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NICARAGUA INDIGENA

ORGANO DEL INSTITUTO INDIGENISTA NACIONAL

SEGUNDA EPOCA

No.

38

MANAGUA - NICARAGUA
ENERO-JUNIO
1964
NICARAGUA INDIGENA
ORGANO DEL INSTITUTO INDIGENISTA NACIONAL

SEGUNDA EPOCA

No.

38

MANAGUA- NICARAGUA
ENERO - JUNIO
1964
INSTITUTO INDIGENISTA NACIONAL
Managua, D.N., Nicaragua, C. A.

Director:
Doctor LORENZO GUERRERO
Ministro de Gobernación y Anexos

Secretario:
EUDORO SOLIS

COMITE EJECUTIVO:

Doctor Alfonso Ortega Urbina, por el Ministerio de Relaciones Exteriores.


lng. Andrés García, por el Ministerio de Economía.
Doctor Ramiro Sacasa Guerrero, por el Ministerio de Hacienda y Crédito Público
Doctor Gonzalo Meneses Ocón, por el Ministerio de Educación Pública.
Don Alejandro Abaunza Espinosa, por el Ministerio de Fomento.
Coronel José D. García, por el Ministerio de Guerra, Marina y Aviación.
Doctor Tomás Lacayo Montealegre, por el Ministerio de Agricultura.
Doctor J. Antonio Tijerino M., por el Ministerio del Trebejo.
Doctor Alfonso Boniche, por el Ministerio de Salubridad.

NICARAGUA INDIGENA
REVISTA DE CULTURA

Organo del Instituto Indigenista Nacional, adscrito al Instituto


Indigenista Interamericano con sede en México, D. F.

DIRECTOR

2 EUDORO SOLIS
EDITORJAL

Una Década de Labor Constante


y Meritoria

HACE diez años -1954-1964-, entregamos a los lectores


de ambos mundos, la revista "Nicaragua Indígena" (Segunda época),
órgano oficial del Instituto Indigenista Nacional y voz auténtica de la
cultura nicaragüense. Aquel ayer tiene la misma pureza y fidelidad,
además de que confirma el pensamiento de servir a Nicaragua en lo
más propio de su sangre: lo indígena.

COMO complemento a nuestro esfuerzo, esta revista ha reu-


nido en sus páginas, la colaboración de los nicaragüenses y de los es-
critores de América y mantiene relaciones con las Universidades y
Centros Culturales del Continente.

Hemos tratado de darle categoría y que sus páginas integren


las voces del indigenismo americano y una sola conciencia que allane
su salida a los comunes destinos de nuestros pueblos.

El indigenismo es una de las formas más puras de cornen-


tes humanas. Si España vino a América . obedeciendo a la brújula
de un destino ecuménico, fue para darse en cuerpo y alma al mundo
encontrado en la orilla de la esper.anza, cuyo epinicio acumula en el
centro del tiempo la luz caminante de sus conquistadores de tierras y
fundadores del mestizaje. 3
La Fauna Intangible Nicaragüense
Como sobrevivientes de la prehistoria natucha unos, y como hijos autén-
ticos de la colonia otros, han llegado a nuestros días vivitos y coleando con
caracteres precisos y definidos, varios entes misteriosos que al desfilar de las
centurias han constituído de manera indubitable la fauna intangible nica-
ragüense.

Sus nacencias proceden de tan lejos, que no es posible indagar sobre


los orígenes individuales de cada ser de ésta interesante fauna; por metates
encontrados al azar se comprueba que los nativos labraron la efigie del tigre-
caribe en utensilios de tales calidades y dimensiones indudablemente en forma
exacta o parecida a lo que le dieron cuando lo echaron a peregrinar en sus
montañas; de los otros ejemplares no se han hallado grabaciones que los ma-
terialicen y por tal motivo para sus descripciones hay que aceptar las pintu-
ras que ofrece !a transcripción oral y el bosquejo que de cada figura hacen los
individuos que se han encontrado con ellos en diferentes recodos de caminos
o bien bajo las sombras de vestes chllcmores.

Como el peregrinaje de los años es un sepulturero endemoniado que


destruye, borra, cava zanjas y después de embutir en ellas lo que hace añicos
le da pisón en el inconmensurable cementerio del olvido para no dejar rastros
de lo que pulveriza, por tal causa y para evitar que tal cosa suceda con estos
seres, se correrán en cintas de corto metraje, para darlas a conocer, las vidas
y figuras de cada uno de los ejemplares de la fauna intangible nicaragüense,
las cuales se grabaron en el celuloide divino de la palabra escrita para materia-
lizarlos en la pantalla maravillosa del papel.

EL TIGRECARIBE
Es el tigrecaribe un híbrido que puebla las selvas del Musún, del Soslaya
y en general las montañas y llanerías de la cuenca oriental del país; este digi-
tígrado cuando se finca transitoriamente en un determinado lugar es prueba
que ya principia a cotoniar los pasos de algún humano que fue enemigo suyo
y a quien de un momento a otro desjarretará para conducirlo a la Otra Costa,
en este caso situada en las espesas serranías de los colosos mencionados.

Este félido es un vehículo animado dentro del cual el gigante Suquia


enchona, en los encantos que tiene en los volcanes citados, el alma de un
zajurín feroche que le sirvió ciegamente cuando peregrinó en la vide sólo para

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que vuelva a transitar libremente en la tierra con el único objeto de vengarse
de todos los enemigos que tuvo, gratuitos o forzados, en la época en que
gozó del soplo humano.
A semejante felino el gigante le ha otorgado prerrogativos estupendas,
entre ellas la de quitarse el magín tigruno que anda y cambiarlo por la
jupa que usó cuando fue bípedo y la de poder expresarse como humano en
cualquier circunstancia que lo necesite, es decir posee el don de la palabra.

El tigrecaribe comienza su venganza por lo general hartándose primero


al hijo mirringo con que cuenta el prójimo que fue adversario suyo y por quien
volvió a recorrer los andurriales terrenos, . desde luego, para cobrarle a riata
la deuda de rencor que nunca le canceló cuando transitó en el mundo; por
último después de haberle cobrado todas las débitos pendientes las cuales se
hizo cancelar desguabilando a diferentes familiares suyos, termina banque-
teándose para liquidar definitivamente los intereses y el adeudo con el pro-
pio cuerpo de su antiguo deudor.

Este gato caribuno, mezcla demoníaca de espíritu y de bestia, es sím-


bolo patético del mal corazón humano, pues su estructura demuestra que el
alma del zajurín que lo alienta al abandonar ésta la materia se encamina a
todo chipote al suquiado en busca de un vehículo tigruno por medio del cual
poder merodear libremente, una vez enchonada en la ultratumbina caparazón,
en los lugares que habitó en su vida mortal, solo por el prurito de hacerse pa-
gar enconos que florecían frescos en su pecho cuando fue obligado a coger el
camino del Otro Barrio que, un poquito adelante del dintel de la muerte, ce
bifurca anc:hamente para coger según sea la disposición del Gigante, ya para
el Soslaya o bien para el Musún.

EL CADEJO
El cadejo es un animal demoníaco cuyo cuerpo tiene dos tercios de cá-
nido y el resto de rumiante; su estampa y tamaño es igual a la de un perro,
mas se diferencia de éste en que las extremidades son como las del cabro y
expele un tufo exacto, aunque más penetrante, al que exhala el macho cabrío
y además porque al andar hace sonar sus cascos cabrunos al rozar con las
grietas y guijas del sendero en que viaja.

Este can-cabrío es nocherniego, mas comienza su andanza del peso


de la noche en adelante sin que esto quiera decir que cuando le da su real
gana no se adelante a coger el sendero de sus vagancierías mucho antes de la
hora precisada; cuando tal cosa hace es común encontrarlo echado en los gran-
des chilamates y matapalos que se levantan a las veras de los caminos reales,
de los angostos trillos montañeros y de los atajos frecuentemente transitados
para acortar distancias entre rutas que llevan a un mismo destino.

6 Tiene predilección por recorrer las rondas y calles de los pueblos y


ciudades, por fincarse nocturnamente en los atrios de determinadas iglesias
y en el período de la cuaresma es frecuente dar con él, de manos a boca aca-
bando de anochecer, en cualquier camino en que se vio]e y aun en los al-
rededores de alquerías, aldeas y poblados.

Protege a los hombres que se meten a empresas difíciles, a los revo-


lucionorios, a los tunantes, a los contrabandistas y en general a los humanos
que por uno u otro motivo tienen necesidad de exponer el pellejo viéndose
obligados a andar en altas horas de la noche.

Existen cuatro clases de cadejos, cada uno tiene su tipo y color específico,
su índole especial y su característica inconfundible, se distinquen así: hay uno
común que es negro pecho blanco, de regular tamaño, que gusta de hacer
amistad con el hombre y en cualquier lance peligroso saie en su defensa; hay
otro que algunos confunden con el anterior quizás porque su piel es com-
pletamente overeada en blanco y endrino, es demasiado arisco, a pesar de
que en los caminos gusta de seguir a prudente distancia a cualquier mon-
tado que viaje solo sin que esto constituya un peligro poro el viandante;
existe otro que es patango, de cuerpo largo, de color ceniciento manchado en
negro, que es compañero fiel de la mujer, pues cuando en la noche encuentra
alguna en uno calle obscura o sendero solitario se pone tras sus pasos y no
la abandona, para defenderla si hay necesidad, hasta que la deja en su propia
casa y por último se encuentra un cuarto cuyo pelo es nítidamente negro, ater-
ciopelado y lustroso, es malencarado, agresivo, sumamente peligroso, gusta de
intimar con malhechores y cuando por desgracia se le topa para que no ataque
a la persona que lo encuentra tiene que desfilar ésta a su lado derecho, pues si
pasa por el izquierdo se expone a que la desmambiche en menos de lo que
tarda en crear en el verano un burje montañero; a todos ellos les brillan los
ojos como oscucs desmedidas y los del último lanzan hasta diminutas llamas.

LA VOLADORA

La voladora es un ave gigante rodeada de posadas en las cuales opera


de protagonista sui géneris y por tal motivo es sumamente interesante, es un
poco más grande que un chompipe, el color de su plumaje tiene diversidad de
tonos, es ocelado y en partes café como el de la pava montera, cuando va
volando desde largo se oye la braceadera potente de sus alas, al sentarse .sobre
los caballetes de las casas por donde pasa para descansar o atemorizar a los
habitantes de la - alquería en que se sienta, sacude violentamente el techo al
extremo de que parece que la techumbre tiembla y se extrerr.ece como si fuera
a desmarimbarse; siempre que sale de tuna recorre larguísimas distancias,

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es netamente nocturna,. hace de gaceta del jincho, es decir, es su periódico,
pues lo mantiene al corriente de todos los acontecimientos que le interesen, por
uno u otro motivo, y que suceden en .lcs ciudades y pueblos lejanos, además, ·
le sirve al campesinado en general de correvedile cuando estalla una revoluta
en el país movida por la vesanía de las pasiones políticas.

