Moral sexual, sexualidad
y mujeres trabajadoras
en el periodo de entreguerras
Dora Barrancos
‘ales. Aqui recorreremos la evolucién
de la sexualidad especialmente en las trabajadoras del medio urbano.
Las ijeres incorporadas al mercado de trabajoen un gran abanico
actividades ~aunque reservando su predominio en los servicios, en el
mercio y en algunas ramas de la industria tales como la texti
eta, alimentaciGn, ealzado y frigorificos~ fueron aléanzadas por los
que s6lo pudieron subvertirse a partir de la década del
senta cuando las mujeres mas jévenes enfrentaron de manera incon-
stable las convenciones sociales decididamente represivas.
El inicio del momento que nos convoca dejaba atras las siluetas so-
tidas a la tortura de los corsés, los vestidos largos casi rozando el sue~
las botitas hasta la pantorrilla y aquella enorme cantidad de tela para
{eriores, enaguas, calzones largos rigurosamente empuntillados, mu-
10 bordado y gran atenci6n a los detalles con muy poca exposicin a la
jempre lasciva mirada de los hombres”, como solia sostenerse. Los
bios vinieron ripidos:después de laGran Guerra y las tiendas co-
nzaron a exhibir el nuevo figurin que se imponfa en Europa, cuyas
Las faldas se acortaron y los vestidos se soltaron,
inquee los escotes permanecieron al ras del cuello. Los cuerpos se insi-
Después de la Gran Guerra los
‘cuerpos femeninos se insinuaron y las
largas cabelleras dieron paso a las
‘melenitas” que, despertando suspiros
fo reservas, representaban el nuevo
‘modelo de mujer
(El Hogar, Afto XIX, N° 719,
27-7-1923)200 IMAGENES Y LENGUAJES
Relaciones forzadas
_que serfan requeridas
ra el patr6n. La complicidad de los patientes de las muchachas no p
huaron con mayor nitidez y las cabelleras largas, propias de Ia ani
devocién romantica, fueron tronchadas y dieron paso a esas melenas
consternaban a quienes suspiraban por la pérdida del antiguo model
mujer. Sin embargo, la evidencia de los cambios entusiasmaba a
parte del puiblico, especialmente a las mujeres, al ritmo tal vez de
una melena / melenita de oro / que me vuelve loco”, como decfa la
nocida cancién en boga por esos afios, mientras suscitaban reservas:
tre los sectores conservadores.
‘de erotismo. El desnudo insinuante aparecfa en reclames de prod
cuyas sugerencias no eran tan inocentes, pues prometian aumentar de
das maneras los encantos para la seduccién. Para colmo, las estadisti
demogréficas indicaban una clara curva descendente del ntimero de
cimientos. Para quienes estaban de acuerdo con el mas importante
mégrafo del momento, el catélico Alejandro Bunge, el pais estaba
riesgo de perder vitalidad y de sumergirse en las peores expresiones
a raza: preocupaciones para alguna gente que vefa con mucho tem
expansi6n de los métodos contraconcepcionales coincidiendo con la
yor liberalidad que trafan los nuevos tiempos.
Adentrémonos ahora en algunos t6picos en tomo de la moral se
y de la sexualidad de las mujeres trabajadoras en un perfodo que an
paba los grandes cambios sociales y politicos que el pais viviria a mit
del siglo.
sexualidad fueron siempre las empleadas domeésticas
der de sus patrones o de los hijos de éstos, las muchachas ~a veces a
nas nifias— que se desempefiaban en las residencias tanto de la ciu
como del campo sabfan que era muy dificil resistir él acoso, pues
arriesgaban al despido y aun a otras formas de persecucién. Las met
calificadas, en general las mucamas o “sirvientas” ~como el lengu:
comin las identificé por largo tiempo-,
en sus propios dormitorios o donde mejor cre
de descartarse, especialmente en las regiones del interior del pais do
de los patrones fuertes, con grandes propiedades -o no tanto-, ejerct
con prepotencia no sdlo los poderes domésticos. Muchas veces se
taba también de los duefios de la cosa publica, Era may habitual t
via en las décadas del veinte y del treinta la entrega de hijas 0 herma-nas en Jos dominios rurales, tanto del Noroeste como del Noreste. El
“derecho de pernada” constituyé un fenémeno corriente de las pricti-
cas sexuales en cotos privados protegidos absolutamente por poderes
incontestables. La Iglesia apenas reaccionaba frente a algtin desmadre,
pero cn general acataba este estado de cosas que servian, en ultima
tancia, para asegurar la castidad del matrimonio y la preponderanc
de los varones. Por otra parte, casijnojexistia la idea'de quevestasipriic=
pp ances pudieran considerarse adulterio, aun cuando rindieran
el ntimero de nacimientos ilegitimos, aunque decreciente, cons-
tituyé una expresiGn de indudable importancia en las regiones norte-
fias. Tuc bastante comin que los varones de esas dreas mantuvieran
Ss
concubinas, mis 0 menos protegidas segiin el caso, fuera de los limi-
tes de su propiedad y muchas veces a sabiendas de la familia legitima,
tal como venfa ocurriendo desde el siglo pasado.
&
n diferente grado de complacencia is cos sve ts
a Es evidente que, Ia
jes a la fidelidad, sentimiento que se expandié con mas fuerza en este
periodo. Pero el genuino sentimiento de humillacién derivado de la in-
fidelidad se reservaba a las amantes auténticas, esto es, aludia a otra cla-
se de mujeres que en la enorme mayoria de los casos nada tenia que ver
sirvientitas que los maridos sometian en sus residencias. El al-
con la
-veinte, cuando,
Buenos Aires, sin duda destinados a fines de libertad sexual de los va-
rones pudientes.
sera adoptada por las mujeres
de los sectores populares. Se podia sofiar con el verdadero amor, con
‘vinculos francos, desinteresados y apasionados, aunque para obtenerlos
debieran sortearse enormes dificultades. En efecto, la literatura de los
." insistia en tramas de amores contrariados por obsticu-
Jos en principio insalvables, tales como la diferencia social (patrén/em-
‘pleada), la imposibilidad de realizar el vinculo (casada/soltero), el impe-
io de otras citcunstaneias (muerte, enfermedad, viajes a gran distancia),
ro que podian tener un final feliz o muy reparador. Fruto de la fecun-
imaginacién de los autores, rara vez se correspondian con los mode-
Mora SEXUAL, SEXUALIDAD Y MUJERES TRABAJADORAS... 201
‘Las mucamas fueron cominmente
objeto del reclamo sexual tanto de sus
patrones como del resto de tos hombres
de la casa en la que trabajaban
Reclamo dificil de eludir debido al
riesgo de perder el empleo.
(Plus Ultra, Afi IV, N?43. noviembre,
1919)
Amor roméntico
y pasiones eréticas202 IMAGENES Y LENGUAJES
Los obstéculos insalvables fueron ef
tépico comiin de las tramas amorosas
en boga. Los amores contrariados
provocaban ligrimas, pero también
permitéan sofiar con la posibilidad de
sun final feliz.
(Plus Ultra, Afio V, N° 53, septiembre,
1920)
/ Noche a @apetad
ERNESTO MARIO. BARREDA
los existentes pero, tal como ha sefialado Beatriz Sarlo, sifvierompara
_expresar las intimas ensofiaciones de las lectoras del perfodo que apenas
-disimulaban las pulsiones de Ja sexwalidad. Se abrfa paso con mucha
lentitud una dimensién erética de los vinculos, dificultada todavfa por la
falta de libertad personal. Las preocupaciones conservadoras abunda-
ban, y podrian sintetizarse en el pensamiento de Rail Ortega Belgrano,
a la saz6n presidente del Consejo General de la Cruz Roja Argentina,
que acusaba como responsables de la inmoralidad femenina a todos los
maleficios del momento, a saber “[el] folletin que intoxica moralmente
[...] el baile moderno [que] fustiga sus instintos en el intimo contacto de
dos cuerpos dirigidos por un hombre que se esfuerza por despertar reac
ciones sexuales [...] el cinematégrafo [con] vistas deplorables de la es-
cuela del crimen y del vicio”Mora. s
También se habian reducido los discursos libertarios que hasta poco
tiempo atrds habfan proclamado con radicalidad la idea del “amor libre”.
