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VOLUMEN-1-2 Lecciones Procesales DR Guillermo
VOLUMEN-1-2 Lecciones Procesales DR Guillermo
LECCIONES
PROCESALES
VOLUMEN I
347.05
P222L Pa ra da Gámez, Guillermo Al exander, 1971-
V.1 Lecci ones procesales [recurso electrónico] : una revista al código procesal ci vil y mercantil. :
Vol . I Pri ncipios, ordenaciones, y s ujetos procesales / Guillermo Al exander Pa rada Gámez. -- 1a Ed. –
Sa n Sa lvador, El Salv. : (s .n.), 2020.
BINA/jmh
A mi familia
Por su comprensión
al haberles privado de mi atención;
mientras escribía cada lección.
GUILLERMO ALEXANDER PARADA GÁMEZ
LECCIONES PROCESALES: UNA REVISTA AL CODIGO PROCESAL Y MERCANTIL
ÍNDICE
Página
Exordio 7
Introducción 9
VOLUMEN I
Principios, postulación y sujetos procesales
Inducción a la temática 11
1.- Derecho a la protección jurisdiccional 13
2.- Vinculación del juez a la Constitución 14
3.- Principio de legalidad 15
4.- Principio de defensa y contradicción 17
5.- Principio de igualdad 18
6.- Principio dispositivo 19
7.- Principio de aportación 21
8.- Principio de oralidad 22
9.- Principio de publicidad 24
10.- Principio de inmediación 25
11.- Principio de concentración 26
12.- Obligación de colaborar 27
13.- Principio de lealtad procesal 29
14.- Principio de dirección y ordenación 30
15.- Absolución de la instancia 31
16.- Gratuidad de la justicia 33
17.- Autosuficiencia normativa 34
18.- Interpretación conforme a la Constitución 35
19.- Fundamento legal de la decisión judicial 36
20.- Supletoriedad normativa 38
21.- Jurisdicción y función judicial 39
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EXORDIO
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LECCIONES PROCESALES: UNA REVISTA AL CODIGO PROCESAL Y MERCANTIL
El autor
Santa Tecla, 14 de abril de 2020
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INTRODUCCIÓN
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INDUCCIÓN A LA TEMÁTICA
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Principio de legalidad
La competencia y el sometimiento del juez a la Ley, contrario al derecho general de
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libertad, mismo del que todos los justiciables somos tenedores, supone el carácter
inalterable de la misma, sin perjuicio de su potestad de interpretarla conforme a la
Constitución y eventualmente inaplicarla si se considera contraria a esta.
En relación con este principio, existe abundante jurisprudencia de la Sala de lo
Constitucional de la Corte Suprema de Justicia que se ha referido al mismo, en el
sentido que constituye una categoría jurídica fundamental que tiene su asidero no
solo en el artículo 86 de la Constitución, sino de modo general, en el artículo 2 de
la misma en lo concerniente a la seguridad jurídica. Del mismo se deriva
precisamente el hecho de que los funcionarios no tienen más facultades que las
otorgadas por la ley y la Constitución. Esto implica que, si un tribunal se arroga
facultades no previstas normativamente, o si aduciendo una interpretación legitima
juzga de modo abusivo o en exceso, resultará evidente la afectación de la
Constitución y por tanto dicho fallo debería de ser sujeto de control constitucional.
Aseveramos a su vez que es una manifestación de la seguridad jurídica, en la medida
que esta posee dentro de su contenido esencial la certeza y supresión de la
arbitrariedad por parte de las autoridades y funcionarios públicos, esto es, el deber
que tienen los representantes del Estado en su función social, política, legislativa,
juzgadora y administradora de respetar el marco inviolable de la esfera jurídica del
gobernado. Por ello esta categoría es amplia y tiene diversas manifestaciones.
De ahí justamente el contenido del artículo 86 de la Constitución ya señalado el cual
prevé que, el poder público emana del pueblo y los órganos del Gobierno lo
ejercerán independientemente dentro de las respectivas atribuciones y
competencias que establecen tanto la Constitución misma como las leyes. Las
atribuciones de los órganos del Gobierno son indelegables, pero estos colaborarán
entre sí en el ejercicio de las funciones públicas. Los órganos fundamentales del
Gobierno son el Legislativo, el Ejecutivo y el Judicial y sus funcionarios son
delegados del pueblo y no tienen más facultades que las que expresamente les da
la ley.
Por otra parte, el artículo 3 del CPCM hace referencia al mismo en el sentido que
todo proceso deberá tramitarse ante un juez competente y conforme a las
disposiciones de dicho Código, las que no podrán ser alteradas por ningún sujeto
procesal. En otras palabras, el legislador se está decantando por la misma idea a la
que la Constitución hace referencia, pues evoca la competencia, así como todas las
disposiciones que rigen la actividad procesal dentro del CPCM. Nótese, además,
importante a los efectos, que el legislador no hace referencia solo al juez, sino a
todos los sujetos procesales, formulando de esta manera un nexo sinérgico de este
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Principio de igualdad
La igualdad en la aplicación de la norma implica que se provea identidad de armas
a los contendientes; sin embargo, las consecuencias derivadas de la inacción ante
una carga procesal y el perjuicio que ello supone deben ser asumidas por la parte a
quien ella perjudique. Por ejemplo, la desigualdad que se genera en relación con el
demandado que contesta mal o no contesta la demanda, de conformidad con el
artículo 284 del CPCM; la que se genera en relación con el citado como parte para
ser interrogado, que no comparece según lo dispone el artículo 347 del CPCM; y,
con algunas particularidades, la que se genera en relación con el rebelde, prevista
en el artículo 287 del CPCM.
El artículo 5 del CPCM señala que, las partes dispondrán de los mismos derechos,
obligaciones, cargas y posibilidades procesales durante el desarrollo del proceso.
Las limitaciones a la igualdad que disponga el Código no deben aplicarse de modo
tal que generen una pérdida irreparable del derecho a la protección jurisdiccional.
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Un ejemplo claro de esa limitación legal que no debe generar una pérdida
irreparable o de difícil reparación es la que se regula en función del rebelde en el
proceso común.
La Sala de lo Constitucional de la Corte Suprema de Justicia se ha referido a
principio, catalogado como derecho fundamental, al señalar en la sentencia de
amparo Ref. 801-2008 del uno de septiembre de dos mil nueve, que: el derecho de
igualdad puede ser enfocado desde dos perspectivas a saber: la primera de ellas es
la igualdad en la formulación de la ley, y la segunda, la igualdad en la aplicación de
la ley. Conforme a la primera, frente a supuestos de hecho iguales, las
consecuencias deben ser las mismas, evitando toda desigualdad arbitraria y no
justificada. De acuerdo con la segunda, las resoluciones o determinaciones que se
adopten deben ser las mismas una vez efectuado el análisis de los mismos
presupuestos de hecho, evitando así cualquier violación consistente en que un
mismo precepto legal se aplique arbitrariamente en casos iguales con evidente
desigualdad. Esto no obsta para que el aplicador de la norma, pese a tratarse de
casos sustancialmente iguales, modifique el sentido de sus decisiones, siempre que
su apartamiento de los precedentes posea una fundamentación suficiente y
motivada.
Ahora bien, siguiendo ese análisis, puede haber escasas excepciones a través de las
cuales el juzgador se vea en la necesidad de hacer un trato diferenciado en la
aplicación normativa. Me refiero por ejemplo a lo que debería de ocurrir cuando en
un proceso civil o mercantil deba ser interrogado como testigo un menor de edad,
por debajo de los doce años, aduciéndose que posee el suficiente discernimiento
para conocer y declarar sobre los hechos controvertidos en el proceso. En tal caso
obviamente el juez no puede aplicar tal cual los preceptos que el CPCM prevé para
el interrogatorio de testigos, en los artículos 366 y 367 del CPCM, debiendo, como
suele suceder en otras áreas -como en materia de familia y en materia penal-
proceder de manera diferente, incluso realizando de forma directa el
interrogatorio.
Principio dispositivo
El principio dispositivo tiene tres manifestaciones en el CPCM, a saber: 1.° La
posibilidad de iniciar un proceso en los tribunales, a través de la presentación de
una demanda que anide una pretensión, en virtud del derecho general de acción;
2.° El derecho a que el proceso se mantenga en estado de pendencia, mientras las
partes así lo establezcan, es decir, el poder de estas para darlo por terminarlo
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por acuerdo entre las mismas y recurrir de las resoluciones que les sean gravosas.
