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se0 violento de recorverlas. Felizmente no tuve que soportar con plena conciencia el palmoteo compasivo de mis amigos y la intencién diri- gida de las mujeres, Sin embargo, no estaba Gel todo abstrafdo, pues of que le deefan: —i Qué de conquistas vas a hacer Nieves. \, ©28 lo bonita que eres. Cuidado con aquel pasajero que te mira tanto...! Me sorprendi sonriendo como un idiota. | Las despedidas siempre resultan mis prolon- gadas de lo que uno pudiera desear y se dicen en ellas tantas palabras innecesarias. ; Cudnto mejor seria uo ver alejarse a los que uno ama! Era desagradable todo aquello. Con seguridad, mis amigos se sentirfan obligado a consolarme alrededor de nna mesa en cualquier bar. Fué justamente la idea de su compasién la que me @eterminé a abandonar el barco. Nadie legé a entorarse. {Qué alivio senté cuando abandons 1 muclle, iberado al fin de tanta valgaridad! El sol de Ja tarde brillaba como espojo en | os vidrios de los corros, Los yendedores am /oulantes pregonaban su mereancfa transporta- da sobre barros, ¥ la gente deambulaba su- biendo y bajando las empinadas calles. Anda ve tm largo rato por las enmarafiadas ealle- Juelas. Imego entré a un tinel oscuro, en cuyo fondo aguardaba un ascensor. Junto a la osei- Jante llama de una vela, una mia de delantal “os blanco vendia pequenes. De la roca viva, un hilillo de agua chorreaba los pies de la chien Le df algunas monedas. —Para alfefiiqces— le dije, ante su inten to de poner en mi mano la masa grasienta, Sin responder, se limité a envolverme eon sus grandes pupilas de accitunas, guardande Ins monedas. “Bs misteriosa’” —pens6, Habfa algo tré- gico en la obsenridad del, tinel, el blanco de. lantal y la mirada seria de la pequefia. Era como si en ese instante me sintiese envuelto en una atmésfera blanda de simpatia. Sentia In libertad golpearme el cerebro, lo sofocado y reprimido abrirse brecha y brotar a borbo- tones. Me apoyé contra la ornjionte ventana del aseensor y sollocé, Hstaba solo, Bien podia Permifirme osa debilidad. Ya nada volver, me dije, Aqni se termina una etapa de mi vi. da, Vendrén otras mujeres. Volvoré omar, a usionarme, a creer one por fin llega la defi- nitiva, la esperada, Ia perfecta, y todo seré mentita y viviré eabiéndome sumergido on un engafio. ;Pero es que acaso el hombre no pue- de huir de esa etorna biisqueda de completarse on otro? 4No podré yo oscapar a mi propio destino? Sentia amargura, necesidad de reer. La fe. ;Dénde estahat jLimpia, tranquila, re- conciliadora? ;Dénde? Si al menos en ese de- solador abismo hubiese algo a que poder asir- ‘me, aunque sélo fuesen los cabellos de todas Jas muerias. Pero que hubiera una fuerza pal- pable. Y dentro de mf senti nacer con tierna melancolia ese yo ignoto, rara vez comprendi- do y siempre engafiado. ;Por qué ese empeio en creerme un ser enmarcado en limites pre- cisos? ;Acaso me conozco? ;No hago al dia mil cosas que no me producen ninguna satis- faccidn y dejo de hacer otras tantas pequefie- ¢es que me reconeiliarfan con los mezquinos placeres cotidianos del hombre? Entonces rom- pi mormas que me ensefiaron cuando pequeiio ¥ que todos los dfas me proporcionan placer. Desde ese dia extraigo con el indice y el pu gat Ia nata que se forma en Ia superficie de la taza de mi desaynno. Me acuesto con cal- eetines en las noches de invierno, para man- tener mis pies calientes y soluciono los rom- peeabezas en los periédicos. Pero hay tantas. tantas pequeficees que sofoco. Soy complejo. Fatal y tristemente complejo, Sali de la jauia. Habfa viento sur. Ca- miné. Aire. Luz, Luz azul de atardecer, viento entre los eabellos, formas de mujer. Risa de nis. Llanto de ereaturas. La Cumparsita en. un graméfono. Aqui hay vida, me dije, miran- €o con desdén hacia