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Precendentes de un glorioso reinado, 1465-1475; narración

histórica ilustrada con siete documentos originales é inéditos


existentes en el Archivo Municipal de Ávila. Con un prólogo
de Cesário Fernández Duro.
Foronda y Aguilera, Manuel de, marqués de Foronda, 1840-1920.
Madrid, Imp. de los hijos de M.G. Hernández, 1901.

http://hdl.handle.net/2027/uc1.b5206082
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PRECEDENTES

DE UN

GLOBIOSO REINADO

1465- 14:75

NARRACIÓN HTsTÓR1oA

ILUSTRADA CON SIETE DOCUMENTOS ORIGINALES É INÉDITOS EXISTENTES

EN EL ARCHIVO MUNICIPAL DF. ÕVILA

POR EL sxcuo. SEÑOR

D. MANUEL DE PORONDA Y AGUILERA

Cronista de la ciudad.

CON UN PRÓLOGO DEI. EXGMO- SEÑOR

D. CESÕREO FERNÕNDEZ DURO

De las Reales Academias de la. Historia y de Bellas Ane: dc San Fernando

y Presidente de la Real Sociedad Geográﬕca de Madrid.

7%

MADRID

IMPRENTA DE LOS HIJOS DE M. G. HERNÕNDEZ

Libertad, x6 duplicado, bajo.


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1901
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autor.

la ley‘
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La presente obra es propiedad de su

Queda hecho el depósito que marca


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’ ~ , _’

ÕÕI 32mm guntammttu

he Ia:

11m2 noble g mag leal ¡ciudad ¡le Õvila.

De Õvila y su tierra son los siete importantes documentos

' gue ilustran este opúsculo y para cuya publicación-así como

_ para la de los dema’s papeles curiosos de cara’cter exclusiva-

mente histórico, por mi compulsados y gue con solicito interés

se custodian en el archivo nzunicipal——recibi la autorizacitín

correspondiente.

De Õvila y su tierra son casi todos los lugares donde se rea-

’lizaron la mayor parte de los sucesos apuntados en la narra-

ción presente. _

De la tierra de Avila fue’ la excelsa Reina, gloria de las

Espanas, a’ guien el mundo entero señala con el inmortal nom-

bre de ISABEL LA CATÓLICA. _

De Avila es el cronista gue estas lineas escribe, y bautizado,

por cierto, en laiglesia cuya torre ostenta todavía el zUMBo: la


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legendaria campana propiedad del Ayuntamiento, gue tañida

servía para convocar a’ las famosisimas «Yuntas de Avila» y

para llamar a’ Concejo, gue se congregaba en las Casas del

Consistorio, enclavadas en la demarcación de la parroquia en

cuya pila recibiera ma’s tarde las aguas del bautismo nuestra

insigne paisana SANTA TERESA.

Si, pues, de Õvila y su tierra son las tradiciones, los docu-

mentos, los personajes y los lugares en gue se realizaron los

lzeclios reseñados y hasta el cronista gue los narra y publica...

ga’ guie'n ma’s gue a’ V. E, depositario de las tradiciones,’ ﬕel

¿guardador de los documentos y representante genuino de Avila

y su tierra... oí guien ma’s gue oí V. E. pudiera ser dedicado

este trabajo, en el gue la importancia de los materiales gue le


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constituyen basta por si sola para encubrir la burda calidad

de la bilaza con gue van zurcidosr‘

Dignese V. E. admitirle, aungue no vea en e’! ma’s gue el tes-

timonio del cariño gue profesa a’ su tierra

8/ ezancbía de gol/cz.

15 de Abril de 1901.

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PROLOGO
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La historia deﬕnitiva’ de España no dejará de parecerse,

como todas, á la de la conquista de Inglaterra bordada por

la Reina Matilde y sus damas de compañía en el famoso tapiz

de Bayeux. Una vez dibujadas las líneas de contorno, ¡cuán-

tas enmiendas, cuántas correcciones y cuántos y cuántos pun-

tosxde relleno y {ondo se necesitaron para cubrir los 7o me.

tros de la tela con ﬕguras secundarias ó accesorios de com-

plemento sucesivamente concebidos!

Vienen á ser, en 1a historia escrita, los documentos y noti-

cias que por diligencia ó casualidad parecen en la marcha del

tiempo, lo que las madejas y carretes del estambre en el co—

lorido y armonía de esa portentosa labor femenil. Tal papel,

antes desconocido, obliga á oscurecer los tonos de primera

intención bosquejados; tal relación que reservó el interés,

aclara el horizonte velado entre las nieblas de la duda; tal ,

compromiso guardado en el momento de la ﬕrma, agranda ó

reduce perﬕles personales que aparecían indeterminados.

Generalmente los archivos son los que deparan materiales


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á la rectiﬕcación historial, sin que la seguridad de haber sido

vistos y registrados con repetición sirva de garantía de no en-

cerrar ya cualquiera de interés tan grande como inesperado,

porque no suele impulsar á_ los escudriñadores el mismo obje-


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_X_

tivo, ni con igual preparación acometen la tarea de desenvol-

ver legajos tragando polvo y consumiendo la vista á más del

tiempo.

Mucho/y bien han debido de ser reconocidos los de Õvila,

ciudad afortunada en punto al número y calidad de sus histo-

riadores locales, y no obstante, haciendo buena á la observa-

ción, el cronista actual, D. Manuel de Foronda, ha descubier-

to, en el del Municipio, documentos hasta el día ignorados,

que dan cuerpo al presente opúsculo y prestan nuevo y claro

resplandor á los sucesos con que acabó el reinado de Enri-

que IV de Castilla.

Tales documentos, por el propio cronista están reproduci-

dos en orden, en correlación entre sl y con las ocurrencias del

momento histórico, siguiendo á cada cual el discreto comen-

tario á que se presta, así que con la recomendación de su lec-

tura y la de compulsa con los de la colección diplomática del

dicho reinado, impresa en gran parte por la Real Academia


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de la Historia, diera por suﬕciente el anuncio de la aparición

que he tomado á cargo, si ciertas apreciaciones no me pare-

cieran oportunas.

Es una la del título de Rey de Castilla, de León, etc., dado

al niño D. Alfonso, y suscrito por él á 6 de Junio de 1465

con todas las fórmulas de cancillería. Fuera su‘ proclamación

en Õvila hecha por la gracia de Dios, como se dice, ó por 1o

que las lanzas del reverendo D. Alfonso Carrillo, Arzobispo

de Toledo, Primado de las Españas, y las de sus compañeros

de conspiración pesaran, me ocurre que, lo mismo que la ex-

pedición del pergamino de privilegio concediendo á la dicha

su ciudad leal franquicia de toda especie de tributos por

siempre jamás, pudo determinar, y quizá determinó, de su


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propio motu é cierta ciencia é poderlo absoluto, la acuñación

de moneda, en la que, con la numeración ordinal de Alfon XII.


reservara á los numismáticos materia abonada para disertar,

cual lo'hicierou en r89r al descubrirse, en términos de Car-

mona, el llamado Tesoro de la Capilla, con trienes de oro en

cuyo anverso se habían estampado bustos con nombres que

nunca se pusieron enel catálogo de Reyes visigóticos, ni en

otro alguno ﬕguran mientras no se forma el de soberanos efí

meros de revuelta y de bandería, el de pretendientes fraca-

sados, á los que pudiera también aplicarse el caliﬕcativo de

Reyes in partibus.

Otra podrá atenuar la impresión producida por el acta es-

crita con anterioridad á las Vistas de los Toros de Guisando;

antes de la declaración legal de la Infanta Isabel como Prin-

cesa heredera y sucesora de estos reinos, que ofrece, sin em-

bargo, testimonio de haber prometido esta señora autoritaria-

mente y bajo su fe real, tornar é restituir á la referida ciudad

de Õvila, «según gue el Rey D. Alfonso, su Itermano, lo tenía

prometido y jurado, los lugares e sus vasallos que á la dicha

ciudad tenia tomados e ocupados el Conde de Alba».


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En puridad, semejante promesa hecha después de las ne-

gociaciones que aseguraban su reconocimiento como herede-

ra del solio, no tenía más alcance que el de cumplimiento es-

tricto de lo requerido en las Cortes de Madrid de r467, en el

concepto de «que no se desmembrasen los bienes de la Coro-

na, ni se diesenvasallos,jurisdicciones, términos ni lortalezas,

y que las donadas se revocasen por ser contrarias á las leyes» ..

El br. de Foronda, examinando en conjunto el sentido

del documento y el de los posteriores á la Concordia ó capi-

tulación convenida con el Rey D. Enrique, en 18 de Septiem-

bre de 1468; al advertir que cumplió D.‘ Isabel lo prometido,

que otorgó mercedes y privilegios, que conﬕrmó cédulas rea-

les, que legisló, en una palabra, actuando de soberana, á su


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parecer, duda si hubo inconsecuencia ó mudanza en la inten-


‘-- XII —

ción y aun en el proceder de la Princesa, tan resuelta y se-

vera cuando los magnates rebelados le brindaron con la co-

rona en el Real Monasterio de Santa Ana, al fallecimiento

de su hermano D. Alfonso. Empero cualquier sospecha ó

simple interpretación desfavorable desvanccen los capítulos

de la Concordia, singularmente el que, en síntesis, dice:

«Se asigna á D.’l Isabel por patrimonio el Principado de

Asturias de Oviedo e las cibdades de Avila e Huete e Ubeda

e Alcaraz e las villas de Molina e Medina del Campo e Esca-

lona con sus fortalezas e Alcázares e juredicion e señorio alto

e bajo cevil e criminal e con las rentas e otros pechos e dere-

chos de las dichas cibdades e villas e de cada una dellas, e

demás desto, que el dicho señor Rey haya de facer e faga ’

dar e entregar á la dicha señora Infantala tenencia e posesion

de todas las dichas cibdades e villas á su costa del dicho se-

ñor Rey, e que le ‘mandará dar e dará cartas de revocacion

de todas e cualesquier mercedes de vasallos ejurediciones


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que están situados e salvados á todas e cualesquier personas

en las dichas cibdades e villas e en sus tierras, desde el dia de

Santa Cruz de Setiembre del año que pasó de 1464 en que

estos movimientos se comenzaron... e que la entrega de las di-

chas cibdades e villas se haya de facer’ e faga á la dicha seño,

ra Infanta dentro de treinta dias primeros siguientes desde hoy

de la fecha desta escritura...»

Mandó, pues, D.a Isabel en Õvila, dispuso y ordenó, con

perfecto derecho; ejerció la sanción penal como ella misma

expresa en el texto de la carta pragmática de 29 de Noviem-

bre de 1474, ﬕrmada en Segovia, «por cumplir y ejecutar

aquello á que estaba obligada seguu justicia en la tierra de su

señorío»: legisló, como lo había hecho, sin rareza, en vida del


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Rey Sancho el Bravo, su mujer D.a María de Molina, la cual

acrecentó los privilegios de la población, por cuanto había


-— XlIl —-

recibido la villa con todas sus aldeas, términos y vasallos, por

juro de heredad, sin bien con las condiciones de no poder

venderla ni empeñarla, ni enajenarla, y de que quedara libre

después de sus días. .

Y en verdad, con razón y conocimiento del asunto’ﬕja el

Sr. de Foronda la atención sobre los considerandos de que

entonces se sirvió D.“ Isabel al restablecer las disciplinas de

severísima moralá que ajustó los actos de la vida entera; al

deﬕnir y tratar cuestión de permanente estudio y de actual dis-

curso todavía, combatiendo la aserción añeja de seguirse me-

nos inconvenientes y ser preferible tolerar y aun tener casas

públicas donde jueguen los que quisieren hacerlo, que no pro-

hibir cosa que no puede desarraigarse de la pasión ni de la

costumbre. Al aﬕrmar que el juego no solamente es defendido

porque es malo, 'mas aun es malo porque es defendido. Al

asentar el convencimiento de no haber causa justa ni aun co-

lor qne’consienta acción á la que acompañan de ordinario la


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mentira, la falsedad, el escándalo; el engaño, el r0bo,,la blas’

femia; el perdimiento del tiempo, la corrupción de la concien-

cia, y que con los vicios asociados de muchas maneras suele

ser causa de muerles e defáridtzs de llames. Al grabar, por ﬕn,

en el aludido documento, lección en que pudieran aprender

los republicanos franceses de 1793, cuán bueno es salvar los

principios aunque se pierdan los intereses materiales.

Por senda, si estrecha derechera, cual la que empezó á tra-

zar desde Õvila, pudo tan gran señora, en tiempo, satisfacer

al clamor público cansado de pedir el restablecimiento en

Castilla del imperio de la fe, la justicia y el derecho; ¡tiza pa-

tria, consolidó la hacienda, preparó la ocasión de enmendar

en las columnas de Hércules la leyenda antigua de la nega-


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ción y del estancamiento.

CESÕREO FERNÕNDEZ DURO.


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1465—-AVlLA—1475 ~
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fagades
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venimos
camarilla
camarllla

seguimos
Última.
Página.

Matalinares
Vatalmares
desc0noce—

descon0zca—
CORRIGENDA
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Pooooooooos oo oo GLOBIOSO REINADO

1485- 14:75

Algo grave acontecia en Valladolid en las primeras horas

de la mañana del 21 de Julio de 1454.

El clesusado movimiento de las gentes que por sus plazas y

calles pululaban; los numerosos corrillos que casi obstruían la

vía pública; los animados coloquios que en ellos sostenían

hidalgos y plebeyos, formando el más abigarrado conjunto;

los misteriosos cuchicheos con que las comadres del barrio,

á la puerta de sus respectivas moradas, entretenian ora á los

gallardos escuderos ú honrados omes-buenos de su particular

amistad que al acaso por allí transitaban, ora á. los criados ó

servidores que de las casas inmediatas salían en busca de las

ordinarias provisiones; la acelerada marcha con que el noble

señor de altivo porte, ó el respetable justicia de severo conti-

nente se abrían paso entre la apiñada muchedumbre, que res-

petuosa y humilde cedía su puesto y se replegaba hasta dejar

expedito camino al apresurado transeunte; todo esto y algo


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inexplicable que flotaba en aquella atmósfera, hacía presumir

fundadamente que algún suceso de la mayor importancia ha-

bía acontecido ó que algún acto de gravedad ó trascendencia

excepcional se preparaba, por más que no era materia de fácil

deducción el averiguar la índole del acontecimiento que á


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—.2-—-

toda la villa y por modo tan insistente preocupaba en aquellos

momentos: pues mientras los unos, los más pacatos, simula-

ban tímidamente algo así como pena ó contrariedad, los otros,

por el contrario, los mas resueltos, dejaban vislumbrar en sus

rostros un rayo de alegría ó contento mal reprimidos ó encu-

biertos que en el fondo de su espíritu albergaban.

Pero estas dudas y natural curiosidad quedaron bien pronto

desvanecidas. El lúgubre tañido de las campanas de todos los

templos de la villa y la voz del pregonero, que, tras la cono-

cida fórmula «Oid, oid, oid», participaban la triste nueva del

«fallescimiento del muy alto e muy poderoso Señor‘ Don

Johan, Rey de Castilla e de Leon, de Toledo e de Galicia, de

Sevilla e de Córdova, de Murcia e de Jahen, del Algarve e de

Algecira, Señor de Vizcaya e de Molina, acaescido...» pocas

horas antes.

Y en efecto: el Rey D. Juan, el segundo de este nombre

en Castilla, había entregado cristianamente su alma á Dios, el


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día 2o de Julio de i454, después de un reinado de más de

cuarenta y siete años y á los cuarenta y nueve de su edad,

dejando de su primer matrimonio, celebrado en Medina del

Campo en Octubre de i418 con D.“ María, hija del difunto

Rey D. Fernando de Aragón, un hijo llamado D. Enrique; y

de sus segundas nupcias. celebradas en Madrigal en Agosto

de 1447, con D.a Isabel de Portugal, otros dos hijos llama,

dos D39l Isabel y D. Alfonso.

D. Enrique había nacido en Valladolid en viernes (según

Garibay) 5 de Enero de 1425, y D.al Isabel también en vier-

nes (según el mismo Garibay) á 23 de Abril de 1451, sin que

podamos pasar por alto la controversia que respecto al lugar

del nacimiento de la Reina Catóiica viene de largo tiempb


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sustentándose, pues mientras unos, como Clemencín, dejan, al

parecer, plenamente comprobado que fué Madrigal la ‘cuna

de D.a Isabel, otros, como Rada y Delgado, presentan á su

vez documentos, también al parecer, incontrovertibles en fa-

vor de Madrid, como cuna de la Infanta; y otros, como el

'Bachiller Andrés Bernáldez, Cura de los Palacios, aseveran

que en Õvila y en Noviembre, día de Santa Elisabet de 1450,

fue donde vió la luz primera, la primera Isabel, Reina de Cas-


._. 3 -——

tilla; y cuenta que Bernáldez, según Rodrigo Caro, el prolo-

guista de su obra, fué testigo de los sucesos que relata, cono-

cedor de las personas sin «faltar jamás á la verdad que es el

.a1ma de la Historia».

En Tordesillas, y á 17 de Diciembre de 1457;, nació don

Alfonso. Alfonso XII: _á haber insistido D. Juan en declararle

por primer heredero y sucesor inmediato de la corona de los

Reinos de Castilla y de León, á causa del mal comportamiento

que como hijo, rebelándose contra su padre, y como esposo,

repudiando á la virtuosa D.a Blanca, su primogénito D. Enrique,

en sus mocedades tuviera, y que por temor á subsiguientes

complicaciones y disturbios, D. Juan no se atrevió sin duda

á llevar á cumplido efecto.

Pero el pueblo, impresionable siempre y ávido de emocio-

nes y novedades, había dado ya al olvido los malos prece-

dentes que el nuevo monarca aportaba á su historia; y al re-

cibir la noticia de la muerte de'D. Juan, no sólo no reveló el


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menor indicio de pena ó sentimiento, sino que, por el con-

trario, cuando cuatro días después y con el motivo de la pro-

clamación de D. Enrique, pudo ya, sin reparo á duelos oﬕcia-

les, dar rienda suelta al júbilo que le embargaba. fué tal la

explosión del entusiasmo de aquellos conﬕados vallisoletanos,

que, al decir de las historias, jamás la villa había presenciado

regocijos semejantes. Tales eran las deplorables impresiones

que del largo y accidentado Gobierno de D. JJan II conser-

vaban y las esperanzas que el bondadoso carácter de D. En-

rique los hacía concebir; esperanzas que, en honor de la ver-

dad, no se vieron defraudadas en los principios de su reinado.

