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GUILLERMO ALEXANDER PARADA GÁMEZ

LECCIONES
PROCESALES

UNA REVISTA AL CÓDIGO PROCESAL CIVIL Y


MERCANTIL

VOLUMEN I

PRINCIPIOS, ORDENACIONES Y SUJETOS PROCESALES


GUILLERMO ALEXANDER PARADA GÁMEZ

D. R. © Guillermo Alexander Parada Gámez


Law Class Academy
San Salvador El Salvador, Centroamérica
2020

1ª. Edición Volumen I.


Principios, ordenaciones y sujetos procesales.

347.05
P222L Pa ra da Gámez, Guillermo Al exander, 1971-
V.1 Lecci ones procesales [recurso electrónico] : una revista al código procesal ci vil y mercantil. :
Vol . I Pri ncipios, ordenaciones, y s ujetos procesales / Guillermo Al exander Pa rada Gámez. -- 1a Ed. –
Sa n Sa lvador, El Salv. : (s .n.), 2020.

1 recurs o electrónico (v.1, 81 p. 28 cm)

Da tos electrónicos, (1 a rchivo: v.1, pdf, 585 kb. –


https ://lawclassacademy.com/courses/tomo -lecciones-procesales-volumen-i/.

ISBN: 978-99961-2-338-2 (E-Book, v.1, pdf)

1. Procedi miento civil-Legislación- El Salvador. 2. Derecho comercial– Legislación - El Salvador. 3. Derecho


merca ntil-Legislación-El Salvador. I. Título.

BINA/jmh

José Antonio Bonilla Guzmán.


Diseño de portada.

Karen Lissett Guzmán Medrano.


Corrección de estilo.

Derechos reservados. Prohibida la reproducción parcial o total de esta obra,


por cualquier medio, sin autorización de su autor.
LECCIONES PROCESALES: UNA REVISTA AL CODIGO PROCESAL Y MERCANTIL

A mi familia

Por su comprensión
al haberles privado de mi atención;
mientras escribía cada lección.
GUILLERMO ALEXANDER PARADA GÁMEZ
LECCIONES PROCESALES: UNA REVISTA AL CODIGO PROCESAL Y MERCANTIL

ÍNDICE

Página
Exordio 7
Introducción 9
VOLUMEN I
Principios, postulación y sujetos procesales
Inducción a la temática 11
1.- Derecho a la protección jurisdiccional 13
2.- Vinculación del juez a la Constitución 14
3.- Principio de legalidad 15
4.- Principio de defensa y contradicción 17
5.- Principio de igualdad 18
6.- Principio dispositivo 19
7.- Principio de aportación 21
8.- Principio de oralidad 22
9.- Principio de publicidad 24
10.- Principio de inmediación 25
11.- Principio de concentración 26
12.- Obligación de colaborar 27
13.- Principio de lealtad procesal 29
14.- Principio de dirección y ordenación 30
15.- Absolución de la instancia 31
16.- Gratuidad de la justicia 33
17.- Autosuficiencia normativa 34
18.- Interpretación conforme a la Constitución 35
19.- Fundamento legal de la decisión judicial 36
20.- Supletoriedad normativa 38
21.- Jurisdicción y función judicial 39

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22.- Competencia improrrogable 40


23.- Competencia prorrogable 42
24.- Competencia. Títulos 43
25.- Competencia. Denuncia 44
26.- Competencia. Sumisión tácita 46
27.- Competencia. Estimación 47
28.- Competencia. Conflicto 49
29.- Prejudicialidad 50
30.- Prejudicialidad. Recursos 51
31.- Prejudicialidad civil o mercantil 53
32.- Capacidad para ser parte 54
33.- Capacidad procesal 56
34.- Legitimación 57
35.- Postulación preceptiva 59
36.- Procuración subsidiada y oficiosa 60
37.- Litisconsorcio 61
38.- Litisconsorcio necesario 62
39.- Litisconsorcio voluntario 64
40.- Litisconsorcio coadyuvante 66
41.- Litisconsorcio coadyuvante. Intervención 67
42.- Litisconsorcio. Intervención provocada 68
43.- Sucesión procesal 70
44.- Pretensión procesal 71
45.- Pretensión procesal. Clases 73
46.- Pretensión procesal. Elementos 74
47.- Pretensión procesal. Acumulación 75
48.- Pretensión procesal. Control 77
49.- Pretensión procesal. Objeto del proceso 78
50.- Pretensión procesal. Objeto cuantificable 80
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EXORDIO

El presente trabajo, que se compone de cinco volúmenes, fue iniciado en el año


2018. Luego abandonado en el año 2019 y retomado al inicio de la cuarentena que
vivimos en El Salvador, entre marzo y junio del año 2020, por la pandemia del
COVID-19.
De alguna manera, aunque resulte injusto hacerlo, dados los graves daños que ese
virus ha causado a la humanidad entera, fue el motor de arranque o la chispa que
franqueó la posibilidad de volver hacia la continuidad y finalización de las presentes
lecciones procesales, a las que denominé así porque la pretensión que en cada una
subyace es pura y simplemente darles mi punto de vista sobre cada tópico.
Decidí además que fuera una revista al Código Procesal Civil y Mercantil, al guardar
el orden sin mucho rigor, de cada uno de los libros de los que se compone dicho
Código. Es decir, el lector encontrará lección a lección, salvo alguna excepción que
me pareció importante alterar; del mismo modo que el referido Código desarrolla
las secciones, capítulos, títulos y libros. Preferí este método al alfabético, para una
mejor comprensión, a lo largo del desarrollo lógico procesal.
En cada lección es escasa por no decir nula, la relación bibliográfica. Ello lo he hecho
a propósito porque esta vez no quiero contarles lo que la doctrina, un autor u otro
de los expertos en Derecho Procesal dicen sobre tal o cual concepto o institución,
sino esencialmente lo que yo pienso sobre ello, considerando la regulación
salvadoreña con la que contamos sobre el particular.
Sí me ha parecido importante, hacer en algunas ocasiones una breve reseña sobre
el manejo jurisprudencial que localmente se ha construido sobre alguna figura. Ello,
además de importante, nos permite evaluar a través de un panorama más amplio,
las distintas formas e interpretaciones que resultan viables sobre el tema es
cuestión.
Lo que si no he dejado de hacer es referirme en cada lección al precepto legal que
lo sustenta, inspira o regula. Esa era originalmente la idea, que les pudiera dar mi
particular punto de vista a partir de lo dicho por el legislador en el sentido que fuere.
Esto supuso, claro está, que alguna vez acogiera y aplaudiera el criterio del
legislador, pero que otras, disintiera manifiestamente con él.
El que sean 271 lecciones, comprendidas en los cinco volúmenes, no es azaroso.
Deliberadamente quise que esas fueran y adecue el contenido del Código a mis

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pretensiones. La razón de ello, sin embargo, ni siquiera yo mismo la sé. Lo


importante es que ahí están, esas son y ahora son suyas.
Sirva este trabajo -nuevamente- como una manifestación de mi harto e insaciable
deseo de aprender y enseñar, cualesquiera que sean las circunstancias en las que
uno se encuentre. También para que nos demos cuenta de que el tiempo siempre
es un tesoro que debe cuidarse y aprovecharse. Además, para reiterarles que el
contenido de cada lección está fundado en lo que estricta y radicalmente pienso
sobre una y otra cosa, así que el lector tiene y tendrá siempre el derecho a disentir.
Tampoco es azaroso que firme este exordio en el lugar y fecha que se indica. Lo he
hecho así intencionalmente porque ese día es muy importante para mí, pese a
haberlo vivido en medio de una gran calamidad mundial.
Mi respeto y solidaridad a tanta familia en el mundo, mismo que se ha convertido
en una aldea afectada transversalmente.

El autor
Santa Tecla, 14 de abril de 2020

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INTRODUCCIÓN

A quienes nos corre por el torrente sanguíneo la afición de escribir, y lo hacemos


de manera apasionada, sabemos que el carácter científico de un trabajo de
investigación se evalúa por sus citas bibliográficas, por la ilustración que se hace de
tal o cual figura jurídica en las distintas corrientes de pensamiento; sin embargo,
ninguno de los cinco volúmenes de esta recopilación de lecciones tiene una sola. Y
no tiene porque a propósito y deliberadamente lo he omitido. Aquí dejo entonces
plasmadas mis ideas, puras y simples, en las que se condensa mi experiencia en la
materia. De ahí que todo ha sido escrito según mi saber y entender, a ciencia y
paciencia de la lectura asidua y sistemática del Código Procesal Civil y Mercantil,
cuerpo de leyes al que en adelante en los distintos volúmenes solo evocaré, por
regla general, como CPCM.
Les he llamado lecciones ya que los doscientos setenta y un temas que abordo en
los cinco volúmenes podrían dar para mucho más. Escribirse incluso un libro sobre
cada uno de ellos, sin embargo, me he concentrado en su parte toral, en lo que el
citado Código destaca al respecto y en lo que la jurisprudencia, en caso de proceder,
ha señalado. De ahí que sea una breve idea, una forma de atisbar la concepción
jurídica que este servidor tiene de acuerdo con el uso e interpretación que se viene
forjando día a día en los tribunales de justicia.
A continuación, les presento entonces las lecciones que he escrito a partir del orden
regulatorio que realiza el Código Procesal Civil y Mercantil. No es preciso sin
embargo leer en orden cada uno de los cinco volúmenes que se editarán y
publicarán y menos asentir a lo que en cada una de ellas se indica, evoca o sugiere.
Pueden leerlas a partir del tópico que se quiera esbozar, usando como guía el índice
del que se compone cada uno de ellos. Aquí las dejo, rogándole a cada lector que
haga de ellas lo que mejor le convenga, incluso desechándolas si así lo estima
pertinente.
El volumen I contempla lo relativo a los principios procesales, la interpretación y
aplicación de la norma, así como tópicos relativos a la jurisdicción, competencia,
postulación, legitimación y pretensión procesal.
En el volumen II encontrarán lo relativo al acto procesal, su nacimiento, repercusión
en el tráfico jurídico, el régimen de las acumulaciones y los actos de comunicación
procesal.
El volumen III contiene las iniciativas procesales, que en realidad son muchas, pues
de la acción como Derecho se despliega un abanico de posibilidades de las que se
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puede echar mano al acudir a los estrados judiciales. Me refiero a la postulación


que produce desde el acto simple de la conciliación, hasta la promoción de un
proceso monitorio, de avanzada en la regulación que al efecto desarrolla el CPCM.
El volumen IV se concentra en el régimen de las audiencias en el CPCM, una
innovación del nuevo siglo en la legislación procesal civil salvadoreña; el tipo y
contenido de las resoluciones judiciales y, con un carácter más prolijo, la actividad
probatoria que se produce en los distintos procesos judiciales.
Finalmente, el volumen V recoge el contenido de los dos últimos libros del CPCM.
El régimen impugnatorio y el de ejecución. En relación con el primero vale aclarar
que no me he limitado al desarrollo de los recursos propiamente tales que prevé el
Código, sino que he ido más allá, desarrollando otras instituciones como la revisión
de sentencia firme, que técnicamente no es un recurso, la recusación e incluso la
nulidad. Sobre lo segundo, he tratado de hacer un recorrido general sobre los
distintos tipos de ejecución que nos presenta el CPCM abordando lo pertinente
según me ha parecido importante.
En el volumen tres, he incorporado, además, el concurso de acreedores, la quiebra
y la suspensión de pagos, instituciones que no regula el CPCM, pero que están
vigentes aún en el parcialmente derogado Código de Procedimientos Civiles.
También lo hice a propósito porque es un terreno procesal inexplorado e
inexplotado en el Derecho Procesal salvadoreño, y qué mejor que esta oportunidad
para contarles mi parecer al respecto.

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LECCIONES PROCESALES: UNA REVISTA AL CODIGO PROCESAL Y MERCANTIL

INDUCCIÓN A LA TEMÁTICA

El presente volumen I comprende todo lo relacionado con los principios


informadores del Código Procesal Civil y Mercantil, así como las reglas básicas de
interpretación y aplicación de la norma. Asimismo, el manejo que el CPCM realiza
sobre la jurisdicción y la competencia en sus distintas manifestaciones; la capacidad
y la legitimación procesal; los litis consortes; y, finalmente, la pretensión procesal.
Sobre la primera temática, abordo cada uno de los aspectos que a mi juicio forman
parte del contenido esencial de cada principio, mismos que informan no solo al
Derecho Procesal Civil y Mercantil sino al ordenamiento procesal salvadoreño en
general, sin perjuicio, por supuesto, de las variables que para algunas áreas existe,
como lo laboral y familiar que por su carácter tuitivo existe una intervención pública
más acentuada.
En lo que atañe a la interpretación y aplicación de la norma procesal, existen tres
disposiciones en el CPCM que tienen un efecto transversal sobre todo su articulado,
pues concentran las directrices que todo juez debe acatar, así como la forma de
proceder, al llevar a cabo el ejercicio cognoscitivo que supone escoger, interpretar
y finalmente aplicar una norma, cuyo común denominador es el respeto de las
garantías procesales de las partes.
La jurisdicción y la competencia también son parte de este volumen. Intento
analizar los efectos que despliegan sobre las partes los distintos aspectos
regulatorios que se prevén sobre cada uno de tales institutos, yendo desde la
posible opción declinatoria del juez; hasta la potestad de declararse improponible
una demanda que incumpla alguna regla básica al efecto.
La capacidad y la legitimación procesal, sumado a la posible existencia de litis
consortes en un proceso judicial, también es parte de este primer volumen. El CPCM
es bastante preciso en lo relativo a las condiciones que deben cumplirse para que
un sujeto procesal tenga no solo la capacidad para ser parte, un atributo de las
personas naturales que viene desde el momento de la concepción, sino la manera
a través de la cual se adquiere la capacidad de ejercicio, y más aún, la legitimación
procesal. Asimismo, las distintas formas de litisconsorcio que podrían conformarse,
al existir una pluralidad de sujetos, activa o pasivamente, en cualquiera de los
extremos de la relación jurídico procesal.
Finalmente, por su importancia, desarrollo algunos aspectos elementales de la
pretensión procesal. Un concepto que tradicional e históricamente ha marcado un
antes y un después en el desarrollo del Derecho Procesal contemporáneo.
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LECCIONES PROCESALES: UNA REVISTA AL CODIGO PROCESAL Y MERCANTIL

Derecho a la protección jurisdiccional


La expresión “debido proceso”, hartamente acuñada en nuestro sistema procesal,
en puridad hace referencia al derecho que tenemos de carácter instrumental,
derivado del artículo 2 de la Constitución, a que todo proceso se inicie, prosiga y
concluya respetándose en su devenir las garantías de las partes. Ello supone que la
expresión en si misma carece de precisión, pues dependiendo del caso y de la
infracción que se aduzca, así habría que identificar el derecho o la garantía
singularmente violada.
El artículo 1 del Código Procesal Civil y Mercantil -al que me referiré en esta y en las
siguientes lecciones solo como CPCM- al efecto señala que todo sujeto tiene
derecho a plantear su pretensión ante los tribunales, oponerse a la ya incoada,
ejercer todos los actos procesales que estime convenientes para la defensa de su
posición y a que el proceso se tramite y decida conforme a la normativa
constitucional y a las disposiciones legales.
En el mismo sentido la Sala de lo Constitucional de la Corte Suprema de Justicia ha
acuñado la expresión desde hace muchos años en su jurisprudencia constitucional.
Para el caso, en la sentencia de inconstitucionalidad Ref. 44-2011 dictada el veinte
de febrero de dos mil diecisiete, señala que el artículo 2 inciso 1.° de la Constitución
establece dos clases de derechos: por un lado, prevé derechos de carácter material,
entre los cuales se encuentran el derecho a la vida, a la integridad física y moral o
la propiedad; y por otro estatuye un derecho de carácter instrumental, cuya
finalidad principal es la protección en la conservación y defensa de los derechos e
intereses legítimos reconocidos en la Constitución y en el resto del ordenamiento
jurídico.
Este último es el derecho a la protección jurisdiccional -una tan sola de las
dimensiones del derecho a la protección en la conservación y defensa de los
derechos-, que se ha instaurado con propósito de garantizar la eficacia a los
derechos fundamentales adscritos a las personas por la Constitución y que permite
a esta, por medio del proceso, reclamar frente a actos particulares y estatales que
les afecten.
El derecho a la protección jurisdiccional -sigue la Sala- exige la configuración de un
proceso informado por la Constitución, a fin de que la satisfacción de pretensiones
sea válida. El proceso es la vía principal para poder privar a una persona de algún o
algunos de los derechos adscritos a su favor. Entre otras modalidades de ejercicio,
el derecho en cuestión permite a sus titulares acceder a los diversos tribunales que

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integran un determinado orden jurisdiccional, a plantear su pretensión u oponerse


a la ya formulada en su contra y a la obtención de una respuesta fundada en el
sistema de fuentes del Derecho en caso de que plantee peticiones; mediante un
proceso equitativo tramitado de conformidad con la Constitución y las leyes
correspondientes.
Conforme a tal contenido, este derecho se manifiesta en el tráfico jurídico, en la
esfera del justiciable, en dos momentos específicos. Uno cuando este decide
acceder y otro cuando ya habiendo accedido requiere que se le respeten las
garantías mínimas constitucionales de las que es acreedor. En ese sentido, podría
violársele si un juez indebidamente rechaza una demanda proponible, pues le
estaría impidiendo la tutela legítima de sus derechos. Asimismo, cuando
habiéndosele dado trámite y durante la sustanciación del proceso se infringe una
garantía procesal, como lo puede ser el derecho de defensa, el derecho de
audiencia, el derecho a la prueba o incluso el derecho a recurrir.
Sobre esto último también se ha pronunciado la Sala de lo Constitucional al señalar
en la sentencia dictada en el proceso de amparo Ref. 439-2007 de fecha quince de
enero de dos mil diez, Considerando IV, letra C, que entre los aspectos esenciales
que comprende el derecho al acceso a la jurisdicción puede señalarse: 1.° El libre
acceso al órgano judicial -entiéndase tribunales unipersonales o colegiados-,
siempre y cuando se haga por las vías legalmente establecidas; 2.° Obtener del ente
jurisdiccional una decisión motivada y fundada en derecho; 3.° Que en el proceso
se conceda a las partes la posibilidad de ejercer todos los derechos, obligaciones y
cargas procesales que el mismo implique, para que desde su propia posición
puedan defender sus derechos; y 4.° Que el fallo pronunciado efectivamente se
cumpla.

Vinculación del juez a la Constitución


La vinculación del juez a la Constitución tiene en el CPCM tres manifestaciones, a
saber: 1°. El cumplimiento y sometimiento a la ley y a la Constitución, en virtud del
principio de legalidad; 2°. El control difuso de constitucionalidad, con el deber
derivado de la Ley de Procedimientos Constitucionales; y 3°. El rechazo, control y
licitud de la prueba.
En relación con las dos primeras manifestaciones, debo destacar que nuestros
jueces son jueces de la Constitución y en ese sentido su aplicación directa, por
encima del orden legal secundario, es imperativa. De ahí que la Sala de lo
Constitucional de la Corte Suprema de Justicia, en la sentencia de

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LECCIONES PROCESALES: UNA REVISTA AL CODIGO PROCESAL Y MERCANTIL

inconstitucionalidad Ref. 19-2006, dictada el ocho de diciembre de dos mil seis,


afirmó que, según dicha máxima hermenéutica, de entre los varios entendimientos
posibles de una disposición -objeto de la interpretación- y para dar una solución
jurídica al caso, debe escogerse la norma -resultado de la interpretación- que mejor
se acomode a la Constitución. Su fundamento es tanto el principio de unidad del
ordenamiento jurídico como la supremacía constitucional, que se proyecta sobre
las leyes condicionando el sentido que a estas cabe atribuirles.
El efecto práctico -véase por otra parte la sentencia de inconstitucionalidad Ref.
121-2007 dictada el dos de marzo de dos mil doce- que dicha máxima tiene en el
control constitucional es que, en los casos en que la apertura en la formulación
lingüística de una determinada prescripción permita el juego interpretativo, el
juzgador debe buscar un entendimiento de tal disposición que la acomode al
sentido de la Constitución, manteniendo la imperatividad de la ley en aquellas
posibilidades interpretativas que no contradigan a la ley suprema. Así, si no fuere
posible hacer una interpretación conforme a la Constitución de la ley, el juez debe
ejercer el control difuso al que se refiere el artículo 185 de la Constitución.
Finalmente, en lo que atañe al rechazo y licitud de prueba, el artículo 316 del CPCM
señala que las fuentes de prueba deberán obtenerse de forma lícita, quedando
expedita a las partes la posibilidad de denunciar su origen u obtención cuando sean
contrario a la ley. Las fuentes de prueba obtenidas con vulneración de derechos
constitucionales no serán apreciadas por el juez al fallar, y en este caso deberá
expresar en qué consiste la violación. La práctica de los medios probatorios en
forma contraria a lo previsto por las leyes procesales determinará la nulidad del
medio correspondiente. Sin embargo, la fuente de prueba podrá ser utilizada
siempre que su aportación se hubiera realizado conforme a las normas legales.
Sobre esto último debe tenerse en cuenta que también forma parte del derecho a
la prueba, dimanante a su vez del derecho a la protección jurisdiccional. Esto
significa que esa vinculación gira alrededor de todas las garantías y derechos
fundamentales de que son acreedores los justiciables en todo proceso
jurisdiccional, de modo que no solo resultan atendibles, interpretables y aplicables
los contenidos normativos infraconstitucionales; sino además los comprendidos en
la Constitución misma. En otras palabras, el uso de la Constitución como norma
aplicable, no de referencia ni de soslayo.

Principio de legalidad
La competencia y el sometimiento del juez a la Ley, contrario al derecho general de

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LECCIONES PROCESALES: UNA REVISTA AL CODIGO PROCESAL Y MERCANTIL

libertad, mismo del que todos los justiciables somos tenedores, supone el carácter
inalterable de la misma, sin perjuicio de su potestad de interpretarla conforme a la
Constitución y eventualmente inaplicarla si se considera contraria a esta.
En relación con este principio, existe abundante jurisprudencia de la Sala de lo
Constitucional de la Corte Suprema de Justicia que se ha referido al mismo, en el
sentido que constituye una categoría jurídica fundamental que tiene su asidero no
solo en el artículo 86 de la Constitución, sino de modo general, en el artículo 2 de
la misma en lo concerniente a la seguridad jurídica. Del mismo se deriva
precisamente el hecho de que los funcionarios no tienen más facultades que las
otorgadas por la ley y la Constitución. Esto implica que, si un tribunal se arroga
facultades no previstas normativamente, o si aduciendo una interpretación legitima
juzga de modo abusivo o en exceso, resultará evidente la afectación de la
Constitución y por tanto dicho fallo debería de ser sujeto de control constitucional.
Aseveramos a su vez que es una manifestación de la seguridad jurídica, en la medida
que esta posee dentro de su contenido esencial la certeza y supresión de la
arbitrariedad por parte de las autoridades y funcionarios públicos, esto es, el deber
que tienen los representantes del Estado en su función social, política, legislativa,
juzgadora y administradora de respetar el marco inviolable de la esfera jurídica del
gobernado. Por ello esta categoría es amplia y tiene diversas manifestaciones.
De ahí justamente el contenido del artículo 86 de la Constitución ya señalado el cual
prevé que, el poder público emana del pueblo y los órganos del Gobierno lo
ejercerán independientemente dentro de las respectivas atribuciones y
competencias que establecen tanto la Constitución misma como las leyes. Las
atribuciones de los órganos del Gobierno son indelegables, pero estos colaborarán
entre sí en el ejercicio de las funciones públicas. Los órganos fundamentales del
Gobierno son el Legislativo, el Ejecutivo y el Judicial y sus funcionarios son
delegados del pueblo y no tienen más facultades que las que expresamente les da
la ley.
Por otra parte, el artículo 3 del CPCM hace referencia al mismo en el sentido que
todo proceso deberá tramitarse ante un juez competente y conforme a las
disposiciones de dicho Código, las que no podrán ser alteradas por ningún sujeto
procesal. En otras palabras, el legislador se está decantando por la misma idea a la
que la Constitución hace referencia, pues evoca la competencia, así como todas las
disposiciones que rigen la actividad procesal dentro del CPCM. Nótese, además,
importante a los efectos, que el legislador no hace referencia solo al juez, sino a
todos los sujetos procesales, formulando de esta manera un nexo sinérgico de este

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principio con el derecho general de libertad.


