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VICIOS, DEL LENGUAJE Provincialismos de Guatemala ESTUDIO FILOLOGICO POR ANTONIO BATRES JAUREGUI, IHEMBRO DE LA Gee DE DERECHO, IXPIVIDUO DE Lal ACADEMI- v AN: AMERICANA PEONULGA YORK, Ele. POLAG ES PROPIEDAD DEL AUTOR. PROLOGO. * Lejos de que la conservacién castiza del idioma pueda eer traba para el de. senvolvimiento de la civilizacién de los estados hispano-americanos, por el con- trario, eeré medio eficaz para su progre- 80, para su cultura y perfeccionamiento intelectual.” (‘El idioma nacional,” por Vicente I. Cuando nuestro festivo escritor D. José Milla describe el tipo del natural de Guatemala, en el cuadro de costumbres intitulado “ El Chapin,” le atribuye donosamente, entre otras cualidades, la de hablar un castellano antiqufsimo, salpicado de provincialismos, algunos de ellos tan expresivos como pintorescos; y ésto sin contar, dirfamos nos- otros, con las muchas corrupciones é impropieda- des de términos y frases, ininteligibles para un espafiol recién legado al pafs. Harto comin es, por desgracia, oir en Guate- mala mird, andd, tené, habis, (1) y otros arcafs- \1Lj— También dicen frecuentemente lerantate, sentate, sosegate por lerdntate, siéntate, susi¢yate; yo lo vide, él lo vido, & usanza antigua, en ver de yo lo ri, é lo rid; hubieron fientax, hubierou dirersiones, en lugar de huby fiestas, hubo dirersionen; yo cambeo, ti raceaa, que debe ser yo cambio, yo racto; lux paderones, por las paredes grandes, empleando una metitesis que debe eviturse ; fe mandaron que se callase, y sx: callé, como derfun en lv antiguo, usando pronominalmente el verbo : hoy se dirfa le mandaron que callase, y callé; rertir por verter; ponémelo por péumelo; reniate por riniate; caia, traia, leia, por caia, trata, leia; caido, traido, teido, por catdo, traido, leido; molestoxn por molesto & &. Hay otros muchfsimos defectos ¢ impropiedades en nuestro lenguaje, que anotaremos en el curso de estu obra. 4 PROLOGO mos de esa laya, que si se usaron en tiempos re- motos, hoy no hacen més que afear el idioma patrio, que se reciente, por otra parte, de impropio- y vulgar, en boca de aquellos de nuestros compa- triotas que hablan “de vos,” concerténdolo unas. veces con la segunda persona de singular de los verbos, y conservando otras la terminacién es pa- ra el plural del pretérito de indicativo, como amastes, dejastes, llorastes, 4 usanza antigua, en vez de amésteis, dejdsteis, llordsteis, acabados en eis, co- mo ha prevalecido en Espafia, desde el siglo XVII hasta nuestros dfas. También se conservan entre nosotros muchas palabras que ya no corren en la Peninsula, y que trasplantadas aquf. por los con- quistadores, han tenido més larga vida que en el lugar donde nacieron. (2) Curioso fenédmeno el de un pueblo que, eman- cipado de la metrépoli, alardeando de exuberante vida propia, conserva afin, en mucha parte, el idioma antiguo de los capitanes que lo conquista- ron; y no por espfritu de veneracién 4 sus mayo- res, ni menos por apego 4 lo tradicional y antiguo —que no son tales por cierto las tendencias de los passes hispano-americanos — sino porque, des- pués de la grandiosa epopeya de la conquista de América, cuando una paz octaviana vino 4 reinar en los vastos imperios que derrocaron las huestes (2)—“Fl caudal mis preciado de Jenguaje criollo, cousiste en una, gran cantidad de voces puramente castellanas, olvidadas en Espafia, y repndiadus, puede decirse, por Ja lengua madre; que no estén en Jos diccionariox, y son tema continue de injusta censura para muchos puristas traxcordados, América las conserva, y de ellas se constituye en heredera.”"—(Orfgenes del Lenguaje Criollo, pij. 13). Cuidaremos de upuntar, en el curso de este libro, esas voces olvida- das en la Peninsula, y que sun de uso corriente en Guatemala. DEL AUTOR Be espafiolas, implantando en el Nuevo Mundo el sis- tema colonial, era escaso, tardio y pausado por ex- tremo el trifago con la Madre Patria. Los osados aventureros que se apoderaron de estas regiones, impusieron una paz inalterable de tres siglos, y su potente voz tuyo larga resonancia, dando 4 mu- chas locuciones y vocablos mfs fijeza atin que la que alcanzaron en la tierra misma donde tuvieron rigen. Sila conquista dié yuelo 4 la actividad personal, sin trabas ni formas, desenvolviendo ré- pidamente una civilizacién en la tierra america- na, y legéndole con ella la rica lengua de Castilla; el sistema colonial abatié las energias, apocd los Animos, cohibié toda expansién, estancando hasta el idioma, que debia seguir después tortuosos de- rroteros. En la serie de los afios, y merced 4 diversas in- fluencias, los idiomas cambian paulatinamente, permitiendo la entrada 4 nuevos términos, rele- gando otros, modificando sus formas 6 accidentes y siguierdo la corriente del adelanto y del progre- 0; pero cuando se halla una regién apartada de otra por extensisimo mar; cuando las comunica- ciones eran tardfas y diffciles; cuando entre los muy pocos dados 4 las letras, se culivaba el latin en vez del habla vulgar, (3) { serfa posible que (3)—"El que no hubiera estudiado 1a lengua latina, no podfa ni de- bfa leer, porque existfa Ia firme persuacién de que todo lo mediano que corriese en letras dle molde, forzosamente debfa encortrarse redac- tado en el idioma del Lacio. El P. Aguirre se quejaba de tener que hablar en su ‘“Poblacién de Valdivia” en nuestro vulgar espanol; el dean Machado de Chaves declaraba que le habria sido més facil escribir en latin que en castellano; Niifez Castafo, por fin, Hevé sus teorias 4 este respecto, tan lejos que, deseando celebrar en un poema Ja retirada de los holandeses de las costas del Sur de Chile, eligié para 6 PROLOGO ésta tuviera los mismos giros y alteraciones que tenfa en el lugar de su nacimiento? 4 Ser& dable que el rio que mudé de cauce, corra siempre con las mismas curvas y con igual rapidez ?— No es, pues, de extraflar que en Guatemaia, lo mismo que en toda la América ibera, queden restos del idioma antiguo, que viven ain como vastagos es- parcidos del tronco secular que les presté nutri- mento. Al propio tiempo que se habla en parte un es- pafiol antiquisimo, se ha empobrecido por ac& el idioma, no empleéndose todas las palabras de su rico repertorio. ‘‘ El desuso en la América espa- fiola de una porcién del yocabulario castellano, es debido, segin Paz Soldén y Undnue, ala ignoran- cia unas veces, al temor de no ser ampliamente comprendido otras, y las més, & la indolencia pro- pia de las sibariticas regiones de la hamaca, cuya monétona oscilacién parece el péndulo del earée- ter hispano-americano. Busquemos ahora la cau- sa hist6rica, si es posible, del empobrecimiento sus estrofas la lengua de Virgilio,” (Historia de la Literatura Colonial de Chile, por José Toribio Medina.—Tom. I, pig. XL). Elcélebre P. Land{var, que vivid en la Antigua Guatemala, para describir las costumbres populares de aquellos tiempos, us6 de clisi- cag estrofas latinas en su “Rusticatio Merivana.”” Estdn en latin las primeras obras que se dieron 4 Iuz en el primer establecimiento tipografico fandado en América, en la ciudad de"Méxi-~ co, en el afto de 1535, en tiempo del virey Mendoza, (Historia critica de la Literatura en México, por Franciaeo Pimentel). Cuarenta afios después de la fundacién de dos grandes cindades, Bogoté y Tanja, ya se publicaban epigramas latinos y se cultivaban Jas letras clisicas. (Historia de la Literatura en Nueva Granada, por Jost Maria Vergara y Vergara). Vieufia Mackenna dijo, que Antonio Nebrisensis era nuestro rey, después de haber destronado silos Borbones. (Recuerdos Literarivs, por J. V. Lastarvia). DEL AUTOR 7 del idioma entre nosotros. Los espafioles no sélo tuvieron que poblar la América de gente, sino también la casa de vajilla, de muebles y de los miles enseres domésticos propios de la civiliza- cién; las cocinas de sus respectivas baterias; las despensas de especias diversas (como que hasta hoy se dice pimienta de ....... Castilla; vinagre de ....... Castilla &.. &.,) desconocidas & una gente frugal, sencilla, que en lo material como en lo moral é intelectual, habfa vivido de muy poco; las huer- tas de hortaliza y arboles frutales; los campos de plantas y animales ftiles, y finalmente, el territo- . Tio todo de aparatos y maquinaria que vinieran & reemplazar 4 los hombres en las numerosas y mo- numentales obras, que como las del antiguo Egip- to, sélo habrian podido realizarse merced al sin- niimero de brazos y 4 su condicién de siervos. Y como no era posible que los conquistadores, en tiempos en que las comunicaciones eran tan diff- ciles y los transportes tan costosos, fueran trayen- do las variedades de cada articulo, de cada planta, 6 de cada animal, sino s6lo las mfs indispensa- bles, no pudimos conocer précticamente mas que una parte del idioma. Por eso desconocemos hoy 6no sabemos aplicar bien la otra parte, porque, como dice Horacio: “ Sognins irritant animos dimisea per aurem Quam que sunt ovalis subjecta fdelibas.” A vueltas de esa pobreza, los espafoles que arribaron 4 estas playas tropezaban 4 cada paso con muchos objetos nuevos, que bautizaban con nuevos nombres 6 con los que ya tenfan en