Como los gavilanes, querques, guaces, etc., conduce en su cuerpo ia


mosca, especie de antena curiosísima que habita en el plumón de los rapaces
y si a éstas le sirve su articulado para avisarles donde hay caza segura, la
voladora ocupa su díptero, cuando va puesta en viaje, pma regar entre sus
cofrades de correrías las noticias que va recogiendo en su tránsito para que
a su vez éstos las hagan circular entre los vecinos de la circunscripción en que
moran. Esta jolota, asombroso reportero del Averno, no sólo recoge cuenteretes
locales sino que también lleva y trae recados de un país a otro y cuando se
lo solicitan los entendidos en el arte de sus marúficas hoste carga y conduce
medianas encomiendas.

La voladora es el alma de un zajurín o zajurina que aún no ha muerto,


pero que se ha vendido a Pisuica y para que ésta salga a verificar sus correrías
el Malo lo convierte en pavón, por tal causa tiene la facultad del don de la
palabra del cual hace uso cuando sus malas intenciones o minucias de su
profesión lo requieren.

LA CHINCHINTORRA

La chinc:hintorra es un ofidio alado que habita en casi todos los puntos


cardinales del país; es demasiada agresiva, peligroso si se quiere y cuando ines-
peradamente se le encuentra es mejor escupirse el pecho que pararse a pie
firme a combatir con ella; su color es muy parecido al del coiachata teustepeño,
es decir, tiene mucha semejanza con el tono de la corteza del jícaro sabanero
que se reproduce fantásticamente en los terrenos sonsocuitosos.

Su cabeza difiere completamente del tinte de su cuerpo, pues abunda


en pringues rojos, azules, amarillos y rayitas de colores semejantes a los citados;
no es fruto del averno si no que es engendro de una metamorfosis antinatural
y asombrosa, pues proviene de una inexplicable transformación de la lapa
gallarda y vistosa en el alado reptil del cuento.

Para atacar alza el vuelo y se deja ir en picada sobre su enemigo ti-


rándole tarascadas y dándole de colazos hasta que lo pone fuera de combate
a fuerza de mordiscos y pencozos. las famosas Beluces, familia de hechiceros
de Cusirisna a quienes Pisuica les ha dado el don de convertirse en el animal

8 que quieran, gustan de tomar forma de chinchintorra cuando resuelve cualquiera


de sus miembros a salir de correría en pleno día en lugar de hacerlo por la noche.
EL CUARESMERO
Capeadora de su bulto, pues no le gusta darse a ver y al mismo tiempo
amiedante ave nocturna, es el cuaresmero que tiene el tamaño de la hembra
del rey de los zopilotes, mas su plumaje es musgo y a veces niste como el del
sonchiche, motivo por el cual cuando se le logra columbrar en las copas de los
árboles gigantes en los atardeceres montañeros del verano, do la impresión
de que su vestimenta es negra completamente.

Su graznido tiene mucha semejanza con el grito prolongado y lento que


el campisto y el natucho acostumbran lanzar cuando se atontinan en los bre-
ñales y por tal causa pierden la picada que los conduce a determinada meta;
al sentirse perdidos estos caminantes se dedican a volar contínuos gritos los
que al lanzarlos parece que dicen upaaá, upaaá, upaaá, que el eco devuelve
con prolongaciones insospechadas las cuales recogen los oídos de los com-
pañeros dejados en la boca de la montaña o bien los jinchos de los embija-
guados sembrados en la selva quienes proceden en el acto a hacer coro al
grito desesperado para que el fuerano perdido en el intrincamiento de los
ateinales coja rumbo y encamine sus pasos sobre destino cierto; por esta forma
de graznar los montañeses le llaman también el gritón y no son pocos los
campesinos que confunden su grito con el graznido bastante parecido que
lanza en el campo cuando ha entrado la noche, el conocido gavilán nocturno que
el campesino denomina pájaro-león.
El cuoresmero debe su nombre a que su voz se oye en el campo de
manera frecuente y precisa en el período de la cuaresma, cuando ésta pasa
es muy raro oír su canto lamentoso y aflictivo y en el invierno casi es un
fenómeno que la angustia que lanza a! éter rompa la oquedad de la obscurana.
El gritón es espíritu penante que no pudiendo entrar al Cielo por el
cúmulo de sus pecados mortales se dedica en la tierra a penar en esperas de
que Dios lo perdone al andar de los años y que el buen Jesús compadecido
de verlo sufrir, por fin, lo llame un día de tantos para abrirle la puerta de la
eternidad, motivo por el cual también el aborigen lo denomina alma en pena
y a veces hasta llega a citar el nombre del prójimo sufriente. que anda dando
al viento la murria dolorosa de su agobio.

EL PAJARO BRUJO
El Pájaro Brujo es un piche, fruto de las mirúficas del sumamente po-
deroso Gigante Suquia y por designios no explicados cuando sale en comisión
en lugar de batir el éter con sus alas de palmípedo lacustre toma vestidura de

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chicharra diminuta y raja el aire con élitros poderosos por medio de los cuales
recorre grandes distancias para llevar a cabo los mandados que lo manda a
cumplir desde el suquiado el dueño del encanto del Musún.
El Pójaro Brujo es el razonero oficial del endi,ablado Gigante, pues
lleva a los zajurines taragotudos los recados que les envía; por su medio el
tigrecaribe que va a misiones, es decir, a vengarse, avisa al enemigo que tuvo
en el tránsito terreno que ya ha entrado en capilla; para cumplir tal misión,
el patito encantado convertido en chicharra para que no lo columbren, el en-
capillado y sus familiares, pasa soltando endechas pichunas en los alrededores
del rancho del escogido para desguabilarlo unos cuantos días antes de pegarle
el arrastrón; todo esto con el objeto de hacer sufrir con anticipación al pobre
diablo ajusticiado, pues el indio que tiene pendiente la vida de la garra de
un caribuno cuando tal canto oye sabe perfectamente la suerte que le espera
al cabo de poco tiempo.

La leyenda que dió vida al Pájaro Brujo es interesante y curiosa.

EL PERROZOMPOPO
Este es un ;guánido que alcanza el tamaño de un mediano colachata,
pero agresivo, peligroso, endemoniado y venenoso; en resumidas cuentas es
una víbora convertida en lagartijo.

Hobito en las desmedidas zompoperas, es el rey de los zompopos y


se diferencia de la generalidad de los saurios en que ladra como perro cuan-
do quiere amedrentar a cualquier enemigo que lo acecha, el nombre que tiene
se lo han dado por el hecho de convivir con los himenópteros citados sobre los
cuales reína y por guanguaniar como cánido.

Sobre este saurio abundan historietas de diversos calibres, muchas de


ellas sumamente curiosas.

EL SISIMIQUE
Es un ente intermedio entre el antropoide y el hombre, más evolu-
cionado que el primate, pues tiene el don de la palabra, su cuerpo casi no
1iene pelo, su estatura no pasa de una vara, posee una fuerza desmedida, se
alimenla con ceniza, habita en cualquier mediana o desmedida caverna y su
morada la arregla con tal gusto y esmero que asombra a quien logra cono-
cerla; a la boca de la cueva donde vive para que no sea descubierta, le
pone como puerta un desmedido peñón el cual moviliza con una facilidad
desquiciante, esfuerzo que veinte hombres no podrían verificar si se propusieran
hacerlo, gusta de vivir emparejado, y para lograr tal cosa roba en las alquerías
fueranas cualquier muchachona que le agrade la que conduce a su querencia
en un suspiro y cuando ya la tiene en la habitación que le destina, la rodea

10 de toda clase de comodidades y atenciones para que no eche de menos la


casa de donde la arrancó.
El sisimique tiene los pies invertidos, es decir r el talón que en toda pata
es la parte trasera de las extremidades, en la planta del sisimique forma la
delantera, de tal manera que cuando él avanza el talón señala el rumbo
que lleva, por eso para localizarlo valiéndose de sus huellas, hay que dirigirse
por el lado hacia donde apuntan sus talones, pues los dedos forman como se
ha dicho la trasera curiosísima de su envés.

Alrededor del sisimique los fueranos de todos los rumbos del país han
tejido cienes de anécdotas, la generalidad llenas de coloridos encantadores y
sugestivos.

FERNANDO BUITRAGO MORALES

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Origen Nahuatl del Nombre
Nicaragua
por ALEJANDRO DAVILA BOLAÑOS.

Existen razones muy poderosas para asegurar que el pasado pre-


colombino de nuestro país no es confuso ni enigmático. Si bien carecemos de
métodos precisos paro seguir cronológicamente las sucesivas cultures+que se
establecieron, podemos no obstante hacer el mapa etnográfico en el momento
de la Conquista, que como sabemos, detuvo las corrientes migratorias que
tanto del Sur como de! Norte nos llegaron. No dicen verdad, aquellos que
escudándose tras el escepticismo, afirman y creen encontrar sumamente difícil
penetrar a los siglos anteriores de la Conquista, desentrañar el misterio de las
razas aborígenes, y hasta interpretar el significado de los geonimias más cla-
ras, poniendo en dudo todo el andamiaje construído científicamente por los
modernos estudios antropológicos, la comprobación exacta y verídica de los
escritos de los cronistas españoles de la época, y los recientes métodos de in-
vestigación lingüística y arqueológicos.

Ouizó nunca podremos establecer a que raza pertenecieron los hombres


que grabaron la huella de sus pies, en la lava volcánica de ias inmediaciones
de El Masaya y de Acahualinca, -huellas que nos están gritar.do la antigüe-
dad de nuestra población autóctona-, pero esto no es obstáculo para querer
ignorar la presencia de Matagalpas, Sumos, Ramos, Misquitos, Maribios, Cho-
rotegas y Nahoas en nuestro suelo. (Y, Lencas o Payos, tribu hondureña, que
dió nombre a la cordillera Amerrique, de Chontales. En Honduras, hay Lepate-
rrique, Ajuterrique, Jocoterrique, etc.) En mi concepto personal, Sumo y Matagal-
pa constituyen el sustráctum étnico por excelencia. De los demás podemos se-
guir con mucha seguridad su patria de origen. Los Ramas son Chibchas. Los
Misquitos seguramente son los mismos Muiscas de Colombia, y - en mi opi-
nión, los artífices y escultores de esas bellas figuras ontropoformcs. con "alter
ego", que tanto admiramos en Ometepe. Los Moribios son Hokanos y pro·
vienen de California. Los Chorotegas son Chiapanecos (Mangues) y ', llegaron
del Istmo de Tehuantepec. Los Nahoas vienen del nor-oeste de los EE.UU. y de
México. Evidencias an1ropológicas, lingüísticas y culturales dan la razón cien-
tífica e histórica a estos afirmaciones.

