilepsia son clasificaciones de las crisis).
¿Qué hace pues tan singular a la crisis epiléptica? Singular en ella es que en virtud de
su subitaneidad, fractura de diversos modos la continuidad de la experiencia
consciente. No se está preparado para su ocurrencia cualidad que alcanza su
intensidad máxima en la crisis primariamente generalizada ni tampoco constituye un
evento rítmico diario, como el ciclo sueño - vigilia. Aun cuando son parte de la vida del
sujeto, no necesariamente logran integrarse en el conjunto de su vida. Constituyen,
pues, un "hueco" de la biografía; un acontecimiento vivido a través "del espejo de los
otros", como plantea Bouvard (10).
Éste es uno de los modos en que la crisis se relaciona con el sujeto y que es el campo
de las relaciones entre epilepsia y desarrollo mental. El otro aspecto a destacar es el
de las diversas funciones de la crisis en la economía psíquica, a veces como factor
homeostático en familias perturbadas, en otras ocasiones como modo preferente de
descarga emocional, etc. Lo que deseamos enfatizar en este punto es que la crisis no
se establece sólo como un evento biológico en el sujeto, sino que queda además
disponible para otras funciones. El mejor testimonio de ello es la aparición de nuevas
enfermedades o agravamiento de las preexistentes una vez que la epilepsia ha sido
adecuadamente controlada. Las distintas expresiones del fenómeno de
la alternancia ejemplifican lo señalado, al ilustrar cómo la desaparición o atenuación de
las crisis da paso a la emergencia de nuevos fenómenos psicopatológicos.
Tomando como ejemplo las pseudocrisis epilépticas que presenta nuestro caso, el
análisis se centra en la multideterminación del síntoma: en éste se condensan los
atributos del abuso sexual, los mecanismos usados para enfrentarlo y la experiencia de
las genuinas crisis epilépticas. El síntoma aglutina entonces crisis, biografía y
personalidad, rindiendo cuenta de su complejidad semiológica.
Referencias
6. Whitman S, Hermann BP. Psychopathology in epilepsy: how great is the risk? Biol
Psychiatry 1984; 19:213-36
11. Freud S. Das Ich und das Es. Studienausgabe, Band III Frankfurt/Main, Fischer
Verlag, 1971
12. Lacan J. El estadio del espejo. En Lacan J: "Escritos I", Ciudad de México, Siglo
XXI, 1990
14. Chia JA, Frey LM, Ganzel BL, Matthews JA. Memories of childhood abuse.
Dissociation. Anxiety and Corroboration. Am J Psychiatry 1999; 156:5 Clínica
Psiquiátrica Universitaria, Facultad de Medicina y Departamento de Psicología, Facultad
de Ciencias Sociales, Universidad de Chile (LA)
Servicio de Psiquiatría, Hospital del Salvador, Santiago (JB)
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Luis Alvarado
Clínica Psiquiátrica Universitaria
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Santiago de Chile
Revista Chilena de Neuro-Psiquiatría