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HACIA UN HUMANISMO

AMERICANO

1
ANTENOR ORREGO

HACIA UN
HUMANISMO
AMERICANO
(Edición crítica electrónica de Bhanzy. Anotada, revisada, corregida y
actualizada, en muchos casos, según las normas del español
contemporáneo - Lima, 20 de setiembre de 2019)

Edición original impresa:


Librería – Editorial Juan Mejía Baca
Lima, 1966

2
CAPÍTULO I

LA GENERACIÓN PRECURSORA DEL NUEVO


DESTINO. DEL ATOMISMO COLONIAL A LA
INTEGRACIÓN DEL CONTINENTE

HISTORIA GENUINA

Se ha solido mirar el fenómeno de la


independencia de América Latina, como un simple
reflejo de los acontecimientos que se producían en
Europa, movilizados, a su vez, por las nuevas
corrientes de pensamiento que se suscitaron en el
Viejo Mundo desde mediados del Siglo XVII. A lo sumo,
se concedía, que fuera una derivación natural y lógica
de la revolución norteamericana, una suerte de
contaminación fisiológica, o de proliferación de una
epidemia microbiana. El morbo revolucionario de la
época fue elevado a la categoría de factor histórico
creador y decisivo. Otros escritores establecieron la
secuencia de la Revolución Francesa como proyección
sucesiva de lo que ocurrió en Estados Unidos de
Norteamérica y que se articulara patética y
concisamente en la bella alocución pronunciada por
Lincoln en Gettisburg. A reglón seguido, otros
publicistas señalaban, como causa principal de la

3
rebelión hispanoamericana, de nuevo, el contagio de
las ideas de los enciclopedistas a través de los
intelectuales y criollos que se encontraban anhelosos
de arrancar el poder a la metrópoli y ejercerlo ellos
mismos, declarando la independencia política de sus
respectivos países o zonas coloniales. Para darse
cuenta de la falsedad de este criterio bastaba
considerar que, bajo el frondoso verbalismo jacobino
de las proclamas libertarias, mimetizado en América
con tan pródigo y cálido tropicalismo, lo que en
realidad se consolidó fue un feudalismo despótico y
oligárquico, tanto o más irritante que el régimen
colonial porque se inauguró con la pomposa hojarasca
verbal que, en cada período retórico, remataba con las
palabras en mayúscula: Libertad, Igualdad,
Fraternidad. So capa de la proclamación de los
derechos del hombre y del ciudadano, en América se
mantuvo y aún se agravó, en ciertos aspectos, el
opresivo régimen económico, político y social de la
Colonia, cuyas resonancias todavía las están sufriendo,
en carne viva, todos nuestros países. Las clientelas
oligárquicas –que en el ejercicio del poder supremo se
creen todavía por derecho propio y hereditario los
núcleos gobernantes providenciales de nuestras
repúblicas- y los personalismos dictatoriales que aún
imperan con explosiones castrenses hasta nuestros
días son la prolongación de la obra de esos caudillos de
algarada1 cuartelaria que afirmaban, en cada momento,
inspirarse en los objetivos y en el ideario del
enciclopedismo francés. Son estos mismos capitanes de
pronunciamiento los que no comprendieron el noble

1 Motín que no llega a adquirir importancia.

4
espíritu y la acción continental de Bolívar, verdadera
antena luminosa de nuestro destino en el que se
encarnó, por vez primera, el sentimiento de unidad
hemisférica, como un todo, frente a la atomización
política y espiritual de Europa. Estos mismos hombres
la entorpecieron con incesante reiteración hasta
arrancarle, ya casi moribundo, esas palabras lapidarias
que continúan aún resonando, como eco acusatorio,
desde los altos picachos de nuestras montañas
andinas: He arado en el mar… La falsa expresión
racional y teórica del movimiento de independencia
política ha costado a nuestros pueblos torrentes de
sangre, más de un siglo de turbulencia anárquica y
facciosa y, de hecho, ha impedido, hasta nuestros días,
la estructuración de una democracia latinoamericana
con efigie genuina y médula histórica propia, como en
Estados Unidos, que no necesitó mimetismo alguno
para conformarse con vigor orgánico y ser ahora una
fuerza histórica preponderante en el mundo moderno.
La sabiduría milenaria de la China acuño una
frase, por la boca de Confucio, que debe ser hoy, más
que nunca, el tema central de nuestras meditaciones. El
gran filósofo y político chino expresó que “la buena y
justa designación de las cosas” era más necesaria a los
pueblos que una economía ordenada y previsora, que
un buen sistema de suministros alimenticios o que una
espléndida red de vías de comunicación. Y Confucio
sabía lo que decía porque una falsa designación de las
verdaderas realidades de un país lo conducen
fatalmente a la confusión, a la duda y al desorden. Los
hombres y los pueblos que viven mintiéndose a sí
mismos acaban por creer en sus propias falacias. La
vida pública se convierte entonces en una farándula

5
grotesca en que el bufo más cínico y desvergonzado
asume el papel de director de la farsa. De esta
equivocada designación del movimiento de
independencia latinoamericana arrancó todo el
falseamiento de nuestra democracia posterior.
Comenzamos mintiéndonos teóricamente y el lenguaje
político de nuestras repúblicas se convirtió en un
guirigay 2 ridículo y contrahecho de embustes
ideológicos. En otra ocasión he dicho que no hay peor
desventura para los pueblos que las palabras no
respondan a sus contenidos, es decir, que no lleguen a
traducir las realidades y los conceptos que pretenden
designar. Esta desdicha, desde el punto de vista
cultural y moral, cobra una potencia corruptora y
corrosiva inaudita cuando el vocablo acaba por
significar todo lo contrario de su correcta valoración
semántica. Esto ha ocurrido con las palabras justicia,
democracia, gobierno, ley, y con tantas otras más.
Este miraje superficial de la revolución de la
independencia, era consecuencia natural de un
concepto entonces generalizado de la historia humana.
Se creía simplemente que la historia de Europa era un
centro absoluto del mundo y que los acontecimientos
de los países “coloniales” de los otros Continentes, no
eran sino la versión automática, simiesca, epidémica de
los movimientos y acontecimientos europeos. En una
palabra, los pueblos coloniales, pueblos inferiores y
subalternos, estaban invalidados para tener historia
propia y, por ende, historia que fuera la versión directa
y genuina de sus realidades privativas. Ya se ha
señalado muchas veces que esta concepción

2 Lenguaje ininteligible

6
pretenciosa fue la hijuela, aplicada a la historia, de la
geocéntrica concepción tolemaica del Universo y cuyo
estrecho criterio ha primado hasta nuestros días.
Mucha culpa del predominio de este punto de
vista la tuvo Hegel 3, quien dijo, con esa habitual
suficiencia europea cuando habla de lo que no percibe
y, por lo mismo, desconoce, que… “América es un
anejo4 que recoge la población sobrante de Europa”.
América al ponerse en contacto con nosotros, había ya
dejado de ser en parte. Y ahora puede decirse que aún no
está acabada de formar… Por consiguiente, América es
el continente5 del porvenir. En tiempos futuros se
mostrará su importancia histórica. Es un continente de
nostalgia para todos los que están hastiados del museo
histórico de la vieja Europa. Se asegura que Napoleón
dijo “Cette vielle Europe m`ennui”. 6 América debe
apartarse del suelo en que, hasta hoy, se ha
desarrollado la historia universal. Lo que ahora
acontece aquí no es más que el eco del Viejo Mundo y el
reflejo de ajena vida. Más, como el continente del
porvenir, América no nos interesa; pues el filósofo no
hace profecías. En el aspecto de la historia tenemos que
habérnoslas con lo que ha sido y con lo que es… “
(Filosofía de la historia universal)
De propósito hemos subrayado unas cuantas
frases del párrafo anterior. En efecto, la antigua
América dejó de ser, en parte, -no por cierto, en el

3 Para consultar las Obras Completas del filósofo alemán en formato PDF, ingrese
al siguiente link: http://librosgratisenpdf.com/obras-completas-de-g-w-f-hegel-
1770-1831/ (Nota del editor)
4 Anexo, dependiente, accesorio
5 En el texto original de la cita de Hegel dice “país”.
6 “Esta vieja Europa me fastidia”.

7
sentido en que lo dice el filósofo tudesco 7 - al
producirse su colisión con la Europa invasora. En
parte, únicamente, porque solo se rompieron las
estructuras morfológicas de las viejas culturas, la
mexicana y la andina; pero, las esencias perdurables de
esas culturas subsisten soterradas, pese a la
imposición por la fuerza de una cultura extraña.
Prevalecieron como gérmenes históricos que debían
incorporarse después a la síntesis dialéctica8, que es la
Nueva América. Pero, lo que no vio Hegel, ni lo ven
ahora los europeos y muchos americanos
europeizantes, es que la cultura europea en América,
dejó de ser también, en parte. En el choque de la
Conquista, tanto como murió América, murió, también,
Europa, aunque no lo vean todavía con claridad los
europeos y muchos americanos de hoy. La cultura
europea murió también, en parte, porque su estructura
morfológica ha estado destruyéndose lentamente
durante cuatro siglos en su contacto con América y
porque las esencias culturales europeas que deben
entrar en la síntesis dialéctica de la Nueva América,
subsistieron y subsisten aún en nosotros como
gérmenes históricos del nuevo capítulo de la historia
universal que ha comenzado a desarrollarse en el
Nuevo Mundo. Otra cosa que no vio Hegel, ni tampoco
ven los pensadores europeos de hoy es que esa historia

7 Alemán
8 Término con una prolongada raigambre en la historia de la filosofía occidental
que se remonta hasta Platón, que es el primero que le confiere un significado
filosófico especial que sería retomado y resignificado por Hegel (dialéctica en la
historia de la idea) y Marx (materialismo dialéctico) más de veinte siglos después.
Proviene del verbo griego “dialégomai” que significa “raciocinio). En forma muy
general, podría entenderse a la dialéctica como el arte de razonar o argumentar en
forma metódica y rigurosa, siguiendo ciertas leyes lógicas de pensamiento, y con
vistas a descubrir la verdad.

8
se inició con la guerra de la Independencia americana y
que, desde entonces, los latinoamericanos tenemos
nuestra historia y no la ajena, aunque todavía se
empeñen en vernos como simples reflejos de Europa,
por ciertas apariencias superficiales, cuando en verdad
podía decirse que Europa comienza a ser, en algunos
aspectos, reflejo de América. Díganlo si no, el comando
de las fuerzas económicas y la dirección de la política
internacional que se ejercen desde Estados Unidos.
Muy pronto, lo será también, en otros aspectos. Para
mayor dilucidación de este tema, nos remitimos a uno
de los capítulos finales de este libro.
Aparte de otras consideraciones de diverso orden,
los historiadores olvidaron una gran verdad que fue
precisada con magistral transparencia y con incisiva
hondura por Miguel de Unamuno9 a principios de este
siglo. Me refiero a lo que el pensador español llamó la
intrahistoria, esa realidad invisible y profunda que
emerge de las entrañas de un pueblo, que corre,
también, en los estratos soterrados de los
acontecimientos externos y que acaba por modelarlos
e imprimirles su verdadera y genuina significación
humana. Esta significación se traduce en el
pensamiento, en el arte, en la acción de sus grandes
hombres y constituye, a la postre, la verdadera y
fidedigna historia porque brota de la intimidad
cotidiana del hombre común, del ser de la masa
anónima, de esas corrientes vitales subterráneas que
palpitan en su alma y que suelen pasar desapercibidas

9 Para consultar las Obras Completas de Miguel de Unamuno en Internet en


formato pdf, ingrese al siguiente link: http://librosgratisenpdf.com/wp-
content/uploads/2017/04/LINKS-FOR-CLICKS-Año-I-No-3-Abril-2017.pdf (Nota
del editor)

9
para el teorizante apresurado o para el profesor de
oficio que no hace sino repetir, como temas escolares,
los tópicos aprendidos sin tomarse el trabajo de mirar
con más penetración y pensar por sí mismo.

II

SENTIMIENTO DE LA UNIDAD HEMISFÉRICA

Hacia fines del siglo XVIII y principios del XIX,


alborea ya un nuevo espíritu de unidad en los pueblos
de América, cuyo sentido más fértil y de tan múltiples
resonancias ha necesitado la perspectiva de más de
una centuria para hacerse ostensible y evidente a
nuestros ojos. Cada día se vuelve más preciso y visible
a medida que transcurre el tiempo y arroja sobre
acontecimientos, episódicas peripecias y
personalidades determinantes una iluminación
esclarecedora y definitiva. En realidad, este
sentimiento de unidad comienza a germinar desde los
primeros días de la Conquista como reacción al
dominio metropolitano que, con frecuencia, se torna
insolente y opresivo. Además, este sentimiento
arranca de una raíz más lejana que puede ubicarse en
la conciencia americana anterior, que no fue eclipsada
del todo por la violencia del impacto europeo y que
alimentaba el orgullo de haber creado las dos más
grandes culturas originales del hemisferio, sin
aportación ni colaboración directas, emanadas de los
otros Continentes. Caso único y asombroso, en verdad,
en la historia cultural del hombre.
Al comienzo, este sentimiento afloró a la
conciencia americana de un modo vago, como una

10
vivencia sumida en la penumbra, pero, que estaba
firmemente asentada en la zona emotiva del hombre
americano de esa época, sin alcanzar a perfilarse
todavía, racionalmente, con claridad lógica y despierta,
como conciencia de vigilia. Por vez primera apunta el
sentido continental de nuestro destino, como un todo
histórico y espiritual indivisible. Esta realidad que
reviste importancia trascendente, como luego veremos,
no habría podido lograrse, ni plasmarse como apremio
dinámico, en lapso tan sumario y breve, sino, por la
Conquista y a través de la conquista europea.
Sin embargo, este designio capital por una de las
tantas y frecuentes paradojas que se dan en la historia,
se mantiene, por de pronto, soterrado, invisible,
camuflado, diríamos, pues la vida colonial de inmediato
cae en un aislacionismo casi absoluto. Sin duda, este
estado de cosas convenía a la Metrópoli para el mejor y
más completo dominio de un tan vasto imperio
colonial y, por cierto, lo fomentó, si no
deliberadamente, indeliberadamente, por instinto
espontáneo de gobierno, por acción táctica, continua e
indiscriminada de los funcionarios, muchos de los
cuales, en puridad, eran buenos ejemplares de
animales políticos, para usar la clásica expresión
aristotélica.
Rotas las dos grandes unidades o equilibrios
culturales de la Antigua América, -rotas naturalmente
en sus estructuras morfológicas, pero, no en sus
esencias históricas, como veremos en otro capítulo,-
que se articularon en México y el Perú, al choque con
Europa, el sentimiento y la realidad geográfica y
espiritual de la América colonial se atomizan, se hacen

11
parroquiales y localistas, no empece (sic)10 la unidad
de dominio opresivo ejercido desde Madrid por la
Corte española. Cada comarca no mira sino a sí misma,
su visión no tiene más alcance que el estrecho ámbito
de sus intereses, de sus preocupaciones inmediatas y
provinciales. Horizonte bien pequeño y mezquino que
agota su minúscula envergadura en querellas egoístas
de bandos rivales, en intrigas de trastienda en conjuras
familiares de capuletos y montescos 11 coloniales,
disputándose los favores del corregidor, del
adelantado, del capitán general o del virrey. Vida
vegetativa, parva, insular, sumida del todo en nimias
vanidades, en las broncas pendencias de latrocinio12,
en la inicua extorsión del infeliz indio, tolerada y casi
legalizada por el derecho consuetudinario, no obstante
las justicia hipotética y teórica de las Leyes de Indias
que lo amparaban y, pese a los clamores y protestas de
nobles espíritus, como Fray Bartolomé de las Casas. Ha
desaparecido del escenario latinoamericano la
posibilidad de que surjan esas grandes personalidades
constructoras, como Manco Cápac, como Pachacútec13,
como Túpac Inca, capaces de mirar en dilatados

10 Así aparece este vocablo en el original que parece ser un error de la edición que
dificulta la comprensión del sentido de la oración. He corregido varios errores
menores en la edición impresa original, pero en este caso –a causa de la magnitud
del evidente yerro tipográfico- no he podido encontrar el término o términos
adecuados para aclarar debidamente la idea del autor, aunque pienso que, con un
esfuerzo por el contexto, se puede entender el sentido negativo de la conquista y
colonización europeas para el fortalecimiento y desarrollo cultural de las dos más
grandes civilizaciones autóctonas americanas.
11 Los capuletos y los montescos corresponden a los apellidos de las familias

rivales, enfrentadas a muerte entre sí por diferencias sociales irreconciliables en


una sociedad clasista en la trama de la célebre tragedia de William Shakespeare
Romeo y Julieta.
12 Del lat. latrocinium. Hurto, robo.
13 Manco Cápac y Pachacútec son los nombres de dos de los más importantes inkas

del Tawantinsuyu en la historia antigua del Perú prehispánico.

12
panoramas la vida del Continente o, por lo menos,
extensas áreas geográficas, susceptibles de
coordinación unitaria, y la posibilidad de forjar así
estados universales más extensos, para usar la
expresión del historiador inglés Toynbee.
Es la disgregación de un mundo que había logrado
ya articularse culturalmente y su retorno al caos, desde
donde había emergido, tras esfuerzos milenarios, como
lo demuestran las más recientes investigaciones
arqueológicas. Las dos grandes unidades culturales del
Continente fueron precedidas de pequeñas unidades
parciales, unificaciones más restringidas, como las
culturas Chavín, Tiahuanaco, Nazca, los Chancas, los
Mochica, los Chimú, los Syris quiteños, etc. en el Perú y
como los Mayas, los Toltecas, los Aztecas, etc., en
México. La doble constelación mexicano-andina se
rompió para siempre en su estructura morfológica,
como lo hemos dicho, y con ella la posibilidad de que
organizara la vida continental entera alrededor de
estos dos potentes focos culturales. La cultura europea
vino a superponerse por la fuerza como una capa
extraña y superficial yuxtapuesta, casi como una
excrecencia patológica sobre un mundo radicalmente
ajeno, distinto y antagónico. La cultura invasora no
pudo permanecer indemne y vigorosa en medio de este
caos disgregativo, anárquico, atomizante, como es fácil
demostrarlo a lo largo de la vida colonial. Las
corrientes culturales europeas se deformaron, de
hecho, y solo fueron en América débiles y mezquinos
ecos de la Metrópoli. Las dos grandes capitales de la
Colonia, México y Lima, son dos “ciudades alegres y
confiadas”, cuya vida se desenvuelve en medio de

13
festejos bizantinos, de saraos14 pomposos, de intrigas
palaciegas y eclesiásticas, sin grandes preocupaciones
ni inquietudes espirituales y culturales. Abundan
poetas y escritores de salón, de chistes, epigramas y
gracejos 15 sutiles y hasta narradores picarescos y
galantes de cuentos escatológicos 16 de boudoir 17
criollos y de refectorio conventual, como floración
tardía y senil de un Decamerón de la Colonia y del
trópico americano. Es la pura existencia de
campanario, reducida a su más estrecha, chata y
repulsiva significación. Por lo que hace a Lima, Ricardo
Palma, recogió en sus Tradiciones documentos,
leyendas, consejas, tradiciones y cuentos que son
inapreciables y reveladores de este aspecto de la vida
peruana durante la Colonia.
Tras la disgregación colonial, América tenía que
buscar otra unidad o equilibrio que diera nuevo
sentido integral a su destino y que fuese, a su vez, la
base de una excelsa misión ulterior, si aspiraba a
incorporarse, como valoración genuina, a la órbita de
la cultura humana. Este nuevo equilibrio cultural no
podía plantearse en los términos antiguos, ni podían
tener carácter sectorial, segmentario, restringido,
como lo fueron los anteriores. No en vano había
ingresado al Continente un nuevo factor que era una
fuerza histórica formidable. En realidad, era todo el
Occidente que se incorporaba al Nuevo Mundo,
buscando una nueva y más dilatada expresión
espiritual y humana. El aislamiento paradisíaco de las
14 Sarao proviene del francés “soirée” y se refiere a una reunión nocturna donde se
baila y toca música.
15 Gracias o chistes
16 Soeces, indecentes
17 Un boudoir es, en la cultura francesa, el camarín íntimo de una dama.

14
Indias Occidentales había terminado y su presencia
colaborante era reclamada por el mundo como un
decisivo factor integrante y complementario del nuevo
amanecer de la historia al que ya se encaminaba la
humanidad con pasos resueltos y presurosos. Era,
además, el grandioso escenario en que se ubicaba la
esperanza del hombre para ensayar y, tal vez, realizar
los sueños de justicia, de libertad y de belleza que
acariciara en sus más acongojados y lúcidos momentos,
sacudido por la aflicción y el quebranto inenarrables
de su opresión en el Viejo Mundo, que parecía
impotente para realizarlos liberando su conciencia y su
vida hacia una nueva luz espiritual. Por eso, el
descubrimiento de América fue recibido por el hombre
de todo el Orbe con un estremecimiento premonitorio
y misterioso, con un sacudimiento de esperanza, y de
promesa y de cercano cumplimiento.
El choque con Europa al destruir las antiguas
culturas de la constelación mexicano-andina había
unificado, en cierta manera, la posibilidad de la nueva
expresión espiritual del Continente. Una vez más se
cumple lo que la historia nos ha enseñado siempre: que
los pueblos suelen extraer de sus mayores catástrofes,
su grandeza futura. La Conquista nos trajo unidad de
lengua, de historia, de fe religiosa y, con el correr del
tiempo, nos traería, también, unidad biológica o de
sangre, cuatro factores considerables que, unidos a la
decisión e iniciativa creadora del hombre, han solido
determinar y facilitar, casi siempre, -salvo raras
excepciones,- el forjamiento de una expresión cultural.
Este es el mensaje que recoge la generación de la
Independencia americana. En la conciencia iluminada y
clarividente de los progenitores de la revolución,

15
palpita este requerimiento histórico, si no claro y
preciso en todos , por lo menos, se alumbra en la mente
de los grandes capitanes, como Bolívar y San Martín, en
los momentos más lúcidos y fulgurantes 18 de su
pensamiento y de su acción. Así se explica, -por la
grandeza consciente del objetivo,- la consagración total
de sus vidas hasta el sacrificio más extremado, que en
San Martín alcanza los niveles de una heroica y austera
santidad humana. Fue un gran acierto el de Ricardo
Rojas al denominarlo el Santo de la Espada.
Cuando insurge la generación a la que nos estamos
refiriendo, en toda el área geográfica de América, que
corre desde el Río Grande, en México, hasta el Cabo de
Hornos, en Argentina, ha surgido hacia la superficie de
la vida americana, una realidad continental de
significación y alcance trascendentes, que venía
gestándose en la intrahistoria del Nuevo Mundo desde
los primeros días de la Conquista, como ya lo
apuntamos. Tras la colisión cosmogónica de dos
mundos tan diferentes, comenzó a generarse una zona
de fusión y de síntesis a través del mestizaje de ambas
progenies, y de la otra, la negra, que vino después. Esta
es la verdadera zona vital de la Nueva América, como lo
demostraremos después, en que se unifican los
antagonismos y contradicciones continentales que
parecían irresolubles al comienzo. Este es el estrato en
que se resuelven y polarizan, en un equilibrio que es
articulado y unitario las tremendas tensiones
anteriores. Esta es, también, la zona en que América
18Que fulgura o que brilla. Resplandeciente. También se utiliza este adjetivo para
referirse a algo que es espectacular por su rapidez o éxito: obtuvo una carrera
fulgurante. Sin. Deslumbrante. Este adjetivo y también el sustantivo
correspondiente “fulguración” son usados varias veces por Orrego a lo largo de
esta obra.

16
podía forjar una nueva unidad cultural, es decir, en que
podía reencontrarse de nuevo (sic) el Continente
enajenado, evadido de sí mismo más de trescientos
años. Es la zona en que América comienza a tener
conciencia alumbrada de sí misma, conciencia del
nuevo destino que la historia le depara.
“¡Llamaos los Estados Unidos de la América del
Sur –clama Sarmiento- y el sentimiento de la dignidad
humana y una noble emulación conspirarían en no
hacer un baldón19 del nombre al que se asocian ideas
grandes!” (Conflictos y armonía de las razas).
Bolívar es el primer hombre que tiene conciencia
meridiana de esta realidad, gracias a su genial
clarividencia. Por esta razón, no se afana tanto por
buscar fundamentos ideológicos al movimiento en las
ideas circulantes del enciclopedismo francés sino en
expresar a través de su pensamiento personal y en
lograr, a través de su acción como estadista, el sentido
de la unidad continental que la percibe con agudísima
visión. De allí su vivo anhelo para la formación de la
Gran Colombia y para la constitución de un gran estado
más al sur con Perú y Bolivia, propósito que se frustró
no obstante sus esfuerzos para lograrlo porque triunfó
el mimetismo rutinario y atomizante20 europeo, que
convenía más a las rivalidades y ambiciones mezquinas
de las oligarquías criollas y a los caudillos militares y
cuartelarios, incapaces de mirar la realidad americana

19Injuria, afrenta
20Los adjetivos “atomizante” y “colaborante” son típicos de la prosa ensayística de
Antenor Orrego. En realidad, ambas palabras corresponden a la forma de un
participio activo anticuado, ya caído en desuso. La forma latina del participio
activo “ans”, “antis” es la que se traduce como “ante” en español. Sin embargo,
ahora se prefiere usar las terminaciones de adjetivo en –or y –ar. Así, actualmente
se escribe “atomizador/a” y “colaborador/a”.

17
desde un plano más elevado. Fue Bolívar el primero en
considerar el hemisferio americano como un todo
indesligable y a esta idea se debió, también, la
convocación del Congreso de Panamá, asamblea
anfictiónica21 que debió articular la unidad política,
económica, jurídica y diplomática del Continente, como
un poder de la libertad de los pueblos, contrapesando el
poder opresivo y disgregante del Viejo Mundo.
Cuando el creador de la Gran Colombia pensó en
su lecho de muerte que había arado en el mar, estaba
mirando, sin duda, el panorama suicida de dislocación
en que cayó todo el Continente latinoamericano, tras la
victoria de la Independencia. Suicida porque debía
propenderse hacia la unificación, que era la realidad
intrahistórica más profunda del Continente, como
reacción a la insularidad anterior, y que debía tener
como base inicial la formación y articulación de
grandes nacionalidades. Abrumado por la angustia de
este espectáculo, absurdo y terrible, que era la
frustración de su más luminosa clarividencia de
estadista, tuvo que pensar que era uno de los tres más
grandes mentecatos de la historia al proponerse una
faena tan excelsa que no comprendieron sus
contemporáneos. Desgarrado el corazón, el héroe tuvo
que asistir al rebajamiento de la causa americana hasta
el menguado nivel de una lucha de facciones rivales
que solo miraban sus ambiciones y los intereses
personales que estaban envueltos en ellas. En realidad,
el primer resultado inmediato de la independencia
política era una traición al sentido histórico más hondo
del destino continental. Nuestros pueblos perdieron la
21En la antigua Grecia, la anfictionía aludía a una asamblea a la cual enviaban
delegados las diferentes ciudades para discutir asuntos de interés general.

18
primera oportunidad que les ofrecía la historia para
constituirse en uno de los platillos de la balanza de
poder espiritual y político que fuera, al mismo tiempo,
factor colaborante 22 y determinante de la cultura
mundial que comenzaba ya a gestarse desde entonces.
Cayeron nuestros pueblos en lo peor que puedo
haberles sucedido una vez rotos los lazos con la
Metrópoli española: conformarse política, jurídica y
económicamente bajo el modelo mimético y
convencional de la Colonia, desmenuzándose en
pequeñas republiquitas independientes que
reprodujeron, con algunas variantes más fraccionadas
todavía, en algunos casos las demarcaciones
administrativas y burocráticas que trazó la inepcia de
la monarquía madrileña.
La acción inmediata de esta trayectoria hacia la
unidad hemisférica no podía ser otra que la
independencia política. Había que romper la osatura23
atomizada y anquilosada de la Colonia para dejar libres
los cauces de expresión que tendría que crear la nueva
realidad espiritual americana que estaba surgiendo.
Las causas cercanas de la Independencia, que fueron
más bien pretextos, meras coyunturas favorables para
la acción, hay que señalarlas, claro está, en la
revolución norteamericana, que obedeció, también,
como la nuestra, a esa recóndita realidad intrahistórica
que palpitaba en todo el Nuevo Mundo y esta
circunstancia explica que se haya anticipado a las

22Véase la nota 18. El adjetivo “colaborante” proviene del verbo colaborar, que
significa el que colabora, coopera, participa, ayuda y contribuye con las demás
personas mediante la realización de una obra, trabajo o quehacer.

23Se trata de un cultismo literario para referirse a la estructura interna, armazón o


esqueleto de una construcción o edificio.

19
revoluciones europeas, especialmente a la Revolución
Francesa que fue, a su vez, otro pretexto para nuestra
transformación política. Las otras coyunturas o causas
cercanas están determinadas por las nuevas ideas del
siglo propaladas por el Enciclopedismo, por los
métodos opresivos del gobierno peninsular, por la
realidad económica y social de las colonias, por las
reivindicaciones políticas de los criollos, por la
descomposición y decadencia de la monarquía
española, por la falta de sentido político y
administrativo de la Corte de Madrid, etc., etc. Empero,
la médula capital y subyacente; la que moviliza con
ímpetu flamígero a la generación entera es ese
sentimiento interior, recóndito, casi místico, que se
acaba de subrayar, y cuyos primeros destellos
inequívocos solo debíamos percibirlos un siglo más
tarde y se percibirán aún con mayor diafanidad en los
siglos venideros.

III

EL REENCUENTRO DE SÍ MISMA

Efectivamente, hacia 1914, en que la guerra


mundial opera como fuerza histórica catalítica24 -¡nada
más que como fuerza catalítica!- porque el proceso
espiritual americano había alcanzado ya su madurez, -
surge en toda América un movimiento intelectual,
cultural, político y artístico, de inspiración y creación
auténticamente nuevas, en que el Continente sale de
24En química, la catálisis se refiere a la acción que ejercen ciertos cuerpos sobre la
composición de otros sin sufrir ellos mismos modificación.

20
sus evasiones anteriores en busca de sí mismo, en
busca de sus expresiones más genuinas y originales.
Para corroborar este aserto basta estudiar con
penetración la obra de las nuevas personalidades; las
corrientes, escuelas y orientaciones recientes en el
arte, en el pensamiento, en la literatura, cuyas sedes
espirituales y cuyas fuentes de inspiración ya no están
de modo exclusivo en París ni en Madrid ni en Londres
ni en Berlín ni en Roma, sino en la propia realidad
americana, pero no en la América pretérita y sepulcral,
sino en la Nueva América de hoy.
La generación de la Independencia abrió el camino
para esta faena decisiva, aunque sus objetivos
inmediatos –como mera inducción histórica, pero no
como impulsos creativos- fueron realmente los que
suelen mencionar los historiadores. De ella debe
decirse, con sentido más trascendente, que fue la
anunciadora, la precursora de una América que,
enajenada, evadida de su propio destino, emprendió, al
fin, la trayectoria propia que ha de conducirla
victoriosa al reencuentro pleno de sí misma.
Creemos que solo bajo esta nueva luz se
comprende con claridad cabal las multiformes
consecuencias, las resonancias a lejana distancia
histórica y las implicaciones vivientes y más fértiles de
la gesta libertadora. Llegada la hora del destino todo el
Continente, de norte a sur, incluyendo también Estados
Unidos, se estremece como sacudido por una potente
fuerza anímica que coordina en totalidad su voluntad,
su capacidad energética de lucha. Esa portentosa
uniformidad en el impulso operante de una generación,
esa radical y abnegada consagración de todos sus
gestores, no pudo tener sino su raíz en los estratos más

21
soterrados, fundamentales y recónditos de la vida
continental en lo que tenía de específica y genuina con
respecto a los otros pueblos. Sin esta maduración
espiritual previa no habrían tenido ninguna
repercusión ni las ideas de los enciclopedistas, ni la
Revolución Francesa, ni ninguna otra causa que suele
señalarse como determinante de nuestra revolución.
América tenía su propia realidad y su propia historia.
Así se explica, también, la grandeza suprema y heroica
de las personalidades que dirigieron y organizaron la
acción histórica de nuestros pueblos en ese momento.
Hombres de tal envergadura espiritual y moral no han
vuelto a producirse semejantes en la vida americana
posterior. Detrás de un bolívar y de un San Martín,
cuya grandeza y formato humanos compiten con las
más excelsas personalidades de los otros pueblos, hay
con evidencia una realidad que los genera y de la cual
ellos son su más alta y nítida expresión. No pueden
jamás surgir del acaso y menos de una realidad
artificial que suele verse como simple reflejo o
contagio de otras realidades ajenas. Con la revolución
de la Independencia, a pesar de no haberse cuajado en
sus más profundas y significativas consecuencias,
América da el paso inicial para encontrarse a sí misma
en toda su poderosa y ulterior gravitación histórica y
humana.
Con mucha razón, dice el escritor Antonio García
en su artículo “Nuestro General Bolívar” 25 : “No debe
olvidarse que América tiene su propia tradición
revolucionaria: antes de la Revolución Francesa de
1789 y antes del conocimiento teórico de los Derechos

25 Cuadernos americanos de México No. 4 , 1955 (Nota del autor)

22
del Hombre y del Ciudadano, los comuneros afirmaron
revolucionariamente la soberanía popular en 1781. En
las guerras de la Independencia culmina la onda
insurreccional que sacude a la América Española del
siglo XVIII y en Simón Bolívar remata el ciclo de los
grandes caudillos anticolonialistas, iniciado con José
Antonio Galán –el verdadero Precursor- y continuado
con Miranda, el general girondino que sirve de puente
entre las viejas y nuevas generaciones revolucionarias,
entre el estilo europeo y el estilo americano de la
revolución”. Pocas veces se han escrito palabras como
éstas, que tengan un tan cabal sentido de lo que
realmente significó la revolución de la Independencia
americana.

IV

DESUBICACIÓN “INTRAHISTÓRICA” DE LAS


DEMOCRACIAS26

El lema de Lincoln: gobierno del pueblo, por el pueblo y


para el pueblo es, hasta ahora, por su genial
simplicidad y concisión, la frase que mejor sintetiza y
define a la democracia. Ninguna teoría de derecho
político, ninguna disquisición compleja y sutil, ninguna
sabia trabazón de conceptos jurídicos o filosóficos, nos
dan con mayor transparencia y precisión todas sus
posibles implicaciones y desarrollos. No es una
casualidad que la frase haya sido acuñada en América –
y por un americano- porque el sistema democrático, tal
como se concibe y se intenta practicar en el mundo
26Los conceptos y el texto de esta parte los publicamos en la revista Política No. 5
de Caracas en 1960. (Nota del autor)

23
contemporáneo, surgió de la intrahistoria del Nuevo
mundo cuando se produjo –y se afirmó después- la
independencia de Estados Unidos de Norteamérica.
Empero, cada pueblo posee su particular
intrahistoria que es diferente a la de otros. La
aplicación del concepto intrahistórico a la visión de la
historia latinoamericana la hicimos, por vez primera en
el Continente, en el año 1956, en un artículo que
publicamos en París.
La democracia debe surgir desde los senos más
profundos, desde la realidad interna de los pueblos
latinoamericanos; de sus condiciones y circunstancias
peculiares: económicas, sociales, políticas, culturales e
históricas, si pretende asumir un carácter de
permanente y orgánica estabilidad. Cualquier teoría
política, destinada a canalizar el pensamiento y la
acción inmediata de las masas para organizar el Estado
y el gobierno, debe brotar del pueblo mismo, es decir,
de la intrahistoria, ese caudal interior, subterráneo e
invisible que va expresando y troquelando, a la vez, el
espíritu y las realidades más privativas de las naciones,
en mucha mayor medida y con más intensidad, en
aquellas que acaban de nacer a la vida histórica y que
comienzan a modelar sus expresiones institucionales.
Todos los intentos para organizar política y
culturalmente a nuestros pueblos nos vinieron
anteriormente de la periferia extraña, como simples
reflejos y remedos importados del Viejo mundo y, por
eso, todos fracasaron. Nos vino de la periferia extra
continental el liberalismo romántico y se produjeron
esos broncos27 caudillos personalistas que implantaron

27 Toscos, ásperos. En forma figurativa, se dice de la voz áspera y desagradable.

24
la anarquía desolada de las facciones sangrientas y
turbulentas en los primeros años de la Independencia.
Nos vino como norma mimética el positivismo europeo
y se instauraron esos tiranos ilustrados, como Porfirio
Díaz, que oprimió a México treinta años en nombre del
“progreso” y de las “luces”, o como el doctor Francia, en
Paraguay, que reeditó la dictadura paternal y
conventual de los jesuitas que también empapó en
sangre a su país con harta frecuencia. Estos sujetos
“providenciales”, “necesarios” e “ilustrados” son los
que han desgarrado a sus pueblos con más acerba
crueldad.
Empero, el hecho saltante y aleccionador se
produce con la Independencia política misma, que se
consuma, como ya lo dijimos, bajo la advocación y la
“influencia” de la Enciclopedia, pero que acaba
afirmando un cierto feudalismo de tan bajo jaez28 –que
no reedita, cabalmente, el feudalismo europeo en su
sentido anacrónico y positivo porque era imposible ya-
pero que reactualiza y prolonga en tierras americanas,
sus peores, más degenerados y aberrasivos 29 (sic)
aspectos. 30 Se consolida el predominio de las
oligarquías criollas que, en nombre de la democracia,
han cometido los crímenes más execrables. No
necesitamos aludir al hecho escandaloso que Juan
Vicente Gómez, en Venezuela, Sánchez Cerro, en el
Perú, el general Melgarejo en Bolivia, y todos los
tiranos y dictadores más recientes, irrumpen
directamente del desorden y de la anarquía que se

28 Calidad, carácter
29 “Aberrantes” es el adjetivo aceptado por la RAE.
30 “El feudalismo español se continúa en el caudillismo americano” nos dice

Sarmiento en Conflicto y armonía de las razas. (Nota del autor)

25
produjeron a raíz de la Independencia, como hijos
putativos de la Enciclopedia, cuyo espíritu se intentó
trasladar a este Continente.
América Latina era una tierra enajenada desde la
Conquista, una tierra huérfana de sí misma, que había
perdido su razón de ser y que se entregaba a los
mayores extravíos y a las demencias más insensatas.
América no se reconocía, no tenía conciencia clara de la
identidad de su propio ser como pueblo. La Conquista
la había traumatizado psíquicamente y de esta
distorsión anímica inconmensurable apenas está
comenzando a resurgir hacia la comprensión de su
verdadera historia. Pocos pueblos han sufrido
semejante catástrofe espiritual y pocos, también, han
sido sometidos al invasor en grado tan radical hasta
caer en el completo olvido de sí mismos.
Los pueblos latinoamericanos nos encontramos en
los preliminares de una democracia que debe
comenzar desde nuestra propia intrahistoria. Precisa
que comprendamos esta requisitoria con entera
claridad porque en ella reside la suerte de la
organización estable de nuestra libertad civil. Ya vimos
por qué se frustraron los intentos anteriores, unos tras
otros, durante un largo período que abraza muchas
décadas. El presente lapso –que a nuestro juicio es el
más tenso, próvido 31 y dramático de nuestra vida
republicana- está cargado de responsabilidades
históricas. Tal jornada se ha abierto con un hecho
capital y decisivo: el pueblo se ha instalado, como
fuerza propulsora y dinámica en la vida política de
estos países. Ya no será la vil carnaza32 electoral de
31 Se dice de algo que provee o da lo necesario o más de lo necesario.
32 En México y Chile, se utiliza el término para referirse a la carnada o cebo.

26
cualquier gregarismo improvisado, ni la paja
inflamable de una aventura caudillesca en cualquier
algarada33 de cuartel. Ya no será el títere irresponsable
de ninguna comparsa, ni correrá tras un aventurero
político audaz y personalista. El pueblo está de pie en
su rol histórico: traspasado, penetrado hasta su
entraña de la misión creadora que le toca cumplir. Esto
quiere decir que hemos ingresado a una nueva etapa
histórica. La victoria reciente de los regímenes
democráticos sobre las dictaduras no tiene otro
sentido. Esto significa que las medidas de antaño ya no
sirven para trazar el perfil exacto de hoy. Estamos ante
una coyuntura histórica en que va a ensayarse la
realización de una democracia intrahistórica. En
ninguna otra oportunidad es más apremiante que
formulemos nuestra propia teoría política que oriente
y canalice el pensamiento y la acción continentales
para eliminar, de una vez por todas, el error anterior
de calcar literalmente y querer trasladar ideas y teorías
extrañas, importadas de Europa y aplicables solo a
realidades, circunstancias, procesos cronológicos y
áreas geográficas en absoluto diferentes y hasta
antinómicas con las nuestras. Aprendamos a extraer la
lección que nos enseñan nuestros propios fracasos. Esa
es la enseñanza capital de la historia latinoamericana y
sería demencia soslayarla en la actual peripecia de
nuestra vida.
Hemos atravesado un largo período de
confusionismo. Necesitamos revalorar el contenido y el
significado de la palabra democracia. La juventud no ha
tenido otro ejemplo que la falsificación sistemática de

33 Véase la nota 1.

27
los contenidos fundamentales de aquellas palabras que
designaban nuestras realidades propias e inmediatas.
La democracia latinoamericana debe surgir -lo
repetimos- de nuestro genuino proceso histórico,
desde las fuerzas soterradas que están operando de
modo invisible hace cuatro siglos y debe asumir una
efigie inconfundible porque pertenece al ser espiritual
de la Nueva América. No hay ningún otro camino que
pueda conducirnos hacia ella con seguridad. El escritor
colombiano Germán Arciniegas34 ha visto este hecho
con gran claridad en su artículo “América, obra del
pueblo”: “Hay que acercarse al hombre de la calle, a la
criatura vulgar que forma parte de la caudalosa
muchedumbre de las ciudades o al campesino que se
pierde en la pampa o la montaña, para convencerse de
que sus preocupaciones son enteramente distintas de
las de quienes hacen la política. Y, sin embargo, usted y
yo –mi querido y anónimo lector-, el hombre de la calle
y el hombre del campo, somos la nación. Quizás, de
pronto, el gobernante y su pueblo se identifiquen de tal
suerte que sean como dos espejos enfrentados. Esto
será un milagro… Para que la historia fuera una
pintura fiel de los que han sido la vida, costumbres,
ilusiones, fracasos y triunfos de los argentinos, de los
mexicanos, de los colombianos, de los peruanos,
tendrían que sumergirse en el mundo vulgar que

34 Germán Arciniegas (Bogotá, 1900-1999). Ensayista, historiador, diplomático y


político colombiano. De arraigado espíritu americanista, rindió homenaje a los
libertadores de América hispana: Simón Bolívar, Francisco de Paula Santander y
José Martí. Entre sus obras destacan las siguientes: América tierra firme (1937),
Ese pueblo de América (1945), América mágica (1959-1961; en dos volúmenes), El
continente de los siete colores. Historia de la cultura en América Latina (1965),
América en Europa (1975) y Bolívar y la revolución (1984).

28
nosotros vivimos, echar a rodar por las calles, treparse
a los tranvías, democratizarse”.
Y un poco más allá, en el mismo artículo, añade:
“Cuando la historia se mira desde abajo, y se
humaniza, el mundo que se ve más ancho y se hace más
comprensible que desde el alocado mirador de las
biografías, lo que pierde en colores lo gana en emoción
humana. Es claro que un rey de terciopelo, o un
pequeño acorazado como era el caballero de armadura
reluciente, o un general de plumas, son más
decorativos que una muchedumbre. Cuando la colonia
americana se mira a través de las galerías de virreyes
parece como si se hubiera superpuesto una sota de
bastos, de aquellas pintorescas sotas de los naipes
españoles, al formidable caos en donde se elaboraba la
sustancia futura de América”. Luego dice: “Como es
obvio, el intelectual deslumbrado y amigo de la épica,
no toma del puchero del mundo sino la rubia espuma, y
deja para otros o para nadie la substancia que hierve
en el fondo de la caldera. De esta suerte la historia que
él describe no ha sido una pintura cabal de la realidad
humana. Muchas veces ha preferido, en la vida de las
naciones, lo caricaturesco, a lo sencillo y corriente.
Nada ha deformado tanto la visión del mundo como esa
rama de las ciencias morales que justamente tiene por
objeto estudiarlo y descubrirlo, y que hace alarde de
búsquedas eruditas y de escrupulosa prolijidad. Por
eso, no estaría mal invertir los términos de esta
costumbre en la manera de escribir sobre los hechos
pasados, y hacer una historia de América vista desde
abajo”.35

35 Cuadernos Americanos de julio y agosto de 1945. (Nota del autor)

29
La democracia es el sistema adecuado, natural, de
organización política que emerge del proceso histórico
contemporáneo. Todos los pueblos modernos, aun
aquellos que han superado recientemente o están
intentando superar su etapa colonial en Asia y África, la
están buscando desde su peculiar vertiente histórica y
geográfica. La misma Rusia Soviética, que niega hoy en
la práctica la libertad y que está sumergida en un
despotismo, cuyo principal instrumento de gobierno
interno es el terror sistematizado hasta un grado
pavoroso de exacerbación, preconiza la dictadura del
proletariado solo como una herramienta necesaria y
temporal para suprimir las clases económicas y
alcanzar, en una etapa posterior, como meta ideal, la
democracia pura.
La democracia no es una abstracción teórica o una
temática conceptual que pueda servir, de una vez para
siempre, como patrón estereotipado. La democracia es
ahora sinónima de justicia social y económica, pero
cada sociedad debe buscarla desde su particular
característica y genuina realidad histórica, variables
siempre; vale decir, desde su intrahistoria que la ha
conformado; desde su interior realidad espiritual que
la plasma con persistente constancia. Bolívar que
comprendió diáfanamente esta verdad y que su más
vivo anhelo fue organizar el sistema democrático en
estos países, en una carta al general O´Leary, escribió
las siguientes palabras: “Yo pienso que mejor sería
adoptar el Corán que el gobierno de los Estados
Unidos, sin considerar la diferencia de elementos, de
hombres y de cosas…”. Nuestra composición es muy
diferente a la de aquella nación, cuya existencia puede
contarse entre las maravillas que, de siglo en siglo,

30
produce la política”. Toda democracia es una
estructura legal en marcha permanente. Una dinámica
impulsión hacia delante que va captando, en su red
jurídica, la realidad social, económica y espiritual de la
nación. Esta realidad no es, tampoco, un hecho inmóvil
y estático, sino, una cambiante y constante
transformación. Cuando este flujo recíproco y
saludable no se produce, cuando quedan obturados los
canales normativos por ausencia de esta irrigación, se
produce entonces una alteración perjudicial en el
desenvolvimiento de un país. Cuando la leyes no
traducen la esencia íntima de los acontecimientos, se
origina una dislocación de repercusiones negativas en
la vida del Estado.
Esta desarticulación o quebradura suele
presentarse, casi siempre, de dos maneras. La primera,
cuando el aparato jurídico vigente queda retrasado y
no acierta a recoger la actualidad económica, social y
política. La segunda, cuando las leyes se desconectan
de la realidad y, desde un gabinete, se pretende dictar
una estructura legal, teóricamente perfecta, pero que
no responde a ningún estado auténtico de la realidad
nacional. En la primera, se peca por defecto y se
presenta en organizaciones estatales retardadas que se
niegan a comprender el espíritu de su época. En la
segunda, se peca por exceso y suele darse en aquella
etapas en que impera un cierto utopismo desarticulado
que ha perdido su conexión con la realidad porque
tampoco ha logrado comprenderla con acierto. Ambos
extremos son funestos. Entender la realidad, en su
esencia y semblante justos y genuinos, es la función del
gobierno, del legislador y del político. Todo régimen
gubernamental y todo dirigente político deben

31
comprender la íntima entraña de esta realidad que los
circunda. Esta es la única razón de su presencia.
La experiencia de un pueblo no sirve del todo,
literalmente, para los otros. En puridad, la democracia
no se puede importar o trasladar, de contrabando, cual
una mercancía, de un pueblo a otro. Este fue el ingenuo
y craso error de nuestros padres y los países
latinoamericanos han pagado un precio excesivo para
similar esta enseñanza vital. Se creyó que imitando o
calcando Constituciones ajenas podrían solucionarse
sus problemas institucionales, sociales o jurídicos. El
resultado fue que no pudimos encajar nuestras
realidades en las estructuras legales imitadas; que
tuvimos leyes constitucionales “perfectas”, pero, que
solo fueron magníficas y bellas hipótesis escritas que
no tuvieron jamás vigencia positiva y cabal dentro de
nuestras realidades nacionales. Así hemos vivido
siempre sumergidos en el desorden, en la anarquía, en
la violencia arbitraria que llegaron, por momentos, a
parecernos insuperables porque nos parecieron
caracteres propios de nuestra idiosincrasia colectiva.
Muchos de nuestros pensadores de principios de este
siglo así lo creyeron y hay aún algunos hoy que
participan de esta creencia. Tocqueville mismo, si sabe
leer en las interlíneas de su famosos libro La
democracia en América se inclina a la corrobación de
semejante criterio negativo.
Afirmar, como se ha hecho tantas veces, que
pueblos nuevos que surgen a la vida histórica en época
reciente, como los nuestros, no pueden incorporarse a
la vida democrática, sino, después de acostumbrarse a
ella, tras dictaduras que ejerzan un previo tutelaje
ilustrado paternal y despótico, nos parece un

32
fundamental contrasentido o un pavoroso dislate
histórico. El ejercicio de la democracia no es cuestión
de costumbre o hábito adquirido a través de un
proceso “educativo”, controlado por dictadores
magnánimos. Este es un grueso error que ha circulado
como lugar común congelado en la mentalidad
latinoamericana desde hace un poco más de un siglo.
Producto de un automatismo rutinario que nos impide
pensar nuestras realidades con visón directa. Es la
pereza mental comentar que nos mueve a aceptar
opiniones sin el debido discernimiento. La democracia
es el resultado de una necesidad histórica de libertad, o
mejor, brota de una realidad orgánica intrahistórica del
pueblo que comienza a marchar por sí sola, como el
pececillo recién nacido que se echa a nadar en el agua
por sus propias fuerzas vitales o como el polluelo que
picotea el grano para alimentarse desde los primeros
instantes de su existencia. Podrá la democracia de un
pueblo determinado no realizarse integralmente desde
su primer día de existencia porque está inmadura, -
porque no puede improvisarse un proceso, de un
momento a otro-. Podrán presentarse graves
dificultades en su ejercicio inicial y hasta convulsiones
perturbadoras, pero, desde el primer instante,
comenzará a desenvolverse en el sentido concreto,
característico y peculiar que surge de su necesidad
histórica. ¿Cómo podría empezar un pueblo a educarse
para la democracia si carece de la espontaneidad
necesaria y de libre iniciativa en su desenvolvimiento
para ensayar sus experiencias iniciales para crecer, en
la libertad, y si está sumergido y cohibido en un
ambiente de opresión paternal y despótica? ¿Cómo
podría desembarazarse de esta suerte de estanco

33
escolar, congelado y siniestro, con la suficiente
experiencia para ejercitar la democracia en un
ambiente de libertad colectiva que nunca lo tuvo? ¿Se
ha producido alguna vez en la historia alguna dictadura
que sea capaz de declarar que el pueblo al cual explote
y oprime, -por derivación espontánea de la misma
autoridad ejercida sin control,- esté ya preparado para
la democracia, tras un período, más o menos largo, de
“aprendizaje”?
No hay que olvidar, por otra parte, que el error o
la frustración temporal dentro de una experiencia
cualquiera asume una invalorable eficacia educativa en
los hombres y en los pueblos. Nunca hemos oído mayor
inepcia que, para negar el ejercicio de la democracia, se
diga que el pueblo no está preparado todavía para
ejercitarla. Este es un pretexto o argumento de tiranos
y de mercaderes sin escrúpulo, acostumbrados a lograr
espléndidos beneficios personales en un ambiente de
fuerza, de privilegio y a trueque de la opresión y del
sufrimiento de su pueblo.
Las conclusiones que surgen con nitidez de lo que
acabamos de exponer, en rápido esbozo, podemos
sintetizarlas de esta manera:
1ro.- La realidad intrahistórica fundamental en
América Latina es que nuestros pueblos constituyen
como conciencia una compacta unidad continental, que
son, en realidad, un pueblo-continente, que debe
alcanzar a través de sucesivas ampliaciones y
coordinaciones, una poderosa unificación política,
jurídica, económica, social y cultural, organizándose en
un Estado-Continente. Este sería, a la vez, resultado de

34
una compulsión 36 dialéctica de la historia mundial
contemporánea que se manifiesta en la formación de
fuertes bloques de pueblos o áreas geográficas que
articulan grandes Estados-Mundiales, como ha ocurrido
con Estados Unidos, Rusia Soviética, la China, la India y
está ocurriendo con Europa misma, a través de los
mercados comunes que la están apremiando a superar
sus anteriores limitaciones nacionalistas.
2do.- La democracia en América Latina debe
realizarse en vista de una unidad política y jurídica
posterior, como telón básico de fondo, y que esta
democracia debe emerger de las peculiares
condiciones económicas, políticas, sociales y culturales,
como ya hemos indicado, de la realidad
latinoamericana, que no se parece a la realidad del
Viejo Mundo, ni a ninguna otra.
3ro.- Latinoamérica tiene en su pasado pre-
colonial la realización de una justicia social
comunitaria en la admirable organización del Estado
Incaico, en que se suprimió el hambre y la pobreza en
su población, y se proveyó de vestido, habitación y
alimento a todos su habitantes por medio de una
maravillosa y sabio organización productiva y
distributiva para su tiempo, de bienes y servicios, no
alcanzada antes, por las antiguas grandes culturas, ni
después por los poderosos Estados modernos con sus
adelantos científicos y con todos sus inmensos
recursos técnicos. Esta experiencia, un tanto lejana,
podemos y debemos aprovecharla, de alguna manera,
retrotrayéndola a nuestro tiempo y a nuestra actual

36 Impulso o deseo intenso o vehemente de hacer una cosa.

35
circunstancia continental, porque está dentro de la
tradición intrahistórica genuina de nuestros pueblos.
4to.- La experiencia latinoamericana nos indica
con evidencia que todo intento de organizar
políticamente a nuestros pueblos desde fuera,
aplicando teorías e ideas extrañas, importadas de otras
realidades, que fueron resultado de procesos históricos
y culturales diferentes y en áreas geográficas distintas,
han fracasado, siempre que se quiso implantarlas o
limitarlas.
5to.- Nuestra democracia debe resultar de la
realidad intrahistórica latinoamericana para ser
vigorosa y genuina. La reciente experiencia de los
partidos democráticos que han derrotado a las
dictaduras y ha establecido los poderes públicos con el
sufragio popular libre es lo suficientemente
esclarecedora a este respecto.
6to.- La aplicación del socialismo y del
comunismo, conforme a las teorías y experiencias
europeas, sería tan desastrosa, como lo fueron la de
otras teorías, que se intentó imitar o aplicar en el
pasado, provenientes del romanticismo, del
positivismo, del liberalismo o de la Enciclopedia, que
nos sumieron en la confusión, en la anarquía, en la
arbitrariedad, en el personalismo despótico de las
dictaduras.
La Nueva América ha surgido de su pasado con un
nuevo ser histórico que nosotros los latinoamericanos
tenemos la obligación, el insoslayable apremio de
esclarecer conforme a nuestras propias experiencias.
Tuvimos muchos errores –el mayor fue el de
desconocernos y olvidarnos de nosotros mismos por la
fascinación que ejerció la Vieja Europa-, pero debemos

36
volver sobre nuestras genuinas realidades y, desde
ellas, construir nuestra peculiar estructura
democrática, que debe canalizar la vida actual y el
futuro destino histórico y cultural de los pueblos
latinoamericanos.

37
CAPÍTULO II

TEORÍA DEL “ESPECTRO” O DE LA CONSTELACIÓN


HORIZONTAL ANTROPOLÓGICA

LA CITA DE LAS PROGENIES

En otras ocasiones hemos tocado este tema de soslayo,


en cuanto sirviera para aclarar o completar otros
temas, pero importa, sin embargo, un significado
trascendental porque deposita en nuestras manos la
clave para comprender la actividad metabólica del
Continente y, en consecuencia, el proceso íntegro de su
reconstitución étnica, biológica y psíquica en un todo
unitario, congruente, orgánico. De este modo se nos
revela, con transparencia evidente, la función
específica que desempeña cada zona de contacto en la
composición prismática del “espectro americano” o,
más bien, latinoamericano. Delimitamos, entonces, tres
zonas fundamentales y primarias que, como ocurre en
casos parecidos, casi nunca se dan absolutamente
puras y perfiladas, sino entremezcladas, confundidas,
infiltradas unas en otras mediante tabiques de
penumbra, y que sólo pueden distinguirse, las más de
las veces, por su coloración predominante. En puridad
de verdad, se trata más bien de recortes abstractos y
metodológicos que nos guían en el camino heurístico37

37 La heurística es el arte de inventar.

38
de la investigación. Al reconstituir la realidad viva
debemos, pues, tener en cuenta este hecho, sino
queremos tener una impresión cadavérica o anatómica
y extraviarnos en el dédalo 38 de los puros
esquematismos intelectivos. Ya [Henri] Bergson nos
apercibió39 contra este error que suele confundir el
método científico, el camino que sigue el investigador,
con la ciencia misma y que, en muchos casos, pretende
reemplazar a la intuición primordial y viva de una
verdad o conjunto de verdades fundamentales. Iremos,
pues, examinando cada una de estas zonas en el orden
somero con que las hemos enunciado antes.
Esta yuxtaposición o entrecruzamiento de
cualidades psicológicas distintas da a todo el
Continente en general y, a cada individuo en
particular, ese carácter paradójico y, muchas veces,
incongruente y desarticulado que caracteriza tanto a
las almas latinoamericanas. Se da el caso frecuente de
que en un mismo hombre, no obstante de predominar
en él tal o cual zona espectral, está sumergido, sin
embargo, por alguna de sus raíces en las otras
coloraciones. Aun en los hombres, en los cuales se
evidencia un temple enérgico, unitario y orgánico,
existe ese abigarramiento, desconcertante, sobre todo,
para el extranjero. No es posible construir un esquema
psicológico concluso con estas almas que se dispersan
en constelaciones diferentes y contradictorias. En
verdad, tampoco, en ningún hombre, cualquiera que
sea la raza o el pueblo a que pertenezca, se puede
construir una trabazón psicológica que constituya, por

38 Figurativamente, “dédalo” hace referencia al laberinto, es decir, al sitio donde


uno puede perderse y es difícil encontrar la salida.
39 De “apercibir” que quiere decir prevenir, prepara lo necesario para alguna cosa.

39
sí misma, un círculo cerrado porque siempre habrá de
escaparse, por alguna de sus aristas, a las
abstracciones científicas; pero, en el latinoamericano la
discordancia interior suele alcanzar un carácter agudo
y desconcertante. Esta diversidad de entonaciones
anímicas se hace ya, por otra parte, ostensible a
primera vista en el fondo psíquico de los pueblos
latinoamericanos y ha sido observada por casi todos
los viajeros que se pusieron en contacto con nosotros.
Reviven en nuestras tierras y en nuestra época: el
aventurero, el gerifalte 40 de la Conquista, jugador,
codicioso, acometivo41 y cruel; el cortesano español del
siglo XVI, gran señor castellano, que llevaba su honor
en la punta de la lanza; el don Juan de las comedias de
capa y espada, conquistador y raptador de doncellas; el
torero, el inquisidor, el pícaro, el covachuelista42, el
cacique, el caballero romántico de 1830, el
comerciante y el avaro judío, el típico místico español,
la euforia selvática y filarmónica del africano, su
voluptuosidad melancólica y triste, y su lujuria
desgarrada; el espíritu arcaico, contemplativo y el
éxtasis iluminante y místico del Asia y, sobre todo, esas
almas broncíneas, terrosas y plásticas, almas minerales,
como hechas en la roca a tajos rectilíneos, almas de
indio que se han infundido ahora dentro de la piel
canela del mestizo o de la epidermis blanca del criollo
de ascendencia europea. Hay que darse cuenta de lo

40 En España, este vocablo alude a la persona que sobresale en alguna actividad,


especialmente si ocupa un cargo de poder o autoridad.
41 Se dice de la persona con inclinación a atacar o a enfrentar dificultades. Sin.

Osado, atrevido.
42 Así se llamaba de manera familiar al oficial de una covachuela, que era el nombre

usado para designar antiguamente a las secretarias del despacho universal,


situadas en las bóvedas del Real Palacio en Madrid.

40
que habrá de ser este abigarramiento, no ya en núcleos
o segmentos separados de la población, sino en las
almas individuales, en cuya subconciencia se vierten,
cual hilillos que se cruzan, entrecruzan, se penetran, se
enhebran, se entraban en nudos expansivos, discordes,
pugnativos43.
Si a esta mezcla ya de por sí explosiva, se añaden
las fuerzas telúricas del Continente: fuerzas
atmosféricas, climáticas, eléctricas, térmicas,
magnéticas, las fuerzas presionantes y compulsivas del
paisaje, de los productos alimenticios del suelo y del
género de alimentación, nos explicaremos entonces esa
tremenda tensión psíquica y espiritual, de que
hablamos ya en otra parte, que se origina en el
Continente y sin la cual sería imposible la creación de
un poderoso substrato biológico, psíquico y ético,
capaz de contener una nueva, inédita y superada
pulsación del espíritu humano. Es ley que el poder
creador solo surja de estas distensiones excesivas que
son, fatalmente, distorsión violenta y catastrófica para
un determinado orden de cosas, pero que en la esfera
de la continuidad vital y espiritual, constituyen
potentes energías de construcción y de superación. La
cuerda de un instrumento musical no responde a los
acordes de una melodía, mientras no alcanza un
determinado temple, mientras su atirantamiento 44
preciso no la virtualice para vibrar dentro de una
tonalidad presupuesta. Más aguda o más amplia, pero
es fuerza que entone con el cuerpo total de la expresión
sonora. Así fue cómo, en el terreno puro de las formas

43 Del verbo latino “pugnare” que significa luchar, combatir, pelear. Por eso, en su
forma adjetiva, el término podría entenderse como luchador, guerrero, batallador.
44 Del verbo español “atirantar” que significa poner tirante alguna cosa.

41
biológicas, las catástrofes de las remotas edades de la
geología, enterraron en inmensos hacinamientos
sepulcrales las gigantescas formas de las faunas y de
las floras, poderosas y bellas, en verdad, pero ya
rígidas y endurecidas para seguir soportando la nueva
tensión vital de la Tierra. Usando la antigua imagen de
los filósofos hindúes, se diría que el espíritu, Purusha,
ese niño desvalido, indefenso y débil por sí mismo, se
hace poderoso al montar sobre la materia, Prakriti, y
hacerla cabalgar, con ímpetu prodigioso, hacia la
incesante e ilimitada expresión de sí mismo.
Hechas estas reflexiones, entraremos a examinar
separadamente cada una de las zonas a que hemos
hecho referencia, verdaderos núcleos de composición
dinámica en el vasto marco del Continente.

II

LA ZONA DE LA DEFLAGRACIÓN45 O DEL CHOQUE

Empleando una imagen meteórica diremos que


esta es la zona diluvial, donde han ido depositándose y
se depositan aún, los materiales de acarreo con la
irrupción violenta de la Conquista o de la invasión
europea y con la sedimentación más lenta y
atemperada de las emigraciones. Mas, es preciso tener
en cuenta, para que el símil no nos extravíe, que este
meteoro continental se realice sobre el fondo compacto
de las progenies indígenas, tan rígidas ya, como las

45 Combustión rápida con llama y sin explosión.

42
invasoras, para servir de vehículo de expresión a la
nueva vida del Continente.
Estos diversos estratos étnicos y, por consiguiente,
psíquicos, éticos, mentales y biológicos permanecen
extraños los unos a los otros, en círculos cerrados e
impermeables casi, sin la menor transferencia o
simpatía entre ellos. No existen apenas lazos definidos
que los unan, a no ser los puramente elementales o
fisiológicos, comunes a toda criatura humana. Ausencia
absoluta de un ethos46 o de un pathos47 que pudieran
establecer algún ligamen colectivo entre los diversos
núcleos. Cada uno de ellos trata de conservar el acento
espiritual y anímico de sus matrices originarias y vive,
con respecto a los otros grupos, en un permanente,
contumaz y excluyente aislamiento. No queremos
referirnos, naturalmente, a la existencia de
convenciones sociales que, en América Latina, son más
débiles que en los otros países, ni a prejuicios de razas
que casi no existen en nuestros pueblos. Nos referimos
a diferencias y barreras de naturaleza más profunda y
que, por un habitual fenómeno de compensación
subconsciente, como lo ha comprobado el psicoanálisis
en el individuo, se traducen al exterior, por la ausencia
de reglas y de compulsiones convencionales rígidas. En
América Latina conviven, en verdad, todas las razas,
pero esta convivencia no es sino aparente o, más bien,
una convivencia física, de primer plano, porque si en
los salones, en los hogares, en los teatros, en las

46 Palabra de origen griego (εθοσ) que señala una forma común de vida o de
comportamiento que adopta un grupo de individuos que pertenecen a una misma
sociedad, generalmente alude a un conjunto de creencias, costumbres y prácticas
compartidas por todos los miembros de una comunidad.
47 Proviene de la voz griega παθος que puede traducirse por afección, emoción,

pasión.

43
escuelas y en las calles se entremezclan el indio, el
blanco, el asiático y el africano, hay, sin embargo, entre
sus almas, hondos abismos. Abismos mucho más
profundos que entre el negro y entre el blanco en
Norteamérica, cuya infiltración psíquica es mucho más
efectiva de lo que se supone, a pesar de las cortapisas
sociales y de los Ku-kus-klanes. Ya es evidente que la
textura emocional del yanqui cada día se africaniza
más y que su música, por no hablar de su arte entero,
se hace negra en el fondo más entrañado de su
intimidad.
Empero, este aislamiento no solo se produce entre
los diversos grupos étnicos, sino también y, en una
medida más trágica, entre cada uno de ellos y las
fuerzas del nuevo ambiente: fuerzas espirituales,
telúricas, biológicas, cósmicas del Continente. En
verdad, cada progenie plantea un desafío al Nuevo
Mundo, que se traduce en un estado explosivo y
deflagrante de violencia. Por eso hemos llamado a esta
zona, la zona del choque o de la fricción catastrófica.
Zona de guerra donde se realiza la batalla quizá más
terrible, ciclópea, incruenta y despiadada a que pueden
referirse los tiempos históricos del hombre. Para hallar
algo equivalente, pero, en mucho menor volumen y de
carácter menos radical, habría que transportarnos a la
época de la decadencia del Imperio Romano, donde en
los suburbios de la Ciudad Eterna se mezclaban, en un
contubernio48 que ahora es difícil de imaginar, el escita,
el tracio, el frigio, el cartaginés, el fenicio, el egipcio, el
griego de Atenas, el celta, el ibero, el hulano y el
vándalo, todo el abigarrado complejo étnico de la
Es un término que sirve para referirse a ciertas relaciones humanas que
48

manifiestan, generalmente, un carácter problemático o conflictivo.

44
antigüedad y del cual surgió, como una decantación
humana, el mundo de Occidente.
Si hubiéramos de asignar una coloración a esta
zona, escogeríamos el color rojo, el colorido de la
militancia combativa, que es la afirmación
conpungente49 de cada uno de los elementos de la
fricción. Quién habrá de salir triunfante de esta pugna
ya lo estamos viendo a lo largo de cuatro siglos de
historia, cuyo dramatismo es uno de los más agudos en
que haya sido acto el hombre. El erguimiento negativo
de cada uno de los grupos étnicos frente a las fuerzas
plasmadoras de su contorno y de su dintorno 50
ambientales tuvo que determinar su esterilización
vital. Ocurre un poco como con la impermeabilidad del
discípulo indócil o del niño díscolo ante la presión
modeladora del maestro o del padre. Ya se ha dicho –y
ésta es una observación profunda- que el inmigrante
traslada su cuerpo físico a las nuevas tierras, pero no
su alma, que queda prendida por un cordón umbilical,
a la placenta materna. Necesitaríamos un grado tal de
individuación y diferenciación psíquica general, que
acaso no se ha producido en ninguna raza humana
para que el emigrante se asimile, desde el primer
momento, con relativo éxito, las nuevas condiciones e
incluso para que inserte e imponga su propio
psiquismo. Sin embargo, algo parecido ha ocurrido con
la raza negra en Estados Unidos frente al emigrante
blanco, como ya lo observamos antes.

49 Del latín conpungens, participio presente del verbo conpungo o compungo que
significa, en español, punzar, herir, ofender. Referida a una afirmación, se
entendería como ofensiva, hiriente.
50 En pintura, el dintorno se refiere al contorno de una figura.

45
La inadaptación de los núcleos inmigrantes se
traduce, ciertamente, en su aislamiento excluyente y
beligerante, pero en el indio es resistencia pasiva a las
nuevas condiciones, supervivencia, más bien, de las
viejas modalidades de su existencia dentro de la
ecuación vital nueva. Y se comprende este hecho,
porque mientras en las otras progenies los cordones
umbilicales están desplazados en el espacio, en
territorios distintos, el corazón umbilical psíquico del
indio permanece en el mismo territorio, pero ubicado
en distintas épocas desplazado en el tiempo. Esto nos
explica haciendo pendant51 con el negro en el norte que
el indio de Latinoamérica haya impreso de modo tan
determinante su intimidad emocional en las
poblaciones del sur. En este sentido es un hecho
evidente que en la población de piel blanca de nuestros
pueblos haya más almas indias de lo que se supone y
que se denuncian ostensiblemente en los semblantes,
ya que las realidades interiores condicionan y
determinan, mucho más que las energías físicas, los
rasgos fisionómicos externos. El araucano reviven en el
chileno, el patagón en el argentino, el quechua o el
aymara en el peruano, ecuatoriano y bolivianos
blancos.
La falta de plasticidad y flexibilidad de los
grupos étnicos que caracterizan esta zona los condena ,
de modo irremisible, a la muerte como estructuras
colectivas, separadas y orgánicas. Afirmación del
inmigrante o invasor de prolongar o reproducir sus
patrias originarias en la nueva tierra y afirmación del
Continente de crear una nueva ecuación vital. Negativa

51 Vocablo francés que se traduce al castellano como “pendiente” o “colgante”.

46
del inmigrante a adaptarse a las nuevas condiciones y
renunciar a su personalidad y a su pasado; y negativa
del Continente a constituir un permanente mosaico de
exotismos, a renunciar al porvenir y a su propio
destino. Con respecto al indio, la pugna se produce
entre su afirmación de continuar siendo lo que fue,
afirmación sepulcral de un estatismo milenario y
rígido, y su negativa de incorporarse al devenir y tomar
su puesto, junto con las otras progenies, en la vasta
creación nueva.
Estos hechos nos aclaran la fisonomía
especial y privativa del problema del porvenir en
América, que no puede insertarse, mutatis mutandis52,
en el problema general del mundo y, mucho menos
aún, en el problema general del porvenir en Europa.
Nosotros los americanos partimos de otros supuestos
vitales, de otras bases y de otras realidades históricas.
Por eso hemos dicho, en alguna parte, que el problema
de la transformación latinoamericana tiene un carácter
mucho más radical que los verbalismos extremistas de
ciertos sectores políticos, puesto que se trata de hacer
surgir un nuevo mundo, un nuevo hombre, una nueva
cultura orgánica, desde el abigarramiento de distintos
mundos, de distintos hombres y desde distintas
entonaciones culturales. Problema mucho más arduo y
radical que en cualquier otra parte del planeta.
Dicho esto, finalicemos este capítulo expresando
que los elementos que constituyen esta zona están
absolutamente desarticulados o dis-locados de la
matriz placentaria de América. En ella no se

52Locución latina que significa literalmente “cambiado lo que ha de cambiarse” y


que puede interpretarse en español como “haciendo los cambios (que sean)
necesarios”. Por ej.: Revisar un proyecto de ley, mutatis mutandis.

47
comprende, ni se siente, ninguno de los problemas
vitales del Continente, ninguno de sus problemas en
actual y dinámica vigencia histórica. Estos elementos
son la broza53 del Continente, la escoria átona y muerta
del pasado, la resistencia tórpida54 e impermeable a
todas las nuevas y vigorosas corrientes de renovación
y de creación política, estética, social; a todo el nuevo
pensamiento que brota de las cuatro aristas cardinales
de nuestros pueblos. Grupos que vegetan como plantas
de invernadero, dentro de una atmósfera artificial,
desprendidos de la vitalidad fluyente de la nueva
tierra. Es la zona constituida por los snobs55 de todo
género y que se encuentran en abundancia entre los
artistas, escritores, políticos, militares, literatos y
profesionales, en la alta sociedad criolla de buen tono,
entre el charlatanismo seudo-europeo, que remeda los
gestos de París, de Londres o de Roma. Es la
quincallería56 científica, política, literaria y social que
ha tomado por asalto la prensa sensacionalista y
mercantil del Continente, como ya lo dimos en ocasión
anterior.
De estas reflexiones se desprende una enseñanza
práctica, cuyo esquema lo hemos enunciado ya:
Occidentalización del indio, no como gesticulación o
remedo grotescos de Europa, sino conjugando sus
valores propios, vitales y originales con los valores
vitales de la cultura europea; indianización o
americanización de la cultura inmigrante, no como

53 Desecho de cualquier cosa


54 Que reacciona con torpor, es decir, con entorpecimiento profundo.
55 Expresión inglesa con la que se designa a las personas que profesan una

admiración tonta por todas las cosas que están de moda.