Mucho se ha escrito sobre el puente geográfico que constituyó Nicaragua


en el cruce de las culturas que originándose en el Norte y en el Sur del Hemis-
ferio, debieron. obligadamente, tener su "choque" o encuentro en nuestra tierra.
Pareciera a primera vista que estas emigraciones fueran cosa obligada para el
antiguo habitante de América, cosa en la que no estamos muy de acuerdo. N.o
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dudamos, desde luego que hubo grandes desplazamientos humanos, mas no
creemos que estas migraciones fueran frecuentes y cotidianas. A decir verdad,
el hombre salvaje que posiblemente pasó por aquí, en nada se distinguió del
hombre primitivo que pobló nuestra tierra. Más adelante cuando los instru-
mentos de trabajo crearon una cultura que le permitieron distinguirse e indivi-
dualizarse, solamente motivos muy poderosos como el hambre, la guerra y,
quizá, las enfermedades, obligaron a estos grupos a emigrar y alejarse para
siempre de su lugar nativo. Pero también debemos aclarar, estos grupos huma-
nos siempre fueron reacios a incorporar vocablos, armas, alimentos, costumbres,
dioses, individuos y usos de otras tribus. Para ellos, todo grupo humano, aun-
que fuera de su mismo idioma, que irrumpiera de pronto en sus dominios era
considerado como enemigo y obligado a retirarse, o era aceptado, si de-
mostraba por la fuerza, capacidad para defender el terreno invadido. Así vi-
vieron entre nosotros, Nchocs: versus Nohcos. Chorotegas frente a Nahoas;
Sutiavas y Chorotegas; Misquitos frente a Sumos y Matagalpas, etc.

Cada tribu que pasó por aquí o que se estableció definitivamente, fue
celosa depositaria de su individualidad y personalidad. No hubo babel de razas,
ni fusión de civilizaciones. Nicaragua nunca fue "centro de colisión" del Norte
y del Sur. Cada rnza trajo su cultura y se quedó con ella. Y poco les importaba
a las otras. En septiembre de 1502 Cristóbal Colón exploró todo el litoral
atlántico de nuestro país. Desde 1509 los españoles se estoblec'eron en Pana-
má, sin embargo nl los Chorotegas de Costa Rica ni los Nohoas, Chorotegas,
Maribios, Misquitos, etc., nicaragüenses supieron algo de ellos.

Las relaciones ínter-raciales entre las tribus del I itoral atlántico y las
del pacífico, pareciera que nunca existieron, tal se deduce del anterior dato.
Y si bien hubo contacto entre las del pacífico, ello se debió principalmente a
su contigüidad geográfica, y a sus constantes luchas. Pero no hubo Panteón
común, ni lnterlingua, ni costumbres generales. Los casamientos entre "príncipes"
de diferentes razas, sólo en los cuentos de noveles escritores existen.

Si admitimos la vía terrestre como la más natural para estas emigra-


ciones, llegaron a Nicaragua, procedentes del Sur: 19 Los Misquitos, posible-
mente relacionados con los Muiscas de Colombia, y 29 Los Rama, pertenecientes
a los Chibchas del mismo país. Tenemos, entonces, dos tribus estudiadas como
distintas, cuando en realidad son Chibchas, ambas. Procedentes del Norte: l 9 Los
Hokanos, que alcanzaron Colombia (Los Yurumonqui], dejándonos a los Maribios
(Sutiavas, de León), 29 Los Mangues, (Chiapanecas o Chorotegas) que llegaron a
Costa Rica (Nicoyas); poblaron parte de los actuales departamentos de Mana-
gua, Masaya, Granada, Carozo, y antes de ser desalojados por los nahoas,
el departamento de Rivas y Ometepe. 39 Los Nahoas, que se adelantaron has-

14 ta Panamá, poblando casi todo el territorio nacional (Costa del Pacífico, Centro
y Norte del país), unas veces como tribu dominante, otras como sojuzgada,
Estos son los grupos étnicos ("extranjeros") de nuestra patria en el
momento que el Español apareció en América.

En la carta que el Capitán y semi-conquistador Gil González Dávila es-


cribió al Rey de España, dándole cuenta del descubrimiento de nuestra tierra,
firmada el 6 de marzo de 1524, se lee: - "Como ove andado cinquenta leguas
tuve nueva de un gran cacique que se llama Nicaragua y ... " Más adelante:
"cosas que este cacique Nicaragua .. ·" Este documento irrefutable testimonia
sin duda alguna, del Epónimo nombre del Cacique, que después felizmente se
generalizó a toda la patria.

Quiénes eran esos indígenas que tenían por jefe a Nicaragua, de dónde
arribaron, a qué raza pertenecían? Estos habitantes del Istmo de Rivas que te-
nían por cacique a Nicaragua eran NAHOAS.

He aquí las evidencias antropológicas, etnográficas, cuiturales y lin-


güísticas:

l º-El interrogatorio del Padre Bobadilla por orden de Pedrarias. -"No


somos naturales de aquesta tierra ... La tierra de donde vinieron nuestros pro-
genitores se dice Ticomega e Maguatega y es hacia donde se pone el sol .. ·"
Ticomega y Maguatega (hoy Ticornós y Miahuatlán) son poblociones cercanas
a Puebla, México. (Cuándo les haremos un nacional reconocimiento?). Estos pue-
blos están en el valle de Cholula, antiguo lugar habitado por nahoas.

2º-Sus dioses mayores y menores. Tamagastad y Cipatoval. Migtanteot.


Quiateot. Mixcoat. Hecat-Chiquinaut. Que corresponden a los grandes dioses
nahoas mexicanos Cipactonal, Mictlantecutli, Quiahuitl-Teotl, Mixcoatl. En su
libro Quetzalcoatl, César A. Sáenz, escribe: - "El nombre de Chiquinaut y Hecatl
dado por los nicarao a Bobadilla. es el mismo de Chiconahui Ehécatl de México
y significa Nuevo Viento, día del nacimiento de Quetzalcoatl " .. · Quetzalcoatf
es el gran Dios de todas las tribus Nahoas. Uno de los dioses secundarios, Oxo-
moco, fue perpetuado en el río de Ochomogo, que divide los actuales depar-
.tamentos de Granada y Rivas.

3º-EI nombre de los días de los habitantes del Istmo de Rivas: Agat,
Ocelot, Oate, que equivalen a los nombres nahoas mexicanos: Acatl, Ocelotl,
Coatl, etc.

49-EI nombre de sus números, Ce, Orne, Yei, Nahui, Macueli, para
designar: 1-2-3-4-5. Recordemos: Orne-tepe, Macuel-izo, etc.

5º-Los deportes de los antiguos rivenses, como el juego de la pelota


(t!achtli) y el Palo Volador, tan populares entre los nahoas de México. 15
6?-Los nombres de la flora y fauna del istmo: Tigüilote, Sacuanjoche,
jocote, tomate, etc. Tepescuiente, zanate, caucelo, masacoate, etc., iguales a
los mexicanos nahuas.

7?-Los sacrificios humanos, el banquete antropofágico, y la colocación


de la cabeza en un palo cercano al templo, igual a todas las tribus nahoas de
México.

8?-La cerámica con las decoraciones características de la "serpiente


emplumada", Quetzalcoatl, propias de las tribus nahoas de México y demás
pueblos nahuales centroamericanos.

9?-Las geonimias o nombres geográficos, todos, del actual departa-


mento de Rlvcs, fácilmente interpretados por raíces idiomáticas nahoas: Tola
(seguramente en recuerdo a la gran Tula, México), Sapoá, Escameca, Chacala-
pa, Talolinga, etc.

l Q?-La lengua nahuatl que hablaban los antiguos habitantes del Istmo
de Rivas. El Cronista Oviedo, dice: - "la principal es la que llaman de Nica-
ragua y es la misma que hablan en México'º. Fray Toribio Motolinía, escribe:
"el nahualtl es t!I mismo que el mexicano en sus voces, aunque vasto y serrano".
López de Gómara, anota: - "mejicano, que es el principal, y aunque están a
más de trescientas cincuenta leguas, se parece mucho en lengua, traje y
religión ... ".

Sería largo seguir enumerando todas las pruebas y evidencies para de-
mostrar la unidad antropológica, religiosa, idiomática, cultural, étnica, etc.,
etc. Bástenos señalar las citadas más arriba.

Ahora bien, si la tribu era nahoa, se infiere naturalmente que su Jefe


era igualmente nahoa, y por consecuencia, su nombre también lo era. Esto
parece, (y en realidad, es) una perogrullada. Sin embargo, bueno es repetirlo.
Así, alejaremos de una vez por todas, los razonamientos bizantinos que quieren
ver en el nombre de Nicaragua, influencias caribes, araguacas, quechúas, chib-
chas, guaraníes, patagonas, etc.

El cacique Nicaragua era nahoa. Por qué entonces tanta confusión en


la interpretación semántica de su nombre? La respuesta !a encontramos en que
el fonema Nicaragua está evolucionado, es decir transformado lingüísticamente,
y trasladado al español con el sonido de la letra "ere", en su tercera sílaba,
letra que NO EXISTE en la lengua nahuatl. Esta es la razón, aparente por demás,

16 de la duda. Duda que en realidad no existe cuando aplicamos serenamente los


conocimientos históricos a la solución del problema.
Personalmente creemos que el nombre del cacique era NICANAHUA
(o nicanaguai, y que la "ere" le fué introducida por los chorotegas de Costa
Rica o por Gil González Dávila. Don Pablo Antonio Cuadra cree que viene de
NICAN-NAHUATL. Don Luis Cuadra Cea de NICAC-LAN-HUA. Don Carlos
Mántica de NICANAUAC.

De todas maneras y cualquiera que sea el verdadero significado de


NICARAGUA, es decir del jefe de los habitantes nahoas del Istmo de Rivas
en el momento de la conquista española, será, sin lugar a duda, tal como
acabamos de demostrar exhaustivamente, un nombre de origen nahuatL

BIBLIOGRAFIA: a disposición de los estudiosos.

17
Nombres Aztecas de la República
de Nicaragua
ACOYAPA Aco-ya-pa, del idioma mexicano; lugar que se ve en lo alto;
acoyanli, mirar en lo alto y pa, en; cabecera de departamen-
to en la República.

CHILTEPE Chil-tepec, de origen mexicano, pueblo de los chilares, lugar


de la República; radicales chilli y tepec. El mismo nombre
designa un lugar de Guatemala.

CHINANDEGA Chinan-tecatl, de origen mexicano, habitante de chinantlán;


el lugar es un departamento de la República.