Asimismo, de manera rígida, el legislador prevé que las formalidades previstas para
la validez de los actos procesales son imperativas. Sin embargo, cuando la forma de
los actos procesales no esté expresamente determinada por ley, se adoptará la que
resulte indispensable o idónea para la finalidad perseguida. Esto quiere decir que
deben suprimirse aquellas formalidades que no reporten utilidad, garantizando de
esta manera el principio pro libertatis de los derechos fundamentales del justiciable.

Principio de defensa y contradicción


El derecho de defensa no solo debe percibirse desde la posibilidad de articular en
juicio los medios de prueba que nos sean favorables, sino también el derecho a que
se nos concedan durante la tramitación de un proceso las mismas oportunidades
que al adversario para aseverar, argumentar, replicar o recurrir, según sea el caso.
El artículo 4 del CPCM señala que, el sujeto contra quien se dirija la pretensión tiene
derecho a defenderse en el proceso, interviniendo en las actuaciones y articulando
los medios de prueba pertinentes. En todo caso, cada parte tiene derecho a contar
con la oportunidad de exponer su argumentación y rebatir la de la contraria, y solo
cuando expresamente lo disponga la ley podrán adoptarse decisiones sin oír
previamente a una de las partes.
Por excepción entonces podría dejar de oírse al adversario, tal como ocurriría en
algunos casos tratándose del demandado rebelde. Incluso podría ocurrir en todos
aquellos casos en los cuales los alcances de la decisión de la que no se oye, no es
capaz de producirle ningún agravio al sujeto. También podría ser que el sujeto no
se encuentre en estado de rebeldía y sea citado para una diligencia judicial o para
la celebración de una audiencia y no obstante por alguna razón deje de comparecer
sin causa justificada. En este supuesto el juez seguramente adoptará una o más
decisiones sin escucharle y no por ello se alteraría este principio.
No debe sin embargo hacerse uso de la excepción de manera generalizada. Por
ejemplo, en el caso del rebelde al que nos referíamos, hay un precedente
jurisprudencial de la Sala de lo Constitucional, en la sentencia dictada en el proceso
de inconstitucionalidad Ref. 23-2003 del dieciocho de diciembre de dos mil nueve,
donde se dijo, entre otras cosas que: en cualquier caso, en nuestro sistema jurídico,
las consecuencias negativas derivadas del “principio de la carga de participar en el
proceso” no pueden ir más allá de los límites impuestos por la Constitución, en el
sentido que la concreción que para el caso haga nuestro legislador sobre este tema,

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no puede alterar el núcleo esencial de los derechos constitucionales procesales, por


ejemplo, el derecho de audiencia, defensa, a recurrir, etc.
También se vincula con este principio lo previsto en el artículo 12 de la Constitución
según el cual toda persona a quien se le impute un delito se presumirá inocente
mientras no se pruebe su culpabilidad conforme a la ley y en juicio público, en el
que se le aseguren todas las garantías necesarias para su defensa. Lo traigo a cuento
porque de este se deriva la presunción de inocencia que resulta extensiva al ámbito
del proceso civil y mercantil, cuestión que puede explicarse a partir de las cargas
procesales que se impone a todo pretensor, específicamente la relacionada con el
principio de aportación, es decir, la necesidad de que pruebe los extremos de su
queja en un proceso, sin perjuicio de aquellos casos concretos y muy excepcionales
en los que se invierte la carga o en el caso de las cargas probatorias dinámicas.
Sobre esta presunción de inocencia en el proceso civil y mercantil existen varios
precedentes del Tribunal Constitucional Español, por ejemplo la STC 52/1989 del
veintidós de febrero, donde reproduciendo lo ya dicho en anteriores sentencias
declara la posibilidad de extender la presunción de inocencia al ámbito del proceso
civil ya que dicho principio no puede entenderse reducido al enjuiciamiento de
conductas presuntamente delictivas, sino que ha de referirse también a la adopción
de cualquier resolución, tanto administrativa como jurisdiccional, relativa a la
condición o conducta de las personas, de cuya apreciación se derive un resultado
sancionatorio o limitativo de sus derechos.

Principio de igualdad
La igualdad en la aplicación de la norma implica que se provea identidad de armas
a los contendientes; sin embargo, las consecuencias derivadas de la inacción ante
una carga procesal y el perjuicio que ello supone deben ser asumidas por la parte a
quien ella perjudique. Por ejemplo, la desigualdad que se genera en relación con el
demandado que contesta mal o no contesta la demanda, de conformidad con el
artículo 284 del CPCM; la que se genera en relación con el citado como parte para
ser interrogado, que no comparece según lo dispone el artículo 347 del CPCM; y,
con algunas particularidades, la que se genera en relación con el rebelde, prevista
en el artículo 287 del CPCM.
El artículo 5 del CPCM señala que, las partes dispondrán de los mismos derechos,
obligaciones, cargas y posibilidades procesales durante el desarrollo del proceso.
Las limitaciones a la igualdad que disponga el Código no deben aplicarse de modo
tal que generen una pérdida irreparable del derecho a la protección jurisdiccional.

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Un ejemplo claro de esa limitación legal que no debe generar una pérdida
irreparable o de difícil reparación es la que se regula en función del rebelde en el
proceso común.
La Sala de lo Constitucional de la Corte Suprema de Justicia se ha referido a
principio, catalogado como derecho fundamental, al señalar en la sentencia de
amparo Ref. 801-2008 del uno de septiembre de dos mil nueve, que: el derecho de
igualdad puede ser enfocado desde dos perspectivas a saber: la primera de ellas es
la igualdad en la formulación de la ley, y la segunda, la igualdad en la aplicación de
la ley. Conforme a la primera, frente a supuestos de hecho iguales, las
consecuencias deben ser las mismas, evitando toda desigualdad arbitraria y no
justificada. De acuerdo con la segunda, las resoluciones o determinaciones que se
adopten deben ser las mismas una vez efectuado el análisis de los mismos
presupuestos de hecho, evitando así cualquier violación consistente en que un
mismo precepto legal se aplique arbitrariamente en casos iguales con evidente
desigualdad. Esto no obsta para que el aplicador de la norma, pese a tratarse de
casos sustancialmente iguales, modifique el sentido de sus decisiones, siempre que
su apartamiento de los precedentes posea una fundamentación suficiente y
motivada.
Ahora bien, siguiendo ese análisis, puede haber escasas excepciones a través de las
cuales el juzgador se vea en la necesidad de hacer un trato diferenciado en la
aplicación normativa. Me refiero por ejemplo a lo que debería de ocurrir cuando en
un proceso civil o mercantil deba ser interrogado como testigo un menor de edad,
por debajo de los doce años, aduciéndose que posee el suficiente discernimiento
para conocer y declarar sobre los hechos controvertidos en el proceso. En tal caso
obviamente el juez no puede aplicar tal cual los preceptos que el CPCM prevé para
el interrogatorio de testigos, en los artículos 366 y 367 del CPCM, debiendo, como
suele suceder en otras áreas -como en materia de familia y en materia penal-
proceder de manera diferente, incluso realizando de forma directa el
interrogatorio.

Principio dispositivo
El principio dispositivo tiene tres manifestaciones en el CPCM, a saber: 1.° La
posibilidad de iniciar un proceso en los tribunales, a través de la presentación de
una demanda que anide una pretensión, en virtud del derecho general de acción;
2.° El derecho a que el proceso se mantenga en estado de pendencia, mientras las
partes así lo establezcan, es decir, el poder de estas para darlo por terminarlo

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LECCIONES PROCESALES: UNA REVISTA AL CODIGO PROCESAL Y MERCANTIL

cuando así lo estimen conveniente a sus intereses, a través de la transacción, el


desistimiento, la renuncia del derecho o incluso la caducidad de la instancia, por
ejemplo; y, 3.° El derecho a recurrir, ya que el proceso terminará y quedará firme
cuando las partes consientan su resultado expresa o tácitamente; o en su defecto,
se alcen para darle continuidad al litigio en instancias superiores.
Sobre lo primero, es el justiciable quién, en ejercicio del derecho general de acción,
lleva al juez a través de una demanda el contenido de una pretensión, a fin de que
le sea tutelado un derecho subjetivo. Se requiere pues la iniciativa privada, a
diferencia del ámbito penal donde la pretensión punitiva del Estado se activa
incluso de manera oficiosa.
Sobre lo segundo, admitida que sea la demanda se produce la litispendencia, lo cual
significa que el proceso despliega todos sus efectos y se desarrolla en todas sus
fases. Durante ello, las partes sin embargo tienen el control en todo momento para
determinar su continuidad o conclusión anticipada, a través de figuras procesales
que se lo permiten como la transacción, el desistimiento, la renuncia e incluso la
caducidad de la instancia que ocurre frente al abandono que ellas hacen del
proceso. De acontecer cualquiera de estas manifestaciones, aun por omisión, el
proceso podría terminar de manera anticipada. De ahí, el por qué también esto
forma parte del principio dispositivo.
Sobre lo tercero, también las partes son las que decidirán cuándo termina el
proceso, haciendo uso o no de su derecho a recurrir. Esto es así porque cuando el
proceso termina normalmente en primera instancia y alguna de las partes resulta
agraviada, puede optar o bien por consentir la sentencia y asumir su contenido,
terminando el litigio en dicha instancia, o recurrir de la misma y abrir así la segunda
instancia para la revista de la causa. Lo mismo podría ocurrir también si la cámara
de segunda instancia confirma la decisión de primera: consentirla o interponer el
recurso de casación. En todo caso depende otra vez de las partes, en atención a
este principio, la finalización o no del proceso.
En esa línea de pensamiento el artículo 6 del CPCM señala que, la iniciación de todo
proceso civil o mercantil corresponde al titular del derecho subjetivo o interés
legítimo que se discute en el proceso; y dicho titular conservará siempre la
disponibilidad de la pretensión. Las partes podrán efectuar los actos de disposición
intraprocesales que estimen convenientes, terminar el proceso unilateralmente o

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LECCIONES PROCESALES: UNA REVISTA AL CODIGO PROCESAL Y MERCANTIL

por acuerdo entre las mismas y recurrir de las resoluciones que les sean gravosas.

Principio de aportación
Los hechos en los que se funda una queja o una resistencia solo pueden ser
introducidos al proceso por las partes, de ahí que no aplica en relación con ellos la
suplencia de la queja deficiente, como si en materia de derecho, derivado de la
aplicación del principio iura novit curia. Lo mismo ocurre en temas probatorios,
pues salvo la potestad del juez para ordenar prueba para mejor proveer, que es una
facultad excepcionalísima en el CPCM, ello es una carga exclusiva de las partes.
El artículo 7 del CPCM señala que los hechos en que se fundamente la pretensión y
la oposición que se conoce en el proceso solo podrán ser introducidos al debate por
las partes. La actividad probatoria debe recaer exclusivamente sobre los hechos
afirmados por las partes o por los que tienen la calidad de terceros de conformidad
a las disposiciones de dicho Código, en su caso; en consecuencia, el juez no podrá
tomar en consideración una prueba sobre hechos que no hubieran sido afirmados
o discutidos por las partes o terceros. La proposición de la prueba corresponde
exclusivamente a las partes o terceros; sin embargo, respecto de prueba que ya fue
debida y oportunamente aportada y controvertida por las partes, el juez podrá
ordenar diligencias para mejor proveer, con el fin de esclarecer algún punto oscuro
o contradictorio.
Por su parte en el mismo sentido, con un contenido complementario, el artículo 321
del mismo Código señala que en tales diligencias no se podrán introducir hechos
nuevos, en ninguna circunstancia, ni tampoco practicar ningún medio probatorio
no introducido oportunamente por las partes.
Las partes podrán estipular de manera previa determinados hechos que se
consideraren probados, y así lo comunicarán por escrito al juez, diez días antes de
la celebración de la audiencia probatoria o en el acto mismo de dicha audiencia.
Ambas disposiciones nos advierten de un aspecto que imperativamente debe
cumplirse en el derecho procesal salvadoreño: la carga probatoria y la función
judicial. Por un lado, se prevé que son las partes quienes exclusivamente deben
llevarle al juez la prueba de sus afirmaciones, proscribiendo cualquier acción
oficiosa de este al respecto; y, por otro, la potestad de ordenar prueba para mejor
proveer, siempre que sea para esclarecer un punto derivado de la prueba que ya
fue debida y oportunamente aportada y controvertida por las partes. Ello quiere
decir que, si la duda no proviene de la prueba producida por las partes, el juez no

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LECCIONES PROCESALES: UNA REVISTA AL CODIGO PROCESAL Y MERCANTIL

puede ordenar oficiosamente el desahogo de otra u otras. Conste, esto no limita la


potestad del juez para que, ante la petición de alguna de las partes, pueda proveer
el auxilio judicial en determinados casos, para la obtención de prueba instrumental.
En el sentido apuntado, véase la sentencia dictada por la Sala delo Civil en el
proceso Ref. 389-CAC-2013 de fecha dos de octubre de dos mil quince, donde se
dejó establecido que las diligencias para mejor proveer son complementarias a las
partes, y no estriban en que el juzgador pueda suplir la inactividad probatoria de
estas. En ese sentido, las diligencias en alusión tienen por finalidad posibilitar al juez
la práctica de actividad probatoria para concluir complementariamente la
practicada a instancia de las partes y que no ha producido el convencimiento y
certeza de los hechos a establecer.
En esa línea argumentativa, -sigue la Sala- el juez se encuentra facultado de poderes
probatorios que están limitados a la actuación anterior de las partes. Así pues, si
partimos que del juicio valorativo del juzgador este infiere en la necesidad de
obtener la aclaración de una prueba vertida de forma inconclusa o ambigua para
efectos de integridad probatoria, entonces ello representaría un condicionamiento
para decidir el asunto que se discute, y significará que la eficacia de aquella es
relevante e insoslayable para complementar su convicción sobre los hechos
presentados para fines valorativos que incidirán en la decisión del objeto litigioso.

Principio de oralidad
La predominancia de un procedimiento oral en el sistema salvadoreño implica que
nuestros jueces deben potenciarle a través de la instalación y desarrollo de
audiencias, donde las partes y el propio juez, de viva voz, arguyan sus
planteamientos. Esto sin perjuicio de aquellos actos que por su propia naturaleza
deben constar por escrito, como ocurre con la demanda y la contestación en el
proceso común; la sentencia que en el mismo se pronuncie; la apelación o su
adhesión que contra ella se formule; y, la casación que eventualmente se
interponga.
El artículo 8 del CPCM señala que, en los procesos civiles y mercantiles las
actuaciones se realizarán de forma predominantemente oral, sin perjuicio de la
documentación, de los actos procesales que deban hacerse constar por escrito y de
las aportaciones documentales que en dicho Código se establecen. Por otra parte,
el artículo 147 del mismo Código señala que las actuaciones procesales se habrán
de realizar bajo el principio general de oralidad. Sin embargo, la demanda y su
ampliación, la contestación de la demanda, la reconvención y cualquier resolución

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que ponga fin al proceso o surta efectos materiales sobre la pretensión, serán
siempre por escrito; y, salvo las excepciones legalmente previstas, las declaraciones
de testigos y peritos serán en forma oral.
En el proceso común, por ejemplo, se dispone de una fase eminentemente escrita
que concluye con la contestación a la demanda o a la reconvención, pero también,
a continuación de una fase eminentemente oral compuesta por el desarrollo de dos
audiencias, la preparatoria y la probatoria que concluye con el pronunciamiento del
fallo por parte del juez, dando paso así al inicio del plazo de quince días que tiene
para redactar la sentencia por escrito. Esto sin perjuicio de cualquier otra audiencia
de tipo incidental que pueda celebrarse también durante su trámite.
En el proceso abreviado, a diferencia del proceso común, solo se instala una
audiencia luego que la demanda es admitida y las partes han sido convocadas a su
celebración. Al concluir la misma el juez de manera semejante deberá dictar el fallo
y pasar a redactar la sentencia por escrito, sujeto a cualquiera de las modalidades
que prevé el artículo 222 del CPCM.
En los procesos especiales la cuestión varía dependiendo de cada uno. En el
posesorio y de inquilinato el legislador contempla que se sustanciarán conforme al
procedimiento que a su vez se ha diseñado para el proceso abreviado, con la
salvedad de que si el demandado en el proceso posesorio dejó transcurrir el plazo
sin manifestar su oposición, se dictará sin más trámites sentencia estimatoria de las
pretensiones del demandante, si hay elementos suficientes para tal estimación. Ello
implica que en tal caso no habría absolutamente ninguna manifestación de este
principio, en el devenir y tutela jurisdiccional.
En el proceso ejecutivo, también el legislador ha señalado que podrá instalarse una
audiencia durante su trámite siempre que el demandado se oponga a la pretensión
del demandante y dicha oposición requiera prueba para su establecimiento. Caso
contrario, el proceso ejecutivo se sustanciaría totalmente por escrito, sin que se
manifieste este principio en algún momento.
En el proceso monitorio no existe ninguna revelación de este principio, salvo lo que
cabría durante la etapa de ejecución, en caso de que se llegare el día y la hora para
realizar los bienes embargados, ya que en tal supuesto el legislador prevé la
necesaria instalación de una audiencia.
En segunda instancia también el legislador ha contemplado la celebración de una
audiencia de alegatos, para que las partes hagan uso de sus derechos, misma que
finaliza con el pronunciamiento del fallo. En casación, empero, no existe ninguna

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LECCIONES PROCESALES: UNA REVISTA AL CODIGO PROCESAL Y MERCANTIL

exposición de este principio ya que el recurso se tramita totalmente por escrito.

Principio de publicidad
La publicidad, cuya fortaleza y eficacia se deriva del carácter oral del procedimiento,
implica que popularmente se puede acceder y presenciar el desarrollo de las
audiencias en el proceso civil y mercantil, aunque exista con absoluta plenitud la
posibilidad de restringirlo a través de una resolución debidamente motivada.
Recuérdese que en esta área del derecho donde se discuten intereses privados,
entre particulares -normalmente- es posible que la privacidad sea un punto crítico
y en consecuencia dicha restricción sea solicitada por alguna de las partes. Lo mismo
ocurre cuando los abogados quieren acceder al expediente, ya que, conforme a este
principio, basta acreditarse in voce e incontinenti el interés que se tiene para ello,
como para que el secretario lo entregue a quien así se lo solicita.
El artículo 9 del CPCM señala que, las audiencias de todos los procesos previstos en
dicho código serán públicas, salvo que el juez, de oficio o a instancia de parte,
disponga lo contrario por razones de seguridad nacional, de moral o de orden
público, o de protección de la privacidad de alguna de las partes. La restricción de
la publicidad de las audiencias deberá acordarse en resolución debidamente
motivada, en la que se precisen de manera expresa y clara las razones de dicha
restricción, así como la determinación de quiénes, además de las partes, sus
apoderados o representantes, podrán estar presentes en las mismas. Las partes,
sus apoderados, representantes, los abogados y cualquiera otra persona que alegue
algún interés jurídicamente protegido, tendrán acceso al expediente judicial.
Conforme a este contenido normativo, está claro que este principio no solo hace
referencia a la posibilidad de que una persona puede estar presente en una
audiencia, sino, con mayor valía, al acceso que pueda tenerse de un expediente
respecto del cual exista algún interés. Y digo con mayor valía porque en la práctica
jurídica es usual que a un abogado no se le quiera dar acceso a un expediente
porque no está personado aún, lo cual a mi juicio es un grave error que incluso
afectaría este principio.
Otro factor que seguramente vuelve inviable el cumplimiento irrestricto de este
principio es la indisposición de infraestructura suficiente y necesaria para que las
audiencias se celebren e instalen en salas debidamente adecuadas para ello, con
facilidad en los espacios para potenciar esa publicidad. Reconocemos que en
muchos tribunales de las ciudades más importantes del país e incluso en algunas
localidades donde existen Centros Integrados de Justicia se dispone de las salas a

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LECCIONES PROCESALES: UNA REVISTA AL CODIGO PROCESAL Y MERCANTIL

las que me refiero, con ese espacio para el público que así lo requiera, pero estas
no constituyen ni el veinte por ciento, siendo generoso, de los municipios en los
que se administra justicia en el territorito salvadoreño. Ello significa que en el
ochenta por ciento de los sitios seguramente no se cumple con este principio,
porque las audiencias se celebran en los despachos de los jueces o en áreas
improvisadas para tal efecto donde obviamente no hay acceso.
Finalmente, debo mencionar que este principio es capaz de proyectar sus efectos
de diferente manera y no solo en función del acceso al expediente y a las audiencias.
Por ejemplo, las notificaciones judiciales son una forma de dar a conocer la
existencia y el estado del proceso y por tanto son herramientas de este principio.
También, a este se le atribuye la contención de las posibles arbitrariedades
judiciales de que sería objeto, sin duda alguna, un proceso que se ventile en secreto.

Principio de inmediación
La inmediación supone que el juez debe recolectar personalmente toda la prueba
que se deba practicar en un proceso judicial, así como presidir todas las audiencias
que se celebren para este efecto. La comisión procesal que habilita su delegación
debe acordarse de manera excepcional, pues directamente supone una afectación
de este principio ya que en tal caso sería otro el juez que habría de obtenerla,
presenciarla e inmediarla.
El artículo 10 del CPCM señala que, el juez deberá presidir personalmente tanto la
celebración de audiencias como la práctica de los medios probatorios, quedando
expresamente prohibida la delegación de dicha presencia, so pena de nulidad
insubsanable; excepto cuando la diligencia probatoria deba realizarse fuera de la
circunscripción del tribunal, en cuyo caso el juez podrá encomendarla mediante
comisión procesal, debiendo el juez delegado presidir la práctica de esta.
En relación con este principio debemos diferenciar las dos formas de producción de
prueba que nos presenta el CPCM. Por un lado, aquella que necesariamente debe
producirse al interior de una audiencia y por otro, aquella que es posible practicarla
fuera de la sede del tribunal. En el primer caso, ya el artículo 200 del CPCM nos
indica que toda audiencia debe ser presidida por el juez bajo pena de nulidad, en
consecuencia, así garantizamos que la prueba sea inmediada por él. En el segundo
caso, la cuestión puede variar porque potencialmente es más intensa su posible
delegación. Me refiero al caso especialmente del reconocimiento judicial de bienes
inmuebles -aunque también se identifican con el mismo riesgo los interrogatorios
domiciliarios- pues al no producirse estos durante el desarrollo de una audiencia,

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LECCIONES PROCESALES: UNA REVISTA AL CODIGO PROCESAL Y MERCANTIL

es factible su delegación y la violación por ende de este principio.


