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{Cudndo aparecieron estas sociedades y por qué? ¢8in res- puesta a qué contexto, a qué preguntas, a qué planteamien- 1s, y en nombre de qué? Invitamos al lector a un andlisis de lbs discursos y las eoncepeiones, especialmente los discursos filoséficos, teniendo presente que el discurso filoséfico y la rea- lidad social mantienen entre sf una relacién compleja, donde siquél precede, acompafia y explicita a ésta, aunque no se tra- ta, en nuestra opinién, de una determinacién total “en tiltima instancia” de los discursos filoséficos por la realidad social ni de ésta por el peso de las ideas. Analizaremos también las teo- alias y discursos econémicos y politicos, no en cuanto discursos jenifficos sino en cuanto representaciones por medio de las wales la sociedad ha ido expresando su visién del trabajo. |) El enigma que aquf se intenta resolver —y cuya resolucién éstructuraré esencialmente nuestro propésito en este libro— ds, pues, el siguiente: {Como hemos llegado a considerar el trabajo y 1a produccién como el centro de nuestra vida social e individual? ,Como consecuencia de qué derroteros ha Hegado el trabajo a ser considerado como medio privilegiado del desa- trollo individual y como micleo del vinculo social? Si el trabajo hho ha existido siempre, Zeudles han sido las razones y Ios pa~ os de su “invencidn”? {Ein qué medida la utopia de las socie~ jades basadas en el trabajo puede dar cuenta de las contra- dicciones que encierran hoy en dfa las ideas de legitimacién del trabajo? i | { 2 {Sociedades sin trabajo? Ya no estamos, hoy en dia, en condiciones de distinguir el trabajo mismo de las funciones que se sustentan en él. Cuan- do se ensalza el trabajo por ser e! ambito primordial de la inte gracién social y de la autorrealizacion, no se est distinguion- do entre las funciones (constituir el vinculo social, propiciar el desarrollo del individuo) y el sistema en que dichas funciones se hasan. Sin embargo, la distincién es fundamental. Estable- cerla permite afirmar, primero, que el trabajo no es en sé mis- mo portador de esas funciones; segundo, que éstas pueden apoyarse, por tanto, en otro sistema y, por Ultimo (y viene a ser lo mismo), que el trabajo no siempre ha sido soporte de estas fanciones 0, dicho de otro modo, que su significado cam- bia segdn las épocas. El trabajo no es una categoria antropoldgica, o sea, una invariante de la naturaleza humana. 0 de las civilizaciones que siempre van acompafiadas por las mismas representaciones. Estamos, por el contrario, ante una categoria radicalmente histérica, inventada en respuesta a ne- cosidados de una época determinada, una categoria construi- da, ademés, por estratos. Esto significa que las funciones que hoy desempeiia el trabajo en nuestras sociedades, en otras 6pocas, las cumplian otros medios, otros sistemas. Tres ejem- plos servirén para ilustrar esta variabilidad. Todos ellos se ubican en Ia prehistoria de las sociedades econémieas y se ri- gen, dicho someramente, por Iégicas a un tiempo sagradas y sociales en virtud de las cuales la organizacién social se es- tructura en torno a principios trascendentes no explicitados y cuya vocacién es precisamente permanecer ocultos. En estos ejemplos se descubre la existencia del trabajo, entendide como esfuerzo 0 como abastecimiento, pero nunca desempenando las fianeiones de vineulo social y de realizacién de la persona. QT Las sociedades no industrializadas Las sociedades primitivas son un primer ejemplo de socie~ dades no estructuradas por el trabajo. Debemos a la investi- gacién etnologica y antropolégica valiosas aclaraciones sobre esta cuestién; cuestién, ciertamente, de dificil planteamiento y resolucién, en la medida en que el etnélogo esté sujeto, como ‘cada uno de nosotros, al significado actual de las palabras, pero también de las representaciones y del encuadre de la rea lidad que éstas traen consigo. El trabajo es para nosotros una categoria homogénea aunque no disponemos ni precisamos de un andlisis detenido de sus diversas manifestaciones. Hs algo que sabemos por intuicién y asociamos con esta categoria no- ciones como la de esfuerzo, satisfaccién de necesidades, pro- duccidn-transformacién, artificio, intercambio o remuneracién, pero sin preocuparnos por saber cémo se relacionan estas no- ciones o en virtud de qué presupuestos hist6ricos e ideol6gicos se articulan. Las investigaciones otnolégicas se proponen adentrarnos en Ja organizacion de las sociedades primitivas y para poder com- prenderlas debemos desprendernos, por tanto, completamen- te de nuestras eatogorias. La categoria de la “economia”, par ejemplo, en el mundo primitivo no es una modalidad del en- tendimiento y de la accién, al menos la economia entendida como “ciencia” de los comportamientos racionales desarvolla- dos por los seres humanos para la adquisicién de bienes esca- sos. Las investigaciones antropolégicas nos ensefian que es imposible encontrar, entre las sociedades analizadas, un sig- nificado idéntico del término “trabajo”. Algunas earecen inclu- so de una palabra especifica que sirva para distinguir las acti- vidades productivas de otros comportamientos 0 carecen de ‘una nocién que refiera globalmente la idea de trabajo, es de- cir, “la idea de un conjunto coherente de operaciones técnicas destinadas a producir todos los medios materiales necesarios a la subsistencia. 5) idioma tampoco dispone de palabras que designen los procesos de trabajo en sentido amplio como la pesca, la horticultura o la artesanfa; nos enfrentamos, por tan- to, al problema de comprender unas categorfas indigenas que delimitan los procesos de trabajo de un modo muy diferente al nuestro (...) ELlexema indigena cuyo campo semiintico més se asemeja 2 uno de los usos actuales de la palabra ‘trabajo’ es takat (...), palabra que se refiere a una actividad fisica, peno- 28 sa, que requiere conocimientos técnicos y la mediacién de una herramienta”.* En otras sociedades, en las que esta palabra sf existe, no Se corresponde, sin embargo, con el significado actual del término: o bien lo desborda, o bien combina de otra manera algunos elementos pertenecientes a nuestra concep- cién. Asi, en una tribu del Amazonas el término refiere la acti- vidad de reflexién del chamén, Algunas sociedades tienen, por tanto, una concepcién muy extensa del trabajo, mientras que otras sélo designan con el término actividades materialmente no productivas. Por otra parte, aunque si se encuentran pala- bras que evoquen el esfuerzo y el sufrimiento, éstas no estan | vinculadas a formas precisas de actividades, por ejemplo las destinadas a la satisfaccién de necesidades y, en todo caso, difieren enormemente de nuestro coneepto de “trabajo”. En primer lugar, el tiempo dedicado al abastecimiento 0 a Ja reproduccién de la fuerza fisica es limitado y esto es asi porque, en esas sociedades, las Hamadas necesidades natura- Jes son igualmente limitadas. Una de las principales conclu- siones de las investigaciones antropolégicas es que la bisque- | da de los medios de subsistencia y la satisfaccién de las nece- i sidades no se insertan en un proceso indefinido que persiga una abundancia nunca aleanzable, sino que, por ei contrario, ocupe sélo una pequetia parte de Liempo y deosiniereses de | Jos pueblos estudiados. Marshall Sahlins* ha sido uno de los primeros en mostrar que conviene desechar la imagen de una humanidad primitiva aplastada por la apremiante tarea de | satisfacer necesidades fisicas y naturales. Al contrario, el tiem- po dedicado a estos empenios esta en realidad muy circunscri- j to, las necesidades se satisfacfan en poco tiempo y con un mi- nimo esfuerzo."