las lenguas antiguas de este Continente, como es curioso ver- VICIOS, DEL LENGUAJE Provincialismos de Guatemala ESTUDIO FILOLOGICO POR ANTONIO BATRES JAUREGUI, YORK, Ele. mm GUATEMALA: Eneuadernacién » ‘Trpozraf 14 PROLOGO lanto de los nifios no tanto se grade por las re- glas gramaticales que sepan de memoria, cuanto por la correccién y propiedad con que hablen y escriban.” A ese propésito responde la preciosa gram&tica de la lengua castellana, por D. Emiliano Isaza, y la de D. César C. Guzmfn, quienes han observado que la anélisis profunda del lenguaje es incom- prensible para inteligencias no avezadas & especu- laciones metafisicas; pero sin olvidar que, como dice el literato LD. J. Manuel Marroquin, debe prepararse 4 los nifios con simples rudimentos de la lengua patria, tanto para que corrijan los vicios Y defectos con que afea el lenguaje, dando pruebas de mala educacién todo ignorante, como porque tampoco es dable ensefiar los idiomas extranjeros 4 los que no posean algunos conocimientos acerca del propio. Mas como las voces y locuciones viciosas que se usan en Colombia, no son siempre las mismas que en Guatemala se emplean, podraén los maes- tros que deseen seguir en esta parte el Gnico mé- todo provechoso y eficaz, valerse dela presente obra que les ofrecemos, para proponer 4 sus alumnos, con las frases y términos que nosotros apuntamos, ejercicios andélogos 4 los que contie- nen aquellas gramiticas. Al formular esta indicacién, no hacemos otra cosa que conformarnos con el sistema moderno, empleado por Murray en sus ejercicios ingleses, y por Noél y Chapsal en los que escribieron para la ensefianza de la lengua francesa; el primero de esos libros esté reconocido como texto en los Es- DEL AUTOR 15 tados Unidos de América, y el segundo en las es- cuelas de Francia. A los mismos maestros de escuela puede ser de alguna utilidad el registro de nuestro libro, ya que la pureza de diccién y el lenguaje atildado, deben brillar en sus explicaciones: “ Los nifios son cria- ras de imitacién, como observa Emerson, y tratan siempre de repetir lo que oyen, aunque muchas veces no lo entiendan. Si, pues, el profesor es eastizo en su modo de hablar 6 de expresarse, en los discfpulos se reflejar4, por decirlo asf, esta cua- lidad, y éstos ie distinguirén por la corréccién con que hablen; si, al contrario, usa de un lenguaje mazorral y vicioso, 4 ellos se harén trascendenta- les estos defectos, y por ellos se conocer la igno- rancia del que los ensefia.” Ill. Abogamos por la pureza del lenguaje, porque ereemos, valiéndonos de las expresiones de un distinguido venezolano, que si diéramos anchas & esa especie de culteranismo, 4 esos caprichos de extravagante neologisino, se reproduciria dentro de poco en América la confusién de idiomas, dia- lectos y jerigonzas del babilénico caos de la Edad Media; y diez pueblos perderfan uno de sus vincu- los mas poderosos de fraternidad, uno de sus mas preciosos instrumentos de correspondencia y co- mercio. Entre las prendas que revelan cultura y distin- guen 4 la gente bien educada, esté el hablar co- rrectamente su lengua; y ya que la nuestra se ha- 16 PROLOGO lla esparcida en los dos Continentes, y es la misma que sirve de medio de comunicacién 4 la heroica Espafia y 4 las jévenes reptiblicas latino— americanas, cuidemos de evitar ese alud de neo- logismos, que bien pudiera al fin acarrear un te- nebroso perfodo, como el que atravesé la lengua latina cuando fermentaban en Europa los dialec- tos nuevos. Hoy no tienen razén de ser los antagonismos y las diatribas: los odios contra Espafia ya sélo son buenos, como dice el eminente humanista D. Rufino J. Cuervo, para fiingidos en discursos es- tudiantiles: la Historia tiene ya dado su fallo, y en su tribunal oprimidos y opresores han Ilevado su merecido; rotas las antiguas ataduras, unos y otros son pueblos hermanos. En el templo de la gloria se ven hoy resplandecer los nombres de Ri- eaurte, Bolivar, Suere, San Martin é Hidalgo, apa- reados con los de Guzman, Padilla, Palafox y Cas- tafios, y todos proclaman al mundo que son ingé- * nitas la sed de libertad y el esfuerzo para conquis- tarla.” En las evoluciones de los pueblos, lo tltimo que se pierde es la lengua; y si bien es natural que yaya asimiléndose nuevos elementos, como se asi- milan los seres vivientes los gérmenes de desarro- llo que los animan y sustentan, esto tiene que ser sin que la unidad se pierda y la naturaleza se es- trague: en la renovacién esta la vida; pero en la renovaci6én ordenada, que producen las leyes de la existencia y del tiempo. La transformacién pro- gresiva que obedece al genio del idioma, dista mu- cho de ser esa anarquia devastadora, ese furor cie- DEL AUTOR i go, que mueve cruda guerra 4 todo lo que va san- cionado por los afios, con preexistentes derechos. Si las nuevas formas y matices del pensamiento, en su vuelo por las regiones del progreso, exigen nuevos giros y nuevas voces, no serfamos nosotros los que, sordos al clamor de la época y adoradores de exagerado purismo, rechazféramos incondicio- nalmente todas las dicciones nuevas, hijas muchas de ellas de los mAltiples elementos regionales del Nueyo Mundo, que reflejan variado y rico colori- do en el habla castellana. Es indudable que, 4 la par que se pierden muchas voces que el uso rele- ga, reciben otras carta de naturaleza, cuando la necesidad las abona y ei genio del idioma las adopta; porque—lo repetimos—las lenguas vivas experimentan pérdidas y reparaciones, como suce- de con todos los organismos, que se renuevan in- cesantemente. Desde el punto de vista, pues, de la esencia variable de las cosas, el arcaismo y el neologismo son fenédmenos naturales; pero asi co- mo las mudanzas que forman la vida, se sujetan 4 las leyes arménicas que dependen de la misma esencia de los seres, el organismo lingiifstico tiene que someterse en su desarrollo 4 los preceptos que impone el buen uso, fijado por el recto criterio de doctas corporaciones, toda vez que, ( como dice el Secretario Perpetuo de la Academia Colombiana, él distinguido poeta D, Rafael Pombo) los ame- Ticanos somos ciudadanos habiles, fraternalmente reconocidos con voz y voto, en la gran Repiiblica deslindada por Cervantes, Alarcén, Bello y Ven- tura de la Vega. 18 PROLOGO No es, por lo tanto, vicioso ni espurio todo lo que en materia de lenguaje pertenece 4 los hispa- no-americanos, como lo demuestra el tiltimo dic- cionario dela Academia Espafiola, que acogid .en sus columnas la mayor parte de las cédulas que le dirigieron los Centros correspondientes de Bogota, Caracas, Santiago, Lima y México, confir- mando ademas las doctrinas, en muchos articulos, de las clasieas ‘‘ Apuntaciones Criticas,’’ del pro- fundo filélogo colombiano D. Rufino J. Cuervo. Bajo el influjo de tales pensamientos, escribi- mos este libro, que contiene una lista, si no com- pleta, numerosa al menos, de nuestros provincia- lismos, con sus equivalentes castizos,. cuando los tienen, y con ejemplos unos y otros, tomados los primeros, de nuestros escritores nacionales, y los segundos, de los clisicos espafioles. También fi- guran en esta coleccién las voces que se pro- nuncian mal, y las palabras y frases que ado- lecen de vicios, que tanto afean nuestro modo de hablar, y que notamos en locuciones usales. No ha entrado en nuestro propésito, ni nos hu- biera sido dable, coleccionar todos los nombres de plantas y animales de estas comarcas, cuyo estu- dio corresponde 4 la boténica y 4 la zoologia; pero no hemos podido menos que dar cabida 4 muchos de aquellos que, por decirlo asf, figuran en primer término en el animado cuadro de nuestra varia naturaleza, Iv. Faltariamos 4 un deber, no s6lo de cortesia lite- raria, sino ademfs de justicia, si no tributéramos ’ DEL AUTOR 19 ‘el homenaje de nuestro reconocimiento 4 los es- ‘critores que nos han suministrado una parte del material para nuestra labor. No sélo hemos tenido que consultar el diccio- nario de la Real Academia Espafiola, que contie- ne en su 12° edicién, notables mejoras en caudal ‘de voces, en método, en redaceién y en forma ti- pografica, comprendiendo por vez primera las eti- mologias, mal que pese al erudito Miguel de Esca- dada, 6 sea D. Antonio de Valbuena y al célebre Clarin, 6 D. Leopoldo Alas; sino que también he- mos consultado frecuentemente el diccionario eti- moldgico de Monlau, y el de galicismos de Baralt, ‘obra cuyo mérito es palmario, aunque calificada por literatos de nota, de severa con exceso y 4 ve- ces falta de légica. Hemos tenido 4 la vista, si bien muy poco ha ‘debido servirnos, el “ Diccionario de Americanis- mos de Bartlett,” en el cual se estudian profunda- mente los orfgenes de los neologismos que se usan en los Estados Unidos de América, remontaéndose hasta los dialectos de Inglaterra. Desde el afio 1836 se dié 4 luz por primera vez, el “ Diecionario de Provincialismos de Cuba, por Pichardo,” que més descuelia por la notable eru- dicién que revela en la historia natural, y que al- unas veces citamos en el cuerpo de nuestra obra. Las “ Apuntaciones Criticas sobre el Lenguaje Bogotano,” por Rufino José Cuervo, han sido de suma utilidad & nuestro propésito, y tenemos la satisfacci6n de confesar que, en ese interesante libro (del cual hemos consultado la 4* edicién, notablemente aumentada,) hallamos mucho y rico material. 