la gran ciudad, He aqui el esfuerzo latente. Quiero unir mi aliento al de ellos, mi energia, Les necesito, Tuve deseos 10 de golpear las puertas. Lamar a gritos dos y decirles: | Silvenme! La calle se vefa desierta con sus millares de escalones y ropa colgada. A lo lejos un chi. quillo condueia un burro y un arrimaba a una moralla. Sin ¢0 nerme, grit. Aparecieron varias cabezas en Jas ventanas y de una esquina emergié un gra- po de nifios que jugaban con una peloia de tra- po. Aceredronse a mi, sorprendidos. Me ro- dearon, ¥ uno, el menos timido, sequramente, pregunté: —,Bras ti quien gritaba? —No— menti, No se movieron. Seguian abi, eseudrifién- dome. iCon permiso!, exclamé, separdndolos de ‘mi camino, y doblé en Ia primera bocaeallo, Sofiaba con la quietud. Bra un anhelo lar- g08 afios reprimido. Estaba cansado. Siempre he amado templarme algunos instantes al sol, cuando todo se detiene y la tierra gravida in- terrumpe su gestacién para s6lo adorarlo, Dén- me paz, olvido, sol, descanso, Cuando muera, quisiera dormir sobre la superficie de la tie- ra. Miraba los edificios con curiosidad. ;06- mo lograron construir aquellas casas apifiadas ¥ como a horeajadas una sobre otrat 1Qué Sentido arquitectinico tan desarrollado guid a a to. viejecita se |, " | a Wy \ eso natives? Habia en osos pilares el eco de gna raza obscura, que por serlo tanto mantie- ‘ne Ia inedgnita de su origen. ;Por qué son tan Guriosas, personales, extravagantest De un te- cho de calamina, surge una hignera. Otra tie- ne un haleén cimbreante, complicadas escale- ras: mn sinuoso sistema de ascenso. Sub{ largo rato, Bl caminar me extenuaba, Toref a un lado y otro, cada, vez mis sorprendido 2on los nnevos hallazgos*De pronto me vi en una ca- Ilecita empinada de adoquines, de transito sé- Jo posible para burros. La sentf especial, dife- rente. Tenfa un encanto indeseriptible, Comen- zaban Ins sombras a empaquetar las_ calles, cuando el viento str cogiendo los papeles dis persos los arremoliné en espirales. Me subi a Ia vereds, Aleancé a dar tres 0 cuatro pasos, nando veo Ia puerta abierta en nna de Tas ca sas. Entré, no sabria decir por qué razén, se~ ut SEE aoe eae tran algo OW atari di ae RqUIIO sores osados que aventuraban su existencia sobre cuatro_englenques _madeyos. Nadie salié a mi eneuentro.{Un pasadizo oscuro me condujo de inmediato hasta um gran ventanal eon vista a la bahia,)Desde alli pude divisar el bareo de Nieves que se alejaba. No sé si era el mismo bareo, Pero yo senti que mi vida se rasgaba en dos y al verle deslizarse por el mar me des- pedi de ella, Las Inces comenzaban a encen- BR A derse. Me mantuve macho rato asomado al bal: e6n. Por iiltimo, eansado ya, encendi una ee rilla para ver dénde estaba. Con una vela que encontré sobre na botella fui alumbrando los muebles_a mi alrededor. Uru un eomedor con sillas de mimbre y vulgares aparadores de madera. Un papel floreado sobre el muro, wn almanaque y dos paisajes enmareados en ter- ciopelo, completaban el mobiliario. Abri ma puerta, la pieza vecina era semojante al co- medor. Se notaba que era una galeria, poste- riormente dividida, pues el ventanal ocupaba una de sus murallas. No habfa en ella més que uma cama, wa pecera con tres peseaditos 10- jos y un espejol Junto al lecho, una puerta. } Al abrirla imaging encontrar wa sala de ba- |©4 flo y casi me precipité al vacio: aquella puerta |v F 20 condueia a uingtin lugar. Estaba abierta | sobre el abismo. Posiblemente se propusieron darle wn fin vitil: una escalera o resto de edi- ficio, pero la idea sélo quedé en el proyecto y nadie tomé la precaueién de taviarla.