Sobre la referida comisión procesal, lamento que el legislador salvadoreño la haya
franqueado para temas probatorios. Reconozco su valor para la realización de actos
de comunicación procesal que se deban realizar fuera de la circunscripción
territorial del tribunal y para lo cual resulta útil, sin embargo, para la recolección de
prueba no debió haberse franqueado, sobre todo en un país con una dimensión
territorial relativamente pequeña.
Un hecho irrefutable que también potencia el cumplimiento de este principio es lo
previsto en el artículo 222 del CPCM del cual se deriva la obligación que tienen
nuestros jueces de dictar el fallo, inmediatamente o casi inmediatamente después
de haber recogido e inmediado la prueba. Qué mejor momento que ese para
resolver un asunto y hacerlo sin contaminarse de los hechos o actos externos que
le suceden a una audiencia, cualquiera que sea. Sin embargo, producto de una
reforma al citado artículo, del año 2016, se dejó abierta la posibilidad de que
nuestros jueces no provean de inmediato el fallo, pudiendo hacerlo en un plazo de
hasta tres días, previa interrupción de la audiencia que luego para ese efecto habrá
de reanudarse. Entiendo la finalidad y eventualmente la necesidad de dicha
reforma, sin embargo, idealmente el juez debería de seguir dictándolo a
continuación en aras de evitar la contaminación externa a la que me refería, la cual
podría ocurrir en ese lapso de los tres días que ahora prevé la disposición.

Principio de concentración
La concentración en el derecho procesal supone que el juez lleve adelante la mayor
cantidad de acciones -actos procesales- en el menor espacio posible y con el menor
esfuerzo posible. En un proceso regido por audiencias, este principio cobra especial
relevancia ya que las mismas se convierten en los espacios idóneos para permear
dicha finalidad.
El artículo 11 del CPCM señala que, los actos procesales se realizarán con la mayor
proximidad temporal entre ellos, debiendo el juez concentrar en una misma sesión
todos los actos que sean posible realizar; asimismo, procurará decidir en una misma
resolución todos los puntos pendientes. Si una audiencia requiere más de una
sesión, se realizará en los días subsiguientes hasta darla por concluida, pudiéndose
ordenar por el juez que la misma continúe en días no hábiles. En un sentido similar
el artículo 203 del mismo Código señala que las audiencias se celebrarán en las
horas hábiles de un mismo día. Si fuere necesario se podrán habilitar para la misma
audiencia más horas en una o más sesiones, así como continuarla el día o días

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siguientes hasta su conclusión.


Un ejemplo claro que potencia el cumplimiento de este principio lo encontramos
en el artículo 127 inciso 2º del CPCM. Se refiere a los supuestos en los cuales tras la
demanda y la contestación el demandado alega por escrito algún motivo de
improponibilidad. En tal caso, se manda a oír por tres días a todos los demás
intervinientes. Cuando alguno de estos entendiera que no existe causa para
terminar anticipadamente el proceso, presentará su oposición y el juez convocará
a una audiencia sobre ese único objeto en los diez días siguientes, a menos que
estuviere próxima la realización de alguna, en cuyo caso se incluirá el incidente
como punto de agenda.
Este “a menos” significa que es posible discutir dichos motivos en la función
saneadora de la audiencia preparatoria, ahorrándole así al juez, en atención al
principio de concentración, que instale la misma para este único efecto.
Otro ejemplo típico de concentración de actos lo derivamos del contenido que se
le asigna a la audiencia preparatoria. De conformidad con el artículo 292 del CPCM
la audiencia preparatoria servirá, en primer lugar, para intentar la conciliación de
las partes, a fin de evitar la continuación innecesaria del proceso. Esta primera
función es importante porque eventualmente el proceso podría concluir en este
estado.
En segundo lugar, para permitir el saneamiento de los defectos procesales que
pudieran tener las alegaciones iniciales. Esto significa que como el proceso
continuará debemos purificarlo para evitar inhibitorias posteriores. En tercer lugar,
para fijar en forma precisa la pretensión. Como debimos continuar y purificar la
causa, ahora corresponde indicarle al juez el objeto de la pretensión y los términos
de la resistencia. Finalmente, en cuarto lugar, sirve para proponer y admitir la
prueba de que intenten valerse las partes en la audiencia probatoria como
fundamento de su pretensión o resistencia.
Como se observa entonces, esta audiencia concentra una cantidad importante de
actuaciones procesales. Incluso, por si no bastara, excepcionalmente, en casos de
urgencia, comprobada a juicio del tribunal, podrá dentro de la misma recibirse la
prueba que, por su naturaleza, sea posible diligenciar en el acto.

Obligación de colaborar
La obligación de colaborar ante un requerimiento judicial está normada en el CPCM
de modo tal que, si alguien no lo hiciere una vez requerido, queda sujeto a la posible

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LECCIONES PROCESALES: UNA REVISTA AL CODIGO PROCESAL Y MERCANTIL

imposición de una multa; sino es que la conducta se tipifica como delito -


desobediencia a mandato judicial- en cuyo caso se certifica a la Fiscalía General de
la República para las acciones correspondientes.
El artículo 12 del CPCM señala que, toda persona o autoridad está en la obligación
de colaborar con la justicia, cuando sean requeridas para ello. En consecuencia, a
quien se niegue a colaborar se le impondrá una multa cuyo monto, según la
gravedad del caso, se fijará entre cinco y diez salarios mínimos más altos, vigentes.
Si el hecho fuere constitutivo de delito, el juez certificará lo conducente a la Fiscalía
General de la República.
Casos concretos dentro del citado Código, que hacen referencia a este deber, sin
perjuicio de muchos otros, los encontramos en los artículos 181 y 613. En el primer
caso se trata de las medidas de localización que se requieren de un juez para dar
con el paradero del demandado. Señala en lo pertinente este artículo que el
demandante deberá indicar la dirección donde puede ser localizado el demandado.
Si manifestare que le es imposible hacerlo, se utilizarán los medios que el juez
considere idóneos para averiguar dicha circunstancia, pudiendo dirigirse en virtud
de la obligación que tiene toda persona o autoridad de colaborar, a registros u
organismos públicos, asociaciones, entidades o empresas que puedan dar razón de
ella, quienes deberán rendir el informe respectivo en un plazo que no excederá a
diez días, el cual será determinado a juicio prudencial del juez.
Como se observa, no solo se prevé y refuerza ese deber de colaboración, sino que
además se fija en este caso un plazo para dar cumplimiento a la encomienda. Y
conste, no solo se trata de entidades públicas a las que el juez pueda abocarse
requiriéndoles apoyo, que podría ser por ejemplo el Registro Nacional de las
Personas Naturales o el Instituto Salvadoreño del Seguro Social; sino incluso entes
privados que puedan dar cuenta acerca del paradero del demandado.
El otro ejemplo concreto es el del artículo 613 del CPCM en cuyo caso las personas
y entidades a las que se dirija el juez a fin de que le faciliten información en relación
con todos los bienes o derechos que tenga el ejecutado -registros públicos, por
ejemplo-están obligadas a prestar su colaboración y a entregarle cuantos
documentos y datos tengan en su poder. En todo caso se respetarán los derechos
fundamentales y los límites que expresamente impongan las leyes. El juez podrá
imponer multas periódicas a las personas y entidades que no presten la
colaboración que el tribunal les demande, en cantidades que oscilen entre cinco y
diez salarios mínimos, urbanos vigentes más altos, las que graduará según sea el

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LECCIONES PROCESALES: UNA REVISTA AL CODIGO PROCESAL Y MERCANTIL

valor en litigio, sin perjuicio de informar al respecto a las entidades contraloras.

Principio de lealtad procesal


La lealtad procesal que bastante falta nos hace y nos hizo por una centuria, la regula
expresamente el CPCM. La idea es persuadir a las partes para que actúen con
probidad y buena fe en el proceso donde interactúan y se geste en consecuencia un
genuino debate procesal. El descubrimiento de prueba desde la demanda -
ofrecimiento- en el proceso común; las medidas de localización y las consecuencias
del artículo 186 inciso final del mismo Código; y, el abuso del derecho a recurrir que
regula el artículo 513 (entre otros) son ejemplos de ello.
En el caso del descubrimiento de prueba al que me refiero porque el legislador exige
que en la demanda se formule con precisión el ofrecimiento y determinación de la
prueba cuya producción se pretenda, lo cual deja en evidencia no solo su queja y su
objeto sino las herramientas probatorias que a su juicio permitirán establecer los
hechos y el derecho invocado. De este modo el demandado, con pleno
conocimiento de causa podrá contestar la demanda, haciendo lo propio también en
ese sentido. Para ambos casos lo que se busca es la transparencia procesal lo cual
conduce a la lealtad que se estudia.
Por otra parte, en el caso del inciso final del artículo 186 del CPCM el legislador está
imponiendo una sanción al demandante que deliberadamente ocultó la ubicación
del demandado. Se trata de aquel caso en el cual tuvo que emplazarse al
demandado por medio de edicto, en vista de que, al no haberse activado las
medidas de localización, no fue posible dar con su paradero. En tal caso, puede ser
que posteriormente se compruebe que era falsa la afirmación de la parte que dijo
ignorar la dirección del demandado, o que pudo conocerla con emplear la debida
diligencia, lo cual conducirá a la anulación del proceso, condenándose al
demandante a pagar una multa de entre dos y diez salarios mínimos urbanos, más
altos, vigentes; según las circunstancias del caso. Esto por ser una clara violación de
este principio.
Finalmente, otro caso que evidencia la necesidad de actuar con probidad y lealtad
procesal es el del artículo 513 del CPCM en cuya virtud es posible que alterando
este principio se ejerza indebidamente el derecho a recurrir. Si ello ocurre se faculta
a la cámara de segunda instancia, luego del juicio de admisibilidad del recurso, a
rechazarlo expresando los fundamentos de su decisión y condenando al que
hubiere abusado de su derecho, al pago de una multa de entre dos y cinco salarios

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LECCIONES PROCESALES: UNA REVISTA AL CODIGO PROCESAL Y MERCANTIL

mínimos urbanos, más altos, vigentes.


A la vista de tales ejemplos, las consecuencias de su incumplimiento se regulan en
el artículo 13 del CPCM el cual señala que, las partes, sus representantes, sus
abogados y, en general, cualquier partícipe en el proceso, deberán actuar con
veracidad, lealtad, buena fe y probidad procesal. El juez procurará impedir toda
conducta que implique actividad ilícita o genere dilación indebida del proceso. La
infracción de las obligaciones de veracidad, lealtad, buena fe y probidad procesal se
sancionará con la condena en costas y con el resarcimiento de los daños y perjuicios
que hubiera causado el infractor; sin perjuicio de que el juez remita a la Sección de
Investigación Profesional de la Corte Suprema de Justicia la respectiva certificación
sobre la conducta de los abogados intervinientes. Si la infracción fuese constitutiva
del delito de falsedad, el juez certificará lo conducente a la Fiscalía General de la
República.
La sanción por la infracción de este principio, como se lee de dicho contenido
normativo, es gradual y va desde la más baja que puede ser una prevención y
llamado a la probidad, hasta el aviso a la Fiscalía General de la República en caso de
que la conducta sea constitutiva de delito.

Principio de dirección y ordenación


La dirección y ordenación del proceso está confiada al juez. Ello supone que el
impulso de este corresponde a él y no propiamente a las partes. Además, ante la
eventual pretensión mal planteada, que intente dar origen a una vía procedimental
inadecuada, el juez por iniciativa propia debe reconducirla, de modo tal que el
proceso se sustancie conforme a la ley.
El artículo 14 del CPCM señala que, la dirección del proceso está confiada al juez,
quien la ejercerá de acuerdo con lo establecido en dicho Código. En consecuencia,
deberá conducir los procesos por la vía procesal ordenada por la ley, no obstante
que la parte incurra en error. Iniciado el proceso, el juez impulsará su tramitación,
disponiendo las actuaciones oportunas y adecuadas para evitar su paralización,
adelantando su trámite con la mayor celeridad posible; por tanto, será responsable
de la ordenación del proceso, así como de cualquier demora ocasionada por su
negligencia.
De tal disposición me parece importante destacar tres cosas. Una, la función del
juez como verdadero director del proceso; dos, el impulso oficioso; y, tres, la

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LECCIONES PROCESALES: UNA REVISTA AL CODIGO PROCESAL Y MERCANTIL

conducción por la vía procesal ordenada por la ley.


En relación con las funciones que debe ejercer un juez dentro del ámbito
jurisdiccional, tradicionalmente identificamos tres tipos de ellos: el juez espectador,
el dictador y el director. El primero es aquel que no tiene ningún protagonismo en
la contienda y deja que sean las partes quienes vayan decidiéndolo todo, los plazos,
el impulso, los incidentes, etc. El segundo, aquel que toma el mando por completo
del asunto y no deja que las partes se involucren en las decisiones que solo pueden
adoptarse judicialmente. El tercero, que es el que pregona este principio, es aquel
que permite y da protagonismo al actuar de las partes, pero bajo su dirección,
ordenación y control.
En lo relativo al impulso del proceso, nuestro legislador se ha decantado porque sea
el propio juez quien deba hacerlo. Esta es a mi juicio una regulación de avanzada,
pues tradicionalmente los códigos decimonónicos preveían que fueran las partes
quienes lo hicieran, lo cual conducía inexorablemente a un estado de letargo en el
devenir procesal y a la masiva existencia de casos para archivo, producto de la
caducidad de la instancia. De ahí que ahora, y en atención a ello, destacamos la
poca utilidad de esta figura que permite la terminación anormal de un proceso civil
y mercantil.
Finalmente, en lo relativo a la conducción del proceso, también me parece una
solución normativa idónea y práctica, pues quién mejor que el propio juez para
saber cuál es la vía por la que el proceso debe sustanciarse, de conformidad con el
principio iura novit curia. Aunque claro, el problema que podría presentarse es que
el juez se equivoque y luego alguna de las partes recurra por este hecho,
aduciéndose que el proceso nunca debió sustanciarse por tal o cual vía sino por
otra, pues existiría la posibilidad de que el tribunal superior le dé la razón al
recurrente y pueda producirse incluso hasta una nulidad de tipo insubsanable, cuyo
responsable será directamente el juez.

Absolución de la instancia
La absolución de la instancia no está permitida en materia procesal Civil y Mercantil.
Esto significa que el juzgador no puede sustraerse de su obligación judicial de
resolver las pretensiones que se le planteen, así y tenga que acudir, en caso de vacío
legal, a consideraciones de buen sentido y razón natural.
El artículo 15 del CPCM señala que, el juez no podrá, bajo ningún pretexto, dejar de
resolver, ni aplazar, dilatar o negar la decisión de las cuestiones debatidas en el

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LECCIONES PROCESALES: UNA REVISTA AL CODIGO PROCESAL Y MERCANTIL

proceso. El incumplimiento de las obligaciones contenidas en dicho Código será


sancionado de conformidad a lo establecido en la Ley Orgánica Judicial.
Esta disposición identifica diversos momentos y diversas funciones que el juez debe
cumplir por mandato legal cuando lleva adelante un proceso judicial. Dejar de
resolver implica que durante la sustanciación de la causa el juez hace caso omiso de
una o más peticiones que le formulen las partes, o incluso desatienda un contenido
normativo que le imponga proceder en un determinado sentido. Ello le está vedado
y en caso de que ocurra, no solo se afectaría la citada disposición; sino además el
contenido esencial del derecho a la protección jurisdiccional de una o de ambas
partes.
Y es que aplazar significa dejar sin efecto la realización o práctica de una diligencia
judicial. Ello no le es posible al juez sin una causa que lo justifique. Por ejemplo,
dejar de celebrar una audiencia previamente señalada es una posibilidad que tiene
el juez si concurre cualquiera de los supuestos establecidos en el artículo 208 del
CPCM. Caso contrario, es decir, de no existir ninguna justificación para suspenderla,
está obligado a celebrarla so pena de afectar el mandato del artículo 15 del CPCM
ya señalado.
Dilatar sin embargo no supone necesariamente absolver la instancia, pero si es
común que ocurra en la práctica judicial, aunque muchas veces no por causa o culpa
del juzgador sino por las cargas laborales que estos tienen. De ahí que haya muchos
plazos que no se cumplan, muy a pesar de que CPCM ha establecido todo un
régimen sancionatorio en caso de dilaciones indebidas. Por ejemplo, en los
procesos declarativos los jueces deben dictar sentencia por escrito en un plazo no
mayor de quince días, bajo el apercibimiento de que si no lo hacen incurrirán en
una multa cuyo monto será de un salario mínimo, urbano, más alto vigente por cada
día de retraso. Así lo dicen expresamente los artículos 417 y 430 del CPCM. Una
sanción similar se prevé para los magistrados de la cámara de segunda instancia y
para los magistrados de Sala de lo Civil en los artículos 515 y 533 del mismo código,
respectivamente.
Negarse a resolver es la peor de todas, porque significa pura y simplemente intentar
absolver la instancia, es decir, hacer uso de cualquier excusa, como la ausencia
normativa, para evadir la obligación que tiene todo juez de dictar su proveído,
independientemente de su contenido. Con esto quiero afirmar que el juez puede
estimar o desestimar la queja o incluso declarar improponible la demanda si el

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LECCIONES PROCESALES: UNA REVISTA AL CODIGO PROCESAL Y MERCANTIL

asunto es injuzgable, pero lo que sí le está vedado es no decir nada.

Gratuidad de la justicia
La gratuidad de la justicia le impone la obligación al Estado de franquear las
herramientas necesarias para que dicho mandato se cumpla, poniendo a
disposición del justiciable el recurso humano necesario para que, dada la
postulación preceptiva por medio de abogado, se le represente en juicio sin que el
costo de ello corra por su cuenta.
El artículo 16 del CPCM señala que, toda persona tiene derecho a que se le imparta
justicia gratuitamente. Por otra parte, en igual sentido, el artículo 75 del mismo
Código indica que, todos los que carezcan de recursos económicos suficientes serán
defendidos y representados gratuitamente en el proceso por medio de la
Procuraduría General de la República, y estarán exentos de la constitución de
depósitos y consignaciones que pueda establecer la ley.
Esta gratuidad entonces tiene dos manifestaciones: el derecho a que no se nos
cobre por el servicio y el derecho a que se nos apoye para su obtención. Lo primero
es justo lo que regula el citado artículo 16, cuyo fundamento además lo
encontramos en el artículo 181 de la Constitución. Esto muy a pesar de que haya
resabios legales, que obviamente han perdido vigencia, que evocan la necesidad de
pagos por el servicio. Por ejemplo, el artículo 4 del Arancel Judicial, ahora un cómico
arcaísmo, señala que los Jueces de Paz designados para conocer en un asunto
determinado por excusa o impedimento del juez de Primera Instancia ordinario,
devengarán por derechos de actuación, mientras no gocen de sueldo del Estado, las
cantidades siguientes: Por la tramitación de un juicio ordinario de hecho hasta la
sentencia definitiva inclusive, cuarenta colones, -¢40.00-. Por la de un juicio
ordinario de derecho, veinte colones, -¢20.00-. Por la de un juicio ejecutivo hasta
su completo fenecimiento, treinta colones, -¢30.00-. Por la de un juicio sumario,
veinte colones, -¢20.00-. Por las demás diligencias que no constituyen verdadero
juicio, diez colones, -¢10.00.
Y para que no quede duda de quién debe pagar, el siguiente artículo señala que la
parte actora pagará los derechos asignados en los artículos anteriores, al
pronunciarse sentencia en cualquiera de las instancias, sin perjuicio del derecho
que le corresponde contra la parte demandada, si esta hubiere sido condenada en
costas. Este arancel judicial es del año 1906 y está formalmente vigente como

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LECCIONES PROCESALES: UNA REVISTA AL CODIGO PROCESAL Y MERCANTIL

cuerpo legal.
Lo segundo en relación con esta gratuidad es el apoyo al justiciable a efecto de que
pueda ser protagonista de ese servicio. Me refiero básicamente a los costos que
significa para una persona ser demandante o demandada en un proceso judicial de
naturaleza civil o mercantil. De ahí que el referido artículo 75 del CPCM prevea el
auxilio de la Procuraduría General de la República para tal efecto. Esto implica que
toda persona que no disponga de los recursos económicos necesarios para poder
llevar adelante este tipo de procesos pueda abocarse a dicha institución de
Gobierno y pedir que se le asigne un abogado para que le promueva la queja. Lo
mismo aplica para el demandado que no tiene los recursos necesarios para pagar
uno independiente que ejerza su defensa.

Autosuficiencia normativa
La autosuficiencia del CPCM se atisba, en tanto norma secundaria, en función de los
distintos procesos que prevé; sin embargo, no debe perderse de vista el carácter
prioritario de los Tratados Internacionales que eventualmente resulten aplicables,
dado lo previsto en el artículo 144 de la Constitución. Además, véase que muchas
leyes especiales prevén trámites y procedimientos específicos para los cuales no se
concede una vía procesal determinada, debiéndose en tal caso echar mano del
proceso abreviado, pero solo cuando se trate de diligencias no contenciosas.
El citado artículo 144 de la Constitución señala que los tratados internacionales
celebrados por El Salvador con otros estados o con organismos internacionales,
constituyen leyes de la República al entrar en vigor, conforme a las disposiciones
del mismo tratado y de esa Constitución. La ley no podrá modificar o derogar lo
acordado en un tratado vigente para El Salvador. En caso de conflicto entre el
tratado y la ley, prevalecerá el tratado. En relación con ello recordemos la fuerza
pasiva que estos ejercen sobre la normativa interna del país, y por tanto los alcances
que tendría en el ordenamiento procesal salvadoreño la suscripción y ratificación
de uno de ellos, luego de entrar en vigor.
Una norma de este nivel que puede tener influencia en el ámbito del Derecho
Procesal Civil y Mercantil es el denominado Código de Bustamante o de Derecho
Internacional Privado, sin embargo, fue aprobado con varias reservas, siendo que
la quinta literalmente reza: “(…) Se estima que la Convención de Derecho
Internacional Privado es un cuerpo de doctrina jurídica de gran valor en
jurisprudencia, pero que carece de la eficacia suficiente hasta el momento actual,
para prevalecer sobre los términos expresados de la ley salvadoreña en todo

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LECCIONES PROCESALES: UNA REVISTA AL CODIGO PROCESAL Y MERCANTIL

aquello en que ese cuerpo de doctrina las contraríe o modifique. Esta aprobación
no restringe la potestad legislativa de El Salvador para dictar en lo futuro las leyes
o disposiciones que creyere convenientes sobre las materias de Derecho
Internacional Privado que contiene el "Código Bustamante"; y, en el caso en que las
doctrinas jurídicas que contiene la Convención de referencia contraríen o restrinjan
en alguna forma las leyes de El Salvador, no prevalecerán sobre dichas leyes.(…)”
Esto significa que su contenido normativo es más bien ilustrativo que imperativo.
Por otra parte, el artículo 17 del CPCM señala que las diligencias judiciales no
contenciosas se tramitarán de acuerdo con lo previsto en la respectiva ley de la
materia; de no existir procedimiento se aplicarán las disposiciones del proceso
abreviado, en lo que fueren aplicables. Conforme a esta disposición el proceso
abreviado es la opción subsidiaria de la que se dispone en el ámbito del Derecho
Procesal Civil y Mercantil salvadoreño para poder dilucidar cualquier trámite o
derecho al que no se le hubiese asignado uno especial. Solo que, conste, debe
tratarse de asuntos no contenciosos, de lo contrario, requiriéndose la función
judicial para el conocimiento de una queja no cuantificable en dinero y para la cual
no exista una vía preestablecida, la opción será el proceso común.