Sin embargo, el ex anarquista Julio Ricardo Barcos, destacado educado
provocaba con un libro precursor ~La libertad sexual de las mujeres
aparecido en 1921 y del que hacia 1935 ya se habfan realizado cinco edi-
ciones, aleanzando cierta difusién internacional. Bareos denunciaba'la
hip6crita y retrasada moral sexual de la época, que sojuzgaba a las mu-
_ jetes bajo la soberanfa de Jos varones. El alegato de Barcos contenia el
siguiente programa que, si bien extenso, conviene desarrollar: “Acabar
con la tragedia del celibato femenino; libertar a las secuestradas de Bar-
ba Azul [...J: 1omper los candados de la castidad que les hemos puesto a
las mujeres; crear un noble comercio espiritual entre los sexos que les
permita comprenderse y solidarizarse mejor, para que las mujeres sean
més comprensivas; cegar la charea de la prostitucién, donde a falta de
agua pura, bajan los sedientos a beber el cieno del amor hecho vicio y
comercio, dejando insatisfechos el cuerpo y el alma, propagando, en
cambio, la pudrici6 de Ia raza; declarar a la co-
munidad Gnica responsable del criminal abandono de las mujeres po-
bres, condenadas a venderse para vivir, pues solamente los mentecatos
con alma de seminaristas creen que las cafdas en el lupanar han ido alli
por amor al vicio; llegar a una sociedad que declare como tiniea cosa sa-
grada la maternidad, donde el tinico interés puiblico esté concentrado en
la proteccién y felicidad de los nifios”.’
in de las fuentes genésic:
(UAL, SEXUALIDAD Y MUJERES TRABAJADORAS... 203
El éxito de los folletines entre los
sectores populares es el reflejo de las
nuevas sensibilidades relacionadas con
el amor entre 1920 y 1930,
(El Hogar, Alo XIX, N°719,
27-7-1923)
LAS NOVELITAS DE ‘‘EL HOGAR”
BECITA
LOCA
RAFAEL
Tustrac
OP FRONTAURA
de Itolvrto Riamban DE LA FUENTE204 IMAGENES Y LENGUAJES
Una imagen persistente:
mujeres pobres y prostitucién
La prohibicién de visitas en los
camarines de los rearros establevida
por la Intendencia Municipal parece
no haber resultado muy efectiva. Agué
¢s precisamente et Inspector quien
intenta ingresar
(Revista Popular, Almanague, 1919)
Como puede advertirse Barcos, un gran amigo de la causa femenina
y en particular de las mujeres pobres, ofrecfa un enérgico programa re-
formista con visiones clisicas y modernas que reivindicaba la liberacién
sin abandono del mandato de la maternidad.
Tal como el texto de Barcos nos transmite, una figura muy’ problema-
tizada habia sido y era todavia la prostitiita, que siguié obsesionando a hi-
gienistas, reformadores, espiritus radicalizados, literatos, gentes de iz-
quierda y de derecha durante los afios veinte.‘ Las miuchachas dé los sec-
vores populares estaban en el centro de Ia atencia, ya que ellas presenta:
aunque a
menudo las preocupaciones de! perfodo abarcaban a cualquier mujer sola
y soltera—
ficantes 6 por ocasionales cafiolos cuentapropistas.
tucidn y los salvatajes ocasionales por héroes bastante romanticos inspi
como Manuel Galvez, cuyas novelas Nacha
Regules e Historia de arrabal son una muestra elocuente de esos dramas
entre Jo puro y lo impuro vinculando a gentes de linajes contrapuestos.
La transmisi6n sexual de enfermedades, en las que tanta responsabi-
lidad cabfa a la prostitueién, todavfa constituy6 un problema durante
buena parte de los afios veinte. Algunas agencias segufan alarmando a la
poblacién y alertando a las meretrices y sobre todo a los clientes sobre
los males derivados de la sifilis. Entre dichas agencias sobresalfan en
Buenos Aires la accién de la “Sociedad Luz”, en manos del socialismo,
y de su mas importante higienista, el doctor Angel M. Giménez, y de la
Liga Argentina de Profilaxis Social. Un aspecto central de esta tiltima—y
menos subrayado en los objetivos de la primera~ era la defensa de un
programa integral, que evitara, tal como proponfa el eugenismo —doctri-
na dominante desde fines del siglo XIX- la disminucién de la vitalidad
de la especie, socavada por malas procreaciones y por el nacimiento de
ios débiles o enfermos.
s ~especialmente la tuberculosis— y, por
encima de todo, —— 4 A medida que corrieron los aiios treinta
y ms atin cuando en 1936 se extinguié el régimen reglamentarista y con
él la legalidad de las casas de tolerancia, la prostitucién fue matizada con
otras preocupaciones acerea de la sexualidad. Entre los sectores trabaja-
dores més calificados y las clases medias se extendié la preocupacién fn
tima de adoptar métodos contraconcepcionales pues cundié la firme de-
cisidn de reducir e! ntimero de nacimientos. Y puede decirse que la me-MORAL SEXUAL, SEXUALIDAD Y MUJERES TRABAJADORAS.
dicina ginecolégica acompais en buena medida esa voluntad de las aleo-
bas, por lo menos entre los sectores de opinién més progresista.
Durante la década del veinte se ampliaron las oportunidades del tra-
bajo extradoméstico de las mujeres, aunque muchisimas siguieron pro-
duciendo en el propio seno del hogar. Las meios preparadas salfan para
cumplir funciones en el servicio doméstico. y 148 mas-calificadas se em-
pleaban en el magisterio, 0S 0 en el comer-
cio. Em larindustria:y 1a. manufactura, los contingentes de mujeres eran
importantes s6lo en algunas ramas. En la industria textil, desde
tiempo atras,
hilanderia gracias a su habilidad manual. Envla rama de la véstimenta se
Jas vefa en un enorme mimero de actividades yendo desde la produccién
de medias, la lenceria, la sombrererfa, la hechura de guantes, hasta la
confeccién de todo tipo de prendas. En lal industria alimentaria partici-
paban de una produccién muy diversificada; en la fabricacin del calza-
do se las encontraba sobre todo como aparadoras; su presencia era muy
en los otros servicios pti!
rgZ0.
eran numerosas y se hallaban especialmente en el sector de
205
Si bien la figura de la prostituta fue
comtinmenmte asociada con las
muchachas de los seetores populares,
las “estrellitas” no estuvieron exentas
de sospechas.
(EI Hogar, Alo XXI, N° 814,
2-5-1925)
Preocupaciones morales segiin
diversos perfiles de trabajadoras206 IMAGENES Y LENGUAJES
Los maguittajes, al igual que la
vestimenta, se hicieron mas audaces
‘medida que corria el tiempo.
(El Hogar, Aito XIX, N° 719.