{Hl resto de la casa nada tenfa de extraordinario. Hstaba cansado y me recosté sobre la cama mirando desde alli el guifio de las Inces. Me fui quedando dormido, Al amanecer desper- #6. Una mujer joven entré en Ia habitacién. Vestia abrigo negro, usaba el cabello suelto y parece que no estaba pintada. Me incorporé en el lecho sorprendido de hallarme allf. Tha 3 hablaria en el miomento en que la mujer SS ees 5 a desnudarse, Hi a dor qué no te has acostado dentro de Je camat —me reproch6, “Mpenténeme— balbuceé, confuso ante su tnteo —Yo no tengo uada que hacer aqui. ;Me toy! —exclamé dispuesto @ marcharme. Me miré —eon sus ojos inmensos— sor- prendida, y agreg6 burlona: “Siempre dices Jo mismo y sin embargo te quedas. Pero si yo no la conozeo, Bs Ja primera yeu quo la veo. No tengo por qué estar aqui. {De quién os esta casa? =jAlora me vas a decir que no sabes de quién es esta casat Y estas durmiento en ella. Ven, no te pongas nervioso, —Y diciéndome Gg se dels bajo ls sbanaa, Sus bxyzos ardientes se enlazaron a mi. euello. Reia Yo deseaba insistir a fin de dejar en cla- ro que habia una equivocaci6n; pero, al-mis- mo tiempo, me era molesto reconogerme intra- so, Ademés, esa mujer tenia un metal de voz arrollador: tanto cavitio insinuaba su cflida modilacién, Siempre, euando he sentido pens, he deseado estrechar entre mis brazos cual- quier euerpo de mujer carifiosa, Bs sontirse menos solo 0 més solo, no lo se. ;Tal vez es 18 jdea! Bl caso es que le obedect. {¥ cosa extra- 4 1 eee —¥ fa! Su temperamento posefa la particularidad de corresponder exactamente a la idea que yo tengo del amor, Bra una amante refinada y sutil. Su experiencia no le permitié torpezas. ‘Ademis, para mi ofrecfa cl encanto de lo des conocido. Hn verdad, todo esto me Henaba de sorpresa. Con ella recorri zonas ignoradas. Fné un viaje voluptnoso a través de todo lo desconocido que tenemos y que tan torpemen- te ignoramos. Sentf un alivio enorme. Ya no estaba tris- te, ni desesperado por 1a marcha de Nieves. Sentfa paz, fe, firmoza, Bra yo otra ver. Re- cuperé mi personalidad y mi aplomo. De pronto me aparté de su lado y mirén- dome en las pupilas dijo Mafiana legaré mis temprano! Luego se preoeupé por la hora y cuando supo que eran las siete no consegui convencer- la de que permaneciera en el lecho. Se incor- pord como resorte, —Levintate ti también, mientras te pre- paro el desayuno, Y sin mas, desaparecié tras Ja puerta. Pensé un instante que no experimentaba ningin deseo de vestirme, Tampoco obtenfa gran cosa con quedarme en cama ya que era preciso Hegar a tiempo a la oficina, Un ofici- nista no se puede permitir el Injo de ausentar- se por dos dias sin permiso, y ya lo habia he- 1s cho el dia anterior por la partida de Nieves, ‘apenas me Ibe vestido aparecté instin- domo para que pasara a beber mi deseyuno al comedor. z “)No me acompafiast— la interrogué, de- seando su compaiiia, pues asf podria pregun- tarlo alguna cosa sobre ella. —No tengo tiempo porque salgo a las ocho on wmnto, Como yo insistiora, respondié molesta: —No puedo. Quisiera que no me hicieses tantas preguntas. —Y rapidamente como para orrar el efecto de estas palabras, corrié hacia mi y, empinindose, me dié un beso. ~{S6lo te puedo prometer egar més tem- prano! La miraba por primera vez: en Ia penum- bra del amanecer s6lo pude adivinarla, Sin ser bonita como Nieves, me pareci6 mas atrayente, De seguro, si la hubiese visto en Ja calle no me babria Tamado la atencién, Era mas bien de tipo vulgar. Morena, de mediana estatura, boca grande, manos afiladas, tenia unos pro- fundos ojos negros, de tal manera expresivos al hablar, que so transformaban en el centro de sn persona. Los ojos y su cabello. sobre to- Go su eabello suelto, aleonado, sujeto por wna poineta, era de su cabeza lo que més me exci- taba, Su cuerpo bien formado no me atra Si no la Lubiese posefdo, jamas habria adivi- 6 > nado toda su atraceién, Me voy. ;Ad eluido sn aseo. —Te acompafio, Tremos juntos— dije le- vanténdomo. —De