* No habfa tal cosa como “necesidades ilimita- " das”, de ahi que Sahlins se refiera a estas sociedades como | “sociedades de la abundancia”, en la medida en que se trata! de pueblos que ajustan sus relaciones con la naturaleza a sus * concepciones de la necesidad y de la vida. El que estas socie- dades logren satisfacer un niimero dado de necesidades en un, tiempo determinado y sin emplear en ello la totalidad de sus energias significa que nada Jes incita a producir mas de lo necesario. Las actividades de subsistencia se rigen por otras légicas ajenas a la mera satisfaccién de las necesidades y su! persecucién no ocupa todo el tiempo de la existencia, Los caza-j Gores y recolectores, por ejemplo, dedicarian de dos a cuatro | horas diarias a tales menesteres. } \ 2g ' En segundo ligar, Ja actividad acometida con vistas a la subsistencia no'se realiza casi nunca a titulo individual, ni por motivaciones exclusivamente individuales: “Un solo ejem- plo bastara para demostrar hasta qué punto resulta absurda Ia idea de un hombre —especialmente de un hombre de cultu- ra poco desarrollada— movido por planteamientos puramen: te econémicos”.® El mévil del interés personal es ajeno al hom- bre primitivo y el beneficio no desempeiia jamas la funeion de incitacién al trabajo. El hombre ni asume en solitario las acti- vidades de subsistencia, ni se apropia a titulo individual los resultados de ellas: “Lo relevante es que todos 0 casi todos los frutos de su trabajo, y en todo caso el remanente que pueda obtener de un esfuerzo adicional, no estan reservados al indi viduo que se tomé la molestia de conseguirlos, sino a sus pa- rientes y familia politica... Tres cuartas partes de la eosecha de un hombre deben repartirse obligatoriamente entre el jefe de la tribu, en concepto de tributo, y el marido (y su familia) de su hermana (o de su madre)."* El reparto de los bienes materiales se rige, por tanto, en funcidn de criterios no econd- micos y e} “trabajo” so concihe como una obligacién de cardeter social que no precisa vetribucién material alguna, Por otra parte, cuando sf se realiza un esfuerzo, éste no se empefia en actividades destinadas a la subsistencia, sino on actividades sociales cereanas al juego: “El trobriandés trabaja en funcin de unas motivaciones harto complejas en las que intervienen lo social y lo tradicional; sus verdaderos propési- tos no tienen nada que ver con la satisfaccién de necesidades inmediatas 0 con proyectos utilitarios, de ahi que el trabajo no se base en la ley del mnimo esfuerzo. Antes al eontrario, dedi- ca gran tiempo y energfa a tareas completamente superfluas Ademds, el trabajo, en lugar de representar un medio enfoca- do a un fin, es en cierto sentido un fin en sf mismo.” FI trabajo no se realiza para el beneficio personal, ni tam- poco con miras al intercambio, ya que el intercambio no es de cardcter econémico, no aspira a obtener una exacta equivalen- cia, sino que obedece a otras ldgicas mas directamente socia- les: “Al igual que el trabajo, el intercambio depende de las ‘relaciones sociales directas de orden general’. Se manifiesta a menudo como expresién de estas relaciones y siempre como una obligacién derivada de los lazos de parentesco 0 de comu- nidad existentes entre las partes. EI gruoso de los intercara- bios en las sociedades tribales se asemoja a lo que para noso- 30 4 tros es ya solo una manitestacién menor del intercambio: el regalo entre personas cereanas o los gestos de hospitalidad que mostramos a los demas. Aunque estén contaminados por consideraciones sociales, estos gestos de reciprocidad los en- tendemos como no econdmicos, cualitativamente diferentes del movimiento del verdadero intercambio y reducidos a un mbi to donde aquel que estima conveniente hacer buenos tratos, enviando al diablo tales consideraciones, esta cordialmente invitado a irse él-mismo al diablo. En las tribus, en cambio, del mismo modo que el trabajo no existe como actividad espe- cffica e independiente de otras funciones sociales del trabaja- dor, el intereambio no existe fuera de las realciones no econdmieas.™” ‘Asi pues, el trabajo en las sociedades preecondmicas pre- senta tres caracteristicas: primero, se acomete para ser visto por los demas, es una suerte de competicién hidica, de juego socials" el trabajo pretende, ante todo, la ostentacién, sirve para hacerse ver y para competir con los demas. Segundo, ni la satisfaccién de las necesidades, ni el énimo de acopio son primordiales: los trobriandeses, estudiados por Bronislaw Malinowski, ponen el mayor cuidado en la estétiea y buena Aisposicién de su parcela eultivada; el esfuerzo no es sindnimo de penosidad. Por lo demas suele producir, eon gran esmero, mucho més de lo que necesita, pero nunea con fines de atesoramiento: el fruto del esfuerzo puede ser derrochado en pocos minutos. Por iiltimo, el trabajo se rige por logicas sagra- das y sociales: para los trobiandeses, ol mago de los jardines controla la labor de los hombres y las fuerzas de la naturale- za, La magia desempefia una funcién de coordinacién, regula- cién y direceiGn de los trabajos del campo, algo parecido al modo de los ritos agricolas de Hesfodo. “E] trobriandés no obra por e] deseo de satisfacer sus necesidades, sino que obedece a un sistema muy complejo on el que se combinan fuerzas tradi- cionales, obligaciones y deberes, creencias magicas, ambicio- nes y vanidades sociales.” ‘Todo esto, podra decirse, resulta perfectamente coherente al tratarse de economfas domésticas que no dependen del in- tercambio econémico y que en consecuencia han ajustado sus necesidades. Asi es, pero lo que aqui importa es que en un contexto radicalmente distinto al nuestro, en el que las nece- sidades naturales son limitadas, en el que el individuo como tal atin no ha hecho su irrupeién y los intercambios econémi- 3t cos no se han degarrollado, la idea de trabajo no existe. En otras palabras, no puede encontrarse, entre las sociedades primitivas, ni entre éstas y las nuestras, un denominador co- muin sobre el significado del trabajo. “El trabajo no es una ca~ tegorfa real en la economia tribal”, eseribia Sahlins. sto sig- nifica que, en estas sociedades, ni el estatus social, ni el origen. y conservacién del vinculo social vienen definidos por ‘el traba~ jo. Son sociedades extructuradas en virtud de otras légicas, ‘sociedades con una relacién particular con la exterioridad —la naturaleza, la tradicién, los dioses, ete—, que determina las normas sociales haciéndolas lo suficientemente “sélidas” para cohesionar a la sociedad, No necesitan ningiin otro tipo de re- gulacién, De esta actividad de subsistencia, una més entre tantas, no se derivan, en esos contextos, ni directrices