La libertad y restitución de bienes otorgadas a’. los Condes

de Alva y de Treviño y á los demás caballeros comprometi-


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des en anteriores rebeliones, la conﬕrmación en sus empleos

a los oﬕciales que, de tiempo de su padre, venían desempe

ñándolos, la renovación de antiguas amistades con Carlos VII

de Francia, la realización de los tratos de paz con Navarra que

su padre dejara concertados, fueron actos que hacían presu-

’mir, aun á los más desconﬕados, que la nueva era que se

inaugnraba había de ser fecundaen prosperidades y venturas,

y en estas gratas ilusiones transcurrieron dulcemente los pri-


_4_

meros años, y así se habría deslizado el resto si en la volun-

tad y carácter de D. Enrique todo hubiese consistido; pero

como la conducta de los Reyes depende las más de las ve-

ces delas personas y circunstancias de que se ven rodea-

dos, de aquí el qu.- los acontecimientos que informaron el

reinado de este Monarca no estuvieran en relación con el na-

tural bondadoso que le llevó hasta el punto de no querer li-

brar batalla con el Rey moro de Granada, contentándose sólo

con ligeras escaramuzae que, si no cargaron su conciencia

con las muertes y desolaciones que las grandes guerras traen

consigo, le proporcionaron, en cambio, las primeras muestras

de frialdad y desagrado/por parte de los nobles que en sus

ﬕcticias empresas le acompañaban, desagrado que fué cre-

ciendo de día en dia, hasta el punto de transformarse en cons-

piración formidable y más tarde en potente rebelión armada,

á medida que los actos de D. Enrique iban dando motivo á

que el disgusto de los reinos se generalizase.


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Los rumores que, primero embozada y cautelosamente, y

más tarde con cierto descaro, se habían hecho circular acerca

de la legitimidad de la Princesa, tomaron consistencia hasta

llegar á constituir arma poderosa para los descontentos, cuan-

do D. Enrique, siguiendo precedentes establecidos, y tal vez

instado por la propia Reina, convocó á Cortes para que jura-

ran por Princesa y legítima heredera y sucesora de los reinos

de Castilla y de León á la niña D."l Juana, juramento que los

grandes prestaron por miedo, según Hernando de Pulgar, y

del que más tarde reclamaron secretamente en unión de los

Prelados.

El descontento crecía á medida que el encumbramiento de

los favoritos aumentaba; las vejaciones y desafueros no sólo


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contra los omes-buenos, sino contra los hidalgos, las corpo-

raciones religiosas, los eclesiásticos y aun contra los prelados

y grandes no afectos personalmente á los que constituían la

camarllla cortesana, eran moneda corriente; la administración

de justicia era poco menos que una denigrante parodia, el

respeto á la ley, una frase sin sentido y. cuál no sería el des-

barajuste de los Reinos, cuando los Arzobispos de Toledo

y Sevilla, los Obispos de Osma y Zamora, el Almirante, el


.- 5 .__

Conde de Luna, el Conde de Alva—el mismo á quien D. En-

rique librara de las prisiones á su advenimiento al trono —-y

el Conde de Trastamara, reunidos en Cigales el 5 de Diciem-

bre de 1464, dirigieron al Rey el famoso recurso que se

transcribe en la pág. 369 del tomo XIV de la Colección de

documentos inéditos para la Historia de España y en el cual

están contenidas las 39 peticiones, cuyo contexto pone bien

á las claras el estado de aquella administración, la necesidad

de remediar los males que se experiinentaban y los deseos de

los recurrentes, casi todos afectos a’ D, Enrique, de que tor-

naran á imperar en Castilla la fe. la justicia y el derecho.

No debió causar impresión alguna en el monarca... ó mejor

dicho: mucha debió ser la importancia que los privados atri-

buyeran al tal documento, cuando lejos de aplicar los reme-

dios que el estado de cosas demandaba, dirigieron todos sus

esfuerzos á anular la influencia que algunos de los peticiona-

rios conservaran todavía, y con el encumbramiento de gentes


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desconocidas y sin otros méritos que el de ser personalmente

aíectas al favorito D. Beltrán de la Cueva y á sus secuaces, y

con la elevación de éste á los más altos puestos de la nación,

incluso su ennoblecimiento, puesto que con el título de Con-

de de Ledesma se le agració ‘con motivo del natalicio de

D.’ Juana, vino á conseguirse que lo que antes era una con-

_juración que pudiéramos llamar platónica, tomara cuerpo y

llegara á ser la potente rebelión armada á que antes alu-

‘dimos.

Carrillo el Arzobispo de Toledo, el Obispo de Coria, el

Almirante D Fadrique, el Marqués de Villena, D. Pedro Gi-

rón Maestre de Calatrava, D Gomez de Tasis Maestre de

Alcántara, los Condes de Plasencia, de Medellín, de Benaven-


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te, de Rivadeo, de Paredes, de Santa Marta, de Osorno y

otros varios prelados y señores, se constituyeron en Junta é

hicieron saber al Rey que no consentirían que D.a Juana fue-

.se tenida por princesa heredera, á pesar de sus juramentos,

por ser ciertos que no era hija suya y le pidieron que jurase

nuevamente en aquellos conceptos el príncipe D. Alfonso, su

hermano á quien después de todo, en época no muy lejana,

por tal había reconocido . En su descontento, los conjurados


_6__

no repararon en propalar toda clase de defectos del Rey: di-

jeron que era inhábil para gobernar; que era mengua el que la:

Corona de Castilla ciñera las sieues del «Beltraueja»—,que con

tal nombre era ya universalmente conocida la princesa doña

Juana—y tomando al príncipe D. Alfonso —, que á la sazón con-

taba once años de edad——y haciendo división de Castilla pre-

vio requerimiento á. los Marqueses de Santillana y de Astor-

ga, á los Condes del Real, de Haro, de Alva, de Treviño, de

Tendilla y de Coruña, y á los Obispos de Sigüenza y de

Calahorra- siendo éste el encargado de exponer á todos ellos

las causas por las cuales substituían a D. Enrique por D. Al-

fonso—alzaron á este por Rey en Avila el 5 de Junio de

1465, según el citado Pulgar, movimiento que fué secunda-

do por ciudades tan importantes como Toledo, Burgos, Cór-

doba y Sevilla. _

Y henos aquí ya y como por la mano, traídos al lugar y

punto donde comienzan, en esta parte, nuestras investigacio-


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nes en el archivo municipal de Õvila, en el cual y en el lega-

jo 257, documento núm. 27, y bajo el epígrafe de «Franqui-

cias de la ciudad de Õvila», se encuentra el traslado de una

carta real ﬕrmada por el propio D. Alfonso, quien, después

de adjudicarse todos los reinos y señoríos con que su padre y

hermano, y en general todos los reyes de Castilla, acostum-

braban á encabezar sus Reales Despachos, subscribe un do-

cumento con todas las fórmulas cancillerescas de sus simila-

res, y en cuyo fondo el observador se encuentra con una es-

pecie de acta en que se detallan los extremos que Pulgar y

los demás historiadores de estos sucesos reﬕeren, sin descen-

der á pormenores tales como el de la fecha que se asigna ála

famosa proclamación; pero consignando el haber sido Õvila en


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donde fué alzado por Rey; los nombres y cargos de los que

en el acto se hallaron presentes; la parte principal que la ciu-

dad tomó en aquel movimiento y, por último, las franquicias

y privilegios con que el pseudo-monarca pagaba la lealtad á

su persona de los vecinos y moradores de la ciudad y sus

arrabales; terminando el documento no sólo con el refrendo

del secretario uel Rey (sic), sino con las ﬕrmas de los perso-

najes que más principalmente en todo ello intervinieron.


_7_

Y como á pesar de mis prolijas y cuidadosas investigacio-

nes no he llegado á encontrar en parte alguna, no ya trans-

cripto, ni aun siquiera indicado, este curioso documento cuya.

indudable importancia histórica es, en mi humilde concepto,

incontrovertible, ofrézcole hoy íntegro al examen del docto y

del curioso lector que, de seguro, leerá con gusto lo que por

más de cuatro siglos y oculto en el fondo de un legajo, ha

logrado escapar á la perspicaz rebusca de tantos y tantos

como, según parece, al estudio del archivo municipal de Õvi-

la se han dedicado.

Dice así:

Al margen: «Cédula original. a

«Don A'fon por la gracia de Dios, Rey de Castilla de León

de Toledo de Galicia de Sevilla de Córdova de Murcia de

’ Jahen del Algarve de Algecira de Gibraltar Señor de Vizcaya

e de de Molina etc. Acatando los muchosle buenos e leales

servicios que la mi cibdad de Avila e los caballeros e escude-


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ros e vecinos e moradores della oviercn fecho e ﬕcieron al Rey

Don Juan de gloriosa memoria mi señor e padre cuya anima

Dios aya e asy mismo á los Reyes mis antecesores e pcr res-

pecto que yo fuy alzado por Rey destos Reynos e Señoríos en

la dicha mi cibdad de Avila por todos los estados de los dichos

mis Reynos así por cuan el muy Reverendo padre Don Alfon-

so Carrillo Arzobispo de Toledo primado de las Españas mi

Chanciller Mayor e del mi consejo e don Õlvaro de Zúñiga

Conde de Plasencia mi justicia mayor e del mi consejo e don

Juan Pacheco Marqués de Villena e del mi consejo e don

Gomez de Tasis Maestre de Alcantara e del mi consejo e don

Rodrigo Alfonso Pimentel Conde de Benavente e don Rodri-

go Manrique mi condestable de Castilla e del mi consejo e


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otros grandes de los dichos mis Reynos que en el dicho mi

alzamiento de Rey se encontraron e estuvieron conmigo en

esta dicha cibdad de Avila me lo suplicaron e pidieron por

merced e a razon de la lealtad que la dicha cibdad de Avila

e los vecinos e moradores della e de sus arrabales conmigo

ha mostrado tengo por bien e es mi merced que agora de

aquí adelante por siemprejamas dicha mi cibdad de Avila e


_5_

vecinos e moradores della e de los dichos sus arrabales de

cualquier ley e estado e condición que sean, sean francos e

quitos e exentos de todos los pedidos e monedas foreras e

emprestados e otros pechos reales asi que estan e son obli-

gados dar e pagar e prestar e contribuir de que yo podria e

puedo echar e repartir sobre ellos e cualquier yantares e mar-

tiniegas e otros pechos e derechos reales que solian e suelen

repartir e tasar e derramar en la dicha mi cibdad de Avila e

en sus arrabales e que agora ni de aqui adelante en ningun

tiempo no sean obligados a pagar ni prestar ni contribuir en

los tales pedidos e monedas ni emprestados ni monedas fore-

ras ni tasas ni derramas ni repartimientos ni levas ni otros pe-

chos ni derechos reales tanto que los que asi son venir e ve-

nidos a la dicha cibdad e sus arrabales no sean de los que

agora son e fueron de la tierra e lugares e jurisdiccion de la

dicha cibdad e por la presente mando alos mis contadores

mayores que asieñten en los mis libros de lo salvado esta


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franquicia e merced e libertad que yo fago e que en las mis

rentas e arrendamientos de los pedidos e monedas e monedas

foreras e emprestados e otros pechos e derechos que se echa-

rian e arrendarcn e me fueren dados e prometidos por los di-

chos mis Reynos e Señoríos a que me fuera e son obligados

los otros mis suditos e naturales de los dichos mis Reynos e

Señoríos agora e de aquí adelante para siempre jamás que

echen a renta e les arrienden e cojan e manden cojer e arren-

dar en la dicha cibdad de Avila e sus tierras e si los vecinos

e moradores della que agora son e sean de aqui adelante

como dicho tenemos que ﬕnquen e queden e dejen a salvo

sin poner y morar en los tales arrendamientos e pechos a la

cibdad de Avila e sus arrabales e vecinos e moradores della


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de cualquier ley o estado o condicion que sean como dicho

es e mando a los arrendadores contadores e ﬕeles e cogedo-

res e empadronadores e facedores de los mis pechos e pe-

didos e monedas e moneda íorera emprestados e a los sisme-

ros o repartidores de los pechos e tributos e tasas e derramas

e repartimentos de la dicha cibdad e sus arrabales que non

empadronen ni derramen ni cojan ni repartan ni demanden

cosa alguna a los vecinos de la dicha cibdad e sus arrabales


__ 9 .__.

de cualquier ley o estado o condicion que sean como dicho

está que agora sean o seran de hoy adelante para siempre jamás

ni a sus descendientes en los tales pedidos e monedae moneda

forera e emprestados e pechos Reales ni en otras cosas algunas

como dicho es ni demanden ni cojan ni recauden de ellos ni de

alguno de ellos por la presente fagan libres e francos exentos e

quitos a los vecinos e moradores de la dicha cibdad de Avila

e sus arrabales de cualquier ley o estado o condicion que sean

perpetuamente para siempre jamas de todos los susodichos

pechos Reales segun dicho es e mando a mi canciller e nota-

rio e a los otros notarios e oﬕciales que estan en la tabla de

los mis sellos que den e libren e pasen e sellen so la dicha

razon a la dicha mi cibdad de Avila e á los vecinos e mora-

dores della e en sus arrabales de cualquier ley estado o con;

dicion que sean merced de privilegio e cedulas que menester

oviereen esta razon las cuales e cada una dellaa y en esta di-

‘cha merced que yo fago quiero e es mi voluntad que valan e


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aya efecto e sean guardadas e obedecidas e complido perpe-

tuamente por siempre jamas e por esta mi carta mando al

Conde don Õlvaro de Estuñiga mi tesorero mayor e de mi

consejo e alos duques e condes e marqueses e perlados e

Ricos-homes e maestre de las ordenes priores comendadores

e subcomendadores alcaydes de los castillos e casas fuertes e

llanas e a los del mi consejo e oidores de la mi abdiencia e a

todos los mis justicias Regidores Alcaldes alguaciles de la

dicha cibdad de Avila e de todas las otras cibdades e villas e

lugares de los mis Reynos e Señorios que agora son e sean

de aqui adelante que guarden e cumplan. e fagan guardar e

cumplir a la dicha cibdad de Avila e vecinos e moradores

della e de sus arrabales de cualquier ley o estado o condicion


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que sean esta dicha merced e franquicia que los yo fago en

todo e por todo segun en ellos se contiene de todo bien e

, complidamente en guisa que no mengüen merced e cosa al-

guna e que no pongan ni consientan poner en ello ni en par-

‘e de ello embargo ni contrario impedimento alguno ca mi

'merced e voluntad es que se fagan e cumpla asi segun que

en esta dicha mi carta se contiene no embargante cualesquie-

ra leyes e ordenanzas fueros e derechos e ordenamientos de


mis Reynos e costumbres de otros cualesquier natura e fuero

calidad e misterio que lo embargar o perjudicar pudiere ca yo

de mi propio motu e cierta ciencia e poderio Real absoluto

de que quiero usar e uso en esta parte asi como Rey y Señor

dispongo con todo ello e con cada una cosa e parte dellos e’

lo compruebo en quien ataña e atañer pueda e los unos ni los

otros ni fagades ni fagan ende al por alguna manera so pena

de la mi merced e de perdicion de los oficios e conﬕscación

de los bienes de los que contrario ﬕcieren para la mi camara

e demas por quisieredes lo asi facer e cumplir mando al ome

que esta mi carta mostrar: que los emplace que aparezcan

ante. mi en la mi corte do quier que yo sea del dia que los

emplazare a quince dias proximos siguientes so la dicha pena

so la cual mando a cualquier escribano que para esto fuere

llamado que de ende al que lo mostrare testimonio signado

con su signo por que en sepamos como se cumple mi man-

dado. Dada en la cibdad de Avila a seis dias de Junio año‘

del nacimiento de Nuestro Señor Jesu Cristo de mil e quatro


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cientos e sesenta e cinco años.=Yo el Rey.=Yo Juan Fe-

rrandez de Fernosilla secretario del Rey Nuestro Señor lo

ﬕce escribir por su maudado.=Archiepisccpus Toletanus:

El Conde D. Õlvaro.:El Conde de Benavente.=E| Marques

de Villena.=xEl C0ndestable.=El maestre de Alcántara.=Re-

gistrado 3 otras señaleszFecho e signado fue este traslado

de la dicha carta original en Avila a once dias de setiembre

año de mil e quatrocientos e ochenta años. Testigos que fue-

ron presentes.—Juau Lopez de Dueñas e Luis de Tordesillas

e Juan de Pareja vecinos e moradores de la dicha cibdad».

No creo que la manera clara y terminante con que D. Al-

fonso «de su propio motu e cierta ciencia e poderio real ab-

soluto de que... usa en esta parte asi como Rey y señor dis-
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pone con todo ello»..., deje lugar á duda de que sus parcia-

les—no olvidemos que D. Alfonso tenía á la sazón, once

años-se sentian fuertes y poderosos, y eso que no todos los

requeridos por el obispo de Calahorra abandonaron el campo ’

deD. Enrique, pues aún cuando este quedó bastante que-

brantado con la división operada en el reino, no llegaron á


faltarle apoyos de tanta valía como los que le prestaban los

de Haro y Hurtado de Mendoza, el prior de San Juan, el ma-

riscal de Castilla y los condes de Trastamara, Valencia, Ca-

bra, Almazán y Medinaceli, asi como el de Alva,'que nunca’

olvidó su recobrada libertad y que había recibido merce-

deSItan señaladas como las del señorío de varios importantes

lugares y numerosos vasallos que antes pertenecian á la ciu-

dad de Õvila y su tierra, y contra cuya segregación la ciudad

constantemente protestó; y quién sabe si esta fué una de las

concausas que determinaron el alejamiento de los abulenses de

su legítimo señor, puesto que en todos los documentos refe-

rentes al caso, se observa que el anhelo constante de aquellos

era siempre el de que ninguna villa ni lugar fueran nunca

apartados de la corona real.

La división del reino se había operado: los dos bandos‘ se

habían lanzado el reto y las represalias habían dado prin cipio.

En Simancas los parciales de D. Enrique habían efectuado en

la eﬕgie del arzobispo de Toledo una parodia semejante á la


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que en Õvila los parciales de D. Alfonso realizaran en la esta-

tua del monarca legítimo. Las escaramuzas se sucedían con

sensible frecuencia, y en este estado de intranquilidad trans-

currieron casi dos años, hasta que en el de 1467 se libró la ba-

talla de Olmedo, notable, no sólo por el sitio en que tuvo lu-

gar y por las circunstancias que la acompañaron, sino por los

resultados negativos que para las vencedoras huestes de don

Enrique produjo.