Principio de aportación
Los hechos en los que se funda una queja o una resistencia solo pueden ser
introducidos al proceso por las partes, de ahí que no aplica en relación con ellos la
suplencia de la queja deficiente, como si en materia de derecho, derivado de la
aplicación del principio iura novit curia. Lo mismo ocurre en temas probatorios,
pues salvo la potestad del juez para ordenar prueba para mejor proveer, que es una
facultad excepcionalísima en el CPCM, ello es una carga exclusiva de las partes.
El artículo 7 del CPCM señala que los hechos en que se fundamente la pretensión y
la oposición que se conoce en el proceso solo podrán ser introducidos al debate por
las partes. La actividad probatoria debe recaer exclusivamente sobre los hechos
afirmados por las partes o por los que tienen la calidad de terceros de conformidad
a las disposiciones de dicho Código, en su caso; en consecuencia, el juez no podrá
tomar en consideración una prueba sobre hechos que no hubieran sido afirmados
o discutidos por las partes o terceros. La proposición de la prueba corresponde
exclusivamente a las partes o terceros; sin embargo, respecto de prueba que ya fue
debida y oportunamente aportada y controvertida por las partes, el juez podrá
ordenar diligencias para mejor proveer, con el fin de esclarecer algún punto oscuro
o contradictorio.
Por su parte en el mismo sentido, con un contenido complementario, el artículo 321
del mismo Código señala que en tales diligencias no se podrán introducir hechos
nuevos, en ninguna circunstancia, ni tampoco practicar ningún medio probatorio
no introducido oportunamente por las partes.
Las partes podrán estipular de manera previa determinados hechos que se
consideraren probados, y así lo comunicarán por escrito al juez, diez días antes de
la celebración de la audiencia probatoria o en el acto mismo de dicha audiencia.
Ambas disposiciones nos advierten de un aspecto que imperativamente debe
cumplirse en el derecho procesal salvadoreño: la carga probatoria y la función
judicial. Por un lado, se prevé que son las partes quienes exclusivamente deben
llevarle al juez la prueba de sus afirmaciones, proscribiendo cualquier acción
oficiosa de este al respecto; y, por otro, la potestad de ordenar prueba para mejor
proveer, siempre que sea para esclarecer un punto derivado de la prueba que ya
fue debida y oportunamente aportada y controvertida por las partes. Ello quiere
decir que, si la duda no proviene de la prueba producida por las partes, el juez no
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Principio de oralidad
La predominancia de un procedimiento oral en el sistema salvadoreño implica que
nuestros jueces deben potenciarle a través de la instalación y desarrollo de
audiencias, donde las partes y el propio juez, de viva voz, arguyan sus
planteamientos. Esto sin perjuicio de aquellos actos que por su propia naturaleza
deben constar por escrito, como ocurre con la demanda y la contestación en el
proceso común; la sentencia que en el mismo se pronuncie; la apelación o su
adhesión que contra ella se formule; y, la casación que eventualmente se
interponga.
El artículo 8 del CPCM señala que, en los procesos civiles y mercantiles las
actuaciones se realizarán de forma predominantemente oral, sin perjuicio de la
documentación, de los actos procesales que deban hacerse constar por escrito y de
las aportaciones documentales que en dicho Código se establecen. Por otra parte,
el artículo 147 del mismo Código señala que las actuaciones procesales se habrán
de realizar bajo el principio general de oralidad. Sin embargo, la demanda y su
ampliación, la contestación de la demanda, la reconvención y cualquier resolución
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que ponga fin al proceso o surta efectos materiales sobre la pretensión, serán
siempre por escrito; y, salvo las excepciones legalmente previstas, las declaraciones
de testigos y peritos serán en forma oral.
En el proceso común, por ejemplo, se dispone de una fase eminentemente escrita
que concluye con la contestación a la demanda o a la reconvención, pero también,
a continuación de una fase eminentemente oral compuesta por el desarrollo de dos
audiencias, la preparatoria y la probatoria que concluye con el pronunciamiento del
fallo por parte del juez, dando paso así al inicio del plazo de quince días que tiene
para redactar la sentencia por escrito. Esto sin perjuicio de cualquier otra audiencia
de tipo incidental que pueda celebrarse también durante su trámite.
En el proceso abreviado, a diferencia del proceso común, solo se instala una
audiencia luego que la demanda es admitida y las partes han sido convocadas a su
celebración. Al concluir la misma el juez de manera semejante deberá dictar el fallo
y pasar a redactar la sentencia por escrito, sujeto a cualquiera de las modalidades
que prevé el artículo 222 del CPCM.
En los procesos especiales la cuestión varía dependiendo de cada uno. En el
posesorio y de inquilinato el legislador contempla que se sustanciarán conforme al
procedimiento que a su vez se ha diseñado para el proceso abreviado, con la
salvedad de que si el demandado en el proceso posesorio dejó transcurrir el plazo
sin manifestar su oposición, se dictará sin más trámites sentencia estimatoria de las
pretensiones del demandante, si hay elementos suficientes para tal estimación. Ello
implica que en tal caso no habría absolutamente ninguna manifestación de este
principio, en el devenir y tutela jurisdiccional.
En el proceso ejecutivo, también el legislador ha señalado que podrá instalarse una
audiencia durante su trámite siempre que el demandado se oponga a la pretensión
del demandante y dicha oposición requiera prueba para su establecimiento. Caso
contrario, el proceso ejecutivo se sustanciaría totalmente por escrito, sin que se
manifieste este principio en algún momento.
En el proceso monitorio no existe ninguna revelación de este principio, salvo lo que
cabría durante la etapa de ejecución, en caso de que se llegare el día y la hora para
realizar los bienes embargados, ya que en tal supuesto el legislador prevé la
necesaria instalación de una audiencia.
En segunda instancia también el legislador ha contemplado la celebración de una
audiencia de alegatos, para que las partes hagan uso de sus derechos, misma que
finaliza con el pronunciamiento del fallo. En casación, empero, no existe ninguna
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Principio de publicidad
La publicidad, cuya fortaleza y eficacia se deriva del carácter oral del procedimiento,
implica que popularmente se puede acceder y presenciar el desarrollo de las
audiencias en el proceso civil y mercantil, aunque exista con absoluta plenitud la
posibilidad de restringirlo a través de una resolución debidamente motivada.
Recuérdese que en esta área del derecho donde se discuten intereses privados,
entre particulares -normalmente- es posible que la privacidad sea un punto crítico
y en consecuencia dicha restricción sea solicitada por alguna de las partes. Lo mismo
ocurre cuando los abogados quieren acceder al expediente, ya que, conforme a este
principio, basta acreditarse in voce e incontinenti el interés que se tiene para ello,
como para que el secretario lo entregue a quien así se lo solicita.
El artículo 9 del CPCM señala que, las audiencias de todos los procesos previstos en
dicho código serán públicas, salvo que el juez, de oficio o a instancia de parte,
disponga lo contrario por razones de seguridad nacional, de moral o de orden
público, o de protección de la privacidad de alguna de las partes. La restricción de
la publicidad de las audiencias deberá acordarse en resolución debidamente
motivada, en la que se precisen de manera expresa y clara las razones de dicha
restricción, así como la determinación de quiénes, además de las partes, sus
apoderados o representantes, podrán estar presentes en las mismas. Las partes,
sus apoderados, representantes, los abogados y cualquiera otra persona que alegue
algún interés jurídicamente protegido, tendrán acceso al expediente judicial.
Conforme a este contenido normativo, está claro que este principio no solo hace
referencia a la posibilidad de que una persona puede estar presente en una
audiencia, sino, con mayor valía, al acceso que pueda tenerse de un expediente
respecto del cual exista algún interés. Y digo con mayor valía porque en la práctica
jurídica es usual que a un abogado no se le quiera dar acceso a un expediente
porque no está personado aún, lo cual a mi juicio es un grave error que incluso
afectaría este principio.
Otro factor que seguramente vuelve inviable el cumplimiento irrestricto de este
principio es la indisposición de infraestructura suficiente y necesaria para que las
audiencias se celebren e instalen en salas debidamente adecuadas para ello, con
facilidad en los espacios para potenciar esa publicidad. Reconocemos que en
muchos tribunales de las ciudades más importantes del país e incluso en algunas
localidades donde existen Centros Integrados de Justicia se dispone de las salas a
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las que me refiero, con ese espacio para el público que así lo requiera, pero estas
no constituyen ni el veinte por ciento, siendo generoso, de los municipios en los
que se administra justicia en el territorito salvadoreño. Ello significa que en el
ochenta por ciento de los sitios seguramente no se cumple con este principio,
porque las audiencias se celebran en los despachos de los jueces o en áreas
improvisadas para tal efecto donde obviamente no hay acceso.
