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La Estructura Del Poema de Mio Cid
La Estructura Del Poema de Mio Cid
CANTAR PRIMERO
CANTAR SEGUNDO
CANTAR TERCERO
eum benigne recipere noluit, neque iuxta eum in tentorio suo sedere
permisit, sed foris extra tentoria eum custodiri a militibus suis iussit;
victualia quippe sibi largiter ibidem dari sollicite precepit; tandem
uero liberum ad terram reuerti sibi concessit'* (ed. Menéndez Pidal,
España del Cid..., 11, p. 969). No obstante, hay aquí suficientes ra-
zones para pensar que el poeta estaba enterado de este relato, encon-
tró impropio del carácter del.Cid el trato descortés dado al conde, y
alteró adrede la narración inventando la escena en que el conde se
niega a comer con el Cid. Este cambio tenía, por una parte, la ven-
taja de presentar la “huelga de hambre” del conde como motivo de
la muestra de generosidad que dio el Cid al soltar al conde, lo cual
de Otra manera quedaría sin explicación; pero por otra parte tenía
la desventaja de presentar la invitación al conde a asistir al ban-
quete como colmo de injurias en el sentido de que el conde apare-
cería como celebrando su propia derrota. Acaso pueda verse aquí
otro ejemplo de la incapacidad del poeta para premeditar las conse-
cuencias de su facilidad de invención; Russell ha señalado ya lo ab-
surdo de que el poeta considerase necesarios nada menos que cinco
escuderos para llevar los seiscientos marcos obtenidos en préstamo de
Raquel y Vidas, mientras éstos, si bien con dificultad, logran arre-
glárselas para transportar las dos arcas, cuando fue el enorme peso de
éstas el que precisamente proporcionó la razón aparente de toda aque-
lla operación (véase “San Pedro de Cardeña...”, p. 77).
INTRODUCCIÓN 43
drigo, pero se supone que esto resulta de las falsas
acusaciones hechas por García Ordóñez y los Vani-
gómez, las que probablemente causaron el primer des-
tierro de 1081. En el Poema doña Jimena y las hijas
se guarecen en el monasterio de Cardeña, aunque no
existe ninguna prueba documental de ello; no obs-
tante, produce el efecto en el relato poético de dar a
la abadía una posición importante que no parece haber
tenido en la sucesión de los hechos históricos. El man-
dato real expedido por Alfonso VI y la consecuente
falta de hospitalidad encontrada por el Cid en Burgos
quedan sin atestiguación; la oración de la niña de
nueve años tiene trazas de ser pura ficción. La in-
vención del personaje de Martín Antolínez y su im-
portancia como único habitante burgalés que está a
la altura de las circunstancias, * el episodio ficticio
de los prestamistas judíos (que lleva implícita por lo
menos cierta contradicción), el desafío sumamente
improbable del mandato real por parte del desconocido
abad de Cardeña,*% todas estas invenciones satisfacen
exigencias artísticas del poeta. No está bien fundada
la creencia de que el Poema se va nutriendo de ficcio-
nes a medida que se desarrolla, ya que en muchas cosas
esenciales es ficticio desde el principio. La inmediata
introducción de Álvar Fáñez en calidad de “brazo de-
recho” del Cid y su continuación en este papel carecen
de documentación histórica. Las campañas del Cid se
presentan geográficamente como una progresión o jor-
nada desde Vivar hacia Valencia (hay que advertir
que se interrumpe entre El Poyo, Tévar y Huesa, pro-
bablemente porque aquella región le era desconocida
al autor); nunca se presentan como las correrías his-
tóricas, originadas, en su mayor parte y un tanto a
troche y moche, en el emirato de Zaragoza. Los epi-
sodios dedicados a Castejón de Henares y a Alcocer, y
47 Véase Russell, “Some problems of diplomatic...”, p. 342 y
nota 4.
48 Véase Rita Hamilton, “Epic Epithets...”, pp. 163-166.
49 Véase más arriba, final de la nota 46.
50 Véase Russell, “San Pedro de Cardeña...”, p. 72.
44 POEMA DE MIO CID
la importancia dada a San Esteban de Gormaz y Me-
dinaceli en los itinerarios, son debidos principalmente
a la situación particular de dichos lugares en la fron-
tera de la Castilla de entonces y a la relativa fami-
liaridad que tendrían para el poeta y su público, más
bien que a su trascendencia en las hazañas del Cid.
De todos modos, lo que ha hecho parecer tan “his-
tórico” al Poema, en comparación con otras epopeyas
medievales, es la existencia de unos detalles, sin im-
portancia para la narración, los cuales no obstante han
resultado ser históricamente auténticos. Cuando un per-
sonaje principal como Martín Antolínez es invención
y un personaje aun más importante, Álvar Fáñez, se
presenta en un papel deformado (o, a lo menos, dis-
tinto del que realmente desempeñó), no debemos ocul-
tar cierta sorpresa al encontrar que personajes de me-
nos monta, tales como Diego Téllez, Mal Anda y Galín
García, tuvieron una sólida existencia histórica. Esta
circunstancia aporta cierta prueba de que el poeta pu-
diera haber emprendido algunas investigaciones histó-
ricas, como Russell ha sugerido,5! para dar al conjunto
la apariencia de historicidad, aplicando así una téc-
nica que a lo largo de los siglos ha sido empleada en
las más audaces propagandas.