20 PROLOGO El “ Diccionario de Chilenismos,” por Zoroba- bel Rodriguez, dado 4 la estampa en Santiago, el afio 1875, nos ha ayudado en alguna parte. El ‘Diccionario de Peruanismos” que, como ensayo filolégico, publied en Lima, en 1883, el no- table escritor D, Pedro Paz Soldin y Unanue, ba- jo el seudénimo de Juan de Arona, nos ha sumi- nistrado todo aquello que es conrtin entre los pro- vincialismos peruanos y los guatemaltecos. El vocabulario de las voces provinciales de la América, de D. Antonio de Aleedo, contiene mu- chas cosas notables, que se refieren 4 las produc- ciones naturales de este Continente; pero la ma- yor parte de tales voces ha recibido ya, como era natural, la sancién lexicografica, demandada por Ja necesidad y justificada por el uso. La “ Historia de Guatemala, 6 Recordacién Flo- rida, escrita en el siglo XVII, por el capitan D. Francisco Antonio de Fuentes y Guzman,” con- tiene muchos nombres y deseripeiones de hierbas, cortezas y rafces medicinales, propias de estas comarcas. La “Gramftica de la Lengua Castellana,” por D. Andrés Bello—ese monumento levantado 4 las letras espafiolas en América—se cita, para honra nuestra, no pocas veces, en las pfiginas de esta coleccién, Entre las “ Memorias de la Sociedad de Lin- Frases de Paris,” figura un curioso folleto, de G. laspero: “Sur quelques singularités phonetiques de |’ espagnol parlé dans la campagne de Buenos Aires et de Montevideo.” Este estudio nos ha de- mostrado que una parte de nuestros barbarismos no es desconocida en las margenes del Plata. DEL AUTOR 21 La “ Coleccién de Lingiifstica y Etnografia Ame- ricanas,” publicada en San Francisco de Calfornia, por A. L. Pinart, es otro de los libros que hemos tenido 4 la vista. i “Las Cuestiones Filolégicas de D. Antonio Jo- sé de Irisarri,” son estudios eruditisimos, de im- portancia suma en varios puntos que, con la his- toria, la literatura, los origenes y forma del len- guaje, se rozan. Hemos tratado, pues, de aprove- char, dada la ocasién, las magistrales y fitiles ensefianzas de tan distinguido guatemalteco. La “‘Gramatica Practica de la Lengua Castella- na,” por D. Emiliano Isaza, es por todo extremo recomendable, y algo de lo que figura en nuestras paginas ha sido tomado de esa obrita colombiana. Los “ Vocablos indigenas de Venezuela,” colec- cionados por Aristides Rojas, y el “Arte de la Lengua. del Reino Cackehiquel 6 Gyatemalico, con un paralelo de las lenguas Metropolitanas de los Reinos Quiché, Cackchiquel y Zutujil, publi- cada el afio de 1753, por el P. Fr. Ildefonso Joseph Flores,” han formado parte de los libros de con- sulta que hemos tenido presentes, El “Vocabulario Rio Platense razonado,” de D. Daniel Granada, es una curiosa coleccién, que he- mos hojeado con provecho, El tratado que eseribié D, César C. Guzman, con el titulo de “Composicién y Gramftica Préc- tica,” y del cual ya se han hecho cuatro ediciones, registra algo apropiado al linaje de nuestros es- tudios. “Los Idiomas de la América Latina,” por So- brén, y “La Formacién de la Lengua Espafiola,” 22 PROLOGO por Roque Barcia, soh obras que también hemos. consultado. “Ta Guia del Lenguaje Castellano” de Odom Fonol, publicada en 1885, se cita de vez en cuan- do en el presente volumen. La antigua y curiosa obra, que salié por prime- ra yez 4 luz en Madrid, el afio 1737, intitulada “ Origenes de la Lengua Espafiola,” recogidos por D. Gregorio Mayans y Siscar, es de sumo interés. para conocer 4 fondo nuestro idioma. Nos ha servido muchas veces, cuando hemos tenido que- consultar el origen de voces, locuciones y refranes. El precioso libro da D, Juan-Ignacio de Armas, “ Origenes del Lenguaje Criollo,” que salié 4 luz el afio 1882, nos ha dado 4 conocer las etimologias y la formacién y uso de muchas voces americanas. “Primera Gramitica Espafiola Razonada,” se- llama la que escribié D. Manuel M. Diaz Rubio y Cfrmeno, en dos grandes volfimenes, y que hace- cuatro afios se dié 4 la estampa. Esta gramitica y la de D. Manuel Marfa Guillén de la Torre, que- vié la luz pfiblica ec 1886, han formado parte de los libros de doctrina que hemos consultado. Nuestro distinguido amigo, el notable zodlogo D. Juan J. Rodriguez, nos ha favorecido con los nombres técnicos referentes 4 ciencias naturales. Grato nos es consignar aqui el testimonio de apre- cio que le debemos, Las obras literarias de D. José Milla, una de- nuestras glorias patrias, contienen discripciones de asuntos del pafs y copia de términos provincia- les que hemos aprovechado, exornando con ejem- plos nuestros articulos. DEL AUTOR 23 También figuran en estas paginas algunos ver- sos de D. José Batres Montifar, de Rivera Maes- tre, de Goyena, de los hermanos Diéguez y de algunos otros bardos guatemaltecos, que han em- pleado 4 las veces nuestros provincialismos. Por lo demas, hemos tenido que ir haciendo poco 4 poco, la lista de voces y frases que, sin ser eastizas, andan mezcladas con nuestro idioma, y que dan lugar frecuentemente 4 confusiones y du- das, que hacen incurrir en errores aun 4 personas educadas. Comprendemos que nuestro ensayo no puede dar por resultado una obra conipleta, como seria apetecible, y que la presente tiene que resentirse de errores y vacfos. Este libro no es més que una base que serviré de punto de partida 4 aquellos que, con profunda ilustracién, sobrado tiempo y prolijo examen, puedan elaborar una obra acabada, en este linaje de estudios, que tanto han menester de la erftica, “no lade hidrépicos encomios 6 de zumbas de graciosos de esquina, sino aquella franea, honra- da, independiente ¢ investigadora, que estudia, feeundiza y corrige el trabajo ageno, ilustrando y estimulando al autor, y no paralizfndolo con la inflacién del engreimiento 6 moviéndolo 4 romper la pluma ante la soez retribucién del oscarnio,”” LA LENGUA GASTELLANA EN LA AMERICA ESPANOLA. i Los osados aventureros que, en son de conquis- ta, dejaban su nativo suelo, buscando luero y ha- zanas al venir 4 América, trafan entre sus recuer- dos los de las gloriosas lides contra godos y frabes, * y en su rico idioma las pomposas galas de los in- genios que, en el siglo XVI, asombraron al orbe con sus letras meritisimas. La espada ibérica despedia el fulgor de la expulsién de los moros y de la destruccién de los barbaros ; mientras que la lengua de Castilla era entendida casi por toda Europa, que contemplaba con admiracién las in- mortales obras de insignes préceres. Habfa le- gado 4 su apogeo la gloria hispana en el antiguo Continente, y el idioma del sabio rey D. Alfonso 4 Su mayor auge, cuandose realizaron por Colén los suefios de Séneca, al descubrirse el Nuevo Mundo, Trafan los débiles esquifes del inspirado genovés, con los gérmenes de la civilizacién, que pudo pa- sar por el tamiz de las preocupaciones de aque- llos tiempos, el rico caudal de voces de una sono- ra lengua Ilena de esplendor y galanura, destina- da & resonar, entre los vitores del combate, al pie de los Andes y en las risuefias margenes de los alegres lagos de la opulenta ciudad de Moctezu- ma; sobre la nevada cresta de las cordilleras plu- tonicas, 6 en las verdes y serenas praderas de las 26 LA LENGUA CASTELLANA faldas de cien volcanes ; en el rancho del cacique y en la tienda del soldado; en boca de Pizarro y en los fementidos labios de Felipillo, el indio as- tuto que condujo al suplicio al desventurado Ata- hualpa; en las agonfas acerbas de dofia Beatriz de la Cueva y en los éxtasis de amor de la hermosa Xicotenca, El idioma castellano era digno de la exuberan- te naturaleza que se ostenta en América; estaba destinado 4 llevar, con heroico acento, al Dios de las alturas, la férvida bendicién del primero que planté en el Nuevo Continente el estandarte de los indomables leones. La algarada de las armas habfa de cesar; el régimen colonial era no mas que pasajera evolucién; empero, el idioma de la conquista echarfa profundas rafces en las regiones descubiertas ; porque el signo admirable de la idea, que la pglabra envuelve, es lo dltimo que pierden las nacionalidades destinadas 4 perecer, y lo pri- mero que se incuba cuandola simiente del progre- so se esparce por pueblos conquistados. El firbol secular de ancha copa y rico follaje, riega al vien- to su semilla para que nunca se extinga, mientras* que la humilde enredadera necesita piadoso arri- mo y prestada savia, 4 fin de que sus hojas tengan efimera frescura y pflidos matices sus delicadas flores. Los obeliscos, areos y pirfmides que pu- dieron haber dejado los bravos castellanos, ya es- tarfan reducidos 4 polvo ; pero los mares, los mon- tes, las cordilleras, los rios y poblaciones que con sus nombres bautizaron, alli estfin para siempre. EN LA AMERICA ESPANOLA 27 Habja que luchar, més que contra las indianas flechas, con la salvaje naturaleza de estas comar- eas, que ocultaba doquiera gérmenes de muerte entre su primitiva grandeza. Tras las moles in- mensas de granito qué iba 4 encontrar el con- quistador? Después de caminar hambriento en forzadas marchas, fabricando canoas para atrave- sar rfos que semejaban mares {quién sabia lo que adelante estaba? Colén se lanzé 4 lo ignoto del océano, y los Pizarros, Corteses, Alvarados y Val- divias, se arrojaban 4 menudo 4 Jo desconocido de la tierra. En esas bélicas exploraciones, prefiadas de pe- ligros, iban los esforzados castellanos bautizando los miltiples objetos que 4 su vista se ofrecfan. Al ver de repente un temible cuadrtipedo, en algo parecido al africano tigre, débanle por analogia tal denominaciéns; al contemplar con espanto una figuila colosal, que cernfase soberbia sobre las crestas de los Andes, preguntaban al indigena por el nombre de ese rey de las nubes jel Condor !; al saborear la sabrosa carne del agreste pavo, dejé- banle en cada regién nomenclatura aborigen ; al ave de negras plumas, que limpia las ciudades, apellidébanla con indianas voces ; y el rojo guaca- mayo, el lijero sanale, y tantas mas dela alada tribu, (como dirfa el poeta) que eran desconocidos para los espafioles, requerian palabras diversas. Sobre los nevados péramos peruanos vivia el agres- te lama ; por el lado sur del continente dejabase ver el montés coyote, entre la verde chilea; y por todo México y la América Central, el mapache, el micoleén, | perico lijero, la taltuza, la cotuza, el te- 28 LA LENGUA CASTELLANA pescwinte, el tacuazin y muchos otros de originales nombres, que poco 4 poco van naturalizindose en el lenguaje comfin, dado que no es posible desde- fiar elementos que se asimilan en la serie de los tiempos, ni es bastante el humano esfuerzo para detener la corriente invasora de neologismos, que se introducen justificados por la necesidad de de- nominar objetos 6 seres nuevos. Complacfanse los conquistadores aquende el océano, al contemplar la variada fauna americana; pero no se complacian menos al percibir la rica flora de este suelo. Asi como llamaban con orgu- lo “ Nueva Espafia” 4 México, y “Nueva Grana- da” 4 Colombia, asi me figuro también que aque- llos férreos pechos de los hispanos soldados palpi- tarfan alguna yez al decirle rosa 4 la flor de la sil- vestre sarza ; pasionaria 4 la flor de la granadilla; y espfritu santo, la original orquidea paname- fia. Algdn recuerdo siquiera fugaz debieron de eyocar las flores americanas en la memoria de los esforzados adalides, que con caballerescas tradi- ciones, subyugaron al Nuevo Mundo, ;{Cuantos besarian, como Miguel Angel bes6 al morir el re-_ trato de su amada, alguna de esas silvestres flore- cillas de nuestros campos, al expirar en ellos, al rado golpe de la suerte! Razén tenfan los codiciosos aventureros, al ad- mirar estupefactos la naturaleza americana, para decir que todo aquello s6élo podia compararse con el primitivo edén. Con ojos de sorpresa miraban la esbeltfsima ceiba, de espléndido follaje, que se esconde entre las nubes y parece desafiar las tor- mentas torrenciales ; ni debié de causarles menos EN LA AMERICA ESPANOLA 29 asombro el guayacdn resinoso, de odoriferas ye- mas y crispadas ramas, que cual gigante del bos- que se exhibe ufano en la espesura ; el volador que erece enhiesto hacia el cielo, semejando aspiracién etérea ; el cocotero de agrestes abanicos, como des- tinado 4 refrescar el tropical ambiente ; el incom- bustible conacaste. que ofrece su corpulento tronco para improvisar résticas embarcaciones ; y tantos rboles raros y medicinales, como encierran nues- tras selvas. Sélo quien haya contemplado esos enmarafiados bosques en que, al canto del censonte y del pito real, fnense los rumores de los insectos que perennemente zumban, y las armonfas de una naturaleza exuberante llena de matices y co- lores, podré comprender la honda impresién que recibieron los que buscaban tierra, casi perdidos en el anchuroso mar, cuando con fe en el alma y alegria en el coraz6n, se arrodillaron en la prime- ra isla que les deparé el destino. Desesperaban los marineros hispanos de volver 4 sus lares y de hallar salvamento en el embravecido piélago, cuando se aclar6é el horizonte, dibujfronse, revo- loteando blancas nubes, en el firmamento azul ; escuchfronse ecos vagos de rumorosa seiva, cual misteriosa respiracién de la costa préxima; y se les presenté el panorama m4s imponente que nun- ease viera. Sentirianse aquellas gentes, en esos instantes de inefable arrobamiento, como atrafdas por este Nuevo Mundo de grandezas y encantos ; como llamadas 4 su rico seno; como ftomos de} planeta que deben sumergirse al fin en el todo de Jo creado, con la flor, el rfo, el ave, la planta y cuanto tiene perecedera existencia. 30 LA LENGUA CASTELLANA ; Verfan mas tarde los iberos audaces otro subli- me espectéculo. Era la inmévil pampa, en donde todo reposa callado é inerte, sin yariedad ni loza- nia. Las vizcachas grufien, los gauchos cantan con melancélica y lfigubre voz, y el horizonte se ex- tiende ilimitado hasta confundirse con un cielo que parece reflejar el verdor de aquella extensisi- ma superficie, de mas de trescientas leguas. Las resedas, las margaritas y anémonas perecen allf palidas de nostalgia, echando menos la sombra de las selvas. Es tan grande el desierto, como tris- te, sin brillo, ni matices. | Qué contraste, el bos- caje paradisiaco y la argentina pampa! Empero, quién habfa de presentir que la raza de aquellos descubridores, no s6lo subyugara 4 las nu- merosas tribus americanas, sino que después dela gran catistrofe del soberbio imperio de México y de la terrible hecatombe de los incas, hubiera de extender, mis allé de la conquista y del gobierno de los vireyes, la advenediza lengua de Castilla. Verdad es que los numerosos idiomas indigenas prestéronle rico contingente, al punto que, mien- tras viva, guardaré restos del quiché, del mexica- no, del quichua, del guaran y de todas las prin- cipales lenguas que aqui se hablaban al legar los capitanes iberos; porque cuando dos civilizaciones chocan, prevalece Ja que més fuerza moral encie- rra, bien que algo queda de amalgama y compene- tracién, como sucedié con los frabes en Espafia, euya cultura se trasluce entre lo ibero, romano y gotico que caracteriza 4 la Peninsula. En Amé- rica, acaso desaparecerfn las razas autéctonus; pe- ro muchas de las palabras de sus lenguas irén eo- EN LA AMERICA ESPANOLA 81 rriendo en el tiempo, como corren las gotas del manantial que caen en anchuroso rfo, hasta per- derse enel mar. La chala, el choclo argentinos ; la tusay el helote mexicanos y guatemaltecos, vi- virfn mientras se siembre el maiz, ese rico grano, al que Colén Iamaba panizo, y se cultiven las mil- pas, que, “Se despliegan al sol y se levantan Ya doradas, temblando, las espigas, Que sobresalen cual Tonactics Jjaldes De un escuadr6n en las revueltas filas. Brota el blondo cabello del helote, Que muellemente al despuntar se inelina; El manso viento con sus hebras juega Y los rayos del sol tuestan y rizan.” Burién Mamaremos nosotros, siquiera impro- piamente, 4 ese microsebpico pajarillo, “Viva esmeralda tornasolada, Aureo diamante que centelléa.” Ni podrén los afios hacer que por ac& se deno- minen de otra suerte las flores de la cruz, que el campo esmaltan; del bellfsimo izote los sabrosos botones ; la‘blancafloripwndia 6 agreste campanula; el corronchocho amargo, de apretados racimos; la guayaba, que roba la turba estudiantil ; el jocote que ostenta corona de escarlata; y todas aquellas flores del alma, que son flores guatemaltecas, y todas esas frutas silvestres, que evocan los tiem- pos risuefios de la inocente nifiez. Voces regio- nales, que estén en la condicién modesta de pro- vincialismos nuestros; pero que para’ nosotros tie- 32 LA LENGUA CASTELLANA nen la importancia que en la familia se atribuye 4 las reliquias abolengas, que el tiempo ha respe- tado, por mis que carezcan de intrinseco valor. De esas palabras que andan por ahf sin tutela, como pobres huérfanas, que no carecen de perso- nales dotes, hay muchas americanas que deben fi- gurar en el léxico espafiol ; que ya ha aceptado al- gunas, porque las apadrina el uso de millares de hombres ; otras son especiales para designar cosas, costumbres, juegos 6 peculiaridades de paises dis- tintos ; mientras que no faltan pocas circunscritas. & pueblos 6 yillas de una misma nacionalidad, vergonzantes las mas, que en ciertos lugares son de uso corriente, para significar animales 6 fru- tas, y en otros designan objetos torpes 6 inmun- dos, Es curioso y fitil el estudio de ese lenguaje pin- toresco 4 las veces, que va mezcléndose con el es- pafiol, ataviado 4 usanza nacional, en cada una de estas reptiblicas de Hispano-América; estudio que han hecho, en la Argentina Daniel Granada y Alejandro Magarifio Cervantes, en Chile Zoroba- bel Rodriguez, en el Perf Paz Soldin y Unanue, en el Ecuador Pedro Fermin Ceballos, Santiago Michelena en Venezuela, Rufino J. Cuervo en Co- lombia, y la Academia correspondiente de la es~ pafiola en Méxieo. Cuando decfa el principe de los ingenios que las Indias eran refugio y amparo de desocupados, y afiagaza general de mujeres libres, no presints6. fila verdad que el rico idioma de Don Quijote y Sancho, habria de hallar con el tiempo, inagotable venero de elementos lexicogrificos, dignos de to- EN LA AMERICA ESPANOLA 33 marse en cuenta, desde que se hallan esparcidos entre pafseses diversos, poblados