ninguna manera, No tengo por qué pasar una molestin —dijo, y se marché. Yo quedé alelado. Hn verdad nada sabia de ella, A lo mejor era casada o no queria que los vecinos se enterasen. En fin, de todas ma- neras tendrfa sus motivos y yo tampoeo desea- ba intorvenir en su vida privada, Con tranqui- lidad reeuperé mi lugar junto a mi desaynno y paladeé el placer de sacar la nata con los dé dos. Un rayito de sol vino a hacerme compa~ iia en ese instante. Estaba totalmente satis- fecho,| A lo lejos, piteaban los harcos sobre eb mar y la vida se tornaba amable y Ia cindad —exclamé una vez con \ perdia asi su rostro tragico y odioso, | : Después, deseendi despreocupado por es“ caleras y ascensores, sin advertir el nombre do la callojucla, Tal veo me sentia coren de mi mismo, x Por la noche, la vibora de la inquietud co~ menz6 a morderme vivamente. Estaba ansioso de sentir sus brazos alrededor de mi cuello yai- igi mis pasos hacia su casa, No me imaginé que pudiera ser una empresa tan dificil, Era imposible encontrar el ascensor dentro del ti ‘nel. A cuantos interrogué lo ignoraron. Enton- ” i bal... Bi. roy Tees, enindo mas bien por innata orientacién. Ms eat ecg ten cok ep ee acts {ine Aocor calles para quien no tiene costumbre fevansitar por ellas. Bstaba desesperad, Co- fneneé a bajar Ientamente las gradas cangado {Ge mi imdtil afin. De repente, aparecié una Jur blanea, alli abajo, en Ia primera grada, de {ia escalera, La forma blanea oscilante golpes | mi cerebro. ;Dénde habia visto una figura se- | mojante? Acelerando la mareha me detuve cer- | ca do ollay sin lograr tomiak poséaiGn de mi re- euerdo. Sobre un_brasero semiencendido habia equenes, Y he aqui que reeordé: la chica del callejon. La miré, Senti calor en mi cara. No era ella. Quise, sin embargo interrogarla. No adelanté gran cosa, pues no snpo decirme dén- de quedaba aquel ascensor. Felizmente, los ni- fios gozan salisfaciendo la curiosidad de los mayores. = __—Espere un momento — me dijo— ;Ya vuelvo! — y desaparecié tras la puerta bam- jleante de una cantina, dejindome a cargo de Su mercaderia, Al poco rato regresé, seguida de un hom- bre, —iUsted quiere saber dénde queda el as censor Xt a No recnerdo exactamente e6mo se Hama —dije— pero esté al fondo de un tinel. tA qné parte quiere ir? ,Cudl es el nom- 8 \ \fevdsi” i bre de la calle? g 4 Qué podia yo contestarlet ‘No sé —balbucée confuso, El hombre me miré algo extrafiado. Son- ) agregando: —Tiene que ser el ascensor X.... No pue- de ser otro. Le queda bien distante, tiene mu- cho que caminar. ¥ se enredé en una explica- \ Cién larga y detallada f 5 mis sentidos. Agradeciéndole, emprendi nueva- mente la marcha en el deseo desesperado de encontrar la callejuela. A ratos, desalentado, resolv desistir de mi empefio. Me pareeia im- posible ubicar aquella casa, en ese cerro leno de laberintos: no me resignaba a dormir solo. Era como si aquellos brazos fueran dos tena- gas que aprisionaran mi yoluntad, Me detuve en una esquina, procurando orientarme, —1Busea alguna direeoiént —me pregun- £6 una mujer. No le contesté y reemprendi la marcha, pero ya totalmente désorientado, Vol- via detenerme al poco rato, No tenfa ningdin objeto seguir mordiendo calles perdidas. Seria mejor regresar a mi pensién, Comenzaba a cansarme: miré enfrente y, mudo de asombro, Teconoci Ia easa que tenfa delante, La observé largo rato a fin de incrustarla en mf mismo, Después fui hasta su puerta entornada y entré. l ———No tue que aguardar mucho tiempo, pues Magdalena leg6 como a las tres de la mafiana. ) a gu temperamento amoroso se habla multipli- aro de tal manera que no creo haber experi- ontado ofra noche més rica en matices que quella =p ‘Por la mafiana ocurrié lo mismo que el dia anterior. A las siete se levant6 con precisién de eronémetro, sin