particulares, ni jerarquias sociales, Los estudios de Mauss y de Malinowski than demostrado que los hechos sociales que estructuran estas sociedades no tienen naturaleza econémica, sino que son prioritariamente “sociales”: ponen en juego lazos sanguineos y de parentesco, simbolos, determinadas relaciones con Jana- ‘turaleza y la tradicién, ete. El intercambio no es el intercam- bio econémico que conocemos y que sélo sera definido y practi- cado a partir del siglo xvin. Acaso este hecho pueda resultar paraddjico, pues cabria suponer que estas sociedades estarian obsesionadas por el temor a la escasez y otorgarian por tanto un lugar privilegiado a las personas encargadas de las activi- dades de subsistencia. No os el caso, sin duda precisamente porque la importancia de estas actividades es tal que estan reguladas desde fuera y que se ejercen colectivamente, de modo que nadie pudiera apropiarselas. paradigma griego En lo relativo a la percepeién del trabajo la referencia a Grecia es ineludible, La sociedad griega la que conocemos por los textos filos6ficos, hist6ricos y literarios— presenta al- gunas caracteristicas propias de las “economias domésticas” precapitalistas, pero sobre todo se distingue por un conjunto de planteamientos ¢ instituciones de los que sabemos que cons- tituyen parte esoncial de nuestra herencia fitoséfica, cientifi- a2 ca, cultural y politica. Tl fendmeno del trabajo fue objeto de las disquisiciones de los fil6sofos griegos, aunque el término no tenia los mismos significados que en nuestras sociedades modernas. En comparacién con las sociedades primitivas an- tes analizadas, la griega dispone de la ventaja de haber arti- culado racionalmente su posicin frente al trabajo 0 al menos frente a algunas tareas que hoy inehaimos en la idea de traba- jo. Esto facilita su interpretacién. ‘Los filosofos griegos, mas alld de algunas diferencias, eam- parten una misma concepeién del trabajo: lo identifican con tareas degradantes y en nada lo aprecian. 1 perfodo griego viene a ser, por tanto, una suerte de tipo ideal de sociedad, en la que no se glorifica el trabajo en funcién del. desarrollo de otras actividades. No se trata ahora, ciertamente, de volver a este modelo, pero estamos convencidos de la conveniencia de comprender todas sus implicaciones si queremos entender nuestra 6poca. Dicho de otro modo, de poco sirve pasar por alto el modelo griego aduciendo su pertenencia’a una civiliza- cién definitivamente superada, sumando al argumento de Ia incomprensibilidad el de que esta época seria demasiado dis- tinta de la nuestra para comprenderla en si misma y que s6lo podemos proyectar nuestras categorfas sobre ella, ‘Txmpoco vale el argumento de la intransferibilidad (que estas socieda- des serian en exceso distintas, especialmente en su desarrollo econémico, para poder ser en lo més minimo fuente de inspi- racién), Para subrayar la pobreza de este ultimo argumento, basta recordar que la democracia, la filosofia, la ciencia o las matematicas se inventaron en buena parte en Grecia y que nuestra historia os en cierto modo tan s6lo un largo dislogo con el legado griego; dislogo, en ocasiones interrumpido, acompasado por el redescubrimiento medieval de Aristoteles por parte de los filésofos érabes o por el “retorno a Grecia” de Ja Francia del siglo xvi o de la Alemania del siglo xrx Antes de analizar la concepcién que los griegos tenfan del trabajo conviene recordar someramente cémo estaban orde- nados el mundo y las sociedades griegas tal como se nos pre- sntan en los principales textos, desde la Iliada de Homero hasta la Politica de Aristoteles. 1 mundo griego es cerrado y discontinuo y se constituye por una estructura celeste fija (los astros) y por el mundo sublunar sometido a la generacién y a la corrupeién, esto os, a la movilidad, a la transformacién y a la muerte, El conjunto del mundo sujeto a la “mortalidad” 38 tiende a parecerse al inmortal; Aristételes lo expresa del siguiente modo: Dios, motor primero, mueve por amor. Las actividades humanas se valoran en funcién de su mayor 0 menor semejanza con la inmovilidad y la eternidad. De ahi el aprecio por el pensaminto, por la heoria, la contemplacién y, de manera general, por la ciencia, sea matemAtica o filoséfica, en la medida en que tiene por objeto esencias y figuras inamovibles, ajenas al perpetuo movimiento. Esta actividad es la nica eapar de hacernos semejantes, como por contagio, a lo contemplado y, por tanto, de sustraernos en cierto modo a la accién del tiempo. La ejerce ol alma o el raciceinio, no del cuerpo. Concrotamente Aristételes menciona ademas dos otras actividades dignas de valoracién, la ética y la politica. La primera, atin denominada praxis, agrupa las actividades que tionen su fin en sf mismas, tanto mas valoradas cuando més se sustraigan a la necesidad: no se persiguen sino por si mismas, no son instrumento al servicio de otro fin. La politica permite al hombre ejercer su humanidad, esto es, hacer uso de la raz6n y de la palabra para mejorar constantemente aquello sin lo enal el hombre no es nada: la ciudad. Fronte a ostas actividades, decididamente valoradas por enmarcarse en la esfera de la libertad, se oponen aquellas que nos ligan a la necesidad y que convergen en distintos grados en el polo de las actividades no apreciadas, entre ellas el tra- bajo. Tres caracteristicas principales lo definen: el trabajo, en cuanto concepto univoco que abarque todos los oficios o los diferentes “productores”, no existe; las actividades que abarca son despreciadas y, por tiltimo, el trabajo en modo alguno es el soporte del vineuio social. Los trabajos y los dias Encontraremos en Grecia oficios, actividades, tareas; en vano se buscar‘ el trabajo. Las actividades son clasificadas en cate- gorias irreductiblemente diversas y separadas por distinciones que impiden considerar el trabajo como una funcién nica. La distincién mas relevante es la establecida entre las tareas recogidas bajo el término ponos, actividades penosas, que requieren esfuerzos y el contacto degradante con la materia (son Ja logistica:o la intendencia), y las tareas identificadas como ergon (obra), que: se caracterizan por ser atribuibles 0 34 imputables a una porsona y por consistir en la aplicacién de una forma a la materia (el alfarero, por ejemplo, al hacer un cipiente da forma a la materia). Dentro de esta primera dis- tincién se encuentran también otras actividades bien diferen- ciadas: las agricolas, euya légica os aun. préxima a las précti cas religiosas y que constituyen un modo de vida totalmente aparte frente a una sorie de oficios manuales ejercidos por el espartero, el carpintero, etc., as{ como las actividades servi les. Cada actividad tiene un ambito y una dindmica propias y a menudo también su propia “clase-soporte”, como las de los agricultores, artesanos y esclavos. En la Grecia arcaiea, que conocemos a través de los textos de Homero y Hesiodo, ia je- rarqufa entre actividades se establece en funcién del grado de dependencia respecto de otras personas que cada actividad su- ponga: en lo bajo de la escala, esta la actividad del esclavo y del thete (el bracero que alquila la fuerza de su trabajo por un determinado tiempo