por numerosa gente, que lejos de amenguar el habla castellana, dale mas valor, riqueza y gallardfa. U. Haciendo detenido estudio de las obras que se han escrito en la América Espafiola, sobre el len- guaje peculiar de estas regiones, nétase sin esfuer- zo que, durante el largo periodo colonial, acaecie- ron dos fendmenos que contribuyen 4 enriquecer el habla castellana. De un lado, conseryéronse en el Nuevo Mundo millares de voces y giros que en la peninsula sou ya desconocidos, como arefi- cos ; y de otro, aumentése asombrosamente el yo- cabulario usual, con voces autéctonas, aplicadas 4 objetos y usos distintos de los de Espajia; voces que son americanismos de simpftico sonido y re- gular estructura, dignos de figurar en el diceiona- rio de la lengua, ;ni qué m4s tiene que una voz descienda del latin 6 del frabe, 6se derive del quichua 6 el cackchiquel, si se emplea por una colectividad respetable, de los veinticineo millo- nes de hombres que hablan espafiol en este conti- nente? Nadie ha pretendido jams que sdlo el lenguaje que se oye al borde del Manzanares, 6 las palabras que se escuchan en la ealle de Val- yerde, seat las que registre el léxico de la lengua; ni nadie anhela contener le expansion del idioma, ni mucho menos que se expresen todos como en tiempo de Leén y de Granada. Lo que aconseja el sentido recto y demanda el interés de cuantos 34 LA LENGUA CASTELLANA usan el rico idioma de esos célebres poetas, es que- no se vuelva un caos 6 torre de Babel la lengua hispana, sino que se enriquezca y desarrolle, de modo regular y ordenado, habiendo un centro que sirva de. regulador, en cuanto al uso correcto y aceptable, ya que ni todo lo que se dice por el vul- go puede hacer ley, sin sujetarse 4 examen, ni menos son las sabias corporaciones las que forman. los idiomas. Asf lo ha entendido la Real Academia Espafio- la, y prueba de ello es que la 12* edicién del Dic- cionario registra palabras mexicanas, platenses, peruanas, etc., bien que en materia tan poco es- tudiada como esta de los americanismos, haya ex- tendido aquel respetable centro alguna vez el uso. de un vocablo m&s all& de sus Ifmites regionales, dejando de consignar palabras que buen derecho tenfan 4 hallarse al lado de sus hermanas. Pero. ni esos pocos errores y omisiones inevitables en semejante linaje de trabajos, ni el haber explica- do mal la significacién de algunos nombres. argu- ye absolutamente nada que amenguar pudiera el relevante mérito dela ilustre corporaci6n, sino que mAs bien prueban el poco cuidado que en estasre- ptblicas ha habido de estudiar el lenguaje y for- mar vocabularios especiales, como tltimamente se han formado. En tales libros aparecen vivas afin muchas dicciones y voces que nos trajeron los conquistadores, y que hoy no entenderfan allé en Espafia sino los literatos dados & exhumar la lengua muerta; y se explican también las palabras y giros provinciales que en cada pais se usan co- rrientemente. EN LA AMGRICA ESPANOLA 85 Podria asegurarse que en donde se habla y pro- nuncia mas anticuadamente el castellano, es en Ja América Central, acaso porque de todas las ca- pitanfas generales fue ésta la que mfs alejada es- tuyo dela Madre Patria, menos tréfago tenfa con Ja Peninsula, y m&s escaso movimiento literario. El antiguo reino de Guatemala, era sin duda, des- puésde México y el Pera, una de las joyas més preciadas de la corona de Castilla; pero todo su comercio redijose 4 uno que otro barco menor que yenia 4 Sonsonate anualmente del Pera, con car- gamentos de vinos de Chile, aceitunas, al- mendras, pellones y unos $200,000 en moneda para compra de afiiles; mientras que de la Haba~ na, Batabané y Cuba llegaban 4 Trujillo de ocho 4 diez goletas, con mezquinos cargamentos de aguardiente y otros objetos, que seryian de pre- texto para hacer contrabando, y llevarse unos $80,000 en plata y oro de Honduras. Al rio San Juan arrivaban tres 6 cuatro embarcaciones con re- gistros de Cartagena, Santa Marta, y otros puer- tos espafioles, trayendo géneros, comestibles, y uno que otro pillo que venfa bajo partida reserva- da (*). La literatura colonial de México, el Pert, Chile, Nueva Granada, Venezuela, provincias del Plata y Cuba, ofrecfa menos sfntomas de anemia que la del Reino de Guatemala, en donde si no faltaba uno que otro sabio, uno que otro erudito, eran contadas estrellas en un cielo obseurfsimo. Los hombres instrufdos eran pocos, y escasos los que sabfan leer y escribir, al punto que no venfan (*) Apuntamientos sobre la Agricultura y Comercio del Reino de Guatemala, por don Antonio Larrazibal, 1810. 36 LA LENGUA CASTELLANA libros, y apenas se imprimfan vidas de santos y reglamentos para cobros de diezmos. Si Pimen- tel, Medina, Vergara y otros que en este asuntose han ocupado, lamentan en la historia literaria, durante el gobierno espaol, el estancamiento que prevalecfa en sus respectivos pafses, qué podremos decir nosotros, que no conservamos lo que ellos en sus ‘fastos literarios? Verdad es que algunos esfuerzos se hicieron en los reinados de yarios mo- narcas, 4 fin de mejorar la condicién de estos pue- blos; pero lo cierto es que ni la distancia, ni los tiempos eran favorables al progreso, La Améri- ca, fue descubierta, para sumergirla después en el aislamiento mis completo. Explicase asf ese fe- némeno raro por demés, de que nosotros hable- mos, después de tres siglos, como hablaban los primeros espafioles que aqui vinieron ; y que pro- nunciaban la z y la ¢ en medio de voeales, confun- diendo su sonido con las; ni daban 4 la Ul la pro- nunciacién fuerte que después tuvo; y decfan mira, andé, tené, suprimiendo la d final de tales termi- naciones ; y empleaban yo vide, 61 vido ; y corrom- pian el vos sois, vos queréis, vos wmdis: diciendo 08 sos, vos querés, vos amds, ete. ; levantate, acostate, callate, por levantate, acuéstate, cfllate ; y mais que todo, tenfan un gran caudal de voces, que fueron de buena ley en el siglo de oro de la literatura eastellana, o)vidadas mis tarde en el lugar de su nacimiento, mientras que entre nosotros viven to- davia. La América espafiola, ha conservado la herencia de muchos giros y voces que en Espafia pasarian por arcafsmos, y suelen dar 4 los eseritos de nuestros literatos cierto sabor antiguo, cierto EN LA AMERICA ESPANOLA 37 sello caracteristico, que al punto distingue el pe- ninsular que nunca haya visitado nuestras pla- yas. Los mismos conquistadores fueron los prime- ros que en sus largas y peligrosas espediciones, iban exparciendo ciertas voces que, si fuera lfcito, dirfamos que emigraban con ellos de un lugar & otro distante. Bajaban los vocablos de la ‘parte setentrional de México, por Yucatién y Centro América hasta Panama, de tal modo que si com- paramos los mexicanismos con nuestros chapinis- mos, y con los provincialismos de Colombia, hay mareada analogfa, conservindose inalterables mu- ehisimos nombres indigenas, en todo el gran ist- mo que se extiende desde Rio Grande & Cartage- na. Muchos modismos mexicanos llegaron hasta el sur del reino de la Nueva Granada y el Perd, “donde prevalece el quichua, y existié aquel fa- moso imperio de los incas, no menos importante en la historia que el azteca, cuya civilizucion, idioma y costumbres se extendfan también muy lejos, dominando quizés cuanto estaba al frente, al norte y al sur, no parando hasta tropezar con la familia guaranf hacia el levante, la caribe al septentrién, y la azteca en las fronteras mas occi- deitales del istmo.” (a) En la parte del continente que la colonia debié 4 los esfuerzos del afortunado Solis, predomina- ban el quichua, el araucano y el guaranf, de los cuales extendiéronse por los Andes los dos prime- ros, y el Gltimo, por la tierra de los araucanos. En esos paises consérvanse muchos vestigios en el lenguaje comtin, de aquellos famosos idiomas. 