Interpretación conforme a la Constitución


La interpretación conforme a la Constitución de toda norma es una imperiosa
necesidad dentro de la función judicial. Esto implica que el juzgador debe evitar el
ritualismo y el cumplimiento de las formalidades que solo supongan enervar una o
más garantías en perjuicio de las partes. Se trata del principio pro libertatis de los
derechos fundamentales.
El artículo 18 del CPCM señala que, las disposiciones de dicho Código deberán
interpretarse de tal modo que se procure la protección y eficacia de los derechos
de las personas y la consecución de los fines que consagra la Constitución, dentro
del respeto al principio de legalidad. En consecuencia, el juez deberá evitar el
ritualismo y las interpretaciones que supediten la eficacia del derecho a aspectos
meramente formales.
La Sala de lo Constitucional ha señalado en la sentencia de inconstitucionalidad Ref.
69-2015 dictada el siete de marzo de dos mil dieciocho, que la interpretación
conforme con la Constitución ha sido conceptualizada por ese Tribunal como la
máxima de hermenéutica jurídica según la cual, de entre los varios entendimientos
posibles de una disposición -objeto de la interpretación-, debe escogerse para dar
una solución jurídica al caso la norma -resultado de la interpretación- que mejor se

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LECCIONES PROCESALES: UNA REVISTA AL CODIGO PROCESAL Y MERCANTIL

acomode a la Constitución. En ese sentido, el intérprete se encuentra condicionado


a seleccionar la norma que compagine de mejor manera con los postulados
axiológicos o deontológicos de la Constitución y descartar aquellos que no logren
superar el estándar de compatibilidad requerido. Por ello, cuando se habla de
interpretación conforme no se está hablando de interpretación de la Constitución
en sentido estricto; pues no es la Constitución la que debe ser interpretada en
conformidad consigo misma, sino que deben serlo las disposiciones
infraconstitucionales.
En ese sentido, -sentencia la referida Sala- el fundamento de este principio
interpretativo radica en la normatividad y en la supremacía constitucional, que
tienen por sustancia la soberanía popular manifestada en el ejercicio del poder
constituyente. Esta particular cualificación democrática funciona como sedimento
político de la condición normativa de la Constitución -sentencia de
inconstitucionalidad Ref. 52-2014 del nueve de julio de dos mil catorce-. Por ello,
las disposiciones infraconstitucionales, cuya legitimidad democrática es inferior a la
de la Constitución, deben ser interpretadas conforme a esta última para garantizar
la eficacia y máxima plenitud aplicativa de las normas que de ella dimanan y que
son la máxima expresión del poder soberano.
Esta interpretación además les sirve eventualmente a nuestros jueces para no
recurrir a la potestad de inaplicar una norma, derivado del control difuso de
constitucionalidad que prevé el artículo 185 de la Constitución. De hecho, el
referido Tribunal Constitucional ha venido señalando reiteradamente en su
jurisprudencia que previo a ejercer dicho control se intenté validar la norma a partir
de sus propios contenidos y de acuerdo con su formulación lingüística,
adecuándolos al texto constitucional, y solo que la misma resulte inflexible debido
a su redacción y previsión, se proceda a su desconocimiento por inaplicación. Dicho
artículo constitucional señala que, dentro de la potestad de administrar justicia,
corresponde a los tribunales, en los casos en que tengan que pronunciar sentencia,
declarar la inaplicabilidad de cualquier ley o disposición de los otros Órganos,
contraria a los preceptos constitucionales.

Fundamento legal de la decisión judicial


El fundamento legal de la decisión jurisdiccional engloba el carácter auto-
integrativo y hetero-integrador de la norma procesal, así como el sistema de
fuentes, esto es, las herramientas de las que un juez habría de echar mano en caso
de vacío legal. Desde la Constitución misma, pasando por los principios y la doctrina,

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LECCIONES PROCESALES: UNA REVISTA AL CODIGO PROCESAL Y MERCANTIL

hasta el juicio cognoscitivo -buen sentido- del aplicador, según corresponda.


El artículo 19 del CPCM señala que, en caso de vacío legal se deberá acudir a la
regulación y fundamentos de las normas que rigen situaciones análogas, a la
normativa constitucional y a los principios que derivan de dicho código, a la doctrina
legal, a la doctrina de los expositores del Derecho; y, a falta de todo ello, a
consideraciones de buen sentido y razón natural, atendidas las circunstancias del
caso.
Este sistema de fuentes a las que se puede acudir prioriza la posibilidad de hacer
uso de la analogía cuando se trate de resolver situaciones similares y donde para
alguna de ellas el legislador haya guardado silencio. Por ejemplo, algunas reglas
sobre el examen de la demanda, su régimen de admisión y contestación aparecen
sumamente claras para el proceso común, a partir del artículo 276 del CPCM, sin
embargo, no se ha dedicado el mismo preciosismo para otros procesos que también
regula el Código, resultando viable hacer uso de aquellas.
Por otra parte, de no ser el caso antes previsto, el legislador le impone al juez hacer
uso de la aplicación directa de la Constitución y de los principios que informan el
proceso civil y mercantil. Esto implica que, sin perjuicio del uso sistemático y
permanente de los parámetros constitucionales durante la tramitación de un
proceso, en caso de vacío legal deba deconstruirse tal o cual norma, tal o cual
principio, y encontrar la solución que se busca de acuerdo con la finalidad que se
persigue. Por ejemplo, el legislador no ha contemplado la forma de proceder en
caso de que el demandado en el proceso abreviado presente reconvención durante
el desarrollo de la audiencia única. Si ello ocurre, lo constitucionalmente válido,
para respetar el principio contradictorio, así como el derecho de igualdad del
demandante primitivo, es interrumpirla y conocerle un espacio razonable para que
se pronuncie sobre su contenido; para después reanudar la audiencia.
Enseguida, es posible abocarse a la doctrina legal o a la doctrina de los expositores
del Derecho. La primera es aquella que nace a la vida jurídica producto de tres
sentencias ininterrumpidas y en el mismo sentido dictadas por la Sala de lo Civil de
la Corte Suprema de Justicia, en casación. La segunda es la que se produce día a día,
editada a partir de las corrientes científicas del pensamiento jurídico.
Finalmente, se disponga o no de alguna de las herramientas anteriores para
resolver la cuestión, el juez debe acudir al buen sentido y la razón natural. Es tan
crítico el asunto y necesario que el juez resuelva el litigio, a cualquier costa, que se

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LECCIONES PROCESALES: UNA REVISTA AL CODIGO PROCESAL Y MERCANTIL

abre abismalmente el sistema de fuentes al uso directo del buen juicio.

Supletoriedad normativa
En los sistemas procesales difusos por atomizados como el nuestro -leyes
procesales civiles, mercantiles, laborales, familiares, penales, etc.- es importante
regular, sin perjuicio de la integración general, el carácter supletorio de un cuerpo
normativo sobre el resto. En El Salvador ese carácter lo tiene el CPCM pues se aplica
supletoriamente a otras áreas del Derecho, siempre que ello no contradiga los
principios, como el carácter tuitivo en materia de familia y materia laboral, que
informan dicha área.
El artículo 20 del CPCM señala que, en defecto de disposición específica en las leyes
que regulan procesos distintos del civil y mercantil, las normas de dicho Código se
aplicarán supletoriamente. Esta disposición nos ha resultado útil a partir de la
vigencia del CPCM, porque muchos artículos dispersos en otras leyes hacían
referencia a esta supletoriedad, pero remitiéndose al parcialmente derogado
Código de Procedimientos Civiles. Por ejemplo, el artículo 602 del Código de Trabajo
señala que en los juicios y conflictos de trabajo se aplicarán, en cuanto fueren
compatibles con la naturaleza de estos, las disposiciones del Código de
Procedimientos Civiles que no contraríen el texto y los principios procesales que
dicho libro contiene. En el mismo sentido el artículo 217 de la Ley de Procesal de
Familia señala que, en todo lo que no estuviere expresamente regulado en dicha
Ley, se aplicarán supletoriamente las disposiciones de las leyes especiales
referentes a la familia y las del Código de Procedimientos Civiles, siempre que no se
opongan a la naturaleza y finalidad de dicha Ley.
La duda que surgió inmediatamente después de entrar en vigor el CPCM, era si
dicha remisión se debía entender ya no al derogado Código sino a este, lo cual era
incluso lógico concluir, sin embargo, por si quedaba alguna duda al respecto, el
artículo 20 citado la solventaba de un tajo.
En el mismo sentido de la supletoriedad a la que me refiero para las materias laboral
y familiar, véase el artículo 123 de la Ley de la Jurisdicción Contencioso
Administrativa donde ya se hace referencia expresa al CPCM. Indica que en el
proceso contencioso administrativo se aplicarán, en cuanto fueren compatibles con
la naturaleza de este, las disposiciones del Código Procesal Civil y Mercantil que no
contraríen el texto y sus principios procesales.
Existen algunos sistemas procesales como el de Uruguay donde esta supletoriedad

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LECCIONES PROCESALES: UNA REVISTA AL CODIGO PROCESAL Y MERCANTIL

tiene menos intensidad ya que cuentan con un Código General del Proceso. De este
modo cada juez independientemente de la materia en la que juzgue echa mano de
este para acoger las reglas procesales básicas aplicables según su competencia. Por
supuesto que siempre deberá respetarse la especialidad de algunas áreas donde el
trato no puede calcarse o aplicarse de manera idéntica. Por ejemplo, en El Salvador
y según la práctica judicial, no puedo extender al área laboral el sentido y aplicación
que del principio de aportación se predica para la materia Civil y Mercantil, donde
la prueba para mejor proveer es de naturaleza excepcional, lo cual podría ir en
contra de los principios básicos y el carácter tuitivo del derecho laboral.

Jurisdicción y función judicial


La jurisdicción, a diferencia de la competencia, es aquella investidura de la que se
cubre un juez para poder juzgar y ejecutar lo juzgado, de acuerdo con el área que
le corresponda. El CPCM prevé el ámbito donde la misma produce sus efectos, así
como la potestad de abstenerse de conocer, porque se aduzca que el caso no es o
no debe ser juzgable conforme a la normativa y sistema judicial salvadoreño.
El artículo 21 del CPCM señala que son competentes los tribunales civiles y
mercantiles salvadoreños para conocer de las distintas clases de procesos en los
supuestos siguientes: 1.° En materia de derechos reales y arrendamientos de
inmuebles que se hallen en El Salvador. 2.° Cuando se trate de la Constitución,
validez, nulidad o disolución de personas jurídicas que tengan domicilio en El
Salvador, o de las decisiones de sus órganos. 3.° Cuando la pretensión se refiera a
la validez o nulidad de inscripciones practicadas en un registro público salvadoreño.
Además, también en los siguientes casos: 1.° Cuando las partes se hubieren
sometido expresa o tácitamente a ellos; 2.° Cuando el demandado, cualquiera que
sea su nacionalidad, tuviere domicilio o residencia en El Salvador. Estará en esta
situación la persona jurídica extranjera con agencia, filial o sucursal en el país, en lo
que corresponde a los actos y contratos celebrados por medio de estas; 3.° Cuando
la obligación debe ser cumplida en el país; y 4.° Cuando la pretensión se funde en
un hecho, acto o negocio jurídico ocurrido, celebrado o con efectos en el territorio
nacional.
De tales disposiciones se colige el carácter exclusivo de la jurisdicción en la medida
que es una función pública estatal en cuya virtud se satisfacen pretensiones,
distinta a las que ejercen otros órganos fundamentales también del Estado. En
ejercicio de esta, sin embargo, los jueces pueden controlar ab initio su posible
carencia y declarar improponible cualquier demanda que se presente. Asimismo,

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LECCIONES PROCESALES: UNA REVISTA AL CODIGO PROCESAL Y MERCANTIL

tienen la potestad de abstenerse de seguir conociendo y suspender cualquier


procedimiento si es advertida de forma sobrevenida, in persequendi litis, ya sea de
oficio o por la denuncia de alguna de las partes.
En la sentencia dictada en el proceso de inconstitucionalidad Ref. 121-2007 el dos
de marzo de dos mil doce, se dejó establecido que la exclusividad de la jurisdicción
hace referencia a un aspecto interno del Estado, es decir, que establece un límite
potestativo en relación con el territorio y los demás entes u órganos que lo integran
-que carecen de las mismas características que el Órgano Judicial-, ya sea el
Ejecutivo, el Legislativo o las entidades autónomas. En ese orden de ideas, las
normas que se refieren a la jurisdicción no reparten dicha potestad entre los
tribunales nacionales y otros tribunales extranjeros que puedan o que pretendan
tener jurisdicción para resolver el conflicto, ello porque existen una serie de
relaciones en las que; además de los elementos nacionales se incluyen elementos
reales, subjetivos o materiales que delimitan conexiones de posibles competencias
hacia jurisdicciones extranjeras; en consecuencia, las normas referidas a la potestad
jurisdiccional se limitan a establecer cuándo un asunto debe ser del conocimiento
de los tribunales salvadoreños, sin determinar cuándo debe o puede ser conocido
por la jurisdicción de otro país.
En ese sentido -sentencia la Sala- la jurisdicción tiene por objeto resolver los
conflictos de relevancia jurídica que se promuevan dentro del territorio de la
República; al ser una función pública, que deriva de la soberanía y que se
encomienda para su ejercicio al Órgano Judicial establecido en la Constitución, debe
reconocer como límite para su ejercicio el territorio de la República y de esa forma
lo establecen las normas que regulan su ejercicio.

Competencia improrrogable
La competencia de los jueces es por regla general indisponible, lo cual supone que
debido a su carácter público no depende su existencia de la voluntad del juez o de
las partes. Así lo dispone el CPCM al prever las reglas generales a las que habría de
circunscribirse cada juzgador, de acuerdo con el grado de conocimiento donde se
encuentre ejerciendo. Identificamos no solo la funcional y de grado sino también la
objetiva donde recogemos la cuantía y la materia.
En la sentencia dictada en el proceso de inconstitucionalidad Ref. 121-2007 el dos
de marzo de dos mil doce, se dejó establecido que la competencia es una capacidad
conferida a los jueces por la ley para conocer determinados asuntos de acuerdo con
determinados criterios que, en nuestro ordenamiento jurídico -Código Procesal Civil

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LECCIONES PROCESALES: UNA REVISTA AL CODIGO PROCESAL Y MERCANTIL

y Mercantil- pueden clasificarse de la siguiente manera: (i) territorial, que


principalmente atiende al domicilio o residencia del demandado e, incluso, a la
voluntad de las partes, siempre que ello pueda ser comprobado por instrumentos
fehacientes -artículo 33 CPCM-; (ii) objetivo, que puede ser a su vez en razón de la
materia o de la cuantía -artículo 37 CPCM-; y, (iii) funcional, que atiende al grado de
conocimiento, según la posición que ocupe en el Órgano Judicial, el tribunal que
conocerá del asunto -artículo 38 CPCM-.
Desde tal perspectiva, puedo afirmar que son cuatro los criterios distributivos de la
competencia, a saber: la materia, la cuantía, la función o grado y el territorio. Los
primeros tres son criterios eminentemente improrrogables, lo cual significa que su
desconocimiento provoca la nulidad de las actuaciones de forma insubsanable. El
último de ellos por el contrario es un criterio prorrogable lo cual significa que un
juez no siendo primigeniamente competente puede llegar a serlo por disposición
legal o por la voluntad incluso de las partes.
La materia como criterio para asignar competencia hace referencia a esa
distribución de trabajo que realiza la Ley Orgánica Judicial en función de la
especialidad de cada juzgador. Así, hay jueces de lo Civil y Mercantil, jueces de
familia, jueces de lo laboral, jueces de lo contencioso administrativo y jueces
penales. Cada uno es competente para conocer en su área de suerte tal que, si
alguno invade la de otro, sus actos son nulos de forma insubsanable.
La cuantía también es un criterio improrrogable y viene determinado por el monto
de la pretensión que se deduce. Si supera los veinticinco mil colones o su
equivalente en dólares de los Estados Unidos de América, el juez competente para
conocer es el de primera instancia; mientras que si es inferior a dicha suma el juez
de menor cuantía. En este caso al igual que en el anterior, este no puede conocer
de pretensiones que superen dicha suma pues si lo hace sus actos serán nulos de
forma insubsanable, aunque no al revés. El artículo 303 del CPCM habilita para que
un juez de primera instancia de mayor cuantía pueda conocer de un caso de menor
cuantía. Indica el legislador que, si se denunciare error en la vía procesal que se
estuviera siguiendo, por discrepancia sobre la naturaleza de la pretensión, el valor
de esta o la forma de calcularlo se deberá oír a ambas partes. El juez resolverá en
el acto lo que proceda y si hubiera de seguirse el proceso abreviado citará a dichas
partes para la audiencia de este.
La función o grado, hace referencia al carácter privativo con el que se deben
tramitar ciertas pretensiones, cuando las mismas vayan dirigidas hacia personas
determinadas. Así, el artículo 39 del CPCM señala que, en los procesos en los que

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LECCIONES PROCESALES: UNA REVISTA AL CODIGO PROCESAL Y MERCANTIL

sea demandado el Estado serán competentes para conocer en primera instancia,


las Cámaras de Segunda Instancia de la Capital; y, en segunda instancia, conocerá
la respectiva Sala de la Corte Suprema de Justicia. Los municipios, el Instituto
Salvadoreño del Seguro Social y entes descentralizados del Estado serán
demandados ante los tribunales comunes. Este tercer criterio improrrogable
también debe ser aguardado por nuestros jueces, pues su incumplimiento produce
la nulidad de los actos de forma insubsanable, de conformidad con el artículo 232
del CPCM.
Finalmente, el territorio, criterio por definición prorrogable, mismo al que me
referiré al detalle en la siguiente lección.

Competencia prorrogable
El territorio es un criterio también distributivo de la competencia, el cual atiende a
un esfuerzo en la distribución de trabajo de manera horizontal y no vertical como
ocurre en los restantes. Es horizontal porque se identifica y reparte el trabajo entre
sujetos cualitativamente iguales pero radicados en distintos puntos del país. Así, el
juez de lo Civil y Mercantil de la ciudad de San Salvador tiene exactamente la misma
competencia que el de lo Civil y Mercantil de la ciudad San Miguel, pero
territorialmente no. De ahí que respecto de este criterio existan títulos
determinantes de la competencia a través de los cuales es posible prorrogarlo por
diversos motivos, aunque priorizando siempre como principal el domicilio del
demandado.
El artículo 33 del CPCM prevé diversos títulos determinantes de la competencia
territorial, especialmente el del domicilio y el de la residencia. Según nuestro Código
Civil la diferencia entre ambos solo estriba en el hecho que en el primero existe el
ánimo real o presunto de permanecer en el sitio de que se trate, configurándose así
el forum domicilii. Distinguimos ambos fueros, en términos precisos, porque
tratándose del domicilio es el lugar donde se ejercitan habitualmente los derechos,
se cumplen las obligaciones, así como los deberes cívicos y civiles. Lo importante en
todo caso es que en ambos supuestos se tiene residencia y ambos son títulos
determinantes de la competencia territorial. Se prevén, sin embargo, en relación
con ello, casos especiales que si bien difícilmente podrían ocurrir, la posibilidad
existe. Me refiero a todos aquellos casos en los cuales la persona no tiene ni
residencia ni domicilio en el territorio nacional, siendo competente por tanto el juez
del sitio donde la persona se encuentre.
Sobre el particular, el artículo 33 inciso 3º del CPCM señala que, cuando el

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LECCIONES PROCESALES: UNA REVISTA AL CODIGO PROCESAL Y MERCANTIL

demandado no tuviere domicilio ni residencia en El Salvador, podrá ser demandado


en el lugar en que se encuentre dentro del territorio nacional o en el de su última
residencia en este y, si tampoco pudiera determinarse así la competencia, en los
juzgados con competencia en materia Civil y Mercantil de la capital de la República.
También es importante destacar en relación con este criterio y el titulo que deviene
del domicilio del demandado, que ningún otro título puede ser capaz de
neutralizarle o estar por encima suyo, así y se hayan sometido las partes de común
acuerdo a un juez determinado. Esto es así porque los títulos determinantes de la
competencia no son excluyentes entre si, sino concurrentes; razón por la cual será
el demandante quien decida, al haber más de uno, a su arbitrio, acudir a un juez o
a otro.
Ahora bien, el hecho de que sea este un criterio prorrogable no significa que su
carácter público y control inicial sea marginal. El juez debe siempre en todo
momento, al recibir una demanda, examinar su propia competencia y en caso de
advertir que el caso debe ser conocido por otro juez, declinar. Esto significa que la
prorrogabilidad a las que nos referimos es solo una posibilidad que se presenta a
partir de los títulos determinantes de la competencia que analizaremos en la
siguiente lección.

Competencia. Títulos
Siendo la competencia territorial por su propia naturaleza prorrogable, giran
alrededor de ella los denominados títulos determinantes de la competencia. El más
importante y nuclear de ellos es el domicilio del demandado -porque ese es su juez
natural-, sin embargo, según las características de la pretensión o incluso la
voluntad de las partes, un juez que en principio no debería de ser competente para
conocer de un caso, termina siéndolo. Por ejemplo, el juez al que las partes se han
sometido expresamente, el juez del sitio donde se encuentra la cosa disputada, los
comerciantes y quienes ejerzan alguna actividad de tipo profesional, cuando se
refiera a conflictos relacionados con su quehacer, también podrán ser demandados
en el lugar donde se esté desarrollando o se haya desarrollado el mismo, y donde
aquellos tuvieren establecimiento a su cargo. Otros casos especiales que además
prevé el CPCM, están referidos a los arrendamientos, a los administradores que
deban rendir cuentas, a las cuestiones hereditarias y a las obligaciones accesorias.
Al respecto, véase los artículos 34, 35 y 36 del CPCM. El primero de ellos indica que
los comerciantes y quienes ejerzan alguna actividad de tipo profesional, cuando se
refiera a conflictos relacionados con su quehacer, también podrán ser demandados

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LECCIONES PROCESALES: UNA REVISTA AL CODIGO PROCESAL Y MERCANTIL

en el lugar donde se esté desarrollando o se haya desarrollado el mismo, y donde


aquellos tuvieren establecimiento a su cargo. También será competente el tribunal
del lugar donde la situación o relación jurídica a que se refiera el proceso haya
nacido o deba surtir efectos. El tribunal del domicilio de los gestores o el del lugar
en que desarrollen su actividad será el competente cuando el demandado sea un
ente.
La segunda disposición señalada indica que en los procesos en que se planteen
pretensiones que versen sobre derechos reales, será competente también el
tribunal del lugar donde se halle la cosa; sin embargo, si la pretensión se ejerce
sobre varias cosas o sobre un solo inmueble que esté situado en diferentes
jurisdicciones, será competente el tribunal del lugar donde se encuentre cualquiera
de aquellas, o el de cualquiera de las circunscripciones a las que pertenezca el
inmueble. La misma regla anterior se aplicará en los procesos arrendaticios. En los
procesos sobre cuestiones hereditarias, será competente el tribunal del lugar en
que el causante haya tenido su último domicilio en el territorio nacional. En los
procesos sobre rendición de cuentas, será también competente el tribunal del lugar
donde deban presentarse dichas cuentas, y si este no está determinado, el del
domicilio del demandante, poderdante o dueño de los bienes o el del lugar donde
se desempeñe la administración. En las demandas sobre obligaciones accesorias o
que sean complemento de otras anteriores, será competente el tribunal que lo sea
para conocer, o esté conociendo, de la obligación principal sobre la que recayeren.
Finalmente, el artículo 36 del CPCM hace referencia a la acumulación y pluralidad
de demandados, señalando que cuando se planteen conjuntamente varias
pretensiones en relación con una o más personas, será competente el tribunal del
lugar que corresponda a la pretensión que sea fundamento de las demás; en su
defecto, el que deba conocer del mayor número de las pretensiones acumuladas y,
en último término, el del lugar que corresponda a la pretensión de mayor cuantía.
Cuando se plantee una única pretensión a personas de distinto domicilio, la
demanda podrá presentarse ante el tribunal competente para cualquiera de ellas.