y al que puede asignarse cualquier tarea, a diferencia del artesano, que domina una especialidad). En Ia Odisea, la sombra de Aquiles declara a Ulises que la vida de un simple thete al servicio del mas indigente de los agriculto- res es preferible a ser rey entre los muertos, para indicar que antes que la muerte prefiere vivir en el més bajo estado de la vida social. Bl grado signiente més alto lo tienen los demiurgos 0 artesanos; éstos dominan una “técnica” pero se encuentran igualmente afectados por la degradacién social porque traba- jan para el demos, para el pueblo: dependen de los demas para subsistir. Artesanos y mendigos pertenecen a la misma cate- goria, Ia de los que viven merced a los encargos y didivas de los demas. Las actividades comerciales también se condenan: denotan una indigna avidez. Sélo las actividades agricolas se libran de la condena, precisamente porque permiten la no de- pendencia. Las actividades laboriosas, en suma,-no merecon desprecio en sf mismas, sino por la servidumbre que puedan implicar. Hesfodo no desprecia el trabajo, lo tiene por necesa- rio desde que el hombre perdié la edad de oro, pero, aunque ineludible, debe realizarse en condiciones que permitan sal- ‘vaguardar la independencia, esto es, la libertad y la dignidad. El desprecio por ol trabajo El desprecio por cl trabajo no se limita sélo a esto-en la Grecia cldsica. En las obras de Platon y de Aristoteles-asisti- 35 ‘mos al desarrollo de un ideal de vida individual y colectiva del {que el trabajo queda casi del todo excluido. La misma estruc tara social griega es buena prueba de ello: de las tareas direc- tamente vineuladas a la reproduccién material se ocupan Jos esclavos, lo que se refleja en una teorizacién que estriba en ‘una oposicién fundamental entre ocio y trabajo. Toda la filoso- fia griega se basa, de hecho, en la idea de que la verdadera libertad, esto es, la actuacién del hombre eonforme a su com- ponente mas humane, el logos, empieza mas alld de la necesi dad, una vez satisfechos los menesteres materiales. Sin vesti- menta, alimento y ciertas comodidades no cabe la filosofia, cierto; pero en la mera satisfaccién de las necesidades tampo- co hay filosofa, ni sabidurfa, ni vida conforme a la raz6n, Ast Jo advierte Aristételes abriendo su Metafisica: “Pues esta dis- ciplina comenz6 a buscarse cuando ya existian casi todas las cosas necesarias y las relativas al descanso y al omnato de la vida" (Met, 982b, 22.24). Esta disciplina, la filosofia, es de entre las ciencias la tinica cabalmente liberal, pues no la per- seguimos sino por lo que es en sf y “sera razonable, por tanto, considerar més que humana su posesion’”. En contraposicién al ambito de la libertad, aquel que nos acerea a lo divino, se encuentra el de la necesidad, et del tra- bajo y destacadamente el ponos, el trabajo penoso, las tareas degradantes, esencialmente serviles. En la obra de Platén,“* las actividades manuales se recogen bajo este vocablo y son realizadas por la “tercera clase”: labradores y artesanos va- rios; clase a la que corresponde, en st divisién tripartita del alma, el apetito sensual, aquel que satisface Jas necesidades elementales de la nutricién, la conservacién y la reproduceién. Para Aristételes estas tareas son las propias del esclavo. Co- nocides y ampliamente comentados son sus textos en los que alaba la existencia de la esclavitud, gracias a la cual los ciuda~ danos griegos pueden ejercitarse en su humanidad.* El escla- vo que provee las necesidades irrenunciables, es semejante al animal doméstico, porque desempefia idéntica funcién: el es- fuerzo fisico en Jas tareas indispensables. El esclavo es un ins- iramento animado, es propiedad de alguien, no es un hombre. Mas all del esedndalo que estos planteamientos han provoca- do en la buena eonciencia europea, conviene detenerse en su significado: las tareas adscritas a la mera reprodueci6n mate- tial son por definicién serviles porque nos encadenan a la ne- cosidad. Si hemos de desarrollar lo mas humano que hay en 36 nosotros, si hemos de aproximarnos a lo divino, deberemos apartarnos de esas tareas y dejarselas al esclavo, dejarselas al que no es un hombre. Ser cabalmente humano implica otro orden de asuntos: filosofar, contemplar la belleza, ejercer la actividad politica y, en cualquier caso, usar la'razén, pues el hombre es un ser razonable. fin la filosofia griega se observa, pues, un persistente empefo por alejar la animalidad del hom- bre y cultivar lo que Grecia acaba de descubrir: la razon. ‘Trabajo y ciudadania Si se condena el ponos {qué ocurre con las actividades de los artesanos por las que Platén, por ejemplo, parecfa tener cierto interés? Bstas actividades, en ocasiones denominadas ergon, no merecen, sin embargo, una mayor estima, No cabe duda de que el artesano posee alguna feené y que puede reconocérsele alguna virtud: la consistente en hacer bien lo que s¢ le exige que haga (un objeto perfectamente adaptado al uso para el que esté destinado). Pero no se salva de la condena: “Debe considerarse como propio del artesano —escribe Aristételes— toda tarea, arte 0 conocimiento que torne impropios al uso y efereicio ds la virtud tanto el enerpo, eomo el alma ola intel gencia de los hombres libres. Por eso, las artes de este género, las que afligen el cacrpo con una mala disposici6n, las tene~ ‘mos por propias del artesano y lo mismo puede decirse de las actividades remuneradas. Son artes que hacen al pensamien- to ajetreado y abyocto”.** De nuevo, y en coritra de lo que pudiera dar a pensar este texto, el problema no es tanto el cardcter manual de las actividades, cuanto que se realizan con vistas a otra cosa (ganar dinero, por ejemplo) y no por sf mismas. E] artesano hace zapatos o muebles para ganarse la vida, no por el placer de hacerlos. ‘Nétese que los griegos nunca consideran al artesano como un productor que arranea a la naturaleza un objeto nuevo, ejerciendo de tal guisa un poder transformador. No existe tal proceso para Jos griegos; primero, porque su concepeién de la naturaleza no puede dar pie a semejante entendimiento (la naturaleza no es un vasto eampo que pueda transformarse en valores y objetos para satisfacer las necesidades humanas) y, también, porque se tiene al artesano por un imitador, nunca por un creador. El artesano impone a la materia, por via de 37 imitacién, la forma pergeiiada en su espiritu; en modo alguno crea 0 produce objetos o valores, sdlo se limita a fabriear obje- tos bien ajustados al uso que han de cumplir y que satisfacen necesidades claramente delimitadas. Su excelencia estriba, por tanto, en satisfacer, como mejor pueda, ciertas necesidades. precisas, dentro del contexto de una relacién esencialmente servicial, —' ‘La escasa consideracién por él artesano va unida a su com- pleta exclusién de la vida politica. Aristételes dedica varios capitulos de la Politica a dilucidar si cl artesano puede ser ciudadano.”’ Su respuesta, aunque turbada —el artesano no deja de ser un hombre—, ¢s firme: No puede, ni debe ser civ dadano y si, por desgraeia, alguna ciudad quisiera admitirlo como tal se impondria hacer distinciones entre los ciudada- nos. Su explicacién es que el ciudadano es ante todo un hom- bre libre, pero sélo puede ser verdaderamente libre el hombre: que se libera de las tareas indispensables, el hombre que no oti sujeto a la necesidad. No se puede participar en la ges- tién de la ciudad, en la definicién de su bienestar, mientras ‘uno esté sujeto a la necesidad. El esclavo y ol artesano no son, en este sentido, muy diferentes: el primero trabaja para un solo amo, el segundo para el conjunto de la comunidad, pero ambos se empenian en la reproduceién de la vida material, y lo hacen movidos por la necesidad. Este texto, menos comentado que los dedicados a Ja esclavitud, tiene, no obstante, mayor relevancia para nuestro propésito puesto que esclarece la re- laci6n existente en Grecia entre la vida politica y lo que luego vendria en llamarse actividad econémica, esto es, esclarece la naturaleza del vinculo social. El vinculo social 0 politico no tiene relacién alguna 0, mejor dicho, estd en una relaci6n in- versa con la dependencia econémica y social que pueda darse entre los individuos de una sociedad: éste es el signifieado prin- cipal de este texto. Platén, por su parte, reconoce, sin ambages, que la socie- dad nacié porque los hombres se necesitaban entre sf y que la necesidad, el intercambio y alguna divisién del trabajo son consustanciales a la sociedad, No son, sin embargo, elementos suficientes para crear la sociedad. El mito de Prometeo en el Protagoras* lo ilustra: habiendo sido olvidados los hombres en el momento del reparto de las aptitudes, Prometeo se acer- ca los Dioses a robarles las artes y las téenicas y a su vuelta entrega a cada uno una capacidad distinta. Este gesto deboria haber dado paso al intereambio y a la reunién de los hombres 38 en sociedad pero, sin embargo, no resulta suficiente, Para al- canzar la ciudad polities, Hermes tendré que ir en busea de las aptitudes especificamente politicas para luego repartirlas. Pero “ge6mo han de repartirse? —preguntara Hermes a Zeus—, {a cada uno aptitudes distintas como se hizo con las téenicas 6 8 todos las mismas?”. “A todos las mismas” —responde Zeus—, “pues las ciudades no podrian existir si estas virtudes fueran, como las artes, asunto exclusivo de unos pocos.”"* Solo enton= ces fue posible la sociedad politica. Aristoteles esta expresan- do lo mismo en el texto sobre los artesanos: el vineulo politico es radicalmente distinto del vinculo “material”. iste obliga a los hombres a disponer de otros para subsistir, cada hombre esta dotado con aptitudes distintas y el oficio marea nuestra diferencia. El vinculo politico, por ei contrario, se basa en la igualdad y la identidad, en Ja philia, que solemos traducir por “amistad”, El vinculo politico une a iguales, casi a amigos. El vinculo material obliga a los individuos (dotados de aptitudes diferentes) a entablar relaciones de servicio y dependencia que se sitdan en las antipodas del vineulo politico. ‘Trabajo, ocio, politica En las sociedades griegas el lugar del trabajo se basa, en ‘Ultima instancia y con toda coherencia, en una idea 0, como se diria hoy, en una concepeién del ser humano: el ser humano es un animal racional y su sino es desarrollar esa razén que lo hace hombre y lo asemeja a los dioses. Hjercitar la razén supo- ne, en el orden te6rico, dedicarse a la filosofia y a la ciencia; en el orden practico, proceder conforme ala virtud; y en el orden politico, ser un excelente ciudadano. Se trata de usar con celencia nuestras facultades y esto sélo es posible siendo li- bres, desarrollando actividades que tienen su fin en sf mismas y no fuera de si. La verdadera vida es la vida del ocio y el objeto de la educacién es prepararso para vivirla, Nada hay en este planteamiento de reivindieacién del ascetismo® o de la pereza, el ocio griego nada tiene que ver con lo que hoy enten- demos con el término. (“En ningtin caso es juego porque, de ser asi, el juego habria de ser la finalidad de nuestras vidas.”) Una de las mas excelsas actividades précticas consiste en ha- cer politica, definir juntos los objetivos de la vida en sociedad y usar en el empeiio nuestras més eminentes facultades, la raz6ny la palabra. Se percibe en la obra de Aristételes un 39 placer en el estar juntos, en el estar en sociedad, un placer que condiciona la felicidad individual, una relacién de! hombre con Ja ciudad que sera feeunda fuente de meditacin para los filé- sofos de los siglos posteriores. La sabiduria griega se basa en un sentido de la medida y de la mesura que permite ver In diferencia con respecto a nuestras sociedades actuales: el m- ito del consumo y de las necesidades materiales ocupa poco lugar, las necesidades son limitadas. No es que los griegos des. precien las necesidades y su legitima satisfaccién, al contra- rio, pero tienen bien asentada la idea de que la felicidad no se encuentra on la satisfacci6n de una serie illimitada de nec dades. La felicidad, individual y colectiva, exige mesura y un sitio para cada cosa. ‘Lo apuntado aporta argumentos con los que replicar a aque- los que ponen en duda el que Grecia siga siendo un modelo. Sus objeciones consisten en resaltar que el modo de vida grie- go s6lo es posible gracias a la esclavitud y dentro dol reducido marco de las ciudades. Afirman, igualmente, que los textos que nos han Hegado son obra de una élite reaccionaria empe- fiada en desvalorizar unas actividades, concretamente las comerciales, euya emergencia amenazaba la supremacia y posicién de poder de los “intelectuaies” y hombres de letras, Sabemos, sin embargo, que los griegos dispusieron de al- gunas invenciones que hubieran podido perfeccionar; pero no hicieron esfuerzos por desarrollarlas." ;Por qué? Porque la mano de obra esclava, gratuita, era abundante, pero sobre todo porque filésofos y sabios no vieron ventaja alguna en el ereci- ‘miento de la produceién: aumentar la produccién habria exigi- do asumir un proceder comercial ajeno al ideal de vida imperante. Parece que la principal causa del bloqueo tecnolégico de Grecia se encuentra en su jerarquizacién de las actividades, especialmente en su desprecio al trabajo. ‘Tal vez Jos griegos lograron percibir la vinculacién existente entre ne- cesidades ilimitadas y una humanidad abrumada por el trabajo, de suerte que consiguieron mesurar las primeras para evitar ese efecto.” {Dios trabaja? Durante todo el Imperio romano, ¢ incluso hasta el final de la Edad Media, la representacién del trabajo no varfa esen- cialmente. En el Imperio romano no se le asigna ningiin lugar especial y, siguiendo la tradicién griega, se lo desprecia, Los trabajos degradantes y penosos siguen siendo asunto exclusi- vo de esclavos y la clasificacién de las actividades —la de Cicerén, por ejemplo— se hace segiin la contraposicién libre! servi, siendo serviles las ejercidas bajo dependencia y libres las realizadas por si mismas y sin dependencia. La clasifica- cién medieval de las artes mantiene estas distinciones: las cien- cias son contemplativas y liberales; las artes liberales son operativas y, por definicién, liberales; y por tiltimo, las artes y los oficios gon operativos y serviles. Como en Grecia, la con- traposicién esencial para los romanos es la de labor frente a ° otium. Ei ocio es lo contrario