38 LA LENGUA CASTELLANA “Mas el concurso lexicogrifico que ofrecen los pue- blos de Ja cuenca del Plata y sus afluentes, 6 sean argentinos, orientales y paraguayos, dice don Da- nie! Granada, no esta cireunscrita 4 esas voces originarias, sino que también comprende otras que traen su origen de fuentes mas lejanas, como el antiguo Anfhuac y las Antillas, 6 que en bar- cos negreros han pasado 4 América de las costas occidentales del Africa.” Si se compara el “Vocabulario Rioplatense” con la colecci6n de nuestros provincialismos, se encon- traré diferencia muy marcada, que viene 4 esta- blecer entre ambos modos de hablar la distancia que hay entre dialectos diversos; pero ello es lo cierto que, sitomamos todo el caudal de voces que sin ser peculiares de cada regién, sino comu- nes 4 América, han enriquecido el castellano, ha- llaremos que tenia razén al decir, 4 mediados de la filtima centuria, el erudito benedictino Fr. Mar- tin Sarmiento, que los vocablos procedentes de las Indias Orientales y Occidentales componian mas de una décima parte de la lengua de Casti- lla. Recibié la América hispana el espléndido pre- sente del habla de Manrique y Garcilaso; pero también los imperios de Moctezuma y Atahualpa, el opulento reino del Quiché, el indémito Arauco, las floridas Antillas, las populosas tribus del Pa- rani, han rendido tributo, con sus indianos yoca- blos, al idioma que Carlos V creia propio para ha- blar f los dioses. Hise comprobado que el Nue- vo Mundo es la parte del planeta, en donde m&s lenguas y dialectos se hablan. En un radio redu- EN LA AMERICA ESPANOLA 39 seido, en las margenas del mismo rio 6 en las fal- das del mismo volcin, hallanse todavia tribus que no se entienden las unas 4 las otras. Los primi- ‘tivos idiomas indigenas abundan en voces que por ‘si solas expresan una frase. E) guaranf se compone de monosilabos, que com- binados revelan diversas ideas. El quichua fué lengua oficial, que los incas procuraron generali- zar, por medio de maestros y escuelas, y que vive todavia, al pie de las colosales murallas, antes eu- biertas de oro, que atin se alzan en el Cuzco, co- . mo lagubre recuerdo del legendario Tupac Ama- ri. El aymaré es conciso, abunda en armonfa imitativa, es aglutinante, puede contener en una sola yoz muchos conceptos y se conserva atin en pueblos, cerros y lugares, desde Puno hasta Chi- chas y Atacama. En el antiguo reino de Guate- mala se hablaban mas de veinte lenguas, si he- mos de dar erédito al oidor Garefa del Palacio, “que enumera las siguientes: mexicana, vebetlate- ‘ea, tloque, zozil, zendalquelén, mamcey, achf, cua- hutemalteca (cakchiquel), chienanteca, hutatleca *(quiché), chirichota, populuca, pipil, poconch{, ~eaechicolchi, chontal, tlacacesvastleca, apay, po- “ton, taulepanitia, mangue, ulba, maribio, &. El “Cuadro de idiomas indigenas de México” del ‘erudito Pimentel, da idea de las numerosas len- guas y dialectos de aquel riquisimo imperio. En resolucién, la lingiifstica americana ofrece 4 los sabios un inmenso arsenal, el mas antiguo quizis ‘que en la tierra se presenta, para penetrar en el ‘obscuro laberinto del origen de la palabra huma- ‘ma. Muchos de esos idiomas autéctonos, aGn se 40 LA LENGUA CASTELLANA hablan por los indios, con alguna mezcla de espa- fiol adulterado, ya que asf como el castellano co- rre, por estas tierras, en contubernio con voces aborfgenes, también hase infiltrado en el cauce de los idiomas indios: el lenguaje, como todas las co- sas, lleva en si el germen de su desorganizacién y el de su renacimiento. Ii. Asi como las plantas que se llevan 4 lejanos cli- mas, sufren alteraciones diversas, sucede con las lenguas que se introducen 4 extrafia tierra, que se ven al cabo de los tiempos, con variados giros y distintas voces, necesarias Jas més para significar nuevos objetos y faces de la vida social; por lo que no es extrafio que el habla de Castilla, al exten- derse en América, experimentase el desenvolvi- miento ocasionado por tales y tan poderosos mo- tivos;nies singular que fueran viviendo en las colonias, en medio Ge Ja calma y de la inercia que prevalecia antafio, otros muchos modismos y yo- cablos que por muertos se tienen en la madre pa- tria, bien asi como acaece con el hijo que vaga errante en remoto suelo, sin curarse ya sus ascen- dientes de si vive 6 ha desaparecido para siem- pre. Después del aislamiento en que se hallaron los pafses hispano-americanos, era consiguiente espe- rar que hasta entre ellos mismos hubiese mudan- zas en la lengua, que no habia de permanecer in- célume desde los rocallosos ventisqueros de Chile hasta los floridos valles de México, En un mun- do joyen, turbulento, sofiador y arrogante, que EN LA AMERICA ESPANOLA 41 sentia aspiraciones 4 ideales generosos, rebosando de vida y de entusiasmo, hubo de sufrir hondo trastorno la manera de ser polftica, al sonar la ho- ra de la emancipacién y aparecer en el cielo de la patria el sol esplendoroso de los pueblos libres. Rompiéronse violentamente los lazos que liga- ron durante tres siglos, 4 estos paises con la me- trépoli espefiola, sin que quedara, en medio de los acerbos odios de la lucha, més vinculo que el idioma, que muchos se empefiaron en convertir en dialectos, sin parar mientes en las ventajas que ofrece 4.cuantos hablamos castellano, tener un medio comin de inteligencia y un elemento pre- cioso de comercio intelectual y material. La ten- dencia 4 crearse peculiar lenguaje, estropeando las leyes de la sintéxis, sustantivando y adjetivando verbos, formando voces viciosas, aceptando vulga- rismos extravagantes, y pronunciando 4 troche moche los vocablos, no pas6é de ser en la América espafiola, m4s que légica eonsecuencia del odio que se tuvo en un tiempo 4 cuanto provenfa de Espafia. Cuando Heredia y Olmedo, en viriles estrofas, renegaban dela peninsula ibérica, era natural que se tuviera por el vulgo en poco la pa- reza de la rica lengua, que con tanta sonoridad y maestria manejaban esos bardos heréicos, bien que abogaron siempre por la conseryacién del habla que Felipe V se empefié en fijar, déndole esplen- dor y gloria. Ni Bello, ni Irisarri, ni D. José Joaquin de Mora,con todo y ser muycelosos defen- sores de la independencia, jamfs. creyeron que al eambiar de instituciones, debiéramos haber cam- biado de manera de hablar; ni que tengan nada 42 LA LENGUA CASTELLANA que ver las leyes de la gramatica con las trans- formaciones politicas, ni que fuera Meito, ni con- veniente, estropear 4 titulo de regeneracién y re- publicanismo, el hermoso yrico idioma que en suerte nos eupo tener 4 tantos millones de hom- bres. No es preciso, para vigorizar la emancipa- cién, romper lanzas con la literatura espafiola, tan fecunda, esplenderosa y rica; ya que el canto 4 Junin y la apoteésis al héroe de Pinchincha, habrian perdido mucho de su viril energia y mar- cial ardor, si en otra lengua se escriben; ni para amar, como amamos, la independencia nacional, hubo necesidad de maldecir 4 Espafia. “Todos los latino-americanos estamos unidos, al decir del eminente polftico y escritor Riva Palacio, por un vinculo que es una virtud nueva en el mundo, y de la que no ha dado hasta hoy ejemplo la histo- cia: el patriotismo continental. Nadie lo inven- t6, nadie nos lo ensefié, ni de parte alguna lo hemos copiado. Sin prévio acuerdo, sin propaganda, sin que los periédicos se ocupen en eso, el patriotismo continental existe en la América: es cada dia mas vigoroso, y acabaré por hacernus muy fuertes.” Pues bien, ese noble patriotismo est& interesado en que todos nos entendamos en el mismo idioma, desde el pafs de los araucanos hasta las doradas mirgenes del rfo Bravo, en la heréica patria de Juérez; desde los declives andinos, que bafia el mar de Balboa, hasta las ricas orillas de la isla famosa que lame con sus soberbias olas el anchuroso Atlintico. j Qué por siempre se comprendan en estas vastas regiones, de un extremo al otro de la América latina, las inspiradas, sublimes notas EN LA AMERICA ESPANOLA 43 de Olegario Andrade ; las dulces cintigas de Mila- nés; las tiernas y pintorescas rimas de Juan Dié- guez;y los suspiros de amor, que exhalaron las celestiales arpas de Acufia el desventurado, y de Flores el triste peregrino, de alma dolorida é ima- ginaci6n de fuego! Después de la conquista espafiola, dejé la catis- trofe indiana restos esparcidos de sus dialectos en el habla comtin ; mientras que con posterioridad al nacimiento de las nacionalidades hispano-ame- ricanas, habia de vivir por algfin tiempo el conato de rebeldia hasta contra la lengua castellana. Si nos figuramos, dice un moderno filélogo, el aspec- to de nuestro idioma en la América espafiola, nos parecera ver el vasto lecho de un océano exhaus- to. Allf hay de todos los naufragios ; riquezas completas, riquezas truncas; serie de despojos hermosos y por acaso bien ordenados ; montones de restos informes, heterogéneos, revueltos ; lo ar- caico al lado de lo flamante; resultado todo de los dos grandes naufragios, el de la civilizacién indf- gena que desaparecié hace tres siglos con la con- quista, y el de la espafiola que se perdié al comen- zarel presente, en la emancipacién. Esos mis- mos gérmenes de anarqufa, productos de causas tan poderosas como las apuntadas, nos obligan 4 empefiarnos mis cada vez en que, sin rechazar los americanismos que pueden ser parte 4 enri- quecer el idioma, no reine la confusién, ni pre- valezca el desorden, sino que la unidad del habla sea un motivo mfs que fortifique ese sentimiento de amor entre la raza latina del continente, que si no ha podido hasta hoy realizar el gran pensa- 44 LA LENGUA CASTELLANA miento de Bolfvar, de ligarse en beneficio coman, esté llamado en América 4 conservar histérica- mente los timbres que le dieran gloria durante dieziocho siglos, en los cuales casi ella sola ha pro- ducido la civilizaci6n actual, desde la unidad del imperio romano, hasta pregonar, al través de los tiempos, y en medio del estallido dela revolucién, los derechos del hombre. Si la raza latina tiene en su cerebro el elemento creador, en su imagina- cién Ja chispa del arte y en su sangre los arran- ques de la pasién ; que no pierda la unidad de len- gua, en ese grupo de nacionalidades que de Chile & México se contemplan, como esperando el mo- mento de ser ellas las que reciban los gérmenes de nueva vida para la humanidad, y nuevos hu- rizontes para los pueblos fatigados de la Europa. El americano espafiol, tiene las glorias de Espa- fia, que son sus glorias; tiene la solidaridad de intereses de una raza que, como tanto se ha