Competencia. Denuncia
La falta de competencia de un juez puede ser alegada por cualquiera de las partes
y en cualquier estado del proceso, no obstante, cuando se trate de la incompetencia
territorial, el demandado solo dispone para hacerlo del plazo que se le otorga para
contestar la demanda. Tratándose del proceso abreviado, siendo que la demanda
se contesta en audiencia y no se dispone formalmente de un plazo para ello, esa

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LECCIONES PROCESALES: UNA REVISTA AL CODIGO PROCESAL Y MERCANTIL

denuncia debe hacerse al inicio de la audiencia única.


En todo caso, lo primero que resulta importante destacar es la potestad que se le
asigna al juez para examinar ab initio su propia competencia y pronunciarse sobre
ello. De ahí que el artículo 40 del CPCM señale que, presentada la demanda, el
tribunal examinará de oficio su competencia y, si entiende que carece de ella,
rechazará in limine la demanda por improponible, y remitirá el expediente al
tribunal que considere competente.
Esto ocurre si el juez la advierte inmediatamente después de que la demanda es
presentada en la sede del tribunal, ya sea de modo directo o a través de la oficina
distribuidora de demandas, sin embargo, puede ser que pase desapercibida y se
admita a trámite la misma, en cuyo caso nace el derecho de las partes para
denunciarla y que se conozca y decida de acuerdo con el criterio distributivo que se
estime afectado.
El artículo 41 del CPCM señala que la falta de competencia deberá alegarse ante el
mismo tribunal que esté conociendo de la pretensión. Salvo en el caso de la
incompetencia por razón del territorio, la falta de competencia podrá alegarse en
cualquier estado del proceso, acompañando los documentos que puedan servir de
prueba. Presentada la alegación, se suspenderá el proceso, se comunicará a las
demás partes personadas y se citará a todas para una audiencia dentro de los cinco
días siguientes al de la notificación, en la cual manifestarán lo que estimen
procedente y practicarán la prueba que en el acto aporten y el juez admita.
Otro momento oportuno para proceder a dicha denuncia, tratándose del proceso
común, es la audiencia preparatoria. El artículo 298 del CPCM expresamente señala
que, la audiencia -preparatoria- continuará con el examen de cualesquiera defectos
alegados por las partes, en cuanto supongan un obstáculo a la válida continuación
del proceso y a su finalización mediante resolución de fondo, incluidos los referidos
al cumplimiento de algún presupuesto procesal relativo a las partes, como la
capacidad para ser parte y la capacidad procesal; al órgano jurisdiccional, como la
jurisdicción interna y externa, y la competencia objetiva, territorial o de grado; y al
objeto procesal, como la litispendencia, la cosa juzgada, la sumisión al arbitraje, el
compromiso pendiente, y el procedimiento inadecuado. En este caso, si el juez
advierte la falta de competencia y es de aquella que no puede prorrogarse, deberá
declarar improponible la demanda. En el caso de la territorial, muy a pesar de lo
dicho por la disposición, ya no es posible que de la misma se conozca, pues si el
proceso ha llegado a esa etapa es porque o bien se desestimó su denuncia o bien

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se prorrogó.
En virtud de esto último es que el artículo 42 del mismo Código indica que, la falta
de competencia territorial solo podrá alegarse en el plazo que se tiene para
contestar la demanda, sin contestarla, y se deberá indicar el tribunal al que, por
considerarse territorialmente competente, habría de remitirse el expediente. El
demandante, por su parte, podrá, además de sostener la competencia del que está
conociendo, alegar la falta de competencia territorial del tribunal en favor del cual
se pretendiere declinar el conocimiento del asunto. El planteamiento de la
incompetencia se sustanciará convocando a las partes a una audiencia, finalizada la
cual se decidirá lo que en Derecho corresponda.

Competencia. Sumisión tácita


La sumisión tácita en materia de competencia ocurre cuando el juez ante quien se
presenta la demanda es incompetente territorialmente y no lo advierte in limine -
seguramente porque el demandante le atribuye competencia- ni el demandado
alega la excepción correspondiente dentro del plazo del que dispone para contestar
la demanda. De ahí mi crítica filológica a la morfología del artículo 43 del CPCM al
referirse a esta posibilidad, pues conforme a tal disposición si el juez no hubiere
apreciado in limine litis su falta de competencia por razón del territorio, o si el
demandado no la denunciara, el tribunal será definitivamente competente para
conocer de la pretensión.
Nótese que el legislador al prever las dos posibilidades que llevarían a la sumisión
tácita utiliza la conjunción disyuntiva “o” y no la conjunción copulativa “y” que
denotaría, como en verdad lo es, la necesidad de que la misma solo pueda llegar a
configurarse en el evento que ambas cosas ocurran: que el juez no la advierta al
inicio y que tampoco el demandado la alegue. Veamos con un ejemplo los distintos
supuestos que podrían ocurrir: 1.° Que el juez sea incompetente y él mismo lo
advierta al recibir la demanda, en cuyo caso declinará; 2.° Que el juez sea
incompetente y no lo advierta, pero si el demandado quien lo denuncia en el plazo
de la contestación o en el primer momento hábil para ello, según el tipo de proceso;
y, 3.° Que el juez sea incompetente y no lo advierta, ni se lo denuncie el demandado
cuando debiera de hacerlo, en cuyo caso se configura la sumisión tácita. De ahí la
concurrencia de ambos supuestos según lo he indicado.
Ahora bien, en lo que atañe al momento indicado para proceder y evitar que esa
sumisión opere, dependerá del tipo de proceso de que se trate. Tratándose del
proceso común, el demandado dispondrá de los veinte días que la ley le confiere

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para que conteste la demanda. Si considera que el juez es incompetente


territorialmente, deberá en dicho plazo alegarse sin contestar, pues si deja
transcurrir el mismo sin hacerlo o en su caso comparece sin formular el alegato, el
juez se vuelve inmediatamente competente en virtud de esta sumisión tácita. Si no
comparece, el juez lo declarará rebelde de oficio, sin que deba entenderse su
ausencia como allanamiento o reconocimiento de hechos, de conformidad con el
artículo 287 del CPCM.
Tratándose del proceso abreviado la cuestión varía pues la demanda se contesta
durante el desarrollo de la audiencia única. Lo primero que podría ocurrir es que no
comparezca. De ser así se produce la sumisión tácita, pues que de conformidad con
el artículo 425 inciso 2º del CPCM la no comparecencia injustificada del demandado
no impedirá la celebración de la audiencia, que continuará sin necesidad de declarar
su rebeldía. Ahora bien, si comparece, el artículo 427 inciso 2º del CPCM señala que
en tal caso el demandado contestará alegando, en primer lugar, cuantos defectos
procesales estime conveniente, y posteriormente afirmando o negando
concretamente los hechos y los fundamentos de derecho de la demanda. Acto
seguido, el demandado podrá formular reconvención. Esto significa que el
demandado debe alegar esa incompetencia en el primer momento hábil, para que
el juez la conozca y proceda a estimarla o desestimarla.
En los procesos especiales también dependerá del tipo de proceso, pues en el
posesorio al haber un plazo para contestar, será ese el espacio idóneo para alegarla,
bajo pena de sumisión tácita; mientras que en el de inquilinato será al inicio de la
audiencia única. Igual aplica para el proceso ejecutivo donde se dispone de un plazo
de diez días para contestar la demanda.

Competencia. Estimación
La falta de competencia de un juez, siendo improrrogable, provoca la nulidad de sus
actuaciones, sin posibilidad de conservación dado su carácter insubsanable. Esto no
ocurre sin embargo tratándose de la incompetencia territorial en cuyo caso el CPCM
prevé la declinatoria de competencia, esto es, la potestad del juez de remitir el
expediente, habiéndose estimado la incompetencia al juez que se haya probado
deba conocer del asunto. Véase que en este caso la ley no prevé que deba anularse
el auto de admisión de la demanda, el cual debe entenderse que queda a salvo,
debiendo el juez receptor continuar con el procedimiento según el proceso
correspondiente.
El artículo 40 del CPCM señala que, presentada la demanda, el tribunal examinará

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de oficio su competencia y si entiende que carece de ella, rechazará in limine la


demanda por improponible; remitiendo el expediente al tribunal que considere
competente. Obviamente esta disposición se refiere a la posible estimación de
cualquier tipo de incompetencia siempre que se haga de oficio una vez examinada
la demanda; aunque debería de exceptuarse la territorial, según lo explico más
adelante.
Existe sin embargo la posibilidad de que se advierta durante la sustanciación del
proceso y que igualmente se estime. El artículo 46 del citado Código señala que, si
el juez estima que carece de competencia territorial, declarará improponible la
demanda en el estado en que se encuentre y se abstendrá de seguir conociendo del
asunto, remitiendo el expediente al que considere competente. Contra esta
resolución no cabrá recurso alguno. Si se desestimare la denuncia de competencia
territorial se ordenará la continuación del proceso con imposición de las costas a la
parte que la hubiere planteado.
Tal disposición nos presenta un contrasentido pues por un lado señala que el juez
rechazará la demanda por improponible, pero luego que declinará la competencia
en el juez que considere competente para conocer del asunto. Lo propio e idóneo
es que dicha figura de la improponibilidad se reserve para todos aquellos casos en
los cuales la incompetencia que se estima es de naturaleza improrrogable,
independientemente del momento en el que se advierta. Pero siendo de tipo
prorrogable y no produciéndose entonces la nulidad a la que se refiere el artículo
232 del CPCM, lo que corresponde es declinar, sin perjuicio del posible conflicto de
competencia que pueda instarse si el juez receptor a su vez cree que no es
competente.
Otro aspecto importante en relación con la estimación de la incompetencia es el
franqueamiento del derecho a recurrir, para unos casos y no para otros. Véase que
según el citado artículo 46 la resolución que resuelva la estimación de la
incompetencia territorial no admitirá recurso alguno, mientras la que decide
estimar la incompetencia de naturaleza improrrogable admitirá recurso de
apelación e incluso de casación. El artículo 45 del CPCM expresamente señala que,
si el tribunal considerase que carece de competencia objetiva o de grado, rechazará
la demanda por improponible poniendo fin al proceso, indicando a las partes el
competente para conocer. Si carece de competencia funcional, rechazará el asunto
incidental expresando los fundamentos de su decisión y continuará con el proceso
principal con imposición de las costas a la parte que lo hubiere planteado. Contra
los autos a que se refiere este artículo se podrá interponer recurso de apelación y,

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LECCIONES PROCESALES: UNA REVISTA AL CODIGO PROCESAL Y MERCANTIL

en su caso, recurso de casación.


La razón de tal distinción es que el auto por medio del cual se estima la
incompetencia territorial no es un auto definitivo que deje imprejuzgada la
pretensión, de ahí mi crítica a que deba declararse improponible la demanda;
empero, el auto que estima la incompetencia que no puede prorrogarse si es un
auto definitivo que bloquea de alguna manera el acceso a la tutela. Por tal motivo
es que para este se franquee incluso hasta el recurso de casación.

Competencia. Conflicto
La declinatoria de competencia in persequendi litis es una potestad reservada al
conflicto que se genera producto de la posible incompetencia territorial, ya que esta
según lo hemos dicho es la única prorrogable incapaz de producir una nulidad
insubsanable. Tratándose de la competencia objetiva, por ejemplo, aquel juez que
hubiese conocido siendo incompetente, no tendría la potestad -salvo in limine- de
declinar, sino de anular sus actuaciones y archivar el expediente. En tal sentido, el
conflicto de competencia normalmente se deriva de las actuaciones suscitadas
entre un juez remitente y un juez requerido, que se niegan recíprocamente a
conocer del asunto, siendo la Corte Suprema de Justicia la encargada de dirimirlo.
El artículo 47 del CPCM señala que, el tribunal que reciba el expediente, si considera
a su vez que es incompetente, lo declarará así. En dicho caso, deberá remitir el
expediente a la Corte Suprema de Justicia, la cual decidirá el tribunal al que
corresponda conocer del asunto, así como el envío del expediente y el llamamiento
a las partes para que comparezcan, dentro de los cinco días siguientes ante dicho
tribunal.
Este conflicto entonces podría suscitarse in limine no solo entre dos jueces
cualitativamente iguales, que juzgan en circunscripciones territoriales distintas,
sino además entre jueces distintos por razón de la materia, de la cuantía o de la
función o grado. Por ejemplo, resulta común en la práctica que haya un conflicto de
competencia entre dos jueces derivado de la estimación que uno y otro hacen sobre
la cuantía de la pretensión, aunque ello de momento solo ocurra en la ciudad de
San Salvador, departamento del mismo nombre, aquí en El Salvador.
Digo lo anterior porque solo en esta ciudad hay juzgados de menor cuantía que
podrían entrar en conflicto con los jueces de lo Civil y Mercantil, de primera
instancia, en relación con el conocimiento de una pretensión que se calcule por
debajo de los veinticinco mil colones o su equivalente en dólares de los Estados

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LECCIONES PROCESALES: UNA REVISTA AL CODIGO PROCESAL Y MERCANTIL

Unidos de América. En el resto del país, por disposición expresa del CPCM, los jueces
de lo Civil y Mercantil son los competentes para conocer de las distintas
pretensiones, independientemente de su valor. En el artículo 30 del citado Código,
en su inciso final, se prevé que conocerá el juzgado de primera instancia de los
procesos abreviados y de los monitorios que se susciten en aquellas
circunscripciones donde no exista juzgado de primera instancia de menor cuantía.
Otro conflicto que a menudo se suscita en la práctica y que por cierto resulta ser
improcedente, es aquel que ocurre entre dos jueces siendo ambos competentes
para conocer del asunto. Por ejemplo, un juez en quien recae un título
determinante de su competencia territorial, dado que en su circunscripción
territorial se encuentra el bien objeto de la disputa, declina en otro también
competente para juzgar en la circunscripción territorial donde el demandado tiene
su domicilio. Resulta que ambos son competentes a elección del demandante y por
ello no es posible generar un conflicto de competencia de la manera que lo he
dicho.

Prejudicialidad
La prejudicialidad, como su nombre lo indica, evoca la idea de que un asunto solo
puede resolverse -asunto dependiente- si de manera previa es resuelto otro conexo
-asunto dominante- dada la existencia de partículas homogéneas entre ambos.
Puede ser que se trate de un asunto civil que requiere un pronunciamiento previo
de naturaleza penal; o, pueden ser ambos civiles o mercantiles donde uno se
imponga sobre el otro y deba el juez decretarla con suspensión del procedimiento,
debido al nexo claro e indubitable que existe entre ellos y su imposibilidad de
acumularlos, pendan o no ante el mismo tribunal, debido a cualquier impedimento
legal.
El artículo 48 del CPCM señala que, cuando en un proceso civil o mercantil, se ponga
de manifiesto un hecho que tenga apariencia de delito o de falta, que diere lugar a
acción penal, el respectivo tribunal mediante resolución lo pondrá en conocimiento
del Fiscal General de la República, por si hubiere lugar al ejercicio de dicha acción.
En tal caso, no se ordenará la suspensión de las actuaciones del proceso, sino
cuando concurran las siguientes circunstancias: 1.° Que se acredite la existencia de
causa penal, en la que se estén investigando, como hechos de apariencia delictiva,
alguno o algunos de los que fundamenten las pretensiones de las partes en el
respectivo proceso; y, 2.° Que la decisión del tribunal penal, acerca del hecho por
el que se procede en causa de esa naturaleza, pueda tener influencia decisiva en la

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LECCIONES PROCESALES: UNA REVISTA AL CODIGO PROCESAL Y MERCANTIL

resolución sobre el asunto civil o mercantil.


De tal disposición se colige que la regla general es que el proceso no se suspenda.
Sin embargo, en los dos casos mencionados resulta imperioso por diversas razones.
En el primero de ellos porque existe un proceso penal en curso donde se está
conociendo, como presunto hecho delictivo, alguno que fundamente la pretensión
y en consecuencia el juez debe esperar a que se dilucide en sede penal. Para este
efecto, conste, debe acreditarse la existencia de un proceso penal en curso, que
principia con un requerimiento fiscal, no que exista una denuncia o meras
diligencias de investigación. En el segundo caso, con menor intensidad; pero
siempre necesario: que el juez estime que la decisión penal, de estimarse, pueda
influir sobre el asunto civil de que se conoce, por ejemplo, un proceso
testamentario cuya suspensión se pida porque hay un proceso penal donde se
ventila un hecho delictivo presumiblemente cometido por uno de los herederos,
que le podría volver indigno de suceder.
También el legislador contempla otros supuestos, como por ejemplo la suspensión
que viene motivada por la posible existencia de un delito de falsedad de alguno de
los documentos aportados. En tal caso, se acordará la suspensión, tan pronto como
se acredite que se sigue causa penal, cuando a juicio del tribunal, el documento
pudiera ser decisivo para resolver sobre el fondo del asunto, a menos que la parte
a la que pudiere favorecer el documento renunciare a él. Hecha la renuncia, se
ordenará que el documento sea separado de los autos.

Prejudicialidad. Recursos
Señala el CPCM que contra el auto que acuerde la suspensión se dará recurso de
apelación, y contra los autos dictados en apelación en los que se acuerde o confirme
la suspensión se dará, en su caso, el recurso de casación. Sin embargo, también el
mismo Código dispone que contra la resolución que deniegue la suspensión del
asunto civil o mercantil se podrá interponer recurso de revocatoria. La diferencia
en la concesión de uno u otro recurso -devolutivo y no devolutivo- estriba en el
efecto que produce una u otra decisión al interior del proceso.
Véase que se concede la apelación cuando se decreta la suspensión, debido a la
repercusión de tal decisión en el curso procedimental, mientras que, si el juez
decide continuar, el legislador ha previsto solo la revocatoria como posibilidad. Aquí
debemos traer a cuento la potestad legislativa de hacer tratos diferenciados si
existe un parámetro que lo valide. Digo ello porque conceder a una resolución tan
solo el recurso de revocatoria, como ocurre en el caso de que se deniega la

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LECCIONES PROCESALES: UNA REVISTA AL CODIGO PROCESAL Y MERCANTIL

suspensión por prejudicialidad, es absolutamente distinto que conceder, cuando se


acuerda, recurso de apelación e incluso de casación.
Es distinto porque el recurso de revocatoria es no devolutivo lo cual supone que sea
conocido por el mismo tribunal que proveyó la decisión, mientras que tanto la
apelación como la casación son devolutivos, ya que los conoce el tribunal superior
en grado, lo que permite la revista de la decisión por un sujeto distinto de quien la
pronunció, volviéndoles mucho más efectivos.
Ahora bien, para saber si el trato distinto es legítimo, debemos encontrar las
diferencias entre ambos supuestos, a partir de los efectos que uno u otro
provoquen, tanto al interior como al exterior del proceso donde se acuerden, así
como la mayor o menor afectación que una y otra es capaz de irrogar en la esfera
jurídica de las partes. Si encontramos diferencias que evidencien la mayor
intensidad de una decisión sobre la otra, seguramente aprobemos la distinción, de
lo contrario, podría llegar a considerarse que tal exclusión podría ser sujeta incluso
de control constitucional, aunque reconozco que no toda diferenciación por
impropia que sea es per se inconstitucional.
Veamos. La resolución que acuerda la suspensión provoca que el proceso no pueda
continuar mientras se decide la causa penal. Esta podría ser en términos latos la
única afectación que de ello se deriva, es decir, la paralización de la causa.
La resolución en cambio que rechaza la suspensión y ordena continuar con el
proceso, no provoca ningún efecto nocivo, en otras palabras, deja que las cosas
sigan fluyendo cual si no se hubiese nunca alegado la existencia de ese motivo de
prejudicialidad; sin embargo, si podría producir un daño incluso irreparable en el
evento; que el motivo por el cual se pretendía la prejudicialidad siempre haya
existido y sea verosímil, aunque el juez no lo haya visto y ello le haga perder
ulteriormente su derecho o incluso volver nugatorios los efectos de la decisión
estimatoria que se provea a su favor.
Esto es grave. Peor que decretar la suspensión tal cual. En ese sentido, me decanto
más por la idea que si el legislador quiso hacer un trato diferenciado entre uno u
otro supuesto, tuvo que haberlo hecho al revés y no del modo que lo hizo. Esto,
muy a pesar del intento de redención que hizo el legislador en el artículo 49 del
CPCM al prever que la solicitud de suspensión podrá, no obstante, reproducirse
durante la segunda instancia y, en su caso, durante la tramitación de los recursos
pertinentes.
Ahora bien, si la intención del legislador era seguir con su política legislativa de no

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conceder recurso de apelación en contra de autos simples, para evitar así las
dilaciones indebidas de los procesos, bastaba con que a ambas resoluciones les
hubiese concedido tan solo el recurso de revocatoria, aunque a mi juicio debido a
la naturaleza de una y otra decisión y su repercusión en la esfera jurídica de las
partes, la apelación era la opción.