Finalmente, debo mencionar que este principio es capaz de proyectar sus efectos
de diferente manera y no solo en función del acceso al expediente y a las audiencias.
Por ejemplo, las notificaciones judiciales son una forma de dar a conocer la
existencia y el estado del proceso y por tanto son herramientas de este principio.
También, a este se le atribuye la contención de las posibles arbitrariedades
judiciales de que sería objeto, sin duda alguna, un proceso que se ventile en secreto.
Principio de inmediación
La inmediación supone que el juez debe recolectar personalmente toda la prueba
que se deba practicar en un proceso judicial, así como presidir todas las audiencias
que se celebren para este efecto. La comisión procesal que habilita su delegación
debe acordarse de manera excepcional, pues directamente supone una afectación
de este principio ya que en tal caso sería otro el juez que habría de obtenerla,
presenciarla e inmediarla.
El artículo 10 del CPCM señala que, el juez deberá presidir personalmente tanto la
celebración de audiencias como la práctica de los medios probatorios, quedando
expresamente prohibida la delegación de dicha presencia, so pena de nulidad
insubsanable; excepto cuando la diligencia probatoria deba realizarse fuera de la
circunscripción del tribunal, en cuyo caso el juez podrá encomendarla mediante
comisión procesal, debiendo el juez delegado presidir la práctica de esta.
En relación con este principio debemos diferenciar las dos formas de producción de
prueba que nos presenta el CPCM. Por un lado, aquella que necesariamente debe
producirse al interior de una audiencia y por otro, aquella que es posible practicarla
fuera de la sede del tribunal. En el primer caso, ya el artículo 200 del CPCM nos
indica que toda audiencia debe ser presidida por el juez bajo pena de nulidad, en
consecuencia, así garantizamos que la prueba sea inmediada por él. En el segundo
caso, la cuestión puede variar porque potencialmente es más intensa su posible
delegación. Me refiero al caso especialmente del reconocimiento judicial de bienes
inmuebles -aunque también se identifican con el mismo riesgo los interrogatorios
domiciliarios- pues al no producirse estos durante el desarrollo de una audiencia,
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Principio de concentración
La concentración en el derecho procesal supone que el juez lleve adelante la mayor
cantidad de acciones -actos procesales- en el menor espacio posible y con el menor
esfuerzo posible. En un proceso regido por audiencias, este principio cobra especial
relevancia ya que las mismas se convierten en los espacios idóneos para permear
dicha finalidad.
El artículo 11 del CPCM señala que, los actos procesales se realizarán con la mayor
proximidad temporal entre ellos, debiendo el juez concentrar en una misma sesión
todos los actos que sean posible realizar; asimismo, procurará decidir en una misma
resolución todos los puntos pendientes. Si una audiencia requiere más de una
sesión, se realizará en los días subsiguientes hasta darla por concluida, pudiéndose
ordenar por el juez que la misma continúe en días no hábiles. En un sentido similar
el artículo 203 del mismo Código señala que las audiencias se celebrarán en las
horas hábiles de un mismo día. Si fuere necesario se podrán habilitar para la misma
audiencia más horas en una o más sesiones, así como continuarla el día o días
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Obligación de colaborar
La obligación de colaborar ante un requerimiento judicial está normada en el CPCM
de modo tal que, si alguien no lo hiciere una vez requerido, queda sujeto a la posible
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Absolución de la instancia
La absolución de la instancia no está permitida en materia procesal Civil y Mercantil.
Esto significa que el juzgador no puede sustraerse de su obligación judicial de
resolver las pretensiones que se le planteen, así y tenga que acudir, en caso de vacío
legal, a consideraciones de buen sentido y razón natural.
El artículo 15 del CPCM señala que, el juez no podrá, bajo ningún pretexto, dejar de
resolver, ni aplazar, dilatar o negar la decisión de las cuestiones debatidas en el
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Gratuidad de la justicia
La gratuidad de la justicia le impone la obligación al Estado de franquear las
herramientas necesarias para que dicho mandato se cumpla, poniendo a
disposición del justiciable el recurso humano necesario para que, dada la
postulación preceptiva por medio de abogado, se le represente en juicio sin que el
costo de ello corra por su cuenta.
El artículo 16 del CPCM señala que, toda persona tiene derecho a que se le imparta
justicia gratuitamente. Por otra parte, en igual sentido, el artículo 75 del mismo
Código indica que, todos los que carezcan de recursos económicos suficientes serán
defendidos y representados gratuitamente en el proceso por medio de la
Procuraduría General de la República, y estarán exentos de la constitución de
depósitos y consignaciones que pueda establecer la ley.
Esta gratuidad entonces tiene dos manifestaciones: el derecho a que no se nos
cobre por el servicio y el derecho a que se nos apoye para su obtención. Lo primero
es justo lo que regula el citado artículo 16, cuyo fundamento además lo
encontramos en el artículo 181 de la Constitución. Esto muy a pesar de que haya
resabios legales, que obviamente han perdido vigencia, que evocan la necesidad de
pagos por el servicio. Por ejemplo, el artículo 4 del Arancel Judicial, ahora un cómico
arcaísmo, señala que los Jueces de Paz designados para conocer en un asunto
determinado por excusa o impedimento del juez de Primera Instancia ordinario,
devengarán por derechos de actuación, mientras no gocen de sueldo del Estado, las
cantidades siguientes: Por la tramitación de un juicio ordinario de hecho hasta la
sentencia definitiva inclusive, cuarenta colones, -¢40.00-. Por la de un juicio
ordinario de derecho, veinte colones, -¢20.00-. Por la de un juicio ejecutivo hasta
su completo fenecimiento, treinta colones, -¢30.00-. Por la de un juicio sumario,
veinte colones, -¢20.00-. Por las demás diligencias que no constituyen verdadero
juicio, diez colones, -¢10.00.
Y para que no quede duda de quién debe pagar, el siguiente artículo señala que la
parte actora pagará los derechos asignados en los artículos anteriores, al
pronunciarse sentencia en cualquiera de las instancias, sin perjuicio del derecho
que le corresponde contra la parte demandada, si esta hubiere sido condenada en
costas. Este arancel judicial es del año 1906 y está formalmente vigente como
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cuerpo legal.
Lo segundo en relación con esta gratuidad es el apoyo al justiciable a efecto de que
pueda ser protagonista de ese servicio. Me refiero básicamente a los costos que
significa para una persona ser demandante o demandada en un proceso judicial de
naturaleza civil o mercantil. De ahí que el referido artículo 75 del CPCM prevea el
auxilio de la Procuraduría General de la República para tal efecto. Esto implica que
toda persona que no disponga de los recursos económicos necesarios para poder
llevar adelante este tipo de procesos pueda abocarse a dicha institución de
Gobierno y pedir que se le asigne un abogado para que le promueva la queja. Lo
mismo aplica para el demandado que no tiene los recursos necesarios para pagar
uno independiente que ejerza su defensa.
Autosuficiencia normativa
La autosuficiencia del CPCM se atisba, en tanto norma secundaria, en función de los
distintos procesos que prevé; sin embargo, no debe perderse de vista el carácter
prioritario de los Tratados Internacionales que eventualmente resulten aplicables,
dado lo previsto en el artículo 144 de la Constitución. Además, véase que muchas
leyes especiales prevén trámites y procedimientos específicos para los cuales no se
concede una vía procesal determinada, debiéndose en tal caso echar mano del
proceso abreviado, pero solo cuando se trate de diligencias no contenciosas.
El citado artículo 144 de la Constitución señala que los tratados internacionales
celebrados por El Salvador con otros estados o con organismos internacionales,
constituyen leyes de la República al entrar en vigor, conforme a las disposiciones
del mismo tratado y de esa Constitución. La ley no podrá modificar o derogar lo
acordado en un tratado vigente para El Salvador. En caso de conflicto entre el
tratado y la ley, prevalecerá el tratado. En relación con ello recordemos la fuerza
pasiva que estos ejercen sobre la normativa interna del país, y por tanto los alcances
que tendría en el ordenamiento procesal salvadoreño la suscripción y ratificación
de uno de ellos, luego de entrar en vigor.
Una norma de este nivel que puede tener influencia en el ámbito del Derecho
Procesal Civil y Mercantil es el denominado Código de Bustamante o de Derecho
Internacional Privado, sin embargo, fue aprobado con varias reservas, siendo que
la quinta literalmente reza: “(…) Se estima que la Convención de Derecho
Internacional Privado es un cuerpo de doctrina jurídica de gran valor en
jurisprudencia, pero que carece de la eficacia suficiente hasta el momento actual,
para prevalecer sobre los términos expresados de la ley salvadoreña en todo
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aquello en que ese cuerpo de doctrina las contraríe o modifique. Esta aprobación
no restringe la potestad legislativa de El Salvador para dictar en lo futuro las leyes
o disposiciones que creyere convenientes sobre las materias de Derecho
Internacional Privado que contiene el "Código Bustamante"; y, en el caso en que las
doctrinas jurídicas que contiene la Convención de referencia contraríen o restrinjan
en alguna forma las leyes de El Salvador, no prevalecerán sobre dichas leyes.(…)”
Esto significa que su contenido normativo es más bien ilustrativo que imperativo.