MATAGALPA De origen mexicano dudoso. pudiera ser Matlahua-pa, lugar


de pescas o redes, ciudad de la República de Nicaragua,
radicales probables: matlatl, red hua, posesivo, y la termina-
ción pa, de lugar.

Aunque no hay datos para asegurar que el rey Ahuitzotl,


fuera el conquistador de lo que hoy es Centro América, si no
cabe duda que hubo una emigración nahuatlaca o mexica-
na de norte a sur, así como hubo otra de Centro América pa-
ra el norte por las regiones conocidas con el nombre de
Huaxtecas.

MOYOGALPA Moyo-cal-pa, de la lengua mexicana; en las casas de mos-


quito; población de la República: pe, en, calli, casa, y rno-
yotl, mosquito.

NACASCOLO Nacaz-colotl, nombre mexicano que significa nuez de aga-


llas; los componentes de la palabra no tienen relación con
el significado; nacaztli, nariz, y colotl, alacrán, Puerto de la
República.

OMETEPE Ome-tepetl, del idioma mexicano; dos cerros: 'orne y tepetl,


nombre de una isla de la República de Nicaragua en el gran
lago de su nombre.

PANALOYA Pana-lo-yan, de la lengua azteca, estero de la República: del


verbo panahuiao, pasar el agua, vadearla, es sinónimo de
Panoayan. ·1 9
QUIMICHAPA Quimich-apan, de la lengua mexicana; sierra de la República
de Nicaragua, significa río de centinelas o vigilado.

SIGUATEPE Cihua-tepec, de lengua azteca, pueblo de la deidad Cihua-


coatl; radicales; cihuatl, mujer y tepec, pueblo. Es una sierra
de la República de Nicaragua.

TECOMAPA Tecon-apan; río de tecornotes. apan y tecomatl; río de la


República.

TIPITAPA (Río) de origen mexicano dudoso; pertenece a lo República.


Los nombres geográficos de Nicaragua son muy pocos. Al-
gunas etimologías difieren de las que da Membreño en su
obra: Nombres Geográficos de Honduras.

20
LA IDEA DE LA HONRA

EN EL INCA GARCILASO

POR JOSE DURAND

21
La Idea de la Honra en el
Inca Garcilaso
por JOSE DURAND

DE IMPREVISTO valor es el pensamiento del Inca Garcilaso sobre ideas


que, como las de honra, fama y nobleza, se presentan e.n)a España del XVI
con rasgos marcadamente nacionales. Su condición de mestfi�- y americano rinde
aquí frutos del mayor interés, por desgracia inadvertidos para los estudiosos.

Bien conocida es la significación de la honra en la Espofio zde entonces.


Base de la vida social, establece jerarquías 'entre las closes ló'has...:....noble,
caballero, hidolqo-c-y el villano; norma de conducta, rige los actos de esas
clases y de hecho también los de la pleble; ligado a la misma historia de
España, el honor requiere como condición previa el ser cristiano viejo, limpio
de sangre de moros y judíos. La sociedad lo vive' ton intensamente, que pasa
a ser uno de los más eficaces temas del teatro, y hasta de toda la literatura.
Interesan especialmente los dramas de honor conyugal, esto es, de la re-
putación familiar, porque, identificada entonces con la honra, la fama era
garantía y fundamento de la sociedad española. Mucho más que una idea
abstracta, léi' equivalencia 'entre honra y fama era un postulado de orden prác-
tico, que rioimabd toda relación entre individuo y sociedad. Pero frente a ese
principio hubo escritores-así el Inca-que no aceptaron tal naturaleza del
honor: para ellos 'jamás podía estar la honra en la opinión ajena, sino en
virtud íntima de la persona, por encima de cualquier reputación. La honra,
pues, rebasa la vida social, salta a la literatura y acaba por suscitar graves
discusiones de carácter ético. La misma importancia tendrá cuando los espoño-
les emprendan la aventura de Indias; sólo que, como se verá, ofreciendo nuevos
matices genuinamente americanos, inexplicables para la Península.

Si el honor era el fundamento social, reporernos en que los conquista-


dores formaron una sociedad regida por _distintos principios de la peninsular.
Es de suponer, por tanto, quel,Jna vcrioción paralela se operaría en el modo
de concebir el honor, y que esta variación ocurriría dentro de un proceso más
amplio en que juntamente evolucionaban otros principios morales, tambi�n
a influjo de la nueva sociedad americana -. Aunque la evolución debió ser
lenta y paulatina, parece cloro qu�--.J\rg�ri�SI- dejó huella profunda en �us prí:
meros escritores. Tal ocurre en la crítica que. deL honor .hoce el Inca Garcilaso
de la Vega. 23
HONRA-NOBLEZA

Sólo recibe honra, sólo es honrado el cristiano v1c10, y hasta los plebe-
yos de sangre limpia se glorían de ella: honrados, aunque pobres. Pero, en
sentido estricto, sólo se considera dignos de honra a los hidalgos, libres de la
afrenta de pagar tributos, dedicados a honrosos menesteres-armas, letras,
desempeño de cargos públicos-y nunca a oficios desdorosos, como el comercio
o el trabajo manual. De esta condición del hidalgo se siguen también obliga-
ciones: en tanto que la deshonra del pechero "en él se acaba", por no ser de
suyo acreedor a la deshonra, la del hidalgo es afrenta para toda su familia,
antepasados y descendientes. Así pues, sólo para la nobleza-o partir del
hidalgo-, corresponden justamente las leyes del honor. Pero aunque esas
leyes no tengan vigencia más que para él, el sentimiento del honor vale para
toda la nación espcño!o. Arraigado en lo más profundo de ella, ese senti-
miento no es exclusivo de la nobleza, sino de todo el pueblo. Observa Vossler
que entre los españoles de -entonces, país de conquistadores, !a honra hace
veces del deber, idea más propia de burgueses que de hidalgos. La honra es fe
y moral del héroe, y siendo todo español aspirante a héroe, la moral de la
honra a todos pertenece, si bien de distinto modo: el sistema de deberes y
derechos sólo rige legalmente-digámoslo así-para la nobleza; pero el hom-
bre común, ansioso de ser un hombre honrado, también concibe el mundo a
través del honor, un honor a su manera, sin los mismos preceptos que el nob'e,
pero que dimana del mismo espíritu nacional.

El ansia de ganar honra une al plebeyo y el noble. La busca el uno


para adquirirla, el otro para acrecentar la que ya tiene. Ganar honre, dentro
del espíritu ético y social del español, es asunto decisivo, y así lo ha seña-
lado recientemente Américo Castro. Desde el momento en que el noble es el
sujeto honrado de por sí, la nobleza equivale al honor, y tratar de hacerse
noble es tratar de hacerse honrado. La. nobleza de sangre se alcanza me-
diante hechos ilustres, especialmente de armas. El esfuerzo bélico es para el
español afán de ganar honra y nobleza. Así ocurre también en la conquista
de América sólo que ese afán se frustró, pues las normas para obtener noble-
za no funcionaron con los soldados de Indias, al menos según lo acostumbrado.

Desde el primer momento, la aristocracia española rechaza al indiano.


Inútiles las hazañas americanas, mayores que las que. crearon esa aristocracia
durante la Reconquista, para formar nueva nobleza; las puertas estaban ya
cerradas. En cambio, en tierra americana, el conquistador goza privilegios de
honra y hociendo. Ser viejo soldado en América, o descendiente de él, es tim-
bre de honra que nadie discute, y la antigüedad en la tierra vale más que la
antigüedad del llno]e, creándose una sociedad de guerreros de caracteres mar-

24 cadamente típicos. Evolucionan así costumbres y ceremonias: los tratamientos


honoríficos, especialmente el uso del don, se hacen generales, usándolos per-
sonas que, según las prácticas de la Península, no estaban en aptitud de ha-
cerlo. Un proceso de nivelación se verifica ante el común denominador de ser
todos gentes de guerra. Los plebeyos riñen en lances de honor-institución
propia de la aristocracia-y no sólo entre sí, pero también con hidalgos. Y lo
que para la época es más sorprendente: hay caballeros que acceden a tareas
de suyo infamantes, como la carpintería, cuando los azares de la guerra obli-
gan a ello. Más aún: existen testimonios abundantes, aunque prácticamente
desconocidos, de que los hidalgos comerciaban en América desde los prime-
ros tiempos del Virreinato, sin que eso se tuviera por afrenta; en España sólo
cornercioron dos siglos después. El cambio de ambiente, según se ve, actuó
sobre las costumbres; pero, de otro lado, quizá sea posible afirmar que, desde
el momento en que las proezas de Indias no sirvieron para alcanzar la debida
nobleza, todo el sistema de la honra había de entrar en crisis para los con-
quistadores. Ellos mismos tuvieron que hacerse justicia, no sólo en la prác-
tica, sino en continuas protestas que aparecen en los cronistas. Y en algunos
casos, el Inca especialmente, las protestas irán unidas a un alegato teórico
de verdadero interés.