27-7-1923)
destacada en a industria fosforera y en los frigorfficos. No faltaban mu-
jeres en otras ramas industriales, como la quimica, si bien se concentra-
ban en los laboratorios medicinales; pero era mucha mas raleada la ac
tividad femenina a medida que se ingresaba en otras actividades trans-
formadoras. Sin embargo, en miiltiples intersticios de Ia actividad eco-
n6mica habfa mujeres: floristas, paragiieras, remenderas, amasadoras,
confiteras, esterilladoras, eteétera,
estima social. La mayorfa de los protagonistas, incluidos los sectores tra-
bajadores, no encontraba benéfico el trabajo de las mujeres ya que éstas.
debian abandonar la atenci6n familiar. Las tareas productivas realizadas
en la casa, si bien parecfan mas compatibles con la matemidad y los cui-
dados domésticos, fueron denunciadas por los idedlogos préximos al pro-
letariado -socialistas y anarquistas- y por el cristianismo social. La legis
lacién argentina debis acabar con el extendido sistema del “sudor”, fore
zado por el trabajo a destajo que prolongaba largamente la jornada labo-
ral. El “matemalismo” gozaba de muy fuerte aceptacién por parte de las
sensibilidades del perfodo, perdurando durante los aftos treinta, y si bien
proclamaba como un valor la retencién de las madres junto a sus hijos,
La resistencia a aceptar el ingreso de las mujeres en el mercado la-
boral fue un escollo persistente que aquéllas debieron sortear. Pero la
necesidad hablaba més fuerte; cualquiera fuera la posiciGn ideolégica
respecto del valor asignado al 1
jo femenino, a la hora de tener que
sostener familias de numerosos miembros, especialmente frente a la
muerte del padre (es necesario recordar que la expectativa de vida era
menor y que los varones morian jévenes), la busqueda de trabajo por
parte de hijas desamparadas se hacia irreprimible.
|Salir a trabajar solia ir acompafiado de una sombra, de Una insidiosa
duida Sobre lajintegricach moral. Result muy recurrente identificar a las
. haciéndoles fama de
“afiladoras”, de s", de provocar con gestos y actitudes al otro se-
xo. Entre los grupos menos beneficiados se alargaban las imagenes de
muchachas que “daban €) fal paso”, que cambiaban a menudo de pare-
ja-lo més parecido a prostituirse-, que eran “loquitas”. Las habladurfas
en los barrios tejfan historias morbosas sobre la conducta sexual de las
mis liberadas. Las vestimentas arrojaban sefiales, de la misma manera
que los maquillajes, mis audaces a medida que el tiempo corria. :Y qué
decir de las primeras mujeres de las clases trabajadoras que se animaron
a fumar en ptiblico? Veamos las huces y las sombras de la condicién fe-
menina, el trabajo y la moral sexual de esos afiosMOoraL SEXUAL, SEXUALIDAD Y MUJERES TRABAJADORAS... 207
Hay casi unanimidad en sefialar a las maesiras como el grupo de a8
y ello fue posible porque pro-
bablemente casi ningtin contemporsneo del perfodo que analizamos
taba dispuesto a admitir que el magisterio se identificara con las earac-
teristicas propias de un “trabajo”. Aun en las concepciones de los docen-
tes dedicados al gremialismo del perfodo, séFmaestra, como para el res
to de la sociedad,
, ladocencia enearmaba valores muy esti
mados, y el deseo intimo de la mayorfa de las familias de los sectores
medios y medios bajos era conseguir que su hija fuera maestra. Los
hemos podido constatar que, depen-
diendo de los aftos de trabajo y teniendo en cuenta la clasificacién de las
escuelas, una telefonista podfa tener mejor retribucién-, pero el FeCOnO-
Numerosas fuentes ilustran sobre esa mayor respetabilidad de la que
gozaban las docentes. El problema, en todo caso,
La
maledicencia solia rodear a esas jévenes decididas a emaneiparse y que
podian enfrentar esa adversidad. Tener novio y recibirlo en casa sola
eran motivos centrales de habladurfas que terminaban minando el apos-
tolado. Y no fueron pocas las veces en que las cosas llegaron al limite y
fueron sancionadas con traslados, cuando ellas mismas no terminaban
pidiéndolos, Una manera de zanjar este tipo de circunstancias era casar-
1
Conscjo Nacional de Educacién estimulaba esta circunstancia que evita-
ba con anticipacién los problemas morales de las maestras desplazadas
del ambito familiar. El Digesto Escolar, que databa de la década del diez
Fueron las maestras las asalaviadas
gue ganaron mayor respetabitidad,
probablemente debido a que el
‘magisterio no era idemificado con tas
particularidades propias de un trabajo
Ser maestra era ejercer un apostolado,
considerado como la proyeccién de la
labor maternal.
(Escuela Normal N° 9, 1940)208 IMAGENES Y LENGUAJES
era muy exigente respecto del cuadro de conductas y vestimentas ten-
dientes a conformar un orden moral severo, Se prohibfa que las docen-
tes fueran a la escuela sin medias, entre otras normas por el estilo. Pero,
como hemos recogido de un testimonio, ;a qué maestra decente se le
ocurria ir sin medias a la escuela?
La sancién de la comunidad a las maestras que defraudaron la
expectativas de la gente podia significar el fin de una carrera. Las que
se animaron a la maternidad siendo solteras debieron mantener en el
mayor secreto la circunstancia, armarse de ardides para solicitar eam-
bios y encontrar luego marido si la vocacién las mantenfa fieles a la do-
cencia. De lo contrario, era casi forzoso abandonarla, Nada resultaba
mas gravemente contrariante de la moral y las buenas costumbres que
maestras “livianas”, con experiencia sexual premarital 0 con aventuras
colaterales al matrimonio, Las comunidades y las autoridades educacio-
nales resultaban implacables la mayorfa de las veces. Ese mismo relato
de la testimoniante que ya introdujimos, nos cuenta que a mediados de
los afios treinta corrié la noticia de que una docente habfa sido dejada
cesante porque se habja separado del marido. Muy probablemente en los
afios de la gobernacién de Manuel Fresco en la provincia de Buenos Ai-
res, que tantas cesantias docentes produjo, muchas estuvieron vineula-
das con aleahueterias en materia de moral sexual
Las trabajadoras con cierta calificacién, como las telefénicas, no
it Ya fuera
porque
con clientes varones o porque la propia invisibilidad del trato les con-
feria cierta impunidad, lo cierto es que las operadoras telefonicas nO
¢ trataba en todo caso de un grupo particular que
habia podido evitar el ingreso en el mundo fabril y que, por lo mismo,
estaba en mejor situacién, mas proximo al ascenso que el resto de sus
congéneres menos calificadas. Si bien era relativamente ficil encontrar
empleo en la telefonfa durante los afios treinta y cuarenta, debido a la
enorme expansién del sector, incorporarse a sus planteles presentaba
algunas dificultades, y es muy probable que sino se tenfan amigos o
parientes en la Unién Telefonica ~circunstancia esta a todas luces
habilitadora del ingreso-, la imposibilidad de ingresar para cientos de
candidatos -hombres y mujeres 1
Tes. No es posible dirimir qué aspectos seguramente proyectivos anima~
ban la sospecha de que las telefénicas eran “ligeras", cuando no fran-
camente “putas”, como hemos recogido de diversos testimonios. Muy
probablement -Thi¢s ee re pe
fuera del empleo, pudieran salir con novios sin ser acompaiiadas de fa-
miliares o amigas -regla fundamental del perfodo- y, eventualmente, te-
ner discretas relaciones intimas con ellos, Abunda 168 €AS08 de felefs-
nicas que pudieron evadir de alguna manera el rigido control interno y
el social para dar rienda suelta a impulsos amatorios durante la década
del cuarenta, aunque a algunas esto les costara también traslados
En el mundo de las trabajadoras de fabrica solia haber circulos de
acuerdo con las pautas de moral sexual exhibidas. Es evidente que, aun
‘cuando pesaran las mismas expectativas de conducta demandadas a las
mujeres en general, en los sectores populares podfan quebrarse las reglas.
Las muchachas de las familias mas exigentes y que emulaban las normas
canénicas de los sectores medios recelaban de los comportamientos de
as compafieras de hijas 0 hermanas. Algunos testimonios dan cuenta de
la existencia de estos circulos de afinidad dividiendo, por un lado, a las
igeras”, de moral liviana,
Aunque en la esfera del trabajo se Hevaran bien, la comunicacién resul-
taba minima, Pero lo cierto es que el efreulo de las primeras era mucho
mayor que el de las segundas.
Muy probablemente deberian encontrarse diferen
Ja mayor libertad de las j6venes, la posibilidad de cambiar de “filo”, de en-
probas, rectas, intachables y, por otro, a las
‘ias relacionadas con
Las operadoras telefénicas habian
podide escapar del mundo fabril, pero
ingresar en la Union Telefonica era
dificil para quien no contaba con
arientes densro det plantel, situactén
‘que hacia suponer que la obtenciéin del
empleo se debia a transaceiones
sexuales.