En efecto, los campos de Olmedo parecían los destinados

á ser el teatro en que se dirimieran las contiendas entre cou—

jurados y leales. Poco más de veintidós años hacía (29 de

Mayo de 1445) que el Rey D. Juan derrotara allí al de Navarra,

á su hijo D. Enrique y á los deseontentos de la, privanza de


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D. Õlvaro de Luna, cuya apostura, riqueza y valor, tan pre-

eminente lugar le conquistaron en aquella ‘memorable jorna-

nada.

Veintidós años más tarde, allí mismo, en Olmedo, don

Enrique, el antiguo insurgente trocado en monarca legítimo,

derrotó (24 de Agosto de 1467) ásu propio hermano D. Al-

fonso y á los descontentos de D. Beltrán de la Cueva, cuya


__12_..

apostura y riqueza también le conquistaron lugar preemi-

nente en la segunda batalla de Olmedo.

Pero como las mismas causas suelen á veces producir dis-

tintos efectos, mientras que la batalla de Olmedo de 1445

aniquiló á los adversarios de D. Juan restableciendo la paz

del Reino, la de 1467, con haber quedado el campo por el

Rey D. Enrique, y haber sido derrotados los parciales de don

Alfonso, no perdieron éstos ni un solo palmo de terreno más

que el que en Olmedo materialmente ocupaban los vencedo-

res en la noche de su victoria; tanto que las ciudades, villas

y lugares que por D. Alfonso estaban, y los grandes y prela-

dos que con él compartían su gobierno, con él seguían quie-

ta y pacíﬕcamente y sin ser molestados en nada ni por na-

die, del mismo modo que D. Enrique y los suyos continua-

ban en sus ciudades y villas disfrutando de unas treguas que,

sin estar ajustadas oﬕcialmente, permitían a’. cada cual dedicar-

se al gobierno de su respectivo territorio en paz y gracia de


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Dios, pudiendo parodiarse la conocida frase: «cada cual en su

casa... etc.», con la de «cada rey en su corte y Dios en la de

todos». ‘

Y así las cosas continuaban por espacio de más de diez me-

ses, cuando por Castilla comenzó á circular prematuramente

la especie del fallecimiento de D. Alfonso; y el hado, que sin

duda no quiso desmentir el conocido adagio de ( V0.1: populi,

z/úx Depi», se encargó de conﬕrmar la triste noticia, puesto

que cuatro dias después, el 5 de Julio de 1468, falleció en

Cardeñosa, á dos leguas de Õvila, el joven príncipe, dejan-

do entre sus partidarios sembrada la desolación y el des-

aliento.

Respecto de las causas de tan prematura muerte, corrie-


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ron diversas versiones y de ellas se hacen eco los cronistas

según su respectivo criteria ó propósito. Una trucha empanada

que debió indigestársele, una landre, una afección de ijada y un

ataque de la peste que en aquellos días asolaba la población de

Avila, son las causas á que se atribuye el triste acontecimiento.

Yo dejo al lector que lo atribuya ala que más verosímil le pa-

rezca, pero que tenga presente que eso de correr la noticia de

un fallecimiento, cuatro ó seis días antes de acaecer éstey


cuando el interesado todavía goza de perfecta salud, es por lo ,

menos curiosa coincidencia.

No era el Arzobispo de Toledo D. Alonso Carrillo hombre

que se ahogara en poca agua, y el que lo mismo ceñía la cota

de malla, comolo hizo en Olmedo, que se encapillaba 1a mitra

para sanciona: regios divorcios, y el que en odio de D. Bel-

trán había sabido dividir un reino, no era fácil que se anona-

dara, hasta el punto de cejar en su actitud, viniendo á some-

terse á los que tan duramente había combatido. Hombre de

indomable energía, y que siempre había logrado la realización

de sus propósitos, no podía avenirse á una anulación de su

persona, cual la que hubiera seguido á su incondicional sumi

sión á D. Beltrán y á sus secuaces, que no otra cosa habría

signiﬕcado su acatamiento al Rey, á la Reina D.a Juana y á

la Beltraneja. Ycomo el hombre que supo tan hábilmente rea-

lizar tantos actos de oposición al valido que imperaba, no

podía ser un hombre de vulgares condiciones; forzoso era es-

perar de él algo de extraordinario que resolviera la crítica


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situación de los que le habían seguido en su conjura contra la

privanza de D. Beltrán y contra la proclamación de la prince-

sa Juana y en favor de la justicia y del derecho, que esto que-

rían que personiﬕcara D. Alfonso.

De cómo salió airoso con su empeño, bien pronto vamos á

convencernos: de cómo á su excepcional talento debió Espa-

ña la entrada en la época más gloriosa de su historia, bien

pronto vamos á justiﬕcarlo: pero no nos adelantemos á los

acontecimientos.

En el Real Monasterio de _Santa Ana, cuyos venerandos

recuerdos tan estrechamente ligados con la historia de Õvila

se encuentran; allí, donde en épocas anteriores á la que nos

ocupa florecieran mujeres insignes por sus virtudes y notables


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por su alcurnia y piedad, y donde, en épocas posteriores, las

más esclarecidas reinas habían encontrado tranquilo alojamien-

to en armonía con su religiosidad y grandeza; allí, espacian-

do su ánimo por la extensa huerta, recreando su vista con las

‘bellezas arquitectónicas de los claustros y patios, elevando su

alma al Todopoderoso en el artístico templo y cultivando su

inteligencia con las enseñanzas y ejemplo de aquellas virtuo-


—¡4_

sas cistercienses, allí había pasado los primeros años de su

vida y allí había vuelto á retirarse la Infanta Isabel, en busca

del lenitivo á su pena que por el fallecimiento de su hermano

D. Alfonso, tan sólo la Religión podía proporcionada. Allí,

alabando á Dios, fortaleciendo su espíritu y alejando sus pen-

samientos de las luchas y pasiones terrenales, aguardaba á

que el Altísimo dispusiera de su persona señaláudola el cami-

no que mas conviniera á su santo servicio, al cual iban dirigidas

todas sus acciones... _

La muerte de D. Alfonso desbarataba los planes del Arzo-

bispo y era verdaderamente grave la elección del plan que

debería adoptarse en tan apurado trance.

Desistir de la campaña durante tres años sostenida, esterili-

zando y hasta anulando los supremos esfuerzos que ciudades,

villas y personas habían realizado en pro de su justa causa;

capitular con el Monarca, entregando sus cabezas al hacha

del valido, ó proseguir la lucha emprendida, sin tener una so-


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lución quejustiﬕcara su actitud, contraria al entronizamiento

de la Beltraneja... eran las graves reflexiones que al Prelarlo

absorbían en aquellos instantes, y en ellas sumido, al conver-

to de Santa Ana, á prodigar sus cristianos consuelos a’. la Iii-

fanta, se dirigía, cuando, parándose de improviso, la anima-

ción de su semblante dejó ver que una idea luminosa y salva-

dora cruzaba por su mente, La Infanta, se dijo, es joven y de

claro talento; sus costumbres severas é irreprochables; su

dulce trato la ha hecho ser amada, no sólo de las religiosas

con quienes vive, sino de todos cuantos la conocen; jamás se

ha mezclado en contiendas políticas; su instrucción es vasta y

su religiosidad ferviente... ¿Quién sabe si presentándola el

cuadro vergonzoso que la corte ofrece y el sombrío porvenir


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que a Castilla amenaza... quién sabe si su alma se conmoverá

en presencia de tantos infortunios y se prestará á que tome-

’mos su nombre como bandera salvadora y consigamos con

esto la redención de esta desgraciada patriat... Y volviendo

sobre sus pasos, se encaminó á la catedral, donde, congrega-

dos, según costumbre, los principales comprometidos en el

movimiento, oyeron las razones del Arzobispo y, acogiéndo-

las con gozo inefable—porque, como dicho es, las sim-


___15._-

patías de que la Infanta gozaba eran generales y profundas:-

hicieron suyos tan feliz pensamiento y atinado consejo, acor-

dando desde luego alzar por Reina á D.‘l Isabel y que una

_ comisión de la Junta fuera á Santa Ana á ofrecer á la Infanta

el trono de Castilla.

Y así lo pusieron por obra, siendo recibidos por la adoles-

cente Princesa con aquella amabilidad y, al parecer, afable ca-

rácter que tantas simpatías la habían conquistado. .

Oyó Su Ilustrísima reposadamente la extensa relación que

de los males que afligían á la patria'y de la necesidad de re-

currir a’. heroicos remedios le hiciera ‘el Prelado, esforzando

sus argumentos en favor de una solución que tranquilizara

los revueltos espíritus de Castilla é implantase en ella la era

de paz y moralidad de que tan ansiosa estaba. '

Y como las más expresivas muestras de asentimiento á

cuanto el Arzobispo exponía, se escapaban del animado sem- ’

blante de la hermana de D. Enrique, creyó Carrillo llegado el


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momento de abordar el objeto principal de su visita y sin am-

bages ni rodeos, sentó como hecho incontrovertible que el

única y heroico remedio que podía aplicarse en tan difícil y

extremado trance era la proclamación por Reina de Castilla

de la insigne princesa.

Herida como del rayo D.a Isabel, al oir esta proposición,

aquel semblante afable que tantas simpatías conquistara, se

trocó en severo y adusto, y operándose una súbita transfor-

mación en su persona, la ingenua adolescente se tornó en mu-

jer consciente de sus actos, y á impulso de los violentos lati-

dos de su corazón de hermana, se puso de pie y acompañan-

do sus palabras con los más resueltos ademanes, dió la res-

puesta más noble, más diplomática y más grande que regis-


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tran las historiasí

_<No quiero reinos que no son míos, les dijo, pues de de-

recho no me son debidos, sino á mi hermano. Mas si tenéis

ese deseo, tratad con el Rey para que me admita como here-

dera para después de sus días.»

Y tras una ligera inclinación de cabeza, salió por la peque-

ña puerta del locutorio, dejando perplejos á los circunstantes

con tan rotunda negativa. Sólo el Arzobispo había visto cla-


__I(j_

ro... Y cuando seguido de los otros comisionados bajaba por

la estrecha escalera del locutorio apoyado en el brazo del

Marqués de Villena, dijo á éste al oído y con voz casi imper-

ceptible: «Acepta que la admitan como Princesa... esta mu-

chacha es nuestra salvación»...

Y lo fué; puesto que desde aquel instante se imprimió nue-

vo rumbo á las negociaciones.

No se trataba ya de oponer un monarca enfrente del legíti-

mo que en Castilla reinaba y que todos, siguiendo el progra-

ma trazado en la breve y signiﬕcativa respuesta de D.‘ Isabel,

se hallaban prontos á acatar: se quería que la corona recayera

en persona cuya legitimidad no ofreciese el menor género de

duda; se quería que cesara la división de los reinos con un

perdón general y un olvido por ambas partes de anteriores

agravios; se quería, en ﬕn, que tuvieran término tantos males

como afligían á la pobre patria; y como garantía de todo esto

y como lazo de unión entre los bandos que antes ensaugren-


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tabau el suelo de Castilla, la proclamación de D? Isabel como

princesa heredera y legítima sucesora de D. Enrique en el

trono de estos reino, sellando un abrazo de ambos her-

manos la paz que de seguro germinaría entre los bandos ri-

vales.

A conseguir esto dirigió sus esfuerzos el Arzobispo de To-

ledo, y ya fuera porque en la corte de D. Enrique se comen-

zara á sentir algún tanto la necesidad de reposo, ya porque

convencidos todos de la incuestionable fuerza material y mo-

ral de la Junta de Õvila, sobre todo desde que, tomando por

bandera á D.“ Isabel y negándose ésta á ceñir la corona en

vida de su hermano, se atacaba sólo á la persona de la

Beltraneja, de cuya legitimidad todos dudaban, y de la cual


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no debía tener grandes seguridades el marido de la Reina; y

por último, el deseo de poner término á un período de tan

prolongadas como estériles luchas, ello es que las negociacio-

nes avanzaron de tal modo, y las ventajas que á los partida-

rios de D.’l Isabel se ofrecían eran tales, que mentira parece

que quien de hecho y de derecho era el señor y Monarca de

Castilla, se aviniera á ﬕrmar condiciones tan humillantes como

las historias reﬕeren, pues que á no ser por el acatamiento que


__17.__

á su persona ofrecían el Arzobispo y los suyos, más bien pa-

reció que el Monarca era el vencido y sojuzgado.

Y en honor de la verdad así era, porque nadie que no se

encuentre conel pie en el cuello es capaz de suscribir enor-

midades semejantes á las del bueno de D. Enrique en todo lo

que hace relación á la Beltraneja.

Pero D. Beltrán ¿qué decía á todo esto? Pues D. Beltrán,

desde su privanza, diría para su sayo: sométansenos Infanta,

Arzobispo, prelados y magnates; sométansenos ciudades, vi-

llas y vasallos hoy rebeldes―. recibamoslos con los brazos

abiertos... y cuando los tengamos á nuestra obediencia, del

mismo modo y por el mismo procedimiento con que hoy les

otorgamos perdón, libertad y concesiones, les iremos mer-

mando éstas, limitando aquélla y... quién sabe si hasta llega-

remos á castigar actos que hoy aparentamos dar al olvido. . .

Hechos posteriores vinieron á comprobar estos propósitos,

como también que el Arzobispo noera persona que se deja-


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ba sorprender tan fácilmente...

Las negociaciones se ultimaron y las muestras de concor-

dia llegaron á tal punto, que se vino en acuerdo/de la fecha

y del paraje donde habría de realizarse la entrevista en que

Monarca é Infanta, y los respectivos partidarios de ambos,

ratiﬕcarían todo lo tratado y convenido.

La fecha fué la del r9 de Septiembre y el sitio la Venta de

los Toros de Guisando, término medio de las poblaciones en

que á la sazón residían las altas partes contratantes.

D, Enrique iría de Madrid, donde se hallaba, á Cadalso; doña

Isabel, de Õvila, se dirigiría á Cebreros, y una vez en estos

lugares, ambos bajarían á_ la Venta, ﬕjada como punto de

reunión.
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Disponíase D? Isabel para emprender este viaje. Los de

Avila querían aﬕrmar una vez más su adhesión incondicional

á la Princesa——para ellos ya lo era, puesto que como tal la ha-

bían recibido,—y su real señoría, por su parte, anhelaba asimis-

mo premiar la lealtad y constancia con que los abulenses ha-

bían servido sin desfallecimientos ni vacilaciones, primero la

causa de D. Alfonso y después la suya propia. Y de que esto

era así y de cómo tuvo lugar el acto en que ambas personali-

2
._I8_

dades llevaron á cumplido efecto sus deseos, nos da cuenta el

curiosisimo documento original que, también del Archivo mu—

nicipal de Õvila, legajo 257, núm. 4, y también inédito, va-

mos á presentar á nuestros lectores como fruto, tal vez el de

más valía, de todas nuestras investigaciones y acerca del cual

no podemos menos de repetir lo que poco ha, y con motivo

del otro documento trascripto dijimos. No se comprende como

papel tan interesante ha podido escapar á las pesquisas de

tantos como el Archivo municipal de Õvila han estudiado

Dice así:

«En la muy noble e leal cibdad de Auila, viernes dos dias

del mes de Setiembre, año del nacimiento de Nuestro Señor

Jesu Cristo de mile quatrocientos e sesenta e ocho años, es-

tando en la Iglesia catedral de San Salvador de la dicha cib-

dad dentro en la capilla de Sant Bernabé do acostumbran fa-

cer cabildo los señores perlados e beneﬕciados de la dicha

Iglesia estando y la muy alta e esclarecida señora Doña


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Isabel princesa de Castilla asentada en una silla e el muy

reverendo en cristo padre e señor D. Alfonso Carrillo arzo-

bispo de Toledo primado de las Españas, e el magníﬕco se-

ñor D. Juan Pacheco marqués de Villena maestre de la orden

de caballería de Santiago e el reverendo en cristo padre señor

D. Luis Carrillo, obispo de Burgos, e el señor Gomez Manri-

que del consejo del Rey y corregidor de la dicha cibdad de

Avila y el Dotor P.° Gonzalez de Avila oidor del consejo del

Rey, señor de Villatoro e Navalmorquende e el bodon e don

Alvar Perez de Osorio, arcediano de Avila, e otros caballe-

ros e escuderos e cibdadanos, e omes buenos ansi de la dicha

cibdad como de fuera de ella. En presencia de mi Gomez Gon-

zalez, escribano publico de la dicha cibdad e su tierra por


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nuestro señor el Rey e ante los testigos de yuso escriptos lue-

go el dicho D. Luis Carrillo obispo de Burgos propuso e dijo

ante la dicha señora princesa cante los dichos señores e gente

que y estaban como la dicha señora princesa muy bien sabia

los servicios e lealtad que esta dicha cibdad e los caballeros

e escuderos e cibdadanos e vecinos de ella habian fecho e

guardado al Rey D. Alfonso de esclarecida memoria que Dios


de santo paraiso, hermano de dicha señora princesa ansi al

tiempo que fue alzado en esta dicha cibdad por Rey como

en los tiempos que reinó e vivió ansi-en la guarda de esta di-

_cha cibdad para su servicio como en todas las otras cosas que

cumplian á servicio de su señoría e por ello su señoría les habia

fecho mercedes e franquicias e libertades e agora la dicha se-

ñora princesa los tenia en servicio señalado el recibimiento

que la dicha cibdad despues del Reinamiento del dicho señor

Rey su hermano a ella habian fecho en la dichazcibdad e como

el concejo justicia regidores caballeros escuderos oﬕciales e

omes buenos de la dicha cibdad juntos en su concejo á cam-

pana repicada segun que lo han de uso e de costumbre la

habian recibido por princesa e habian dado su poder cumpli-

do á los dichos Gomez Manrique corregidor e dotor Pedro

Gonzalez de Avila para la jurar e recibir e alzar por princesa

de Castilla con los procuradores de las otras cibdades e vi-

llas de estos Reinos de Castilla e los facia saber como los di-

chos Gomez Manrique e dotor la habian jurado e alzado por


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princesa en nombre de la dicha cibdad como otras cibdades

han fecho e que la dicha señora princesa conﬕaba e creia que

como habian sido leales servidores al dicho Rey D. Alfonso

su hermano que ansi lo serian á su alteza e que serian en de-

fender e guardar la dicha cibdad á su servicio e en la ayudar

e favorecer á que su claro e manifiesto derecho que tenia de

heredar estos Reynos de Castilla e de Leon le fuese guarda-

do e porque ella partia de esta dicha cibdad á vistas con el

Rey D. Enrique su hermano e por ende que les encomenda-

ba conﬕando de su lealtad que pusieran en obra que la di-

cha cibdad estuviese á buen recabdo para servicio de su se-

ñoría e que su señoría entendia de les remunerar e los facer

mercedes por los servicios que ansi habian fecho al Rey don
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Alfonso su hermano e a ella fagan. E luego el dicho señor

Gomez Manrique corregidor respondió e dijo que la voluntad

de la dicha cibdad e de los caballeros escuderos e cibdadanos

e vecinos de ella siempre habian sido de servir al dicho señor

Rey D, Alfonso que Dios haya e guardar como sus subditos e

naturales todo su servicio e así lo habian fecho fasta que ﬕnó

é ansi mesmo era y es de guardar el servicio de la dicha se-


__20__

ñora princesa e que ansi lo ponian por obra como su señoría

bien veia por lo cual esperaban de su alteza recibirian merce-

' des e luego el dicho dotor Pedro Gonzalez de Avila dijo que su

real señoría supiese que la voluntad de esta cibdad era y es de

servir y ser leales á la señoría de la dicha señora princesa como

lo habian sido al dicho Rey D. Alfonso su hermano e de fa-

cer todo su servicio e mandamiento e de favorecer en todo su

derecho para que ella aya y herede estos Reynos que la per-

tenecen e que la dicha cibdad suplicaba e pedia por merced á

su alteza que tuviese por bien de facer e complirlo que el dicho

señor Rey D. Alfonso les habia jurado e prometido de resti;

tuir y tornar á la dicha cibdad los lugares e vasallos que el

conde de Alva por mandado del Rey D. Enrique habia toma-

do e ocupado e tenia no debidamente e contra voluntad de la

dicha cibdad de lo cual la dicha cibdad todavía habia recla-

mado e reclamaba e ansi mesmo pluguiera su señoría de la con-

ﬕrmar los privilegios franquicias e libertades que el dicho se-


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ñor Rey D. Alfonso habia dado e fecho en la dicha cibdad.