Por otra parte, el artículo 17 del CPCM señala que las diligencias judiciales no
contenciosas se tramitarán de acuerdo con lo previsto en la respectiva ley de la
materia; de no existir procedimiento se aplicarán las disposiciones del proceso
abreviado, en lo que fueren aplicables. Conforme a esta disposición el proceso
abreviado es la opción subsidiaria de la que se dispone en el ámbito del Derecho
Procesal Civil y Mercantil salvadoreño para poder dilucidar cualquier trámite o
derecho al que no se le hubiese asignado uno especial. Solo que, conste, debe
tratarse de asuntos no contenciosos, de lo contrario, requiriéndose la función
judicial para el conocimiento de una queja no cuantificable en dinero y para la cual
no exista una vía preestablecida, la opción será el proceso común.
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Supletoriedad normativa
En los sistemas procesales difusos por atomizados como el nuestro -leyes
procesales civiles, mercantiles, laborales, familiares, penales, etc.- es importante
regular, sin perjuicio de la integración general, el carácter supletorio de un cuerpo
normativo sobre el resto. En El Salvador ese carácter lo tiene el CPCM pues se aplica
supletoriamente a otras áreas del Derecho, siempre que ello no contradiga los
principios, como el carácter tuitivo en materia de familia y materia laboral, que
informan dicha área.
El artículo 20 del CPCM señala que, en defecto de disposición específica en las leyes
que regulan procesos distintos del civil y mercantil, las normas de dicho Código se
aplicarán supletoriamente. Esta disposición nos ha resultado útil a partir de la
vigencia del CPCM, porque muchos artículos dispersos en otras leyes hacían
referencia a esta supletoriedad, pero remitiéndose al parcialmente derogado
Código de Procedimientos Civiles. Por ejemplo, el artículo 602 del Código de Trabajo
señala que en los juicios y conflictos de trabajo se aplicarán, en cuanto fueren
compatibles con la naturaleza de estos, las disposiciones del Código de
Procedimientos Civiles que no contraríen el texto y los principios procesales que
dicho libro contiene. En el mismo sentido el artículo 217 de la Ley de Procesal de
Familia señala que, en todo lo que no estuviere expresamente regulado en dicha
Ley, se aplicarán supletoriamente las disposiciones de las leyes especiales
referentes a la familia y las del Código de Procedimientos Civiles, siempre que no se
opongan a la naturaleza y finalidad de dicha Ley.
La duda que surgió inmediatamente después de entrar en vigor el CPCM, era si
dicha remisión se debía entender ya no al derogado Código sino a este, lo cual era
incluso lógico concluir, sin embargo, por si quedaba alguna duda al respecto, el
artículo 20 citado la solventaba de un tajo.
En el mismo sentido de la supletoriedad a la que me refiero para las materias laboral
y familiar, véase el artículo 123 de la Ley de la Jurisdicción Contencioso
Administrativa donde ya se hace referencia expresa al CPCM. Indica que en el
proceso contencioso administrativo se aplicarán, en cuanto fueren compatibles con
la naturaleza de este, las disposiciones del Código Procesal Civil y Mercantil que no
contraríen el texto y sus principios procesales.
Existen algunos sistemas procesales como el de Uruguay donde esta supletoriedad
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tiene menos intensidad ya que cuentan con un Código General del Proceso. De este
modo cada juez independientemente de la materia en la que juzgue echa mano de
este para acoger las reglas procesales básicas aplicables según su competencia. Por
supuesto que siempre deberá respetarse la especialidad de algunas áreas donde el
trato no puede calcarse o aplicarse de manera idéntica. Por ejemplo, en El Salvador
y según la práctica judicial, no puedo extender al área laboral el sentido y aplicación
que del principio de aportación se predica para la materia Civil y Mercantil, donde
la prueba para mejor proveer es de naturaleza excepcional, lo cual podría ir en
contra de los principios básicos y el carácter tuitivo del derecho laboral.
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Competencia improrrogable
La competencia de los jueces es por regla general indisponible, lo cual supone que
debido a su carácter público no depende su existencia de la voluntad del juez o de
las partes. Así lo dispone el CPCM al prever las reglas generales a las que habría de
circunscribirse cada juzgador, de acuerdo con el grado de conocimiento donde se
encuentre ejerciendo. Identificamos no solo la funcional y de grado sino también la
objetiva donde recogemos la cuantía y la materia.
En la sentencia dictada en el proceso de inconstitucionalidad Ref. 121-2007 el dos
de marzo de dos mil doce, se dejó establecido que la competencia es una capacidad
conferida a los jueces por la ley para conocer determinados asuntos de acuerdo con
determinados criterios que, en nuestro ordenamiento jurídico -Código Procesal Civil
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LECCIONES PROCESALES: UNA REVISTA AL CODIGO PROCESAL Y MERCANTIL
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Competencia prorrogable
El territorio es un criterio también distributivo de la competencia, el cual atiende a
un esfuerzo en la distribución de trabajo de manera horizontal y no vertical como
ocurre en los restantes. Es horizontal porque se identifica y reparte el trabajo entre
sujetos cualitativamente iguales pero radicados en distintos puntos del país. Así, el
juez de lo Civil y Mercantil de la ciudad de San Salvador tiene exactamente la misma
competencia que el de lo Civil y Mercantil de la ciudad San Miguel, pero
territorialmente no. De ahí que respecto de este criterio existan títulos
determinantes de la competencia a través de los cuales es posible prorrogarlo por
diversos motivos, aunque priorizando siempre como principal el domicilio del
demandado.
El artículo 33 del CPCM prevé diversos títulos determinantes de la competencia
territorial, especialmente el del domicilio y el de la residencia. Según nuestro Código
Civil la diferencia entre ambos solo estriba en el hecho que en el primero existe el
ánimo real o presunto de permanecer en el sitio de que se trate, configurándose así
el forum domicilii. Distinguimos ambos fueros, en términos precisos, porque
tratándose del domicilio es el lugar donde se ejercitan habitualmente los derechos,
se cumplen las obligaciones, así como los deberes cívicos y civiles. Lo importante en
todo caso es que en ambos supuestos se tiene residencia y ambos son títulos
determinantes de la competencia territorial. Se prevén, sin embargo, en relación
con ello, casos especiales que si bien difícilmente podrían ocurrir, la posibilidad
existe. Me refiero a todos aquellos casos en los cuales la persona no tiene ni
residencia ni domicilio en el territorio nacional, siendo competente por tanto el juez
del sitio donde la persona se encuentre.
Sobre el particular, el artículo 33 inciso 3º del CPCM señala que, cuando el
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LECCIONES PROCESALES: UNA REVISTA AL CODIGO PROCESAL Y MERCANTIL
Competencia. Títulos
Siendo la competencia territorial por su propia naturaleza prorrogable, giran
alrededor de ella los denominados títulos determinantes de la competencia. El más
importante y nuclear de ellos es el domicilio del demandado -porque ese es su juez
natural-, sin embargo, según las características de la pretensión o incluso la
voluntad de las partes, un juez que en principio no debería de ser competente para
conocer de un caso, termina siéndolo. Por ejemplo, el juez al que las partes se han
sometido expresamente, el juez del sitio donde se encuentra la cosa disputada, los
comerciantes y quienes ejerzan alguna actividad de tipo profesional, cuando se
refiera a conflictos relacionados con su quehacer, también podrán ser demandados
en el lugar donde se esté desarrollando o se haya desarrollado el mismo, y donde
aquellos tuvieren establecimiento a su cargo. Otros casos especiales que además
prevé el CPCM, están referidos a los arrendamientos, a los administradores que
deban rendir cuentas, a las cuestiones hereditarias y a las obligaciones accesorias.