56 Fábrica o tienda donde se vende quincalla, es decir, un conjunto de objetos de

metal de escaso valor.

48
snobismo sepulcral, muerto y arqueológico, no como
pastiche de cromo sino como ligamen o contacto vital
con la matriz viva del Continente. De esta suerte, puede
y debe intervenir la inteligencia en cuanto puede
intervenir el hombre en los fenómenos cósmicos y
universales del alumbramiento de un mundo. En
México se ha intentando ya esta experiencia en lo que
respecta al indio con resultados satisfactorios. Pero,
ese no es sino un aspecto del problema. Faltaría el otro,
de tanta importancia como el primero, porque América
no será ya lo que fue sino lo que debe ser en el porvenir,
porque el Descubrimiento no es un hecho superfluo del
cual se puede prescindir. No en vano surcaron el
Atlántico las carabelas de Colón.

III

LA ZONA SEPULCRAL O RECESIVA

Constituyen esta zona los elementos étnicos más


permeables que los otros, que han cedido a una
recíproca influencia y a las influencias vitales del
ambiente telúrico, que opera en ellos, a la manera de
las aguas sobre las rocas con una acción erosiva, lenta,
poderosa y permanente. Se produce aquí una
infiltración mutua y total en los planos físico, psíquico,
ético y espiritual. Los tabiques raciales se han
permeabilizado lo suficientemente para realizar un
primer contacto y, acaso, tendríamos una idea bastante
cercana y precisa sobre el modus operandi de esta zona
si pensamos en el fenómeno conocido con el nombre
de diálisis, mediante el cual los líquidos se penetran

49
unos en otros atravesando las paredes que los separan,
deslizándose a través de los poros intersticiales de la
materia aislante.
En esta zona dialítica el material diluvial no se
conserva ya en estratos aislados, agrupaciones étnicas
cerradas, como en los estratos geológicos, en el que el
individuo mantiene su homogeneidad y organicidad
unitarias. En esta zona la infiltración es tan poderosa
que se produce la desintegración completa de los
grupos étnicos y la yuxtaposición de los diversos
estratos no constituye ya capas separadas entre sí.
Ahora, los diferentes estratos raciales se reproducen
en cada individuo y la fricción pugnaticia57, no es ya
externa, como antes, sino interna. El drama se ha
trasladado de la superficie o ámbito circundante al
individuo mismo, a su ser interior, a su estructura
íntima. El punto de convergencia, a la vez que se ha
estrechado en el espacio, ha ganado en intensidad
dramática. La fricción étnica se ha movilizado de la
periferia grupal al centro mismo del individuo. Este
hecho nos explica la tremenda desarticulación
psicológica y el abigarramiento anímico que no es
posible encontrar en ninguna otra parte del planeta.
Hemos llamado a esta zona sepulcral o recesiva
porque es la zona del mestizaje plural, porque en ella
han entrado en receso todas las potencias orgánicas y
creadoras de los diversos componentes raciales, como
entran en receso temporal las fuerzas vitales de la
larva en la crisálida para renacer después en un nuevo
organismo, más congruente y mejor trabado para su
destino ulterior. De esta zona hemos dicho que “ofrecía
57Adjetivo castizo que proviene del participio latino pugnans, -antis que significa
combatiente, luchador.

50
el espectáculo más trágicamente disolvente y corrosivo
de la época contemporánea; zona átona y tórpida que
ha perdido por el momento toda facultad responsiva o
de reacción orgánica frente a las impulsiones del
espíritu creador. Etapa de transición inestable que
sirve de puente entre el pasado y el porvenir, de
cojinete amortiguador entre la irrupción violenta de las
formas extrañas o invasoras y las resistencias vitales
del Continente. Está representada esta zona por una
parte considerable de la vida americana que está en
camino, que no tiene aún vigencia creativa porque en
ella se han neutralizado todas las energías
concurrentes tornándose pasivas, latentes, larvarias”.
No creemos que exista otra tierra que pueda
equipararse al extraordinario e irresistible poder
absorbente y transformante58 de América. Ni la Grecia
ni la Roma antiguas, esas poderosísimas alquitaras59
del mundo de Occidente, ni la India ni la China
contemporáneas pueden ofrecernos algo semejante ni
en su volumen ni en sus proporciones ciclópeas. Ellas
constituyeron o constituyen fusiones parciales,
acrisolamientos de algunos segmentos humanos.
América es la fusión total, la absorción ecuménica, la
recapitulación de todo el trabajo aislado de las razas
humanas a lo largo de incontables milenios.
Ordinariamente, en la primera generación el hijo del
inmigrante ha perdido ya toda su entonación anímica
originaria y, desde luego, ha perdido también, el
substrato biológico, emocional y aun fisiológico,
necesario para conservar la textura cultural de su
procedencia. Lo revela el hecho de que los hijos de
58 Transformador. Cf. supra la nota 18.
59 Alambique, aparato para destilar

51
italianos, alemanes o chinos se sienten argentinos,
chilenos, peruanos, antes que europeos o asiáticos, y lo
sienten con acendrado 60 orgullo, no obstante la
indefensión o debilidad actual de sus respectivos
países porque tienen el presentimiento -vago en unos,
preciso en otros- de sus destinos superiores. Es muy
superficial interpretar negativamente, viendo solo su
lado grotesco, la jactancia peruana o la parada
argentina. Más que gestos afirmativos del individuo
son ademanes afirmativos de un mundo que adviene.
El mestizaje ha sido con frecuencia el camino de
todas las grandes remociones culturales y espirituales
de la humanidad. Si hay alguna enseñanza que brota de
la historia con particular claridad es precisamente ésta.
Siempre que una raza, un pueblo o una cultura agotó
sus posibilidades de ascenso y se tornó rígida e inapta
para una expresión ulterior, el mestizaje se produjo
como revitalización de su organismo cansado. La
historia de la tierra puede escribirse como la trama
ondulante y fluida de sus migraciones y, acaso, este
punto de vista, puede traernos el esclarecimiento de
muchos problemas capitales para el hombre que ahora
están envueltos en una densa oscuridad. Sabemos que
las migraciones, en sus grandes lineamientos, han
marchado unas veces de Occidente a Oriente, como la
gran emigración aria al Asia y, particularmente, a la
India, y otras; a la inversa, de Oriente a Occidente,
como ha ocurrido en América, sin olvidarnos, claro
está, de las emigraciones o entremezclamientos
parciales y segmentarios que se han consumado en
diversas áreas más limitadas, tanto en el Asia como en

60 Puro y sin ningún defecto

52
Europa. De la fecundación ariana en el Asia surgió la
gran sabiduría arcaica que vino de Oriente a Occidente,
a través de Egipto, de Siria, de Grecia y de Roma y de
que se cuajó en la gran cultura de Occidente. De la
fecundación migratoria de Europa en América, con
dirección contrapuesta a la anterior, como si se
cumpliera una función cíclica, ¿no surgirá la gran
sabiduría del porvenir, mucho más universal y
ecuménica que las anteriores, como ha sido más
universal y ecuménica cultura occidental, con respecto
a las culturas antiguas?
Siempre que se produjo la constitución de una
nueva y vigorosa unidad espiritual y cultural en el
mundo, sobre todo tratándose de las altas culturas
antiguas, de un modo o de otro, el mestizaje se produjo
también. La Antropología nos muestra ejemplos
numerosos sin darnos, ni intentar siquiera, una
explicación científica satisfactoria. Toynbee se refiere
al hecho de que las altas culturas de la antigüedad se
produjeron en aquellas zonas de entrecruzamiento
étnico, en que el mestizaje fue denso y múltiple,
alcanzando extensísimas áreas geográficas. El
historiador inglés que niega la influencia del factor
racial en la constitución de las grandes unidades
culturales, no nos da tampoco ninguna explicación de
fenómeno tan resaltante. Una unidad cultural es
concomitante, con frecuencia, de una unidad de sangre,
es decir, una unidad biológica nueva, que no se ha
producido y que no puede producirse sino por el
mestizaje y a través del mestizaje. La pureza de sangre
por el camino exhaustivo y eliminatorio de los nazistas
alemanes no puede conducir sino a una pureza
negativa, si es que se logra, a una unidad

53
desmedrada 61 , débil y hemofílica 62 , como nos lo
muestra con experiencia bien elocuente, la pureza de
sangre de las familias reales y de las antiguas
aristocracias. La sangre hemofílica no puede ser jamás
el cuerpo de expresión o, más bien, el vehículo de
realización de un espíritu nuevo, superior y vigoroso
sino la expresión carnal de una decadencia. La sangre,
químicamente pura, con esa pureza negativa de los
social nacionalistas es, como el agua, una sangre
impotable al espíritu, impermeable a la superación y a
la renovación perennes de la tierra y del hombre.
Vasconcelos63 tiene razón al esperar para América
la constitución de una raza cósmica para la expresión
de una cultura cósmica, también. Y lo espera, como es
justo, a través de la confluencia, a través del mestizaje
plural y total de todas las antiguas razas de la tierra
que, a su vez, fueron productos de otros mestizajes
anteriores. La pureza absoluta de sangre no ha existido
nunca y solo sería un mito anticientífico y necio, sino
fuera ya el mito de muchas empresas criminales. Sin el
mestizaje el hombre no habría salido de sus cavernas
paleolíticas; y la historia, en determinado aspecto, no
es sino la historia de todos los mestizajes de la tierra.
Hermann Keyserling64, que vio tan claro otras
realidades de América, es de una miopía absoluta al

61 Deteriorada, menoscabada
62 Que padece de hemofilia, es decir, del estado patológico caracterizado por la
excesiva fluidez de la sangre.
63 La raza cósmica (1925). Disponible en forma gratuita en el siguiente link:

http://www.beeupload.net/filed/7BOlcxqd/La+raza+cosmica+-
+Jose+Vasconcelos
64 Hermann Alexander Graf Keyserling (1880-1946). Filósofo alemán báltico, autor

de Diario de viaje de un filósofo (1925), obra en la que describe sus viajes por Asia,
América y Europa del Sur, y establece importantes comparaciones entre pueblos,
culturas y filosofías.

54
percibir esta realidad que es, sin embargo, la realidad
básica del Continente y sin la cual carecen de sentido
articulado todas las otras realidades que imprimen su
carácter privativo y genuino a la vida continental.
Aplica a nuestra constitución étnica el mismo criterio
de pedigree que aplicaría a la cría de sementales, no
obstante de afirmar, unas líneas antes, que en el
hombre la existencia de un espíritu individual,
autónomo y libre, varía radicalmente los términos de la
solución.
El mestizaje es la salida de las encrucijadas
culturales que determinan el encanijamiento y la
parálisis del hombre, es el camino de redención, por
excelencia, de las progenies agotadas y de los ciclos
culturales decadentes, que se tornan rígidos, que se
anquilosan65, que se osifican. No en vano el mundo de
hoy es un vasto y dinámico entremezclamiento de
todos los pueblos, una ebullición y confluencia de todas
las estirpes. Gracias al mestizaje, renovado una y otra
vez, como un sistema oxigenante de las sangres, algo
perjudicial y maligno, agotado y superfluo muere
irremediablemente; y algo salvador, benéfico y vital
amanece, también, para el futuro del mundo.

IV

LA ZONA VITAL Y ORGÁNICA

65Como verbo pronominal, anquilosarse significa quedar anticuada o desfasada


[una cosa o una persona] por no haber experimentado el desarrollo que cabría
esperar.

55
La yuxtaposición incongruente y pugnaticia 66 del
mestizaje se ha tornado en esta zona en organicidad
vital y unitaria. La multiplicidad psicológica no es ya
mero contacto diluvial de extractos sino infusión
homogénea de una polifacética riqueza anímica. No se
trata ya de una conglomeración, ni de una segregación
exhaustiva, sino de una conjugación vigorosa, de una
recomposición nueva. Buscando un símil científico,
diríamos que no es ya la mezcla, simple adherencia
física de los componentes sino la consumación de una
combinación química de un nuevo elemento distinto de
sus progenitores, aunque el señor Toynbee se burle de
esta imagen porque no ve agudamente este aspecto de
la realidad americana.
De esta zona dijimos que era el producto de una
larga y trabajosa digestión de siglos, pero, mejor sería
decir, de milenios, puesto que los hombres y la historia
trabajan por el porvenir y para el porvenir en
sucesivas encarnaciones con el espíritu universal. Es la
zona de la recomposición, de la síntesis, y “en ella está
todo el presente en lo que tiene de significativo y todo
el futuro en lo que tiene de posibilidad”. Hemos
pensado siempre que la vida solo se manifiesta a través
de estilos de existencia, pues parece incapaz de
traducirse directa e integralmente a través del hombre
actual. El estilo es como una versión unilateral del
Universo en cada cosa porque es solo sentido,
congruencia y dirección vitales. Allí done comience a
haber un estilo hay, también, una unidad biológica y
unidad de vida en determinado rumbo histórico,
porque no puede haber nada sin ellas, a no ser el

66 Cf. supra nota 53.

56
choque frenético, anárquico y demente de los
elementos primordiales en el caos.
Todo lo que tiene unidad de vida tiene que surgir
de una matriz que le imprime su sello y es así cómo la
matriz americana está lanzando el mundo una nueva
criatura, producto del trágico y quemante
alquitaramiento67 de las progenies, capaz de asumir en
plenitud las nuevas responsabilidades del hombre
universal. Por este designio, en esta zona palpitan y se
agitan “los gérmenes poderosos de todo el
desenvolvimiento futuro del Continente; en ella se
plantean los nuevos problemas del mundo y en ella ha
comenzado a modularse la entonación espiritual del
nuevo hombre”.
Para encontrar esta América no basta que le
viajero siga un simple itinerario turístico y
cosmopolita, ni siquiera que sepa mirar
inteligentemente, sino es preciso que se cree una
inteligencia adecuada, que haga brotar en sí mismo
ojos recientes, órganos nuevos de percepción, que
posea una intimidad penetrante y aguzada de segunda
vista. No basta, tampoco, haber nacido en América, sino
ser un americano nuevo, provisto de órganos especiales
parea captar sus realidades profundas, participar, él
también, en la comunión desgarrada de la sangre de
América, sangre fraternal, sangre de muchedumbre
humana transfigurada por la crucifixión y el
sufrimiento, sangre en que se han fundido los odios
estúpidos de las razas y las discordias egoístas y
pretéritas de los hombres, sangre como la de Cristo,

67 Cf. supra nota 55.

57
sangre redentora que está derramándose, también, en
los Calvarios tenebrosos de esta tierra recién nacida.
Solamente de la catástrofe ecuménica de las
sangres podía surgir la sangre nueva. Catástrofe en la
que declinaron sus poderes antiguos Jehová, Odín,
Thor, Astarté y Apolo, Zeus y Júpiter, Inti y
Huitzlopotchli. Pero, si para todas las estirpes América
ha sido una catástrofe, lo fue en mucho mayor grado
para la estirpe que estaba aposentada en la tierra
desde milenios remotos. Por eso, ella ha merecido ser
el plasma fundamental de la nueva criatura, el
esquema continental donde han venido a conjugarse
todos los otros linajes. Y así reaparece, o trasparece
mejor, como para imprimir su marca cósmica en la
efigie de los nuevos hombres, cualquiera que sea el
color de su piel. Ya Jung68 observó en su visita a
Estados Unidos, como en las fisonomías de la mayor
parte de los yanquis modernos aparecía de modo
inconfundible, el conjunto de rasgos, el aire de los
pieles rojas, la allure 69 indígena, como dirían los
franceses. Y lo mismo ocurre en Sudamérica, donde
reaparecen en los rostros, como ya lo hicimos notar, el
quechua, el aymara, el araucano y el patagón.
Empero, ni el indio ni el europeo ni el africano ni
el asiático pueden seguir siendo lo que fueron. No hay
porvenir para ellos como razas puras. O perecen, como
ya lo hemos visto, víctimas de la trepidación telúrica
del nuevo ambiente, o se incorporan dentro del gran

68 Para consultar las Obras Completas de Carl Jung (1875-1961) en Internet en


formato pdf, ingrese al siguiente link: http://librosgratisenpdf.com/obras-
completas-de-carl-jung-1875-1961/(Nota del editor)
69 Vocablo francés que podría traducirse como porte, maneras, modales o

conducta.

58
proceso de mestizaje, camino y alquitara70 de la nueva
progenie en que se consumará, una vez más, la nueva
opción del hombre, la nueva comunión de la tierra con
el Espíritu, en un grado y con una intensidad apenas
sospechados antes por el hombre.
Es esta realidad grandiosa que se hizo carne, por
vez primera, y en un grado extraordinario de tensión
anímica, en el profundo espíritu de Bolívar, nuestra
figura más universal porque es la más hondamente
americana. Fue el espíritu de la Nueva América el que
fulguró en sus palabras cuando, trepado en el Aventino
juró consagrar su vida a la libertad de su progenie, y lo
fue cuando enunció, con verbo que tenía acento de
Apocalipsis, desde las cimas del Chimborazo; y lo fue
también cuando cruzó de un raquetazo el rostro de
Fernando VII, como si la sangre nueva, consciente de
su porvenir, se afirmara en un poderoso gesto vital y
repudiara el hemofilismo71 de las viejas aristocracias
decadentes.

70Cf. supra nota 53.


71La hemofilia es un estado patológico caracterizado por la excesiva fluidez de la
sangre.

59
CAPÍTULO III

EL COMIENZO DE UN PROCESO HISTÓRICO


CONTINENTAL

GARCILASO Y BOLÍVAR: DOS ETAPAS


FUNDAMENTALES

En el capítulo anterior afirmamos que para


comprender la evolución palingenésica de la nueva
América era preciso apelar a un símil científico que nos
aclare, con admirable diafanidad, el carácter y el
sentido del acontecer americano a partir de la
conquista española. Hablamos del espectro del
Continente en el mismo sentido que los astrofísicos nos
hablan del análisis de la composición química de las
estrellas y planetas lejanos a través de los rayos de luz
que emiten hacia la tierra. Según esta representación
metafórica, la América de hoy estaría constituida por
tres franjas o zonas espectrales que corresponden a
tres grupos étnicos y culturales perfectamente
delimitados en el metabolismo general del Nuevo
Mundo: la zona trágica en la que se realiza el choque
de dos mundos, radicalmente distintos y
contrapuestos, que permanecen extraños y divergentes
el uno hacia el otro, salvo en el contacto puramente
fisiológico y sexual, contacto epitelial, táctil, podía
decirse; la zona de la mezcla o del mestizaje en la que
se adelante ya, en los hijos, un primer paso hacia la
fusión de sangres y de culturas, pero, en la que

60
permanecen aún superpuestos, en trágica tensión, los
elementos más profundos y vitales de ambas
agrupaciones humanas; la zona de la unidad o de la
síntesis, en la que se ha consumado la fusión de los
factores dispares y en la que se ha producido, por esto
mismo, la base biológica y psíquica necesaria para la
forja de una nueva cultura humana.
Según esta concepción, la primera zona,
radicalmente trágica, estaría estrechándose cada vez
más en América y, desde luego, está condenada a
perecer sin remedio, salvo los pequeños grupos de
inmigrantes que se renuevan por la intercomunicación
incesante del mundo moderno. Esta es la zona anti-
americana por excelencia, la zona de los esnobismos,
de las modas intelectuales y literarias europeas, la zona
del dernier cri72, del mimo estridente y simiesco.
La segunda zona, -que es la más extensa del
Continente y que lo será todavía por algún tiempo- es
solo un estrato de transición que une dos mundos
contradictorios y extraños, un puente entre la vieja y la
nueva América. Esta zona como la primera está,
también, destinada a desaparecer porque se halla
vertebrada sobre una médula de irreductible y trágica
tensión histórica y biológica.
La tercera zona, es decir, la zona de la unidad y de
la síntesis, es la única que tiene porvenir en América,
porque constituye la razón de su nueva vida, porque
ella es al única zona vital del Continente en la que se
resuelven las contradicciones y tensiones anteriores de
su historia.

72 Frase francesa que se traduciría en español como “último grito” (de la moda).

61
A la luz de esta concepción se nos aclara la
significación de muchos hechos y acontecimientos de
nuestra vida colectiva, al parecer irresolubles, y, sobre
todo, se comprende mejor el alcance, el sentido y la
función representativa y prototípica de las grandes
personalidades históricas de América.
Garcilaso y Bolívar, ubicado el uno en el momento
preciso en que se inicia la zona metabólica de
transición, teñida de sangre, de crueldad, de tragedia y
de angustia; y el otro, surgido en el quicio dramático en
que comienza la madurez y la conciencia del
Continente, en que se articula la primera diana73 de la
unificación, anuncio de su particular destino, son los
dos oriflamas74 que alumbran cuatrocientos años de
historia americana. A través de dos siglos, la sombra de
Garcilaso se incorpora en su tumba y alarga su mano
trizada de congoja, tremulante de sufrimiento y de
promesa, para estrechar, en común y secreto anhelo, la
mano luminosa de Bolívar, tremulante de gloria, de
porvenir y de cumplimiento.
El inca Garcilaso nace en el crepúsculo muriente
de dos mundos que se debaten en el hondón75 de sí
mismo, que se desgarran en la esencia íntima de su
sangre, que se destrozan las entrañas en la textura
recóndita de su propia alma. Es la personalidad
agónica, por excelencia, del Continente, el atrida 76 de
dos orbes cuya pesadumbre culpable tiene que alzar
sobre sus espaldas para llevarla al sepulcro y

73 Toque militar al amanecer para que los soldados se levanten.


74 Banderas que se despliegan al viento.
75 Fondo o suelo inferior de un recipiente o cosa hueca
76 Adjetivo que designa a los descendientes de Atreo (rey mitológico de Micenas,

famoso por su odio hacia su hermano Tiestes, a cuyos hijos, Tántalo y Plistenes,
mato y dio a comer al padres en un banquete para vengarse de él).

62
enterrarla en el sarcófago del tiempo. Empero, estos
dos mundos que se desconocen y se combaten entre sí,
con satánica saña, están vivos dentro de sí mismos y el
inca tiene que asistir, como actor de la tragedia, al
tremendo y horroroso desgarramiento de ambos. Sin
embargo, esta agonía es también una promesa de
porvenir. El dolor del inca es pre-anuncio de la gran
palingénesis77 de la Nueva América. A él le tocó el
terrible destino personal de acunar con su dolor los
gérmenes históricos que debían dejar ambos mundos,
como genes de vida, como semillas de futuro hacia la
próxima aurora americana.
¿A qué grado de interna tensión dolorosa llegó el
inca para cumplir esta misión sobrehumana de
sacrificio? Es difícil siquiera imaginarlo. En él debieron
luchar, cual fieras rampantes, el complejo del padre
español y el complejo de la madre india, que querían
aniquilarse mutuamente en secreta discordia
irreductible –y que debían hacerlo, en cierto sentido
fatal y necesario-, pero los dos debían sobrevivir,
también, como esencias alquitaradas78 de un nuevo
comienzo superado y diferente.
En sus últimos días de su agonía física en España,
en la ciudad de Córdoba, el inca, alumbrado ya por las
luces de ultratumba, debió ser, con extremada agudeza,
consciente de su tremendo destino. Miserable,
olvidado, incomprendido, proscrito casi de su tierra
cuzqueña, divididos su amor y su ternura entre dos
pueblos antagónicos y distintos, con la conciencia
lúcida que da el sufrimiento de que ambos mundos

77 El término palingénesis o palingenesia (del griego palin, “de nuevo”, y génesis ,


“nacer”) puede traducirse como regeneración o resurrección.
78 Destiladas

63
tenían que fenecer allá lejos, más allá del océano
Atlántico inconmensurable, en las remotas y queridas
tierras de su América. El sacerdote moribundo debió
entonar, a la vez, su propio responso79, el responso
histórico de sus dos pueblos amados, compendio y
epítome80 de su propia vida. La existencia de Garcilaso
tiene la significación de una ofrenda expiatoria en aras
de sus dos progenies; es él como una cruz de carne
palpitante –el agnus Dei81- en que se consuma la
crucifixión de dos mundos. Cargó con dos sepulcros
que, en sus senos mortuorios, acendraban, también,
una cuna.
Bolívar es el hombre del cumplimiento. En él la
promesa y la esperanza han comenzado a ser carne
viva de la historia. El gran héroe ha surgido tras
doscientos años de digestión vital del Continente,
cuando América comienza a unificar y asimilar todas
las fuerzas dispares y explosivas que se produjeron en
la colisión, no solo con Europa sino también, en menor
grado, con el África remota y con el Asia milenaria.
Bolívar es el cumplimiento de un estado premonitorio
del soñador medioeval que anunciaba, al otro lado del
océano, en las Indias Occidentales, por derecho propio,
el complemento, la integración y la esperanza del
mundo.
Las energías vitales más prominentes de ambas
culturas que en el mestizo entran, hasta cierto punto,
en receso y se paralizan, en Bolívar se tornan, de
nuevo, activas, positivas, fecundantes; se hacen

79 Del latín responsum , es el responsorio u oración que se reza por los difuntos.
80 Resumen de una obra extensa, en el que se exponen las ideas fundamentales del
tema tratado.
81 Frase latina que se traduce al español como “cordero de Dios”.

64
coordinación y armonía poderosas; se convierten en
ímpetu creador, en fuerza generatriz e impulsora. La
unidad y el equilibrio de la antigua América, rotos en el
fragor de la colisión con la vieja Europa, y convertidos
en segmentos atomizados y anárquicos, comienzan a
reconstituirse, una vez más, y a surgir del caos,
intentando una nueva integración armoniosa. Bolívar
es el hombre de la armonía y del renacimiento
americano, que inicia la reconstitución del Continente
en el transcurso de una larga trayectoria histórica. En
realidad, comienza la auténtica y verdadera historia de
la Nueva América con semblante, pulsación y destino
originales.
Basta examinar, en somero perfil, la fascinante
personalidad del Libertador y la no menos fascinante
estela de su acción personal para darse cuenta de la
exactitud de esta afirmación. Caudillo genial estratega
militar con innumerables recursos, inesperados y
sorprendentes, en numerosas batallas que asombran a
la posteridad. Con razón alguien ha dicho: “Bolívar
salvó la libertad de América con quinientos hombres,
mientras que Napoleón la hizo perecer en Europa con
quinientos mil”.
Escritor, pensador y orador de zarpa leonina, que
pasma con su elocuencia y embarga con su brillante
talento a sus contemporáneos más eminentes. Díganlo,
Humboldt, Bello y Olmedo, para citar unos pocos.
Recordemos: “Mi delirio sobre el Chimborazo”, el
discurso de Angostura, la carta de Jamaica, las
numerosas proclamas a los ejércitos libertadores, su
carta a Fanny de Villars y tantas otras piezas literarias
de valor perdurable.

65
Estadista que improvisa instituciones políticas y
sociales, adecuadas al tiempo, y admirables por su
espíritu democrático, que se adelanta y rebasa a su
época. Político, legislador y gobernante que posee la
visión clara y panorámica de la vida continental y la de
todo el mundo de su época. La magnífica concepción de
la Anfictionía82 panameña aún mantiene su vigencia
americana y aún espera su cumplimiento.
Hombre generoso de su propia vida; abnegado con
los otros y severo consigo mismo; desprendido de
vanos honores hasta renunciar un trono;
desinteresado hasta el sacrificio con su fortuna
personal, baja indigente a la tumba habiendo nacido
millonario. Muerto ya, el cadáver yacente en el lecho,
sus servidores no encuentran en su pobre ajuar una
sola camisa para vestirlo y tienen que prestar, una, al
cacique Momotoco.
Hombre de tan magnánimo corazón, de ánimo tan
esforzado y de mente tan esclarecida que su grandeza
de espíritu, en el triunfo o en la derrota, aún nos
estremece, con tal intensidad, que ninguna otra
personalidad contemporánea lo ha logrado todavía.
En Bolívar, América se levanta de su colapso ya
integrada y reconstituida. El combate agónico de
Garcilaso se convierte en victoria creadora. Todo en el
Libertador es unidad, concentración, armonía,
coordinación, clarividencia, voluntad indeclinable y
despierta, conciencia alumbrada. “Lucha y triunfo, dice
uno de sus mejores biógrafos, han dejado su marca en
el semblante solitario. A pesar de que cada una de las
diversas partes de su fisonomía tiene su propia
82Asamblea la cual enviaban delegados las antiguas ciudades griegas para tratar
asuntos de interés general.

66
peculiaridad, todos estos rasgos convergen entre sí de
tal manera que todos contribuyen a la formación del
conjunto armónico”.
Por vez primera, la América Nueva emerge a la luz
del mundo con la plenitud de su lucimiento. La historia,
que desde hace dos siglos, buscaba encarnarse en una
inédita y original modalidad humana, encuentra en
Bolívar su mejor vehículo, su trasmisor más adecuado,
su encarnación más egregia. Ahora posee una efigie
inconfundible y el hombre del destino levanta la
diestra desde la cima del Chimborazo para signar, con
rúbrica fulmínea, la partida de nacimiento de un
mundo. Escuchemos su voz: “Yo venía envuelto en el
manto del Iris, desde donde paga su tributo el
caudaloso Orinoco al Dios de las aguas. Había visitado
las encantadas fuentes amazónicas y quise subir al
atalaya del Universo. Busqué las huellas de la
Condamine y de Humboldt, seguílas audaz, nada me
detuvo; llegué a la región glacial, el éter sofocaba mi
aliento. Ninguna planta humana había hollado la
corona diamantina que pusieron las manos de la
Eternidad sobre las sienes excelsas del dominador de
los Andes; la tierra se ha allanado a los pies de
Colombia, y el tiempo no ha podido detener la marcha
de la libertad: Belona ha sido humillada por el
resplandor de Iris, y ¿no podré trepar los cabellos
canosos del gigante de la tierra? ¡Sí podré! Y
arrebatado por la violencia de un espíritu desconocido
para mí, que me parecía divino, dejé atrás las huellas
de Humboldt, empañando los cristales eternos que
circuyen el Chimborazo. Luego, como impulsor por el
genio que me animaba, desfallezco al tocar con mi

67
cabeza la bóveda del firmamento; tenía a mis pies los
umbrales del abismo”.
Más tarde, casi moribundo, en la carta que
dirigiera a su prima, Fanny de Villars, diría, también:
“Me tocó la misión del relámpago; rasgar un instante
las tinieblas; fulgurar sobre el abismo y tornar a
perderme en el vacío”. ¡Era la rúbrica fulgurante de la
Nueva América!
Garcilaso y Bolívar son las dos figuras simbólicas y
epónimas83 de la vida del Continente. El uno, es el
instante más trágico; el otro, el instante más dramático
y promisor de su historia. Ambos son modelos
prototípicos que anuncian, como guiones de luz, todo el
proceso palingenésico de América a través de los
siglos.

II

¿ARTE MESTIZO O ARTE AMERICANO?

Se ha hablado mucho, con reiterada insistencia, de


un arte y de un folklore mestizos o cholos, como dicen
algunos escritores en el Perú. Vale la pena meditar un
poco sobre tema tan sugestivo. ¿Puede haber un arte y
un pensamiento mestizos en América con la suficiente
pulsación universal para constituir una auténtica
valoración espiritual dentro de la cultura humana?
¿Puede aspirar el llamado arte mestizo a ser la
expresión auténtica, vital y permanente de un pueblo,
de una raza o de un Continente?

83Un epónimo es una persona, animal o cosa que da nombre a algo, especialmente
un lugar geográfico o una época.

68
A estas o parecidas interrogaciones se intenta
responder ahora.
De primera intención se puede afirmar que nunca
surgió un gran arte, ni tampoco un vigoroso y original
pensamiento de la simple promiscuidad y
heterogeneidad de linajes. Para alumbrar la eclosión
de un gran arte y, consuma una especie de “digestión
vital” en el hábitat telúrico de las diversas progenies
dispares –como es el caso de América- que, por esa vía,
se realice la unificación o fusión de éstas. Solo de este
modo los pueblos alcanzan su unidad biológica, que es
uno de los instrumentos para la expresión de un
colectivo espíritu unitario, aunque Toynbee y otros
escritores no lo creían. De la simple promiscuidad de
linajes –que es una verdadera anarquía fisiológica y
psíquica- no puede surgir nada vital o positivo, por la
misma razón que para la expresión de un espíritu
individual es menester que se produzca también una
unificación o unidad biológica que entraña la
coordinación funcional de los dispares factores
materno y paterno en un solo individuo. La diferencia
estaría en que la unificación colectiva se produce
lentamente a través de los siglos, en la matriz de la
tierra o del Continente que la alberga, en tanto que la
unificación individual se produce en el mismo claustro
materno en el curso de algunos meses. ¿Cómo se
explicaría entonces que de millares de
espermatozoides masculinos es solo uno el que
fecunda el óvulo materno, como si la propia naturaleza
hiciera una cuidadosa selección previa para salvar la
anarquía orgánica y lograr la unidad y continuidad
biológica del nuevo ser?

69
El pensador Erich Rothacker 84 , al referirse al
factor étnico o biológico de la cultura, expresa lo
siguiente: “Ya sabemos, pues, a donde hay que acudir
para encontrar las más grandes figuras de la vida y del
espíritu. Se hallarán en la zona de la armonía creadora
entre lo racialmente heredado, lo moralmente vivido y
lo pedagógicamente aprendido; en una palabra: donde
exista la más perfecta concordia entre las aptitudes
hereditarias y un ideal espiritual, que tenga suficiente y
fecundo poder para sacar de aquellas las formas más
excelsas de vivir. Es precisamente ese ideal el que
interesa cuando se habla de manifestaciones vivas del
elemento racial de la Cultura, esto es, de pueblos, que,
en siglos de trabajo duro, y de graves decisiones, han
sabido y podido lograr su estilo biológico”. (Filosofía de
la historia)
El mestizaje jamás ha sido en la historia un estado
permanente de las agrupaciones humanas, sino una
etapa meramente temporal y transitoria. Así se explica
el hecho que constata la Antropología, como ya lo
apuntamos antes, que las grandes culturas siempre se
produjeron en aquellas zonas en que hubo un denso y
nutrido mestizaje étnico. Toynbee, que constata
también semejante hecho, no nos da tampoco ninguna
explicación y pasa de largo, como si no tuviera
importancia alguna en la constitución del proceso
cultural.
84 Erich Rothacker (1888-1965). Filósofo alemán, representante principal de la
filosofía antropológica y autor de Lógica de las ciencias humanas [Logik und
Systematik der Geisteswissenschaften] (1920), presenta la tesis de que los
individuos históricos reales, cuya dotación cognitiva está parcialmente creada por
una comunidad cultural específica mientras que al mismo tiempo están
constantemente modificándolo, son los elementos que constituyen la materia del
conocimiento, en lugar de una entidad universal atemporal tal como es
representada por Descartes o Locke.

70
El mestizaje es un camino, un puente de tránsito,
pero nunca una meta perdurable de vida. Las razas y
progenies se entrechocan y funden para alcanzar una
ulterior unidad de sangre, de cultura y de espíritu en la
medida en que lo requiere su misión histórica. Así, se
constituyó la cultura y el pueblo griego, dentro de la
órbita histórica de los antiguos pueblos helénicos.
Sabemos que las culturas minoica, dórica y jónica,
junto con las progenies que las desenvolvieron, no
fueron sino fermentos de esa gran unidad cultural y
biológica que se realizó después para la gloria y
esplendor del espíritu humano. Así nació también la
cultura romana, dentro de la cuenca de los primitivos
pueblos etruscos y latinos, que presidió la simbólica
loba de Rómulo y Remo, para luego constituir la
cultura greco-romana por la fusión entrañable de
ambas. Así se forjó, igualmente, el gran cosmos de la
cultura occidental con su epicentro europeo, tras el
choque de los bárbaros del norte con la vieja Roma.
Así, de idéntico modo, está forjándose hacia el porvenir
la cultura americana del futuro con ímpetu universal
más grandioso y con un mayor formato espiritual y
geográfico que las anteriores.
La mezcla de razas y de pueblos es la sal de la
tierra y del acontecer humano. La historia , hasta
donde alcanza nuestro conocimiento del pasado, está
tejida por los anales de múltiples e innumerables
mestizajes de castas y la Antropología, confirma esta
enseñanza. En el momento en que los pueblos se han
tornado hemofílicos, espiritual y biológicamente, no
hay otra salvación para la continuación de la historia
que su abrazo estremecido y trágico con otros pueblos
diferentes, y solo así se hacen otra vez aptos para

71
responder victoriosamente a las incitaciones del
contorno geográfico con sus modalidades climáticas,
orográficas y meteorológicas, al que hace alusión
Toynbee y otros teóricos de la ciencia cultural. El
choque casi siempre significa una terrible catástrofe
para los progenitores de la nueva estirpe, pero solo así
el hombre avanza hacia una inédita, diversa y más alta
expresión del espíritu universal. ¿Cuándo la historia ha
dejado de tener un resultado esencialmente
catastrófico para el pasado y el presente en el instante
mismo que se iniciaba un nuevo viraje creativo? El
porvenir se ha forjado devorando a los padres y a los
abuelos que lo acunaron y nutrieron en sus entrañas.
América es la cita jubilar de todas las estirpes y de
las distintas culturas más recientes del planeta –que
todavía conservaban cierta vitalidad en el momento de
su descubrimiento- para fundir en una unidad cósmica
las negaciones y contradicciones peculiares de cada
una. Mientras el mundo estuvo en su infancia, mientras
debía recorrer los primeros estadios de su evolución
espiritual, mientras los gérmenes vitales que
constituían la esencia del pueblo se encontraban aún,
en potencia, en mera latencia o simple posibilidad de
su desarrollo, o todavía en exuberante proceso de
crecimiento, entonces el aislamiento de cada uno era
una acción positiva y necesaria, incluso para su
desenvolvimiento. El mundo histórico no habría
llegado a ser jamás lo que es ahora si no se hubiera
levantado muchas “murallas de la China”, naturales y
artificiales, que obligaron a los pueblos a perseverar en
sí mismos, vale decir, a afirmarse en su particular
índole o esencia, la cual encerraba una determinada
constelación de valores que debían actualizar y

72
desenvolver. Sin la primigenia restricción de la vida
cultural colectiva en sus etapas primitivas, estas
diversas constelaciones de valores estéticos, políticos o
religiosos nunca habrían podido madurar y fructificar
para el hombre.
Es muy cierto aquello de que el descubrimiento de
América y la exploración de África, que desvelan ante
la historia la entonces oculta faz del mundo, y de que el
desarrollo de los medios de comunicación (la
navegación a vapor, el telégrafo, la radio, la navegación
aérea) llegaron en el momento preciso en que fue
necesario que llegaran: cuando el mundo había
cumplido ya su etapa infantil de aislamiento. Entonces
comenzaban también a despuntar las contradicciones
inherentes a cada círculo cultural y racial que, por
fuerza, habían de desembocar en una nueva unificación
o síntesis universal de la historia humana.
Los instrumentos de comunicación que ponen en
contacto inmediato y asiduo a los pueblos y que, en
cierta manera, sincronizan los acontecimientos del
mundo, obran entonces como un disolvente y corrosivo
universal desde el punto de vista de las culturas
aisladas, que no pueden ya conservar su singularidad
restrictiva y parroquial. Muchas de las más bellas y
preciosas creaciones de estas culturas regionales o
vernaculares, verdaderas joyas del espíritu, se pierden
de modo irremediable para abrir la senda de una
cultura cada vez más universal y de un formato más
amplio, espiritual y humano. Por más que el
folklorismo sentimental y romántico de cada pueblo,
con mucho de huida o fuga medrosa hacia el pasado, se
duela y lamente por estas pérdidas irreparables, la ola
del tiempo es inmisericorde y va dejando escombros y

73
ruinas en toda la latitud de su camino sin hacer mucho
caso de nuestros plañidos.85 ¡La historia, tanto como
creación nueva, es también un fenecimiento86 y muerte
definitivos!
Con frecuencia, lo folklórico no es sino lo
pintoresco y, más aún, lo simplemente exótico y
foráneo. Pero, lo pintoresco y lo exótico nunca son, por
sí mismos, auténticos valores estéticos que asuman
categoría universal de ancha envergadura humana. Ya
hemos estudiado, en capítulo posterior, que lo
pintoresco puede alcanzar a veces un plano
rudimentario y burdo de expresión estética, “a la
manera como la realiza la naturaleza en las hembras y
machos de algunas especies animales, los cuales se
revisten de colores vivos o llamativos para excitar el
celo sexual”. “Lo mismo puede decirse de las greyes
primitivas que, en sus actos ceremoniales, en sus
danzas y juegos colectivos, hacen alarde de recursos y
procedimientos estrafalarios con disfraces y
enmascaramientos terrificante 87 para suscitar la
atención o el pávido88 sobrecogimiento del espectador
o como simple aderezo báquico89 del festejo. Esto nos
demuestra que lo exótico, lo pintoresco, lo foráneo o lo
estrafalario jamás alcanzan la dignidad de un gran arte.
Solo tienen un valor epidérmico y externo sin bordear
ninguna profundidad estética y humana”90

85 Lamentos, quejas
86 Fin, conclusión
87 Véase supra nota 18. Una forma moderna del mismo adjetivo sería

“aterrorizador/a”.
88 Del adjetivo latino pavidus que significa tímido o miedoso. Su antónimo

“impávido” es de uso frecuente en contextos literarios.


89 Relativo a Baco, dios del vino en la mitología romana.
90 Véase el capítulo V de este libro: “La opción entre el pasado y el porvenir”.

74
Empero, la tierra, la energía telúrica del ambiente,
la fuerza plasmadora de la gleba donde está el surco
que abriga la simiente, una vez asimilada su incitación
o su apremio, jamás abdica sus fueros porque sin ella
no hay ni habrá cultura con auténtica y espontánea
vitalidad creadora. Pero, la tierra es también un
organismo vivo que se transforma y evoluciona a lo
largo del tiempo y que sabe conformar sus criaturas a
las exigencias y requerimientos de la historia. Ocurre
con frecuencia que el folklorismo y los folkloristas
suelen ver y amar solamente en el arte un telurismo
sepulcral, arqueológico y pretérito, fruto de otras
incitaciones del ambiente y otras respuestas
victoriosas del hombre en el pasado y no descubren la
flor y el jugo de la tierra que estalla como un milagro
de luz estremecida, en la dramática, alucinante y
trágica peripecia de la hora presente. Un ejemplo
aleccionante de esto que afirmamos es el caso del
poeta César Vallejo 91 en el Perú, incomprendido,
ignorado, vejado en el momento de su aparición por
todo el peruanismo folklorista que, ahora, entona con
todos los arpegios92 imaginables, su loa ditirámbica.
Vallejo es el poeta menos folklórico , localista y
descriptivo de nuestros poetas, pero es el poeta más
acendrado y profundamente americano. Hombre de su
tierra hasta la fibra más entrañada de sí mismo y poeta
de la Nueva América y, por ello, también poeta de
valores universales. En Vallejo el mestizaje de cuatro

91 Para consultar las Obras Completas de César Vallejo (1892-1938) en Internet en


formato pdf, ingrese al siguiente link:
http://profesordelenguajeadomicilio.blogspot.pe/2017/05/obra-completa-de-
cesar-vallejo-mendoza.html(Nota del editor)
92 Del italiano arpeggio, en música, se refiere a la sucesión de sonidos de un acorde.

75
siglos se ha hecho unificación americana, nueva unidad
de cultura y espíritu.
El turista ordinario y el viajero superficial, que
salen de su tierra en periplo de vacaciones o de recreo
frívolo, “en busca de emociones y sensaciones nuevas”,
únicamente se impresionan con el aspecto exótico,
pintoresco, arqueológico y folklórico del país que
visitan, con el arte de affiche93 multicolor, de cartel
estridente o de anuncio estrambótico. Rara vez, o casi
nunca, se interesan por las expresiones auténticas y
profundas, ni comprenden las formas recientes o las
expresiones contemporáneas del arte y del espíritu
peculiares de cada país. En una palabra, se regocijan
con el pasado muerto y funerario, pero nunca con el
presente vivo, tremulante y creador de la época. Y esto
sin contar que este regocijo, las más de las veces, no es
sino un mero esnobismo literario y ramplón, un
artificioso sentimentalismo estereotipado frente a lo
pintoresco o llamativo de las expresiones folklóricas. El
folklorismo es, con frecuencia, para el extranjero, una
suerte de cortina de humo que le vela y oculta las más
espléndidas, universales y hondas realizaciones de un
pueblo; y, para el nacional, una suerte de evasión
temerosa, una suerte de huida hacia el pasado, que es
el sepulcro de un pueblo y, de ningún modo, su
presente y su porvenir activos, estremecidos y
radiantes.
Puede haber –y lo hay, de hecho, en América- un
arte menor de transición como el resultado del choque
de dos o más culturas poderosas y radicalmente
distintas, arte indeciso o de penumbra, arte anfibio o
93Palabra de origen francés, actualmente castellanizada como “afiche”, que se
traduce en español, generalmente, como “anuncio, cartel o letrero”.

76
de media agua que no arriba jamás a una categoría
estética de gran estilo. Arte dubitativo entre dos orbes
culturales diferentes y antagónicos en muchos
aspectos que, a menudo, se convierte en un hibridismo
estético irresoluto que no alcanza nunca un
pensamiento o emoción de dilatado formato humano.
Hay, desde luego, algunas realizaciones estéticas bien
logradas, pero insulares, raras, aisladas que no
constituyen de por sí una corriente definida y valiosa,
un caudal artístico coherente y orgánico. Solo en este
sentido podemos hablar de un arte mestizo en
América, que no es solamente cholo, sino también
zambo o mulato en aquellas áreas en que abundó el
elemento africano. Mas, como lo repetimos, arte de
transición y de penumbra, que no posee la capacidad
de supervivencia porque carece de porvenir histórico.
Lo propio aconteció, entre otros, con el arte mozárabe
en España, que también fue producto de un mestizaje,
como el nuestro, y que no rebasó las lindes de un
preciosista folklorismo exótico para alcanzar los
perfiles de un gran arte.
La ciencia de la Genética nos enseña ahora que las
especies vegetales y animales logran una nueva
unificación de linaje, una superior unidad biológica y
hasta se transforman en una nueva y genérica creación
original por arte y habilidad del genetista científico
moderno. Pero esta transformación solo se realiza a
través de injertos y cruzamientos sucesivos. Esta
verdad se hace mucho más evidente si consideramos
que en el hombre, por sobre los factores
exclusivamente fisiológicos y somáticos, recae el
acento, de modo singular, en los factores anímicos y
espirituales, es decir, en el designio secreto,

77
misteriosos y profundo que el espíritu busca en su
actitud creadora.
La América nueva nació bajo el signo histórico de
la Unificación, a través del cruzamiento y del mestizaje
universales. El gran arte de la nueva América tiene que
ser una nueva creación viviente y radicalmente distinta
de lo anterior y no una hibridación promiscua de lo
colonial con las pretéritas realizaciones arqueológicas:
incaicas, aztecas o mayas, tal como se ha intentado
algunas veces en arquitectura, en música, en poesía, en
el arte pictórico. No debemos ser jamás una imitación
servil y simiesca de Europa, como ocurrió antes; ni una
mezcla espuria de distintas y varias procedencias,
como está ocurriendo ahora. Debemos afirmar nuestra
propia y contemporánea actitud original, que no es un
sepulcro, sino una cuna; que no es una versión
mimética del pasado, sino una revelación prístina
frente al mundo, a la vida y a la historia.

78
CAPÍTULO IV

LA GENERACIÓN DEL ALUMBRAMIENTO DE LA


NUEVA CONCIENCIA

LAS RAÍCES METAFÍSICAS

En el prólogo a la primera dedición de Trilce94 en


1922, al hablar de las bases fundamentales de la nueva
estética de Vallejo, dije la siguientes palabras: “esta
poesía retrae hacia su origen la esencia del ser”. Nadie
entendió, por entonces, el despliegue esclarecedor de
esta frase a lo largo de la obra vallejiana, ni ninguno de
sus comentaristas posteriores advirtió, digamos, la
reverberación95 de estas palabras que dilucidaban la
fuente de sus prodigiosas raíces metafísicas, las que
constituían, a su vez, la esencia característica de su
expresión estética y humana. Con solo haberla
entendido se habrían explicado con entera claridad, la
razón de ser de su “técnica renovada y distinta”, la
vocalización de su palabra virginal, la edénica
puerilidad de su vocablo, esa manera tan personal y
directa con que el poeta “rompe a hablar porque acaba
de descubrir el verbo”. Era un hombre que, en verdad,
94 Para consultar en pdf una edición más reciente de esta obra, bajo el cuidado de
Marco Martos y Elsa Villanueva, ingrese al siguiente link:
http://www.biblioteca.fundacionbbva.pe/libros/libro_000035.pdf
95 Acción de reflejarse la luz del sol de un cuerpo luminoso en otro. Este término es

empleado varias veces por el autor a lo largo de su obra.

79
estaba expresándose ante “la primera mañana de la
Creación” porque había revertido, había retraído hacia
su origen la esencia fundamental del ser. Era el secreto
de su palabra y de su técnica nuevas.
Se han necesitado treintiocho años para el último
comentarista de la obra de Vallejo haya advertido con
agudeza el alcance trascendental de esa mínima frase
que quedó perdida entre las otras frases del primer
prólogo. Me estoy refiriendo a Xavier Abril96, escritor
peruano que acaba de publicar un magnífico estudio
crítico de la obra de Vallejo y que ha orientado toda su
investigación por la nueva experiencia del ser en la
obra del gran poeta. El libro de Abril ha sido para mí
una sorpresa porque comienza a nacer en América la
verdadera crítica literaria, aquella crítica que es una
revelación de la obra ajena y no una simple glosa de
lugares comunes y conceptos circulantes.
A la luz de las ideas expuestas por Heidegger97 en
su libro El ser y el tiempo98 hace el escritor peruano un
notable estudio con el que estoy completamente de
acuerdo y que quedará como aporte definitivo a la
crítica de la poesía vallejiana.
Otro escritor, esta vez un español, amigo de
Vallejo en París, Juan Larrea, profesor de la

96 Xavier Abril de Vivero (1905-1990). Poeta, ensayista, crítico literario y promotor


cultural peruano, considerado una de los más destacadas figuras del vanguardismo
en América Latina.
97 Para consultar las Obras Completas de Martin Heidegger (1889-1976) en

Internet en formato pdf, ingrese al siguiente link:


http://librosgratisenpdf.com/obras-completas-de-martin-heidegger-1889-1976/
(Nota del editor)
98 HEIDEGGER, Martin. Ser y tiempo (Selva Negra, 1926). Para consultar la edición

traducida, anotada y prologada de esta obra de Jorge Eduardo Ribera en Internet


en formato pdf, ingrese al siguiente link:
http://www.afoiceeomartelo.com.br/posfsa/Autores/Heidegger,
Martin/Heidegger - Ser y tiempo.pdf

80
Universidad de Córdoba, señaló desde hace varios años
las raíces metafísicas de la obra de Vallejo y ha
publicado no hace mucho un libro que será un aporte
crítico de valor en el estudio de la obra de Vallejo.
Y entremos ahora de frente en nuestro tema.
Parto en estas meditaciones de dos afirmaciones
de Heidegger que, a mi juicio, tienen una significación
fundamental para el arte y la filosofía que advienen en
una nueva cultura mundial, que transmontará la actual
crisis histórica en que se debate el hombre
contemporáneo. En la primera nos dice, en su libro El
ser y el tiempo que el hombre europeo, o más bien, la
filosofía de la cultura occidental no ha vuelto a
formular la pregunta por el ser, la interrogación por el
sentido del ser, desde la primera época de la cultura
griega, desde los presocráticos, es decir, desde
Homero, Tales, Heráclito y Parménides. Y añade que
toda la Ontología europea se ha desenvuelto dentro de
un clisé presocrático deformado y que el mismo Hegel
no ha rebasado, en realidad, los cánones analíticos y
categoriales en Aristóteles y Platón. Dice que el
hombre actual necesita hacerse de nuevo la pregunta
por el ser y que de sus respuestas dependerá el
surgimiento de una nueva filosofía, de un nuevo arte,
de una nueva historia.
En la segunda afirmación nos dice el filósofo
alemán, que el ser llega, al mundo y a la historia, bajo el
conjuro de la palabra poética originaria, a través de las
meditaciones de los pensadores originales o por gracia
de la emoción de los grandes artistas. En su libro
Introducción a la metafísica [1953] 99 , escribe:
99 Para consultar gratuitamente una edición completa de esta obra en español, en
la traducción de Ángela Ackermann Pilári, ingrese al siguiente link:

81
“Tenemos que recordar la conexión esencial y
originaria entre el decir poético y el pensante, mucho
más al tratarse, como aquí, de los fundamentos y
cimientos –al comienzo poético-pensante- de la
existencia histórica de un pueblo”. Siguiendo el mismo
pensamiento, nos dice: “En la irrupción del ser, el
lenguaje fue algo así como la conversión del ser en
palabra: poesía. La lengua es la poesía originaria, en la
que un pueblo poetiza el ser. La gran poesía, por la que
un pueblo entra en la historia, inicia la configuración
de su lengua. Los griegos la crearon y la
experimentaron a través de Homero”. Y, luego, añade,
en el mismo libro: “Desde Heráclito y Parménides
sabemos que el estado de descubrimiento o
desocultamiento del ente no es simplemente algo que
tiene existencia material. Tal estado solo le acontece al
ser logrado por la obra: al del vocablo, en tanto poesía;
al de la piedra, en tanto templo o estatua; al de la polis,
como sitio de la historia que fundamenta y conserva
todo eso”.
Si necesitáramos un testimonio irrefragable de
que se ha iniciado un proceso cultural en América, un
proceso de alcance y sentido universales, bastaríamos
presentar la obra poética de César Vallejo100, y la obra
de los grandes pintores mexicanos, entre otros, que es
un testimonio de tal fuerza probatoria que puede
despejar la duda más importante. Vallejo pronuncia,
precisamente, la palabra poética originaria que “abre la

http://www.libroesoterico.com/biblioteca/metafisica/Heidegger Martin-
Introduccion-a-la-metafisica.pdf
100 Para consultar las Obras Completas de César Vallejo (1892-1938) en Internet

en formato pdf, ingrese al siguiente link:


http://profesordelenguajeadomicilio.blogspot.pe/2017/05/obra-completa-de-
cesar-vallejo-mendoza.html(Nota del editor)

82
brecha para la irrupción del ser” en el Nuevo Mundo y
la abre, no solamente para América, sino para todo el
mundo, para el hombre universal que es el
instrumento histórico para la superación de la crisis en
que se debate la época contemporánea.
Vallejo es el poeta que hace de nuevo la pregunta
por el ser del hombre, porque para realizar su obra
poética retrae hacia su origen la esencia del ser,
bastante chafada y deformada ya por una tradición
intelectual de dos mil años, que es la fase del primer
prologo que quedó sumergida hace treintisiete años y
hasta veintiún años después de su muerte. Hace
Vallejo, tácitamente de nuevo la pregunta por el ser y
las raíces metafísicas de su obra entera son algunas de
las respuestas que el poeta genial y profético da, como
algunos de los fundamentos espirituales a la nueva
cultura americana que está surgiendo en nuestros
pueblos, mejor dicho, en nuestro Pueblo-Continente
que se extiende desde México hasta Argentina. Pero,
son respuestas con tremenda gravitación histórica y
universal, porque son realizadas en su palabra poética
para la nueva historia y para el nuevo hombre del
mundo entero. La figura del poeta y el crecimiento de
la significación de su obra se acrecentará cada día, a
medida que se la comprenda mejor, porque su verbo
creador habrá de influir en todas las lenguas vivientes
de hoy. Espero que esta última afirmación no me gane
el prestigio de alucinado, como lo gané, en tanta
medida, con el primer prólogo de Trilce.
Heidegger es el primer filósofo europeo que se
hace de nuevo la pregunta por el ser. Pero, César

83
Vallejo101, se hace, tácitamente, esa misma pregunta,
con muchos años de anticipación, en 1918 o antes,
desde que comienza a forjar su obra poética. Es curioso
señalar que el filósofo alemán para crear una nueva
expresión filosófica hace, con su lengua materna, lo que
hizo con la suya ocho años antes el poeta peruano.
Ambos son los dos más grandes solecistas102 de la
época contemporánea, porque para forjar nuevas
técnicas de expresión alteran el valor semántico de las
palabras y violentan la estructura sintáctica de sus
respectivas lenguas. No obstante, ambos alcanzan una
expresión tan sencilla y descarnada que, en Heidegger,
rebasa las técnicas tradicionales de la filosofía, hasta
convertirse en casi una expresión extra lógica; y, en
Vallejo, alcana una manera tan directa y desnuda, por
encima de todas las convenciones gramaticales y
retóricas, hasta convertirse en una expresión extra
literaria, sobre todo, en Poemas humanos 103 . Es
necesario subrayar estos dos hechos que revisten
importancia singular en el proceso de la cultural
mundial, que está surgiendo de la actual crisis.

II

101 Para consultar las Obras Completas de César Vallejo (1892-1938) en Internet
en formato pdf, ingrese al siguiente link:
http://profesordelenguajeadomicilio.blogspot.pe/2017/05/obra-completa-de-
cesar-vallejo-mendoza.html(Nota del editor)
102 Solecista es aquella persona que incurre en solecismo. Pero, ¿qué es, entonces,

un solecismo? Es la fata de sintaxis. Por ejemplo, son solecismos las frases


siguientes: LES vi venir y LES saludé, por LOS vi, LOS saludé; LA di el libro, por LE di;
le regaló una joya, CUYA joya era de oro, por LA CUAL; voy a POR mi sombrero, en
lugar de voy POR; un reloj CON o SIN cadena, por CON CADENA o SIN ELLA.
103 Para consultar una edición electrónica gratuita de esta obra en pdf, publicada

en Lima por Editora Perú Nuevo en 1959, ingrese al siguiente link:


http://www.biblioteca.fundacionbbva.pe/libros/libro_000025.pdf

84
LA UBICACIÓN ESPACIO-TEMPORAL

Ahora, para mejor comprender la posición


espacio-temporal del poeta, permítaseme diseñar, a
grandes trazos, el ser histórico de la Nueva América.
El ser auténtico de la Nueva América emerge de
dos negaciones totales y radicales, de dos oposiciones
vitales que se contrastan con significaciones históricas
extremas. De allí su sentido agónico y trágico como
ocurre siempre en el surgimiento de toda creación
nueva y original.
El ser del nuevo hombre americano irrumpe entre
el orgulloso No de la Europa invasora y conquistadora,
cargado de soberbia y de prepotencia, frente al ser de
la antigua América. Y el rotundo No de esta última, -
agraviada y herida en su más recóndita intimidad y,
además, consciente de la destrucción de sus valores
espirituales, morales, religiosos y técnicos- frente al ser
de Europa que pretende sustituirlos por los suyos.
Esta oposición radical abrirá para siempre un
abismo entre ambos mundos que no se cerrará nunca
por la acción de ellos mismos. Será necesaria la
eclosión de un nuevo mundo, distinto de ambos, que
sea capaz de realizar la unificación a través de una
nueva síntesis vital. Un abismo que no se cerrará
nunca, aunque aparente y superficialmente, se crea lo
contrario, dándose por consumada ya, definitivamente,
la imposición del espíritu y los modos de ser europeos
en todo el ámbito del Continente. La falsedad de este
aserto se comprueba, de modo evidente, si se examina
con cierta agudeza de visión el proceso cultural de
América a lo largo de cuatro siglos. Por lo general, este

85
proceso no ha sido sino la falsificación o la
deformación de los valores culturales europeos. En el
mejor de los casos, el reflejo débil y mortecino –a veces
hasta grotesco, de una imitación casi literal de las
corrientes y movimientos espirituales del Viejo Mundo.
De la antinomia irreductible, a la que acabo de
referirme, irrumpe el SÍ alumbrado de la Nueva
América entre las dos negaciones anteriores, ciegas y
tenebrosas, porque cada una pretende ser la
prolongación y supervivencia cadavérica de la muerte,
de lo que ya está abolido y superado históricamente. El
SÍ de la Nueva América es la afirmación de un
Continente que recomienza un nuevo destino, distinto
de los anteriores y que no tiene su razón de ser sino en
sí mismo. Es la respuesta de la Nueva América, como
razón histórica de su nuevo ser, a las dos
nihilizaciones 104 absolutas y radicales de sus
progenitores. Es la respuesta positiva y vital, que no
niega sino que más bien incluye, como ingredientes
germinales de su nueva realidad, a los dos modos de
ser que se negaron recíprocamente entre sí y que la
engendraron en su choque, diríase, cosmogónico,
planetario. Las dos esencias germinales –que son como
substratum de las antiguas estructuras morfológicas
que se quebraron con la violencia del impacto- se
incorporan al nuevo ser de América en una distinta
refundición dialéctica que se inicia con el signo
grandioso de la unidad, con la presencia de una síntesis
humana que asume un amplio sentido universal.

104Nihilización proviene del adverbio latino nihil que significa nada. En filosofía,
podría entenderse por tal vocablo el proceso de negación de los valores, creencias,
costumbres, prácticas, etc.

86
La nueva realidad americana brota del diálogo
cósmico de dos mundo antinómicos, diríase, de la
contienda histórica y viviente de dos orbes
completamente diferentes. Ambas estructuras se
encuentran, en la nueva circunstancia histórica y
geográfica, como dos inflexibles negativas sin salida
posible, en una encrucijada insalvable y absoluta, sin
resquicio posible para la mutua comprensión y
convivencia.
En el intrasmontable105 embalse106 histórico que
creó la colisión de Europa y América, ambos mundos
hubieron de naufragar para la nueva faena continental
y anegarse107 para siempre en ese abismo, pero la vida
histórica tuvo que continuarse en otra metamorfosis
palingenésica. Entonces, América cuya misión
trascendente parece ser la integración total del mundo,
porque su vida actual surge de un nudo de raíces
universales, perdió su primera oportunidad hace
cuatro siglos con las dos negativas indeclinables y
trágicas de sus progenitores. Ahora la Nueva América,
ya alumbrada con la conciencia despierta de su
destino, junto con todo el mundo histórico
contemporáneo, se apresta a participar en la tarea de
la cultura universal. Posiblemente, será desde América,
como vasto epicentro histórico, desde donde
comenzará la irradiación de esta nueva dimensión
cultural del orbe porque sus pueblos están preparados,

105 Infranqueable, insuperable. Dícese de un río o territorio que no se puede


atravesar o trasmontar con facilidad.
106 Gran depósito artificial de agua, construido generalmente cerrando la boca de

un valle mediante un dique o presa, que retiene las aguas de un río o de la lluvia
para utilizarlas en el riego, abastecer poblaciones o producir energía.
107 Inundarse, ahogarse un terreno completamente con agua.

87
a causa de su conformación vital originaria, para esta
tarea de universalismo mundial.
Pero, analicemos con más detalle el fenómeno del
nuevo ser americano.
De la primera nihilización del ser de la antigua
América por Europa se genera el alter ego 108 del
mestizo europeizante, la falsificación esnobista, como
remedo simiesco de los modos de existencia, de las
corrientes de pensamiento y de las modas literarias y
artísticas del Viejo Mundo.
De la segunda nihilización del ser de Europa por la
América antigua, se articula el alter ego del mestizo
indigenizante, por un lado, y del mestizo colonialista,
por el otro. Es decir, la idolatría del sepulcro y del
pasado, ya sea hacia el Incario, o ya sea hacia las ruinas
de la Colonia. Es la fascinación del ensueño, la
opiotización 109 del hombre por la tumba ante los
apremios de la vida histórica que tiene delante.
Las tres actitudes son fugas del presente
dramático, escapatorias medrosas del americano ante
el llamado perentorio de la vida actual que reclama su
colaboración dinámica y creadora.
Aparte de las densas zonas de mestizaje que, en
realidad, son ya un avance, un puente o un camino
hacia la unificación del ser americano, hay dos zonas
que han resistido el proceso general y orgánico de
amestizamiento. Una, la del inmigrante que no
participa en la tarea vital de creación. Otra, la zona del
indio puro que tampoco participa en esta tarea, una
suerte de ser abanderado de sí mismo, sumergido en
una atmósfera estupefaciente y negativa. Ambas zonas
108 Modismo latino que se traduce como “otro yo”.
109 Alude al consumo adictivo de opio, una planta de efectos narcóticos.

88
son extrañas totalmente al drama histórico que vive el
Nuevo Mundo. Diríase que viven dentro de un proceso
de mineralización o petrificación de sí mismas. Ambas,
se niegan a insertarse en la peripecia vital que los
circunda por todos lados.
De las dos primeras nihilizaciones que pretenden,
cada una, por su lado, ser la prolongación histórica del
Continente, brota la autoenajenación de la vida
americana en sectores considerables. Brota esa terrible
enfermedad metafísica del alter ego, de la alteración o
deformación de sí mismo, del otro yo como sustituto
del propio yo, del yo ajeno como extrañamiento de su
esencia auténtica. Es el ser contrahecho y disfrazado
que se evade de sus responsabilidades históricas.
El sí de la Nueva América es la salida dialéctica de
las dos negaciones anteriores. Es una realidad o actitud
espiritual diferente, una estructura óntica germinal y
nueva. Una integral y absoluta proyección hacia el
futuro; el planteamiento de un drama vital reciente en
que comienza la creación inédita y original.
Sin embargo, los objetos de las nihilizaciones
anteriores, es decir, los progenitores, no están ausentes
de la estructura nueva. Ellos constituyen los gérmenes
históricos de la nueva criatura, gérmenes unificados en
una síntesis dialéctica. Es un rescate o recuperación en
que el pasado se torna rejuvenecido, renacido, re-
creado como presente, trasmutado como proyección o
disparo viviente hacia el porvenir.110
En este marco histórico se inserta la obra poética
de Vallejo. Es, más bien, un producto de esta síntesis
universal de América, como dijimos antes.
Véase el capítulo titulado “Hacia la indagación del ser histórico en la Nueva
110

América”. (Notal del autor)

89
La poesía de Vallejo no pertenece a la zona del
mestizaje, a esa zona de aguda contradicción histórica
en que se debate la discordia de dos mundos
diferentes. No pertenece a esa zona de los esnobismos,
zona hechizada con la última moda literaria del Viejo
Mundo. Vallejo pertenece anímica y espiritualmente a
la zona en que comienza el alumbramiento de la nueva
conciencia americana, la iluminación de una realidad
espiritual y ecuménica, que ya no es la antigua
América, ni tampoco la realidad cultural que trajo
Europa. Ambas comenzaron a morir y desintegrarse en
estas tierras a consecuencia del formidable choque
entre dos orbes fundamentalmente distintos. Vallejo
pertenece a la zona de la fusión o de la síntesis vital, la
zona en que ya noes una mezcla, ni una superposición
de estratos, sino una realidad y una estructura
espiritual diferente. Esta es la única zona viviente y
vigente de la Nueva América sobre cuyo telón de fondo
se está bordando todo el porvenir original del
Continente.
Mestiza fue toda la poesía americana del siglo XIX,
cuando no lo fue calco servil, francamente mimético, de
los modelos europeos. Lo fue el movimiento llamado
modernista que ubicó sus sedes espirituales en París,
en Madrid, en Londres, dando la espalda, casi
despectivamente, a su propia realidad americana. Lo
fue [José Santos] Chocano para quien América era
simple tema literario, o mero tópico de su registro
retórico, o epidérmico descripcionismo geográfico, o
alusión externa y alegórica de su historia incaica o
colonial. Lo fue [Rubén] Darío con su prodigioso genio
verbal y expresivo que desarticuló y renovó, con el
modelo francés a la vista, el rígido esqueleto de la

90
retórica española y con un don poético extraordinario
que enriqueció con ingente aporte, la prosa y el verso
peninsulares. Solo en su último libro, Cantos de vida y
esperanza111, el poeta nicaragüense se encuentra a sí
mismo en toda su original profundidad y encuentra
también a su América enajenada.

III

EL SOLECISMO DE SU POESÍA

César Vallejo112 con un golpe genial de intuición


poética y con un coraje artístico sin precedente,
emprende la tarea más escabrosa y difícil que se haya
producido en la vida literaria de América. Crea dentro
del castellano y sin modelo extranjero, un nuevo
lenguaje poético, una nueva técnica literaria. Desde las
primeras palabras del prólogo a la primera edición de
Trilce hago referencia a tamaña empresa.
Todos los grandes creadores de la expresión
literaria, todos los egregios renovadores del lenguaje
no tienen sino un camino, el solecismo y la alteración
semántica de los vocablos envejecidos, que han ido
acumulando y trasbordando a sus espaldas una carga
inmemorial de oxidación histórica. El poeta no se
propone nunca ser original sino que su originalidad

111 Puede consultar una edición de esta obra poética de Ruben Darío en pdf en el
siguiente link: http://www.edu.mec.gub.uy/biblioteca_digital/libros/D/Dario,
Ruben - Cantos de vida y esperanza.pdf
112 Para consultar las Obras Completas de César Vallejo (1892-1938) en Internet

en formato pdf, ingrese al siguiente link:


http://profesordelenguajeadomicilio.blogspot.pe/2017/05/obra-completa-de-
cesar-vallejo-mendoza.html(Nota del editor)

91
emerge de la necesidad interna de su emoción, de su
expresión poética virginal.
Pero el solecismo de Vallejo tiene todavía otra
raíz. Glosando un pensamiento de Hegel dije, cierta vez,
que en la expresión estética perfecta, “forma y
contenido eran idénticas en el espíritu”. O, dicho de
otra manera, una determinación estética del espíritu
apareja, también, una única, determinada e
intransferible forma de expresión. La forma es el
resplandor físico del espíritu, no lo altera ni lo
deforma, sino que lo revela. La forma y el contenido
nacen juntos, así como la estructura corporal de un
niño, al surgir del seno materno, es la expresión
directa, espontánea y original del espíritu individual
que lo anima. En la realización de una gran estética, en
la expresión estética de gran estilo, no hay ni pueden
haber dos formas iguales, así como tampoco hay dos
niños de formas corporales idénticas. Cada
pensamiento y cada emoción de belleza deben crear su
propia forma insustituible. Únicamente la forma
prístina y virginal es la que puede aprisionar la
transparencia ingrávida113 del espíritu. Por esta razón
toda “arte poética” y toda “preceptiva literaria” son la
negación de esta ley primordial. Un artista que expresa
sus emociones recientes en formas ya hechas, aunque
sean creadas por él mismo, es un artista que se
anquilosa y pierde su espontaneidad y libertad
creadora.
Este propósito estético que acabo de enunciar está
en el fondo de toda la obra vallejiana. El verso libre en
sus manos no es un instrumento de desenfreno
113Se dice de un cuerpo que no está sometido a la fuerza de atracción ejercida por
otro cuerpo.

92
arbitrario sino una herramienta de su libertad para
crear incesantemente formas novísimas y adecuadas a
su emoción. Jamás se repite una forma expresiva a lo
largo de su producción. Forja formas a cada paso y
cada una es la versión directa, original e insustituible
de sus diversas emociones en cada circunstancia
estética en que se producen. En este sentido es de una
riqueza exuberante e imponderable. Estúdiese con
atención crítica la obra del poeta y se verá cómo es de
verdadera esta aseveración. Para alcanzar tal profusión
de formas expresivas tenía que esgrimir el solecismo o
la alteración o transformación prosódica y semántica
del vocablo en cada circunstancia emocional.
Mirando otros aspectos de la poesía de Vallejo, su
expresión es, a veces, tan austera y descarnada que,
por el vuelo elíptico del verbo, suprime el adjetivo y
hasta la imagen, y llega a nuestra sensibilidad por
directa sugerencia. Salva innumerables vacíos
intermedios y, no obstante, con tanta claridad
expresiva y hondura humana, que nos sorprende
siempre. Parece que hablara entonces como con
simples signos ideográficos, como con cifras parlantes,
que no hurtan, sin embargo, la riqueza de su matiz
emotivo. Cifras que parecen cancelar la densidad
corporal del vocablo y que alcanzan a nosotros, como
punzándonos con su invisible y multiforme potencia de
significaciones. Lenguaje tan lineal y tan recto que va
desnudo hasta el lector, como el disparo de una pistola
de precisión que no se desvía un ápice de su punto de
mira. Lenguaje sin recovecos adjetivales que elimina
todo pleonasmo retórico y que quiebra, en ocasiones,
la corrección sintáxica para suprimir alguna

93
redundancia tradicional y congénita de la lengua
materna y alcanzar un giro más diáfano y escueto.