permitirme permanecer en Ja cama. —iNo dejes de volver esta noche!... —ex- clomé al despedirse de mf. No tenia para qué recomendérmelo, Lo ‘inieo que deseaba era ser su esclavo, ‘A fin de no malograr el encanto, reprimi al deseo de acompafiarla y preguntarle sobre ella, Fuera de su nombre nada més supe, pues apenas hablamos. Satisfecho, descend{ el cerro a pie advir- tiendo todos los recodos de las calles. Ahora estaba tranquilo, En el bolsillo de mi chaqueta Hevaba anotado en un papel la direecién. Sibitamente sontf una carrera. Me volvi y divisé a un muchacho eorriendo con la ch queta en la mano. A cierta distancia un poli- fa gritaba: —Atéjenlo! EI muchach6n se eseurrfa salvando los obstéculos econ wna ligereza impresionante. Oa- si todos le dejaban el paso libre, Pero no fal- 6 uno que, precipiténdose encima, procuré su- Jetarle, Parecia una bestia acorralada. No com- 2» prendo qué me di6. Senti sublevérseme Ja san. gre en las venas y ie di un violento puietazo en a nariz, —j Arranque! le grité al pillo, haciéndo- me eémplice de su delito La gente se abalanz6 sobre mi como fiera y yo a golpes logré escapar y emprender la faga. f los pitazos ensordecedores brotando de las esquinas tres flamantes policfas. Y asi su- cedié que en una diffana mafiana de Octubre faf eonducido como un vulgar ratero, entre dos gnardias, a la Comisaria. Hs idiota e6mo los actos inconsciontes en- redan el destino. ;Qué era lo que me unia a aquel desconocido que junto a mf acezaba con el pecho al aire y la camisa al viento? Hs la desgracia del otro, tal vez, lo que yo soporto mal. Lo ignoro, Nunea he sabido mucho sobre mi mismo, Al pasar, Ia gente nos miraba con eurio- sidad. Fué imitil intentar convencer a los gen- darmes de mi inocencia ¢ impedirles que me sujetaron por la manga, Quise tomar un) taxi para no pasar ese bochorno. Sufti pen- sando en la posibilidad de ser visto por algéin amigo y lo que era peor, por uno de mis com Pafieros de trabajo. Pero ellos eran intransi- gentes en sus obligaciones y erefan ser sobor- 1 primirme. Sin embargo no tuve gran inquie nd. Reconoefa esta situacién tan absurda, ajena de tal modo a mi persona que ee me ant tojaba ineretble que yo estuviera en Ia. eéxeel, En el fondo, me eneantaba que pudiesen sce derme cosas somojantes La espera fué larga, Cuando transenrrie- ron dos horas comenoé a intranquilizarme, Al cabo de ellas, legé mi compaiiero a un estado do irritabitidad alarmante, Parioso contra mf, no cesaba de insultarme. Vos tenis la culpa. {Pa qué te motiste a armar rosea? A mf no me Imbieso pillado re munea el paco 6:2, si no hubiera sido por Ios pitazos de alarma, Me reconocf culpable, Comenzé a atizarme la ira y abriendo Ia ‘nica puorta entré a In sala donde eontinmaba eseribiendo el oficial de guardia, —iUsted! squé hace aqui? — exelamé al verme, —Quisiera telefonear a mi aboeado, por- que no tengo la intencién de permaneeer on Ja Comisaria. —Puede hacerlo si quiere. Cogi_el teléfono comuniedndome con si estudio. Desgraciadamente no estaba. Le « pligqué a su ayudante lo mejor que pude mi situacién, apremindole para que viniora pel sonalmente a ahogar por mi eansa, si no ubi- Ea caba a su patrén, Me repuso que seria itm posible por toner que marcharse a la capital, Menos mal que me dié el nombre del abogado suplente del estudio. Sin desalentarme por este nuevo contea- tiempo le Hamé comprometiéndole a venir en el acto. Habria transcurrido media hora, durante Ja cual mi compafiero no habl6, cuando abrién- dose la puerta vi en el umbral a un eaballero chiquito, de enérgica voz ronca que dijo ser el abogado suplente y amarse Daniel Salas. Desde el primer momento me desagradé, a pesar del tono optimista de su conversacién, y me senti més oprimido que munce, Se veia tan insignificante, que consideré mi causa per- dida, No me instaba a hablar, menos a relatar 0 oenurrido, Sin embargo, tve que exponer mi sitnacién, Mirdndome incrédulo, me palmotes el hombro para envalentonarme segaramente, pues dijo: —Cuénteme la verdad, conmigo sea sin- cero 4Cémo quiere que Ie defiendat —Pero es In verdad. {Yo soy inocente! —iMe parece extraio! — repuso y un fu- Yor comenz6 a dominarlo, enrojeciendo de irs. —Si usted no me dice endl es su sitaacién ‘Yerdadera con respecto a este detenido, yo no Puedo intervonir. 