Al respecto, véase los artículos 34, 35 y 36 del CPCM. El primero de ellos indica que
los comerciantes y quienes ejerzan alguna actividad de tipo profesional, cuando se
refiera a conflictos relacionados con su quehacer, también podrán ser demandados
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LECCIONES PROCESALES: UNA REVISTA AL CODIGO PROCESAL Y MERCANTIL
Competencia. Denuncia
La falta de competencia de un juez puede ser alegada por cualquiera de las partes
y en cualquier estado del proceso, no obstante, cuando se trate de la incompetencia
territorial, el demandado solo dispone para hacerlo del plazo que se le otorga para
contestar la demanda. Tratándose del proceso abreviado, siendo que la demanda
se contesta en audiencia y no se dispone formalmente de un plazo para ello, esa
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LECCIONES PROCESALES: UNA REVISTA AL CODIGO PROCESAL Y MERCANTIL
se prorrogó.
En virtud de esto último es que el artículo 42 del mismo Código indica que, la falta
de competencia territorial solo podrá alegarse en el plazo que se tiene para
contestar la demanda, sin contestarla, y se deberá indicar el tribunal al que, por
considerarse territorialmente competente, habría de remitirse el expediente. El
demandante, por su parte, podrá, además de sostener la competencia del que está
conociendo, alegar la falta de competencia territorial del tribunal en favor del cual
se pretendiere declinar el conocimiento del asunto. El planteamiento de la
incompetencia se sustanciará convocando a las partes a una audiencia, finalizada la
cual se decidirá lo que en Derecho corresponda.
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LECCIONES PROCESALES: UNA REVISTA AL CODIGO PROCESAL Y MERCANTIL
Competencia. Estimación
La falta de competencia de un juez, siendo improrrogable, provoca la nulidad de sus
actuaciones, sin posibilidad de conservación dado su carácter insubsanable. Esto no
ocurre sin embargo tratándose de la incompetencia territorial en cuyo caso el CPCM
prevé la declinatoria de competencia, esto es, la potestad del juez de remitir el
expediente, habiéndose estimado la incompetencia al juez que se haya probado
deba conocer del asunto. Véase que en este caso la ley no prevé que deba anularse
el auto de admisión de la demanda, el cual debe entenderse que queda a salvo,
debiendo el juez receptor continuar con el procedimiento según el proceso
correspondiente.
El artículo 40 del CPCM señala que, presentada la demanda, el tribunal examinará
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LECCIONES PROCESALES: UNA REVISTA AL CODIGO PROCESAL Y MERCANTIL
Competencia. Conflicto
La declinatoria de competencia in persequendi litis es una potestad reservada al
conflicto que se genera producto de la posible incompetencia territorial, ya que esta
según lo hemos dicho es la única prorrogable incapaz de producir una nulidad
insubsanable. Tratándose de la competencia objetiva, por ejemplo, aquel juez que
hubiese conocido siendo incompetente, no tendría la potestad -salvo in limine- de
declinar, sino de anular sus actuaciones y archivar el expediente. En tal sentido, el
conflicto de competencia normalmente se deriva de las actuaciones suscitadas
entre un juez remitente y un juez requerido, que se niegan recíprocamente a
conocer del asunto, siendo la Corte Suprema de Justicia la encargada de dirimirlo.
El artículo 47 del CPCM señala que, el tribunal que reciba el expediente, si considera
a su vez que es incompetente, lo declarará así. En dicho caso, deberá remitir el
expediente a la Corte Suprema de Justicia, la cual decidirá el tribunal al que
corresponda conocer del asunto, así como el envío del expediente y el llamamiento
a las partes para que comparezcan, dentro de los cinco días siguientes ante dicho
tribunal.
Este conflicto entonces podría suscitarse in limine no solo entre dos jueces
cualitativamente iguales, que juzgan en circunscripciones territoriales distintas,
sino además entre jueces distintos por razón de la materia, de la cuantía o de la
función o grado. Por ejemplo, resulta común en la práctica que haya un conflicto de
competencia entre dos jueces derivado de la estimación que uno y otro hacen sobre
la cuantía de la pretensión, aunque ello de momento solo ocurra en la ciudad de
San Salvador, departamento del mismo nombre, aquí en El Salvador.
Digo lo anterior porque solo en esta ciudad hay juzgados de menor cuantía que
podrían entrar en conflicto con los jueces de lo Civil y Mercantil, de primera
instancia, en relación con el conocimiento de una pretensión que se calcule por
debajo de los veinticinco mil colones o su equivalente en dólares de los Estados
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Unidos de América. En el resto del país, por disposición expresa del CPCM, los jueces
de lo Civil y Mercantil son los competentes para conocer de las distintas
pretensiones, independientemente de su valor. En el artículo 30 del citado Código,
en su inciso final, se prevé que conocerá el juzgado de primera instancia de los
procesos abreviados y de los monitorios que se susciten en aquellas
circunscripciones donde no exista juzgado de primera instancia de menor cuantía.
Otro conflicto que a menudo se suscita en la práctica y que por cierto resulta ser
improcedente, es aquel que ocurre entre dos jueces siendo ambos competentes
para conocer del asunto. Por ejemplo, un juez en quien recae un título
determinante de su competencia territorial, dado que en su circunscripción
territorial se encuentra el bien objeto de la disputa, declina en otro también
competente para juzgar en la circunscripción territorial donde el demandado tiene
su domicilio. Resulta que ambos son competentes a elección del demandante y por
ello no es posible generar un conflicto de competencia de la manera que lo he
dicho.
Prejudicialidad
La prejudicialidad, como su nombre lo indica, evoca la idea de que un asunto solo
puede resolverse -asunto dependiente- si de manera previa es resuelto otro conexo
-asunto dominante- dada la existencia de partículas homogéneas entre ambos.
Puede ser que se trate de un asunto civil que requiere un pronunciamiento previo
de naturaleza penal; o, pueden ser ambos civiles o mercantiles donde uno se
imponga sobre el otro y deba el juez decretarla con suspensión del procedimiento,
debido al nexo claro e indubitable que existe entre ellos y su imposibilidad de
acumularlos, pendan o no ante el mismo tribunal, debido a cualquier impedimento
legal.
El artículo 48 del CPCM señala que, cuando en un proceso civil o mercantil, se ponga
de manifiesto un hecho que tenga apariencia de delito o de falta, que diere lugar a
acción penal, el respectivo tribunal mediante resolución lo pondrá en conocimiento
del Fiscal General de la República, por si hubiere lugar al ejercicio de dicha acción.
En tal caso, no se ordenará la suspensión de las actuaciones del proceso, sino
cuando concurran las siguientes circunstancias: 1.° Que se acredite la existencia de
causa penal, en la que se estén investigando, como hechos de apariencia delictiva,
alguno o algunos de los que fundamenten las pretensiones de las partes en el
respectivo proceso; y, 2.° Que la decisión del tribunal penal, acerca del hecho por
el que se procede en causa de esa naturaleza, pueda tener influencia decisiva en la
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Prejudicialidad. Recursos
Señala el CPCM que contra el auto que acuerde la suspensión se dará recurso de
apelación, y contra los autos dictados en apelación en los que se acuerde o confirme
la suspensión se dará, en su caso, el recurso de casación. Sin embargo, también el
mismo Código dispone que contra la resolución que deniegue la suspensión del
asunto civil o mercantil se podrá interponer recurso de revocatoria. La diferencia
en la concesión de uno u otro recurso -devolutivo y no devolutivo- estriba en el
efecto que produce una u otra decisión al interior del proceso.
Véase que se concede la apelación cuando se decreta la suspensión, debido a la
repercusión de tal decisión en el curso procedimental, mientras que, si el juez
decide continuar, el legislador ha previsto solo la revocatoria como posibilidad. Aquí
debemos traer a cuento la potestad legislativa de hacer tratos diferenciados si
existe un parámetro que lo valide. Digo ello porque conceder a una resolución tan
solo el recurso de revocatoria, como ocurre en el caso de que se deniega la
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conceder recurso de apelación en contra de autos simples, para evitar así las
dilaciones indebidas de los procesos, bastaba con que a ambas resoluciones les
hubiese concedido tan solo el recurso de revocatoria, aunque a mi juicio debido a
la naturaleza de una y otra decisión y su repercusión en la esfera jurídica de las
partes, la apelación era la opción.
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denuncia, porque las personas físicas, por el solo hecho de serlo, siempre
ostentarán esa calidad en un proceso, luego de verificada su legitimación.
El artículo 58 del CPCM nos indica en primer lugar quiénes pueden ser parte en un
proceso, mientras que el 59 del mismo Código lo relativo a su capacidad. Señala la
primera disposición que son partes en el proceso el demandante, el demandado y
quienes puedan sufrir los efectos materiales de la cosa juzgada. En los procesos
civiles y mercantiles podrán ser parte: 1.° Las personas físicas; 2.° El concebido no
nacido, para todos los efectos que le sean favorables; 3.° Las personas jurídicas; 4.°
Las masas patrimoniales o los patrimonios separados que carezcan
transitoriamente de titular; y 5.° En calidad de demandadas las uniones y entidades
que, sin haber cumplido los requisitos legalmente establecidos para constituirse en
personas jurídicas, actúen en el tráfico jurídico.