di- cho, lena el pasado con sus proezas; tiene en lo fu- turo el campo de las conquistas pacfficas, por las eiencias y las artes; y tiene en fin, la lengua mas sonora, majestuosa y rica que se habla entre los hombres. ‘ Extinguidas las prevenciones, que si en mo- mentos de lucha, pudieron tener raz6n de ser, hoy son del todo ajenas 4 pueblos que abrigan idénti- eos propésitos, no euadra ya la mania de hablar mal, adulterando la espafiola lengua ; sino que cumple 4 todo el que estime la solidaridad de raza y armonfa de miras, tejer con carifioso empefio los lazos de afectoy estimacién que unir deben & América con Espafia. Si los piratas aleves per- EN LA AMERICA ESPARNOLA 45, segufan en otro tiempo 4 los galeones que lleva- ban el oro del Nuevo Mundo; que no se ostenten hoy, despojando de sus preciados quilates 4 nues- tro bello idioma, esos otros devastadores de mala ley, que invaden el campo literario para cubrirlo de abrojos, sembrando la cizafia en donde deben lucir por siempre purfsimas rosas y perfumadas violetas. A. Barres J. TRANSFORMAGIONES DE LA ORTOGRAFIA ESPANOLA. Se forma la cabeza por las lenguas, y los pensa- mientos se tifien del color de los idiomas, decia Juan Jacobo Rousseau, con lo cual daba 4 enten- der toda la importancia que ha de atribuirse 4 los estudios filolégicos y gramaticales, E] cultivo de nuestra lengua patria reviste aun mis interés, si se la estima como medio de que nos valemos diariamente, para expresar nuestras ideas. El idioma espafiol, en efecto, mas que otro alguno, debe empefiar nuestra atencién, tanto por haberlo heredado de nuestros padres, como por ser el més sonoro, el més elegante, y uno de los que menos anomalfas presentan en su pronuncia- cién y escritura. Si no tiene la suavidad del ita~ liano, la gentileza del francés, la concisién del in- glés y la filos6fica profundidad del alemén, osten- taen cambio arménico ritmo y exuberancia de viriles, sonoras dicciones, que harto justifican la preferencia que Carlos V le diera para hablar con los dioses. Nacida como todas las lenguas romances, fué la espafiola, en un principio, amalgama informe de adulterado latin con voces celtas, que por vez primera exhibié la traduecién de los fueros de Avilés, en los comienzos del siglo XII, y la del 48 TRANSFORMACIONES DE LA fuero de los: godos ordenada por San Fernando después de ganar 4 Cérdoba. Viene luego el in- teresante poema del Cid, que si carece de riqueza y gracia, es el principal monumento del habla de ese siglo, hasta que aparece en el siguiente la fa- mosa obra del rey Alfonso, en la cual se fija, y se eleva 4un alto grado de esplendor el romance vulgar, como entonces le Ilamaban. En la me- morable corte de don Juan II, convirtiése en idio- ma de las musas y de los galanteos; y en los feli- ces tiempos de Fr. Luis de Granada y de Santa Teresa de Jesds, llegé 4 ser la lengua de Castilla lo que el griego de la apasionada Safo, en el pafs de los helenos, y el latin del sublime Virgilio en la soberbia Roma. Mencionar, por fltimo, al principe de los ingenios, & Miguel de Cervan- tes, equivale 4 decir que hemos recorrido toda la progresiva escala, desde el primer peldafio de la lengua, hasta la cispide de su armonfa, grandio- sidad y elegancia. Pero no vamos 4 estudiar ese prodigioso desa- trollo, sino 4 describir 4 grandes rasgos, algunas de las transformaciones que ha venido experimen- tando, al través de los tiempos, la ortograffa es- pafiola. En la Gesta de mio Cid, poema de autor desco- . nocido, que canta las hazafias del legendario cam- peador, encuéntrase diversidad de escritura, en las diversas ediciones, como es natural, que suce- da, en obra tan antigua, que vino transmitiéndose por manos de los copistas. Generalmente ha- blando, la prosodia es diversa de ka que después adquirié el castellano, que no estaba fijada al na- ORTOGRAF{A ESPANOLA 49 cer el idioma. Asf se advierte que ponfan acento & la u en el pretérito fue, para indicar que se pro- nuncia como 0, puesto que en algunos versos se rima fie con nacié, calé, ete. Acentuaban tam- bién la 7 de treina, retna, acercindose 4 su origen triginta, regina. En lo que respecta al valor de las letras, prevalecfa constante confusién entre la b, lav y lau, confusién derivada del latin, como se ve si se considera que existen afin inseripeio- nes en las cuales se halla bibere, bestra jubentus, abe, berna; lo que demuestra ampliamente don Mariano J. Sicilia, en sus principios de ortologia. El mismo autor del Quijote, se firmaba Cerbantes Saabedra. Lach era equivalente en el poema del Cid 4 lac; la t 4 lad, al fin de las palabras; la z sonaba como j, al principio de diccién; escribfan lorar por llorar; moiller por mujer;en vez de j usa- ban 7, como en oios por ojos; se encuentra una ¢ en sone, amare, campeadore; 4 la % débanle dos va- lores, el de dos nn, en ensennar, y el que hoy tie- ne en nifio, riio; decian sennos, por sendos; con- fundfan la y griega (conservadora, segiin algunos!) con la 7 latina (liberal!); y no porque en aquellos buenos tiempos de Nufio Rasuera, Lain Calvo y Ruy Diez, hubiese en Carrién, Vilforada 6 Naje- ta, mfs que cristianos y moros, sino porque estan- do en sus principios la escritura, no se euraban de reglas ortograficas: lo mismo les daba yha que iva, Ni parece estrafio que al desprenderse, si se pue- de hablar asf, el romance del latin, conservara en su prosodia, y ayn en la escritura, mis analogia que la que actualmente tiene aquella lengua con w TRANSFORMACIONES DE LA ésta. si bien reinaba entonces verdadera confu- sién en cuanty 4 norma ortegratica. Diremo=, de pasy. que el artfeulo ¢/ lo usaban antes de toda vocal. en lugar del da femenino. y suprimian la Gltima e de algunas palabras. sefia- landolas con apéstrofo: ~Violo el atalaya e tanxo el esquila. Prestas son las mesnadaz de las gentez chrystianas. Adébanse de corazén, ¢ dan salto de la villa. Do 8’ fallan con los moros. cometiénlos tan aina.” Tenian la hi equivalente al y francés, que por desgracia se perdié, obligindonos 4 usar construc- ciones flojas con en el, en ello, del, de ella. Acaso eran més sonorous los vocablos con la # y d, que hoy se suprimen cuando Ilevan enelfticos, comu en torndmosnos. tornadvos: ni deja de ser gracioso el quinquier 6 quisquier, por cualquier 6 quienquie- ra. En lo negativo usaban ren nada (res nata), y de allf tomaron los franceses su rien, y nos quedé la palabra nada. Cuandoen boca del vulgo se oye afin cosa nada, nos explicamos mejor el ren nada de la época del Cid. Usaban indistintamente la d 6 la ¢ en final de palabras. como Trinidad, Trinidat,dat,dad. De la pl latina nacié el sonido de la Ul, como plorare, llorar. plenus. leno. Lach se usaba muchas ve- ces por c, como archa, marcho, por arca, marco. Al! leer el poema que refiere las hazaiias de aquel adalid tan denodado. es preciso poseerse de esa mis- tica veneracién que acompaiia al curioso observa- dor de una moumia, que si ésta no se recomienda desde el puntu de vista de la estétiea, es reliquia ORTOGRAFIA ESPANOLA ol que ha sobrevivido 4 la aceién destruetora de los afios. La crénica del campeador transporta nues- ~ tra mente 4 los dias remotos de dofia Urraea y el conde Peransures; cuando yantaron iuntos e entré monge, don Alfonso en Safagun, mas con premia que de grado e después salié de la mongia e fuese a Toledo en compata de los omes buenos del reyno. Ya debe suponerse que muchfsimas voces de Jas que en el siglo XII se empleaban, han caido en desuso, conformindose el organismo de la len- gua con la ineludible ley de todos los organismos, que nacen, crecen y se transforman. Quien quie- ra recorrer un dfa el panteén que guarda los des- pojos del idioma antiguo, no tiene mas que leer Jas paginas eruditisimas del indice que puso San- chez en la “Coleecién de Poesfas castellanas ante- riores al siglo XV," 6 el que acompafia al “Tesoro de los Prosadores espafioles,” 6 el ‘“Glosario” de Bello, que se encuentra en el 2° volumen de sus obras. En estos apuntamientos, no podemos sin cam- biar su objeto, engolfarnos en diverso linaje de consideraciones. Volvamos pues, los ojos 4 la obra grandiosa del sabio cuanto desventurado don Alfonso; 4 las “Siete Partidas,” que nos mues- tran el habla de Castilla organizada, pulida y con el sello de grandiosidad que hasta hoy conserva. Enesa memorable produccién del ingenio huma- no uniformése bastante la escritura; aunque no en pocos casos se apartaba de la regla etimolégi- ea, cual si pugnara el nuevo lenguaje por tomar cuanto antes peculiar fisonomfa. Sabido es que cada parte, de que la obra se compone, comienza 52 TRANSFORMACIONES DE LA con una de las letras del nombre de aquel monarca; y en la cuarta se encuentraomes sin h, mientras que en otras voces fisase innecesariamente de aquella letra. Nila pronunciacién fué la pauta de la or- tografia, ni menos el uso, dado que el ilustradfsi- mo rey tuyo la gloria de haber, por lo menos en lo literario, impreso al eédigo famoso, su tersura y rotundidad. Cuando un idioma se forma, no es posible que obedezca 4 reglas ciertas; porque no son ellas las que engendran el lenguaje, sino que nacen de su misma estructura y esencia, si fijado ya, es materia del andlisis de