“En el rincón aquél, donde dormimos juntos


tantas noches, ahora me he sentado
a caminar”….

“Trilce” XVIII

“……………………………… si vieras hasta


qué hora son cuatro estas paredes..
Contra ellas seríamos contigo, los dos,
Más dos que nunca ………………………”

“Trilce” XIX

“¡Cómo quedarnos de tan quedarnos!

“Trilce”

Málaga sin defensa, donde nació


Mi muerte dando pasos –y murió de
Pasión mi nacimiento” –

“En suma no poseo para expresar mi


vida sino mi muerte”

“…… cuando yo muera de vida y


no de tiempo”

94
“Tal me recibo de hombre, tal
más bien me despido –
y de cada hora mía, retoña una distancia”

IV

SOLIDARIDAD CON EL DOLOR DE SU ÉPOCA

Fue este uno de los aspectos de la poesía vallejiana


que mejor definió el Simposio de Córdoba.
Efectivamente la voz del poeta peruano nos llega desde
tal profundidad que, siendo resplandor, nos da, por su
hondura vertical, impresión de abismo. ¡Cómo no si
nos ahogáramos en una luz, cuya fuente original reside
allá abajo, en la esquina invertida de la sima, en esa
entraña virginal de la vida que está anclada en la
eternidad de la congoja humana!
¿Desde cuál perpendicular114 lejanía nos vienen,
por ejemplo, estas palabras?

“No hay cosa más densa que el odio en voz pasiva, ni


más mísera ubre que el amor”.

O aquellas otras en que se espesa la luz hasta hacerse,


diríamos, sólida, y poderse tajar con un cuchillo para
deglutirla en el corazón y nutrirnos en su esencia:

“Murió mi eternidad y estoy velándola”.

114 En geometría, se dice de la línea o el plano que forma ángulo recto con otro.

95
De allí que su palabra, henchida de revelación, muchas
veces nos estremece, nos turba, nos produce el vértigo
del abismo por su heroica y perpendicular hondura.
¡Este sí que fue el héroe, el inmolado, la víctima
propiciatoria de su quehacer humano, es decir, de su
vocación incanjeable de canto! Nadie tomó con tal
seriedad trágica su misión en el mundo y, sin embargo,
con tal natural simplicidad y autenticidad de niño, que
fue incapaz de representarla en escenario, de
convertirse en el actor de su propia grandeza. ¡Murió
de belleza y de hambre… de hambre insatisfecha de
Justicia y de Eternidad! Atenazábale el dolor transido y
agónico de las masas desposeídas del mundo. Era el
varón solidario con la angustia social de nuestra época,
el hombre comprometido de raíz con sus hermanos
miserables que no poseen otra cosa sino la esperanza
de su redención. A cada paso surge del trasfondo de
sus palabras el dolor por la miseria moral y material de
los desgraciados. ¡Murió, digamos, de criptofagia, de
hambre oculta, de sed recóndita de amor que no pudo
propalarse, como un pregón de feria y, por eso, los
doctores no pudieron reconocer la naturaleza de su
mal! ¡Estaba en una dimensión que ni siquiera
sospecharon..!
El hambre de Vallejo no puede tener solo una
realidad de superficie o significación literal y plana,
como todos los hombres comunes que se acaban en su
impotencia. Esa hambre tiene una médula o raíz que
viene de una hondonada cósmica, que se llama destino.
Viene de una renuncia extraconsciente de la
personalidad que tiene carácter de holocausto y que en
esencia es trascendente. Vallejo tiene hambre porque
dese cierto estrato de su ser ha querido tenerla, desde

96
una voluntad primordial que está más allá de su
conciencia inmediata porque con ese instrumento
tenebroso -¡y solo con él- ha podido calar a tanta
profundidad el abismo de la vida y extraer de allí su
redención y su luz. El hombre físico, literal de Vallejo,
no es sino el disfraz, la máscara, de otros hombres; la
versión animal y terrestre de ese hombre de eternidad
y de justicia que palpitaba en el fondo último y
auténtico de su alma.
En todos los hombres, las hondonadas de su ser
son absolutamente oscuras y tenebrosas porque nos
remiten al estrato primordial de la bestia, y más bajo
aún, allí donde solo el hombre puede descender por la
potencia estragada y pervertida de la voluntad
humana, que se ha tornado en formidable poder
demoniaco, es decir, en crimen social nefando, en
abyección, en ignominia. Las hondonadas de Vallejo
descienden verticalmente a pique, a tanta hondura de
la vida hasta encontrar la fuente de luz común a todos
los seres. Son simas en cuyo ángulo invertido, volcado
hacia abajo, titila el broche luminoso que apresa una
luz recóndita y muy lejana. ¡Cómo si una estrella
hubiese descendido a la base primordial de la vida para
conectar el abismo terrestre con la clara profundidad
de arriba! Porque existe la profundidad de abajo y,
también, la profundidad de la altura, la inmersión del
vértice en la plenitud de la luz cenital: ambas son
insondables. La profundidad animal del crimen y la
profundidad fulgurante del santo que se tocan por sus
puntos opuestos y extremos. Vallejo es el atlético
buceador de la vida, que desciende sin miedo hasta un
ángulo tan enclavado en la hondonada que llega a “la
noche oscura del alma”, a la soledad radical de la Nada,

97
tras cuya negra cortina, está la luz, es decir, la
Eternidad y la esperanza de Justicia, que es la otra
hondura opuesta, insondable también como
refulgencia. Por esta razón, en ciertos instantes, su voz
nos llega desde remota distancia, desde una hondura y
lejanía que parecen inconcebibles para nosotros; es el
terror de la altura y, también, el vértigo del abismo,
tocándose, abrazándose, fundiéndose por sus esquinas
opuestas:

“he vuelto, de nuevo, a verme solo con todo mi


camino”.

“para solo morir tenemos que morir a cada


instante”.

“Haber nacido para vivir de nuestra muerte”.

“Qué me ha dado, que cuento mis dos lágrimas


que sollozo tierra y cuelgo el horizonte”.

Y este otro alarido animal, negro, pavoroso,


infernal y, donde, sin embargo, palpita la luz como
interlínea de misericordia y de salvación que surge del
corazón del poeta. ¿Se escuchó antes, en alguna lengua
europea, esta entonación lejana, como si surgiera
desde los Vedas, desde la Biblia, donde se lamenta, de
nuevo, Job? Esta entonación satánica y divina, en que la
sola enunciación de las frases iniciales de las estrofas,
nos sacuden de congoja; en que se encuentran las dos
esquinas extremas de la profundidad humana:

98
“Ya va a venir el día, ponte el alma”.
“Ya va a venir el día, ponte el sueño”.
“Ya va a venir el día, ponte el cuerpo”.
“Ya va a venir el día; dobla
el aliento, triplica
tu bondad rencorosa
y da codazos al miedo”.

Para alcanzar la oscuridad tenebrosa de tal


socavón terrestre, era preciso que el descenso desde la
vida, estuviera presidido por una voluntad heroica y
resuelta de luz. No tendría sentido humano el descenso
hasta ese estanque planetario de lodo negro, si detrás
de ese coraje titánico no hubiera un garfio poderoso
que sacara una estrella, ahogada en el absoluto y
sombrío abismo, para la salvación y redención del
hombre…..
Vallejo, más que quebrar la sintaxis, desfonda el
idioma, le quita la tapa semántica inferior a la palabra,
que limita el vuelo de su virtualidad expresiva y la
proyecta al infinito, como resonancia. Taja su entraña
con amoroso estilete de artista, rompe la pared lógica
del vocablo y determina una apertura por donde se
precipita un virgíneo y torrencial flujo de luz. Cuando
dice humildearse, en vez de humillarse, resucitando un
arcaísmo de la lengua, se ha roto la cápsula tradicional
y el verbo se ha transformado, con un significado de
ternura y de reverencia amorosa que no tuvo al
comienzo. El padre no se rebaja y humilla ante la
esposa, exalta su amor y le rinde tierna reverencia,
humildándose “hasta menos de la mitad del hombre,
hasta ser el primer pequeño que tuviste”. El idioma ha

99
ganado en luz y en virtualidad semántica con esta
palabra arcaica, convertida en expresión neológica.
Lo mismo cuando dice tan ala, tan amor, ha roto el
rígido y rotundo encapsulamiento racional del
sustantivo, para darle una riqueza inesperada, para
marcar una apertura de luz en la entraña y
transformarla en una herramienta de expresión, de tan
honda resonancia poética, que jamás habría podido
lograrla con cualquier sustantivo y adjetivo por sí
solos.
Pero Vallejo no quiere solo la poesía, no solo ansía
el arte, no desea acomodarse a ninguna estética, no
intenta forjar su “grandeza”, administrar su “gloria”,
como todos los artistas, no quiere representar su papel
de poeta. ¡Vida sin reglas, sin cartabones, sin normas
artísticas que la deforman, la contrahacen y la mienten!
Por eso, traspasa las fronteras de la poesía y logra un
estremecimiento humano, tan fidedigno, que nos hace
temblar con el misterio, con el pavor, con la belleza,
con la desnudez y con el horror de la vida misma. Por
eso desfonda el lenguaje, destapa la palabra para
hacerla traslúcida y capaz de coger la vida en toda su
directa y virginal palpitación humana. No pudo
realizarse, de distinto modo, porque su poesía retrae
hacia su origen la esencia del ser.

100
CAPÍTULO V

LA OPCIÓN DEL PASADO O DEL PORVENIR

LA VALORACIÓN DE LO PINTORESCO

Empecemos por definir lo que queremos significar


con la palabra pintoresco. Decimos que una cosa es
pintoresca cuando tiene en sí misma determinada
acentuación externa que la distingue de las demás por
una característica o conjunto de características
privativas. Cuando a ella nos referimos, se entiende
que ubicamos nuestra atención en el paramento115
visual, en el revestimiento colorido, en su presencia
objetiva y transitiva para el observador desde el
primer golpe de vista. Se diría que es el arreo116 o
atavío con que se adelanta la cosa a recibirnos, a
requerir nuestra atención, a decirnos: ¡Mírame, aquí
estoy! Lo pintoresco tiene, al hacerse presente, que
friccionar, hasta cierto punto, nuestra manera habitual
y acostumbrada de ver las cosas, de romper la fluencia
sólita de nuestro panorama óptico. Lo pintoresco es de
un valor expresivo y, por consiguiente, estético,

115 Del sustantivo latino paramentum. Adorno con que se cubre una cosa. En
arquitectura, hace referencia a cada una de las superficies de todo elemento
constructivo vertical.
116 Adorno, atavío

101
superficial, de primer plano. Es al presentación o
articulación de las cosas por su epidermis117. Una
suerte de reclamo llamativo ante el ojo inatento del
transeúnte. La naturaleza emplea el mismo recurso en
el apremio biológico de la hembra en celo para cumplir
su destino genésico. Las hembras entre los animales
suelen ser, con algunas excepciones por cierto, más
vistosas que los machos; en el reino vegetal, los
órganos de reproducción se encuentran, generalmente,
en las flores. En la mujer, cuya gravitación telúrica118 es
absoluta, los ojos suelen tener la fascinación pintoresca
de la serpiente. Solo cuando la mujer alcanza cierto
grado de espiritualidad su arma de captación se torna
coquetería, un encanto como vuelto hacia adentro y de
donde resurgiera con atracción más fina, buida119 y
penetrante.
Los pueblos en sus primigenios estadios de
expresión estética son eminentemente pintorescos. El
alarde suntuario 120 de las personas corresponde a
cierto desmesuramiento 121 o afectación de los
modales, de los ademanes y de los gestos. Lo
pintoresco es como el anuncio o la antecámara de una
realidad espiritual que solo se encuentra en potencia;
es la aspiración del ser al logro de su expresión última
y perfecta. Por eso, el nuevo rico, o, mejor, el
rastacuero 122 , en América, abrumado de alamares

117 Vocablo de origen griego. Piel o membrana delgada y semitransparente que


cubre la superficie del cuerpo de los animales.
118 Del latín tellus, telluris, la tierra. Relativo o perteneciente a la tierra.
119 Adjetivo. Que tiene forma aguda o afilada.
120 Del adjetivo latino sumptuarius. Suntuoso, relativo o perteneciente al lujo.
121 Desmesura, descomedimiento, exageración, exceso
122 Rastacuero o rastracueros. Del francés rastaquouere, del español arrastrar y

cueros. Nombre que dan en Francia a los americanos muy ostentosos cuyos
recursos no se conocen a ciencia cierta.

102
123brillantesy de chismes lucientes, es la aspiración, la
voluntad de una expresión humana en potencia.
Empero, en esto, como en todo, es preciso evitar
los esquemas demasiado unilaterales y absolutos. Aún
en los pueblos más civilizados y maduros existen
manifestaciones de lo pintoresco, como en todas las
grandes ciudades existen, también, rastacueros
estrafalarios. Cada sociedad humana es un organismo
tan complejo en el que coexisten todas las etapas de
evolución como para mostrar al hombre, gráficamente,
según su grado de espiritualidad, el camino recorrido o
el camino a recorrer. Algo semejante a lo que ocurre en
la escala zoológica, cuyas formas superiores
reproducen, en su vida intrauterina, todas las
gradaciones morfológicas anteriores. Hay mentes y
sensibilidades primitivas en Londres, en plena City, y
hay, también, ornitorrincos humanos en el corazón
mismo de las culturas más avanzadas.
Al destacar el valor de lo pintoresco como la
primera alborada de la expresión estética en los
pueblos jóvenes, no nos referimos sino a la acentuación
general de su expresión, que no tiene, en manera
alguna, una valoración absoluta y matemática.
De lo dicho se infiere que lo pintoresco es una
realización estética de carácter femenino, pasivo,
telúrico, sin iniciativa espiritual. Los hombres y los
pueblos son pintorescos sin proponérselo,
espontáneamente, como llevados por la zona
inconsciente de su individualidad a una cierta
exteriorización escénica. A menudo, el extranjero no ve
en lo pintoresco sino lo exótico, lo foráneo, lo que
123Una alamar es un ojal que, con su respectivo botón, se cose en el borde de una
prenda de vestir y sirve como cierre o adorno.

103
choca radicalmente con su propia enfocación124 (sic)
expresiva. Para percibirlo no se necesita una
considerable penetración psicológica, porque lo
pintoresco se adelanta, acuciante y compulsivo, a
recibir al contemplador. Como es una expresión
epidérmica, primaria, estrafalaria muchas veces, su
percepción es fácil y no precisa de una sensibilidad
adiestrada y fina para captarlo; se rinde y se hace
accesible de inmediato, al primer golpe de vista.

II

HACIA LO PARTICULAR

Este primer paso de los pueblos no hace sino


acordarse a una ley universal. Así como de la caótica
masa nebular surgen los planetas y los astros,
particularizando en unidades separadas la materia
indeterminada, del caos informe de los pueblos
primitivos o jóvenes surge, como primer intento de
manifestación de su ser, todavía indeterminado e
indeciso, la expresión pintoresca que trata de
destacarlos del conjunto. No tiene otra expresión
psicológica el alarde externo del rastacuero sino ese
imperativo de expresión que pugna por destacar hacia
fuera un ser rudimentario que todavía solo se
encuentra en potencia.

124Enfocamiento, enfoque. La nominalización o substantivación –incluso a veces


forzada, en contra de las propias normas de la gramática española- es una
característica típica del estilo filosófico utilizado por Antenor Orrego en varias
partes de este libro. En mi opinión, este procedimiento tendría su origen en la
intención no sólo ética sino también simultáneamente estética del discurso y
pensamiento orreguianos.

104
Ya Ortega y Gasset125 lo percibió claramente en su
viaje a la Argentina. Para lograrlo, el rastacuero busca
los contrastes más violentos, insólitos y extremados.
Contraste de líneas, de colores, de gestos, de actitudes
y movimientos. Adviértase que nuestro movimiento
indigenista, ese rastacuerismo de la literatura y del
arte, prefiere el cromatismo detonante y violento de la
suntuaria, al conocimiento y a la interpretación del
alma indígena; de la misma suerte que el viajero
europeo, que desconoce la España profunda, destaca el
contraste pintoresco del coso126 de lidia127, del torero,
de chulo128 y del fraile. Mientras más primitivo es un
pueblo, su expresión estética tiene una mayor
acentuación pintoresca. Las danzas de las tribus
africanas se desenvuelven por movimientos dislocados,
sorpresivos, diríase fortuitos, repentinos casi.
Movimientos que, las más de las veces, se traumatizan
unos a otros para lograr un efecto de contraste por el
estallido del choque.
Si quisiéramos trazar, en un esquema de pocas
palabras, la trayectoria expresiva de una cultura,
diríamos que del caos informe en que el ser apenas
alborea y se insinúa, los pueblos se dirigen a
particularizarse, acentuar sus rasgos privativos
externos; diríase que sienten su divergencia, su
separatividad irremediable del resto del mundo. Solo
mucho después descubren y sienten que su ser no
125 Para consultar las Obras Completas de Ortega y Gasset en Internet en formato
pdf, ingrese al siguiente link: http://librosgratisenpdf.com/obras-completas-de-
jose-ortega-y-gasset-1883-1955/
126 Plaza de toros
127 Acción de lidiar o torear un toro
128 En España, el término “chulo” hace referencia al proxeneta, es decir, a la

persona que explota sexualmente a otros individuos por beneficio monetario.


Generalmente el proxeneta es un hombre que explota a una mujer.

105
excluye el universo, que a la individualidad auténtica
se llega a través de la universalidad y que su ser solo
será el mismo como realización y expresión de una
unidad superior. En la primera, busca la originalidad a
través de lo periférico, superficial y pintoresco; en la
segunda, la halla a través de su esencia ingénita129,
profunda y eterna.
Mientras los pueblos no superan o rebasan la
etapa pintoresca de su expresión, que no es sino la
reverberación de su piel, la exteriorización gesticulante
de su ser, no llegan a constituirse en órganos de una
cultura determinada. Son nada más que el ademán o el
gesto que no alcanza a ser pensamiento, ni alcanza a
ser acción creadora. Por consiguiente, tampoco llegan a
plasmar su realidad circundante, a incorporarla dentro
de sí mismos, a digerirla en una concepción unitaria
del universo y de la vida. Por eso, lo pintoresco, con
frecuencia, es un pastiche de moda, un exotismo de
exportación para el extranjero. No hemos visto, acaso,
que en América el indigenismo ha sido dadaísta130,
impresionista131 y surrealista132, según las oscilaciones
que dictaba Europa. ¿No hemos visto que en política
hemos mimetizado el liberalismo133 y el jacobinismo134
129 No engendrada, natural
130 El dadaísmo es un movimiento cultural y artístico que apareció en 1916 en el
Cabaret Voltaire de Zúrich (Suiza).
131 El impresionismo alude a una escuela pictórica que floreció en Francia en 1874

por obra de Claude Monet (1840-1926) y otros artistas. También se entiende por
este término una manera artística de considerar y reproducir la naturaleza,
atendiendo más a la impresión subjetiva o personal que a su realidad objetiva.
132 El surrealismo es un movimiento artístico surgido en Francia a partir del

dadaísmo, en la década de 1920, en torno a la figura del poeta André Breton.


133 Doctrina política, económica y social, nacida a finales del siglo XVIII, que

defiende la libertad del individuo y una intervención mínima del Estado en la vida
social y económica.
134 Doctrina política revolucionaria surgida durante la Revolución francesa que

defendía el radicalismo extremista.

106
francés, y que ahora se pretende mimetizar 135 ad
pedem litterae 136 el comunismo 137 ruso, como se
pretendió imitar al fascismo138 y nazismo139 europeos?

III

INTELIGENCIA Y PROFETISMO

¿Cómo es América? ¿Cuáles son los valores


universales que va a definir y realizar? ¿Cuál es la
tonalidad o la acentuación de su espíritu?
A estas tres interrogaciones solo pueden
responder satisfactoriamente, adecuada y plenamente
los siglos y, acaso, los milenios. Nosotros solo podemos
inferir, adivinar casi por un poderoso esfuerzo de
imaginación, algunos de los rasgos fundamentales y
esquemáticos de ese mundo ingente140 que nace. Esta
es la característica y el privilegio del hombre
americano sobre el hombre de las demás culturas.
Nosotros podemos predecir, en cierta manera, la
trayectoria de expresión que seguirá nuestro espíritu.
No en vano surgimos del vértice de todas las demás
135 Imitar, hacer algo según el estilo de otro. Adoptar las formas, comportamientos,
gestos y actitudes de personas extrañas o distintas a uno.
136 Expresión latina que se traduce como “al pie de la letra”.
137 Doctrina económica, política y social que defiende una organización social en la

que no existe la propiedad privada ni la diferencia de clases, y en la que los medios


de producción estarían en manos del Estado, que distribuiría los bienes de manera
equitativa y según las necesidades.
138 Movimiento político y social de carácter totalitario y nacionalista fundado en

Italia por Benito Mussolini después de la Primera Guerra Mundial.


139 Es la contradicción del vocablo alemán Nationalsozialismus, que significa

nacionalsocialismo, y hace referencia a la ideología y régimen que gobernó


Alemania de 1933 a 1945 con la llegada al poder del Partido Nacionalsocialista
Obrero Alemán de Adolf Hitler.
140 Muy grande, enorme, monstruoso

107
culturas, desde un punto que podríamos llamar crucial
para la vida contemporánea. El hombre de las etapas
anteriores no se preguntaba cómo iba a ser la cultura,
cuyo órgano instrumento comenzaba a ser. Lo era sin
percatarse casi ni aún en sus individualidades más
eminentes; lo era de una manera inconsciente, fatal e
inexorable. Nosotros tratamos de predecir el porvenir,
de dirigirlo y conducirlo por la inteligencia. Somos los
herederos directos de la cultura intelectual más
poderosa y sabemos mucho más que el hombre de las
culturas anteriores, cuál es el sentido de nuestro
misión universal. Las interrogaciones con que
encabezamos este capítulo están en la mente y en los
labios de todo americano culto e inteligente de hoy.
Puede decirse que la encontramos en la médula de
nuestros huesos, como una impostergable necesidad
imperativa. Nuestra necesidad de predicción se
diferencia del profetismo antiguo en que no se trata de
súbitas iluminaciones alegóricas y sobrenaturales, sino
de vastos de vastos esquemas racionales e intuitivos
que constituye nuestra inteligencia consciente. Por
primera vez en la historia, el hombre quiere darse
cuenta anticipadamente de sus fines y no ser un
instrumento ciego del hado o del destino. Jamás la
inteligencia jugó un papel más importante. Ahora
vemos y comprendemos el porqué de ese esfuerzo
extraordinario y maravilloso de Europa al
perfeccionarla a través de tantos siglos. Inclusive sus
aberraciones nos parecen ahora justificadas. Se trataba
de dar al hombre un instrumento, una herramienta de
prodigiosa eficacia mental para el porvenir. Este

108
sentido del futuro no es agorerismo141 de arúspice142,
cuya vaguedad se plasma fácilmente a cualquier hecho.
Es claridad que dirige y anticipa el sentido de los
acontecimientos, precisión científica estamos tentados
de decir, si esta palabra no estuviese tan mancillada
por cierto charlatanismo empírico; es la inteligencia
que pone a contribución sus más sutiles y poderosas
facultades creadoras.
Bien se ven todas las ventajas de esta situación
excepcional. Conducir una trayectoria, evitando los
desgastes de las desviaciones y de los tanteos, es
ahorrar energía para emplearla mejor. El agua suelta y
a su arbitrio ciego fecunda, es verdad; pero, muchas
veces, desgarrando y rompiendo. Pierde, también, sin
objeto consciente y preciso, gran parte de su fuerza.
Pero canalizada y dirigida, acrecienta su poder
impulsor, creativo y fecundante. La metáfora puede
aplicarse, mutatis mutandis, a la fuerza interna de una
cultura que, de esta suerte, puede alcanzar
realizaciones espirituales, éticas y materiales apenas
sospechables.

IV

EL DRAMATISMO VITAL

Ya vamos salvando entre tanteos pueriles y


dubitaciones escolares y académicas, poco a poco, la
distancia que va desde el indigenismo pintoresco y

141Un agorero / -ra es una persona que predice o anuncia males o desgracias.
142Sacerdote que en la antigua Roma predecía el futuro por medio de la
observación del aspecto de las entrañas de los animales sacrificados.

109
esnobista de clisé, añorante de un Incario de pastiche y
de un indio pretérito, abstracto y de tópico, hasta la
vena cotidiana de nuestro drama vital y telúrico.
Nuestra denominada literatura indigenista ha sido,
salvo casos excepcionales, nada más que un puro
itinerario de turismo cosmopolita.
El indigenismo esnobista de exportación, como
reacción contra el otro esnobismo tópico de
importación europea, ha sido un esnobismo sepulcral,
un esnobismo de hipogeo 143 arqueológico, que ha
ahogado, hasta ahora, la expresión actual y profunda
de América. Entre ambos no hay más diferencia que la
temática literaria, pues los dos son falsos, superficiales
y vacíos de genuino contenido emocional, de honda
comprensión del ambiente y de auténtica vibración
anímica. El uno, esnobismo del pastiche terrígeno; el
otro, esnobismo mimético del pastiche europeo a la
moda. Ambos sin vigencia vital y sin correspondencia
con el alma del Continente.
Por lo general, nuestros escritores, pensadores y
artistas no han acertado a sentir la terrenidad
específica y el espíritu privativo de América sino a
través de las falsificaciones de bazar, a través del
cromo abigarrado y exótico. A lo sumo, la descripción
del paisaje fotográfico, como alarde decorativo,
brillante a veces, pero sin una interpretación y
comprensión hondas, sin que envolviera en sus
entrañas un fuerte y original estado de conciencia y de
sensibilidad estética. Ha sido un arte que no ha
traspasado el arreo suntuario y la vestimenta

143Del griego hupo, debajo, y gaia, tierra. Sepulcro subterráneo en las antiguas
civilizaciones. Este término es utilizado con frecuencia por el autor en varios
lugares de su libro.

110
pintoresca. El americanismo de Chocano, pongamos
por caso, se reduce a una mera alusión alegórica,
metafórica y externa del accidente geográfico y de la
anécdota histórica de nuestros pueblos, pero, nunca a
un proceso asimilativo, a una conjugación estética, a
una verdadera digestión vital del Continente.
No podía ser de otra manera, porque los pueblos y
las razas no surgen maduros de la noche a la mañana;
son incapaces de improvisar, por acción repentina, sus
órganos e instrumentos de expresión. Necesario es un
proceso biológico secular, un largo alquitaramiento144
de sus esencias para decantar el substrato vital que lo
defina, lo exprese y lo articule.
América comienza a superar estos dos
esnobismos. Quiero decir, que abandona el simple
ademán y la gesticulación para expresar un contenido
original. Es significativo que algunos escritores y
artistas recientes hayan comprendido con claridad que
es preciso rebasar la particularización pintoresca hacia
la universalización original y unitaria. Es decir,
abandonar, el localismo exótico de pura epidermis
colorida por una honda introspección de sí mismos,
donde en realidad se encuentran las fuentes
universales. No hay arte ni pensamiento vigorosos y
grandes sino aquellos que se incorporan a la totalidad
del universo y lo enriquecen con nuevos significados.
Ya es tiempo de que declaremos subrogados145 los
plumajes multicolores, las ajorcas146 cintilantes147, las

144 Cf. supra nota 55.


145 En Derecho, subrogar hace referencia al acto de sustituir o poner una persona o
cosa en lugar de otra.
146 Una ajorca es un aro confeccionado en oro, plata u otro metal que se lleva en la

muñeca, el brazo o el tobillo.

111
cuentas llamativas, los tatuajes estrafalarios y las
zamarras o taparrabos exóticos que hacen la
delectación148 vacía y necia. América no puede quedar
reducida a ser el ornitorrinco de los continentes.
América es el órgano de cultura que ha comenzado a
enriquecer el sentido del mundo.
Superar el rastacuerismo149 literario y artístico
que le impone la ociosa curiosidad cosmopolita es
adentrarse en la fibra profunda de su ser original. El
arqueologismo indigenista de nuestro arte puede
conducirnos a los sepulcros, pero nunca al porvenir.
Mientras figuremos al lado de los hotentotes150, de los
bosquimanos 151 y de los mozambiques 152 en los
escaparates exotistas de Europa, América nunca será
América. Los pabellones americanos en las
exposiciones universales no son sino colecciones de
momias, de huacos153 y de taparrabos. Es preciso que
no solamente seamos historia del pasado sino,
también, historia del presente, historia viva con
vigorosa impulsión hacia el porvenir. Ningún pueblo,
ningún Continente tiene mayores obligaciones y
responsabilidades para el futuro que el nuestro,
porque el destino lo ha puesto en una de las

147 Cintilante es una palabra de origen portugués. Es un adjetivo que se utiliza para
indicar que un objeto emite un brillo fascinante.
148 Placer del ánimo y de los sentidos. Sin.: deleite, deleitamiento, deleitación.

Proviene del verbo latino “delectare” que significa “deleitar, complacer”.


149 Cf. supra nota 111.
150 También llamados los khoikhoi (“hombres de hombres”), los hotentontes

constituyen un pequeño grupo étnico nómada del África del sudoeste.


151 Se denomina genéricamente bosquimanos a varios pueblos africanos,

tradicionalmente cazadores-recolectores. La palabra bosquimano deriva del


afrikáans boschjesman, ´hombre de bosque`.
152 Habitantes del sureste de África
153 Objetos precolombinos fabricados de cerámica u otra materia, especialmente

los que se encuentran en una huaca o sepulcro.

112
encrucijadas históricas más tremendas del mundo.
¿Qué dirían los hombres del Viejo Mundo si para
conocer Europa, nosotros los americanos solo
amontonásemos en nuestras exposiciones y museos los
menhires154, las pinturas rupestres, las hachas del Cro-
magnon y las clavas de los nerovingios?

154Voz céltica. Monumento megalítico formado por una piedra en forma alargada,
colocada verticalmente, y enterrada en el suelo para evitar que se caiga.

113
CAPÍTULO VI

ENTRE EL SEPULCRO Y LA CUNA

EL OSARIO155 DE LOS MUNDOS

América hemos dichos en otras oportunidades, es


un inmenso sepulcro, pero, también, es una inmensa
cuna de prodigiosa fecundidad. En los demás
Continentes hay, claro está, el fenómeno biológico del
nacimiento y de la muerte, puesto que la vida no
continúa sino muriendo, pero, en menor escala, en
escala atemperada, particular y episódica. Si se admite
una comparación, diríamos, por ejemplo, que el
fenómeno biológico europeo es la renovación secular
del segmento prendido a un todo individual y unitario
de los tejidos. La imagen sería más completo pensamos
en algo parecido a lo que ocurre en la permanente y
ordinaria remoción celular del cuerpo del hombre.
Más, en América los fenómenos de composición y
descomposición asumen una amplitud y volumen
planetarios. Es, a la vez, un inmenso fermento y una
inmensa palingénesis156. En la zona tropical, entre el
Atlántico y los Andes, en el segmento continental que
está empotrado entre el Brasil, Perú, Bolivia, Paraguay,
Colombia y Ecuador, hierven las faunas y las floras en
155 Lugar donde hay huesos enterrados
156 Véase supra nota 72.

114
una colosal ebullición de vida y de muerte, de
composición y recomposición poderosas. Empero, esta
levadura no solo opera en el medio geográfico, opera
también, en el vórtice de las razas, de las sangres y de
las estirpes. Junto a las viejas progenies del Asia, del
África, de Europa y de América que, puede decirse,
están, la mayor parte de ellas, con respecto al porvenir
del Continente, en declinación, surge, lado a lado, el
salvaje de las tribus primitivas americanas, esa nueva
criatura telúrica que apenas emerge a la humanidad
desde el limbo abismático de la vida animal y que aún
espera, dentro de la economía de la Tierra, su auge o su
orto157 resplandeciente. Más sugestiva es todavía la
palingénesis158 de las culturas, de las ideas, de los
pensamientos, de los estilos, de las religiones y de las
doctrinas dentro de este plasma ciclópeo que palpita,
como un inmenso océano de vida, en la grandiosa
pugna por alcanzar una expresión adecuada.
Desde el Descubrimiento, América ha sido un
vasto osario, donde han venido a descomponerse, a
morir para continuar viviendo en formas futuras, a
soltar sus esqueletos envejecidos y rígidos: las
culturas, las ideas, y los sistemas del mundo.
Sucesivamente, unas veces; simultáneamente, otras,
con un apresuramiento patético, han invadido el Nuevo
Continente, como lanzadas por una fuerza instintiva,
como si buscaran la mejor oportunidad para morir y
continuarse, luego, en esta gran confluencia universal
de los mundos.

157Salida del Sol o de otro astro por el horizonte


158También llamada palingenesia. Se refiere al proceso de regeneración o
resurrección.

115
En los demás organismos continentales hay un
estable y permanente equilibrio psíquico y fisiológico.
Es la renovación armoniosa de la vida que ha vencido
los desgarramientos y las borrascas del parto y del
crecimiento. La vida se desenvuelve suavemente, sin
fricciones y sin sacudimientos catastróficos. En
América se producen equilibrios inestables,
temporales, raudos, como exquisitas flores de luz en
medio de un océano de tinieblas, en el que solo se
siente el trepidar oscuro, sordo y angustioso de las
potencias ciegas del abismo. Junto al regüeldo159 y al
bostezo digestivo del pantano tropical, se alzan
promociones estéticas, cenáculos platónicos, legiones
heroicas de apostolados que logran fundar Atenas
efímeras y Acrópolis pasajeras que perecen, luego,
sorbidas por la poderosa y bronca barbarie del
ambiente, pero que dejan potentes gérmenes de
continuidad constructiva. Junto al Academus160 pululan
las fuerzas satánicas de la crueldad, del homicidio
sanguinario, de la lujuria bestial, de la intolerancia
viscosa, de la codicia fría y diabólica, de la opresión
despiadada del hombre por el hombre, de la injusticia
brutalizada un grado pavoroso. ¡Junto al espasmo
telúrico de los apetitos, los éxtasis seráficos 161 y
luminosos mártires y de los héroes! Estos contrastes
violentos y excesivos no son sino el oleaje turgente162

159Eructo, acción de regoldar


160Academo (en español) es el nombre de un dios de la mitología griega. Su
nombre está asociado al de la academia del filósofo Platón, la Hekademeia
(Academia), situada fuera de los muros de Atenas.

161 Que posee las características que corresponden a los serafines. En la creencia
cristiana, son entidades espirituales que se caracterizan por el ardor y la pureza
con que aman las cosas divinas
162 Que está abultado o hinchado.

116
que bate el espacio y que surge de la insondable y
subterránea energía que opera en las entrañas.
Como las mercancías flamantes de las factorías
ultramarinas que vienen a convertirse en harapos en
las playas cenitales del trópico, bajo la acción corrosiva
del ambiente y al contacto con las carnes tórridas y
cáusticas del criollo, las ideas, las doctrinas, los
sistemas y las religiones se trizan en frágiles girones, se
deforman y retuercen en tumefacciones
163 intelectualistas, académicas y contrahechas; se

atomizan en polvo intangible, se disgregan en


légamo164 escolar, frío, ergotista165 e indigesto. Las más
espléndidas construcciones filosóficas del Viejo Mundo
se tornan en mamotretos apelmazados y cadavéricos
en nuestras universidades y en nuestros institutos de
alta cultura, como vainas seniles a las cuales se
hubiesen sustraído la pulpa nutricia. La letra que
queda con todo su rigor tardígrado166, aplomado y
reptante, pero, el espíritu creador, la intuición que la
encendió en fulguración167 de vida se ha desvanecido
para siempre. La corriente romántica, que ejerció tan
poderosa influencia en Europa y que dio tan delicados
y magníficos frutos, en América se convirtió en un
sentimentalismo cursi, lloriqueante y gemidor, salvo
dos o tres casos de profunda delicadeza que se
produjeron al azar en Colombia y en la República
Argentina. Los movimientos modernos en el arte y en

163 La tumefacción es una hinchazón que se forma en una parte del cuerpo.
164 Barro pegajoso que se forma en el suelo por el agua de lluvia o donde ha habido
circunstancialmente agua estancada.
165 Se dice de la persona que hace uso excesivo de los silogismos en la

argumentación.
166 Que se mueve o avanza con lentitud y pereza.
167 Véase supra nota 18.

117
la literatura, excluyendo, también, algunos casos de
excepción, se trocaron en el guirigay168 imaginista y
vicioso de las escuelas pedantescas. El racionalismo y
el positivismo europeos se convirtieron en el más
grosero materialismo cientificista. El maravilloso vuelo
místico del Oriente, especialmente en los Estados
Unidos, en un mentalismo espiritista, supersticioso y
mercantil.
Empero, donde más se nota este aspecto funerario
de América es en la política y en la religión. En ellas la
putrefacción alcanza proporciones verdaderamente
cósmicas. Las Constituciones, las instituciones políticas
y los partidos son la enorme farsa del Continente. Se
mueven dentro del juego sórdido y siniestro de los
apetitos, de los instintos primitivos y bestiales. En los
periódicos, en los discursos, en los libros y en las
academias se habla de democracia, de libertad, de
cultura política, pero, en la realidad cotidiana de la vida
pública solo existe la fuerza brutal y la violencia –no ya
para resolver las grandes crisis- sino como regla
habitual y permanente. En ninguna parte del mundo el
sufragio es una mixtificación más grosera y las
elecciones políticas un fraude más torpe. En los países
latinoamericanos, por lo general, es absolutamente
desconocido ese equilibrio o contrapeso, que respetan
todas las facciones y que se producen en los países
democráticos de Europa como resultante del contacto
electoral de las diversas agrupaciones o partidos en
una situación determinada y gracias al cual se puede
hablar de una auténtica cultura política. En
Latinoamérica cuando el fraude o la persecución

168 Véase supra nota 2.

118
contra los opositores no basta, el presidente de la
república –que es todo el poder ejecutivo- deseoso de
prolongar su presencia en el Poder apela, entonces, a
un golpe cuartelario o simplemente de un plumazo
hace anular el resultado de la votación. Con tales
métodos no hay que asombrarse de que el Parlamento
no sea sino el instrumento dócil y servil de un cenáculo
de apetitos o, simplemente, del capricho cerril 169 ,
personal y arbitrario del jefe del Ejecutivo. Los
parlamentos no son la concurrencia de la Nación en el
gobierno, son la cita de toda suerte de codicias,
especulaciones, rencores y venalidades 170 en
permanente conjuración contra ella. Ya hemos dicho,
en otras oportunidades, que es el caos telúrico, donde
se han desatado, sin contención alguna, las fuerzas
irrefrenadas171 de la vida abisal172.
El crimen político y el régimen de torturas, que so
habituales, alcanzan los caracteres de una sevicia173
macabra y de una crueldad delirante y vesánica174. El
diputado Manuel Arévalo 175 es asesinado en un
desierto por sus carceleros, después de haberlo
sometido a diez días de increíbles padecimientos. El

169 Que se mantiene excesivamente firme en sus ideas, intenciones u opiniones.


170 Proviene del sustantivo latino “venalitas”. Se refiere a la cualidad de venal, es
decir, lo que puede ser sobornado o es comprable.
171 Irrefrenables, que no puede ser refrenado, contenido o reprimido. Sin.:

incontenible, irreprimible.
172 Adjetivo que sirve para referirse a una zona más allá del talud continental, en

las profundidades marinas, a más de dos mil metros.


173 Crueldad excesiva
174 Que padece vesania, es decir, demencia furiosa.
175 Víctor Manuel Arévalo Delgado (Tarapoto, 1895 – Lima, 1964). Abogado,
diplomático, periodista y político peruano, que llegó a ser diputado a las
Asambleas Constituyentes (1919 y 1931-1936), Delegado Plenipotenciario del
Perú para la Comisión Mixta que visitó el Putumayo (1937) senador de la
República del Perú (1939-1945 y 1956-1962) y primer Vicepresidente de la
Cámara de Senadores del Perú (1957-1958).

119
despotismo de Juan Vicente Gómez176 es uno de los
espectáculos más siniestros de que se hayan producido
en el mundo en los tiempos modernos. Cuando el
presidente Sánchez Cerro entraba triunfalmente en
Lima, después del cuartelazo de Arequipa, al instalarse
en Palacio, sus primeras palabras en el círculo de sus
íntimos, una explosión de lujuria, saboreando con
anticipación, los placeres que le ofrecía, desde ese
momento, la Capua177 limeña. Y no es posible olvidar el
ejemplo ya clásico en la historia de América del general
boliviano, Melgarejo 178 , que convierte la Casa del
Gobierno en el hospedaje de todas las prostitutas, de la
peor hampa de prostíbulo y en el escenario de las
orgías más desenfrenadas.
No existe sentido religioso en la vida colectiva de
Sudamérica. No existe ese sentido de profunda
delicadez interior que da al hombre que la posee una
extraordinaria tensión anímica y que se refleja tan
poderosamente en su conducta ordinaria. No existe esa
fecunda fuente espiritual, cualquiera que sea la
confesión religiosa que la informa y que es rico
venero179 del arte, de la metafísica, de la moral, de la
literatura y de la poesía de los pueblos. Las densas
masas indígenas son idólatras, supersticiosas y
fanáticas. Profesan un cierto animismo primitivo y
176 Juan Vicente Gómez Chacón (1857-1935). Dictador, hacendado y jefe militar
venezolano que gobernó en forma autoritaria a su país desde 1908 hasta su
muerte en 1935,
177 Ciudad italiana que en los tiempos romanos antiguos fue la capital de la

Campania. Allí se construyó el Anfiteatro de Capua, históricamente conocido por


tratarse del primer anfiteatro del mundo romano.
178 Manuel Mariano Melgarejo Valencia (1820-1871). Militar, político, décimo

quinto Presidente de Bolivia desde el 28 de diciembre de 1864 hasta su caída el 15


de enero de 1871.
179 Manantial, fuente de agua que brota naturalmente del suelo. Fig. Fuente, origen

o principio de algo.

120
fetichista, en que las imágenes de la Virgen y de los
santos católicos son, en realidad, tótem o tabú, según la
advocación de la creencia y del culto populares. Las
clases cultas y la clase media son frías, escépticas,
irónicas, no precisamente irreligiosas sino a-religiosas,
sin creencia o confesión alguna. El cristianismo al
penetrar en Sudamérica se ha descompuesto en las
formas más seniles y en las prácticas más vacías de
contenido espiritual. Se comprende esto fácilmente si
pensamos que la religión es una estructura espiritual
íntimamente ligada a la tradición y al
desenvolvimiento histórico de los pueblos,
constituyendo uno de los más poderosos instrumentos
de expresión de sí mismos. Tal ocurrió en Europa, en la
Edad Media, donde los conventos y el clero fueron los
intensísimos y casi únicos focos de cultura, en medio
de la barbarie general. Pero el cristianismo al penetrar
en América era extraño a la tradición y a la historia de
sus pueblos. Mejor dicho a su ingreso se rompió toda la
tradición y toda la historia. Desde la Conquista el
catolicismo y el clero aparecen estrechamente unidos a
la crueldad, a la barbarie, a la opresión, a la injusticia, a
la explotación del hombre por el hombre, a las fuerzas
regresivas, oscuras y siniestras del Continente. El
padre Valverde es un símbolo actual, permanente y
vivo. En esta hora las tiranías y los más torpes
despotismos encuentran sus aliados más eficaces en la
Iglesia y el clero católicos. No se tomen estas palabras
como producto de un sectarismo ciego. Estamos
constatando un hecho general que se puede
comprobar, a cada paso, con abundante
documentación en la vida sudamericana. El historiador

121
y el pensador señalan el absceso 180 donde se
encuentre.
El clero católico latinoamericano se halla en una
total relajación. Aquí hay que hacer, también, la
salvedad de los pocos casos excepcionales que no
cuentan naturalmente para una apreciación de
conjunto y que son como islotes solitarios en medio de
un océano de detritus181. No solamente el espíritu
cristiano sino toda la vida espiritual se hallan ausentes
en la acción del sacerdocio. El cura párroco no
solamente no combate la superstición en sus
feligresías, sino que la fomenta y la trueca en una
inicua182 empresa de latrocinio. La religión ha quedado
reducida a un conjunto frío y externo de ritos, de
formulismos culturales, de ceremonias idolátricas sin
el aliento confesional que los originó. Es la depravación
de todo sentido religioso llevada hasta grados
recesivos absurdos, hasta alcanzar la regresión franca
de la barbarie primitiva.
No olvidaré jamás el espectáculo repugnante que
ofrecía hasta hace pocos años, la fiesta del Señor de
Huamán183 en las cercanías de Trujillo, asiento de la
suprema autoridad de la Diócesis184. Los devotos –
mujeres, niños, hombres- trasladaban al templo de la
aldea sus camas y utensilios de comida, instalándose
allí por el espacio de cinco, seis o más días. Allí comían,

180 Un absceso es una infección e inflamación del tejido del organismo


caracterizado por la hinchazón y la acumulación de pus.
181 Detrito o detritus (del lat. detritus). Residuo de la desagregación de un cuerpo.
182 Inicuo, cua. Adj. Injusto, que no observa la equidad: juez inicuo, sentencia inicua.
183 Festividad que se celebran anualmente en los meses de mayo o junio.
184 Del gr. dioikésis. Territorio en que ejerce jurisdicción espiritual un prelado: la

diócesis de Toledo.

122
dormían y libaban en abundancia la chicha de jora.185
Mediaba la noche, a la luz mortecina de los cirios 186que
ardían en los altares, se levantaba de este
contubernio187 apretado y palpitante un vaho espeso
de olor nauseabundo. Este espectáculo era tolerado
por las autoridades eclesiásticas.
No es necesario ilustrar más este cuadro
funerario. Ya hemos dicho en otra oportunidad que, en
cierto aspecto, el espectáculo de la vida
latinoamericana es el espectáculo de la muerte y de la
putrefacción de Europa al otro lado del mar. Pero,
también, es la muerte, el réquiem188, la descomposición
de la antigua América. Las viejas culturas incaicas,
azteca y maya no volverán a revivir, como no volvieron
a revivir las viejas culturas de Egipto, de la Asiria, de
Caldea, del África. Son ciclos culturales definitivamente
extinguidos para la vida del mundo. La resurrección de
las antiguas progenies indígenas, como una
continuidad orgánica, cultural, espiritual y racial, no es
sino la tesis y la ilusión sentimentales del arqueólogo,
que quisiera ver resurgir de sus ruinas, reanimado y
vivo, el maravilloso mundo que ama, estudia y admira.
Esa ilusión, es cierto, hace posible el ingente esfuerzo
necesario del sabio para desentrañar los misterios y las
enseñanzas del pasado remoto. Empero, fuera de la
especialidad científica, esa ilusión es paralizante,

185 (En lengua quechua Aqha). Es una bebida fermentada oriunda de Sudamérica,
particularmente difundida en Perú, Bolivia y Ecuador.
186 Del lat. cereus, de cera. Velas grandes de cera que se usan en las Iglesias. Cirio

pascual, gran cirio bendito que se enciende durante el tiempo pascual en los oficios
solemnes.
187 Acuerdo o alianza para fines censurables.
188 Palabra latina que significa “descanso”. Oración que reza la Iglesia por los

difuntos: cantar un réquiem. Música compuesta para dicha oración: el Réquiem de


Mozart.

123
extraviadora, vitanda189, letal, porque proyecta una
visión equivocada del presente, porque ubica nuestra
tensión vital en un orbe mágico, irreal, orbe de
maravilla, que no es sino la evasión adormecedora de
nuestras trágicas, amargas y sangrantes
responsabilidades del hoy palpitante, del “ahora” que
nos circunda con sus fluencias 190 estremecidas. Es
como si el jefe de familia –valga el símil- se
entretuviera en rumiar con sus hijos las grandezas de
sus abuelos con la ilusión permanente de que volverán
a revivir, mientras da la espalda y descuida los
problemas acuciantes191 y las tremendas cuitas192 de la
hora inmediata. No es posible medir todo el mal
deparado por ese concepto arqueológico de nuestra
vida, concepto de tumba, en el espíritu de la juventud
americana. Los movimientos artísticos, literarios,
políticos y aun filosóficos de nuestros pueblos han
tenido que cargar con el peso muerto de este cáncer
mental, sentimental y estético.

189 Del latín. “vitandus”. Que debe evitarse.


190 La fluencia alude a la acción y efecto de fluir o correr. Lugar donde brota o
empieza a fluir un líquido.
191 Que se manifiestan con fuerza, viveza y pasión.
192 Aflicciones, desgracias o circunstancias adversas: habló de sus cuitas.

124
II

EL ALUMBRAMIENTO DE UN ORBE

Si la vida solo se continúa muriendo, tampoco


puede morir si no se deja tras de sí el germen de un
futuro nacimiento. Nacimiento y muerte son términos
que se tocan y se correlacionan en la vasta economía
del Universo. La fecundidad prodigiosa del Oriente
peruano, ecuatoriano y colombiano, la energía
ubérrima193 de la jungla brasileña y boliviana se alzan
sobre estrato vegetal, sobre la capa de humus194 más
ingente, nutricia y copiosa del planeta. Si la
descomposición y la muerte alcanzan allí proporciones
colosales, también el nacimiento y la germinación se
realizan en un grado ciclópeo y grandioso. Si
trasportamos esta imagen física y geográfica a la
realidad espiritual y cultural de América, habremos
obtenido una proyección exacta de lo que ocurre, en
verdad, en la vida total del Continente. Esta imagen
ilumina con un penetrante lampo195 de claridad todo lo
que en la existencia de nuestros pueblos se nos
aparecía antes paradójico, absurdo, inconexo.
Comprendemos, entonces, el contraste violento y
bronco196 que se origina a cada paso y que, más que a
nosotros los americanos, desconcierta y sobrecoge al
193Adjetivo en grado superlativo. Del latín “uberrimus”. Muy fértil: campos
ubérrimos.
194El humus es la sustancia compuesta por ciertos productos orgánicos de naturaleza
coloidal, que proviene de la descomposición de materias orgánicas de origen
generalmente vegetal. Se caracteriza por su color negruzco debido a su gran cantidad de
carbono.
195 Término poético. Resplandor o brillo fugaz como el del relámpago. Del it. lampo
'relámpago', der. de lampare 'relampaguear', este del lat. tardío lampāre 'brillar', y
este del gr. λάμπειν lámpein.
196 Véase supra nota 25.

125
europeo, acostumbrado a otro ritmo de vida. La
contigüidad de la civilización y de la primitividad
agreste, de la cultura y de la barbarie, de la piedad
seráfica y de la ferocidad animal engendra esa alta
tensión creativa tan necesaria en América para el
surgimiento de un nuevo orbe del espíritu. El
americano vive en el dintel197 mismo de dos orbes,
entre el pasado que se rompe hecho trizas y el porvenir
que fluye en el presente con estrépito y fricción
inevitables. En la vida europea este fenómeno de
renovación se realiza bajo un ritmo más suave, más
lento, más natural, podría decirse. Las formas nuevas
surgen cuando las formas del pasado se han disuelto
casi y son incapaces de ofrecer, por su misma
elasticidad vital, una resistencia violenta y catastrófica,
aunque sea más prolongada, más conservadora y
persistente. Las formas culturas extrañas, en América
se osifican198 con mayor rapidez, se anquilosan199 con
celeridad 200 , diríase que se oxidan con galopante
premura al contacto de las emanaciones telúricas,
alcanzan pronto una rigidez que estalla en pedazos y
con una conmoción deflagrante201.
Además, el fenómeno de América es más complejo
porque se funden en su crisol, no solamente formas
culturales homogéneas y de la misma tonalidad, sino
formas culturales de distintas procedencias y de
distintas tensiones, que buscan allí precisamente una

197 En Arquitectura, parte superior de las puertas y ventanas que descansa sobre
las jambas.
198 Como verbo pronominal, osificarse significa convertirse en hueso o adquirir

consistencia ósea un tejido orgánico..


199 Véase supra nota 61.
200 Del latín “celeritas”. Prontitud, velocidad: caminar con celeridad.
201 Véase supra nota 41.

126
homogeneidad superior que las ligue a todas. En
América vivimos, lado a lado, entre un mundo que nace
y, en verdad, varios mundos que mueren, cuyas formas
se entrecruzan, coexisten, se compenetran, chocan con
incisiva violencia. La existencia individual tiene, pues,
que transcurrir dentro de una distinción excesiva y
formidable. En realidad, se necesita una nueva
conformación biológica, un nuevo temple espiritual,
síquico y nervioso para soportar con éxito este
atirantamiento202 extraordinario. Semejante vibración,
en cualquier otra parte del mundo, sería capaz de
relajar y tornar átona la individualidad anímica, física y
moral más poderosamente constituida. De hecho, el
extranjero o el hijo de extranjero entre nosotros, cuya
sensibilidad ha sido incapaz de asimilarse a esta
tremenda estridencia del ambiente, suele convertirse
en un lastimoso guiñapo203 moral y mental. Así nos
explicamos la tolerancia y la indiferencia en América
de ciertos estratos sociales frente a los crímenes más
horripilantes y nefandos204.
Así como hay un humus205 vegetal, hay también en
el Continente lo que podría llamarse un humus cultural
y humano, depósito ingente, fecundo y ubérrimo de
nuevas formas; vivero potente de gérmenes vitales y
culturales, algunos de los cuales han comenzado su
desenvolvimiento y articulan ya la diana de un nuevo
amanecer, de una nueva aurora, de un nuevo
nacimiento, contigua al himno funerario de la
descomposición y de la muerte. Movimiento de
202 Véase supra nota 40.
203 Persona que viste harapos o andrajos
204 Del latín “nefandus”. Indigno, infame, que resulta abominable por ir contra la

moral: crimen nefando.


205 Véase supra nota 181.

127
evolución y de involución, casi simultáneos y
sincrónicos para el registro de nuestra sensibilidad,
pero, en verdad, contacto por sus extremos, de un
fenecer y de un nacer, de una noche y de una aurora. Al
americano le ha sido dado vivir, ser el espectador y el
actor de una experiencia planetaria prodigiosa, que no
se presenta dos veces en la historia de un planeta sino
tal vez cuando la memoria de las generaciones se haya
abismado y perdido en la matriz de los milenios.
No es empresa fácil encontrar dentro de esta rica y
vasta complejidad una permanente unidad de estilo. El
estilo es armonía, es la concordancia del todo orgánico
y espiritual dentro de una expresión coherente. El
estilo es la serenidad tras la borrasca sangrienta del
nacimiento. En América predomina demasiado aún el
espectáculo corrosivo y disolvente; las formas antiguas
y extrañas están aún disgregándose en su última etapa
de descomposición. La habitual y corriente sensibilidad
europea se siente desconcertada, desbordada,
atropellada por esta ebullición primordial. El caso de
Pío Baroja206, que salió abrumado y disgustado de un
mundo que no comprendió, no es un caso único. Solo
Ortega y Gasset207 y Keyserling208 hicieron un esfuerzo
positivo para acomodar su enfocación europea al
escenario del Nuevo Mundo. En América hay, como
todo lo que comienza a vivir, un estilo naciente,
rudimentario aún, pleno de vigor y de posibilidades,
sin embargo, pero que reclama para rendirse a la

206 Pío Baroja y Nessi (1872-1956). Escritor español, destacado novelista y autor
de obras realistas como Aurora Roja, Vidas sombrías, Camino de perfección, Inventos
y mixtificación de Silvestre Paradox, entre otras.
207 Véase supra nota 114.
208 Véase supra nota 60.

128
comprensión, una mirada profunda y acendrada209.
Quien llega con ojos atolondrados de turista, se
atolondra más aún, se abruma, y sale ayuno de una
revelación que solo puede ofrecerle esta ingente, esta
maravillosa matriz del planeta.
En el capítulo de “Introducción” de El Pueblo
Continente210 ya hice referencia a lo que podríamos
llamar el espectro de América, la imagen prismática del
Continente, de donde surgen sus colaboraciones
fundamentales, símil que aclara con lúcida precisión, la
realidad contradictoria, brusca, trágica y, en
apariencia, paradójica, de nuestra vida. Distinguimos
entonces tres franjas cromáticas: 1º- la zona sepulcral o
recesiva, donde predomina el espectáculo de la
descomposición y de la muerte por el choque de todos
los elementos biológicos y culturales que se
confluenciaron en América, quizás desde qué remotos
tiempos, pero, principalmente desde la invasión
europea, o más propiamente, desde la Conquista
española, que es la fuerza predominante. Es el estrato
del mestizaje plural donde han entrado en receso todas
las facultades dinámicas, orgánicas y creadoras de los
diversos componentes para constituir una suerte de
humus que fecunda el futuro. Esta zona ofrece el
espectáculo más trágicamente disolvente y corrosivo
del planeta; zona átona y tórpida211 que ha perdido,
por el momento, toda su facultad responsiva o de
reacción frente a las impulsiones del espíritu creativo.

209 Véase supra nota 56.


210 Puede consultar una edición de Pueblo-continente: Ensayos para una
interpretación de América Latina de manera gratuita en el siguiente link:
http://www.manuelugarte.org/modulos/biblioteca/o/Pueblo-Continente-
Antenor-Orrego.pdf
211 Véase supra nota 50.

129
Etapa de transición, inestable, que sirve de puente
entre el pasado y el porvenir, de cojinete amortiguador
entre la irrupción violenta de las formas extrañas e
invasoras y las resistencias vitales del Continente. Está
representado este estrato por una parte considerable
de la vida americana que está en camino, que no tiene
aún vigencia creativa, donde se ha neutralizado todas
las energías concurrentes y se ha tornado pasiva; 2º- la
zona del choque o de la deflagración violenta, donde los
elementos invasores no han sido capaces de asimilar la
tremenda estridencia del nuevo ambiente telúrico,
biológico, síquico, espiritual y ético, manteniéndose
inadaptados, señeros, desarticulados de la matriz
americana, en constante fricción con las fuerzas
poderosas que los rodean. Es el estrato negativo, broza
212 del Continente, que no tiene porvenir alguno y que

está destinado a perecer sin remedio. Lo constituyen


los snobs de todo género y se encuentran en
abundancia entre los artistas, escritores, políticos,
literatos y profesionales, en la alta sociedad criolla de
buen tono, entre el charlatanismo pseudo-europeo que
remeda los gestos de París o de Londres, de Berlín o de
Roma. Es la quincallería científica, política, literaria y
social que ha tomado por asalto la prensa
sensacionalista y que vocea su variedad pedantesca
desde las ortofónicas213 del Continente. 3º- la zona vital
y orgánica, producto de una larga y trabajosa digestión
de siglos y que surge de la matriz viva, creadora y
dinámica de América. En ella está todo el presente en

212Véase supra nota 49.


213En Fonética, la ortofonía es un sinónimo de ortología, que es la rama de la
fonética que establece las normas convencionales de pronunciación de una lengua.
En Medicina, se refiere a la corrección de los defectos de la voz y la pronunciación.

130
lo que tiene de significativo y todo el porvenir en lo que
tiene de posibilidad. Es el estrato del agua viva y
profunda donde palpitan los gérmenes poderosos de
todo el desenvolvimiento futuro del Continente. Allí se
plantean los nuevos problemas universales y allí ha
comenzado a modularse la entonación espiritual del
nuevo hombre. Es el estrato de la recomposición y de
la síntesis después de la catástrofe de la Conquista. En
ella la América adquiere un sentido articulado y
orgánico, y comienza a tener un estilo, es decir, una
congruencia vital totalizada, una integridad, una
armonía. De ella surgieron Bolívar, nuestra figura más
universal y todos los demás grandes espíritus de
América. De allí surgirán, también, en el presente y en
el porvenir todos los jefes, caudillos, artistas, sabios,
pensadores, escritores que están destinados a guiar y
presidir la nueva gesta histórica y cultural.

131
CAPÍTULO VII

EL CONSTREÑIMIENTO DE DOS TUMBAS

ENFOQUE DE PERSPECTIVA

Del contexto de los capítulos anteriores emerge ya


claramente el perfil de este tema. Pero, lo hemos visto
desde perspectivas oblicuas, bajo una luz tangencial
proveniente de diversos puntos que, si bosquejan la
silueta, no revelan la riqueza plástica de la masa. Esta
vez queremos lograr una enfocación directa mediante
la cual la proyección del haz luminoso, no solamente
contornee el objeto, sino que lo devele íntegramente a
nuestro ojos. Ocurre con los temas que, en cierta
manera, son los cuerpos plásticos del pensamiento, lo
que con las obras escultóricas. El escultor sabe bien, al
hacer la exposición de sus trabajos, que los contrastes
de luz en los diversos planos estatuarios tienen una
importancia singular para acentuar, en su expresión
más sutil, las bellezas de su obra. La realidad y la
verdad de una situación, la solución o eliminación de u
problema en el orden mental dependen, también, casi
exclusivamente, de la cintilación o destello que se
proyecta sobre él.

132
La América nueva, es decir, la América con actual
vigencia histórica, surge entre el tremendo
constreñimiento de los hipogeos214 que la oprimen y
descargan sobre ella su abrumadora gravitación. Es el
vagido angustiante de una criatura entre dos funerales
que montan la guardia de su nacimiento. Funeral de la
antigua América indígena y funeral de la foránea
Europa invasora. Ninguna de las dos puede ser un
porvenir y una continuidad, porque cada una de ellas
es un acabamiento y una muerte. No creemos que
exista tierra alguna en el mundo contemporáneo que
se haya abandonado, con tanto rendimiento, al
embrujo del sepulcro. El extranjero de sensibilidad
aguzada encuentra que el Nuevo Mundo por
antonomasia rezume 215 el moho de las tumbas.
Cementerios quechuas, cementerios aimarás,
cementerios mayas, cementerios aztecas, cementerios
coloniales, momias, quipus, huacos, joyas y utensilios
pretéritos, telas quemadas por el vaho de los siglos,
monolitos, piedras hieráticas, aras sacrificiales,
calendarios líticos, hipogeos, ciudades milenarias
congeladas en la muerte, palacios y fortalezas
derruidos en medio de los desiertos o en las cumbres
de las montañas, apresados por las alimañas salvajes y
las matas silvestres, hombres arrancados de los
sepulcros en cuyas almas se han cristalizado los siglos
y que ambulan como cadáveres; ruinas y espectros por
todas partes en la vasta extensión del Continente. Es
señorío de la muerte en toda su integral plenitud.
Jamás el hombre vivo, el hombre histórico, el
hombre que crea, que lucha, que sueña, que ama y que
214 Véase supra nota 139.
215 Rezumarse significa salirse un líquido por los poros del vaso que lo encierra.

133
trabaja ha sentido, con tan imperativa coerción, la
pesadumbre de la muerte. Los atavismos regresivos y
aberrantes, mentales y psíquicos, operan con energía
compulsiva. No es la tradición viva que sirve de asidero
y que imprime su tónica pulsación a la obra del
presente, a la vida que se agita en su tarea. Es la
congelación paralizante del cadáver, que ya no está
inserto en el ímpetu de la vida, pero que emponzoña,
sin embargo, con su aliento deletéreo, el brote fresco
de la mies. La historia para seguir su ruta tiene que
librar a cada paso descomunales batallas quijotescas
contra los vestigios funerarios que la acechan a cada
vuelta de la senda. La historia tiene que abrir el surco
hundiendo su esteva 216 en la escoria 217 viscosa e
infecunda que esteriliza su seno.
En todos los pueblos en que el pasado cuenta de
modo vital y directo en el proceso creativo del
presente, la tradición es un plasma fecundo, cargado de
gérmenes que operan activa y dinámicamente hacia el
porvenir. En verdad, la América actual carece de una
tradición en el sentido histórico y cultural de una
creación continua. Cuando se produce en ella la
confluencia de los pueblos y las culturas del viejo
Mundo, cada uno rompe su tradición maternal, y su
agresión brutal y violenta rompe, igualmente, las
tradiciones indígenas en un grado que pocas veces se
ha producido en la historia humana. Son dos mundos
que luchan, se destruyen se ignoran con la abismal
ignorancia de dos especies de hombres absoluta y

216Del latín stiva. Pieza curva por donde se empuña el arado.


217Del latín scoria. Substancia vítrea que sobrenada en los metales fundidos. //
Óxido que a los martillazos salta del hierro candente en la fragua. Fig. Cosa vil,
desecho: una escoria de la humanidad.

134
radicalmente diferentes. La enemistad o guerra han
sido siempre en cierto estadio de la civilización
humana, una relación positiva entre los pueblos.
Gracias al comercio de la lucha y de la muerte han
solido encontrar sus puntos de congruencia y
encontrar, por consiguiente, una continuidad cultural,
ya sea dentro del marco del invasor o ya sea dentro del
marco del vencido. Se producía una absorción
ambivalente, vale decir, una comprensión mutua y se
enriquecían ambos. Pero, en América esta relación no
pudo producirse en los planos culturales o del espíritu,
y así tuvo que descender hasta los estratos
infrahumanos, que tocaban casi las lindes de la
animalidad primitiva para encontrar una zona común
de congruencia vital. Este hecho explica, sin duda
alguna, tanto como la poderosa coerción ambiental del
Continente, el predominio radical que ejercen las
fuerzas telúricas y abisales en la vida americana.
Conquistador y vencido tuvieron que descender a los
estadios primordiales de la vida para alcanzar un
determinado entendimiento, y este entendimiento no
puedo ser sino la fusión biológica para una nueva
tarea. Por eso, hemos hablado antes de una digestión
vital en el claustro materno americano a través de los
siglos para que así se produjera un nuevo hombre con
actual y dinámica vigencia histórica.
Pero, estas tradiciones culturales muertas, que ya
no ejercen ni pueden ejercer directamente influjo vital
alguno, reviven como escorias espectrales, se
revitalizan artificialmente muchas veces, se insertan
como oxidación de tumba en aquellas zonas amorfas,

135
paralíticas y valetudinarias 218 del Continente, y
acechan la yema219 joven, obturan la irradiación de la
savia nueva.

II

EL SEPULCRO INDÍGENA

De los dos sepulcros, el de mayor virulencia es, a


no dudarlo, el sepulcro de la antigua América, el
sepulcro indígena. Bajo la etiqueta de indigenismo
circulan en América las recetas más ponzoñosas que
envenenan las fuentes de nuestra vida histórica, de
aquella vida actual y profunda del Continente que
encierra todos los gérmenes vitales de nuestro
desenvolvimiento futuro. Nombre que no responde ya,
las más de las veces, a nada sustantivo o creativo y que
se ha convertido en una mera notación verbal para
confeccionar los sustitutos farmacéuticos de nuestra
evasión histórica. Adormecimiento opiático que nos
hace creer entre volutas de ensueño que la fuerza, el
vigor y la sustantividad creadora de nuestros pueblos,
no se encuentra ni puede encontrarse sino en entre las
escorias del pasado milenario. A este embrujo
extraviador y paralizante debemos, en gran medida, la
densa y tenebrosa grima220 de nuestra tragedia actual.
Desde la escuela, desde la universidad, desde el libro,
desde la tribuna y, aun desde la podredumbre de
218 Adjetivo y sustantivo. Del latín valetudinarius. Enfermizo, débil: un anciano
valetudinario.
219 Del latín gemma. Renuevo, botón o brote que nace en los vegetales: la yema

produce, según los casos, ramos, hojas o flores.


220 Desazón, desagrado, disgusto: da grima oír a ese cantante.

136
nuestra política, se infiltra el veneno y entre nuestros
tejidos. El orín incaico carcome nuestros huesos y no
deja sino exhombres de museo, que no pueden tenerse
en pie dentro de la borrasca constructiva que se genera
en la lucha que se libra contra los cadáveres. No hay
déspota sudamericano, especialmente en Bolivia, Perú
y Ecuador, que no se declare decidido indigenista, y los
sectores sociales más reaccionarios, que medran en el
dolor, en el latrocinio, ya en el asesinato del indio, son
precisamente los que agitan, con bambolla 221 más
estridente, la sonaja del indigenismo. Entre el
gamonalismo y los intelectuales peruanos,
ecuatorianos y bolivianos hay anticuarios, excavadores
y huaqueros y aun arqueólogos devotos que
prorrumpen en trenos222 doloridos cuando se destruye
una ruina, pero que aplauden, callan o atizan la
delincuencia, cuando se produce una masacre de indios
o cuando se asesina en las cárceles a un hombre
significativo. Si el uno es un crimen contra nuestro
pasado, siempre es un crimen menor y menos nefando
que el otro, que es un crimen contra el porvenir. No es
lo mismo asesinar una criatura que romper un
catafalco. 223 Los necrólatras, 224 conservadores y
adoradores de tumbas son los más terribles y crueles
destructores del presente. Polilla de nuestros pueblos,
que se alimentan digiriendo la madera podrida de los

221 Fam. Boato, fausto, lujo. P. Rico. Fanfarronería. Ant.: Sencillez, modestia.
222 Del griego threnos. Canto fúnebre, lamentación, queja: los trenos del profeta
Jeremías.
223 Del italiano catafalco. Decoración fúnebre que se levanta para las exequias de

una persona de cierta consideración.


224 Del griego nekros, muerto; latruein, servir. Los que adoran a los muertos.

137
mortuorios, pero que roen y empozoñan, sobre todo, la
pompa florida y riente225 de los vergeles226.
Cualquiera que sea la hipótesis hacia la cual nos
inclinemos: ora que las antiguas culturas americanas
murieran prematuramente desgarradas por el choque
brutal del conquistador europeo, ora que se
encontraran ya dentro de una irremediable pendiente
de consumación bizantina y que la colisión con el
invasor no hizo sino acelerar el proceso disgregativo, lo
cierto es que no pudieron resistir la llegada de los
nuevos tiempos históricos, menos aún, asimilarse las
formas culturales extrañas, ni absorber
espiritualmente, como en el caso de Grecia y Roma, al
puñado de aventureros indoctos227 y montaraces228
que casi de arribada forzosa desembarcaron en las
playas tropicales del Continente. Por nuestra parte,
creemos que la vida de una cultura está librada al caso,
como lo está muchas veces, la vida del hombre. Si ella
tiene todavía la suficiente fuerza expansiva, si sus
gérmenes vitales aún poseen la necesaria elasticidad
para continuar su desenvolvimiento, por grande y
trágica que sea la catástrofe de una conquista militar,
siempre encuentra la manera de seguir viviendo y,
algunas veces, de seguir viviendo mejor que antes
sobre el plasma nuevo del vencedor.
Y mucho más en el caso de América, en el que no
son nutridos ejércitos organizados que la invaden, sino
bandas armadas y ávidas que la sojuzgan casi sin lucha,

225 Que está riéndose. Este es el típico participio presente de procedencia latina tan
característico en el estilo literario de Antenor Orrego.
226 Término poético para referirse a los huertos.
227 Que nos son doctos o ignorantes.
228 Adj. 1. Que se crían en los montes: animal montaraz. 2. Grosero, salvaje: genio

montaraz.

138
con su sola presencia física. La captura de Atahualpa en
Cajamarca y, luego, la sumisión alelada229 de todo el
vasto y poderoso imperio es un hecho de por sí
significativo. Las armas de fuego pueden explicar el
episodio inmediato, pero no explicarían jamás la
destrucción de una cultura con raíces milenarias. En
realidad, América cayó vencida por sus propias
contradicciones internas: espirituales, morales,
religiosas y económicas, que germinaban como una
levadura corrosiva dentro de su existencia total. Las
estructuras culturales americanas eran ya rígidas y
estaban agotadas cuando llegaron los europeos, y el
impacto de la Conquista fue el remate acelerante230 y
necesario de un proceso.
Hasta qué punto la influencia del sepulcro
americano nos extravía en la visión y valoración justas
de nuestra vida –esto dentro de una perspectiva que es
capital en el planteamiento de nuestros problemas
presentas-, lo encontramos en el insustancial y
superficial sentimentalismo con que enjuiciamos la
Conquista, hecho del cual arranca y fluye, sin embargo,
nuestra entera existencia posterior. Todos los pueblos
pueden aprender mucho de su pasado, pero nosotros,
los americanos de hoy, menos que cualquiera, porque
las tradiciones anteriores están muertas para nosotros,
carecen de toda vivencia orgánica. Con nosotros
comienza un nuevo mundo, somos los iniciadores de
una historia inédita y, de grado o por fuerza, debemos
verificar nuestra propia experiencia, sin que nos
ayuden, en mucha medida, como en los otros pueblos,
las muletas inválidas del pasado. Hemos de
229 Lela, tonta, simple, mentecata
230 Adjetivo. Que acelera, acelerador. Véase supra nota 20.