Eluego el muy reverendo padre señor D. Alfonso Carrillo

arzobispo de Toledo dijo que suplicaba e pedía por merced á

la dicha señora princesa que en remuneración de los dichos

servicios á su alteza pluguiera otorgar lo que la dicha cibdad

le suplicaba porque bien sabia los muchos e buenos servicios

que la dicha cibdad habia fecho al dicho señor Rey D. Al-

fonso e la voluntad que tenian de servir á su señoría de la di-

cha señora princesa. E luego la dicha señora princesa dijo

que en cuanto á los lugares e sus vasallos que el dicho conde

de Alva tenia tomados e ocupados á la dicha cibdad que los

prometia e daba su fe real de los tornar e restituir á la dicha

cibdad segun que el dicho señor Rey D. Alfonso su herman ,1


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que santo paraiso haya lo tenia prometido yjurado y en cuan-

to a los otros privilegios franquicias e libertades de la dicha

cibdad que con su señoría iban los dichos Gomez Manrique

corregidor e dotor Pedro Gonzalez de Avila e que ellos lle-

vaban cargo de los capitular e tratar e que ellos traerian los

capítulos de ello en la manera que fuese acordado e que su

voluntad era de les facer mercedes por los servicios que ha-

bian fecho al dicho Rey D. Alfonso su hermano e á ella. li


desto en como pasó dicho Gonzalo de San Juan procurador de

los pueblos de la dicha cibdad en voz en nombre de la dicha

cibdad e sus pueblos pidió a mi el dicho escribano que se lo

diese signado de mi signo. Testigos que á estos fueron pre-

sentes los dichos señores e Sancho de la Reyna e Juan Alva-

rez del Barco e Juan de Avila notario publico de la Iglesia de

Avila, vecinos de Avila e otros muchos.

Yo el dicho Gomez Gonzalez escribano pubico fuí presen-

te con los dichos testiges á lo que dicho es lo ﬕce escribir

para los pueblos de Avila e va escrito en seis planas de esta

inserta carta en que va mi signo en cada una de ellas. Al ﬕn

va puesto mi señal e ﬕce aquí este mio signo e tal. En testi-

monio ‘¡'- de verdad =-Signado:Gomez Gonzalez.»

Pocos comentarios necesita este importante documentio,

puesto que, á más de su fecha-anterior sólo en diez y siete

días al señalado para la entrevista de Guisando —-y de hacerse

muy marcada referencia á este acto con las palabras «e por

que ella partia desta dicha cibdad a vistas con el Rey D. Eu-
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rique, su hermano», puestas en boca del Obispo de Burgos,

todo lo referente a la participación de Õvila y de los perso-

najes en el acta mencionados en los sucesos de que seguimos

ocupándonos, se presenta tan á las claras que sería ocioso el

insistir sobre ello. Y lo que el papel no expone sabrá leerlo

entre lineas el que con algún cuidado pase su vista por tan

interesante escrito. ‘

Doña lsabelïué a Cebreros, y de allí, el día preﬕjado. á la

Venta de los Toros de Guisando. La entrevista se celebró.

Doña Isabel y los suyos reconocieron á D. Enrique por Rey

y Señor natural y D. Enrique recibió por princesa y por su

primera heredera de los reinos á Doña Isabel, que fué jurada

y reconocida como tal por todos los allí reunidos, previa re-
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lajación por el Legado de Su Santidad, allí presente, de ante-

riores juramentos prestados á Doña Juana; y Rey y Princesa

volviéronse á Cadalso acompañados de los magnates y Prela-

dos que al acto de Guisando estuvieron presentes.

De Cadalso pasaron á Casarrubios. donde seis días después,

el 25 de Septiembre, expidieron 1a famosa carta en que tan al

“I'm-
_22_

pormenor se detalla lo acontecido en Guisando y que, sus-

cripta por D. Enrique y Doña Isabel, transcribe Zurita en la

página 160 vuelto del libro XVIII, tomo cuarto, de sus Ana-

les, y que nosotros no podemos menos de reproducir en este

lugar por creer que su contexto es de verdadero interés

para la inteligencia de alguna de las especies vertidas en el

curso de esta narración.

Héla aquí:

«Don Enrique por la gracia de Dios, Rey de Castilla, de

León, etc., etc. Al Concejo alcalde, etc., etc., salud e gracia.

Bien sabedes las divisiones y rnovimlentos yescandalos acaes—

cidos en estos mis reinos de quatro años á esta parte e los

muy grandes é intolerables males e daños que dello se han

seguido á todos mis subditos e naturales e universalmente á

toda la cosa publica de mis reinos E como quier que en estos

tiempos pasados yo siempre he deseado e trabajado e procu-

rado de los atajar e quitar e dar paz e sosiego en estos di-


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chos reinos no se ha podido dar en ello asiento e conclusion

hasta agora que por la gracia de Dios la muy Ilustre Princesa

Doña Isabel mi muy cara e muy amada hermana se vino á

ver conmigo cerca de la villa de Cadahalso donde yo estaba

aposentado e fueron ajuntados con nosotros los muy reveren-

dos en Cristo padres don Alonso Carrillo, Arzobispo de To-

ledo Primado de las Españas Canceller Mayor de Castilla e

don Alonso de Fonseca Arzobispo de Sevilla e don Juan Pa-

checo Maestre de la cavalleria de Santiago e don Alvaro de

Stúñiga Conde de Plazencia mi Justicia Mayor é los Condes

de Benavente Miranda e Osorno e el Adelantado Mayor de

Castilla e los Reverendos Padres Obispos de Burgos é de

Coria e Gomez Manrique su hermano todos de mi concejo


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En las cuales dichos vistas estando ende el Reverendo Padre

don Antonio de Veneris Obispo de Leon Legado de nuestro

muy Santo Padre la dicha Princesa mi hermana me reconoció

por su Rey e Señor natural de todos estos reinos e señoríos

e me otorgó e ﬕzo la obediencia e reverencia que me devia e

me prometió e juró de me aver e tener e obedecer e servir e

seguir en todos los días de mi vida como á su Rey e señor


.__z3_

natural e asimismo los dichos Arzobispos de Toledo e Maes-

tre de Santiago e conde de Osorno e Adelantado e los dichos

Obispos de Burgos e Coria e Gomez Manrique e cada uno

dellos me reconocieron por su Rey e Señor Natural e me

otorgaron e ﬕcieron la obediencia é reverencia e prometieron

de me aver e tener e obedecer por su Rey e señor natural en

todos los días de mi vida e non otra persona alguna e de ser-

' virme e de seguir bien e leal e verdaderamente como buenos

e leales vasallos e súbditos naturales mios de lo cual todo me

ﬕcieron juramento e pleito homenaje publica e solemnemente

E yo movido por el bien de la dicha paz e union de los di-

chos mis reinos e por evitar toda materia de escandalo e di-

vision de ellos e por el gran deudo e amor que siempre ove e

tengo con la dicha Princesa mi hermana e porque ella está en

tal edad que mediante la gracia de Dios puede luego casar e

aver generacion en manera que estos dichos mis reinos no

queden sin aver en ellos legitimos sucesores de nuestro lina-


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ge determine de la recibir e tomar e la recibí y tomé por

Princesa e mi primera heredera e sucesora destos dichos mis

reynos e señoríos e por tal la juré e nombre e intitulé e man-

. de que fuese recibida e nombrada e jurada por los sobrcdi-

chos Perlados e Grandes e Cavalleros que ende estaban e por

todos los otros de mis reynos e por los procuradores de las

tiudades e villas dellos por Princesa e mi primera heredera

destos dichos mis reynos e por Reyna e señora dellos para

despues de mis dias. El cual dicho juramento luego ﬕcieron

los dichos Perlados e Grandes e cavalleros que assi ende es-

tavan para lo cual todo el dicho Legado por la autoridad de

la Santa SedeApostólica relajo todos e cualesquier juramentos

que en contrario desto sobre la dicha sucesion e sobre las


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otras cosas susodichas estuviesen lechos por cualesquier Per-

lados e Grandes e ciudades e villas e otras cualesquier perso-

nas destos mis reynos e señoríos en cualquier manera dispen-

sando sobre todo ello plenariamente e interponiendo á. ello su

autoridad e decreto. E luego yo me volví á la dicha villa de

Cadahalso e conmigo la dicha Princesa mi hermana e el di-

cho Maestre de Santiago e los otros Perlados e Grandes que

comígo estavan. Lo cual todo acordé de vos notiﬕcar por


__24__.

‘que es razon que lo sepades e dedes muchos loores e gracias

á Nuestro Señor que assi le plugo de poner á estos reynos en

union e en toda paz e concordia. Por que vos mando que

acatada la lealtad e ﬕeldad que me devedes como á vuestro

Rey e Señor natural luego vos reduzgais á mi obediencia e

servicio e me reconozcades e juredes por vuestro Rey e se

ñcr natural. E por cuanto yo á suplicacion de los dichos Per-

lados e grandes que conmigo estan mande dar mis cartas en

que se contiene que remito e perdono a todos e qualesquier

Perlados e cavalleros e personas que han estado fuera de mi

obediencia todos los crímines e delitos passados e viniendo

ellos al mi servicio e obediencia e eutregandome ó faciendo

me entregar todas las ciudades e villas e lugares e fortalezas

que me tienen ocupadas ó por su causa con su favor e ayuda

me estan reveladas los de allende los puertos dentro de quin-

ce dias primero siguientes e los de la Andalucia e del reyno

de Murcia dentro de treinta dias lo cual les mando que assi


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fagan e cumplan dentro de lcs dichos terminos so pena de

caer por ello en mal caso e de perdimiento de todos sus bie-

nes, e vasallos e villas e lugares e heredamientos e ofﬕcios e

mercedes e maravedís que en mis libros tienen e que todo

ello faciendo ellos lo contrario por el mismo fecho sea con-

ﬕscado e aplicado para la misma camara e ﬕsco las cuales di-

chas mis cartas por mi mandado han seido y son pregonadas

y publicadas e puestas en lugar público en la dicha mi corte

por ende vosotros faciendolo assi dentro del dicho término

por esta mi carta remito e perdono á esa ciudad e á los gran-

des e cavalleros e a otras qualesquier personas vezinos e mo-

‘ radores dellas e a cada uno de vos e dellos todos los críme-

nese delitos pasados del caso mayor al menor inclusive E


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otro sí vos mando que luego vista esta mi carta juntos en

vuestro cabildo segun que lo avedes de’ uso e de costumbre

juredes á la dicha Princesa mi hermana por Princesa e mi pri-

mera heredera sucesora en estos dichos mis reynos e seño-

ríos. E los unos nin los otros non legades ni fagan ende al

por alguna manera so pena de la mi merced e de caer por

ello en mal caso e perder todas vuestras villas e lugares e va-

sallos e fortalezas e heredamientos e bienes e ofﬕcios e todos


.._25__

e qualesquier maravedis que en cualquier manera en los

mis libros tenedes. Lo qual todo vosotros lo contrario fa-

ciendo yo por el mismo fecho desde agora para entonces

conﬕsco c aplico e he por conﬕscado e aplicado para la mi

camara e ﬕsco sin otra sentencia nin declaraciou alguna. E

demas por qualesquier de vos por quien ﬕncare de lo assi fa-

cer e cumplir mando al ome que esta mi carta mostrare que

vos emplace que parezcades ante mi en la mi corte doquier

_que yo sea el concejo por vuestro procurador e los cavalleros

'e ofﬕciales e las otras personas singulares personalmente des-

de el dia que vos emplazare fasta quince dias primeros si-

guientes sola dicha pena á cada uno so la cual mando á

qualquier escribano publico que para esto fuere llamado que

de ende al que vos lo mostrare testimonio signado con su

signo por que yo sepa como se cumple mi mandado e yo la

dicha Princesa doña Isabel primera heredera e sucesora en

estos dichos reynos e señoríos de Castilla para despues de los


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dias del muy alto e muy poderoso Rey mi señor e hermano

vos ruego e mando que por servicio del dicho señor Rey e

mio vosotros fagades e cumplades e pongades luego en obra

todo lo que su Alteza por esta carta vos embia mandar. Certi-

ﬕcandoos que en ello me fareis agradable placer e servicio e

de lo contrario aure grande enojo e sentimiento e dare todo

favor eayuda para executar en las personas e bienes las pe-

nas en que por ello incurrieredes. Dada en la villa de Casa-

ruuios á veinte y cinco dias del mes de Setiembre Año del

nacimiento de Nuestro Saluador Jesu Cristo de mil e quatro-

zientos e sesenta y ocho años=Yo el Rey—‘Yo la Princesa:

Yo Juan de Ouiedo secretario del Rey nuestro señor la ﬕce

escriuir por su mandado.==Regist_rada Canceller—Archiepis-


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copus Hispaleñ — El Conde don Alvaro—El Maestre-El

Conde don Diego,»

Ya lo ve el curioso lector. D. Enrique reconoce como su

primera heredera y sucesora á DF Isabel, porque Ipuede lue-

go casar e aver generacion en manera que estos dichos mis

reinos no queden _sin aver en ellos lrgírízízo: sucesores DE NUES-

TRO LINAJE...» Son sus palabras. No cabe más vergonzosa con-


_'26 _

fesión de una deshonra. Por lo demás, si por la relación de

hechos puede este documento ser considerado como un acta,

por las intimaciones de la princesa contenidas al ﬕnal del mis-

mo, más parece un contrato que se hace público para cono-

cimiento de los interesados.

El Rey se partió luego para Madrid, quedándose D.‘ Isabel

en Casarrubios, como lo prueba el documento allí expedido

siete días después—el 2 Octubre—y que también original se

conserva en el archivo del Ayuntamiento de Avila, legajo 257

número 3, carta, ó mejor dicho, sobrecarta. que por sus cua-

lidades externas bien merece que ﬕjemos en ella nuestra aten-

ción, ya que por sus disposiciones nada de nuevo nos ofrez-

ca, toda vez que tan solo se trata en ella de hacer observar y

cumplir lo acordado por D. Juan II en 1453 y ratiﬕcado‘ por

D. Enrique en 1458

Y en verdad que en esta carta se nos presenta D.a Isabel

en forma bien distinta y hasta si se quiere algún tanto contra-


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dictoria á la que se nos ofreció en su famosa respuesta cuan-

do la brindaron la Corona de Castilla.

«No quiero reinos que son de mi hermano», había di-

cho en Avila, y tres meses después, en Casarrubios del Monte

expide una carta dirigida á todos los personajes, ciudades, vi-

llas y lugares de los reinos, con todos los requisitos y fórmu-

las cancillerescas, cual si de una carta Real, de soberano rei-

nante se tratara y en la que, después de mandar que se ob-

serve lo dispuesto en la carta de su padre y sobrecarta de su

hermano, termina imponiendo penas á los que contravengan

lo en ella contenido y conﬕrmado.

Extraordinario es el acto. pero justo es que nos ﬕjemos en

las excepcionales circunstancias que le motivaron y en las po-


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derosas razones que le dieron sólido fundamento.

Ya hemos dicho y repetido cuán grande era el anhelo de

D.’ Isabel de corresponder á los favores por ella recibidos de

Õvila y cuán vehemente era el deseo de la ciudad de que

ninguna de las poblaciones y vasallos de su tierra pasara á

ser de dominio señorial; ya hemos señalado como una de las

más relevantes cualidades de la Princesa lo ﬕrme de su carác-

ter y la seriedad de sus ofrecimientos; pues bien, y sentadas


_.27__

estas premisas, ¿no era cosa natural, y hasta si se quiere inelu-

dible, el que su primer acto de gobierno (permítasenos la

frase) fuera para manifestar su gratitud a’ su ciudad-así la

llamaba siempre— concediéndola lo que ésta más deseaba y

apetecía, «que ninguna población ni vasallos de Õvila y su

tierra se apartasen jamás de la corona de Castilla?» Y como

esto mismo lo había mandado ya su padre y ratiﬕcado sus

hermanos, y como D. Enrique, á pesar de todo, había dis-

puesto de lugares y vasallos que de la tierra de Õvila eran, y

como en el acta del 2 de Septiembre, como hemos visto,

prometió la Princesa que los lugares y vasallos tomados y

ocupados por el de Alva volverían á su primitivo señorío, y

por último: como era ﬕel guardadora de sus promesas y es-

clava de su palabra, ¿no era natural y justo que su primera

carta fuera para dar pública satisfacción y cumplimiento de

su fe Real empeñada?
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Aparte de que no es del todo infundada sospecha la de

que D. Enrique tuviera conocimiento y hasta autorizara la

expedición de esta carta que, después de todo, no hacía más

que ratiﬕcar lo que en 1458 él mismo sancionara; y que si,

diez años más tarde, implicaba la revocación de anteriores

donaciones, no revestía el acto caracteres de gravedad tanta

como la anulación del juramento á la Beltraneja y la declara-

ción de su ilegitimidad que, como si de la cosa más natural

del mundo se tratara, había suscrito el propio D. Enrique

siete días antes. '

Hé aqui el documento en cuestión:

«D.a Isabel princesa de Asturias e legitima heredera y su-

cesora de los Reynos de Castilla e de Leon: A los Duques


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Perlados Marqueses condes Ricos - omes maestres de las

ordenes priores e al justicia mayor e a los del consejo e oido-

res de la abdiencia e alcaldes e notarios de la casa e corte e

chancilleria del Rey Don Enrique mi señor hermano e a los

comendadores e subcomendadores e alcaides de los castillos

e casas fuertes e llanas e a todos los concejos corregidores

alcaldes alguaciles regidores caballeros escuderos oﬕcia-

les e omes buenos de todas las cibdades e villas e lugares de


._28_

los reinos c señorios de Castilla e de Leon e a qualesquier

vasallos e subditos e naturales dellos de qualquier estado

condicion preheminencia e dignidad que sean e qualquier o

qualesquier de vos a quien esta mi carta fuere mostrada o e]

treslado della signado de escribano público salud e gracia

Sepades que vi una carta del Rey Don Juan mi señor e pa-

dre que santa gloria aya conﬕrmada del Rey mi señor her-

mano su tenor de la cual es este que se sigue.