(Revista Popular [Almanaque], 1919)210 IMAGENES Y LENGUAJES
contrarse con amigas hasta horas mds entradas de la noche —Ia regla ge-
neral de mediados de las dcadas del treinta y del cuarenta era regresar a
casa acompafiadas no més tarde de las 22 horas- segtin contextos familia-
res, educacionales, étnicos y barriales. Un testimonio evoca la situacin
excepcional de las empleadas de origen alemén en un gran laboratorio de
ese origen: ellas disponian de mayor libertad personal, parecfan mas due-
fias de sf y habfa evidencias de que podfan salir solas, especialmente con
otros alemanes. Ninguna trabajadora nativa de los otros sectores, tanto del
administrativo como de la planta fabril, parecfa igualarseles.
‘A medida que la familia obrera consiguié empinarse en la escala
proletario, I
desconocidos y muchisimo menos ir al cine, a una confiterfa, a bailar,
aun paseo, a un picnic o al club sin la compaiifa de un familiar, gene-
ralmente una hermana. Un relato hace mencién de una situacién casi
absurda: una pareja acompafiada por la hermana de la novia pasea por
una calle de Buenos Aires en los aiios treinta, pero quienes van un po-
co més adelante son la hermana y el novio, un poco mas atrés los si-
gue la custodiada novi:
Sin embargo, resulta innegable un aumento de Ta sociabilidad feme-
nina con reglas més sueltas, produciendo preocupaciones entre los con-
servadores y también entre los mas dispuestos a aceptar los nuevos
tiempos. Sirva como ejemplo la opinion en la Revista de Criminologi
Psiquiatria y Medicina Social de un importante médico chileno, el doc-
tor W. E, Cutts, quien escribe: “Cuando contemplamos impasibles la
vertiginosa carrera en que se precipita nuestra juventud feme!
do vemos la enormidad de muchachas que concurren solas a reuniones
sociales, beben, fuman, bailan en forma sensualmente Ilamativa, flirtean
descaradamente con cualquier cosa que leva pantalones y regresan des-
pués, en semiconciencia a todas horas de la madrugada a sus hogares,
comprendemos por qué el matrimonio contempordneo lleva envuelto el
germen de la infidelidad”*
ia, cuan-MORAL SEXUAL, SEXUALIDAD Y MUJERES TRABAJADORAS... 211
El casamiiento siguié siendo el destino para las mujeres de todas las
condiciones; y la maternidad, el supremo objetivo. Ponerse de novia si
nificaba acatar la siguiente normativa basica:
a) el “filo” podia comenzar en cualquier lu;
clandestina no podia ir mas alla de dfas, si la muchacha era seria;
b) el pretendiente debia luego pedir formalmente la mano para poder
ingresar en la casa:
c) sila
dos veces por semana y no més de dos horas
go corria aparte.
Los novios permanec'
, pero esa situacin
familia consentia, el pretendiente debia visitarla no mas de
en cada ocasién. El domin-
in en lugares de alta visibilidad en los domi-
anzar alguna intimidad ~algdn trueque més 0 menos fur-
tivo de besos-, era imprescindible aprovechar descuidos; resultaba po-
co probable que la familia abandonara la discreta vigilancia yéndose a
dormir, ya que antes el novio debfa retirarse. Si se disponia de algtin za-
guén, de vestibulo, de alguna forma de antecémara, de jardin y se trata-
ba de familias mas comprensivas, le eran permitidos a la pareja algunos
minutos de soledad. La correspondencia entre los novios més alfabeti-
zados fue un cédigo de vinculacién muy extendido en los medios urba-
nos. El intercambio de postales de encantador romanticismo resultaba
un imperativo de todas las formas de amor del periodo. Homero Manzi,
en su “Romance de barrio”, ° expresa una férmula bastante completa de
la relacién entre enamorados: “Primero la cita lejana de abril / tu oseu-
ro bale6n, tu antiguo jardin. / Mas tarde las cartas de pulso febril / min-
tiendo que no, jurando que sf. / Romance de barrio tu amor y mi amor /
primero un querer, después un dolor...”
cilios y, para al
aba
Nov
acgos
EI “filo” podia comenzar en cualquier
lugar, pero esa situacién clandestina no
oda perdurar més de un par de dias
sila muchacha era “seria”.
(El Hogar, Ato XIX, N°719,
277-1923)212 IMAGENES Y LENGUAJES
Los noviazgos largos no eran extrafios en el perfodo. Una testimo-
niante narra que el suyo duré algo mas de siete afios, y que eso era muy
comin en los afios treinta. Las cifras indiean, en efecto, un aumento de
la edad de las Gontrayentes. Su opini6n presenta un punto de vista que a
menudo se nos escapa: muchas veces se trataba de posibilitar una cier
ta acumulacién, pues habia que atender también a la madre, esto es, a la
futura suegra, generalmente viuda y sin medios, a no ser los recursos de
Jos hijos. En su opiniGn eso originaba el mentado temor a la suegra, 0 la
idea de la suegra “ogro” que dilataba el dia de la boda, Su novio ~un
hombre de origen suizo-alemén que aleanz6 un importante cargo en los
ferrocarriles~ debi6 atender la subsistencia de la madre y por esta razon
el noviazgo se extendié tanto tiempo.
Pero tal vez i i
rabanyayresolver pidamentelasituacién,) Una contemporsnea. nos
cuenta que habja cinco hermanas en su familia y, habiendo sido la ma-
dre victima de una repentina viudez, se puso muy exigente con cada
candidato: de entrada les hacia saber que no soportaria noviazgos demo-
rados. Esa determinacién parece no haber sido un obstaculo ya que pu-
do casar a todas en menos de tres afios. Este tipo de caso, exigente en
materia de plazos para casarse, debié de ser por demas ie
id. De “eso” no
se hablaba. La enorme mayoria siguié yendo al matrimonio sin haber ori-
llado siquiera conversaciones explicitas sobre el sexo. El amor roméntico
de las novelas, del folletin y del cine, s6lo de manera secreta se convertia
en manifiesta pulsin sexual. Sin embargo, quienes estaban més cerca de
bibliotecas y eran acometidas por la curiosidad podfan acceder, sin que na-
die se enterara, a los conceptos picantes de la sexualidad que provenfan de
diccionarios y enciclopedias. En el otro extremo, las que no disponfan de
la vecindad de esos textos con aquellos nombres de cosas que daban es-
tremecimientos, tenfan a mano las confesiones de amigas mds experimen-
tadas y decididas a hablar. Pero la vida sexual de la mayorfa, ya fuera de
orden real o imaginario, con ejercicio o no de pricticas onanistas o aun
con experiencia genital, era una cuestién mantenida bajo estrecho sigilo.