los gramé- ticos. Antes de las ‘“Partidas,” fermentaba, por decirlo asi, el romance, que surgié, en obra tan admirable, hasta un alto grado de esplendor. La ortografia presentaba, en no poca parte, capricho- so aspecto, allé por los afios de 1263, en que se pu- blicé el cédigo alfonsino, ni era dable otra cosa, una vez que la espontaneidad preside 4 todas las creaciones, y sélo con el transcurso del tiempo se establecen los accidentes de las cosas. Escribfase entonces facer, jilio, figo, fembra, en vez de hacer, hijo, higo, hembra, porque la h tenia un sonido parecido al dela jf. Laj se pronuncia- ba suavemente, no como hoy se pronuncia, La ¢ sonaba como s, en las silabas ce, ci, y la z con el sonido griego de ts, en completo acuerdo con otros idiomas de origen romano. Con la dominacién de los arabes en Espafia, comenzése & pronunciar fsperamente la z y lac lo mismo quelaj. Los vocablos eran ms llenos y mejores cuando eseri- bian cobdicia, dubda, obscuro. Un siglo después, el infante don Juan Manuel, ORTOGRAFIA ESPANOLA 53. sobrino de don Alfonso X, escribié en polida pro- sa. Era entonces mas facil la diccién; pero no por eso la ortograffa habfa sufrido muchas altera- ciones, segin podré verse en el pasaje siguiente de “La novia domada”: “El casamiento se fizo y levaron la novia @ casa de su marido, y los moros han por costumbre, que adovan de cenar 4 los no- vios, e pénenles la mesa, e déjanlos en su casa fasta en otro dfa, y ficiéronlo ansi aquellos,” En posteriores tiempos, aunque no hubo, ni po- dia haber mucha uniformidad en materia de es- eseritura, nétase que en cuanto 4 la h, no eran, como ya dijimos, muy etimélogos; y no faltan es- eritores de fama que no usaban ¢, sino zen pala- bras como vezino, hazienda, hazer, juezes, ni gusta- ban de cambiar en el plural por ¢ la z de los yo- eablos que con esa letra terminan en el singular: escribfan cruzes, luzes. No marcaban el acento 4 las conjunciones 6, %, ni armaban pendencia por la y 61a 7, para particula conjuntiva. Léase, en prueba de ello, la primera edicién del Terencio, traducida por Pedro Simén de Abril, y las obras del P, Garau. Tampoco empleaban con propie- dad la h, & juzgar por lo que dice el “Diflogo de las lenguas”; “Que unos la ponen donde no es menester, y otros la quitan de donde est& bien; ponenla algunos en hera, habia y han, y en otros de esta calidad; pero esto hacenlo los que se pre- cian de latinos, y yo, que querrfa mas serlo que pre- ciarme dello, no pongo la h porque leyendo no la pronuncio. Hallaréis también una h entre dos ¢é, como en leher, veher; pero desto no curéis, por- que es vicio de los aragoneses, lo cual no permite 54 TRANSFORMACIONES DE LA de ninguna manerala lengua castellana; y otros quitan la h donde esté bien, diciendo: ostigar, ino- jos, uérfanos, uésped, ueste.” Cuando salié 4 luz, en tiempo de Carlos V, esa obra que lleva el nombre de “Diglogo de las Len- guas,” y que es en extremo curiosa, se acostum- braba todavia decir hacello, cojello, ponello; pero no se exclufa el actual hacerlo, cojerlo, ponerlo, que comenzaba 4 usarse entonces, Es listima que se haya proserito la pronuncia- cién y escritura de la doble ss, en los nombres su- perlativos, como bonissimo, prudentissimo; los aca- bados en esa, como abadessa, condessa, y en perso- nas de verbos como trujesse. Siempre que pro- nunciaban espesa la s era doble, y cuando la silba- ban era simple, como en francés poisson y poison, cosas diversas. De igual suerte desaparecié la ce- dilla, que como en esa lengua extranjera, se usd en castellano debajode la c, para darle sonido de z, en capato, coracon, acucar, ete. Asi, encontramos en la obra que, sobre refranes, escribié 4 ruegy del rey don Johan, el famoso Ifigo Lépez de Men- doca, escrito este cognombre con ¢. Era en mucho diversa de la nuestra la ortogra- fia de los eastellanos, cuando Colén arribé al Nue- vo Mundo, como se deja ver en las cartas del ge- novés 4 Carlos V y en las crénicas que en el siglo XVI se escribieron, “El alfabeto castellano tenfa 22 letras, y 26 so- nidos al descubrirse la América, segfin consta en el Diccionario de Romance, publicado en Salaman- ca, por el célebre Nebrija, el mismo afiv de 1492. Las cinco vocales, que en 1435, cuando escribié el ORTOGRAFIA ESPANOLA 55 marqués de Villena su Arte de Trobar, conserva- ban el doble sonido que heredaron del latin, lo ha- bian ya perdido; y habian desaparecido también los diptongos impropios, en que sélo se percibfa el sonido de las dos vocales. Parece tnicamen- te que el diptongo ue, més bien por abuso que por regla de-escritura, conservaba afin el sonido de o larga que habia tenido en siglos anteriores. Asi Cuetba y Coiba, en los cronistas corresponden 4 una misma pronunciacién, Dosde las vocales, la wy la i, tenfan ademis sonido de consonante cuan- do precedfan 4 otra vocal, equivaliendo entonces la primera 4 nuestra v y la segunda 4 nuestra y. Vy U en lo escrito eran lo mismo: Vagoniana y Uagoniana se pronunciaban siempre Vagoniana. Y del mismo modo i, j, y, no eran m&s que un triple signo correspondiente 4 una misma letra, la cual se pronunciaba siempre como y delante de otra vocal; iuca, juca, yuca, se lefan del propio modo,” Cuanto 4 la ¢ larga, dice Juan de Valdés, ya al principio os dije que suena al castellano lo que al toseano gi.” Es insostenible el error en que muchos incurren, atribuyendo 4 laj, 6 sea rota, & la x y hasta 4 la h de los cronistas, el soni- do moderno de la j gutural. No apareciéd éste en Castilla hasta los iltimos afos del siglo XVI, lle- vado por los moriscos expulsos del reino de Gra- nada, después de la rebelién de las Alpujarras. No se generalizé en la Peninsula hasta los afios de 1650, ni en América hasta el final de aquel_ si- glo. Se pronunciaba la ch como actualmente, ex- cepto en las palabras latinas é italianas, en que che, chi sonaban como que, qui; lo que hay que te- 56 TRASSPORMACIOSES DE LA ner en cuenta para entender el sonido de las _vo- ces que nos fueron primeramente transmitidas por Pedro M4rtir. Vespucio y otros que escribie- ron en alguno de los dos expresados idiomas. A esta incertidumbre de sonido se debe, entre otros casos, que Cemi, escrito por italianos, se leyese Chemi por otros; y que esta voz 4 su vez, se trans- formase en Quemi, leida 4 la latina. Tres pronun- ciaciones y tres escrituras para la misma palabra. Laz se pronunciaba como ch francesa. La g delante de e. i sonaba de modo dulce. Por eso se encuentra indistintamente escrito en Jos cronistas ajes, ages. axes, aies. ayes; aji. axi. agi. La h se pronunciaba como f fuerte, y cuando se convirtié en letra muda, que fué hacia 1580, se bifurcé, por decirlo asi, el sentido de muchas palabras, adop- tando una acepcién diversa para cada modo de escribirlas. Asi llegd 4 diferenciarse hilo de filo, hallar de fallar, hondo de fondo, horma de forma, humo de fumo, hervor de fervor.” De lo dicho por D. Juan de Armas, deddcese, que, en mucha parte, la pronuficiacion que hoy choca 4 los mis- mos espafioles, cuando vienen 4 la América, es la antigua del idioma castellano, asi como es un he- cho apuntado por nosotros, en diverso escrito del presente, que gran ndmero de vocablos y giros que parecen peculiares 4 estas comarcas, no son mas que anticuados 6 muertos para Espaiia. De aquel tiempo acd, se han verificado muchas inno- vaciones en la excritura. D. Antonio de Nebrija hizo notar que ia perfeccién apetecible seria que cada letra tuviera un sonido distinto, y cada so- nido fuese representado por una sola letra. Esto ORTOGRAFIA ESPANOLA 57 fué causa de que D, Mateo Alem4n, excluyendo el uso y origen, abrazase la fonologta absoluta; que D. Juan Lopez, pretendiera eseribir como se ha- blaba; y Gonzalo Correas quisiese sustituir la k 4 la c fuerte y 4 la q, vistiendo, como le dijeron, el idioma 4 la polaca. Los dos grandes filélogos latino-americanos, Bello 6 Irisarri, se ocuparon en asunto de tanta trascendencia, cual es éste, para quien comprenda que la pronunciacién y ortografia no son, como el vulgo pudiera creer, baladies entretenimientos 4 trivialidades sin objeto, El sabio humanista de Venezuela escribié varios articulos, el afio 1844, en “El Araucano” de Chile, y en 1849, en “La Revista de Santiago,” sobre reformas ortogrificas, encaminadas 4 secundar las ideas de Nebrija, en no poca parte; pero comprendiendo Bello que eso deintroducir novedades en semejante ramo es muy diffeil, proponia hacerlo en dos épovas suce- sivas. El eminente guatemalteco, autor de “Las Cuestiones filolégicas,” expuso en. dicha obra las anomalias del castellano en su edtcitura; mas sin desconocer que las Gnicas reformas que sin gran dificultad podrian ser adoptadas, eran la substi- tucién de laj & lag en todos los sonidos je, ji, y no dar 4 la y consonante el oficio de la ¢ vocal. Ambos literatos, al exponer el resultado de sus profundos estudios de la lengua, no desdefiaban las importantes labores de la Academia espafiola. 4Ni quién, por més que no poséa los profundos conocimientos de aquellos dos ingenios, podra menospreciar los servicios relevantes que ella ha hecho? Basta comparar el estado de la escritura

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