Don Enrique por la gracia de Dios Rey de Castilla de

Leon de Toledo de Galicia de Sevilla de Cordova de Mur-

cia de Jahen de Algarve de Algecira Señor de Vizcaya e

de Molina a los enfantes mi muy caros e muy amados her-

manos e otrosi a los duques condes marqueses ricos-

omes maestres de las ordenes priores e al mi justicia mayor e

a los de mi consejo oidores demi abdiencia alcaldes e no-

tarios oe la mi camara e corte e chancilleria e a los comenda-

dores e subcomendadores alcaydes de los castillos e casas


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fuertes e llanas e a todos los concejos corregidores alcal-

des e alguaciles regidores cavalleros escuderos e omes bue-

nos de todas las cibdades e villas e lugares de los mis reynos

e señorios e a qualesquier mis vasallos subditos e naturales

de qualquier estado condicion preheminencia o dignidad

que sean e a qualquier o qualesquiera de vos a quien esta mi

carta fuere mostrada o el treslado della signado de escribano

publico salud e gracia Sepades que el Rey Don Juan de

Gloriosa memoria mi señor e padre cuya anima Dios aya

mando dar e dio una su carta ﬕrmada de su nombre y sellada

con su sello su tenor de la cual es este que se sigue

Don Juan por la gracia de Dios Rey de Castilla de Leon

de Toledo de Galicia de Sevilla de Córdova de Murcia de


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Jahen de Algarve de Algecira Señor de Vizcaya e de Mo-

lina Por cuanto asi cumple a mi servicio e guarda e honor de

la corona real de mis reynos e al bien publico e pacifico es-

tado de la corona real de mis reynos e al bien publico e paci,

ﬕco estado e tranquilidad dellos e asimismo por facer bien e .

merced a la mi cibdad de Avila e su tierra e al concejo alcal-

des alguaciles regidores cavalleros escuderos e omes buenos

della por los muchos e buenos e leales servicios que aquellos


._2.)__

ponde ellos vienen ﬕcieron a los Reyes mis progenitores de

gloriosa memoria e ellos me han fecho e facen de cada dia de

mi propio motu e ciencia cierta e poderio real absoluto de

qne quiero usar e uso en esta parte por la presente e con ella

tomo e recibo a la dicha cibdad e su tierra e la justicia e ju-

risdicion alta e baja civil e criminal e mero e misto imperio

della con todas sus rentas e derechos e pertenencias e pechos e

otras cosas qualesquiera pertenecientes al servicio della para mi

e para la corona real de mis reynos e para los Reyes que de

mi subcedieren en ellos e quiero e mando que de agora e de

aqui adelante para siempre jamas no haya podido ni pueda

ser la dicha cibdad e su tierra ni parte ni cosa alguna della

apartada de mi ni de la corona real de mis reynos por si ni

sobre si ni pueda ser cambiada ni dada ni vendida ni em-

peñada ni obligada ni en otra qualquier manera enagenada

por cualquier titulo oneroso o lucrativo o misto ni por qual-

quier causa aunque sea pia urgente e necesaria quanto quier


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que sea e ser puede en persona o personas algunasde cualquier

estado condicion preheminencia y dignidad que sean aunque

sean reales o de estirpe real o en otra qualquier manera e si

por ventura por mi o por los Reyes que despues de mi suce-

diesen en los dichos mis reynos fuese procedido a qualquier

manera de apartamiento o alienacion de lo susodicho o de

qualquier cosa o parte dello que por el mismo fecho aya

sido e sea ninguna e de ningun valor e efecto el tal aparta-

miento e alienacion e todo lo que della procediese o depen-

diese e se siguiere aya sido e sea por no fecho e que no

haya podido ni pueda pasar la propiedad ni la tenencia e po-

sesion e detentación dello ni de cosa alguna ni parte dello a

1a tal persona o personas ni lo ayan podido ni puedan ganar


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ni prescribir por tiempo alguno no embargante que el tal

apartamiento o alienacion contenga cualesquier causas legiti-

mas o necesarias complideras e provechosas e aunque se diga

que cumple asi a mi servicio e al bien publico de mis reynos

e contenga qualesquier ﬕrmezas e no obstancias abrogaciones

e derogaciones e otras qualesquier clausulas derogatorias aun-

que sea valida e ﬕrmada con juramento e pleyto omenage e

voto o en otra qualquier manera que sea o ser pueda ca yo


por la presente la qual quiero e mando e me place e orde-

no que aya fuerza e vigor de ley bien asi como si fuera fecha

e establecida en cortes e a ella procediesen e se subsiguiesen

e interviniesen todas las cosas que de sustancia e solemnidad

en tal caso se requieren que el tal apartamiento e alienacion

e todo lo que de ella se siguiere e cada cosa e parte de ella

aya sido e sea de ningun efecto o valor por ese mismo hecho

e por ese mismo derecho e que sin embargo de ello ni de

cosa alguna dello la dicha cibdad e su tierra e todo lo suyo e

cada cosa e parte dello siempre sea de la corona real de mis

reynos e para ella e en ella inseparablemente por siempre ja-

mas e no haya podido ni pueda ser apartada dividida ni se-

parada de ella ni en algun tiempo ni por causa ni razon que

sea mayor o mas mayor que la de suso expresada e que la

dicha cibdad e los vecinos moradores della e de su tierra e]

qualesquiera de ellos si pena alguna pueden resistir e resistan

qualesquiera mi carta o sobrecarta aunque sea de segunda

jusion e dende en adelante que yo de aqui adelante diere que


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en contrario sea o ser pueda aunque contenga pena de ma

caso e perdicion de cuerpos e bienes e otras qualesquier pe-

nas e asimismo pueda resistir e resista sin ‘pena alguna a qual.

quier o qualesquier persona de qualquier estado condicion o

preheminencia o dignidad que sean que por qualquier titulo o

color o causa quieran ir y pasar e vayan e pasen contra lo en

esta mi carta contenido o contra qualquier cosa o parte de ella

que para ello no ayan incurrido ni ayan ni incurran ni puedan

ahir ni incurrir en otros ni en casos mayores ni menores ni en

otra pena ni infamia alguna ellos ni sus linajes e yo les absuel-

vo e do palabras e quitos de todo ello e de cada cosa e par.

te dello a ellos e a su linaje lo cual todo susodicho en esta

mi carta contenido en cada cosa e parte de ello quiero e


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mando e ordeno e establezco que vala e sea ﬕrme e valedero

para siempre jamas no embargante qualesquiera maravedises

de merced exencion o apartamiento que el Rey Don Enrique

mi señor e mi padre cuya anima Dios aya dio e yo doi e de

aqui adelante diere o ﬕciere de qualesquier logares e vasallos

e terminos e jurisdicion de la dicha cibdad e su tierra e de

otros qualesquier que hasta aqui ayan dado las quales no ayan
sido notiﬕcadas e presentadas en el dicho concejo de la dicha

cibdad. E los tales quiero e es mi merced que sean avidos

por no fechos ni dadas e que sea asi de ningun efecto e va-

lor aviendolas aqui de mi cierta ciencia e sabiduria por jus-

tas e incorporadas e otro si no embargante las leyes que di-

cen que los Reyes e Principes no reconoscientes superior no

son ascriptos ni obligados a las leyes ni a venir segun ellos

ni otros embargantes que las leyes fueros derechos e ordena-

mientos costumbres fazañas estilos ni otras qualesquier co-

sas de qualquier manera efecto e vigor e calidad e misterio

que pueda embargar e contrariar o impedir lo en esta mi car-

ta contenido qualquier cosa o parte de ella. E yo de dicho

mi propio motu e poderio real absoluto de que quiero usar e

‘uso en esta parte dispongo con ello e lo abrogo e derogo

alzo e quito e muevo en cuanto a esto ataña o atañer pueda e

ansi mismo a las leyes que dicen que las cartas dadas contra

ley o fuero o derecho deben ser obedecidas e no cumplidas

aunque contengan cualesquier clausulas derogatorias e otras’


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ﬕrmezas e que las leyes e fueros e derechos valederos no pue-

dan ser derogados salvo por cortes e al con e quanto toda

obrreccion o subrreccion e todo otro obstaculo o impedimen-

to ansi de fecho como de derecho de qualesquier natura vi-

gor e calidad e misterio que sea o ser pueda que pueda em-

bargar o perjudicar á lo en esta mi carta contenido e qual-

quier cosa o parte dello e supla cualesquier defectos asi de

esta carta como de solemnidad o en otra qualquier manera

que necesarios complideros e provechosos sean de suplir para

corroboracion e validacion desta mi carta e de lo en ella con-

tenido por cuanto mi ﬕrme intencion e deliberada voluntad es

que esta dicha mi carta e lo en ella contenido e cada cosa e

parte de ello sea ﬕrme e valedero e fasta e grata e guardada


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enviolablemente para siempre jamas lo qual seguro de guar-

dar e complir e mantener e lo mandar complir e facer e man-

tener todo segun e en la manera que de fe es e cada cosa e

parte de ello-—-E mando al principe mi muy caro e muy ama-

do ﬕjo presunto heredero e a los Duques Condes Ricos omes

maestres de las Ordenes priores comendadores e subcomen-

dadores alcaydes de los castillos e casas fuertes e llanas e a


_32__

todos los concejos alcaldes e alguaciles regidores caballeros

escuderos e omes buenos de todas las cibdades e villas e lo-

gares de los mis reinos e señorios e otros qualesquier personas

mis subditos e naturales de qualquier estado o condicion que

sean e a cualquier o qualesquiera de ellos que esten e cumplan

e executen e fagan estar e complir e executar todo lo en esta mi

carta contenido e cada cosa e parte della e que de aqui ade-

lante para siempre jamas no vayan ni pasen ni consientan ir

ni pasar contra ello ni contra cosa alguna ni parte de ello ago-

rani cn algun tiempo ni por alguna manera ni cansa ni razon ni

color que sea o ser pueda e los unos ni los otros non fagades

ende al por alguna manera so pena de la mi merced e de pri-

vacion de los oﬕcios e de conﬕseaeion de los bienes de los

que lo contrario ﬕcieren para la mi camara sobre lo cual man-

do al mi chanciller e notarios e a los otros que estan en la mi

tabla de los mis sellos que deu e libren e pasen e sellen a la

dicha cibdad de avila e su tierra mi carta o cartas o provisio-


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nes o previlegios los mas ﬕrmes e bastantes que cumplieren e

menester fueren para que sea ﬕrme estable e valedero lo suso-

dicho en esta mi carta contenido por siempre jamas e los unos

ni los otros non fagades ni fagan ende al so' pena de la mi

merced e de diez mil maravedis a cada uno para la mi cama-

ra. Dada en el lugar de Viliacastin a quince dias de mayo año

del nascimiento de nuestro Salvador Jesuchristo de mil e

quatrocientos e cincuenta e tres añoszYo el Rey=Yo el

dotor Ferrando Dias de Toledo oidor e refrendario del Rey e

su secretario la ﬕce escribir por su mandado. E en las espal-

das de la carta de dicho Señor Rey estaban escritos estos

nombres que se sigue=Registrado Martin Ruiz.

E agora el concejo justicia Regidores Caballeros escuderos


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oﬕciales e omes buenos de la dicha cibdad me enviaron facer

relacion diciendo que recelan que por el dicho Rey mi señor

e padre fue pasado de esta presente vida no les han guardado

la dicha su carta suso incorporada lo cual si asi pasase ellos

recibirian grande agravio e daño e a mi se recresceria deser-

vicio e me enviaron suplicar e pedir por merced que los man-

dase proveer sobre ello con remedio de justicia como la mi

merced fuese e por que mi merced e voluntad es que la dicha


_ 33 _

carta del dicho Rey mi señor e padre suso incorporada sea

trasladada e complida segun que en ella se contiene tuvelo

por bien por que vos mando a todos e a cada uno de vos que

guardades e cumplades e fagades guardar e complir la dicha

carta del dicho Rey mi señor e padre suso incorporada en

todo e por todo segun que en ella se contiene e contra el te-

nor de ella no vayades ni pasedes ni consintades ir ni pasar en

algun tiempo ni por alguna manera e los unos ni los otros

non fagades ende al por alguna manera so pena de la mi mer-

ced e de las penas e emplazamiento contenidos en la dicha

carta del dicho señor Rey mi señor e padre suso incorporada.

Dada en la villa de Madrid a veinte e tres dias de marzo año

del nascimiento de nuestro señor Jesuchristo ‘de mil e qua-

trocientos e cincuenta e ocho añosz=Yo el Rey=Yo Ro-

drigo de ¿. . . . .? secretario de nuestro señor el Rey la ﬕce

escribir por su mandado.

E agora por parte del coneejojusticia regidores caballeros


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escuderos oﬕciales e omes buenos de la dicha cibdad me fue

suplicado e pedido por merced que los yo conﬕrmase e apro-

base la dicha carta suso incorporada e porque mi merced e

voluntad es que la dicha carta del dicho Rey don Juan mi

señor e padre e la conﬕrmacion del dicho Rey Don Enrique

mi señor hermano sea guardada e cumplida segun en ella se

contiene tovelo por bien porque vos mando a todos e a cada

uno de vos que guardedes cumplades e fagades guardar e

complir la dicha carta del dicho Rey mi señor e padre e con-

ﬕrmada del dicho Rey Don Enrique mi señor hermano suso

incorporada en todo e por todo segun en ella se contiene e

contra el tenor de la dicha carta e conﬕrmacion no vayades

ni pasedes ni eonsintedes ir ni pasar en algun tiempo ni por


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alguna manera. E los unos ni los otros no fagades ende al por

alguna manera so pena de la mi merced e de las penas e

emplazamiento contenidos en la dicha carta del dicho Rey

mi señor e padre e conﬕrmacion del dicho Rey don Enrique

mi señor hermano suso incorporada. Dada en la villa de Casa

Rubios del Monte a dos dias del mes de Octubre año del nas-

cimiento de nuestro Salvador Jesu Christo de mil e quatro

cientos e sesenta e ocho añoszYo la princesa=Yo Juan

¡u .

3
Fernandez Hermosilla secretario de la princesa lo ﬕce escri-

bir por‘ su mandado.=»

Como se ve, D.“ Isabel, titulándose ya Princesa de Asturias

y legítima heredera y sucesora de los reinos de Castilla y de

León, actuó de soberana suscribiendo y ratiﬕcando la misma

sobrecarta que su hermano, el verdadero y legítimo Monarca,

diez años antes había suscrito y ratiﬕcado.

No cabe. en los limites de esta narración el minucioso deta-

lle de tantos y tantos hechos como vinieron á corroborar el

aserto que mas arriba hicimos, referente á lo poco ó nada que

D.a Isabel podía conﬕar en los que, del lado de D. Enrique y

aún del suyo propio, habían tomado parte en estos aconteci-

mientos; pues de presumir era que todo aquel que por cual-

quier motivo o circunstancia no se viera satisfecho en sus am-

biciones ó deseos, habría de recurrir á. los entonces socorri

dos medios de la conspiración, de la intriga.

Y en verdad que no les faltó pretexto para acudir á ellos.

La elevación de D.― Isabel al rango de Princesa heredera '


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había despertado la codicia de los unos y los apetitos de los

otros. Los pretendientes á su mano se multiplicaban y los

partidarios en Castiíla de cada uno de los aspirantes se agita-

ban vivamente en favor de sus respectivos candidatos, que

eran nada menos que un hermano de Eduardo IV de Inglate-

rra——tal vez el Duque de Glocester,—el Duque de Guiena, her-

mano de Luis XI de Francia, D. Alfonso, Rey de Portugal, y

D. Fernando, hijo del anciano Rey D. Juan II y Príncipe de

Aragón y más tarde Rey de Sicilia, que fué el que siempre

ocupó lugar preeminente enel corazón de D.“ Isabel.

El Marqués de Villena, entendiendo que no podía haber

nada más perjudicial a sus intereses particulares que la unión

de la familia Real aragonesa con la castellana, declaró su abier-


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ta oposición al hijo de D. Juan II, y resucitando las antiguas

pretensiones del Monarca portugués y uniendo a ellas el pro-

yecto de enlace de un hijo de éste con la Beltraneja, llegó

hasta formar un bando que, á no ser por la entereza de doña

Isabel, habría ‘tal vez conseguido la realización de sus intere-

sados propósitos. La embajada, á cuyo frente venía el Arzo-


bispo de Lisboa, recibió en Ocaña una cortés negativa que,

unida á la que meses antes había recibido el Duque de Guie-

na, a quien protegía D. Enrique. exasperaron al Monarca y

más aún al favorito Villena, que resolvieron apelar á la intimi-

dación para el logro de sus ﬕnes; pero el Arzobispo de Tole-

do, avisado oportunamente del riesgo que su señora corría,

——puesto que hasta de reducirla á una prisión se trataba,—acu-

dió tan oportunamente. que gracias á su poderosa interven-

ción y á la actitud, resuelta de los leales habitantes de Ocaña,

no pudieron aquéllos conseguir sus propósitos.