Ni siquiera 1a menstruacién era anunciada amticipadamente por parte de
las madres; mas bien habia que averiguar por cuenta propia, y a muchas
adolescentes les Ilegaba con entera inocencia. Mucho menos comin era
comentar aspectos, t6picos, funciones de la sexualidad, incluso entre ami-
gas fntimas. En las familias de clase media y de sectores trabajadores se
evitaba hablar de “embarazo”, utilizindose en cambio las consabidas me-
téforas de “esperar la cigilefia”, “estado interesante” o frases por el estilo.MORAL SEXUAL, SEXUALIDAD Y MUJERES TRABAJADORAS... 213
Lat mayoria de tas mujeres Hegaba at
‘matrimonio con una informacion mds
{que rudimentaria sobre el sexo: de
eso” no se hablaba,
(Plus Ultra, Ado IV, N° 38, junio, 1919)
El compromiso matrimonial ocurrfa s6lo cuando el vinculo estaba
muy arraigado y Jos novios parecfan haber superado todas las dudas y
los obsticulos para la boda, especialmente los de orden econémico. Era
toda una catdstrofe romper el compromiso; no obstante, la novedad del
momento fue que en muchos casos se revocaron las promesas formales,
algunas terminadas en tragedia. La crénica policial todavia da cuenta en
este perfodo de diversos crimenes pasionales ocurridos por rupturas de
compromisos de matrimonio, algunos muy dramaticos por haber ocurri-
do en el momento mismo en que el o la contrayente desleal protagoni-
zaba su ceremonia de boda.214 IMAGENES Y LENGUAJES
Casamiento
y consraconcepcionatidad
Las j6venes que rompfan un largo noviazgo eran objeto de todo tipo
de comentarios por largo tiempo, aunque la opinién de su entorno fuera
mis favorable a la conmiseracién que a otra cosa. A menudo, el sacrifi-
cio de aftos para la produccién del ajuar, cuyas prendas debfan contar
con algo hecho a mano por Ja propia novia, era un aspecto central de las
charlas acerca de las j6venes “largadas” por novios que ya no habfan po-
dido ocultar relaciones paralelas.
mine See principios de siglo algunos barrios de Buenos Aires
con poblacién trabajadora presentaban tasas limitadas de casamiento re-
ligioso, pero entre 1920 y 1945 aument6 el niimero de bodas en los tem-
plos de las diversas confesiones, Ir de luna de miel a algunos lugares tu-
risticos shay buenas razones para pensar que Cordoba y sus sierras fue
la estaci6n predilecta— constituy6 un cédigo para todos los sectores so-
ciales que procuraban ascenso. Para las mas restringidas economias ese
viaje s6lo duraba una semana.
Las nuevas parejas tenfan a mano los consejos de un libro de enor-
‘me difusién durante la década del treinta, El matrimonio perfecto, de T.
H. Vandevelde, que estaba a mano en todas las bibliotecas populares" y_
que era mudo en materia de erotismo aunque informaba sobre métodos.
pata evitar embarazos. Aunque la Iglesia se opusiera tenazmente a cuale
quier forma de relacién sexual que no tuviera como fin la procreacién,
{SKERnIE SOE aH algo cumbi6 verdaiiemnments; Foe ond firme welll
de las mujeres, y con seguridad de muchos hombres también,
“tar el nlimerode hijos, La comunicacién en la materia debié aumentar
de modo significativo entre las mujeres, aunque se redujera sélo a es-
trictos aspectos de método. “Cémo cuidarse” fue una preocupacién que
pudo manifestarse mucho més que antes y ser objeto de reiterada locu-
ci6n entre las interesadas.
Durante las primeras décadas del siglo los més decididos propagan-
distas locales de la contraconcepcién habjan sido anarquistas y grupos
de librepensamiento. En el perfodo, una vez mis, surgié la defensa del
derecho a decidir liderada por un médico anarquista, el doctor Juan La~
zarte, cuyo libro Limitacién de los nacimientos, aparecido en 1934, tu-
vo cierta difusién, en particular en los medios médicos. Hay muchas ra~)
zones para creer que gran parte de la opinién estaba de acuerdo con su
punto de vista aunque no se manifestara de manera estridente.
Los médicos ginecdlogos tuvieron un papel destacado en sus consul-
torios privados y, en general, la opinién cientifica médica se expresaba
en las revistas especializadas abordando la necesidad de restringir el n=MORAL SEXUAL, SEXUALIDAD Y MUJERES TRABAJADORAS...
mero de abortos mediante la utilizacién de métodos que evitaran los em-
barazos. Un ejemplo en este sentido es 1a opinién del doctor Marcos
Glombovsky, cuyo trabajo “Limitacién de la maternidad™" advierte so-
bre la necesidad de extender el empleo de pricticas contranatalicias a los
sectores obreros: “El conocimiento de contraconceptivos es manifiesto
sobre todo en las clases pudientes; es nuestro deber por lo tanto ~¥ so-
bre ello insistiremos al hablar de profilaxis del aborto— propagarlo entre
el elemento trabajador, que seria realmente el més indicado para poner-
Jo en prictica, dada su pésima situacién econdmica que les imposibilita
la manutencién de la numerosa prole”. El articulista mencionaba la exis-
tencia de métodos fisiolégicos, mecinicos y quimicos para regular los
embarazos.
Entre los métodos fisiolégicos se encontraba la esterilizacién me-
diante cirugia, como la vasectomfa (seguramente no practicada en el
medio local) y Ia ligadura de trompas (que s6lo se efectuaba muy ra-
ramente para evitar muertes seguras). Entre los medios mecénicos se
distinguian los de aplicacién masculina y femenina respectivamente, a
saber:
a) Masculinos: preservativos 0 “capotas inglesas”. El mas extendido
—segtin nuestro autor- era el de caucho que habia superado de lejos a la
antigua técnica que empleaba la “iripa”, 0 ciego del intestino del carne-
1, tipica de los antiguos
nes” que s6lo cubrian el glande.
b) Femeninos: “Son de dudoso resultado si no se le afiaden otros qui-
| debido a que en casi todos ellos queda el esperma en la vagi-
na después de la c6pula” ~advertia Glombovsky-. “El mas sencillo de
todos es un mechén de algodén hidréfilo seco, del grueso de un dedo
que se aplica en el hocico de tenca antes del coito. Otro seria el de la
borla de seda, que se puede utilizar varias veces lavéndola bien” -opi-
naba este difusor. Luego enumeraba la “esponja”, a la que vefa “mucho
mejor que los anteriores”, el “pesario”, el “preservativo completo” (tam-
bién llamado “madre de familia” que “consiste en una vaina de caucho,
provista de un reborde o anillo externo en su extremo abierto”, el “tapon
uter6filo”, para obturar el conducto cervical. Finalmente, mencionaba el
mis popular de los métodos contraceptivos, el “coitus interruptus”, con
el siguiente comentario: “Este método tiene el inconveniente de que pri-
va al hombre y a la mujer de una satisfaccién legitima y que segdn se
afirma trae aparejado un enfriamiento, adversi6n y trastornos nerviosos
en la pareja”.
No puede sorprender que este tiltimo y tan vulgarizado medio pa-
ra evitar embarazos haya sido colocado por el autor en la némina de
los que corresponden al género femenino. Una evidencia mas de que
condones”. También se disponia de “capucho-
215
Casamientos!
Lo que toda Joven Debe Saber
‘Antes y Despues
Del Casamientol
‘pi mene sewn ty,
Hasta el genio de la Mujer puede
cambiar y ella, de alegre que era, se
wuelve triste y desanimada,
enfadtindose facilmemte por las cosas
‘mas insignificantes! Traténdose todos
estos males desaparecerdn,” Asi era
promocionado un “regulador”
femenino especialmente destinado a
quienes ingresaban en ef matrimonio.
(EI Hogar. Ano XXI, N° 814,
2-5-1925)216 IMAGENES Y LENGUAJES
eran las mujeres las verdaderas duefias de Ja iniciativa para impedir
embarazos.
En cuanto a los métodos quimicos, la descripcién alcanzaba los di-
ferentes modos de accién local sobre la vagina mediante sistemas de
limpieza poscoito, el uso de espermatizidas o atenuadores. Los Kiquidos
de limpieza ~segtin nuestro autor y, por otra parte, bien conocidos en el
periodo- eran: agua hervida y caliente (entre 45 y 50 grados), vinagre
(se recomendaba el uso de medio vaso para 2 litros de agua hervida),
fcido citrico o tartérico (dosis de 2 a 5 gramos por litro de agua), formal
(una cucharadita de la solucién al 40% en un litro de agua), bicloruro de
mercurio (soluci6n de 1 por 2000 hasta 1 por 10,000), alumbre (10 gra-
mos por litro de agua), permanganato de potasio (proporcién de 1 por
2000). Entre éstos, los més eficaces resultaban el formol y el bicloruro
de mercurio,
Pero, tal como afirmaba Glombovsky, en las farmacias solia haber
un repertorio aun mas amplio de métodos quimicos que recogfan f6rmu-
las con especificos de diversas procedencias. Los grupos naturistas, sin
ir més lejos, proclamaban sus propias recetas a base de quinina mezcla-
da en determinadas proporciones con la gelatina como agente. Asi, si
bien de manera muy discreta, solfan encontrarse conos, 6vulos, olivas
que contenfan espermaticidas, disueltos, la mayoria de las veces, en una
gelatina glicerinada, Estos dispositivos se aplicaban inmediatamente an-
tes del acto sexual."