las ideas del Inca sobre el honor como cosa privada del noble. sobre
el valor auténtico de la nobleza de sangre, sorprenden por el peculiar tono,
enérgico y apasionado, con que están dichas. Tienen el particular interés de
ser una violenta defensa de la nobleza americana; y aunque son ideas que se
encuentran en escritores españoles desde tiempos atrás, llama la atención en
Garcilaso por el carácter francamente polémico que les imprime. La irrespetuo-
sidad de Gómara por el pasado de Pizarra y Almagro lo hiere en lo más
íntimo, como buen orner.cono que es, lo impulsa a defender resueltamente
la honra de los conquistadores. Comentando las noticias de Gómara y Zárate
sobre el oscuro origen de Almagro, del cual se decía que era expósito, Gcr-
cilaso no se atiene al criterio social común, sino al de la iglesia, mucho más
caritativo. "A íos tales-recuerda-la iglesia católica los da por bien nacidos
y los admite en todas sus dignidades y prelacías". Pero hay algo que verda-
deramente lo indiqno. "más lo que Gómara añade, que docrcn que era clérigo,
no se debe sufrir; debían ser algunos envidiosos de malas entrañas y de
ánimas condenadas los que lo decían, que no pudiendo deslustrar sus gran-
des hazañas, le hiciesen con sus lenguas ponzoñosas mal nacido, sin ave·
riguar ni apariencia de verdad". Y continúa con la misma vehemencia, ex-
poniendo ahora un criterio de valor general: "los hijos de podres no cono·
cides deben ser juzgados por sus virtudes y hazañas, y siendo sus hechos
tales como los del adelantado y gobernador don Diego de Almagro, se ha
de decir que son muy bien nacidos, porque son hijos de su virtud y de su
brazo derecho. A los hijos de padres muy nobles, ¿qué les aprovecha su
nobleza, si ellos la desmerecen, no confirmándola con sus virtudes? De manera
que podemos decir con mucha verdad que don Diego de Almagro fué hijo de
padres nobilísimos, que fueron sus obras, las cuales han engrandecido y en- 25
riquecido a todos los príncipes del mundo". Este criterio usado por el Inca
parece ser frecuente en la época, al menos entre los mejores, pues en la Jornada
de Omagua y el Dorado, atribuído al bachiller Francisco Vázquez, se aplica al
traidor Lope de Aguirre. Ignorados los padres de éste, Vázquez niega que
pudiera ser hidalgo, pues "juzgándolo por sus obras, fué tan cruel y perver-
so que no se halla ni puede estar en él cosa buena ni de virtud". Por lo
demás, ahora sabemos que el origen de Almagro fué menos indigno de lo
que se creyó en su tiempo. Pero el Inca, sin saberlo a ciencia cierta, conver-
tido en apasionado defensor de Almagro, da su hipótesis por un hecho: afirma
que, aunque no se conozca el linaje de Almagro, "sus obras tan hazañosas
y generosas dicen que fué nobilísimo, porque ése es el que las hace tales,
y por el fruto se conoce el árbol." Estas palabras se encuentran en el capítulo
primero de la Hlster.c general del Perú, capítulo que significativamente se titula
"Tres hombres nobles aspiran a la conquista del Perú". Alude a Pizarro, Al-
magro y Luque. Claro está que ni Pizarro ni Almagro podían entonces llamar-
se nobles, pues los títulos y honores que después de ganado el Perú recib.eron
fueron su efectiva nobleza. En otro lugar vuelve a increpar a Gómara, que dice
de Pizarro no sólo que era hijo natural, sino que en su infancia fué porquerizo;
y conc!uye enérgicamente: "Así que de un príncipe tal, que puede igualarse con
todos los de la fama, no se permite decir cosas semejantes, aunque fueran
verdades".

En estas ideas del Inca conviene distinguir varios aspectos,

l 9-Consideración del mérito de guerra como fuente irrecusable de no-


bleza, aún para los de más bajo origen. Esta era opinión general en la España
de entonces. "Armas, que en el mundo no las hay más nobles/que las que
gana el dueño con su propia espada": palabras de Lope.

2°-Se tomaba en aquella época por cosa excepcional que un noble


no respondiese a su nobleza, tanto en la vida .civil como en el esfuerzo gue-
rrero; y, recíprocamente, que un villano tuviese cualidades superiores a su baja
condición. Así el mismo Inca, refiriéndose a su amigo el conquistador Gon-
zalo Silvestre, dice que "era hombre noble, hijodalgo, y como tal se preciaba
de tratar verdad en toda cosa". También el Inca, al describir un episodio de
la. Florida, hace ver que cierto soldado cuyas carnes reventaron después del
combate por lo esforzado que fué, era hidalgo, y que otro que murió de puro
miedo era villano; Garcilaso presenta esto en confirmación de una creencia
� general. Sirva de ilustración un pasaje de la Coronación de Mena, que el Inca
leyó, y que estudia María Rosa Lida de Malkiel. Refiriéndose al desconocido
linaje de Safo, Mena dice que "se presume ser ella de o!ta estirpe, siquier

26 de Hmp¡o genealogía", a juzgar por su elevado saber. Apoyándose en esta


idea general, el Inca no vacila en usar de un quid pro quo, en defensa de
Almagro: si bien el heroísmo da nueva nobleza, el acto heroico prueba a
su vez que los antepasados del héroe fueron necesariamente nobles.

39-La crítica propiamente dicha del concepto de nobleza. Siguiendo


una vieja tradición clásica, viva en España durante la Edad Media, pero re-
mozada por el humanismo renacentista, el Inca niega toda nobleza que sea
ajena a la virtud. Lo importante es que esta idea tenía especial valor para él,
a juzgar por lo mucho que se repite en su obra. Escribe Garcilaso, en la dedi-
catoria de los Comentarios a la duqueza de Brnganza: "cuán alta sea la ge-
nerosidad de vuestra alteza consta a todos, pues es hija y descendiente de
los esclarecidos reyes y príncipes de Portugal, aunque no es esto de lo que
vuestra alteza hace mucho caso, cuando sobre el oro de tanta alteza cae el
esmalte de tan heroicas virtudes".

Es importante observar que en la Genealogía de Garci Pérez de Vargas,


primitivo proemio-dedicatorio a la Florida, insiste en lo indispensable que es
la virtud a la nobleza. El puro hecho de escribir genealogías revela el apre-
cio de su autor por la nobleza misma, aprecio que vemos también en su
aceptación a la creencia general de que son propias de los nobles las más
altas virtudes. Pero tal estima no le hace excusar los pecados de la nobleza.
No se olvide que Garcilaso era hijo natural, mestizo, y que vivió buena parte
de su vida en condición inferior a la que. él creía merecer por su ilustre sangre.
Esto, que también influye en su defensa de esclarecidos bastardos como Piza-
rro y Almagro, es causa también de que al tratar de sus linajudos parientes
no olvide recordar algo que dirá en el propio texto de la Florida: que "no
puede haber nobleza donde no hay virtud". Por eso afirma que, cuando no
se imitan sus hechos, "parece mal preciarnos de los padres y abuelos por ilus-
tres que sean, porque más es vituperio que honra". La honra, como la nobleza,,
está para el Inca en la virtud. Insiste en la misma Genealogía en que sus pa-
rientes, "viendo su natural y forzosa obligación", tomen por modelo al famoso
Garci Pérez, "para que, imitando estas virtudes y obras que tuvo, puedan
preciarse dignamente de ser hijos y descendientes de este excelente varón".
Otro pasaje hay, el más enérgico de todos, desconocido hasta hoy por estar
cuidadosamente tachado en el manuscrito por el mismo Inca. Arrepentido sin
duda de la aspereza de su pensamiento, decidió suprimir el párrafo que es
como la culminación de las ideas anteriormente transcritas, también de la
Genealogía. Las tachaduras son minuciosas y llegan a traspasar el papel y
hasta a romperlo, pero merced a una reconstrucción paciente nos es posible
ofrecer este importantísimo texto. Subrayamos las palabras dudosas: "Los
descastados viles y bajos que por sus abominables bajezas e infames codicias
se hacen indignos de esta sucesión y honras semejantes, no teniendo venera-
ción ni respeto a la nobleza de sus padres y abuelos, ni a la limpieza de
su sangre, es muy justo borrarles de la sucesión de ellas y dejarles en perpetuo 27
olvido, como a infames y nefandos, porque con sus deshonras no manchen lo
que de suyo más resplandece, como la limpieza y nobleza del linaje".

Consecuente con sus ideas, el Inca decide suprimir los nombres de


quienes deslustran su estirpe. Dato revelador, que explica, dentro de la mente
del Inca, cómo _armonizaba su estima de la nobleza de sangre por sí misma
con su creencia en el viejo principio de "sólo virtud es verdadera noblezo".
Por lo demás, recordemos que este "dejar. en perpetuo olvido" era práctica
muy del agrado de Garcilaso, hosta el punto de que Aurelio Miró-Quesada
sugiere que puede ser de origen quechua: los incas borraban de su historia a
los malos soberanos. La hipótesis se ve confirmada, muy probablemente, en
este ignorado pasaje de la Genealogía.

No puede existir la honra donde no hay nobleza de sangre; pero


no hay esa nobleza, según un principio que Garcilaso sostiene con ardor per-
sonal, cuando se carece de- virtud. La virtud, el mérito personal, lo pueden
todo. Es que el Inca antepone a toda consideración los méritos del individuo.
Más adelante veremos que Garcilaso, movido al parecer por ideas renacentistas,
tiende a encumbrar lo individual por encima de lo social y colectivo.

HONRA-FAMA-VIRTUD

Según Santo Tomás, "honor es la manifestación de reverencia en re-


conocimiento de la virtud"¡ pero hay "otras cosas que están por debajo de la
virtud" y "se honran en la medida en que coadyuvan a la obra de la virtud":
así la nobleza, el poder y las riquezas. Ahora bien, como recibir honra es re-
cibir la reverencia ajena, el honor es cosa que no depende de nosotros, sino
de los demás: la honra se pierde cuando perdemos la consideración de nuestro
prójimo. De ahí que el español de los siglos de oro identificase la honra con
la fama, e hiciese de esta idea la base de su sistema social. Pero muchos de
los grandes escritores, influídos por el pensamiento renacentista, discrepaban
de este parecer: el honor no puede depender de la opinión del vulgo. Depende
tan sólo de la virtud y está por encima de la gloria, de la nobleza y de las
riquezas materiales.

La traducción de los Diálogos de amor, de León Hebreo, vincula íntima-


mente al Inca Garcilaso con este pensamiento renacentista. El tema del honor,
en los humanistas y filósofos de la época, formaba parte de consideraciones
éticas más amplias, como puede verse en un pasaje de León, "así como hay
tres clases de bien, el útil, el deleitable y el honroso, hay tres clcses de amor:
el amor al deleite, el amor al provecho y el amor a la honra". Los resultados
a que llega el humanismo son claros: la honra no debe depender de la opinión

28 del vulgo, sino de la propia virtud. "El propio fin de la pura honestidad-dice
el mismo León-no puede consistir en la opinión de los hombres que ponen la
honra y gloria en la memoria de las historias que conservan la fama, y menos
debe consistir en el fantástico deleite que el glorioso toma de la gloria y el
famoso de la fama ... Loarse debe la virtud por su honestidad, pero no debe
obrarse la virtud por ser loado". Dentro de un sistema ético-pues ·el" honor,
según León, corresponde al bien deleitable-se estudia la naturaleza de honra
Y fama. "El honor es de dos modos, el uno es falso y bastardo, y el ptro ver-
dadero y legítimo. El bastardo es el lisonjeador de la potencia; el legíÚmo el
premio de la virtud".

Traductor de estas ideas, es indudable, pues, que los fundamentos teó-


ricos de la crítica de Garcilaso al concepto tradicional del honor, provienen-co-
mo los de Cervantes, como los de Mateo Alemán-del humanismo renacentista,
que el Inca conoció con amplitud: en la línea del pensamiento estoico, Pe-
trarca-Garcilaso también leyó al propio Séneca-; entre los humanistas italia-
nos de su época, Guicciardini y Castiglione; de los españoles, Vives y Mateo
Alemán. En cada uno de ellos pudo encontrar un punto de vista de los temas
del honor, la fama, la nobleza. .