Prejudicialidad civil o mercantil


La prejudicialidad civil o mercantil y la necesidad de que en su virtud un proceso
deba esperar el resultado de otro, se ataja y evita cuando es posible la acumulación
de autos. Esto es así porque la prejudicialidad opera normalmente cuando se
considera dividida la continencia de la causa expresión que nuestro CPCM ya no
utiliza pero que muy bien describía el antiguo Código de Procedimientos Civiles al
referirse a todos aquellos casos en los que existía cierto grado de conexidad. En tal
sentido, lo ideal es acumular los procesos vinculados entre sí, empero, si ello ya no
se puede porque legalmente la posibilidad ha precluido, la prejudicialidad se
impone como medida útil al efecto.
El artículo 51 del CPCM señala que, cuando para resolver el objeto del litigio sea
necesario decidir sobre alguna cuestión que, a su vez, constituye el objeto principal
de otro proceso pendiente ante el mismo tribunal civil o mercantil o ante uno
distinto, si no fuere posible la acumulación de autos, el tribunal, a petición de ambas
partes o de una de ellas, oída la parte contraria en el término de tres días, podrá
mediante auto, decretar la suspensión del curso de las actuaciones, en el estado en
que se hallen, hasta que finalice el proceso que tenga por objeto la cuestión
prejudicial. Contra el auto que deniegue la petición cabrá recurso de revocatoria; y
contra el auto que acuerde la suspensión, el de apelación.
Aquí el legislador nuevamente hace la diferenciación en relación con el ejercicio del
derecho a recurrir, lo cual, hacíamos saber en la lección anterior, no consentimos;
aunque entendemos su teleología. Pues esta prejudicialidad, a diferencia de la
penal, enfrenta dos procesos de la misma materia que tienen objetos conexos y que
se encuentran en el mismo tribunal o en uno distinto, independientemente del
estado o instancia en la que se halle el que contiene el asunto prejudicial, siempre
que esté configurada ya la litispendencia.
Sobre esta y el estado que precisan tener los procesos conexos, la Cámara Segunda
de lo Civil de la Primera Sección del Centro, ha dejado claro a través de un
precedente lo que debe entenderse al efecto. En el incidente de apelación Ref. 32-
4CM-15-A, cuya sentencia fue proveída el catorce de julio de dos mil quince, señaló

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LECCIONES PROCESALES: UNA REVISTA AL CODIGO PROCESAL Y MERCANTIL

que: “(…) Esta disposición regula la prejudicialidad, y esta supone la existencia de


dos procesos en los cuales el objeto de uno constituye una cuestión que debe
decidirse previamente en el otro, es decir, existe una conexión que puede afectar
las resultas de uno de los procesos. La aplicación de esta figura procesal está
supeditada a que se acredite la existencia del proceso conexo, así como el hecho de
que la sentencia de este pueda tener influencia decisiva en la resolución de aquel.
(…).
Aclarado lo anterior, -sigue- es importante mencionar que en el caso de la
prejudicialidad se vuelve de vital importancia definir cuándo se considera que un
proceso existe como tal, siendo la litispendencia la figura procesal que marca el
inicio de un proceso. (…) La parte demandada alegó en la audiencia preparatoria el
incidente de prejudicialidad, y presentó para acreditar la existencia del proceso
copia de demanda de nulidad con sus anexos y con acuse de recibo de esta
extendido por la Secretaria Receptora y Distribuidora de Demandas de San
Salvador. (…) Sin embargo, la prueba documental producida lleva a concluir que la
demanda en proceso común de nulidad, que sirve de fundamento a la
prejudicialidad alegada, fue presentada el mismo día en que se realizó la audiencia
donde fue alegada la prejudicialidad civil, obviamente no existía en ese momento
pronunciamiento sobre su admisión, y además de la otra documentación
presentada se concluye que a la fecha no existe pronunciamiento sobre la admisión
de la demanda, por lo que aún no existe litispendencia y por lo tanto, tampoco
existe proceso. No obstante, el juez a quo resolvió favorablemente el incidente de
prejudicialidad, sin haber tomado en cuenta que la litispendencia no se había
generado para ese proceso, y por lo tanto no se acreditaba la existencia de este, en
ese sentido, lo procedente era declarar sin lugar el incidente de prejudicialidad.
(…)”.
De tal precedente se desprende una condición adicional a la conexidad que deben
guardar ambos procesos y es el estado en el cual los mismos se encuentren, pues si
la demanda en alguno de ellos no ha sido aún admitida, no puede ser capaz de
producir efectos suspensivos en el proceso que ya se encuentra en curso.

Capacidad para ser parte


Señala el CPCM que la falta de capacidad para ser parte podrá ser apreciada de
oficio por el tribunal en cualquier momento del proceso o podrá ser denunciada
como cuestión incidental. Evidentemente se debe tratar de personas jurídicas,
masas patrimoniales o uniones sin personalidad las que podrían ser sujetas de esta

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denuncia, porque las personas físicas, por el solo hecho de serlo, siempre
ostentarán esa calidad en un proceso, luego de verificada su legitimación.
El artículo 58 del CPCM nos indica en primer lugar quiénes pueden ser parte en un
proceso, mientras que el 59 del mismo Código lo relativo a su capacidad. Señala la
primera disposición que son partes en el proceso el demandante, el demandado y
quienes puedan sufrir los efectos materiales de la cosa juzgada. En los procesos
civiles y mercantiles podrán ser parte: 1.° Las personas físicas; 2.° El concebido no
nacido, para todos los efectos que le sean favorables; 3.° Las personas jurídicas; 4.°
Las masas patrimoniales o los patrimonios separados que carezcan
transitoriamente de titular; y 5.° En calidad de demandadas las uniones y entidades
que, sin haber cumplido los requisitos legalmente establecidos para constituirse en
personas jurídicas, actúen en el tráfico jurídico.
Por otra parte, señala el legislador que podrán intervenir válidamente en el proceso
los que gocen del pleno ejercicio de sus derechos. Los que no se hallen en pleno uso
de sus derechos individuales podrán comparecer por sí mismos siempre que tengan
la debida autorización, asistencia o habilitación que la ley establezca en cada caso.
Por los que no se encuentren en esa situación comparecerán quienes deban suplir
su incapacidad con arreglo a derecho. Por ejemplo, el no nacido puede intervenir
en un proceso como parte representado por su madre. Así se colige de la lectura
del artículo 1 de la Constitución que en lo pertinente dispone que El Salvador
reconoce a la persona humana como el origen y el fin de la actividad del Estado,
que está organizado para la consecución de la justicia, de la seguridad jurídica y del
bien común. Asimismo, reconoce como persona humana a todo ser humano desde
el instante de la concepción. En tal sentido, el concebido no nacido, o nascituri tiene
esta capacidad, pero para todos los efectos que le sean favorables, nunca
desfavorables.
Tal disposición constitucional nos presenta ciertos problemas prácticos en el plano
procesal y la única forma de resolverlos es interpretando sus alcances de la
siguiente manera: 1.° El nascituri solo podrá intervenir en un proceso cuando sea
como demandante nunca como demandado; 2.° En el proceso que se inste por un
nascituri no podrá ejercerse reconvención; 3.° Los efectos de la sentencia que se
dicte en el proceso iniciado por el nascituri estarán condicionados al nacimiento. 4.°
El proceso iniciado por el nascituri terminaría anormalmente si se ve interrumpida
la gestación, porque no habría manera de aplicar la sucesión procesal; y entre otros,
5.° Complejamente se vería afectado el régimen de costas si el nascituri sucumbe.
Otro atípico supuesto que nos reporta el legislador en este apartado es lo relativo

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LECCIONES PROCESALES: UNA REVISTA AL CODIGO PROCESAL Y MERCANTIL

a los entes sin personalidad que pueden ostentar la calidad de parte. Se trata en
primer término de las masas patrimoniales donde podemos encajar perfectamente
a la herencia yacente, o incluso a patrimonios cuyo titular ha sido por disposición
legal privado de su administración, como en la quiebra. Además, también uniones
sin personalidad cuya característica es que diversos sujetos se unen para un fin
lícito, pero no perfeccionan a través del régimen de sociedad o asociación su
nacimiento y conformación. Estas podrían ser demandadas perfectamente,
acreditándole al juez razonablemente su interacción en el tráfico jurídico.

Capacidad procesal
Conforme a lo prevenido con el CPCM la capacidad procesal de las personas físicas
corresponde a todas aquellas que se encuentren en el pleno ejercicio de sus
derechos. Los incapaces deberán intervenir por medio de quien ostente su
representación, atendiendo siempre la postulación preceptiva por medio de
abogado. Esta capacidad difiere de la expuesta en la lección anterior donde se
habilita su tenencia incluso al concebido no nacido en todo aquello que le pueda
resultar favorable.
Al respecto el artículo 60 del CPCM señala que cuando la persona física no se
encuentre en el pleno goce de sus derechos individuales y no hubiere quien la
represente o asista legalmente para comparecer en el proceso, el juez lo
comunicará a la Procuraduría General de la República, que asumirá la
representación de aquella hasta que se produzca el nombramiento de un defensor
judicial. En todo caso, el proceso quedará suspendido mientras no conste la
intervención del representante del Procurador General. Lo mismo hará el juez
cuando el incapaz pretenda demandar a su representante legal, o sea demandado
por este, o cuando advierta la aparición de un conflicto de intereses entre el incapaz
y su representante legal. Esa figura del defensor judicial, empero, no está regulada
tal cual a lo largo del CPCM, cuestión que acarrea un déficit normativo capaz de
restarle eficacia y aplicabilidad a la misma.
En relación con las personas jurídicas señala el artículo 61 del CPCM que tendrán
capacidad procesal las constituidas con los requisitos y condiciones legalmente
establecidos para obtener personalidad jurídica. Asimismo, que comparecerán y
actuarán en el proceso por medio de quien ostente su representación conforme a
la ley.
Finalmente, y de manera atípica, en lo que respecta a la capacidad procesal, el
legislador contempla a los entes y uniones sin personalidad. Señala en el artículo 62

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LECCIONES PROCESALES: UNA REVISTA AL CODIGO PROCESAL Y MERCANTIL

del mismo Código que los entes y uniones sin personalidad comparecerán y
actuarán por medio de quienes aparezcan como sus directores, gestores o
administradores, o de quienes lo sean por disposición legal, o de quienes de hecho
actúen en el tráfico jurídico en su nombre frente a terceros. No podrán denunciar
su falta de capacidad para ser parte cuando tuviere reconocida dicha capacidad en
la relación jurídica material debatida o dentro del proceso, pues sería violentar el
principio de que nadie puede ir contra sus propios actos. Si se desconociera a uno
o más de los integrantes de un ente sin personalidad, se podrán emplazar a todos
ellos en la persona del conocido. Ese desconocimiento al que se refiere el legislador
puede ser en dos sentidos. Uno que sea del paradero; y dos, que sea de la persona
en sí. En cualquier caso, debe aplicarse la norma de manera restrictiva para evitar
posibles violaciones constitucionales.
Para este último efecto pueden resultar útiles las diligencias preliminares a las que
se refieren el artículo 256 ordinal 1.° y 6.° del CPCM en cuya virtud y sin perjuicio de
las que específicamente puedan prever las leyes especiales materiales o procesales,
las diligencias preliminares podrán tener por objeto: 1.° La acreditación de
circunstancias relativas a la capacidad, representación o legitimación del futuro
demandado, sin cuya comprobación no sería posible entrar en el proceso; y, 6.° La
determinación judicial del grupo de afectados en los procesos para la defensa de
los intereses colectivos de consumidores y usuarios. En tales casos, podrá solicitar
del tribunal la adopción de las medidas oportunas para la averiguación sobre los
integrantes del grupo, de acuerdo con las circunstancias del caso y conforme a los
datos suministrados por el solicitante, incluyendo el requerimiento al demandado
para que colabore en dicha determinación.

Legitimación
La legitimación procesal es un concepto vinculado estrechamente con la capacidad,
pero no es lo mismo. Al referirnos a él, evocamos la idea del vínculo ineludible que
debe existir entre el sujeto y el objeto procesal; así como su relación directa con la
parte contraria. Su falta acarrea la improponibilidad de la demanda, ya sea porque
el juez la advierta de oficio al inicio del proceso o de forma sobrevenida, o porque
la denuncie la contraparte al contestar la demanda o in persequendi litis.
Señala el artículo 66 del CPCM que tendrán legitimación para intervenir como parte
en un proceso los titulares de un derecho o un interés legalmente reconocido en
relación con la pretensión. También se reconocerá legitimación a las personas a
quienes la ley permita expresamente actuar en el proceso por derechos e intereses

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LECCIONES PROCESALES: UNA REVISTA AL CODIGO PROCESAL Y MERCANTIL

de los que no son titulares.


Lo anterior supone que los intervinientes estén vinculados con el objeto del proceso
o del debate en cuestión, tanto activa como pasivamente. Constituye un grado
superior al de la capacidad para obrar en la medida que no solo resulta necesaria
esta cualidad -que por definición se obtiene al alcanzar la mayoría de edad- sino
además estar relacionado con el sustrato fáctico en disputa.
Por otra parte, esta legitimación procesal alude a una especial condición o
vinculación de uno o varios sujetos con un objeto litigioso determinado, que les
habilita para comparecer individualmente o junto con otros, con el fin de obtener
una sentencia de fondo. Dicha legitimación determina pues, la relación procesal
entre las partes en virtud de la cual se exige, para que la pretensión de fondo pueda
ser examinada; que los sujetos figuren como partes en el proceso.
Esto es lo que conocemos como legítima contradicción, la cual debe ser evaluada
por el juez in limine litis. También al oponerse alguna resistencia en el ejercicio
efectivo del derecho de defensa, al impugnarse una decisión o interrumpirse la
rebeldía según corresponda. Tratándose del demandante o recurrente hay una
autoatribución de la misma y una consecuente comprobación del juzgador.
Tratándose del demandado se la atribuye quien el derecho le reclama, lo cual
también es examinado por el juez. En cualquier caso, de advertirse su falencia el
proceso no puede continuar y la demanda se deberá declarar improponible.
En síntesis, pues, tal como lo ha sostenido la jurisprudencia reiterada de las Cámaras
de Segunda Instancia, la legitimación procesal es la consideración que hace la ley
dentro de cada proceso respecto de las personas que se hallan en una determinada
relación con el objeto de este. Es necesario, que en toda demanda exista una
legitimación de las partes procesales, lo cual implica que la parte que actúa como
demandante le asista el derecho para hacerlo, como de igual forma, el demandado
sea aquel que se encuentra obligado para con el actor. Aunque disiento de esto
último porque ningún tribunal puede hacer un juicio de valor a priori en relación
con la tenencia o no del derecho, pues ello es justo lo que tendrá que dictaminarse
en sentencia. Basta que haya apariencia de este para darle trámite.
De ahí que nuestros jueces deben ser sumamente cuidadosos cuando hacen el
examen de admisibilidad y proponibilidad de la demanda, ya que podrían llegar a
prejuzgar si proveen un rechazo aduciendo la posible inexistencia del derecho en la
esfera jurídica del demandante, usando como instrumento y argumento la posible

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LECCIONES PROCESALES: UNA REVISTA AL CODIGO PROCESAL Y MERCANTIL

falta de legitimidad.

Postulación preceptiva
En los procesos civiles y mercantiles será preceptiva la comparecencia por medio
de abogado, lo cual significa que se eliminó del ordenamiento procesal salvadoreño
la figura del abogado director, quien estaba facultado para solo firmar los escritos
de las partes, siendo estas quienes directamente intervenían en los mismos.
Aunque también el CPCM prevé casos específicos en los cuales algunos de estos
profesionales no pueden ejercer la procuración, como los sacerdotes, militares
activos, empleados públicos que laboren a tiempo completo, y otros.
Señala el artículo 67 del CPCM que en los procesos civiles y mercantiles será
preceptiva la comparecencia por medio de procurador, nombramiento que habrá
de recaer en un abogado de la República, sin cuyo concurso no se le dará trámite al
proceso. No pueden ejercer la procuración: 1.° Los pastores o sacerdotes de
cualquier culto; 2.° Los militares en servicio activo; 3.° Los funcionarios y empleados
públicos, que laboren a tiempo completo, excepto cuando procuren por la entidad
a que pertenezcan o ejerzan la docencia en la Universidad de El Salvador; 4.° Los
presidentes y demás representantes, inclusive los asesores jurídicos de las
Instituciones de crédito, financieras y organizaciones auxiliares, salvo en asuntos
propios de dichas instituciones; y, 5.° Los abogados que en leyes especiales se les
prohíba la procuración.
Esta procuración preceptiva comporta diversos aspectos que merece la pena traer
a cuento. Uno de ellos por de pronto el más importante, es el costo que representa
para el justiciable embarcarse en un litigio civil y mercantil, frente al carácter
subsidiario con el que interviene el Estado supliendo ese costo a las personas de
escasos recursos.
Entendemos que la finalidad del legislador al regular esto ha sido dotar de un
carácter técnico a la interlocución y sustanciación de un proceso judicial, máxime
cuando el mismo está regido por audiencias donde de manera oral e incontinenti
deben plantearse el o los argumentos que correspondan de acuerdo con la
naturaleza de estas y el derecho que se reclame. Sin embargo, también no es menos
cierto que es obligación del Estado proveerles a las personas que no tienen recursos
suficientes para costearse uno, el auxilio de la Procuraduría General de la República,
tal como lo prevé el artículo 75 del CPCM.
Este auxilio se puede materializar en favor tanto del demandante como del

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LECCIONES PROCESALES: UNA REVISTA AL CODIGO PROCESAL Y MERCANTIL

demandado en momentos y condiciones distintas. Puede ser por ejemplo que una
persona quiera acudir a los tribunales para la tutela de un derecho y por ello se
aboque previamente a la Procuraduría para que se le asigne un abogado que le
represente. En tal caso, seguramente el justiciable deberá esperar la disposición del
recurso humano en la institución estatal, para que la demanda se promueva, sin
perder de vista la posible pérdida de un derecho por prescripción o caducidad. En
el caso de que sea el demandado, una vez reciba la esquela emplazamiento deberá
acudir de inmediato a dicha institución para que se le asigne uno, pues de ser así,
se dispone de plazos muy cortos para contestar la demanda, los cuales oscilan entre
diez y veinte días.

Procuración subsidiada y oficiosa


En tanto que es preceptiva la postulación por medio de abogado en los procesos
civiles y mercantiles, el legislador se ha ocupado de los que carecen de recursos
económicos suficientes, pues en tal caso se prevé que serán representados
gratuitamente por medio de la Procuraduría General de la República, y estarán
exentos de la constitución de los depósitos y consignaciones que pueda establecer
la ley.
Esto es un reto importante para dicha institución, pues debería de disponer de los
suficientes recursos para este efecto, dada su participación protagónica en cientos
de casos más pertenecientes a materias distintas, como la penal, la laboral y la
familiar, que demandan un quehacer voluminoso. Mientras no se consiga ello, la
retardación de justicia será patente y manifiesta, repercutiendo en este caso sobre
el derecho a la protección jurisdiccional de tales personas.
Al respecto, según lo indicaba en el introito de esta lección, el artículo 75 del CPCM
señala que todos los que carezcan de recursos económicos suficientes serán
defendidos y representados gratuitamente en el proceso por medio de la
Procuraduría General de la República, y estarán exentos de la Constitución de los
depósitos y consignaciones que pueda establecer la ley. Esta circunstancia debería
ser probada ante la autoridad respectiva, a través de estudios socioeconómicos.
Por otra parte, en relación a la procuración oficiosa, el artículo 74 del mismo Código
señala que se puede comparecer en nombre de aquel de quien no se tiene
representación judicial, siempre que la persona por la que se comparece se
encuentre impedida de hacerlo por sí misma, estuviera ausente del país, tenga
razones de fundado temor o amenaza, o cuando se trate de una situación de
emergencia o de inminente peligro o haya alguna causa análoga y se desconociera

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LECCIONES PROCESALES: UNA REVISTA AL CODIGO PROCESAL Y MERCANTIL

la existencia de representante con poder suficiente. Cuando la parte contraria lo


pida, el procurador deberá dar garantía suficiente a criterio del juez de que su
gestión será ratificada por el procurado, dentro de los dos meses siguientes a la
comparecencia de aquel. Si no se produce la ratificación, se declarará concluido el
proceso y se podrá condenar al procurador al pago de daños y perjuicios, así como
a las costas, siempre que, a criterio del juez, la intervención oficiosa haya sido
manifiestamente injustificada o temeraria. La ratificación deberá hacerse pura y
simplemente, siendo nula la ratificación parcial o condicional. La ratificación tiene
efectos retroactivos a la fecha de comparecencia del procurador, sin perjuicio del
derecho de terceros. Se presume con carácter absoluto la ratificación de la
procuración cuando el interesado comparezca por sí o debidamente representado
y no rechace expresamente la actuación del procurador.
Esta es una figura atípica por diversas razones. La primera porque deberá
acreditarse ante el juez la excepcionalidad de la representación, es decir, el
impedimento, ausencia, amenaza, emergencia o peligro, caso contrario deberá
rechazarse; la segunda, porque requiere ratificación bajo pena de conclusión
anormal del proceso; y, tercero, porque el legislador pasó por alto que en los
procesos civiles y mercantiles existe la postulación preceptiva por medio de
abogado, lo que impediría la ratificación por si de parte del procurado.

Litisconsorcio
Partes en un proceso siempre son dos, independientemente de la pluralidad de
sujetos que integren cualquiera de los extremos de la relación jurídico procesal.
Pues es justo a esta pluralidad a la que se refiere este concepto. De ahí que se
entiende la conformación de un litisconsorcio cuando haya dos o más sujetos
demandando o siendo demandados, independientemente, en este último caso, de
si comparecen o no a defender sus derechos. Eso sí, los actos procesales del sujeto
personado pueden repercutir sobre los que no, siempre y cuando les beneficien.
El artículo 79 del CPCM señala que el litisconsorcio podrá integrarse con la
intervención del legitimado en cualquier momento del proceso, debiéndosele tener
desde entonces por parte, a todos los efectos, sin retroceder en el curso de las
actuaciones, salvo que no se le hubiera emplazado. De la solicitud de intervención
se dará audiencia a todas las partes personadas por tres días, para que puedan
manifestar lo que a su derecho convenga, decidiendo seguidamente el juez.
Pese a lo previsto en tal disposición, muchas veces esa integración se requiere in
limine bajo pena de rechazar la demanda. Ello dependerá del tipo de litisconsorcio

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LECCIONES PROCESALES: UNA REVISTA AL CODIGO PROCESAL Y MERCANTIL

de que se trate pues si es voluntario y en tanto que depende de la voluntad de las


partes su comparecencia, podría hacerse en cualquier momento del proceso; sin
embargo, tratándose de uno necesario, si deberá quedar integrado
preceptivamente desde que la demanda es admitida, si es activo, o desde que es
contestada, si es pasivo.
Tratándose de esa pluralidad de personas en una misma posición, existen dos
figuras de alto impacto por sus efectos que merecen la pena comentar. Me refiero
a la renuncia y al allanamiento. La primera, de conformidad con el artículo 129 del
CPCM es aquella que puede realizar el demandante a la pretensión procesal
ejercitada o al derecho material en que funde su pretensión. En tal caso, el juez
dictará sentencia absolutoria del demandado, salvo que la renuncia fuese
legalmente improponible, en cuyo caso dictará auto; mandando seguir el proceso.
Esta renuncia debe ser personal, clara, expresa y sin condición alguna, motivo por
el cual si fuesen varios los demandantes la renuncia de uno no tendría porqué
afectar al resto, debiéndose en tal caso continuar con el proceso, intervenga o no
en lo sucesivo el renunciante.
El otro supuesto es el del allanamiento en caso de que la pluralidad de sujetos lo
integre el extremo pasivo de la relación procesal. El artículo 130 del CPCM señala
que el demandado podrá allanarse a todas las pretensiones del demandante,
aceptándolas, en cuyo caso el juez dictará sentencia estimativa de acuerdo con lo
solicitado por este. Cuando el juez entienda que el allanamiento es contrario al
orden público o al interés general, o que se realiza en perjuicio de tercero, o que
encubre un fraude de ley, dictará auto rechazándolo y mandando que el proceso
continúe su curso. Sucede entonces que el allanamiento de un litisconsorte no
puede afectar al resto que quieran litigar sus derechos, debiéndose continuar con
el proceso a fin de que se prueben los extremos de la queja planteada.