Con tan irregular comportamiento consideró ya D“. Isabel

roto el pacto de Guisando en lo relativo á su enlace, viéndose

ya libre de sus compromisos. y previa consulta de los nobles

de Castilla y oído el parecer y consejo del Arzobispo de To-

ledo y del Almirante D. Fadrique, aceptó las proposiciones

de D. Fernando de Aragón, ﬕrmándose las capitulaciones

matrimoniales en Cervera á 7 de Enero de 1469, acto que co-

ronó brillantemente los esfuerzos y sabia intervención del in-


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signe D. Juan Il, cuyas excepcionales aptitudes no pueden

menos de ser admiradas por todo aquel que se precie de ren-

dir culto á la verdad histórica. ’

La ausencia de D. Enrique y del Marqués de Villena, que

se habían dirigido á Andalucía con el objeto de acabar con

los restos de la insurrección todavía existente, fué aprovecha-

da por D.a Isabel para trasladarse á Madrigal, donde, lejos

dc hallar el reposo y la seguridad anhelados, se encontró toda-

vía en más apurado trance que en Ocaña, y del cual se salvó

gracias á la eﬕcaz y oportuna intervención del Almirante Hen-

ríquez y del socorro del Arzobispo de Toledo, que con suma

presteza, y adelantándose á las huestes del Arzobispo de Se-

villa, logró evitar el golpe de mano contra ella intentado, res-


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catándola del poder de su guardador el Obispo de Lugo y de

los suyos que, mal repuestos del asombro que tan inesperado

auxilio les causara, la vieron salir en triunfo con su pequeño

ejército y dirigirse á Valladolid, cuyos habitantes la tributaron

solemne recibimiento con las mayores muestras de entusias-

m0 y regocijo.

La odisea de D. Fernando,_que bien puede aplicarse este


nombre al viaje que de Zaragoza á. Dueñas realizara el joven

Príncipe aragonés,—corrió parejas, en riesgos y peripecias,

con la estancia de su prometida en Madrigal, hasta el momento

de verse sano y salvo el cgregio criado de los tratantes en pa-

ños, que estuvo á punto de ser aplastado por la gruesa piedra

que desde lo alto de sus muros le (ué arrojada por los ﬕeles

guardadores de Dueñas, quienes tomaron por gente enemiga

á la que tan á deshora y con aquellos atavíos á sus puertas

llamaba.

Una vez en Dueñas D, Fernando, dió D? Isabel inmediata

cuenta á su hermano D. Enrique de la llegada á sus dominios

del joven Príncipe, asegurando al Monarca la más completa

sumisión por parte de ambos; y después de'una entrevista ha-

bida en Valladolid ante el Arzobispo de Toledo y otros mag

nates, y en la que se pactaron las condiciones aquellas que

tan sólidamentecimentaron la unión de ambos reinos, retiró-

senuevamente D. Fernando á Dueñas, no volviendo á ver á

su prometida hasta el 19 de Octubre de 1469, en que, con ex-


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traordinaria concurrencia de grandes y plebeyos y mucho

entusiasmo de las gentes, se celebraron las bodas, de que al

punto dieron parte á su hermano, quien por cierto recibió la

noticia con marcadas muestras de frialdad, y eso que á las

protestas de sumisión de los regios cónyuges se acompañaba

la copia de los capítulos matrimoniales, cuyo contexto por si

sólo debió bastar para captarse la benevolencia de D. Enrique.

D_esconcertados con este enlace los planes del Marqués de

Villena, elevado ya á la dignidad de Gran Maestre de Santia-

go, dirigió desde luego sus esfuerzos para conseguir el enlace

del Duque de Guiena, hermano del Rey de Francia, con la

Beltraneja, renovando las pretensiones de este y llegando

hasta conseguir por parte de D. Enrique la declaración de


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que su hermana, á causa de su casamiento sin su aprobación,

había perdido todos los derechos reconocidos á su favor en

Guisando.

Grande fué la penuria que los jóvenes esposos pasaron en

su modesta corte de Dueñas, aumentada con la natural tris-

teza que su animo experimentaba con los alojamientos, olvi-

dos y hasta ingratitudes de aquellos que más principalmente,


en épocas anteriores, habían ayudado á D.a Isabel; y á no ser

por las provincias de Vizcaya y Guipúzcoa, que se habían

declarado contrarias al pretendiente francés, y por la populo-

sa Andalucía que, con la noble casa de Medinasidonia á la

cabeza, continuaba en su inalterable lealtad á la hermana de

D. Enrique, y, sobre todo, por la enérgica actitud del Ar-

zobispo de Toledo, es casi seguro que tantas esperanzas como

los castellanos abrigaban con el reinado de los Príncipes se

habrían agostado en flor.

El desbarajuste y la anarquía volvieron á enseñorearse del

reino. La corte sumida en la mayor disolución y escándalo,

la administración de justicia abandonada, los nobles resol-

viendo por sí y ante sí sus ‘cuestiones personales y libraudo

batallas con sus poderosos ejércitos y campando cada cual

por su respeto, parecían haber transform"do á Castilla en otro

campo de Agramante; y para colmo de contrariedades, don

Fernando, cuando más necesaria era su presencia al lado de

su consorte, se ve obligado á. partir para Aragón, y lo que es


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más, aconsejado por su propia mujer donde su padre, empe-

ñado en grave contienda con los franceses sublevadosen Ro-

sellóh y Cerdaña, reclamaba sus auxilios.

Y ya pareció que la tormenta que se cernía sobre toda

Castilla iba á aniquilar á la virtuosa Princesa que, sola y casi

aislada del mundo, en Dueñas continuaba, cuando aconteci-

mientos inesperados comenzaron á aclarar el horizonte, ha-

ciendo entrever un rayo de esperanza en lo que antes todo

hacía vislumbrar el más obscuro porvenir.

La muerte del Duque de Guiena, presunto y desdeñoso fu-

turo de la Beltraneja; los dos frustrados conatos de enlace

con otros tantos Príncipes; las inoportunas protestas de los

Reyes acerca de la legitimidad de‘ aquélla, que más contribuían


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al alejamiento de los pretendientes que á la persistencia en

sus demandas; y, sobre todo, el carácter de Df‘ Isabel, su

irreprochable conducta y el ambiente de decoro que en su

corte se respiraba, la habían hecho ganar tanto terreno en la

opinión de las gentes y en la de las personas de valía, que

alguno, como el Cardenal de España, no sólo entabló con

ella correspondencia frecuente y secreta, sino que otros, como


el Duque del Infantado, ya por gratitud de algún servicio re-

cibido de D. Fernando, ya porque le desagradara la atmósfe-

ra que rodeaba á la corte de D. Enrique, ello es que, colo-

cándose del lado de la Princesa, vino á prestarla con su per-

sona la adhesión de su poderosa familia.

Pero lo que acabó de favorecer á D a Isabel fué la actitud

tomada por Andrés de Cabrera, mayordomo delRey y alcaide

del Alcázar de Segovia, que, casado con D.a Beatriz de Bo-

badilla—la compañera de la infancia y amiga de conﬕanza de

la Princesa,— ya fuese por su enemistad con el Marqués de

Villena, ya por las gestiones de D.a Beatriz, ello es que Ca-

brera se puso por completo del lado de aquélla, y con sus

continuas insinuaciones al Monarca, sobre el que su cargo de

Tesorero de la Corona le daba un gran ascendiente, logró la

reconciliación de los hermanos, preparando y consiguiendo

una entrevista, á cuyo ﬕn pasó Df‘ Isabel, de Aranda donde

á la sazón se encontraba á Segovia, siendo recibida con mues-

tras de verdadero afecto por D. Enrique, en quien, como ya


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hemos indicado anteriormente, sólo á la debilidad de su ca-

rácter era debido el desafecto que los ambiciosos que le ro-

deaban le hacían sentir hacia su hermana h

Bajo tan halagüeños auspicios terminó el año 1473, en que,

no contento D. Enrique con tener al lado suyo asu hermana.

quiso traer consigo al Príncipe-Rey de Sicilia, presentándose

éste al amanecer del 2 de Enero siguiente en Segovia, donde

fué tan bien recibido y festejado y donde permanecieron los

esposos y adonde quisieron traer á su hija, nacida en Dueñas

el 2 de Octubre de 147o y bautizada también con el nombre

de Isabel.

Como la indecisión y la debilidad eran 1a característica de

D. Enrique, no tardó éste mucho en cederá. las influencias de


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Villena, quien, prosiguiendo su obra demoledora, no sólo

aprovechó la indisposición sufrida por el Rey después del

banquete con que fué obsequiado por Cabrera, llegando has

‘ta hacerle creer que se había tratado de envenenarle, sino

que, torciendo las inclinaciones de éste, llegó á conseguir que

no fuese anulada la revocación del pacto de Guisando. Y en

este estado de frialdad de relaciones, partió el Rey para Ma-


drid, de donde salió despues para Trujillo en bastante ‘ma! es-

tado de salud, acompañado de su inseparable Marqués de Vi-

llena, para quien este viaje, tuvo las más fatales consecuen-

cias, puesto que en Santa Cruz, no lejos de la indicada ciudad

extremeña, se vió acometido de grave mal de garganta que

inesperada y ’casi repentinamente, á principios de Octubre, le

llevó al sepulcro, poniendo término á la larga serie de incon-

secuencias, arbitrariedades y venganzas que informaron la

vida del ambicioso Marqués. ,

La Princesa, que se’había quedado en Segovia, nunca des

cuidó cuanto hacía referencia al bienestar de la ciudad de

Avila, hasta el punto de que los graves cuidados que lo excep-

cional de su situación requería. no la privaban de atender con

solicito interés al remedio de las necesidades que la adminis-

tración de la ciudad demandaba. El juego de los dados ha-

bía adquirido en Õvila y otras poblaciones gran desarrollo,

hasta el punto de llegarse á cobrar por los ayuntamientos un.

derecho sobre los tableros. La Princesa no podía consentir


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inmoralidad tan maniﬕesta, y de aquí el documento que, ori-

ginal y también inédito, existe con el núm. 6 en el legajo y

archivo mencionados, y que transcribimos íntegro á pesar de

su extensión, porque conviene á nuestro propósito el dar á

conocer á nuestra Princesa actuando de soberana y legislan-

do en vida de su hermano, y porque entendemos que bien

merece ser conocido y divulgado un escrito en el que tanta

moralidad resplandece. Porque esta carta no sólo es una lec-

ción de moral digna del más profundo teólogo, sino que es

una reunión de antecedentes históricos en que el jurisperito

puede estudiar una parte de la historia de la legislación espa-

ñola en materia de juegos prohibidos, y el criminalista apre-

ciar la calidad y cantidad de pena que al reincidente se impo-


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ne, mandándole desnudar y poner públicamente en la picota,

desde la salida hasta la puesta del sol,—en un clima como el

de Õvila,—-según D. Juan Il había ordenado. Es. pues, un do-

cumento de gran interés cientíﬕco y social y que juzgamos ha

de ser apreciado en este sentido por el benévolo lector que

se tome el trabajo de examinarle.

Dice así:
«Doña Isabel por la gracia de Dios princesa de Asturias

legitima heredera e subcesora de los Reynos de Castilla e de

Leon Reina de Cecilia princesa de Aragon Al Concejo corre-

gidor alcaldes alguacil Regidores Cavalleros escuderos oﬕcia-

les e omes buenos de la mi noble e leal cibdat de Avila que

agora son o seran de aqui adelante y a cada uno o cual-

quiera de vos a quien esta mi carta fuere mostrada o su tres-

lado signado de escribano publico salud e gracia sepades que

yo soy informada que en esa dicha mi cibdat hay tablero pu-

blico del juego de dados en que continua e publicamentc

juegan todos los que quieren e que hay tablajero que saca e

lieva tablaje e diz que lo que renta el tablaje destos juegos

tenedes por propios de Concejo e lo arrendades e tenedes

como propios dese dicho Concejo diciendo que esto tenedes

por previlegio o facultad de los Reyes de gloriosa memoria

mis progenitores o por uso e costumbre e para dar color a

esto diz que algunos de vosotros decides que es mejor tole-

rar de tener una casa donde haya tablero publico en que jue-
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guen los dados todos los que quisieren que no defender los

juegos diciendo que pues no se pueden prohibir que de haber

tablero se seguiran menos inconvenientes E como quiera

que tal ejercicio como este notoriamente es contra buenas

costumbres e agrava e afea la íama e honestidat de cualquier

persona que al juego de los dados se da E no hay causa justa

ni aun color para lo permitir pues no solamente los ﬕeles e

catolicos mas aun los gentiles e paganos que no tienen conos-

cimiento de Dios salvo solamente inclinacion a virtud e se

rigen por los mandamientos de la ley de natura demuestran e

aborrecen los juegos de los dados habiendo consideracion

que non solamente es avido por malo de si mismo el juego

mas es pecado agravado por el conjunto de vicios e pecados


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que en el juntamente se ejercitan e por los males e torpeda-

des que del se siguen los cuales entre otros son estos prime-

ramente menosprecio de la Iglesia la cu‘al alumbrada por el

Espiritu Santo aviendo acatamiento a las adivinanzas e agüeros

que en el juego se miran e como solamente los tahures qui-

tada la esperanza de Dios cometen a ellos mismos e a lo suyo‘

a la fortuna o dicha e asi ofenden a Dios nuestro señor pasan-


_L_ __._

do contra el primero mandamiento e otros segun disponen

los derechos cometen pecado de paganidad e pueden se lla-

mar inﬕeles otro si cometen pecado de usura en cuanto en

los emprestados que en los juegos se facen es mas tirada

la paga que el emprestado E otro ‘si se comete pecado de

robo en cuanto cada uno que juega desea despojar a su pro-

jimo E otro si pecado de ‘escandalo en cuanto los buenos

que ven. el juego se escandalizaran contra los jugadores e

aun los menospreciaran e aborreceran Otro si se frecuen-

tan en el juego las mentiras e palabras ociosas e vanas E eso

mismo se comete alli pecado de blasfetnia ca comunmente

los tahures blasfernan por muchas e esquisitas maneras e co-

metese eso mismo pecado de falsedad e engaño jugando

con dados falsos e engañando en el juego por muchas mane-

ras el que mas sabe al que menos sabe E intervienen en el

juego perdimiento dcl tiempo c corrupcion de las conciencias

e sobre todo causa de muerte e de feridas de omes que de


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los juegos comunmente se levantan de los cuales vicios e pe-

cados Dios es mucho ofendido e las conciencias de los que

en tal pecado se envuelven muy dapnadas e ﬕnalmente perdi-

das E por eso los establescedores de los santos derechos mo ‘

vidos por estas consideraciones alumbrados por el verdadero

conoscimiento de esto defendieron estrechamente el juego de

los dados imponiendo graves penas a los legos e muy mas

graves a los clerigos que el juego de los dados usaren e aun

despues veyendc los señores Reyes de gloriosa memoria mis

progenitores que este pecado era muy frecuentado en estos

sus Reynos E que las penas en los dichos derechos estableci-

das no eran bastante a poner freno a los perpetradores de

este pecado agravaron muy mas las penas por ciertas leyes
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que sobre ello ﬕcieron e ordenaron entre las cuales se fallan

fechas e ordenadas las siguientes Primeramente el señor

Rey Don Juan de Gloriosa memoria mi visagüelo en las cor-

tes que ﬕzo en Briviesca ﬕzo e ordeno una ley su tenor de la

cual es este que se sigue Ordenamos e mandamos que nin-

guno de los nuestros Reynos sea osado de jugar a los dados

en publico ni en escondido e cualquier que los jugase que por

la primera vez cient maravedis e por la segunda vez que pa-


gue docientos mrs e por la tercera vez que pague trecien-

tos mrs e dende en adelante por cada vez docientos mrs

Esi no toviese de que los pagar que vaya por la primera

vez diez dias en la cadena e por la segunda veinte e por la

tercera treinta e asi dende en adelante e cualquier que algu-

na cosa perdiese que lo pueda demandar a aquel a quien se

lo ganase fasta ocho dias E si hasta ocho dias no se lo pi-

diese que cualquier que lo demandase que lo haya. E si algu-

no no lo acusare o demandare que cualquier justicia alcalde de

nuestro oﬕcio cobre lo que asi fuese jugado e si no lo ﬕciese

pague seiscientos mrs. e que sean la mitad dellos para el que

lo acusare é la otra mitad para nuestra Camara Otrosi El Rey

Don Juan de Gloriosa memoria mi señor e padre cuya anima

Dios aya estando en tutela ﬕzo e ordeno con autoridad de sus

tutores una premática que contiene ciertos capitulos entre los

cuales el uno dice en esta guisa Por cuanto non embargante

que el juego de los dados por ley divinal e por leyes comu,

nes e por leyes de ordenamientos los omes en menosprecio


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de los ordenamientos e leyes e de los defendimientos e penas

en ellas contenidas continuadamente usan jugar los dados asi

en las ﬕestas deguardar como en los otros dias e tiempos del

año E por que cresciendo la continuacion crescer debe la pena

ordeno y mando que ninguno ni alguno no sean osados deju-

gar dados en publico ni en escondido en ningun tiempo ni

logar que sea e cualquier que lo contraﬕciese allen de las pe-

nas en las dichas leyes contenidas si fuese ome que toviese

tierras o racion o quitacion de mi que por la primera vegada

que jugase los dichos dados pierda la dicha tercera parte de

la racion o quitacion que de mi toviese e esto sea hasta en

cuantia de diez mil mrs e no mas E si fuese ome que no to-

viese la dicha tierra o merced o racion o quitacion de mi que


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por la primera vegada que lo intentare que pague quinientos

maravedis e por la segunda mil maravedis e por la tercera

mil e quinientos mrs e si no toviese de que lo pagar que lo

desnuden e lo pongan publicamente en la picota e que esté

en ella desde salido el sol fasta que se ponga E que los jue-

ces de la mi corte e de todas las cibdades e villas e logares

de los mis Reynos e Señorios de su oﬕcio sean tenidos de fa-


__ 43 _

cer pagar e recabdar las penas de cualquier o cualesquier que

fallasen culpantes en el dicho juego E si los dichos jueces en

esto fuesen negligentes que ellos sean tenidos a pagar las di-

chas penas Otro si el dicho señor Rey mi padre en las cor-

tes que ﬕzo en la cibdad de Zamora el año de treinta e dos a

peticion de los procuradores de las cibdades e villas destos

Reynos ﬕzo e ordeno una ley su tenor de la cual es este que

se sigue A lo que me pedis por merced que por cuanto mu-

chas cibdades e villas e logares de mis Reynos toman por

propios las rentas de los tableros de los juegos de los dados

e de aquello reparaban los muros e cumplian otras cosas que

les eran necesarias e yo enviara mandar a algunas de las tales

cibdades e villas que no arrendasen las dichas rentas e que

cumpliendo mi mandato dejaron de las arrendar e los juegos

no cesaron ni cesan antes todavia se habian continuado y con-

tinuaban e las dichas cibdades e villas perdian las dichas ren-

tas que tenian por propias e se veian en muchos menesteres


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por mengua de aquello que les rentaba e demas desto que lo

han por agravio por que en algunas cibdades e villas onde al- '