Por otra parte, señala el legislador que podrán intervenir válidamente en el proceso
los que gocen del pleno ejercicio de sus derechos. Los que no se hallen en pleno uso
de sus derechos individuales podrán comparecer por sí mismos siempre que tengan
la debida autorización, asistencia o habilitación que la ley establezca en cada caso.
Por los que no se encuentren en esa situación comparecerán quienes deban suplir
su incapacidad con arreglo a derecho. Por ejemplo, el no nacido puede intervenir
en un proceso como parte representado por su madre. Así se colige de la lectura
del artículo 1 de la Constitución que en lo pertinente dispone que El Salvador
reconoce a la persona humana como el origen y el fin de la actividad del Estado,
que está organizado para la consecución de la justicia, de la seguridad jurídica y del
bien común. Asimismo, reconoce como persona humana a todo ser humano desde
el instante de la concepción. En tal sentido, el concebido no nacido, o nascituri tiene
esta capacidad, pero para todos los efectos que le sean favorables, nunca
desfavorables.
Tal disposición constitucional nos presenta ciertos problemas prácticos en el plano
procesal y la única forma de resolverlos es interpretando sus alcances de la
siguiente manera: 1.° El nascituri solo podrá intervenir en un proceso cuando sea
como demandante nunca como demandado; 2.° En el proceso que se inste por un
nascituri no podrá ejercerse reconvención; 3.° Los efectos de la sentencia que se
dicte en el proceso iniciado por el nascituri estarán condicionados al nacimiento. 4.°
El proceso iniciado por el nascituri terminaría anormalmente si se ve interrumpida
la gestación, porque no habría manera de aplicar la sucesión procesal; y entre otros,
5.° Complejamente se vería afectado el régimen de costas si el nascituri sucumbe.
Otro atípico supuesto que nos reporta el legislador en este apartado es lo relativo
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LECCIONES PROCESALES: UNA REVISTA AL CODIGO PROCESAL Y MERCANTIL
a los entes sin personalidad que pueden ostentar la calidad de parte. Se trata en
primer término de las masas patrimoniales donde podemos encajar perfectamente
a la herencia yacente, o incluso a patrimonios cuyo titular ha sido por disposición
legal privado de su administración, como en la quiebra. Además, también uniones
sin personalidad cuya característica es que diversos sujetos se unen para un fin
lícito, pero no perfeccionan a través del régimen de sociedad o asociación su
nacimiento y conformación. Estas podrían ser demandadas perfectamente,
acreditándole al juez razonablemente su interacción en el tráfico jurídico.
Capacidad procesal
Conforme a lo prevenido con el CPCM la capacidad procesal de las personas físicas
corresponde a todas aquellas que se encuentren en el pleno ejercicio de sus
derechos. Los incapaces deberán intervenir por medio de quien ostente su
representación, atendiendo siempre la postulación preceptiva por medio de
abogado. Esta capacidad difiere de la expuesta en la lección anterior donde se
habilita su tenencia incluso al concebido no nacido en todo aquello que le pueda
resultar favorable.
Al respecto el artículo 60 del CPCM señala que cuando la persona física no se
encuentre en el pleno goce de sus derechos individuales y no hubiere quien la
represente o asista legalmente para comparecer en el proceso, el juez lo
comunicará a la Procuraduría General de la República, que asumirá la
representación de aquella hasta que se produzca el nombramiento de un defensor
judicial. En todo caso, el proceso quedará suspendido mientras no conste la
intervención del representante del Procurador General. Lo mismo hará el juez
cuando el incapaz pretenda demandar a su representante legal, o sea demandado
por este, o cuando advierta la aparición de un conflicto de intereses entre el incapaz
y su representante legal. Esa figura del defensor judicial, empero, no está regulada
tal cual a lo largo del CPCM, cuestión que acarrea un déficit normativo capaz de
restarle eficacia y aplicabilidad a la misma.
En relación con las personas jurídicas señala el artículo 61 del CPCM que tendrán
capacidad procesal las constituidas con los requisitos y condiciones legalmente
establecidos para obtener personalidad jurídica. Asimismo, que comparecerán y
actuarán en el proceso por medio de quien ostente su representación conforme a
la ley.
Finalmente, y de manera atípica, en lo que respecta a la capacidad procesal, el
legislador contempla a los entes y uniones sin personalidad. Señala en el artículo 62
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LECCIONES PROCESALES: UNA REVISTA AL CODIGO PROCESAL Y MERCANTIL
del mismo Código que los entes y uniones sin personalidad comparecerán y
actuarán por medio de quienes aparezcan como sus directores, gestores o
administradores, o de quienes lo sean por disposición legal, o de quienes de hecho
actúen en el tráfico jurídico en su nombre frente a terceros. No podrán denunciar
su falta de capacidad para ser parte cuando tuviere reconocida dicha capacidad en
la relación jurídica material debatida o dentro del proceso, pues sería violentar el
principio de que nadie puede ir contra sus propios actos. Si se desconociera a uno
o más de los integrantes de un ente sin personalidad, se podrán emplazar a todos
ellos en la persona del conocido. Ese desconocimiento al que se refiere el legislador
puede ser en dos sentidos. Uno que sea del paradero; y dos, que sea de la persona
en sí. En cualquier caso, debe aplicarse la norma de manera restrictiva para evitar
posibles violaciones constitucionales.
Para este último efecto pueden resultar útiles las diligencias preliminares a las que
se refieren el artículo 256 ordinal 1.° y 6.° del CPCM en cuya virtud y sin perjuicio de
las que específicamente puedan prever las leyes especiales materiales o procesales,
las diligencias preliminares podrán tener por objeto: 1.° La acreditación de
circunstancias relativas a la capacidad, representación o legitimación del futuro
demandado, sin cuya comprobación no sería posible entrar en el proceso; y, 6.° La
determinación judicial del grupo de afectados en los procesos para la defensa de
los intereses colectivos de consumidores y usuarios. En tales casos, podrá solicitar
del tribunal la adopción de las medidas oportunas para la averiguación sobre los
integrantes del grupo, de acuerdo con las circunstancias del caso y conforme a los
datos suministrados por el solicitante, incluyendo el requerimiento al demandado
para que colabore en dicha determinación.
Legitimación
La legitimación procesal es un concepto vinculado estrechamente con la capacidad,
pero no es lo mismo. Al referirnos a él, evocamos la idea del vínculo ineludible que
debe existir entre el sujeto y el objeto procesal; así como su relación directa con la
parte contraria. Su falta acarrea la improponibilidad de la demanda, ya sea porque
el juez la advierta de oficio al inicio del proceso o de forma sobrevenida, o porque
la denuncie la contraparte al contestar la demanda o in persequendi litis.
Señala el artículo 66 del CPCM que tendrán legitimación para intervenir como parte
en un proceso los titulares de un derecho o un interés legalmente reconocido en
relación con la pretensión. También se reconocerá legitimación a las personas a
quienes la ley permita expresamente actuar en el proceso por derechos e intereses
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falta de legitimidad.
Postulación preceptiva
En los procesos civiles y mercantiles será preceptiva la comparecencia por medio
de abogado, lo cual significa que se eliminó del ordenamiento procesal salvadoreño
la figura del abogado director, quien estaba facultado para solo firmar los escritos
de las partes, siendo estas quienes directamente intervenían en los mismos.
Aunque también el CPCM prevé casos específicos en los cuales algunos de estos
profesionales no pueden ejercer la procuración, como los sacerdotes, militares
activos, empleados públicos que laboren a tiempo completo, y otros.
Señala el artículo 67 del CPCM que en los procesos civiles y mercantiles será
preceptiva la comparecencia por medio de procurador, nombramiento que habrá
de recaer en un abogado de la República, sin cuyo concurso no se le dará trámite al
proceso. No pueden ejercer la procuración: 1.° Los pastores o sacerdotes de
cualquier culto; 2.° Los militares en servicio activo; 3.° Los funcionarios y empleados
públicos, que laboren a tiempo completo, excepto cuando procuren por la entidad
a que pertenezcan o ejerzan la docencia en la Universidad de El Salvador; 4.° Los
presidentes y demás representantes, inclusive los asesores jurídicos de las
Instituciones de crédito, financieras y organizaciones auxiliares, salvo en asuntos
propios de dichas instituciones; y, 5.° Los abogados que en leyes especiales se les
prohíba la procuración.