Litisconsorcio necesario
Esa pluralidad de sujetos que integran un determinado extremo de la relación
jurídico procesal puede tener el carácter de necesario cuando deban demandar o
ser demandados todos en su conjunto, bajo el apercibimiento que de no hacerlo la
demanda devenga en improponible. Los efectos, por supuesto, de su falta de
integración son distintos, pues si se trata de la parte demandada, el juez in limine o
in persequendi litis, advirtiendo la falta de ello declarará improponible la demanda,
previo un chance que tiene el demandante para integrarlo vía prevención o incluso
antes de la audiencia preparatoria o dentro de ella, según el momento en el cual se

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LECCIONES PROCESALES: UNA REVISTA AL CODIGO PROCESAL Y MERCANTIL

advierta; mientras que tratándose de la parte demandante, denunciado así por el


demandado en su contestación, ese mismo chance no se tiene y si se comprueba el
rechazo se proveerá de inmediato.
El artículo 76 del CPCM señala que, cuando una relación jurídica indivisible
pertenezca a varias personas, de modo que la sentencia extenderá sus efectos a
todas ellas, deberán demandar o ser demandadas de forma conjunta. En estos
casos los actos de disposición sobre la pretensión solo serán válidos si se realizan
por todos los litisconsortes. Los actos procesales del litisconsorte activo afectan a
los inactivos en la medida en que los beneficien.
En el proceso común este vicio puede advertirse en diversos momentos, aunque se
resuelven de la misma manera. Por ejemplo, puede ser alegado por el demandado
en su contestación y ser conocido el vicio en la función saneadora de la audiencia
preparatoria. Al respecto, el artículo 301 del CPCM señala que, si el defecto se
refiriera a la falta del debido litisconsorcio, podrá el demandante en la audiencia,
presentar un escrito dirigiendo la demanda a los sujetos que no fueron traídos al
proceso, en cuyo caso el juez, si estima la falta de litisconsorcio, ordenará emplazar
a los nuevos demandados para que contesten a la demanda, con suspensión de la
audiencia.
Lo anterior presupone que haya anuencia del demandante en relación con el
defecto planteado y presente nueva demanda, provocando ello dos cosas: que se
deba emplazar a los litisconsortes concediéndoles el plazo de los veinte días; y, que
se suspenda la audiencia en curso. Esta es atípicamente una suspensión, pues más
bien podría tratarse de una interrupción, sin embargo, la audiencia ulteriormente
deberá instalarse desde su inicio ya que el componente subjetivo estará entonces
plenamente integrado.
Pero puede ocurrir que el demandante se opusiere a la alegación de falta de
litisconsorcio presentada por el demandado. En tal caso si el juez estima que existe
tal defecto, concederá al demandante un plazo de diez días para constituirlo, y
mandará emplazar a los nuevos demandados, quedando en suspenso la audiencia.
Si el demandante no presentara la demanda contra los nuevos demandados, se
pondrá fin al proceso y se archivaran las actuaciones. Es decir, se declarará
improponible la demanda sin más.
También el legislador le da la potestad al juez, en caso de no considerarse
plenamente informado sobre la cuestión, para que resuelva en un plazo
determinado sobre la presunta existencia o no de litisconsorcio pasivo necesario.
Indica que, cuando el caso entrañe una especial dificultad, el juez podrá resolver la

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cuestión dentro de los cinco días posteriores a la audiencia, debiéndose continuar


esta para dar cumplimiento a sus otras finalidades.
Sobre esta integración y su necesidad, véase también la sentencia dictada en
casación por la Sala de lo Civil de la Corte Suprema de Justicia, Ref. 105-2001 de
fecha veintiuno de septiembre de dos mil uno, a través de la cual se dijo que cuando
no se constituye adecuadamente el litisconsorcio, de acuerdo a las normas
procesales, lo que ocurriría es que la parte no se integró completamente y haría
que terminadas las distintas etapas del juicio, se presentara una situación anómala,
por haber sido defectuosamente tramitado; lo anterior acarrea, como es natural, la
ineficacia del proceso, pues el juzgador no puede resolver sobre el fondo y sobre la
procedencia o no de lo solicitado por el actor.

Litisconsorcio voluntario
La pluralidad de sujetos que integran un determinado extremo de la relación
jurídico procesal puede tener el carácter de voluntario cuando no sea preciso o
necesario demandar o ser demandados todos en su conjunto. Ocurre, cuando la
tenencia del derecho permite que no sea preceptiva esa comparecencia conjunta.
En tal caso sus actuaciones son independientes y no afectan ni benefician al resto.
Ejemplo típico y local de esto, pasivamente, sucede con las obligaciones solidarias
donde los deudores pueden ser demandados todos en su conjunto o incluso
cualquiera de ellos de forma independiente y no se afecta la pretensión instada.
Activamente ocurriría con precisión cuando exista una acumulación subjetiva de
pretensiones, es decir, cuando haya varios objetos vinculados a varios sujetos,
litigando en conjunto y promoviendo una sola demanda que reporte una sola
sentencia.
El artículo 80 del CPCM señala que, podrán comparecer en el proceso varias
personas, como demandantes o como demandados, cuando las pretensiones que
se ejerciten provengan de un mismo título o causa de pedir, estándose a las reglas
sobre acumulación de pretensiones. En este caso los litisconsortes serán
considerados como sujetos independientes. Los actos de cada uno de ellos no
favorecen ni perjudican a los demás, sin que por ello se afecte la unidad del proceso.
Esta pluralidad de sujetos es conocida también en la jerga procesal como
litisconsorcio simple o facultativo y puede ser también activo o pasivo según la
posición que ostenten los sujetos, aunque aquí se pueden presentar distintas
modalidades. La primera de ellas es que varios sujetos decidan demandar en
conjunto la tutela de un derecho, cuyas pretensiones provienen de la misma causa

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LECCIONES PROCESALES: UNA REVISTA AL CODIGO PROCESAL Y MERCANTIL

petendi. Como por ejemplo los vecinos, cada uno titular de su predio, solicitando la
constitución de una servidumbre de paso. En este caso el juez deberá examinar que
se cumplan las condiciones para dicha acumulación, esto es, la necesaria
competencia del juez para conocer de todas las pretensiones, de acuerdo con los
diversos criterios distributivos, que todas ellas se ventilen por la misma vía procesal
que se insta y además que provengan de un mismo título o causa de pedir.
Otro supuesto es que se trate de varios sujetos contra varios sujetos, o que se trate
de un sujeto contra varios sujetos. De ser siempre voluntario en ningún caso podrá
el juez hacer un examen más allá de los requisitos que el legislador impone para las
acumulaciones de pretensiones, si fuese activo, o el nexo que ampare la
convergencia del derecho y posibles alcances de la sentencia, si fuese pasivo. A este
respecto y debido al ejemplo de la solidaridad que señalé en el introito de esta
lección, el artículo 1382 del Código Civil prevé que, cuando se ha contraído por
muchas personas o para con muchas, la obligación de una cosa divisible, cada uno
de los deudores, en el primer caso, es obligado solamente a su parte o cuota en la
deuda, y cada uno de los acreedores, en el segundo, solo tiene derecho para
demandar su parte o cuota en el crédito. Pero en virtud de la convención, del
testamento o de la ley, puede exigirse a cada uno de los deudores o por cada uno
de los acreedores el total de la deuda, y entonces la obligación es solidaria o in
sólidum. Asimismo, el artículo 1385 del mismo Código el cual señala que el acreedor
podrá dirigirse contra todos los deudores solidarios conjuntamente, o contra
cualquiera de ellos a su arbitrio, sin que por este puede oponérsele el beneficio de
división.
Otro ejemplo ilustrativo lo extraemos del artículo 947 del Código Civil donde,
refiriéndose a las acciones posesorias, señala que, siempre que haya de prohibirse,
destruirse o enmendarse una obra perteneciente a muchos, puede intentarse la
denuncia o querella contra todos juntos o contra cualquiera de ellos; pero la
indemnización a que por los daños recibidos hubiere lugar, se repartirá entre todos
por igual, sin perjuicio de que los gravados con esta indemnización la dividan entre
sí a prorrata de la parte que tenga cada uno en la obra.
También en este caso se prevé una regla especial de procuración. Señala el artículo
85 del CPCM que fuera del caso establecido en el artículo 80 del mismo código,
cuando la posición de parte sea ocupada por una pluralidad de sujetos, se exigirá
una representación común cuando hagan uso de las mismas alegaciones o

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LECCIONES PROCESALES: UNA REVISTA AL CODIGO PROCESAL Y MERCANTIL

excepciones, salvo que se le pudiera causar indefensión a alguno de ellos.

Litisconsorcio coadyuvante
El mal llamado tercero coadyuvante en la doctrina procesal clásica, en realidad
nunca lo ha sido. No es un tercero porque no es ajeno a la relación jurídico procesal
de la que se está conociendo sino más bien una persona que se adhiere a alguno de
los extremos de esta, dado que se verá alcanzado positiva o negativamente de los
efectos que discurran de la sentencia que se dicte. De ahí que lejos de ser un tercero
sea un coadyuvante que pasa, en tanto que pluraliza el extremo, a ser un típico
litisconsorte.
Tan cierto es lo dicho que el artículo 82 del CPCM señala que, si fuera admitida la
intervención, no se retrocederá en el curso de las actuaciones y el coadyuvante se
incorporará al proceso en el estado en que se halle al momento de su intervención.
El coadyuvante limitará su actuación procesal a la defensa de su posición, y se le
permitirán las alegaciones necesarias para su defensa, que no hubiere podido
presentar por corresponder a momentos anteriores a su admisión en el proceso,
sin que ello afecte el objeto del proceso, ni la obligación jurídica de congruencia. De
estas alegaciones se dará audiencia, en todo caso, a las otras partes, por el plazo de
tres días. Se le reconocerá al coadyuvante el derecho a recurrir la sentencia, pero
en ningún caso podrá actuar en contra de la parte a la que ayuda, ni realizar actos
de disposición del derecho de esta.
El ejemplo más claro en relación con esa posible coadyuvancia lo encontramos en
el proceso de inquilinato donde se faculta a los subarrendatarios para poder
intervenir en el proceso en defensa de los derechos del arrendatario. El artículo 484
del CPCM señala que, el subarrendatario podrá intervenir en el proceso como
coadyuvante del demandado, y para ello deberá acompañar el contrato que lo
acredite como tal, siempre que el subarrendamiento hubiese sido autorizado por el
arrendador. Los subarrendatarios no tendrán más derechos que los que la ley
concede al inquilino y la sentencia que se dicte contra este les afectará, aunque no
hayan intervenido en el proceso.
De lo dicho colegimos que el juez siempre debe examinar el vínculo fáctico y jurídico
que existe entre el sujeto primitivamente interviniente y el que pretende
coadyuvar. Asimismo, que la sentencia por dictarse en el proceso puede alcanzar
con sus efectos, del mismo modo, la esfera jurídica de ambos, naciéndoles en

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consecuencia su derecho a recurrir de la misma.


Otra disposición en la que se hace referencia a esta posibilidad en su dimensión
negativa es el artículo 247 del CPCM al prever que no podrá intentarse la
conciliación respecto de las materias que den origen a: 1.° Los procesos en que
estén interesados el Estado y las demás administraciones públicas; así como
corporaciones o instituciones de igual naturaleza. También quedan exceptuados
aquellos procesos en los que, siendo parte el Estado, intervengan junto a este,
personas privadas, como parte principal o coadyuvante.

Litisconsorcio coadyuvante. Intervención


El coadyuvante puede intervenir en cualquier estado del proceso, sin hacerlo
retroceder. Señala el CPCM que mientras un proceso se encuentre pendiente,
podrá ser admitido como coadyuvante del demandante o del demandado quien
acredite tener interés directo y legítimo en el resultado del proceso, y siempre que
dicho interés guarde relación de subordinación o dependencia con el objeto
principal en litigio.
Lo relevante de esto es que la resolución que admite la intervención no es
susceptible de recurso, empero la que la deniega si admite apelación. Esta es una
de las pocas excepciones en las cuales se franquea este recurso para un auto simple,
de conformidad con los artículos 503 y 508 del CPCM.
A ello se refiere el artículo 81 inciso 2.° del CPCM el señalar que, si la solicitud de
intervención no se hubiera denegado de plano, el juez dará audiencia de ella a todas
las partes personadas, por tres días, sin suspender el curso del proceso, para que
puedan manifestar lo que a su derecho convenga; y el juez decidirá seguidamente.
La resolución que admita la intervención no es susceptible de recurso; la que la
deniegue puede recurrirse en apelación, que será admitida en un solo efecto.
A la vista de lo dicho por el legislador me parece perfecto el franqueamiento del
recurso de apelación en contra de la negativa del juez, pues de no ser fundada
violaría manifiestamente el derecho de acceso a la tutela del coadyuvante, ya que,
lo hemos dicho, los efectos que discurra la sentencia, probablemente negativos,
serán capaz de alcanzarle. Esto es igual a lo que podría ocurrirle a un demandante
a quien se le declare indebidamente improponible su demanda, violándosele en
consecuencia el artículo 1 del CPCM. Solo que en este caso el espectro de
posibilidades es mucho más amplio porque puede tratarse de un coadyuvante

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LECCIONES PROCESALES: UNA REVISTA AL CODIGO PROCESAL Y MERCANTIL

activo o pasivo.
Lo otro que quiero destacar, porque en su contexto resulta ininteligible, es el efecto
en el que se admite el recurso. ¿Hemos pensado a qué se refiere el legislador al
decir que puede recurrirse en apelación, ¿que será admitida en un solo efecto? Pues
si lo interpretamos a la luz de las disposiciones del mismo Código imposible que
encontremos la respuesta, pues el artículo 509 del CPCM hace referencia a un solo
efecto que produce la interposición de este recurso y es el suspensivo.
Y aunque ello parezca inverosímil, la respuesta la encontramos tanto en la doctrina
como en la regulación que sobre el recurso hacen otros ordenamientos e incluso en
el parcialmente derogado Código de Procedimientos Civiles salvadoreño. Resulta
que en antaño, dos eran los efectos que se decía, producía la interposición del
recurso de apelación: el devolutivo y el suspensivo. Y cuando el legislador decía que
se admitía tan solo en un efecto, se refería al devolutivo, que formalmente ya no
está reglado, lo que implicaba que no se suspendía la actividad judicial, o incluso, si
se trataba de una sentencia, se ejecutaba sin más. Algo muy similar a lo que ahora
ocurre con la ejecución provisional de las sentencias condenatorias.
Lo anterior significa que el legislador lo que ha querido decir con dicha expresión es
que no obstante la apelación que el coadyuvante interponga, no se suspenderá le
proceso, el cual continuará su curso.

Litisconsorcio. Intervención provocada


La intervención provocada se deriva de la potestad que tiene tanto el demandante
como el demandado de solicitarle al juez que ponga en conocimiento de un tercero
la existencia del proceso para que, sin tener la calidad de parte pueda intervenir
dado su carácter o vínculo con el objeto del proceso. De ahí que a mi juicio, esta
intervención más parece que forma parte del material probatorio del que se valen
las partes para probar sus extremos y no de la conformación subjetiva de la
pretensión o resistencia esgrimida en el proceso.
La denuncia puede ser activa o pasiva, según a quien corresponda hacerlo. Si fuese
el demandante, indica el artículo 83 del CPCM que, en caso de que la ley permita
que el demandante llame a un tercero para que intervenga en el proceso sin la
calidad de demandado, por tener vínculo, obligación o responsabilidad respecto del
objeto del proceso, la solicitud de intervención deberá realizarse en la demanda,
salvo que la ley disponga expresamente otra cosa. Admitida por el tribunal la
entrada en el proceso del tercero, este dispondrá de las mismas facultades de

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actuación que la ley concede a las partes.


Activamente encontramos de manera limitada algunos casos que evidencian esta
posibilidad. En el caso de la demanda de tercería pago, por ejemplo, la cual debe
dirigirse en contra del ejecutante, a cuyo fin se le notificará la demanda, dándole
audiencia de esta, de conformidad con el artículo 644 del CPCM, mediante la cual
es posible pedir la intervención del ejecutado. Otro ejemplo lo encontramos en el
caso del artículo 669 del mismo Código donde se señala que el tribunal comunicará
la existencia de la ejecución a los titulares de derechos inscritos con posterioridad
al del ejecutante, si su domicilio consta en el registro. Los demás titulares de
derechos posteriores no serán notificados, pero podrán intervenir en la ejecución
si acreditan la inscripción registral, a petición del ejecutante y para la salvaguarda
de sus derechos.
En la fase de cognición y no de ejecución del proceso, encontramos otro ejemplo
en las acciones posesorias. El artículo 923 del Código Civil señala que el
usufructuario, el usuario, y el que tiene derecho de habitación, son hábiles para
ejercer por sí las acciones y excepciones posesorias, dirigidas a conservar o
recuperar el goce de sus respectivos derechos, aun contra el propietario mismo. El
propietario es obligado a auxiliarlos contra todo turbador o usurpador extraño,
siendo requerido al efecto. El demandante entonces en un proceso posesorio
puede pedir la intervención provocada del propietario, sin que se entienda
demandado.
Si en cambio fuese pasiva, el artículo 84 del CPCM señala que cuando la ley permita
al demandado llamar a un tercero para que intervenga en el proceso, por tener
vínculo, obligación o responsabilidad respecto del objeto del proceso, solicitará del
juez, dentro del plazo concedido para contestar a la demanda, que se notifique al
tercero la pendencia del proceso, quedando entretanto en suspenso el plazo
concedido para la contestación.
De la solicitud de intervención presentada por el demandado se dará audiencia al
demandante por tres días y se resolverá lo procedente. Si se acuerda la notificación,
se emplazará al tercero para contestar a la demanda en la misma forma y en
idénticos términos a los establecidos para el emplazamiento del demandado. Si,
comparecido el tercero, el demandado considerare que su litigar en el proceso debe
ser ocupado por aquel, se procederá conforme a lo dispuesto para la sucesión
procesal. Desestimada la solicitud de intervención, contestada la demanda por el
tercero o transcurrido el plazo para ello, el demandado deberá contestar a la

69
LECCIONES PROCESALES: UNA REVISTA AL CODIGO PROCESAL Y MERCANTIL

demanda en el plazo que le hubiera restado.


Este segundo caso resulta ser más frecuente que el anterior y de ahí que el
legislador le da un tratamiento prolijo, pudiendo ocurrir incluso una suerte de
sucesión procesal. El ejemplo típico de esta intervención provocada la encontramos
en el artículo 1645 del Código Civil. Señala esta disposición que el comprador a
quien se demanda la cosa vendida, por causa anterior a la venta, deberá citar
judicialmente al vendedor para que comparezca a defenderla. Esta citación se hará
antes de la contestación de la demanda. Si el comprador omitiere citarle y fuere
evicta la cosa, el vendedor no será obligado al saneamiento; y si el vendedor citado
no compareciere a defender la cosa vendida, será responsable de la evicción; a
menos que el comprador haya dejado de oponer alguna defensa o excepción suya,
y por ello fuere evicta la cosa.
Si el vendedor comparece, indica el legislador a continuación, se seguirá contra él
solo la demanda; pero el comprador podrá siempre intervenir en el juicio para la
conservación de sus derechos.

Sucesión procesal
Señala el CPCM que cuando por causa de muerte se transmita lo que sea objeto del
proceso, la persona o personas que sucedan al causante podrán continuar
ocupando su misma posición procesal, a todos los efectos. Existe por supuesto un
procedimiento al que se debe atender, demostrándole al juez dicho fallecimiento,
así como la titularidad del derecho a sucederle. Se dispone entonces del proceso,
en el estado en el que se encuentre, bajo el apercibimiento también que de ser
admitido como sucesor y no comparecer, el proceso continuará en rebeldía.
Esta sucesión la regula el artículo 86 del CPCM el cual prevé que cuando por causa
de muerte se transmita lo que sea objeto del proceso, la persona o personas que
sucedan al causante podrán continuar ocupando su misma posición procesal, a
todos los efectos. Cuando conste en el proceso la defunción de una de las partes se
seguirá el procedimiento, según el caso, de conformidad con lo siguiente: 1.°
Comunicada la defunción de cualquiera de las partes por quien deba sucederle, se
suspenderá el proceso, previa audiencia a la contraria por el plazo de cinco días. 2.°
Cuando conste en el proceso la defunción de una parte y el inicio de diligencias de
aceptación de herencia por quien deba sucederle, y este no se personare en el
proceso estando habilitado como representante de la sucesión, se permitirá a la
contraria, pedir con identificación de los sucesores de su domicilio o residencia, que
se les notifique la existencia del proceso, emplazándoles para comparecer en el

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LECCIONES PROCESALES: UNA REVISTA AL CODIGO PROCESAL Y MERCANTIL

plazo de diez días. Acordada y verificada la notificación del plazo señalado, se


suspenderá el proceso hasta que comparezcan los sucesores o finalice el plazo
concedido; y, 3.° Si hubiesen pasado quince días después del fallecimiento de una
de las partes sin que se presente persona alguna a aceptar la herencia y el juez no
fuere competente para el conocimiento de esas diligencias, comunicará tal
situación al juez de lo civil competente, para que este proceda de conformidad con
el artículo 1164 del Código Civil.
En todo caso, señala el artículo 87 del CPCM, cuando los sucesores del demandado
no comparezcan se les declarará en rebeldía y el proceso seguirá su curso. Cuando
la falta de personación de los sucesores se debiese a que no quisieran comparecer,
se entenderá que la parte demandante renuncia a la pretensión ejercitada.
Estas son las distintas posibilidades que pudieren ocurrir, así como sus efectos, en
caso de que la sucesión sea por causa de muerte, sin embargo, puede ocurrir por
otros motivos. El primero de ellos cuando se haya transmitido o cedido lo que sea
objeto de un proceso. De ser este, el adquirente podrá solicitar, acreditando la
transmisión, que se le tenga como parte en la posición que ocupaba el transmitente,
sucediéndole en el proceso. El juez escucha a la parte contraria y con su anuencia o
renuncia, resuelve lo que corresponda; y, si la decisión fuere en el sentido de
aceptar la sucesión procesal, el sucesor quedará sujeto a las mismas alegaciones
que podrían haberse ejercitado en contra de su antecesor, así como a las nuevas
que pudieran ejercitarse en su contra.
El segundo supuesto de sucesión procesal que no es por causa de muerte lo regula
el artículo 89 del CPCM el cual señala que, en caso de disolución de una persona
jurídica, no se dará por concluido el proceso de liquidación hasta que no finalicen
por sentencia firme todos los procesos que tuviera pendientes, quedando a salvo
siempre los actos de disposición de los bienes sociales, siempre que ello no pueda
volver nugatorio el efecto de la sentencia, a juicio prudencia del Juez. El Tribunal
ante el que se ventile el proceso correspondiente enviará, a la brevedad posible,
oficio al Registro de Comercio, a efecto de que no se inscriba ninguna escritura de
liquidación.