139
comprender el sentido de nuestro sino antes de que
nuestra tarea suma alguna significación positiva y
fecunda para la vida del mundo. Mientras el espejismo
indigenista, que es el espejismo incaico, se destaque
aurisolado,231 iridiscente, con la magia del ensueño, no
habremos encontrado nuestro verdadero camino sino
que andaremos extraviados en los atajos. Mientras
preconicemos 232 un neo-quechuismo, o un neo-
aymarismo, como continuidad contemporánea y
orgánica de la Antigua América, no nos libraremos de
la fascinación de la tumba y los espectros sepulcrales
que yugulan233 nuestra vida, imperarán todavía por
mucho tiempo en la existencia de nuestros pueblos,
hasta que el dolor de nuestra tragedia actual sea lo
suficientemente agudo para arrancarnos de nuestro
sueño y despertarnos a la vigilia de nuestro destino. La
vida histórica no es una vida ciega; necesita
discriminar con claridad sus objetivos. Cualquier mal
planteamiento racional de sus problemas tiene efectos
desastrosos para el porvenir, así como cualquier
represión incesante de sus valencias vitales puede
conducirla a la destrucción.
Si pensáramos con lógica rigurosa y con más
sindéresis 234 histórica, veríamos pronto, hasta la
evidencia, que si las culturas indígenas fueron
incapaces de absorber al invasor en los primeros años
de la conquista, cuando todavía latía poderoso su elan

231 Término inventado por Orrego para referirse, suponemos, al matiz muy
brillante del sol como si fuese oro.
232 Del verbo preconizar que tiene origen en la voz latina praeconium, que se

traduce como publicación, alabanza. Celebrar, encomiar.


233 Detienen con violencia.
234 Palabra de origen griego. Entendimiento, juicio, capacidad para jugar

rectamente.

140
vital 235 , menos podrán hacerlo ahora cuando la
pendiente disgregativa se encuentra en sus postreros
escalones. La experiencia de cuatro siglos nos indica
que el indio americano, en el sentido antiguo, se
desindianiza236 cada vez más y que cada día es menos
indio puro, pese a la tremenda gravitación de su masa
étnica. El indio actual no encarna ya ninguno de sus
antiguos valores culturales y ni siquiera tiene el
recuerdo de su historia, ni la conciencia clara de su
identidad colectiva. Frente a la explotación y a la
opresión de sus verdugos, no tiene sino una
responsividad elemental, una reacción meramente
fisiológica. Es frecuente el caso en que muchos de los
gamonales que lo extorsionan 237 más
despiadadamente y con mayor y más refinada
crueldad, son indios sin mezcla racial alguna, que no
siente la menor solidaridad de sangre con sus
hermanos. Y no se quiera explicar esta atonía,
únicamente, por las condiciones brutales en que ha
vivido el indio, por la represión criminal del invasor y
por su explotación económica. La historia nos da varios

235 “Élan vital” es una expresión que procede de la lengua francesa y fue
introducida por el filósofo Henri Bergson (1859-1941) en su obra La evolución
creadora, y que ha sido traducida, generalmente, como “fuera o impulso vital”. Se
trata de una fuerza hipotética que origina la evolución y desarrollo de todos los
organismos.
236 “Desindianizarse”, es decir, dejar de ser indio. En la prosa filosófica de Antenor

Orrego es típico este recurso literario por verbalizar ciertos fenómenos que el
autor considera mantienen más dinamismo. Fenómeno similar ocurre con
“nihilizar”.
237 En la época en que escribe este libro Orrego –década de los años 60 del siglo

pasado-, el verbo “extorsionar” era considerado aún como un neologismo con el


significado simple de “dañar, perjudicar o perturbar a alguien”, que también se
mantiene en uso pero con escasa frecuencia. Actualmente, el término ha adquirido
un matiz más intenso y es empleado, casi siempre, en contextos jurídicos y
policiales, para significar la obtención de algo de una persona utilizando medios
violentos e intimidatorios: extorsionaba a su jefe con amenazas.

141
ejemplos de pueblos cuya cultura ha sobrevivido y se
ha impuesto dentro de las condiciones más
desfavorables y siniestras. Es algo que va mucho más
allá, hasta la destrucción de una ecuación vital que
había perdido su flexibilidad biológica y cultural para
seguir viviendo.
No creemos que exista otro indigenismo vivo y
constructivo, sino aquel indigenismo histórico y
vigente que se halla vinculado biológicamente a la
actual matriz planetaria de América, con
independencia de cualquier coloración o pigmento de
la piel. Aquel indigenismo que tiene sus raíces hincadas
en la contemporánea fermentación de América, que
prendido a sus entrañas maternales, al plasma telúrico
americano del presente lanza, sin embargo, sus garfios
de luz y de vida hacia el porvenir. La América actual no
es la América antigua, como no lo es, dentro de una
familia, el tataranieto o el chozno238 con respecto a sus
antecesores o abuelos pretéritos. El indio antiguo y sus
representantes actuales, que se han mantenido
impermeables y desarticulados de la Nueva América,
son tan extraños a nosotros y tan anti-americanos,
como cualquier europeo. Son el rezago del pasado que
el tiempo se encargará de incorporar a la nueva vida.
La América actual es la conjunción del mundo, la
conjunción de todos los linajes de la tierra para
constituir una nueva progenie, una nueva criatura
humana, una nueva casta, como ya lo pensaba nuestro
gran Bolívar. El indio antiguo no es sino un factor, el

238Nieto de cuarta generación, hijo del tataranieto. Sin. Trastataranieto o


cuadrinieto.

142
principal si se quiere, pero nada más que un factor, uno
de los agnados239 de nuestra gran progenie.
Nada más vitando y antivital para América que la
nostalgia del sepulcro incaico, del sepulcro azteca o del
sepulcro maya. Los nacimientos no se realizan en los
cementerios, ni los nuevos epitalamios240 se consuman
en los túmulos241. El paisaje de la América viva debe
plasmarse en nuevos ojos, no en las retinas vidriadas
de los cadáveres. Rompamos de una vez para siempre
el complejo de Edipo de la madre india, que nos impide
vivir a la vida creadoramente, la vida nuestra, la vida
que estalla en inéditas y nuevas auroras. Seamos yema
de sarmiento242, y no astilla cadavérica de catafalco.
Una parte considerable de la literatura y arte
nuestros, especialmente en los últimos cincuenta años
en que medra 243la moda anti-europea, se inspira en
ese falso indigenismo sepulcral, que es una falsificación
académica y arqueológica de nuestra actualidad
vigente. De allí ese cromolitografismo 244 literario,
pictórico y musical que aun la transcripción del paisaje
terrígeno no puede ocultar la saudade 245melancólica
del incario. Sensiblería gimiente y sin profundidad
emocional humana, saudade evasiva que encuentra
anti-poética y prosaica la vida contemporánea de
América, desgarrada y trágica. Arte y literatura en que
239 Parientes consanguíneos por línea masculina.
240 Composiciones líricas escritas en honor de una boda.
241 Del latín tumulus que significa “elevación”. Montículo de tierra rectangular

levantado sobre una o varias tumbas.


242 La rama o vástago de la vid
243 Del verbo medrar que significa crecer, aumentar en tamaño: animal que medra

poco.
244 Interesante vocablo compuesto creado por Orrego para referirse al movimiento

intelectual basado en el arte de reproducir por medio de la impresión los dibujos


trazados en piedra mediante colores distintos.
245 Saudade. Galicismo por nostalgia o añoranza.

143
lo pintoresco asume el primer papel estético y que se
convierte en materia de exportación para el turismo
internacional, como los huacos, las telas y las reliquias
incaicas y pre-incaicas para los anticuarios, los museos
y la arqueología europea y norteamericana. Solo a
través de esta saudade enfermiza se nos ha conocido
en Europa y en el resto del mundo. Las publicaciones
extranjeras han presentado muestrarios de nuestra
poesía y de nuestro arte, como un exotismo pintoresco
más, con el mismo espíritu con que el etnólogo León
Froebenius 246 ha presentado muestrarios de la
literatura y el arte de las antiguas culturas africanas.
Los primeros escritores peruanos que rompen con este
esnobismo indigenista son –que nosotros sepamos-
César Vallejo247 y Alcides Spelucín, sin dejar de ser
profundamente americanos. Surge, entonces, en el
Perú, una auténtica y vigente estética americana, que
teniendo hincadas sus raíces en la tierra, es el primer
impulso hacia una valía ecuménica de nuestra vida.
Vallejo ha desaparecido con muerte prematura, cuando
esperábamos de su madurez obras definitivas. Nunca
lamentaremos lo bastante, semejante pérdida. La obra
de Vallejo cobra particular significación si
consideramos que él fue quien sintió, comprendió y
expresó la vigencia contemporánea de su América, la
vigencia del americano actual que no espera, que no
debe esperar nada de los sepulcros y que ha surgido a

246 Leo Viktor Frobenius (1873-1938) fue un etnólogo, arqueólogo y una figura
principal de la etnografía alemana..
247 Para consultar las Obras Completas de César Vallejo (1892-1938) en Internet

en formato pdf, ingrese al siguiente link:


http://profesordelenguajeadomicilio.blogspot.pe/2017/05/obra-completa-de-
cesar-vallejo-mendoza.html(Nota del editor)

144
la vida nueva del Continente, que es un nuevo proceso
creativo de la historia.

III

EL SEPULCRO EUROPEO

Si el sepulcro indígena es el más peligroso porque


es una evasión que se infiltra en nosotros con el
adormecimiento nostálgico del recuerdo, el sepulcro
español u europeo ha sido es y es el más letal porque
arranca nuestra alma de la matriz placentaria de la
tierra en que nacimos y nos condena a una esterilidad
infecunda. El primero nos desplaza del tiempo
histórico; el segundo nos desplaza, además, del
contacto tonificante del paisaje vernáculo. Ambos
convierten nuestro drama en una comedia de zarzuela
y nuestra tragedia en un truculento melodrama. En un
ensayo anterior dijimos que América era, en uno de sus
estratos más considerables, la putrefacción de Europa
al otro del mar porque las formas culturales europeas
se descomponían al contacto con las fuerzas psíquicas,
telúricas, biológicas y espirituales del Continente
americano. No es necesario repetir aquí las ideas que
entonces expresamos. Basta apuntar para nuestro
propósito no son ni intemporales, ni a-espaciales, como
se imagina mucha gente. Ella surgen siempre en un
lugar y en una época determinadas, vale decir, que son
el producto de la tierra y del tiempo. Las que hemos
denominado energías arquetípicas las conforman,
tanto como la iniciativa libre del espíritu. No pueden,
pues, trasladarse a un clima extraño sin agotarse y

145
morir luego. Ya hemos mostrado, también, cómo ha
ocurrido esto en América en tan vasta escala. El
fenómeno de la cultura, que es principalmente
intimidad subjetiva, no puede trasladarse, como una
máquina o como un fardo, de un punto a otro del
planeta, sin desintegrarse. La experiencia de Estados
Unidos, de la América del Sur, de la India y del Japón es,
a este respecto, definitivamente esclarecedora. Cada
pueblo, más tarde o más temprano, tiene que cumplir
su tarea propia, ha de esforzarse por encontrar sus
peculiares expresiones culturales. Nada puede
dispensarlos de su tarea creadora, ni nadie puede
reemplazarlos o sustituirlos. Pero, no se crea por eso
que las culturas de unos pueblos sean vanas y estériles,
de un modo absoluto, para los otros. Toda forma
cultural al morir o desintegrarse deja gérmenes vitales
que se desenvuelven incorporándose al esquema
arquetípico de la tierra en la que se depositaron,
exactamente como se continúa el padre en el hijo
dentro del perfil arquetípico familiar sin que deje de
ser éste un individuo nuevo y distinto.
Aun la masa objetiva de los conocimientos
científicos y la técnica misma están impregnados
hondamente de la experiencia peculiar de cada pueblo.
No son exportables y trasportables en el grado absoluto
que cree una mente superficial. La matemática
euclidiana, pongamos por caso, es válida para la
concepción y el sentimiento griegos de la vida. Pero,
pueden haber y hay otras muchas matemáticas que
están conformados por versiones distintas del
Universo. Lo mismo ocurre con la física y las demás
ciencias. Bertrand Russell ha demostrado la
subjetividad de aquellos conocimientos que nos

146
parecen más objetivos y Kant nos enseña que si
nuestro conocimiento solo puede darse con la
experiencia, la intuición sensible que es su materia
básica está conformada por el espacio y el tiempo que
son apriorísticos. Son oportunas algunas palabras de
Spengler, que en este asunto ha visto con gran
profundidad: “No es solo desde Bacon, Descartes y
Leibniz sino en la escolástica misma hay ya una
modalidad alemana, francesa e inglesa del
pensamiento filosófico. En las mismas física y química
modernas difieren notablemente, según la nación los
métodos científicos, la selección y modo de los
experimentos e hipótesis, su relación mutua y su
sentido para el curso y fin de la investigación. La
piedad alemana y francesa, las costumbres francesas y
las españolas, los hábitos vitales de alemanes y de
ingleses son tan distintos que la interioridad de toda
nación extranjera resulta siempre, para el término
medio y la opinión pública la nación propia, un
misterio profundo y manantial de constantes y graves
errores”. (La decadencia de Occidente)
El sepulcro europeo nos hace ver nuestro mundo a
través de una luz mortecina, a través de una pieza
anatómica en una cámara de disección. Esto se hace
evidente a primera vista para cualquier sensibilidad
que tenga la suficiente finura de percepción. Mientras
en Europa las formas culturales operantes en la
actualidad son activas, vivas, dinámicas, tienen la
frescura de aquello que vibra y medra dentro de la
entraña maternal en que nació, en América las
imitaciones de esas corrientes o formas culturales son
simiescas y cadavéricas por más que las agite y las
sonorice la estridencia esnobista de la moda. A través

147
de ellas, América se deforma, se agosta, se extravía.
Algunos movimientos políticos, literarios y artísticos
son ejemplos incontestables de este aserto.
Empero, las formas culturales europeas de ayer
son mucho más letales que las contemporáneas.
Queremos insistir, sobre todo, en la del coloniaje que
gravitan sobre nosotros con una pesadumbre
mortífera. Gran parte de lo que se entiende por
hispanoamericanismo o iberoamericanismo es la
ramplonería evasiva de un pasado tumbal248. Es un
sepulcro que nos deshumaniza hasta un grado
inverosímil y que nos convierte en monstruosos
cadáveres-androides. Citaremos el caso, bastante
demostrativo, de un típico escritor colonialista
peruano, quien hablando por radio se dolía con
angustia por el estropeamiento de algunas reliquias
coloniales de Lima, en momentos en que se asesinaba
al diputado obrero Manuel Arévalo249 y se desataba
una razzia feroz contra la juventud aprista que se
tuberculizaba y agonizaba en las prisiones. Ante
semejante crimen contra el presente y el porvenir de la
patria, el orador se mantenía frío e insensible, pero, se
conmovía, hasta el frenesí, ante la profanación de las
ruinas. Es el complejo de Edipo de la madre española,
que nuestros sedicentes condes, duques y marqueses
del coloniaje cultivan con tan deslumbrado y mimoso
enternecimiento. Está lleno de significado el hecho de
que se haya dado fortunas inmensas por comprar un
viejo título de grande de España, pero, no se ha dotado
sino en rarísima ocasión, a alguna universidad del Perú
con óbolos particulares, como ocurre con harta
248 Relativo a la tumba
249 Véase supra nota 162.

148
frecuencia en Estados Unidos. El moho nostálgico de la
Colonia rezume250 tras los faldones251 republicanos de
la levita.252 No acabaríamos nunca si fuéramos a citar
casos concretos de esta deshumanización pavorosa.
Nuestra historia escrita hasta hoy es una glosa
añorante del imperio español. El hallazgo de una real
cédula cualquiera sobre un asunto baladí de carácter
administrativo, cobra para el eruditismo cadavérico de
nuestros historiadores una importancia singular y
basta, a veces, para consagrar una celebridad. El
anecdotario picaresco del Virreinato sume a nuestros
investigadores en deliquios253 inefables y los devaneos
galantes de la Perricholi son todavía “el libro de
horas”254 de la vida peruana de mucha gente. Hemos
vivido aún en términos de pasado y solo, en cierto
sector, se comienza a vivir en términos de presente y
de porvenir.

IV

LA ECLOSIÓN DEL NACIMIENTO

Un distinguido escritor habló cierta vez de la


nueva vigencia de la catacumba255 en el mundo, abierta

250 Se transluce.
251 El faldón es una falda corta y suelta.
252 Vestidura moderna del hombre, con faldones largos.
253 Deliquio, del lat. deliquium. Desmayo, desfallecimiento.
254 El libro de las horas es un tipo de manuscrito iluminado muy común en la Edad

Media. Cada libro de horas es único, debido a que se realizaba exclusivamente


para una determinada persona. Suele contener textos de rezos, salmos, así como
abundantes iluminaciones alusivas a la devoción cristiana.
255 Del griego, kata, debajo, y kumbé, excavación. Subterráneo donde se enterraba a

los muertos: las catacumbas de Roma.

149
bajo los tajos contumélicos 256 de las dictaduras
contemporáneas. Pero, habló, singularmente, de la
catacumba en América, cuyos déspotas arrojaban a la
boca de las fieras a los nuevos catecúmenos.257 Allí
donde brota un nacimiento histórico, allí donde
comienzan a operar los gérmenes de una
transformación, la catacumba surge, como promesa de
una nueva aurora. Cuando los cadáveres de los
sepulcros se niegan a aceptar su muerte verdadera y se
empeñan en trizar258 la canción matinal que articula la
primavera, los hombres que encarnan las nuevas
fuerzas históricas, se ven precisados a soterrarse, por
cierto lapso, en el seno clandestino de la tierra con el
empeño de purificar sus energías espirituales y
creadoras. Así fue en la época de los cristianos dentro
del imperio romano en descomposición cadavérica, así
es hoy en esta América, sepulcro ingente del pasado del
mundo, en esta América de las feroces truculencias259
debeladoras. 260 Lo mismo que el agua que para
descargar su ganga fangosa y acendrarse,261 se sume en
los filtros subterráneos y, luego, brota en el surtidor
iridiscente y cristalino de una fuente purificada.
La América nueva nace bajo el signo de la
debelación, porque los cadáveres-androides oponen, a
la ascensión de la vida, la barrera de la tumba. Como
todo aquello que viene a descuajar el pasado en lo que

256 Contumélico es un adjetivo que proviene del sustantivo contumelia, del latín,
contumelia. Injuria, ofensa.
257 El nombre catecúmeno proviene del griego, katéhoumenos, el que se instruye.

Prosélito que se instruye para disponerse a recibir el bautismo.


258 Trizar es un americanismo que significa hacer trizas, desmenuzar.
259 Truculencia. Calidad de truculento, cruz, atroz o excesivo.
260 Del verbo debelar (del latín, debellare). Rendir con las armas el enemigo.
261 Acendrar es purificar los metales por acción del fuego. En sentido figurado, se

refiere a depurar o purificar algo.

150
tiene de rutina o de escoria átona y muerta, la nueva
historia eclosiona oprimida. La teorización penalista
fundamenta la institución de la cárcel en la necesidad
de la corrección o expiación del delincuente, pero, en
nuestros pueblos, cual más, cual menos, ayer u hoy, la
cárcel ha sido y es el instrumento de la venganza que el
pasado toma contra el porvenir. En la tierra de las
tumbas en que la muerte todavía impera y florece con
el livor262 fosforescente de los cementerios, la mayor
delincuencia es amanecer a la luz de un nuevo día. La
sombra no perdona jamás a la claridad porque la
desvanece, porque la empuja a los desvanes263 y la
encadena allí para mejor servir a la vida. La cárcel
alberga hoy, bajo su techo de dolor y de infamia, el
futuro que pugna por surgir victorioso. Se llamó con
Juan Vicente Gómez la Rotunda; se llama hoy en el
Perú: el satipo, infierno de selva y de fuego, el Sexto y el
Panóptico, infiernos tenebrosos y sombríos del
hamponaje264 limeño: el frontón, infierno de soledad en
el mar con rejas de agua.
¡Cárcel y catacumba, suplicio y rejas, orgía y
muerte, fieras y circo!... La semejanza es tentadora
como para establecer cierto paralelismo histórico.
Pero, la criatura nace entre tejidos desgarrados, hipos
de angustia y pañales de sangre. El vagido y la lágrima
son, también, la abertura de la sinfonía matinal que
comienza a modular sus arpegios.
Epopeya265 de angustia que es, también, epopeya
de crueldad. Goya habría envidiado este filón ingente
262 Del latín livor. Color morado o violáceo.
263 El desván es la parte más alta de algunas casas, que se localiza debajo del tejado.
264 Alude al hampa, es decir, a la gente maleante del lugar.
265 Del griego, epos, y poiein, hacer. Poema extenso, de asunto heroico, como la

Ilóada y la Eneida. Fig. Serie de sucesos heroicos: la epopeya napoleónica.

151
de motivos macabros, con su clima, con su ambiente,
con su vibración, con su temperatura moral, con sus
personajes siniestros. ¡No en vano las brigadas266 de
dos sepulcros, erguidas en dos filas de androides
rampantes267, a ambos lados de la cuna, montan la
guardia del nacimiento!....

CAPÍTULO VIII

EL CADÁVER ANDROIDE DE LATINOAMÉRICA

MATRIZ DE VIDA

En el capítulo titulado “Entre el sepulcro y la


cuna”, se consideró el cadáver en función de la vida, la
carroña descomponiéndose y desintegrándose en
humus fecundante, la muerte como matriz del
nacimiento, la sepultura como urna, broche o cápsula
de la cuna. Efectivamente, el proceso normal y natural
de la Vida es ése: que lo que acaba fecunde a lo que
empieza, que el padre continúe en el hijo que la noche
sea la anunciación y la fecundación de la aurora. Es el
aspecto positivo de la muerte que se desplaza para que

266 En la milicia, una brigada es una reunión de dos regimientos, cuyo mando se
confía a un brigadier.
267 Rampante se dice del anima que está representado en el escudo de armas con la

mano abierta y las garras extendidas. También es un galicismo por rastrero.

152
se inserte, en su lugar, el acaecer que sobreviene y, así,
la muerte misma se hace el triunfo de la vida.
La muerte, entonces, no es una fuerza
perturbadora, sino una proyección valerosa y generosa
hacia el futuro. Más que un acabamiento es una
continuidad que despierta y florece en la punta
luminosa de un nacimiento. El broche se clausura para
abrirse, luego, en una fulguración nueva que encuentra
su mejor pábulo en la obra pretérita. Esa es la faz
profunda y vital de la tradición histórica: ser el
asentamiento del mundo nuevo que comienza siempre,
una y otra vez, con cada fenecimiento. La defunción se
trueca, de esta suerte, en la energía ordenadora, por
excelencia, del Universo. Gracias a ella la vida no
tropieza, ni se estanca, en su expresión perenne y, solo
a ella se debe que la existencia no sea una
conflagración perpetua ni se convierta en una
catástrofe permanente, es decir, en un infierno eterno.
Acaso, en este orden de reflexionar, se encuentre
el sentido profundo y hermético del culto a los muertos
que, en algunos pueblos de la antigüedad, revestía tan
considerable significación. Entonces, el frondoso
ceremonial de los difuntos y la pompa de los ritos
funerarios en el viejo Egipto, no significarían sino la
celebración de la muerte como prolongación de la vida
y, lo que nosotros tomamos como un necrologismo
negativo y sombrío, sería solo la exultación 268 del
futuro nacimiento y, también, el conjuro de las fuerzas
que se hacían malignas al empeñarse en prolongar una
existencia más allá de sus límites naturales y benéficos,
con daño y desmedro de la continuidad de la vida. Que

268 Manifestación de gran alegría: se abrazaban con exultación por el reencuentro.

153
esta aserción encierra un hondo significado, simbólico,
lo vemos hoy palpablemente en un hecho generalizado
en América Latina, en mucha mayor medida que en
cualquier otra parte del mundo. Necesitamos, también,
nosotros una especie de conjuro funerario, que nos
libre de la influencia letal de las sombras y que liberte a
nuestra vida de la cadena necrófaga269 que se abate y
gravita sobre ella.

II

SUBVERSIÓN DE LA MUERTE

Hay, también, el aspecto negativo de la muerte que


se niega a ser continuidad, que yugula al hijo que lleva
en sus entrañas y lo mata, que se ha prostituido y ha
tornado su matriz infecunda, que subvirtiendo su
destino cósmico se convierte en un permanente desafío
al Universo, pues que intenta perdurar y reanimarse a
trueque del sacrificio de la vida. ¡Muerte invertida,
subvertida y prostituida, que se propone desarticular
la marcha del mundo y que es la mayor fuerza
perturbadora y catastrófica de la tierra! Lo sabemos
bien los latinoamericanos que sufrimos, tal vez como
nadie, el egoísmo monstruoso de los cadáveres. En
ninguna otra latitud del planeta el hombre ha
aprendido menos a morir, que en nuestros países y, en
ninguna otra parte, tampoco, la muerte es, en tal grado,
un forcejeo grotesco y paralítico, porque el que muere
no es ya un hombre sino un cadáver ambulante y
269En Biología, un “necrófago” alude al animal que se alimenta de cadáveres: el
buitre es un ave necrófaga.

154
galvanizado270, que envenena las fuentes prístinas271 y
eternas de la vida. Por eso, entre nosotros, es rara
aquella ancianidad gloriosa que se acaba nimbada272 de
luz, envuelta en un halo de resplandor espiritual que se
proyecta sobre las generaciones jóvenes, que las
estremece de plenitud y de cumplimiento, que alienta,
tonifica y fecundiza la labor que ellas comienzan.
La muerte en Latinoamérica ha perdido su
carácter sagrado porque no sabe ser ya ni matriz, ni
paternidad, ni docencia, ni generosidad, ni sacrificio
voluntario. La muerte así es un terrible alarido de
espanto y de concupiscencia, que no solamente no ha
renunciado a nada, sino que arrastra, en su caída
medrosa y egoísta, el bien que ya no puede
pertenecerle sino como pavesa273. La vida se trueca, de
esta guisa, en un pantano permanente, en el que nadie
quiere morir con la conciencia lúcida de su fin, sino en
el que todos quieren devorar con el enardecimiento
zoológico de su apetito. ¡Muerte tenebrosa sacudida de
terrores, agonía de abismo que se acaba, entre hipos
catalépticos y estrangulada por el ansia insatisfecha y
angustiosa de seguir devorando!
¡El cadáver ambulante!... He allí la realidad más
pavorosa y sombría de nuestra vida colectiva. Millares
y millares de vampiros humanos, sonámbulos y sin
270 En Metalurgia, la acción de galvanizar consiste en un cubrir un metal con una
capa ligera de zinc para preservarlo de la oxidación.
271 Del latín pristinus, que se traduce por primitivo, antiguo u original. Es un

adjetivo que indica que algo tiene la misma pureza o perfección que tenía en su
origen: belleza prístina.
272 Nimbar significa poner una aureola alrededor de la cabeza de una persona o

una imagen: el pintor nimbó los ángeles que aparecían en el cuadro.


273 Partícula incandescente que se desprende de un cuerpo ardiendo y que se

convierte en ceniza: los troncos de la chimenea lanzaban pavesas. Sin. Chispa.


Orrego utiliza este término en plural (pavesas) en varios lugares a lo largo de esta
obra.

155
conciencia ya de su designio espiritual, pululan en las
esferas próceras274 y directivas de nuestros pueblos
chupando la sangre vivificante de sus venas copiosas y
juveniles. Estos guiñapos funerarios arrastran su
caparazón reseca y su esqueleto podrido por las calles
de nuestras ciudades y se acuestan en los lechos de
nuestros hogares para esterilizarlos y envenenarlos.
Esa leyenda negra de los íncubos y de los súcubos que
buscan el contubernio de los vivos para revitalizarse
sorbiendo su energía orgánica no es sino la
trasposición simbólica de un hecho real y terrible, por
desdicha, demasiado frecuente.
El hombre de cierto sector de América, el hombre
perteneciente a esa zona cadavérica, que es el anti-
continente virtual y efectivo, y que se halla desplazado
de su matriz placentaria, suele mineralizarse en vida
antes de caer y desmenuzarse en la tumba. De allí esa
senil codicia frenética, esa sed macabra de oro que no
se detiene ante ningún crimen, por nefando que sea, y
que se encarna, de modo pavoroso, en los déspotas
deshumanizados y en la cohorte fatídica y sonámbula
que los acompaña y los ayuda a depredar y tiranizar a
nuestros pueblos. En otras épocas el hombre
autoritario que abusaba del Poder por su instinto
descontrolado de mando, representaba siempre, por
negativo que fuera, una fuerza positiva en vigencia
histórica todavía y servía de contención, de choque y
de gimnasia para acrisolar las fuerzas nuevas que
ascienden. Desempeñaban la función vitalizante de la
resistencia. Pero, el déspota latinoamericano, sumun
de perfidia y de mendacidad, es negativo en grado

274 Prócero, -a. Adj. Que es eminente, elevado o alto.

156
absoluto, no representa sino las energías infrahumanas
y su presencia agosta, quema y esteriliza las fuerzas de
la vida, como esos vientos cálidos y crematorios del
desierto que asolan comarcas enteras y que, truecan en
heces, los cármenes275 florecidos.

III

LAS LARVAS MENTALES

Ni el nigromante más diabólico y sutil para el mal,


ni la necromancia más refinada y macabra, podría, ya
no inventar y construir, ni siquiera imaginar, esos
androides actuantes y parlantes que deambulan en
Latinoamérica. Autómatas semi-cadáveres, medio-
hombres y medio-espectros, entelequias fantasmales
que parecen haberse arrancado de los cementerios,
envueltos en los fuegos fatuos de su demencia
malvada. Seres vitandos de ultratumba, evocados por
algún sortilegio maligno y revitalizados artificialmente
por el aliento y la sangre de los vivos. Ellos son la
encarnación y los vehículos operantes de todos los
pensamientos fenecidos, pavesas de la mente human,
broza y detritus del pasado, escoria y bagazo de los
acontecimientos que fueron.
En alguna ocasión dijimos que las ideas y las
teorías muertas, que no surgen del drama actual y vivo
de los hombres, de la cuita emocional y de la
problemática vigente de la historia humana, se
constituían en verdaderos cánceres lógicos y que solo
podían reanimarse y existir artificialmente

275 Un carmen es una quinta con huerto o jardín.

157
reabsorbiendo la savia palpitante de los vivos. Son
ellos el tejido yerto que obstruye la actividad creadora
de la vida y de la mente colectivas y que no acaba de
podrirse y desgajarse porque todavía succiona la célula
viva que está más próxima. Tejido que no puede existir
sino usurpando terreno a la vida y dilatando el señorío
de la carroña.
La vida natural, saludable y vital de las ideas se
inserta en la vivencia dramática, heroica e integral del
hombre histórico. Ellas se realizan y viven en la carne y
en el espíritu, en el cerebro y en el corazón; en los
pasos, en las esperanzas, en los sueños y en las
tragedias de los hombres, como todos orgánicos y
funcionales, comprometiéndolos y
responsabilizándolos en su totalidad. Las ideas no son
simples automatismos cerebrales, que puedan librarse
del encargo para las más distintas emergencias y,
mucho menos para las emergencias inferiores de los
instintos. Pero, cuando llegan a convertirse en meras
fuerzas automáticas o maquinales al servicio de
cualquier apetito, nada puede compararse a su
virulencia agostadora. Asumen entonces una existencia
monstruosa, independiente del hombre vivo, pero,
chupando, sin embargo, como vampiros frenéticos y
voraces sus potencias vitales. Se convierten en
verdaderas larvas mentales, en fuerzas elementarias276
y siniestras que rondan los sepulcros para sumirse en
los espectros y galvanizar, por arte de necromancia
fatídica, su automatismo ciego y destructor. Así logran
trizar y asolar la escena de los vivos.

276 Elementales

158
La vida latinoamericana está plagada en la política
y en la religión, en el arte y en la ciencia, en el
pensamiento y en la acción, en la calle, en el palacio, en
la universidad y en la escuela de estos cadáveres
ambulantes, existencias larvarias que han emergido de
los sepulcros y que se han hecho los androides
maquinales de esas ideas muertas que flotan y gravitan
entre nosotros.
En ninguna parte, más que en estos pueblos,
tienen una mayor fuerza destructora lo que hemos
llamado el concepto y la orientación arqueológica de la
vida. Las momias y los hipogeos ejercen una
fascinación, irreductible a toda valía espiritual y
humana. Aquí se puede repetir literalmente la famosa
frase de Barrès277, que los muertos mandan, mas no
por lo que dejaron de enseñanza o normas eternas –
sentido en que la empleó el escritor francés- sino por la
deyección278 de tumba que patina todavía el oleoso
verde amarillento de sus esqueletos. Porque la primera
enseñanza de los grandes muertos hacia los vivos es la
siguiente: aprender a morir en su hora justa. Todos los
minutos que vivamos fuera de ella son minutos
vampirescos que robamos a la primavera y a la vida
que renace siempre sobre nuestras cenizas. Polvo eres
y en polvo te convertirás, dijo la voz que todavía
resuena sobre los mundos, pero que no se hace
sensible a los oídos de los réprobos cuyo quebranto y
torcedura más terrorífica es, efectivamente, no poder
morir.

277 Maurice Barrès (1862-1923). Escritor, periodista, ensayista y novelista francés


que dejó, entre otras obras, Los bastiones del este.
278 Defecación de los excrementos

159
El psicoanálisis ha demostrado con evidencia la
eficacia de los conjuros primitivos, que no son otra
cosa que la trasposición a la conciencia de ciertos
complejos o fuerzas inconscientes, que reclaman su
expresión en determinados símbolos liberadores. Nos
hemos preguntado con reiteración, si nosotros los
latinoamericanos necesitamos, también, como los
viejos egipcios, una especie de ritual funerario que
conjure las sombras malignas de los cadáveres-
androides en los cuales se encarna la muerte que se
niega a morir, esa muerte prostituida hasta más allá de
la tumba porque no quiere dejar su lugar a lo que vive;
esa muerte que no puede revitalizarse sino reduciendo
a escoria la vida. ¡Conjuremos a los espectros para que
tornen a los sepulcros a encontrar su muerte
verdadera, librándonos a nosotros de sus sombras
siniestras!.... ¡Conjurémoslos para que así pueda
estallar la vida en yema juvenil, en surtidor de canto,
en fulguración de pensamiento, en continuidad de
creación y en amanecer sin fin! ¡Conjuremos a los
muertos para que surja la plenitud de la aurora!

160
CAPÍTULO IX

DE LA ENFERMEDAD A LA SALUD

NECESIDAD DE UN DISTINTO

EQUILIBRIO ESPIRITUAL

CONTEMPORANEIDAD UNIVERSAL

Entre la ciencia y el arte hay relaciones


características que es necesario discriminar con
precisión para situar nuestra vida individual en su
cabal medida dentro del discurrir global del mundo
histórico. En la vida contemporánea, de modo especial
con su laberíntica interdependencia, es urgente que
establezcamos las diferencias, pero, también, la
dimensión común en que concuerdan. Pensamiento y
acción, especulación y vida no podrán rendir en
nosotros toda su significación sino somos capaces de
comprenderlas en su ubicación total y en sus
características singulares. El hombre culto de hoy no
puede vivir dando la espalda o dejando suspensa sobre
su cabeza, como una nube vagarosa, el requerimiento
de ciertos problemas o de ciertas interrogaciones.
Desde su realidad personal o desde su ángulo peculiar
es fuerza que se formule a sí mismo una respuesta.
Cualquiera que sea, pero, necesita una respuesta que

161
imprima a su vida unidad panorámica y le imparta
fecundidad creadora. El mundo es hoy más universal
que jamás lo fuera en ninguna época de la historia. En
su totalidad reclama íntegramente al hombre que tiene
que conectarse a las múltiples incitaciones que le salen
al paso. Ese áureo aislamiento de otras épocas no es
sino hoy una fábula lejana, cuyo sentido o valía íntima
hemos dejado de comprender y, desde luego, de sentir,
para siempre. Las murallas de la china y las ínsulas
medievales no existen ya, ni pueden existir más. Las
aldeas ya no son círculos cerrados o aislados sino,
pequeños focos en que repercute, intensamente, la vida
del mundo. “Toda historia es historia contemporánea”,
dice Cassirer279. Más, en América hay la paradoja de
que los pueblos continúan viviendo dentro de formas
colectivas feudales, pero, sumergidos, por sus cuatro
costados, en la dinámica vibración de la vida universal.
El hombre contemporáneo es un todo que vive
intensamente en el Todo, y a esta exigencia
fundamental de su ser tiene que responder con su
inteligencia, con su corazón, con su voluntad, con su
vida.
Del inmenso cúmulo de problemas que reclaman
su atención inmediata, ciertamente, el de las relaciones
entre la ciencia y el arte, o mejor, el del sentido de la
ciencia y del arte para nuestra existencia personal, se
destaca con perentorio reclamo, sin que podamos
eludirlo por una fuga mental aislante porque a cada
paso se nos plantea. Muchas de las desviaciones

Para consultar las Obras Completas de Ernst Cassirer (1874-1945) en Internet


279

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completas-de-ernst-cassirer-en-pdf-dominio-publico-descarga-gratuita/

162
patológicas del alma moderna arranchan de hechos
problemáticos que se plantean ante nuestra conciencia
y que, luego, son evadidos, tirados al desván del
inconsciente, pero, no como trastos yertos sino como
fuerzas vivas que refluyen hacia fuera en formas
siniestras o morbosas. No hay otra alternativa: o el
hombre de hoy se condena a ser un enfermo psíquico
por falta de voluntad heroica, o llega a la salud y a la
armonía por la comprensión y realización de todo su
ser.

II

EL CASO DE AMÉRICA

El hombre que no ha llegado a su armonía interior


es psíquicamente un enfermo. Lo mismo ocurre con
los pueblos. Si a consecuencia de las nuevas tensiones
espirituales, materiales y sentimentales de la época,
Europa y Asia han quebrado su equilibrio anterior, la
vida de América que emerge de una catástrofe mucho
más angustiosa todavía; que brota, puede decirse, de
una liquidación cósmica y que no ha conocido
históricamente ningún equilibrio interno, es
problemática y trágica en su totalidad. De allí que la
vida entera alcance entre nosotros un grado pavoroso
de exasperación dolorosa. Si en los viejos continentes,
la báscula ha roto su equilibrio, para nosotros los
americanos la faena es doble porque necesitamos crear
esa báscula y, luego, alcanzar un equilibrio. En
realidad, báscula y equilibrio van creándose a la vez,
reaccionando la una sobre el otro o a la inversa, a la
manera como el árbol sostiene a las ramas y estas

163
crean el árbol dentro de un mismo proceso biológico.
Para nadie, como para el americano de hoy, es más
urgente un conjunto de respuestas vitales, porque
ellas, a la vez deben crear su armonía psíquica, que
será el cuerpo plástico de una cultura y un espíritu
nuevos.
La salud no se alcanza sino tras prolongado y
oneroso esfuerzo. No es un don espontáneo de la
naturaleza, como generalmente se cree, sino que detrás
de una armonía física, psíquica y espiritual se arrastra
una larga cauda280 de trabajo, de iniciativa, de voluntad
victoriosa, aunque gran parte de este esfuerzo no suela
llegar a nuestra conciencia vigilante.
En los pueblos, menos todavía, porque la
conciencia colectiva solo alcanza su claridad y
reverberación plenas en determinados individuos,
particularmente dotados para alumbrarlas, a través de
las cuales ejerce su influencia creadora en todos los
demás.
El americano en general es un hombre
psíquicamente enfermo, porque su alma es la
encrucijada psíquica del mundo, el nudo pugnaticio y
discordante de fuerzas diferentes y antinómicas. Ya lo
hemos apuntado en otras ocasiones. El alma americana
se dispersa en múltiples y extrañas constelaciones sin
haber constituido desde la Conquista un todo orgánico
completo. Con la invasión europea se rompieron todos
los equilibrios anteriores y se plantearon nuevas
ecuaciones vitales, cuyas incógnitas estamos todavía
despejándolas.

280 Voz latina que puede traducirse como “cola” en español.

164
Empero, nosotros los americanos, debemos
promover, por un esfuerzo heroico, si es necesario,
nuestra salud y nuestra armonía internas. De nuestra
vida contemporánea surge este imperativo como
obstinada compulsión. Es el grito de salvación, el S.O.S.
angustioso que nuestro mundo continental lanza a
cada uno de nosotros, a cada uno de los hombres que
constituimos este mundo. Debemos concentrarnos en
nosotros mismos y ponernos a la tarea por dura y
fatigosa que sea. Se trata, nada menos que de nuestra
salud y de nuestra vida totales.
Nuestra inteligencia y nuestra voluntad, nuestro
instinto, nuestro sentimiento y nuestra intuición,
deberán ponerse en concurso para responder a este
llamado. Necesitamos nuestras propias respuestas que
asistan y ayuden a la vida universal a eclosionar
victoriosamente en nosotros.
Las fuerzas históricas representativas que buscan
una expresión adecuada en nuestro ser están
íntimamente conectadas y relacionadas con las fuerzas
históricas representativas del mundo contemporáneo.
Por más que estemos en la infancia nuestra infancia
comienza en el mundo actual. El niño, sin dejar de
serlo, comienza a vivir, comienza a vivir, comienza a
construir su propia personalidad dentro de la
atmósfera histórica que respiran sus padres. Por más
que seamos distintos de los otros continentes, no
debemos olvidar que estamos sumergidos en las
mismas fuerzas históricas vivientes. Ya hemos dicho
otra vez que la infancia del niño primitivo y salvaje, no
es la misma que la infancia del niño civilizado, que
recibe la ingente herencia histórica anterior. El hombre
americano tiene que ser, para construir su propia vida,

165
un hombre de su época, la cual vibra en su ser a la
manera como las marejadas del mar repercuten a lo
largo del canal que desemboca en él.

III

LA ESFERA DE LA CIENCIA

La ciencia está íntegramente dentro de la


causalidad, cuyas leyes solo en una pequeña escala es
capaz de dominarlas. Por esto mismo, un hecho
azaroso o casual rompe la cadena científica de causa y
efecto y la impele a una rectificación, cuando no a una
recusación completa de sus leyes o conclusiones
anteriores. Es paradójico que el instrumento –la
inteligencia en el sentido bergsoniano- que el hombre
posee para establecer la explicación causal, o lo que es
lo mismo, racional y lógica del mundo, esté sujeta
siempre a las acometidas de lo arbitrario, de lo
inesperado, de lo ilógico. Y mucho más paradójico es
que solo la atención y el asentimiento que el sabio
presta a lo que viene a romper o trastocar, muchas
veces de modo catastrófico, el mundo habitual en que
vive, el encadenamiento causal de su saber, lo haga
apto y eficiente para continuar la ciencia, para
descubrir y colonizar nuevas zonas de la realidad. De
esta suerte, el verdadero sabio no es tanto el que se
sujeta al imperio lógico de su ciencia, cuanto aquel que
está en acecho y admite, en cierto modo, el vuelo
arbitrario o la irrupción caprichosa del azar o de lo
casual. Se puede afirmar que los hombres no son

166
sabios por lo que saben sino porque son capaces de
asentir, interiormente, a lo fortuito, a aquello que no
está engarzado dentro de la firmeza de su sabiduría. Es
va aquellos que han sido más fecundos para la especie
humana. Por eso Galileo, que supo dudar con aquella
duda creadora, que es el escabel 281 de nuevas
certidumbres, es el tipo de sabio perfecto. No parece
sino que el azar dijera: Solo en la medida que me
admitas y me escudriñes con devoción infatigable,
podrás construir esos esquemas temporalmente estables
de sus leyes científicas, que te permiten vivir y pensar
con cierta seguridad, pero, que no son sino secciones o
recortes de tu inteligencia sobre la trama incalculable,
ingente y móvil de mi ser mismo, que es la esencia del
acontecer cósmico.
La ciencia –si bien en algunas personalidades
superiores de se eleva a la categoría de contemplación
desinteresada de la verdad- es en su esencia
eminentemente práctica, está hecha para la acción
cotidiana del hombre sobre la naturaleza, solo tiene en
vista sus más urgentes e inmediatas necesidades
biológicas y la faena que tiene que realizar para
cumplirlas. Sus aplicaciones más asombrosas no son
otra cosa que la proyección de nuestros sentidos, el
prolongamiento de nuestra acción más allá del campo
habitual de nuestras sensaciones y de nuestras
percepciones sensibles. La radio y el telégrafo
prolongan nuestro oído y nuestra voz; el telescopio, el
microscopio, el cinematógrafo y la televisión prolongan
nuestra vista; la nave, la locomotora y el aeroplano
prolongan nuestro aparato motor. El hombre, piensa

281 Del latín scabellum. Asiento de madera sin respaldo.

167
Bergson, es por su lado racional, un fabricante de
instrumentos. Desde las edades más remotas, el hacha
y la flecha son los signos de su dominio sobre el
mundo. Aun cuando especula lo hace sobre el modelo
de la técnica, que no es sino la actuación práctica del
hombre según las leyes de la causalidad, dentro del
eslabonamiento de causa y efecto, y según orden y
medida lógicos. Por eso la matemática será siempre la
ciencia perfecta.
A la ciencia se le pregunta solo lo que debe
preguntársele. Si la interrogamos acerca de un poema
nos contestará que está compuesto, por ejemplo, de
diez mil caracteres, que están impresos en tantas
páginas, que la tinta que se ha usado es negra o de otro
color, fabricada con tales o cuales materiales, que las
páginas son de tal tamaño, que hay tantos párrafos y
tantas mayúsculas, que tiene un determinado peso el
papel que se ha empleado, que la extensión de la
impresión abraza tantos centímetros, etc. Sobre la
realidad física del poema ella seccionará todos los
recortes lógicos, cadenas causales, causas y efectos,
ordenaciones y medidas que se propongan averiguar,
pero, jamás hallará el sentido y la esencia del poema.
Claro, que los datos que ella nos suministra nos
servirán tal vez en la práctica para la confección
tipográfica y la impresión del poema en cualquier otra
circunstancia, pero, para nada más. Este ejemplo
simplísimo nos muestra cuán impertinente y absurdo
es interrogar a la ciencia sobre las verdades
metafísicas del arte, de la religión y de la fe, que solo la
intuición puede alcanzarlas. La ciencia astronómica,
pongamos por caso, nos dará el peso y el tamaño de los
astros, las distancias que los separan, su composición

168
química por medio del análisis espectral, las mutuas
influencias que existen entre ellos, la dirección y
extensión de sus órbita, sus movimientos particulares
y universales, pero, jamás estará en condición de
darnos el sentido y la esencia de la realidad y del
acontecer cósmicos.
Sin embargo, el error de nuestra época y, acaso, el
de toda la cultura occidental –eminentemente
científica- ha sido interrogar a la ciencia sobre lo que
no se debe, ni se puede, interrogarla. La ciencia no
podía respondernos o nos respondía mal. La ausencia
de respuestas o las respuestas equivocadas generaron
ese angustioso desequilibrio moderno que ha roto la
armonía total de nuestro ser. Atenazada nuestra
conciencia por sus preguntas, las ahogaba, las
yugulaba282, las arrojaba al inconsciente y de éste
tornaban hacia fuera en forma de obsesiones
patológicas o de neurocismos dilacerantes. 283 Se
superestimó la ciencia y, con ella, el alcance de nuestra
facultad racional, usurpando nuestras valías
espirituales; de la misma manera que se superestimó la
teología en la Edad Media, usurpando nuestras valías
racionales y científicas. Hoy se pregunta a la ciencia
por Dios, o se le niega; ayer se preguntó a la
Providencia por las leyes científicas, o se pretendía
extraerlas de ella, que es como negar totalmente la
ciencia. En los tiempos medievales se escribieron
tratados científicos fundados sobre la interpretación y
autoridad de la Biblia.

282Degollaba.
283Del verbo “dilacerar” que, a su vez, proviene del latín dilacerare, que puede
traducirse como desgarrar.

169
El hombre contemporáneo está pidiendo a gritos
un nuevo reajustamiento, una nueva armonía, una
nueva salud, que no puede encontrar sino superando
sus anteriores desplazamientos: el de su razón, por un
lado; el de su alma, por otro. Porque es un ser
psíquicamente enfermo, las tensiones vitales en que
vive reclaman polarizarse en nueva síntesis armoniosa.

IV

LA ESFERA DEL ARTE

El arte, en su esencia característica, está fuera de


la causalidad porque las realidades que crea son únicas
y absolutas. El arte no es un recorte de la inteligencia
sobre la irrupción fluyente de lo arbitrario, no lo
constituyen esquemas causales y fijos que articula el
raciocinio del hombre. No es inferencia lógica, ni
hipótesis explicativa y promisora de verdades. El arte,
por sí mismo, es creación, es verdad y fluencia: está
fuera de la causalidad porque el ser de la obra estética
es viviente, imprevisible y se basa a sí mismo. Mientras
la ciencia busca lo general sin haber logrado nunca
captarlo completamente porque no puede agotar la
realidad en un esquema; el arte busca y crea lo único
que lo capta siempre en su totalidad concreta porque
es aquello que solo se hace posible por el artista mismo
que lo crea, si bien aprovechando los elementos que el
ofrecen la realidad humana y la naturaleza.
Y lo que se dice del arte puede decirse también de
la religión y de la fe, que no son contrarias a la ciencia
sino distintas. Mientras la ciencia es impotente para

170
crear un mundo racional completo; el arte, la religión y
la fe son, por sí mismos, mundos autónomos. Mientras
la ciencia, moviéndose siempre dentro de la naturaleza
cósmica, es esclava, en gran medida, de lo repentino y
lo arbitrario, a pesar de la lógica y de la causalidad,
válidas siempre dentro de un sector pequeño; el arte, la
religión y la fe crean mundos vivientes que están fuera
de las leyes causales, por consiguiente, también, fuera
de lo fortuito, del azar o de lo caprichoso. Son mundos
a través de los cuales podemos percibir directamente
la realidad profunda del Espíritu, fuente inagotable de
conocimientos y valores absolutos.
El conocimiento de la ciencia es un conocer
provisorio, válido mientras la actividad cotidiana y
práctica concuerde con sus generalizaciones lógicas,
mientras la parcela del mundo sobre el que operamos
se inserte dentro de nuestros conceptos. Pero, cuando
el hombre se aboca a lo repentino –que es la lonja
nueva de la realidad que se incorpora a su experiencia-
tiene que variar el cuadro de sus leyes causales y
construir otros esquemas generalizadores que le
permitan operar con cierta certeza y seguridad sobre
el acontecer cósmico que en las nuevas circunstancias
reclama su acción y su pensamiento. Nuestro saber
científico será, pues, según el modo con que
reclamemos a la realidad, según el foco de luz que
nuestra atención proyecte sobre el mundo. Solo será
visible para nuestro conocimiento –que tomará la
forma que esa experiencia le imprima- la pequeña zona
que iluminamos, desgajándolo del todo, deformándola
en cierta manera, mientras el resto –que es el inmenso
predio de lo desconocido- permanecerá sumido en la
penumbra o en la más densa oscuridad.

171
Cada pueblo y cada cultura tiene sus proyectores
peculiares, que no solo alumbran distintas realidades,
sino que también tiñen o coloran las realidades
conocidas con luces distintas. La inteligencia humana
no es un instrumento monocular y fijo, sino una cabeza
de innumerables pupilas, que abren y pliegan los
párpados para dejar entrar en sus retinas solo las
experiencias que necesita en su actividad práctica y
cotidiana. Así se explica que la física la matemática, la
biología sean diferentes según los supuestos
experimentales de la cultura o pueblo en que se
desarrollan; ora el griego, ora el chino, ora el árabe, ora
el europeo.
En gran medida, nuestra ciencia y nuestra
experiencia están predeterminadas por las exigencias
de nuestro conocimiento racional, por el sentido y la
capacidad de nuestras generalizaciones, es decir, por
las coordenadas de nuestra existencia en su lado
operante y externo. En otras palabras, no podemos
tener otra experiencia que aquella para la que estamos
adaptados en una circunstancia dada de nuestra
actuación.
Por el contrario, el arte, la religión y la fe no tiene
nada de presupuesto, no operan sobre planos fijos, que
han sido tajados o delimitados sobre la influencia
móvil del acontecer, sobre la duración real, que decía
Bergson; desde su mirador, ellos constituyen el Todo;
desde las ventanas de luz que abren, el hombre se asoma
al infinito, a la fluencia misma de lo absoluto.
La ciencia siempre será contingente porque opera
sobre lo contingente, que no puede agotar jamás la
realidad desde el concepto o desde la teoría. Con trozos
o recortes abstractos es imposible reconstruir el todo

172
vivo y fluyente, que siempre está deviniendo con una
multicoloración volátil e imprevisible. Es verdad que el
arte y la religión también se tiñen con la sensibilidad y,
por decirlo así, con el cromatismo peculiar de las
culturas y de las razas, pero es una coloración que deja
entera la fluencia que no sacrifica la movilidad de la
vida por la fijeza de los conceptos; que no distorsiona
la integridad del ser y del existir cercenándolos en
parcelas separadas. La ciencia para avanzar tiene que
construir tabiques que delimiten el campo de su
experiencia. Así la Anatomía tiene que seccionar los
tejidos para escudriñarlos y la Astronomía divide el
espacio en campos estelares para clasificar y estudiar
las estrellas. El arte opera de distinta manera; atraviesa
los tabiques que la razón construye, los ilumina y los
hace transparentes para sorprender a la vida en su
fluencia creadora, para constatar su presencia que
siempre está adviniendo dentro de una melodía entera.
El arte conoce por simpatía y como introduciéndose en
el sentido interno de las cosas, a la manera como el
amante conoce el amor de la amada penetrando en su
alma, consubstanciándose con ella.

EL PUNTO DE CONCORDANCIA

Empero, ciencia y arte, raciocinio e intuición,


acción práctica y contemplación desinteresada son
nada más que formas e instrumentos por los cuales y a
través de los cuales nuestra vida total alcanza o puede
alcanzar su expresión última. Toda ciencia presupone
un arte y todo arte presupone una ciencia. En el fondo

173
de toda vocación científica hay algo que no puede
enseñarse o aprenderse, algo que reside en la visión y
en la inspiración interna, un aletazo de intuición que
dirige la actividad concreta del investigador, que le da
sentido a su experiencia, que orienta su raciocinio, que
le imprime un ritmo y una melodía vitales, que le abre
una ventana a la irrupción del infinito; que crea su fe y
sostiene su esfuerzo con la impregnación del espíritu.
Puede afirmarse que solo un investigador que sea,
también, un grande artista es el único que está
efectivamente capacitado para ser un verdadero sabio.
De la obra de un Newton, de un Claudio Bernard, de un
Einstein surge una inspiración que jamás pudo
alcanzarse por puro ejercicio racional o por la mera
actividad de la inteligencia discursiva. “Del juicio más
agudo, dice un gran pensador, jamás puede brotar una
nueva verdad”. La ciencia en sus aplicaciones concretas
tiene que dejar a un lado la cadena causal de sus
generalizaciones y ejercitar su percepción intuitiva. El
médico cura, en verdad, no por su ciencia generalizada,
sino por su “ojo clínico” que hace aplicable su saber al
caso concreto y único. Después de su necesaria y
esforzada tarea de científica, la medicina concluye en el
apotegma 284 de que no hay enfermedades sino
enfermos. Y al “enfermo” llega el médico y comprende
su caso individual, no tanto por el esquema lógico de su
abstracción científica, cuanto por su capacidad
intuitiva de sim-patizar con el paciente, de lograr en sí
mismo, por su penetrante imaginación creativa, el
mismo padecer del enfermo. Y esta re-creación del mal
patológico abraza no solo la dimensión física sino,

284 Frase o sentencia breve en la cual se expresa un pensamiento o enseñanza

174
también, las dimensiones psíquica y espiritual porque
la enfermedad, además, de su visible y tangible raíz
fisiológica, es una proyección de las otras dos, como ya
lo reconoce la medicina moderna. Podrán
perfeccionarse los instrumentos y los métodos
diagnósticos hasta un grado sumo, pero, jamás estarán
en condiciones de reemplazar a la intuición
profesional, al arte con que el médico se encara ante el
paciente y ante la enfermedad. Al gran cirujano no le
hace su ciencia que todo el mundo puede aprender,
sino el arte y la maestría con que opera, que es un don
personal que no puede aprender de nadie. Si la ciencia
no fuera, también, un arte, bastaría que cualquier
hombre de inteligencia mediana ingresara a la
Universidad y que se aplicara a sus estudios con ahínco
para alcanzar las alturas del genio.
De la misma suerte, todo arte presupone una
ciencia. El escritor y el pensador necesitan apoderarse
de sus medios de expresión: estudiar el lenguaje y los
distintos matices del vocabulario, estudiar su
gramática, las inflexiones de las palabras, saber las
leyes del pensamiento, organizar su cerebro para que
sea capaz de pensar con claridad, aprender la ciencia
de su época para explicarse y dar un cuerpo de
expresión racional a su pensamiento. El pintor necesita
saber los efectos químicos de los colores y su
degradación en el tiempo, adquirir una técnica
operatoria y ser capaz de dominar sus materiales. Y lo
mismo puede decirse del escultor y del músico y,
especialmente, de éste que para llegar a la expresión
perfecta de su arte debe dominar la complicada ciencia
del contrapunto y de la armonía, estudiar los efectos de
los sonidos y las relaciones de los sonidos entre sí. Un

175
arte no puede realizarse jamás sin una ciencia previa,
cuya adquisición demanda muchas veces largos años
de esfuerzo, de preparación y de estudios penosos.
Por eso, ciencia y arte son dos formas de actividad
vital, pero, que se completan y se integran en una
unidad que es el hombre. No pueden existir y
desarrollarse aisladamente sin cercenar o deformar la
fluencia indivisible de la vida. Un mundo entregado a la
pura ciencia, si fuera posible en absoluto, se convertiría
en un mundo deshumanizado, incapaz de una obra
concreta y viva porque solo se movería dentro de
fórmulas matemáticas o de esquemas geométricos,
dentro de generalizaciones escuetas y frías. De idéntica
suerte, un mundo abandonado al puro arte no pasaría
jamás de la esfera de las improvisaciones intuitivas y
estaría a merced de las acometidas contingentes e
inmisericordes de la naturaleza que pronto lo
precipitarían en la destrucción y la muerte. El hombre
para realizarse integralmente necesita de una cierta
seguridad práctica, que se la da su conocimiento
científico. Sin embargo, necesita, también, simpatizar
con las cosas, introducirse, de cierto modo, en el alma
de ellas, poseerlas espiritualmente, como se poseen y
compenetran dos amantes que se lo da su
conocimiento intuitivo.
Y la congruencia de estos dos conocimientos
corresponden a dos fuerzas vitales y universales que
actúan permanentemente en nosotros. El
desplazamiento de cualquiera de ellas fuera de su justo
lugar y de su cabal ubicación dentro de la vida humana,
engendra un estado patológico que arrastra
incalculables y desastrosas consecuencias.

176
Necesitamos que la báscula285 de nuestra vida torne a
encontrar un nuevo equilibrio. El racionalismo de
nuestra edad nos ha precipitado en un malestar
angustioso, arrojando al desván del inconsciente las
fuerzas creadoras de nuestra alma. Necesitamos
simpatizar otra vez con el mundo; hacer surgir del
fondo profundo de nuestro ser la euforia y el éxtasis
del amante.
Para América, de modo especial, se plantea esta
tarea grandiosa en la época contemporánea. Se puede
afirmar, sin temor de caer en un mesianismo ingenuo,
que el mundo espera encontrar su salud con ella y a
través de ella. El mundo viejo se precipita cada ve más
dentro de una caserna286 guerrera, deshumanizada y
eruptiva que está siempre pronto a estallar.
¿Estaremos los americanos a la altura de esta misión
humana, que es también la altura en que debemos
encontrar la razón y la realización más profundas de
nuestro ser histórico? En los hombres y en los pueblos,
por una congruencia maravillosa, su vocación esencial
de servicio humano coincide siempre con las raíces
más profundas de su ser y de su vida mismos. No
parece sino que del seno más hondo de la vida emerge
este mandato. NO PODRÁS SER SIN SERVIR, NO
PODRÁS REALIZARTE Y VIVIR TU VIDA PLENA SINO
ENTREGÁNDOTE EN HOLOCAUSTO AL MUNDO.
Y la salud espiritual –y aun la salud física, si se la
mira en su significación más honda de poseer para dar-

285Aparato para medir pesos grandes que se colocan sobre un tablero.


286Del vocablo francés “caserne” que significa cuartel, caserón. Es un tipo de
construcción militar basada en una bóveda fortificada ubicada debajo de las
baluartes y utilizada para alojar soldados y almacenar cosas.

177
es sacrificio. “Pierde tu vida, dice Jesucristo, y la
ganarás”.

CAPÍTULO X

EL RENACIMIENTO AMERICANO O LA CONQUISTA


DE LA JUVENILIDAD CONTINENTAL

LA SENDA DEL RETORNO

En los pueblos la juventud suele ser un regreso de


la vejez, un florecimiento sobre las inválidas pavesas
de un pasado remoto porque ellos son, en sentido
absoluto, entidades continuas y compactas en el
tiempo y en el espacio, aunque este tiempo se cuente
por milenios y este espacio se extienda a un
Continente. Si no solemos percibir esta unidad es
porque el miraje del árbol difumina la masa apretada y
tersa del bosque. La carencia de vistas panorámicas, es
decir, la visión provincial de la historia, es lo que nos
ha impedido, hasta hoy, ordenar el volumen caótico de
los acontecimientos singulares y nos ha presentado la
vida de los pueblos cual una demencia desarticulada
que no sabe a donde se dirige. En este sentido, la
concepción dialéctica de la historia ha sido el primer
gran intento para organizar el acontecer en una
estructura congruente, inteligible y científica. Bien
mirado, desde un ángulo de luz permanente, que salve

178
las contingencias de los cambios y de las formas, sería
posible establecer las líneas directrices, las ideas-
fuerza, si se quiere, resucitando una frase de Fouillée287
y violentando un tanto la comparación, que abrazan y
ligan, como el hilo continuo de un collar, los momentos
sucesivos de expresión en una agrupación humana. En
la vida de los pueblos no hay en realidad esa
quebradura o rompimiento definitivo que se produce
en las vidas individuales con la muerte, aun en casos
como América en que la catástrofe reviste
proporciones cósmicas y el drama humano asume la
grandiosidad de una inmensa tragedia planetaria.

La leyenda simbólica del Ave Fénix que renace de


sus cenizas, como todas las imágenes matrices que
surgen del inconsciente colectivo, expresa esta verdad
con una concisión y una profundidad que en vano
intentaría una sistematización racional. Para un ojo
ejercitado y sutil no es difícil de percibir, en la Italia de
hoy, al ciudadano de la Roma antigua y, en la Grecia
contemporánea, los gérmenes latentes, prestos a
revitalizarse, de la legendaria civilización helénica. El
apotegma 288 válido para la energía física que nos
enseña que nada perece y que todo se transforma y
renueva, lo es, también, para la energía psíquica que se

287 Alfred Jules Émile Fouillée (1838-1912). Filósofo francés del positivismo
espiritualista. Es autor de La filosofía de Platon y La filosofía de Sócrates, obras que
obtuvieron premios de la Academia de Ciencias. Entre sus ensayos más conocidos
destacan La libertad y el determinismo (182), Crítica del sistema de moral
contemporáneo (1883), La psicología de las ideas-fuerzas (1893) y La moralde las
ideas-fuerza (1908). Es el creador del concepto de ideas-fuerza que “integran en
unidad indisoluble los elementos aparentemente antagónicos de la actividad y de
la pasividad, de la acción y de la inteligencia, de la libertad y del determinismo”.
(José Ferrater Mora).
288 Véase supra nota 257.

179
alumbra, incesantemente, en nuevas formas humanas;
pero, conservando su entonación arquetípica original.
Antes de ahora, hemos dicho que América apenas
está encontrando su juventud y arribando a su
mañana. Vuelve de una vejez que apenas comienzan a
revelarnos los estudios arqueológicos, que nos darán
sorpresas deslumbrantes. Las expresiones corrientes
de América virgen o de joven América, en puridad de
verdad, han solido traducir hasta ahora un cierto
cronologismo histórico con referencia al
Descubrimiento y a la Conquista. Ocurrió en nuestras
tierras lo que ha ocurrido siempre que el
sojuzgamiento del pueblo conquistado era total: que el
invasor con fines políticos, consciente o
inconscientemente, se esforzara en borrar todo el
pasado de la estirpe sometida, tratando de inaugurar
en su beneficio una era histórica nueva. El
conquistador sabe por instinto que una hendidura
cronológica origina, también, una correlativa
discontinuidad anímica en el pueblo subyugado y le
hace impotente para conservar su enérgica unidad de
rebelión. Pocas veces se consiguió este propósito de
manera tan completo como en el caso de América.
Pero, el conquistador ignora, también, que las fuerzas
reprimidas se tornan inconscientes y que, alojándose
en el fondo abismático del alma colectiva, continúan
obrando poderosamente de modo invisible pero cierto
sobre el porvenir, es decir, sobre el mismo invasor que,
a la larga, acaba por sufrir la desintegración de su
propia alma.
Gracias a este ingente fenómeno creador los
pueblos reflorecen en sucesivos renacimientos y son
capaces de arrancarse, a los colapsos psíquicos, a los

180
traumas catastróficos de las invasiones y recorrer
nuevas trayectorias de existencia. Y este es el sentido
profundo de la leyenda del Ave Fénix. Pero, es
necesario saber que estos renacimientos no están
librados íntegramente fatal de las fuerzas naturales, no
son solo un destino biológico que fatalmente tiene que
desembocar en una expresión necesaria. Las fuerzas
naturales, fuera de su eslabonamiento siempre
restringido y contiguo, son ciegas y, a menudo, se
frustran. ¡Cuántas posibilidades maravillosas han
muerto en el momento mismo de nacer! Cabe la
fatalidad natural, sapientísima y segura en su esfera,
pero ciega en todo aquello que la rebasa, obra la
iniciativa del espíritu, su virtualidad creativa y
ordenadora, su iluminación vidente y despierta que es
consciente de sus objetivos últimos porque él mismo se
los propone. Sin esta iniciativa, la esfera de la libertad,
que es la única que realmente crea no existiría y el
hombre y la historia solo serían menos fantasmas
entregados a la fatalidad encadenada, que no es sino la
ceguera y la fatalidad encadenadas de la naturaleza.
Al retorno de la vejez que es la juventud solo se
llega, en última instancia, por los esfuerzos del espíritu.
El destino no es sino el vaso del porvenir, el esquema
biológico y psíquico que teje la naturaleza para que se
inserten en ella los objetivos del espíritu. Por eso, la
juventud de los pueblos es siempre una conquista que,
una y otra vez, puede frustrarse. América está al borde
de su juventud y de su mañana. Su fuerza y su vigor
espirituales solo se demostrarán en la medida en que
sea capaz ce conquistarlas. Si no es así, tendrá que
esperar una nueva opción y condenarse, quizás, por
milenios, a una vejez involutiva y caótica hasta que le

181
llegue otra vez la posibilidad de un nuevo día. Las
generaciones jóvenes deben comprender que vivimos
horas de terrible decisión y que el porvenir gravita
sobre sus hombros, no como una metáfora banal, sino
como una responsabilidad que habrá de agobiarnos en
la muerte, si no estamos al nivel de su requerimiento,
ni a la altura espiritual de su faena.

II

CIVILIZACIÓN DISLOCADA
Vimos, en un capítulo anterior, que América era el
entrecruzamiento, la zona de fricción de varios
mundos, es decir, de varios orbes culturales de distinta
y opuesta entonación anímica. Pero, esta yuxtaposición
explosiva se agrava todavía si consideramos que estos
orbes culturales han llegado hacia nosotros en
diferentes estados de desenvolvimiento histórico. En el
fondo semi-desarrollado de las culturas
precolombinas, se ha confluenciado la madurez
espiritual de Europa, el sabio y profundo refinamiento
cultural del Asia, la desintegración y consunción
involutiva del África, la primitividad agreste, en estado
naciente y puro de naturaleza, de las tribus salvajes de
América. 289
Los otros pueblos han tenido su propia vejez, una
vejez en cierta manera individual y unitaria, porque
era la culminación de un proceso biológico natural
dentro de un todo homogéneo y congruente. Su
ancianidad ha sido, cada vea que ha llegado, una
ancianidad amasada dentro de sus propias entrañas y
289Deterioro físico progresivo de una persona o animal, acompañado de una
pérdida visible de peso y energía.

182
ha sido el remate armonioso y luminoso de una vida
colectiva. La vejez actual de América es una vejez
múltiple y ajena, una vejez extraña y exótica, una vejez
tenebrosa que más que una ancianidad es la
desintegración acelerada de una podredumbre, el licor
cadavérico de una degeneración.
No es la primera vez que ocurre un fenómeno
parecido en la historia. El ejemplo más cercano, y al
que hemos aludido ya en otras ocasiones, nos lo da la
invasión del Imperio Romano por los bárbaros, solo
que en América se produce esa experiencia histórica en
una escala mayor y con una más dilatada y universal
envergadura. Sería un error creer que el elemento
germano conservó su integridad biológica y psíquica
después del choque. Tanto el romano como el bárbaro
se desintegraron en la colisión para libertar los
gérmenes históricos que después constituirían el
mundo de Occidente. Durante toda la Edad Media es
patente este proceso de desintegración, lado a lado, de
un proceso de rejuvenecimiento. Los terrores del
Milenario en que las gentes vivían bajo el permanente
sobrecogimiento de la muerte, no eran sino la
liberación, en un prolongado himno fúnebre, de las
poderosas fuerzas que operan en el Inconsciente de la
masa colectiva de entonces. Moría el mundo antiguo y
la segunda venida de Cristo era el surgimiento de la
radiante civilización Occidental, que se anunció con
guerras, plagas, epidemias, catástrofes y señales
estelares. El hombre siempre encuentra manera de
expresar en los acontecimientos exteriores de la
Naturaleza sus perfecciones, videncias o
premoniciones interiores. Recordemos que otro tanto
ocurrió cuando la caída y ruina de Jerusalén, cercada

183
por las legiones romanas de Tito, en momentos en que
el Cristianismo iba a comenzar su gran vuelo
ecuménico. Ernesto Renán, en su Anticristo, nos traza
un espléndido y fascinante cuadro de esta época. Los
hechos son la materia más elástica y flexible a la
conformación que le impriman las realidades internas.
Pero, si la Edad Media era un sepulcro, también era una
cuna, lo mismo que la América de hoy.
Nuestra civilización o, mejor, nuestras
civilizaciones prestadas son algo así como la fruta en
agraz290 que ha sido arrancada de la planta maternal y
que se pudre en climas extraños antes de llevar a su
sazón. De allí que en ninguna otra parte del mundo la
muerte asuma una mayor fuerza negativa y depresiva y
ejerza un mayor imperio letal sobre la vida. Nuestros
civilizados de América son espectros ambulantes de un
conjunto de civilizaciones dislocadas, que solo se
reaniman artificial y efímeramente, dentro del inmenso
invernadero que es el Continente si se le mira bajo
cierto prisma. Hombre que solo son pavesas y que han
alcanzado un grado pavoroso de deshumanización.
Pocas veces la criatura humana se la lanzado con tan
potente impulso regresivo hacia el mundo abismal,
donde imperan la codicia, la crueldad y la lujuria con
tan radical desenfreno. Y mucho más allá aún, hasta la
petrificación y la mineralización donde solo operan ya
las fuerzas intratómicas, ciegas y casi automáticas, de
la materia más densa.
Es la subversión de la muerte, la conjuración del
sepulcro contra la cuna, el cadáver-androide, de que
hablamos en capítulos anteriores, que ha emergido de

290 Dícese de la fruta, especialmente de la uva, que no está madura.

184
los hipogeos milenarios en una ronda esquelética de
sombras. Una civilización dentro del proceso normal y
natural de los pueblos es la corona radiante y
armoniosa de una creación, de una vida, de una faena
colectiva. Constituye el florecimiento otoñal pleno de
belleza de una melodía que ha venido
desenvolviéndose en sus diferentes pero congruentes
modulaciones dentro de un ciclo determinado. Ella
proyecta siempre una reverberación de sabiduría, de
serenidad, un esplendor fecundante. Pero los
civilizados latinoamericanos son la encarnación de los
detritus, la oxidación de las ruinas, los hombres-
escoria del planeta que no tiene nada de común con el
hermano crepúsculo de una vejez normal, natural y
armoniosa.
En los demás continentes las nuevas promociones
para cumplir su faena específica luchan con las
generaciones anteriores, que representan una realidad
distinta, pero que tiene su raíz todavía en la vida. Es
una lid entre vivos. En América los vivos para poder
vivir y crear tienen que luchar con los cadáveres. Es
una lucha entre vivos y muertos y, de allí, que la
existencia de nuestros pueblos sea una loca
zarabanda291, macabra, espectral y fatídica. Los días
que ha vivido Venezuela, el Perú y los otros países de
este Continente son la danza tétrica de los esqueletos
que devoran a los vivos. Y son los civilizados de
América los que se dicen y se reclaman cristianos con
el escapulario en el pecho y la cruz en la diestra, los
que alientan, organizan y consumen las opresiones y

291Danza antigua de España y música de ritmo vivo y alegre que solía acompañarla
que gozó de amplia popularidad durante los siglos XVI y XVII. Fig. Ruido
estrepitoso, algazara, bulla.