Esta procuración preceptiva comporta diversos aspectos que merece la pena traer
a cuento. Uno de ellos por de pronto el más importante, es el costo que representa
para el justiciable embarcarse en un litigio civil y mercantil, frente al carácter
subsidiario con el que interviene el Estado supliendo ese costo a las personas de
escasos recursos.
Entendemos que la finalidad del legislador al regular esto ha sido dotar de un
carácter técnico a la interlocución y sustanciación de un proceso judicial, máxime
cuando el mismo está regido por audiencias donde de manera oral e incontinenti
deben plantearse el o los argumentos que correspondan de acuerdo con la
naturaleza de estas y el derecho que se reclame. Sin embargo, también no es menos
cierto que es obligación del Estado proveerles a las personas que no tienen recursos
suficientes para costearse uno, el auxilio de la Procuraduría General de la República,
tal como lo prevé el artículo 75 del CPCM.
Este auxilio se puede materializar en favor tanto del demandante como del
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LECCIONES PROCESALES: UNA REVISTA AL CODIGO PROCESAL Y MERCANTIL
demandado en momentos y condiciones distintas. Puede ser por ejemplo que una
persona quiera acudir a los tribunales para la tutela de un derecho y por ello se
aboque previamente a la Procuraduría para que se le asigne un abogado que le
represente. En tal caso, seguramente el justiciable deberá esperar la disposición del
recurso humano en la institución estatal, para que la demanda se promueva, sin
perder de vista la posible pérdida de un derecho por prescripción o caducidad. En
el caso de que sea el demandado, una vez reciba la esquela emplazamiento deberá
acudir de inmediato a dicha institución para que se le asigne uno, pues de ser así,
se dispone de plazos muy cortos para contestar la demanda, los cuales oscilan entre
diez y veinte días.
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Litisconsorcio
Partes en un proceso siempre son dos, independientemente de la pluralidad de
sujetos que integren cualquiera de los extremos de la relación jurídico procesal.
Pues es justo a esta pluralidad a la que se refiere este concepto. De ahí que se
entiende la conformación de un litisconsorcio cuando haya dos o más sujetos
demandando o siendo demandados, independientemente, en este último caso, de
si comparecen o no a defender sus derechos. Eso sí, los actos procesales del sujeto
personado pueden repercutir sobre los que no, siempre y cuando les beneficien.
El artículo 79 del CPCM señala que el litisconsorcio podrá integrarse con la
intervención del legitimado en cualquier momento del proceso, debiéndosele tener
desde entonces por parte, a todos los efectos, sin retroceder en el curso de las
actuaciones, salvo que no se le hubiera emplazado. De la solicitud de intervención
se dará audiencia a todas las partes personadas por tres días, para que puedan
manifestar lo que a su derecho convenga, decidiendo seguidamente el juez.
Pese a lo previsto en tal disposición, muchas veces esa integración se requiere in
limine bajo pena de rechazar la demanda. Ello dependerá del tipo de litisconsorcio
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Litisconsorcio necesario
Esa pluralidad de sujetos que integran un determinado extremo de la relación
jurídico procesal puede tener el carácter de necesario cuando deban demandar o
ser demandados todos en su conjunto, bajo el apercibimiento que de no hacerlo la
demanda devenga en improponible. Los efectos, por supuesto, de su falta de
integración son distintos, pues si se trata de la parte demandada, el juez in limine o
in persequendi litis, advirtiendo la falta de ello declarará improponible la demanda,
previo un chance que tiene el demandante para integrarlo vía prevención o incluso
antes de la audiencia preparatoria o dentro de ella, según el momento en el cual se
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Litisconsorcio voluntario
La pluralidad de sujetos que integran un determinado extremo de la relación
jurídico procesal puede tener el carácter de voluntario cuando no sea preciso o
necesario demandar o ser demandados todos en su conjunto. Ocurre, cuando la
tenencia del derecho permite que no sea preceptiva esa comparecencia conjunta.
En tal caso sus actuaciones son independientes y no afectan ni benefician al resto.
Ejemplo típico y local de esto, pasivamente, sucede con las obligaciones solidarias
donde los deudores pueden ser demandados todos en su conjunto o incluso
cualquiera de ellos de forma independiente y no se afecta la pretensión instada.
Activamente ocurriría con precisión cuando exista una acumulación subjetiva de
pretensiones, es decir, cuando haya varios objetos vinculados a varios sujetos,
litigando en conjunto y promoviendo una sola demanda que reporte una sola
sentencia.
El artículo 80 del CPCM señala que, podrán comparecer en el proceso varias
personas, como demandantes o como demandados, cuando las pretensiones que
se ejerciten provengan de un mismo título o causa de pedir, estándose a las reglas
sobre acumulación de pretensiones. En este caso los litisconsortes serán
considerados como sujetos independientes. Los actos de cada uno de ellos no
favorecen ni perjudican a los demás, sin que por ello se afecte la unidad del proceso.
Esta pluralidad de sujetos es conocida también en la jerga procesal como
litisconsorcio simple o facultativo y puede ser también activo o pasivo según la
posición que ostenten los sujetos, aunque aquí se pueden presentar distintas
modalidades. La primera de ellas es que varios sujetos decidan demandar en
conjunto la tutela de un derecho, cuyas pretensiones provienen de la misma causa
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LECCIONES PROCESALES: UNA REVISTA AL CODIGO PROCESAL Y MERCANTIL
petendi. Como por ejemplo los vecinos, cada uno titular de su predio, solicitando la
constitución de una servidumbre de paso. En este caso el juez deberá examinar que
se cumplan las condiciones para dicha acumulación, esto es, la necesaria
competencia del juez para conocer de todas las pretensiones, de acuerdo con los
diversos criterios distributivos, que todas ellas se ventilen por la misma vía procesal
que se insta y además que provengan de un mismo título o causa de pedir.
Otro supuesto es que se trate de varios sujetos contra varios sujetos, o que se trate
de un sujeto contra varios sujetos. De ser siempre voluntario en ningún caso podrá
el juez hacer un examen más allá de los requisitos que el legislador impone para las
acumulaciones de pretensiones, si fuese activo, o el nexo que ampare la
convergencia del derecho y posibles alcances de la sentencia, si fuese pasivo. A este
respecto y debido al ejemplo de la solidaridad que señalé en el introito de esta
lección, el artículo 1382 del Código Civil prevé que, cuando se ha contraído por
muchas personas o para con muchas, la obligación de una cosa divisible, cada uno
de los deudores, en el primer caso, es obligado solamente a su parte o cuota en la
deuda, y cada uno de los acreedores, en el segundo, solo tiene derecho para
demandar su parte o cuota en el crédito. Pero en virtud de la convención, del
testamento o de la ley, puede exigirse a cada uno de los deudores o por cada uno
de los acreedores el total de la deuda, y entonces la obligación es solidaria o in
sólidum. Asimismo, el artículo 1385 del mismo Código el cual señala que el acreedor
podrá dirigirse contra todos los deudores solidarios conjuntamente, o contra
cualquiera de ellos a su arbitrio, sin que por este puede oponérsele el beneficio de
división.
Otro ejemplo ilustrativo lo extraemos del artículo 947 del Código Civil donde,
refiriéndose a las acciones posesorias, señala que, siempre que haya de prohibirse,
destruirse o enmendarse una obra perteneciente a muchos, puede intentarse la
denuncia o querella contra todos juntos o contra cualquiera de ellos; pero la
indemnización a que por los daños recibidos hubiere lugar, se repartirá entre todos
por igual, sin perjuicio de que los gravados con esta indemnización la dividan entre
sí a prorrata de la parte que tenga cada uno en la obra.
También en este caso se prevé una regla especial de procuración. Señala el artículo
85 del CPCM que fuera del caso establecido en el artículo 80 del mismo código,
cuando la posición de parte sea ocupada por una pluralidad de sujetos, se exigirá
una representación común cuando hagan uso de las mismas alegaciones o
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Litisconsorcio coadyuvante
El mal llamado tercero coadyuvante en la doctrina procesal clásica, en realidad
nunca lo ha sido. No es un tercero porque no es ajeno a la relación jurídico procesal
de la que se está conociendo sino más bien una persona que se adhiere a alguno de
los extremos de esta, dado que se verá alcanzado positiva o negativamente de los
efectos que discurran de la sentencia que se dicte. De ahí que lejos de ser un tercero
sea un coadyuvante que pasa, en tanto que pluraliza el extremo, a ser un típico
litisconsorte.
Tan cierto es lo dicho que el artículo 82 del CPCM señala que, si fuera admitida la
intervención, no se retrocederá en el curso de las actuaciones y el coadyuvante se
incorporará al proceso en el estado en que se halle al momento de su intervención.