La virtud, el mérito del varón esforzado, ya vimos que son para el


Inca criterio decisivo en cuestiones de nobleza y, subsiguientemente, de honor.
Del mismo modo que nieqo que baste la sangre al noble, niega también que
sea la fama lo que hace la honra: es la virtud, la honra y la nobleza. lnfluído
por el Pórtico al igual de León, Garcilaso rechaza ese valor de la .fama, que no
es sino opinión del vulgo. Su desdén por ella queda bien claro cuando dice
que "la Fama publicó por todo aquel imperio el castigo severo y riguroso ... ;
¡untamente publicaba, con verdad o con mentira (que ambos oficios sabe hacer
esta gran reina), que el mariscal hacía información contra otros, delincuentes".
No está la honra en el acatamiento de los demás, y Garcilaso aprueba táci-
tamente al sarcástico Carvajal, cuando dice a Gonzalo Pizarro que "ninguno
hacía honra a otro por méritos suyos, sino por su necesidad., y que viéndose
fuera de ella negaba todos los beneficios recibidos". Corvojcl, como experi-
mentado conocedor del corazón hurnono, • siempre mereció la admiración del
Inca.

Garcilaso no trató nunca detenidamente temas de honra conyugal; la


naturaleza de su obra así lo dispuso y a ello se debe que no abunden más los
textos que reprueban esa idea heterónoma de la honra, como dependiente de
la opinión ajena. Vemos, sí, que el Inca propende a situar el honor en las más
altas regiones, y que acepta la fama cuando, de acuerdo con lo aprobado por
León Hebreo, es honesta consecuencia de la virtud. Tal ocurre cuando nos ha-
bla de su vocación de escritor, "espero en Dios-escribe-que estos trabajos
me serán de más honra, y de mejor nombre, que el vínculo que de los bienes
de esta señora [Fortuna] pudiera dejar". Confiesa asimismo que una de las
causas que lo movieron a escribir los Comentarios es "lograr bien el tiempo con 29
honrosa ocupocron. y no malograrlo en ociosidad, madre de vrc.os, madrastra
de virtudes, raíz, fuente y origen de mil males, que se evitan con el honesto
trabajo del estudio, digno empleo de buenos ingenios, de nobles ánimos".
Las letras, como las armas, eran honrosas, y en las primeras el Inca buscó y
alcanzó legítima gloria. También en otro lugar vuelve sobre el tema: Roma,
of.rrno, tuvo hijos "no menos ilustres por las éién¿as que excelentes por las
armas; los cuales se honraron al trocado unos y otros; éstos, haciendo haza-
ñas en la guerra y en la paz, aquéllos escribiendo las unas y las otras, para
honra de su patria y perpetua memoria de todos ellos, y no sé cuáles de ellos
hicieron más, si los de las armas o los de las plumas ... También se duda
cuál de estas dos partes de varones famosos debe más a la otra". Miró-Quesa-
da ha reparado en el gusto del Inca por el verso de su tío y homónimo
Garcilaso "tomando ora la espada, ora la pluma", al que alude repetidas ve-
ces. No olvidemos que el Inca en su juventud fué guerrero.

Considerar las letras como fuente de nobleza era común entonces. Ya se


sabe que para don Quijote "dos caminos hay. . . por donde pueden ir los
hombres a llegar a ser ricos y honrados: el uno es el de las letras, el otro
el de las armas". En el Inca, la honra por las letras no se presenta como un
bien apetecido por sí mismo, sino, siempre de acuerdo con León, como conse-
cuencia de la virtud. "Enterradas las pretensiones-nos confiesa-y despedida
la esperanza de ellas, me pareció más seguro y de mayor honra y ganancia
no salir de mi rincón, donde con el favor divino he gastado el tiempo en lo
que después acá se ha escrito", y añade, refiriéndose a la opinión ajena, "aun-
que no sea de honra ni provecho. Sea Dios loado por todo". Garcilaso juega
aquí con dos acepciones del concepto de "honra": la primera la de valor in-
manente, la del sujeto mismo, que es la que le importa y mueve su decisión;
la segunda, como vimos ante los demás. En el primer caso es la honra como
virtud, en el segundo, comofemo, en frases que suponen--sea o no retórica-
mente-que su obra no gozará del favor del vulgo. Esa "hez del vulgo" cu-
yas pláticas se niega siempre a recoger en su obra. El pasaje. en fin, guarda
relación con otro de León Hebreo, "Bien es verdad que, aunque la honra es pre-
mio de la virtud, pero no por esto es debido fin de los actos honestos y vir-
tuosos: porque el fin de lo honesto consiste en la perfección del ánima inte-
lectiva, la. cual con los actos virtuosos se hace verdadera, limpia y clara, y
con la sabiduría se adorna de divina pintura".

HONRA-REY

La libertad y audacia de pensamiento que muestra Garcilaso al expre-


sar sus ideas sobre el honor, prescindiendo del valor social que éste tiene,

30 llega a superar, en instontes, a los atrevimientos mayores de su tiempo; así


al tratar de la honra como cosa dependiente del rey.
Era el rey el sujeto digno de honra por excelencia. Más aún: su poder
de crear nobles lo convertía en "creador de hombres honrados"-según feliz
definición de Américo Castro-. Siendo "fuente suprema del honor y el más
honorable de los hombres", el rey es base y cúspide de todo el sistema de la
honra hispánica. Sería una contradicción que el noble adoptase una postura
de superioridad sobre el rey, y de allí, al menos en parte, el profundo sen·
tido de la fidelidad española por el rey. Menéndez Pida! insiste en que todo
interés estaba supeditado al honor, honor que únicamente dependía del rey;
por eso no se vengan las ofensas que haga el rey a sus vasallos. Y añade
Menéndez Pidal que "la venganza del honor es la defensa del bien social que
hay que anteponer a la vida propia o de los seres queridos; sólo cede ante
el respeto al rey, o sea ante el bien común de la patria". Las protestas por los
actos del rey lesivos al honor ajeno, como las conocidas frases de Pedro Crespo
en el Alcalde de Zalamea, no son, a juicio de Castro, sino discusiones sobre
la potestad regia que no pasan del terreno verbal. Obsérvese, además, que se
trata de casos de injusto agravio, y que jurídicamente son protestas legítimas,
al menos en cierto sentido. Pero en el Inca se encuentra un texto en que, juzga-
da la cuestión en abstracto, trascendiendo el campo jurídico, se llega a soste-
ner que aún L'.;ando un acto sea en deservicio del rey-esto es, en contra del
"bien común de la patria"-, seguirá siendo valioso y loable por su propia e
inmanente naturaleza, implica virtudes y esfuerzo en grado sumo: loable aún
por encima del rey. Atreverse a esto es colocar lo valioso del honor en una
instancia más absoluta, prescindiendo de los más respetados preceptos socia-
les del estado monárquico español. Sólo se explica que ia censura pasase
por alto tales peligrosas ideas si se advierte que el censor de la obra, el
jesuíta Francisco Castro, fué íntimo amigo de Garcilaso. Escribe éste:

Yo me satisfago con haber dicho verdad, tomen lo que quisieren, que, si no me


creyeren, yo paso por ello dando por verdadero lo que dijeron de mi padre para
honrarme y preciarme de ello, con decir que soy hijo de un hombre tan esforzado
y animoso. . . que se apease de su caballo y lo diese a su amigo [Gonzalo Pizarro],
y lo ayudase a subir en él; y que juntamente le diese la victoria de una batalla
tan importante como aquélla, que pocas hazañas ha habido en el mundo semejan.
tes. Este blasón y trofeo tomaré para mí, por ser la honra y fama cosa tan deseada
y apetecida de los hombres, que muchas veces se precian de lo que les imputan
por infamia; que no faltará quien diga que fué contra el servicio del rey, a lo cual
diré yo que un hecho tal, en cualquiera parte que se haga, por sí solo, sin favor aje-
no, merece honra y fama.

Historia general del Perú, lib. V, cap. XXIII

Las ideas brotan en momentos de exaltación, en defensa de la honra


de su padre, unidas o recuerdos dolorosos, que tanta importancia tuvieron en
su vida: por creerse que el capitán Garcilaso salvó la vida de Gonzalo Pi-
zarro en !a batalla de Huarina, y que le dió así victoria contra el rey, el
Consejo de Indias denegó ciertas mercedes que el Inca solicitaba para él y 31
para su familia. Mas no porque su tono sea exaltado puede creerse que se
troto de "deos ocasionales. El texto es tan valioso que merece análisis detenido.

Cierto es que el Inca llega a decir que los grandes hechos, aún cuando
L·escn centro el rey, merecen todo honor; pero lo dice luego de dar por hi-
potética verdad algo que él cree que es falso: que en efecto su padre le hu-
biera salvado la vida a Gonzalo al principiar la batalla. En el ejemplar de
Góma�a que poseyó el Inca, conservado hasta hoy, pueden verse espontáneas
cnotociones. escritas de su puño y letra, en las que desmiente esa versión de
la batalla de Huarina. No hay duda, pues, de que Garcilaso era sincero al
desmentir a Gómara-y con él al Palentino-en las páginas de su Historia
aeneral del Perú. ¿Podrán, pues, tomarse en serio, esas ideas sobre la honra
ganada contra el rey?

Por otra parte vemos que esas frases son parte de una paradoja. Toma
lo que es baldón, a mucha honra; insiste, sarcástico, en que tanto gustan los
hombres de la honra, "que muchas veces se precian de lo que les imputan por
:nfamia"; y luego, ya en franca paradoja, prueba que este preciarse de infa-
mias puede sostenerse con muy serias razones. ¿No es todo una paradoja,
s.n más importancia que su amargura?

Parece difícil. sin embargo, que no sea más que eso. La intención del
Inca, declarada por él mismo, es demostrar que su padre, aún cuando hubiese
salvado la vida de Gonzalo, era digno de respeto por el gran esfuerzo que
esta acción requeriría. Usa para ello de paradoras, pero en toda paradoja hay
siempre un elemento de verdad. Aquí lo paradójico es el planteamiento del
asunto; la solución, con toda su fuerza probatoria, es lo verdadero, un hecho
tal que por sí solo merece honra y fama.

Lo que en realidad ocurre es que la occ sron ha hecho aquí al ladrón.


Esas ideas, atrevimiento mayúsculo, son parte que concuerda con todo el pen-
samiento del Inca. desperdigado a través de su obra. Ha bastado un momento
de intensidad afectiva como éste, para que el Inca, sólo por un instante, nos
revele lo que piensa y calla. El momento emocional provoca la expresión de
S'.J pensamiento; pero a la vez que lo disimula en paradojas no carentes de

dramatismo, lo presenta como puras explosiones de hombre indignado y he-


rdo. Hay más, sin embargo; porque esas ideas, repetimos, se relacionan con
otras muchas, unas acerca del honor que ya hemos visto, otras sobre el con-
cepto jurídico y social del rey. que aparecen repetidamente en sus escritos.
Y si por ello no bastase, advirtamos que en otro lugar, casi sin duda, vemos
huella de las mismas audaces ideas.