185
los crímenes más inauditos. ¡Nunca se profanó tanto la
dulce y excelsa figura de Cristo!

III

LAS FUERZAS ARQUETÍPICAS

Cuando se habla del destino de un pueblo,


generalmente se toma la frase como un simple
metáfora, como una mera trasposición generalizada y
analógica de la vida del hombre individual aplicada a la
vida colectiva de la agrupación. Sin embargo, esta
realidad ha sido percibida por las inteligencias más
profundas de todas las épocas, como una realidad viva
y operante, sin la cual no pueden explicarse las
modulaciones más finas y poderosas de las culturas y
de la historia. Ha tomado, naturalmente, muchos
nombres, según la profesión filosófica, científica y aun
religiosa del investigador, pero, el hecho estaba allí
revestido, o trasvestido mejor, con los ropajes más
abigarrados y disímiles. No nos toca reseñar aquí la
filiación erudita de las diversas y contradictorias
expresiones que ha asumido este hecho. Bástenos
indicar que para la mentalidad contemporánea
adquiere carácter de primer plano desde las
concepciones de Vico 292 y de Taine 293 y una

292 Juan Bautista Vico (1668-1744). Filósofo, historiador y jurista italiano, autor de
la Ciencia nueva y de los Principios de la filosofía de la historia.
293 Hipólito Taine (1828-1893). Filósofo, historiador y crítico francés. Intentó

aplicar el método de las ciencias naturales a las producciones más diversas del
espíritu humano. Es autor de Historia de la literatura inglesa, Filosofía del arte,
Orígenes de la Francia Contemporánea, entre otras más.

186
correspondiente expresión científica desde los trabajos
de Froebenius, Spengler 294y Jung.295
La grandiosa experiencia de América, en éste y en
muchos otros aspectos, está destinada quizás a darnos
una respuesta definitiva. En ninguna otra parte, por las
condiciones excepcionales en que se ha producido la
vida del Continente, se ha hecho más ostensible la
fecunda y esclarecedora verdad que encierra la teoría
de las imágenes arquetípicas de Jung296, ya por otra
parte, observada antes que él, por otros muchos
investigadores. En este sentido, América es un inmenso
laboratorio destinado a abrir para la mente universal
una época decisiva.
Acerca de las observaciones científicas en que se
basa la teoría arquetípica, debemos referirnos a un
interesante ensayo del investigador peruano, doctor
Carlos Gutiérrez Noriega297, muerto prematuramente,
notable por su precisión, su penetración y el acopio de
observaciones originales con respecto al Perú, que se
titula: “Energías telúricas, biotipos y culturas”, inserto
en el folleto: “Diseño de un estudio psicológico y
antropológico de la raza Amerindia”. Trascribimos,

294 Oswald Spengler (1880-1936). Filósofo e historiador alemán, recordado


principalmente por su obra La decadencia de Occidente.
295 Carl Gustav Jung (1875-1961). Médico psiquiatra, psicólogo y ensayista suizo,

figura clave en la etapa inicial del psicoanálisis. Fundador de la escuela de


psicología analítica, también llamada psicología de los complejos y psicología
profunda.
296 Para consultar las Obras Completas de Carl Jung (1875-1961) en Internet en

formato pdf, ingrese al siguiente link: http://librosgratisenpdf.com/obras-


completas-de-carl-jung-1875-1961/(Nota del editor)
297 Sobre la faceta científica y humanística del doctor profesor Carlos Gutiérrez-

Noriega, puede consultar el breve pero revelador artículo de H. Augusto Campos


titulado “Carlos Gutiérrez-Noriega, humanista y pionero de la neurofarmacología y
la psiquiatría biológica en el Perú” en este link:
http://www.scielo.org.pe/pdf/rins/v26n4/a22v26n4

187
brevemente, algunos párrafos del citado estudio por
vía de información para el lector:
“Aunque parezca misterioso e increíble es un
hecho evidente en la historia, escribe Carl Jung, que el
hombre suele ser asimilado por el país. En el aire y el
suelo de un país hay una x y una y que lentamente
invaden al hombre y lo conforman según el tipo
aborigen, hasta el punto de modificar ligeramente su
aspecto físico. Empero la naturaleza de esta relación se
nos esfuma. Es un hecho enigmático, porque el cuerpo
y el alma se configuran, según un tipo común,
congruente a las influencias telúricas. En las raíces del
idioma, donde a menudo encontramos un saber difuso,
pero básico, hallamos afinidad filológica de país,
paisaje y paisano, tres conceptos que se derivan de una
raíz común”.
“En todos los países la raza colonizadora adquiere,
después de algunas generaciones, la forma corporal del
aborigen, aun en los casos en que no hay sospecha de
cruzamientos furtivos, cual si en cada región se diera
un tipo característico que pervive y resurge aún con las
severas vicisitudes históricas e incluso es probable,
como observa Norbertbrebs, que las diversidades
raciales –por lo menos ciertos matices étnicos- derivan
de estas influencias”.
“En diversas zonas de los Andes encontramos
núcleos de población blanca de tipo nórdico. Se
descubre en tales sujetos características regionales
muy notables que nos permiten siempre, sin vacilación,
determinar el origen. Una atenta observación nos ha
permitido llegar a la conclusión que lo característico de
tales tipos blancos es su semejanza con los rostros del
indio puro…”.

188
“Es singular que en la América primitiva ambas
regiones originaron formas de vida social congruentes
a los eventos de fauna y de accidente geográfico. En los
Estados Unidos, la gran organización federativa de los
pieles rojas, y en el Perú, la gran organización de los
aymaras y de marcas, que solo fueron aparentemente
fusionados en el Imperio Incaico, sin llegar nunca a las
constitución federativa de Norte y Centro América. Es
además original encontrar en el Perú, en tan poco
espacio, tantas y tan diversas culturas comarcanas, lo
cual nos indica nexos imprecisos, formaciones con
límites de aldea. Lo extraordinario –maravilloso, en
realidad- es que en Estados Unidos la organización
actual reproduce la antigua federal del indio rojo”.
-Por su parte, Oswald Spengler, nos dice lo
siguiente: “La raza no emigra. Los hombres emigran y
sus generaciones posteriores nacen en diferentes
países; el paisaje ejerce, empero, un poder misterioso
sobre el elemento vegetativo de estos descendientes y
acaba por alterar totalmente la expresión racial; la
antigua desaparece y surge una nueva. No fueron
ingleses y alemanes los que emigraron a América;
fueron hombres que, al emigrar, iban como ingleses y
alemanes. Pero, sus descendientes actuales son
yanquis, y es bien sabido, desde hace tiempo, que el
suelo indio ha manifestado sobre ellos su poderío, de
tal manera que de generación en generación van
pareciéndose más a la población destruida”. Y, luego
añade: “Los hombres que irrumpieron en las comarcas
del sur de Europa bajo los varios nombres de godos,
lombardos, vándalos, constituían al principio, sin duda,
una raza por sí. Pero ya en la época del Renacimiento
se habían por completo asimilado los caracteres

189
raciales arraigados en el suelo de la Provenza, la
Castilla y la Toscana”. (La decadencia de Occidente)
Para completar esta información veamos lo que
dice Jung en su libro La psique y sus problemas
actuales.
“… Los arquetipos son sistemas de dispositivos,
imagen y emoción a la vez. Los heredamos con la
estructura cerebral, con el aspecto psíquico de esta
estructura. Por un lado, constituyen un prejuicio fuerte
e instintivo, y, por otro, son el auxiliar más eficaz
posible para las adaptaciones instintivas. Son
auténticamente la participación tectónica del alma, si
se nos permite la expresión, aquella participación por
la que queda engarzada en la naturaleza o que, cuando
menos, mejor nos revela su relación con la tierra y con
el mundo. En estas proto-imágenes se nos pone de
relieve con la mayor claridad la acción anímica de la
tierra y de sus leyes”.
“El experimento más grande de trasplante de una
raza en nuestro tiempo es la colonización del
Continente norteamericano con población
predominantemente germánica. Como las condiciones
climáticas son tan diversas, habría que esperar toda
clase de modificaciones sobre el tipo racial primitivo.
La mezcla con la sangre india es tan escasa que no
juega ningún papel. Boas cree haber demostrado que
quizá ya en la segunda generación se habían producido
modificaciones autónomas, especialmente en las
dimensiones craneanas. En el emigrado se desarrolla
siempre un tipo yanqui, tan parecido al tipo indio que
en mi primera estancia en el centro del Oeste, viendo
pasar de largo unos cientos de trabajadores que salían
de la fábrica, hice a mi acompañante la siguiente

190
observación: nunca pensé que el tanto por ciento de
sangre india fuera tan elevado. Me contestó sonriente
que, apostaba todo lo que yo quisiera que en todos
esos cientos no había una sola gota de sangre india. De
esto hace muchos años en los que yo no presumía la
asombrosa indianización de la población americana.
Descubrí el secreto cuando tuve que tratar
analíticamente a muchos americanos. Porque
resultaron notables diferencias respecto a los
europeos”.
Hay, pues, de modo evidente, una fuerza
conformadora que preside y rige los
desenvolvimientos y las involuciones de los pueblos,
fuerza que no es en sus efectos, ni puramente material
y mecánica, ni puramente suprafísica, sino la fusión de
ambas modalidades, la conjugación funcional de una
unidad orgánica, física, biológica y psíquica. A la luz de
las imágenes arquetípicas nos acercamos con una
mayor y más integral comprensión a un hecho que
nunca ha dejado de ser percibido por la inteligencia del
hombre, pero que ha sido interpretado
unilateralmente, como reflejo de la unilateralidad
mental de las distintas épocas. En ésta, como en otras
cuestiones, se ha iniciado una era funcional de la mente
humana, como ya lo hemos expresado en otros
trabajos. La hipótesis de las fuerzas arquetípicas liga,
en una sola armazón congruente, la concepción
metafísica de los ciclos históricos, el corso y ricorso de
Vico, la concepción biológica de Taine sobre el medio,
la raza y el clima; la teoría de los círculos culturales
intrasferibles de Spengler, la concepción más profunda
de Frobenius, la teoría de las “incitaciones” y
“respuestas” de Toynbee y las teorías mecanicistas y

191
materialistas de la historia. Se nos aclara el viejo y
difuso lugar común de cómo y hasta qué límite la
historia se repite y de cómo encierra una profunda
sabiduría colectiva la leyenda mitológica del Ave Fénix
que resurge siempre de sus cenizas.

IV

LA FAENA DEL ESPÍRITU

No habremos sino de formular un simple esquema


de reflexiones acerca de un tema tan rico y
apasionante. La existencia de fuerzas arquetípicas que
conforman el cuerpo y el alma del hombre como si
estamparan sobre él la impronta de la tierra en que
habita nos aclara, con distintos sentidos, los problemas
que ha venido planteándose el hombre occidental
desde hace muchos siglos. El problema de la libertad y
del espíritu, la concepción de pueblo y raza, la
discriminación del concepto de cultura, el juego cíclico
de la historia, los procesos evolutivos e involutivos de
los pueblos el rol que desempeñan las fuerzas
racionales e irracionales del hombre y multitud de
otras cuestiones fundamentales, se presentan bajo un
distinto miraje.
El pueblo ya no es la raza ni la religión ni la lengua
ni las costumbres, que serían meros accidentes de una
fuerza más sutil y superior que los modela y les
imprime su entonación general. La raza, a su vez, no
consistiría, con el carácter determinante que antes se
les asignaba, ni con el pigmento de la piel ni en los
ángulos faciales ni en la conformación craneana ni en el

192
índice cefálico ni en muchas de las abstracciones
etnológicas y etnográficas que circulan en los medios
científicos. A este respecto, las experiencias de los
Estados Unidos y de Chile, donde reaparecen sobre la
piel blanca los rasgos fisionómicos y los caracteres
anímicos del araucano y del piel, aun sin cruce previo,
son de un significado concluyente. Mucho más
revelador es todavía, en un sentido más profundo, el
hecho de que la actual organización federal
norteamericana reproduzca la estructura federativa de
los indios primitivos.
Después de estos hechos atribuir el papel absoluto
que ha venido atribuyéndose a la raza, al medio, al
clima, al género de alimentación, al paisaje, a las
distintas fuerzas llamadas telúricas, que son meros
agentes o conductores de otra fuerza más poderosa
aún, de cuya presencia no cabe ya dudar, sería como
atribuir a los hilos del telégrafo, el pensamiento y las
palabras de un mensaje, o como atribuir a un
instrumento musical el sentido de una melodía. O
valiéndonos de otro símil, sería como tomar un
fenómeno de refracción por la cosa en sí misma.
Ahora estamos ya en condición de comprender
con más precisión el problema del sentido y del
espíritu, que es el problema de la fatalidad y de la
libertad; el problema de la naturaleza y el libre
albedrío, del determinismo y de la creación autónoma.
Las imágenes arquetípicas no serían sino el esquema
conformativo de las leyes naturales en su doble
aspecto bio-químico y bio-psíquico, en el que se
insertasen, como dentro de un marco fluyente, la
iniciativa creadora y libre del espíritu. Las fuerzas
arquetípicas serían las plasmadoras, las matrices del

193
alfabeto biológico que necesita la historia para
expresarse en sus distintas modulaciones.
Representaría la Naturaleza en su trabazón
determinista, permanente y fatal, de la misma manera
que la fatalidad permanente de las veintiocho letras
del alfabeto sirven para expresar infinitos
pensamientos o cómo las cinco cuerdas de un violín
traducen todas las gamas melódicas.
Estamos en condiciones de comprender mejor que
una cultura tanto como espíritu es, también,
naturaleza; tanto como libertad es determinismo
causal y necesario. Son dos elementos en permanente
conexión funcional. Separarlos es un abstraccionismo
racionalista; oponerlos, como se ha hecho
frecuentemente, es una miopía superficial. La historia
se repite en el sentido de que, una y otra vez, los
esquemas arquetípicos obran y reobran sobre sus
formas de expresión. La historia crea incesantemente
en el sentido de que el espíritu propone y realiza sus
objetivos últimos. Cada vez el hombre es distinto de lo
que fue y si el Ave Fénix renace de sus cenizas es
porque todo se destruye, menos las imágenes
arquetípicas que desafían todas las catástrofes. Ellas
obran vigorosa e incesantemente, construyendo y
reconstruyendo nuevos vasos, nuevas formas, nuevas
ánforas de expresión dentro de sus bocetos
fundamentales.
A menudo se ha confundido la acción del espíritu
con la acción de la naturaleza, aun por las inteligencias
más agudas, confusión que se explica porque no
percibimos el espíritu directamente sino a través de las
formas, como un destello o reverberación de éstas. El
conocimiento del hombre es eminentemente formal, no

194
es capaz de rebasar los límites rigurosos en que, casi
siempre, se mueve su percepción y, por consiguiente,
su inteligencia. Cuando la acción del espíritu llega hacia
nosotros, llega ya mediatizada, alterada por su
expresión, transfundida en ella, como la creación
musical de un gran maestro a través de la mano del
intérprete que la ejecuta y del instrumento que la
modula. En realidad cuando las formas de expresión
alcanzan nuestro conocimiento, el espíritu es ya
naturaleza, en cierto modo, porque se ha cristalizado
en los vasos que la contienen; se ha hecho fatalidad,
necesidad y determinismo; ha perdido, en cierta
medida, la fluyente movilidad de su esencia creadora y
libre. De allí, esa confusión inextricable entre libertad y
destino que ha originado una tan copiosa trama
racional, sutil y complicadísima, a lo largo de los siglos.
Esta confusión entre naturaleza y espíritu se hace
evidente en el caso de Spengler, que no se plantea ni
percibe el problema del espíritu. Su visión se proyecta
exclusivamente hacia el pasado que lo estudia con una
precisión, con una amplitud de panorama y con una
fascinación geniales. Cuando trata de estudiar el
porvenir, que es la acción del espíritu porque es la
creación nueva, aplica las leyes del pasado muerto, que
es ya naturaleza, a un proceso fluyente, activo y vivo
que se encuentra en pleno devenir y que es
esencialmente espíritu. De allí su teoría de los círculos
culturales intransferibles que desemboca lógicamente
en un pronóstico pesimista. Esta falta de comprensión
de la faena del espíritu se hace perfectamente clara en
El hombre y la técnica y en Años de decisión que son un
monstruoso intento de justificación de las peores
fuerzas regresivas y fatales que actúan en el alma. Es la

195
rendición del hombre a la cadena coercitiva del hado o
del destino. La tragedia griega no lo expresó con acento
tan pavoroso y sombrío.
La prodigiosa experiencia de América será
decisiva para la mente del hombre en este respecto.
Ninguna tierra está conformada, como ella, para ser,
según lo dijimos, por las vicisitudes de su existencia, un
laboratorio tan fecundo parea el conocimiento
humano.

CAPÍTULO XI

EL LENGUAJE EN AMÉRICA

CONSIDERACIONES GENERALES SOBRE EL

PORVENIR DEL CASTELLANO

Cervantes es, sin duda, uno de los genios más


esclarecidos de la literatura universal. Por ello, es
también uno de los grandes guías o directores del
ingenio humano. Los pueblos de habla española tienen
en él un paradigma insustituible porque, a través de la
vida y de la obra cervantinas, se revelan ante el mundo
los valores espirituales más genuinos de un orbe
cultural que ha tenido y tiene todavía una gran misión
en la historia.
Debo declarar que no soy un cervantista ortodoxo,
en el sentido de aquellos que han convertido al gran
escritor en una suerte de fetiche o tabú de una iglesia,
capilla o cenáculo de eruditos. He pensad siempre que

196
en atmósfera tan estrecha el ingente espíritu que creó
Don Quijote se agosta y muere sin remedio. En este
sentido, los peores enemigos de Cervantes son los
cervantistas mismos. No es agotando el sentido literal
que se llega a la entraña viva de una obra. La letra
muerta, el inventario exhaustivo de los giros
gramaticales, de las metáforas y de las formas de
elocución, han sido siempre la enemiga capital, no solo
de una obra estética o literaria, sino también de una
doctrina, de una predicación o de un apostolado.
No voy a hacer aquí una crítica literaria acerca de
lo que significa la obra de Cervantes en la literatura
universal o dentro de la propia literatura española.
Tampoco deseo hacer un estudio sobre la profundidad
espiritual y humana de los inmortales personajes que
ha creado el genio del gran español. Ambas cosas se
han hecho hay magistralmente muchas veces y por
mentes de una agudeza y hondura excepcionales.
Ahora solamente quiero recoger y comentar uno
de los aspectos de la obra cervantina contra el cual han
solido casi siempre pecar mortalmente los
cervantistas. Me refiero a esa especie de idolatría
fetichista que se ha generado alrededor del estilo y del
lenguaje de Cervantes.
Me parece que el mejor homenaje que se puede
rendir al autor de Don Quijote es remarcar con acento
vigoroso el sentido vital que tuvo su obra, en su época,
como expresión espiritual del genio español. No solo es
necesario comprender el sentido concreto e inmediato
de una obra o de una vida sino también la irradiación,
el destello, la reverberación que fluye de ella hacia el
porvenir. Esta función es precisamente la función
inspiradora y guiadora del genio.

197
La obra de Cervantes, como la obra de los otros
grandes escritores del Siglo de Oro, representa para
España, la culminación de un largo proceso histórico
que comenzó con la descomposición del latín y de las
otras lenguas que se hablaban en la Península. La obra
de Cervantes significa la ascensión definitiva del
romance castellano a la categoría de lengua moderna,
perfectamente estructurada para expresar las nuevas
realidades históricas, psicológicas y espirituales de la
cultura occidental, en su versión o aspecto español que
suele faltar en las demás facetas del prisma europeo.
Por ejemplo, entre otros, su ethos varonil, lo que se ha
llamado su porte, su temple moral, ese acerado valor
humano que se revela como esencial, como contextual
de su modo de ser, en el antiguo hidalgo.
Quiero ocuparme ahora, precisándolo, en unos
pocos conceptos, de la enseñanza permanente que
surge de la obra cervantina para la lengua que se habla
ahora y para la que se ha de hablar en el futuro de
América. Vale decir, que la ubicación de mi tema
consiste en el porvenir del castellano en nuestro
Continente y en la función que desempeña el escritor y
el gramático en la expresión de la vida espiritual de un
pueblo.
El lenguaje es un todo vivo y fluyente, algo que
está deviniendo y haciéndose siempre. Quimera alada
que asume innumerables formas; dragón plástico y
flexible que se ajusta perpetuamente, al flujo de la vida.
Tratar de cortarle un patrón, de fijarle en una retícula
académica es como el vano intento de atrapar las
volutas de humo con la mano. La tragedia del
gramático ha sido y será siempre ese forcejeo
conmovedor para coger, íntegramente, con la

198
inteligencia racional, algo que surge de los fondos
irracionales e instintivos del pueblo. Quiere, en
realidad, un imposible, que una y otra vez se ha
frustrado en el curso de la historia: que el pasado tenga
completa vigencia en el presente y en el porvenir.
Olvida que las reglas solo surgen cuando la cosa
está hecha, cuando ya es, sin remedio, un pretérito un
cadáver, una muerte… Es decir, que las reglas fluyen de
un proceso consumado, y no éste de aquellas. La
gramática es, por esto, el sepulcro intelectual, erudito y
académico del lenguaje. Es el lecho en que descansa de
su actividad dinámica y creadora, el habla de una
época. Es el período de vacaciones, diríase, en que el
idioma entra en receso temporal, mientras en el flujo
de la calle la orgía semántica continúa en la zarabanda
de los significados vivientes.
Los gramáticos y las academias sirven solamente
para conocer el pasado del lenguaje. Esta es su única
utilidad práctica. Son urnas brillantes y sabias que
guardan una momia preciosa. Nos enseñan cómo
hablaron nuestros padres o nuestros abuelos. Pero, son
absolutamente ineptos para intuir, crear o dirigir el
porvenir de una lengua, como lo son en pedagogía
todas las reglas previas, teóricas o abstractas para
“modelar el alma de un niño”. Y no solamente son
ineptos sino, también, perjudiciales porque intentan
inmovilizar la fluencia viva de la palabra dentro del
torniquete estrangulador de la rutina léxica. El
significado de las palabras, su valor semántico, varía en
cada circunstancia psicológica. El diccionario es apenas
una paleta que nos da los colores fundamentales que
solo el arte del escritor les imprime los matices y
destellos más inesperados. El gramático sabe bien

199
cómo hablaron o escribieron nuestros antepasados,
pero ignora completamente cómo debemos hablar
nosotros o cómo deben hablar nuestro hijos. La
gramática solo nos da un lenguaje ya mecanizado y
muerto que ha perdido la efusión y el estremecimiento
de su fuente originaria y viva. En ella el vocablo se ha
tornado lógico porque se le coloca dentro de una
estructura racional volatilizando su fluencia palpitante,
su latido primigenio. Un gran pensador ha dicho con
mucha justeza que “la gramática toma los elementos
formales que aparecen en las palabras como señales
determinadas y diferentes direcciones de su posible
significado e inserción, de este modo señalada, en una
proposición en una ulterior estructura del habla. Las
palabras: él va, nosotros fuimos, ellos han ido, son
modificaciones del mismo vocablo, según
determinadas direcciones de la significación. Las
conocemos a partir de los títulos de la gramática:
presente indicativo, pretérito imperfecto, imperativo,
participio, infinitivo. Pero, desde hace mucho tiempo,
este procedimiento constituye un medio técnico, según
cuya indicación se echa mano mecánicamente al
análisis del lenguaje y a la fijación de sus reglas.
Justamente donde se hace sentir una relación más
originaria con la lengua, se advierte lo muerto de esas
formas gramaticales, entendidas como meros
mecanismos. El lenguaje y su consideración se atascan
en tales formas rígidas, como en una red de acero.
Aquellos conceptos formales y títulos de la gramática –
ya en sus teorías carentes de espíritu, infecundas y
escolares- se convirtieron para nosotros en cáscaras
vacías, ni comprendidas ni comprensibles”. Por esta
razón se hace necesaria, permanentemente, la

200
intervención creadora y renovadora del escritor y del
poeta que rompen, a cada paso, la textura sólida de las
formas gramaticales corrientes. Sin ella las lenguas
morirían por extenuación rutinaria.
El intérprete o el creador, si se quiere, del nuevo
lenguaje, es decir, del lenguaje del presente con
efectiva vigencia histórica es el escritor, el auténtico
escritor, y no el gramático, porque es el intérprete , por
excelencia, de eso que Jung llama el inconsciente
colectivo histórico.
La misión o vocación específica del verdadero
escritor es crear nuevos giros, forjar expresiones
inéditas, desarticular, en cierta manera, la armazón
gramatical anterior, que se tulle con el tiempo, como se
tullen las piernas del anciano con los años.
El lenguaje pretérito ya no puede caminar con
soltura dentro de las realidades históricas nuevas.
Resulta pesado y cancino, como el peatón en las
carreteras transitadas por automóviles. El
pensamiento naciente necesita, también, como
vehículo, una palabra en perpetuo estado naciente a fin
de que ejerza su máxima eficacia fecundadora. Por eso,
un pensador ha dicho que el arte del escritor consiste
en alterar ligeramente el significado tradicional de la
palabra, imprimiéndole un nuevo destello.
El escritor contemporáneo es el creador del
lenguaje del presente, que rebasa siempre el canal
estrecho y sepulcral del gramático. Solo él es capaz de
crear los modelos, las formas y los giros del lenguaje
que se ajustan adecuadamente a las realidades vitales
de su época. El escritor, por gracia de su intuición
afinada y buida, sabe ponerse en contacto con ese
fondo irracional del pueblo que está buscando su

201
expresión en la ciencia, en el arte, en la política, en la
religión, sobre todo en la poesía de una época histórica
determinada. El escritor crea, por virtud de la palabra,
esos símbolos verbales: imágenes, metáforas, símiles,
tropos, alegorías, comparaciones que llegan a
constituir la expresión del alma colectiva que es la
fuente auténtica y vigente de la historia. Estos
símbolos, giros, imágenes y metáforas se incorporan,
luego, al lenguaje común, al modo corriente de
expresión literaria. Época que no tiene grandes
escritores es una época que no tiene boca genuina para
hablar, porque solo tiene la boca del pasado, la boca de
los gramáticos que únicamente pueden darle un
lenguaje muerto, una palabra tullida, un verbo inepto
para su expresión, pues carece del licor estremecido de
la vida.
Esto nos explica, con particular claridad, el hecho
de que los lenguajes que se agostan en las capillas
literarias y eruditas tienen que volverse hacia los
hontanares populares para renovarse, porque si no lo
hacen el pueblo los deja, como cascarones vacíos que
son incapaces ya de traducir el drama vibrante y
conmovido de su alma. Las lenguas eruditas y sabias,
como el latín, el griego, el sánscrito, el hebreo, son
lenguas muertas porque ya no pudieron expresar las
fuerzas históricas vivientes que advinieron en el orbe
moderno.
Cuando nace el mundo occidental con el radiante
vuelo de su cultura que surgía de la nueva alama de
Europa, el latín se descompone, se desarticula, se
barbariza en los romances que son ahora nuestras
lenguas modernas. Los gramáticos y latinistas de

202
entonces adoptan hoy los puristas, gazaperos 298 ,
casticistas, académicos y gramáticos con respecto al
castellano de América. El lenguaje de los escritores del
Siglo de Oro –fuente gramatical por excelencia- ya nos
resulta un paramento verbal demasiado estrecho,
solemne e inadecuado parea servir de vehículo de
expresión a nuestras nuevas necesidades o realidades
históricas y psicológicas. El castellano en nuestros
pueblos está condenado inexorablemente a seguir la
misma o parecida trayectoria que el latín en España. Si
no de una manera tan absoluta, por lo menos dentro de
un proceso evolutivo que creará nuevas estructuras
semánticas y expresivas. La primera razón
fundamental es que el mundo contemporáneo ha
ingresado en un período revolucionario que
trasmutará radicalmente los valores históricos,
psicológicos, éticos y espirituales de la etapa anterior y,
en consecuencia, todas las lenguas modernas habrán
de experimentar con el tiempo trasmutaciones
también radicales para adaptarse a las nuevas
necesidades de expresión. La segunda razón es que el
castellano que fue hasta el siglo XVI una lengua
provincial se ha convertido ahora en una lengua
continental y hasta universal que es hablada por
muchos millones de hombres. La tercera razón –y ésta
quizás es la decisiva- consiste en que las realidades
históricas, psíquicas, políticas y espirituales del
continente americano son absolutamente distintas a
las realidades de España y de Europa.
Esta desarticulación del castellano ya ha
comenzado pese al purismo academizante de nuestros

298 Gazapera es una pandilla de mala gente.

203
gramáticos. En la Argentina ya se habla un lenguaje
popular que repugna y desespera por su
cosmopolitismo y barbarismo antipuristas a los
académicos de Madrid. Y el tono de nuestro castellano,
el acento melódico con que lo pronunciamos, la
modulación íntima de nuestra palabra americana es
algo completamente distinto de la modulación
española. Y sabido es que la modulación constituye el
alma íntima del vocablo y en ella reside el secreto y el
valor de su significado. Un gran escritor ha dicho: “La
expresión y la pronunciación arraigan en la raza.
Identificamos una persona conocida solo por la
pronunciación, sin necesidad de verla. Reconocemos al
que pertenece a una raza extraña, aunque hable un
perfecto español”. Y añade enseguida: “Nombramos las
palabras, no las empleamos conforme a su definición. Y
el que escucha tiene que sentir lo que se le quiere
decir. No hay otro modo de hablar. Por eso el ademán y
el tono tienen más parte de lo que generalmente se
cree en la inteligencia del habla actual”.
Es muy posible que el proceso del lenguaje en
América sea el mismo proceso que se está consumando
y que se encuentra ya muy adelantado en la fusión
étnica de todas las sangres y estirpes de la tierra. De la
fusión de italianismos, anglicismos, galicismos,
germanismos, quechuismos, aymarismos, etc., etc., con
el castellano actual surgirá una lengua más rica,
precisa, flexible y elástica que sea un instrumento más
adecuado para la expresión de una tonalidad cultural
más humana, más ecuménica, más universal.
Acerca de la profunda influencia transformadora
que está ejerciendo el continente americano sobre las
lenguas europeas, véase, por ejemplo, lo que dice el

204
pensador norteamericano, Northrop, sobre el inglés en
Estados Unidos: “Al desaparecer el indio, subsistió,
empero su idioma, el cual se ha mezclado con el de
Inglaterra hasta el punto de que en el lenguaje común
figuras palabras Winnebago, Pocahontas, Hiawatha,
Missisippi. Paulatinamente, la fluida pronunciación de
estas palabras indias ha suavizado las sílabas del
lenguaje inglés, cortadas y articuladas con precisión,
hasta el extremo de que a un inglés le cuesta trabajo en
nuestro medio reconocer lo que oye. No le falta razón:
como han demostrado H. L. Mencken299 y los editores
del Diccionario inglés norteamericano, nuestro idioma
ha dejado de ser el que se habla en Inglaterra, pues le
han añadido sus ingredientes y su espíritu, el indio, el
negro, la libertad de la frontera y la inmensidad de los
espacios abiertos, alejados de los confines de la
sociedad alambicada”. (El encuentro de Oriente y
Occidente).
No carece de significación que el primer poeta
moderno que desarticula, flexibiliza, renueva y vigoriza
el castellano con gran genio de artista sea
precisamente Rubén Darío, un poeta americano que
funde el arcaísmo y clasicismo españoles con
abundante acopio de voces extranjeras, con giros y
expresiones anglicistas y galicistas. Y no hay que
olvidar que cuando Darío inicia su labor literaria, que
tanto había de influir en la literatura española, se hace
ensordecerá en toda la Península –y aún en América- la
grita furibunda de los gramáticos.

299Henry Louis Mencken (1880-1956). Periodista, editor y crítico social conocido


como el “Sabio de Baltimore”. Es considerado uno de los escritores más influyentes
de los Estados Unidos de la primera mitad del siglo XX.

205
No significa esto que se deje de enseñar la
gramática en las escuelas. Debe ser la primera
disciplina en la docencia inicial. El niño necesita
aprender el lenguaje de sus padres y de sus abuelos
antes de poder expresarse en el lenguaje de su tiempo.
La gramática pone al hombre en contacto con la fuente
inmemorial del lenguaje, con ese pasado colectivo que,
en otro tiempo, fue una energía viviente y que continúa
aún viviendo, de alguna manera, dentro de nosotros.
Además, hay otra razón capital que hace indispensable
la enseñanza de la gramática. La etapa pueril es de
imitación y jamás una etapa de iniciativa creadora. La
facultad imitativa solo puede ejercitarse en la materia
del pasado, en aquello que ya está concluso y
consumado. Antes de poder derogar la ley es preciso
someterse a sus normas consagradas. No podremos
nunca hablar el lenguaje de nuestro tiempo si no
aprendemos a hablar en el lenguaje de las épocas
anteriores. Una lengua no solo es fluencia hacia el
porvenir, también es proyección desde el pasado.
Enseñarnos las reglas y las leyes del idioma que
hablaron nuestros padres, revelarnos su estructura
fundamental, ponernos ante la vista los canales
primigenios de nuestra habla materna. Esta es la
función por excelencia de la gramática y de los
gramáticos, porque como dice Guillermo de Humboldt:
“La diferencia real entre las lenguas no es una
diferencia de sonidos o de signos sino de perspectivas
cósmicas o visiones del mundo”.

206
Además, hay que tener en cuenta lo que
Cassirer300 dice sobre la evolución de una lengua: “De
Saussure traza una línea meta entre la langue y la
parole. La langue es universal, mientras que la parole
es un proceso temporal, individual. Cada individuo
tiene su propia manera de hablar. Pero en un análisis
del lenguaje no nos ocupamos de estas diferencias
individuales sino que estudiamos un hecho social que
sigue reglas generales, independientes del individuo
que habla. Sin semejantes reglas el lenguaje no podría
cumplir con su cometido principal, no podría ser
empleado como un medio de comunicación”.
De la genial obra cervantina, como expresión
verbal, como estilo, como arquitectura del lenguaje,
fluye para América esta enseñanza perdurable: Haz
que tu castellano alcance sus últimas dimensiones
históricas, espirituales y expresivas. Conviértele en una
herramienta tan perfecta y tan viva que fulgure, a través
de su entraña, toda la belleza, la profundidad, toda la
grandeza y todo el misterio del destino humano. No es
por la imitación simiesca, no es por la copia servil y
rutinaria, no es por el mimetismo traidor que alcanzarás
esta meta. El gran destino de una lengua que nació en
una pequeña provincia de España solo logrará sus
máximos desenvolvimientos espirituales en la vasta
extensión de un Continente nuevo y dentro de un nuevo
capítulo de la historia del hombre.
Es la misma trayectoria del inglés, la otra lengua
que hermanó su destino con la nuestra.

300Para consultar las Obras Completas de Ernst Cassirer (1874-1945) en Internet


en formato pdf, ingrese al siguiente link: http://librosgratisenpdf.com/obras-
completas-de-ernst-cassirer-en-pdf-dominio-publico-descarga-gratuita/

207
CAPÍTULO XII

LA CIRCUNSTANCIA DE LA CULTURA AMERICANA

PENSAMIENTO INTEMPORAL Y PENSAMIENTO


HISTÓRICO

“Y soy yo y mis circunstancias”, ha dicho Ortega y


Gasset. 301 Estas palabras encierran uno de los
pensamientos más fértiles y profundos que se hayan
articulado en nuestra época. El hombre no vive y, en
consecuencia, no puede pensar y nunca ha pensado con
autenticidad sino desde una circunstancia histórica. Es
decir, desde un punto, su filosofía, su concepción
trascendental del Universo, su acaecer cronológico. Su
existencia se inicia con un disparo puntual que, luego,
se despliega, cual un expansivo surtidor de anhelos,
hacia la extensión ilimitada del Cosmos y hacia una
perspectiva indefinida del tiempo. No se exagera
cuando se dice que el hombre lleva siempre, adherido,
en el calcaño302, su polvo telúrico; y, en el semblante, la
impronta mental y anímica que se ha generado en su
fricción con la tierra o ambiente en que le tocó nacer.
Las características de su circunstancia determinan
inevitablemente su vida y, por ende, su pensamiento,
su filosofía, su concepción trascendental del Universo,

Para consultar las Obras Completas de Ortega y Gasset (1883-1955) en Internet


301

en formato pdf, ingrese al siguiente link: http://librosgratisenpdf.com/obras-


completas-de-jose-ortega-y-gasset-1883-1955/

302 Del lat. tardío calcaneum, “talón”.

208
su emoción o cavilación ante el misterio. “No hay
ningún efectivo filosofar que no sea histórico. La
separación de la filosofía sistemática y la exposición
histórica es esencialmente inexacta”. (Carta del Conde
de York a Dilthey). El llamado pensamiento intemporal,
o es una falsificación escolar y académica del pensar
auténtico, o una vacua metáfora literaria, o una
abstracción especulativa falaz que no tiene contenido
vital alguno. La razón de este hecho consiste en que la
realidad básica –lo ha dicho también Ortega- de la
criatura humana, la realidad, digamos, primordial,
central de su ser y, a la que se refieren todas las demás,
es su propia vida. El hombre tiene que vivir antes que
todo; esa es su urgencia fundamental. Pero cada avance
de su vida, a lo largo de su existencia, es perentorio y
agudo problema. Desde su paso inicial tropieza con la
circunstancia temporal y espacial en que ha nacido y
con la que tiene que contar, de grado o por fuerza. Esta
circunstancia se levanta ante él como un espectro
amenazante al que debe dominar y vencer, si quiere
vivir. Su vida es conflictiva, problemática, peligrosa,
sobre la que se cierne siempre, cual una espada de
Damocles, una equis que hay que despejar a cada
instante. Es una vida agónica, de constante y trágico
apremio, que puede aniquilarse en cada vuelta del
camino y que para resolverla, como continuidad
victoriosa, no tiene otro recurso a la mano que su
pensamiento.
El hombre piensa porque tiene que vivir. El
pensamiento humano, en su arranque germinal, es un
simple expediente de emergencia; el florecimiento de
una cuita apremiante, como la concha engendra perlas
cuando ha penetrado entre sus valvas el germen de la

209
muerte. El pensamiento del hombre brota de la
angustia y es la respuesta luminosa de la vida ante la
inminencia tenebrosa de su aniquilamiento. Empero,
este recurso de emergencia se constituye, enseguida,
en uno de los resortes –entre otros- principales y
dinámicos de su acontecer individual porque solo a él
le debe su supervivencia. El pensamiento racional del
hombre, en sus etapas iniciales, no tiene un destino
extraterrestre, ni es una herramienta de su vanidad, o
de su crueldad desordenada. Es un instrumento para la
salvación de la vida. Por eso, la tarea del hombre no es
pensar el ser de las cosas y plasmarlo a su gusto y
capricho –como se creyó en un momento el pensar
europeo cual si fuera el dictador y creador de su
esencia, el centro prominente del Universo (he aludido
al racionalismo trascendental); sino el pensarlas desde
su objetividad y alejamiento, reales e irremediables,
como elementos extraños a su existencia; como
elementos constitutivos de la circunstancia en que
vive, cuya agresión activa o cuya simple resistencia
tiene que dominar y asimilar para realizarse a sí
mismo.
Apenas brota el primer alumbramiento de su
conciencia, el hombre tropieza con un imperativo que
no ha escogido. Sabe que tiene que vivir sin que haya
intervenido su voluntad para nada en una decisión tan
cargada de consecuencias para sí mismo. Mejor dicho,
se encuentra con una decisión que lo compromete
radicalmente y que no es la suya. Se aboca a una
existencia que es un absoluto e integral a priori, desde
el cual no surge ninguna luz, sobre el que nada sabe, ni
puede saber. Su nacimiento es una paradoja cuya raíz
trasciende su vida actual, puesto que asume la máxima

210
responsabilidad de su ser sin que haya mediado
consulta y anuencia alguna. Es antirracional, antilógico,
un escandaloso contrasentido que la criatura que está
destinada a iluminar y realizar en sí misma el supremo
valor de la libertad en la Creación, tenga que comenzar
su existencia con la absoluta negación de esa libertad,
que parece ser su meta última, la que imprime
significación grandiosa y esencial a su existencia. El
poeta César Vallejo 303 dice con hondura de
sentimiento: “Hasta cuándo este valle de lágrimas, a
dónde, yo nunca dije que me trajeran”.
El nacimiento del hombre es un escándalo cósmico
absoluto, un modo de existir antinatural. Esta situación
es, lo repito, antilógica, antirracional, paradójica, si se
quiere, pero es un realidad que la percibimos con
carácter inmediato. De esta raíz absurda arranca el
hecho, atestiguado por todas las religiones superiores,
que para alcanzar su última realidad, el destello
supremo de su ser, el hombre tenga que lanzarse, como
un gerifalte304, hacia más allá de sí mismo, hacia su
propia trascendencia personal, en un vuelo o flechazo
antinatural, absurdo y escandaloso también. Con
mucha razón, Cassirer dice: “La religión, si podemos
explicarnos así, constituye una lógica del absurdo; pues
solo así puede captar el absurdo, la contradicción
interna, el ser quimérico del hombre”. (Antropología
filosófica) Así se explica el credo quia absurdum de
303Para consultar las Obras Completas de César Vallejo (1892-1938) en Internet
en formato pdf, ingrese al siguiente link:
http://profesordelenguajeadomicilio.blogspot.pe/2017/05/obra-completa-de-
cesar-vallejo-mendoza.html(Nota del editor)

304Halcón utilizado como ave de cetrería. En España, es la persona que destaca o


sobresale en alguna actividad, especialmente si ocupa un cargo de autoridad
importante.

211
Tertuliano y el Deus absconditus irracional de Pascal.
De allí, la profundidad del mandato evangélico que es,
en sí, una paradoja: Pierde tu vida y la ganarás. ¿En cuál
otro compartimento de la Creación universal la
pérdida absoluta es una ganancia? Y una “ganancia”
que está fuera de su intuición y de su experiencia
actuales y –lo que es peor aún- fuera de su razón
normal, que es el instrumento por excelencia que
posee para forjar su juicio y orientar su decisión. En
este sentido, se puede afirmar que la salvación eterna
del hombre depende de un salto mortal, abismático y
heroico en el vacío.
El hombre, antes que nada, tiene que vivir y, tiene
que hacerlo, de un modo y con un sentido totalmente
diferentes a los de sus demás hermanos y vecinos: el
animal y la planta. Ambos viven acoplados, amoldados,
sometidos, en absoluto, a la ley natural del mundo, sin
anhelos, sin memoria representativa, ignorantes, en
consecuencia, de las posibilidades que tienen por
delante, sin conciencia despierta, sin previsión, con
simples deseos y apetencias instintivas que, una vez
satisfechos, se apagan y sumen a las dos existencias, en
beatífica inercia que es plenitud y, acaso, felicidad
biológica. Desde sus primeros pasos el hombre
comienza a cavilar porque sabe, también, que frente a
él están acechándolo la destrucción y la muerte, es
decir, la negación de su ser, la nada. Inicia su existencia
con un terror metafísico que le acompañará durante la
órbita de su recorrido vital. Dentro de su existencia se
instala, desde el comienzo, un insoslayable imperativo:
el de luchar con todas sus fuerzas contra la muerte, no
solo física sino espiritual, vale decir, contra la nada.
Esta lucha se le plantea como un problema radical que

212
no dejará de plantearse sino hasta el término de su
existencia. Sabe que la vida es esencial y
eminentemente problemática porque depende, en gran
manera, de la circunstancia que le ha tocado vivir. Su
cavilación ante el posible aniquilamiento de sí mismo
lo lleva a discernir sobre cuáles son los medios más
eficaces para vencerlo. El hombre piensa porque tiene
que vivir antes que todo. La raíz del pensamiento
humano no es un alarde de lujo vital, como se ha
creído, porque en esa raíz conviven, en una simbiosis
trascendental, el ansia de existir, la necesaria
temporalidad de la existencia y el terror de la muerte.
El ser, el tiempo y la nada, ingredientes nucleares del
pensar metafísico, se plantean al hombre desde el
primer día en que se alumbra la conciencia de su vida,
casi desde que nace.
No ha habido ningún pueblo que haya sido capa de
crear un pensamiento o una filosofía prescindiendo de
su temporal peripecia, es decir, de su particular y
dramática circunstancia. La historia es la atmósfera de
todo pensar vital porque dentro de ella nace, respira,
se acrecienta y encuentra sus desenvolvimientos e
implicaciones originales. Extraer el pensamiento de su
drama cronológico, de su cuita temporal, sería como
sacar al pez del agua o al águila caudal del aire. El único
ser que piensa intemporalmente –por encima, por
debajo o por fuera de la historia- es el loco, el demente,
porque ha perdido su raigambre vital con la realidad
inmediata en que se desenvuelve su existencia. Su
entendimiento, su función cerebral se encuentran dis-
locados, fuera de su lugar, desplegados hacia un mundo
arbitrario. Por eso es un enajenado, un evadido de sí
mismo y de su circunstancia. Vive en un mundo

213
fantasmal que es la creación exclusiva de su fantasía
patológica. La locura es la rebelión insensata contra el
hecho actual y vivo que nos circunda, contra el hecho
consumado e incanjeable de nuestra coyuntura
particular, que nos recibe en sus brazos maternos y
que, luego, nos avienta, con enérgica solicitud
fecundadora, hacia el drama quemante y creador de
nuestra existencia personal.
“La locura es el vicio de la razón”, decía Pitágoras,
porque la facultad racional cuando se desvía de su
función biológica -¡no se entienda mal este adjetivo!-
cuando se desa-articula de la realidad, cuando se
convierte en pura estructura formalista, cuando castra
y elimina sus contenidos vivientes, -de los cuales es
simple vehículo formal de trasmisión y expresión
sintética- se queda con meros espectros mentales, con
escuetos logicismos fraudulentos que pretenden
suplantar la vida, la médula vibrante, dramática y
problemática del hombre. El loco, como se sabe,
partiendo de la supuesta y fraudulenta realidad en que
cree vivir, razona con una lógica admirable; infiere y
deduce sus certidumbres obsesivas, casi siempre,
dentro de una estructura epistémica irreprochable. Por
ello, es una criatura irresponsable que ha enviciado y
torcido la función normal del raciocinio.
El hombre griego y el hombre europeo vivieron y,
por lo tanto, pensaron y crearon sus filosofías desde
sus propias circunstancias históricas, vale decir, desde
sus particulares coyunturas geográficas, espaciales y
temporales. Porque vivieron profundamente desde sus
raíces fueron capaces de forjar las categorías
universales de su pensamiento arrancado desde sus
circunstancias concretas. Lo universal de una cultura

214
pasada solo se trasmite a otra cultura distinta o a una
cultura sucesora, como ocurrió entre Grecia y Europa,
desde una circunstancia concreta a otra circunstancia
concreta, es decir, desde lo viviente hacia lo viviente.
Esta trasmisión es incapaz e consumarse, como se ha
pensado con un logicismo superficial, desde un plano
intemporal y suprahistórico –que es una mera y falsa
abstracción racional- hacia otro supuesto plano
equivalente, igualmente falso y abstracto, de otra
cultura. Precisamente, la piedra de toque de los valores
universales es que pueden insertarse, de nuevo,
reelaborarse dentro de un reciente drama histórico;
repensarse con vitalizante originalidad y fecundidad
para el hombre, desde cualquier circunstancia
concreta. Este aserto se comprueba, con indiscutible
certidumbre, cuando se examina lo que ocurrió con el
Renacimiento italiano, el cual creyendo revivir la
cultura antigua, lo que hizo fue crear nuevos y
supremos valores originales desde su particular
circunstancia histórica. Así lo reconoce Burckhardt305,
el gran historiador de esa época.
Lo opuesto a lo universal no es lo concreto, lo
circunstancial, lo singular, lo individual, que son sus
raíces o gérmenes vivos. Lo opuesto a lo universal es lo
general, lo abstracto, lo meramente teórico y técnico, lo
esquemático, lo formal, lo superfluo, lo cosmopolita
que ha sacudido el polvo telúrico de su calcaño, que se
ha convertido en un alter ego extraño a sí mismo, en
pura y vacua alteridad, esa terrible enfermedad

305Carl Jacob Christoph Burckhardt (1818-1897). Historiador suizo de arte y


cultura, ampliamente reconocido por su obra La cultura del renacimiento en Italia
(1860). Fue profesor del filósofo alemán Friedrich Nietzsche.

215
metafísica que consiste en la renuncia de su ser
auténtico porque ha perdido las raíces vitales y
concretas de su circunstancia histórica. Toda verdad
universal tiene su núcleo germinal en la circunstancia.
Este el cordón umbilical de su fertilidad y virtualidad
humanas porque, detrás de él, está la placenta que es el
núcleo de la vida. Con gran penetración Benedetto
Croce dice: “Las generalizaciones y abstracciones,
tomadas erróneamente por verdades, van cediendo
poco a poco ante la verdad de lo individual, que es lo
real universal, el Dios vivo” (“La historia como hazaña
de la libertad”). Y Martín Heidegger añade: “la
pregunta que interroga por el sentido del ser es la más
universal y la más vacía, pero, en ella hay al par la
posibilidad de hacerla refiriéndola en la forma más
rigurosamente singular, el “ser ahí” de cada caso
individual”. (El ser y el tiempo). Jaspers confirma que
todo valor universal tiene su raíz en lo peculiar y nos
dice: “Lo que desde el punto de vista de lo universal no
es más que mera peculiaridad, puede ser precisamente
la realización de la verdadera historicidad. La unidad
de la humanidad solo puede fundarse en la relación en
que están entre sí estas peculiaridades históricas, las
cuales no son estrictamente divergencias, sino por el
contrario, contenidos positivos originarios, no casos
particulares de algo general sino miembros de la única
y total historicidad de la humanidad”. (Origen y meta de
la historia)
El pensamiento o la filosofía latinoamericana tiene
que partir, como las otras filosofías, desde su singular,
particular y concreta circunstancia histórica. Tiene que
arrancar con un nuevo disparo puntual desde su
espacio geográfico y desde su tiempo histórico, jamás

216
desde lo intemporal o desde lo suprahistórico. Esto
último es lo que hemos querido hacer los americanos
hasta ahora y lo único que hemos conseguido es
falsificar y escamotear nuestra realidad concreta. Nos
estamos negando a reconocer nuestra circunstancia y
nos hacemos la ilusión de que Europa y Grecia nos
transmitirán su sabiduría profunda con solo leer sus
libros y aprender sus ideas para repetirlas
intemporalmente con empaque profesoral. Somos un
Continente enajenado, evadido de sí mismo, dislocado
de su circunstancia hacia circunstancias extrañas.
Tenemos que repensar los valores universales que
crearon griegos y europeos y revitalizarlos para
nosotros, desde nuestra intimidad individual, desde
nuestra propia realidad concreta para que nos ayuden
a vivir nuestra vida, para que nos ayuden a salvarla
contra la agresión y la resistencia de nuestra
circunstancia. Tenemos que vivir antes que todo.
Cuando América haya logrado sobrevivir de la agresión
y resistencia circunstanciales que la circundan; cuando
se haya salvado a sí misma como núcleo vital de la
reciente vida histórica que tiene que florecer en ella,
habrá creado, también, sus propios y genuinos valores
universales que tendrán la virtualidad inmortal de
renacer en otras circunstancias, de insertarse a nuevos
capítulos de la historia humana, como se insertaron a
nuestra circunstancia americana los valores
universales que forjaron Grecia y Europa.
Es casi seguro que las verdades universales que
crearon griegos y europeos no las entendamos
estrictamente como las entendieron ellos, ni tengan
para nosotros la exacta significación vital que tuvieron
para sus creadores. Esa es la maravillosa fecundidad

217
del valor universal que es capaz de encarnarse, una y
otra vez, en cada circunstancia singular, como la obra
del genio cambia las significaciones conscientes y
literales de su creador, con cada época, porque posee
una sustancia inmortal que es siempre fértil y viviente.
Esta verdad trascendente está expresada
magníficamente en el símbolo mitológico del Ave Fénix
que renace de sus cenizas. Es muy probable que Platón
–pongo por caso- no haya sido entendido nunca, en su
alcance intencional, intimista y personal; en sus
matices más finos y penetrantes, por los europeos; ni
haya tenido la misma significación que para sus
contemporáneos, los griegos. Ahora mismo la
hermenéutica europea se halla muy lejos de haber
terminado su labor exhaustiva de escudriñamiento del
pensamiento platónico. Meditando, sin duda, en un
sentido coincidente, Jaspers escribe: “Acaso, las
grandes ideas hayan sido más a menudo
malinterpretadas que entendidas. Acaso, por ejemplo,
la historia del platonismo (empezando por Espeusipo),
lo sea de adulteraciones y pérdidas con raros instantes
de reconocimiento. (La Filosofía). Oswald Spengler, que
en estas cuestiones vio con una penetración genial,
dice: “De la filosofía griega lo que poseemos realmente
–aún solo de lo externo- es poco más que nada. Seamos
leales y aceptemos a los pensadores antiguos en sus
propios términos; no hay una sola frase de Heráclito,
de Demócrito, de Platón, que sea para nosotros
verdadera, si nos abstenemos de aderezarla a nuestro
modo. ¿Qué hemos acogido nosotros de los métodos,
del concepto, del propósito y de los recursos de la
ciencia griega? Y no hablemos de los términos
fundamentales que son para nosotros absolutamente

218
incomprensibles. El Renacimiento, ¿ha sentido la
influencia del arte antiguo? Pues, ¿qué sucede con la
forma del templo dórico, con la columna jónica, con la
relación de la columna y el entablamiento, con la
selección de los colores, con el fondo y perspectiva de
las pinturas, con los principios de la agrupación de las
figuras, con las figuras de los vasos, con el mosaico, con
la tectónica de la estatua, con las proporciones de
Lisipo? ¿Por qué nada de esto ejerció influencia?... Y
añade: “Nunca se valorará demasiado alta la sabiduría
inconsciente de la selección y de la decidida
transformación. Toda relación admitida constituye no
solo una excepción, sino también un error de
interpretación y en ninguna parte acaso se revela más
claramente el vigor interno de una existencia que en
ese arte de las equivocaciones metódicas. Cuanto más
alto se encomian los principios de un pensar ajeno,
más radicalmente se altera, de seguro, su sentido.
¡Sígase los elogios de Platón desde Bernardo de
Chartres 306 y Marsilio Ficino 307 hasta Goethe 308 y
Schelling309! Debería escribirse la historia de los tres
Aristóteles: el griego, el árabe y el gótico, que no tienen
ni un concepto ni un pensamiento común…” (La
306 Bernardo de Chartres (1070-1130). Filósofo neoplatónico, erudito y
administrador del siglo XII. Se le atribuye la siguiente frase: “Somos enanos
encaramados a hombres de gigantes”.
307 Marsilio Ficino (1433-1499). Filósofo y pensador religioso italiano, figura
central de la Academia Platónica de Florencia. Autor de Theologia platonica de
voluptate y De cristiana religione. Trató de renovar el platonismo y promover la
unión entre razón y fe.
308 Johan Wolfgang Goethe (1749-1832). Uno de los personajes más importantes

de la literatura universal. Poeta, dramaturgo, novelista, ensayista y filósofo alemán.


Autor de Las cuitas del joven Werther, Fausto, entre muchas otras obras.
309 Friedrich Wilhelm Josef von Schelling (1775-1854). Filósofo alemán, uno de los

representantes más importantes del idealismo poskantiano. Estudió con Fichte y


se relacionó con Hölderlin y Hegel; también estuvo asociado con los románticos
Schlegel y Novalis.

219
decadencia de Occidente). Pero esto no tiene ninguna
importancia capital para la vida que prosigue su curso
y que tiene que vivir antes que todo y, con la vida,
prosigue también el pensamiento del hombre. Lo
importante es que las verdades alumbradas por Platón
y Aristóteles cobren, de nuevo, vivencia o vitalidad
circunstancial y se incorporen, una vez más, a otro
capítulo de la historia y de la existencia humana. Esto
nos revela que, muchas veces, es vano el esfuerzo del
erudito que trata de agotar las interpretaciones
textuales que pudo tener un libro en la mente del autor
al escribirlo.
Nuestra circunstancia nos está devorando a los
americanos porque nos negamos a vencer su
resistencia vigente, porque no asimilamos su agresión
actual para trastocarlas en vida y pensamiento
genuinamente nuestros. Este pensamiento,
ciertamente es, todavía, muy pobre. Pobres son todos
los comienzos. El que no quiere comenzar por la
pobreza, no alcanzará jamás la ulterior riqueza. Pero
Grullo lo sabe muy bien. Nos está devorando nuestra
circunstancia de hoy porque la dejamos escamotear
por la circunstancia sepulcral de la vieja América –que
ya está muerta-; por la circunstancia del coloniaje
español –que ya ésta superada- y por la circunstancia
actual de Europa, que la hemos convertido en espejo
desde el cual nos miramos como la refracción
narcisista y falaz de nuestro vano y necio esnobismo.
Nos está devorando nuestra circunstancia genuina no
queremos vivir todavía profundamente desde nuestra
autenticidad vital, desde la hondura más extrañada de
nuestra raíz histórica. Es la mortal agresión metafísica
contra la posibilidad del propio ser. El mayor crimen

220
contra la vida es negarse, por cobardía o por
indolencia, a ser uno mismo, a perseverar en su ser
auténtico, como decía Unamuno, en un gallardo gesto
de afirmación vital en su circunstancia española.
Empero, cabe preguntar ¿cuál es eses posible ser
auténtico de América; dónde y cómo podemos
encontrarlo para convertirlo en enfoque y objeto
principal de nuestro pensar americano? No
empezaremos a entenderlo en su realidad germinal de
hoy, ni en su ulterior posibilidad de mañana como
proyecto de ser –para usar un término existencialista-
si no pensamos y comprendemos con precisión y
profundidad, el carácter singular, la esencia prístina de
nuestra actual circunstancia americana, la efigie propia
e intransferible de nuestra realidad fáctica
contemporánea -¡otro término existencialista!- Quiero
decir esto que la tarea primordial e inmediata que
tiene por delante el pensador americano, -¡la tarea
suya y no la ajena!- es enfrentarse al hecho vivo y
consumado que nos circunda; es estudiar, dilucidar con
claridad, trazar con diáfana precisión, en sus múltiples
aspectos y significaciones, la particular configuración
histórica de la circunstancia americana que nos ha
tocado vivir en relación con Europa y el resto del
mundo. La tarea nos es fácil discernirla porque nos
acechan, por un flanco, la fascinación de nuestro
pasado maravilloso –sobre todo en México y en el
Perú- que puede sumirnos en el ensueño de la tumba;
y, por el otro, la reverberación fulgurante del
magisterio europeo que puede cegarnos por
deslumbramiento. Nuestra tarea es difícil y dolorosa
porque debemos prescindir de muchas cosas que nos
son profundas y tiernamente amadas y de las cuales

221
hemos surgido a la vida de la cultura. Cualquier otra
tarea, -de erudición extra-americana o de técnica
epistemológica general, por ejemplo, dentro de las
actuales corrientes filosóficas europeas-, no solo es
inútil o superflua, sino una verdadera evasión
intelectualista y antivital de la auténtica y específica
tarea que le toca cumplir al investigador y pensador de
la nueva América.
En el capítulo siguiente intentaré, como
desmañado primer esbozo, señalar algunos elementos
o ingredientes principales -¡el campo es tan vasto!- que
constituye la configuración histórica de nuestra
circunstancia americana. O dicho de otra manera, en
qué consiste la particular y concreta coyuntura del
Nuevo Mundo, frente a los demás pueblos
contemporáneos que integran las otras agrupaciones
continentales.

222
CAPÍTULO XIII

LA CONFIGURACIÓN HISTÓRICA DE LA
CIRCUNSTANCIA AMERICANA

EL SENTIMIENTO DE UNIDAD EN AMÉRICA COMO


EMOCIÓN METAFÍSICA Y COMO TRAYECTORIA
VITAL DEL HOMBRE CONTEMPORÁNEO

LA REFERENCIA INTUITIVA

León Froebenius, el investigador de las culturas


africanas, tuvo, sin duda, un acierto genial cuando
expresó que la raíz o germen primordial de las
civilizaciones hay que buscarlo en la emoción o
sentimiento concreto de un pueblo, raza o tribu
determinados ante la naturaleza o ante el conjunto
total de la vida. Este sería el arranque creativo y
germinal de las culturas que Toynbee llama el principio
de la uniformidad en la naturaleza, aplicado a la génesis
y desarrollo de las sociedades humanas. Este sería,
igualmente, el instrumento anímico y espiritual de lo
que Bergson denomina el elan vital, el impulso que
transforma las sociedades estáticas primitivas en
sociedades dinámicas creadores de civilización (Las dos
fuentes de la moral y de la religión), y que el historiador

223
inglés mencionado incorpora a su concepción de la
historia humana.
Este momento creativo o de alumbramiento
colectivo contraponiéndose a las incitaciones del
contorno: humedad, sequedad, bosques, recursos
alimenticios, calor, frío, régimen fluvial, montañas,
llanuras, mesetas, etc., es decir, todos los accidentes
geográficos y climáticos, según los casos, serían los
factores principales que determinasen, como
respuestas a las diversas incitaciones, la efigie o
semblante de las distintas culturas originales. Para las
otras culturas por irradiación o con parentesco, que el
historiador aludido llama por difusión que se refiere a
las influencias o impactos con otros pueblos, habría
que tener, también, en cuenta el contorno humano,
vale decir, los gérmenes culturales de civilizaciones
anteriores, los ci-devant, que han ejercido tanta
influencia en el proceso histórico (Toynbee. Estudio de
la historia).
Según la concepción froebeniana, la expresión
racional de una cultural, la ciencia teórica, la técnica
masiva, la filosofía, el arte de gran estilo y la religión
superior con su estructura teológica solo vendrían
mucho después, en etapas sucesivas de
desenvolvimiento, cuando las culturas inician sus
estadios de maduración. Empero, el carácter principal
reside en esa intuición sensible o estética, para usar la
expresión de Kant, en esa emoción primigenia, en ese
despertamiento o pasmo primordial que se apodera de
un pueblo que nunca es de ello consciente
colectivamente, y que solo lo es para ciertas
personalidades excepcionales y despiertas, es decir, los
elementos dinámicos, por excelencia, en los momentos

224
más decisivos de su desarrollo que lo ase y lo posee
como una obsesión de asombro deslumbrado, a lo
largo de su existencia cultural o de ciertas etapas
considerables de su historia.
Si esta concepción es cierta –como lo es a juicio del
que esto escribe- esta emoción primordial es la clave
para comprender en su profundidad y significación
históricas, la configuración, misión y alcance espiritual
de una cultura. Así, por ejemplo, Keysserling, glosando
la intuición de Froebenius, escribió una página
significativa: “… la verdadera historia, dice, de las
civilizaciones humanas no progresa de concepto en
concepto sino de emoción en emoción. Los conceptos
por medio de los cuales el hombre se hace dueño de la
realidad son expresiones últimas de un sentimiento de
la vida que le es preexistente; todo lo que puede ser
explicado a posteriori como idea directriz o principio
soberano se manifiesta primero como expresión
involuntaria e incomprendida. Tal o cual lado de la
realidad “ha asido” a tal especie humana determinada,
sea en una serie de sentido único como el tiempo, sea
periódicamente, sea de paisaje en paisaje, y la asía con
la fuerza irresistible de una verdadera obsesión. De la
calidad específica de la emoción o impresión
experimentada resultará la forma particular de una
civilización dada”.
“Es así como los hombres han sido “asidos”,
impresionados por el símbolo del animal, la planta, el
sol, la luna, por la imagen de la naturaleza creadora o
un más allá espiritual vivido como realidad (tal es el
caso de la India). Una vez asidos, se hacían incapaces de
tener la experiencia de lo que sea de otra manera
partiendo del estado de obsesión así creado. Esta

225
obsesión, esta “posesión” –empleo el término en el
sentido en que la Edad Media decía “posesión” por el
Maligno- si llegaba a cesar, al punto todas las formas
particulares de la civilización basadas sobre ella
perdían sus raíces vivientes. Además, en manera muy
destacada, los hombres se encuentran separados por
países, por climas que expresan sentimientos
diferentes de la vida: se ha establecido, por ejemplo,
que desde la época paleolítica ha pasado sobre los
Vosgues una frontera inmutable entre dos
sentimientos inmutables de la vida…”.
“El último asimiento que ha conocido la
humanidad occidental se ha debido a los hechos. A
partir del siglo XIX fueron notados con una
exclusividad que no tenía más precedente que aquel
con que se habían beneficiado antes las relaciones
mágicas. Esta posesión, y no una progresión espiritual
definitivamente consolidada es lo que explica el
extraordinario dinamismo de la era técnica, pero, que
cese esa posesión y cesarán al punto de ser
presentados los problemas según las fórmulas que el
siglo XVIII fue el primero en llevar a la primacía”.
“Los romanos del paganismo fueron, también,
“asidos” por el pathos del don total de ellos mismos a la
cosa pública. Pero, como hombres-águilas puros no
fueron “asidos” más que en el solo sentido “objetivo” y,
en resumen, el fin principal hacia el cual se orientaron
fue la política. Es porque la cuestión de un asimiento
(emoción) personal se les presentaba menos a ellos,
muy probablemente, que a cualquiera otra especie
humana que haya desempeñado un papel en la
historia. Por esta razón, el estoicismo era la última
palabra de su filosofía”.

226
“En cambio, la impulsión dada por Cristo provocó
una acentuación repentina, muy exclusiva, además, del
símbolo situado rigurosamente en las antípodas del
águila romana…” Cristo instaura en valor supremo el
asimiento (emoción) como tal bajo el signo de la
veracidad”. (Herman Keysserling. Del sufrimiento a la
plenitud)

II

LA ANTORCHA DE UN MUNDO

Empero, el mundo ha entrado ya en un nuevo


capítulo de la historia. Nos encontramos sumidos en
una crisis total que alcanza a todos los ámbitos de la
vida humana. Pero, nos encontramos también en el
dintel de un renacimiento en que han comenzado a
emerger y ensayarse las nuevas estructuras
configurarán la más inmediata y cercana convivencia
histórica. Todo hace creer que la gravitación de los
nuevos acontecimientos está oscilando hacia América,
que habrá de constituirse, en el transcurso de los de los
próximos siglos, en el epicentro de la nueva irradiación
histórica hacia el mundo, como lo fue antes Europa.
Vale meditar un poco sobre esta realidad que ya
parece perfilarse con inequívoca claridad en el
escenario que tenemos a la vista.
En el frontispicio de esta modesta faena,
capitaneando con su inspiración el desfile de estas
abigarradas meditaciones, evoquemos –yo y tú, lector-
esa titánica figura de Manhattan que, hacia 1850, se

227
levanta en América. Es el estandarte, el oriflama310
espiritual de un mundo que adviene y que se pregona
en su verbo de luz. Casi huelga inscribirse este nombre:
Walt Whitman 311 , que debía trazarse con signos
letíficos312 de fuego porque es la alegría renacida de la
vida en toda su plena y jocunda 313 reverberación.
Diríase uno de sus gurús planetarios que viene, según
las arcaicas tradiciones hindostanas, a iluminar y guiar
a los pueblos cuando se disponen a trasponer una
nueva etapa de su evolución histórica. Este gran
aeda314 fulgurante recomienza, otra vez, la función
palingenésica de los vates antiguos y rebaza todos los
raseros y medidas filosóficas, literarias, morales,
retóricas legales y académicas de su época. Para
expresarse y propalar su mensaje refulgente tiene que
forjar su propio lenguaje porque el tradicional, el
materno, está cargado de moho consuetudinario, de
oxidación histórica. Durante cuarenta años trabajará
sus palabras, como en un yunque de Vulcano, para
alcanzar las modulaciones exactas de su acento
revelador. Fragua un verbo potente, excesivo, desnudo
como su alma, deliberadamente informe, elástico y
dúctil, cual el látigo cimbreante y detonante de las
praderas que conduce manadas de bisontes. Quiere
una herramienta crepitante de porvenir que esgrima
poderosa capacidad germinadora, como la voz inaudita

310 Estandarte o bandera de colores que se despliega al viento


311 Walt Whitman (1819-1892). Escritor, periodista, poeta y ensayista
estadounidense, seguidor de Ralph Waldo Emerson. Fue cantor de la democracia y
el estilo de vida estadounidense.
312 Del latín “laetificus”, que a su vez proviene de “laetitia” que se traduce como

alegría o felicidad. Adj. alegre


313 Se dice de algo que es divertido, jocoso e induce a risa.
314 Del griego antiguo ἀοιδός (aoidós, "cantor"). Cantor épico de la antigua Grecia.

228
de una tierra virgen que necesita plasmar, en formas
recién nacidas, el prodigio de su peregrina, ingenua y
trémula plasticidad vital.
Pero, no es solo la voz de América, -hay que
reiterarlo- es, también, la voz anunciadora de una
época del mundo que habría de advenir para el hombre
siglos después. Voz que estaba en potencia en todo el
planeta y que había comenzado ya a irradiarse, como
realidad histórica, desde el Nuevo Mundo. Cuando el
poeta inicia su canto no hace sino articularla y darle
prestancia estética grandiosa. El Nuevo Continente
había vivido ya, años antes, la gesta de su liberación y
esa voz había sido pregonada por los Libertadores
desde esta orilla de la historia en que clareaba el
porvenir del Universo. Por eso, conmueve a toda la
tierra y la poesía de Whitman, se vierte a todas las
lenguas, como un evangelio de salvación humana.
Ningún hombre nació tan enamorado de la vida en su
integral plenitud. Estremece a las masas, a los niños, a
los campesinos, a los obreros y a las inteligencias más
agudas, cultivadas y sensibles de su siglo. Nietzsche se
enfervoriza con la potencia vital de este verbo y, de él,
hay un hábito inconfundible en la interlínea de Así
habla Zaratustra. Es un alma unigénita, un corazón
orbital que ama y anuncia un mundo. A su lado, todos
los demás poetas de su tiempo parecen provinciales,
domésticos, regionales. Es el poeta y la encarnación
precursora más vívida de la unidad universal y de la
conciencia cósmica que comienza a alumbrarse como
alborada en el hombre contemporáneo. Es el escorzo315

315 Representación de una figura situada oblicua o perpendicularmente al plano


del papel o lienzo sobre el que se pinta, que se logra acortando sus líneas de
acuerdo con las reglas de la perspectiva.

229
viviente de muchos siglos. Escuchemos algunos de sus
pensamientos que fulgen como irradiaciones de aurora
y que nos acompañarán con su esplendor en todo el
curso de este trabajo:

“Soy fuerte y sano.


Por mí fluyen sin cesar todas las cosas del Universo”

“Sé que la órbita que describo no puede medirse


con el compás del carpintero,
que no desapareceré, como el círculo de fuego,
que traza un niño en la noche con un carbón encendido”.

“Venid, yo haré indisoluble el Continente


Yo haré la más espléndida raza bajo el sol”

“Creo que una hoja de hierba es tan perfecta


como la jornada sideral de las estrellas”.

“Aquí voy,
transportando el niño en creciente que lleva entera
a su propia madre en las entrañas”.

“Yo lanzo las semillas de las repúblicas augustas”

“Yo no tengo silla ni iglesia ni filosofía


yo no conduzco a los hombres
ni al casino
ni a la biblioteca
ni a la Bolsa…
Los llevo hacia aquellas cumbres altas

230
Mi mano izquierda te tomará por la cintura,
con la derecha te mostraré paisajes del Continente
y del camino abierto,
Nadie, ni yo ni nadie, puede andar este camino por ti
Tú mismo has de recorrerlo”.

“No hay otro oficio o empleo que aquel que enseña


al mozo a ser héroe”

“Y por blando que sea un objeto, puede ser un día el eje


en que descansa la rueda del Universo”.

“… he dicho por ti y por mí,


que la muerte no existe,
que el mundo no es un caos
que es forma,
unidad…
plan … Vida Eterna … ¡Alegría!