del trabajo pero no es ni desean- 80, ni juego; es Ia actividad superior a la que se contraporee el negotium (nec-otium). De ahi que merezean condena los que reciben retribucién por su trabajo: “Se consideran innobles y desdenables las ganancias de los mercenarios y de todos aque- los a Jos que se retribuyen por sus trabajos, y no por sus ta- lentos, porque para ellos la paga es el precio de una servidum- bre"»"También se condena al eomerciante, que es “especialis- ta” en el comercio y el negotium. Y, como en el caso griego, no existe la necesidad de invenciones que faciliten el trabajo. Mare Bloch mostré, por ejemplo, que ef molino de agua ya estaba a disposicién en el mundo greco-romano desde e} comienzo de la era cristiana, pero que s6lo fue usado aisladamente, Nueva- mente, la abundante mano de obra esclava y el deseo de prt servar la organizacién social explican esta falta de interés. ‘Yespasiano contesté a un inventor que le presenté un artilugio para subir piedras al Capitolio: “Dejadme que siga alimentan- do al vulgo”* Pero, sobre todo, el desarrollo de invenciones tecnologicas no aparece como necesidad social. De este modo, a lo largo del Imperio romano y de hecho hasta el final de la Edad Media, en las sociedades occidentales:el trabajo no se convierte en él eje de las relaciones sociales. Se podria pensar, no obstante, que la divisién de la sociedad en dos, con una parte obligada a trabajar y otra viviendo del producto de la primera, demuestra lo contrario. Pero, en realidad, el trabajo no estructura la sociedad, puesto que no determina el orden social.’ Este resulta de otras légicas (de sangre, de rango, etc.), de unas légicas que permiten que algunos vivan del trabajo de Jos demas. En suma, el trabajo no esta en el centro de las con- cepciones que la sociedad tiene de si misma; no se le aprecia, sin duda también, porque aiin no se conceptia como un medio aL para derribar barreras sociales, para modificar las posiciones adquiridas por nacimiento, Entre maldicién y obra No obstante, durante el Imperio romano se desarrolla y se difunde el cristianismo y su nueva imagen del ser humano. Se suele sostener que el Nuevo Testamento trajo consigo (espe- cialmente bajo el influjo del apéstol Pablo) una nueva valora- cin del trabajo, Mas exacto seria, sin embargo, afirmar que al cristianismo contenia, sf, el germen de semejante valora- eign, pero que ésta s6lo se confirmard al final de la Edad Me- dia. Fl pensamiento cristiano, derivado del Antiguo y del Nue- vo Testamento, se sittia dentro de las coordenadas legadas por el pensamiento griego: superioridad del espfritu sobre el cuer- po, vocacién celestial del hombre, aspiracién a la inmortali- dad, fuerte contraste entre el tiempo terrenal y Ia eternidad, que pertenece a Dios. De ahi que el trabajo mérezea, al inicio de la era cristiana, parecida consideracién que en la Antigiie- dad: el deber del hombre esta en la dedicacién a Dios, el paso por la tierra debe servir prioritariamente para asegurarse la propia salvacién por medio de la fe y la oracién. Por eso, el Génesis debe entenderse en sentido estricto: el trabajo es cla- ramente una maidicién, un castigo. Tras el pecado de Adan, la condena divina dice: “/Maldita sea la tierra por tu culpa! Gon fatiga sacards de ella tu sustento todos los dfas de tu vida, Ella te dard espinas y cardos, y comers la hierba de los cam- pos. Con el sudor de tu frente comerds el pan, hasta que vuel- vas a la tierra de la que fuiste formado. Porque polvo eres y al polvo volverds”.%*¥ no eabe, por otra parte, ni colegir del “des- canso” divino en el séptimo dia que Dios trabajara, ni pasar a defender que la doctrina eristiana propici6, desde el Génesis, una firme revalorizacién del trabajo. Bien es verdad que la mayorfa de las tradueciones subrayan el sentido de obra en la creacién divina, dando a pensar que se trata de una suerte de trabajo divino. Dios trabajé seis dias arrancando de si mismo los elementos con los que crear el mundo, en un esfuerzo creative que el hombre debe tomar como su modelo de referen- cia: “Y completé Dios al séptimo dia la obra que habia hecho: y al séptimo dia repos6 de todas las obras que habia acabado”." Pero ésta no fue la interpretacién que en los primeros siglos 42 de la era cristiana se hizo del Génesis, Los términos usados en Ia Biblia muestran claramente que Dios no obra por sf mismo, sino que ordena a las cosas que vayan ubicdndose, siguiendo Ja formula: “Dios dijo... y quedé hecho asf’, Ei aeto divino es todo palabra. Percibirlo como un trabajo es‘el fruto de varios siglos de reinterpretaciones. De la conocida frase de san Pa- blo: “El que no quiera trabajar, que no coma”** tampoco puede inferirse la idea de un reconocimiento o incluso de una valora- cién del trabajo en el Nuevo Testamento, La exhortacién se encuadra de hecho dentro de una lucha proventiva contra even- tuales desérdenes causados por la pereza y su propésito es definir las normas correctas para la vida en sociedad, como lo indica la continuacién del texto: “Pues bien, tenemos noticias de que algunos de vosotros viven en la ociosidad sin otra pre- cocupacién que la de curiosearlo todo. A éstos les ordenamos y exhortamos en el Seftor Jesueristo a trabajar en paz y a comer el pan que ellos mismos se ganen,”® En cambio, la Edad Media sf va a ser el escenario de una lenta conversién de los espiritus y de las practicas. Poco a poco, hhajo el influjo de los redescubiertos textos griegos y de las in- terpretaciones drabes de los mismos, asf como por la conve~ niencia de definir normas de convivencia —especialmente en Jos monasterios— los Padres de la Iglesia y los teélogos iran promoviendo una nueva concepcién del trabajo. Sélo ser al final de la Edad Media cuando teorfa y préctiea habrén cam- biado al extremo de favorecer la eclosién de una modernidad centrada en el trabajo. El proceder agustiniano es un buen ejemplo de la interaceién entre las exigencias de la vida préctica y la profunda revision de la teoria. San Agustin expuso de forma combinada su con- cepcidn del trabajo mondstico y su interpretacién de la crea- cin divina, entremezclando, en los mismos textos, los dos ac- tos, el divino y el humano, el humilde trabajo monastico y la obra divina. Dirigiéndose a los monjes del monasterio de Cartago, que se dedicaban exclusivamente al apostolado y vi- vian de la caridad, Sen Agustin expone su concepcién del tra- bajo para exhortarles.a él. Opone de manera radical el otium, convertido por entonces en sindnimo de pereza, al trabajo. Para referirse al trabajo usa indistintamente los términos labor y opus, términos éstos que los romanos habfan difereneiado ni- tidamente. Trabajo y obra empiezan a confundirse, mientras que se comienza a censurar el ocio, Por otra parte, San Agustin 43 ‘usa el mismo vocablo para aludir al trabajo humano y a la obra divina —opus Dei— u obra por antonomasia en la que deben inspirarse los hombres. El uso de la misma palabra para referirse al quehacer divino y al humano, aunque sélo invita a pensar Ia analogia —pues s6lo metaforicamente cabe pensar que Dios y el hombre hagan la misma cosa— sefiala, sin em bargo, el inicio de una fase crucial: se comienza a