El coadyuvante limitará su actuación procesal a la defensa de su posición, y se le
permitirán las alegaciones necesarias para su defensa, que no hubiere podido
presentar por corresponder a momentos anteriores a su admisión en el proceso,
sin que ello afecte el objeto del proceso, ni la obligación jurídica de congruencia. De
estas alegaciones se dará audiencia, en todo caso, a las otras partes, por el plazo de
tres días. Se le reconocerá al coadyuvante el derecho a recurrir la sentencia, pero
en ningún caso podrá actuar en contra de la parte a la que ayuda, ni realizar actos
de disposición del derecho de esta.
El ejemplo más claro en relación con esa posible coadyuvancia lo encontramos en
el proceso de inquilinato donde se faculta a los subarrendatarios para poder
intervenir en el proceso en defensa de los derechos del arrendatario. El artículo 484
del CPCM señala que, el subarrendatario podrá intervenir en el proceso como
coadyuvante del demandado, y para ello deberá acompañar el contrato que lo
acredite como tal, siempre que el subarrendamiento hubiese sido autorizado por el
arrendador. Los subarrendatarios no tendrán más derechos que los que la ley
concede al inquilino y la sentencia que se dicte contra este les afectará, aunque no
hayan intervenido en el proceso.
De lo dicho colegimos que el juez siempre debe examinar el vínculo fáctico y jurídico
que existe entre el sujeto primitivamente interviniente y el que pretende
coadyuvar. Asimismo, que la sentencia por dictarse en el proceso puede alcanzar
con sus efectos, del mismo modo, la esfera jurídica de ambos, naciéndoles en
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activo o pasivo.
Lo otro que quiero destacar, porque en su contexto resulta ininteligible, es el efecto
en el que se admite el recurso. ¿Hemos pensado a qué se refiere el legislador al
decir que puede recurrirse en apelación, ¿que será admitida en un solo efecto? Pues
si lo interpretamos a la luz de las disposiciones del mismo Código imposible que
encontremos la respuesta, pues el artículo 509 del CPCM hace referencia a un solo
efecto que produce la interposición de este recurso y es el suspensivo.
Y aunque ello parezca inverosímil, la respuesta la encontramos tanto en la doctrina
como en la regulación que sobre el recurso hacen otros ordenamientos e incluso en
el parcialmente derogado Código de Procedimientos Civiles salvadoreño. Resulta
que en antaño, dos eran los efectos que se decía, producía la interposición del
recurso de apelación: el devolutivo y el suspensivo. Y cuando el legislador decía que
se admitía tan solo en un efecto, se refería al devolutivo, que formalmente ya no
está reglado, lo que implicaba que no se suspendía la actividad judicial, o incluso, si
se trataba de una sentencia, se ejecutaba sin más. Algo muy similar a lo que ahora
ocurre con la ejecución provisional de las sentencias condenatorias.
Lo anterior significa que el legislador lo que ha querido decir con dicha expresión es
que no obstante la apelación que el coadyuvante interponga, no se suspenderá le
proceso, el cual continuará su curso.
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Sucesión procesal
Señala el CPCM que cuando por causa de muerte se transmita lo que sea objeto del
proceso, la persona o personas que sucedan al causante podrán continuar
ocupando su misma posición procesal, a todos los efectos. Existe por supuesto un
procedimiento al que se debe atender, demostrándole al juez dicho fallecimiento,
así como la titularidad del derecho a sucederle. Se dispone entonces del proceso,
en el estado en el que se encuentre, bajo el apercibimiento también que de ser
admitido como sucesor y no comparecer, el proceso continuará en rebeldía.
Esta sucesión la regula el artículo 86 del CPCM el cual prevé que cuando por causa
de muerte se transmita lo que sea objeto del proceso, la persona o personas que
sucedan al causante podrán continuar ocupando su misma posición procesal, a
todos los efectos. Cuando conste en el proceso la defunción de una de las partes se
seguirá el procedimiento, según el caso, de conformidad con lo siguiente: 1.°
Comunicada la defunción de cualquiera de las partes por quien deba sucederle, se
suspenderá el proceso, previa audiencia a la contraria por el plazo de cinco días. 2.°
Cuando conste en el proceso la defunción de una parte y el inicio de diligencias de
aceptación de herencia por quien deba sucederle, y este no se personare en el
proceso estando habilitado como representante de la sucesión, se permitirá a la
contraria, pedir con identificación de los sucesores de su domicilio o residencia, que
se les notifique la existencia del proceso, emplazándoles para comparecer en el
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Pretensión procesal
Entendemos por pretensión procesal aquella declaración de voluntad que formula
el justiciable en los estrados judiciales, como acto y de manera concreta,
procurando la tutela de un derecho propio o ajeno. Descansa, al decir de Jaime
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quejas, incompatibles entre sí, de suerte que una se reputa principal y las restantes
solo se conocen en caso de que esta sea rechazada; y, la adherente, ocurre cuando
se reúnen varias pretensiones, compatibles entre sí, pero donde una se reputa
principal y solo en el caso de que sea estimada se da paso al conocimiento de las
restantes.
Un ejemplo de la primera, siguiendo nuestra práctica jurídica, es la que se deriva de
la condición resolutoria tácita que regula el artículo 1360 del Código Civil. Conforme
a esta disposición en los contratos bilaterales va envuelta la condición resolutoria
de no cumplirse por uno de los contratantes lo pactado. Pero en tal caso podrá el
otro contratante pedir a su arbitrio o la resolución o el cumplimiento del contrato,
con indemnización de perjuicios en uno u otro caso. Ello supone que se podría
presentar demanda pidiendo la terminación de un contrato por mora, o incluso su
cumplimiento, más la indemnización por los daños y perjuicios que ello causó. Se
reúnen así dos pretensiones que eventualmente pudieran tramitarse por separado,
ya que una y otra gozan de sustantividad propia.
En relación con el segundo tipo, se trata de pretensiones instadas por varios o
contra varios, formando un claro litisconsorcio, cuando sus derechos dependen de
una misma causa. Lo decía en otra lección, un ejemplo de ello puede ser el de los
vecinos, cada uno titular de su predio, solicitando la constitución de una
servidumbre de paso. En este caso el juez deberá examinar que se cumplan las
condiciones necesarias para dicha acumulación, esto es, la necesaria competencia
del juez para conocer de todas las pretensiones, de acuerdo con los diversos
criterios distributivos de la misma; que todas ellas se ventilen por la misma vía
procesal que se insta; y, además, que provengan de un mismo título o causa de
pedir.
Sobre el tercer tipo de acumulación, una pretensión se reputa principal y solo si se
rechaza es posible que sujeto al principio de eventualidad se pase a conocer de otra.
Por ejemplo, la pretensión por la que se requiere la nulidad de una sociedad, por
objeto ilícito, tal como lo prevé el artículo 343 del Código de Comercio, a la que se
acumula eventualmente la de disolución y liquidación derivada de lo previsto en el
artículo 349 del mismo código.
Finalmente, el cuarto tipo de acumulación al que he denominado adherente ocurre
cuando existe una pretensión principal y solo de admitirse la misma es posible
conocerse sobre las demás. Es decir, la suerte de las acumuladas depende de la
admisión de la principal. Por ejemplo, una pretensión de nulidad de un instrumento
que acredite el dominio de un bien inmueble, seguido de su reivindicación.
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demanda tiene por objeto una prestación de hacer, pues entonces su cuantía
equivaldrá al coste de aquello cuya realización se determine, o en el importe de los
daños y perjuicios derivados del incumplimiento, sin que en tal caso sean
acumulables ambas cantidades, salvo si además de determinarse el cumplimiento
se pretendiera también la indemnización. El cálculo de los daños y perjuicios habrá
de ser tenido en cuenta cuando la prestación sea personalísima o consista en un no
hacer, aún si lo que se pretende con carácter principal es el cumplimiento.
Finalmente, cuando se reclamen varios plazos vencidos de una misma obligación se
tomará en cuenta, como cuantía, la suma de los importes reclamados, salvo si se ha
pedido en la demanda declaración expresa sobre la validez o eficacia de la
obligación, en cuyo caso se estará al valor total de la misma. Si el importe de alguno
de los plazos no fuera cierto, se excluirá́ éste del cómputo de la cuantía.
Como se observa y concluye, respondiendo a muchas dudas que al respecto surgen,
el cálculo de intereses legales y convencionales relacionado con el incumplimiento
de una obligación dineraria, no se suma a la cuantía principal para estos efectos,
quedando ello reservado para el momento ulterior en el que el juzgador deba
practicar liquidación en el proceso de que se trate.
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