2 —Hoy le he visto por pr quiera tengo conocimiento de s Ignoro por qué Jo harfa, mi compaiiero comenzé a sumin rie de mentiras que el aboga tamente. —Pa qué me negai. Tan afutr: han de ver, cuando somo: eso: mera vex. Ni sic ME se le culpa BI caso fué que inistrarle una ge- do escuchs aten- an afutrado que to iPor qué te ibai a meter a act Jactindose do sus fechorias, prosiont, ~iAhora ni te acordai cuando asaltamos ta agencia de empefio y ti to quedaste nent telescopiot gNi del contrabando de pichionss El chieoco del abogado miraba satisfeato 8 msi compaiiero y a Jusgar por el movimiento afirmativo de su cabeza se hubiera dicho que sprobaba ampliamente sus declaracionos, iProsiga! — exolamé deseoso de ofrle, Mo miraba sorprendido, En tn comienzo todo este absurdo relato me interesé, poro luego terminé por deseaten- derme y me puse a pensar en otra cosa. Cuando la conversacién legé a su térnt: no, el abogadillo, dirigiéndose a mi, me pre- unis si tenia algo mas que comunicarle. __ “Si dijo No quiero que usted me de- fiouda, Por mt puede irse, —Esto es el colmo, Me manda lamar eo utgencia, me hace perder tiempo y clientes y Juego me despide. ;Cémo so le ocurre? jAcaso % = no me debe mis honorarios? — vociferaba, —1Cudnto le debot — pregunté, —Quinientos pesos. Saqné mi talonario de cheques para cance- Jarle: pues deseaba guardar el efectivo que le yaba conmigo, para pagar la fisnza en ¢aso ne- cesario. —De ninguna manera le voy a aceptar cheque. Para que no tenga fondot ;Tan im- bécil no soy! —Puede preguntar al Banco —le sugeri. —1¥ qué adelantarfa con ello? N6, me tiene que pagar en efectivo. —Fisto es un abuso — exclamé y abrien- do la puorta me dirigt al oficial dé gnardia que en ese instante amaba por teléfono. Fné preciso esperar que concluyera su conversn- ei6n para explicarle Jo sucedido. Con esa se- Tena brevedad militar pregunts: —iNo dijo hace un instante que tenfa di- nero? —Htectivamente lo tengo. —Entonees, spor qné no Ie paga? Muy a pesar mio tuve que sacar los qui- “nientos pesos y dopositérselos en sn mano. No me liberé tan fécilmente del abogado: pues de nuevo se introdujo en el cuartucho para zs seguir la conversacién con mi compafioro. Pa- ‘eee que aquel le habia encomenilado su de- fonsa, aa Después de todo, spara qué necesitaha abogado enando yo mismo podria defender me? Lo mis desagradable era el vermo for. zado a tolerar Ta conversaeién de ese par. Toe da la simpatfa que me hubo despertado él rac tero, desaparecié. Se torné presumido y arti. ficial. Luego entraron los detenidos. Estaban medio borrachos, y uno de ellos hipaba con. tinuamente. A mediodia nos dieron um pan y caldo agnado, qne me produjo néuseas, Tras prolongada espera, fut conducido al Juzgado, junto con los otros, para comparecer al otro dia ante el juez subrogante. Mis declaraciones ante 61 no me inguieta- ban, Me atendria solamente a la verdad, 'To- do se complicé, cuando declaré haber pasado Ja noche en casa de Magdalena, Comprendi que mejor hnbiese sido eallarlo, Pero, zqué po- ia decir en cambio? Por cierto pude contar muchas eosas que se me ocurrieron tarde, Em fin, ya no tenia arreglo. ;C6mo le tha a expli- car al juer.el haber entrado en nna casa, sélo Por curiosidad y que este hecho me Mevd a conocer a Magdalena? ;Me comprenderia aca- sot iLlamaria a