32 Vencido el rebelde al rey Francisco Hernández Girón, lo desamparan


sus soldados y cae preso. Pero hay dos que unen su suerte al rebelde: su cu-
ñado y Gómez Suárez de Figueroa, tío del Inca. No tiene reparo en mencionarlo;
antes bien, el Inca presenta los hechos de modo que la lealtad de su tío a
Girón sea lo que impresione: "lo cual visto por los de Francisco Hernández, se
pasaron todos, que no quedaron con él sino dos solos: el uno fué su cuñado
fulano de Almaraz, y el otro un caballero extremeño llamado Gómez Suárez de
Figueroo"'. De su parentesco con éste nos habla en otro lugar: "Gonzalo Pizarro,
cuando supo que se había ido Garcilaso, le pesó mucho, pero mostró no sentir-
lo por no desmayar los suyos. Y topándose con un primo hermano de mi padre
que se decía Gómez Suárez de Figueroa, le dijo: Garcilaso se ha ido, ¿paréceos
que queda bien librado si vencemos?"

Ni siquiera le era necesario al Inca confesar explícitamente su paren-


tesco: Gómez Suárez de Figueroa se llamó él mismo por verdadero nombre,
que usó hasta llegado a edad adulta, y que en Córdoba sabían que era el
suyo cuando escribía esa historia: en muchos protocolos notariales hechos en
esa ciudad incluso en su testamento, aparece como "García Laso de la Vega,
que por otro nombre me solía llamar Gómez Suárez de Figueroa"'. Suárez o
Juárez, apellido de la casa del conquistador Garcilaso. era también el que
lfetvoba su manceba, la madre del Inca, Chimpu Ocilo por nombre indígena e
Jsabei Suárez por nombre cristiano. Y en fin, el elusivo "un caballero extre-
meño", refiriéndose a su tío, es también un elogio de la calidad de la persona,
elogio que hace de quien fué traidor al rey. Ahora bien: que no excusase men-
cionorlo, a pesar de que fué rebelde tan empecinado que no por salvar su vida
vo'vió al bando recl, señala claramente que el Inca presento este acto como
digno de aprecio. En todas las rebeliones que narra muestra especial repug-
nuncio por la deslealtad, por aquel continuo pasarse de un bando o otro al
grito de [vivo ouien vence! Nombrar elogiosamente o su tío como uno de los
dos que fueron fieles a Girón hasta el fin-el otro, subraya, cuñado del ca-
pitán rebelde-, no puede mirarse más que como franco elogio, cuya fuente es
lo misma del texto anterior: "un hecho tal que en cualquiera parte que se
haga, por sí solo, sin favor ajeno, merece honra y forno".

No se trata, pues, de cosas sin importancia; no son cosas de pura exal-


tación. ni meras paradojas. Es actitud acorde con lo que él mismo tiene cuan-
do juzga a otros heroicos rebeldes. Por otra porte, hay serias razones para
pensar que su concepto del rey ha largamente madurado. En la Florida, es-
crito varios años antes que la Historia General, trota severamente a los reyes
tiranos. Al señalar estos juicios, José de la Riva-Agüero los presenta como
censuras a la política de Felipe II en la revuelta de Aragón, o raíz de la fuga
de Antonio Pérez. Hablci el Inca de los soberanos que, violando "las leyes y
fueros de sus reinos, y sin respetar su propio ser y grado .. · y con menosprecio
de la fe jurada y prometida (cosa indigna de tales nombres}, sólo por vengar-
se de esos enojos, entregaron los que no les habían ofendido por haber los
ofensores, dando inocentes por culpados: como lo testifican las historias an- 33
tiguas y modernas, las cuales dejaremos por no ofender oídos poderosos y las-
timar los piadosos". Y !uego, refiriéndose al cacique Hirrihigua, cuya genero-
sidad dió pie al comentario: "baste representar la magnanimidad de un in-
fiel para que los príncipes fieles se esfuercen a le imitar, y sobre-pujar si
pudieren; no en la infidelidad, como lo hacen algunos indignos de tal nom-
bre, sino en la virtud y grandeza semejantes, a que por la mayor alteza de
estado que tienen están más obligados". Es significativa la interpretación de
este pasaje que trae la Tabla de cosas notables de la edición de 1723, hecha
seguramente por el historiador Andrés González de Barcia (Gabriel Daza de
Cárdenas por seudónimo): "Fe y seguro quebrantado daña la honra".

Riva-Agüero señala además otras censuras a Felipe Ji, en las que Gar-
cilaso parece referirse al riqor que se usó para reprimir la insurrección de
Flandes: "Para que los príncipes, reyes y monarcas odvíertcn ... y se recaten
de no permitir que se hagan leyes tan rigurosas, ni elijan jueces tan severos
que obliguen y fuercen a sus vasallos y súbd.tos a que les pierdan el respeto,
y nieguen la obediencia que les deben, y a que busquen y pretendan otros
príncipes que les manden y gobiernen". Y acentuando su justificación de las
sublevaciones, prosigue: "pues por las historias divinas y humanas, antiguas
y modernas, tenemos larga experiencia que ningún reino se rebeló contra su
rey por buen tratam'ento que le hiciese, sino por su aspereza, crueldad y Ti-
ranía, y demasía de pechos y tributos". Carlos Daniel Valcárcel cree ver ani-
madversión contra Felipe 11 en las dedicatorios de la Florida y los Comentcr.os
al duque y a la duquesa de Braganza, Catalina, que en cierta famosa ocasión
rechazó la mano de Felipe.

Hubiese o no alusiones directas a éste-que lo cierto parece sí las


hubo-, el hecho es que Garcilaso se permite juzgar con mucha acritud ciertas
acciones de los reyes, poniendo sobre ellos, sobre su valor jurídico y soc.ol,
los valores morales. Es que Garcilaso se define aquí, manifiestamente, acer-
ca de un importantísimo problema, muy debatido durante el Renocirniento,
lo doctrina de la razón de! estado.

Sabido es que. según !IJ\aquiavelo, Guicc'ordini y otros teóricos de la


política, e! rey, representante riel bien común del estado, tiene un poder ab-
soluto que le permite pasar por encima de los derechos individuales. Inclusi-
ve, según Maquiavelo, puede faltar a sus compromisos cuondo lo que pretende
es el beneficio de la noción. Dentro de la polémica que esta doctrina despierta
en· toda Europa, se elevan en España las voces de dos ilustres historiadores:
el padre Rivadeneyra y el padre Mariana; el uno, en su Tra!ado del príncipe
cristiano, el otro en De rege �t regis insftutione. Ambos contradicen a Maquiave!o
partiendo del principio de que los derechos de la persona son ina1ienables,

34 del principio de la dignidad del hombre. Idea que, a más de ser de vieja
tradición,· es también evidentemente renacentista, tanto corno la doctrina de
la razón de estado, pues es parte del espíritu individualista propio de la época.
Y el Inca, precisamente, participa de ese individualismo en grado extremo. Lo
dice el mismo espíritu del pasaje ya mencionado: un hecho heroico del indi-
viduo es meritorio aún cuando sea contra la sociedad.

El Inca parece conocer muy bien los problemas de la razón de estado.


No sabemos si leyó a Maquiavelo. Leyó, sí, a Guicciordini, y lo cito en sus
escritos; tampoco si conoció directamente las obras de Mariona y Rivadeneyra,
con cuyas ideas coincide en muchos puntos. Al menos, por su amistad con
los jesuítas, es de suponer que tuviese noticias de las doctrinas de esos dos
célebres historiadores, que conmovieron o España por aquellos tiempos. Es
posible que tales coincidencias se deban a uno fuente común; ella podría
ser la obra De regis institutiones et disciplinae, de Jerónimo Osorio do Fon-
seca, que el Inca parece que poseyó y circulaba mucho por entonces.

Hay otro pasaje en que el Inca censura abiertamente la razón de estado.


Al referir una desleal astucia de Valdivia, conquistador a quien Garcilaso
siempre alaba calurosamente, dice que fué una "hazaña semejante a otras
que hoy se usan en el mundo, a que. los ministros del demonio dan color con
la nueva enseñanza que han inventado, llamada razón de estado".

Vemos, pues, que si el Inca considera que las proezas realizadas en re-
beldía contra el rey son dignas de honra, es porque considera, por encima
de todo, el valor de la persona humana individual. Es por esto, también, por
lo que censura enérgicamente la doctrina de Maquiavelo. El Inca. coincidien-
do con Mariana, niega, aunque tácitamente, el origen divino del rey. Con
todo, pese a conocerse la audaz ideología de la época, sorprende el valor con
que se permite justificar el heroísmo contra el rey. En la sociedad monárquica
de entonces, no lo olvidemos, el rey era la sociedad misma. Llega así el Inca
a algo a que nadie había llegado entonces, y aún mucho después. Gran revuelo
provocó Mariana al considerar lícito el homicidio de tiranos; pues bien, es
un homicido que se comete en nombre del bien común. Pero el Inca alaba
a!go contrario al bien común. Sólo un hombre solitario, alejado del mundo y
desengañado de él, pudo pensar en cosas semejantes.

EL REY EN INDIAS

Cuando en la historia de España nos hallamos con un hecho insólito, y


ese hecho proviene de un indiano, aunque el indiano sea del siglo XVI, nada
más lógico que volver a América con la pregunta. Y en efecto, dos cosas hay
en la vida del Inca que pudieron alimentar conclusiones tan atrevidas. Una,
de la época de su llegada a España; la otra, al parecer decisiva, el clima
espiritual que respiró en América, dentro del cual creció y en el cual aprendió
a pensar. Primero, su desengaño en la corte al pedir mercedes por los servi- 35
cios de su padre; el Inca cree que el rechazo sufrido fué injusto, y lo doloroso
de la impresión que le produjo se echa de ver en repetidas alusiones a través
de toda su obra; los ataques a Felipe 11 arriba mencionados pueden servir de
ejernplo. Segundo, la rebelión de Gonzalo Pizarra, la más importante tenta-
tiva de la época hecha por una comunidad de españoles para independizarse
de la coror.a. Vemos ahora, nuevamente, la influencia de América en los con-
ceptos sociales del Inca. Porras Barrenechea subraya que el Inca es el único
cronista que no sólo disculpa a Gonzalo Pizarra, sino que tiene la audacia de
elogiarlo: asimismo demuestra simpatía por otros grandes rebeldes contra el
rey, como los Contreras, sublevados de Tierra •Pfrme, y en particular por el
demonio de los Andes, Carvajal, a quien llama "bravo soldado y gran capitán ".