gunas personas tenian por merced las tales rentas no se quita-

ran e se quitaran a las mis cibdades e villas que mas lo habran

menester por ende que me suplicabades que mandase dar e or-

denase que las dichas cibdades e villas pudiesen arrendar las

dichas rentas de los dichos tableros asi e por la forma e mane-

ra que lo tenian por costumbre e que yo liciese enmienda á las

tales cibdades e villas de otra tanta costa como les rendian los

tales fondos de los dichos tableros e a esto vos respondo que

a mi place que el juego de los dados sea todavia defendido se-

gun lo quieren las leyes de mis Reynos por donde los concejos

habian de mi por merced los tableros quiero que hayan para si


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las penas en logar de ellos salvo en aquellas cibdades e villas

e logares onde yo he fecho merced a otros de las dichas pe-

nas E pues los santos padres e santos doctores e los Reyes

establescedores de dichos e desta doctrina por sus dichos e

leyes e determinaciones detestaron e defendieron los juegos

de los dados como cosa empecable e cargoso E eso mis-

mo por la dicha ley fecha en las cortes de Zamora por el di-

cho señor Rey mi padre quitó los tableros a las sus cibda-
des e villas aunque los tuviesen por propios de su concejo

bien se puede decir que el juego de los dados no solamente

es defendido porque es malo mas aun es malo porque es de-

fendido porque es de creer e aﬕrmar que por mejor via se

debe permitir antes por todas vias se debe defender e casti-

gar E si algunas personas por cobdicia desordenada e por su

mala costumbre e corrupta conciencia jugase los dados mejor

es que sepa que es defendido el juego e tema la pena que no

darles osadia a que publicamente e sin pena ejerciten su mal

uso e vivienda E es cierto que cualquier renta que de esto se

saca e se lleve es injusta e caigosa asi para el señor que lo

consiente como para el que la coge y para los que la llevan

A este tal se puede mas propiamente de este pecado publico

el cual debe ser mas defendido e muy mas agriamente pun-

gido que los pecados ocultos porque de su toleranciu e uso

se sigue peor ejemplo e dagno para los que lo ven Por ende

yo movida por las causas e consideraciones susodichas e por

cumplir e ejecutar aquello a que soy obligada segun que es


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e justicia en la tierra de mi señorio mando e deﬕendo que de

aqui adelante no haya tablero ni casa conocida donde se jue-

guen los dados en esta dicha mi cibdad ni en sus arrabales ni

su tierra ni haya arrendamiento de tablero ni tablajeria so

pena que la casa onde el tal tablero estoviese o el juego de

dados se ﬕciese publicamente o por tablajeria por el mismo

fecho la haya perdido e pierda aquel cuya fuese e sea aplica-

da e conﬕscada para la mi camara E el que sacare tablaje

haya perdido e pierda la mitad de todos sus bienes muebles

e raices para la dicha mi camara E el sea desterrado por diez

años de la dicha cibdad e su tierra E demas que los que ju-

garen los dades cayan e incurran en las penas contenidas en

las dichas leyes e en cada una de ellas E que el arrendamien-


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to e obligacion que sobre esto se ﬕciese a vos el dicho con-

cejo e a vuestro mayordomo e a otra cualquier persona que

no valga ni sea ejecutada E de aqui adelante cualquier que

arrendase a otro su casa o se la diese a censo en esa dicha

cibdad o sus arrabales que pida e reciba saneamiento del que

la tome que no se ponga en ella tablero de dados E si no lo

ﬕciese que sea a su culpa e la casa donde se jugare sea conﬕs-


cada como dicho es aunque sea de otro. Pero queriendome

conformar con la dicha ley por el dicho señor Rey mi padre

fecha e ordenada e conﬕando que por esta via las dichas penas

seran mejor ejecutadas Es mi merced e voluntad y mando y

ordeno por esta mi carta que las dichas penas contenidas en

las dichas leyes de suso incorporadas e en cada una de ellas

en que incurrieren de aqui adelante los que jugaren dados en

esa dicha mi 'cibdat e sus arrabales e su tierra o en cualquier

parte della se partan en esta guisa que los dos tercios de las

dichas penas sean para vos el dicho concejo e por propios

del en logar de la dicha renta del tablero E vos do poder e

facultad para que estas‘ dichas penas podades arrendar e levar

e recorrer como propios dese dicho concejo desde aqui ade-

lante por siempre jamas. E la otra tercera parte de las dichas

penas sca para las justicias desa dicha cibdat que las ejecuta-

re Por ende yo vos mando que lo guardedes e cumplades e

fagades guardar e cumplir asi en todo e por todo segun que

en esta mi carta de suso se contiene e contra el tenor e forma


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della no vayades ni pasedes ni consintades ir ni pasar en

cualquier tiempo ni por alguna manera E porque lo conteni-

do en esta mi carta a todos sea notorio e de ello persona al-

guna no pueda pretender ignorancia mando a vos los dichos

corregidor y alcaldes e alguaciles o cualquier de vos que lue-

go que con esta dicha mi carta fueredes requeridos la fagades

pregonar publicamente por ante escribano publico por las

plazas e mercados publicos desa dicha cibdad E los unos ni

los otros no fagades ni fagan ende al por alguna manera so

pena de la mi merced e de perdicion de los oﬕcios e conﬕs-

cacion de los bienes de los que lo contrario ﬕciesen para la

mi camara e ﬕsco E demas mando al ome que los esta mi

carta mostrare que los emplace que parezcan ante mi en la


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mi corte do quier que yo sea del dia que los emplazare fasta

quince dias primeros siguientes so la dicha pena so la cual

mando a cualquier escribano publico que para esto fuese lla-

mado que de _ende al que la mostrase testimonio signado con

su signo porque yo sepa en como se cumple mi mandado

Dada en la muy noble cibdad de Segovia a veinte e nueve

dias del mes de Noviembre año del nacimiento de Nuestro


Señor J. C. de mill e quatrocientos e setenta y quatro años:

Yo la Princesa=Yo Ferrando Martinez secretario de nuestra

señora la Princesa lo ﬕce escribir por su mandado.»

Dignas son de ﬕjar nuestra atención las palabras «é por cum-

plir ejecutar aquello a que soy obligada segun que es justicia,

en la tierra de mi señorio mando e deﬕendo» etc.,que parecen

denotar que el ejercicio de este señorío—reconocido, entre

otras mercedes, por D. Enrique en Guisandowautorizaba esta

forma de legislar y de ejercer la soberanía, sin obstar en ello

la soberanía del Rey. Si esto era así, explicación clara y sa-

tisfactoria tienen estos dos documentos ‘últimamente transcrip-

tos, y nosotros nos inclinamos á creerlo así, porque el caso

contrario constituiría una inconsecuencia en que entendemos

que D? Isabel estuvo siempre muy lejos de caer.

La muerte del Marqués de Villena contribuyó, sin género

de duda, á agravar los achaques que minaban la existencia del

Monarca, y así fué que poco tiempo después de aquélla, se

vino D. Enrique a Madrid, donde, separado de su mujer, cuya


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deplorable conducta persistía, y al lado de la Beltraneja, en-

tregó su alma á Dios el II de Diciembre de 1474, sin haber

hecho testamento, y por consiguiente, sin dejar taxativamente

anulada la sucesión de nuestra Princesa á la corona.

D.a Isabel, ﬕrme en los derechos adquiridos en las Cortes

de Ocaña y nunca revocados en posteriores Asambleas, no

bien tuvo conocimiento de la muerte de su hermano, se hizo

reconocer y jurar como tal Reina por los nobles, prelados y

corporaciones en Segovia reunidos, y expidió el inmediato

dia 18 la carta original que, con el núm. 7 del legajo, y ar-

chivo referidos, se conserva, y cuyo texto es el siguiente:

«Doña Isabel por la gracia de Dios Reina de Castilla & 8: &

Concejo alcaldes alguaciles Regidores Caballeros Escuderos


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Oﬕciales e omes buenos de la muy noble cibdad de Avila sa-

lud e gracia. Sepades que el domingo postrimero pasado en

la noche que fueron once dias deste presente mes de Diciem-

bre plogo á nuestro señor de llevar desta presente vida al

muy alto e muy poderoso el Rey mi señor hermano cuya ani-


.,_:¡ ya?

ma haya santa gloria de lo cual yo ove aquel sentimiento que

es debido e la religion quiere por que no solamente tenia á

su señoria por hermano mas en reputacion de padre lo cual

acorde de vos facer saber por que hayais encargo de rogar á

nuestro señor por su anima como buenos e leales e naturales

de asi facer Otro si vos fago saber que despues de fechos los

obsequios e honras como a su real persona pertenecian los ca-

balleros y perlados que a la sazon conmigo se fallaron en esta

muy noble y muy leal cibdad de Segovia juntamente con el

concejo justicia regidores della en uno faciendo la ﬕdelidad y

lealtad que dichos mis reynos e la dicha cibdad me deven

corno a su reina e señora natural e hermana e legítima e uni-

versal heredera del dicho señor Rey mi hermano me dieron

la obediencia e prometieron la ﬕdelidad con las solebnidades

e cerimonias acostumbradas segun que las leyes de mis reg-

nos lo disponen lo cual eso mismo acorde de os facer saber

conﬕando de vosotros que haciendo acatamiento a la nobleza


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e antigüedad de esa dicha cibdad e a la lealtad que los seño-

res reyes de gloriosa memoria mis progenitores siempre en

vosotros y en vuestros antecesores hallaron seguro que en ella

misma continuais vosotros porque vos mando que habiendo

consideracion a lo susodicho luego que esta mi carta vieredes

alcedes pendones por mi reconosciendome por vuestra Reina

señora natural e al muy alto e muy poderoso principe, el Rey

Don Fernando mi señor como mi legitimo marido con las so-

lemnidades que en el caso acostumbradas otorgueis dentro del

termino que las dichas leyes de mis reynos disponen enviedes

a mi vuestros procuradores con vuestro poder bastante para

que a nombre de esa dicha cibdad e por ella e por la justicia

e regidores caballeros escuderos della y de su tierra juren e


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fagan pleito homenage ante mi de me aver e recibir e mehayan

e reciban por vuestra Reina e señora natural a los alcaydes que

tienen las fortalezas desa dicha cibdad e su tierra vengan o

envien a me facer la seguridad e homenage por ellas que se-

gun las leyes de mis reynos son tenidos de facer lo cual reci-

bire’ de vosotros en señalado servicio e de otra guisa facien-

dolo e instruidos de las penas contenidas en las dichas leyes e

á las personas que vosotros enviaredes yo les fare facer el jura-

s
_48_

rnento e seguridad que yo como vuestra Reyna e señora deuo

facer por guardar vuestros privilegios e buenos usos y cos-

tumbres e el bien e pro comun de esa dicha cibdad de lo cual

os envio esta mi carta ﬕrmada de mi nombre e sellada con mi

sello e sereis mas largamente informados por garcía de agui-

lar mi criado que sobre esto a vosotros envio Dada en la

muy noble e muy leal cibdad de segovia a diez y ocho dias.

del mes de Diciembre año del nacimiento de nuestro salva

dor Jesu Cristo de mil quatrocientos e setenta e quatro años:

Yo la Reina=Yo Alfonso de Avila secretario de nuestra se,

ñora la Reyna lo ﬕce escribir por sumandado.»

Sabida es la discreta fórmula de «Castilla... Castilla por el

Rey Don Fernando e por la Reyna Doña Isabel propietaria de

estos Reinos» con que los heraldos proclamaron á los nuevos

monarcas, fórmula que, debida á la sola y exclusiva iniciativa

de la hasta entonces Princesa, no sólo la acreditó de hábil po-

lítica, sino que evitó suspicacias y rozamientos, que otra


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cualquiera habría tal vez suscitado; como sabidos son también

el entusiasmo y regocijo y contento con que los leales caste-

llanos recibieron la noticia y contribuyeron á la solemne pro-

clamación y jura de tan ínclitos soberanos, que entre tantas

adhesiones como á su advenimiento al trono recibían, merece

citarse como de las primeras realizadas, la del famoso D. Bel-

trán de la Cueva, Duque de Alburquerque.—el del paso hon-

roso, el favorito de D. Enrique, hasta que fué desbancado

por el Marqués de Villena,———adhesión que tal vez echa por

tierra tantas suposiciones como respecto de su persona y la de

la Reina D.a Juana se hicieran diez años antes.

En cambio el Arzobispo de Toledo, que tanto había traba-

jado por llegar á este ansiado momento, no fué de los que más
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se apresuraron á tributar el homenaje debido á los que tanta

ayuda prestara...

V uelto D. Fernando á Castilla, dedicaron los Reyes todos

sus cuidados á la gobernación del país, dirigiendo todos sus

esfuerzos á corregir los desmanes, daños y atropellos que de

continuo se cometían, procurando, restablecer la tranquilidad

con el imperio de la ley, tan poco tenido en cuenta hasta en-

O
tonces. Ejemplo práctico de todo esto lo es la convocatoria

de Cortes contenida en el documento núm. r3, que original se

conserva en los indicados legajos y archivo municipal, y en el

que, á más de las razones de moralidad, de justicia y seguridad

que aconsejaban la adopción de medidas de represion contra

tantos desmanes, y que parece ser como una especie de anun-

cio de la Santa Hermandad, reclama el juramento de su pri

mogénita Ysabel como princesa heredera de estos reinos, en

la forma siguiente: ‘

«Don Fernando y Doña Isabel por la gracia de Dios Rey e

Reina de Castilla de Leon & dz. Al Concejo justicia e regido-

res caballeros escuderos oﬕciales e omes buenos de la muy

noble e leal cibdad de Avila salud e gracia bien sabedes y es

notorio como en estos nuestros reinos de algunos tiempos aca

ha habido gran desorden e corrupcion de malvevir en las

gentes de todos estados exercitando los vicios e crimenes de

la desobediencia e tirania e prometiendo e cometiendo e con-

tinuando ranchos robos e salteamentos de caminos asonadas


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e sediciones bandos e guerras e muertes de hombres e otros

muchos males e damnos de muchas e diversas maneras y

calidades de que ha resultado que la mayor parte de la gente

ha robado e usurpado e usurpa de indebida manera de vivir

y viven en habito y profesion ageno de si e por que clara-

mente veemos e conoscemos que pues á Dios nuestro señor

plogo de facernos Reyes de estos Reynos y darnos el regi-

miento y gobernacion dellos somos principalmente tenidos a

ordenar los pueblos dellos e poner a cada uno de nuestros

subditos e naturales en justicia e orden de venir y facer que

en ella perseveren y el que de esto excediere sea pugnido e

castigado segun la calidad de las cabsas por que cesen la

confusion e los vicios e delitos de suso nombrados sean estir-


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pados e agenos de nuestros súbditos e naturales pues el es

cierto que aquellos quitados luego sucede la paz e concordia

con la cual las cosas pequeñas traten e tratadas se conservan

en buen estado e por esto son los Reyes amados e queridos

de sus pueblos e Reinan bienaventuradamente en este siglo y

en el otro gloriosa y perpetuamente y nos queriendo que

4
_50_

vosotros alcanceis el buen oﬕcio y efectos de la paz y justicia

y nos la gloria y galardon que por el buen regir e gobernar

esperamos queremos y entendemos con la gracia de nuestro

señor dar forma e orden como esto se alcance por nos e por

vosotros e porque para esto es menester gran consejo e deli-

beracion ansi para saber sobre que casos e que cosas es

necesario la reformacion como para mejor e mas complida-

mente e con menos inconvenientes proveer sobre ellas segun

la necesidad de‘ los pueblos e provincias de estos reinos

para lo cual se nombren personas de buen celo e sano juicio

de las principales ciudades e villas destos nuestros reinos

para que en union con los perlados e caballeros destos dichos

nuestros reinos que aquí estan en nuestra corte se junten con

nos en cortes e de acuerdo de todos se de remedio y reparo

en todas las cosas que lo han menester.. Otro si bien sabedes

como es uso y costumbre destos nuestros Reynos que los

perlados e caballeros nuestros omes y los procuradores de


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ellos cada y cuando son para ello llamados han de jurar al

hijo o hija primogénito de su rey o reyna por principe pri-

mogenito heredero para lo cual sois tenidos eso mismo enviar

a nuestra corte los dichos vuestros procuradores para jurar a

la princesa doña Isabel nuestra muy cara y muy amada hija

por princesa e primogenita heredera de estos reynos por ende

mandamos vos que luego que esta nuestra carta vos fuere

mostrada que juntos en ese concejo segun que lo avedes de

uso e de costumbre elijades e nombrades dos buenos perso-

nas de buen celo e suﬕciencia por procuradores de cortes se-

guidos de aquellas personas que les acostumbrades e debedes

enviar por procuradores de cortes para en tal caso que los

enviedes y ellos vengan a la nuestra corte con vuestro poder


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bastante para estar en cortes e para se juntar con los otros

procuradores de las cibdades e villas de nuestros Reynos e

facer o pedir y otorgar todas las cosas e cada una de ellas

que vieren ser mas complideras a nuestro servicio e pro e

bien destos reynos e otro si para recibir e jurar ala dicha

princesa nuestra hija por primogenita heredera de estos nues-

tros reynos de Castilla e de Leon por Reyna de ellos para

despues de los dias de mi la dicha reina en defecto de varon


__SI_

los cuales dichos procuradores que asi enviades sean en la

nuestra corte hasta mediado marzo primero que viene con

apercibimiento que vos facernos que luego pasado el dicho

termino se comenzaran las dichas cortes e doquier’ que esto-

vieremos e contrataremos e concluiremos las dichas cortes y

los negocios que en ellas se ovieren de despachar se adminis-

tra por nos con los procuradores que por entonces en la di-

cha nuestra corte estovieren sin mas llamar ni esperar á los

otros e de como esta nuestra carta vos fuere mostrada man-

damos a cualquier escribano publico que para esto fuera lla

mado que de ende al que vos la mostrare testimonio signado

con su signo por que nos sepamos en como se cumple nues-

tro mandato dada en la muy noble e leal cibdad de Segovia

a siete dias del mes de Febrero año del nascimiento de nues-

tro Salvador Jesuchristo de mil cuatrocientos e setenta e cin-

co añosjYo el Rey—-Yo la Reyna=-Yo Alfonso de Avila

secretario del Rey e la Reyna nuestros señores lo ﬕce escri-


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bir por su mandato.

No fué nunca nuestro ánimo el de realizar un estudioc rítico

de los acontecimientos qne prepararon la elevación al trono

de Castilla de la que más tarde nos ha dado á conocer la his-

toria con el glorioso nombre de Isabel la Católica, porque á

más de nuestra incompetencia para ello, no podríamos aña-

dir una sola palabra a lo que, en asunto tan conocido y estu-

diado, nos legaron en sus concienzudos trabajos, los numero-

sos é insignes cronistas y biógrafos de tan ilustre señora.