La Iglesia confirmaba que el tinico método Hicito era el “natural” y
que, frente a los insalvables problemas que podrian derivar de una salud
femenina quebrantada y un grave riesgo de vida, el método autorizado
era el Ogino-Knauss-Smulders, esto es, evitar las relaciones maritales
los dias fértiles,
{Cudles fueron los métodos mas empleados por los sectores medios
bajos y populares, y, sobre todo, cules fueron los preferidos o mas se-
leccionados por las mujeres de estos sectores convocadas por la expe-
riencia del trabajo productivo? No es dificil concluir que el’ método de
mayor popularidad en todos los segmentos sociales sigui6 siendo el coi
tus interruptus, mas alla de las desventuras psfquicas y emocionales que
aparejase. En segundo lugar, se hallaron los preservativos de caucho,
comprados subrepticiamente por los varones que se entendfan con otros
varones, los farmacéuticos 0 expendedores. Los adminiculos, una vez
ingresados en el hogar, solfan guardarse rigurosamente en cajones ale-
jados de las manos de los nifios para que no hubiera la menor posibili-
dad de tener que dar explicaciones. En tercer lugar, las précticas de la-
vaje vaginal y, muy de lejos, ventan los otros dispositivos quimicos. Pe
ro nada era seguro y ello constituy6 una fuente permanente de preocu-MORAL SEXUAL, SEXUALIDAD Y MUJERES TRABAJADORAS... 217
pacién, pues més alld de los dos hijos era diffcil mantener el empleo y
mejorar la vida, meta que estuvo siempre cerca de las expectativas de las
familias trabajadoras entre las que se contaba la de educar bien a los hi-
jos y “darles un futuro”, como se decia.
Fue absolutamente comtin la necesidad de recurrir al aborto como
{iltima apelacién para limitar los nacimientos.
A medida que la mitad del siglo se aproximaba, la préctica del abor- Abortos
to se hizo comin y aunque no existan cifras precisas sobre este extenso
fendémeno de la sociedad argentina, todo indica que la necesidad de re-
lacionado con el aborto ya que, en general, las r
‘0 “aborlo voluntario”. No puede escapar el hecho de que la vecina Re-
publica Oriental del Uruguay, en plena dictadura del presidente Terra,
descriminalizara el aborto en el nuevo Cédigo Penal de 1934, aunque
cuatro afios més tarde se volviera a la situacién anterior, Lo cierto es que
el debate politico, médico y social de la vecina orilla también se regis-
tr6 en el pais, especialmente porque una figura decisiva del progresismo.
médico estuviera representada por el distinguido ginecdlogo uruguayo,
el doctor Augusto Turenne, muy conocido en los medios argentinos. Tu-
renne habfa evolucionado en el reconocimiento de la necesidad de des-
penalizar cl aborto bajo circunstancias més amplias.' En 1939, el doc-
tor Carlos M. Padilla Roqué, en una nota en La Semana Médica que
tulé “Medicina Social. El problema del aborto voluntario (criminal). Su
soluci6n’* -nétese la tensién entre el viejo y el nuevo lenguaje—no pu-
do eludir la respetable opinién del doctor Turenne, de cuya obra Obste-
tricia Social extrajo conceptos fundamentales tales como: “El aborto
triunfa porque las causas que lo determinan son més fuertes que las con-
denas y castigos que se le imponen [...] Es indispensable colocar a esas
madres en condiciones de no verse angustiadas por el terror constante de
una nueva gravidez, que la va a lanzar locamente a la carrera del abor-
to”, La accién debfa ser exclusivamente preventiva, esto es, basada en
Ja més amplia divulgacién de los métodos contraceptivos.
El doctor Padilla Roqué decfa: “Sabemos hasta dénde esta extendida la
préctica del aborto en nuestro medio, No pueden darse cifras a este respec-
to, pero podemos recordar, en cambio, que es raro el dfa que no presenten
uno, dos 0 més abortos en curso o incompletos en las guardias de nuestros
hospitales {Cudntas metrorragias posaborto se atienden en la sala de la es~
pecialidad? {Cuéntas recetas de abortivos se despachan diariamente en las,218 IMAGENES Y LENGUAJES
farmacias de nuestra metrépoli? Para quién es misterio la forma répida de
enriquecerse de ciertos profesionales del aborto? ;Qué han conseguido la
Iglesia y el Estado en su lucha contra este estado de cosas?”
Su abordaje estaba lejos de ser condenatorio y, como el de muchos
médicos del perfodo, tendfa a reconocer las razones de la interrupeién
del embarazo mas que a juzgar criminalmente a las afectadas. Podria de-
cirse que la misma comprensién que muchos sectores dedicaban a prin-
cipios de siglo a las que estaban forzadas a ejercer Ia prostitucién, aho-
tase ditigta a las victimas del aborto. “Quien se asome a la vida sin pre-
juicios morales o sociales ~decfa Padilla Roqué- y contemple el cuadro.
aterrador de La miseria, de la promiscuidad, del desamparo que la mul-
tinatalidad acarrea a la familia obrera, con los resultados trégicos de la
mortinatalidad, mortalidad infantil [...] no puede asombrarse ante la re~
solucién de la infeliz madre que a riesgo de su propia vida se entrega a
las manos de una abortadora sin escripulo:
Datos estadisticos precarios de abortos afectando a las mujeres de
los sectores populares pueden rastrearse en las escasas investigaciones
médicas del perfodo. En la ciitedra de Medicina Legal y Toxicologia del
doctor Gregorio Berman -un conocido hombre de izquierda y destaca-
do profesional— de la Facultad de Medicina de la Universidad de Cérdo-
ba se Ilevaron a cabo diversos estudios médico-sociales. Uno de ellos
estuvo a cargo de los doctores Julio Herndndez y Hernéin Lopez Balboa
y fue publicado en La Revista Médica bajo el nombre de “Aborto crimi-
nal (estudio de ocho casos)”."* Como puede observarse, a pesar del pro-
gresismo que invadia la cétedra, todavia se utiliza Ia figura “criminal”.
E] trabajo, que se reduce al andlisis de un muy pequefio niimero de ca-
sos ingresados a la Sala VI de Ginecologfa del Hospital de Clinicas de
Cérdoba, sin embargo ofrece algunos destellos.
Seis eran j6venes solteras ~entre dieciocho y veintiséis afios-, una se-
parada y una casada, Una habfa fallecido a causa de la infeccién. El tiem-
po de embarazo en ningtin caso sobrepasaba los tres meses y medio. Sal-
vo con relacién a una joven, en que la interviniente habia sido Ia propia
madre (el informe se referia a ésta como “una alcoholista y persona amo-
ral” y por lo mismo no vacilaba en caracterizar la “causa” del aborto co-
‘mo “una perversién moral”), en las siete restantes los autores habjan sido
parteras, médicos y un estudiante de medicina. Para producir el aborto las.
intervenciones habfan ido desde el uso de purgantes ~era bastante exten
dida esta receta popular, as{ como el empleo del sulfato de sodio— hasta la
mayor profesionalidad de las parteras y médicos que habfan actuado con
sonda, colocacién de laminarias y realizacién de un raspado.