(Hojas de hierba – Fragmentos del “Canto a mí mismo)

III

HACIA UNA CONCIENCIA CÓSMICA

La concepción spengleriana de los círculos


culturales cerrados, sin posible transferencia hacia los
otros y sin ninguna irradiación fuera del riguroso
precinto de su desarrollo biológico, desemboca en un
Absoluto histórico inadmisible. Preconiza un férreo y
dogmático determinismo en el desenvolvimiento de los

231
diversos procesos culturales. En una concepción de tal
naturaleza no hay sitio para el despliegue de la libertad
creadora del hombre. La falsedad y angostura de una
visión semejante de la historia ha sido puesto en
evidencia por las más recientes investigaciones,
especialmente por el trabajo monumental de Toynbee
en su Estudio de la historia. Pero hay, además, una
razón de otra índole que corrobora este juicio. La
concepción spengleriana contradice una realidad que
parece fundamental en el ser del hombre y que la
vemos manifestarse en la entera perspectiva histórica:
su capacidad ilimitada de comunicación con los demás
seres humanos y, en principio, con todos los otros seres
de la creación, en determinada medida.
Esta necesidad o exigencia primordial tiene su
fundamento en que el hombre no puede llegar a
conocerse y realizarse integralmente, a constituirse en
conciencia alumbradora de sí mismo sino volcándose
en los otros seres y recibiendo, a su vez, el flujo
torrencial de las esencias ajenas.
El completo esclarecimiento del hombre como
hombre, para sí mismo y para los otros, solo se trueca
en realidad concreta por virtud de una comunicación
ambivalente. De esta suerte, la mónada individual se ve
obligada a desgarrar su impermeable espesura, a
desplegarse y abrirse como existencia. Mas, ésta no
puede concebirse solitaria, anclada en un vacío insular
y denso, sino como co-existencia permeable y activa en
las demás existencias. La co-existencia se resuelve en
alguna forma de amor, desde la más simple y primitiva,
en variada escala, hasta la más elevada y delicada de
sus formas y aun aquellas que asumen una relación
negativa, como el odio y la pugna que, a veces, se

232
traduce, en comunicación creadora. Solo así el hombre
llega a constituirse en integral sustantividad humana,
que significa incesante intercambio dramático de su
vida con las otras vidas. Si se le suprimiera esta
permanente retícula de comunicación enlace,
instantáneamente se habría convertido en una cifra
muerta, como clavada en un témpano inmóvil, en
medio de la fluencia vital que lo circunda. Quiere decir
esto, que la esencia del hombre no es nunca un algo fijo
y concluso, sino, más bien, la permanente y tibia fluidez
de una mancomunidad recíproca.
Tal exigencia insoslayable de comunicación se
revela, con particular claridad, en la presencia del
lenguaje. Tan pronto como el hombre consuma el
primer salto portentoso hacia sí mismo desde su mera
y exclusiva naturaleza animal, aparece, también, el
vehículo de la palabra, como escolio simultáneo o
correlativo, como testimonio fehaciente de tal vital y
decisiva hazaña. Es inconcebible una auténtica
existencia humana que estuviera privada en absoluto,
de articular y entender vocablos, porque el lenguaje es
uno de los instrumentos insustituibles en la
plasmación de su ser individual. Y este instrumento le
es de tan opulenta utilidad y de tan sutil y flexible
poder expresivo que es capaz de trasmitir a su
conciencia las más hondas, abismáticas, multiformes y
luminosas modulaciones de la vida universal. Se hace
el elemento, por excelencia, de su comparación
multifacética, y su razonamiento no encuentra otro
canal más vivo que la palabra misma que lo conduce, a
veces, hasta confundirse con él. Se piensa con rigor
lógico y con diáfana y ordenada inferencia discursiva
únicamente pensando por medio de palabras. “Solo un

233
producto verbal permite a los hombres –dice un
pensador- sentir vivazmente su interioridad, sus
modos de ser, sus impulsos”… El lenguaje es un
instrumento que siempre está abierto a su propia
transformación dinámica, hacia un perfeccionamiento
que nunca alcanza su término, precisamente, como la
misma esencia del ser humano. Tal es su cambiante
virtualidad, su asombrosa fluidez taumatúrgica, que le
hombre nunca ha podido alcanzar con claridad una
explicación satisfactoria de su génesis o de su origen y
ha dicho, por decir algo sobre lo inexplicable, que es un
obsequio gratuito de los dioses.
A este objetivo supremo de comunicación tenderá
en el hombre su íntegro quehacer vital. Este será el
sentido subyacente y recóndito de toda la obra creada
por su inteligencia, vislumbrada por su iniciativa,
elaborada por la habilidad de sus manos. Esta urgencia
esencial se hará singularmente ostensible en las
creaciones de la cultura: en la ciencia, en el arte, en la
filosofía, en las múltiples estructuras de la acción social
y del trabajo humanos.
Hay, además, un hecho básico sobre el cual es
necesario proyectar nuestra más aguda y concentrada
atención. Un hecho que, por su tremenda gravitación
en el destino humano, revela su medular trascendencia
la prehistoria se hace historia, es decir, se convierte en
saber positivo y constante en materia de meditación
coordinada, en conocimiento reflexivo, solo desde el
momento en que aparece la tradición. La presencia de la
tradición significa que el hombre posee un fondo
acumulado de representaciones y de recuerdos que
puede ser objeto de irradiación hablada, un acervo
articulado de imágenes para ser transmitido al futuro

234
como patrimonio valioso y hereditario de
comunicación verbal. Quiere decir, que sin esta raíz
primigenia, sin este designio comunicativo que reside
en el estrato más hondo del ser humano, la historia
nunca habría empezado. Tampoco habría intervenido
el hombre, como fuerza impulsora y creadora, en el
proceso cultural a través del cual, ha realizado y
profundizado su propia vida. Se puede expresar la
fertilísima significación de tal hecho histórico, diciendo
que el hombre ha tendido, desde el más remoto pasado, a
salir del enclaustramiento ciego y solitario de su yo,
arrastrado por el designio indeliberado de alcanzar us
participación total, como conciencia, en el Universo
entero.
Esa apertura incesante del hombre ha venido
realizándose en expansiones sucesivas de su ser a lo
largo de la historia. Vale decir, en dilataciones diversas
y complementarias que han ido paulatinamente
enriqueciendo su conciencia personal. Por este camino
únicamente puede esperarse que un día lejano logre la
experiencia integral, prismática de la vida en todas sus
facetas. Solo de este modo, podría obtener su máxima
apertura, su despliegue en una conciencia iluminada de
totalidad universal, en la plenitud de una conciencia
cósmica.
Empero, la atribución de este designio o finalidad
subyacente, al proceso cultural humano, tomado en su
conjunto, en su implicación mutua, sería, nada menos,
que la concepción de la historia como instrumento de
trascendencia del ser del hombre. Así lo pensaban San
Agustín y Hegel. Así lo piensan, también, algunos
pensadores actuales. Karl Jaspers, por ejemplo, nos
dirá que: “Por virtud de la historia el hombre ha

235
llegado a ser, el ser que trasciende sobre sí mismo. Solo
en la historia ha abrazado su alta tarea. Solo en la
historia se desarrolla lo que propiamente es el hombre”
(Origen y meta de la historia).
Esta apertura máxima hacia la conciencia de la
totalidad solo la han alcanzado, hasta ahora, algunas de
las más poderosas y ricas personalidades de la humana
progenie. Pero la han alcanzado por la sola virtud
excepcional de sus dotes individuales. Constituyen, por
eso, casos aislados, raros, que son como los
adelantados o precursores que anuncian una meta
lejana. Para que la mayoría de los hombres den los
primeros pasos conscientes y, sin se quiere,
voluntarios, en este sentido trascendente, sería
necesario que se produjera una determinada madurez
espiritual en la gran masa de los hombres vivientes.
Además, sería menester, también una situación
histórica concomitante que fuera capaz de forjar cierta
estructura técnica de comunicación y contacto
humanos que facilitara esta impulsión del individuo.
Semejantes condiciones favorables para una dilatación
de la conciencia del hombre en general, parecen
columbrarse ya en la inmediata configuración del
mundo. La red de intercomunicación mundial puede
decirse que es una realidad consumada. Lo mismo la
subsecuente disposición espiritual de la masa humana
a consecuencia de la tremenda y dolorosa crisis radical
en que están debatiéndose ahora todos los pueblos y
que ha roto sus limitaciones anteriores que impedían,
en el alma del hombre, las infiltraciones de nuevas
realidades y experiencias vitales. Examinemos,
someramente, algunas de las indicaciones que surgen a

236
la vista del observador contemporáneo y que parecen
justificar una tal concepción optimista.
Ciertamente, es imposible afirmar la unidad de la
civilización humana, con respaldo probatorio
suficiente, a través de las diversas, polimorfas y
antinómicas fisonomías con que se ha presentado su
desenvolvimiento cultural en las distintas
agrupaciones históricas que conocemos. Sería
menester, para lograrlo, una explicación demasiado
abstracta, vaga y artificiosa que no engendraría jamás
un macizo convencimiento. Contentémonos con
señalar y analizar, en sus grandes y panorámicos
lineamientos, la presencia de un hecho insólito,
desconocido en el pasado de la humanidad y que
encierra henchidas resonancias para el futuro del
hombre: el surgimiento en nuestros días de una cultura
con efectiva realidad universal, con total sentido
ecuménico, mundial, planetario. Si fuéramos a buscar
una causa inmediata y directa de tal hecho, diríamos,
que emerge de las condiciones que se han creado en la
etapa técnica que vive el hombre contemporáneo.
Como uno de los resultados característicos de esta
etapa habría que señalar el acrecentamiento de los
medios de comunicación que posee el hombre de hoy en
un grado tal que jamás soñó poseer el hombre de las
culturas anteriores. Se ha reducido la distancia física, el
espacio geográfico, en tal escala, que dos puntos
extremos del planeta se enlazan en poquísimas horas.
Los acontecimientos, los hechos culturales, los
descubrimientos científicos que ocurren en uno o
varios lugares se transmiten en todas direcciones y
llegan a nosotros con un carácter casi simultáneo. Mas,
no solo se ha acercado el ámbito geográfico sino,

237
también, el tiempo histórico, la distancia psicológica y
anímica. La comprensión de las civilizaciones más
remotas por el hombre contemporáneo, gracias a la
investigación científica, ha logrado un horizonte tan
dilatado que nunca poseyó el hombre de las otras
civilizaciones. Hoy sabemos, por ejemplo, de la vida
egipcia y de los comienzos de Grecia, mucho más que
los griegos mismos. Nuestra mirada se ha ampliado
hacia el pretérito con una perspectiva de varios
milenios.
La presencia de este hecho universal que abraza
todo el ámbito del mundo, la constatamos por una
visión inmediata y directiva, por una certeza que
asume carácter indiscutible de evidencia empírica.
Tenemos, además, la convicción de que comienza un
proceso nuevo que está forjándose en el seno
convulsivo de la actual crisis histórica que tiene un
sentido radical y profundo. Vemos, también, con
claridad, que la salida de esta encrucijada no puede ser
otra que el surgimiento de un distinto tipo espiritual de
hombre que el antiguo, y la articulación de una nueva
configuración ecuménica del mundo, en el sentido
jurídico, moral, social y político, que ya se vislumbra.
Al lado de este hecho resaltante, todas las culturas
anteriores se nos aparecen como unidades y
realizaciones pequeñas, circunstancias, simples
agregados de historias locales. Los estados universales
de algunas culturas del pasado, de que nos habla
Toynbee, son segmentos culturales reducidos angostas
áreas históricas que no pueden compararse con la
universal y grandiosa amplitud cultural de la época
contemporánea. La ecumune romana es un juego de
niños si la contrastamos con el dilatado formato

238
geográfico y con la universalidad cultural de nuestros
días. Por vez primera, podemos hablar sin vacilaciones
de la unidad de la historia humana.
Es digno de notarse la presencia constante de la
necesidad o exigencia de comunicación, como fuerza
configuradora, en los momentos en que el hombre
alcanza los estadios decisivos de su crecimiento
interior e histórico. Aparece, primero, en el formidable
salto de la naturaleza animal a la naturaleza humana
con lenguaje. Luego, surge cuando la prehistoria se
convierte en historia con la tradición, que no es sino,
como hemos visto, comunicación verbalizada de
hechos y recuerdos hacia el futuro. Y, por último,
emerge en el trance histórico decisivo que se dibuja en
el rumbo de una transformación radical. En esta
coyuntura, el fenómeno de la comunicación alcanza un
desenvolvimiento cabal en todas sus posibles
dimensiones: en la amplitud geográfica que vuelve
contiguos y simultáneos los lugares y los
acontecimientos hasta confundir el espacio y el tiempo
actuales en una sola dimensión inseparable y en la
amplitud del tiempo histórico que acerca milenios
hacia nosotros y que tiende a reproducir, en un solo
acto de conciencia, el pasado lejano con el inmediato
presente que estamos viviendo. Como signo visible de
esta realidad nueva, una admirable estructura física y
tangible de medios de contacto y enlace que ha creado
la técnica con los múltiples y asombrosos recursos que
ha puesto la ciencia en sus manos.
Empero, no solo se ha reducido el espacio
geográfico y el tiempo histórico, vale decir la extensión
territorial y la perspectiva cronológica de la tierra sino
que hay, además, la tendencia a fundir el espacio y el

239
tiempo en una sola unidad de medida. Hoy, ya
apreciamos, de hecho, las distancias en transcursos de
tiempo. Así, suele decirse, que entre tal o cual punto
geográfico hay tantos minutos o tantas horas. Tal uso
ya está incorporado a nuestros hábitos cotidianos. Es
muy importante, en consecuencia, esta sustitución del
espacio por el tiempo, lo cual significa, en realidad, la
desaparición o eliminación del espacio de la
sensibilidad humana, como si fuera una simple
abstracción. El espacio ha sido arrojado del recinto de
la tierra, no cabía, diríase, su fijeza ingénita en un
mundo en que todo se moviliza con feérica316 celeridad,
en que el minuto no trascurre solamente sino que,
infundido de una extraña y satánica geofagia, se come
la distancia, se nutre de su entraña y, cual gusano
famélico, va devorando la tierra de su camino. El
espacio está en el ostracismo. Ha sido arrojado del
contacto de los hombres y condenado al exilio del vacío
sideral como simple y humilde lecho de las estrellas. El
tiempo –y esto es lo más de la nueva época- ya no es
expresión solo de cantidades y magnitudes, se ha
convertido en cifra cualitativa y se ha escapado del
espacio tridimensional, donde lo tuvo aprisionado el
hombre por varios milenios. Su libertador, Alberto
Einstein, le ha devuelto su categoría original y lo ha
incorporado a la cuarta dimensión, donde ha ido a
aposentarse más cómodamente arrastrando consigo al
espacio.
Sin embargo, hay, también, otras dos
características del universalismo mundial de esta

316 Adjetivo. Galicismo por mágico, de hadas.

240
época en las que es preciso reparar con prolija
atención.
En primer término, el mundo actual se ha
interiorizado porque ya no existe ningún afuera que
rebase su ámbito. Propiamente, las fronteras
psicológicas y culturales de los pueblos han
desaparecido con la universalidad y unidad de cultura.
Ahora, el mundo es todo dentro, intrínseca entraña, sin
casi periferia discernible, sin exterioridad. Nada hay
que pueda llamarse externo en su realidad, si miramos
ésta estrictamente con el rigor de nuestra escala
planetaria terrestre. Diríase que lo fuera de la tierra se
ha esfumado de nuestra percepción, como arrebatado
por la varita teúrgica de un mago travieso. O que el
velo de Maya de la metafísica hindostana, que nos la
hacía ver como realidad, se hubiera desgarrado, con
repentina presteza, permitiéndonos ver la ilusión
engañosa que era. De súbito, hemos perdido la
dimensión de lo externo, casi sin darnos cuenta del
tamaño de su ausencia.
En adelante, toda ampliación de nuestra vida,
cualquier desarrollo de nuestra actividad y la menor
indagación de nuestra mental curiosidad se han
revertido en sentido contrario del que tuvieron para el
hombre de otras épocas. Se acabaron las narraciones
fascinantes de Marco Polo, las revelaciones
apasionantes y misteriosas de parajes desconocidos
que enardecían la aún fresca y edénica fantasía del
hombre y se esfumaron las bizarras hazañas y el
latrocinio heroico de los piratas atrevidos en mares
lejanos, con que las abuelas nos adormían cuando en la
tierra había espacio todavía. Desde hoy todos nuestros
descubrimientos tenemos que hacerlos en sentido

241
vertical, hacia adentro, en profundidad. La superficie, lo
horizontal, lo plano, la extensión han desaparecido de
la órbita de nuestra indagación y, por lo tanto, de
nuestro conocimiento.
Cuando el mundo estuvo dividido en pequeñas
unidades históricas, entonces tuvieron sentido lo
adentro y lo afuera, lo interior y lo exterior,
contrapuestos el uno al otro porque se miraba la
realidad desde los puntos de referencia que eran las
fronteras de las diversas zonas culturales. Ahora, no.
Solo tenemos un mirador desde el cual se lanza la
visión humana, como un venablo encendido, hacia el
corazón del planeta, hacia la inmensidad insondable y
profunda del Cosmos en las galaxias o hacia el abismo,
también insondable, del alma. Lo provincial y
restringido culturalmente, han muerto, en definitiva,
para bien o para mal del hombre. Ahora no hay sino lo
dentro, lo interior, el meollo, el núcleo, la hendidura del
átomo. Es como, si de pronto, se hubiese volcado la
entraña que reside en el vértice invertido de la sima
para aflorar hacia arriba. No se sabe si allí podrá
encontrar el hombre la luz suprema que busca, pero, el
mundo está celebrando los funerales de la superficie.
Hay, además, otro semblante, no menos sugestivo
y no menos cargado de significación en esta realidad
que hemos comenzado a vivir. En la actualidad, la vida
universal es absolutamente dinámica, cambiante y
movediza. Es, íntegramente, fluencia torrencial del
minuto. Antes, el campo de nuestra experiencia o de
nuestra observación podíamos segmentarlo en meses,
en años, en lustros, en décadas porque no veíamos sino
las líneas generales de la superficie, las vastas
extensiones de los panoramas. Se nos escapaba la

242
ingente riqueza del detalle en su sentido vertical, la
alucinante revelación puntual de la hondura, el
misterio de lo real en profundidad. La realidad de hoy,
en su perfil de creación, ya no es la de ayer, ni lo será la
de mañana, en todo orden y jerarquía de cosas. Es
volátil y deviene con una presteza que ahoga el tiempo
y yugula el reloj. Entre minuto y minuto ha proliferado
un universo, cuyo suceder galopante no puede medir la
aguja horaria. No hay casualidad rígida e invariable. No
tenemos ya certeza mecánica, ni seguridad
determinista. Los antiguos conceptos de materia y
energía se han volatilizado y solo nos quedan
relaciones moleculares y atómicas, cambiantes
estructuras orgánicas que varían en centésimas de
segundo, dramatismo vital que solo se traduce en
probabilidades. Solo hay probabilismo, las leyes
estadísticas de los grandes números, certeza y
seguridad fugaces que jamás se vuelven fijas y rígidas.
Como nunca es el imperio de la libertad creadora, no
solo en el hombre sino, también, en la naturaleza.
Realidad de tan dinámica estirpe que se esfuma, como
una voluta rauda, cualquier matiz característico del
acontecimiento si no lo captamos de inmediato y
clavamos nuestra mirada en su entraña con celeridad y
penetración aquilinas. Es que estamos en una etapa en
que el hombre se traslada en aviones supersónicos y
sus ojos y oídos reciben imágenes y sonidos que traen
las ondas electrónicas de todos los confines del
Universo. En el futuro, esta aceleración será mayor
porque estará, al servicio del hombre, la energía
nuclear del átomo. Tendremos que abolir nuestros
relojes de precisión y fabricar otros aparatos más
sensibles y de estructura más fina. Las profundidades

243
del alma humana y las poderosas energías que aún
duermen en ella constituyen una esfera totalmente
ignorada para el conocimiento y el pensamiento del
hombre. La ciencia ha dominado las energías
mecánicas, físicas, horizontales, superficiales de la
naturaleza, pero la vida, con su abismal y complejo
misterio, se le ha escapado siempre.
La ciencia, en su rebusca patética de lo
desconocido, solo ha encontrado el espíritu como
residuo. Cada vez el arcano se amplía y se aleja, como
un espectro evasivo que deja un gajo de verdad para
alimentar a los hombres y se escapa por la escotilla del
enigma. El escritor chino Lin Yutang317 nos dice: “El
científico golpea y la puerta se niega a abrirse; en el
momento en que está al punto de descubrir el secreto
de la vida, se cierra completamente. Persiguió la
materia y la perdió en el electrón; persiguió la
conciencia y la perdió en las ondas eléctricas
cerebrales”.
Casi es paradójico que la unificación de una tierra
sin superficie y sin espacio haya traído mayor riqueza
vital en vez de angostarla y empobrecerla. Hay en el
presente más profusión de tensiones biológicas, mayor
escala de polaridades psicológicas, más copiosa
proliferación de misterios, más frondosa abundancia
de interrogantes que reclaman respuestas claras de la
inteligencia humana, que en la multiplicidad horizontal
de antaño y en la diversidad de fisonomías culturales
antiguas. La razón de este fenómeno que nos
sorprende es que el hombre ha comenzado a palpar la
dimensión de su profundidad en la que está ubicado,
317Lin Yutang (1895-1976). Escritor chino contemporáneo. Sus traducciones de
textos clásicos chinos fueron muy populares en Occidente.

244
para toda forma de vida, el hontanar de su revelación
original.
El mundo es más fecundo hoy en aspectos
significativos y trascendentales porque se ha hecho
más henchido y dinámico de sus raíces primordiales.
Necesitamos una conciencia más flexible y más abierta
hacia una iluminación integral que la de antes para
dominar y comprender esta realidad compleja que
surge ante nosotros. Cada hecho histórico, cada gesto,
cada pensamiento, cada iniciativa del hombre
contemporáneo se desprende desde zonas más
profundas, más perpendiculares a su hondura, más
verticales a la vida y necesitan tensiones mayores para
realizarse y alcanzar una expresión más adecuada y
cabal de sus significados, una más rápida intensidad
vibratoria para abrazar y dominar todo su ámbito
interno. Si quisiéramos una frase epigráfica breve que
expresara este estado de hecho de la vida
contemporánea y de la que advendrá en los próximos
siglos, nada mejor que el título del famoso soneto del
poeta Vallejo: Intensidad y Altura. La esencia de toda
profundización humana e histórica solo se produce en
estas dos dimensiones vitales, es decir, por la velocidad
de sus frecuencias que es la intensidad de pensamiento
y de impulso biológico, y por el nivel, el volumen tonal
de su expresión, que es su altura, su formato vital.
De todas estas consideraciones fluye, como lógica
y natural derivación, el perfil de una situación histórica
que nunca pudo surgir antes. Significa la posibilidad de
que el hombre pueda dar los pasos iniciales para el
enfoque de su conciencia en la plenaria totalidad del
mundo. Los resultados más avanzados de esta apertura
máxima de sí mismo no puede lograr el hombre de un

245
solo golpe. La ley que rige para la iluminación física o
puramente fisiológica, rige también por la iluminación
interna, es decir, que se produce por grados, por
sucesivas adaptaciones orgánicas. Cuando una pupila
sumida en la oscuridad, readquiere su facultad de
visión tiene que hacerlo poco a poco, so pena de
romper su facultad sensitiva de absorción lumínica y
caer en la ceguera definitiva. Lo mismo ocurre con la
visión interna. Ahora se trata solo del comienzo de una
etapa histórica, cuya trayectoria abrazaría muchísimos
siglos, acaso, milenios. Se trataría de sucesivos e
innumerables despliegues en el campo enigmático de
lo desconocido: en el arte, en la ciencia, en el
pensamiento, en la acción, en la experiencia vital del
hombre. Sería una época absolutamente distinta a las
anteriores y con una tarea específica que no tendrá
parangón con éstas.
No es aventurado decir que precisamente, esto es,
lo que ha estado buscando el hombre, sin saberlo, a
través de todas las culturas históricas que hemos visto
desplegarse ante nosotros. Esta máxima apertura
significaría que el pensamiento y la acción humanos
habrían comenzado a orientarse conscientemente
hacia una meta grandiosa. Una apertura que
determinaría la iluminación plena y que acabaría por
abrazar la vida en su integral totalidad. Vale decir
como despliegue en su dimensión horizontal y
panorámica, que ya está logrado; y como
ahondamiento en su dimensión vertical de
profundidad, que es el objetivo a donde se encamine.
Esta sería, realmente, el logro de una conciencia
cósmica. Posiblemente la era de la energía atómica que
ha puesto en manos del hombre una pavorosa y

246
satánica capacidad destructiva, como lo estamos
viendo ahora, pero, también, un inconmensurable
poder creativo que, probablemente, se desplegará
mañana. En verdad, un nuevo viraje de la vida humana,
semejante por sus incalculables consecuencias futuras,
a uno de los momentos más trascendentales de su
existencia. Aquel momento en que el hombre pasa dela
penumbra inicial de la primitividad casi animal de la
prehistoria en sus estadios más inferiores a la
inequívoca y definitiva claridad racional de la
verdadera historia. O, acaso, todavía, una etapa de más
amplias posibilidades vitales y de mayor calibre
creativo. Creemos que ningún profeta sería capaz de
medir todas sus implicaciones futuras. Es el sellado
secreto que guardan, en tales grávidas coyunturas, las
esfíngicas entrañas del tiempo.

IV

NUEVA ENCARNACIÓN HISTÓRICA

Hacia principios del siglo XIX, en el lejano


Occidente, como le ha llamado algunas veces, en
América, se produce un nuevo “asimiento” que reviste
importancia decisiva no solo para nuestro Continente
sino para el mundo entero. Cuando el “asimiento” del
hecho está produciendo en Europa sus frutos más
logrados y fecundos con el dualismo racionalista de la
filosofía positiva, la ciencia experimental del
laboratorio y la técnica de la industria y de la máquina,
en América inicia la historia un nuevo rumbo creativo
que está destinado a tener una larga trayectoria

247
humana, bajo la reverberación de una luz suprema: el
sentimiento de la unidad universal con amplitud y
significación cósmicas. No se trata ya de las tesis o
tópico intelectual de un soñador o teórico eminente ni
de una intrascendente y vacía prédica idealista, como
tantas veces se ha producido en el mundo ni de un
rapto profético o mesiánico con vistas al futuro, sino de
un hecho real que puede percibirse con cierta
penetración intuitiva, de una experiencia histórica, de
la raíz viviente de un nuevo proceso cultural que es el
resultado de la ampliación de la sensibilidad y de la
conciencia del hombre contemporáneo que se
encuentra instalada, dentro de nuestra alma, que está
además frente a nosotros como fenómeno objetivo y
que todo lo que pide es que la advirtamos con
profundidad introspectiva y agudeza de visión
histórica.
La América nueva nace a la vida de la historia bajo
el signo y la emoción de la unidad. Washington,
Lincoln, los grandes próceres de la independencia y,
sobre todo, Bolívar son verdaderos obsesos, poseídos
por una emoción central y absorbente: la emoción de la
unidad de sus respectivos pueblos y, por extensión, la del
Continente Americano, frente a la atomización política y
cultural de Europa y del resto del mundo. Con mucho
acierto, dice Waldo Frank 318 : “Bolívar fue quien
concibió la América como un cuerpo orgánico libre y
entero, y quien se volvió hacia Estados Unidos como
una parte igual y necesaria. Bolívar fue quien primero

318Frank Waldo (1889-1967). Escritor y periodista estadounidense que se interesó


mucho por la cultura hispanoamericana. Entre sus obras destacan Bolívar, el
nacimiento de un mundo y El redescubrimiento de América.

248
vio los dos cuerpos nuevos como una sola integración:
el mundo atlántico” (Waldo Frank. América Hispana).
En otro lugar, he dicho que en Bolívar América se
levanta del colapso de la conquista ya integrada y
reconstituida como conciencia de sí misma. La angustia
agónica y trágica de Garcilaso que se debate entre dos
mundos dispares, se convierte en Bolívar en impulsión
unificante y victoria creadora. Todo en el libertador es
unidad, concentración, armonía, voluntad indeclinable
y despierta, conciencia alumbrada por el sentimiento
de la unificación. Pocas veces se dio en un caudillo una
tan penetrante y luminosa clarividencia de su misión
personal y del destino de sus pueblos. “Lucha y triunfa,
dice uno de sus mejores biógrafos, han dejado su
marca en el semblante solitario a pesar de que cada
una de las diversas partes de su fisonomía tiene su
propia peculiaridad, todos estos rasgos convergen
entre sí de tal manera que todos contribuyen a la
formación del conjunto armónico”. Como pensador
político, como estadista, como legislador, como caudillo
militar, como soñador e la Anfictionía de Panamá,
subyacen en los actos, anhelos y pensamientos
sobresalientes de Bolívar la gran emoción de la unidad
de la especie humana por sobre todas las diferencias
de razas y progenies y, como encarnación inmediata de
este sentimiento, en su acción directora, la unificación
política del continente americano. En un documento
suscrito el 31 de diciembre de 1813, Bolívar dice: “A
toda costa debe formarse con la América, al ser
emancipada, ese estado magnífico y potente. Es
menester que la fuerza de nuestra nación sea capaz de
resistir con suceso las agresiones que pueda intentar la
ambición Europea; y ese coloso de poder, que debe

249
oponerse a aquél otro coloso, no puede formarse sino
de la reunión de la América meridional”. En otra parte
del mismo documento, el Libertador expresa: “después
de ese equilibrio continental que busca la Europa
donde menos parece que debía hallarse –en el seno de
la guerra y de las agitaciones- hay otro equilibrio, el
que nos importa a nosotros: el equilibrio del Universo.
La ambición de las naciones de Europa lleva el yugo de
la esclavitud a las demás partes del mundo; y todas
estas partes del mundo debían tratar de establecer el
equilibrio entre ellas y la Europa para destruir la
preponderancia de la última. Yo llamo a esto el
equilibrio del Universo y debe entrar en los cálculos de
la política”. El escritor Rufino Blanco Fombona319,
comentando esta concepción bolivariana, apunta:
“Todavía hoy en la primera mitad del siglo XX, siglo y
cuarto después del documento sugerido por Bolívar y
su ministro de Estado, esta ida no sólo no ha vuelto a
apuntar en cerebro humano sino menos aún en
propósito de estadista. Como se advierte, para Bolívar
ha desaparecido el concepto el concepto de patria
nativa. Este concepto se amplía hasta convertirse en
conciencia continental. Esta misma conciencia
continental evoluciona y Bolívar se convierte, como se
ha dicho, en conciencia cósmica” (El pensamiento vivo
de Bolívar).
Pero, aparte de la encarnación de esta emoción
unitiva en los forjadores políticos y espirituales del
Continente (estadistas, poetas, artistas y pensadores)
319Rufino Blanco Fombona (Caracas 1874 – Buenos Aires 1944). Escritor,
diplomático y editor venezolano, figura destacada del modernismo literario. Autor,
entre otras obras, de El hombre de hierro (1905), Cuentos americanos (1904) y El
conquistador español del siglo XVI (1920).

250
que la estudiaremos en otra oportunidad, hay dos
hechos patentes y significativos en la existencia
histórica del Nuevo Mundo que remarcaremos, luego, y
que son como el telón de fondo sobre el cual se borda la
vida continental: uno, de orden sociológico o
antropológico, si se quiere; y, otro de carácter jurídico
y político; ambos han sido subrayados, una y otra vez,
en mi libro Pueblo continente, y en los ensayos que he
venido publicando durante estos últimos 20 años.

LA DIMENSIÓN HUMANA O ANTROPOLÓGICA

El fenómeno más visible y palmario que se


registra en la constitución de la nueva América, a partir
del impacto europeo de la conquista es, sin duda
alguna, la concurrencia de todas las razas o progenies
del planeta, como si se sintieran predestinadas, por
derecho propio, a la posesión, disfrute y conquista de la
nueva tierra prometida. Esta vez ya no es un pueblo
escogido bajo la admonición de un dios particular y
terrible, como acaeció en la minúscula y lejana
Palestina. Son todos los pueblos con sus dioses
diversos que viene presurosos a recoger el patrimonio
espléndido que les regala el destino. Sobre el fondo
milenario y remoto de origen asiático –como lo piensa
Rivet y otros antropólogos- y, verosímilmente,
atlántido, también, como lo hacen sospechar los
estudios arqueológicos de los templos mexicanos y
mayas, se dan cita el indio, el blanco, el negro y nuevas
inmigraciones sucesivas de progenies asiáticas en los
tiempos modernos. Los judíos se hallan presentes,

251
también, en esta babélica confusión de lenguas y de
sangres aportando los perdurables fermentos
tradicionales de su raza que actúan sobre el mundo
histórico desde hace cuatro mil años.
Este mestizaje de civilizaciones y de sangres ya no
tiene un carácter segmentario que se reduce a dos o
tres pueblos, más o menos emparentados, o a unas
cuantas tribus dispersas ligadas por los azares de la
guerra o el comercio, ni está circunscrito a zonas
territoriales relativamente pequeñas, como ocurrió,
una y otra vez, en el pasado. Son todas las castas del
mundo y la tierra prometida es un ingente, vasto y
magnífico continente desconocido e inexplorado con
que jamás soñara la fantasía humana.
La nueva faena histórica comienza por un
inconmensurable y total proceso de desintegración,
como si la tierra virginal quisiera romper las rígidas
cristalizaciones anteriores de pueblos y de culturas
milenarias para extraer de ellas los gérmenes vitales
que, coordinados después en una inédita impulsión
espiritual reconstituyesen, en verdad, un Nuevo Mundo
en que habrá de lograrse una distinta y más completa
integración de la conciencia, del pensamiento y de la
acción humana. Parece que la flor de la nueva
civilización que forjará la historia ha de prender sus
raíces en el humus ingente y cadavérico de una
descomposición planetaria. ¡Gleba 320 rica, grasa,
exuberante para los futuros sueños y realizaciones del
hombre!
Las diversas progenies vienen a la tierra reciente
con distintos pretextos, con afanes heterogéneos, con

320 Terreno o campo, especialmente el que está cultivado.

252
diferentes propósitos y en las circunstancias más
insólitas e inverosímiles sin darse cuenta del último
designio de su peregrinaje. Ora, la codicia del oro; ora
el embrujo del poder sobre los demás hombres; ora,
esclavizados como siervos; ora, con la embriaguez del
proselitismo religioso; ora, con el sueño capitoso321 y
utópico de la libertad; ora, como audaces aventureros
tras el fascinante misterio de lo desconocido.
Las castas más lejanas y extrañas entre sí se aman,
se odian, se combaten; se congregan para fines
inmediatos, a veces infames e inconfesables, a veces
elevados y generosos; chocan y conspiran unas contra
otras, se roban, se traicionan, se matan, se engañan…
pero, todas se funden en un crisol común caminando,
sin saberlo, hacia una unificación biológica, anímica y
espiritual; hacia un nuevo amasamiento de sangres y
de sentimientos que sea el compendio o el epítome de
todas y, a la vez, el instrumento fisiológico y psíquico
de una conciencia más amplificada y universal del
hombre. Esta vez, ya no es el bosque, la montaña, los
astros, el mar, el animal, el paisaje… lo que capta el
sentimiento más profundo y acendrado322 del hombre.
Esta vez el hombre americano, por un designio arcano
y grandioso de la historia, que irrumpe en los
hondones abismales de su subconsciente colectivo,
queda asido, poseído por el sentimiento de la
unificación humana, por la emoción metafísica de la
unidad universal y cósmica. El hombre por vez primera
en la historia se siente solidario, coordinado por sus

321 Caprichoso
322 Puro y sin mancha.

253
cuatro costados con los cuatro costados del Universo 323.
Nada divino ni humano le es extraño. La América
nueva nace bajo este signo, inédita encarnación
viviente del amor y la fraternidad humanos en su
inmediata y próxima realización histórica. No se trata
de un tópico racional y teológico, lo repetimos, no se
trata de un dogma ni de un tema intelectual y
académico, sino de una vivencia colectiva, de un nuevo
pasmo emotivo; de una verdadera, prístina y auténtica
encarnación viva del espíritu universal a través del
sentimiento humano.
De aquí, desde este punto crucial que asume un
magno sentido trágico porque, literalmente, en
América se crucificaron todas las razas humanas en
obsequio de un objetivo superior que ignoraban,
arranca la nueva faena histórica. El Continente se
constituye así en una inmensa crucifixión y en una
prolífica cuna, en la matriz agónica de una nueva e
insólita transfiguración humana. Desde hace más o
menos un siglo ésta será la raíz primigenia y viviente
de la obra que realicen sus pensadores, sus artistas, sus
poetas, sus estadistas y sus más grandes hombres de
acción. Es fácil seguir el itinerario fulgurante de esta
emoción metafísica de unidad cósmica a través del
pensamiento y de la obra de Walt Whitman, Emerson,
Thoreau, Sarmiento, Martí, Rubén Darío, Vallejo, y de
los más recientes poetas y pensadores indoamericanos
y, de modo singular, a través del último gran libro del
filósofo norteamericano Northrop324, El encuentro de
323 Palabras escritas en la “Introducción” que puse a mi primer libro Notas
marginales.
324 F. S. C. Northorp (1893-1992). Filósofo estadounidense, conocido por su obra El

encuentro de Oriente y Occidente (1946), en la cual enfatiza la necesidad de que


tanto Oriente como Occidente aprendan uno del otro a fin de evitar un conflicto

254
Oriente y Occidente, que es el esfuerzo más
extraordinario y esclarecedor que se haya producido
en nuestros días para salvar la encrucijada abisal y
tenebrosa del mundo contemporáneo, mediante el
sentimiento de la unificación humana. En otra
oportunidad, transcribiremos los textos de pensadores,
poetas y artistas americanos como una demostración
indiscutible y diáfana de la presencia de esta raíz
viviente, subterránea y nutricia de la época mundial, es
decir, de un nuevo humanismo que se ha iniciado en
nuestra América.

VI

LA DIMENSIÓN POLÍTICA Y JURÍDICA

Hay, además, otro fenómeno, palmario, ostensible


y evidente para todos, lo que podría llamarse la
dimensión política y jurídica de América, que revela en
sus senos más recónditos el subyacente sentimiento de
unidad en la existencia histórica del Continente. Al
abatirse el águila romana quebrándose así el último
gran imperio mundial de la antigüedad, su ciclópea
estructura política y jurídica se atomiza y recae,
incidentalmente, en los antiguos estados-ciudad
griegos que se reproducen en Italia con las repúblicas
de Génova, Venecia, Florencia y Milán, principalmente;
pero, que toma su forma definitiva en los estados
futuro y prosperen juntos. Tuvo un contacto próximo con importantes personajes
de su época destacados en los campos de la filosofía, la ciencia y la política tales
como Bertrand Russell, Ludwig Wittgenstein, Erwin Schroedinger, Norbert Wiener,
Mao Zedong, entre muchos otros.

255
feudales que cubren el entero continente europeo. En
el aspecto jurídico y político es el primer resplandor
remoto de la cultura occidental. El feudo es una
pequeña unidad integral y cerrada, política, jurídica,
económica y militarmente. El castellano es señor de
horca y cuchillo, jefe hacendario, capitán de las huestes
guerreras, administrador de justicia, legislador, ejerce
una autoridad indiscutible y soberana sobre el
territorio y la población del feudo. El rey no es sino un
señor feudal más, “el primero entre sus iguales” y su
autoridad sobre los demás señores feudales no tiene
sino un carácter simbólico, abstracto, convencional y
moral, no obstante los diversos estatutos y
testamentos que declaraban prestaciones y servicios
mutuos. De hecho, la soberanía del monarca solo se
ejerce a plenitud sobre su propio feudo. El castillo es
fortaleza, capital del pequeño estado, tribunal, cuartel,
cárcel, órgano legislativo, centro de cultura. El feudo es,
diríamos, la célula política y jurídica de Occidente y
desempeña en su momento una función vital positiva.
Pronto comienzan a surgir las contradicciones
internas inherentes al sistema. Europa se convierte en
vasto campo de batalla entre los feudos y los señores
feudales. El poder real se trueca en el factor
constructivo, por excelencia, de la historia. El rey
representa, en esta coyuntura, a los pueblos y libra la
gran batalla de la nación. El espíritu del tiempo tiene,
como siempre, la razón y obtiene la decisión final.
Surgen los Pueblos-Estado, las grandes nacionalidades
modernas: España, Francia, Inglaterra, tras una varia y
azarosa pugna militar y cada una con sus
peculiaridades características. La pequeña célula

256
feudal se ha trocado ahora en un verdadero órgano
político.
Nos encontramos frente a la eclosión del
nacionalismo moderno con todas sus excelencias
vitales y con todas sus aberraciones pugnaces y
corrosivas. Es el nuevo dios de la tramoya, el deus ex
machina que mueve la entera escena moderna. Hacen
su aparición la técnica industrial, los grandes imperios
coloniales, la arrebatiña325 vesánica por las materias
primas y su corolario con las zonas de influencia en el
intrincado juego de la balanza del poder y del
equilibrio político de los grandes estados en la
diplomacia, la potencia financiera del dinero, el
racionalismo dualista y experimental de la filosofía
positiva, la economía comercial de la ganancia y de la
superproducción absurda y antivital, el culto idolátrico
del hecho, como el tribunal de apelación para todos los
asuntos humanos y, lo que es peor, como tasa
valorativa y suprema de la Verdad. El lado blanco y
positivo del hecho, en su momento culminante, fue
ciencia experimental sin el lastre y los arreos
teológicos y escolásticos de la Edad Media, fue trabajo
tecnificado; fue bienestar físico y movimiento
ascensional para el hombre; fue impulso prolífico y
vital. El lado negro y negativo del hecho fue
nacionalismo deflagrante, chauvinismo agresivo,
materialismo ciego y reptante, pugnacidad de turbios
apetitos entre oligarquías corrompidas y ávidas
clientelas comerciales, envenenamiento sistemático de
hombres, de instituciones y de pueblos.

325Acción de recoger arrebatada y presurosamente algo, entre muchos que


pretenden apoderarse de ello.

257
Este estado de cosas alcanza su crisis y arriba a su
clímax más tenso en 1914. Alemania que es la última
gran potencia que llega “al banquete de los recursos
naturales de la tierra”, reclama, también su “espacio
vital”. Aquí y allá emergen las primeras crepitaciones
de la pugna nacionalista. Al comienzo, al observador,
estas fricciones se le antojan esporádicas, pero, muy
luego, se percibe un malestar radical y profundo. Se
precipitan y se agudizan las contradicciones políticas y
económicas en la estructura general del mundo y hay
síntomas explosivos por todas partes. Estalla la
primera oleada eruptiva de la guerra. El asesinato de
un príncipe en Sarajevo basta para prender la chispa y
rápidamente el incendio se hace universal.
Empero, no ha terminado sino el primer acto. El
tratado de Versalles señala solo la iniciación de un
intermezzo trágico-cómico cargado de tempestades
deflagrantes. En Europa se cierne una atmósfera
abrasiva que hiere y afila las aristas pungentes de
todos los nacionalismos. En este segundo acto hay un
nuevo elemento que solo estuvo solapado en el primer
choque, pero que ahora se demarca con rotunda
claridad. El mundo ya no solo se divide
horizontalmente por fronteras; se divide, también
verticalmente, como dimensión de profundidad, en
cada país, por ideologías. Fascismo, nazismo,
comunismo, democracia, se reparten el mapa con la
avidez y el fervor de los viejos proselitismos religiosos.
Surgen las “quintas columnas” que desgarran
internamente a los pueblos y desempeñan un papel
decisivo en la contienda. Recordemos, de paso, la caída
de Francia. Estamos en setiembre de 1939, ante el
desenlace catastrófico y total de una época.

258
El mundo tiene que buscar una nueva forma de
convivencia, una nueva estructura política, económica,
jurídica y cultural. El nacionalismo y las nacionalidades
en su forma anterior resultan ya demasiado estrechos
y explosivos para contener y traducir las nuevas
realidades históricas. Tienen que romper sus ligaduras
restrictivas si la civilización ha de continuar su camino.
Ya no son órganos adecuados de expresión para la vida
y el espíritu del hombre contemporáneo.
A fines del siglo XV, tuvo que liquidarse la forma
feudal de la soberanía y la célula estrecha de la ciudad-
estado italiano para alcanzar la forma más amplia de la
nación y de los estados nacionales. A mediados del
siglo XX, el mundo se encara ante el imperativo
histórico de romper las restricciones de las soberanías
nacionales para alcanzar la unidad política y jurídica
superior, para abordar las soberanías de los Pueblos-
Continentes, las grandes unidades de los estados
mundiales que ya se perfilan con nítida diafanidad en
el universal horizonte de la historia. El órgano político
de la nacionalidad debe convertirse ahora en el
organismo político del Estado-Continente, en la
vigencia histórica del estado mundial.
Hace un poco más de un siglo, América se adelantó
al paso contemporáneo de la necesidad histórica. La
guerra de secesión, con el genio de Lincoln y Grant,
marca la consumación del primer estado mundial de la
historia en el sentido moderno de la palabra. Gracias a
la profunda videncia, a la intuición unitaria de largo
alcance de sus próceres, Estados Unidos logra la nueva
gran unidad política, cultural y jurídica del mundo que
habrá de integrarse después con la unión del Canadá
en un cercano futuro que se encuentra ya a la vista. El

259
pueblo norteamericano obró en el sentido y con el
espíritu del tiempo y, una vez más, obtuvo este el
triunfo y la decisión finales. Es por esta razón
fundamental que América ha comenzado a pensar y
obrar en términos mundiales y, por ello, también
América está hablando en estos momentos, urbi et
orbi326, como lo hiciera antes el mundo antiguo desde
Roma. Al llegar a este punto cabe hacer una pregunta
que pende, como un enorme y angustioso interrogante,
sobre el escenario perturbador de nuestros días.
¿Serán capaces los pueblos europeos de abandonar la
anárquica atomización política, jurídica y económica
que los divide y responder al dramático y clamante
llamado de la historia contemporánea, constituyéndose
en el Estado-Continente de la Unión Europea”? ¿O
acaso aguarda a Europa la misma suerte que a Italia en
el siglo XIV, la cual por haberse rezagado en los
estados-ciudad del Renacimiento tuvo que pagar bien
caro esta carencia de sensibilidad histórica durante el
largo lapso de 600 años que la mantuvo a la zaga de las
grandes potencias europeas no obstante el
pensamiento orientador y las palabras admonitivas de
Machiavello?327

326 Locución latina que significa literalmente “A la ciudad (de Roma) y al mundo”;
es decir , aquello que se extiende por todas partes, en todos los lugares del mundo.
327 Nicolás Maquiavelo (1467-1527). Humanista, historiógrafo y pensador político

italiano que favoreció la reunión política de Italia. Conocido por su obra El Príncipe,
en la que trató de descubrir las exigencias intrínsecas del poder político, con
independencia de cualquier preocupación moral y religiosa.

260
VII

EL ESTADO MUNDIAL INDOAMERICANO

Como formando pendant o contraparte vital de los


Estados Unidos norteamericanos, al sur corre otro
Pueblo-Continente, desde el río Bravo hasta el cabo de
Hornos, que está esperando su último remate político,
jurídico y cultural en otra poderosa unidad, el Estado-
Continente de Indoamérica como lo pensó y lo soñó
Bolívar en los momentos más fúlgidos328 de su lucha y
como lo piensan ahora los estadistas y pensadores más
grandes del Continente. El escenario está
perfectamente preparado desde hace dos siglos: fusión
de las distintas progenies casi en sus últimos estadios
de compenetración biológica; una lengua común, salvo
minúsculas áreas en las Antillas, ya que el portugués
del Brasil es una lengua gemela del castellano y no
constituye barrera alguna para la comunicación y el
entendimiento mutuos; una creencia religiosa también
común, de fondo cristiano y católico; una historia y una
misión cultural idénticas; una economía y una
producción que puede fácilmente completase y
coordinarse en vigoroso conjunto solidario y un nuevo
sentimiento y concepción integral ante la vida.
La unión política de Europa choca con obstáculos
formidables que parecen muy difíciles de salvar en este
momento porque las fronteras políticas, como ya lo
expresé en mi libro antes aludido, corresponden a
realidades nacionales, económicas, culturales, morales
y jurídicas que son connaturales con la vida íntima y

328 Fulgentes, brillantes, resplandecientes

261
espiritual de cada agrupación humana. Son fuertes
lazos, de tradición, de historia, de cultura, de vida
política, de convivencia secular, de hábitos y maneras
de vida que tienen un poderoso lastre acumulado,
consolidado y reforzado por muchos siglos. La
diversidad de las fronteras políticas corresponde a una
diversidad de realidades vivientes y activas todavía y
son espontáneas, naturales y lógicas hasta cierto grado,
porque los pueblos se confunden con los estados, las
realidades políticas y jurídicas traducen las realidades
geográficas y vitales.
En América latina la situación es absolutamente
diferente. Desde México hasta Argentina constituye un
solo pueblo y las fronteras políticas son enteramente
convencionales, artificiales, antinaturales y no
responden a ninguna realidad sustancial y viviente. Las
fronteras de los estados indoamericanos son el
mimetismo, el remedo absurdo y grotesco de la
atomización política de Europa que la etapa colonial
nos impuso, el rezago de la división administrativa de
la metrópoli española.
El pueblo indoamericano es la agrupación humana
en grande escala más homogénea que existe hoy en el
globo, salvo Estados Unidos, no obstante su diversidad
original de sangres y, a medida que transcurra el
tiempo, lo será aún más porque el proceso de fusión se
encuentra en sus últimos estadios de compenetración
biológica. En comparación con América Latina, Rusia,
India, China son conglomeraciones imbricadas de
progenies, lenguas, religiones, culturas y costumbres
diversas que no han llegado a fusionarse a pesar de los
milenios. La tremenda potencia absorbente del
Continente americano ha consumado el milagro de la

262
unidad biológica-cultural y el escenario básico
fundamental está preparado para el gran estado
mundial indoamericano del futuro.

VIII

LA UNIFICACIÓN DEL MUNDO

Más, antes de finalizar este estudio debemos


observar que los dos grandes procesos, el
antropológico y el político, que hace poco más de un
siglo se han consumado en América, son también
procesos mundiales que están en marcha y que habrán
de consumarse, a la larga, en todo el planeta. El mundo
camina hacia un mestizaje total de razas y de culturas
por la fusión de las diversas progenies humanas que
tiende a una integral y nueva unidad biológica y por la
unificación de los sentimientos, de las intuiciones, de
las ideas, de las técnicas y de las instituciones sociales,
políticas, económicas y religiosas. Ya Berdiáyev 329 ,
desde hace medio siglo, vio esta realidad del mundo
contemporáneo con aguda visión intuitiva, aunque la
expresó con un acento apocalíptico que no
compartimos: “Europa que ha florecido durante tantos
siglos, esa Europa que pretendió el monopolio de la
cultura del mundo, y que inclusive llegó a imponerla
con toda suerte de violencias, esa misma Europa hoy
día se sume en las tinieblas. Ha llegado el fin de Europa

329 Nicolás Berdiáyev (1874-1948). Pensadsor religioso ruso. Fue profesor de la


Universidad de Moscú y fundó en París una acadedmia parea el estudio de la
filosofía. Es autor, entre otras obras, de Una nueva Edad Media, La libertad y el
espíritu.

263
humanista y comienza el retorno hacia la Edad Media.
Nos hundimos en una nueva noche medioeval y nos
hallamos en vísperas de otra fusión de razas y
culturas” (“El sentido de la historia”), América no es en
este momento sino el inmenso laboratorio histórico de
la época y el foco de irradiación de la nueva cultura
unitaria e integral en cuyo fondo subyace, como
substrato más profundo, el nuevo “asimiento” del
hombre contemporáneo por la emoción metafísica de la
unidad cósmica. Es la nueva dimensión del espíritu y de
la conciencia humana que le hombre logrará en su
faena de los siglos venideros.
Varios de los más grandes agudos pensadores de
hoy nos dicen que la tierra se ha empequeñecido
geográficamente. A esta realidad nos hemos referido ya
antes. Los medios de comunicación, la televisión, la
radio, la aviación supersónica y las inmensas
posibilidades de la energía atómica han reducido el
contacto y convivencia del hombre a horas, a minutos.
La distancia ha dejado de ser obstáculo para la
intercomunicación del mundo. Las ideas, las iniciativas,
los inventos, los sucesos, los actos culturales, las
realizaciones de la ciencia, del arte y de la filosofía son
casi simultáneos en el mundo entero, como lo hemos
indicado. Las culturas más lejanas y extrañas se
entremezclan y se funden. Con el tiempo los diversos
pueblos se fundirán también, fisiológicamente y
desaparecerán las progenies y las razas como
agrupaciones restrictivas y separadas. Nos
encontramos ante un proceso mundial de mestizaje, de
acercamiento e integración humanos que hace ya
cuatro siglos comenzó en América en escala universal.

264
Refiriéndose a este fenómeno, Alfredo Weber 330
expresa que “si este desenvolvimiento se prologase
indefinidamente llegaría la tierra a quedarse
convertida en algo así como una ciudad universal de
carácter doméstico. Empero, la tierra no solo se ha
empequeñecido, como ya lo apuntó, en el espacio, sino
también en el tiempo (Historia de la cultura – Fondo de
Cultura Económica).
Pero, junto al proceso que se ha denominado
antropológico se desarrolla, igualmente, el proceso
político y jurídico de los Pueblos y los Estados-
Continentes, que ha reasumido la función de las
grandes nacionalidades anteriores que se encuentran
resquebrajadas totalmente. Sobre la vasta escena
contemporánea se delinean ya con evidencia dos
estados mundiales que encabezan el drama político de
hoy: Estados Unidos de Norteamérica, por un lado, y la
Unión Soviética, por otro. Entre ambos se ha
establecido la gran tensión histórica que forja y rige los
acontecimientos capitales de nuestra época.
El gran historiador Toynbee, al referirse a este
hecho resaltante del mundo de hoy, dice lo siguiente:
“no hay ninguna razón para que nuestra comunidad
occidental no se expanda, como se han expandido los
Estados Unidos, por sucesivas admisiones de estados
que soliciten su ingreso, ni tenemos, tampoco, ninguna
necesidad de predecir un límite de la unificación
progresiva de la humanidad. Porque la misma razón
tecnológica que, al inventar la bomba atómica ha hecho
de la unidad mundial la única alternativa posible del
330
Alfredo Weber (1868-1958). Economista, geógrafo, sociólogo y teórico de la cultura alemán,
cuyo trabajo fue importante en el desarrollo de la geografía económica moderna.

265
hombre frente a su autodestrucción, ha hecho también
posible esta unidad poniendo en nuestras manos
medios de comunicación que podemos emplear como
instrumentos para demoler las barreras psicológicas
que la época pre-aérea había creado ante nosotros”.

IX

RESPONSABILIDAD MUNDIAL DE INDOAMÉRICA

Este mensaje de unidad ha comenzado a


alumbrarse en las mentes más esclarecidas de nuestro
tiempo, la recibió América como vox Dei331, como
“asimiento” metafísico de su alma, a principios del siglo
XIX y lo está propalando desde entonces, urbi et orbi,
desde hace un siglo hacia el mundo entero. Los pueblos
latinoamericanos en esta hora de la historia están
obligados por su inmensa responsabilidad presente a
pensar, a obrar y a sentir en términos y significación
mundiales. El pasado en nosotros –que es grandioso,
sin duda alguna, en los dos focos peruano y mexicano-
ha quedado radicalmente cancelado en sus estructuras
morfológicas, como no ha ocurrido, en tal grado, en
ningún otro pueblo que está actualmente en trance de
transformación o que ya ha sufrido la más tremenda
sacudida revolucionaria. El pasado solo reviste para
nosotros un rango o categoría arqueológica, -tal vez,
uno de los más radiantes o esplendorosos del mundo-
que ha quedado sellado para siempre en las criptas
sepulcrales. Estamos frente a un nuevo rumbo, como

331 Voz de Dios

266
crisálida de la historia contemporánea y ninguna otra
agrupación humana ha cuajado, en tan gran medida su
destino como futuro, como realidad íntegramente por
venir, por llegar a ser y cumplirse. El pensador
estoniano Herman Keyserling332 nos dirá: “La juventud
eterna no es imaginable, más que en un mundo que
permaneciese también eternamente joven. Para
obtener cuerpos tales como los necesitamos hoy,
cuerpos de limitada fuerza de tensión, de plasticidad
nunca desmentida, haría falta un mundo ambiente que
ejerciera sobre los cuerpos una vitalización infinita y
que fuera tan joven como el quinto día de la Creación.
Este mundo, empero, parece existir aquí. La naturaleza
americana posee aún en toda su energía la fuerza
creadora del tiempo primitivo. Así como ha podido
fundir razas opuestas y en poco tiempo formar, con
toda clase de tipos, el tipo americano –que no es una
variedad humana, sino una verdadera especie- así
también puede crear un cuerpo que sostenga la
creciente tensión del espíritu y sea apto para
transformarse de continuo”.
“En América es donde hallará su remate nuestra
evolución. Pronto habrá pronunciado Europa su última
palabra histórica de importancia. La tradición es, por sí
misma, un vínculo que de generación en generación
sujeta más y más, acabando por ahogar. La historia en
Europa tiene ya un pasado tan largo que una
renovación radical, una liberación radical no puede
casi tener éxito en el mundo europeo, por mucho que
sus habitantes se rejuvenezcan e intenten evitar la
fatalidad mediante violentas transformaciones.

332 Cf. supra nota 62.

267
También esta vez habrá de confirmarse la antigua
verdad de que nuevas culturas no crecen más que en
suelo nuevo. En el recodo histórico inminente, el
problema de la forma nueva será resuelto, también, no
por los más maduros sino por los más rudos pueblos. Y
que ello ha de ser así, se advierte claramente en este
caso… El nuevo hombre mundial está muy en su lugar
aquí… Aquí el hombre moderno está más en su sitio
que entre las ruinas de Roma”. (Diario de viaje de un
filósofo) La tradición en nosotros no tiene, como en
Europa, una función normativa y configuradora de
instituciones, de costumbres, de modos de vida y de
formas de expresión cultural y artística. Tenemos un
ethos y un pathos absolutamente diferentes. La
tradición debe ser en nosotros inspiración creadora de
una realidad plástica y viviente que no está cristalizada
sino que comienza su advenimiento, debe ser germen
vital de un paradigma humano que no está aquí todavía
sino en el futuro…. ¡No vaya a ser que Europa esté
muriendo bajo la fascinación de su tradición yerta y de
sus espléndidos sepulcros y que nosotros seamos
arrastrados, también, en un ímpetu suicida de auto-
negación simiesca, por la fascinación de nuestra propia
muerte y por el esplendor fantasmal y maravilloso de
nuestras propias tumbas! ¡suele ocurrir, también, que
por buscarse a sí mismo en el cascarón del pretérito
con cegado deslumbramiento, solo se alcanza a caer en
la letargia mágica de un embriagante ensueño, que es
huida o evasión ante la suprema responsabilidad de
nuestro ser auténtico; que es un nuevo ser actual, un
ser de hoy, que tenemos que descubrir y forjar, para el
presente y para el futuro, con la piedra de toque de
nuestra peripecia reciente, con la fricción peligrosa de

268
nuestra circunstancia histórica que nos avienta hacia la
cuita quemante y trágica de nuestra vida! ¡Sí, suele
ocurrir que por buscarse en el pasado, adorándolo con
culto idolátrico, se alcance únicamente a tocar los
despojos de su propio cadáver… !

CORRELATOS DE NUESTRA CIRCUNSTANCIA

He intentado, grosso modo, esbozar lo que me


parece la particular configuración histórica de la
circunstancia americana. Son un tanto bastos los
perfiles que acabo de trazar de los diversos y más
ostensibles elementos que la constituyen. No ha sido
sino un primer intento de acercamiento a la inmediata
realidad continental, a la textura interna de este
Pueblo-Continente, como le he llamado otras veces, tal
como lo veo desde mi modesto ángulo de visión. El
campo de miraje, sin duda, es muy vasto y,
posiblemente, rebosante de fascinantes sorpresas.
Ningún pueblo, como el nuestro, hasta ahora, ha tenido
el privilegio de asistir con tanta conciencia a la
irrupción grandiosa de su destino. El hecho que puede
asemejarse al caso de América, aunque no con su
transparencia, podemos encontrarlo, cuando comienza
la época de los carolingios, punto de arranque de la
actual cultura europea en sus valores más
significativos. Entonces, se levantó la voz de Notker333,

333Notker Labeo o Teutonicus (c. 950-1022). Monje benedictino. Purista de la


lengua alemana. Ilustre crítico y comentarista literario, por cuyo dominio del
idioma ocupa un lugar sobresaliente en las letras germánicas.

269
junto con la de los mejores pensadores de ese
momento, para anunciar la clausura de una época y el
comienzo de una nueva. Quizás en América, por
primera vez en la historia, la inteligencia racional y la
vida –que hubieron de separarse en la faena del
pensamiento europeo, la una, para alcanzar su
perfección instrumental, y la otra, para afirmar su
presencia ineludible ante el entendimiento que vio su
impotencia para captarla- unidas y coordinadas de
nuevo, como nunca lo estuvieron antes, emprendan
juntas, una inédita y alucinante aventura del
conocimiento humano. Tal vez, esa contraposición
radical, entre espíritu y naturaleza, que hizo, más de
una vez, embalsarse al pensamiento europeo en una
encrucijada irreductible se desvanezca, luego, en virtud
de una nueva visión de la realidad, como ha ocurrido
con tantos problemas. Bastó un distinto planteamiento
o afirmación de la vida misma para que se
desvanecieran ciertas aporías que parecían
irresolubles. Se vio, entonces, con claridad que el
conflicto solo residía en un simple formalismo lógico
del entendimiento. La razón que ha sido la liberación
del hombre moderno, ha sido, también, muchas veces
su cepo constrictor, su laberíntica cárcel.
Herederos de la herramienta racional, más fina y
huida que haya forjado la cultura humana –y que nos
legara Europa- tenemos la responsabilidad de usarla
con la pulcritud y exigencia rigurosa de su perfección
técnica. En esa faena delicada, el Viejo Mundo tejió casi
todos los hilos más esplendorosos de su esfuerzo
cultural y, todavía continúa haciéndolo con singular
maestría que parece insuperable. Las últimas
corrientes de su pensamiento –la fenomenología y su

270
proyección, la existencialista, particularmente; las
lógicas matemáticas no aristotélicas y la epistemología
no euclidiana, recientes – nos lo demuestran con
palmaria evidencia. Lo que ha logrado ha sido,
también, el precio del agostamiento de otros supremos
valores vitales. Tal es la limitación de la condición
humana. Pero, ésa ya no es nuestra tarea. La razón solo
superando sus limitaciones inherentes, yendo más allá
de sí misma, negándose, hasta cierto punto, alcanza el
último destino de su función vital; ser el instrumento
esclarecedor; ordenador, sintético, por excelencia del
pensamiento y, luego, conducirnos, como de la mano,
hasta el quicio de la revelación, hasta el pórtico en que
comienza el asombro iluminado y cotidiano de la Vida.
Quizás, cierto aspecto inicial de nuestra tarea
específica sea desintelectualizar la realidad, como se ha
dicho, vitalizando su expresión que, en algunas zonas,
ha recibido demasiada carga de estructura al que nos
oculta su verdadera y peregrina entraña.
Para expresar y trasmitir las intuiciones más
profundas de nuestra circunstancia, para esclarecer y
discriminar nuestra realidad con diáfana precisión,
tenemos que usar esta herramienta perfecta y
maravillosa que nos regala el destino como patrimonio
y don gratuito. Solo con ella seremos dueños,
integralmente, de esas posibles sorpresas fascinantes
que pueden aguardarnos. Es menester de ojos
interiores, finos y penetrantes para percibirlas.
Debemos descubrir los más hondos y trascendentales
sentidos e implicaciones de esta circunstancia en las
múltiples actividades humanas, en el polifacético
quehacer del hombre contemporáneo: arte, filosofía,
valías religiosas, ciencia, política, derecho, sociología,

271
historia, lenguaje, antropología, etc. Esta es la
particular tarea –y no otra- del investigador americano.
Solo así nos iremos acercando a su existencia auténtica
y, por ende, a la esencia característica de nuestro ser
americano más profundo, a los más recónditos senos
de su misión cultural y humana.
Empero, por lo que toca al planteamiento
específico del pensar filosófico, más propiamente,
metafísico u ontológico, el ser del hombre americano
surge del juego dialéctico entre dos oposiciones
radicales, entre dos negativas vitales extremas e
irreductibles que se consumaron hace cuatro siglos.
Europa, al llegar a América como conquistadora, dice
rotundamente: ¡No!, frente a las dos portentosas
creaciones culturales de México y el Perú que, en
algunos aspectos, son superiores a ella. Dice, no,
destruyendo, negando, esclavizando, vejando,
quebrando, las admirables estructuras de los dos
imperios; cerrándose, impermeable, a todos sus
valores y realizaciones estéticas, religiosas, técnicas y
sociales. Dice, no, con la Cruz de Cristo en las manos.
La antigua América dice, también, ¡No!, frente al
destino histórico ineluctable que, un día u otro, habría
de ingresar a sus playas, necesariamente, para romper
su aislamiento milenario e integrarla, revivificarla y
continuarla en nuevas dimensiones vitales, como
ocurrió con el sí de Grecia a la Roma conquistadora.
Dice rotundamente: ¡No! –replegándose sobre sí
misma en son de repulsa; aferrándose a sus tradiciones
y usos de raíces remotas; huyendo hacia las escarpas
agrestes de sus cordilleras, sumiéndose en el misterio

272
caliginoso334 de sus selvas, soterrándose en las criptas
funerarias de sus tumbas.
De esta doble antinomia indeclinable ante el
apremio de la vida histórica; de estas dos nihilizaciones
absolutas: él del ser del hombre europeo por el antiguo
americano y él de éste por el rechazo del conquistador;
de esta angustia radical ante la Nada, de esta tenebrosa
y abismática nada, debía salir, como síntesis dialéctica
y vital, el Sí afirmativo de la Nueva América, pero, un sí,
diferente de las dos negaciones anteriores. El sí que es
el germen auténtico del nuevo ser del hombre
americano de hoy. Pero, este será el tema a
desarrollarse en el próximo capítulo.

CAPÍTULO XIV

INDAGACIÓN DEL SER HISTÓRICO DE LA NUEVA


AMÉRICA
LA “NIHILIZACIÓN” DE DOS ORBES CULTURALES

EL SER DEL INDIVIDUO

Permítaseme plantear una tesis previa. Es


decir, hacer el somero delineamiento de un supuesto
que sirva de asidero al ímpetu gimnástico del
pensamiento inicial. Ciertamente este supuesto es

334 Adjetivo poético. Obscuro, nebuloso.

273
discutible, ya que no se trata de una intuición
axiomática, evidente por sí misma, pero surge como
tópico invariable, de cierto género de meditación
filosófica a través de muchos siglos. Surge, además,
como admonición dogmática y como disciplina
catártica de salvación, de todas las religiones
superiores, y es el instrumento, a la vez que la
decantación y la enseñanza práctica, de todas las
experiencias místicas que han llegado hasta nosotros, a
lo largo de la historia humana, hasta donde alcanza
nuestro discernimiento para comprenderlas.
Según esta tesis o supuesto, la esencia del ser del
hombre estaría compuesta de varias capas sucesivas y
temporales, cuyo entretejimiento, con sus acciones y
reacciones consiguientes al ser reemplazadas unas por
otras, constituiría el drama vital de su personal
existencia. La última implicación de este supuesto
consistiría en que el ser más profundo y auténtico de la
criatura humana, es decir, la capa trascendente y
eterna, plenamente iluminada, no se alcanzaría sino a
través de la angustia que nos sacude cuando
descubrimos la falsedad o la nada de estas diversas
capas provisorias de nuestro ser. O, dicho de otra
manera, no alcanzaríamos jamás esta realidad
espiritual suprema sino hendiendo el puente de la
“nihilización” radical de los diversos modos de ser
efímeros con los cuales huimos de ese nuestro sí mismo
más entrañado y auténtico. Y esta evasión o evasiones
sucesivas se consumarían, no obstante, el latigazo
abrasivo de la circunstancia individual que nos toca
vivir y cuya fricción dolorosa nos aventaría, con
reiteración, a través del sufrimiento hacia la lumbre
radiante de nosotros mismos que es nuestra última y

274
más profunda esencia personal. Por eso, Berulle 335, al
preguntarse qué es el hombre responde: “… una nada
rodeada por Dios, falta de Dios, capaz de Dios, llena de
Dios, si así lo desea”.
Empero, mientras no descubramos nuestra nada,
mientras no nihilicemos336 nuestras falsificaciones o
deformaciones evasivas, mientras no matemos las
ilusiones falaces con que justificamos o
fundamentamos para nuestra conciencia la huida de
nosotros mismos, mientras no nos hundamos en la
sima de la integral y radical desesperación ante la
nada, en cuyo seno pávido y tenebroso va generándose
nuestra inmediata aurora, no alcanzaríamos tampoco
el pleno alumbramiento de nuestro ser trascendente,
que es vida auténtica y que, una vez logrado, no
podremos ni queramos falsificar en lo sucesivo. La
razón sería porque habríamos llegado a la dichosa
satisfacción de nuestras ansias más recónditas, a la
feliz culminación de nuestro último destino humano,
pues que habríamos alcanzado la liberación o salvación
que estábamos buscando sin saberlo.
La caída en la angustia de la nada sería “la noche
oscura del alma”, de que nos habla San Juan de la Cruz;
el vacío de esa soledad terrible y pavorosa de que nos
hablan otros místicos; “la esperanza de la
desesperación”, a que alude Kierkegaard con su
característica manera paradójica; la nihilización
absoluta del ser humano, como pórtico hacia la libertad
creadora, única dimensión en que el hombre encuentra
la integración de su ser incompleto, de que nos habla

335 Pierre de Bérulle (1575-1629). Cardenal y escritor ascético francés, fundador


de la orden del Oratorio.
336 Cf. supra nota 104.

275
Sartre. “La realidad humana, dice este filósofo, se
aprehende en su venida a la existencia como ser
incompleto” (El ser y la nada). El ser auténtico
existencialista es permanente proyecto hacia el futuro y
no acaba de realizarse sino con la muerte del individuo
que lo convierte, de súbito, en hecho consumado, en
una suerte de cadáver fáctico –para usar un adjetivo
caro al existencialismo- incapaz ya de prolongación en
realidad vital alguna. “El ser hacia el cual la realidad
humana se sobrepasa no es un Dios trascendente, está
en el corazón de ella misma considerada como
totalidad” (Sartre, ibídem). El existencialismo
sartreano parece negar, pues, toda trascendencia
extraterrestre del ser y desemboca en una final y
absoluta nada, en una negación radical última, es decir,
en la desesperación extrema, al término de la
existencia individual. Porque, si bien se mira, el
sentimiento de libertad a donde desemboca, es la
puerta abierta hacia la arbitrariedad y el capricho, sin
ninguna luz que lo ilumine. Por su parte, Martín
Heidegger nos dirá en su libro El ser y el tiempo, obra
genial de la filosofía contemporánea, que “la huida
óntica y existencial es un abrirse aquello ante lo que se
huye”. La evasión, pues, para esta filósofo, es una
apertura hacia esa zona más recóndita y profunda que
es la esencia última del ser humano.
No es mi propósito deslindar el valor filosófico del
pensamiento existencialista, ni de ningún otro, antiguo
o moderno. Ni tampoco, enjuiciar, justificando o
negando, la validez cognoscitiva de las teologías
religiosas, ni la de las diversas y profusas experiencias
místicas. Quiero solamente señalar ciertas
coincidencias entre actitudes, ideologías y corrientes

276
de pensamiento tan diferentes, que no pueden haberse
producido por el mero azar. Más que todo, deseo
subrayar un hecho que es muy importante y
significativo para completar y aclarar algunas
meditaciones anteriores y, especialmente, para la
meditación central de este capítulo que desarrollaré
luego. El hecho que surja en nuestra época el
existencialismo sartreano que en sus principales
modalidades parece ser la filosofía, por excelencia, de
la angustia y de la nihilización absoluta y final del ser y
que haya tenido una tan amplia y universal difusión en
Europa, aun hasta convertirse, en los círculos de snobs,
en una epatante 337 y estrafalaria moda literaria y
estética, nos está indicando que el hombre
contemporáneo ha ingresado en una crisis total que
abraza todos los ámbitos de la vida humana. La vida
europea, efectivamente, ha caído en un vasto proceso
de nihilización de casi todos sus modos de ser
anteriores. Las dos últimas guerras la han precipitado
resueltamente hacia la profundización y comprensión
agudas de sí misma, a través del sufrimiento. Han
llevado al hombre europeo a la convicción de que la
mayor parte de sus antiguos valores culturales e
históricos, que parecían más firmes en su espíritu, se
han tornado deleznables y que carecen ya de eficacia y
autenticidad históricas. En consecuencia, que se han
trocado ahora en ilusiones históricas. En consecuencia,
que se han trocado ahora en ilusiones falaces, en meras
evasiones de su realidad inmediata, en fugas medrosas
de su ser genuino, de su ser más auténtico y profundo.
No de otra suerte se explica la repercusión poderosa y

337 Se dice de algo que causa admiración o asombro por ser fuera de lo común.

277
extensa que haya alcanzado una filosofía radicalmente
negativa, una filosofía esencial de la angustia y de la
absoluta desesperación humanas que desemboca en
una insalvable encrucijada.
Indudablemente, el hombre europeo ha salido a la
busca de un nuevo ser histórico que responda a la
autenticidad de su circunstancia contemporánea; al
buido338 escudriñamiento del reciente drama vital que
la historia le ha planteado ante sí mismo con los
últimos y trágicos acontecimientos. En efecto, los
acontecimientos, desde casi media centuria, han
determinado su convulsiva existencia, estremeciéndola
desde su raíz y, de un modo tan fundamental y
pavoroso que sería muy difícil encontrarle un
precedente equiparable en cualquier otro periodo de
su historia.
El filósofo Karl Jaspers, coincidiendo con esta
visión dela crisis europea, traza un breve e
impresionante cuadro: “… La incisión que nuestra
época hace en la historia del mundo es más honda y
más grávida de consecuencias que cualquier otra de las
existentes en la historia que conocemos. Parece
comparable a la época desconocida en que se encendió
el primer fuego, a la del invento de los instrumentos, a
la de la estructuración de las primeras formas del
Estado. Los hechos nuevos son la técnica moderna con
sus consecuencias para el modo de trabajar del
hombre y para la sociedad -la unidad de
comunicaciones de la tierra, cuyo ámbito se ha
reducido así a dimensiones menores a las que, por
ejemplo, tenía el orbis terrarum339 de la época romana,
338 Se dice de algo que tiene forma aguda o afilada.
339 Tierra

278
el límite por la angostura del planeta-, las antinomias
de libertad y funcionamiento, personalidad y masa,
orden del mundo e Imperio, la decisiva significación de
los hombres que de pueblos se convirtieron en masas y
se multiplicaron en número –el desmoronamiento de
todos los pasados ideales de orden y la necesidad de
hablar desde el caos creciente, de un nuevo orden
inspirado humanamente, -la discutibilidad de todos los
valores tradicionales, que tienen que guardarse o
transformarse-, la concreta situación política,
determinada por las potencias mundiales, Estados
Unidos y Rusia-, Europa empequeñecida, desgarrada
en sí, que hasta ahora no se ha encontrado a sí misma”.
(Karl Jaspers. La fe filosófica).