Pretensión procesal
Entendemos por pretensión procesal aquella declaración de voluntad que formula
el justiciable en los estrados judiciales, como acto y de manera concreta,
procurando la tutela de un derecho propio o ajeno. Descansa, al decir de Jaime

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LECCIONES PROCESALES: UNA REVISTA AL CODIGO PROCESAL Y MERCANTIL

Guasp, en una base sociológica y en una base normativa. La sociológica se produce


como consecuencia de la inconformidad del justiciable en sus relaciones
interpersonales, que le impulsa instintivamente hacia los tribunales; mientras que
la normativa se produce justo cuando esa inconformidad es judicializada.
La pretensión está compuesta por una serie de elementos que determinan su
contenido sustancial. Tales elementos son: el sujeto, objeto y actividad. Así lo ha
reconocido la Sala de lo Constitucional de la Corte Suprema de Justicia quien en el
auto de improcedencia dictado en el proceso de amparo, Ref. 46-2000 del dieciséis
de febrero de dos mil, externó que la pretensión es el medio de materialización del
derecho de acción, es decir, la declaración de voluntad dirigida ante un tribunal y
frente a un sujeto distinto del autor de la declaración, sobre un determinado bien
jurídico, reclamándolo con fundamento en hechos concretos -sustrato fáctico- y
disposiciones legales específicas -fundamento jurídico-. En cuanto a la estructura
de la pretensión, se afirma que en esta se encuentran presentes los tres grupos de
elementos clásicos que integran cualquier institución jurídica: el elemento objetivo,
el elemento subjetivo y el elemento causal.
En cuanto a los sujetos, intervienen, de un lado, el órgano jurisdiccional y, de otro, las
partes. En estas se distingue el titular activo y el titular pasivo. Adicionalmente, la
pretensión ha de contener el objeto sobre el cual recae. Tal objeto es, en todo caso,
un ente transpersonal, un bien de la vida que, por tal circunstancia, es el bien litigioso.
En el CPCM las pretensiones pueden dar lugar al inicio de un proceso común o
abreviado, según la queja que se formule, tanto en su dimensión cualitativa como
cuantitativa, esto es, según lo haya regulado el legislador en los artículos 240 y 241
del citado Código o si las mismas son cuantificables en dinero y superen o no los
veinticinco mil colones o su equivalente en dólares de los Estados Unidos de América.
También se prevé una serie de pretensiones especiales, como la posesoria, cuya
promoción da lugar a la tutela de ese derecho en juego y para lo cual se acude a la
regulación que al efecto realiza el Código Civil; las de inquilinato, cuya promoción da
lugar a la tutela derivada del posible incumplimiento de un contrato de
arrendamiento; las ejecutivas, cuya promoción se insta a partir de la tenencia de un
título que tiene fuerza ejecutiva; y, las monitorias, que difieren de las restantes por la
simplicidad de su regulación. De hecho, a estas últimas el legislador ni siquiera les
atribuye el mismo carácter que a las demás, llamándoles solicitudes monitorias. Véase
en este sentido el contenido normativo del artículo 491 del CPCM donde se prevé que
el proceso monitorio se iniciará con la presentación de una solicitud en la que se
dará conocimiento de la identidad y domicilio del deudor, del domicilio del

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LECCIONES PROCESALES: UNA REVISTA AL CODIGO PROCESAL Y MERCANTIL

acreedor, así como del origen y cuantía de la deuda, debiéndose acompañar el


documento en que conste aquella.

Pretensión procesal. Clases


Señala el CPCM que las personas podrán pretender de los tribunales de justicia la
mera declaración de la existencia o alcance de un derecho, obligación o cualquier
otra situación jurídica; la declaración de condena al cumplimiento de una
determinada prestación; así como la constitución, modificación o extinción de actos
o situaciones jurídicas. Esta es la típica, clásica y teórica clasificación que desde
antaño se ha hecho de las pretensiones, en el sentido que las mismas pueden ser
declarativas, constituidas y de condena; sin embargo, modernamente se va más allá
incluyendo las pretensiones cautelares y las pretensiones de ejecución, a las cuales
no con plena independencia se refiere el legislador.
Las pretensiones declarativas son aquellas a través de las cuales se requiere del juez
que se pronuncie y declare una situación jurídica con efectos generales o incluso los
alcances de un derecho, como por ejemplo la pretensión a través de la cual se
requiere que se declare terminado un contrato, o aquella que pretende se declare
la existencia de una obligación, cualquiera que sea la prestación. De ahí que aún y
cuando al proceso común y al proceso abreviado se les denomine como
declarativos, no podemos afirmar que sirvan solo para la tutela de estas
pretensiones, sino que los mismos, en tanto opciones generales de disposición,
pueden ser utilizados para la tutela de otras pretensiones como las que menciono
en esta lección, según corresponda.
Las pretensiones constitutivas son justo esas en cuya virtud es posible la
constitución, modificación o extinción de actos o situaciones jurídicas. Por ejemplo,
en el Derecho Civil y Mercantil las que pretenden la declaratoria de nulidad de un
instrumento público o de una sociedad; la reivindicación de un bien; las relativas a
la disolución y liquidación judicial de una sociedad; u otras semejantes.
Las pretensiones de condena son aquellas que tienen como finalidad la restitución
de un derecho conculcado, cuando el daño es o ha sido irreparable y se debe
adoptar una medida sustitutiva a través de una sentencia judicial. Típicamente es
un proceso represivo, que encaja a la perfección en el ámbito del derecho penal,
aunque en el Derecho Civil y Mercantil identificamos las indemnizatorias.
Las pretensiones cautelares, que no se reconocen con sustantividad propia en el
ordenamiento salvadoreño, son aquellas que se instan para salvaguardar un

73
LECCIONES PROCESALES: UNA REVISTA AL CODIGO PROCESAL Y MERCANTIL

derecho y las cuales debido a su carácter instrumental dependen de un proceso


principal. En el CPCM se prevé el derecho del justiciable para su promoción incluso
antes de promoverse el proceso principal, cumpliéndose con algunos requisitos que
están regulados a partir del artículo 431 del citado Código.
Las pretensiones de ejecución son justo a las que se refiere el artículo 553 del CPCM
donde se establece su plazo de prescripción luego de haber quedado firme ya sea
la sentencia o resolución, el acuerdo o transacción judicial aprobado y homologado,
o del laudo arbitral cuyo cumplimiento se pretenda, siguiéndose para ello los
trámites que establece el libro quinto del citado Código. Técnicamente estas no
deberían de ser consideradas como pretensiones con sustantividad propia porque
dependen de una cognición que les ha precedido, tratándose más bien de la
continuidad de una queja hacia su segunda fase, sin embargo, en la práctica judicial,
se presenta en los tribunales en forma de demanda.

Pretensión procesal. Elementos


La pretensión a diferencia de la demanda, en tanto que anida la causa de pedir, esto
es, el derecho en sí o el bien de la vida que se reclama en los tribunales; está
compuesta de, por lo menos tres elementos: el sujeto, el objeto y la causa. En el
primero identificamos al legitimado activamente y al legitimado pasivamente, esto
es, las partes que siempre son dos, sin importar el número de sujetos que integren
cada extremo; en el segundo, identificamos el bien de la vida o derecho que se
reclama; y, en el tercero, el título o motivo que franquea la verosimilitud de la tutela
que se busca.
En relación con el elemento subjetivo deben identificarse tres aspectos
fundamentales: la capacidad de ser parte, la capacidad procesal y la legitimación.
Los tres son evaluados por el juez cuando se le presenta una demanda. En primer
lugar, que la persona tenga la aptitud necesaria para acudir y pedir la tutela del
derecho; en segundo lugar, que teniendo dicha aptitud cumpla a su vez los
requisitos mínimos que impone el legislador para pedir por si la protección
jurisdiccional; y, en tercer lugar, que teniendo aquella aptitud y además el derecho
de reclamar por si, el sujeto esté vinculado con el objeto que se pretende y a su vez
ese vínculo sea extensivo respecto del sujeto de quien se pretende.
En relación con el objeto, se requiere que el mismo sea lícito, posible y juzgable.
Ello significa que el juez también examinará que el bien de la vida o cosa que se
reclama forme parte del ordenamiento jurídico. El artículo 1335 del Código Civil, a
este efecto señala que hay objeto ilícito en la enajenación: 1.° De las cosas que no

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LECCIONES PROCESALES: UNA REVISTA AL CODIGO PROCESAL Y MERCANTIL

están en el comercio; 2.° De los derechos o privilegios que no pueden transferirse a


otra persona; 3.° Lo hay también en la enajenación de las cosas embargadas por
decreto judicial, o cuya propiedad se litiga, a menos que preceda autorización
judicial o el consentimiento de las partes; pero aun sin estas condiciones, no podrá
alegarse lo ilícito del objeto contra terceros de buena fe, tratándose de bienes
raíces, si la litis o el embargo no se hubieren anotado con anterioridad a la
enajenación.
También, el artículo 1337 del mismo Código establece que hay objeto ilícito en las
deudas contraídas en juegos de azar, en la venta de libros cuya circulación es
prohibida por autoridad competente, de láminas, pinturas y estatuas obscenas, y
de impresos condenados como abusivos de la libertad de la prensa; y generalmente
en todo contrato prohibido por las leyes. De este modo, cualquier pretensión que
anide un reclamo en tal sentido, podrá ser declarada improponible por el juzgador
in limine.
En lo que atañe a la causa, el artículo 91 del CPCM señala que, con carácter general,
la causa de pedir la constituirá el conjunto de hechos de carácter jurídico que sirvan
para fundamentar la pretensión, ya sea identificándola, ya sea dirigiéndose a su
estimación. En los casos en los que la pretensión se apoye en un título jurídico o
causa legal, será esta la que constituya la causa de pedir.
Sobre esta causa y su concreción en la demanda, el legislador contempla una
excepción al prever que los hechos, títulos o causas nuevas o de nuevo
conocimiento que puedan afectar la delimitación de la pretensión podrán
incorporarse al proceso hasta la finalización de la audiencia preparatoria, lo cual
significa que deberá probársele al juez, en ese estado, dos cosas: una, que existen
nuevos hechos o que ya existían; pero no se conocían y, dos, que ellos afectan la
delimitación de la queja. Caso contrario, es decir, de no probarse estos dos
extremos, el juez deberá rechazar esa incorporación, pues supondría una
modificación de la demanda lo cual; si bien es una posibilidad, habría precluido el
derecho de hacerlo.

Pretensión procesal. Acumulación


La acumulación de pretensiones puede ser objetiva, subjetiva, eventual o
adherente. La objetiva supone la formulación de varias reclamaciones contra un
mismo sujeto, en una misma demanda, con tal que no sean incompatibles entre sí;
la subjetiva, se configura a partir de los reclamos que se tengan contra varios, o
varios contra uno; la eventual, cuando se reúnen en una misma demanda varias

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LECCIONES PROCESALES: UNA REVISTA AL CODIGO PROCESAL Y MERCANTIL

quejas, incompatibles entre sí, de suerte que una se reputa principal y las restantes
solo se conocen en caso de que esta sea rechazada; y, la adherente, ocurre cuando
se reúnen varias pretensiones, compatibles entre sí, pero donde una se reputa
principal y solo en el caso de que sea estimada se da paso al conocimiento de las
restantes.
Un ejemplo de la primera, siguiendo nuestra práctica jurídica, es la que se deriva de
la condición resolutoria tácita que regula el artículo 1360 del Código Civil. Conforme
a esta disposición en los contratos bilaterales va envuelta la condición resolutoria
de no cumplirse por uno de los contratantes lo pactado. Pero en tal caso podrá el
otro contratante pedir a su arbitrio o la resolución o el cumplimiento del contrato,
con indemnización de perjuicios en uno u otro caso. Ello supone que se podría
presentar demanda pidiendo la terminación de un contrato por mora, o incluso su
cumplimiento, más la indemnización por los daños y perjuicios que ello causó. Se
reúnen así dos pretensiones que eventualmente pudieran tramitarse por separado,
ya que una y otra gozan de sustantividad propia.
En relación con el segundo tipo, se trata de pretensiones instadas por varios o
contra varios, formando un claro litisconsorcio, cuando sus derechos dependen de
una misma causa. Lo decía en otra lección, un ejemplo de ello puede ser el de los
vecinos, cada uno titular de su predio, solicitando la constitución de una
servidumbre de paso. En este caso el juez deberá examinar que se cumplan las
condiciones necesarias para dicha acumulación, esto es, la necesaria competencia
del juez para conocer de todas las pretensiones, de acuerdo con los diversos
criterios distributivos de la misma; que todas ellas se ventilen por la misma vía
procesal que se insta; y, además, que provengan de un mismo título o causa de
pedir.
Sobre el tercer tipo de acumulación, una pretensión se reputa principal y solo si se
rechaza es posible que sujeto al principio de eventualidad se pase a conocer de otra.
Por ejemplo, la pretensión por la que se requiere la nulidad de una sociedad, por
objeto ilícito, tal como lo prevé el artículo 343 del Código de Comercio, a la que se
acumula eventualmente la de disolución y liquidación derivada de lo previsto en el
artículo 349 del mismo código.
Finalmente, el cuarto tipo de acumulación al que he denominado adherente ocurre
cuando existe una pretensión principal y solo de admitirse la misma es posible
conocerse sobre las demás. Es decir, la suerte de las acumuladas depende de la
admisión de la principal. Por ejemplo, una pretensión de nulidad de un instrumento
que acredite el dominio de un bien inmueble, seguido de su reivindicación.

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LECCIONES PROCESALES: UNA REVISTA AL CODIGO PROCESAL Y MERCANTIL

Obviamente, esa reivindicación solo podría acaecer si se estima que el instrumento


es nulo.

Pretensión procesal. Control


Cuando el juez recibe una demanda, realiza dos juicios de valor en relación con su
contenido: el juicio de admisibilidad y el juicio de proponibilidad. El primero está
orientado hacia el examen del cumplimiento de los requisitos formales de la
demanda, mientras que el segundo, hacia el cumplimiento de los requisitos
materiales. Estos últimos, pertenecen al contenido esencial de la pretensión y en su
virtud entonces se examina la capacidad y legitimación de las partes, así como el
objeto y la causa que se invoca y evoca al pretenderse la tutela.
Señala el artículo 277 del CPCM que, si una vez presentada la demanda el juez
advierte algún defecto en la pretensión, como decir que su objeto sea ilícito,
imposible o absurdo; carezca de competencia objetiva o de grado, o atinente al
objeto procesal, como la litispendencia, la cosa juzgada, compromiso pendiente;
evidencie falta de presupuestos materiales o esenciales y otros semejantes; se
rechazará la demanda sin necesidad de prevención por ser improponible, debiendo
explicar los fundamentos de la decisión. El auto por medio del cual se declara
improponible una demanda admite apelación. Esto último en consonancia con lo
previsto en el artículo 508 del CPCM que permite recurrir de los autos definitivos,
siendo este uno de ellos.
También, al artículo 276 numeral 5.° y 6.° al prever los requisitos formales de la
demanda señala que en la misma se deberán hacer constar los hechos en que el
demandante funda su petición, enumerándolos y describiéndolos con claridad y
precisión, de tal manera que el demandado pueda preparar su contestación y
defensa, así como los argumentos de derecho y las normas jurídicas que sustenten
su pretensión.
Esto son los elementos que el juez debe evaluar en relación con la pretensión,
aunque, conste, este rechazo se justifica siempre que el juez tenga certeza de que
el vicio existe. Si lo que hay es una duda o una probabilidad de que el vicio concurre,
el juez debe admitir a trámite la demanda, sin perjuicio de la potestad de rechazarla
de forma sobrevenida durante el curso del proceso, si aquella certeza se concreta.
A ello se refiere el artículo 127 del CPCM al prever que, si tras la demanda o la
reconvención sobreviene alguna causal de improponibilidad como las señaladas en
dicho Código, la parte a quien interese lo podrá plantear al tribunal por escrito o

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LECCIONES PROCESALES: UNA REVISTA AL CODIGO PROCESAL Y MERCANTIL

verbalmente durante el desarrollo de alguna de las audiencias. En ese sentido,


podría proveerse in persequendi litis, luego de probarse de que el vicio existe.
Insisto en aquella certeza porque un rechazo de este tipo, en relación con la
pretensión, no solo la deja imprejuzgada, sino que constituye un bloqueo del acceso
a la jurisdicción, lo cual implica que de hacerse indebidamente podrían afectarse
categorías jurídicas subjetivas de orden constitucional, como el derecho a la
protección jurisdiccional previsto en el artículo 2 de la Constitución. De ahí, que el
control y rechazo de la pretensión, independientemente del momento procesal en
el que se haga, sea de carácter excepcional y eventual, de acuerdo con las
circunstancias del caso, proveyéndose a través de un auto definitivo para el cual se
ha franqueado la posibilidad de alzarse.

Pretensión procesal. Objeto del proceso


Sobre este tema el artículo 94 del CPCM prevé que, el objeto del proceso quedará
establecido conforme a las partes, la petición y la causa de pedir que figuren en la
demanda. La contestación a la demanda servirá para fijar los términos del debate
en relación con el objeto procesal propuesto por el demandante, sin que este pueda
ser alterado. Esto también aplica obviamente a la reconvención y se funda en lo que
tradicionalmente se conoce en la jerga procesal como la prohibición de mutatio
libelli.
En el caso de la rebeldía en el proceso común, a pesar de que dicha contestación no
se verifica concretamente, siempre, vencido el plazo de los veinte días, queda fijado
el objeto a partir de lo planteado por el demandante, quien deberá probar los
extremos de su queja. Fijado el objeto procesal, las partes no podrán alterarlo,
cambiarlo ni modificarlo posteriormente, sin perjuicio de la facultad de formular
alegaciones complementarias, en algunos casos y siempre de modo excepcional.
El artículo 305 del CPCM, considerando esas posibles excepciones señala que en la
audiencia preparatoria que se instala en el proceso común y la cual se celebra con
posterioridad a la contestación, podrá el demandante o reconviniente hacer las
precisiones, aclaraciones y concreciones que estime oportunas en relación con la
pretensión deducida en la demanda o reconvención, aunque, conste, en ningún
caso podrá alterar o modificar sustancialmente la misma.
Esta regla es coherente y armónica con la señalada en el citado artículo 94 del
CPCM, sin embargo, depende de cada juez su exacta y constitucional aplicación,
pues engarzado en el fundamento de que se trata de una precisión o aclaración

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LECCIONES PROCESALES: UNA REVISTA AL CODIGO PROCESAL Y MERCANTIL

podría intentarse una modificación sustancial de la demanda, lo cual no está


permitido.
Existe otro supuesto que puede agravar la situación. En el mismo artículo 305 del
CPCM se señala que el demandante podrá, asimismo, añadir nuevas pretensiones
a la ya planteada en su demanda, pero solo si aquellas son accesorias respecto de
esta. Si el demandado se opusiera a esta adición, el juez la admitirá solo cuando
entienda que no supone menoscabo para el adecuado ejercicio del derecho de
defensa. Admitidas las nuevas pretensiones, se oirá dentro de la audiencia a la parte
contraria, a efecto de que ejerza su derecho de defensa respecto de estas.
Cuáles son esas pretensiones accesorias no nos lo dijo e identificó el legislador, y
me temo que por regla general su admisión violaría el derecho de defensa y
contradicción, pues el demandado no habría tenido noticia de estas sino hasta el
desarrollo de la audiencia preparatoria. Lo más sano es que no se admitan,
respetándose el contenido del ya citado artículo 94 del CPCM, a menos que
manifiestamente se evidencie su carácter inocuo y además no se oponga a ello el
demandado, lo cual es altamente improbable.
Una pretensión que desde antaño siempre se consideró en el Derecho Procesal
salvadoreño como accesoria es el pago de los daños y perjuicios derivados de una
pretensión principal. De hecho, el parcialmente derogado Código de
Procedimientos Civiles salvadoreño le llamaba a ello costas personales del juicio -
no procesales- y los costos del juicio siempre han sido una parte accesoria de la
queja. Entonces nos preguntamos ¿debería de admitir un juez como pretensión
accesoria, ya en la audiencia preparatoria, el reclamo de daños y perjuicios? Me
parece que no. De ahí el uso excepcionalísimo del artículo 305 del CPCM en relación
con el objeto del proceso y la garantía del principio de defensa y contradicción.
En el marco del CPCM podemos identificar distintas pretensiones que se llevan al
conocimiento de los Tribunales, capaces de ser identificadas en función del sustrato
cuantitativo o cualitativo de que se trate. Así, el proceso común y el proceso
abreviado, en tanto procesos declarativos de uso genérico, también están
diseñados para que sean la opción viable de la que disponga le justiciable, cuando
su queja sea cuantificable en dinero.
Distinto fuese, y les dejo ahí un ejemplo, que una persona en la audiencia quiera
alterar lo accesorio de su pretensión original reduciendo el porcentaje de intereses
que pretende; pues en tal caso si bien se produce una alteración, su benignidad le

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LECCIONES PROCESALES: UNA REVISTA AL CODIGO PROCESAL Y MERCANTIL

dará paso sobre la base de este artículo 305 del CPCM.

Pretensión procesal. Objeto cuantificable


En el marco del CPCM podemos identificar distintas pretensiones que se llevan al
conocimiento de los Tribunales, capaces de ser identificadas en función del sustrato
cuantitativo o cualitativo de que se trate. Así, el proceso común y el proceso
abreviado, en tanto procesos declarativos de uso genérico, también están
diseñados para que sean la opción viable de la que disponga le justiciable, cuando
su queja sea cuantificable en dinero.
Si la pretensión no supera los veinticinco mil colones o su equivalente en dólares de
los Estados Unidos de América, la vía idónea será la abreviada; sin embargo, si la
queja supera dicha suma, la opción será el proceso común, según lo dispone el
artículo 240 y 241 del CPCM.
En este sentido, el artículo 242 del CPCM señala que el valor de la pretensión se
fijará según el interés económico de la demanda, que se calculará de acuerdo con
ciertos criterios. Uno de ellos nos dice que, si se reclama una cantidad de dinero
determinada, la cuantía de la demanda estará representada por dicha cantidad, y si
falta la determinación, aun en forma relativa, la demanda se considerará de cuantía
indeterminada.
Por otra parte, también se usa como criterio, cuando el proceso tenga por objeto
dar bienes muebles o inmuebles; el valor de estos al tiempo de interponerse la
demanda, conforme a los precios corrientes en el mercado o en la contratación de
bienes de la misma clase, con independencia de que la reclamación se base en
derechos reales o en derechos personales.
En los procesos sobre el derecho a exigir prestaciones periódicas, sean temporales
o vitalicias, se calculará el valor por el importe de una anualidad multiplicado por
diez, salvo que el plazo de la prestación fuera inferior a un año, en cuyo caso se
estará al importe total de la misma. En los procesos que versen sobre la existencia,
validez o eficacia de un título obligacional, su valor se calculará por el total de lo
debido, aunque sea pagadero a plazos. Este criterio de valoración será aplicable en
aquellos procesos cuyo objeto sea la creación, modificación o extinción de un título
obligacional o de un derecho de carácter personal, siempre que no sea aplicable
otra regla del citado artículo.
También resulta aplicable, aunque parezca atípico, en el caso de otro tipo de
prestación en principio no dineraria. Se trata de aquellos casos en los cuales la

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LECCIONES PROCESALES: UNA REVISTA AL CODIGO PROCESAL Y MERCANTIL

demanda tiene por objeto una prestación de hacer, pues entonces su cuantía
equivaldrá al coste de aquello cuya realización se determine, o en el importe de los
daños y perjuicios derivados del incumplimiento, sin que en tal caso sean
acumulables ambas cantidades, salvo si además de determinarse el cumplimiento
se pretendiera también la indemnización. El cálculo de los daños y perjuicios habrá
de ser tenido en cuenta cuando la prestación sea personalísima o consista en un no
hacer, aún si lo que se pretende con carácter principal es el cumplimiento.
Finalmente, cuando se reclamen varios plazos vencidos de una misma obligación se
tomará en cuenta, como cuantía, la suma de los importes reclamados, salvo si se ha
pedido en la demanda declaración expresa sobre la validez o eficacia de la
obligación, en cuyo caso se estará al valor total de la misma. Si el importe de alguno
de los plazos no fuera cierto, se excluirá́ éste del cómputo de la cuantía.
Como se observa y concluye, respondiendo a muchas dudas que al respecto surgen,
el cálculo de intereses legales y convencionales relacionado con el incumplimiento
de una obligación dineraria, no se suma a la cuantía principal para estos efectos,
quedando ello reservado para el momento ulterior en el que el juzgador deba
practicar liquidación en el proceso de que se trate.

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