La primera novedad de este estudio es que introdujo el dato sobre ocu-
pacién en el casillero reservado a “condiciones del medio”. Por lo menosMorAL SEXUAL, SEXUALIDAD Y MUJERES TRABAJADORAS... 219.
tres de las muchachas tenfan empleos, dos como y una como
enfermera, La segunda novedad es la apreciaci6n de los investigador
bre las causas que Hevaron al aborto: tres eran
jeres habian tenido que hacerlo para salvaguardar su moral, otra era el ya
aludido, definido como “perversién moral
‘morales” —esto es, las mu-
; dos referfan a causas “econd-
micas” y el dltimo —que identificaba a una muchacha cuya ocupacién era
Ja “vida galante”— manifestaba como causa “razones profesionales” ood atte et peroda
Para los autores, se ponfa en evidencia el mas absoluto fracaso de los a OL
medios persecutorios. “Este fracaso de los medios empleados para com- AM ENORR
batir el aborto, reside Gniea y exclusivamente en la circunstancia de que See
su génesis radica en la moral social, en los prejuicios milenarios, en el vi-
lipendio que la sociedad actual tiene por la madre soltera, en primer lu- Dera et peat, ee
ar y en segundo término en las dificultades econémicas que se agravan ons aa
E Jos hogares humildes.” Y haciendo gala de ideas cans ates Especifico Scheid’s
agregaban: “S6lo con una obra de renovacién absoluta y sistemas econé- acs teens “Bebe
micos [sic], sera posible extirpar el aborto. Para ello se requiere una pro- Pisa Toten ete
funda evolucién de Ja mentalidad social y una mas justiciera compren- er Ruketal a
sién de los problemas humanos que encierra el amor”
EL andlisis terminaba sefialando que no habia, de hecho, penaliza-
cién a quienes practicaban el aborto: ninguna causa legal habia origina-
do ni uno solo de los casos vistos en el nosocomio cordobés.
La modificaciGn del lenguaje fue acompafiada por otras actitudes me- fy prictica lel aborto se hizo comin
nos condenatorias a medida que corrian los afios cuarenta. Uno de los es- hacia medidaclos del siglo.
tudios realizados tiene como referencia el seguimiento entre 1928 y 1945 (El Hogar, Afio XIX, N° 719,
de los abortos atendidos en el Hospital de Clinicas, y estuvo a cargo de la 277-1993)
cdtedra de Ginecologia de! doctor J. C. Ahumada. El doctor Jorge Calan-
dra, responsable del estudio, inicia el articulo “Consideraciones sobre mil
casos de aborto atendidos en el servicio en el perfodo 1928-1945” —publi-
cado en El Dia Médico el 26 de mayo de 1947-con expresiones optimis-
tas relativas a la cuestién: “Después de largos afios de ensayos terapéuti-
cos, hoy tenemos la sensacidn, gracias a los estudios estadisticos y a los
nuevos recursos terapéuticos, de que comenzamos a pisar terreno firme y
a unificar opiniones, otrora cambiantes y opuestas como en pocos temas
se ha visto”. Es evidente que se han abandonado las opiniones éticas pa-
ada p : :
todo tipo de abortos, también los terapéuticos, esto es, los indicados por
los profesionales. El ntimero de pacientes atendidas por aborto en el C=
nicas representaba el 7% del total de las mujeres asistidas en esos casi
veinte afios, y si bien ese dato parecfa alarmante, apenas daba cuenta de
una
Desde el uso de purgantes hasta ta
profesionatidad de parteras y médicos,
sina parte de la situaciGn real ya que s6lo se referfa a las mujeres
con complicaciones del aborto en un Gnico hospital de Buenos Aires, aun-
que, claro esta, el mas importante. El estudio muestra el avance en mate-220 IMAGENES Y LENGUAJES
Modelos para soitar y ser
ria terapéutica: s6lo el 1% de las internadas habfa fallecido. Otro aspecto
significativo es el de Ia edad: mds de Ia mitad de los casos se debfan a mu-
jeres menores de 30, y el 30% no sobrepasaba los 25 afios, lo que obliga
a concluir que una buena proporci6n de estas pacientes eran solteras.
Pero -
. y aqui el doctor Calandra adver-
tfa que “no nos hard caer en el error de ereer que ello se debe a la menor
frecuencia de los abortos provocados, que son los que engrosan todas las
estadisticas, sino a la mejor téchica con que se los practica, agregando a
ello la disminuci6n de los abortos terapéuticos y los esponténeos”.
En efecto, las mayores transformaciones que beneficiaron a las mujeres
“que decidieron abortar en la década del cuarenta, en especial a de los see-
tores sociales menos protegidos, estuvieron dadas por la mayor profesiona-
\ Rion, los cuidados con la asepsia y la introduccién de
los antibisticos. Pero muchas trabajadoras sin recursos no podian optar y se
sometieron a las pricticas populares, a la intervencién de amigas y coma-
dies, si bien entre estas tiltimas no dejé de haber bastante sabiduria y fue-
ron pocas tal vez las que aceptaron eliminar embarazos muy avanzados.
_Junto con el folletin, lefdo en el transcurso del viaje de tranvia pri-
todo indica que el uso del colectivo por
parte de las mujeres demor6, ya que al principio fue un transporte tipi
camente masculino-, en Buenos Aires un gran proveedor de modelos de
“imaginacin y ensofiacion fue el cine. El teatro no dejé de tener impor
tancia pero no competia en términos de masividad. El papel de la radio
~de alto voltaje imaginativo~ se parangona con el del cine. Las vistas
fueron adoptadas por todas las clases sociales pero fervientemente por
los sectores populares de las ciudades y los pueblos. Ir al cine era la dis-
tracci6n predilecta de hombres y mujeres que vivian de salarios y esta
lealtad al medio se profundiz6 aun més en los afios cuarenta, cuando la
Las jvenes que se cansaban en trabajos repetitivos y extenuantes o
‘matizados por lo heterogéneo, penosos 0 de mayor significacién social,
disciplinantes y al mismo tiempo con margenes para la sociabilidad, ase-
diadas sexualmente o con menores riesgos o mas protegidas, encontraron
:
), mientrasMORAL SEXUAL, SEXUALIDAD Y MUJERES TRABAJADORAS.... 221
pesaban las obligaciones y los estereotipos, al punto de ligar a esa suerte
la propia experiencia de la sexualidad genital.
Modelos maravillosos eran esas mujeres del cine, herofnas que emo-
cionaban hasta las légrimas y que presentaban conductas transgresoras
propias de argumentos muchas veces truculentos. Ida Lupino, Greta
Garbo, Pola Negri, Marlene Dietrich, y mas tarde, Rita Hayworth y Ava
Gardner figuraban a la cabeza; a ellas se agregaban otras actrices cuya
osadia y silueta se envidiaban, como Lucille Ball y Lana Turner. Entre
las actrices argentinas, los suefios de Hegar a ser diferentes eran ins|
dos por Olinda y Soffa Bozan, Delia Gareés, Paulina Singerman y Li-
bertad Lamarque, entre tantas otras.
Pero si el estimulo visual del cine y auditivo de la radio despertaban
‘anor ealoress probablemmenve nada fuersims sensual quelosTOcesalbal-
Tar tangos, milongas y, en mucha menor proporcidn, valses y rancheras.
El fox-trot también hizo lo suyo. Pero seguramente el tango fue incompa-
rable porque simbotizaba toda la potencia “del oscuro objeto'de deseo". Un eran proveedor de models de
Nuevamente Manzi, en la letra del tango “De ayer a hoy”, advierte sobre imasinacién y ensoviacién fue el cine
Jos cambios que trasuntan las pistas de bailes: “La gente moralistarezon- neha evens mamtaron ov
ga sin raz6n / que el mundo va en pendiente, materia de moral / que las Geseos
mujeres de antes en contra de las de hoy / cuidaban el pudor y todo lo de- (Programa del cine Monumental, 1938)
mis. / Asi mirando el bulto se puede transigir / pero las cosas cambian si
entramos a mirar /[{...] Lo grave es ser virtuosa con el ropaje de hoy [...
Algunos acontecimientos fundamentales ligaron ficcién y realidad.