reinterpretar Ja Creacién del Génesis en ol sentido de una obra de Dios. Que el acto divino se interprete como una obra, ciertamente en nada parecida a la humana pero no obstante como lejano modelo de ella, trae consigo innumerables consecuencias. Dos de ellas nos importan especialmente aqui. La primera es que esta interpretacién es un paso inicial hacia la comprensién del mindo como “obra-produeto del acto divino”, pero, sobre todo como proceso en curso o trabajo-historia del Espiritu; com- prensién que alesinzaré su maxima expresién en el siglo xx con el idealismo aleman, que es bésicamente la formalizacion filoséfica de una tinica idea: Dios trabaja. La segunda conse- cuencia procede de la reinterpretacién “tecnicista” a la que San Agustin someti la Creacién divina. Parece que la releciura de los textos griegos hubiera motivado la identifieacién de la idea cristiana, absolutamonte novedosa, de la creacién con el viejo esquema demitirgico de los griegos, o sea con lo més “hu- mano”, acercéndola a la actividad humana y, en eonereto, a la actividad del artesano, Los griegos no conocian la idea de In exeacién ex nihilo, pero si disponfan de Ta idea del demiurgo, figura mitad mitica, mitad divina, a la que la filosofia recurrié a menudo para explicar por qué la naturaleza tenfa unas u otras caracterfstieas. En Platén, por ejemplo, el Demiurgo crea el mundo siguiendo un modelo, porque para los griegos la crea- cin solo es imitacién. Aesta actividad imitatoria—aunque ya sin modelo— se remitirA él pensamiento cristiano para des- cribir la Creacién divina: Dios seré el gran artesano que impo- ne forma a la materia. jAcaso se empieza a concebir el acto divino segiin el modelo del trabajo humano porque éste se est convirtiendo en una categoria especifica de la realidad? O, por el contrario, {les tareas cotidianas son revaluadas como consecuencia de la reinterpretacién de los textos btblicos? Sea como fuere, lo cier- to es que el longuaje ya ha tendido puentes entre los dos suje- tos, de tal modo que sus actos, més alla de sus indudables diferencias, empiezan a compartir una misma naturaleza. Pero 44 atin no se ha Hlegado a este punto. Fn la época de San Agustin todavia no es cosa normal que los monjes se entreguen al tra- bajo. gQué aduce, pues, el obispo de Hipona en defensa del ‘trabajo? Ante todo, el argumento de autoridad: San Pablo no s6lo abogé por él, sino que también se dedicé al trabajo ma nual." Luego, que es ley natural conseguir mediante el traba: jo lo necesario para vivir. Finalmente, que el trabajo es und forma de la caridad porque permite ayudar al pobre. Sin em- bargo, no todos los trabajos son buenos. San Agustin distin gue entre oficios infames (ladrén, eochero, gladiador, eémico), ‘oficios poco honorables (fundamentalmente los mercantiles) y Jos que no atentan contra la honestas y que inclayen a dos categorias de trabajadores: los agricultores y Jos artesanos.* Estos dltimos oficios, al no pretender beneficios, dejan el alma libre y permiten por tanto a los que los ejercen dedicarse a lo que importa, la contemplacién. El trabajo manual permite qué el espiritu esté ocupado en Dios. Fl trabajo intelectual —leer y escribir— sigue siendo, claro est, el mds relevante. Si bien es cierto que reglas posteriores, como las de San Benito, sope- sarén la importancia del trabajo intelectual en provecho del manual, entendido como el mejor remedio contra la ociosidad “La peréza es enemiga del alma, por ello es preciso que, a cier- tas horas, los hermanos se dediquen al trabajo manual y, otras, a la meditacidn sobre las cosas de Dios." El trabajo, contribucién a la vida comunal por via de la sa~ tisfaccién de las necesidades, se presenta, pues, como una ley natural ante la que nadie queda exento; es, para los monjes, y por extensién para todos, el mas adecuado de los instrumen- tos para luchar contra la ociosidad y la pereza, 0 sea, las ma- las tentaciones y todo lo que distrae de la verdadera tarea: Ia contemplacién y la oracién. El trabajo facilita la concentras cién del alma en lo que importa, oeupando ¢l cuerpo libera el espiritu. Pero atin no se trata de una valoracién positiva del trabajo. Bs mas, a menudo se lo elogia precisamonte por su caréeter penoso, por lo que adopta un significado de peniten- cia, Las tareas de los monjes seguirdn siendo la conterapla- cidn, la meditacién y la oracién, mientras que el trabajo sera ‘como mucho un mero adyuvante. Ademés, no todo trabajo es valorado como bueno: se recomienda el trabajo manual e inte- lectual realizado en comunidad, pero se censuran severamerft te todas aquellas actividades con animo de luero, como el co- mercio, etc. Sin embargo, en esa época, el término usado-para 45 designar el trabajo intelectual de los monjes, opus, ya es el que antes solo designaba la obra de Dios. Se establece una correspondencia, aunque no univoca, que da ugar a pensar que cierto tipg de trabajo humano pudiera parecerse al traba- jo divino. Aunque o} trabajo del agricultor 0 del artesano no se comparan con el divino, el vocabulario ya no distingue clara- mente entre las diversas actividades. En la préctica cotidia- na, extramuros de los monasterios, el verbo Jaborare se espe- cializa en su acepei6n agricola, viniendo a significar “labrar”. El trabajo, sea el de agricultores y artesanos, el de esclavos y posteriormente de siervos, pasa a denominarse labor. Los que trabajan aparecen siempre en lo bajo de la escala social frente a otros estamentos, como clérigos, militares w otras clases. Sin ‘embargo, el prestigio social de los monjes —que sin duda tra- bajan— empieza a transmitirse al trabajo, En cierto modo queda dispuesto el marco para una revalorizacién del trabajo y para la fusion de los significados de “obra” y “pena”. Nada, en cambio, es més distante de los valores de la época que la idea de un trabajo mercantilizado, realizado con vistas a ven- tas lucrativas. Puede decirse que los dos principales obstéculos para el de- sarrollo de un verdadero interés por el trabajo, a saber, la con- dena de toda actividad luerativa y la sobredeterminacién de lo terrenal por el mAs alld, proceden de la concepeién general y eminentemente religiosa del tiempo. Las actividades lucrati- vas, especialriente la comercial, se condenan no s6lo por dis- traer al cristiano de Dios, el tinico interés que ha de ser suyo, sino por hacer mal uso de lo que sélo pertenece a Dios: el tiem- po. Especular con el tiempo, como hacon comereiantes y usu- reros, es hacer conjeturas con un bien que el hombre no ha de apropiarse. La concepcién cristiana del tiempo —ese tiempo orientado que se desplioga desde la Creacién a la Parusfa— era y ser determinante del interés prestado al trabajo y al mundo terreno. Concretamente, ese interés dependerd estre- chamente de la funciGn, mas o menos decisiva, que se atribu- ya o reconozea al hombre en el proceso que conduce al fin de Jos tiempos. De ahi la trascendencia de las disputas doctrinales que recorren la Edad Media, y los siglos subsiguientes, en tor- no a la predestinacién, el libre arbitrio, ete., disputas en cnyo meollo se esté discutiendo el concepto de obra: En espera del Reino de Dios en la tierra, ¢ incluso para adelantar