II
EL SER DE LOS PUEBLOS

Hay, sin duda, una semejanza fácilmente captable,


mejor dicho, una estructura ontológica paritaria entre
el ser individual del hombre y el ser colectivo de los
pueblos. Ambos están constituidos por una serie de
capas ónticas sucesivas que van nihilizándose, unas
tras otras, hasta anclar en una última y más profunda
que resulta ser la más genuina y auténtica de todas.
Empero hasta aquí, no más, alcanza la semejanza,
porque en el ser del hombre la trayectoria de la
nihilización y del reencuentro de sí mismo se
desenvuelve linealmente, digamos, en una sola
dimensión que acaba, sin más resonancia, en el
individuo mismo.

279
En los pueblos, la situación es diferente porque las
diversas realidades del ser colectivo van negándose,
dialécticamente, entre ellas, a medida que pierden su
vigencia histórica para ser reemplazadas por otras
nuevas y más recientes que asumen un carácter de
síntesis entre dos oposiciones o negaciones radicales.
Quiere decir esto que el ser de los pueblos tiene una
realización o trayectoria prismática o polifacética que
no se agota en su solo semblante sino que va
encarnándose en diversas efigies colectivas, que
constituyen sus distintas dimensiones vitales. En una
palabra, la autenticidad y profundidad de los diversos
modos de ser de los pueblos no tienen otra medida que
su vigencia histórica y su fertilidad vital en una época
dada de su existencia colectiva. La trayectoria de estas
encarnaciones sucesivas no se acaba sino con la
existencia de los pueblos, que puede durar muchísimos
siglos y aun muchos milenios.
Como secuencia necesaria y obvia, hay una
relación directa entre el ser histórico de los pueblos y
el ser de los hombres que viven y lo representan en
cada una de las épocas determinadas que constituyen
una realidad o vigencia histórica dada. Esta realidad
circunscrita, desde el punto de vista geográfico y
temporal, es uno de los ingredientes principales de la
circunstancia particular que rodea al individuo como
ser histórico. Se quiere significar con esto que el ser de
los pueblos determina, en cada etapa, la coyuntura
dramática que el individuo tiene que vivir y, por ende,
asimilar para realizarse vitalmente porque es su
atmósfera natural e ineludible. “Toda época tiene una
fisonomía determinada, piensa Dilthey, está
constituida por ciertos rasgos generales a los que no se

280
sustraen los individuos, por fuerte que sea su
personalidad, sino que por el contrario alcanza en ellos
su expresión más alta y se exterioriza en la obra de las
grandes personalidades, en las diversas esferas de la
vida: religión, poesía, música, filosofía, derecho,
economía, etc.”.

III

EL SER DE LA NUEVA AMÉRICA

Hemos llegado al tema central de estas


meditaciones. El ser auténtico de la Nueva América
emerge de dos negaciones totales y radicales, de dos
oposiciones vitales que se contrastan con
significaciones históricas extremas. De allí, su sentido
agónico y trágico como ocurre siempre en el
surgimiento de toda creación nueva y original.
El ser del nuevo hombre americano irrumpe entre
el orgulloso No de la Europa invasora y conquistadora,
cargado de soberbia y de prepotencia, frente al ser de
la antigua América. Y el rotundo No de esta última –
agraviada y herida en su más recóndita intimidad y,
además consciente de la destrucción de sus valores
espirituales, morales, religiosos y técnicos- frente al ser
de Europa que pretende sustituirlos por los suyos. ¡Y
una sustitución mediante la vejación, la persecución y
la violencia que porta, sin embargo, pérfidamente, en la
mano, el signo de la Cruz que es emblema de amor y
compromiso humanos!

281
Esta oposición radical abrirá para siempre un
abismo entre ambos mundos que no se cerrará nunca
por la acción de ellos mismos. Será necesaria la
eclosión de un nuevo mundo, distinto de ambos, que
sea capaz de realizar la unificación a través de una
nueva síntesis vital. Un abismo que no se cerrará
nunca, aunque aparente y superficialmente, se crea lo
contrario, dándose por consumado ya, definitivamente,
la imposición del espíritu y los modos de ser europeos
en todo el ámbito del Continente. La falsedad de este
aserto se comprueba, de modo evidente, si se examina
con cierta agudeza de visión el proceso cultural de
América a lo largo de cuatro siglos. Por lo general, este
proceso no ha sido sino la falsificación o deformación
de los valores culturales europeos. En el mejor de los
casos, el reflejo débil y mortecino –a veces hasta
grotesco de una imitación casi literal de las corrientes
y movimientos espirituales del Viejo Mundo.
Hay, además, otra raíz en la nihilización del ser
europeo en América que reside en el hecho
demostrado de que el ser íntimo del hombre no puede
trasplantarse impunemente a una tierra extraña. Si lo
hace, sufre, entonces, el desmedro y alteración anímica
consiguientes y, a veces, hasta la destrucción definitiva
–salvo casos excepcionales y aislados, que no cuentan-
con la fricción o agresión corrosiva, desintegradora y
letal del nuevo ambiente. La tierra no es una masa
inerte, pasiva y mecánica; ni siquiera un puro
escenario de fenómenos meteorológicos sino una
constelación original de energías vivas y operantes,
una retícula orgánica de fuerzas poderosas y
plasmantes que amasa y conforma a la criatura que
nace de sus entrañas, que crece, se nutre y vive de sus

282
efluvios vitales. En suma, una realidad viviente que
escapa a la inquisición experimental de los
laboratorios.
Pueden trasladarse y exportarse de una tierra a
otra, las mercancías, las maquinarias, los juguetes
mecánicos, los utensilios de confort, las técnicas
industriales y comerciales, los sistemas económicos,
los resultados, enseñanzas y experiencias de las
ciencias, las técnicas administrativas y organizativas
del Estado y aun las técnicas y metodologías de
investigación científica, pero no puede hacerse lo
mismo con el ser del hombre y de los pueblos porque
rompen el cordón umbilical que los une a su placenta
materna. Es decir, a la tierra nativa, a la circunstancia
histórica y telúrica que los generó y configuró su vida.
Las almas de los individuos y de los pueblos no pueden
importarse ni exportarse sin perder su identidad y
autenticidad vitales. Por esta razón, no pueden
importarse, tampoco, la poesía, las artes, la literatura,
el pensamiento filosófico, todo aquello que brota de la
intimidad intransferible del ser y que constituye el
espíritu original de una cultura y, por eso, el quehacer
fundamental del hombre dentro del pueblo al que
pertenece. Las creaciones geniales y originales de los
otros pueblos sirven para enriquecer nuestra
conciencia, para afinar y cultivar nuestra sensibilidad,
para profundizar y acrecentar nuestro pensamiento,
pero nunca para reemplazarlo ni para eliminar nuestra
tarea específica de creación original, imitando o
copiando servilmente, porque esa tarea se la debemos
al pueblo, a la tierra y a la forma de vida histórica que
nos engendraron. Este aspecto tan sugerente y rico de
la realidad americana permanece, todavía, cual coto

283
mostrenco, como terra incógnita340 y, sin embargo, su
esclarecimiento es tan capital y básico para iluminar y
comprender el auténtico ser de la Nueva América.
De la antinomia irreductible, a la que acabo de
referirme, irrumpe el SÍ alumbrado de la Nueva
América entre las dos negaciones anteriores, ciegas y
tenebrosas porque cada una pretende la prolongación
y supervivencia cadavérica de la muerte, de lo que ya
está abolido y superado históricamente. El SÍ de la
Nueva América es la afirmación vital de un Continente
que recomienza un nuevo destino, distinto de los
anteriores y que no tiene su razón de ser sino en sí
mismo. Es la respuesta de la Nueva América, como
razón histórica de su nuevo ser, a las dos nihilizaciones
absolutas y radicales de sus progenitores. Es la
respuesta positiva y vital, que no niega nada sino que
más bien incluye, como ingredientes germinales de su
nueva realidad, a los dos modos de ser que se negaron
recíprocamente entre sí y que la engendraron en su
choque, diríase, cosmogónico, planetario. Las dos
esencias germinales –que son como substratum341 de
las antiguas estructuras morfológicas que se
quebraron con la violencia del impacto- se incorporan
al nuevo ser de América en una distinta refundición
dialéctica que se inicia con el signo grandioso de la
unidad, con la presencia de una síntesis humana que
asume un amplio sentido universal.
No es mi intención aludir, con la palabra dialéctica,
al sistema racionalista y determinista, cerrado y rígido,
de Hegel sino, más bien, a la concepción diagonal
platónica. O, mejor, todavía, a lo que podría llamarse la
340 Tierra desconocida
341 Sustrato

284
dialéctica histórica de la razón vital, que los hechos
mismos plantean objetivamente, ajenos a nuestra
especulación discursiva y a nuestros previos
postulados racionales. Esa dialéctica viva y orgánica
que excluye todo determinismo, cualquier corselete342 a
priori de la necesidad en el acontecer humano y que
mira y comprende la realidad como el incalculable e
imprevisible juego de la libertad creadora en el
hombre.
La nueva realidad americana brota del diálogo
cósmico de dos mundos antinómicos, diríase de la
contienda histórica y viviente de dos orbes
completamente diferentes. Ambas estructuras se
encuentran en la nueva circunstancia histórica y
geográfica, como dos inflexibles negativas sin salida
alguna, en una encrucijada insalvable y absoluta, sin
resquicio posible para la mutua comprensión y
convivencia. Una situación que hace marcado contraste
con lo que ocurrió entre Grecia y Roma, por ejemplo.
La unificación de ambas en un solo organismo cultural
fue posible como síntesis de integración de dos SÍ
resueltos y poderosos, de dos afirmaciones vitales que
constituyeron un nuevo grupo cultural, regido por un
solo espíritu, y que jugó un papel decisivo en la historia
humana. Con el SÍ del conquistador, Roma se convirtió
en el instrumento más eficaz de la propagación y
universalización del helenismo; con el SÍ del vencido,
Grecia se trocó en la maestra y educadora de Roma
porque sin ella el pueblo de Rómulo no habría podido
cumplir su misión histórica, pero con la Roma Imperial,
Grecia se convirtió, también, en la maestra y educadora

342 Prenda de uso femenino que ciñe el talle y se ata con cordones sobre el cuerpo.

285
del mundo hasta nuestros días. El caso de Grecia y
Roma que fundiéndose, la una en la otra, constituyeron
la cultura greco-romana, matriz de la cultura
occidental europea, es un caso notorio en que falla, con
indiscutible evidencia, la rigidez ineluctable del
determinismo dialéctico hegeliano en su famosa
fórmula de las dos negaciones, mejor dicho, falla la
negación de la negación, como la única originante de
una nueva síntesis histórica o de una nueva estructura
vital.
En el intrasmontable embalse histórico que creó la
colisión de Europa y América, ambos mundos hubieron
de naufragar para la nueva faena continental y
anegarse, para siempre, en ese abismo; pero, la vida
histórica tuvo que continuarse en otra metamorfosis
palingenésica, como ha ocurrido tantas veces en el
proceso general de la cultura humana. Entonces,
América, cuya misión trascendente parece ser la
integración total del mundo porque su vida actual
surge de un nudo de raíces universales, perdió su
primera oportunidad hace cuatro siglos con las dos
negativas indeclinables y trágicas de sus progenitores
como ya apuntamos antes. Ahora, la América Nueva, ya
alumbrada con la conciencia despierta de su destino, se
alinea, junto con todo el mundo histórico
contemporáneo, a participar en la tarea de la cultura
universal, efectivamente ecuménica en su máxima
amplitud planetaria que ya se vislumbra con claridad y
que, por primera vez, se produce en la vida de la tierra.
Posiblemente, será desde América, como vasto
epicentro histórico, desde donde comenzará la
irradiación de esta nueva dimensión cultural del orbe
porque sus pueblos están preparados, a causa de su

286
conformación vital originaria, para esta tarea de
universalismo mundial y, además, por las razones que
ya puntualicé en un capítulo anterior y que seria
improcedente repetir aquí.
Pero, analicemos con más detalle el fenómeno del
nuevo ser americano. De la primera nihilización del ser
de la antigua América por Europa se genera el Alter ego
del mestizo europeizante, la falsificación esnobista
como imitación servil de otra alma, como remedo
simiesco de los modos de existencia, de las corrientes
de pensamiento y de las modas literarias y artísticas
del Viejo Mundo.
De la segunda nihilización del ser de Europa por la
América antigua, se articula el alter ego del mestizo
indigenizante, por un lado, y del mestizo colonialista,
por el otro. Es decir, la idolatría al sepulcro y del
pasado a outrance343, ya sea hacia el Incario o ya sea
hacia las ruinas y reliquias del Coloniaje hispano. Es la
fascinación ambivalente del ensueño, diríase, la
opiotización del hombre por la tumba ante los
apremios de la vida histórica que tiene delante.
Habría que añadir, además, la enajenación
aberrante y francamente atávica344 del mulato y del
negro de procedencia africana con su regresiva
tendencia hacia formas culturales primitivas y con sus
latrías mágico-animistas de estuporante345 y selvático
barbarismo. Este extrañamiento o enajenación

343 Expresión en francés que puede traducirse al español como “en exceso o
exageradamente”.
344 Arcaico o característico del pasado
345 Vocablo de la lengua portuguesa que se traduce como “estupendo” en español.

“Estupor” (de donde provendría “estuporante” como participio presente) se


refiere a algo que causa un asombro tan grande que impide el habla.

287
retrospectiva cubre, sin embargo, todavía hoy,
apreciables áreas del continente americano.
Las tres actitudes son fugas del presente
dramático, escapatorias medrosas o inhibitorias del
habitante de América ante el llamado perentorio de la
vida actual que reclama su presencia activa y su
colaboración dinámica y creadora.
Aparte de las densas zonas de mestizaje que, en
realidad, son ya un avance, un puente o camino hacia la
unificación del ser americano, cualquiera que sea su
posición anímica actual, hay dos zonas que han
resistido o eludido, todavía, el proceso general y
orgánico de amestizamiento. Una, la zona inmigrante
europea, o de cualquier otro origen, que no se ha
mezclado, que no participa en la tarea vital de creación,
que vive en un estado permanente de fuga, añorante de
su país de origen y que mira con un sentimiento de
despectiva, falsa y ridícula superioridad al americano
auténtico. Otra, la zona del indio puro que, tampoco, se
ha mezclado y que vive sumido en una suerte de sopor
espasmódico, una especie de ser abandonado de sí
mismo y sumergido como en una atmósfera de
ensueño estupefaciente. Ambas zonas son extrañas
totalmente al drama histórico que vive el Nuevo
Mundo. Son las zonas anti-americanas, por excelencia,
que no tienen otro porvenir que la modificación o
fosilización integrales de sus modos de ser. Se diría
que viven dentro de un proceso de mineralización o
petrificación absolutas de sí mismas. Son modos de ser
ensimismados hasta un grado inconmensurable de
granítica impermeabilidad que han cerrado todas las
ventanas de comunicación con el ambiente en que

288
viven y que se niegan a insertarse en la peripecia vital
que los circunda por todos los lados.
De las dos primeras nihlizaciones radicales que
pretenden, cada una por su lado, ser la prolongación
histórica del Continente, brota la auto-enajenación de
la vida americana en zonas considerables. Brota esa
terrible enfermedad metafísica del alter ego, de la
alteración o deformación de sí mismo, del otro yo como
sustituto del propio yo, del yo ajeno como
extrañamiento de su esencia auténtica. Es el ser
contrahecho y disfrazado que se evade de las
responsabilidades históricas que se plantean ante la
conciencia del nuevo americano como requerimiento
apremiante de la vida misma que reclama su
continuación.
El sí de la nueva América es la salida dialéctica,
como se apuntó antes, de las dos negaciones
principales y, por lo tanto, con una esencia distinta de
ambas. Es una realidad o actitud espiritual diferente,
una estructura óntica germinal y nueva. Una integral y
absoluta proyección hacia el futuro: el planteamiento
de un drama vital reciente en que comienza una
creación inédita y original.
Sin embargo, los objetos de las dos nihilizaciones
principales, como ya se ha dicho, también, antes, no
están del todo ausentes de la estructura nueva. Pero, ya
no están enteros, autónomos, con su antigua
independencia morfológica; ya no están como
negaciones radicales sino como gérmenes o factores
vitales integrantes en una nueva refundición
afirmativa. Diríase que ambos han vuelto, mediante un
proceso de involución, a estados biológicos
indiferenciados para romper la cristalización y rigidez

289
morfológica de sus anteriores estructuras. A la manera
como el padre y la madre que, para engendrar a su hijo,
involucionan hasta la indeterminación plástica del
espermatozoide y del óvulo, porque la criatura
engendrada no puede brotar directamente de los
huesos y tejidos, rígidos, diferenciados y cristalizados,
de sus progenitores.
Empero, esta última comparación no es sino un
símil o una metáfora, más bien, un símbolo para
sugerir la realidad, y no la realidad misma.
Guardémonos siempre de identificar el hecho real con
su mera representación conceptual y expresiva. .. ¡Gran
pecado del racionalismo europeo! La imagen biológica
que se ha empleado no tiene otra función que llevarnos
de la mano a la percepción directa y viva de la realidad
americana de hoy. Esa es la tarea de los conceptos -
¡esas metáforas furtivas y clandestinas de las
palabras!- que deben transmitirnos, a través del
entendimiento, la palpitación estremecida de la vida, el
asombro de la vivencia real en nosotros, y no la
abstracción racional y contrahecha de esa realidad.
El sí de la Nueva América, en uno de sus aspectos
fundamentales, es tanto como el rescate de las esencias
implícitas en las dos negaciones anteriores. Un rescate
o recuperación en que el pasado se torna rejuvenecido,
renacido, re-creado como presente y, por consiguiente,
trasmutado como proyección, anhelo, disparo viviente
hacia el porvenir.
En este sentido, el ser de la Nueva América es el
reencuentro consigo mismo, en su nuevo avatar
histórico, de su Continente enajenado. Es el punto final
a esa alteridad metafísica, a esa fuga o extrañamiento
de sí mismo, a esa nihilización que todavía padece

290
América en segmentos considerables de su vida
histórica y que es su tragedia más conmovedora y
patética.
Empero, todo ser es, ante todo, voluntad de vida,
ansia inagotable de prolongación y perduración
vivientes. La esencia del ser no se agota en el hecho
consumado de su presente escueto sino que su
principal ingrediente es su posibilidad, el disparo
resuelto hacia más allá, su proyección hacia el futuro.
Más ese futuro no es un mero programa que espera
realizarse sino que es una realidad viva y dinámica que
está ya, de manera activa, operando en el presente,
forjándolo y plasmándolo hoy; una realidad óntica sin
la cual no hay presente fecundo y vivo. Este presente es
un gajo de eternidad, si se me permite hablar así, que
se proyecto hacia atrás como pasado vibrante –que
seguimos siendo todavía- y como porvenir dinámico
que somos hoy de alguna manera, con energía real y
positiva, en nuestra actualidad palpitante, en nuestro
presente, el cual lo seremos, también, mañana, en el
futuro, en el grado que lo realicemos como eternidad.
“Lo eterno –dice Jaspers- se hace presente tan solo en
forma histórica. La historicidad es existencialmente la
unidad de lo temporal y de lo eterno; es el
reconocimiento de que lo eterno se decide como
fenómeno en el tiempo”. (La razón y sus enemigos en
nuestro tiempo)
En este sentido, podemos decir que la historia no
es sino Eternidad actualizada en sucesivas
encarnaciones temporales y que el tiempo, con la
sucesión de su época, no es sino los aspectos,
semblantes o determinaciones de esa Eternidad- que,
en realidad, no dura ni cambia y que lo único que dura

291
y cambia son nuestros ojos fugaces, es decir, nuestra
vida que es temporal, que es determinación y
concreción incesantes e inagotables. La historia es,
precisamente, esto, apresamiento y realización de lo
permanente, de las esencias, en el acontecer, en lo
variable, en el tiempo. Por ello, el hombre
verdaderamente histórico, el creador, es siempre un
ser sediento de Eternidad…
Se desprende de estas meditaciones que el ser de
la América Nueva es el ser que nosotros proyectemos,
dentro de su más profunda autenticidad, como futuro
desde el presente y, junto con nosotros, nuestros hijos,
nietos y tataranietos, es decir, la posteridad entera.
Quiere decir que nosotros somos los creadores de
América como padres desde hoy, desde el presente y
que tendrá el destino mezquino o grandioso que
proyectemos para ella, en cuanto seamos o no seamos
capaces de pensarla, reconocerla y forjarla como
auténtica Eternidad, dentro de las limitaciones de
nuestro corazón temporal, de nuestros ojos
transitorios y de la circunstancia que enmarca los
cambios y la sucesión. El mismo Jaspers añade como
luminosa precisión: “Es posible penetrar el presente
para llegar al presente eterno en apariencia temporal…
Nuestra vida en la historia es a un tiempo las dos cosas:
la vida que, sirviendo, sirve de fundamento a la vida de
aquellos que vienen después de nosotros, y la vida
transversalmente a la historia, en lo absolutamente
presente, enderezada a la trascendencia que nos libera
en la Eternidad…”. (La fe filosófica)
Mas esta proyección del pasado del ser en el
futuro, desde el presente, nunca acaba de realizarse
porque es drama dinámico, porque es problema

292
viviente que la Vida plantea con reiteración incesante.
Allí reside nuestra responsabilidad y la
responsabilidad de las generaciones futuras que son
solidarias con nosotros. El ser de un pueblo nunca
termina, nunca se cierra por muerte natural, por
simple consumación, porque siempre está abierto a
nuevos planteamientos y apremios dramáticos de la
vida y esta apertura permanente solo depende de
nosotros, de nuestra voluntad de vida con
independencia de cualquier circunstancia histórica.
Los únicos que podemos finalizarlo somos nosotros,
sus propios hijos y sus auténticos padres –que hemos
dejado de serlo en este caso- porque nos hacemos
incapaces de vivir con autenticidad los nuevos drama
que la historia le plantea en cada emergencia. Esto
podría ocurrirle todavía a América si persiste en su
fuga hacia el pasado sepulcral o si no tiene la suficiente
sensibilidad para comprender y percibir el abismo de
su enajenamiento en el alter ego narcisista y
embrujador de otra cultura extraña.
El ser de un pueblo no es algo caprichoso y
arbitrario, algo que surge del puro azar. El ser de un
pueblo se desenvuelve desde su autenticidad misma,
desde su esencia propia e inconfundible y se crea
desde la circunstancia particular en que vive, desde la
emergencia temporal y geográfica que su trayectoria
vital le depara. Con esta circunstancia tiene que contar
y desde ella tiene que partir, también, hacia la
realización de su existencia y de su destino, ya que la
circunstancia es uno de los principales ingredientes de
su drama. Mejor dicho, la circunstancia como
resistencia o como agresión es la forjadora incesante
de su propio y auténtico drama.

293
La indagación del ser de la Nueva América, en
puridad de verdad, debería cerrarse aquí, pero,
quedaría incompleta su integral significación si no la
ligáramos, aunque sea someramente, a los postulados y
conclusiones de los capítulos anteriores.
El examen que se ha verificado de la configuración
histórica de la circunstancia americana nos ha llevado
a encontrar que esta circunstancia está enlazada
íntimamente a un estado de crisis mundial. De esta
crisis está saliendo la conformación política, estatal y
jurídica, de la inmediata y próxima convivencia
humana, ya que los órganos que deben encarnarla
están a la vista en los Estados Mundiales que se han
estructurado en el presente: Estados Unidos de
Norteamérica y la Unión Soviética, con la tendencia
ostensible a constituirse otras agrupaciones
semejantes.
Hemos visto, también, que existe la tendencia en
todo el mundo contemporáneo hacia una unificación
antropológica a través del mestizaje o del
entremezclamiento de los diversos pueblos y hacia la
unificación política y jurídica a través de los estados
mundiales que están constituyéndose. Ambas
tendencias han sido señaladas por Alfred Weber y
Arnold Toynbee y se facilitan y aceleran por la
reducción del espacio geográfico, gracias a los medios
contemporáneos de comunicación. Pero hay, también,
la reducción o acortamiento de la distancia psicológica
entre el presente y el pasado histórico, mediante las
investigaciones recientes que nos han hecho conocer
las civilizaciones y culturas remotas que amplían la
conciencia y la sensibilidad histórica del hombre
contemporáneo en una perspectiva de varios milenios.

294
Por ejemplo, ahora sabemos de los orígenes de Grecia
mucho más que los griegos mismos, como ya lo hemos
expresado antes.
Igualmente, hemos visto, que ambos procesos, el
antropológico y el político, o jurídico, se han
consumado, o están en vías de consumarse en América,
con un adelanto de más o menos dos siglos con
respecto a los otros pueblos: primero, con la
unificación etnológica, política y jurídica de Estados
Unidos; segundo, con la unificación antropológica de
América Latina ya bastante adelantada a través del
mestizaje de varias generaciones y que solo espera su
unificación política y jurídica, en un gran estado
mundial, que se encuentra ya a la vista. Estos dos
procesos americanos son la sustentación material y
visible –como se ha demostrado ya en los capítulos
antes aludidos- de un sentimiento de unidad universal
que ha encarnado en el Continente como conciencia de
su nuevo ser histórico y como ampliación de la
conciencia anterior en conciencia cósmica en esta etapa
universal de la cultura humana. Estos dos valores
supremos han de regir, en los siglos venideros, la
trayectoria vital del hombre contemporáneo o, mejor
dicho, del nuevo hombre de la historia que está
surgiendo de la presente crisis mundial, si han de
salvarse las radicales contradicciones que la han
producido.
El examen de la circunstancia americana nos ha
llevado a descubrir que el ser más profundo de la
Nueva América, su ser vigente y vivo, que emerge de la
nihilización, que se produce en el Nuevo Mundo del ser
del pueblo invasor y del ser de los pueblos invadidos es
una estructura dialéctica nueva, de carácter, de esencia

295
y de destino universales. En una palabra, el drama vital
que ha comenzado a vivir América y que brota de la
fricción con su circunstancia particular, es un drama de
integración cósmica, que se desarrollará en los siglos
próximos, mano a mano, con todos los pueblos del
planeta. Acaso, esta realidad subyacente, que aún no es
visible para todos, explique mejor que cualquiera otra
causa inmediata el acceso y la influencia que ha
comenzado a tener América en los asuntos y
acontecimientos mundiales, como también ya lo hemos
apuntado.
Como se ve, no se trata de una profecía de nuevo
cuño ni de un reciente y trivial mesianismo, sino del
análisis objetivo de hechos, fenómenos y aspectos
históricos que están patentes en nuestra época. Lo
único necesario es que se quiera mirarlos con cierta
agudeza de entendimiento y con dilatada visión
panorámica. Se trata de una analítica de situaciones
históricas evidentes, que todo lo que piden para
completarse en una interpretación orgánica es una
coordinación inteligente que sea capaz de entregarnos
su total profundidad histórica y toda la riqueza de sus
significaciones humanas.
No es el modesto escritor que esto escribe, quien
ha trazado, por su cuenta, el bosquejo alucinante del
cuadro histórico a que está asistiendo el hombre
contemporáneo y que, a la vez, está inteligentemente
inmerso en él. Es, digamos, la versión inteligible de una
época mundial, vista desde América, por un americano
de hoy que está, también, sumergido, por todas las
aristas sensibles de su ser, en el sobrecogimiento
palingenésico y creativo de su Continente y que, a la
vez, se estremece, embargado con total ansiedad

296
humana, ante la convulsión crítica y angustiosa del
mundo entero, del cual es América parte viva y
sustancial, también. El cuadro que ha trazado su
pensamiento, anhelante de comprender con claridad el
paroxismo de la tragedia mundial, brota a su juicio de
los hechos más próximos y de los acontecimientos
inmediatos de nuestros días, tan cargados de tensiones
históricas, de polaridades extremas y de
contradicciones que parecen irreductibles.
Del panorama que se esboza en la vida
contemporánea, surge la evidencia de que la existencia
y el destino histórico de América tienen como
característica esencial, como perfil fundamental de su
misión, una entonación ecuménica, un tan amplio
sentido universal de solidaridad, como nunca lo tuvo,
en el pasado, ningún pueblo o conjunto determinado
de pueblos. Su nueva vida histórica irrumpe desde un
apretado nudo de raíces planetarias. América no podrá
jamás aislarse en sí misma por potente que llegara a
ser en el futuro. Aquí se ubicaron las más hermosas
utopías de los visionarios 346 y en estas tierras
florecieron los sueños de esos primeros falansterios347
de la felicidad. América no podrá cercenarse de su
tarea fundamental, porque ese día habría traicionado a

346 Aquí podría referirse Orrego a la leyenda de El Dorado, mítico lugar ubicado
entre Colombia y Venezuela, donde existirían abundantes riquezas en oro, y
también a la obra titulada expresamente Utopía, de Tomás Moro (1478-1535), en
la que el pensador inglés nos presenta una legendaria sociedad donde reina una
perfecta armonía social entre sus habitantes. En la sociedad utópica de Moro viven
los “amaurotas”. Existe la versión de que el escritor inglés podría estar aludiendo a
la sociedad andina del Perú donde existían los amautas, sabios maestros del
Tahuantinsuyu. (Nota del editor)
347 Según las ideas de Jean-Baptiste Joseph Fourier (1768-1830), socialista utópico

francés, un falansterio no es otra cosa que una comunidad autónoma de consumo y


producción conformada por un conjunto de edificios que pueden albergar a
numerosas personas en su interior.

297
su destino y, tal vez, a la mejor esperanza del mundo y
a la milenaria tribulación del hombre, que vio en ella,
desde los días iniciales de su descubrimiento, la tierra
de promisión, la tierra por excelencia de la libertad
humana.

CAPÍTULO XV

LA DOBLE TENSIÓN POLAR DE LA CONSTELACIÓN


MEXICANO-ANDINA

LOS GÉRMENES HISTÓRICOS QUE CONFORMAN LA


CULTURA AMERICANA

LA IRRADIACIÓN AMBIVALENTE

Allí, donde una agrupación de hombres crea un


organismo o varios organismos culturales, digamos, un
sistema coordinado de expresión viviente, se abre,
también, para el mundo, una ventana de luz hacia la
eternidad de la vida. En realidad, es un nuevo ojo
colectivo que escruta el misterio insondable del
Universo y, en cierta manera, lo encarna, lo concretiza,
lo hace tangible en alguno de sus aspectos. El hombre
de cualquier época puede acercarse, entonces, a este
dispositivo del espíritu y columbrar una perspectiva
original que le trae enseñanzas y revelaciones que no
pudo tener ni concebir antes. A través de estos mirajes

298
la conciencia humana se enriquece y, así, sabemos que
la historia tiene un sentido positivo de alumbramiento
por diferentes, antinómicos y paradójicos que sean sus
semblantes temporales. Son, en verdad, aperturas
sucesivas de la conciencia buscando una integración
lejana del hombre que no podemos saber hacia donde
tenga su término. En este sentido, tales diáfanos
despliegues hacia la comprensión de la vida son
inmortales, sin exageración metafórica, porque están
destinados a incorporarse, alguna vez, a la existencia
humana, como gérmenes históricos. Gérmenes que
continúan viviendo sean cuales fueren las vicisitudes,
trágicas o afortunadas, de los organismos culturales
que los expresaron.
En el continente americano se han producido,
desde remotos tiempos, dos de estos focos culturales
de poderosa irradiación. Uno, al norte, en México; y
otro, al sur, en el Perú. Ambos son puntos de tensión
polar extrema en la estructuración del destino de este
hemisferio. El primero proyectó su influencia hacia el
sur, a través de Centro América, hasta tocar casi el
ámbito colombiano, no obstante la apretada y
caliginosa 348 manigua 349 panameña que pudo haber
sido barrera insalvable para este doble contacto. El
segundo irradió desde los Andes quechuas, a través del
reino de los Syris quiteños y de las culturas Chibchas,
hacia el norte, rozando casi los linderos de los mayas;
y, hacia el sur, extendiéndose hasta el centro de Chile y
a todo el norte y nor-oriente argentinos.
348 Del adjetivo latino caliginosus –a, -um, que significa “sombrío, tenbroso; oscuro,
nebuloso”. Se dice de algo que parece oscuro, turbio, difícil de comprender debido
a su falta de claridad o transparencia.
349 En los países centroamericanos, el término alude a un terreno pantanoso con

abundante maleza.

299
A la luz de las recientes investigaciones
arqueológicas, parece muy probable, que hayan
existido recíprocas infiltraciones –en ciertas épocas,
por lo menos- de estas dos grandes áreas culturales.
Así lo hacen sospechar, entre otros testimonios, las
sorprendentes semejanzas arquitectónicas y
urbanísticas, entre ciudades mexicanas, como
Teotihuacán, y las mayas, como Chichén, Itza, Uxmal y
Copán, con la remota arquitectura megalítica de
Tiahuanaco, de lo cual se derivaron los sistemas
urbanísticos incaicos. O, como lo piensan algunos
investigadores, pueden, también, explicarse estas
semejanzas, que no pudieron darse al acaso –por la
presencia de una cultura general arcaica, mucho más
remota, de procedencia, tal vez, atlántica, que
abrazaría al Continente entero, pero, de la cual no
poseemos sino conjeturas y ninguna prueba
satisfactoria que la evidencia. Los que piensan con este
último criterio, han creído reforzarlo con el
descubrimiento de ciudades y ruinas que suponen
milenarias, y con las noticias, vagas, aún de otras más,
que existirían, perdidas, en las selvas peruanas, en
algunas zonas inexploradas.

II

LA UNIÓN HEMISFÉRICA

Sea de ello lo que fuere, es innegable que, a la


llegada de los españoles, había ya en el Continente
Americano, el incipiente esbozo de un proceso general
de intercomunicación que, por la continua infiltración

300
irradiante de los dos grandes emporios de cultura, el
mexicano y el andino, y con el transcurso de los siglos,
habría alcanzado, quizás, un estadio o etapa unitaria,
de integración ecuménica en este hemisferio. Esta
posibilidad vino a romperse para siempre al impacto
catastrófico con las huestes europeas a principios del
siglo XVI.
Tal probable unidad cultural habría sido muy
semejante, mutatis mutandis, a lo que está ocurriendo
hoy en el mundo entero, a consecuencia de la
intercomunicación que ha creado la técnica europea.
Es decir, que habrían desaparecido las culturas
aisladas, circunscritas y provinciales del pasado que
abrazaban solamente reducidos segmentos
geográficos, para convertirse en una sola cultura
universal, perfectamente ligada, la era de los estados
mundiales a cuyo nacimiento está asistiendo el hombre
contemporáneo.
Se diría, sin duda, que el universalismo occidental
de ahora solo ha sido posible gracias a los poderosos
medios de comunicación que desarrolló la técnica
europea con los cuales nunca habría contado el
Continente Americano, aislado del Viejo Mundo.
Ciertamente, es valedera esta observación, pero, habría
que considerar, también, que el desarrollo técnico, en
su actual potencialidad, solo lo alcanzó Europa a
principios del siglo XX, vale decir, cuatro siglos después
de la Conquista, y con la participación y los formidables
recursos de Estados Unidos. Lo cierto es que, a la
llegada de los españoles, tanto la civilización mexicana
como la andina habían desarrollado ya procedimientos
técnicos avanzados y, en lo que se refiere a las vías de
comunicación, a los sistemas de regadío para la

301
agricultura, a la técnica urbanística de construcción, a
las técnicas de organización y administración estatales,
eran superiores, en muchos aspectos, a las técnicas
europeas de esas época. No es, pues, nada improbable
que, en un lapso de tiempo semejante, las culturas
americanas hubiesen logrado, también, superaciones
considerables que no podemos ni siquiera imaginar
ahora. Singularmente, en aquellos aspectos: el jurídico,
el político, el social y el de comunicaciones, que eran
necesarios para su propia unificación hemisférica.
Claro está que este proceso de unificación
ecuménica americana es un mero supuesto y no es
nada seguro que se hubiese consumado, pari passu350,
con el proceso del Viejo Mundo porque habría
dependido, además de muchos factores imponderables
que son y serán siempre, para nosotros, una insoluble
incógnita. Sin embargo, es muy sugestivo pensar en lo
que habría sido el proceso mundial de universalización
de la época presente, si se hubiera realizado
integrándose con una poderosa unidad continental
americana, que habría incorporado en su seno dos
culturas maduras y desarrolladas, como la mexicana y
la andina, fusionadas en una síntesis continental. No
sería, entonces, un dislate afirmar que, probablemente,
habría sido una integración mundial mucho más rica
en su intensidad, profundidad y altura vital y, por
consiguiente, en una apertura espiritual mucho más
dilatada para la conciencia y la existencia humana.

350Pari passu es una frase en latín que literalmente significa “con igual paso”. Suele
traducirse, por ello, como “en igualdad de condiciones”, “al mismo nivel” ,“con igual
fuerza”, o “tratado del mismo modo” y, por extensión, “en forma equitativa”, “en
forma imparcial y sin preferencias”.

302
III

PERSISTENCIA DE LA POLARIDAD ORIGINAL

Es erróneo, no obstante, creer que esta doble


tensión polar mexicano-andina, que no pudo llegar a su
sazón plena, haya desaparecido ante la colisión
catastrófica de la Conquista. Ella perdura, a pesar de la
imposición violenta de la cultura europea en todo el
Continente y ha ejercido y está ejerciendo permanente
y enérgica influencia en el proceso general de
transformación cultural americana. Puede ser que este
influjo no sea lo suficientemente visible para todos,
pero se manifiesta, sin embargo, a poco que se mire,
con alguna penetración, en las nuevas corrientes
artísticas y de pensamiento que están surgiendo en el
ámbito continental. Bastaría para testimoniarlo, por
ejemplo, la vigorosa y original floración de la pintura
mexicana moderna en la que se alumbran las
profundas raíces autóctonas y las esencias telúricas del
propio mexicano. Si las estructuras morfológicas de las
antiguas culturas se quebraron en colisión con las
fuerzas invasoras, las esencias de ellas perviven aún,
como semillas, como gérmenes históricos de potente
energía conformadora en la nueva síntesis vital del
Continente. El ser histórico de la Nueva América está
contexturándose351 alrededor de esta doble polaridad
de tensiones entre los gérmenes históricos que nos han
dejado las culturas mexicano-andina y los gérmenes
histórico de la cultura europea que trajo la Conquista y

351 Contextualizándose.

303
que, también, se desarticuló, en su contacto con
América, en una medida que aún no se sospecha del
todo y cuyo esclarecimiento es una de las tareas
específicas del investigador americano.
Lo evidente es que las características o las
esencias originales de esta doble tensión de
polaridades no es fácil que podamos discernirlas desde
hoy en toda su rica complejidad. Primero, porque
recién han comenzado a desenvolverse dentro del
nuevo complexo-histórico americano; segundo, porque
las antiguas culturas aún no han sido estudiadas en su
auténtica profundidad vital y humana; y, tercero,
porque ésa será la obra de artistas, pensadores e
investigadores de los siglos futuros. Pero, si se quisiera
señalar, desde ahora, algunas de las características más
ostensibles, diríamos, por ejemplo, que la tensión
mexicano-europea recae su acento sobre el pathos de
la libertad; y que la tensión andino-europea marca su
acentuación en el pathos de la justicia.

IV

LA CONSTELACIÓN LIBERTAD-JUSTICIA

Efectivamente, de todas las antiguas culturas


mexicanas: mayas, tolteca, azteca, surge el esfuerzo de
liberación del hombre a través del arte; se moviliza en
su impulso emotivo hacia la belleza. El mexicano
transfigura la mano, órgano hecho para fabricar
herramientas y para los menesteres mecánicos de la
vida, en un grado que pocos pueblos lo alcanzaron con
tan raro y traslúcido resplandor. Esta transfiguración

304
comienza cuando avienta la semilla en el surco para la
siembra y llega su lucimiento máximo cuando modela
masas plásticas y talla altares para los templos,
esculturas para las plazas y los estadios agonales,
cuando agrupa trazos para el colorido de las pinturas,
cuando dibuja letras para los poemas. Y, sobre todo,
cuando ambas manos se lazan unidas, hacia arriba para
la plegaria, transformadas en aguja vibrante que
hiende el espacio, como una verdadera antena viva de
propalación y captación de mensajes en el Infinito.
Todo esto es esencia y experiencia de la libertad.
“Levantaron los mexicanos –dice un escritor- templos
tan sólidos como los de Roma y más hermosos;
hermosos como los de Atenas y más profundos”. Y,
luego añade: “Las figuras complejas de sus
matemáticas y de su escritura tenían símbolos para
millones de años pasados y futuros”. La pasión del
antiguo mexicano por la libertad ha quedado
eternizada en el testimonio de su arquitectura sin par,
de su urbanística portentosa, de sus obras escultóricas
y pictóricas, de sus vasos líticos y de su cerámica
artística. Es el hombre que se libertad de la densidad
de la materia que lo oprime; que rompe sus cadenas
terrenales en la fulguración estética de su espíritu. Esta
misma pasión lo llevaría a la gesta de su Independencia
política, primero; y a la gesta de la revolución de 1910,
después. No es una causalidad que la revolución
mexicana se adelantara ocho años a la revolución rusa,
que rompe el desfile de la bélica marcha revolucionaria
y social de nuestra época.
En la tensión andino-europea, palpita la pasión
por la justicia, que es patente en todas sus culturas
arcaicas y que lo llevó a realizar, con los Incas una

305
organización estatal perfecta, como no lo pudieron
lograr ninguna de las grandes culturas del Oriente y
ninguno de los pueblos europeos modernos. Una
admirable organización comunitaria en la que jamás se
conoció la pobreza y el hambre, es decir, la injusticia
económica y las terribles desigualdades sociales de los
otros pueblos. “Si el bienestar y la virtud, dice Luis
Baudin352, fuentes de felicidad, son el objeto de la vida,
puede decirse que los Incas realizaron una obra
maestra”. Una organización que arrancando de su
célula primigenia, la familia, se desenvuelve en el ayllu,
y se alza en sucesivos y concéntricos desarrollos hasta
alcanzar el vértice de la pirámide en la persona del
soberano, el Inca, centro divino y humano del Imperio.
La estructura estatal sería el trasunto vivo del sistema
piramidal de su arquitectura y del desarrollo de sus
andenes agrícolas que se alzaban, también, en espirales
ascendentes y concéntricas hasta tocar la cúspide de
las montañas eriazas o desérticas transformándolas en
canastas floridas. Esta pasión por la justicia del indio
peruano tendrá, seguramente, su proyección y
superación en etapas futuras y se incorporará al ser
histórico de la nueva América.
Empero, libertad y justicia son dos valores
espirituales, tan íntimamente trabados que parecen en
su esencia un único misterio que el hombre no ha
podido dominar todavía, no obstante sus titánicos
esfuerzos en el curso de milenios sin cuento. Ha sido el
tema central de la historia y de las luchas humanas que
ha costado sacrificios heroicos y torrentes de sangre

352Louis Baudin (1887-1964). Jurista y economista francés. Autor de El imperio


socialista de los incas (1928), La vida de Francisco Pizarro (1930), Manual de
economía política (1942-1944), entre otras obras.

306
generosa. En realidad, es una tensión espiritual
permanente, cuya substancial polaridad oscila entre la
libertad, colocada en uno de los extremos, y la justicia,
asentada en el opuesto. Un misterio huidizo, que
apenas captado en algunas de sus facetas concretas, se
escapa, luego, dejando solo esqueletos yertos que ya no
expresan su esencia. Esqueletos de instituciones o de
leyes que se tornan opresivas y que niegan su designio
y su origen. Esqueletos de arte o de pensamiento que
un día estuvieron animados por la liberación triunfante
del espíritu y, luego, se vacían de toda liberación
espiritual y se truecan en oquedades absolutas, normas
de rutina, que se vuelven opresivas, también, para la
criatura humana. Más tarde, en nombre de ellas se
levantarán cadalsos, se encenderán hogueras, se
crearán sistemas de persecución y de exterminio. Y, de
nuevo, no habrá sitio para la reciente efigie de la
libertad y para el remozado semblante de la justicia
que reclaman los hombres en ese distinto momento de
la historia. Y otra vez habrá que luchar por ellas con
renovado coraje porque poseen una substancialidad
multicéfala353, que en cada turno es diferente siempre.
Por esta razón el hombre tiene que conquistarlas y
merecerlas cada día, si quiere poseerlas en su plena
vigencia históricas.
Mas, este es solo un aspecto del misterioso drama
de la historia. El otro, es esa tensión polar que traba a
las dos en una simbiosis eterna. Porque, como ocurrió
en las antiguas culturas mexicanas, mientras es asida
alguna efigie de la libertad por la captación de la
belleza, es negada completamente la justicia. O como

353 Que dispone de muchas cabezas.

307
ocurrió en la cultura andina, que mientras es lograda
una parcela de la justicia en la admirable organización
económico-social del gobierno incaico, es negado
totalmente el valor supremo de la libertad,
convirtiendo la hombre en siervo del Estado, en la
unidad anónima de un rebaño. Y es que, en virtud de
esta misma polaridad enigmática no puede haber
nunca libertad plena sin justicia y, a la inversa, jamás
puede realizarse la justicia sin el logro correspondiente
de la libertad. ¡Es la doble dimensión de la naturaleza
integral del hombre!
Empero, esta pasión por la libertad y por la
justicia, junto con los demás valores humanos que creó
la antigua América, y aquellos que trajeron los pueblos
europeos, constituyen los gérmenes históricos que
entrarán en la nueva constelación vital del
renacimiento americano. Esta constelación no podrá
estructurarse hacia el futuro sino dentro de la doble
tensión polar mexicano-andina, que son los dos
puntales maestros de la nueva América.
También, estas dos constelaciones culturales, que
se resuelven en la doble tensión polar mexicano-
andina, constituyen, en su entraña más viva, dos
sinfonías integrantes de la gran orquestación
americana. En el norte se modula la sinfonía de la
belleza en que el hombre es esfuerza por liberarse de
sus lazos densos y sublunares alcanzando un
agudísimo sentido trágico en las aras sacrificiales y
terribles de Huitzilopochtli, rara vez alcanzado por
otras culturas. Este logro liberador lo obtiene el
mexicano a través del colorido pictórico, de la línea
arquitectónica, de la masa, del movimiento y del
volumen escultórico; de la captación y de la fuga de la

308
luz en su múltiple y milagrosa iridiscencia a través de
los espacios cerrados en ángulo y de los espacios
abiertos hacia la ilimitación de la perspectiva. El
hombre mexicano ha salido al mundo en busca de la
libertad con todos los terrores, con todos los
sobrecogimientos, con todas las potencias de su ser.
En el sur se modula la sinfonía de la justicia a
través de la familia y del ayllu, a través de trabajo
organizado, coordinado y tecnificado, a través de las
realizaciones estatales y jurídicas. Convierte la tierra
desértica en una madre pródiga, en la verdadera
Pacha-mama que nutre a todos y no solo a unos pocos,
madre universal que regala al mundo de todas las
épocas y de todas las razas, preciados alimentos
básicos como la papa, el maíz, el camote, la quinua y
tantos otros más. Convierte la tierra en una auténtica
madre nutricia tajando su seno con una maravillosa
red de canales de regadío que ascienden desde las
llanuras a las cúspides de las montañas con una
destreza técnica aún desconocida, cruzando sus
parajes dilatados con una espléndida malla de caminos,
tan sólidos y tan anchos como las vías romanas;
dragando embalses de agua para aplacar la sed de su
entraña en las épocas de escasez; empapando la gleba
con su sudor, con sus lágrimas, con su ternura y hasta
con su sangre. El hombre andino ha salido al mundo en
busca de la felicidad humana en la tierra.
Y así, ambas sinfonías americanas se combinan y
se funden íntimamente en un acorde intemporal y
último que no ha sonado todavía para la historia
humana, pero cuya fluencia musical está entramada de
libertad y de felicidad, de justicia y de belleza. Tal vez
no sean sino cuatro aspectos o efigies de un solo y

309
único enigma que rebasa las palabras que intentan
expresarla y que quizás sean Aquello que llamamos
balbuceando, sin saber apenas lo que decimos: Vida, o
Espíritu o Eternidad. Vivamos los americanos con la
esperanza de que este acorde final, este trémolo
patético y luminoso del hombre, que está flotando aún
en una dimensión intemporal, se encarne algún día en
la historia y se module, desde América, para todo el
mundo.

CAPÍTULO XVI

PROCESO DE DESINTEGRACIÓN Y DE INTEGRACIÓN


CONTINENTALES

LOS “GÉRMENES HISTÓRICOS” COMO FACTORES


DEL NUEVO COMPLEJO CULTURAL

CLAVE SIGNIFICATIVA

En capítulos anteriores nos hemos ocupado ya


indirectamente del rol principal que juegan en el
proceso de la Nueva América, lo que hemos llamado
“gérmenes históricos”. Ahora, debemos acometer el
problema de modo directo, como tema central. En
coyunturas antecedentes la proyección de nuestras
meditaciones tocaba soslayada a esta realidad
continental. Como mera ronda del pensamiento que la
rozaba apenas en cuanto era necesario para aclarar

310
ciertos parajes de la lucubración, con que
tropezábamos en el tránsito indagatorio. Ahora, el
enfocamiento es rectilíneo y a plena luz sobre el núcleo
del problema.
Hemos afirmado que la colisión del antiguo
mundo americano con el mundo europeo del siglo XVI
originó una realidad propia de América que es
menester estudiarla en todo su opulenta y profunda
significación porque es la clave para comprender el
proceso cultural que se ha generado en el Nuevo
Mundo y que se encuentra hoy en pleno
desenvolvimiento. Ya hemos hecho referencia en
varias oportunidades al papel decisivo que están
desempeñando estos “gérmenes históricos”,
procedentes de los dos orbes culturales que entraron
en colisión y que constituyen los dos elementos
dinámicos del vasto y complejo fenómeno metabólico
que está generando la nueva realidad americana.
Hemos dicho, también, que para ambos mundos, el
choque fue una verdadera catástrofe porque significó
la desintegración de su antiguo ser. Fue, afirmamos,
una caída abismal porque ambos orbes perdieron su
anterior identidad cultural e histórica.
Desde la Conquista comenzó un vasto proceso de
desintegración, visible y acelerado, para los valores de
las antiguas culturas americanas, la mexicana y la
andina, principalmente; e invisible, pero, cierto,
también, para la cultura europea que se impuso por la
fuerza en todo el ámbito continental. Esta última
desintegración tenía todavía un ritmo lento en los
primeros siglos: se realizaba en menor escala que la
primera y fue menos activa porque era valorada con
una alta estimativa por los conquistadores, como era

311
lógico, y también por las primeras generaciones de
mestizos que nacieron y crecieron dentro de este
ambiente, como herederos naturales de tal patrimonio
cultural.
Hemos afirmado, así mismo, que como
decantación vital de esta doble desintegración, ha
surgido la presencia dinámica de dos clases de
gérmenes históricos, los cuales, como fermentos o
semillas culturales, están ejerciendo una formidable
acción creadora en la cultura de la Nueva América.
Esta teoría de los “gérmenes históricos” la
enunciamos por primera vez hace más de treinta años,
en los primeros atisbos juveniles con que intentamos
comprender y esbozar la realidad cultural de América.
Luego, la precisamos con más claridad en el libro
Pueblo Continente, que se publicó en 1937.
Desarrollamos354 estas motivaciones muchas veces a lo
largo de toda nuestra producción ulterior. Y,
finalmente, en un ensayo más reciente publicado en la
revista Humanismo de México, en abril de 1955, en que
estudiamos la doble tensión polar de las culturas
mexicana y andina; y la polaridad que genera cada una
de ellas frente a los gérmenes culturales que nos está
dejando la desintegración de la cultura europea. Como
conclusión de este estudio establecimos: que “los
gérmenes históricos” de las antiguas culturas
americanas estaban aflorando a la superficie cultural
del Continente, fenómeno que se había evidenciado de
manera palmaria en la pintura mexicana moderna y en

354En el original, no aparece el verbo “desarrollamos”, pero he pensado


conveniente colocarlo porque deja claro, en forma explícita, el hecho que el autor
creó, mantuvo y siguió perfeccionado su teoría juvenil sobre los “gérmenes
históricos” a lo largo de su trayectoria intelectual como pensador americanista.

312
las nuevas corrientes artísticas, estéticas, políticas,
literarias y filosóficas de América a partir de 1914. Esta
afirmación no fue sino el primer acercamiento a una
realidad mucho más profunda, como luego veremos.
Finalizamos este último trabajo estableciendo,
también, que la tensión polar mexicano-europea hacía
recaer su acento creador en el pathos de la libertad, y
que la tensión polar andino-europea marca su
acentuación en el pathos de la justicia.
Esta realidad de los “gérmenes históricos” no es,
por lo demás, invención nuestra. El mismo Spengler,
que sienta como base de su teoría la incomunicabilidad
de los “círculos culturales”, acaba por reconocerla,
como lo puntualizamos en un capítulo anterior.
Muchos otros escritores se refieren también a ella. El
pensador Lewis Mumford355, en su libro Técnica y
civilización nos dice que “el hombre moderno no habría
podido inventar su equipo técnico actual sin haber
aprovechado los progresos realizados por las culturas
que le precedieron”. En su estudio de la civilización
egipcia, Flinders Petrie356 demuestra que ésta es el
resultado de una abundante mezcla de factores
anteriores y el desenvolvimiento del cristianismo es un
testimonio patente de cómo los elementos más
extraños y dispares se fundieron para engendrar una
realidad nueva con su contenido específico, entre

355 Lewis Munford (1895-1990). Sociólogo, historiador, filósofo de la tecnociencia,


filólogo y urbanista estadounidense. Se ocupó sobre todo, con una visión histórica
y regionalista, de la técnica, la ciudad y el territorio.

356William Mathew Flinders Petrie (1853-1942). Destacado egiptólogo británico,


pionero en la utilización de un método sistemático en el estudio arqueológico, que
realizó excavaciones en las zonas más importantes de interés arqueológico en
Egipto, tales como Naucratis, Tanis, Abidos y Amarna.

313
otros, la filosofía griega, el mito dionisíaco de la tierra,
el mitraísmo, el mesianismo judío, el zoroastrismo y
tantos más.
A fines de marzo de 1956, vimos confirmada
nuestra ya lejana intuición juvenil por Arnold Toynbee
en declaraciones que recogió un periódico de Lima. Las
consideraciones del gran historiador coinciden con el
enfocamiento que habíamos hecho, varios años antes,
del problema.
Veamos lo que dijo textualmente el historiador
inglés: “La sociedad andina fue sumergida y desplazada
por la conquista española y, en rigor, de verdad no está
extinguida. Puedo hablar de mis observaciones en
México y, obviamente, para confirmar mis teorías, debo
estudiar con más detalle lo que ocurre en el Perú”.
Concluye diciendo: “que en México la vieja cultura
indígena está emergiendo hacia la superficie de la
sociedad actual”.
Sin embargo, estas declaraciones están en
flagrante contradicción con lo afirmado muchos años
por Toynbee cuando nos dice: “Podemos ver que
algunas civilizaciones ya extinguidas han perdido su
identidad en la última etapa de su historia… el proceso
de “occidentalización” que empezó a apoderarse de la
cristiandad ortodoxa en el último cuarto del siglo XVII
de la era cristiana, y de las otras civilizaciones no
occidentales cien años más tarde, se llevó a cabo en la
Civilización Centroamericana y en la Andina en la
primera mitad del siglo XVI; y en estos dos últimos
casos el proceso se nos presenta ya como virtualmente
concluido”. Y, luego, en la siguiente página, añade: “Por

314
todo esto podemos afirmar que la ci-devant 357
Civilización Centroamericana, como la ci-devant
Civilización Andina, ha sido ya totalmente absorbida
por nuestro cuerpo occidental…” Estas palabras están
consignadas en la primera parte del tomo IV de la
edición castellana de su Estudio de la historia, páginas
95 y 96, editada por la EMECE de Buenos Aires.
No hacemos estas citas con el propósito de
censurar al gran historiador, sino, al contrario, como
un homenaje a su probidad intelectual. Al ponerse en
contacto directo, in situ, tanto en México como en el
Perú con las sociedades actuales y con los restos de las
antiguas culturas mexicana y andina, encuentra que la
realidad es distinta de aquella que surge a través de
crónicas, estudios, textos y comentarios históricos
habituales que han venido escribiéndose en nuestros
países desde la Conquista, y no vacila rectificarse
públicamente, como lo hizo en Lima, el 17 de marzo del
año 1956. Es un homenaje no solo a su probidad, sino a
su poderosa intuición y a su fina sensibilidad histórica,
pues es el único europeo que ha acertado a proyectar
su visión en la entraña misma del proceso cultural que
está desenvolviéndose en estos pueblos.
El caso americano es, en verdad, un caso
cautivante y pródigo en incitaciones. Los escritores y
pensadores europeos y, también, casi todos los
escritores americanos que han estudiado su actual
proceso cultural, lo han hecho desde ángulos
completamente superficiales, considerando ya

357Expresión francesa que puede traducirse en español como “ex, anterior o


antiguo”. Se usó durante la Revolución Francesa para designar a los antiguos
nobles que habían perdido su condición aristocrática y su título.

315
consumada definitivamente la aparente absorción de
los pueblos americanos por “el cuerpo social
occidental”. En verdad, América está dando su
respuesta genuina al reto de la cultura occidental en
crisis que entró en colisión con ella a mediar el siglo
XVI.
En el presente capítulo intentamos dar la
explicación adecuada de lo que está ocurriendo en el
Continente Americano.

II

MORFOLOGÍA Y ESENCIA CULTURAL

Con referencia a las declaraciones, que acabamos


de consignar, del pensador inglés, vamos a formular
algunas informaciones que creemos capitales para la
inteligibilidad del proceso cultural americano. Se trata
de uno de los problemas históricos más fascinantes, no
solo para entender el caso americano sino, también,
para esclarecer el proceso metabólico o de
transformación interna, de lo que el mencionado
teórico de la cultura ha llamado muy bien sociedades
sucesoras y sociedades filiales.
Consideramos que es una manera muy incompleta
y vaga de plantear este proceso, al afirmar que las
antiguas culturas, en realidad, no se extinguieron con
el impacto europeo, sino que solo se “sumergieron” y
que ahora comienzan a surgir de nuevo a la superficie
de la sociedad actual.
Creemos –y casi lo venimos afirmando desde hace
algunos años- que el impacto que sufrió América con la
invasión de Europa, significó una tremenda catástrofe

316
para la subsistencia integral de ambas culturas en el
ámbito del Nuevo Mundo. Las dos se desintegraron con
el choque –la europea continúa aún desintegrándose y
de esa doble desintegración está surgiendo la nueva
expresión cultural de América que, desde luego, será en
su culminación futura una expresión superior a las
anteriores expresiones aisladas de sus progenitores.
Si esto es cierto, surge, entonces, la gran
interrogación inquietante del problema americano, la
cual se puede formular esquemáticamente así:
¿Qué es lo que muere y se destruye con el
tremendo impacto cultural de los dos mundos y qué es
lo que sobrevive y persiste en el nuevo complexo-
cultural americano?
Podemos formular una tesis que se nos presenta
como la más satisfactoria, y que proyecta una nueva
claridad integral sobre el fenómeno americano.
La teoría de los gérmenes históricos viene
precisamente a llenar esta función iluminadora y, por
lo tanto, a clarificar y precisar la respuesta que
buscamos.
En una cultura hay que distinguir cuidadosamente
dos factores: uno, morfológico, material, palpable,
temporal, que nos da el inmediato semblante, la
fisonomía, digamos, visible de dicha cultura, que se
evidencia en los productos culturales realizados:
arquitectura, pintura, música, obras tecnológicas,
filosofía, literatura, usos ceremoniales, costumbres y
ritual religioso. Y otro, interno, íntimo, ingrávido 358,
que se expresa y se revela a través del primero y que
constituye el espíritu, el centro creador del conjunto de

358 Se dice de algo que carece de peso, como por ejemplo un espíritu.

317
valores estéticos, éticos, religiosos, etc., en potencia; en
una palabra, la esencia invisible e imponderable del
proceso cultural, su sentido espiritual último.
El primero se extingue con la desaparición o
desintegración de la cultura que lo creó. El segundo es
intemporal, resiste a la melladura corrosiva del tiempo
una vez realizado desde cualquier circunstancia;
perdura, es inmortal, cualquiera que sea el destino
adverso o afortunado, de la cultura en que se encarnó,
y está destinado a incorporarse alguna vez al acervo
espiritual del hombre en cualquier época o
circunstancia propicia a su alumbramiento y durante el
desenvolvimiento histórico del hombre. Esta realidad
nos explica esos desconcertantes saltos culturales que
se producen en áreas lejanas, sin ninguna contigüidad
espacial ni ninguna continuidad cronológica con las
culturas originarias, cual si fueran brotes aislados, y
que recogen “gérmenes históricos”, procedentes de
anteriores desintegraciones culturales que no tuvieron
con ellas relación directa e inmediata.
Estas esencias culturales constituyen los gérmenes
históricos que fecundan y generan otras culturas
diferentes. Son el lado positivo de la historia y
constituyen dispositivos o ventanas de luz, como lo
hemos sostenido en el capítulo anterior, desde los
cuales el hombre de cualquier época puede otear359 los
valores del pasado y acercarse hacia el misterio eterno
de la Vida y del hombre. Son, en verdad, aperturas
sucesivas de la conciencia humana en la entraña
insondable de la historia, diáfanos despliegues
correlativos, que nos abren panoramas espirituales

359 Contemplar desde lugar alto lo que está abajo. Sin. Escudriñar, atisbar.

318
desconocidos y que nos traen revelaciones y
enseñanzas concretas que no pudimos tener antes sino
a través de ellos. Es la eternidad de la vida humana que
se nos manifiesta en los procesos culturales y que “no
sabemos hacia dónde se encaminan, ni hacia dónde
tengan su término”360.
La falta de percepción de esta profunda realidad
histórica, y que constituye un aspecto de su médula
más recóndita, llevó a Spengler a su concepción
escéptica de los círculos culturales “cerrados” e
“intransferibles” y a su miope y férreo determinismo
cultural que niega toda “comunicabilidad” y
trascendencia de unas culturas sobre otras.
Una intuición histórica que caló a medias el
fenómeno cultural, lo arrastró a detenerse en la mera
estructura morfológica, externa y visible, ocultándole
el elemento esencial de esa estructura. De hecho, el
puro elemento morfológico es cerrado, incomunicable
e intransferible en todos los procesos culturales,
porque es armazón rígida, la estratificación o
cristalización ósea de las culturas y que nunca puede
reproducirse otra vez en la historia. Aquí vale, también,
el apotegma estético: una vez y nunca más. Para
entender este hecho, tenemos que apelar, de nuevo, a
la imagen que empleamos en el capítulo que versó
sobre la indagación del ser histórico de la Nueva
América. Entonces, expresamos que el padre y la
madre para engendrar al hijo tenían necesidad de
involucionar hasta el plasma orgánico que era el
germen seminal y el germen ovárico indiferenciados,

360Véase el capítulo XV acerca de la doble tensión polar mexicano-andina en la


conformación de la Nueva América, página 298 (Nota del editor, modificada por
Bhanzy)

319
es decir, hasta el espermatozoo masculino y hasta el
óvulo materno, porque la nueva criatura no puede
surgir de los tejidos, ya demasiado diferenciados, ni de
los sistemas óseo y muscular, ya rígidos y cristalizados
de los adultos, que son “cerrados”, “incomunicables” e
“intransferibles” para la nueva criatura, la cual tiene
que forjar su propia e individual realidad orgánica. En
una palabra, que tiene que construir su genuina
estructura o fisonomía morfológica. Este símil nos
puede ayudar a comprender el proceso cultural en su
última y más profunda esencia. Ahora, concretándonos
al hecho cultural americano, ya estamos en situación
de entender mejor que, en la colisión de ambos orbes
culturales y en la concomitante desarticulación
catastrófica de los dos, perecieron para siempre las
estructuras morfológicas externas, que no pueden ya
reproducirse, otra vez, en la Nueva América, y
perduraron las esencias o gérmenes históricos de
ambos, los cuales están destinados a continuar
viviendo en el nuevo complexo-cultural americano,
mediante el impulso dialéctico de las dos negaciones
catastróficas de sus progenitores. Ambas especies de
gérmenes culturales han comenzado a vivir en un
nuevo alineamiento histórico que, en realidad, es un
nuevo ser cultural, enteramente distinto de las
realidades culturales anteriores. Este alineamiento
reciente de los gérmenes históricos antecedentes está
conformado por el designio de auto-determinación
creadora del nuevo hombre americano frente al
apremio histórico, frente al reto de un mundo en crisis,
el cual para salir de su tremenda encrucijada actual
necesita crear un nuevo tipo de hombre histórico. Allí

320
reside la misión universal del hombre americano de
hoy y, también, de la Nueva América.

III

SUMERSIÓN Y AFLORAMIENTO DE LOS “GÉRMENES


HISTÓRICOS”

Empero, intentemos ver, con mayor profundidad y


precisión, el doble movimiento de inmersión y
emersión culturales que se está produciendo en
América y que constituye el característico fenómeno
metabólico o de transformación histórica en el Nuevo
Mundo.
Para lograr una mejor comprensión valgámonos
de la sencilla imagen mecánica del péndulo.
Rotas las estructuras morfológicas de las antiguas
culturas mexicana y andina a consecuencia del
impacto, irrumpe, por la fuerza, a la superficie del
Continente, la estructura morfológica de la cultura
invasora. Inmediatamente, como oscilación o
repercusión pendular de la extremidad opuesta, se
produce, también, la inmersión de los gérmenes o
esencias históricas de las antiguas culturas.
Estos gérmenes van a depositarse en los estratos
psíquicos del Continente. Han sido, en cierta manera,
libertados, de los tejidos culturales anteriores ya
diferenciados y de las osamentas anquilosadas ya
adultas de las culturas maternas. En verdad, liberados
de las rígidas estructuras morfológicas que los
apresaban, las cuales han comenzado a disgregarse por
la violencia del choque.

321
Este fenómeno de sumergimiento se produce por
la ley de represión freudiana, que elimina de la
superficie de la conciencia aquellos hechos y valores
que no pueden morir porque son inmortales, pero, que
nos causan desazón, temor o vergüenza. Se sumergen,
entonces, y van a depositarse en el desván profundo
del inconsciente colectivo, en el abismo de la hondura
psíquica. Allí están acechando su oportunidad creadora
que, cuando no la logran, surgen a la superficie como
neurosis o estados patológicos, como desequilibrios
anímicos o espirituales. Esta es, también, la razón por
la que América fue durante todo el Coloniaje un
continente en desequilibrio, un territorio enajenado,
una tierra que había perdido su razón de ser auténtica
y en la que sus antiguos gérmenes históricos
reflotaban, se evadían, muchas veces, de su sepulcro
temporal, hacia arriba, como dilaceraciones 361
anímicas profundas, porque no encontraban su
oportunidad creadora. De ellos, también ha provenido,
por reacción positiva, su más enérgica incitación hacia
el reencuentro saludable de sí misma que se ha cuajado
en la conciencia de la Nueva América.
Para explicar este fenómeno, con toda claridad,
basta considerar la insolencia despectiva con que el
español y los mestizos solían mirar a la raza india y a
todos los valores, modos de ser, costumbres
pertenecientes a las culturas autóctonas. Aún hoy, este
sentimiento desdeñoso persiste, hasta el extremo de
que en ciertos lugares se tiene vergüenza de hablar los
idiomas quechua y aymara y vestirse con los antiguos

361 Desgarramientos

322
ropajes típicos de los indios, especialmente en Bolivia,
Perú y Ecuador.
Este fenómeno de desintegración comienza a
producirse para los valores de las antiguas culturas
americanas desde el primer día de la Conquista. Estos
gérmenes fueron apilándose, amontonándose en los
estratos abismáticos del Continente, como larvas
culturales, acechando su hora oportuna para emerger,
de nuevo, creadora –o patológicamente cuando no
encontraba oportunidad propicia- hacia la superficie
de la sociedad. Allí, en esos estratos oscuros y abisales,
se amortajaron, también, como el gusano en la
crisálida, esperando que suene la hora del destino en
que debían ensayar, transformados, un nuevo vuelo de
impulso superior.
Este hecho profundo de la Nueva América fue
percibido inexactamente por Toynbee. Que alguno o
algunos de nosotros, hombres americanos, lo hayamos
visto con una anticipación de varios años, se explica
porque hemos nacido y hemos vivido sumergidos en
esa atmósfera larvaria, meditando constantemente
sobre los problemas fundamentales del Continente y
buscando respuestas a nuestras propias angustias. Lo
portentoso es que un extraño, un europeo –
generalmente miope para ver nuestras realidades
características y fundamentales- haya dado, a primera
vista, con una de las claves maestras del proceso
cultural americano, contradiciendo sus afirmaciones
anteriores, en el plazo tan breve de cuarenta días que
duró su visita a México y que, ciertamente, habrá sido
confirmada por las observaciones directas que ha
realizado en el Perú. Empero, el pensador inglés no ha
visto el fenómeno en su verdadera, integral y completa

323
significación, en su total fisonomía y en su
trascendental alcance histórico para el proceso cultural
de la Nueva América.
Intentemos, con el acerco de observaciones
pensadas a lo largo de treinta años, precisar el
auténtico y verdadero perfil de este fascinante cuadro
que se despliega en la nueva vida americana.
Este fenómeno de sumergimiento cultural de la
antigua América duro, más o menos, tres siglos, hasta
principios del XIX, en que comienza el alumbramiento
de una nueva conciencia de unidad continental, en que
América percibió que se había estructurado una nueva
realidad y un nuevo rumbo de su destino histórico con
significado y alcance universales.
Los gérmenes históricos, procedentes de la cultura
europea, que también se desintegró morfológicamente,
durante ese tiempo, en una escala que aún no se
sospecha, comenzaron, también, a sumergirse, a
subsumirse en los estratos psíquicos abismales del
Continente.
Esta nueva sumersión se debió, igualmente, a un
fenómeno de represión freudiana, pero de distinta
índole. Para la nueva conciencia que iniciaba su
alumbramiento en una zona que comenzó a
estructurarse, también, como consecuencia de la fusión
vital y dialéctica a través del mestizaje, los valores
europeos impuestos por la fuerza, eran extraños a la
realidad del Continente, falsos, simples remedos de
algo que le era radicalmente ajeno. Bajo esta
compulsión que envolvía una vigorosa repulsa
psíquica, emotiva y aun ideológica, comenzó la
sumersión activa y en grande escala del otro extremo,
como respuesta pendular a la primera.