Cierto es que de sus verídicos relatos y de las tradiciones

abulenses nos hemos servido para el logro de nuestros deseos;

pero lo es también que nuestro propósito no fué otro que

el de decorar, digámoslo así, la publicación de los documen-


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tos que, referentes á aquella época, nos hemos encontrado

inéditos en el archivo municipal de Õvila.

Por eso, y con el ﬕn de no retrasar por más tiempo la

transcripción del último de los encontrados, que es el que

presenta ya á nuestra Reina entrando solemnemente en su

ciudad querida, sólo diremos que, una vez colocada en el so-

lio de San Fernando la joven aquella á quien sacara de su re-


_ 52,.

tiro del monasterio de Santa Ana el Arzobispo de Toledo

D. Alonso Carrillo, ha llegado el momento de realizar un acto

de justicia en honor del insigne prelado.

Ya lo dijimos antes: gracias á sus excepcionales aptitudes

de energía, virilidad y hasta intransigencia de carácter, los

acontecimientos, en cuya preparación y realización tanta parte

le cupo, trajeron á la Infanta al principado y herencia de la

corona y más tarde al trono de Castilla, señalando con este

advenimiento el principio de la época más gloriosa, brillante

y grande de nuestra historia patria. Hagamos á Carrillo la

justicia que se merece. No quiere decir esto que desconoce-

mos las cualidades de dominante y hasta de díscolo que le

caracterizaron, puesto que sabemos que,contra los deseos de

D. Juan y colocándose ja frente á éste, sancionó el divorcio

de D. Enrique y D? Blanca; que contra este D. Enrique se

rebeló, ayudando primero á D. Alfonso y después á D.a Isa-

bel, hasta dejarla en el trono; que contra la propia doña


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Isabel se rebeló más tarde, llegando hasta hacer la causa de

la Beltraneja en cuanto observó la preponderancia del Carde-

nal de España, y por último, creemos que hasta contra el

propio D. Alfonso se habría rebelado si éste hubiera tenido

edad para oponerse á cualquiera de sus indicaciones ó ca-

prichos.

Todo esto lo sabemos: pero de conceder esto á negarle

que su actitud enérgica, eri contra de los que en 1468 patro-

cinabanelentronizamiento de la Beltraneja, es la que determinó

el feliz desenlace de tan intrincadas cuestiones, hay gran dis-

tancia. Podrá haber sido un prelado inquieto y revoltoso... todo

lo que se quiera... Pero negar que su actitud fué la que deter-

rninó los acontecimientos que trajeron el cambio radical opera-


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do en el reino es imposible. Rendido este tributo .á la verdad

histórica, hemos llegado ya al término de nuestro trabajo.

Una vez en el trono Da Isabel, natural es que volviera á

visitar a’. su ciudad predilecta, y así lo realizó en efecto. Anun-

ciado tan grato acontecimiento para los primeros días de Ju-

nio de 1475, Õvila se engalanó con sus más ricos atavíos y

se dispuso á hacer á la Reyna su más cariñoso recibimiento,

y sin olvidar, no obstante, lo que á la conservación de sus pri-


vilegios tocaba, la rindió pleito homenaje, atestiguando una

vez más el respeto y el cariño que a’ aquellos honrados abu-

lanenses inspiraba su egregia paisana, porque paisana era para

ellos la que en Madrigal de las Altas Torres, si no en Õvila,

como aﬕrma Bernáldez, había visto la luz primera.

La parte que pudiéramos llamar oﬕcial de este recibimiento

consta detalladamente en el acta notarial que original é inédi-

ta también se conserva al núm. 1.° del propio legajo y archi-

vo y que es como sigue:

«En la noble e leal cibdad de Avila, viernes dos dias del

mes de Junio año del nascimiento de Nuestro Señor Jesu Cristo

de mil quatrocientos e setenta y cinco años entrando la muy

alta e muy poderosa e esclarecida Reyna Doña Isabel nuestra

señora en la dicha cibdad de Avila e estando su Alteza a la

puerta de San Pedro de la dicha cibdad por parte de'fuera que-

riendo entrar en ella estando cavalgando en una mula debajo

de un paño brocado que la dicha cibdad le dio el qual paño

traian los ilustrisimos regidores de dicha cibdad ilustrisimo


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Rengifo e Alvaro de Henao e Francisco Sedeño Juan Serrano

e Rodrigo Alvarez de la Puerta de San Vicente e el licenciado

‘Antonio Rodriguez de Leon e Sancho del Aguila vecinos de la

dicha cibdad en presencia de Juan de Cuellar e Gomez Gonzalez

escribanos publicos de la dicha cibdad e Fernando Sanchez

de Pareja escribano publico de la dicha cibdad e escribano

de los fechos del concejo de ella e de los testigos de yuso

escritos luego los dichos ilustrisimo Rengifo ﬕncaron las rodi-

llas ante su Alteza e digeron que ellos por si en voz y en

nombre de la dicha cibdad regidores caballeros escuderos e

oﬕciales e omes buenos e vecinos e moradores de la dicha

cibdad e de su tierra que suplicaban e suplicaron e pedian

por merced a su Real señoria que allend de la conﬕrmacion


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que su Alteza habia fecho ansi siendo Princesa como despues

que reino de los previllegios usos e costumbres exenciones

preheminencias e libertades de la dicha cibdad e su tierra que

agora a mayor abondamiento porque era la primera vez que

su alteza despues que fue recibida por Reyna entrava en la

dicha cibdad que ellos por si y en el dicho nombre que su-


plicaban e suplicaron e la pedian por merced que conﬕrmase

a esta dicha cibdad e su tierra los previllegios e franquicias e

libertades exenciones e usos e costumbres e preheminencias

que tenian de los Reyes de gloriosa memoria sus progenitores

e que si en alguna cosa de ello les era quebrantado que su

Alteza lo mandase remediar por manera que sus privilegios e

sus usos e costumbres sean guardados no embargante que en

alguna manera en los tiempos pasados les sea derogado e

quebrantado en lo cual su alteza administrando justicia a la

dicha cibdad e su tierra e a ellos fara merced e luego la dicha

señora Reyna dijo que le placia e plogo de ello e que se lo

otorgaba e otorgo segun e en la manera que por ellos le era

suplicado e que la placia e plogo de se los conﬕrmar e guar-

dar e que los conﬕrmaba e conﬕrmo segurrque lo habian con-

ﬕrmado e prometido en las leyes de sus reynos lo prometian

e querian E luego los dichos ilustrisimos é ilustrisimo Rengifo

levantaronse e besaron la mano de la dicha señora e reyna en

señal de fe y posesion e digeron que por si y a nombre de


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la dicha cibdad e su tierra vecinos e moradores della pidieron

a nos los dichos escrivanos que lo escribiesemos asi e lo

diesemos por testimonio signado una dos e mas veces cuanto

nescesario fuese —- Testigos que fueron presentes el muy

magniﬕco señor el señor Don Garcia Alvarez de Toledo Du-

que de Alva y marques de Coria e el reverendo en Cristo don

Alfonso de Fonseca Obispo de Avilae el Comendador Gon-

zalo Chacon señor de Casa Rubios mayordomo e contador

mayor de la dicha señora Reyna E por que yo el dicho Fer

nando Sanchez de Pareja escribano publico susodicho fuy

presente a lo susodicho en uno con los dichos Juan de Cue

llar e Gomez Gonzalez escrivanos publicos de la dicha cibdad

e con los dichos testigos esta scriptura ﬕce escribir asi por
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ende en testimonio de verdad ﬕce en esta mio signo=Signa-

do=Fernando Sanchez=-E por que yo Juan de Cuellar es-

cribano publico susodicho fuy presente a todo lo susodicho

en uno con los dichos Fernando Sanchez e Gomez Gonzalez

escribanos publicos de la dicha cibdad e con los dichos tes-

tigos esta escriptura ﬕce escribir e ﬕce aqui este mi signo

é tal=En testimonio de verdadzsignadozJuan Cuellar.»


_-

Con este documento, que certiﬕca la primera entrada en

Avila de Isabel la Católica, después de su reconocimiento por

«Reina y señora natural» de Castilla, ponemos punto á nues-

tras dísquisiciones.

Sin salir del archivo municipal de Õvila, y sin otro auxilio

que el de los documentos originales é inéditos existentes en

el mismo, hemos puntualizado una época de las más intere-

santes de la historia patria, no sólo por los extraordinarios

acontecimientos en ella registrados, sino porque estos sucesos

fueron la causa ocasional, el fundamento de la era más glo-

riosa de nuestra España.

Hemos hecho la presentación de los cuatro personajes más

impor_tantes que ﬕguraron en aquellos sucesos; hemos segui-

do paso á paso el ﬕcticio reinado y prematura muerte del

pseudo Alfonso XII, el desastroso gobierno de D. Enrique IV,

la conjuración fomentada por el enérgico D. Alonso Carrillo

y las Juntas de Õvila, origen tal vez de las que cincuenta años
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más tarde y en el mismo local celebraron los Comuneros de

Castilla; hemos presenciado la conferencia y pacto de Guisan-

do y su cuasi anulación, hemos visto los actos de gobierno

de la Princesa, la muerte de D. Enrique, la proclamación de

D.a Isabel y su solemne entrada en Õvila, y todo esto en el

transcurso de diez años sembrados de sediciones, de luchas,

de intrigas y de desgracias...

Momentos hubo en que ya parecía que ni patria quedaba...

y, sin embargo, el talento, la perseverancia, las virtudes y la

energía de una mujer bastaron para hacer patria... ¡qué digo

patria! para hacer una nación fuerte, poderosa y grande de lo

que antes no era más que unos cuantos reinos divididos entre

moros y cristianos.
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Verdad es que hace cuatrocientos veintiséis años. . . . . . . .


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ÕNDICE

DE Los SIETE DOCUMENDOS INÉDITOS EXISTENTES EN EL ARCHIVO

MUNICIPAL DE ÕVILA, QUE SE TRANSCRIBEN LITERALMENIE EN

ESTE OPÚSCULO

Páginas.

Franyuírúzr de la ciudad ríe Õvila.

Carta de D. Alfonso (¿XII?) concediendo franquicias, liberta-

des & & a’. la ciudad de Õvila y su tierra como premio de los

servicios prestados á su padre D. Enrique y á él por haber

sido alzado en ella por Rey & & &.=Fecha en Õvila á 6 de

Junio de r465.=Firmado.=Yo el Rey.=Archiepiscopus Tole-

tanus.=El Conde D. Alvaro.=El Conde de Benavente.=El

Marqués de Villena.=El C0ndestable.=El Maestre de Alcán-

tara.=Legajo 257, documento núm. 27 . . . ’ . . . . . . . . . . . . . . . 7

Ercrilura otorgada por la Princesa Isabel.

Acta notarial de la Junta celebrada el 2 de Septiembre de i468

en la capilla de San Bartolomé de la Catedral de Õvila, y en

la cual la Princesa Isabel prometió volver á la ciudad los pue-


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blos y vasallos que el Conde de Alva la tenía indebidamente

tomados 8L &.=Firmado por el notario Gómez González:

Legajo 257, documento núm. 4 . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . r8

Merced de que nada de Õvila re apartara’ de la Corona.

Concesiones hechas por D. Juan II en Villacastín á. r 5 de Mayo

de r453, ratiﬕcadas por D. Enrique IV en Madrid á. 23 de

Marzo de r458 y conﬕrmadas y aprobadas por’ la. Princesa

Isabel en Casa-Rubios del Monte en 2 de Octubre de 1468.:

Firmado.=Yo la Princesa.=Legajo 257, documento núm. 3. 27


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_58_

Pragmiítica sobre el juega de lor dudar.

Carta de la Princesa Isabel a la ciudad de Õvila prohibiendo e

juego de los dados é imponiendo penas á los infractores y á

sus cómplices.=Fecha. en Segovia á. 29 de Noviembre de r474.

=Firmado.=Yo la Princesa.=Legajo 2 57, documento núm. 6.

Fallecimiento del Rey y que r: la tenga por Reina.

Carta de D.“ Isabel I á la ciudad de Õvila participándola el fa-

llecimiento de su hermano, su proclamación en Segovia y

mandando se la reconozca por Reina y al Rey D. Fernando

como su legítimo marido=Fecha en Segovia á r8 de Diciem-

bre de r474.=Firmado.=Yo la Reina.=Legajo 2 57, docu-

mento núm.7 . ’ . . . . . . . . . ..i . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . ..

Llamamiento a’ Cortes y para jurar a’ la Princesa D.“ Isabel.

Carta de D. Fernando y D.a Isabel á la ciudad de Õvila con-

vocando Cortes para corregir los graves males que en el Rei-

no acontecían y para jurar por primogénita heredera. de los

Reinos á la Princesa Isabel.=Fecha. en Segovia. á 7 de Febre-


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ro de 147 5.=Firmad0.=Yo el Rey.=Yo la Reina.=Lcga-

jo 257, documento núm. r3 . . . . . . . ’ . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .

Yuramenta de Isabel la Catoïíca.

Acta notarial de la solemne entrada en Õvila de la Reina doña

Isabel y previa ratiﬕcación de ésta de conﬕrmar las franqui-

cias, privilegios & & á la ciudad y su tierra & &.=Fecha en

Õvila á 2 de Junio de 147 5.214‘ irmado por los notarios Fer-

nando Sánchez de Pareja y Juan de Cuéllar =Legajo 2 57,

documento núm. r . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .

39

49

53
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_ OBRAS CONSULTADAS

Para la precedente narración, además de las tradiciones reco-

gidas en Avila, se han tenido á la vista las obras siguientes;

Abarca (El P. Maestro Pedro. . . . .).

Segunda parte de los Ana/c: histórico: de las Reyes de Aragárz,

por. . . . .

Salamanca, 1684.

Balaguer (D. Víctor. . . . .).

Lo: Reyes Católicos, por. . . . ., tomo I comprendido en la His-

joría general de España, escrita por individuos de la Real Acade-

mia de la Historia bajo la dirección de D. Antonio Cánovas del

Castillo.

Madrid, 1894.

Ballesteros (D. Enrique. . .. .)

Estudio lzixtárim de Avila, por. . . . .

Avila, 1896.

Bernáldez (Andrés.. . . .), cura de Los Palacios.

Hisldria de los Reyes Católicos D. Fernanda y D.“ Isabel. Crónica


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inédita del siglo XV, escrita por el Bachiller. . . . .

Granada, 1856.

Carramolino (D. Juan Martín. . . . .).

Hisoria de Avila, su provimia y oóispado, por. . . . .

Madrid, I 872.
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_6o_

(‘usuales (El Licdo. Francisco. . . . .),

Discursos históricos de la Muy Noble y May Leal Ciudad de

Murcia, por. .. . ,

Murcia, 1621.

Cortes de los antiguos reinos rte León y Castilla, parte primera.

Madrid, 1883.

González Dávila (Gil. . . . .).

Teatro eclesiástico de las iglesias metropolitanas y catedrales de

los reinos de las dos (Jastilias, por. . . . .

Madrid, 1647.

Lafuente (D. Modesto. . . . .).

Historia general de España, por. . . . .

Barcelona, I 888.

Mariana (El P. Juan de. . . . .).

Historia general de España, dividida en tres tomos & &, por.....

Madrid, 1733.

Navarro de Larrutegui (Antonio. . . . .). , _


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Epílome de los Señores de Vizcaya, recogida, por. . .

Madrid, 1702.

Nebrija (El maestro Antonio de. . . . .).

Crónica de los muy altos y esclarecidas Reyes Católicos D. Fer-

nando y D.“ Isabel, de gloriosa memoria, por. . . . .

Valladolid, 1565.

Prescott (William H. . . . Historia det reinado de los Reyes Católicos D. Fernando y D.“ [sa-

bel, escrita en inglés, por. . . . .

Madrid, 1845.

El Tambo del Monasterio de San Martín de Valdeiglesias.

Un tomo folio mayor, parte, canto dorado.

Manuscrito, 1636-1644.

Zurita (Jerónimo de. . . . .).


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Los cinco libros postreros de la segunda parte ¡te los anales ¡te la

Corona ¿te Aragon, compuestos por. . . . .

Zaragoza, 1610.
_6I___

Además han sido consultados:

Aríz (Fr. Luis de... . .).

Historia de las grandezas de la ciudad de Avila, por. . . . .

Alcalá, 1607. Real Academia de la Historia.

Olemencín (D. Diego. . . . .).

Elogio de la Reina Cato/ica D.‘ Isabel. Memoria de la Real Aca-

demia de la Historia, tomo VI.

Madrid, 1821. Real Academia de la Historia.

Colección de documentos inéditos para la historia de España.

Tomos XIV, XXXVI, XL y XLI.

Madrid. . . . . Biblioteca Nacional.

Flórez (P. M. Fr. Henrique. . . . .).

Menzoria de las Reynos Católicas.

Memorias de la Real Academia de la Historia, tomo II.

Madrid, 176i. Real Academia de la Historia.

Garibay (Esteban de. . . . .).

Compendio historial de las c/zronicas y universal historia de todos


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los reynos de España, por. '. . . . ‘

Barcelona, 1628. Biblioteca Nacional.

Pulgar (Hernando de. . . . Crónica de los Reyes Católicos, por. . . . .

Valencia, 1780. Real Academia de la Historia.

Vergara y Martín (D. Gabriel. . . . .).

Estadio histórico de A vila y su territorio desde su fundación hasta

la muerte de Santa Teresa de jeszls.

Madrid, 1896. Biblioteca Nacional.


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El presente opúscuto, que no se destina a’ la venta

pública, y del cual se ¡La tirado un corto número

de ejemplares, se acabo’ de imprimir en

Madrid en la imprenta de los Hijos

de M. G. Herna’ndez, a’ veinte dias

contados del mes de Abril

de mil novecientos un

años.

ï
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OBRAS DEL MISMO AUTOR

Memoria descriptiva de la Exposicidn Nacional de 1873.

Cervantes viajero.

Elogio del Excmo, Sr. D. Õose’ Solano de los jldatalmares, Marques

del Socorro.

D. Vicente de la Fuente, como socio de la Geográfica de Madrid (Bos-

quejo histórico de Calatayud).

Las liabladores (refundición del entremés de Miguel de Cervantes

Saavedra).

De Llanes a’ Covadonga, excursión geográﬕco-pintoresca.

Cervantes en la Exposicidn Histdrico-Europea.

Estancias y viajes de Carlos Vdesde el dia de su nacimiento hasta el

de su muerte.

Carlos Ven Asturias:

Carlos V en Õvila.

Necrología del Excmo. Sr. D. Francisco Coello, presidente de la So-

ciedad Geográﬕca de Madrid.


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