MONUMENTAL
En 1945 miles de trabajadoras encontraron en Eva Perdn una imagen que
nia vida real y/suefios, tangibilidad e imaginacién, bajada del mundo
idealizado del celuloide pero al mismo tiempo prowgonista de carne y
hueso de un pasado de privaciones y penurias que habfa conseguido de-
jar atrés. Despojada de sexualidad para sus seguidores, mujeres y hom-
bres, sobresexualizada para los enemigos, su belleza y juventud, la fuer-
za de su cardcter y Ia osadia de haberse empinado tan alto, era un simbo-
lo de la ensonacién del “verdadero ser” de millares de obreras y emplea-
das, Eso no debe hacer olvidar que, si bien la enorme mayoria encontré
una razén y un modo para ser como Evita, algunas resistieron su influjo
y encontraron imagenes alternativas de independencia, como las simpa-
tizantes del comunismo que deseaban las mismas transformaciones que
disfrutaban las soviéticas, de las que se decia que, ademas de verdadera
proteccién social, gozaban de libertad sexual.
fi Rev BEC jazz
ee SS
Sea mt risme ce cafu> ONDE IDG VOWYINS Vic Venera comet erm
Habfan sido antecedidas por un gran niimero de militantes de
causas sociales, algunas decididamente contestatarias de las costumbres, co-222 IMAGENES Y LENGUAJES
Coda
‘mo las identificadas con el viejo ideario anarquista, y para quienes la insti-
tucién matrimonial era absurda por opresiva y por ser la “tumba del amor”.
Aungue todavia may pequefo,
a menudo impulsadas por la
frase “hacerse valer” que era equivalente a hacerse respetar. Pero obre-
. un lugar comtin de las
relaciones laborales que borraba cualquier consideracién de clase. No
s6lo los patrones y jefes lo practicaban.
Los tailleurs cefiidos, la silueta de avispa que se impuso, el calzado
con plataformas, las faldas a la altura de las pantortillas o mas cortas
atin, enmarcai
jados, mientras llegaba la hora de la ciudadanfa, Ella arribé mucho més
répido que la modificacién de la mentalidad masculina, Hubo que espe~
rar hasta que los hombres entendieran que la mujer podfa exhibir el
cuerpo como quisiera, sin que esto les otorgara derecho alguno.
Sin que dejaran de afectarlas los malos comentarios, los “chusme=
rios” del barrio, de oficinas y de fabricas, y hasta la sancién disciplina~
ria en los propios lugares de trabajo, seguramente
_clandestinas. Por suerte, si algo las contenfa era ver a menudo proyec-
ciones de su propia situacién en la radio o en el celuloide, asf como in-
centivos para anular el suftimiento y ayudarse a vivir. Debieron encon-
trar también un papel compensatorio a las dificultades con la sexualidad,
siendo seguramente la més conocida la frigidez. No puede sorprender
que la mayorfa de los anuncios relacionados con la atencién ginecolégi-
ca en los afios cuarenta haga referencia a “debilidad sexual”, lo que pa-
rece haber sido un extendido mal femenino.
sus-as devociones a la familia, Durante este
menino en el magisterio, los servicios, las
pendiendo asf el duro mandato de
periodlo Se expandi6 el trabajo
casas de comercio, la manufactura y la industria, Cada uno de estos espa-
cios result6 un campo de ejercicios de sociabilidad entre los sexos, a lo que
se unié una gran diversidad de nuevos dmbitos para el esparcimiento, des-
de confiterias a clubes y estaciones de vacaciones, con una marcada expan-
especialmente la radio y el cine.
Aunque este momento arrancé con promesas de mayor liberalidad
en materia de moral sexual, las normas siguieron siendo rigidas y se
sién de los medios de comunicacién
impusieron los miedos sociales a que las mujeres perdieran su esencia
femenina -concentrada en los valores maternales~ si persistian en el tra-
bajo extradoméstico. Sin que esta opinidn general cambiara del todo, la
necesidad de trabajar y las aspiraciones de ascender fueron motores su-
fic
ron alta respetabilidad, como las maestras ~a cargo de una labor que da-
jentes para atraer a muchas mujeres a los empleos. Algunas encontra-
ba continuidad a los cuidados maternales-, aunque no fueron pocas las
que tuvieron que desafiar los riesgos de la maledicencia por sus conduc-
tas independientes. Las menos calificadas que tuvieron que emplearse
como domésticas fueron casi siempre presas del a
cho de patrones 0
préximos. Y si bien algunas trabajadoras resultaron objeto de mayor re-
serva que otras, debian tener mucho cuidado para no ser identificadas
Heroinas capaces de provocar
Ligrimas y que presemaban conductas
transgresoras, las mujeres del cine
eran modelos para ser “diferentes
Ala izquierda, fotograma del film
Besos Brujos
A
derecha, Sofia Bozsin. (1936)224 IMAGENES Y LENGUAJES
A pesar de tos cédigos morales, nuevas
sensibilidades y sensaciones erdticas
pudieron proyectarse a través de los
falletines, de la radio y del cine.
Lady Addison (El Hogar, Afio XIX,
N° 719, 27-7-1923)
con prostitutas, mujeres estas que siguieron preocupando a los reforn
dores sociales por bastante tiempo.
A pesar de los e6digos morales que implicaban determinadas formas
de vestir, de act
probar la rectitud~ 0 de casarse, los tiempos que corrian terminaron
amenizandolos. La mayorfa de las trabajadoras recurrié a métodos con-
traconcepeionales, lo que contribuye a explicar la irremediable caida de
la natalidad, y cuando éstos fallaban, inntimeras mujeres ~casadas y sol-
teras- debieron recurrir al expediente del aborto. Puede constatarse que
a lo largo del perfodo se asistié a un cambio’ significativo del discurso
‘ma denominacié del Cédigo Penal, “aborto criminal”, dando lugar a f-
ar en piiblico, de enamorarse ~experiencia crucial para
s ncluir que la aparicién de
nuevas téenicas y terapéuticas, en particular de la penictina, disminuyé
la mortalidad por esa causa.
Danzar tango permitié
acortar las distancias entre los sexos, aunque finalmente los avances que
as pistas de baile prometfan se redujeron a imaginacién y culminaron
en continencia, Sin embargo, muchas ms jvenes de medios urbanos de
habitaci6n popular o de clase media baja pudieron probar la fruta prohi-
bida. Algunas pagaron con la intolerancia pero otras tantas
te, no detuvieron el vuelo hacia la felicidad personal, decisién que con-
16 con la voluntad de no reprimir la sexualidad. Para ello cambiaron de
lugar o de empleo y hasta se alejaron de sus familias. Muchas trabaja-
se
ramen-
doras fueron también sexualmente felices en matrimont
's que se permi-
tieron comportarse con mayor libertad. Pero muchisimas padecieron in-
felicidad y se acostumbraron, como aut6matas de alcoba, a débitos con-
yugales sin ninguna retribuci6n placentera; sublimaron con los deberes
de la maternidad y hasta prodigaron buenos cuidados a maridos muy po-
co atentos a sus sentimientos y sensibilidades, a menudo también em-
brutecidos por el trabajo. El empleo fuera de casa también fue una val-
-vula de escape en muchos casos
Los tiempos sociales, culturales y politicos inaugurados hacia 1945
ayudaron a modificar la condicién femenina, alterando sobre todo las
formas de conducirse ptiblicamente con los varones, pero én materia de
auténtica libertad sexual Iegitimada por el medio, trabajadoras y no tra-
bajadoras tuvieron que esperar mucho mids tiempo. Queda una amarga
constatacion:MORAL SEXUAL, SEXUALIDAD Y MUJERES TRABAJADORAS... 225
Notas
1. Beatriz Sarlo, El perio de los sentimientos, Buenos Aires, Catélogos, 1988,
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3. Ibid, p. 32.
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8 W.E. Cutts, “El adulterio, Evolucién de la mujer a través de las civilizaciones y pe-
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LL. En Revista Médica, Circulo Médico de Cérdoba, 1935, pp. 39-55.
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1. Graciela Sapriza, “Mentiras y silencios: el aborto en el Uruguay del Novecientos” ,
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15, Afto 1935, p. 22-27.