su llegada gdebe ol hombre emplearse a fondo en este mundo? Sin duda, 46 con estas controversias teoldgicas fue echada, en parte, la suer- te del trabajo. Volveremos sobre ello. Desprecio del lucro y oficios prohibidos La clasificacién agustiniana de los oficios licitos e ilicitos perdurara a lo largo de la alta Edad Media: inventariar los oficios que se encuentran en entredicho en la sociedad del Oc- cidente medieval “es arriesgarse a enumerar casi todos los ofi- cios medievales”. Pues’a los tabiies legados por sociedades anteriores, como los do la sangre, la impuroza, ol dinero, ol cristianismo aiiade sus propias reprobaciones, de suerte que la lista de los oficios prohibidos u objeto de menosprecio queda notablemente abultada. ‘Todo oficio que no pueda desempo- jiarse sin riesgo de caer en alguno de los siete pecados capita- les queda proscrito, y particularmente las profesiones lucrati- vas. Bl trabajo autorizado es aquel que se asemeja a la obra divina, aquel que transforma los objetos, asi, la agricultura y la artesanfa: “La ideologia medieval es materialista en el sen- tido mas estricto de la palabra. Sélo valora la produccién de ‘materia’. Pronto se produciran dos grandes innovaciones. Du- ante los siglos vin y 1x, se da una fuerte revalorizacién del trabajo como consecuencia de una ideologia del esfuerzo pro- ductivo, Se manifiesta primero en la agricultura y a continua- cién en la promocién cientffica e intelectual de las técnicas Frente a las dos clases ya asentadas (Ios clérigos y los guerre- ros), empieza a perfilarse una clase homogénea, la de los laboratores, constituida por agricultores y artesanos.* La segunda innovacién, en los siglos xi y xu, consiste en una reduccién considerable de la clasificacién de profesiones con- sideradas como ilicitas y en una moderacién de la censura, antes absoluta, de la usura. Ya sélo se condena a los comer- ciantes cuando acttian por codicia o amor al lucro. Santo Tomas codificard este nuevo contexto con su formulacién de la idea de utilidad comtin. Asf, los oficios me- cdnicos, como el del tejedor, del sastre y otros, se haran merecedores de estima por ser necesarios a las personas. Esta idea de utilidad comin va ligada a la de valor: “El valor de una cosa no depende de la necesidad del comprador o del ven- dedor, sino de su utilidad y de su necesidad para toda la comu- nidad (...) El precio de las cosas se fija en comunidad, no segdin a7 la opinion o utilidad de los individuos.”® El justo precio es el que expresa el valor de la cosa; si el precio excede o no aleanza ese valor, desaparece la igualdad de la justicia. De esta mane- ra Santo'Tomés puede revalorizar determinados oficios, como los mereantiles, y ciertos conceptos, como la venta o la usura, siempre que se desempeyien en beneficio de la comunidad y sin otro fin que éste: “Si uno se dedica al comercio teniendo presente la utilidad publica, si se quiere que lo necesario para Ja existencia no falte, el lucro, en lugar de entenderle como un fin, es simplemente la remuneracién del trabajo”. La utilidad. comin justifica, por Lanto, el trabajo y su remuneracién, Se abandona la consideracién de los profesores como “mercena- ios”, antes despreciados, considerando la remuneracién de su ensefianza’como legitimo pago de un trabajo. De ello surge una nueva consideracién del trahajo,” que se explica no sdlo por el repentino interés de la Iglesia y sus tedricos por la vida cotidiana de los hombres terrenales, sino también por el as- censo social de algunas clases en expansi6n y en busca de re- conocimiento: artesanos, comerciantes, técnicos. Al final de la Edad Media, y con la aprobacién de la Iglesia, una nueva Ii- nea divisoria separa a los trabajadores manuales, cuya utili- dad por fin se reconoce, de los demas.’ La concepcidn del tra~ bajo ha cambiado y sdlo a partir de este momento —como ha sefialado en varias ocasiones Mare Bloch— ciertos inventos que no habian pasado de ser curiosidades, como el molino de viento, empiezan a perfeccionarse. Se configura, pues, un con- texto intelectual que atin se resiste a convertir el trabajo en una actividad esoncial y valorizada pero que sf trae consigo gérmenes de futuras evoluciones. La negativa a considerar el trabajo como una actividad esencial se refloja en una estruc- tura social dominada por clérigos, nobles y guerreros —en el lugar reservado a los que no trabajan— y también queda reco- gida por el vocabulario. En efecto, en el siglo xvi, en sustitu- cin de “labrar” y “obrar” aparece la palabra tripalium como nuevo término para designar el trabajo. Empieza a usarse, por tanto, una palabra que hasta entonces aludia a una ma- quina de tres palos, a menudo usada como instrumento de tor- tura. En el siglo xvu, la palabra sigue denotando molestia, agobio, suftimiento y humillaci6n.” En su biisqueda de una forma de penitencia, los solitarios de Port-Royal escogeran el trabajo manual, lo que demuestra que el trabajo sigue consi- deréndose una ectividad altamento degradante, Por el “azar” 48 de la etimologia, el término opus queda absorbido por el con- cepto genérico de trabajo para adoptar como tinica acepeién la de “pena” o “esfuerzo”, mientras que la connotacién creativa ha desaparecido, Paralelamente, las actividades comerciales siguen suseitando desconfianza y la idea de un trabajo acome- tido en beneficio individual y no para el bien de la comunidad sigue siendo intolerable. Los individuos que obran en prove- cho propio gracias al comereio y al intercambio ventajoso con- timtian siendo severamente condenados por la Iglesia Pero, al mismo tiempo, se estan produciendo una serie de dlarificaciones y de inflexiones: los filésofos procuran precisar el contenido del acto divino y resolver la contradiceién de un Dios que trabaja, siendo, a la vez, inmévil, todopoderoso, aje- no al. suftimiento... Los textos paulinos, especialmente la co- nocida Segunda Carta a los Tesalonienses, asi como los de Calvino, tendrén gran ascendencia sobre los franceses del Re- nacimiento: “Asi se expliea que en el siglo xvtuna especie de ola de fondo haya levado a la luz del dia el culto 0 glorifica~ cin del trabajo manual.”® La asuncién de las necesidades por una organizacién mas racional de las tareas va concretndose poco a poco, aunque su sistematizacién precisard atin de algunos reajustes intolec- ‘tuales. Al término de la Edad Media, al igual que en Grecia, el trabajo no se concibe como una actividad Gnica que abarca todos los oficios y que crea artificio y valor social: “El trabajo, © los trabajos, como se segufa diciendo, es el del agricultor 0 del artesano, un trabajo que proporciona el pan de cada dia 0 la prenda de vestir pero que no pretende proporeionar rique- za; um trabajo que salva al trabajador del mayor de los vieios, del vicio que engendra todos los demés, la ociosidad. La gran revolucién atin no se ha producido, esa revolucién de la que habla Michelet en el prefacio a su Historia del siglo xix enando describe e6mo la vieja Inglaterra, la de los campesinos, se des- vanece en ¢) transeurso de veinticineo afios para dar paso aun pueblo de obreros enclaustrados en las fabricas,""*

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