Magdalena q deelarar? ;Qué diria ella? La noche que por primera ver Ia xi apareuté eonocerme. ;Con quién me confun- ais? Todas est: Sean Bae de eaedas estas duds’ me intranquilizaron a . A posar que rogué al magistrado me de- jera on libertad condicional; no accedis. Seti poco clara su inocencia, aunque no tione antecedentes. Tengo que investigar mas a fondo, ! Z Y nuevamente fui encerrado on una pieza. Por la tarde de ese dia compareef otra vez ante é —Fn la casa que usted menciona no exis- te ninguna Magdalena ni mujer que se Ie pa- rezea, Tampoco en esa calle. i ‘A fin de constatar la presunta equivoca- cién, pedi los objetos que me habfan retirado. Alli conservaba el papel con la direecién que declarara, No dudé ya: estaba en la verdad. Como yo insistiera, el juez se molest. Creyé segaramente que yo me estaba burlando de él. Despnés me tuvieron dos dfas incomuni- cado, S610 un abogado conocido logré mi li- bertad. Caminar por las calles invadidas de sol_y e viento. Ver el ciclo muy azn! manehado de ~ aubarrones de espama. Oir el gemido de las frenas de los bareos, y pensar que so es libre. ____ Lo més totalmente libre posible, Aspiré an- ___ Cho, profundo, toda la libertad de mi mismo. Slo deseaba vivir. Vivir mi yo, mis fracasos, mis éxitos. Sélo deseaba ser yo mismo. Decidf io volver jams a la oficina, Hstaba harto de ila. Trabajaria en otra cosa mas de acuerdo » con mis inolinaciones. No seria esc guna idea, | Seria libre! {Libre vietima de mis actos conciencia de mi propio ¥ de este modo resolvi ir por la noe casa de Magdalena, een srete Cuando Hegué, 1a puer Golpes. Magdalena —Pasa. Te a venido? No respond, Era muy grande Ia felicidad ae verla. Nos besamos y ya nos perdimos ana en el otro. Me hacia tanto bien sentirla préxi- ma. Pero ocurrié algo inexplicable, Me habia quedado dormido, euando el rui- lo de unas risas pisadas ligeras me. sobre: ‘saltaron. Antes de despertar del todo, irram- pieron en la habitacién a medio vestir seis mujeres armadas de bastones con los cuales comenzaron a golpearme. Trataba de defen- Suis de este ataque tan inesperado: lavo de nin "et No queria ser inconcientes, Tondria sentir, uerta estaba cerrada, salié a reeibirme, iguardaba. ;Por qué no has pero mo en las pesadillas de los suefios, mis pu Hos no alcanzaban a tocarlas. Era angustio- so. Busqué a Magdalena, Ya no estaba en el dormitorio. La Wamé a gritos. Tampoco apa- reci6. Bra vergonzosa y ridicula mi situacié Las mujeres se refan mucho y una sugerié mantearme. Luego, no contentas con aquello, abriendo la puerta a la cabecera de la cama 30 me lanzaron al abismo quebrada abajo, En ese instante de vértigo, una esperanza me ha- cfa creer que estuviese soiiando, Pero n6, Etec- tivamente yacia desnudo al amanecer en el fondo de un barranco, Y a juagar por tod los dolores: quebrado, zafado, machueado. 1Qué se yo? {Qué desesperacién! {Qué rabia! iCuénta vergiienza! Traté de ponerme on pie y fné imposible. Miré a mi alrededor. Via un nifio que corrfa por un senderito montado en una varilla. Le grité. Se volvi6. Al verme des- nudo gritando, se acereé timidamente, Habta sorpresa y curiosidad en sus ojitos obseuros. [ise algin Hombre! y uns efbana Is r ile que le daré dinero. ornint aad palabra desaparecié trepando eerro arriba, Al rato volvié acompatiado de muchos nifios: habia una chiquilla en medio de ellos, Todos se pusieron a reir. Furioso les grité que estaba quebrado, con dolores, que me saearan, Aparecié un hombre bastante corpu- ento que se hizo cargo de mi situacién y gra- cias a 61 fuf conducido a mi casa. Pasé dos meses en una cliniea tranmato- ee ate Egos ranean ar jafiado de mi mejor amigo ascendi nue- el pnento y busqué Ja callejuela: querfa con cor Ia verdad sobre lo ocurrido. [ at

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