El proceso de la sublevación de Gonzalo Pizarra muestra cómo fué apa-


reciendo, paulatinamente, la idea de una rebeldía absoluta: Gonzalo se pre-
senta como libertador de las tiranías de Núñez de Vela, el primer virrey. Con-
forme aumenta su poder surgen las primeras insinuaciones, de parte de Car-
vajal y el oidor Cepeda. Ambos se deciden a negar la leqillrnidod de la so-
beranía del monarca español. Pero el propio Gonzalo nunca se atrevió a tanto,
porque el llegar a la obso'utn deslealtad al rey era amargo y difícil para un
soldado. Era un proceso como el de las herejías, con retrocesos y avances. Era
época de confusión y clboroto, en que ningún hombre encontraba base segura
para mantenerse, sin peligro de vida, en una línea de conducta fija. Todas las
ideas éticas y sociales estaban sujetas, por necesidad. a permanente inestabi-
lidad. Carvajal, como los pícaros de que habla Américo Castro, significa en su
propia vida una terrible y sarcástica revisión de la moral y costumbres de su
tiempo. Este fué el mundo de la niñez de Garcilaso, y la deslumbrante fi-,
gura del cruel Carvajal lo seduce tanto, que no puede menos de ser imparcial
con él-imparcial admirador-y asumir la defensa de sus actos, pese a que
fué mortal enemigo de su padre. Actitud muy diferente a la del cronista Gu-
tiérrez de Santa Clara, con Garcilaso, el que más datos trae sobre Carvajal.

Que la rebelión de Gonzalo contra el rey encontró eco propicio en


Américo, nos lo dicen en primer lugar las conexiones que tuvo en el Paraguay,
de que trata Ulrico Schmidl; luego, otras dos insurrecciones. si bien de menor
importancia: la de los Contreras en Nicaragua y la conjuración de Martín Cortés
en México. Esta última ahogada antes de nacer, parece haber tenido importan-
cia doctrinal, pues, según cuenta Suárez de Peralta, contó con el apoyo de teó-
logos. Pero a los viejos soldados no dejó de repugnarles el desacato de
Gonzalo; era hecho inusitado, que no todos miraban por igual. Por eso Berna!
Díaz antepuso México a la Nueva Castilla. "porque bien sabemos que en las
cosas acaecidas del Pirú, siempre los capitanes y gobernadores y soldados
han tenido guerras civiles, y todo revuelto en sangre y en muertes de muchos

36 soldados; y en esta Nueva España tenemos, y tenemos para siempre jamás, el


pecho por tierra, como somos obligados a nuestro rey y señor". Olvidaba quizás
Berna! la reciente conjuro del marqués del Valle, a que él mismo se refiere en
otro lugar.

Este intento peruano de emancipac,on constituyó, pues, una importante


experiencia. La leoltod al rey venció, la vida social pudo restablecerse lenta-
mente; pero el recuerdo de que la soberanía del monarca español en Américo
pasó de hecho, a materia de disputa, estuvo vivo por muchos años. De allí
el cuidado que tuvieron los virreyes Hurtado de Mendoza y Toledo por redu-
cir a los últimos Incas, Sairi Túpac y Túpac Amaru, refugiados en las montañas
de Vilcabamba; de allí también su recelo contra soldados y conquistadores.
De allí, sin duda, las altivas ideas del Inca en materia de realeza.

OBSERVACIONES FINALES

Las lecturas humanísticas del Inca no bastan para explicar, por sí solas,
la libertad de iuicio de este recién llegado a Europa. Aún cuando es indudable
que Garcilaso se apoya en ellas- hasta el punto de que parecería imposible
que, sin esta base previa, hubiese llegado a conclusiones como la de separar
el honor del rey-, el tono efectivo con que las expresa muestra que su pen-
samiento está relacionado con su propia vida, personal y de americano. Su
defensa de Almagro y Pizorro, tachados por su bastardía. llega a encenderse
hasta usar violentamente de la porodo]o cuando replica: "no se sabe de qué
linaje, mas sus obras tan hazañosas v generosas dicen aue fué nobilísimo".
Es, no cabe dudarlo, la defensa de la nueva nobleza americana hecha por un
americano que supo cómo se ganó esa nobleza, y que por sí mismo sabía, de
un modo u otro, qué significaba la sangre de quien para los incas era inca. y
para los españoles un bastardo. Si Garcilaso se permite criticar abiertamente
al rey es porque se llevó del Nuevo Mundo el recuerdo de un país de Infor-
tunios, sacudido incesantemente por luchas intestinas. Por eso dirá que "tene-
mos larga experiencia que ningún reino se rebeló contra su rey por buen tra-
tamiento que le hiciese"; por eso querrá ser indulgente con Gonzalo Pizarro
y Francisco de Carvajal. Y el indulgente con estos rebeldes será el mismo que
defienda el valor de los grandes hechos,por encima de la lealtad a la corona.

Surgen sus ideas con vivacidad y calor de polémica, pero articulándose


armónicamente. Aparecerán desperdigadas por todo el curso de su historia, y
un tanto al desgaire, pero cargadas de intención y llevando en sí el sabor de
la entraña humana de que nacieron. Además, puede verse, poseen un vigor
lógico innegable; de ningún modo hay esa ingenuidad y falta de sentido crítico
que algunos creen ver, todavía, en la obra del Inca.

Y estas ideas, en que tanto insiste Garcilaso, no aparecen aisladas en


sus escritos. E[ tema honra-rey está ligado a censuras a la razón de estado;
el atribuir la honra a la virtud y no a la fama, el considerar que no basta la 37
sangre para que haya nobleza, se incluyen en la reflexión de cuestiones éticas
más amplias: vanidad de los bienes del mundo, felicidad en el cumplimiento de
su propia vocación (de nuevo aquí reminiscencias de León Hebreo: "los bienes
exteriores deben depender del destino, la felicidad debe depender del hombre").
Y el tono de alguno de esos pasajes, por ejemplo aquel en que con cierta
amargura pone su honra en su oficio de escritor, es el mismo del desengaño
del mundo que en Garcilaso, al igual que en las grandes fi.guras del siglo XVII
español, es raíz que nutre importantes ideas y que engendra un motivo con-
tinuamente repetido, el de "cómo paga el mundo". Tal abundancia de preocu-
paciones, centradas claramente en un punto, en lo ético, y desarrolladas con
audacia, y vigor, nos revela un Inca Garcilaso cuya riqueza espiritual no se
queda en los hechos que narra, sino que les infunde un hondo sentido teórico
y poético, poético en cuanto la poesía es, como la historia, contemplación del
destino humano. Riva-Agüero, el crítico que reivindicó la veracidad de las afir-
rnoc'ones históricas del Inca, habla de la "evir'ente ingenuidad" de un escritor
que sin embargo, él mismo llamaba "prudente y reservado", de un escritor
que trata su materia "con una discreción infalible y un buen gusto nativo";
y añade que, en Garcilaso, la materia poética se halla disouesta de acuerdo
con una "inspiración de suavidad continua, que arregla los contrastes. previene
ios descensos, agrupo y distribuye reflexivamente las citas". Este cuidado del
Inca por quitar los andamios una vez hecha la obra, ha ocultado la íntima
conexión de muchas lúcidas ideas, nada ingenuas por cierto, que, aunque
parecen unidas al hecho ocasional que relata, obedecen a una orientación ética
definida. Y a un afán de vislumbrar las más hondas leyes de la conducta
humana, que sitúa al Inca Garcilaso en la estirpe de los grandes historiadores.

38
El V Congreso Indigenista
Interamericano
En la Revista "América Indígena", ór-
gano del Instituto Indigenista Interame-
ricano de México, correspondiente al Pri-
mer Trimestre de 1964, volumen XXIV,
No. 1, encontramos una información sobre
el V Congreso Indigenista Interamerica-
no que se celebrará en Quito, Ecuador,
en los días del 19 al 25 de Octubre del
corriente año.

La información es la siguiente:

No podemos menos de decir unas cuantas palabras acerca de la pro-


puesta celebración del V Congreso Indigenista Interamericano, que deberá
tener lugar a mediados de 1964 en la ciudad de Quito, Ecuador. Como ya
informamos en esta misma revista (Vol. XXIII, núm. 2, pp. 87-92), se ha venido
trabajando para sortear diversas dificultades y hacer posible esta reunión con
un nivel de altura científica y técnica.

Justamente durante el presente mes de enero se ha celebrado una reu-


ruon preliminar en Oulto, con objeto de precisar los temas, que en definitiva
habrán de discutirse en el V Congreso. Se considera que sentados ya los prin-
cipios fundamentales de la acción indigenista con base en las ciencias so-
c'ológicas y en la metodología del desarrollo de la comunidad, conviene con-
centrar la atención en los programas y proyectos que actualmente se llevan a
cabo, así como en los que deben emprenderse a la mayor brevedad. Se ha de-
terminado, igualmente, para lograr el mayor éxito de este Congreso. organizar
una serie de simposios bajo la dirección de especialistas técnicos en los que
se presenten evaluaciones de proyectos y se discutan problemas relacionados
con el desarrollo integral de la comunidad indígena.

Esperamos poder enviar en fecha muy próxima a todos los interesados


en esta materia una circular que pueda considerarse como primera convoca-
toria oficial de este Congreso. Tenemos la persuación de que de él deben de
partir formas mós amplias de acción que permitan atender el problema en to-
da su magnitud, si es que al fin ha de lograrse el desarrollo integral de nuestro
Hemisferio. 39
NICARAGUA INDIGENA
REVISTA SEMESTRAL DE CULTURA PUBLICADA POR EL
INSTITUTO INDIGENISTA NACIONAL

ENERO - JUNIO VOLUMEN VI -No. 38 - 1964

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EN ESTE NUMERO l!l!
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1111 EDITORIAL "


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La Fauna Intangible Nicara.
güense . Fernando Buitrago Morales
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Origen Nahuatl del Nombre
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La Idea de la Honra en el 1111
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EN EL NUMERO PROXIMO lill
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1111 COLABORACIONES DE:
:·: Dr. Juan Comas. - México, D. F. 1111
1111
:·: Dr. Miguel León.Portrlla. - México, D. F. i!!i
Lic. Don Natalicio González. - México, D. F . i!i!
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:·: Dr. Edgardo Buitrago. - León, Nicaragua. ii'i.
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,1, Lic. Carlos Samayoa Chinchilla. - Guatemala. :·:
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Lic. Juan de Dios Rosales. - Guatemala. 1111
1111 :·:
:·: Don Pablo Antonio Cuadra. - Managua, Nicaragua. 1111
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1111 Dr. Juan de Dios Vanegas. - León, Nicaragua.
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Se ruega indicar la procedencia al reprodu-

40 cir los trabajos contenidos en esta revista.


Correspondencia y Canje a su Director:
3a. Calle N. O., No. 505. - Managua, D. N.

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