324
Y aquí viene el hecho profundo que apenas
vislumbró Toynbee y que, en consecuencia, lo apreció
inexactamente consignándolo en sus declaraciones que
hizo en Lima y que hemos transcrito antes.
Efectivamente, el fenómeno de aparente
afloramiento, como veremos, en seguida, de las
antiguas culturas americanas, hacia la superficie de la
sociedad actual, comienza, más o menos, en 1914, con
la Primera Guerra Mundial que sirvió de “fuerza
catalítica” –nada más que como fuerza catalítica- como
ya lo afirmamos.362
La guerra de 1914 fue el comienzo de la crisis
europea, en que el hombre europeo comienza, también,
a poner en tela de juicio sus valores espirituales
anteriores, que eran la base de su antigua vida. Con
esta crisis, que se agravó en la segunda guerra hasta
asumir un clímax explosivo, los valores culturales
europeos perdieron el sortilegio que hasta entonces
había ejercido sobre América y que había alimentado el
falseamiento imitativo, el esnobismo simiesco del
espíritu americano por la influencia de Europa. Por
esta razón, la crisis europea favoreció la eclosión de los
valores originales de la Nueva América, cuya
conciencia alumbrada había llegado ya a su
maduración espiritual por sí sola.
Efectivamente, a partir de la fecha indicada, o
pocos años antes, comienza a surgir en todo el ámbito
del Continente, movimientos estéticos, políticos,
filosóficos, literarios, artísticos, independizados del
tutelaje europeo y que se esfuerzan por expresar los
valores nacientes y originales de la Nueva América,

362 Cf. supra cap. I, apartado III. También cf. supra nota 24.

325
como lo indicamos en capítulos anteriores. Surgen así a
la superficie lo que aparentemente son los gérmenes
culturales de las antiguas sociedades mexicana y
andina. Ya hemos indicado que resalta palmariamente,
tal hecho en la pintura mexicana moderna en que
aparecen aflorar los antiguos valores autóctonos,
telúricos, vernaculares.

IV

EL RENACIMIENTO AMERICANO

Los campos más fecundos y dinámicos de este


fenómeno creativo son, sin duda, los dos segmentos de
las culturas andina y mexicana porque fueron los
epicentros principales y más logrados de irradiación
cultural de la vieja América, pero el fenómeno está
originándose en toda la extensión del Continente que
despierta a una nueva conciencia espiritual. En estos
campos están latentes las primigenias esencias o
semillas culturales que se fecundan mutuamente hoy a
través de la intercomunicación mundial que tanto
caracteriza a nuestra época. El Perú y México son,
ciertamente, los dos focos troncales de este amanecer
histórico, porque fueron los dos emporios antiguos de
proyección cultural que quedó truncada con la
Conquista y que vuelven a reencontrarse para
consumar su destino interrumpido durante cuatro
siglos y, en esta ocasión, con una escala absolutamente
universal.

326
Sin embargo, esta emersión es solo una apariencia
falaz. Tratemos de explicar tal hecho con más
veracidad y hondura.
Lo que realmente ocurre es que al sumergirse los
gérmenes históricos de la cultura europea, en
avanzado grado de desintegración morfológica, se
encuentran, en los estratos más soterrados del
Continente, con los gérmenes históricos que se
sumergieron a raíz de la desintegración morfológica de
las antiguas culturas. Como no pudieron ninguna de las
dos clases de gérmenes surgir solos a la superficie sino
provocando repercusiones patológicas y
perturbadoras de desequilibrio, se realizó, entonces,
un fenómeno nuevo de verdadera fecundación
dialéctica, frente al reciente apremio de continuidad
histórica, un fenómeno de fusión o de refundición
orgánica, de la cual surge una nueva unidad cultural,
distinta radicalmente a las anteriores, y que comienza
a estructurar una reciente fisonomía morfológica, que
será la expresión cultural externa y visible de la Nueva
América en el futuro.
Este surgimiento de valores completamente
distintos produce la engañosa apariencia de
resurrección de las antiguas culturas. Si miramos con
más profundidad, constataremos que esta emersión a
la superficie está constituida por los gérmenes
históricos, fecundados recíprocamente y transfundidos
ya, y que proceden de los dos orbes culturales que se
desintegraron con la violencia catastrófica de la
colisión. Este afloramiento hacia arriba ya no tiene su
correspondiente oscilación pendular hacia abajo,
porque ya no queda represión o inhibición patológica
alguna y se ha restablecido el equilibrio, la salud

327
psíquica del Continente con la tarea palingenésica363. Si
examinamos con penetración estos nuevos productos
culturales, veremos pronto que en ellos se han fundido
las esencias autóctonas antiguas con las esencias
europeas, es decir, que ambas han desaparecido como
valores articulados dentro de conjuntos
independientes autónomos. En la pintura mexicana,
por ejemplo, junto a la inspiración vernacular de
remota esencia estética, se percibe, igualmente, una
inspiración y una técnica nuevas, pero de directa
filiación occidental europea. En verdad, son las
primeras manifestaciones superiores del gran proceso
cultural novísimo que ha comenzado a desenvolverse
en el entero ámbito continental desde 1914 –para
señalar una fecha más o menos aproximada- y en
aquellas zonas en que América vuelve a encontrarse a
sí misma. Es la última oscilación del péndulo que funde
creativamente a los dos adversarios, cuyo choque
produjo la tremenda catástrofe cultural de ambos. Lo
que fue desintegración cadavérica en la superficie,
durante el primer contacto, se transforma en fusión
orgánica, en conjugación vital remozada y forjada en
las entrañas soterradas del Continente, durante el
segundo contacto. Esta mecánica pendular de arriba
hacia abajo y de abajo hacia arriba nos da una imagen
exacta del proceso metabólico que se está operando en
la reciente estructuración histórica y cultural del
Continente. Por ello, hemos dicho que la Nueva
América surge de la sima hacia la cima; que es una
precipitación vertical hacia abajo, hacia el ángulo
abismático de la nihilización de sus dos progenitores,

363 Cf. supra nota 75.

328
hacia el nadir364 más denso e involutivo de las dos
anteriores estructuras culturales, que es en verdad la
nada ontológica. Pero es, también, un ascenso en vuelo
vertical hacia el vértice cenital del planeta, hacia un
nuevo cosmos de luz que se nutre con los efluvios del
espíritu.
Esta ilusión falaz de la resurrección de las antiguas
culturas procedentes no es reciente, por lo demás, en el
mundo. Ha habido varios “renacimientos” en el mundo
histórico, como lo piensan muchos historiadores. Cada
cultura “sucesora” ha tenido el suyo, lo mismo que su
feudalismo y su edad media. Es la misma ilusión del
Renacimiento europeo, mutatis mutandis, por
supuesto, en nuestro caso en que se creyó levantar de
su sepulcro deslumbrante a la cultura grecorromana y
que, en realidad, no fue otra cosa que el quicio de la
cultura occidental. En este periodo surgieron los
valores fundamentales de la cultura europea. Los
estudios de Burckhardt, al respecto, son definitivos,
quien refiriéndose a la poesía neo-latina, por ejemplo,
dice: “Lo mejor que así se produce no es imitación ya,
sino propia y libre creación” (La cultura del
Renacimiento en Italia). Fue entonces la época de la
fusión de muchas estirpes antagónicas, de la
proliferación fecundante de muchos gérmenes
culturales, de la etapa, por excelencia, del HUMANISMO
que llevaba en sus entrañas una nueva cultura, pero, de
ninguna manera, la osamenta espiritual de un Lázaro
redivivo. ¿No podrá hablarse ahora con la misma
propiedad, en una época en que el mundo ha entrado
en una crisis radical, con tan profundo y agónico
364 En astronomía, se refiere al punto de la esfera celeste diametralmente opuesto
al cenit; es decir, el punto más bajo para un observador.

329
dramatismo, de un nuevo HUMANISMO AMERICANO,
en que proliferan innumerables gérmenes históricos y
en que están fundiéndose todas las estirpes conocidas
del planeta? Tal vez no estemos lejos de una época en
que los estudios arqueológicos desentrañen secretos
inauditos y alucinantes en América y que obseda365 la
locura de resucitarlos con un frenesí parecido a la
pasada embriaguez renacentista europea. La
semejanza sería, entonces, incuestionable, y mucho
más si se descubrieran escrituras arcaicas, infolios en
piedra, tratados clásicos en quipus, incunables cifrados
en letras ignoradas que serían descubiertos, luego, por
los sabios americanos del inmediato futuro. No
sabemos las sorpresas que nos reservan los tiempos.
Una inteligencia tan aguzada y una autoridad, como la
de Toynbee, ¿no cae en la misma ilusión renacentista,
sin saberlo, al ver aflorar hacia la superficie de la vida
histórica actual las antiguas culturas “sumergidas”?
¿No intentarán mañana los hombres del futuro
americano imitar los templos aztecas o mayas, el estilo
urbanístico de Tiahuanaco y de Chavín, de Teoticán, de
Chanchan, del Cuzco, de Chichén Itza, de Uxmal y de
Copán? ¿No tratarán en el porvenir los arquitectos
americanos de reconstruir la majestad estuporante366 y
el misterio estremecedor de la maravilla arquitectónica
que es Macchu-Picchu, donde parecen haber puesto las
manos los dioses mismos con su mágico poder; tal
como lo hicieron los arquitectos renacentistas al
resucitar el estilo clásico del Partenón, de la Acrópolis,
del Areópago, de las moradas privadas de los
ciudadanos atenienses y de los templos griegos, como
365 Del verbo “obseder” que significa obsesionar.
366 Cf. supra nota 292.

330
modelos supremos de su arte? ¿No escribió Leonardo
de Vinci un tratado de preceptiva estilística bajo el
rigor de los módulos helenos? ¿No está plagada aún la
filosofía estética de Europa con las tesis aforismos
magistrales y conceptos sobre la belleza, tal como la
concebían y sentían los clásicos grecorromanos? ¿No
pasaron muchos siglos antes de comprenderse y
penetrar en la verdadera esencia del estilo gótico,
instrumento por excelencia de la expresión del espíritu
de Occidente? Y Florencia, el gran emporio del
Renacimiento, ¿no intentó imitar en la constitución
jurídica de la ciudad los procedimientos políticos de los
griegos, tomando a préstamo hasta los nombres de los
partidos, como, por ejemplo, “Ottimati”, “aristocracia”,
expresiones que persistieron, otorgándoselas un
sentido europeo convencional, enteramente diferente
al antiguo?
La teoría de los “gérmenes históricos” es de una
fertilidad singular para explicarnos diversos procesos
vitales y culturales. Entre otros, nos aclara, por
ejemplo, la oscilación cíclica de los periodos históricos
que partiendo de un Caos, de un estado involutivo
anterior –que no es la nada sino la suspensión de todos
los gérmenes vitales en estado neutro y que, por
fecundaciones y articulaciones sucesivas- alcanzan un
Cosmos. Y, de nuevo, desde un Cosmos, por choques y
desintegraciones sucesivas, también se precipitan en
un movimiento involutivo hacia abajo y vuelven a un
Caos originario y primordial.
Nos aclara, igualmente, el fenómeno vital de
tensiones y polaridades sucesivas sin el cual no
podemos explicarnos, tampoco, ningún proceso
cultural nuevo ni el surgimiento de estructuras

331
originales poderosamente creadoras. Tensión y ritmo,
caos y cosmos, involución desintegrante y evolución
creadora. El pensamiento de los pueblos asiáticos
concebía muy bien estos estados alternativos y cíclicos
de la vida universal y los aplicaron a sus grandes y
panorámicas explicaciones cosmológicas. Producto de
esta propensión sintética del pensamiento oriental es
la concepción hinduista de los pralayas y manvátaras367
cósmicos, el día y la noche de Brahma, el sueño y
despertar del Universo, involución y evolución de las
diversas rondas planetarias.

367En la religión hinduista, se refiere a los ciclos cósmicos donde el nacimiento y la


muerte, la creación y desintegración, la actividad y pasividad, el surgir y el
desaparecer de los seres se alternan interminablemente a lo largo del tiempo.

332
CAPÍTULO XVII

LA CONSTELACIÓN VERTICAL DE LAS


POLARIDADES ANTROPOLÓGICAS EN EL NUEVO
MUNDO

DE LA SIMA A LA CIMA

Pocas veces comenzó a surgir un pueblo a la vida


histórica de una catástrofe tan extremada como el
pueblo indoamericano. A poco tiempo de la Conquista,
la caída de sus dos progenitores principales –por
recíproca negación y agresión anímicas- y por otras
causas, que ya se ha señalado fue tan abismal, tan
perpendicularmente a fondo, que alcanzó el último
estrato del lóbrego vórtice, se precipitaron hasta la
sima del descenso a la muerte. Fue una aniquilación
tan radical que llegó al no ser, al caos mismo, como
ningún otro linaje lo fue en un grado tan pavoroso.
Literalmente descendieron ambos hasta la angustia
infernal y dantesca de la nada, hasta la completa
negación de sí mismos, como organismos históricos
vigentes. La imposición por la fuerza de la estructura
cultural del vencedor y la resistencia, negativa y débil
del vencido –que fue, en el Perú, más bien, una
escapatoria a sus parajes y refugios andinos
desconocidos- no son sino una apariencia falaz de

333
continuidad histórica, una ficción que carece, como tal,
de impulsión viviente hacia el futuro.
De este caos absoluto, trasmontando esta
oscuridad que no vacilamos en aplicarle el adjetivo de
cosmogónica, porque abraza la totalidad de un
Continente, debía irrumpir el fiat alumbrante del
renacimiento americano. De este informe y densa
entraña tenía que alcanzar hasta la luz, es decir, hasta
el nuevo ser histórico, que había de transcurrir y
desenvolverse –salvando el caos original- en una
existencia concreta como pueblo. Desde esta misma
encrucijada debía ganar también altura humana hasta
hacerse el instrumento de un designio universal, con
carácter tal de exigencia histórica, como no lo tuviera
tampoco, antes, ningún otro pueblo. Diríase que el
rumbo de su vida se podía expresar brevemente en un
lacónico apotegma: de la sima a la cima.
Este designio debía alcanzar y servir al hombre del
orbe entero, al hombre de todas las razas, no a un
pueblo determinado sino a todos los pueblos de la
tierra. Las otras estirpes históricas trabajaron, en
mucha medida, para sí mismas, para alcanzar y florecer
en un objetivo particular que constituyó su faena
específica y, también, el esplendor, el disfrute y,
muchas veces, el vano ensoberbecimiento y la
prepotencia de la progenie que lo había forjado.
El pueblo de la Nueva América no podía tener un
ser inferior y ajeno a su misión universal. La era de las
culturas restringidas y provinciales había pasado ya. La
última gran unidad cultural y, sin embargo, todavía
restringida, fue liquidada con la caída del Imperio
Romano. Inmediatamente después, advino una
situación completamente diferente que debía

334
desembocar en una ecúmene368 planetaria en el sentido
pleno y directo de la palabra. La mayor autenticidad
del ser americano estaba íntimamente ligada al de
todos los pueblos de la tierra, pues no era el hijo de una
raza sino la criatura que brota del crisol fundente de
todas las razas. Este ser solo podía alcanzar su máxima
profundidad y vigencia histórica, solidariamente, con
todos los pueblos del planeta, porque tenía una tarea
ecuménica que cumplir y no podía aislarse de la
existencia y de la suerte de los otros pueblos.
Este nuevo pueblo no podía ser cualquier pueblo
dominante, que dispusiera de huestes mercenarias o
profesionales de ocupación que se apropiaran, para
siempre, como una banda ávida de aventureros, de las
riquezas de una tierra militarmente indefensa y débil,
mas poseedora de un ingente potencial de vida.
Aunque suene a romántica hipérbole, América no
estaba destinada a ser un paraje res nullius 369
cualquiera, presa fácil para el afortunado audaz que, a
título de primer ocupante, violara sus orillas por la
fuerza. Estaba destinada, digamos, por sus dioses
tutelares, a ser la matriz hirviente, desgarrada,
sangrante y dolorosa de una nueva criatura con
designio universal. Por eso, los hombres que vinieron
del otro lado del mar, aventados por su hado
grandioso, ignoto y terrible; y los hombres que habían
sido amasados por los jugos vitales de esta tierra
durante milenios, se precipitaron ambos, sin saberlo, al
sacrificio de sí mismos, al gran holocausto que exigía el
368Población total de la tierra
369Expresión latina que significa “cosa de nadie”, utilizada para designar las cosas
que no han pertenecido a persona alguna, o sea, lo que no ha sido propiedad de
ninguna persona.

335
planeta; se hundieron en el abismo del no ser absoluto.
Los unos, como vencedores y los otros, como vencidos,
se sumergieron en la muerte, en la destrucción de la
identidad de su ser anterior, llegada que fue la gran
hora del sacrificio, la tercera hora de la agonía que
suele ser, para hombres y pueblos, el pórtico de una
nueva vida. Ambos debían quemar y purificar sus
gangas humanas y biológicas, abandonando las
escorias y limitaciones de sus vidas antiguas para
convertirse en los fermentos edénicos de un nuevo
hombre histórico.
El pueblo de la nueva América surge de esta
oblación 370 humana, de esta ofrenda sacrificial del
hombre antiguo ante el hombre del futuro. Esta raíz de
holocausto 371 se trasmuta en un fruto de
transfiguración humana, porque solo el hombre
transfigurado podía salvar las crisis de nuestro tiempo
forjando la nueva dimensión histórica que debe
emerger de esta abismal encrucijada en que se debate
el hombre de hoy. Así, América y la vida de América,
durante estos cuatro últimos siglos, se convierten en el
avance y el modelo prefigurados de la trayectoria que
han de seguir los pueblos contemporáneos en la
creación de su nuevo destino, que es una integral y
fundamental transformación del hombre.

370 Ofrenda que se hace a Dios o a una divinidad


371 Antiguo sacrificio religioso, especialmente entre los judíos, en que se quemaba
la víctima completamente.

336
II

PATERNIDAD Y MATERNIDAD SIMBÓLICOS

El hombre que debía ser dueño del suelo y, a la


vez, herramienta forjadora y ejecutora del destino de
América renacida no podía pertenecer a una banda
egoísta y crematística con simple dominio comercial y
económico sobre el territorio. Tenía que ser una
criatura amasada en las entrañas dilaceradas 372 y
quemantes del Continente; una criatura de pasión y de
fecundación planetarias, de parto y de sacrificios
ecuménicos. El connubio373 de Cortés y la Malinche
asume un carácter cosmogónico, es un símbolo
viviente que se fragua en el quicio mismo de la
Conquista y se proyecta hacia el porvenir, como
genitora 374 llama de un pueblo, como destello
fecundador de una nueva historia. El conquistador de
México se entrega y es poseído por la tierra que pisan
sus pies y que conquista. Solo a este precio –que es
absoluto don de sí mismos- la acción prodigiosa de este
hombre se vuelve clarividente y genial, en su total
despliegue humano, como caudillo.
Esta posesión absoluta de la tierra sobre el
conquistador se manifiesta, palmariamente, en el
hecho extrahumano y estuporante de Cortés cuando
ordena el incendio y destrucción de sus naves. Solo un
hombre poseído por la tierra que lo reclama
imperativamente como suyo y que siente este llamado
en un estrato mucho más profundo de su ser que su

372 Cf. supra nota 257.


373 Matrimonio (unión religiosa o jurídica)
374 Adj. Que engendra.

337
conciencia de vigilia, era capaz de cortar toda
posibilidad de retirada con un gesto de tan olímpica
grandeza, que violaba, sin embargo, y dislocaba todas
las normas conocidas del jefe militar y la prudencia
previsora y cautelosa del conquistador al penetrar en
una tierra extraña. El incendio de las naves fue el signo
testimonial de que Cortés, sin saberlo
conscientemente, habíase entregado sin reserva, con
sus instintos y con su genial astucia estratégica, a la
nueva tierra, donde estaba realmente la misión de su
vida, y en ninguna otra parte.
La Malinche ama, también, a Cortés y se precipita
–de súbito, también, desde un estrato de su ser más
profundo que su conciencia despierta de mujer- no
tanto a sus brazos de amante, como a su destino
áspero, cruel, providencial, trágico y cruento cual una
pitonisa iluminada que comprendiera el sentido
grandioso de su sacrificio. Y Cortés solo triunfa, gracias
a la inspiración, al consejo y al magisterio amoroso de
su amante y, así, ésta se convierte en la gran madre
simbólica y carnal de la Nueva América. No se
comprende de otra manera el papel decisivo, tan
cargado de consecuencias trascendentes, que ejercen
ambos en los acontecimientos ulteriores, sino siendo
empujados por esa fuerza oscura y misteriosa que se
llama destino. Waldo Frank 375 dice, con frase
magnífica: “ningún conquistador hubiese producido
este milagro en una mujer india, si sus caricias no
hubiesen estado encendidas de revelación”. Pero, es
preciso añadir, para completar la explicación de un

375Waldo David Frank (1889-1967). Novelista, hispanista e hispanoamericanista


estadounidense.

338
hecho tan portentoso, que ninguna caricia de amante,
ni aun las caricias del propio Corté, habrían producido
el milagro de la Conquista de México, si el cuerpo
sensitivo y el espíritu clarividente de la Malinche, no
hubiesen estado prestos para recibir la revelación de
un Nuevo Mundo, la cual estaba ya latente, por otra
parte, como profecía, en la leyenda de Quetzalcóalt.
Este dios genitor debía venir del otro lado del mar, con
su cohorte de adoradores rubios, para salvar la tierra
mexicana, en verdad la América entera, de un destino
borroso y mediocre –cuya grandeza esplendorosa
había pasado ya- y darle una nueva dimensión vita, con
una nueva historia y con una nueva y grandiosa misión
humana. Estas soberbias y supremas atribuciones
venían prendidas en las alas flamígeras del dios, las
cuales surgían, a su vez, de su cuerpo fálico y, por eso,
engendrador y padre fecundo del nuevo hombre que
esperaba el planeta. La Malinche fue la encarnación
palpitante de esta áurea y enigmática leyenda de su
raza, porque sus ojos zahoríes 376 la hicieron
transparente y penetraron con lucidez en el sentido
premonitorio de su mensaje. Por eso, también, se
hicieron reveladoras en ella y salvadoras del nuevo
destino americano las caricias de su amante blanco,
estremecidas de futuro.
Cortés se entregó a la tierra de su misión con
plenario rendimiento de su varonía377 sin par y la amó
con tal profundidad que, a su contacto, todo su ser se
tornó luminoso y su acción se convirtió en la energía

376Un zahorí es una persona que tiene el don de descubrir lo que está oculto,
especialmente corrientes de abajo bajo tierra y depósitos de minerales.

377 Descendencia por línea de varón

339
fecundadora, por excelencia, del nuevo pueblo que
surgió de la tremenda tragedia. Esta varonía del
conquistador mexicano, no pudo ser forjada sino en el
yunque español del siglo XV que produjo, por su
ethos 378 excepcional, los más altos ejemplares de
masculinidad humana europea. Sin el temple magnífico
de estos varones –varones en el más extremado
sentido de la palabra- jamás habría podido consumarse
la hazaña titánica del descubrimiento y conquista de
América. Caso pasmoso el de un hombre que llega
como enemigo, con la violencia de las armas en la
mano, y acaba haciendo suya, por el amor, a la tierra
ajena y enemiga, convirtiéndose así en el primer hijo
transfigurado de su entraña, después de haberla
engendrado como padre en su nuevo avatar histórico.
Esta realidad, que parece un mero y paradójico juego
de metáfora, se convierte, a poco que se la mire con
cierta penetración histórica, en el sentido literal de los
hechos que surgieron inmediatamente después. Hay
que leer algunos de los documentos o memoriales que
el conquistador de México envío a los reyes de España,
abogando por el país, para darse cuenta de cómo, al
través de sus textos, se vuelve traslúcido su entrañable
amor, casi diríamos, su ternura, por la nueva tierra.
Cortés fue el primer ciudadano de la Nueva América,
como no lo fue ninguno de los otros conquistadores
que llegaron de la Península, porque ninguno, tampoco,
mereció tan excelso destino.
La pareja de Cortés y la Malinche señala, como
símbolo vivo, la primera contraposición radical que se
plantea en el Continente entre el blanco y el indio, y

378 Carácter

340
que debía resolverse, como armonía, en la tensión
polar de ambas progenies al incorporarse en el
renacimiento histórico de la Nueva América.

III

EL NUDO DE RAÍCES PLANETARIAS

En un capítulo anterior, se dijo que el hombre de


la Nueva América, surgía de un nudo apretado de
raíces planetarias y, por tal razón, esta criatura
humana arrastraba en su ser un sentido transparente
de integración universal. Para alcanzar este sentido
integral de su ser tenía que vencer múltiples y
extremas contradicciones, que arrancaban de fondos
contrapuestos, oscuros, abisales. Estas contradicciones
solo podían resolverse como equilibrio y armonía, en
múltiples tensiones polares que unificasen los
conflictos y discordancias de los gérmenes históricos y
vitales que le dejaron sus progenitores. Estas
estructuras de polaridad debían coordinarse, a su vez,
en un todo armónico total que constituiría el ser
unitario, integral de la Nueva América.
En este capítulo solo vamos a ocuparnos de
aquellas polaridades fundamentales, cuyas tensiones
vitales actúan en sentido vertical en la conformación
del nuevo pueblo. Son energías que se alzan
perpendicularmente desde abajo hacia la superficie del
Continente, desde las profundidades de sus estratos
primordiales hacia la cima. Ellas constituyen, aparte de
sus elementos biológicos o físicos, las fuerzas que se
coordinan en la constelación psíquica o anímica, es

341
decir, en el alma, en la estructura de sentimientos y de
pasiones; en la sensibilidad y en los instintos del nuevo
hombre.
Las otras polaridades fundamentales, cuyas
tensiones actúan en sentido horizontal, son energías
que operan en la dimensión de la superficie continental
y pertenecen a lo que he llamado en otra parte, la
estructura espectral de América. Esta estructura se
despliega en zonas o franjas que se entremezclan, se
yuxtaponen y se funden dialécticamente para la
conformación del cuerpo, de la nueva estructura
biológica y fisiológica, en una palabra, constituye el
instrumento o vehículo físico y corporal del nuevo
hombre americano. Estas tensiones polares horizontales
han sido el tema de otro capítulo y se completan con la
visión que se desarrolla en el presente.
Desde luego, es imposible agotar el conocimiento
de todas las tensiones que se producen actualmente en
el Continente, las que se produjeron a raíz de la
conquista y las que se producirán en el futuro como
resultado y prolongación de las actuales. Esta será la
labor, como lo he dicho otras veces, de los estudiosos y
americanos del porvenir.

IV

LA ANTINOMIA ENTRE EL EUROPEO Y EL INDIO


AMERICANO

La primera tensión polar y la más fundamental de


todas, debe resolver la antinomia biológica y psíquica

342
entre el europeo y el indio americano, criatura ésta
última plasmada con el légamo379 primaveral de la
tierra, que surge de la entraña misma de la sustancia
terrena. Cuerpo y alma que se estructuran
descendiendo hasta la máxima densidad del planeta,
como no pudo alcanzarlo ninguna otra criatura
humana –salvo la negra- que está en una escala
inmediata, como después veremos. Este descenso hasta
la máxima densidad de la tierra hace la contextura
roqueña del indio, diríase granítica y mineral, como
asentada firmemente en el costado geológico y
puramente terráqueo del planeta. Este dominio de la
máxima densidad de la tierra por la naturaleza
humana, imparte al indio americano un vigor y energía
telúricos que lo hace potencialmente apto para
ascender a las mayores alturas de la vida y expresarlas
con tan lúcido impulso que el espíritu pueda tornarse
poderoso por haber subyugado los materiales más
espesos y densos, aquellos materiales que han
resistido al esfuerzo de las otras razas. El mito de
Anteo380, que vuela más alto y se vuelve invencible
cuando su planta se posa en la tierra y toma de ella su
mayor impulso, es un símbolo de la sabiduría antigua
para expresar que la vida humana se alzará tan alta,
espiritualmente, solo en la medida en que estructure

379Barro pegajoso que se forma en el suelo con el agua de lluvia o donde ha habido
circunstancialmente agua estancada.

380Anteo. Gigante, hijo de Neptuno y la Tierra, a quien ahogó Hércules entre sus
brazos. Habiendo observado el héroe que, cada vez que tocaba tierra cobraba
nuevas fuerzas el monstruo, le levantó en vilo y de esta suerte consiguió acabar
con él. Se hacen frecuentes alusiones a este episodio mitológico para caracterizar
el nuevo vigor que cobran algunos hombres cuando se ponen nuevamente en
contacto, moral o físicamente, con el manantial de sus ideas, de sus sentimientos,
etc.

343
sus bases primordiales en la tierra, sea una a su madre,
a la raíz cósmica de donde surge su vida, y se
debilitará, frustrando sus más altas posibilidades,
agotándose con peligro de desintegrarse, cuando se
separe de ella. Sabia enseñanza, pues el hombre, aun
cuando trasciende de sí mismo, hacia otras esferas, es
una criatura eminentemente de realización terrena. Su
campo de batalla es este globo sublunar y denso, allí
debe tramitarse su militancia combatiente hacia su
propia superación espiritual, según lo expresen todas
las religiones superiores.
El otro extremo de esta polaridad se encuentra en
la estirpe europea, que desde los tempranos días de su
existencia histórica, vale decir, de su trayectoria
cultural, comienza a dominar las fuerzas físicas del
planeta, mejor dicho, las fuerzas de la naturaleza en su
lado racional, práctico y ejecutivo. Esto significa la
creación de la ciencia, de los métodos y técnicas de la
investigación empírica, de la técnica industrial y
económica, del maquinismo moderno que multiplica el
poder y el volumen productivo de la humanidad, es
decir, la criatura que domina el lado material,
económico, externo, mecánico y químico de la tierra. El
hombre europeo se entrega con tal pasión y con tan
intensa y dinámica energía al desenvolvimiento de la
inteligencia racional, discursiva, intelectiva, lógica, que
construye, de esta suerte, un instrumento fino y
perfecto para el ejercicio del pensamiento humano,
como jamás lo poseyera antes el hombre. Sus maestros
los griegos, a través de Sócrates, de Platón, de
Aristóteles y de los sofistas, le dejaron una herencia,
que él acrecentó y desarrolló hasta un grado de
excelencia tal que antes no pudo sospecharse. Esta

344
eficiencia del pensamiento racional dio al europeo la
posibilidad de crear la primera cultura universal de la
historia a la que está abocado hoy el hombre
contemporáneo. En esta faena ciclópea llega en
ocasiones a desprenderse, hasta cierto punto, de sus
raíces telúricas y vitales porque rompe el cordón
umbilical de su placenta materna, porque pierde el
contacto vitalizador de los efluvios terrenos, porque se
especializa y se cercena del flujo central y torrencial de
la vida. Esta especialización del pensamiento racional
alcanzó tal extremo que la filosofía misma, “madre de
todas las ciencias”, según los griegos, ha llegado a un
grado tan avanzado de atomización que se encuentra
ante el peligro de perder la visión integral del hombre,
de la historia, de la vida y del Universo. Poco ha poco
han ido desprendiéndose de ella las diversas
disciplinas que antes la integraron como un todo
perfectamente articulado, hasta reducirla a una simple
y escueta teoría del conocimiento, a una ciencia
instrumental de formalismos lógicos, a una mathesis
universalis 381 de generalidades categoriales,
epistemológicas, capaces de funcionar por sí mismas
sin contenidos vivientes. Pero, el pago de tan alto
precio, quizás, estuvo justificado porque la adquisición
de semejante herramienta permitió al cerebro humano,
desplegarse, con tal amplitud y claridad de juicio, con
tal seguridad, certidumbre y agudeza de observación,
que significó, en lo sucesivo, una conquista definitiva y
perdurable para el hombre de todas las épocas.

381(Del griego matheseôs – ciencia o aprendizaje, latín universalis – universal) hace


referencia a un hipotético modelo matemático previsto por Leibniz y Descartes, entre
otros filósofos y matemáticos del siglo XVI y XVII.

345
Pero esta posesión instrumental de las fuerzas
racionales, que le abrió nuevos horizontes para la
comprensión, dominio y expresión integrales de la
vida, le llevó, también, a la creación de un mundo
extraño y deshumanizado, un mundo sin alma y
espiritualmente ciego, el mundo incontrolado y
explosivo de la técnica que se colocó frente al hombre
como una potencia independiente y extraña a la vida.
Esta potencia, en lugar, de servirle le arrastró –cegando
sus fuentes espirituales y morales- al incremento
frenético de las energías destructivas y satánicas de la
inteligencia hasta el extremo de poner en peligro la
subsistencia misma del planeta. El desencadenamiento
de esta potencia racional extraviada le llevaría,
también, a la agudización de la presente crisis en que
está debatiéndose en patética convulsión dolorosa. En
ella se encuentra como prisionero de su propia obra,
encerrado en una encrucijada que no de su propia
obra, encerrado en una encrucijada que no le ofrece al
parecer, por el momento, ninguna salida salvadora, ni
siquiera una salida temporal y de emergencia. El
hombre ha llegado a una tal situación crítica que su
alma ha desembocado en una radical desesperación.
Ha experimentado una tal agudización y
profundización de su sufrimiento que no le valen ya
ninguno de los substitutos consoladores ni ninguno de
los paliativos engañosos con los cuales disimulaba y
atemperaba su dolor en otras épocas, que le ha sido
forzoso aceptar su tragedia sin subterfugios en toda su
atenazante, espantosa y horrenda significación de
naufragio.

346
V

LA ANTINOMIA ENTRE EL NEGRO Y EL INDIO

El tercer factor de esta polaridad, que completa el


triángulo de la constelación antropológica del
Continente, lo constituye la raza negra, que es otro
elemento principal de la integración humana que se
produce en la nueva América. En esta trinidad
germinal, solo hay un ángulo conocido para la historia
y para el hombre histórico, aquél en que está ubicado
el hombre blanco de Europa, que vino a América como
conquistador y dominador de las otras dos estirpes. Y
tuvo que ser así porque era el protagonista del íntegro
movimiento ascendente que estaba creando las
condiciones básicas de la cultura contemporánea. En
los ángulos restantes de este triángulo, de este
esquema genesíaco de la nueva criatura americana,
están asentadas la roqueña estirpe del indico y el
estético linaje negro. Ambos constituían en el momento
del descubrimiento y de la conquista el lado oculto e
ignorado –y por eso enigmático- del rostro geográfico
del globo. Todavía ahora siguen constituyendo un
enigma inquietante y la incógnita que guardan en sus
senos opacos, apenas ha comenzado a desenvolverse
en la historia, desde América. Será necesario, tal vez,
que transcurran milenios para que el hombre del
futuro se dé clara del secreto inaudito que guardaban
para el mundo estas dos progenies de remotas,
primitivas y oscuras raíces planetarias.
El poder gravitante del indio alcanza esa zona en
que la vida parece sumida todavía en un sueño eterno.
Logra existir envuelto en ese frío estelar del mineral en

347
que nada palpita aún porque parece traer a la tierra la
capacidad de dominio sobre la glacial rigidez de los
espacios siderales. Por eso, la progenie andina domina
el páramo de sus cordilleras con una energía que nos
causa estupor. Ningún otro hombre es capaz de
desarrollar una actividad creadora y productiva en
alturas, que no solamente son inhumanas, sino real y
pavorosamente antihumanas. El hombre vive
sumergido en una capa atmosférica tan parva y tenue
de oxígeno, como si estuviera a punto de suprimir su
función respiratoria. Por esta razón, el hombre de las
otras razas, cuando asciende a las altitudes andinas por
primera vez, experimenta una tremenda dislocación
orgánica, y cae enfermo hasta encontrar un nuevo
equilibrio fisiológico y lograr así una readaptación al
insólito ambiente. Para autentificar la verdad de estas
afirmaciones basta vivir unos pocos días en las
cúspides andinas y observar la capacidad de trabajo y
el rendimiento del indio, generalmente mal nutrido, en
los asientos mineros de esas regiones, donde parecen
habitar los astros en abrazo cósmico con el hombre.
Fue esta misma criatura la que pudo construir, en el
pasado, ciudades que parecen levantarse dentro de
paisajes lunares por la bronca desolación y por la
descarnada y granítica majestad de su ambiente. O,
también, fortalezas ciclópeas levantadas sobre
cimientos más solidos que las construcciones romanas
y con muros de bloques titánicos, íntimamente
trabados, que parecen haber sido transportados y
trabajados por gigantes superhumanos. Otras veces,
extraños monumentos arquitectónicos, circundados de
misterio, cuya exacta consagración de servicio es aún
una incógnita que parece irresoluble, como el Machu-

348
Picchu. Todo este alarde de concepción y ejecución
arquitectónicas, todo este desafío a la técnica moderna
de construcción han sido realizados. Si existe
realmente, como se afirma, una raza que habita en los
Himalayas, tiene que ser como la raza india, que vive,
trabaja, procrea y duerme en el mismo lecho en que se
acuestan las estrellas. La hazaña del indio andino es
haber despertado de su letargo la capa mineral del
planeta obligándola a servirle y someterse a su
designio y, más aún, obligándola a incorporar sus
materiales indóciles y sus metálicas esencias a la
textura biológica y psíquica del hombre, como
expresión estructural de su vida. Esta realidad
contextural 382 de la naturaleza del indio nos lleva
fácilmente a conjeturar que, tal vez, la raza roja
americana sea tan arcaica que sea preciso retroceder
parea ubicar su origen, con acierto aproximado, hasta
las más remotas edades milenarias, hasta el umbral
mismo en que hace su aparición la raza humana en la
tierra. Es decir, hasta esa etapa prehistórica en que la
criatura adánica amasa y forja su cuerpo con el légamo
paradisiaco, que debió poseer una riqueza minera
superabundante. En tal sentido, sería pertinente
afirmar que si el hombre tiene en su organismo
principios metálicos que le imparten mayor
consistencia y tonicidad biológicas se debe a ese
remoto antepasado del indio americano, que fue capaz
de dominarlos y asimilarlos como sustancia y orgánica
energía humana. Claro está que se trata solamente de
una de una simple conjetura simbólica, pero, en todo
caso, es una conjetura que se adapta, con lógica y

382 Contextual

349
rigurosa concordancia, a la naturaleza intrínseca de la
raza americana.
El hombre negro, decíamos, desciende hasta el
estrato vegetal y hace de él el habitáculo de su
existencia como raza. La selva es su casa, en ella se
asienta por derecho propio, los dioses la crearon para
que hiciera de ella su hogar y, no obstante, los
innúmeros peligros que le asechan, llega a dominarlos
y la convierte en su defensa, en su mejor abrigo y
amparo, en la fuente nutricia de su vida. Fuera de la
espesura africana sería una criatura indefensa;
abandonada por sus espíritus tutelares, pronto
encontraría la desintegración y la muerte por
inanición. El hombre negro no fue forjado, como el
indio, para dominar esa gélida capa, inhumana todavía,
en que parecen sumidos en su ensueño estelar todas
las energías telúricas en que estamos sumergidos. El
negro fue colocado para realizar su experiencia
humana en el punto mismo en que brota la vida, allí
donde eclosiona la primigenia palpitación, el inédito
latido, la inicial vibración orgánica de la tierra.
En esta zona de la existencia planetaria es donde
prolifera y hierve la vida, con tan exuberante profusión
y energía, que en un solo día nacen, crecen, se
multiplican y se desintegran, las formas más variadas y
múltiples. El negro es el hombre de la selva tropical en
que la vida y la muerte se tocan simultáneamente; el
hombre de la maraña inextricable y de la calígina383
agobiadora que acelera la procreación y el parto, el
hambre y la disputa cruenta de la presa. La dentellada
desgarrante, el golpe súbito, la zarpa artera y poderosa,

383 Del lat. caligo, -inis. Calígine es la niebla, oscuridad o tenebrosidad.

350
la trampa traidora del pantano, la red acechante de la
manigua, la punta tóxica de la lanza, la maza
fulminante del enemigo, el veneno letal de la víbora,
son las fuerzas imperantes de la selva. Los seres vivos
se matan y se devoran los unos a los otros, no hay más
ley que la violencia y la astucia. Aquí la vida individual
no tiene ninguna garantía ni probabilidad de
permanencia. Solo perdura y crece el conjunto. El
individuo, la unidad singular nace y pasa, llega y se va.
¡Gran lección que sirve para todos los niveles humanos
que permitirá después al hombre descubrir el valor y
el fundamento impersonal del sacrificio!....
En ninguna otra parte se tiene una experiencia tan
directa y elocuente de la fugacidad de la existencia y de
la necesidad de aprehender, al vuelo, el instante de
vida que atraviesa el espacio como una centella
iridiscente, como una saeta huidiza y fúlgida de tiempo.
El hombre negro tiene delante de sí, constantemente, el
espejo mágico de la belleza; el espectáculo que brota
de todas partes con portentosa y torrencial
magnificencia. La belleza como expresión de vida,
como eternidad que se detiene un momento y, luego, se
sume de nuevo y desaparece en una matriz
desconocida y misteriosa, donde reside, acaso el
Creador del mundo que se digna aparecer, por un
instante fugaz, a los ojos maravillados del hombre,
como edificación salvadora y como efusión
embriagante de éxtasis divino.
El negro llega a la experiencia del Todo, tiene
acceso al valor religioso de la vida a través de la forma
expresiva. La forma es para el africano el reflejo y la
expresión directa de Dios. Ninguna raza posee una
experiencia tan rica, múltiple y profusa de la belleza

351
primordial. Por esto es una criatura estética por
excelencia y éste será el valor supremo que lleva a la
integración americana cuando es cazado en sus selvas
y conducido como esclavo al Nuevo Mundo. Allí
empapará con su sudor y regará con sus lágrimas la
tierra en que fructificarán las plantaciones de arroz, de
tabaco, de cacao, de caña de azúcar que harán la
riqueza de las zonas tropicales y constituirán la
cornucopia opulenta del mundo civilizado. Allí se
convertirá, también, en el tácito y potencial maestro de
belleza para aquellas castas de inmigrantes, que
abandonaron sus almas en Europa y que no tenían ya
canciones para cantar sus amores, ni tampoco el
alarido y desgarramiento de sus congojas más íntimas.
En verdad, el negro trocó a su opresor música
melodiosa y cantos armoniosos a cambio de látigos, de
befas384 y de agravios. No será la primera vez que el
esclavo ejerza el magisterio estético en el mundo
porque, antes, ya lo ejercitó con el romano, violento y
bronco, el fino y sutil esclavo griego.
Empero, la ingente aportación del negro a la
integración americana y, luego, a la integración
universal, es la obra estética de su cuerpo, es la
armonía y la mirífica385 conformación plástica de su
estructura corporal. Su convivencia en la selva, lado a
lado, con el animal, su hermano y su enemigo, también,
su modelo, de la una experiencia milenaria de la
expresión plástica. El negro descubre un día la perfecta
belleza biológica del animal y ése es su primer
descubrimiento profundo. Constata con claridad la
acomodación irreprochable y armónica del ser
384 Burlas groseras y ofensivas
385 Admirable, asombrosa, maravillosa

352
psíquico de la bestia, de sus necesidades biológicas, de
la expresión de sus instintos con su estructura material
y tangible, con sus formas corporales. La contextura
física y externa del cuerpo animal es el trasunto, la
réplica exacta y cabal de su constelación instintiva. El
animal ha logrado una justeza de expresión, una
coordinación fisiológica tan acabada y articulada en
toda su estructura, que el hombre no la ha logrado
nunca, ni siquiera de lejos. Del animal sí se puede decir
que su cuerpo es el espejo de su alma porque la revela
integralmente. Es un verdadero milagro escultórico
viviente de la naturaleza.
El negro, testigo inmemorial de esta hazaña, llegó
a apreciarla hasta en sus más leves y delicados matices
y, luego, acabó deseándolo para sí mismo con el más
vívido anhelo. Así el animal se convirtió en el modelo,
en el inconsciente maestro estético del hombre. La
tarea era difícil y se necesitaba para consumarla el
despliegue de una energía y tenacidad excepcionales
porque se trataba nada menos que de la obra maestra,
por excelencia, de la criatura humana. Pronto
comprendió, también, que la faena del animal con ser
portentosa había sido relativamente más fácil porque
la constelación de sus instintos y de sus reacciones
psíquicas era demasiado simple en comparación con la
variedad, complejidad y riqueza de la suya. La
constelación vital humana era tan polimórfica y
complicada que se necesitaba de un esfuerzo
considerablemente mayor para lograr una adecuación
perfecta. El cuerpo del animal era el reflejo exacto y
armónico de un psiquismo rudimentario y simple.
También el árbol, la planta, la humilde brizna de
los prados le dio, en otros aspectos, la misma grandiosa

353
lección al africano. Aquí la maravilla fue aún mayor, si
cabe, en cierto sentido. El árbol tuvo que resolver la
adecuación y expresión perfectas de todas las fuerzas
vitales y cósmicas en sí mismo. Ningún ser viviente,
como el vegetal, ha logrado la centralización y fijación
de las energías universales en un punto geométrico con
éxito tan cabal que suscita, de inmediato, un
sentimiento profundo de pasmo y asombro
administrativos. La planta resolvió todos sus problema
vitales, clavada en un punto de la tierra, sin moverse,
sin desplazarse en el espacio, como el animal, fija como
una antena palpitante, hendiendo por sus raíces la
entraña oscura de la gleba386, barrenando por su copa
la bóveda aérea y luminosa del cielo. Más aún, hizo
alarde de un lujo estético que la fantasía humana más
poderosa no podría equipararlo. Bastan pensar un
poco en la exuberancia de formas, colores y perfumes
de la zona tropical para darse cuenta de tan prodigiosa
hazaña estética. Semejante despliegue de belleza en las
flores, por ejemplo, como si fueran iridiscentes pájaros
y fúlgidas mariposas de ensueño, que tapizan
kilómetros y kilómetros de selva, hacen suponer la
presencia invisible de una fuerza poderosísima de
creación que preside esta forma de vida. Y todo este
prodigio, el vegetal lo extrae de un solo punto reducido
del suelo y de las mismas sustancias químicas que
residen en este punto. ¡Qué arte de alquimia secreta y
taumatúrgica, qué cábala misteriosa y escondida de
transformación vital, supone esta faena portentosa y
fascinante que realiza el más humilde y silencioso de
los seres vivientes!...

386 Terreno o campo

354
Consciente de la dificultad y complejidad de su
tarea, de este su quehacer trascendental y de la energía
que necesitaba para lograrlo –consciente no en su
conciencia inmediata e individual, que yacía todavía en
la indecisión y vaguedad de una penumbra primitiva,
sino en la conciencia colectiva de la raza, en realidad,
en una superconciencia que regía su existencia en
conjunto- el hombre negro la emprendió, sin embargo,
empujado por su profunda vocación estética, por su
religiosa y reverencial admiración por la belleza, cuya
emoción primigenia era consustancial con la esencia
original de su ser.
El logro de su propósito está a la vista. El hombre
negro ha conseguido la maravillosa perfección plástica
de su cuerpo y, sobre todo, una pasmosa riqueza
expresiva por la armonización y adecuación de su
cuerpo a las exigencias instintivas, sentimentales y
ejecutivas de su alma. Es la reproducción externa,
exacta y cabal de su realidad interior e invisible. Todos
sus gestos, ademanes y movimientos son armoniosos y
espontáneos. Jamás se produce una dislocación o
quebradura en el despliegue dinámico de su expresión
humana. Todo en el negro es garbo, armonía, gallardía
orgánica. Es una realidad estética y física que se
desenvuelve proyectando la elegancia de su silueta
sobre el horizonte, como una estampa; hundiéndose en
el espacio, como si fuera éste una sustancia plasmable,
para enmarcar su escultura palpitante; apoderándose
de la vibración del aire para hurtarle su transparente
fluidez y su elástica ligereza. Camina, vive, se mueve,
habla, canta, danza, juega y lucha, como si fuera la
eurítmica encarnación de la belleza ante los ojos
pasmados del hombre del hombre y de la vida cósmica.

355
Esta criatura de ébano no conoce otro arte que
aquél que reside en su carne, en sus tejidos, en su voz,
en la textura vibrante de su cuerpo, en la flexibilidad de
sus miembros, prestos para el esguince de la huida,
para la entrega y el paroxismo del abrazo, para el salto
preciso del ataque, para la carrera repentina y mortal
sobre la presa o sobre el enemigo. La agilidad y
presteza de su dinamismo corpóreo, la elegancia fácil y
el donaire vigoroso de su presencia personal emergen
de la exacta conformación de sus estructuras ósea,
muscular y nerviosa, tensas y flexibles como aceradas
fustas de vida. En verdad, su cuerpo es una obra
maestra. El arte negro nunca es una obra externa que
está fuera de sí mismo, como en Europa, en Asia, en
América. La obra estética desplazada de su ser le
parece una aberración, una rebeldía insensata, del
hombre que profana la santidad de la obra de Dios que
puso la belleza en la vibración palpitante de la vida.
Nunca se el podrá hacer comprender claramente al
negro, por ejemplo, que el hombre para realizar la
belleza estatuaria tenga que tallarla en madera, en
mármol, en marfil, en arcilla, que son materiales
inertes, cuando tiene una materia viva, supuestamente
fluida, que es su cuerpo, donde puede verter toda la
recóndita intimidad de su ser y convertirlo, a la vez, en
el mejor y más eficiente instrumento de la existencia.
El arte excéntrico, arrancado de su matriz vital, como
lo hacen los otros pueblos, es para él yerto, rígido, frío,
artificial, falso. Él crea la belleza con la admirable
herramienta expresiva de su contextura física. Por esta
razón, el canto y la danza son sus modalidades
artísticas más profundas y hermosas: emergen de sus
tejidos vibrátiles, de sus músculos ágiles, de sus huesos

356
tensos, de sus eléctricos nervios, de la calidad sonora y
viviente de sus oídos y de su garganta. Esto es un
prodigio de virginal armonía que abraza un registro
melódico portentoso, como el ruiseñor, como el
jilguero, como las aves musicales de sus selvas que
devuelven al espacio el trémolo misterioso del viento,
los arpegios cristalinos y argentinos del agua que corre
en el arroyo plácido o que se precipita en la vorágine
del torrente; el tamborileo sinfónico de la lluvia sobre
el vasto techo de las hojas, el bramido orquestal de la
tempestad, la detonación trepidante y sincopada del
trueno…
Ninguna raza humana logró esta magnífica
coordinación expresiva, pues con solo mostrar su
cuerpo el hombre negro se convierte, por propio
derecho, en el maestro indiscutible de belleza de los
demás hombres. El blanco, especialmente el del norte
de Europa, es desgarbado en sus movimientos,
fisiológicamente dislocado de su complexión anímica;
hay en su organismo una quebradura discordante
porque las dos esferas de su vida biológica, la psíquica
y la corporal, no llegan a soldarse completamente: es
inarmónico. El indio es denso, pesado, lento, sin
elasticidad de movimientos, de ademanes y de gestos,
como si se hubiese cristalizado en el sueño telúrico del
granito, como estuporado387 en la vida insondable,
cósmica y primigenia de la roca. El amarillo tiene una
expresión como si se hubiera paralizado, sofrenada,
glacial, equívoca, sin riqueza de tonos, como si
careciera de la experiencia y del dominio sobre los
elementos primordiales del planeta: como si se hubiera

387 Cf. supra nota 341, pág. 287.

357
apresurado a provocar, en su ser inmaduro todavía
para esa experiencia suprema, la irrupción sobrecogida
y deslumbrante del espíritu. Solo el cuerpo del negro es
la modulación justa, eurítmica y jocunda de auténtica
belleza. Verdad es que las otras razas son más
complejas espiritualmente, más polimórficas,
profundas y ricas en matices internos, más hondas y
múltiples en su sensibilidad y en su emoción, más
sutiles y originales en sus pensamientos y, por lo tanto,
su expresión integral, a través del cuerpo, es una tarea
incomparablemente más difícil y requiere un esfuerzo
inconmensurable. Pero, un día todos los hombres
tendrán que llegar al dominio y a la perfección
corporal que les muestra el hombre africano, porque la
perfección integral es el llamado supremo del Cosmos
entero, llamado al que respondió tempranamente el
linaje negro, antes de vislumbrar el mundo del espíritu
despierto, circunstancia feliz a la que debió su éxito en
la obtención de su armonía y perfección orgánicas.

VI

CONSTELACIÓN TRIANGULAR DE POLARIDADES

La distribución triangular de estas tensiones


polares dibujan –como posibilidad, como propensión,
como tendencia hereditaria- la constelación básica del
vehículo o instrumento psíquico del nuevo hombre de
América. Los tres ángulos expresan contraposiciones
radicales que, en ningún momento de la historia
humana se alinearon en tensiones vivientes que
buscaran un equilibrio o resolución armónica, es decir,
una unificación o síntesis orgánica de opuestos. Se

358
trata, pues, de una situación absolutamente nueva y
original para el hombre. Sabemos que dos de estos
factores se alinearon en tensiones polares varias veces
en la historia y, entre ellas, las más inmediatas son
aquellas que se produjeron entre los pueblos
meridionales de Europa y las progenies africanas.
Probablemente a esta circunstancia se deba la
adecuación de los cuerpos españoles e italianos a su
estructura psíquica en un grado que los pueblos del
norte no la poseen. De allí, ciertamente, la gracia, la
gallardía, la elegancia y el don de expresión vital tan
rico, que adquiere gran jerarquía en la expresión
estética de los pueblos mediterráneos. En este sentido,
la presencia del español y del italiano en América
facilita, sin duda alguna, la resolución unitaria de las
nuevas tensiones polares fundamentales que se
plantean en el Continente.
Pero las tensiones entre el indio y el blanco y entre
el indio y el africano, ligadas en su nuevo alineamiento
en una constelación triangular e integral que les
imprime a cada uno distinta significación, digamos,
gramatical, a la manera como una distinta colocación
de las letras hacen una palabra diferente con un
distinto significado, también, nunca se produjo en
ninguna otra época, que sepamos.
Este campo triangular de tensiones no se
desenvuelve, hemos dicho, en sentido horizontal, sino
en dirección vertical, en la dimensión de profundidad.
Por ello, más que un triángulo, el símbolo que lo
expresa es, más bien, una pirámide triangular, cuyo
vértice, que bordea la superficie dialéctica como
síntesis, sería el punto de convergencia de las tres
polaridades, armonizadas y fundidas ya en una nueva

359
estructura humana. Este sería el punto en que se
unifican los diversos gérmenes históricos y psíquicos
delos tres progenitores.
En suma, esta pirámide polar estaría constituida
por tres facetas. La primera portaría el sentido de la
tierra en su máxima densidad, que daría a la nueva
criatura integral la tonicidad o capacidad potencial
para expresar mayores, más ricas, más complejas
alturas y jerarquías espirituales, porque tendría el
dominio de fuerzas que nunca se emplearon antes por
el hombre en ecuación espiritual alguna, salvo los
intentos incipientes de las culturas americanas pre-
colombinas. O valiéndose del símil anterior,
equivaldría a que el hombre poseyese un mayor
número de letras alfabéticas y, por consiguiente, la
posibilidad de construir palabras que expresen
significados más ricos, multiformes y profundos que
los anteriores, que estaban mucho más limitados.
La segunda portaría el dominio de las fuerzas que
se producen en los estratos vegetal y animal del
planeta, cuya floración máxima y primordial, como
expresión estética lograda por el hombre negro. Las
energías estéticas del africano, unidas a las otras
heredades del indio y del blanco, permitirían
expresiones más elevadas, intensas e integrales de arte
que las anteriores.
La tercera faceta estaría ocupada por las múltiples
y complicadas tensiones que plantea la presencia del
hombre blanco. El hombre europeo trae a la
integración americana una aportación que hay que
dividirla para comprenderla en dos esferas diferentes.
La esfera anímica y de la sensibilidad que pertenece a
las tensiones polares de la pirámide fundamental y que

360
trae los materiales psíquicos y sensibles necesarios
para la expresión racional de la integración americana,
en un grado de afirmación, claridad y realización que
no lo poseyeron los hombres de las otras razas. Basta
con referirnos, como ejemplo, a la finura, sutileza y
fidelidad de la sensibilidad europea para recibir y
captar las intuiciones sensibles, desde la escala inferior
e inmediata de las sensaciones hasta las más altas
realidades espirituales, que son tan concretas y
vivientes, como las primeras, y que necesitan también,
órganos sensibles especiales para asirlas y expresarlas.
Esta disposición psíquica hace posible toda la
contextura, no solo del conocimiento racional y del
teórico que se anticipa a las realidades científicas, sino
de toda la vasta escala de los diversos conocimientos
humanos. Este fino aparato intelectual que opera por
medio del entendimiento, que hizo posible la ciencia
experimental del laboratorio y la técnica moderna en
sus múltiples aplicaciones, procede, en la mayoría de
sus significaciones instrumentales, de la esfera
psíquica y sensitiva y lo recibe el hombre americano,
como patrimonio gratuito, como derecho hereditario.
Este aporte psíquico del blanco también asciende,
como los otros dos de la pirámide, de abajo hacia
arriba, en sentido de profundidad vertical desde el
fondo a la superficie visible.

361
VII

LA APORTACIÓN DEL ESPÍRITU DESPIERTO

Pero la aportación del hombre blanco trae un


valor y una experiencia interior que pertenecen a una
esfera diferente y que pertenece, también, a la esencia
más elevada del ser humano: el valor y la experiencia
del espíritu despierto, en estado de vigilia, de la
conciencia alumbrada hacia la trascendencia, valor y
experiencia que no puede traerle ninguno de los otros
elementos de la integración cósmica. El espíritu del
negro es difuso, más bien, colectivo o grupal; un
espíritu que al manifestarse en el individuo es
primitivo, indeterminado, vago, de penumbra apenas
insinuada. El espíritu del indio es rudimentario, de luz
incipiente e incierta, incapaz de gran profundidad
metafísica y trascendental. En la cultura andina apenas
tiene un resplandor débil, vacilante, auroral que se
traduce a través del pathos388 de la justicia, en el
admirable logro estatal y comunitario del imperio
incaico. En la constelación mexicana, a causa del
sentido trágico de sus culturas alcanza una mayor luz,
una claridad más definida a través del pathos de la
libertad condensada y hecha realidad concreta en sus
espléndidas, magníficas y profundas obras estéticas,
que pueden compararse en grandeza y, acaso, las
superen, a las de las antiguas grandes culturas de
Oriente. Esta doble polaridad mexicano-andina ha sido
dilucidada en el capítulo anterior.

388Término que proviene de la lengua griega y podría traducirse como “emoción,


pasión, lo que se sufre o nos afecta anímicamente”.

362
Solo el blanco trae la experiencia del espíritu
despierto. La dimensión espiritual del blanco europeo
insurge a la vida histórica del mundo por la obra e
influencia creadora del cristianismo. La presencia de
este factor decisivo le hizo capaz de adquirir esta
experiencia sin la cual el hombre no llega a vislumbrar
la esencia última y más profunda de su ser. Los otros
pueblos que llegaron, antes que él, a esta suprema
experiencia de integración humana, como la India, el
Egipto, la China, Grecia y Roma, por ejemplo, lo
hicieron por caminos distintos y que no eran
apropiados al alumbramiento del moderno espíritu
europeo. Fue la impulsión del espíritu de Cristo –y
solamente ella- la que fue capaz de empujar al europeo
hacia el sentido de su trascendencia, hacia su
conciencia despierta, susceptible de alcanzar, por
evolución sucesiva, su plenario alumbramiento. Por
esta razón, el cristianismo se constituye, desde su
nacimiento, en la energía central de la cultura de
Occidente y, alrededor de ella, se articulan los diversos
aspectos de su constelación cultural, las innumerables
tensiones polares que constituyen la entera estructura
de su existencia histórica durante dos mil años. El
cristianismo recoge todas las raíces espirituales de
Oriente y Egipto, a través de Grecia y del pueblo judío,
que se convierten ambos en dos poderosos y ricos
centros de convergencia cultural de todo el mundo
hasta entonces conocido. Fue en esta área espiritual de
entronque ecuménico, en esta red apretada de
vertientes culturales diversas y profusas, en que nació
el supremo guía espiritual, que debía presidir la cultura
de Occidente y, luego, la del mundo entero, porque
traía una esencia universal de mayor envergadura que

363
las anteriores: la magna, suprema y sobrehumana
figura de Cristo. Solamente en esta área greco-judía la
impulsión cristiana podía encontrar los elementos
necesarios para su expresión y para la plasmación del
hombre moderno, que fue la transfiguración del
hombre antiguo y cuya misión principal era crear las
condiciones favorables que produjeron la primera gran
cultura universal de la historia.
Pero, esta apertura hacia una conciencia
alumbrada completamente necesitaba, para su cabal
desenvolvimiento, una nueva integración humana, en
que debía concurrir el planeta entero. En realidad, se
trata de una nueva dimensión espiritual del hombre, a
través de una cultura universal que nunca se produjo
antes si nos atenemos hasta donde alcanza nuestro
conocimiento histórico. Esta integración comenzó en
América, hace cuatro siglos, gracias a las especiales
condiciones culturales y geográficas en que surge el
Continente a la vida de la historia. Pero, la iniciación de
esta integración en América habría sido imposible sin
el aporte del hombre blanco y sin la impulsión cristiana
que determinaron la posibilidad de una máxima
apertura de conciencia plenaria en el hombre. Este
valor espiritual supremo –lo repetimos- lo trae el
hombre blanco a la integración americana que será,
con el tiempo, la del mundo entero a través y solo por
obra del cristianismo.
Este elemento de polaridad vertical también se
expresa en América en la dimensión de profundidad,
pero ya no de abajo hacia arriba, sino al contrario, en
dirección invertida, en el sentido de la plomada, que
preside la construcción del nuevo edificio humana, en
la dirección perpendicular de arriba hacia abajo. El

364
espíritu para encarnar en la vida y existencia de los
pueblos desciende desde arriba hacia la tierra, desde el
cénit del cosmos al nadir terreno, cuando los vehículos
de expresión espiritual de los diversos estratos
humanos están ya maduros, listos, sutilizados, prestos
para ser los instrumentos de su realización cultural y
terrena. El nuevo espíritu de América que se ha
encarnado en ella y que ha comenzado a expresarse en
sus iniciales modulaciones es, también, el nuevo
espíritu cósmico del mundo. De allí su sentido y
acentuación ecuménicos, su misión de solidaridad
universal. El continente americano en su nuevo avatar
a través de la criatura humana que ha forjado y está
forjando aún es un instrumento para la expresión
integral del orbe entero, en esta etapa de
universalismo mundial de la cultura que se ha iniciado
ya con evidente claridad.
Toda cultura humana, que alcanza cierta jerarquía
superior de expresión, resulta de esa doble corriente
simbólica que se establece entre la copa y la raíz del
árbol interdependientes en su creación y en su
existencia, la una de la otra. La frondosidad y altura de
la copa, la envergadura y vitalidad del tronco y de las
ramas dependen de la profundidad vertical y
abismática de las raíces, las cuales se sumergen en el
suelo tanto como pueden para adueñarse de los jugos
terrenos más puros, prístinos y vigorosos que residen
en su entraña. Y, a la inversa, la penetración y mayor
impulso vertical hacia debajo de que sean capaces las
raíces provendrá de las energías que le envía la copa, la
cual se sumerge, también, verticalmente en el cielo
para empaparse en la fuerza magnética de la atmósfera
y absorber las energías centrales del sol, que recoge, a

365
su vez, las del Cosmos entero. Copa y raíces son
solidarias, convergentes, recíprocamente irradiantes
absorbentes de energías vitales, que constituyen, sin
embargo, un solo organismo que será tanto más
vigoroso cuanto mejor coordinen y articulen su mutua
y primordial dependencia.
El símbolo del árbol es el más fértil y perfecto para
expresar la verdad fundamental que rige en la
existencia de las culturas y que se puede expresar así:
todos los organismos culturales superiores son el
resultado de múltiples tensiones polares que han sido
capaces de coordinar, en un todo orgánico y unitario de
expresión, las fuerzas vitales inferiores con las energías
superiores del espíritu.
Esta adecuación cabal del símbolo del árbol es la
razón por la que lo encontramos en las cosmogonías de
casi todos los pueblos, en algunos de sus mitos más
arcaicos y profundos, y en los relatos alegóricos y
emblemáticos de sus orígenes.
Cerremos este capítulo con el bello diálogo entre
la raíz y la copa, del escritor alemán Theodor
Lessing389:
“La raíz: ¡Acuso! Mi vida que soñaba sueños
inefables en la lobreguez de las profundidades, la
sacaste a luz. Agostaste el seno.
La copa: ¡Acuso! Mi rayo que beatíficamente
tendía a la luz lo retuviste en la sorda oscuridad.
La raíz: ¡Gracias! Te agradezco por poder dar. Pues
tú eres la consumación.

389Gotthold Ephraim Lessing (1729-1781). Escritor y pensador alemán cuyas


obras impulsaron el movimiento dramático y literario en su país. Su pensamiento
fue influenciado por Wolff y Spinoza. Es autor de Laocoonte y La educación del
género humano.

366
La copa: ¡Gracias! Por poder dar. Pues tú eres el
alimento.
La raíz: Yo soy tu límite; calor y patria. Mi muerte
te renueva.
La copa: Yo soy tu medida; solución y plasmación.
Mi asesinato te forma.
La raíz: Retornas a lo siempre idéntico y presente,
a mí.
La copa: Surges hacia lo siempre nuevo y
cambiante, hacia mí.
La raíz: Yo soy equilibrio y polo. Cada nueva rama
que va hacia la luz necesita nueva fibra que penetre en
la oscuridad.
La copa: Yo soy polo y equilibrio. Cada nueva fibra
que penetra en la oscuridad necesita una nueva rama
que vaya hacia la luz”.

TREMOLO FINAL

Esta realidad profusa y múltiple, esta estructura


prismática de innumerables semblantes vivos; esta red
tremulante en que se enlazan las más lejanas, extrañas
y antinómicas relaciones históricas y humas; este
dramatismo vital en que se integra el planeta entero
buscando la unidad suprema del hombre; este coro
universal de todas las voces que trueca la torre de
Babel en habla humana inteligible, reveladora y
luminosa, es la gran sinfonía americana que ha
comenzado a entonarse desde el Nuevo Mundo. Esta
sinfonía acabará por abrazar a toda la tierra, salvada ya
de la lóbrega y tenebrosa crisis espiritual en que se
halla sumergida. Esta faena ciclópea que marca una

367
nueva época del mundo no habría podido consumarse
sin el concurso de todos los pueblos y de todas las
razas, sobretodo, de aquellas razas motejadas de
inferiores que recién rompen la cápsula de su enigma
para la historia e inician la apertura de su secreto
milenario para el hombre integral de mañana que ha
de brotar de la entraña convulsiva y desgarrada de
nuestra época.

368
INDICE GENERAL

CAPÍTULO I

La generación precursora del nuevo destino del


atomismo colonial a la integración del continente
I Historia genuina
II Sentimiento de la unidad hemisférica
III El reencuentro de sí misma
IV Desubicación “intrahistórica” de las
democracias (I)

CAPÍTULO II

Teoría del “Espectro” o de la constelación horizontal


antropológica
I La cita de las progenies
II La zona de la deflagración o del choque
III La zona sepulcral o recesiva
IV La zona vital y orgánica

CAPÍTULO III

El comienzo de un proceso histórico continental


I Garcilaso y Bolívar, dos etapas fundamentales
II ¿Arte mestizo o arte americano?

369
CAPÍTULO IV

La generación del alumbramiento de la nueva


conciencia
I Las raíces metafísicas
II La ubicación espacio-temporal
III El solecismo de su poesía
IV Solidaridad con el dolor de su época

CAPÍTULO V

La opción del pasado o del porvenir


I La valoración de lo pintoresco
II Hacia lo particular
III Inteligencia y profetismo
IV El dramatismo vital

CAPÍTULO VI

Entre el sepulcro y la cuna


I El osario de los mundos
II El alumbramiento de un orbe

CAPÍTULO VII

El constreñimiento de dos tumbas


I Enfoque de perspectiva
II El sepulcro indígena
III El sepulcro europeo
IV La eclosión del nacimiento

370
CAPÍTULO VIII

El cadáver androide de Latinoamérica


I Matriz de vida
II Subversión de la muerte
III Las larvas mentales

CAPÍTULO IX

De la enfermedad a la salud. Necesidad de un distinto


equilibrio espiritual
I Contemporaneidad universal
II El caso de América
III La esfera de la ciencia
IV La esfera del arte
V El punto de concordancia

CAPÍTULO X

El renacimiento americano o la conquista de la


juvenilidad continental
I La senda del retorno
II Civilización dislocada
III Las fuerzas arquetípicas
IV La faena del espíritu

CAPÍTULO XI

El lenguaje en América. Consideraciones generales


sobre el porvenir del castellano

371
CAPÍTULO XII

La circunstancia de la cultura americana. Pensamiento


intemporal y pensamiento histórico

CAPÍTULO XIII
La configuración histórica de la circunstancia
americana. El sentimiento de unidad en América como
emoción metafísica y como trayectoria vital del
hombre contemporáneo
I La referencia intuitiva
II La antorcha de un mundo
III Hacia una conciencia cósmica
IV Nueva encarnación histórica
V La dimensión humana o antropológica
VI La dimensión política y jurídica
VII El estado mundial indoamericano
VIII La unificación del mundo
IX Responsabilidad mundial de Indoamérica
X Correlatos de nuestra circunstancia

CAPÍTULO XIV

Indagación del ser histórico de la Nueva América. La


“nihilización” de los orbes culturales
I El ser del individuo
II El ser de los pueblos
III El ser de la Nueva América

372
CAPÍTULO XV

La doble tensión polar de la constelación mexicano-


andina. Los gérmenes históricos que conforman la
cultura americana
I La irradiación ambivalente
II La unificación hemisférica
III Persistencia de la polaridad original
IV La constelación libertad-justicia

CAPÍTULO XVI

Proceso de desintegración y de integración


continentales. Los “gérmenes históricos” como factores
del nuevo complejo cultural
I Clave significativa
II Morfología y esencia cultural
III Sumersión y afloramiento de los “gérmenes
históricos”
IV El renacimiento americano

CAPÍTULO XVII

La constelación vertical de las polaridades


antropológicas en el Nuevo Mundo
I De la sima a la cima
II Paternidad y maternidad simbólicos
III El nudo de raíces planetarias
IV La antinomia entre el europeo y el indio
americano
V La antinomia entre el negro y el indio
VI Constelación triangular de polaridades
VII La aportación del espíritu despierto

373
Trémolo final
Índice General

374
Nota final de la edición impresa:

“Este libro se terminó de escribir en 1955, y se terminó


de imprimir el 5 de julio de 1966 en los Talleres
Gráficos P. L. Villanueva, S. A., Reg. Ind. 9796 Jirón Yauli
1440-50 Chacra Ríos – Lima, Perú”.

375
Antenor Orrego (1892-1960) es una personalidad
singular en el proceso espiritual de América. Antes que
su experiencia –larga y dolorosa-, una certera intuición
sobre el destino del Continente lo lleva en busca de los
factores que, integrados, permitirán delinear una
fisonomía propia, determinante en cualquier
concepción universalista. El hecho estético es el
primero que analiza y en él da las primeras muestras
de una manera nueva y de una posición intelectual
distinta. Los memorables prólogos a los libros de
poemas de Vallejo y Spelucín, donde “el que más
ardientemente ama es el que mejor comprende” se
alejan de la crítica formal para calar en lo hondo de
mensajes poéticos que, en ese entonces, necesitaron de
esa voz casi profética para que el contenido espiritual
que ellos traían se abriera paso entre los cerrados
convencionalismos de una retórica que se negaba a
morir. Fue algo más allá el pensamiento de Orrego.
Esas voces, y muchas otras, para él, eran expresiones
más que individuales, del sentimiento de todo un
pueblo. Su estética, así, toma otro rumbo, pero hacia
adentro, hacia la raíz, hacia los primeros elementos en
el instante en que abandonaron el caos para tomar
formas perdurables. El apoyo humano que da a los
integrantes del llamado “grupo de Trujillo” no es ajeno
a la concepción estética de Orrego, que es parte de un
todo, de una conciencia nueva que acaso no llegó a
plasmar en una teoría filosófica porque la vida regateó
a la meditación y las manos quedaron en ademán ya
próximo de asir el ideal.

376
Demasiado consciente de la inmensidad de su
tarea, desarrolló una obra múltiple y fecunda. Abrió
caminos y sembró con generosidad. La cátedra, el libro
y la revista dan testimonios de una labor humanista
donde lo filosófico y lo ético jamás entraron en
contradicción y se mantuvieron a la altura del diálogo y
por encima de los dogmatismos.
Porque no se creyó dueño de la verdad estuvo
muy cerca de ella. Y si ésta es inaccesible, Antenor
Orrego llegó al punto más próximo. Cualesquiera de
sus páginas, aun aquellas que el tiempo ha envejecido,
se tornan aleccionadoras y son permanente ejemplo de
sinceridad, de esfuerzo, de fe y de consecuencia para
consigo mismo.
La Librería Editorial Juan Mejía Baca entrega al
público lector esta obra inédita de Antenor Orrego que
obliga a meditar sobre el hombre americano y su
destino. “El destino de América” –escribe Orrego- es
resolver, en una superior unidad humana, la cuita
angustiosa, la encrucijada trágica en que ha
desembocado el mundo contemporáneo, y ser ella
misma una continuidad y la continuidad del mundo”.

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